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Por Adriana Collado, Maestría en Diversidad Cultural, Co2022.

Materia: Sociología de
los procesos de segregación social. Año de cursada 2022.

del amor libre al poliamor


reconfiguraciones de las representaciones en las relaciones sexoafectivas

Introducción

El amor libre es un término que se refiere a la práctica de tener relaciones


sexuales y/o amorosas sin estar ligado por el compromiso del matrimonio o
cualquier otra forma social. Es además, una filosofía que promueve la autonomía
individual, la igualdad de géneros y la libertad en las relaciones afectivas. El
poliamor, por su parte, es la práctica de tener múltiples relaciones románticas y/o
sexuales consensuadas al mismo tiempo, en las cuales todas las personas
involucradas están conscientes y de acuerdo con la situación. El poliamor se basa
en la idea de que las relaciones románticas y sexuales no necesitan ser exclusivas
para ser significativas o satisfactorias, y que las personas pueden construir
relaciones más flexibles y personalizadas que se adapten mejor a sus necesidades y
deseos individuales.

En el plano del análisis teórico político se pueden ubicar tres ejes básicos de las
contradicciones del sistema de poder de la modernidad, entendiendo como contradicciones a las
“transformaciones estructurales del sistema de representación del mundo (y, por lo tanto,
también del mí mismo) que, funcionales para producir determinados efectos en el momento de
transición a la modernidad, generan efectos inesperados (o cuanto menos, disfuncionales) a la
propia lógica de poder, una vez que ésta se consolida” (Feierestein, 2010, pag. 113).

Silvia Bleichman decía que la crueldad no es solo el ejercicio malvado sobre el otro, sino
también la indiferencia hacia el sufrimiento del otro, eso era parte del ejercicio de la crueldad.
Las prácticas segregacionistas causan sufrimiento. Pero, también lo hace la indiferencia. Que
haya indiferencia ante el sufrimiento, incluso a veces la intención negacionista del sujeto, no
significa que no haya interés o atención en otras cosas.

¿Y en qué cosas? Según Bauman el interés de los individuos contemporáneos está puesto en
las relaciones “(…) en nuestro mundo de rampante ‘individualizacion’ las relaciones son una
bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en
qué momento uno se convierte en la otra. (…) En un entorno de vida moderna, las relaciones

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suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y
por eso, podríamos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos
líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida” (Bauman,
2022).

Es tan así que, las relaciones, y en particular las relaciones sexoafectivas, encuentran todo un
mercado de asesorías de expertos consultores disponibles para “encontrar la cuadratura del
círculo (…) cómo lograr que la relación les confiera poder sin que la dependencia los debilite,
que los habilite sin condicionarlos, que los haga sentir plenos sin sobrecargarlos” (Bauman,
2022).

La consolidación en los ’90 del neoliberalismo, tanto en el plano económico como en el


político, produjo cambios que se inscribieron en las representaciones simbólicas de todos los
aspectos de la vida. Estos cambios estructurales del sistema de representación del mundo
afectaron de igual modo a los sentidos asignados a las relaciones sexoafectivas como habría
sucedido con otros procesos de cambios históricos en el SXIX y XX. Estas resistencias a los
dispositivos de poder de la sexualidad ¿fueron reconfigurados en sus tecnologías para sujetar al
sujeto en la estructura produciendo un nuevo saber sobre las relaciones sexoafectivas? El amor
libre en sus inicios fue planteado como la resistencia de los sujetos a la normalización de la
sexualidad, de allí su crítica a las regulaciones legales sobre las relaciones matrimoniales, a la
medicina y la psicología y su lucha por la libertad sexual. De las resistencias y luchas de los
movimientos feministas, LBGTQ+ y otrxs se han conquistados muchos derechos antes
negados, aunque aún queden varios por conquistar. Sin embargo, la ambivalencia propia de los
sentidos que se le otorgan a las aquellas relaciones, antes de amor libre hoy poliamorosa, es la
que nos lleva a preguntar ¿continúan siendo parte de las resistencias a los dispositivos de
control social o son parte de una tecnología construida a partir de un saber que reconfigura el
discurso de sujeción a la estructura social para garantizar su reproducción? En otras palabras,
¿es el poliamor un modelo de relación emancipatoria del sujeto o un modo de sometimiento
más flexible, abierto, libre de relación social?

Para comenzar a responder estas preguntas, se consideraron las posturas desarrolladas por
anarquistas y socialistas, así como las argumentaciones surgidas durante las luchas por la
liberación sexual en los ‘60 y ‘70. Este primer apartado tiene la función de establecer los
sentidos otorgados al amor libre en su momento emancipatorio.

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Luego se analizaron dos corpus de discursos que han sido publicados como guías prácticas
para construir relaciones poliamorosas éticas durante los años ’90, el objeto es comprender y
establecer algunos puntos destacados de cómo son esos cambios de sentidos y cuál es la
producción de discursos sobre estas prácticas. Siendo una primera aproximación, cabe aclarar
que aún carece de exhaustividad, aunque pretende ser parte del proceso de construcción un
marco teórico que aborde, en un futuro, esta dicotomía (odio-amor) que se produce en la
construcción de discursos que legitiman los mecanismos de realización simbólica del proceso
de reorganización de las relaciones sociales 1, que dejaron como consecuencia una
configuración de la libertad, la autonomía y la soberanía.

Algunas creencias son asumidas desde el sentido común como progresistas, liberadoras e
incluso transformadoras de la realidad porque así fueron planeadas en los ’60 y ’70, como
aspiraciones sociales de cambio revolucionarios. Sin embargo, hoy esas mismas prácticas, o los
sentidos otorgados a esas prácticas fueron teñidos por las modificaciones que se cristalizaron
tras la derrota que sufriera esa misma generación.

Una última consideración es importante nombrar. Estos discursos circulan con mayor
frecuencia entre los sectores medios, parecería que como el siglo SXVIII este tipo de discursos
sobre la libertad sexoafectiva no es accesible a los todos los sectores de clase, o por lo menos es
una pregunta para responder ¿Quiénes quedan por fuera? Queda pendiente para futuras
indagaciones el cruce con la percepción de todos aquellos sectores definidos por sus
características de clase, género y etnia.

El viejo amor libre

El amor libre surge a finales del SXIX en Europa y Norteamérica como una crítica a la
moral y la etiqueta social de la época, la cual consideraba que las relaciones libres y sin
restricciones eran una amenaza para la institución del matrimonio y la estabilidad social.

Según Porta Fernandez y Musante, las primeras definiciones sobre el amor libre nacen de la
crítica a la institución del matrimonio por parte de los anarquistas, como sinónimo de unión
libre, es decir, una relación que no estuviese sujeta a las leyes civiles o religiosas.

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El saldo de la reorganización de las relaciones sociales que deja el genocidio podríamos decir que es más o
menos exitoso en la medida en que los mecanismos de reconfiguración simbólica son reproducidos en el nuevo
reordenamiento social, que comienza a consolidarse durante la década del 90 y que puede rastrearse hasta
nuestros días, ya que se presenta como una conducta arraigada que adquiere diferentes modos, pero que está
impregnada en el sentido común como práctica cotidiana(Feierestein, 2010, p.348).

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Uno de los primeros exponentes del amor libre fue el anarquista estadounidense Ezra
Heywood, quien en 1872 publicó el periódico The Word, en el que defendía el derecho de las
personas a tener relaciones sexuales fuera del matrimonio sin ser juzgados moralmente.
También en Estados Unidos, Emma Goldman, una figura destacada del movimiento anarquista
y feminista, abogaba por la liberación sexual y el amor libre en sus escritos y discursos,

“¿Amor libre? Si hay algo en el mundo libre, es precisamente el amor. (…) El hombre
subyugó los cuerpos, pero no logrará subyugar el amor. El hombre conquistó naciones
enteras; pero sus ejércitos no pudieron conquistar un grano de amor. El hombre cargó de
cadenas el espíritu, pero se encontró completamente inerme, indefenso ante el amor. (…)
Sí; el amor es libre; no puede existir en otra atmósfera. En plena libertad se entrega sin
reservas, abundante y totalmente. Todas las leyes, todos los códigos y todas las cortes
judiciales del universo no podrán arrancarlo del suelo, una vez que haya echado raíces en
él” (Goldman, 1910).

Fue también abordado, junto al estudio del amor y la sexualidad por las corrientes feministas
con las reflexiones de Mary Wollstonecraft y Alexandra Kollontai.

En su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer, Wollstonecraft (1792) critica la idea de


que el matrimonio es la única forma legítima de relación amorosa y defiende la libertad
individual en las relaciones románticas y sexuales.

Wollstonecraft argumenta que la sociedad limita la libertad de las mujeres al obligarlas a


casarse para obtener seguridad económica y social, y que esto las priva de la posibilidad de
tener relaciones amorosas y sexuales libres y consensuadas. Según ella, la libertad en las
relaciones románticas y sexuales es esencial para la emancipación de las mujeres y la
construcción de una sociedad más igualitaria. En sus escritos, Wollstonecraft también cuestiona
la idea de que el amor debe ser exclusivo y eterno, y defiende la idea de que las personas tienen
derecho a buscar la felicidad amorosa de acuerdo con sus propios deseos y necesidades. Para
ella, el amor libre es una forma de expresión de la libertad individual y un medio para construir
relaciones más auténticas y satisfactorias (Wollstonecratf, 1792).

Lo cierto es que el amor es una construcción social que en cada época histórica ha sufrido,
igual que los sujetos que lo portan, crisis y transformaciones que acompañan otras formas de
ser, pensar y sentir de los seres humanos. Unos seres humanos, no abstractos, sino atravesados
por los modos de producción y las relaciones sociales a través de las cuales satisfacen sus
necesidades.

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Clara Coria (2001) afirma que la idea del amor responde a la idea de la “moral social
imperante”, y esta, al poder dominante y hegemónico. Así podemos afirmar que el amor de
pareja está condicionado histórica y culturalmente, incluso las maneras de expresar el amor, su
contenido, las expectativas, las maneras esperadas de ser femenino o masculino, el lenguaje
amoroso, las maneras de gozarlo y de sufrirlo, las normativas amorosas y las proyecciones
compartidas.

Al respecto Kollontai (1911) afirmaba que “(L)a humanidad ha pasado por una época de
“crisis sexual” verdaderamente aguda durante los períodos del Renacimiento y la Reforma, en
el momento en que (…) se asentaba una nueva fuerza social, la burguesía ascendente, que
crecía y se desarrollaba cada vez con mayor impulso y poder”. Sin embargo, “sólo la
experimentó una parte relativamente reducida de la sociedad (la burguesía naciente, ndr)”
(Kollontai, 2011).

En pocas palabras, la transición del modo de producción feudal al capitalista planteó una
serie de crisis en múltiples ámbitos de la vida social, incluyendo al amor y la sexualidad,

“Además del extremado individualismo, defecto fundamental de la psicología de la


época actual, de un egocentrismo erigido en culto, la crisis sexual se agrava mucho más
con otros dos factores de la psicología contemporánea (…) La idea de propiedad se
extiende mucho más allá del matrimonio legal. Es un factor inevitable que penetra hasta
en la unión amorosa más “libre”. Los amantes de nuestra época, a pesar de su respeto
“teórico” por la libertad, sólo se satisfacen con la conciencia de la fidelidad psicológica
de la persona amada. (…) Los tres factores fundamentales que distorsionan nuestra
mente, y que deben afrontarse si se pretende resolver el problema sexual, son: el egoísmo
extremo, la idea del derecho de propiedad de los esposos entre sí y el concepto de
desigualdad entre los sexos en el ámbito de sus experiencias físicas y emocionales. La
humanidad no encontrará solución a este problema hasta (…) que el principio de
camaradería no haya triunfado sobre los conceptos tradicionales de desigualdad y de
subordinación en las relaciones entre los sexos.” (Kollontai, 2011)

El amor libre en estas visiones se pretendió como parte integral de sus proyectos políticos y
sociales, sean socialistas y/o anarquistas frente al amor burgués y su herencia cortesana, porque
en sus horizontes estaban presentes las intenciones de que se transformasen las relaciones
sociales y se estableciera una correspondencia con las relaciones amorosas.

Ideas de amor libre en la generación del ‘60 y ‘70

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Durante las décadas del ‘60 y ‘70, el amor libre se convirtió en un tema central del
movimiento contracultural y de la revolución sexual. En general, las ideas del amor libre
durante este período se centraban en la liberación sexual y la libertad individual en las
relaciones amorosas, y se oponían a las normas tradicionales y restrictivas de la sociedad. En la
sociología, pensadores como Herbert Marcuse reflexionaron sobre la liberación sexual y la
emancipación del individuo en la sociedad capitalista.

Herbert Marcuse decía que la represión sexual es resultado y condición de los intereses de
dominación y explotación capitalista. Para él la censura y represión sexual tendría su razón de
ser en los requerimientos de un aparato productivo fundado en el trabajo socialmente necesario,
extraño, o aún más, hostil, a la naturaleza lúdica del sexo y necesitado de la transformación
represiva de su energía. “La lucha contra su represión es así indisociable de una lucha contra la
dominación y la explotación que el capitalismo supone y su libre expresión la promesa de un
nuevo orden social, una prédica sexual que fustiga el antiguo orden, denuncia la hipocresía
burguesa y hace soñar con una nueva sensibilidad.” (Robert, 2006, p.160).

Según Marcuse, la liberación sexual era esencial para la emancipación humana y la


eliminación de la opresión en todas sus formas, incluyendo la opresión política, económica y
cultural. En su obra Eros y Civilización (1983), argumentó que la represión sexual era una de
las principales formas de opresión en la sociedad moderna, y que la liberación sexual era
necesaria para superar esta opresión y permitir una verdadera libertad individual. Según él, las
mujeres poseen las cualidades de Eros, la negatividad necesaria para la restauración de los
valores de la vida y el reencuentro con la naturaleza reprimida (Marcuse, 1983). Esta posición
será objeto de una fuerte crítica tanto de Michel Foucault como del feminismo. Si bien todxs
coinciden con la teoría crítica de la hipótesis represiva en la que efectivamente existe una
relación entre la regulación sexual y la voluntad de poder contemporánea, se oponen a la idea
de la sexualidad subversiva de Marcuse, argumentando que toda sexualidad es mediada por la
cultura, toda sexualidad es construcción e interpretación (Robert, 2006, p.161)

Por su parte, Simone de Beauvoir (2005) abordó el tema del amor libre en su obra El
segundo sexo. En su análisis sostiene que el amor libre no debe ser entendido como una simple
liberación sexual, sino como una forma de construir relaciones libres de opresión y
dominación. La institución del matrimonio y las expectativas sociales de género que se
imponen a las relaciones amorosas son formas de opresión que limitan la libertad individual. La
idea de que las mujeres deben estar subordinadas a los hombres en las relaciones amorosas es
una forma de opresión que niega la igualdad de género y perpetúa la subordinación de las

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mujeres en la sociedad. En este sentido, las relaciones amorosas deben basarse en la igualdad y
el respeto mutuo, y no en la subordinación de una persona a otra, y es por ello por lo que el
amor verdadero solo puede ser alcanzado en una relación libre de opresión y en la que las
personas se vean como iguales (Beauvoir, 2005).

En el mismo sentido Beauvoir planteaba en los ´70 que la lucha colectiva de las mujeres y la
construcción de una filosofía sobre el amor debía estar orientada a producir transformaciones
sociales, tanto en el plano social como en el individual.

“La problemática del amor es política, porque el amor tiene que ver con las relaciones
de poder (…) el sistema social puede verse desafiado por las acciones concretas, por esos
cuerpos que son sociales e individuales a su tiempo, de forma que otros aprendizajes y
formas de significar, materializar y escenificar el amor, consientes o no, pero influidas
siempre por ideologías criticas del amor romántico, podrían generar incertidumbres y
contradicciones en los sujetos, pero también resistencias y transformaciones en las
configuraciones amorosas” (Beauvoir, 1949/2005)

En otras palabras, el amor libre hasta esta generación encuentra un fuerte correlato con las
ideas de emancipación social y resistencia a un sociedad rutinaria y homogénea que pretendía
imponer sus reglas en la vida privada de las personas. Es un momento en donde lo público y lo
privado abren un diálogo en la lucha política. Donde los sentidos asignados eran vividos con el
horizonte de las transformaciones revolucionarias de las estructuras sociales, aunque luego esos
proyectos se viesen frustrados. Al decir de Echeverría,

“Se vivía entonces como si fuera un comienzo lo que en verdad era el episodio final de
una época. (…) La revuelta estudiantil, que comenzaba a prepararse en Berlín y que
culminaría en ‘París para mayo del 68’, partía de dos certezas del existencialismo (…) la
revolución proletaria estaba en marcha y era indetenible, y la de que la acción política de
los ciudadanos en las calles y plazas de la ciudad, guiada por la palabra y la razón, podía
adoptar ese proyecto proletario y transformar la sociedad de manera a la vez radical y
democrática” (Echeverría, 2010, pp. 170-171)

Del amor libre al poliamor ¿Qué es poliamor?

El término poliamor es utilizado para designar relaciones amorosas múltiples. El poliamor


consiste en amar a varias personas a la vez, de forma consensuada, consciente y ética. En

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cambio, las relaciones abiertas plantean una jerarquía, una relación central y otras satélites, y se
caracterizan por el fluir de las relaciones (Porta Fernandez, Musante, 2016).

El término fue utilizado por Morning Glory Zell-Ravenheart, escritora y activista


estadounidense, por primera vez en un artículo en 1990 titulado Un ensayo sobre la Poligamia
Política, publicado en la revista Green Egg Magazine. Posteriormente, en 1996, en Washington
DC, se creó la asociación sin fines de lucro The Polyamory Society (De Santos, 2014).

Veaux y Rickert son autores de Más allá de la pareja. Una guía práctica para el poliamor
ético. En el mismo dicen que,

“La palabra ‘poliamor’ fue acuñada a comienzos de los años noventa, del griego poli
que significa ‘varios’ y el latín amor. Significa tener múltiples relaciones románticas, a
menudo a largo plazo, al mismo tiempo por mutuo acuerdo, con honestidad y
transparencia. (…) El poliamor no consiste en escaparse y buscar algo de acción a
escondidas cuando tu novia esta fuera de la ciudad (…) no es unirse a una secta. (…) Las
relaciones poliamorosas tienen una increíble variedad de formas, tamaños y tipos, igual
que el corazón humano (Veaux y Rickert, 2018).

En el prólogo del mismo libro, la activista Janet W. Hardy quien junto a su compañera
publicara durante la década del ’70 su libro The Ethical Slut, refiere su desacuerdo al señalar
que “Dossie y yo nos centramos en los aspectos sexuales del poliamor; Eve y Franklin tienen
más interés en la vivencia cotidiana” (Veaux y Rickert, 2018, p.12).

Dossie Easton y Janet W. Hardy por su parte, vinculan las dinámicas poliamorosas con la
ética del “putón”. Así, la estigmatizada promiscuidad gay cobra valor positivo: la sociabilidad
deseante que se promueve en teteras, saunas y chats resulta una herencia ineludible del
intercambio honesto y amistoso por el que el poliamor aboga. Relaciones poliamorosas
haciendo hincapié en las sexualidades y para todas las sexualidades, intentando escribir con un
lenguaje neutral y que abarque a todos los géneros, un lenguaje pansexual. “Pansexual significa
incluir a todas las personas como seres sexuales: heterosexual, bisexual, lesbiana, gay,
transgénero, queer, mayores, jóvenes, discapacitadas, pervertidas, hombre, mujer, quienes están
cuestionándoselo, en transición” (Easton & Hardy, 2009).

En la Argentina existen algunos grupos y comunidades en las redes sociales. Poliamor


Argentina afirma que el poliamor “consiste en mantener una relación amorosa, seria y duradera
de manera simultánea con más de una persona, con pleno conocimiento y consentimiento de

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todos los involucrados”. Por otro lado, la página Poliamor, Amor Libre se ataja sin escalas de
una creencia popular: “Esta página no trata sobre sexo libre, así que vayan a buscar garche a
otra parte”.

¿el amor libre ha muerto? en su lugar ha nacido el poliamor

Las percepciones sobre estos términos han mutado con la mutación de las relaciones sociales
desde fines del siglo XX y sobre todo, por lo que se denominó el fin de los grandes relatos con
el surgimiento de las luchas fragmentadas. Al respecto, Susana Murrillo observa que “(…) los
movimientos feministas, estudiantiles, por la paz, ecologistas, ciudadanos, de consumidores,
entre otros, que habrán de ganar un renovado protagonismo en el terreno de la conflictividad
social europea a partir de fines de los años ´60 y los ´70, (…) (enfatizaban, ndr) los valores de
la autonomía personal y (…) serán entendidos desde una lógica de constitución no clasista por
las generaciones futuras” (Murillo, 2012)

El viejo amor libre asociado a los movimientos revolucionarios y socialistas, así como el
amor libre relacionado con la liberación sexual como esencial para la emancipación humana y
la eliminación de la opresión en todas sus formas (incluyendo la opresión política, económica
y cultural), ese que cuestionaba al matrimonio burgués, la idea de un ‘amor para toda la vida’,
la cosificación, el sentido de propiedad del cuerpo de la mujer y a la libertad de elegir a quien
amar como parte de la revolución social, se ha transfigurado, para adoptar nuevas terminologías
que actualizan su sentido, un sentido ambiguo entre la resistencia y la reproducción del orden
social.

Anthony Giddens (1991) analizó cómo las transformaciones de la modernidad tardía estaban
teniendo consecuencias importantes para la vida íntima del individuo y observó la importancia
creciente del conocimiento experto en el monitoreo reflexivo del sí mismo, las formas de
ruptura con las tradiciones de la experiencia y el paulatino desanclaje de las instituciones, así
como la emergencia de nuevas formas de relación de parejas basadas más en anhelos de
satisfacción personal que en los órdenes morales (Giddens, 1991). En el mismo sentido,
Bauman hizo referencia a que en esta época hubo una proliferación de los expertos del
couselling que están prestos a dar recetas sobre las relaciones tradicionales y monogámicas,
técnicas para mejorar la comunicación, la confianza, la independencia y la autonomía. “O de
que las ‘parejas abiertas’ son loables por ser ‘relaciones revolucionarias que han logrado hacer
estallar la asfixiante burbuja de la pareja’. O de que las relaciones, como los autos, deben ser

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sometidas regularmente a una revisión para determinar si pueden continuar funcionando”
(Bauman, 2003/2022).

Tomemos por caso la construcción de estos discursos de Veaux & Rickert y Hardy &Easton
que tienen perspectivas diferentes sobre el poliamor y las relaciones abiertas, pero que
comparten su propósito de establecer pautas generales con la intensión de guiar y apoyar a las
personas que están interesadas en desarrollar relaciones poliamorosas.

En ambos casos parten de sus propias experiencias y expresan la necesidad de contarlas, de


sentirse pioneras en un mundo monogámico y heterosexual que impone sus normas de
exclusividad sexual y amorosa, de ganar autonomía, independencia y libertad, estableciendo
relaciones comprometidas éticamente. Al mismo tiempo abordan los límites o conflictos que
fueron encontrando en sus experiencias, como ser los celos, les hijxs, etc. Al final de cada
capítulo dejan una serie de preguntas para que quien lee pueda reflexionar sobre su propia
práctica, prejuicios y modos de ver el mundo amoroso, buscando a través de la empatía ir
modificando aquello que no se corresponden con los principios del modelo de relaciones
poliamorosas.

Qué son las relaciones éticas para las personas poliamorosas,

“El poliamor considera que las relaciones son, ante todo, algo personal
minuciosamente adaptado a las necesidades específicas de todas las personas
involucradas” (Veaux & Rickert, 2018, p.43).

“Qué significa ser una persona éticamente poliamorosa, puesto que todo el mundo
vamos a cometer errores, herir a otras personas, nos dominarán las emociones y nos
vendremos abajo en algún momento? Significa que tienes la voluntad de fijarte en tus
actos y su efecto en otras personas. (…) Al tomar decisiones, tendrás en cuenta el
bienestar de todas las personas involucradas (…) es importante recordar que las
relaciones existen para servir a las personas que están en ellas. Si una relación deja de
servir a las personas que están en ella, no está funcionando” (Veaux & Rickert, 2018,
p.67-77)

El impacto de la modernidad tardía sobre la identidad del yo hizo que la reflexión sobre la
intimidad adquiera un ordenamiento referencial interno que ha llevado a la aparición de un tipo
de relación pura en los ámbitos de la vida personal, una relación que tiene que dar cuenta del
bienestar de todas las personas involucradas, y que ese bienestar depende de la voluntad de

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reflexionar sobre los actos propios y sus efectos. "Una relación pura es aquella en la que han
desaparecido los criterios externos: la relación existe tan sólo por las recompensas que puede
proporcionar por ella misma. Una característica fundamental de este tipo de relaciones es el
‘compromiso’ internamente referido” (Giddens, 1991, p.15).

Si bien se afirma que el poliamor es una relación adaptada a las necesidades específicas de
cada una de las personas involucradas, esas necesidades no se tratan del vínculo, sino de cada
una de las partes que entran en el vínculo, quienes además deberán tener en cuenta “a lxs
otrxs”. La referencia a la ética son indicaciones establecidas como guías, recetas o tips a tener
en cuenta para que quienes elijan construir relaciones poliamorosas encuentren menos escollos
y realicen con éxito vínculos felices. Felicidad y pureza ética donde las recompensas se
satisfacen en el vínculo mismo, o bien estarán al reconocimiento del fracaso “si una relación
deja de cubrir las necesidades de las personas que forman parte de ella, esa relación debe
terminarse” (Veaux & Rickert, 2018, p.77)

Por su parte, Hardy y Easton afirman que,

“(N)uestra creencia es que la capacidad humana para el sexo y el amor y la intimidad


es mucho más grande de lo que cree la mayoría de la gente —posiblemente infinita— y
que tener muchas conexiones satisfactorias simplemente hace posible que tengas mucho
más. Imagínate lo que sería vivir en la abundancia de sexo y amor, lo que sería sentir que
has tenido de ambos todo lo que podías haber querido, libre de cualquier sensación de
escasez o necesidad. ¡Imagínate lo fuerte que te sentirías si pudieras ejercitar tanto tus
«músculos del amor» y cuánto amor serías capaz de dar!” (Hardy y Easton, 2009).

Esta abundancia de conexiones y aparente disponibilidad para las experiencias amorosas


llega a alimentar dos creencias. La primera que los vínculos potencialmente posibles son
“abundantes” y que siempre hay otro que “no puedo perderme de experimentar”. En la misma
lógica del mercado que tiene potencialmente infinidad de formas de satisfacer nuestras
necesidades. O bien que un producto siempre puede ser mejor, o satisfacer una necesidad que
no habíamos pensado. La segunda creencia que puede alimentar es la idea de que el amor no es
más que una destreza que se puede aprender con el dominio de esa materia aumentada de las
experiencias y la asiduidad del ejercicio, incluso parece que crece con la experiencia
acumulada. Como una lógica complementaria ambas creencias no hacen más que reproducir la
destreza de terminar rápidamente y volver a empezar desde el principio. Consumir todo lo que

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se puede, con el fantasma de la insatisfacción siempre presente por lo que no se sabe aún que se
puede tener” (Bauman, 2022).

Tanto quienes plantean las relaciones poliamorosas desde el punto de vista ético y
emocional, como aquellas que lo plantean desde el punto de vista del disfrute de la sexualidad
establecen la necesidad de que este tipo de vínculos se expanda, de modo que puedan crearse
comunidades poliamorosas. Sin embargo, esta idea de comunidad está pensada en términos de
una comunidad de conexiones y redes, “se trata de una ‘comunidad’ de quienes piensan como
ellos o actúan como ellos; una comunidad de la ‘mismidad’ (…) una promesa siempre
inacabada (…) lo que está en juego es ante todo la autocreación y la autoafirmación, y la
libertad de elegir es, simultáneamente, el arma principal y el premio más codiciado (Bauman,
2006).

Al analizar las formas en las cuales pueden plantearse las relaciones poliamorosas Veaux &
Rickert advierten sobre las “fuerzas subyacentes que dan forma a las relaciones”, que a su vez
son consideradas en términos de redes. Esas fuerzas principales son conexión, compromiso y
poder. Definen así los términos. Conexión son las partes excitantes de una relación: intimidad,
pasión, intereses comunes, sexo, la alegría de verse, las cosas que unen. Compromiso consiste
en lo que se construye con el tiempo, las expectativas, la continuidad, el poder confiar, el
tiempo compartido y la comunicación, una cierta imagen pública. Cada uno de estos flujos les
da poder a las personas en una relación, y el poder tiene que ser proporcional al tamaño de
otros flujos. A partir de estas variables se definen las relaciones según tengan o no tengan
jerarquías, es decir, de acuerdo con los equilibrios y/o desequilibrio de poder que se producen
por la intensidad de los flujos (compromiso y conexión) (Veaux & Rickert, 2018, pp.275-279).

En esta clave la moral, como núcleo de asociatividad, queda restringida sólo a la formación
de grupos que sirvan para el sostenimiento de cada uno de los individuos, aunque cuidando que
ese sometimiento no restrinja la libertad de alguna de las partes de la relación. Proceso que
llaman empoderamiento. Desaparece la moral con sentido universal concreto y el cetro se lo
lleva el cuidado de sí. En ella el grupo sólo tiene sentido para sostener al individuo o potenciar
sus capacidades y reemplazar las carencias producto de la desaparición de derechos
universales.

“Si ante la ‘diferencia estamental de origen religioso’ se planteaba la ‘igualdad natural


de origen de los seres humanos’, si se reemplazó un modelo de soberanía basado en la
prerrogativa de sangre del poder y su capacidad de ‘dar muerte’ por uno cuya base es la

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razón y la defensa de la vida, la libertad y la propiedad en tanto ‘dador de vida’; en el
campo de la acción social, la obediencia heterónoma de fundamento divino es
reemplazada por la necesidad de consenso basada en el ‘uso responsable de la razón’”
(Feierestein, 2011 pp. 120-121).

El amor solía ser tan aterrador como la muerte, solo que a diferencia de la muerte encubre la
verdad bajo oleadas de deseo y entusiasmo. El amor es el anhelo de querer y preservar el
objetivo querido, un impulso centrífugo, a diferencia del centrípeto deseo. El deseo es anhelo
de consumir. El deseo no necesita más que la presencia de la alteridad. Es la compulsión para
cerrar la brecha con la alteridad que atrae y repele, que seduce con la promesa de lo
inexplorado e irrita con su evasiva y obstinada otredad. El amor es un impulso para ir más allá,
a extenderse a lo que está allá afuera. El amor es la supervivencia del yo a través de la alteridad
del yo. Y por eso implica el impulso a proteger. El deseo ansia consumir, el amor poseer
(Bauman, 2022).
Pero el deseo y el amor, en estos términos, han muerto entre las directrices de los modos de
actuación que se plasman en algoritmos de eficiencia y garantía, aunque con la salvedad
comercial del margen de error. El amor y el deseo de estas relaciones poliamorosas se parece
más a las ganas de establecer conexiones, ganas de no cargar con lo insoportable que puede ser
un “otrx” distinto de mí, con sus propios deseos y amor. El amor y el deseo en términos del
poliamor actual se alejan de la concepción de la ética que se produce en el encuentro con el
otro, para ser reducida a una responsabilidad del yo, con el yo mismo. Levinas (2002) al
respecto decía que “el cuestionamiento del Mismo -que no puede hacerse en la espontaneidad
egoísta del mismo- se efectúa por el Otro, a este cuestionamiento de mi espontaneidad por el
Otro, se llama ética. El extrañamiento del Otro -su irreductibilidad al Yo- en mis pensamientos
y en mis posesiones, se lleva precisamente como un cuestionamiento de mi espontaneidad,
como ética (Levinas, 2002, p.67). Es decir, la reducción del Otro al Mismo, es la reducción de
la razón soberana que solo se conoce a sí misma, una libertad sin alteridad, y por tanto, la
neutralización del Otro hasta hacerlo objeto, un objeto que tengo ganas de consumir.
En este sentido, podríamos afirmar que la ética de la que hablan estos consejeros de
relaciones poliamorosas dista también de la ética que planeaba el amor libre del siglo XX.
Incluso los horizontes de sentido respecto a la libertad y la autonomía se construyen en lugares
opuestos. Mientras el amor libre argumentaba su finalidad en la emancipación social y la
libertad frente a la amenaza totalitaria, el poliamor se argumenta en la autopercepción,
autonomía, libertad de elección y compromiso del y desde el individuo y su voluntad.

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El amor libre se inscribía entre “la teoría crítica que apuntaban a desactivar y neutralizar, o
directamente desconectar la tendencia totalitaria de una sociedad sospechosa de ser portadora
endémica de las tendencias totalitarias. El principal objetivo de la teoría crítica era defender la
autonomía humana, la libertad de elección y autoafirmación y el derecho a ser y seguir siendo
diferente” (Bauman, 2009). Sin embargo, estos objetivos estaban articulados en función de la
emancipación social, de la lucha contra las ideas hegemónicas sobre la intimidad, eran el
despegue de la libertad individual de las garras de la rutina y la liberación del individuo de la
cárcel de acero que le imponía la razón y la ley, de una sociedad uniforme y homogénea.
En cambio, en estas teorías poliamorosas todo recae en un empoderamiento definido a partir
de la posición sobre la toma de decisiones, en las posibilidades para elegir, en la capacidad de
elegir y decidir sobre el propio cuerpo, la capacidad para expresar necesidades, opiniones,
deseos y límites, el acceso a la información, capacidad de proponer alternativas, tener
capacidad de veto y la posibilidad de retirar el consentimiento (V&R, p.326). Esta idea de
“cuidado” es profundamente sustentada en la autogestión, donde el individuo es el destino, “el
modo en que uno vive se vuelve una solución biográfica a contradicciones sistémicas (Beck
citado por Bauman, 2009, p.40). En este contexto la única ventaja que puede ofrecer la
compañía de los otros que padecen lo mismo es reconfirmar a cada uno que los demás luchan
diariamente con las mismas dificultades.
Finalmente, otro de los elementos puesto como claves para las relaciones poliamorosas es la
comunicación entre quienes participan de esta red de conexiones. La comunicación debe ser
fluida, verás y transparente, ya que la transparencia es la que genera confianza.

La confianza esta sustentada en la validez y transparencia de lo acordado en la relación


poliamorosa, no en el compromiso, que obliga. Nuevamente, aquella utopía de que los
humanos imaginaban una transformación positiva del lazo social se vuelve problemática con la
aparición de los derechos humanos, que provocan una baja en el horizonte emancipatorio que
se transforma en el reclamo de que “todos tengan el mismo acceso a”, un piso mínimo de
derechos que no dice nada de la distribución desigual de bienes y recursos. Explícitamente se
manifiesta la necesidad de respetar los derechos en estas nuevas relaciones poliamorosas,
“derechos legales”. Se ocasiona una disociación entre lo social y lo individual, un desenganche
entre como nos afecta lo social y que lo social es producto de nuestras acciones.

En este desenganche es que se argumenta que la confianza se construye a partir de la


transparencia, aunque contradictoriamente “la transparencia elimina la confianza” (…) La
sociedad de la transparencia es la sociedad de la desconfianza, que por falta de confianza

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apuesta al control. (…) La enérgica exigencia de transparencia indica justamente que el
fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil, que valores morales como la honradez o la
sinceridad se vuelven cada vez más irrelevantes. En lugar de esta instancia moral que se ha
perdido aparece la transparencia como nuevo imperativo social” (Byung-Chul Han, 2012, p.57)
que será a su vez, aquella que garantice las relaciones honradas y sinceras.

Y si en el amor libre la intensión era escapar al control, en la era del poliamor con el
volumen de información queda latente la posibilidad de no necesitar más de la confianza del
cara a cara. “La confianza implica la posibilidad de defraudarla, traicionarla. Pero esta
posibilidad de la traición es constitutiva de la propia confianza. También la libertad implica un
riesgo. Una sociedad que en nombre de la seguridad somete todo al control (a través de los
algoritmos) y a la vigilancia degenera en totalitarismo” (Byung-Chul Han, 2012, p.43)

El poliamor como dispositivo de control social

El poliamor, en este punto, pareciera ser un dispositivo en el sentido foucaultiano del


término, el cual tiene por función subjetivizar tanto a las personas que se sienten dentro, como
a las que se sienten fuera. Foucault creía que el dispositivo era “una gran red de superficie en la
que la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso,
la formación de conocimientos, el refuerzo de controles y las resistencias se encadenan unos
con otros…” (Foucault 2009, p.112). Uno de los efectos del dispositivo es la producción de
sujetos. En este caso, el sujeto poliamoroso que es atornillado a una serie de símbolos, ideas,
proposiciones y saberes provocando la creencia de que alguien es efectivamente de una u de
otra manera. La verdad del yo se reduce a una cuestión de afuera o adentro con todo lo que esto
significa.

El poder y el saber se articulan “como una multiplicidad de elementos discursivos que


pueden actuar en estrategias diferentes” (Foucault, 2003, p.122). Desde esta perspectiva las
relaciones sexoafectivas poliamorosas son parte del dispositivo de la sexualidad. Si en el siglo
XVIII los dispositivos de alianzas (matrimonio, parentesco, herencia) se edificaron en torno a
un sistema de reglas que definían lo prohibido y lo permitido, lo prescripto y lo ilícito; en el de
la sexualidad funciona según técnicas móviles, polimorfas y coyunturales del poder. El
dispositivo de alianza que tiene entre sus principales objetivos el de reproducir el juego de las
relaciones y mantener la ley que las rige; el de la sexualidad engendra en cambio la extensión
permanente de los dominios y las formas de control (Foucault, 2003, p.130).

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El dispositivo de la sexualidad poliamorosa, en este sentido, también está vinculado al
cuerpo (que produce y que consume) ese que ya no tiene por función reproducirse, sino
proliferar, innovar, anexar, inventar, penetrar en los cuerpos de maneras cada vez más
detalladas y controlar a las poblaciones, incluso en aquellas formas que antes dejaba afuera.
(Foucault, 2003). Genera discursos construidos a través de la observación y el registro de un
saber que normaliza a través de diversas tecnologías a los sujetos que la estructura sujeta para
sostener la reproducción de esas mismas técnicas de sujeción. Un saber que reconfigura los
sentidos del dispositivo de la sexualidad para incluir normalidades emergentes.

Esas normalidades emergentes se habían presentado como resistencias que pretendieron,


bajo las teorías de Marcuse y Beauvoir, articularse con las resistencias en otros puntos para
provocar rupturas radicales en la estructura social. A su vez, introdujeron en la sociedad líneas
divisorias que se desplazaron rompiendo unidades y suscitaron reagrupamientos, abriendo
surcos al interior de los individuos. Sin embargo, esas relaciones de poder-saber -en tanto
matrices de transformaciones- atravesaron modificaciones de sentido y desplazamientos cuyo
resultado fue una inversión: un modelo de relaciones, que como tal puede ser construido a
partir de seguir los pasos de una guía racional, producida a partir de la cuantificación de
experiencias cotidianas vividas que establecen un saber/hacer.

Así la noción de poliamor ha generado toda una serie de discursos y proclamaciones


públicas sobre él. En otras palabras, no sólo intensifica la proximidad de relaciones de quienes
practican el poliamor, sino que además favorece la consolidación de las definiciones recreadas
a través de la constitución de la subjetividad. Y su constitución profundiza la técnica de
confesionalidad de la sexualidad que ha sido promovida en la cultura occidental.

Queda aún pendiente establecer cómo este dispositivo poliamoroso, en lo que tiene de
insular y heteromorfo respecto de los demás mecanismos de poder (como el estado, la
economía) servirá para el control sobre la natalidad, la medicalización, la justicia, etc. En otras
palabras, ¿qué efectos recíprocos de poder aseguran? Y ¿cuál es la relación de fuerzas que
vuelve necesaria su utilización en tal o cual episodio de los diversos enfrentamientos que se
producen? En principio, como modelo es un elemento o bloque táctico en el campo de las
relaciones de fuerza que circulan en el orden del poder político. En otras palabras, conforman
discursos que normalizan a aquellos cuerpos resistentes en el dispositivo de la sexualidad.

El individuo se siente ataviado de relaciones tradicionales monógamas y la promesa de


liberarse de esas normas que le impuso la sociedad parecen vivirse como una experiencia

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festiva. “En la fiesta tiene lugar una ruptura o interrupción visual y pasajera del modo ordinario
de la existencia humana mediante la interrupción disruptiva en medio de ella de lo que podría
acontecer en el modo extraordinario de la misma. (…) Es como un brote excepcional en medio
del continuum rutinario de la existencia cotidiana, pragmática y productivista (Echeverría,
2010, pp.123-124). Pero no es más que una ilusión de liberación, si el arte comparte con la
fiesta su carácter efímero, las relaciones poliamorosas comparten con el arte el instante crucial
de la metamorfosis, ¿cuál metamorfosis? La de los cambios sin cambios. La existencia
ordinaria y cotidiana encuentra los medios de su asimilación, volviéndola objeto de consumo.
En todo caso, el amor del poliamor tratado por estos consejeros expertos parece conjurar la idea
de que se ha aprendido un nuevo saber, y sobre todo de que se trata de algo que podemos
aprender, tal como es posible aprender a manejar un auto o comer con palitos en lugar de
tenedor. (Bauman, 2022)

Conclusión

El poliamor y las relaciones abiertas son formas de percibir las relaciones sexoafectivas que
circulan entre los jóvenes y que expresan esas reivindicaciones fragmentadas como producto de
la derrota de las luchas clasistas y emancipatorias del SXIX y mediados del XX, y que como
tales expresan aquello que Echeverría señalaba “la metamorfosis, ¿cuál metamorfosis? La de
los cambios sin cambios”.

En un primer momento el interés por abordar este tema surgió como consecuencia de
observar cómo aquellos discursos que se presentaban como emancipatorios y revolucionarios
habían sido absorbidos, durante la década del ’90, en las representaciones neoliberales como
formas alternativas de regulación social, tanto en el ámbito político como en el laboral. Si bien,
el amor libre y el poliamor no parecen ser un tema tan trascendente como el trabajo o la
participación política o los procesos de segregación social, lo cierto es que esas
reconfiguraciones han impactado sobre las vinculaciones sexoafectivas y responden a las
mismas lógicas de producción y consumo propias de la estructura capitalista actual.

La ambivalencia propia de los sentidos que se le otorgan a las relaciones, antes de amor libre
hoy poliamorosa, es la que nos llevó a preguntar ¿continúan siendo parte de las resistencias a
los dispositivos de control social o son parte de una tecnología construida a partir de un saber
que reconfigura el discurso de sujeción a la estructura social para garantizar su reproducción?
En otras palabras, ¿es el poliamor un modelo de relación emancipatoria del sujeto o un modo
de sometimiento más flexible, abierto, libre de relación social?

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Para responder estas preguntas realizamos un breve recorrido por las ideas sobre el amor
libre de Ezra Heywood, Emma Goldman, Mary Wollstonecraft y Alexandra Kollontai durante
el siglo XVIII y XIX. Y también de Herbert Marcuse y Simón de Beauvoir como
representantes de una época de liberación sexual. En ambos casos, estas generaciones
construyeron sus discursos desde el punto de vista de la libertad y la soberanía sobre el propio
cuerpo, un cuerpo que además asumía un compromiso colectivo y de clase con proyectos
políticos emancipatorios del sistema capitalista, de la alienación y de las opresiones totalitarias.
A su vez, introdujeron en la sociedad líneas divisorias que se desplazaron rompiendo unidades
y suscitaron reagrupamientos, abriendo surcos al interior de los individuos

Por su parte el poliamor, término surgido en los años ’90, trastocó los sentidos de la libertad,
el compromiso y la ética en las relaciones sexoafectivas que definen. En estos vínculos, la
libertad se fundamenta en la lógica de la disolución de la comunidad al trasfigurar el
compromiso que obliga al individuo a su pertenencia, por la conexión por necesidad y siempre
que esas necesidades estén consensuadas y no limiten la libertad individual en la red de
relaciones poliamorosas. Los sentidos de la ética que promovía el reconocimiento sobre el Otro
en tanto diferente de mí, y que por tanto se me presentaba como alteridad limitante, se
transforma en la ética del yo mismo (estoy obligado a mantener mi ética mientras me controle a
mí mismo).

Así la noción de poliamor ha generado toda una serie de discursos y proclamaciones


públicas sobre él. En otras palabras, no sólo intensifica la proximidad de relaciones de quienes
practican el poliamor, sino que además favorece la consolidación de las definiciones recreadas
a través de la constitución de la subjetividad. Y su constitución profundiza la técnica de
confesionalidad de la sexualidad que ha sido promovida en la cultura occidental. Y reconfigura
en estos términos las tecnologías del de saber/poder de la sexualidad.

Quedan pendientes algunos interrogantes, ¿qué efectos recíprocos de poder aseguran estas
relaciones poliamorosas? Y ¿cuál es la relación de fuerzas que vuelve necesaria su utilización
en tal o cual episodio de los diversos enfrentamientos que se producen? En principio, como
modelo es un elemento o bloque táctico en el campo de las relaciones de fuerza que circulan en
el orden del poder político. En otras palabras, conforman discursos que normalizan a aquellos
cuerpos resistentes en el dispositivo de la sexualidad.

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