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IMMANUEL KANT: LA RAZÓN SIN ATADURAS

"Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, cuanto más reflexiono sobre ellas:
el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí". El filósofo alemán sintetizaba en esta
frase (extraída de la Crítica de la razón práctica, tal vez su obra más influyente en vida) las dos
grandes cuestiones que le habían ocupado en sus casi cuarenta años como profesor: la naturaleza
del mundo tangible y las motivaciones del comportamiento humano.

Una de las historias más populares sobre Immanuel Kant dice que su vida era tan estricta y regular
que sus vecinos ajustaban sus relojes al verlo salir para su paseo de las tres y media de la tarde,
siempre puntual hiciera el tiempo que hiciese. Este capítulo no deja de ser una manifestación
anecdótica de un carácter profundamente metódico y abierto a la crítica constante: después de
que le plantearan varias carencias de sus primeras obras, Kant estuvo diez años sin publicar para
dedicarlos a la reflexión y regresar con la primera de sus obras plenamente maduras, la Crítica de
la razón pura.

Immanuel Kant buscó, por encima de todo, enseñar al ser humano a pensar por sí mismo y a
rechazar los dogmas de todo tipo, que destruyen la razón y someten el libre pensamiento a ideas
fijas. No por ello negaba la importancia del conocimiento previo, al contrario, lo consideraba
imprescindible como punto de partida.

En este sentido, logró combinar el racionalismo -para el cual la razón es el motor principal en la
búsqueda del conocimiento- con el empirismo -que acentúa el papel de la experiencia y la
evidencia comprobable-, como caminos complementarios y no excluyentes. El pensamiento
kantiano se convirtió así en uno de los más influyentes de la Ilustración.

EL MAESTRO KANT

Emanuel Kant nació el 1724 en Königsberg (actual Kaliningrado), entonces perteneciente a la


Prusia Oriental, en el seno de una familia profundamente religiosa de la que recibió una educación
muy estricta y dogmática. A pesar de que su pensamiento lo llevaría en dirección opuesta, siempre
conservó un gran cariño por su familia. Con 16 años ingresó en la Universidad Albertina de
Königsberg para estudiar filosofía y ciencias; por desgracia, el infarto y posterior muerte de su
padre lo llevaron a abandonar la universidad siete años más tarde, aunque no los estudios, que
prosiguió por su cuenta. Tras aprender hebreo, cambiaría su nombre a Immanuel.

Immanuel Kant buscó, por encima de todo, enseñar al ser humano a pensar por sí mismo y a
rechazar los dogmas de todo tipo

Kant empezó a trabajar entonces como profesor privado, gozando de una notable popularidad.
Solía decir que no enseñaba filosofía, sino el arte de pensar: le molestaba que sus estudiantes
tomasen apuntes de forma mecánica en vez de intentar entender lo que explicaba y debatir sobre
ello. Hombre de una gran cultura, daba también clases de otras materias tan variadas como
matemáticas, ciencias naturales o ética: para él, el conocimiento debía ser inclusivo. Prueba de
ello es su variada obra en los 23 años que ejerció como profesor privado, en los que publicó
tratados que iban desde la astronomía a la teología.
A este periodo pertenecen las obras del llamado periodo precrítico. En 1770 le ofrecieron una
cátedra de Lógica y Metafísica en la Universidad Albertina, la única en la que aceptó enseñar. Con
ocasión de este hito largamente esperado escribió su Disertación inaugural, que habría de suponer
un punto de inflexión inesperado: varios comentarios de alumnos y colegas académicos le hicieron
replantearse sus conceptos filosóficos hasta el momento y el prestigioso maestro entró en un
paréntesis de diez años en los que no publicaría para dedicarse a reflexionar sobre sus ideas.

LAS CRÍTICAS DE LA RAZÓN

Este período le permitió madurar su pensamiento y publicar en 1781 la primera de sus obras
plenamente maduras y seguramente la más famosa: Crítica de la razón pura, que en su momento
no tuvo muy buena acogida, principalmente por su estilo denso y pesadamente académico. Era la
primera parte de una serie de obras a la que seguirían Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica
del juicio (1790). La segunda fue la más influyente en vida del autor y un nuevo comienzo para una
rica producción que, sin embargo, continuó encontrando grandes resistencias por el estilo
tremendamente complicado.

La inclinación de Kant a cuestionarlo todo le valió enemistades importantes: el rey prusiano


Federico Guillermo II le instó a moderar el contenido de sus obras, especialmente tras la
Revolución Francesa. Incluso después de su muerte, el papa Pío VIII prohibió la lectura de Crítica
de la razón pura bajo amenaza de excomunión. A pesar de vivir en el apogeo de la Ilustración, Kant
veía con pesimismo que esa época de mayor conocimiento no conducía a un mundo mejor, sino
que las viejas estructuras de poder eran reemplazadas por otras nuevas: por pocos meses no
llegaría a ver a Napoleón proclamarse emperador.

Las clases de Kant, tanto privadas como posteriormente en la universidad, eran muy populares. El
filósofo estimulaba a sus estudiantes a cuestionarse cualquier idea preconcebida y a pensar por sí
mismos, fomentando su participación en el debate.

UN CARÁCTER EXTREMAMENTE METÓDICO

Lo que más trascendió de la vida personal de Kant fue su carácter meticuloso y disciplinado,
rayando lo maniático e hipocondríaco: razones para lo último no le faltaban ya que su salud fue
delicada desde pequeño, lo que contrastaba con inflexibles costumbres que a veces le eran
perjudiciales, como dormir poco y salir siempre a dar a su paseo de la tarde sin importar el tiempo
que hiciera.

No siempre fue así; en esta faceta influyó su amistad con el comerciante Joseph Green, británico
de hábitos escrupulosamente ingleses, de quien se dice que un día le dio una lección extrema:
Kant se presentó un minuto tarde a una cita y su amigo, ni corto ni perezoso, se marchó al no verlo
llegar a la hora justa a la que habían quedado, dejando a Kant corriendo tras su coche.

Kant era famoso por su carácter meticuloso y disciplinado, rayando lo maniático e hipocondríaco,
lo que contrastaba con inflexibles costumbres que a veces le eran perjudiciales

Entrado en la vejez ,su salud física y mental empeoró notablemente a causa de una
arterioesclerosis cerebral, posiblemente agravada por el exceso de trabajo y el sueño escaso que
caracterizaban su rutina. En los últimos años los síntomas eran evidentes: falta de equilibrio,
problemas para caminar, narcolepsia y señales de demencia. Aun así siguió escribiendo hasta un
año antes de su muerte, cuando ya contaba casi 80 años. Finalmente murió el 12 de febrero de
1804 en la misma Königsberg donde había transcurrido su vida, dejando tras de sí uno de los
legados más importantes de la filosofía moderna.

Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/immanuel-kant-razon-sin-ataduras_15093

De qué se trata

La revolución copernicana del pensamiento

Con su Crítica de la razón pura, Immanuel Kant desató una verdadera revolución. El libro dio
origen a la filosofía trascendental y provocó un impacto en sus contemporáneos. El filósofo de
Königsberg analiza las bases de nuestra capacidad de pensar y llega a la conclusión de que es
limitada. A diferencia de muchos filósofos anteriores a él, con su tratado explica que la razón
humana no puede responder preguntas como la de la existencia de Dios o del alma o el origen del
mundo. Kant presupone el constructivismo moderno cuando afirma que el ser humano solo
dispone de posibilidades limitadas (como si fueran unas gafas) para percibir la realidad. Kant
quería reconciliar el empirismo con el racionalismo a través de su filosofía, pero sus asombrados
lectores y sus numerosos oyentes en la universidad se quedaron con la deprimente conclusión de
que nunca podrían conocer el mundo “verdadero”. Un lector sin formación filosófica difícilmente
tiene la posibilidad de entender a Kant. Y, sin embargo, el intento vale la pena: sin Kant es
imposible concebir a filósofos como Hegel, Fichte y Nietzsche o la literatura y las teorías estéticas
de los clásicos alemanes.

Ideas fundamentales

 La crítica de la razón pura es la obra principal de Immanuel Kant. Trabajó en ella alrededor
de diez años, hasta que finalmente la publicó en 1781.
 Al principio, el libro no generó impacto, por lo que en 1787 Kant editó una versión
compacta y otra ampliada.
 La obra trata de establecer las bases para la capacidad humana de adquirir conocimiento:
¿Qué podemos y qué no podemos saber? Para poder aprender algo del mundo,
necesitamos tanto de los sentidos como de la razón.
 Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el
espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para
poder reconocer algo.
 El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas
estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
 El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras
percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las
cosas en sí mismas son como las percibimos.
 Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido
como el Copérnico de la filosofía.
 La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los
sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
 A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo
con la ayuda de la razón.
 La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló
el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).

Resumen

En el campo de batalla de la metafísica

Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la
razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no
pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el
origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las
preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los
objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por
ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye
una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la
razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica
de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su
objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las
experiencias (lo que lo hace puro).

La revolución copernicana

Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los


investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es
esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En
otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el
hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través
de la comprensión.

“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver
aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.

Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en
que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban
alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía
con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas:
el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta
revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira
alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La
comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas
que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos
entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de
construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta
determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra
educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí
mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero,
gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.

Juicios analíticos y sintéticos

El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos
o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay
un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori
(en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un
conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo
obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones.
Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza
juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y,
necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios
sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es
un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le
permite hacer este juicio (sintético).

¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?

Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo
los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios
sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas
científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La
frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo,
sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios
sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en
definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento.
Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión
sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.

Estética trascendental: la percepción sensorial

Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se
utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los
alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin
la otra:

1. Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con


contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la
cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para
quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.
2. Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que
no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá
ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.
“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las
preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma,
pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.

Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que
influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:

1. El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos
imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos
espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.
2. El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas
acciones tienen lugar en distintos momentos, pero no podemos eliminar el tiempo de
nuestros pensamientos. Toda acción está vinculada con alguna concepción de tiempo.

“El campo de batalla de estas luchas interminables se llama ahora metafísica””.

Por cierto, el tiempo y el espacio no son construcciones auxiliares de nuestro pensamiento (pues
serían conceptos), sino que son imágenes, tienen un efecto sensorial en nosotros.

La lógica transcendental: las categorías

La estética trascendental es a la percepción lo que la lógica trascendental es al pensamiento. Esta


se pregunta por las leyes o principios del pensamiento que tienen validez a priori. No pueden
depender de la experiencia ni de las impresiones sensoriales; deben ser elementales –es decir, no
pueden ser compuestas– y deben poder comprenderse de manera integral. Cada vez que usamos
nuestra comprensión, hacemos un juicio sobre el mundo. Para ello, hacemos uso de diferentes
formas de juicio, denominadas categorías. Existen los siguientes grupos de categorías:

1. Cantidad: unidad, multiplicidad, totalidad


2. Cualidad: realidad, negación, limitación
3. Relación: inherencia y subsistencia, causalidad y dependencia, comunidad
4. Modalidad: posibilidad/imposibilidad, existencias/inexistencia, obligatoriedad/casualidad
5. Deducción trascendental

¿Son estas categorías adecuadas? ¿Cómo se explica que las categorías, que son conceptos puros
de la comprensión, puedan aplicarse a objetos concretos? De eso se trata la deducción
trascendental. Aquí es donde aparece el giro copernicano en el pensamiento, en especial, si
tenemos en cuenta el significado del principio de la causalidad.

“Pero, aunque todo nuestro conocimiento se eleve por la experiencia, esto no significa que surja
de la experiencia””.

La oración: “El helado se derrite porque brilla el sol” contiene la categoría de la causalidad. Las dos
situaciones (el brillo del sol y el helado derritiéndose) pueden percibirse a través de los sentidos,
pero la causalidad (el “porque”) no es una impresión sensorial, sino un elemento de la
comprensión. La comprensión opera como un sello que imprime las categorías en las percepciones
para ordenarlas. Hace hago notable: vincula la objetividad (el derretimiento del helado, el brillo
del sol) con la subjetividad (“porque”). Por eso, es posible afirmar que los objetos dependen del
modo en que los percibimos.
“La filosofía necesita de una ciencia que determine a priori las posibilidades, los principios y el
alcance de todo conocimiento””.

El esquema trascendental funciona como el elemento que vincula la percepción y el pensamiento:


esto es una capacidad que nos permite ordenar una multiplicidad de posibilidades de
conocimiento según un modelo predefinido. Por ejemplo, todos poseemos un esquema que nos
permite reconocer a un perro. Pero el esquema es mucho más general que la imagen de un perro
en particular y ayuda a la comprensión a utilizar la categoría correcta para cada percepción
sensorial.

Los límites de la comprensión y los refugios de la razón

Todo lo que está fuera del reino de la comprensión y de las percepciones sensoriales nos está
vedado. La percepción sensorial es el fenómeno (lo visible), todo lo demás es el noúmeno (lo
pensado). El noúmeno alberga la cosa en sí misma que no podemos entender con nuestra
comprensión. Aquí es donde entra en juego la razón, que está superordinada a la comprensión. La
razón puede acceder al reino de las ideas, es decir, a todas las concepciones obligatorias que no
están subordinadas a las condiciones del mundo sensorial. Estas ideas son necesarias desde el
punto de vista de la razón. Estas ideas son necesarias desde el punto de vista de la razón, del
mismo modo que lo es el horizonte: es necesario (porque algo debe ser el final de nuestra mirada),
pero nunca podemos alcanzarlo. No podemos conocer las ideas (con la comprensión), pero
podemos pensarlas (con la razón). Hay tres ideas trascendentales centrales que podemos pensar,
pero no demostrar:

1. Inmortalidad –Es una idea que el hombre opone a las condiciones terrenales a las que está
sujeto.
2. Libertad – Si el mundo se rige por determinadas leyes naturales que siguen estrictamente
la regla de causa y efecto, también es posible pensar una libertad de acción, superarla.
3. Dios – Este es el ideal trascendental que cierra todo el conocimiento humano.

Dialéctica trascendental

La razón puede pensar las ideas; sin embargo, resultan contradictorias. Las afirmaciones sobre el
hombre, el mundo y Dios son antonimias: contradicciones aparentes que son necesarias. Por
ejemplo, la idea de la libertad incluye tanto la posibilidad de las cadenas de causalidad (un hecho
sigue a otro, por ejemplo: “salvé a un niño de la corriente de un río porque su madre me paga para
hacerlo”), como la posibilidad del libre albedrío. Si todo depende de todo, no puede haber un
principio en la cadena de causalidad, pues el inicio tendría que haber sido voluntario, sin
causalidad (es decir: “Ayudo al niño porque creo que es lo humanamente/moralmente/éticamente
correcto”). Por eso, no existe la libertad de comenzar de nuevo. Las oposiciones de las ideas
confunden nuestra razón: tiene la necesidad de encontrar una posibilidad absoluta y definitiva y
fracasa por ello. Así, por ejemplo, la existencia de Dios es tan posible como imposible: no podemos
probar su existencia con los medios al alcance de los seres humanos, pero tampoco podemos
probar su inexistencia.
ACERCA DEL TEXTO

Estructura y estilo

La Crítica de la razón pura tiene una estructura clara, aunque el solo mirar el índice puede hacer
tambalear a quien no conoce la terminología de Kant: los diferentes capítulos parecen ser
similares y el uso de algunos términos carece de homogeneidad. A grandes rasgos, el libro está
dividido en una teoría elemental y una teoría del método. La teoría elemental, la parte principal de
la obra, está compuesta por la estética trascendental, que analiza las características esenciales de
la percepción puramente sensorial, como el tiempo y el espacio, y de la lógica trascendental, que
hace lo mismo en relación con el pensamiento. Esta última está dividida en la analítica
trascendental, que se ocupa de los diferentes componentes de la comprensión (las categorías), y la
dialéctica trascendental, dedicada a las áreas que la comprensión no puede alcanzar, pero sí la
razón. Aquí, lo que importan son las cuestiones fundamentales de la metafísica, el hombre, el
mundo y Dios. El estilo de Kant era complicado incluso para sus contemporáneos. Eso no ha
cambiado. El libro puede resultar confuso y el lector quizá se pregunte con frecuencia: cuál es el
objetivo de Kant. Solo quien tiene esta pregunta constantemente en mente puede seguir el hilo.

Enfoques interpretativos

 La palabra “crítica” en el título no significa criticar, en el sentido de evidenciar los errores,


sino alumbrar, verificar, pensar. Así, Kant es el creador del criticismo en la filosofía.
 La obra de Kant se publicó en un momento en el que varias teorías del conocimiento
luchaban en la arena de la metafísica. Las principales corrientes eran el racionalismo y el
empirismo.
 El racionalismo desprende todo el conocimiento de la comprensión. Las experiencias no
desempeñan ningún papel y pueden confundirnos; por ello, solo el sujeto pensante es
responsable de sacar conclusiones y llegar a soluciones. Kant critica esta perspectiva, ya
que cree que existen condiciones para el conocimiento que dependen de la experiencia.
 El empirismo considera que la experiencia es la única fuente del conocimiento. No es
posible conocer nada que no haya pasado antes por los sentidos. Kant coincide solo
parcialmente con esta teoría del conocimiento (hay un mundo perceptible a través de los
sentidos), pero afirma que también es posible contar con un conocimiento a priori, es
decir, sin la ayuda de la experiencia.
 El gran logro de Kant radica, sobre todo, en descubrir que hay un área (la “cosa en sí
misma”) que el hombre jamás podrá comprender debido a su insuficiente capacidad de
conocer. Esta es una conclusión brutal que nadie antes expresó con tanta claridad. Lo que
vemos no es la verdadera realidad, sino una mezcla de impresiones sensoriales y su
procesamiento en nuestra mente. El conocimiento lo construye el pensamiento.
 Kant es uno de los grandes críticos de la metafísica, es decir, de la subdisciplina de la
filosofía que se ocupa del origen, la causa y el objetivo del ser. Uno de los principales
temas de la Crítica de la razón pura es determinar si la metafísica es posible.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La Ilustración

Durante siglos, durante la Edad Media, las personas se basaban en la tradición (textos, leyendas,
autoridades) para decidir si algo era correcto o incorrecto. Lo que valía, la autoridad del pasado,
era una mezcla de textos bíblicos y textos del filósofo griego Aristóteles. Esta mezcla se conocía
con el nombre de escolástica. Lo que no respondía a la tradición escolástica era sospechoso o,
simplemente, inválido. El Humanismo y el Renacimiento (siglos XIV a XVI) debilitaron la escolástica
antes de que la Ilustración la destruyera por completo.

Immanuel Kant fue uno de los representantes principales de la Ilustración y proporcionó su


definición más famosa: “La Ilustración es la puerta de salida del hombre de la minoría de edad que
se ha provocado a sí mismo. La minoría de edad es la incapacidad de usar el propio entendimiento
sin la ayuda de otro”. Esto es lo que escribió Kant en 1784, en su texto programático ¿Qué es la
Ilustración? Para ese entonces, el movimiento ya se había expandido por grandes partes de
Europa. Filósofos como René Descartes, estadistas como Thomas Hobbes y científicos como Isaac
Newton sentaron las bases para una postura que destacaba la razón humana y dejaba de lado las
teorías del conocimiento místicas y religiosas del pasado. La ciencia, la observación de la
naturaleza y los experimentos eran los nuevos métodos con los que se comprendía el mundo.

Se creía que con la Ilustración sería posible descifrar completamente la realidad. Se hicieron
descubrimientos –en la astronomía, las leyes de los planetas; en la física, la gravedad, la mecánica;
en la náutica, el descubrimiento de nuevas tierras– y realmente parecía que, poco a poco, sería
posible descubrir los misterios del mundo. Kant le puso un freno a este optimismo. Según él, el
conocimiento siempre estaría influenciado por nuestra estructura de pensamiento. Y porque sin la
estructura del pensamiento no podemos percibir ni juzgar nada, nunca podremos acercarnos a la
verdadera realidad. Nuestro pensamiento no reproduce la realidad, la crea (construye).

Origen

Kant escribió en unos pocos meses el primer texto de su obra crítica (que incluye también la Crítica
de la razón práctica y Crítica del juicio). Kant, que escribió su tesis doctoral y su tesis de
habilitación el mismo año, se había tomado diez años para pensar sus ideas íntegramente. En 1770
obtuvo un puesto como profesor a cargo de la cátedra de Metafísica y Lógica en la universidad de
Königsberg, que había esperado durante mucho tiempo. En mayo de 1781, publicó finalmente la
Crítica de la razón pura. Pero la reacción del público fue decepcionante: el libro fue considerado
muy complicado y fue descartado por incomprensible. Dos años más tarde, Kant volvió a
intentarlo con una versión simplificada y abreviada. Pero este prolegómeno (una especie de
resumen de su obra) cosechó el mismo desconcierto. Incluso, debido a los recortes, la obra resultó
aun más incomprensible que el original. Por eso, en 1787, Kant editó una segunda versión
completa revisada. Todavía no estaba impresa, pero la reacción cambió entre los lectores:
finalmente comprendieron y Kant se convirtió en una estrella de la filosofía. El círculo de Weimar,
liderado por Johann Gottfried Herder y Johann Wolfgang von Goethe, se interesó ávidamente por
su filosofía. Herder incluso asistió a las clases de Kant.

Influencia

Kant es uno de los principales filósofos de todos los tiempos. Su influencia no solo se extiende en
los círculos filosóficos: muchos escritores y artistas de su tiempo se ocuparon de su obra. Friedrich
Schiller estudió especialmente las explicaciones de Kant sobre la estética, y sobre estos
fundamentos construyó su propia teoría estética. La filosofía crítica de Kant ejerció su mayor
influencia en los representantes del Idealismo alemán: Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Johann
Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Schelling intentaron llenar los vacíos de la filosofía kantiana, en
especial, trataron de delimitar aún más sus nociones de la cosa en sí misma, lo necesario y lo
absoluto. Arthur Schopenhauer escribió: “El estilo de Kant tiene la impronta de un espíritu
superior, particular y firme, con una capacidad intelectual excepcional”. Según Schopenhauer,
Kant tiene una “parquedad brillante, que le permite definir los conceptos con gran seguridad y
jugar con ellos con una libertad que despierta el asombro del lector”. Entre 1860 y 1945, se
formaron dos escuelas neokantianas que exigían con vehemencia: “¡Hay que volver a Kant!”

Sobre el autor

Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy Kaliningrado) y creció en el seno
de una familia de escasos recursos. Su educación se vio muy influenciada por las profundas
convicciones religiosas de sus padres. Luego de asistir al colegio secundario en una escuela
pietista, Kant estudió, entre otras cosas, matemáticas, ciencias naturales, teología y filosofía. Tras
la muerte de su padre en 1746, y para poder alimentar a sus hermanos, abandonó la universidad y
se convirtió en docente particular para familias adineradas de los alrededores de Königsberg.
Gracias a sus contactos con la nobleza, aprendió los modales de la alta sociedad. Al regresar a la
universidad, obtuvo un doctorado y recibió su habilitación con publicaciones en el área de la
astronomía y la filosofía. Sus clases en la universidad gozaban de gran éxito. A pesar de ello, en
1758 se postuló infructuosamente para cubrir una vacante en lógica y metafísica en Königsberg. Al
mismo tiempo, rechazo ofertas de puestos en Jena y Erlangen debido a su estrecho vínculo con su
ciudad natal. En 1770 se abrió una plaza en su área de interés, por lo que recibió un puesto de
profesor en la universidad de Königsberg y, por un tiempo, también fue rector de la institución.
Durante sus casi 30 años de trabajo en la universidad, Kant llevó una vida estrictamente regulada.
Su rutina estaba planeada con extrema precisión, tanta, que se dice que los habitantes de
Königsberg podían ajustar sus relojes a partir del programa diario de Kant. En 1781 publicó la
Crítica de la razón pura, la primera de sus tres críticas. Puesto que sus tesis se toparon con la
incomprensión y el desdén, en 1787 publicó una segunda edición modificada. En 1788 le siguió la
Crítica de la razón práctica y, en 1790, la Crítica del juicio. Mientras tanto, las ideas de Kant
lograron imponerse: en su vida se publicaron más de 200 textos sobre su obra y hasta los
ciudadanos comunes discutían sus ideas en la peluquería. Kant murió el 12 de febrero de 1804, en
Königsberg. Al parecer, sus últimas palabras fueron: “Está bien”.

Fuente: https://www.getabstract.com/es/resumen/critica-de-la-razon-pura/28699

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