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Gerentes en el Perú

En cuanto a las normas y leyes que rigen a los gerentes vemos en el Decreto Legislativo Nº
1332 en el marco de las facultades delegadas por el Congreso de la República al Poder
Ejecutivo. La referida norma introdujo una serie de modificaciones a la Ley N° 26887, Ley
General de Sociedades (“LGS”), así como del Decreto Legislativo Nº 1049, las
modificaciones al artículo 14 de la LGS otorgan explícitamente facultades al gerente
general para representar a la sociedad en: temas procesales con las facultades de
representación generales y especiales a que se refiere el Código Procesal Civil y la Ley
General de Arbitraje; facultades para el inicio de representación ante cualquier proceso
administrativo que sea asimilado dentro de la Ley de Procedimiento Administrativo
General, es decir, prácticamente todos los procedimientos administrativos; facultades para
la disposición y gravámenes de bienes de la empresa a través de la suscripción de diversos
tipos de contratos, incluyendo los de naturaleza civil, mercantil, bancaria y/o societaria, así
como operaciones sobre títulos valores; y, en general realizar y suscribir todos los
documentos públicos y/o privados requeridos para el cumplimiento del objeto de la
sociedad.

Por su parte, el nuevo artículo 188 de la LGS incluye las facultades/derechos de: asistir con
voz, pero sin voto a las sesiones de directorio y juntas generales de accionistas; expedir
constancias y certificados respecto de libros y registros de las sociedades; y, actuar como
secretario de las juntas de accionistas y sesiones de directorio. Cabe resaltar que, en ambos
casos, tanto del artículo 14 como del artículo 188 de la LGS, incluyen la posibilidad de
incluir un pacto en contrario que solo será oponible a terceros en cuanto se encuentre
inscrito en la partida electrónica de la sociedad.

Luego de haber descrito las principales modificaciones implementadas en la LGS,


corresponde un análisis crítico de las mismas, enfocado sobre todo en temas prácticos
respecto de la puesta ejecución de los cambios planteados.
En este aspecto, el legislador ha optado por dar un papel fundamental al gerente general
como protagonista de las actividades de la sociedad, encargándole tanto la representación
frente a los agentes externos como las funciones societarias respecto de los otros órganos de
administración de la sociedad. Ya se venia trabajando con ese enfoque, se inició solicitando
la certificación de la declaración del gerente general para la inscripción registral de actos
societarios relacionados con temas sensibles como otorgamiento de poderes, acuerdos de
reorganizaciones societarias, entre otras. Pero más allá del acrecentado protagonismo del
gerente general, las normas en cuestión tienen también un fin adicional de mucha
importancia: la seguridad jurídica, que no es sino la certeza que tiene un sujeto de que los
actos jurídicos que realiza son hechos en el marco de una legislación coherente y aplicable,
y como tal, bajo el amparo de la misma legislación, van a ser respetados por sujetos
públicos y privados sin excepción. Esto es, las personas en su interrelación cotidiana, para
todos los efectos legales, se encuentran protegidas por el marco jurídico de forma tal, que
razonablemente, pueden prever los efectos que tendrán dichos actos.

En cuanto a las modificaciones que venimos analizando, la seguridad jurídica que implican
los cambios está relacionado con la posibilidad de que terceros ajenos a la sociedad sean
capaces de “confiar” en la representación y declaraciones que realiza el gerente general, en
las diferentes facetas legales en que se desenvuelve una sociedad, como aspectos
procesales, judiciales y administrativos, materias contractuales en general, y societarios. Si
bien en la lista abierta de los actos para los cuales se autoriza al gerente general se alude a
la realización de actos necesarios para el cumplimiento de los fines de la sociedad, esa tarea
no puede ser trasladada a los terceros ajenos que contratan con la sociedad.

Un aspecto adicional de las reformas a la LGS está enfocado a la reducción de costos de


transacción. Al poder “confiar” en las facultades del gerente general, se dejaría de incurrir
en algunos costos; específicamente aquellos asociados a la revisión (petición) de poderes.

Más allá del propósito de la norma, consideramos que la misma no cumple necesariamente
con estos fines (seguridad jurídica y reducción de costos) sobre todo porque se permite
establecer limitaciones que serán oponibles siempre que sean inscritas en los Registros
Públicos.
Las excepciones posiblemente respondan a que la norma ha realizado un salto sustancial en
materia de la representación legal de las sociedades en un país habituado al principio de la
literalidad de los poderes de los gerentes (y de cualquier apoderado de una sociedad). Ello
exigirá un indispensable cambio de actitud y de costumbres en el circuito de las
transacciones por parte de todos los actores. Y es previsible que, pese a la buena intención
de la norma, la costumbre tenga un peso tan grande que todo aquel que contrate con una
sociedad posiblemente sujete el cierre de una transacción a la acreditación de poderes
específicos para no dedicar tiempo (e incurrir en nuevos costos) en revisar las largas listas
de excepciones que posiblemente se erijan en el target de aquellos que contraten con
cualquier sociedad.

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