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Facultad de Psicología
El Juego en el niño
“La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir. Nada hay más insensato que
pretender sustituirlas por las nuestras” (Jean Jacques Rousseau, 1730-1778).
El término niño, refiere a un pasado histórico donde la sociedad era menos consciente de las
características evolutivas (físicas y psicológicas) entre los niños y los adultos. En la época
Medieval no existía la idea de infancia, los niños eran considerados como adultos en
miniatura y era tratados como tal (Tucker, 1982). Freud para dar cuenta de la etiología de las
neurosis, sobre todo, en los casos de histeria, supone la existencia de un trauma sexual
infantil, para empezar a desarrollar a partir de aquello su teoría, sin embargo, no llegó a
profundizar lo suficiente en esta etapa. En el presente ensayo se intentará ahondar, para lograr
plasmar la importancia que tiene la infancia y cuan primordial es el juego en el desarrollo de
esta, no solo como método de aprendizaje, también como medio para la psicoterapia infantil.
En Inglaterra, los niños trabajaban en las minas de carbón, usaban las mismas ropas que los
adultos, recibían el mismo trato y los visualizaban como “adultos pequeños”, sin ningún tipo
de protección o educación especial. Tan pronto el niño se notaba independiente de su madre,
de su nodriza o de su cuna, ya pertenecía a la sociedad adulta (Tucker, 1982). Hacia finales
del siglo XVII los niños empezaron a vestirse de diferente manera que los adultos, conforme
avanzaba la educación, se resaltaba más las diferencias en conocimiento y desarrollo entre los
mayores y los infantes. con la aparición de profesiones, el trabajo agrícola arduo, se convirtió
en algo exclusivo de adultos, mientras que los niños podían empezar a prepararse en la
escuela para futuros puestos de trabajo junto a compañeros de su misma edad, en casa podían
ser excluidos poco a poco de la vida adulta, al tener sus propias habitaciones, horas
establecidas para dormir e incluso su propio tipo y ritmo de comida, al mismo tiempo los
padres empezaron a cambiar el tipo de trato hacia ellos, cada vez era más cálido, afectuoso y
protector (Tucker, 1982).
A partir de entonces, las diferencias entre niños y adultos empezaba a quedar esclarecidas, los
niños en cualquier lugar o sociedad siempre se verán enfrentados a dominar la complejidad
de los convencionalismos estructuras sociales de los adultos, encontrándose el niño en total
desventaja por sus limitaciones intelectuales y laborales. Siendo el hogar, el ambiente para la
exploración propicia de sus capacidades y potencialidades en tanto el niño vaya explorándolo
detalle a detalle, para adquirir las herramientas necesarias de aprendizaje y estimulación
(Tucker, 1982). Significando la infancia, mucho más que el tiempo de desarrollo que
transcurre entre el nacimiento y la edad adulta, pues se refiere al estado y la condición de la
vida de un niño: a la calidad que tendrá durante esos años, la cual implicará un espacio o
etapa delimitada y segura, distinta de la edad adulta, en la cual los niños y niñas puedan
crecer, jugar y desarrollarse (UNICEF, 2005).
Otro teórico que contribuyó con el tratamiento de conflictos emocionales en los niños, fue
Donald Winnicott quien se centró en el estudio posterior de la relación madre-lactante
postulando que siendo la madre, el primer contacto que el bebé tiene con el entorno, ésta
juega un papel primordial en el desarrollo del infante, así mismo el padre interviene como
agente del medio para favorecer la relación madre-lactante. De igual manera teorizó
conceptos como la preocupación materna primaria, madre suficientemente, verdadero y
falso self , setting, los tipos de apego, etc. para Winnicott el juego es una herramienta esencial
en el tratamiento infantil, ya que permite al niño, así mismo, expresarse simbólicamente
puesto que carece aún de un amplio lenguaje, a través de los juguetes y objetos puede
proyectar a los personajes de su mundo interno, evidenciando a la vez, sus mecanismos de
defensa (Ancona, 2010).
Por otra parte, el niño a través del juego puede también asimilar la ausencia y presencia, tal
como lo postulaba Freud, en el juego del Fort-Da. En base a una experiencia personal con una
pequeña de dos años y medio (Laila) se logró observar una simulación de este juego, al tener
en su mano derecha un limón, el cual pasaba a su mano izquierda llena de júbilo y visceversa,
aludiendo al Fort “se fue”, el limón se fue, Laila jugaba que el limón se iba, desaparecía,
mientras que al pasarlo a su mano derecha y devolverlo a su mano izquierda sobreviene el Da
“acá está” el limón está acá. Al entretenerse jugando esta repetición del Fort-Da; la pequeña
reforzaba, su gran logro cultural: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional)
de intentar admitir sin protestas la partida de la madre (Freud,1920), al poder representar ese
papel durante un tiempo, sin admitir impedimentos o protestas, vivía esta experiencia de
control mágico, aquella experiencia que se denomina "omnipotencia" como parte de los
procesos intrapsíquicos de los niños (Winnicott, 1982). El vínculo construido entre la
pequeña y mi persona (transferencia), constituyó un campo de juego intermedio en el que se
originó la idea de lo mágico, que Laila estaba experimentando al aparecer y desaparecer el
limón (Winnicott, 1982).
Este juego que encantó a la niña, le permitió experimentar que su persona sigue siendo la
misma, a pesar de la ausencia de la persona por la cual conoce su identidad. Por este juego se
afirma a sí misma sujeto de la continuidad de su ser en el mundo. Intenta superar la
adversidad que constituyen las ausencias insólitas del objeto (madre) discontinuo en el
espacio y en el tiempo que es su padre o el ser elegido objeto (padre o madre) gracias al cual
Laila se sabe viva y comunicante (Dolto, 1994). Aludiendo así también, la importancia
primordial que tienen las historias de los padres para la clínica de los niños y adolescentes,
puesto que los padres pueden atravesar por una segunda infancia en mejores condiciones que
la primera, a través de la edad psíquica de sus hijos, pasando así mismo por sus ansiedades,
miedos, preocupaciones y alegrías (Bustillo, 2000).
En la familia se forma así un grupo, donde pueden adscribirse dos conjuntos. El primer
conjunto corresponde a la extensión de la estructura de personalidad del niño y depende de
los procesos de crecimiento, mientras que el segundo depende de la madre y de su actitud
hacia ese niño, así como de las otras personas que estén disponibles como figuras maternas,
de la actitud de la madre hacia las madres sustitutas, de la actitud social en el lugar, y del
equilibrio entre los dos aspectos de la figura paterna, las características del padre determinan
en alto grado el modo como el niño lo usa o no lo usa en la formación de la familia. En
ambos casos, el padre puede estar ausente u ocupar un lugar muy visible, (Winnicott, 1993).
La madre buena comienza con una adaptación casi completa a las necesidades de su pequeño
y a medida que pasa el tiempo el niño se va adaptando de un modo cada vez menos y menos
completo, con la creciente habilidad del sujeto para afrontar los fallos de la madre. La
omnipotencia es casi un hecho de la experiencia, puesto que la tarea de la madre es la de
desilusionar gradualmente al pequeño, el pecho de la madre es creado por el pequeño una y
otra vez, la madre coloca el pecho real, ahí donde el pequeño se halla dispuesto a crear y lo
hacen en el momento apropiado, ocupándose así del problema de la relación ente lo que es
percibido objetivamente y lo que es concebido objetivamente, la adaptación de la madre a las
necesidades del pequeño, cuando es lo suficientemente buena, da al pequeño la ilusión de que
existe una realidad exterior que corresponde a la necesidad de crear del propio pequeño tanto
con el objeto externo (pecho de la madre) como con los objetos internos (el pecho
mágicamente introyectado) (Winnicott, 1958). Es este primer objeto el que permite al niño
notar que existe un “algo”, más allá del sí mismo, y será la base de las relaciones objetales,
pues aprenderá así a acercarse y dejar que se acerque el objeto que le causa satisfacción, que
lo atiende y cuida, y evitará aquel objeto mortífero, que le causa displacer; es decir deseará el
pecho bueno y odiará al pecho malo (Baranger, 1999; Klein, 1990)
Los fenómenos y objetos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que se halla en la
base de la iniciación de la experiencia, esta fase del desarrollo es posible gracias a la
capacidad especial que tiene la madre para adaptarse a las necesidades del pequeño,
permitiéndole a este la ilusión de que las cosas que él crea, existen realmente. (Winnicott,
1958) Esta primera relación objetal está liga al objeto transicional. “Es claro que lo
transicional no es el objeto. Este representa la transición del bebe, de un estado en que se
encuentra fusionado a la madre a una relación con ella como algo exterior y separado”
(Winnicott, 1958)
Por tal motivo al tratar niños, es indispensable una percepción intuitiva de lo que es la
infancia, de sus alegrías y pesares, cómo es el funcionamiento interno de la mente del niño y
de sus padres, basándose del sentido del humor, habilidad para jugar, utilizar la fantasía y la
imaginación, su sentimientos y pensamientos a través de una percepción empática,
manteniendo una objetividad y ecuanimidad propia de la psicoterapia (Rangel, 2014).
Bibliografía
Ancona, F. E. (2010). Psicoterapia infantill con juego. Casos clínicos . México D.F: Manual Moderno.
Baranger, W. (1999). Validez del concepto de objeto en la obra de Melanie Klein. Madrid: La Maison
Joune.
Bustillo, L. Á.-B. (2000). Psicoterapia con niños pequeños. Obtenido de Psicoterapia con niños
pequeños: http://www.sepypna.com/articulos/psicoterapia-ninos-pequenos/
Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer Psicología de las masas y análisis del yo y otras
obras. Buenos Aires : Amorrortu.