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Staff
Traducción
Bliss

Corrección
Bliss

Diseño
Isa’s Colness

Recopilación
Izzy

Lectura final
Izzy
Índice
Sinopsis Página 5
Capítulo 1 Página 6
Capítulo 2 Página 11
Capítulo 3 Página 21
Capítulo 4 Página 26
Capítulo 5 Página 34
Capítulo 6 Página 42
Capítulo 7 Página 48
Capítulo 8 Página 54
Capítulo 9 Página 58
Capítulo 10 Página 61
Capítulo 11 Página 66
Capítulo 12 Página 70
Capítulo 13 Página 81
Capítulo 14 Página 84
Capítulo 15 Página 87
Capítulo 16 Página 89
Capítulo 17 Página 93
Capítulo 18 Página 97
Celia Aaron Página 107
Sinopsis
No necesito a una mujer en mis asuntos; especialmente no a una
con una boca inteligente y un cuerpo curvilíneo. Molly Gale no ha
sido nada más que problemas desde que apareció en el rancho de
al lado. Y ahora, justo antes de que una gran tormenta de nieve
azotara en Víspera de Navidad, tengo que ir a ver su hacienda.
Tengo que verla, tener que conseguir otro olorcillo de su aroma a
fresa. Es suficiente para volver demente a un hombre. Pero
mantendré las cosas profesionalmente, mantendré las manos para
mí, y haré lo que necesite ser hecho. Es el plan perfecto… Hasta que
mi caballo me lanza y necesito ayuda de nadie más que de la
mujer con lengua fiera y caderas deliciosamente gruesas. Yippee ki
yay* y Feliz Navidad para mí.

*Expresión de extrema alegría.


1
Ingram
El sol caía a plomo mientras cabalgaba a lo largo de la cerca que
separaba mi tierra de la intolerable propiedad de Molly Gale. Miré a lo lejos hacia
su casa, pero nada más que una amplia extensión de colinas cubiertas de
hierbas y salvia se encontró con mi vista. Bueno. Ya había tenido bastantes
problemas con ella.

A pesar del día soleado, el aire invernal se arremolinó a mí alrededor,


prometiendo una noche aún más fría. El pronóstico estimaba nieve durante la
noche, pero el banco de nubes construyéndose en el horizonte amenazaba con
soltar copos incluso antes.

—Será mejor que nos movamos, viejo. —Espoleé a Slingshot suavemente


hacia adelante a lo largo de la línea de la cerca.

Mantuvo una caminata firme mientras yo escudriñaba las vigas de madera


que se cruzaban, convertidas en gris por el implacable sol y el aire del oeste de
las Montañas Rocosas. Acres y acres de tierra se extendían ante mí, cada colina
y piso perfecto para criar ganado. Mi padre siempre dijo que era perfecto para
formar una familia, pero yo no tenía ningún interés en eso. Nunca lo tuve, nunca
lo tendría.

Escupí y espoleé a Slingshot para que se moviera un poco más rápido.


Empezó a soplar viento del noreste y la nieve no tardaría mucho en llegar. Para
cuando los primeros copos comenzaron a caer, quise estar dentro de casa, con
mi perro Earl a mis pies y un libro en mi regazo.

Nos tragamos las millas, Slingshot mantuvo un ritmo vigoroso mientras yo


contemplaba cada valla a lo largo de Molly. No soportaría otra de sus
insinuaciones de que le había estado robando su ganado. No otra vez. Fruncí el
ceño y tiré de mi sombrero con más fuerza al recordar cómo se acercó a mí en
la cooperativa y comenzó a hacer preguntas sobre mi ganado. Cuando dijo que
un par de cabezas de su ganado se habían perdido, y me miró con esos ojos
azul claro llenos de acusaciones, quise ponerla sobre mi rodilla.

En cambio, mantuve mi temperamento y le dije que retrocediera.

—No hay mujeres en el Rancho Brady Mountain por una razón, Molly. Este
es un excelente ejemplo de por qué. Ahora, amablemente, sal de mi camino.
Necesito ver a un hombre por algunas herraduras.

Ella había entrecerrado esos ojos brillantes y había levantado la cabeza,


el ala del sombrero inclinado hacia atrás y su pelo rojo cayendo sobre sus
hombros. Siempre llevaba un pañuelo de colores brillantes, ya sea en el cuello o
metido en un bolsillo, solo un extra femenino que me llamó la atención, como
una polilla a la luz de la noche.

—No puedes mantener a una mujer para que te salve la vida. Nadie te
querría.

Tex en el mostrador había dejado de gritarles a Fred y Len, los tres hombres
se volvieron para mirarme.

—No veo a ningún hombre derribando tu puerta. —Apreté las manos, sin
estar seguro de si quería estrangularla o jalarla y mostrarle que sabía todo tipo
de formas de complacer a una mujer.

—Eso es porque los pateo a todos antes del amanecer. —Se giró y se alejó,
sus caderas se balanceaban, su culo se veía perfecto en jeans ajustados.

Envié una oración silenciosa a Pop1 pidiendo un poco de fortaleza para


tratar con su descarada hija. Él fue mi vecino durante años, mi mentor por más
tiempo. Cuando falleció, Molly finalmente decidió aparecer. No vi ni piel ni pelo
de ella el tiempo entero que su padre estuvo enfermo, pero vino a reclamar el
rancho después de su muerte.

Sintiéndose en casa, de inmediato comenzó a destruir mi rancho con sus


grandes ideas sobre cómo desviar el agua para su ganado y el mío. Eso, más un
montón de tonterías, nos había llevado a nuestro eventual enfrentamiento. No
ayudaba que cada vez que me acercaba a ella, quería darle una bofetada o
besarla hasta quitarle la vida. Nunca estuve seguro de qué. Mujer irritante.

Agarré las riendas con más fuerza y tiré de Slingshot hacia casa. El cielo se
oscureció y perdí la noción del tiempo. El banco de las nubes se tornó púrpura

1 Pop: traducción de Papá, parecido a “papi” o “pa.”


oscuro a la luz que se desvanecía. Por la mañana, todo el rancho estaría cubierto
con un metro de nieve, tal vez más. El pronóstico estimaba un rápido deshielo, y
luego otra vez, una tormenta de nieve aún más fuerte se pondría en marcha dos
días después, dándole a toda la zona una blanca Navidad.

Lanzando una mirada más a la valla, encontré un punto problemático.

—Mierda. —Dirigí a Slingshot nuevamente hacia la ruptura en el patrón.


Efectivamente, la cerca se había caído, un par de troncos toscos tumbados a
un lado. El aspecto me pareció incorrecto. No parecía una simple putrefacción
o que un animal lo embistiera.

Desmonté y le di una palmada a Slingshot antes de caminar hacia la valla.


En una inspección más cercana, encontré que los troncos se habían apartado
casi con prolijidad. Arrodillándome, inspeccioné el terreno al lado de la ruptura.
No fue necesario un rastreador para ver que varios caballos habían atravesado
la puerta junto con el ganado. No mantenía caballos en este potrero, y estaba
casi seguro de que Molly tampoco tenía ninguno en esta área.

Poniéndome de pie, me quité el sombrero y pasé la mano por mi cabello


desgreñado. Ladrones de ganado. Eso tenía que ser. Explicaría el ganado
perdido de Molly. ¿Cuándo fue la última vez que hice un recuento? Tendría que
hacer que mi empleado de rancho Zane se pusiera en esto para ver si habían
robado alguno de mis ganados. Esto era lo último que necesitaba.

Cuando paseaba, un brillo me llamó la atención. Arrodillándome, pasé los


dedos por algo brillante presionado en la tierra por cientos de kilos de animal.
Saqué mi cuchillo del bolsillo y lo abrí, luego lo puse bajo el borde del objeto
brillante. Apareció: un encendedor Zippo destrozado, la plata rayada y
rasguñada. Dándole la vuelta, encontré un conjunto de iniciales que hicieron
que mi sangre se calentara en mis venas.

Me levanté y pateé a la planta de salvia más cercana.

—¡Maldición!

Slingshot relinchó y logré controlarme.

—Lo siento amigo. Odio a los ladrones, es todo. —Y no podía permitirme


perder ganado, no después de que el último rodeo arrojó menos dinero que
cualquier otro en la memoria. El rancho estaba en un terreno inestable, y tuve
que hipotecar la casa y varios acres de pasto solo para mantener el lugar a flote.
Con los ladrones de ganado —y uno en particular—, tenía que avisarle a
Molly. El encendedor era la evidencia que necesitaba para limpiar mi nombre.
No es que me importara lo que ella pensara de mí, me recordé a mí mismo. De
ningún modo. Pero por mucho que no quisiera ver su rostro o escuchar su boca
descarada, se merecía una advertencia. Pop se revolvería en su tumba si al
menos yo no intentara hacer lo correcto con su hija oportunista. Al observar el
clima que se acercaba, pensé que tendría tiempo suficiente para llegar a la
casa de ella y regresar a la mía antes de que empezara a llover.

Corrí una mano por la melena de Slingshot, luego lo conduje a la


propiedad de Molly. Una vez que terminó, volví a colocar las tablas y enderecé
el límite. No detendría a los ladrones, pero odiaba el aspecto de una cerca rota.
Siempre lo odié. Además, ¿no dijo un tipo inteligente que "las buenas vallas
hacen buenos vecinos"? Bueno, yo iba a ser el vecino modelo si eso significaba
que Molly mantendría su lengua afilada para sí misma.

—Maldita mujer. —Monté a Slingshot y lo guié hacia la casa de Molly. Su


padre y yo habíamos sido buenos amigos durante los últimos veinte años.
Habíamos trabajado juntos en nuestros ranchos, él como veterano con toda la
experiencia y yo como novato, tratando de aferrarme a la granja de mi padre.
Sin William Gale, ya habría caído en bancarrota y me habría mudado.

Cuando murió, perdí a mi mentor y, lo que era peor, Molly apareció, se


mudó de vuelta, y comenzó a reventarme las bolas. Ella ocupaba demasiado
espacio en mi cabeza estos días, y estaba feliz de mantener mi distancia de ella.
Ella hacía que mi sangre se encendiera, y en más de un sentido. Esa boca
inteligente necesitaba disciplina, necesitaba un hombre como yo para domarla.
Pero no la tocaría, sin importar lo mucho que quisiera. Solo la idea de su culo
deliciosamente grueso bajo mi palma hacía que mi sangre se calentara. Me
quité aquello de encima. Tenía que hacerlo. Había trabajo por hacer.

El viento se levantó, la insinuación de la nieve ahora era una promesa ya


que el aire se espesaba con la humedad. Jalé mi abrigo de lona más cerca y
bajé la cabeza, dejando que Slingshot hiciera el trabajo.

Nos dirigimos hacia un amplio barranco, el flujo efímero en el fondo, seco


como un hueso. Para la primavera estaría lleno otra vez, regando el ganado de
Molly y todas las otras criaturas en esta parte del césped.

—Vamos, viejo.

Slingshot subió por la ladera y corrió hacia la granja Gale. Lo sabía de


memoria, sin duda, conocía esta tierra tan bien como la mía. Miré a lo lejos, la
creciente oscuridad que ocultaba la granja de dos pisos, aunque una franja de
humo se elevaba en la noche, prometiendo un fuego cálido. No es que quisiera
uno. Me iría antes de tener la oportunidad de disfrutarlo.

Otro barranco atravesó la artemisa más adelante, y Slingshot tomó el


terraplén con facilidad. En la ladera, se detuvo y relinchó.

—¿Qué pasa? —Miré la salvia, pero no vi nada—. ¿Pillaste el olor de algo?

Su relincho se elevó más cuando retrocedió, sus cuartos traseros


deslizándose por el terraplén.

—Whoa.

Un siseo familiar surgió de la salvia que teníamos delante. Slingshot se


levantó en sus dos patas traseras. Me sostuve cuando él se dejó caer, sus cascos
perdiendo agarre en el suelo arcilloso cerca del lecho del río. El silbido aumentó,
más como una serpiente de cascabel disfrazada en la salvia.

Saqué la escopeta de su funda, pero no pude apuntar mientras Slingshot


amenazaba con volver a levantarse en dos patas.

—Whoa, muchacho.

El movimiento captó mi atención, una de las serpientes de cascabel


disparándose para dar en la pata de Slingshot.

—¡Mierda! —Levanté mi escopeta. Slingshot se levantó en dos patas de


nuevo. Mi mano se deslizó de las riendas justo cuando disparé un tiro. El boom
fue lo último que escuché.
2
Molly

El disparo de una escopeta en la distancia molestó a Tanya, sus ladridos


rebotaban en la casa cuando abrí la puerta principal y miré a la creciente
oscuridad. Ella corrió hacia los escalones del porche, ladrando con los pelos en
punta. La vieja perra callejera siempre había sido buena para la seguridad,
aunque no para mucho más. Su vista casi se había ido, sus patas traseras le
causaban problemas por las mañanas, pero ella seguía siendo la mejor
camarada que jamás había tenido.

—¿Quién es, niña? —Le di unas palmaditas en los cuartos traseros y luego
jalé el chal más cerca a mis hombros. El viento había estado levantándose
constantemente durante la última hora, el frente de la inminente tormenta se
movía más rápido de lo que cualquiera había anticipado.

La puerta de la cabina erosionada cerca del granero se abrió y mi


ranchera de año completo, Julia, salió a grandes zancadas.

—¿Qué demonios fue eso?

—No estoy segura. —No quería salir al matorral de salvia si podía evitarlo.
El clima se estaba deteriorando rápidamente. Por otra parte, si alguien estaba
allí afuera robando ganado, tenía que saberlo—. ¿Tal vez es Santa pasándose
temprano? —agregué con una sonrisa irónica.

—¿Llevando una escopeta en lugar de bastones de caramelo? —Julia


caminó hacia los escalones, su cojera un poco menos pronunciada, las patas de
gallo junto a sus ojos arrugándose mientras me miraba fijamente—. ¿Crees que
debería ir a echar un vistazo?

Una ráfaga pasó volando y levantó un poco de gravilla fina mientras


ambas mirábamos la noche.
—El clima no va a esperar. —Negué con la cabeza—. Pero tengo que
verificarlo.

—Yo lo haré. —Dio un paso hacia su cabaña.

—No, tu pierna necesita otro mes. Si no sana bien, el doc dijo que tendría
que enviarte a Denver para una cirugía. —No podía arriesgarla, no ahora. Era
una ranchera experimentada, una viuda que había ocupado el lugar en mi
rancho cuando más la necesitaba. Nunca obtuve su historia pasada, y eso
estaba bien conmigo. Estaba preocupada por el futuro. Ella parecía
preocupada, también. Tenía que mantenerla en buena forma para pasar el
invierno y todo el trabajo que la primavera traería—. Saldré para allá.

—Puedo montar. —Ella también era terca.

—Lo sé. Pero quiero que mires la granja. Si se trata de ladrones de ganado,
estaremos en un mundo de mierda si las dos nos atascáramos en la salvia para
cuando llegue la tormenta. Una de nosotras necesita quedarse aquí y pedir
ayuda si se llega a eso.

Sacudió la cabeza.

—No me gusta.

—A mí tampoco. —Me volví para entrar de vuelta a la casa y prepararme.

—Espera.

—¿Qué? —Miré detrás de mí.

—Algo viene.

Tanya ladró, y yo miré en la oscuridad. Una serie de pasos arrastrados eran


cargados por el viento.

—Un caballo —dijo Julia justo cuando yo pensaba en lo mismo.

Pusimos todos nuestros caballos en el establo antes de que el tiempo


cambiara.

Bajé los escalones hacia la cerca de madera al borde de la casa. Un


caballo marrón galopaba hacia mí, con la silla oscura de montar en su espalda
vacía.
—Ese es el caballo de Ingram, Slingshot. —Julia me alcanzó.

La bestia disminuyó de velocidad y trotó hasta la línea de la cerca.


Relinchó cuando me extendí para pasar una mano por su hocico. Campanas
de alarma sonaron en mi mente. Necesitaba salir, encontrar a Ingram. ¿Qué
demonios estaba pasando? Si él estaba tratando de robar mi ganado, había
escogido una noche pobre para hacerlo. Julia y yo habíamos juntado a nuestros
animales de primera en el granero y a los otros los habíamos metido en un corral
protegido con cortavientos, al otro lado de la granja. Era la única forma de
mantenerlos con vida durante las próximas tormentas.

—Buscaré mi equipo. Agárrate a él hasta que regrese. —Me apresuré a


entrar a la casa y me puse las botas, un abrigo de invierno, mi sombrero, y agarré
una linterna antes de dirigirme de vuelta al exterior. Julia estaba consolando a
Slingshot cuando me acerqué, salté la valla, guardé mi escopeta en la pistolera
vacía a lo largo de su costado, luego monté al caballo.

—Tengo la radio en mi bolsillo. Te contaré lo que está pasando cuando lo


averigüe. Si no recibes noticias mías en media hora, llama al sheriff. Si escuchas
más disparos, llama al sheriff.

—Aun así no me gusta esto. —Se agarró a la parte superior de la cerca, sus
manos bronceadas por una vida al aire libre.

—Volveré. —Cavé los talones ligeramente. Slingshot no se quejó, y en su


lugar, se giró y salió disparado por el camino donde había venido.

Otra ráfaga de aire ártico me azotó y sacudió las puertas del granero. Los
caballos adentro relincharon, luego se calmaron cuando nosotros pasamos. La
noche había caído rápidamente, y las nubes inminentes oscurecían la poca luz
de luna que había. No era una noche para estar en las colinas.

—Ingram, es mejor que estés muerto o muriendo. —Me bajé el sombrero


para bloquear el viento.

Insté a que Slingshot siguiera, y él aceleró el paso cuando entramos al


campo abierto. Estaba seguro, y aunque nunca antes lo había montado, se
tomó bien las instrucciones. Mis pensamientos volvieron a su dueño. Ingram Brady
se había convertido en una institución en esta área desde que su padre murió y
se hizo cargo del rancho de al lado. Lo conocí cuando era adolescente, pero
nunca más que como el amigo de mi padre. Él era diez años mayor que yo, lo
que siempre lo colocaba en la categoría de "adulto" en mi joven mente. Estaba
demasiado ocupada planeando ir a la universidad para molestarme con el
vecino de al lado que parecía decidido a que su rancho tuviera éxito. Él era todo
un negocio, y si hubiera estado más interesada en los chicos en ese momento,
me habría dado cuenta de lo guapo que era. Pero no me importó. Tenía la
intención de dejar el rancho y abrirme camino en Chicago, Nueva York o en
algún lugar extranjero.

Sacudí la cabeza. Todos esos planes mejor trazados, al final, ascendieron


a dos grados, sin verdaderas perspectivas de carrera, y múltiples puestos de
trabajo sirviendo mesas y sirviendo café. Cuando mi padre murió, regresé al
rancho. Surgió un tornado de recuerdos, muchos de ellos tristes. La muerte de mi
madre, la principal entre ellos. Pero también hubo felices. Pop y yo mantuvimos
la tradición de la casa de jengibre de mi mamá en cada Navidad, a pesar de
que nuestras casas se convirtieron en estructuras desequilibradas con
cantidades ridículas de hielo, o el aroma familiar de la pipa de mi padre. Todo el
tiempo que viví aquí, pensé que mi futuro estaba en otro lugar, en algún lugar
"allá afuera".

Pero cuando regresé al rancho —y para mi total sorpresa—, me di cuenta


de que este era mi verdadero hogar. La tierra, los animales y la gente le dieron a
mi corazón una sensación de confort que no había sentido desde que me fui.
Entonces, me quedé y me hice cargo del rancho.

Slingshot avanzaba por el costado de un profundo barranco y salió por la


cima de una pequeña cresta que corría unos cientos de metros a lo largo de la
parte trasera de la superficie.

—¿Dónde está él? —Sabía que Ingram estaba aquí afuera. A pesar de mis
maldiciones anteriores, esperaba que no estuviera en mal estado, pero un
caballo sin jinete no presagiaba nada bueno.

Trotó a lo largo de la cresta y se sumergió en otro barranco, su ritmo


disminuyendo a medida que se acercaba al fondo. Un gemido se encontró con
mis oídos cuando Slingshot patinó hasta detenerse.

Apunté mi linterna a lo largo del matorral y encontré a Ingram acostado


sobre su espalda, una mano frotando su rostro mientras trataba de sentarse.

—¿Qué diablos te pasó?

—Saca esa jodida luz de mi cara.

—Encantada de verte también, Ingram. —Desmonté y caminé hacia él—.


¿Qué tan lastimado estás?
—Estaré bien. —Se sentó y lanzó una mirada dura a Slingshot—. ¿Acabas
de huir a la primera señal de problemas?

—Vino a buscar ayuda. Deberías agradecérselo.

Su mirada se deslizó hacia mí, y sus ojos se estrecharon.

—Tú eres la 'ayuda', ¿eh? —Agarró su rodilla e hizo una mueca.

Concentré el rayo de la linterna en su pierna y me arrodillé junto a él.

—¿Vas a decirme qué pasó o vas a seguir siendo un idiota gruñón? —Un
toque de frío aterrizó en la parte posterior de mi cuello. Los copos de nieve
aparecieron en el haz de la linterna.

—¿Idiota gruñón? —Su voz era del mismo gruñido que recordaba de hace
diez años: baja y áspera como un pedazo de cardo rodador del desierto.

—Si el zapato se ajusta. —Se ajustaba.

Continuó gruñendo e hizo una mueca cuando movió la pierna.

—Una serpiente de cascabel asustó a Slingshot. La maté, pero fui lanzado


en el proceso.

Pasé la mano a lo largo de su rodilla, sus jeans arrancados por la caída de


su caballo.

Gimió de nuevo.

—Está bien. Déjalo.

Idiota terco.

—Si está bien, entonces levántate y vete de mi propiedad. —Me puse de


pie y crucé los brazos—. ¿Qué estás haciendo aquí de todos modos? ¿Buscas un
poco de ganado?

Un ceño fruncido que podía derretir la piedra cruzó su rostro.

—Ahí me vuelves a acusar con esa boca inteligente.


—Yo no soy la que traspasa. —¿De verdad sospechaba que él era el
responsable del ganado desaparecido? No. ¿Disfrutaba con irritarlo por eso?
Seguro.

—Vengo aquí para hacer lo correcto, la cosa del buen vecino, y esto es lo
que recibo. —Luchó hasta ponerse en equilibrio sobre su rodilla derecha—. Tienes
razón. Debería haberme quedado en mi propiedad en lugar de venir aquí para
advertirte de los ladrones de ganado.

—¿Ladrones? —Como si él ya no tuviera mi atención, esa palabra lo


consiguió.

Dirigió su mirada hacia mí, las líneas cuadradas de su oscura mandíbula


se iluminaron cuando la tenue luz de la luna se dibujó en su rostro.

—Esa es la razón por la que estoy aquí. —Trató de bajar el pie izquierdo y
de levantarse, pero este no se separó del suelo—. Mierda.

Suspiré y me incliné para agarrarle el brazo y ayudarlo a levantarse.

—No necesito tu ayuda, mujer. —Bajó la voz y su grueso bíceps se flexionó


bajo mis palmas.

Nunca había estado tan cerca de él, excepto tal vez la única vez en la
cooperativa cuando lo molestaba. Fuerte, guapo, pero desagradable como el
infierno. Había una razón por la que vivía solo. Pero nada de eso detuvo la ligera
aceleración de los latidos de mi corazón mientras endurecía mi agarre en su
brazo y lo ayudaba a levantarse.

—Te dije que estoy bien. —Trató de dar un paso, pero vaciló.

Pasé su brazo sobre mis hombros y lo sostuve. Olía a cuero y heno y a un


duro día de trabajo.

—¿Puedes montar? —Le silbé a Slingshot.

—Por supuesto que puedo montar. —La ronquera aumentó, pero


sospeché que era solo una manera de ocultar el dolor—. Estaba montando antes
de que nacieras.

—Yo empecé a montar a los tres. Y puedo garantizarte que soy mejor jinete
que tú.
—Ganaste algunas carreras de barriles cuando tenías quince. Eso no te
hace mejor jinete.

—¿No? —Lo llevé al lado de Slingshot—. ¿Cuántas carreras de barriles has


ganado?

Me lanzó una mirada de soslayo y, en lugar de responder, se lanzó sobre


la espalda de Slingshot. Su mano salió disparada, aunque no me miró, y la agarré
y trepé detrás de él.

—Ninguna. Eso es lo que pensé. —Mis caderas se presionaron contra él


gracias a la curva de la silla de montar. Hice clic en la radio—. ¿Julia?

Su voz volvió a crujir.

—¿Qué está pasando allí?

—Ingram se cayó de su caballo.

Él sacudió su cabeza y una letanía de blasfemias rodó de su lengua


mientras yo sonreía y oprimía el botón de radio nuevamente.

—Lo traeré de regreso. Tiene una rodilla lesionada, así que prepara el
botiquín de primeros auxilios en mi sala de estar y, si no te importa, aviva el fuego
para nosotros.

—Entendido, jefa.

La nieve había comenzado en serio, los copos gordos flotaban hacia el


suelo y creaban un polvo blanco en la parte superior de la tierra marrón. En poco
tiempo, la nieve sería fría, profunda y peligrosa. Él giró el caballo hacia su
propiedad.

—Oye, vamos a ir a mi casa. —Envolví los brazos alrededor de su cintura.

—No. Iré a mi casa y te llevaré a casa después.

¿Ha habido alguna vez un hombre tan terco?

—No. Vamos a ir a mi casa para poder ver esa pierna tuya y luego te
llevaré con Slingshot a casa.

—Prefiero simplemente llegar a mi casa.


—Ingram, si no le das la vuelta a Slingshot y te diriges a mi casa, hay
muchas posibilidades de que te saque de este caballo y te deje afuera.

Bufó.

—Ni en tus sueños más salvajes, cariño.

Me incliné y le di una palmada en la rodilla.

—¡Ay! —Suspiró—. ¡Jesús, mujer!

—No me llames cariño. Ahora vámonos.

Se quejó durante unos diez segundos seguidos antes de dar la vuelta al


caballo y dirigirse por el barranco hacia mi casa.

Slingshot manejaba bien el terreno, pero la nieve caía con fuerza y rapidez.
Me acurruqué más cerca en la espalda de Ingram para que los copos no
cayeran entre nosotros. Nuestros sombreros y abrigos nos mantenían bastante
secos, aunque mis manos comenzaron a temblar por el frío de camino a casa.
Extendí mis dedos y los apreté en puños varias veces para que fluyera la sangre.
Ingram lo notó, porque me agarró las manos y las metió dentro de su abrigo con
otro gruñido.

Extendí los dedos a lo largo de sus tibios abdominales, la franela de su


camisa suave debajo de mis dedos.

—Gracias.

No respondió, solo espoleó a Slingshot para que caminara un poco más


rápido a través de la artemisa.

Con muy poca luz de luna y mucha nieve, ya nos acercábamos a las
condiciones de una tormenta de nieve. No me di cuenta de que estábamos tan
cerca de casa hasta que la valla apareció a través de la bruma blanca.

—Por la izquierda. —Saqué la mano del calor de su chaqueta y señalé


hacia la abertura más cercana en la cerca.

Tomó la dirección y llevó a Slingshot hacia el patio y hasta el porche.

Julia abrió la puerta de entrada y caminó hacia nosotros.

—Ingram, qué placer, como siempre.


Él reflejó su tono sarcástico.

—Es bueno verte de nuevo, Julia.

—¿Puedes poner a Slingshot en el granero? —Me deslicé por su espalda y


bajé al suelo, inmediatamente extrañando el calor del cuerpo de Ingram—. Ha
sido un gran chico, así que regálale algunas manzanas mientras lo haces.

—No hay problema. —Julia le frotó el hocico.

Ingram luchó por bajarse de la silla de montar, pero cuando levanté las
manos para ayudarlo, las apartó. Aterrizó en su pierna derecha con una mueca
de dolor y casi se cae, pero yo lo agarré de la cintura y lo sostuve.

—Primero ayúdame a meterlo a él en la casa, por favor. —Me cubrí el


hombro con su brazo izquierdo mientras Julia tenía el derecho.

Lo guiamos por las escaleras mientras dejaba salir otra cadena colorida de
maldiciones que hubieran enorgullecido a mi padre. Los adornos en mi pequeño
árbol de Navidad tintinearon mientras nosotras pasamos luchando con Ingram
entre ambas. Tanya dejó escapar un par de ladridos de su asiento junto al fuego,
pero no hizo ningún esfuerzo por investigar más. Como le había pertenecido por
primera vez a mi padre, conocía a Ingram desde hacía bastante tiempo.

Una vez que Ingram se sentó en el sofá frente al fuego, Julia preguntó si
necesitábamos algo más antes de que se hiciera cargo de Slingshot.

—No lo sé. ¿Tendrías una mordaza? ¿Tal vez podrías traerme un bozal para
él? —Miré sobre mi hombro y capté la mirada fulminante de Ingram.

Julia se rió.

—Buena suerte con todo eso. Solo avísenme si necesitan algo más.

—Estaremos bien. Ve y resguárdate. Acuéstate en la cabaña por la noche.


Va a ser una fría.

—Sí, señora. —El viento helado giró en el interior cuando ella abrió la
puerta, pero se disipó una vez que se cerró herméticamente de nuevo.

Me volví hacia Ingram y me quité la chaqueta.

—Evaluemos el daño.
Su mirada recorrió mi cuerpo, y una emoción inesperada me atravesó. Ya
sabía que Ingram era un hombre apuesto, pero en la poca luz del fuego y con
un poco más de una sombra de barba en la mandíbula de las cinco en punto,
él era un bombón fuerte. Especialmente cuando me miraba así, con los ojos
ligeramente encapuchados y su atención fija en cada curva que tenía para
ofrecer.

Se aclaró la garganta y se encontró con mis ojos.

—¿Tienes whisky?
3
Ingram

Se arrodilló frente a mí mientras yo bebía un whisky alcanzaba la botella.


La nieve —del tipo que cubría el paisaje hasta que no podías saber qué camino
era la altura—, caía en un torrente. Su árbol de Navidad centelleaba, las luces
de colores y los adornos hechos en casa le daban a la vieja casa un poco de
estilo navideño.

Tiré mi sombrero al respaldo del sofá.

—Tu papá nunca tuvo un árbol una vez que te fuiste.

Ella me quitó la bota y trató de subir la pernera del pantalón para echarle
un vistazo a mi rodilla.

—Lo sé.

—Te echó de menos terriblemente. —Bebí de la botella—. Cuando dejaste


de visitarlo.

—Lo sé. —Su tono cayó, como un alambre siendo jalado para tensarlo—.
Vas a tener que quitártelos. Las malditas cosas no ceden para nada. —Se sentó
en la mesa de café rugosamente tallada y señaló mis jeans.

—Las mujeres suelen pedírmelo amablemente. —Sonreí.

Puso los ojos en blanco.

—Hazlo tú mismo.

No me perdí el color que subió por sus mejillas. Ella tenía veinticinco años o
más, si mis matemáticas eran correctas. Hermosa, no pude negarlo. Su largo
cabello rojo le caía sobre los hombros y enmarcaba su rostro, sus ojos azules
centelleaban bajo la tenue luz. Cómo su padre canoso creó una criatura tan
encantadora, me sobrepasaba, y tuve que asumir que Molly obtuvo sus genes
de su madre.

—¿Vas a quitártelos o qué? —Se cruzó de brazos y me inmovilizó con una


mirada.

Exigir que pusiera a Slingshot en un remolque y nos llevara de regreso a mi


casa parecía un buen plan, pero el dolor en mi rodilla me dijo que no me iba a
ir a ninguna parte; no por mi cuenta, de todos modos.

—Ya que lo pides tan bien. —Me incliné hacia delante y puse la botella a
su lado.

Su respiración se atascó cuando me acerqué. Me aparté. Lo último que


necesitaba era una petardo atrevida en mi vida, incluso si algunas partes mías
del sur despertaban de la hibernación y reaccionaban con absoluto interés. Lo
cual era un problema, dado el hecho de que había aceptado quitarme los
pantalones. Carajo.

Me aclaré la garganta y volví a mirar su rostro. El brillante pañuelo azul y


amarillo en el bolsillo de su camisa destacaba el profundo color zafiro de sus ojos.
Maldita sea, ella era guapa.

—¿Eres tímido? —me desafió, su pequeña barbilla alzándose cuando se


encontró con mi mirada.

Ni un poco.

—Tal vez. ¿Tienes algún problema con eso?

Se levantó y caminó hacia el árbol de navidad, de espaldas a mí.

—Manos a la obra. Avísame cuando estés listo.

Nunca estaría preparado para una mujer como Molly, eso era seguro.
Observé su culo redondo, la curva de sus caderas, la forma en que sus jeans se
le amoldaban como una segunda piel. Mi polla se levantó un poco, empujando
mi cremallera. Aparté la mirada, forzándome a calmarme. Ella me había
acusado de ser un ladrón, por el amor de Dios. Sin mencionar lo que había hecho
con Pop. Ese último pensamiento fue como un cubo de agua helada. Molly y yo
no éramos amigos. Apenas éramos vecinos. Tenía la intención de mantenerlo así.
Me levanté, balanceándome sobre mi pierna sana, y me desabroché el
cinturón. Tanya, la vieja perra de Pop, apenas me lanzó una mirada desde su
lugar junto al fuego. Nos conocemos de hace mucho. Una vez que mis jeans
estaban acomodados sobre el brazo del sofá junto a mí, me senté y casualmente
me aseguré de que mi camisa de franela cubriera mi entrepierna.

—Listo.

Se giró y mantuvo la mirada en mi rodilla mientras se sentaba en el piso


frente a mí.

Deseé que mi mente mantuviera a raya los pensamientos sucios. Fue difícil,
pero Molly me ayudó cuando secó la sangre de la rodilla con un poco de
alcohol. Mierda, eso ardió.

—El corte no es tan malo. —Lo limpió con cautela, luego puso una mano
detrás de mi pantorrilla y tiró hacia adelante—. Pero creo que el peor daño es
del tipo que no puedo ver.

Gruñí cuando el dolor me atravesó y tomé otro trago de la botella.

—Los ligamentos parecen estar bien. Nada se siente roto. —Presionó a lo


largo de mi rótula—. Creo que es un moretón profundo y un esguince.

—¿Vas a la escuela de medicina y nadie me lo dijo?

Frunció el ceño, formando una ligera arruga en su suave frente.

—No. Pero he estado alrededor de bastantes empleados de rancho idiotas


para saber cuándo necesitan un viaje a la sala de emergencias.

Me incliné hacia adelante y la miré.

—No soy un empleado de rancho idiota.

—¿Vagando por la propiedad de otra persona al caer la noche antes de


una gran tormenta? Todo eso me suena como una tontería amateur de rancho
ahí mismo.

Maldita sea. ¿Por qué siempre tenía que presionar mis botones?

—Estaba en tu propiedad solo por una razón. —Agarré mis jeans y busqué
en el bolsillo hasta que mis dedos tocaron el metal frío y áspero. Le di el
encendedor y le dije—: Lo encontré en un lugar donde alguien había derribado
la cerca entre nuestras propiedades. Hay un montón de pistas por allí, también.
Sospecho que ambos encontraremos que nos faltan algunas cabezas de
ganado.

Encendió el encendedor con la palma de la mano, sus ojos fijos en las


iniciales talladas en el costado.

—¿Los chicos Piper?

Asentí. Las iniciales “TP” solo podrían pertenecer a un hijo de puta: Trey
Piper. Su familia era propietaria de unos miles de acres más abajo de la montaña,
pero ganaban la mayor parte de su dinero con apuestas ilegales, prostitución y
robo. Eran personas rudas, no del tipo con los que te gustaría joder. Por suerte
para mí, también fui bastante rudo, así que no tendría problema en joderlos por
tomar lo que era mío.

Ella se reclinó, sus ojos azules claros como un cielo de verano.

—Quiero aclarar una cosa.

—¿Qué? —La forma en que me miró hacía que el calor hiciera erupción
en mi pecho. Probablemente era solo el licor. Tenía que serlo.

—En realidad nunca creí que habías estado robando.

—Claro que parecía eso. Soplar humo por mi trasero ahora que te traje
evidencia de que alguien más lo hizo no se ve bien para ti.

—No estoy soplando humo. —Se colocó el pelo detrás de las orejas,
recordándome cómo hacía lo mismo cuando era adolescente y era demasiado
tímida para decir mucho—. Solo estaba tratando de sacarte un poquito, es todo.

¿De qué clase de tonterías estaba hablando?

—¿Sacarme?

Ladeó la cabeza.

—Creo que los dos sabemos que me has estado evitando y me has dado
la espalda desde que volví aquí. No sé por qué. Pero sí quiero que seamos
amigos. Somos vecinos, después de todo. Pop hubiera querido…

Levanté la mano.
—Déjame detenerte allí mismo. No tienes que decirme qué es lo que tu
papá hubiera querido.

Se estremeció como si la hubiera golpeado.

Debería haber cortado el teatro, pero no pude. No cuando ella me miraba


con esos ojos de ángel cuando sabía que por dentro, no era un ángel en
absoluto. No, era una niña egoísta. Nada más.

—Estuve aquí con él cuando estaba enfermo, cuando no podía levantarse


de la cama, cuando se estaba muriendo. Tú no estabas. Entonces, no puedes
decirme que vamos a ser amigos, y seguro que no puedes decirme qué hubiera
querido Pop.

Para su crédito, no lo evitó y corrió. Pero todo el color desapareció de su


rostro, y se giró hacia el botiquín de primeros auxilios, sus manos temblaban
mientras buscaban en los compartimentos.

Mi ira disminuyó cuando la observé, y una emoción diferente subió en su


lugar. Vergüenza. No debería haberle hablado así. Mierda. El dolor y el whisky
habían sacado lo peor de mí. Y, lo que era más desagradable que cualquier otra
cosa, ella no peleaba conmigo. Solo tomó sus cosas y siguió adelante.

Fui un gilipollas. Tal vez ella era una mocosa ingrata, pero mi papel no era
corregirla.

—Mira, lo sien…

—V-voy a envolverlo, y tendrás que mantenerla quieta por un tiempo. —


Sacó unas pastillas y me las dio, pero no se encontró con mi mirada—. Toma esos
para el dolor. Traeré un poco de hielo. —Se alejó apresuradamente, y creí ver el
rastro de lágrimas en sus brillantes ojos.

Tal vez fue algo bueno. No necesitaba enredarse con un bastardo agrio
como yo. Terminé el whisky y recosté la cabeza en el sofá familiar mientras
trataba de no pensar en el dolor que había visto en sus ojos.
4
Molly

Rompí las bandejas de hielo, girándolas hasta que los cubos cayeron en
un cuenco que había colocado en el desgastado mostrador de formica. Dos
lágrimas escaparon y se dejaron caer en el cuenco, congelándose junto con los
cubos. Las palabras de Ingram eran dagas, aún alojadas entre mis costillas. Pero
tenía razón. No había estado allí para Pop.

Limpiándome la cara con el dorso de la mano, me forcé a apartar las


lágrimas. Era demasiado tarde para llorar al respecto. Pop se había ido. Y no
importaba que me hubiera dicho tantas veces que no volviera a casa, que no
lo viera deteriorarse. Él no quiso que lo recordara de esa manera, especialmente
cuando tuve que ver a mamá desvanecerse ante mis ojos cuando era niña.
Todas sus palabras tuvieron sentido, su sonido de razonamiento, pero debería
haber estado aquí.

Suspiré y agarré una bolsa Ziploc, luego arrojé el hielo dentro. Una vez que
logré recuperar el equilibrio, entré de nuevo en la sala de estar y me senté frente
a Ingram.

Estaba hablando por teléfono, hablando bajo.

—Mantente fuera de peligro. El grupo de Piper está en eso de nuevo. Estoy


bastante seguro de que son ellos quienes han estado robando ganado. Volveré
pronto. Espera hasta entonces. —Después de unas cuantas palabras más, dejó
caer el receptor sobre la cuna y caminó cojeando de regreso al sofá, cada paso
le arrancaba un gruñido.

—¿Todo está bien en tu casa?

—Zane dijo que estamos bien. El lugar está muy bien asegurado. El ganado
está protegido. —Me miró con expresión pensativa mientras desplegaba el
vendaje de Ace y comenzaba a envolver su rodilla.
—Es un buen empleado.

—He tenido algo de suerte con él, seguro. Toma bien la dirección.

Una vez que la rodilla estaba cubierta, la fijé más ajustada, y le señalé el
sofá.

—Adelante, acuéstate. Pondré el hielo encima una vez que estés listo.

—Tengo que irme. —Alcanzó sus jeans.

—No puedes caminar. —Miré por la ventana—. La nieve no está cediendo.


Los caminos ya están helados como el infierno. Y tenemos algunos asuntos que
discutir.

—¿Asuntos?

—Los Piper. —Había tenido encuentros con ellos antes, pero nada a esta
escala. Trey había intentado conversar conmigo en la cooperativa cuando volví
a casa. Él había querido comprar mi tierra. Mi rechazo no le había sentado bien,
especialmente teniendo en cuenta que su propuesta también incluía que él y yo
pasáramos un "tiempo de calidad" juntos. Hermoso y rubio como todos los otros
hombres Piper, no estaba acostumbrado a ser rechazado en los frentes de
negocios o personales. Simplemente no me había encontrado todavía.

La mirada de Ingram se oscureció.

—Tengo la intención de tener unas palabras con ellos tan pronto como
pueda llegar allí.

—¿Qué hay del sheriff?

Entrecerró los ojos.

—El Sheriff Crow está en sus bolsillos. Lo mantienen bien pagado para que
mire a otro lado mientras ellos pasan por encima de los rancheros del condado.

—Estupendo. Vamos, acuéstate. —Levanté su pierna sana y la dejé caer


al sofá.

Con una mueca, levantó también la pierna mala y luego se recostó en los
cojines.

—Tengo que volver a mi casa.


—Dijiste que Zane había bloqueado el lugar. —Puse el hielo sobre su rodilla,
luego extendí una manta hecha en crochet rojo y blanco sobre él.

—Sí.

—Entonces, ¿por qué estás tan apurado por volver?

Puso una mano detrás de su cabeza y me miró fijamente mientras


colocaba la manta a su alrededor.

—No pertenezco aquí. Justo como tú no perteneces a mi casa.

—Has estado aquí muchas veces. No veo por qué eso tiene que cambiar
solo porque ahora estoy a cargo. —Me puse de pie y caminé hacia el fuego,
agregando un tronco grueso para mantenerlo ardiendo hasta la madrugada.
Sus palabras sobre mi padre volvieron a mí, atrapándome como un boomerang.
Tragué saliva espesa y me levanté cuando las llamas lamieron la parte inferior
del combustible nuevo.

—No quiero que salgas corriendo a la carretera en tu camino de regreso.


Así que me iré con la primera luz. —Suspiró, como si fuera una gran concesión de
su parte.

Quería discutir, informarle que podía conducir bien, muchas gracias, pero
no tenía la energía para hacerlo. Los pensamientos de Pop me rodeaban como
un fantasma, drenándome de la forma en que solo la culpa podía.

—Ponte cómodo. —Caminé hacia la puerta y finalmente me moví para


quitarme las botas. Las apilé junto a las suyas sobre una alfombra pequeña,
haciendo todo lo posible para evitar que el exterior estropeara los pisos de
madera dura más de lo necesario.

—¿Puedo al menos disculparme por lo que dije antes? —Su voz no era el
ladrido duro que esperé. Fue una suave caricia, una que me hizo volver y
sentarme en una silla raída.

Pasó una mano por su cabello oscuro, algunos mechones grises


aparecieron en sus sienes.

—No sé qué pasó entre tú y Pop, ¿sí? Y realmente no es de mi incumbencia.


—Hizo una pausa y pareció considerar sus siguientes palabras—. No tenía
derecho a decirte aquello. Entonces, lo siento por eso.
Digerí su disculpa, una que no merecía y que ciertamente nunca vi venir.
El silencio cayó entre nosotros, del tipo incómodo que sofocaba.

Pensamientos de Pop pasaron por mi mente, y tuve que romper la tensión


o volvería a llorar.

—¿Cómo estuvo? —Metí los pies debajo de mí, tratando de llenar el


espacio más pequeño mientras hacía la pregunta que me había perseguido
durante meses—. Al final, ¿cómo estuvo?

Dejó escapar un suspiro e inclinó la cabeza hacia atrás.

—Depende. Cuando le quedaban unos meses, ya estaba allí. —Se tocó la


frente—. Aún inteligente como un látigo y con una lengua tan aguda como la
tuya. Pero cuando su tiempo se acortó, se sumió en sí mismo. No quería visitas.
No quería que nadie lo viera en la silla de ruedas o echar un vistazo a todos los
medicamentos en los que estaba.

Sabía que la última parte era verdad. Hice todo lo que pude para
convencerlo de que debería volver a casa y cuidarlo. Pero Pop no lo permitía.
Me dijo que si venía a su puerta, no me dejaría entrar. Dios, eso había dolido.
Pero Pop no fue alguien que era delicado con las palabras. Lo decía. Y era en
serio.

—Permanece en la escuela. Obtén ese título de maestría. Estoy orgulloso


de ti, Molly. Tan orgulloso. Tu madre te está mirando ahora, sonriendo a lo grande
como solía hacerlo. —Cayó en un ataque de tos, y agarré el teléfono con más
fuerza.

—¿Pop?

Unas cuantas toses más profundas, que significaron problemas, luego


volvió al teléfono.

—Lo digo en serio, ahora. No te molestes en venir aquí. Tengo a Ingram en


mi casa la mitad del tiempo, y la otra mitad estoy dormido gracias a estas
malditas pastillas. No te estás perdiendo nada.

—Sigo pensando que debería estar allí…

—¡No! —Su negativa chasqueó como un látigo—. Tienes bastantes malos


recuerdos de cuando Lurleen falleció. No te tendré agregando esa misma clase
de recuerdos de mi parte. Te quiero. Y necesito que respetes mis deseos y que te
mantengas alejada. ¿Puedes hacer eso por mí, ardilla?
Ardilla. No me había llamado así desde que tenía doce años. Cuando era
niña, tenía la costumbre de trepar a cualquier árbol donde pudiera poner las
manos. Algunas veces Pop salía a buscarme, y yo estaba a seis metros en el aire
e intentaba ir más alto. Él comenzó a llamarme su pequeña ardilla.

No quería estar de acuerdo.

—Por favor, ardilla. ¿Por favor? —Su voz se quebró.

—Está bien —acepté—. No voy a ir.

—Gracias. —Su suspiro silbó por el teléfono—. Gracias. Ahora vuelve a tus
estudios. Ya estoy dando cabeceadas. Malditas pastillas.

—Está bien, papá. Te amo.

—También te amo, Molly.

—¿Molly? —Ingram se había sentado y se había inclinado, la almohadilla


áspera de su pulgar limpiando una lágrima de mi mejilla.

—Lo siento. —Me froté la cara con la manga—. Solo estoy pensando en
una de las últimas veces que hablé con Pop.

Se movió y se sentó en la mesa de café, haciendo una mueca leve


mientras apoyaba su pierna mala en el sofá.

—No. —Hice un gesto hacia su rodilla—. La lastimarás más.

—No puedo sentirla. Gracias a las pastillas que me diste y al whisky. —Sus
labios se levantaron en las esquinas, y no me había dado cuenta de la gran
sonrisa que tenía.

—¿Por qué nunca sonríes? —La pregunta salió antes de que tuviera la
oportunidad de pensar sobre eso.

Él se encogió de hombros.

—Yo sonrío.

—¿Cuándo?

Se rascó la mandíbula cuando el fuego crepitó y Tanya roncó ligeramente.


—Bien, veamos. ¿Tal vez cuando nace un ternero? Siento que sonrío
entonces. —Sus palabras aliviaron la tensión que amenazaba con consumirme.

—¿En serio? —Pude imaginarlo ayudando en un parto, con las mangas de


la camisa, enrolladas, y sus manos grandes y fuertes listas para jalar al ternero por
si estaba luchando.

—Por supuesto.

Me hice la listilla.

—¿Algo más te hace sonreír?

Sostuvo mi mirada, aunque sus ojos tenían una cualidad levemente


vidriosa; el alcohol y las pastillas para el dolor eran una mezcla potente.

—Quizás una cosa.

Una emoción me recorrió por la insinuación en esas tres pequeñas


palabras. A pesar de su brusquedad, Ingram ya había hecho incursiones en mi
corazón al cuidar a mi padre. Pop me contó todas las cosas con las que ayudó
Ingram; fue uno de los puntos de discusión de Pop cuando traté de regresar a
casa.

—Ingram se está ocupando de mí, ardilla, lo prometo.

Fue una de las razones por las que no me molestaban las fanfarronadas de
Ingram y su comportamiento hosco. Él había estado allí para Pop cuando yo no
podía. Tenía un gran corazón escondido debajo de su caparazón duro. Y no
hacía daño que pareciera un vaquero de la portada de una novela romántica.

Apreté los muslos y me moví en mi asiento. Tal vez no debería haber


agregado otro tronco al fuego; estaba haciendo calor aquí. Más caliente por
cada segundo que me veía con esa mirada directa, sus pensamientos hirviendo
justo debajo de su superficie.

—Deberías, um… Deberías descansar un poco. —Me moví hacia adelante,


a punto de ponerme de pie, pero él puso las manos en cada brazo de mi silla,
encerrándome.

—Solo dime una cosa.

Se me cortó la respiración y me pregunté si podría oír el latido tumultuoso


de mi corazón.
—Está bien. —Mi voz era vacilante, mi mente saltaba de una posible
pregunta a la siguiente. ¿Qué quería saber?

—¿Por qué no viniste a ver a Pop?

Todo dentro de mí se heló, y me alejé de él.

Su mandíbula se apretó y comenzó a extender la mano, luego la retiró.

—Solo necesito saber, es todo. Pop nunca me lo dijo. No importa cuántas


veces le preguntaba, él dijo que tenía que ocuparme de mis asuntos y dejar de
preocuparme por lo que estabas haciendo.

—¿En serio?

—¿Qué? —Inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, y tuve la


sensación de que sabía exactamente lo que le estaba preguntando.

—¿Estabas preocupado por lo que estaba haciendo?

Puso algo de distancia entre nosotros esta vez, enderezando la espalda y


mirándome con sus ojos oscuros.

—Quería saber por qué nunca llegaste a casa. —Se detuvo,


aparentemente lidiando con las palabras que se agitaban en su mente—.
Comencé a preguntarme si algo había ido mal entre tú y Pop. Ambos sabemos
que tenía mal genio y…

—Oh, no —Negué con la cabeza con vehemencia—. No fue nada de eso.


Pop siempre fue bueno conmigo, especialmente después de que mamá falleció.
Solía venir a visitarme a la universidad cada pocos meses. Al menos, lo hizo hasta
que se enfermó. Después de eso, quise volver.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Por qué no lo hiciste?

—Pop me dijo que no lo hiciera. —Mis palabras llegaron apuradas—. Le


supliqué que me dejara volver aquí, pero él no quería que lo viera sufrir. Fue
inflexible en que me mantuviera alejada. Y fui tonta y acepté. —El agujero que
Pop había dejado en mi corazón todavía estaba en carne viva, furiosa, a pesar
de que había estado fuera durante seis meses.
Una arruga se formó entre sus cejas, luego se aclararon mientras él digería
lo que le había dicho.

Me quedé sin aliento, sollozando, pero seguí adelante.

>>Cada vez que hablamos, le prometí que no iría a verlo. Me suplicó que
me mantuviera alejada. —Las lágrimas habían regresado—. Y acepté, porque
era muy débil y no quería molestarlo. Pero todos los días que llamé, intenté que
cambiara de opinión. Él no lo hacía. Ni siquiera al final. Ni siquiera cuando sabía
que eran los últimos días. Me suplicó que no fuera porque solo quería recuerdos
felices para mí. Especialmente después de mamá. —Me quedé sin aliento
cuando Ingram agarró mis manos repentinamente frías en las suyas cálidas.

—Debería haber venido —las palabras dejaron mis labios en un susurro.


5
Ingram

Podría haberme dicho que se había unido al circuito como payaso de


rodeo, y me habría sorprendido menos. Pensé que ella estaba en la universidad
teniendo el mejor momento de su vida y dejando que su viejo sufriera. Pero,
teniendo en cuenta lo obstinado que era él, debería haber supuesto que la
había advertido. Cada vez que le preguntaba al respecto, él me decía que me
ocupara de mis propios asuntos y me pegaba con su bastón.

—Mierda. —Era la única palabra que podía formar, especialmente dado


el cóctel de whisky y analgésicos que se arremolinaba en mis entrañas.

Ella negó con la cabeza, una lágrima se deslizó sobre sus pestañas
inferiores.

—Debería irme a la cama. —Arrastrando su silla hacia atrás y retirando sus


manos de las mías, se levantó—. Necesitas descansar. Revisaré la rodilla por la
mañana.

—Espera, Molly…

—Solo grita si necesitas algo. —Su mirada viajó a todas partes excepto a
mi cara—. El fuego debería mantenerte caliente, y puedo agarrar una manta
adicional por las dudas.

—Molly. —Suavizo la voz, usando el mismo tono que usaría con un potro
asustadizo—. Por favor, siéntate. Solo por un momentito.

Ella se aclaró la garganta.

—¿Para qué? ¿Para que puedas echarme en cara a Pop un poco más?
—Las palabras deberían haber sido pronunciadas con ira, pero en cambio, la
tristeza resonó en su voz.
Joder, era un idiota incluso más grande de lo que pensaba. Extendí la
mano hacia ella.

—¿Por favor?

Miró mi mano como si fuera una serpiente venenosa.

—Ya terminé de ser un gilipollas… —Sonreí—. Bueno, sobre este tema, de


todos modos.

Esa última pequeña adición causó una grieta en su fachada, la leve


insinuación de una contracción en sus labios me decía que mi pequeño intento
de encanto estaba funcionando.

—Y, oye, si te hace sentir mejor, ¿te dejaré golpearme la rodilla? —La
señalé y le di lo que esperaba fuera una sonrisa cautivadora.

Echó un vistazo a las escaleras, vacilante en la forma en que sus manos se


enredaron frente a ella. Finalmente, después de unos momentos tensos, se
encontró con mi mirada y volvió a tomar asiento en la silla.

—Puede que te tome la palabra a eso más tarde.

—No te culpo, ni siquiera un poco. —Me recosté en el sofá, dándole un


poco de espacio.

Colocó los pies a su lado y se apretó el chal sobre los hombros. Una
posición defensiva. Una en la que la puse.

—¿Qué estudiaste en la escuela? —Tuve que empezar en algún lado.

Levantó una ceja.

—Teatro, mayormente.

—Eso es ... Uhm. ¿Interesante?

Una risa salió de ella, pero no se encontró con mi mirada.

—Puedes decir que fue una pérdida de tiempo. No me enojaré.

—Para nada. —Yo apenas había terminado la escuela secundaria, así que
no tenía ningún lugar para hablar —. ¿Parece que aquello tal vez fue divertido?
¿Actúas en algunos teatros o algo así?
—No exactamente. Yo era más pintora de paisajes, hice disfraces y trabajé
entre bastidores. A veces, actuaba de fondo. Como una de las criaturas del mar
en Piratas de Penzance, o un Montague al azar de Romeo y Julieta.

—Eso es un desperdicio —dije lo obvio—. Deberías haber estado al frente


y al centro.

Ella se rió.

—Soy demasiado torpe, y cuando el centro de atención me ilumina, me


olvido de cómo hablar. Entonces, no, era más feliz cuando hacía la magia con
el vestuario y los accesorios, no cuando hacía los hechizos yo misma.

—Aun así es una maldita vergüenza. Una chica bonita como tú.

Ladeó la cabeza hacia un lado.

—Pude haber tenido un lapso momentáneo de conciencia, pero podría


haber jurado que me acabas de halagar.

Ahora era yo quien miraba el árbol de Navidad o al techo en vez de


mirarla. Siempre pensé que era una niña linda. Pero desde que había regresado
al rancho, una mujer adulta, había tenido muchos pensamientos no tan
inocentes de ella. Parecían multiplicarse cada vez que me atacaba. Pero me
negué a pensar en ella de esa manera, especialmente cuando tenía la
impresión de que había abandonado a Pop cuando la necesitaba. Pero me
había equivocado. No era la primera vez.

—No dejes que se te suba a la cabeza —agregué.

—Trataré de no hacerlo. —Pude escuchar la sonrisa en su voz, y me calentó


casi tanto como el whisky.

—El rancho se ve bien.

—Gracias. Pusimos una nueva capa de pintura en la casa, renovamos los


paravientos y Julia intentaba pasar las vallas al menos día por medio. Pero se
lastimó la pierna la semana pasada. Parece ser algo común de aquí.

—¿También se cayó de un caballo?

Bufó.
—Si lo hiciera, nunca lo admitiría. Estábamos trabajando en el granero,
esparciendo heno. Ella subió al desván, bajó y saltó los últimos peldaños. —
Pareció estremecerse por el recuerdo—. No fue bonito.

—Espero que esté bien.

—Lo estará. Solo necesito que se mantenga fuera del rancho tanto como
sea posible. Sin ella, no podría dirigirlo. Hay demasiadas cosas, y tantas cosas que
Pop nunca me contó. —La preocupación se apoderó de su voz, del tipo que te
mantenía despierto por la noche.

—Mira, si necesitas algo, si tienes alguna pregunta, solo pregúntame. Lo


que Pop no te enseñó, te puedo garantizar que él me lo enseñó. Me dejó
exhausto los primeros años por aquí.

—Lo recuerdo. —Se rió—. Te presentabas a la cena cubierto de tierra, te


lavabas las manos, inclinabas la cabeza para dar las gracias, y luego comías
hasta lo último de tu plato. Ni siquiera decías una palabra hasta que tu estómago
estuviera lleno, e incluso entonces hubo una serie de respuestas afirmativas o
negativas para Pop.

—Soy un hombre simple. —Me encogí de hombros y mis ojos se cerraron.

—No creo que eso sea cierto. Para nada. —Me arropó otra vez, aseguró la
manta a lo largo de mis lados cálidos y la dejó suelta sobre mi rodilla fría.

—Molly. —Abrí los ojos, alcanzando una visión cercana de su dulce rostro
cuando se inclinó sobre mí.

—¿Sí? —Se encontró con mi mirada, y a pesar de las drogas, el alcohol y


el dolor, la deseaba. Más de lo que alguna vez hubiera deseado a alguien en mi
vida. Una sensación como esa era demasiado grande para procesarla, más
grande que el cielo de noche o la gran extensión de tierra de este lado de las
Montañas Rocosas.

Ella se cernía sobre mí, con los labios ligeramente separados, su camisa
abotonada se abrió un poco en la parte superior, dándome una vista del
sujetador blanco debajo. Mis manos estaban ansiosas por agarrarla y jalarla
hacia mí, para ver si sabía a la ligera insinuación de fresas que le daban sabor al
aire cuando estaba cerca. Luché por quedarme quieto cuando me miró los
labios, sus pestañas revoloteando.

Me aclaré la garganta.
—No te preocupes por los ladrones. Yo los manejaré.

—Oh. —Retrocedió y se puso de pie, el momento desapareció como el


chasquido de una goma elástica—. Podemos discutirlo mañana. El hombre del
clima dice que nos espera un deshielo alrededor del mediodía antes de que
tengamos que escondernos nuevamente para otra nevada en un día o dos. Tal
vez podamos hacer un viaje para ver a los Piper.

No era una buena idea, en absoluto. No quería que ella estuviera cerca
de ese nido de víboras, pero mis párpados pesaban más que mi toro de primera,
y no tenía fuerzas para discutir.

—Buenas noches, Ingram. —Su voz sedosa me empujó a un sueño pesado,


uno lleno de sueños de ella en un campo de fresas.

***

Tocino. Abrí los ojos, la sala de estar todavía estaba oscura, pero no podía
dejar de notar el delicioso aroma del tocino en el aire y el chisporroteo de una
sartén. Una mirada a la ventana me dijo que el sol estaba a unos quince minutos
de asomarse por el borde de las distantes montañas.

—¿Cómo te gustan tus huevos? —llamó Molly desde la cocina.

—Tres y medio. —Me senté e inspeccioné mi rodilla. Dolió con un golpe


sordo y constante que coincidía con el latido de mi corazón.

Hace mucho tiempo que el hielo se derritió, y puse la mochila en la mesa


de café en el medio de la noche. Al desenvolver el vendaje, encontré un
hematoma de color morado oscuro a lo largo de la parte superior de la rodilla y
por los lados. Empujé suavemente, buscando alguna señal de lo malo que era.
Aunque el dolor parecía extenderse uniformemente, nada cedía bajo mi toque.
El vendaje estaba limpio, el corte sellándose debajo de la gasa blanca.

Satisfecho de que no había hecho ningún daño permanente, giré las


piernas por el borde del sofá y me puse de pie, con la pierna derecha sufriendo
la mayor parte de mi peso. La sangre corrió por mi rodilla y el bajo latido se
convirtió en una aguda sensación punzante.

Tomé aliento, luego otro, hasta que el dolor disminuyó y pude ponerme mis
jeans y caminé cojeando hasta el teléfono en una mesa auxiliar. Sin torres de
telefonía celular en estas partes significaba que teníamos que hacer todo a la
antigua; eso o usar un teléfono satelital. Marqué y esperé un rato hasta que Zane
atendió.
—¿Cómo se ve todo por allá?

—Todo está bien. El ganado se mantuvo bien cálido. Traje a Earl a mi casa.
Roncó frente al fuego toda la noche.

—Mejor allí que en tu cama. —Sonreí. Mi perro roncaba más fuerte que la
mayoría de los humanos.

—¿Cómo está la pierna?

—Mejor.

—¿Cómo está Molly? —Su tono tenía demasiada malicia para mi gusto.

—¿Qué quieres decir con eso?

Se aclaró la garganta.

—Solo preguntaba, jefe. Nada intencionado allí.

—Ella está bien. Mira, tengo algunos asuntos que atender, pero volveré
más tarde. Solo espera, ¿de acuerdo?

—Entendido. Hablaré contigo más tarde.

Colgué y seguí por el pasillo hacia el baño. Molly tarareaba en la cocina,


el sonido era alto y dulce. Después de limpiarme un poco —no me había dado
cuenta de la cantidad de suciedad que me había manchado la cara desde la
caída—, medio salté por el pasillo hacia la cocina.

La espalda de Molly estaba girada, sus pantalones vaqueros abrazaban su


culo redondo mientras sacaba tocino de una sartén de hierro y volteaba mis
huevos con facilidad. Me hundí en la silla más cercana e hice mi mejor esfuerzo
para no gemir de alivio.

Ella lanzó una mirada por encima del hombro.

—Te lo habría llevado.

—Necesitaba levantarme. —Me estiré—. Ese viejo sofá ha visto días


mejores.

—¿Cómo está la rodilla? —Colocó el tocino y dos tazas de café sobre la


mesa antes de colocar los huevos y sentarse frente a mí.
—Duele, pero viviré. —Miré por la ventana detrás de ella, el paisaje se
iluminaba con cada minuto que pasaba mientras salía el sol. La nieve cubría
cada pedazo de tierra, y las montañas en la distancia parecían quizás un poco
más blancas de lo normal. El mercurio no se elevará por encima de cero hasta
el mediodía, muy probablemente. Entonces la nieve se derretiría un poco, las
carreteras se descongelarían lo suficiente como para que Molly me llevara de
vuelta a mi casa.

—¿Crema o azúcar? —Tomó un sorbo de café negro.

Resoplé y tomé un gran trago de mi taza, la leve punzada era justo lo que
necesitaba para ayudarme a pasar el día.

—Está bien entonces. —Ella amontonó algunos huevos en una tostada.

—Gracias por la comida. —Escarbé, feliz de tener un desayuno caliente


hecho por otra persona.

—No hay problema. Se pone un poco solitario aquí. Julia se queda en su


cabina, premia su autonomía, le gusta tener un lugar propio. Y no recibo visitas.
Probablemente eres la primera persona además de Julia que ha estado en la
casa desde que regresé.

La soledad era una enfermedad común en estas partes. Grandes ranchos


extendiéndose por millas y pocos miembros de la familia para atenderlos. La raza
más joven no estaba tan interesada en criar ganado, sino que optaba por
carreras universitarias y trabajos lejos de la artemisa. No podría culparlos. Si yo
hubiera podido hacer otra cosa, probablemente lo habría hecho. Pero mi padre
me hizo prometer que administraría su rancho, que lo mantendría en la familia y
que sería fiel a mis raíces. Había cumplido mi promesa, aunque algunas veces
unos pensamientos de cómo podría haber sido me mantenían despierto por la
noche. No quería eso para Molly. Por otra parte, ella parecía haber llevado la
vida del rancho mucho más fácil que yo.

—Oye, ¿qué está pasando en esa gruesa cabeza tuya? —Extendió la


mano por la mesa y apoyó la mano en mi muñeca.

—Lo siento. —Encontré su mirada—. Solo estaba pensando cuando


comencé a dirigir mi rancho. Lo similares que eran las cosas para mí. Mi papá
murió y yo era el único que podía mantener esto vivo.

Me apretó la muñeca antes de regresar a su desayuno.


—Pienso en eso a veces, también. ¿Empezaste a dirigir tu lugar cuando
tenías qué, veinte?

—Veintidós. —Demasiado joven.

—Cierto. Yo nunca hubiera pensado que estaría haciendo esto, ¿sabes?

—¿Te arrepientes de volver?

Sacudió su cabeza.

—Ni un poco.

La certeza en su tono me impresionó. Esta era una vida dura, pero parecía
haberla escogido con los brazos abiertos.

Terminamos nuestro desayuno en un silencio cómodo, el sol estallando


sobre el paisaje en una explosión de luz blanca brillante.

Ella agarró nuestros platos vacíos y los puso en el fregadero.

—Los lavaré. —Me levanté de la mesa.

—No. Descansa la pierna. —Limpió la vieja estufa blanca.

—De ninguna manera. Si tú cocinas, puedes estar absolutamente segura


de que yo limpiaré. Es justo. —Fui cojeando hasta el fregadero y me puse a
trabajar mientras trataba de ignorar su mandíbula caída.

Tal vez había sido un vaquero rudo, pero nunca la trataría como nada
menos que como una dama.
6
Molly

Se quedó de pie junto a la ventana, su amplia espalda bloqueaba la vista


del país de las maravillas invernal más allá de los paneles.

—Julia ya está fuera de casa. Parece que se dirige a los cortavientos.

—Es por lo que le pago. —Me puse primero una bota, luego otra.

—¿A dónde vas? —Se dejó caer en la silla lateral y apoyó el pie en la mesa
de café.

—Necesito tomar más leña del cobertizo, para empezar, luego dirigirme al
granero y poner más heno donde sea necesario, rellenar los abrevaderos y
controlar todo.

Bajó su pierna derecha como si fuera a levantarse nuevamente.

>>Ni siquiera lo pienses. Solo descansa. He estado manejando este rancho


el tiempo suficiente para saber cómo hacer todo esto por mi cuenta. Sin
mencionar, que Julia es de gran ayuda. Así que quédate quieto.

—Yo puedo buscar la leña. —Su voz ronca se erizó de orgullo.

Con mi sombrero ajustado en mi cabeza, abrí la puerta y le disparé lo que


esperaba fuera una mirada dura.

—Mantén tu lindo culo sentado hasta que regrese. —¿Acabo de decirle


que tenía un lindo culo?

Aparentemente, sí, porque él no tuvo una réplica, solo una mirada de


sorpresa ridículamente adorable que se convirtió en una sonrisa ardiente en su
rostro anguloso, mientras yo cerraba la puerta y crujía en la nieve en el porche.
Mi aliento salió disparado frente a mí mientras el aire helado me
abofeteaba las mejillas. La nieve deslumbraba, las nubes se despejaron por el
momento, y el sol cayó sobre el paisaje blanco. El granero parecía sacado de
una postal, con el techo cubierto por una manta de copos mullidos. Pero no me
paré a tomar una fotografía. Estaba más preocupada por el colapso del techo
bajo el peso y por los animales que habíamos dejado en la nieve sin más
protección que unos cortavientos.

Hice un trabajo rápido de traer leña y hacer una pequeña pila al lado de
la puerta de entrada para más tarde. Después de un difícil camino hacia el
granero, abrí la puerta con fuerza y la solté para revelar a los mejores animales
del rancho. Las vacas amamantaban y algunos caballos relincharon a modo de
saludo. Una franja de luz del día brilló a través de la puerta en el extremo opuesto
del granero. Raro. Julia no habría dejado la puerta del establo medio abierta en
una noche tan fría. Me abrí camino a través del establo, colocando alimento,
agregando agua a los abrevaderos, y asegurándome de que los animales no
sufrieran de los confines cercanos. Julia y yo tendríamos que limpiar las casetas
más tarde. Lo quería todo limpio y listo para la próxima tormenta de nieve. La
primera fue solo un golpecito amoroso, y el extraño y cálido rato esperado para
esta tarde solo prepararía la atmósfera para tener más nieve. La próxima capa
de nieve duraría semanas, especialmente con la temperatura cayendo en
dígitos negativos.

Cuando llegué a la parte trasera del establo, cuatro de los puestos


estaban vacíos, incluido el gran puesto especial reservado para mi toro, el Bruiser
de Nelly. Me quedé allí, la incredulidad y la furia batallando dentro de mí, y miré
los puestos vacíos. No había manera de que los animales pudieran salir solos. Me
volví hacia la puerta trasera del granero y la abrí completamente. No había
pistas, solo nieve por lo que pude ver.

Pero había una cosa mal. La línea de la cerca que corría


aproximadamente 50 yardas detrás del establo tenía una fractura. Una lo
suficientemente grande como para pasar el ganado. Pero no había pistas.
Entonces, quienquiera que haya hecho esto —y yo sabía que tenían que ser los
Piper— se había aprovechado de la tormenta y asaltó el establo,
probablemente en algún momento cuando la nieve comenzó a caer.

Me quité los guantes, los plegué y los tiré al suelo.

—¡Váyanse a la mierda! —grité a todo pulmón al paisaje vacío y nevado.


Sin esos animales, este rancho estaba muerto. No había forma de que pudiera
pagar otro toro de la misma calidad que el Bruiser de Nelly.

La radio a mi lado cobró vida y la voz de Julia crujió.


—Jefa, tenemos un problema.

—No jodas. ¿Qué está pasando allí afuera? —Le contaría lo del granero,
pero se tomaría el golpe al intestino como yo, y todavía estaba tratando de
procesarlo.

Julia amaba este rancho tanto como yo.

—Los cortavientos. Alguien vino aquí y prendió fuego a varios de estos. El


resto había sido cortado en pedazos en los soportes y tumbado.

Me tragué mi temor y pregunté lo que se debía preguntar:

—¿El ganado?

—Están vivos. Tu idea de alimentarlos tarde mantuvo el calor de sus


cuerpos más alto, por lo que las temperaturas no los alcanzaron anoche. Pero
no pasarán por otra tormenta de nieve sin los cortavientos.

—Tal vez podamos reconstruir algunos. Tenemos dos días antes de la nieve.

La radio permaneció en silencio durante demasiado tiempo, Julia conocía


la respuesta tan bien como yo.

—Jefa, no tenemos tiempo para eso, ni la mano de obra, y sospecho que


tampoco tenemos el dinero para eso.

Ella tenía razón en todos los aspectos. Ojalá pudiera recurrir a Pop y
preguntarle qué hacer. Él lo sabría. Tendría una solución elaborada en poco
tiempo. Pero él no estaba aquí, y yo estaba perdida.

—Nosotros, ah, tenemos algunos problemas en el granero, también. Pero


te lo diré cuando vuelvas. No hay nada que puedas hacer ahora. El clima se está
calentando, por lo que los suministros estarán bien por el momento. Dirígete a la
casa.

—¿Qué pasa con el establo? —La aguda nota de alarma en su voz me


cortó hasta los huesos.

—Solo regresa. —Apagué la radio, no estaba lista para dar voz a lo mal
que realmente estaba la situación. Terminé en el establo, moviéndome como
zombi mientras mi cerebro hacía todo tipo de acrobacias para tratar de
encontrar un remedio para la situación. Nada despertó a la vida.
Cuando volví a la casa, toda la leña había desaparecido del porche
delantero.

Entré, me quité las botas y colgué el abrigo y el sombrero junto a la puerta.

Ingram levantó la vista desde su lugar en el sofá.

—¿Qué diablos pasó? —Se centró en mi rostro, sus ojos se abrieron con
alarma.

—Oh nada. Mi toro de primera se ha ido, seguido de varias vaquillas, y


alguien destrozó todos mis cortavientos de la noche a la mañana. —Me dejé
caer en la silla lateral y acuné la cabeza entre mis manos.

—Jodidos Piper —gruñó él. Un furioso Ingram era un espectáculo digno de


contemplar, con un fuego en los ojos que hacía juego con el que rugía en su
vientre. Pero no había nada que hacer.

No podía reconstruir los cortavientos prometiendo pagar con un guiño y


una sonrisa. Y no podría esperar tener una temporada de parto sin un toro.

—Trey me dijo que quería comprar esta tierra. Dijo que lo conseguiría de
una forma u otra. Supongo que esta es la manera que él eligió.

—Que se joda esta mierda. —Se puso de pie y cojeó hacia la puerta.

—¿Qué estás haciendo?

—Voy a ir con los Piper a recuperar tus animales. —Arrancó su sombrero de


la clavija y lo presionó en su cabeza oscura.

Él estaba en lo correcto. No podría sentarme aquí y caer en la


desesperación. Eso no es lo que Pop hubiera hecho. Pop habría marchado
directamente hacia los Piper y exigiría que devolvieran lo que robaron. El rancho
no había sido fácil de ninguna manera, pero esta sería mi primera prueba real.
¿Realmente pertenezco aquí? ¿Tenía la fuerza para hacer mi hogar en el racho
y ejecutar una operación exitosa? Esta era la forma de averiguarlo.

Me levanté y caminé hacia el armario del pasillo.

—Voy contigo.

Ingram sacudió la cabeza.


—Estas son personas peligrosas, Molly. Preferiría que me dejaras manejarlo.

—Este es mi rancho. No dejaré que los Piper lo tomen, y estaría condenada


si dejo que alguien más pelee mis batallas por mí. —Tomé la escopeta de dos
cañones de Pop de la parte superior del armario junto con una caja de
proyectiles.

—Espera. —Se apresuró por el pasillo y descolgó el teléfono mientras yo me


vestía en la puerta. Colgó y se unió a mí.

—¿Quién era ese?

—Compruebo con Zane. Arreglo algo de apoyo por si lo necesitamos.

Cuando lo miré a los ojos, una leve mueca giró en la esquina de sus labios.

Repentinamente cohibida, pregunté:

—¿Qué?

—Simplemente te ves ruda, es todo. Pop estaría orgulloso.

El calor se apoderó de mí por su elogio, pero traté de sacármelo abriendo


la puerta.

—Esperemos que podamos llegar a la propiedad de los Piper.

El agua goteaba constantemente desde los aleros, y un gran trozo de


nieve cayó del techo del granero con un silbido y un golpe. El sol estaba
haciendo su trabajo, derritiendo la nieve a medida que la temperatura se
calentaba.

Apareció Julia, avanzando hacia nosotros con zapatos para nieve y


haciendo un buen tiempo a pesar de la lesión en su pierna.

—¿A dónde se dirigen? —llamó desde lejos.

—Yendo a ver a un hombre por algo de ganado. —Mantuve la escopeta


cerca de mi pierna y esperé que no lo notara—. Volveremos en un momento.
Vigila las cosas por mí.

—¡Como el demonio que lo haré! —Aceleró el paso, la cojera cada vez


más pronunciada.
—Ingram y yo tenemos esto bajo control. Necesito que te quedes aquí y te
asegures de que no ocurra nada más. —Bajamos los escalones y nos
encontramos con ella mientras se abría camino hacia nosotros.

Entornó los ojos.

—¿Qué pasó en el establo?

—Alguien vino anoche. Se llevó al toro y algunas vaquillas.

—No. —Sacudió la cabeza, con ojos duros de negación—. No. Lo habría


escuchado. Habría hecho algo.

—¿Tomaste un analgésico para la rodilla a la hora de dormir? —Mantuve


mi tono lo más suave posible.

Su rostro palideció, la piel bronceada casi translúcida bajo la dura luz del
día.

—Oh Dios mío. Todo esto es mi culpa.

—No, no lo es —dijo Ingram antes de que yo pudiera, y le puso una mano


en el hombro—. Fueron los Piper. Están tras el rancho.

—Pero debería haber estado de guardia. Es mi trabajo mantener este


rancho en marcha. —Se volvió hacia mí, con lágrimas en los ojos—. Lo siento
mucho, Molly.

Apoyé la escopeta contra Ingram, y él la tomó en silencio, luego jalé a


Julia en mis brazos.

—No lo lamentes, Estamos en esto juntas. No podría haber llegado tan lejos
sin ti. No es tu culpa. Y sé cómo eres, y sé que vas a mortificarte por esto. Pero te
prometo que no te culpo, y no es tu culpa. —La apreté para enfatizar. Aunque
nunca lo admití en voz alta, principalmente porque no quería hacerla sentir
incómoda, Julia era lo más cercano que tenía a una madre desde que mi madre
había fallecido. Ella era el corazón palpitante de este rancho. Ingram pareció
entender eso también, porque le dio unas palmaditas en la espalda y tranquilizó
a Julia conmigo.

Ella sorbió y se echó hacia atrás, su fuerza en exhibición después de las


lágrimas momentáneas.

—¿Qué puedo hacer para ayudar?


7
Ingram

Molly condujo con cuidado por el camino que llevaba a su propiedad. Los
caminos se habían derretido más rápido que la artemisa, pero todavía era lento.

Se mordió el labio, su cerebro claramente trabajando a gran velocidad.

—Cuando lleguemos allí, quiero entrar y convencerlos para que entreguen


mi ganado. No lo conviertas en una pelea si no tiene que ser así.

—Entonces, ¿para qué es la escopeta?

Un indicio de sonrisa se dibujó en sus labios.

—Espero que sea más para mostrar, para hacerles saber que estoy
hablando en serio. No espero tener que usarla.

—¿Pero si lo haces?

—Si intentan lastimar a cualquiera de nosotros, no lo dudaré.

Asentí. Los Piper eran un grupo sin ley, y estaba bastante seguro de que no
tenían la intención de entregar el ganado a Molly sin una pelea. Le lancé una
mirada furtiva, su cabello rojizo cayendo en cascada por debajo de su sombrero
en olas ardientes. Aunque nunca había sido mucho de pelear, recibir un
puñetazo en la cara me dolía muchísimo, sabía que no tendría problemas para
luchar por ella.

El solo hecho de estar cerca de ella durante el último día me hizo volver a
pensar en mis planes de un futuro solitario en el Rancho Brady. Conocí a muchas
mujeres a lo largo de los años, pero nunca a una que me sorprendiera tanto
como Molly. Ella me había tratado bien, a pesar de que la había insultado en la
primera oportunidad que tuve. Cuidó de mi rodilla, cuidó a mi caballo, y se las
arregló para hacerme cambiar de opinión al mismo tiempo. Todo lo que había
pensado sobre ella había sido incorrecto. Y no podría haber estado más feliz al
respecto.

De lo que no se daba cuenta era que tenía un problema aún mayor en


sus manos que los Piper. Yo. Cuando yo decidía que quería algo, salía por
completo hasta que lo tenía. Trabajaría más duro, sería más inteligente y haría lo
que fuera necesario. Mientras rebotábamos a lo largo del camino helado hacia
la casa de los Piper, mi corazón se derretía junto con la carretera.

Ella se volvió hacia mí en una recta.

—¿Por qué tienes esa mirada en tu cara?

—¿Qué mirada?

Ella se encogió de hombros.

—No lo sé. ¿Algo así como una sonrisa tonta?

Forcé mi rostro en su forma habitual.

—No tengo idea de qué estás hablando.

Sus cejas se arquearon, y se volvió hacia la carretera.

—Si tú lo dices.

—Prefiero que me dejes entrar primero, que hable con Trey.

La línea dura de sus labios me dijo que eso no iba a suceder.

—Es mi rancho. —Frenó alrededor de una curva, las ruedas traseras


patinando sobre el hielo antes de sujetarse al asfalto—. Si no puedo defenderlo,
no me lo merezco.

Su furia estaba totalmente justificada en este caso, y mi respeto por ella


creció aún más. Pero tenía que mantenerla a salvo. Entrar en el nido de un
avispón con una escopeta no parecía ser la mejor manera de hacerlo.

Suavicé la voz.

—Escucha, conozco a Trey desde hace mucho. Dame la oportunidad de


hablar con él. Quizás solucione esto sin salir con ambos cañones por el portón.
—Puedo hablar con ellos sin problemas.

Me reí mientras asustaba a un ciervo pastando en la nieve cerca de la


carretera.

—Eres como un cartucho de dinamita esperando a explotar.

—¿Y eres tan creído? —respondió.

En realidad, sí lo era, solo que no estaba preocupado. Ella parecía tener


un truco para fastidiarme, y en más de un sentido.

—Puedo manejar a los Piper. —Extendí la mano y cubrí una de las suyas en
el volante.

Me lanzó una mirada confundida, pero sus mejillas comenzaron a ponerse


de un color rosa intenso que coincidía con los cuadros rosas en el pañuelo de
hoy que estaba metido en su bolsillo.

—¿Qué estás haciendo?

—Tratando de hacer que confíes en mí. —Moví los dedos a lo largo del
brazo de su chaqueta y hacia la piel desnuda a lo largo de su garganta—.
¿Confías?

Tragó saliva.

—Sí.

—Bueno. En ese caso, deberíamos poder pasar bien por esto. —La solté
mientras ella nos guiaba por una pequeña colina y luego hacia el extenso
rancho de los Piper.

—Han estado comprando tantas propiedades aquí. Quizás sea por eso. —
Sacudió la cabeza levemente—. Tal vez han estado robándoles ganado a sus
vecinos sin negociar. Eso tiene que ser. Quien irrumpió en el granero la noche
anterior y destruyó nuestros cortavientos entró con un plan y con suficientes
hombres para hacerlo.

Yo había pensado en eso.

—Tienen mucha mano de obra. ¿Qué vamos a hacer con tus


cortavientos?
—¿Nosotros? —La nota de esperanza en su voz tiró de mi corazón.

—Sí. Nosotros. —La conocía desde hace años, y la resentí por algunos más.
Pero ahora estábamos en el mismo equipo. No iba a dejar que su rancho fallara.
No cuando podría hacer algo para ayudar.

—Bueno, estaba pensando que tenemos algunas pacas de heno en el


granero lejano. Pero no lo suficiente, no como para reemplazar los que perdimos.
Y luego pensé que podríamos esconderlos junto al granero, dejar que eso sirva
como protección contra el viento y esparcir las pacas de heno alrededor de este
lo mejor que pudiéramos. El problema es que el área no tiene una cerca que los
mantenga en su lugar, no está preparada para alimentarlos, no está configurada
para nada, la verdad.

—¿Qué hay de mi rancho?

Presionó de golpe los frenos y nos deslizamos hacia adelante, la camioneta


deteniéndose de costado, bloqueando ambos carriles, aunque nadie más
estaba en la carretera con este clima.

—¿Tu rancho?

—Claro. —Traté de mantener la voz lo más indiferente posible—. Podríamos


reunirlos mañana. Prepararlos y fijarlos antes de la tormenta…

—Hace no más de 24 horas me dijiste que no perteneces a mi rancho, y


que yo no pertenezco al tuyo. ¿Qué te ha pasado?

—Es diferente ahora. Todo esto. Tuve la idea equivocada…

—Acerca de Pop.

—Sí, sobre eso. No lo vi claramente. Debería haber sabido que él te había


dicho que no vinieras. Pero creo que fue así, no sé una palabra para describirlo…
—Quería decirle cómo se sentía perderlo, verlo desaparecer más y más por día.
Pero no podría soportar hacerle daño, no de nuevo—. No estaba preparado
para eso cuando finalmente llegó el fin. Fue demasiado. Yo ya era un asno
insoportable antes de eso… —Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios ante
eso, así que seguí—: Y cuando Pop murió, me volví doblemente insoportable. Y
ese es el hombre que viste cuando regresaste. Pensé que habías pasado un buen
rato mientras yo me quedaba aquí solo tratando con él.

La sonrisa desapareció y sus ojos se humedecieron.


>>No. —Acuné su rostro en mis palmas y me moví por el asiento para
ponerme a su lado—. No quiero más lágrimas de ti. No por mi cuenta.

—Pero tenías razón. Debería haber estado aquí. —Su angustia me hizo
pedazos—. Fui una hija horrible.

—Estuve equivocado, Molly. Estuve equivocado en todo eso.

Abrió la boca para protestar, pero no podía soportar escuchar su


reprimenda por más tiempo. Presioné la boca contra la de ella, robándole el
aliento mientras la probaba, un delicado sabor que prendió fuego en mis venas.
Ella se congeló por solo un momento, luego me devolvió el beso, su boca se
movió contra la mía mientras inclinaba su cabeza hacia un lado, y lamí el largo
de la unión de sus labios. Los bordes de nuestros sombreros Stetson se
enfrentaron, y empujé el mío hacia arriba y fuera del camino.

Sus manos se aferraron a mis costados, y me incliné hacia adelante,


inmovilizándola en el asiento cuando volví a preguntar, pasando la lengua por
sus labios. Se abrió para mí con un suave gemido, y acaricié su lengua con la
mía. Pasé una mano detrás de su cuello, ahuecándola allí mientras usaba la otra
para agarrar su cintura.

Dio el más leve gemido, el sonido más sexy registrado de la historia,


mientras yo inclinaba mi boca sobre la de ella. Nada se había sentido tan bien.
Su sabor se apoderó de mí, el más mínimo toque de fresa mezclado con café.
Se aferró con más fuerza a mis costados, sus tetas presionándose contra mi
pecho. Las quería en mis manos, en mi boca. En ese momento, quería todo lo
que había pensado que nunca tendría: a una mujer que amaba, y tal vez, una
que me correspondería. Todo eso en un solo beso que cauterizó mi endurecido
corazón y lo estimuló a latir de nuevo.

El camión comenzó a rodar, y tuve que romper el beso y llevarlo hacia el


aparcamiento antes de salir de la carretera y terminar nuestra misión de
venganza en un ventisquero.

Ella me miró con ojos vidriosos, y luego parpadeó un par de veces.

—Oh, mierda. Quité mi pie del freno.

—¿Olvidaste dónde estabas? —Sonreí—. Me alegro de tener ese tipo de


efecto en ti.

Resopló pero no lo negó, lo que hizo que mi ego y otras partes se hincharan
un poco.
—Yo solo, um. —Me miró—. No vi que eso viniera.

Me acerqué más, desesperado por otra probada.

Su pulso saltó, la vena de su garganta agitándose salvajemente.

Fui en busca de otro beso cuando una bocina sonó lo suficientemente


fuerte como para hacer que mis oídos sonaran.
8
Molly

—¡Por Dios! —Puse el camión en marcha y me dirigí al carril correcto


cuando pasó un vehículo de cuatro ruedas, el conductor nos sacó el dedo. Mi
corazón estaba galopando, pero no tanto por la bocina del camión como por
los labios de Ingram sobre los míos. Las estrellas habían encendido mi visión, y me
había entregado a ese momento en sus brazos.

¿Me había quedado despierta anoche pensando en cómo se sentiría él


contra mí? Sí. ¿Había pensado que eso pasaría alguna vez? De ninguna manera.

—Será mejor que nos vayamos. —Él no se movió de mi lado, su calor me


envolvió mientras me arrastraba por el largo camino hasta la casa de los Piper—
. El camino se está despejando rápido, pero una vez que caiga la noche, se
volverá a congelar. Y tenemos mucho trabajo por hacer en el rancho.

Él seguía diciendo "nosotros", y yo cada vez sonreía.

—¿Ahora quién tiene la sonrisa tonta? —Colgó un brazo sobre mis


hombros.

No estaba segura de si había caído en alguna fantasía de Ingram Brady


—de la variedad traviesa—, o si casi nos habíamos besuqueado en medio de la
carretera después de una tormenta de nieve. Me tenía atada, mirando en todas
direcciones para tratar de descubrir qué estaba pasando entre nosotros. Me
sentía atraída por él, lo había estado desde que regresé, pero no me di cuenta
de que el sentimiento era mutuo. ¿Tensión sexual? Por supuesto. Pero ese beso
no se trataba solo de que él tratara de meterse en mis pantalones. Podía sentirlo
por todo mi cuerpo, los estremecimientos bajando hasta los dedos de mis pies. Él
buscaba más. Mucho más. Y yo no sabía si estaba lista para eso.

Me aclaré la garganta.
—Te estás poniendo muy fresco, Sr. Brady.

—No lo suficientemente fresco, señorita Gale. —Se bajó más el sombrero


sobre la cabeza.

Me deslicé alrededor de una curva, mi frente se arrugó con


concentración.

—No esperaba eso. No, así. No…

—¿No esperabas a que fuera tan buen besador?

Definitivamente era un buen besador. Pero no iba a darle esa satisfacción.

—No esperaba que me besaras.

—Creo que deberías empezar a esperarlo. —Su declaración permaneció


en el aire entre nosotros, y mis muslos se calentaron.

Tomé otro giro, solo quedándome en la carretera porque el sol estaba


acelerando el proceso de deshielo.

Me apretó el hombro.

—Bien. Casi llegamos.

Mi mente giró, y traté de cuadrar a este Ingram con el intratable que yo


esperaba. Pero supuse que no estaban tan separados. Realmente no. Cuando
Ingram pensó que yo había maltratado a Pop, había estado a la defensiva,
incluso enojado. ¿Y esa era una marca negra en él? No. Yo siempre llevaría esa
culpa conmigo, siempre desearía haber venido a ver a Pop.

—No quiero oír hablar nada más de que seas algo menos que una gran
hija.

¿Ahora él estaba en mis pensamientos también?

—¿Qué quieres decir?

—Sé cuando estás pensando en eso. Te quedas quieta. Se destaca, en


especial cuando usualmente estás tan llena de energía. Tú brillas ardientemente,
pero tienes una mancha de oscuridad que no puedes sacudirte.
—Debería haber venido. —Había pensado esa frase tantas veces, que me
daba patadas con eso.

—No. —Sacudió la cabeza resueltamente—. No deberías haber venido.


No te dije lo peor. Ni siquiera el final. Y no lo haré. Porque Pop quiso que lo
recordaras fuerte, capaz y feliz. Y puedo decirte sin lugar a dudas, que lo hizo
sentir orgulloso. Él te amaba mucho. Fuiste valiente para respetar sus deseos. Así
que no más de eso. Ni pío. Si quieres sentirte culpable, puedo darte otras
opciones. Como esa vez que me regañaste en la cooperativa y me acusaste de
robar tu ganado. Siéntete mal por eso y escoge un castigo.

—¿Qué? —Lo miré de reojo.

—Me escuchaste. Escoge un castigo. —Su voz ronca corrió a lo largo de


mi piel, y mis pezones se tensaron casi dolorosamente. Acercándose más,
susurró—: Escoge sabiamente.

Agarré el volante con más fuerza cuando un curioso calor me atravesó.


Dios, sus palabras, tan limpias por fuera, pero sucias por debajo. Mis muslos se
flexionaron, presionándose para evitar la sensación de hormigueo entre ellas. Él
se inclinó, pero sus dedos acariciaron mi hombro, el movimiento tratando de
robar mi atención del camino.

—Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Entrar y hablarles amablemente?

—Algo así —dijo evasivo.

—Te das cuenta de que eso no funcionará, ¿verdad?

—Tengo un plan.

—¿Te importaría compartirlo?

—No.

Hombre intolerable.

—¿Por qué no?

—No te gustará.

—Genial —dije inexpresiva.


El arco de madera de la propiedad de los Piper finalmente apareció, y
doblé en su sinuoso camino. La granja de los Piper era la más nueva del
condado, una gran estructura de piedra que sobresalía en líneas austeras de los
pastos y la salvia. Su camino había sido aclarado y rociado con sal,
probablemente en algún momento de la noche anterior. Probablemente a
tiempo para que llevaran mí ganado hasta su granero.

Entré en el camino circular frente a la casa de piedra gris, con las amplias
ventanas mirándonos.

—Siéntate, por favor. —Ingram abrió la puerta de un tirón y saltó antes de


que yo pudiera decir algo. Me lanzó una mirada, con ojos suplicantes. Yo quería
entrar y tratar el asunto con los pendejos de los Piper. Después de todo, era mi
rancho. Pero Pop había confiado en Ingram. Quizás yo debería confiar, también.

Mierda. Solté mi agarre de la manija de la puerta y me quedé sentada,


cruzando los brazos cuando él tocó el timbre. Después de unos segundos, la
puerta se abrió, y desapareció dentro de la monstruosidad de piedra.
9
Ingram

—No esperaba verte, Ingram. —Perry Piper, el más joven del grupo, sonrió
con suficiencia mientras me conducía por su exagerado vestíbulo y hacia una
oficina en la parte posterior de la casa. Libros intactos se alineaban en las
paredes, y Trey estaba repantigado detrás de un grueso escritorio de caoba, su
cara una máscara de modales mientras hacía un gesto hacia una silla.

—¿A qué debo el placer de esta pequeña visita? —La voz escurridiza de
Trey rezumaba por la habitación. Su inmaculado sombrero Stetson, su camisa
apretada y sus jeans ridículamente limpios daban la impresión de estar
protagonizando una telenovela de vaqueros. No conocería el duro día de
trabajo si este le mordiera su culo perfectamente almidonado.

—Creo que sabes por qué estoy aquí. —No tomé el asiento ofrecido, y en
lugar de eso, me apoyé en la estantería más cercana.

—Ni idea. ¿Tal vez solo una visita de vecinos?

—Devuelve el ganado, y no tendremos ningún problema.

—¿Qué ganado? —Perry se acercó para quedarse detrás de su hermano


mayor. Con apenas veinte años, ya era un asqueroso punk con músculos
crecidos gracias a su fuerte hábito.

—Corta la mierda. Anoche robaste el ganado de Molly Gale, arruinaron


sus cortavientos, y sin contar cuántas cabezas nos has robado a los dos antes de
eso.

Trey cambió de divertido a frío en el espacio de un segundo.

—Tienes que cuidar tu boca. Acusaciones como esa podrían llevar a


situaciones desagradables.
—Espero muchas situaciones desagradables si ese ganado no reaparece.
Hoy. —Sostuve la mirada furiosa de Trey, combinándola con una de las mías.

—Sugiero que te des la vuelta y que te vayas de mi propiedad. —Se


levantó y señaló la puerta.

—No sin esos animales. —Me levanté y cuadré mi cuerpo contra el suyo,
listo para pelear si era necesario. No me cabía duda de que ellos negarían todas
mis acusaciones, me amenazarían y me echarían de sus propiedades. Pero de
lo que no se dieron cuenta fue que, mientras estaban concentrados en mí, Zane
estaría revisando su ganado, separando los que nos pertenecía a mí y a Molly, y
arrendándolos en la granja de Len al lado. Llamé a Len temprano esa mañana
y lo arreglé; él estaba tan cansado de ser empujado por los Piper como todos los
demás.

Trey frunció el ceño.

—Perry, acompaña a nuestro amigo.

La pequeña mierda se hizo crujir los nudillos y caminó alrededor del


escritorio hacia mí.

—No me voy. —Mantuve mi postura estable, pero estaba listo para


reaccionar.

—Sí, te vas, hijo de puta. —Perry levantó su puño y lo balanceó hacia mí.
Demasiado lento.

Lo esquivé retrocediendo.

—No quieres hacer esto.

—Claro que sí. —Se precipitó hacia adelante, balanceándose


salvajemente; demasiados músculos, no la suficiente inteligencia.

Dejé pasar el puño y le respondí con un fuerte golpe en la mandíbula. Me


dolieron los nudillos por el impacto, pero él recibió lo peor, un sonido
estrangulado salió de su garganta mientras se tambaleaba hacia un lado.

—¡Perry, concentra tu mierda! —El grito de Trey pareció revitalizar a Perry,


porque volvió a atacarme, lanzando un puñetazo que me atrapó en la nariz.

Joder, eso dolió. Bloqueé su siguiente golpe, luego puse otro en su mejilla,
mis nudillos derechos ardiendo cuando los sonidos carnosos resonaron por la
habitación. Pero solo lo enojé, la furia se apoderó de mí cuando él se me
abalanzó y nos caímos al suelo de madera, él empujándome hacia abajo y
poniéndome sobre mi espalda.

Le di puñetazos en la cabeza una y otra vez, pero él me tenía inmovilizado


y empezó a dejar caer lluvias de golpes sobre mí. Mis manos se levantaron,
instintivamente protegiéndome a mí mismo. El sabor a sangre corría por mi
lengua, mi labio se partió y mi nariz se rompió. Tomé golpe tras golpe hasta que
mis antebrazos se entumecieron. Mi defensa se estaba desvaneciendo, y muy
pronto él estaría tomando disparos libres a mi cara.

—¡Suéltalo! —La voz de Molly agrietó la habitación. Ella estaba en la


puerta, con su escopeta apuntando a la cara de Perry.
10
Molly

Mis manos temblaron cuando apunté a la estúpida cara de Perry. Él


retrocedió, e Ingram dejó caer los brazos, su rostro ya hinchado por el castigo
que acababa de sufrir.

—¿Este era tu plan? —No pude evitar el borde de pánico de mi voz.

—Baja eso, Molly. —Trey se acercó sigilosamente.

Balanceé los cañones hacia él.

—De ninguna manera.

Levantó las manos.

—No sé de qué se trata todo esto, pero estoy seguro de que podemos
hablarlo.

—¿De qué se trata todo esto? —Enganché la pistola para poder sostenerla
con una mano mientras buscaba en mi bolsillo—. Esto. —Le tiré el encendedor—
. Ingram lo encontró en una valla rota entre nuestras propiedades. Has estado
robando nuestro ganado. ¡Y destruiste mis cortavientos anoche!

Tomó el encendedor y lo dio vuelta en sus manos.

—Esto es mío.

—No jodas. —Eché la escopeta hacia atrás, apretándola con fuerza


contra mi hombro.
—Lo perdí hace unas semanas. —Se lo acercó más y examinó las iniciales—
. Mi madre me dio esto hace unos años, a solo unos meses antes de morir. Lo
llevo a todas partes conmigo. He estado enfermo por haberlo perdido.

—¿Qué? —Ingram se sentó y apartó a Perry de encima—. Eso es un montón


de tonterías.

—No, es verdad. —Perry luchó para ponerse de pie—. Hemos puesto este
lugar de cabeza tratando de encontrarlo.

—Entonces, ¿qué están diciendo? —Ingram se levantó y cojeó a mi lado,


su calidez me dio la fuerza para mantener el arma apuntada en Trey.

—Estoy diciendo que quienquiera que me robó esto lo plantó en su


propiedad para que parezca que somos los responsables de su ganado perdido.
—El tono de verdad sonó en la voz escurridiza de Trey, y mi determinación vaciló
un poco.

Sin embargo, esto todavía no tenía sentido. Si no fue Trey, ¿entonces


quién?

—Pero has estado tratando de poner tus manos en mi rancho desde que
llegué a casa.

—Claro. —Trey todavía estaba inspeccionando el encendedor—. Quiero


tu rancho. No voy a mentir sobre eso. Pero no robar el ganado. Esos rumores son
solo rumores.

Estreché los ojos.

—¿Y qué tal lo de las drogas y las mujeres?

Me dio un encogimiento de hombros, su sonrisa babosa volviendo a su


lugar.

—No todo son rumores.

—No fue Trey. —Perry se palpó la nariz, la inflamación ya comenzaba. Al


menos Ingram dio tan bien como recibió.

Bajé la escopeta, aunque Ingram me la quitó y la mantuvo cerca.

—Mira, te diré qué. —Trey se frotó la mandíbula—. Ven y mira mis animales.
El granero está detrás de la casa a media milla. Pide prestado un caballo y revisa
la pastura si lo deseas. Nosotros tenemos a las reces en la salvia cerca de nuestros
cortavientos para la próxima tormenta. No encontrarás ni una sola cabeza tuya
allí. Puedo ser un montón de cosas, pero mi papá me habría curtido la piel si
hubiera tratado de robar el ganado de otras personas.

—¿Tenemos tu palabra de que no se moverán para dañarnos? —Ingram


dio un paso adelante, mirando a Trey fijamente.

—Tienes mi palabra. —Trey extendió una mano.

Después de un momento de vacilación, Ingram la tomó y la sacudió. Trey


luego me ofreció su mano. Me estremecí, aunque cuando él me aferró por
mucho tiempo, Ingram le palmeó la mano bruscamente con un gruñido Acaba,
idiota.

Trey se rió y regresó a su asiento.

—Déjame saber cuándo descubras quién ha estado robando. —Colocó


suavemente el encendedor destrozado sobre su escritorio—. Me gustaría tener
unas palabras con él.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y estaba segura de que la persona


que había robado el encendedor de Trey iba a entrar en un mundo de dolor si
Trey alguna vez le pusiera las manos encima. Me volví y corrí al pasillo. Ingram me
siguió, aunque nunca le dio la espalda a los Piper, solo se giró para bajar los
escalones conmigo una vez que llegamos a la puerta principal.

—Vamos a subir al granero. Darle una mirada.

—De acuerdo. —Me subí a la camioneta.

Él se deslizó a mi lado.

—¿Duele? —Arranqué el camión y miré fijamente la sangre en su labio.

—No está mal. Se ve peor de lo que es.

—Ese fue un horrible plan, por cierto. —No pude resistirme a regañarlo.

—Resulta que tienes razón. Quería distraer a los Piper con una pelea
mientras Zane localizaba tu ganado perdido, pero si no están aquí, me acaban
de convertir la cara en pulpa por nada. —Frunció el ceño y luego hizo una
mueca de dolor.
—Maldición. —Sacudí la cabeza y aceleré por el carril despejado más
profundo en el territorio de los Piper—. Pero gracias.

—De nada. Tomaría otra paliza si eso significara ayudarte.

Si mi corazón ya no era papilla, él se aseguró de aquello con esas palabras.

—Ni siquiera sé qué decir sobre eso.

—No tienes que decir nada. —Señaló un moderno granero plateado que
se alzaba en la distancia, con paneles solares cubriendo la parte superior—. Eso
es ridículo. Parece una nave espacial.

—Probablemente cuesta tanto como una, también. —Estacioné a un lado


y apagué el motor—. ¿Dónde está Zane?

—Probablemente ya ha venido y se fue si los animales no están aquí. —


Saltamos de la camioneta y entramos al granero. Sistemas de agua y alimentos
de última generación, espacios cómodos para los animales y animales bien
cuidados se reunieron con nosotros cuando entramos. Una mirada me dijo que
mis animales no estaban allí. Trey había estado diciendo la verdad.

—¿Quieres revisar la pastura? —Ingram se inclinó para inspeccionar un


alimentador temporizado.

—No. —Suspiré—. A pesar de ser asqueroso, creo que Trey está diciendo la
verdad.

—Yo también. —Él presionó un botón en el alimentador y una ráfaga de


grano se vertió en un comedero. Las vacas mugieron y se acercaron, listas para
un festín inesperado—. ¡Uups! —Se alejó del aparato cuando una nueva carga
de grano fluyó de una tubería en el techo, rellenando el conducto en
preparación para la siguiente alimentación.

—Sofisticado. —No podía negar la maravilla que era el rancho de los Piper.
Pero prefería hacerlo a la vieja usanza. Controlar a los animales, hacer un duro
día de trabajo; todo eso era lo que un rancho significaba para mí. Nada de
automatización, sin importar cuán conveniente sea.

Una sensación persistente me devoraba. Si los Piper no eran responsables,


el ladrón todavía estaba allí. Mis animales aún no se habían ido, y si no los
recuperaba pronto, corría el riesgo de perderlos para siempre. Podrían ser
enviados a cualquier lugar, quizás ya en camino a través del país. La idea de
que alguien enviara mi toro a un corral para hacer dinero rápido me revolvió el
estómago.

Ingram tocó el conducto de granos.

—¿Sabes lo que usamos cuando es hora de comer?

—¿Cubos?

—Claro.

—Nosotras también. —Me dirigí al camión y nos subimos—. Volvamos al


rancho. Tengo un mal presentimiento.
11
Ingram

Ella corrió el largo camino hasta su rancho y, por primera vez en mi vida,
comencé a sentirme un poquito enfermo en un coche pequeño; más aún
cuando se tomaba las curvas heladas con más velocidad de la que jamás me
había atrevido.

—¿Por qué te comportas como si el diablo estuviera siguiéndonos? —Tiré


de la correa, asegurándome de que el cinturón de seguridad estuviera bien
apretado.

—No es por lo que está detrás de nosotros. Es por lo que se viene.

—¿Qué quieres decir?

Aceleró en una colina soleada, los neumáticos sujetándose al pavimento


mojado.

—El encendedor. Fue plantado, ¿cierto?

—Sí. —Era difícil de creer, pero Trey se había defendido bien. El hecho de
que el ganado de Molly no se encontrase en ninguna parte de su propiedad lo
afianzó: él no era culpable de robar el ganado.

—Creo que tal vez alguien lo plantó y quería que fuéramos a la propiedad
de los Piper. Quería sacarnos del camino.

—¿Para qué?

Abofeteó el volante.

—No lo sé. Pero no puede ser bueno.


—Mira. —Puse lo que esperaba fuera una mano reconfortante en su
brazo—. Veremos a Julia cuando lleguemos a tu casa, luego llamaré a Zane y
me aseguraré de que todo esté bien en mi parte. Luego empezaremos a mover
tu ganado a mi casa. Todo estará bien.

—Eso espero. —Se mordió el labio por el resto del camino.

Su preocupación lentamente se drenó hacia mí cuando comencé a


intentar averiguar quién se las traía contra Molly para destruirle el sustento.

—¿Tienes enemigos?

—¿Qué? No.

—Alguien claramente quiere arruinarte, y no es Trey Piper.

Arrugó la nariz.

—Antes de ayer, hubiera dicho que el único por aquí que no había tenido
agrado conmigo eras tú.

—Buen punto. —Di un suspiro de alivio cuando ella giró por su camino, el
final del viaje lleno de baches al alcance de la mano.

—¿Eso es humo? —Señaló.

Un oscuro hilillo de humo giró, la primera evidencia de un incendio.

—Esa tiene que ser la casa o el establo. —Sus nudillos se pusieron blancos
en el volante y aceleró a fondo en la pequeña elevación que dirigía a su casa.

Cuando llegamos a la cima de la colina, el humo aumentó. El frente del


establo estaba enardecido, las llamas lamían las puertas.

—¡Jesús! —Ella miró con incredulidad—. ¿Quién es ese?

Entrecerré los ojos para mirar al sol y distinguí una figura.

—Zane.

Él arrastraba la manguera de riego de un lado del establo cuando nos


detuvimos y saltamos del camión.
—¡Jefe! —Dirigió el agua hacia el establo mientras las vacas mugían y los
caballos relinchaban adentro. Estaban atrapados—. La puerta está
encadenada.

Molly salió disparada, corriendo hacia la parte trasera del establo mientras
yo iba cojeando detrás de ella.

—¡Ten cuidado, Molly! —Llegué a Zane y tiré más de la manguera a


medida que las llamas crecían, elevándose para lamer la puerta del desván. Si
el fuego llegaba al desván lleno de heno, todo el lugar desaparecería en un abrir
y cerrar de ojos, junto con los animales.

—Apunta más alto. —Señalé, y Zane apuntó el espeso rocío en las llamas
de arriba, el agua arrastrándose por el costado del establo e impidiendo que las
llamas se levantasen—. Tengo que ir a ayudar a Molly.

Me apresuré alrededor del granero, tomando una segunda manguera


mientras iba. La puerta trasera estaba abierta, y Molly estaba dentro del
humeante establo, espantando a los animales al pastizal. Las llamas se
dispararon hacia las vigas centrales cuando el humo fluyó a raudales por el
desván y oscureció mi vista de Molly.

Tirando de la manguera, rocié las llamas. Pero fue como luchar contra
Goliat con un palillo de dientes. La manguera apenas le hizo mella.

—¡Molly, sal de ahí! —Los caballos pasaron corriendo, sus crines volando
mientras escapaban. Las vacas los siguieron, toda la manada se puso en marcha
y salió corriendo en una inundación. Tuve que aplanarme contra la pared del
granero para evitar ser pisoteado cuando los animales pasaron rápidamente.

El humo se hizo más denso, y el fuego se extendió, encendiendo el heno


en llamas y creando un infierno sobre nosotros.

—¡Molly! —Dejé caer la manguera y me llevé el brazo a la nariz. Mis ojos se


humedecieron mientras me apresuraba a entrar en el establo vacío, el humo
asfixiante hacía que fuera casi imposible ver una maldita cosa. Grité su nombre
otra vez, el aire abrasador rasgándome la garganta.

Me agaché y me arrastré por el piso donde el aire estaba un poco más


claro. En la mitad del camino del establo, la encontré, su cuerpo flácido.

—¡Molly! —La sacudí, pero no se movió—. ¡Mierda! —Mis ojos estaban


lagrimeando tanto que apenas podía ver, pero la agarré en mis brazos y me di
la vuelta para correr.
Una viga se estrelló contra el piso y le siguieron pedazos de heno ardiendo,
creando una lluvia de fuego delante de nosotros. Atrapados. Retrocedí y me
dirigí al otro lado del granero. Mis pulmones ardían y el olor a madera quemada
se mezcló con el de cabello chamuscado. Agarrándola cerca, llegué a la puerta
del establo y la pateé.

—¡Zane!

—¡Jefe!

—¡Sácanos de aquí! —Cayó más heno ardiente, encendiendo los restos


que quedaron en el piso del granero. No había suficiente aire.

—¡No puedo romper la cadena! —El pánico le cubrió la voz.

Caí de rodillas, abrazando la forma inerte de Molly.

—Te tengo. —Mi voz era ronca, apenas la reconocía—. Te tengo, Molly. —
La oscuridad nos llevó a los dos.
12
Molly

Me desperté tosiendo e intenté sentarme.

—Shh. —Una mano firme presionó contra mi hombro—. Acuéstate otra vez.
Todo está bien.

Por la tenue luz del árbol de Navidad, distinguí el perfil de Ingram. Yo


estaba en el sofá, él sentado a mi lado en una silla aparte. Juntos, olíamos como
un incendio forestal.

—¿Los animales? —Apenas podía forzar las palabras a través de mi


garganta.

—Los salvaste a todos. —Su voz era ronca, también.

—¿El granero?

Sacudió la cabeza.

—Pérdida total.

Las lágrimas me quemaron los ojos, repentinas y espesas.

—No.

—Lo siento, Molly. Tratamos de salvarlo. —Me alisó el pelo de la cara, sus
manos ásperas extrañamente reconfortantes—. Ten. —Se estiró por un vaso de
agua. Le permití presionarlo contra mis labios mientras tomaba unos sorbos,
calmando el fuego en mi garganta. Cuando me volví a instalar en el sofá,
pregunté—: ¿Qué pasó? ¿Dónde estaba Julia?
—La encontramos en su cabaña, noqueada. Con un gran chichón en su
frente. Zane había ido a la casa de los Piper, no encontró a tus animales, luego
volvió aquí para esperarnos. Dice que cuando llegó aquí, el granero ya estaba
en llamas, aunque no había estado quemándose por mucho tiempo.

—¿Fue él?

Se movió y se pasó una mano por la cara cubierta de hollín, los moretones
por la pelea con Perry apenas visibles bajo la capa de mugre.

—Honestamente, no lo sé. Ha sido un buen empleado, pero la


coordinación de su tiempo es sospechosa, por decir menos.

Suspiré y Tanya se acercó, agitando la cola, y me olisqueó.

—Hola, chica. —Le di algunas palmaditas antes de que la perrita se


acercara y se detuviera bajo el árbol de Navidad.

—¿Julia sabe quién la golpeó?

—No. —Él sacudió la cabeza—. Estaba en su casa a punto de almorzar


cuando alguien se acercó por detrás y la tiró contra la pared. Se despertó en su
cabaña cuando Zane entró a buscarla.

—Dios, espero que esté bien. —Un temblor sacudió mi voz cuando pensé
en lo cerca que había estado de perderla.

—Zane la está cuidando. Ella es dura. No te preocupes. Ha sido ranchera


por mucho más tiempo que nosotros. Los ladrones y el sabotaje probablemente
están pasados de moda para ella.

Una sombra cruzó por mi mente.

—No piensas que Julia…

—Tendría que ser una mujer realmente dura para noquearse a sí misma.

—Cierto. —Me relajé y miré a la ventana—. Ya está oscuro afuera. Mi


ganado. Tengo que encontrar un lugar donde refugiarlos hasta que podamos
llevarlos a tu casa. —Me levanté, aunque un dolor de cabeza comenzó a
palpitar detrás de mis sienes.

—Zane ya los está arreando allá. Tuvimos que derribar una sección de
cerca para hacer un atajo. Espero que no te importe.
La gratitud burbujeó dentro de mí, y lancé los brazos alrededor de su
cuello, jalándolo cerca.

Me devolvió el abrazo, sus fuertes brazos envolviéndome la espalda.

—Parece que tendré que romper nuestras vallas con más frecuencia.

Me reí, el alivio me volvió casi vertiginosamente. Había sucedido tanto.


Pero tener lo que quedaba de mis animales a salvo era un buen comienzo para
salvar mi rancho.

—Los tendremos bien instalados antes de que la nieve se endurezca


mañana.

—Blanca Navidad, justo como prometió el hombre del tiempo.

—Síp. Santa podría tener algunos problemas para volar a través de la


ventisca mañana por la noche.

—¿No eres demasiado viejo para creer en Santa? —Me aparté y miré sus
brillantes ojos.

—Por supuesto que no. —Sin advertir, me levantó y se dirigió a las escaleras.

—Whoa. ¡Tu rodilla!

—Se siente mejor ya. Probablemente porque encontré algunas de esas


pastillas que me diste anoche. —Subió las escaleras, su cojera se hizo más
pronunciada con cada paso.

—Puedo caminar. Bájame.

—No. —Giró a la derecha en la cima y me llevó al baño principal.

—¿Qué estás haciendo? —Mi corazón saltó cuando me bajó y se volvió


para encender el agua en la vieja bañera con patas.

—Preparando para limpiarnos. Los dos nos vemos como un desastre. —Se
desabotonó la camisa, revelando piel bronceada y limpia debajo, lo que hacía
un gran contraste con las manchas de hollín a lo largo del cuello y de la cara.

Retrocedí un paso.

—Tú um, vas a…


—¿Quitarme la ropa? —Estiró una mano hasta su cinturón—. Síp. Tu
también.

El color se levantó, calentando mi cuello y mi cara.

—¿Qué?

Se acercó a mí y siguió viniendo hasta que estuve atrapada entre él y el


lavabo.

—Así es como va a ser de aquí en adelante, Molly. Tú y yo. Íbamos a estar


desnudos el uno con el otro tarde o temprano. Yo preferiría más pronto.

La piel de gallina corrió por mi piel, el placer calentándose entre mis


piernas, pero no iba a ser tratada rudamente.

—No puedes s-solo decretar que vamos a estar desnudos j-juntos y…

Su beso fue tan repentino como abrasador. Ambos estábamos humeantes,


sucios y cansados, pero no podía negar la reacción en cadena de “oh Dios mío”
Que ocurrió dentro de mí al momento en que nuestros labios se encontraron. Me
sujeté a él mientras me inclinaba hacia atrás, sus grandes manos fijándose en mi
cintura y sacando mi camisa de mis jeans.

Si un "no" había estado en la punta de mi lengua, su beso lo borró con


facilidad. Pensé que me habían besado antes. Quiero decir, fui a la universidad.
Tuve algunos novios. Hice todo eso. Pero no, nunca me habían besado. No así.
No con este nivel de confianza y posesión primitiva.

Deslicé las manos dentro de su camisa, sintiendo sus duros músculos de


tantos días en el campo. Mis uñas marcaron su piel, corriendo por su espalda
para sentirlo a él mientras me desabrochaba la camisa. Apenas podía respirar,
pero no iba a renunciar a su beso. De ninguna manera. Sus labios firmes
dominaron los míos, su lengua haciendo un baile que me derritió.

Cuando él me quitó la camisa de los hombros, se acercó y desabrochó mi


sujetador.

¿Nos estábamos moviendo demasiado rápido? Mi cerebro decía que sí.


Mi pierna se levantó para engancharse en su cadera con un definitivo "no". Él me
agarró por el culo y presionó sus caderas hacia delante, moliendo su
considerable longitud contra mi núcleo caliente. Me estremecí por el placer que
prometían esos simples movimientos.
Dio un paso atrás y soltó mi sujetador, tirándolo al piso y palmeando cada
seno.

—Mira estos pezones rosados. Probablemente saben a fresas. —Inclinó la


cabeza y chupó uno en su boca.

Gemí y me agarré al borde del tocador mientras él pasaba la parte plana


de su lengua por el pico rígido. Amasó el otro pecho, luego cambió, su boca
caliente y deliciosa sobre mi piel. La piel de gallina se deslizó por mi estómago, y
sus dedos lo siguieron.

Desabrochó mi cinturón con facilidad, luego dejó caer mi cierre.

—Fuera. —Su ronca voz vibró contra mi pecho.

Retrocediendo, me miró fijamente, observando cada movimiento que yo


hacía mientras enganchaba mis pulgares en los costados de mis jeans y mis
bragas, y luego lentamente los deslizaba por mis piernas. No usó ninguna
seducción mientras se quitaba sus jeans y los bóxers, su gruesa polla saltando
libre cuando se elevó y me jaló en sus brazos.

Alzándome, nos sentó en la bañera, el agua casi lo suficientemente


caliente como para quemar. Cerró el grifo y luego agarró una botella de gel de
baño; de repente metiéndose en el asunto a pesar de la erección que
presionaba mi espalda.

Me giré para otro beso, pero él sacudió la cabeza.

—Quiero que estemos limpios lo más rápido posible para poder follarte
como un caballero. En una cama.

Bufé una risotada, pero él no estaba bromeando. Se puso a trabajar en mi


cuerpo, me limpió con un paño, me lavó el pelo y luego hizo lo mismo consigo
mismo hasta que los dos estuvimos prácticamente limpísimos. Ni siquiera había
ningún asunto divertido.

—Listo. —Arrojó la toalla como un hombre que había llegado a las cinco
en punto de un viernes y estaba listo para continuar con su fin de semana
divertido.

Nos quitamos la toalla, y comencé a pensar que esto era una locura.
Después de todo, Ingram y yo éramos vecinos. Quizás no deberíamos invol…
—¡Oye! —Una vez más, estaba en sus brazos mientras me llevaba a la
cama, colocándome en la colcha navideña que había usado todos los años
desde que era niña.

Se subió encima de mí, algunas gotitas de agua perdidas brillando sobre


su cuerpo delgado, y su cabello mojado haciendo cosquillas en mi frente.

—No puedo esperar por esto. A ti. Ya he esperado demasiado. Porque fui
un idiota terco. —Dejó caer un beso en mis labios—. Porque no pregunté tu
historia. —Otro beso, esta vez más largo—. Porque hice suposiciones tontas. —
Este beso me robó el aliento y me borró la mente.

Extendí las piernas y él se acomodó entre ellas, lo único que nos separaba
era mi esponjosa toalla blanca. Nuestras lenguas lucharon cuando dejó de
explicar e hizo lo que mejor hacía: besarme. Después de unos momentos de
labios bloqueados entumece-mentes, besó mi garganta y llegó al borde de mi
toalla. Con un movimiento de su muñeca, la abrió, revelándome como un regalo
debajo de él.

—Jesús, mujer. Este cuerpo… —Besó el valle entre mis pechos, luego
arrastró su lengua hacia mi ombligo—. Es una obra de arte.

Siempre había pensado que mis caderas eran demasiado anchas y mis
muslos demasiado rechonchos, pero no iba a decírselo. Cuando me besó más
bajo, hundí los dedos en su cabello. ¿Esto de verdad estaba pasando? No tuve
que hacerme esa misma pregunta otra vez, porque Ingram enterró la cara en mi
coño, lamiéndome y devorándome con la boca abierta.

—¡Oh! —Aparté las caderas de él, pero me agarró por el culo, jalándome
hacia él y sosteniéndolo, sus dedos clavándose mientras su lengua hacía cosas
perversas.

Aminoró su arremetida, lamió lentamente, dándome un momento para


adaptarme a las sensaciones repentinas: su pelo contra la cara interna de mi
muslo, su labio superior rozando mi clítoris, y su lengua hundiéndose dentro de mí.

—Ingram —jadeé. Debería haberle dicho que disminuyera la velocidad.


Pero mi coño estaba completamente en contra de esa idea. Por no mencionar
que mi corazón se hacía eco del sentimiento anterior de Ingram: era solo
cuestión de tiempo antes de que nos desnudáramos juntos. El calor que creó en
mí verificó sus palabras. Deseaba a Ingram, y lo deseaba así. Salvaje, caliente y
ahora.
Él se quejó y levantó mi trasero, presionándome contra su rostro como si
fuera una especie de postre del que quería hasta la última probada. Agarré su
cabello, mis pechos presionándose entre mis brazos y mis pezones apuntando al
techo. Arqueando la espalda, me abrí aún más para él, y él gimió, lamiendo más
rápido mientras me masajeaba el trasero.

Todo dentro de mí se curvó más y más fuerte mientras su lengua hacía


magia entre mis muslos. Su barba contra mis puntos sensibles solo aumentaba la
sensación, y su boca parecía crear nuevos pecados con cada pequeño
movimiento que hacía. Mis muslos comenzaron a temblar, temblores
incontrolables que irradiaban desde mi núcleo.

Él gimió y ahondó su lengua dentro de mí antes de regresar a mi clítoris.

—Mírame. Quiero ver cuando te corras.

No pude negarlo. Podía haberme dicho que hiciera cualquier cantidad


de cosas, y las habría hecho si eso significaba que no iba a dejar de lamerme.
Me encontré con su mirada y él se concentró en mi clítoris, el pequeño manojo
de nervios tan sensible que casi rozaba la nada. Pero no era la nada. Era todo.
Lo chupó suavemente, luego lo lamió más y más rápido.

Mi aliento se atascó en mi garganta, y mis caderas se bloquearon. Quería


echar la cabeza hacia atrás, pero sostuve su mirada mientras mi orgasmo me
atravesaba. Gemí, su nombre se mezcló con un largo suspiro mientras caía en el
borde, zambulléndome profundamente en las olas de la liberación. Una y otra
vez mi cuerpo se tensó y se relajó hasta que me derretí en la cama, mi cuerpo
flácido, hasta el último poco de placer liberado en la lengua de Ingram.

Besó mi cuerpo hacia arriba, su boca cargando mi propio sabor cuando


sus labios se encontraron con los míos. Envolví los brazos alrededor de su cuello,
y presionó su dureza contra mi carne sensible. Un escalofrío me recorrió, y él
movió las caderas, frotando su polla de un lado a otro, cubriéndose en mi
humedad.

—No creo que tenga ningún condón —susurré contra sus labios.

—Eso está bien para mí. —Sonrió, sus ojos me miraron mucho más
profundamente de lo que debería haber sido posible—. Puede que no lo hayas
notado, Molly, pero no puedo moverme. Ni siquiera puedo recordar la última vez
que hice esto. Ha pasado mucho tiempo. —Me besó en la esquina de la boca—
. No he conocido a una mujer con la que quisiera hacerlo antes de ti.
Me pregunté por la suavidad en su voz, la forma reverente en que me
miraba.

—¿Cómo puedes decir cosas tan dulces? ¿Cómo puede un vaquero


matón meterse en mis bragas tan fácilmente?

—Me gusta pensar que es por mi encanto. —Me besó de nuevo, una mano
en mi mejilla y la otra enredada en mi cabello—. ¿Tal vez por mi aspecto robusto?
—Salpicó de besos el largo de mi mandíbula y me susurró al oído—: ¿Por mi —
¿cómo fue que lo llamaste?— 'lindo culo'?

—No puedo negar esa parte. —Me incliné y corrí las manos a lo largo de
sus músculos duros.

—No niegues el resto de esto. —Encontró mi mirada de nuevo, con


seriedad en sus ojos, en su tono—. No niegues que tú y yo estamos destinados a
estar juntos así. Aquí. Ahora mismo.

Fue demasiado repentino. Demasiado. Todo demasiado. Pero cuando me


abrazaba así, cuando me hablaba como si yo fuera lo más precioso del mundo
para él, no podía decirle que no. Mi corazón no me lo permitiría.

—Esto es correcto. —Me incliné y capturé su labio inferior entre mis


dientes—. Todo esto.

—Esa es mi chica. —Se apartó y se empujó dentro de mí.

Jadeé por la repentina intrusión, pero él cubrió la leve picadura con otro
beso que me convirtió en gelatina. Se apartó y empujó una y otra vez hasta que
estuvo completamente dentro, mi cuerpo estirándose para acomodarlo.

Quedándose quieto, se apoyó sobre su codo.

—¿Estás bien?

—Sí. —Corrí las manos por su pecho—. Mejor que bien. —Alcé las caderas,
moviéndome en su eje.

—Jesús, mujer. —Gimió y bombeó dentro de mí, cada embestida más


fuerte que la anterior. La cama comenzó a chirriar, igualando su ritmo mientras
yo enganchaba mis piernas alrededor de su cintura.

—¿Tienes alguna idea de lo bien que te sientes? —Sus palabras fueron más
un gruñido que cualquier otra cosa, pero las tomé.
Tomó mis manos, inmovilizándolas junto a mi cabeza mientras se metía
dentro de mí, nuestros cuerpos chocando juntos y una ligera capa de sudor
cubriéndonos a los dos. Mis pezones duros se deslizaron contra su pecho, y él no
los ignoró. Continuando con su ritmo duro, inclinó la cabeza y mordió uno. Di un
grito ahogado y me arqueé cuando tomó todo mi pecho en su boca como
podía.

Gemí y abrí las piernas, extendiéndolas para que cada impacto sacudiera
mi clítoris.

—Maldito infierno. —Se inclinó hacia atrás y bajó la mirada a mis pechos
mientras rebotaban, luego sus ojos viajaron a donde estábamos unidos. Su polla
se engrosó—. Voy a estallar solo por mirar tu dulce coño rosado tomando cada
centímetro.

—Oh, Dios. —Me retorcí, su boca sucia causó que las neuronas adicionales
se dispararan en el centro de placer de mi cerebro.

—Mira eso. —Se salió hasta la punta, luego se enterró de nuevo—. Tan
húmeda y caliente para mí. Voy a correrme sobre ti, pintaré este coño de
blanco.

—¡Ingram! —Agarré la colcha cuando presionó su pulgar contra mi clítoris.

Aceleró el paso, embistiéndome y acariciándome mientras sus ojos


seguían devorando mi cuerpo. Yo no estaba cohibida. En cambio, quería que él
lo viera todo. Quería extenderme ampliamente para él y dejar que me mirara
hasta saciarse. Me excitaba que quisiera verme completamente.

—Jesús, voy a explotar. Necesito que te corras. —Su pulgar trabajó el doble
de tiempo, jugándome mientras yo movía las caderas a su ritmo.

—V-voy a… —Mi orgasmo me golpeó con prisa, como una presa


rompiéndose. Me congelé, todo dentro de mí se enfocó en la explosión de la
liberación.

—Mierda, mírate. —Embistió unas cuantas veces más mientras yo me


perdía en mi orgasmo, mi cuerpo exprimía hasta el último pedazo de felicidad.
Saliendo, se empuñó sí mismo y disparó gruesas cuerdas de semen por todo mi
coño, cubriéndome mientras yo bajaba de la altitud que él me había dado. Él
gruñó a medida que llegaba, su rostro se tensó mientras ordeñaba su polla.

Cuando terminó, se sentó en cuclillas y colocó una palma en la cara


interna de mi muslo, manteniéndome abierta.
—Esa es la maldita cosa más caliente que he visto en mi vida.

Puse los brazos sobre mi cabeza e intenté respirar. Él me había agotado,


fue la mayor cantidad de placer que había sentido en mucho tiempo, tal vez
nunca.

Se quedó mirando por unos momentos más, luego parpadeó con fuerza.

—Creo que tengo que limpiarte. Aunque es una pena. —Se levantó, fue al
baño y regresó con un paño caliente.

Una vez que estuve limpia, echamos la colcha sobre nosotros, y me acosté
sobre su pecho.

—Eso fue…

—Perfecto —proveyó.

Era una buena palabra para esto. Él y yo encajábamos como si fuéramos


hechos el uno para el otro, y él ciertamente sabía lo que me gustaba. Me
estremecí al recordar su cara entre mis piernas.

—¿Con frío?

—No. —Tracé perezosos círculos en su estómago duro —. Simplemente


sorprendida, supongo.

—¿Sorprendida?

—Sí. Quiero decir, normalmente no me acuesto con chicos tan rápido.

Puso su dedo debajo de mi barbilla y la levantó hasta que encontré sus


ojos.

—No te acostarás con nadie más que conmigo a partir de ahora.

Debo haber mostrado mi sorpresa, porque se rió.

—Lo digo en serio, Molly. Somos tú y yo.

Mis cejas bajaron.

—No soy una vaca que puedas marcar.


—No, pero te puse mi marca, eso es seguro.

Señor, eso es cierto. Apreté los muslos.

—No estamos casados. No tienes que…

—No todavía, no.

—¿No todavía? —Lo miré boquiabierta.

Sonrió.

—¿Te estás proponiendo?

—¿Yo? ¿Qué? ¡No! —Empujé contra él para tratar de sentarme, pero él me


acercó más, su pecho temblando de la risa.

—Sólo estoy bromeando. Cálmate.

Abofeteé su estómago, pero me acomodé contra él, principalmente


porque él estaba calentito y olía bien y acababa de darme el mejor sexo de mi
vida. No porque quisiera casarme con él. Eso era una locura. ¿No?
13
Ingram

Ella luchó por mantenerse despierta, hablando de su granero perdido y


queriendo revisar a Julia. Le aseguré que Julia estaba descansando y que Zane
se había ocupado de los animales por la noche. Tendríamos hasta mañana para
acomodarlos antes de que llegara la nevada de Nochebuena. Después de unos
momentos más de preocupación, el cansancio la atrapó y roncó ligeramente
contra mi pecho. ¿Cuándo los ronquidos se volvieron tiernos? No lo sé, pero de
alguna manera, Molly lo hacía adorablemente.

Después de que ella se había dormido por un tiempito, besé su coronilla y


me desenredé suavemente. Al bajar las escaleras, me detuve en el teléfono y
llamé a Zane.

—¿Todo está bien por allá?

—Sí. Los tengo acostados en los cortavientos. El único problema es que a


un par de ellos les faltaban etiquetas para los oídos. Por eso podríamos tener
problemas para separar a algunos.

—Eso no es problema. Podemos hacer un recuento y resolverlo desde allí.

—Seguro. Tienen comida y agua, deberían poder mantenerse calientes


durante la noche, ya que no está tan frío como lo será mañana. Voy a repartir
más comida más tarde mañana para prepararlos para el enfriamiento. No
llegamos al establo trasero hoy por más pacas de heno, por el trabajo con los
animales de Molly, pero los buscaré por la mañana.

—Buen trabajo, Zane. Y gracias por lo que hiciste en el granero. Salvaste


nuestras vidas.

Se rió.
—Salvé mi trabajo. Sin un Brady para dirigir el Rancho Brady, yo estaría
desempleado.

—Creo que esa es una forma de verlo.

—No te preocupes, jefe. Te veo en la mañana.

—A primera hora. —Colgué y me arrastré hacia la chimenea. Solo


quedaban algunas brasas, así que cargué un poco de madera fresca para
mantenerlo.

El árbol de Navidad titilaba, las luces me recordaron que era tiempo de


deleite y alegría, no de incendios de granero y de ganado robado. Pero
teníamos que trabajar con lo que nos fue dado.

Unos pasos en las escaleras detrás de mí me llamaron la atención. Molly


bajaba vestida con un pantalón de chándal y una camiseta, su pelo rojo
flotando salvajemente alrededor de sus hombros.

—Estaba chequeando las cosas. —Caminé hacia ella, haciendo todo lo


posible para ocultar mi cojera y el dolor en mi rodilla mientras la tomaba en mis
brazos en el final de las escaleras—. Eres hermosa, ¿lo sabes?

Ella sonrió y mordió mi barbilla.

—Me vas a echar a perder.

—Seguro como el infierno, espero que sea así. —Corrí las manos hasta su
culo y la levanté hasta que estuvimos cara a cara—. ¿Ahora qué estás
haciendo?

—Voy a correr y revisar a Julia enseguida. Cinco minutos y volveré.

—Cinco minutos es mucho tiempo. —Besé su cuello.

Suspiró.

—No tenía idea de que eras tan directo, señor Brady. No hasta hoy.

—Puedo ser mucho más directo. —Apisoné mi creciente erección contra


ella—. Solo dame un segundo.

Se rió mientras yo le besaba la garganta.


—Déjame verla primero, y luego podemos seguir esta discusión sobre los
modales.

Refunfuñé, pero la bajé al suelo.

—Iré contigo.

—Julia te dispararía en cuanto te viera en la puerta. A ella no le gustan los


hombres en su cabaña.

—Es una dama inteligente. —Saqué su abrigo del gancho y la ayudé a


ponérselo, luego le entregué los guantes después de que se puso las botas—.
Date prisa en volver.

—Lo haré. —Se estiró de puntillas para otro beso, que felizmente le di.

¿Cómo podría algo tan nuevo sentirse tan bien? No estaba a punto de
cuestionarlo. Algo dentro de mí había hecho click, me había dicho que Molly era
la indicada y que tenía que hacer todo lo que estuviera a mi alcance para
convencerla de que yo era el hombre para ella. Llámalo fundamento biológico
o lo que sea, esto era real, y podía sentirlo profundamente en mis huesos.

—Cuídate. —Abrí la puerta para ella.

—Está a veinte yardas de distancia. Creo que puedo arreglármelas. —Dio


unos pasos cuidadosos por el porche helado y bajó al camino—. Mantén la
cama caliente por mí.

—Sí, señora. —Quería seguirla y arrastrarla escaleras arriba conmigo, pero


opté por no hacerlo. La noche estaba callada, las estrellas centelleaban arriba
mientras unos pedazos de granero todavía humeaban aquí y allá. Ella se detuvo
cuando se acercó, estudiando su destrucción carbonizada a la luz de la luna.
Sus hombros cayeron un poco, y quise abrazarla, pero ella dio otro paso, y luego
otro, luego le dio la espalda mientras caminaba el resto del camino hasta la
cabaña de Julia.

Una vez que se abrió la puerta y estuvo a salvo adentro, cerré la puerta de
entrada y me dirigí al piso de arriba para calentar la cama como me lo había
pedido. Tenía la intención de tener algo agradable y caliente para ella a su
regreso.
14
Molly

—¿Julia? —Toqué la puerta y entré.

Estaba sentada en su pequeña mesa de cocina, con una bolsa de hielo


presionada en la frente.

—Hola.

—Guau, eso se ve mal. —Tomé la silla frente a ella cuando retiró el hielo
para mostrarme el daño.

—Gracias. —Sonrió irónicamente y volvió a colocar la bolsa—. ¿Cómo


estás? Quería ir a verte, pero Ingram me aseguró que lo tenía cubierto.

Mis mejillas se calentaron cuando dijo su nombre, y por supuesto, se dio


cuenta. Malditos sean sus ojos de águila.

—Creo que lo cubrió incluso mejor de lo que había imaginado. —Sonrió, y


luego se estremeció por el dolor.

—¿No deberías ir a la cama?

—Ingram llamó al Doc Baker. Dijo que me sentara un rato. Que me


asegurara de que no sea una conmoción cerebral o algo sin sentido. —Ella
sostuvo mi mirada—. Lo siento por el granero. —Un pesado suspiro salió de sus
pulmones—. Tal vez ya sea demasiado vieja para ser empleada de rancho.
Primero los cortavientos, ahora el granero. No te estoy haciendo ningún bien. —
La tristeza que cubría sus palabras me empapó como una lluvia fría.

—Estás haciendo lo mejor que puedes. —Extendí la mano por encima de


la mesa—. Eso es lo mejor que cualquiera de nosotros puede hacer.
—Pero seguro que no parece bastante bueno.

—Lo es. —Señalé con el pulgar hacia el granero—. ¿Tal vez podamos
conseguir un granero nuevo con el dinero del seguro? Solo piensa en todos los
aparatos que podemos comprar. Modernizar las cosas un poco más. Hacer
menos trabajo para nosotros, ¿sabes?

Ella asintió y luego se detuvo.

—¿Crees que el seguro pagará?

—No veo por qué no.

—Permíteme manejar al liquidador de seguros. Le diré que fue un rayo y le


desafiaré a que me llame mentirosa. Eso lo pagará.

—¿Eso funcionará?

Me lanzó una mirada dura.

—Funcionó con mi esposo.

—¿Tu esposo? —Nunca la había oído hablar de él directamente, aunque


sabía que había muerto unos años antes de que ella viniera a trabajar en mi
rancho—. ¿Pensé que tuvo algún tipo de accidente en el rancho que ustedes
dos tuvieron?

Sus labios se presionaron en una delgada línea.

—Recuerdo un momento en que tuve muchos accidentes. Cayendo


escaleras abajo, cayendo en las perillas de las puertas. Durante años, tuve todo
tipo de contratiempos. Algunas veces tenía costillas rotas, varios ojos negros, no
podía contar todos los hematomas. Perdí un bebé al principio. Porque me caí. —
Sus ojos se endurecieron—. Entonces, un día, Bart fue quien tuvo un accidente.

—Oh. —No pude formar otra respuesta al secreto monumental que


acababa de pasar entre nosotras.

—El seguro pudo haber estado sospechando, pero pagaron la miseria de


una póliza de seguro de vida. —Respiró hondo y casi logró esconder el temblor
en este—. Entonces me dejarás manejarlo.
—Bueno. No hay problema. —Quería abrazarla, decirle que todo estaba
bien, pero esa no era la clase de mujer que era ella. Ruda era decirlo
suavemente—. Y no te culpo. Ni un poco. Tu secreto está a salvo conmigo.

Me dio un breve asentimiento.

—El maldito granero. No puedo creerlo. Hijo de puta, quien quiera que sea.
Un minuto estaba abriendo la caja de pan, al siguiente me despierto y hay un
tipo parado sobre mí. Tiene suerte de que yo estuviera hecha polvo… —Hizo un
gesto hacia su frente con su mano libre—. O podría haberlo matado pensando
que él fue quien hizo esto.

—Me alegro de que no hayas matado a Zane. Él es quien mantiene nuestro


ganado caliente esta noche.

—Eso fue sumamente amable de parte de Ingram. —Entrecerró los ojos—.


¿Él no te obligó a hacer, ya sabes, pagarle o algo por el estilo?

—¿Qué? —Ladeé la cabeza hacia un lado, luego comprendí—. ¡No! —Me


puse el abrigo, aunque la cabaña estaba tibia—. De ninguna manera. Él no es
así. —Arrugué la nariz—. Y yo tampoco.

—Sé que eres buena como el oro. Es solo que Ingram no ha sido
exactamente grato contigo desde que regresaste.

—Eso fue un malentendido. Pensó que…

—¿Qué? —Ajustó el hielo al otro lado de su bache.

—Pensó que yo había abandonado a Pop. Que yo era quien no quería


estar aquí.

Dejó caer el hielo y luchó para ponerse de pie.

—Colgaré a esa mierdita a secarse por pensar en algo así.

—Julia, espera. —Me levanté y caminé hacia su lado de la mesa justo


cuando se abrió la puerta.

—Ingram, no deberías haber… —Mi voz murió en mi garganta cuando me


enfoqué en el cañón apuntando hacia mí.

—Cállate y vengan conmigo. Hagan un sonido, y las volaré a los dos.


15
Ingram

El débil sonido de un motor me hizo dar la vuelta y mirar por la ventana.


Unas luces de freno desaparecieron en el oscuro camino, alejándose del rancho.
No se parecían a los de Molly. Un bajo zumbido vino desde escaleras abajo,
poniendo mis pelos en punta.

—¿Qué mierda? —Me levanté, con una mala sensación reemplazando la


expectación que había estado burbujeando en mis venas mientras esperaba
que Molly regresara. Me vestí rápidamente y casi salté por las escaleras. Tanya
señalaba hacia la puerta, con el pelaje erizado, el bajo zumbido un gruñido de
su garganta.

Eso no era bueno. Me puse las botas y el abrigo, luego agarré mi sombrero
y el arma de doble cañón de Molly que estaba apoyada contra la pared junto
a la puerta. Buscando por el resto de los ganchos, encontré las llaves de su
camioneta.

Cuando alcancé la manija de la puerta, Tanya comenzó a ladrar, su voz


áspera crujiendo a través del silencioso aire.

—Espera aquí, chica. Descubriré lo que está pasando. —Me deslicé por la
puerta, sin darle suficiente espacio para que me siguiera, luego la cerré detrás
de mí.

La camioneta de Molly todavía estaba en el camino, con una capa de


hielo cubriendo el parabrisas. La noche era clara y gélida, sin viento moviéndose
a través de la artemisa. Caminé penosamente a través de la nieve que
quedaba, mis botas crujían mientras me acercaba a la pequeña cabaña de
Julia. Las luces estaban encendidas por dentro y una pequeña voluta de humo
se filtraba por el aire desde la chimenea.

Subí los escalones y me incliné hacia la puerta. Mi inquietud se duplicó


cuando me di cuenta de que no había voces, ni un sonido procedente del
interior. Probando la manija, la encontré desbloqueada y la abrí.
—¿Molly, Julia? —Entré.

Nadie respondió. La cabaña era austera pero hogareña, con un fuego


bajo que ardía en una estufa de leña. Pero había una silla volcada en la cocina,
una bolsa de hielo en el piso, la bolsa reventada y goteando agua. Se sentía mal.
De todos los tipos de mal.

Mi sentido de urgencia se elevó un poco cuando salí de la cabaña y bajé


a la gravilla. Me metí en la camioneta de Molly y giré la llave. El motor se puso en
marcha, pero no arrancó. Lo intenté de nuevo. Mismo resultado.

—¡Mierda! —Le di unos pocos bombeos al acelerador, pero no


demasiados (no quería inundar el motor) y lo intenté de nuevo. Se puso en
marcha y comenzó a atascarse, luego se extinguió.

Por favor, si hay un Dios arriba, o un ángel, o un Santa, o incluso un reno


volador, ¡ayúdame!

Una bombeo más, y finalmente metió marcha y arrancó. Gracias, Rudolph.


Pisé el acelerador, calentando el motor, luego lo puse en marcha y avancé por
el camino lo más rápido que podía sin aterrizar por los canales de riego de
cualquiera de los costados. Conducir en la nieve era una cosa. Conducir sobre
hielo era otra. Agarré el volante, el latido de mi corazón aporreando en mis oídos
mientras trataba de descubrir qué había pasado con Molly y Julia. Debieron
haber sido los ladrones. Esa era la única explicación. ¿Pero quién?

Cuando llegué a la carretera principal, tuve que elegir. Derecha o


izquierda. No había luces de freno a la vista en ambos sentidos, y no había pistas
que pudiera seguir. ¿De qué manera se habrían ido? Girar a la derecha llevaría
al rancho de los Piper, la izquierda a mi casa. Cada momento que pasaba
sentado aquí tratando de decidir era tiempo perdido.

Giré el volante a la derecha, luego eché otra mirada hacia mi propiedad.


Un toque de otro color en el paisaje color tierra llamó mi atención. Entrecerrando
los ojos, di la vuelta al volante hacia la derecha y salí a la carretera,
deteniéndome. Había un pañuelo rojo y verde a cuadros junto a la carretera.
Una señal de Molly.

Lo más caballeroso sería detenerse y recogerlo. Pero no tenía tiempo para


eso. Eché su vieja camioneta por el camino, acelerando hacia mi rancho. Lo que
sea que estaba sucediendo, estaba sucediendo allí. Y allí es donde encontraría
a mi Molly.
16
Molly

—Lo que sea que estés planeando, no funcionará. —Estaba presionada


contra la puerta del camión, Julia sentada en el medio e intentando protegerme
con su cuerpo.

—Funcionará, y luego seré dueño de tu rancho y del de Ingram. —Perry


Piper me lanzó una sonrisa, una que me provocó escalofríos. Mantenía una
pistola en su mano izquierda, el cañón apuntando a Julia, mientras conducía
con la derecha—. Ahora cierra la puta boca. Tengo una mierda importante que
cumplir.

Giró a la derecha en el camino que conducía al Rancho de Brady. ¿Por


qué nos estaba llevando a la casa de Ingram? ¿Zane estaba involucrado en este
plan? ¿Y dónde estaba Trey? Cada pregunta contenida en la última, pero no
pregunté ninguna de ellas. Perry había dejado en claro que no estaba de humor
para hablar. No importaba. Tenía que encontrar una forma de salir de esta
situación antes de que fuera demasiado tarde. Mi pista para Ingram ni siquiera
importaría si él no venía tras nosotros. Así que dependía de mí.

—Si nos dejas ir, podemos resolverlo, Perry.

—Ya lo he resuelto. —Suspiró como si lo obligaran a explicarle el concepto


más simple al idiota de la ciudad, y el aire silbó en su nariz rota—. Ingram Brady
las matará a las dos. Por resentimiento y todo eso. Todos ya los han visto
discutiendo en la cooperativa. Entonces, ustedes dos vagan por la propiedad
de Ingram buscando sus animales robados. Los encuentran en el granero trasero
de él. Luego aparece él, las atrapa y las mata para guardar el secreto. Entonces,
cuando no puede vivir con lo que ha hecho, se pone una pistola en la boca y lo
termina todo.

—¿Qué? Nunca saldrás de esto. Trey…


—¿Trey? —Su ira brilló cuando su voz se elevó—. Esto no se trata de Trey.
Esta es mi idea. Yo soy el que va a conseguir tu rancho. No él. Yo.

Julia intentó aplanarse contra mí aún más.

—Cualquier competencia de meadas en la que estés con tu hermano no


tiene que ser así, Perry.

—Ya está hecho. —Se encogió de hombros y pasó a la Finca Brady, la gran
casa de madera oscura—. Tendré ambos ranchos, ponerme a hacer mi propia
casa.

—Podrías comprar tu propia casa sin cometer asesinatos triples. —Miré la


manija de la puerta, pero nos movíamos demasiado rápido. Si saltara, no podría
garantizarle a Julia que no caería debajo de los neumáticos detrás de mí. E
incluso si lo hiciéramos, ¿a dónde iríamos? Perry podría dispararnos tan pronto
como nos eche un vistazo.

—Trey controla todo el dinero de la familia. Tengo lo suficiente para


conseguir estos lugares, especialmente porque nadie los querrá una vez que
tengan una historia tan fea.

Pensé que Perry era el estúpido. Estaba equivocada. A pesar de que no


tenía cabeza para los negocios como Trey, definitivamente tenía una mente
para los actos delictivos. Y hablaba como si ya nos hubiera matado. En su mente,
ya estaba hecho.

El pánico se elevó en mi garganta, amenazando con estrangularme y


borrar todos los planes que tenía para escapar. Mi respiración era rápida y
superficial, aparecieron manchas en mi visión.

—Cálmate, Molly. —Julia agarró mi mano y la apretó—. Todo va a estar


bien.

Perry resopló cuando tropezamos con el ahora sucio camino a través de


las colinas que llevaban al granero trasero de Ingram.

—Sí, solo relájate. Todo terminará pronto.

Me obligué a tomar respiraciones profundas. A Julia no le haría ningún bien


que me cayera a pedazos. Salir de aquí tomaría todas mis habilidades.
—¿Crees que Trey te respetará más cuando descubra que mataste a la
competencia? —Puse tanto ácido en mi tono como me atreví—. Suena como
hacer trampa para mí.

—Cierra la boca. —Sus nudillos se pusieron blancos en el volante. El granero


trasero apareció a la vista, con la pintura roja desteñida y solo una pequeña luz
brillando en las vigas.

El agarre de Julia se apretó en mi mano, pero continué:

—Quiero decir, estoy segura de que nunca se dará cuenta de que fuiste
tú quien robó mis animales, me mató y luego mató a Ingram y Julia. No será
completamente obvio cuando tomes ambos ranchos justo debajo de él.

—¡Dije que se callaran! — Levantó la pistola para que se asentara sobre su


brazo derecho—. O mataré a la anciana en este momento.

—¿Anciana? —El desdén de Julia me hizo contener la respiración.

Tal vez lo habíamos empujado demasiado lejos, pero habló en voz baja
ahora.

—Me preguntaba si podría hacerlo. Matarlas a ustedes dos sin problemas.


Ahora jodidamente sé que puedo. Solo para callarte. Y luego dormiré como un
maldito bebé.

Nos detuvimos frente al establo, y Perry nos indicó que saliéramos.

Con dedos temblorosos, abrí la puerta y pisé la tierra helada. Julia me


siguió mientras Perry rodeaba el camión con la pistola en la mano.

—Métanse en el establo. —Agitó el cañón hacia nosotras.

Tomándonos de la mano, Julia y yo pasamos caminando, su cojera nos


hacía dar pasos estremecedores hacia el granero. Él nos siguió de cerca, y luego
tiró de la puerta del granero para que entráramos. Adentro, mi ganado robado
había sido separado en corrales adyacentes. Mi toro, el Bruiser de Nelly, estaba
atrapado en un establo demasiado estrecho para él, y soltó un aliento caliente
por su hocico cuando entramos. Dos vacas estaban frente a su corral, sus piernas
estaban rectas como los atizadores —estaban en celo, y el Bruiser de Nelly no se
tomaba amablemente que le cortasen el rollo.

Julia y yo intercambiamos una mirada. Si una de nosotros pudiera abrir su


puerta, tal vez estaría lo suficientemente enojado como para causar problemas.
—Sigan caminando. —Perry cerró la puerta a su espalda y nos siguió dentro
del granero, con los olores familiares del heno y la mezcla de estiércol.

Nos acercamos al corral del toro, y Julia se alejó un poco más de mí, su
cojera cada vez más pronunciada.

—¿Qué estás haciendo? —ladró Perry, haciendo que algunas de las vacas
mugieran y se alejaran, dos de ellas siendo las que estaban en celo.

El Bruiser de Nelly resopló de nuevo por el hocico y golpeó los cuernos


contra los soportes del techo de madera a cada lado de su jaula.

Julia se agarró a la puerta del toro, con el pretexto de mantenerse.

—¡Levántate, vieja perra!

—Se lastimó la pierna. —Di un paso entre el arma y Julia—. Dale un


segundo.

—¿Sabes qué? A la mierda. Terminemos con esto. —Levantó el arma, el


cañón apuntando directamente a mis ojos.
17
Ingram

Abrí la puerta del establo de un tirón y corrí hacia la derecha cuando el


toro más grande de este lado del Misisipi salió disparado de su jaula. Julia y Molly
retrocedieron, corriendo detrás de una pila de paca de heno mientras se
desataba el infierno.

Perry Piper estaba a tres metros delante de mí, aunque retrocedió


rápidamente cuando el toro salió disparado, su respiración saliendo en ráfagas
de vapor.

—¡Detente! —Perry apuntó y soltó un disparo cuando yo lo ataqué por


detrás. El arma se deslizó por el piso de concreto, y por segunda vez ese día, me
encontré en una pelea a puñetazos con el bruto.

Nos peleamos hasta que pude levantar una rodilla y poner mi puño en su
cara. Aulló cuando su nariz se estrelló contra mi puño —de nuevo— y trató de
apartarme mientras yo me fijaba sobre él, balanceándome con todas mis
fuerzas. Mis manos ardieron por el esfuerzo, pero la idea de que él tratara de
lastimar a mi Molly me convirtió en un demonio. No me detendría hasta que
estuviera hecho pulpa en el suelo.

—¡Ingram, el toro! —Molly asomó la cabeza desde detrás de la paca de


heno, y me eché hacia atrás justo cuando el toro pisoteaba, su pezuña delantera
izquierda aterrizando a solo un pie de distancia de la cabeza de Perry.

Él tosió y farfulló, luego rodó lejos del toro. La sangre le corría por la cara
mientras luchaba por ponerse de rodillas. Cuando se puso a cuatro patas, se
estiró por el arma en un pequeño montón de heno. Me lancé para agarrarlo
primero, pero el toro pateó el suelo y avanzó pesadamente, bajando la cabeza
y sujetando a Perry debajo de él.
—¿Qué mierda? —Perry chilló cuando el toro dobló las rodillas y se agachó
sobre él.

Alejé el arma de una patada, pero el toro resopló hacia mí, sus ojos oscuros
eran tan amenazantes como sus ruidos.

Retrocediendo, extendí las manos hacia él, tratando de parecer


inofensivo.

—Whoa, chico.

Un profundo gruñido atravesó su pecho, y su cola se levantó. Empezó a


empujar, los movimientos tan fuertes que Perry se arrastró por el suelo hacia mí.

—¡Detente! —Perry trató de abrirse camino gateando debajo del toro. No


había salida. El toro no iba a parar hasta que consiguiera lo que buscaba. Y, en
ese momento, impregnar a Perry era lo único en la mente de la bestia.

Agarrando el arma, corrí hacia donde Molly y Julia estaban agachadas.

—¿Estás bien? —Tiré de Molly hacia mi pecho.

Ella envolvió los brazos a mí alrededor, su aroma a fresa haciéndome


cosquillas en la nariz.

—Estoy bien. Estamos bien. Tú nos salvaste.

Los gritos de Perry resonaban en todo el granero, pero no me importó. En


lo que a mí respecta, sería una victoria si el toro lo sofocara con un cubo de
esperma.

Julia escupió:

—Estoy bastante segura de que yo nos salvé al soltar al Bruiser de Nelly. —


Echó un vistazo por encima de las pacas de de heno—. Perry va a tener el culo
dolorido cuando todo termine.

Tomé la cara de Molly en mis manos.

—¿Estás segura de que no estás herida?

—No. —Me miró a los ojos, sus azules deslumbrando incluso a la poca luz
por encima del granero—. Estoy bien. Estamos bien. Perry estaba tratando de
tomar nuestros ranchos. Él te estaba tendiendo una trampa trayendo a mis
animales aquí. Luego iba a… a… —Su voz se apagó cuando mi ira tomó nueva
vida. Si Perry no hubiera recibido una paliza del toro, lo habría matado con mis
propias manos.

En cambio, besé a Molly, no tan suavemente como debería, pero con


todo el sentimiento que poseía. Ella se derritió en mis brazos mientras Julia gruñía
y se alejaba cojeando para controlar a los otros animales. La levanté,
abrazándola cerca de mí, y ella me abrazó con fuerza.

Sus labios junto a mi oreja enviaron hormigueos por mi columna.

—Pensé que nunca te volvería a ver.

—No dejaría que eso sucediera. Tampoco lo harías tú.

—¿Jefe? —Zane entró en el granero, con el rostro pesado por el sueño—.


¿Qué diablos? —Se movió hacia adelante, como si tratara de romper la sesión
del toro con Perry.

—¡Déjalo!

—Pero jefe… —Sus ojos eran más anchos que mis platos para cenar.

Molly dio un paso adelante, aunque sus piernas parecían un poco


tambaleantes.

—Él nos trajo a Julia y a mí aquí para matarnos. Luego iba a matar a Ingram
y tomar nuestros dos ranchos. Él es quien ha estado robando el ganado por aquí.

—Oh. —Zane asintió y luego aplaudió al toro—. En ese caso, sigue, mi


amigo.

—Vámonos. —Tomé la mano de Molly y la saqué del granero—. Zane,


llamaré al sheriff cuando regrese a la casa, así que espera compañía pronto.
Puede que quieras apartar al toro de él antes de que llegue aquí, pero no mucho
antes de eso. ¿Me entiendes?

—Seguro. —Inclinó el sombrero hacia mí—. Míralo tirar la casa por la


ventana. Maldita sea, es un buen toro.

Perry gritó un poco más, pero el Bruiser de Nelly no mostró signos de ceder.
Me alejé de la vista, y esperé que el tiempo borrara la imagen.

Cuando salimos del granero, Molly paró en seco.


—Pero Julia…

—Está a salvo con Zane —terminé por ella y la ayudé a subir al camión.
Corrí hacia el lado del conductor, el dolor en mi rodilla apenas se registró después
de la noche que tuve. Necesitaba llevarla a un lugar seguro y cálido, en algún
lugar donde pudiera evaluarla, asegurarme de que no estuviera herida.

Poniendo en marcha el radiador, cambié de dirección y regresé a mi casa.

—¿Te estás calentando? Ven aquí. —La acerqué a mi lado y la rodeé con
un brazo.

Ella se estremeció, y este pasó a su voz.

—Estoy bien.

—No, no lo estás. Probablemente estás entrando en estado de shock. —


Una rabia candente me atravesó por lo que Perry había hecho. Pero otro
pensamiento ahogó ese. Escaneé el horizonte, buscando más faros—. ¿Dónde
estaba ese baboso bastardo, Trey?

—Él no lo sabía. Al menos creo que no. Perry lo preparó. Estaba tratando
de superar a su hermano.

No estaba del todo seguro de si Perry había estado diciendo la verdad


sobre sus intenciones, pero me importaba una mierda. Mientras él obtuviera lo
que iba a venirle —tanto del toro como del sheriff—, eso era todo lo que yo
necesitaba.

—Estás segura. Eso es todo lo que me importa. —Mis ojos comenzaron a


arder, y el camino se volvió borroso—. Cuando pensé que te había perdido. —
¿Esas eran lágrimas? Contrólate, Ingram—. Casi pierdo la cabeza. Y luego
encontré esa pista que me dejaste. La seguí. Te habría seguido hasta los confines
de la tierra.

—Shh. —Sus labios suaves susurraron a lo largo de mis mejillas—. Ahora


estoy bien. Tan segura como puedo estar. —Me limpió las mejillas, luego
acurrucó la cabeza debajo de la mía, mi corazón probablemente latiéndole en
la oreja. Era suyo; mi corazón, mi todo, todo eso.
18
Molly

¿Qué era ese tentador olor? Rodé sobre la cama y miré el mundo blanco
más allá. La tormenta de nieve había llegado justo después del almuerzo del día
anterior. Ingram, Julia, Zane y yo habíamos trabajado hasta el último momento
para alimentar, dar de beber y acomodar a todos los animales antes de que la
nieve se volviera demasiado espesa para hacer cualquier cosa.

El sheriff Crow se había llevado a Perry bajo custodia, y Trey había


aparecido, con la cara convertida en una imponente máscara de furia. Dudé
seriamente que Perry obtuviera la justicia que merecía —no en este condado
corrupto—, pero al menos no podría escapar de la ira de su hermano. Además
de eso, estaba segura de que si Ingram volvía a ver a ese idiota, Perry desearía
otra reunión con el Bruiser de Nelly en lugar de tratar con mi hombre.

Mi hombre. Solté una risita en mi almohada y capté el aroma definido de


la canela que subía por las escaleras. Me levanté, me vestí y corrí escaleras abajo
para ver qué estaba cocinando Ingram. Zane roncaba en el sofá, con el
sombrero cubriéndole la cara y Tanya durmiendo contra su costado, con Earl el
perro de caza colgando de sus pies. Julia se había retirado a su cabaña,
asegurándoles a todos que podía cuidarse sola. Ella nunca cambiaría, no es que
yo quisiera que lo hiciera.

Ingram estaba frente a la estufa, sin camisa y siseando cuando el tocino


chisporroteó.

—Maldición. —Arrojó una tostada francesa en una de mis sartenes de


hierro y pinchó el tocino desde la distancia.

Estaba a punto de sugerir que si se ponía una camisa, no sería un


problema, pero me contuve. Tener ese tipo de cuerpo en exhibición en mi
cocina mientras cocinaba mi desayuno valía cualquier dolor que pudiera
soportar. Me deslicé detrás de él y le di besos a lo largo de su fuerte espalda.
—Buenos días. —Su bajo retumbo tenía mis pezones en atención, y
presioné mi cuerpo contra el suyo.

—Feliz Navidad. —Arrastré los dientes sobre su tríceps.

—Mujer, tienes que dejar eso o no voy a poder traerte ningún desayuno.
Quiero que te recargues para lo que tengo planeado.

—¿Tienes planes?

—Por supuesto. —Sirvió el tocino y la tostada francesa—. El café está


hecho, si estás interesada.

—Siempre. —Dejé caer algunos besos más en su espalda antes de servir


dos tazas del néctar de los dioses y sentarme a la mesa—. ¿Debería despertar a
Zane?

—Déjalo dormir. Se lo ganó. Además, quiero pasar todo mi tiempo contigo.


—Me dio una lenta sonrisa que parecía hacerse más atractiva cada vez que la
veía—. ¿Jarabe?

Asentí y él sirvió un poco encima de mi tostada antes de inundar la suya.


El primer mordisco fue nada menos que el cielo.

—Dios mío, esta tostada francesa es increíble. Es como la mejor tostada


francesa del mundo. Voy a necesitar la receta.

—No, no la necesitarás. —Dobló un trozo crujiente de tocino en su boca.

—¿Oh?

—Porque estaré aquí cuando sea que la quieras.

Quería tirarme a través de la mesa y besar el jarabe de sus labios. Pero


traté de calmar mi corazón y pensar con mi cabeza. ¿Todo esto era demasiado
rápido?

—Deja de hacer eso. —Enroscó otra tostada entre sus pecaminosos labios,
y se veía absolutamente duro y agresivo con los hematomas alrededor de su ojo
izquierdo por el encuentro con Perry.

—¿Hacer qué?
—Pensar demasiado. —Hizo un gesto entre nosotros con su tenedor—. En
lo que estamos empezando.

—No estoy…

—Lo estás. —Sonrió de nuevo—. Tus cejas se arquean cuando lo haces.

—No lo sabes. —Forcé mi rostro para que se relajara y comí otro bocado
de su deliciosa comida, tomándola con café.

—Te conozco, Molly. Sé que piensas que todo esto es demasiado rápido,
y que tal vez estamos simplemente, no sé, todavía elevados por todo lo que
sucedió ayer, pero aquello no es lo que es esto.

—¿Entonces qué es esto?

—Creo que lo sabes. —Me miró por encima del borde de su taza de café
mientras tomaba un gran trago, su nuez de Adán balanceándose.

—¿Amor? —Pensé demasiado en la palabra. Cada vez que lo miraba a él,


esas cuatro letras revoloteaban por los bordes de mi mente.

Asintió.

—Eso es lo que es esto. Nunca me he sentido de esta manera. Ni una vez


en treinta y cinco años. ¿Tú?

Lentamente sacudí la cabeza.

—Pero con solo veinticinco años —agregué con una sonrisa.

—Exactamente. —Ignoró mi último pinchacito y terminó su café—.


Entiendo que estés asustada, pero puedo hacerte algunas promesas en este
momento. Nunca te lastimaré, no intencionalmente. Si alguna vez te levanto una
mano, tienes mi permiso para terminar conmigo y nunca mirar atrás. Viviré todos
los días con la intención de hacerte feliz. Y haré todo lo posible para merecerte,
aunque nunca lo haré. Pero no todo será arcoíris y rosas. Espero que no estemos
de acuerdo algunas veces. Y puedo ser terco… —Arqueó una ceja hacia mí—.
O eso me dijeron. Aparte de eso, soy celoso. Es solo mi naturaleza cuando se
trata de ti. No te compartiré. Nunca. Pero te prometo, aquí mismo con las mejores
tostadas francesas del mundo, que te amaré por cada momento que late mi
corazón. Latirá por ti y solo por ti.
Mi corazón nunca había estado tan lleno. El amor en sus ojos, la convicción
en su voz, todo eso atravesó mis capas hasta que tocó mi alma. Sus promesas
estaban hechas con cuero, trabajo duro y acero. Todas las cosas que yo sabía y
respetaba, y las cosas que sabía nunca podrían romperse.

Se levantó y caminó alrededor de la mesa.

—Te conseguí algo cuando pasé por mi casa anoche. Un regalo de


Navidad para ti. —Cayó sobre una rodilla, sacó un anillo de su bolsillo, con un
zafiro brillando en su centro—. Esto le perteneció a mi madre. Nunca pensé que
podría usarlo. No hasta que volviste a aparecer en mi vida.

Presioné las palmas contra mi cara mientras miraba, la incredulidad se


sumaba a las emociones que se hinchaban dentro de mí.

—Ingram. —Mi voz tembló.

—¿Te casarías conmigo? —Me lo ofreció, el zafiro brillando junto con las
lágrimas en sus ojos.

Solo había una respuesta. Una palabra que era tan correcta que
prácticamente saltó de mi lengua.

—Sí.

Deslizó el anillo en mi dedo y me jaló en sus brazos. Con un fácil


movimiento, me levantó y me llevó por el pasillo.

—Pero el desayuno… —Observé la tostada francesa cuando desapareció


de la vista.

—Te haré uno nuevo. Pero justo en este momento, voy a tener que sellar el
trato.

—¿Temes que vaya a cambiar de opinión?

—Temo que recobres el sentido y huyas. Quiero que estés satisfecha,


demasiado cansada para moverte, y mucho menos para cambiar de opinión.

Me reí mientras él me llevaba más allá de Zane, que estaba empezando a


moverse.
—El desayuno está en la cocina. Si no quieres escuchar todas las cosas casi
ilegales que estoy a punto de hacerle a mi prometida, te sugiero que lo tomes
para llevar.

—Uh. —Zane se sentó y se frotó los ojos cuando Ingram subió las escaleras
conmigo en sus brazos—. ¿Felicitaciones?

—Gracias —llamé y clavé las uñas en los hombros de Ingram mientras el


calor subía por mis mejillas—. Eres incorregible.

—No tienes idea, Molly. —Sonrió, y de repente el calor se extendió más


bajo, mucho más bajo, y me retorcí en sus brazos.

Él me llevó a mi habitación y me sentó en la cama.

—Quiero ver todo de ti. Hasta el último pedazo de piel.

—Creo que lo has hecho.

—Como si pudiera tener suficiente. —Sacudió la cabeza y retrocedió un


paso, sus manos yendo a la pretina de sus pantalones—. Desnúdate para mí.

Se bajó los pantalones, su gruesa erección apuntando a su ombligo.

Mi boca se hizo agua al verlo, y me quité mi top lentamente, luego lo arrojé


al suelo.

Él se agarró a sí mismo, acariciándose lentamente.

Estaba tan mal, era tan erótico. Podía sentir el latido de mi corazón entre
mis piernas mientras él miraba mis pechos desnudos, los pezones apretados bajo
su mirada. Mi instinto era ser cohibida, pero el fuego en sus ojos me decía que le
gustaba todo lo que veía. Y me deleité con el poder que me dio, el puro deseo
que encendía dentro de mí.

—Más. —Su voz bajó una octava.

Me puse de pie y le di la espalda, luego me saqué los pantalones y las


bragas, inclinándome hasta mi cadera un poco más lejos de lo habitual para
quitármelas.

—Jesús, mujer. Podría correrme solo por esa vista.


Me giré y caminé hacia él, poniéndome de puntillas para reclamar sus
labios mientras deslizaba mi mano alrededor de su polla. Apoyó una mano sobre
la mía, ordenándome que lo acariciara continuamente. Su gemido retumbó
contra mí, y cada caricia lo hacía tensarse más y más. La sofocante excitación
dentro de mí hacía que un millón de pensamientos salvajes corrieran por mi
mente, cada uno involucrando posiciones y escenarios que quería probar con
él. El primero, pues, era saborearlo a él.

Después de otra barrida de mi lengua contra la suya, me puse de rodillas


y reclamé la cabeza de su polla entre mis labios.

Él bajó la mirada, cada músculo suyo tensándose.

—Por el amor de Dios.

Sonreí y lo tomé en mi boca, la gota salada de pre-semen se deslizó contra


mi lengua.

Sus caderas se movieron hacia adelante, y pasó las manos por mi cabello.

—Maldita sea, Molly. Maldita sea.

Presioné su punta contra la parte posterior de mi garganta, luego me


aparté antes de que me amordazara. Sujetando su base, asentí con la cabeza
sobre él, frotando su eje contra mi paladar y presionándolo contra el fondo con
la lengua. Con presión constante y golpes suaves. Sus caderas se balancearon
a mi ritmo, y nunca apartó los ojos de mí mientras yo lamía y chupaba.

—Si no te detienes, me correré.

Hice un sonido de "mmm" y continué.

—Molly. —Su voz era ronca cuando me agarró por los hombros y me
levantó, luego me llevó de vuelta a la cama—. Voy a venirme en tu dulce coño.
Cuando yo lo diga. No antes.

El Señor sabía que yo no quería que se detuviera, pero solté abruptamente:

—No tengo control de natalidad.

—Bien. —Merodeó encima de mí, la cabeza de su polla empujándose


contra mi resbaladizo núcleo—. Somos para siempre, Molly. Tú y yo. Con niños o
sin niños. Siempre seremos nosotros dos. ¿Eso está bien contigo?
La intensidad en sus ojos, el amor puro en sus palabras… quise todo, todo
lo que describió y más.

Con una palabra susurrada, ya estuvo hecho.

—Sí.

Se disparó dentro de mí.

Hice un ruido agudo por el repentino ardor y la deliciosa ráfaga de


sensaciones.

—Ingram.

—Me encanta mi nombre en esos labios color cereza. —Me besó y embistió
de nuevo, metiéndose completamente dentro de mí hasta el punto de que era
casi incómodo. Luego se salió, su pene cubierto con mi humedad, y me hizo el
amor. Lentamente al principio, con dulces besos y toques reverentes.

—Más duro. —Pasé las uñas por su espalda.

—Oh, demonios, mujer. —Fue como si estuviera esperando que se lo


pidiera, porque de inmediato aceleró el ritmo. Cada embestida temblando
contra mi clítoris, su pecho frotando mis pezones mientras mordía y chupaba mi
cuello.

—Necesito mirarte montando mi polla. Muéstrame. —Nos dio la vuelta,


manteniéndose firmemente dentro de mí, y me sentó.

Yo estaba completamente desnuda, unida a él de la manera más íntima


—y fui libre. Él palmeó mis pechos cuando me levanté y me hundí en su eje.

La forma en que me miró —como si fuera la cosa más sexy de la vida— me


hizo enredar las manos en mi cabello mientras deslizaba mis caderas de atrás
para adelante, mi clítoris rozándose contra él con cada empujón. Inclinándose,
reclamó un pezón en su boca y retorció el otro. Me presioné sobre él, manejando
su polla más profundamente mientras caía sobre él, buscando mi liberación.

No podía detenerme, mi respiración viniendo rápido y fuerte, y mis caderas


apoderándose de mí. Él me jaló hacia él y me agarró por el culo, empujándome
contra él para que cada movimiento creara una fricción aun más deliciosa.

—No puedo durar, no así. —Sus palabras pulsaron entre sus dientes
apretados.
—No puedo parar. Me corro. —Me quedé sin aliento, agarré las caderas y
me vine. Él robó mi grito con un fuerte beso mientras caía por la cascada de la
felicidad.

—Puedo sentir que me aprietas. Es tan bueno. —Embistió con fuerza, y su


polla se sacudió dentro de mí mientras él rugía su liberación—. Molly. —Sus dedos
se clavaron en mis caderas mientras yo gemía a través de cada ola perfecta de
placer—. Esa es mi chica. —Me acarició la espalda mientras me desplomaba
sobre su pecho—. Esa es mi Molly.

Nos quedamos sin aliento, ambos bajando de la altura que solo nosotros
podíamos crear para el otro.

—Ese fue…

Él besó mi coronilla.

—Perfecto.

—Iba a decir 'un buen comienzo'.

Bufó.

—¿Qué?

Lo miré a través de mis pestañas.

—Creo que tal vez deberíamos hacerlo otra vez para hacer esto oficial.

Pasó una mano por mi cabello y lo agarró.

—Creo que tienes razón, pero esta vez, tendré que montarte al estilo
rancho.

Me reí contra su pecho.

—Usted es sucio, señor Brady.

—Una y otra vez, cariño. —Me abofeteó el culo—. Una y otra vez para sellar
el trato.

***
Nos acurrucamos frente al fuego, Earl y Tanya roncando en armonía en la
alfombra. La luz de la luna jugaba sobre la manta blanca que cubría el rancho,
y el árbol de Navidad emitía un brillo amistoso. Miré el anillo de zafiro en mi dedo
y me pregunté por el giro de los acontecimientos.

—¿Crees que Pop estaría feliz?

—¿Porque vas a casarte con un viejo matón como yo? —Se rió—. No
puedo decirlo como si lo supiera.

Sonreí.

—Él te amó como a un hijo. Lo sabes tan bien como yo. Creo que estaría
contento de que estemos juntos.

—Eso solo se pierde hacia un territorio extraño. Quiero decir, si yo soy como
tu hermano, entonces…

Le di una palmada en el brazo.

—¡Sabes lo que quise decir!

—Sí. —Se rió entre dientes—. Creo que él estaría feliz sabiendo que nos
encontramos. Y a veces me pregunto si no había querido esto todo el tiempo.
Pero nunca podrías decirlo con él, ¿sabes?

—Siempre dijo que quería que yo fuera feliz, por encima de todo.

—¿Eres feliz? —La leve insinuación de tensión en su voz calmó cualquier


preocupación que pudiera haber tenido. Se preocupaba lo suficiente como
para preguntar, y estaba realmente interesado en mi respuesta.

—Más de lo que creí posible.

—Te amo. —Me besó la coronilla y pasó las yemas de los dedos por mi
brazo—. Más de lo que pensé que podría amar cualquier cosa. Y gracias.

—¿Por qué? —Me giré y lo miré a los ojos, la luz parpadeante de la hoguera
calentándolos.

Me besó, firme pero gentil, su boca calentándome más que el fuego.

Con una presión más de sus labios, se retiró y pasó su pulgar por mi mejilla.
—Por darme la mejor Navidad de mi vida.
Celia Aaron
Celia Aaron es abogada
en recuperación que ama la
ficción romántica y erótica.
Desde oscuras hasta suaves,
angustiosas a divertidas,
realísticas a divertidas; si es caliente y pica su
imaginación, ella lo escribe. Gracias por leer.
Traducido, Corregido y

Diseñado por…

http://miracle-of-books.foroweb.org

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