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Tercio

antigua unidad militar del Ejército del


Imperio Español, similar al regimiento,
vigente entre 1534 y 1704

Un tercio era una unidad militar de


infantería del Ejército español durante la
época de la Casa de Austria, compuesta
de un número variable de compañías, con
un militar con título de maestre de campo
al mando, y unos capitanes comandando
cada compañía.
El tercio estaba
Tercio español
integrado por
soldados
voluntarios con
oficiales nombrados
por el rey, a La rendición de
Breda, de
diferencia de los
Velázquez.
regimientos, cuyos Ambrosio Spínola
capitanes eran (derecha),
comandante de los
nombrados por el
tercios españoles,
coronel, que recibiendo las
ostentaba el mando llaves de la ciudad.
del regimiento. En
Activa 1534-
principio, y durante
1704
la mayor parte del
País España
siglo XVI, solo la
infantería española Fidelidad
se organizó en Monarquía
Hispánica
tercios, pero a
Rama/s Ejército
finales del reinado
Tipo Organización
de Felipe II
desaparecida
comenzaron a tipo de
formarse tercios de unidad
militar por
soldados italianos,
tamaño y
valones, y tipo de
borgoñones, tropas

súbditos de los Función Seguridad,


control y
reyes de España[1] ​.
defensa
de la
Dado que los reyes
Monarquía
de España española.
intentaron mantener
parte de los tercios Parte de Ejército
después de de
Flandes
acabada cada
Disolución 1704
campaña, contra lo
Alto mando
que venía siendo lo
Comandantes Gra
habitual en la
notables Capitá
mayoría de ejércitos Jua
de la época, estas de
Austr
unidades pudieron
alcanzar un grado Manu
de cohesión y Filibe
Duq
eficiencia tales, que,
de Alb
sumados a la
veteranía de buena Alejan
parte de sus tropas - Farne
Jua
los llamados
"soldados viejos" - del
Águila
hizo que fuesen
considerados la Ambr
espina dorsal de los Spíno

distintos ejércitos
Carde
reales. Infant

Esta continuidad Anton


hace que puedan de Ley
Álv
ser consideradas
de Sa
las primeras Jul
estructuras de un Rome
ejército moderno
Sanch
permanente, en Dávila
contraposición a los
ejércitos
compuestos
íntegramente por
levas reclutadas
para las campañas Bandera de los
Tercios Españoles
y mercenarios
contratados.

A partir de 1920 también reciben ese


nombre las formaciones de tamaño
regimental de la Legión Española, unidad
profesional creada para combatir en las
guerras coloniales del norte de África, y
que se inspiraba en las gestas militares de
los tercios históricos. La Legión Española
también guarda ciertos parecidos con la
Legión Extranjera del ejército francés.
El origen de los tercios. La
infantería de ordenanza de
los Reyes Católicos

Desembarco de tercios españoles en


la batalla de la isla Terceira, en las
islas Azores, fresco de Niccolò
Granello en la Sala de las batallas del
monasterio de El Escorial.

El Gran Capitán en las guerras de


Nápoles [1495-1504]

Entre octubre de 1495 y febrero de 1496


se promulgaron tres ordenanzas que
sentaron las bases de una futura infantería
organizada, pero aún faltaba la
experiencia en la guerra de Nápoles de
1501-1504 para que se adoptase el
modelo suizo[2] ​.

Primera guerra de Nápoles

En 1495, las tropas al mando del Gran


Capitán son derrotadas en la batalla de
Seminara. Dicha derrota propició que
realizara modificaciones tácticas,
adoptando modos de combate aprendidos
en la guerra de Granada, esquivando el
choque y empleando golpes de mano,
evitando combatir en batalla campal con
los piqueros suizos y los ballesteros
gascones del ejército francés.[2] ​En 1496
las tropas españolas del Gran Capitán,
junto a Liga de Venecia, participan en el
Asedio de Atella forzando que el virrey
francés capitulase en Atella el 27 de julio
de 1496.

Segunda guerra de Nápoles [1501-1504]

En 1500, se organiza un cuerpo


expedicionario para la toma de Cefalonia.
Realizado el asedio, dicho cuerpo va a
Nápoles, donde dará comienzo a la guerra
con Francia por el dominio del reino, o
segunda guerra de Nápoles. El ejército,
liderado de nuevo por el Gran Capitán,
estaba integrado por unos 3.600 hombres
de infantería en 31 capitanías, además de
caballería[2] ​. Los peones, o soldados a pie,
tenían tres especialidades u oficios:
lanceros, ballesteros y espingarderos[2] ​,
siendo los disparos de los espingarderos
en la batalla de Ceriñola, que van a causar
enormes bajas en la caballería francesa, el
exponente del uso de las armas de fuego
que va a caracterizar a los futuros
tercios[2] ​.

La guerra va a resultar exitosa. Aún así, se


va a considerar necesario mejorar el
sistema copiando algunos elementos
usados por lansquenetes alemanes y
suizos: los lanceros pasarían a ser
piqueros armados con "armaduras a la
suiza", unas armas defensivas precursoras
del coselete. Las carencias de los lanceros
se evidencian en el hecho de que en abril
de 1503 se van a incorporar al ejército
español en Nápoles 2,500 lansquenetes
alemanes[2] ​, formando los alemanes en el
centro del ejército español[2] ​.

El modelo suizo como base de la


infantería de ordenanza de los Reyes
Católicos [1503]

La estructura militar española, innovada


por los Reyes Católicos en la conquista de
Granada y por el Gran Capitán en sus
campañas en Italia, estuvo fuertemente
influenciada por el llamado «modelo
suizo». Los triunfos de la infantería suiza
frente a la caballería pesada de Borgoña
en una serie de batallas campales
revolucionaron los métodos de guerra
medievales. La infantería conseguía
vencer a la caballería, reina indiscutible de
la guerra medieval. En España se adoptó el
modelo suizo, por el cual unos cuadros de
piqueros bien formados resistían, e
incluso derrotaban a la caballería que les
atacara.

La eficacia del combate de la infantería de


ordenanza de los Reyes Católicos estuvo
basada en un sistema de armamento que
unía el arma blanca (la pica o lanza larga)
con el potencial del arma de fuego - en
principio, la espingarda, para pasar luego a
la escopeta.

La superioridad de la infantería liderada


por el Gran Capitán sobre el modelo del
cuadro compacto suizo residía en su
mayor movilidad, y uso más efectivo de
las armas de fuego[2] ​.

En 1503, la Gran Ordenanza reflejó la


adopción de la pica larga, siguiendo con la
distribución de peones en oficios
especializados: ballesteros,
espingarderos, y, en sustitución de los
lanceros, piqueros[2] ​.

La infantería de ordenanza en la
conquista de Orán [1509]. Las
primeras coronelías

En la jornada de Orán, las capitanías van a


ser por primera vez agrupadas en
unidades mayores, denominadas
coronelías[2] ​. En dicha campaña, la
infantería se va a organizar en siete
coronelías integradas por un número
variable de capitanías - entre 5 y 16 - un
número variable de soldados por capitanía
- entre 100 y 300 - y por ende, un número
de soldados diferente en cada una de las
dichas coronelías - entre 1.000 y 2.700
aproximadamente[2] ​.

Este tipo de unidades que agrupan a


varias compañías de infantería mandadas
por un superior, en este caso, un coronel,
van a ser modelo para los futuros tercios
gobernados por maestres de campo.

La antesala de los tercios. Las


guerras de Italia en la década
de 1520
Entre 1521 y 1530, se van a producir en
Italia una serie de guerras con la corona
francesa como antagonista, en las cuales,
la infantería española del ejército de Italia
va a desarrollar unos cambios
organizativos, tácticos y armamentísticos,
que van a ser la base para la creación de
los tercios, tras la ordenanza de Génova
de noviembre de 1536.

Escopeteros en las batallas de Bicoca


y del Sesia

En la batalla de Bicoca, en 1522, estando


parapetado tras un foso el ejército
imperial, los escopeteros españoles van a
derrotar con facilidad a los escuadrones
de piqueros suizos que avanzan a su
encuentro. En esta ocasión, se va a
demostrar la capacidad del fuego
sostenido, pero se va a considerar que la
existencia del foso o trinchera fue crucial
para el desarrollo de la batalla[3] ​.

Dos años después, en la batalla del Sesia,


las tropas españolas bajo el mando de
Carlos de Lannoy derrotan al Reino de
Francia, en el cruce el río Sesia las
trompas imperiales persiguiendo a las
tropas francesas, hiriendo de gravedad a
Almirante Bonnivet y matando a Pierre
Terraill de Bayard. En dicha batalla, se va a
evidenciar de nuevo la ventaja que daba a
los españoles el uso de armas de fuego
como eran las escopetas, esta vez, en una
situación dinámica, en la que se intercepta
al ejército francés en retirada[4] ​

El ejército imperial en Italia del cual las


compañías de infantería española forman
el núcleo, participa en el Sitio de Marsella,
pero debieron retirarse ante la férrea
defensa francesa y la aparición de
refuerzos de estos últimos.

Escopeteros y arcabuceros en la
batalla de Pavía

La infantería española alcanza uno de los


puntos más álgidos en la Batalla de Pavía,
derrotando al ejército francés capitaneado
por Francisco I. Amén de las
consecuencias histórico-políticas de la
captura del rey de Francia, y de la captura
o muerte de muchos nobles franceses, se
va a demostrar la capacidad ofensiva de
las bocas de fuego españolas,
organizadas en escopeteros y
arcabuceros, que van a atacar a los
hombres de armas franceses, caballería
que era considerada como la mejor de
Europa[5] ​. Además, va a quedar patente la
potencia del arcabuz, arma de fuego
similar a la escopeta, pero de mayor
calibre que ésta. Los 1.500 escopeteros y
los 1.000 arcabuceros españoles en la
batalla de Pavía, unos 2.500 hombres
armados con armas de fuego de un total
de 7.500 soldados de infantería
española[6] ​van a evidenciar que era
posible derrotar a la caballería, no
solamente de modo estático, como los
cuadros de picas, resistiendo a su carga,
sino en un modo dinámico, disparando
contra ellos. La adopción del arcabuz va a
ser el cambio técnico principal que dará
lugar a más cambios de orden táctico y
organizativo en la infantería.
La importancia de las armas de fuego
tras Pavía

En mayo de 1527 las tropas imperiales


participan en el saco de Roma, papa,
Clemente VII. En 1528 fue necesario
resistir a los franceses durante el asedio
de Nápoles, bajo la dirección de Hugo de
Moncada, consiguiendo levantarse el sitio
por una plaga que asoló al campo francés.
En otoño de 1529, unos 700 arcabuceros
españoles ayudan en la defensa de Viena
frente a los turcos.

En 1529, Carlos V acude a Italia con un


total de 8.270 hombres en 22 compañías,
en las cuales los arcabuceros van a
superar a los escopeteros en una relación
de 2:1[2] ​. En ese mismo año tiene lugar el
sitio de Florencia, restaurando el gobierno
ducal. La infantería española va a
demostrar, en presencia del emperador
Carlos, su potencial como base del
ejército instrumento clave en sus políticas
dinásticas.

Durante esta década se van a dar pasos


clave para la constitución del tercio: se va
a crear la figura del maestre de campo, y
se va adoptar el arcabuz como arma
básica ofensiva de la infantería. Aunque
en esta época aún no había tercios, las
diferencias en cuanto organización,
táctica y armamento con los tercios que
van a existir a partir de 1536, van a ser
mínimos. Es por ello que varios autores
ven a esta década, y no los tiempos del
Gran Capitán, como los de la verdadera
génesis de los tercios[7] ​.

Las ordenanzas militares


como punto de creación de
los tercios
Aunque fueron oficialmente creados por
Carlos I de España (los denominados
Tercios Viejos)[8] ​tras la reforma del
ejército por un decreto dirigido al Virrey de
Nápoles de 23 de octubre de 1534 y la
ordenanza de Génova de 15 de noviembre
de 1536,[9] ​donde se emplea por primera
vez la palabra tercio, como guarnición de
las posesiones españolas en Italia y para
operaciones expedicionarias en el
Mediterráneo, sus orígenes se remontan a
las tropas de Gonzalo Fernández de
Córdoba en Italia, organizadas en
coronelías que agrupaban a las capitanías.
Con estas tropas españolas asentadas en
Italia, Carlos I en sus ordenanzas de 1534
y 1536 organizaba su ejército en tres
tercios: uno en el reino de Sicilia, otro en el
ducado de Milán (o reino de Lombardía) y
otro en el reino de Nápoles. En realidad, se
comenzaron a gestar en la península.
Durante el reinado de los Reyes Católicos
y a consecuencia de la guerra de Granada,
se adoptó el modelo de los piqueros
suizos, poco después se repartían las
tropas en tres clases: piqueros, escudados
(espadachines) y ballesteros mezclados
con las primeras armas de fuego
portátiles (espingarderos y escopeteros).
No tardaron mucho en desaparecer los
escudados y pasar los hombres con
armas de fuego de ser un complemento
de las ballestas a sustituirlas por
completo. Las victorias españolas en Italia
frente a los poderosos ejércitos franceses
tuvieron lugar cuando todavía no se había
completado el proceso.

Los tres primeros tercios, creados a partir


de las tropas estacionadas en Italia,
fueron el Tercio Viejo de Sicilia, el Tercio
Viejo de Nápoles y el Tercio Viejo de
Lombardía. Poco después se crearon el
Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de
Galeras (que fue la primera unidad de
infantería de marina de la Historia). Todos
los tercios posteriores se conocerían
como Tercios nuevos. A diferencia del
sistema de levas o mercenarios,
reclutados para una guerra en particular,
típica de la Edad Media, los tercios se
formaron con soldados profesionales y
voluntarios que estaban en filas de forma
permanente, aunque en un principio cada
localidad debía prestar uno de cada doce
hombres para los servicios del rey si este
los necesitaba para la guerra. Sin
embargo, nunca faltaron voluntarios.

La batalla de Pavía (1525), en la que


los españoles vencieron a los
franceses.

El tercio en un principio no era, pues,


propiamente hablando, una unidad de
combate, sino de carácter administrativo,
un Estado Mayor que tenía bajo su mando
una serie de compañías que se hallaban
de guarnición dispersas por diversas
plazas de Italia o que podían combatir en
frentes muy distantes unos de otros.[10] ​
Este carácter peculiar se mantuvo cuando
se movilizaron para combatir en Flandes.
El mando del tercio y el de las compañías
era directamente otorgado por el rey, por
lo que las compañías se podían agregar o
desvincular del mando del tercio según
conviniera.[10] ​De este modo, el tercio
mantuvo su carácter de unidad
administrativa, más parecida a una
brigada del siglo xviii que a un regimiento
de la época, hasta mediados del siglo xvii,
cuando los tercios empezaron a ser
levantados por nobles a su costa, quienes
nombraban a los capitanes y eran
efectivos propietarios de las unidades,
como sucedía en el resto de los ejércitos
europeos.

Nomenclatura

Nombres de los tercios

Los tercios se conocían por la provincia o


territorio donde servían (tercios de
Lombardía, Sicilia, Nápoles, Cerdeña,
Saboya, Flandes), donde habían sido
reclutados (tercios de Málaga, Granada) o
en que campaña habían servido (tercios
de la Liga, Florencia, Hungría, Castilnovo,
Bretaña) aunque dicha campaña hubiera
terminado hacía años.

Alternativamente, se les denominaba por


sus maestres de campo: el tercio de
Miguel de Barahona, el tercio de Luis
Pérez de Vargas, tercio de Diego de
Castilla, etcétera[11] ​.

También tenían apodos, como el tercio de


los sacristanes, el de las nueve banderas,
el de los almidonados, que a veces se
usaban en documentos oficiales[12] ​.
Apelativo de "tercios viejos"

Cuando en 1567 se enviaron a los Países


Bajos los cuatro tercios que estaban en
Italia (Lombardía, Nápoles, Sicilia y
Cerdeña) mantuvieron su denominación.
El tercio de Cerdeña fue disuelto
disciplinariamente en 1568. Se creó un
nuevo tercio, llamado de Flandes.
Posteriormente, para reforzar el ejército,
llegaron tercios de Italia, de los mismos
territorios. Para evitar confusión, a los
tercios que llevaban más tiempos en los
Países Bajos se les comenzó a llamar
tercios viejos.
No hay constancia de que tal apelativo de
"tercios viejos" se usara antes de la guerra
de Flandes. Durante el reinado de Carlos V,
existían los llamados tercios de infantería
vieja, o tercios de soldados viejos; eran los
soldados los "viejos" o veteranos; no el
tercio. Un soldado viejo podía estar en una
"bandera nueva", es decir, una compañía
recién reclutada, sin historial militar.

Origen del término "tercio"

El origen del término «tercio» resulta


dudoso. Algunos piensan que se comenzó
a usar porque, en su origen, cada tercio
representaba una tercera parte del ejército
de Italia, cuya infantería se repartía en tres
partes: Lombardía, Nápoles y Sicilia. En la
ordenanza de 1536[13] ​, aparecen
mencionados, de modo contable - se
refiere a asuntos de índole económica - el
tercio de Nápoles y Sicilia, el de
Lombardía, y el de Málaga. Cada uno de
estos cuatro tercios tenía su propio
maestre de campo, pero el de Málaga, a
cargo del poeta Garcilaso de la Vega había
sido reclutado ese mismo año y puesto en
Niza, no había sido parte del ejército de
Italia:

La infantería española
del tercio de Nápoles y
Sicilia, que reside en el
dicho nuestro ejército,
está pagada hasta en fin
del mes de setiembre
próximo pasado de este
presente año, y la del
tercio de Lombardía
hasta mediado del mes
de octubre de este dicho
año, y los del tercio de
Málaga que quedaron
en Niza, y la compañía
de Jaén que sirve en el
dicho nuestro ejército,
hasta los 25 del dicho
mes de octubre.
Otros sostienen que el nombre venía dado
a que en origen, la infantería de ordenanza
incluía tres tipos de combatientes
(lanceros o piqueros, escudados, y
ballesteros y espingarderos). El testimonio
es del cronista Jerónimo Zurita, que,
aunque bien documentado en su trabajo,
escribía muchas décadas después, y
además, lo hacía sobre la infantería de
ordenanza de los Reyes Católicos, muchos
años antes de la formación de los
tercios[14] ​:

Repartiéronse los
peones _que así se
llamaban en este tiempo
y aun mucho después_
en tres partes: el un
tercio con lanzas como
los alemanes las traían,
que llamaron picas; y el
otro tenía el nombre
antiguo de escudados; y
el tercero de ballesteros
y espingarderos que se
usaban entonces

También hay quienes consideran que el


nombre proviene de los tres mil hombres,
divididos en doce compañías, que
constituían su primitiva dotación. Esta
última explicación la recoge el maestre de
campo Sancho de Londoño en un tratado
militar publicado en 1568:

«Los tercios, aunque


fueron instituidos a
imitación de las legiones
(romanas), en pocas
cosas se pueden
comparar a ellas, que el
número es la mitad, y
aunque antiguamente
eran tres mil soldados,
por lo cual se llamaban
tercios y no legiones, ya
se dice así aunque no
tengan más de mil
hombres».
[15] ​

Muchos tratadistas militares de la


segunda mitad del XVI, como Londoño,
buscaron en la antigüedad clásica
referentes, en este caso, las legiones. Algo
que se hacía en el renacimiento en otros
ámbitos, como en el artístico. También
para algunos autores contemporáneos
como Fernand Braudel, el tercio es
considerado el renacimiento de la
infantería en el campo de batalla,
comparable a las legiones romanas o las
falanges macedonias.[16] ​
Historia de los tercios de
infantería española

Sitio de Gravelinas, donde se produjo


la Batalla de Gravelinas, con una
victoria española sobre las tropas
francesas que obligó al rey francés a
firmar la paz y desistir de invadir
Italia. Esta batalla se libró después de
la batalla de San Quintín, y en honor a
esta victoria, el rey Felipe II mandó
construir el Monasterio de San
Lorenzo de El Escorial.

Reinado de Carlos V

En 1534 se creaba el primer tercio oficial,


el de Lombardía. Los Tercios de Nápoles y
Sicilia se crearon en 1536, gracias a la
ordenanza de Génova, promulgada por
Carlos I de España. Las tropas españolas
sufren una dura derrota en la Batalla de
Préveza contra el Imperio Otomano en la
disputa por el mar Jónico. Del 18 de Julio
hasta el 7 de Agosto de 1539 tiene lugar el
legendario Sitio de Castelnuovo, donde un
tercio abandonado por sus aliados
venecianos luchó con auténtica valentía
ante un destacamento otomano, liderado
por Jeireddín Barbarroja, el capitán
español, Francisco de Sarmiento, opuso
batalla con apenas 4000 hombres a un
ejército de más de 50.000 unidades;
consiguiendo realizar 20.000 bajas.
El Tercio de las Galeras participó en la
Batalla de la isla de Alborán, victoria
española ante el pujante Imperio
Otomano.

Entre el 21 a 25 de octubre de 1541 las


tropas imperiales junto a una serie de
unidades armadas católicas sufren una
derrota en Argel contra el Imperio
Otomano. El Tercio Viejo de Sicilia debió ir
a socorrer a Túnez, sitiada por un ejército
formado en su mayor parte por caballería
mora, pero el tercio consiguió salvar la
ciudad tras la buena actuación del
maestre de campo Álvaro de Sande.
En 1542 tiene lugar el sitio de Perpiñán,
los españoles resistieron hasta la llegada
del ejército español bajo el mando de Don
Fernando Álvarez de Toledo, duque de
Alba, provocando la retirada del ejército
francés. El asedio fue una de las derrotas
más costosas de Francisco I en la
ofensiva francesa de 1542.

En el verano de 1543 las tropas imperiales


del rey Carlos V junto al Ducado de Saboya
y la República de Génova socorren Niza de
la invasión francesa y otomana, coalición
formada para enfrentar al poder español.
El 1 de Abril de 1544, en la Batalla de
Cerisoles, las tropas francesas obtienen
una victoria táctica en Ceresole Alba,
además con una cantidad inusualmente
elevada de bajas para la época, entre
5.000 y 6.000 muertos.

En la Batalla de Serravalle las tropas


españolas infligen una derrota al Reino de
Francia, confirmando su dominio en el
Ducado de Milán.

En la Batalla de Mühlberg, en 1547, las


tropas imperiales de Carlos V vencieron en
Alemania a una liga de príncipes
protestantes gracias, sobre todo, a la
actuación de los piqueros imperiales.

De junio a septiembre de 1550 ocurre la


Toma de Mahdía, donde una coalición
entre las tropas imperiales y los
Caballeros Hospitalarios derrotan al
Imperio otomano. Sancho de Leyva
permaneció en Mahdia, al mando de una
guarnición española, hasta 1553. Carlos V
ofreció la plaza a los caballeros de Malta,
pero éstos rechazaron la oferta, al resultar
demasiado gravoso mantenerla. Por ello, y
a pesar de su importancia estratégica, los
españoles decidieron demoler sus
fortificaciones y evacuarla, tarea realizada
por Hernando de Acuña. Poco después los
otomanos reocuparon la ciudad, pero ya
no levantó cabeza.

El 2 de agosto de 1554 en la batalla de


Marciano los tercios participan en la
victoria decisiva española y florentina por
la República de Siena, ayudando a la
República de Florencia a anexionarse este
territorio. En la Batalla de Renty, el 12 de
agosto de 1554, las tropas españolas son
derrotadas por el Reino de Francia y sus
aliados italianos, ocasionado una gran
pérdida de unidades y daño a la moral,
incluso poniendo en fuga al emperador
Carlos V, aunque las tropas francesas se
retiraron a Compiègne.

Reinado de Felipe II

Diez años después, el ejército español


derrotó por completo en 1557 al francés
en la Batalla de San Quintín, hecho que se
repitió con idéntico resultado en
Gravelinas en 1558, lo que condujo a la
paz entre ambos Estados con grandes
ventajas para España. En todas estas
batallas destacó la eficaz actuación de los
tercios.
Con la muerte de Carlos I de España se
termina una época dorada y hereda el
imperio Felipe II de España, un monarca
menos válido que su padre pero que
comparte sendos éxitos militares.

Entre el 21 de agosto y el 8 de octubre de


1573 acaece el Asedio de Alkmaar, donde
los rebeldes holandeses derrotaron al
tercio capitaneado por Don Fadrique, que
estaba asediando la ciudad de Alkmaar.
La decisión de poner asedio a Alkmaar
pese a lo avanzado del año y el posterior
fracaso al no poder tomar la ciudad fue
uno de los mayores errores del duque de
Alba, ya que la victoria rebelde reforzó la
voluntad de resistencia de estos, y por otro
lado el tiempo malgastado en el sitio de
esta ciudad, poco importante por sí
misma, impidió el avance de las tropas del
rey al interior de las provincias de Holanda
y Zelanda, corazón de la rebelión.

El 25 de agosto de 1580, en la batalla


librada en Alcántara, las tropas imperiales
de Felipe II lideradas por el Gran Duque de
Alba y Sancho Dávila derrotaron
decisivamente a los Portugueses leales a
Antonio, prior de Crato, concluyendo en la
anexión de Portugal al Imperio Español y
la coronación de Felipe II como Felipe I de
Portugal. El 17 de enero de 1583 las
tropas francesas atacan Amberes, siendo
repelidas. Este hecho fue aprovechado por
el Imperio que, del 3 de julio de 1584 al 17
de agosto de 1585, asedian Amberes,
terminando con su caída y conquista por
parte de las tropas imperiales.

Reinado de Felipe IV

La batalla de Rocroi, el 19 de mayo de


1643, marcó un antes y un después en la
legendaria historia de los tercios
españoles. Fue una auténtica derrota
moral, en mitad de la Guerra de los Treinta
Años, que sumió en el desconcierto y el
desánimo a los soldados, hasta el punto
de impactar en todo el continente
deshaciendo el mito de que los tercios
españoles eran invencibles.

Los tercios que sitiaban la ciudad francesa


de Rocroi partieron con varias desventajas
al enfrentarse con las tropas que
aparecieron para auxiliar la plaza sitiada.
Lucharon, para empezar, en inferioridad
numérica, y otro de los errores que
sufrieron fue su imprevisión o su exceso
de confianza ante un enemigo que
subestimaron, cuando un simple espía
habría podido detectar la llegada de las
fuerzas galas. La hegemonía francesa en
Europa estaba decidida a partir de aquel
episodio.

Para enviar sus refuerzos a la zona, la


Corona Española tuvo que poner en
funcionamiento el llamado Camino
Español, un itinerario vital que discurría
por ruta terrestre (la marítima estaba
cortada por ingleses, franceses y
holandeses) desde el Milanesado a través
del Franco Condado, Alsacia, Alemania,
Suiza y Lorena hasta llegar a Flandes. El
duque de Alba (1507–1582) fue el primero
que utilizó este recorrido en 1566, y fue
tan exitoso que logró mantenerse hasta
1622. Fue en ese año cuando Francia
logró estrangular el Camino llegando a un
pacto de intereses con el duque de
Saboya, que se alió con los galos para
evitar el paso de tropas hispánicas por su
territorio. Este hecho obligó a los
españoles a buscar una nueva alternativa,
y la encontraron en un itinerario que
discurría algo más al este, partiendo
también de Milán y cruzando los valles
suizos de Engadina en los Grisones y
Valtelina hasta Landeck, en el Tirol, y de
ahí, bordeando el sur de Alemania,
cruzaba el Rin por Breisach y alcanzaba
los Países Bajos por Lorena. Este segundo
Camino Español aguantó hasta que los
franceses invadieron la Valtelina y Alsacia
y ocuparon también Lorena. Se intentó
entonces arribar a la costa de Flandes por
vía marítima desde los puertos gallegos y
cántabros, pero la derrota naval en la
batalla de las Dunas (muchos
historiadores dan por más grave esta
derrota terrestre y naval que sufrieron los
españoles, donde el mariscal francés
Turenne tuvo el apoyo de la flota inglesa
del dictador Cromwell) que sentenció
definitivamente el eje vital que permitía al
Imperio avituallar sus efectivos en
Flandes. La última victoria de los tercios
sería en la batalla de Valenciennes (1656),
frente a los franceses.
El declive militar del Imperio español era
ya visible a consecuencia de la falta de
replanteamiento de estructura y de
instrucción de los tercios, que habían
quedado inevitablemente obsoletos ante
unas rápidas renovaciones de armamento
que ya seguían muy por delante tanto
Francia como Holanda o Inglaterra. La
Corona Española había sufrido una
sangría imparable de dinero, hombres y
todo tipo de recursos con tal de aniquilar a
los protestantes y mantener sus dominios
de Flandes e Italia frente al expansionismo
holandés y francés. Las bajas de los
combates, las enfermedades, las
deserciones, causaron que el organigrama
de los tercios se viniera totalmente abajo.
Era imposible sufragar una renovación de
técnicas y armamento porque el déficit,
que tragaba todo el oro y casi toda la plata
que cada vez costaba más extraer de las
colonias americanas españolas (se iba
agotando), resultaba simplemente
demoledor. El tercio era una tropa muy
cara, y dado que la economía de los reinos
hispánicos estaba demasiado
descentralizada y no tenía intereses
fáciles de conciliar, los Austrias menores
(Felipe III, Felipe IV, Carlos II) cada vez lo
tuvieron peor para lograr un pacto
económico con las Cortes de cada Estado
del que eran reyes. Los banqueros del rey
solían adelantar el dinero en forma de
préstamo, pero cuando el dinero del
Estado se acababa, los banqueros
cerraban su bolsa y las consecuencias
eran irremediables. La guerra en Flandes,
por ejemplo, duró de 1568 a 1609 y de
1621 a 1648 (Paz de Westfalia), con tan
sólo un frío interludio con la Tregua de los
Doce Años que logró Felipe III. Ese
conflicto devoró durante más de 80 años
el Tesoro Real para nada: las Provincias
Unidas se independizaron del Imperio y
fueron compensadas con dos provincias
más (al norte del río Escalda, lo que
arruinó la salida fluvial de Amberes),
aparte de las colonias que ya había
ocupado en las Indias Orientales.

Tras 1648 fue Francia la que invadió


paulatinamente territorios al sur, acabando
por forzar en 1659 la Paz de los Pirineos,
que supuso ya la pérdida de una parte
considerable de territorios al sur y al este
de Bélgica. Y España tenía frentes abiertos
con casi todas las potencias: franceses,
ingleses, holandeses, protestantes
alemanes y suecos.

Los banqueros genoveses y los


mercenarios extranjeros que apoyaban a
los ejércitos hispánicos, cada vez exigían
prestaciones más elevadas, viéndose la
Corona ahogada ya de por sí en el
despilfarro de la Corte, la falta de visión
política de los monarcas y sus cada vez
más incompetentes validos, y en una serie
de interminables guerras que asolaron
Europa hasta hundir del todo la política de
un imperio multinacional y católico como
era el de los Austrias.

Reinado de Carlos II [1665-1700]

Durante el reinado de Carlos II se van a


mantener y reforzar diversos ejércitos
dadas las guerras con la corona francesa:
Guerra de Devolución (1666-1667), Guerra
de Holanda (1673-1678), Guerra de las
Reuniones (1683-1684) y Guerra de los
Nueve Años (1689-1697). Así, por ejemplo,
el ejército de Flandes va a pasar de tener
menos de cuatro mil soldados españoles
en tercios de infantería a la conclusión de
la Guerra Franco - Española, a disponer de
más de diez mil hombres durante puntos
álgidos como 1674[17] ​. Para mantener
dicho ejército, se tuvo que enviar a los
Países Bajos 32.000 hombres entre 1666 y
1694.[18] ​

Además, se mantenía una media de cuatro


mil hombres en el reino de Nápoles[17] ​,
casi otros tantos en el reino de Sicilia[17] ​
amén de sostener un ejército en
Lombardía, y otro ejército para defender
Cataluña. Para atender estas necesidades
defensivas, la corona formó tercios
integrados por soldados voluntarios que
eran enviados a diversos frentes,
fundamentalmente,al exterior: Milán y
Flandes, pero también para la frontera de
Navarra, o para la armada[17] ​. Aunque
Castilla, por demografía y tradición militar,
siguió siendo la base principal para los
tercios de infantería española, el esfuerzo
bélico se implantó también en territorios
que habían sido menos usados, como
Asturias, Galicia[19] ​, Canarias o Cataluña.
Al mismo tiempo que se reclutaban estos
tercios de voluntario, se hicieron reclutas
forzosas, llamadas repartimientos[17] ​.
Además, existían los tercios provinciales,
los cuales eran reclutados y mantenidos
por distintas entidades territoriales, como,
en el caso del Principado de Cataluña, la
ciudad de Barcelona, o la Diputación del
General[20] ​.

En esta época, las compañías van a tener


poco más de cien hombres, y el tercio, en
torno a los 1.000 - 1500 soldados[18] ​.
Reforma borbónica del ejército. Del
tercio al regimiento

Al acceder Felipe V al trono, quiso


implantar el modelo francés, basado en el
regimiento. Hizo una serie de reformas a
partir de 1701, adoptando el pie
regimental a partir del 28 de enero de
1704, tras publicar unas nuevas
ordenanzas para las tropas de sus
ejércitos. Al perder los Países Bajos y las
provincias de Italia tras la Guerra de
Sucesión y firma del Tratado de Utrecht, se
repatrian los últimos tercios que habían
defendido dichos territorios[21] ​.
Este cambio fue de carácter orgánico - los
tercios pasaban a ser regimientos, los
maestres de campo coroneles, se incluye
la figura del teniente coronel, los
regimientos están compuestos de 12
compañías de 50 hombres, etc - a la par
que táctico, en tanto desaparece la
división de oficios tradicional del tercio -
coselete, arcabucero y mosquetero - y
todos los soldados pasan a servir con fusil
y bayoneta, arma más ligera que el
tradicional mosquete de Vizcaya que
usaban los tercios de infantería
española[22] ​, si bien se incluye en cada
regimiento una compañía de granaderos.
Organización de los tercios

Estructura

La organización de los tercios, tanto en


número de hombres como en número de
compañías, varió en la práctica en función
de las necesidades de cada momento de
defender un territorio o sostener una
guerra, de la disponibilidad de hombres y
dinero con el que mantener las unidades, y
de la capacidad de los distintos territorios
de alojar a las tropas. Sin embargo,
recurrentemente se dan instrucciones y se
promulgan ordenanzas en los ejércitos de
los diferentes territorios para
homogeneizar las unidades.

Así, por ejemplo, en el ejército de


Lombardía en 1538 se va a promulgar una
instrucción por la cual el tercio de dicho
territorio iba a contar con 8 compañías: 7
de piqueros y 1 de arcabuceros, teniendo
221 soldados por compañía, excepto la
compañía de la que también era capitán el
maestre de campo, que debía contar con
300 soldados[23] ​. Sin embargo, durante el
reinado de Carlos V se va a ordenar que
los tercios que se reclutasen en España
tuvieran compañías de 300 hombres, con
un número variable de soldados que
oscilaba entre los 3.000 y 4.000 hombres
normalmente.

A finales de 1560, se va reformar el tercio


de Lombardía, estableciendo en diez el
número de compañías - ocho de piqueros
y dos de arcabuceros - con un total de tres
mil soldados, de los que 1.400 serían
arcabuceros, 1.200 coseletes y 400 picas
secas[24] ​. Más avanzado el reinado de
Felipe II, la tendencia va a ser la de reclutar
compañías de 250 hombres. Por ejemplo,
para la jornada de Inglaterra de 1588, se
va a dar orden de reclutar en España 6
tercios de 13 compañías de 250 hombres
cada una, siendo 2 de las compañías de
cada tercios compañías de
arcabuceros[25] ​. Con el tiempo, una de las
compañías de arcabuceros se sustituyó
por otra de mosqueteros.[26] ​En 1632 se
va a promulgar una ordenanza para los
tercios fuera de España tuvieran quince
compañías de 250 hombres cada una,
pero no debía de haber compañías de
arcabuceros. Em 1636, las compañías del
ejército de Flandes van a quedar reducidas
a 200 hombres[27] ​. Con el tiempo, las
compañías fueron reduciendo sus
dotaciones, aunque no el número de
oficiales y suboficiales que, en
consecuencia, creció en proporción al
número de soldados que mandaban[28] ​.
Para finales del siglo XVII, durante la
guerra de devolución, muchas de las
compañías van a tener menos de 100
hombres[29] ​.

Efectivos

A los capitanes se les daba una


"conducta", documento por el cual podían
realizar la leva en un determinado
territorio, en el que constaba el número de
soldados que debía reclutar:
habitualmente 300 para el reinado de
Carlos V, 250 para el reinado de Felipe II,
200 a partir de 1636. Estas compañías se
integraban en tercios que eran enviados a
un determinado territorio. Allí, las acciones
de combate, las enfermedades, las
licencias, las deserciones, disminuían el
número de soldados, por lo que era común
que las compañías no tuviesen el número
de soldados requerido inicialmente.

Frecuentemente se disolvían compañías


(«reformaban») para cubrir un mínimo de
plazas en las demás. También se
constituían tercios "itinerantes": tercios
que al llegar a su destino, Flandes, se
reformaban, entrando los soldados
bisoños en las compañías de tercios
viejos, aprovechando así las unidades
veteranas el refuerzo, y los reclutas la
experiencias de sus compañeros más
antiguos.

Los oficiales de las compañías


reformadas pasaban a integrarse en las
otras banderas en calidad de "oficiales
reformados", oficiales sin mando que
combatían como soldados, pero que
percibían un sueldo superior, y a los que se
les encomendaba tareas de mayor
importancia. La estructura de los tercios
nunca fue rígida, sino adaptable a las
circunstancias del momento.

Puntualmente, los soldados, con licencia


del maestre de campo, podían cambiarse
de compañía.[23] ​También podían obtener
licencias para regresar a España a tratar
asuntos de índole familiar o personal. La
deserción estaba penada y perseguida.

Los tercios en la estructura del


ejército. Tercios de naciones

El personal de cada unidad era siempre


voluntario y entrenado especialmente en el
propio tercio, lo que convierte a estas
unidades en el germen del ejército
profesional moderno. Los ejércitos
españoles de aquel tiempo estaban
formados por soldados reclutados en
todos los dominios de los Habsburgo
españoles y alemanes, amén de otros
territorios donde abundaban los soldados
de fortuna y los mercenarios: alemanes,
italianos, valones, suizos, borgoñones,
flamencos, ingleses, irlandeses,
españoles, etc. En el conjunto del ejército,
la proporción de efectivos españoles
propiamente dichos solía ser inferior al
50%, e incluso menos aún: hasta un 10–
15% a lo largo de casi toda la guerra de
Flandes. Sin embargo, eran considerados
el núcleo combatiente por excelencia,
selecto, encargado de las tareas más
duras y arriesgadas (y consecuentemente,
con las mejores pagas). Inicialmente sólo
los españoles originarios de la península
ibérica estaban agrupados en tercios y
durante todo el período de funcionamiento
de estas unidades se mantuvo vigente la
prohibición de que en dichos tercios
formaran soldados de otras
nacionalidades. En los años 80 del siglo
XVI se formaron los primeros tercios de
italianos, cuya calidad rivalizaba con la de
los españoles, y a principios del siglo XVII
se crearon los tercios de valones,
considerados de peor calidad. Los
lansquenetes alemanes en servicio del rey
español no llegaron nunca a ser
encuadrados en tercios y combatían
formando compañías, puesto que eran
mercenarios y no cuadraban con la
organización militar de los tercios.

Bandera de compañía
(mediados del siglo XVII).

El ejército del duque de Alba en Flandes,


en su totalidad, lo componían 5.000
españoles, 6.000 alemanes y 4.000
italianos.

Levas de nuevos tercios

La corona podía levar o "levantar" un


nuevo tercio para ser enviado a una
jornada o empresa determinada, para
servir en un ejército en una guerra activa -
guerra de los ochenta años, por ejemplo -
o para sustituir los tercios que estaban en
las guarniciones de un determinado
territorio para protegerlo - los estados que
la corona tenía Italia, como eran
Lombardía, Nápoles y Sicilia - y que, a su
vez, eran enviados a otros territorios
donde eran necesarios.

Este último sistema, el de enviar tropas


veteranas de Italia a Flandes, que eran
sustituidas por soldados bisoños, permitía
aportar tropas adiestradas a ejércitos que
necesitaban gente con un mínimo de
preparación, otorgando al ejército una
ventaja cualitativa importante[30] ​

Algunos de estos tercios nuevos, al llegar


al ejército correspondiente en un territorio
del rey, como, por ejemplo, el ejército de
Flandes eran reformados: los soldados
bisoños del tercio nuevo se repartían entre
las compañías de los tercios que ya
estaban en dicho ejército, con lo cual, los
tercios veteranos quedaban reforzados, y
los reclutas tenían la posibilidad de
aprender su oficio junto a soldados
experimentados[31] ​.
También se podían reclutar compañías
sueltas en España que no fueran parte de
un tercio.

Reclutamiento de los soldados

Cuando el tercio necesitaba alistar


soldados, el rey concedía un permiso
especial firmado de propia mano
(«conducta») a los capitanes designados,
que tenían señalado un distrito de
reclutamiento y debían tener el número de
hombres suficiente para componer una
compañía. El capitán, entonces,
desplegaba bandera en el lugar convenido
y alistaba a los voluntarios, que acudían en
tropel gracias a la gran fama de los
tercios, donde pensaban labrarse carrera y
fortuna. Estos voluntarios iban desde
humildes labriegos y campesinos hasta
hidalgos arruinados o segundones de
familias nobles con ambición de fama
militar, pero normalmente no se admitían
ni menores de 20 años ni ancianos, y
estaba prohibido reclutar tanto a frailes o
clérigos como a enfermos contagiosos.
Los reclutas pasaban una revista de
inspección, en la que el veedor
comprobaba sus cualidades y admitía o
expulsaba a los que servían o no para el
combate. A diferencia de otros ejércitos,
en los tercios el soldado no estaba
obligado a jurar fidelidad y lealtad al rey.

El alistamiento era por tiempo indefinido,


hasta que el rey concedía la licencia y
establecía una especie de contrato tácito
entre la Corona y el soldado, aunque
aparte del rey también los capitanes
generales podían licenciar a la tropa. Se
daba por hecho que el juramento era tácito
y efectivo desde este reclutamiento. Los
agraciados con su entrada en el tercio
cobraban ya al empezar un sueldo por
adelantado para equiparse, y los que ya
disponían de equipo propio recibían un
«socorro» a cuenta de su primer mes de
sueldo.

No hay duda de que estas condiciones se


pasaban a veces por alto a causa de la
picaresca personal o de las necesidades
temporales del ejército, pero en general
siempre se exigió que el soldado estuviese
sano y fuerte, y que contara con una
buena dentadura para poder alimentarse
del duro bizcocho que se repartía entre la
tropa. En España, las mayores zonas de
reclutamiento fueron Castilla, Andalucía, el
Reino de Valencia, Navarra y Aragón.
Honor y servicio eran conceptos muy
valorados en la sociedad española de la
época, basada en el carácter hidalgo y
cortés, sencillo pero valiente y arrojado de
todo buen soldado. Aunque hay que añadir
que no hubo escasez de voluntarios
alistados mientras las arcas reales
rebosaron de dinero, es decir, hasta las
primeras décadas del siglo XVII.

Adiestramiento

No existían centros de instrucción, porque


el adiestramiento era responsabilidad de
los sargentos y cabos de escuadra,
aunque la verdad es que los soldados
novatos y los escuderos se formaban
sobre la marcha. Se procuraba repartir a
los novatos entre todas las compañías
para que aprendieran mejor de las
técnicas de los veteranos y no pusieran en
peligro la vida del conjunto. Era también
común que en las compañías se formaran
grupos de camaradas, es decir, de cinco o
seis soldados unidos por lazos especiales
de amistad que compartían los
pormenores de la campaña. Este tipo de
fraternidad unía las fuerzas y la moral en
combate hasta el extremo de ser muy
favorecida por el mando, que prohibió
incluso que los soldados vivieran solos.

Lo habitual era enviar a las nuevas


compañías de reclutas a servir en Italia, de
donde partían los veteranos luego a
Flandes.[32] ​Hasta bien entrado el siglo
XVII, fue extraño enviar tropas bisoñas a
Flandes.[32] ​

Ascensos

El ascenso se debía a aptitud y méritos,


pero primaban también mucho la
antigüedad y el rango social. Para
ascender se solía tardar como mínimo
cinco años de soldado a cabo, uno de
cabo a sargento, dos de sargento a alférez
y tres de alférez a capitán. El capitán de
una compañía de tercio era el mando
supremo que debía rendir cuentas ante el
sargento mayor, que a su vez era el brazo
derecho del maestre de campo (designado
directamente por el rey y con total
competencia militar, administrativa y
legislativa).

La paga de los soldados que componían


un tercio era menor que las de los
regimientos alemanes
contemporáneos.[33] ​Una pica seca
recibía tres escudos al mes; un coselete,
cuatro; un mosquetero, seis; y un
arcabucero; cuatro.[34] ​
Cargos militares y administrativos en
un tercio, con sus funciones

Representación gráfica de la jerarquía


y organización dentro de un tercio.

Cada compañía, aparte del capitán, que


siempre tenía que ser de nacionalidad
española y escogido por el rey, tenía otros
oficiales: un alférez, quien era encargado
de llevar en el combate la bandera de la
compañía, un sargento, cuya función era
preservar el orden y la disciplina en los
soldados de la compañía, y un número
variable de cabos de escuadra que
mandaban a 25 soldados. Aparte de los
oficiales, en cada compañía había un
cierto número de auxiliares (oficial de
intendencia o furriel, capellán, músicos,
paje del capitán, barberos.

El Estado Mayor de un tercio de Flandes


tenía como oficiales principales al
maestre de campo (jefe supremo del
tercio nombrado directamente por la
autoridad real) y un sargento mayor, o
segundo al mando del maestre de campo.
El maestre de campo

Maestre de campo por Jose Ferre


Clauzel

El maestre de campo es un capitán


designado por el rey que manda su
compañía y a todo el tercio, podríamos
decir que era el general del tercio. Era el
único cargo en los tercios que tenía una
guardia personal, tan solo 8 alabarderos.
Para llegar a ser maestre de campo se
precisaban muchos años de experiencia
militar, fama y reconocimiento; con esto el
rey los podía designar jefes de un tercio.
Normalmente, al principio se era maestre
de campo de tropas extranjeras (valones,
italianos, alemanes...), cuando se había
desempeñado un buen trabajo, el rey daba
al maestre de campo un tercio de
españoles. Muchos de los nombres de los
tercios tenían el nombre o del lugar de
origen (tercio de Málaga) o donde operan
(Tercio Viejo de Lombardía) o el nombre o
apellidos del tercio. Así el famoso maestre
de campo Lope de Figueroa mandaba el
tercio Lope de Figueroa. En general, se
ocupaba del mando, de impartir justicia
dentro del tercio y de administrar y
asegurar que las tropas eran
aprovisionadas.

Maestres de campo famosos fueron Juan


del Águila, Sancho de Londoño, Sancho
Dávila, Julián Romero, Lope de Figueroa,
Rodrigo López de Quiroga y Álvaro de
Sande.

El sargento mayor

El sargento mayor era el ayudante


principal del maestre de campo, por lo que
era el segundo al mando en el tercio. Se
podría considerar como el jefe de Estado
Mayor. No tenía compañía propia, pero
tenía la potestad sobre los demás
capitanes. Daba las órdenes de boca del
maestre de tercio a los capitanes, decía
cómo debía formar en el campo de batalla
el tercio, dónde se alojarían las
compañías, etc. Era, sin duda, el trabajo de
mayor responsabilidad. Tenía un ayudante
que solía ser el alférez de su antigua
compañía. La evolución de estos dos
cargos han dado en la actualidad los
cargos de comandante y teniente coronel.
Los tambores y pífanos

Los tambores o cajas y pífanos eran los


encargados de llevar las órdenes del
capitán en el combate a base de los
toques de sus instrumentos. También
tenían una doble finalidad: subir la moral
de los hombres en el combate y llevar las
órdenes, pues en el fragor de la batalla era
imposible llevar las órdenes a viva voz.
Había muchos toques, entre los básicos
marchar, parar, recoger (dar la retirada),
responder (al fuego enemigo), etc.
El furriel mayor

El furriel mayor era el encargado de alojar


a los soldados, de los almacenes del
tercio y de las pagas. Se encargaba de los
aspectos logísticos. Cada compañía tenía
a su vez un furriel que se encargaba de
llevar a cabo las órdenes del furriel mayor.
Cada furriel llevaba las cuentas de la
compañía, la lista de los soldados, las
armas y la munición de la que precisaban
los soldados y el capitán. Para ser furriel
se necesitaba saber leer, escribir y
conceptos básicos de matemáticas.
Cuerpo sanitario

Los tercios no tenían un cuerpo sanitario


como los ejércitos actuales. Este cargo lo
desempeñaba un médico profesional, los
cirujanos de cada compañía y el barbero
que solían hacer de enfermeros y debían
saber atar y sangrar heridas (por cada
compañía sólo había un cirujano y un
barbero). Los camilleros solían ser los
mozos que acompañaban a los soldados
al combate o los propios soldados
llevando a sus propios camaradas.
Cuerpo espiritual

En los tercios, como ejército cristiano,


debía tener por cada compañía un
capellán para dar fe a los soldados,
enseñar el evangelio, celebrar la santa
misa y dar la extremaunción a los heridos
y a los que iban a morir. El capellán
sentaba su plaza en la primera plana de la
compañía entre los oficiales, y recibía por
su trabajo un sueldo de tres escudos, lo
mismo que una pica seca. A partir de
1580, con el objeto de mejorar la calidad
de los que prestaban el servicio religioso,
se les dobló el sueldo a seis escudos[35] ​.
Era un trabajo arduo, pues los capellanes
se debían mover por el campo de batalla
para dar la extremaunción a los caídos y
solían ser el objeto de odio en enemigos
contrarios a la Iglesia católica (los
protestantes y musulmanes).

Aunque se prefería que los capellanes


fueran sacerdotes, numerosas órdenes
religiosas de frailes regulares, como
dominicos, agustinos o franciscanos, se
enrolaban en las compañías de infantería.
En 1587, la orden de los jesuitas es la
encargada de proveer los capellanes de
los tercios. Con la ordenanza de 1632[36] ​
se crea el puesto de capellán mayor, que
era el encargado de elegir a los capellanes
de las compañías y capellán de la
compañía del maestre de campo. Además,
eran los únicos que podían juzgar a otros
capellanes.

Cuerpo judicial

El cuerpo judicial del tercio se formaba por


un oidor, un escribano, dos alguaciles, el
carcelero y el verdugo. Este grupo de
personas se encargaban de hacer efecto
sobre los procesos judiciales internos del
tercio, como si fuera un tribunal militar.
También se encargaban de los
testamentos de los soldados.
En el tercio se puede encontrar asimismo
un cuerpo de policía militar, mandado por
el preboste. Se encargaba del orden entre
la tropa, la limpieza de los campamentos,
la seguridad de los edificios donde se iban
a alojar los soldados y evitar que los
soldados se dispersasen en las marchas.

Bartolomé Scarion de Pavía, en su obra


titulada Doctrina militar, en Lisboa en
1598, expondrá que "Un ejército en
campaña ha de tener un preboste, que es
suprema justicia del ejército, como en los
tercios son los barracheles de campaña,
contra los malhechores y los que
quebrantan los bandos. Empero los
barracheles no pueden sino prender, y no
ejecutar ni soltar sin orden del general, ó
del maese de campo, ó del auditor; y el
preboste es juez absoluto para ahorcar y
castigar tales suertes de delincuentes." (A
Leal-Bernabeu, 2019;Pavía, 1598)

El capitán

El capitán era una persona designada por


el rey para que mandase una compañía; él
es quien decidía de qué arma iba a ser
formada la compañía (cuando no había
mezcla de armas): picas, arcabuces o
mosquetes.
El capitán debía informar de los percances
ocurridos a sus superiores, y no tiene la
potestad de castigar a sus soldados, ni
herirlos, a no ser que este estuviese
presente, entonces podía usar la espada,
pero no podía matar a los soldados. Si
hería a un soldado no debía atacar un
miembro del cuerpo útil para la guerra. El
capitán no debía aprovecharse de los
soldados, ni maltratarlos cuando no han
hecho nada, con el único fin de
salvaguardar la disciplina de los soldados
de la compañía. Podía dar licencia a un
soldado a irse de una compañía a otra,
pero no podía darle licencia de irse del
tercio y mucho menos del ejército, eso era
tarea del maestre de campo y del rey. Los
capitanes normalmente tenían un paje de
rodela, pues este lo portaba, que también
se llamaba paje de jineta. Estos chicos
estaban en la parte peor parada del
combate, delante del capitán para
protegerlo con la rodela.

Ostentaba la mayor graduación de las


compañías, que también contaban con
alférez, sargento y cabo de escuadra.[37] ​
El alférez

Uniformes de los Tercios en el siglo


XVII según Serafín María de Sotto:
representación de alférez,
mosquetero, arcabucero y piquero.

El alférez era el encargado de llevar y


defender la bandera de la compañía en el
combate, si bien existía otro oficial de la
primera plana, el "sotalférez[38] ​" o
abanderado que podía portarla, aunque
era el alférez el responsable último de su
salvaguardia. La bandera era la insignia de
la compañía y debían protegerla con la
vida.
El alférez de las compañías de picas
normalmente combatía en el escuadrón en
la primera hilera, llamada de los capitanes,
mientras que el abanderado ocuparía el
centro del escuadrón sosteniendo la
bandera, que quedaría así protegida del
enemigo.

La bandera podía llevarse de forma


vertical extendida, "arbolada", o al hombro,
también podía llevarse enrollada en el asta
de la bandera, pero nunca debía tocar el
suelo, salvo que se humillase para que
pudiera pasar el santísimo sacramento por
encima de ella[39] ​.
El alférez podía encargarse de la
compañía si el capitán lo autorizaba
cuando este estuviese ausente. En las
marchas, el alférez tenía otro ayudante,
llamado sotaalférez, que era el encargado
de llevar la bandera cuando no hubiese
combate. A este soldado, que podía ser en
ocasiones un criado del alférez, también
se le llamaba abanderado.

El sargento

Cada compañía tenía un sargento,


encargado de transmitir las órdenes de los
capitanes a los soldados, de que la tropa
esté siempre bien preparada para el
combate (armamento, munición,
protecciones, etc.) y de que las tropas en
el combate vayan en buen orden.

En los servicios nocturnos el sargento es


el encargado de poner las centinelas, y
debe revisarlas durante toda la noche. El
sargento puede castigar a aquellos que no
cumplan estos servicios, y si requiriese de
la fuerza podría usar la gineta, una
alabarda especial que solo la llevaban los
sargentos, tratando de solo herir y no
mancar al soldado castigado.
El cabo

El cabo era un soldado veterano que tenía


a su mando veinticinco hombres.[10] ​Eran
los encargados de alojar a los soldados en
camaraderías (grupos de soldados más
reducidos). Tienen que adiestrar a los
soldados, cuidar de que cumplan las
órdenes del capitán, de que luchen bien y
de que no creen problemas. Si los hubiere,
el cabo no puede castigar a los soldados y
deberá hablar al capitán de los posibles
desórdenes ocurridos.
Tipos de soldados y
armamento

De izquierda a derecha: alabardero,


alférez y arcabucero.

Los tercios contaban con tres clases de


combatientes: piqueros, arcabuceros y
mosqueteros. A su vez, los soldados
armados con pica se dividían en coseletes
y picas secas. Los tercios eran unidades
de infantería que combatían en ejércitos
integrados por caballería y artillería.
Los soldados recibían una serie de armas
correspondientes a su oficio que les
entregaban los oficiales del rey. Estas
armas eran llamadas armas de
munición[40] ​. El importe tasado de dichas
armas se descontaban en las siguientes
pagas. Los soldados podían adquirir y
utilizar otras armas, tanto ofensivas -
alabardas, partesanas - como defensivas -
rodelas, petos, protecciones de malla -
adquiridas por otros medios, o entregadas
por la corona.

Todos los soldados llevaban espada en su


vaina, normalmente en un talabarte, y una
daga al cinto. La espada se usaba en los
asaltos pero en pocas batallas se llegaban
a usar. Normalmente era de doble filo y no
solía medir más de un metro para que
fuera más manejable, en comparación con
otras espadas de uso civil o roperas.

Piqueros: picas secas y coseletes

Los piqueros usaban la pica, de entre 3 y 6


m de longitud, y portaban también su
espada atada al cinto. Según su
armamento defensivo se dividían en picas
secas también llamadas picas
desarmadas y coseletes. Las picas secas
llevaban como armas defensivas una
celada o morrión y una gola, a la que le
podían sumar un peto de acero[41] ​. Los
coseletes se protegían con celada o
morrión, peto, espaldar, brazales,
guardabrazos y escarcelas que cubrían los
muslos colgando del peto.

Arcabuceros

Los arcabuceros llevaban el arma propia


de su oficio, que era el arcabuz, con el
frasco para llevar la pólvora, así como las
balas, y la mecha necesaria para prender
la pólvora. Se protegían la cabeza con una
celada o morrión. En las primeras décadas
del siglo XVI podían usar también un gorjal
de malla.
Mosqueteros

Los mosqueteros usaban un mosquete, un


arma similar al arcabuz, pero de mayor
alcance y calibre. Dado su gran peso
requería dispararlo apoyándolo en una
horquilla que descansaba en el suelo. En
lugar de morrión, usaban gorra o
sombrero, aunque es posible ver
ilustraciones de mosqueteros llevando
morrión. Su alcance les permitía salir de la
formación cerrada y refugiarse en el
escuadrón después de abrir fuego. La
introducción del mosquetero en 1567 fue
una innovación del duque de Alba, si bien
se conoce su uso en tierras de Berbería, en
el norte de África, por lo menos, desde la
topa del Peñón de Vélez de la Gomera en
1564[42] ​. El mosquete supuso un aumento
notable de la potencia de fuego de las
unidades, principalmente por la capacidad
de penetración de los proyectiles que
disparaba y su alcance, que venía a doblar
el del arcabuz.[43] ​

A medida que trascurrieron los años, los


tercios fueron tanto disminuyendo en
número de hombres por compañía, como
aumentando la proporción de arcabuceros
y mosqueteros sobre la de piqueros. El
ejército español fue de los que más
rápidamente adoptó las armas de fuego
en sus unidades, aunque luego su
proporción se mantuvo estable.[26] ​Su
número era elevando en los tercios,
aunque no se prescindió de las picas,
consideradas necesarias para la
defensa.[26] ​

Escuadrón y técnicas de
combate

Tercios marchando en formación


durante la batalla de Nieuport, en
1600.

Muchas de las acciones de guerra no eran


grandes batallas, sino una sucesión de
golpes de mano, escaramuzas, pequeñas
batallas y asedios. En todos estos casos,
los tercios resultaron muy eficientes,
especialmente en los ataques por
sorpresa o «encamisadas».

Los españoles conservaron la hegemonía


militar durante el siglo XVI y gran parte del
XVII, aunque sus enemigos se inspiraron
en sus mismas técnicas para hacerles
frente. Los ejércitos incrementaron sus
efectivos y pasaron a sufrir enormes
bajas. Los generales de la época optaban
entonces por no plantar grandes batallas,
sino dedicarse a concentrar esfuerzos en
las tomas de ciudades importantes para
forzar un tratado que condujese al final de
la guerra, fuese este temporal o a largo
plazo. Un aforismo de los lansquenetes de
aquellos tiempos decía muy
oportunamente: «Dios nos dé cien años de
guerra y ni un solo día de batalla».

Las grandes formaciones de los tercios


surgieron según la técnica bautizada por
los españoles como «arte de
escuadronar», y los tratados de la época
están llenos de fórmulas y tablas para
componer escuadrones de hasta 8000
hombres. Por aquel entonces ya habían
desaparecido totalmente las hazañas
individuales que en la Edad Media gozaron
de tanta fama y prestigio para el soldado,
pues la infantería se basaba enteramente
en el anonimato. Los oficiales y los
soldados distinguidos disponían de algún
caballo para las marchas largas, pero
todos combatían pie a tierra, integrados en
grandes formaciones cuadradas o
rectangulares, con una disciplina
estrictamente impuesta en movimientos
de alineación y maniobra. Durante los
trayectos, las tropas acostumbraban a
viajar siempre en columna, pero luego
combatían agrupadas en bloques
geométricos.
Estos bloques rechazaban fácilmente a la
caballería y luchaban hábilmente
combinados con el resto de la infantería,
pero debían evitar ponerse al alcance de la
artillería, ya que entonces podían sufrir
graves destrozos y bajas. La amenaza de
la artillería enemiga en una batalla quedó
bien patente para todos los ejércitos de la
época sobre todo a partir de la batalla de
Marignano, en la que la artillería francesa
machacó a los cuadros suizos. Todos los
generales tuvieron entonces presente este
factor, aunque de hecho las piezas
artilleras eran de poco alcance y muy
difíciles de mover en terrenos abruptos o
fangosos, como por ejemplo en los
campos de Flandes. Hay que destacar, sin
embargo, que la infantería era la única que
mejor podía moverse en los estrechos
espacios que dejaban canales, diques,
puentes o murallas en Flandes.

Tercios de Flandes por Enrique


Estevan.

El tercio acostumbraba a formar como


formación más típica el llamado
escuadrón de picas. El resto de los
efectivos —caballería y arcabuceros—
debían apoyar su acción situándose en
sus mangas o flancos para evitar que el
enemigo lo envolviese, aunque a veces
también formaban pequeños cuadros en
sus esquinas.[10] ​Esta táctica era la más
empleada en campo abierto,
transmitiéndose las órdenes a través del
sargento mayor a los sargentos de
compañía y sus capitanes, que
desplazaban a la tropa. Todos los
movimientos se realizaban en absoluto
silencio, de modo que sólo en el momento
del choque estaba permitido gritar
«¡Santiago!» o «¡España!». En realidad, las
tácticas empleadas por las unidades que
formaban los tercios eran muy flexibles y
se adaptaban al tipo de combate que
tuviesen que librar.[10] ​Era habitual reunir
compañías de distintos tercios para
aumentar el número de armas de un
determinado tipo o emplear únicamente
las compañías que las portaban si
convenía.[10] ​Por ejemplo, para el asalto a
posiciones estáticas, donde convenía
contar con gran potencia de fuego, se
podían reunir unidades de arcabuceros y
mosqueteros de diversos tercios.[10] ​

La doctrina de la época establecía oponer


picas a caballos,[44] ​enfrentar la
arcabucería a los piqueros y lanzar
caballería sobre los arcabuceros
enemigos, ya que éstos, una vez
efectuado el primer disparo, eran muy
vulnerables hasta que cargaban otra vez el
arma. Los arcabuceros adquirieron mucha
importancia en los tercios: llevaban un
capacete, gola de malla y chaleco de
cuero (coleto), a veces peto y espaldar. Su
gran arma era el arcabuz, un cañón de
hierro montado sobre caja de madera con
culata. El equipo incluía asimismo una
bandolera para las cargas de pólvora y una
mochila para la munición, la mecha y el
mechero. El arcabucero recibía cierta
cantidad de plomo y un molde en el que
debía fundir sus propias balas. A finales
de siglo XVI, cada tercio tenía dos o tres
compañías de arcabuceros (lo que da una
idea de su elitismo), formadas por
soldados jóvenes y resistentes a los duros
trabajos. También por ese mismo motivo
estaban agraciados por un trato de favor
especial que les dispensaba de hacer
guardias de noche (a diferencia del resto
de las compañías) y les garantizaba un
ducado más de paga al mes. Se disponía
de artillería cuando las circunstancias así
lo exigían: desde cañones de bronce o
hierro colado, medioscañones, culebrinas
y falconetes. Dada la importancia de las
armas de fuego en el ataque y de las picas
en la defensa y que las primeras primaban
en los tercios y las segundas en los
regimientos, se tendía a combinar los dos
tipos de unidad para aprovechas las
ventajas de ambas.[44] ​

Durante los primeros disparos, para que


las bajas no dejasen demasiados huecos
en el escuadrón de picas, los soldados
adelantaban su puesto cuando el anterior
quedaba vacío, lo que permitía seguir
dando una imagen compacta donde toda
la compañía se apoyaba en un solo
bloque. El escuadrón de picas tenía cuatro
formaciones: el escuadrón cuadrado
(mismo frente que fondo); prolongado
(tres cuadrados unidos), con la variante de
media luna o cornuto, en que las alas se
curvaban para proteger el centro; en cuña
o triangular, que adquiría forma de tenaza
o sierra cuando se unía a otros por la
base; y en rombo.

Si se trataba de un asedio, los tercios


realizaban obras de atrincheramiento para
rodear la plaza y aproximar los cañones y
minas a los muros. Uno de los
escuadrones se mantenía en reserva para
rechazar cualquier tentativa de
contraataque de los sitiados. Incluso si era
necesario retirarse, se procuraba llevar a
cabo el repliegue con sumo secreto, con
un escuadrón de seguridad cubriendo
siempre la retaguardia.
Carácter y modo de vida

Un tercio en batalla.

Los soldados de los tercios eran hombres


orgullosos y extremadamente cuidadosos
de su honor personal, tanto que preferían
la muerte a la deshonra y su reputación
como soldados. Se trataba de tropas
agresivas, disciplinadas y con una enorme
confianza en sí mismos, pero difíciles de
manejar en el trato si no se hacía con
cuidado. Por ejemplo, los españoles no
consentían que se los castigase
golpeándolos con las manos o una vara,
como en otros ejércitos, ya que lo
consideraban indigno, y preferían recibir el
castigo con armas como la espada, pese a
lo peligroso de ello, por considerarlo más
noble. En una ocasión un soldado al que
un oficial lo tocó con un palo no dudó en
llevarse la mano a la espada, pese a saber
que tal acto de rebeldía se castigaba con
la muerte (como así sucedió).[cita requerida]
Se llegó a discutir si tocar con una vara,
como el asta de un arma, resultaba
ofensivo, incluso si era por accidente.
[cita requerida]

Semejante obsesión por asuntos de honor


y por la reputación hacía que los soldados
españoles tuviesen fama de pendencieros,
y no eran raros los duelos. Y que los
oficiales debieran tratarlos con cuidado,
aunque resultaba muy provechoso utilizar
su propio orgullo para sujetarlos.

Cuando luchaban junto a tercios de otras


nacionalidades o aliados, era frecuente
que los españoles exigiesen, para
defender su reputación, los puestos más
importantes, peligrosos o decisivos en el
combate, como de hecho se los
empleaba.

Una forma de estimular el cuidado de las


armas era seleccionar para las primeras
líneas de combate, las más peligrosas y
por tanto las más distinguidas, a quienes
tuviesen el equipo en mejor estado, y el
ejército español era el único de la época
que tuvo que incluir castigos para aquellos
que rompieran la formación por el ansia
de combatir o distinguirse frente al
enemigo.

Los soldados españoles eran las tropas


que más tarde se amotinaban por falta de
pagas, llegando a aguantar años sin
cobrar y viviendo en condiciones de
miseria antes de rebelarse.[cita requerida] En
lugar de hacerlo antes de una batalla
importante, como era común para
presionar por sus pagas, solo lo hacían
tras ella, para que no dijeran que no habían
cumplido con su deber, sino que eran sus
jefes quienes no lo hacían con el suyo al
no darles la paga. En caso de
amotinamiento, elegían sus jefes y
mantenían una disciplina equivalente a la
del ejército. Soldados así eran excelentes,
pero la disciplina debía ser férrea para
controlarlos. Y de hecho podía ser muy
dura.

Cuando se conquistó Portugal, Felipe II


puso mucho interés en que no se
molestase a los civiles. Pero la logística
de la época sencillamente no podía
sostener un gran ejército sin que estos
buscasen alimentos en la zona. A pesar de
saberlo, el general colgó a tantos soldados
que llegó a escribir al rey para decirle que
le preocupaba quedarse sin
sogas[cita requerida]. En otra ocasión, cuando
un príncipe de Inglaterra (que combatía
con los tercios) quiso atacar sin permiso,
el conde francés que lo acompañaba le
dijo que no sabía hasta dónde llegaba la
disciplina de los tercios, pues si atacaba
sin permiso, no sabía si su realeza sería
bastante para salvarle el cuello[cita requerida].

El cuidado que se ponía en mantener en


las unidades un alto número de "viejos
soldados" (veteranos) y su formación
profesional, junto a la particular
personalidad que le imprimieron los
hidalgos de la baja nobleza que los
nutrieron, fueron la base de que fueran la
mejor infantería durante siglo y medio.
Además, fueron los primeros en mezclar
de forma eficiente las picas y las armas de
fuego (arcabuces).

Los soldados de los tercios y la


religión

Aunque, en teoría, había en cada


compañía un capellán que velaba por la
asistencia religiosa de los soldados, no
parece que hasta finales del siglo XVI esta
norma se llegase a cumplir, y, en todo
caso, parece que la calidad de dichos
capellanes era baja. Estos capellanes
asistirían a los soldados administrándoles
sacramentos tales como la comunión, la
confesión o la extrema unción, y
asimismo, podrían predicarles e
inculcarles la doctrina católica, pero no
existen pruebas de que los soldados
tuvieran una práctica religiosa más o
menos intensa que otros estamentos
sociales.

Aún así, hay evidencias de la religiosidad


de muchos soldados, expresada en
limosnas otorgadas en testamentos, o en
la existencia de cofradías religiosas que
abogaban a distintos patrones y vírgenes,
como la del Rosario, o la de la
Concepción. También se empleaba el
nombre del patrón de España, Santiago,
como lema guerrero. En muchos casos,
los soldados se confesaban antes de la
batalla, para no morir en pecado mortal, y
se celebraban misas solemnes antes del
combate, asistiendo religiosos con
emblemas católicos entre los
combatientes, que podían asistir también
a los heridos y moribundos[45] ​.
Las ordenanzas de los ejércitos prevenían
contra pecados comunes como la
blasfemia, e imponían severos castigos
contra el robo de instrumentos litúrgicos, o
la violencia en lugares sagrados o contra
miembros del clero y órdenes religiosas de
ambos sexos.
Vida material

Vestimenta

Arcabucero del siglo XVII

Hasta la década de 1660 los soldados de


los tercios se vestían con ropas adaptadas
a la vida militar, pero que carecían de
uniformidad en forma y color. La ropa
habitual consistía en unas calzas, una
camisa y un jubón, acompañadas de una
gorra, bonete o sombrero. Los soldados
calzaban habitualmente zapatos, si bien,
en zonas mediterráneas en verano era
común que usasen alpargatas[46] ​. En
principio, la ropa la adquiría el soldado por
su cuenta, pero en ocasiones, era el
ejército quien les proporcionaba ropa
confeccionada, o tela y paños para
hacerla. Tanto la ropa, llamada vestido de
munición, como la tela y calzado
proporcionado les eran descontados de
sus sueldos.
Uniformes [1664-1700]

Ya en el reinado de Carlos II se comenzó a


usar lo que hoy entenderíamos por un
uniforme militar por iniciativa de Juan
José de Austria, dando a cada tercio
provincial un color característico: colorado
para el tercio de Madrid, morado el de
Sevilla, azul el de Toledo, amarillo el de
Burgos, y verde el de Córdoba, colores que
mantenían en 1694[47] ​. La adopción del
uniforme fue lenta y paulatina, y no fue
universal. Recibir un uniforme era un
aliciente para el reclutamiento, pues
suponía el equivalente a tres o cuatro
meses de paga[47] ​. El uniforme, que
incluía medias, zapatos, camisa, vestido y
corbata, se entregaba en los puertos de
embarque, aunque las autoridades
entregaban medias y zapatos en los
puntos de reclutamiento para que los
soldados pudieran hacer su camino.
También se les entregaban espadas en
tahalíes. Estos uniformes debían
renovarse, al menos, cada dos años. Los
uniformes ayudaban a la captura de
desertores.
Mozos y mochileros de los soldados

Los soldados, bien individualmente, bien


agrupados, solían disponer de mozos,
criados o mochileros, que les ayudaban en
sus menesteres diarios, ya fueran labores
domésticas, o de tipo militar, como era el
transportar armas, limpiarlas y ayudar a
los soldados a ponérseles, como era el
caso de los coseletes. Los mozos también
podían dedicarse a cuidar a los caballos
que sus amos tenían. Estos mozos
normalmente eran jóvenes y adolescentes,
pero también había niños de menor edad.
Muchos podían aprender la vida en la
milicia para posteriormente entrar a servir
en las compañías como soldados[48] ​.

Seguidores de los soldados

Un gran número de protegidos y de no


combatientes acompañaba al ejército de
tercios en su marcha, desde mochileros
para transportar los equipajes hasta
comerciantes con carros de comestibles y
bebida, cantineros, sirvientes, etc. y hasta
prostitutas. Estas últimas, aunque
bastante numerosas, no podían pernoctar
con la tropa porque se debía respetar
cierto límite de medidas de control del
orden, por lo que debían marcharse del
campamento al caer la tarde.

Caballos

Los soldados de los tercios eran tropas de


infantería que combatían a pie. Aún así, la
mayor parte de los oficiales y aquellos
soldados que podían permitirse su
mantenimiento, disponían de monturas de
calidad baja tales como rocines,
cuartagos y jacas. Estos caballos
permitían a los oficiales y soldados que
pudieran costearlos, desplazarse en las
marchas montados y no a pie[49] ​.
Alimentación

Estando de guarnición en presidios o


fortalezas, o estando en guerra, al soldado
se le podía entregar comida por parte del
ejército, pero los soldados, normalmente
agrupados en camaradas, compraban la
comida en los mercados locales, o a los
vivanderos que seguían el ejército y les
suministraban la comida[49] ​. No obstante,
sí que se les solía entregar el llamado "pan
de munición", pan hecho o comprado por
el ejército que se repartía a los soldados
descontándoseles de los sueldos. Aunque
el pan fuera la base de la alimentación, los
soldados podían adquirir productos
frescos en los mercados.

Estando embarcados en armadas de


guerra o de transporte en el mediterráneo,
los soldados recibían una ración diaria,
que podía ser de dos libras de bizcocho al
día, junto a una ración que de arroz o
legumbres [habas y garbanzos], así como
tocino o carne salada, queso, y conservas
de pescado como bacalao, atún, sardina o
anchoas. Estos alimentos se cocinaban
con aceite, sal, vinagre y ajos[50] ​. Los
oficiales recibían varias raciones para
poder alimentar a los criados que les
servían.
Asistencia sanitaria

Cada tercio disponía de un médico, un


cirujano y un boticario. Todas las
compañías contaban con barbero para los
primeros auxilios, y los heridos graves se
trasladaban al hospital general, donde
había enfermeros, médicos y cirujanos.
Este hospital corría a cargo de los propios
soldados mediante el llamado «real de
limosna» (una cantidad que se les
descontaba del sueldo), la venta de los
efectos personales de los enfermos que
fallecían sin hacer testamento o las
donaciones que alguien hacía
voluntariamente. Había aproximadamente
un médico o cirujano por cada 2200
soldados, aunque los heridos podían llegar
a ser tantos que desbordaran la capacidad
de estos. Lo cierto era que la mayoría de
los soldados veteranos estaban cubiertos
de cicatrices, y muchos acababan lisiados
o mutilados sin ninguna compensación.
Las amputaciones iban seguidas de la
cauterización, y las curas de las heridas se
hacían con maceraciones de vino o
aguardiente y algunos ungüentos, pero
eso no frenaba a veces la infección o las
supuraciones, lo que acababa por
degenerar en gangrena u otras
enfermedades contagiosas.
Listado de los Tercios

Bandera del Tercio de la


Liga (hacia 1571).

Bandera de una
compañía participante en
el Sitio de Breda (1625).

Bandera del Tercio de


Alburquerque (1643).

Bandera del Tercio


Morados Viejos (1670).
Bandera del Tercio
Amarillos Viejos (1680).

Gran Tercios Viejos

Tercio Ordinario del Estado de Milán


(1534), después Gran Tercio Viejo de
Lombardía (1560), conocido también
como "el Osado".
Tercio de Nápoles y de Sicilia (1534),
después dividido en
Gran Tercio Viejo de Nápoles (1536)
Gran Tercio Viejo de Sicilia (1536)
Gran Tercio Viejo de Cerdeña (1536),
llamado también Gran Tercio Viejo de
Málaga, disuelto por el Duque de Alba
tras la derrota de Heiligerlee (1568).

Tercios Fijos Provinciales

Tercio Fijo Provincial de Burgos (1663)


Tercio Fijo Provincial de Córdoba (1663)
Tercio Fijo Provincial de Madrid (1663)
Tercio Fijo Provincial de Toledo (1663)
Tercio Fijo Provincial de Valladolid
(1663)
Tercio Fijo Provincial de Valencia (1689)

Otros tercios españoles

Tercio de Diego de Castilla (1537),


después Tercio de Saboya[51] ​
Tercio Ordinario de las Milicias de la
Costa de Granada (1558), después
Tercio Provincial de Granada y Tercio de
Constanzo (1700)
Tercio Provisional de Lombardía (1560),
después Tercio Gemelo de Lombardía
(no debe ser confundido con el Gran
Tercio Viejo de Lombardía), Tercio de
Logroño, Tercio de Garcíez, Tercio Viejo
de Flandes, Tercio Departamental de
Flandes (1590) y Tercio Primero de los
Países Bajos (1700)
Tercio de las Palmas (1573)
Tercio de don Gabriel Niño de Zúñiga
(1579), después Tercio Departemental
de Portugal (1580), Tercio de la Fanteria
Española de la Ciudad de Lisboa (1593)
y Tercio de Lisboa.
Tercio de don Francisco Arias de
Bobadilla (1580), después Tercio de Las
Azores, Tercio de don Gaspar de
Bonifacio (1651), Tercio Departemental
de Holanda (1585), Tercio de Flandes II
(1702) y Tercio de Valois (1713)
Tercio de don Luis de Queralt (1587), o
Tercio de los Valones Españoles, o
Tercio de los "Papagayos".
Tercio Departemental del Brabante
(1591), o Tercio Viejo de Brabante
Tercio de Arauco (1603)[52] ​
Tercio de Canarias (1626), después
Tercio de Castillo (1632), Tercio de
Canarias (1680), Tercio de Alverado
(1662), Tercio de Canarias (1680) y
Tercio de Castillo (1684)
Tercio de don José García Salcedo
(1633), dicho "La Escuela de Flandes",
después llamado por sus comandantes
como Tercio de Velasco, de Manrique,
de Pantoja, de Mancheño y de
Villescasas
Tercio del Conde de Fuenclara (1634)
Tercio de Voluntarios de Álava (1637), o
de Alaveses
Tercio de Jorge de Castellví (1640), o
Tercio de Cerdeña III
Tercio Viejo de Extremadura (1643)
Tercio de Saavedra (1641), despuses
Tercio del Duque de Alburquerque y
Tercio Nuevo de Jaén (1694)
Tercio de las Milicias de Badajoz y de
Llerena (1641), después Tercio
Provincial Nuevo de Extrmadura (1694)
Tercio de Bernardino de Ayala, Conde de
Villalba (1642)
Tercio de don Jerónimo de Benavente y
Quiñones (1657), después Tercio de
Amarillos Viejos (1668)
Tercio del Casco de Granada (1657)
Tercio de don Diego Fernandez de Vera
(1661), después Tercio Provincial de
Toledo (1664), y Tercio de Azules Viejos
(1693)
Tercio de Cordova (1662), después
Tercio de Castilla (1664), Tercio
Provincial de Sevilla (1668) y Tercio de
Morados Viejos (1691)
Tercio Provincial de Madrid (1664),
después Tercio de Colorados Viejos
(1694)
Tercio de Portugal (1665), después
Tercio Provincial de Valladolid (1668) y
Tercio de los Verdes Viejos (1691)
Tercio del Consejo de Ciento (1667)
Tercio de la Ciudad de Barcelona (1674)
Tercio de Aragón (1678)
Tercio de Cataluña (1689)
Tercio Provincial Nuevo de Burgos
(1694), después Tercio de la Cerda
(1700)
Tercio Provincial Nuevo de Gibraltar
(1694), después Tercio de Colorados
Nuevos (1697)
Tercio Provincial Nuevo de León (1694),
después Tercio de Amarillos Nuevos
(1700)
Tercio Provincial Nuevo de Murcia
(1694), después Tercio de Azules
Nuevos (1699)
Tercio Provincial Nuevo de Segovia
(1694), después Tercio de Los Blancos
Tercio Provincial Nuevo de Toledo
(1694), después Tercio de Morados
Nuevos
Tercio Provincial Nuevo de Valladolid
(1694), después Tercio de los Verdes
Nuevos (1701)
Tercio de las Milicias de Málaga (1701)
Tercio de Asturias (1703)
Tercio de Guipúzcoa (1703)
Tercio Permanente de Ceuta (1703)
Tercio de don Felipe de Araujo (1705)
Tercio de don José de Espinar (1706)
Tercio de el Marqués de Caracena
Tercio de don Joan Copons
Tercio de Darnius
Tercio del don Lucas de Espínola, se
fusionó con el Tercio de Lisboa en el
1689
Tercio de Alonso Gaspar Fernández de
Córdoba-Figueroa y Alvarado
Tercio de la Generalidad
Tercio del Conde de Himares, se fusionó
con el Tercio de Lisboa en el 1653.
Tercio de don Diego de Meneses
Tercio de Monroy
Tercio de Mortora
Tercio de Nueva Leva
Tercio de Sagunto
Tercio de Seralvo
Tercio de don Clemente Soriano
Tercio de Valencias y de el Conde de
Garcies
Tercio de don Antonio de Velandia
(Tercio Gemelo de Sicilia)
Tercio de Villar
Tercio de Gaspar Zapena, o Capena

Tercios de la Armada o Tercios del


Mar

Tercio de Figueroa (1566), después


Tercio de la Armada del Mar Océano
(1567), Tercio de la Liga Católica (1571),
Tercio de la Armada (1580), Tercio de
las Terceras (1586), Tercio Viejo de la
Armada Real del Mar Océano (1603),
Tercio Provincial de Cordoba (1664),
Tercio Viejo de la Armada Real del Mar
Océano (1667) y Tercio Primero de la
Armada (1700)
Tercio de Galeras de Sicilia (1566)
Tercio de don Pedro de Padilla (1567),
después Tercio Nuevo del Mar de
Nápoles (1567), Tercio del Mediteraneo
(1632) y Tercio Fijo del Mar de Nápoles
(1663)
Tercio Viejo de la Armada del Mar
Océano y de Infanteria Napoletana
(1571), heredero de las Compañías
Viejas del Mar de Nápoles (1537)
Tercio Nuevo de la Armada y del Mar
Océano (1682)

Tercios italianos

Tercio Viejo de Infantería Italiana de


Flandes (1682)[53] ​
Napolitanos:
Tercio Nuevo de Nápoles (1566)
Tercio de Torrecuso, o Terracusa
(1631)
Tercio de Cárdenas (1633)
Tercio de Guasco, o Guassio (1634)
Tercio de Alfonso de Ávalos y de
Aquino, o de San Severino (1634)
Tercio de Toraldo, o Toralto, o
Torralto (1634)
Tercio de Capua
Lombardos:
Tercio de Panigarola, o Paniguerola
(1631)
Tercio de Lunati, o Lunato, o Lonato
(1634)
Tercio del Duque de Doria
Tercio de Giovanni de Liponti
Tercio de Alonso de Strozzi
Tercio de Luis de Vixconti

Tercios irlandeses, escoceses e


ingleses

Tercio Irlandés del Conde de Tyrone


(1605) , después llamado Tercio Viejo
de Irlandeses
Tercio Escocés del Conde de Argyll
(1620)
Tercio Inglés de Lord Vaux (1622)
Tercio Inglés de Parham (1623),
después llamado Tercio de Ingleses o
por sus comandantes como Tercio de
Tresham, Gage, Norris, Nelson, Touchet
(Condé de Castlehaven), Jouavet y
Porter.
Tercio Irlandés del Conde de Tyrconell
(1624)
Tercio Irlandés de O’Donnell (1632)
Tercio Irlandés de O’Neill (1634)
Tercio Irlandés de Preston (1634)
Tercio Inglés de Gage (1638), luego se
fusionó con el Tercio de Tresham
Tercio Irlandés de Fitzgerald (1639)
Tercio Inglés de Norris (1645), luego se
fusionó con el Tercio de Gage
Tercio Irlandés de O’Sullivan (1646),
luego se fusionó con el Tercio de
Murphy
Tercio Inglés de Cobb (1647), luego se
fusionó con el Tercio de Norris
Tercio Irlandés de Murphy (1647)
Tercio Irlandés de Netterwill (1651),
luego se fusionó con el Tercio de
Murphy
Tercio Irlandés de Dillon (1653), luego
se fusionó con el Tercio de Murphy
Tercio Irlandés de Cussack (1656)
Tercio Irlandés de O’Reilly (1656)
Tercio Irlandés del Conde de Bristol
(1657)
Tercios alemanes

Tercio de Ambisi
Tercio de Giulio Frangipani
Tercio de Ottavio Guasco
Tercio de Rittberg

Tercios borgoñones

Tercio de Arberg, o Alberg (1633)


Tercio de la Tour, o Moncley, o Monclé
(1633)
Tercio de Balanzón
Tercio del Conde de Saint-Amour
Tercios valones

Tercio de Beaufort (1617)


Tercio del Conde de Bucquoy (1617)
Tercio del Conde de Henin (1617)
Tercio de Verdugo (1617)
Tercio de Wyngaarde (1621)
Tercio del Príncipe de Barbençon (1622)
Tercio de Filipe de Gand y Mérode,
Conde de Isinguien (1622)
Tercio del Señor de Cocqhove (1625)
Tercio del Conde de Isenghien (1629)
Tercio del Barón de Wacken (1630)
Tercio del Vizconde de Alphen (1631)
Tercio del Vizconde de Bruselas (1631)
Tercio de Conde de Fresin (1631)
Tercio del Barón de Grimbergen (1631)
Tercio de Frederic Micault (1631)
Tercio del Conde de Stassin (1631)
Tercio del Conde de Baucignies (1640)
Tercio del Conde de Beaumont (1640)
Tercio del Conde de Fauquemberghe
(1640)
Tercio del Señor de Conteville (1642)
Tercio del Marqués de Trazegnies
(1644)
Tercio de Gante (1646)
Tercio de Molin (1646)
Tercio des País de Alost (1646)
Tercio del Conde de Roeulx (1646)
Tercio de Stoppelaar (1646)
Tercio de la Villa de Amberes (1646)
Tercio de la Villa de Bruselas (1646)
Tercio del Conde de Gammerages
(1648)
Tercio del Conde de Noyelles (1648)
Tercio del Señor de La Granges
Tercio del Príncipe de Ligne
Tercio del Conde de Meghen
Tercio del Barón de Ribeaucourt
Tercios portugueses

Terço da Armada da Coroa de Portugal


(1618)
Tercio de Muñiz Barreto (1625)
Tercio de Valladares
Tercio Viejo de Portugal

La Leyenda Negra
En esta sección se detectaron varios problemas.

La mala fama de los Tercios españoles


forma parte inseparable de la Leyenda
Negra difundida por la historiografía
anglosajona, francesa y holandesa para
perjudicar la imagen política de España a
partir —sobre todo— de Felipe II. Esos
prejuicios se basan en hechos ciertamente
lamentables que fueron obra de los rudos
y feroces soldados en algunos episodios
de desorden y saqueo indiscriminado
acompañado de crueles matanzas,
aunque era menos de lo que se difundió.
Durante el desempeño del cargo de jefe de
los Tercios que hizo el tercer Duque de
Alba, los odios se exacerbaron, ante todo
a raíz de la política de mano dura y
represión que impulsó el noble,
considerado todavía hoy una auténtica
bestia negra por los flamencos y
holandeses protestantes. Aunque todos
los ejércitos anteriores y posteriores a la
época cometieron y cometerían los
mismos excesos, la mala fama de los
tercios españoles fue aumentada por el
odio holandés y protestante a un invasor
que veían como una doble amenaza:
política (acusando a España de
imperialismo) y religiosa (luchando contra
el catolicismo que los Austrias querían
imponer a toda costa en los territorios
donde caló profundamente la Reforma
Protestante). Los peores desmanes de los
tercios los ocasionaban los continuos
atrasos en el envío de la paga. Los
sueldos ya de por sí eran bajos, pero con
ese salario hay que tener en cuenta que el
soldado pagaba la ropa, su manutención,
las armas y a veces hasta el alojamiento,
aunque excepcionalmente algunos nobles
se ofrecieron a costear los gastos de una
guerra concreta para ganar méritos y
prestigio ante el rey de España.

Si la paga llegaba a tardar más de 30


meses (como ocurrió en algunos
momentos), los tercios se amotinaban y
eran capaces de lo peor, aunque jamás
pusieran en duda su plena fidelidad a
España y al rey. Era entonces cuando el
saqueo descontrolado pasaba a ser el
único sistema para resarcirse de la falta
de dinero, y ese saqueo podía proceder
tanto de la captura de bagajes enemigos
como del pillaje en pueblos y ciudades. El
botín estaba prohibido cuando una ciudad
pactaba voluntariamente una rendición
antes de que los sitiadores instalaran la
artillería, pero si esto no se producía, la
plaza quedaba entonces a merced del
vencedor. Uno de los episodios más
negros de los tercios se produjo en el
saqueo de Amberes en 1576, que duró
más de tres días y llegó hasta extremos
inhumanos de barbarie y devastación. El 4
de noviembre de 1576, las calles quedaron
sembradas de cadáveres de toda clase y
condición, con los dedos y las orejas
cortados para llevarse las joyas
personales que los soldados tanto
ansiaban. Familias enteras fueron
torturadas en busca de dinero.

Episodios similares se vivieron en


Cataluña y en Portugal, que se rebelaron
contra la Corona de los Austrias a causa
de la falta de acuerdo en materia de
política económica interna y, sobre todo,
del mantenimiento costosísimo que
representaban los tercios en campaña. El
estacionamiento de los tercios en la
frontera catalana con Francia y la
polémica Unión de Armas que proyectaba
hacer el valido de Felipe IV, el Conde
Duque de Olivares, reuniendo el dinero y
los efectivos humanos de todos los reinos
y señoríos hispánicos, acabaron por
encender la mecha del polvorín en el que
se habían convertido el Principado de
Cataluña y el Reino de Portugal,
totalmente contrarios a tales medidas
porque perjudicaban de forma grave sus
expectativas económicas, a la vez que
violaban sus privilegiados fueros de origen
medieval. Los Tercios eran una olla de
presión allá donde se dirigían, y
sumándole a esto la falta de tacto del
valido y el tozudo autoritarismo real de
Felipe IV, más la también terca reticencia y
desconfianza de las cortes catalanas y
portuguesas, el resultado fue tan caótico
que sumió simultáneamente a la
península ibérica en dos frentes rebeldes
al rey. Los tercios estacionados en
Cataluña pesaban como una losa sobre
las posibilidades de las clases humildes y
populares a causa de sus gastos y
excesos. El amotinamiento de los
soldados se sumó a la rebelión popular en
respuesta de sus atrocidades. Pueblos
enteros fueron saqueados e incendiados
en el Principado catalán en 1640, dando
inicio a la llamada Guerra de los
Segadores y a la temporal escisión de
Cataluña del Imperio gracias a las
calculadas maniobras políticas del
cardenal Richelieu, valido de Luis XIII. Tras
varias negociaciones y la pérdida
resignada de Portugal, independizado con
los Braganza como nueva dinastía
nacional, el gobierno de Madrid logró
encauzar la situación a costa de aceptar
todas las condiciones fijadas por la
Generalidad catalana y dejar que Francia
consolidase sus anexiones al norte de los
Pirineos, donde ocupó varias comarcas
catalanas.
Anécdotas de los tercios

Milagro de Empel

El milagro de Empel, por Augusto Ferrer-Dalmau


(2015).

En la actualidad, la patrona de la Infantería


Española es la Inmaculada Concepción.
Este patronazgo tiene su origen en el
llamado Milagro de Empel durante las
guerras en Flandes.
El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del
Maestre de Campo Francisco de Bobadilla
combatía en la isla de Bommel, situada
entre los ríos Mosa y Waal, bloqueado por
completo por la escuadra del Almirante
Hollock. El bloqueo se estrechaba cada
día más y se agotaron los víveres y las
ropas secas.

El jefe enemigo propuso entonces una


rendición honrosa pero la respuesta
española fue clara: «Los infantes
españoles prefieren la muerte a la
deshonra. Ya hablaremos de capitulación
después de muertos». Ante tal respuesta,
Hollock recurrió a un método
frecuentemente utilizado en ese conflicto:
abrir los diques de los ríos para inundar el
campamento enemigo. Pronto no quedó
más tierra firme que el montecillo de
Empel, donde se refugiaron los soldados
del Tercio.

En ese momento crítico, un soldado del


tercio que estaba cavando una trinchera
tropezó con un objeto de madera allí
enterrado. Era una tabla flamenca con la
imagen de la Inmaculada Concepción.
Anunciado el hallazgo, colocaron la
imagen en un improvisado altar y el
Maestre Bobadilla, considerando el hecho
como señal de la protección divina, instó a
sus soldados a luchar encomendándose a
la Virgen Inmaculada:

«Este tesoro tan rico que descubrieron


debajo de la tierra fue un divino nuncio
del bien, que por intercesión de la Virgen
Maria, esperaban en su bendito día».[54] ​

Un viento completamente inusual e


intensamente frío se desató aquella noche
helando las aguas del río Mosa. Los
españoles, marchando sobre el hielo,
atacaron por sorpresa a la escuadra
enemiga al amanecer del día 8 de
diciembre y obtuvieron una victoria tan
completa que el almirante Hollock llegó a
decir: «Tal parece que Dios es español al
obrar, para mí, tan grande milagro».

Aquel mismo día, entre vítores y


aclamaciones, la Inmaculada Concepción
es proclamada patrona de los Tercios de
Flandes e Italia, la flor y nata del ejército
español.

Sin embargo, este patronazgo se


consolidaría trescientos años después,
luego de que la bula Ineffabilis Deus del 8
de diciembre de 1854 proclamase como
dogma de fe católica la Concepción
Inmaculada de la Virgen Santísima; el 12
de noviembre de 1892 a solicitud del
Inspector del Arma de Infantería del
Ejército de Tierra de España, por real orden
de la Reina Regente doña María Cristina
de Habsburgo, se:

«Declara Patrona del Arma de Infantería a


Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada
Concepción».[55] ​

Irse a la porra

El sargento mayor de cada Tercio dirigía


los compases de sus hombres moviendo
un gran garrote, una especie de
antecedente de la batuta de orquesta que
recibía el explícito nombre de porra.
Cuando una columna en marcha hacía un
alto prolongado, el sargento mayor
hincaba en el suelo el extremo inferior de
su porra distintiva para simbolizar la
parada. En su inmediación se establecía
rápidamente la guardia, encargada de
custodiar los símbolos más preciados del
Tercio: la bandera y el carro donde se
llevaban (cuando había) los caudales.
También quedaban bajo su vigilancia los
soldados arrestados, que durante ese
descanso debían permanecer sentados en
torno a la porra que el sargento había
clavado al principio. Eso equivalía por
tanto a «enviar a alguien a la porra» como
sinónimo de arrestarlo. Esta irónica pero
curiosa locución tuvo bastante éxito, por
lo que pasó a engrosar la riqueza léxica
del español originando el actual y
despectivo «¡vete a la porra!».

Me importa un pito

El pífano o el "pito" era el chico que tocaba


tal instrumento en el ejército. Su paga era
muy baja. Por tanto cuando utilizamos la
expresión "me importa un pito" damos a
entender que le damos muy poco valor al
asunto.
Expresiones de Flandes

Otras expresiones directamente


relacionadas con las guerras de Flandes y
los Tercios han marcado profundamente
la lengua española. Por ejemplo, en el
caso de frases tan comúnmente usadas
por los hispanohablantes como «Se armó
(o se armará) la de San Quintín» (que alude
a la batalla que tuvo lugar el día de San
Lorenzo —10 de agosto— de 1557, ganada
por las armas españolas de Felipe II
contra los franceses, y en la que los
Tercios estuvieron dirigidos por Manuel
Filiberto, duque de Saboya) o «pasar por
los bancos de Flandes» (que significaría
superar una dificultad, lo que vendría de su
similitud con una zona peligrosa en el mar
de Flandes, las casas bancarias
flamencas y los muebles fabricados con
pino de Flandes).

Recordemos, también, la que expresa


«poner una pica en Flandes» (como
sinónimo de algo sumamente dificultoso o
costoso, refiriéndose a los gastos y
esfuerzos que suponía el envío de los
Tercios). Cervantes usó (y tal vez legó
definitivamente al español) varias
expresiones similares en El Quijote: la
expresión que utiliza el personaje de
Sancho Panza cuando afirma que «pues si
yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como
el pasado, así esperaré yo aquí como en
Flandes», lo que equivale a decir «en
cualquier parte».

Finalmente, la expresión «en Flandes se ha


puesto el sol» proviene del título de una
obra teatral firmada por Eduardo Marquina
(1879-1946), y viene a simbolizar el ocaso
del poderío hispánico en los Países Bajos
tras la crisis económica y social que
desataron los conflictos bélicos y
religiosos durante más de dos siglos.
Legado

Fuerzas armadas de España

En la actualidad diversas unidades de las


Fuerzas Armadas Españolas conservan el
nombre de Tercio. En la Legión
encontramos el Tercio «Juan de Austria»,
el Tercio «Alejandro Farnesio», el Tercio
«Gran Capitán» y el Tercio «Duque de
Alba».[56] ​

Por otra parte, en la Armada Española la


Infantería de Marina se organiza en
tercios. Su unidad expedicionaria principal
es el Tercio de Armada (San Fernando, Isla
de León, Cádiz), heredero directo de los
Tercios Viejos de Armada o Tercios del
Mar de Nápoles. Esto la convierte en la
infantería de marina mas antigua del
mundo. El resto de la Infantería de Marina
Española se organiza en otros tres tercios
de guarnición denominados Tercio del Sur
(San Fernando), Tercio del Norte (Ferrol) y
Tercio de Levante (Cartagena). Estos tres
tercios forman junto a las Agrupaciones
de Canarias y Madrid las Fuerzas de
Protección. Las banderas e insignias de
los tercios españoles continúan portando
la antigua cruz borgoñona o de San
Andrés que portaban los Tercios del
emperador Carlos.[57] ​
El actual Regimiento de Infantería 'Soria' n°
9 del Ejército de Tierra Español, con más
de 500 años, tiene su origen en 1509 con
la fuerza expedicionaria que Fernando el
Católico envió al Reino de Nápoles y fue el
núcleo de los primeros Tercios Españoles.
Hoy día está ubicado en Fuerteventura,
Canarias, y su alta preparación y espíritu
expedicionario le han llevado a participar
en varias misiones internacionales como
Bosnia, Afganistán, Malí y actualmente en
Líbano.

El Regimiento de Infantería Inmemorial del


Rey n.º 1 perteneciente al Ejército español,
es la unidad militar permanente más
antigua del mundo. Fue creada tras la
toma de Sevilla en el año 1248 por el rey
Fernando III de Castilla, como "Banda de
Castilla". Desde entonces ha permanecido
en el orden de batalla del ejército español,
habiendo sido modificado su nombre en
varias ocasiones, como cuando se
convirtió en Tercio y recibió el
sobrenombre de «Morados de Castilla». En
la actualidad el regimiento da servicio al
Cuartel General del Ejército de Tierra,
situado en el Palacio de Buenavista en la
madrileña plaza de Cibeles. En el
Inmemorial del Rey es donde los Príncipes
de Asturias, herederos de la Corona
Española, sientan plaza como soldados
del Ejército Español.

Asociaciones de divulgación

Desde 2018 existe en España una


asociación llamada 31 enero Tercios,
dedicada a la divulgación de la historia de
los Tercios, y con el objetivo de que se
reconozca un "Día de los Tercios" (31 de
enero, efeméride de la batalla de
Gembloux, en 1578) y la realización de un
monumento a los Tercios en Madrid,
además de otras actividades como
debates o ponencias y diversas iniciativas
solidarias.
Véase también
Organización militar del Virreinato del
Río de la Plata

Libros sobre los Tercios


Los tercios, René Quatrefages, 1983,
ISBN 84-500-8427-X
La revolución militar moderna: el crisol
español, René Quatrefages, 1996, ISBN
84-7823-473-X
El ejército de Flandes y el camino
español, 1567–1659, Geoffrey Parker,
Alianza (Madrid, 2003).
De Pavía a Rocroi. Los Tercios de
infantería española en los siglos XVI y
XVII, Julio Albi de la Cuesta, 1999, ISBN
84-930790-0-6
Tercios de Flandes, Juan Giménez
Martín, 1999, ISBN 84-930446-0-1
Los Tercios en las Campañas del
Mediterráneo, s. XVI (Italia), Eduardo de
Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº
4), 2001.
El mundo hispánico, Elliot, J.H., Crítica
(Barcelona, 1995).
Los Tercios en las campañas del
Mediterráneo, s. XVI (Norte de África),
Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y
Batallas, nº 6), 2002.
Nördlingen 1634. Victoria decisiva de los
Tercios, Eduardo de Mesa, Almena
(Guerreros y Batallas, nº 9), 2003.
La batalla de San Quintín, 1557, Eduardo
de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas,
nº 15), 2004.
San Quintín, Juan Carlos Losada, Aguilar,
(Madrid, 2005).
Flandes y la monarquía hispánica, 1500–
1713, Miguel Ángel Echevarría, Sílex,
(Madrid, 2000).
Guerra y Sociedad en la Monarquía
Hispánica. Política, estrategia y cultura en
la Europa Moderna (1500–1700), Enrique
García Hernán–Davide Maffi, editores.
Laberinto, Madrid, 2006. 2 vols.
De Mesa Gallego, Eduardo (2009). La
pacificación de Flandes : Spínola y las
campañas de Frisia (1604-1609).
Ministerio de Defensa,.
ISBN 9788497814928.
Tercios de España. La infantería
legendaria, Fernando Martínez Laínez y
José María de Toca, EDAF, 2006. ISBN
84-414-1847-0
Discurso sobre la forma de reducir la
disciplina militar a mejor y antiguo
estado, Sancho de Londoño
Pisando Fuerte, Fernando Martínez
Láinez. EDAF, 2012.
Tercios. Historia Ilustrada de la
legendaria Infantería Española, José
Javier Esparza Torres, La Esfera de los
Libros, 2017. ISBN 84-9164-731-7
Rocroi, 1643: El Ocaso de Los Tercios,
Mario Díaz Gavier, Almena, (Madrid
2006). ISBN 978-84-96170-33-9

Literatura
Diálogos de la vida del soldado, Diego
Núñez de Alba, (1552).
El Sitio de Breda, Pedro Calderón de la
Barca.
El Saqueo de Amberes, atribuida a Pedro
Calderón de la Barca.
En Flandes se ha puesto el sol, Eduardo
Marquina, 1910.
El sol de Breda, Arturo Pérez-Reverte,
Alfaguara (Madrid, 2002).
El cautivo, Jesús Sánchez Adalid,
Ediciones B (Barcelona, 2004).
Jaque a la reina, José Calvo Poyato,
Grijalbo (Barcelona, 2003).
Tercios de Flandes, Juan F. Giménez
Martín, Falcata Ibérica (Madrid, 1999,
2001, 2004).
Corsarios de Levante, Arturo Pérez-
Reverte, Alfaguara (Madrid, 2006).
El castellano de Flandes, Enrique
Martínez Ruiz, Martínez Roca (2007).
Hoy no se pondrá el sol, Rafael Rico
Cabeza, Akrón (2009).

Cine
La kermesse heroica de Jacques Feyder,
1935.
Cyrano de Bergerac de Michael Gordon,
1950. En el sitio de Arrás se ve cómo
atacan los españoles con su bandera
con la cruz de San Andrés.
La otra vida del capitán Contreras de
Rafael Gil, 1955. Un capitán Español
permanece en estado de hibernación
desde 1650 hasta mediados del siglo
XX.
El último valle de James Clavell, 1970.
Película sobre la guerra de los treinta
años protagonizado por mercenarios
alemanes en la que, durante la batalla
final, puede verse un cuadro de
piqueros.
La leyenda del Alcalde de Zalamea,
dirigida por Mario Camus, se muestra la
acción de los tercios en el pueblo de
Zalamea cuando se dirigían camino de la
conquista de Portugal.
Cyrano de Bergerac de Jean Paul
Reppeneau, 1990. Igual que en la
anterior se muestra ligeramente el sitio
de Arras.
Alatriste de Agustín Díaz Yanes, 2006.
1612 de Vladimir Jotinenko, 2007. Uno
de los protagonistas es un mercenario
español llamado Álvaro de Borja,
veterano de Flandes interpretado por
Ramón Langa.

Notas
1. Parker, Geoffrey (2000). El Ejército de
Flandes y el Camino Español: 1567-
1659. Alianza Editorial.
2. Quatrefages, René (1995). La
revolución militar moderna. El crisol
español (https://dialnet.unirioja.es/ser
vlet/libro?codigo=139199) . Ministerio
de Defensa. ISBN 84-7823-473-X.
3. «La batalla de Bicoca, 27 de abril de
1522» (http://ejercitodeflandes.blogsp
ot.com/2012/12/la-batalla-de-bicoca-2
7-de-abril-de-1522.html) .
4. «Batalla del Sesia o de Romagnano
[29-30 abril 1524]» (http://ejercitodefla
ndes.blogspot.com/2015/07/batalla-d
el-sessia-o-de-romagnano-29-30.htm
l) .
5. «Asedio, socorro y batalla de Pavía
[Octubre 1524- 24 de Febrero de
1525]» (http://ejercitodeflandes.blogsp
ot.com/2015/06/asedio-socorro-y-bat
alla-de-pavia.html) .
6. «Escopeteros y arcabuceros en la
batalla de Pavía [1525]» (http://ejercito
deflandes.blogspot.com/2015/06/esc
opeteros-y-arcabuceros-en-pavia-152
5.html) .
7. Albi de la Cuesta, Julio (1999). De
Pavía a Rocroi. Los Tercios de
infantería española en los siglos XVI y
XVII. Akal. ISBN 84-930790-0-6.
8. Las unidades militares de infantería
organizadas por la Ordenanza de
Génova, el 15 de noviembre de 1536:
Tercio de Nápoles y Sicilia, Tercio de
Lombardía y el Tercio de Málaga
(también conocido como de Niza).
Años después, el Tercio de Nápoles y
Sicilia se dividiría en dos y el de
Málaga obtendría el nombre de
Cerdeña. Poco después obtuvieron el
apelativo de "Tercios Viejos", para
distinguir a los tercios originales de
los que posteriormente se iban
creando. La fama de estas unidades
llevó a que el término "Tercio Viejo" se
extendiera a alguno de los recién
creados, por lo que los cuatro
originales adoptaron a su vez el de
"Grandes Tercios Viejos". Hay que
reseñar que estas denominaciones
tenían un carácter puramente
sentimental, sin ninguna ventaja en el
equipamiento o material empleado por
los tercios. Revista Ejército, nº 827,
marzo 2010; Tercios de España,
Fernando Martínez Lainez, José María
Sánchez de Toca, editorial Edaf.
9. Ordenanza de Génova de 1536 para el
ejército de Italia, comentada (http://eje
rcitodeflandes.blogspot.com.es/2017/
06/ordenanza-de-genova-para-el-ejerct
io.html)
10. De Mesa Gallego, 2009, p. 195.
11. «Tercios de infantería española en
Italia [1531-1704]» (https://web.archiv
e.org/web/20111204231903/http://w
ww.tercios.org/ITALIA/inf_espanola_1.
html) . Archivado desde el original (htt
p://www.tercios.org/ITALIA/inf_espan
ola_1.html) el 4 de diciembre de
2011. Consultado el 23 de noviembre
de 2022.
12. «Tercios de infantería española en
Flandes, 1567-1702» (https://web.arch
ive.org/web/20111204204303/http://
www.tercios.org/inf_espanola.html) .
Archivado desde el original (http://ww
w.tercios.org/inf_espanola.html) el 4
de diciembre de 2011. Consultado el
23 de noviembre de 2022.
13. «Ordenanza de Génova para el ejército
[1536]» (http://ejercitodeflandes.blogs
pot.com/2017/06/ordenanza-de-geno
va-para-el-ejerctio.html) .
14. Zurita, Jerónimo (1580). «Libro
tercero, capítulo seis» (https://ifc.dpz.
es/publicaciones/ver/id/2423) .
Historia del Rey don Hernando el
Católico: de las empresas y ligas de
Italia.
15. Sancho de Londoño: Discurso sobre la
forma de reducir la disciplina militar a
mejor y antiguo estado (http://books.g
oogle.es/books?id=gyRaAAAAcAAJ&p
g=PT32#v=onepage&q&f=false) , p.
14.
16. ...y, con el Gran Capitán, la aparición ni
más ni menos que del tercio español,
de algo que equivale en la historia
universal al nacimiento de la falange
macedonia o de la legión romana.
Fernand Braudel, "El Mediterráneo y el
mundo mediterráneo en la época de
Felipe II", tomo II, pág. 28, FCE, 1976.
17. Rodríguez Hernández, Antonio José
(2011). Los tambores de Marte. El
reclutamiento en Castilla durante la
segunda mitad del siglo XVII (1648-
1710) (https://dialnet.unirioja.es/servl
et/libro?codigo=538970) . Universidad
de Valladolid, Servicio de
Publicaciones. ISBN 9788484486107.
18. Rodríguez Hernández, Antonio José
(2006). «El reclutamiento de
españoles para el Ejército de Flandes
durante la segunda mitad del siglo
XVII» (https://dialnet.unirioja.es/servle
t/articulo?codigo=2319308) . En
Enrique García Hernán y Davide Maffi,
ed. Guerra y sociedad en la monarquía
hispánica. Política, estrategia y cultura
en la Europa moderna (1500-1700).
ISBN 84-8483-224-4.
19. Rodríguez Hernández, Antonio José
(2007). «De Galicia a Flandes.
Reclutamiento y servicio de soldados
gallegos en el ejército de Flandes
(1648-1700)» (https://dialnet.unirioja.e
s/servlet/articulo?codigo=7677215) .
Obradoiro de historia moderna (16).
ISSN 1133-0481 (https://portal.issn.or
g/resource/issn/1133-0481) .
20. Espino López, Antonio (1998). «Los
tercios catalanes durante el reinado de
Carlos II, 1665-1697» (https://dialnet.u
nirioja.es/servlet/articulo?codigo=227
763) . Brocar: Cuadernos de
investigación histórica (22).
ISSN 1885-8309 (https://portal.issn.or
g/resource/issn/1885-8309) .
21. Borreguero Beltrán, Cristina (2001).
«Del Tercio al Regimiento» (https://dial
net.unirioja.es/servlet/articulo?codigo
=233084) . Estudis. Revista de historia
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Flandes, se hizo necesaria la creación
por parte de la corona de Castilla, de
un ejército permanente en el Reino de
Chile, creándose de este modo los
"Tercios de Arauco", mediante una
Real Cédula en enero de 1603, siendo
de este modo el primer ejército
permanente en América española.
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armada.mde.es/)

Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una
categoría multimedia sobre Tercio.
Memoria de los Tercios (https://web.arch
ive.org/web/20110728090504/http://w
ww.tercios.org/) (sitio web desactivado
temporalmente)
Tercios de Flandes (http://ejercitodeflan
des.blogspot.com/)
Los Tercios (https://web.archive.org/we
b/20180109064016/http://memoriasde
untambor.libsyn.com/55-los-tercios) ,
podcast de Memorias de un tambor, 19
de diciembre de 2017.
Los Tercios españoles y la Batalla de
Pavía (http://www.militar.org.ua/militar/
hm/historia-militar-espana-tercios-espa
noles-batalla-de-pavia.html)
Tercio de Montañeses o Cántabros de la
Amistad (http://www.granaderos.com.a
r) . Unidad militar española levantada
durante las invasiones inglesas en
Buenos Aires.
Tercios de Flandes (https://www.histoca
st.com/podcasts/histocast-20-tercios-d
e-flandes/) . Histocast 20, Podcast de
historia militar.

http://31enerotercios.com/ Web de la
asociación 31 enero Tercios.
Datos: Q749150
Multimedia: Tercios (https://common
s.wikimedia.org/wiki/Category:Tercio
s) / Q749150 (https://commons.wikim
edia.org/wiki/Special:MediaSearch?typ
e=image&search=%22Q749150%22)

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title=Tercio&oldid=155305326»

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