Está en la página 1de 3

VIDEO DE LA CASE ETICA EN LA FUNCIÓN PUBLICA 10/09/2020

https://www.youtube.com/watch?v=LHyn23Oer6Y

Clase 14 09 2021 Colegios y ética en la función pública


https://www.youtube.com/watch?v=nnj7KOyut58

Ética en la función pública. Norma que la regula, empleo y función pública. Ámbito
de aplicación, sujetos obligados, incompatibilidades y conflicto de intereses.

Ley de ética en la función pública

Esta ley, sancionada en septiembre de 1999, establece cuáles son las pautas de
comportamiento que debe seguir todo sujeto que se desempeñe en la función pública.
Se hace necesario precisar brevemente qué entendemos por función pública; en este
sentido, Muñoz Conde enseña que función pública es “la proyectada al interés colectivo o
social, al bien común, y realizada por órganos estatales o paraestatales”1. Sigue a
Zanobini, para quien la función pública son “aquellas manifestaciones de la actividad del
Estado que consisten en legislar, juzgar y ejecutar y mediante las cuales el Estado persigue
sus fines”2.
Valeije Álvarez propone un concepto más subjetivo: “función pública es toda aquella
actividad material o jurídica que directa o indirectamente es imputable a la
Administración; o lo que es lo mismo el conjunto de intereses de cuya tutela o prestación se
hace cargo al Estado ya sea directamente o indirectamente a través de actos de
delegación”3. Para este concepto, lo importante es identificar la titularidad de la actividad o
función, siendo por el contrario un dato accidental la forma concreta de gestión a través de
la cual se desempeña.
Como se ve, siempre se ha polemizado sobre el concepto de función pública, el que está
innegablemente emparentado con la administración de la cosa pública, del bien común, de
aquí que los legisladores y la sociedad toda acepta que se legislen las pautas de

1
Muñoz Conde.
2
Zanobini, G. (1954). Corso di Diritto Amministrativo, v. 1, parte general. Milán. p. 10.
3
Valeije, I. (1997). Reflexiones sobre los conceptos penales de funcionario público, función pública y
personas que desempeñan una función pública. En Cuadernos de política criminal, p. 473. Madrid.
comportamiento que deben tener los administradores de la función pública, aquellos sujetos
llamados a administrar el bien común.
La ley dispone que son funcionarios todas las personas que se desempeñen en la función
pública, sean estos remunerados o no. En este punto refiere a funcionarios o empleados del
Estado que perciben un salario o remuneración, por caso los contratados, y también a
aquellos que desempeñan alguna función y no son remunerados, por caso un Consejero
Académico, Superior o Asambleísta Universitario.
Aclara además que de cualquier jerarquía, es decir que no tiene relevancia para la
aplicación de la ley la posición que un funcionario ocupe dentro de los órganos del Estado;
todos sin excepción están comprendidos en la ley, sin importar si han ingresado a la función
pública o empleo por designación, elección, concurso o cualquier medio legal. Extiende su
aplicación incluso a los magistrados judiciales, es decir jueces, y por ende secretarios,
fiscales; defensores, etc.
Es importante para el desarrollo tanto económico como moral de la sociedad, que aquellos
que administran el bien común, tengan tarifado su comportamiento a través de pautas y
deberes que los ciudadanos podamos exigir.
No vamos a detenernos en cada una de las pautas y deberes de la ley, dado que escapan al
presente apunte; con su sola lectura, todos y cada uno de los ciudadanos y uds. estudiantes,
pueden definirlos; solo vamos a hacer una breve mención a deber de fundar sus actos.
El fundar los actos de un funcionario, además de ser una exigencia de procedimiento
administrativo del artículo 7 de la ley n° 19.549, hace a las garantías que los ciudadanos
tenemos de exigir que toda decisión del Estado, en este caso de un funcionario, tenga un
fundamento que a su vez posea contención legal, es decir, que su conducta se encuadre en
la ley. Cuando esta pauta no se cumple, automáticamente caemos en la arbitrariedad, no
siendo esto propio ni aconsejable en un Estado de Derecho, ni menos aún admisible por
parte de los administrados.
Establece la ley un régimen de declaraciones juradas patrimoniales, en donde se declaran
los bienes dentro y fuera del país, sean suyos, de la sociedad conyugal, de los convivientes,
y de los hijos menores. Esta declaración se presenta al ingreso a la función y año a año
durante la prestación de la misma, de modo que refleje sin dudas cuál es y ha sido la
evolución patrimonial del funcionario.
Estas declaraciones deben ser públicas, y se pueden observar en la Oficina Anticorrupción,
siendo una gran decepción ciudadana, en los tiempos que corren, que las de los jueces no
sean públicas.
Es interesante el artículo referido a las incompatibilidades y conflicto de intereses; con
mucha claridad expositiva el legislador ha prohibido que los funcionarios tengan vínculos
con las empresas contratistas del estado. Dicho esto los invitamos a hacer un ejercicio de
memoria reciente y repasar los ministros CEOS de empresas que han ocupado los
ministerios en franca contradicción al sentido común de la ley.
Para completar lo expuesto, cabe destacar que el artículo 15 además manda que todo
funcionario que al asumir caiga en alguna de las incompatibilidades señaladas debe
renunciar a todas las actividades como condición previa para asumir, y no debe intervenir
durante su gestión en cuestiones relacionadas con personas o asuntos a los cuales haya
estado vinculado en los últimos tres años o que tenga participación societaria. Volvemos a
invitar a un repaso mental breve y rápido sobre los funcionarios de los últimos años.
Crea esta ley un órgano de contralor que es la Comisión Nacional de Ética Pública. Surge
claramente de la ley el número y la forma de designación, sobre la que no vamos a
detenernos, excepto para criticar enérgicamente su forma de designar a los ciudadanos de
reconocidos antecedentes y prestigio público. Comencemos por decir puede resultar difícil
ponernos de acuerdo en qué son reconocidos antecedentes y qué es el prestigio público, ya
en eso solo podemos estar debatiendo sin acuerdo días y días.
Debemos decir que no sabemos definir reconocidos antecedentes; sí sabemos que podemos
acordar que lo que no debe tener un funcionario y quien controle a estos, al menos es
antecedentes penales por delitos comunes, y respecto del prestigio público, este es un
concepto que varía según las épocas históricas en una sociedad. Queremos poner aquí un
ejemplo conmovedor: en la década del 70, cuando las Madres comenzaban sus reclamos
girando en la Plaza de Mayo, eran “las locas de la plaza”. Así titulaban los medios locales
su conducta, persiguiendo su desprestigio. Hoy, cuatro décadas después, nadie duda de su
reconocimiento internacional ni de su prestigio público.
Podríamos también hablar de los valores que mueven a una sociedad, que son los que en
definitiva otorgan o no el prestigio público, y entonces en las épocas actuales deberíamos
referirnos a youtubers, influencers, etc., sujetos que en algunos casos con una dudosa
formación intelectual se convierten en gente de prestigio público; ni que hablar de
conductores de TV, cantores, etc.
No obstante los reparos ya expuestos, la ley ha dejado la designación de estos ciudadanos
en manos de los funcionarios que deben ser controlados. Debió utilizar en este punto un
sistema de elección popular sin intermediarios, de modo que sea la población quien debata
y decida, aun con errores, qué ciudadanos tienen reconocidos antecedentes y prestigio
público.

También podría gustarte