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Este artículo es escrito por Hectór Gross Spiell (1926-2009), quien fue un diplomático,

penalista internacional (presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos) y


político uruguayo (perteneciente al partido nacional y desempeñándose como ministro de
relaciones exteriores entre 1990 y 1994). El objeto de estudio es la Constitución de 1830, esta
nace producto de la actividad de la Asamblea General Constituyente y Legislativa, tomando
elementos de las constituciones de Francia, Estado Unidos y Argentina (1826), como también
del derecho constitucional rioplatense. Para este texto, Gross Spiell se concentra en la relación
que se establece entre el poder Legislativo y Ejecutivo, exponiendo como este relacionamiento
encasilla al Uruguay en la categoría de presidencialista. El poder Ejecutivo se atribuía al
presidente, pero existía la figura de los ministros, de los cuales se necesitaba su firma para que
este expidiera órdenes. La firma de los ministros demostraba que tenían cierta injerencia en
las decisiones del ejecutivo, pero seguían subordinados al presidente, puesto que este los
podía destituir libremente. Como también poseía la potestad para disolver las cámaras,
aunque cabe destacar que los conflictos entre ambos poderes nunca llegaron al punto de usar
este recurso. La Asamblea general podía destituir a los ministros con dos tercios de los votos,
en caso de no conseguirlo y seguir firme en su posición, el presidente podía disolver las
cámaras, pero si las nuevas volvían a votar lo mismo eran los ministros destituidos. De manera
que se trata de un Poder Ejecutivo unipersonal. Podemos atribuir esta concentración del poder
a los marcos mentales en los que operaba la temprana nación, siendo todavía incapaz de
desprenderse de las estructuras de la Banda Oriental. El caudillismo como modalidad del poder
basada en las lealtades personales y la delegación del gobierno a un individuo carismático que
se vuelve depositario de los deseos de las masas. Situación la cual no es exclusiva del Uruguay,
"… el presidencialismo latinoamericano —más que jurídico constitucional, político real—
continúa siendo una de las claves de lo que es la América Latina (…)" Posteriormente se
presentarían propuestas de reformas parlamentarias, hubo fuertes citicas de las mismas las
cuales pueden verse en lo dicho por Alfredo Vázquez Acevedo y Duvimioso Terra.
Generalmente se rechazaron: en el Partido Colorado era casi unánime, mientras que entre los
blancos tuvo cierta recepción. Fueron 103 años de vida constitucionalista (bajo la Constitución
de 1830 y luego la de 1918) con una república verdaderamente presidencialista, no se cambió
significativamente este principio hasta la reforma de 1934. Fue con esa constitución que se
añadieron elementos propios del parlamentarismo. El voto de censura ahora podía llegar a la
destitución del presidente, se diferencia de otros votos de censura, ya que no cambiaba el
partido, sino el jefe de gobierno. Las reformas de carácter parlamentario seguirían en
aumento con las sucesivas constituciones de 1942, 1952, 1966 y 1997. Pese a ello, la esencia
de nuestra constitución se ha mantenido presidencialista, por lo cual Gros Spiell prefiere
llamarlo un sistema semipresidencial con elementos parlamentarios, haciéndolo una
administración específica del Uruguay. Pese a la censura no podemos hablar de un sistema
parlamentario, "… faltan otros, como la separación de la jefatura del Estado y de la jefatura del
gobierno, con la irresponsabilidad política del jefe de Estado y la responsabilidad política del
jefe del gobierno o primer ministro y de su gabinete, y la presentación del gabinete al
Parlamento para el voto inicial de confianza." Apoya el presidencialismo " el hecho de que el
presidente de la república (que es jefe del Estado y jefe de gobierno) sea elegido directamente
por el pueblo, que designe y haga cesar libremente a los ministros, que la duración de su
mandato está fijada constitucionalmente...". Aunque como nos recuerda el autor "… es
evidente que el régimen actual contiene elementos de parlamentarización que, dentro de
ciertos límites, han permitido la superación del presidencialismo tradicional latinoamericano
(…) el Parlamento juega un papel político innegable, y modera y controla dentro de ciertos
límites reales. Este papel se acentuó en el periodo de gobierno iniciado en 2000.

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