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Existen, según el Estagirita, dos partes en el alma racional o intelectiva: una con la que
percibimos las clases de entes cuyos principios no pueden ser de otra manera (necesarios), y
otra con la que percibimos los contingentes. A la primera de esas partes racionales la llama
“científica”, y a la segunda, “razonadora”, porque se encarga de deliberar acerca de lo
contingente.
En ese sentido, los seres contingentes son aquellos que pueden ser de otra manera.
Son seres contingentes todos aquellos que son susceptibles de ser producidos por el ser
humano, así como las acciones que realiza el ser humano, que ha de decidir en todo momento
qué hacer, como comportarse; siendo esta pregunta el contenido de los llamados “saberes
prácticos”, esto es, la ética y la política, que se mueven en el ámbito de la experiencia.
Los “seres necesarios”, por oposición a los anteriores, son aquellos que no pueden ser
de otra manera distinta de la que son, no pueden no existir, y son objeto de las llamadas
“ciencias primeras” o teoréticas. Sólo podemos tener conocimiento (por oposición a la opinión)
de las cosas que no pueden ser de otra manera, porque si lo fuesen estarían fuera de nuestra
observación y se nos escaparía si existen o no. Así pues, lo que es objeto de ciencia es
necesario y, por tanto, eterno (ingénito) no engendrado) e indestructible. Toda ciencia es
enseñable y se puede aprender, pues es un modo de ser demostrativo. Cuando uno está
convencido de algo (no cabe duda de ello) y le son conocidos sus principios, entonces puede
decir que sabe científicamente.
La ciencia (episteme), que forma parte de las virtudes intelectuales (aquellas que
permiten al alma alcanzar la verdad), es un conocimiento racional y universal (episteme) que
trata de la esencia de lo real, por oposición a la opinión. En esto Aristóteles sigue a Platón,
quien también considera que lo propio de la ciencia es el estudio de realidades universales y
necesarias. Sólo que para éste último constituyen un mundo de Ideas existentes por sí mismas
que Aristóteles no admite. Aristóteles bebe de esta concepción al distinguir entre lo necesario
y lo contingente. La postura aristotélica es expuesta tanto en el libro VI de la Ética Nicomaquea,
como en Analíticos segundos. En ambas obras afirma que la ciencia es el conocimiento de lo
universal y de las cosas necesarias porque es el conocimiento de la causa por la que es la cosa,
y esta no puede ser de otra manera.
Así pues, Aristóteles piensa que no hay ciencia sino de lo universal y necesario. La
ciencia explica la realidad deduciendo lo particular de lo universal (que es su causa). El
silogismo es la estructura formal que permite realizar esta conexión. El silogismo muestra cómo
lo particular se subsume en lo universal. Así pues, mediante la inducción se accede a los
principios, mientras que el silogismo ha de partir de éstos. Por lo demás, ciertos principios
universales como el de no contradicción se conocen por intuición intelectual y también de ellos
parte la demostración científica. Es decir, la lógica, entonces, es el instrumento de la ciencia.
Tradicionalmente se habla de una doble distinción de las ciencias: por un lado, las ciencias
empíricas, por otro, las ciencias formales. Veamos cada una de ellas.
Las ciencias empíricas se dividen en dos grandes grupos: ciencias naturales y ciencias
humanas o también sociales. Las ciencias naturales se ocupan del mundo físico y suelen
ofrecer leyes de gran universalidad y exactitud, presentando una idea determinista de la
realidad; la física, la química y la biología son las principales. Las ciencias humanas,
obviamente, se refieren al ser humano y no consiguen ofrecer leyes tan objetivas como las
anteriores, limitándose a generalizaciones y clasificaciones de la conducta, aunque con
frecuencia escondan sus deficiencias en un sofisticado lenguaje matemático.
Las ciencias empíricas usan el método hipotético deductivo que se rige por los
siguientes pasos:
El otro método que utiliza la ciencia es la inducción. El método inductivo nos lleva,
mediante la observación de numerosos casos particulares a un enunciado de validez universal.
Veamos algunos ejemplos y los problemas metodológicos que entraña:
Todos los primeros de enero y por los últimos años ha llovido en Pamplona. Por lo tanto, el
próximo año en ese día, lloverá también. (Nótese que la conclusión suena razonable, pero no
se prueba hasta después del hecho. La conclusión podría estar equivocada)
Cada águila que he observado tiene plumas oscuras; por lo tanto, todas las águilas tienen
plumas oscuras. (Solo porque todas las águilas que he observado tienen plumas oscuras, no
significa que todas las águilas tienen plumas oscuras. Aun, cuando esto podría ser cierto —si
hablamos de las águilas maduras. Sin embargo, podría haber águilas albinas, o águilas jóvenes
que no tienen plumas oscuras).
Cada libro que he observado en la biblioteca tiene más de un año de antigüedad. Todos los
libros en la biblioteca tienen más de un año. (Podría ser que todos los libros en la biblioteca
tienen más de un año de antigüedad. Pero esto no necesariamente tiene que ser así ya que no
sabemos si la primera oración significa que he observado todos los libros en la biblioteca. Si no
los he observado todos, podría ser que haya libros que tengan menos de un año de
antigüedad).
Se entiende por deducción el proceso de razonamiento que permite derivar de una o varias
proposiciones dadas, llamadas premisas o axiomas, otra, que es su consecuencia lógica
necesaria y que se denomina conclusión. Un ejemplo de sistema deductivo es el ajedrez,
porque maneja unos símbolos (las piezas), unas reglas de formación (las instrucciones sobre la
posición de las piezas) y unas reglas de transformación (las reglas sobre los movimientos de las
piezas). El ideal metodológico de las ciencias formales es constituirse en un sistema
axiomático, es decir, adoptar en su integridad la estructura deductiva.
3. PARADIGMAS CIENTÍFICOS
Para Thomas S. Kuhn, profesor de Física e Historiador de la Ciencia, la ciencia sigue este
esquema progresivo: preciencia-ciencia normal-crisis-revolución-nueva ciencia normal-nueva
crisis-nueva revolución. El desarrollo científico tiene lugar como una sucesión de periodos de
tradición eslabonados, puntualizados por rupturas no acumulativas.
La desorganizada y diversa actividad que precede a la formación de una ciencia se
estructura y se dirige finalmente cuando una comunidad científica se adhiere a un solo
paradigma. Un paradigma está constituido por los supuestos teóricos generales, las leyes y las
técnicas para su aplicación que adoptan los miembros de una determinada comunidad
científica. Los que trabajan dentro de un paradigma, practican lo que Kuhn llama "ciencia
normal". Las ciencias maduras funcionan a partir de paradigmas establecidos que marcan con
bastante rigidez la forma en que operan los científicos. El científico ha de aceptar
dogmáticamente el contenido del paradigma. La ciencia normal articularía y desarrollaría el
paradigma en su intento por explicar y acomodar el comportamiento de algunos aspectos del
mundo real, tal y como se revelan a través de los resultados de la experimentación.
La “ciencia normal” para Kuhn significa “investigación basada firmemente en una o más
realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular
reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior”. A estas
realizaciones y prácticas compartidas es a lo que Kuhn denomina paradigmas. En términos muy
elementales Kuhn describirá los paradigmas como “lo que los miembros de una comunidad
científica comparten”, al tiempo que recíprocamente señalara que “una comunidad científica
consiste en hombres que comparten un paradigma”.
Los paradigmas incluyen las maneras de aplicar las leyes fundamentales a los diversos
tipos de situaciones. También comprende instrumental y técnicas instrumentales necesarias
para hacer que las leyes del paradigma se refieran al mundo real. También hay principios
metafísicos. Por último, algunas prescripciones metodológicas muy generales.
Por todo esto, en una ciencia normal el paradigma es un conjunto de problemas bien
definidos con los métodos para resolverlos. Si un problema no se resuelve, ello es un fracaso
del científico más que una insuficiencia del paradigma. Los problemas que se resisten a ser
resueltos son considerados como anomalías, más que como falsaciones.
Los fallos en la ciencia pueden incrementarse hasta precipitar la crisis del paradigma y
llevar a su sustitución por una alternativa incompatible. La crisis se agrava al aparecer un
paradigma rival. Este será incompatible con aquel. En cierto sentido, podríamos decir que los
defensores de paradigmas rivales "viven en mundos distintos".
4. Límites de la ciencia
El primer problema con el que nos encontramos es ¿qué investigar? Los intereses teóricos
son muy importantes a la hora de decidir qué investigamos, pero no son los únicos: también
entran en juego otros de carácter social, político o económico que plantean algunas cuestiones.
Por una parte, se corre el riesgo de que la financiación se concentre en aquellos proyectos
que benefician a las poblaciones que, a la postre, costean la financiación. Por otra parte,
¿quién debe decidir sobre los proyectos que van a financiarse: la comunidad científica, los
grupos económicos que costean la investigación, los gobiernos que gestionan los recursos
públicos destinados a la misma o los organismos supranacionales en los que deberían estar
representados la totalidad de los intereses en juego?
Además, el modo de llevar a cabo la investigación también plantea problemas éticos, como
la experimentación con personas. La pregunta surge casi de manera inmediata ¿hasta dónde
puede llegar la ciencia en su afán de dar respuesta a los problemas que atañen al hombre?