Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
RAHAB LA PROSTITUTA
Rahab era prostituta. Esta idea ha escandalizado tanto a algunos
comentaristas bíblicos que prefieren pensar que se trataba de una simple
encargada de posada. Pero la Biblia es clara y no disfraza la verdad
(Josué 2:1; Hebreos 11:31; Santiago 2:25). Es probable que en la sociedad
cananea la profesión de Rahab fuera, hasta cierto grado, respetable. Aun
así, la cultura no siempre puede acallar la conciencia, ese sentido interno
de lo bueno y lo malo que nos ha dado Jehová (Romanos 2:14, 15).
Quizás Rahab estuviera consciente de que su oficio era degradante.
Quizás, como les sucede hoy a muchas mujeres que están en su misma
situación, se sintiera atrapada, sin más opciones para mantener a su
familia.
De seguro anhelaba una vida mejor. En su tierra abundaban la violencia y
los actos degenerados, como el incesto y el bestialismo (Levítico
18:3, 6, 21-24). Los excesos del país se debían en gran parte a la religión.
Los templos fomentaban la prostitución ritual, y la adoración de dioses
demoníacos como Baal y Mólek exigía la quema de niños vivos.
Jehová conocía muy bien la barbarie que tenía lugar en Canaán. Tanto es
así que dijo: “La tierra está inmunda, y traeré sobre ella castigo por su
error, y la tierra vomitará a sus habitantes” (Levítico 18:25). ¿Qué incluía
dicho castigo? “Jehová, tu Dios, irá expulsando a estas naciones de
delante de ti poco a poco”, fue la promesa que Dios hizo a su pueblo
(Deuteronomio 7:22, Reina-Valera, 1995). En realidad, siglos atrás, él ya
había prometido que daría aquella tierra a los descendientes de Abrahán, y
“Dios [...] no puede mentir” (Tito 1:2; Génesis 12:7).
Sin embargo, había algunos pueblos a los que Jehová había condenado a
desaparecer (Deuteronomio 7:1, 2). Siendo el justo “Juez de toda la tierra”,
él había leído sus corazones y podía ver lo arraigadas que estaban su
maldad y su depravación (Génesis 18:25; 1 Crónicas 28:9). Ese era el
caso de Jericó. ¿Cómo habrá sido para Rahab vivir en una de aquellas
ciudades condenadas? Solo podemos imaginar lo que debió sentir al oír
hablar de los israelitas. Escuchó que décadas atrás Jehová le había dado
a Israel —aquella nación de esclavos oprimidos— una aplastante victoria
sobre el ejército de Egipto, la potencia militar número uno del planeta. ¡Esa
era la nación que estaba a punto de atacar Jericó, y sin embargo sus
habitantes insistían en hacer el mal! Se comprende que la Biblia diga que
los compatriotas de Rahab “obraron desobedientemente” (Hebreos 11:31).
Del escritorio de Ludovico Gaetani
Pero Rahab era distinta. Es probable que a lo largo de los años hubiera
escuchado los informes que llegaban sobre Israel y su Dios. ¡Qué diferente
era de los dioses cananeos! Este Dios luchaba por sus adoradores, no los
oprimía; elevaba sus normas morales, no las rebajaba. Este Dios valoraba
a las mujeres, no las veía como objetos sexuales que se podían comprar,
vender y humillar en ritos pervertidos. En cuanto Rahab escuchó que Israel
había llegado al Jordán y que estaba preparando un ataque, debió de
sentirse aterrada por lo que le esperaba a su pueblo. ¿Se habrá fijado
Jehová en esta mujer? ¿Habrá leído su corazón?
Hoy día, muchas personas se sienten como Rahab: atrapadas por un estilo
de vida que les roba la dignidad y la alegría; sienten que son invisibles,
que no valen nada. La historia de esta mujer es un consuelo para todas
ellas, pues nos deja ver que ninguno de nosotros pasa desapercibido para
Dios. No importa lo bajo que hayamos caído, él “no está muy lejos de cada
uno de nosotros” (Hechos 17:27). Dios está cerca, listo para dar esperanza
a quienes confían en él. ¿Fue ese el caso de Rahab?
Recibió a los espías
Unos cuantos días antes de que los israelitas marchen alrededor de Jericó,
dos forasteros llaman a la puerta de Rahab. Quieren pasar desapercibidos,
pero los habitantes de Jericó están en alerta, tratando de descubrir a
posibles espías de Israel. Para Rahab no es raro recibir a extraños en
casa, pero estos hombres solo quieren alojamiento, no los servicios de una
prostituta. La avispada mujer no debe tardar en atar cabos.
Rahab los recibe hospitalariamente (Santiago 2:25). Les permite la entrada
en su hogar, y si tiene sospechas sobre quiénes son o qué hacen allí, eso
no la detiene. Quizás quiere aprender más sobre su Dios.
De pronto llegan unos mensajeros del rey de Jericó. Corre el rumor de que
hay unos espías israelitas en casa de Rahab. ¿Qué hará ella? Si protege a
estos enemigos, ¿no pondrá en peligro a su familia entera? ¿No los
matarán a todos por su traición? Por otro lado, Rahab sabe a ciencia cierta
quiénes son estos hombres. Si reconoce que el Dios de Israel es mejor
que el suyo, ¿no será esta una buena oportunidad de ponerse de parte de
él?
Del escritorio de Ludovico Gaetani
¡El engaño funciona! Los hombres del rey salen corriendo hacia los vados
del Jordán (Josué 2:7). Rahab debe de dar un tenue suspiro de alivio. Con
esa sencilla estrategia ha logrado despistar a aquellos asesinos que
no tienen derecho a conocer la verdad. Y así ha salvado la vida de dos
siervos del Dios verdadero.
Rahab sube corriendo a la azotea y les cuenta a los espías lo que ha
hecho. Pero además les revela un dato crucial: Jericó está desmoralizada
y tiembla de miedo a causa de los invasores. ¡Qué buenas noticias para
estos dos israelitas! ¡Los malvados cananeos están aterrados ante el
poder de Jehová, el Dios de Israel! Luego, la mujer dice algo que es de
mucha más trascendencia para nosotros. Ella asegura: “Jehová su Dios es
Dios en los cielos arriba y en la tierra abajo” (Josué 2:11). Los informes
que ha escuchado le han bastado para entender que el Dios de
Israel merece su confianza, así que decide poner su fe en él.
No hay dudas en la mente de Rahab: Jehová le dará la victoria a su
pueblo. De modo que pide misericordia a los espías; les ruega que les
perdonen la vida a ella y a su familia. Ellos aceptan, pero con una
condición: tiene que guardar su secreto y debe colgar un cordón rojo
escarlata de su ventana, sobre la muralla de la ciudad. De ese modo, los
soldados podrán protegerla (Josué 2:12-14, 18).
El caso de Rahab nos enseña una verdad fundamental sobre la fe. Como
indica la Biblia, “la fe sigue a lo oído” (Romanos 10:17). Rahab oyó
informes confiables sobre el poder y la justicia de Jehová, lo cual la llevó a
ejercer fe y confiar en él. Nosotros tenemos muchísima más información
disponible sobre Jehová. ¿Nos esforzaremos por llegar a conocerlo? ¿Nos
impulsará lo que hemos aprendido en la Biblia a poner fe en él?
Del escritorio de Ludovico Gaetani
EUNICE
Introducción
Estos dos nombres se mencionan juntos en la Biblia en 2 Timoteo 1:5,
pero ¿quiénes eran
estas dos mujeres?
Eunice era la madre de
Timoteo y Loida la
abuela, eran madre e
hija. El nombre de Loida
significa “agradable o
deseable”, y el de
Eunice “feliz o buena
victoria”. Vamos a ver
no solo que eran
mujeres de fe, sino su
gran ejemplo de vida y
la gran influencia que
tuvieron sobre su hijo y
nieto Timoteo.
Del escritorio de Ludovico Gaetani
Ambiente familiar
La primera vez que se habla de Eunice es en Hechos 16:1-3: “Después
llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado
Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego”.
Pablo en su primer viaje misionero llegó a Listra y allí fundó una pequeña
iglesia. Quizá en esa ocasión fue donde se convirtieron Loida y Eunice,
aunque no se puede estar seguro. Lo que sí dice la Escritura es que
Eunice era una mujer judía, temerosa de Dios que llegó a aceptar a Cristo
como el Mesías y su Salvador.
Es curioso como Eunice se había casado con un hombre griego, pagano.
Esto era contrario a la ley judía, porque solo podían casarse con judíos.
Aquí podemos especular que Eunice antes de casarse no era temerosa de
Dios o estaba en rebeldía espiritualmente hablando.
Me gustaría hacer un inciso y aconsejar a las mujeres más jóvenes que
todavía no se han casado a que pongan mucho interés al escoger al
hombre con el que se van a casar. Sabemos como creyentes, que no
podemos casarnos con un no creyente porque qué comunión hay la luz
con las tinieblas (2 Corintios 6:14-15). Conozco de muchos casos que se
han casado con inconversos pensando que algún día se convertirían al
Señor, pero esto es un engaño. Aunque así lo hicieran por la gracia de
Dios, eso no implica que debamos desobedecer a Dios en sus mandatos.
Sabemos las que están casadas con maridos que no son creyentes lo
difícil que es la convivencia diaria. Por lo tanto, sed sabias y orad al Señor
para que os muestre un hombre que ama y vive para el Señor en primer
lugar.
La enseñanza a Timoteo
Aun a pesar de que el marido de Eunice no era creyente, éste permitía que
ella y su madre enseñaran las Escrituras a Timoteo desde su niñez (2
Timoteo 3:14-15). Podemos pensar que el marido de Eunice nunca fue
creyente o que ya había muerto, porque solo se menciona la fe de la
madre de Timoteo y su abuela. Quizás al morir el padre, Loida la abuela se
fue a vivir a casa de Eunice a ayudarla con el pequeño Timoteo. De
cualquier manera, fuera como fuera, las dos, madre y abuela enseñaron
las Escrituras a Timoteo desde su niñez.
Del escritorio de Ludovico Gaetani