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Sistema Regional en Línea para revistas científicas


de América Latina, El Caribe, España y Portugal

Año 5, Número 6, junio de 2017

Publicación semestral

DIRECCIÓN

José Pantoja Reye

Coordinador del número

Alejandro Pinet Plascencia

CONSEJO EDITORIAL

Alberto del Castillo Troncoso

José Luis González Martínez

José R. Pantoja Reyes

Alejandro Pinet Plascencia

Pedro Quintino Méndez

Franco Savarino
CONSEJO EDITORIAL CONSULTIVO

Miguel Adame, ENAH-INAH

Julio Aróstegui Sánchez, Universidad Complutense, España (qepd)

Luis Anaya Merchat, Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Perla Chinchilla Pawling, UIA

Horacio Crespo, UAEM

John M. Hart, U. de Houston, EE.UU.

Manuel Gándara Vázquez, ENAH-INAH.

Rebeca Monroy Nasr. DEH-INAH

Lucía Rivadeneyra, FCPyS-UNAM

Guy Rozat Dupeyron, Centro INAH Xalapa, Ver.

Carlos Ruiz Abreu, UJAT

Jesús Serna, CECYDEL, UNAM

Diseño y Formación: Mary Carmen Sánchez Mariel

Los artículos firmados que aparecen en Navegando, así como las opiniones
vertidas en éstos son responsabilidad exclusiva de los autores.

URL de la Revista: http://www.enah.edu.mx/navegando

E-mail: navegandonuevaepoca@gmail.com
Navegando Revista electrónica semestral de ciencias, política y cultura, junio de 2009.
Editado por José Pantoja Reyes, calle Joaquín Beltrán, Núm. 82, Col. Granjas Valle de
Guadalupe, Ecatepec de Morelos, Estado de México, CP. 55270, Tel. (55) 50963815;
http://www.enah.edu.mx/navegando, Editor responsable José Pantoja Reyes; Certificado
de Licitud de Titulo y Certificado de Licitud de Contenidos en trámite. Registro de ISSN en
trámite ante la dirección General del Derecho de Autor de la SEP, México. Prohibida la
reproducción parcial o total en cualquier medio
resentación

He aquí el número 6 de la revista con varios cambios tanto en su


presentación como en la organización interna de quienes
colaboramos en ella. De ahora en adelante, Navegando saldrá
también en versión electrónica, permitiendo de esta manera ampliar
de forma potencial, y esperemos que también real, las posibilidades
de lectura de quienes no estén, por su situación geográfica, al
alcance del impreso, con el que es difícil, por no decir imposible,
una distribución comparable a la del formato digital.

Nuestra publicación tiene ahora un nuevo Director, José Pantoja


Reyes, quien ha colaborado en este proyecto desde sus inicios y de
forma constante. Tenemos la certeza de que ahora la revista recibirá
un nuevo impulso basado, claro está, en un esfuerzo colectivo.

En esta ocasión encontraremos aquí una serie de colaboraciones que


van del análisis del cine de ficheras de los años 1980, en el artículo
escrito por Jesús Ramírez Ferreiro, al tema de las hachas de cobre en
el proceso de conquista, en el texto de Mario Enrique Fuente Cid.
Con la intención de voltear los ojos hacia lo que hacen colegas de
otras disciplinas cercanas a la historia y a la antropología, hemos
incluido los ensayos de Margarita Salazar Mendoza, investigadora y

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promotora cultural de Ciudad Juárez, sobre tres conceptos del
análisis literario (Imitación, intertextualidad y variaciones), así como
la columna de Lucía Rivadeneyra, quien ya ha colaborado en otras
ocasiones con nosotros, y ahora nos habla de Fernando Benítez.

Se incluye en este número un dossier, coordinado por Claudio


Vadillo, sobre el poder, la Revolución y la educación en el estado de
Campeche, con textos elaborados por Emilio Rodríguez Herrera,
Miriam Edith León Méndez y Fernando Cab Pérez, y cierra este
volumen la reseñas escrita por Mary Carmen Sánchez Mariel sobre
la obra coordinada por Rosa María Espinoso y Fernanda Núñez
Becerra sobre las mujeres en Veracruz.

Al final, como se va haciendo costumbre, incluimos las normas


editoriales, en la espera de que un mayor número de lectores se
animen a colaborar con este esfuerzo. Buena lectura.

Alejandro Pinet Plasencia


ENAH-INAH

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Contenido

PRESENTACIÓN
Alejandro Pinet P.

ARTÍCULOS
¿Industria inexistente? (“cine de ficheras” en los ochenta) 4
Jesús Ramírez Ferreiro

Imitación, intertextualidad y Variaciones: tres conceptos 15


del análisis literario.
Margarita Salazar Mendoza

Hachas de cobre: experiencias mesoamericanas en el 27


proceso de conquista (1502-1518)
Mario Enrique Fuente Cid

PALABRAS DE PAPEL

Fernando Benítez, el maestro 45


Lucía Rivadeneyra
DOSSIER

Los Pobres de Campeche en el inicio de la 50


Revolución mexicana
Emilio Rodríguez Herrera

Horizontes revolucionarios en torno a la educación 64


en Campeche (1910- 1936)
Miriam Edith León Mendez

Campeche, Revolución y Ley seca. La lucha 76


política durante el gobierno de Joaquín Mucel
Fernando Cab Pérez

RESEÑA

Rosa María Espinozo y Fernanda Nuñez Becerra (coord.) 90


Mujeres en Veracruz. Fragmentos de una historia
Mary Carmen Sánchez Mariel

.
Artículos

Imagen en:http://quenpompo.com/2013/07/las-siete-nuevas-
Imagen: http://www.surtidoradonbatiz.mx/mauricio-garces-el-galan-de-galanes/ peliculas-de-cine-de-ficheras/ Imagen en: http://enfilme.com/notas-del-dia/el-cine-de-ficheras

Imagen en: https://www.casadellibro.com/libro-mimesis-la-


Imagen en: http://lospichiciegos.blogspot.mx/2015/05/la- Imagen en: https://electricliterature.com/the-paris-review-205-a- representaci0n-de-la-realidad-en-la-literatura-occidental/
intertextualidad-en-los-pichiciegos.html

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La industria inexistente? (“Cine de ficheras” en los
ochenta)

Jesús Ramírez Ferreiro

A finales de los ochenta el panorama de la industria fílmica nacional era para muchos
desolador, la mayoría de las películas que se producían eran demasiado pobres en contenido
estético e intelectual. Como lo señala Raúl Miranda López (2002), clasificar las películas de
esos años es sumamente complicado, porque los conceptos y las categorías que existen en
los géneros cinematográficos tienden a poner énfasis en los logros estéticos y técnicos que
las películas ofrecen.
La historia del cine es, para la mayoría de los críticos, el de las películas que logran
trascender por la excelente factura de su fondo y de su forma. Las demás películas quedan al
margen y fuera de los estudios “serios”; las excluidas no merecen ningún tipo de
conceptualización, sirven como un parámetro o referente para destacar a las que
consiguieron traspasar las fronteras de su tiempo y se convirtieron en piezas genuinas de
arte.
La historia oficial del cine sigue dejando de lado las películas de “ficheras”,
estigmatizadas por su pobre factura estética e intelectual. Los críticos, cinéfilos e
historiadores que las consideran no siempre están preocupados por profundizar en ellas. Si
las películas marginadas “carentes de fondo y contenido”, que atendían las exigencias de un
público que sólo buscaba entretenimiento, no merecen la atención por la aparente sencillez y
vulgaridad de su enunciación, ¿por qué no tenemos libros que nos puedan hablar de sus
características simples? Entrar al universo de estas películas parece sencillo, pero no lo es, a
pesar de que los críticos se fijan en las películas que gozan de un prestigio y un discurso
elaborado y en las estéticas cinematográficas que marcan nuevos paradigmas. Las películas
rechazadas por la historia oficial tienen en su contenido una tendencia estética, que responde
a diversos factores como los bajos costos de producción, poco tiempo para ser filmadas y a
una lógica de mercado en el que se invertía poco para obtener cuantiosas ganancias.

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Hubo muchos factores que llevaron a la confrontación de dicha cinematografía, uno de
ellos fueron las crisis económicas de nuestro país que se resintieron en la industria
cinematográfica y que obligaban a reducir costos año con año, pero también tenemos, por
otro lado, el fenómeno de proletarización entre la población que trajo consigo las sacudidas
económicas, las migraciones del campo a la ciudad, los bajos salarios y la consecuente
necesidad de la mayoría de la población de escapar de esa realidad o de querer proyectarse
en una más amena. En la actualidad, a esta serie de películas que tienen en el centro los
bajos costos de producción se les conoce como cine de ficheras, sexy comedias o cine de
albureros, comedias blancas y cine fronterizo. Este cine respondía a una necesidad
industrial, cierto, pero también a una necesidad social y cobró fuerza en la década de los
ochenta.
Rastrear su origen es dudoso: las películas de Mauricio Garcés a finales de los sesenta y
comienzos de los setenta, con un tono más sofisticado, menos vulgar y evidente, anunciaban
el de ficheras, en ellas ya existía el hombre pícaro, capaz de seducir a un séquito basto de
mujeres hermosas con poca ropa.
En las comedias blancas hubo un solo personaje que representó el grueso de la
producción: La “India” María, interpretada por la actriz María Elena Velasco. Su personaje
era una india mazahua, quien pasa por las más variadas aventuras como ser monja,
inmigrante, política y luchadora, hundiéndose en lo más arraigado de la cultura popular
como la figura caricaturizada del indígena; sus antecedentes son las películas del
nacionalismo férreo que inventó al indígena como un ser idílico, noble, pero ingenuo, que
estaba a merced de los hombres citadinos que lo querían engañar o despojar de sus
pertenencias.
El cine fronterizo responde a una realidad más problemática, al hibrido doloroso que
surge en cualquier frontera cuando dos culturas tan distantes como la mexicana y la
norteamericana tienen que convivir. Los protagonistas son policías y narcotraficantes que se
enfrentan por el contrabando de drogas y por la inmigración. En sus cuadros son un recurso
repetitivo la acción, los balazos y las explosiones de camionetas y autos.
Estos tres géneros cobraron una fuerza y una importancia decisiva a lo largo de la
década de los ochenta, pero cada uno en latitudes muy distantes. El cine de ficheras encontró
una fuerte aceptación entre los sectores populares de las urbes, mientras que las comedias de

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la “India” María generaban excelentes ingresos en las taquillas del interior de la República;
el cine fronterizo encontró su mina de oro en el norte del país y en el sur de los Estados
Unidos. Los temas de los que habla cada género tienen su significación en el público hacia
el que estaba dirigido.
Al cine de ficheras se le acusó de estático y pobre, pero si nos remitimos a su origen nos
da las características técnicas y actorales que desarrolló a través de su historia:

El cine de ficheras tomó su estilo del teatro. El actor Eduardo de la Peña (Lalo, “el
mimo”) convenció al productor Guillermo Calderón, quien venía de un rotundo
fracaso con una película sobre la Virgen de Guadalupe, de incursionar en un
mercado totalmente inédito para el cine mexicano. Fue así que el actor llevó al
productor a ver la comedia “Las Ficheras” de Víctor Manuel Castro Arozamena
(“El Güero” Castro) al Teatro Principal; había sido un éxito teatral con 2 mil 500
representaciones consecutivas. Algunas autoridades impidieron que la película
tuviera el mismo título que la obra de teatro, así que la cinta se exhibió como Bellas
de noche en el cine Roble; fue un éxito y tal fue el aforo que se decidió exhibirla en
34 salas (López).

Su origen teatral es innegable, la mayoría de los cuadros que se ven en las películas son
tomas fijas y abiertas. La películas fueron exitosas y rentables, como La pulquería, de
Víctor Ugalde, que recaudó en taquilla cien veces más de su costó original (Fernández,
2008). Pero más allá de la estadística curiosa, se debe reparar en la significación de este
fenómeno.
La mayoría de las secuencias de la película La pulquería se llevan a cabo en este lugar;
no se construyó ningún set para recrear la atmósfera del barrio, sino que se filmó en una
locación que ya existía, debido a una razón que responde a los costos de producción:
desaparecer la creación de un set porque es costosa, tardada y requiere un minucioso tiempo
de pre-producción; en cambio, una locación elimina esos gastos. En la película las
secuencias se llevan a cabo en este mismo lugar o en exteriores. La cámara se mantiene fija
una buena parte de la escena, los actores se están moviendo dentro de cuadro y se cuida que
el resto de los actores no se pierdan; el corte de edición llega cuando un actor con un foco

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principal dentro de la escena cambia de posición, pero son excepciones, la intención del
director es que los actores permanezcan el mayor tiempo posible dentro de cuadro,
haciéndola muy estática, poniendo un marcado énfasis en el diálogo. Un buen número de
cuadros tendrán planos abiertos para poder abarcar a la mayor cantidad de actores posibles y
eliminar un trabajo de edición que significa tiempo y dinero.
La tensión dramática de las escenas se centra en los diálogos, no tanto en diferentes
tomas o juegos de edición, sino que el cuadro se mantiene fijo y acaso se intercalan una o
dos tomas, dando una apariencia de teatralidad que estuvo presente en buena parte de las
películas de este tipo. El cuadro cambia, hasta que en algún otro personaje se debe centrar
nuestra atención. A esto se le conoce como “foco”.
Otro de los elementos por los cuales el diálogo pesa tanto en estas películas es por el
doble sentido que le dan los actores a las palabras. Este recurso está presente en los diálogos
de la mayoría de las películas del “cine de ficheras”, las palabras en la superficie significan
su estado evidente, pero en el fondo subyace un alusivo contenido sexual. A este doble uso
del lenguaje se le conoce como “albur” y en la mayoría de los diálogos de este tipo de
películas fue frecuente y los actores eran insistentes en su uso.
Hacer muchas tomas obligaba a repetir las escenas e invertir más tiempo, en cambio,
pocos cuadros posibilitaban disminuir el tiempo de rodaje y entregarla rápido,
aproximadamente en tres semanas, cuando en promedio, para la época, se necesitaban de
tres a cinco meses entre la pre-producción, rodaje y post-producción. Las continuas crisis
económicas que tuvo el país condicionaban a los productores que no querían arriesgar su
capital y continuar con películas rápidas sin detenerse mucho a pensar en el proyecto o el
concepto estético. “La grave crisis que azotó a México desde 1982 y que impuso graves
restricciones presupuestarias al cine” (Fernández, 2008: 330), fue la constante en la década
de los ochenta.
Pero, ¿por qué la insistencia de los bajos costos en la producción de película? El cine,
antes de los noventa, seguía siendo un espectáculo netamente popular, considerado incluso
dentro de la canasta básica (Fernández, 2008: 13), los precios no representaban mucha
diferencia porque se encontraban regulados a través de la Compañía Operadora de Teatros
S.A. (COTSA), que era la cadena de exhibición del Estado donde se presentaba el grueso de
las películas mexicanas. La gente, sin importar el rango dentro de la escala social, podía

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acudir a las salas de cine. Los productores de los ochenta, temerosos de ver afectada su
inversión, apostaban por las temáticas que les pudiera llegar a los sectores más populares (en
los que predominaban los trabajadores con bajos salarios o subempleados). La industria
construyó los modelos estereotipados de este grupo social, mismos que los directores
repitieron película tras película, como fueron taqueros, merolicos, “vividores”, boleadores,
barrenderos, lancheros, camioneros, mecánicos, plomeros, boxeadores (sólo por mencionar
algunos), quienes no se angustiaban con preguntas sobre su condición social o su existencia.
La diversión y el sexo eran sus prioridades, convirtiéndose en un estilo de vida en el que
sólo importaba conquistar a bellas mujeres y tener relaciones sexuales con ellas.
Estas películas también recreaban un imaginario con los actores que se seleccionaban
para la cinta. Se debe hablar de ellos porque su participación fue constante; dentro de estos
actores estaban: Alfonso Zallas, Rafael Inclán, Alberto Rojas “El Caballo”, Roberto “Flaco”
Guzmán, Guillermo Rivas “El Borras”, Lalo “El Mimo”, Luis de Alba, Manuel “Flaco”
Ibáñez, Pedro Weber Chatanuga, Cesar Bono, entre otros. Las características físicas de los
actores no representaban los modelos de belleza masculina que el cine norteamericano o la
televisión imponían; estos actores eran de piel morena, vestían desaliñadamente y ninguno
gozaba de un cuerpo atlético o de gran altura, incluso, había gente obesa al frente de los
protagónicos, como el caso de “El Borras” y de Pedro Weber Chatanuga. ¿Por qué reparar
en ello? Porque estos personajes, “sin gracia”, ni aparente preparación intelectual, lograban
objetivos para el resto de los mexicanos, como acostarse con mujeres hermosas y provocar
que ellas los buscaran y los sedujeran, pero no por sus características físicas; sino porque
eran los que mejor sabían alburear en el barrio, eran “muy machos” y potentes sexuales,
creando un prototipo del comportamiento masculino en el que se podía identificar “al
ingenioso”, “al chingón”, “al gandalla”, “al respetado” o “al vividor”. Como lo dice Rafael
Inclán al referirse al cine que él hacía: “nadie te exige que seas guapo, te exigen que
agrades, gustes y cumplas. No implica el verte en pantalla y aceptarte” (Fernández, 2005).
Los protagonistas representaban al grueso de la población proletaria de las ciudades;
“los albureros” no intentaban cambiar al mundo —a diferencia de los italianos y del
neorrealismo, en donde ellos son agentes de cambio o vehículos para alguna crítica—. Las
películas ponían énfasis y exaltaban los valores que predominaban en los barrios del México
urbano como: el machismo, la prioridad por la diversión y el hedonismo, el rechazo a la

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jornada laboral, la aspiración a obtener dinero con (o incluso sin) un mínimo esfuerzo,
convertirse en el centro de atracción de las mujeres, ser la envidia de los demás al obtener
una posición social más alta, la admiración por los personajes de la televisión y convertirse
en el rey del albur.
Las mujeres que participaban en las películas eran un mero fetiche, un instrumento que
ayudaba a remarcar la sagacidad de los hombres del barrio. La obviedad no se puede
esconder en El sexo me divierte (1986), que desde el título impone el sello con el que fue
filmada, tiene un doble sentido como el de todas: Bellas de noche (1974), Chile picante
(1983), Macho que ladra no muerde (1984), Ah que viejas canciones tan calientes (1985),
Las novias del lechero (1989), sólo por mencionar algunas. El uso literal no es el
importante, sino el que subyace detrás del título en el que la alusión sexual se encuentra en
el centro.
Las mujeres no gozan de ninguna cualidad intelectual, sólo tienen su cuerpo, su papel
dentro de las películas es un mero ornamento, un vehículo para despertar en el espectador su
libido sexual a través del protagonista. Las mujeres que actuaban sabían cuál era el papel
que tenían de juguete sexual y lo disfrutaban: Maribel Guardia disfrutaba hacer ejercicio en
camiseta y pequeños shorts delante de Zayas en Macho que ladra no muerde (1984); Sasha
Montenegro trataba de persuadir a todos los albureros en batas de seda blanca; Lina Santos
ayudaba a escapar en traje de baño a Cesar Bono y a Alfonso Zayas de los narcotraficantes
que los persiguen en Tres lancheros muy picudos (1989); varias escenas en las aparece Lyn
May lleva vestidos de vedette, que cubrían muy poco su cuerpo; la cámara no deja de hacer
close up al rostro de la rubia Angélica Chain con su sonrisa angelical, mientras ve bailar
como un danzante a Alfonso Zayas en la película de El día de los albañiles (1984). Las
mujeres entre menos ropa tuvieran mayor atracción tenían para el cuadro, era el centro
mismo de las tramas y de las tomas más cuidadas.
Durante los ochenta, las tomas abiertas en las sexycomedias o de albures eran la
constante, pero los directores y editores intentaban guardar el protocolo y no rayar en el
teatro filmado, con dos o tres tomas más que intercalaban a lo largo de las secuencias, pero
para finales de los ochenta las secuencias son más largas y con menos tomas, así como las
tramas son más sencillas y absurdas. La voracidad de los productores era más evidente
porque ni siquiera hacían nuevas historias, repetían las mismas, incluso con los mismos

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actores y lo único que variaban eran las mujeres que seducían a los protagonistas, como es el
caso de 3 lancheros muy picudos (1989), que llegó a tener cuatro secuelas.
En las primeras películas la luz y los encuadres están cuidados, pero para finales de los
ochenta no les interesa a los directores estas cuestiones técnicas y la velocidad con que las
realizan, son más rápidas para lanzarse al mercado en unas cuantas semanas. La película
Bellas de noche (1975) de Miguel M. Delgado con guión de Víctor Manuel “el güero”
Castro, que fue la que inició el éxito y el género en 1975, tuvo un staff actoral considerable,
con un galán televisivo de aquel momento como Jorge Rivero; los vestidos de Sasha
Montenegro son suntuosos y el guión intenta estar estructurado, incluso, tiene momentos
climáticos y encuadres demasiado cuidados que no se volvieron a repetir en otras películas,
incluso en las secuelas de las mismas películas en las que progresa el deterioro, tanto en la
edición como en el cuadro de actores. Las nuevas actrices que protagonizaron los papeles de
vedette como Lorena Herrera y Lina Santos, fracasaron en su incursión en el cine y tuvieron
que regresar a la televisión.
La prisa por producir películas poco cuidadas se aceleró en la segunda mitad de los
ochenta y se debió a diversos factores. En 1976, la marca Sony lanzó al mercado su
Betamax, una cinta de video para grabar durante los ochenta, creyeron que el cine
desaparecería porque ahora se podía tener los mismos beneficios sin salir del hogar. Las
videocaseteras, en las que se podía reproducir el cassette Beta, inundaron las casas del
mundo, llegando a México a mediados de la década de los ochenta (García, 1989). Los
productores de sexy comedias no dirigieron su mercado hacia las salas de cine, sino al nuevo
mercado del video en casa que estaba en su pleno auge, al que se le bautizó como
videohome. Los productores se quitaban a los intermediarios como los distribuidores y
exhibidores, si ellos mismos distribuían sus cintas. El negocio tuvo que incluir una nueva
rama y más gastos, la velocidad y las pocas tomas se podrían explicar con este simple
fenómeno y por ende su paulatina desaparición. Pero el proceso fue más intricado y su
extinción tiene que explicarse considerando los acontecimientos de orden económico, social
y político que surgieron a lo largo de la década y que modificaron al país. La Betamax fue
un factor decisivo, pero no el único, y también fue un antecedente del siguiente periodo.

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¿La industria inexistente?
Para muchos directores de la década de los noventa, los años ochenta fueron la “década
perdida”, debido al bajo número de películas que se hicieron, pero esta es una visión parcial,
porque, como se vio, la década de los ochenta no representa un retroceso en términos
industriales, seguía existiendo una producción considerable de películas. Otra cosa es si lo
pensamos desde el punto de vista del “cine de autor”, pues frente a esa propuesta, la
producción cinematográfica predominante no se cuestionó sobre la estética o sobre los
valores que se proyectaron en las películas. Retomaban las fórmulas que dejaban dinero,
para ellos el cine fue una industria, no un “arte” (un modo de expresión).
El concepto que se tiene de la “década perdida”, lo utiliza José Luis García Agraz, en
uno de los capítulos de la serie de televisión llamada Los que hacen nuestro cine, dedicada a
su película Nocaut (1984), su ópera prima, filmada a mediados de los ochenta. En este
programa expone las dificultades de presupuesto, de tiempo y de material que tuvo para
poder hacerla. Estas experiencias tan difíciles que enfrentaban los directores, quienes
defendían su obra fílmica con una visión propia, casi siempre fundamentada en una teoría
cinematográfica, no fue particular de este joven director, sino que fueron experiencias
constantes en casos tan disímiles, como los directores cinematográficos María Novaro,
Nicolás Echevarría, Jaime Humberto Hermosillo, entre otros; pero que por el momento, no
profundizaremos; la única intención fue destacar las dos visiones que se tenían del cine en
los años ochenta. La “década perdida” lo fue pero para los directores, a quienes se les relegó
en esos años por no aceptar su participación en el cine de ficheras y defender al cine como
una opción artística e intelectual.

Conclusiones
Si el cine de ficheras o sexycomedias hizo daño al limitar la creatividad de los directores y
productores al poner el cine al servicio de la trampa de la oferta y la demanda, también es
cierto que permitió que la industria del cine (en los términos comerciales y económicos, con
el que se debe entender el término) tuviera una continuidad, que no se diera por perdida. La
recriminación al cine de ficheras viene de aquellos críticos y directores que esperaban que el
cine tuviera un papel cultural y social, pero en el fondo, el período es una continuación del
considerable número de volúmenes de películas producidas desde finales de los cuarenta.

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Cuando se saca la cantidad de películas hechas por la industria privada de 1983 a 1988
tenemos que llega a 71, por eso se puede explicar porqué estas películas crearon nuevos
géneros que no se presentaron en otros países, el porqué se encuentran presentes en la
cultura popular los clichés de este cine y el porqué no se puede llamar “década perdida” a
los años ochenta en términos industriales. En cambio, la cantidad de películas hechas por el
Estado y por las productoras independientes que defendían el “cine de autor” alcanzó cifras
muy reducidas. La cantidad de películas realizadas de 1983 a 1989 por el Estado y por
productoras independientes fue de 26 películas, cifra que no representa ninguna
competencia. Cuando se revisa la cantidad producción anual los datos son irregulares: en
1985 llega a 20, la mayor de la década, pero para el siguiente año se desploma y sólo
alcanza las 6, la menor de la década (Fernández, 2008: 331). El desequilibrio puede
explicarse por las condiciones económicas tan difíciles que existían en el país y que hacían
que cada filmación fuera una proeza cuando se querían respetar los tradicionales, costosos y
tardados esquemas de preproducción, rodaje y postproducción.
En el documental citado anteriormente, Agraz habla de la falta de una industria. Él se
tuvo que valer de una cooperativa para poder filmar y, una vez realizada la película, había
pocas posibilidades de que alguien se interesara en distribuirlas y que llegaran a una sala de
exhibición. El apoyo reducido a la producción se encontraba en los organismos estatales,
como la Corporación Nacional Cinematográfica de los Trabajadores del Estado Uno y Dos
(CONACITE I y II). Por tal razón, Agraz habla de “una década perdida”, si lo vemos desde
las cualidades estéticas lo es; pero en el terreno industrial, el cine de ficheras fue importante
para que el cine como industria no desapareciera, pese a las graves crisis y a la falta de una
política estatal cinematográfica.

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Bibliografía

Ayala Blanco, Jorge. 2000. La fugacidad del cine mexicano. Océano. México.
Ciuk, Perla. 2000. Diccionario del cine mexicano. CONACULTA-Cineteca Nacional.
México.
Fernández, José Antonio. 2005. Telemundo, en “Entrevista con Rafael Inclán”. No. 82, 14
de abril.
2008. Telemundo, en “Entrevista a Víctor Ugalde”. No. 99, febrero-marzo.
Fernández Violante, Marcela. 1998. Estudios cinematográficos, en “Lágrimas y risas: la ley
federal de cinematografía de 1992”. Año 4, No. 14, octubre-diciembre.
García Arriera, Emilio. 1998. Breve historia del cine mexicano. Map. México.
García, Gustavo y Coria, José Felipe. 1997. El nuevo cine mexicano. Clío. México.
García Tsao, Leonardo. 1989. Dicine, en “Los ochentas. Poco sexo, muchas mentiras, todo
en video”. No. 31 noviembre.
López Hernández, Francisco. http://www.tva.com.mx/detalle1249.html. Consultado el 21 de
julio 2011.
Miranda López, Raúl. 2002. Del quinto poder al séptimo arte. Cineteca Nacional,
CONACULTA. México.

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Filmografía

Ah que viejas canciones tan calientes. Dirección: Víctor Manuel Castro. Guión: Oscar
Fentanés. Producción: Cinematográfica Filmes y Zyanya Producciones. México, 1985.
Bellas de noche. Dirección: Miguel M. Delgado. Guión: Víctor Manuel Castro y Francisco
Cavazos. Producción: Cinematográfica Calderón. México, 1974.
Chile Picante. Dirección: René Cardona Jr. Guión: René Cardona Jr. Producción:
Cinematográfica Filmex y Productora Fílmica Real. México, 1983.
El día de los albañiles. Dirección: Adolfo Martínez Solares. Guión: Adolfo Martínez
Solares y Gilberto Martínez Solares. Producción: Frontera Films. México, 1984.
El sexo me divierte. Dirección: Alfonso Zayas. Guión: Alfonso Zayas. Producción: Frontera
Films. México, 1986.
La pulquería. Dirección: Víctor Manuel Castro. Guión: Víctor Manuel Castro, Francisco
Contreras y Guillermo Contreras. Producción: Guillermo Calderon Stell. México,
1981.
Las novias del lechero. Dirección: Víctor Manuel Castro. Guión: Víctor Manuel Castro.
Producción: Rafael Rosales Durán. México, 1989.
Macho que ladra no muerde. Dirección: Víctor Manuel Castro y Damián Acosta Esparza.
Guión: Víctor Manuel Castro. Producción: Cinematográfica Calderon. México, 1984.
Nocaut. Dirección: José Luis García Agraz. Guión: José Luis García Agraz. Producción:
Cooperativa Kinam y asociados y Estudios Churubusco Azteca. México, 1984.
Tres lancheros muy picudos. Dirección: Adolfo Martínez Solares. Guión: Adolfo Martínez
Solares y Gilberto Martínez Solares. Producción: Frontera Films. México, 1989.

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mitación, intertextualidad y variaciones: tres conceptos del
análisis literario.

Margarita Salazar Mendoza

Un lector puede preguntarse si el motivo de su atención implica necesariamente una


novedad en el terreno de la creatividad literaria. A menudo se encuentra con temas o formas
de tratar un tema que dan la impresión de haber sido ya alguna vez encontrados en otro
autor, en otra lectura. La duda asalta y la pregunta básica que se formula lo lleva a
cuestionar la originalidad, en tanto que si se trata de un lector de mucha experiencia,
posiblemente le guíe a meditar sobre las formas tradicionales de crear un discurso literario
y en las relaciones entre textos.
Desde la antigüedad clásica, los pensadores que se dedicaron a reflexionar acerca de
los discursos literarios indagaron sobre los modelos de expresión tanto en el fondo como en
la forma de dichos trabajos; y el análisis se ha venido realizando desde entonces. De esta
manera las categorías de imitación, intertextualidad y variación deben ser discutidas y
comprendidas, más cuando en este tiempo se ponen en tela de duda las aportaciones
originales de los autores, quienes se enfrentan cada día a acusaciones que inclusive rayan
en lo absurdo, al tratar de extender de manera muy artificial el carácter privado de la
llamada propiedad intelectual.
Hay un constante flujo y reflujo entre tradición y originalidad (Alatorre, 2001: 399 y
401). Así, en las obras de magníficos autores distinguimos una serie de características en
las que se descubre su parentesco con las obras de otros. La invención no consiste en crear
algo de la nada, sino a partir justamente de la tradición (Lethem, 2007: 17), por lo que
descubrir el estilo personal y ser original no significa librarse de la influencia de otros, sino
precisamente de incorporarse a una comunidad y aceptar discursos.
Un procedimiento básico de la producción textual es el principio ciceroniano de la
imitación de textos literarios prestigiados como modelos artísticos de un género o estilo
determinado. Se crea así una especie de diálogo entre un autor y sus predecesores a los que

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intenta superar. La noción de originalidad puede estudiarse, entonces, desde la capacidad de
transformar un subtexto en un nuevo enunciado.
Cuando escuchamos términos como imitación, de inmediato pensamos en lo falso, y
máxime en estos tiempos de la cultura de la copia. Y parece que imitar reduce el valor de
una creación. Sin embargo, ya Aristóteles en su Poética sostenía que el hombre adquiere
sus primeros conocimientos por imitación (2006: 14).
En una entrevista a T. S. Eliot, para la revista The Paris Review (1959), el poeta
declaró: “El primer poema que escribí, fue escrito como un ejercicio para mi clase de inglés
y fue una imitación de Ben Jonson. Yo creo que eso es muy bueno para un muchacho que
empieza a escribir”. En general se habla de mímesis cuando existe un parecido muy
próximo con su original.
En la poesía renacentista era una práctica común. Escuchemos el siguiente soneto de
Garcilaso de la Vega, escrito en 1530:

En tanto que de rosa y de azucena


se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre. (Rico, 1996: 227)

Ahora este de Góngora, de 1583:

Ilustre y hermosísima María,


mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada aurora,
Febo en tus ojos y, en tu frente, el día,
y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora

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que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;
antes que de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche oscura,
huya la Aurora del mortal nublado;
antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura,
goza, goza el color, la luz, el oro. (Góngora, 1628)

La imitación, como podrán haber notado, es obvia. En ambos textos hay más
coincidencias que diferencias. Es “evidente [según Lethem, 2007] que la apropiación y la
imitación […] forman una especie de sine qua non del acto creativo y atraviesan todas las
formas y géneros en el ámbito de la [creación]”.
Otro ejemplo de imitación es la que llevó a cabo Lope de Vega cuando, en 1631,
escribió unos de sus mejores versos —los más líricos, a decir de algunos críticos— en El
castigo sin venganza (1993: 318-321), tomando como modelo el soneto de Balbuena,
titulado “Perdido ando, señora, entre la gente” (1998):

Perdido ando, señora, entre la gente Pues señora, yo he llegado


sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida: perdido a Dios el temor,
sin vos porque de mí no sois servida, y al duque, a tan triste estado
sin mí porque con vos no estoy presente; que este mi imposible amor
me tiene desesperado.
En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos y sin Dios:
sin Dios, por lo que os deseo;
sin mí, porque estoy sin vos;
sin vos, porque no os poseo.

Lope escribió su famosa tragedia cuando Balbuena ya había muerto, así que es fácil ver
cuál de las dos obras apareció primero, es decir, quién imitó a quién. Además, Lope
escribió unos versos en memoria del de Valdepeñas (1981: 44), con lo que se muestra el
aprecio que por su ingenio tenía. El mismo Balbuena, como apunta Manuel Fernández
Juncos, se inspira en sus predecesores, al escribir El siglo de oro, cuyo mayor mérito según
el mismo Fernández, es la inclusión de doce églogas, algunas de las cuales son “son felices
imitaciones de Virgilio, Teócrito, Sanazaro y otros bucólicos de fama” (1884: 37).

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Ya Erick Auerbach ha explicado ampliamente este concepto y dice que al llevar a cabo
su investigación, hubo de habérselas “con tendencias y corrientes, que se entrecruzan y se
complementan de diversos modos” (1950: 524), lo que nos da una idea de las relaciones
entre los autores de los siglos XVI y XVII.
Como apunta Farrell: “La imitatio implica la selección de un modelo y la copia de sus
mejores rasgos” (1991: 5). Gérard Genette explica que para imitar es preciso el dominio, al
menos parcial, de los rasgos estilísticos de quien se ha elegido para imitar (1982). Sin
embargo, debemos tener muy presente que en la imitación, como dice Henríquez Ureña, “la
fórmula, al repetirse, degenera [y se puede convertir en] receta” (1928: 3). ¿Pero cuándo
podemos decir que estamos ante una buena o mala imitación? La respuesta también está
sujeta al vaivén histórico del juicio estético.
Hay una modalidad distinta de la relación entre textos, la intertextualidad. Se entiende
por intertextualidad, en sentido amplio, el conjunto de relaciones que acercan un texto
determinado a otros textos de variada procedencia: del mismo autor o más comúnmente de
otros, de la misma época o de épocas anteriores, con una referencia explícita, literal. De
acuerdo con Genette se trata de “una relación de copresencia entre dos o más textos, es
decir, es la presencia de un texto en otro” (1982). Este concepto teórico literario es una
aportación de Mijaíl Bajtín, quien concibió a la novela como una polifonía textual, ya que
en ella se establecen relaciones dialógicas con ideas ajenas (1991). Fue Julia Kristeva quien
en 1967 acuñó el término (1981: 147 y 190). En palabras más terrenales fue llamada por
Harold Bloom como influencia (2011).
El carpe diem horaciano ha sido un tema recurrente entre muchos poetas. Unos de los
poemas más hermosos y que han tratado el tema, resultan también un seguimiento de uno
anterior, aquel “que Góngora compuso en 1582, a los veintiún años, cuando ejercitaba la
mano y el ingenio para lo que haría después” (Alatorre, 1990), cuyo último verso —
profusamente estudiado— dice:

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada (1982: 90)

En este verso encontramos una gradación, es decir, una serie de conceptos ordenados
de más a menos. Ese verso llamó la atención de poetas posteriores y lo incluyeron en sus

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obras, por ejemplo, en aquel soneto de sor Juana Inés de la Cruz, cuyo también último
verso es este:

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada (1997: 134)

Como fácilmente notamos, es la misma gradación, una enumeración. Es una relación


de su soneto con el de Góngora. Pero ella no fue la única que usó dicho verso, éste también
aparece en un soneto de Diego de Torres y Villarroel, sólo que en esta ocasión, la gradación
y, por lo tanto, la intertextualidad están en el primer verso:

La tierra, el polvo, el humo, en fin, la nada, (1752: CXLII)

Por supuesto, no han sido los únicos que han reutilizado tan famoso verso. En la
actualidad todavía se recurre a él, un ejemplo de ello es el texto que ustedes pueden
encontrar en un blog,1 publicado recientemente (junio del 2011) por Aníbal García.
Otro ejemplo, y muy divertido, de intertextualidad es el relato de José F. Elizondo,
titulado “Si hubiera sido de acá…” (1979: 39-43). Este es el texto:

—[…] un gachupín echador y papero que dice que es la divina garza y nos resulta
pato, si bien se mira. ¿No opina usted eso, compadre?
Así hablaba al salir del teatro, la noche del martes, Salermo Cuevas, mexicano
inconfundible, muy hombre y muy fogueado que fue a ver “Don Juan Tenorio”,
acompañado de su compadre El Meco, otro mexicano fronterizo, altote y callado,
como un poste con sombrero texano. Salieron los dos hombrotes, algo disgustados de
la representación y haciendo comentarios, a su modo, de la psicología de [don Juan].
Salermo era el comentarista; El Meco, el oyente. Caminaban a paso largo y por no
perder la costumbre se metieron en la primera cantina que hallaron abierta,
instalándose en ella frente a una mesa de piedra gris, donde se hicieron servir unos
coñaques.
—Pos sí, compadre —insistió Cuevas—. Ese Don Juan habrá sido muy diablo allá
en su tierra; pero si es de por acá y se mete en la bola no nos sirve ni para comenzar.
—Acordes —respondió lacónicamente El Meco, sin una sola contracción en la
cara hosca.
—Comienza usté desde por el vestido. ¿Usté cree que se puede ser muy hombre
como dicen que era ese Don Juan, y andar en la calle con medias de mujer? ¡Diónde!
¡Démelo usté con chaparreras o con bota fuerte y hasta de charro si usté quiere, y

1
http://poemasdeanibal.blogspot.com/2011/06/en-tierra-en-humo-en-polvo-en-sombra-en.html

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puede que pase. Pero con esas medias hasta la cintura y ese bonetito con plumas y
listones, no se puede ser hombre, compadre.
—Acordes.

Aquí es clarísima la intertextualidad entre el cuento de Elizondo y el texto dramático


de Zorrilla. Hay una referencia clara de un texto en el otro, Don Juan Tenorio se hace
presente en un cuento cuya historia sucede en el norte de México y durante la revolución.
Por último, existe otra forma de retrabajar una obra anterior, la variación. Esta
categoría de análisis no es exclusiva de la literatura, en la música es un concepto que define
a un género (Marc Vignal, 2001: 322-323) y en la pintura es visible, literalmente. El
término proviene de la música, en donde podemos encontrar títulos como Variaciones
sobre un tema de Paganini, un conjunto de 24 variaciones compuestas por Rachmaninov,2
sobre el capricho número 24 para violín solo de Niccolò Paganini. Respecto a la pintura,
recordemos dos casos. Picasso, en 1957, hizo una serie de 58 cuadros, cuyo tema fue Las
Meninas de Velázquez.3 También el dramaturgo Antonio Buero Vallejo escribió en 1959,
una obra de teatro llamada Las Meninas (2007).
El otro ejemplo es el relato que se encuentra en el libro del Génesis, desde el versículo
26 del capítulo 1 hasta el versículo 2 del capítulo 5. Dios creó a Adán del polvo, a su
imagen y semejanza, y le insufló la vida mediante un soplo. Después creó a Eva de una
costilla de Adán cuando él dormía. Los puso en el paraíso, en donde podían comer de todos
los frutos, salvo del árbol de la ciencia del bien y del mal, cosa que aprovechó la serpiente
para tentarlos. Pues bien, ésa es una historia que muchos pintores han plasmado, fácilmente
podemos recordar algunos cuadros muy famosos, los renacentistas de Durero, Miguel
Ángel y Lucas Cranach el Viejo, pero también están el del colombiano Botero y el del
austriaco Gustav Klimt, y por supuesto que no son los únicos dignos de nombrarse. El caso

2
Aunque no hay interrupciones, se pueden destacar tres secciones que corresponderían a la distribución de un
concierto para piano clásico: el primer movimiento abarcaría hasta la variación 11, el segundo, entre las 12 y
18, y el final, las demás. La parte más destacada de la obra ha sido la variación XVIII que es una inversión del
tema original de Paganini.
3
Picasso trabajó en la serie de Las Meninas desde el 17 de agosto al 30 de diciembre de 1957. Finalmente
donó los cuadros al Museo Picasso de Barcelona en 1968. “Picasso se va a permitir además de la
reinterpretación de la obra, la introducción de algunos elementos nuevos en el cuadro como palomas, retratos
de Jacqueline. Entre otras licencias hay un elemento que destaca: la disposición del cuadro, Picasso opta por
un formato horizontal, en lugar del vertical que uso Velázquez, este formato es más narrativo, se ve así
obligado a extender la imagen, bajar los techos y destacar la figura del pintor casi gigantesco”. Claustre Rafart
Planas, Las Meninas de Picasso. Barcelona, Editorial Meteora, 2001.

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es que cuando uno está ante esa “nueva” pieza, inevitablemente se reconoce la obra tomada
como base. Como vemos, la variación es una forma de creación que puede ir de una forma
de expresión artística a otra.
En la literatura también se dan las variaciones. Seguramente han leído un poema de
Jaime Sabines, titulado “Preocupación de Job”. He aquí:

De pronto, me siento perseguido por la buena suerte. Todo me sale bien. Disfruto
de salud, de amor y de dinero. ¿Qué hice?, ¿qué debo hacer para merecerlo? ¿Es
una más de tus pruebas, Dios mío? (1997, 73)

En este poema se reconoce de inmediato la historia “original”, pero no contada como


en la Biblia. En eso consiste precisamente una variación: la historia tomada para retrabajar
no se cuenta igual, el tono y el sentido pueden ser distintos, se puede alterar la extensión, ya
sea alargando o acortando el texto, se puede adornar, cambiar de género, etcétera, pero una
anterior debe ser reconocida plenamente por un receptor más o menos conocedor.
Un conjunto extraordinario de variaciones literarias son las obras que han tomado la
historia del cíclope Polifemo.4 La más antigua de ellas, y de la que tenemos registro, es la
Odisea. A partir de Homero, autores como Eurípides y Góngora han sido seducidos por este
gigante. En Homero (VIII a. C.) la historia apenas es un episodio en las aventuras de Ulises.
A Eurípides (V a. C.) en su texto dramático le interesa conservar su característica de
antropófago. Luego en el siglo III, Teócrito entre sus Idilios dedica uno a la desventura que
sufre Polifemo a causa del amor que siente por Galatea. Más tarde (I a. C.), Virgilio reavivó
esa tradición en sus Bucólicas. Así llegamos hasta el siglo I d. C, y encontramos un extenso
poema escrito en hexámetros, las Metamorfosis de Ovidio (2003: 694-700), gran fuente de
inspiración para autores posteriores.
Avanzado el tiempo, en los siglos XVI y XVII encontramos una serie de fábulas sobre
Polifemo, la de Castillejo, Carrillo y Sotomayor, y la más conocida, la de Góngora, (1612)
quien narra, en más de 500 versos, el episodio mitológico ovidiano de los amores del
cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, quien lo rechaza pues prefiere a Acis. A la que
respondió Del Valle y Caviedes con su propia, maravillosa y burlesca, fábula (1681).

4
Sobre esto puede verse el artículo de mi autoría titulado “Tras las huellas de Polifemo” publicado en la
revista anual Border Senses en el volumen 17, de junio del 2011, pp. 73-81.

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Sin embargo, también hubo variaciones que acortaron la historia, como el intento en
1617, de Suárez de Figueroa, de ceñirla a un soneto. O el romance (en 1620) de Antonio
López de Vega que “se centra en el parlamento de Polifemo a Galatea” y en la descripción
de la huida de la ninfa (Cruz, 1990: 52).
En el siglo XIX encontramos un precioso poema modernista, “La Galatea” de Julián
del Casal, cuya novedad es la lujuria que embarga a Polifemo al ver dormida a Galatea. Lo
transcribo porque su extensión lo permite y por su belleza.

En el seno radioso de su gruta,


alfombrada de anémonas marinas,
verdes algas y ramas coralinas,
Galatea, del sueño el bien disfruta.
Desde la orilla de dorada ruta
donde baten las ondas cristalinas,
salpicando de espumas diamantinas
el pico negro de la roca bruta,
Polifemo, extasiado ante el desnudo
cuerpo gentil de la dormida diosa,
olvida su fiereza, el vigor pierde,
y mientras permanece, absorto y mudo,
mirando aquella piel color de rosa,
incendia la lujuria su ojo verde. (1892)

En 1945 Horacio Rega Molina escribe un misterio dramático pastoril en 4 jornadas,


Polifemo o las peras del olmo, en el que lleva al campo argentino, el mito secular. Pero
todavía tenemos más. En 1999 el poeta brasileño Haroldo de Campos escribió “Polifemo
contempla a Galatea”, un corto poema en verso libre, cuya característica es la descripción
que el ojo de Polifemo ve. Júzguenlo ustedes mismos.

el oro cobra cuerpo:


muslo bruno
flexuoso curvarse de una rodilla
de bruñido metal dulcificado

el oro llueve:
en polvo por los cabellos
por brillos dispersivos enturbiándose
de su castaña-rubia puesta de sol

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la otra: la gruta insinuada
que un tejido —seda breve— esconde
y bajo crespo vellón ensolarado
mas se oculta —la gruta donde la sirena
esa —la coralina boca dragonaria—
¿quién la pudiera escribir?

encerrada en su leyenda áurea


intacta se guarda
y defiere el descifrarla
al lanceolado deseo
(que en el inocuo papel
la pluma ahora a penas
extrema y silencia) —

Desde su aparición en la Odisea, Polifemo no ha dejado de asistir a la recreación


artística. Todos estos autores antes mencionados, forman parte de una larga cadena de obras
que tienen por tema al cíclope. Cada uno de esos textos es un eslabón que demuestra lo que
Aristóteles dijo: que el artista busca entre los argumentos tradicionales y les da un nuevo
tratamiento (2006: 67 y 68). Y mientras reconozcamos aquella primera historia entre las
líneas de un nuevo texto, estaremos ante este género llamado variaciones literarias.
Las palabras de Gabriel Zaid son exactas para entender que

La curiosidad, los ejercicios, la experimentación, el juego, son importantes para


divertirse, aprender y descubrir maravillas inesperadas. […] Componer obras a la
manera de... es una gran idea para entender la obra de otros [creadores], para soltar
la mano y adquirir técnica. Es como copiar cuadros de grandes pintores. Debería
aplicarse en los talleres literarios y en todas las artes, pues sin el dominio del
oficio, no hay genio posible (Zaid, 2009).

De esta manera, los creadores “tienen conciencia histórica de lo hecho y de lo que


nunca se ha hecho” (Zaid, 2009).
Imitar modelos consagrados artísticamente ha sido una costumbre frecuente. En
algunos autores tomar una obra para imitarla, mencionarla en la propia o rehacerla, es un
ejercicio fascinante, sobre todo porque la creación parte del ensamblaje de las palabras, y la
lengua es el último rasgo característico de la literatura. En esas tácticas se demuestra la
pasión por las letras.

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achas de cobre: experiencias mesoamericanas en el
proceso de conquista (1502-1518)

Mario Enrique Fuente Cid

El comienzo oculto
Un día de verano del 2011 en la comunidad ñomdaa' de Suljaa',5 encontré por azar en la
biblioteca del pueblo un libro de León-Portilla titulado Códices, los antiguos libros del
Nuevo Mundo. En los primeros capítulos se comentan distintas reacciones ante el papel y la
palabra escrita en el Nuevo Mundo. De los tres ejemplos hubo uno que me llamó la
atención: el encuentro estaba fechado en 1514, decía (palabras más, palabras menos) que un
nahua había visto un libro español, y se sorprendió de que los europeos también tuvieran
libros.
¿Un encuentro entre nahuas y españoles en 1514? ¿No fue hasta 1519 que llegó Hernán
Cortés a estas tierras mesoamericanas? Algo no me cuadraba: el vacío en la historia
mexicana de 1492 a 1517-1521, y la existencia de un encuentro entre mesoamericanos y
españoles anterior a 1517 me llevó a preguntarme: ¿hubo más encuentros de este tipo? Y si
los hubo, ¿desde hace cuánto tiempo? Y sobre todo, ¿qué papel jugaron en la llamada
“conquista de México”? El caso de 1514 me obsesionó por varias semanas y, aprovechando
la oportunidad para presentar este artículo, decidí indagar sobre las dudas que me invadían.
El papel tradicional del habitante de Mesoamérica ante la conquista española ha sido el
de un retrasado, paciente e ingenuo espectador de su propia desgracia. Resignados caen
cientos de pueblos y reinos originarios. En la Historia general de México se lee: “Las
masas campesinas estaban acostumbradas a obedecer y pagar tributo [...] Mesoamérica, en
las condiciones del siglo XVI, era un país eminentemente conquistable para los europeos”
(Carrasco, 2007: 233). Hay una visión paralizante del mundo prehispánico, como si 30,000
años de humanidad americana se hubieran fraguado para una gran y única conflagración.
Líneas abajo se comenta que los mesoamericanos no estaban “lo bastante avanzado[s] en la
técnica militar y la organización política para poder oponer una resistencia como la de los

5
En la costa-montaña de Guerrero. El municipio recibe oficialmente el nombre náhuatl de Xochistlahuaca.

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pueblos del norte de África y del Oriente que en los mismos siglos hicieron fracasar los
intentos de conquista y colonización ibéricos”. El texto reconoce la guerra interna que vivía
esta porción del continente desde hace tiempo, y también reconoce que no se trataba de una
entidad política unificada, pero la sitúa como la incubadora perfecta para embonarse en el
proyecto español.
Por muchos años se ha contado la historia del vencedor europeo que descubre, funda y
conquista como por verdadera gracia divina. No falla, busca y encuentra. Derrota poderosos
imperios a la primera y levanta en un parpadear virreinatos enteros. Los indígenas
americanos no tienen más que esperar ingenuamente a ser conquistados.
Sobre el redescubrimiento de Yucatán en 1517-1518, el afamado historiador Luis
González y González comenta: “El último episodio de la prehistoria mexicana es el
recorrido por las costas del golfo de México, del capitán Juan de Grijalva” (1984: 546).
Terca visión del mundo en donde los “indios” vivos pertenecen a la antropología, y los
muertos a la arqueología. Por definición de González, las sociedades prehispánicas del
México antiguo son “prehistóricas”7 son un monolito de mármol que espera ser esculpido
por el conquistador.
Después del casual encuentro del libro, tuve oportunidad de conocer varios trabajos
que me ayudaron para esbozar una línea de investigación. La obra de Michel Oudijk sobre
la participación indígena en la conquista mesoamericana fue fundamental, así como la
necesidad presentada por Guy Rozart de descolonizar nuestra historia. Fueron también
importantes los artículos de Carlos Aguirre Rojas en la revista Contrahistorias, en ellos
encontré una crítica congruente y bien articulada sobre la concepción ahistórica del Estado-
nación mexicano. A ellos debo la inspiración para presentar esta propuesta.
Esta investigación pretende resolver las siguientes preguntas: ¿qué factores influyeron
en los triunfos y fracasos españoles en el proceso de conquista de Mesoamérica? ¿Qué pasó
en los años posteriores al primer viaje de Colón y antes de la llegada de Cortés? Derrotada
Tenochtitlán, ¿podría hablarse de una conquista mesoamericana o sólo del inicio de ella?

6
¡Una edición de nada menos que 30 mil ejemplares!
7
En 2006 se anunció el descubrimiento de los epigramas más antiguos de Mesoamérica: el bloque olmeca de
Cascajal, fechado en el primer milenio a. C. Lo anterior nos deja una deuda de 2,500 años en el horizonte de
historicidad prehispánico. Las limitaciones técnico-científicas son otra cosa: los textos, los epigramas, los
códices y las estelas, llevan milenos aguardando. Si hacemos historia muy reciente argumentan que estamos
haciendo periodismo; si hacemos historia muy pasada, nos dicen que es arqueología. Véase Skidmore, “The
Cascajal Block”.

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Hasta ahora los fracasos indígenas y las victorias europeas han merecido el papel
fundacional de la “historia de México”, pero ¿podrá, deberá iniciarse esta historia en 1519-
1521?; y si es así, ¿qué preceptos se están considerando para hacer el corte canónico entre
arqueología e historia?
Mi hipótesis es la siguiente: que la derrota de los culhua-mexicas sólo puede explicarse
en un contexto de aleccionadores fracasos, aprendizaje y recuperación de experiencia de los
españoles entre 1493-1518, y sobre todo a partir de 1502, con el descubrimiento español de
Mesoamérica y de la Tierra Firme. Que sólo bajo condiciones específicas pudieron alcanzar
victorias como la de México y Cuzco. Que hablar de conquista mesoamericana no es lo
mismo que hablar de la derrota de Cuauhtémoc, ni mucho menos de conquista americana.
Que hasta ahora, los límites artificiales del moderno Estado-nación mexicano han
desfigurado el pasado prehispánico. Que esta historia no cuenta las lecciones indígenas ni
las derrotas europeas. Que este inicio, definitivamente, no comienza en 1519.

Dos mundos vivos


Mesoamérica es un dinámico mosaico cultural. Este hecho es fundamental para mi
investigación, pues se trata de culturas vivas y en movilidad constante, poseedoras, por
ejemplo, de rutas de intercambio que van desde el sur de Estados Unidos hasta Colombia y
aún más lejos.
Querer ver a México como una entidad política suprahistórica es una terquedad:
Mesoamérica va más allá de las actuales fronteras nacionales. El encuentro de 1514 se dio
muy al sur de Tenochtitlan, en lo que fue la antigua gobernación de Veragua, en
Centroamérica. En esta región confluyen las tradiciones culturales sudamericana,
mesoamericana y caribeña. A diferencia de lo que pretenden los Estados modernos, las
áreas americanas no tenían una frontera definida tajantemente (Vargas, 1994: 146-171).8
Insistiendo en el dinamismo cultural, podemos ahondar en otros terrenos, como el de la

8
Esta frontera se diluye lentamente hacia el sur. Vargas nos informa de tradiciones líticas Clovis (típicamente
norteñas) y Cola de pescado (sureñas) en la región desde el Pleistoceno, así como presencia olmeca desde el
Formativo. La existencia de tecnología orfebre en Monte Albán, Oaxaca, tiene su origen en Sudamérica,
pasando por Costa Rica. Nahuas-pipiles poblaron Salvador, Nicaragua y Costa-Rica en periodos post-clásicos,
mayas el occidente de Honduras.

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existencia de un militarismo ascendente en la América Media, un sistema de alianzas9,
conquistas secuenciales y tributaje al menos desde el epiclásico (Oudijik y Restall, 2008:
33, 35). Michel Oudijk menciona que un

[…] elemento muy importante y muy prehispánico es la conquista secuencial.


¿Qué quiere decir eso? En Mesoamérica prehispánica la riqueza era el tributo y la
única manera de conseguir el tributo era a través de la guerra o el matrimonio.
Entonces, si uno pierde una guerra, pierde con ello la base de su riqueza. Es por
ello que la única manera de conseguirlo de nuevo era ir a la conquista. Una
conquista automáticamente fomenta la siguiente y eso es precisamente lo que pasó
(2008).10

El Viejo Mundo también es cambiante. Los romanos saquearon Britania y Galicia: ya


no hay oro ni plata en Europa. Aunque fracasa en África y Oriente, el expansionismo
español lleva siglos combatiendo moros, y a principios de siglo XVI se conquistan Navarra
y Flandes. A América llegan no pocos hombres fogueados en Granada y las guerras de
Italia. Algunos son herederos de esa tradición de conquista, como el famoso náufrago Álvar
Núñez Cabeza de Vaca, con un abuelo que combatió y “ganó” las Islas Canarias. Pensar en
España como país eterno también es un error, sobre todo cuando su configuración se
concreta en 1492. No vienen los europeos de manera ingenua al “Nuevo Mundo”.
Exploradores y colonos tienen, todos, una misión de conquista. No hay expedición que no
robe y aniquile. Colón en su primer viaje toma indígenas como probanza, en 1499 el
mismísimo Américo Vespusio saquea pueblos, rapta mujeres y hace entre los desnudos
indios “grandísima matanza” (Morales, 1990: 211-225). El “explorador” Magallanes hace
lo propio secuestrando guaranís y aoni-ken, es decir “patagones” (Bernand y Gruzinski,
1996: 377).
Los textos de arqueología, tan flexibles en periodos anteriores, marcan 1519-1521
como un abrupto fin al postclásico mesoamericano. Realidad innegable para los culhua-
mexicas, pero ampliamente cuestionable para el resto del continente. Tenochtitlan es el
marcaje de un hecho absoluto para toda Mesoamérica; por poner un solo ejemplo: ¡la

9
La alianza Culhuacan, Tula y Otumba antecede a la fórmula Azcapotzalco, Culhuacan y Coatlinchan, que a
su vez precede a la “Triple Alianza” entre Tenochtitlan, Textoco y Tlacopan. También los valles de Oaxaca y
la Mixteca Alta se unieron para invadir Tehuantepec.
10
¿Podemos seguir pensando que las masas campesinas estaban acostumbradas a obedecer y gustosas
pagaban tributo?

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ciudad maya de Tayasal cae hasta 1697! (Sharer, 1998: 63-65). El criterio en el corte de
historicidad está basado en la reivindicación centralista del moderno Estado-nación
mexicano. Es por eso que la conquista de Hernán Cortés se presenta como el gran hecho, la
gran conflagración, el nacimiento de nuestra nacionalidad. Pero resulta muy dudoso creer
que un imperio como el culhua-mexica caiga en menos de tres años de confrontación
bélica.

Derrotas y derroteros
El amoxtli11 de 1514 y su acertijo me llevaron a buscar la respuesta en Centroamérica, más
concretamente en el inexpugnable Darién, actual frontera de Panamá y Colombia. Poco a
poco fui rascando hasta encontrarme en los viajes colombinos, en donde una serie de
encuentros y sobre todo desencuentros habían llevado a sus continuadores y a Colón, a
probar mejor suerte en otras tierras.
En 1493 llegan más de mil pasajeros en 17 naves. Las intenciones de colonia y
conquista son claras: mujeres y un contingente militar acompañan al Almirante Colón
(Varela, 1986: 12, 17, 19-20).12 Sólo hay promesas. Los conquistadores encuentran
Navidad —el primer asentamiento español— arrasado y asesinados sus 39 pobladores. Los
fracasos se suceden uno tras otro. Cristóbal Colón abandona a su suerte a la primera ciudad
en América, La Isabela, de la que en menos de cinco años quedan únicamente los fantasmas
de sus habitantes (Bernand y Gruzinski, 1996: 228). En su tercer viaje la expectativa
disminuye, sólo viajan 226 pasajeros en ocho carabelas, pierde la exclusividad y son
organizados varios “viajes menores” (Varela, 1986: 23-27), toca el norte de Sudamérica y
sufre la rebelión de Francisco Roldán. Colón, “Almirante de mosquitos”, como lo llamaban
sus detractores, es devuelto a España encadenado (Bernand y Gruzinski, 1996: 222).
Los españoles se matan entre ellos, se amotinan. El viaje es tan largo que uno de cada
tres pasajeros no llega jamás a Las Indias (Bernand y Gruzinski, 1996: 229); las selvas y
sus caníbales tragan expediciones enteras. Hay fiebres desconocidas, trampas y bichos que
atacan no sólo a los hombres: la broma —un molusco parásito de la madera— corroe los
barcos. Derrota tras derrota se va descubriendo el Nuevo Mundo. Empujado por la

11
Libro en lengua náhuatl.
12
Es el segundo viaje de Colón, el que más expectativas causó.

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desesperación y perdonado por los Reyes, Colón logra un muy reducido último viaje: son
cuatro las naves de bajo tonelaje que lo acompañan junto a 139 hombres, de los cuales unos
72 son apenas mayores de edad (Varela, 1986: 29-30). En junio de 1502 el nuevo
gobernador Oviedo pierde 20 de los 30 barcos recién llegados; Huracán el dios del Caribe
le da bienvenida (Bernand y Gruzinski, 1996: 232). Así están las cosas cuando ese mismo
año el “Almirante de mosquitos” en medio de la temporada de tormentas conduce sus
cuatro

[…] navíos [que] recibían de la mar y de los vientos grandes golpes y combates,
[...] de los grandes trabajos y vigilias y en mares tan nuevas, enfermaron casi
todos, y el mismo almirante de desvelado y angustiado, enfermó casi a la muerte.
Al cabo, con grandes dificultades, peligros y trabajos inefables, llegó y descubrió
una isla pequeña, que los indios llamaban Guanaja (Las Casas, 1956a: 80).

Una canoa con techo de palma tejida, tan grande “como una galera” transporta
productos antes desconocidos: cacao, hachas de cobre, cascabeles, espadas de madera con
obsidiana, crisoles para fundir metal, entre otros. Reconocen un desarrollo cultural distinto,
Colón ve la prueba irrefutable que cerca se encontrará un reino, alguna provincia del Gran
Kan. Cree que los mayas que intercepta son sus súbditos. Es así como a finales de
septiembre de 1502 se abre por primera vez Mesoamérica a los españoles, Guanaja es la
puerta (Las Casas, 1956a: 80-82). Más adelante tendrá noticia de “indios que montan
animales” (Maguidóvich, 1965: 91).13
Colón secuestra indígenas para que les sirvan de guía y de intérpretes (Mártir de
Anglería, 1964: 319, 321), se dirige al oriente, donde toma el norte de Honduras en nombre
de los Reyes. En enero de 1503 funda la primera población española en el continente: Santa
María del Belén, Veragua, que es diezmada por los descontentos indígenas, a medio camino
pierde una nave y tiene las otras muy dañadas por la broma. Al llegar a Jamaica naufraga,
permanece meses a su suerte y al fin en septiembre de 1504 regresa a España, en donde
morirá tan sólo dos años después en medio de la miseria. El saldo de su último viaje es

13
Se trata de los incas, que usan llamas como animales de carga.

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abrumador: de los 139 hombres que lo acompañan no regresan ni la mitad. Así termina la
aventura colombina en América. Así empieza nuestra desgracia.
En el Caribe sí hay oro, pero son apenas pepitas. La economía de las islas depende del
tráfico de esclavos, el cultivo de caña de azúcar y de la ¡cría de cerdos! (Benítez, 1956: 44-
45). Las navegaciones colombinas, portuguesas y los “viajes menores” anteriores a 1502
van rellenando el mapa americano: se conoce el Caribe y las costas desde Honduras hasta
Brasil, pero nadie ha encontrado el ansiado estrecho a la mar del sur, nadie ha encontrado
suficiente oro. Se exterminan a tainos y caribes, las encomiendas florecen. Se fijan los
derroteros a Veragua y Urabá, que en 1508 comienzan a ser poblados por Diego de Nicuesa
y Alonso de Ojeda respectivamente. Poco antes Juan de la Cosa había fracasado en su
intento colonizador, la misma suerte corren los nuevos Virreyes. En 1511 el polizón Vasco
Nuñez de Balboa —que condena a muerte a Nicuesa— era el jefe de los restos de las dos
infortunadas aventuras (Maguidóvich, 1965: 117).
Hay en la conquista del Darién elementos que marcan patrones importantes, me refiero
a la participación indígena activa en la conquista. Uno muy importante es la provisión de
comida (Bernand y Gruzinski, 1996: 352),14 otro elemento fundamental es la existencia de
cargadores indígenas y de informantes. Como hemos visto, los españoles por sí mismos no
tenían mucha fortuna en estas tierras incógnitas. Los europeos “no sabían, ni siquiera, a
dónde ir. Necesitaban la información y ésta vino de parte de los indígenas [...] esto puede
parecer obvio hoy, pero en ningún momento vemos esto reflejado en alguna fuente o textos
actuales sobre la conquista” (Oudijk, 200815) En la experiencia de Balboa como nuevo jefe
de Tierra Firme sí hay referencia a los Kuna, que informan de la existencia del Pacífico,
pero su travesía por las montañas es impensable sin la participación activa de indígenas
alimentando y auxiliando la expedición, estos hechos no son recogidos por los textos.
Balboa da en el clavo, “ha captado el funcionamiento de las instituciones indígenas
locales”. Mediante una intrincada estrategia de intercambio de preciados bienes materiales
y esclavos, logra ascender en las jefaturas locales, hasta lograr acuerdos matrimoniales con
el cacique de Careta. Los intérpretes son fundamentales en esta conquista de la mar del Sur:
tres españoles de la expedición de Nicuesa que se habían perdido, reencontrados por los

14
En Tierra Firme el hambre ha obligado a los españoles a comerse a un indígena
15
Éstos y otros elementos forman parte del eje de ese interesante trabajo.

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indígenas, facilitan la operación. Las alianzas también lo favorecen el cacique de Ponca,
quien ve en los conquistadores una ventaja y da información precisa. En septiembre de
1513 rompiendo a hachazos el monte llegan al Pacífico (Bernand y Gruzinski, 1996: 361-
363).
Los patrones de conquista de Mesoamérica se hacen trascendentales en el Darién: hay
informantes, guías de ruta, alianzas indígenas, valiosos intérpretes,16 cargadores y otro
oscuro elemento: el secuestro. Impresionados por la riqueza de los manglares del Pacífico,
“los conquistadores capturan al cacique Tubanamá y exigen a sus súbditos un rescate en
oro” (Bernand y Gruzinski, 1996: 364). Francisco Pizarro que acompaña a Balboa, hará lo
propio años después con Atahualpa, el Inca.
Vasco Núñez de Balboa manda al Rey parte del botín. La región pasa a llamarse
pomposamente “Castilla de Oro”, y un recién nombrado gobernador —Pedrarias Dávila—
es enviado a tomar posesión con la flota más grande vista hasta entonces. Pedrarias elige
“solamente” unos mil quinientos pasajeros, que se embarcan en 22 naves (Maguidóvich,
1965: 119).17 Llega en junio de 1514: un mes después 700 de sus hombres mueren de
hambre y enfermedad. Organiza con crueldad expediciones hasta Nicaragua y retoma los
elementos instaurados por Balboa: informantes, intérpretes, espías y debilitamiento del
sistema político local (Bernand y Gruzinski, 1996: 367-369). Pocorosa —cacique
terriblemente torturado— logra escapar, regresa y ataca una guarnición española, vierte oro
fundido en la boca de los sobrevivientes, “Hártate de oro”, les grita (Benítez, 1956: 41).
Es en esta diluida frontera de Mesoamérica, donde tiene lugar el encuentro que detonó
este trabajo de investigación. A pesar de que el capítulo menciona que es un nahua, León-
Portilla aclara más adelante: “Muy probable es que el que el indígena que así reaccionó
ante el libro español fuera un nahua-pipil, tal vez del Huanacastle en lo que hoy es Costa
Rica [...] los nahuas bien sabían lo que era un amoxtli” (2003: 28-29). El mesoamericano
dice “que las ciudades de su país estaban amuralladas, que sus compatriotas iban vestidos y
se gobernaban por leyes, [...] supieron [...] que tienen la costumbre de circuncidarse. ¿Qué

16
Recordar el episodio de Colón en Veragua en 1502, mencionado en la p. 8.
17
Diez mil hidalgos se ofrecieron para colonizar Darién.

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dices a esto Beatísimo Padre? ¿Qué presagia Tu Santísimo espíritu [...]?” (Mártir de
Anglería, 1964: 38218).
Todos reconocen el distinto desarrollo cultural, que advierte la inmediatez de pueblos
“civilizados”. Se encuentran más cerca que nunca, en el continente mismo. Pero vamos a
regresar unos años antes, a sucesos que van cerrando el encuentro. Cuba recibe —como el
Darién— a los primeros europeos en 1508. El exterminio de los pueblos originarios del
Caribe motiva a Ponce de León a explorar y “descubrir” Florida en 1513 (léase robar
esclavos). Mesoamérica está a tiro de piedra.
Hay indicios de Florida en un mapa publicado por Pedro Martir en 1511, además de
emigraciones de indígenas que escapan a la península del norte “en sus piraguas” del
exterminio antillano (Fuson, 2000: 88-89; Bernand y Gruzisnki, 1996: 247; y Humboldt,
1827: 129-131). Y más importante aún, para 1503 ya figura Yucatán en un mapa (Bernand
y Gruzisnki, 1996: 248). En 1508 Vicente Yánez Pinzón llega a Guanaja y vira al oeste
hasta topar con Belice y regresa por Veracruz y Tampico, con él va Pedro Ledesma, que
acompañó a Cristóbal Colón en el encuentro de 1502 (Thomas, 1994: 85; también
Maguidóvich, 1965: 114, quien afirma esto pero sólo para el encuentro en Belice). Además
se comenta que en 1513 Juan Ponce de León toca e incluso desembarca en Yucatán
(Duvenger, 2005: 107 y Thomas, 1994: 85).
Faltan esclavos para trabajar en los lavaderos de oro y en los trapiches. Es así es como
el obeso gobernador Diego de Velázquez autoriza expediciones esclavistas en las Islas
Bahamas y en Tierra Firme, en Guanaja, la primera puerta de Mesoamérica (Las Casas,
1956b: 333). La desgracia se cierra en el mapa.

Armas y canoas
Las conquistas se dan años después de que se descubre algún lugar, nunca de manera
inmediata. Fue necesaria una acumulación de experiencia por parte de los españoles para
lograr la victoria, experiencia adquirida en una sucesión de derrotas y asimilación de
diversos patrones culturales locales.

18
La carta está dirigida al Papa León X y fue escrita en 1516. El texto en cuestión es citado por León-Portilla
y señalado en Códices para la página 395 del mismo Décadas que estoy citando, lo cual es equivocado y me
causó mucha frustración, pues no se haya sino en las 381-382. Llegué incluso a pensar en una falsificación
por parte de León-Portilla, hasta que logré no sin varios intentos localizar la paginación correcta.

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La participación indígena es la pieza clave en el proceso de conquista mesoamericano a
partir de 1502. Como se ha dicho, los europeos no tienen mucha idea de a dónde ir, la
experiencia de navegación caribeña es aprovechada por comerciantes que “fletan canoas
indígenas y adquieren remeros para transportar cargamentos” (Bernand y Gruzisnki, 1996:
245). ¿Habrá Ponce de León llegado a Florida siguiendo a los navegantes de las Bahamas?
Las artes náuticas americanas son valoradas por Colón mismo. En el naufragio durante su
cuarto viaje, “la necesidad obligó al Almirante a probar fortuna por medio de su
mayordomo Diego Méndez, y dándole como guías dos indígenas de Jamaica, conocedores
de aquellas costas, [...] arribó por fin Diego Méndez al ángulo extremo de la Española,
distante de Jamaica” (Mártir de Anglería, 1964: 326).19
El rapto de Guanaja en 1516 tuvo consecuencias en las informaciones que recayeron
sobre el obeso gobernador de Cuba. Hay un personaje fundamental: Antón de Alaminos,
quien llegó a América muy joven, durante el cuarto viaje de Colón; estuvo presente en el
encuentro con los navegantes mayas y también en la expedición de Ponce de León a
Florida. Alaminos “conoce el Caribe como la palma de su mano” (Duvenger, 2005:109).
¿Quién sino los nativos le enseñaron a navegar esa constelación de islas? Tal es su
experiencia que se le designa piloto en una nueva misión esclavista (Las Casas, 1956b:
349).
Se trata de la empresa capitaneada por Francisco Hernández de Córdoba, que
redescubrirá Yucatán. Alaminos es precavido: “Anclaban en efecto, doquiera les sorprendía
el ocaso del sol, no fuesen a chocar errando por el desconocido mar en los escollos, o a
zozobrar apresados por los bajos arenosos” (Mártir de Anglería, 1964: 398). La expedición
es un fracaso absoluto, las armas indígenas matan en Champotón a la mitad de los 110
hombres. Llegan a Veracruz, donde Antón escapará por Florida “porque hallaba por sus
cartas y grados y altura que estaría allí obra de setenta leguas [...] y más cercana navegación
para ir a la Habana” (Díaz del Castillo, 1990: 27-28). Pero aún hacen falta varios elementos
y esos se cumplirán en la expedición siguiente.
“Sabidas estas cosas [...] Diego Velázquez, aparejó una armada de cuatro carabelas con
cerca de 300 hombres. Nombró jefe de esta flotilla a su sobrino Juan Grijalva [...] y en
calidad de piloto al mismo Antonio Alamino” (Mártir de Anglería, 1964: 403). No es

19
Es un viaje de varios kilómetros en altamar.

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gratuita la reelección en las expediciones. Hay una primera generación de conquistadores
compuesta (entre otros) por el obeso Velázquez, Ponce de León, así como los infortunados
Ojeda y Juan de la Cosa, todos ellos llegan con el Almirante Colón en 1494 (Varela, 1986:
20). Todos ellos son sobrevivientes que acumulan la experiencia para colonizar Las
Antillas, pero fracasan en otras tierras y con otras culturas. Todos fallan: Ponce de León en
Florida, Ojeda y de la Cosa en Tierra Firme y la primera flota de Velázquez en
Mesoamérica.
Una segunda generación de conquistadores se alista. Para 1518 los españoles tienen ya
conocimiento de lenguas y de sus diferencias. Hernández de Córdoba roba dos mayas,
Melchorejo y Julianillo, que aprenden español (Benítez, 1956: 50), la expedición de
Grijalva rapta a una naufraga Jamaiquina (Benítez, 1956: 55), a estos infortunados se
suman cuatro nahuas que secuestra (Las Casas, 1956b: 404-405), entre ellos Francisquillo,
un niño de Veracruz (Thomas, 1994: 144). Antes de Cortés y de las interlocuciones de
Jerónimo de Aguilar y la Malinche, tienen los españoles los elementos lingüísticos
necesarios.
Se considera una desventaja el “poco avanzado” armamento indígena y su técnica
militar. Se dice que los mesoamericanos al buscar sólo prisioneros para los dioses están
predispuestos a la derrota. Pero en la primera batalla de Champotón unos cincuenta
españoles mueren: ¡la mitad de la expedición! Los mesoamericanos también tienen
jerarquías militares y a la orden de “‘Al Calachumi, calachumi’, que en su lengua quiere
decir que arremetiesen al capitán y le matasen” (Díaz del Castillo, 1990: 26), Hernández de
Córdoba rueda mortalmente herido. Narra esto Bernal Díaz del Castillo, que conoce
Mesoamérica desde 1514,20 y participa en las expediciones de 1517 y 1518. Si Alaminos es
el navegante imprescindible, Bernal es su equivalente guerrero. Los hombres de Grijalva
aprenden la lección del año pasado y se visten con gruesas armaduras mesoamericanas de
algodón. En la segunda batalla de Champotón este aprendizaje técnico no es suficiente,
aunque sí tienen menos muertos.
Los dioses que regresan son tan temidos que los mesoamericanos incluso les combaten
en el mar, los tenek del Rio Pánuco emboscan las naves de Grijalva e intentan su abordaje,
les arrojan una lluvia de flechas “y aun cortaron una amarra con sus hachas de cobre”.

20
Pues había llegado con Pedrarias al Darién en esa fecha.

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Bernal cuenta que derrotaron a los guerreros huastecos, pero aún así “alzamos anclas y
dimos velas” (Díaz del Castillo, 1990: 46). Incluso años después en la Guerra Chichimeca,
los atrasados guerreros y sus flechas de obsidiana atraviesan con impresionante tino de un
lado al otro caballos, mallas españolas y aún láminas de latón (Powell, 1992: 61-62).
La nueva expedición capitaneada por Hernán Cortés es la concreción de la experiencia
española en Mesoamérica desde 1502. Es la tercera enviada por Velázquez, lo anteceden
Hernández de Córdoba y Grijalva.21 Conocen los ríos y los puntos de abasto de agua, las
lenguas y las formas de hacer la guerra. Antes de salir se prepara: “como en aquella tierra
de la Habana había mucho algodón, hicimos armas muy bien acolchadas, porque son
buenas para entre indios” (Díaz del Castillo, 1990: 59). Cortés apenas si se detiene en
Yucatán, desembarca en una región cercana a Champotón, y con caballos y artillería
derrota a los infames indios que atacaron y vencieron en las dos luchas pasadas. Pero el
encuentro no es fortuito, no sólo se buscaba vengar a los españoles caídos, si desembarca
allí se debe a que en todo el recorrido es el único punto donde se puede abastecer de agua;
Yucatán es una seca laja de cal sin ríos, y los pozos están bien custodiados por las armas
mayas. Las lecciones de Hernández y Grijalva no pasan en vano.
No es cualquiera la composición de esta expedición: “los pilotos de Cortés eran los
mismos que sirvieron bajo el mando de Hernández de Córdoba y de Grijalva: Alaminos,
Juan Álvarez, el cojo, Pedro Camacho y Pedro Arnés de Sopuerta” (Thomas, 1994: 185). El
resto de la tripulación lo componen desertores de Pedrarias (Duvenger, 2005: 108), entre
los que encontramos una vez más a Bernal Díaz del Castillo, quien comenta que hay
muchos que repiten en dos de las tres expediciones, pero sólo él ha participado en todas
(1990: 17). Además embarcan a todos los intérpretes indígenas sobrevivientes.
En su Década cuarta, con noticias de 1519 Pedro Martir de Anglería recuerda al Papa
que:

En los libros de las Décadas anteriores [...] ha podido leerse que ciertos fugitivos
llegados a las cercanías del Darién, habiéndose admirado de los libros que usaban
los nuestros, dijeron que habían estado alguna vez en ciertas tierras cuyos
habitantes usaban instrumentos parecidos, vivían civilmente obedeciendo leyes y

21
Hay una expedición pequeña al mando de Cristobal de Olid, enviado a buscar a Grijalva.

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tenían palacios, templos magníficamente construidos de piedra, plazas y calles
arregladas con buen orden, donde negociaban. Los españoles han descubierto
ahora dichas tierras (1964: 397).

El sueño de conquista presagiado en 1514 —pero iniciado en 1502— ha comenzado a


cumplirse. La experiencia del armamento, abasto y lenguas indígenas es complementada
por el conocimiento de las prácticas políticas mesoamericanas. Se tiene también la visión
de que los culhua-mexicas ignoraban lo que no sucediera dentro de su reino. Ningún
indígena en el Caribe, Centroamérica y mucho menos en Mesoamérica ignoraba los hechos
de conquista que estaban sucediendo, si acaso ignoraban la trascendencia de tales eventos.
Las noticias corrían rápidamente, tal es el conocimiento y la dinámica de estas tierras que
no son pocos los reportes de encuentros masivos en playas y puertos naturales. En 1517
Moctezuma Xocoyotzin “tuvo noticia, de la primera vez que venimos con Francisco
Hernández de Córdoba, lo que nos aconteció en la batalla de Cotoche y Chompoton [...] y
como supo que íbamos de costa en costa hacia sus provincias [...] mandó a sus
gobernadores” (Díaz del Castillo, 1990: 41). Los españoles de Grijalva fueron interceptados
por el Huey Tlatoani. Las batallas de Champotón y la Huasteca dejan en claro la diversidad
política mesoamericana.
Hernán Cortés aún después de ganar en Tabasco, no se atreve a desembarcar y
continuar por tierra. Es guiado por Alaminos a San Juan de Ulúa, puerto natural conocido
en las ocasiones anteriores, y que además se encuentra dentro de la jurisdicción culhua-
mexica. A partir de ahí los guías indígenas deciden a dónde van a ir los españoles y
compiten por su simpatía, las alianzas cambiarán el rumbo de los europeos: “cuando los
invasores todavía estaban en la región de Cempoala, Cortés y sus hombres fueron
superados en número —cinco a uno— por una fuerza indígena aliada de dos mil soldados”
(Oudijik y Restall, 2008: 18), el mismo Moctezuma II manda emisarios para ganar su
aprecio.
¿Cómo se puede explicar —sin la ayuda del correo indígena— la localización del
náufrago Jerónimo de Aguilar en medio de la selva Yucateca? La comunicación es
tremendamente efectiva. ¿Cómo sabe Cortés de la expedición de Pánfilo de Narváez? De la
misma manera que Moctezuma II. ¿Cómo derrota a los mil enviados de Velázquez con tan

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sólo 300 hombres? No los derrota, al menos no sólo. La supuesta desventaja militar
mesoamericana asesta el golpe contundente contra Narváez, que queda tuerto. Miles de
aliados indígenas de Cortés conquistan Tenochtitlán. No es una victoria inmediata, ha
costado casi 30 años de fracasos y lecciones. Esta experiencia no será útil cuando se intente
llegar a áreas culturalmente distintas como la Gran Chichimeca, que costará no menos de
medio siglo de combates contra guerreros aún más “primitivos” que los mesoamericanos.

Navegantes de Occidente
En la tercera batalla de Champotón (o cerca de ahí), se aparece el Apóstol Santiago para
conducir la cabalgada. Los caballos son sólo trece, cinco son heridos en este combate
¿Temen los mayas a los gigantescos venados? No. Tampoco temen a estos hombres
venidos de lejos, —no son dioses— los combaten por tierra y agua. Flechas, lanzas,
macanas, espadas de obsidiana, lanza dardos, hondas y hachas son su arsenal.
La turquesa del área maya viene de lugares lejanos como Nuevo México. No hay
océano, pero en México-Tenochtitlán aparecen corales y espinas de manta raya. ¿De dónde
llegaron las hachas de cobre que vio Colón en 1502? ¿Cómo llegaron a la huasteca, donde
atacan a los barcos de Grijalva? América es un mundo vivo, las hachas de cobre y la técnica
metalúrgica llegaron por mar, y lo hicieron desde el lejano mundo andino (Holser, 1997),
superando una travesía de miles de kilómetros desde el norte del Perú hasta el occidente
Mesoamericano, la franja —que por el Pacífico— recorre desde Sinaloa hasta Guerrero.
El Darién fue la plataforma común para la conquista mesoamericana y la andina. A lo
largo de nuestra educación se insiste en ver a la historia desde una perspectiva nacionalista.
Se pretende hacer creer que lo acontecido en Florida, en Panamá o en Perú poco tiene que
ver con nuestra realidad y menos aún con nuestro pasado. La dimensión histórica está
enajenada también por el colonialismo, la participación indígena está limitada a un papel
secundario, anecdótico, prehistórico. La arqueología y la historia no tienen punto de
encuentro, visión especialista que niega la impresionante complejidad humana del
continente. La conquista es un hecho absoluto, sin “presecuelas”, innegable, incuestionable,
aun cuando hubo áreas del continente que tardaron en sucumbir al empuje europeo, como la
Gran Chichimeca; también hay otras áreas que derrotaron a los españoles, aunque cayeran
con potencias posteriores, como La Florida y el Wall-Mapu, la llamada Araucanía. Incluso

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hay zonas que apenas empiezan a ser colonizadas, como el mismo Darién, el lejano ártico y
la Amazonía.
El caso del libro mesoamericano de 1514 es ejemplo de esa realidad negada, que
considerada prehistórico a lo prehispánico. A lo largo de mi investigación encontré un
pasado que supera los límites de Mesoamérica y llega a lo profundo de nuestra identidad
americana. Dejo al futuro lector el criterio de decidir si he logrado los objetivos de mi
trabajo.

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Bibliografía

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Palabras de papel

Imagen en: http://www.informador.com.mx/cultura/2015/577614/6/fernando-benitez-el-relator-de-las-culturas-indigenas.htm

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ernando Benítez, el Maestro

Lucía Rivadeneyra
A Manuel, su adjunto eterno

Nunca dictó un concepto ni solicitó trabajos con márgenes de colores; no pidió recortar
notas de periódicos, jamás hizo un examen. Sin embargo, abrió ventanas y puertas. Llevaba
al salón el aroma de la calle, la montaña y el mar e invitaba a vivirlos. Se le han hecho
muchos homenajes y en ellos siempre se habla de su trabajo periodístico y literario, de su
labor como fundador de los suplementos culturales, de sus anécdotas en viajes y cantinas,
pero de su trabajo académico se dice poco. Él era, es, Fernando Benítez, Maestro de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Quien esto escribe fue su alumna tres semestres, en los años setenta, dos por
cuestiones formales y uno como oyente, por el puro placer. Él fundó la llamada “sala de
redacción”, que era un salón lleno de luz, en el sentido más lato de la palabra, donde
chocaban los pájaros contra los cristales y donde se podía calcular la fuerza del viento.
Benítez llegaba en punto de las cuatro de la tarde, siempre de traje y corbata, paraguas
o portafolios en mano, pulcro y elegante a decir basta. Una vez apareció de riguroso luto.
Le comentó a su adjunto que estaban velando a su hermana en una funeraria. Éste le pidió,
casi le suplicó, que regresara, que él se haría cargo de la clase, a lo que Benítez se negaba:
“pero, cómo dejo a los muchachos”. Finalmente, logró convencerlo y se fue.
Muchas de sus enseñanzas eran anécdotas de su propio aprendizaje. Por ejemplo,
relataba cuando fue a la Selva Lacandona. Ahí lo dejó una avioneta; llevaba víveres
diversos, pan, refrescos, jamones. Cuando se disponía a comer se sintió observado. Al mirar
a su alrededor se dio cuenta de que decenas de ojos lo contemplaban. Ofreció su comida, la
cual fue aceptada. Minutos más tarde se dio cuenta de que las provisiones que eran para una
semana o más se le habían terminado. “¿Y ahora qué voy a hacer? Esa fue mi primera
lección de antropología”, contaba.

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Al día siguiente vio cómo uno de los indígenas pescaba en el río, con una lanza.
Benítez le dijo a señas que le pagaba si le pescaba algunos peces. Pero aquél se negó y a
señas le dijo que no quería dinero que mejor le enseñaba a pescar. “Esa fue mi segunda
lección de antropología”, decía. Y esas y muchas otras fueron grandes lecciones para sus
alumnos.
Una tarde llena de sol, ya avanzada la clase, entró un estudiante, se sentó en la “mesa
de redacción”; no muy alto, moreno, de abundante y largo cabello chino con raya en medio,
dientes grandes, parejos y sonrisa casi perene. Benítez guardó silencio, lo contempló, no se
oía el más mínimo ruido en el aula, muchos pensamos que le diría al alumno que la clase
había iniciado cuarenta minutos antes. Con su voz que a veces parecía que se le iba a acabar
le dijo, “compañero: con la mitad de su cabellera, yo sería feliz”. La carcajada de todo el
grupo todavía ha de escucharse entre las jacarandas de aquella antigua Facultad.
Fernando Benítez tenía distracciones un poco distintas a las del común de los
mortales. En una ocasión se le notó preocupado al entrar al salón. “Maestro, qué le ocurre”,
pregunté, “¡Ay!, linda dejé las llaves dentro del coche y cerré”. “No se preocupe, a todos
nos pasa, vamos a pedir apoyo a Servicios generales”. “Pero linda, eso no es todo, dejé el
coche prendido”.
Con las alumnas era un auténtico caballero. Adulador, bromista. Su mirada azul
reflejaba inteligencia. Al inicio de clase leía las notas del día, se burlaba de la redacción de
dos o tres; pero, más que nada, se burlaba de las declaraciones de los políticos. Después nos
ponía a escribir sobre algún tema. Al final de la clase entregábamos la nota respectiva.
“Ustedes tienen la ventaja de ser jóvenes y solteros. Un reportero debe de ser joven, tener
energía para poder meterse a todos lados. No se casen jóvenes. Yo me casé casi a los
sesenta y, a veces, pienso que lo hice prematuramente”.
En diversas ocasiones lo acompañábamos al área administrativa por algún documento,
ya que siempre olvidaba las fechas de los trámites. Era incapaz de llenar un formato o el
informe anual de actividades, aunque entonces no tenía el peso que actualmente tiene este
tipo de trabajos robatiempo. Cuando terminaba un año sabático decía “vamos a preguntar
cuándo me toca el otro”. Por supuesto, la diferencia entre algunos sabáticos y los de él es
que su producción con o sin ellos era de calidad invaluable. No tenía necesidad de inflar
currículum ni de pedirle a sus alumnos que lo citaran en sus tesis, para conseguir puntos en

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el Sistema Nacional de Investigadores porque entonces ni había. Lo que sí había, por parte
de él, era trabajo auténtico, real.
Todos sus libros son memorables por diversas causas. Los indios de México es una
investigación hasta la fecha medular, al igual que su obra en torno a Lázaro Cárdenas.
Recordaba que estaba en Europa cuando leyó la noticia de que en un pueblo de México, la
comunidad había matado al cacique, y se dijo “¿Fuenteovejuna en México? Tengo que ir a
investigar”. A su regreso, se fue a Tajimaroa, en Michoacán, hoy Ciudad Hidalgo. El
producto de ese viaje fue la novela El agua envenenada, cuyo personaje, Ulises Roca, se
dice que era en la realidad no literaria, Aquiles Piedra.
Su novela El rey viejo es una lectura entrañable e inolvidable. O la crónica magistral
La ruta de Hernán Cortés o Los demonios en el convento. Sexo y religión en la Nueva
España, “en donde surge más fascinante y misteriosa que nunca Sor Juana Inés de la Cruz”.
Las dedicatorias de sus libros son una delicia. Tengo dos o tres por él dedicados, pero hay
una en Los hongos alucinantes que cada vez que la leo me vuelve a conmover, dice: “A
Lucía, que luce en el corazón de Fernando”.
El Maestro que repitió muchas veces “el periodismo es literatura bajo presión, es un
oficio que se aprende, pero con la pasión se nace”, nos regaló horas haciendo crónicas
orales de sus vivencias, de su experiencia en los suplementos culturales a su cargo; hacía
comentarios ácidos y certeros respecto a muchos políticos y personajes diversos. Cuando
fue el golpe a Excélsior, platicó en la clase que le llamó a Scherer y le dijo: “Julio, las
momias han salido de sus sarcófagos”. Ese era su estilo, el estilo personal de Fernando
Benítez. Una sala de la actual Facultad de Ciencias Políticas y Sociales lleva su nombre, al
igual que un Premio Nacional de Periodismo Cultural.
Benítez nació en la calle de Mesones, en el Centro Histórico de la Ciudad de México,
el 16 de enero 1912. Fue fundador de los suplementos culturales más importantes del país:
México en la cultura, del periódico Novedades; La cultura en México, de la revista
Siempre!; Sábado, de Unomásuno; La jornada semanal, del periódico La jornada. En estas
publicaciones colaboró la intelectualidad mexicana, toda; en ellas hubo discrepancias,
coincidencias, hígado, cerebro y corazón. Por su brillante trayectoria periodística y literaria,
Fernando, recibió múltiples premios y reconocimientos. Este hombre inmenso cerró sus
azules ojos para siempre, el 21 de febrero del año 2000.

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Fernando Benítez no fue mi profesor, fue mi Maestro, así con mayúscula. Y mi
Maestro aseveraba, con una sonrisa cáustica, “nunca le doy gusto a nadie, los antropólogos
dicen que soy periodista, los periodistas que soy literato, los literatos que soy historiador,
los historiadores que soy profesor, los profesores que soy científico social… Yo sólo puedo
decir que soy Fernando Benítez”.

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Dossier

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L os Poderes de Campeche en el inicio de la Revolución
mexicana

Emilio Rodríguez Herrera

Las manifestaciones en contra y a favor del sistema de gobierno establecido por Porfirio
Díaz se intensificaron al iniciar el siglo XX: los opositores al régimen abanderaron las
necesidades de los trabajadores urbanos y rurales; y los correligionarios realizaron protestas
a favor de Díaz. Esta situación se vislumbró aún más en los procesos electorales para elegir
diputados estatales y federales, gobernadores de los estados y para presidente de la
República en el transcurso de 1910.
Este siglo se inició con cierta inestabilidad política y social, que en el transcurso de la
segunda década fue en aumento, al grado de suscitarse varias insurrecciones y movimientos
armados en el sur, norte y centro del país. Lo anterior ocasionó que los mexicanos se vieran
envueltos en una serie de eventos políticos y militares que agudizaron la crisis económica,
política y social; los poderes en los estados reflejaron esa inestabilidad con los
enfrentamientos políticos que sucedieron entre ellos y sus integrantes, como fueron los
casos de los diputados de los congresos estatales y de los magistrados de los tribunales de
justicia de los estados.
Ante esta problemática, en el presente ensayo se analizan las circunstancias en las que
los diputados de la XXIV Legislatura se desenvolvieron en su relación con el Ejecutivo del
Estado, en un período de inestabilidad política y social que marcó la Revolución mexicana.
Se plantea que, en el transcurso de 1910 a 1912, los poderes estatales de Campeche no
fueron ajenos a la sucesos nacionales, principalmente en los primeros años de la segunda
década: el Poder Ejecutivo estuvo sujeto a los cambios políticos de los líderes
revolucionarios que ocuparon la presidencia de la República y su permanencia dependió de
la relación que mantuvieron con el grupo de poder nacional. Por consiguiente, junto con el
Legislativo del Estado, buscaron estar unidos ante la problemática militar y política en la
que se encontraba el país, al grado que, en algunos casos, los gobernadores campechanos se
arrogaban funciones extraordinarias y desaparecía el legislativo; y otros, en su mayoría,

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presentaron iniciativas que fueron aceptadas por el Poder Legislativo, siendo precisamente
este poder el que se avocó a continuar las acciones representativas, sin marcar ningún
cambio en la situación socioeconómica de la entidad. Lo anterior se llevó a cabo a pesar de
los desacuerdos que algunos políticos manifestaron y que representaron la minoría local.
Así, en los primeros años de la Revolución, la legislación y el gobierno campechano se
caracterizaron por el seguimiento que los grupos de poder realizaron a los lineamientos
políticos establecidos por los científicos y los maderistas, con el objetivo de mantener el
control político local, dejando en segundo plano las acciones gubernamentales y legislativas
que buscaron beneficiar al pueblo campechano.

1. El proceso electoral de 1910 ante los poderes estatales.


El avivamiento político de 1909 propició que los procesos electorales, que se efectuaron en
el transcurso de junio de 1910, se vivieran con una división política muy marcada por la
proclamación de los dos candidatos contendientes a la Vicepresidencia de la República,
Bernardo Reyes y Ramón Corral, y los dos a la Presidencia, Porfirio Díaz y Francisco I.
Madero. En un principio, la lucha electoral estuvo entre los seguidores de Reyes y los
científicos por la elección a la Vicepresidente, ya que los dos grupos consideraban a
Porfirio Díaz como candidato a la Presidencia; más adelante, cuando se acercaba el
proceso, las disputas se llevaron a cabo entre la candidatura de Díaz y Madero.
El proyecto político para fortalecer al grupo científico en la entidad se vio
resquebrajado al tomar fuerza los reyistas y los maderistas, lo que el gobierno de Aznar y
Cano no podía permitir; los grupos antirreleccionistas y democráticos se fueron
extendiendo en el territorio y la efervescencia política fue creciendo cada día. Previo al
proceso electoral de julio de 1910, el gobierno de Díaz buscó debilitarlos para evitar que se
convirtieran en una fuerza política que arriesgara su permanencia en el poder.
Una estrategia que aplicó Díaz en contra de Reyes consistió en hacer que demostrara su
lealtad, hizo que públicamente manifestara su apoyo en su reelección y que presentara su
renuncia como candidato a la Vicepresidencia de la República. Por esta sumisión a Díaz,
Reyes declinó su popularidad, a cambio aceptó la propuesta para que viajara a Europa con
el objetivo de capacitarse sobre las academias militares en relación a estrategias y armas
(Soto, 1979).

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Al renunciar Reyes como candidato a la vicepresidencia, a fines de 1909, sus
seguidores quedaron desconcertados por su imposibilidad para participar en esas elecciones
presidenciales. La gran mayoría quedó a merced de los científicos y maderistas, engrosando
una parte las filas de los partidarios de Madero y otros quedaron sujetos a las decisiones de
los gobernantes; de ahí que se alejaran de sus intereses políticos, favoreciendo en mucho al
grupo en el poder.
Con el aumento de los maderistas en la entidad, en el territorio campechano se vivió
cierta intranquilidad, como en todo el país; para diciembre de 1909, la presencia de éstos
preocupó a las autoridades, por lo que comenzaron las represalias en contra de sus
seguidores.
Madero fue apresado el 5 de junio, acusado de fomentar en San Luis una rebelión y de
insultar a las autoridades y al presidente; ante esta situación, en los siguientes días, sugirió a
sus correligionarios que mantuvieran la legalidad en el proceso electoral y advirtió que si
existía reelección contra la voluntad del pueblo, la paz se alteraría. Muchos de sus
simpatizantes fueron aprehendidos a lo largo y ancho del país cuando protestaban por el
encarcelamiento de su candidato (Garfias, 1991).
El éxito que los científicos obtuvieron para integrar la XXIV Legislatura del Estado y
elegir a Díaz como presidente de la República, provocó que en los siguientes días se
gestaran constantes manifestaciones; iniciando así un periodo de inestabilidad poselectoral,
cuya principal temática fue la existencia del fraude electoral.

2. Inicio de las manifestaciones políticas


La primera manifestación fue realizada en la cabecera municipal de Tenabo, donde se
amotinaron los correligionarios de Madero denunciando la ilegalidad de la elección.
Aunque esta manifestación fue rápidamente sofocada por las fuerzas armadas enviadas por
el gobernador Aznar y Cano, los maderistas continuaron amotinándose con el mismo fin en
los diferentes puntos del territorio campechano (Diccionario […], 1990).
Apenas habían transcurrido tres días de haberse instalado la XXIV Legislatura del
Estado, cuando Tomás Aznar y Cano solicitó licencia como gobernador del estado de
Campeche, el 9 de agosto de 1910; sin que existiera oposición alguna, los diputados electos

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concedieron la solicitud y nombraron en su lugar, como gobernador interino, a José García
Gual, diputado propietario por el segundo distrito del partido de Campeche.
La llegada de José García a la gubernatura representó para los científicos la seguridad
de que se encargaría de regresar a sus causes el desbordamiento político de la entidad a
favor de Díaz, junto con su hermano Manuel García Gual, quien asumió su lugar en la
diputación local al haber sido electo diputado suplente por el mismo distrito, para
convertirse, así, en líder de los diputados.
Junto con la solicitud de licencia indefinida que entregó Tomás Aznar y Cano al Poder
Legislativo, el Primer Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, Vicente Méndez
Quintana presentó su renuncia, por lo que los diputados nombraron en su lugar a Manuel
Lavalle Barret. Estas renuncias y el reacomodo de los principales líderes de los poderes del
Estado demostraban el desequilibrio por el que estaban atravesando ante la presión del
gobierno de Díaz para controlar toda manifestación en contra de su gobierno.
La apatía política que existió antes de 1910 en la entidad se había convertido en un
desbordamiento de intereses en busca del control. Por ello, al colocarse los hermanos
García Gual en el Poder Ejecutivo y Legislativo, los científicos consideraron que se lograba
mantener el dominio político campechano por el poder económico que habían obtenido a
finales del siglo XIX en la península de Yucatán.
Ante la inquietud de varios políticos campechanos por los rumores de fraude electoral,
los hermanos García Gual se encargaron de demostrar el orden que existía en la
administración de los Poderes Ejecutivo y Legislativo en los siguientes meses: el
gobernador José García Gual se enfocó en concluir los programas y actividades con motivo
de la celebración del Centenario de la Independencia de México en el transcurso del mes de
septiembre de 1910, mientras que el diputado Manuel García Gual se avocó a dirigir a los
diputados para llevar a cabo algunas reformas legislativas en relación con las cuentas
públicas, con los requisitos exigidos en la educación, con los Tribunales, con la
Administración interior del Estado y notarios; en su totalidad estas acciones no
representaron cambios importantes (Rodríguez, 2006).
Independientemente de lo anterior, los diputados continuaron con sus actividades
políticas a favor del porfiriato, especialmente en su lucha por mantener el control que
habían obtenido los científicos desde finales del siglo pasado.

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En las actividades poselectorales existieron varios grupos que participaron de manera
aislada en las regiones de los Chenes y Laguna de Términos, donde el maderismo comenzó
a sentirse; lentamente fueron aumentando los grupos sin que existiera un líder que los
cohesionara. Esta situación propició que José García Gual informara al gobierno de Porfirio
Díaz que en Campeche estaba todo tranquilo y no existía alteración alguna.

3. Los poderes ante el movimiento maderista


La actitud que asumieron los opositores de los científicos para apoyar a Francisco I.
Madero al secundar el Plan de San Luis, propició que, en el transcurso del mes de
noviembre de 1910, el Poder Legislativo del Estado de Guanajuato enviara una solicitud a
sus homólogos para que demostraran su posición respecto a Porfirio Díaz. Como era de
esperarse, el 6 de diciembre, los diputados campechanos acordaron otorgarle un voto de
confianza a Porfirio Díaz, como presidente de la República, y a su gabinete.
Sin embargo, el maderismo obtuvo un importante auge en el país. En Campeche,
Manuel Castilla Brito se convirtió en el líder antirreleccionista, a pesar de que fue
perseguido y apresado por promulgar ideas políticas contrarias a los científicos cuando
participaba en la política reyista (Huchín, 2009).
Las autoridades militares comenzaron a tomar medidas precautorias, principalmente las
de carácter militar: el jefe de la zona militar comunicó a los comerciantes de armas que
informaran las ventas que realizaban de cartuchos y pertrechos de guerra, mientras tanto, el
gobierno de Díaz suspendió las garantías individuales establecidas en la Constitución. A su
vez, el gobierno de García Gual solicitó a la Diputación Permanente del Congreso del
Estado que autorizara activar la Guardia Nacional con el objetivo de mantener la paz y
buscar conservar el orden público (Sierra, 1972).
Cada día que pasaba las circunstancias se agravaban para los porfiristas, pues al
movimiento revolucionario, encabezado por Francisco I. Madero, se afiliaban más adeptos.
Así, Castilla Brito, en unión de José Pinelo y los representantes de los estados de Guerrero,
Michoacán, Tlaxcala, Puebla y el Distrito Federal, proclamaron el Plan Político Social el 18
de marzo de 1911: desconocieron a Porfirio Díaz y demás autoridades federales y estatales,
y propusieron medidas en contra de hacendados y empresas extranjeras (Pino, 2010).

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Los militares de la Guardia Nacional del Estado, dirigidos por Gonzalo Herrera,
asaltaron el 30 de marzo la presidencia municipal de Dzitbalché, apoderándose de las armas
y municiones. Esto se explica porque un gran número de habitantes de este poblado se
habían integrado a los militares que dirigía Manuel Castilla Brito.
La alarma comenzó a propagarse en Campeche ante la huída de los 45 presos de la
cárcel pública, quienes el 1 de abril aprovecharon el cambio de guardia y tomaron armas y
municiones de sus custodios para dirigirse rumbo a la hacienda Uayamón. Esta fuga fue
relacionada, desde un principio, con el movimiento que encabezó Castilla Brito y
confirmada al siguiente mes porque todos ellos estaban militando en el batallón Aquiles
Serdán, lo que representó un aumento en la tropas maderistas y un desequilibrio en el
sistema político del gobierno de García Gual.
Ante esta situación, el gobernador campechano convocó al Congreso del Estado a un
período extraordinario que se inició el 3 de abril de 1911, con el objeto de suspender, hasta
el 16 de septiembre de 1911, las garantías que otorgaba el artículo 3° de la Constitución del
Estado, y obtener las facultades para dictar las medidas reglamentarias y extraordinarias en
cuestiones de Hacienda y Guerra. De esta manera, el Congreso del Estado concedió al
gobernador del Estado amplios poderes para suspender los derechos y obligaciones de los
habitantes del Estado, quienes podrían estar sujetos a leyes privativas y ser juzgados por
tribunales especiales, y para realizar ejecución de procedimientos judiciales y detenciones
sin justificación.
De acuerdo con la Ley electoral del Estado, José García Gual expidió el 11 de abril de
1911 la convocatoria para las elecciones de Gobernador Constitucional del Estado, para que
se verificaran el 4 de junio. A partir de este momento se iniciaron los trabajos electorales,
pero con muchas reservas por parte de los grupos políticos, debido a la situación política y
militar en la que se encontraba el país y la península de Yucatán.
Mientras tanto los militares que dirigió Luis Felipe Domínguez Suárez en compañía de
José María Pino Suárez sostuvieron un combate con las fuerzas del porfiriato en Icaiché. En
esta batalla el ejército maderista logró replegar a los porfiristas hasta Punta Rieles y,
posteriormente, hacia el pueblo de Xcultich, con lo que tomaron la plaza el 12 de abril de
1911. Por la intensidad que fueron adquiriendo los enfrentamientos militares, se
involucraron algunos peones de las haciendas, por ejemplo, los trabajadores de la finca

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Uayamón lograron sublevarse para unirse a las fuerzas de Castilla Brito, pero fueron
perseguidos y, la mitad de ellos, apresados por la Guardia Nacional (Diccionario […],
1990).
Las fuerzas militares de Campeche, dirigidas por Castilla Brito, y representadas por las
compañías de Pedro Alfaro Cáceres, Felipe Domínguez, Antonio Meckrimey y el Coronel
José María Blengio se unieron, el 18 de mayo, a las fuerzas de Tabasco que eran dirigidas
por Luis Felipe Domínguez, en la hacienda Yajoltum (Diccionario […], 1990). El gobierno
campechano aceptó la entrada de tropas yucatecas para defender la plaza de Campeche.
Ante el numeroso contingente de los militares y al tener conocimiento de la firma de los
Tratados de Ciudad Juárez, José García Gual dejó la plaza en manos de los maderistas.

4. El Poder Ejecutivo en la transición al maderismo


Al aceptar el Congreso de la Unión la renuncia del Presidente de la República, el 25 de
mayo, inmediatamente después el gobernador de Campeche, José García Gual, presentó la
suya ante la Mesa Directiva de la Diputación Permanente del Congreso del Estado. Por
medio de un acuerdo, los diputados dieron a conocer que aceptaron la renuncia y, por
escrutinio secreto, eligieron como gobernador interino a Gustavo Susarte Campos, quien se
desempeñaba como Juez de Distrito en el Estado.
Al nombrar a un representante del Poder Judicial Federal en la entidad para que se
encargara del Ejecutivo, demostraban la necesidad que existía de que se asumiera una
actitud enérgica ante las circunstancias que estaba atravesando el Estado, ya que se buscó
que este gobierno realizara la transición de los cambios de los poderes, pero el error de
Susarte fue que congeniaba con los intereses del porfiriato y siempre los favoreció; lo que
propició que los líderes políticos del momento se enfocaran a criticar este nombramiento e
insistieran para que abandonara el cargo.
Como gobernador del Estado, Susarte Campos presentó la iniciativa para que la
Diputación Permanente convocara a un periodo extraordinario de sesiones, que se realizó
del 29 de mayo al 3 de junio de 1911, con el objetivo de reprogramar el proceso electoral,
que había convocado el Poder Ejecutivo desde el 11 de abril para realizarse el 4 de junio,
con el fin de elegir al gobernador del Estado.

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En estas sesiones, los diputados discutieron las circunstancias en las que se encontraba
el territorio campechano, concluyendo que no era posible realizar un proceso electoral en la
fecha acordada por el Ejecutivo porque se corría el riesgo de que las elecciones fueran
suspendidas en algunos partidos del territorio campechano. Pero consideraron que esta
situación no perduraría más tiempo y acordaron cambiarla para el 2 de julio.
Fue durante los meses siguientes que aumentó la efervescencia política en relación al
proceso electoral, los seguidores de Madero demostraron su apatía por la situación que
imperaba y no veían los avances por los cuales se llevaron a cabo los movimientos armados
que encabezó Castilla Brito en el Estado.
Los grupos políticos y los clubs fueron demostrando su apoyo incondicional a los
maderistas: el 13 de junio, Julián E. Quintero daba a conocer la candidatura de Manuel
Castilla Brito para gobernador del Estado —propuesto por el Club Electoral Benito
Juárez—, a pesar de que éste se encontraba en armas a favor del maderismo. Para participar
en el proceso electoral, Castilla Brito se acogió al decreto de amnistía que expidió
Francisco León de la Barra.
Nuevamente las circunstancias militares propiciaron que Gustavo Susarte Campos
presentara su renuncia como gobernador interino, debido a los nuevos aires revolucionarios
que encabezaron los líderes locales del maderismo. En su renuncia dejó en claro los rumbos
que estaba tomando Campeche, de ahí que decidió alejarse para que “[…] puedan ponerse
en práctica los principios conquistados por la Revolución que acaba de triunfar […]”
(citado por Rodríguez, 2006: 118). La Diputación Permanente acordó el 16 de junio aceptar
la renuncia y nombrar al gobernador interino, nombramiento que recayó en Román Sabas
Flores, diputado propietario por el primer distrito de Champotón.
Como era de esperarse, Susarte Campos, por sus constantes demostraciones a favor del
porfirismo, no logró cumplir con su cometido de llevar a cabo una transición en el sistema
político campechano. Los diputados de la legislatura local insistieron en que un integrante
de su agrupación tuviera el control de la situación, por esa razón nombraron a Sabas Flores,
pero las circunstancias ya no eran las mismas, y los líderes maderistas hacían oír su voz
porque sentían que los derechos obtenidos se les estaban escapando de las manos.
La presión que ejercieron desde el momento en que Sabas Flores asumió el gobierno
fue de manera constante y los líderes buscaron el apoyo de Madero y sus correligionarios

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para que la situación cambiara. Fue así que el nuevo gobernador se vio impedido para
continuar en el cargo, al considerar que por el “[…] desarrollo de la política general de la
república, y especialmente a los intereses del estado, seriamente ligados con esa política, ha
determinado hacer, como lo hace, formal renuncia del cargo de gobernador interino […]”
(citado por Rodríguez, 2006: 118). Sabas Flores, 11 días después de haber asumido sus
funciones, presentó su renuncia ante la Diputación Permanente. Éste representó al último de
los líderes políticos que congeniaba con los científicos, que asumió momentáneamente el
gobierno del Estado para dar paso a la nueva corriente revolucionaria en la entidad.

5. Porfiristas en la XXIV Legislatura


Los diputados de la XXIV Legislatura eligieron, el 27 de junio de 1911, a Urbano Espinosa
Ramírez como gobernador interino del Estado. Al comunicarle su designación,
inmediatamente se trasladó de Mérida, Yucatán, a la ciudad de Campeche, para que el 28
tomara posesión. Con este hecho, por primera vez, el Poder Ejecutivo estuvo representado
por un maderista que había participado en Yucatán como dirigente del Centro
Antirreeleccionista.
El nuevo gobernante se encargó de encaminar a la clase política maderista al poder
gubernamental y de hilvanar sus acciones de gobierno con las del Poder Legislativo, donde
se encontraba el último reducto de los científicos campechanos. La tarea no fue fácil, pero
los aires revolucionarios en el país ayudaron para que en el territorio campechano los
políticos permitieran los avances del nuevo orden político y social.
Para llevar a buen término sus primeras encomiendas, Urbano Espinosa no se
encontraba solo, ya que se consideraba que los integrantes de la Cámara local se
identificaban todavía con el porfirismo; junto a él se encontraban los maderistas locales,
además de los peninsulares y los líderes nacionales, como José María Pino Suárez, con
quien había colaborado anteriormente.
Otra de las principales tareas que tuvo presente, fue lograr que el proceso electoral se
realizara dentro de los límites de la democracia por la que estuvieron peleando. De ahí que
en ese proceso participaron candidatos de ambas agrupaciones. Este proselitismo se
caracterizó por la participación masiva de candidatos, que desde un principio se registraron
en la contienda. Entre ellos se encontraban Manuel García Gual y Antonio I. Ramírez,

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quienes fungieron como diputados de la XXIV Legislatura. Con estas candidaturas, los
científicos insistieron en obtener nuevamente el Poder Ejecutivo, a pesar de que los
principales líderes a nivel nacional habían dejado el poder y algunos habían huido hacia
Europa. Todos iniciaron los enfrentamientos electorales, la participación fue activa tanto de
los antiguos porfiristas como de los maderistas; no obstante, poco a poco dejaron de
participar en el proceso para que únicamente quedaran en la contienda Castilla Brito y
Carlos Gutiérrez Mac-Gregor (Álvarez, 1977).
El 2 de julio se llevó a cabo el proceso electoral para gobernador del Estado y, a pesar
de que quienes se habían registrado desistieron de su participación, en la contienda
aparecieron sus nombres. El resultado favoreció a la candidatura de Manuel Castilla Brito,
quien obtuvo el triunfo sobre los once candidatos que participaron: Carlos Gutiérrez Mac-
Gregor, José Jesús Cervera, Eulogio Perera Escobar, Manuel García Gual, Urbano
Espinosa, Arturo Oliver, Eduardo Berrón Barret, Manuel Lavalle Barret, Manuel A. Lanz y
Antonio I. Ramírez. En las actas de sesiones del Congreso del Estado, del 8 de agosto de
1911, se encuentra que la junta calificadora contabilizó 6123 votos a favor de Castilla Brito,
con una diferencia de 3094, en comparación con su más cercano contrincante: Carlos
Gutiérrez Mac-Gregor, quien obtuvo 3029 votos.
Después de estas enardecidas elecciones, los diputados de la XXIV Legislatura
asumieron su papel legislativo y se limitaron a desempeñar sus actividades; comprendieron
que había concluido la etapa porfirista para dar paso a un nuevo orden político, razón por la
que no se aprovecharon de los desequilibrios maderistas cuando se desintegró el Partido
Antirreeleccionista y, frente a los intentos de asesinato de Madero, prefirieron en cambio
permanecer al margen, viendo el desarrollo del maderismo y esperando nuevos tiempos.

6. Unificación de intereses: porfirismo y maderismo en los poderes


Los diputados de la XXIV Legislatura aceptaron la integración del maderismo al Poder
Ejecutivo sin resistirse, pues ya era un hecho y no podían dar marcha atrás; lo que demostró
la posición que asumieron en relación a la corriente política del gobernador electo, que

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quedó manifestada de manera tajante cuando se rindió el informe de gobierno de Urbano
Espinosa Ramírez, el 7 de agosto.
En ese acto, los diputados escucharon el mensaje de Urbano Espinosa, quien inició con
la reseña de los acontecimientos maderistas, a los que calificó como una gloriosa
revolución de principios en oposición a la dictadura de Díaz que estuvo apoyado “[…] por
un funesto círculo político titulado partido científico” (Espinosa, 1911: 3). En ningún
momento demostraron su desacuerdo, ni en ese instante ni después, al contrario, en
respuesta al mensaje el diputado presidente, Ramón Sabas Flores, señaló que en Francisco
I. Madero veía una esperanza de regeneración y esperaba que, de acuerdo con los principios
revolucionarios, se modificaran las condiciones políticas y sociales; claro que la posesión
de Sabas Flores ya estaba marcada desde el inicio del movimiento revolucionario de
Francisco I. Madero, ya que en unión con Juan Zubaran y Enrique Castilla habían
notificado a Castilla Brito que se habían firmado los tratados de Ciudad Juárez.
Con esas palabras de los líderes de los poderes Ejecutivo y Legislativo se dejaban en
claro los cambios políticos, al hacer referencia al anterior orden social y al nuevo; a partir
de este último, los diputados marcaron su rumbo a favor de las nuevas condiciones
políticas.
Al declarar la XXIV Legislatura, el 15 de septiembre de 1911, a Manuel Castilla Brito
Gobernador Constitucional, de acuerdo con los resultados de las elecciones del 2 de julio,
los diputados ya habían delineado su rumbo a favor del gobernante. Estas circunstancias
políticas en las que se encontraban los diputados fueron reafirmadas en la toma de posesión
del gobernante campechano con la presencia de Madero.
Los poderes estatales, encabezados por Castilla Brito y los diputados que integraban
esta Legislatura iniciaron una nueva etapa y quedó atrás la corriente política que
identificaba a los diputados que habían tomado posesión de su cargo desde 1910, durante el
gobierno de Tomás Aznar y Cano, y que se caracterizaron por su filiación porfirista.
Entre las primeras acciones del Ejecutivo estuvieron la reorganización de la Guardia
Nacional, la creación de la Dirección General de Catastro, mejorar la hacienda pública,
reorganizar las instituciones de enseñanza superior como el Instituto Campechano y el
Liceo Carmelita; en la administración interior, se avocaron a la reorganización municipal
suprimiendo las jefaturas políticas, etcétera.

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Independientemente de esta unión de intereses entre los diputados y el Ejecutivo, las
manifestaciones de los políticos contrarios al maderismo continuaron en el territorio
campechano. Para fines de 1912 se dio una serie de revueltas en los límites de Yucatán con
Campeche, donde el cuerpo militar Aquiles Serdán auxilió al pueblo de Halachó para que
no fueran sometidos por los opositores al régimen. De igual manera, en Champotón el
ejército sofocó un movimiento que tenía como objetivo levantar a los peones en contra del
gobierno campechano. Después de esto, no volvieron a surgir manifestaciones en contra del
sistema, debido a la fuerza que el ejército había adquirido para entonces, pero ante la
multiplicidad de levantamientos armados en el país el Legislativo estatal concedió
facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en los ramos de Hacienda, Guerra e
Instrucción Pública.

A manera de conclusión
Los poderes del estado de Campeche estuvieron sujetos a los vaivenes políticos de un
periodo de inestabilidad, con el inicio de la Revolución mexicana. Los que participaron
activamente aprovecharon el momento para mantener la supremacía del grupo al que
pertenecían, tal fue el caso de los que asumieron el Ejecutivo local en el periodo de
transición del porfirismo al maderismo.
A pesar de que Madero había triunfado y Díaz había renunciado a la presidencia, los
porfiristas en Campeche se afanaron por no cambiar la situación en la que se encontraban e
intentaron que los gobernantes, nombrados por el Legislativo, establecieran los
lineamientos políticos y sociales para mantenerse en el Poder. Los diputados de la XXIV
Legislatura, quienes asumieron el cargo de acuerdo con los científicos, apoyaron desde el
primer momento a Porfirio Díaz, pero al dejar éste el poder nacional quedaron sin un líder,
permitiendo que el Ejecutivo fuera el que marcara los pasos que debían seguir.
Fuerzas externas tuvieron que asumir la dirigencia estatal para que se diera el cambio
político local, cuando los diputados nombraron a Susarte Campos, quien realizó su carrera
política a favor de Madero en el vecino estado de Yucatán. Desde este momento, el
maderismo que encabezó Castilla Brito asumió el poder local y varios diputados se
afiliaron a esta nueva corriente revolucionaria, aunque con una participación moderada. Es
Castilla quien logra el triunfo electoral como gobernador del Estado y marca la pauta para

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que los diputados de la XXIV Legislatura se unifiquen con el maderismo, como una
condición para mantenerse en el poder. La transición del porfirismo al maderismo dejó en
claro el paternalismo político de los campechanos, que no les permitió dirigir los cambios
revolucionarios que se estaban gestando en toda la nación.

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Hemerografía

Espinosa, Urbano (1911). Informe de Gobierno. Periódico Oficial, (2162), 15 de agosto,


pp. 1-3.
Soto, Miguel E. (1979). “Precisiones sobre el reyismo. La oportunidad de Porfirio Díaz
para dejar el poder”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de México,
México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de
México, 7, pp. 105-133.
Villalobos González, Martha H. (1993). “Las concesiones forestales en Quintana Roo a
fines del porfiriato”, en Relaciones. Estudios de historia y sociedad. Michoacán, El
Colegio de Michoacán, pp. 87-112.

Bibliografía

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del Estado.
Diccionario histórico y biográfico de la Revolución mexicana (1990). México, INEHRM, t.
I.
Garfías M., Luis (1991). La Revolución Mexicana: compendio histórico político militar,
México, Panorama.
Pino Castilla, Enrique (2010). La Revolución en Campeche, Campeche, Gobierno del
Estado.
Rodríguez Herrera, Emilio (2006). Legislaturas campechanas. Compendio histórico
(1861-2006), Campeche, LVIII Legislatura.
Sierra Brabatta, Carlos Justo (1972). Campeche en la Revolución. México, s.e.

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H ORIZONTES REVOLUCIONARIOS EN TORNO A
LA EDUCACIÓN EN CAMPECHE (1910-1936)

Miriam Edith León Méndez

Durante el periodo conocido como el porfiriato fue evidente el privilegio que gozó un
pequeño grupo: los beneficios generados por el llamado progreso únicamente atendieron
las necesidades de una parte muy reducida de la sociedad. La educación no estuvo fuera de
ese contexto, pues a pesar de que representaba uno de los medios más importante para el
logro del desarrollo de la población, ésta se caracterizó por su atención elitista (García,
1999: 40). Así, durante el gobierno de Porfirio Díaz se registró el mayor índice de
analfabetismo en todo el territorio nacional y las políticas educativas implementadas sólo
alcanzaron a la zona urbana, específicamente a una clase seleccionada e identificada con el
poder económico y político.
El panorama en Campeche no pudo ser otro, pues la educación no tuvo el impulso
necesario para solucionar los problemas que interesaban a la sociedad y que afectaban a un
porcentaje mayor de los mexicanos que vivían en las zonas rurales, entre haciendas y
rancherías. Se contaba con muy pocas oportunidades para obtener una educación, que
permitiera combatir el grave problema del analfabetismo, que crecía aún más si se
considera que la mayor parte de la gente adulta que vivía en el campo no sabía leer ni
escribir.1
Lamentablemente los avances en educación sólo alcanzaron a una población mínima,
ubicada en la capital del estado y Ciudad del Carmen. Las atenciones a la clase más
numerosa y necesitada eran nulas, la población rural aún no contaba con una educación que
los rescatara de la ignorancia que prevalecía en los campos del estado.

1
En Estadísticas sociales del Porfiriato 1877-1910 se reconoce que la población escolar era
aproximadamente de 33,896 menores de 15 años y únicamente 4,256 figuraban como alumnos de alguna
escuela oficial, atendidos por un total de 123 maestros en 1910 (1956: 27, 19 y 23); de estos estudiantes —
según Álvarez— sólo aprobaron la mitad de ellos, es decir, 2,184 (1969: p. 67). Se inspeccionaban 80
escuelas en total, 4 de ellas llevaban un sistema completo de seis años, 6 eran de cuatro años y las restantes de
sólo uno, dos o tres años.

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La Revolución Mexicana de 1910 estalló, y ello debió de significar para la educación
una verdadera demanda social y una prioridad política en la democracia social, que se
tradujera en un anhelo de solidaridad para la propagación de la cultura en las clases, tanto
obrera como campesina, pero sus contradicciones en las siguientes tres décadas marcaron
sus desatinos sociales que se incrustaron en la política educativa del país y por consiguiente
en Campeche.
El gobierno de Campeche, con Manuel Castillo Brito (1911-1913), se sumó a la
Revolución al seguir la corriente de postulados maderistas, que rescataban el mejoramiento
de la educación. Tristemente estas medidas se frustraron ante el asesinato de Madero, y
constituyó un factor que motivó el levantamiento en armas de Castillo Brito en contra del
usurpador: su lucha no triunfó y tuvo que exiliarse fuera del estado. Después de Castillo
Brito, le siguieron gobiernos interinos,2 que no tuvieron oportunidad de acción. Así las
cosas, la educación escindió.
Una de las principales prioridades, emanadas de la lucha de la Revolución mexicana,
fue asumir un proyecto nacional que permitiera cumplir con la promesa de democracia y
justicia social para todos. Esto se trató de plasmar en la Constitución Política de 1917,
donde se estipulaba el derecho del pueblo a educarse y la obligación del Estado de impartir
la enseñanza gratuita.
La Revolución fue interviniendo en la unidad de pensamiento y de propósitos en la
clase popular, se hizo sentir la necesidad de nuevas reformas educativas en el Estado; sobre
todo porque la mayoría de los campesinos de las haciendas no contaban con ninguna clase
de instrucción, es decir, no existía educación rural.
En los campos, la enseñanza era completamente desconocida, salvo muy raras
excepciones, pero aún algunas de estas escuelas eran instituciones puramente decorativas:
el maestro en la escuela pasando el tiempo y el niño con las manos encallecidas por el
trabajo y abrumado con el peso de su tarea. Por regla general, el pobre labrador gemía bajo
el látigo de los poderosos, mientras sus hijos eran condenados a la más detestable de las
condenas, a la ignorancia, para perpetuar en ellos la desgracia, para que su ignorancia fuese

2
El gobierno fue ocupado por Manuel Rojas Morano, quien a escasos días de gobierno (1-3 de julio), dejó el
lugar a Manuel Rivera (4 julio de 1913-14 de febrero de 1914). Le siguió Eduardo Hurtado Aubry (5-9 de
septiembre de 1914).

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vergonzoso eslabón que lo uniese al amo, el eslabón de la esclavitud (Mucel, 1916b: 26-
27).
Se puede decir que fue hasta el gobierno de Joaquín Mucel Acereto (1914-1919),
cuando se estabilizó el poder gubernamental en el estado. El gobierno revolucionario de
Mucel se caracterizó por defender los derechos de los trabajadores frente a las absorbentes
tendencias del capitalismo, destruyendo al latifundio y la tienda de raya, y entregando
ejidos a los campesinos. Una de las primeras obras educativas importantes en el
movimiento revolucionario del gobierno preconstitucionalista de Mucel, fue la necesidad
de organizar la Escuela de Profesores. Con tal motivo se fundó por decreto del 17 de
diciembre de 1914 una Escuela Normal de Profesores y se reformó la Ley de Instrucción
Pública de Primaria, el 26 de diciembre de 1914. La reforma consistió en impartir y
financiar la educación en todo el estado, obligando a los municipios y al gobierno a
cumplirlas. Estas medidas beneficiaron a los profesores, ya que el Estado aumentó los
sueldos, de acuerdo a las exigencias del momento.
Para hacer valer la Ley educativa, se contó con inspectores de instrucción primaria para
las tres zonas escolares que contaba el estado. Cabe recalcar que la Ley educativa del 26 de
diciembre, además de establecer enseñanza obligatoria para todos, asignó a los municipios
la obligación de establecer escuelas nocturnas para adultos, anunciando también que
ninguna persona podía tener a su servicio a niños en edad escolar sin que recibieran
enseñanza alguna, así lo declaró Mucel en su informe de gobierno (1916a: 33). Para que
esto se cumpliera, el gobierno nombró policías escolares dependientes de la Instrucción
Pública.
Otro acierto del gobierno consistió en la compra de edificios escolares como el de
“Vicente Guerrero” en el barrio de San Francisco, la escuela “Ignacio Zaragoza” en el
barrio de San Román y la escuela “José María Morelos” del barrio de Santa Ana. La
política de comprar casas-escuelas se realizó tanto en los municipios como en las villas. En
Palizada se compró la escuela “Benito Juárez”, en el Carmen el ex templo de “Santa Cruz”,
en Hecelchakán la escuela “Olegario Molina” y en Calkiní se inició la construcción de las
casas-escuelas.
Las escuelas rurales se establecieron con el decreto del 20 de diciembre de 1915, donde
se informó que la enseñanza rural sería impartida en las fincas rústicas en planteles mixtos,

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y la enseñanza sería gratuita, laica, obligatoria, nacional, eminentemente práctica y
orientada hacia las ocupaciones ulteriores del niño. De tal forma que se crearon escuelas
rurales en todas las haciendas con el propósito de favorecer al ignorante.
Estas medidas no eran fáciles de aplicar, pues dentro de la hacienda existía un modus
vivendi, donde el campesino tenía que trabajar para producir y se enseñaba a los niños a que
ayudaran a sus padres en las faenas diarias: asistir a la escuela significaba desobedecer al
amo y recibir los castigos del propietario; difícil fue, entonces, procurar la asistencia en las
aulas, y para que esto sucediera se tuvo que obligar, en algunos casos, al trabajador para
que enviara a sus hijos a la escuela. Por tal motivo se prohibió la oposición del hacendado
—en cualquier forma— a las disposiciones legales; además, se prohibió que los niños
fueran utilizados en algún servicio durante las horas que debían asistir a sus clases.
Siguiendo a Carlos J. Sierra, el propósito fue hacer, de los niños que habitaban en las
haciendas, sujetos sociales libres y no esclavos del porvenir (1961: 79).
El programa de estudio se desarrollaba en cuatro años bajo la dirección técnica y
administrativa del ejecutivo del Estado, y costeado por el propietario de la hacienda: en
1916, los hacendados se quejaban de sus nuevas obligaciones para con el Estado.
La voz de la revolución publicó: “los hacendados de Campeche y Yucatán reclaman el
alza de los precios del henequén para que puedan sostener sus haciendas, ya que además de
que ha subido el jornal del peón, la revolución les ha impuesto la construcción de escuelas
rurales (26 de septiembre de 1916: 1-2).
Para 1917, el gobierno constitucional de Mucel Acereto publicó las leyes de Enseñanza
Normal y de Instrucción Preparatoria, además financió la compra de útiles escolares para
todas las escuelas del estado. Para el año de 1918, en su 4° Informe de Gobierno apuntaba el
establecimiento de 43 escuelas rurales que funcionaban en diferentes haciendas y 72
escuelas primarias en todo el estado (1918: 13). Por medio de la Dirección General de
Instrucción Primaria se vigilaba al hacendado para que pagara oportunamente los sueldos a
los profesores.
Como se puede notar, las medidas tomadas, durante el periodo de Mucel Acereto,
beneficiaron en cierta forma la vida social del trabajador rural; pero aún así no eran
suficientes si se compara con el número de haciendas que todavía subsistían. Las
autoridades campechanas, con el afán de controlar políticamente a la población campesina,

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tuvieron que implementar ciertas acciones para mejorar el nivel de vida de los campesinos y,
por consiguiente, no importó decretar la abolición del peonaje, sin considerar el parecer de
los hacendados.
No obstante, los resultados de la Revolución comenzaban a dar los primeros frutos, y se
adoptaron nuevas ideologías educativas socialistas. En la década de los años veinte y
mediados de los treinta se tuvo como vertiente principal dos hechos históricos que
influyeron definitivamente en la sociedad: uno, la ideología emanada de la Revolución
Mexicana y, dos, la ideología de la Revolución Rusa. Ambos hechos influyeron
determinantemente para construir la ideología que fomentó el socialismo en la península de
Yucatán; corrientes radicales que se observaron en el gobierno de Ramón Félix Flores en
Campeche (1921-1924), quien, junto con el gobierno de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán
(1922-1924), formaron el Partido Socialista del Sureste.
Los gobiernos de Ramón Félix Flores y Ángel Castillo Lanz, entre otros, dieron gran
importancia a la educación al desechar lo que pedagógicamente no tenía utilidad práctica en
el desenvolvimiento del alumno, es decir, la educación burguesa. Esto fue en respuesta a las
instancias del movimiento socialista en la segunda década del siglo XX, abanderando sus
fundamentales principios educativos: 1) enseñar el respeto de los derechos campesinos; 2)
demostrar la moral de clase que condena toda injusticia contra los trabajadores; y, 3) buscar
la fraternidad de clase que unifique y proteja a los trabajadores, es decir, hacer del niño y
del trabajador un obrero, o un campesino independiente, que sea capaz de luchar por la
justicia.3 La educación que se aplicó durante estos años fue una educación proletaria con
tendencias políticas, que debía de ser francamente la que proporcionara una cultura básica
con el fin de crear una conciencia de clase, de cultura, y que desarrollara la capacidad
necesaria para luchar en contra de la clase explotadora.
En los años de 1920-1930 tuvo gran importancia el establecimiento de escuelas
primarias para niños y adultos, que se dedicaron con más tiempo a la enseñanza y al
desarrollo de las actividades culturales de la comunidad. Las autoridades educativas
celebraron varias juntas generales en vías de formular planes de trabajo que fueran
adecuados al aumento de la población estudiantil. Los puntos primordiales que se
establecían en cada plan, en la mayoría de veces, giraban en torno a mejorar la organización

3
A.G.E.C., Boletín de Obreros y Campesinos, Gobernación, Partidos políticos, s.a.

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y el funcionamiento de las escuelas, realizar campañas a favor de los anexos escolares,
mejorar el servicio de los maestros con cursos intensivos, etcétera.
Pese a los esfuerzos realizados y al interés por sacar adelante los proyectos educativos,
la educación no tuvo el impulso requerido para suplir las necesidades más elementales de la
sociedad rural: leer y escribir.
Durante el proceso de reestructuración sociopolítico, que se desarrolló en los años
posteriores a la lucha armada de la Revolución Mexicana, la educación fue adquiriendo
relevancia para los gobiernos posrevolucionarios; su trascendencia se debió a que tenían
que cumplir con lo estipulado en la Constitución Política de 1917, donde se concedió al
pueblo el derecho de educarse y al Estado la obligación de impartir la enseñanza gratuita.
El objetivo de los gobiernos de ese periodo fue que esta política educativa representara la
oportunidad de consolidar la ideología posrevolucionaria en las clases sociales, en un
proceso de reestructuración del Estado mexicano.
La política educativa que se desarrolló se caracterizó por buscar disminuir el
analfabetismo en los medios rurales y urbanos, incorporar a los indígenas a la llamada
civilización conservando los valores de su cultura, disminuir la participación del clero en la
educación (lo que ocasionó luchas político-religiosas). De la misma manera, se buscó
implementar la enseñanza sexual en las escuelas primarias y aplicar la educación
racionalista; de tal forma que la labor educativa se orientara hacia fines de organización
social.
Con ello, la educación fue adquiriendo una nueva orientación, pues su contenido fue
apoyándose en la doctrina socialista, encauzada por la unión de las agrupaciones políticas,
obreras, campesinas y educativas, quienes postulaban la necesidad de revolucionar el
laicismo a favor de una nueva política educativa.
Las llamadas casas-escuelas fueron relevantes en el campo educativo, ya que se
dedicaron a instruir a un buen número de niños, jóvenes y adultos que no sabían leer ni
escribir. Fue muy trascendente por la actividad social que desarrollaron y por los métodos
que aplicaron; sin embargo, esta enseñanza estuvo influenciada por la ideología de la
iglesia y del Estado. Estas reformas buscaban resolver algunos problemas concretos que
afectaban a la sociedad.

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Durante el año 1934 se reformó del artículo 3º de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, que estipuló que la educación que impartiría el Estado se
caracterizaría por ser socialista, sustituyendo el término “enseñanza laica” por “enseñanza
socialista”.
Durante el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940) y de Manuel Ávila Camacho
(1940-1946), la educación estuvo caracterizada por ser socialista, pero cada sexenio le dio
su propia particularidad. El primero adquirió una tendencia anticlerical radical y su
contenido estuvo limitado a los términos posibles, dentro de la Constitución. Su política
educativa, al igual que su gobierno, representó el ideal de la utopía mexicana porque fue
algo paradójico: ni capitalista ni comunista. Fernando Benítez dice que el propio Cárdenas
lo señaló: “No hay en México un gobierno comunista; nuestra Constitución es democrática
y liberal con algunos rasgos moderados de socialismo...” (1978: 171). La política educativa
de Manuel Ávila Camacho, en cambio, se enfocó más a la unidad nacional, ya que buscó el
nacionalismo mexicano. Esta orientación atenuó las tendencias antirreligiosas que se
presentaron durante el cardenismo.
En Campeche, los maestro de primarias, secundarias y nivel superior rindieron protesta
a la política educativa llevada a cabo por el cardenismo y buscaron cumplir con sus metas
porque la mayoría de ellos estaban afiliados al Partido Socialista Agrario del Sureste
(PSAS), que en esos momentos se encontraba en proceso de aglutinación al Partido
Nacional Revolucionario.
La principal característica que presentó la política educativa socialista fue la
integración del bloque revolucionario de maestros y las Misiones Culturales. Los dos
jugaron un papel significativo: el primero organizó a los maestros para intensificar su
participación en la política local, propiciando cierta inestabilidad en su organización. El
segundo intentó capacitar a los maestros para que impartieran la educación socialista y
organizó las escuelas rurales en los lugares más apartados de los centros urbanos.
Esta política permitió que la educación tuviera un notable desarrollo en el estado, ya
que los gobernantes estatales Eduardo Mena Córdoba y Héctor Pérez Martínez combatieron
el analfabetismo. Esta labor se intensificó durante el sexenio de este último. De tal manera
que la educación “socialista” en Campeche tuvo ciertos avances notorios por la gran

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cantidad de escuelas que surgieron para educar a los grupos que antes se encontraban
marginados.
La reforma del artículo 3º de la Constitución Política restringió, en mucho, la ideología
religiosa, sustituyéndola por una nueva que tenía como objetivo convertir a las instituciones
escolares en agencias de progreso para las clases sociales. Por esta razón consideraron
dirigirla hacia las clases trabajadoras, obreros y campesinos, con un programa educativo
que estuviera de acuerdo con sus actividades económicas y con un enfoque nacionalista.
Por ejemplo:

[...] la geometría se tendió a puntos de importancia relativa a agricultores,


albañiles, carpinteros, modistas, comerciantes. De historia y geografía se tocaron
los puntos más (sobre) salientes (de la historia), como la Conquista de México, la
Guerra de Independencia, la Fundación, etcétera.4

La enseñanza socialista no se desarrolló con facilidad porque los profesores de las


escuelas para trabajadores —escuelas nocturnas—, de enseñanza primaria, secundaria y
normal no estaban preparados para impartir la nueva política educativa; es más, algunos no
sabían en qué consistía. Aunque cabe señalar que en la segunda década del siglo XX tuvo
lugar el movimiento socialista que pugnaba por la educación de la misma, pero a diferencia
de ésta la educación que se estableció en la reforma del artículo 3ª constitucional se abocó
poco más a la culturización.
La Dirección de Educación Federal envió misiones culturales a los estados de la
República mexicana para explicar a los maestros la educación socialista; en Campeche,
durante el mes de abril, la Misión Cultural integrada por la profesora Leonarda Gómez de
Franchi (Jefe de la Misión), Alfredo Palacios (Comisión de Cultura Física), José Tapia
(Organizador rural), profesor Armando C. Franchi (de Artes Plásticas), profesora Isabel
Betancourt de K. (Comisión Organizadora), el operador Crescencio Arellanos y el
enfermero Concepción Borja visitaron los poblados de Calkiní, Hecelchakán, Dzibalché,
Ciudad del Carmen y la capital del estado, entre otros, donde se realizó la integración de los
maestros para orientarlos hacia la nueva política.5

4
Archivo Municipal de Campeche, año 1935: exp. 125.
5
Diario de Yucatán, n. 3091, Mérida, 11 de abril de 1936, p. 4.

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Entre los resultados de la nueva orientación educativa se encontró la integración del
Bloque de Maestros Revolucionarios que se encargó de trabajar y de tratar asuntos de suma
importancia para el desarrollo de la educación, además se instauró el Instituto de Misiones
Culturales que se encargó de llevar la educación y la cultura a todos los rincones del estado
de Campeche. Estas nuevas agrupaciones, junto con las autoridades estatales, federales y
municipales, lograron construir en las poblaciones del estado escuelas para la educación
primaria y secundaria; por lo que en algunas poblaciones se dejaron de impartir clases en
las llamadas casa-escuela.
Las ligas de resistencia del Partido Socialista Agrario del Sureste se sumaron a la
política educativa del gobierno de Lázaro Cárdenas, y en sus reuniones trataban asuntos
relacionados con la necesidad de aplicar esa política.6 La participación de estas ligas ayudó
a difundir la política educativa socialista en las poblaciones donde existían intereses
políticos y facilitó la integración de los grupos marginados del estado que se dedicaban al
trabajo de la tierra.
Las autoridades educativas tuvieron gran celo en la aplicación de la reforma educativa,
tanto que, entre los meses de agosto a febrero de 1936, Campeche vivió una
reestructuración en el ramo educativo. En este periodo se presentaron varios paros en las
escuelas del estado que tuvieron como objetivo que el gobierno suspendiera los impuestos
que cobraba al magisterio y que los maestros, que se encontraban en las poblaciones
apartadas de los principales centros urbanos, ya no fueran objeto de los malos tratos que
recibían de los comisarios.
Las huelgas y los paros que realizaban los maestros fueron apoyados por las
agrupaciones obreras y campesinas, por la Federación de alumnos del Instituto
Campechano y de la escuela de jurisprudencia. Aunque no todos los maestros del estado
participaban porque algunos se encontraban preocupados por enseñar la nueva educación:
“[...] los maestros que trabajan en las escuelas [están] en atención de lograr que la

6
Archivo Municipal de Campeche, año 1934: exp. 110. La Liga de Campesinos de Nohakal mencionó que
“[…] existen poco o menos de 26 niños de ambos sexos en edad escolar que no concurren a educarse a alguna
escuela civil, porque no la hay en ésta [Nohakal], proponiendo dirigirse a la Liga Central, para gestionar la
implantación de un plantel educacional con el objeto de que los aludidos niños no caigan en las garras de la
ignorancia, que es la fuente de todos los males: y [a] que [es] una de las principales miras del Plan sexenal del
Gobierno en nuestra República la culturización de sus habitantes [...]”.

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educación socialista sea una realidad en el medio en que trabajan”;7 y otros no estaban de
acuerdo con el tiempo que duraría la huelga.8
El Bloque de Maestros Revolucionarios desarrolló una labor de organización en las
agrupaciones magisteriales del estado y su tendencia agravó más los paros porque querían
que la educación se desarrollara igual en todas las escuelas.9 También participaron en
algunos problemas sociopolíticos de los obreros, como fue el caso de la huelga que
realizaron los ferrocarrileros en 1935, en busca de su reivindicación salarial.
Cabe señalar que el artículo 3º prohibía a las corporaciones religiosas establecer o
dirigir escuelas primarias si no se sujetaban a sus disposiciones.10 El gobierno campechano
se propuso aplicar este precepto propiciando que los maestros organizaran “incineración de
santos”, es decir, los profesores atacaron a la iglesia en lugar de excluirla de la educación.
Las autoridades comunitarias se opusieron a los maestros y apoyaron a los religiosos
levantando al pueblo en contra de las escuelas. Esto propició que el gobierno participara,
haciendo que las autoridades apoyaran a los maestros en la aplicación de la política
educativa socialista y resolviera los conflictos entre los maestros y la iglesia católica.
Las sanciones que imponía el artículo 3º constitucional a las escuelas particulares
fueron aplicadas en Campeche entre los años de 1935-1936; periodo durante el cual
existían más de cincuenta escuelas particulares que trabajaban de manera clandestina.11
Estas escuelas fueron clausuradas por la Comisión de Instrucción Pública del estado al no
cumplir con lo estipulado, ya que instruían a la niñez campechana, principalmente a los
párvulos, primarios elementales y primarios superiores, con programas de tendencia
religiosa.

7
Archivo Municipal de Campeche, Acta de Sesiones del H. Ayuntamiento, 1935.
8
Diario de Yucatán, n. 1750, Mérida, 26 de febrero de 1935: p. 5: “[...] ondeó en los edificios de las escuelas
de Ciudad del Carmen la bandera, durante 48 horas. [Además…] en Campeche, en la escuela federal mixta
No. 3 del barrio de San Román, se reunieron profesores federales de la capital y algunos del pueblo del
camino real donde no aceptaron el paro de 48 horas”.
9
Ibid, n. 2005, Mérida, 9 de octubre de 1935: p. 6: “[...] que las escuelas municipales se incorporen para que
la educación sea uniforme, y que en caso de que no se incorporen y funcionen de manera clandestina sean
clausurados de acuerdo con la ley”.
10
Diario Oficial de la Federación, 1934: p. 849: el Decreto que reformó el artículo 3º y la fracción XXV del
73 Constitucionales señala “[…] además de excluir toda doctrina religiosa, combatiera el fanatismo y los
prejuicios para lo cual organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un
concepto racional y exacto del universo y de la vida social”.
11
Cf. Archivo Municipal de Campeche, 1936; exp. 130.

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La educación que se pretendió establecer en las escuelas campechanas —a partir de la
segunda década hasta la cuarta del siglo XX— buscó integrar a las clases a los educandos e
impulsarlos, para posteriormente combatir el fanatismo y prejuicios religiosos; más
adelante buscó preparar al educando para enfrentarse con sus deberes de solidaridad con
sus compañeros de clase, y que la educación superior se orientara hacia la educación
técnica. A pesar de sus logros, la educación no cumplió plenamente con los objetivos
planteados, ya que se limitó por la política económica del gobernante en turno, por la
deficiente preparación del magisterio y por las pugnas político-religiosas que se gestaron a
raíz de la implantación de la nueva política establecida; lo que conllevó a grandes
contradicciones en su aplicación e interpretación. Todo ello propició que la educación
socialista fuera, hasta cierto punto, efímera en el estado de Campeche.

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BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Barret, Luis (1969). El maestro Beauregard y la educación en Campeche,
Gobierno del estado de Campeche, Campeche.
Benítez, Fernando (1978). Lázaro Cárdenas, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
Cosío Villegas, Daniel (et al). Historia general de México, t. II, El colegio de México.
Estadísticas Sociales del Porfiriato 1877-1910, 1956. Secretaría de Economía, Dirección
General de Estadística, México.
Informe del Congreso Nacional de Educación Primaria (1911). Instrucción Pública, t. I.
Guadalupe García, Clara. Mayo de 1999. Algunos aspectos de la educación en el porfiriato,
La Gaceta CEIHIPO, t. II. n. 24, México.
Money Huitrón, Guadalupe (1985). Política educativa de la Revolución 1910-1940, SEP,
Cien de México, México.
Mucel Acereto (1916ª). Joaquín. Informe de Gobierno, Campeche.
(1916b). 1° y 2° informe de Gobierno, Campeche.
(1918). 4° Informe de gobierno, Campeche.
Sierra, Carlos J. Acción gubernamental en Campeche, s/a.
Sierra Méndez, Justo (1957). Evolución política del pueblo mexicano, UNAM, México,

FUENTES DOCUMENTALES
Archivo General del Estado de Campeche
Archivo Municipal de Campeche.

HEMEROGRAFÍA
La voz de la revolución. 1916.
Diario de Yucatán, 1935 y 1936.
Diario Oficial de la Federación. 1934.

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C
ampeche, Revolución y Ley Seca. La lucha política
durante el gobierno de Joaquín Mucel

Fernando Cab Pérez

Introducción

El quehacer benéfico de los gobiernos surgidos de la lucha armada de 1910 encerraría un


supuesto espíritu de regeneración de la vida social que rechazó los vicios y otras formas
degenerativas de las conductas ejemplares. No obstante, detrás del discurso revolucionario
de las campañas antialcohólicas existía un trasfondo económico que tuvo como fin esencial
la obtención de recursos monetarios mediante la reglamentación del lucrativo consumo de
alcohol (Méndez, 2004:10).
Durante el periodo de Venustiano Carranza (1915-1920), algunos jerarcas militares
impusieron estrictas medidas de vigilancia cuyos alcances resultaron extremos en no pocos
casos: fueron clausuradas numerosas cantinas, casas de cita, centros de apuesta y fue
prohibido el consumo de alcohol. Sin embargo, cabe mencionar que el primer jefe del
constitucionalismo no fue capaz de frenar a los militares que tenía bajo su control y poco a
poco éstos fueron transformándose en auténticos caciques regionales a través de alianzas
con los representantes del poder económico de los territorios que resguardaban.

Las primeras leyes antialcohólicas en la península de Yucatán


En Campeche, el carrancista Joaquín Mucel Acereto, fue el primer gobernador en la
península de Yucatán en decretar reglamentos restrictivos de los expendios alcohólicos en
1914, justamente a su arribo a la ciudad capital, “[…] como medida de orden, pues a causa
del licenciamiento de la guarnición ex federal y de la llegada de las fuerzas
constitucionalistas, no hubiera sido remoto que la embriaguez hubiera provocado
desórdenes y quizá colisiones entre licenciados y fuerzas de Gobierno”.1 Cabe subrayar que

1
Fondo Reservado Biblioteca Campeche (FRBC). Informe que rinde ante el ciudadano Primer Jefe del
Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, el ciudadano general Joaquín

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estos decretos se pusieron en marcha de manera paulatina, a diferencia de las leyes
yucatecas expedidas por Salvador Alvarado, que fueron inmediatas.
En el ramo político y administrativo, a escasos días de asumir las riendas del ejecutivo
estatal, Mucel Acereto impuso un férreo control militar con la disolución del Poder
Legislativo y otras leyes de origen huertista por considerarlas ilegítimas (Pasos, 2010: 184).
Durante su gobierno fue investido de facultades extraordinarias y expidió la convocatoria
para la instalación de una Legislatura afín a sus intereses políticos, que respaldó las
numerosas reglamentaciones del gobernador a favor de los trabajadores del campo y redujo
la hegemonía de algunos hacendados (Abud, 1992: 133).
La Legislatura concedió al gobernador amplias facultades para expedir una ley de
alcoholes cuando éste lo juzgara conveniente mientras aquélla estuviera en receso
(Rodríguez, 2006: 131). En los inicios de la administración del general, ya se observaba
una tendencia a imponer un freno al consumo y distribución de líquidos embriagantes a
través del cumplimiento de ciertas reglas de orden e higiene y de alza de cuotas en las
cantinas, así como de persecución rigurosa de los juegos de azar clandestinos. Según
Mucel, estas reglas disminuirían notablemente el vicio de la embriaguez en el estado y
quienes no la acataran serían severamente castigados.2
En este escenario, los grupos antagónicos al mucelismo entablaron una férrea lucha a
través de la prensa subvencionada por antiguos terratenientes,3 acentuando en su discurso la
mansedumbre de la XXVI Legislatura hacia todas las decisiones del gobernador,
principalmente contra las facultades extraordinarias que el Congreso le otorgó en el ramo
de Hacienda con el fin de enviar la Ley del Estado Seco, que entró en vigor a principios de
1918.4 Los opositores criticaron duramente a la Revolución mexicana, que era definida por
Mucel Acereto como una empresa reconstructora y salvadora (Gantús, 2003: 73).

Mucel, Gobernador y Comandante militar del Estado de Campeche. Imprenta del Gobierno del Estado. 1916.
p. 5.
2
FRBC. Informe que rinde […]. pp. 8 y 10.
3
El más importante fue el diario Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente, que llevaba por
eslogan “De oposición intransigente con todo lo malo”, dirigido en un primer momento por Francisco Duarte
Cicero y después por Ramón Santamaría. Este periódico representó, más bien, a quienes en algún tiempo
detentaron privilegios políticos y económicos sustentados en el usufructo de la tierra y más adelante pudo
ganarse las simpatías de los comerciantes en desacuerdo con el monopolio de las actividades económicas de
Joaquín Mucel.
4
Archivo General del Estado de Campeche (AGEC) Los sucesos de Campeche. Semanario liberal
independiente, Campeche, 8 de septiembre de 1918, no. 8, pp. 1 y 2.

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El monopolio del comercio de alcohol
Como en la mayoría de los casos, el régimen de la Revolución en Campeche impulsó a un
conjunto de hombres de negocios, quienes supieron sacar provecho de las circunstancias
políticas y económicas. Las leyes que impedían la fabricación, comercio y consumo de
bebidas embriagantes en gran escala afectó severamente a los dueños de las tabernas,
emergiendo en su lugar un poderoso monopolio: el de Jacinto Zapata, hacendado y
lugarteniente del gobernador (Rodríguez, 2010: 135).
Zapata obtuvo la concesión exclusiva de abrir cantinas para expender licor al público y,
desde marzo de 1917, fue acusado de entregar a Mucel Acereto la benéfica cantidad de
1000 pesos diarios, más 500 pesos por consentir la proliferación de centros de juego
ilícitos,5 contradiciendo la retórica oficial que presumía la rigurosa persecución de los
juegos de azar.6
La doble moralidad de los funcionarios fue duramente cuestionada, en especial la
controvertida Ley Seca, que se convirtió en fuente de explotación de un actor político en
complicidad con el ejecutivo estatal y con el consentimiento de una Legislatura
“convenienciera y acomodaticia”.7 La venta de alcohol reportó profusas ganancias a la
dupla Zapata-Mucel, gracias a los pagos de una compañía chiclera estadounidense, la
“Mexican Explotacion Company”. La dinámica del cobro consistía en que un presunto
subjefe del Depósito de Alcoholes, representando a Zapata, recogía el dinero por la compra
de numerosos barriles de aguardiente, mientras que un individuo a nombre del gobernador
recibía un giro en dólares cada tres o cuatro días.8

El gobierno mucelista combate el contrabando de alcohol


La alianza Zapata-Mucel no permitía competencia de ninguna índole, prueba de lo anterior
fue el despojo de numerosas cajas de alcohol perpetrado en una pequeña embarcación

5
Hemeroteca Enrique Hernández Carvajal. Universidad Autónoma de Campeche (HEHC/UAC). Claridades.
Periódico independiente de combate e información general. Mérida, Yucatán, 30 de agosto de 1919, no, 78,
p. 1.
6
Informe que rinde […]. p. 9 y 10.
7
Los sucesos […]. p. 2.
8
Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente. Campeche, 15 septiembre de 1918, no. 9, p. 3.

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varada en la bahía, para el cual las autoridades no tenían jurisdicción.9 El barco era
propiedad del comerciante Eduardo Berrón Mucel, quien comisionó a Candelario Conde y
Rafael Ferrer B. para la operación de compra-venta del producto con José Trinidad Boccio
en el muelle contiguo al barrio de La Ermita.10
Berrón Mucel denunció ante el juez de distrito los hechos y, en su declaración, reportó
el robo con violencia de 29 cajas, además argumentó que trabajadores del “Tranvía Dondé”
observaron en la madrugada, frente al “Circo Teatro Renacimiento”, una carreta cargada
con cajas de alcohol en dirección al centro de la ciudad,11 conducido por José Cú y
custodiada por dos carruajes, en uno de los cuales iban Jacinto Zapata y un colaborador
militar del gobernante carrancista de apellido Lezama.12
Las afirmaciones del agente de la policía Leocadio Burgos, junto con otros dos
guardianes del orden, fueron decisivas en la liberación de los presuntos culpables del
atraco.13 Según los gendarmes, cuando sorprendieron a la tripulación infractora luego de
una exhaustiva vigilancia en espera de su captura, la descarga ya se había realizado sin
ningún otro incidente de por medio.14
Leocadio Burgos fue un nombre constante en la prensa anti-mucelista, especialmente
célebre por ejecutar los cateos en distintas bodegas de la ciudad de manera ilícita bajo las
órdenes del juez de lo criminal Eduardo Méndez, amén de estar muy involucrado con el
gobernador en el contrabando de alcohol. El caso más notorio fue la querella hecha por un
sujeto de apellido Ávila, quien al parecer era partidario de Jacinto Zapata, en contra de

9
Los detractores argumentaban que al verificarse en zona marítima y no tierra adentro, no había delito que
perseguir. (AGEC). Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente. Campeche, septiembre 22 de
1918, no. 10, p. 2.
10
(AGEC) Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente. Campeche, septiembre 29 de 1918,
no. 11, p. 1.
11
El dueño del “Tranvía Dondé” era el comerciante Salvador Dónde, a quien Joaquín Mucel le confiscó todas
sus propiedades por negarse a pagar la cantidad de 40 mil pesos por contribución de guerra. Así, plantíos de
henequén comenzaron a ser administrados por el gobierno estatal y, peor aún, el ganado de sus fincas fue
sacrificado, además de las mulas que jalaban el tranvía. Teniendo este antecedente, no debe descartarse que,
en una acción conjunta con Eduardo Berrón Mucel, el propio Dondé estuviera detrás de esta acusación, en el
cual sus trabajadores aseguraron haber visto un cargamento de alcohol con dirección a la ciudad. Archivo
Histórico de la Casa de la Cultura Jurídica “Ministro Pedro Guerrero Martínez.” (AH/CCJ/MPGM) Juzgado
1º. de Distrito. Serie Penal. Caja 1. fs. 107.
12
(AH/CCJ/MPGM) Expediente instruido en averiguación del delito de robo con violencia, denunciado por
Eduardo Berrón Mucel. Serie Penal. Caja 207. Expediente 50. Año 1918. f. 12.
13
De acuerdo con los afectados, los culpables del hurto violento eran Luis Cárdenas, José Mercedes González
y Alfonso Navarro, quienes fueron puestos en libertad bajo protesta. Ídem. f. 186.
14
Ídem. f. 182.

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Eligio Guerrero Quero por robo de alcohol y unas cajas que se encontraban en el almacén
de éste.15
La fama de Burgos como personaje arbitrario sobrepasaba los límites de la legalidad de
acuerdo a la nota periodística aparecida en Los sucesos de Campeche, espacio donde se
culpó a Burgos de exigir 50 pesos, con pistola en mano, a un peluquero, so pretexto de
haberlo sorprendido en una encerrona en su taller, por otro lado, la denuncia menciona que
se hacía de la vista corta en el asunto de Zapata, en cuyo domicilio proliferaban los
juegos.16
El criterio de cumplir con las leyes restrictivas relacionadas con la circulación de
alcohol era distinto cuando se trataba de barcos pertenecientes al gobernador y su socio
comercial, así ocurrió con los veleros “Lucero del Alba” y “Cuatro Hermanos”, que
arribaron al puerto campechano con más de un millar de cajas con bebidas alcohólicas y en
espera de 500 cajas más, listas para ser enviadas a los ingenios de Veracruz.17
Extrañamente, la suerte del vapor nacional “Tehuantepec” fue desigual cuando hizo
escala en el puerto, pues de su interior fueron sustraídas dos cajas de alcohol. A este
acontecimiento hay que agregarle que 18 latas de bebidas embriagantes resultaron
agujereadas. La inconformidad fue inmediata y las sospechas recayeron hacia quienes
intervinieron en la descarga del producto y, principalmente, en los custodios del
cargamento, quienes habían sido designados por Jacinto Zapata. Como respuesta, las
víctimas señalaron que “[…] para lo sucesivo, se tenga mayor cuidado con los vigilantes
que pone el referido Sr. Zapata, a fin de evitar sustracciones y abusos de la misma
índole”.18

Estrategias contra la competencia


Los cateos de las fuerzas policíacas continuaron sin cesar en diversos establecimientos de la
ciudad capital, asegurándose 30 cajas más de los hermanos Bernés Ortiz e ingresándolas a
15
(AGEC) Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente. Campeche, noviembre 3 de 1918, no.
16, p.2.
16
Los sucesos […], no. 10, p. 2 y 3.
17
Los sucesos […], no. 10, p. 3.
18
(AH/CCJ/MPGM). Expediente abierto en averiguación de los delitos de robo y destrucción de propiedad
ajena, cometidos en una cantidad de alcohol consignada a los sres. José María Llovera F. y Hermano. Serie
Penal. Caja 210. Expediente 87. Año 1918. f. 10.

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un depósito de Mucel Acereto, además de arrebatarle a la tripulación de Rogerio Silva una
numerosa cantidad del embriagador líquido.19 Este caso derivó en una polémica orden de
aprehensión en contra de este comerciante por órdenes del juez Eduardo Méndez,
supuestamente por resistencia y lesiones a la policía con armas de fuego al verse
descubierto. Silva se defendió mediante un amparo arguyendo que fueron los empleados de
Jacinto Zapata quienes inventaron todo para culparlo de actos vandálicos.
En sus declaraciones, el presunto responsable mencionó que la descarga del
aguardiente se realizó frente al cementerio del barrio de San Román por instrucciones de
Eduardo Salazar, quien resultó cómplice de los asaltantes; y que éstos, tras cometer el robo,
acudieron a la policía a denunciar los hechos haciéndose pasar como víctimas de la
agresión, no sin antes lanzar una serie de disparos contra su personal. A decir del señor
Silva, el ataque fue un pretexto para que las autoridades acudieran al lugar y así conducir el
cargamento al Depósito General de Alcoholes del Gobierno del Estado, pues las
autoridades estatales no podían perseguir el delito de contrabando porque el desembarco
ocurrió en zona marítima, de competencia exclusivamente federal.20
En contraste, la versión oficial rompía con los testimonios del supuesto transgresor:
Eduardo Salazar era realmente el inspector de alcoholes, quien expuso que el señor Silva se
acercó a él para proponerle el descenso de una cantidad de licor a cambio de una
gratificación en dinero. Sin embargo, simuló ponerse de acuerdo con aquél a fin de
enterarse de sus planes y sorprenderlo más fácilmente en la infracción.
Acto seguido y cuando Rogerio Silva se retiró, informó de las acciones ilegales al
inspector Ángel Pérez, quien arribó sigilosamente a la zona de desembarco en compañía de
sus hombres, escondiéndose entre las hierbas. En un santiamén, los otros escoltas del
cargamento se dieron cuenta de la presencia de los policías y huyeron, justo en ese
momento visualizaron el cayuco que transportaba las cajas.
Una vez en tierra, el conductor de la embarcación, sin saber con quienes negociaba, se
acercó a los gendarmes procediendo a bajar el cargamento. De pronto apareció en un barco
el señor Silva, alertando al resto de los traficantes e interrumpiendo las operaciones; cuando

19
(AGEC) Los sucesos de Campeche. Semanario liberal independiente. Campeche, 27 de octubre de 1918,
no. 15, p. 2.
20
(AH/CCJ/MPGM) Juicio de amparo promovido por Rogerio Silva, contra actos del Juez de lo Criminal del
1er. Distrito Judicial del Estado, por violación de los artículos 14 y 16 constitucionales. Serie Amparos. Caja
209. Expediente 76. Año 1918. f. 1.

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parecía que se daba a la fuga, el presunto delincuente regresó a la orilla de la costa con una
carabina y disparó hacia los policías, logrando herir a uno de éstos.
Las anteriores evidencias fueron complementadas con la de los otros guardianes del
orden y, por supuesto, la mayoría coincidía; además uno de los testigos abundó que no se
desató una persecución porque estando mar adentro el señor Silva no podía ser detenido al
tratarse ya de un área de jurisdicción federal.21
En tanto el mucelismo limpiaba la ciudad de cualquier foco de contrabando de alcohol
a través de las instituciones judiciales y las corporaciones policíacas bajo el mando de
Benjamín Negroe,22 proliferaban otros centros de vicio como el “Hotel Cuauhtémoc”. En
este lugar, el consumo de licores prohibidos fluía en un escandaloso ambiente de libertinaje
tolerado por las autoridades municipales,23 y permitiendo la existencia de expendios
públicos de aguardiente en casas non sanctas.24
Por otro lado, en la feria del Señor de San Román cada año se incrementaban los
juegos y las cantinas.25 Cabe destacar que el margen de acción ilegal de bebidas alcohólicas
se extendió hacia el interior de la geografía estatal, específicamente en el norte de la
entidad: en el municipio de Calkiní y la villa de Hecelchakán. Veamos.

La Ley Seca: letra muerta en el Camino Real


En Nunkiní, pueblo situado en el municipio calkiniense, el comisionado de Policía Miguel
Lizárraga F. imponía multas a los vecinos por no regar los frentes de sus casas, pero hacía
caso omiso a la venta clandestina de aguardiente en pleno estado seco, sobre todo los
sábados y domingos, pues era común observar a los borrachos cargando litros y latas llenas

21
Ídem, fs. 8, 9, 10 y 11.
22
Este controvertido personaje también fue diputado en la XXVI Legislatura con carácter constituyente
representando al II distrito que correspondía a El Carmen. Rodríguez Herrera, Emilio. Legislaturas […], p.
128.
23
Según los detractores del mucelismo, en el famoso hotel se ejercía la prostitución, además de que un
“invertido” —homosexual—, ofrecía sus favores a quienes lo solicitaran, el lugar estaba lleno de personas
desnudas y había toda clase de juegos de azar. Los sucesos […], no. 16, p. 2.
24
Los sucesos […], no. 10, p. 3.
25
(HEHC/UAC) Claridades. Periódico Independiente de Combate e Información General. Mérida, Yucatán,
16 de agosto de 1919, no. 66, p. 2.

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de alcohol mientras el munícipe nunkiniense, Rafael Pinto S., nunca tomó cartas en el
asunto para combatir el problema.26
Durante las campañas electorales, también en esta misma población y en completo
estado de ebriedad, los seguidores de Enrique Arias Solís, el candidato oficialista a la
gubernatura, vapulearon a uno de los partidarios del aspirante anti-mucelista Fernando
Mateo Estrada, del club o partido político “Pro-Campeche”. En vez de ser castigados, la
Alcaldía municipal condujo a los ebrios agresores a sus casas e impuso una multa de 10
pesos a Fidencio Suárez, el lesionado.27
En la villa de Hecelchakán la trama no era distinta a la nunkiniense, pues en este lugar
el control de los burdeles estaba en manos de un sujeto de nombre Manuel Ramón, en
contubernio con el presidente municipal, Santiago Guerrero. El dueño de la más importante
casa de juegos invitaba a participar a los oriundos de la villa, quienes derrochaban grandes
cantidades de dinero y los clientes ganadores eran golpeados para devolver el efectivo, de
tal manera que la casa nunca perdía,28 por supuesto, la propiedad del señor Manuel Ramón
también era territorio de consumo de la embriagadora bebida.
Para mala suerte de aquellos que se atrevieron a alzar la voz contra las violaciones de
la Ley Seca, en respuesta fueron reprimidos por las decisiones del jefe de las fuerzas de
seguridad, Benjamín Negroe. Como ocurrió a Fernando Guerrero Méndez, lastimado por
los golpes de los gendarmes después de un viaje a la capital de la República para
entrevistarse con el ministro de Gobernación, Aguirre Berlanga. En dicha audiencia,
Guerrero Martínez expuso al funcionario federal las tropelías del estado seco y la
imposición de Arias Solís en el Gobierno campechano.29

26
(HEHC/UAC) Claridades. Periódico Independiente de Combate e Información General. Mérida, Yucatán,
16 de agosto de 1919, no. 66, p. 2.
27
(HEHC/UAC) Claridades. Bi Semanario Independiente de Combate e Información General. Mérida,
Yucatán, 25 de mayo de 1919, no. 33, p. 2.
28
Uno de los ejemplos le ocurrió a habitante de origen chino, Manuel Won; éste fue duramente estropeado y
resolvió dirigirse a la capital del estado para exponer su queja ante la autoridad competente. (HEHC/UAC)
Claridades. Periódico Independiente de Combate e Información General. Mérida, Yucatán, 21 de agosto de
1919, no. 70, p. 3.
29
Claridades […], no. 78, p. 2.

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El asalto a la embarcación “Amada Díaz”
El modus operandi de Jacinto Zapata para hurtar a las embarcaciones de su cargamento de
bebidas embriagantes continuó frente al puerto campechano y, como prueba de ello, fue la
denuncia presentada por Manuel Sales Díaz, armador de la canoa-motor nacional “Amada
Díaz.” El desarrollo de las acusaciones se convirtió en un extenso proceso en el que ambas
partes mostraron sus evidencias, un enmarañado pleito en el cual ninguno estaba dispuesto
a rendirse.
El bando demandante exhibió a la tripulación víctima del asalto, que declaró
encontrarse en la canoa cuando cinco sujetos fuertemente armados con pistola y con los
rostros cubiertos subieron a bordo, golpeando al cocinero y amenazando de muerte al
camarero para que les dijera dónde se encontraban las cajas de alcohol. Entonces, ante el
riesgo de un posible atentado a su vida, éste cedió e indicó a los ladrones que su objetivo se
encontraba en la bodega; de inmediato sustrajeron 50 cajas del producto y huyeron en otra
embarcación.30
Entre las pesquisas del propio Sales Díaz proporcionadas por Miguel García, quien
aseguró haber recibido la oferta de participar en el robo y jamás aceptó, salieron a relucir
los nombres de los presuntos malhechores y fueron dados a conocer a las autoridades
campechanas. Sin embargo, fue la demora de éstas lo que obligó al denunciante a acudir a
las instancias federales protestando enérgicamente:

Por todos es bien sabido que actualmente existe en Campeche, una sociedad
bien organizada, que explota descaradamente el nefasto comercio del alcohol, por
medio de una verdadera red de empleados que encubiertos con credenciales de
Inspectores de alcoholes atropellan y despojan a cualquiera que en manera alguna
pretenda dedicarse a cualquier rama del comercio, no importa cuál sea.
El empleado de esa negociación D. Jacinto Zapata cuenta con un numeroso
contingente de empleados, y todos ellos con el carácter de Inspectores de

30
(AH/CCJ/MPGM) Expediente abierto en averiguación del delito de robo de (50) latas de alcohol,
denunciado por Manuel Sales Díaz. Serie Penal. Caja 210. Expediente 89. Año 1918, fs. 4 y 5.

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alcoholes, se encuentran a su servicio, y todos en suma, patrullan de noche la
Ciudad, so pretexto de una vigilancia estricta.31

El señor Sales Díaz solicitó la aprehensión de Jacinto Zapata y de sus subalternos:


Teófilo Pérez Torres, Facundo Ramos, Emilio Vázquez, Eduardo Salazar, Faustino
Rodríguez, José Pérez y Lorenzo MacGregor, como presuntos responsables del delito de
robo. El Agente del Ministerio Público Federal ordenó la aprehensión y detención de José
Pérez y Lorenzo MacGregor, quienes finalmente fueron capturados en Mérida y llevados a
comparecer luego de una exhaustiva búsqueda.
MacGregor confesó haber sido oficinista de Zapata, pero que desde hacía mes y medio
ignoraba los negocios de su ex jefe porque al momento de su detención trabajaba para
Joaquín Mucel y no conocía a ningún Miguel García;32 al tiempo que José Pérez también
confesó ser un ex vigía de Zapata, aunque de un rango menor, ya que arriba de él existían
empleados de mayor jerarquía. Finalmente ambos fueron puestos en libertad absoluta.33
No obstante, Jacinto Zapata no pudo zafarse tan fácilmente de las denuncias que lo
involucraban por el delito de robo de 50 cajas de alcohol, pues ante la insistencia de la parte
acusadora, y sabiendo que aquél se encontraba en Mérida, el juez yucateco giró una orden
de aprehensión en su contra, haciendo la aclaración de que los empleados de ese Juzgado
meridano no tenían nexos con el acusado.34
En su defensa, Zapata promovió un juicio de amparo ante la Suprema Corte para eludir
la cárcel, apoyándose en la tesis de que un testigo de oídas nunca puede ser una fuente
fidedigna para causar una orden de detención,35 de lo contrario se estarían violando las
garantías individuales, sobre todo si no existía la comprobación del robo, pero sus reclamos
fueron infructuosos.
La instancia federal consideró que las evidencias convergían en que Zapata era el
cabecilla del comercio de alcoholes y que mediante un numeroso grupo de empleados

31
Ídem. f. 22.
32
Ídem. fs. 34, 37 y 38.
33
Ídem. f. 43.
34
Ídem. f. 45.
35
(AH/CCJ/MPMG) Juicio de amparo promovido por Jacinto Zapata contra actos del Juez de Distrito en el
Estado de Yucatán por violación del Artículo 16 Constitucional. Libro Auxiliar. Caja 1. Expediente 8. Año
1919. f. 1.

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vigilaba y evitaba la entrada de bebidas embriagantes en suelo campechano; presunción que
aumentaba más la sospecha sobre su presunta responsabilidad en la infracción.36
Viendo que el fallo no le favorecía, Jacinto Zapata exigió el recurso de revisión del
mismo,37 pero el órgano federal reafirmó su negativa de ampararlo. A pesar de encontrarse
contra la pared, Zapata logró quedarse bajo la disposición del Juzgado de Campeche, en
donde debió presentarse todos los días bajo vigilancia policíaca.38 No obstante, el asunto no
terminó ahí, pues Zapata también protestó contra las imputaciones que lo señalaban como
el autor intelectual del robo del cargamento de alcohol porque, según él, en las diligencias
hubo testigos ausentes que probarían su inocencia.39
Mientras tanto, los denunciantes seguían presentando testigos que demostraban la
culpabilidad de aquél, uno de los cuales fue el comerciante Ramón Zapata Conde. Este
último era militante del club o partido político Pro-Campeche, quien expuso que el día de
los hechos caminaba a la orilla de la playa del barrio de San Román, pero se ocultó en una
alcantarilla cuando observó una embarcación con varios individuos a bordo, entre los que
pudo reconocer a Teófilo Pérez Torres, Facundo Ramos, Eduardo Salazar, Faustino
Rodríguez y al propio Jacinto Zapata.
Por si fuera poco, a la mañana siguiente en una cantina de San Francisco, José de la
Luz Rodríguez le platicó que su hermano Faustino participó en el robo de unas cajas de
alcohol. Además, Zapata Conde agregó que no se había presentado a denunciar
judicialmente estos actos porque Jacinto Zapata se dio cuenta de su presencia y, a partir de
estos acontecimientos, fue amenazado de muerte y en los alrededores de su casa y quinta
rondaban algunos sujetos para matarlo.40
Para contrarrestar los embates de los índices acusadores, a principios de 1920 Jacinto
Zapata llamó a sus testigos para que declararan a su favor y todos coincidieron que se
encontraba en Mérida el día que ocurrió el ilícito. Veamos. Felipe Peón Cetina dijo al juez
que el presunto culpable asistió al aniversario de su matrimonio; por su lado, Antonio
Osorio R. comentó que el señor Zapata estuvo en esas fechas en la capital meridana para
pagarle una cantidad por unos servicios prestados. A su vez, a Virgilio Mendoza le

36
Ídem. f. 7.
37
Ídem. f. 13.
38
Expediente abierto en averiguación del delito de robo […], op. cit. f. 50.
39
Ídem. f. 70.
40
Ídem. p. 93.

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constaba que en la primera quincena de noviembre de 1918 —el robo fue el 12— el
supuesto infractor arreglaba con él la fundación de un periódico en donde aquél
desempeñaría la función de accionista.41
Durante el proceso fue patente un colosal burocratismo proclive a beneficiar a Jacinto
Zapata y que tuvo como consecuencia que el juicio durara 12 años. Es decir, el asunto
proscribió en 1930 sin que las autoridades estatales aclararan quiénes habían sido los
auténticos responsables, pese a que las voces inconformes apuntaban hacia Jacinto Zapata.
A pesar de las derrotas sufridas, la tenaz presión de los detractores del mucelismo
comenzó a dar sus primeros frutos, pues el gobernador finalmente ordenó la derogación del
estado seco. Entre las razones que dio el mandatario fue que la ley no había dado el
resultado que se esperaba, “[…] debido en gran parte a que no se pudo ejercer una estricta
vigilancia en nuestras extensas costas y fronteras, habiéndose desarrollado el clandestinaje
de una manera escandalosa”.42
En 1920, después de imponer en la gubernatura a Enrique Arias Solís, las agresiones
contra Mucel Acereto fueron en aumento, ya que surgieron más demandas en su contra,
aparte de aquellas relacionadas con el contrabando de alcohol.43 Cabe añadir la feroz crítica
que hizo el médico Juan Góngora Martínez:

[…] el Gral. Mucel como Gobernador del Estado de Campeche, comenzó por
decretar el “ESTADO SECO” en complicidad con los diputados locales e
inmediatamente puso expendios de alcohol en todas las ciudades, villas, pueblos,
rancherías y fincas rústicas del Estado, siendo gerentes de esta oprobiosa
negociación el C. Jacinto Zapata y luego el C. Leocadio Burgos.44

Según Góngora Martínez, las utilidades por la venta de bebidas embriagantes


ascendieron a no menos de un millón de pesos; y el erario local y la Federación no
41
Ídem. p. 95.
42
(FRBC) Informe leído por el ciudadano general Joaquín Mucel, gobernador constitucional del Estado en
el acto solemne de la apertura del primer periodo de sesiones ordinarias del XXVII Congreso Constitucional
del mismo. Imprenta del Gobierno del Estado. 1919. p. 5.
43
Podemos citar las acusaciones contra el saqueo de templos católicos, la confiscación de las propiedades de
hacendados y poderosos comerciantes, así como la implementación de préstamos forzosos.
(AH/CCJ/MPGM). Expediente abierto en averiguación de los delitos de robo que se dicen cometidos en los
templos de esta ciudad, por Joaquín Mucel Acereto. Serie Penal. Caja 1. Expediente 32. Año 1920. fs. 107.
44
Ídem. f. 1.

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percibieron ni un solo centavo de las ganancias, constituyéndose un gran fraude al Erario
Federal.45
Mucel Acereto y sus socios pudieron librarse de las anteriores acusaciones y las
denuncias quedaron archivadas, gozando de absoluta inmunidad. El ex gobernador Joaquín
Mucel permaneció intocable a la acción de la justicia en los años posteriores hasta su
muerte.

Consideraciones finales
El contrabando de alcohol durante el gobierno del general carrancista Joaquín Mucel
Acereto es un episodio apenas mencionado en los libros de historia de Campeche. El
estudio a fondo del enfrentamiento entre los grupos por el negocio revela su nula
preocupación por una genuina renovación moral, tan constante en los gobiernos
revolucionarios, y demuestran que el gobernador campechano formó parte de esa élite que
sólo buscó su beneficio personal tras el derrumbe del antiguo régimen porfirista.
En este ensayo saltan a la vista varias líneas de investigación que, sin duda, serán
materia para un futuro análisis, como por ejemplo, las relaciones familiares entre las
principales partes en conflicto y cuál era la situación real del comercio y consumo de
alcohol en un contexto previo a la llegada de Mucel a Campeche. Sin embargo, este breve
estudio espera despertar el interés y la inquietud por adentrarnos todavía más en la rica
historia campechana.

45
Ídem.

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Bibliografía

Abud Flores, José Alberto. 1992. Campeche: revolución y movimiento social (1911-1923).
Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución (INEHRM)-Universidad
Autónoma de Campeche. México.
Gantús, Fausta. 2003. El discurso político en Campeche (1905-1919). Del porfiriato al
constitucionalismo, en “Revista Mexicana del Caribe”, Año VIII. No. 16. Chetumal,
Quintana Roo.
Méndez Reyes, Jesús. 2004. De crudas y moralidad: campañas antialcohólicas en los
gobiernos de la postrevolución (1916-1931). Ponencia del II Congreso de Historia
Económica de México, octubre de 2004.
Pasos Palma, Gerardo. 2010. Joaquín Mucel y el constitucionalismo en Campeche.
Gobierno del Estado de Campeche (Colección Bicentenario-Campeche Solidario).
Rodríguez Herrera, Emilio. 2006. Legislaturas campechanas. Compendio histórico (1861-
2006). LVIII Legislatura San Francisco de Campeche. México.
2010. Campeche en la posrevolución. LX Legislatura. Bi-centenario Independencia-
Revolución.

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Reseñas

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eseña

Rosa María Espinoso y Fernanda Núñez Becerra (coordinadoras),


Mujeres en Veracruz. Fragmentos de una historia. Volumen III, edición
del Gobierno del Estado de Veracruz.
Mary Carmen Sánchez Mariel

La historia de las mujeres ha cobrado importancia con el paso del tiempo. La historiografía
contemporánea nos ofrece una gran variedad de temas que incumben a las mujeres, al
tiempo que también nos muestra múltiples ópticas para abordar su historia. Mujeres en
Veracruz. Fragmentos de una historia es un buen ejemplo de la reciente historiografía
sobre mujeres, además de que nos permite observar lo que se puede lograr al respecto en el
medio mexicano.
Mujeres en Veracruz. Fragmentos de una historia nos presenta a las mujeres como
actores sociales que han logrado la conquista de lugares y de espacios públicos en diversos
terrenos de la vida social y política de Veracruz. En esta historia las mujeres son
consideradas como personas capaces de tomar las riendas de su propia vida y de formar
parte de las transformaciones de la vida social y política.
En este libro, las mujeres aparecen como sujetos que luchan por lograr un equilibrio
entre la vida pública y la privada; que buscan consolidarse como seres individuales; que se
esfuerzan por dejar de lado el papel de víctimas; que ya no quieren ser consideradas como
inferiores a los hombres; y que marcan nuevos estilos creando sus propios proyectos de
vida social.
Esta historia es un atisbo al mundo de las mujeres, oculto por el discurso político —
patriarcal y machista— e historiográfico que lo acompaña. Es una mirada que escudriña en
la prensa, en el discurso religioso y en el educativo, a fin de revelar el esfuerzo que han
llevado a cabo las mujeres por romper con aquellas normas establecidas que las marginan y
encierran en cánones que pretenden suprimir su especificidad genérica.
Mujeres en Veracruz. Fragmentos de una historia es una compilación de doce ensayos
a cargo de David Carbajal, Guy Rozat, Adriana Gil, Mayabel Ranero, Hubonor Ayala,
María Luisa González, Rosa María Spinoso, Fernanda Núñez, Elissa Rashkin, Andrew
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Grant Wood, Leticia Mora y Ester Hernández Palacios y Victoria Chenaut, quienes abordan
distintos ámbitos de la vida de las mujeres en un periodo que va de mediados del siglo
XVIII hasta finales del XX. A lo largo de estos siglos podemos hacer un recorrido por
espacios diversos: la religiosidad, la educación, los negocios, la prensa, el cine; espacios en
los que la participación femenina va transformando su propia historia.
De esta obra sólo referiré algunos de los artículos que a mi criterio pueden ilustrar esta
forma de hacer historia.
David Carbajal, en su ensayo Las devotas a debate: mujeres, prácticas religiosas y
opinión pública en Orizaba, 1750-1834, nos presenta la manera y las condiciones en que
las mujeres formaban parte de la vida religiosa. Se trata de un momento en el que se
arraigan tanto las prácticas religiosas como la forma en que las mujeres serán recibidas por
la opinión pública. En este ensayo queda de manifiesto el relevante papel que desempeñaba
la institución religiosa en la vida de las mujeres, quienes podían ser consideradas devotas
por el vestido que portaban, el cual les daba un reconocimiento como miembros de las
corporaciones. La institución religiosa asignaba a las mujeres la tarea de cuidar el vestido
de las vírgenes y de los santos, tanto en la práctica diaria como en los lugares públicos.
Asimismo, la Iglesia encargó a las mujeres la creación de obras pías que fueran
beneficiosas para su alma; también les marcó la frecuencia en que con la que debían
ocuparse de los sacramentos. La institución religiosa también estableció la relación que la
mujeres debían mantener con los sacerdotes, quienes se volvían parte fundamental de su
vida al establecer los criterios de una vida correcta que no atentara contra las normas que
dictaba la fe. En aquellos años, esta intromisión era considerada como algo normal y era
tolerada tanto en espacios públicos como en el ámbito privado.
La transformación de estas prácticas puede ser observada en la medida en que, a
principios del siglo XIX, impactaron de forma negativa en la imagen de Orizaba,
justamente cuando la opinión pública empezó a descalificar y relacionar estas prácticas
devotas en el género femenino. Dentro de las organizaciones, las mujeres tenían un
limitado acceso a los cargos, ya que sólo podían acceder una o dos veces a cargos; sin
embargo algunas lograban tener un papel más sobresaliente y, al tener acceso a un cargo,
como el de vicaria, permanecían en él durante muchos años. De esta manera se puede
observar cómo las mujeres, dentro de una forma de vida en la que permeaba la religiosidad

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de la época y aun cuando cumplían con los preceptos de ésta, lograban obtener cierto nivel
de poder dentro de las organizaciones. La obtención de este poder no era muy bien recibido
por la opinión pública y, por ello, se desacreditaba dicho logro.
Hablar de las mujeres en épocas de lucha suele hacerse bajo una mirada que deja
entrever lástima por ellas como víctimas de las circunstancias. Son vistas como seres
indefensos que quedaban a la deriva y a expensas de la caridad de seres más afortunados.
Este tema es abordado en el trabajo de Adriana Gil, En pie de guerra, doñas, huérfanas e
insurgentes durante la independencia en Veracruz, quien nos presenta a las mujeres como
seres capaces de encontrar la forma de asegurar la supervivencia propia y la de sus hijos. El
ensayo vislumbra las diferentes situaciones en las que se ven inmersas las mujeres: las
huérfanas que piden una dote al cabildo en un intento de obtener ingresos para sobrellevar
la situación. Estas dotes eran solicitadas por mujeres que ostentaban su título de Doñas, lo
cual dejaba ver el status económico al que estaban acostumbradas y que, con los
enfrentamientos que se desarrollaban, no lograban mantenerlo o que era solicitado por
personas que tenían a su cargo niñas que no eran sus hijas y necesitaban apoyo para su
manutención. Al mismo tiempo, el autor nos presenta cómo las mujeres eran capaces de
manejar las armas de fuego y cómo eran capaces de comercializar pólvora o cartuchos con
hombres armados, a fin de adquirir lo necesario para alimentos, pan y chocolate. Estos
intercambios podían llevarlas a la cárcel y, así, ponerse en situaciones en las que padecieran
carencias.
Sin embargo, el ensayo presenta también la forma en que las mujeres seguían adelante
con sus vidas, ya que recibían visitas en los balcones y se portaban de manera educada y
afable. El ensayo retrata también a las religiosas como personas que, a pesar de las
situaciones difíciles y de las adversidades económicas, en momentos importantes como la
Semana Santa, ellas se mostraban en público arregladas como si se tratase de momentos de
mayor abundancia y de paz. La vida religiosa se mantenía en un mismo status, a pesar de
ser momentos de conflicto y dolor en los pueblos. En Semana Santa, sin importar la
situación, las mujeres tenían que mostrar abundancia y decoro, como si fuera la paz y no el
conflicto lo que predominara en el lugar
Las mujeres se presentan como seres capaces que pueden sobrevivir y tomar parte en
los trabajos que eran realizados por los hombres y resolverlos de manera eficiente. A pesar

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de su papel de viudas, doñas o insurgentes, las mujeres se mantenían en pie de lucha y
podían apoyar a sus hombres si así lo necesitaban.
La educación de las mujeres siempre ha sido un tema que resulta importante al evocar
la forma en que las mujeres se van adueñando de espacios. Mayabel Ranero nos presenta un
panorama de este tema en La educación de las mujeres al final del siglo XIX. La escuela
industrial de Xalapa. Mayabel Ranero muestra la transformación de la educación femenina
en las actividades que se daban en espacios privados en busca de que las mujeres fuesen
capaces de llevar a cabo las labores domésticas necesarias para el funcionamiento de un
hogar, por lo que eran instruidas en prácticas de cocina, bordado y demás tareas
consideradas exclusivas de las mujeres. Así, al lograr el acceso a una educación más formal
se empezó a ganar el derecho a prender a leer y escribir. Esto se considera un avance en las
prácticas, aun cuando el plan de estudios estaba diseñado para lograr la formación de
mujeres educadas en modales y en conocimientos que complementaran los quehaceres
domésticos. De esta manera, las mujeres se enfocaban en aprender otros idiomas, moral y
economía doméstica, así como distintos tipos de labores femeniles.
Al inicio del siglo XX las mujeres lograron la conquista de una educación superior que
les permitiría ser alumnas de la Escuela Normal y que en consecuencia les concedería la
posibilidad de ser profesoras, al mismo tiempo que lograban su incorporación al medio
laboral.
En Veracruz podemos apreciar las consecuencias de la Revolución mexicana, esto es
notorio, por ejemplo, en el cambio de nombre de la Escuela Superior de Niñas al de Escuela
Industrial Primaria. Este hecho evidenció las transformaciones que se dieron en la
educación. Con la creación de la Secretaría de Educación Pública, con José Vasconcelos
como su director, se dio inicio a un auge en la planeación y desarrollo de los planes
educativos de todo el país y se experimentó una perspectiva y acción que no existía antes.
De esta manera, las mujeres se presentan como personas capaces de enfrentarse a las
adversidades para poder integrarse a los proyectos educativos. Este hecho se presentaría
como un paso hacia la conquista de espacios laborales que les brindarían un reconocimiento
a sus capacidades. Sin embargo, no ha sido una lucha fácil pasar de educar a los hijos
propios en un espacio a privado a tener el encargo de la educación de los nuevos

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ciudadanos en espacios públicos, como las escuelas, y con la tolerancia de la población para
cumplir con tal enmienda.
Vidas al margen: mujeres y beneficencia. Orizaba, 1873-1930 nos muestra la manera
en que las mujeres se involucraban en las instituciones de beneficencia. Uno de los papeles
que desempeñaban con mayor frecuencia era el de enfermera, el cual se identificaba con su
bondad para velar por la gente desamparada. Después de la Revolución mexicana, al
tiempo que se transformaban las obras de beneficencia y siguiendo el ejemplo de Francia,
se fundó en México “La gota de leche”, la cual fue una institución de beneficencia que
buscaba objetivos claros: disminuir la desnutrición en clases populares, en especial en niños
pequeños, implementando para ello la higiene infantil. En este proyecto se destacó el
interés de la sociedad y del gobierno por tener una sociedad cada vez más sana.
Entre las actividades que las mujeres desempeñaban dentro de las instituciones de
beneficencia figuraban las de enfermera y parteras. Al respecto de estas actividades, se
inició una cátedra de obstetricia, pero se canceló por falta de alumnas y por falta de
recursos para pagar al médico que impartía la cátedra. Se volvió a instaurar, pero el
resultado fue malo, puesto que ninguna de las parteras se presentó a las clases, pese a
recibir la orden de ir a la ciudad a tomar el curso. Con el paso del tiempo esta instrucción
tomó forma y pudo establecerse como una de las áreas en que las mujeres se volvieron
agentes activos y lograron establecerse como profesionales en obstetricia y enfermería.
En conclusión, dentro de la beneficencia las mujeres se realizaron como actores
sociales que cuidaban a los desprotegidos y que contaban con cierto grado de influencia
para canalizar la ayuda necesitada por los enfermos. Así, al mismo tiempo que se mejoraron
las condiciones de instrucción educativa, también aumentaba el número de alumnas en
instituciones formales. Esto permitió que después de un tiempo las cátedras estuvieran a
cargo de mujeres; ya no sólo de médicos varones, quienes en originalmente eran los
encargados de impartir dicha instrucción. De esta manera, las mujeres conquistaron un
espacio académico y profesional.
Por último, el ensayo de Victoria Chenaut, Administración de justicia y mujeres
indígenas o las vicisitudes de la prisión, nos presenta de forma clara la realidad que viven
las mujeres que son presas por diferentes delitos. Este ensayo nos permite ver que, aun
cuando las mujeres han logrado la conquista de nuevos espacios, la sociedad tiene un

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avance lento para reconocer estos pequeños triunfos. La autora nos presenta historias que
dejan patente la vulnerabilidad de la que son objeto las mujeres indígenas, quienes, por falta
de instrucción y de documentos legales, se ven imposibilitadas para demostrar sus vínculos
con las demás personas e incluso se ven impedidas para luchar por su libertad, siendo
condenadas a resistir frente a estas formas de injusticia. Así, este texto nos permite ver que
las injusticias y desigualdades de las que son objeto las mujeres no han cambiado
demasiado. Del mismo modo, aún existen los aspectos que al hablar de las mujeres suelen
representar el retraso de la sociedad y que se ven replicados de manera frecuente.

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I.- PRESENTACIÓN DE TEXTOS

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si es el caso, su grado académico, adscripción institucional y los títulos de sus
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colaboración una hoja que contenga los siguientes datos:
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b) grado académico
c) institución donde labora y posición del autor en la institución
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siguiente a su obra.

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Márgenes de 2.54 cm. Numeración en la esquina inferior izquierda.

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