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Traducción Corrección
ZD Shura
DiSeñO
Dark Quenn
MonTaje epuB
zD Shura
Índice
Mensaje de OBSESIONES AL, MARGEN
Staff
Índice
Titulo
Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Nota del autor.
MarCada
Saga el Fae más frío
libro 3
Katerina Martínez
SinopSiS
En el gélido bosque al borde de una tormenta, voy a
encontrarme a mí misma o morir en el intento.
Soy una fugitiva de la ciudad fae de Windhelm, inculpada por
un asesinato que no he cometido. Sólo conseguí salir de sus
mazmorras por suerte, y ahora estoy huyendo... pero el Príncipe
también.
Nadie sabe dónde está, pero mis instintos me llevan hacia el
Veridian; una rugiente tempestad de magia oscura que recorre la
tierra de los faes de invierno.
Sin embargo, nuestro viaje por el bosque se ve interrumpido
por un grupo de hadas que se apoderan de nuestro carruaje y nos
llevan a su pueblo como prisioneras. La marca en mi mano, la
marca del Lobo Blanco es lo único que les impide matarnos
directamente, pero si no puedo demostrar que mi marca es real,
sólo estoy prolongando lo inevitable.
No tengo tiempo para esta gente. Necesito encontrar a
Cillian antes de que haga algo estúpido, pero no tengo muchas
opciones.
1
— ¿
pregunté.
A alguien más se está congelando las tetas? —
*Scary Spice: La 5ª integrante del grupo de las Spice Girl que les faltaba. La chica que da miedo.
—Tú. —Siseó, su voz salió como una gárgara— Solo tú, tú,
tú nos traerías a este miserable lugar rodeado de estos asquerosos
perros.
Forcejeé con sus manos, tratando de apartarlas de mi cuello,
pero él era más fuerte que yo, incluso con mis nuevos y extraños
dones.
—Cillian. —rogué—. Por favor... vuelve.
—No puede oírte. —aseguró Radulf, y su mano se cerró aún
más alrededor de mi garganta—. Y ahora que te tengo en mis
manos, ¿realmente crees que voy a soltarlo, aunque sea por un
instante?
Me empujó al suelo y se dejó caer encima de mí, rodeando mi
cuello con su otra mano. Intenté hablar, pero era imposible. No
podía respirar, no podía hablar, apenas podía pensar. Estaba
intentando matarme; iba a conseguirlo si no hacía algo antes de
desmayarme.
Lo único que se me ocurrió fue cambiar de forma.
Pero funcionó.
El repentino cambio en las dimensiones de mi cuello significó
que sus manos ya no estaban presionando tan fuertemente contra
mi tráquea. Eso me dio la oportunidad de presionar mis grandes
patas traseras contra su estómago y empujarlo lejos de mí con toda
la fuerza que pude reunir.
Fue suficiente.
Retrocedió, se tambaleó y cayó al suelo. Me enderecé
rápidamente y me abalancé sobre él antes de que pudiera
levantarse, empujándolo de nuevo hacia abajo con una poderosa
carga en el hombro. Cuando intentó levantarse de nuevo, le gruñí
y le enseñé los colmillos. Sabía lo grande que era en esta forma, y
ni siquiera él era totalmente inmune a la amenaza que representaba.
—¿Quieres luchar contra mí? —gruñí—. Haz tu movimiento
y me aseguraré de que te arrepientas.
—Hazme daño a mí y se lo harás a él. No creo que te atrevas.
—Pruébame.
Se levantó, y yo me puse en acción. Tuve una oportunidad de
ir a por su cuello y la aproveché, apretando mis mandíbulas
alrededor de él y tirándolo al suelo. Se agarró a mi espalda y luchó
por liberarse, pero al cabo de un momento su lucha empezó a
debilitarse. En lugar de intentar arrancarme trozos de piel, se agarró
a mí como si fuera su vida.
—¡Dahlia! —gimió mientras me rodeaba el cuello con sus
brazos. Fue un cambio con respecto a sus manos.
Quería soltarlo para poder hablar, pero ¿cómo sabía que no
era un truco? Utilicé todo el peso de mi cuerpo para inmovilizarlo
en el suelo, incluso mientras tiraba de mis dientes sólo un poco, lo
suficiente para que no cortaran la carne de su cuello. Ya podía
saborear algo de su sangre en la lengua, y odiaba estar haciéndole
daño, pero no supe qué otra cosa hacer.
Él me apretó lentamente, pero no fue un intento de
estrangulamiento. Intentaba abrazarme, estrecharme, tenerme
cerca. Pude oírle respirar larga y profundamente mi piel, y entonces
supe que era él. Sabía que mi olor había liberado el control que su
hermano tenía sobre su cuerpo. Tiré de mis dientes aún más,
retirándolos de su cuello por completo.
—Lo siento —dijo contra mi piel—, se apoderó de mi
mientras dormía.
—Está bien —susurré—. Estoy aquí.
—Puedo sentirlo incluso ahora. Está esperando su momento
para volver a aparecer. ¿Cómo se ha hecho tan fuerte?
Arqueé el cuello hacia arriba para verlo bien, pero él no podía
bajar su mirada para encontrarse con la mía. Sufría dolor, no físico,
sino emocional. Las venas de su cuello estaban tensas, su piel
estaba enrojecida por el esfuerzo, y ni siquiera podía soportar
mirarme. Esto le estaba matando, y a mí también.
—¿Qué puedo hacer? —Le pregunté—. Dime qué hacer.
—No lo sé. El olor de tu camisa lo mantuvo alejado por un
rato, pero no puedo estar despierto todo el tiempo.
—Lo sé. Tiene que haber una manera de vencerlo.
Finalmente me miró.
—No quería hacerte daño.
Asentí con la cabeza.
—Te creo. Está bien.
—No lo está. ¿Y si hubiera tenido un arma? Quiere matarte,
Dahlia. Puedo sentirlo, su ira, su rabia. Tú eres la única que rompe
su vínculo, tu olor, estar cerca de ti.
Sacudí la cabeza.
—No, creo que es más que eso.
—¿Más?
—Creo que es nuestro vínculo, esta conexión que tenemos.
—Pensé... que no creías…
Respiré profundamente.
—Las circunstancias han... cambiado.
Sus ojos se entrecerraron y me observó con curiosidad. Abrió
la boca para hablar, para hacerme una pregunta, pero entonces
gimió y echó la cabeza hacia atrás. Me soltó la piel y golpeó el
suelo con los puños, con fuerza. Me levanté y me puse encima de
él, pero no fui a ninguna parte. Tenía que estar preparada para
morderle de nuevo si era necesario.
—No puedes mantenerme alejado para siempre. —Raspó con
una voz ronca y gutural—. Ella no puede protegerte eternamente.
—Déjala fuera de esto. —rugió el Príncipe, su voz volviendo
momentáneamente a la normalidad—. Dahlia, corre. No puedo
retenerlo.
Lo miré fijamente, el pánico se apoderó de la parte posterior
de mi garganta y comenzó a sellarla. Miré la solapa cerrada que
conducía a la salida de la tienda, y luego volví a mirarlo a él. ¿Qué
iba a conseguir corriendo? ¿Adónde iba a ir? ¿Y qué le pasaría si
alguien se enteraba de quién era y de lo que estaba pasando aquí?
Tenía que detenerlo, tenía que ayudarlo, y entonces algo hizo clic
dentro de mí.
Me dejé caer sobre él de nuevo mientras luchaba consigo
mismo. Se agarró a mí, pero en lugar de morderle, volví a cambiar
de forma, perdiendo mi forma de loba y convirtiéndome en
humana. Le cogí la cara con las manos y le besé larga y
profundamente. Al principio se resistió, pero luego su lucha pareció
calmarse, aunque sólo un poco.
—No me dejes —susurré en su boca—. Vuelve a mí.
Encuentra el camino de vuelta.
—Yo... Dahlia... —gimió en mi boca— No puedo.
—Sí, puedes. Tú eres el Príncipe. Eres mi Príncipe.
¿Entendido? Mío, y de nadie más.
No le dejé hablar de nuevo. En su lugar, lo besé aún más
profundamente, hundiendo mi lengua en su boca y tratando de
encontrar la suya. Él me rodeó ahora con sus brazos,
estrechándome, con sus dedos tocando la piel desnuda de mis
hombros y mi espalda. Una vez que me tuvo entre sus brazos, bajé
rápidamente las manos y encontré el dobladillo de sus pantalones.
—Vuelve a mí. No pienses en él, Cillian, piensa en mí.
Gimió en mi boca mientras yo metía la mano en sus
pantalones y lo envolvía. Estaba cálido, y grueso, y un poco
excitado. No podía creer que me hubiera apoderado de él de forma
tan descarada, pero una vez que lo tuve en mi mano, sólo tardé un
momento en excitarlo del todo.
Cuando estuvo listo, lo saqué de sus pantalones y me puse a
horcajadas sobre él, guiándolo hacia mí. Ya estaba mojada, ya me
dolía y estaba tan desesperada por experimentar este momento
exacto. Aunque no pude saborear el primer instante de contacto
placentero, nadie pudo evitar que gimiera, exultante, mientras lo
tomaba dentro de mí. Acariciando de nuevo su cara, sin romper ni
una sola vez el beso, bajé lentamente sobre él, disfrutando hasta el
último centímetro de ese primer y gradual empujón.
—Dahlia... —Jadeó.
—Sí. —dije en su boca—. Di mi nombre, mantenlo en tus
labios. No puede llegar hasta ti si te tengo.
—Dahlia. —repitió.
Lentamente, hice que mis caderas volvieran a subir, y luego
bajé una vez más, dejando que mi cuerpo tuviera tiempo suficiente
para adaptarse a la sensación. Era casi como una experiencia
corporal externa. Todos y cada uno de mis miembros temblaban,
mi corazón palpitaba con fuerza, mi cabeza latía con fuerza, pero
estaba preparada para él, ahora.
Mi mente se despejó, mis instintos tomaron el control y mis
caderas se movieron como si tuvieran vida propia. Al principio, con
cuidado, me agarré a él, sintiendo cómo entraba y salía de mí y
gimiendo de placer en el vértice de cada pulso placentero.
Sus manos bajaron por la curva de mi espalda hasta posarse
en mi trasero, pero no intentó controlar el ritmo de nuestros
cuerpos. Lo dejó en mis manos, sin romper el contacto con mis
labios y asegurándose de mantener mi nombre a raya.
Estaba funcionando.
Podía sentirlo, Cillian; no su mente, sino su alma. Sabía que
era él cuando me sentaba a horcajadas y lo montaba en el suelo.
Nunca había hecho esto antes; ser tan lanzada con un hombre. Él
fue el primero. El único que importaba. Mi primero. Mi príncipe.
—Mío. —susurré, mientras lo besaba.
—Tuyo.
Sentí las yemas de sus dedos clavarse en mi trasero, sentí que
todo su cuerpo se tensaba debajo de mí, y supe lo que venía. Era el
momento. Ya había fantaseado con esto, pero nunca había
imaginado que ocurriría así; en el suelo de una tienda de campaña
en un pueblo lleno de faes lobo. ¿Cómo podría hacerlo?
Apreté con fuerza mis caderas contra las suyas,
introduciéndolo en mí tan profundamente como pude. Quise gritar
cuando él alcanzó su poderoso clímax, pero no pude. En lugar de
eso, mantuve nuestras bocas unidas y gemí dentro de la suya
mientras él latía y palpitaba dentro de mí.
Todo mi cuerpo se estremeció, mi piel cobró vida como si
estuviera envuelta en fuego cuando la misma sensación me
desgarró. Tardó un momento en calmarse, pero sólo cuando
terminamos rompí el contacto con su boca para mirarlo. Sus ojos
se abrieron lentamente, como si estuviera despertando de un
profundo sueño. Le sonreí y acaricié el lado de su cara, dejando que
mis dedos subieran y tocaran su cornamenta.
—¿Te sientes mejor? —Le pregunté.
Acarició mi espalda con una mano y tocó mi mejilla con la
otra.
—Sí...
—Bien.
—¿Y tú?
—Ahora que estás donde perteneces, sí.
—Donde pertenezco...
Asentí con la cabeza y volví a besarle.
—Belore.
Me miró a los ojos, recorriéndolos de izquierda a derecha.
—¿Qué... qué te ha pasado?
Hice que mis caderas se apretaran un poco contra él. Se
estremeció. Una de mis cejas se levantó y una sonrisa se dibujó en
mi cara.
—Tú, parece.
Él sonrió.
—Graciosilla.
—Debería bajarme de ti y volver a ponerme la ropa, sin
embargo... No sé cómo cambiar de forma sin perderla.
—Yo... no me voy a quejar de eso.
—No pensé que lo harías. He visto a algunos de los otros faes
conservar sus ropas. Es posible.
—No aprendas esa habilidad demasiado rápido, entonces.
Ahora que el momento había pasado, y había vuelto a mi
habitual y modesto ser, me apresuré a cruzar la habitación para
coger mi ropa y vestirme apresuradamente. No estaba segura de
cómo nadie nos había oído. Tenían que haber oído algo, ¿no? El
forcejeo, la pelea interna con su hermano, lo que pasó después.
¿Nadie nos había escuchado?
Después de asomar la cabeza fuera de la tienda, no parecía
que nadie lo hubiera hecho. Me di la vuelta de nuevo y volví a
entrar en la tienda. El Príncipe me cogió de la mano y me acercó a
él, y luego me pasó el pelo plateado por encima de mi larga y
puntiaguda oreja, colocando parte de mi cabello detrás de ella. Sus
dedos se detuvieron en mi oreja, jugando con ella.
Me estremecí.
—Gracias. —dijo.
—¿Por qué? —pregunté.
—Puede que me hayas salvado la vida. Otra vez.
—No lo convirtamos en un hábito, ¿de acuerdo?
—No puedo hacer ninguna promesa. Radulf está... sometido,
por ahora, pero no podemos hacerlo cada vez que amenaza con
tomar el control.
Me acerqué un poco más a él, presionando mi pecho contra
el suyo y levantando la barbilla.
—¿No podemos?
—¿Podemos?
—Creo que he desarrollado algo de hambre, ahora. Tiene que
ser esta forma de loba. Usarla siempre me da hambre, aunque antes
era de comida. Ahora es... a ti a quien quiero. Y comida también,
para ser claros.
—¿Cómo de rápido puedes volver a quitarte esa ropa?
Ladeé una ceja.
—Tentador, pero he venido aquí por otra razón.
—¿Y cuál es?
—Creo que deberíamos hacer lo que me pediste y salir de
aquí. Esta noche.
—¿Esta noche?
Asentí con la cabeza.
—He hablado con las demás. Creo que deberíamos irnos.
Como dijiste, si salimos rápido podríamos alcanzar la tormenta
antes de que se mueva de nuevo.
Frunció el ceño.
—¿Por qué tienes tanta prisa por irte ahora?
Sacudí la cabeza y suspiré.
—Es que... no creo que mi lugar esté aquí. Mi lugar está
donde estés tú, y tienes que ir al Veridian.
—¿Tienes un plan?
—Está... en marcha. Salir de aquí sin que se den cuenta va a
ser imposible, pero vamos a intentar elaborar una distracción que
podamos utilizar para enmascarar nuestra huida.
Él asintió, miró por encima de mi hombro y luego volvió a
mirarme.
—Muy bien. Dime lo que tengo que hacer.
15
e l plan está decidido: nos vamos al anochecer. Melina
iba a escabullirse por el campamento y liberar a Ollie.
Mira, mientras tanto, iba a conjurar una lluvia de luces
brillantes como lo había hecho la noche en que desvelé el traje de
la Constelación allá en el castillo, sólo que esta vez lo iba a hacer a
una escala mucho mayor.
Yo estaría con el Príncipe, tanto si los faes querían que me
quedara con él como si no. Cuando Mira enviara los fuegos
artificiales al cielo, él y yo nos dirigiríamos al círculo de piedra en
la cima de la colina y yo estaría lista para activarlo, derribando a
los guardias a medida que avanzáramos.
No era un plan perfecto. Nos estábamos dividiendo en tres
grupos, y eso significaba que era tres veces más probable que algo
saliera mal, pero no teníamos otra opción. Necesitábamos a Ollie
porque necesitábamos el carruaje, de lo contrario habría sido
mucho más sencillo. Llegar al Veridian a pie no era una opción. Ya
estaba lo suficientemente lejos de nosotros como para tardar días
en alcanzarlo, y eso si no se movía. Además, el carruaje nos serviría
de espacio para dormir, sobre todo durante la noche, cuando la
temperatura baja, y no tenemos refugio para el frío del invierno.
No me gustaba el plan, pero era lo mejor que podíamos hacer,
e íbamos a llevarlo a cabo.
El Príncipe se removió detrás de mí. Llevábamos un rato
instalados en su cama, desde que había vuelto de hablar con Mira
y Melina. Él había necesitado descansar porque sus heridas aún no
se habían curado del todo, y no quería que se despertara solo...
También me apetecía mucho hacer la cucharita después de todo lo
que había pasado hoy.
En un mundo donde era difícil de encontrar la comodidad,
esto era confortable, y correcto. Tumbada en la cama con su brazo
echado sobre mi hombro, el calor de su cuerpo contra mi espalda y
el recuerdo de lo que habíamos hecho hacía apenas unas horas
todavía fresco en mi mente. Todo mi cuerpo seguía sintiendo un
cosquilleo. Tuve que ser breve con Mel, de lo contrario me
preocupaba que pudiera sospechar lo que había sucedido entre
nosotros.
¿Y Gullie? Había estado dormida la mayor parte del tiempo,
tatuada contra mi mano, y no podía culparla. Era el lugar más
seguro para ella en este momento, fuera de la vista, fuera del peligro
y a salvo conmigo. El Príncipe me rodeó con sus brazos un poco
más fuerte y me olió profundamente la nuca.
Sonreí para mis adentros.
—¿Te sientes mejor?
—¿Has dormido? —preguntó.
—La verdad es que no.
—Necesitas descansar para esta noche.
—Lo sé, pero estaré bien. Estoy acostumbrada a no dormir
mucho. No dormí demasiado en el castillo la mayoría de las noches.
Me besó la nuca, encendiendo todo mi cuerpo.
—Cuando estemos fuera de este lugar, y libres de
maldiciones y pruebas, me aseguraré de que duermas
perfectamente todas las noches.
Me estremecí y temblé.
—¿Oh? ¿Y cómo puedes prometerme algo así?
—Me encargaré personalmente de que estés absolutamente
agotada.
Me empezaron a doler los dientes y de repente me entraron
ganas de morderle. Oh, Dioses.
—¿Por qué me encanta cómo suena eso?
—No estoy seguro de saber a qué te refieres.
Sacudí la cabeza.
—Antes de esto, antes de ti... nunca fui tan abierta, tan
excitable, tan hambrienta. ¿Qué me ha pasado?
—Pues no lo sé, pero puedo decirte una cosa. —Se arqueó y
me dio la vuelta, de modo que le miraba desde abajo. Puse una
mano en su mejilla y pasé las yemas de los dedos por su pelo
oscuro.
—¿De qué se trata?
—La mujer que eras atrajo mi interés y lo mantuvo. La mujer
en la que te estás convirtiendo atrae mi excitación y la conserva.
Ladeé una ceja.
—Demasiada excitación, espero. —Me llevé la mano a la
boca—. ¿Ves? ¡Nunca habría dicho eso antes! ¿Quién demonios
soy ya?
—Estás aquí para averiguarlo.
—¿Aquí, ¿dónde?
—Aquí. En Arcadia. Conmigo. Creo en el destino,
¿recuerdas? Estabas destinada a venir aquí; estabas destinada a
encontrarme. Pase lo que pase, estaba destinado a suceder.
Asentí con la cabeza.
—Supongo que yo también puedo creer eso. ¿Pero qué hay
de ti?
—¿De mí?
—Estoy creciendo y cambiando. Encontrándome a mí misma.
¿Es igual para ti?
Me besó suavemente la frente.
—Tus cambios son tan visibles por fuera como los que están
ocurriendo por dentro. Los míos son puramente internos.
—¿Qué es diferente para ti?
Cillian respiró profundamente y luego exhaló por la nariz.
—Siempre se me ha dado bien recibir órdenes, seguir reglas,
cumplir con mis obligaciones. Nunca habría pensado que me
encontraría una noche dejando el castillo en el que crecí,
abandonando mis deberes como Príncipe y la Selección Real, y.…
durmiendo con una chica humana en una tienda de campaña.
—¿Sólo... dormir con ella? —Aventuré.
Sus labios comenzaron a curvarse en una suave sonrisa.
—No, no... —Apreté mi dedo contra sus labios y le impedí
seguir adelante. Alguien se acercaba. Podía oír las pisadas, y no
eran pisadas ligeras y femeninas, sino pesadas y crujientes.
Me escurrí de debajo del Príncipe y me puse de pie antes de
que llegara quienquiera que fuera. Un momento después, Toross
abrió la cortina de nuestra tienda y se detuvo en la entrada justo
cuando el Cillian se puso en pie. Sus movimientos seguían siendo
lentos, y perezosos. Me pregunté si sería capaz de echar a correr si
fuera necesario.
—¿Interrumpo… algo? —preguntó Toross mientras nos
observaba a ambos.
El Príncipe se incorporó y lo miró desde su posición. Sabía,
ya, que era mi tío. Tampoco había podido ocultarle la historia que
me había contado sobre mis padres, aunque había omitido la parte
en la que su familia mató a mis abuelos.
Era mejor que no lo supiera por ahora.
—No. —Le contesté— ¿Qué es lo que necesitas?
Sus ojos se movieron de mí, al Príncipe, y luego de nuevo a
mí.
—Quiero enseñarte algo.
Fruncí el ceño.
—¿Enseñarme algo?
Extendió la mano.
—Sí, ven conmigo.
Miré a Cillian. No podía dejarlo solo, especialmente si no
sabía cuánto tiempo estaría fuera. ¿Y si Radulf volvía a salir
mientras yo no estaba? ¿Y si se manifestaba de nuevo en carne y
trataba de terminar el trabajo? ¿Qué aspecto tendría eso? Un breve
destello de la forma sombría de Radulf se cruzó en mis
pensamientos, y lo vi mirándome con desprecio. Sacudiendo la
cabeza, aparté el recuerdo.
—¿Puede... esperar? —pregunté.
—¿Esperar? ¿Para qué?
—No sé... ¿hasta mañana?
—No. Quiero que vengas conmigo ahora. Te traeré de vuelta
aquí cuando hayamos terminado.
El Príncipe me puso una mano en el hombro y me dio un
suave apretón. Sin tener que mirarle ni consultarle, supe lo que
había querido decir con eso. Estoy bien, ve y hazlo. Obviamente
tenía fe en que podría controlar a su hermano mientras yo no
estuviera. ¿Tal vez tenía algo que ver con lo que habíamos hecho
antes?
Tenía la corazonada de que no era mi olor lo que mantenía a
Radulf a raya, sino nuestro vínculo. Hoy habíamos cruzado un
umbral y reforzado ese vínculo, y tal vez eso fuera suficiente por
ahora, al menos. De cualquier manera, no parecía que Toross fuera
a dejarme en paz, así que decidí asentir e ir con él.
Le eché una última mirada al Príncipe mientras salía de la
tienda. Él asintió, y entonces me fui, siguiendo a mi tío a través del
campamento de los niños de la luna. Era media tarde, así que el
lugar estaba lleno de vida y movimiento. Había risas, gente que
hablaba, comida que se preparaba, ropa que se lavaba y se colgaba
en los tendederos repartidos por todo el lugar.
Pensé que iba a conducirme a la tienda principal, para
llevarme ante el Alfa, pero la rodeamos por completo, siguiendo un
pequeño camino que se alejaba de las tiendas y se adentraba en un
lugar tranquilo, ligeramente arbolado, muy apacible.
La luz del sol se abría paso a través de las hojas por encima
de la cabeza en forma de rayas, arrojando luz a lo largo del camino
que seguíamos. A diferencia del resto del pueblo, había nieve bajo
mis pies y acumulándose alrededor de la base de los árboles, pero
de esa nieve brotaban flores. Estaban por todas partes. Turquesa,
lila y azul pálido, flores que eran tan altas como mis rodillas y que
florecían a pesar de la penumbra, y de la nieve. Aquello olía como
un jardín; un jardín frío y helado, pero un jardín, al fin y al cabo.
Al final del camino había un árbol, el más alto y grueso del
bosque en miniatura en el que habíamos entrado. Estaba rodeado
por un halo de flores de todas las formas y tamaños, más luminosas
por la forma en que el sol brillaba en el parterre. Cuando me
acerqué, las flores se volvieron muy lentamente hacia mí,
moviéndose al unísono como para saludarme.
Esto huele de maravilla.
A seguridad.
A hogar.
—¿Qué es este lugar? —pregunté finalmente.
—Este era el jardín de tu madre. —respondió mientras se
acercaba a las flores que rodeaban la base del árbol.
Se arrodilló, arrancó una y me la entregó. Parecía una rosa,
pero era de color púrpura pálido. Las gotas heladas se pegaban a
sus numerosos pétalos. La olí y no se parecía a ninguna flor
terrestre que hubiera olido antes. Brillante, florida y fresca.
—Mi madre...
—A ella le encantaba este lugar, lo he cuidado desde... bueno.
—No necesitó continuar. Ambos sabíamos lo que quería decir.
Miré a mi alrededor.
—Es hermoso. Muy tranquilo. No se oye el pueblo.
Toross asintió.
—Son los árboles. Mantienen el sonido fuera. Este es un lugar
donde puedes meditar, reflexionar, estar con tus pensamientos.
Vengo aquí a menudo.
—Huele a ella —dije—. Quiero decir, es extraño. No sé a qué
olía ella, pero... ¿es raro?
—No lo creo. Yo también la huelo. Me reconforta creer que
una parte de ella aún perdura en este lugar.
—¿Te refieres a su fantasma?
—No... quizás. Es difícil de explicar. Lo que tengo que
mostrarte, sin embargo, es esto.
Se acercó un poco más al árbol en el corazón de esta pequeña
cañada, con cuidado de no pisar ninguna de las flores mientras
avanzaba. Se arrodilló, buscó entre las flores y sacó una caja negra,
larga y delgada, cubierta de nieve. Quitó un poco de nieve de la
parte superior, se apartó del lecho de flores y me la entregó.
Era robusta y pesada, claramente hecha a mano, pero era
preciosa. Lisa, oscura, cuidadosamente limada y cubierta con un
intrincado diseño que había sido tallado en ella. Pasé las yemas de
los dedos por su superficie, y una extraña corriente llegó a mis
manos, como si la caja estuviera cargada de electricidad.
—¿Qué es? —pregunté.
—Ábrela.
Busqué un clip y lo encontré. No estaba segura de lo que
esperaba encontrar en su interior, pero una daga curva y
ornamentada no estaba en la lista. Una gema de color turquesa
incrustada en la pequeña guarda cruzada brillaba al contacto con la
luz. La hoja estaba afilada y era puntiaguda, aunque su forma era
un poco diferente a la que estaba acostumbrada.
Parecía un…
—Un colmillo. —Solté de repente.
Él asintió.
—Así la llamaba tu madre. Era suya.
—Esta era su daga... —Me quedé en blanco.
—Tu padre hizo la hoja y fijó la piedra preciosa en su lugar,
ella hizo el mango y utilizó la daga para derrotar a sus enemigos...
y canalizar su magia.
Levanté la vista hacia él.
—¿Qué quieres decir?
—Su magia era poderosa. Cruda. Tenía problemas para
controlarla. Esto la ayudó.
Recordé mi época en la pajarera, cómo mi poder se había
manifestado en una poderosa explosión que destrozó la estructura.
No había sido capaz de hacer eso de nuevo. Ni siquiera sabía cómo.
Pero quizás con esto...
—¿Por qué me has dado esto? —pregunté.
—Ella hubiera querido que la tuvieras, deberías tenerla.
—No creo...
—Es tuya, Dahlia. Estaba destinada a ser tuya. Tómala.
Miré la daga que casi había estado demasiado nerviosa para
tocar. El corazón empezó a latir con fuerza y la adrenalina me
recorrió. Con cuidado, metí la mano en la caja, la cogí y la sujeté
con fuerza... y entonces ocurrió.
Una oleada de poder me invadió, llenándome, brotando de mí
en una poderosa onda expansiva que envió al suelo incluso a
Toross. Todo mi cuerpo vibró mientras una energía pura me
recorría. Quería gritar, era demasiado, pero cuando incliné la
cabeza hacia atrás y abrí la boca, un rayo de luz blanca salió
disparado hacia el cielo.
Entonces el mundo se volvió negro y caí al suelo.
Inconsciente.
16
— D ahlia. —Llamó una voz suave y distante.
llegamos a su tienda.
Cerré la solapa y la sujeté con alfileres. No acallaría
exactamente nuestras voces a menos que las mantuviéramos bajas,
pero al menos mantendría las miradas indiscretas fuera de nuestros
asuntos. Ya había tenido suficiente atención para un día.
O una semana.
Me senté en la cama y hundí la cara entre las manos.
—Les dije quién eras. No puedo creer que haya hecho... nada
de eso.
—¿Qué pasó? —preguntó—. Oí el alboroto y salí a ver, pero
no sé cómo empezó.
Sacudí la cabeza y suspiré.
—Praxis me había oído hablar con las demás sobre ti. Me
abordó cuando salí de la tienda y me amenazó con contarle el
secreto a todo el mundo. Lo único que se me ocurrió hacer fue
desafiarlo.
—¿Esa fue tu única idea?
Le miré.
—No estaba pensando. Fue una imprudencia y una estupidez.
Debería haber encontrado otra manera.
Cillian tomó aire. Suspiró.
—Puede que haya sido imprudente, pero los dos estamos
bien. —Se arrodilló frente a mí y enarcó una ceja—. En cualquier
caso, ganaste el desafío.
—Podría haber perdido fácilmente.
—¿Por qué le desafiaste si estabas tan insegura?
—Es que es eso. No me paré a pensar en otra forma de salir
de la situación. Ni siquiera pensé en la posibilidad de que pudiera
vencerme, y tienes razón, ¿entonces qué? Él habría podido hacer lo
que quisiera conmigo, conmigo...
Cillian agarró mi mano.
—Nunca habría dejado que ese hombre se acercara a ti.
—No creo que ninguno de nosotros hubiera tenido opción.
Así no es cómo funcionan las cosas por aquí.
—Entonces tal vez sea hora de cambiar las reglas. —Sacudió
la cabeza y miró a un lado—. Te advertí sobre esta gente y sus
prácticas. Son bárbaros.
—Oye. —Le puse una mano en la mejilla y le hice mirarme—
. También son mi gente.
Asintió con la cabeza.
—Por supuesto.
—Si quieres ser mi pareja, vas a tener que tirar tus prejuicios
a la basura. Créeme, si esto es un choque cultural para ti, lo es
doblemente para mí.
—Soy tu compañero. Te aseguraste de que todo el pueblo lo
supiera.
Mis mejillas se sonrojaron.
—Lo hice. Me perdí en el momento, montada en una ola de
adrenalina.
—Sé lo que es eso. Acabas de ganar un desafío. Necesitas
comer y descansar. Pero primero deberíamos hablar de lo que
escuchó Praxis.
Asentí, respiré hondo y exhalé.
—No todo son buenas noticias como esperaba.
—¿No?
Miré sus manos.
—Sabes cómo me siento respecto a la última semana,
¿verdad?
—Lo sé.
—¿Cómo te sientes tú?
—Los últimos días han sido los mejores de mi vida, nunca
me he sentido tan libre, ni tan cómodo, ni tan pleno como cuando
estoy contigo. Eres fuerte, eres ingeniosa, inteligente... eres mi
igual en todos los sentidos, y eres absolutamente hermosa. No
podría haber pedido una persona mejor con quien estar. Tengo
suerte de que me hayas elegido.
Tragué con fuerza, y el enrojecimiento de mi cara se hizo más
profundo.
—Vaya... eso es... eso es más de lo que pensaba que ibas a
decir.
—¿No sientes lo mismo?
—Sí, lo hago. Me siento así. Sólo que... no esperaba que
dijeras cosas tan bonitas. —Me quede callada unos segundos—. No
quiero que esto termine, Cillian.
—¿Tiene que hacerlo?
—Si seguimos adelante con el único plan que tenemos a
nuestra disposición, puede que sí. No sé qué pasará, ni cómo
acabará.
Tomó mi mano que había colocado contra su mejilla y la
besó.
—Sea lo que sea, lo afrontaremos juntos.
Asentí con la cabeza.
—¿Estás familiarizado con... el exorcismo?
Cillian cerró los ojos.
—Sospechaba que llegarías a esa conclusión en algún
momento.
—¿Sabías que llegaríamos aquí?
—Es la opción más obvia. Mi hermano se ha convertido de
alguna manera en una entidad malévola e invasora. La única
manera de deshacerse de él es mediante un exorcismo, pero no
conozco los rituales.
—Yo tampoco, pero los niños de la luna sí.
—¿Saben hacerlo?
—Melina, Mira y Gullie han estado estudiando el problema
toda la semana. Creen que saben lo que tienen que hacer, pero no
puedo dejar de insistir en lo peligroso que puede ser esto.
—Si crees que este es el camino correcto...
—Hay más. No sé qué papel juega el Veridian en todo esto,
y por lo que parece, supongo que tú tampoco.
Negó con la cabeza.
—No.
—¿Tu hermano alguna vez hizo alusión a algo? ¿Dejó
escapar algún pensamiento superficial que pudiste captar?
—Nunca ocurrió nada de eso. Al principio era simplemente
una sensación. Él, en su forma actual, vino de allí, de alguna
manera. Cómo, no lo sé.
—Nunca me has contado realmente lo que pasó con él.
—Porque no quiero hablar de él. Siento que, con sólo
mencionarlo, estamos invitando su presencia a esta habitación, y
no quiero eso.
—Lo sé, Cillian, pero no podemos seguir escondiéndonos de
él. Tarde o temprano, va a volver, y necesitamos saber todo lo que
podamos si queremos sacarlo de ti de una forma segura. Por favor...
necesito que me digas qué pasó. Tal vez haya una pista en la
historia.
Él se levantó y se sentó en la cama a mi lado. Se pasó los
dedos por su negro cabello y luego los movió por la barba, tomando
aire antes de hablar.
—Es mi hermano mayor —explicó—, el primer hijo de mi
padre, su heredero, su favorito. No tengo experiencia de primera
mano de sus primeros años, pero sé, por lo que me han contado,
que él y mi padre lo hacían todo juntos. Cazaban juntos, entrenaban
juntos, luchaban juntos. Eran inseparables, y eso continuó hasta sus
últimos días y noches.
—¿Y tu madre?
—Mi madre lo cuidó, se preocupó por él, pero era...
demasiado machista. Era grosero con ella, irrespetuoso. Sus
prejuicios hacia las mujeres se manifestaron pronto, y mi padre
hizo poco por desalentarlos.
—Eso es común, ¿no? Faltar al respeto a las mujeres entre los
de tu clase. —Sacudí la cabeza—. De nuestra clase.
Asintió.
—Así es. Las hembras, incluidas las reinas, están ahí para
criar y cuidar de nuestros hijos hasta que puedan cuidarse por sí
mismos. Para los hombres, eso ocurre antes que para las mujeres.
—Tú no eres así.
Giró la cabeza hacia un lado para mirarme.
—Mi madre nunca me habría permitido faltar al respeto a una
hembra simplemente por su sexo. Tal vez si hubiera pasado más
tiempo con mi padre, mi actitud hacia las mujeres habría sido más
aguda, y más fría, pero él se preocupaba más por el desarrollo
continuo de Radulf que por el mío. Mi hermano iba a ser su
heredero... ni siquiera llegó a su Selección Real.
—¿Por qué se fue?
Cillian se dio la vuelta. Me di cuenta de que no quería entrar
en esto, pero iba a tener que hacerlo. Le cogí la mano, intentando
animarle a hablar sin miedo a.… nada. No tenía nada de qué
preocuparse conmigo. Dudaba que hubiera algo que pudiera decir
que me hiciera salir corriendo.
—Hubo un ataque al castillo. Mi padre lo hizo luchar en la
vanguardia... fue herido, los curanderos no podían detener la
hemorragia. Él y mi padre se fueron juntos una noche, se
escabulleron al amparo de la oscuridad. Sólo mi padre regresó días
después, y ordenó que Radulf fuera borrado de todos los registros,
toda mención de su nombre.
—Se llevó a tu hermano al Veridian...
Asintió.
—Es la única conclusión lógica.
—Pensó que el Veridian podría salvar su vida.
—Si eso es cierto, entonces mi padre estaba claramente
equivocado. Lo que pasó allí, no lo sé. Mi padre amenazó con
ejecutar a cualquiera que hablara de ello o lo cuestionara, incluso a
mi madre.
Sacudí la cabeza.
—Eso no explica cómo el espíritu de Radulf... te invadió.
—Lo sé. Pensé que tal vez encontraría respuestas en el
Veridian, ya que lo percibí con tanta fuerza dentro de él cuando se
manifestó aquella noche.
—¿Crees que quiere que vayas allí porque así se fortalecerá?
—Es posible. No tengo forma de saberlo. He considerado
profundamente la posibilidad de que esté tratando de obtener más
poder, y que al llevarlo al lugar donde le ocurrió esto, sólo estaría
satisfaciendo sus necesidades. Pero hay algo interesante sobre los
lugares de poder, incluso de poder oscuro.
Incliné la cabeza hacia un lado.
—¿Qué quieres decir?
—Sí lo hizo... puede deshacerlo. Es un riesgo, y puede que no
sea capaz de ayudar cuando llegue el momento de eliminarlo.
Tengo que admitir que la magia no es mi mejor fortaleza. Mi madre
me dotó de magia curativa, he aprendido a crear portales, y conozco
muchos hechizos que me ayudarán en una pelea, pero ¿con un
exorcismo? —Sacudió la cabeza—. No sé nada de eso.
—Los niños de la luna podrían ayudar.
—¿De verdad crees que lo harán ahora que saben quién soy?
—Probablemente no... Puede que haya fastidiado nuestras
posibilidades.
—Tal vez. Pero en algún momento se iban a enterar, sobre
todo si nos quedábamos aquí. Mejor que lo sepan ahora que
después.
—Debería hablar con Ashera... Melina cree que podemos
sacar al Veridian de ti. Tal vez entre las cuatro podamos combinar
nuestras habilidades para realizar un exorcismo. Pero Ashera es la
Alfa de esta manada, si alguien por aquí sabe cómo arrancar un
espíritu de una persona, será ella. Tenemos más posibilidades
teniéndola como aliada.
—¿Y el Veridian?
—Creo que quiero intentar eliminarlo sin convocar la
tormenta... pero no sé si eso será posible...
—¿Por qué no?
—Gullie sospecha que eres una... esponja para la magia. Que
hay un faro dentro de ti que se enciende cuando te expones a
grandes cantidades de ella y que eso por sí solo es suficiente para
atraer al Veridian hacia ti. Estoy bastante segura de que un
exorcismo generará suficiente poder para llamar a la tormenta.
—Entonces, no importa lo que hagamos...
Asentí con la cabeza.
—No tenemos muchas opciones, Cillian... pero lo quiero
fuera de ti. No puedo lidiar con la idea de que esté ahí dentro,
haciéndote daño, tratando de encontrar una salida.
—Nuestro vínculo es su prisión.
—Lo sé... pero eso no durará para siempre.
Acomodó un poco de pelo plateado detrás de mi oreja
puntiaguda y me miró a los ojos.
—¿Piensas quedarte conmigo para siempre?
Enarqué una ceja.
—¿Es una proposición, mi Príncipe?
Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios.
—Nunca haría algo tan burdo como proponértelo de esta
manera.
—Por curiosidad... ¿cómo lo harías?
Se deslizó por el borde de la cama y se puso de rodillas.
Colocó sus manos sobre mis muslos, y yo los separé para dejarle
pasar entre ellos. Lentamente, sus manos subieron desde mis
muslos hasta mis costillas, y luego las bajó para posarse en mis
caderas. Me miró fijamente, con sus grandes ojos azules brillando.
—Dahlia... —dijo, y el corazón se me subió a la garganta.
Espera.
No podía hablar.
—¿Me harías el favor de...?
Espera... ¿qué está pasando? Mi corazón empezó a
martillear contra los lados de mi cuello. Palpitaba con tanta fuerza
que estaba segura de que los faes de la tienda de campaña situada
tres puertas más abajo serían capaces de oírlo. Me quedé mirando
al Príncipe, con los ojos clavados en los suyos, y mi respiración se
detuvo casi por completo en ese momento. Sus manos volvieron a
subir, rodeando mi espalda, sus dedos buscando el cordón que
mantenía mi armadura de cuero en su sitio.
—¿De ayudarme con estas correas? —preguntó.
Tragué saliva.
—¿Q-qué?
Se inclinó un poco más, con sus labios a un centímetro de los
míos.
—¿Esperabas una pregunta diferente?
Temblando.
—Yo... no lo sé.
—Estamos a punto de embarcarnos en una misión peligrosa...
—susurró mientras sus dedos trabajaban—. Puede que no
regresemos con vida. Quiero saborear a mi compañera una vez más
antes de que eso ocurra.
—¿Sabore...?
¿Qué demonios? ¿Por qué no podía hablar?
—Sí —susurró contra mis labios, y el calor de su aliento
contra mi boca envió una cálida y placentera carrera a mi estómago
que me dejó repentinamente adolorida—. ¿A menos que prefieras
irte sin eso?
Lo que sea que me mantenía encerrada en mi sitio se liberó
de repente. Me apresuré a separar los cordones que mantenían mi
corpiño de cuero envuelto en el pecho y, en cuanto estuvo libre, lo
besé profundamente. Cillian enganchó sus dedos en mi cintura, y
me levanté lo suficiente para que él pudiera deslizarlos por debajo
de mí. En unos instantes estaba completamente desnuda y
arrancándole su propia ropa como si mi vida dependiera de ello.
—Nadie puede oírnos esta vez —respiré en su boca—. Creen
que estamos hablando de cosas muy serias.
—Esto es serio.
—Cillian, no bromeo.
Él se deslizó fuera todo lo que llevaba puesto. Tiró de mi
cuerpo desnudo hacia el suyo.
—Entonces no dejes que te oigan.
—No siempre soy la más ruidosa.
—Eres mucho más ruidosa de lo que crees.
Deslicé mi mano por su abdomen y agarré su longitud con
fuerza, haciéndole gemir.
—Tú también lo eres. —siseé.
Me mordió el labio inferior.
—Bien. —Soltó, y luego me tomó por los hombros, me hizo
girar y me empujó de cara a la cama y se arrodilló detrás de mí—.
Haz todo el ruido que quieras contra el colchón.
—¿Colchón? Espera, ¿qué estás...?
Noté sus cálidas manos en mi trasero y, un momento después,
sentí que su lengua empezaba a hacer esa cosa que me encantaba.
Agarré las sábanas con fuerza, apreté la cara contra la cama y
podría haber gritado por el placer que me estaba quemando como
un incendio. Habíamos hecho muchas cosas esta última semana,
pero esto... Esto era nuevo, y una distracción bienvenida de todo lo
que ya había pasado esta noche.
De rodillas, me trató como a una reina, como a su reina. No
había bromeado al decir que quería saborearme, y yo no estaba en
condiciones de discutir, sólo de disfrutarlo.
23
n ecesitaba hablar con Ashera, aunque probablemente
yo era la última persona a la que quería ver. Nuestra
última interacción no había ido precisamente bien.
Estaba bastante segura de que quería matarme, o enviarme lejos de
la aldea, especialmente ahora que sabía quién era realmente Cillian.
No quería dejarlo solo mientras iba a hablar con ella, pero no tenía
muchas opciones.
Podía aprender casi cualquier cosa en Internet, pero, aunque
tuviera acceso a la red aquí, dudaba que pudiera encontrar un ritual
de exorcismo decente. Ashera era la única persona que creía que
podría ayudar. De acuerdo, eso no era exactamente cierto; también
estaba Toross. Pero él era su Beta, y ya la había hecho enojar lo
suficiente. Acudir a su segundo a sus espaldas podría haber sido
suficiente para que intentara matarme en lugar de sólo desearlo.
Jaleem y Lora estaban de guardia en la entrada de la tienda
principal. Se cerraron en torno a la apertura cuando llegué, dejando
claro que no iban a dejarme entrar tranquilamente.
—No quiere hablar contigo. —informó Lora, con un tono frío
y distante.
—Necesito verla.
—No me importa lo que necesites.
Jaleem parecía compartir su opinión. Los miré fijamente a los
dos, la ira empezaba a brotar dentro de mí como el nacimiento de
un sol.
—Corrígeme si me equivoco, pero yo soy el número tres de
la Alfa, y Toross es su número dos, lo que me sitúa por encima de
ti en la manada.
Lora enarcó una ceja.
—No eres miembro de esta manada.
—¿No? Eso no es lo que dijo tu Alfa.
—No nos haremos a un lado. —afirmó Jaleem.
Asentí con la cabeza.
—Puede que no quiera verme, pero os ordeno que os apartéis.
Ahora. O os haré lo que le hice a Praxis, y él era mucho más grande,
y mucho más fuerte que cualquiera de vosotros, imbéciles.
Se miraron entre sí como si los hubiera confundido con la
palabra imbécil. Entonces, una voz flotó desde el interior de la
tienda.
—Dejadla entrar. —gritó Ashera.
Lora giró la cabeza.
—Alfa, dijiste...
—Sé lo que dije. Hazte a un lado.
Los guardias de la puerta se volvieron para mirarme. Luego,
con el ceño fruncido, ambos hicieron lo que su alfa les pedía y me
abrieron el paso. Me inquietó un poco que ninguno de los dos
pareciera tener el más mínimo interés en seguir mis instrucciones.
Estaba bastante segura de que estaban rompiendo con la tradición
de la manada al desafiarme de esa manera, teniendo en cuenta que
acababa de ganar un desafío hacía sólo unas horas. Decidí no
presionar más con el tema y simplemente entrar a hablar con la
Alfa.
Ashera estaba sentada a la cabeza de una larga mesa cubierta
de platos que antes habían estado llenos de comida. Había jarras
vacías sobre la mesa, tazas y restos de cualquier bestia que acabara
de ser cocinada y devorada aquí. Me dolía que no me hubiera
invitado, pero dudaba que hubiera querido venir teniendo en cuenta
lo que me estaba haciendo el Príncipe.
Levantó los ojos y me miró, luego me indicó que me sentara
a su lado en uno de los cojines cuidadosamente bordados. Me
acerqué, me senté y la miré. Durante un momento, ninguna de las
dos habló. Nos limitamos a mirarnos mientras la tensión en la
habitación crecía, y crecía. Estaba a punto de hablar, cuando ella
levantó una mano.
—Tráiganos más comida y bebida. —gritó. Desde detrás de
una cortina, alguien pareció escuchar y ponerse inmediatamente a
trabajar.
—No es necesario. —dije.
—Comerás en mi mesa. —ordenó, con palabras cortas y
secas.
Fruncí el ceño.
—Muy bien... pero también deberíamos hablar.
—Deberíamos. Has traído al enemigo a nuestra puerta. Nos
hiciste alimentarlo, curarlo... y ahora te interpones entre nosotros y
la justicia que nuestro pueblo merece. ¿Por qué? ¿Porque lo quieres
dentro de ti? —Se burló.
La miré sin comprender, sintiendo el escozor de la vergüenza.
No esperaba que utilizara esas palabras y me habían cogido
desprevenida. Hice lo que pude para sacudírmela de encima.
—No es por eso por lo que le protejo.
—¿Entonces por qué?
—Porque te equivocas con él.
—¿No es el Príncipe de Windhelm? ¿El heredero del trono de
invierno?
—Sí, lo es.
—Entonces es el enemigo.
Sacudí la cabeza.
—No es tu enemigo, ni el mío. Mira, sé que sólo he estado
aquí poco más de una semana. No se puede esperar que conozca
cada pequeño detalle de lo que ocurrió entre tu gente y los fae de
Windhelm, pero puedo decirte que esta situación es mucho más
complicada de lo que crees... y necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda? ¿Con qué?
—Esa es la cosa. Estoy segura de que en cuanto te lo cuente,
no querrás ayudarme.
Golpeó la mesa con el puño.
—¡Y con razón! —gruñó—. Viniste a mi casa, comiste
nuestra comida, aceptaste nuestra hospitalidad, y todo este tiempo
te has estado acostando con el hombre responsable de la muerte de
muchos de los nuestros. De los tuyos.
—¡Él no es responsable de eso!
—¿Y cómo lo sabes? Tú, que una vez fuiste desterrada a la
Tierra y llamada de vuelta sólo para participar en la Selección Real.
No sabes nada de tu propia gente, ¿cómo podrías saber algo de la
suya?
Un frío agudo me atravesó.
—Toross te dijo...
—Él es mi Beta. Me lo cuenta todo.
Por supuesto que sí.
No sé por qué había esperado que mantuviera en secreto lo
que le había contado. Le había dicho casi todo: mis madres, mi
secuestro, la selección. Había ocultado la parte en la que me había
enamorado lentamente del mismo hombre que me había raptado de
mi hogar, aunque -por razones obvias- era bueno que lo hubiera
hecho. No tenía ni idea de cómo se habría tomado Toross si le
hubiera dicho que el Príncipe de Windhelm estaba viviendo en su
pueblo, o que había empezado a enamorarme de él. Saber, ahora,
que habría ido a contárselo todo a Ashera tanto si yo estaba
dispuesta a revelarlo como si no, dejaba claro que había esquivado
una bala letal al guardar ese secreto para mí.
—Sé que quieres justicia —afirmé—. Toross me ha
contado... muchas cosas desde que empezamos a entrenar. Ahora
sé más sobre nuestro pueblo que cuando llegué. También sé que
eras amiga de mi madre.
—Yo era su Beta. Ella confiaba en mí.
—Lo sé. Y por eso voy a confiar en ti ahora cuando te diga lo
que tengo que decirte. Pero antes de hacerlo, tienes que
prometerme que mantendrás la mente abierta.
Ella frunció el ceño.
—Continua.
—Dudaste de que yo fuera la Loba Blanca porque la primera
parte de la profecía aún no ha ocurrido.
—Cuando el hermano se vuelve contra el hermano...
—Pues te informo ahora de que si ha sucedido. El Príncipe de
Windhelm... el Príncipe original, Radulf. ¿Sabías de él?
—Sólo escuchamos historias de los faes del castillo. Pocos de
los que seguimos vivos hemos visto a alguno de los hijos del Rey.
—¿Sabes que su primer hijo está muerto?
—Sí...
Sacudí la cabeza.
—No está muerto. Fue atacado una vez, hace tiempo.
Gravemente herido. Su padre lo llevó al Veridian con la esperanza
de que pudiera curarlo, pero entonces le ocurrió algo que lo
convirtió en una especie de... espíritu.
—¿Espíritu?
—Ese espíritu luego poseyó a su propio hermano. No sé
cómo, pero habitó en él durante... bueno, durante años. Poco a
poco, reunió suficiente poder para poder influir en los
pensamientos de su hermano, e incluso en algunas de sus acciones.
Oí que estaban planeando una invasión a la Tierra, con el Príncipe
liderando el ataque.
—¿Una invasión? ¿Por qué?
—Eso no importa ahora. Lo que importa es que estos son los
dos hombres de los que se habla en la profecía... ellos son la razón
por la que estoy aquí.
A Ashera le estaba costando mucho entender esto. Podía
verlo en su rostro, la incredulidad, la desconfianza. Una parte de
ella todavía no creía que yo fuera la loba blanca, pero si yo había
sido capaz de aceptarlo, entonces tenía que hacer que ella también
lo creyera. Era la única forma de poder ayudar a Cillian y evitar
que el Veridian trajera la oscuridad a la tierra.
—Alfa... —Declaré, tratando de jugar la carta de la manada—
. Necesito tu ayuda. Todos la necesitamos. Si podemos sacar a
Radulf del cuerpo de su hermano, tal vez podamos detener esto
antes de que comience.
—¿Antes de que empiece qué? —preguntó ella.
—No lo sé, pero Radulf está ganando poder. Lo ha hecho
desde que dejamos el castillo. He estado haciendo todo lo posible
para mantenerlo enterrado bajo la psique de su hermano, pero no
sé cuánto tiempo durará. Cuanto antes podamos sacarlo de él,
mejor.
—¿Y qué es lo que me pides?
—Tenemos que hacer un exorcismo.
Enarcó una ceja. Abrió la boca como si estuviera a punto de
hablar, pero uno de los suyos se acercó con un plato de comida y
una jarra llena de una bebida caliente y especiada. Los colocó
frente a mí, pero no tenía hambre. No en este momento. Cuando el
hombre se fue, Ashera habló.
—¿Necesitas que le haga un exorcismo a tu Príncipe? —
preguntó.
—Lo haría yo misma, pero no sé cómo. Ninguna de mis
amigas sabe. Sé que, si pudieras ayudarnos, tendríamos muchas
más posibilidades de hacerlo bien. Si no nos ayudas... entonces
todo esto podría salir terriblemente mal.
—Te preguntaría por qué no simplemente matar al hombre,
pero claramente ya has considerado esa opción.
—No diría que lo he considerado, pero sé que existe.
—Entonces debes saber que esa sería la forma más fácil de
lidiar con esto.
Sacudí la cabeza.
—Eso no es necesariamente cierto... ¿y si al matar a Cillian,
liberamos a Radulf? No. Un ritual de exorcismo, donde el espíritu
invasor pueda ser capturado, o desterrado... eso es lo que va a
funcionar. Puedo sentirlo en mis entrañas.
—Pareces muy segura para alguien que lleva menos de un
ciclo lunar con nosotros.
Me encogí de hombros.
—Los exorcismos no son desconocidos en la Tierra. No sé
exactamente cómo funcionan, y estoy segura de que cada ritual es
diferente. También sé que hay grandes riesgos que considerar, así
que entenderé si quieres tiempo antes de decidir, pero el tiempo es
limitado.
Sus ojos se entrecerraron. Observó el plato y luego volvió a
mirarme.
—Hablas mucho. Ahora come.
—No tengo hambre.
—¿Rechazarías la comida de tu Alfa? Estoy segura de que ya
hemos hablado de esto antes.
Frunciendo el ceño, cogí el plato y empecé a picar la carne
con los dedos. Estaba caliente y sabrosa. Se deshacía en mi boca y
el condimento era perfecto. Era difícil no disfrutarla. Unos
instantes después, yo también estaba dando profundos tragos a la
bebida. Sabía a sidra de manzana caliente, pero no era alcohólica.
—¿Por qué él? —preguntó la Líder.
Terminé de masticar y tragué.
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te enamoraste de él?
Suspiré.
—Somos el uno para el otro. Almas gemelas. Lo odiaba
cuando lo conocí, pero ni siquiera yo podía negar la atracción. Con
el tiempo, él tampoco pudo. Es por eso que no puedo matarlo, o
dejar que alguien lo mate. Tengo que intentar ayudarle.
Ella asintió.
—Entiendo esto. Nunca he encontrado a mi belore, pero si lo
hubiera hecho, tampoco querría que lo mataran. —Se quedó
pensativa un instante—. Si te ayudo, tendrás que hacer lo que te
diga.
—Sí, por supuesto.
—Exactamente como yo diga.
—Te prometo que lo haré.
—Exactamente cuando yo lo diga.
¿De verdad?
—Tú eres la Alfa aquí. Tomas las decisiones, diriges el ritual.
Nosotros hacemos lo que tú dices.
—Y si no funciona, y hay que matarlo... no dudarás.
Tragué con fuerza.
—Eso... no estoy segura de poder prometerlo.
—Tendrás que hacerlo. Si no, lo haré yo, y será mejor para él
que muera por la mano de su belore, que por la de una enemiga.
—Él no es tu enemigo, Ashera. Sé que no lo es.
—Eso está por ver... —Se levantó bruscamente—. Ven, nos
prepararemos.
—¿Ahora?
—Realizaremos el ritual esta noche, bajo la luz de la luna en
el bosque más allá de los círculos... detendremos esta profecía antes
de que se cumpla.
24
O bservé a Ashera recoger algunas provisiones antes
de salir a buscar a las otras chicas. Había cogido un
cuenco, algunas hierbas, un cuchillo y varios
collares decorativos. Finalmente, metió sus objetos en una mochila
de cuero, cogió una capa de piel de lobo y se la echó sobre los
hombros antes de salir de su tienda sin mediar palabra. Una vez
fuera, se detuvo y se volvió para mirarme.
—Reúne a tus amigas, y luego busca a su Alteza. Nos
reuniremos con vosotros al otro lado de los círculos de piedra.
—¿No quieres venir conmigo?
—¿Debo hacerlo?
—Supongo que no... —Asentí con la cabeza—. De acuerdo,
iré detrás de ti.
Ashera gruñó a Lora y Jaleem, que seguían de guardia fuera
de su tienda. Sin palabras, la siguieron a través del pueblo. Se
dirigían hacia la colina que conducía a los círculos de piedra que
los niños de la luna utilizaban para viajar desde el bosque hasta este
lugar y regresar. Íbamos a realizar el exorcismo pronto. Esta noche.
No estaba segura de estar totalmente preparada, pero iba a tener
que estarlo.
Encontré a Mira y a Toross hablando en la puerta de la tienda
de Mel. Su conversación se detuvo cuando me vieron, y tuve que
admitir que me mantuve firme por un momento. Era la segunda vez
que me acercaba a esa tienda y me sentía... un poco incómoda.
Como una intrusa, una molestia.
Obviamente, nada de eso era cierto. Me lo estaba imaginando
todo en mi cabeza. Pero nunca había sido muy buena en bloquear
mi mente para poder pensar correctamente, y no dejar que mis
emociones tomaran el control total sobre mí. No había hablado con
mi tío desde el desafío, y las pocas palabras que habíamos
intercambiado habían sido... un poco frías.
Después de un momento de incómodo silencio, me acerqué.
—¿Estás bien? —Me preguntó Mira, antes de que pudiera
soltar ni una palabra—. No hemos tenido un momento para hablar.
—Estoy bien, más o menos.
—¿Y el Príncipe?
Miré a Toross.
—Bien. Siento no haberle mencionado antes.
Sacudió la cabeza.
—Nadie lo hizo —contestó—. Aunque entiendo por qué.
Habría tenido que decírselo a Ashera.
Asentí.
—Bueno, ahora todo ha quedado al descubierto. De hecho,
por eso estoy aquí.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Mira.
—He hablado con la Alfa. Nos va a ayudar con el ritual.
—¿Ritual? —preguntó él.
Asentí.
—El Príncipe. Él... necesita un exorcismo.
Pocas veces había visto la sorpresa cruzar el rostro de mi tío,
pero ahora la vi.
—Un exorcismo... —repitió, rotundamente.
—Sí, aunque voy a tener que explicarlo por el camino, porque
tenemos que irnos.
—¿Ir a dónde? —preguntó Mira.
—Ashera lo está preparando todo en el otro lado de los
círculos. Será esta noche, Mira.
—¿Estamos preparadas para eso?
—No, pero dudo que alguna vez lo estemos.
Melina salió de detrás de la solapa de su tienda.
—Bueno, puede que no estemos preparadas, pero vamos a
sacar esto adelante. Le extraeremos esa cosa y todo saldrá bien.
Gullie salió revoloteando de la tienda, con su pequeño cuerpo
verde brillando de forma vibrante.
—Eso es mucho entusiasmo para un hada. ¿Seguro que no
tienes un poco de sangre de duendecilla en ti?
—Nuestra sangre es la misma, sólo nuestro tamaño es
diferente.
—Nuestro tamaño, disposición, manierismo, calidez,
habilidad para contar un chiste y aceptarlo...
—No me obligues a pegarte.
—Señoras. —interrumpí—. Tenéis que reunir las pocas cosas
que creáis que necesitareis para hacer vuestra magia. Yo tengo que
ir a buscar al Príncipe y prepararme para convocar al Veridian. Nos
encontraremos al otro lado de las piedras...
—¿Recuerdas lo que dije sobre nuestra magia? —preguntó
Mira—. No tenemos mucha.
—Individualmente, no. Pero entre las cuatro y Ashera, tal vez
podamos lograrlo. Empecemos.
Toross se acercó a mí.
—Estás dando muchas órdenes para ser una tercera. —
susurró, con la voz baja y oscura.
Sentí un extraño tipo de frío empujando a través de mí, el tipo
de sensación que viene después de ser amenazada por alguien más
grande, y más imponente que tú.
—Lo... siento, no quería...
—No te disculpes... te queda bien. Me recuerdas a ella.
—¿A ella?
—A tu madre.
Me sonrojé. Muchísimo.
—Eso... no es a donde pensé que ibas.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Ir?
—Es una expresión humana. ¿Realmente crees que sonaba
como ella?
—Es como si estuviera aquí.
—Ojalá... las cosas serían mucho más fáciles si fuera ella la
que diera las órdenes por aquí.
—No subestimes tus propias habilidades. Y menos esta
noche. Sé dueña de tu fuerza: todos contaremos contigo, Loba
Blanca.
Suspiré.
—Tal vez no debería haber hecho una afirmación tan audaz.
No puedo retractarme, ahora.
—Y no deberías. Tú eres la Loba Blanca. Puedo verlo en ti,
y los demás están empezando a verlo también. Después de esta
noche, no habrá dudas.
Sonriendo, asentí.
—Gracias, no creo que entiendas lo mucho que significa para
mí tenerte aquí.
—Ve. Te veremos en el otro lado.
Me di la vuelta y me dirigí a la tienda del Príncipe. La aldea
bullía de actividad, los niños de la luna estaban inquietos. No todos
sabían lo que estaba pasando, dudaba que alguno de ellos hubiera
recibido información específica, pero era como si pudieran sentir
la ansiedad en el aire; esa sensación de temor inminente. Se me
adhirió a medida que avanzaba, como el humo de un cigarrillo que
se te pega al pelo y se queda ahí hasta que te lo puedes lavar.
En cuanto llegué a Cillian, le eché los brazos al cuello y lo
abracé con fuerza.
—¿Qué he hecho para merecer esto? —Me preguntó,
colocando sus manos en mis caderas.
Levanté la vista hacia él.
—¿Preferirías que no te abrazara?
—No, me gusta que me abracen... ¿Cómo fue tu audiencia
con la Alfa?
—Bien, mejor de lo que había previsto. Pero tenemos que
irnos.
—¿Irnos?
—Esta noche... quiere hacerlo esta noche.
Miró alrededor de la habitación, como si buscara una razón
para decir que no, una excusa válida. Era lo más parecido al miedo
que había visto en este hombre, pero lo había visto, y lo entendía.
No quería seguir adelante con esto, no porque tuviera miedo de
morir, sino porque temía que ocurriera algo peor. No podía
culparle.
—Es precipitado, pero ella parecía saber lo que estaba
haciendo. Creo que ya tiene un ritual en mente.
—¿Lo crees?
—Lo tiene. Nuestro pueblo es místico y espiritual. Los
espíritus son lo nuestro, o al menos eso me ha dicho mi tío. Estás
en buenas manos.
—¿Y el Veridian?
Sacudí la cabeza.
—No sabremos lo mal que se va a poner la cosa hasta que
salgamos y nos enfrentemos a ella, pero tenemos que afrontarla,
Cillian. No hay otra manera de superar esto.
—Tomó mis manos y las apretó.
—Entonces lo enfrentaremos.
Asentí con la cabeza.
—¿Necesitas llevar algo?
—No que se me ocurra... —Se interrumpió, y luego hizo una
pausa—. La próxima vez que vengamos aquí, se habrá ido.
Respiré profundamente.
—Realmente espero que así sea. Cuanto antes te lo quitemos
de encima, mejor.
Cillian me soltó la mano, se acercó a la cama y cogió mi daga.
Todavía estaba en su funda. Me la había quitado antes y no me la
había vuelto a poner después de cambiarme de nuevo. Me la
entregó, depositándola cuidadosamente en mis manos.
—Necesitarás esto. —afirmó, soltando el arma y su funda.
—No puedo creer que casi se me olvide llevarla.
Volvió sus ojos para encontrarse con los míos.
—No creo que la hayas olvidado por accidente.
—¿Qué intentas decir?
—Lo que estoy diciendo es que sé que no quieres tener que
usarla.
Tragué con fuerza.
—¿Hay algo malo en eso?
—No... pero sabes que debes hacerlo. Si se da el caso.
Puse los ojos en blanco.
—Parece que todo el mundo sabe lo que tengo que hacer, pero
la verdad es que sólo yo sé lo que debo hacer, y lo que puedo hacer.
—¿Puedes clavar esto en mi corazón si crees que debes
hacerlo?
—Cillian...
—Es importante, Dahlia. Ya no es sólo tu vida la que está en
juego. Hay otros que dependen de tu capacidad para hacer lo que
tienes que hacer, si el momento lo requiere.
Me arrodillé y até las correas alrededor de mi tobillo, fijando
la daga en su sitio. Cuando volví a levantarme, mis ojos reflejaban
frialdad y dureza.
—Si el momento lo requiere...
Deje el resto sin pronunciar. No porque no quisiera decirlo y
aliviar su mente, sino porque no podía. Porque si le hubiera dicho
que le clavaría la daga en el corazón y lo mataría si era necesario,
le habría mentido. Podía mentirles a otras personas, pero no a él.
Esta vez yo agarré su mano.
—Vamos. Nos están esperando.
Juntos, Cillian y yo salimos de la tienda y atravesamos el
pueblo de los niños de la luna. Tomé la caminata con calma, sin
querer apresurarme a subir la colina. Tenía que admitir que había
una verdadera belleza en ella. El calor en la base del valle, el aire
fresco a medida que se ascendía, todas las estrellas en el cielo.
Tuve la repentina sensación de que iba a echar de menos este
lugar, y apreté aún más la mano del Príncipe. Mis tripas empezaban
a jugarme una mala pasada, intentando desmoronar la poca
compostura que había podido mantener. Tenía que recordarme a mí
misma que esto iba a funcionar, que íbamos a estar bien. De lo
contrario, puede que nunca hubiera llegado a la cima de la colina.
Cillian entró en el círculo de piedra y miró alrededor de cada
columna.
—Nunca había visto un portal como éste. —afirmó.
—Es cierto... —respondí—. La última vez que viniste por
aquí, apenas estabas consciente.
—Esto es magia antigua. Mucho más antigua que la que
usamos en el castillo.
—Es un sistema de seguridad bastante práctico. No puedes
activarlo a menos que puedas convertirte en lobo, y eso significa
que la gente equivocada nunca podrá atravesarlo.
—¿Así es como funciona?
Asentí con la cabeza.
—Da un paso atrás. —pedí.
Cillian se movió hacia el borde del círculo mientras
permanecía dentro. Me dejé caer de rodillas, adoptando mi aspecto
de depredadora antes de que mis manos pudieran tocar el suelo.
Sacudí mi pelaje blanco y luego me senté frente a él. Tenía una
mirada de sorpresa en su rostro, de asombro. No creí que se
acostumbrara a verme cambiar de forma.
Ya éramos dos.
—¿Listo? —pregunté.
—Sabes, de todo esto... —Me señaló— Lo que más me llama
la atención es que puedas hablar.
—Lo sé. Es una rareza. Los otros faes no pueden hablar, no
como yo.
—¿Tal vez sea porque eres la Loba Blanca?
—O quizá mi lado humano tenga algo que ver. —Miré a las
estrellas, buscando la más brillante—. Sujétate al estómago, esta
parte se llena de baches.
Con un profundo aullido, activé las piedras. El círculo cobró
vida, las luces estallaron a nuestro alrededor en un vibrante
despliegue de rayas y líneas, y en un instante, desaparecimos.
25
c uando el Príncipe y yo llegamos al bosque, La Alfa
ya había preparado el espacio donde se iba a realizar
el ritual. En un claro de árboles, había establecido un
círculo con piedras y huesos. Unas velas encendidas marcaban
suavemente los puntos de poder a lo largo del borde del círculo, y
a la cabeza de este estaba sentada Ashera, con las piernas cruzadas,
y una cabeza de lobo sobre la nieve delante de ella. En sus manos
tenía un cuenco lleno de hierbas y especias. La vi coger un trozo de
nieve y dejarlo caer en el cuenco, luego empezó a amasarlo todo
junto hasta que la nieve se derritió y se fundió con el contenido del
cuenco creando un aroma embriagador y herbal.
Mira y Mel estaban presentes, de pie a un lado con Toross. Vi
rápidamente a Gullie, sentada en el hombro de Mel. Frente a ellas
estaban los niños de la luna: Lora, Jaleem e incluso Praxis.
Permanecieron sin decir nada mientras me acercaba, todavía en mi
forma de loba, con el Príncipe detrás de mí. El aire estaba tenso,
podía sentirlo, pero no había viento. No había corriente. Sólo el
amargo frío del invierno.
—Estamos casi listos. —anunció Ashera. Señaló a Cillian—.
Tú, ponte en el círculo.
El Príncipe y yo intercambiamos una mirada dura, luego él
asintió e hizo lo que se le había pedido. Se colocó en el círculo y
miró a su alrededor, tal vez como si esperara que algo sucediera
inmediatamente. No fue así. Sólo estaba el frío, la falta de viento y
el pulso de pavor y ansiedad que flotaba entre todos nosotros.
—¿Necesitas algo de mí? —Le pregunté a la Alfa.
—Sólo silencio. —dijo.
Asintiendo con la cabeza, me impulsé sobre mis piernas y me
sacudí mi forma de loba como un abrigo de nieve y luz. Me acerqué
a Mira, Mel y Gullie. Estaban cogidas de la mano, así que me uní
a ellas. Gull salió inmediatamente del pelo de Melina y vino a
posarse en mi hombro, y me sentí un poco mejor por eso.
—¿Cómo lo llevas? —Le pregunté, manteniendo la voz baja.
—Estoy un poco nerviosa —respondió—, nunca he hecho
nada como esto antes.
—Yo tampoco. Hemos pasado por muchas cosas, pero de
alguna manera esto se siente como la cosa más grande que hemos
hecho.
—Es porque el riesgo de fracasar es muy alto... podríamos no
ser capaces de lograrlo.
—Lo sé. Pero lo haremos. Creo en nosotras.
Ella respiró profundamente.
—Sólo no te lastimes, ¿de acuerdo?
—O tú. Si vienen... los Wenlow, quiero decir, quiero que te
tatúes contra la piel de Mel, y quiero que le digas que se largue de
aquí.
—No me voy a ir de tu lado, Dee.
—Gull, esto no es discutible, ¿vale? Hablo en serio. Sabemos
lo que esas criaturas pueden hacer. Viste lo que le hicieron al
Príncipe, a Aronia. No sé si tendrán el mismo efecto en los niños
de la luna, o en mí, pero sé que las tres estaréis en peligro si
aparecen. Tenéis que iros mientras luchamos contra ellos.
—¿Y qué pasa si no puedes…?
—Entonces te vas sin mí.
—No quiero...
Suspiré.
—Gull…
—No, ¿por qué insistes tanto en que me vaya?
Hice una pausa.
—Si me pasa algo aquí, necesito que huyas y encuentres un
portal a la Tierra. Vuelve con mis madres... Necesito que se lo
cuentes.
—Puedes decírselo tú misma.
Sacudí la cabeza.
—No vas a hacerme caso diga lo que diga, ¿verdad?
—No he venido aquí para huir a la primera señal de
problemas. Puede que sea una duendecilla, pero no voy a dejar que
unos monstruos enormes y peludos me echen sin luchar.
Le sonreí, y luego me quedé pensando un momento.
—De acuerdo, bien... puedes ser Ginger.
Ella frunció el ceño.
—¿Ginger?
—¿Ginger Spice? Porque eres, con diferencia, la más valiente
de nosotras.
—¿Ginger era la más valiente?
—No sé si valiente, pero siempre quise ser más como ella.
Ahora quiero ser más como tú.
Gullie me acarició la nuca con su mano. Era cálida y suave, y
me provocó unas cariñosas punzadas.
—Puedes contarme más sobre eso después, cuando hayamos
terminado con todo esto.
—¿Por qué no os vais las dos a una habitación? —susurró
Mira.
—¿Por qué? —Gullie revoloteó hacia mi otro hombro—:
¿Quieres acompañarnos?
Mira enarcó una ceja incrédula y luego sonrió.
—Cuidado con lo que deseas, duendecilla.
—Espero que no estés planeando dejarme fuera de esta fiesta.
—Se quejó Mel.
—Definitivamente no. —respondí—. Ahora todo lo que
tenemos que hacer es conseguir gustarle a Ashera, y nuestro
escuadrón de Chicas Poderosas estará completo.
—Hagamos un buen trabajo hoy —sugirió Mira—, y puede
que lo haga.
La conversación cayó en una tranquila calma, y entonces me
di cuenta de que Ashera había estado susurrando casi todo este
tiempo. Un vapor suave y verde había empezado a salir del cuenco
que tenía en las manos. Ya no amasaba su contenido, sino que lo
machacaba con un molinillo. Miró entonces hacia el círculo que
tenía delante y pronunció una antigua palabra fae que no entendía.
Un viento extraño pasó junto a ella, tirando de su pelo y corriendo
hacia las velas, tiñendo su luz de verde al pasar sobre ellas. Alguien
susurró en algún lugar de la izquierda, pero cuando miré, no había
nadie. Un momento después oí otro susurro, y otro, y otro.
Parecía que había gente por todas partes, acercándose a
nosotros desde los alrededores del claro. No podía verlos, pero
podía oírlos y sentirlos. La piel de los brazos se me puso de gallina,
los pelos de la nuca se me erizaron y, al poco tiempo, vi que las
primeras luces empezaban a manifestarse a nuestro alrededor.
Aparecieron entre los árboles, pequeñas volutas de luz, la
mayoría de ellas azules o verde pálido. Revoloteaban cerca del
círculo, giraban a su alrededor, y luego salían disparadas alrededor
de Ashera, de los niños de la luna, de nosotras. Parecían juguetonas,
curiosas, como si fuéramos una cosa nueva y extraña que debían
explorar. La Alfa no había dejado de susurrar, pero estaba claro que
no los controlaba, sino que les hablaba, les hacía preguntas y
obtenía respuestas.
Ella había pedido silencio, así que no hice las preguntas que
me quemaban en la lengua. Quería saber qué eran esas cosas. ¿Eran
espíritus? ¿Fantasmas de los muertos? Verlos jugar y bailar me
hizo pensar en los duendes de mi país. Nunca había visto uno, pero
había oído hablar de ellos, y estos seres parecían similares.
—Tú, príncipe. —dijo Ashera, la palabra príncipe
pronunciada con desprecio.
Cillian se volvió para mirarla.
—¿Sí?
—Estamos casi listos para comenzar. ¿Vienes aquí
libremente, y por tu propia voluntad?
—Así es.
—¿Aceptas que hay un espíritu extraño metido dentro de ti?
Asintió con la cabeza.
—Lo hay.
—¿Pides ayuda a los espíritus de este bosque sagrado para
eliminarlo? ¿Entendiendo que estarás en deuda con ellos tanto si
tienen éxito como si no?
—Espíritus, pido su ayuda... Estaré en deuda con ustedes.
Los espíritus convergieron en el círculo ritual que Ashera
había creado, disparando hacia él como balas, pero sin llegar a
entrar en él. Vi cómo todos ellos se cernían en el borde del círculo,
con su luz colectiva iluminando la nieve, los árboles e incluso los
rostros de los niños de la luna que estaban frente a nosotros. Los
susurros cesaron abruptamente y fueron reemplazados por una
especie de suave zumbido que sonaba casi como una canción.
Era hermoso... silencioso al principio, pero ganando fuerza y
volumen a medida que pasaban los minutos. La melodía se dividió
de repente, rompiendo en una armonía que se elevaba, y caía y
flotaba en una especie de movimiento fluido. Los cuerpos de los
espíritus empezaron a palpitar, y sus luces se iluminaban y
atenuaban con la música. Era hipnotizante. No quería apartar la
vista de ellos.
Sentí un cosquilleo en las yemas de los dedos y noté que rayas
de luz empezaban a alejarse de mí y a acercarse al círculo. Mira,
Mel e incluso Gullie estaban produciendo estas corrientes, pero no
creí que ninguna de nosotras tuviera la intención de hacerlo. No
pasó mucho tiempo antes de que Toross, Jaleem, Lora, Praxis e
incluso Ashera se unieran, la magia dentro de ellos burbujeando y
canalizándose hacia el círculo ritual, hacia el Príncipe, como si lo
llamara él mismo.
Sólo que no lo hacía. Pude ver la confusión en su rostro.
Nunca había experimentado esto, y le había pillado por sorpresa
tanto como a mí.
El Príncipe se giró lentamente, observando a los espíritus
mientras cantaban, para él. De repente se vio bañado por la luz, que
jugó con su rostro, pintándolo en tonos azules y verdes, y realzando
sus ya de por sí hermosas facciones. Mi corazón se hinchó al verle
bajo esta luz, y en mi mente se instaló una sonrisa.
Si quieres ser mi amante...
Sacudí la cabeza y no sonreí a nadie, entonces oí el gruñido
de un trueno, y el disco se rayó. Al girar los ojos hacia la fuente, lo
vi; el Veridian. Era sólo una impresión contra el cielo oscuro, un
parche de nubes gruesas apenas visible desde la parte superior de
la línea de árboles.
Verlo allí hizo que mi corazón se moviera completamente en
la otra dirección. Se hundió en mi estómago como una bola de
fuego caliente, provocando una repentina liberación de adrenalina
que hizo que mis extremidades temblaran.
—Ahí está. —Le susurré a Gullie.
—Justo a tiempo. —Me contestó—. Teníamos razón sobre él.
—Esperaba que no llegara.
—Yo también.
—El ritual está listo. —anunció Ashera—. Comencemos.
—Hazlo rápido. —Ladró Toross—. El Veridian se acerca.
La Alfa giró la cabeza hacia sus lobos.
—Cread un perímetro —ordenó—. El círculo no debe
romperse.
Lora asintió, y con un gruñido a los otros dos, los niños de la
luna adoptaron sus formas de lobo y se dirigieron hacia el Veridian.
No se alejaron demasiado, sin entrar en la línea de árboles, pero
estaban lo suficientemente lejos de nosotras como para ser la
primera línea de defensa contra lo que saliera de la oscuridad.
Respiré profundamente.
—Creo que esa es mi señal.
—Tú quédate aquí —dijo Mira—, deja que hagan lo que se
les ha pedido.
—Sacudí la cabeza.
—No puedo quedarme aquí y esperar. Tengo que ayudar.
—Yo también ayudaré. —añadió Toross.
—¿Debes hacerlo? —Le preguntó Mira.
—¿A menos que tengas un problema con eso? —respondió
él.
Ella puso los ojos en blanco, dio un paso adelante y juntó las
palmas. Cuando las separó, apareció en sus manos un largo y
blanco arco recurvo. Con un movimiento de muñeca, manifestó un
carcaj lleno hasta el borde de flechas.
—Bien —suspiró—. Si tienes que enfrentarte a la oscuridad,
supongo que yo también debo hacerlo.
—Míralos —dijo Mel—. Preparándose para luchar como
pareja. ¿No es lindo?
La señalé con un dedo.
—Guarda esos ojos en forma de corazón.
Melina sacó una daga de su cinturón y una sonrisa de
satisfacción se dibujó en sus labios.
—Hace unas semanas te quejabas de que los faes no tienen
corazón. ¿Ahora quieres sofocar nuestros emergentes
sentimientos? Decídete.
Gullie flotó hasta el hombro de Melina y se agarró a su pelo.
—Sí, no es muy humano por su parte, ¿verdad?
La ceja de Mira se levantó de nuevo.
—Tiene razón, lo sabes.
—Sí, sé que tiene razón —respondí—. Y sabes que me
encanta todo esto y os quiero. Es sólo que están pasando muchas
cosas en este momento, ¿de acuerdo?
—Estás perdonada. Ahora, ¿qué tal si nos preparamos? Esa
tormenta va a llegar muy rápido.
Volví a levantar la vista hacia ella. Ya parecía que había
cruzado medio mundo para llegar hasta aquí. El viento se
levantaba, agitando las copas de los árboles. Furiosos relámpagos
azotaban el interior de las nubes mientras descendían, seguidos de
estruendosos truenos. Volví los ojos hacia el Príncipe y, por un
momento, nos quedamos atrapados.
Él no habló. En su lugar, apretó dos dedos contra su corazón.
Yo imité el gesto. No había tiempo para las palabras, no había lugar
para más comodidades. Era el momento de luchar.
El Veridian se acercaba, trayendo consigo lo que parecía el
fin del mundo.
26
e l infierno se desató rápidamente. Tan pronto como el
Veridian cayó sobre nosotros, el primer Wenlow salió
de la línea de árboles. Era rápido, grande, cubierto de
pelaje blanco y armado con garras largas y curvas que se
arrastraban por el suelo mientras corría. Mostró sus gigantescos
dientes amordazados, su enorme y cavernosa boca se extendía de
un lado a otro de su cara, pero lo peor eran sus ojos.
Eran profundas cuencas negras, sin nada en su interior.
Nada de ira.
Ni alegría.
Sólo oscuridad y hambre.
Lora, que claramente había ganado rango después de haber
vencido a Praxis, fue la primera de los lobos en atacar. La loba gris
se lanzó sobre el Wenlow, con los colmillos en ristre, el pelaje
erizado y afilado. Los otros dos la siguieron, lanzándose a la lucha
detrás de su líder. En lugar de quedarse paralizada, ella saltó sobre
la criatura con las patas por delante, golpeando su pecho y
apretando sus mandíbulas contra su hombro. La criatura retrocedió
un par de pasos y trató de arrancarla con sus garras, pero Praxis
mordió uno de sus brazos y Jaleem agarró el otro. Juntos, los tres
lobos lo derribaron con un poderoso golpe y comenzaron a darle
grandes mordiscos a su carne, rociando su sangre azul por toda la
nieve.
—¡Sí! —gritó Gull— ¡Toma eso, imbécil!
La emoción nos recorrió. El Wenlow no intentaba levantarse,
y cuanto más lo desgarraban los lobos, menos luchaba. Lo estaban
haciendo. Estaban matando a la criatura, y lo habían hecho casi sin
esfuerzo, coordinando sus ataques para asegurarse de que no
pudiera hacerles daño, pero lo matarían.
—No lo celebréis todavía —advirtió Toross. Mi tío se había
acercado un poco más a mí. Señaló los árboles más allá de los
lobos—. Mira.
Los relámpagos caían ahora con más frecuencia, y el
estruendo de los truenos nos llegaba casi inmediatamente después
de cada golpe. Cuando cada rayo se adentraba en el bosque, ofrecía
un poco de iluminación en una zona que, de otro modo, estaría muy
oscura. Allí, en la oscuridad, había más formas que se acercaban a
nosotros, moviéndose en silencio, lentamente, implacablemente
hacia nosotros. Me quedé con la boca abierta.
—Hay... muchos de ellos.
Cada uno de ellos era un humano perdido en Arcadia.
—Debemos estrechar nuestro perímetro —gritó Toross—.
Son lentos, pero nos sobrepasarán rápidamente.
—¿Nos paralizarán?
—Los niños de la luna tienen una resistencia a su magia,
pero... sí. Si no actuamos con la suficiente rapidez, será imposible
resistirlos.
Asintiendo, di tres pasos hacia los lobos, pero Toross me
cogió del brazo.
—Espera aquí con las demás, yo iré.
Le miré con el ceño fruncido.
—¿Ves esa marca en mi mano? —pregunté.
Él dirigió sus ojos hacia el tatuaje brillante en el dorso de mi
mano derecha. Los círculos y semicírculos brillaban con luz
interior, y parpadeaban intensamente con cada relámpago, como si
fueran reflectantes.
—Esta marca es exactamente la razón por la que debes estar
protegida.
—Ya me he enfrentado a los Wenlow una vez. Su efecto de
parálisis apenas funcionó en mí entonces. Me sorprendería que
funcionara en absoluto, ahora.
—No puedes estar segura de eso.
—No, pero no lo sabré a menos que vaya allí. Tienes que
proteger a Mira y a las demás. Eres el segundo en la línea de
defensa, ¿entendido?
Me frunció el ceño.
—Tú eres la tercera... Puedo ordenarte que te quedes aquí.
—Entonces, ordénamelo.
Su cara se torció, pero soltó mi mano.
—Mantenlas a salvo, tío. —rogué, y entonces me di la vuelta
y me tiré contra el suelo, llevando mi aspecto de depredadora antes
de que mis manos pudieran tocar la nieve.
Empecé a correr, pasando por delante de Mira, Melina,
Gullie… y al Príncipe. Me dirigí directamente hacia el trío de lobos
que acababa de abatir al primer Wenlow. Venían más. No trataban
de mantenerse ocultos, y no se apresuraban precisamente a llegar
hasta nosotros, eso significaba que nos alcanzarían de uno en uno.
Bien.
Así sería más fácil lidiar con ellos.
La voz de Ashera se elevó por encima del caos que estallaba
a nuestro alrededor, y comenzó a invocar a los espíritus de sus
antepasados para que la ayudaran a librar al Príncipe del espíritu
invasor. Quise darme la vuelta, mirar, ayudar, pero tenía que
concentrarme en lo que estaba haciendo. Todos teníamos un trabajo
hoy, y yo tenía que hacer el mío lo mejor que pudiera.
Mantener a los Wenlow alejados. Dejar que Ashera
termine. Salvar el alma del Príncipe.
Cuando me reuní con Lora y los demás, la criatura que habían
abatido estaba bien muerta. Tenía la lengua fuera de su enorme
boca, su pelaje blanco estaba cubierto de sangre azul y le faltaban
muchos trozos de carne. Los lobos se acercaron un poco más a la
linde del bosque, haciendo una línea firme entre ellos y el
exorcismo que tenía lugar detrás.
—Escúchame —dije, mientras me acercaba a Lora—, van a
venir a por nosotros de uno en uno, así que vamos a acabar con
ellos de uno en uno, y lo vamos a hacer rápido, antes de que su
magia pueda paralizarnos. ¿Entendido?
Ella me miró fijamente, con el hocico chorreando sangre azul.
No podía hablar como yo, pero podía gruñir, y lo hizo, dejando
claro su punto de vista. No iba a aceptar órdenes mías. Ninguno de
ellos lo haría. Yo no era su Alfa, y les importaba una mierda que
yo fuera la tercera de Ashera.
La negativa de la manada me dejó sin aliento. Antes de que
pudiera volver a hablar, los tres lobos se pusieron en marcha,
corriendo directamente hacia los árboles y yendo a por el siguiente
Wenlow más cercano. Los miré fijamente mientras lo derribaban,
observando cómo actuaban en conjunto para acabar con otra de las
horribles bestias.
Eran asesinos entrenados; eficientes, brutales y rápidos. Los
tres trabajaban en tándem, uno de ellos preparaba el golpe para que
lo asestara el siguiente, que a su vez lo preparaba para el siguiente.
Era un tren de salvajismo, y siempre llegaba a tiempo... hasta que
Jaleem tropezó y cayó mientras se dirigían a su tercer objetivo.
Me precipité hacia ellos, observando desde la distancia cómo
Lora y Praxis rodeaban a su compañero de manada caído,
intentando que se levantara. Una de las patas de Jaleem no
funcionaba. Podía oírle aullar y chillar, diciéndoles a los otros que
siguieran sin él, pero no le escuchaban. Mientras tanto, los Wenlow
se acercaban, lenta e inevitablemente. Aullé para llamar su
atención, tratando de advertirles que no tenían tiempo para debatir,
pero tampoco me hacían caso.
—¡Tenéis que moveros! —grité, pero mi voz cayó en saco
roto.
Uno de los Wenlow aceleró el paso, pues había visto a la
manada y había decidido que eran una presa fácil. Su repentina
explosión de velocidad y entusiasmo me puso nerviosa. Hasta
ahora habían sido lentos, sin demasiadas ganas de enfrentamiento,
pero éste se precipitaba por el bosque, con la boca abierta de par en
par, arrastrando las garras por el suelo.
Cargué junto a los lobos y me dirigí directamente hacia él,
sintiendo el viento que corría por mi pelaje y pasaba por mis
bigotes. Cuando la criatura me vio, se detuvo y luego se encabritó
como un oso, enderezando su joroba y haciéndose fácilmente
media cabeza más alta de lo que había sido hace un momento.
Podía sentir su magia paralizante tratando de alcanzarme,
rompiendo el límite de mis sentidos, pero no me frenó, y eso lo
cogió por sorpresa. Cuando me lancé sobre él, no fui a por el cuello
ni a por un brazo, sino a por una de sus piernas. Enredé mis dientes
en su rodilla y aproveché su considerable tamaño para girar
alrededor de la bestia, con mis colmillos desgarrando músculos y
huesos a medida que avanzaba.
En cuanto lo solté, cayó sobre su otra rodilla. Una vez
recuperada, me lancé de nuevo sobre él, saltando por detrás y
clavando mis mandíbulas a ambos lados de su cuello. Pude
saborear su sangre en mi boca, su carne bajo mi lengua; era un
sabor frío y metálico que me recordaba demasiado al de mi propia
sangre.
La criatura luchó conmigo durante un momento. Intentó
impulsarse hacia arriba, trató de agarrarse a mí, pero ya tenía
mucho dolor y carecía de la coordinación adecuada para
alcanzarme donde yo estaba ahora. Mantuve la boca apretada
alrededor de su cuello, sintiendo el flujo de su sangre mientras salía
a borbotones de la herida y caía en la nieve debajo de nosotros.
Más adelante capté al trío de lobos mirándome fijamente.
Jaleem se había levantado, pero una de sus patas traseras estaba
enroscada bajo él. Los otros dos me observaban como si quisieran
atacarme. En cambio, Lora giró la cabeza hacia un lado y ladró a
Jaleem. El lobo más pequeño empezó a alejarse a saltos,
dirigiéndose de nuevo hacia el círculo ritual que seguía brillando
en la distancia.
El Wenlow bajo mis mandíbulas dejó de moverse, los últimos
chorros de su sangre salieron de su garganta. Le solté el cuello y
me disponía a acercarme a los dos lobos, cuando Praxis y Lora
cargaron en mi dirección, con los colmillos desencajados,
mostrando sus dientes. Retrocedí un paso, preparándome para
defenderme de ellos, pero en lugar de eso pasaron zumbando a mi
lado y se lanzaron sobre otro de los gigantes blancos que había
estado a punto de acercarse sigilosamente a mí.
Los monstruos estaban cambiando de táctica. Ya no podía ver
a las otras criaturas, no podía oírlas, no podía sentirlas. Podía
olerlas, pero no estaba segura de que eso fuera suficiente. Jadeando,
salté de la bestia caída y me uní a los otros dos lobos mientras
intentaban derribar a una cuarta de esas cosas.
Praxis, tan enorme y oscuro como era, se abalanzó sobre el
Wenlow como una bola de demolición, haciéndolo caer. Pero
cuando llegó el momento de volver a levantarse, luchó. Lora, ahora
que la bestia había caído, fue a agarrar uno de sus brazos mientras
yo me abalanzaba también y le hundía los dientes en el otro.
Pero algo iba mal.
Ella no lo soltaba; tampoco le aserraba la carne con los
dientes.
—¡Lora! —grité, con la boca llena de pelaje lanoso y
sangre—. ¡¿Puedes luchar?!
Ella ladró, pero apenas podía moverse. El Wenlow que estaba
debajo de nosotras tiró de su brazo, enviándola por los aires y luego
sacudiéndola. Agarrarse a él debería haber sido fácil para ella, pero
la parálisis se había apoderado de su cuerpo, y se elevó en el aire
antes de estrellarse con fuerza contra el suelo. Solté el brazo de la
bestia y me lancé a por su cuello cuando aún estaba derribada,
aplastando su tráquea bajo mis mandíbulas y abriendo sus dos
yugulares. Esta vez no esperé a que estuviera muerto para soltarlo.
Retrocedí antes de que pudiera atacarme, poniéndome fuera del
alcance de sus garras mientras luchaba por levantarse. Pero
sangraba mucho y le había roto los tendones de la muñeca. Cuando
la criatura apoyó su peso en esa mano, volvió a caer en la nieve, y
esta vez no volvió a levantarse.
Praxis gruñó cerca. Vi que estaba en pie, pero que se movía
lentamente.
—Coge a Lora —grité—, ¡regresa con los demás!
Esta vez, no discutió. Se tambaleó hacia la loba más pequeña,
cambió a su forma de fae y la levantó. Con ella echada sobre su
hombro, me miró con dureza, luego se dio la vuelta de nuevo y se
dirigió al círculo ritual, lentamente, arrastrando los pies.
Me quedé sola, rodeada de relámpagos y de una sensación de
miedo absoluto, y de peligro por todas partes. Las sombras
empezaron a cernirse sobre mí, viniendo de algún lugar detrás de
mí. Me giré rápidamente en el acto, con las patas clavadas en el
suelo. Allí, entre los árboles, había cuatro Wenlow fuertemente
agrupados, con sus enormes y corpulentos cuerpos iluminados
momentáneamente por el pulso constante de los rayos que rasgaban
el cielo sobre ellos.
Y todos me miraban fijamente.
27
l a primera de las cuatro bestias rugió y luego cargó. Me
puse rígida, calculando mi ángulo de ataque, tratando
de determinar mis opciones, pero eran demasiados.
¿Cómo iba a matar a cuatro sin ayuda? E incluso si los mataba, ¿no
había muchos más detrás de ellos, acechando en el bosque?
El tatuaje de la parte posterior de mi pata se iluminó, enviando
ondas de energía a todo mi cuerpo. Pensé en mi madre mientras el
Wenlow se abalanzaba sobre mí; pensé en el momento en el
acantilado con Toross, y en cómo había canalizado mi magia en un
devastador ataque relámpago. Ahora podía sentirlo, esa carga de
poder, lista para ser liberada.
Endureciendo mi espalda, dirigí mi hocico hacia el Wenlow,
abrí mi boca y dirigí una ráfaga de luz que lo atravesó como si fuera
de papel. El rayo de luz golpeó a la criatura en el pecho. La luz
salió despedida en todas direcciones, haciendo que la bestia
explotara como si se hubiera tragado una granada.
Me quedé observando el cadáver humeante mientras lo que
quedaba de él caía al suelo. Motas de sangre azul y caliente
salpicaron mi cara, un pie salió volando hacia los árboles y un brazo
aterrizó en algún lugar cercano con un ruido sordo.
—Mierda... —Jadeé, sin aliento, con el cuerpo todavía
vibrando, con un cosquilleo en la boca.
Los otros tres monstruos parecieron confundidos por un
momento, como si de repente tuvieran una razón para dudar si
atacarme. Retrocedí un paso, tratando de invocar la magia que
acababa de desatar, pero no pude sacarla de mí. Los instintos me
decían que mi batería se había agotado y que debía esperar a que
se recargara, pero no tenía ni idea de cuánto tardaría.
Una vez que se hubieron decido, los otros Wenlow se
abrieron paso entre los árboles, los tres a la vez. Estaba a punto de
elegir uno para atacar, cuando una serie de flechas pasó zumbando
por mi cabeza e hirió a uno en el brazo, el pecho, el cuello y la
cabeza. El monstruo se tambaleó, tropezó con un árbol caído y se
desplomó con un gran estruendo. Detrás de mí, al borde de la línea
de árboles, estaba Mira con su arco recurvo, resplandeciente,
magnífica; como una guerrera.
—¡No seas idiota! —gritó—. ¡Ni siquiera tú puedes con todos
ellos!
—¡Ahora sólo son dos!
—Mira mejor.
Salté hacia ella unos pasos antes de volver a girarme. Tenía
razón, el bosque estaba lleno de ellos ahora, que parecían llegar a
lomos de los rayos que caían con una furia como nunca antes había
visto. El bosque se encandilaba, alternando la luz y la oscuridad en
rápidos y violentos destellos.
—¡Maldita sea! —gruñí, luego me giré y me dirigí hacia Mira
en el borde de los árboles—. Vuelve al círculo ritual —grité—. ¡Ya
vienen!
A diferencia de los niños de la luna, ella no necesitó que se lo
dijera dos veces. Se dio la vuelta y empezó a correr hacia el círculo
ritual, que estaba envuelto en tanta luz que ni siquiera podía ver al
Príncipe dentro de él. No tenía ni idea de si el exorcismo estaba
funcionando o no, si Cillian estaba de pie o había caído de rodillas;
si estaba vivo o muerto. Sólo tenía la palabra de Ashera de que
expulsaría el espíritu de su interior, pero parecía lo suficientemente
dispuesta a matarlo si era necesario. No podía pensar en eso. Me
acercaba a Praxis, que aún no había llegado al claro. Tampoco
parecía que se moviera lo suficientemente rápido como para
lograrlo.
—Ponla a mi espalda. —ordené.
—No —gruñó—, puedo hacerlo.
—¡Serás más rápido en tu forma de lobo!
—Aléjate.
Intentó apartarme con el pie, pero perdió el equilibrio y cayó
de rodillas, dejando caer a Lora al suelo. Estaba totalmente
paralizada, con los ojos muy abiertos y las extremidades inmóviles.
—Levántate, Praxis. —Le gruñí—. No tenemos tiempo para
esto.
—Tú... tú los trajiste aquí. —Jadeó—. Nuestra sangre está en
tus manos.
—¿No ves que estoy tratando de ayudarte? ¿Por qué tienes
que ser tan jodidamente terco?
—Prefiero morir como un guerrero que dejar que me ayudes.
—Entonces deja que yo te ayude. —Llegó la voz de Toross.
Se abalanzó rápidamente, levantando a Praxis y poniéndolo
en pie. Los Wenlow seguían llegando, los grandes monstruos
blancos atravesaban el bosque, acompañados por los incesantes
relámpagos y truenos. No teníamos mucho tiempo para esto, pero
con Praxis de nuevo en pie, teníamos la oportunidad de volver al
claro.
Salí de mi forma de loba, me apresuré a acercarme a Lora y
la cogí en brazos. Pesaba mucho, pero también tenía poderes
sobrenaturales, así que pude agarrarla y empezar a avanzar hacia el
claro, siguiendo el ritmo de mi tío y de Praxis.
Delante de nosotros vi a Mira junto a Melina, Gullie y Jaleem,
que se mantenía en pie sobre sus cuatro patas y parecía dispuesto a
luchar. El efecto de la parálisis había desaparecido rápidamente. Si
conseguíamos alejar a Lora y a Praxis de la bestia, tal vez podrían
volver a la lucha antes de que llegaran más de esos monstruos.
Todo lo que teníamos a nuestro favor era la velocidad. Ellos
tenían los números; un suministro interminable, parecía. Una horda
de almas perdidas, antiguos humanos convertidos en caníbales, de
monstruos hambrientos capaces de diezmar a los fae si se
acercaban lo suficiente a ellos. Había visto lo que una de estas
criaturas había sido capaz de hacer a los faes del castillo. Ahora
también había visto lo que podían hacer a los niños de la luna, si se
les daba el tiempo suficiente.
Teníamos que ganar.
—¿Cómo lo llevas? —preguntó Gullie en cuanto estuve lo
suficientemente cerca.
Dejé a Lora en el suelo y levanté la vista.
—Tengo la boca llena de sangre azul y los músculos
doloridos, pero estoy bien.
—Sí, esa sangre que te chorrea por la cara te da un aspecto
absolutamente aterrador —añadió Mel—. Como que te pega.
Me limpié la sangre de los labios con el dorso de la mano.
—Es asqueroso. —Al girar la cabeza sobre mi hombro, me di
cuenta de lo cerca que estaban los Wenlow. Les habíamos ganado
la partida, pero no por mucho. Volví a ponerme en pie—. No se
detienen.
—¿Esperabas que lo hicieran? —preguntó Mira.
Mirando hacia arriba, el Veridian nos rodeaba ahora. El cielo
se agitaba, negro y gris, y rojo intenso. Los relámpagos gruñían, el
viento aullaba y corría, pero el círculo de luz permanecía, un faro
en la oscuridad, brillando con fuerza contra la parte inferior de
aquellas horribles nubes.
—¿Cuánto tiempo creéis que le queda? —pregunté.
—Es difícil de decir. —contestó Toross—. Podrían ser
minutos, pero también horas.
—Tenemos que conseguirle más tiempo.
—Eso significa que nos toca. —intervino Mel, dando un paso
hacia los árboles con Gullie en su hombro.
—Oye, espera, ¿qué estás haciendo? —Llamé.
Mel inclinó la cabeza sobre su hombro.
—No creerías que no tendríamos un papel en esto, ¿verdad?
—preguntó, sonriendo.
Fruncí el ceño.
—Sólo... no os hagáis daño.
Ella se volvió hacia el bosque.
—¿Preparada, Gull?
—Estoy lista. —Oí contestar.
No tenía ni idea de lo que habían planeado exactamente, pero
los Wenlow estaban cargando por el bosque a un ritmo alarmante.
En menos de un minuto, pensé, estarían sobre nosotros. Ya podía
sentir mis músculos tensos, mi pecho apretado. Mi corazón no
podía latir más fuerte de lo que ya lo hacía, de lo contrario no estaba
segura de poder mantenerme en pie.
Delante de mí, Melina extendió sus manos hacia los árboles.
Sentí una repentina acumulación de energía, oí el crujido de la
nieve alrededor de sus pies cuando una fuerza invisible la aplastó
contra el suelo. Gullie salió flotando de su cabello y se colocó entre
sus manos, y entonces un arco iris de luz prismática surgió frente a
ellas.
La luz se disparó hacia los árboles, floreciendo en todas las
direcciones en cuanto alcanzó la oscuridad y bañando los bosques
circundantes con luces de todos los colores. Era un muro de luz
cambiante, que pasaba del rojo al verde, al púrpura y al amarillo, y
parecía extenderse por todo el claro, rodeándonos a nosotros y al
pequeño círculo ritual del centro.
Los Wenlow se detuvieron momentáneamente, sorprendidos
por el repentino brillo.
—¿Qué... qué demonios? —pregunté.
—Buen truco, ¿eh? —Se burló Gullie.
—¿Eres tú?
—Lora nos ayudó a descubrir cómo combinar nuestra magia.
—respondió Mel, aunque su voz temblaba por la concentración que
estaba ejerciendo—. Los duendes y los niños de la luna llevan
siglos haciendo esto. Los faes del castillo se lo están perdiendo.
Una de las criaturas se acercó a la barrera y pasó sus garras
por el escudo de luz, que brilló al ser tocado, pero no se rompió. La
criatura lanzó sus puños contra el escudo y, aunque éste se
tambaleó, no se rompió ni se hizo añicos. Se mantuvo firme y
fuerte, y lo mantuvo al otro lado de él.
—¿Cuánto tiempo puedes aguantar eso? —preguntó Mira.
—No lo sé —afirmó Mel—, es mi primer escudo mágico.
Me giré y traté de estudiar el círculo brillante que rodeaba al
Príncipe. Podía ver su sombra cuando la luz cambiaba. No parecía
que estuviera de pie, sino de rodillas, con las manos alrededor de
la cabeza. Me pareció que gritaba, pero no podía oírlo y apenas
podía verlo.
Ashera no había dejado de hablar ni una sola vez. Todo este
tiempo lo había pasado recitando el ritual de exorcismo, tratando
de expulsar al espíritu con sus palabras y la magia de la voluntad
de los espíritus, pero el Veridian no parecía alejarse, y a medida
que más Wenlow se acercaban al escudo de Melina y lo golpeaban
con sus puños, supe que no podría sostenerlo por mucho tiempo.
Me apresuré a acercarme a los tres lobos, que parecían empezar a
ponerse en pie.
—¿Podéis luchar? —pregunté.
Praxis me miró con la mandíbula apretada.
—Lucharemos hasta morir por nuestra Alfa. —gruñó.
—Tu Alfa está ocupada, y tu Beta y yo acabamos de salvar
vuestras vidas. Si queréis ayudar a Ashera, me escucharéis. ¿Está
claro?
—No lo haré...
—Praxis, basta. —Cortó Lora. Se puso delante de él y me
miró—. ¿Qué quieres que hagamos, Loba Blanca?
Le asentí con la cabeza.
—Ponte delante de Melina. No dejes que los Wenlow se
acerquen a ella o a Mira; la parálisis las afectará mucho más rápido
que a ti. Cuando lleguen, coordinad vuestros ataques. Derríbenlos
de uno en uno. Esperad a...
El círculo mágico detrás de mí explotó, la onda expansiva nos
lanzó a todos al suelo. Fui vagamente consciente de que los
espíritus huían frenéticamente, de que sus lucecitas pasaban
zumbando junto a mi cabeza y desaparecían en la nada. La cabeza
me palpitaba, los oídos me zumbaban y cada centímetro de mi
cuerpo gritaba que algo había salido terriblemente mal.
Al inclinar la cabeza hacia arriba, vi que el escudo que Mel
había puesto hace un momento se mantenía, aunque había
empezado a parpadear. No estaba segura de cómo había
conseguido mantenerse en pie, pero ella estaba sobre una rodilla,
con las dos manos extendidas, y Gullie seguía flotando entre ellas.
Estaba radiante de luz, envuelta en ella. Realmente era algo que
había que ver.
Cillian gritó de repente, con un sonido que me heló la sangre.
Me di la vuelta, sobre mi costado, y lo vi ahora, de rodillas,
agarrándose los cuernos y rugiendo en la nieve alrededor de sus
pies. A su alrededor, zarcillos de oscuridad comenzaron a
retorcerse y a salir de su cuerpo, emergiendo y rodeándolo en una
especie de manto espeso y sombrío. El Príncipe golpeó el suelo con
los puños, y el manto de sombras salió disparado de su espalda, con
los zarcillos estallando como si estuvieran vivos. Observé cómo
esos miembros de sombra se extendían y alcanzaban el cielo, donde
se unían como olas que chocan entre sí. En unos instantes, la
oscuridad se expandió como la sangre en el agua, creando una
sombra mucho más profunda que contrastaba con el Veridian que
colgaba sobre ella.
Y de la oscuridad surgió un rostro gigante, negro como la
brea, con ojos rojos brillantes y grandes cuernos curvos. Era un
rostro que había perseguido mis pesadillas desde el día en que lo vi
en el espejo.
28
R adulf.
COntinuaRá…
Nota de la autora
¡Muchas gracias por leer Taken! Si eres un lector habitual de
mis libros, sabrás que éste se aleja un poco de lo que estás
acostumbrado. Espero que lo hayas disfrutado igualmente. A
diferencia de mis otras series, ésta se basa en el mundo real con
mucha más fuerza.
Dahlia, por ejemplo, trabaja en la Tienda Mágica de Carnaby
Street, en Londres. Ese es un lugar real en el que he estado varias
veces, y de hecho me inspiré para escribir sobre la Caja Mágica
durante mi último viaje. La Hexquis se basa libremente en la
Banshee, y el Wenlow se basa en el mito real de los nativos
americanos del Chenoo. Realmente quería basar esta serie en la
vida real para intentar poner énfasis en los pequeños aspectos de
terror que me encanta incorporar en mis libros.
En fin, no quiero entretenerte. Sólo quería darte las gracias,
de nuevo, por sumergirte en este nuevo mundo conmigo. Esta serie
tiene 4 libros, y luego escribiré un montón más de romance de
fantasía de portal, ¡porque me ENCANTA escribirlo! ¡Espero que
estés aquí para el viaje!