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PSICOLOGÍA
PREESCOLAR
Leonid A.Venguer
Tomo 2
Traducción: Jorge Carlos Potrony
Edición: Aleida Mendoza
Diseño interior y cubierta: Ángel Sánchez Subas
Foto: Leonel Constantino
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Y EDITORIAL CIENTÍFICO-TÉCNICA
Paseo 107, Vedado, La Habana
Impreso en Cuba
PRÓLOGO
No hay dudas de que al niño debe comenzársele a educar desde el propio nacimiento, pero
la problemática estriba en que educar es una tarea tan compleja como hermosa y en que
para ella todos debemos estar preparados.
Educar es responsabilidad directa de pedagogos, maestros y padres, pero no existe
persona alguna que escape a esta responsabilidad social. Podríamos llegar a decir que ni
aún los propios niños escapan a ella; pues nadie puede olvidar cómo influyen las
características de unos niños sobre otros, como aprenden los niños de los propios niños. •
Tan compleja es la tarea que no basta conocer las particularidades emocionales, mentales
y los intereses del niño para poder realizar un buen trabajo educativo. Es necesario, además,
conocer las leyes que rigen el desarrollo psíquico; conocer las regularidades generales de
este desarrollo no sólo es importante para la pedagogía científica, sino para la práctica diaria
de la educación.
En el presente volumen, su autor, el profesor Leonid.. Venguer, Doctor en Ciencias
Psicológicas, hace una exposición del desarrollo psíquico en el niño de edad temprana y
preescolar. En ella no sólo explica de una forma didáctica el surgimiento, los cambios y el
perfeccionamiento de los procesos psíquicos y de formación de la personalidad sino que,
además, lo hace articulando y analizando exhaustivamente las regularidades del desarrollo
psíquico que hasta este momento se conocen. Con ello, logra hacer explícitas las
condiciones a través de las cuales se produce el desarrollo psíquico y las causas que lo
determinan.
De esta forma el profesor Leonid A. Venguer nos brinda un material que podemos tener
en cuenta y aplicar al sistema educacional y a la práctica diaria de la educación para obtener
un desarrollo psíquico superior en nuestros niños y paralelamente una mayor desaparición
de las conductas infantiles inadecuadas que suelen preocupar a padres y educadoras. Al
mismo tiempo este material constituye un valioso aporte para nuestra psicología y pedagogía
científicas y una gran premisa para que el trabajo de la investigación psicológica marche por
el camino de su tarea fundamental: la búsqueda de las condiciones a través de las cuales se
produce el desarrollo psíquico y las causas que lo determinan.
Agradecemos al profesor L. A. Venguer, Doctor en Ciencias Psicológicas y Jefe del
Laboratorio de Psicología del Instituto de Educación Preescolar de la Academia de Ciencias
Pedagógicas de Moscú, el presente trabajo.
INSTITUTO DE LA INFANCIA
CAPITULO 5. LA EDAD PREESCOLAR
Las interrelaciones lúdicras se pueden hacer complejas a causa de las reales; el iniciador
del juego podría asumir un papel subordinado, es decir, él sería uno de los aviones de una
escuadra completa y se subordinaría al niño que asumiera el papel de regulador. También se
pueden hacer complejas a causa de las reglas, si el iniciador del juego toma para sí un papel
subordinado, pero en realidad continúa dirigiendo el juego.
Un dibujo pobre, trazado a duras penas, demuestra que el niño no hace un intento serio
de reproducir por completo el objeto representado. Es frecuente que el niño dibuje a un
hombre sin pelo, sin orejas, tórax o brazos, su "arte" se encuentra muy por debajo de sus
conocimientos. El niño dibuja un esquema, omitiendo las partes y los detalles que le
parezcan sin importancia.
Para poder apreciar en qué medida, al representar objetos complicados, los niños tratan
de reflejar sus particularidades reales, se realizó la siguiente observación. Se les propuso a
los niños examinar una ardilla. Cada niño pudo jugar con la ardilla, observar su boca, sus
patas y pasarle la mano por el lomo. El niño, en el ínterin, ignoraba por completo con qué fin
le habían dado la ardilla. Transcurridos 5 min se le retiraba la ardilla de la vista, y se le
proponía que la pintase. Resultó que el niño, se apoyaba en igual medida, tanto en el
conocimiento visual como en el motoro-táctil, del objeto,
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Para la mayoría de los niños de tres a cuatro años, la reproducción de un modelo puede
ser muy dificultosa, incluso cuando éste se ha construido ante su vista. A los pequeños les es
difícil determinar por sí solos la forma, y hacer algo en exacta correspondencia con un
modelo.
Un tipo algo más complejo de construcción se presenta cuando el niño se enfrenta al
modelo ya hecho de antemano. En este caso se le presenta la tarea particular de extraer del
modelo armado las partes componentes. En el proceso de examinar el objeto, se va
formando en el niño una representación más correcta acerca del objeto que construye. El
principio fundamental a seguir en el examen de un modelo es analizar las partes mayores,
las piezas principales y su intercolocación. Así, por ejemplo, si un niño antes de construir un
camión no ha podido destacar sus partes principales —el motor, la cabina, el chasis— y
comienza su obra partiendo de las piezas menos importantes, estará indefectiblemente
sujeto a equivocarse. La actividad de construcción exige del niño la capacidad de distinguir
las partes principales del modelo.
La construcción conforme a un modelo desarmado puede tener sentido sólo recién
comenzado el niño a dominar la actividad de construcción, cuando él adquiere los primeros
hábitos del análisis del objeto y la capacidad de distinguir las partes principales del modelo.
Si la duración de este proceso se extiende demasiado, dejará de reportar utilidad directa, ya
que tan pronto como el niño aprenda a copiar exactamente el modelo, ya la actividad dejará
de serle útil pues no extrae nada de ella.
Una actividad circunscrita solamente a la exacta repetición de un modelo no desarrolla la
capacidad creativa al resolver tareas de construcción. Hacia este fin está encaminada la
construcción por un modelo integral (donde no se distinguen las distintas piezas). En este
caso, como resultado del análisis del modelo, el niño debe de terminar qué piezas va a
utilizar para reproducir el modelo. Por ejemplo, si al niño se le da la tarea de construir una
casita con cubitos en tanto que el modelo dado está hecho de cartón y completamente
terminado, entonces surgirá ante el niño la tarea de seleccionar las piezas
determinadas, mediante las cuales se puede reproducir el modelo.
Mucha más tensión requiere del niño el modelo dado en forma de un dibujo. Aquí se le
plantea la tarea de reproducir sobre la base de una representación plana, una construcción
tridimensional. Tal tipo de tarea requiere del niño la facultad de captar de lo representado, la
realidad objetiva.
De este modo, la construcción por un modelo es una etapa necesaria e importante en el
desarrollo de la actividad de construcción del niño.
El otro tipo de actividad de construcción es la construcción condicionada por la finalidad
que se persiga. Este tipo de construcción tiene su especificidad: el niño comienza a hacer su
obra, no basándose en un modelo, sino en las condiciones determinadas por las
necesidades del juego, o planteadas por la educadora. En este caso, al niño no se le
presenta ante su vista un objeto en calidad de modelo a construir, sino solamente las
condiciones ante las cuales se debe usar el objeto. El niño debe determinar cuál ha de ser
este objeto, partiendo de las condiciones concretas.
La construcción condicionada, exige del niño una organización precisa de la actividad
para el logro del resultado necesario. Tal tipo de construcción contribuye a desarrollar la
creatividad y la iniciativa. Así, al recibir de la educadora la tarea de hacer estantes para una
exposición de dibujos infantiles —el material para construcción— al mismo tiempo se le daba
al niño la tarea de elegir el material de construcción de tal suerte, que los estantes que de él
se construyeran respondieran a las medidas del dibujo; que dicho estante fuese lo más
estable posible, y que sus partes componentes fueran seleccionadas con gusto según su
forma y color.
La construcción condicionada enseña al niño a tomar en cuenta estas condiciones y
disciplina la actividad infantil. Así, al recibir la encomienda de proteger tres casitas —las de
las ardillitas— a fin de aislarlas de otra casa más grande —la del zorro— mediante una
cerca, el niño sabe de antemano que no puede variar la colocación de las casas llevándolas
hacia la cerca, construida en otro sitio.
Para él, la posición prefijada de las casas constituye una condición inalterable, a la cual se
deberá subordinar la futura cerca.
De las observaciones de M. N. Poddiákova
Los niños, habiendo ya aprendido el nuevo método de construcción de las cercas,
comenzaron la obra con la colocación de los postes; se manifestaba en los niños una
planificación previa precisa de las acciones: bordeaban con la mano el contorno del área a
cercar, determinaban los sitios en que habían de colocarse los postes, y sólo después de
esto los colocaban, además se supervisaban a sí mismos y precisaban el sitio de colocación
de los postes. Después colocaban tramos de cerca entre poste y poste, que la mayor parte
de las veces se distinguían por su recto trazado. Finalmente, una impecable cerca protegía
las casitas de las ardillitas de la casa del zorro. A veces, los niños cercaban además la casa
del zorro para mayor seguridad.
Regularmente, la entrada a las casitas de las ardillitas era bien protegida por un recio
portón.
La construcción condicionada despierta en el niño el interés por la variación: al pequeño le
es muy interesante hallarle distintas soluciones a una obra planteada ante las mismas
condiciones: cercar de distintas formas las
casitas, construir de distinto modo puentes sobre el "río", construir distintos tipos de casitas.
Al niño le gusta construir toda una serie de edificaciones de complejidad creciente. Así,
construir casas grandes y pequeñas, altas y bajas, anchas y estrechas, largas y cortas, etc.,
forma en los niños representaciones generalizadas flexibles acerca de los distintos tipos de
casitas, y aptitudes generalizadas para su edificación. Esto crea la base para una verdadera
construcción creativa: los niños construyen con facilidad precisamente las casitas que se
requieren como parte constitutiva de un juego, trasmiten fácilmente ideas diversas a una
construcción.
Si el niño tiene poca experiencia de construcción y si no se le ha adiestrado
oportunamente en construir por un modelo, experimentará en sus labores de construcción
grandes dificultades en la construcción de la obra.
Cuando surge la necesidad de crear algo nuevo en correspondencia con condiciones
dadas, el niño tratará de reproducir el estereotipo de construcción que le sea familiar no
necesariamente en correspondencia con las condiciones. Él no tiene aún formadas las
representaciones generalizadas de los tipos de construcciones y las aptitudes generalizadas
para su edificación.
El tercer tipo de actividad de construcción es la construcción de motivación lúdicra. La
actividad lúdicra requiere en el niño este tipo de construcción. Con fines de juego se
necesitan construcciones no sólo de material especial para construcciones (cubitos), sino de
todo tipo de objetos que estén cerca del niño (muebles, sombrillas, varillas, macetas,
materiales diversos).
El juego requiere, con frecuencia, la edificación de obras que luego el niño pueda utilizar
para su uso personal. Los niños construyen casas con el ánimo de entrar en ellas,
construyen barcos y canoas dentro de las cuales quieren "navegar".
La edificación de construcciones dentro del juego le da gran sentido práctico a la
construcción infantil, varía su carácter. Los niños comienzan a construir no sólo para que la
obra se parezca a determinado objeto, sino para jugar con ellos. Este factor ambiental
despierta en ellos otra relación con respecto al propio proceso de construcción: Los niños
tratan de hacer una obra de características tales que les sirvan para las necesidades del
juego.
La construcción de motivación lúdicra une a los niños. En el proceso de la obra, estos
aprenden a discutir conjuntamente su plan, a llegar a una decisión general y a subordinar sus
propios deseos a la idea de la construcción sustentada por la mayoría; así como también a
insistir en sus puntos de vista al plantear una variante de construcción más acertada. Los
niños aprenden a reconstruir una obra ya erigida, etc.
La construcción de motivación lúdicra canaliza una tendencia general hacia un enfoque
más creativo, más racional, en la creación de la obra.
La construcción por un modelo (condicionada) y de motivación lúdicra no se suceden una
a otra. Todos los tipos de construcción se entremezclan en dependencia de las tareas y
situaciones. No obstante, cada tipo de construcción desarrolla en el niño determinadas
capacidades específicas.
Las formas en que se unen los niños para la ejecución conjunta de las tareas laborales,
tiene una significación especial. Con frecuencia, aunque participen en el trabajo varios
preescolares o incluso todo el grupo del círculo infantil, cada niño actúa de manera individual,
y los resultados obtenidos por cada uno se analizan y evalúan en dependencia de los
resultados alcanzados por los demás. En otros casos el trabajo se asigna a los niños
individualmente, pero se les manifiesta que éste es parte constitutiva de un trabajo colectivo,
y los resultados del trabajo de cada niño se evalúan como resultados colectivos alcanzados
por una cierta brigada o grupo.
Es considerablemente más efectivo para formar en los niños los primeros indicios de
actividades laborales, plantear una determinada tarea de forma tal que pueda ser dividida en
otras tareas parciales, cada una de las cuales la realizan dos o tres participantes. Así, se
presentan resultados intermedios que se van trasmitiendo de unos participantes del trabajo a
otros. Mientras el niño anterior —o el grupo de niños— no cumpla su parte del trabajo
colectivo, el siguiente no podrá comenzar a trabajar, y la calidad del trabajo realizado por
determinado niño puede tener decisiva importancia para la calidad del trabajo de otro, o para
el trabajo de todo el colectivo.
Y así, por ejemplo, si seis niños se encuentran lavando bloquecitos, dos de ellos deben
fregarlos; uno enjuagarlos; dos secarlos y otro colocarlos en su sitio. Si los dos niños
primeros efectuasen mal la parte del trabajo encomendado a ellos, el tercero deberá terminar
de fregarlos —lo cual implica de hecho repetir el trabajo de los dos anteriores con el
inevitable retraso de todos—, o bien dejar los bloques sucios, lo cual a su vez crea
dificultades en el trabajo a los dos que secan, cuya toalla se ensuciará rápidamente; todo
esto, en conjunto, determinará un mal cumplimiento del trabajo.
Semejante forma de organizar la actividad infantil crea las premisas para que los niños
comprendan el carácter conjunto que tienen sus acciones, y aprendan a analizar las
acciones individuales como partes constitutivas de la labor general y a plantear
determinados requisitos que deben satisfacer los resultados de las acciones propias y de sus
coetáneos. Esta forma de organización contribuye a mejorar los planeamientos, a la
formación de la habilidad de distinguir todo un proceso laboral sobre la base de una serie de
acciones consecutivas, eslabonadas, teniendo en cuenta su grado de dificultad y el tiempo
necesario para su realización. Todo esto implica la transformación de las tareas laborales
encomendadas, en una acción laboral colectiva. Ya hemos visto, que las primeras
condiciones favorables para integrar a los niños
dentro de una actividad conjunta, se crean en el juego.
No obstante la ejecución de las tareas laborales en este sentido se diferencia
notablemente del juego, por el hecho de que el carácter de las interrelaciones entre los
participantes, comienza a estar determinado por la necesidad de obtener el resultado
trazado, un producto de determinada calidad, es decir, por condiciones características de las
propias acciones laborales que no están presentes en el juego.
Las formas complejas que existen para unir a los niños dentro de la ejecución de tareas
laborales y el aprendizaje de las formas primarias de actividad laboral relacionado con éstas,
que entrañan la fusión y el ulterior desarrollo de las componentes formadas dentro de otros
tipos de actividades, se hacen posibles en la edad preescolar mayor. Y a la vez, aún a esta
edad, la efectividad en la ejecución de las tareas laborales resulta menor que la efectividad
en la realización de esas mismas tareas dentro de una actividad lúdicra. Cuando a los niños
se les propuso realizar determinadas tareas en una forma directamente laboral, y las mismas
tareas con posterioridad presentadas en forma de juego en el taller, donde los niños asumían
el papel de obreros, fue precisamente en el segundo caso, donde las acciones de los niños
se parecían más al verdadero trabajo de los adultos.
Sin embargo, lo importante no es el hecho de que las acciones laborales infantiles
obtuviesen realmente grandes resultados, sino que los niños las identificaban precisamente
como laborales, lo cual constituía un aporte para su desarrollo psíquico general y los iba
preparando para su vida futura como miembros concientes de la sociedad.
CONDICIONES PARA EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
Las evaluaciones que hacen los niños con relación a sus coetáneos, constituyen
primeramente una simple repetición de las evaluaciones de la educadora. Cuando se le
pregunta a un niño de tres años, quién es dentro de su grupo el mejor niño, éste dará una
respuesta similar a las siguientes: "Lena, porque come rápido", o, "Vitia, porque es
obediente". Pero, poco a poco las evaluaciones se van haciendo más interesantes. Se evalúa
positivamente a aquellos niños que conozcan luchas, juegos; que compartan los juegos con
los demás, que defiendan a los más débiles, etc.
La evaluación general del grupo es muy apreciada por los niños, ellos tratan de evitar a
los que provoquen el descontento de sus coetáneos.
Cada niño, ocupa dentro del grupo del círculo infantil un status determinado, que se refleja
en la disposición que para con él tienen sus compañeritos. Por lo general, hay dos o tres
niños que gozan de la mayor popularidad: con ellos, los demás quieren entablar amistad,
sentarse juntos en las actividades programadas, imitarlos, cumplir de manera diligente sus
solicitudes, prestarles los juguetes, etc. Conjuntamente con esto, existen también niños en
general impopulares, aislados de sus coetáneos. A ellos se les trata poco, no los aceptan en
los juegos, con ellos no se comparten los juguetes. La masa restante de los niños se
encuentra entre estos dos "polos". El grado de popularidad que tenga un niño depende de
muchas causas: sus conocimientos, su desarrollo intelectual, las características de su
conducta, disposición para establecer contacto con los otros niños, su apariencia extema, su
fuerza y resistencia física, etc.
La posición que éste ocupe dentro del grupo de sus coetáneos se refleja en el desarrollo
de la personalidad del niño. ¿De qué depende que el niño se sienta tranquilo, satisfecho, y
asimile las normas de conducta con relación a sus coetáneos? Los niños gozan de muy poca
popularidad, al no esperar colaboración ni apoyo por parte de sus coetáneos, con frecuencia,
devienen egoístas, reservados. Los que gozan de mucha popularidad, pueden resultar
demasiado confiados en sus propias fuerzas, autosuficientes. La educadora tiene aquí un
gran trabajo a realizar, encaminado a regular las interrelaciones infantiles, a crear dentro del
grupo una atmósfera general agradable, que "equilibre" la posición extraordinariamente
desbalanceada que ocupan algunos niños dentro del grupo.
La influencia que sobre el niño ejercen sus coetáneos y los adultos se canaliza
fundamentalmente durante el proceso de la actividad. Cuando organizaron la actividad de los
niños, los adultos les dan consejos e indicaciones con relación a los argumentos de los
juegos y dibujos, los familiarizan con las interrelaciones y acciones de las personas
representadas, les plantean determinadas demandas en el cumplimiento de sus acciones, las
evalúan, los ayudan a resolver las dificultades y los conflictos que surjan durante la actividad.
Sólo al realizar una actividad conjunta, los niños se unen y entran en las interacciones más
diversas que constituyen la base de la sociedad infantil y que contribuyen al desarrollo de la
personalidad de sus miembros.
El juego tiene la mayor importancia para el desarrollo de la personalidad. Al asumir los
papeles de los adultos, al reproducir su actividad e interrelaciones, los niños se familiarizan
con las reglas y los motivos de conducta que guían a los adultos en la actividad laboral y
social, en su trato entre sí. Así, al realizar el papel de trabajador de un taller, el niño tratará
de reproducir la relación responsable del obrero para con su trabajo, al realizar el papel de un
médico, el niño demuestra preocupación por el "enfermo", etc.
El juego apasiona a los niños, los impele a trasmitirlo todo a través de las
caracterizaciones de los personajes que representan la simpatía, la colaboración, la
condolencia por los "enfermos", el apoyo de los "niños", el respeto a los "mayores", etc. Con
simpatía, protección y ternura el niño trata a los muñecos y a los animales de juguete
utilizados durante el juego.
El interés por el juego, el deseo de "asumir" bien el papel elegido es tan grande, que ante
estas condiciones, los niños realizan algunas acciones que son en realidad difíciles para
ellos, no atractivas, o se cohiben de satisfacer otros deseos que surjan y que sean ajenos al
juego en cuestión. Cuando representan a alumnos, los preescolares, por largo tiempo,
permanecen enfrascados en algo aburrido, monótono —la repetición constante de las
mismas; letras—. Cuando desempeña el papel de vendedora de dulces en el transporte
ferroviario, una niña de cinco años se priva de comer los dulces que vende, ya que esto
afectaría los intereses de los "pasajeros".
Sin embargo, no debemos pensar que los éxitos que el niño logre en sus juegos puedan
ser aplicados directamente a otras condiciones, en su conducta cotidiana. Con frecuencia,
podemos apreciar cómo un niño, que acaba de manifestar una gran preocupación por la niña
"enferma" ya que él asumía el papel del doctor, transcurridos breves minutos, ya fuera del
juego, le arrebata, sin miramientos, un juguete a la misma niña, sin prestar atención a sus
lágrimas.
Las acciones e interrelaciones que los niños simulan en correspondencia con los papeles
asumidos, les permiten familiarizarse de cerca con los correspondientes motivos de
conducta, con las acciones y sentimientos de las personas mayores. Sin embargo, esto no
determina que los niños las asimilen.
También el juego educa a los niños, no sólo por su aspecto argumentativo, o sea, por
aquello que en él se represente. Los niños aprenden a considerar los intereses del
compañero, a simpatizar con él y a introducir sus propios aportes dentro de la causa común:
esto lo hacen de una manera no superficial y en el curso de la tarea, es decir, en el proceso
de las interrelaciones reales que se presente "por causa" del juego al discutir el contenido de
éste, la distribución de los papeles, del material lúdicro, etc.
Con frecuencia, entre los niños surgen conflictos en relación con otros aspectos de la
organización o de la ejecución del juego. La causa de tales conflictos es frecuentemente la
incapacidad de concordar sus planes y acciones. La educadora en estos casos, debe acudir
en ayuda del niño.
Para aclarar esto, nos remitiremos de nuevo a las observaciones de V. A. Gorbareba.
.. .Sobre la alfombra Ira está jugando con el material de construcciones. Ira comienza a
construir un barco, se les une Vladek. Construyen juntos, sin hablar, calladamente. Bloque a
bloque van armando el largo casco de la nave —ésta es la forma habitual en que comienzan
a construir barcos los niños del grupo dado.
Se acerca Valia y comienza a fabricar en él centro del barco algo similar a una torre.
—"No hace falta", —dice Vladek.
Valia continúa su obra.
—"No se hace así", —dice Vladek irritado— aquí se va a sentar la gente, no hagas eso...
—Él no lo sabe hacer. Aquí va a haber gente sentada. V. A. dice dirigiéndose a la
educadora —Valia no nos deja jugar.
La educadora se acerca a la alfombra, se sienta junto al niño en una silla pequeña y le
pregunta:
—Vladek, ¿por qué es que Valia te molesta?
—La gente del barco se tiene que sentar allí donde está construyendo.
—¿Y dónde está el puente de mando del capitán? ¿Dónde? ¿Acaso puede haber un
barco que no tenga puente de mando para el capitán?" —dice Valia.
La educadora añade: Por supuesto que no. Tú Valechka, debiste decirle desde el principio
a Vladek que todo barco debe tener un puente de mando para el capitán, así Vladek no se
hubiera disgustado por lo que tú estás haciendo. ¿Verdad, Vladek ?
Vladek asiente quedo con la cabeza.
—Bien, y ahora ¿dónde se va a sentar la gente?; los pasajeros de este barco ¿dónde van
a ir? —pregunta la educadora a Valia.
—"Mira, vamos a poner unas sillas aquí para los pasajeros. Es muy. sencillo, aquí mismo",
dice alegremente el mismo Vladek en lugar de Valia, habiendo hallado una salida airosa para
la situación. —"¿Verdad, Valia?"
Valia termina de construir la torre y conjuntamente con Vladek e Ira coloca las sillas dentro
del casco del barco.
Mientras más complicado sea el juego mayor será la cantidad de participantes que
incluya; y mientras más íntima sea la dependencia entre las acciones que se deban llevar a
cabo en el plano lúdicro, más rigurosa serán las demandas planteadas por el juego con
respecto a la conducta de los niños, sus interrelaciones y la concordancia de sus acciones.
Por eso, al complicarse el juego, aumenta su significación en cuanto al desarrollo de la
personalidad en el niño.
En la mayoría de los juegos, los papeles asumidos por distintos niños no son de igual
importancia. Existen papeles principales —capitán, doctor, educadora—, y papeles
secundarios —marineros y pasajeros; enfermera, sanitario y enfermos; asistentes y niños—.
A causa de que los papeles principales están relacionados con cargos responsables dentro
de la sociedad, que gozan de la mayor autoridad, éstos resultan más atractivos para la
mayoría de los niños. Cuando el niño juega solo asumirá indefectiblemente el papel central,
asignándole a los muñecos los papeles restantes. Si participan varios niños en el juego,
naturalmente no todos pueden asumir el papel principal. Con frecuencia, dentro de un grupo
determinado del círculo infantil, existen niños que inventan y organizan los juegos y que
distribuyen los papeles, indicándoles a los otros niños las acciones que deben realizar.
Regularmente dichos niños asumen los papeles principales, aunque pueden cederle a otro
niño el papel que desearían para sí.
El carácter de las interrelaciones reales que se van formando entre los niños en relación
con el juego, depende en gran medida, de las particularidades de la conducta de estos
"líderes", de los procedimientos de que se valgan para lograr que los demás niños cumplan
sus indicaciones. En algunos casos, estos niños son los que gozan de mayor popularidad
dentro del grupo, los que logran ponerse de acuerdo con sus coetáneos, tener presentes sus
deseos, suavizar los malentendidos. En otros casos los líderes del grupo resultan ser
aquellos niños que someten a los demás a su voluntad, que poseen don de mando, y se
inclinan a la violencia física.
A la educadora le corresponde la organización de estos tipos de interrelaciones entre los
niños dentro del juego para que ejerzan una influencia positiva sobre el desarrollo de su
personalidad. Esta organización presupone cierta ayuda en el proceso de crear los juegos,
de distribuir los papeles, etc., así como estar atenta para que los niños actúen en
concordancia unos con otros. Es importante que los niños comiencen gradualmente a llevar a
cabo juegos que requieran una interacción más íntima entre los participantes y que, por
consiguiente, los obliguen a tomar en cuenta sus distintas opiniones. Una especial atención
por parte de la educadora, requieren los líderes de los juegos infantiles, en lo concerniente a
la regulación de su conducta con respecto a los demás niños.
Al desarrollo de la personalidad del niño contribuye el desenvolvimiento de los tipos
productivos de actividades, la ejecución de las tareas didácticas y laborales por parte de
éste.
En estos tipos de actividades se va formando una tendencia dirigida al logro de un
resultado, calorizado por los adultos y por sus coetáneos. Este resultado puede ser un dibujo,
una construcción, un local puesto en orden, un surco trazado, la resolución de un problema
matemático, etcétera.
La necesidad de lograr un resultado favorable obliga al niño a planificar sus acciones,
guiarlas, y de este modo implica el desarrollo de la voluntad, de la capacidad para guiar su
conducta. Además, el resultado de la actividad, es la base para la comparación de los éxitos
alcanzados por cada niño, si primeramente dicha comparación la realiza el adulto atrayendo
hacia sí al grupo de niños; ya ulteriormente comienza a realizarla el propio niño, y domina así
los hábitos de autoevaluación, y percatándose de sus propias cualidades y logros.
Es particularmente importante el hecho de que, por la influencia de las actividades que
arrojan resultados determinados, se van formando en los niños los motivos de conducta. La
comparación de los resultados propios, con los resultados obtenidos por los demás niños y la
evaluación de éstos por parte de los adultos, implica el desarrollo de los motivos emulativos,
del deseo de realizar la tarea mejor que los demás y así, lograr una alta calificación.
En el cumplimiento de las tareas laborales, los niños aprenden a guiarse por la utilidad
que aportan para las demás personas, a su familia, a su grupo e inclusive a la sociedad en
su conjunto. Así cuando se le propuso a niños del grupo mayor de la edad preescolar que
fabricasen dientes para los rastrillos, ellos durante un mes, casi diariamente y por espacio de
30 min, afilaron con cuchillos trozos de madera, y no sólo realizaron el trabajo con
satisfacción, sino que les pedían a los otros niños que no los molestaran y solicitaban de la
educadora: "Dénoslo a nosotros —los trozos de madera y los cuchillos— cuando vayamos a
pasear, nosotros queremos también afilarlos". "Los koljosianos necesitan estos dientes, y
nosotros aún no hemos podido hacerlos todos."
Cuando los niños se convencieron de que el producto de su actividad, podía ser de
utilidad para las demás personas, surgió en ellos el deseo de hacer dientes para los rastrillos
de otros koljoses, y para su koljós hacer alguna otra cosa más.
El cumplimiento de las tareas didácticas contribuye al desarrollo de los motivos
cognoscitivos en los niños —el afán de conocimientos, el deseo de conocer lo nuevo.
De esta manera los patrones de conducta, las demandas, los deseos y la evaluación de
los adultos, la influencia del grupo infantil y el dominio de nuevos tipos de actividades, crean
las condiciones bajo cuya influencia tiene lugar, según palabras de A. N. Leóntiev: "La
formación concreta de la personalidad" del preescolar.
Al comienzo de la edad preescolar, el niño no compara sus adelantos con los logros de
sus coetáneos. El afán de autoafirmación y el deseo de obtener la congratulación de los
adultos se manifiesta en este momento en el niño, no en el intento de hacer algo mejor que
los demás, sino adjudicándose a sí mismo cualidades positivas o durante la ejecución de
acciones cualesquiera que sean del agrado del adulto.
Los pequeños preescolares —a quienes se les propuso realizar un juego didáctico que
implicaba la necesidad de turnarse en la realización de una misma tarea, y a los cuales se
les dijo que aquél que mejor la realizara obtendría como premio una estrellita—, prefirieron
realizar todas las acciones conjuntamente, al no tener paciencia ni para esperar su turno, ni
para evitar comunicarse mutuamente sus conocimientos. En lo tocante a la estrella, todos y
cada uno exigían su estrellita, independientemente del resultado obtenido por cada cual.
El desarrollo de la actividad conjunta con sus coetáneos —en particular el juego con
reglas— contribuye a que sobre la base del afán de autoafirmación surja una nueva forma de
motivos —el afán de ganar, de ser el primero, de no rezagarse—. Casi todos los juegos de
mesa que se les proponen a los niños de las edades preescolares mediana y mayor, así
como la mayor parte de los juegos deportivos, son de carácter emulativo. Este carácter se
refleja, a veces, en el propio nombre del juego: "A ver quién la agarra", "Quién es primero",
'Quién llega más rápido", etc. Los preescolares de edad mayor, suelen darle carácter
competitivo aún a algunos tipos de actividades francamente no competitivas. Ellos
constantemente están indagando cuáles son los éxitos de los demás para compararlos con
los suyos, son jactanciosos, les afectan
sensiblemente sus errores, sus desaciertos.
Tiene una gran importancia en el desarrollo de los motivos de conducta, los cambios que
durante la infancia preescolar se operan en los motivos morales, que representan la relación
del niño para con las demás personas. El desarrollo de estos motivos, está relacionado con
la toma de conciencia y la asimilación de las normas y reglas morales, así como con la
comprensión del significado que tienen las acciones propias para las demás personas.
Al principio, el cumplimiento de las reglas generales de conducta era para el niño sólo una
forma de mantener buenas interrelaciones con los adultos, los cuales exigían su
cumplimiento.
Pero ya que el estímulo, la caricia y la felicitación que el niño reciba por su buena
conducta, representan para él vivencias agradables, gradualmente, el cumplimiento de las
reglas comienza a interpretarse como algo necesario y positivo de por sí. Los pequeños
preescolares obran en consonancia con las normas morales sólo con respecto a aquellas
personas mayores o niños por los cuales sientan simpatía. Así, el niño compartirá sus
juguetes y golosinas con aquellos por quienes sienta simpatía. En la edad mayor preescolar,
el comportamiento moral de los niños comienza a hacerse extensivo a un amplio círculo de
personas que no tienen contacto directo con ellos. Esto se produce a causa de que el niño
toma conciencia de las normas y reglas morales, comprende la esencia de su obligatoriedad
general y su verdadera significación.
Pregúntele usted a niños de 4 a 5 años —decía el notable psicólogo K. N. Vornilov— por
qué no deben pelear con sus compañeros, o por qué no se pueden coger las cosas ajenas.
Las respuestas de los niños estarán dirigidas fundamentalmente hacia las desagradables
consecuencias que acarrea para sí mismo y para los demás, una acción "no moral". "No
debemos fajarnos para que así no nos dé un trompón en el ojo" —era la respuesta de un
niño de 4 años.
"No se puede coger lo que no es tuyo, si no te llevarán a la policía" —decía un niño de
seis años—. Al final del período preescolar aparecen ya respuestas de otra índole:
"No debemos fajarnos con los compañeros porque no debemos ofenderlos, me da pena
hacerlo."
La comprensión de la significación de las normas morales surge al final de la infancia
preescolar, tanto en el comportamiento propio como al evaluar las acciones de los
personajes de obras literarias.
He aquí la apreciación hecha por un niño de cinco años sobre la actuación del
protagonista del cuento de León Tolstoi, "El huesito":
"Él tenía pena, y... lloró. Él le mintió a su papá. Eso no está bien."
Entre los motivos morales de conducta ocupan un destacado lugar los motivos sociales —
el deseo de hacer algo para las demás personas y prestarles alguna utilidad.
Muchos de los pequeños preescolares, pueden realizar tareas sencillas que tengan como
objetivo satisfacer las necesidades de otras personas; bajo la dirección de la educadora,
pueden confeccionar banderitas para regalárselas a los más pequeñitos o servilleticas para
regalárselas a mamá. Sin embargo, para ello es necesario que los niños tengan una idea
clara de las personas para quienes están realizando la tarea en cuestión, que sientan
simpatía por ellas, que participen de sus emociones. Así, para que los niños logren llevar el
trabajo de las banderitas a feliz término, la educadora debe relatarles, en una forma bien
clara y precisa para ellos, acerca de cómo se educan los niños en los círculos infantiles para
lactantes, acerca de la impotencia de los más pequeñitos, acerca de la satisfacción que para
ellos entraña que les regalen las banderitas.
Los niños comienzan a realizar trabajos para otros niños por iniciativa propia mucho más
tarde —en los grupos mediano y mayor del círculo infantil, particularmente en el último—. En
este período ya ellos comprenden que sus acciones pueden ser de beneficio para los demás.
Cuando a los pequeños preescolares se les pregunta por qué ellos cumplen las encomiendas
de los adultos, contestan con frecuencia: "Me gusta", "Mi mamá me obliga." En los
preescolares de edad mayor las respuestas a estas preguntas ya son de otro carácter: "Yo
las ayudo, porque a mi mamá y a mi abuelita les es difícil hacerlo solas", "Yo quiero a mi
mamá, y por eso la ayudo", "Para ayudar a mi mamá y a los demás." En distinta forma se
manifiestan los niños de diferentes grupos evolutivos en edad preescolar dentro de los
juegos, donde las acciones
de cada niño determinen el éxito del equipo al cual pertenezca. Los niños pequeños y una
parte de los de edad mediana, se preocupan sólo por lograr su propio éxito, mientras que
otra parte del grupo de edad mediana y todos los niños del grupo mayor, actúan para
garantizar el éxito del equipo completo.
En la edad mayor preescolar podemos observar manifestaciones de un cumplimiento
completamente conciente de las normas morales por parte de los niños, relacionados con la
prestación de ayuda a las demás personas.
I. R. Kliuchareva nos trae a colación un ejemplo característico de este tipo de conducta:
"En uno de los círculos infantiles rurales de la región de Gorki, nosotros observamos cómo
los niños se preparaban para salir de paseo. Un niño de siete años ayudaba afanosamente a
una niñita pequeña. Le abrochaba el abriguito, le ponía el pañuelo, las boticas, y tomándola
de la mano echó a andar hacia la salida. Uno de los adultos le preguntó: "¿Es ésta tu
hermanita?." El niño nos miró asombrado y repuso: "No, no es mi hermanita. Sencillamente
es pequeñita." Y agregó: "Hay que ayudar a los pequeñitos."
El cambio en los motivos de conducta a la edad preescolar, no estriba sólo en que varía
el contenido de éstos, que surgen nuevos tipos de motivos: conjuntamente con lo antedicho,
surge una cierta subordinación: uno de ellos adquiere mayor significación para el niño que
los demás.
El comportamiento del pequeño preescolar es indeterminado, no sigue la línea o eje
fundamental. El mismo niño que acaba de compartir amistosamente con un compañerito,
acto seguido, le arrebata un juguete de las manos. Otro ayuda con empeño a la madre a
limpiar la habitación, y 5 mira después se niega a ponerse los pantalones. Esto se produce
así, a causa de que los distintos motivos están sujetos a cambios constantes y, en
dependencia del cambio de la situación, la conducta del niño estará dirigida por uno u otro
motivo.
La subordinación de los motivos constituye la más importante de las nuevas formaciones
que tienen lugar en el desarrollo de la personalidad del niño preescolar. Dicha subordinación
confiere una determinada tendencia a toda la conducta infantil. A medida que se desarrolla,
surge en el niño la posibilidad de evaluar no sólo sus acciones aisladas, sino su
comportamiento en general, tanto si es bueno como si es malo. Si los motivos de conducta
más importantes son los sociales, la observancia de las normas morales, el niño en la
mayoría de los casos actuará bajo su influencia, sin reaccionar a los estímulos que le sean
contradictorios y que lo impelan, por ejemplo, a ofender a otro o a mentir. Si por el contrario,
predominasen en él los motivos tendientes a la satisfacción de su bienestar personal, a
demostrar una superioridad real o supuesta sobre los demás, esto puede llevar a serias
violaciones de las reglas de conducta por parte del niño, y requerirá que le sean aplicadas
medidas educativas especiales encaminadas a reestructurar las bases indebidas de la
personalidad que se está formando. Por supuesto, esto no quiere decir que tan pronto como
surja la subordinación de los motivos, el niño se va a guiar siempre por los mismos motivos.
Sin embargo, tal subordinación implica que los diversos motivos pierdan su equivalencia y se
estructuren dentro de un sistema.
El niño se puede cohibir de llevar a cabo algún juego que le sea atractivo en aras de algo
más importante para él, aunque también es posible que deje el juego por una actividad
aburrida, sugerida por el adulto. Si el niño se enfrenta con algún inconveniente dentro de
alguna tarea que le interese realizar, no logrará sin embargo, satisfacerse con otros éxitos
logrados "en otra dirección". Así, a un niño que no había logrado resolver una tarea
planteada dentro de un experimento, se le dijo para no herirlo, que él era muy inteligente de
todos modos, y al igual que a los otros niños, se le entregó una golosina. Sin embargo, el
niño tomó la golosina en sus manos con visible disgusto y se resistía a comérsela, no
disminuyendo en modo alguno su sentimiento de congoja: a causa de su fracaso, la golosina
le resultaba "amarga".
Pudimos comprobar, que una de las vías de desarrollo de los motivos de conducta a la
edad preescolar es el aumento de su capacidad para tomar conciencia de las cosas. El niño
comienza a percatarse claramente de cuáles son los motivos y las consecuencias de sus
acciones. Esto es posible a causa de que en el preescolar se desarrolla la autoconciencia, o
sea, el conocimiento de sí mismo, de las cualidades que tiene, de cómo se relacionan con él
las personas circundantes y qué motiva dichas relaciones. La autoconciencia se manifiesta
de forma más evidente en la autoevaluación, es decir, en el hecho de que el niño valore sus
aciertos y fracasos, sus cualidades y sus posibilidades.
La premisa para el desarrollo de la autoconciencia es el distinguirse de entre las demás
personas, lo cual tiene lugar al final de la infancia temprana. Sin embargo, al llegar a la edad
preescolar, sin saber de hecho nada sobre sí mismo, acerca de sus propias cualidades, al
tratar de ser "como los adultos", al tomar conciencia sólo del hecho de su existencia, el niño
no tiene en cuenta sus posibilidades reales. Esto se manifiesta de forma más evidente en la
crisis de los tres años.
No existe aún tampoco una opinión con cierto fundamento correcto acerca de sí mismo en
el niño preescolar de edad mediana, el cual sencillamente se adjudica todas las cualidades
entendidas por los adultos como positivas, frecuentemente, sin que aquél sepa en que
consisten dichas cualidades. Cuando a un niño, que afirmaba ser ordenado, se le preguntó
qué quería decir esto, contestó:"Yo no tengo miedo". Otros niños, que se atribuían también
la cualidad de ser ordenados, respondieron a esta pregunta diciendo: "No sé."
Para poder hacer una justa evaluación de sí mismo, el niño tiene primero que ser capaz
de evaluar a las demás personas, a las cuales las debe analizar "desde otro ángulo". Esto no
se produce de forma inmediata. En el período en que el niño al evaluar a sus coetáneos,
repite mecánicamente los señalamientos que sobre ellos exprese el adulto, esta misma
situación se va a manifestar en su autoevaluación ("Yo soy bueno, porque soy obediente").
La evaluación independiente, personal, que el niño haga de las demás personas,
dependerá primeramente de la relación que éste tenga con dichas personas. Esto se
manifiesta, en el particular, al evaluar las acciones de los personajes de cuentos y relatos.
Toda acción que realice el personaje calificado como "bueno", será por ende una buena
acción y viceversa. Pero, paulatinamente, esta evaluación de las acciones y de las
cualidades de los personajes se va apartando de la relación general que exista con respecto
a ellos, comienza a estructurarse sobre la base de la comprensión de la situación presentada
en el relato y a tomar en cuenta cuál es la significación que tienen estas acciones y
cualidades. Habiendo escuchado el cuento: "El castor y el oso", un niño contestaba a varias
preguntas:
—"¿Actuó bien o mal el oso?
—Mal.
—¿Por qué actuó mal?
—Porque pisó al castor.
—¿A tí el oso te gusta o no?
—Me gusta. A mí me gustan los ositos."
A medida que se van asimilando las normas y reglas de conducta devienen "marcas o
medidas" de las cuales el niño se vale al evaluar a las demás personas. Sin embargo,
aplicarse a sí mismo dichas "marcas" les resulta a los niños harto difícil. Las vivencias que
envuelven al niño y que lo impelen a realizar distintas acciones, así como las consecuencias
que de éstas se derivan, lo sustraen del sentido real de dichas acciones y no le permiten
juzgarlas imparcialmente. Tal tipo de evaluación sólo se hace posible sobre la base de
confrontar sus posibilidades, sus acciones y cualidades, con las posibilidades, acciones y
cualidades de los demás.
La habilidad de compararse con los demás la adquiere el niño en el período de la edad
mayor preescolar, y constituye la base para la autoevaluación.
Los preescolares de edad mayor toman ya bastante conciencia de sus aptitudes e
insuficiencias, se percatan de la relación que para con ellos tengan los demás. Esto tiene una
gran importancia para el ulterior desarrollo de la personalidad, para la asimilación conciente
de las normas de conducta y para que el niño se rija por los patrones positivos.
Conjuntamente, el niño ya es capaz de utilizar de manera intencional la relación que
manifiestan los adultos para con sus acciones y cualidades. A esta edad, los niños de
manera regular identifican perfectamente las manifestaciones de obstinación como injustas e
incorrectas, y se valen de ellas concientemente sólo en relación con aquellas personas que
no suelen regañarlos y les hacen concesiones. Un niño en sus relaciones con la madre,
puede asumir el papel de niño, enfatizando sus gestos "infantiles" que provocan en la madre
amor y ternura, para de este modo, lograr su propia satisfacción.
El surgimiento de la subordinación de los motivos y de la formación de la autoconciencia
constituyen la clave del desarrollo de la personalidad en el niño. Gracias a esto, el niño
preescolar adquiere un mundo interior bastante estable, el plano interno de conducta
necesario para la participación conciente dentro de la vida de la sociedad. Ulteriormente, este
mundo interior se enriquece, puede estar sujeto a reestructuración, pero, sus bases se fijan a
la edad preescolar, y esto le da a la infancia preescolar una significación especial dentro del
proceso general del desarrollo psíquico del hombre.
DEL PREESCOLAR
En la edad temprana y en la edad preescolar los sentimientos predominan por sobre todos
los aspectos vitales del niño, dando a estos, color y expresividad. Un niño pequeño todavía
no puede dirigir sus impresiones, él casi siempre es un prisionero de sus sentimientos.
Una niña de tres años preguntó a su padre: "¿Cuándo tú pierdes algo, por ejemplo, una
corbata o un libro, tú lloras?"
"No, contestó el padre, yo lo busco y lo trato de encontrar."
"Pero yo lloro"
"¿Es que eso te ayuda a encontrarlo?"
"No, pero las lagrimas salen solas."
Rudi, de cuatro, trataba de clavar cuidadosamente con un martillo una banderita de tela a
un palito. A pesar de los muchos intentos del niño, el clavo no entraba. Y así Rudi sollozando
y sin cesar de clavar, decía con el clavo en las manos: "¿Pero qué es esto? ¿pero qué es
esto?, ¡Otra vez salió! ¿Pero qué diablos pasa.. . ?" Entre lágrimas, y sollozos continuaba su
trabajo. "¡Pero esto
es un desastre!" —decía lloriqueando el niño que empezaba de nuevo a clavar, pero otra vez
sin resultado. Entonces, con visible esfuerzo en la voz exclamó "¡Pero esto no es posible
resistirlo! ¡Esto no se puede resistir!" Llorando de nuevo empezó a dar golpes con el martillo.
La expresión externa de los sentimientos en el niño, en comparación con el hombre
adulto, tiene un carácter más violento, más directo y más involuntario. Los sentimientos del
niño aparecen y desaparecen muy rápido, de una gran alegría muy a menudo pasa al llanto.
La fuente más fuerte y más importante de las impresiones del niño son sus relaciones con
las otras personas que rodean al niño lo tratan con cariño, reconocen sus derechos y son
atentos con él, éste experimenta satisfacción emocional, sentimiento de seguridad, se siente
protegido. En general, en estas condiciones, en el niño predomina un estado anímico alegre
y sano.
La satisfacción emocional contribuye a un desarrollo normal de la personalidad del niño, al
desarrollo de las cualidades positivas y de una buena actitud hacia las demás personas.
La actitud hacia el niño de las personas que lo rodean provoca constantemente en él
diferentes sentimientos —alegría, orgullo, ofensa, vergüenza, etc. El niño aprecia mucho un
mimo, una felicitación y por otro lado, sienten mucho una injusticia hacia él, un disgusto que
le causen.
Como demostraron las observaciones de la psicóloga R. X. Shakurova, ya al comenzar la
segunda mitad del segundo año de vida, una felicitación o una aprobación de sus allegados
empieza a provocar en el niño un sentimiento de orgullo y este tratará de ganar una
estimación positiva, enseñando a los adultos sus logros. Así un niño de un año y siete
meses, de pie y con las manos en alto, grita: "¡Mamá, mira! ¡Mamá, mira!" La madre se
acerca y dice: "Mira qué bien! ¡Qué bien tú aprendiste a levantar las manos! ¡Como una
persona mayor!" El niño sonríe con alegría y empieza a brincar: "¡Mira mamá!, ¡Mamá, mira!
Transcurrido un minuto, ya él trataba de conseguir una aprobación de la madre, tratando de
saltar por encima de un periódico tirado en el piso, etc.
En el tercer año de vida, al surgir en el niño el sentimiento de orgullo, este se convierte en
un medio que permite dirigir su conducta, y lograr que esta sea la deseada.
Galia a los dos años y medio, al empezar a ir al círculo infantil lloraba antes de salir de la
casa y en el círculo infantil. Su papá y su mamá le citaban como ejemplo a Olga, una niña
conocida que era "muy buena, nunca lloraba" y, en general, todos celebraban a aquellos que
"no lloraban".
Un día cuando su mamá la fue a buscar al círculo infantil, Galia corrió hacia ella y con una
gran alegría le informó: "¡Mamá! Yo no lloré hoy en el círculo, ¿Soy buena ahora, verdad?".
Desde aquel entonces, para ella "el no llorar" se convirtió en el objeto principal de su orgullo.
Al referirse a los niños, ella, ante todo, empezó a caracterizarlos desde el punto de vista
de quién llora y quién no llora. "Kolia es muy mal niño, porque estaba llorando en el círculo
infantil" o "Tania hoy lloraba a gritos —"Mamá, mamá"—, era desagradable oiría. Y yo no
lloraba".
Un poco más tarde que el sentimiento de orgullo, el niño empieza a sentir la vergüenza,
en los casos en que sus actos no correspondan con los que espera de él el adulto, y también
es regañado por sus mayores. Con más frecuencia él tiene vergüenza cuando pronuncia
incorrectamente una palabra, si se equivoca al recitar un versito, etcétera. Pero poco a poco
él empieza a sentir vergüenza al realizar actos no aprobados por el adulto, en el momento
cuando le sitúan estos actos, cuando "lo avergüenzan". En algunos de los casos el
sentimiento de vergüenza puede ser tan extremadamente intenso que "prevalece" sobre
otros impulsos y obliga al niño a renunciar a un juguete llamativo o a realizar otro acto
cualquiera que resulte difícil para él. Ahora nos son útiles unos ejemplos que en otras
páginas habíamos situado.
La madre cuenta de su hijo Kiril (tres años aproximadamente). Estaban cazando una
mariposa... Tolia, de cinco, al ver tal cantidad de mariposas por largo tiempo, Kiril con orgullo
decía: "¡Qué mariposas tengo yo! Estas yo y mi mamá las cazamos". Tolia con envidia dijo
enseñando dos bellas mariposas: "Yo nunca tuve unas como éstas" Yo le propuse a Kiril
regalar a Tolia una (la mariposa negra con manchas rojas y blancas en las alas, no sé su
nombre verdadero). Kiril protestó, ningún tipo de argumento ni promesa en el sentido de que
después cazaría mariposas tan bellas como aquéllas, lo satisfacía. Kiriusha de todas
maneras no quería deshacerse de la bella mariposa. Él le ofreció a Tolia una mariposa —una
mariposa corriente— y con mucho entusiasmo le regaló la única mariposa que tenía las alas
rotas. Después nosotros regresamos a casa.
En la casa le dije a Kiril que él era tacaño. Kiril se excita, llomando grita: "Yo no soy
tacaño." "Pues entonces ve y dale la mariposa a Tolia." Kiril contesta: "No." "Pues entonces
eres tacaño." "Tolia te regaló un pollito de juguete." Kiril replica: "Yo le devuelvo a Tolia el
pollito." Cogió el pollito y corrió hacia la puerta. Hay que señalar que con este pollito Kiusha
jugó todo el verano y siempre lo acostaba con él a dormir.
"Esto de ninguna manera te ayudará. De todos modos tú eres un tacaño." Kiril cogió a la
bella mariposa y diciendo: "Yo no soy un tacaño", se fue al jardín donde estaba Tolia, le
extendió la mariposa: “Toma, yo no soy tacaño.” Inmediatamente después de que Tolia cogió
la mariposa, Kiriusha empezó a llorar, acercó la mano hacia la mariposa, la retiró. Llorando
dijo: “Qué bonita!” Por mucho rato estuvo sollozando. Durante todo el día recordó la bella
mariposa.
Los preescolares experimentan un sentimiento de amor, de cariño hacia las personas
cercanas, ante todo hacia los padres, hermanos, hermanas, muy frecuentemente muestran
una preocupación por ellos y se conduelen por lo que les puede suceder.
La madre de Wunter —de tres años— tropezó en la escalerita que comunicaba un cuarto
con otro. Wunter inmediatamente trató de ayudarla a levantarse, después comenzó a soplar
en el lugar del golpe, luego con una gran preocupación preguntó: “¿Ahora te sientes mejor?”
Para no dar a conocer a su hijo que tenía un fuerte dolor, la madre se fue a otro cuarto.
Wunter llevó un banquito hasta la puerta, se subió a él, giró el pomo de la cerradura y de
nuevo dijo cariñosamente: “¿Ahora estás mejor?” Después regresó al lugar de la caída y se
llevó el balde que había quedado allá, al cual consideraba culpable de lo sucedido, diciendo
que no quería que se repitiera.
A los mellizos Andrei y Kiril se les fue a poner una inyección. Kiril zafando el cuerpo no se
dejaba inyectar gritando a lágrima viva. La madre lo increpó: “!Vamos, por qué lloras ¡,
asustarás a tu hermanito. Si no duele tanto”.
Le tocó el turno a Andrei. La madre lo cogió por el brazo, Andrei se escurría. Llegó la
enfermera con la jeringuilla. Kiril hace un gesto de desagrado y gira el cuerpo hacia un lado
como apartándose de Andrei. Con decisión dibujada en su rostro, lanza la siguiente exclama-
ción: “ toques a mi hermanito, mala!”
Surge fácilmente y se manifiesta con claridad en los preescolares este amor y solidaridad
también con los demás niños, a los cuales no les unen lazos familiares.
A la edad de cuatro años aproximadamente, Andrei P. conoció a la niña Zoia. El niño se
pasaba todo el día llamándola: “Zoia, Zoita, ven acá!” La niña no quería y Andrei corría hacia
su mamá, que lo miraba con compasión, para que ésta convenciera a Zoia de que se
quede... Por la mañana el niño se levantaba, cogía su ropita, corría a vestirse y aún sin
lavarse se iba a ver a Zoia, que aún dormitaba. El niño esperaba pacientemente en su
taburecito a que Zoia se despertara. Los mellizos Andrei y Kiril tienen una amiguita
caprichosa, Irma, que es su más deseada compañía. La abuelita de la niña regañó a ésta
cierto día y la mandó a irse a su casa. Kiril en el dintel de la puerta hace gestos con las
manos y dice: “Yo a usted no la voy a dejar pasar más”, con lágrimas en los ojos,
solidarizándose con Irma.
El amor y ternura con respecto a las demás personas
—como se ve en los ejemplos de la “defensa” de Kiril a Irma contra el requerimiento de la
abuela, y de Andrei a Kiril contra la enfermera— están relacionados con la alta sensibilidad
del niño contra todo aquél que se manifieste ante su vista como ofensor.
El niño inconscientemente se coloca a sí mismo en el lugar del ser allegado, se identifica
con él, sintiendo el dolor o la injusticia en carne propia.
Al mismo tiempo, cuando otro niño —incluso su hermano o hermana más querida— goce
de mayor distinción por parte de los adultos con los que él siente afinidad, el niño en cuestión
mirará mal al otro niño, como su antagonista, sentirá celos.
La madre lee un libro, mostrándole las láminas a Kinl y luego a Andrei —que está tendido
en la cama—, Kinil. transcurrido cierto tiempo, sostiene lánguidamente el libro entre las
manos.
“Dámelo!”, —dice Kinil.
¿Y por qué él se talda tanto milando el liblo?”
—La madre le responde: Él está enfermo y por eso le leo el libro, tú puedes ir a jugar si no
quieres oír el cuento.
Kiril replica: Yo quieloo el liblo, me lo voy a lleval.
Los sentimientos que surgen en el niño con relación a otras personas, suele trasladarlos
fácilmente a los personajes de obras literarias —cuentos y relatos—. El niño se identifica con
la desgracia de la Caperucita Roja casi en la misma medida que sí se tratara de un hecho
real. El puede escuchar una y otra vez el relato, pero los sentimientos provocados no se
debilitan, sino que se refuerzan: el niño “vive” el cuento, se introduce en su atmósfera como
entre seres cercanos y conocidos.
El sentimiento más evidente que experimentan los preescolares al escuchar cuentos,
relatos y hojear láminas es el de solidaridad con quien esté en desgracia.
R. A. Répina, analizando cómo los niños percibían las láminas de los cuentos, plantea los
ejemplos siguientes:
Sasha —cuatro años—, mirando las ilustraciones del cuento “El lobo y las siete ovejas”,
que representa la escena en que el lobo llega al herrero, le pide que le cambie la voz y
discute enconadamente con él para que le haga una voz de oveja” declara que si él fuera
herrero y el lobo viniera a verlo, él le “sacaría los dientes para que no se comiera las
ovejitas”.
Tani —cuatro años y medio—, mirando una ilustración que representa al lobo
engulléndose a las ovejas, declara solidariamente: “<Y para qué las ovejas abrieron la
puerta, ellas tenían que haber abierto un poquito, y mirar quién era, entonces habrían visto
que no era su mamá.”
Los niños se solidarizan especialmente con los héroes positivos, no obstante, a veces
pueden sentir simpatía pon otros personajes si éstos cayeran en desgracia.
Andrei y Kiril miraban una lámina en la cual el rey se aprestaba a saltar a la olla. Andrei,
comprendiendo el dramatismo de la situación dijo: “Yo lo voy a sujetar, me da pena por él.”
Estos mismos gemelos escucharon el cuento del lobo y las siete ovejas, y se solidarizaron
con las ovejas hasta el mismo momento de su liberación. Después, su simpatía se transfirió
al pobrecito lobo que tenía la barriga abierta: hay que coserle la barriga. El no lo va a hacer
más.”
Sin embargo, frecuentemente, los niños se molestan por los actos de los personajes
negativos y tratan de salvar a su héroe predilecto de dichos personajes.
Los sentimientos que el niño experimenta al escuchar cuentos y relatos lo transforman de
oyente pasivo a participante activo de los acontecimientos. Previendo lo que va a acontecer,
el niño de puro susto puede pedir que se cierre el libro, que no continúe el relato, o puede
inventar tina variante de solución a su gusto, para aquella parte del cuento que lo asusta. En
este caso, el niño suele asumir el papel de héroe.
A un niño de cuatro años se le lee un cuento en el cual el héroe llega hasta la encrucijada
de tres caminos y se detiene para leer un cartel que reza así: “Si vas por la derecha, el
caballo perderás; si vas por la izquierda morirás; si sigues recto, el caballo perderás y tú
mismo morirás.”
Kiri] aconseja para esta situación lo siguiente: “Que se vaya de regleso a su casa.
Al cabo de seis meses de haber oído el cuento, al repetírsele al niño, Kinil impugnaba el
texto del cartel y sugería “rectificarlo”, “Poblecito caballito, si vas pol la izquielda molilás; si
sigues lecto molílás tú y el caballo;. si vas pol la delecha, peldelás la cola del caballo. Voy por
la delecha.”
Al mirar las ilustraciones de los libros de cuentos, los. preescolares, con frecuencia, tratan
de introducirse directamente dentro del curso de los acontecimientos: tapan o pintorretean
las imágenes de los personajes negativos, así como de las situaciones que amenacen al
héroe. Una niña de cuatro años “liberó” a Prometeo encadenado, raspando en el cuadro, la
representación de las cadenas que lo mantenían prisionero.
Las interrelaciones con las demás personas, sus actos, son una fuente importante pero
por supuesto no la única, de los sentimientos del preescolar. La alegría, la ternura, la
solidaridad, el asombro y el celo y otras vivencias pueden surgir en él con relación a plantas,
animales, juguetes y fenómenos de la naturaleza. Los sentimientos provocados por
personas, animales y objetos inanimados son en el niño más parecidos entre sí, que en el
adulto. Al familiarizarse con las acciones y vivencias de las personas, el preescolar tiene
tendencia a adjudicárselas a los objetos. El niño puede compadecerse de una hierbita o
ramita partida, enfurecerse con la lluvia que no lo deja jugar o amenaza a la piedra “que lo
golpeó”.
Las impresiones fuertes de terror ocupan un lugar especial entre los sentimientos
infantiles.
El surgimiento del terror es causado con frecuencia. por una educación incorrecta y por
una conducta irracionalmente inconsciente de los adultos. Es muy típico el caso en que los
adultos por la menor insignificancia que puede —en su opinión— poner en peligro al niño se’
tornan sobreprotectores. Semejante conducta por parte de los adultos crea en el niño un
estado de tensa ansiedad y temor. Así, cualquier episodio que dentro de. la vida del niño
habría transcurrido sin consecuencias mediante el en foque correcto, el adulto puede
transformarlo en un acontecimiento terrible, que puede implicar funestas consecuencias. El
adulto se puede convertir en un portador del terror en los casos en que el niño vea en aquél,
manifestaciones de terror. De este modo, los niños comienzan a temerle a la tormenta, a los
ratones, a la oscuridad, etc.
Además, ciertas personas entienden que es válido asustar al niño con el ánimo de
someterlo a la obediencia:
“!Ven acá o si no, aquel hombre te va a llevar!”, “!Si no me obedeces aquel hombre te meterá
en su maletín !’, etc.
La sensación de terror se puede dar también sin influencia alguna por parte del adulto. El
niño al encontrarse con lo desconocido, lo nuevo, además de asombro y la curiosidad, puede
también presentar un estado agudo de ansiedad. Una de las causas que originan el miedo
puede ser la variación desusual de un rostro conocido:
si se maquilla demasiado la cara, o se pone un gorro’ la persona conocida, etc. En
situaciones no usuales, indeterminadas, el niño con frecuencia se siente fuertemente
excitado.
Es típico en este sentido el miedo a la oscuridad. Este miedo encuentra su explicación, en
gran medida, por el hecho de que ésta oculta la forma de los objetos, de que el ruido más
insignificante puede aparecer extraordinario en la oscuridad. Si el niño se asustó por algo
estando a oscuras, luego la propia oscuridad lo asustará.
Las distintas sensaciones de temor ejercen influencia sobre el estado físico y psíquico en
general del niño, por eso los adultos le deben inculcar el sentimiento de libertad y valentía.
De entre las restantes formas de temor se distingue sobremanera el miedo por los demás,
cuando al propio niño nada lo amenaza, no obstante siente temor por sus seres queridos.
Semejante forma de temor es una manifestación particular de solidaridad, que confirma la
presencia en el niño de convivencias en desarrollo.
Los sentimientos del preescolar en el cuarto año de vida, aunque vívidos son, sin
embargo muy ambientales e inestables. Así, el amor del niño por la madre, exaltado de
tiempo en tiempo, impele al niño a abrazarla, besarla y decirle palabras de cariño; pero este
amor aun no constituye una base más o menos estable de actos que sean del agrado de la
madre, que le reportan satisfacción. El niño todavía no es capaz de solidarizarse y
preocuparse prolongadamente por los demás, aunque sean sus seres mas queridos.
La enfermedad de su madre hizo que se duplicara la ternura habitual de la niña Gilda, de
cuatro años; ella iba con frecuencia a ver a la madre enferma; “Pobre ma-mita”, le
preguntaba si quería que le trajera algo, la besaba y abrazaba más que habitualmente.
Con motivo de la enfermedad de la madre, Gilda dijo cierta tarde en tono de satisfacción y
alegremente: “Mamá ,si tú mañana sigues enferma, entonces yo voy a hacerte unos
emparedados.”
Aquí la ternura y preocupación por la madre le hizo sitio a la satisfacción, a causa de la
posibilidad de asumir el papel de “adulto” de cuidar un enfermo, que paso a un primer plano.
Los sentimientos de los preescolares de las edades mediana y menor con relación a los
coetáneos no miembros de su familia, por lo general, no son muy duraderos. Las
observaciones de las relaciones amistosas de los niños en el. círculo infantil han demostrado,
que en la mayoría aplastante de los casos, el niño entabla amistad alternativamente con
muchos niños, en dependencia de las circunstancias. Semejante amistad está basada no en
una relación estable con el coetáneo, sino por el hecho de estar sentado con él a la mesa o
por jugar juntos.
Durante la infancia preescolar los sentimientos del niño adquieren una profundidad y
estabilidad bastante grandes.
En los preescolares de edad mayor se pueden observar manifestaciones de preocupación
por las personas allegadas, y actos tendientes a protegerlas de todo mal, de toda
preocupación.
“Una vez yo llegué a casa más tarde que de costumbre
—decía una madre— y los niños dormían. Sobre la mesa habían dejado dos casos con
residuos de leche y migajas de pan, junto a las camitas estaban sus sillitas con la ropa bien
ordenada sobre estas. Me incliné para besarlos y noté que el niño tenía en la cara residuos
de pasta de dientes”. Al otro día dije por la mañana: Vasia, ¿por qué no te lavaste al
acostarte?, tenias la cara embarrada de pasta de dientes. Al niño le brillaron los ojitos de
picardía: Eso yo lo hice a propósito para que vieras que me había lavado los dientes. el le
explicó a la madre también, que los vasos los dejaron sucios y no los guardaron, para que
ella viera, que se habían tomado la leche que les dejó.”
El establecimiento de una amistad permanente con sus coetáneos es un rasgo típico del
niño de edad mayor preescolar, aunque mantiene aún, en gran medida, fluctuaciones en su
amistad con sus coetáneos. En el establecimiento de la amistad entre los niños adquiere
ahora importancia fundamental, la simpatía mutua y no ya la situación externa, o sea, la
relación afectiva con respecto a las determinadas cualidades del coetáneo, a sus cono-
cimientos y habilidades: “Vova sabe muchos juegos. . ” “Con ella se está bien”, “Ella es
buena”.
Una de las tendencias principales del desarrollo de los sentimientos en la infancia
preescolar es el aumento de su “racionabilidad” en relación con el desarrollo intelectual del
niño. El niño recién comienza a conocer el mundo que lo rodea, a tomar conciencia de las
consecuencias que se pueden derivar de sus actos y a comprender qué es lo bueno y qué es
lo malo. Y en dependencia de la variación que sufra la interpretación que éste tenga del
mundo circundante, variará a manera consecuente su actitud respecto de dicho mundo,
comienzan a surgir sentimientos producidos por nuevas motivaciones, se perfilarán nuevas
causas que con anterioridad no tenían significación alguna para el niño a causa de que no
las entendía sencillamente.
Existe la difundida opinión de que los niños pequeños son con Frecuencia insensibles, e
incluso crueles con relación a los animales. Naturalmente, en ocasiones nos asombra
dolorosamente la indiferencia con que el niño trata en ocasiones a los animales. El puede
apretar una mosca, pisar una cucaracha, abrirle las entrañas a una mariposa, o apretarle e!
cuello al gato. Esto nos produce una impresión completamente contraria a la que experi-
mentamos ante la actitud de simpatía y solidaridad con los animales, que el niño manifiesta
en otras ocasiones. No obstante en muchos casos, esto es ocasionado por una Falta de
comprensión. Muchos actos nos dan la impresión de ser crueles, precisamente porque el
débil raciocinio infantil los hace aparecer como tales. La curiosidad del niño que trata siempre
de penetrar en el interior de todas las cosas, conjugándose con una despreocupación pro-
piamente infantil, implica, por consiguiente, acciones que se nos antojan despiadadas,
crueles.
A la edad de cuatro años, Andrei le practicó la vivisección a una mosca con un palillo
afilado. Kiril entre tanto lloraba: “”Malo!” “Mamá, cura a la mosca”. La mosca fue colocada
sobre la flor: “Se curará”. Kiril se calmó. Le dijo a Andrei: “!Eres malo! ¡ Canalla ! Si, eso no
tiene perdón. Es una acción muy mala. La mosquita ahora podría volar.”
El cambio operado en los sentimientos del niño en dependencia de que comprenda una
situación concreta, se puede apreciar claramente en el desarrollo del sentido del humor en
los niños. Este sentimiento surge en ellos cuando se enfrenta con un estado de cosas
desacostumbrado, inesperado.
En los pequeños preescolares el sentido del humor se manifiesta con una risa franca y
alegre, motivada por gestos cómicos que vean, giros verbales que escuchen, o alguna
discordancia en el vestir, por ejemplo, una gorrita infantil en la cabeza de un adulto. Gustan
de bromear dándole a los objetos otros nombres, cambiando el sentido de las palabras.
A los tres años, los mellizos miraban un libro. En una de las láminas se representaban
distintos animales. Andreí señalando al oso dijo: “Conejo”. Kiril se asombró: “¿Un conejo?, es
un osito.” Andrei replica: “!No! osito es aquél” —señalando al conejo. Kiril frunció el entrecejo
con gran asombro.
Andrei. “¿Y éste también es un osito?” —señalando a la ardilla. Kiril, finalmente,
comprendió que su hermanito estaba bromeando. Entonces comenzó también a darle otros
nombres a los distintos animales.
Los preescolares de edad mayor manifiestan su sentido del humor ante situaciones
mucho más complejas, al notar alguna alteración en el comportamiento de las personas, o
falta de conocimientos o habilidades. Se ríen de la torpeza del lobo destacada aún más por la
picardía de la zorra , de la incompetencia del “maestro-rormpelotodo”, etc. En las bromas
infantiles se manifiesta la intención oculta de “coger en falta” a su interlocutor, haciendo que
éste dé una respuesta que no corresponda a la realidad.
A los seis años, Andrei bromeaba: “¿Mamá, la cuchara se hundirá?”
—‘ ‘Por supuesto.
Andrei le dice con picardía: “AY si es de madera?”
La misma vía de desarrollo tiene en la infancia preescolar el sentido de la belleza,
estimulado en el niño por los objetos y fenómenos naturales y por las obras de arte. Para el
pequeño preescolar lo bello es lo brillante, un juguete llamativo, etc. En la edad mayor pre-
escolar, el niño comienza a captar la belleza en el ritmo y la armonía en los colores y las
líneas, en el aire de una melodía, en la plasticidad de una danza. En el niño preescolar de
edad mayor, la belleza de los fenómenos naturales, de los paisajes, festividades, etc.,
provoca Fuertes vivencias. Mientras mejor se oriente el niño en el medio, mayores y más
diversas serán las causas que motiven el sentido de lo bello en el niño.
El desarrollo de la “racionabilidad” de los sentimientos comprende no sólo los
sentimientos relacionados con las personas, objetos y acontecimientos, sino también con el
propio comportamiento del niño. Ya a los tres años resulta estimulante el elogio del adulto
cuando el niño realiza una buena acción, al niño le molesta que lo regañen. Sabemos que en
ese momento despuntan en él los sentimientos de orgullo y vergüenza, que dependerán de
la valoración que de su conducta hagan los adultos. No obstante, estas vivencias no están
referidas todavía a los propios actos en sí, sino precisamente a la valoración de las demás
personas. La asimilación de las normas y reglas de conducta, la formación de la
autoevaluación que tiene lugar en la infancia preescolar implica que el cumplimiento o
incumplimiento de dichas normas comience a ser concientizado por el niño, a producirle ale-
gría, orgullo, o por el contrario, disgusto y vergüenza aún en el caso de que nadie sepa lo
que ha hecho.
Varían asimismo de manera esencial las manifestaciones externas de los sentimientos
infantiles en la edad preescolar.
EL DESARROLLO DE LA VOLUNTAD
La edad preescolar es la edad del surgimiento de la voluntad, la edad de la constante
regulación de la conducta, de las acciones externas e internas. En el niño surge la posibilidad
de subordinar sus acciones a las necesidades del cumplimiento de determinada tarea, de
lograr un objetivo trazado superando las dificultades que surjan. tl logra dominar la habilidad
de controlar sus posturas, por ejemplo, sentarse tranquilo durante las actividades
programadas, tal y como lo exige la educadora, sin cabecear, sin dar saltos. Al niño no le es
fácil llegar a dominar su propio cuerpo. A! principio, esto constituyo para él una tarea
especial, que requiere la constante observación externa de sí mismo, el niño puede
permanecer relativamente inmóvil sólo en el caso de que esté mirando la posición de sus
manos, brazos y piernas, su cuerpo en general, de modo que las distintas partes de su
cuerpo no se escapen de su control. Sólo paulatinamente logra el control de la posición de su
cuerpo sobre la base de sensaciones musculares.
El preescolar comienza a dirigir su percepción, su memoria su pensamiento. Cuando se le
muestra una lámina a un niño de tres años que representa a niños patinando, y se le propone
hallar cuál de ellos perdió su patín —se ve un patín sobre la nieve, y uno de los patinadores
aparece representado con un solo patín—, el niño es incapaz de hallarlo. Para poder realizar
la tarea necesita ir examinando consecutivamente todas las figuras, y su vista de niño aún
salta de una a otra indiscriminadamente. Más adelante, el niño domina la percepción
voluntaria y comienza a resolver exitosamente tareas semejantes, analizando
sistemáticamente los objetos y las imágenes, dirigiendo sus movimientos mediante la vista.
El control de los procesos de retención mental y recordación se hace posible sólo a los
cuatro años aproximadamente, cuando el niño comienza a plantearse un objetivo
determinado, retener en la mente la encomienda planteada por el adulto, algunos versos que
le hayan gustado, etc.
El control de la actividad muscular se manifiesta en los preescolares de las edades
mediana y mayor cuando al tratar, por ejemplo, de resolver un rompecabezas prueban
distintas variantes para unir las partes y formar el todo, pasando sucesivamente de una
variante a la otra.
Vova G. (cuatro años y dos meses), cesó la recogida a los cinco mm dc haber empezado. E]
experimentador le planteó llevarla hasta su fin. Vova continuó su labor, pero introdujo, a partir
de entonces, algunas acciones lúdicras: mecía a la muñeca y al meterla en la caja le dijo:
“Oh pícara, te escondiste”; condujo una maquinita por entre las cajas y luego dijo: “Llegamos
al garaje”: al colocar las cajas dijo que “construía una torre
En Olia (tres años y once meses) se manifestaron algunas acciones lúdicras poco después
de comenzar la limpieza, determinadas completamente por los objetos que ella ha
encontrado durante la limpieza. Tomando un peinecito de juguete, la niña se peinó y lo
colocó en su caja; tan pronto como vio una cuchara y un plato, introdujo primeramente la
cuchara dentro del plato, y sólo después recogió ambos juguetes. Después algunas acciones
se trasladaron al juego: Olía preparaba la comida, “alimentaba” a la muñeca. Si se le
recordaba, ella continuaba la limpieza, sin embarco se presentaban constantemente en sus
acciones constantes momentos lúdicros. Gradualmente, el juego se fue ampliando. Por
último Olía salió del área para coger otros juguetes y no continuó la limpieza.
En el transcurso de la infancia preescolar, el niño va dominando dc manera gradual la
habilidad de subordinar sus acciones a motivos considerablemente alejados del objetivo de la
acción, en particular, a los motivos de carácter social —confeccionar regalitos para los más
pequeños, para la mamá, etc. No obstante, si la actividad fuese relativamente compleja y
prolongada, los niños del grupo mediano e incluso del mayor —como así lo demostraron las
observaciones —recordarán el motivo y subordinarán a él las acciones sólo ante la presencia
del adulto que les planteó la tarea. Si cl adulto en cuestión saliera de la sala, los niños
comenzarían a realizar con el material dado, acciones no correspondientes a la tarea, o
dejarían de realizar las acciones en general. Esto se explica, por cl hecho dc que otros
actúan para el niño en calidad de “usuarios” —los niñitos, la mamá, etc.— para los cuales se
realiza la tarea, representados en la persona del adulto; los niños “pierden” así rápidamente
el motivo, cesan de pensar en él. El hecho de que la presencia del adulto tenga precisamente
tamaña importancia en la organización de la actividad de los niños —el adulto no se vale
sencillamente dc su autoridad —se manifiesta en el caso de que al salir de la sala el adulto
deje en su lugar a uno o dos niños que asuman el papel de “emisarios”, los cuales deberán
entregarles a los más pequeños los regalos confeccionados por los mayorcitos. La presencia
de estos “emisarios” les da la posibilidad a sus coetáneos de mantener la motivación y de
llevar el trabajo hasta su culminación. Además, la misma significación puede adquirirla
también un objeto —una caja dejada por él sobre la mesa al salir, una vez que hubo
explicado a los niños que en ella serían enviados los regalos confeccionados para los más
pequeños.
De este modo, la subordinación de la acción a motivos relativamente alejados, el
establecimiento del nexo entre estos motivos y cl objetivo, o sea, el resultado inmediato de la
acción, aunque surge en la edad preescolar no se desarrolla completamente, sino que
necesita de su fijación mediante circunstancias externas.
Tales situaciones se plantean al niño demandas particulares en cuanto a la voluntad infantil;
ante ella se enfrentan dos motivos que actúan en distintas direcciones, y que lo colocan en
situación de elegir entre dos soluciones posibles. Dentro de esta situación se presenta en el
niño una lucha de motivos, que culminará con la victoria de uno de ellos.
Los niños de edad temprana pueden presentar conflictos internos que terminan con la
victoria de aquel sentimiento que fue provocado por la relación con respecto al adulto —por
ejemplo, el sentimiento de vergüenza, relacionado con el requerimiento del adulto—, esta
relación predomina sobre el deseo personal del niño —quedarse con la linda mariposa—. Sin
embargo, el niño actúa sin un motivo conciente, bajo la influencia del más fuerte de los dos
estímulos. Una situación selectiva se hace difíçil para él, y al encontrarse éste dentro de tal
situación, con frecuencia, la rechaza, porque sencillamente no está en condiciones de tomar
ninguna decisión.
Cuando al niño se le propone elegir dc entre varios juguetes el que más le guste, permanece
largo tiempo mirando los juguetes, vacila, y finalmente toma uno dc ellos. Mas, si en este
momento se le manda salir de la sala con el juguete elegido se negará a hacerlo, colocará el
juguete en su sitio y comenzará de prisa a reelegir de entre los restantes.
Otro comportamiento se presenta en los niños preescolares ante la situación selectiva.
Incluso los pequeños preescolares hacen su elección sosegadamente, sus vacilaciones son
breves. Los niños fundamentan su elección y toman aquello que en ese momento no tengan
y que desearían tener.
Esto demuestra que los preescolares, en cierta medida, pueden sopesar sus estímulos y
darle preferencia a uno de ellos concientemente. No obstante, tal capacidad de razonamiento
sólo la manifiesta el preescolar en los casos sencillos, cuando se trate de elegir entre los
deseos de carácter homogéneo —elegir un juguete u otro—. Es considerablemente más
difícil para él, tomar una decisión racional ante una situación a la cual se enfrente; por un
lado, los estímulos dirigidos a cumplimentar las demandas del adulto, las normas morales y
las reglas de conducta; y por otro lado, los deseos y sentimientos que surjan en él a causa de
las circunstancias.
El estudio de la conducta de los niños dentro de una situación en la cual se les había
prohibido mirar hacia un objeto atrayente demostró, que los pequeños preescolares se
comportan de manera casi igual que los niños de edad temprana (no pueden cambiar el
curso del deseo que surja en ellos, a pesar de la prohibición del adulto, del deseo de obtener
la gratificación prometida o del temor al castigo que pudiera ser —la expulsión del juego). Al
mismo tiempo, una buena parte de los niños de tres a cuatro años —algo más de la mitad—
no es presa dc sus deseos.
En los niños de esa edad ya se manifiesta, por la influencia de los adultos, la disposición de
comportarse de una forma determinada: no pide que se les compren juguetes cuando sale de
compras la familia, no exige su fugar correspondiente en el trolebús 1 comparte los juguetes
con los demás niños, etc. Tal disposición de ánimo ejerce una fuerte influencia sobre el
comportamiento del niño. En ocasiones, los niños, actúan de acuerdo con una disposición
asumida, comienzan a llorar lamentándose dc haberla aceptado; y en otros casos, cuando no
levan a efecto dicha intención, sienten una profunda congoja.
Las posibilidades de una elección racional de la decisión debida, aumenta de manera
sustancial en la edad mayor preescolar, lo cual se basa en la aparición de la subordinación
de los motivos que tienen lugar en los niños: la decisión a tomar, comienza a estar
determinada no por el motivo más poderoso en un momento dado, sino por cl más
importante. Esto implica el desarrollo del autodominio —la capacidad de contener los deseos
y sentimientos circunstanciales y sus manifestaciones— y consolida la voluntad del niño. Sin
embargo, en el preescolar de edad mayor, las acciones volitivas relacionadas con la
selección ~ la lucha entre los motivos, no siempre terminan con la toma de una decisión
favorable al más importante de ellos.
Esto depende de las características individuales del niño y de las particularidades de la
situación en que se hace la elección. Una de las condiciones principales que ejercen
influencia en el tipo de resolución asumida por el niño, es la presencia de las demás
personas, niños y adultos, la evaluación dc éstas. Cuando cl niño se encuentra solo, es
mucho menos capaz de contener sus estímulos directos que cuando se encuentra dentro de
un grupo o en la sociedad de los adultos.
El cumplimiento de las acciones volitivas se basa en su planificación ~ regulación verbal. Es
precisamente m forma verbal que el niño se plantea a sí mismo lo que desea hacer-,
“discute” consigo mismo las posibles resoluciones a tomar durante la lucha dc motivos, “se
recuerda” a sí mismo con qué fin realiza la acción y “se ordena” llegar a la consumación del
objetivo trazado. El lenguaje no adquiere dentro de la conducta infantil esta significación
reguladora inmediatamente. La facultad de dirigir y regular de manera verbal las acciones
1
En la URSS existen asientos destinados a las personas que viajan con niños y para inválidos, cuyo uso está
explicitado en un cartel dentro de todo transporte nacional. (N. del T.)
propias, el niño llega a dominarla como resultado de aplicarse a sí mismo aquellas formas de
regulación de la conducta, que con anterioridad le aplicaban a él los adultos.
Al principio de la infancia preescolar, aunque el niño ya comprende bien el lenguaje y lo
utiliza ampliamente en su comunicación o con los que lo rodean, él aún o puede cumplir
mediante instrucciones verbales, acciones complejas cualesquiera. Los señalamientos del
adulto pueden estimular al niño a que comience o detenga una acción, mas el curso de la
acción propiamente dicho dependerá fundamentalmente de aquellas condiciones externas en
las cuales se realice la misma. Así, si a un niño de tres años se le diera la siguiente tarea
sencilla: “Cuando se encienda la lucecita roja, aprieta el botón” él oprimirá ciertamente cl
botón, pero luego continuará oprimiéndolo aún cuando se apague el bombillo. Una tarea algo
más complicada: Cuando se encienda la luz rata, oprimir; si se encienda la luz blanca, no
oprimir, el niño logra realizarla correctamente sólo si el adulto le repite cada vez que se
encienda la luz: “Aprieta”, o, “No aprietes”.
En lo concerniente al lenguaje propio del niño, en este período acompaña a la acción y
expresa sus resultados, no obstante aún no la planifica ni la regula. El niño puede expresar
con palabras el objetivo de la acción —dibujar una persona, construir una casa, jugar al mé-
dico—, pero, nunca determinará verbalmente cómo se va a realizar la acción planteada.
Para el niño de edad mediana preescolar, los señalamientos verbales de los adultos
adquieren una significación más estable. Tan pronto como recibe y comprende las
instrucciones, el niño realiza inmediatamente la acción en forma correcta —por ejemplo,
oprime y deja de oprimir el botón cuando así corresponde hacerlo- sin necesitar de que se le
haga en cada caso indicación alguna.
El niño comienza a utilizar el lenguaje propio para planear sus acciones: Voy a dibujar un
bosque. Voy a dibujar muchos árboles, y después una liebre”—, y para dirigir muchas
acciones. En este caso, éste al dirigir las acciones propias, regularmente habla en alta voz.
Sin embargo, la regulación verbal de las acciones propias es todavía muy imperfecta en el
niño. En una medida considerable, esto encuentra su explicación en las dificultades que
experimentan los niños cuando deben recordar por sí solos, el motivo y el objetivo de la ac-
ción, aquella significación que tenían los medios externos que le recordaban al niño lo que
hacía y para qué lo hacía —por ejemplo, la caja donde debían llevarse los regalos a los niños
pequeños.
Los preescolares de edad mayor ya son capaces de cumplir instrucciones verbales
relativamente complicadas que los adultos les imparten.
El preescolar planea sus acciones mediante el uso de la palabra, puede ya sustraerse del
lenguaje oral en la mayoría de los casos y confeccionar su plan a seguir, así como del
lenguaje interno, hablando “para sí mismo”.
No obstante, ante situaciones difíciles que requieran, por ejemplo, tener que contener fuertes
deseos, con frecuencia, los niños de seis años acuden a las verbalizaciones orales.
EL DESARROLLO DEL HABLA
En la edad preescolar se amplía la comunicación entre los niños. Al hacerse independientes,
los niños se salen del marco estrecho de las relaciones familiares. Comienzan a establecer
intensa comunicación con up círculo más amplio de personas, en particular, con sus
coetáneos. Al ampliarse su esfera de contacto, esto le exige el completo dominio de los
medios de comunicación, el principal de los cuales es el habla. La actividad cada vez más
compleja del niño, le plantea grandes demandas al desarrollo del lenguaje.
El desarrollo del lenguaje se produce por el perfeccionamiento de su uso práctico en el trato
con las demás personas, pero a la vez, el habla, que entraña en si una experiencia social,
constituye la base de la restructuración de los procesos psíquicos, es la herramienta del pen-
samiento.
Al final de la edad preescolar, ante determinadas condiciones de educación, el niño
comienza no sólo a valerse del lenguaje, sino a darse cuenta de su estructura, lo cual tiene
gran importancia para el dominio de la lectura.
A la edad preescolar continúa aumentando la reserva del vocabulario empleado por el niño.
En comparación con la edad temprana, el vocabulario del niño preescolar aumenta
regularmente en un 200%. Además, el aumento del vocabulario está en dependencia directa
de las condiciones de vida y educación, las variaciones individuales son aquí más notables
que en cualquier otra esfera del desarrollo psíquico.
El vocabulario del niño preescolar aumenta rápidamente a causa de que aumenta no sólo el
número de sustantivos, sino también de verbos, pronombres, adjetives numerales y
elementos copulativos.
El aumento del vocabulario no seria de gran importancia si el niño no dominase
paralelamente la habilidad de hacer concordar las palabras entre sí dentro de la oración,
siguiendo las reglas de la gramática.
El contenido de las composiciones se sale fuera del marco de la atención del niño, él se
abstrae en la repetición de la rima: el niño rimando, juega.
Sin embargo, al mismo tiempo, el niño trata de hacer versos de contenido sencillo. Llega a
descubrir que la rima como tal, por sí sola, carece de sentido. Es entonces que se enfrenta
con dificultades al hacer su composición, y tratará de variar las palabras para hacer que
rimen. La extraordinaria actividad infantil que se vuelca sobre el lenguaje en forma poética,
dista mucho de ser una verdadera creación poética.
Tanto la orientación por el sentido del lenguaje como por su aspecto fonemático, se realizan
en el proceso de utilización práctica de las palabras. El aspecto significativo y el fonemático
se mantienen integrados en el niño y hasta llegado un determinado momento, no logrará to-
mar plena conciencia dcl lenguaje, que presupone la comprensión de la relación existente
entre el sonido y el significado de la palabra.
En el quimo año de vida el niño tratará de hallarle Un significado a las palabras y de darle
explicación a su origen. el tratará de comparar una palabra con otras de sonidos similares.
Por ejemplo, establecer correspondencias entre palabras primitivas y derivadas: camión, ca-
mionero; leche, lechero, lechería, etc., y hará asociaciones más libres: cama —camino —
campana, etc. El niño piensa en el sentido de las palabras después de hacer la comparación
sobre la base fonemática de ellas.
Sin embargo, la captación más profunda del lenguaje se produce en los preescolares sólo
ante condiciones especiales de enseñanza.
Ejemplo de experimento
EXPERIMENTADOR: Dime ahora, qué otra palabra tú sabes, que tenga ese mismo
sonido.
NIÑO (Mirando a la asistente que en ese momento servía la mesa) “sa - a - 1.”
De este modo, el niño oye perfectamente que el segundo sonido de la palabra no es ca, sino
a, pero aún no puede independizarlo dcl sonido anterior.
Enrique está aprendiendo a distinguir los sonido de la palabra rey. El niño identifica como cl
primer sonido, el sonido r r ... .; y como segundo sonido, el sonido i-i-i-.
La enseñanza del análisis fonemático dc las palabras demostró a los niños, que ante
determinadas condiciones incluso los pequeños preescolares pueden distinguir los sonidos
primero y último de la palabra, y que para los niños de edad mediana preescolar esta tarea
no entraña dificultad alguna.
EXPERIMENTADOR: “Re”
NIÑO. “Mar”
De este modo, el niño preescolar puede aprender a pronunciar palabras a fin de analizar la
composición fonemática de cada una de ellas, desentendiéndose dc las formas habituales de
pronunciación de las usadas, por los niños como medio de comunicación. La habilidad de
realizar el análisis fonemático de las palabras contribuye al aprendizaje exitoso de la lectura y
de la escritura.
Natasha F. (cinco años). EXPERIMENTADOR: “Mamá trajo una fresa. ¿Cuáles palabra yo
dije?” NIÑO: Mamá trajo una fresa. EXPERIMENTADOR: ¿Cuál es la primera palabra?”
NIÑO: “Mamá trajo una fresa”. EXPERIMENTADOR “Estás repitiéndolo todo. ¿Cuál es la
primera palabra? NIÑO: “Mamá trajo una fresa.”
—Sí
—¿¿Cuáles?
(En la lámina que se mostró a la niña se veían dos niños resguardándose de la lluvia con
una capa)
—¿ Primera palabra?
—Volodia
—¿Y la segunda?
—Dientes
en grupos por su entonación y sentido. Los niños que ya conocen las letras y saben leer un
poco, al analizar las palabras dentro de la oración, descomponen esta última en sonidos
simples o en sílabas y, en algunos casos, llegan a distinguir las distintas palabras.
Katia N. (cinco años y cinco meses). “Abuelita teje aprisa una media” (se repite)
—Abuelita
—¿Y la segunda?
—Dos
Ana 5. (cuatro años y seis meses) “A Irina le compraron un vestido” (se repite)
—I
—¿Y la segunda?
—R
—¿Y la tercera?
(El sujeto deletrea para si la palabra Irina y trata de encontrar el próximo sonido).
(Silencio)
—La y ni
¿Quién se ríe?
—La niña
—Usted
—No
De este modo, en caso de que el niño comience a leer, empezará a conocer la cantidad de
palabras de la oración. No obstante, al formarse espontáneamente la capacidad de
reconocer la cantidad de palabras de la oración, dicha capacidad se desarrolla con
extraordinaria lentitud. Contribuye notablemente a la formación rápida de esta capacidad,
una enseñanza especial, mediante la cual el final de la infancia preescolar, los niños
comiencen a distinguir de manera clara las palabras dentro de la oración.
El niño de edad temprana maneja bien el habla como medio de comunicación. Sin embargo,
él se comunica
sólo con sus allegados o con las personas muy conocidas. En estos casos, la comunicación
surge motivada por una situación concreta, dentro de la cual están incluidos los adultos y el
niño.
La comunicación motivada por una situación concreta a causa de unos u otros objetos y
acciones, se realiza mediante el habla ambiental. Las preguntas planteadas con relación a
dificultades confrontadas dentro de una actividad o al familiarizarse con nuevos fenómenos y
objetos; las respuestas que se le den a estas preguntas, y, finalmente, ciertas y
determinadas demandas que se le planteen al niño, constituyen el habla ambiental.
lista es completamente comprensible para los interlocutores, pero con frecuencia carece de
sentido para personas ajenas a la situación planteada en el momento del habla. Ella se
puede presentar en las formas más diversas dentro del lenguaje del niño. Así, por ejemplo,
un rasgo típico del habla ambiental es la omisión del sujeto sobreentendido. La mayor parte
de las veces los sustantivos se sustituyen por pronombres. El lenguaje se re-carga así de
palabras como, “él”, “ella”, “ellos”, llegando a ser completamente imposible determinar por el
contexto a qué sustantivos se refieren los citados pronombres. Hay también una gran
profusión de adverbios dentro del habla ambiental así como estereotipos verbales, que en
general no ayudan a precisar su contenido. El señalamiento “allí” es, por ejemplo, un
señalamiento por su forma pero no por su esencia.
Galia y. (tres años y cuatro meses) “Allí había en la calle lejos una bandera. Allí había agua.
Allí mojado. Nosotros fuimos allí con mamá. Allí estaba mojado. Ellos querían ir a la casa, y
empezó a llover finito. Por eso él quería comer, los invitados...” (El contenido de este relato
consistía en que, Galia y su hermanito habían ido a ver un desfile, pero comenzó a llover. La
madre regresó a la casa con los niños, explicándole a Galia que tendrían invitados en la casa
y que su hermanito quería comer.)
El interlocutor esperaba un diálogo más expresivo del niño, necesitaba un contexto coloquial
bien estructurado, más independizado de la situación concreta. Bajo la influencia de los que
le rodean, el niño comienza a transformar su lenguaje ambiental en otro tipo de lenguaje más
comprensible para el que lo escuche. El niño, paulatinamente, en lugar de aquella infinita
repetición de pronombres, va utilizando sustantivos que le aportan una mayor claridad a su
lenguaje. En los preescolares de edad mayor se manifiesta una construcción oral típica: el
niño comienza primeramente a introducir los pronombres “él”, “ella” y otros, y luego, como
dándose cuenta de la vaguedad de su exposición, los explica mediante el uso de sustantivos:
“ella, la niña se fue”, “ella, la vaca comía hierba”, “él, el lobo atacó, ella, la bola rodaba”, etc.
Esto constituye una etapa esencial en el desarrollo oral del nio. El método ambiental de
explicación parece como si se interrumpiera con explicaciones dirigidas al interlocutor. Las
preguntas, en cuanto al contenido del relato, provocan en esta etapa del desarrollo del habla,
el deseo de responder en forma más completa y clara.
A medida que se amplía la esfera de comunicación y a medida que aumentan los procesos
cognoscitivos, el niño va dominando el habla contextual. Esta se define como aquella que
describe con bastante exactitud una situación, que no necesita de su percepción directa para
ser comprendida. El relato de libros que ya han sido leídos con anterioridad, el relato de los
episodios más relevantes de descripciones de objetos, no pueden ser comprendidos por el
oyente si la exposición no es convincente. El niño pequeño comienza a plantearse a sí
mismo determinadas demandas y trata de satisfacerlas al estructurar su lenguaje.
Al dominar las leyes de la estructura del lenguaje contextual, el niño sin embargo deja de
utilizar el lenguaje ambiental. liste no constituye en sí un lenguaje de inferior categoría. En su
trato directo cotidiano, es utilizado aún por los adultos.
Con el aumento de la edad, el niño comienza a perfeccionar cada vez más tanto su lenguaje
como el con-textual, en dependencia de las condiciones y del carácter de la comunicación
establecida.
El niño domina el lenguaje contextual bajo la influencia de una enseñanza sistemática. En las
actividades programadas en el círculo infantil, él debe exponer un contenido más abstracto
que dentro del lenguaje ambiental, surge en él la necesidad de valerse de nuevos medios y
formas lexicales. Dichas formas y medios el niño los capta a partir de las construcciones del
lenguaje de los adultos, que han sido establecidas a lo largo del desarrollo histórico de la
humanidad. El preescolar, en este sentido, sólo acierta a dar los primeros pasos. El desa-
rrollo ulterior del lenguaje contextual se produce a la edad escolar.
MARINA. Vamos a coger cinco fichas cada uno (reparte las fichas y comienza el juego).
¿Quién empieza?
MARINA (mirando a Igor después de la segunda jugada) ¿Qué? ¡Juega! ¿No? ¿No hay
ningún erizo? ¡A ver, pon un erizo!
ICOR. No tengo.
MARINA. Si tú no tienes, entonces yo sigo jugando (coloca una nueva ficha y de nuevo se
dirige a Igor). ¡A ver, yo no tengo más!
MARINA. Y yo tampoco (mira el resto de las fichas, ambos tienen la misma cantidad).
ICOR. Empatados.
El lenguaje explicativo de relación, necesario .para que un niño logre hacer que otro entre en
situación dentro de un nuevo juego, el preescolar lo sustituye con frecuencia por el lenguaje
ambiental corriente. Al preescolar le es difícil estructurar su lenguaje de forma que explique
por qué se debe obrar de una forma y no de otra. Concentra su explicación sólo en la
actividad ejecutora de aquel a quien él quiera incorporar al juego.
En el caso de que los adultos creen las condiciones especiales que desarrollan el sentido de
la explicación, se manifiesta en el niño la habilidad de estructurarlo en dependencia de la
reacción del oyente para lograr que éste comprenda el contenido de la explicación.
Rita (de seis años y cuatro meses) se dirige a Lena (de seis años y dos meses). “Mira, vas a
tener esta ficha (se la muestra)... Está dividida por la mitad... Mira aquí va el erizo, y aquí el
pollito (muestra los dos extremos). Si él tiene (refiriéndose a Seriozha) un erizo o un pollito,
pondrá el erizo junto al otro erizo, o el pollito
junto al otro pollito. Y después él tendrá en la otra punta una mariposa igual a la tuya
(dirigiéndose a Lena) y entonces tú pondrás tu mariposa... Así es como se juega. Y si tú
Lena, no tienes ninguna mariposa y allí hay una mariposa, entonces se dice “me paso” y
pierdes una jugada y él jugará dos veces. Pero si él tampoco tiene, entonces perderá una
jugada y, ¿quién pierde? Bueno si tú tienes dos fichas y él seis... ¡Ay, no!, una, entonces él
gana y tú pierdes. Gana el que tenga menos fichas ¿sabes? Ahora cojan las fichas”.
El pensamiento del niño a la edad temprana, está incluido dentro de su actividad práctica con
los objetos. En lo concerniente al lenguaje, éste en el proceso de resolución de las tareas, se
manifiesta en forma de solicitud de ayuda al adulto. Mas, conjuntamente con tales mani-
[estaciones, al finalizar la infancia temprana, en el lenguaje del niño que trata de resolver
determinada tarea, surgen muchas palabras que no guardan relación con nada en particular.
Estas palabras son en parte exclamaciones, que expresan la relación del niño con lo que
acontece; y en parte, son palabras que representan acciones y sus resultados. Por ejemplo,
el niño toma un martillo, golpea con él, clava, y luego comenta sus acciones del modo
siguiente: “Toc, toe... ¡clavé, Vova, clavé!”
El lenguaje del niño, que surge durante la actividad y está dirigido hacia sí mismo, se
denomina lenguaje egocéntrico.
Durante la edad preescolar este lenguaje está sujeto a profundas variaciones. En él se
manifiesta no sólo lo que hace el niño, sino también aquello que prevé y dirige su actividad
práctica. Tales manifestaciones reflejan el pensamiento infantil por imágenes, que hace
manifestar al niño su propósito con antelación, que antecede a la acción práctica a realizar.
EL DESARROLLO SENSORIAL
Percibiendo los objetos, el niño comienza a apreciar cada vez mas su color, su forma, su
tamaño, su peso, su temperatura; las propiedades de su superficie, etc. Al percibir la música,
él aprende a seguir el movimiento de la melodía, a distinguir las relaciones entre los sonidos
por su altura o tono, a captar la estructura rítmica; al percibir el lenguaje, aprende a escuchar
las diferencias de pronunciación más sutiles entre sonidos parecidos. Se perfecciona
notablemente en ellos la habilidad de determinar las direcciones en el espacio, la posición
mutua de los objetos, el orden de los eventos o acontecimientos y los intervalos de tiempo
que los separan entre sí.
El desarrollo sensorial del preescolar incluye dos aspectos interrelacionados: la asimilación
de representaciones acerca de diversas propiedades y relaciones , y el dominio de nuevas
acciones de percepción que permitan percibir el mundo circundante en forma más
completa y discriminada.
Los patrones sensoriales son las representaciones que se han ido dentro del género
humano . sobre 1as variaciones fundamentales que han sufrido cada tipo de propiedades y
relaciones —el color, la forma y el tamaño de los objetos; su disposición en el espacio; la
altura del sonido; la duración de los intervalos de tiempo, etc.
La asimilación de los patrones sensoriales por parte de los niños preescolares comienza por
familiarizarlos con distintas figuras geométricas, colores, etc. Esta familiarización se produce
fundamentalmente dentro del proceso de dominar distintos tipos de actividades productivas.
Incluso cuando al niño no se le enseña especialmente a distinguir los diversos tipos que
pueden presentarse dentro de un patrón por lo general aceptado, los propios materiales con
los que actúa el niño al dibujar, construir, armar un mosaico, hacer una aplicación,
etcétera, contienen, sin embargo.. los modelos necesarios. Así, al dibujar, el niño utiliza las
pinturas, los colores, que han sido elegidos en correspondencia con los colores del espectro
solar; al construir con bloques él utiliza los elementos triangulares, cuadrados y
rectangulares de distintos tamaños; en los mosaicos y materiales de aplicaciones aparecen
círculos, triángulos y cuadrados en distintos colores, etc.
Cuando los adultos ayudan al niño a realizar los dibujos, construcciones, etc.,
indefectiblemente nombran las formas y colores principales.
Las condiciones necesarias para el dominio de los patrones por lo general aceptados, se
crean primeramente dentro de los tipos productivos de actividades, donde surge ante el niño
la tarea de reproducir en el dibujo, la construcción o la aplicación de uno a otro objeto; él trata
de correlacionar las particularidades del objeto con las particularidades del material de que
dispone. Esto lo obliga a analizar el material muchas veces e implica que el niño recuerde los
colores de las pinturas, las formas de los bloques, los elementos del mosaico, etc. Ya que al
construir las imágenes de distintos objetos, los niños utilizan cada vez las mismas. pinturas,
bloques y elementos del mosaico, sus propiedades se correlacionan
con las propiedades de muchos objetos, y adquieren paulatinamente la significación de
modelos, de patrones.
Sin una educación sensorial especialmente organizada, los niños asimilan con frecuencia al
principio sólo algunos patrones, por ejemplo, las formas del círculo y del cuadrado y los
colores rojo, amarillo, verde y azul, ya que estas formas y colores son las más frecuentes.
Mucho después, se asimilan las representaciones del triángulo, el rectángulo, el óvalo y los
colores anaranjado, añil y violeta.
Cuando el niño asimila sólo algunos patrones, percibe exacta y claramente las propiedades
de los objetos que coinciden con ellos, sin embargo, otras particularidades de las
propiedades para las cuales los patrones aún no se han asimilado, se perciben con
inexactitud, y con frecuencia en forma equivocada. En cierto modo “tienden” a convertirse en
patrones asimilados, a equipararse a ellos.
Así, el niño que ya tiene fijada la representación del cuadrado pero no tiene idea alguna del
trapecio y del rectángulo, percibirá el trapecio y el rectángulo como cuadrados si su
diferencia con éste no fuese muy significativa. Del mismo modo, habiendo asimilado los colo-
res amarillo y rojo, pero sin que tengan alguna idea acerca del anaranjado, los niños tienden
a percibir los objetos anaranjados como amarillos y rojos. El hecho de que los patrones
asimilados ejerzan influencia no sólo sobre la denominación, sino fundamentalmente sobre la
propia percepción de las propiedades, se descubrió en experimentos donde a los niños se
les proponía seleccionar en silencio objetos según una muestra dada, y de idéntico color.
A este fenómeno no podemos hallarle salida en el hecho de que los niños no distingan entre
sí el amarillo y el anaranjado, el azul y el añil; el que no los distingan llevaría a un
desplazamiento en dos direcciones —referir los objetos amarillos y anaranjados, o bien el
modelo amarillo, o bien el anaranjado; o referir los objetos azules y añiles, al modelo azul o al
añil. En la realidad se puede apreciar un desplazamiento unilateral: conforme al modelo del
color conocido la selección que se haga será correcta; conforme al modelo del color
conocido, será equivocada. La razón de esto estriba en que, al recibir —por ejemplo— un
modelo amarillo, los niños inmediatamente lo correlacionan con los patrones de que
disponen, reconociéndolo como amarillo. Acto seguido, seleccionan los objetos rechazados
por “no ser iguales”. Si el modelo dado fuera de color anaranjado, esto pondría al niño en una
situación difícil. Él no tiene fijada la representación del color anaranjado, razón por la cual
utilizará en lugar de la misma el más parecido de entre los patrones de que dispone —el
amarillo. Por eso, el niño seleccionará los objetos anaranjados en correspondencia con el
modelo, y los amarillos que no correspondan al modelo.
A los niños les es mucho más difícil asimilar las representaciones acerca del tamaño de los
objetos. Los patrones de tamaño generalmente aceptados, a diferencia
de los patrones de forma y color, son de carácter convencional. De ahí que surjan las
distintas medidas establecidas concientemente por el hombre —centímetro, metro y otras.
No obstante, la asimilación del sistema de medidas y métodos de aplicación de éstos,
regularmente se produce fuera de la edad preescolar. La percepción del tamaño se
desarrolla en los niños sobre otra base, sobre la base de asimilar las representaciones
acerca de las relaciones de tamaño entre los objetos. Estas relaciones se denominan con
palabras que señalan el lugar que ocupan los objetos dentro de una serie de ellos —el gran-
de, el pequeño, el más grande, etc. Con frecuencia al comenzar la edad preescolar, los niños
sólo tienen representaciones acerca de la relación de tamaño entre dos objetos percibidos de
manera simultánea (grande-pequeño). El niño no puede determinar el tamaño de un objeto
aislado, ya que para ello deberá restablecer en la memoria su lugar entre los demás. En las
edades preescolares menor y mediana, se forman en los niños representaciones sobre
correlaciones de tamaño entre objetos —grande, mediano, menor, o viceversa—, los niños
comienzan a captar que los objetos conocidos son grandes o pequeños independientemente
de que se comparen ü no con otros objetos: “el elefante es grande”, “la mosca es pequeña”.
Las representaciones infantiles en cuanto al tamaño aumentan a causa del tránsito hacia la
determinación del tamaño de un objeto específico en dependencia del sitio que ocupe dentro
de un grupo de objetos homogéneos
—por ejemplo, un perro puede ser grande o pequeño en dependencia de la relación de
tamaño que se establezca entre él y los demás perros con los cuales el niño haya tenido
contacto anteriormente. Además de los patrones generales de tamaño, en los niños se
forman representaciones acerca de las distintas dimensiones del tamaño; largo, ancho y
altura.
Los niños asimilan todas estas representaciones durante el proceso de la actividad práctica
de la orientación cotidiana dentro del mundo circundante y no siempre las captan a cabalidad
ni las expresan verbalmente. El niño no se percata de cuál es la naturaleza de los nexos y
diferencias entre los patrones que utiliza, percibiendo las propiedades de los objetos
circundantes del mismo modo que capta las reglas gramaticales que utiliza al comprender y
estructurar el lenguaje.
Los pequeños preescolares en la mayoría de los casos realizan una búsqueda desordenada,
al azar, sin tomar en cuenta ni el color ni la brillantez. Los niños de la edad mediana
preescolar, regularmente, toman en cuenta el color buscándolo sólo dentro de una serie
determinada, y descartando el orden de colocación de los matices. Finalmente, los niños
mayores toman en cuenta tanto una cosa como la otra, y se acercan gradualmente al
elemento dado. No obstante, también los niños de seis a siete años aún no pueden explicar
sus acciones y no pueden disponer de semejante sistema.
La asimilación de los patrones sensoriales tiene lugar no sólo con respecto al color, la forma
y el tamaño de los objetos, sino también con relación a todas las demás propiedades,
aunque los patrones en sí y el principio de su significación dentro de un sistema sean
distintos para cada tipo de propiedades. Así, en el proceso de la comunicación verbal, los
preescolares asimilan los modelos correspondientes al sistema fonemático de la lengua
natal; en el proceso de la actividad musical, los modelos de las relaciones rítmicas, de altura
de los sonidos, etc.
La familiarización del niño con los patrones sensoriales se profundiza gradualmente durante
la infancia preescolar. En primer término, cada vez más los niños se van familiarizando con
tipos más sutiles de patrones de propiedades. Se produce así el tránsito del conocimiento de
los colores dcl espectro, a la familiarización con sus matices; del conocimientos de las
principales figuras geométricas, al conocimiento de sus variaciones en lo tocante a la
correlación entre los ejes, los lados, el tamaño de los ángulos, etc; y del conocimiento de las
correlaciones de los objetos por su tamaño en general, al conocimiento de las correlaciones
de las distintas dimensiones.
En segundo término tiene lugar la familiarización del niño con los nexos y relaciones entre los
patrones, con el orden en que se disponen los colores en el espectro, con la graduación de
los matices en cuanto a su brillantez, con el agrupamiento de los colores suaves y
contrastantes, con la división de las figuras en curvilíneas y rectilíneas, con la posibilidad de
transformar unas figuras en otras variando sucesivamente sus proporciones agrupando los
objetos en una serie en orden de tamaño creciente y decreciente, tanto por su tamaño
general, como variando sólo algunas de las dimensiones, etc.
La asimilación de los patrones sensoriales es sólo uno de los aspectos del desarrollo de la
orientación del niño dentro de las propiedades de los objetos. El otro aspecto,
indisolublemente ligado al primero, consiste en el perfeccionamiento de las acciones de
percepción. Estas son necesarias para la asimilación de los patrones, ya que sólo mediante
la ayuda de ellas, el niño puede obtener representaciones sobre los diversos tipos de
propiedades de objetos, que tienen significación de patrones de las representaciones ya
asimiladas para orientarse en las propiedades de los objetos circundantes.
El pequeño preescolar si se apresta a dibujar una figura sencilla que tenga un contorno y
detalles interiores, dibujará bien o mal el contorno o las partes interiores, pero no se
interesará siquiera en dibujar ambas cosas.
Estos dos ejemplos nos revelan que las acciones de percepción que se van formando en el
niño en relación con la actividad con objetos, al conllevar a la creación de imágenes
demasiado generalizadas, globales, no le permiten al niño examinar el objeto en forma
completa y ordenada, destacar sus partes componentes y sus rasgos significativos.
Las observaciones de cómo los niños de los distintos grupos evolutivos se familiarizan con
los objetos nuevos para ellos, nos dan la posibilidad de apreciar el cambio que sufren las
acciones de percepción durante la edad preescolar.
Los preescolares de tres años de edad cuando reciben un nuevo objeto, piden que se les
relate cómo es, que se les diga para qué sirve, no comienzan inmediatamente a actuar o
manipular con él. No se observan en los niños intentos de palpar el objeto o de examinarlo,
no contes tan a las preguntas que se les hagan sobre ello.
Los niños de cuatro años ya comienzan a examinar el objeto, sin embargo, lo hacen de
manera desordenada, no sistemáticamente, pasando con frecuencia a la manipulación.
Nombran verbalmente sólo algunas partes y rasgos, no relacionados entre sí.
Los niños de cinco y seis años hacen un análisis y una descripción más ordenados y
planeados del objeto. Cuando lo examinan lo hacen girar entre sus manos, lo palpan y le
prestan atención a las particularidades más sobresalientes.
Sólo a los siete años —y no en todos los niños— se puede observar un análisis sistemático y
planeado de los objetos. Tales niños ya no necesitan tomar el objeto en sus manos para
describir sus propiedades; les basta con utilizar sólo la percepción visual.
De estas observaciones podemos apreciar que en los primeros tiempos, el niño trata de
extraer información sobre las propiedades de los objetos no sólo valiéndose de la percepción, sino
de las acciones prácticas con ellos. Después, la percepción se conjuga con la acción práctica
y actúan como complementándose la una con la otra. Sólo al final de la infancia preescolar
las acciones de percepción —en nuestro caso la visual— se hacen suficientemente
organizadas y efectivas como para dar por sí solas una representación relativamente
completa del objeto.
La creciente destreza del ojo en la percepción visual de la forma de los objetos, se refleja en
experimentos en los cuales se les daba a analizar con posterioridad a reconocer a los niños
figuras de forma irregular, efectuándose además un registro cinematográfico del movimiento
del ojo por la figura.
En los niños de tres años los movimientos visuales están circunscritos al interior de la figura,
a lo largo del eje de ésta. La cantidad de movimientos es escasa y no se presentan
movimientos por el contorno de la figura.
Los resultados de seleccionar consecutivamente figuras de entre varias otras, son muy
pobres, por lo general incluso figuras que tienen una notable diferencia en cuanto a su forma.
Los niños de cuatro años realizan el movimiento preferentemente dentro de la figura, casi
sin hacer movimientos periféricos. Sin embargo, realizan muchos movimientos libres como
midiendo la figura con ellos. Conjuntamente, surgen grupos de fijaciones visuales dispuestos
cerca uno del otro, motivados por los rasgos más característicos de la figura. La cantidad
general de movimientos visuales al examinar la figura, aumenta en un 100% en comparación
con los niños de tres años. Los resultados de la selección son mejores.
Los niños de cinco años examinan la figura casi igualmente que los de cuatro, pero en
aquellos surge además el examen minucioso de una de las partes más sobresalientes del
contorno de la figura. Casi no se presentan errores de selección de la figura.
Finalmente en los niños de seis años, el ojo se mueve casi exclusivamente por el
contorno de la figura. La cantidad de movimientos aumenta de manera notable. No se
presentan errores de selección.
En estos casos, la mano no actúa como un órgano táctil. Esta realiza una acción práctica
de circunvalación, desempeña un papel auxiliar en relación con la vista, porque ayuda al ojo
a examinar de manera ordenada el contorno del objeto, a “mantenerse” sobre él.
Cuando el niño necesita determinar el color del objeto, en los primeros tiempos, también
tratará de utilizar un modelo real —por ejemplo, un lápiz u otro objeto cuyo color conozca
bien—, yuxtaponiéndolo al objeto que quiere examinar.
Al comparar varios objetos por su tamaño o por algunas de sus dimensiones —largo,
ancho, altura—, los preescolares los yuxtaponen uno al otro, hacen coincidir un extremo de
uno y un extremo del otro para determinar su longitud y crear las condiciones necesarias
ante las cuales puedan utilizar las representaciones de relación de tamaño ya asimiladas.
La enseñanza de las acciones de percepción así como la familiarización con los patrones
sensoriales, se realiza en coordinación con la enseñanza de los tipos productivos de
actividad a los niños, e implica el enriquecimiento de estos tipos de actividades, o sea, a una
mejor trasmisión de las propiedades de los objetos a sus productos. Conjuntamente, para
darle a los niños conocimientos sistemáticos acerca de las propiedades de los objetos y de
los métodos para su examen, se utilizan actividades especiales programadas sobre la base
de un sistema de juegos y ejercicios didácticos de complejidad gradualmente creciente.
Lena —tres años— se encuentra en buen estado de ánimo, bailotea y canturrea al ritmo
de un twist:
¡Tucha, tucha, gali, gali!
¡Tucha, tucha, gali, gali!
¡Gali, gali, yo salí!
¡Gali, gali, yo salí!
¡Gali, gali, bailo aquí!
¡Gali, gali, bailo twist!
Al niño le prestan gran ayuda los movimientos de los brazos y la percepción de la relación
de altura, entre los sonidos, cuando estos movimientos reflejan la altura de sonido de la línea
melódica —la variación de los sonidos con relación a su altura.
ORIENTACIÓN EN EL ESPACIO
(3, 0, 14). Los niños conocen bien los lados izquierdos y derechos con respecto a su
propio cuerpo. Cada vez que se encuentran de frente uno al otro, se sorprenden de que sus
lados derechos e izquierdos no coinciden. Ahora exclama Kiriusha: “Izquierda!” y levanta el
brazo izquierdo. Diuka, imitando al hermano grita: “Izquierda!”. Como siempre, los niños
denotan perplejidad. Se levantan ambos, y salen de detrás de la mesa. Andriusha se acerca
a su hermanito, se coloca detrás de él pegando su nariz a la nuca de Kiriusha.
Kiriusha. ¿y ésta es la mano izquierda de Andriusha?
—Sí.
—Correcto.
Ambos niños se encuentran satisfechos. (Es así como procedían después de que intenté
explicarles toda la situación.)
Otras direcciones del espacio —adelante, atrás— el niño también las relaciona con
respecto a su cuerpo. El desarrollo ulterior de la orientación en el espacio consiste, en que
los niños comienzan a distinguir relaciones entre los objetos —un objeto sobre otro, frente a
otro, a la izquierda o a la derecha de otro, en el centro de otros, etc.
Kiril. “—No, que mamá se ponga en el medio, yo también quiero estar junto a ella.”
Kiril. Tú selás una almohada viva con blacitos, pielnitas y boquita... y, todo está siempre
en el medio. Tú Andliusha, si te acostalas allí, también estalás en el medio: allí está la paled,
allí el escapalate y tú en el medio. El escapalate también está en el medio: allí está la cama,
y allí está la puelta —el escapalate está en el medio. Y, la puelta también está en el medio:
allí está el escapalate y allí el espejo —la puelta está en el medio. En nuestro cualto todo
está en el medio. Y nuestra casa también está en el medio: Allí está la casa de Edik, y allí
está la casa loja. Y la calle está en el medio.
Durante todo el mes de febrero y el de marzo, los niños buscaban el centro de entre todos
los objetos: el dedo medio de la mano, el travesaño del medio en el respaldo de la silla, etc.
En una investigación realizada con niños preescolares se les dio una maqueta de la sala del
grupo del círculo infantil y se les propuso colocar los muebles de forma similar a la que
presentaban habitualmente en la sala real. De este modo, el niño veía la sala de igual
manera que la había percibido diariamente. Después, se le proponía de nuevo la tarea, pero
retirando esta vez la pared de la maqueta donde estaba colocada la ventana. Enton ces el
niño podía percibir la habitación de una forma no usual para él.
Cumplir la tarea de percibir la maqueta usando la puerta como referencia no era difícil
para los niños, incluso de cuatro años. Sin embargo, la segunda variante era regularmente
superior a sus fuerzas. Resultó que sólo una cierta parte de los niños de edad mediana y casi
un tercio de los preescolares de edad mayor colocó el mobiliario de manera correcta.
Además, denominaban por sus nombres las relaciones espaciales que reflejaban la
ubicación real de los muebles.
Así, un niño de edad mayor preescolar al colocar los muebles, decía: “la maceta con las
flores está entre las dos ventanas, aquí —la coloca—, y el piano al lado, y en la esquina —se
pone a pensar—. . . Sí, en la esquina derecha hay una mesita redonda junto a la estufa, junto
a la puerta. Yo me siento en la primera mesa, que está más cerca de la ventana. Aquí... No.
Yo cuando me siento, puedo ver por la ventana, quiere decir que es aquí, delante.”
De este modo, sólo al final de la infancia preescolar —y no siempre en todos los niños—
se forma el sentido de la orientación en el espacio, independientemente dc la posición del
sujeto, la habilidad de cambiar el “punto de orientación”. Esta orientación puede ser, sin
embargo, formada con relativa facilidad en los niños mediante una enseñanza, que prevea el
cambio de las relaciones espaciales entre los objetos, examinándolos desde distintas po-
siciones y denominándolos verbalmente.
ORIENTACIÓN EN EL TIEMPO
La orientación dentro del tiempo es más difícil para cl niño que la orientación en el
espacio. El niño, por supuesto, vive dentro del tiempo, su organismo reacciona dc una forma
determinada en el transcurso del tiempo —a una hora del día el niño desea comer, dormir,
etc.—,sin embargo, no percibe la relación temporal en forma prolongada. Inclusive cuando al
niño le llega la hora de sentarse a la mesa, él no se da cuenta de que su intranquilidad, sus
caprichitos como: “quiero tomar agua!”, “quiero helado!”, e incluso: “No quiero comer!”, no
son otra cosa que la manifestación de la reacción del organismo ante la “hora de comer”.
Lo que sucede es, que el tiempo es algo que transcurre, y en su devenir no tiene una
forma visual de manifestación, estando presente imperceptiblemente en todas partes, con él
no se pueden realizar acciones, cualquier acción transcurre dentro del tiempo, pero no “con
él”. El niño se puede comenzar a familiarizar con el tiempo sólo asimilando los nombres de
las medidas de tiempo, dado que éstas tienen carácter convencional y relativo. El lapso que
representen las palabras: “hoy”, “mañana, “ayer”, “ahora”, puede ser muy diverso. Aquello
que con anterioridad le llamó “mañana”, ahora se le llama “hoy”, y a “mañana” se le llamara
“ayer”.
El desarrollo de la orientación en el tiempo comprende el dominio de la habilidad de
percibir y representarse pequeños lapsos —segundos, minutos, horas—, distinguir las horas
del día, las temporadas del año, el presente, el pasado y el futuro, y finalmente representarse
grandes intervalos de tiempo, la consecutividad de los acontecimientos en su devenir.
Se les dijo a preescolares de edad mayor que se verificaría cómo ellos determinaban el
tiempo, y se les propuso dibujar, diciéndoseles que dibujarían por espacio de 3 mm. El
trabajo se comenzó y terminó a una señal de la educadora.
Acto seguido se les propuso comenzar a dibujar sobre una hoja de papel en blanco —
anteriormente se les escogieron los dibujos— de modo que determinasen por su cuenta,
transcurridos 3 mm. La mayoría de los niños que comprendieron la tarea y que no se
distrajeron con el proceso mismo del dibujo, comenzó a dibujar los mismos objetos que con
anterioridad había representado. Cuando se les preguntó a los niños: “¿ Por qué ustedes
repiten el mismo dibujo? ¿Es interesante dibujar siempre lo mismo?, ellos respondieron, que
en cambio si podrían dibujar en el mismo lapso. Efectivamente, los niños dibujaron unos 3
min. (de 2:30 a 2:33 mm.)
Cuando se les pidió dibujar algo nuevo en los mismos 3 miii, las variaciones del tiempo
fueron algo mayores (de 2 a 4 mm aproximadamente). Sin embargo, los niños se orientaban
indiscutiblemente en el tiempo prefijado y no hubo diferencias garrafales.
Estos datos nos confirman que si se les da a los niños modelos de determinados
intervalos de tiempo, ellos pueden asimilarlos y utilizarlos fácilmente (aunque no en forma
muy completa). No obstante, sin una enseñanza correspondiente, incluso de niños de seis a
siete años no surgen siquiera los criterios de duración de los intervalos pequeños. Los niños
escuchan la palabra “minuto”, pero no tienen idea del tiempo de duración de un minuto..
Algunos niños pueden pensar que en un minuto se puede comer, otros dicen que se puede
jugar, otros —que se puede ir a comprar pan, etc.
Aunque ya los niños de edad temprana, y aún más los preescolares, conocen bien las
representaciones de los objetos, personas y situaciones, ellos no miran la lámina igual que lo
hacen los adultos. Para el pequeño preescolar la lámina es más bien una repetición de la
propia realidad, una forma especial de ella. Con frecuencia, los niños suponen que las
personas y objetos dibujados pueden tener las mismas propiedades que los reales. Cuando
se le muestra una lámina a un preescolar en la cual aparezca un hombre de espalda y se le
pregunte dónde está la cara del hombre, el niño volteará la lámina pensando que en el
reverso del papel encontrará el rostro solicitado. Un niño se puede asombrar al ver que en un
cuadro, el lobo y la oveja permanecen inmóviles e invariables.
Cierto día F. —un niño dc cuatro años— fue a visitar a una amiguita que había recibido
recientemente un cuadro que representaba un paisaje invernal, con seres humanos que se
dirigían a la iglesia a pie y en trineos.
A F. le dijeron que aquellas personas iban a la iglesia. Al otro día el niño repitió la visita,
vio el cuadro de nuevo y dijo: “¿Y todavía esta gente no acaba de llegar?”.
Paulatinamente los niños asimilan qué propiedades de los objetos son inherentes a sus
representaciones y cuáles no. Por experiencia propia, los niños se llegan a convencer de que
con los objetos representados no se puede actuar igual que con los reales. Y, aunque los
preescolares son dados a realizar juegos peculiares: “se comen” las manzanas dibujadas,
tocan con ternura la imagen de una mariposa, miran con recelo la representación de una
avispa, no obstante, saben perfectamente, que sólo se trata de un juego, que la imagen de la
manzana no se puede comer. Si se les propusiese a los preescolares juegan con la imagen
de una pelota, acariciar a un perro dibujado en una lámina, etc., ya desde el cuarto año de
vida se negarán a hacerlo diciendo con firmeza: “Eso es de una lámina”, ‘‘eso es un dibujo’’,
‘‘eso no es de verdad’’, etc.
Sin embargo, aún dejando de confundir las propiedades de las representaciones con las
propiedades de los objetos reales, los niños no las llegan a comprender de manera inmediata
como representaciones. Los pequeños preescolares miran un objeto representado como si
se tratase de un objeto real, aunque no tenga las mismas propiedades que el real. Si se les
mostrase a niños de tres años un dibujo en perspectiva, en cuyo primer plano aparezca la
imagen de una casa rural de un solo piso, y en el último plano un edificio de apartamentos, a
la pregunta “¿ Cuál es el mayor?”, el niño señalará la casa rural, ya que el área que ella
ocupa en el dibujo es mayor, haciendo caso omiso de la conversación previa que con él se
sostuvo, recordándole que cuando fue al campo vio esas casitas y que eran pequeñitas
mientras que los edificios de apartamentos de la ciudad son grandes. Después de la
conversación, los niños continuaron afirmando que en el cuadro, la casa, en el primer plano,
era mayor. Las correlaciones de los objetos en el cuadro se captan por sí mismas,
independientemente de sus correlaciones reales.
En la edad mediana preescolar los niños asimilan en forma suficiente la relación existente
entre el cuadro y la realidad. En particular, determinan correctamente los tamaños relativos
entre los objetivos conocidos en sus imágenes en perspectiva, captan que el edificio de
apartamentos en mayor que la casa, y así lo expresan.
Sin embargo, esto se cumple sólo cuando los objetos son conocidos. La sola
comprensión de la relación entre el cuadro y la realidad es insuficiente para producir co-
rrectamente las propiedades de los objetos representados y sus relaciones. Los niños aún no
dominan las normas y reglas del arte plástico, conforme a las cuales se realiza el dibujo. Los
procedimientos utilizados para trasmitir la perspectiva resultan ser los más difíciles de captar
para ellos. Si en el cuadro estuvieron representados objetos no familiares para el niño, u
objetos que pueden tener distinta forma y tamaño —árboles, montañas, etc.— el niño los
percibirá en dependencia de la forma y del tamaño absolutos de las representaciones. Así,
un pino, si está alejado lo percibe como pequeño, si un plato redondo, apareciera ladeado en
el cuadro, lo captaría como ovalado, etc. Él no capta lo que trasmiten los procedimientos
plásticos: la sombra es interpretada como suciedad”, los objetos que se encuentran en el
último plano cubiertos parcialmente por otros, el niño los ve “partidos”.
Sólo al final de la infancia preescolar los niños comienzan a apreciar más o menos la
imagen en perspectiva, pero también en este período, la evaluación se basa
fundamentalmente en el conocimiento de las reglas de representación asimiladas de los
adultos, aquello que esté más lejos será más pequeño, y lo que esté más cerca será mayor,
y no en la percepción directa de las relaciones perceptivas. El objeto representado en la
lámina le parecerá pequeño al niño pero él ya sabe que en realidad es grande.
(4, 11, 1) Kiril —mirando La bella venera de Jordán. ¿Y ella, qué hace? ¿Duerme? ¿Y, no
es verano? ¿Y, la lluvia no la moja? Hay que hacerle un techito. ¿Y dónde están sus niñitos?
¿Cuántos son?
—Uno solo, su nombre es Apolonio.
Si el argumento del cuadro fuese comprensible para el niño, éste podría relatarlo
detalladamente, si no lo fuese, entonces enumeraría las distintas figuras y objetos.
En la edad mayor preescolar, los niños ya están en condiciones de interpretar una lámina
de composición suficientemente compleja; examinarla de manera consecutiva y detallada;
hallarle explicaciones correctas, aún cuando el argumento de la lámina se sale fuera del
mareo de los conocimientos del niño, de su experiencia personal.
El dominio de la interpretación de representaciones con argumento, se realiza bajo la
influencia de los modelos de relatos con láminas que les presenten los adultos a los niños
mediante los cuales éstos les enseñan a examinar y a explicar dichas láminas.
Ya hemos visto que en la temprana infancia se van sentando las bases para el desarrollo
del pensamiento infantil. Los niños pasan de la etapa de resolver tareas que requerían el
establecimiento de nexos y relaciones entre los objetos y fenómenos mediante acciones de
orientación externa, a su resolución mental mediante acciones de pensamientos elementales
utilizando modelos. En otras palabras, sobre la base del pensamiento visual por acciones,
comienza a formarse el pensamiento visual por imágenes. Conjuntamente se forman en los
niños las primeras generalizaciones basadas en la experiencia de su actividad práctica con
objetos, y que se fijan en la palabra. Al finalizar la edad temprana también comienza la
asimilación de la función simbólica de la conciencia, el dominio de la utilización de los objetos
e imágenes en calidad de signos, de sustitutos de los demás objetos. En/ la infancia
preescolar, el niño comienza resolver tareas cada vez más complejas y diversas, que
requieren distinguir y utilizar los nexos y las relacionas entre los objetos, fenómenos y
acciones. El niño no utiliza las acciones aprendidas en el juego, el dibujo, el modelado, la
construcción y en la resolución de tareas didácticas y laborales, sino que paulatinamente las
va cambiando de aspecto, y obtiene así nuevos resultados. Los niños descubren y utilizan la
dependencia entre el grado de humedad de la arcilla y su “maleabilidad” durante el modela-
do, entre la forma de una construcción y su estabilidad, entre la fuerza de un golpe aplicado a
una pelota y la altura hasta la cual ésta “salta” rebotando desde el suelo, y otras muchas
dependencias. El pensamiento en desarrollo les permite a los niños prever con antelación los
resultados de sus acciones y planearlas.
(4, 9, 2) Kiril comenzó a razonar desde muy temprano. Ahora ha hecho un tubo de papel y
sopla por él emitiendo sonidos. Él siente vibrar el papel en sus dedos:“Si soplo un papel
cualquiera, siemple sentilé cosquillas en los dedos. Voy a plobal ahola con este otlo.”
Los niños adquieren la posibilidad de discernir también acerca de fenómenos tales, que
no estén relacionados con su experiencia personal, pero acerca de los cuales han tenido
noticias a través de relatos de los adultos, mediante los libros que se les han leído. He aquí
un razonamiento del mismo Kiril.
(4, 10, 22.) Hoy estuvimos en la fiesta del Año Nuevo celebrada en el club universitario.
Los niños se mostraron extraordinariamente tranquilos. El propio Tío Invierno —Det Marós—,
les entregó las golosinas.
Una vez en casa, Kiril manifestó: “Esa no era la verdadera Bruja Pirulí era alguien con su
ropa.”
•—~Por qué piensas así?
KIRIL. —Si ella hubiera sido la verdadera, nos hubiera comido a todos y habría huesitos
por todas partes. Esa era gente disfrazada que jugaba a la Bruja Pirulí, a Rayito de Sol, a
Blancanieves3 y a todos los demás.
—~¿Y tú, creíste que eran verdaderos?
KIRIL. —1Ah, y eso que eres grande. Yo lo entiendo todo también en el teatro de la gente
grande... El fuego allí no es de verdad.
Por supuesto, no siempre son acertados los razonamientos infantiles. Al niño le faltan
conocimientos y experiencias. Con frecuencia, éstos atosigan a los adultos con
comparaciones y deducciones inesperadas.
—Te va a matar.
KIRIL. —Pero yo lo yoy a agalar con una cosa. Cuando él venga pala acá, apletalé un
botón de mi apalatico y se celalá la puelta. Cogelé el layo y salvalé a la gente.
En este caso, el niño evidentemente usaba en sus planes para “agarrar el rayo”, los
conocimientos sobre trampas de cazar pájaros que había obtenido con anterioridad. Él no
tenía una idea correcta de qué es un rayo y en qué se diferencia de un pájaro. No obstante
en los casos en los cuales los conocimientos del niño resulten ser suficientes, él puede llegar
a conclusiones válidas.
Partiendo de la comprensión de los nexos y relaciones más sencillas entre las cosas, los
preescolares paulatinamente van comprendiendo dependencias cada vez más complejas y
ocultas. Uno de los tipos más importantes de tales dependencias son las relaciones de causa
y efecto. El análisis de la forma en que los preescolares de distintas edades determinan las
causas de los fenómenos que se presentan ante su vista demostró, que los niños de tres
años sólo pueden detectar las causas estructuradas sobre la base de influencias externas
sobre objetos —si se tropieza con una mesa, ésta se cae—, pero ya a los cuatro años los
preescolares comienzan a comprender que las causas de los fenómenos se pueden alojar
dentro de los propios objetivos —la mesa se cae porque tiene una sola pata—. En la edad
mayor preescolar, los niños comienzan a señalar cómo causas de los fenómenos no sólo las
propiedades de los objetos que le salten a la vista, sino también sus cualidades permanen-
tes:_la mesa se cayó porque se apoyaba sobre una sola pata, porque tiene además muchos
lados, porque es pesada y no tiene sujeción.
Las observaciones de cómo tienen lugar unos y otros fenómenos, la experiencia propia de
las acciones con objetos, les permiten precisar a los preescolares de edad mayor las
representaciones sobre las causas de los fenómenos y llegar mediante el razonamiento, a
una comprensión más correcta de éstos.
De los materiales de A. V. Zaporózhest
En una investigación se les mostró a los niños distintos objetos y se les propuso que
dijeran si dichos objetos podrían flotar, o si se hundirán, si se colocasen en el agua.
Experimentador. Tú antes dijiste que las cosas pesadas se hundían. El tronco es pesado.
Niño. —Es verdad que lo dije. Pero si es de madera flotará de todos modos aunque sea
un tronco completo.
El experimentador muestra al niño una caja de metal, la lanza al agua y la caja flota.
El niño con visible asombro toma la caja en sus manos, mira hacia ella y dice: -—“Ella
aunque es de hierro está vacía por dentro. Mira, un balde hueco también flota.”
Al final de la edad preescolar los niños ya son capaces de resolver tareas de bastante
dificultad, que requieren la comprensión de algunas relaciones y nexos mecánicos, físicos y
de otros tipos la habilidad de utilizar _los conocimientos sobre los nexos y relaciones ante
otras condiciones. Así, por ejemplo, la mayoría de los preescolares de seis años podrá
resolver perfectamente tareas como estas:
Era un frío día invernal. Iban por el bosque los cazadores, se aproximaba la noche y se
detuvieron a descansar, retiraron la nieve, armaron la tienda de campaña y encendieron la
hoguera.
“Ah”, —dijo uno de los cazadores— “Con qué gusto me tomaría ahora una tacita de té!.”
—en derredor no habla ni una casita, ni un río, ni un arroyo— ¿De dónde sacar agua para el
té? ¡Ah, yo se qué hacer para hacer el té! Dijo el otro cazador y cogió la tetera vacía. ¿Que tú
crees que hizo el otro cazador? ¿Cómo consiguió el agua para el té?, o, Igor jugaba con una
pelota sobre el camino asfaltado. Pateó la pelota y ésta echó a rodar. LuegO, salió de la
carreta hasta un verde claro en el bosque, y volvió a patear la pelota. ¿Qué tú crees, por
dónde rodó más lejos la pelota?: ¿Por el camino asfaltado o por el claro del bosque?,
¿recorrería en ambos casos la misma distancia?
La precisión y aplicación del círculo de tareas accesibles para el niño, están relacionadas
con su asimilación de conocimientos cada vez mayor y más nuevos por parte del niño. En
realidad, es imposible resolver, por ejemplo, el problema del té para los cazadores, sin saber
que la nieve se transforma en agua al derretirse, o el problema de la distancia que podría
recorrer la pelota rodando, sin saber que por una superficie uniforme, el movimiento se
realiza más fácilmente que por un terreno accidentado. La obtención de conocimientos es
una condición imprescindible para el desarrollo del pensamiento infantil. Algunos
conocimientos el niño los adquiere directamente del adulto: otros, sobre la base de sus
propias observaciones y sus propias actividades, orientadas y dirigidas por el adulto. No
obstante, el aumento del acervo de conocimientos aún no puede explicar e! desarrollo del
pensamiento. El asunto estriba en que la propia asimilación de conocimientos representa en
sí la resolución de tareas intelectuales, y se produce como un resultado del pensamiento. El
niño no podrá sencillamente entender las explicaciones del adulto, no podrá extraer ningún
conocimiento de su experiencia personal, si no es capaz de realizar acciones de
pensamiento encaminados a resolver los nexos y las relaciones que le señalan los adultos, y
de los cuales depende el éxito de su actividad. Conjuntamente, tan pronto se adquiere un.
nuevo conocimiento, se incorpora al desarrollo ulterior del pensamiento, y el propio niño lo
utiliza para la resolución de nuevas tareas.
Los conocimientos que el niño puede asimilar así como la forma en que los utilice,
dependerán de las acciones de pensamiento que él domine.
Actualmente “mentalmente” con los modelos, el niño se imagina que ejecuta acciones
reales con objetos y sus resultados, y de este modo resuelve la tarea planteada. Esto
constituye el ya conocido por nosotros pensamiento’ visual por imágenes. La realización de
acciones con signos requiere hacer abstracción entre los objetos reales y las acciones con
ellos, el uso de palabras y números en sustitución de los objetos, y referir con posterioridad a
los objetos en sí el resultado que se obtenga. Por eso el pensamiento realizado mediante
acciones con signos se denomina pensamiento abstracto. El pensamiento abstracto se rige
por las leyes del razonamiento que estudia la ciencia de la lógica y también suele llamársele
pensamiento lógico.
La posibilidad de resolver de manera correcta una tarea para practicar, que explique la
participación del pensamiento, depende de la medida en que el niño pueda destacar y
relacionar aquellos aspectos de la situación dada, las propiedades de los objetos y
fenómenos que sean importantes, esenciales para la resolución de la tarea. Si el niño tratara
de decir con antelación si un objeto puede o no flotar, relacionando la flotación con el tamaño
del objeto, por ejemplo, él podría acertar sólo si la casualidad acudiera en su ayuda, ya que
la propiedad que él determinó consideradas, en realidad no tiene elación esencial con la
flotación. Un niño que ante la misma situación relacionase la flotación de un cuerpo con el
material de que esté hecho, habrá elegido una propiedad mucho más esencial, sus
suposiciones tendrán una validez mas frecuente, aunque no absoluta, y sólo el conocimiento
del peso específico de un cuerpo en relación con el peso específico del liquido —que el niño
aprende cuando estudia física ya en la escuela— le da la posibilidad de acertar todos los
casos.
La diferencia entre el pensamiento visual por imágenes y el pensamiento lógico, consiste,
en que se usan ante situaciones completamente distintas y sirven para hallar soluciones
correctas en tareas de distinta naturaleza. El pensamiento por imágenes resulta ser
suficientemente efectivo al resolver tareas en las cuales lo esencial sean las propiedades que
se puedan representar como “vistas “desde adentro..
POR IMÁGENES
Cuando se les plantea a los niños una tarea sobre la base del uso de la palanca en donde
el resultado directo de la acción consiste en apartar de sí el brazo más cercano; y el
indirecto, acercar el más alejado, ellos tratan de mover la palanca en distintas direcciones
hasta que encuentran la necesaria. Igualmente sucede dentro del juego, cuando es
necesario colocar una bola en un plano inclinado de forma tal que al ganar velocidad, ésta
ruede un tramo de distancia determinado de antemano. Los niños logran realizar estas tareas
mediante pruebas, colocan la bola aquí o allá, hasta que “aciertan” con la solución correcta.
La resolución hallada mediante pruebas es susceptible de ser recordada por los niños.
Pero basta media vez que se cambie la forma de la tarea —cambiar la forma de la palanca o
variar la distancia a la cual debe llegar rodando la bola— para que el niño comience de
nuevo sus tanteos.
La capacidad del pensamiento visual por esquemas consiste en que es aquél que nos da
por primera vez la posibilidad de representar las relaciones y dependencias entre objetos y
fenómenos que existen objetivamente, independientemente de las acciones, deseos e
intenciones del propio niño. Éste no crea por sí mismo dichas relaciones, como, por ejemplo,
en la acción con instrumentos, sino que las descubre y toma en consideración al resolver las
tareas que se le plantean. El representarse las relaciones objetivas constituye la condición
indispensable para la asimilación de los conocimientos que se salgan del marco habitual de
contacto con determinados objetos y sus propiedades.
Otra manifestación del esquematismo del pensamiento infantil es el hecho de los niños,
fácil y rápidamente, comprenden distintos tipos de representaciones esquemáticas y los
utilizan con éxito. Así, a partir de los cinco años, los preescolares inclusive ante una
explicación pueden comprender qué es el plano de una habitación, y, valiéndose de lo
señalado en el plano, encontrar un objeto escondido dentro de esa habitación.
Muchos tipos de conocimientos que el niño no puede asimilar sobre la base de las
denominaciones verbales del adulto o durante el proceso de acciones con objetos
organizados por los propios adultos, puede asimilarlos fácilmente si se le imparten en forma
de acciones con esquemas que representen los rasgos esenciales de los fenómenos
estudiados. Así, en el proceso de la enseñanza primaria de la matemática a niños
preescolares, se reveló, que relacionar las partes con el todo resultaba para éstos una tarea
extraordinariamente difícil, que no ofrecían resultados positivos inclusive ante formas
verbales de explicación, ni organizando con los niños acciones con objetos compuestos de
distintas partes, por ejemplo, armar matrioshkas. Los niños no entienden las explicaciones
verbales, y al actuar con las partes componentes de los objetos, ellos asimilan los nombres
de “partes” y “todo” sólo aplicados al material concreto en cuestión., no los hacen extensivos
a todas las situaciones.
A esta situación se le halló una salida familiarizando al niño con una relación mediante
una representación esquemática de la división del todo en las partes y a partir de ellas,
reconstruirlo totalmente. Ello se le demostró plegando y despiezando una hoja de papel,
cortar las partes y luego yuxtaponiéndolas. Sobre la base de este material, los niños
comprendieron que cualquier objeto podía ser dividido en partes y luego restablecerlo de
nuevo, uniendo sus partes.
A causa de que en el pensamiento visual por esquemas, el contenido de las láminas son
las relaciones y dependencias entre los objetos y los fenómenos, ante condiciones
correspondientes de educación éstas devienen base para la asimilación de conocimientos
generalizados a la edad mayor preescolar, para la formación en dichos niños de
representaciones acerca de las dependencias más esenciales entre los fenómenos, que
tienen categoría de leyes generales de amplio uso y que se manifiestan en las formas
concretas más diversas.
Tales tipos de representaciones pueden ser: la relación entre el todo y las partes, las
relaciones entre los principales elementos de una construcción que componen la base de
ésta, la relación de dependencia entre la estructura del cuerpo de un animal con respecto a
las condiciones ante las cuales se desarrolle y vive, etc. Al analizar la formación de la
actividad didáctica en la edad mayor preescolar, ya nosotros notamos la importancia que
tenía el asimilar este tipo de generalizaciones de los conocimientos para el desarrollo de los
intereses cognocitivos del niño. Esto, sin embargo, tiene también no menos importancia para
el desarrollo del propio pensamiento. Permitiendo la asimilación de conocimientos
generalizados, el pensamiento visual por esquemas se perfecciona al ser utilizado en la
resolución de diversas tareas cognoscitivas y prácticas.
Cuando el niño adquiere las nociones sobre las leyes que determinan la naturaleza de las
cosas, asegura la posibilidad de desenvolverse por sí mismo en aquellos casos particulares
en los cuales se manifiestan dichas leyes. Así, al familiarizarse con las partes constitutivas de
la estructura de una obra y como dichas partes están relacionadas entre sí, los niños logran
dominar la habilidad de determinar por la estructura de la obra las particularidades de toda la
construcción; y por el contrario, si se parte de que la obra debe ser construida, determinar las
particularidades de la estructura. Una vez asimiladas las representaciones sobre la
dependencia de la estructura del cuerpo de los animales con relación a sus condiciones de
vida, los preescolares de edad mayor se pueden familiarizar con nuevas especies de
animales y establecer, según sus rasgos externos, dónde viven dichas nuevas especies,
cuáles son sus mecanismos de defensa contra sus enemigos, etc.
Traemos ahora a colación la descripción de una de estas tareas con las particularidades
de su resolución por parte de niños preescalores, extraídas de trabajos del psicólogo francés
J. Piaget.
Las premisas para el desarrollo del pensamiento lógico, para la asimilación de acciones
con palabras, números, etcétera, así como signos que sustituyen objetos y situaciones
reales, se fijan al final de la edad temprana, cuando se comienza a formar en el niño la
función simbólica de la conciencia, él comienza a comprender que un objeto puede ser
representado o sustituido por otro, por un dibujo o por una palabra.
No obstante, la palabra y las restantes formas simbólicas permanecen por largo tiempo
fuera del alcance del niño para que pueda resolver tareas de pensamiento, por sí mismo. El
pensamiento visual por acciones y, en particular, el pensamiento visual por imágenes, están
íntimamente ligados al habla. Mediante ella, los adultos dirigen las acciones del niño, le
plantean tareas prácticas y cognoscitivas y toman en cuenta los métodos utilizados para su
resolución.
Las verbalizaciones infantiles, incluso en el período en que los niños las utilizan sólo para
acompañar sus acciones y no para preverlas, contribuye a que éstos tomen conciencia del
curso de desarrollo y de los resultados de la acción, de los errores y dificultades que surjan, y
que ayudan a encontrar la vía para la superación de éstos, es decir, el pensamiento.
Aumenta aún más el papel que juega el pensamiento en el período en que el niño adquiere la
función panificadora. Aquí se podría decir, en el más amplio sentido de la palabra que el
niño, “piensa en alta voz”. No obstante, de hecho, el niño en sus acciones de pensamiento,
utiliza en esta etapa palabras, no imágenes. El habla juega un papel muy importante, pero
aún es solamente auxiliar.
Esto se manifiesta por el hecho de que los niños, con frecuencia, hacen preguntas ante
las tareas que se les plantean, si éstas implican la ejecución de operaciones de pensamiento,
y en aquellos casos en que no puedan expresar sus ideas mediante palabras. Así, los
preescolares de cuatro a cinco años cuando notaron que los juguetes que se les había
entregado estaban rotos, en muchos casos, des. cubrieron, la causa del desperfecto y la
eliminaron, mas no pudieron decir por qué lo hicieron de esa forma, y se limitaron a señalar
algunos rasgos secundarios de los juguetes. El mismo cuadro se presenta en un juego que
consistía en desplazar un muñeco por entre las casas de una ciudad de utilería, mediante la
acción de oprimir botones. Los niños comenzaron a guiar el movimiento del muñeco,
llevándolo correctamente por las calles de la ciudad, sin embargo, por regla general no
podían dar una explicación plausible de cómo estaban relacionados los distintos botones con
los movimientos determinados del muñeco. Para que la palabra se comience a utilizar corno
una forma autónoma de pensamiento, que permita resolver tareas intelectuales sin
necesidad de utilizar imágenes, el niño debe asimilar los conceptos elaborados por la hu-
manidad, es decir, los conocimientos acerca de los rasgos generales y esenciales dc los
objetos y fenómenos de la realidad, fijados mediante las palabras.
Los conceptos están estructurados entre sí dentro de un sistema que permite extraer un
conocimiento de otro y con ello resolver tareas de pensamiento, sin contacto directo con los
objetos o con las imágenes. Así, por ejemplo, conociendo la recia general conforme a la cual
todos los mamíferos respiran por medio de los pulmones, tan pronto como sabemos que la
ballena es un mamífero, inferirnos inmediatamente en ella la presencia de pulmones.
Nosotros sabemos que la significación que adquieren para los niños las palabras que
asimilan, sólo paulatinamente se va acercando a la significación que les atribuyen los
adultos. Mientras el pensamiento del niño permanezca siendo visual por imágenes, sus
palabras expresarán la representaciones acerca de los objetos, acciones, propiedades y
relaciones que vengan dados por la significación de la palabra. Los adultos, al dirigirse a los
niños, se equivocan al suponer que la palabra tiene la misma significación tanto para e]
preescolar como para el adulto. En realidad, aunque los niños dominan rápidamente la
habilidad de relacionar de manera correcta la palabra con determinado
objeto, situaciones y acontecimientos, un estudio minucioso ha demostrado que entre las
representaciones infantiles y los conceptos del adulto existen diferencias esenciales; las
representaciones reflejan la realidad de manera más viva y clara que los conceptos, sin
embargo, no poseen la exactitud, precisión y sistematización propias de los conceptos.
El curso que ulteriormente tomará en los niños la formación de conceptos será organizar
un tránsito a partir de las acciones de orientación externa a acciones realizadas
mentalmente. En este caso, la utilización de medios externos es sustituida por el uso de
denominaciones verbales. Una vez obtenida la tarea a realizar, el niño cesa de utilizar
realmente la marca, en lugar de esto, razona acerca de las cantidades tomando en cuenta la
posibilidad de medir. Dentro de sus razonamientos, el niño ya no es interferido por la
variación de aspecto que se opere en los objetos, el conocimiento se hace más fuerte que la
impresión.
Presentaremos ahora la forma en que un niño de cinco años, —Seriozha— cumple una
tarea dada, después de haberse formado en él conceptos de cantidad.
Sobre la mesa se encuentran dos vasos de cristal de igual forma, dentro de los cuales se
ha vertido cierta cantidad de agua en forma desigual. El experimentador le pide al niño que
elija el vaso con el agua que él habrá de dar con posterioridad a los pájaros.
EXPERIMENTADOR. “Mira —ésta es tu agua, ésta es la mía. ¿Quién tiene más agua?
¿Tú o yo?”
NIÑO. —“Yo.”
EXPERIMENTADOR . (Elige un vaso estrecho y elevado y vierte el agua de su recipiente
al nuevo envase elegido. El nivel del agua aumenta haciéndose mayor que el nivel del
recipiente del niño, aunque el volumen continúa siendo igualmente menor.)
NIÑO. —“Yo tengo más. Ese vaso es más largo y fino, por eso el agua subió.”
NIÑO. —“Hay que echar el agua otra vez donde estaba antes, entonces se verá que yo
tengo más.”
(5, 10, 25). Andriusha hace bien las cuentas, pero con frecuencia se vale de palitos, hasta
diez siempre lo hace bien, si los números son grandes se puede equivocar.
KIRIL. Cuando saco cuentas muchas veces pienso. Si tú me dices que sume cuatro y
tres, yo saco la cuenta: uno, dos, tres y cuatro —haciendo énfasis en la palabra “cuatro” —, y
después cinco, seis y siete. ¿Está bien?, ¿siete?
KIRIL. Mira chica, óyeme: uno, dos, tres, cuatro ¿Entendiste? Ahora continúo adelante y
sé que me toca decir tres palabras más: cinco, seis y siete. ¡Y así es como sume tres más!
Yo eso lo inventé solito, soy pícaro ¿verdad?
Pero yo no siempre pienso, mira, un ejemplo; si sumo dos y dos más, yo no pienso. Eso
yo ya lo sé de antes, cuando todavía no tenía ni cinco años. También sé que tres y tres son
seis. Eso tampoco lo pienso, porque ya lo sé.
En el ejemplo expuesto, el niño en unos casos realiza acciones con la serie numérica
como tal; y en otros, con las imágenes no obstante, la asimilación de los conocimientos
primarios matemáticos apoyándose en imágenes provoca ulteriormente grandes dificultades,
cuando los niños pasan al estudio sistemático de las matemáticas en la escuela. Por eso, la
formación del concepto abstracto del número como una característica de las relaciones cua-
litativas de las personas, objetos y acciones con los números y signos matemáticos sin apoyo
de imágenes, es un aspecto de importancia en el desarrollo intelectual a la edad preescolar.
Las investigaciones han demostrado que esto es completamente posible de lograrse
mediante un tratamiento especial de los conceptos y operaciones matemáticas en
correspondencia con las leyes generales del desarrollo de las fórmulas lógicas del
pensamiento.
Cuando se trataron las leves del desarrollo psíquico, se dijo que la edad preescolar era
especialmente sensible, a un estudio que estuviera encaminado al desarrollo del
pensamiento por imágenes, que no era conveniente a esa edad acometer la tarea de
acelerar el dominio de las formas lógicas del pensamiento. En la “escalera” general del
desarrollo psíquico, el pensamiento lógico se encuentra por “encima” del pensamiento por
imágenes, se forma con posterioridad sobre la base de éste, y permite la resolución de un
amplio círculo de tareas, la asimilación de los conocimientos científicos. No obstante, esto no
quiere decir que debamos tratar de llevar al niño cuanto antes por el “carril” del pensamiento
lógico.
En primer término, la propia asimilación de las formas lógicas del pensamiento resultará
inconsistente sin un “fundamento” sólido, mediante el desarrollo cabal de las formas dc
pensamiento por imágenes. Un pensamiento visual por esquemas desarrollado, conduce al
niño hasta el umbral de la lógica, le permite comprender representaciones esquemáticas
generalizadas, sobre cuya base se estructura, en gran medida, posteriormente la formación
de los conceptos.
El tomar en cuenta todos estos aspectos nos obliga a prestarle especial atención al
desarrollo del pensamiento por imágenes en la edad preescolar.
Por supuesto, ya desde mucho antes los niños logran concentrarse en las
manipulaciones con objetos o en el examen de láminas, acumulan una experiencia diversa,
reconocen en sus propios garabatos la “máquina” o el “hombre”. Pero todo esto constituye
los resultados de una orientación general dentro del mundo circundante, encaminada a
analizar los objetos, sus propiedades y relaciones en la práctica, y no a mantener la acción y
la retención mental a la creación de nuevas imágenes. Por eso la atención, la imaginación, y
la memoria en el niño de edad temprana no son voluntarias, son impremeditadas.
Esta situación se mantiene vigente aún después de que el niño llega a la edad preescolar.
Al estudiar estos aspectos del desarrollo intelectual del preescolar, nosotros podemos
señalar, hasta determinado momento, sólo las variaciones cuantitativas: el aumento del
poder de concentración y de la estabilidad de la atención; de la duración del tiempo de
conversación, de la retención de un material en la memoria, el enriquecimiento de la imagi-
nación.
El salto se produce, cuando bajo la influencia de nuevos tipos de actividades que el niño
vaya dominando, de las nuevas demandas que le plantean los adultos, surge ante él la tarea
específica de concentrar y mantener la atención fija sobre algo, recordar un material para
luego reproducirlo, realizar la idea de un juego, de un dibujo, etc. Para poder resolver esta
tarea, el niño se vale de los métodos que le han trasmitido los adultos. Entonces se
comienzan a formar acciones especiales de atención, memoria, imaginación, gracias a las
cuales ellas adquieren un carácter voluntario, premeditado.
1. DESARROLLO DE LA ATENCIÓN
La atención del niño al comienzo de la edad preescolar, refleja sus intereses con relación
a los objetos circundantes, a las acciones realizadas con ellos. El niño se concentra sólo
mientras no decaiga su interés. El surgimiento de un nuevo objeto implica el traslado
instantáneo de la atención hacia él. Por eso, los niños, raras veces, logran ocuparse de una
misma cosa por tiempo prolongado.
Las fuentes de la atención voluntaria se encuentran fuera de la atención del niño. Esto
quiere decir que el propio desarrollo de la atención involuntaria no implica el surgimiento de
la atención voluntaria. Ésta se forma gracias a que el adulto incorpora al niño a nuevos tipos
de actividades, y mediante determinados medios organiza y dirige su atención.
Dirigiendo la atención del niño, el adulto le pone en sus manos los medios con los cuales
comenzará con posterioridad a guiar su atención por sí mismo.
Se descubrió que, en la mayoría de los casos, los preescolares no podían cumplir las
condiciones del juego descrito.
Sin embargo, se obtenía un resultado muy distinto cuando el adulto le proponía al niño, a
manera de ayuda, un grupo de tarjetas de colores: negra, blanca, violeta, roja, verde,
amarilla, marrón y gris. Las tarjetas a color devienen para el niño medios auxiliares externos
para el logro de la concentración de la atención en condiciones lúdicras.
Los niños más ingeniosos comienzan por sí mismos a utilizar estos medios auxiliares.
Ellos destacan y discriminan los colores prohibidos; por ejemplo, el blanco y el negro,
colocan en sus sitios los que correspondan, y en el proceso del juego utilizan las tarjetas
restantes.
Conjuntamente con los métodos ambientales, que organizan la atención en relación con
la tarea concreta, particular, existe un medio universal de organización de la atención, el
habla. Al principio, los adultos organizan la atención del niño mediante indicaciones verbales
y recordatorios acerca de la necesidad de realizar la acción dada, considerando además las
circunstancias determinadas —“cuando armes la torre elige primero el anillo mayor. . .“ Así,
correcto. ¿Y dónde está ahora el mayor? ¡Búscalo!, etc. Más tarde, el niño comienza, por sí
solo, a denominar verbalmente aquellos objetos y fenómenos sobre los que debe prestar
atención para lograr el resultado deseado.
A medida que se desarrolla la función panificadora del habla, el niño se hace capaz de
organizar previamente su atención con relación a las condiciones de ejecución de la actividad
a realizar, expresar verbalmente hacia qué se debe orientar. La importancia del “auto
comando” verbal en la organización de la atención se aprecia patentemente en el ejemplo
siguiente:
Se propuso a los niños, que de diez tarjetas con representaciones de animales, debían
seleccionar al menos una de las figuras señaladas en las instrucciones —por ejemplo, la
gallina o el caballo—, pero en ningún caso tomar alguna tarjeta en la cual aparezca una
figura prohibida —por ejemplo, el oso. El niño seleccionó las tarjetas varias veces en orden.
Primeramente no se le dieron explicaciones con respecto al método de acción. Ante estas
condiciones, los niños cumplían penosamente la tarea y se equivocaban con frecuencia.
Pero, la forma de ejecución de la tarea varió inmediatamente, tan pronto como se le pidió al
niño repetir en voz alta las instrucciones —después dc un examen detallado de las
representaciones de las tarjetas, decía recordar lo que señaló en las instrucciones, cuáles
tarjetas tomar y cuáles no. A partir de la edad mayor preescolar, los niños ya podían dar
respuestas correctas, inclusive si en las últimas tareas a realizar se extrajesen de las
instrucciones nuevos animales. Los niños utilizan de manera activa el lenguaje para
organizar su atención en el proceso de selección de tarjetas.
Sin embargo, no se observó en los niños ninguna acción tendiente a la retención mental.
Cuando se les pidió a los niños recordar qué había representado en los cuadros, muchos
de ellos ni intentaron hacerlo siquiera, nombraron algunos cuaadros sólo después de tenaces
instancias de los adultos, señalando incluso, con frecuencia, objetos que no existían en el
cuadro. Así, una niña, después de nombrar de manera correcta el melón, enumeró a
continuación una manzana, una baya y una fresa, que no existían en el cuadro. Otros niños
se mostraron preocupados por recordar lo olvidado, mas, no les era posible. Luego de una
pausa, el niño decía: “Me olvidé”, “No recuerdo más”, etc.
Otros niños lograron comprender bien el contenido del papel. Se mostraban preocupados
por trasmitir realmente la información, pero ellos no distinguían desde el primer momento el
objetivo, no retenían en la mente el contenido. Por eso, su comportamiento presentaba un
cuadro peculiar, ellos escuchaban la encomienda, mas no hacían nada para retenerla en la
mente. Al comunicar el informe, ellos no hacían ni el más ligero intento de recordar lo
olvidado y a la pregunta: ¿qué le falta por decir?, respondían con frecuencia: “Nada”.
El comportamiento de los niños mayores fue distinto. Éstos no sólo escuchaban todo el
informe a comunicar sino que también trataban de retenerlo en la mente. A veces, esto se
manifestaba en el hecho de que, escuchando la encomienda, los niños movían los labios o
se repetían el informe a sí mismos, en el trayecto hacia el Estado Mayor. Si se intentaba
hablar con el niño durante dicho trayecto, él se negaba con la cabeza y continuaba de prisa
su camino. Al trasmitir el informe, estos niños no se limitaban a decirlo simplemente de
improviso, sino que trataban de recordar lo olvidado: “Ahora le digo otra cosa, ahora...”
Evidentemente, ellos hacían aquí algo interno, trataban de alguna forma de buscar en su
memoria lo que necesitaban. Su actividad interna estaba dirigida en este caso hacia un
objetivo determinado: recordar el contenido de la comunicación.
Los procedimientos de retención mental y de recordación del niño no los “crea” por sí
solo. Es el adulto quien de una u otra manera se los va suministrando. Así, cuando el adulto,
por ejemplo, le da una encomienda al niño, inmediatamente le pide a éste que la repita. Al
preguntarle algo al niño, el adulto estimula en él la recordación mediante preguntas
adicionales: “¿Y qué pasó después?, ¿y qué otros animales viste parecidos a los caballos?,
etc.” El niño aprende gradualmente a repetir, discernir y coordinar el material, a fin de
retenerlo en la mente y aprender a usar las relaciones durante la recordación.
La retención mental involuntaria, relacionada con el trabajo intelectual activo de los niños
sobre la base de determinado material, permanece siendo hasta el final de la infancia
preescolar mucho más productiva que la retención mental voluntaria de ese mismo material.
Así, el ordenamiento de láminas sobre temas como: “El círculo infantil”, “la cocina”, etc.,
sin la finalidad expresa de tener que recordar frases, hace que los niños retengan en la
mente el material de una forma mucho mejor, que si hubiesen observado las láminas con el
objetivo de recordar el material, inclusive, ante la misma distribución por grupos, dándosele al
niño instrucciones previas que requieran ser recordadas.
La imaginación del niño se va formando dentro del juego. En los primeros tiempos está
indisolublemente ligada a la percepción de los objetos y a la ejecución de acciones lúdicras
con ellos.
El niño “salta” sobre una vara de madera; y en ese instante, él es un jinete, y la vara, un
caballo. Sin embargo, él no se puede representar un caballo en ausencia del objeto
apropiado para “cabalgar” sobre él, y no puede transformar imaginariamente una vara en un
corcel, si no actúa a la vez con él.
En el juego de los niños pequeños tiene especial importancia el parecido que tenga el
objeto Sustituto con el objeto sustituido. En los niños mayores, la imaginación se puede
apoyar también sobre la base de objetos que, en general, no se parecen a los objetos
sustituidos.
Un niño de cuatro años juega sobre el suelo, él dispone de los siguientes juguetes: un
perro, una ardilla, un tejón, dos matrioshkas y una llave. La llave representaba para él un
hada y las dos matrioshkas, gnomos. El niño los acostó a dormir a todos. El hada se acercó a
los demás y les sopló la nuca. (El niño sopló correspondientemente). Los animales se
despertaron y comenzaron a saltar desde el estante hasta el cuadro colgado en la pared
opuesta, y luego de regreso. Y así, diez y ocho veces ida y vuelta.
Más tarde los animales se fueron a tomar el néctar que habían preparado los gnomos.
Luego se celebró la boda del hada —una llave y los dos gnomos. Después todos se
cansaron y se fueron a sus sitios habituales, o sea, sobre el estante. En este caso la llave le
sirvió al niño como un apoyo suficiente para representarse al hada.
Se produce la interiorización, el tránsito hacia una acción lúdicra con objetos, que no
existen en la realidad, y a la transformación lúdicra del objeto, atribuyéndole a éste un nuevo
sentido y representándose mentalmente las acciones con él, sin realizar acciones reales. En
esto consiste el surgimiento de la imaginación como un proceso psíquico especial.
Así describe una madre como su hijo de seis años juega. “A los niños les encanta jugar al
pon: se traza sobre el suelo un cuadriculado numerado; se debe lanzar una piedra a uno de
los cuadros y, saltando en un solo pie, sacar la piedra del cuadro sin tocar el suelo con la otra
pierna.
El niño puede jugar a este juego en ocasiones dentro de la habitación sin ningún
esquema trazado primeramente en el suelo. ~1 se imagina el dibujo sobre el piso, se imagina
que lanza la piedra, y se alegra de haber acertado cien veces —evidentemente el cuadro era
muy vivo en su mente, ante su visión interna—, salta con cuidado para no pisar la raya, etc.
Por otra parte, el juego puede transcurrir sin acciones visibles, todo completamente dentro
del plano de las representaciones. Así jugaba por ejemplo Kiril, sin ejecutar ningún
movimiento.
Pudimos escuchar las locuciones del niño mientras dibuja sobre la pizarra...
Primeramente, se dio a la tarea de dibujar un camello; dibujó efectivamente una cabeza que
sobresalía por sobre el tronco. Mas pronto olvidó al camello; un saliente lateral le recordó un
ala de una mariposa. El niño dijo: “¿Dibujo una mariposa?” El niño, dibujando trazos de
líneas verticales por encima y por debajo, representó otra ala. Después dijo “Otra mariposa,
ahora voy a dibujar otro pájaro, todo lo que pueda volar: las mariposas, los pájaros y después
dibujaré una mosca”. Representó un pájaro. “Ahora la Luna!” “Las moscas en general pueden
picar”, y colocó dos puntos sobre la pizarra. Hizo un trazo vertical entre ellos que también
formaba parte de la representación de la mosca, pero al trazarla exclamó: “¡Ah, mosca! ¡Voy
a dibujar el Sol!”, y lo dibujó.
Después, volvió al punto inicial: “¡Ahora voy a dibujar una mosca!” Marcó dos puntos y los
circunvaló trazando un óvalo irregular: “esto es una mosca”.
Con posterioridad el niño quiso dibujar un cuadro que estaba colgado en la habitación y
que representaba un pájaro. El comenzó por el pico, pero la representación que el niño
captaba lo llevó de nuevo por otro cauce; identificó dos trazos como la forma idónea de
comenzar a dibujar una estrella y dijo: ‘¿Dibujo una estrella?” Y acto seguido lo hizo.
Al “componer” cuentos y poesías, los niños reproducen las imágenes familiares; con
frecuencia, ellos repiten simplemente los versos y frases y las retienen en la mente. Aquí,
además, los preescolares de tres a cuatro años frecuentemente no reconocen que están
reproduciendo algo conocido. Así, un niño dijo cierto día: “escuchen lo que inventé: en
primavera el mirlo viene a nuestro vestíbulo.”
Se trató de explicar que no era él quien compuso la frase. No obstante, pasado cierto
tiempo el niño dijo de nuevo: “Yo lo hice en primavera el mirlo viene a nuestro vestíbulo.”
Otro niño también estuvo seguro de que era él quien compuso las estrofas siguientes: “No le
temo a nadie más que a mi madre.” ¿Te gustó lo que hice? —dijo. Tratamos de sacarlo de su
confusión: “Eso no lo compusiste tú, sino Pushkin.” “No le temo a nadie más que a Dios.” El
niño se sintió desilusionado: “Ah, yo creía que lo había compuesto yo.
Un niño de cuatro años inventó el siguiente cuento; Voy a contarles algo acerca de los
guerrilleros. Habían unos guerrilleros. Tenían fusiles. Ellos combatían y disparaban.
Defendían nuestra Patria. Mataban a unas gentes malas. Después llegaron unos negros
donde estaban los guerrilleros. Después se pusieron todos a disparar, a defender la Patria. A
matar malos. Vivían todos juntos. Después se fueron en un avión. Empezaron a disparar
desde el avión. Después se sentaron a descansar. Descansaron y descansaron, y después
se pusieron a disparar.. Dispararon y dispararon, y después se fueron a sus casas. (se rió).
Después llegó un cocodrilo. Rompió la ventana.. Comenzó a comerse a los negros y a los
guerrilleros. Sólo.’ uno se salvó, se escondió en la chimenea. Y desde allí,. le disparó al
cocodrilo a la barriga. Todos salieron de la.. barriga del cocodrilo. Al cocodrilo lo tiraron al
basurero. Y después, nacieron más cocodrilos. Ellos los mataron también. Después apareció
una pantera. Ellos la mataron también y la tiraron al río y después los guerrilleros y los
negros se fueron a la montaña. Allí pasó algo feo. Ellos comenzaron a ofenderse y hacer
gestos feos y muecas. Y eso es todo. Fin del cuento. Fin de la película.”
No es difícil captar el origen de todos los elementos que entran en el cuento. Su fuente
han sido los relatos.
que el niño escuchó de los adultos, las imágenes de cuentos conocidos, y parte de su
experiencia personal. Mas lo nuevo aquí, es la fusión de todo esto, lo cual crea un cuadro
fantástico que no se parece a las situaciones anteriormente relatadas al niño o percibidas por
él.
Es opinión difundida, que la imaginación infantil es más rica que la imaginación del adulto.
Esta opinión halla su fundamento en el hecho de que los niños fantasean motivados por las
causas más diversas.
Un niño de tres años, al dibujar un ángulo, le agregó una pequeña llavecita y, maravillado
por el parecido que tenia este conjunto con la figura de un hombre sentado, exclamó de
repente: “¡Ah, está sentado!”
Otro niño, que en una ocasión jugaba a los pegados, en lugar dc correr tras los otros
niños para tocarlos como corresponde hacer en este juego, tocó la tierra. Al poco tiempo el
niño se sentó en un banco y rompió a llorar: “Ahora ella me va a tocar a mí”. “¿Quién?” —le
preguntan.
Otro niño llegó a afirmar en cierta oportunidad, que las piedras podían pensar y sentir. ti
consideraba que los guijarros eran muy infelices, ya que estaban obligados a ver lo mismo
cada día.
A causa de su congoja, el niño trasladó del lugar los guijarros a uno y otro lado del
camino.
Sin embargo, la imaginación del niño no es rica en realidad, sino que en muchos órdenes
es más pobre que la del adulto. El niño se puede representar muchas menos cosas que el
hombre adulto, ya que aquél tiene una experiencia vital mucho más limitada que éste, y, por
consiguiente, menos material para la imaginación. Son menos diversas también las
combinaciones de imágenes, que realiza un papel mayor que en el adulto, se manifiesta con
mucha más frecuencia y permite más fácilmente una disgregación con respecto a la realidad,
la alteración de la realidad vital. El trabajo constante de la imaginación constituye una de las
vías que conducen a que el niño conozca y asimile el mundo circundante, ya una salida fuera
del mareo de su estrecha experiencia personal. No obstante, este trabajo requiere la
participación constante del adulto, bajo cuya dirección el niño domina la habilidad de distin-
guir lo imaginado de lo real.
El contenido de los poemas infantiles se nutre de los héroes más queridos de los cuentos
infantiles. El niño se identifica en lo más profundo de su corazón con los gnomos y duendes.
Las imágenes surgidas son tan expresivas y reales, que el pequeño no puede pasarlas
por alto sin dejar de hablar de ellas.
En la aplastante mayoría de los casos, los niños del grupo menor no pueden realizar la
tarea: “Inventa tu propio cuento.” Tratan sencillamente de reproducir algún cuento conocido,
aunque no pueden trasmitir claramente su contenido.
Los cuentos de los niños del grupo mediano presentan una forma más acabada. En sus
relatos conservan el argumento, y velan por la integridad del contenido. Algunos niños tratan
de unir elementos de dos o tres cuentos y de este modo crear otros cuentos. No obstante, los
cuentos de la mayoría de los niños se distinguen por su poca expresividad y tienen carácter
reproductivo.
Los niños del grupo mayor y, en particular, del grupo preparatorio no sólo manifiestan
disposición para crear su cuento sino que, con frecuencia, estructuran interesantes
argumentos. En los cuentos de los niños de cinco a siete años podemos apreciar no sólo
acontecimientos que se desarrollan impetuosamente, sino también una idea cuidadosamente
realizada.
La preparación psicológica del niño para el aprendizaje escolar es uno de los resultados
más importantes del desarrollo psíquico en el período de la infancia preescolar.
La particularidad distintiva del status del escolar, consiste en que el estudio es una
actividad obligatoria, socialmente importante. El niño es responsable por esta actividad ante
el maestro, ante la escuela, ante la familia. La vida del escolar está subordinada a un sistema
de reglas estrictas, iguales para todos los niños. Su contenido fundamental consiste en la
asimilación de los conocimientos, también impartidos por igual a todos los niños.
La actividad docente del escolar, tanto por su contenido como por su organización, se
diferencia diametralmente de las formas de actividad habituales en el preescolar. La
asimilación de los conocimientos se convierte en el único objetivo y actúa en su aspecto
“puro”, sin ocultarse tras la forma de un juego o de una tarea productiva. Estos conocimientos
son asimilados por los niños “provechosamente” para un futuro lejano.
Los conocimientos que se imparten a los niños en la escuela tienen un carácter científico.
Si anteriormente la enseñanza primaria representaba una etapa preparatoria para la
asimilación sistemática de los fundamentos de las ciencias, ahora ésta se convierte en el
punto de partida de dicha asimilación, comenzando desde el primer grado.
La forma fundamental de organización del trabajo docente con los escolares en la clase,
en la cual el tiempo está calculado por minutos, donde todos los niños deben seguir las
indicaciones del maestro, cumplirlas escrupulosamente, sin distraerse y sin ocuparse de
ningún asunto ajeno a la clase.
Todas estas particularidades de las condiciones de la vida y actividad del escolar plantean
elevadas exigencias a distintos aspectos de su personalidad, a sus cualidades psíquicas, sus
conocimientos y habilidades.
Una gran importancia tiene el desarrollo de las cualidades volitivas del niño, sin las cuales
no podrá regular concientemente su conducta, someterla a la solución de las tareas
docentes, ni conducirse organizadamente en clases. No sólo debe ser voluntariamente
dirigida, su conducta externa, sino también su actividad intelectual, su atención, su memoria,
su pensamiento. El niño necesita saber observar, escuchar, recordar y lograr la solución del
problema planteado por el maestro.
La asimilación de los conocimientos científicos no es posible sin que el niño distinga aquel
aspecto de la realidad que estudia cada ciencia. Esta exige una asimilación
consecuentemente del sistema de conceptos y, por lo tanto, el desarrollo del pensamiento
abstracto, lógico.
Por supuesto, no es sólo la posibilidad de estudiar lo que atrae al niño. Para los
escolares, los atributos externos de la vida escolar resultan muy atractivos: sentarse tras un
pupitre, los timbres, los recesos, las notas, poseer una maletica, etc. Esto se pone de
manifiesto en muchas respuestas de los niños: “En la escuela dan notas, eso me gusta”, “En
la escuela hay maestra, y aquí, educadora”, etc. El interés por estos aspectos externos es
considerablemente menos importante que el deseo de estudiar, pero tiene también un
significado positivo, al expresar la aspiración general de los niños al cambio de status dentro
de la sociedad, de su situación entre las demás personas.
La preparación del niño para la escuela en la esfera del desarrollo intelectual incluye
algunos aspectos que se interrelacionan. El niño que ingresa en el primer grado necesita
cierto acervo de conocimientos acerca del mundo que le rodea, acerca de los objetos y de
sus propiedades, de los fenómenos de la naturaleza viva e inerte, de las personas, de su
trabajo y de otros fenómenos de la vida social, de “lo que es bueno y lo que es malo”, es
decir, de las formas morales de la conducta, etc. Pero es importante, no tanto el volumen de
estos conocimientos, como su calidad —el nivel de corrección, de precisión y generalización
de las representaciones formadas en la infancia preescolar.
En la escuela primaria, se presupone que los niños no han recibido ninguna preparación
especial, y comienza a enseñárseles a leer y escribir y las matemáticas desde sus
rudimentos. Por eso, no se puede considerar que los conocimientos y hábitos
correspondientes constituyen una parte indispensable de la preparación del niño para el
aprendizaje escolar. Al mismo tiempo, mucho más de la mitad de los niños que ingresan en
la escuela saben leer, y casi todos contar de una u otra forma. La importancia de que los
niños sepan leer y escribir y conozcan elementos de matemática antes de ingresar en la
escuela para su éxito en el aprendizaje escolar, no se determina, de la misma forma que en
la esfera de los otros conocimientos o sea, por la calidad de éstos. Una importancia
indiscutiblemente positiva tiene la formación en los niños de representaciones generales
acerca del aspecto sonoro del lenguaje y de cómo diferenciarlo del contenido del mismo, así
como acerca de las relaciones cuantitativas de las cosas y de su diferencia con respecto a la
importancia objetal de ellas. Es indudable que la asimilación del concepto de número y de
algunos otros conceptos de aritmética elemental ha de ayudar al niño en su aprendizaje
escolar.
El nivel de desarrollo de la actividad cognoscitiva que puede ser alcanzado por el niño a
fines de la infancia preescolar, y que resulta suficiente para un aprendizaje exitoso en la
escuela primaria, incluye, además de la dirección voluntaria de esta actividad, de la que ya
hemos hablado, determinadas cualidades de su percepción y su pensamiento.
El niño que ingresa en la escuela, debe saber observar ordenadamente los objetos, los
fenómenos, distinguir sus propiedades diversas y le es indispensable poseer una percepción
suficientemente completa, exacta y discriminada ya que el aprendizaje en la escuela primaria
está basado en considerable medida, en el cumplimiento —bajo la dirección del maestro—
del propio trabajo de los niños con diferentes materiales, en cuyo proceso tiene lugar la
distinción de aquellas cualidades de las cosas que son esenciales desde el punto de vista de
las representaciones científicas del mundo. Un significado importante tiene una buena
orientación del niño en el espacio y el tiempo. Literalmente desde el primer día de estancia
en la escuela, el niño recibe indicaciones imposibles de cumplir sin la consideración de los
signos espaciales, sin cl conocimiento de las direcciones del espacio. Así, por ejemplo, el
maestro exige trazar una línea “del ángulo superior izquierdo, hacia el ángulo inferior
derecho”, o “directamente debajo del lado derecho del cuadrado”, etc. La representación
acerca del tiempo y “el sentido del tiempo”, la habilidad de determinar, cuánto tiempo ha
pasado, es una condición importante del trabajo organizado del alumno en la clase, del
cumplimiento de las tareas en el plazo señalado por el maestro.
Otro aspecto del desarrollo psíquico, que determina la preparación del niño para el
aprendizaje escolar, es el desarrollo del lenguaje, la habilidad de describir en forma
coherente, consecutiva, comprensible para las personas, un objeto, una lámina, o un suceso,
de trasmitir el curso de su idea, de explicar uno u otro fenómeno o regularidad.
Dichas cualidades son los motivos sociales de conducta, las reglas de conducta
asimiladas por el niño con antelación y las habilidades de establecer y mantener relaciones
con sus compañeros, que se forman en el juego y en otros tipos de actividades conjuntas de
los preescolares.