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CAPITULO 1

¿QUÉ ES LA AMARGURA?
Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan
cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y
envenene a muchos. (HEBREOS 12:15)

Dentro de mi profesión tengo la oportunidad de ver muchas situaciones que son más
comunes de lo que imaginamos.
Situaciones que pensamos que a nosotros los cristianos no nos deberían pasar por ser el
pueblo de Dios y por vivir en una supuesta victoria total, rotunda y aplastante.
Y entonces, ¿qué hacemos? Hacemos una oración, le damos carpetazo al asunto, nos
tragamos el dolor, y creemos que, porque se nos pasa pronto el coraje, ya lo superamos.
Pero no es así.

El 80% de los casos que atiendo en mi trabajo, son de personas que conocen de Dios, que
en algún momento de sus vidas hicieron su confesión de fe y que fueron sumergidos en las aguas
haciéndola pública.

Sin embargo, como siempre les digo en terapia, el problema no es el problema.


El problema se encuentra en lo más profundo de tu ser.
En las raíces.
En lo que ha sido sembrado en tu sistema de creencias.
En tus estructuras mentales.
Lo que ha sido sembrado dará como resultado los frutos que ahora tenemos.

¿Cuántas personas traen arrastrando rencor y resentimiento de muchos años debido a la


intolerancia a la humillación, a la traición, a la injusticia, al abandono y al rechazo?
No son capaces de soltar esa deuda y son capaces de “guardársela” durante muchos años
para finalmente “cobrársela” y tener un motivo que “justifique” su amargura.

1) La amargura no se ve solamente en casos tan extremos.


Conozco de muchos otros ejemplos de personas que sufrieron ofensas por cosas que
parecieran triviales:

• Una persona se ofende porque el otro no está de acuerdo con su definición de “X”,
y desde ese momento empieza a verle sus defectos.

• Una persona puede vivir amargada porque no le dieron el ascenso que esperaba y
se lo dieron a otro.
• Una persona puede vivir amargada por el éxito de otra persona, aun sabiendo que
la otra pagó un precio para merecer lo obtenido.

• Una persona puede vivir amargada porque no acepta los cambios de la vida, desde
su edad, hasta comprender que los hijos tienen que volar con sus propias alas y
hacer sus propios nidos (A pesar de todo lo que hizo por ellos).

2) Cinco lecciones acerca de la amargura:

1. El tiempo no sana todas las heridas.


2. Una disculpa por el ofensor no necesariamente soluciona el problema.
3. Puede suceder en la vida de un líder de la iglesia.
4. Es capaz de enfriar a una persona en su vida cristiana.
5. Por regla general, nos amargamos con las personas más cercanas a nosotros.

En lo personal, empecé a estudiar el tema de la amargura poco después que entré en la


universidad cuando empecé a ver a personas jóvenes sin máscaras, amargados.
¿Por qué, si estamos del lado de los buenos, no podemos ser felices?
¿Por qué si tenemos al que Todo Lo Puede, no podemos disfrutar lo que tenemos?
¿Por qué si hay plenitud de gozo en Su presencia, no la vivimos? Salmo 16:11
¿Por qué si en Él podemos tener autoridad sobre todo principado y potestad, vivimos en
derrota, en desanimo, en depresión, en ansiedad? Efesios 4:11-15….16-19
Creemos y hacemos creer a los demás que “todo está bien” cuando no es así.
En la iglesia podía observar que mucha gente andábamos con máscaras.

20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,


21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en
Jesús.
22 En cuanto, a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos,
23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos
miembros los unos de los otros.
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para
que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención.
Cerebro:
Es el laboratorio.
Es un órgano no inteligente.
Solo obedece.
Input-output.

Mente:
Es donde “vivo”.
Sujeto psíquico.
Mi “yo soy”. Lo que soy.

Mentalidad:
Es la habilidad de saber manejar mi mente.
De atrapar mi pensamiento.
De tomar decisión correcta.
Lo que provoca mi emoción.
Y produce un sentimiento.
Creando hábitos que me dan habilidades.
La habilidad crea en mí una conducta (cualidad).
Y la conducta hace en mi un patrón de vida.

Necesitamos aprender el ABC para no utilizar máscaras, para que no seamos derrotados,
siendo transparentes, mostrando las cicatrices de “si yo pude, tú puedes”.
No hay mejor testimonio que el experimentado, superado y que permanece con el tiempo.

31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo.

Esa es la clave: EL PERDÓN.

Pero nadie da lo que no tiene.


Para poder dar algo primero tenemos que tenerlo:
1. Confesar el pecado.
2. Recibir el perdón.
3. Otorgar el perdón.

La amargura es el pecado más fácil de justificar.


El más difícil de diagnosticar porque es razonable disculparlo ante los hombres y ante el
mismo Dios.
Es uno de los pecados más comunes, peligrosos y perjudiciales y –como veremos– el más
contagioso.
El objetivo es que la persona amargada no solamente se dé cuenta de que en verdad eso
es pecado, sino que además encuentre la libertad que sólo el perdón y la maravillosa gracia de
Dios le pueden ofrecer.

3) La definición de la amargura

En el griego del Nuevo Testamento, “amargura” proviene de una palabra que significa
punzar.
Su raíz hebrea de amargura agrega la idea de algo pesado.
Finalmente, el uso en el griego clásico revela el concepto de algo fuerte.
La amargura, entonces, es algo fuerte y pesado que punza hasta lo más profundo del
corazón.
La amargura no tiene lugar automáticamente cuando alguien me ofende, sino que es una
reacción a la ofensa o a una situación difícil y por lo general injusta.
No importa si la ofensa fue intencional o no.

Si el ofendido no arregla la situación con Dios, la amargura le inducirá a imaginar más


ofensas de la misma persona.
La amargura es una manera de responder, que, a la larga, puede convertirse en norma de
vida.
4) La amargura es escurridiza:

La razón por la que es tan difícil de desarraigar es triple:

1) El ofendido considera que la ofensa es culpa de otra persona.

Lo cierto es que esto muchas veces es cierto.


Y lo razona: “El/ella debe venir a pedirme disculpas y arrepentirse ante Dios.
Yo soy la víctima".
Como aquel que es atropellado y espera que el que lo atropelló y se dio a la fuga primero
venga a pedirle perdón y puedan llevarlo al hospital.

El cristiano se siente culpable cuando comete un pecado.


Sin embargo, no nos sentimos culpables de pecado por habernos amargado cuando
alguien peca contra nosotros, pues la percepción de ser víctima eclipsa cualquier sentimiento de
culpa.
Por lo tanto, este pecado de amargura es muy fácil justificar.

2) Casi nadie nos ayuda a quitar la amargura de nuestra vida.


Todo por el contrario, las personas más cercanas nos dicen: “Tú tienes derecho... mira lo
que te ha hecho", lo cual nos convence aun más de que estamos actuando correctamente.

3) Nos duele ser confrontados.


Si alguien cobra suficiente valor como para decirnos:
“Amigo, estás amargado; eso es pecado contra Dios y debes arrepentirte", da la impresión
de que al consejero le falta compasión.
Recuerde, que el ofendido piensa que es víctima.

Me pasó recientemente con una paciente que nunca se ha podido recuperar de un gran
mal cometido por su padre. *

*La palabra “recuperar” no es la más adecuada porque da la impresión de que con el tiempo la
amargura se soluciona por sí sola.
Dejar pasar el tiempo jamás puede solucionar el problema del pecado.
Sólo la sangre de Cristo limpia de pecado (1a Juan 1:7).

Ella lleva años cultivando una amargura que hoy ha florecido en todo un huerto.
Cuando le mencioné que era hora de perdonar y olvidar lo que queda atrás me acusó de
no tener compasión.
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado. Gálatas 6:1
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, Filipenses 3:13

Muy posiblemente abandonó la terapia por sus estructuras mentales, por lo que hay en
sus sistema de creencias.
No es lo que pienso, sino lo que creo.

Hasta es posible perder la amistad de la persona amargada por haberle aconsejado que
quite la amargura de su vida (Efesios 4:31).

4) Cómo la amargura puede dividir a amigos y familiares.


Hay personas que han vivido dentro de una familia donde el patrón de conducta es la
contienda familiar.
Y no faltará al menos uno, (el raro de la familia) que desee romper con ese patrón.
No a la contienda, Si a la reconciliación.
Herencia no es sentencia.
La contienda puede ser desde lo más mínimo, como el “Yo quería niño”, hasta “Por tu culpa
estamos todos mal”

Vivir con ese patrón de contienda es muy desgastante, pensando en lo que el otro ha de
estar pensando, lo que le voy a contestar si me dice tal o cual cosa…
Con el tiempo se vuelven imaginaciones vanas, pensamientos que no son reales*,
rencores, resentimientos, paranoias, para terminar con una gran brecha entre los integrantes de
la familia, aun conociendo de Dios, la separación se vuelve cada día más grande.

*Principio 90-10: el 10% son las cosas reales que nos suceden, y el 90% es la actitud que
tomamos por las cosas que nos suceden.

Y hablando del “patito feo”, no faltará uno que se tome en serio lo que dice la palabra de
Dios sobre la amargura, y desear con todas sus fuerzas que la familia se reconcilie.
Sin dejar de sentir la impotencia de “remar solo contra el viento”.
Sin dejar de sentir la amenaza de toda la familia porque “Tú no eres nadie para decirnos lo
que tenemos que hacer”.

Una característica interesante:


Por regla general nos amargamos con las personas más cercanas a nosotros.

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