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La Divinidad Volumen 1
La Divinidad: ¿Uno, Dos, Tres o Cuatro?

Índice.-

1.- La Divinidad ………………………………………………………………………….. 01


2.- Santidad de Propósito ……………………………………………………………... 04
3.- La Divinidad Plural …………………………………………………………………… 06
4.- La Divinidad Plural en el Antiguo Testamento ……………………………………. 10
5.- El Testimonio del Antiguo Testamento ………………………………………….. 14
6.- El Testimonio de Mateo …………………………………………………………….. 14
7.- El Testimonio de Marcos …………………………………………………………….. 17
8.- El Testimonio de Lucas …………………………………………………………….. 18
9.- El Testimonio del Apóstol Juan ………………………………………………………. 20
10.- El Testimonio de Pedro …………………………………………………………….. 27
11.- El Testimonio de Pablo …………………………………………………………….. 28
12.- El Testimonio de Judas …………………………………………………………….. 32
13.- Los Chinos Testifican de la Divinidad ………………………………………….. 33
14.- El Enigma de la Epístola a los Colosenses ………………………………………….. 35
15.- Las Tres As Mortales …………………………………………………………….. 38
16.- Atanasio …………………………………………………………………………. 41
17.- El Segundo Concilio de Lión ………………………………………………………. 43
18.- La Trinidad Católica Romana ………………………………………………………. 44
19.- La Mayoría de los Cristianos no Cree en la Divinidad Bíblica ………………… 50
20.- La Divinidad Calvinista …………………………………………………………….. 52
21.- Otra Destrucción Protestante de la Divinidad ……………………………………. 55
22.- La “Divinidad” Que Clavó la Ley en la Cruz ……………………………………. 58
23.- 1 Juan 5:7-8, 15 ¿Una Adición Posterior a las Escrituras? ……………………….. 61
24.- ¿Y Qué Sucede Con los Judíos? ………………………………………………… 67
25.- Religiones Que Rechazan la Divinidad ………………………………………….. 69
26.- Pecando Hasta la Segunda Venida ………………………………………………… 72
27.- Cristo Testifica de la Divinidad ………………………………………………… 76
Acerca de los Autores …………………………………………………………………… 78

Capítulo 1: La Divinidad.-

La palabra “Divinidad” es usada solo en tres ocasiones en las Escrituras. Citamos el primero de estos
pasajes:

“Siendo, pues, linaje de Dios, no hemos de pensar que la Divinidad sea semejante a imágenes de oro,
plata o piedra, escultura de arte de imaginación de hombres”. Hechos 17:29, KJV.

Pablo visitó Atenas la primera vez en los años 51-52 d.C. El pasaje anterior de las Escrituras es una
porción de una oración presentada por Pablo a los filósofos Griegos de Atenas de la Colina de Marte.
Enfrentando a los auto-satisfechos idólatras, Pablo colocó a la Divinidad en agudo contraste con sus
ídolos hechos de metales preciosos y piedra por meros mortales.
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La historia de Atenas probablemente se extendió hacia atrás hasta el año 1586 a.C., cerca de la existen-
cia de Moisés en la tierra. Pero no alcanzó ninguna prominencia hasta cerca del año 600 a.C., cuando se
convirtió en un centro intelectual. Fue el centro del intelectualismo aun después que fue reducida a la
sumisión de Roma. Sus filósofos, incluyendo a Sócrates (469-399 a.C.), Platón (428-347 a.C.), Aristó-
teles (384-322 a.C.) y Aristarco (220-143 a.C.) aun eran respetados. Los dos más reverenciados teólo-
gos Católicos Romanos basaron mucha de su teología sobre las filosofías de estos hombres. San Agus-
tín, Obispo de Hipo (354-430 d.C.), que se apoyó pesadamente en la filosofía de Platón y de Santo To-
más de Aquino (1225-1274 d.C.), se sumergió en la filosofía de Aristóteles.1
La población de Atenas en el tiempo de la visita inicial de Pablo a la ciudad, se cree que era de un cuar-
to de un millón. No fue coincidencia que Pablo introdujera el concepto de Divinidad aquí. Él les estaba
hablando a hombres que eran seguidores del filósofo Griego Epicúreo (3423-270 a.C.). Estos Epicurea-
nos habían descartado el politeísmo de Atenas. Aquí Pablo pudo presentar un Dios único en el contexto
de la Divinidad, un Dios que estaba íntimamente envuelto en los asuntos del hombre y que buscaba su
redención. Los Epicureanos creían que Dios estaba totalmente desinteresado en nosotros y que no re-
gistraba nuestros pecados. El supremo objetivo de los Epicureanos era la felicidad. Ellos rechazaban el
concepto de castigo por el pecado. En contraste con su creencia en el Dios desconocido, un Dios que no
se podía conocer, Pablo presentó un Dios que siempre estaba disponible para ayudarlos. Citamos este
fascinante discurso en la íntegra. Podría ser el asunto de todo un libro.

“Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago, y dijo: ‘Atenienses, en todo os veo muy reli-
giosos. Porque al pasar y observar los monumentos de vuestro culto, hallé también un altar con la ins-
cripción: 'Al Dios desconocido'. A ése, que vosotros honráis sin conocerlo, os anuncio yo. El Dios que
hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos
por manos humanas. Ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo. Pues él da a to-
dos vida, aliento y todas las cosas. De uno solo hizo todo el linaje de los hombres, para que habitaran
en toda la tierra. Y les ha fijado el orden de las estaciones, y los límites de su residencia; para que bus-
quen a Dios, si tal vez, palpando lo puedan hallar, pues no está lejos de ninguno de nosotros. Porque en
él vivimos, y nos movemos, y existimos. Y como algunos de vuestros poetas dijeron: 'Linaje suyo so-
mos'. Siendo, pues, linaje de Dios, no hemos de pensar que Dios sea semejante a imágenes de oro, plata
o piedra, escultura de arte de imaginación de hombres. Pues Dios, habiendo pasado por alto ese tiempo
de ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan. Por cuanto ha esta-
blecido un día, en el cual juzgará al mundo con justicia, por medio de aquel Hombre que él ha designa-
do, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos’. En cuanto oyeron hablar de la resu-
rrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: ‘Te oiremos acerca de esto otra vez’. Así
salió Pablo de en medio de ellos. Pero algunos se unieron a él y creyeron. Entre ellos Dionisio, miem-
bro del Areópago, una mujer llamada Dámaris, y algunos otros”. Hechos 17:22-34.

Un segundo grupo de filósofos, conocidos como Estoicos, siguieron las enseñanzas de Zeno (340-260
a.C.), el cual enseñaba que una mente divina controlaba el universo. Pablo presentó a la Divinidad co-
mo el “Dios desconocido”, el cual poseía esa mente divina.
En cada uno de los tres usos de Pablo del término Divinidad, él empleó una palabra Griega diferente.
En Hechos 17:29 la palabra Griega que usó fue theios, que Strong define “como dios (neutro como sus-
tantivo, divinidad)”, y es traducida en la KJV como “divino” (2 Pedro 1:3-4) y “Divinidad”.
Escribiéndole a los Romanos cerca de los años 58-59 d.C., Pablo usó la palabra theiotes, que Strong di-
ce que también significa divinidad.

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Usamos el término “santo” no para confirmar el derecho de cualquier ser humano para otorgar un título así, sino que para
demostrar el grado en que la Iglesia Católica Romana ha estimado a estos hombres.
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“Porque los atributos invisibles de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ven claramente desde la
creación del mundo, y se entienden por las cosas que han sido creadas; de modo que no tienen excusa”.
Rom. 1:20.

La palabra Griega traducida como “Divinidad” en Colosenses es theotes. El Diccionario de Strong le da


exactamente la misma definición.

“Porque en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad”. Col. 2:9, KJV.

La mayoría de los filósofos que escucharon el discurso de Pablo se burlaron de sus palabras inspiradas
divinamente. Pero más de dos de los oyentes fueron convencidos. Dionisio había nacido en una familia
pagana, porque le fue colocado su nombre en honor del dios Griego Dionisio, el dios del vino, el cual
era particularmente adorado en Tracia, lo cual incluía el Sur de Bulgaria y el Norte de Grecia. También
era dorado en Frigia. El pueblo de Frigia, que quedaba en la moderna Turquía Occidental, era original-
mente de Tracia. El nombre Romano de Dionisio era Baco.
Dionisio no era un hombre menor. Las Escrituras atestan que él era un Areopagita, un miembro del
Areópago. Este cuerpo que se reunía en la Colina de Marte, tenía el control de la educación y era el
cuerpo licenciador de los profesores. También poseía ciertos poderes judiciales, juzgando a ciertos acu-
sados de crímenes. Se desconoce por qué Pablo fue conducido al Areópago por los Atenienses. Se han
elaborado tres teorías: (1) que fue llevado a la cúspide de la Colina de Marte, la cual se erguía cerca de
30 m sobre el valle, aun cuando estaba a 185 m sobre el nivel del mar, para que sus palabras fueran más
audibles. (2) que los filósofos querían ofrecerle a Pablo una localización prestigiosa para escuchar su
oración; (3) para obligar a los Areopagitas a decidir si era apto para ser licenciado como un profesor
extranjero.
Los Areopagitas eran escogidos de familias distinguidas y normalmente eran aristócratas ricos. De
acuerdo con el Obispo Eusebio, Obispo de Cesarea a comienzos del siglo IV, Dionisio fue el primer
obispo de la iglesia cristiana en Atenas.
Poco se sabe de la mujer convertida, Damaris. Solo a las mujeres de alto rango se les permitía escuchar
los discursos en la Colina de Marte. Observamos que las Escrituras revelan que había otros oyentes que
se aferraron a la gloriosa fe de Jesús. Tal es el poder del mensaje de la Divinidad.
Escribiéndoles a los Romanos cristianos, Pablo habló del tema que encendería la Reforma Protestante
del siglo XVI. Fue en este contexto que él presentó una vez más a la Divinidad:

“Porque en el evangelio la justicia que viene de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: ‘El justo
vivirá por la fe’. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres, que suprimen la verdad con su injusticia. Porque lo que se puede conocer de Dios, es mani-
fiesto a ellos, porque Dios se lo manifestó. Porque los atributos invisibles de Dios, su eterno poder y su
divinidad, se ven claramente desde la creación del mundo, y se entienden por las cosas que han sido
creadas; de modo que no tienen excusa. Porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias; antes se ofuscaron en vanos razonamientos, y su necio corazón se entenebre-
ció. Jactándose de ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes
de hombre mortal, y hasta de aves, cuadrúpedos y reptiles”. Rom. 1:17-23.

Observamos que en sus palabras introductorias de su epístola, Pablo se refiere a Cristo en ocho ocasio-
nes: Jesucristo (versículos 1, 3, 6, 7, 8), el Hijo de Dios (versículo 4), su Hijo (versículo 9), y Cristo
(versículo 16). En el resto del capítulo, Pablo alaba al Padre. Sin embargo, es significativo que en el
versículo 20, Pablo se refiera nuevamente a la obra de la Divinidad en la creación. Desde luego, cada
uno de los tres miembros de la Divinidad estaba envuelto en la creación del mundo. Este asunto no te-
nemos que perderlo de vista.
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Que Jesucristo es un miembro de la Divinidad no puede ser colocado en duda, porque en su epístola a
los creyentes de Colosos, Pablo escribió:

“Quiero que sepáis cuán grande lucha sostengo por vosotros, por los que están en Laodicea y por todos
los que nunca me vieron; para que unidos en amor, sus corazones sean confortados, hasta alcanzar toda
la riqueza de la plena seguridad de comprensión, y conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.
En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Esto digo, para que nadie
os engañe con palabras persuasivas. Porque aunque estoy ausente en cuerpo, en espíritu estoy con vo-
sotros, gozándome al ver vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo. Por tanto, de la mane-
ra que habéis recibido al Señor Jesucristo, así andad en él, arraigados y edificados en él, y confirmados
en la fe, así como habéis aprendido, rebosando en acción de gracias. Mirad que nadie os engañe por
medio de filosofías y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del
mundo, y no según Cristo. Porque en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Y vo-
sotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. En él también fuisteis cir-
cuncidados con una circuncisión hecha sin mano, al despojaros del cuerpo de los pecados, mediante la
circuncisión hecha por Cristo. Sepultados con él en el bautismo, fuisteis también resucitados con él,
mediante la fe en el poder de Dios, que lo levantó de los muertos”. Col. 2:1-12.

Las palabras del versículo 9 que se refieren a Cristo (ver versículo 8) nos golpean. En Él está toda la
plenitud de la Divinidad. No hay espacio para andar en sutilezas con este hecho claramente declarado.
Si Cristo no fue un ser desde la eternidad, esta declaración sería una falsedad. Nadie más que disolutos
se atreverían a representar así las Escrituras.
También somos dirigidos a un increíble versículo preparatorio. Lo citamos solo.

“Para que unidos en amor, sus corazones sean confortados, hasta alcanzar toda la riqueza de la plena
seguridad de comprensión, y conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo”. Col. 2:2, KJV.

Observamos que son presentados tres seres distintos y separados en este versículo: Dios y el Padre y
Cristo. Los tres mencionados están escondidos en un infinito misterio y así será siempre para los seres
creados. Pero aquello que podemos comprender ha sido revelado para nosotros en las Escrituras.
La palabra Griega “kai” fue traducido como “y” tres veces en este versículo. (George Ricker Berry,
KJV – Interlinear Greek-English New Testament, Baker Book House, Grand Rapids, Michigan, 1989,
página 523). Esta palabra denota a tres personas separadas. Berry, en su Diccionario Griego-Inglés del
Nuevo Testamento, en la página 50, provee un significado alternativo para “kai”: “también”. Si los tra-
ductores hubiesen escogido usar esta palabra Inglesa, el significado habría sido igualmente enfático:
“… y conocer el misterio de Dios, también del Padre, también de Cristo”.
Sin lugar a dudas, Pablo, al usar la palabra Dios (theos) en este versículo, no estaba haciendo referencia
al Padre ni al Hijo. Solo hay un miembro de la Divinidad que aquí se le llama “Dios”: el Espíritu Santo.
Que nadie dude que el Espíritu Santo es un miembro legítimo de la Divinidad.

Capítulo 2: Santidad de Propósito.-

Al ser autores de estos volúmenes sobre la Divinidad reconocemos plenamente que hemos entrado en
terreno santo. Hemos ponderado el cargo dado por Pablo al joven Timoteo, y nos ha desafiado a tener
cuidado con lo que escribimos.

“Te mando ante Dios, que da vida a todas las cosas, y ante Jesucristo, que testificó de la buen profesión
ante Poncio Pilato, que guardes el mandato sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Se-
ñor Jesucristo, que a su tiempo mostrará Dios, bendito y único Soberano, Rey de reyes y Señor de se-
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ñores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni
puede ver; a él sea la honra y el imperio por siempre. Amén”. 1 Tim. 6:13-16.

Observamos el temor y la reverencia con que los santos serafines se aproximan al trono de Dios.

“En el año en que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de
su manto llenaba el templo. Encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían su
rostro, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y uno al otro decían: ‘Santo, santo, santo es el
Eterno Todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria’”. Isa. 6:1-3.

Cuando Isaías vio la escena, se le desvaneció todo el orgullo humano y la auto-confianza al comparar
su vida contaminada por el pecado con aquella de infinita pureza y santidad de Dios.

“Entonces exclamé: ‘¡Ay de mí, que soy muerto! Porque soy hombre de labios impuros, que vivo entre
un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al Rey, al Eterno Todopoderoso’”. Isa. 6:5.

Nosotros, que no somos profetas, ni siquiera estamos en los zapatos de Isaías. Es solamente después de
mucha oración y larga consideración que nos hemos atrevido a ser autores esta serie de volúmenes en
relación a la Divinidad.
Este no es un tratado teológico. No es un ejercicio académico. Ni tampoco es la divagación de mentes
confundidas. En estos cinco libros hemos propuesto discernir lo que la inspiración ha revelado para la
atención de los humanos patéticos, tales como nosotros mismos entre la interminable e infinita comple-
jidad de la Divinidad.
No dudamos de la existencia de la Divinidad ni que ha existido durante toda la eternidad. Ni tampoco
dudamos de que nuestro propio camino descubridor va a revelar más que una pequeña porción de lo
que se va a convertir en un eterno estudio durante las edades sin fin de nuestro futuro.
La generación espontánea, en biología, es la teoría, ahora desaprobada, de que los organismos vivientes
algunas veces surgen de materia inerte. (Ver Enciclopedia Británica, Edición de 1963, Volumen 22, pá-
gina 256).
Ninguna materia en el universo se ha desarrollado espontáneamente. La primera ley de la termodinámi-
ca sostiene la conservación de la energía (Ver Enciclopedia Británica, Edición de 1963, Volumen 21,
página 88). En términos simples, esto significa que la energía no puede ser creada ni destruida. Solo
puede ser transformada su forma. La materia es una forma de energía.
La ciencia así ha correctamente establecido dos verdades auto-evidentes: la vida es eterna y la energía
es eterna. Solo un candidato posee vida eternal y energía eternal: la Divinidad. La Divinidad es la fuen-
te de infinita energía, es omnipotente.

“Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, como la voz de grandes
truenos, que decía: ‘¡Alabad a Dios, porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso!’”. Apoc. 19:6.

Cristo afirmó ser omnipotente.

“Entonces Jesús se acercó a ellos, y les dijo: ‘Todo el poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra’”.
Mat. 28:18, KJV.

Todas las entidades físicas y biológicas atestan el hecho que el poseedor de la vida desde toda la eterni-
dad es tanto infinitamente sabio como infinitamente amoroso.
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Mientras cada lector pondera y estudia las palabras de estos volúmenes, les instamos a que soliciten la
guía de Dios. Nosotros mismos hemos buscado la guía de Dios, porque tememos que una única palabra
mal escrita o mal aplicada va a desviar a algún alma de la divina verdad.

Capítulo 3: La Divinidad Plural.-

El término Divinidad, aparece tres veces en el Nuevo Testamento, tal como fue presentado en el capítu-
lo uno. Aquí repetimos los tres versículos.

“Siendo, pues, linaje de Dios, no hemos de pensar que la Divinidad sea semejante a imágenes de oro,
plata o piedra, escultura de arte de imaginación de hombres”. Hechos 17:29, KJV.

“Porque los atributos invisibles de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ven claramente desde la
creación del mundo, y se entienden por las cosas que han sido creadas; de modo que no tienen excusa”.
Rom. 1:20.

“Porque en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad”. Col. 2:9, KJV.

Solamente Pablo usó este término, porque, aun cuando Lucas escribió el libro de Hechos, él estaba ci-
tando las palabras de Pablo en la Colina de Marte de Atenas. Es de interés el hecho que tres palabras
separadas son usadas por Pablo en estos pasajes de las Escrituras. Hechos usa theios, Romanos usa
theiotes y Colosenses usa theotes. Aun a los ojos de alguien que no es un erudito en Griego, puede ver-
se que todas son palabras relacionadas, derivadas de theos, la palabra Griega para Dios. El Dr. James
Strong en la Concordancia Strong (Abington Press, Nashville, Tennessee, 1986, “Diccionario Griego”,
página 46), observa que los traductores de la KJV tradujeron las tres palabras como “Divinidad” (con
excepción de 2 Pedro 1:3-4, donde theios fue traducida como “divino”). Inherente al término Divinidad
hay una pluralidad de Dioses.
Además, en el Antiguo Testamento, la palabra común Hebrea usada para Dios es Elohim. Esta palabra
también es plural. En cientos de ocasiones esta palabra Hebrea es usada por los escritores inspirados.
De los 39 libros del Antiguo Testamento, la palabra “Dios” es usada 3.070 veces. En más de 2.300 oca-
siones, la palabra elohim fue escogida por los escritores originales. 34de los 39 libros del Antiguo Tes-
tamento usan esta palabra plural para Dios. Los libros, Ester, Canto de Salomón y Lamentaciones no
usan específicamente la palabra “Dios”, y los otros dos, Abdías y Nahum, usan la palabra “Dios” solo
una vez cada uno, prefiriendo la palabra singular “el”. El Canto de Salomón fue escrito por Salomón, y
Lamentaciones por Jeremías. Tanto Salomón como Jeremías usaron elohim frecuentemente en otros li-
bros bíblicos que ellos escribieron.
Algunos han sugerido que el uso de la palabra plural elohim para Dios es el uso de un único Dios del
plural real. Esta proposición es difícil de sostener, porque en otras ocasiones otras palabras que son sin-
gulares son usadas para Dios, presumiblemente para indicar a uno de los miembros de la Divinidad so-
lamente. Al investigar esta materia, encontramos que la palabra común singular para Dios es el. Pero
otras como Adonai, elah, elowah, Jehová, Jehovih y tsawr, también son singulares. Un pasaje de las Es-
crituras que indiscutiblemente se refiere a un único miembro de la Divinidad es instructivo.

“Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el gobierno estará sobre su hombro. Será llamado
Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Isa. 9:6.

El “Dios poderoso” en este versículo indiscutiblemente se refiere a nuestro Salvador, porque solo Él, de
los tres miembros de la Divinidad, vino a esta tierra como niño. Este es apenas un texto que se refiere a
Cristo como Dios en el Antiguo Testamento. La palabra Hebrea para Dios empleada en este pasaje es
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el, la cual es singular. Los Musulmanes proclaman a Alá como el único Dios, pero ellos ignoran que
muchas veces en el Antiguo Testamento, que ellos también afirman ser las Santas Escrituras, confirman
la pluralidad de Dios. Así su afirmación de un único Dios carece de mérito a la luz del Santo Escrito,
porque aquí se declara que Jesús es Dios.
Ya que solamente Cristo, indiscutiblemente, es el Dios poderoso referido en este pasaje, el uso de la pa-
labra Hebrea singular para Dios, el, es apropiado. El hecho que sea usada aquí, debilita seriamente el
caso de aquellos que sostienen que el plural, elohim, se refiere a un único Dios que usa el plural real
humano como un medio de sostener su elevado status.
Para aquellos que no están familiarizados con la práctica de algunas casas reales Europeas, debiéramos
decir que algunas de estas monarquías en discursos públicos siempre usan el pronombre personal plural
para referirse a sí mismos. La reina Victoria (1819-1901), Reina desde 1837-1901, usó frecuentemente
esta forma para enfatizar su dignidad real. Su más citada declaración de esta especie fue, demostrando
su disgusto por algún acto: “No estamos entretenidos”. Pero ni aun aquí, jamás el plural real fue usado
para referirse al pronombre que designa su rango: Reina. Ella jamás se refirió a sí misma como “las
Reinas”. Así, la teoría del plural real para el pronombre Hebreo elohim es indefendible.
Cristo participó en la obra de la creación:

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Desde el princi-
pio estaba con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él”.
Juan 1:1-3.

Pero este trabajo envolvió a los otros dos miembros de la Divinidad, porque el primer versículo de las
Escrituras presenta la pluralidad de Dios, usando la palabra elohim.

“En el principio creó Dios (elohim) los cielos y la tierra”. Gén. 1:1.

Así todos los miembros de la Divinidad contribuyeron con la creación de la tierra. Además, las tres per-
sonas de la Divinidad estaban unidas en la creación del firmamento (versículos 6-7), dividiendo las
aguas de la tierra (versículo 7), toda la vegetación (versículos 11-12), el sol, la luna y las estrellas (ver-
sículos 14-18), las criaturas del mar y los pájaros (versículos 20-22), los animales de la tierra (versícu-
los 24-25), y Adán y Eva (versículos 26-28). Esto incluye a Eva porque las Escrituras dicen hombre y
mujer. Así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estaban cooperando todos los días en la creación, por-
que es usado el plural de Dios, elohim. Sin embargo, bajo la autoridad del apóstol Juan, queda claro que
Cristo era el líder en estos actos creativos.
Encontramos que en el relato bíblico de la creación, los pronombres plurales “nosotros” y “nuestro”
son usados, confirmando una vez más la pluralidad de la Divinidad en el acto de la creación.

“Entonces dijo Dios: ‘¡Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza! ¡Y do-
mine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre todo animal que se arras-
tra sobre la tierra!”. Gén. 1:26.

En su comentario, el Dr. Robert Jamieson, el pastor A. R. Fausset y el Dr. David Brown declaran, co-
mentando Juan 15:26.

“¡Cuán brillantes son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en sus distintas personalidades, colocadas
aquí delante de nosotros!” (Jamieson, Fausset y Brown, Un Comentario, Crítico, Experimental y Prácti-
co del Antiguo y del Nuevo Testamento, William Collins, Hijos y Compañía, Glasgow, Volumen 5, pá-
gina 443).
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Citamos el texto al cual se refieren los tres eruditos bíblicos.

“Pero cuando venga el Consolador que yo [Cristo] os enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad que
procede del Padre, él testificará de mí”. Juan 15:26.

En esta promesa de Cristo, los tres Individuos de la Divinidad son específicamente citados.
Aun antes, en el siglo XIX, el Dr. Adam Clarke (1715-1832), expositor bíblico Metodista, dedujo a
partir de las Escrituras el plural de la Divinidad. Clarke, comentando Juan 16:13, en relación a la frase
“pero todo lo que Él oiga, eso os hablará”, declaró.

“Del Padre y de mí, que él hable, y así muestre el íntimo consentimiento entre el mismo, el Padre y
Cristo. Es un testimonio asociado, en el cual el honor y la gloria de la santa Trinidad, y la salvación del
hombre son igualmente preocupantes”. (Dr. Adam Clarke, Comentario de la Biblia de Adam Clarke,
Volumen 5, página 655).

Los comentarios del Dr. Adam Clarke estaban basados en la Biblia, porque en el pasaje de las Escritu-
ras al cual él se refiere, la obra de los tres miembros distintos de la Divinidad es resaltada.

“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que ha de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo
mío, y os lo comunicará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije que tomará de lo mío, y os lo
comunicará”. Juan 16:13-15.

Una evidencia adicional de esta pluralidad es ofrecida en el Nuevo Testamento. Aquí vemos a nuestro
Padre celestial hablando (ver Heb. 1:7). El Padre aquí se dirige a nuestro Salvador, el Hijo, como Dios,
afirmando que Cristo es Dios.

“En cambio, al Hijo le dice: ‘Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de equidad el cetro de
tu reino’”. Heb. 1:8.

Cristo también es declarado ser Dios en Apocalipsis.

“Y nos constituyó en un reino de sacerdotes para servir a Dios y su Padre. A él sea gloria y dominio pa-
ra siempre jamás. Amén”. Apoc. 1:6, KJV.

En ambos estos pasajes, los traductores de la KJV han traducido correctamente la palabra “Dios” de la
palabra Griega theos. Así, estos dos pasajes proclaman resueltamente una Divinidad plural. No hay
apoyo para confinar a la Divinidad a un solo ser.
Los Judíos sabían muy bien que solamente Dios poseía la autoridad para perdonar pecados. En esta
creencia ellos estaban correctos. Debido a su falta de creencia en Cristo, ellos cuestionaron Su derecho
a perdonar pecados.

“Entonces los escribas y los fariseos empezaron a pensar: ‘¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios?’”. Luc. 5:21.

Los Judíos basaron esta afirmación en su retórica pregunta en una sólida evidencia del Antiguo Testa-
mento.
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“¡Alaba, alma mía, al Eterno, y no olvides ninguno de sus beneficios! Él perdona todos tus pecados, sa-
na todas tus dolencias”. Salmo 103:2-3.

Con este hecho en mente al apóstol Juan declaró que Cristo poseía la prerrogativa de perdonar pecados,
certificando así Su plena deidad.

“Pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su
Hijo Jesús nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para per-
donar nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. 1 Juan 1:7-9.

Sin discusión Cristo es Dios, con igual autoridad con el Padre. Hemos visto que Él puede crear; tam-
bién posee plena autoridad para perdonar pecados, lo cual lo hizo en muchas ocasiones durante Su esta-
día en la tierra. Así, el Padre solo, no posee todas las prerrogativas de la Deidad. Cristo también posee
las prerrogativas señaladas anteriormente.
Este hecho es enfatizado en el asunto crucial de la salvación. Jesús le declaró a Nicodemo, un miembro
del Sanedrín, que el bautismo es esencial para entrar en el reino de Dios.

“Respondió Jesús: ‘Te aseguro: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios’”. Juan 3:5.

Aquí Cristo invocó al Espíritu Santo en la vida como un prerrequisito esencial para la salvación, a tra-
vés del bautismo. Pero que el Espíritu Santo no está solo en esta obra de la salvación es evidente de la
comisión evangélica de Cristo dada a Sus discípulos. Todos los tres miembros de la Divinidad son es-
enciales para nuestra salvación.

“Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo”. Mat. 28:19.

Algunos Protestantes, celosos para negar la doctrina Católico Romana de la Trinidad, afirman que Mat.
28:19 fue inserido en las Escrituras por los católicos Romanos para apoyar la “evidencia” escriturística
de una Divinidad plural. Una afirmación tal es infundada. A menudo se afirma que Eusebio (260-339)
añadió Mat. 28:19, pero falta la evidencia para ello. En verdad, la clara evidencia bíblica revelada en
este capítulo disipa la credibilidad de esa teoría.
Tal como hemos visto, varios pasajes de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento,
apoyan la pluralidad de la Divinidad. Pablo no tenía ninguna duda al respecto. En su saludo al final de
su segunda epístola a los creyentes de Corinto, él animó a estos cristianos con las palabras:

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos voso-
tros”. 2 Cor. 13:14.

Tanto 2 Cor. 13:14 como Mat. 28:19 incluirían una redundancia si el Espíritu Santo no fuese un ser dis-
tinto del Padre y de Cristo.
Juan, reafirmamos, presentó a la Divinidad como seres separados en cuatro ocasiones en el espacio de
dos capítulos:

“Y yo [Cristo] rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.
Juan 14:16.
Pág. 10

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre [de Cristo], os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Juan 14:26.

“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que ha de venir. Él me glorificará [a Cristo], porque to-
mará de lo mío, y os lo comunicará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije que tomará de lo
mío, y os lo comunicará”. Juan 16:13-15.

La doctrina de las tres personas de la Divinidad es poderosamente confirmada por las Escrituras. La pa-
labra parakletos, traducida en los pasajes anteriores como “Consolador”, es la misma palabra Griega la
cual se tradujo como “Abogado”, refiriéndose a Cristo, en 1 Juan 2:1.

Concluimos este capítulo con la extraordinaria confirmación del apóstol Pedro sobre las tres personas
de la Divinidad.

“Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados
con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su gran misericordia nos regeneró en esperanza viva, por la resurrección de Jesu-
cristo de entre los muertos… gracias a la fe, sois guardados por el poder de Dios, para alcanzar la sal-
vación que será revelada en el último tiempo. Por eso rebosáis de alegría, aunque ahora, por un poco de
tiempo, seáis afligidos por diversas pruebas. Para que vuestra fe, mucho más preciosa que el oro que
perece, aunque sea refinado en fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo se ma-
nifieste… Procurando descubrir el tiempo y las circunstancias que señalaba el Espíritu de Cristo que
estaba en ellos, cuando predecía las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias que seguirían.
A ellos, que no ministraban en beneficio propio, sino en nuestro favor, les fue revelado este mensaje
que ahora os anuncian los que os predican el evangelio, por el Espíritu Santo enviado del cielo; mensa-
je que aun los ángeles ansían contemplar… Ahora que os habéis purificado mediante la obediencia a la
verdad, que lleva a un sincero amor fraternal, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. 1
Pedro 1:2-3, 5-7, 11-12, 22.

Manifiestamente, el apóstol Pedro no tenía dudas en relación a la individualidad de la Divinidad (ver


Capítulo 10). Solamente una fe incuestionable en las enseñanzas del Arrianismo podría negar este testi-
monio del apóstol. (Por favor vea el Capítulo 15 para un análisis del Arrianismo).

Capítulo 4: La Divinidad Plural en el Antiguo Testamento.-

Ya hemos considerado cómo el idioma Hebreo de Gén. 1:1 presenta la pluralidad de la Divinidad. En el
idioma Inglés también, la pluralidad de la Divinidad es confirmada en el primer capítulo de la Biblia:

“Entonces dijo Dios: ‘¡Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza! ¡Y do-
mine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre todo animal que se arras-
tra sobre la tierra!’”. Gén. 1:29.

La palabra Hebrea para Dios en este versículo está en plural – elohim. Tanto los pronombres como el
sustantivo son por lo tanto plurales, lo cual enfatiza fuertemente la inclusión de más de un miembro pa-
ra la Divinidad.
Es instructivo citar este versículo de la traducción de la Biblia publicada por los Testigos de Jehová –
La Traducción del Nuevo Mundo (New York: Watchtower Bible and Tract Society, 1984).
Pág. 11

“Y Dios continuó diciendo: ‘Hagamos nosotros al hombre a nuestra imagen, de acuerdo a nuestra se-
mejanza, y que tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los anima-
les domésticos y toda la tierra y todo animal que se mueve sobre la tierra’”. Gén. 1:26, Traducción del
Nuevo Mundo de las Santas Escrituras.

La palabra original Hebrea asah (que aquí aparece en plural) es traducida como el verbo “hagamos”.
(Ver Jamieson, Faussett y Brown, Comentario Crítico, Experimental y Práctico del Antiguo y del Nue-
vo Testamento, Volumen 1, página 8).
Así, en este único versículo de las Escrituras hay cinco evidencias de la pluralidad de la Divinidad.

“Entonces dijo Dios: "¡Hagamos nosotros al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejan-
za! ¡Y domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre el ganado y sobre todo animal
que se arrastra sobre la tierra!’”. Gén. 1:26.

Aun cuando la pluralidad de la Divinidad es apoyada por este pasaje de las Escrituras, el número de
miembros envueltos no puede ser discernido de este versículo. Sin embargo, podemos confiadamente
confirmar del registro inspirado de Moisés sobre la Creación, que el Espíritu Santo jugó un papel signi-
ficativo en los actos de la creación.

“La tierra estaba desierta y vacía, las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios
[ruach] se cernía sobre las aguas”. Gén. 1:2.

No hay ninguna duda de que el nombre “Espíritu de Dios” se refiere al Espíritu Santo. Es verdad que
ruach significa viento. En vez de eliminar la traducción de “Espíritu”, lo confirma. Claramente aquel
que se “movía sobre las aguas” era un ser consciente, porque se dice que es el Espíritu de Dios. Este
término aplicado a un viento inanimado sería una blasfemia, y Dios no apoya las blasfemias.
Además, Cristo utilizó claramente el viento como un símbolo del Espíritu Santo en Su conversación
con Nicodemo,

“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido. Pero no sabes de dónde viene, ni adónde va. Así es
todo el que nace del Espíritu”. Juan 3:8.

Nuevamente, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los aproximadamente 120 en el aposento alto en
el día de Pentecostés, fue empleado el mismo simbolismo.

“Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento impetuoso, y llenó la casa donde estaban”.
Hechos 2:2.

Aquí vemos la clara ventaja del claro consejo inspirado que hemos recibido de Cristo.

“Escudriñad las Escrituras, ya que pensáis tener en ellas la vida eterna. Ellas son las que dan testimonio
de mí”. Juan 5:39.

El principio Protestante de comparar la Escritura con la Escritura aun provee un camino seguro para el
diligente escudriñador de la Palabra de Dios.
Claramente las Escrituras atestan el hecho que el Espíritu Santo jugó un papel significativo en la crea-
ción de esta tierra. Pero él no estaba solo en esta obra. Pablo, escribiéndoles a los creyentes de Corinto,
ciertamente confirma que nuestro Salvador y nuestro Padre celestial jugaron un papel significativo en
la creación del planeta Tierra y su sistema solar.
Pág. 12

“Para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y para quien nosotros vi-
vimos; y un Señor Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y por medio de quien vivimos”. 1
Cor. 8:6.

Cristo también es elevado a Creador en la carta de Pablo a los Colosenses y a los cristianos Judíos.

“Él nos libró de la potestad de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de los pecados. Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogéni-
to de toda la creación. Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están
en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue
creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsis-
ten en él”. Col. 1:13-17.

“En el pasado, Dios habló muchas veces y de muchas maneras, a nuestros padres mediante los profetas.
Pero en estos últimos días nos habló por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por medio de
quien hizo los mundos”. Heb. 1:1-2.

Las Escrituras testifican claramente los tres Creadores – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Citamos el versículo que sigue a Gén. 1:26.

“Y creó Dios al hombre a su propia imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó”. Gén.
1:27.

Aquí vemos que la palabra Hebrea para Dios está en plural mientras que los pronombres usados están
en singular. ¿Esto es algún problema? ¡Claro que no! Este texto no puede cancelar lo afirmado en otro
versículo. Tal como lo hemos mostrado, la Escritura apoya firmemente el envolvimiento de los tres
miembros de la Divinidad en la creación.
No debemos olvidar el hecho que Gén. 1:27 es el primer ejemplo del uso de la forma poética del He-
breo en las Escrituras. Que Moisés poseía talentos poéticos, no puede ser negado. (Ver Salmo 90, Éxo-
do 15 y Deuteronomio 32 y 33). Observe cómo Moisés esa la forma poética del hebreo para expresar
los mismos sentimientos con diferentes palabras. A menudo esta poesía consiste en dos líneas sucesivas
usando significados paralelos, pero a veces, como sucede en este pasaje, el poeta repite el sentimiento
tres veces. Observe esto en Gén. 1:27.

“Y creó Dios al hombre a su propia imagen,


a imagen de Dios lo creó.
Hombre y mujer los creó”. Gén. 1:27.

Construcciones inusuales de palabras, que no serían toleradas en la prosa, son aceptables en poesía. ob-
serve las líneas uno y dos. En estas líneas la Escritura se refiere al “hombre” y a “él” [lo], respectiva-
mente. El resultado de la creación es expresado en singular. Pero en la línea tres el resultado de la crea-
ción humana de Dios fue colocada en plural – “hombre y mujer”, expresado en el pronombre “los”.
Además, no debe pasar inadvertido que la palabra “Dios”, que ocurre dos veces en Gén. 1:27, es la for-
ma plural Hebrea elohim. Es importante no olvidar este punto.
Otro pasaje del Antiguo Testamento usa el pronombre “nosotros” al referirse a la Divinidad. Aquí el re-
sultado de la entrada del pecado en los corazones de Adán y Eva es recordado.

“Y el Señor [Jehová] Dios [elohim] dijo: "Ahora el hombre es como uno de nosotros, conocedor del
bien y del mal”. Gén. 3:22.
Pág. 13

Una vez más el pronombre plural “nosotros” es usado en relación con la palabra Jehová, traducida co-
mo “Señor” cuando Dios enfrentó la entrada del pecado en el mundo.
La Concordancia de Strong, Diccionario Hebreo y Caldeo, en la página 62, declara que Jehová (Yeho-
vah) significa “el auto-existente o eterno; Jehová, nombre nacional Judío para Dios”.

“Y dijo el Señor [Jehová]: ‘El pueblo es uno, y todos tienen un mismo lenguaje. Han empezado la obra,
y nada los hará desistir de lo que han pensado hacer. Ahora pues, descendamos y confundamos allí su
lenguaje, para que ninguno entienda el habla de su compañero’”. Gén. 11:6-7.

En dos ocasiones el profeta Isaías habló de tres miembros distintos de la Divinidad.

“‘Acercaos a mí [Cristo], oíd esto. Desde el principio yo [Cristo] no hablé en secreto, desde que esto
sucedió, estoy allá’. Ahora el Señor Dios [el Padre] y el Espíritu [el Espíritu Santo] me ha enviado”.
Isa. 48:16.

Esta es una profecía Mesiánica. Cristo está hablando a través del profeta Isaías de Su primer advento.
Que el “yo” y el “mi” se refieren a nuestro Redentor, no está en duda, porque Él mismo lo declara en el
siguiente versículo.

“Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: ‘Yo, soy el Señor tu Dios, que te enseña provecho-
samente, te encamina por el camino que debes seguir’”. Isa. 48:17.

En el versículo 16 vemos que Cristo es un ser distinto tanto del Padre como del Espíritu Santo. Algunos
podrían atreverse a argumentar que el término “su Espíritu”, no se refiere al Espíritu Santo sino que al
Padre. ¿Serviría esa razón para negar la persona de Jesús útil para decir que el término “su Hijo” en las
palabras hacia Nicodemo tampoco se refieren a Él?

“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo
por él”. Juan 3:17.

Normalmente se identifica a Cristo como “su Hijo”. Nadie de mente sana usaría Juan 3:17 para afirmar
que fue el Padre el que murió en el Calvario. Similarmente, frecuentemente, el Espíritu Santo es cono-
cido como “su Espíritu”. Además la conjunción “y” aparece entre “Dios” y “su Espíritu”, certificando
que son seres diferentes.
Antes en su libro profético, Isaías declaró:

“He aquí está mi Siervo [Jesucristo], a quien yo [el Padre] sostendré. Mi [del Padre] Elegido, en quien
mi alma se deleita. Yo [el Padre] he puesto mi Espíritu [el Espíritu Santo] sobre él [Jesucristo], y él [Je-
sucristo] traerá justicia a los Gentiles”. Isa. 42:1.

¿Aparece la Divinidad en el Antiguo Testamento? La respuesta a esta pregunta es clara. La evidencia


bíblica citada en este capítulo provee la respuesta en forma afirmativa. El Antiguo Testamento provee
una amplia evidencia de las tres Deidades que componen la Divinidad.
En el cuarto volumen de esta serie de la Divinidad, se provee evidencia escriturística adicional de la
persona individual del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento.
Pág. 14

Capítulo 5: El Testimonio del Antiguo Testamento.-

Aun cuando el Antiguo Testamento está repleto de referencias a cada miembro de la Divinidad, demos
otra mirada a uno de los versículos del libro del profeta Isaías, el cual los une en un solo pasaje.

“Acercaos a mí, oíd esto. Desde el principio Yo no hablé en secreto, desde que esto sucedió, Yo estoy
allá. Y ahora el Señor Dios y su Espíritu, me ha enviado”. Isa. 48:16, KJV.

Esta maravillosa profecía Mesiánica predice la encarnación de nuestro Salvador. Cuatro pronombres
personales usados en este versículo se refieren a Jesús: mí, yo. “El Señor Dios” se refiere al Padre, y
“su Espíritu” es el Espíritu Santo.
Aun cuando algunos dedicados Unitarianos persisten en sostener el punto de vista de que “su Espíritu”
es una segunda referencia al Padre. Un punto de vista tal destruiría totalmente el indiscutible significa-
do del idioma usado en este pasaje.
Si los autores dicen: “Colin y Russell enviaron a alguien con el mensaje”, esa afirmación sería bien en-
tendida. Implicaría que ambos concordamos en enviar a ese mensajero en representación de nosotros
mismos. Pero, si uno de nosotros dice: “Russell y el hermano gemelo de Colin enviaron el mensajero”,
todo el sentido de la sentencia puede ser distorsionado. Los que leyeran esa declaración, si conocieran
nuestra relación genética, cuestionarían el poder de raciocinio de Russell y se preguntarían el por qué
de la rareza de sus palabras.
Sin lugar a ninguna duda el uso de la conjunción “y” entre “Señor Dios” y “su Espíritu”, incuestiona-
blemente exige que dos seres distintos enviaron a Cristo. Desde luego, este es el claro testimonio del
Nuevo Testamento. El propio Cristo testificó que el Padre lo había enviado a esta tierra.

“Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo
envió”. Juan 5:23.

El Espíritu Santo fue igualmente responsable por la encarnación de Cristo.

“El ángel respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su som-
bra. Por eso, el que ha de nacer será llamado Santo, el Hijo de Dios’”. Luc. 1:35.

Tal como lo atestan las Escrituras, Cristo vino a la tierra del Padre, y fue concebido por el Espíritu San-
to. Dos seres divinos separados estuvieron envueltos, tal como lo certifica Isa. 48:16. Este pasaje lleva
un poderoso testimonio de los dos seres divinos envueltos en enviar al Hijo de Dios a la tierra y el ter-
cer ser divino, Jesús, el cual estuvo dispuesto a ser enviado para poder salvarnos de nuestros inexcusa-
bles pecados.

Capítulo 6: El Testimonio de Mateo.-

En el bautismo de Cristo, los tres miembros de la Divinidad se manifestaron.

“Pero Jesús respondió: ‘Deja por ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia’. Entonces Juan
consintió. Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. Y en ese momento, el cielo se abrió, y
Jesús vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y una voz del cielo dijo:
‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco’”. Mat. 3:15-17.

Aquí hay una incuestionable confirmación de la santa Divinidad. Primero, Jesús, el Hijo de Dios, que
no tenía pecados que lavar, nos dio un ejemplo que debiéramos seguir en Sus pasos. Cristo solo institu-
Pág. 15

yó dos nuevas ceremonias para los cristianos, y Él participó en ambas. Al principio de Su ministerio te-
rrenal Él fue bautizado, y al final de Su ministerio Él participó en la ordenanza de la humildad y en la
ordenanza asociada de la Santa Cena.
Es extraño que algunos cristianos escogieran no participar en ninguno de estos servicios divinamente
señalados. La más conocidas de las iglesias que evita ambos, es el Ejército de Salvación.
Volvamos al bautismo de Cristo. Manifiestamente Cristo, la segunda persona de la Divinidad, estuvo
presente. Mateo además testifica que el Espíritu Santo estuvo presente.

“Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. Y en ese momento, el cielo se abrió, y Jesús vio
al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”. Mat. 3:16.

Algunos ase atreven a declarar que el “Espíritu de Dios” aquí mencionado es realmente el Espíritu del
Padre, en vez de ser la tercera persona de la Divinidad. Una posición tal es insostenible si uno se deja
guiar por las Escrituras. El Espíritu de Dios es uno de los varios nombres para el Espíritu Santo. Nadie
afirma que el segundo nombre r4gistrado para el Salvador – el Hijo de Dios – se refiera al Padre, ni
tampoco podemos interpretar que el Espíritu de Dios se refiera a nuestro Padre celestial.
En un momento, veremos que el libro de Hechos provee una evidencia aun mayor de que el ser que
apareció visiblemente en el bautismo de Cristo, era el Espíritu Santo, no el Padre, a quien ningún hom-
bre ha visto. Las palabras del apóstol Juan poderosamente atestan el hecho de que ningún hombre ha
visto al Padre:

“A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a cono-
cer”. Juan 1:18.

Juan reitera este hecho en su primera epístola:

“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y su amor se perfec-
ciona en nosotros”. 1 Juan 4:12.

El propio Cristo, confirmó este hecho:

“No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, ése ha visto al Padre”. Juan 6:46.

Ya que el aparecimiento del Espíritu Santo en forma de una paloma fue visto, este no podría ser el Pa-
dre. Sostener esta última posición indicaría una falta de fe en las palabras inspiradas de Juan y en las
explícitas palabras de Cristo, una confrontación que es claramente insostenible.
Veamos ahora la experiencia de Pablo en la ciudad de Éfeso, registrada en el libro de Hechos. La cita-
mos en la íntegra.

“Mientras que Apolo estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfe-
so. Allí encontró a ciertos discípulos, y les preguntó: ‘¿Habéis recibido el Espíritu Santo cuando creís-
teis?’ Ellos contestaron: ‘Ni siquiera hemos oído que existe el Espíritu Santo’. Pablo les preguntó: ‘En-
tonces, ¿en qué fuisteis bautizados?’ Ellos dijeron: ‘En el bautismo de Juan’. Dijo Pablo: ‘Juan bautizó
con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de
él, es decir, en Jesús’. Al oír esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”. Hechos 19:1-5.

Aquí el asunto crucial en la necesidad del re-bautismo de los creyentes a quines Pablo encontró en Éfe-
so, era que ellos no habían recibido al Espíritu Santo. Esto era entendible, porque Juan el Bautista había
declarado claramente:
Pág. 16

“Te aseguro que hablamos lo que sabemos, y testificamos lo que hemos visto. Y aún así, no recibís
nuestro testimonio”. Juan 3:11.

Tan esencial era el bautismo para los cristianos en el nombre del Espíritu Santo, que el bautismo de
Juan el Bautista no era suficiente después del comienzo de la era cristiana. Juan el Bautista, sin embar-
go, no era ignorante del Espíritu Santo o de Su rol, ya que Juan había predicado las siguientes palabras
en el río Jordán:

“A la verdad, yo os bautizo en agua para arrepentimiento. Pero el que viene después de mí, cuyas san-
dalias no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Mat.
3:11.

“Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo”. Mar. 1:8.

Claramente, los hermanos de Éfeso no estuvieron en el Jordán cuando Juan fue inspirado a predicar el
bautismo del Espíritu Santo. Tal vez esta revelación para Juan le vino después que los hombres de Éfe-
so habían sido bautizados por Juan el Bautista.
Ciertamente no puede ser correctamente argumentado que el Espíritu de Dios que estuvo presente en el
bautismo de Cristo, no era el Espíritu Santo. Juan el Bautista estaba bautizando en el nombre de Dios el
Padre. Si el Padre también fuese el Espíritu Santo, entonces no habría habido ninguna necesidad de que
los creyentes de Éfeso fuesen re-bautizados, porque ya habrían sido bautizados por el Espíritu Santo en
la persona del Padre.
Tal como lo vemos en Juan 3:11, citado anteriormente, Juan, con claras palabras, declaró que no había
bautizado con el Espíritu Santo. Es por lo tanto evidente que el Padre, en cuyo nombre él estaba bauti-
zando, no era el Espíritu Santo.
Que Juan bautizase en el nombre y en el poder del Padre, puede ser concluido del hecho que fue nues-
tro Padre celestial el que comisionó a Gabriel para que informara a Zacarías, el padre de Juan el Bautis-
ta, de su obra.

“El ángel respondió: ‘Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado a hablarte y
a darte esta buena noticia’”. Luc. 1:19.

Cuando Zacarías profetizó después del nacimiento de su hijo, fue a través del Espíritu Santo que él de-
claró:

“Bendito el Señor, Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y suscitó una fuerza salvado-
ra en la casa de David su siervo, tal como había prometido por boca de sus santos profetas desde tiem-
pos antiguos; salvación de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen. Para hacer
misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto, del juramento que hizo a Abrahán
nuestro padre, de librarnos de nuestros enemigos, para que le sirvamos sin temor, en santidad y en justi-
cia ante él, todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor, para preparar su camino, y dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus peca-
dos, por la tierna misericordia de nuestro Dios, por la cual el Sol naciente vendrá a visitarnos desde el
cielo, para dar luz a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte, y guiar nuestros pies por el ca-
mino de la paz”. Luc. 1:68-79.

Aquí Dios el Padre (el Altísimo) fue colocado como Aquel en cuyo nombre la poderosa obra de Juan el
Bautista sería llevada a cabo, significando así que Juan el Bautista bautizó en el nombre del Padre, y no
en el nombre del Espíritu Santo.
Pág. 17

No debiéramos sorprendernos, sin embargo, que fue el Espíritu Santo y no el Padre, el que inspiró esta
profecía de la divinamente inspirada obra de Juan el Bautista. Observe el testimonio de las Escrituras.

“Y Zacarías su padre, lleno del Espíritu Santo, profetizó”. Luc. 1:67.

Zacarías, al igual que todos los profetas del Antiguo Testamento, fue inspirado a profetizar por el Es-
píritu Santo.

“Porque ninguna profecía vino jamás por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios habla-
ron inspirados por el Espíritu Santo”. 2 Pedro 1:21.

Que la primera persona de la Divinidad, nuestro Padre celestial, estuvo presente en el bautismo de la
segunda persona de la Divinidad, y que también estuvo en la presencia de la tercera persona de la Divi-
nidad, el Espíritu Santo, es incuestionable. Fue la voz del Padre la que fue oída en el bautismo. Fue la
forma de una paloma del Espíritu Santo la que fue vista en el bautismo de Cristo.

“Y una voz del cielo dijo: ‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco’”. Mat. 3:17.

La validez de la cita de Mateo en cuanto a las precisas palabras de Cristo a ser empleadas en el servicio
sagrado del bautismo no pueden ser cuestionadas, porque fueron dichas en la presencia de las tres per-
sonas divinas en el bautismo de nuestro Salvador. Que nadie se atreva a entrometerse con estas pala-
bras. Hacerlo significa invalidar el bautismo.

“Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo”. Mat. 28:19.

Y que nadie se olvide de la comisión y de la promesa que asiste a un bautismo válido. Es la siguiente:

“Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado. Y yo estoy con vosotros to-
dos los días, hasta el fin del mundo”. Mat. 28:19-20.

Capítulo 7: El Testimonio de Marcos.-

El testimonio de Marcos acerca de las tres personas de la Divinidad está confinado al bautismo de Cris-
to. No debe ser ignorado debido a esto. Es una evidencia confirmatoria más de la enseñanza bíblica de
los tres miembros de la Divinidad.

“Predicaba, diciendo: ‘Después de mí viene uno que es más poderoso que yo, ante quien no soy digno
de postrarme a desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
el Espíritu Santo’. En esos días, Jesús vino desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el
Jordán. Al salir del agua, Jesús vio que el cielo se abría, y el Espíritu que descendía sobre él como palo-
ma. Y una voz del cielo dijo: ‘Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco’”. Mar. 1:7-11.

Primero, observamos que Marcos, al igual que Lucas, registró la admisión de Juan el Bautista de que
Cristo sería bautizado con el Espíritu Santo, prefigurando así las palabras con que Mat. 28:19 dijo que
Cristo sería bautizado, y distinguiendo esto del bautismo de Juan el Bautista en el nombre del Padre so-
lamente.
Pág. 18

Observamos que mientras Mateo identificó al Espíritu Santo como “el Espíritu de Dios” (ver Mat.
3:16), Marcos simplemente llama a la tercera persona de la Divinidad, “el Espíritu”. Ambos términos
son sinónimos para el Espíritu Santo.
Marcos también concluye el relato del bautismo de Cristo con la parte hecha por el Espíritu Santo en la
terrible prueba de Cristo de los 40 días en el desierto. Marcos usa palabras más poderosas que las de
Mateo en su relato. Observe las palabras más cariñosas de Mateo.

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado del diablo”. Mat. 4:1.

Aquí, significativamente, observamos que Mateo escogió el nombre de “el Espíritu”, igualándolo con
su uso de “el Espíritu de Dios” al describir el bautismo de Cristo.
Lea el relato más poderoso de la dirección del Espíritu Santo en la decisión de Cristo de entrar en el de-
sierto.

“En seguida el Espíritu lo impulsó al desierto”. Mar. 1:12.

Esto, desde luego, no indica que Jesús estuviese indeciso para entrar en este bautismo de extremo fuego
en el desierto. No fue necesario que el Espíritu Santo ejercitase una fuerza bruta para conducir a Cristo
allí. Lejos de eso, porque la permanente humildad de Cristo hizo con que llevase a cabo la voluntad de
Su Padre. En el Salmo 40 el rey David escribió esta profecía Mesiánica:

“Dios mío, me deleito en hacer tu voluntad, y tu Ley está en medio de mi corazón”. Salmo 40:8.

Alabamos a Dios de que Marcos haya incluido su testimonio a aquellos de los otros tres evangelios,
confirmando que la Divinidad está compuesta de tres personas.

Capítulo 8: El Testimonio de Lucas.-

Al igual que Marcos, el testimonio de Lucas en su evangelio acerca de la Divinidad está limitado a los
eventos relacionados con el bautismo de Cristo. Citamos el informe de Lucas.

“Cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado. Y mientras él oraba, el cielo se
abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma. Y vino una voz del cielo que dijo:
‘Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco’”. Luc. 3:21-22.

Es interesante que mientras Mateo se refiere a la presencia de “el Espíritu de Dios” y Marcos a “el Es-
píritu”, Lucas usó el nombre “el Espíritu Santo”. Esto es profundo, es irrefutable, que las Escrituras
evidencien que los nombres, “el Espíritu”, “el Espíritu de Dios” y “el Espíritu Santo” se refieran al mis-
mo ser divino. (La palabra traducida como “Espíritu” en el registro de Lucas es pneuma, una palabra
Griega que en la KJV es traducida unas 300 veces en el Nuevo Testamento como “Espíritu” [Spirit] y
unas 100 veces como “Espíritu” [Ghost]). Veremos en el próximo capítulo que aquellos que tradujeron
lo que dijo el apóstol Juan usaron los términos “el Espíritu” y “el Espíritu Santo” en forma intercambia-
ble. Juan también usó el nombre “el Consolador” como un título otorgado al Espíritu Santo.
Lucas añadió un interesante detalle en el capítulo 4, versículo 23, informándonos que Cristo tenía alre-
dedor de 30 años cuando fue bautizado. En vista de esto, nos ha asombrado a nosotros [los autores] que
la vasta mayoría de los cristianos se atrevan a descartar el ejemplo de Cristo del bautismo de adultos y
que consientan en la práctica pagana del bautismo de niños, para la cual no hay ningún apoyo bíblico.
Tal como se ha declarado:
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“Las ceremonias y los símbolos del ritual del lavado han aparecido en las religiones de la humanidad
en tiempos tan diferentes y en lugares tan diferentes, que algún tipo de bautismo probablemente pueda
ser visto como un elemento universal en la historia de las religiones”. (Enciclopedia Británica, Edición
de 1963, Volumen 3, página 138).

Hemos leído relatos de la sorprendente invasión de Conquistadores Españoles a México en el siglo


XVI, conducidos por Hernán Cortés, cuando observaron a las parteras del pueblo Azteca asperjando las
cabezas de los recién nacidos infantes. Cuando los Conquistadores aprendieron lo suficiente del idioma
indígena, descubrieron que esta ceremonia era efectuada para remover el mal innato de los infantes.
Los conquistadores Españoles reconocieron que esta creencia tenía un paralelo con su propia creencia
de bautismo de infantes y que ellos creían que removía el pecado original de los infantes. Desde luego,
esa práctica no es escriturística, y la Biblia no enseña la existencia del pecado original. En verdad, las
Escrituras claramente testifican el hecho de que no nacemos culpables del pecado de Adán ni de ningún
ancestral.

“Sin embargo, vosotros preguntáis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hi-
zo juicio y justicia, y guardó todas mis ordenanzas, de cierto vivirá. El que peque, ése morirá. El hijo
no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo. La justicia del justo será sobre él,
y la impiedad del impío será sobre él”. Eze. 18:19-20.

El bautismo cristiano, tal como fue ejemplificado por Cristo, es llevado a cabo bajo la creencia del con-
sentimiento de un adulto y no es válido ejecutando una mera aspersión de agua sobre la cabeza, sino
que, en vez de eso, tal como lo hizo Cristo, con una total inmersión en el río Jordán. Nosotros, también,
tenemos que seguir el ejemplo de Cristo, siendo bautizados adonde exista una buena cantidad de agua
para una total inmersión, como un símbolo de la muerte del antiguo carácter de pecado y de la resurrec-
ción a una nueva vida de justicia. En la aspersión, este sagrado simbolismo es destruido.
Lucas también escribió el libro Hechos de los Apóstoles, el cual es normalmente abreviado como He-
chos. En este libro, Lucas también muestra a las personas de la Divinidad. La autoría de Lucas de am-
bos libros es reconocida debido al similar saludo con el cual comenzó cada libro.

“Muchos han procurado contar en orden los hechos que se han cumplido entre nosotros, como los
transmitieron los que desde el principio los vieron con sus ojos, y fueron ministros de la Palabra. Des-
pués de haber investigado todo con diligencia desde su origen, me ha parecido bien también a mí, escri-
bírtelo en orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has reci-
bido”. Luc. 1:1-4.

“En el primer libro, oh Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó”. Hechos 1:1.

El tratado al cual se refiere Lucas en este último pasaje, sin lugar a dudas se refiere a su evangelio.
Sin embargo, una poderosa evidencia posterior de que Lucas escribió el libro de Hechos se encuentra
en el aprisionamiento de Pablo hacia el final de su vida. He aquí el registro de Lucas.

“Cuando se decidió que navegáramos a Italia, entregaron a Pablo y a otros presos a un centurión, lla-
mado Julio, de la legión Augusta. Nos embarcamos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos
de Asia. Aristarco, macedonio de Tesalónica, estaba con nosotros”. Hechos 27:1-2.

El uso del pronombre personal “nos” y “navegáramos” indica que el autor de hechos de los Apóstolos
juntamente con Aristarco viajaban juntamente con Pablo. Ciertamente el otro compañero de viaje de
Pablo era Lucas. Recuerde que Pablo nació como ciudadanos Romano bajo la ley Romana, y él tenía el
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privilegio de llevar consigo a un siervo y a un médico. Así es que Aristarco había consentido en acom-
pañarlo como su siervo y Lucas había consentido en ser su médico.
Una confirmación adicional de que Lucas fue el fiel compañero en la última parte de la vida de Pablo,
se encuentra en cuatro de las epístolas de Pablo, en las cuales en dos ocasiones Pablo, se refiere a él con
el nombre latino de Lucas.

“La segunda epístola a los Corintos fue escrito desde Filipos, una ciudad de Macedonia, por Tito y Lu-
cas”. Posdata al final de 2 Corintos.

“Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores”. Filemón 1:24.

“Os saludan Lucas, el médico amado, y Demas”. Col. 4:14.

“Sólo Lucas está conmigo. Trae a Marcos contigo, porque me es útil para el ministerio”. 2 Tim. 4:11.

Por lo tanto es evidente que no solo Lucas escribió Hechos de los Apóstoles, sino que se quedó amoro-
samente con Pablo hasta el final de su prisión.
Cada miembro de la Divinidad fue específicamente identificado en la introducción de Lucas en el libro
de Hechos.

“En el primer libro, oh Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que él fue
llevado al cielo, después de dar instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que él había
elegido. Después de haber padecido, él se presentó a ellos con muchas pruebas convincentes de que es-
taba vivo. Se les apareció durante cuarenta días, y les habló del reino de Dios. En una ocasión en que
comía con ellos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,
‘que oísteis —dijo— de mí. Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Es-
píritu Santo dentro de pocos días’”. Hechos 1:1-5.

Después en su historia de la naciente iglesia cristiana, Lucas identificó una vez más, a cada miembro de
la Divinidad.

“Dios envió a los israelitas el mensaje que anuncia la paz por Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros
sabéis lo que se divulgó por toda Judea, empezando desde Galilea después del bautismo que Juan pre-
dicó. Acerca de Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder, y que pasó
haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Hechos
10:36-38.

No importa qué gimnasia intelectual pueda ser hecha, nadie puede tener éxito en destruir el hecho de
que los escritos inspirados de Lucas declaran explícitamente la presencia de tres personas dentro de la
Divinidad, y no simplemente dos.

Capítulo 9: El Testimonio del Apóstol Juan.-

El testimonio de las tres personas de la Divinidad del apóstol Juan es el más prolífico de todos los es-
critores evangélicos. Juan confirma la presencia de los tres miembros de la Divinidad no menos de
ocho veces en el evangelio que él escribió bajo inspiración divina. También lo hace en su primera epís-
tola y en el libro profético del Apocalipsis. En el tiempo en que Juan estaba escribiendo a fines del pri-
mer siglo después de Cristo, sin duda ya estaban circulando falsas teorías en relación al Espíritu Santo
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entre los cristianos. Por eso tenemos el enfático tratamiento del papel del Espíritu Santo en Su obra de
salvación del pueblo de Dios.
Al igual que sus compañeros escritores del evangelio, el apóstol primero registra a la Divinidad en su
abreviado relato del bautismo de Cristo.

“Y Juan testimonió diciendo: ‘Vi al Espíritu que descendió del cielo como paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: 'Aquel sobre quien veas descen-
der el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautizará con Espíritu Santo'. Yo lo vi, y he dado
testimonio de que éste es el Hijo de Dios’”. Juan 1:32-34.

En este corto pasaje el Espíritu Santo es mencionado dos veces (en los versículos 32 y 33), Cristo es
mencionado cinco veces (versículos 32 – él; versículo 33 – Aquel y él; y en el versículo 34 – ‘el Hijo
de Dios’, haciendo un total de diez referencias hacia uno u otro miembro de la Divinidad. Sería una lec-
tura irregular de este pasaje, decir que las referencias al Espíritu y al Espíritu Santo se refieren al Padre,
y ciertamente nadie podría pervertir tanto el sentido de este pasaje al punto de afirmar que estas dos re-
ferencias al Espíritu Santo se están refiriendo al poder de Jesús.
Una vez más Juan escribió en forma individual de cada miembro de la Divinidad.

“El que acepta su testimonio, certifica que Dios es veraz. Porque el enviado de Dios habla las Palabras
de Dios. A él Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo, y entregó todas las cosas en su
mano. El que cree en el Hijo tiene la vida eterna. Pero el que rehúsa obedecer al Hijo, no verá la vida,
sino que la ira de Dios permanece sobre él”. Juan 3:33-36.

Podemos observar el hecho que en el versículo 34 Juan no escribió que “Dios no da su Espíritu por me-
dida”, sino que “Dios le da el Espíritu sin medida”. Las palabras de este pasaje designan específica-
mente un ser separado y distinto.
En el volumen 4 de esta serie sobre la Divinidad, analizamos más completamente el significado del
nombre, el Consolador, por medio del cual el Espíritu Santo es conocido en Juan capítulos 14, 15 y 16,
donde esa palabra es usada en cuatro ocasiones, dos veces en el capítulo 14 (versículos 16 y 26) y en el
capítulo 15:26 y 16:7. Para que no exista ninguna duda de que el Consolador es el Espíritu Santo, cita-
mos las palabras específicas de Cristo tal como fueron registradas por Juan.

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Juan 14:26.

Dentro de estos tres capítulos hay seis pasajes que especifican que la Divinidad consiste de tres seres.
Vamos a ver estos pasajes uno por uno.

“Y todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si
algo pedís en mi Nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis mis Mandamientos; y yo rogaré al Padre,
y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Juan 14:13-16.

Aun cuando el nombre de Cristo no es mencionado en este pasaje, excepto como el Hijo en el versículo
13, tiene que ser reconocido que Jesús, Él mismo, está diciendo estas palabras y por lo tanto se refiere a
Sí mismo usando pronombres personales tal como se ve en el versículo 13 (mi, Yo); en el versículo 15
(mí, mi); en el versículo 16 (Yo). Esto concuerda con todas las Biblias que usan los textos adonde Cris-
to habla, en rojo. Por lo tanto Cristo es mencionado un total de ocho veces en estos versículos y por lo
menos una vez en cada uno de ellos. También hemos mostrado que el Consolador del versículo 16 es el
Espíritu Santo. Nuestro Padre celestial es mencionado ya sea por el nombre o por pronombre personal
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tres veces en el pasaje. He aquí una abrumadora evidencia para la existencia de tres miembros distintos
de la Divinidad. No existe una base válida para la refutación de este hecho manifiesto.
Citamos el versículo 16 como un ejemplo adonde la Divinidad es mencionada en un solo versículo.

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Juan
14:16.

Otra evidencia de la persona distinta del Espíritu Santo merece nuestra atención en estas palabras de
nuestro Salvador. Está señalado por la palabra “otro”. Aquí, el propio Cristo, declaró claramente que el
Espíritu Santo no era Él mismo. La palabra “otro” no puede ser mal entendida de tal modo que signifi-
que Cristo o el poder de Cristo. El Espíritu Santo es una persona distinta.
Nuevamente la Divinidad es revelada en el capítulo 14 de Juan:

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Juan 14:26.

Una vez más, Jesús es mencionado en el uso que Él hace de los pronombres personales “mi” y “Yo”.
Algunos niegan la persona del Espíritu Santo, y se sienten justificados al hacerlo, debido a las siguien-
tes palabras de Cristo, citadas por Juan.

“Pero cuando venga el Ayudador que os enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Pa-
dre, él testificará de mí”. Juan 15:26.

Algunos asumen impropiamente que estas palabras del Mesías declaran que el Espíritu Santo no es un
ser separado de los otros dos miembros de la Divinidad, porque Él es enviado por el Padre en el nom-
bre de Cristo. Desde luego, hay pocos que promueven tal “evidencia”. Para eso, nosotros señalaríamos
que Cristo declaró repetidamente que Él fue enviado a esta tierra por el Padre. Nosotros no vamos a fa-
tigar a los lectores incluyendo un extenso grupo de pasajes escriturísticos. En vez de ello, vamos a con-
finarnos a un único ejemplo en cada uno de los capítulos 14, 15 y 16 de Juan, para demostrar que la pa-
labra “enviar” o “enviado” de Dios no significa que el Espíritu Santo sea simplemente el poder infinito
de Dios. Presentamos estos versículos para que los lectores los contemplen en oración.

“El que no me ama, no guarda mis Palabras. La Palabra que estáis oyendo, no es mía, sino del Padre
que me envió”. Juan 14:24.

“Pero todo esto os harán por causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió”. Juan 15:21.

“Ahora vuelvo al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: '¿A dónde vas?'”. Juan 16:5.

Aquí Cristo dijo que Él había sido enviado por Su Padre. Ninguna persona de las que hemos conocido
diría que este y otros muchos versículos similares son evidencia de que Cristo no era una persona dis-
tinta, sino que era simplemente el poder de nuestro Padre celestial. Ni tampoco concluirían que las pa-
labras de Juan 14:26 pudiesen ser interpretadas como una clara evidencia de que el Espíritu Santo es
meramente el poder del Padre.
Aun más enfática es la afirmación hecha por algunos de que las palabras “el Espíritu de verdad, que
procede del Padre” es una sana evidencia escriturística de que el Espíritu Santo es meramente el poder
del Padre.
Una vez más tenemos que comparar las Escrituras con las Escrituras, y no descansar en nuestras presu-
posiciones humanas o en nuestros instintos intelectuales para poder discernir el significado de estas pa-
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labras. Felizmente, en el mismo evangelio, se nos ha provisto una incuestionable evidencia de lo que
significa cuando las Escrituras declaran que un individuo procede de Dios. Estudie cuidadosamente las
siguientes palabras:

“Entonces Jesús replicó: ‘Si vuestro padre fuera Dios, me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he
venido. No he venido de mí mismo, sino que él me envió’”. Juan 8:42.

Cuando Cristo salió del Padre, vino a la tierra como un ser, no como un poder inanimado. Así, también,
es el Espíritu Santo que salió del Padre y fue enviado por Él.
En Juan 8:42, son usadas tanto la palabra “salió” como “enviado”. Ambas se aplican al Hijo de Dios y
no al poder de Dios. En resumen, Juan 15:26 es aun una evidencia divina poderosa de que hay tres
miembros en la Divinidad.
Juan provee aun otra evidencia.

“Sin embargo, os digo la verdad: Os conviene que me vaya, porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros. Pero al irme, os lo enviaré. Y cuando él venga convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio. De pecado, porque no creen en mí. De justicia porque voy al Padre, y no me veréis
más”. Juan 16:7-10.

Pondere estas palabras bajo la guía del Espíritu Santo. Si fue necesario que Cristo se alejase de esta tie-
rra llena de pecado para poder enviarnos el Consolador, el Consolador ciertamente no puede ser el po-
der de Cristo retornando, porque Cristo habría entonces declarado que Él, Cristo, aun permanecería con
nosotros en esta tierra. En Sus palabras Cristo también distinguió entre el Consolador a quien Él iba a
enviarnos y Su Padre, a quien Él iba a retornar muy luego. He aquí una marcada distinción de personas.
Al continuar leyendo, muchos asuntos quedan aun más claros.

“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis llevar. Cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga,
y os hará saber lo que ha de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os lo comunicará. To-
do lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije que tomará de lo mío, y os lo comunicará”. Juan 16:12-
15.

Primero, observamos que el Espíritu Santo posee la habilidad de guiar, Él oye, habla, muestra y glorifi-
ca a Cristo. Estas son cualidades de un ser consciente.
Observamos que el Espíritu Santo no habla de Sí mismo. Esa declaración no tendría ningún sentido si
el Espíritu Santo fuese el poder de Cristo, porque Cristo estaría hablando de Sí mismo si Él fuese el Es-
píritu Santo.
Además, si el Espíritu Santo fuese Cristo, sería Cristo el que estaría glorificándose a Sí mismo. Pero es-
tas palabras de Jesús atestan que Él no estaba cayendo en la auto-glorificación, indicando que otro ser
era la fuente de la glorificación de Cristo.
En su primera epístola, Juan muestra nuevamente la Divinidad.

“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y su amor se perfec-
ciona en nosotros. En esto conocemos que vivimos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Es-
píritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio que el Padre ha enviado a su Hijo para ser el Salva-
dor del mundo. Todo el que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está en él, y él en Dios. Noso-
tros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permane-
ce en el amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:12-16.
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Juan aquí reconoce que el Padre había enviado el Espíritu Santo al mundo, tal como Cristo lo prometió
cuando estuvo en la tierra. Las palabras de Juan de ánimo hacia la Iglesia cristiana del primer siglo es-
taban basadas en dos grandes dones del Padre:

1.- Él había enviado a Su Hijo para que fuese el Salvador del mundo; y
2.- Él había provisto a Su Espíritu, el cual es el representante de Su Hijo en la tierra, después que Cristo
volvió al cielo.

En el libro del Apocalipsis, se presenta una vez más a la Divinidad. Aun cuando fue escrito por Juan en
Patmos, el lector no tiene que olvidar jamás que este libro es

“La revelación de Jesucristo…”. Apoc. 1:1.

En la parte inicial de este libro Cristo inspiró al profeta a registrar lo siguiente:

“Juan a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, de parte del que es, del que era y
que ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están ante su trono; y de parte de Jesucristo, el Testi-
go Fiel, primogénito de los muertos y de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y con su sangre nos li-
bró de nuestros pecados”. Apoc. 1:4-5.

Algunos pueden estar confundidos debido a nuestra identificación de estos siete Espíritus como siendo
el Espíritu Santo. Creemos que esta identificación está basada sobre una poderosa evidencia bíblica.
Antes de presentar la evidencia bíblica, vamos a presentar otros pasajes del Apocalipsis que también se
refieren a los siete Espíritus.

“Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: ‘El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas,
dice: Conozco tus obras, que tienes nombre que vives, pero estás muerto’”. Apoc. 3:1.

“Del trono salían relámpagos, truenos y voces. Ante el trono ardían siete lámparas de fuego, que son
los siete Espíritus de Dios”. Apoc. 4:5.

“Entonces, en medio del trono, de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos, vi de pie a un Cordero
como si hubiera sido inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios
enviados a toda la tierra”. Apoc. 5:6.

Veamos ahora dos declaraciones adicionales.

“En un día del Señor caí en éxtasis, y oí detrás de mí una fuerte voz como de trompeta”. Apoc. 1:10.

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apoc. 3:6.

Aquí vemos una relación entre los siete Espíritus y el Espíritu Santo. El respetado comentario del siglo
XIX titulado Un Comentario Crítico, Experimental y Práctico del Antiguo y del Nuevo Testamento, es-
crito por el Dr. Robert Jamieson de Glasgow, A. R. Fausset de Nueva York, y el Dr. David Brown de
Aberdeen, publicado por William Collins, Hijos y Compañía, Glasgow, tiene lo siguiente a decir en re-
lación a los siete Espíritus de Apoc. 1:4.

“El Espíritu Santo es Su siete energías (esto es, perfecta y universal)”. (Jamieson, et al, op. cit., Vol. 7,
página 656 – paréntesis en el original).
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En el mismo Volumen, comentando Apoc. 3:1, el comentario declara con respecto a los siete Espíritus.

“… la totalidad del Espíritu Santo”. (Ibíd., Vol. 7, página 666).

Comentando Apoc. 4:5 el comentario añade un poquito más de luz.

“El Espíritu Santo en su operación de siete…”. (Ibíd., Vol. 7, página 763).

Desde luego, estos expositores bíblicos no son infalibles, y no proveen ninguna confirmación bíblica
sobre sus afirmaciones. Pero, felizmente, el profeta Isaías coloca los siete aspectos de la perfecta obra
del Espíritu Santo, verificando así la exactitud del comentario.

“Y reposará sobre él el Espíritu del Señor. Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y
de poder, Espíritu de conocimiento y de reverencia del Señor”. Isa. 11:2.

Observe las siete características del Espíritu Santo que aparecen en la profecía.

1.- El Espíritu del Señor.


2.- El Espíritu de Sabiduría.
3.- El Espíritu de inteligencia (entendimiento).
4.- El Espíritu de consejo.
5.- El Espíritu de poder.
6.- El Espíritu de conocimiento.
7.- El Espíritu de reverencia (temor) del Señor.

Descubrimos que estas siete cualidades del Espíritu Santo diseminadas a través de las Escrituras, espe-
cialmente en el Nuevo Testamento, pero también en el Antiguo Testamento, tal como en Isa. 11:2. Va-
mos a colocar un pasaje más del profeta Isaías donde son anunciadas diversas de estas bendiciones del
Espíritu. El Espíritu del Señor está aquí vinculado con consejo, conocimiento y entendimiento.

“¿Quién guió al Espíritu del Eterno, o le aconsejó, y enseñó? ¿A quién demandó consejo para ser avisa-
dos? ¿Quién le enseñó el camino de la justicia, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la pruden-
cia?”. Isa. 40:13-14.

El Nuevo Testamento es rico en mostrar estas cualidades. El término “el Espíritu del Señor” es bien re-
presentado en el Nuevo Testamento.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ungió para dar buenas nuevas a los pobres, me en-
vió a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; a dar
libertad a los oprimidos”. Luc. 4:18.

“Y Pedro le dijo: ‘¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? A la puerta están
los pies de los que han sepultado a tu esposo, y te sacarán a ti’”. Hechos 5:9.

“Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el eunuco no lo vio más. Y él si-
guió su camino gozoso”. Hechos 8:39.

“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Por tanto, nosotros to-
dos, al contemplar con el rostro descubierto, como en un espejo, la gloria del Señor, nos vamos trans-
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formando a su misma imagen, con la creciente gloria que viene del Señor, que es el Espíritu”. 2 Cor.
3:17-18.

El Espíritu de conocimiento, sabiduría y entendimiento están unidos en el Nuevo Testamento.

“Él también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. Por eso también nosotros, desde el día que lo
oímos, no cesamos de orar por vosotros y pedir que seáis llenos del cabal conocimiento de su voluntad,
en toda sabiduría y entendimiento espiritual”. Col. 1:8-9.

“Y pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de re-
velación para que lo conozcáis mejor. Que alumbre los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis la
esperanza a que fuisteis llamados, la riqueza de su gloriosa herencia en los santos”. Efe. 1:17-18.

El Espíritu de poder en Isa. 11:2 puede ser visto como paralelo al Espíritu de poder del Nuevo Testa-
mento.

“Y mi mensaje y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con de-
mostración del Espíritu y de poder”. 1 Cor. 2:4.

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de poder, de amor y de una mente sana”. 2 Tim.
1:7, KJV.

Pablo alude al Espíritu de temor de Dios en su segunda epístola a los creyentes de Corinto.

“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la carne y del espíritu,
perfeccionando la santificación en el temor de Dios”. 2 Cor. 7:1, KJV.

Los “siete Espíritus” de Apoc. 1:4, 3:1, 4:5 y 5:6 ciertamente son una referencia al Espíritu Santo tal
como lo testifican ambos Testamentos de las Escrituras, y este término expande grandemente nuestra
comprensión de la obra que el Espíritu Santo realiza para nosotros.
En su primera epístola Juan enfáticamente testifica de los tres miembros de la Divinidad. Citamos cua-
tro de esas referencias para el estudio de aquellos que buscan la verdad de esta doctrina crucial.

“Amados, si nuestro corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios; y todo cuanto pida-
mos lo recibimos de él, porque guardamos sus Mandamientos, y hacemos lo que le agrada. Este es su
mandato: que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros tal como él nos
mandó. El que guarda sus Mandamientos, vive en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él vive en
nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. 1 Juan 3:21-24.

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad si los espíritus son de Dios; porque muchos falsos pro-
fetas han salido al mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que reconoce que Jesu-
cristo ha venido en carne, es de Dios”. 1 Juan 4:1-2.

“En esto conocemos que vivimos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros
hemos visto y damos testimonio que el Padre ha enviado a su Hijo para ser el Salvador del mundo. To-
do el que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está en él, y él en Dios. Nosotros hemos conocido
el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor, perma-
nece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:13-16.
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“Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios. Y todo el que ama al que da el ser, ama
también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a
Dios y guardamos sus Mandamientos. Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus Mandamien-
tos. Y sus Mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que nace de Dios vence al mundo. Y ésta es
la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús
es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre; no vino sólo por agua, sino me-
diante el agua y la sangre. El Espíritu es el que testifica, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres
son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, la Palabra y el Espíritu Santo: y estos tres son uno”. 1
Juan 5:1-8, KJV.

El apóstol Juan, al escribir, proveyó la más comprensible y detallada evidencia de los tres miembros de
la Divinidad de todos los doce apóstoles que Cristo eligió. Su testimonio es irrefutable.

Capítulo 10: El Testimonio de Pedro.-

En su oración después del Día de Pentecostés, el apóstol Pedro testimonió poderosamente con respecto
a la existencia de los tres miembros de la Divinidad. Esto no es sorprendente, porque la manifestación
del amor de Jesús, el cariño del Padre y el poder del Espíritu Santo fue grandemente manifestada en es-
te tiempo.

“Entonces Pedro, se puso de pie con los once, levantó su voz, y les dijo: ‘Judíos y habitantes de Jerusa-
lén, prestad atención, y que esto sea claro’”. Hechos 2:14.

Pedro invocó temprano a la Divinidad en su mensaje evangelístico.

“En los últimos días —dice Dios— derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos e hijas
profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, vuestros ancianos soñarán sueños. Hasta sobre mis sier-
vos y siervas en aquellos días [Yo] derramaré mi Espíritu, y profetizarán. Y [Yo] haré prodigios arriba
en el cielo, señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo. El sol se volverá en tinieblas, y la
luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto. Y todo el que invoque el nombre
del Señor, será salvo. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno fue varón aprobado por
Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, que Dios realizó por medio de él entre vosotros,
como sabéis. A éste, entregado por el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros
prendisteis y matasteis por mano de los inicuos, y lo crucificasteis. A éste, Dios lo resucitó, rotos los
dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por ella. Porque David dice de él: 'Yo
veía al Señor siempre ante mí. Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por eso mi corazón se ale-
gró, y se gozó mi lengua. Y aun mi carne descansará en esperanza; porque no me dejarás en el sepul-
cro, ni permitirás que tu Santo vea corrupción’”. Hechos 2:17-27.

Al continuar Pedro su poderoso mensaje confirmó aun más las tres personas de la Divinidad.

“Hermanos, se puede decir confiadamente que el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro
está con nosotros hasta hoy. Siendo David profeta, y sabiendo que Dios le había asegurado con jura-
mento que un descendiente suyo sería el Cristo, que se sentaría sobre su trono; lo vio de antemano, ha-
bló de la resurrección de Cristo, y dijo que él no quedaría abandonado en el sepulcro, ni su carne vería
corrupción. A este Jesús Dios lo resucitó, y de esto todos nosotros somos testigos. Así, exaltado hasta
la diestra de Dios, recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo, y ha derramado esto que ahora vo-
sotros veis y oís”. Hechos 2:29-33.
Pág. 28

Que Pedro fue enfático en destacar a las tres personas de la Divinidad, puede ser evaluado por el hecho
que él continuó hablando de la misma manera.

“Porque David no subió al cielo, pero él dice: 'Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta
que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies'. Por lo tanto, que toda la casa de Israel sepa con abso-
luta seguridad, que a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo. Al oír
esto, se dolieron de corazón, y preguntaron a Pedro y a los otros apóstoles: ‘Hermanos, ¿qué haremos?’
Pedro contestó: ‘Arrepentíos, y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de vuestros pecados. Y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros,
para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor, nuestro Dios llame’… Se-
guían reuniéndose cada día en el templo. Y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios, y disfrutando la simpatía de todo el pueblo. Y el Señor agregaba
cada día a la iglesia a los que iban siendo salvos”. Hechos 2:34-39, 46-47.

La iglesia cristiana fue firmemente establecida en el conocimiento de la Divinidad desde su mismo co-
mienzo. Pedro no dejó nada al asar para enfatizar este hecho. Pedro también dio testimonio de los tres
miembros de la Divinidad. Esto no nos debe sorprender. Sin lugar a duda desde su niñez Pedro había
sido enseñado en relación a su Padre celestial. Más tarde fue su privilegio el sentarse a los pies de Jesús
durante tres años y medio, y después de la ascensión él recibió el don del Espíritu Santo. Su dependen-
cia para con la Divinidad fue extremadamente cercana y personal.
En su introducción a su primera epístola Pedro hizo una distinción entre cada miembro de la Divinidad,
delineando sus roles en forma separada. Observe cuán perceptiblemente Pedro distinguió entre el rol
del Espíritu Santo y el de Cristo. Pedro habló del asperjamiento de la sangre de Cristo. Esto apartó a
Cristo de los otros dos miembros de la Divinidad, los cuales nunca se convirtieron ni en carne ni en
sangre. Solamente Cristo derramó Su sangre por nosotros. Jamás desestimemos que

“…todo se purifica con sangre, y sin efusión de sangre no hay perdón [de nuestros pecados]”. Heb.
9:22.

La obra del Espíritu Santo para darnos poder para una vida de santificación y también el papel crucial
del Padre en la resurrección de Cristo, son ambas presentadas en las palabras introductorias de Pedro.

“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los extranjeros esparcidos en el Ponto, Galacia, Capadocina, Asia y Bi-
tinia; elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser ro-
ciados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada. Bendito el Dios y Padre de nues-
tro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos regeneró en esperanza viva, por la resurrec-
ción de Jesucristo de entre los muertos”. 1 Pedro 1:1-3.

Capítulo 11: El Testimonio de Pablo.-

Escribiéndoles a los creyentes del puerto comercial griego de Corinto, el cual estaba vinculado por un
pequeño camino con el puerto de Lechenem, Pablo en su exposición sobre los dones del Espíritu Santo,
escogió presentar los tres miembros distintos de la Divinidad.

“Por tanto, os hago saber, que nadie que hable por el Espíritu de Dios, dirá: ‘Maldito sea Jesús’. Y na-
die puede decir: "Jesús es el Señor", sino por el Espíritu Santo. Sin embargo, hay diversos dones, pero
el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversas operacio-
nes, pero Dios, que efectúa todas las cosas en todos, es el mismo”. 1 Cor. 12:3-6.
Pág. 29

En este pasaje Pablo le atribuyó al Espíritu Santo el poderío de los humanos con las virtudes de la sabi-
duría, conocimiento, fe, sanación, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, el don de hablar en
idiomas extranjeros, y de interpretar esos idiomas.

“A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, don de sanidad por el mismo Espíritu; a otro, operación de mi-
lagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; y a otro, inter-
pretación de lenguas”. 1 Cor. 12:8-10.

Nosotros usamos la palabra “idiomas” para la palabra “lenguas” simplemente para aclarar el significa-
do de “lenguas” tal como era usada en los tiempos apostólicos. El hablar en lenguas quedó en evidencia
en el día de Pentecostés.

“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
concedía que hablasen”. Hechos 2:4.

Nosotros negamos que esto sea la glosolalia, tal como es empleado hoy en las iglesias pentecostales y
carismáticas. Observe la aclaración provista en el relato de Lucas. Él explica claramente que las perso-
nas escucharon en su propio idioma y en su propia lengua en la cual habían nacido, esto es, su idioma
nativo. No hay nada de glosolalia en el Pentecostés.

“Al producirse ese ruido, se juntó una multitud. Y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en
su propia lengua. Estaban atónitos y maravillados, y decían: ‘¿No son galileos todos estos que hablan?
¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa?’”. Hechos 2:6-8.

Este hecho queda aun más evidente en la primera carta de Pablo a los creyentes de Corinto, porque des-
pués de alabar el don de lenguas (idiomas extranjeros), Pablo también les menciona el uso de intérpre-
tes y desprecia fuertemente el uso de idiomas extranjeros que fuesen incomprensibles para los presentes
en el servicio de la iglesia.

“Por eso, el que habla en otra lengua, pida que se interprete. Porque si yo oro en lengua desconocida,
mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué haré, pues? Oraré con el espíritu, pero
también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Por-
que si alabas a Dios con tu espíritu, el oyente sencillo, ¿cómo dirá amén a tu acción de gracias si no sa-
be lo que has dicho? Porque tú, a la verdad, bien das gracias, pero el otro no es edificado. Doy gracias a
Dios que hablo más lenguas que todos vosotros. Pero en la iglesia prefiero decir cinco palabras inteligi-
bles, que instruyan a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida”. 1 Cor. 14:13-19.

La afirmación de Pablo de que él podía hablar en idiomas extranjeros más que los miembros de la igle-
sia de Corinto, era sin lugar a dudas exacta. Como Judío él hablaba Hebreo y sin duda Arameo, la len-
gua franca de Palestina. Él escribió la mayoría de sus epístolas en Griego y, como ciudadano Romano,
él también hablaba Latín. Es posible que él también hablase otros idiomas de la región.
Tal vez la presentación más conocida de Pablo sobre la Divinidad es su bendición para los cristianos
Corintos en su segunda epístola.

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vo-
sotros”. 2 Cor. 13:14.
Pág. 30

Manifiestamente, si, tal como lo afirman muchos cristianos, el Espíritu Santo fue simplemente el poder
del Padre y del Hijo de Dios, a los cuales Pablo se refiere como el Espíritu Santo, su bendición habría
podido ser cubierta simplemente mencionando al Señor Jesucristo y a Dios. La adición del Espíritu
Santo habría sido superflua.
Escribiendo aun otra epístola a los cristianos Gálatas, Pablo citó una vez más a los tres miembros de la
Divinidad.

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestro corazón el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Padre, Pa-
dre!"’”. Gál. 4:6.

Una vez más somos impelidos a rechazar la afirmación de que el “Espíritu de Su Hijo”, un término em-
pleado aquí, es el Espíritu de Cristo y que no designa al ser del Espíritu Santo. Observe que Pablo hace
un prefacio de sus observaciones del versículo 6 con estas palabras:

“Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para re-
dimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Gál. 4:4-5.

Tenemos que recordar siempre que en el gran misterio espiritual de la encarnación de Cristo, fue el Es-
píritu Santo el que llevó a cabo la preñez de la Virgen María. Con esto no estamos de ninguna manera
tratando de afirmar la blasfemia de que el Espíritu Santo tuvo una relación sexual con María. Sin em-
bargo, sí aceptamos que fue el Espíritu Santo el que implantó el zigoto de nuestro encarnado Salvador
en el vientre de María. Cuán bellamente describen las Escrituras este misterioso evento.

“El nacimiento de Jesucristo fue así: María su madre estaba comprometida a casarse con José. Pero an-
tes que se unieran, se halló encinta por obra del Espíritu Santo”. Mat. 1:18.

“El ángel respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su som-
bra. Por eso, el que ha de nacer será llamado Santo, el Hijo de Dios’”. Luc. 1:35.

Por lo tanto no es sorprendente que aun otra apelación del Espíritu Santo sea “el Espíritu de Su Hijo”.
No tenemos ninguna duda en cuanto a quién se refieren las Escrituras cuando el término “el Hijo del
Hombre” es usado. Casi todos los cristianos aceptan esto como siendo uno de los nombres de nuestro
Salvador. De una manera milagrosa, infelizmente para nosotros, Cristo fue concebido en un humano,
por el Espíritu Santo. Así Cristo fue el Hijo del Hombre, y el Espíritu Santo es correctamente nombra-
do el Espíritu del Hijo. Esperemos por los seminarios celestiales para entender mejor este misterio di-
vino.
En su epístola a los creyentes de Éfeso, actualmente Turquía, Pablo no dejó ninguna duda de que tres
seres distintos forman la Santa Divinidad. Él declaró enfáticamente que había un Espíritu, un Señor
[Cristo] y un Dios y Padre.

“Hay un solo cuerpo, y un solo Espíritu, como también fuisteis llamados a una misma esperanza de
vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por
todos, y en todos”. Efe. 4:4-6.

Que este “un Señor” descrito en este pasaje es Jesucristo, es totalmente confirmado en el Nuevo Testa-
mento.

“Por tanto, os hago saber, que nadie que hable por el Espíritu de Dios, dirá: ‘Maldito sea Jesús’. Y na-
die puede decir: ‘Jesús es el Señor’, sino por el Espíritu Santo”. 1 Cor. 12:3.
Pág. 31

Escribiéndoles desde Atenas a los creyentes del gran puerto de macedonia, Tesalónica, que ahora es la
ciudad de Salónica en Grecia, Pablo una vez más, habla de la obra de la Divinidad delante de estos pri-
meros creyentes cristianos. La manera en que Pablo escribió, deja en evidencia que él los había instrui-
do completamente en la obra de la Divinidad durante sus reuniones evangélicas en esa ciudad, porque
su carta asume un conocimiento de estas tres Deidades. En realidad, Pablo les recuerda a los creyentes
de Tesalónica sus predicaciones sobre los principios del evangelio.

“¿No os acordáis que cuando estaba todavía con vosotros, os decía esto?”. 2 Tes. 2:5.

A seguir colocamos las palabras de Pablo que confirman a los tres seres celestiales.

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, de
que Dios os haya elegido desde el principio para salvación, mediante la obra santificadora del Espíritu
y la fe en la verdad. A lo cual os llamó por nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor
Jesucristo. Así, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido de nosotros, por pa-
labra y por carta. Que nuestro Señor Jesucristo y Dios nuestro Padre, quien nos amó, y nos dio con-
suelo eterno, y buena esperanza por gracia”. 2 Tes. 2:13-16.

Observe que la santificación proviene a través de la agencia del Espíritu Santo y que elemento clave de
nuestra santificación es que cada profeso cristiano crea en la verdad (versículo 13). Pablo confirma así
las palabras de Cristo que Juan después recordó.

“Al Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce. Pero vosotros
lo conocéis, porque está con vosotros, y estará en vosotros”. Juan 14:17.

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Juan 14:26.

“Pero cuando venga el Consolador que os enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del
Padre, él testificará de mí”. Juan 15:26.

Si solo el testimonio de las Escrituras sobre el personaje del Espíritu Santo fuesen las epístolas de Pa-
blo, tendríamos una amplia evidencia para aceptar la doctrina de una Divinidad compuesta por tres per-
sonas.
En su carta de consejo al joven ministro, Tito, Pablo escribió:

“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia los hombres, nos sal-
vó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado re-
generador y renovador del Espíritu Santo, que derramó en nosotros en abundancia, por Jesucristo
nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos herederos según la esperanza de la vida
eterna. Palabra fiel es ésta. En estas cosas insiste con firmeza, para que los que creen en Dios, procuren
ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”. Tito 3:4-8.

Una vez más, los tres miembros de la Divinidad son específicamente designados en este pasaje. Cristo
como Dios nuestro Salvador en el versículo 4, y Jesucristo nuestro Salvador en el versículo 6, el Espíri-
tu Santo en el versículo 5, y Dios el padre en el versículo 8, son todos mencionados.
No puede existir ninguna sombra de duda de que Pablo enseñó claramente la presencia de los tres
miembros de la Divinidad en sus epístolas. Esta es aun otra poderosa evidencia de que la Divinidad es
triuna.
Pág. 32

Capítulo 12: El Testimonio de Judas.-

Normalmente se cree que Judas era el hermanastro (algunos creen que era medio hermano) de Cristo.
Hay siete Judas nombrados en las Escrituras.

1.- Luc. 3:30-31.


2.- Hechos 5:37.
3.- Hechos 9:11-26.
4.- Hechos 15:22-32.
5.- Uno de los apóstoles de Cristo, también conocido como Tadeo: Mat. 10:3; Mar. 3:18; Luc. 6:16;
Hechos 1:3 y Juan 14:22.
6.- Judas Iscariote: Luc. 6:16.
7.- Judas, el autor de la epístola: mat. 13:55; Mar. 6:3.

El nombre de Judas es una contracción de Judá (Ver Heb. 8:8). Mateo lo nombra por Judas y Marcos se
refiere a él como Juda.

“¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Si-
món y Judas?”. Mat. 13:55.

“¿No es éste el carpintero, hijo de María, y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No están tam-
bién aquí sus hermanas con nosotros? Y se escandalizaban de él”. Mar. 6:3.

Las Escrituras atestan que los cuatro hermanos de Cristo estaban con Cristo cuando se realizaron las
bodas de Caná y que viajaron con él.

“Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos. Y estuvie-
ron allí unos días”. Juan 2:12.

Además, él era, sin duda, semejante a sus tres hermanos, escéptico con respecto al trabajo de Jesús du-
rante Su ministerio.

“Porque ni aun sus hermanos creían en él”. Juan 7:5.

Pero después de la muerte y de la resurrección de Cristo, Judá y su hermano Santiago, se convirtieron


en fieles siervos de Aquel que en su vida anterior lo habían despreciado. Solamente el Espíritu Santo
pudo haber transformado a estos hombres hasta el punto que Judas humildemente se describe a sí mis-
mo así:

“Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a los llamados, amados por Dios el Padre y guarda-
dos por Jesucristo”. Judas 1:1.

Santiago también se entregó humildemente a Su Salvador.

“Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas, salud”. Santia-
go 1:1.

Judas presentó un poderoso testimonio de los tres miembros de la Divinidad. Observe su confirmación
de estos tres miembros.
Pág. 33

“Estos son los que causan divisiones, sensuales, que no tienen el Espíritu. Pero vosotros, oh amados,
edificaos sobre vuestra santísima fe, y orad movidos por el Espíritu Santo. Manteneos en el amor de
Dios, mientras esperáis que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os dé la vida eterna”. Judas
1:19-21.

Solamente uno que esté decidido a rechazar todas las evidencias de los tres miembros de la Divinidad,
puede concluir algo así, basado en esta clara referencia a los tres diferentes seres que cariñosamente
abogan por nuestra salvación.

Capítulo 13: Los Chinos Testifican de la Divinidad.-

Pudiera parecer al principio que es extraño que apelemos a una nación que, en general, evita el cristia-
nismo, como evidencia del conocimiento de la Divinidad en los tiempos antiguos. Algunos hasta pue-
den concluir que esa evidencia, cuando es documentada, apenas demuestra que el concepto de una Di-
vinidad compuesta por tres miembros tiene origen pagano. Sin embargo, antes de precipitarse a una
conclusión tal, dejemos que la evidencia hable por sí mismo.
En el periodo de 1978-1984, Russell sirvió como médico especialista (internista) en el Hospital Adven-
tista de Bangkok en Tailandia. Desde 1979-1984 él fue presidente del hospital, y desde 1989-1992 él
dirigió la mesa directiva. Sirviendo en ese hospital habían dos médicos Norteamericanos, los cuales co-
menzaron a servir allí en 1951. Ellos eran una dupla cristiana muy dedicada y eran muy hábiles en sus
campos de especialización. El Dr. Roger Nelson era un cirujano del tórax, y su esposa, la Dra. Ethel
Nelson, era una patologista. Aun cuando ahora están con más de 80 años, ambos poseen una buena
salud y residen en Dunlap, Tennessee. Nosotros nos reunimos la última vez con ellos en Julio del 2007,
cuando ellos viajaron en auto hasta Rapidan, Virginia, para asistir al 20º Campamento Antiguo de la
Biblia en el Instituto Hartland.
En estas reuniones, Ethel nos presentó una copia de último libro, Búsqueda de la Montaña Sagrada,
(Read Books: Dunlap, Tennessee, 2007). Ella ya había escrito otros cuatro libros con Richard Broadbe-
rry, El Génesis y el Misterioso Confucio No Pudieron Resolver (Concordia Publishing House: Saint
Louis, Missouri, 1994); Ethel Nelson, Richard Broadberry y Ginger Chock, La Promesa de Dios Para
los Chinos (Read Books: Dunlap, Tennessee, 1997); Samuel Wang y Ethel Nelson, Dios y la Antigua
China (Read Books: Dunlap, Tennessee, 1998); y Ethel Nelson y Richard Broadberry y Samuel Wang,
El Comienzo de los Caracteres Chinos (Read Books: Dunlap, Tennessee, 2001).
Listamos estos libros porque sus títulos resumen la investigación contenida dentro de ellos. Una masiva
cantidad de evidencia ha sido acumulada. No debemos desestimar el hecho que los primeros escritos
Chinos conocidos son anteriores a los escritos de Moisés en alrededor de 700 años. Los caracteres Chi-
nos usados en sus escritos son realmente pictográficos en su forma. Su origen ha sido fechado en el
tiempo de la destrucción de la Torre de Babel, tal como consta en Génesis capítulo 11.
En Babel, algunos de los descendientes de Noé se rebelaron contra el Dios del cielo. El breve relato bí-
blico es aclarador.

“Entonces el Eterno descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hombres. Y dijo el Se-
ñor: ‘El pueblo es uno, y todos tienen un mismo lenguaje. Han empezado la obra, y nada los hará desis-
tir de lo que han pensado hacer. Ahora pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que
ninguno entienda el habla de su compañero’. Así, el Eterno los esparció por la faz de toda la tierra, y
dejaron de edificar la ciudad. Por eso fue llamada Babel, porque allí el Señor confundió el lenguaje de
toda la tierra, y desde allí los esparció por toda la tierra”. Gén. 11:5-9.

Esta es la única descripción creíble del origen de las diferentes razas y de los grupos más grandes de
idiomas del mundo. Además, este relato lleva el sello de la revelación divina. Hoy, las más grandes de
Pág. 34

estas tribus son, sin lugar a dudas, la tribu Indo-Europea y la tribu China. Los autores, desde luego, han
descendido de la tribu Indo-Europea. Todo idioma Europeo, excepto el Finlandés, Estoniano, Húngaro
y Vasco, juntamente con los idiomas del Norte de la India, pueden ser seguidos hacia atrás hasta un
lenguaje común hace unos 4000 años atrás. En su extraordinario libro, La Aventura del Inglés – La Bio-
grafía de un Idioma (Hodder y Stoughton: Londres, 2003), el noble Barón Inglés Melvyn Bragg decla-
ró:

“Los Proto Indo-Europeos son la madre de todos nosotros, y el Sánscrito [un idioma muy antiguo del
Norte de la India e Irán] es ciertamente uno de los más antiguos miembros confirmados de la familia de
idiomas de los cuales provinieron todos los idiomas de Europa (excepto el vasco, Estoniano, Finlandés
y Húngaro) y muchos de Asia”. Ibíd., página 4; paréntesis en el original).

La Enciclopedia Británica, Edición de 1963, Volumen 13, página 954, también apoya el mismo perio-
do para el aparecimiento del Sánscrito. Como siendo algo de interés, el Barón Bragg (op. cit.) cita simi-
litudes en la palabra “padre” en Inglés con el Sánscrito “piter”, con el griego y el latín “pater”, y el Ale-
mán “vater”. Similarmente “hermano” en Sánscrito era “bhratar”, en Holandés “broeder” y en Alemán
“bruder”.
Este hecho se ajusta muy bien con la cronología bíblica. Increíblemente, también, con la exacta crono-
logía China, que apunta hacia el mismo periodo del origen de su idioma.

“En 1876, Sir William Jones, un juez Británico y un lingüista amateur de servicio en India, después de
un exhaustivo estudio del Sánscrito, el cual había estado siendo usado ya en el año 2000 a.C. en los
himnos Védicos escribió: ‘Tanto el Gótico como el Celta, aun cuando son idiomas muy diferentes, po-
seen el mismo origen que el Sánscrito’”. (Bragg, op. cit., Ibíd., página 3).

Él estaba en lo cierto.
Desde luego, los caracteres Chinos han sido modificados a lo largo de los últimos cuatro mil años. La
más reciente alteración fue la simplificación de los caracteres Chinos por el régimen Comunista en Chi-
na. Pero felizmente, descubrimientos arqueológicos de los más antiguos y originales caracteres han si-
do encontrados. Estos antiguos caracteres Chinos son términos, “los caracteres de los oráculos origina-
les”. Ellos han sido descubiertos en bronce y en pecheras de tortugas.2
El estudio de estos oráculos de los caracteres ha revelado que ellos confirman la historia de la creación
y del diluvio de Noé. Hay poca duda de que los Chinos originalmente creyesen en aquello que fue re-
gistrado siete siglos más tarde, bajo la inspiración de Dios, en el exacto registro verbal de mantenido de
generación en generación de patriarcas y registrado por Moisés. Un ejemplo va a ser suficiente para
evidenciar este hecho. El antiguo carácter Chino para la palabra “diluvio” consistía de un barco con
ocho personas dentro del mismo.
Cuando Russell leyó el último libro de la Dra. Ethel Nelson, él estaba escribiendo capítulos acerca de la
Divinidad. Él quedó asombrado con el descubrimiento de que el antiguo carácter Chino para Shang Di,
que quiere decir “Dios”, literalmente, “el Gobernador Celestial”, consistía en un ser con tres bocas. Los
Chinos usaban frecuentemente el símbolo de la boca para referirse a una persona. Aun las personas que
hablan Inglés usan el mismo idioma en forma bastante frecuente. Un ejemplo es alguien que recibe un
salario y que dice que tiene que alimentar tres bocas. Desde luego, entendemos que el que se gana el
pan para la familia, quiere decir que él tiene que proveer alimento para tres personas en su familia.
Hay pocas dudas que durante siglos los Chinos siguieron la religión del Dios del cielo. Pero al igual
que la tribu Indo-Europea, ellos eventualmente sucumbieron a la adoración de ídolos y distorsionaron
la pureza de su fe. Otra tribu de los Semitas, los Hebreos, siguieron un curso similarmente desastroso.

2
Una pechera de tortuga es la parte central, es decir, el escudo de la tortuga.
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Pero el símbolo original para Shang-Di, el Gobernador Celestial, no deja ninguna duda que original-
mente, en su puro entendimiento de la verdad tal como fue presentada por los piadosos patriarcas, estos
antiguos creyentes entendieron muy bien la doctrina de la Divinidad, que consiste en tres personas dis-
tintas, tan unidas en propósito y en mente que pudo escribirse en el Nuevo Testamento:

“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: El Padre, la Palabra y el Espíritu Santo; y estos tres
son uno”. 1 Juan 5:7, KJV.

En el Capítulo 23, analizamos la interminable controversia acerca de este versículo de las Escrituras.
También confirma el mandamiento del Antiguo Testamento:

“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios [Elohim], es un Señor”. Deut. 6:4, KJV.

No nos olvidemos que la palabra usada para “Dios” en el pasaje anterior es plural, no singular.
Dios ha provisto muchas avenidas a través de las cuales Él certifica que hay tres miembros divinos en
la Divinidad.

Capítulo 14: El Enigma de la Epístola a los Colosenses.-

Los Colosenses, a quienes Pablo les escribió su epístola cerca del año 64 d.C., estaban localizados en el
territorio de Asia Menor o Frigia. Este territorio actualmente hace parte de la moderna Turquía. En los
días de Pablo, Frigia hacía parte de la provincia Romana de Asia.
En este tiempo la mayor parte de la población de Colosos eran Frigios étnicos, pero habían bastantes
Griegos y Judíos residiendo también en la ciudad. Los Frigios habían emigrado de Macedonia hacia
Frigia ya en el año 1500 a.C., en la era del éxodo Judío desde Egipto. Los Frigios habían extendido su
territorio desde el Mar Negro en el Norte del Mar Egeo en el Oeste. El centro de su civilización era
una planicie. Esta planicie iba desde los 1000 m hasta los 1600 m. Ellos hablaban un idioma Indo-Eu-
ropeo, tal como lo hicieron todas las razas de la moderna Europa, excepto los Finlandeses, los Húnga-
ros, los Estonios y los Vascos.
Colosos estaba ubicada en una importante ruta comercial desde Éfeso hasta Siria. Frigia fue menciona-
da en cuatro ocasiones en las Escrituras. El primer uso de su nombre declara que en el día de Pentecos-
tés, entre los representantes “de cada nación bajo el cielo” (Hechos 2:5), había Judíos de Frigia (Hechos
2:10). Sin lugar a dudas que estos peregrinos que fueron a la Pascua de todas las Pascuas, en la cual el
verdadero Cordero de Dios fue muerto por los pecados del mundo, trajeron esta gloriosa verdad de
vuelta a sus respectivas regiones. Es probable que algunos de ellos fuesen de la ciudad de Colosos.
Las demás menciones a Frigia las citamos a seguir.

“Atravesaron la región de Frigia y Galacia, y el Espíritu Santo les impidió hablar la Palabra en Asia”.
Hechos 16:6.

“Y habiendo estado allí algún tiempo, salió a recorrer en orden la región de Galacia y Frigia, a confir-
mar a todos los discípulos”. Hechos 18:23.

“La primera a Timoteo fue escrita desde Laodicea, la cual es la principal ciudad de la Frigia Pacatiana”.
(Anexo escrito después de 1 Tim. 6:21).

Colosos estaba localizada en la región Suroeste del territorio de Frigia. Se convirtió en eventuales rui-
nas en los siglos séptimo y octavo d.C. cuando fue invadida por los Árabes. Pablo no solo les escribió
su epístola a los Colosenses cristianos creyentes de la ciudad, sino que le escribió otra epístola a un ciu-
Pág. 36

dadano cristiano de esa ciudad, Filemón. En esta epístola a Filemón, Pablo también menciona a otros
dos creyentes de la ciudad, Apia y Arquipo (ver Filemón 1:1-2), y el asunto de esta carta, Onésimo, fue
convertido bajo el ministerio de Pablo en Roma y volvió a la casa de Filemón.
Es posible que la Iglesia cristiana en Colosos fuese fundada por Epafras.

“Lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, fiel ministro de Cristo en vuestro favor”.
Col. 1:7.

Solo podemos especular que Epafras pudiese haber estado en Jerusalén en el día de Pentecostés y que
hubiese recibido el bautismo del Espíritu Santo en ese tiempo. Pablo también indica que Arquipo era
un ministro en la iglesia.

“Decid a Arquipo que cumpla el ministerio que recibió del Señor”. Col. 4:17.

En su epístola a los creyentes de Colosos, Pablo presenta sus preocupaciones con palabras que coloca-
do la atención de los cristianos en tratar de discernir la naturaleza de la Divinidad.

“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los hermanos santos y
fieles en Cristo que están en Colosas. Gracia y paz a vosotros, de nuestro Padre Dios y del Señor Jesu-
cristo. Siempre damos gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, cuando oramos por voso-
tros”. Col. 1:1-3.

En el tercer versículo son mencionados tres nombres diferentes – Dios, el Padre y el Señor Jesucristo.
La pregunta es: ¿Es este versículo una sólida evidencia de que las Escrituras enseñan que hay tres
miembros distintos e iguales en la Divinidad?
Aquellos que responden esta pregunta en la forma negativa y que dicen que Dios y el Padre es el mis-
mo individuo, y afirman, basados en los pasajes de las Escrituras, que este versículo no declara que
nuestro Señor Jesucristo sea igual con Dios, el Padre.
Colocamos la primera objeción. La conjunción “y” insertada por Pablo entre las palabras “Dios” y “Pa-
dre” en el versículo 3, favorece fuertemente el punto de vista que estos son dos seres. Sin embargo,
aquellos que están persuadidos de que solo existen dos seres divinos, el Padre y el Hijo, dicen que aquí
Pablo está simplemente usando dos nombres distintos para el Padre. No puede ser refutado que la pala-
bra Griega kai está en el manuscrito Griego y que es correctamente traducida como “y”.
Aun cuando la conjunción “y” algunas veces es usada entre dos nombres que se aplican al mismo indi-
viduo, no es normal hacerlo cuando se usan los nombres propios de ese individuo, sino que sus oficios
o tareas. Así, tenemos que decir que un único individuo es “el presidente y la cabeza del departamento
de historia” de un colegio, o que un negociante es “el oficial ejecutivo jefe3 y miembro de la junta di-
rectiva de una compañía. Podemos hablar de Cristo como nuestro Señor y Salvador, refiriéndonos con
eso a dos aspectos separados de Su incomparable ministerio para con nosotros. Pero sería desconcer-
tante que alguien diga que “Jesús y Cristo murió en la cruz del Calvario”.
Desde luego que es posible que las palabras de Col. 1:3 se refieran a dos relaciones entre el Padre ce-
lestial y nuestro Salvador, Él es Cristo Dios y Él es Cristo el Padre.
Dejemos por un instante la discusión acerca de Col. 1:3 y exploremos otro versículo en la epístola a los
Colosenses.

“Para que unidos en amor, sus corazones sean confortados, hasta alcanzar toda la riqueza de la plena
seguridad de comprensión, y conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo”. Col. 2:2, KJV.

3
Nota del Traductor: CEO.
Pág. 37

En este versículo la construcción es tal, que es totalmente imposible decir que cualquiera de estas dos
referencias a la Deidad se aplican un solo ser. Se mencionan distintamente tres seres separados: Dios, el
Padre y Cristo. La presencia de la palabra Griega tou, que significa “de” antes de las palabras Dios y
Cristo, y su implicación en la palabra Griega para Padre le añade énfasis a esta conclusión.
No se puede colocar en duda a cuál miembro de la Divinidad se aplican las palabras “Padre” y “Cris-
to”. Entonces, ¿a quién se aplica la palabra genérica “Dios”? indudablemente, solo hay un único candi-
dato, el Espíritu Santo. Ningún otro ser divino o entidad es reconocida por las Escrituras.
Surge otra pregunta. En otro pasaje de las Escrituras las tres deidades están colocadas en un orden dife-
rente.

“Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo”. Mat. 28:19.

Algunos afirman que Eusebio (cerca del 270-340 d.C.) de Cesarea añadió Mat. 28:19 al evangelio de
Mateo. No ha habido una evidencia creíble de que haya “corregido los manuscritos bíblicos” como al-
gunos han afirmado (ver Enciclopedias Británica, Edición de 1971, Volumen 8, página 892B). Esto
puede haber sido apenas la corrección de errores menores por parte de los escribas. Sin embargo, más
allá de esto, los manuscritos Orientales (Siríacos) del Nuevo Testamento poseen este texto incluido. Un
contemporáneo de Eusebio, Luciano de Antioquia (Siria) (250-312), se dedicó él mismo con sus estu-
diantes a escribir más de mil manuscritos Griegos del Nuevo Testamento libres de entrometidos manus-
critos producidos por los escribas de la escuela Occidental de Alejandría.
¿Por qué entonces el orden de Col. 2:2 es diferente? Respondemos esta pregunta refiriéndonos aun a
otro pasaje de las Escrituras que mencionan a los tres seres Divinos.

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos voso-
tros”. 2 Cor. 13:14.

Aquí encontramos a nuestro Señor Jesucristo liderando la lista.


En vez de introducir una confusión, el hecho que el Espíritu Santo lidere la lista de miembros de la Di-
vinidad en Colosenses, trae iluminación. Hemos citado tres pasajes del Nuevo Testamento donde cada
miembro de la Divinidad ha sido mencionado. En mateo el Padre está primero. En 2 Corintios el Hijo
de Dios está en primer lugar, mientras que en Colosenses el Espíritu Santo está en primer lugar. Aquí
hay una clara evidencia de la calidad de los tres miembros de la Divinidad, porque ninguna de estas
deidades posee una preeminencia sobre las otras dos.
Muchos cristianos ignoran el alto significado que posee Col. 2:2. Es un pasaje bíblico que merece una
gran consideración. Confirma el hecho que las Escrituras usan el término “Dios” como una apelación
para cada miembro de la Divinidad. En varias ocasiones Cristo también es nombrado como Dios. Co-
mo confirmación vamos a citar un pasaje del Antiguo Testamento y uno del Nuevo Testamento. Este
asunto será explorado completamente en el tercer volumen de esta serie.

“Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el gobierno estará sobre su hombro. Será llamado
Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Isa. 9:6.

“Sin discusión, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Es-
píritu, visto por los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido en gloria”. 1 Tim.
3:16.
Pág. 38

Capítulo 15: Las Tres As Mortales.-

Satanás siempre ha tratado de destruir la pura doctrina cristiana. Hoy muchos Protestantes en su in-
saciable sed por el Ecumenismo, el deseo de juntar todas las fes en un único rebaño, han declarado en
alta voz la virtud de predicar de doctrina y de confinar todas las predicaciones sobre el asunto de Cris-
to. Un concepto tal es una contradicción, porque cada doctrina está centrada en Cristo. Solo conocemos
a nuestro Salvador, Su carácter, Su salvación y Su sacrificio por nuestros pecados, a través de la doctri-
na.
Vamos a ilustrarlo. Cuando predicamos la doctrina de la santificación, el asunto central es el sacrificio
de Cristo, el cual fue esencial para nuestra santificación.

“Por eso también Jesús padeció fuera de la puerta, para santificar al pueblo mediante su propia sangre”.
Heb. 13:12.

Cuando predicamos sobre el Sábado predicamos a Cristo, el cual es el Señor del Sábado, y destacamos
la obra creadora de Cristo.

“Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado”. Mat. 12:8.

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Desde el princi-
pio estaba con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él”.
Juan 1:1-3.

Cuando predicamos sobre la resurrección predicamos sobre Aquel que es nuestra resurrección y sobre
el que nos provee vida eterna.

“Jesús respondió: ‘Yo Soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Todo el
que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?’”. Juan 11:25-26.

Cuando predicamos sobre el mensaje del santuario para nuestros días, predicamos sobre nuestro Sumo
Sacerdote y Abogado, Cristo.

“Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de ser Sumo Sacerdote; sino que se la confirió
Dios, quien le dijo: ‘Tú eres mi Hijo, yo te engendré hoy’. Como también dice en otro lugar: ‘Tu eres
sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec’”. Heb. 5:5-6.

“Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 1 Tim.
2:5.

Estos son apenas algunos ejemplos sobre la centralidad de Cristo con respecto a cualquier doctrina de
las Escrituras. Aquellos que no predican doctrina, no predican a Cristo. Esta es la razón por la cual, en
general, el Protestantismo en el siglo XXI es apenas una mera sombra del gran movimiento que condu-
jo en los siglos XIV, XV y XVI. En muchas iglesias, ha descendido hasta ser un club social y un centro
de entretenimiento. Así ha destruido Satanás la doctrina y ha difamado a nuestro Salvador. La única
fuente de genuina unidad de la iglesia – la verdad doctrinal – ha sido rechazada.

“Santifícalos en la verdad. Tu Palabra es verdad”. Juan 17:17.


Pág. 39

Pero una estratagema así no es la única arma del armamento de Satanás. Él siempre trata de reemplazar
la verdadera doctrina con el error. Las tres A mortales: Antinomianismo, Agustinianismo y Arrianismo,
han sido las tácticas más exitosas de Satanás.
El Antinomianismo es la doctrina que declara que la obediencia a los Diez Mandamientos no es obliga-
toria después de la muerte de Cristo, porque somos salvos solamente por la gracia. Esta doctrina errada
une una preciosa verdad con un condenable error.4
En resumen, concordamos que todos los redimidos serán salvos solamente por la gracia de Cristo. Las
Escrituras son claras en este asunto.

“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino que es el don de
Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Efe. 2:8-9.

¿Por qué necesitamos la gracia? Necesitamos la gracia porque hemos pecado al transgredir los Diez
Mandamientos de Dios, y la paga del pecado es la eterna destrucción.

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención realizada por Cristo Jesús; a quien Dios puso como medio de perdón,
por la fe en su sangre, para demostrar su justicia, al haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados”. Rom. 3:23-25.

“Porque la paga del pecado es la muerte. Pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro”. Rom. 6:23.

Que nunca sea pasado por alto, que si no hubiese ley, no habría ninguna necesidad de la gracia, porque
no habría pecado, y así no seríamos merecedores de la penalidad de la eterna destrucción.

“Todo el que comete pecado, quebranta la Ley, pues el pecado es la transgresión de la Ley”. 1 Juan
3:4.

Mucho tiempo después de la muerte de Cristo, los Diez Mandamientos estaban siendo validados para
los cristianos.

“Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, Abogado tenemos
ante el Padre, a Jesucristo el Justo. Él es la víctima por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros,
sino también por los de todo el mundo. En esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus Man-
damientos. El que dice: ‘Yo lo conozco’, y no guarda sus Mandamientos, es mentiroso, y la verdad no
está en él. Pero el amor de Dios se perfecciona en verdad, en el que guarda su Palabra. Por esto sabe-
mos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo”. 1 Juan 2:1-6.

¿Qué es lo que significa andar como Cristo anduvo?

“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca”. 1 Pedro 2:21-22.

“¡Dichosos los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón lo buscan! Los que andan en sus ca-
minos, no practican iniquidad”. Salmo 119:2-3.

4
Hemos lidiado en forma completa con este asunto en nuestro libro Engaños de la Nueva Teología.
Pág. 40

Colocamos aun otra pregunta: ¿Quiénes serán los santos remanentes de Dios en la segunda venida?
Una vez más, las Escrituras no se equivocan.

“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los
Mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Apoc. 12:17.

“¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!”.
Apoc. 14:12.

La segunda A mortal es el Agustinianismo. Este error apareció con Agustín, el Obispo de Hipo (354-
430 d.C.). Agustín enseñó la doctrina de la predestinación. Esta doctrina fue abrazada por los Reforma-
dores Protestantes Martín Lutero (1483-1546), Juan Calvino (1509-1564) y Juan Knox (1505-1572).
Aun es mantenida por adherentes a las iglesias Presbiterianas y Holandesas, entre otras.
La doctrina de la predestinación enseña que Dios creó al hombre sin la libertad de elección con respec-
to a su destino eterno. Dios predestina a algunos seres humanos a la vida eterna, mientras que a otros
los predestina al castigo eterno en un infierno que no tiene fin. Esta doctrina pinta a Dios como un de-
monio que tortura a hombres y mujeres a los cuales los ha provisto con una vida de unos 70 años en es-
ta tierra y después los sentencia a la tortura eterna. Los predestinados a este horrible destino no tienen
ninguna otra opción.
Desde luego, las Escrituras afirman que hay un castigo eterno para aquellos que han rechazado o negli-
genciado la gran salvación de Dios. Lea atentamente las Escrituras.

“Y al daros reposo a vosotros que sois atribulados, y a nosotros también. Esto sucederá cuando el Señor
Jesús aparezca desde el cielo con sus poderosos ángeles, en llama de fuego, para dar la retribución a los
que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Estos serán castigados
de eterna destrucción por la presencia del Señor y por la gloria de su poder, en aquel día, cuando Cris-
to venga para ser glorificado en sus santos y ser admirado por todos los que creyeron. Por cuanto nues-
tro testimonio ha sido creído entre vosotros”. 2 Tes. 1:7-10.

Desde luego, que las Escrituras declaran que la paga del pecado es la muerte (Rom. 6:23), pero no una
vida en un infierno adonde se queman eternamente.
Cristo vino a esta tierra para proveerles una alternativa a aquellos que creen en Él y que le obedecen.
Pero millones de cristianos no ponderan las implicaciones de las palabras “perecer” en el mejor y más
conocido pasaje de las Escrituras.

“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca,
sino tenga vida eterna”. Juan 3:16.

¡Alabado sea Dios, que nos proveyó con libertad de elección! Podemos elegir o la vida eterna o la eter-
na destrucción.

“El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed y quiera,
venga y tome del agua de la vida de balde”. Apoc. 22:17.

“El vencedor tendrá esta herencia, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Apoc. 21:7.

“…Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios”. Apoc. 2:7.

“…El que venza, no recibirá daño de la segunda muerte”. Apoc. 2:11.


Pág. 41

“…Al que venza, le daré del maná escondido. Le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nom-
bre nuevo, que ninguno conoce sino el que lo recibe”. Apoc. 2:17.

“El que venza, será vestido de ropa blanca. No borraré su nombre del Libro de la Vida, y confesaré su
nombre ante mi padre y ante sus ángeles”. Apoc. 3:5.

“Al que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más saldrá fuera. Escribiré sobre él
el nombre de mi Dios- el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo
enviada por mi Dios- y mi nuevo nombre”. Apoc. 3:12.

“Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono; así como he vencido y me he sentado con mi
Padre en su trono”. Apoc. 3:21.

La tercera A mortal es la más relevante para la doctrina de la Divinidad: el Arrianismo. Esta falsa doc-
trina atribuida a Ario (250-336), un sacerdote de Alejandría. Él proclamó que Cristo no era eterno y
que había sido creado por el Padre desde la nada. Ario era Libio de nacimiento. Fue ordenado como
diácono por el Obispo Pedro en el año 300 pero fue excomulgado por haberse asociado con los Mele-
tianos, los seguidores de Meletio de Licópolis, el cual fue arrojado a la prisión por el Emperador Roma-
no Diocleciano (Emperador 284-305). Muchos cristianos capitularon de su fe durante esta terrible per-
secución instituida por Gaio Aurelio Valerio Diocleciano, para citar su nombre completo.
El Obispo Pedro también fue lanzado a la prisión durante esta persecución. Cuando terminó la persecu-
ción y cuando salió de la prisión Pedro y Meletio, estos hombres defirieron en su actitud hacia los cris-
tianos que habían negado su fe durante la persecución y que querían volver a la fe. El Obispo Pedro los
recibió bien; Meletio fue mucho más reacio, y Ario compartió esta actitud de ser reacio. Ario fue en-
tonces eliminado del ministerio.
Sin embargo, Ario fue restaurado cerca del año 311 por Archillas y fue elevado al sacerdocio. Sin em-
bargo, el punto de vista de Ario acerca de Cristo lo colocó nuevamente en sospecha.
En Agosto del 323, el Obispo Alejandro examinó los puntos de vista de Ario. Ario buscó el apoyo del
Obispo Eusebio (260-340) de Cesarea. El asunto se politizó cuando Ario también solicitó el apoyo de
Eusebio, Obispo de Nicodemia, el cual era muy cercano de Constanza, hermana del Emperador Cons-
tantino I (murió el 337).
Eventualmente, el Concilio de Nicea, en Asia Menor, fue llamado por el Emperador Constantino, el
cual se reunió el 20 de Mayo del 325. Este fue un precedente peligroso, porque quebró la práctica cris-
tiana anterior de separación entre la iglesia y el estado.
Esta fue la disputa eclesiástica inicial sobre el asunto de la Divinidad. En este instante el personaje del
Espíritu Santo no estaba siendo cuestionado, pero sí el lugar de Cristo en la Divinidad.
Mientras aquellos que disputan la existencia eterna de Cristo ya no afirman que Él fue creado por el Pa-
dre de la nada, ahora afirman que Él fue engendrado por la propia sustancia del Padre, el continuo de-
bate sobre la naturaleza de la Divinidad alcanzó un ítem máximo en la agenda de las discusiones cris-
tianas en el cuarto siglo de la era cristiana.
Nosotros analizamos el Concilio de Nicea y sus conclusiones en el tercer volumen de esta serie. Es su-
ficiente decir que la naturaleza de la Divinidad permanece como una discusión controvertida casi por
1700 años después del Concilio de Nicea. Este asunto no es de menor importancia.

Capítulo 16: Atanasio.-

Atanasio (295-373) asistió al Concilio de Necea en el año 325, siendo de alrededor de 30 años en ese
tiempo. Él ha sido declarado un doctor de la iglesia por los Católicos Romanos, y así sus escritos están
Pág. 42

certificados como conteniendo doctrinas Católicas Romanas válidas. Él fue ordenado diácono en el año
318, y poco después fue elevado al sacerdocio. En la Iglesia Católica

“el diácono se ha convertido en efecto en la transición de la ordenación al sacerdocio”. (Enciclopedia


Británica, Edición de 1963, Volumen 7, página 115).

El oficio de diácono no es una posición laica en la iglesia como en el Protestantismo.


Atanasio acompañó al Obispo Alejandro de Alejandría al Concilio de Nicea como su secretario. El pa-
pel de Atanasio en el Concilio fue mínimo. Sin embargo, Atanasio estuvo al lado del Obispo Alejandro
de Alejandría. Ambos aceptaron la conclusión del Concilio de Nicea que

“Para aquellos que afirman que hubo un tiempo en que Él [Cristo] no existió; y que antes que fuese en-
gendrado Él no era; y que Él fue hecho de la nada [la disputa de Ario] o que Él es de una sustancia o
esencia diferente; o que el Hijo de Dios es creado, cambiable, mutable – estos hombres de la Iglesia los
declaran anatemas”. (Ibíd., Volumen 2, página 665).

Después de la muerte del Obispo Alejandro en el 328, Atanasio, con cerca de 33 años de edad, lo suce-
dió como Obispo de Alejandría, a pesar de la marcada oposición para su nombramiento por parte de los
Arrianos y de los Meletianos, lo cual es analizado en el capítulo 15. Atanasio fue desterrado por los que
apoyaban a Ario en el 336-337, después de la muerte del Emperador Constantino I. en un Sínodo en
Antioquia en el 337, Atanasio fue reemplazado por Gregorio de capadocia como Obispo de Alejandría.
Atanasio huyó a Roma y le presentó su caso al papa Julio I (papa 337-352). El papa llevó el asunto al
Concilio de Sardina en el 343, y Atanasio fue defendido. Pero pasaron dos años antes que Atanasio pu-
diera volver como cabeza de la Sede de Alejandría, después de la violenta muerte de Gregorio de Capa-
docia. Aun cuando Atanasio retuvo su puesto episcopal durante la próxima década, en el 355 el Sínodo
de Milán lo depuso una vez más.
La vida de Atanasio revela el frágil estado de la doctrina de la Trinidad en la Iglesia Católica Romana.
Hubo altibajos en la pre-eminencia tanto de la Divinidad Arriana como de la Trinidad de la Iglesia Ca-
tólica Romana en el cuarto siglo de la era cristiana.
En el debate actual sobre la Divinidad, algunos colocan el acento sobre el obispado de Atanasio de Ale-
jandría como evidencia del mal de la doctrina sostenida por los Protestantes, los cuales creen en las tres
personas iguales de la Divinidad, afirmando que esta es la teología Católica Romana. (La creencia Ca-
tólica Romana se basa en Dios y en sus tres manifestaciones). En realidad, ni Atanasio ni Ario estaban
en lo correcto en sus doctrinas opuestas sobre la Divinidad.
La razón por la cual contribuimos con este capítulo en nuestro primer volumen relacionado con la Divi-
nidad, es para demostrar la futilidad de usar esos argumentos, ya sea a favor o en contra la posición bí-
blica de la Divinidad. Solamente el testimonio de la inspiración es el hito de la verdad.
Los altos y bajos de los 46 años del obispado de Atanasio pueden ser juzgados por el hecho de que en
ese periodo

“Cinco veces fue expulsado Atanasio de su trono [episcopal]; pasó 20 años exilado o como fugitivo”.
(Edward Gibbons, El Declinio y Caída del Imperio Romano, Book Club Associates, Londres, 1976, pá-
gina 323).

Gibbons (1737-1794) lo describió como siendo más capaz de gobernar Roma que cualquiera de los hi-
jos de Constantino I. Pero su tribulación atesta del caos doctrinal en el cual sucedió la formalización de
la Divinidad Católica Romana. A menudo las enseñanzas de la Biblia sobre el asunto fueron colocadas
en segundo lugar, siendo que en primer lugar fueron colocadas las argumentaciones filosóficas, los pre-
juicios personales y el orgullo.
Pág. 43

Esas fuentes proveen un inevitable error. Ese ha sido el caso en la formulación final de la doctrina por
parte de la Iglesia Católica Romana.

Capítulo 17: El Segundo Concilio de Lión.-

El primer Concilio de Lión, Francia, convocado por el papa Inocencio IV (Papa 1243-1254), se reunió
en Junio y Julio de 1245. Su propósito fue el de tratar de solucionar un conflicto entre la Iglesia Católi-
ca Romana y el Emperador Federico II (1194-1250), emperador del Santo Imperio Romano.
El segundo Concilio de Lión, solicitado por el papa Benedicto Gregorio X (Papa 1271-1276), se reunió
desde el 7 de Mayo al 17 de Julio de 1274 y fue realizado por un propósito muy diferente. El propósito
principal para la convocación de este Concilio fue un intento para unir a la iglesia cristiana occidental,
centrada en Roma y gobernada por el Papa, y la iglesia cristiana oriental, localizada en Constantinopla
y gobernada por el obispo de esa ciudad. El cisma entre las dos ramas del cristianismo había ocurrido
en 1054. Fuera de las fechas de la celebración de la Navidad y de la Pascua, varios otros asuntos origi-
naron el cisma.
Existían sutiles diferencias entre las confesiones de ambas creencias. El papa Clemente IV (Papa 1265-
1268), el predecesor de Gregorio X, había pavimentado el camino para la aceptación de la posición Ca-
tólico Romana sobre la Divinidad. Gregorio X usó la declaración de Clemente IV como una base para
una reconciliación doctrinal sobre este asunto.
Miguel VIII (1234-1282), emperador del Imperio Romano Oriental, cuyo asiento estaba en Constanti-
nopla, favoreciendo un fin para el cisma, envió representantes al segundo Concilio de Lión, los cuales
concordaron con la posición de Roma tal como había sido expresada en el documento de Gregorio X.
Es instructivo reproducir las palabras aceptadas tanto por las tradiciones de los Romanos como de los
Ortodoxos Orientales, representados en el segundo Concilio de Lión.

“Creemos en el Hijo de Dios, la Palabra de Dios, eternamente nacido del Padre, de la misma sustancia,
igualmente todopoderoso y en todas las cosas igual al Padre en divinidad”. (Editado por J. Neuner S.J.
y J. Dupuis S.J., La Fe Cristiana en los Documentos Doctrinales de la Iglesia Católica, Publicaciones
Litúrgicas Collins, Londres, 2001, página 17).

Esta posición hace un paralelo muy cercano con la de muchos Protestantes de hoy, que rechazan la doc-
trina de la Divinidad, parcialmente porque ellos afirman que la Iglesia de Roma está en un error en su
doctrina y que los Protestantes que no creen que Cristo fue creado de la sustancia del Padre están soste-
niendo la doctrina Católico Romana de la Trinidad. Tal como lo hemos documentado antes, el hecho es
que aquellos que niegan la presencia de tres seres eternamente existentes en la Divinidad y que pro-
mueven solamente la existencia de un solo Dios eternamente existente, están de hecho apoyando la
doctrina Católico Romana, la cual presenta al Hijo de Dios como un ser que fue creado o nacido en al-
gún tiempo en las edades precedentes de la eternidad.
Aquellos que niegan la presencia de tres miembros eternos de la Divinidad, casi invariablemente sostie-
nen que el Espíritu Santo es el poder que emana tanto del padre como del Hijo. Escuche lo que, bajo la
“infalible” palabra del papa Benedicto Gregorio X, se declaró en el segundo Concilio de Lión, con res-
pecto al Espíritu Santo:

“Creemos también que el Espíritu Santo, total, perfecta y verdaderamente Dios, procedente del Padre y
del Hijo, totalmente igual, de la misma sustancia”. (Ibíd.).

Aun cuando la última porción de esta declaración no es sostenida por estos modernos Arrianos, la pri-
mera porción concuerda nítidamente con su punto de vista acerca del Espíritu Santo en su primera de-
claración de que el Espíritu Santo es derivado tanto del padre como del Hijo.
Pág. 44

Desde luego, esta declaración fue hecha hace más de setecientos años atrás. Bien podría preguntarse:
¿La Iglesia Católica Romana continúa sosteniendo este punto de vista doctrinal en nuestra era?
Como respuesta a esta pregunta, citamos de un papa del siglo XX que gobernó a la iglesia de Roma en
nuestro tiempo. Hablando sobre los martirios de Pedro y de Pablo, en el siglo XIX, el papa Pablo VI
(Papa 1963-1978), el 30 de Junio de 1968, al encerrar la celebración litúrgica, declaró en su oración:

“Creemos en Dios, el cual eternamente engendró al Hijo; creemos en el Hijo, la Palabra de Dios, el
cual fue engendrado eternamente; creemos en el Espíritu Santo, la persona no creada que procede del
Padre y del Hijo como su eterno amor”. (Ibíd., página 23).

Además Pablo VI declaró:

“Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es la Palabra eterna, nacido del Padre antes
de todas las edades y de una misma sustancia con el Padre…”. (Ibíd.)

Aun cuando existen algunas diferencias entre el punto de vista Católico Romano de la Trinidad con la
posición Arriana Protestante, podemos encontrar dos grandes errores en ambas:

1.- La declaración de que Cristo nació en edades anteriores a todos los actos creativos, de la sustancia
del Padre;
2.- Que, aun cuando jamás fue creado, el Espíritu Santo proviene tanto del padre como del Hijo.

Es conveniente para los Arrianos Protestantes acusar a aquellos que creen en la Divinidad de tres perso-
nas bíblica, de seguir la doctrina de la Trinidad Católica Romana. ¡Nosotros no debemos hacerlo! No-
sotros creemos en lo que dicen las Escrituras. Somos nosotros los que estamos en una fuerte oposición
con la Trinidad Católica Romana.

Capítulo 18: La Trinidad Católica Romana.-

Muchos Protestantes, que creen en la Divinidad de tres personas, sin un estudio diligente del asunto,
creen que este es un punto de doctrina en el cual ellos y la Iglesia Católica Romana están de acuerdo.
Ellos yerran en esta conclusión.
Aun cuando el asunto de la Divinidad es un misterio infinito, un asunto que sin lugar a dudas va a ser
estudiado durante toda la eternidad por los redimidos, sin embargo es esencial creer en aquello que le
ha sido revelado a nuestras mentes finitas en las Escrituras. Especular más allá de las palabras de la Bi-
blia está lleno de un grave peligro, para los hombres mortales aun cuando sean intelectualmente brillan-
tes – pero no pueden, a través de su propio razonamiento, alcanzar la verdad. Esos propósitos están des-
tinados al error, y el error doctrinal jamás es sin daño.
Ese error es una avenida que Satanás asiduamente usa para alejar a los profesos cristianos de su destino
eterno. Todo error es sembrado por Satanás. Por lo tanto los cristianos jamás deben aceptar una doctri-
na, ideado por los hombres, que no posea una clara verificación en las Escrituras. Antes de aceptar pre-
cipitadamente cualquier doctrina nueva apoyada por algún escritor u orador persuasivo, todos los cris-
tianos tienen que exigir un claro así dice el Señor. Además, él tiene que hacer un diligente estudio con
oración de las Escrituras, lo cual va a confirmar o negar la nueva doctrina. Siempre tenemos que recor-
dar la severa precaución de Pablo:

“El mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y ma-
estros; a fin de perfeccionar a los santos para desempeñar su ministerio, para la edificación del cuerpo
de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un es-
Pág. 45

tado perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados
por cualquier viento de doctrina, por estratagema de hombres, que para engañar emplean con astucia
los artificios del error; sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la ca-
beza, esto es, en Cristo”. Efe. 4:11-15.

Los dos teólogos Católicos Romanos más reverenciados ciertamente teorizaron sobre la Trinidad más
allá de lo que sostienen las Escrituras. Agustín (354-430) y Tomás de Aquino (1225-1274) son vistos
como los que pusieron los grandes pilares teológicos del Catolicismo Romano. Que llegaron a muchas
falsas conclusiones no puede escapar a nuestra atención. Esto no debe sorprendernos ya que Agustín se
había metido en la filosofía Griega pagana de Platón (428 a.C. – 348 a.C.) y Aquino fue similarmente
influenciado por la antigua filosofía pagana de Grecia de Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.). el paganis-
mo no provee ninguna base para entender y exponer la verdad bíblica. Citamos las palabras de un cléri-
go de la Iglesia de Inglaterra del siglo XX, Henry Scowcroft Bettenson:

“El Escolasticismo alcanzó su punto máximo con los escritos del fraile Dominicano, Tomás de Aquino,
“El Doctor Angélico”. Su exposición sistemática de la fe Católica en términos de la filosofía Aristote-
liana produjo una revolución en el pensamiento cristiano, porque Agustín y Anselmo, los pensadores
cristianos en general antes de Aquino, había visto el Platonismo como una filosofía específicamente
cristiana”. (Henry Bettenson, Documentos de la Iglesia Cristiana, página 1999).

Agustín colocó una extraña analogía. Él escribió:

“Piense en el fuego como un padre, en la luz como un hijo”. (Sermo ad Catechumenes, sección 8, cita-
do en la Enciclopedia Británica, op. cit., edición de 1963, Volumen 22, página 479).

Aquino especuló que:

“El Padre es tan grande como toda la Trinidad” (Summa Teológica, Parte 1, Pregunta 30, Artículo 1).

Aquino, el cual, al igual que Agustín, había sido nombrado doctor de la iglesia, una proclamación de
que estos autores son escritores de las auténticas enseñanzas Católicas Romanas, también escribió su
conclusión mística en relación con el Padre y el Hijo.

“La esencia y dignidad del Padre y del Hijo es la misma, pero en el Padre de acuerdo con la relación de
dador, y en el Hijo de acuerdo con la relación de receptor”. (Ibíd., Pregunta 42, Artículo 4).

Aquí observamos el concepto de que nuestro Salvador recibió Su esencia y dignidad del Padre, en vez
de poseer estas características inherentemente.
Algunos Protestantes, tratando de distanciar su punto de vista sobre la Divinidad del Catolicismo Ro-
mano, afirman que Cristo no existió desde la eternidad, sino que vino de la esencia del Padre hace mu-
chísimo tiempo atrás. Ellos entonces proponen que el Espíritu Santo es un poder exudado tanto del Pa-
dre como del Hijo. En estas proposiciones, que no poseen ninguna base escriturística, ellos están in-
conscientemente apoyando el punto de vista que es parecido a la doctrina de la Trinidad Católica Ro-
mana, la cual se originó del paganismo. Este punto de vista copia el punto de vista doctrinal errado Ca-
tólico Romano.

“Desde toda la eternidad el Padre engendró al Hijo, y el Hijo procede del Padre. El Padre y el Hijo ori-
ginaron el Espíritu Santo, y Él procede de Ellos, como si fuese una sola Fuente”. (Louis Laravoire Mo-
Pág. 46

rrow, Obispo de Krishnagar, Un Dios en Tres Personas, Mi Fe Católica: un Manual de Religión, pági-
na 30).

Además, el Catolicismo Romano afirma que:

“… el Hijo es ‘necesario para la totalidad5 de la Divinidad’. El Hijo, se nos dice, no es ‘externo’ al Pa-
dre (Athen, Discourse I, capítulo V), no ‘resulta’ del Padre desde fuera, sino que es de la sustancia del
Padre”. (Enciclopedia Británica, edición de 1963, volumen 22, página 479).

Los Protestantes que afirman que Dios creó a Cristo de Su propia sustancia están repitiendo el error Ca-
tólico Romano. Una creencia tal desafía la clara Palabra de Dios, de que nada fue hecho sin Cristo.

“Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y
esa vida era la luz de los hombres”. Juan 1:3-4.

Desde luego, esta declaración no excluye a los otros dos seres de la Divinidad en este envolvimiento.
En el Monasterio de los Trinitarios en Madrid, España, hay una imagen de un Dios triuno

“con tres cabezas en un cuerpo. (Alexander Hislop, ministro Presbiteriano, Las Dos Babilonias, origi-
nalmente publicado a mediados del siglo XIX, Loizeaux Brothers, Neptuno, New Jersey, 1959, página
17).

Vance Ferrell, en su libro Defendiendo la Divinidad (Harvestime Books: Altamont, Tennessee, 2005),
páginas 71-79, ha reunido muchas declaraciones extraídas de fuentes autoritarias, las cuales demuestran
muchos errores serios en la doctrina Católica Romana de la Trinidad. Seleccionamos algunas de su do-
cumentación:

“Como prueba de la afirmación de que muchos de los Padres niegan la igualdad del Hijo con el Padre,
son citados pasajes de Agustín (Apol., xiii), Ireneo (Adv. Haer., III, viii, n. 3), Orígenes (Con. Cels.,
VIII, xv)”. (La Enciclopedia Católica, edición de 1914, artículo “La Bendita Trinidad”).

“Obviamente, solo puede haber un ser infinito, solo un Dios. Si existieran varios, ninguno de ellos sería
realmente infinito, porque, para tener pluralidad de naturalezas, cada uno tendría que poseer una per-
fección no poseída por los demás. Esto puede ser fácilmente garantizado por todo aquel que admite la
infinidad de Dios, y no hay necesidad de desarrollar lo que está perfectamente claro… Si se hace por
ejemplo la pregunta: ¿Por qué no pueden haber varios seres auto-existentes? La única respuesta satis-
factoria, tal como nos parece a nosotros, es esta: Porque un ser auto-existente como tal, es necesaria-
mente infinito, y no pueden haber varios infinitos. La unidad de Dios como la Primera Causa también
puede ser inductivamente inferida de la unidad del universo tal como lo conocemos, pero como puede
ser hecha la sugerencia, y tal vez no pueda ser desaprobada, de que puede existir otro o tal vez varios
universos, de los cuales no tenemos conocimiento, este argumento no sería absolutamente conclusivo”.
(La Enciclopedia Católica, edición de 1914, artículo “La Naturaleza y los Atributos de Dios”).

La razón dada antes para la imposibilidad de la existencia de más de un ser infinito carece manifiesta-
mente de credibilidad. Un raciocinio así ciertamente se está “agarrando de un pelo”.

5
Nota del Traductor: Para que esté completa.
Pág. 47

“Dios es un ser o sustancia simple, excluyendo cualquier tipo de composición [sustancia], física o me-
tafísica… Ni tampoco se le puede atribuir una composición accidental a lo infinito, ya que hasta esto
implicaría una capacidad de una perfección aumentada, lo cual excluye la misma noción de infinito”.
(Ibíd.).

He aquí una especulación que locamente conduce hacia una tontería. La enseñanza Católica Romana
es:

“Él [el Espíritu Santo] procede, no de una generación, sino que de una inspiración, del Padre y del Hijo
juntamente, como de un único principio. Esta es la creencia que exige la fe Católica”. (La Enciclopedia
Católica, edición de 1914, artículo “El Espíritu Santo”).

Aquellos Protestantes que se atreven a promover el error Católico Romano de la Trinidad, tal como fue
presentado antes, aun cuando se deba a una falta de estudio lo hagan inconscientemente, son tan enga-
ñadores como los Católicos Romanos.
La Biblia enseña claramente una Divinidad plural, y el Nuevo Testamento muestra tres seres en esa Di-
vinidad. El concepto Católico Romano de la Trinidad es el resultado de confiar en un falso raciocinio
de dos teólogos, Agustín y Aquino, los cuales incursionaron en la filosofía pagana Griega en vez de ha-
cerlo en las Escrituras. Una base de fe así siempre ha estado destinada a remover de esa iglesia el poder
obtener un correcto entendimiento de la verdad revelada por Dios sobre el asunto de la Divinidad.
Los Protestantes en los tiempos de la Reforma sostuvieron correctamente el principio de Sola Scriptura,
la Biblia solamente. En esta instancia ellos sostuvieron una norma de doctrina que evitó todos los as-
pectos de la influencia pagana sobre la pura fe cristiana. Aun cuando el proceso de transformación y de
purificación de la fe requirió siglos de progreso, sin embargo, el estado de progreso trajo consigo mis-
mo un conocimiento de la gran doctrina de la justificación por la fe y la obra del Espíritu Santo en esta
transformación de carácter. Las Escrituras también muestran el amor justificador de nuestro Salvador,
el cual fue tan bellamente mostrado en el perdón de Cristo de los pecados durante Su estadía en la tierra
y también fue maravillosamente revelado a los pecadores en el Salmo del rey David:

“Compasivo y clemente es el Eterno, lento para enojarse, y grande en amor. No siempre reprende, ni
guarda el enojo para siempre. No nos trata como merecen nuestras iniquidades, ni nos paga conforme a
nuestros pecados. Como es más alto el cielo que la tierra, así engrandeció su inmenso amor por los que
lo reverencian. Cuanto está lejos el oriente del occidente, alejó de nosotros nuestros pecados. Como el
padre se compadece de sus hijos, se compadece el Señor de los que lo reverencian. Él conoce nuestra
condición, se acuerda que somos polvo. Como la hierba son los días del hombre. Florece como la flor
del campo, que apenas pasa el viento por ella, perece, y su lugar no se conoce más. Pero el amor del
Señor es desde la eternidad y por la eternidad sobre los que lo reverencian. Y su justicia sobre los hijos
de los hijos, sobre los que guardan su pacto, y se acuerdan de obedecer sus Mandamientos”. Salmo
103:8-18.

Aquellos que se han aferrado de los principios Protestantes de fe, no enseñan la doctrina Católica Ro-
mana de la Trinidad. Aun cuando los Protestantes y los Católicos Romanos usan nombres idénticos pa-
ra los miembros de la Divinidad, ellos no comparten la misma Divinidad. Jamás se debe olvidar que ca-
da verdad bíblica ha sido deformada por Satanás. Esto incluye la doctrina de la Divinidad.
Existe un fuerte contraste entre la enseñanza Católica Romana sobre el carácter del Padre y la revela-
ción bíblica. En nuestro segundo volumen sobre la Divinidad, Nuestro Padre Celestial en la Era del
Terror, presentamos a nuestro Padre celestial como una Deidad de amor y de tierna compasión hacia
nosotros. Este es el testimonio de la Palabra de Dios.
Pág. 48

“El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor… Nosotros hemos conocido el amor que Dios
nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios, y
Dios en él”. 1 Juan 4:8, 16.

El punto de vista Católico Romano es más bien un Dios de fieros deseos, Su pasión es calmada por la
intercesión de María, por otros santos designados por la Iglesia, y por la intercesión del sacerdocio.
Nuestro Salvador y el Salvador Católico Romano posee cualidades bien diferentes. Nosotros tenemos
un Salvador que murió solo una vez como un sacrificio por nuestros pecados. La Iglesia Católica Ro-
mana, tal como lo hemos documentado en forma completa, enseña que Cristo es sacrificado en la Misa
innumerables veces y que esos servicios se igualan al Calvario en su eficacia de expiación.

“que no tiene necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por
sus propios pecados, y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una sola vez para siempre, cuando se ofre-
ció a sí mismo”. Heb. 7:27.

La Iglesia Católica Romana declara que:

“A través de esta confesamos que el Sacrificio de la Misa es y debe ser considerado como uno y el mis-
mo sacrificio de la cruz, porque la víctima es una y la misma, esto es, Cristo nuestro Señor, el cual se
ofreció a Sí mismo, solo una vez, un sacrificio de sangre en el altar de la cruz. La víctima sangrienta y
no sangrienta no son dos, sino que solamente una víctima, cuyo sacrificio es renovado diariamente en
la Eucaristía”. (Catecismo del Concilio de Trento para Sacerdotes Parroquianos, Joseph F. Wagner, Inc.
Nueva York, 1934, traducido al Inglés por John McHugh y Charles Callan, 1958, página 258).

“Tiene que ser enseñado sin ninguna duda que, tal como la ha explicado el Concilio (de Trento), el
sagrado y santo Sacrificio de la Misa no es un sacrificio de alabanza y de acción de gracias solamente,
o una mera conmemoración del Sacrificio llevado a cabo en la cruz, sino que verdaderamente es un Sa-
crificio propiciatorio, a través del cual Dios se ha aplacado y se ha vuelto propicio a nosotros. Si, por lo
tanto, con un corazón puro, una fe viva, y afectado con una pena interna debido a nuestras transgresio-
nes, inmolamos y ofrecemos esta víctima muy santa, obtendremos, sin duda, misericordia del Señor, y
gracia en el tiempo de necesidad; porque el Señor se delicia tanto con el olor de esta víctima, que, otor-
gándonos el don de la gracia y del arrepentimiento, nos perdona nuestros pecados”. (Ibíd., páginas 258-
259).

Nuestro Salvador es nuestro Mediador tal como lo afirman las Escrituras.

“Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 1 Tim.
2:5.

Por contraste, la Iglesia Católica Romana presenta una pléyade de intercesores, incluyendo a María y a
una vasta gama de “santos”. Fueron añadidos más de 300 cuando fueron canonizados en el reinado del
papa Juan Pablo II. El Catolicismo Romano también designa a numerosos sacerdotes y prelados para
mediar por sus adherentes. Nosotros rechazamos enfáticamente estos conceptos, porque son vanos tes-
timonios que contradicen las Escrituras.
El Concilio de Trento decretó el 3 y 4 de Diciembre de 1563 que

“el santo sínodo le ordena a todos los obispos y a otros que sostienen el oficio y el cargo de enseñar
que, de acuerdo con el uso de la Iglesia Católica y Apostólica, recibido de los tiempos primitivos de la
religión cristiana, y de acuerdo con el consentimiento de los santos padres, y a los decretos de los
Pág. 49

sagrados concilios, ellos instruyen especialmente y diligentemente a los fieles en relación a la interce-
sión e invocación de los santos… enseñándoles que los santos, que reinan juntamente con Cristo, le
ofrecen sus propias oraciones a Dios por los hombres”. (Cánones y Decretos Dogmáticos, 1912, Nueva
York, Devin-Adair Co. Página 167. [Concilio de Trento, Sesión XXV, “Sobre la Invocación de los
Santos”]).

“Además, el poder del sacerdote sobrepasa el de la bendita Virgen María; porque, aun cuando esta divi-
na Madre puede orar por nosotros, y debido a sus oraciones obtiene lo que ella quiera, pero ella no pue-
de absolver a un cristiano ni siquiera del menor pecado”. (San Alfonso María de Liguori (1696-1787),
Dignidad y Deberes del Sacerdote, Benzinger Brothers, Nueva York, 1888, página 27).

Nosotros no aceptamos el punto de vista Católico Romano del Espíritu Santo, porque Su obra en guiar-
nos a toda la verdad (ver Juan 14:17; 15:26; 16:13) ha sido sobrepasada por la doctrina de la Infalibili-
dad Papal endosada por el Primer Concilio del Vaticano el 8 de Diciembre de 1870, bajo la insistencia
del papa Pío IX (1792-1878; papa 1846-1878). Son las sucesiones papales a través de sus cartas apostó-
licas, encíclicas papales y bulas papales las que guían a los fieles Católicos Romanos a la “verdad”.
Por lo tanto nosotros no creemos que las doctrinas Protestantes y Católicas Romanas en relación con la
Divinidad sean idénticas. Una es una preciosa verdad; la otra es un engaño. Desde luego, nuestra dife-
rencia irresoluble desacuerdo con los Católicos Romanos en esta importante doctrina, no se extiende a
despreciar a aquellos que la promueven. Sino que nos conduce a tratar de corregir su entendimiento de
esta doctrina a lo largo de las líneas de las Escrituras. Gracias a Dios que muchos adherentes de la fe
Católica Romana actualmente están aferrándose de la verdad bíblica en este tiempo del fin de la histo-
ria de esta tierra, tal como lo hicieron nuestros propios ancestrales Católicos Romanos en el pasado. Al
hacer esto se están volviendo hacia las verdades Escriturísticas y están evitando las tradiciones Católi-
cas Romanas, las cuales, en vez de estar enraizadas en la verdad cristiana, están saturadas de errores pa-
ganos. Hoy en día toda la humanidad debiera exigir un claro “así dice el Señor” antes de aceptar cual-
quier creencia doctrinaria.
El arrianismo estaba basado en el Gnosticismo. Enseñaba que

“… el Padre era Dios en un sentido único, mientras que la divinidad del Hijo y del Espíritu eran sola-
mente derivativas, porque ellos habían sido creados en algún tiempo”. (Enciclopedia británica, edición
de 1963, volumen 2, página 665).

Esta herejía fue enseñada por los Nicolaítas, los cuales fueron condenados en las Escrituras. En la carta
a la iglesia de Éfeso, Dios declaró en recomendación:

“Pero tienes esto a tu favor, que aborreces las prácticas de los nicolaítas, que yo también aborrezco”.
Apoc. 2:6.

En la carta a la iglesia de Pérgamo, Dios advirtió en una recomendación:

“También tienes a los que sostienen la doctrina de los nicolaítas”. Apoc. 2:15.

En su Comentario de la Biblia, Adam Clarke (1715-1832) hizo varios comentarios en relación con los
Nicolaítas. Clarke sugiere que las “herejías” y los “caminos perniciosos” que se citan en 2 Pedro 2:1-2
eran
Pág. 50

“… una especie de Antinomianismo; ellos consintieron y condescendieron con la lascivia de la carne;


y, si los Nicolaítas son mencionados, se aplica muy bien a ellos, porque ellos enseñaban la comunidad
de las esposas, etc.”.
En su comentario de Apoc. 2:6, Clarke nuevamente indica que los Nicolaítas enseñaban una forma de
Antinomianismo que conduce a la licenciosidad. Él declaró que los Nicolaítas

“eran, tal como se supone comúnmente, una secta de los Gnósticos, que enseñaban las doctrinas más
impuras, y seguían las prácticas más impuras. También se supone que su origen estuvo en Nicolás, uno
de los siete diáconos mencionados en Hechos 6:5. Los Nicolaítas enseñaban la comunidad de las espo-
sas, que el adulterio y la fornicación eran cosas indiferentes, que comer carnes sacrificadas a los ídolos
era lícito; y mezclaron diversos ritos paganos con las ceremonias cristianas”.

En el año 185 d.C., Ireneo (nacido el 130), posteriormente Obispo de Lión, observó que la doctrina de
los Nicolaítas enseñaba el Gnosticismo. Se cree Ireneo surgió en Esmirna en Asia Menor, una de las
siete iglesias de Apocalipsis capítulos 2 y 3, la cual estaba situada cerca de Éfeso. Por lo tanto él estaba
en condiciones de aprender sobre la naturaleza de la doctrina de los Nicolaítas. Ireneo escribió:

“Juan, el discípulo del Señor, predicó la fe [la deidad de Cristo], y procuró, a través de la proclamación
del Evangelio, remover el error que los Corintios habían diseminado entre los hombres, y mucho tiem-
po antes, por aquellos llamados de Nicolaítas, los cuales están lejos de ese así llamado ‘conocimiento’,
que es falso, que puede confundirlos, y que puede persuadirlos de que hay un solo Dios, el cual hizo to-
das las cosas a través de Su Palabra”. (Ireneo, Contra las Herejías, Volumen 3, página 11, Ante Nicene
Fathers, Volumen 1, página 426).

La firme condenación de los Nicolaítas en las Escrituras y la recomendación a los de Éfeso que no ha-
bían sido engañados por este error, debiera ser una clara advertencia para los cristianos del siglo XXI,
que promueven este falso concepto de la Divinidad hoy en día.
No debiéramos sorprendernos que Satanás trató rápidamente de destruir la verdad de la Divinidad en
los primeros días de la fe cristiana, porque él odia a la Divinidad, tal como lo atestigua plenamente su
rebelión en el cielo. Satanás siempre encuentra terreno fértil en las mentes de algunos para diseminar
sus condenables errores.
No debe ser despreciado el hecho que la herejía del Gnosticismo estaba enraizada en el misticismo Ju-
dío del primero y del segundo siglo después de Cristo, y sin duda es así que alcanzó a llegar a los oídos
de los cristianos Judíos de aquella era. Se dice que los Esenios proclamaron esta herejía dentro del Jud-
aísmo.

Capítulo 19: La Mayoría de los Cristianos no Cree en la Divinidad Bíblica.-

En las mentes de la mayoría de los eruditos que lidian con el asunto de la Divinidad, hay dos puntos de
vista sobre esta doctrina. Son las posiciones de los Unitarianos y de los Trinitarios. En este entendi-
miento, los Unitarianos entienden que solamente nuestro Padre celestial es el Dios supremo. Cristo es
visto como un Dios secundario, de alguna manera originado de la misma sustancia del Padre en las eras
de la eternidad, antes que el Padre Crease cualquier otra cosa. El Espíritu Santo, en las mentes de los
Unitarianos, es una expresión usada en las Escrituras para el poder ejercido a nuestro favor tanto por el
Padre como por el Hijo.
Por otro lado, los Trinitarios dicen que los tres miembros de la Deidad son co-eternos, co-iguales en es-
tatus, poder y autoridad, y co-omniscientes y, antes de la encarnación de Cristo, co-omnipresente.
Este punto de vista es apenas una vaga aproximación de la inmensa confusión que impregna a este san-
to y sagrado entendimiento del impenetrable misterio de la Divinidad.
Pág. 51

Citemos un punto de vista de la Divinidad no cubierto por los dos puntos de vista opuestos sobre la Di-
vinidad descritos arriba. Este es un punto de vista sostenido por más de un billón de personas, el mundo
del Islam. El Islam ha propuesto un Dios, a quien sus adherentes llaman de Alá. Ellos reconocen a Je-
sús como un mero ser humano que tuvo un alto escalafón como profeta, mientras que el Espíritu Santo
permanece desconocido.
Un segundo punto de vista, al cual se le ha dedicado todo un capítulo en este volumen, es el punto de
vista Católico Romano de la Divinidad. Muchos cristianos creen ingenuamente que las principales co-
rrientes de Protestantes y de Católicos Romanos concuerdan en esta doctrina. Aquí tenemos que hacer
sonar una advertencia. Pocos cristianos, y hasta teólogos cristianos, parecen darle alguna consideración
al hecho que Satanás ha tenido éxito en destruir todas las doctrinas de las Escrituras. Además, el caído
querubín cubridor ha encontrado a profesos cristianos deseosos de aceptar y de proclamar sus subterfu-
gios. No debemos menospreciar el hecho que Satanás es un archi-engañador, porque así lo declaró
nuestro Salvador.

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. Él ha sido ho-
micida desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, habla de lo que él mismo es; porque es mentiroso y padre de mentira”. Juan 8:44.

Así, los cristianos frecuentemente usan la misma palabra escriturística para describir doctrinas comple-
tamente diferentes. He aquí algunos ejemplos.

1.- Los Bautistas y los Católicos Romanos usan la palabra bautismo en su profesión de fe. Pero la prác-
tica Bautista creen en un bautismo por inmersión de los adultos que consienten en adherirse a su fe. Los
Católicos Romanos, usando la misma nomenclatura, usan la palabra bautismo para significar la asper-
sión de agua bendita por los sacerdotes sobre las cabezas de infantes no confesados. Ambas posiciones
no pueden ser bíblicas. Por lo menos una tiene que ser un engaño.

2.- Los Presbiterianos enseñan la doctrina de la predestinación, la cual afirma que Dios pre-ordena a al-
gunos para la vida eterna y a otros para el infierno eterno, mientras que los Metodistas afirman que los
individuos poseen libre albedrío y que son capaces de decidir si siguen a Cristo o si Lo rechazan. Como
estas dos doctrinas, que usan el término salvación, son mutuamente excluyentes, una es verdadera y la
otra es un error. Ambas no pueden representar a la verdad.

3.- Tanto los Anglicanos como los ASD proclaman la observancia del Sábado, pero los ASD guardan el
Sábado y los Anglicanos adoran los domingos. Desde luego, es posible que ambos estén errados, por-
que hay otros cinco días donde es posible adorar. Una cosa es cierta, sin embargo, ambos no pueden es-
tar en lo correcto. Por lo menos una denominación tiene que estar errada.

4.- Los miembros de la Iglesia de Cristo enseñan que Cristo murió el viernes y que resucitó el domingo.
La Iglesia Universal de Dios, que también proclama, tal como lo hace la Iglesia de Cristo, la muerte y
resurrección de Cristo, enseña que Cristo murió el miércoles y que resucitó de entre los muertos el sá-
bado en la tarde, permaneciendo 72 horas en la tumba. Ambos puntos de vista no pueden ser reconcilia-
dos como siendo equivalentes. Como mucho, un punto de vista tiene que ser un engaño.

5.- Los Mormones y la Asamblea de Dios ambas enseñan la existencia de Dios. Pero la Asamblea de
Dios enseña un Padre celestial que ha existido desde la eternidad, mientras que los Mormones enseñan
que los seres humanos pueden llegar a ser Dios. Su declaración es: ‘Así como somos, Dios lo fue; así
como Dios es, podemos llegar a ser’. Esto es diametralmente opuesto a la doctrina sostenida por la
Pág. 52

Asamblea de Dios. Consecuentemente, tenemos que concluir que por lo menos uno de estos puntos de
vista, aun cuando usan el mismo título para la Deidad, es un gran engaño.

Así, en los siguientes capítulos, demostramos que los diferentes tipos de fe del cristianismo no están
proclamando la misma Divinidad, aun cuando la gran mayoría profesa creer en el Padre, en el Hijo y en
el Espíritu Santo. La mayoría está en un gran engaño sobre este asunto. Por lo tanto, jamás debemos
asumir que aquellos que dicen creer en los tres miembros de la Deidad bíblica no estén en un estado
satánico de engaño sobre esta doctrina. ¡La mayoría, sin lugar a dudas, lo están! La Divinidad bíblica es
sostenida apenas por un pequeño porcentaje de cristianos.

Capítulo 20: La Divinidad Calvinista.-

Juan Calvino (1509-1564), el Reformador Protestante Francés que estableció sus cuarteles generales en
Ginebra, Suiza, sostuvo la doctrina de la igualdad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero no
debe asumirse que a causa de ello, su doctrina sobre la Deidad estaba correcta. ¡Ciertamente no lo esta-
ba!
Calvino se mantuvo siempre fiel a su creencia de que Dios era arbitrario y que predestinaba a cada indi-
viduo, o a la vida eterna en el cielo o a la eterna condenación. La doctrina de la predestinación, tan con-
traria a las Escrituras, era una reliquia Católica Romana que había sido introducida por el Obispo San
Agustín (354-430) de Hipo, y que se había formado, como una conclusión lógica de su falsa premisa, y
que formuló muchas falsas doctrinas que contaminaron al Catolicismo Romano desde entonces. Sin lu-
gar a dudas suena extraño que los calvinistas, que poseen un fuerte sistema de creencias fuertemente
anti-Católico Romano, se hayan aferrado a esta doctrina y se hayan apropiado de ella.
En este error, Calvino destruyó el carácter de nuestro Padre celestial, porque las Escrituras atestan cla-
ramente,

“El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”. 1 Juan 4:8.

Muchos que han aceptado la enseñanza de la predestinación también han adoptado la enseñanza no bí-
blica que el fuego del infierno jamás cesa de quemar. Colocar a Dios como un ser que les provee vida a
los seres humanos cuya única “esperanza” en la vida es quemarse con un dolor insoportable eternamen-
te, y es un espantoso desaire contra el carácter de nuestro Padre celestial.
Estas dos doctrinas se combinan para mostrar un dios sin piedad que arbitrariamente les provee vida a
los seres humanos en este planeta y después los castiga por sus actos pecaminosos, para los cuales han
sido predestinados a cometer. Esta peligrosa creencia enseña el pecado original, un pecado del cual
ellos no pueden arrepentirse, y coloca a Dios como un demonio, porque ciertamente si Satanás, tuviese
el poder, ciertamente se deleitaría en un castigo tan extremo e inimaginable.
El hecho que el pecado haya entrado en el cielo a través de Lucifer, es una prueba que está más allá de
cualquier duda, de que Dios no creó individuos que estén predestinados. Lucifer tuvo la libertad de vo-
luntad para rebelarse contra el Dios del cielo y un tercio de los ángeles (ver Apoc. 12:4) tuvieron la
misma libertad de elección para unirse con él en un motín contra Dios.
Las Escrituras atestan claramente que el carácter adecuado para el cielo tiene que ser formado en esta
tierra antes de nuestra ascensión al cielo, antes de la segunda venida de nuestro Señor, antes del cierre
de la gracia.

“El que es injusto siga siendo injusto, y el sucio siga ensuciándose. El justo siga siendo justo, y el santo
siga santificándose”. Apoc. 22:11.
Pág. 53

Nosotros no vamos a llevar nuestros cuerpos corruptos al cielo. Estos son transformados en la segunda
venida en los últimos momentos en esta antigua tierra.

“Os voy a decir un misterio. No todos dormiremos, pero todos seremos transformados. En un instante,
en un abrir de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta y los muertos serán resucitados in-
corruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de
incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible sea vestido de inco-
rrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: ‘Sorbida es
la muerte con victoria’”. 1 Cor. 15:51-54.

Claramente, cuando consideramos Apoc. 22:11 y 1 Cor. 15:51-54, el único aspecto de nuestras vidas
que los redimidos pueden llevar al cielo, son los santos caracteres que han sido formados en los cristia-
nos deseosos, bajo el gran poder del Espíritu Santo. Dios no redime ni lleva al cielo a aquellos que per-
sisten en pecar, porque sus caracteres irían a contaminar el cielo y el pecado sería perpetuado, derrotan-
do así Su plan de salvación, que en última instancia, consiste en purificar nuevamente el universo. Dios
no convierte a los pecadores no arrepentidos en robots en Su segunda venida, obligándolos a servirlo.
Sugerir esto es denigrar Su carácter. Dios solo acepta una obediencia voluntaria.
Además, la teología Calvinista de la predestinación se mofa de nuestro Salvador. Recuerde que nuestro
Salvador es el autor del libro del Apocalipsis.

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto.
Y lo declaró, enviando su ángel a su siervo Juan”. Apoc. 1:1.

En ese último libro de las Escrituras Cristo le hace una tremenda oferta a toda la humanidad.

“El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed y quiera,
venga y tome del agua de la vida de balde”. Apoc. 22:17.

A “El que quiera” se le asegura aquí un hogar celestial.


Observamos arriba el envolvimiento del Espíritu Santo en esta invitación. Así, Él, también, es dismi-
nuido por el concepto Calvinista de la predestinación.

“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que ha de venir”. Juan 16:13.

De acuerdo con la doctrina de la predestinación, la obra del Espíritu Santo, tal como fue mostrada por
Cristo, sería irrelevante en el plan de la salvación, porque no podría haber una transformación del ca-
rácter ni del destino durante nuestra existencia terrenal. Nosotros no jugamos ningún papel en la salva-
ción, porque no tenemos una voluntad que pueda resistir la eterna destrucción si es que estamos pre-
destinados a la eterna destrucción, ni tampoco poseemos una voluntad para rebelarnos contra Dios si
es que estamos predestinados a pasar la eternidad con Cristo.
La respuesta de Calvino para aquellos que no concuerdan con su grave error doctrinal, era que ya que
todos somos pecadores merecemos quemarnos eternamente en el infierno. Así, aquellos que reciben es-
te espantoso destino no pueden quejarse. Ese debe ser el alegre pensamiento de aquellos que ferviente-
mente creen que están predestinados a la vida eterna. No habrá ningún confort para aquellos que, des-
pués de un quintillón de años sufriendo una inimaginable agonía, no tengan ninguna expectativa en las
eras de la eternidad, de escapar de este continuo castigo. Solamente Satanás pudo haber soñado con un
escenario tan espantosamente “divino”.
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Así, aun cuando los Protestantes Calvinistas creen en las tres personas de la Divinidad, estos seres son
destruidos, no llevan ninguna semejanza en el carácter con la Divinidad bíblica. Dios es amor, no es
una deidad mala del mundo pagano.
Concluimos con la seguridad del profeta Ezequiel.
“Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis dicho: 'Nuestras rebeliones y pecados
están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos. ¿Cómo, pues, viviremos?' Diles: Así dice el
Señor, el Eterno: Vivo yo que no me complazco en la muerte del impío, sino en que se vuelva el impío
de su camino, y que viva. ¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué moriréis, oh casa de
Israel? Tú, hijo de hombre, di a los de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará si él desobedece. Y
la impiedad del impío no le será estorbo si se vuelve de su impiedad. Si el justo peca, no podrá vivir
por su justicia anterior. Aunque yo diga al justo que de cierto vivirá, si él, confiado en su justicia, co-
mete iniquidad, todas sus justicias no vendrán en memoria, sino que morirá por la iniquidad que come-
tió. Y si digo al impío: 'De cierto morirás'. Pero él se vuelve de su pecado, y practica el juicio y la justi-
cia, si el impío restituye la prenda, devuelve lo que robó, camina en las ordenanzas de la vida, sin co-
meter iniquidad, de cierto vivirá y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados cometidos an-
tes. Hizo juicio y justicia, de cierto vivirá”. Eze. 33:10-16.

Ciertamente, aquí está nuestro Dios de amor. Aquí se coloca delante de nosotros la elección que Él ha
colocado en nuestros corazones. Además, el tercer miembro de la Divinidad, el Espíritu Santo, siempre
está dispuesto a proveer todo el poder que sea necesario para que vivamos en forma santa en esta tierra.
Si sinceramente buscamos este poder, lo recibiremos. Los miembros de la Divinidad saben muy bien
que el hombre caído no posee ningún poder innato para obedecerle a Dios y tiene que descansar total-
mente en la gracia de Cristo a través del poder del Espíritu Santo. La gracia habla de perdón con el ver-
daderamente arrepentido; testifica de un poder que es externo a nosotros mismos para servir a Dios en
pureza.
Ningún hombre o mujer con una mente sana podría leer las palabras de Ezequiel y sostener la mala
doctrina de que Dios predestina a la humanidad. El Creador nos provee el poder de elegir. Nosotros so-
mos responsables por el curso de vida que escogemos. Pero, como nuestras naturalezas humanas caídas
están tan degradadas que no podemos en nuestro propio poder vivir vidas santas, Dios amorosamente
provee todo el poder para vivir una vida de carácter puro, si sinceramente solicitamos ese poder. Él no
nos deja en la miseria del pecado, el cual inevitablemente origina consecuencias desastrosas.
Desde luego, Satanás, que fue el que creó esta engañosa doctrina, sabe muy bien que es falsa. Si Sata-
nás creyese en la doctrina de la predestinación, jamás se habría atrevido a probar la fidelidad de Job,
cuando Dios permitió que él lo hiciera. ¿Cuál habría sido el asunto si Dios hubiese predestinado a Job a
la vida eterna? Todos los esfuerzos de Satanás habrían sido inútiles. En la fortaleza de Dios, Job en-
frentó todo artificio de Satanás, porque se nos dice,

“A pesar de todo, Job no pecó, ni culpó a Dios de ningún mal”. Job 1:22.

El Calvinismo, que subsiste hoy en los Presbiterianos y en la mayoría de las iglesias reformadas entre
otras, haría bien en evitar esta distorsión de carácter de la Divinidad y en seguir la clara enseñanza de
las Escrituras.
La predestinación haría con que todo el evangelismo y los esfuerzos misioneros sean inútiles – fútiles –
porque nadie podría modificar su destino eterno. Dios no es un Dios de redundancia. Colin le preguntó
una vez a un creyente en la predestinación por qué creía en testimoniar de su fe a otros, cuyo destino
había sido sellado para la eternidad. Él dijo que creía en testimoniar porque Jesús lo ordenó. Esta res-
puesta no satisfizo a Colin. Esto tiene sentido cuando el plan de Dios es el de conducir a los hombres y
a las mujeres fuera de la destrucción eterna hacia la vida eterna. Después de todo, Jesús vino a salvar al
perdido.
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“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Luc. 19:10.

Concluimos este capítulo con la palabra del Dr. Donald Barnhouse, pastor de la décima Iglesia Presbi-
teriana a mediados del siglo XX y editor del influyente periódico evangélico mensual, Eternidad. Des-
pués de conversar con teólogos que no expusieron la predestinación, el Dr. Barnhouse, en un informe
grabado a Al Hudson, el 16 de Mayo de 1958, declaró.

“Ellos saben que yo sostengo la posición Calvinista de que yo estoy salvo paras siempre y que jamás
me puedo perder”.

Una declaración así es peligrosa. Es una trágica creencia, porque ciega la consciencia y la mente a los
engaños y sofisterías de Satanás.

Capítulo 21: Otra Destrucción Protestante de la Divinidad.-

Otros Protestantes, ignorando las claras palabras de Dios, se atreven a enseñar la doctrina de la perseve-
rancia de los santos, una vez salvo siempre salvo. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento niegan
esa doctrina con palabras que no pueden ser mal interpretadas. El profeta Ezequiel es enfático. Repeti-
mos este pasaje citado en el capítulo anterior, porque merece un estudio adicional con respecto a la
errada enseñanza de una vez salvo, siempre salvo.

“Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis dicho: 'Nuestras rebeliones y pecados
están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos. ¿Cómo, pues, viviremos?' Diles: Así dice el
Señor, el Eterno: Vivo yo que no me complazco en la muerte del impío, sino en que se vuelva el impío
de su camino, y que viva. ¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué moriréis, oh casa de
Israel? Tú, hijo de hombre, di a los de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará si él desobedece. Y
la impiedad del impío no le será estorbo si se vuelve de su impiedad. Si el justo peca, no podrá vivir
por su justicia anterior. Aunque yo diga al justo que de cierto vivirá, si él, confiado en su justicia, co-
mete iniquidad, todas sus justicias no vendrán en memoria, sino que morirá por la iniquidad que come-
tió. Y si digo al impío: 'De cierto morirás'. Pero él se vuelve de su pecado, y practica el juicio y la justi-
cia, si el impío restituye la prenda, devuelve lo que robó, camina en las ordenanzas de la vida, sin co-
meter iniquidad, de cierto vivirá y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados cometidos an-
tes. Hizo juicio y justicia, de cierto vivirá”. Eze. 33:10-16.

Es imposible ignorar la clara presentación de la verdad en este pasaje, que el que está salvo puede vol-
ver a pecar y el pecador puede, si responde al llamado del Espíritu Santo y recibe Su poder, volver a la
justicia.
Antes en esta profecía, Ezequiel proveyó un testimonio similar contra la doctrina de que cuando prime-
ro aceptamos a Cristo no nos podemos perder, la cual es apenas una pequeña modificación de la doctri-
na de la predestinación. En este punto de vista, el hombre puede tomar una decisión por Cristo, pero
una vez que él ha hecho esto, está predestinado a la salvación, no teniendo más libertad para volver
atrás. Lea la contrapartida de Ezequiel para esta falsa doctrina.

“El que peque, ése morirá. El hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo.
La justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. Pero si el impío se aparta de to-
dos sus pecados, guarda todas mis ordenanzas, y obra juicio y justicia, de cierto vivirá, no morirá. To-
das las rebeliones que cometió, no serán recordadas contra él. En la justicia que hizo vivirá. ¿Acaso me
complazco yo en la muerte del impío? —dice el Señor, el Eterno—. ¿No vivirá, si se aparta de sus ca-
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minos? Pero si el justo se aparta de su justicia, comete maldad, y sigue las abominaciones del impío,
¿vivirá él? Todas las justicias que hizo no vendrán en memoria. Por su rebelión y su pecado morirá. Y
si decís: 'El camino del Señor no es recto'. Oye, casa de Israel: ¿No es recto mi camino? Vuestros cami-
nos son los torcidos. Si el justo se aparta de su justicia, y comete iniquidad, él morirá. Por su iniquidad
morirá. Pero si el impío se aparta de su impiedad, y hace juicio y justicia, salvará su vida. Porque abrió
los ojos y se apartó de todas sus prevaricaciones, de cierto vivirá, no morirá. Si la casa de Israel aún di-
ce: 'No es recto el camino del Señor'. ¿No son rectos mis caminos, casa de Israel? ¿No son vuestros ca-
minos los injustos? Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel —dice el
Señor, el Eterno—. Convertíos, y volveos de todas vuestras iniquidades, y la iniquidad no os será causa
de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y adquirid un corazón
nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? No me complazco en la muerte del que
muere —dice el Señor, el Eterno—. Convertíos, pues y vivid”. Eze. 18:20-32.

La comisión que Dios les provee a todos los obreros del evangelio fue bien colocada con cariñosas pa-
labras de amor para Su iglesia en el Antiguo Testamento.

“Hijo de hombre, yo te he puesto por centinela a la casa de Israel. Oirás la Palabra de mi boca, y los
amonestarás de mi parte. Cuando yo diga al impío: De cierto morirás, y tú no lo prevengas, ni le hables,
para que deje su mal camino, a fin de que viva; el impío morirá por su maldad. Pero demandaré su san-
gre de tu mano. Y si tú previenes al impío, y él no se convierte de su impiedad, y de su mal camino, él
morirá por su maldad, y tú habrás librado tu vida. Y si el justo se aparta de su justicia, y comete mal-
dad, y yo pongo tropiezo ante él, él morirá, porque tú no lo preveniste. En su pecado morirá, y sus justi-
cias que había hecho no vendrán en memoria. Pero su sangre la demandaré de tu mano. Y si amonestas
al justo para que no peque, y no peca, de cierto vivirá, porque fue prevenido. Y tú habrás librado tu vi-
da”. Eze. 3:17-21.

El apóstol Pedro, también, negó claramente el error de una vez salvo, siempre salvo.

“Si después de haberse alejado de las impurezas del mundo, por el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo, se enredan de nuevo en ellas, y son vencidos, su último estado viene a ser peor que
el primero. Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo
conocido, volverse atrás del santo Mandamiento que les fue dado. Les sucede lo del proverbio tan cier-
to: ‘El perro se volvió a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el lodo’”. 2 Pedro 2:20-22.

El propio Pablo, no hizo ninguna afirmación arrogante con respecto a la supuesta seguridad de que es
imposible para nosotros perdernos después de la primera aceptación de Cristo como nuestro Salvador.

“Trato severamente a mi cuerpo, y lo someto a sujeción (disciplina), no sea que, habiendo predicado a
otros, yo mismo sea descalificado”. 1 Cor. 9:27.

Tanto los escritores del Antiguo como del Nuevo Testamento atestan contra el error de una vez verda-
deramente salvo, ya no podemos perder la vida eterna. En verdad, el pasaje escrito por Pedro y citado
anteriormente, deja claro que una vez aceptada la fe y que entonces se la abandona, el juicio final va a
ser más severo que si nunca hubiésemos hecho esa profesión. Pablo también infiere este hecho:

“Porque si voluntariamente seguimos pecando después de haber recibido el conocimiento de la verdad,


ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda espera del juicio y del furor del fuego,
que ha de devorar a los adversarios”. Heb. 10:26-27.
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Los Protestantes que aceptan esta doctrina no bíblica se exponen a sí mismos al pecado, porque se vuel-
ven complacientes con respecto a su salvación. Esta doctrina contamina claramente la verdad bíblica en
relación a cada miembro de la Divinidad, porque es una modificación de la doctrina de la predestina-
ción del Calvinismo. Distorsiona el carácter del Padre, porque propone uno de estos dos escenarios:

1.- Que desde el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, Dios remueve nuestra vo-
luntad de tal manera que somos obligados a vivir una vida de perfecta piedad de acuerdo con la volun-
tad de Dios, y no se nos permite volver atrás.

2.- Que después que aceptamos a Cristo podemos volvernos al pecado si así lo queremos, pero Dios no
tiene ninguna preocupación debido a que nuestros caracteres van a ser contaminados. Este segundo es-
cenario requiere que nosotros creamos en: a) que Él está preparado para llevar a los individuos que aun
continúan pecando a las cortes celestiales, para perpetuar el pecado en el universo; o b) que en la se-
gunda venida estos individuos van a ser transformados en robots mentales que evitan el pecado porque
Dios les ha removido su libre voluntad.

Les preguntamos a los lectores: Si vuestros hijos los abrazan alrededor del cuello y les expresan su pro-
fundo amor hacia usted, ¿cuánto significaría eso para usted si usted supiera que ellos estaban programa-
dos para hacer esto, sin importar cuál fuese su verdadero sentimiento hacia usted? Sería un fingimiento
sin significado.
La doctrina de la perseverancia de los santos (una vez salvo, siempre salvo) infiere un Padre que impla-
cablemente impone Su voluntad sobre nosotros, a partir del momento en que lo aceptamos por primera
vez. Presenta a un Salvador que murió para permitir que nosotros continuemos en pecado, lo cual siem-
pre nos produce tristeza en nuestras vidas y para las vidas de los demás. Remueve la necesidad del Es-
píritu Santo para ministrar en nuestras vidas después de la conversión, porque seremos salvos cuales-
quiera que sean los pecados de nuestra vida futura. Remueve la necesidad de arrepentirse por los peca-
dos subsecuentes, si son cometidos después de la conversión, porque esos cristianos van a estar “cu-
biertos por la sangre de Cristo” aun cuando no veamos más la necesidad de arrepentirnos. Removería
de nuestras oraciones el pedirle a Dios el Espíritu Santo para que nos revelara fallas desconocidas de
carácter, de tal manera que nuestros caracteres puedan crecer y aproximarse al de nuestro Ejemplo. Ob-
serve la manera en que nuestro Salvador nos dejó un ejemplo.

“Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca”. 1 Pedro 2:21-22.

No debiéramos sorprendernos que los profesos cristianos de hoy y que el clero cristiano estén frecuen-
temente convencidos de los mayores crímenes, porque hoy muchos no poseen un verdadero entendi-
miento de la Divinidad, aun mientras están proclamando tener fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu
Santo.
Concluimos este capítulo con una experiencia personal. En 1947 teníamos 14 años de edad. Una tarde
estábamos caminando por la calle Hunter, la calle principal de nuestra ciudad natal, Newcastle, en el
Estado de New South Wales, Australia. Llegamos a un grupo de predicadores callejeros, los cuales es-
taban predicando alegremente la doctrina de la perseverancia de los santos.
Ellos imaginativamente se describían a sí mismos como los “pescadores del evangelio”. Paramos para
escuchar a uno de los predicadores. En un corto periodo de tiempo, estas sinceras personas comenzaron
a testimoniarles personalmente a sus escasos oyentes. Aun en la época más virtuosa de la década de
1940, la productora de carbón y de acero de Newcastle, no era notada como una de las más virtuosas en
Australia. Pero aun era una ciudad en la cual nunca pensamos en cerrar con candado nuestra puerta tra-
sera. Pero los que estaban inclinados a escuchar a estos predicadores callejeros eran pocos.
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Uno de los asistentes de los predicadores se nos acercó. Su primera pregunta fue: ‘¿Ustedes creen en el
Señor Jesucristo?’ Respondimos afirmativamente. Estábamos un poco sorprendidos por su respuesta a
nuestra respuesta, teniendo en cuenta que no conocía nada de nuestros caracteres. Con gran entusiasmo
él declaró: ‘¡Alabado sea Dios, ustedes están salvos!’. Como sabíamos muy bien el tipo de jóvenes que
éramos, nos quedamos un tanto perplejos.
Después de un momento de pausa esta fiel buscadora de alma nos preguntó a qué iglesia asistíamos.
Después de escuchar nuestra respuesta, su comportamiento se alteró de una manera notable. En una
forma agresiva él dijo: “¡Ustedes no creen en la gracia de Dios; ustedes tratan de guardar los manda-
mientos!”. Nosotros negamos su primera afirmación y confirmamos la segunda.
En nuestra inmadurez le preguntamos al caballero: “¿Le gustaría un día ser santo?” Su respuesta fue
enfática: “¿Si me gustaría? Yo soy un santo”. Entonces nosotros le citamos Apoc. 14:12.

“¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!”.
Apoc. 14:12.

Estas palabras desataron su ira. A medida que se alejaba, nos gritó: “¡Ustedes no pueden guardar los
mandamientos!”. Entonces, contradiciendo esa afirmación declaró: “Muy bien, ¡guarden los manda-
mientos y váyanse al infierno!”.
Esto fue un tanto confuso para nosotros. Unos pocos momentos antes, este obrero misionero nos había
asegurado la salvación. Ahora estábamos consignados al infierno.
Esta anécdota nos conduce a nuestro próximo capítulo. Hoy, muchos Protestantes declaran que los
mandamientos fueron removidos en la cruz. Veremos que los proponentes de esta doctrina también
destruye los caracteres de la Divinidad, en quien ellos proclaman creer.

Capítulo 22: La “Divinidad” Que Clavó la Ley en la Cruz.-

Una sección del Protestantismo se ha aprovechado ávidamente de un pasaje de la carta de Pablo a los
creyentes de Colosos, una ciudad moderna hoy en día en Turquía, para excusar su desobediencia hacia
los Diez Mandamientos. Pablo escribió:

“Canceló la nota de nuestra deuda, que consistía en ordenanzas desfavorables a nosotros; la quitó, y la
clavó en la cruz”. Col. 2:14.

Contrario al falso entendimiento de que la gracia de Dios estuvo disponible a los creyentes solo des-
pués de la muerte de Cristo en la cruz, encontramos que la gracia está presente en el Antiguo Testa-
mento:

“Eres más bello que los hijos de los hombres: la gracia fluye de tus labios; por eso Dios te ha bendecido
para siempre”. Salmo 45:2, KJV.

“Se burla de los burladores, y da gracia a los humildes”. Prov. 3:34.

Otros 11 libros del Antiguo Testamento también hablan específicamente de la gracia. Además, el Anti-
guo Testamento frecuentemente alaba la misericordia de Dios, la cual es un sinónimo de un aspecto de
Su gracia. He aquí cuatro ejemplos.

“Pero mostró misericordia a mil generaciones a los que me aman y guardan mis Mandamientos”. Éxo.
20:6, KJV.
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“Oré al Eterno mi Dios, e hice esta confesión: "Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que
guardas el pacto de misericordia con los que te aman y obedecen tus Mandamientos”. Dan. 9:4, KJV.
“¡Alabad al Eterno, porque es bueno, porque su misericordia es para siempre!”. 1 Crón. 16:34.

“Acuérdate, oh Eterno, de tu piedad y de tu misericordia invariable, porque son perpetuos desde la anti-
güedad”. Salmo 25:6, KJV.

Todo verdadero cristiano cree que somos salvos por gracia.

“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino que es el don de
Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Efe. 2:8-9.

Pero esos cristianos no buscan una excusa para destruir la eterna ley de Dios. La obligación de guardar
los Mandamientos en el poder de Dios es consistentemente defendida en el Nuevo Testamento. En ver-
dad, un criterio requerido por los redimidos es que ellos guardan los Mandamientos.

“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los
Mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Apoc. 12:17.

“¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús!”.
Apoc. 14:12.

Estos pasajes fueron escritos más de seis décadas después de la muerte de nuestro Salvador en la cruz.
Esta materia es extensivamente tratada en nuestro libro, El Día del Señor.
Los proponentes de la enseñanza que la santa ley de Dios fue anulada en la cruz parecen no haberse he-
cho la siguiente pregunta: ¿Qué ley fue clavada en la cruz en Col. 2:14? La ley a la cual se refiere Pa-
blo está identificada por dos criterios:

1.- Fueron los escritos a mano de ordenanzas; y


2.- Que eran contrarios a nosotros.

Los cristianos harían bien en preguntarse, a la luz de estos dos criterios: ¿Qué ley fue clavada en la
cruz?”.
Dios le presentó a Moisés dos conjuntos de leyes. Uno abarcaba la eterna ley de los Diez Mandamien-
tos. Dios escribió esta ley con su propia mano en tablas de piedra.

“Entonces el Eterno dijo a Moisés: ‘Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra con la
Ley y los Mandamientos que escribí para instrucción de ellos’”. Éxo. 24:12.

“Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio dos tablas del Testimonio, ta-
blas de piedra escritas con el dedo de Dios”. Éxo. 31:18.

“El Eterno dijo a Moisés: "Alisa dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre ellas las pala-
bras que estaban en las primeras tablas que quebraste”. Éxo. 34:1.

“‘Y escribiré en esas tablas, las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste, y las pondrás
en el arca'”. Deut. 10:2.
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Es manifiesto que Dios, al referirse a los Diez Mandamientos, quería fijar en las mentes de Sus segui-
dores hacia el fin del tiempo, que Él personalmente había escrito los Diez Mandamientos, y que por lo
tanto eran santos y sagrados.
Por otro lado, Dios le reveló a Moisés las leyes de tipos y ceremonias que apuntaban hacia el sacrificio
de Cristo por nosotros y Sus esfuerzos para salvarnos. Estas, Él dijo que fueron escritas a mano, no por
nuestro Dios, sino que por Moisés.

“Cuando Moisés acabó de escribir las palabras de esta Ley en un libro, mandó a los levitas que lleva-
ban el arca del Pacto del Eterno: ‘Tomad este Libro de la Ley y ponedlo al lado del Arca del Pacto del
Eterno vuestro Dios. Y que quede allí como testigo contra ti’”. Deut. 31:24-26.

Señalamos aun otros tres asuntos revelados en este pasaje:

1.- Estas leyes ceremoniales fueron escritas en un libro, no en tablas de piedra. (Ver Deut. 31:24, 26).
2.- Estas leyes fueron colocadas al lado del arca (Ver Deut. 31:26), mientras que la ley de los Diez
Mandamientos fue colocada dentro el arca. (Ver deut. 10:2).
3.- Las ordenanzas que fueron escritas a mano y que fueron colocadas al lado del arca eran un “testigo
contra ti”. Fue a esta declaración que Pablo se refirió cuando dijo que la ley ceremonial era “contraria a
nosotros”.

Los cristianos y los teólogos que usan Col. 2:14 como una base para negar la perpetuidad de los Diez
Mandamientos muestran un descuido en aproximarse al estudiar la Biblia. Aquello que Pablo está di-
ciendo, que había sido borrado y clavado en la cruz, fueron los “escritos a mano de ordenanzas”, esto
es, la ley de ceremonias, sacrificios, estatutos y ordenanzas, no los Diez Mandamientos.
Cuando la distinción entre los Diez Mandamientos y la ley ceremonial es entendido, entonces desapare-
ce el dilema que algunos poseen en cuanto a por qué la obediencia a los mandamientos es profusamente
alabada en el Nuevo Testamento. Los cristianos proclamarán entonces juntamente con Cristo:

“Dios mío, me deleito en hacer tu voluntad, y tu Ley está en medio de mi corazón”. Salmo 40:8.

Además, entonces vemos armonía en las palabras de Juan:

“Todo el que comete pecado, quebranta la Ley, pues el pecado es la transgresión de la Ley. Pero voso-
tros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay pecado. Todo el que per-
manece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha visto, ni lo ha conocido. Hijos míos,
que nadie os engañe. El que practica la justicia es justo, como Cristo es justo. En cambio el que practica
el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios, no sigue pecando, porque la vida de
Dios está en él. No puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios. En esto se ve quiénes son hijos de
Dios y quiénes son hijos del diablo. El que no practica la justicia, ni ama a su hermano, no es de Dios”.
1 Juan 3:4-10.

“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus Manda-
mientos. Porque en esto consiste el amor de Dios, en que guardemos sus Mandamientos. Y sus Manda-
mientos no son gravosos”. 1 Juan 5:2-3.

Si los Diez Mandamientos fuesen destruidos, no habría pecado.


Aquellos que afirman que creer en los tres miembros de la Divinidad pueden hablar del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, pero están adorando una falsa Divinidad, cuyos miembros no poseen una ley. Si la
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ley de Dios no fuese eterna, entonces habría sido imposible que Lucifer pecara, porque no habría habi-
do ninguna ley que fuese transgredida. ¡En qué caos habría estado el reino del cielo!
Estamos bien conscientes que el crimen es la transgresión de leyes civiles. Si nuestras naciones no po-
seyeran leyes, nuestros ciudadanos podrían asesinar, robar, extorsionar, violar o andar a 300 Km/h en
cualquier calle de nuestras ciudades si es que el camino estuviese expedito, sin cometer ningún crimen.
Nadie envidiaría a los ciudadanos de una nación así.
Pero nos atrevemos a denigrar el santo reino de Dios haciéndolo no mejor que algo así. Además, la Bi-
blia levanta continuamente delante de nosotros los Diez Mandamientos. ¿Aquellos que creen que los
Diez Mandamientos fueron abrogados después del Calvario, creen realmente que están libres para ser-
vir a otros dioses, a adorar ídolos, a tomar el nombre de Dios en vano, a profanar Su santo Sábado, a
deshonrar a sus padres, a asesinar, a cometer adulterio, a robar, a mentir o a codiciar? ¡Claro que no!
¿Pero por qué esta no es la creencia de aquellos cristianos que confinan la ley de Dios a la era Judía?
No puede ser debido al miedo de la ley de las naciones occidentales democráticas, porque el quebrar
los Mandamientos uno, dos, tres, cuatro, cinco, siete (excepto violación), nueve (en la mayoría de los
casos) y diez no están prohibidos por ninguna ley civil hoy en día.
Enfatizamos nuevamente que representar a la Divinidad como habiendo terminado con la ley de Dios,
disminuye tanto a cualquiera de Ellos, que se convierten en una falsificación de la Deidad. Le recorda-
mos a cada lector que Satanás no tiene ningún problema con el uso de nombres divinos, desde que los
caracteres de la santa Divinidad sean despreciados. Es una contaminación de los santos seres de la eter-
nidad, Aquellos a los cuales todos nosotros les debemos la existencia y los cuales tienen en Sus manos
nuestra existencia momento tras momento.

Capítulo 23: 1 Juan 5:7-8, 15 ¿Una Adición Posterior a las Escrituras?

Los cristianos han usado a menudo la Versión King James de Hechos 19:12, donde aparece la expre-
sión los “pañuelos de los enfermos”, adonde no hay ninguna puntuación en el lenguaje Griego del Nue-
vo Testamento.

“De tal manera que aun aplicaban a los enfermos pañuelos y lienzos que habían tocado su cuerpo, y las
enfermedades se curaban, y los malos espíritus salían de ellos”. Hechos 19:12, KJV.

La inserción de una coma entre las palabras enfermos y pañuelos, habría indicado que el término enfer-
mos no era un adjetivo sino que un sustantivo. Esa prueba les fue dada a los estudiantes de la Biblia
que no estaban familiarizados con el Griego.
Este pasaje sirvió para explicar la forma errada en que fue colocada la coma después de la palabra dijo
en el siguiente texto:

“Entonces Jesús le dijo, ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’”. Luc. 23:43, KJV.

Como este texto ha sido frecuentemente usado para indicar que una persona asciende al cielo después
de la muerte, fue necesario señalarles a aquellos que estudian la Palabra de Dios, que la inserción de la
coma es un asunto de criterio de los traductores. La posición apropiada para la inserción de la coma es
después de la palabra hoy, asegurando un significado consistente con el resto de las Escrituras, las cua-
les afirman que en la muerte no hay una existencia consciente.

“Los vivos saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; hasta su memoria
queda en el olvido. También su amor, su odio y su envidia perecieron ya, y nunca más participan en na-
da de lo que se hace bajo el sol”. Ecle. 9:5-6.
Pág. 62

Además, Cristo no fue al paraíso aquel viernes en la tarde después de haber muerto, porque en el pri-
mer día de la semana, el domingo,
“Entonces Jesús le dijo: ‘No me detengas, porque aún no he subido a mi Padre. Pero ve a mis hermanos
y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios’”. Juan 20:17.

Sin embargo, hay otra ‘coma’ que es omitida en la mayoría de las traducciones modernas, llamada la
coma Juanina. Esta ‘coma’ tiene poco que ver con la puntuación; se encuentra en el siguiente texto de
las Escrituras, siendo que las palabras en itálico son las palabras problemáticas:

“Porque hay tres que dan testimonio en el cielo: el Padre, la Palabra y el Espíritu Santo, y estos tres
son uno. Y hay tres que dan testimonio en la tierra: El Espíritu, el agua y la sangre. Y estos tres con-
cuerdan en uno”. 1 Juan 5:7-8, KJV.

1 Juan 5:7 ha sido borrado de la mayoría de las traducciones modernas de las Escrituras. Esto no le apa-
rece al lector, porque algunos dividen el versículo 6 en dos versículos y otros dividen el versículo 8 en
dos versículos, de tal manera que la numeración de los versículos es mantenida a pesar del hecho de
existir un borramiento.
1 Juan 5:7 es despreciado por aquellos que no apoyan la eternidad de Cristo, ni la persona del Espíritu
Santo. Claramente estas personas, que sin duda son sinceras en su creencia, ven este versículo como
una clara evidencia, pero que destruye su doctrina.
Es verdad que no pocos manuscritos no poseen este pasaje. Pero la evidencia, sin embargo, testifica
abundantemente de su validez. El Reformador, Juan Calvino (1509-1564) quedó desconcertado con es-
te hecho. En su Comentario Bíblico hizo una interesante declaración:

“[Versículo 7] Hay tres que dan testimonio en el cielo. Todo este versículo ha sido omitido por algu-
nos. Jerónimo piensa que esto ha sucedido en una forma planificada en vez de ser un error, y eso solo
en la parte de los Latinos. Pero como ni siquiera las copias Griegas concuerdan, no me atrevo a asegu-
rar nada sobre el asunto. Como, sin embargo, el pasaje fluye mejor cuando esta cláusula es añadida y
como yo veo que se encuentra en las mejores y más aprobadas copias, estoy inclinado a recibirlo como
la lectura correcta”. Juan Calvino, Comentarios Sobre las Epístolas Católicas:257.

¿Qué quiso decir Calvino cuando afirmó que el pasaje fluía mejor cuando era incluido en la sustancia
de la primera epístola de Juan? El Dr. S. Ruckman ha señalado:

“Le evidencia que muestra el pasaje debiera estar ahí (si es que alguna vez fue omitida) y radica en el
hecho que cuando es removida la coma Juanina (parte del versículo 7 y 8), tenemos la siguiente lectu-
ra, la cual gramaticalmente es imposible:

“oti treis eioiv uartvrvovtec, to pvema kai to vdor kai to aima, kai oi treis ev eioiv”. (Dr. P. S. Ruck-
man, Manual de la Evidencia Manuscrita:129).

El problema con el Griego de los manuscritos pervertidos es que en 1 Juan 5 las tres palabras, Espíritu,
Agua y Sangre poseen género neutro y por lo tanto requieren artículos neutros. Sin embargo, los artícu-
los colocados en el versículo 8 son de género masculino y por lo tanto indican que es necesaria la pre-
sencia del versículo 7 para que el pasaje esté gramaticalmente correcto.
Sin duda hay otra razón que obligó a Ruckman a observar:

“¡Pero Orígenes y W. H. [Wescott y Hort] jamás dudaron en violar las reglas de la Gramática Griega
de Freshman, si tuviesen una oportunidad de destruir la despreciada Reforma!”. (Ibíd.).
Pág. 63

En verdad, ha sido emprendida una muy cuidadosa investigación para evaluar la autenticidad de la co-
ma Juanina. Uno de esos investigadores fue el Dr. Frederick Nolan, el cual concluyó que la coma Jua-
nina hacía realmente parte del manuscrito original bíblico.

“El Dr. Nolan, el cual ya había obtenido fama debido a su erudición en el Griego y en Latín y en las in-
vestigaciones de la cronología Egipcia y porque fue un conferenciante notable, gastó 28 años para se-
guir el Texto Recibido hasta su origen apostólico. Él quedó poderosamente impresionado al examinar
la historia de la Biblia Valdense. Él se sintió impresionado de que las investigaciones en esta dirección
demostrarían que el Nuevo Testamento Itálico, o el Nuevo Testamento de esos cristianos primitivos del
Norte de Italia, cuyos descendientes directos eran los Valdenses, ayudarían a encontrar el Texto Recibi-
do”. (D. O. Fuller, ¿Qué Biblia? Páginas 212-213).

Las conclusiones de Frederick Nolan fueron las siguientes:

“El autor percibió, sin tener nada que preguntar, que deriva sus nombres de la diócesis, la cual usó los
Itálicos, para distinguirlos de los caracteres Romanos. Esta es una suposición, la cual recibió suficiente
confirmación del hecho que las principales copias de esa versión han sido preservadas en esa diócesis,
la iglesia metropolitana, la cual estaba situada en Milán. La circunstancia es ahora mencionada, ya que
el autor entonces se esperanzó de que algunos restos de la versión de los Itálicos primitivos pudiesen
ser encontrados en las primeras traducciones hechas por los Valdenses, los cuales eran los descendien-
tes directos de la Iglesia Itálica; y que han afirmado su independencia contra las usurpaciones de la
Iglesia de Roma, y han disfrutado del libre uso de las Escrituras.
En la búsqueda a las cuales estas consideraciones han conducido al autor, sus más caras expectativas se
han visto completamente realizadas. Se le ha provisto con abundantes pruebas sobre ese punto al cual
se dirigía su pregunta principal; ya que se la provisto con un testimonio inequívoco de una rama verda-
deramente apostólica de la iglesia primitiva, de que el celebrado texto de la testimonio celestial [1 Juan
5:7] fue adoptado en la versión que prevaleció en la Iglesia latina antes de la introducción de la moder-
na Vulgata”. (Frederick Nolan, Integridad de la Vulgata Griega, xvii-xviii).

He aquí una sana evidencia de que el pasaje en cuestión de 1 Juan 5:7 fue incluido en manuscritos ante-
riores a la publicación de la Vulgata Latina. En verdad,

“Los Reformadores sostenían que la Iglesia Valdense fue formada cerca del año 120 d.C. y a partir de
esa fecha, ellos pasaron de padre a hijo las enseñanzas que recibieron de los apóstoles. La Biblia Lati-
na, la Itálica, fue traducida del Griego a más tardar el año 157 d.C.” (Scrivener, Introducción, Vol. 2,
43 citado en D. O. Fuller, ¿Qué Biblia?, página 208).

Hasta Agustín, Obispo de Hipo, admitió cerca del año 400:

“Ahora entre los propios traductores, la Italiana (Itala) es preferida con respecto a las demás, porque se
mantiene más cerca de las palabras sin perjudicar la claridad de expresión”. (Los Padres de Nicena y
Post-Nicénicos, Edición de Literatura Cristiana, Volumen 2, 542, citado en Ibíd.).

Sin embargo, se ha vuelto tan arraigado en el pensamiento de los estudiantes modernos de la Biblia que
este pasaje no debe ser incluido en las Escrituras, que cuando los manuscritos Griegos apoyan su auten-
ticidad, a menudo hay un sentido de rechazo. Así, Ruckman informó:
Pág. 64

“¡Observe al erudito ‘conservador’, F. F. Bruce, lamentando el hecho que fue encontrado un manuscri-
to Griego que se refería a la V. A. [Versión Autorizada] del texto de 1 Juan 5:7!”. (F. F. Bruce, Los Li-
bros y el Pergamino, 210). ¡Habría complacido a este ‘conservador’ si el manuscrito Griego jamás hu-
biese mostrado esto!”. (Dr. P. S. Ruckman, Manual de la Evidencia Manuscrita:199).

Al traducir la Versión Autorizada en 1611, los traductores tenían

“ante ellos cuatro Biblias que provenían de influencias Valdenses: la Diodati en Latín, la Olivetana en
Francés, la Luterana en Alemán, y la Genovesa en Inglés. Tenemos toda la razón para creer que tuvie-
ron acceso a por lo menos seis Biblias Valdenses escritas en el antiguo Valdense vernacular6”. (D. O.
Fuller, ¿Qué Biblia?, página 212).

Así, los traductores de la Versión Autorizada estuvieron bien agradecidos de las tradiciones bíblicas
Valdenses por haber incluido 1 Juan 5:7 como una auténtica porción de las Escrituras.
Muchos críticos de este pasaje no están familiarizados con la poderosa evidencia de su validez, y acep-
tan los ataques que se le hace a este texto por aquellos que no tienen un amor por la pura Palabra de
Dios.
De todos los textos omitidos, este es uno que ha causado la mayor dificultad a los estudiantes de la Bi-
blia, porque tiene que ser admitido que numerosos manuscritos Griegos no lo mencionan, aun cuando
se encuentra en la Vulgata Latina, una versión de las Escrituras a la cual muchos verdaderos Protestan-
tes le dan poca credibilidad. Este texto, desde luego, es una poderosa evidencia de la Divinidad. Sin
embargo, es importante que nosotros examinemos la evidencia para ver la validez de su inclusión en el
Textus Receptus.
La historia normal que circula en relación a la inclusión de este pasaje en la Escritura Inglesa de Tynda-
le, es que cuando surgió el asunto de su omisión y fue traído a su atención, Tyndale prometió incluirlo,
desde que se encontrara un único manuscrito que incluyera el pasaje. Este fue suplido rápidamente. pa-
ra mantener su palabra, Tyndale lo incluyó. Sin embargo, algunos dijeron que el manuscrito era una
falsificación. Los que aceptaron esta versión, claramente no tenían ninguna confianza en la autenticidad
del texto.
¿Pero este punto de vista superficial es el correcto? Se ha dicho que Tyndale incluyó este texto solo en-
tre paréntesis. Por ejemplo, el Dr. Adam Clarke en su comentario El Nuevo Testamento de Nuestro Se-
ñor y Salvador Jesucristo, al referirse a 1 Juan 5:7 declara:

“Tindal [sic] era tanto crítico como concienzudo; y aun cuando admitió las palabras en el texto de la
primera edición de su Nuevo Testamento impreso en 1526, él lo distinguió con letras diferentes y lo pu-
so entre paréntesis”.

Sin embargo, en la única versión existente de la Biblia de Tyndale, en Bristol, Inglaterra, no aparece
ese paréntesis. Por lo tanto el Dr. Adam Clarke no está en lo correcto en su declaración. Lo que sí es
verdad es que en la última edición del Nuevo Testamento de Tyndale, publicado en 1534, después de
ejecución, estas palabras están entre paréntesis.

“(Porque hay tres que dan testimonio en el cielo, el padre, la palabra y el espíritu santo. Y estos tres son
uno). 1 Juan 5:7, edición de 1534 del Nuevo Testamento de William Tyndale).

Se piensa que los paréntesis fueron añadidos después de la muerte de Tyndale.

6
Nota del Traductor: Lenguaje popular.
Pág. 65

Tal vez ningún grupo de creyentes cristianos mantuvo viva la pureza de la fe en Europa que los Val-
denses. Sus misioneros fueron a muchos países, incluyendo Hungría, Checoslovaquia, Francia, Inglate-
rra, Escocia e Italia. Estos creyentes cristianos se rehusaron a usar la Vulgata Latina, sino que usaron la
antigua Biblia Latina, la cual fue escrita en el idioma Romano. Cuando los primeros líderes de la Re-
forma entraron en los valles de los Valdenses, se concordó en que ellos traducirían la Biblia Valdense
al Francés, que la compararían con el original Hebreo y Griego. Esta traducción se convirtió en la Bi-
blia Olivetana, la primera Biblia Protestante en el idioma Francés. La segunda edición de la Biblia Oli-
vetana, que más tarde fue producida por Calvino, se convirtió en la base de la Biblia de Ginebra en el
idioma Inglés, una precursora de la KJV. Como los Valdenses habían mantenido sus Escrituras por más
de novecientos años, es instructivo registrar que la Biblia Olivetana y la Biblia de Ginebra, ambas con-
tenían el pasaje de 1 Juan 5:7. Está registrado en la Biblia Olivetana como sigue:

“Car il y en a trios qui rendent témoignage au ciel, le Pére, la Parole, et le Saint Esprit: et ces trios-lá
sont un” 1 Juan 5:7 en la edición Francesa de 1569.

La traducción inglesa para ese texto es la siguiente:

“Porque hay tres que dan testimonio en los cielos, el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo: y estos tres
son uno”.

En 1995 Michael Maynard, MLS (Maestro de Ciencias de la Librería) publicó su investigación sobre 1
Juan 5:7-8. Su libro, Una Historia Sobre el Debate Sobre 1 Juan 5:7-8, ocupó 383 páginas. El subtítulo
fue: Un Trazado de la Longevidad de la Coma Juanina, con Evaluaciones de los Argumentos Contra
Su Autenticidad. El libro fue publicado por Publicaciones Coma, Tempe, Arizona. El libro actualmente
no se está imprimiendo más.
En su prefacio, el Pastor Jack A. Moorman, misionero con las Misiones Bautistas Internacionales, Ha-
rrow, Middlesex, Inglaterra, declaró:

“Es mi privilegio y alegría comentar la obra de un hombre a quien Dios ha levantado para defender uno
de los más vitales ‘piezas básicas’ de todas las Escrituras, 1 Juan 5:7-8. ¡He aquí un pasaje lleno de len-
tejas; pero los Filisteos lo han reunido, y el pueblo huyó! Aquellos que poseen espíritus similares con
respecto a su posición para con el Texto Recibido y la Versión Autorizada, van a estar agradecidos de
que Dios haya endosado al autor con una visión espiritual, erudición y habilidad lingüística para hacer
esa defensa. Es trágico que tantos en el fundamentalismo estén preparados para rendirse con lo que de
hecho es el pasaje central del Trinitarismo de la Biblia, pero es ahí adonde tiene que ser sustentada la
posición, y es con gratitud que una contribución así ha sido hecha ahora”. (Ibíd., página 7).

Michael Maynard reveló el ímpetu para esta soberbia pieza de la investigación:

“Cuando yo era un estudiante graduado en los clásicos en la Universidad de Arizona, el Dr. Holt Parker
(Ph. D. en Clásicos; Yale) me permitió seleccionar el tópico de 1 Juan 5:7-8 para una tarea en su clase
de Filología Clásica. Inicialmente, no (ni tampoco él) aprecié el valor de su sugerencia de que compila-
ra una bibliografía de libros y artículos sobre este versículo. Los impresos que se referían a la disputa
habían sido largamente olvidados por nosotros en este siglo XX. Solo después de estar consciente de la
gran cantidad de artículos, muchos en diarios Alemanes de eruditos desde 1902, que se habían devota-
do exclusivamente a este versículo, y al aprender que la biografía de T. H. L. Horn no había sido actua-
lizada hacía más de un siglo, fue que comencé a encontrarle el valor de compilar una bibliografía, tal
como había sido sugerido por el Dr. Parker”. (Ibíd., página 6).
Pág. 66

El Sr. Maynard ha documentado meticulosamente la presencia de 1 Juan 5:7-8 en cada siglo de la era
cristiana, desde el segundo siglo hasta el siglo VII, cuando la versión KJV de 1611 certificó adecuada-
mente su lugar en el Sagrado Libro.
Cerca del año 168 d.C., Teófilo, posteriormente Obispo de Antioquia, usó la palabra Griega para Trini-
dad, en una carta a Autolicus. (Ver Ibíd. página 37). Esto es muy significativo, porque fue en Antioquia
donde fueron llevados a cabo los más meticulosos esfuerzos para copiar perfectamente los manuscritos
originales del Nuevo Testamento.
Nueve años más tarde, en el año 177 d.C., Atenágoras escribió: “Quién entonces se avergonzaría de es-
cuchar a los hombres hablar de Dios el Padre, y de Dios el Hijo, y del Espíritu Santo y quién declararía
tanto su poder como su unión”. (Padres Anti-Nicénicos, Eerdmans, Grand Rapids, Michigan, 1971, Vo-
lumen 2, página 133).
En el tercer siglo Tertuliano (155-222) cerca del 215 y Cipriano (200-253), Obispo de Cartago, cerca
del 250, escribieron ambos sobre la Divinidad.

“Y así la conexión del Padre, y del Hijo, y del paracleto [la palabra Griega para el Consolador] hace
tres entidades coherentes, una coherente de la otra, siendo que los tres son una entidad, no una persona.
Así como dice: ‘Yo y el Padre somos una entidad’ se refiere a la unidad de su sustancia, no a la unidad
de su número”. (Citado en Maynard, Ibíd., página 37).

Cipriano escribió:

“El Señor dice: ‘Yo y el Padre somos uno’ y de la misma manera está escrito del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo: ‘Y estos tres son uno’”. (Ibíd.).

Claramente Cipriano estaba citando 1 Juan 5:7 porque él citó las Escrituras copiosamente. (F. G. Ken-
yon, Crítica Textual del Nuevo Testamento, MacMillan, 1912, página 212).
Cipriano en su carta cerca del año 250 d.C. a Jubaianus, declaró:

“¿Si alguien pudiese ser bautizado por un hereje y pudiese obtener remisión de pecados, si ha obtenido
remisión de pecados, y es santificado, y se convierte en el templo de Dios? Yo le pregunto: ¿De cuál
Dios? Si, del Creador, él no puede ser su templo, porque no ha creído en él; si de Cristo, tampoco pue-
de aquel que ha negado ser Dios, ser Su templo; si del Espíritu Santo, ya que los tres son uno, ¿cómo
puede estar el Espíritu Santo reconciliado con él, que es un enemigo ya sea del Padre o del Hijo?”. (Ci-
tado en Maynard, Ibíd., página 38).

Claramente estos documentos aparecieron antes del surgimiento del Catolicismo Romano y no pueden
ser atribuidos a esa iglesia. El resto de la evidencia, en los siglos subsiguientes, reunidas por el Sr. Ma-
ynard, es abrumadora.
A seguir hay otros ejemplos.
Citamos unos pocos de muchos ejemplos, de fechas bien tempranas. Cerca del año 383, Gregorio de
Nazianzus preguntó:

“¿Qué sucede entonces con Juan, cuando en su epístola Católica [queriendo decir universal], dice que
hay Tres que dan testimonio, el Espíritu y el Agua y la Sangre [1 Juan 5:8]? ¿Usted cree que él está di-
ciendo algo sin sentido?”. (Citado en Maynard, Ibíd., página 400).

Jerónimo, cerca del 390, en su prólogo a las epístolas canónicas, escribió:


Pág. 67

“En ese lugar, especialmente donde leemos acerca de la Trinidad, la cual es citada en la Primera Epís-
tola de Juan”. (Ibíd., página 41).

Contra Varimadum cerca del 450, un personaje del Norte de África, sin nombre:
“Hay tres que dan testimonio en la tierra, el agua, la sangre y la carne y los tres están dentro de noso-
tros. Y hay tres que dan testimonio en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu, y estos tres son uno”.
(Ibíd., página 42).

Isidoro de Sevilla, en Testimonia Divinae Scriptural, cerca del 636:

“Porque hay tres que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, el agua y la Sangre, y los tres son uno en
Jesucristo; y [hay] tres que dan testimonio en el cielo, el Padre, la Palabra y el Espíritu, y los tres son
uno”. (Ibíd., página 47).

Michael Maynard, a través de su minucioso examen de esta materia no deja ninguna duda que el após-
tol Juan escribió estas palabras inspiradas y que ellas tienen un lugar justo en nuestra KJV.
Además, las traducciones de las Escrituras a otros idiomas, aun alguna fechada entre el año 100 y el
150 d.C., contenían las palabras de 1 Juan 5:7-8. (Ver D. O. Fuller, ¿Qué Biblia?, página 208).

Capítulo 24: ¿Y Qué Sucede Con los Judíos?

¿Los Judíos han creído siempre en un único Dios? El evangelista de Nueva Zelanda, Austin P. Cooke,
ha analizado esta pregunta.

“La evidencia indica que originalmente los Judíos creían en la Trinidad en relación con la Divinidad.
El Dr. F. C. Gilbert, un Judío cristiano convertido y un erudito del Hebreo, en su obra Lecciones Prác-
ticas de la Experiencia de Israel para la Iglesia de Hoy, declaró: ‘Diseminados a lo largo del Talmud,
encontramos pensamientos aislados de unos pocos rabinos, que indican que creían en una trinidad. Su
base para esta creencia la aducen de la palabra E-lo-him, el plural para El. Dios”. (Ibíd., página 512).

Desde los tiempos de Jesús, sin embargo, los Judíos han rechazado la doctrina de la Trinidad. Se afirma
que esto se debe a su rechazo en creer en Jesús de Nazaret como siendo el Mesías. El punto de vista de
la Divinidad envolviendo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, tiende a confirmar que Jesús era en ver-
dad el Hijo de Dios. Esto conduce al rechazo de los Judíos hacia la Trinidad. Por lo tanto, usar el punto
de vista corriente de los Judíos como evidencia de que la doctrina de la Trinidad está errada, no consti-
tuye una base para llegar a esa conclusión.

Dos Palabras Para la Palabra “Uno” en el Idioma Hebreo.-


Por el Dr. F. C. Gilbert – Un Judío Convertido y un Erudito Hebreo.

“Existen dos palabras en el Hebreo, con la misma raíz, que significan uno. [Aun cuando son similares,
poseen un significado diferente]. Estas son E-chod y Yo-chid. La palabra E-chod, traducida como
‘uno’, expresa y contiene el pensamiento de unidad. Frecuentemente muestra la idea de por lo menos
dos; pero uno en pensamiento, acción y expresión. En Gén. 2:24, leemos: ‘Por lo tanto el hombre deja-
rá a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer: y serán una sola carne’. Las tres últimas palabras de
este versículo en Hebreo, traducidas literalmente son: ‘Y serán de una sola carne’. En todo respecto te-
nían que ser uno, dos personas con un solo plan, un propósito.
La palabra [Hebrea] Yo-chid es usada en el sentido absoluto de soledad, singularmente, individualmen-
te. Pueden ser mostrados varios textos, pero el más usado en las Escrituras se encuentra en la experien-
Pág. 68

cia de Abraham, cuando Dios le ordenó que ofreciera a su hijo Isaac. El Señor dijo: ‘Toma ahora, tu hi-
jo, tu único hijo’.
Esta expresión, sin embargo, no es usada cuando se refiere a Dios. El término es E-chod. Por ejemplo:
‘Escuchas, oh Israel, el Señor nuestro Dios es un Señor’. (Deut. 6:4). La palabra ‘uno’ en este versículo
es E-chod, y no Yo-chid.
Aquí tenemos nuevamente una fuerte prueba de la presencia de Cristo con la otra, antes que el mudo
fuese, y como uno con la Divinidad”. (F. C. Gilbert, Lecciones Prácticas de la Experiencia de Israel,
página 347).
(Toda la cita después de la primera línea de este capítulo fue citada del evangelista Austin P. Cooke,
Un Examen de la Publicación, El Fundamento de Nuestra Fe, de Waymarks Publications, páginas 26-
28).

El evangelista Cooke también citó la confirmación de F. C. Gilbert que el nombre ‘Jehová’ también se
aplica a Cristo:

“Normalmente se supone que el Jehová del Antiguo Testamento se aplica directamente, y solamente, al
Padre. Pero esto no es así. El Jehová del Antiguo Testamento es un término aplicado al Hijo. Por ejem-
plo. En Gén. 12:1-4, Abraham fue llamado por el Señor para que dejara su hogar, y fuese a un lugar
que se le diría. La palabra Señor aquí es Jehová. En Gén. 18:1, el Señor también es Jehová. Pero en
Éxo. 3:4, 6-7, el término Señor también es Jehová. Así, Jehová en todos estos textos es la misma y úni-
ca persona. El Salvador, sin embargo, le dijo a los Judíos que ‘antes que Abraham fuese, yo soy’. Juan
8:58. la palabra yo soy, proviene de la misma palabra que Jehová. Por lo tanto, el Jehová de Abraham
es el Cristo del Nuevo Testamento.
Fue Él quien le apareció al Patriarca. El Jehová del Antiguo Testamento es el título de Dios de Su que-
rido Hijo.
El que objeta esto, sin embargo, puede decir que en el Salmo 110:1, el término Jehová es aplicado al
Padre. Porque está escrito: ‘Jehová le dijo a mi Señor, siéntate a mi diestra’. Muy correcto; pero el Pa-
dre ha declarado que ha colocado Su nombre en Su Hijo, en el Ángel de Su presencia. Ver Éxo. 23:20-
21. Si su nombre es Jehová, este naturalmente sería el nombre de Su Hijo.
Así vemos nuevamente que el Jehová de Moisés y de los profetas es el título que le pertenece a Cristo.
Porque en Isa. 43:11, está escrito: ‘Yo, yo mismo, soy Jehová; y fuera de Mí no hay Salvador’. compa-
rando esta escritura con Hechos 4:12, es aparente que se refiere a Jesús, el único Salvador. Es cierto
que Jesús es también Jehová”. (Dr. F. C. Gilbert, Lecciones Prácticas de la Experiencia de Israel, pági-
na 138).

Las referencias bíblicas citadas en los pasajes mostrados arriba son colocadas a seguir para el examen
de los lectores.

“El Eterno había dicho a Abram: ‘Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra
que te mostraré. Y haré de ti una gran nación. Te bendeciré, engrandeceré tu nombre, y serás una ben-
dición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y por medio de ti serán
benditas todas las familias de la tierra’. Y tal como el Señor le había dicho, Abram se fue y Lot fue con
él. Abram tenía 75 años cuando salió de Harán”. Gén. 12:1-4.

“Después el Eterno se apareció a Abrahán en el encinar de Mamre, cuando él estaba a la entrada de su


tienda, en el calor del día”. Gén. 18:1.

“Dijo el Eterno a mi Señor: ‘Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies’”. Salmo 110:1.
Pág. 69

“Guárdate ante él, y oye su voz. No le seas rebelde, porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi
nombre está en él. Si en verdad oyes su voz, y haces todo lo que te digo, seré enemigo de tus enemigos
y afligiré a los que te aflijan”. Éxo. 23:21-22.

“En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos”. Hechos 4:12.

Capítulo 25: Religiones Que Rechazan la Divinidad.-

El mayor problema del cristianismo, fuera de aquellos que profesan seguir a Cristo, es el Islam. Acepta
el Antiguo Testamento. Acepta a Jesús como un profeta, y ha convencido a más de un billón de seres
humanos de su veracidad. Una doctrina clave del Islam es el rechazo a las tres personas de la Divini-
dad.
Russell vivió en una nación Islámica, Malasia, durante diez años. En una librería Islámica en Kuala
Lumpur, la capital de la nación, él compró dos libros difamando las Escrituras. Extrañamente, uno de
los más articulados apologistas del Islam, el autor Sur Africano Ahmad Deedat, curiosamente envuelto
en apoyar la Biblia Católico Romana contra la Protestante. Refiriéndose a la ausencia de los libros apó-
crifos de la KJV, Deedat atacó a los Protestantes cuando sarcásticamente afirmó que ellos han

“borrado audazmente siete libros enteros del Libro de Dios”. (Ahmad Deedat, La Elección, el Quran o
la Biblia, The Thinker’s Library, Selangor, Malasia, página 9, énfasis en el original).

Él citó alegremente de la rebajada introducción de la Versión Standard Revisada [RSV] que decía:

“La KJV posee graves defectos y estos defectos son tantos y tan serios que merecen una revisión”.
(Ibíd., página 7).

Ahmad Deedat registró una conversación que tuvo en África del Sur con un Testigo de Jehová, una fe
que, al igual que el Islam, niega la Divinidad y ataca la KJV de las Escrituras.
El Testigo de Jehová había, para su propio propósito, hecho esfuerzos para destruir la credibilidad de la
KJV de la Biblia. Ellos afirmaron que

“ya en 1720, una autoridad Inglesa estimó que había por lo menos 20.000 errores en las dos ediciones
del Nuevo Testamento leído comúnmente por Protestantes y Católicos. Los estudiantes modernos dicen
que existen probablemente unos 50.000 errores”. (Awake, 8 de Septiembre de 1957).

Este artículo no escapó de la atención de Deedat. Cuando fue visitado por un Testigo de Jehová en su
hogar, él le mostró el artículo. La siguiente conversación fue lo que se siguió.

“Yo le pregunté: ‘¿Esto es suyo? Él rápidamente reconoció que era suyo. Yo le dije: ‘Dice que hay
50.000 errores, ¿es verdad?’ ¡Qué es eso! exclamó él. Yo repetí: ‘Dije que dice que hay 50.000 errores
en su Biblia’.
‘¿Adónde consiguió eso? preguntó él. (Eso había sido impreso 23 años atrás, cuando él era tal vez solo
un mozalbete). Yo le dije: ‘Deje la conversación imaginaria a un lado, ¿esto es suyo?’ mostrándole
nuevamente el papel. ‘Awake’. Dijo él, ‘¿Puedo darle una mirada?’
‘Desde luego’, le dije. Le pasé el papel. Él comenzó a leerlo cuidadosamente. Ellos (los Testigos de Je-
hová) son entrenados. Ellos asisten a clases cinco veces por semana en las ‘Salas del Reino’. Ellos son
naturalmente los mejores misioneros entre las mil y una sectas y denominaciones del cristianismo.
Pág. 70

Ellos son enseñados que cuando son acorralados, no se comprometa a nada, no abra su boca. Yo lo ob-
servé silenciosamente, mientras él hojeaba las páginas. Repentinamente, miró hacia arriba. Lo había
encontrado. El ‘Espíritu Santo’ lo había tocado.
Él comenzó: ‘El artículo dice que la mayoría de estos errores han sido eliminados’.
Yo le pregunté: ‘Si la MAYORÍA han sido eliminados, ¿cuántos aun permanecen de los 50.000?
¿5.000? ¿500? ¿50? Aun si permanecieran 50, ¿usted le atribuye esos errores a Dios?’ Él estaba sin ha-
bla. Él se excusó al sugerir que volvería con un miembro señor de la Iglesia. ¡Ese será el día!”. (Ibíd.,
páginas 13-14).

Las perversiones de las Escrituras en relación a la divinidad de Cristo han sido ávidamente explotadas
en el mundo islámico. Refiriéndose a la exclusión de 1 Juan 5:7 de todas las versiones modernas, Dee-
dat afirma:

“Este versículo es la más cercana aproximación a lo que los cristianos llaman su Santa trinidad en la
enciclopedia llamada Biblia. Esta piedra angular de la fe cristiana ha sido obtenida de la Versión Stan-
dard Revisada (RSV) sin siquiera una apariencia de explicación. Ha sido siempre un pío fraude y mere-
cidamente ha sido borrado de la RSV para las personas de habla Inglesa”. (Ibíd., página 16).

Otro autor Islámico se aferra en la ‘evidencia’ de algunas versiones modernas de las Escrituras, que de-
claran que los últimos versículos de Marcos, capítulo 16, no son auténticas, y arrojan dudas sobre la as-
censión de Cristo.

“Ni Mateo ni Juan hablan de la ascensión de Jesús. Lucas en su evangelio lo sitúa en el día de la resu-
rrección y 40 días después, en los Hechos de los Apóstoles, del cual se dice que es el autor. Marcos lo
menciona (sin dar una fecha) en una conclusión que hoy no se considera auténtica. La Ascensión, por
lo tanto, no posee una base escriturística sólida”. (Maurice Bucaille, La Biblia, el Quran y la Ciencia,
página 62. La Jamahirijah Árabe Libia de las Personas Socialistas, Trípoli, énfasis suplido).

Observamos que Amad Deedat explotó la omisión de 1 Juan 5:7 de las versiones modernas como apo-
yo para su ataque sobre la Divinidad bíblica.
El Quran ataca específicamente la doctrina de la Divinidad.

“Blasfeman los que dicen: Alá es uno de tres en una Divinidad, porque no hay dios, excepto en Dios”.
(Quran, Sura 5:73).

“El Mesías, jesús el hijo de María, fue solamente un mensajero de Alá, y Su Palabra que le transmitió a
María, y un espíritu de Él. Así es que crean en Alá y en Sus mensajeros, y no digan ‘tres’”. ¡Paren!
(Quran, Sura 4:1716).

Los Testigos de Jehová están en una pobre compañía. Aun cuando ellos concuerdan en que,

“la palabra [hebrea] elo-him también es usada cuando se refiere a dioses ídolos. A veces la forma plural
significa simplemente ‘dioses’”. (Escudriñando las Escrituras, Biblia de los Vigías y Sociedad de Tra-
tados de la Asociación de Estudiantes de la Biblia de Pennsylvania, Volumen 1, página 968).

Los pasajes citados en esta traducción correcta de elo-him son:


Pág. 71

“Pues en esa noche yo pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito de Egipto, así de los
hombres como de las bestias. Y ejecutaré mi juicio en todos los dioses de Egipto. Yo Soy el Señor”.
Éxo. 12:12.
“No hagáis conmigo dioses de plata, ni de oro”. Éxo. 20:23.

Pero los Testigos de Jehová insisten que cuando la misma palabra hebrea es usada para referirse al Dios
del cielo, su significado es singular.

“Cuando elo-him se aplica a Jehová, es usada como un plural de majestad, dignidad y excelencia”.
(Ibíd).

Los Testigos de Jehová afirman que,

“… las Escrituras identifican que la Palabra (Jesús en Su existencia prehumana) fue la primera creación
de Dios, Su Hijo primogénito”. Ibíd., Vol. 2, página 52).

Además, los Testigos de Jehová enseñan que,

“Las propias Escrituras muestran que el espíritu santo de Dios no es una persona, sino que es la fuerza
activa de Dios, a través de la cual él lleva a cabo su propósito y ejecuta su voluntad”. (Ibíd., Vol. 1, pá-
gina 1019).

Aun cuando admitimos el celo misionero de los Testigos de Jehová y creemos que muchos de sus adhe-
rentes aman a Dios, sin embargo, han comprobado ser no confiables como intérpretes de las Escrituras.
Citamos dos ejemplos de este hecho.
En análisis con sinceros Testigos de Jehová hemos sido consistentemente informados que ellos miran
cada día como si fuese Sábado. Aun cuando es verdad que la santificación del corazón requiere guardar
el día Sábado como santo, y que eso se extienda a cada día de la semana, los demás días de la semana
fueron claramente designados como días laborales, y que el trabajo fue estrictamente prohibido en el
séptimo día de la semana.

“Seis días trabajarás y harás toda tu obra. Pero el sábado es el día de reposo del Señor tu Dios. No ha-
gas ningún trabajo en él; ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero
que está dentro de tus puertas”. Éxo. 20:9-10.

Este mandamiento no prohíbe de forma alguna guardar los días entre domingo y viernes, antes de la
puesta de sol, como lo dice con respecto al Sábado. Solamente una ‘deidad’ cruel prohibiría el trabajo
laboral productivo siete días por semana, lo cual sería esencial si los creyentes guardaran los siete días
de la semana como si fuesen Sábados. Así, ni siquiera podrían plantar su propio alimento, porque la
agricultura requiere trabajo. No habría recursos para pagar los impuestos de la tierra, así es que no sería
posible poseer tierras fértiles.
Además, comprar y vender es prohibido en el día Sábado.

“También en la ciudad había tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en sábado a los hi-
jos de Judá en Jerusalén. Reprendí a los señores de Judá. Les dije: ‘¿Qué mal es éste que hacéis, profa-
nando así el día sábado? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre no-
sotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el sábado?’. Así, cuando iba
oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del sábado, ordené que cerrasen las puertas, y no las
abrieran hasta después del sábado. Y puse a las puertas algunos de mis criados, para que no entrasen
Pág. 72

carga en sábado. Y quedaron fuera de Jerusalén una y dos veces los negociantes que vendían toda espe-
cie de mercancía. Los amonesté, y les dije: ‘¿Por qué pernoctáis ante la muralla? Si lo hacéis otra vez,
os echaré mano’. Desde entonces no vinieron en sábado. Y ordené a los levitas que se purificasen, y vi-
niesen a guardar las puertas, para santificar el sábado. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y
perdóname según la grandeza de tu amor”. Neh. 13:16-22.

Así, aun si alguien creyese genuinamente que podría guardar genuinamente el Sábado cada día de la se-
mana, no podría trabajar ni existir la seguridad social, porque no podrían comprar ni un artículo ni co-
mida ni ropa. Nuestro amoroso Dios no exigió una guarda de siete días del Sábado.
Russell se acuerda que cuando era un joven con 19 años de edad en 1953, acompañó al Pastor Mervyn
Ball a un estudio bíblico con una familia de Testigos de Jehová. La familia había convidado a un líder
de su Salón del Reino para hacer con que su fe fuese más entendible. La interpretación de la profecía de
Daniel 4 fue estudiada. Los Testigos de Jehová toman los siete años que Nabucodonosor estuvo insano
y le aplican el principio día por año. Así, ellos concluyen que esta profecía cubre un periodo de 7 x 360
= 2.520 años.
Los Testigos de Jehová fechan la caída de Jerusalén en el 607 a.C. (Ibíd., Vol. 2, página 481). A partir
de eso ellos llegan, después de 2.520 años, en el año 1914, cuando ellos predijeron que Cristo volvería
(recuerde que no hay año cero entre a.C. y d.C.).
Desde luego que Cristo no volvió en 1914. En vez de admitir el error de su interpretación, los Testigos
de Jehová resolvieron decir que Cristo volvió selectivamente. Cuando el Pastor Ball enfrentó a su por-
tavoz con el claro hecho de que en la segunda venida ¿todo ojo lo verá’ (Apoc. 1:7), el representante
declaró, en forma no convincente, que este pasaje quería decir ‘todo ojo espiritual’ y parece que sola-
mente los Testigos de Jehová son bendecidos con ese tipo de ojo. Él no pudo ser convencido de su im-
posible explicación con las claras palabras de Cristo, las cuales no aprueban una interpretación así.

“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será la venida del
Hijo del Hombre”. Mat. 24:27.

Los Testigos de Jehová también creen en un milenio terrenal. )Ver Enciclopedia Británica, edición de
1963, Vol. 12, página 997).
Cuando las claras palabras de Cristo tienen que ser ignoradas para sostener su doctrina, podemos con-
cluir en forma segura que su interpretación no es correcta. Podemos concluir, también, que son igual-
mente exponentes no confiables de la doctrina de la Divinidad.
La Iglesia Unitariana también niega la deidad de Cristo y del Espíritu Santo. Esta negación de la Divi-
nidad no debiera sorprendernos, porque

“El unitarismo se convirtió en una religión espiritual que encuentra su suprema autoridad en la historia
religiosa y en la experiencia, interpretado por la razón y consciencia de la humanidad. Le da la bienve-
nida a los hallazgos del moderno criticismo bíblico moderno y trata de entender a las religiones no cris-
tianas y de cooperar con ellos”. (Enciclopedia británica, edición de 1963, Vol. 22, página 703).

Ningún cristiano genuino podría sancionar una base tan defectuosa de la verdad.

Capítulo 26: Pecando Hasta la Segunda Venida.-

En el siglo XXI del cristianismo hay un alarmante crecimiento de la impía doctrina de que los cristia-
nos salvos van a continuar pecando hasta la segunda venida de Cristo. Las Escrituras enfáticamente de-
claran que en un punto anterior a la segunda venida de Cristo, Él va a cesar Su obra mediadora por los
Pág. 73

pecadores y el Espíritu Santo no va a interceder más por los impíos. Actualmente, tanto el Hijo como el
Espíritu Santo interceden por nosotros.

“Por eso puede también salvar eternamente a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está
siempre vivo para interceder por ellos”. Heb. 7:25.

“Además, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos pedir lo que conviene, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y el que sondea los corazones, sabe
cuál es la intención del Espíritu, y él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios”. Rom.
8:26-27.

Dos de los miembros de la Divinidad – Cristo y el Espíritu Santo – están envueltos en la intercesión.
Cristo presenta Su sangre como una propiciación por nuestros pecados.

“Pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su
Hijo Jesús nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:7.

Cristo se despojó a Sí mismo de Su omnipresencia en Su encarnación. Eso, sobre Su retorno al cielo


después de Su resurrección, Él no reasumió esta característica de la deidad, y esto es evidente del hecho
de que Cristo le prometió a Sus discípulos que nos enviaría al Espíritu Santo como Su representante.

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, al Espíritu
de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce. Pero vosotros lo conocéis,
porque está con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de
poco, el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, y vosotros también viviréis.
En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis
Mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado por mi Padre; y yo lo
amaré, y me manifestaré a él. Judas, no el Iscariote, le preguntó: ‘Señor, ¿por qué te has de manifestar a
nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús: ‘El que me ama, guardará mi Palabra. Y mi Padre lo amará,
y vendremos a él, y habitaremos en él. El que no me ama, no guarda mis Palabras. La Palabra que es-
táis oyendo, no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado mientras estoy aún con
vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará to-
das las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Juan 14:16-26.

Como el Espíritu Santo es omnipresente, Él está en contacto con Cristo y con el pecador arrepentido si-
multáneamente y puede presentarle nuestras peticiones inmediatamente a nuestro Salvador. Él puede
hacer esto por los muchos millones que pueden estar buscando la redención simultáneamente.
Pero se acerca el tiempo cuando la intercesión del Espíritu Santo y de nuestro Salvador va a cesar para
siempre. Este momento está bien definido en el último libro de las Escrituras.

“El que es injusto siga siendo injusto, y el sucio siga ensuciándose. El justo siga siendo justo, y el santo
siga santificándose”. Apoc. 22:11.

Un cierre así de la gracia es esencial antes del derramamiento de las siete plagas (ver Apocalipsis capí-
tulo 16), porque Dios derrama las plagas sobre los que no se han arrepentido, pero protege a los redimi-
dos. El Salmo 91 es una profecía de este tiempo pavoroso, cuando las plagas serán derramadas. Este
Salmo posee una tremenda promesa para los justos.
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“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Todopoderoso. Diré al Eterno: ‘¡Espe-
ranza mía y castillo mío, mi Dios, en quien confío!’ Él te librará del lazo del cazador, de la plaga des-
tructora. Con sus plumas te cubrirá, debajo de sus alas estarás seguro. Escudo y muralla es su fidelidad.
No temerás el espanto nocturno, ni saeta que vuele de día, ni plaga que ande en oscuridad, ni peste que
al mediodía destruya. Caerán mil a tu lado, y diez mil a tu diestra, pero a ti no llegará. Con tus ojos mi-
rarás, y verás la retribución de los impíos. Porque has puesto al Eterno, que es mi refugio, al Altísimo,
por tu habitación, no te vendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará por ti, que te
guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Salmo
91:1-12.

Hablando del tiempo del cierre de la gracia, justo antes a este tiempo, el profeta Daniel lo describe así:

“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran Príncipe que protege a tu pueblo. Y será tiempo de an-
gustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces. Pero en ese tiempo será librado tu pueblo,
todos los que se hallen escritos en el libro”. Dan. 12:1.

Cuando este juicio comenzó, el mismo profeta había descrito esa escena.

“Mientras yo miraba fueron puestos tronos, y un Anciano de muchos días se sentó. Su vestido era blan-
co como la nieve, y el cabello de su cabeza como lana pura. Su trono llama de fuego, y sus ruedas fue-
go ardiente. Un río de fuego salía delante de él. Millares de millares le servían, y millones de millones
asistían ante él. El tribunal se sentó en juicio, y los libros fueron abiertos”. Dan. 7:9-10.

Aquí leemos que Dios se sentó en juicio. Al final del juicio, Dios se levantó y comenzó el pavoroso
tiempo de angustia.
La declaración de Apoc. 22:11 es hecha al final de la gracia. (Para detalles más completos, ver nuestro
libro, El Rapto, el Tiempo del Fin y el Milenio).
No es posible entonces una modificación del carácter. Aquellos cristianos engañados que no han permi-
tido que el Espíritu Santo les de la victoria sobre el pecado, entonces estarán eternamente perdidos. Así,
los que declaran que continuarán pecando hasta que Jesús vuelva, serán destruidos juntamente con los
impíos.

“Subieron a través de la ancha tierra, y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero
descendió fuego del cielo, y los devoró”. Apoc. 20:9.

Aquellos que enseñan que los redimidos jamás van a conseguir la victoria sobre el pecado, se engañan
a sí mismos y a otros, y, no arrepentidos, aseguran su eterna aniquilación. Ellos insultan a la Divinidad
aun cuando profesan creer en el padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Eso infiere una de las tres im-
plicaciones en relación a la Divinidad.

1.- Que los miembros de la Divinidad son inferiores en poder a Satanás. Este es un temeroso insulto a
Jehová. Un hecho es indiscutible: si le cedemos nuestras vidas a Satanás, él posee suficiente poder para
guiarnos hacia una vida de pecado. Pero pareciera que esos hombres creyeran que el poder de Dios es
insuficiente para proveerle al alma suplicante el poder que es necesario para vivir una vida de perfecta
justicia.

2.- Que Dios sí posee el poder para liberarnos del pecado, pero por razones incomprensibles para los
humanos, Él escoge no proveernos de ese poder, aun cuando es solicitado sinceramente en oración.
Pág. 75

3.- Que Dios está contento en continuar con la contaminación del universo con el pecado, y que el plan
de salvación fue un ejercicio inútil sin frutos.

Estas absurdas conclusiones son rechazadas enérgicamente por la Palabra inspirada.


“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin falta ante su gloria, con alegría”.
Judas 24.

¡Qué maravillosa promesa!


Es tiempo para que los sinceros cristianos

“Despertad como conviene, y dejad de pecar; porque algunos no conocen a Dios. Para vuestra vergüen-
za lo digo”. 1 Cor. 15:34.

Algunos parecen ver la declaración “Yo creo que Jesús murió por mis pecados” como una expresión
que automáticamente les asegura la salvación, sin importar el carácter del que profesa la fe. Ellos igno-
ran las siete evidencias de Juan para una creencia genuina.

“Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios. Y todo el que ama al que da el ser, ama
también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a
Dios y guardamos sus Mandamientos. Porque en esto consiste el amor de Dios, en que guardemos sus
Mandamientos. Y sus Mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que nace de Dios vence al mun-
do. Y ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que
cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. 1 Juan 5:1-5.

Vuelva a leer este pasaje, el cual está unido por una creencia genuina. Las siete características de la
verdadera creencia son:

1.- Tenemos que nacer de nuevo de Dios.


2.- Tenemos que amar a Dios con todo nuestro corazón.
3.- Tenemos que amar a nuestro vecino como a nosotros mismos.
4.- Tenemos que guardar los mandamientos.
5.- Tenemos que vencer el mundo.
6.- Tenemos que tener victoria sobre la mundanalidad, y
7.- Tenemos que poseer fe genuina.

Es de esa creencia de la que habló Cristo.

“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca,
sino tenga vida eterna”. Juan 3:16.

Es la misma fe a la cual se refirieron pablo y Silas cuando hablaron con el carcelero de Filipos.

“Ellos respondieron: ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa’”. Hechos 16:31.

Una vez más quisiéramos advertir al lector de que simplemente porque un cristiano atesta verbalmente
creer en el padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, no es garantía de que no esté expresando una fe en
un engaño de Satanás de la doctrina de la Divinidad y de la salvación.
Recuerde, si estamos decididos a negar y a resistir el poder de Dios para proveernos la victoria sobre el
pecado y afirmamos que vamos a pecar hasta que Jesús venga, cualesquiera que sea nuestra profesión,
Pág. 76

esta es una promesa de que ciertamente vamos a seguir así hasta que la muerte intervenga. Pero cierta-
mente nos habremos privado a nosotros mismos del glorioso donde la vida eterna.

Capítulo 27: Cristo Testifica de la Divinidad.-

Finalmente, alguien no menor en autoridad que nuestro Salvador, Jesucristo, testificó de la presencia de
tres miembros de la Divinidad. Muchos lectores superficiales de las Escrituras creen que solamente en
una ocasión (Mat. 28:19) Cristo se refirió a los tres miembros de la Divinidad. Muchos desprecian este
pasaje al afirmar, sin la menor evidencia, que este sagrado mandamiento fue una inserción hecha en las
Escrituras por el catolicismo Romano para reforzar su fallida teoría de la Trinidad. Esta es una afirma-
ción egoísta porque no puede ser suplida una evidencia genuina.
Pero aun si esta afirmación sin base estuviese correcta, estos teóricos anti-Divinidad tendrían que des-
truir muchas otras palabras de Cristo para poder sostener su error. El disminuir las palabras establecidas
de Cristo a ser usadas en el voto bautismal aun quedaría una evidencia poderosa testificando la presen-
cia de los tres miembros de la Divinidad en las palabras dichas por nuestro Salvador.
Cada uno de los cuatro escritores de los evangelios confirman la presencia de los tres miembros de la
Divinidad, aun cuando Juan lo hizo más frecuentemente que los demás. Así, que la facción anti-Divini-
dad en la Iglesia cristiana se centralizara en un solo pasaje de Mateo, fue un ejercicio auto-derrotador.
Solamente una destrucción mayor de las muchas palabras de Cristo, podría conseguir su enérgico pero
errado blanco.
Que Cristo testificó enfáticamente de los tres miembros de la Divinidad, está bien atestado. Este hecho
debiera solucionar este asunto con todos los cristianos que creen en la Biblia. Que la alta crítica lance
dudas sobre la Palabra de Dios y que ésta quede sin ningún efecto. Ellos están siguiendo los pasos de
los Fariseos y de los Escribas de los días de Cristo. Lea cuidadosamente la severa condenación de Cris-
to a los miembros de Su Iglesia que se atrevieron a colocar sus propias tradiciones y conjeturas no es-
criturísticas ante un claro ‘así dice el Señor’.

“Por eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ‘¿Por qué tus discípulos no andan conforme a
la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras?’ Él respondió: ‘Hipócritas, bien pro-
fetizó de vosotros Isaías: 'Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí. En vano me
honran, cuando enseñan como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejáis el Mandamiento de
Dios, y os aferráis a la tradición de los hombres [como el lavado de los jarros y los vasos, y otras mu-
chas cosas semejantes]’. Les dijo también: ‘Bien desecháis el Mandamiento de Dios, para guardar
vuestra tradición. Porque Moisés dijo: 'Honra a tu padre y a tu madre', y 'el que maldiga a su padre o a
su madre, ha de ser muerto'. Pero vosotros decís: 'Basta que un hombre diga a su padre o su madre: 'To-
do aquello con que pudiera ayudarte es corbán (ofrenda para Dios)'. Y no le dejáis hacer nada más por
su padre o su madre. Así invalidáis la Palabra de Dios con vuestra tradición, que trasmitís de unos a
otros. Y hacéis muchas cosas semejantes a éstas’”. Mar. 7:5-13.

Al leer el registro de la vida de Jesús, encontramos que Juan claramente registra las palabras de Jesús
que revelaban una Divinidad de tres personas. Revisemos el registro en Juan capítulo 14. En este capí-
tulo encontramos que Jesús explica claramente Su propio papel en la salvación de la raza humana.

“‘Y cuando me vaya y os prepare lugar, vendré otra vez, y os llevaré conmigo, para que donde yo esté,
vosotros también estéis. Ya sabéis adónde voy, y conocéis el camino’. Dijo Tomás: ‘Señor, no sabemos
adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?’ Jesús respondió: ‘Yo Soy el camino, la verdad y la vi-
da. Nadie viene al Padre, sino por mí’”. Juan 14:3-6.
Pág. 77

Jesús entonces revela el íntimo compañerismo con Su Padre celestial y con nosotros.

“‘Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, y lo habéis vis-
to’. Felipe le dijo: ‘Señor, muéstranos al Padre, y nos basta’. Jesús respondió: ‘¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo
dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que Yo Soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que os
hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que Yo
Soy en el Padre, y el Padre en mí. Al menos, creedlo por las mismas obras. Si algo pedís, yo lo haré. Os
aseguro: El que cree en mí, las obras que yo hago, él también las hará. Y mayores que éstas hará, por-
que yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, eso haré, para que el Padre sea glori-
ficado en el Hijo”. Juan 14:7-13.

“Respondió Jesús: ‘El que me ama, guardará mi Palabra. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y ha-
bitaremos en él. El que no me ama, no guarda mis Palabras. La Palabra que estáis oyendo, no es mía,
sino del Padre que me envió”. Juan 14:23-24.

Sin embargo, en el mismo capítulo Jesús revela especialmente el papel del Espíritu Santo, y todos los
tres miembros son presentados como seres diferentes.

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy. Os la doy, no como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:26-27.

Este pasaje disipa el error de que el Espíritu Santo emana ya sea de Dios el Padre o de Dios el Hijo,
porque el Padre envía el Espíritu Santo en el nombre de Jesús.
En Juan capítulo 16, nuevamente el Espíritu Santo es presentado como un ser diferente al Padre y al
Hijo.

“Os harán esto porque no han conocido al Padre ni me conocen a mí”. Juan 16:3.

“Sin embargo, os digo la verdad: Os conviene que me vaya, porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros. Pero al irme, os lo enviaré”. Juan 16:7.

“De justicia porque voy al Padre, y no me veréis más”. Juan 16:10.

“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que ha de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo
mío, y os lo comunicará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije que tomará de lo mío, y os lo
comunicará”. Juan 16:13-15.

Las palabras de Jesús son tan claras, que no hay excusa para dudar de que realmente hay tres seres se-
parados pero unidos, ministrando por la salvación de la raza humana. También disipa a la falsa Divini-
dad (Trinidad) de la Iglesia Católica Romana, la cual proclama un ser divino con tres manifestaciones.
Rechazamos las afirmaciones de algunos de que las palabras de Cristo en mat. 28:19 fuesen añadidas
por alguien, a no ser Mateo, bajo la base de que no existe una sólida evidencia para esta teoría. toma-
mos estas palabras como perteneciendo al registro de los escritos divinos inspirados. Tenemos que de-
clarar que Cristo enseñó la Divinidad de tres personas.
Pág. 78

“Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo”. Mat. 28:19.

Acerca de los Autores.-

Colin y Russell Standish nacieron en Newcastle, Australia, en 1933. Ambos obtuvieron sus diplomas
como profesores en el Colegio Avondale en 1951. Fueron seleccionados para enseñar en una escuela
básica rural de New South Wales, siendo que ambos enseñaron ahí durante tres años.
En 1958, ambos completaron estudio en historia y obtuvieron un grado de honor en psicología en la
Universidad de Sydney, en el campo de aprendizaje teórico. Colin continuó estudiando, obteniendo su
Maestría en Artes con honres, en 1961, y su Doctorado en Filosofía en 1964. Su Grado de Maestría en
Educación fue completado en 1967.
Russell se graduó como médico en 1964. Seis años más tarde fue admitido en el Colegio Real de Médi-
cos (en el reino Unido) a través de un examen. Fue promovido a la Comunidad de Colegios Reales de
Médicos en Edimburgo (1983) y en Glasgow (1984).
En 1965, Colin fue escogido como presidente del departamento de educación del Colegio de Avondale.
Subsecuentemente desempeñó los puestos de decano académico en el Colegio de las Indias Occidenta-
les (1970-1973), presidente del Colegio Columbia Union (1974-1978), y decano del Colegio Weimar
(1978-1983). Fue convidado para ser el presidente fundacional del Instituto Hartland, lo cual compren-
de un colegio, un centro de salud, una casa publicadora y una división de misión mundial.
Como médico consultante (internista) Russell ha desempeñado los puestos de superintendente médico
del Hospital Austin, en la Universidad de Melbourne (1975-1978), presidente de un hospital en Ban-
gkok (1979-1984), director médico en el Centro Médico de Enton, Inglaterra (1984-1986), y presidente
del hospital de Penang (1986-1992). Desde 1992 ha sido orador y editor del Heraldo Remanente.
Ellos han sido co-autores de más de 45 libros.

Autor: Colin D. Standish y Russell R. Standish


2010

Los cinco volúmenes de la Divinidad son:


1.- La Divinidad – Volumen 1: ¿Uno, Dos, Tres o Cuatro?
2.- La Divinidad – Volumen 2: Nuestro Padre Celestial: En la Era del Terrorismo
3.- La Divinidad – Volumen 3: Nuestro Salvador: ¿Humano, Divino o Humano-Divino?
4.- La Divinidad – Volumen 4: El Espíritu Santo: ¿Poder o Ser?
Pág. 79

5.- La Divinidad – Volumen 5: La Divinidad: en el Espíritu de Profecía.

https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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