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Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de
Simón Pedro. Andrés encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
En esta primera parte vamos a reflexionar sobre ese momento, pues es necesario salir de
nuestra cotidianidad para dar paso a la reflexión y la oración, por esto llamamos a este
momento “retiro”, nos retiramos de todo aquello a nuestro alrededor para entrar en sintonía
con la gracia del Espíritu Santo.
Como bien hemos afirmado, el estar hoy aquí no se ha dado por una mera coincidencia o por
cumplir con una obligación, talvez alguno reaccionó de esta manera en el momento en que
se realizó la invitación al retiro, o también, esperaba este momento con ansias. Ni debe
importarnos reacciones pasadas, sino este momento.
Una vez hecho el espacio de reflexión, realizar las preguntas a algunos de los participantes.
Hay muchas experiencias del Kerygma, por ello al escuchar a nuestros hermanos
descubrimos la dinamicidad del Espíritu Santo, sin embargo, podría suceder que a la hora de
responder estas preguntas, descubra que no he vivido el kerygma en un momento
determinado de mi vida, o simplemente no he tenido esta experiencia. No obstante, esto no
quiere decir que he fallado como cristiano. Para ello se me ha dado la oportunidad de vivir
este momento de retiro espiritual con el propósito de descubrir ese momento, o momentos de
kerygma. Solo el hecho de responder al Señor en el servicio de la catequesis demuestra que
existe un kerygma en nuestra historia de vida.
Reflexión:
El texto que hemos escuchado se ubica en el primer capítulo de san Juan, es el inicio de la
vida pública de Jesús. Después del momento en que Juan el Bautista señala y presenta a Jesús
como el Cordero de Dios, los discípulos (de Juan) que estaban a su alrededor se sorprenden
y deciden ir detrás de a aquel que había sido anunciado por Juan como el Mesías esperado.
Dentro de este contexto, Jesús al ver que van detrás de él les pregunta: ¿Qué buscan?, a lo
que ellos respondes: ¿Dónde vives?, Jesús les invita a ir y ver.
Después de esta experiencia, Andrés sale a buscar a su hermano Simón, a quien anuncia el
encuentro que él mismo ha tenido con el Mesías, y nos narra el texto que lo condujo hacia
Jesús. En su encuentro con Simón, lo mira y le dice: Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás
Cefas —que significa Pedro.
Al día siguiente, parece ser que la historia se repite, pero con unos personajes y una situación
distinta: Felipe anuncia a Natanael su encuentro con Jesús; sin embargo, a Natanael pareciera
no convencerle este anuncio, pues dudaba mucho del origen de Jesús, pues Nazareth era
considerado un modesto pueblo rural de la baja Galilea, sin ninguna importancia ni política
ni religiosa, al punto de que Nazaret no se menciona ni en el Antiguo Testamento, ni en los
primeros escritos rabínicos. Podríamos afirmar que se justifica su reacción según su contexto.
Mientras Natanael se acercaba, Jesús expresa sus virtudes , por lo cual se da una respuesta
de sorpresa y admiración, incluso el hecho de que Jesús hubiera afirmado que ya lo había
visto bajo la higuera lo exalta aún más. Pero, Jesús lo invita a adentrase junto a él en el
misterio de su amor.
Veamos ahora los elementos fundamentales del Kerygma en este texto bíblico:
El anuncio:
Y VEAN (Jesús) / VERÁS (Felipe): Ver y mirar son verbos completamente diferente, aunque
su esencia es la misma: el uso del sentido de la vista. Sin embargo, ver se refiere a examinar
algo, reconocer ese algo con atención y cuidado, también significa adentrarse con inteligencia
en el objeto percibido para comprenderlo. En cambio, mirar se refiere a una percepción
general de las cosas, simplemente se trata de una visión corta y sin profundización.
A lo que queremos llegar es al sentido profundo de esta expresión, la cual nos motiva en ese
descubrir o renovar nuestro kerygma, pues a partir de ella es que surge el deseo, el anhelo, la
necesidad de anunciar a los otros la experiencia de Jesucristo.
Para muchos hablar de una realidad más allá de la nuestra es una tontería, y si compartimos esta
verdad a la sociedad que nos rodea, posiblemente recibiremos burlas, refutaciones, algunos buscarán
callarnos y en niveles extremos esto puede llevar a la muerte. Esto no es una novedad para el
cristianismo, pues desde sus inicios fue la sangre de los mártires la semilla de nuevos cristianos.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los
tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes,
para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis
de cómo o qué vais a hablar.
Esta sociedad parece rechazar en todo a Dios, incluso hasta en lo más mínimo se ha querido suprimir
su presencia, ya no se habla del cielo, sino de “la otra dimensión”, Dios pasa a ser un ideal, o
simplemente una forma de vivir, esto es la respuesta al deseo de vivir en libertinaje, es decir, una
realidad en la que el hombre es el centro de sí mismo, y como respuesta vemos relucir en medio de
ella el hedonismo, la indiferencia, el consumismo, las guerras, el deseo de poder, etc.,
Este es el campo de batalla para nosotros los cristianos, y de un modo especial en ustedes catequistas
el mostrar a la sociedad que Jesucristo es la respuesta a todas las necesidades humanas, y cuando digo
todas me refiero a las fundamentales de su existencia, es decir, materiales y espirituales. El miedo
estará presente, sin embargo, el Espíritu Santo que habita en nosotros no nos abandonará:
Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que
hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados
de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.” Mt 10, 17-22
De allí viene la importancia del Kerygma: La sociedad busca incesantemente un ideal, un “algo” que
no logra descubrir, eso que da plenitud a su vida, eso que transforma su existencia en vida. Nosotros
los cristianos estamos llamados compartir no un “algo”, como si fuera un objeto material, sino a
ALGUIEN, una Persona, a Cristo. Ya lo afirmaba el Papa Benedicto XVI:
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.” D.C.E 1
Nuestra vida debe reflejar el encuentro con la persona de Jesús, todo nuestro actuar debe
fundamentarse en el kerygma, no como un pensamiento o una idea, sino como historia de salvación,
un testimonio en primera persona de la experiencia del encuentro con Cristo, de vivir junto con Él su
pasión, muerte y resurrección.
Introducción al desierto: