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Bliss
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Isa’s Colness
Recopilación
Izzy
Lectura final
Izzy
Índice
Sinopsis Página 5
Capítulo 1 Página 6
Capítulo 2 Página 11
Capítulo 3 Página 21
Capítulo 4 Página 26
Capítulo 5 Página 34
Capítulo 6 Página 42
Capítulo 7 Página 48
Capítulo 8 Página 54
Capítulo 9 Página 58
Capítulo 10 Página 61
Capítulo 11 Página 66
Capítulo 12 Página 70
Capítulo 13 Página 81
Capítulo 14 Página 84
Capítulo 15 Página 87
Capítulo 16 Página 89
Capítulo 17 Página 93
Capítulo 18 Página 97
Celia Aaron Página 107
Sinopsis
No necesito a una mujer en mis asuntos; especialmente no a una
con una boca inteligente y un cuerpo curvilíneo. Molly Gale no ha
sido nada más que problemas desde que apareció en el rancho de
al lado. Y ahora, justo antes de que una gran tormenta de nieve
azotara en Víspera de Navidad, tengo que ir a ver su hacienda.
Tengo que verla, tener que conseguir otro olorcillo de su aroma a
fresa. Es suficiente para volver demente a un hombre. Pero
mantendré las cosas profesionalmente, mantendré las manos para
mí, y haré lo que necesite ser hecho. Es el plan perfecto… Hasta que
mi caballo me lanza y necesito ayuda de nadie más que de la
mujer con lengua fiera y caderas deliciosamente gruesas. Yippee ki
yay* y Feliz Navidad para mí.
—No hay mujeres en el Rancho Brady Mountain por una razón, Molly. Este
es un excelente ejemplo de por qué. Ahora, amablemente, sal de mi camino.
Necesito ver a un hombre por algunas herraduras.
—No puedes mantener a una mujer para que te salve la vida. Nadie te
querría.
Tex en el mostrador había dejado de gritarles a Fred y Len, los tres hombres
se volvieron para mirarme.
—No veo a ningún hombre derribando tu puerta. —Apreté las manos, sin
estar seguro de si quería estrangularla o jalarla y mostrarle que sabía todo tipo
de formas de complacer a una mujer.
—Eso es porque los pateo a todos antes del amanecer. —Se giró y se alejó,
sus caderas se balanceaban, su culo se veía perfecto en jeans ajustados.
Agarré las riendas con más fuerza y tiré de Slingshot hacia casa. El cielo se
oscureció y perdí la noción del tiempo. El banco de las nubes se tornó púrpura
—¡Maldición!
—Vamos, viejo.
—Whoa.
—Whoa, muchacho.
—¿Quién es, niña? —Le di unas palmaditas en los cuartos traseros y luego
jalé el chal más cerca a mis hombros. El viento había estado levantándose
constantemente durante la última hora, el frente de la inminente tormenta se
movía más rápido de lo que cualquiera había anticipado.
—No estoy segura. —No quería salir al matorral de salvia si podía evitarlo.
El clima se estaba deteriorando rápidamente. Por otra parte, si alguien estaba
allí afuera robando ganado, tenía que saberlo—. ¿Tal vez es Santa pasándose
temprano? —agregué con una sonrisa irónica.
—No, tu pierna necesita otro mes. Si no sana bien, el doc dijo que tendría
que enviarte a Denver para una cirugía. —No podía arriesgarla, no ahora. Era
una ranchera experimentada, una viuda que había ocupado el lugar en mi
rancho cuando más la necesitaba. Nunca obtuve su historia pasada, y eso
estaba bien conmigo. Estaba preocupada por el futuro. Ella parecía
preocupada, también. Tenía que mantenerla en buena forma para pasar el
invierno y todo el trabajo que la primavera traería—. Saldré para allá.
—Lo sé. Pero quiero que mires la granja. Si se trata de ladrones de ganado,
estaremos en un mundo de mierda si las dos nos atascáramos en la salvia para
cuando llegue la tormenta. Una de nosotras necesita quedarse aquí y pedir
ayuda si se llega a eso.
Sacudió la cabeza.
—No me gusta.
—Espera.
—Algo viene.
—Aun así no me gusta esto. —Se agarró a la parte superior de la cerca, sus
manos bronceadas por una vida al aire libre.
Otra ráfaga de aire ártico me azotó y sacudió las puertas del granero. Los
caballos adentro relincharon, luego se calmaron cuando nosotros pasamos. La
noche había caído rápidamente, y las nubes inminentes oscurecían la poca luz
de luna que había. No era una noche para estar en las colinas.
—¿Dónde está él? —Sabía que Ingram estaba aquí afuera. A pesar de mis
maldiciones anteriores, esperaba que no estuviera en mal estado, pero un
caballo sin jinete no presagiaba nada bueno.
—¿Vas a decirme qué pasó o vas a seguir siendo un idiota gruñón? —Un
toque de frío aterrizó en la parte posterior de mi cuello. Los copos de nieve
aparecieron en el haz de la linterna.
—¿Idiota gruñón? —Su voz era del mismo gruñido que recordaba de hace
diez años: baja y áspera como un pedazo de cardo rodador del desierto.
Gimió de nuevo.
Idiota terco.
—Vengo aquí para hacer lo correcto, la cosa del buen vecino, y esto es lo
que recibo. —Luchó hasta ponerse en equilibrio sobre su rodilla derecha—. Tienes
razón. Debería haberme quedado en mi propiedad en lugar de venir aquí para
advertirte de los ladrones de ganado.
—Esa es la razón por la que estoy aquí. —Trató de bajar el pie izquierdo y
de levantarse, pero este no se separó del suelo—. Mierda.
Nunca había estado tan cerca de él, excepto tal vez la única vez en la
cooperativa cuando lo molestaba. Fuerte, guapo, pero desagradable como el
infierno. Había una razón por la que vivía solo. Pero nada de eso detuvo la ligera
aceleración de los latidos de mi corazón mientras endurecía mi agarre en su
brazo y lo ayudaba a levantarse.
—Te dije que estoy bien. —Trató de dar un paso, pero vaciló.
—Yo empecé a montar a los tres. Y puedo garantizarte que soy mejor jinete
que tú.
—Ganaste algunas carreras de barriles cuando tenías quince. Eso no te
hace mejor jinete.
—Lo traeré de regreso. Tiene una rodilla lesionada, así que prepara el
botiquín de primeros auxilios en mi sala de estar y, si no te importa, aviva el fuego
para nosotros.
—Entendido, jefa.
—No. Vamos a ir a mi casa para poder ver esa pierna tuya y luego te
llevaré con Slingshot a casa.
Bufó.
Slingshot manejaba bien el terreno, pero la nieve caía con fuerza y rapidez.
Me acurruqué más cerca en la espalda de Ingram para que los copos no
cayeran entre nosotros. Nuestros sombreros y abrigos nos mantenían bastante
secos, aunque mis manos comenzaron a temblar por el frío de camino a casa.
Extendí mis dedos y los apreté en puños varias veces para que fluyera la sangre.
Ingram lo notó, porque me agarró las manos y las metió dentro de su abrigo con
otro gruñido.
—Gracias.
Con muy poca luz de luna y mucha nieve, ya nos acercábamos a las
condiciones de una tormenta de nieve. No me di cuenta de que estábamos tan
cerca de casa hasta que la valla apareció a través de la bruma blanca.
Ingram luchó por bajarse de la silla de montar, pero cuando levanté las
manos para ayudarlo, las apartó. Aterrizó en su pierna derecha con una mueca
de dolor y casi se cae, pero yo lo agarré de la cintura y lo sostuve.
Lo guiamos por las escaleras mientras dejaba salir otra cadena colorida de
maldiciones que hubieran enorgullecido a mi padre. Los adornos en mi pequeño
árbol de Navidad tintinearon mientras nosotras pasamos luchando con Ingram
entre ambas. Tanya dejó escapar un par de ladridos de su asiento junto al fuego,
pero no hizo ningún esfuerzo por investigar más. Como le había pertenecido por
primera vez a mi padre, conocía a Ingram desde hacía bastante tiempo.
Una vez que Ingram se sentó en el sofá frente al fuego, Julia preguntó si
necesitábamos algo más antes de que se hiciera cargo de Slingshot.
—No lo sé. ¿Tendrías una mordaza? ¿Tal vez podrías traerme un bozal para
él? —Miré sobre mi hombro y capté la mirada fulminante de Ingram.
Julia se rió.
—Buena suerte con todo eso. Solo avísenme si necesitan algo más.
—Sí, señora. —El viento helado giró en el interior cuando ella abrió la
puerta, pero se disipó una vez que se cerró herméticamente de nuevo.
—Evaluemos el daño.
Su mirada recorrió mi cuerpo, y una emoción inesperada me atravesó. Ya
sabía que Ingram era un hombre apuesto, pero en la poca luz del fuego y con
un poco más de una sombra de barba en la mandíbula de las cinco en punto,
él era un bombón fuerte. Especialmente cuando me miraba así, con los ojos
ligeramente encapuchados y su atención fija en cada curva que tenía para
ofrecer.
—¿Tienes whisky?
3
Ingram
Ella me quitó la bota y trató de subir la pernera del pantalón para echarle
un vistazo a mi rodilla.
—Lo sé.
—Lo sé. —Su tono cayó, como un alambre siendo jalado para tensarlo—.
Vas a tener que quitártelos. Las malditas cosas no ceden para nada. —Se sentó
en la mesa de café rugosamente tallada y señaló mis jeans.
—Hazlo tú mismo.
No me perdí el color que subió por sus mejillas. Ella tenía veinticinco años o
más, si mis matemáticas eran correctas. Hermosa, no pude negarlo. Su largo
cabello rojo le caía sobre los hombros y enmarcaba su rostro, sus ojos azules
centelleaban bajo la tenue luz. Cómo su padre canoso creó una criatura tan
encantadora, me sobrepasaba, y tuve que asumir que Molly obtuvo sus genes
de su madre.
—Ya que lo pides tan bien. —Me incliné hacia delante y puse la botella a
su lado.
Ni un poco.
Nunca estaría preparado para una mujer como Molly, eso era seguro.
Observé su culo redondo, la curva de sus caderas, la forma en que sus jeans se
le amoldaban como una segunda piel. Mi polla se levantó un poco, empujando
mi cremallera. Aparté la mirada, forzándome a calmarme. Ella me había
acusado de ser un ladrón, por el amor de Dios. Sin mencionar lo que había hecho
con Pop. Ese último pensamiento fue como un cubo de agua helada. Molly y yo
no éramos amigos. Apenas éramos vecinos. Tenía la intención de mantenerlo así.
Me levanté, balanceándome sobre mi pierna sana, y me desabroché el
cinturón. Tanya, la vieja perra de Pop, apenas me lanzó una mirada desde su
lugar junto al fuego. Nos conocemos de hace mucho. Una vez que mis jeans
estaban acomodados sobre el brazo del sofá junto a mí, me senté y casualmente
me aseguré de que mi camisa de franela cubriera mi entrepierna.
—Listo.
Deseé que mi mente mantuviera a raya los pensamientos sucios. Fue difícil,
pero Molly me ayudó cuando secó la sangre de la rodilla con un poco de
alcohol. Mierda, eso ardió.
—El corte no es tan malo. —Lo limpió con cautela, luego puso una mano
detrás de mi pantorrilla y tiró hacia adelante—. Pero creo que el peor daño es
del tipo que no puedo ver.
Maldita sea. ¿Por qué siempre tenía que presionar mis botones?
—Estaba en tu propiedad solo por una razón. —Agarré mis jeans y busqué
en el bolsillo hasta que mis dedos tocaron el metal frío y áspero. Le di el
encendedor y le dije—: Lo encontré en un lugar donde alguien había derribado
la cerca entre nuestras propiedades. Hay un montón de pistas por allí, también.
Sospecho que ambos encontraremos que nos faltan algunas cabezas de
ganado.
Asentí. Las iniciales “TP” solo podrían pertenecer a un hijo de puta: Trey
Piper. Su familia era propietaria de unos miles de acres más abajo de la montaña,
pero ganaban la mayor parte de su dinero con apuestas ilegales, prostitución y
robo. Eran personas rudas, no del tipo con los que te gustaría joder. Por suerte
para mí, también fui bastante rudo, así que no tendría problema en joderlos por
tomar lo que era mío.
—¿Qué? —La forma en que me miró hacía que el calor hiciera erupción
en mi pecho. Probablemente era solo el licor. Tenía que serlo.
—Claro que parecía eso. Soplar humo por mi trasero ahora que te traje
evidencia de que alguien más lo hizo no se ve bien para ti.
—No estoy soplando humo. —Se colocó el pelo detrás de las orejas,
recordándome cómo hacía lo mismo cuando era adolescente y era demasiado
tímida para decir mucho—. Solo estaba tratando de sacarte un poquito, es todo.
—¿Sacarme?
Ladeó la cabeza.
—Creo que los dos sabemos que me has estado evitando y me has dado
la espalda desde que volví aquí. No sé por qué. Pero sí quiero que seamos
amigos. Somos vecinos, después de todo. Pop hubiera querido…
Levanté la mano.
—Déjame detenerte allí mismo. No tienes que decirme qué es lo que tu
papá hubiera querido.
Fui un gilipollas. Tal vez ella era una mocosa ingrata, pero mi papel no era
corregirla.
—Mira, lo sien…
Tal vez fue algo bueno. No necesitaba enredarse con un bastardo agrio
como yo. Terminé el whisky y recosté la cabeza en el sofá familiar mientras
trataba de no pensar en el dolor que había visto en sus ojos.
4
Molly
Rompí las bandejas de hielo, girándolas hasta que los cubos cayeron en
un cuenco que había colocado en el desgastado mostrador de formica. Dos
lágrimas escaparon y se dejaron caer en el cuenco, congelándose junto con los
cubos. Las palabras de Ingram eran dagas, aún alojadas entre mis costillas. Pero
tenía razón. No había estado allí para Pop.
Suspiré y agarré una bolsa Ziploc, luego arrojé el hielo dentro. Una vez que
logré recuperar el equilibrio, entré de nuevo en la sala de estar y me senté frente
a Ingram.
—Zane dijo que estamos bien. El lugar está muy bien asegurado. El ganado
está protegido. —Me miró con expresión pensativa mientras desplegaba el
vendaje de Ace y comenzaba a envolver su rodilla.
—Es un buen empleado.
—He tenido algo de suerte con él, seguro. Toma bien la dirección.
Una vez que la rodilla estaba cubierta, la fijé más ajustada, y le señalé el
sofá.
—Adelante, acuéstate. Pondré el hielo encima una vez que estés listo.
—¿Asuntos?
—Los Piper. —Había tenido encuentros con ellos antes, pero nada a esta
escala. Trey había intentado conversar conmigo en la cooperativa cuando volví
a casa. Él había querido comprar mi tierra. Mi rechazo no le había sentado bien,
especialmente teniendo en cuenta que su propuesta también incluía que él y yo
pasáramos un "tiempo de calidad" juntos. Hermoso y rubio como todos los otros
hombres Piper, no estaba acostumbrado a ser rechazado en los frentes de
negocios o personales. Simplemente no me había encontrado todavía.
—Tengo la intención de tener unas palabras con ellos tan pronto como
pueda llegar allí.
—El Sheriff Crow está en sus bolsillos. Lo mantienen bien pagado para que
mire a otro lado mientras ellos pasan por encima de los rancheros del condado.
Con una mueca, levantó también la pierna mala y luego se recostó en los
cojines.
—Sí.
—Has estado aquí muchas veces. No veo por qué eso tiene que cambiar
solo porque ahora estoy a cargo. —Me puse de pie y caminé hacia el fuego,
agregando un tronco grueso para mantenerlo ardiendo hasta la madrugada.
Sus palabras sobre mi padre volvieron a mí, atrapándome como un boomerang.
Tragué saliva espesa y me levanté cuando las llamas lamieron la parte inferior
del combustible nuevo.
Quería discutir, informarle que podía conducir bien, muchas gracias, pero
no tenía la energía para hacerlo. Los pensamientos de Pop me rodeaban como
un fantasma, drenándome de la forma en que solo la culpa podía.
—¿Puedo al menos disculparme por lo que dije antes? —Su voz no era el
ladrido duro que esperé. Fue una suave caricia, una que me hizo volver y
sentarme en una silla raída.
Sabía que la última parte era verdad. Hice todo lo que pude para
convencerlo de que debería volver a casa y cuidarlo. Pero Pop no lo permitía.
Me dijo que si venía a su puerta, no me dejaría entrar. Dios, eso había dolido.
Pero Pop no fue alguien que era delicado con las palabras. Lo decía. Y era en
serio.
—¿Pop?
—Gracias. —Su suspiro silbó por el teléfono—. Gracias. Ahora vuelve a tus
estudios. Ya estoy dando cabeceadas. Malditas pastillas.
—Lo siento. —Me froté la cara con la manga—. Solo estoy pensando en
una de las últimas veces que hablé con Pop.
—No puedo sentirla. Gracias a las pastillas que me diste y al whisky. —Sus
labios se levantaron en las esquinas, y no me había dado cuenta de la gran
sonrisa que tenía.
—¿Por qué nunca sonríes? —La pregunta salió antes de que tuviera la
oportunidad de pensar sobre eso.
Él se encogió de hombros.
—Yo sonrío.
—¿Cuándo?
—Por supuesto.
Me hice la listilla.
Fue una de las razones por las que no me molestaban las fanfarronadas de
Ingram y su comportamiento hosco. Él había estado allí para Pop cuando yo no
podía. Tenía un gran corazón escondido debajo de su caparazón duro. Y no
hacía daño que pareciera un vaquero de la portada de una novela romántica.
—¿En serio?
>>Cada vez que hablamos, le prometí que no iría a verlo. Me suplicó que
me mantuviera alejada. —Las lágrimas habían regresado—. Y acepté, porque
era muy débil y no quería molestarlo. Pero todos los días que llamé, intenté que
cambiara de opinión. Él no lo hacía. Ni siquiera al final. Ni siquiera cuando sabía
que eran los últimos días. Me suplicó que no fuera porque solo quería recuerdos
felices para mí. Especialmente después de mamá. —Me quedé sin aliento
cuando Ingram agarró mis manos repentinamente frías en las suyas cálidas.
Ella negó con la cabeza, una lágrima se deslizó sobre sus pestañas
inferiores.
—Espera, Molly…
—Solo grita si necesitas algo. —Su mirada viajó a todas partes excepto a
mi cara—. El fuego debería mantenerte caliente, y puedo agarrar una manta
adicional por las dudas.
—Molly. —Suavizo la voz, usando el mismo tono que usaría con un potro
asustadizo—. Por favor, siéntate. Solo por un momentito.
—¿Para qué? ¿Para que puedas echarme en cara a Pop un poco más?
—Las palabras deberían haber sido pronunciadas con ira, pero en cambio, la
tristeza resonó en su voz.
Joder, era un idiota incluso más grande de lo que pensaba. Extendí la
mano hacia ella.
—¿Por favor?
—Y, oye, si te hace sentir mejor, ¿te dejaré golpearme la rodilla? —La
señalé y le di lo que esperaba fuera una sonrisa cautivadora.
Colocó los pies a su lado y se apretó el chal sobre los hombros. Una
posición defensiva. Una en la que la puse.
—Teatro, mayormente.
—Para nada. —Yo apenas había terminado la escuela secundaria, así que
no tenía ningún lugar para hablar —. ¿Parece que aquello tal vez fue divertido?
¿Actúas en algunos teatros o algo así?
—No exactamente. Yo era más pintora de paisajes, hice disfraces y trabajé
entre bastidores. A veces, actuaba de fondo. Como una de las criaturas del mar
en Piratas de Penzance, o un Montague al azar de Romeo y Julieta.
Ella se rió.
—Aun así es una maldita vergüenza. Una chica bonita como tú.
Bufó.
—Si lo hiciera, nunca lo admitiría. Estábamos trabajando en el granero,
esparciendo heno. Ella subió al desván, bajó y saltó los últimos peldaños. —
Pareció estremecerse por el recuerdo—. No fue bonito.
—Lo estará. Solo necesito que se mantenga fuera del rancho tanto como
sea posible. Sin ella, no podría dirigirlo. Hay demasiadas cosas, y tantas cosas que
Pop nunca me contó. —La preocupación se apoderó de su voz, del tipo que te
mantenía despierto por la noche.
—No creo que eso sea cierto. Para nada. —Me arropó otra vez, aseguró la
manta a lo largo de mis lados cálidos y la dejó suelta sobre mi rodilla fría.
—Molly. —Abrí los ojos, alcanzando una visión cercana de su dulce rostro
cuando se inclinó sobre mí.
Ella se cernía sobre mí, con los labios ligeramente separados, su camisa
abotonada se abrió un poco en la parte superior, dándome una vista del
sujetador blanco debajo. Mis manos estaban ansiosas por agarrarla y jalarla
hacia mí, para ver si sabía a la ligera insinuación de fresas que le daban sabor al
aire cuando estaba cerca. Luché por quedarme quieto cuando me miró los
labios, sus pestañas revoloteando.
Me aclaré la garganta.
—No te preocupes por los ladrones. Yo los manejaré.
No era una buena idea, en absoluto. No quería que ella estuviera cerca
de ese nido de víboras, pero mis párpados pesaban más que mi toro de primera,
y no tenía fuerzas para discutir.
***
Tocino. Abrí los ojos, la sala de estar todavía estaba oscura, pero no podía
dejar de notar el delicioso aroma del tocino en el aire y el chisporroteo de una
sartén. Una mirada a la ventana me dijo que el sol estaba a unos quince minutos
de asomarse por el borde de las distantes montañas.
Tomé aliento, luego otro, hasta que el dolor disminuyó y pude ponerme mis
jeans y caminé cojeando hasta el teléfono en una mesa auxiliar. Sin torres de
telefonía celular en estas partes significaba que teníamos que hacer todo a la
antigua; eso o usar un teléfono satelital. Marqué y esperé un rato hasta que Zane
atendió.
—¿Cómo se ve todo por allá?
—Todo está bien. El ganado se mantuvo bien cálido. Traje a Earl a mi casa.
Roncó frente al fuego toda la noche.
—Mejor allí que en tu cama. —Sonreí. Mi perro roncaba más fuerte que la
mayoría de los humanos.
—Mejor.
—¿Cómo está Molly? —Su tono tenía demasiada malicia para mi gusto.
Se aclaró la garganta.
—Ella está bien. Mira, tengo algunos asuntos que atender, pero volveré
más tarde. Solo espera, ¿de acuerdo?
Resoplé y tomé un gran trago de mi taza, la leve punzada era justo lo que
necesitaba para ayudarme a pasar el día.
Sacudió su cabeza.
—Ni un poco.
La certeza en su tono me impresionó. Esta era una vida dura, pero parecía
haberla escogido con los brazos abiertos.
Tal vez había sido un vaquero rudo, pero nunca la trataría como nada
menos que como una dama.
6
Molly
—Es por lo que le pago. —Me puse primero una bota, luego otra.
—¿A dónde vas? —Se dejó caer en la silla lateral y apoyó el pie en la mesa
de café.
—Necesito tomar más leña del cobertizo, para empezar, luego dirigirme al
granero y poner más heno donde sea necesario, rellenar los abrevaderos y
controlar todo.
Hice un trabajo rápido de traer leña y hacer una pequeña pila al lado de
la puerta de entrada para más tarde. Después de un difícil camino hacia el
granero, abrí la puerta con fuerza y la solté para revelar a los mejores animales
del rancho. Las vacas amamantaban y algunos caballos relincharon a modo de
saludo. Una franja de luz del día brilló a través de la puerta en el extremo opuesto
del granero. Raro. Julia no habría dejado la puerta del establo medio abierta en
una noche tan fría. Me abrí camino a través del establo, colocando alimento,
agregando agua a los abrevaderos, y asegurándome de que los animales no
sufrieran de los confines cercanos. Julia y yo tendríamos que limpiar las casetas
más tarde. Lo quería todo limpio y listo para la próxima tormenta de nieve. La
primera fue solo un golpecito amoroso, y el extraño y cálido rato esperado para
esta tarde solo prepararía la atmósfera para tener más nieve. La próxima capa
de nieve duraría semanas, especialmente con la temperatura cayendo en
dígitos negativos.
—No jodas. ¿Qué está pasando allí afuera? —Le contaría lo del granero,
pero se tomaría el golpe al intestino como yo, y todavía estaba tratando de
procesarlo.
—¿El ganado?
—Tal vez podamos reconstruir algunos. Tenemos dos días antes de la nieve.
Ella tenía razón en todos los aspectos. Ojalá pudiera recurrir a Pop y
preguntarle qué hacer. Él lo sabría. Tendría una solución elaborada en poco
tiempo. Pero él no estaba aquí, y yo estaba perdida.
—Solo regresa. —Apagué la radio, no estaba lista para dar voz a lo mal
que realmente estaba la situación. Terminé en el establo, moviéndome como
zombi mientras mi cerebro hacía todo tipo de acrobacias para tratar de
encontrar un remedio para la situación. Nada despertó a la vida.
Cuando volví a la casa, toda la leña había desaparecido del porche
delantero.
—¿Qué diablos pasó? —Se centró en mi rostro, sus ojos se abrieron con
alarma.
—Trey me dijo que quería comprar esta tierra. Dijo que lo conseguiría de
una forma u otra. Supongo que esta es la manera que él eligió.
—Que se joda esta mierda. —Se puso de pie y cojeó hacia la puerta.
—Voy contigo.
Cuando lo miré a los ojos, una leve mueca giró en la esquina de sus labios.
—¿Qué?
Su rostro palideció, la piel bronceada casi translúcida bajo la dura luz del
día.
—No lo lamentes, Estamos en esto juntas. No podría haber llegado tan lejos
sin ti. No es tu culpa. Y sé cómo eres, y sé que vas a mortificarte por esto. Pero te
prometo que no te culpo, y no es tu culpa. —La apreté para enfatizar. Aunque
nunca lo admití en voz alta, principalmente porque no quería hacerla sentir
incómoda, Julia era lo más cercano que tenía a una madre desde que mi madre
había fallecido. Ella era el corazón palpitante de este rancho. Ingram pareció
entender eso también, porque le dio unas palmaditas en la espalda y tranquilizó
a Julia conmigo.
Molly condujo con cuidado por el camino que llevaba a su propiedad. Los
caminos se habían derretido más rápido que la artemisa, pero todavía era lento.
—Espero que sea más para mostrar, para hacerles saber que estoy
hablando en serio. No espero tener que usarla.
—¿Pero si lo haces?
Asentí. Los Piper eran un grupo sin ley, y estaba bastante seguro de que no
tenían la intención de entregar el ganado a Molly sin una pelea. Le lancé una
mirada furtiva, su cabello rojizo cayendo en cascada por debajo de su sombrero
en olas ardientes. Aunque nunca había sido mucho de pelear, recibir un
puñetazo en la cara me dolía muchísimo, sabía que no tendría problemas para
luchar por ella.
El solo hecho de estar cerca de ella durante el último día me hizo volver a
pensar en mis planes de un futuro solitario en el Rancho Brady. Conocí a muchas
mujeres a lo largo de los años, pero nunca a una que me sorprendiera tanto
como Molly. Ella me había tratado bien, a pesar de que la había insultado en la
primera oportunidad que tuve. Cuidó de mi rodilla, cuidó a mi caballo, y se las
arregló para hacerme cambiar de opinión al mismo tiempo. Todo lo que había
pensado sobre ella había sido incorrecto. Y no podría haber estado más feliz al
respecto.
—¿Qué mirada?
—Si tú lo dices.
Suavicé la voz.
—Puedo manejar a los Piper. —Extendí la mano y cubrí una de las suyas en
el volante.
—Tratando de hacer que confíes en mí. —Moví los dedos a lo largo del
brazo de su chaqueta y hacia la piel desnuda a lo largo de su garganta—.
¿Confías?
Tragó saliva.
—Sí.
—Bueno. En ese caso, deberíamos poder pasar bien por esto. —La solté
mientras ella nos guiaba por una pequeña colina y luego hacia el extenso
rancho de los Piper.
—Han estado comprando tantas propiedades aquí. Quizás sea por eso. —
Sacudió la cabeza levemente—. Tal vez han estado robándoles ganado a sus
vecinos sin negociar. Eso tiene que ser. Quien irrumpió en el granero la noche
anterior y destruyó nuestros cortavientos entró con un plan y con suficientes
hombres para hacerlo.
—Sí. Nosotros. —La conocía desde hace años, y la resentí por algunos más.
Pero ahora estábamos en el mismo equipo. No iba a dejar que su rancho fallara.
No cuando podría hacer algo para ayudar.
—¿Tu rancho?
—Acerca de Pop.
—Pero tenías razón. Debería haber estado aquí. —Su angustia me hizo
pedazos—. Fui una hija horrible.
Resopló pero no lo negó, lo que hizo que mi ego y otras partes se hincharan
un poco.
—Yo solo, um. —Me miró—. No vi que eso viniera.
Me aclaré la garganta.
—Te estás poniendo muy fresco, Sr. Brady.
Me apretó el hombro.
—No quiero oír hablar nada más de que seas algo menos que una gran
hija.
—Tengo un plan.
—No.
Hombre intolerable.
—No te gustará.
Entré en el camino circular frente a la casa de piedra gris, con las amplias
ventanas mirándonos.
—No esperaba verte, Ingram. —Perry Piper, el más joven del grupo, sonrió
con suficiencia mientras me conducía por su exagerado vestíbulo y hacia una
oficina en la parte posterior de la casa. Libros intactos se alineaban en las
paredes, y Trey estaba repantigado detrás de un grueso escritorio de caoba, su
cara una máscara de modales mientras hacía un gesto hacia una silla.
—¿A qué debo el placer de esta pequeña visita? —La voz escurridiza de
Trey rezumaba por la habitación. Su inmaculado sombrero Stetson, su camisa
apretada y sus jeans ridículamente limpios daban la impresión de estar
protagonizando una telenovela de vaqueros. No conocería el duro día de
trabajo si este le mordiera su culo perfectamente almidonado.
—Creo que sabes por qué estoy aquí. —No tomé el asiento ofrecido, y en
lugar de eso, me apoyé en la estantería más cercana.
—No sin esos animales. —Me levanté y cuadré mi cuerpo contra el suyo,
listo para pelear si era necesario. No me cabía duda de que ellos negarían todas
mis acusaciones, me amenazarían y me echarían de sus propiedades. Pero de
lo que no se dieron cuenta fue que, mientras estaban concentrados en mí, Zane
estaría revisando su ganado, separando los que nos pertenecía a mí y a Molly, y
arrendándolos en la granja de Len al lado. Llamé a Len temprano esa mañana
y lo arreglé; él estaba tan cansado de ser empujado por los Piper como todos los
demás.
—Sí, te vas, hijo de puta. —Perry levantó su puño y lo balanceó hacia mí.
Demasiado lento.
Lo esquivé retrocediendo.
Joder, eso dolió. Bloqueé su siguiente golpe, luego puse otro en su mejilla,
mis nudillos derechos ardiendo cuando los sonidos carnosos resonaron por la
habitación. Pero solo lo enojé, la furia se apoderó de mí cuando él se me
abalanzó y nos caímos al suelo de madera, él empujándome hacia abajo y
poniéndome sobre mi espalda.
—No sé de qué se trata todo esto, pero estoy seguro de que podemos
hablarlo.
—¿De qué se trata todo esto? —Enganché la pistola para poder sostenerla
con una mano mientras buscaba en mi bolsillo—. Esto. —Le tiré el encendedor—
. Ingram lo encontró en una valla rota entre nuestras propiedades. Has estado
robando nuestro ganado. ¡Y destruiste mis cortavientos anoche!
—Esto es mío.
—No, es verdad. —Perry luchó para ponerse de pie—. Hemos puesto este
lugar de cabeza tratando de encontrarlo.
—Pero has estado tratando de poner tus manos en mi rancho desde que
llegué a casa.
—Mira, te diré qué. —Trey se frotó la mandíbula—. Ven y mira mis animales.
El granero está detrás de la casa a media milla. Pide prestado un caballo y revisa
la pastura si lo deseas. Nosotros tenemos a las reces en la salvia cerca de nuestros
cortavientos para la próxima tormenta. No encontrarás ni una sola cabeza tuya
allí. Puedo ser un montón de cosas, pero mi papá me habría curtido la piel si
hubiera tratado de robar el ganado de otras personas.
Él se deslizó a mi lado.
—Ese fue un horrible plan, por cierto. —No pude resistirme a regañarlo.
—Resulta que tienes razón. Quería distraer a los Piper con una pelea
mientras Zane localizaba tu ganado perdido, pero si no están aquí, me acaban
de convertir la cara en pulpa por nada. —Frunció el ceño y luego hizo una
mueca de dolor.
—Maldición. —Sacudí la cabeza y aceleré por el carril despejado más
profundo en el territorio de los Piper—. Pero gracias.
—No tienes que decir nada. —Señaló un moderno granero plateado que
se alzaba en la distancia, con paneles solares cubriendo la parte superior—. Eso
es ridículo. Parece una nave espacial.
—No. —Suspiré—. A pesar de ser asqueroso, creo que Trey está diciendo la
verdad.
—Sofisticado. —No podía negar la maravilla que era el rancho de los Piper.
Pero prefería hacerlo a la vieja usanza. Controlar a los animales, hacer un duro
día de trabajo; todo eso era lo que un rancho significaba para mí. Nada de
automatización, sin importar cuán conveniente sea.
—¿Cubos?
—Claro.
Ella corrió el largo camino hasta su rancho y, por primera vez en mi vida,
comencé a sentirme un poquito enfermo en un coche pequeño; más aún
cuando se tomaba las curvas heladas con más velocidad de la que jamás me
había atrevido.
—Sí. —Era difícil de creer, pero Trey se había defendido bien. El hecho de
que el ganado de Molly no se encontrase en ninguna parte de su propiedad lo
afianzó: él no era culpable de robar el ganado.
—Creo que tal vez alguien lo plantó y quería que fuéramos a la propiedad
de los Piper. Quería sacarnos del camino.
—¿Para qué?
Abofeteó el volante.
—¿Tienes enemigos?
—¿Qué? No.
Arrugó la nariz.
—Antes de ayer, hubiera dicho que el único por aquí que no había tenido
agrado conmigo eras tú.
—Buen punto. —Di un suspiro de alivio cuando ella giró por su camino, el
final del viaje lleno de baches al alcance de la mano.
—Esa tiene que ser la casa o el establo. —Sus nudillos se pusieron blancos
en el volante y aceleró a fondo en la pequeña elevación que dirigía a su casa.
—Zane.
Molly salió disparada, corriendo hacia la parte trasera del establo mientras
yo iba cojeando detrás de ella.
—Apunta más alto. —Señalé, y Zane apuntó el espeso rocío en las llamas
de arriba, el agua arrastrándose por el costado del establo e impidiendo que las
llamas se levantasen—. Tengo que ir a ayudar a Molly.
Tirando de la manguera, rocié las llamas. Pero fue como luchar contra
Goliat con un palillo de dientes. La manguera apenas le hizo mella.
—¡Molly, sal de ahí! —Los caballos pasaron corriendo, sus crines volando
mientras escapaban. Las vacas los siguieron, toda la manada se puso en marcha
y salió corriendo en una inundación. Tuve que aplanarme contra la pared del
granero para evitar ser pisoteado cuando los animales pasaron rápidamente.
—¡Zane!
—¡Jefe!
—Te tengo. —Mi voz era ronca, apenas la reconocía—. Te tengo, Molly. —
La oscuridad nos llevó a los dos.
12
Molly
—Shh. —Una mano firme presionó contra mi hombro—. Acuéstate otra vez.
Todo está bien.
—¿El granero?
Sacudió la cabeza.
—Pérdida total.
—No.
—Lo siento, Molly. Tratamos de salvarlo. —Me alisó el pelo de la cara, sus
manos ásperas extrañamente reconfortantes—. Ten. —Se estiró por un vaso de
agua. Le permití presionarlo contra mis labios mientras tomaba unos sorbos,
calmando el fuego en mi garganta. Cuando me volví a instalar en el sofá,
pregunté—: ¿Qué pasó? ¿Dónde estaba Julia?
—La encontramos en su cabaña, noqueada. Con un gran chichón en su
frente. Zane había ido a la casa de los Piper, no encontró a tus animales, luego
volvió aquí para esperarnos. Dice que cuando llegó aquí, el granero ya estaba
en llamas, aunque no había estado quemándose por mucho tiempo.
—¿Fue él?
Se movió y se pasó una mano por la cara cubierta de hollín, los moretones
por la pelea con Perry apenas visibles bajo la capa de mugre.
—Dios, espero que esté bien. —Un temblor sacudió mi voz cuando pensé
en lo cerca que había estado de perderla.
—Tendría que ser una mujer realmente dura para noquearse a sí misma.
—Zane ya los está arreando allá. Tuvimos que derribar una sección de
cerca para hacer un atajo. Espero que no te importe.
La gratitud burbujeó dentro de mí, y lancé los brazos alrededor de su
cuello, jalándolo cerca.
—Parece que tendré que romper nuestras vallas con más frecuencia.
—¿No eres demasiado viejo para creer en Santa? —Me aparté y miré sus
brillantes ojos.
—Por supuesto que no. —Sin advertir, me levantó y se dirigió a las escaleras.
—Preparando para limpiarnos. Los dos nos vemos como un desastre. —Se
desabotonó la camisa, revelando piel bronceada y limpia debajo, lo que hacía
un gran contraste con las manchas de hollín a lo largo del cuello y de la cara.
Retrocedí un paso.
—¿Qué?
—Quiero que estemos limpios lo más rápido posible para poder follarte
como un caballero. En una cama.
—Listo. —Arrojó la toalla como un hombre que había llegado a las cinco
en punto de un viernes y estaba listo para continuar con su fin de semana
divertido.
Nos quitamos la toalla, y comencé a pensar que esto era una locura.
Después de todo, Ingram y yo éramos vecinos. Quizás no deberíamos invol…
—¡Oye! —Una vez más, estaba en sus brazos mientras me llevaba a la
cama, colocándome en la colcha navideña que había usado todos los años
desde que era niña.
—No puedo esperar por esto. A ti. Ya he esperado demasiado. Porque fui
un idiota terco. —Dejó caer un beso en mis labios—. Porque no pregunté tu
historia. —Otro beso, esta vez más largo—. Porque hice suposiciones tontas. —
Este beso me robó el aliento y me borró la mente.
Extendí las piernas y él se acomodó entre ellas, lo único que nos separaba
era mi esponjosa toalla blanca. Nuestras lenguas lucharon cuando dejó de
explicar e hizo lo que mejor hacía: besarme. Después de unos momentos de
labios bloqueados entumece-mentes, besó mi garganta y llegó al borde de mi
toalla. Con un movimiento de su muñeca, la abrió, revelándome como un regalo
debajo de él.
—Jesús, mujer. Este cuerpo… —Besó el valle entre mis pechos, luego
arrastró su lengua hacia mi ombligo—. Es una obra de arte.
Siempre había pensado que mis caderas eran demasiado anchas y mis
muslos demasiado rechonchos, pero no iba a decírselo. Cuando me besó más
bajo, hundí los dedos en su cabello. ¿Esto de verdad estaba pasando? No tuve
que hacerme esa misma pregunta otra vez, porque Ingram enterró la cara en mi
coño, lamiéndome y devorándome con la boca abierta.
—¡Oh! —Aparté las caderas de él, pero me agarró por el culo, jalándome
hacia él y sosteniéndolo, sus dedos clavándose mientras su lengua hacía cosas
perversas.
—No creo que tenga ningún condón —susurré contra sus labios.
—Eso está bien para mí. —Sonrió, sus ojos me miraron mucho más
profundamente de lo que debería haber sido posible—. Puede que no lo hayas
notado, Molly, pero no puedo moverme. Ni siquiera puedo recordar la última vez
que hice esto. Ha pasado mucho tiempo. —Me besó en la esquina de la boca—
. No he conocido a una mujer con la que quisiera hacerlo antes de ti.
Me pregunté por la suavidad en su voz, la forma reverente en que me
miraba.
—Me gusta pensar que es por mi encanto. —Me besó de nuevo, una mano
en mi mejilla y la otra enredada en mi cabello—. ¿Tal vez por mi aspecto robusto?
—Salpicó de besos el largo de mi mandíbula y me susurró al oído—: ¿Por mi —
¿cómo fue que lo llamaste?— 'lindo culo'?
—No puedo negar esa parte. —Me incliné y corrí las manos a lo largo de
sus músculos duros.
Jadeé por la repentina intrusión, pero él cubrió la leve picadura con otro
beso que me convirtió en gelatina. Se apartó y empujó una y otra vez hasta que
estuvo completamente dentro, mi cuerpo estirándose para acomodarlo.
—¿Estás bien?
—Sí. —Corrí las manos por su pecho—. Mejor que bien. —Alcé las caderas,
moviéndome en su eje.
—¿Tienes alguna idea de lo bien que te sientes? —Sus palabras fueron más
un gruñido que cualquier otra cosa, pero las tomé.
Tomó mis manos, inmovilizándolas junto a mi cabeza mientras se metía
dentro de mí, nuestros cuerpos chocando juntos y una ligera capa de sudor
cubriéndonos a los dos. Mis pezones duros se deslizaron contra su pecho, y él no
los ignoró. Continuando con su ritmo duro, inclinó la cabeza y mordió uno. Di un
grito ahogado y me arqueé cuando tomó todo mi pecho en su boca como
podía.
Gemí y abrí las piernas, extendiéndolas para que cada impacto sacudiera
mi clítoris.
—Maldito infierno. —Se inclinó hacia atrás y bajó la mirada a mis pechos
mientras rebotaban, luego sus ojos viajaron a donde estábamos unidos. Su polla
se engrosó—. Voy a estallar solo por mirar tu dulce coño rosado tomando cada
centímetro.
—Oh, Dios. —Me retorcí, su boca sucia causó que las neuronas adicionales
se dispararan en el centro de placer de mi cerebro.
—Mira eso. —Se salió hasta la punta, luego se enterró de nuevo—. Tan
húmeda y caliente para mí. Voy a correrme sobre ti, pintaré este coño de
blanco.
—Jesús, voy a explotar. Necesito que te corras. —Su pulgar trabajó el doble
de tiempo, jugándome mientras yo movía las caderas a su ritmo.
Se quedó mirando por unos momentos más, luego parpadeó con fuerza.
—Creo que tengo que limpiarte. Aunque es una pena. —Se levantó, fue al
baño y regresó con un paño caliente.
Una vez que estuve limpia, echamos la colcha sobre nosotros, y me acosté
sobre su pecho.
—Eso fue…
—Perfecto —proveyó.
—¿Con frío?
—¿Sorprendida?
Sonrió.
Se rió.
—Salvé mi trabajo. Sin un Brady para dirigir el Rancho Brady, yo estaría
desempleado.
—Seguro como el infierno, espero que sea así. —Corrí las manos hasta su
culo y la levanté hasta que estuvimos cara a cara—. ¿Ahora qué estás
haciendo?
Suspiró.
—No tenía idea de que eras tan directo, señor Brady. No hasta hoy.
—Iré contigo.
—Lo haré. —Se estiró de puntillas para otro beso, que felizmente le di.
¿Cómo podría algo tan nuevo sentirse tan bien? No estaba a punto de
cuestionarlo. Algo dentro de mí había hecho click, me había dicho que Molly era
la indicada y que tenía que hacer todo lo que estuviera a mi alcance para
convencerla de que yo era el hombre para ella. Llámalo fundamento biológico
o lo que sea, esto era real, y podía sentirlo profundamente en mis huesos.
Una vez que se abrió la puerta y estuvo a salvo adentro, cerré la puerta de
entrada y me dirigí al piso de arriba para calentar la cama como me lo había
pedido. Tenía la intención de tener algo agradable y caliente para ella a su
regreso.
14
Molly
—Hola.
—Guau, eso se ve mal. —Tomé la silla frente a ella cuando retiró el hielo
para mostrarme el daño.
—Lo es. —Señalé con el pulgar hacia el granero—. ¿Tal vez podamos
conseguir un granero nuevo con el dinero del seguro? Solo piensa en todos los
aparatos que podemos comprar. Modernizar las cosas un poco más. Hacer
menos trabajo para nosotros, ¿sabes?
—¿Eso funcionará?
—El maldito granero. No puedo creerlo. Hijo de puta, quien quiera que sea.
Un minuto estaba abriendo la caja de pan, al siguiente me despierto y hay un
tipo parado sobre mí. Tiene suerte de que yo estuviera hecha polvo… —Hizo un
gesto hacia su frente con su mano libre—. O podría haberlo matado pensando
que él fue quien hizo esto.
—Sé que eres buena como el oro. Es solo que Ingram no ha sido
exactamente grato contigo desde que regresaste.
Eso no era bueno. Me puse las botas y el abrigo, luego agarré mi sombrero
y el arma de doble cañón de Molly que estaba apoyada contra la pared junto
a la puerta. Buscando por el resto de los ganchos, encontré las llaves de su
camioneta.
—Espera aquí, chica. Descubriré lo que está pasando. —Me deslicé por la
puerta, sin darle suficiente espacio para que me siguiera, luego la cerré detrás
de mí.
—Ya está hecho. —Se encogió de hombros y pasó a la Finca Brady, la gran
casa de madera oscura—. Tendré ambos ranchos, ponerme a hacer mi propia
casa.
—Quiero decir, estoy segura de que nunca se dará cuenta de que fuiste
tú quien robó mis animales, me mató y luego mató a Ingram y Julia. No será
completamente obvio cuando tomes ambos ranchos justo debajo de él.
Tal vez lo habíamos empujado demasiado lejos, pero habló en voz baja
ahora.
Nos acercamos al corral del toro, y Julia se alejó un poco más de mí, su
cojera cada vez más pronunciada.
—¿Qué estás haciendo? —ladró Perry, haciendo que algunas de las vacas
mugieran y se alejaran, dos de ellas siendo las que estaban en celo.
Nos peleamos hasta que pude levantar una rodilla y poner mi puño en su
cara. Aulló cuando su nariz se estrelló contra mi puño —de nuevo— y trató de
apartarme mientras yo me fijaba sobre él, balanceándome con todas mis
fuerzas. Mis manos ardieron por el esfuerzo, pero la idea de que él tratara de
lastimar a mi Molly me convirtió en un demonio. No me detendría hasta que
estuviera hecho pulpa en el suelo.
Él tosió y farfulló, luego rodó lejos del toro. La sangre le corría por la cara
mientras luchaba por ponerse de rodillas. Cuando se puso a cuatro patas, se
estiró por el arma en un pequeño montón de heno. Me lancé para agarrarlo
primero, pero el toro pateó el suelo y avanzó pesadamente, bajando la cabeza
y sujetando a Perry debajo de él.
—¿Qué mierda? —Perry chilló cuando el toro dobló las rodillas y se agachó
sobre él.
Alejé el arma de una patada, pero el toro resopló hacia mí, sus ojos oscuros
eran tan amenazantes como sus ruidos.
—Whoa, chico.
Julia escupió:
—No. —Me miró a los ojos, sus azules deslumbrando incluso a la poca luz
por encima del granero—. Estoy bien. Estamos bien. Perry estaba tratando de
tomar nuestros ranchos. Él te estaba tendiendo una trampa trayendo a mis
animales aquí. Luego iba a… a… —Su voz se apagó cuando mi ira tomó nueva
vida. Si Perry no hubiera recibido una paliza del toro, lo habría matado con mis
propias manos.
—¡Déjalo!
—Pero jefe… —Sus ojos eran más anchos que mis platos para cenar.
—Él nos trajo a Julia y a mí aquí para matarnos. Luego iba a matar a Ingram
y tomar nuestros dos ranchos. Él es quien ha estado robando el ganado por aquí.
Perry gritó un poco más, pero el Bruiser de Nelly no mostró signos de ceder.
Me alejé de la vista, y esperé que el tiempo borrara la imagen.
—Está a salvo con Zane —terminé por ella y la ayudé a subir al camión.
Corrí hacia el lado del conductor, el dolor en mi rodilla apenas se registró después
de la noche que tuve. Necesitaba llevarla a un lugar seguro y cálido, en algún
lugar donde pudiera evaluarla, asegurarme de que no estuviera herida.
—¿Te estás calentando? Ven aquí. —La acerqué a mi lado y la rodeé con
un brazo.
—Estoy bien.
—Él no lo sabía. Al menos creo que no. Perry lo preparó. Estaba tratando
de superar a su hermano.
¿Qué era ese tentador olor? Rodé sobre la cama y miré el mundo blanco
más allá. La tormenta de nieve había llegado justo después del almuerzo del día
anterior. Ingram, Julia, Zane y yo habíamos trabajado hasta el último momento
para alimentar, dar de beber y acomodar a todos los animales antes de que la
nieve se volviera demasiado espesa para hacer cualquier cosa.
—Mujer, tienes que dejar eso o no voy a poder traerte ningún desayuno.
Quiero que te recargues para lo que tengo planeado.
—¿Tienes planes?
—¿Oh?
—Deja de hacer eso. —Enroscó otra tostada entre sus pecaminosos labios,
y se veía absolutamente duro y agresivo con los hematomas alrededor de su ojo
izquierdo por el encuentro con Perry.
—¿Hacer qué?
—Pensar demasiado. —Hizo un gesto entre nosotros con su tenedor—. En
lo que estamos empezando.
—No estoy…
—No lo sabes. —Forcé mi rostro para que se relajara y comí otro bocado
de su deliciosa comida, tomándola con café.
—Te conozco, Molly. Sé que piensas que todo esto es demasiado rápido,
y que tal vez estamos simplemente, no sé, todavía elevados por todo lo que
sucedió ayer, pero aquello no es lo que es esto.
—Creo que lo sabes. —Me miró por encima del borde de su taza de café
mientras tomaba un gran trago, su nuez de Adán balanceándose.
Asintió.
—¿Te casarías conmigo? —Me lo ofreció, el zafiro brillando junto con las
lágrimas en sus ojos.
Solo había una respuesta. Una palabra que era tan correcta que
prácticamente saltó de mi lengua.
—Sí.
—Te haré uno nuevo. Pero justo en este momento, voy a tener que sellar el
trato.
—Uh. —Zane se sentó y se frotó los ojos cuando Ingram subió las escaleras
conmigo en sus brazos—. ¿Felicitaciones?
Estaba tan mal, era tan erótico. Podía sentir el latido de mi corazón entre
mis piernas mientras él miraba mis pechos desnudos, los pezones apretados bajo
su mirada. Mi instinto era ser cohibida, pero el fuego en sus ojos me decía que le
gustaba todo lo que veía. Y me deleité con el poder que me dio, el puro deseo
que encendía dentro de mí.
Sus caderas se movieron hacia adelante, y pasó las manos por mi cabello.
—Molly. —Su voz era ronca cuando me agarró por los hombros y me
levantó, luego me llevó de vuelta a la cama—. Voy a venirme en tu dulce coño.
Cuando yo lo diga. No antes.
—Sí.
—Ingram.
—Me encanta mi nombre en esos labios color cereza. —Me besó y embistió
de nuevo, metiéndose completamente dentro de mí hasta el punto de que era
casi incómodo. Luego se salió, su pene cubierto con mi humedad, y me hizo el
amor. Lentamente al principio, con dulces besos y toques reverentes.
—No puedo durar, no así. —Sus palabras pulsaron entre sus dientes
apretados.
—No puedo parar. Me corro. —Me quedé sin aliento, agarré las caderas y
me vine. Él robó mi grito con un fuerte beso mientras caía por la cascada de la
felicidad.
Nos quedamos sin aliento, ambos bajando de la altura que solo nosotros
podíamos crear para el otro.
—Ese fue…
Él besó mi coronilla.
—Perfecto.
Bufó.
—¿Qué?
—Creo que tal vez deberíamos hacerlo otra vez para hacer esto oficial.
—Creo que tienes razón, pero esta vez, tendré que montarte al estilo
rancho.
—Una y otra vez, cariño. —Me abofeteó el culo—. Una y otra vez para sellar
el trato.
***
Nos acurrucamos frente al fuego, Earl y Tanya roncando en armonía en la
alfombra. La luz de la luna jugaba sobre la manta blanca que cubría el rancho,
y el árbol de Navidad emitía un brillo amistoso. Miré el anillo de zafiro en mi dedo
y me pregunté por el giro de los acontecimientos.
—¿Porque vas a casarte con un viejo matón como yo? —Se rió—. No
puedo decirlo como si lo supiera.
Sonreí.
—Él te amó como a un hijo. Lo sabes tan bien como yo. Creo que estaría
contento de que estemos juntos.
—Eso solo se pierde hacia un territorio extraño. Quiero decir, si yo soy como
tu hermano, entonces…
—Sí. —Se rió entre dientes—. Creo que él estaría feliz sabiendo que nos
encontramos. Y a veces me pregunto si no había querido esto todo el tiempo.
Pero nunca podrías decirlo con él, ¿sabes?
—Siempre dijo que quería que yo fuera feliz, por encima de todo.
—Te amo. —Me besó la coronilla y pasó las yemas de los dedos por mi
brazo—. Más de lo que pensé que podría amar cualquier cosa. Y gracias.
—¿Por qué? —Me giré y lo miré a los ojos, la luz parpadeante de la hoguera
calentándolos.
Con una presión más de sus labios, se retiró y pasó su pulgar por mi mejilla.
—Por darme la mejor Navidad de mi vida.
Celia Aaron
Celia Aaron es abogada
en recuperación que ama la
ficción romántica y erótica.
Desde oscuras hasta suaves,
angustiosas a divertidas,
realísticas a divertidas; si es caliente y pica su
imaginación, ella lo escribe. Gracias por leer.
Traducido, Corregido y
Diseñado por…
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