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COMENTARIO DE TEXTO: Fragmento de San Manuel

Bueno, mártir. Miguel de Unamuno.

Texto
Y ahora, al escribir esta memoria, esta confesión íntima de mi experiencia de la unidad
ajena, creo que Don Manuel Bueno, que mi san Manuel y que mi hermano se murieron
creyendo no creer lo que más nos interesa, pero sin creer creerlo, creyéndolo en una
desolación activa y resignada. Pero ¿por qué –me he preguntado muchas veces- no trató
Don Manuel de convertir a mi hermano también con un engaño, con una mentira,
fingiéndose creyente sin serlo? Y he comprendido que fue porque comprendió que no le
engañaría, que para con él no le serviría el engaño, que sólo con la verdad, con su verdad, le
convertiría: que no habría conseguido nada si hubiese pretendido representar para con él
una comedia –tragedia más bien-, la que representaba para salvar al pueblo. Y así le ganó, en
efecto, para su piadoso fraude: así le ganó con la verdad de muerte a la razón de vida. Y así
me ganó con la verdad de muerte a la razón de vida. Y así me ganó a mí, que nunca dejé
transparentar a los otros su divino, su santísimo juego. Y es que creía y creo que Dios
Nuestro Señor, por no sé que sagradas y no escudriñados designios, les hizo creerse
incrédulos. Y que acaso en el acabamiento de su tránsito se les cayó la venda ¿Y yo, creo?

Y al escribir esto ahora, aquí, en mi vieja casa materna, a mis más de cincuenta años, cuando
empiezan a blanquear con mi cabeza mis recuerdos, está nevando, nevando sobre el lago,
nevando sobre la montaña, nevando sobre las memorias de mi padre, el forastero; de mi
madre, de mi hermano Lázaro, de mi pueblo, de mi san Manuel, y también sobre la memoria
del pobre Blasillo, y que él me ampare desde el cielo. Y esta nieve borra esquinas y borra
sombras, pues hasta de noche la nieve alumbra. Y yo no sé lo que es verdad y lo que es
mentira, ni lo que vi y lo que soñé –o mejor lo que soñé y lo que sólo vi-, ni lo que supe ni lo
que creí. No sé si estoy traspasando a este papel, tan blanco como la nieve, mi conciencia
que en él se ha de quedar, quedándome yo sin ella. ¿Para qué tenerla ya…? ¿Es que pueden
pasar estas cosas? ¿Es que todo esto es más que un sueño soñado dentro de otro sueño?
¿Seré yo, Ángela Carballino, hoy cincuentona, la única persona que en esta aldea se ve
acometida de estos pensamientos extraños para los demás? ¿Y estos, los otros, los que me
rodean, creen? ¿Qué es eso de creer? Por lo menos, viven. Y ahora creen en san Manuel
Bueno, mártir, que sin esperar inmortalidad les mantuvo en la esperanza de ella […].

Al llegar la última Semana de Pasión que con nosotros, en nuestro mundo, en nuestra aldea
celebró don Manuel, el pueblo todo presintió el fin de la tragedia. Y cómo sonó entonces
aquel “Dios mío, Dios mío!, por qué me has abandonado?”, el último que en público sollozó
don Manuel. Y cuando dijo lo del Divino Maestro al buen bandolero –“todos los bandoleros
son buenos”, solía decir don Manuel- aquello de “Mañana estarás conmigo en el paraíso”. Y
la última comunión general que repartió nuestro santo! Cuando llegó a dársela a mi
hermano, esta vez, con mano segura, después del litúrgico… in vitam aeternam, se le inclinó
al oído y le dijo: “No hay más vida eterna que ésta… que la sueñen eterna…, eterna de unos
pocos años…” Y cuando me la dio a mí, me dijo: “Reza, hija mía, reza por nosotros”. Y luego,
algo tan extraordinario que lo llevo en el corazón como el más grande misterio, y fue que me
dijo con voz que parecía de otro mundo: “…y reza también por Nuestro Señor Jesucristo…”.
RESUMEN:
La narradora empieza afirmando su fe en que don Manuel y Lázaro murieron
creyendo no creer. Reflexiona que el no tratar de engañar don Manuel a Lázaro fue su
estrategia para convertirlo a su fe particular. Dios les hizo creerse incrédulos y quizás
lo descubrieran al morir. Después reflexiona sobre sí misma, con más de 50 años, el
tiempo desdibuja los recuerdos como la nieve en el paisaje. Ya no sabe exactamente
qué creer, ni siquiera en los recuerdos ni los hechos porque pueden ser sólo un sueño.
Tampoco sabe si sólo ella se atormenta con estos pensamientos, si los demás creen.
Acaba con dos certezas: viven y creen en don Manuel. Acaba rememorando la última
celebración de don Manuel y su despedida de Lázaro y de ella misma al acercarse a la
comunión con una última y terrible duda: acaso el propio Jesús fuera otro San
Manuel.

ESQUEMA:
 El texto articula sus contenidos en tres módulos:

1: Reflexión de Ángela sobre las dudas de don Manuel y Lázaro.

……….1.1.: Don Manuel convierte a Lázaro a sus prácticas con la verdad.

…………………a)[porque] Era el único camino válido para Lázaro.

……….1.2:[pero] Dios les hizo creer no tener fe (conciliación).

2: Reflexión personal de Ángela:

……….2.1.: El tiempo (la nieve) confunde hechos y recuerdos.

……….2.2.: Es imposible saber qué es verdad y que es sueño –angustia-.

……….2.3.: Testimonio de soledad en su angustia existencial.

………..2.4.: Confirmación de fe en don Manuel y la vida.

3: Recuerdos de la última celebración de don Manuel:

……….3.1: Frente a la comunidad: don Manuel reivindica el perdón comparándose al


buen ladrón.

……….3.2.: Frente a Lázaro: confirmación de su fe mutua (mantener el silencio en


aras de la felicidad de la comunidad).

……….3.3.: Frente a Ángela: ruega su plegaria para sí y para Jesús.

La organización de los contenidos parte de la reflexión sobre los personajes centrales


de la obra, pasa a la interiorización y análisis de los pensamientos, creencias y
sentimientos de Ángela y finaliza con la reproducción casi dramática de la última
celebración de don Manuel, que se nos acerca a través de la inserción de los diálogos.
La tensión va en aumento al ir de la reflexiones de carácter general hasta el hecho
concreto.

TEMA:
Dudas existenciales de Ángela ante su vida y sus recuerdos.

EJEMPLO DE UN POSIBLE COMENTARIO CRÍTICO:


El texto es de una enorne densidad de contenido. En él se nos plantea toda la tesis de
la obra y las perspectivas de los personajes centrales. La angustia que patente en la
situación descrita, una angustia que nace de la tensión de ideas contrapuestas ante las
que no existen respuestas fáciles: presencia frente a ausencia de fe, la posibilidad de
que la no fe sea otra forma de creer, la afirmación de la vida que trasciende frente a la
afirmación de la vida sueño, intrascendente, la dignidad del pecador simbolizado en
el buen ladrón, la posibilidad de que el propio Jesús no fuera más que otro apostol de
la felicidad, la contradicción de vivir engañando a los demás aunque el fin fuera
positivo, la aceptación de todos estos supuestos desde la perspectiva cristiana de
Ángela. Desde luego, no es un texto fácil de comentar.

Quizás la primera reflexión interesante sea la duda agónica de Unamuno como


verdad humana y universal. Durante mucho tiempo, se aceptó la fe en Dios como
principio general. El propio Descartes, padre del racionalismo, cuando desarrolla su
teoría sobre la “idea clara y distinta”, aquella que debía servir de base a su sistema
filosófico se planteaba la última duda: ¿Y si un genio maligno me hace creer que son
reales mis percepciones y no lo son? ¿Cómo puedo saber que son ciertas?. Se
respondía a sí mismo afirmando que Dios, Todopoderoso y Bondad pura, no lo iba a
permitir. Se le escapaba la cuestión de que ya había cometido su error, el aceptar la
idea de Dios sin cuestionamiento previo según sus propio planteamiento
metodológico, se acoge a las demostraciones previas -San Agustín, Santo Tomas y
San Anselmo-. Cuando Carlos Marx desarrolla la dialéctica histórica y materialista,
niega la existencia de Dios porque tampoco le interesa que los obreros se resignen a
una vida de penurias sin luchar, movidos por la fe en la recompensa de la vida eterna.
Como Descartes, tampoco se preocupa demasiado por una cuestión que forma parte
de la superestructura que sirve para manipular la conciencia colectiva.

Llegados a este punto, quizás deberíamos cuestionarnos qué es la fe. La fe es la


creencia en algo como verdad sin tener la confirmación empírica de lo que creemos.
Es la frontera entre el hecho y la hipótesis científica. Y entre la hipótesis científica y la
hipótesis metafísica. Cuando dejamos caer una manzana, el hecho demuestra la
existencia de la fuerza de la gravedad, disponemos de la prueba o demostración
empírica. Cuando pienso que los agujeros negros en el espacio son partículas de alta
densidad que atrapan todo cuanto se les acerca por su enorme gravedad, puede ser
falso o verdadero, es una hipótesis científica que aún no está demostrada, pero es
susceptible de serlo. Cuando afirmo que Dios existe o que la materia es eterna, estoy
ante dos actos de fe porque cualquiera de las dos afirmaciones es indemostrable
empíricamente.
Enfrentados al origen del universo podemos pensar que surgió de la nada y la materia
se organizó a partir del caos, y la vida surgió como accidente; o podemos pensar que
existe un ser con voluntad creadora que fue el inicio y organizó el caos con un
propósito determinado. Si aceptamos el primer supuesto, la vida carecería de sentido.
Seríamos una partícula ínfima en un Universo en permanente expansión. Un
accidente. Es la vida como un sueño en medio de la nada que va desde el instante
mismo del nacimiento –nada preexiste a nuestra primera conciencia de ser-, hasta la
propia muerte –nada subsiste a nuestro último aliento. Si aceptamos el segundo,
aceptamos la existencia de una parte inmaterial en nosotros, el alma, con un
propósito y un destino en la eternidad.

Cada ser humano deberá elegir su verdad, aquella en la que deposita su fe. Porque no
hay más opciones. Y puestos a elegir, yo creo que tanta maravilla como nos rodea, el
milagro de la vida consciente y de nuestros sentimientos, no son fruto del azar, y
espero como Ángela, que las dudas sean connaturales al ser humano y alcanzar la
comprensión de mi existencia más allá de la frontera de la muerte.

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