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ÉTICA A NICÓMACO LIBRO X

Aristóteles materializa los conceptos de placer y felicidad en este libro, donde asocia en gran parte
el placer con la actividad y la felicidad con el fin perseguido por todos los humanos. Sin embargo,
trata de diferenciar el bien con el placer, puesto que muchos individuos tienden a relacionarlos. El
placer, no es más que un proceso para poder llegar al fin, es decir, al bien supremo señalado como la
felicidad, la máxima aspiración humana.

La primera cita pone en manifiesto las diferencias encontradas entre aquellos que piensan que el
placer es un bien y los que no lo creen, puesto que el bien al ser perfecto, no se le atribuye el
movimiento (característica del devenir), mientras que el placer es categorizado dentro de la actividad.
Sin embargo, si fuese así, el placer sería gozado con velocidad y lentitud (hecho imposible): “Uno
puede, en efecto, sentirse rápidamente afectado por el placer como por la ira, pero no es posible estar
gozando ràpidamente, ni siquiera con relación a otro, en cambio, sí se puede andar de prisa, o crecer, o
cualquier cosa semejante. Por consiguiente, es posible entrar en un estado de placer rápidamente, o
lentamente, pero no es posible ejercer rápida ni lentamente la actividad misma del placer, es decir,
gozar.”

En consecuencia, hemos elegido otra cita que explica la imposibilidad de relacionar el placer con
el movimiento. Esto se debe a que el placer es entero, es el mismo tipo de goce (aunque puede que
con diferente intensidad) y el movimiento es incompleto ya que se adapta dependiendo de las
circunstancias del momento, dado que incluso en una misma entidad se pueden ejercer movimientos
distintos para poder completar una acción: “Del movimiento hemos hablado con todo rigor en otro
lugar, y parece que no hay movimiento completo en un tiempo cualquiera, sino que los movimientos,
muchos en número, son incompletos y diferentes en forma puesto que el de dónde y el a dónde es lo
que da a cada uno su forma, es evidente, por tanto, que el placer y el movimiento tienen que ser cosas
distintas la una de la otra, y que el placer es del número de las cosas enteras y completas.”

De la misma forma que se diferencian entre los hombres buenos y malos, se siguen los tipos de
placeres que disfrutan, y es que los hombres buenos gozan de los placeres, mientras que el hombre
corrompido disfruta del vicio. Las condiciones que engloban a los hombres buenos y malos los deleita
los tipos de acciones que les son agradables, por ello al hombre vicioso le parece atractivo aquellas
actitudes vergonzosas: “(...) pues en los hombres hay muchas corrupciones y vicios, y aquellas cosas
son sólo agradables para éstos y para los que están en sus condiciones. Por consiguiente, de los
placeres que, a juicio de todos, son vergonzosos no se ha de decir que son placeres, excepto para los
hombre corrompidos.”

Por otra parte, los humanos siempre tienden hacia un bien: la felicidad. Es una necesidad intuitiva
que suscita la atención de todos los sujetos. Para ello es necesario practicar la actividad contemplativa,
acción generalmente atribuida a los dioses, ya que ellos basan su inteligencia en contemplar la
realidad para formular sus conjeturas. Aquello que nos hace parecernos a las divinidades es nuestra
mente, ya que podemos reacomodar la vida contemplativa, de esta forma nos asemejaremos más a la
perfección: “Pero no hemos de tener, como algunos nos aconsejan, pensamientos humanos puesto que
somos hombres, ni mortales puesto que somos mortales sino en la medida de lo posible
inmortalizarnos y hacer todo lo que está a nuestro alcance por vivir de acuerdo con lo que más
excelente hay en nosotros…” Debemos imitar a los dioses para poder conseguir el máximo beneficio
de nuestra inteligencia.
En última instancia, Aristóteles critica la concepción que tenemos sobre la justicia y sus leyes, ya
que realmente sirven para casos generales, pero nunca puede llegar a los rincones de todas las
ciudades en busca de igualdad. Por ello es necesario también aplicar el juicio propio para poder tomar
medidas en casos específicos. Pone un ejemplo bastante explicativo en el que dice que el reposo
siempre le vendrá bien al enfermo, aunque hay veces que en un nombre reducido de enfermos no les
beneficia en lo absoluto, por ello es necesario poner en práctica otras opciones que resulten más
beneficiosas dependiendo del momento, ya que un médico puede conocer el caso del enfermo, pero el
enfermo se conoce más a sí mismo de lo que nunca podría hacer el doctor: “Porque de la misma
manera que en las ciudades tienen fuerza las leyes y las costumbres, así la tienen en la casa de las
palabras y las costumbres del padre, y aún más. a causa del parentesco y de los beneficios, porque los
hijos aman desde luego a sus padres y les son dóciles por naturaleza.”

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