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Mª Dolores González Katarain, Yoyes, nació en Ordizia el 14 de mayo de
1954. En los primeros años 70 se integró en ETA, y, a finales de 1973, se
exilió a Euskadi Norte.

Yoyes, una de las primeras mujeres que se planteó su militancia en


ETA con todas sus consecuencias, llegó a desempeñar puestos de
responsabilidad en esta organización.

Tras abandonarla en 1979, se trasladó a principios de 1980 a México,


donde realizó la carrera de Sociología y trabajó en una revista de las
Naciones Unidas.

En octubre de 1985 regresó a Euskadi, acogiéndose al decreto de


amnistía de 1977. El 10 de septiembre de 1986 fué asesinada en su
pueblo natal, en atentado reivindicado por ETA, quien la calificó de
“traidora” al Pueblo Vasco. Sin embargo, ni este supuesto argumento ni los
posteriores intentos de justificación del asesinato han conseguido
neutralizar el fuerte impacto que produjo en la opinión pública. El hecho ha
sido objeto de diferentes análisis que coinciden en ver en ello la
degradación a la que pueden verse abocadas las organizaciones
militaristas.

El caso de Yoyes, en cuanto símbolo de una generación que vivió su


juventud centrada en el compromiso político, y que al llegar a la madurez
ha dirigido su vida por otros derroteros, es susceptible de un estudio
profundo que sirva, en definitiva, para la clarificación de ciertos aspectos
de la historia vasca reciente. El objetivo de este libro es, sin embargo, más
limitado: mediante la publicación de extractos del diario y diversos escritos
de Yoyes, junto a notas biográficas que faciliten su comprensión, se
pretende dar sólo el primer paso en este sentido.

El diario de Yoyes se inicia en 1979, coincidiendo con la crisis que la


llevó a abandonar ETA, y se extiende hasta los últimos días de su
existencia. En él, va dejando constancia de su vida cotidiana, nada fácil en
ocasiones, a la vez que reflexiona sobre todo aquello que despierta su
curiosidad insaciable, siempre desde una óptica femenina, rebelde ante
las limitaciones que esta sociedad impone a la mujer.

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YOYES
DESDE SU VENTANA

Este libro, que recoge fundamentalmente el diario y diversos


escritos de Yoyes, ha sido elaborado por:

Elixabete Garmendia Lasa


Glori González Katarain
Ana González Katarain
Juli Garmendia Lasa
Juanjo Dorronsoro

www.yoyes.eu

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Han aportado sus testimonios, escritos u orales:

Isa González Katarain, Koldo Iztueta, Anne Etcheverry, M.ª Asun


González Katarain, Angelita Katarain Kaminaur, Luis González
Redondo, Jesús Echamendi, J. Asurmendi, Pedro Moctezuma,
Jorge Gutiérrez, Rocío Diazescobar, Gema González Katarain,
Arantxa Otaño, Marian Trujillo, M.ª Jesús Arizmendi, Isabel Gon-
zález, M.ª Karmen Garmendia, Ana Zurutuza, Lore Goenaga,
Lurdes Auzmendi, Ana Ereño, Itziar Aiestaran, Agustin Txurruka,
Charo Maiztegi.
1987

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Todo lo que pudimos vivir juntas,
todo lo que la distancia nos privó de contarnos,
de compartir…
El corto espacio de tiempo que a tu vuelta
nos permitió saborear tu presencia física,
tantas veces añorada.
TODO viene hasta nuestro recuerdo,
quisiéramos haber podido plasmarlo,
dejar constancia,
pero se ha quedado ahí.
Se queda con los que te quisimos tanto,
con los que celosamente
te seguiremos guardando y transmitiendo,
mientras podamos respirar el aire, que
violenta e injustamente
te arrebataron.

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INTRODUCCIÓN

Yoyes no ha publicado su libro, pero nos lo ha dejado escrito. No aquel


que ella había proyectado y del que emborronaba cuartillas en los
días que llegarían a ser muy próximos a su final. Ni aquel otro con
el que soñaba en la adolescencia y del que escribió el título a todo
correr, para que no se le olvidara. Pero sí este otro que, aunque su
finalidad no era en principio la de salir a la luz pública, puede ayudar
a conocer su vida.
Por eso, desde el momento en que ella no iba a poder seguir
llenando más cuadernos y cuartillas, quienes de una u otra manera
habíamos sido testigos de su vida, en diferentes grados, épocas y si-
tuaciones, y que no aceptaremos nunca el hecho de que nos la hayan
arrancado de entre nosotros, nos hemos decidido a publicar su libro,
este libro.
Nos han dolido en lo más profundo los empeños de quienes han
tratado de desfigurarla, mancharla, calumniarla y volver a juzgarla tras
ser ejecutada su sentencia. Maldecimos el silencio cómplice de gente
que un día se dijo amiga suya. Pero no ha sido el interés en responder
a los autores y cómplices de su asesinato, ni ninguna pretensión apo-
logética, lo que nos ha impulsado a sacar a la luz este libro.
Nos ha movido, en primer lugar, el deseo de que no caigan en
el olvido aquellas ideas, inquietudes, sentimientos, ilusiones y desenga-
ños que ella abrigó y supo plasmar en el papel. Simplemente, porque
creemos que su intento mereció la pena, que sus escritos tienen un valor
propio, intrínseco, independientemente del final trágico de su autora.
Nos ha influido, sin duda, el hecho de sentirnos muy próximos
a esta mujer, parte de una generación que volcó su juventud en que-
haceres comprometidos y peligrosos, y llegó a la madurez con cierta

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sensación de haber quedado con las manos vacías y la necesidad de


llenarlas de nuevo con lo cotidiano y lo trascendente, lo concreto y lo
universal.
Nos ha estimulado también, a quienes compartimos su condi-
ción de mujer, esa solidaridad íntima, tan denostada a veces, difícil
de explicar, pero latente. Esa solidaridad que nos hace comprender
en cada pasaje de su vida las razones que la llevaron a actuar como
lo hizo. Que nos hace intuir sentimientos sospechosos hacia ella por
parte de quienes se sintieron con el derecho de castigar su abandono
de la organización. Que nos da coraje para seguir siendo nosotras
mismas, y no lo que otros quieran.
Sabemos que su historia puede ser susceptible de lecturas diferen-
tes. Pero quisiéramos que quien se acerque a este libro no busque en él
a ese personaje que, a su pesar, llegó a ser mito –de signo positivo para
algunos, negativo para otros–, sino a la mujer que, desde su ventana,
miraba la vida y trataba de explicársela para vivirla cada vez con mayor
consciencia y consecuencia. Sus papeles son testigo de ello.
Para situar el contexto en el que fueron escritos y facilitar su com-
prensión, hemos realizado un somero recorrido por las distintas épocas
de la vida de Yoyes, desde los orígenes familiares hasta aquel 10 de
septiembre de 1986, que fue el último de su existencia. Al hacerlo,
no hemos pretendido elaborar su biografía, que podría ser objeto de
un estudio más profundo, sino anotar sencillamente los escenarios y
acontecimientos, pequeños y grandes, que marcaron su vida.
Somos conscientes de que en estos apuntes se pueden encon-
trar lagunas acerca de ciertas épocas y aspectos, sobre todo en lo
referente a su vertiente militante en la segunda mitad de los setenta. La
clandestinidad que ella misma se imponía y la imposibilidad de acceder
a quienes hubieran podido dar testimonio de ello nos han impedido
mostrar con mayor claridad este período.
El lector encontrará en cada capítulo una parte introductoria que,
a medida que avanza el libro, se irá reduciendo para dar paso a los
extractos del diario de Yoyes.

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APROXIMACIÓN AL DIARIO DE YOYES

“Vivir es transformar en conciencia la experiencia más vasta posible”,


dice A. Malraux. Estas palabras reflejan con bastante lucidez la
actitud de Yoyes ante su vida, el sentido que Yoyes dio a su historia
personal.
Su vida transcurrió entre gritos y llamas y, desde su infancia,
vivió la existencia con gran intensidad, desafiando constantemente a
la muerte. Así, en el diario del 29 de diciembre de 1984 escribe: “Se
diría que no me asusta morirme, que siempre he vivido con la muerte
como presencia”.
Yoyes no tiene miedo a la libertad y le gusta enfrentarse a la
realidad que se le presenta, es incapaz de evadirse conscientemente
de lo difícil y de lo amargo, y para ello, reflexionará día a día en su
cuaderno, realizará su pequeño autoanálisis. Entre pausa y pausa se
recordará a sí misma, en tono interrogativo, la frase de Tina Modotti:
“¿Cuántas veces se puede empezar a vivir en la vida?”.
La necesidad de expresar la profunda verdad de su vida nace de
lo más íntimo de su ser, del límite de su existir, de la soledad buscada
y amada por ella. Por eso, las decisiones de su cotidiano transcurrir,
basadas en la reflexión profunda, serán definitivas, casi irreversibles.
No admite normas extrañas.
Cuando Yoyes dice no al régimen franquista, llegará a empuñar
las armas y a abandonar su casa, y cuando dice no a ETA, dará un
paso innegociable y retornará a la tierra que la vio nacer.
Aunque conocía el miedo hasta roer sus dientes en medio del
sueño, el constante control de sus límites la llevaba a superar todo signo
de cobardía. Consciente de la complejidad de la vida, le disgustaba
la actitud de huida de la realidad social o individual.

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Yoyes no se arrepintió de los caminos andados ni de sus des-


aciertos o insuficiencias. Su estilo y su capacidad de saber dormir y
poder descansar en el momento propuesto eran el mejor síntoma de la
serenidad de su conciencia.
Lo que ella nos cuenta en su diario no es la anécdota o el suceso
cotidiano, ni siquiera la simple estrategia política. Al escribir, busca
primordialmente su propio equilibrio psíquico, quiere ahondar en las
motivaciones que la llevan a actuar de una determinada manera, a
fundar su propia esperanza.
El diario de Yoyes se amplía a partir de 1979. No es que an-
teriormente se abstuviera de escribir sobre sí misma y su entorno, paro
su actividad constante y la disciplina de la clandestinidad, le impiden
escribir sistemáticamente.
El diario de 1979, escrito en Biarritz, muestra la agria lucha que
lleva en su interior al darse cuenta de que el proceso de liberación de
Euskadi, vía lucha armada, no avanza y que morir con el arma en la
mano no tiene sentido, porque no acelera el proceso revolucionario.
Yoyes nos cuenta el estremecimiento que siente en su cuerpo y
en su alma, en el momento de decir a la dirección de ETA que quiere
abandonar la organización. No dice ni una palabra de las diferencias
que hay entre ella y los demás miembros de la dirección. Personaliza el
problema político porque sabe que si expone con claridad su profundo
cuestionamiento de ETA , sus oponentes le tienen preparada una tumba.
El diario de 1980 a 1984 será escrito en México. Yoyes logra huir
de la situación de terror vivida en Euskadi Norte, e intenta en México
D.F. ampliar y enriquecer su experiencia vital; el contraste cultural de la
capital azteca le resultará difícil, pero al mismo tiempo interesante.
Su angustia existencial no desaparece inmediatamente, pero
el poder entrar en los medios universitarios supone para ella empezar
a pensar con una mayor intensidad en términos universales y a ver la
vida por encima de los límites vividos anteriormente.
Yoyes echa de menos a sus seres más queridos, que viven en
Euskadi, pero sus proyectos intelectuales, el nacimiento de su hijo, el

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terminar la carrera… serán motivo de enorme satisfacción. Ella escribirá


en el diario sobre su problema de adaptación al medio mexicano, los
viajes alrededor del país, los estudios, y al mismo tiempo, recordará
su pasado y sus vivencias de la adolescencia.
La maternidad que le toca vivir tendrá para Yoyes un atractivo
único: el embarazo, la preparación al parto y la gloria de contemplar
las primeras andanzas de su hijo serán motivo de gran alegría, a pesar
de la natural dificultad. Vida, vida, vida será la palabra maravillosa
repetida por ella.
El diario de 1985 será escrito en México, en París, en Biarritz
y en Donostia, y el de 1986 en esta última ciudad. Yoyes continúa
realizando su introspección en las páginas del diario, a pesar de su
cambio de vida. El hábito que tenía de no tratar temas referentes a
la política comienza a resquebrajarse. No se calla ante el cerco que
le tienden los círculos próximos a ETA, por un lado, y por otro, los
medios de comunicación, empeñados en tergiversarla. No hablará en
público, pero sí se expresa en su diario sobre los motivos de su vuelta
a Euskadi Sur, sobre la cerrazón de ETA y HB, sobre su actitud ante la
cultura vasca…
Yoyes nos ha dejado cientos de cartas y cinco cuadernos con
su diario. No hemos seleccionado casi nada de su correspondencia
abundante y asidua porque está llena de referencias personales y el
respeto a la intimidad impide su publicación. Asimismo, hemos escogido
lo más significativo de su diario y dejado sin desvelar todo aquello que
pueda herir a personas que viven entre nosotros. Por esta razón, las
fechas del diario tienen una continuidad más espaciada que la real,
sin que ello sea óbice para conocer su aventura personal.

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Capítulo 1

PRIMEROS AÑOS...
(Ordizia, 1954-1970)

Hablar de la infancia es hablar del atxona, que nos crió mientras el aita y la
ama24 trabajaban; es hablar de una casa muy grande, llena de misterios,
casa Goitine, llena de cuartos, pasillos y muebles antiguos que fabricaba
el atxona; es hablar de la carpintería, la huerta que tan silenciosa guarda
nuestros juegos y cantos, de la cuna grande de madera tallada, donde
nos acunaban y nos cantaban para dormimos. Es hablar de la familia, que
tanta importancia tuvo en tu vida y en la nuestra, de nuestras muñecas de
madera tallada y luego de cartón, de las muchachas que nos cuidaban
cuando ya fuimos muchos, de las monjas del Colegio de la Milagrosa,
al que nos llevaban de la mano, con la batita blanca o el uniforme azul
de paño, y la camisa blanca con un lazo al cuello y la boina. Así hiciste
la primera comunión, según atestiguan las fotos. El colegio, del que vol-
víamos a las doce para comer el pan untado en tomate que nos daba
el atxona mientras jugábamos a reinas, princesas, a gitanas, bailando,
disfrazándonos, cantando, apoderándonos de la casa, las mesas, los
armarios para escondernos, correteando… (Isa)

He aquí algunas de las claves de la infancia de Yoyes expuestas por


Isa, hermana y compañera en estos primeros años. Aparece en primer
lugar el aitona, José Katarain Gereñu. Nacido en Segura en 1888, se
crió en Ormaiztegi, donde aprendió el oficio de tallista y fabricante de

24 Aita: padre. Ama: madre. Es habitual la inserción de estos y otros términos del euskera
en el castellano hablado en el País Vasco (como aitona, attona o atxona: abuelo).
[Como todas las del libro, es Nota del Editor.]

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muebles y se instaló en Ordizia. Tras enviudar, se casó en segundas


nupcias con su prima María Kaminaur Gereñu, de Zegama, madre de
tres hijos habidos en América. De la nueva unión nacerían tres hijos,
la mayor, Ángela o Angelita, madre de Yoyes.
José Katarain fue quien convirtió Goitine en cuna y hogar de sus
hijos y nietos. Goitine es un antiguo caserío cuyo origen se remonta
muchos años y quizás siglos atrás. Es una casa que, sin ser señorial, no
es corriente. El río Oria la separa de Construcciones y Auxiliar de Ferro-
carriles, la empresa más grande y de mayor tradición, incluso de lucha,
del Bajo Goierri. Desde el puente que da acceso a la CAF, muy cerca de
Goitine, se observa uno de los perfiles más esbeltos del Txindoki, en el
extremo de la sierra de Aralar, monte por excelencia de esta comarca.
Goitine está situada al final de la calle Urdaneta de Ordizia,
que parte de la céntrica Puerta del Sol y baja en suave pendiente
hacia Beasain, el pueblo vecino. Esta calle cuenta con una parte de
los pequeños establecimientos tan abundantes en Ordizia, pueblo de
gran tradición comercial, alimentada en gran medida por el mercado
semanal de los miércoles, uno de los más prestigiosos y pujantes de
Gipuzkoa. Como se verá más adelante, la familia González Katarain
está relacionada con el comercio por parte de sus dos ramas.
Los González proceden de Otero de Escarpizo, en la provincia
de León. El abuelo, Vicente González Mosquera, nacido en 1879,
emigró primero a Barakaldo y de allí a Panamá, donde trabajó en las
obras de construcción del Canal. A la vuelta, se casó con su prima
segunda Asunción Redondo Azkarate, nacida en Barakaldo, y tras
vivir algunos años en Beasain, donde trabajó en la CAF, el matrimonio
acabó por instalarse en Ordizia. De esta unión nacerían seis hijos, el
menor de ellos, Luis, padre de Yoyes.
Mientras los Katarain tienen sus raíces en pleno Goierri, los
González pertenecen a aquella primera oleada de inmigrantes que
atrajo la temprana industrialización del País Vasco. Este componente
mixto, derivado de la diferencia de orígenes de cada rama, ha estado
presente durante años en la trayectoria de la familia González Katarain,

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simbolizado de alguna manera por dos hombres de la misma: José


Katarain, el aitona, vascohablante y euskaltzale,25 que se alegraba
cuando veía que sus nietos empezaban a aprender euskera y sentirse
vascos; y Luis González, el padre, castellano de origen, español por
convencimiento y apolítico respetuoso de lo establecido, aunque debía
de contar con algún antecedente republicano en la familia.
La característica común entre las dos ramas la constituye la dedi-
cación a la actividad comercial. José Katarain tuvo su propio taller de
fabricación y venta de muebles, mientras su mujer se dedicaba a coser
y vender confecciones, labores que compartió desde muy joven su hija
Angelita. Vicente González, aunque carpintero también de oficio, acabó
estableciendo una tienda de ultramarinos en la calle Urdaneta de Ordizia,
unos números más arriba de Goitine. Ésta llegaría a ser “la tienda” de
la familia González Katarain, tras Goitine, el segundo lugar clave de
referencia. Mientras el padre, Luis, llevaba representaciones de balanzas
y embutidos que le hacían viajar por toda la zona, la madre, Angelita,
despachaba en la tienda. La vida se repartía entre Goitine y la tienda.
Precisamente a caballo entre la casa y la tienda, dio a luz Ange-
lita a su segunda hija. Tras cenar en la vivienda que habitaban junto a
la tienda, se sintió indispuesta, con dolores de parto. Rápidamente se
trasladó a su casa natal, Goitine, y al filo de la medianoche nació una
niña, que se venía a unir a la mayor, M.ª Asun, de dos años.
Era el 14 de mayo de 1954; a los pocos días se le impuso a la
recién nacida el nombre de una de sus tías, la que le llevó a bautizar:
M.ª Dolores; nombre que pronto pasaría a ser casi sólo el oficial, des-
plazado por el que creó la lengua de trapo de los pequeños: Yoyes.
Aunque la cartilla indica que M.ª Dolores González Katarain
inició la escolarización el 15 de septiembre de 1959, ya desde los
tres años acudía al Colegio de la Milagrosa de Ordizia, regentado
por las Hermanas de la Caridad. En el anecdotario familiar, con lige-
ras variantes según el relator, se recuerda un incidente que apunta ya

25 Persona amante del euskera y su cultura.

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el carácter poco conformista de Yoyes. Cansada de hacer palotes y


más palotes por orden de la sor, la amenazó: “Cuando yo sea monja
y tú niña, te mandaré hacer palotes toda la tarde”. Por lo demás era
una niña aplicada y sin complicaciones, pero muy preguntona. Traía
mártir a su hermana mayor, M.ª Asun, a quien cosía a preguntas. Ésta
la llamaba “filósofa” y Yoyes se enfadaba, porque le sonaba mal la
palabra, pero volvía a preguntar: “¿Y eso qué es?”.
Lo que más le gustaba a Yoyes era vestirse con cualquier trapo,
cantar, bailar y hacer teatros, juegos que compartía con hermanas y
primas y en los que colaboraba a veces alguna tía. Incluso llegó a actuar
en público varias veces, dentro de celebraciones escolares y demás.
En una ocasión, en un concurso con motivo de las fiestas de la calle
Urdaneta, cantó: “…Y en un carro de gitanos…”. No necesitaba gran
cosa para convertirse en gitana convincente: la tez morena y pálida a
la vez, el pelo negro y largo, los ojos oscuros y muy grandes. Sólo la
nariz y el mentón, largos y finos, rasgos típicamente vascos heredados
de los Katarain, denotaban su procedencia.
El progresivo aumento de la familia hizo que Yoyes pasase el
curso 1963-1964 en la colonia Goienetxe, cerca de San Sebastián.
Allá fue “la coadjutora” que ayudaba al sacerdote en las labores de
la iglesia. Su estancia se vio ensombrecida por un acontecimiento. Un
día vio llegar a su madre toda vestida de negro y enseguida sospechó
lo que había sucedido: había muerto la abuela Asunción. Fue, según
confesaba siendo mayor, su primer contacto con la muerte. Años más
tarde, ella misma la iba a tener muy cercana, debido a un ataque de
peritonitis que obligó a una urgente y grave intervención.

La infancia acabó de golpe, al terminar los estudios en las monjas y


pasar a la Academia. Tuviste que dejar los juegos y cambiarlos por el
trabajo en la tienda; la ama te hizo una bata azul, con tu nombre gra-
bado en el bolsillo. Guardabas en una caja gris y rosa de metal recortes
de Kennedy y de Lutero King, junto a postales y fotos de cantantes, pero
ya no discutías si era la mejor Marisol o la Rocío. (Isa)

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Fue en el curso 1964-1965 cuando Yoyes ingresó en la Academia


Urdaneta de Ordizia para iniciar el bachillerato. “La Academia”, como
se la conocía por antonomasia, era toda una institución en el Bajo
Goierri, donde cumplía las funciones del instituto todavía inexistente.
Sus locales estaban repartidos por la casa Torrea, junto a la
iglesia, que albergaba además las Escuelas Municipales, la Escuela
de Música y otras dependencias de carácter público. Al no ser centro
reconocido, los exámenes de fin de curso había que pasarlos en los
institutos de San Sebastián, jugándose el trabajo de todo un año en
dos o tres días. Yoyes, aunque no era de los alumnos más destacados
de clase, fue completando el bachillerato sin mayores tropiezos.
Aunque regida por un sacerdote –don Antonio Yarza–, el he-
cho de que la enseñanza fuera mixta, cosa nada corriente en aquella
época, imprimía a la academia un carácter especial, diferente de los
colegios de frailes y monjas.
Por otro lado, la confluencia de alumnos provenientes del medio
rural, junto con los más urbanos de Ordizia y Beasain, la convertía en
punto de reunión de mundos diversos, siempre dentro del microcosmos
del Goierri. Precisamente allí, Yoyes tendría ocasión de acercarse al
conocimiento del medio rural y vascoparlante, a través sobre todo de
su relación con Ana Zurutuza, de Lazkaomendi, su amiga íntima a lo
largo de todos estos años. Era una amistad basada en la diferencia,
diferencia de ambientes y caracteres, pero cimentada en el hecho
de compartir todas las ilusiones, descubrimientos e inquietudes de la
adolescencia.
Yoyes era bastante reservada, pero a la vez tenía facilidad para
contactar en profundidad con la gente, facilidad que fue en aumento
con los años. Le gustaba comunicarse. Se cuestionaba casi todo y es-
cuchaba con interés aquello que pudiera aumentar sus conocimientos,
todo lo que pudiera ampliar su visión de las cosas y la ayudara a en-
tender un poco más el mundo que la rodeaba. Así se fue enterando, en
medio de conversaciones sigilosas, de que los vascos tenían su propia
bandera, la ikurriña, que algunos dibujaban a escondidas sobre los

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pupitres, escribiendo al lado GORA EUZKADI. Algunos decían también


que Franco era malo.
Yoyes escuchaba con curiosidad estas cosas, desconocidas
para ella porque en casa ni las había oído, y la movían a preguntar
más y a reflexionar.
Para entonces la familia había aumentado considerablemente.
Eran ya ocho hermanos, nacidos en un lapso de doce años. Tras M.ª
Asun y Yoyes habían llegado Isa (1956), José Luis (1957), Glori (1959),
Angel (1961), Luis Ignacio (1962) y Ana (1964). Más tarde nacería
Gema (1970).
Yoyes se había convertido en segunda madre de los que la se-
guían, mientras M.ª Asun ejercía las funciones de segundo padre. Luis
y Angelita estaban demasiado ocupados en sacar la familia adelante
y necesitaban la ayuda de sus hijas mayores tanto en casa como en
la tienda. M.ª Asun se encargaba, sobre todo, de llevar las cuentas,
y Yoyes cuidaba y organizaba a los más pequeños: baños, vestidos,
tareas escolares. Pero también tenía que echar una mano en la tienda
y pasaba recreos y vacaciones despachando, aunque no le gustaba
demasiado hacerlo.
De cualquier manera, el aburrimiento no tenía cabida en Goitine.
Era casa abierta a los amigos y amigas de cada uno de los hermanos,
pues había suficiente espacio para jugar y perderse en los recovecos de
la casa, en la terraza y la huerta. El hecho de que la madre trabajara
durante todo el día en la tienda la convertía en reino de los hijos; sólo
de vez en cuando la severidad del padre ponía freno a su mundo. Así
recuerdan una vez en que para despedir a Isa, que se iba a Goienetxe,
montaron entre todos los hermanos una gran chocolatada. El padre los
pilló en plena faena y les impuso el castigo de escribir quinientas veces
“El chocolate sólo lo hacen las mamás”, frase que se ha convertido en
latiguillo entre los González Katarain.
Entre las diversiones, ocupaba un lugar importante la lectura.
Queda constancia de ello en una carta que escribió Yoyes en nombre
de todos los hermanos al hospital de San Juan de Dios de Donostia.

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Lleva fecha del 8 de agosto de 1970 y dice: “…Somos nueve hermanos,


la más pequeña tiene dos meses y la mayor 18 años; somos todos,
hasta la de 6 años, muy aficionados a leer lo que sea, y exagerando
en esto, no pensando en el dinero que gastábamos en ello, hemos ido
comprando y leyendo chistes, revistas, cuentos y algún libro que otro,
éstos bastante buenos…”.
En la carta ofrecen todo ese material, del que se desprenden
por el cargo de conciencia que les supone el dinero gastado, a los
niños acogidos en el hospital.
El cargo de conciencia debió de ser momentáneo, pues Yoyes
siguió siendo lectora empedernida a lo largo de toda su vida. En esta
época, la lectura le ocupaba incluso muchas tardes dominicales. Sus
amigas recuerdan que en muchas ocasiones prefería quedarse en casa
a salir, lo cual les asombraba tremendamente.
De la lectura, pero más quizás de su necesidad de expresarse,
nació ya en ella por estos años, si no el hábito, sí por lo menos el de-
seo de escribir, algo que llegaría a ser una constante en su vida. Este
texto, aunque un poco posterior a la época que cierra este capítulo
(pertenece a 1971, probablemente de mayo), lo revela:

El otro día estaba mirando por la ventana en clase de francés, oyendo


música, y veía un campo, con hierbas y algunos árboles; hacía viento.
Comparé cada hierba con una persona, todas se movían según el viento
y pensé: ¿por qué seré tan débil?, ¿por qué no seré aquel árbol cuyo
tronco se mantiene aunque sus hojas y ramas se muevan?, ¿por qué
no seré una persona con un tronco, con una esencia, que por muchos
vientos que pasen ella se quede? […] ¡Tengo que conseguirlo! ¡Tengo
que tener ideas, esencia, ser fuerte!
Estaba acordándome de todo esto al terminar el examen de
política y se me ocurrió que, aunque fuera una tontería, tenía que
ponerlo en mi libro. De repente, me salió el título que le iba a poner al
libro y lo escribí a todo correr para que no se me olvidase: “Primeros
años de una vida corrientilla”.

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Capítulo 2

¡HAY TANTO
POR LO QUE SE PUEDE TENER ILUSIÓN!
(Ordizia, 1970-1971)

Entraste al instituto ya con pantalones y anorak, te resististe a vestir


otro uniforme; apenas usabas vestidos y yo te recuerdo seria y muy
responsable. Los libros de Martín Vigil fueron quedando abandonados;
leías a Lenin y Marx y escondías los libros y papeles que empezaban
a llegar a casa. (Isa)

Es el recuerdo que guarda Isa de aquellos primeros años setenta en que


Yoyes, junto con otros compañeros y compañeras de la Academia, se
traslada para seguir los últimos cursos del bachillerato al recién creado
Instituto de Beasain. En este centro, que contaba con una considerable
concentración de alumnado y con un profesorado joven y abierto en su
mayoría, Yoyes encuentra un buen ambiente para el desarrollo de sus
inquietudes juveniles. Su actitud hacia el entorno es activa y establece
muy buenas relaciones con algunos profesores. Jesús Echamendi, pro-
fesor de Literatura en 6.º de bachillerato, describe desde el recuerdo
aquel ambiente y aquella relación.

Todavía puedo evocar con nitidez el nombre y el semblante de la mayor


parte de las alumnas de aquella clase de 6.º curso. La armonía de sus
trajes, la limpieza de sus miradas, la seriedad, aplicación y talento del
grupo me cautivaron desde el primer momento.
Junto a la pared, en la tercera fila de la derecha desde la pers-
pectiva del profesor, se halla María Dolores, Yoyes, de frágil apariencia
y tez pálida. La observo discretamente. Su mirada que vislumbra, tal

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vez, himalayas de ilusiones relampaguea unos instantes…; pero el


batir de los aceros de las forjas cercanas abate el salto fugaz de sus
sueños. Los duros mazazos metálicos retumban en su pecho, aceleran
su pulso y ensombrecen su mirada. Seguramente, ya entonces, creería
escuchar cuernos y timbales impacientes que exigían su holocausto en
acciones, imprecisas todavía, de servicio a los demás.
Sensible a las relaciones del grupo, proponía actividades para
avivar la convivencia. Con tacto exquisito suavizaba roces y podaba
todo brote de posible ruptura.
Su carácter expansivo, su comportamiento espontáneo, su
amistad sincera y leal me ganaron totalmente. Son los lazos afectivos
de aquella época los que a través de los años han sobrevivido, sin que
acontecimientos posteriores los hayan mudado.
Con dieciséis años se sentía responsable de su destino. La co-
modidad, la calidad o el afán de lucro jamás decidían en la elección
de sus planes. Voy a estudiar magisterio, me decía en cierta ocasión.
Durante el verano, había dado clases a unos chavales. Pronto detectó
las causas de la infelicidad infantil y se proponía ocupar el vacío afec-
tivo que muchos niños padecían. En aquel momento, no concebía el
magisterio como una profesión más. Para ella se trataba de una tarea
vocacional, sagrada, que exigía entrega absoluta.
Aquel curso de 1970-1971 experimentó una honda conmoción
interior. Le preocupaba convertir la religión en eje de la vida. Como
preparación para la Semana Santa celebrábamos ejercicios espiritua-
les de tres días en el centro. Era mediodía. Al borde de la pendiente
escalera que desemboca en el pasadizo subterráneo, comentábamos
el desarrollo de los actos religiosos. Dijo María Dolores que hubiera
preferido que las charlas las hubiesen dado algunos profesores. Aun-
que su opinión me halagara, repliqué que yo no me consideraba ni
preparado, ni, por supuesto, instrumento propio de la Gracia. María
Dolores defendió su tesis: “Los curas viven ajenos a la vida del hombre
corriente. Más que grandes teorías necesito respuestas concretas a
problemas reales”.

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Su inquietud religiosa la impulsó a plantearse la posibilidad


de peregrinar a Taizé. La sencillez y frescura de aquel movimiento
espiritual pudieron orientar definitivamente su vida; pero otros eran
los sentimientos de la colectividad, los empeños de los jóvenes, los
objetivos de los ideólogos.
Actitudes o palabras desdeñosas referidas a aspectos de nuestro
pueblo la herían profundamente. Recuerdo que, considerando la cuna
del protagonista, elegí la aventura del vizcaíno para ilustrar la explica-
ción de El Quijote. Durante la lectura apenas podía contener la carca-
jada que las frases de Don Sancho de Azpeitia me provocaban. Yoyes
comentó irritada: “ridiculizar la manera de hablar de los baserritarras26
me parece una ofensa grotesca”. Yo defendía a Cervantes elogiando
su sentido lingüístico. Le bastan unas líneas, dije, para caracterizar a
un personaje con virtudes comparables a las de Don Quijote.
Evoqué especialmente esta escena cuando, varios años más
tarde, por medio de su hermana Isa me anunciaba que leía El Quijote y
que se deleitaba con su lectura. La noticia me produjo gran alivio, pues
tuve la convicción de que la profundidad y grandeza del héroe cervan-
tino la ayudarían a revisar su ideario político. (Jesús Echamendi)

El curso 1970-1971 iba a tener un final feliz para Yoyes: el viaje


de fin de estudios a Andalucía, en mayo. A la vuelta, escribió una es-
pecie de diario muy detallado, donde se ve que fue una experiencia
muy interesante y satisfactoria para ella. Era la primera vez, en la ado-
lescencia, en que se iba lejos de casa, y supo aprovechar la ocasión
con una actitud muy abierta, tanto hacia los compañeros de curso,
como hacia fuera. No faltaron los encuentros curiosos y reveladores,
como éste que relata en su diario:

Bajamos del Generalife a Granada centro. Allí dos chicos nos pidieron
fuego, empezaron a hablar y nosotras les dijimos que nos enseñasen
la catedral y luego algún bar barato para comer un bocadillo. Resultó

26 Baserritarra: agricultor y/o ganadero.

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que eran hijos de militares y estudiaban para grises. Por poco nos da
el ataque. Nos dijeron que allí también había jaleos, que hacía poco
en una huelga de albañiles habían muerto dos y nos enseñaron dónde
habían puesto una bandera comunista una noche.
De todas formas tenían miedo de que los mandasen para aquí,
sabían lo que quiere decir ETA. Aprenden yoga, judo, lucha libre y yo
no sé qué más, pero ya les dijimos que lo más importante era que
supiesen andar por monte.

De cualquier forma, Yoyes recibió una impresión muy favorable


de Andalucía. En una carta escrita a una prima lo expresa así:
El viaje de estudios fue algo fenómeno; es que teníamos una idea de
los andaluces tan desastrosa…

Tuvo ocasión de conocer un ambiente más tolerante y frívolo


que el que vivía en el País Vasco: discotecas, ligue, porro… Durante
algún tiempo siguió manteniendo correspondencia con un chaval que
conoció allá y alguna huella debió dejar. Tras su asesinato, en un bar
de Almuñécar, un señor contó a unos turistas vascos que había conocido
a Yoyes hacía años, cuando hizo el viaje de estudios.
En esta época, Yoyes ha adquirido ya el hábito de plasmar
sus ideas, sentimientos, vivencias e inquietudes por escrito. En 1970 y
1971 inicia su diario, aunque sin continuidad. Escribe muchas cartas,
de las que guarda una copia, especie de borrador, entre sus papeles.
De su correspondencia destaca la que mantuvo con una prima segunda
de Otero (León), a la que conoció en un viaje que realizó en 1969 al
pueblo originario de los González.
A través de todo este material escrito va apareciendo una ado-
lescente con una curiosidad tremenda por el mundo, una gran fuerza
de voluntad y un constante afán de superación y, sobre todo, con un
convencimiento muy fuerte, muchas veces expreso, de que la vida hay
que trabajarla y vivirla con toda la conciencia posible. Ella lo refleja
de esta manera en una carta fechada el 11-8-71 y dirigida a su prima
Arantxa Otaño:

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[…]Tiene que crecer, tiene que desarrollarse en ti, una “vida” que está
un poco así como un niño en feto, existiendo pero sin nacer y que es lo
más importante en una persona, porque no muere, la vida inmaterial,
la vida de la personalidad, la vida de la cabeza, la vida por la que
tratarás de razonar y de hacer las cosas como a ti te parezca que están
bien, y no sólo como te digan, aunque escuches a la experiencia de
otro, claro. Arantxa, esa vida es una lucha constante, es un porqué
de todo, pero es una vida que merece la pena y por la única que te
puedes realizar del todo; es el plantearte unos principios e intentar
seguirlos; pero no olvides que somos débiles y que en esa lucha se
pierde muchas veces, al principio.

En la misma época (28-8-71) escribe a su hermana M.ª Asun:

…Saca ilusión de algún sitio. ¡Hay tanto por lo que se puede tener ilu-
sión! ¿Crees que esto también es fácil sólo de palabra? María, lo difícil,
lo que cuesta, es lo que más llena. Busca la perfección sin rendición.

Estos párrafos expresan ya la actitud que mantendría siempre


ante la vida, rota solamente por depresiones momentáneas.
Entre las inquietudes que traslucen sus escritos más íntimos está, en
primer lugar, la cuestión religiosa. Yoyes en aquella época era profunda-
mente creyente e incluso practicante. Impartía catequesis en la parroquia
y a lo largo del verano de 1970 se levantaba todos los días a la siete
de la mañana para ir a la iglesia. Allí se encontraba a gusto, decía, no
por el rito en sí, sino porque le permitía reflexionar y profundizar en su
fe. Precisamente, unos meses antes, había tenido que superar un esco-
llo con respecto a sus creencias. Su madre, inesperadamente, quedó
embarazada. Su salud corría peligro y se planteó de alguna manera la
alternativa: la madre o el hijo. Algún sacerdote dijo que, a la luz de la fe,
en estos casos había que optar por el niño. Yoyes no podía aceptarlo y
se rebelaba contra la opinión del sacerdote. ¿Cómo quedarse sin madre?
Felizmente, el asunto tuvo un buen desenlace: Angelita dio a luz en junio
de 1970 a Gema, la pequeña de la familia, y su salud se recuperó.

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En la vivencia religiosa influyó muy positivamente a Yoyes un


sacerdote joven, don Félix Garitano, que ejerció en Ordizia. Ella se
refería siempre a él con gran cariño y admiración.
Tuvo también algunos contactos con miembros del Opus, pero sin
sentirse identificada en absoluto, al contrario, le agudizaron extraordi-
nariamente su sentido crítico hacia ciertas formas de la religión. Resulta
revelador este escrito, sin fecha, pero seguramente del año 1971, en
el que expresa además su concepción de la sexualidad:
…Dicen ellas que el instinto sexual tiene como único fin la procreación.
Además se lo pregunté: ¿sólo la procreación? Y dijo, sí, sí. Entonces,
¿por qué casi todas las personas que no han satisfecho en algo su
instinto sexual tienen anormalidades psíquicas?, ¿no será que también
realiza más? Muchas veces una mujer o un hombre ¿no pueden también
realizar más? Muchas veces una mujer o un hombre ¿no puede ser la
causa de que tú sigas, de que tú te animes a continuar con tu ideal? Y
ese ideal ¿por qué no va a ser el más noble? (…) ¿Es que usted come
sólo porque si no se muere?…

La inquietud religiosa abrió a Yoyes a la inquietud social, muchas


veces presente en sus escritos, plasmada sobre todo en la constatación
y cuestionamiento de la existencia de países ricos y pobres, pueblos
desarrollados y subdesarrollados. De la inquietud social, Yoyes pasa a
adquirir conciencia sobre la situación del pueblo vasco. Hay un escrito
fechado el 19-3-71, en el que recorre los tres aspectos –el religioso,
el social y el nacional– tal como se los planteaba en aquel momento,
y en el que además no deja de expresar las dudas e inseguridades
con que se topaba:
Tengo unas ganas terribles de hacer algo por Dios, es decir, por los
demás. No hago más que pedir a Jesús que me ayude, sobre todo
que me dé valor. ¡SOY UNA COBARDE!, así, con todas las letras; está
demostrado, todo me da miedo, no tengo la suficiente firmeza para
hacer casi lo que exijo, pero ¿qué es esto? ¿qué puedo hacer conmigo
misma? ¿es que no me voy a superar nunca? Además de cobarde soy

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débil, casi siempre tengo en los labios ese asqueroso NO PUEDO. El caso
es que saco razones para ello, puede que sea demasiado prudente o
no sé, desde luego que esto es malísimo.
Tengo intención de ir dentro de unos años a Sudamérica, a
misiones. Habrá gente que entienda esto también como una cobardía,
ya que aquí también se puede hacer el bien, ya que aquí también hay
gente que sufre, puede decirse que quiero desinteresarme de los proble-
mas de aquí. Iremos por puntos: ¿me siento yo vasca? Sí. ¿Hasta qué
punto? No muy adelantado que digamos. ¿Por qué? Porque también
amo a España. Será una bobada pero cada vez que hay un partido de
fútbol entre selecciones nacionales, aunque veo que no me gusta nada
el fútbol, deseo, me sale de dentro que gane España. ¿Por qué?…

Tras esto hace unas consideraciones nada halagadoras sobre


Franco y algún otro personaje político y continúa:
…Ahora bien, ¿deseo yo la independencia de Euzkadi? Creo que está
en su derecho, como pueblo; hay que partir de que la clasificación
del mundo en naciones ha tenido que ser un fallo, y de que tiene que
haber muchos pueblos en este caso; bueno, a mí me atañe éste, puedo
decir, es mi pueblo, son tus hermanos. No. ¡Mis hermanos son todo el
mundo! ¡Mi pueblo es el mundo!
Procuraré no engañarme. Entre todo el mundo creo que siempre
añoraré y amaré más al pueblo vasco, esto lo llevo también dentro.
Ahora, voy a procurar no sentimentalizarlo tanto, porque si no, me voy
a pasar la vida pegada a sus falditas.
Otro punto: ¿quién me necesita más? Es derecho de un pueblo ser
libre. Es derecho de una persona el vivir, el comer… ¿Quién está antes?
Partiendo además de que para conseguir la libertad de ese pueblo dicen
que no queda más remedio que la violencia, hay que derramar sangre,
hay que MATAR , y de que para la persona lo que vas a hacer es recoger,
salvar vidas. Otra cosa, no está bien recurrir a la violencia sin haber
probado otros métodos, dicen que ya se han probado, que la gente no
es tonta, pero digo: ¿yo ya he probado otra cosa? No. Entonces…

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He sufrido bastante pensando en que no, que yo soy o tengo


que ser continuación de otras obras empezadas, que yo tenía que con-
tinuar, coger la antorcha de alguien, pero veo que no, que tengo una
cabeza, que pienso, que oigo a la conciencia y que por lo tanto tengo
que hacer lo que ella me dice, que es lo que yo quiero, claro…

Yoyes está viviendo una lucha ideológica muy fuerte. Discute,


piensa, lee, escribe y se encuentra en un mar de contradicciones, por-
que tiene que pasar todo bien pasado por su tamiz, antes de dejarse
convencer por nada.
Si el diario del Ché le había hecho mella antes, en agosto de
1971 lee el Iraultza en el que se recogían diversos escritos de Txabi
Etxebarrieta, el primer militante de ETA muerto en enfrentamiento con la
Guardia Civil, el 7 de junio de 1967. Tras transcribir algunos extractos
del libro de Etxebarrieta, ella reflexiona:

…Hará unos días leí esto por la noche, a la madrugada. Tenía unas
ganas terribles de llorar y lo hice; no comprendía cómo se podía morir
por ese ideal y sin casi ninguna esperanza en lo que sucedería después
de su muerte; no comprendía y ahora tampoco lo comprendo. Morir
por los demás y por Cristo no lo veo fácil pero Él al menos nos ha dado
una solución a todo y hasta un sentido a esta vida, a las personas, un
sentido que tanto buscaba ése [se refiere a Etxebarrieta]. En algunas
cosas no estoy de acuerdo, desde luego, pero eso no viene a cuento,
yo he apuntado esto para que cuando quiera recuerde cómo se piensa
–bueno, será más o menos, pero…– en esos círculos.
Este tipo tiene mérito, pero ¿es tan serio el problema? Tiene
que serlo, para cuando hay tanta gente a la que no le importa sufrir
no sólo la cárcel y lo que viene antes y mientras tanto, sino también
la muerte […].
¿Merecerá la pena la sangre que va a correr por todas las
revoluciones? ¿Será ésa la única forma de conseguir algo? Y pensar
que estoy convencida de que no.

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Capítulo 3

LO IMPORTANTE ES SEGUIR ADELANTE,


SEGUIR...
(Ordizia-Donostia, 1972-1973)

Nos pusimos a dormir juntas en un cuarto del piso de arriba. El atxona nos
ayudó. Tenías más independencia y yo te veía leer durante horas, o venir
tarde a casa sin que se enteraran los aitas. Un día, el aita encontró una
caja de libros y papeles en la bodega y los quemó. El ambiente se hizo
muy tenso. Nos empezó a hablar de los rusos, de Stalin, de las purgas,
de la guerra. El atxona, con su mal castellano, también nos hablaba de
la guerra, de los carlistas, de los nacionalistas, de los que robaban, de
los muertos, de las batallas entre la casa y el río… No entendimos, hasta
muchos años después, por qué estaba en contra de la guerra.
Aprendías euskera y hablabas del derecho a la nación vasca. En
las cortinas de tela de saco tejimos los escudos de las siete provincias.
Las pusimos en nuestro cuarto, junto a un póster del Ché muy grande
y unos poemas que hablaban de la libertad.
Una noche llegaste muy tarde a la habitación: unos amigos
habían tenido que huir, Goiburu y Paco. Me hablaste de la Guardia
Civil. Amaneció mientras hablábamos. No sabías qué iba a ser de tu
vida, pero no querías implicarnos a todos y sabías del sufrimiento de
los aitas… pero no era justo, no era justa la represión, la explotación,
el gobierno, los presos de Burgos… (Isa)

En la década de los setenta, el Goierri llegaría a ser la zona de Euskadi


de donde más miembros de ETA salieron. El Proceso de Burgos, en di-
ciembre de 1970, desencadenante de movilizaciones sin precedentes,

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había hecho estrenarse a las nuevas generaciones en la lucha callejera


y les había abierto las puertas de las organizaciones políticas.
Los ambientes más dinámicos del Goierri estaban dirigidos por
miembros o simpatizantes de ETA que realizaban una labor de captación
y formación política, a la vez que sintonizaban bastante acertadamente
con las inquietudes juveniles, dándoles un cauce para desarrollarse.
En este contexto no es raro que Yoyes se integrara junto con otras
compañeras del instituto en un talde o grupo de formación dirigido por
un miembro de ETA . Era la orla de la organización clandestina, pero que
no exigía todavía un alto grado de compromiso. Koldo Iztueta, militante
de ETA en aquel momento, relata cómo se produjo este acercamiento
de Yoyes a la organización:

Se integró en un talde cuando estudiaba COU, durante el curso 1971-


1972. Nos sorprendieron dos cosas: los integrantes del grupo no pro-
venían de ambientes abertzales y eran todas chicas. Fue el primer talde
de chavalas en la zona, algo excepcional en aquella época. Estuvieron
todo un año formándose para la lucha política. El responsable estaba
muy contento de la evolución del grupo; sólo temíamos una cosa, que
tras haberse formado con nosotros, optaran por una vía ‘españolista’.
Contra lo que se podía esperar, pronto empezó a destacar Yoyes.
Tuvo que superar muchas contradicciones y su lucha ideológica fue
muy fuerte. (Koldo Iztueta)

En esta época, a la hora de la diversión, Yoyes frecuenta también


círculos abertzales. Junto con Ana Zurutuza empieza a salir con una cua-
drilla de Amezketa: chicos abiertos, atractivos, rupturistas en su aspecto
físico –melenas, ropa moderna y cuidada, en un momento en el que
la mayoría de los chicos en el entorno no dan ninguna importancia al
vestir–; eran obreros de procedencia rural, vascoparlantes, comprometi-
dos algunos de ellos, como más tarde se demostró, en la lucha política.
Acostumbrados a andar por el Txindoki como por el pasillo de su casa
–Amezketa está al pie de este monte–, su plan para los domingos era
monte por la mañana y fiestas de los pueblos por la tarde.

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Yoyes fue fijándose en uno de la cuadrilla: Joxe Etxeberria, Beltza


de sobrenombre, por su pelo negrísimo y su cara tostada. Hijo de una
familia numerosísima de un caserío, era un chico que destacaba por su
dulzura. Sonrisa permanente, voz suavísima, reservado y a la vez con
una tremenda disposición para crear buen ambiente en la cuadrilla. A
Yoyes le atrajo sin duda todo esto y un cierto misterio que encontraba
en su persona, como se lo confesaba más tarde en una carta.

–––––– . ––––––

Al finalizar el COU y ante la perspectiva de elegir carrera, Yoyes, que


se sentía inclinada por la enseñanza, decidió iniciar Magisterio en
Donostia: una carrera corta que podía proporcionarle independencia
económica para continuar con otro nivel de estudios. En este punto tuvo
que librar otra batalla. Ella quería quedarse en San Sebastián, en un
piso, al igual que otra gente que conocía. En casa le imponían volver
cada día a Ordizia, pero por fin consiguió instalarse en Donostia en
un piso de la Parte Vieja donostiarra junto con Ana Zurutuza. Esto le
proporcionaba un margen de libertad impensable viviendo en Ordizia,
margen que ella aprovechó a fondo.

A principios del curso 1972-1973, Yoyes adquiere el rango de militante


en ETA. Seguíamos preparándonos políticamente en Donostia. Recibía-
mos charlas de economía, historia y crítica política, y a la vez teníamos
asignado un trabajo político; ella lo desarrollaba en el Goierri y en
Donostia. (Koldo Iztueta)

En el Goierri, Yoyes trabaja por la puesta en pie de un movi-


miento juvenil abertzale, manteniendo relaciones organizativas con
estudiantes del Instituto de Beasain, donde la movilización empieza a
ser muy pujante. Consciente ya sobre la necesidad de que la mujer
se integre en la lucha al mismo nivel que el hombre, su influencia no
fue ajena al hecho de que una cuadrilla-comando de chicas, única y
exclusivamente chicas, cogiera los espráis una tarde de domingo para
llenar el instituto de pintadas.

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En la Escuela de Magisterio, cuyas clases se impartían por falta


de aulas en la Facultad de Derecho, en el barrio Ibaeta de Donos-
tia, Yoyes conoció a la vanguardia del movimiento estudiantil, pero
se mantenía un poco en segunda fila en las movidas, sin duda por
imperativos de la clandestinidad. Allí conoció a L. G.; el hecho de
que siguieran líneas políticas distintas, no fue obstáculo para que se
entablara entre ellas una amistad que Yoyes echaba mucho de menos,
años más tarde.
Por lo demás ella estudiaba euskera, daba clases particula-
res para sacar algún dinero y dormía de media poco más de seis
horas.

–––––– . ––––––

Durante el verano de 1973 realizó un cursillo, obligatorio para las estu-


diantes de Magisterio, en el albergue que la Sección Femenina tenía en
Deba. Yoyes guardó cuidadosamente todos los cuadernos de apuntes
sobre Formación del Espíritu Nacional y demás. Con fecha 7 de julio
escribe a su familia una carta muy convencional, algo poco usual en
ella, donde cuenta que al día siguiente tienen que ir a San Sebastián
para participar en el recibimiento a los príncipes Juan Carlos y Sofía.
Se abstiene de hacer ningún comentario.
El resto del verano lo pasó compaginando el trabajo en la tienda,
en Ordizia, con el trabajo político. Se relacionaba mucho con Juan
Miguel Goiburu, quien se encontraba en situación de clandestino.
Debió de ser en esta época cuando, haciendo una regada de
panfletos en Ordizia, con motivo de la larga huelga que se estaba
desarrollando en la CAF, perdió su carnet de identidad. Un niño dio
una patada a un taco de panfletos y entre ellos apareció el docu-
mento; la madre del niño lo recogió y se lo dio a Luis González.
Fue un episodio más que agudizó el conflicto entre padre e hija.
Ella trataba de comprender a su padre, pero no estaba dispuesta
a ceder. Su postura queda reflejada en una nota que le escribió en
esta época:

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…En estos momentos en que siento que voy dejando la casa en que
nací, en que nació mi amatxo,27 en que han pasado los años más
importantes de mi vida, quiero decirte algo que hace mucho pienso de
ti: sé que eres auténtico, que encontraste un camino, un fin en tu vida y
lo has llevado adelante y en eso te admiro. Pero por otro lado te pido
que nos dejes hacernos a los demás. A los hijos no se les puede hacer
como el padre quiere[…]

En esta carta, Yoyes confiesa saber que su destino es la cárcel


o, en el mejor de los casos, el exilio, pero expresa el deseo de que
esto no ocurra todavía, “sin haber hecho casi nada”.
En septiembre de 1973, cuando va a comenzar 2.º de Magis-
terio, Yoyes se traslada a un piso de la calle Matía, en el barrio del
Antiguo de Donostia, piso que comparte con otras cuatro personas,
entre ellas un profesor y varias estudiantes. Recuerdan que el primer día
apareció con un impermeable de charol blanco, que contrastaba con
su tez morena. Mucha gente de esta época la evoca con esta prenda,
que era muy de su gusto, pero que al final tuvo que desechar porque
debía ser conocida hasta para la policía.
En el reparto de las habitaciones del piso, Yoyes prefiere una
individual, con dos camas-litera y armario propio. Pronto se integra
en la vida de la casa: asiste a las clases de euskera que uno de los
residentes imparte a empleados de la Caja de Ahorros, muestra su
buena disposición ayudando a una de las estudiantes a preparar las
asignaturas de Ciencias de 6.º de bachillerato y comparte habitualmente
la cena con el resto de los compañeros.
En este momento, Yoyes compagina ya el trabajo político con
su participación en acciones. Siguiendo su principio de tomar parte
en la lucha al mismo nivel que sus compañeros de organización, no
admite el quedarse al margen. Nuevamente es Koldo Iztueta quien
relata este episodio:

27 Diminutivo de ‘ama’.

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En septiembre se planea hacer una acción, la más importante hasta


entonces. Vinieron varios liberados para realizarla, pero pidieron ayuda.
El objetivo era atentar contra un autobús de la Guardia Civil que venía
de Martutene a Donostia, después de hacer el relevo de los guardianes
de la cárcel. La acción consistía en poner una carga de ochenta o
noventa kilos en los pilares de la variante de Amara, delante del EUTG

y del cuartel de la Policía Armada. Lo más difícil corría a cargo del


grupo en el que estaba Yoyes. X. y Yoyes fueron a colocar la carga,
pero dio la casualidad de que pasaba por allí la patrulla de la policía
y X. se dio a la fuga. Yoyes se quedó tumbada en el barro, hasta que
la policía pasó por allí sin advertir nada. Ella se comportó con tal
frialdad y valentía que dejó sorprendidos a sus compañeros. Hay que
recalcar que en ningún momento les reprochó el que la acción saliese
mal. (Koldo Iztueta)

En esta época, Yoyes sale del piso todos los días hacia las cinco
y media o seis de la mañana. Empieza a recibir visitas de gente un
poco rara, disfrazada con pelucas y barbas. Todo esto hace sospechar
a los compañeros de piso y se crea cierto malestar. Se plantea si el
piso va a ser utilizado por la organización y Yoyes deja bien claro que
no. Pero continúa recibiendo las visitas de uno de los disfrazados, Joxe
Etxeberria, Beltza, el de Amezketa, que estaba huido desde febrero.
Estas citas, evidentemente, no eran de carácter político, es más, se
mantenían en secreto, dentro de lo posible, ante la organización, pues
podían constituir una transgresión de las reglas de clandestinidad. Yo-
yes conservó una serie de notas y cartas cruzadas entre ella y Beltza
–quien firma y a quien ella se dirige como “Gadafi”– que muestran el
carácter de su relación.
El 26 de noviembre Yoyes escribe a Beltza en respuesta a una
nota mandada por éste:

…No Gadafi, no me siento atada a ti, no sé lo que siento, no sé si


soy capaz de enamorarme de un hombre, ni siquiera si existe ese
amor del que tanto se habla entre un hombre y una mujer únicamente.

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[…] No quiero que me sigas queriendo siempre, en estas condiciones


sería insoportable para ti, tienes que olvidarme; cuando podamos (y
si queremos los dos) estaremos juntos, pero lo que no puedes hacer es
estar acordándote de mí, te aseguro que no valgo la pena.
Hace un año yo pensaba que para rendir más sí era necesa-
rio compenetrarse en todo; ahora pienso que para rendir más a la
revolución, a Euskadi, hay que obsesionarse por esa Idea, y de esta
manera, cuando no quede otro remedio que aguantarse, porque las
posibilidades de tener relaciones con un hombre son pocas, o porque
esto te absorbe mucho o demasiado tiempo, se resistirá mejor, lo que
no quiere decir que no sea mejor tener esas relaciones[…]
No sé cómo estarás ni dónde, me gustaría que estuvieses con-
tento y tranquilo, ya sé que hay muchas cosas para hacer, pero creo
que todavía tenemos algo de tiempo, o más del que muchas veces
pensamos.
De todas formas ¡la revolución nos unirá siempre! claro que sí.
¡ÁNIMO!

Lo importante es seguir adelante, seguir…

En la carpeta de Yoyes hay dos versiones de esta carta, una


en papel cuadriculado –borrador– y otra en papel de cartas azul,
con sobre del mismo color. Lo que queda por aclarar es si Yoyes tuvo
tiempo de entregar la carta (la correspondencia entre los dos se cruza
en mano, por medio de los hermanos de Beltza) o, mejor dicho, si Joxe
Etxeberria llegó a recibirla.
Una mañana de fines de noviembre, los compañeros de piso
encuentran a Yoyes llorando apoyada en la mesa de la cocina. Co-
nectan la radio para escuchar las noticias de las 8 y así se enteran
de que dos militantes de ETA habían muerto el día 28 en Algorta al
explotarles una bomba. Más tarde se sabría que se trataba de Xabier
Pagazaurtundua y Joxe Etxeberria, Beltza.
Esa tarde, personas desconocidas acuden al piso preguntando
por Yoyes. Ella había salido hacia la Escuela de Magisterio con la

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intención de trasladarse después a Ordizia. Yoyes ya no volvería al


piso de la calle Matía.
En Ordizia se despide de su familia porque se va a marchar.
“¿Marchar?”. Angelita no entendía. Creía que Yoyes se iba monja, no
cabía otra manera de marcharse, y se ofreció a prepararle el arreo.
Yoyes dejó una carta y recomendó a su madre que fuera donde deter-
minado sacerdote para que le explicara lo que sucedía.
Antes de “desaparecer”, Yoyes cogió tiempo para asistir en
Amezketa al funeral de Beltza, que se celebró en medio de una gran
tensión, con el pueblo rodeado por la Guardia Civil.
Desde su refugio, un caserío donde se encontraba con otros
compañeros de militancia huidos, pues la muerte de Beltza coincidió
con una fuerte redada en el Goierri, Yoyes avisó a su prima Arantxa
Otaño para encargarle algunas cosas personales, entre otras la reco-
gida de sus efectos del piso de la calle Matía, donde sus compañeros
habían hecho desaparecer ya, por temor a la policía, gran cantidad
de panfletos.
El 14 de diciembre se reunió en San Sebastián con su amiga Ana
Zurutuza. Haciendo uso de ciertas medidas de seguridad se trasladó
al piso de ésta, en la calle Aldamar. Allí cenaron y hablaron hasta muy
tarde. Yoyes se mostró apenada por tener que marcharse tan pronto al
otro lado de la frontera, pues creía que podría haber durado más en
la legalidad, pero no se lamentaba del paso que iba a dar.
A las 8.30 de la mañana del día siguiente, antes de que el resto
de los ocupantes del piso pudieran detectar su presencia, se despidió
de Ana con una mirada silenciosa y serena. Ese mismo día, 15 de
diciembre de 1973, cruza la frontera, iniciando un exilio que iba a
durar doce años.

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Capítulo 4

NO ME SIENTO SOLA
(Euskadi Norte, 1974-1977)

Cuando te volví a ver fue en Hendaia, cerca de la estación. Nos abra-


zamos muy fuerte. Tenías diecinueve años, el pelo largo y un anorak
azul. Me llevaste a rue Canetta, a un piso chiquito: había mucha gente,
libros y una guitarra. Me presentaste a Pertur. Salimos a pasear para
estar solas y para que te hablara de casa, de amigos, de la lucha…
El día estaba muy nublado y tú muy triste, pero no lloraste. (Isa)

Yoyes se instaló en Hendaia, en el número 3 de la rue Canetta, donde


vivían Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur y otros refugiados. Espera
algunos días hasta que llegan los compañeros de comando que tam-
bién han conseguido escapar de la policía y cruzar la frontera, para
integrarse en la organización en su nueva condición de exiliada. Koldo
Iztueta recuerda así la nueva situación:

Según contó ella, el primer mes, hasta que llegamos nosotros allí, lo
pasó muy mal. Pensaba que querían que ella se quedara allí como
mujer de algún exiliado. Ella se dio cuenta de la jugada y aguardó
hasta que estuviésemos los que nos habíamos librado de la redada.
Una vez allí, la dirección tenía la intención de dejarnos de lado por
la gran cantidad de gente que había. Sin embargo, Pertur confiaba
mucho en nuestro grupo e ideó una nueva fórmula experimental para
la organización. Pensábamos que la estructura político-militar era la
más adecuada y que esta estructura sólo la podíamos llevar adelante
aquella nueva remesa de exiliados. Yoyes estaba de acuerdo con este
plan, que, además, no la marginaba.

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Tuvo ocasión de percatarse de muchas cosas que allí ocurrían.


El machismo no tenía límites: las mujeres eran objeto de sexo o reca-
distas para algunos trabajos. Vivían bajo el dominio de los hombres
de la organización. Yoyes decía que no quería ser la mujer paciente
que espera a su marido cuando éste se encuentra en el interior. Criticó
mucho, ante mí al menos, lo que allí ocurría. (Koldo Iztueta)

A finales de marzo de 1974, Yoyes y Koldo se trasladan a Pam-


plona para trabajar en la puesta en pie de la infraestructura de ETA en
Navarra. Koldo continúa:

Estábamos impacientes, queríamos trabajar, pasar al interior, continuar


allí nuestra labor. Por fin conseguimos la autorización para hacerlo. Pasa-
mos la muga quince días antes del Aberri Eguna; fuimos a Hondarribia
y después nos distribuimos por las distintas zonas de Euskadi. Yoyes
y yo teníamos encomendada Navarra. Ella buscó y encontró un piso
provisional en Pamplona; al poco vimos que era conveniente alquilar
otro, porque éste estaba quemado. Yoyes se encargó y enseguida
nos instalamos. Yo tenía un par de grupos en Sakana y algunos pocos
conocidos más en toda Navarra. Ella no quería estar en aquella zona,
que no conocía. Quería ir a Donostia o Bizkaia. (Koldo Iztueta)

La estancia en Pamplona iba a ser breve. El 2 de abril, Koldo


es detectado por la policía, lo que da pie a una amplia redada. Tras
una aparatosa huida, al día siguiente cae malherido en manos de la
policía. Yoyes había conseguido ponerse a salvo. La policía, para quien
empezaba a ser conocida, centra todos los interrogatorios en ella.
En Euskadi Norte, Yoyes se impacienta de nuevo. Así lo expresa
en julio:

Busco y no sé qué
Quisiera liberarme del ambiente que me rodea
Estoy desgastando mi juventud
¿Qué hacer?
Irme a otras tierras

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Un día tomé una decisión


Tenía que luchar por Euskadi y sus hombres.
Y empecé a hacerlo y lo he hecho
lo creo de verdad
¿Pero hoy? Esto no es luchar.
Llevo siete meses en Euskadi Norte
¡Pobre Euskadi Norte!
Sí, muy pobre, pero igual
acaba conmigo.
Sus gentes están dormidas, enterradas vivas
y sin embargo no quiero dejarlas.
Busco y no sé qué…
Quisiera salir de aquí,
a veces más que luchadores,
veo refugiados y repito
¡el mundo de los refugiados!

En junio, Isa había huido de la policía, que fue a buscarla a


Goitine, saltando por una ventana. Eran ocho agentes que llamaron
a la puerta hacia las tres de la madrugada y encontraron la cama de
Isa todavía caliente pero vacía.
Yoyes e Isa se juntaron en la clandestinidad y pasaron algún tiem-
po en Bilbao, compartiendo el trabajo en la organización y la vida.

Íbamos del brazo por las calles, y ante muchas insistencias, nos com-
pramos ropa en El Corte Inglés: dos chaquetas de punto largas, con
bolsillos y botones. Soñábamos con volver un día a casa, pero como
algo muy lejano. Había que luchar mucho para que cambiaran las
cosas y los planes eran la multicopista y el llegar a la gente que no se
enteraba de lo que pasaba, estaban alienados… (Isa)

El 11 de septiembre, la policía, que había detectado un piso


en la calle Doctor Areilza y otro en Zorroza, tiende una emboscada y
detiene a quienes van llegando, entre otros a Isa. Horas más tarde, Jon

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Urzelai, que en otra ocasión había escapado de manos de la policía


fugándose de un hospital de San Sebastián en el que estaba internado,
cae bajo las balas de la policía. Sólo unos pocos, entre ellos Yoyes,
logran librarse de la redada.
Al dolor por la muerte de un compañero, se unen para los dete-
nidos las terribles sesiones en comisaría, donde a causa de las torturas,
Isa queda con el tímpano roto, lesión de la que, a pesar de varias
intervenciones, no se ha recuperado. Desde la cárcel de Basauri, Isa
relata a Yoyes en varias cartas clandestinas su paso por comisaría y el
ambiente de la prisión, donde tiene ocasión de conocer la dura vida
de muchas prostitutas.
Para entonces, el 13 de septiembre, había tenido lugar en Madrid
el atentado de la calle Correo. Una bomba colocada en la Cafetería Ro-
lando con el objetivo de atentar contra miembros de la Dirección General
de Seguridad mató a once personas ajenas a dicho organismo. Ante los
nefastos resultados de la acción, ETA no quiso reivindicarla, lo que provocó
en el seno de la organización fuertes debates y enfrentamientos.
Yoyes, según confesaba a sus allegados, era partidaria de reivin-
dicar el atentado y excusarse públicamente, a la vez que se tomaban
medidas disciplinarias contra sus ejecutores.
Esta divergencia acerca de la reivindicación o no de la acción
fue un punto más que influyó en la división que se venía fraguando en
el seno de la organización y que dio lugar a las dos ramas de ETA, la
Político-Militar por un lado y la Militar por el otro. Yoyes, al contrario
que la mayoría de sus compañeros procedentes del Goierri, se posi-
cionó con ETA-Militar, hecho que le acarrearía fuertes críticas por parte
del otro sector.
En esta época, Yoyes sigue pasando al interior, a Euskadi Sur,
en ocasiones. Esto le permite tener algunos encuentros con amigos y
familiares, encuentros no exentos de anécdotas. Una vez, tras celebrar
una cena con los antiguos compañeros de piso, Yoyes se lleva los
pasteles sobrantes. Al día siguiente, un asistente a la cena los descubre
en una casa de la que de ninguna manera se podía sospechar que

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fuera albergue de miembros liberados de ETA: la dueña trabajaba en


un club de alterne.
A la hermana pequeña, Gema, cada vez que va a visitar a
Yoyes en San Sebastián, se le dice que va a París, de lo cual queda
ella totalmente convencida. Hubo que aleccionarla también para que
guardara el secreto de las Navidades de 1974.
El día de Nochevieja, la hermana mayor, M.ª Asun, recoge a
Yoyes en Amezketa y la transporta en el maletero de su Dyane hasta
el interior de la casa de Ordizia. A la ida, M.ª Asun anduvo perdida,
pues un control de la Guardia Civil instalado en Abaltzisketa no dejaba
ver el cartel indicador hacia Amezketa. Así, tuvo que pasar dos veces
por el control. El camino a Ordizia lo hicieron por la carretera general
y sin incidentes. Yoyes pasó la Nochevieja y el día de Año Nuevo en
familia. Sólo la ausencia de Isa, que permanecía en la cárcel, empañó
la alegría de estos dos días excepcionales. El 2 de enero, temprana to-
davía la mañana, M.ª Asun dejó a Yoyes en la estación de Beasain.
A los pocos meses, la policía vuelve a Goitine, esta vez en busca
de Jose, el mismo día en que éste cumple dieciocho años, el 26 de
abril de 1975. La policía llamó dos veces, a las cuatro y a las seis de
la mañana, y a pesar de registrar minuciosamente la casa no dio con
el que buscaba. Tras esto, Jose se exilió. Era ya el tercer miembro de
la familia que se veía obligado a hacerlo.
Este mismo año, 1975, en Euskadi Norte se inicia la guerra
sucia contra los refugiados: numerosas bombas explotan en librerías,
lugares de trabajo y coches de exiliados. Cuando la policía francesa
detiene a Yoyes junto con otros compañeros en Urruña, le ocupa un
plano del hospital de Baiona, en el que se encontraba internado un
español vinculado a los servicios secretos, ejecutor de acciones contra
refugiados. La policía francesa no puede probar nada contra Yoyes,
quien queda libre y puede continuar su vida.
En esta época, ella vive en San Juan de Luz, en casa de Tomás
Pérez Revilla, un histórico que había sido precisamente objeto del primer
atentado, frustrado, contra exiliados.

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Yoyes, que lleva varios meses asistiendo a clases de euskera,


llega a dominarlo a nivel de comprensión oral y con este bagaje acude
a la Universidad Vasca de Verano que se desarrolla en Ustaritze. Allí
sigue con gran interés los debates sobre la situación de la mujer en
Euskadi, aunque su participación activa se ve limitada por la imposibi-
lidad de expresarse en euskera.
Durante este verano se emplea en el hotel Euskalduna de San
Juan de Luz, donde su trabajo consiste en hacer las camas y limpiar
las habitaciones.

–––––– . ––––––

Fue un verano especialmente caliente el de 1975 en Euskadi, donde se


sucedieron las movilizaciones de protesta por los juicios que la dicta-
dura seguía contra miembros de ETA. Pero ni estas movilizaciones ni
la opinión pública internacional consiguieron salvar a Angel Otaegi y
Juan Paredes Txiki, de ETA, y a Baena, García Sanz y Sánchez Bravo,
militantes del FRAP, que fueron fusilados el 27 de septiembre.
A los pocos días, el 12 de octubre, Yoyes espera órdenes para
pasar al interior con un comando, pero por algunas dificultades en la
frontera, le llega la consigna de permanecer en Euskadi Norte. A partir
de esta fecha, ya no vuelve a entrar en Euskadi Sur como militante.
Su vida cambia también en otro aspecto. Inicia relaciones con
Juanjo Dorronsoro, quien llegaría a ser su marido y padre de su hijo.
Por medio de esta relación se amplía su círculo y empieza a hacer
escapadas a diversos lugares de Euskadi Norte: Maule, capital de
Zuberoa; Saint Jean de Pied de Port, capital de Behe-Nafarroa; los
bosques de Irati en otoño, etc. En estos viajes Yoyes goza apreciando
los valores estéticos de paisajes y monumentos.
A finales de 1975 alquila un piso en la rue Marengo de Baiona,
donde se instala con su hermano Jose. Yoyes tenía la sensación de
andar de prestado en casas de otros refugiados y por fin consigue la
suya propia. Era un cuarto piso, frente al Musée Basque. La estructura
de la casa no ofrecía gran seguridad, pues las habitaciones, la cocina

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y el baño estaban separados, y se accedía a cada una de las partes


directamente desde la escalera vecinal. Algunos compañeros la ayudan
a adecentar el piso, y con la adquisición posterior de ciertos enseres, y
decorado con cuadros pintados por su compañero y pósteres, queda
no sólo habitable sino bonito.
Durante todo el tiempo que vivió en Euskadi Norte, Yoyes buscó
solucionarse la vida por sí misma, procurando no depender económica-
mente de la organización. Subsistió en gran parte gracias a la ayuda
procedente de la familia, los donativos recogidos en Ordizia y a través
de la organización Cáritas Especial, que en aquella época recogía
dinero para presos y refugiados. Cada viaje de padres, hermanos y
primos le proporcionaba un cargamento de lo más básico: aceite,
arroz, conservas… más algunos vicios –Ducados, por ejemplo– que en
fechas señaladas aumentaban. Así, las Navidades se celebraban con
cordero y turrón Imperial, una de sus golosinas preferidas, y las fiestas
de Ordizia, el 25 y 26 de julio, con pasteles y helado del pueblo.
Yoyes mantenía una relación intensa con la familia, por medio
de las visitas y la correspondencia. A veces sus hermanas se quedaban
a pasar unos días con ella; a las dos pequeñas, Ana y Gema, les leía
El Quijote al acostarse, con tal entonación y convencimiento que las
convirtió también en adictas a esta obra. Otro de sus libros preferidos
era el de San Juan de la Cruz, siempre en su mesilla, y que se lo leía
también a su hermana Isa por las noches.
La complicidad entre los hermanos queda reflejada en este
sueño, compartido por todos ellos, alimentado por la distancia, y que
Isa expresa de esta manera:

Ya en la adolescencia, planeábamos vivir todos juntos en un caserío


grande, con nuestros compañeros, con los hijos, animales y muchas
flores. Distribuíamos el espacio, el trabajo –en la calle y en el campo–,
el cuidado de los niños. Todos los hermanos juntos, pero una habitación
para cada uno. En la cárcel, en el exilio, seguíamos viviendo nuestro sue-
ño, y tú sonreías feliz, planeabas, era un pacto de unión y de amor.

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Durante años, a la entrada de la casa, en el portal, en la pared


de la derecha, estuvo sobre una gran cartulina el caserío de nuestros
sueños, a todo color, con gallinas a la entrada, flores, chimeneas, las
ventanas rojas con cortinas… lo dibujó Angel.
La humedad fue comiendo y arrugando nuestro caserío, y se
hizo el plan de construir otro mejor, que no llegó a hacerse.” (Isa)

–––––– . ––––––

En Baiona, Yoyes empieza a trabajar en el servicio doméstico, en casa de


unas señoras amigas de Lezo, antiguo militante del PNV y benefactor de
los refugiados en esta época. Este señor, que había tenido una gran
fortuna y luego la había perdido, aventurero, amigo de María Félix
en otros tiempos, confiaba en Yoyes y le pidió que acogiera a su hijo
adolescente, falto de hogar porque padre y madre estaban separados.
Yoyes accedió y durante un tiempo tuvo a su cargo a este chaval.
Ocasionalmente, Yoyes acogió también en su casa a algunos
refugiados, pero sólo para estancias esporádicas. Quería separar la
vida organizativa de la personal y guardaba celosamente su intimidad,
aunque su casa estaba abierta para refugiados y políticos con los que
mantenía relaciones de amistad.
A pesar de las limitaciones que le imponía su tipo de vida, Yoyes
era una gran cultivadora de la amistad. Buscaba a veces el ambiente
de cuadrilla joven, relajado y un punto frívolo –así la recuerda en esta
época Anne Etcheverry, amiga y compañera de pequeñas juergas–,
pero amante siempre de la comunicación entre las personas, entabla-
ba también muy buenas relaciones con gente mayor. Entre sus amigos
estaba Santi Brouard, a quien apreciaba mucho por su capacidad de
diálogo; la noticia de su asesinato, en noviembre de 1984, estando ella
en México, la afectó profundamente. A Telesforo Monzón le llamaba la
atención esta morenita tan despierta, a quien él apodaba “La Chica”.
Mantenía también muy buenas relaciones con Likiniano y Casilda,
militantes de la CNT en tiempos de la guerra. Al tratarse de personas
de procedencia no nacionalista y que habían tenido una vida intensa y

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comprometida, Yoyes escuchaba encantada sus historias. Precisamente


el objeto más apreciado por ella en su casa de la rue Marengo era una
talla realizada por Likiniano en homenaje a Joxe Etxeberria, Beltza. En
ella plasma Likiniano por primera vez el que llegaría a ser anagrama
de ETA: la serpiente y el hacha.
En esta época, Yoyes asiste a los cursos de lengua y civilización
francesas que el Gobierno de aquel país organiza para refugiados de
cualquier nacionalidad. Aprovecha al máximo las clases, estudia tam-
bién por su cuenta y practica con la familia de la casa en la que trabaja.
De esta manera llega a un nivel aceptable de conocimiento del francés
y se despierta su curiosidad por la cultura francesa. Impulsada por ello,
en Semana Santa viaja a París, donde recorre museos, recogiendo todo
tipo de detalles, asiste a varios debates en la Universidad de Vincennes
y visita Versalles. Desea conocer también la vida nocturna de Pigalle
y una noche la pasa de cabaret en cabaret, donde, azuzada por su
conciencia feminista, se fija especialmente en las prostitutas.
Chartres, donde durmió en un hotel-castillo medieval, le dejó
muy buen sabor de boca y en Les Halles se llevó un pequeño susto.
Estando medio dormida en el interior del coche, un policía acudió a
despertarla: ella temió lo peor. Pero se trataba de un gendarme ama-
ble que lo único que quería era advertirla de que el motor del coche
estaba encendido.
A la vuelta de este viaje precioso, una mala noticia espera a
Yoyes. En la frontera, en un tiroteo con la Guardia Civil, ha muerto
Manuel M.ª Garmendia, Kortatu, de Legorreta, que intentaba pasar al
interior para realizar alguna acción con motivo del Aberri Eguna.
Meses más tarde, otra mala noticia sacudirá la comunidad
de refugiados. El 23 de julio de 1976, Eduardo Moreno Bergaretxe,
Pertur, desaparece al acudir a una cita en Behobia. Se supone que se
trata de un secuestro realizado por algún grupo parapolicial (ATE –Anti
Terrorismo ETA–, Guerrilleros de Cristo Rey…), lo cual desencadena
fuertes movilizaciones en Euskadi Sur. Pasaría el tiempo hasta que las
indagaciones de la familia les llevaron a convencerse de que se trató

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de un secuestro y asesinato por parte de miembros de los comandos


berezis28 de ETA-Político-Militar.
A lo largo de 1976, Yoyes y Pertur habían participado juntos en
las reuniones del recién creado organismo KAS, ella como portavoz de
ETA-Militar y él de ETA-Político-Militar. Yoyes, que sintió sinceramente la
pérdida de Pertur, envió el pésame a su familia, a la que había conocido
y tratado desde los primeros tiempos de exilio y clandestinidad.
Pasados los años, Yoyes se mostraba profundamente conmovida
cada vez que se mentaba el caso de la desaparición de Pertur, rehu-
sando hacer ningún comentario.

–––––– . ––––––

Yoyes, a lo largo de estos años, en medio de la activa vida que está


desarrollando, y como medio de desahogo, recurre a la forma poética
para dejar reflejados sobre el papel sus sentimientos, inquietudes y
vivencias. A veces, sobre todo cuando se trata de temas relacionados
con la militancia, se expresa en clave y sirviéndose de símbolos. Así,
en julio de 1975 escribe sobre “una barca que se tambalea”, reflejando
una vez más la lucha entre la vida plena y la muerte:

Morir o flotar
Morir y acabar, o
flotar y seguir buscando
¿qué?
La verdad, la vida
al amigo, al hermano
al pobre, al tonto, al listo
a quien lucha
no importa, sólo
quiero personas, sólo
quiero a quien es
no quiero máscaras

28 Especiales.

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no quiero máquinas
me hunden, me hunden
cada vez más adentro […]

El pasado, lleno de añoranzas, y un futuro incierto están presentes


en una larga poesía dedicada al Txindoki, al monte de su vida:
…A veces estabas lejos allí grandioso
como un sol solía decir
pero ¡qué cerca otras veces!
¡Cuántas cosas te he contado!
¡Cuántas cosas me has dicho!
Cuando me he tumbado sobre ti
Cuando he besado tu cuerpo
Cuando te he sentido tan cerca
¿Volveré a verte? […]
(20-6-1976)

Poco más tarde (14-7-1976), la celebración de la Fiesta Nacional


Francesa en Baiona va a provocarle tristes reflexiones:
…Banderas francesas y americanas
la adornan
y qué dice todo ello
¿Qué puede decir?
Vacío, mentira, vergüenza
Fiesta Nacional Francesa.
¿Será posible que el camino
recorrido sea tan corto?
¿Será posible que nadie
piense en quién asaltó
la Bastilla un 14 de julio?
[…]

Pero no todo es tristeza y tensión. En este caso, 1 de enero


de1976, está viviendo un momento de plenitud y serenidad.

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Nunca en Año Nuevo


me he levantado tan
temprano, si me lo
hubieran dicho hace tiempo
hubiera pensado que
para hacerlo tenía que estar
muy mal, sin
embargo… en el exilio
con pocos amigos, amigos
Y no me siento sola […]

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Capítulo 5

UN ALTO EN EL CAMINO
(Euskadi Norte, 1977-1979)

1977 es el año de la amnistía.


Las movilizaciones masivas y unitarias que
Euskadi vivió en favor de esta reivindicación dieron su fruto. El Gobier-
no, que tras la muerte de Franco había concedido un indulto y el 31
de julio de 1976 había publicado un decreto de amnistía que dejaba
fuera los llamados delitos de sangre, se vio obligado a ir ampliándolo
de manera que las cárceles se fueron vaciando poco a poco y los
refugiados podían volver.
ETA-Militar se había planteado qué hacer tras la consecución de
la amnistía. Mantuvo diversas reuniones con partidos políticos y en el
seno de la organización se desarrolló un debate entre diversas posi-
ciones. Al final prevaleció el criterio de Argala, que compartía también
Yoyes. Se consideraba que la amnistía concedida no era tal porque
no habían cambiado las condiciones objetivas que habían llevado a
tanta gente a la cárcel y el exilio. Haciendo uso del decreto, quien
quisiera podía volver a Euskadi Sur y, naturalmente, los excarcelados
debían integrarse a la vida normal, pero ya que se consideraba que la
organización armada debía continuar existiendo, algunos refugiados
optaron por permanecer en Euskadi Norte.
Yoyes se planteó también su situación, y así lo refleja en un escrito
fechado el 26 de abril de 1977, en el que apunta contradicciones y
deseos no satisfechos a causa del tipo de vida que lleva:

Tengo ganas de escribir y por el momento no sé de qué, pero necesito


volver a transcribir en el papel mis pensamientos, mis inquietudes, mis
temores, mis problemas y mis alegrías.

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Vuelvo a encontrarme en una situación clave para mi vida


¡cuántas veces en pocos años! y de alguna forma tengo que elegir o
por lo menos acoplarme a una nueva situación que quizás me venga
impuesta. ¿Vas a volver a aceptar algo impuesto? me pregunto ahora y
sé la respuesta, va a ser sí, y esto es lo que me asusta, y esto es lo que
no me deja tranquila, ¿por qué? ¿ese sí no lo das por inercia?, tengo
otras ilusiones, tengo otras esperanzas a corto plazo y la posibilidad
de no hacerlas realidad no me gusta, quisiera vivir tranquila, retirada,
pensar, sentir, tener hijos, ayudar a la gente, sí, elegir mi futuro; y se-
guramente no lo voy a hacer y lo siento, ¿dónde se queda mi libertad?
¿cuánto voy a aguantar? ya sé que [el texto se interrumpe]
La verdad es que la situación no es para cruzarse de brazos,
no hay posibilidad de ganar, se asentarán los otros porque la gente
no diferencia todavía casi nada, no hay conciencia suficiente. Estaría
tranquila aceptando esa “democracia”, pero cómo voy a aceptar y
participar por ello con la alienación, con la mentira. No, no creo que
podría hacerlo y sin embargo tengo derecho a una vida personal y
hoy veo las dos cosas enfrentadas, estoy en una contradicción y tengo
que elegir o hacer una síntesis, pero renunciar a mi vida personal, a
una evolución… me cuesta una barbaridad, es terrible. Hay mucha
gente que lo hace, por inconsciencia, creo yo, por miedo; a veces es
difícil lanzarse a pensar por una misma a actuar así, y sin embargo,
para mí, lo difícil es lo otro. Cada vez me relaciono con menos gente
y mi vida se va cerrando, con eso pierdo en experiencias, en calor
humano, pero no me gusta relacionarme con la gente porque me
viene impuesta esa relación, porque según dicen piensan como yo o
están en mi guerra. No, somos diferentes, además, esta vida cierra
el círculo de por sí, no puedes hacer lo que se consideran “tonterías”
porque te miran, te observan y además la gente no se dirige a ti
como a una persona “normal”, ni yo puedo hacerlo con los demás,
ni yo puedo decir lo que pienso, lo que siento muchas veces, no lo
entenderían, lo interpretarían mal, no todos, pero muchos sí, y esto
me coarta. Tengo muchas cosas que aprender, tengo mucho para

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estudiar y para ver por delante, pero ¿qué sentiré con 60 años si no
lo he hecho, si no he sido capaz de hacerlo? Es horrible pensar que
has perdido el tiempo, que los años no te han servido de nada y han
pasado en vano, y éste no es el medio en el que puedo vivir, sentir,
aprender todo lo que quisiera, todavía es tiempo de echar marcha
atrás. Todavía puedo romper, no es que sienta ya que pierdo el tiem-
po, ni mucho menos, pero me temo que, de no cambiar un poco,
terminaré por pensarlo y no quiero.

Finalmente, Yoyes opta por continuar en el exilio. Su vida no


cambia demasiado. Desde 1976 trabajaba en la revista Enbata, sema-
nario abertzale dedicado a la información política. Realizaba trabajos
de oficina y se encargaba de preparar los ejemplares destinados a los
suscriptores. En algún momento hubo un intento de asalto a la sede de
Enbata, en la rue Cordelières de Baiona, por parte del Batallón Vasco
Español, según medios policiales franceses.
Para desarrollar el trabajo organizativo disponía de un pequeño
despacho, del que sólo ella hacía uso, en Biarritz. Allí sonaba muchas
veces la máquina de escribir. Las citas políticas procuraba mantener-
las entre las cinco y las diez de la mañana, para escapar del control
policial, que cada vez iba en aumento.
Sigue manteniendo fuertes relaciones con la familia, a la que
habían vuelto ya Jose, finalizando su exilio, e Isa, puesta en libertad
por aplicación del primer indulto en febrero de 1976.
Continúa también con sus escapadas de los fines de semana.
Visita las playas nudistas de las Landas, al norte de Baiona: Capbreton,
Hossegor… Sus lugares preferidos son la costa y la montaña en la zona
de Bidart, Sara, Bidarrai e Itxasu, así como el bosque de Irati. En un
pueblo de esta última zona, en Larrañe, un día de Corpus, encuentra
a una viejecita con pinta de bruja, sembrando la calle con pétalos de
rosa para la procesión. La viejecita cuenta que ella no cree en la Iglesia,
pero que le gusta regar la calle con pétalos de rosa. Yoyes recuerda
Goitine, donde por iniciativa del aitona, el patio seguía cubriéndose

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cada año con hierbas, hojas y pétalos de rosa, además del arco de
ramas en la puerta de entrada.
En Navidades de 1977, Yoyes realiza un viaje a Andorra,
con su compañero y dos hermanas. No se atreve a cruzar la frontera
con ellos y se queda sola en un pueblecito del Pirineo. A la vuelta los
sorprende con poemas escritos expresamente para cada uno de sus
acompañantes. Éste es el dedicado a una de sus hermanas:

Diecisiete años, es poco


se dice sin pensar, sin observar
pero diecisiete años, no, no
son los mismos cuando a veces
sin querer te miro y miro…

Tienes alma de madera y seda


Tienes corazón de hierro y oro
Tienes ojos de avestruz y ángel.
Y esa cara tan bonita
habla y habla…

Hubiese querido evitarte


tanto y tanto sufrimiento
Hubiese querido adorarte
cuando aún adolescente
te enfrentabas, sola, como nadie
con la vida, con hechos
que nos venían dados y
no has querido ni quisiste
evitarlos, envolviéndote
en sueños de niña o adolescente.

Has sabido hacerlo como pocos


por eso para todos, para mí
Hoy eres un ejemplo
por eso para todos, para mí

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YOYES DESDE SU VENTANA

Hoy y Mañana eres y


serás un refugio

Adelante como hasta ahora


Adelante hermanita pequeña
Adelante hermana mayor
tienes mucho que decir
tienes mucho que dar…

Pero yo, te lo prometo


de aquí en adelante
preferiría darte
INTENTARÉ DARTE

(27-12-77)

Por esta época, Yoyes mantiene estrechos contactos con círculos


feministas de Baiona. Asistió a algunos abortos clandestinos y seguía
con interés la literatura feminista francesa; en su casa de la rue Marengo
guardaba toda la colección de la revista Femmes. Le gusta la manera de
comportarse de la mujer francesa y aprecia las relaciones de solidaridad
que se establecen entre ellas en los ambientes feministas.
Preocupada por impulsar la conciencia feminista en su entorno,
escribe pequeños ensayos sobre la mujer vasca y apoya a sus herma-
nas, que participan en la creación de lo que llegaría a ser Aizan!,
proporcionándoles ideas y material. Resultan significativos y no exentos
de originalidad estos extractos de un escrito en el que reflexiona sobre
el alma femenina vasca:

Oteiza me ha hecho pensar realmente en la entrevista que he leído.


Es increíble su búsqueda del “alma” vasca, para reconstruirla, y es
increíble que no haya más gente que la busca conscientemente, pero
hay algo más importante que he descubierto, y es la relación que ello
tiene con mi idea sobre la necesidad de buscar el “alma” femenina para
desarrollar una mujer nueva. Lo triste es que si el vasco tiene que echar

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500 años, por lo menos, atrás en la historia, aunque lo fundamental


está más lejos, en la prehistoria, la mujer no tiene más remedio que
echar por lo menos 2.000 años atrás en la historia; se trata de llegar
al momento en que no estaba oprimida ni sometida. Todo ello tiene
que estar en el inconsciente colectivo, que es el que hay que descubrir.
Pero se complica más todavía: si cada pueblo, o por lo menos los más
diferenciados, tiene un propio inconsciente colectivo, las mujeres de esos
pueblos deben tener un inconsciente diferente al inconsciente femenino
de los demás pueblos; aunque haya semejanzas fuertes como mujeres,
habrá características fuertes diferenciales. Ante ello, doble tarea, que
es una: descubrir el alma vasca femenina. […]
¿Cómo hacer nuestra filosofía, cómo montarla? Y es que parece
que como parir es lo nuestro, nos hemos olvidado de que hay que parir
algo más que hijos. Yo empezaría por decir: busca en tus sentimientos
e inquietudes más profundos, busca en tu comportamiento, pregúntate
las razones de tus actos de todos los días, imagina otra situación par-
tiendo de lo que ves, imagina de lo que vives y lánzate por el cambio,
con tus razones, no con las de otros, trata de encontrar las tuyas, y así
estaremos en condiciones de parir algo más, que es como empezaremos
a “ser”; no te conformes con ser “madre”, hay que ser persona, mujer,
madre, vasca… organizarse con otras mujeres en búsqueda, hay que
aunar esfuerzos. […]
Se me dirá, quizás, que por qué no pueden tener la misma
forma de ver la vida las mujeres y los hombres de un mismo pueblo
y una misma clase social. Y se puede contestar que si la constitución
física de los individuos produce sicologías diferentes ¿cómo van a tener
sicologías iguales las mujeres y los hombres, cuya constitución es total-
mente diferente? Y hay más. La sicología está íntimamente relacionada
con la actividad de los individuos y no creo que haya dudas entre la
diferente actividad de la mayoría de las mujeres y los hombres, en todas
las épocas históricas. […]
Es necesaria una reconsideración total del papel de la mujer
en la sociedad, pero cuidando en todo momento de participar como

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mujeres y no para adquirir la sicología y los valores de los hombres,


sino para introducir en la sociedad nuestra sicología y nuestra escala
de valores. Esta tarea es urgentísima, porque si seguimos como hasta
ahora, cada vez nos será más difícil encontrar y desarrollar nuestra
propia personalidad, porque estará más perdida y prostituida, y es que
se trata de aportar a la sociedad una mentalidad y unos valores que no
son precisamente la coquetería y el cotilleo. De todas formas, nos falta
bastante para conquistar, para hacer renacer y demostrar.
Una de las mejores formas de redescubrir, por lo menos una
forma a tener en cuenta, es el arte. Y es que no se nos ve tampoco
mucho en este campo. También es verdad que los que juzgan y criti-
can son hombres, pero la mentalidad del hombre artista no se puede
considerar igual a la del resto.
(Febrero de 1977)

Un año más tarde, en febrero de 1978, muestra la eterna pre-


ocupación sobre cómo compaginar la militancia en una organización
y el feminismo:

Tengo que escribir, es algo imprescindible si quiero seguir evolucionando,


hay un temor que últimamente me revuelve un poco, no quiero convertirme
en la mujer que porque los hombres consideran de alguna forma macho,
es aceptada. Cómo lograr que mi presencia signifique de hecho que
otras también pueden estar, cómo lograr que mi presencia llame a otras
y no tienda a considerarme, de alguna forma, un bicho raro, cómo
lograr que estos hombres comprendan que la liberación de la mujer es
un objetivo revolucionario para que lo asuman plenamente, cómo lograr
que en contacto tan estrecho con ellos, yo misma no olvide las formas
que la lucha del feminismo toma para no escandalizarme nunca; cómo
lograr que, desgajada de lo específicamente feminista, mantenga vivo el
problema y sepa distinguir lo revolucionario de lo anecdótico y reformista;
cómo fusionar revolución y liberación de la mujer.
La del libro [no queda constancia de a quién se refiere] dice
que es relativamente fácil para los hombres el aceptar a algunas

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mujeres en su “campo” si ellos las convierten en mujeres-macho, o las


consideran así. Y, si no, lo intentarán casi con toda seguridad, es un
peligro a combatir en ellos y en mí, y si un día me canso en esta lucha
creo que lo mejor que podría hacer sería retirarme, porque bien triste
es luchar para que algo cambie y que las mujeres sigamos oprimidas
y no cambie nada en nuestra situación de ciudadanas de segunda
categoría y de inferioridad, si nuestra dignidad y personalidad queda
pisoteada. El problema es que como las cosas sigan así, ello es muy
posible, hay que despertar conciencias y desde aquí no participo cla-
ramente en ello, tengo que optar por la revolución, pero me pregunto
si esa confianza se basa en algo real o no, porque las muestras que
cada día tengo oportunidad de ver, la mayoría de las veces, indican
que no la merecen, y ¿qué hacer?
Estoy en una contradicción continua, si hablo de un objetivo
político o una lucha, por él dejo de lado el feminismo, y si hablo de la
igualdad de condiciones para la mujer, dejo de lado la lucha política,
es verdad que objetivamente pueden y deben estar interrelacionados,
pero ello no es así hoy porque unos olvidan a otras y éstas por reacción
a los primeros.

Consecuente con sus ideas y preocupaciones, a lo largo de


1978 se reúne periódicamente con mujeres de refugiados, en torno a
un café con leche, para hablar un poco de todo. A pesar del carácter
nada “subversivo” de estas reuniones, algunos compañeros se sienten
recelosos ante lo que Yoyes pudiera remover en sus mujeres. Y es que
ella, en ciertas ideas y actitudes, en gustos y aficiones, discrepa del
ambiente imperante en los círculos de refugiados. Congenia, sin em-
bargo, muy bien con algunos de ellos, entre ellos José Miguel Beñaran
Ordeñana, Argala, con quien le une una amistad profunda. Compar-
ten, además de lecturas, canciones y paseos, concepciones similares
sobre distintos aspectos de la vida. Yoyes confía también políticamente
en Argala. Por eso, cuando una bomba le mata en San Juan de Luz,
el 21 de diciembre de 1978, Yoyes queda tremendamente afectada.

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Guarda, además, según confesaba años más tarde, un sentimiento de


culpa derivado de la idea de que la organización no le había prote-
gido suficientemente. Asimismo, opinaba que el atentado fue negativo
incluso para el Gobierno español, ya que Argala era partidario de una
negociación gradual, no maximalista.
Tras el atentado, Yoyes se hace depositaria de los documentos
de Argala y ocupa su lugar en la Oficina Política, pero por poco
tiempo. La pérdida de rumbo de la organización, en la que el puro
activismo va arrinconando el cuidado del aspecto teórico y la visión
política y más las divergencias que venía manteniendo con algunos
miembros de la dirección, divergencias que se iban agudizando con
el paso del tiempo, la desmoralizan. Así, a finales de enero de 1979
había confiado ya todos los medios y responsabilidades de la Oficina
Política a otro miembro de la organización.
Esto coincide con el recrudecimiento de la política de la Admi-
nistración francesa contra los refugiados. A finales de enero, la policía
francesa va a casa de Yoyes, en la rue Marengo, y la detiene. Más
tarde vuelve en busca de otros cuatro refugiados navarros que se encon-
traban en esta casa porque hacía poco que habían cruzado la frontera.
Junto con otros tres, los entrega a la policía española. Se trataba de
las primeras extradiciones de hecho de miembros de ETA.
Yoyes, junto con otros dieciséis compañeros, es confinada a
Valensole, un pueblo del departamento de Haute Provence, al sureste
de Francia, a ochocientos kilómetros de Euskadi, adonde llega el 31
de enero.
Sus compañeros de confinamiento, entre los que es la única mujer,
quieren nombrarla portavoz del grupo, pero ella se niega en redondo
por varias razones. En primer lugar, teme que el Gobierno español
solicite su extradición, noticia que se rumoreó en los medios de comu-
nicación cuando fue detenida; su aparición como portavoz del grupo
podía convertirla en un blanco todavía más apetecible. Por otro lado,
no quería hacerse la responsable del grupo, del que la distanciaban
gustos y costumbres. Así, mientras algunos de los confinados compar-

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tían sus sesiones de gimnasia y deportes con los policías enviados por
el Gobierno francés para vigilarlos, Yoyes procuraba no dejarse “ni
oler” por dichos policías. Además, en el hotel en que se hospedaban
residía también casualmente un capo de la mafia marsellesa, del que
se podían sospechar los más turbios intereses… Por todo ello, Yoyes
procura vivir su estancia en Valensole de la manera más desapercibida
posible. En esta “jaula de oro”, como ella la llamaba, reparte su tiempo
entre la lectura, los paseos por los campos de trigo y lavanda, paisajes
preferidos de los pintores impresionistas según le gustaba señalar a ella,
y las visitas de familiares y amigos. Le alegró especialmente la que le
hicieron las amigas feministas de Baiona.
En marzo, al acabar el período de confinamiento, dos de los
refugiados son detenidos y encarcelados cerca de Marsella, a la espera,
según parece, del juicio de extradición. Al resto se le da a elegir entre
abandonar inmediatamente el territorio francés o continuar allí con un
permiso de residencia para tres meses, renovable, pero con la prohi-
bición expresa de residir en los departamentos fronterizos, de donde
debían marchar en un plazo de tres días. Yoyes no cumple esta orden
y toma fuertes medidas de clandestinidad, entre otras cosas, se tiñe el
pelo y cambia de aspecto. Para entonces, y desde su confinamiento
en Valensole, había abandonado el piso de la rue Marengo.
Se reintegra plenamente en la organización, pero la tensión
nerviosa mina sus fuerzas. Teme por su vida, pues se suceden los
atentados contra los refugiados; tras el de Argala, en enero de 1979
José Manuel Pagoaga Gallastegi, Peixoto, había sido objetivo de un
ametrallamiento del que a duras penas salió con vida, y los ataques
continuaban sin parar. Por otro lado, siguen agudizándose sus dife-
rencias con los nuevos dirigentes de ETA y, sumida en una fuerte crisis,
comienza a plantearse la salida de la organización.
Yoyes no ha dejado en esta época mención expresa de las
divergencias concretas que mantenía con sus compañeros. Sólo a
posteriori se ha referido a ellas, pero nunca, sin duda por preservar la
clandestinidad, las explicó con detalle. Se sabe que discrepaba, entre

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otras cosas, en la interpretación de los puntos de la alternativa KAS,


que para ella constituían un medio pero no la finalidad; discrepaba
también en cuanto a la concepción de la organización, que para ella
debía tener una fuerte carga política. A la vez, consideraba que ETA
debía estar siempre abierta a la negociación. En otro orden de cosas,
no aceptaba la implantación del centralismo democrático en Herri Ba-
tasuna y los organismos con ella relacionados. De cualquier manera,
de lo que sí queda constancia es de que reflexionó largamente antes
da decidirse a abandonar ETA. Al comunicárselo a sus compañeros,
la mayoría no van a comprenderla y esto le proporcionará tensiones
y disgustos. Se impone la ley del silencio sobre su ruptura y, a la vez,
se la obliga a tomar parte como portavoz en una intervención para la
televisión inglesa, en un momento en el que ella ya no se sentía identi-
ficada con la organización. En fecha no precisada, pero alrededor de
esta época, dos compañeros la amenazan diciéndole que su destino
es “el hoyo”.
Su salida de la organización será interpretada por algunos como
su final. En este sentido, resulta revelador este comentario, incluido en
un editorial de la revista Punto y Hora, en el que, tratando de justificar
su asesinato, se dice: “En Herri Batasuna apenas queda la menor duda.
María Dolores González Katarain, Yoyes, murió víctima de la cerrazón
de los Poderes Fácticos, un día cualquiera de 1979”. (Punto y Hora,
n.º 445, del 25 de septiembre al 2 de octubre de 1986)

–––––– . ––––––

Durante estos meses pasa los fines de semana en un piso de la Parte


Vieja de Baiona. En noviembre y diciembre reside en casa de una
amiga del Partido Socialista francés, sin tener apenas contacto con
sus compañeros. En diciembre planea ya seriamente el trasladarse a
Latinoamérica.
Baraja la posibilidad de Nicaragua, pero pronto la descarta,
porque su intención es estudiar y aquel país no ofrece garantías para
ello. Se informa sobre las posibilidades de residir en Cuba y realiza

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diversas gestiones por medio de un amigo del Partido Socialista fran-


cés. El 20 de diciembre presenta en la Embajada de Cuba en París la
documentación requerida; la respuesta por parte de la Embajada es
negativa: no puede instalarse en Cuba. Por lo visto, en aquel momento
a Castro no le interesa la gente relacionada con ETA , a la que considera
organización pequeño-burguesa.
Yoyes aprovecha los tres días de estancia en París para visitar
las exposiciones de Picasso y Dalí, y el día de Nochebuena vuelve
a Biarritz. A finales de diciembre, al comunicársele la posibilidad
de ser acogida en México por una familia de ex militantes del PNV,
refugiados tras la guerra del 36, comienza los preparativos para
trasladarse allá.
A lo largo de enero, en sucesivas cenas, alrededor de la fon-
due que tanto le gustaba, se va despidiendo de sus más allegados.
La última visita de la familia da pie a una anécdota curiosa. Cuando
más empeñada estaba ella en pasar desapercibida, los González
Katarain acudieron a despedirla en una furgoneta comercial propiedad
del padre, en la que figuraban rotulados el nombre y el pueblo. Yoyes
resaltaba lo absurdo de la situación, ella cuidando al máximo hasta
el último detalle de la clandestinidad y la familia en el coche, con las
señas de identidad bien marcadas.
Pocos días más tarde, coge las maletas y unos amigos la acom-
pañan hasta la estación de Dax, de donde sale en dirección a París,
para embarcarse en un vuelo a México. Muy pocas personas conocen
su destino, que no será desvelado más que poco a poco y a partir de
sentirse segura en su nueva residencia.

–––––– . ––––––

Yoyes, coincidiendo con su crisis, recurre ya sistemáticamente a la es-


critura para plasmar sus estados de ánimo, sus reflexiones y los hechos
en los que se ve inmersa. Para ello, sigue utilizando la forma poética
esporádicamente, pero su recurso habitual será ya el diario. Volvemos
unos meses atrás, para que sea ella quien hable.

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Hay un silencio atroz a mi alrededor,


unos pasos que ya desaparecen,
una puerta que se ha abierto o cerrado,
un disco que empieza a funcionar.
Era mejor escuchar el silencio.
Y en el silencio voces de mujeres.
Voces de mujeres que todavía vibran.
Voces de mujeres que empiezan a oírse.
Voces de mujeres que a veces callan.
Y de nuevo el silencio para escuchar.
Voces de mujeres que vibran para hacerme vibrar.

Sólo voces de mujeres en el dolor de


un cuerpo que se quiebra.
Sólo voces de mujeres en un ser
que se derrumba.
El abismo es cada día más grande.
El vértigo me produce vómitos
cuando lo miro.
Es un mareo extraño el que siento.
Abismo, vértigos, mareos.
Hoy también terminaré vomitando.

El calor y el frío se apoderan por


momentos de mi cuerpo y paso
de uno a otro respectivamente
me hará falta valor, y de esta
tempestad de sensaciones tendré
que salir, luego se irán viendo.
Vendrán nuevas sensaciones.
Vendrán nuevos conocimientos.
Vendrán nuevas experiencias.

Pero no habré hecho alto en el camino.


Para abotargarme, para aletargarme,

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para negarme, para negarme ¡no!


y por lo menos me quedará eso.
(1979)

24-6-79
Día de San Juan, una pena, entré en casa ayer a las 7 y no saldré
hasta mañana, aprovecho el tiempo para leer un poquito y dormir.
Ayer he leído un libro de Anaïs Nin, compañera de Henri Miller
durante un tiempo, pero al que le critica por el tipo de lenguaje
sexual que utiliza en sus libros. Una feminista llena de contra-
dicciones, en mi opinión, idealista; ni menciona la importancia
del sistema social y económico en este problema, aunque se le ve
sensible a las injusticias que observa. Ahora bien, con su interés en
conceder una importancia fundamental a la voluntad, nos trans-
mite continuamente la necesidad de desarrollar siempre la propia
identidad, y en esto me gusta. Sé que la voluntad no es todo, pero
sí juega un papel importante, sobre todo cuando sirve para cambiar
el sistema; pero la idea que machaca continuamente, de evolución
constante, de voluntad creadora propia viviendo para dentro, de
mantenimiento de la personalidad, de conocimiento de una misma,
del inconsciente y subconsciente, está muy bien expresada y por
supuesto me encanta.
Luego afirma que el conocimiento intuitivo, sensible, etc.
es mucho mayor en las personas que el racional y señala que no
nos dirige la razón en nuestros actos y palabras, sino esa carga que
hemos ido amontonando en nuestra mente a través de la intuición
y los sentidos, muy interesante en definitiva. ¿Habla Henri Miller
en este sentido? Imagino que va por ahí, pero no tuve la paciencia
de leerlo con calma para poder captar, en el libro que empecé,
esta característica. ¿Será que las mujeres tenemos nuestro propio
lenguaje, aunque entendamos también otros idiomas y podamos
hablarlos? Ya se sabe que en el maternal sentimos muchas más cosas,

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y de manera diferente, y que está poco desarrollado porque hemos


tendido a escribir como los hombres. En fin, sería largo de discutir
y además no sé si a efectos prácticos tendría algo de positivo para
el movimiento feminista.
Yo, como ando obsesionada con el miedo a la pérdida de
sensibilidad por la forma en que vivo, me he sentido aliviada al
leerle, aunque ello no resuelva el problema porque al final tenía la
sensación de que la autora, a pesar de su lucha constante durante
su vida por mantener y desarrollar la sensibilidad, había caído
como tantos otros en la frialdad de análisis racionales de esta
sociedad alienante. Virginia Woolf es mucho más pura, mucho
más libre en este sentido, por lo menos en lo que he podido leer
hasta ahora.

5-8-79

Ya no puedo quererte más,


Pueblo mío.
No puedo quererte más.
Hay amores que matan, dicen.

Es que el amor puede convertirse


en odio y éste sí mata.

Pero no es eso, mi amor por ti


no se ha convertido en odio,
pero me está agotando.
Es el mío un cansancio infinito.
Es la mía una soledad inmensa.

Creía que ni lágrimas me quedaban,


pero no, estoy llorando, estoy llorando
y disimulando para no tener que dar
explicaciones, es demasiado complicado.

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Es el mío un cansancio infinito,


es la mía una soledad inmensa.

El dolor de cabeza no cesa, son


los nervios, me digo, hay una
concentración de energía que lo
provoca.

El nudo en el pecho a la altura


del corazón, y en el estómago
es constante en algunas situaciones,
situaciones que me producen el dolor
de mil cuchillos.

Es la frialdad del entorno cuando


una está a 40º constantemente.

Es la insensibilidad de los otros


cuando mi sensibilidad no se resigna a morir.

Es el andar de una máquina


que va perdiendo piezas, sin tenerlo en cuenta
y el cansancio de una es infinito
la soledad inmensa.
El nudo en la garganta llega a provocar
dolor y una se reprime
¿para qué llorar? es todo tan duro…
pero nadie le llora, nadie llora
y esto es tan duro como todo el resto.

Algunos no esperan mi decisión


A otros quizás les haga daño
No lo sé, pero no es momento de
tener tantas cosas en cuenta…
Está mi ser profundo que se derrumba.

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Y es el mío un cansancio infinito


es la mía una soledad inmensa.

¿Qué puedo hacer de positivo si pierdo


mi ser? Actuar como una autómata
moverme por inercias, hacer andar la
máquina, mecánicamente con el
ra-ra-ra-ra de las viejas locomotoras

Quizás objetivamente sea lo necesario


pero yo temo que no, el sentido
de mi vida desaparece si siento perder
mi ser, y el sentido de la lucha desaparece
automáticamente como consecuencia de ello.

Y además el cansancio de uno es infinito


la soledad inmensa.

No puedo querer como antes. Pueblo mío


el cansancio es infinito.

18-9-79
El problema está planteado, está, como suele decirse, sobre la mesa,
¿y qué? es la pregunta que sigue a continuación; porque por ello las
cosas no han cambiado en absoluto, la situación objetiva continúa
siendo la misma y mi vida personal también.
Sin embargo, a nivel personal, subjetivo, he dado un paso,
difícil por cierto, cual es el de hablar para salir de esa tumba, de
este enterramiento en vida que comenzaba a ahogarme y en el que
me sentía morir físicamente. Era además muy fácil: no poner las
medidas suficientes de seguridad, no totalmente consciente quizás,
pero sí por incapacidad, por la crisis en la que me he visto sumergida
y que al final puede impedir responder a tantas cosas al mismo tiem-
po, y el atentado venía por añadidura. No puedo dejarme matar,

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dejarme morir, creo que no debo hacerlo, y en el caso de que alguna


vez debiera, no es el momento, tengo ganas de vivir, tengo muchas
cosas todavía por vivir, que no he vivido y en esta lucha contra la
muerte las recuerdo más que nunca. No serviría hoy.
Y es una verdadera lucha contra la muerte; he necesitado
hablar de mi situación personal de crisis con gente querida para
dar un paso importante. No tenía fuerzas para cambiar de casa,
llevaba demasiado tiempo en la misma y ello comenzaba a ser
peligroso, pero la idea de encontrarme con nuevas casas a las que
acostumbrarme y a las que acostumbrar a mí, y a poder ser hacer
surgir una chispa de cariño entre todas me asustaba de una manera
atroz. Después de estar con J. y con las hermanas, aquí estoy en
una nueva casa dispuesta a soportar por un tiempo, privaciones,
rollos, adaptaciones, etc.
[…]
He necesitado de ellos para dar el paso, no sé si serán cons-
cientes, pero me salvan con sus cartas, con sus sonrisas, con sus
visitas, con su amor, con su amor y su calor me salvan la vida cada
día. Pero he de estar alerta, la situación objetiva no ha cambiado.
Otra solución o forma de plantear la cosa sería asumir mis
incapacidades, mis limitaciones, pero esto no es positivo. Yo creo
que la capacidad humana es casi ilimitada, las capacidades humanas
nos son desconocidas, hacen falta condiciones que las hagan brotar
y manifestarse y para ello no es nada positivo que nosotros mismos
pongamos límites. La capacidad de cada cual no es conocida mientras
no la ponga a prueba y todavía esto no debe de ser suficiente para en-
juiciar; como ya he dicho, hacen falta condiciones. Si en un momento
dado éstas no se dan, el efecto deseado tampoco se producirá.

20-9-79
“Estar dispuesta a dar la vida” no puede significar “estar dispuesta
a entregar la vida al enemigo”, son dos cosas totalmente diferentes,

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yo diría contrapuestas. Me pregunto si es posible hacer algo positivo


aceptando la muerte en estas circunstancias…
¿Es diferente la concepción de la vida del hombre y la de la
mujer? ¿Por qué he echado tanto de menos a mujeres con capacidad
y posibilidad de expresarse?

24-9-79
No me gusta que mi nombre ande en boca de la gente, ni para
bien, ni para mal, porque además, normalmente, la gente habla de
otros para mal, para despellejar todo lo que pueda al otro. Hasta
cuando I. me cuenta algunas veces que ha oído hablar muy bien de
mí, recibo cierta impresión fastidiosa. No quiero que me alaben,
ni que me condenen, la gente habla con una facilidad y seguridad
asombrosas de los demás, pero pocas veces hablan de sí mismos, de
sus sentimientos, de sus deseos… No, no quiero que hablen de mí.
Hace unos años tuve sueños de ser reconocida como una persona
de valor, e intentaba agradar, pero todo se vino abajo, ahora no sé
si soy o no una mujer de valor, pero no me preocupa que los demás
lo reconozcan o no. No tienen derecho a juzgarme, no quiero que
hablen de mí. Sólo quiero que me respeten como yo creo hacerlo
con ellos, quiero que me respeten como a una individualidad, un
ser íntegro en sí mismo, quiero que reconozcan mi libertad y mi
derecho a ella, pero nada más. No quiero piropos, me han fastidiado
siempre, pero tampoco halagos de otro tipo, ni condenas.
Ha sido un golpe terrible el comprobar cómo después de
haber confiado a una persona, que a su vez me hablaba todo el
tiempo de sus cosas, un problema, he comprobado que lo había
hablado con varias personas que me rechazaban por ello; no he
podido soportarlo, hablo ahora de ello porque hace casi un mes
que sucedió esto y la cicatriz se ha cerrado un poco, pero me ha
dolido profundamente. Y así pasa casi siempre, todo el mundo
está deseando oír historias de otros para contarlas a quien quiera

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escucharles con todos los cambios que su imaginación y fantasía


puedan producir. La persona en cuestión es un paquete en boca
de la otra y no se le reconoce como tal. Incluso he visto decir cosas
a otros cuando a mí me pedían silencio hacia personas implicadas
en el asunto…
¡Esto es una mierda!, no existe ningún respeto hacia los otros,
parece que siempre son algo a medir desde nuestra perspectiva
propia fundada en nuestros actos y omisiones, “todos deben hacer
lo que uno hace” ¡realmente denigrante! en la mente de la gente es
así, no se tiene en cuenta nada más que el propio comportamiento
exterior, visible y se pasa de ahí a juzgar el resto. Es injusto, terri-
blemente injusto.
Menos mal que por otra parte, la necesidad que la gente
en general siente de los otros, les lleva a aprobarlos otras veces.
Son dos lados que tiran de una cuerda, siempre había creído que
ganaban los contrarios a los que dicen que “el hombre es un lobo
para el otro hombre” y que el problema se debía a las condiciones
y circunstancias en que se desarrolla la vida de la gente. Esto me
daba una gran confianza en los otros, pero se acabó, sin dejar de
pensar en la importancia de las condiciones que rodean a cada
uno, hoy no confío en los otros, ya no, se acabó, hay experiencias
vividas que me inducen a ello, y no puedo rechazarlas, no puedo
negarlas. Una calla y guarda cantidad de cosas de otros por res-
peto o lo que sea y recibe como respuesta golpes. No se puede ir
por la vida sin conocer el terreno o pretendiendo ignorarlo, habrá
tropiezos continuos; pero adaptarse puede significar anularse
muchas veces y en muchos terrenos, “hacer lo que los demás
juzguen necesario en todo momento”. Queda la posibilidad de
luchar aguantando los tropiezos y caídas, pero hay otra que pue-
de servir momentáneamente, aislarse de todos, separarse para
intentar curar las heridas de tanta caída, sabiendo que se corre el
riesgo de “adaptarse” como decía antes, pero consciente de ello
intentar evitarlo.

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Es mucha la mierda que he almacenado durante años en


condiciones difíciles, tengo que limpiarla para que no se desborde
un día. Es urgente que escriba más que nunca, tengo que hacerlo
para sustituir la falta de comunicación, el papel recoge siempre lo
que quiera decirle.

2-10-79
Estoy nerviosa como si debiera pasar un examen importantísimo
a la edad de 15 años. Llevo dos días pensando en lo mismo, con
la diferencia de que no tengo lecciones para repasar, cosa que
podría tranquilizarme. No me puedo calmar, no sé cómo enfo-
car el asunto. Los nervios me pueden, querría gritar, gritar, no
me basta con llorar, querría gritar mi angustia, lo que me pasa,
querría rezar si pudiera creer en algo, creer en algo, pero no me
es posible, todo me puede, tengo que salir de esto, tengo que
salir de aquí. Y los nervios no cesan, si tuviera lecciones que
repasar… El viernes no podrá venir nadie, la frontera estará
cerrada. ¡Mi única ilusión! ¿Cómo habrá llegado J.?… Les he
prometido algo, aunque no formalmente, a los de casa, a mí
misma, tengo que hacerlo, salir de la jaula porque hay posibi-
lidad de hacerlo y la debo aprovechar. Voy a intentar leer, ello
me calmará un poco.

4-10-79
He vuelto a hablar, esta vez para dejarlo todo, y de repente siento
pánico y vacío, un pánico inexplicable y un vacío profundo. ¿Qué
me queda? Son siete años de mi vida dedicados por entero, en
cuerpo y alma, son siete años de mi historia dedicados y entregados
a mi pueblo.
Sólo me quedan mi cuerpo y mi mente y con ellos debo
seguir haciendo camino. Siento un calor extraño en todo el cuerpo

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y sin embargo en casa dicen que hace frío, yo tengo calor y quizás
tiemblo un poco.

8-10-79
Día gris de otoño, con colores hermosos pero con un calor pesado,
es como si faltara oxígeno en el aire. Es falta de aire a pesar de
que ayer y hoy he dado paseos y he salido, pero parece que tengo
estampadas las narices.
He pasado dos días extraordinarios con I., recordando nues-
tra infancia, haciendo planes para el futuro y soñando despiertas
en alto. Es algo que necesito hacer frente a una realidad tan brutal,
soñar despierta es algo importante en mi situación. Soñar con pai-
sajes bellos, con gentes diferentes, con momentos agradables para
vivirlos lo más intenso posible.
Continúo encerrada, es un encierro que dura ya meses, meses
en sombras para cambiar el mundo, para darle la vuelta. El día lle-
gará, el día luminoso en el que desaparecerán las sombras; mientras
tanto y aunque en penumbra, hay que seguir andando.

10-10-79
Días tranquilos, días de meditación, aunque no tenga muchas con-
diciones para ello. Días de meditación y concentración. ¿Qué voy
a hacer con mi vida? Ahora estoy libre de ataduras, he roto con los
compromisos y tengo todo por delante. Empezar de nuevo, siempre
es bella una obra que comienza, pero también inquietante, algo que
comienza, que nace, pero que no se sabe cómo va a resultar y que
además hay que ir haciendo cada día, cada momento, se trata de
hacer vida, como diría Maiakowski.
Son éstos días de reflexión, y ya no sueño despierta en un
futuro feliz, empiezo a escudriñar y escarbar en mi pasado, él me
aporta los únicos datos de los que puedo fiarme porque sé que han

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existido y han tenido una realidad. Trato de descubrirlos para así


conocer mis deseos más profundos y no equivocar mi camino.
Hacer aquello de lo que me sienta capaz, sin pasarme.
Querría recorrer mi infancia y sobre todo mi adolescencia.
Oigo de lejos una canción que me grabó A. en uno de los casetes,
debe de ser algún vecino, no recuerdo el título, pero es maravi-
lloso, como algo que se desliza, suave, era la cara anterior a la del
patito.
Sí, querría recorrer mi adolescencia y por eso me quejaba
de mis escritos quemados, aun sin ellos intentaré hacerlo. A años
de distancia, lejos de mi familia y de los lugares andados, lejos de
tantas cosas queridas, en un encierro, en parte voluntario, intento
continuamente reconocer otros tiempos, recordar sentimientos
e ideas, lo hago durante el día, mientras hablo con otros incluso,
mientras como, mientras hago algunos trabajos de la casa… re-
cordar, escarbar en mi mente y prepararme para los cambios que
vengan, para seguir andando. Y siempre sin traicionarme, sin trai-
cionar la causa de la libertad… causa inseparable de la colectividad
y de mi individualidad.
Eran tiempos en que “soñaba despierta” en una vida futura
llena de actividades, de sensaciones, entera, sincera y me preparaba
con ilusión para ella, leía todo con curiosidad, estudiaba, escuchaba
conferencias. ¡Qué ganas de aprender!, ¡qué ganas de saber!, ¡qué
ganas de ver!, ¡qué ganas de vivir desbordada a veces! Cuando me
paseaba soñadora por los montes de los alrededores de mi pueblo,
enfrascada en ideas y vivencias tan íntimas y pensaba en salir un
día de allí para volver otro día, más llena todavía.

17-10-79
Todavía no hay nada seguro sobre mi próximo viaje, sólo la decisión
de hacerlo. Sí, estoy convencida de salir de aquí hacia otros lugares,
hacia otras tierras; no sé qué posibilidades tendré, no veo muchas,

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pero aquí no voy a continuar, además, después de haber roto con


tantas cosas, ya no pinto nada aquí, por un lado me da algo de pereza
empezar de nuevo, es como si estuviera de nuevo en una marcha de
montaña y me hubiera sentado en una piedra, después cuesta levan-
tarse; pero por otro lado hay cierta intriga y curiosidad y deseo de
seguir andando, no para ver el trayecto, ya sé que no habrá grandes
cosas, ni grandes diferencias, sino para hacerlo, y ¿quién sabe? igual
también veo maravillas, es cuestión de no cerrar los ojos mucho.
Hace un día extraordinario de otoño, quiero vivirlo y sentirlo,
es importante para mí, seguramente en ninguna parte del mundo
exista un otoño como el de mi Pueblo, que reúna tantos factores:
temperatura, viento, colorido, son tres meses encantados, es como
si la naturaleza en su madurez, en su vejez, adquiriera su mayor
belleza, envuelta en una tristeza y melancolía relajadas, la calma
que sólo dan los años, pero que al mismo tiempo es atrevida, bella,
reluciente, sensual, no tímida y resignada.
Y vuelvo a recordar otoños pasados con la impresión de que
siempre han sido importantes en mi vida. Recuerdo la conversación
con A., era el otoño pasado, sobre mis estudios, lo veía como una
posibilidad real, me decía que siguiera estudiando y dejara Enbata,
yo no negaba la ilusión que ello me producía y el hecho de que era
una idea que muchas veces había zumbado en mi mente, pero no
lo veía factible entonces, paramos en una gasolinera en Bidache,
en la que le estafaron, pero no importó, estábamos contentos como
siempre que íbamos en el coche, los dos; me decía que puesto que
ya sabía francés suficientemente podía estudiar en la facultad que
hubiera en Bayona; luego hablamos del libro Mi vida de Isado-
ra Duncan, que no le gustaba porque no manifestaba ninguna
conciencia social en sus ideas y extravagancias, lo deshizo con su
inquebrantable argumentación, que cuando se transformaba en
crítica era tan tajante y destructora que no quedaba nada por donde
coger el objeto criticado en cuestión, tal era la fuerza y agilidad de
sus razonamientos y expresiones.

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Ahora tengo la oportunidad de hacerlo, tengo que estudiar,


no dejarme llevar por las dificultades y problemas administrativos
y de cualquier tipo que puedan surgir. No puedo permitirme el lujo
de perder tiempo y tiempo porque la insatisfacción que ello iba a
producir en mí sería muy grande y además sigo formando parte de
un pueblo en un momento muy especial de su historia, tengo que
aportar algo a él aunque no siempre sea bajo las mismas formas,
no puedo abandonarme al absurdo, formando parte de un pueblo
tan vivo, tan joven que lucha con tantas razones.
Estudiar ha sido una ilusión durante todos estos años, aho-
ra hay muchas posibilidades de que sea una realidad, tendré que
intentarlo y no dejar que se me escape ese tren aunque llegue con
un poco de retraso a la estación.

23-10-79
Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve, la canción de Serrat que
tanto oí allá por los 17 años, vuelve a mi memoria, un día gris que ha
ido oscureciéndose poco a poco y ahora la lluvia y el ruido lo cubren
todo. Llueve a veces hacia un lado y al cabo de un rato hacia el otro,
es como si alguien llorara con una tristeza infinita y resignadamente
¡es tanta la amargura que se desprende de ese llanto!
Pienso en el futuro, tan incierto se presenta, ¿qué hacer?,
¿dónde estaré dentro de un año? Son preguntas sin respuestas con
la certeza de que no estaré donde hoy y de que mi vida será distinta.
Es una tarde de esas que provocan ganas de tomar chocolate caliente
en casa con gente querida, con alguien querido, tranquilamente,
hablando del invierno que se aproxima y que estos días anuncian,
hablando de cualquier cosa, y hasta sin hablar, pero tranquilamen-
te, sin tensiones extrañas ni nada por el estilo. He leído Madame
Bovary y he vuelto a empezar para captar más en la obra y sobre
todo el estilo y la forma en que está escrita, ya que parece ser lo
más importante de ella.

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30-10-79
Lo extraño es que esta noche y tras una conversación feminista de más
de tres horas, me encontré al ir a acostarme con que no tenía mantas
suficientes e iba a pasar frío, sin embargo, no quería despertar a nadie
y así ha sido, me he despertado destemplada a la mañana recordando
noches pasadas en el monte en las que el frío se dejaba sentir por las
rendijas, hasta provocarme una vez la regla con bastante adelanto.
Pero lo más curioso y que quería reflejar aquí es que he vuelto a soñar
con L. G., debería contar las veces que en los 6 años transcurridos
desde nuestra separación he soñado con ella, pero no me es posible,
no lo recuerdo, además sería importante el tema, de todas formas sé
que son ya muchas veces que lo hago. Hoy la he encontrado con dos
niños que eran sus hijos en un lugar oscuro con grandes mesas en las
que había gente comiendo, le he pedido que me acompañara y luego
íbamos las dos con los niños entre callejuelas también oscuras.
No sé lo que esta persona ha dejado en mí, pero está claro
que no la he olvidado nunca, y que al pensar en mi vuelta a Euskadi
Sur me he imaginado muchas veces el momento en que iba a bus-
carla y tocando el timbre esperaba inquieta ante una puerta en la
que debía de aparecer ella. También hay una especie de temor a su
respuesta, pero nunca he dudado de encontrarla de nuevo, de que
nos encontráramos un día. Su cara permanece clara y nítida en mi
memoria, cuando tan olvidadiza soy para las caras de la gente que
he conocido anteriormente y no he vuelto a ver en años. Sí, es algo
extraño, algo en lo que mi conciencia no juega ningún papel, esta
mujer está grabada en mi mente y el inconsciente me devuelve su
imagen al menor estímulo que, sin darme yo cuenta, recibe. Además
todo ello va acompañado de una sensación agradable para mí, de un
estar a gusto. ¡A ver cuándo nos encontramos! Después de pensar
tanto en ella será algo estupendo.
Empiezo a estar bastante a disgusto en mi situación, es ver-
dad que hay días y días, pero estos últimos me dicen que debo irme

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cuanto antes porque ya no hago nada aquí, por mucha pena que
me dé es algo que no puedo evitar y que de alguna forma también
me apetece hacer.

1-11-79
Explicación con Tx. y casi despedida, he estado muy fuerte, pero eso
me ha dejado rota. “Ya no siento nada con todo lo que ha pasado” (era
esto más o menos lo que he oído en un momento). ¡HORROR!

4-11-79
Hace un día de sol extraordinario y, sin embargo, yo tengo una
especie de tontera, es como si me encontrara drogada dentro de un
sopor muy fuerte todo el día. La conversación de la gente vuelve a
molestarme, las voces me parecen siempre agudas y estridentes y el
observar la agresividad entre otros, no hacia mí, me excita, me pone
nerviosa. Necesito calma, tranquilidad y sé que no la voy a hallar,
que en este mundo no existe lo que yo busco y que no habrá otro.
Si la agresividad se volviera contra mí no sé cómo lo so-
portaría. Querría poder estar días enteros sin hablar, ¡es un gran
descanso para el espíritu! pero suena extraño a la gente, en todo
caso en mi situación no lo puedo hacer y mis palabras salen como
a borbotones, forzadas.
Necesito silencio, tranquilidad, serenidad y calma a mi alre-
dedor, no soporto el ruido, el más pequeño me altera. No es justo
esto, pues no es pedir mucho, pero me está negado también y sólo
me queda el recurso, ya inconsciente, de encerrarme en este sopor
y esperar a que otras circunstancias levanten un poco este ánimo
para que el hablar deje de ser un esfuerzo y la relación con los otros
sea una felicidad, algo agradable.
Siempre lo había intuido, pero cada día comprendo mucho
mejor la reacción feliz en la gente de lo que los católicos llaman

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ejercicios espirituales; el silencio de los conventos, de las iglesias,


el ambiente, etc. Es como si la mente humana tuviera un límite de
actividad tras de lo cual se impone un alto en el camino y cuando ello
nos está prohibido de alguna manera, se produce el desequilibrio.
La voluntad debe jugar aquí un papel importante, pero no lo es
todo. Necesito de la soledad tanto como del pan, pero no de esa soledad
que se produce a veces por incomunicación entre la gente, sino de la
otra, ahora bien, siempre que sea una opción libre y para salir de ella al
cabo de unas horas o de unos días o… según los estados de ánimo.
Hace unos días tuve también una especie de arranque de
este tipo: me costaba hablar, me molestaba toda clase de ruidos;
hace más de un mes, antes de romper con la organización; y ante-
riormente también porque recuerdo un día, sería en julio o agosto,
en que hablando del tema de las vacaciones, yo pedía poder ir al
convento de Belloc y sola. Al cabo de unos días se me pasa, así que,
esta vez también será así.
Ayer me han contado que en la cárcel de Les Beaumettes en
Aix-en-Provence, en la celda de Mikel había un tipo que se hizo
amigo de él, que había recortado, durante nuestro confinamiento en
Valensole, una foto mía de un periódico, a la que miraba diciendo
que querría tener una novia como ésa; además el chaval en cuestión
debía de hablar y preguntar por mí continuamente; “¿cómo es?” le
preguntaba a Mikel. Son cosas que sin dejar de ser tristes tienen cierta
curiosidad, sobre todo para mí, por lo difícil que es enterarse de una
cosa así: ¿será que también conmigo ha habido gente que me miraba,
deseosa de conocerme o por lo menos preguntándose por mi vida,
como yo tantas veces he hecho, sobre todo en mi adolescencia, con
personas que por algún motivo despertaban mi admiración?
Es algo extraño pero posiblemente sí ha sucedido esto, pero
no debo de ser muy vanidosa porque cuando lo he sentido a mi
alrededor no me ha producido un gran placer, sino más bien un
sentimiento de timidez, de no saber qué hacer, ni qué decir, como
ayer en que incluso me avergonzaba un poco cuando me contaban

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esto y no dejaba de decir ¡qué pobre!, ¡qué mal debía de estar! El


problema es que tampoco suelo querer decepcionar y una se arma
todo un lío, porque el someterse a la imagen que una cree, otros
pueden tener de ella una imagen diferente, es una locura, aparte del
atentado a la propia libertad que una siente al verse “obligada” o
“atada” de esa forma y entonces tu ser se rebela y te conviertes en
esa chica antipática y dura que muchos habrán conocido, porque
mandas todo a freír churros: tu miedo a decepcionar, la gente que
te produce ese efecto y sobre todo hay rechazo hacia una misma por
entrar en esas pequeñeces, por caer en semejantes banalidades.

15-11-79
Creo que pronto tendré alguna noticia, si no, deberé ir a buscarla.
No sé qué hacer, quizás debería de ir a hablar con alguien antes del
fin de semana, tengo que pensarlo bien.
Por lo demás, no deja de llover y el frío aumenta, lo siento
sobre todo en la cabeza por el corte de pelo que me han dado.
El árbol que veo desde mi ventana y que no hace mucho
todavía estaba magnífico va perdiendo unas hojas amarillas a gran
velocidad y desde hace unos días sólo le veo moverse agitado por
un fuerte viento en grandes convulsiones.
Esta noche me han vuelto a picar los mosquitos, me he
despertado tras de alguna pesadilla horrible, el viento hacía gol-
pear las puertas, y el frío no me animaba a buscar los mosquitos.
¿Cómo pueden aguantar tanto tiempo sin aletargarse? Debe de ser
mi sangre que chupan cada noche. A la mañana he visto dos en el
cuarto, uno muy grande, a los que he echado insecticida. Espero
que hayan sido los últimos de este año.
Estoy leyendo, mejor dicho devorando, La consagración de
la primavera de Alejo Carpentier, una se desliza a gran velocidad
sobre esa prosa fluida como pocas. Además me interesa por su
ambientación tropical en muchos pasajes.

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Sigo haciendo gimnasia por las mañanas, ahora pasamos de


la media hora de tiempo. Creo que es supernecesaria en la situación
en la que me encuentro.
Parece que voy a conseguir dejar de fumar, anteayer no fumé
ni un cigarrillo, ayer empecé uno y tuve que dejarlo, es increíble lo
mal que reacciona mi cuerpo desde hace tiempo ya a la nicotina; el
dolor de cabeza es casi inmediato y dura bastante; hoy no he fumado
nada y espero pasar el día sin hacerlo. Es curioso que me apetezca
tanto cuando tan mal me sienta. Es el momento de aprovechar para
dejar totalmente esa droga.
Es un esfuerzo oír las noticias y casi hasta leer los periódicos,
estoy bien dentro de mí, muy dentro.

22-11-79
Llevo días sin escribir en una especie de espera en la que sólo podía
hablar de ello y no he querido, hoy he sabido que la posibilidad de
viaje con la que he contado en algunos momentos, la de Nicaragua,
no existe, hay que intentar por otros caminos y por lo tanto el en-
cierro se va a alargar más de lo que en principio se podía prever.
Tengo que tomármelo con calma, con tranquilidad y pensar
bien para escoger un lugar y seguir haciendo gestiones.
Tengo unas ganas terribles de estar con J., de abrazarme a él,
o por lo menos de estar con alguien de casa y me vendría bien llorar,
pero he vuelto a encerrarme, los grifos se han cerrado y es increíble
lo que me cuesta abrirlos necesitando tanto, la tensión nerviosa dis-
minuye y se reduce al endurecimiento que ella puede provocar y de
hecho provoca, pero tampoco estoy casi sola en casa y me cuesta dar
explicaciones de mi actuar, así que me reprimo sin remedio.

25-11-79
Le quiero, le quiero como no hubiera pensado que podía llegar a
hacerlo, sobre todo, allá por finales del 75, hace ahora cuatro años,

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cuando empezaba a desear con fuerza su presencia; le quiero, le


quiero como nunca hubiera imaginado, le quiero a este hombre
sencillo con pinta de artista, andar de libertad y una gran ternura
en los gestos, en la voz, en las manos, en la mirada, cuando está
conmigo, siempre con la palabra precisa a mi pregunta, a mi tris-
teza. ¡Cómo te quiero!
Se ha ido esta mañana después de pasar dos días juntos; yo
he dado un largo paseo antes de encerrarme, era una mañana fría
la de hoy, la radio ha dicho 0º en Donostia; he salido de Bayona y
me he ido andando por la carretera de La Barre hasta el restaurante
Gautxo, unos tres cuartos de hora o más. El viento frío en la cara,
las manos en los bolsillos, la bolsa en bandolera, he visto en el mar
la bruma que se levantaba por momentos con el sol, abriendo paso
a algunos barcos en las esquinas, un horizonte más amplio y mien-
tras en mi mente se repetían las escenas de los días anteriores, de
la despedida, algunas gaviotas levantaban el vuelo entre maderas
y palos de atracar barcos.
En mi camino, una vía de tren que me ha hecho evocar el
recorrido de Villafranca a Lazcano tantas veces andado por mí en
otras épocas, con sus raíles y vías, con su paso a nivel, y las imágenes
se mezclan entonces en mi mente; el camino a Lazcano, las clases
al hijo del ingeniero, las reuniones, las fiestas, unas Navidades
en las que iba comiendo turrón de chocolate y J. que me cuenta
sus andanzas, venía a reunirme al camino entre rayos del sol que
atraviesan los árboles en un bosque próximo dándole ese brillo
de luces indirectas, y cierto calor frente al frescor de la mañana,
y una ligera capa de bruma lo envolvía todo. He sentido entonces
con más fuerza el frío viento en la cara y las lágrimas han brotado,
solas en silencio…
¡Había deseado tanto poder ir con J. un domingo a la mañana
tranquilamente a casa!
¡Había deseado tanto esa mañana haber podido ir al Goierri,
a casa!

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¡Había deseado tanto ver a G., después de su descripción


el día anterior!
¡Había deseado tantas cosas que aun siendo bien pequeñas
me son negadas; que el privilegio de ver y sentir en todo el cuerpo
una mañana como ésta me emocionaba!
¡Y he deseado hijos, hacer brotar vida como la que allá respi-
raba, frente a tanta destrucción en las mentes, en la naturaleza!
¡Y he deseado hijos, utilizar mi capacidad de hacer vida
físicamente!
Una minúscula partícula en todo un mundo en movimiento,
pero ¡cuánto sufría!

26-11-79
He salido desafiando a mi horóscopo que pedía precaución para
hoy, me revienta la idea de prestar la menor atención al horóscopo
de una revista barata…
Al principio todo ha ido bien y he pensado en ir a Pau el fin
de semana si ello es posible, pero poco a poco se han ido torciendo
las cosas y finalmente cuando he entrado a una farmacia al venir
andando por un camino, he visto entrar al momento a Etxeto,
policía del Servicio de Inteligencia e Información francés, y no
puedo decir si era casualidad o no, si me ha reconocido o no, pero
en un día como hoy (viaje de Suárez a París) es difícil pensar que
se paseaba tranquilamente por la calle. Lo más posible es que se
haya dado cuenta de algo…, tendré que tener más cuidado; esta
parte es el país más pequeño y con menos población que nos podía
haber tocado, me he encontrado con alguien conocido casi siempre
que he salido, a veces he hecho como que no era yo, pero no sé si
habré despistado, y con la poli, he visto desde que ando escondida
a más de ellos que cuando salía normalmente y eso que casi no les
conozco. Aquí nos encontramos todos a nada que nos movamos.
¡Qué mierda!

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28-11-79
Hace unos días extraordinarios, por la noche frío y brumas, por el
día un sol extraordinario que levanta la niebla rápidamente dando
calor donde no hay sombras y dando sobre todo un colorido inmen-
so a las calles, a los jardines, al mar, al atardecer se presenta casi
siempre con un rojo intenso contrastando con la claridad del mar
y con alguna que otra nube. Ayer he paseado bastante y he estado
maravillada al contemplar todo esto, me decían que hace ya unos
días que se presenta así el paisaje y he sentido pena de no poder
gozar de todo ello teniéndolo tan cerca.
He soñado mucho esta noche y tengo algunos recuerdos mez-
clados entre sí. Primero estaba con una pareja que acaban de tener
una hija y hablábamos de ello, me animaban en mi idea de hijos y
ello me reconfortaba. Me habían traído una camisa blanca como la
que ella tenía puesta (mangas, cuello de colores…). Después estaba
en una cama y a mi lado había otras dos camas ocupadas, era una
habitación vieja en la que había pasado algo, algo que no recuerdo
pero que estaba relacionado con Ar.
Cuando me he despertado he estado pensando en alguna cosa
rara que vi ayer: un tipo que me siguió un momento; me cuesta una
barbaridad cambiar de casa, estoy bien aquí, yo me he acostum-
brado y ellos también, ya veré qué hago, pero preferiría salir del
país de una vez y no empezar de nuevo con traslados. Pensaba en
México y no me parecía tan descabellada la idea; si pudiera coger
nacionalidad mexicana de alguna forma, sería estupendo, luego con
un pasaporte mexicano podría moverme con facilidad a otro país si
así lo deseara, cosa probable porque México no me ofrece grandes
cosas, por lo menos visto desde aquí. Es una locura.
Termino a la tarde Los pasos perdidos y tengo cierta sensación
de desazón, de angustia, me ha dejado un gusto de boca extraño,
me admira el valor que da al protagonista y hay un párrafo en el
que habla de que “la marcha por los caminos excepcionales se

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emprende inconscientemente…”, cuando empieza el desengaño,


que me ha conmovido. No se puede volver atrás en la vida y me
encuentro atada, totalmente atada porque cuando hablo de viaje
me parece hablar de ángeles y esta forma “irreal” que empieza a
tomar mi vida me atormenta sobremanera.
No tengo ningún cabo al que agarrarme para continuar
andando, algo a lo que recurrir en espera de una solución, segura-
mente hay gente que la tiene, que podría tenerla para mí, pero en
este ambiente es difícil, muy difícil, pedir algo por mínimo que sea
y además no puedo moverme así como así, porque han podido lo-
calizarme. Estoy desesperada, sí, empiezo a perder toda esperanza.
¡Quiero estar sola, sola!

4-12-79
Tengo buenas noticias por parte de los socialistas, parece que se
encarga el segundo de a bordo en el Partido Socialista francés, han
dicho que esta semana mandarán alguna carta y después tendré que
subir a París, seguramente será para arreglar problemas de papeles
y preparar todo para salir.
¿Y si me piden que me presente a la policía francesa? ¿Y si me
piden que lo haga en el consulado español? Espero que no, porque
se complicaría todo demasiado, no me fío ni un pelo.
He andado mucho estos días y me siento mejor que los días
pasados, puede que las buenas noticias también influyan. Hoy he
venido andando de Bayona a Biarritz y ayer también anduve unas
cuatro horas, noto el cansancio en los pies, pero hace tanto tiempo
que no lo sentía que se me hace agradable. Me encanta andar y si
no puede ser por monte, en carretera tampoco se va mal.

5-12-79
Empiezo a tener cierta sensación de inutilidad. Hace ya dos meses
que empecé este diario con cierta esperanza de “reencontrarme” y si

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bien es verdad que he vivido gran parte de mis pequeños o grandes


traumas, si bien es verdad que he vivido algunos de mis deseos,
empiezo a sentir la necesidad de abrirme al exterior, no totalmente,
pero hay algo que me falta.
¿Para qué sirvo? ¿Qué puedo hacer ahora? Son preguntas que
vienen a mi mente mientras repaso todos los días pasados en este
encierro. Las respuestas en gran parte dependen de un viaje que no
desearía ver retrasado ni un día más. Procuraré estudiar, aprender
cosas, aprender a ser autónoma e independiente, prepararme para
aportar más un día, sin destruirme como persona; procuraré tra-
bajar en cosas que me gusten, y si no, tendré que hacerlo en otras,
claro; pero todo ello son sólo “posibilidades”. Entretanto seguiré
leyendo y esperando.

19-12-79
He decidido por fin venir a París, he pasado la noche en el tren y no
he descansado hasta conseguir una cita para mañana con el señor
al que tenía que escribir, voy a hablar con él para ver de cerca si
hay posibilidades o no. Me ha costado mucho, pero no veía otra
solución, toda la gente con la que he hablado es escéptica a lo que
planteaba, así que mañana espero ver de cerca si el escepticismo es
totalmente fundado o no para ver de pisar fuerte.
He venido sola, pero mañana por la mañana espero a J. en la
estación y según lo que me diga el tipo ése pensaremos en la vuelta,
no creo que sea más tarde que el sábado porque he quedado en que
el domingo estaré abajo.
Sólo he cogido un libro, poemas de Evtuchenko y me siento
en un bar para escribir y leer un poco con una taza de leche caliente.
Hace un frío glacial en este país. Cogí billete couchette para venir
tumbada y dormir, pero me ha hecho mucha impresión el depar-
tamento con seis camas y pasillo estrechísimo en medio, justo para
pasar una persona, porque no se podía estar ni sentada, era como

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un panteón con sus pisos, menos mal que las mantas rojas daban
un poco de colorido al departamento.
Hemos venido tres, dos hombres y yo, había uno que debía
de tener asma porque se ahogaba y de vez en cuando tosía hasta
echar la flema y salía al pasillo, era un ruido atroz además de que
provocaba arcadas, viejo y jadeante, parecía que podía morir en
cualquier momento.
He dormido a ratitos y cada vez con pesadillas. En los ratos
en que estaba despierta pensaba en cómo debía plantear el rollo
y así ha llegado el tren a París, eran las siete y cuarto y no había
amanecido todavía, una fina lluvia dificultaba más la visión, he
buscado la salida con una fuerte sensación de estar perdida, pero
poco a poco con el mapa y la luz se han ido aclarando las cosas y
he empezado a andar. Lo primero que he visto es algo de lo que
había oído hablar cuando se cita a París, un hombre tirado en el
suelo trataba de coger el calor que salía del metro a través de unas
rendijas, y por supuesto todo el mundo pasaba a su lado sin prestar
la menor atención al desdichado.
Cuando he arreglado la cita y encontrado el alojamiento, me
he lanzado a andar por las calles, he encontrado Nôtre Dame y he
visto algunos sitios de nuestro viaje anterior en la Semana Santa del
76 con J., en que el descubrir algunos lugares me traía recuerdos
de lecturas referentes a esta ciudad. El Barrio Latino, puentes del
Sena, el self-service donde comimos y al que he vuelto… había
pensado en seguir paseando por la tarde, pero el frío me rompe la
cara y voy a intentar buscar el museo de Louvre para pasar allí la
tarde en espera de mañana.
“Duerme amor”
“… Envuélvete en el sueño, arrebújate en él.
Todo lo que se quiera se puede ver en sueños,
todo lo que anhelamos
cuando estamos despiertos.

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No dormir es absurdo,
es incluso delito:
lo que oculto llevamos
grita en nuestras entrañas.
Duerme amor…
No te dejes llenar de rencor…”.

26-12-79
A las 6 de la mañana me dirijo al metro para esperar a J.; encontré
fácilmente la forma de utilizarlo. Espero casi dos horas, había estado
agotada el día anterior, los cuadros se mezclaban en mi mente con
los nombres de sus autores y finalmente sólo pienso en la cita. J.
está contento de llegar a París, le atrae una barbaridad, sobre todo
por los años pasados en esta ciudad.
El resultado de la cita es un tanto deprimente: no hay mucho
que hacer, un suspiro de llanto al salir que ahogo inmediatamente,
no merece la pena, es la política de los dos bloques fuera de la cual
no existe nada, comprobarán que el “problema vasco” no acabará
enseguida, como decía, hay algo que se reafirma dentro de mí ante
las dificultades, hay algo que se refuerza frente a tantos intereses
mezquinos, es la idea de defender mi casa, de defender mi pueblo
y la libertad frente a todo. Cuanto más se agranda el monstruo
enemigo en mis experiencias, en sus diferentes formas, mayores
son nuestras razones y más justa nuestra lucha. De todas formas
ha dejado una pequeña rendija que quizás deba utilizar.
Esto era el jueves y hemos estado hasta el domingo a la noche.
Aparte de ver una obra de teatro, La torre de Babel de Arrabal, y
dar alguna vuelta, hemos visto sobre todo exposiciones y museos.
Picasso entrañable, cercano e impenetrable al mismo tiempo, vi-
brando en las formas; era una colección pagada por sus sucesores
al Estado en concepto de impuestos, realmente emocionante. Dalí
en una exposición de obras personales o de su colección, extrava-

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gante, amenazador, agresivo, con una técnica perfecta y una gran


suavidad a veces. Arte moderno, abstracto, que agota sobremane-
ra, figurativo, etc. Intentábamos ver todo y aprovechar para ver
precisamente lo que sólo allí se puede. Ha sido poco tiempo, pero
aprovechado, el viernes amaneció nevando y el contraste entre el
calor pesado del metro y el frío de la calle es una de las cosas más
grabadas en mí.
De despedida, comida en un restaurante chino y de nuevo
a la estación. Apoyada en su hombro o en la ventana he dormido
a ratos, soñaba que tomaba un café con leche o una orangina por
la sed que me devoraba. Y empieza a pesarnos la despedida que
se aproximaba. Nos besamos y salgo del tren. Todavía de noche,
a las 6.20 de la mañana, en Euskadi llueve como es costumbre,
salgo y no veo taxi. Es temprano para llamar por teléfono a nadie,
empiezo a andar oyendo el ruido del tren que se aleja con él, la
lluvia aumenta y poco después el agua ha cubierto mis botas, mi
gabardina, las bolsas, sigo andando, pienso en los días pasados, en
lo agradable y en lo triste.
Comparo el día con el de hace un año, triste, horrible Navi-
dad la del 78-79 por perder a Ar. Le recuerdo pasando en su coche
por la misma carretera que recorro, hace un año, sí, lo hemos co-
mentado el 21 en París; pero de nuevo en la zona nuestra, su figura
toma forma y le veo con su gabardina beige y la mariconera negra
en la mano comentando los últimos acontecimientos, ahora cae
una fina lluvia torrencial y me estoy aproximando a la casa, sólo
entonces veo un coche 42 blanco de la policía que me mira y sigue
hacia delante, no me había cruzado con nadie, la lluvia disminuye
un poco, es otro año el que va a comenzar, pero no quiero que su
recuerdo se borre en mi memoria, no quiero que muera nunca, ni
los otros tampoco.
El 24 han venido a buscarme, es un detalle también inolvi-
dable, me disponía a quedarme en casa, pero no fue así, lo hemos
pasado bien hablando hasta las 6 de la mañana.

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15-1-80
Como vengo diciendo ha llegado el momento de las despedidas,
pero la mayoría son despedidas silenciosas, en las que yo sola y
muy callandito me despido de los sitios, de amigos, sin decir nada
porque tiene que ser así, algunos sólo saben que me voy, pero otros,
la mayoría, nada y yo voy diciendo “adiós” en mi mente cuando al
dejar a alguien, pienso que no le veré en bastante tiempo, y ¿quién
sabe? Voy diciendo adiós a las casas, a los lugares tan queridos en los
que he vivido muchas cosas los últimos años, a la gente, a las playas,
a los parques, a los montes, a los ríos, a los bares… pero siempre en
silencio, muy bajito; y muchas veces quisiera que mi pensamiento
se incrustara en el otro sin que tomara conciencia de ello, pero que
sintiera mi adiós, mi abrazo, mis deseos de que sea feliz en el tiempo
de separación, en el futuro, en lo que quede. Y ya hasta que me vaya
seguiré despidiendo en silencio todo aquello que guarde alguna
significación para mí, y que pueda ver en estos días.
A todos les diré adiós con un beso muy muy fuerte y profun-
do ¡nos veremos! Ahora bien, todo irá en silencio, dulcemente, sin
temblor alguno, sin una palabra, ni una seña, en mi mente…
No sé qué haré, no sé de lo que seré capaz, ni las posibi-
lidades que encontraré, pero lo habré intentado… y ello será lo
importante.
Y también me despido de este diario, casi cuatro meses que
recogen un momento, de un diario al fin recomenzado y que tanto
me había costado abandonar… me ha ayudado, estoy segura… lo
dejo en buenas manos, con una confianza absoluta… me gustará
encontrarlo algún día, quisiera que diera fuerza a quienes puedan
leerlo, que no debilite a nadie, que dé calor y esperanza en otro
mundo. Has sido muy bueno conmigo. Se cierra una puerta y se
abre otra, se acaba una etapa y comienza otra, quisiera no olvidar
nada de mi pasado, recogerlo todo, guardarlo bien dentro de mí,
para que me sirva y sirva a otros.

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La lluvia, el sol, la tierra, las estrellas, el viento, todo hace


que en estas épocas, en invierno, algo esté germinando con ayuda de
manos y sin ellas, se está gestando una nueva primavera que surgirá
rebosante dentro de poco… traerá nuevas cosas, nuevas alegrías,
nuevas penas, pero movimiento siempre, vida siempre, cambio,
calma y tensión se irán interponiendo poco a poco… andando.
Lo dejo, voy a aprovechar para estar con J., luego tengo que
preparar algunas cosas. Quiero vivir plenamente estas últimas
horas, siempre en silencio, pero no por ello menos intensas.
Volveré.
Nada más

Esta extraña tarde desde mi ventana


trae la brisa vieja de por la mañana.
No hay nada aquí
sólo unos días que se prestan a pasar
sólo una tarde en que se puede respirar
un diminuto instante inmenso en el vivir
después mirar la realidad
y nada más
y nada más.
Ahora me parece que hubiera vivido
un caudal de siglos por viejos caminos.
No hay nada aquí
sólo unos días que se prestan a pasar
sólo una tarde en que se puede respirar
un diminuto instante inmenso en el vivir
después mirar la realidad
y nada más
y nada más.

(Silvio Rodríguez)

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Capítulo 6

HE PENSADO TANTO EN TI, MI PEQUEÑO


(México, 1980‑1982)

En México, Yoyes inicia una nueva vida. Buen símbolo de ello es su cambio
de nombre; abandona el de Yoyes, mostrado siempre como alias por la
policía, y se hace llamar Nekane (Dolores, en euskera), nombre por el que
la conocerán todas sus nuevas amistades e incluso al cabo de los años su
hijo. Yoyes, la nueva Nekane, está decidida a dejar atrás su pasado y a
dirigir su vida por otros derroteros. La salida de Euskadi Norte le supone
una fuerte liberación personal y las nuevas condiciones de vida le permiten
volver a saborear el goce de las cosas más cotidianas y simples.
Yoyes fue la primera refugiada procedente de ETA-Militar que
viajó a México. La organización intentó nombrarla responsable de los
futuros refugiados que iban a ser enviados a Latinoamérica, pero ella
se negó. No quiso tomar sobre sí esa responsabilidad porque ya no
se sentía miembro de ETA. Así, cuando en la primavera de 1980 una
delegación de parlamentarios de Herri Batasuna visitó México con el
objeto de obtener garantías para los refugiados por parte del Gobierno
de López Portillo, ella no mantuvo ningún contacto con ellos, a pesar de
que a nivel personal le hubiera encantado verse con alguno. Al cabo
de los meses consiguió la legalización de su estancia en México como
estudiante, mientras el resto de los refugiados gozaba de un estatuto
especial concedido por el presidente López Portillo.
A poco de llegar, Yoyes preparó un examen de selectividad
para entrar en la Universidad Autónoma Metropolitana. Al principio
dudó entre estudiar Literatura, que fue siempre una de sus pasiones, o
Sociología, que le había atraído también desde años atrás. Finalmente

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optó por la Sociología, en la que buscaba especialmente la posibilidad


de profundizar en el estudio de los conceptos marxistas, para revisar
las tesis empleadas en sus años de actividad política. De esta mane-
ra, en abril de 1980 inicia el primero de los doce trimestres de que
consta la carrera. Desde marzo tenía un empleo de media jornada en
las Naciones Unidas; se encargaba de la adaptación, composición
y corrección de la revista Foro del desarrollo para los países de habla
hispana, a partir del modelo inglés.
En junio, Yoyes alquila un piso con un compañero, también re-
fugiado, en la calle Melchor Ocampo, esquina Río Mississipi, en una
buena zona de México D.F. De todas maneras, la vida en la capital es
atosigante y aprovecha los fines de semana para escapar y conocer
nuevos lugares. Visita con frecuencia la zona de Veracruz y en verano
pasa quince días en el estado de Morelia y alrededores.
Yoyes, aunque era consciente de la dificultad de integrarse en
un país tan distinto al suyo en cuanto a civilización y costumbres, se
había propuesto vivir su estancia en México aprovechando al máximo
las posibilidades que aquella tierra le ofrecía en cuanto a nuevos co-
nocimientos y experiencias. Así, poco a poco, se rodeará de amigos
mexicanos, entre quienes destacan Jorge Gutiérrez y Pedro Moctezuma,
profesores de la Universidad Autónoma, y Rocío Díazescobar, poetisa a
la que conoció como compañera de clase y con la que llegó a entablar
una amistad profunda.
Contactará también con feministas y, naturalmente, con vascos
residentes allá. Sus visitas al Centro Vasco no son muy frecuentes, pero
cuando va, aprovecha para visitar la hemeroteca y leer la prensa proce-
dente del País Vasco. Su voluntad de integración en el nuevo país no le
impide echar de menos su tierra y, muy especialmente, a su familia. La
correspondencia, sobre todo con las hermanas, es constante y en sus
cartas deja ver siempre el intento, a veces dificultado por la distancia,
de seguir la evolución de sus vidas, y la necesidad de calor familiar,
del que consiguen aportarle un poco sus hermanas M.ª Asun, Isa y
Glori en las visitas que le harán en diferentes épocas.

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Las noticias procedentes de Euskadi no siempre son buenas. Así


en noviembre de 1980 se entera de que la policía ha detenido a su
hermano Jose y a su compañera y de que han torturado brutalmente al
primero. Otro hecho va a afectarla en las mismas fechas: en Caracas
son asesinados Jokin Etxeberria y Esperanza Arana, próximos a los
círculos de refugiados vascos. Esto hará que los refugiados en México
mantengan una entrevista con el presidente López Portillo, con el objeto
de solicitarle garantías. Yoyes, aunque fue invitada a dicha entrevista,
no asistió.
Entre 1980 y 1981, la policía implica a Yoyes en varios aten-
tados realizados en España, incluso algún medio de prensa publicó
que se la había visto pasear por la calle Colón de Madrid. No que-
daba claro qué objetivo podían tener estas informaciones totalmente
falsas, pues por otra parte, Yoyes estuvo controlada y vigilada por la
policía mexicana, con mayor o menor intensidad, a lo largo de toda
su estancia en aquel país. Así, en agosto de 1981, empezó a sentir-
se seguida por policías mexicanos y españoles, según ella. Al poco
tiempo, se entera por la prensa de que se prepara un viaje oficial a
México del presidente del Gobierno español, Leopoldo Calvo Sotelo.
Yoyes, que en aquel momento estaba acompañada por su hermana
Isa, decide salir de casa hasta que el ambiente se calme. Pasan una
semana en casa de una amiga, Aurora, hija de republicanos españo-
les exiliados y al volver, una vez finalizada la visita de Calvo Sotelo,
se encuentran con que la policía había estado en el piso y había
detenido a quienes se encontraban allí, a uno de los cuales expulsó
del país. Al parecer, con estas detenciones el Gobierno mexicano
quería demostrar al español que no aceptaba la presencia oficial de
refugiados en su territorio.
Cada vez que algún alto cargo español visitaba México, la
policía intensificaba su vigilancia sobre Yoyes. Una de las modalida-
des empleadas eran las llamadas telefónicas constantes y anónimas;
al descolgar el teléfono nadie contestaba. El objeto de estas llamadas
era sin duda el asegurarse que ella seguía haciendo vida normal.

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Este verano de 1981, Yoyes deja el piso que compartía con


un refugiado y se traslada a la zona de Tasqueña, dentro de México
D.F. Va a vivir con su compañero Juanjo, que habiendo solicitado
excedencia en el trabajo, se traslada a México, donde permanecerá
hasta el otoño de 1983.
En diciembre de 1981 viajan juntos a Cancún, zona maya, en el
sur de México. Yoyes va aprobando con muy buenas notas los trimestres
de la carrera. Continúa también con su trabajo en las Naciones Unidas.
Con su compañero al lado, al ver que ya no es excesivamente vigilada
por la policía y que goza de un modo de vida estable, a principios de
1982 decide cumplir un deseo pendiente: ser madre.
La vida de refugiada estaba marcada por la constante presencia
de la muerte, tanto de compañeros como de enemigos políticos. Por eso,
tener un hijo supone para ella salir del cerco de la muerte y empezar
a valorar la vida con mayor fe.
Yoyes vive su embarazo con una intensidad tremenda. Se cuida
mucho físicamente –al saberse embarazada deja automáticamente de
fumar–, lee libros sobre puericultura y realiza un cursillo de preparación al
parto. Prepara con mimo todos los detalles para el niño o la niña que vaya
a llegar –ropas, cuna, etc.– en lo que le ayuda, a pesar de la distancia, la
familia. La correspondencia que en esta época mantiene con sus hermanas
gira casi exclusivamente sobre el acontecimiento: cuenta con detalle las
visitas a la ginecóloga, los movimientos del feto dentro del vientre, las
nuevas sensaciones, y la gran ilusión, en fin, por sentirse creadora de
vida. Piensa también sobre el nombre a poner a quien vaya a nacer y
en una carta a su hermana Gema dice que si es niña le gustarían Lierni,
una ermita del Goierri a la que acudía en peregrinación con el aitona,
o Larraitz, la ermita al pie del Txindoki. En alguna otra ocasión habló de
que le gustaría Goitine, el nombre de la casa de Ordizia.
En las cartas expresa también el deseo de que alguna de sus
hermanas pueda acompañarla en su nuevo estado, y así Glori se
traslada a México en agosto de 1982, donde permanecerá hasta
febrero de 1983.

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Yoyes vive el cuidado de todos estos aspectos prácticos con una


actitud “militante” que reivindica la importancia de vivir la maternidad
conscientemente y el deseo de hacer partícipe de ella a su entorno.
Así, en una carta dirigida a Isa, se lamenta de lo poco que han escrito
las mujeres sobre ello:

¿Cuántas escritoras han hablado de sus embarazos, si hasta la palabra


tiene una connotación de algo molesto? ¿Has visto alguna vez un diario
de un embarazo? Ésta siempre es una historia cortita en mujeres que
hablan de ellas mismas, incluso de sus sentimientos, hacia el exterior.
Se quedó embarazada y tuvo un niño o una niña; como si fuera tan
sencillo… Y las mujeres que viven recluidas en sus “cárceles” hablan
mucho de sus experiencias, pero sólo entre ellas y con la coletilla de
que hablan “cosas de mujeres”, “tonterías” que no tienen ninguna im-
portancia. Claro, las grandes decisiones políticas, científicas, literarias,
etc. no las toman nunca las mujeres, y menos las mujeres embarazadas.
¡Qué diferentes serían esas decisiones si las tomasen ellas! Siempre
que hubiera una aceptación de lo íntimamente vivido, claro, porque lo
que generalmente pasa es lo contrario […].

Durante el embarazo, Yoyes pudo continuar con su trabajo y


estudios; en esta época y para cumplir el servicio social, participó en
un estudio sobre los movimientos sociales. Con su panza creciente va
de un lado para otro, con el único hándicap de los mareos que le
producen el calor y el ambiente cargado, unidos a su estado.
A la hora de dar a luz no tuvo suerte. Ella deseaba seguir todo
el proceso paso a paso, consciente, pero lo consiguió sólo en parte.
Desde el inicio de las contracciones hasta el alumbramiento transcu-
rrieron sesenta horas. Tuvieron que practicarle la cesárea, aplicándole
para ello anestesia local. Así, el miércoles 3 de noviembre, a las 5.15
de la tarde, nació un niño al que se le impondría el nombre de Akaitz,
monte y riachuelo de Ataun, en la sierra de Aralar.
Yoyes, convencida de que tanto el padre como la madre, indi-
vidualmente, deben ser capaces de dar una seguridad afectiva y una

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estabilidad sicológica al niño, implica a su compañero totalmente en


el cuidado del hijo, al igual que lo había hecho en todo el proceso
del embarazo y el alumbramiento. A la vez no deja de tener presente
la contradicción entre la estructura familiar y la independencia de la
pareja. Se plantea repetidamente la necesidad de preservar la libertad
personal y, sobre todo, de no abandonar de ninguna manera otros
aspectos de la vida, a pesar de ser madre. Ella, que tiene por modelos
intelectuales a Virginia Woolf y Simone de Beauvoir, tiene presente
siempre la necesidad de cultivar la vida propia y trata de enmarcar la
maternidad también dentro de este contexto.
De nuevo volvemos a los cuadernos de Yoyes, para recorrer su
vida en México, desde la llegada a aquel país, hasta su maternidad.

28-1-80
Y estoy en México. ¿Quién lo hubiera dicho hace unos meses? Des-
pués de 14 horas de avión he llegado en una mañana fría y oscura, he
tomado un baño y después he intentado dormir, pero no he podido.
Estaba contenta por andar en avión, al tanto de todas las subidas y
bajadas, de todas las maniobras, pero al verme en una ciudad tan
grande y desconocida me he asustado, estoy algo nerviosa, de nuevo
todos los obstáculos que me quedan me parecen insalvables.
Voy a escribir a J. y a los de casa, tendré que contar que he
llegado bien.
El señor que me ha venido a buscar ha preguntado al taxista
antes de entrar cuánto le iba a cobrar, será por los sablazos que
meten. Me preocupa un montón lo del cambio de la hora, estoy
todo el tiempo preguntándome qué hora será aquí y allí.

29-1-80
Ayer me interrumpió el viejillo, habla sin parar, historias o lo que sea,
cosas de las que no sé nada. Esta mañana me ha cogido llorando a las

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6.30 cuando escribía a J. Se acaba de ir, pero temo que vuelva. Necesito
llorar porque ello me libera del reseco nasal, bucal, etc. que tengo, y
hace que funcionen las glándulas que segregan la mucosa, pero si no
me dejan sola, será imposible, la altura me está dando buen trabajo.
Ahora todo mi problema es cómo me libero de este señor
para poder salir y ver algo, o para simplemente pensar y hacer lo
que considere necesario para empezar a andar.
Tengo que hablar con los dos tíos. Cuestiones a hablar: situa-
ción mía en Euskadi Norte, documentación, trabajo, estudio, viaje
de los parlamentarios, una dirección virgen a la que me manden.
Tengo un poco de miedo a ir sola por la ciudad, pero es mucho
mejor que lo haga, mientras vaya con otros no aprendo nada, y ade-
más esta gente no tiene tiempo de andar haciendo de cicerone.
Aunque sólo haga ir hasta Correos y volver, hoy tengo
que intentarlo. Es miedo a lo desconocido que sólo desaparecerá
andando, espero que no me peguen sablazos y haga el pato. En
estas horas maldigo con todas las fuerzas del mundo a la sociedad
machista; si hubiera sido hombre, todo esto se hubiera reducido
a la mitad, o menos. Ser mujer libre supone superar miedos, an-
gustias y temores que nunca acaban, que se reproducen ante cada
nueva situación, es siempre un recomenzar, defendiéndose de las
agresiones de todo tipo que una pueda sufrir, desde el rollo del viejo
hasta el miedo, en mi caso, de un atentado político, y en medio un
abanico inmenso de cosas.
Tengo que hacer un sitio en un ambiente en el que hasta aho-
ra no soy nada, en un ambiente que me es desconocido, del que no
conozco las reglas de juego, del teatro que es esta vida, yo intentaré
ser lo más fiel posible a mí misma, y actuar en consecuencia, pero
indudablemente tendrá que haber una cierta adaptación al medio.
Es increíble la dimensión que abarca “la angustia de recomenzar”,
cuando has conseguido que en un determinado ambiente se te
acepte y reconozca y por lo tanto te sientes segura, se producen
los momentos más felices, de aportación, de seguridad, pero lo

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lamentable es que esto no vale cuando hay corte total de ambiente


o simplemente cuando se conoce nueva gente. Está la ventaja de
saber que otras veces lo has conseguido, en cierta medida claro,
aunque siempre satisfactoria, pero nada más; el trabajo es el mismo,
por lo menos para mí, y supongo que para mucha gente, sobre todo
mujeres. Tengo miedo hasta de sonrojarme por alguna tontería.

30-1-80
Como me esperaba, en cuanto hablé de salir, me dijo el viejillo que
me acompañaba; tuve que esperar hasta las 12.30 y luego seguirle en
sus pequeños pasos y escuchar su rollo, me invitó a comer, le pedí
ir a Correos, me decía que sí, pero ni se movía, al final me encontré
en un metro, siguiéndole a él, ¡puf!, había olvidado la cartera en el
bar y vuelta otra vez, más despacio porque estaba más cansado; a
las 5.30 me encontré en la puerta de casa, y en un arrebato de rabia,
pero contenida, dije nuevamente que me iba a dar una vuelta, el
viejillo me dijo que no, que podíamos seguir de conversación, sentí
un temblor de ira y dije que no.
Me parece que en este país son todos unos mentirosos, no
saben decir que no, pero hacen lo que quieren sin hacer caso para
nada del vecino. Cuando volvía hacia las 8.30, estaban todos pre-
ocupados y alborotados, me costó encontrar la casa en el barrio.
Fui al centro, compré mapas, y me puse a andar hacia la
dirección de Correos, pregunté varias veces el camino, me indi-
caban la dirección, pero no daban explicaciones, al final encontré
un montón de grandes edificios, de los que podía ser cualquiera,
pregunté a una señora de unos 40 años que me explicó algo más.
Me dirijo a una taquilla con 1.000 pesos y me dicen que no tienen
cambios, a otra que tampoco, salgo a la calle, voy a un banco y le
pregunto a un agente que estaba al lado de un señor; éste empieza a
sacar billetes y dice que no tiene todo, me largo diciendo que éste es
un país de locos, entro en una librería, salgo, voy a otra y me dirijo

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a la chica de la caja, le explico lo que me pasa y al final me da los


cambios, vuelvo a Correos y por fin puedo echar las cartas, pero
temo que no lleguen porque no llevan dinero encima…
[…]
Allí después de esperar un montón de tiempo me dan una ca-
bina y me dicen que han preguntado en el número 273251 y contestan
que no quieren comunicar porque es 51, no entiendo nada, sospecho
que hay gato encerrado y corto, salgo sin preguntar siquiera el precio.
El tipo de la librería no sabía leer el mapa. El único detalle bonito que
me ocurrió fue en el metro; veníamos el viejo y yo de pie, un chaval
muy guapín me miraba, otro detrás se me pegaba como una lapa, se
levanta el primero y se dirige a mí ofreciéndome el asiento. Me pare-
ció que me miraban mucho, esto no está en absoluto europeizado.

2-2-80
De todas formas estoy mejor que los días pasados. Empiezo a no
sentir la altura, y duermo mejor.
Anteayer a la noche vimos a Silvio Rodríguez y a la Nueva
Trova Cubana con Pablo Milanés también, éste dulce aunque con
mucho acompañamiento y Silvio encantador, sólo con una guitarra,
más sobrio, pero profundo como no hay otro, maravilloso, no hu-
biera soñado con verle actuar en directo, este último verano cuando
escuchaba sus discos, ensimismada, envuelta en su profundidad
para pensar, relajarme o llorar, y sin embargo he tenido la gran
suerte de verlos, y ha llegado casi solo.
Hoy hemos comido mucha gente oyendo tangos de Carlos
Gardel, de otro y mi casete de Silvio Rodríguez. Resulta que les
encantan, importante coincidencia ésta, yo estaba casi emocionada,
todo el tiempo con carne de gallina, tan lejos de donde acostum-
braba, pero más cerca de su nacimiento, del lugar de su creación,
oía las canciones tantas veces escuchadas, tantas veces saboreadas
y adoradas. Gran poder de evocación el de la música.

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Mañana saldremos hacia la playa, volveremos el día 5, mar-


tes; esto son verdaderas vacaciones, sobre todo si hace bueno, pero
yo estoy inquieta por poder empezar a hacer algo, aunque intento
tomármelo con calma, claro.
Poco a poco empiezo a captar el ambiente, a conocer la ciudad
y ya no es la misma impresión de las primeras horas, creo que hay
toda una rica cultura a estudiar y lo haré según vayan pasando los
días, y ello me sea posible. He visto edificios extraordinarios, en esta
ciudad se mezcla lo anterior a la colonización, lo colonial español,
la influencia francesa y lo moderno.

5-2-80
Hemos vuelto de la playa, es un viaje pesado, pero ha sido agradable,
he conocido nueva gente, nos quedamos a hablar por la noche delante
de un fuego, he conocido el trópico con toda su vegetación rebosante,
he visto una noche de estrellas que cogía la mitad de la esfera terrestre,
una bóveda completa, ¡impresionante!, he visto muchos indios, sus
pobres casas, sus bonitos vestidos muchas de las veces, he paseado
sola por una larga playa unas tres horas casi con ganas de cantar y
de saltar (me encontré que venía de frente un indio viejillo, se me
acerca, se quita el sombrero en un saludo y me dice: “Suerte señorita,
yo me encontré la Virgen y usted a San José, muy linda, muy linda”).
He empezado a leer el libro de Ulrike Meinhof que me regalaron las
dos A., y me ha producido una profunda impresión, ¡qué claridad en
los escritos de esta mujer!, es horrible que una mujer como ella haya
desaparecido y tan pronto. ¡Cómo se hace querer!, por su amplitud,
su comprensión de las cosas y gran respeto.

10-2-80
Hoy llega el grupo de parlamentarios, no veré a ninguno, tengo que
arreglar primero mi situación aquí porque querría quedarme, claro.

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YOYES DESDE SU VENTANA

En cuanto todo ese lío se pase, veremos lo que voy a hacer yo, parece
que hay buenas perspectivas, ya veremos sobre la marcha.
Es impresionante cómo me siento libre de movimientos en
este país, salgo continuamente saboreando todo lo posible la suerte
de andar por la calle tranquilamente; es curioso, me he dado cuenta
de que lo que el primer día de salida interpreté como petición de
“pasta”, no es tal, la gente es antipática, pero hospitalaria en ge-
neral, no es que esperen nada, es que no les da la gana de prestar
atención al de su lado, incluso en las tiendas, donde parece que el
interés de vender puede primar sobre otras cosas, es igual, ponen
unas caras tan enigmáticas y escépticas que dan ganas siempre de
darse la vuelta. ¿Por qué esas caras?

14-2-80
Se han ido los parlamentarios: Monzón, Ortzi, Castells, Brouard y
Urbiola. No les veo. El Gobierno de López Portillo dice, oficiosa-
mente, que aceptará refugiados vascos. No tengo ninguna noticia
de allí, de J., ¡cuánto me gustaría!

20-2-80
Ayer he visto algo terrible, una indita (como dicen aquí) lloraba mien-
tras le arrastraban para hacerle bajar en unas escaleras automáticas
y se negaba a ello con todas sus fuerzas, debía de pensar que por allí
desaparecía la gente, porque ni se acercaba para ver el final. Pensé
que si yo me siento muchas veces perdida en esta ciudad monstruo,
hay otros que lo pasan peor y sentí una gran lástima. […]

24-2-80
Cada día me parece que esto de los papeles se complica un poco más,
estoy desanimada, no sé qué hacer, las noticias de allí son horrorosas,

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deben de estar pasándolo muy mal y yo aquí muchas veces casi des-
esperada porque no veo cómo lograr estudiar y tener papeles.
Hoy he paseado sola, he estado en el Museo de Antropolo-
gía casi todo el día, lo encontré extraordinario, por toda la “vida”
que hay en él, por conocer lo que ha habido en estas tierras en los
años pasados, me he quedado con las ganas, pero al final estaba
agotada.
Ayer estuve con Aurora en Cuernavaca, es una ciudad muy
bonita, hablé mucho con ella, es muy maja, creo que puede ayudar-
me, pero no sé si le doy la suficiente confianza, si fuera más abierta
quizás sería más sencillo, pero muchas veces, al haber sido tan
complicada mi vida, no sé lo que debo decir y cómo actuar porque
todo me es desconocido, normalmente me dejo llevar por lo que me
sale, pero no sé, ¡ojalá pudiera ayudarme!, ¡ojalá lo quisiera!
Ahora el problema más gordo es que me piden los certifica-
dos de estudios, legalizados en el Consulado de México en Madrid,
y además de tenerlos aquí están sin pasar por el Consulado, las
inscripciones se van a cerrar pronto y tengo que hacerlo antes con
alguien de confianza, no puedo fiarme del correo, un verdadero
lío. Necesito ayuda urgentemente y no veo cómo, necesito que me
ayuden, espero no olvidar nunca todo lo que estoy pasando por si
algún día yo puedo ayudar a otros y dudo en dedicarme lo suficiente.
Lo necesito tanto, ¿qué podría hacer?
Llevo casi un mes fuera de Euskadi y me siento ya algo di-
ferente, creo que estoy aprendiendo a diferenciar mejor lo esencial
de lo superfluo en la lucha, sí, tengo la impresión de que podría
aprender muchas cosas, entre estudios de Sociología y la proximi-
dad de las luchas de América Latina, con una inmensa riqueza y
experiencia, serían estos años fructíferos, pero tendría que conse-
guir papeles y convencerme bien de ello para no estar con un pie
aquí y otro en Euskadi todo el tiempo, sin olvidar que aquello es
el objetivo fundamental. Tengo que situarme aquí, porque de lo
contrario es mejor que me vuelva.

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Estoy leyendo la historia de la Revolución mexicana, me


interesa muchísimo todo lo relacionado con la historia de este
país porque creo que puede ayudarme mucho a comprenderlo y
situarme mejor en el ambiente, como decía. He andado bastante
en la ciudad y empieza a hacérseme algo más familiar a pesar de lo
monstruo y grande que es en este momento.

8-3-80
Recuerdo tantas veces aquella frase de mi diario: “Nos vendrá bien
a los dos esta separación”, y no, no, no, mil veces no, me duele
recordar que pude pensar así, no se puede separar a la gente que
se quiere, es un desgarrarse vivo. ¡Cómo pude escribir en mi diario
verde una cosa tan fría!
He pasado un día bueno, sobre todo la mañana; después de
escribir lo anterior y ver que me bajaba ya la temperatura me he
levantado, enseguida he salido a andar, como a la media hora he
notado que me bajaba la regla, ha sido estupendo pero de nuevo
siento la angustia de los días pasados, ¿qué estará pasando el aita?,
¿por qué en la clínica?, nunca había oído que tuviera algo en la
vejiga, ¿cómo estarán en casa con ese asunto?
Me acabo de librar por chiripa de una muy desagradable
reunión social, no aguanto muy fácilmente los rollos esos y desde
luego, de divertirme nada, nada, lo encuentro todo muy vacío entre
conversaciones que me interesan bien poco o nada.
No estoy bien, con lo a gusto que hubiera estado con otras
gentes en este mismo lugar, entre montes tan bellos con el fuego
afuera, pero nada, me gusta estar con los de casa, pero cuando es-
tamos solos. Y es que ellos pueden entender algo. No me centro del
todo, está clarísimo, o me centro muy poco, estoy en otros lugares,
mi mente no puede estar quieta, es inútil, vuela sin cesar hacia un
lugar de la tierra en el que miles de fuerzas liberadoras brotan y
luchan por brotar y desarrollarse, hacia una cocina, hacia una cel-

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da horrible… hacia un bello pisito, vuela y vuela sin cesar y para


colmo lo que muchas veces tengo delante no es nada interesante,
muy lejos de atraer mi interés por mucho tiempo.

3-4-80
Estoy mejor porque he hablado con los de casa, son estupendos
para este tipo de cosas, hemos hablado de ello, de mi vacío, y me
he aliviado.
Hoy he visto por fin a los mariachis de Garibaldi, nos ha lleva-
do R. y creo que por mí, pero no ha dicho nada, les ha hecho cantar
a un grupo de norteños, de su tierra. He recordado mucho a X. en
la plaza y lo imaginaba cantando y moviéndose con ellos, hablando
y bromeando o riendo más contento que un niño de mi tiempo con
zapatos nuevos, era él quien me hablaba de ir a verlos.
Estoy leyendo El laberinto de la soledad de Octavio Paz, si lo
hubiera leído al principio de llegar me hubiese evitado unos cuantos
quebraderos de cabeza, es muy agudo y penetrante, trata de explicar
la idiosincrasia y el carácter de los mexicanos, ¡me encanta!

10-4-80
Después de hablar con las chicas he terminado de leer Posdata de
Octavio Paz. He estado tranquila y relajada, me encanta aprender
cada día un poco más sobre esta América que se ha quedado en la
periferia del mundo “moderno”, pero trata de entroncar con sus
raíces para poder florecer, al margen de otras culturas y civilizacio-
nes, por lo menos sin que éstas la ahoguen. Quisiera comprender
a este enigmático país antes de dejarlo. Desde luego está claro que
los planteamientos de tipo revolucionario de allí no sirven aquí, y
viceversa, son situaciones incomparables aunque por encima de
todos esté el Imperialismo, antes español y ahora yankee y para
nosotros los dos.

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Sigo con una gran ilusión por aprender y a veces, de dema-


siado bonito que es, me parece irreal, como si fuera un privilegio
demasiado grande para mí. Sobre todo quiero aprender a redactar,
a ordenar bien las ideas en el papel, a utilizar fichas, hacer trabajos,
desarrollar ordenadamente los puntos de las rápidas síntesis que
hago, etc. A saber deshilvanar y desmembrar bien cada uno de ellos
sin saltarme continuamente pasos de razonamiento… no sé, soy
demasiado parca y rígida en las explicaciones y me cuesta desen-
trañar lo que yo considero esencial y sustancial, sin pasarme en las
formas, tengo que buscar formas porque son parte del contenido,
no despreciar el ejercicio memorístico, además del de comprensión
y asimilación, y como consecuencia de estas últimas; para que el
aprendizaje sea más completo y transmisible.
Está claro que la persona es un ser social, que no se puede
estudiar ni comprender fuera del contexto que vive y ha vivido, no
existe más que como miembro de un grupo social determinado y
está completamente desarrollado por él. Son estas condiciones, el
contexto, el grupo, lo que me interesa conocer bien para conocer a la
persona, para poder participar en un cambio positivo de ese conglo-
merado que hoy en abstracto llamamos sociedad. Son los estudios de
Sociología los que pueden ayudarme y eso es hoy una gran ilusión,
que sin olvidar otras, toma prioridad en mi vida mexicana.

16-4-80
Cuál no ha sido mi sorpresa al levantarme esta mañana, con los ojos
hinchados y cansada como si hubiera recibido una fuerte paliza, y
ver en el periódico que ayer ha muerto Sartre en París, se muere el
maestro que me ayudó a comprender y conocer mi angustia y el valor
de “hacer”, “actuar”, en un ataque furibundo mío, cuando nadie lo
esperaba; queda Simone de Beauvoir que para mí es más importante,
pero, sobre todo, queda la angustia, desesperanza, la náusea contra
la que él combatió y tantos combatimos cuando podemos.

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Me asusta la idea de no poder resolver los papeles y tener


que volver sin haber hecho nada concreto, también la idea de volver
ahora. Me asusta todo.
De todas formas, hoy estoy más tranquila, pensando en que a
pesar de los pesares tendré que seguir intentándolo, sin rendirme ahora.
Además, el problema no tiene nada que ver con mi vida anterior, es
cuestión burocrática de sellos en cosas completamente normales.

4-8-80
Llueve como casi todas las tardes mexicanas de verano.
Quisiera atrapar el tiempo en mis manos para que no se fuera
en los días que a mi pesar pasan y siguen su curso. […]
He descubierto uno de los problemas de muchas mujeres
de la clase media. Sin barrer en absoluto la escala de valores bur-
guesa, los convencionalismos y normas “socialmente” aceptados,
tratan de aceptar en una posición “liberal” y “progre”, los nuevos
valores. A los primeros superponen los segundos, que quedan en
la superficie, es suficiente rascar un poco para darse cuenta de que
no hay un fondo, un cambio profundo y auténtico en el interior de
estas gentes, pero ello les origina grandes conflictos y problemas
en los que se ven enredadas irremisiblemente.
Sus maridos cargan casi siempre en ellas sus contradicciones
y problemas, y ellas, con la capacidad que las mujeres tenemos de
sentirnos culpables, sin serlo, lo aceptan así. “Hemos roto con el
destino que se nos marcaba y señalaba por lo que somos dignas de
castigo…”, “malas mujeres” no es nada difícil sentirlo así, miles de
años y mitos de anulación pesan sobre nuestras cabezas.

23-8-80
Hemos salido para el fin de semana del Distrito Federal, es la des-
pedida, J. se va el día 27. Después de 6 horas de autobús, llegamos a

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Morelia, capital del estado de Michoacán, ciudad colonial que nos


encantó, pero tuvimos algún problema para encontrar alojamiento,
todo nos parecía demasiado caro, y dejándonos guiar por una guía
francesa desembocamos en una posada en la que a la 1.30 de la
madrugada escribo estas líneas porque me es imposible dormir.
Un cuarto del s. xvi, con una altura enorme, una cama vieja que se
hunde completamente allá donde uno se apoya mínimamente, un
colchón desnudo de espuma que no queda cubierto por la sábana
bajera, demasiado corta, agujeros en las paredes, una puerta des-
tartalada enfrente de la cama y para colmo se les ha ocurrido cons-
truir water y lavabo con una ducha que dirige el agua hacia los dos
primeros, que están sucios pero sobre todo echan un olor a desagüe
insoportable. Hace calor aunque acaba de caer una tormenta, no se
puede abrir por ningún lado para que entre el fresco, me ha picado
un mosquito, me pica la cabeza y todo el cuerpo.
Me siento horrible, se oyen voces fuera todo el tiempo, he
dormido ligeramente un rato al principio, la lluvia aumenta y con
ella el ruido al caer en la puerta, quizás así logre entrar un poco el
fresco… he visto otro mosquito, si apago la luz seré su víctima,
seguro, huele a orines, a mierda…
Yo quería estar bien descansada para la partida de J., quería
estar fuerte y tranquila, pero a este paso… no sé, no sé…
De todas formas, creo que hoy he aprendido una cosa y es que
a pesar de ideologías o buenas voluntades, yo no puedo adaptarme
a vivir como la gente pobre de este país, son condiciones inaguan-
tables para mí, me siento transportada de siglo y de planeta, tengo
que administrar de diferente manera el poco dinero que tenga en
cada caso, hay necesidades primarias diferentes entre ellos y yo.
Espero no volver a cometer el error de hoy en el tiempo en que esté
en este país, en que tendré muchas oportunidades de hacerlo si me
dejo llevar por esa clase de cosas.
A J. le duele la cabeza, no le dejo dormir, coches que entran y
salen, voces de nuevo, hablan a gritos… y ya no se puede hacer nada

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sino esperar a que amanezca, estamos como encerrados, llueve a cán-


taros, es muy tarde para tratar de buscar un hotel más civilizado, sólo
nos queda esperar en este lugar inmundo, el cuarto tiene más de alto
que de ancho, piso de cemento, techo de maderas atravesadas… un
cuadro, vamos. Se me tapona la nariz, también me pasó esto hace unos
días a la noche, lo pasé muy mal en una cena, a causa de un español y
un mexicano que nos provocaban, cuando salí lloraba de lo mal que
me sentía y me costó mucho dormir porque no podía respirar.

27-8-80
Terminó mejor el viaje, ayer domingo llegamos a México a la noche,
vimos Patscuaro, con su lago y sus islas tan preciosas, las gentes no
hablaban español, y los mercados eran preciosos, dormimos en un
hotel limpio que nos pareció la gloria después de lo del día anterior,
y hasta nos hicimos fotos.
Antes, las despedidas tenían la compensación de que me
esperaba una tarea importante; si renunciaba a estar más tiempo
con él, todo el que deseaba, era porque me reclamaba algo que tie-
ne mucho valor: la lucha de un pueblo. Hoy, sin embargo, eso ha
desaparecido, no me sirven las pocas razones que logro encontrar
para estar separada de él, son muy pequeñas frente a lo inmenso
del deseo de estar juntos, frente al terrible sufrimiento de esta
separación, ya no hay nada tan importante en mi vida como para
calmarme y él empieza a ser piedra fundamental de un equilibrio
recientemente recogido, readquirido.

31-8-80
Me tranquilizó un poco la idea de un posible corte con ataques in-
cluidos, estilo burgués, pero no creo que era simplemente eso, una
idea que me tranquilizara, no me veo haciendo nada de eso, no sería
yo, aunque el dolor pueda hacer estragos, ¡es una barbaridad!

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También me han hecho daño los follones que ha habido en


el grupo de los que vivimos, y entre los mismos del grupo de los
refugiados, a mí me toca todo de rebote, pero no me salvo de los
ataques ni de tener que opinar. Me hubiera gustado no meterme
para nada en este conflicto, pero no podía escaparme. El compor-
tamiento humano es de lo más extraño, los mecanismos mentales
sólo buscan defendernos del exterior, justificarnos en nuestras
debilidades. Nos falta casi siempre visión del conjunto, la realidad
exterior se nos escapa, la deformamos a niveles bestiales.
Me duele encontrar frío a Tomás P., no me habla como antes;
después de tantos años de amistad, es duro perder su confianza,
en circunstancias como estas que vivimos se producen los piques
más tontos, los enfrentamientos menos lógicos y racionales. Los
del comité han sufrido una gran decepción, pensaban que los re-
fugiados eran diferentes, como si entre nosotros hubieran dejado
de existir las características propias del hombre y de la mujer de
hoy en día. Nos habían idealizado tremendamente y ahora viene
el desengaño. Por otra parte, la gente venida piensa que el comité
no hace lo suficiente, que ellos viven como Dios, y nos quieren
mandar a nosotros a arrastrarnos por la vida. Algunos pensamos
que es el único que tenemos y lo necesitamos mismo si es chueco
y desastroso, o extraordinario y muy revolucionario. La cuestión
es que en cinco o seis meses se ha quemado, han quemado la casa
del D.F., y buscando soluciones, se encuentra la de llevar a los
nuevos a una pensión, cosa con la que los viejos de la casa no están
de acuerdo.

3-9-80
En este país es muy difícil relacionarse con los hombres, si una
demuestra la menor intención de hablar con alguien, el menor in-
terés, enseguida pensarán que está buscando “acueste”, entonces
sólo hay dos alternativas, o dices enseguida que no estás buscando

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ligue, con lo que el interlocutor se siente herido porque supongas


que él podía estarlo, o te expones a tener que justificar y explicar el
porqué de tus “no ganas” de ligar con el tipo en cuestión. Es difícil
encontrar hombres que vean a una mujer como persona completa,
con diferentes facultades y deseos a los que corresponder, que no
sean los específicamente sexuales. Es realmente denigrante que le
vean a una como “vaca”, para los que la ven así claro, les denigra,
les deja a la altura del barro. ¿Cómo no despreciarlos?
Me decían que aquí se utiliza el sexo en beneficio propio, en
busca de otras satisfacciones, y que muchas mujeres lo hacen así,
¿no será que los hombres piden a las mujeres acostarse con ellos
a cambio del más pequeño favor, y las mujeres, desvalorizadas y
embrutecidas como están, acceden?
La vestimenta tan incómoda que llevan aquí la mayoría de las
mujeres dice mucho de esta sociedad, es una sociedad sexista, pero
no en el sentido de que diferencia dos sexos, no hubiera sido tan
bestial, sino en el sentido de que hay un sexo que domina, oprime,
explota y se impone al otro, de manera descarada y brutal, en el
sentido común del término, en el que yo conozco.

5-9-80
Llueve a cántaros como se dice en mi pueblo, nunca en la vida
había visto llover como aquí, está terminando mi primer verano
en México, creo que no olvidaré fácilmente los veranos de esta
ciudad porque además y excepcionalmente, me gustan, son muy
diferentes a los de Euskalerria, todos, o casi todos los días, hay
un momento en que las nubes y el aire se cargan completamente,
la electricidad se siente mucho en el ambiente y una desea que
la lluvia, el desahogo de algo tenso y cargado, comience para
descargarse con ello. Así comienzan los relámpagos con sus in-
mensos truenos, todo retumba y el agua cae como a chorro, no
a gotas, luego son bellos los colores que toma el cielo y todo. El

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problema es que habrá gente que no tendrá tiempo de saborear


nada de esto, porque la angustia de que se le inunde la casita no
se lo permitirá. Es así como mis placeres pierden encanto a veces,
aunque realmente yo sí tengo la posibilidad de sentir que algo se
desgarra, se rompe, se descarga sobre la tierra, maravillas, agua, es
como si se produjera un parto en sonido, siempre la vida surgiendo
por doquier a pesar de los pesares, yo me dejo llevar por el olor,
por el sonido, por el agua y me siento dentro de algo, debe de ser
el globo terrestre con sus capas, y voy con los truenos y relám-
pagos a llorar, a llover, sobre esta tierra de dolores y amarguras,
de sufrimientos y tristezas. Ser realista no es ser pesimista, esto
es otra cosa. Sólo regándolas salen las flores y sólo luchando por
ellas y buscándolas logramos alegrías.

6-9-80
Estoy leyendo por fin Una habitación propia de Virginia, me ha
costado encontrarlo en castellano, pero ¡ya lo encontré!
“La historia de la oposición de los hombres a la emancipa-
ción de las mujeres es más interesante quizás que el relato de la
emancipación misma.
Durante siglos, las mujeres han sido espejos dotados del
mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre del
tamaño doble del natural.
Sería una lástima terrible que las mujeres escribieran como
los hombres, o se parecieran físicamente a los hombres porque dos
sexos son ya pocos, dada la variedad del mundo…
Es funesto ser un hombre o una mujer a secas… Alguna clase
de colaboración debe operarse en la mente entre las mujeres y el
hombre para que el arte de creación pueda realizarse.
…Me hicieron preguntarme si la mente tiene los dos sexos
del cuerpo y necesitan también estar unidos para alcanzar la satis-
facción y la felicidad completas.

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…En el cerebro del hombre predomina el hombre sobre


la mujer y en el cerebro de la mujer predomina la mujer sobre el
hombre.
Por delicioso que sea, el pasatiempo de medir es la más fútil
de las ocupaciones y el someterse a los decretos de los mediocres
la más servil de las actividades. Lo que importa es que escribáis
lo que deseáis escribir, y nadie puede decir si importará mucho
tiempo o unas horas.
Sólo se me ocurre decir, breve y prosaicamente, que es mucho
más importante ser una misma que cualquier otra cosa. No soñéis
con influenciar a otra gente, os diría, si supiera hacerlo vibrar con
exaltación.”
Es un libro con gran capacidad de comprender y captar la
realidad exterior, muy agudo, práctico; mientras no tengamos di-
nero, influencia y poder, estamos perdidas, el problema es material
y ambiental, es lo que viene a decir.
Pero ¿cómo llegar a tener esas condiciones? ¿Cómo lograr
el cambio y los objetivos? Hay que feminizar el mundo, prevalece
desde hace mucho la parte más masculina de los hombres por opo-
sición a la otra. No hay valores masculinos y femeninos absolutos
y separados, pero sí prioridad de unos u otros en un momento y
lugar determinados.
Encantadora la sensibilidad de esta mujer y su inteligencia
cuando pregona la no competitividad, en general, y la comprensión
entre las mujeres y la realidad.

8-9-80
Me apetece fumar y no sé ni qué, ya no me gustan los negros tan
fuertes y los rubios, pues no sé, no mucho. Sin embargo, me apetece
mucho. ¿Por qué tanta tristeza?
Ha empezado a llover, estoy lejos de todo lo querido, lo en-
trañable, de la comunicación, estoy lejos de mi tierra, de mi gente,

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sólo me quedo yo misma y me busco y me busco sin cesar para


cubrirme, para quererme más sin condiciones.
Tengo la tensión premenstrual o la pre-lo que sea, pero me
siento tensa, con sudor o con frío y sólo me queda llorar, llorar sin
hombro en el que apoyarme, lo que últimamente es bastante normal
[…]. Oigo la lluvia, los truenos, los relámpagos, a veces entra la luz,
y sin dejar de llover, pienso en aquellos años anteriores a los 17 y
18, en que como ahora me sentía que estaba sola frente al mundo,
pero tenía cosas que hacer en la vida, en él.
Que no digan después que estuve siempre apoyada y pro-
tegida, he luchado y me he desenvuelto sola casi siempre, y ahora
en este momento, después de sacar el trimestre con buenas notas,
encontrar y hacer el trabajo para ganarme el pan, encontrar la casa
en que vivimos, tuve que oír y aguantar desprecios.

16-9-80
Hemos celebrado el grito de la independencia de México en el
Centro Vasco, lo pasamos muy bien; después de la crisis habida
en el grupo nuestro, todo se siente superado o casi todo, y la ar-
monía es total entre nosotros, incluso recibí otra alegría: los p-m
vinieron a saludarme, recordando los tiempos en que nos cono-
cimos; no soy rencorosa y les hablé lo mejor que pude; además
ellos dieron el paso de acercarse a mi mesa y hay cosas que no se
deben recordar toda la vida. Yo prefiero llevarme bien con ellos,
incluso si supiera que tomaron parte muy activa en la campaña
de desprestigio.
–––––– . ––––––
Hoy empiezo un nuevo cuaderno desde mi estancia en México;
el rojito, fiel compañero de mi vida en estos ocho meses, ya no da
más, está completamente abarrotado de letras y contiene cosas
tan queridas y tan alegres y profundas que querría conservarlo

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siempre. También me doy cuenta de que tiene muchas limita-


ciones, hay muchas cosas que han sucedido y que he sentido que
no están recogidas en el cuaderno, es una pena, pero ha sido así,
espero mejorar en este tercer cuaderno, aunque no tengo la espe-
ranza de poder recogerlo todo; sería mucho pedir a mi tiempo, y
a mi actual capacidad de escritora, además hasta puede que fuera
demasiado aburrido.
El objetivo perseguido es conocerme, conocerme cada
día más, llegar al inconsciente y removerlo con mi conciencia,
conocerme para conocer, para aceptarme, para vivir conmigo
misma, para saber de mis reacciones y las ajenas. El objetivo es
también poder recordarme después de tener presente a lo largo
de mi vida una visión clara de lo que ha sido mi pasado y de lo
que es mi presente para construir en lo posible un futuro. Será
una “foto” a la que pueda volver en el transcurso de los años
y verme, y saber cómo sentía y cómo vivía a una determinada
edad. ¡Siento tanto no tener “fotos” de momentos pasados tan
importantes en mi vida!
Hoy es sábado, y después de una semana agotadora, escribo
en la cama por la mañana. Empiezo a estar más tranquila y la crisis
del mes pasado deja lugar a cierta serenidad mezclada quizás con
escepticismo: sólo puedo confiar en mis propias fuerzas, sólo puedo
esperar de mí misma y recibir con gusto lo que venga del exterior
sin ser esperado, pero no hacer proyectos en base a ello.
He visto por las cartas que me han escrito que la situa-
ción es tensa en Euskadi, las amenazas se extienden y quizás
el clima de terror, pero de nuevo se han oído voces que hablan
de negociación; sigo muy pendiente de aquello, pero ya no me
angustia tanto, he vuelto a centrarme, sé lo que tengo que hacer
ahora porque me servirá siempre, estudiar, aprovechando la
circunstancia de que los maestros son todos progresistas, incluso
marxistas, y dan a los temas el enfoque que yo he buscado desde
hace tiempo.

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22-10-80
El sábado pasado fuimos de fiesta y bailé mucho, nos gastamos
demasiado dinero para nuestras débiles economías, hemos decidido
no volver a ir a ese lugar y hacer fiestas de otro tipo, pero si bien
esto amarga la fiesta, yo lo pasé bien en el momento, bailé muy
animada con Cuauhtemoc, es un buen amigo de clase y me sentí
muy a gusto con él; al final yo estaba muy manga, y las preguntas
de la chica que dormía conmigo me hicieron llorar.
Hemos entrado fuerte al análisis de K. Marx, me encanta la
idea, me encantan las clases, me gustaría estudiar toda la vida, con-
tinuamente, es donde más a gusto estoy y donde me siento yo.
En redacción quiero hacer un trabajo sobre las sufragistas,
entiendo que sus luchas adelantan lo que serán las luchas feministas
de la segunda mitad del s. xx y quiero empezar por saber cómo fue
la lucha en sus inicios, formas utilizadas, razones, etc.

25-10-80
Ayer, día 24, viví mi primer temblor en México, un terremoto fuerte
que en Oaxaca ha causado 40 muertos. Me costó asimilar lo que
estaba pasando, de repente sentí que la silla de la escuela se movía,
luego era todo, las paredes, el maestro, y un ruido sordo se escu-
chaba en toda la sala; duró casi dos minutos, dicen que es mucho;
la gente se asustó y el maestro calmó la clase siguiendo el criterio
de que, en estos casos, hay más muertos por la histeria que por la
misma catástrofe. Luego el helicóptero y las sirenas me hicieron
caer en la cuenta de lo que había pasado, también un poco de mareo.
Pero era difícil de asimilar. Cuando llegué a casa escribí:
Tembló
tembló la tierra
tembló la madre
¿por qué?

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y ni la tierra nos protege


pero vivimos y solos nuestra aventura…

La inseguridad que se siente es ésa, que la madre te abandona


porque el lugar al que siempre irías a apoyarte, el suelo, tiembla
y se tambalea.
Se cayó una pared, se separaron muros del techo, yo lo miraba
todo alucinada como no dando crédito, y sentí miedo, después sentí
mucho miedo por lo que podía haber pasado; las gentes llamaban
a sus familias, se agarraban a los otros, ¡impresionante! A la noche
sentí como si hubiera revivido, estaba bien y salí al cine con un
compañero.

18-11-80
Hemos tenido un fin de semana agitado, aunque yo me empeñé en
terminar el trabajo de las sufragistas y ayer lo terminamos, pero
me ha costado mucho ir contracorriente en un ambiente, a veces,
muy tenso. El viernes han matado en Caracas a una pareja, Jokin
Etxeberria y Esperanza Arana, que realizaban labores de ayuda a
los refugiados de ETA, y únicamente por este motivo. También he
recibido la carta de casa y, antes de saber esa noticia, se preocupa-
ban mucho por lo de aquí. Habrá que decir que la tranquilidad se
acabó, ha durado casi un año y no puede una quejarse. A Jose le
han torturado brutalmente, no hay palabras, y él ha denunciado;
salió una hoja entera del periódico con lo sucedido, él dice que no
es más que un resumen, lloré al leerlo; al final le dicen que todo
es por ser mi hermano, pero es muy significativo que le llevaran
hasta Madrid.
Trataremos de saber cuál es la actitud del Gobierno mexi-
cano, respecto a las presiones que con toda seguridad debe estar
recibiendo del Gobierno español. Es de locos ver cómo actúa el
pensamiento de este enemigo nuestro, ¿qué vamos a hacer de grave

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nosotros a tantos miles de kilómetros de Euskadi?, ¿qué más puede


desear que nuestra retirada?, ¿qué necesidad tiene de internacio-
nalizar el problema hasta en América? Por lo que se ve, busca
cerrar las salidas a quien quiera dejar la organización, descansar y
escapar, sin conceder que esto sólo trae mayor radicalización, ante
la imposibilidad vital de hacer otra cosa que luchar.

19-11-80
Me escribió Glori, es una carta preciosa, me ayuda a hacerme una
idea de cómo han vivido en casa lo de Jose, de cómo han llorado y
cómo hacen para ayudarles a él y a Txangu, cómo intentan cubrir-
les, protegerles, quererles para que puedan curarse de tanto horror,
tanta humillación, tanto dolor, pánico, etc. Una vez más no me es
dado estar a su lado en momentos tan deseados y necesarios.
Estos días siento, como hace mucho sentía, la barrera que
hay entre los mexicanos que me rodean en general y yo; no me sale
explicarles lo que me pasa, pero tampoco me interesan sus cosas, y
de esta manera, la brecha se hace más profunda y ancha; no me en-
tienden y yo no estoy con humor para esforzarme a comprenderles,
a conocerles y quizás quererles en sus diferencias.
Son vidas muy distintas, experiencias completamente dife-
rentes, vivencias, querencias, angustias, que tienen motivaciones
muy distintas. Sin embargo, hemos de esforzarnos mientras este-
mos aquí, aunque nos cueste escuchar conversaciones triviales,
aunque nos cueste pasar por encima de prejuicios, timideces,
recelos, envidias, juicios, calumnias…

29-11-80
Ayer, aniversario de la muerte de Beltza. Han matado a seis de
los principales dirigentes salvadoreños, la tienen difícil en El
Salvador, la represión allí está adquiriendo dimensiones más que

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increíbles, los niños, los viejos, todos son posibles víctimas, no se


salva nadie.
Ayer he terminado el curso y por fin he hablado con el
maestro acerca de muchas cosas, empezando por mi pueblo. Es
un tipo muy interesante, me ha encantado, hablamos más de dos
horas de una manera fluida, de la situación, de arte, de nosotros
mismos, fácilmente.
A la noche fui con la compañera de casa al cine; vimos Las
mil y una noches de Pasolini, estuvo preciosa, llena de sensualidad
y de vida; me llevo muy bien con Sara, estoy feliz con ella.

8-12-80
Estoy en la playa, vine el sábado con los dos viejillos, dispuesta a pasar
una semana tranquila y de descanso en Playa Paraíso, cerca de Vera-
cruz; además aprovecharé para leer, engordar y ponerme morena.
Estoy leyendo Los mandarines entre rato y rato, mientras
tomo el sol del trópico o paseo por la playa en la que no se ve a casi
nadie, está solitaria y muy bonita. Hay novelas en las que me meto
para soñar, imagino encuentros, imagino situaciones y verdaderas
conversaciones en mi cabeza, a veces cierro el libro y me pongo
a soñar. Claro, los personajes no son imaginarios, son reales y si
bien durante tiempo me preocupó un poco esta manía, ahora no lo
siento así, dejo correr mi imaginación que sin resistencias atraviesa
los caminos más inverosímiles. Está clarísimo por qué no me abu-
rro casi nunca, creo que nunca, y es más, cuando por algo dejo de
imaginar y pensar durante días, termino sintiéndome mal. Es algo
que necesito hacer y que me ayuda mucho a vivir.

10-12-80
Ha amanecido lloviendo, “sopla norte”, lo cual quiere decir que
hace frío y el trópico no parece tal, o por lo menos no se corres-

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ponde con la idea que tenemos de él. No sé si voy a poder tomar el


sol a gusto un día. Me he puesto a leer desde por la mañana, con
calcetines gordos, jersey y bien encogida. He terminado el libro de
Los mandarines, hay algo que siempre me ha unido a la concepción
de la vida que traduce el libro; el final es impresionante, justifica
la vida porque nuestra muerte la viven los seres queridos. Yo hace
mucho que vengo diciendo que la vida tiene sentido mientras uno
es querido, y esto fue muy importante en mi decisión de salir de
Euskadi Norte cuando vi tan cerca la muerte.
Me ha dado envidia la vida tan propia que da a cada personaje
y creo que ésta fue otra de las razones que me empujaron: hacer mi
propia vida durante un tiempo con las menos dependencias posibles.
Nos hacemos preguntas parecidas porque vivimos épocas parecidas,
pero no me resulta angustiosa su posición, más bien realista y la
posibilidad de captar la realidad, conocerla y buscar transformarla
siempre me ha impresionado. Tendría que leer un día las obras de
Sartre, pero eso será después de Marx, quizás al final de la carrera.
Hoy me preguntaba por qué me decidí por la Sociología y no
por la Literatura. Al principio pensé mucho en esta última, porque
guardaba la esperanza de escribir algo valioso, es algo de lo que
nunca hablo, pero que está ahí guardado en mi caja de proyectos y
de sueños. En la escuela me califican muy bien los trabajos perso-
nales que he hecho o aquellos en los que vierto ideas o comentarios
propios. Esto me hace hoy escribir aquí sin rubor que una cosa que
me hubiera gustado mucho hacer era escribir. Sin embargo, no es
lo mismo escribir sobre temas sociales o fenómenos generales que
hacer literatura o una obra de arte. La Sociología me va a empujar
hacia la primera cosa, y también me gusta; de cualquier forma,
aprendo a escribir y a comunicarme, pero no es el mismo grado de
comunicación en un caso que en el otro.
Mientras en Sociología damos un tono objetivo a nuestros
escritos, un tono frío y “serio”, en la literatura se permiten toda
clase de tonos. Yo no entro decididamente en el tono del sociólogo

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porque no creo en la objetividad, de nuevo ésta no puede separarse


de la propia subjetividad, y es necesario asumirlo así y actuar en
consecuencia si se quiere ser sincero.
Me ha agradado verme aprobada en los trabajos en que
mezclo lo subjetivo con los datos y lo impersonal, porque hasta
ahora esto me había impedido escribir. Sentía que no podía hacer
escritos “fríos” como otros hacían en mi ambiente y tampoco podía
escribir sobre “flores”; ahora he podido mezclar los dos tonos y así
no me niego. Sé que estos trabajos no tienen trascendencia alguna,
pero me enseñan y quizás me ayuden a encontrar el estilo en el que
me pueda expresar sin negarme.
Dedicamos el trabajo a la maestra con esta frase: “Por un
mundo más femenino”, y si bien me cuesta creer en un lenguaje
femenino, sí creo que en la situación en que se encuentra la mujer,
tienen muchas cosas nuevas que decir.
Hay mil temas sobre los que hablar, mil temas sobre los que
investigar, pero hay que elegir aunque ello obligue a dejar trenes en
el camino y esto es lo que me cuesta hacer porque duelen los trenes
perdidos y las posibilidades desechadas.
Hoy tampoco se puede tomar el sol aunque hace mejor
tiempo que ayer. El viento sigue siendo frío. No me queda otra
cosa que dedicarme a la lectura; también doy largos paseos por la
playa. No encuentro casi gente y la largura del recorrido es casi
interminable por los dos lados.
No sé qué habrá en México, si tendré cartas, etc., no leo
los periódicos ni oigo noticias, pero no siento ninguna prisa, lo
que haya por saber se sabrá y mientras tanto descanso alejada
del mundo, alejada de todo, conmigo misma. Si no fuera por los
dos viejillos que andan en la casa, estaría sin hablar todo el día. Y
pienso en la familia, en mis estudios, en J., en M.ª Asun que está
a punto de llegar.
Hoy pensaba que hay un personaje terriblemente enamora-
ble en Los mandarines, y es Enrique, por su naturalidad, su bondad,

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su capacidad de entendimiento, su firmeza y su debilidad; es encan-


tador. Simone es realmente creadora, las situaciones que origina,
las salidas que les da, y todo ello en el papel no tiene que ser nada
fácil de hacer. Yo llego a imaginarme los lugares, las discusiones, los
personajes y les veo moverse en sus más profundos sentimientos; es
una novela de interiores que recoge en gran manera la complejidad
de la vida, lo complejo de lo real, sin simplificar las cosas y en un
ambiente no integrado, en un medio que busca cambio, lo cual le
da mayor riqueza a la vida y en este caso a la novela.
Casi todas las mañanas amanezco con nuevas marcas de
picaduras de mosquitos en las piernas, no sé cómo ni cuándo me
pican pero las marcas y a veces la picazón están ahí. Es increíble la
humedad que se siente en la cama, el olor a húmedo, las sábanas
están como si acabaran de secarse.
No sé cómo será la vuelta a México, pero ahora me voy
tranquilizando. Es curioso cómo los miedos reales, que existen
fuera de nuestra imaginación, hacen que otros miedos desaparez-
can o por lo menos disminuyan de grado, haciendo el efecto de
dar valor y empuje para muchas cosas. Una se pregunta, a veces,
por el valor de un momento de ridículo frente a toda una vida,
y ello impulsa, al menos, mientras ese miedo real no se apodera
de una, debilitándole completamente. Hay que estar al tanto de
nuestras reacciones, sin perderse en las contradicciones y en las
penas, viviéndolas, conociéndolas, afirmándolas, descubriéndo-
las, superándolas.

12-12-80
Saber llevar nuestra porción de noche
o de mañana pura;
llenar nuestro vacío
con desprecio,
llenarlo de ventura.

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Aquí una estrella, y otra estrella lejos;


alguna se extravía.
Aquí una niebla, más allá otra niebla
poco después el Día.
Hacia 1859
(Emily Dickinson )
Una poetisa que vivió en Nueva Inglaterra de 1830 a 1886,
sedentaria y solitaria, llena de vida y de angustia, profunda y
serena, la acabo de descubrir, hay algo que no me gusta y es que
habla demasiado de la muerte, habla más que de la vida, ¿será por
la condición en que vivía?, pero su lirismo y su forma de hacer las
poesías me encanta. Debe de tener poemas preciosos, cuando los
temas sean de vida, de amor y de ternura, ¡ojalá los encontrara un
día!, espero que no se me pase desapercibida, estaría muy lejos de
mi “casa”, ello sería la prueba y nunca quisiera estarlo tanto.

14-12-80
Hoy es el último día de vacaciones, mañana voy para México
D.F., me llevan hasta Poza Rica y de ahí tomo el autobús hasta el Dis-
trito Federal. Todavía tengo alguna esperanza de que salga el sol, pero
hay muchas zonas cubiertas, es una lástima, espero con mi bikini lila
junto a las palmeras como si ello fuera a atraer el sol, pero nada. Se me
han pasado rápido los días, ahora vuelvo al trabajo, me esperan días
agotadores porque estaré sola para sacar la revista, por las vacaciones
de la compañera, también tengo cosas pendientes para leer. He leído
todo lo que me traje, además de un libro del PNV, El nacionalismo
vasco en la paz y en la guerra, por cierto bastante malo.

5-1-81
Hoy el jefe me ha ofrecido hacer un contrato fijo de Naciones
Unidas para mi trabajo; no sé si me interesa o no, tengo que pen-

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sar la conveniencia o no del contrato. No deja de ser curioso que,


con la actitud que la policía española tiene hacia mí, yo pudiera
estar en la nómina de la ONU en Nueva York, al mismo tiempo
que me están acusando de formar parte de un comando de ETA
en activo. Lo de mi contrato dependerá de si ello me permite o
no seguir estudiando, de la seguridad o inseguridad en la que
me encuentro aquí en el D.F., de la opinión de Cristina y de la
conveniencia de hacer el visado como trabajadora de Naciones
Unidas o de estudiante.

9-1-81
Estos días estaba pensando que cada humano sólo tiene la posibi-
lidad de desarrollar lo máximo de sí mismo en su lugar de origen;
la mayoría de los emigrantes, exiliados, etc. son gentes traumadas
que no han podido desarrollar parte de su potencial. Como en la
naturaleza, las palmeras no salen en cualquier sitio porque no hay
condiciones para ello, en las personas se requieren también una
serie de condiciones para su “crecimiento”, y parte de esas con-
diciones la forman el ambiente en el que una ha crecido, el clima,
la alimentación, la música… y todo lo que forma la cultura de un
pueblo, de un lugar concreto. Cada persona puede encontrarse bien
en cualquier sitio, pero el lugar donde mejor puede sentirse, donde
se da la posibilidad de mayor plenitud, de mayor felicidad para ella
es en su país de origen. No es malo salir, ver otros lugares, pero es
mucho mejor volver al sitio donde uno fue creado.

18-1-81
Conversación sobre sexualidad-homosexualidad con Sara. Ella
cree que es algo que puede vivir fácilmente. Yo también lo pensé
en un tiempo, viendo otras experiencias, pero he visto que no lo
he buscado, no hay atracción. No veo la posibilidad, a corto plazo

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o a medio, de vivir una relación sexual con una mujer. Ella decía
que siente que le falta mucho por conocer, por aprender, por vivir
a ese nivel. Es curioso que yo tenga la sensación contraria, como si
ya hubiese vivido todo, o casi todo, respecto a la sexualidad.
Por la noche vino un amigo de Far, cineasta, que nos pasó
dos películas en casa; es un chico muy interesante, con una melena
larga atada en cola, con gafas y cara muy simpática, delgado y alto
para ser de aquí. Habló con entusiasmo sobre el cine y la imagen
y dejó ver una posición política muy izquierdista con su lenguaje
correspondiente, a lo que de alguna forma correspondimos. Una de
las películas era un documental-ficción sobre el niño-campesino en
México, era una denuncia y denotaba gran sensibilidad, lo hicieron
en un pueblo con gente del mismo pueblo, con la que se encariñaron
mucho y vivieron muy a gusto.

26-4-81
Ya estoy en Zihuatanejo, Flashi me ha recibido con mucho cariño,
ayer comimos juntas y hablamos de ella, de mí. Yo le conté un poco
en la “pesadilla” en que estoy metida por el rollo de la poli y ella me
contó sus impresiones sobre el lugar y sobre el trabajo. Éste es un
sitio de veraneo moderno, Ixtapa, donde la gente viene de “relajo”,
buscando la farra frívola.
Hoy pienso salir a conocer el pueblo; me quedaré una se-
mana e iré a comprar el billete de vuelta, voy a procurar descansar
mucho porque llegué con una “neura” de impresión, olvido las
cosas, pierdo otras…

28-4-81
Ya me situé en el lugar, entre gentes que por encima de todo piensan
en ligar. Todos los sitios turísticos se parecen: cierta frivolidad, vida
muy cara, ligues baratos, ropas ligeras. Aquí las mujeres son para

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ir a la cama, si no te vas a acostar ya no tienes amigos y te quedas


en casa. Si no te sitúas en esa onda lo pasas muy mal.
Ayer un mozo que hablaba de sus ligues con las gringas, para
no más de quince días o un mes, me preguntó muy melosamente
qué hacía en México D.F.; al decirle que Sociología, me respondió
también en plan meloso: “así que vas a ser sociológica, qué buena
onda”.
Siento ya el sol hasta el corazón, procuro no quemarme y me
embadurno de crema todo el rato porque el sol pega fuerte y no hay
duda de que me voy a poner muy morena. El agua tiene muchas algas
y pasear por la orilla es un placer extraordinario; entre palmeras y
hamacas enganchadas en sombrillas de hoja de palma estuvimos ayer
con un olor a salitre magnífico y una vista preciosa. Si será suerte la
mía, de poder estar en un sitio así. Cuando pienso en los horrores
que otra gente estará pasando en estos momentos, se me hace tan
cruel el mundo, tan cruel… pero aquí sigo y no por eso dejo de estar
bien, de sentir el sol que calienta mi interior y las noches cálidas de
estrellas que cuidan un sueño profundo y tranquilo…

2-5-81
Dentro de nada, el 14, mi cumpleaños, voy a hacer 27, no me asus-
ta, siento que el tiempo sigue su curso, se cumple la ley natural,
el ciclo de vida que sigue su curso, y yo soy parte de él, un ciclo
que son muchos ciclos. Además creo que en la época que me ha
tocado vivir, mis 27 años se corresponden con un fuerte desarrollo
personal; he vivido, no son años gratuitos los pasados, los siento con
mucha intensidad y espero seguir o incluso aumentar. Sí, tendría
que aumentar el provecho a sacar de esta vida en la que aparecí
hace años de manera muy consciente y hace más años sin saber ni
por qué y mucho menos para qué.
Ayer, con mis pantalones cortos y toda morena, me acordaba
de la primera vez que salí de vacaciones y vestía un short azul con

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una camiseta prieta y chanclas blancas, en aquel pueblo de Granada,


Almuñécar. Sedienta de cosas nuevas, de experiencias, hace años
de aquello, pero la sensación es muy viva en mí; la recordaba por
la semejanza de la situación, pueblecito de la costa, vacaciones de
Pascua, me traspuse enseguida a aquel momento y pensé que mi
cuerpo no podía ser el mismo, como yo no lo soy a pesar de todas
las constantes, claro.
Este cuerpo que entonces era algo a descubrir, una caja de
sorpresas, es ahora mucho más conocido en sus posibilidades y
todavía está fuerte, pero en un momento empezará a declinar. No
sé cuánto le falta por andar y por aprender, pero ahora lo siento muy
mío, soy yo, soy yo en movimiento, sintiendo, vibrando, en reposo,
expectante, corriendo, sedante y aquí me he sentido íntegra, parte
de un planeta, parte del cosmos, pequeñita pero formando parte
de algo inmenso, de la inmensidad.
Ahora me toca volver al cemento donde muchas veces me
siento desubicada, fuera de lugar, pero es que esa ciudad es terrible-
mente traumante y agresiva, no se ve el cielo por la contaminación,
no se ve la tierra por el asfalto, y allí donde se encuentra un trocito,
está seca y es un montón de polvo y es asaltada por inmensa can-
tidad de gente y no tiene ningún frescor. Ahora cuando empiecen
las lluvias volveremos a sentir que formamos parte de la tierra
porque el agua, la lluvia, nos situará en la naturaleza, sin remedio,
yo tengo muchas ganas.

5-5-81
Encontré México D.F. como siempre, ruido, gentes, suciedad,
etc., pero en casa un ambiente más abierto, y sobre todo dos cartas
preciosas de J. y de I.; si supieran la fuerza que me dan para vivir…
Fui a la universidad tranquila, parece que no va a ser problema lo de
la credencial y no sé, me muevo con otro espíritu, son un alimento
fundamental para mí.

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La poli se sigue montando historias sobre mí, ahora resulta


que he estado en una reunión en México que ni sé si ha existido y
he vuelto a Euskadi; en fin, una serie de movimientos por Centro-
américa y no sé que historias más. Todo ese bombardeo empieza a
ser superagobiante y lo peor es que no le encuentro salida, sí tengo
esperanza de que se pase, pero siento como nunca la terrible injus-
ticia que se cierne sobre mí; es como si hubieran estado buscando
a alguien sobre quien cargar las mochilas y hubieran decidido que
era yo. Me tranquiliza la idea de saber que en mi trabajo y en la
universidad puedan demostrar de manera seria mi colaboración o
participación continua y diaria en sus ocupaciones.
Es increíble cómo cierran las salidas a la gente, al final sientes
como si sólo te quedara la vía del enfrentamiento directo, incluso
a nivel personal, porque todas las demás puertas se cierran, y con-
migo, y supongo que con otras gentes también, está claro que lo
están buscando.

10-8-81
El viaje del presidente del Gobierno español, Calvo Sotelo, a
México ha traído consigo detenciones, chequeos, interrogatorios…
Isa y yo nos fuimos de la casa, no me agradaba nada encontrarme
con ellos, ni siquiera un momento, aun a sabiendas de que eso les
hubiera podido tranquilizar respecto de mí, pero si quieren, ya
saben dónde pueden verme y yo prefiero tenerles un poco lejos.
Me costó irme de casa, estaba en plenos exámenes y era mucho
engorro adaptarme a otro lugar, aguantar conversaciones sin interés
alguno, por lo menos para el momento, y en sentirme mal de no
acompañar a Isa a ningún lugar, ni a ver nada. Le avisamos a J. que
retrasara su viaje, esto me ponía tensa, pero era peor que viniera en
todo el lío que se organizó. Le preguntaron a Josetxo por mí con
insistencia, el rollo del trabajo, el de la dirección de la casa, sabían
bien mis calificaciones universitarias.

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28-8-81
Tengo que acostumbrarme a vivir más tranquilamente, con más
calma, de una manera más sosegada. Siento que eso supone mucho
amor, pero amor concreto, no abstracto, a kilómetros de distancia,
tendré que aprender a amar más, a amar lo que me rodea, las gentes
con quienes convivo.
El próximo mes cambiamos de casa, vamos a estar muy
atareados, pero pienso que con esta casa se acaba un capítulo de
mi estancia en México y empieza otro. Se acaba el capítulo del
descubrimiento, de la desadaptación más absoluta, de la pesadilla
policíaca a mi alrededor y empieza uno nuevo de compañía, de más
calor pienso yo, porque J. estará cerquita.
Primera tarde sola en casa desde hace mucho tiempo, hoy he
empezado de nuevo a trabajar y hoy se ha ido de la casa Josetxo, per-
sona muy enrevesada, poco espontánea y con muchos vericuetos;
quizás con el tiempo nos podamos ver de otra manera, pero ahora
es mejor distanciarse, porque a mí no me conviene por el papel
que tiene con la gente que viene, y a él tampoco, por la manía que
me tiene. De esta manera yo me separo completamente del rollo.
Ahora empieza mi verdadera vida de pareja con J. ¿Cómo vamos
a vivir esta experiencia?

23-12-81
El 25 salimos temprano para Cancún, el turrón que me han manda-
do de casa lo voy a repartir entre los dos sitios. Iñake nos ha llamado
desde Cancún, tomaremos el sol, estaremos con ella y su chaval,
veremos algunos monumentos arqueológicos, pasaremos Año
Viejo y volveremos a la ciudad para el día 3 de enero, yo tengo que
trabajar. Tengo unas ganas inmensas de salir, de estar en el monte
y en la playa, de respirar aire puro, de viajar con J. otra vez como
cuando estuvimos en Gavarnie, etc. Tengo esos viajes grabados en

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mí, estaremos tranquilos, con tiempo de mirarnos, de hablar, de


acariciarnos, en calma muchas horas…
Este curso he salido bastantes veces del trabajo a la una del
mediodía y Cristina me tapa; además el primer mes fue muy duro
aunque el segundo se aflojara bastante, por lo menos para mí,
después de la huelga todo fue más tranquilo.
Pero no puedo quejarme, estoy viviendo una de las etapas
más felices de mi vida, es un momento que no quiero desapro-
vechar, no voy a adelantar problemas, ni vivir de los pasados, lo
que venga habrá que encajar, además, cuando pienso en que estoy
siendo a veces muy feliz, me entra miedo, como si alguien o algo
fuera a vengarse después trayéndome la desgracia. Están bien en
casa, el atxona mejor y Jose fuera.
Hemos recordado el aniversario de A. y de J.M., de antiguos
amigos míos, las preocupaciones que estarán pasando algunos, pero
yo, por primera vez en mucho tiempo, no me incluyo a mí entre los
de riesgo, me preocupan mi familia y otras gentes, me preocupan
guatemaltecos, salvadoreños y polacos, mexicanos y argentinos,
palestinos e italianos, y esto es una novedad en los últimos años;
no debo dejar de estar atenta, pero la sensación es diferente, tenía
miedo a los otoños, al mismo tiempo que, por lo menos en mi tierra,
me gustaban. Ya no vivo en la misma tensión y ser consciente de
ello es importante, tengo muchas cosas, y saber que otros no las
tienen, que viven tristes, o pobres, o hambrientos, o atemorizados,
es también importante.
Intento explicar que se puede ser feliz sin ser inconsciente,
que ser consciente no implica ser alguien angustiado, que esa feli-
cidad de la que hablo es diferente a la del inconsciente, buscando
hacer estáticas situaciones que no pueden serlo, porque nada se
para y porque perderían toda su gracia. Ser valiente para conservar
la sensibilidad aguda, sin atrofiamientos, es uno de mis intentos
cotidianos.

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4-1-82
Aquí empieza un año nuevo, ya voy tomando conciencia de ello
aunque todavía me cuesta escribir 1982 y de repente pongo 83.
Enseguida hará dos años que llegué a México. He pasado unas
Navidades bonitas. Al salir para el sureste de México fue un pro-
blema el transporte, pero hemos visto cosas preciosas al recorrer
Yucatán. Hemos estado en Cancún con Iñake, su compañero y
otras gentes, pasándolo estupendamente. Hemos visto Chichén
Itza, Uxmal, Kabah, Labna y otras ruinas mayas. Hemos pasado
dos días en Mérida y el resto en Cancún. Daba mucha pena volver,
pero el trabajo esperaba y ¡qué remedio que hacerlo!
Hoy empieza de nuevo la rutina de todos los días, y yo me
resisto, cuánto había soñado y sin embargo ha sido cierto; a mí
también me ha tocado, aunque sé que hay demasiados a los que
no les toca nada parecido, un viaje precioso, estupendo. Me he
sentido a gusto con Iñake, hay mucho respeto entre las dos. Este
mes vuelve a Euskadi, ¡qué suerte la suya!, y eso que no se le veía
con ilusión por el viaje; es normal porque no está en mi pellejo, y ha
tenido otras experiencias diferentes, ahora querría quedarse aquí,
pero también quiere acabar la carrera.
Hemos visto el Pico de Orizaba, majestuoso, paisajes fan-
tásticos, secos, tropicales y selváticos. Ha hecho mucho calor como
todos los días pasados. En la estación de autobuses de Mérida me
mareé por el calor, cansancio y falta de ventiladores, creo yo.
En Año Viejo estuvimos bailando en una especie de frontón
popular; toda la gente que había era indígena, morena. Muchas mu-
jeres llevaban huipil de la zona, eran mayas y bailaban muy bonito,
música caribeña, de movimientos; nosotros intentábamos imitarles
y ellos intentaban imitarnos, al menos esa impresión tuvimos un
momento. Recordé la última época de mi vida en Euskadi Sur con
Iñake, etc. Recordé un paseo con ella por Ondarreta, hacia el mes
de noviembre, con buen tiempo, poco antes de que me tuviera que

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escapar; hablábamos de nosotras mientras paseábamos. Son recuer-


dos agradables pero también causan dolor porque algo pasó, como
todo pasa, y el tiempo querámoslo o no, no puede ser detenido, es
la vida y su futilidad, es cada vida que no supone ni un granito de la
fina arena de Chac Mool en Cancún, pero que para cada uno es tan
importante. ¿Cómo hubiera podido yo sospechar aquel noviembre
de 1973 todo lo que iba a pasar después?, ni siquiera en años ante-
riores lo que iba a pasar en los siguientes. ¿Volveré a pasear con una
amiga por la playa de Ondarreta un mes de noviembre? ¿Habrá un
día paz y felicidad en mi país?, no digo la felicidad absoluta, ya sé
que eso es una quimera, pero esa tranquilidad de un pueblo que
marcha, aunque no deje de haber problemas…

18-1-82
Me han prestado el libro La vejez de Simone de Beauvoir, tenía
ganas de leerlo; ya he empezado, parece un ensayo un poco al estilo
de El segundo sexo, sólo que en este caso, en lugar de denunciar la
situación de las mujeres, denuncia la de los viejos; se muestra intere-
sante. Hoy en los transportes me he leído El paralelo 38 de Alfonso
Sastre, me ha gustado, quiere ser un guión para una película.
En las vacaciones he leído Pedro Martínez de Oscar Lewis,
me ha impresionado pero no sé si de una manera positiva, porque
es una novela que cuenta la historia de un campesino mexicano
y trata de expresar la idiosincrasia del mexicano, lo cual me ha
impresionado bastante. ¿Cómo voy a relacionarme yo con esta
gente?, pienso enseguida, y me veo indefensa frente a su manera de
ser. A mí me hicieron de otra forma y en el medio que describe me
siento completamente perdida. Me hará falta mucha prudencia, y
ésta no ha sido una de mis grandes virtudes. En dos años sigo sin
entender muchas cosas y sobre todo siguen sin gustarme muchas
cosas aunque logre entenderlas. Hay demasiada pobreza, dema-
siada corrupción y demasiada mentira.

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25-1-82
He pensado bastante en estos días y deberé pensar más, pero de
alguna manera me he visto dominada, sometida por procesos de mi
cuerpo. De nuevo surgen las dudas en mi mente, ¿estoy dispuesta,
ahora, a vivir toda esa serie de cambios que supone un embarazo, y
a tomar la responsabilidad de cuidar a un niño? No quiero dejar de
trabajar ni de estudiar, me falta lo gordo de mi carrera: el servicio
social y la tesis. ¿Es justo tener un niño en una ciudad como ésta,
siendo consciente de su peligrosidad para la salud física y mental?
¿No hay demasiados niños en la tierra?
Se me ha planteado un dilema muy grande, de nuevo siento
que no hay compatibilidad entre ser madre en esta sociedad salvaje
en la que vivo y seguir desarrollando facultades, potencialidades.
Tener un hijo o seguir viviendo activamente, he ahí el dilema.
He visto ya dos casos de mujeres en la universidad que han
tenido un hijo y siguen estudiando, pero son mujeres que se toman
la universidad como un requisito a cumplir en su vida, pero sin
mucho interés personal en el asunto, por lo menos en apariencia,
hay que aprobar materias para lograr el título que les dará un mayor
estatus social, o un trabajo bueno, o una aprobación del marido
que les impulsa a ello, pero pocas más satisfacciones personales;
además tienen problema en pasar las materias, no parecen poder
con todo.

28-1-82
He sentido como un puñal la noticia que traen algunos periódicos
de México de que algunos militantes de ETA estamos recaudando
dinero en el D.F. para ETA. Sé que todo el tiempo que llevo aquí
no han dejado de hablar de mí en una u otra ocasión, pero esta vez,
cuando yo estaba casi convencida de que ya habían terminado por
aceptar que no soy más que una ciudadana normal y corriente,

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viviendo aquí, me salen con ésas. ¿Qué estoy preparando ahora?


Suena a risa, si no fuera porque soy yo la del nombre ese, la que
aparece y desaparece como por encanto, se multiplica y se divide
y hace veinte cosas al mismo tiempo.
¿Por qué la han tramado así conmigo? ¿Es que creen real-
mente que estoy haciendo algo o quieren crear o recrear su propio
mito y por eso tienen que sacarme en el periódico? Esto empieza a
parecer cosa de locos, antes hablaban de mí allí y ahora en México
mismo […]. Por lo ilógico e irracional que suena todo, me gus-
taría creer que es una farsa, pero eso me daría una seguridad que
no conviene tener. Si la policía española está haciendo de verdad
trabajo para que crean que soy dirigente y activista, al mismo
tiempo busca algo, que me repriman de alguna manera, y en ese
caso, tengo que estar alerta, pensar bien, y tomar las medidas que
pudieran cubrirme mínimamente; pero aquí está el dilema, si me
escondo parezco darles la razón, puede ser interpretado como que
quiero ocultar algo, y si aparezco abiertamente me arriesgo porque
no sé exactamente lo que quieren de mí.
Pero ellos siguen acosándome, atacándome a pesar de todos
los datos que tienen sobre mi vida, como negando realidades, y yo,
alucinada, miro para un lado y otro sin saber a cuento de qué se
me echa encima semejante piedra y sin saber cómo quitármela, no
iban a creer nada que dijera, eso está claro, si no creen lo que ven,
no van a creer las palabras.

12-3-82
Una emoción profunda, una soledad inmensa, dos lágrimas tam-
bién. Estoy embarazada, el resultado del análisis es positivo, me
hubiera gustado, en este momento, abrazar a alguien de casa; mi
ama, I., A., han venido de golpe a mi cabeza cuando paseaba en la
estación del metro pensando en ellos, quería decirles a ellos pri-
mero. J. me ha llamado por teléfono desde su trabajo y le he dicho.

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Hablar a los de casa, estar con ellos, sentirme arropada, celebrarlo


con unos pasteles, reírnos de la tripa que se me pondrá, de todo, de
un ser que pronto se moverá y luego andará y hablará y me dirá…
pero celebrarlo con ellos, sobre todo con ellas, Glori, Ana, Gema,
se pondrían contentas, pero no puedo hacerlo, no puedo sentirles
a mi lado. Me da una pena terrible el no poder estar en mi casa: los
chicos me bromearían y le diría a mi madre que empiezo a saber
lo que sufrió por nosotros, que la adoro, que le siento en mí con su
ternura, con su calor… Ríos, aguas, mares, lágrimas, fuentes… mi
casa, mi txoko,29 mis hermanas, Isa, las calles, el olor…

19-3-82
La gente un poco madurita y bien posicionada me toma lo del
embarazo como si fuera un capricho loco que me ha dado, algo
que he hecho sin saber las consecuencias que tiene. Venía pensan-
do en el autobús que no sólo los ricos tienen el derecho de tener
hijos. Encima de que tienen tanto, también los hijos para ellos; he
sentido tan cerca la muerte en bastantes ocasiones y ahora siento
la vida a mi lado y tengo todo el derecho a ello. Quienes me han
cuestionado saben muy poco de la muerte y de la vida, están atados
a mediocridades y miedos, a comodidades que no les hacen felices
en absoluto.
Si no quieren apoyarme que no lo hagan, de hambre no creo
que me muera, porque esto, ahora, no lo cambio por nada, y de
alguna manera se lo voy a hacer saber, no voy a ir disculpándome,
ni dando explicaciones porque es mi vida, mi hijo, mi derecho,
mi placer.
Hoy me he despertado y le he contado a J. el sueño que he
tenido. Después me ha traído el desayuno a la cama y se ha ido al
Centro Vasco por el campeonato de pelota. Él estaba contento y

29 Rincón, en este caso en la acepción de terruño.

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cariñoso, y yo me he quedado relajada y me he vuelto a dormir.


He soñado que andaba en un lugar donde había agua, barro, arena
y llovía. Yo estaba toda mojada pero no tenía frío, me sentía feliz;
el agua por todo el cuerpo mezclada de arena o barro me produ-
cía gran placer. Yo caminaba o me movía en esa especie de masa
líquida, muy mojada, toda húmeda, contenta; en algún sitio me
he quitado una bota y la he vaciado, estaba llena de arena. Me he
despertado sintiéndome muy a gusto, tranquila, caliente y cuando
me he levantado, eran las doce del mediodía.

21-4-82
Acabo de leer que los cambios de ánimo en las mujeres emba-
razadas son a causa de cambios glandulares en la mayoría de los
casos, y no de cambios psicológicos o de problemas externos.
Debe de ser cierto porque a veces siento mucho ánimo y vitalidad
y otras veces una descarga increíble. Tendré que aprender a ser
consciente de que se trata de algo físico para restarle un poco de
importancia, algo físico que está influyendo en mi psique y en mi
actitud ante las cosas.
Por otro lado vengo notando como una especie de regene-
ración física: la piel se me ha puesto suave, las uñas me crecen más
rápidamente, así como el pelo. El sábado, la peluquera me decía
que tenía muy buen cabello y hasta domable. Yo supongo que en
la relación entre el feto y el resto de mi cuerpo no se produce sólo
un movimiento del primero al segundo sino que la relación es
recíproca. El feto fluye reacciones y sustancias a mi cuerpo y, en
este caso, el feto, que es producto de un espermatozoide de él y un
óvulo mío, tiene gran parte de la composición física de él, por lo
que éste llega a mí físicamente incluso. Me sorprende no haberlo
pensado nunca y no haberlo leído tampoco, y, sin embargo, se me
hace de lo más lógico y de lo más precioso. ¡Increíble naturaleza!
¿Fenómeno maravilloso? ¡Maravillosa vida!

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27-4-82
El domingo me llamaron por teléfono desde mi casa de Ordizia. No
sé cómo han conseguido el teléfono pero me hizo tanta ilusión, a los
dos, yo creo. Estábamos haciendo gimnasia hacia las 10.30 y sonó
el teléfono; yo no podía creérmelo, hablé hasta con la amatxo, ni sé
cuánto tiempo hacía que no oía su voz, deben de ser como dos años
y medio o más, la conocí enseguida, ¡me la hubiera comido! Todo el
domingo estuve como ensimismada pensando en la familia tan en-
cantadora que tengo; varias voces decían: ¡queremos al hijo! Todo me
alegraba, era tan bonito, si pudiera durar siempre esa sensación…
La cuestión es que vivo mucho la felicidad, la vida, y eso
no me lo quita nadie. Otra cosa que me alegra es que he dejado
completamente de fumar, ya no fumo ni un cigarro desde que vi
“positivo” en el análisis. Aquel día decidí que se acabaron los ci-
garros; después fumé uno en una cena de amigos, pero nada más.
Espero dejar de fumar totalmente y no volver a empezar.

12-5-82
Hace poco me descubrí pensando, o diciendo, que tenía miedo de
acostumbrarme a vivir con gente muy querida porque no sabía
si luego iba a ser capaz de vivir sola o con otro tipo de gente. A la
mañana siguiente lloraba mientras pensaba que todo el mundo
tiene derecho a vivir con seres queridos y, sin embargo, yo me
veía obligada a pensar en la otra posibilidad porque de hecho me
ha tocado vivir así mucho tiempo, sin intimidad o sin calor, todo
parece indicar que me tocará de nuevo porque tampoco quiero o
sueño con vivir toda la vida con la misma persona. Yo sé que mu-
chos me quieren, pero eso no sirve en el mismo grado cuando es
a distancia que cuando es algo cotidiano; no pueden compararse
los niveles, los dos son importantes, pero sólo lo cotidiano da calor
verdadero, seguridad, calma…

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Temo ser injusta con mi familia, yo sé que me quieren, que se


preocupan por mí, que siempre me han apoyado y sobre todo que
no es su culpa no poder convivir conmigo, sino todo lo contrario,
causa de dolor y preocupación para ellos, la separación duele, todo
eso lo sé, pero también sé que en definitiva la que tiene que cargar las
consecuencias, la soledad, etc. soy yo. No puedo negar la realidad,
una realidad que sólo podré enfrentar asumiéndola, conociéndola.
Estoy viviendo la época dorada de mi exilio.

27-5-82
Pregunto el domingo por la mañana a mi compañero “¿qué pien-
sas?, ¿qué sueñas?”. “Que te había encontrado en un bar de Ordizia
y te besaba”. “¿En qué lugar?”. “En la Puerta del Sol. Te encontré
en un bar de la Puerta del Sol y te besaba”. ¿Se puede decir algo más
bello en las circunstancias en las que estamos?, ¿en las que estoy?
No sabía qué decirle. Soñaba con que estaba en Ordizia, con que
paseaba en la calle por mi cuenta.
Volver a mi pueblo después de tanto tiempo en que se me
han cerrado las puertas, seguir teniendo una vida independiente,
y seguir queriéndonos, es todo lo que puedo desear, es lo máximo,
el súmmum y además con un(a) niño(a) merodeando por allá,
demasiada felicidad, demasiado soñar.

18-6-82
Llevo bastante tiempo sin escribir y eso que no dejan de pasarme
cosas interesantes; pero una predomina sobre todas las demás: mi
hija o mi hijo se mueve dentro de mí y me hace vivir esperándole,
esperando sentir su movimiento, porque ello me confirma más que
cualquier otra cosa que está ahí, conmigo, y me invade una emoción
profunda, y le quiero hablar, decirle todo lo que le amo; son una ter-
nura, un cariño incontenibles los que me absorben por momentos.

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Mi tripa se va agrandando, toma una forma diferente,


todo mi cuerpo adopta otra posición, en general estoy tranquila
y bien. Lo malo es que me baja mucho la tensión y eso me quita
fuerzas. Intento controlar la cosa con unas gotas que me dio la
doctora pero no sé si tienen alguna repercusión negativa en el
feto y me dan un poco de miedo. Intento hacer los ejercicios del
método psicoprofiláctico sola, pero hay noches en que renuncio
por cansancio o flojera.
El curso está ya adelantado, estoy llevando tres materias de
7.º y una de 8.º, hubiera sido mejor hacer todas las de 7.º, pero no me
quedaba bien el horario y hubiera tenido que dejar de trabajar.
El sábado llegaron los papeles de Gobernación, la autori-
zación de prórroga de primer año y el cuadernito con la prórroga
marcada. Ni siquiera me han hecho ir a dar vueltas para recoger
mis papeles, está bien así.

30-7-82
Ya he terminado los exámenes del 7.º trimestre, ahora tengo que
empezar el servicio social. Me ha dado pena dejar a los compañeros.
Las mujeres me hicieron el viernes pasado un “baby showers”. Es
una costumbre gringa, por la cual se reúnen las amigas de la mujer
que va a tener un bebé y le hacen regalos, cosas que la niña(o) va a
necesitar. No existe la costumbre de hacer los regalos cuando nace,
o al menos no tiene tanto arraigo. Vinieron las compañeras a casa
y lo pasamos muy bien. Yo, en el fondo estaba muy agradecida,
sin que ellas supieran seguramente la falta que me hacían todas
aquellas muestras de cariño. Acertaron. No estaba contenta por
los regalos sino porque sentía que les salía de dentro lo que me
hicieron. Además una me dijo bien claro: “estamos aquí porque
hemos querido y no por ningún compromiso”. Nos hicimos fotos
después de la comida, organizada con lo que cada una trajo hecho
en su casa.

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16-9-82
Llevo mucho tiempo sin escribir y temo olvidar cosas muy im-
portantes si no lo fijo en el momento. Es complejo, maravilloso,
terrible, fascinante y dramático hacer un hijo(a), sentirle dentro
de una todos los días, hablarle e interpretar sus respuestas sin
saber si son respuestas, pero deseando una comunicación que
produce una emoción indescriptible, soñando con su carita, con
sus ojitos y su sonrisa y viviendo con las lágrimas a punto de brotar
de los ojos. El presente estado de sensibilidad no es de tristeza,
es de intensidad, de plenitud porque quiero darle todo, aunque
sé desde ahora, que eso no es posible; le traigo a un mundo en
el que tendrá que pelear por sí mismo(a) y yo muchas veces no
podré hacer nada por echarle una mano porque todos estamos
solos, porque desde ahora le siento autónomo(a) dentro de mí.
Cuando la tensión dentro de mi tripa es grande, muchas veces me
veo impotente para hacer desaparecer esa sensación angustiosa
en mi tripa, esos movimientos por los que parece que busca un
espacio más cómodo que yo no puedo ofrecerle en ese momento.
¡Qué bonito cuando el movimiento es suave, cuando le pongo la
mano y se mueve suavemente!
Han pasado muchas cosas en estas semanas, Glori vino el
19 de agosto, nos llamó a casa desde el aeropuerto y por otro lado
nunca nos entregaron el telegrama que había enviado con bastante
antelación. Total que pasó un rato malo esperándonos en el aero-
puerto y nosotros fuimos a recogerle a las dos horas de su llegada.
Después he hablado mucho con Glori y hemos preparado casi todo
lo relacionado con el bebé: ropitas, cuna…

22-9-82
Mi tripa ha crecido mucho y ¡está tan viva! Me gustaría oír o sentir
su primera respiración.

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He pensado tanto en ti, mi pequeño, te he soñado tanto en


este tiempo, quizás pienses de mayor, en momentos de tristeza,
en por qué te traje al mundo, en que hubiera sido mejor no haber
nacido, quizás hasta me lo preguntes, temo mucho que no sepa
contestarte y que sin embargo tengas razón en renegar de este
mundo tan injusto, tan terrible. ¿Qué te puedo decir?, que un día
sentí necesidad de amarte, que sin saber por qué empecé a echarte
en falta, que, ¿cómo se puede echar en falta lo que nunca se ha te-
nido?, pues no es fácil de explicar. Quiero crearte, que mi cuerpo,
yo, te creara… y ¡ha sido tan bello en muchos momentos!, pero
también me ha costado, también ha habido dolor, y sin embargo,
mi chiquitín, no he dejado de desearte, no he dejado de quererte, en
algún momento puede pesarme la responsabilidad que tomo, puedo
temer no darte todas las posibilidades para ser tú, para ser.
Todos los temores del mundo son pequeños cuanto te siento
moverte, como ahora, dentro de mí y me invade un gran amor,
una gran fuerza… Quizás, mi pequeñito, es que esto es la vida y
he querido vivir por la vida misma.
Perdóname si puedo llegar a temerte, este mundo no está
hecho en favor de la vida, prefiere la muerte, y son muchas las
dificultades que uno encuentra para ir contracorriente, los niños
casi no tienen lugar en él porque son la vida, contigo voy a tener
que luchar un poco más y me pregunto si podré, te prometo que
lo intentaré en todos los casos y enseguida tú me ayudarás, nos
ayudaremos, y otros te ayudarán, hay muchos que nos quieren y
¡podremos!, ¡verás cómo podremos!
Perdóname si te parece egoísta que yo haya querido que
nacieras por llenar una necesidad mía, de alguna manera es así, no
podía preguntarte tu opinión, y yo he querido hacerlo, he tomado la
determinación por mi cuenta, bueno, con tu aita también, pero sin
ti, lo que pasa es que yo lo pensé bien solita primero y vi que tu aita
también quería, pero somos dos seres autónomos y sólo podemos
pensar individualmente, no se reparte la responsabilidad, los dos

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la tenemos en cada uno de nosotros. Lo curioso es que no lo he


decidido por mero gusto, sabía de la parte jodida del asunto y aun
con todo estás aquí, a punto de nacer y muchos te esperamos con
ilusión aquí, con tu cunita y en Euskadi mi familia y la de tu aita,
con miles de cosas que darte.
Mi chiquitín, mi chiquitín, haremos que los momentos
felices cubran la mayor parte de tu vida, con mucho, con mucho
amor, ¡lo haremos!
Hasta luego.

24-10-82
Ya tengo que despedirme de mi embarazo, todo indica que esto llega
a su fin, las fechas así lo dicen, también las contracciones que siento
todos los días, el flujo rosado… Todo me dice que este niño(a) está
para salir y esto provoca en mí dos sentimientos encontrados. Por
un lado me da pena terminar este período, ha sido una fase bonita,
la sensación de crear vida ha predominado sobre todo lo demás.
Es la época que menos he pensado en la muerte; ante cada cosa
desagradable, el recurso era poner mi mano en la tripa, saber que
estaba ahí para sentir enseguida un gran alivio. Algo maravilloso
pasaba en mí y si todo lo demás no dejaba de ser importante por
ello, este hecho hacía que perdiera lo que de angustiante y tenso
tenía para mí.
He estado más sensible, sin embargo, más sensible de una
forma espontánea, como más inmediata. La risa, el llanto, la alegría,
la pena, la nostalgia… me han acompañado todo el tiempo, pero
¡la vida estaba conmigo! ¡Estaba en mí! Desde el primer día hasta
el último lo he sentido así.
Por otro lado empieza una nueva fase, no sé cómo se inaugu-
rará, el nacimiento y la clínica no han dejado de preocuparme y su
cercanía e inevitabilidad lo hacen más real y asumible. Enseguida,
tal vez el próximo domingo, un nuevo ser rondando por la casa.

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Todo se ilumina, la casa, nosotros, las ropitas, la cunita, todo tomará


vida y luz… Es una emoción indescriptible de sólo imaginarlo y es
un miedo extraño de que algo pudiera impedir, todavía, esa alegría.
Y luego está otra vez ahí, llorando, sonriendo, fuera de mí, frente a
mí, en un mundo terrible, pero con mucho amor en su alrededor,
con todo el calor, con todo el cariño.

31-10-82
Es la espera al nacimiento de mi hijo(a).
Seguramente hay tres momentos en la vida de los humanos
que no pueden compartirse de ninguna manera, en ningún caso,
si bien es cierto que la soledad es la forma común de vida y saber
vivirla la única posibilidad de vivir; algunas veces podemos paliarla,
podernos evitarla en diferentes circunstancias, momentos y lugares.
Todo depende de la capacidad de comunicación y del entorno que
nos toque tener. Pero insisto, hay tres momentos en que esto es
imposible, dos en los hombres: el nacimiento y la muerte; y tres
en la mujer: el nacimiento, el parto y la muerte. Nos enfrentamos
solos, totalmente solos a ellos y si por eso no deja de ser importante
quién está al lado de uno en esos momentos, al hecho en sí, sólo
puede enfrentarse cada cual con su fuerza, con su ser entero, con
su voluntad, con su alegría o su dolor… nadie te acompaña en ello.
Estaba leyendo en una entrevista a Raquel Tibol que le gustaría
morir con lucidez, sin embargo, los médicos procuran evitarlo
en general, y mucha gente también. A mí me gustaría parir con
lucidez, éste era mi deseo antes de haber decidido tener un hijo,
y ha sido mi querer a lo largo del embarazo. Hoy, cuando el parto
puede empezar en cualquier momento, quiero parir con lucidez,
consciente, y estoy firmemente decidida a hacer todo lo posible para
que sea así. La doctora lo sabe, se lo dije desde el principio, no lo
hacen generalmente y menos con primerizas. El bloqueo epidural
“no quita la conciencia”, dicen, “sólo la sensación dolorosa”, la

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sensación de sacar y de salida de alguien con quien he vivido tanto


tiempo en comunión total, de alguien con quien he soñado hasta el
“súmmum”, de alguien a quien he adorado tanto en estos meses.
Quiero sentirle en su camino, ayudarle, vivirlo todo. ¡Ojalá pueda
hacerlo! Necesito sangre fría y la tengo que sacar de donde sea, si
me ven bien me dejarán más libre. De todas formas estaré sola y
ello me da derechos, tengo que hacer que se me reconozcan. He
venido preparándome para ello, sabiendo que tengo todo, menos
mi fuerza, en contra; pero también sé que mi fuerza es mucha y
que tengo que poder, es mi sueño, es mi deseo, es mi derecho. ¿Se
podrá saber algún día qué se siente al nacer? ¿En qué consiste el
tan cacareado “trauma” del nacimiento? ¿Se podrá saber qué se
siente al morir? Yo quiero saber qué se siente al parir, quiero hablar
de ello, que se sepa, que deje de ser un tabú. Tengo a dos personas
muy queridas a mi lado que, a su manera, y realmente, están a mi
lado, muy cerquita. Ellos también me darán fuerza en la medida
en que ello se haga posible.
“Está llegando un día de abril, el día feliz está llegando…”
(Silvio Rodríguez).

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Capítulo 7

MEXICO ME PESA TANTO...


(México, 1983-1985)

Las Navidades de 1982 están marcadas por un incidente triste: su hermano


Angel ha sido detenido, junto con otros compañeros, en Donostia y
pasa la Nochebuena y el día de Navidad en la Comandancia da la
Guardia Civil, sufriendo malos tratos y torturas. En una de las ocasiones
en que alguien de la familia va a Comisaría interesándose por él, a
un guardia civil se le escapó: “Ya está mejor”. Durante los siete días
que permaneció detenido, el centro de los interrogatorios fueron sus
hermanos mayores, por lo que la detención cogió visos de tratarse,
entre otras cosas, de una venganza contra la familia.
La racha de malas noticias se reanuda más tarde, en agosto de
1983. A la muerte del aitona, José Katarain, a quien Yoyes no deja de
recordar en todas sus cartas, se unen las inundaciones que asolaron
buena parte del País Vasco y afectaron también a Goitine. Yoyes maldice
la distancia que no le permite echar una mano a su familia.
Este otoño acarreará también otro contratiempo: Juanjo debe
volver a Donostia por razones de trabajo. Yoyes se queda en México
con su hijo, de quien se ocupará con el mismo afán con que lo hizo
durante el embarazo. En sus cartas a la familia da cuenta de cada
pequeño progreso que realiza, los primeros balbuceos y pasos, y
también los sustos, entre ellos las infecciones que sufre a causa de
virus tropicales.
Su condición de madre influye de alguna manera a Yoyes en la
elección del tema para la tesina de fin de carrera. Pedro Moctezuma,
profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana y director del
trabajo, relata todo el proceso:

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Me pidió que asesorara su tesina, lo cual acepté gustoso. Primero le


inquietó estudiar el desarrollo del movimiento de mujeres dentro del
Movimiento Urbano Popular. Ya que se estaba organizando el Primer
Encuentro de Mujeres de la Coordinadora Nacional del Movimiento
Urbano Popular (realizado en noviembre de 1983), asistió a una reunión,
en la Colonia Guerrero de mujeres del Valle de México, pero después
me explicó que no veía conveniente abordar ese tema debido a que
ella era exiliada, que estaba vigilada y que su presencia en reuniones
y movilizaciones populares no era conveniente. Fue la primera vez
que me platicó su “estatus” en México, y hablamos de la represión, de
experiencias vividas, de su estancia en Francia, de que aquí a veces
la molestaban en su departamento, etc. En general, siempre fue muy
discreta y nunca me habló de haber sido dirigente de ETA.

En su tesina trabajó muy duro; recorrió la ciudad, entrevistó a


mucha gente, se abrió camino investigando en un país en el que se
esconde todo, hasta los datos más simples. Siempre traía avances y
nuevas preocupaciones. Se peleó con un maestro que cuestionaba la
validez de estudiar las guarderías en la Ciudad de México. Estando
en el área urbana de la carrera de Sociología, el tema estaba fuera
de lo urbano según él, y luego dijo varias sandeces acerca de que los
niños estaban mejor en casa. Ella contestó firme y lo paró en seco. Se
preocupó de que el tema fuera aprobado y su tesina reconocida, me
presionó y movió cielo y tierra para tener garantizado que no habría
problemas. Terminó antes de acabar el último trimestre. Nunca he tenido
la experiencia de que un alumno termine su tesina justo al acabar el 2.º
trimestre; ella ha sido la única. Le urgía acabar y regresar a España.
Tuvo un ritmo de trabajo y una calidad enorme.
Era muy sensible a las necesidades y a la situación de la clase
trabajadora. Se iba a las fábricas a aplicar encuestas a las mujeres
trabajadoras a la salida de sus turnos, para conocer a fondo su situación
como madres. Criticaba el sistema de guarderías como algo ligado a
las necesidades de productividad capitalistas y no a las de las madres
trabajadoras. Leía mucho. Comentábamos que en el socialismo sería la

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comunidad, las organizaciones sociales, las encargadas de la gestión


y control del cuidado de los niños, y de las ventajas de un sistema
comunitario de cuidado de los niños.
Conoció la legislación, entrevistó funcionarios, fue a los parti-
dos políticos, recorrió el sistema de guarderías. Era incansable. (Pedro
Moctezuma)

Esta tesina, que estuvo a punto de publicarse en México, fue objeto


de dos programas en Radio Educación de México D.F. Yoyes simultanea
su realización con los cursos regulares, donde va obteniendo las mejores
calificaciones, y su trabajo en las Naciones Unidas. De vez en cuando
sentirá perder sus fuerzas ante el cúmulo de responsabilidades, en el
contexto además de una ciudad enorme y agobiante. Pasará diversas
crisis en las que el gran punto de apoyo será, en definitiva, su hijo.
Lleva ya casi cuatro años de nueva vida y está a punto de entrar
en la treintena. Han quedado atrás ilusiones e intereses de otros tiem-
pos, las ideas y convicciones han ido evolucionando, atemperadas por
nuevos conocimientos y experiencias. Por un lado, la vida en México
obliga a Yoyes a tomar conciencia del problema social con mucho más
realismo. Las utopías revolucionarias que llevan a identificarse con la
clase más marginada caen por su propio peso, al darse cuenta de que
ella, con el trasfondo cultural de un país desarrollado, nunca se podrá
situar en igualdad de condiciones con las clases más marginadas por
el sistema capitalista. Aunque en algún momento, con la mejor de las
intenciones, había escrito: “…si no podemos conseguir una casa ya
viviremos en una chabola”, pronto se dará cuenta da que no se trata
de querer sino de poder aguantar tal tipo de vida.
La distancia le hace relativizar y ver el problema de Euskadi con
otros ojos. En este sentido, la lectura de El milenarismo vasco de Juan
de Aranzadi va a causarle una fuerte impresión en las valoraciones
políticas sobre el nacionalismo que ella mantenía hasta entonces. El
intento de desmitificación de ETA realizado por Aranzadi no disgustó a
Yoyes en general, e incluso le pareció bastante acertado.

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Por otro lado, había mantenido numerosos contactos personales


con ex militantes de diferentes frentes revolucionarios de Centroamé-
rica. Ve cómo éstos, antiguos tupamaros y montoneros, profesores de
universidad, están deseosos de aprovechar la mínima ocasión para
volver a sus países. A ella le va ganando también, por un cúmulo de
factores, la idea de dejar México y acercarse a Euskadi.
Había cumplido ya el objetivo que la llevó a México. En julio
de 1984 defiende su tesina y se licencia, con el número uno dentro
de su promoción.
La vida se hace cada vez más difícil en México. Con la inflación
y las sucesivas medidas contra ella, el nivel de vida sufre un deterioro
terrible. Si ya de por sí la situación económica de Yoyes no era nada
boyante, el presente y el futuro se presentan cada vez más oscuros.
A Yoyes le va pesando también la diferencia cultural. Ella es una
persona racionalista, muy lógica, que va siempre directa a las cosas
y que da mucha importancia a la palabra. En este sentido, su manera
de ser choca con la del mexicano y sus costumbres. Le molestan en
particular los hábitos machistas de la sociedad mexicana.
En medio de esto, el futuro de su hijo le preocupa. A los pro-
blemas de salud causados por las infecciones, se une la falta de un
entorno familiar para su hijo. En este sentido, resulta significativo que a
Akaitz, acostumbrado a llegadas y despedidas de su padre, tías, etc.,
le cueste incluso al cabo del día el separarse de amigos y amigas de
Yoyes con los que hubiera compartido la jornada; buscaba un padre
en su entorno. La vida familiar y de pareja no ofrecía perspectivas
basándose en esta separación entre Yoyes y Juanjo.
Por otro lado, Yoyes quería continuar con sus estudios y doctorar-
se. Le atraían los temas relacionados con la situación de la mujer, pero
éstos no podía seguirlos en México. Por eso, en un primer momento
intentó, por medio de la Embajada de EE. UU. en México, conseguir
una beca para estudiar en alguna universidad de aquel país, pero esto
no le fue posible porque las becas estaban destinadas únicamente a
estudiantes de nacionalidad mexicana.

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Mientras buscaba una salida a su situación, tras licenciarse,


impartió clases en la Universidad Autónoma Metropolitana, la misma
en la que había estudiado; enseñaba Teoría Sociológica según Talcott-
Parsons. Durante todo el año no cobró un céntimo ni esperaba cobrarlo
por su condición de extranjera. Al cabo del tiempo, cuando la avisaron
de que podía disponer del dinero correspondiente, ella estaba ya fuera
de México y dispuso que fuera entregado para los fondos de ayuda a
las víctimas del terremoto que asoló Ciudad de México en 1985.

–––––– . ––––––

El 21 de junio de 1984, el diario madrileño El País publica una información


en la que se da cuenta de la intención del Gobierno francés de retirar el
estatuto de refugiado político a ocho miembros de ETA -Militar, entre ellos
a Yoyes. Sobre ella en concreto dice lo siguiente: “María Dolores Gon-
zález Catarain, Yoyes, de 30 años de edad, una de las tres mujeres con
estatuto, fue durante 1979 y 1980 uno de los máximos dirigentes de ETA .
Aunque ha residido en México en 1982, tras dejar sus responsabilidades
en ETA , la policía española la sitúa actualmente en Francia, donde a partir
de 1983 reanuda sus tareas de dirección y organización”.
A los pocos días, Juanjo Dorronsoro, que reside en Donostia,
remite una carta al citado periódico en la que desmiente y rectifica lo
publicado sobre Yoyes, señalando que ella no pertenece a ETA-Militar
desde cinco años antes. Este desmentido no pasa desapercibido en cír-
culos cercanos a ETA, y así Yoyes recibe una carta de una ex compañera
de organización con la que seguía manteniendo correspondencia en
la que ésta le recrimina haber dado a conocer públicamente su ruptura
con la organización. Yoyes responde en estos términos:

México, 20-8-84

Aupa B.: Aprovechando que Anne va para ahí, te voy a contestar;


no lo había hecho antes porque no me fío nada del correo, es más,
estoy convencida de que leen todo y no me apetece… Ahora está
la oportunidad de que la lleven y tu última carta, como que necesita

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YOYES DESDE SU VENTANA

respuesta, me ha dolido demasiado para dejarla así, aunque también


me dan ganas… no creas.
A veces pienso que no eres tú la que me ha escrito, que hay
otras cosas, pero no sé, en realidad es tu letra y no puedo más que
creerlo así, me has dado un buen disgusto.
El hecho de que mantuviera cierta relación contigo no significa
que la quiera mantener con la organización, para mí son cosas muy
diferentes que tú en esa carta pareces mezclar, como si no estuviera
claro que yo con la organización rompí hace mucho y no de manera
provisional. Me dices que creías que me había ido porque estaba can-
sada, como si una vez descansada fuera a volver a integrarme, y esto
nunca lo he dicho yo, ni siquiera algo parecido, porque lo que hice,
aunque algunos no parecen habérselo creído, fue romper totalmente.
Que en un tiempo la policía no lo creía es otra cuestión, pero no pen-
saba que esa confusión hubiera hecho mella en otros y ahora ésa es
la impresión que tengo, como que mientras, se me sigue sacando en
el periódico junto a los demás…
Cuando yo he escrito ahí lo he hecho a nivel de amistad y nunca
de organización. Si no se me respeta a ese nivel, si no se termina de
aceptar y respetar mi vida y mi determinación de romper con la orga-
nización, por mucho que me duela romperé también con las personas
que lo hagan, porque para mí la amistad incluye necesariamente un
respeto total por el otro.
Por favor, que quede claro que no estoy bajo consigna, y mucho
menos bajo disciplina o algo aproximado. Lo que yo haga lo consultaré
conmigo misma y con quienes pueda considerar amigos, pero no con
la organización, ya es hora de que se separen ambas cosas, he sido
siempre muy clara en señalar mi distanciamiento de lo que fuera estar
organizada para que a estas alturas parezca ponerse en duda. No
pienso, ni remotamente, en volver a la órbita de la organización, lo repito
nuevamente, que nadie lo dude, y si siento presiones en ese sentido, sólo
servirá para alejarme de ella más de lo que estoy en la actualidad.
[…]

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De todas formas yo llevo mucho tiempo aquí y no sé muy bien


cuál es la situación como para emitir juicios, pero vaya la observación de
que no veo por qué la organización se ha ido cerrando cada vez más
(aunque de alguna manera lo presentí y temí antes de venir); es como si
todo empujara a un callejón que ella misma ha contribuido a formar, pero
prefiero no hablar de esto porque me conozco la idea generalizada de que
las críticas desde fuera no tienen validez, lo cual no es sino muestra de esa
cerrazón. Pero no se confunda, que no hable no significa que apruebe lo
que se hace, y esto parece ser que es lo que ha sucedido en estos años;
aunque con algunos, que supongo que han preferido también olvidar, sí
hablé, pero nunca tuve la fuerza para convencer. Ahora ya es tarde y no
volvería ni a intentarlo porque las cosas, y yo misma, han cambiado.
Si no de manera directa, tú has recibido muchos mensajes de
por dónde andan los problemas, el hecho de que ello se juntara con una
crisis por mi parte (tú dices cansancio) no significa que no los hubiera
(la carta que mandó Iñaki confirma algunos, más si cabe), incluso tú
misma veías muchos. Si yo he respetado en todo momento tu opción,
no veo por qué tú no tengas que respetar la mía.
[…]
Lo que yo haga tendrá razones de tipo moral y humano que sean
válidas para mí, pero no se deberá […ilegible…]. Y quede claro que
no estoy escapando de ningún sitio, porque uno no puede escaparse
de donde no está.
Dejé la organización, no sólo por cansancio, sino porque
había cosas en ella, posiciones de diverso tipo, que no me gustaban,
y el tiempo me ha dado la razón, porque tengo la sensación de que
muchas de ellas se han exacerbado, y en definitiva la han debilitado,
llegándose a la situación actual que a mí me parece no sólo terrible,
sino también desastrosa. Se ha subestimado al enemigo al tiempo que se
prefería el anquilosamiento antes de una renovación, que para muchos
tomó el nombre de “claudicación”, impidiéndose así que cualquiera
que viera su necesidad hablara de ello por temor a verse estigmatizado
con epítetos de ese tipo.

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Yo no quise saber nada de ese proceso y ahora no tengo por qué


asumirlo, ya que no lo conozco bien ni lo siento como mío. Si alguien
ha creído lo contrario, ello se ha debido sólo a su fantasía, porque en
todos estos años nunca he dicho ni he insinuado algo parecido. Todas
mis cartas y conversaciones han sido de tipo personal, y a otros niveles
en general me he callado, pero el que calle no otorga, y para buen
entendedor… he dicho lo suficiente.
Cambiando de tema. Con mucho esfuerzo he terminado la
carrera y… ¿qué voy a hacer ahora?, por si hay alguna duda que no
me extrañaría… no voy a ir a Euskadi Norte, nunca he pensado en ello
como una posibilidad a corto o mediano plazo. Mi intención es seguir
estudiando, pero no con un fin determinado ya que para mí el estudio no
es un medio sino un fin en sí mismo. Durante los años de carrera pensé
en seguir estudiando después, por ejemplo en París; en la actualidad mi
deseo sigue siendo el mismo y me dolería mucho renunciar a él, pero
tal y como están las cosas lo estoy cuestionando. Quizás el Gobierno
francés me aceptaría pero ¿con qué tipo de papeles?
[…]
No tengo la impresión de que mi vida corra peligro aquí, porque
digan lo que digan los periódicos, saben bien lo que hago y aquí me
siento vigilada pero no perseguida, y esto no porque el Gobierno mexi-
cano actual no esté dispuesto a hacer lo que le pidiera el español, como
ocurría con el gobierno anterior, para golpear a los “delincuentes comunes
de ETA ”, como ha dicho el actual presidente de México, sino porque no
se lo piden y han decidido dejarme en paz a ese nivel. Hace unos años
me hubieran matado, pero el Gobierno mexicano se negó a ello, y en la
actualidad casi casi le estarán pidiendo que me dejen estar aquí porque
el Gobierno preferiría no hacerlo; la actitud general con respecto a mí
es pues totalmente diferente aunque sigan vigilándome.
Bueno mujer, ya voy a acabar este rollo, espero que haya servido
para aclarar las cosas y poner ciertos puntos en algunas íes; si te parece
que he estado demasiado fuerte, creo que tu carta no era para menos.
Sólo espero que se me respete, a lo cual creo que tengo derecho.

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A mediados de diciembre de 1984, Yoyes viaja a Europa vía


Estados Unidos y Luxemburgo, desde donde se traslada a París en tren
para evitar tener problemas con la policía francesa, a pesar de que
poseía pasaporte en regla. Y es que, entre 1983 y 1984, la Embajada
española en México expidió pasaportes a todos los refugiados que
tuvieran el antiguo –o el falso– caducado. De esta manera, Yoyes y
otros refugiados, al parecer por ignorancia de la Embajada, obtuvieron
pasaporte nuevo y en regla.
El 31 de diciembre se traslada a Biarritz, para mantener contactos
con dirigentes de ETA, al objeto de tantear cuál sería la postura de la
organización ante su futuro posible regreso a Euskadi Sur. Pide cita con
Juan Lorenzo Lasa Mitxelena “Txikierdi”, y Txomin Iturbe, por medio de
los cauces habituales. Espera durante tres días y no se le confirma la
cita. Vuelve a París desanimada, sospechando que si no han querido
estar con ella se debe a la actitud de dureza e intransigencia que
mantiene la organización.
Por otra parte, Yoyes aprovecha su estancia en París para
informarse sobre las condiciones de entrada a la universidad y las
posibilidades de realizar el doctorado, a la vez que toma nota de los
diferentes cursos que se iban a impartir en septiembre de 1985. En
París recibe la visita de algunos familiares, a quienes pone al corriente
de su situación e intenciones.
De regreso a México con su hijo, lleva un billete de ida y vuelta
con validez para un año, pues tiene claro que en ese plazo volverá
a París.
De enero a junio de 1985 alterna su trabajo en la universidad
con el de la revista de las Naciones Unidas. Plantea a sus allegados,
tanto mexicanos como vascos, su intención de dejar México y trasla-
darse a París. Baraja incluso alguna vez, más en plan hipotético que
real, la posibilidad de acercarse al País Vasco. Quienes conocen
y comprenden su situación la animan. Otros, influenciados por los
círculos de la organización, no quieren entenderla y la presionan en
sentido contrario. Esperan que algún día vuelva a integrarse en ETA y

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así, llegada la hora de partir de nuevo a París, en junio de 1985, no


organizan ninguna cena de despedida con la excusa de que su vuelta
debe mantenerse en secreto. Esto indigna a Yoyes, quien tiene muy
clara su no reintegración en ETA, y aumenta su rechazo a esta gente
que quiere marcarle el futuro.
En mayo empieza a liquidar sus asuntos en México. Deja su
trabajo y durante un par de fines de semana o tres organiza, junto
con otra pareja de amigos vascos que volvían a Euskadi, la “venta de
garaje”, tradicional en México. Ahí, con bastante buen tino comercial
por cierto, se desprende de los enseres y pertenencias de la casa y de
algunas ropas. Lo que más le costaba dejar a Yoyes era la ropita de
Akaitz y parte de ella se la regaló a una amiga que iba a ser madre.
Da por finalizado el contrato del piso de Tasqueña y pasa los últimos
días en la misma casa en que la acogieron a su llegada a México.
El 4 de junio se embarca con su hijo en el avión que los llevará
a París. Pero volvemos hasta noviembre de 1982, para recorrer a través
de su diario la segunda parte de su estancia en México.

17-11-82
No siento en el día la depresión (¿o la estoy reprimiendo?) postparto
de la que tanto se habla, y en la noche pues no sé. La única diferen-
cia son los sueños, que han cambiado de manera radical. El tema
que ahora predomina es la muerte, no había aparecido en todo el
embarazo, bien al contrario estaba totalmente fuera de mí, ahora
sueño con ella, me toca morirme, pero sin angustia, con mucha
calma. La vida está fuera, está en Akaitz.

11-2-83
Hoy 11 de febrero se va Glori, después de pasar aquí casi seis
meses, es lo que yo pedí, y es lo que me dieron con la entrega más
desinteresada. ¿Podré devolverles algún día siquiera un poquito

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de todo lo que han hecho por mí? Sé que no lo esperan, sé que ni


lo piensan, pero después de todo lo lejos que llegué a sentirles al
final de ese año en que no tuve visitas de ellos, y todo lo que me
dolió, ahora vuelvo a tenerles, están en mí y les siento conmigo y
todo lo han hecho ellos. ¿Cómo puedo quererles tanto? Ya van a
hacer diez años (en noviembre) que dejé mi casa y su recuerdo está
tan vivo como el primer mes, como aquellas primeras navidades
fuera de casa.
Creo que esto me frena en la búsqueda de nuevas relaciones,
y que se acrecienta cuanto más lejos en kilómetros estoy y cuanto
menos les veo como si por ello temiera perderles. Me cuesta entrar
en su habitación, siento vacío en la casa. En Euskadi Norte también
lo notaba cada vez que alguien de casa se iba, y me dan ganas de
salir, de no realizar, pero tengo que hacerlo para ir deshaciendo
poco a poco los nudos que se me han hecho. Luego vendrá otro y
sentiré la misma ilusión y al partir la tristeza.
Si todo va bien, a mí me faltarían dos trimestres para acabar
la carrera y después me iría yo, a mediados del 84, pero no a mi casa
claro, aunque de todas formas me hace una ilusión tremenda, les
vería a todos en un día de lluvia como hoy, o en un día de sol, pero
lo que es seguro es que el sol estaría conmigo, un calor inmenso,
tan grande como el frío que siento hoy. ¿Y Akaitz?, andaría con
nosotros, andando en plan patoso ¡qué alegría! Esto llegará, Neka-
ne, esto llegará, aunque ahora te cueste creerlo, llegará y tú estarás
haciendo nuevos planes, planes de estudio y de trabajo, joven
todavía, vital, y vendrán nuevas tristezas y nuevas alegrías porque
eso es la vida, esto es la vida. Si ahora no lloraras, habrías dejado
de sentir, habrías dejado de vivir y andarías como autómata por
el mundo. Ahora toca remontar, superar el trago y saber que todo
sigue y que nada irremediable ha sucedido; la vida sigue su curso
y tú puedes como tantas veces has podido, en unos días volverás a
coger el ritmo, y estudiarás con ganas de acabar la carrera y reirás
con Akaitz sin hacer ningún esfuerzo.

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12-5-83
…El niño va creciendo, cada vez se comunica más, ¿me frena?
Tengo toda la impresión de que es mayor el espacio que me “ocupa
en la mente” del que me ocupa físicamente en la realidad cotidiana,
y esto me preocupa y me alivia, me preocupa por el lado de que
cuando crezca un poco dejará de ocuparme físicamente en el trajín
cotidiano de darle de comer, cambiarle, lavar su ropa, llevarle a la
guardería, preparar sus cosas, biberones, ropas, etc., levantarme
por las noches, no sé; pero seguirá “ocupándome mentalmente”,
con lo cual mis posibilidades de desarrollo, de creación, se verán
mermadas de todas formas. Y me alivia, sin embargo, por el lado
de que es más fácil de superar esta “limitación sicológica” que la
física “real” de necesidades mínimas y absolutas. ¿En qué consiste
esa “ocupación mental” o “limitación sicológica”? No creo que
se trate de una preocupación por su salud, por su bienestar, por
su equilibrio, etc. No es una especie de preocupación por el niño,
aunque esto ocupe su lugar, lo más importante de este fenómeno
es que limita porque una siente que ya ha realizado algo muy im-
portante en su vida, con lo cual ha cubierto el cupo, por lo menos
socialmente ya tiene justificada su vida, “se ocupa de cuidar a sus
hijos” se suele decir de una mujer con hijos que está en su casa y
no sale, ni hace nada más. Y yo no digo que el cuidado de un hijo
y una casa no le lleve a una todo el día, sobre todo cuando no se
tiene ninguna ayuda, pero ello limita a las mujeres a ser meros
animales reproductores, como si no hubiera otras potencialidades
o posibilidades de desarrollo. Y el riesgo de quedarse ahí es muy
grande, incluso si se hace algún otro trabajo para obtener dinero;
y el peligro no viene tanto de las presiones externas, aunque sean
muy importantes, sino de la ideología interiorizada a lo largo de
muchos años, y sobre todo en la infancia, de un inconsciente trai-
cionero que empuja a una actitud, a un comportamiento que nos
limita totalmente y del que es muy difícil escapar.

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Incluso en términos marxistas se dice que la mujer se en-


cuentra en el espacio de la reproducción, de la reproducción social,
imprescindible para la producción y reproducción del sistema
capitalista. En ese lugar de la reproducción, reproducción de la
fuerza de trabajo: alimentación, procreación, cuidado de la casa,
del sueño, del sexo, etc.
La mujer tiene un lugar en la “lucha revolucionaria”; bus-
cando mejores condiciones para la reproducción, puede poner en
cuestión el sistema entero, que nunca puede satisfacer las necesida-
des de todos los elementos humanos que necesita a su alrededor.
Sin embargo, pocas veces se cuestiona el papel que juega en
sí mismo, pareciera que el lugar de la mujer está en la reproducción,
por lo menos el lugar fundamental, y si participa en la producción
o en actividades de otro tipo, se ve esto como algo secundario,
excepcional, a desaparecer. En la ideología burguesa esto no es
completamente claro, porque el capitalismo ha necesitado muchas
veces de la fuerza de trabajo femenina; permite una especie de
apertura en el sentido de no confinar totalmente a la mujer dentro
del hogar, pero esta idea persiste y tiene más fuerza dentro de
esta ideología que la que consideraría que la mujer puede y tiene
derecho a dedicarse a otros menesteres, se acepta esto como mal
menor (necesidad económica, de equilibrio, etc.), pero no como
algo “normal”, ideal.
En ambientes de izquierda, en el marxismo, ideas socialistas,
etc. también existe una posición confusa al respecto, una especie
de dicotomía, por la cual, se quiere ver a la mujer como ser libre,
con todos los derechos, ensalzándose incluso a la mujer productora,
pero no se resuelve de otra manera el problema de la reproducción
(no procreación, claro), sino las condiciones de la reproducción,
con lo que de la misma manera se sigue considerando este aspecto
como responsabilidad única de la mujer.
Las organizaciones de izquierda llaman a la mujer a la lucha
dentro de su medio, como amas de casa, pero no cuestionan el

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papel de ama de casa, no proclaman la necesidad de su extinción


como tal, la necesidad de que la comunidad asuma en sus manos
toda una serie de funciones que hoy se cargan sobre la mujer con el
consiguiente desperdicio de capacidades y mano de obra. Por ejem-
plo: ¿no es parecido cocinar para tres que para quince con buenos
materiales?, sin embargo, el tiempo que se ocupa en ello es casi el
mismo; se podrían citar así muchos ejemplos sobre el desperdicio de
horas en el trabajo de las mujeres aisladas en un hogar. El hombre
tendría que asumir responsabilidades que hoy caen exclusivamente
sobre la mujer, repartiéndose éstas entre la mujer y el hombre como
individuos y la comunidad en su conjunto.

25-5-83
…Hay mujeres que han criado solas a sus hijos, incluso sin la
satisfacción de saber que, aunque sea a muchos kilómetros de dis-
tancia, alguien vela por ellos, alguien los recuerda y los quiere casi
desesperadamente. Hay muchas mujeres que han podido, y yo voy
a poder, tengo que poder, porque además sólo serán unos meses, y
después, al menos no estaremos a tantos kilómetros de distancia,
más cercanos en el espacio y ello lo cambia todo.
En un país extranjero, con una carrera que tengo que ter-
minar, sin un trabajo seguro (aunque tengo dinero de J. no es lo
mismo), con un hijo de meses, en una ciudad salvaje, se juntan
demasiadas cosas.
Lo que más me molesta o me empieza a preocupar es que
siempre vivo igual o parecido, en tensión, exprimiéndome a mí
misma, haciendo esfuerzos grandes… es como si sintiera que me
falta tiempo, como si quisiera sacar un provecho desmesurado a
mi juventud, pero sin gozarla verdaderamente, siempre corriendo,
o en crisis; parece que sólo estoy satisfecha cuando consigo hacer
algo más de lo “normal”, de lo que hace la mayoría de la gente,
forzándome, quitándome horas de sueño, de diversión, de calma.

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Me preocupa constatar que no sé vivir tranquila. Que mu-


chas veces he sido muy feliz, que lo he logrado a pesar de muchos
pesares; pero que no sé quedarme un ratito en ello, que dejo que
esos momentos de felicidad pasen muy rápido, para ponerme en
tensión y tratar de hacer algo que me cueste. Es como si me estu-
viera poniendo a prueba todo el tiempo para decirme a mí misma
que puedo, que soy una chica valiosa, digna de ser querida por mí
misma y por los demás. ¿Cuántas veces me he dicho a mí misma
¡tengo que poder!? Creo que hace un rato lo estaba escribiendo, vivo
forzándome, ¿cómo evitarlo?, ¿forzándome a ello? Es como si sólo
viera “la fuerza de voluntad” por todos los sitios, por todos lados,
y lo peor de todo es que seguramente ello está en mí de forma muy
profunda y tiene pocas soluciones, sobre todo si otra vez se trata de
ponerse en tensión por ello. ¿O sería el último esfuerzo para pasar
luego a vivir más tranquila?
De todas formas me voy a morir, de todas formas la vida es
corta. ¿Por qué vivirla como si tuviera otra trascendencia? ¿Por
qué vivirla como si fuera única y tuviera una misión extra que
cumplir en ella?

4-6-83
…Hoy a la mañana no podía evitar soñar despierta; tumbada en
la cama, me imaginaba que subía al Txindoki con Akaitz en una
mochila, que iba con él de la mano de casa a la tienda y he termi-
nado llorando.
He salido a la calle a comprar el periódico, no he encontrado
nada, entonces he comprado otro y tampoco traía nada de eso.
¿Será por la referencia al preso portorriqueño en México, del que
EE. UU. puede pedir la extradición? No lo dijo claro, pero hizo
alusión a esto, y quizás en México no han querido publicarlo, la
cuestión es que nadie habla de esa parte de sus declaraciones, y yo
no sé si soñé o lo leí, la cosa es que no hablaba de los de México,

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pero es de pensar que no iban a hacer discriminaciones, aunque


no se puede saber.
Lo que me llama la atención de mí misma es que, por pri-
mera vez, una noticia así me produce inquietud, interés, ¿ilusión?
Nunca hasta hoy, y quizás mañana vuelva a la actitud anterior, he
prestado mucha atención a este tipo de cosas, como si no fueran
para mí, como si yo no fuera a volver nunca a mi casa: me salvé de
la cárcel, me salvé de la muerte y con eso ya puedo conformarme,
esto me lo vengo diciendo desde hace mucho tiempo, y por salud
mental, creo, no sueño en volver a Euskadi Sur, a recorrer mis
caminos, mi casa, mis calles…
Pero ¿qué me pasó hoy? Posiblemente, la seguridad de que
con el viaje de Felipe González no me iba a pasar nada, de lo cual
han dado suficientes muestras, me hizo pensar en el futuro con más
optimismo. Me dio confianza para soñar y volar más alto. No parece
que me estén controlando, las sospechosas llamadas telefónicas
habidas anteriormente han desaparecido por completo, hoy no
ha habido ninguna y ayer tampoco coincidí con ninguna, aunque
estuve menos en casa, pero tengo la sensación de que las órdenes
han sido de que no se me moleste. ¿Será cierto? Lo dijeron en el
periódico cuando hablaron, por primera vez aquí, de ex militantes,
pero siempre queda la duda, al menos no me pareció que la cosa
pudiera tener trascendencia, sin embargo, ayer… ¿Qué será lo de
Venezuela? Siempre he deseado volver a casa, pero siempre me ha
parecido algo imposible, desde luego no estoy dispuesta a arries-
garme a una detención, ser torturada es algo que tengo que evitar
por todos los medios, y a todos, o al menos a la mayoría de los que
volvieron con la amnistía del 77, los detuvieron y torturaron; tengo
la experiencia anterior, hay que aprender de ella y ello cierra casi
todas las puertas, si no todas. Lo de Jose me parece insoportable,
no sé si ahora estará tranquilo, pero ha vivido unos años horribles,
cerca de casa, o en casa, pero horribles, yo estoy lejos, pero no creo
haber sufrido tanto.

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Calma, Nekane, calma, tienes que acabar la carrera, tienes


el plan de hacer una maestría en Francia, la distancia, la soledad,
no matan en principio, ¡adelante!, ¡adelante con tus planes, con tu
fuerza! Puedes estar alerta a las noticias, ¿por qué no?, pero sigue
tu camino, no te dejes perturbar tan pronto, quizás vuelvas a subir
al Txindoki, pero si no lo haces, habrá otras cosas que puedas hacer
menos bonitas, sin duda, pero tan interesantes o más.

17-6-83
Me he despertado en la noche apurada, el sueño venía de atrás,
quiero decir que era más largo y al principio se desarrollaba en
México, pero lo último era que en Villafranca yo corría hacia mi
casa, huyendo de una situación embarazosa en la que un perseguido
por fraude, relacionado con el presidente anterior de México, quería
que yo lo escondiera. Corro hacia casa y de repente veo que la casa
no estaba, mi casa había desaparecido. La calle Urdaneta cambiaba
de repente de aspecto, y en lugar de mi casa, comenzaba una valla
de barrotes de hierro, muy bonitos, como las vallas que resguardan
casas elegantes, pero era interminable, y yo seguía corriendo y la
valla no se acababa. Me he despertado angustiada.
¿Cuál es el motivo del sueño?, pues no lo sé, pero quizás haya
influido que ayer recibí carta de Gema con unos poemas muy bonitos,
hechos por ella, y eso me alteró. Desde luego la carta me dejó pensa-
tiva, me escribe una Gema que ya casi no conozco, una Gema que
sale con chicos, que hace proyectos para un futuro como jovencita,
que en plena adolescencia sigue siendo alegre, “aunque a veces estoy
triste” dice, “el AMOR me hace olvidar las cosas malas”.
¿No es admirable? Me enternece de una manera increíble.
¡Qué a gusto le hubiera abrazado! He puesto uno de sus poemas
pegado a la pared de mi cuarto, siempre me ha maravillado Gema,
y no deja de hacerlo, aunque deje de ser niña. Ahora se me aparece
como una jovencita encantadora, más bonita todavía.

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25-6-83
He hablado mucho esta mañana con Rocío, le he contado mi vida a
grandes rasgos, y ella la suya, le he platicado de mis últimos años;
también lo hice con Pedro para explicarle la razón por la que desistía
de la primera idea que tenía respecto a la tesis de mi carrera y tomaba
un tema más neutral. Con este hablar de mí me surge una especie de
inquietud, es como si al no hablar de la “pesadilla”, ésta dejara de
existir y lo contrario; al hablar de ella toma una gran realidad y me
entra como miedo, revivo lo pasado y me pregunto, ¿cuál será mi
situación actual en los ficheros policiales? Las llamadas por teléfono
también me inquietan, ¿qué buscan con ello? Me llaman, tomo el
teléfono y nadie contesta, en unos segundos cuelgan, y así todos los
días, y así varias veces al día… es para hartar a cualquiera.

31-7-83
No he podido saber a qué hora llegaría el avión, porque además del
desbarajuste generalizado, la gente no da explicaciones de ningún
tipo, a una cortesía de lo más falsa como “ahí está su casa de Vd.”, se
unen las expresiones más cortantes que yo he podido escuchar. Me
asusta la idea de que me contagien su forma de ser, de que adopte
sus maneras de forma inconsciente, me asusta y me repugna, dirán
que es otra cultura, yo misma lo he venido diciendo en los tres años
y medio que llevo aquí, pero ya he llegado a la conclusión de que
eso no la hace más aceptable, el hecho de que sea una cultura no la
hace más vivible, no querría entrar en moralismos de si es mejor o
es peor, lo único que sé es que a mí me resulta odiosa muchas veces
y me hace mucho daño, me gasta, me quema, me envejece… Aquí
dicen que los europeos somos muy rígidos y tenemos unos már-
genes de comportamiento muy estrechos, el problema es que aquí
no hay márgenes, cada cual hace lo que quiere mientras puede y
acepta que los demás hagan lo mismo, si te toca la buena racha, qué

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felicidad, si te toca la mala te aguantas “jodiendo” al que puedes,


sin que eso no quiera decir que en el primer caso “jodas” menos,
bien al contrario. La agresividad, la suspicacia, el hermetismo, la
desconfianza, el desinterés reinan por donde una vaya y a mí me
tienen harta. Últimamente ando renegando de haber venido a
este país, “si lo hubiera sabido…” me digo, ¡con lo contenta que
estuve al principio! Contó mucho el que viniera de una situación
desesperante para mirar las cosas con una perspectiva seguramente
especial, pero ahora estoy cansada de esto.
Ayer me llamaron de casa, vienen Isa y M.ª Asun de vaca-
ciones, espero que ellas me traigan nuevas fuerzas, me interesa en
especial ver cómo aborda esto Isa, yo trataré de ayudarle, pero en
esta ciudad tan bestial la brutalidad no se puede cubrir y llega a
todos. Glori optó enseguida por juntarse con los vascos, yo no he
podido hacer eso y posiblemente por ello me siento más desprote-
gida, sigo relacionándome con mexicanos, por mucho que en un
momento pueda criticarlos. Prefiero muchas veces estar con I. y
R. o con Cristina que en el Centro Vasco. Y sobre todo cada vez
me uno más a Rocío y Germán, estoy queriendo mucho a Rocío,
mucho, y me gustaría estar más cerca de ella, pero esta ciudad y
sus grandes distancias no favorecen mucho las amistades. Verse
con amigos y hacer amigos implica gastar un tiempo que muchas
veces no se tiene.
Rocío tiene una dulzura y una fortaleza de carácter al mismo
tiempo tan perfectamente compaginadas que le dan una presencia
muy poco común. Su problema con la vista quizás haya influido
en esto, pero me inclino a pensar que ese carácter lo trae de más
antiguo, cuando todavía veía con normalidad; me da ternura, me
entristece que pueda quedarse completamente ciega en poco tiempo
y al mismo tiempo la admiro, no sólo por cómo ha reaccionado a
su problema: poniéndose a escribir poesía al verse obligada a dejar
la universidad para no quedarse ciega, la admiro de todas formas,
hubiera sido una compañera incomparable en la universidad si

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hubiera seguido estudiando, sólo estuvimos juntas un trimestre,


pero ya nos sentábamos en la misma mesa. El otro día me dijo
que ya no sufría por haber dejado la universidad, que creía que
era ahora, y sólo ahora, cuando estaba haciendo lo que realmente
había soñado en el fondo de sí misma: escribir. Tiene un libro de
poesía a punto de publicarse y otro a punto de terminar y eso le
satisface más que cualquier otra cosa que hubiera podido hacer.
Le ha costado mucho, pero se ha impuesto una disciplina feroz y
lo ha hecho y a mí me alegra un montón.
En estos días en que México me pesa tanto, ella es la única
luz en este país salvaje y oscuro, no sé hasta donde llega su luz, pero
quisiera que aumentara más y más, no sólo porque me va a ayudar
a “pasar mejor” o a vivir el tiempo que me quede en México, sino
por ello en sí, por su luz en sí, en cualquier sitio que esté.

5-9-83
¿Hacerse vieja es dejar de “soñar despierta”? No sé, lo cierto es que
cada vez me cuesta más “soñar despierta”, antes luchaba contra
esa tendencia en mí por creer que me sacaba de la realidad, ahora
me gustaría poder volver a “soñar despierta” con la facilidad de
antaño, tampoco le veo mucho chiste a “estar en la realidad” y en
todo caso creo que aquello era una fuente de equilibrio, un arma
que no quiero perder, lo pasaba tan bien a veces…

12-11-83
El 15 de diciembre salía exiliada, enseguida hará diez años también,
y tantas cosas que sucedieron después… sin embargo, tengo la
sensación que mis treinta años van a ser otra cosa, entro a otra fase,
tengo ganas de entrar a otra puerta, a un lugar de sedimentación de
experiencia, de vivencias, de ideas, de conocimientos, que cada cosa
vaya colocando en mí para que busque y encuentre un cauce, para

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que sirva de algo útil, ¿de qué?, no tengo ni idea, sólo la necesidad
de guardarlo todo y ordenarlo en mí para hacerlo de alguna forma
productivo, para que me sirva a mí también.
No quisiera olvidar nada, querría tenerlo todo presente,
no ser un saco de ideas todas revueltas que pugnan por salir sin
coherencia ninguna, no ser un saco de conocimientos dispersos
que buscan salir para satisfacción de la propia vanidad. Quiero
encauzar todo lo vivido, no tengo ganas de vivir otra vez lo pasado,
no quiero volver atrás, estuvo bien en un momento, ahora empieza
otra fase, una fase en la que será necesario recuperar todo lo pasado
para realizar nuevas cosas, a otro ritmo.
No quiero que el tiempo me empuje, como hasta ahora, no
quiero vivir en un maremágnum de ocupaciones y experiencias,
de prisas y actividad, de vivencias que se pierden por la velocidad
con que se suceden, por falta de tiempo y de una actitud que trate
de recuperarlas y vivirlas en toda su dimensión e intensidad para
pasar a otras con ese bagaje. Yo sé que el tiempo no se retiene, sé
que cada momento y experiencias son nuevos en sí mismos, pero
mientras viva no quiero olvidar lo pasado y en alguna forma quiero
hacerlo útil, si no es para los demás, al menos para mí, no querría
convertirme en una “cuentahistorias” que aburre a todo el mundo,
quiero triturar lo vivido, tragarlo bien, asimilarlo, asumirlo, a eso
llamo sedimentación, y luego darle un cauce en mi vida; si es para
perder rápidamente muchos matices y sensaciones por la velocidad
con que se suceden, no merece la pena vivir tantas cosas.
Ya sé que no es posible recogerlo todo, pero sí más de lo que
yo he recogido de mi vida, siempre demasiado ocupada. Ha habido
altos en el camino pero eran altos involuntarios. La vida es corta, sí,
y dan ganas de correr, pero no por mucho correr se va a alargar o va
una a vivir más, porque puede pasar que lo vivido se vaya perdiendo
casi en su totalidad al buscar tan rápido el momento siguiente.
Para mis treinta tendría que abrirse otra puerta en mi vida,
con un tren menos rápido, pero no por ello menos interesante e

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intenso, menos dramático y emocionante, todo cabe en él, pero


en forma distinta, con otras emociones y otro ritmo y todo ello sin
negar lo anterior. Todo lo contrario, asimilándolo, asumiéndolo,
haciéndolo parte de una misma, sería imposible negarlo, pero sería
lo más posible, por la poca memoria que tenemos, dejarlo pasar al
inconsciente y no controlar de ninguna forma su intervención en
la vida cotidiana de los próximos años.
A ver cómo lo hago, pero sería tan bello, no quiero morir-
me, quiero tener cierta calma para vivir más, con más intensidad
fundamentalmente.

7-12-83
Algo malo tenía que pasar, voy a terminar siendo supersticiosa con
respecto al otoño, en él me pasan cosas siempre fuertes, algunas
buenas, pero la mayoría malas, esta vez yo lo estaba esperando,
sintiendo que me encaminaba a ello: me pusieron S. en el proyecto
de tesis, en una situación muy tensa, sin darme oportunidad alguna
en la evaluación de manifestar lo que yo había venido haciendo. Me
sentí horrible, humillada, burlada, marioneta en manos ajenas. Fui
a hablar con la jefa del área para saber si seguir o no, me dijo que
siguiera y me reconoció que la cosa no había sido justa. En fin, que
me han dado un serio golpe, y cada vez veo más difícil terminar en
las fechas programadas.

14-12-83
Hace diez años de lo de Beltza y cinco de lo de Argala; diez años
también hoy o mañana, exactamente, que yo pasé a Euskadi Norte.
Una casa curiosa en Urrugne me recibía sin saber nada de mí, una
noche fría la mía, con un amanecer también frío. Eran las primeras
sensaciones de un tiempo que yo esperaba con interés, con curiosi-
dad, a pesar de las tristezas, a pesar de las nostalgias. Ya no tengo esa

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esperanza, esa especie de ilusión que entonces me envolvía, por nada;


era la ilusión de mis 20 años, era la alegría de la lucha, una lucha que
se bastaba por sí misma, pienso que nunca creí en la victoria, ni soñé
con ella, el momento era lo más emocionante. La esperanza de que
me impondría como mujer en un mundo de hombres me empujaba,
me sentía fuerte, yo diría que llena de vida y entusiasmo. Y cuando
me “impuse” como mujer, o al menos así lo sentí, ya era demasiado
tarde, me había agotado en la lucha, o el “triunfo” no me daba nada.
Primero, comprendía que era algo individual, que no se traducía en
más respeto y solidaridad para con otras mujeres, y segundo, ese
“triunfo” era la derrota de mi lucha como mujer en un futuro no muy
lejano y había otras cosas, pero lo cierto es que me faltaron motivos
para seguir, me faltó entusiasmo, fuerza, empuje… y después de casi
ocho años decidí cambiar de vida, ver otras cosas, porque lo otro era
morir en los dos sentidos, opté por vivir sabiendo que tendría que
hacerlo a tope, plenamente, por haberlo elegido así, para saber que
mi opción había merecido le pena, y sin embargo, sigo sin estar muy
satisfecha, tampoco descontenta, pero…
Hay en mí una especie de inconformidad, de desesperanza,
de desasosiego. No creo que nunca haya sido muy ingenua, aunque
trate de serlo algunas veces y de no serlo otras, estoy como dividida,
llevo en mí las dos cosas: la ilusión y el escepticismo; y esto desde
muy joven, pero unas veces ha triunfado un lado y ahora cada vez
más triunfa el segundo, eso es lo que me produce inquietud…
Es más fácil y equilibrante creer en valores positivos: el amor, la
lucha, la vida, la verdad, etc., etc., pero no es así como funciona el
ser humano, que es mucho más complejo, más inquietante y más
“cabrón” de lo que parece.

10-1-84
… Ahora vuelvo a sentir el nudo de tantas veces, el de las despe-
didas, muy conocido, pero no menos desagradable por ello. La

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sensación de vacío, de que algo falta, de que la llave de la puerta no


va a sonar para que entre ese algo, ese alguien, una ausencia como
el dolor, el vacío, el nudo, la angustia.
Sin embargo, siento que he recuperado fuerzas, me he sentido
muy querida lo que, junto al descanso, ha tenido sus efectos. Sólo
espero que las fuerzas me duren y no me vea pronto sumida otra
vez en la desesperanza y la flacidez que muchas veces me invadían
últimamente, por demasiados problemas a atender, demasiado
cansancio y algún que otro suceso imprevisto.
Lo cierto es que he vivido bastantes “paréntesis” de este esti-
lo en mi vida, unos más cortos y otros más largos, pero han existido
y han sido muy bellos, luego tengo que salir de ellos y empezar a
rodar de nuevo, con la diferencia de que llevo mejor sabor de boca,
y una especie de satisfacción profunda muy bonita.
No sé si en este caso me servirá de mucho todo ello, el rollo
de la universidad está muy “jodido” de todas formas, y las ocupa-
ciones seguirán siendo muchas, pero en fin, trataremos de que así
sea y si no es, trataremos de tomar las cosas con calma.

18-2-84
Ayer me llamaron por teléfono de casa para decirme que el viaje y
todo había ido muy bien y que Akaitz estaba feliz, me sentí tran-
quila porque ya estaba muy nerviosa y preocupada. Ahora tengo
que dejar aquello y lidiar conmigo misma, el vacío que deja el niño
y el problema de la tesis son dos cosas que me tienen jodida, lo
del niño se pasará porque volverá, pero lo de la tesis no sé cuándo
terminará.
Le presté mi proyecto a Jorge y me dijo que yo podía haberlo
hecho mejor. Me dolió un montón pero seguramente tiene razón,
no está bien y de lo que yo dudo es de si podía haberlo hecho mejor.
Empiezo a pensar que tengo mucho poder de asimilación y muy
poca capacidad de creación, cuando se trata de expresar y dar de

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mí un trabajo de tipo intelectual, flaqueo, lo hago corriendo y soy


muy poco capaz de corregirlo, de un tirón no pueden salir las cosas
bien, pero no puedo sentarme a hacerlo lentamente, corrigiendo,
cambiando, rechazando cosas e incorporándolas de otra manera…
Por lo que se ve, no sirvo para la investigación, pero tengo que
hacer la tesis para que me den el título de la carrera. Estoy hecha
un lío a ese nivel y temo que me está angustiando mucho todo este
tiempo, me absorbe completamente, pero no avanzo, es algo que
está en mi mente como una preocupación, más que como una tarea
a cumplir y realizar. Ha habido materias que me han preocupado a
lo largo de la carrera, pero la tesis me tiene angustiada, lo cual creo
que está empezando a mermar el mismo trabajo, al sentirme débil
e incapaz, más bien tonta para ello, lo hago mal, no tengo ninguna
seguridad ni confianza en mí misma en cuanto a que puedo hacerlo,
y así no se puede trabajar.
Lo que estoy cuestionando cada día más es el hecho de que
se obligue a los estudiantes a hacer investigación para terminar la
carrera. La investigación sólo es un campo de trabajo dentro de
los posibles…

24-4-84
Todo se me complica ante un futuro tan incierto y vuelvo a pensar
en la muerte, aunque hay una modificación sustancial, el hecho de
que Akaitz exista cambia mi sentir ante la muerte, la idea de dejarle
sin madre me horroriza, aunque haya quienes quisieran sustituirme
y aunque no me considere la madre “ideal” (que no creo que exista
porque sólo hay madres). Tiene derecho a tener madre, si no, era
mejor no haberlo hecho.
Pienso que, en definitiva, me voy a morir y que es mejor una
muerte rápida, aunque sea violenta, que una muerte lenta por una
enfermedad dolorosa, pero no puedo morirme ahora… aunque
pueda elegir la forma mejor. El otro día me oí diciendo en la discu-

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sión que de mí no dijeran que era de ETA porque no sería verdad,


como dando por supuesto que me iban a matar porque iba a volver,
me asusté a mí misma, claro que si se diera el caso no querría que
dijeran eso; lo que pasa es que no se tiene que dar, ¡no se puede
dar! Esto venía a cuento por la forma como se trata el asunto de los
muertos tanto en un lado como en el otro. Para el Gobierno son
“máquinas de matar”, para la izquierda abertzale son “héroes de
un pueblo”, cuando se da el caso de que están matando gente que
no estaba en la lucha, ninguna interpretación es cierta y sólo busca
cerrar posiciones y confirmar supuestos. No me gusta el rollo del
heroísmo, nunca me sentí héroe, ni creo en los héroes, porque ello
lleva a una mitificación absurda que impide el desarrollo individual
y por lo tanto colectivo, ya que no creo en el segundo sin el primero.
Lo que está peor todavía es hacer de todo muerto un “héroe”, sin
humanizar a personas que el más interesado en deshumanizar es
el Gobierno mismo.
Otra cosa es la cuestión de quién (y para qué) “capitaliza”
esas muertes, pero yo siento que debían ser del pueblo y de opciones
políticas, pero no de organizaciones, sobre todo en los casos en que
en absoluto lo sean, aunque a veces no se pueda decir abiertamen-
te… Es un tema difícil, pero se planteó y yo tengo dudas de cómo
se está planteando la cuestión.

1-5-84
Pero hoy estoy triste… Mi fe en una sociedad mejor se ha desmo-
ronado, sólo veo destrucción, agresividad, intereses, casi siempre
egoístas, por todas partes y ¿qué me queda?, estoy sola y a veces, al
igual que hace muchos años me decía que hubiera querido seguir
creyendo en Dios para no sentirme abandonada, ahora hubiera
querido poder seguir creyendo en el Hombre para no sentirme
sola; querría seguir creyendo en hombres y mujeres nuevos y no
puedo, no porque no haya algunos sino porque su peso e influencia

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es tan débil… terminan imponiéndose los otros… agresivos, viles,


insensibles… y ya no me valen las justificaciones de que en esta
sociedad no pueden surgir otro tipo de personas, y que con otra
surgirán otras gentes, es muy mecanicista eso y no se ha dado en
lugares en que grandes luchadores consiguieron romper muchas
cadenas. No hay ninguna garantía de ello, y claro que en algunos
casos muchas cosas se mejoran, ahí está Cuba (sin hambre en sus
niños), pero a mí ya no me basta eso (porque en mi país no había
hambre) si no va unido a un tipo de personas diferentes, a otras
actitudes y valores respecto del ser humano… que no es un ente
abstracto, que soy yo, mujer concreta, con una vida y realidad
concreta, y otros muchos como yo…

24-5-84
Todo el tiempo me viene a la cabeza aquella idea que yo tenía de
que de vez en cuando es bueno “perderse”, de que hay que saber
“perderse”, queriendo decir que hay que tener el valor de cuestionar
aquello en lo que uno cree, o aquello por lo que cree que vive, pero
ahora entiendo que la gente no quiera perderse y su inconsciente
no se lo permita, entiendo que ponga todas las barreras y siga aga-
rrándose a casi cualquier cosa. Y es que lo que yo no sabía era que
una vez que uno se “pierde” en serio, el riesgo de no “encontrarse”
es muy grande, demasiado grande para atreverse a dejarse “perder”
en el espacio, en el laberinto de las creencias, ideas, etc.
Hablando la semana pasada con Rocío, me vino la idea de
que otra razón para casarme podía ser la de que esto contribuiría a
distanciarme del resto de la gente, a liberarme de posibles agobios,
incluso familiares, y a sentirme más aislada, como una barrera
frente a agresiones o invasiones de mi espacio vital allí. Cuando
una mujer se casa, socialmente se considera que “es del marido y
tiene obligaciones particulares”, con lo que no se cuenta con ella
para un montón de cosas. Algo que me preocupa para mi vuelta

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es el cambio que ha habido en mí a nivel de la vida cotidiana, la


necesidad de tener mi lugar, espacio particular, sin injerencias de
ningún tipo, la dificultad que tengo ahora de compartir espacios
fácilmente por la necesidad de estar sola y concentrarme en cosas
que me interesan; esto es algo que no va a ser entendido en mí fá-
cilmente, y sin embargo, casarme me facilita el camino, de alguna
manera se justifica mejor el aislamiento y el poner condiciones a
mis relaciones familiares, de amigos, etc.

23-8-84
Acabé la carrera, seguí trabajando el mes de julio y J. se quedaba
cuidando al niño por las mañanas, yo estudiaba por las noches
porque con los dos en casa me costaba mucho. En un fin de semana
hice la introducción y las conclusiones de la tesis, en una noche cada
cosa; busqué los maestros que quisieran leerla, me puse a trabajar
en las dos materias que había dejado un poco abandonadas. El 24 de
julio me hicieron el examen de la tesis, les había gustado mucho a
los maestros, estaban encantados y me felicitaron un montón. Si no
hubiera sido por los ataques tan gratuitos que me hicieron antes de
todo esto, en trimestres pasados, Oscar N. y René C., habría vivido
de forma muy diferente los meses de trabajo en esta investigación.
Pero esta gente fue tan cabrona y se portó tan mal conmigo que
agriaron gran parte de mi tiempo. Al final yo tuve razón, siempre
estuve segura de tenerla, porque el tipo de cuestionamientos que
me hacían indicaban fácilmente que no habían comprendido nada,
pero eso no significa que no me hicieran daño sus comentarios
porque en este mundo no basta con tener razón, ni mucho menos,
para hacer triunfar la propia idea y nunca nadie valoró mi trabajo
hasta que estuvo terminado y logré que dos maestros con bastante
prestigio se comprometieran a leerlo, y cuando éstos dijeron que
estaba perfecto, los demás hicieron como si nada hubiera pasado,
pero el daño ya estaba hecho. El 27 de julio vi la última califica-

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ción, tenía M. B. como en las otras dos, y satisfecha por el triunfo


me fui con J. y Akaitz al Valle de Bravo a descansar y vivir a tope
con ellos. De 45 materias que se componía la carrera he sacado 40
MB, 3 B y 2 S. ¡No lo hubiera creído al comenzar! Pensar que hace
unos años ni siquiera se me hubiera concedido la suerte de poder
entrar a la universidad por ser mujer, y yo he aprovechado bien la
oportunidad, ésa es ahora una gran satisfacción para mí, como que
confirmo en la realidad lo que muchas dijeron sin que pudieran
contrastarlo con hechos reales. He sido la primera, posiblemente
en varias generaciones, y ningún hombre me ha pasado.
En Valle de Bravo todo ha sido tranquilidad, he leído con
apasionamiento la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco,
extraordinaria por el tipo de discusiones que muestra y también por
la intriga, aunque esto último no sea tan importante para mí; una
obra de arte porque trata con mucha belleza y emoción problemas
siempre candentes e importantes como la rigidez mental, la creencia
en verdades absolutas, la dificultad de dudar y poner en cuestión
muchas cosas, mostrándonos a través de un personaje lo estimulante
y constructivo que puede ser tomar la actitud opuesta y creer sólo
en verdades, nunca en La Verdad. En estos días he leído también un
ensayo de Rosario Castellanos, Mujer que sabe latín…, que no me ha
gustado porque va haciendo una crítica a distintas mujeres escritoras,
erigiéndose en juez absoluto, haciendo afirmaciones que en muchos
casos no se sabe de dónde salen ni por qué haya que creerlas, hablando
luego de ella misma como una más de esas mujeres… Me dejó mal
sabor de boca; además cae en lo que Virginia Woolf ha tratado de
advertir como muy peligroso para la escritura de la mujer, el “tono
chillón” de autodefensa, todo el libro parece una respuesta a quie-
nes pensaron que la mujer no es capaz de escribir; y es que creo que
Virginia tiene razón, la ira no es la mejor compañera de la escritura,
se requiere una calma y serenidad intelectual muy fuerte a la hora
de sentarse, aunque las motivaciones por las que uno se sienta no
tengan nada que ver con la calma ni con la serenidad.

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Lo que me ha enfermado han sido unas conversaciones


sobre la gente de Euskadi Norte. Comprobar que ellos no han
terminado de asumir que rompí con la organización y sentirme
al mismo tiempo tan lejos de sus posturas me crea un conflicto de
la “chingada”. Me han escrito pidiéndome cuentas por una carta
que J. escribió a El País en respuesta a un artículo en el que decían
que yo seguía siendo dirigente de ETA y hasta me sacaban foto. La
carta en cuestión no les ataca a ellos pero es un intento de sacarme
a mí de toda mentira, y los chicos se han ofendido.
La cosa es que mi futuro casi inmediato está en juego en toda
esa mierda, porque ahora que he terminado la carrera yo querría
irme a Francia como tantas veces he dicho, y para eso conviene
tener las cosas claras tanto con la “poli” como con ETA sobre mi
alejamiento total del mundo político en el que estuve desde hace
un montón de tiempo, pero parece que los últimos no quieren
aceptarlo, como si fuera un marido al que la mujer ha dejado pero
que, mientras no todo el mundo lo sabe, mantiene la esperanza de
que ella vuelva.
Entre tanto la poli juega con esto para intentar hartarme
y provocar una reacción por mi parte que puedan utilizar a nivel
político en el asunto del indulto.
Estoy en una situación muy delicada, entre la espada y la
pared, unos me acusan de ser dirigente con lo que pueden matarme
si piso Francia, y los otros (ETA) ponen el grito en el cielo, con lo
que tiene de peligroso, como si se tratara de una traición. J. trata
de romper o al menos de quebrar la trampa.

10-9-84
Estoy sin teléfono porque se ha desconectado, no sé si será por
los problemas laborales que hay en teléfonos, por la tormenta del
viernes o por qué, la cosa es que eso me hace sentirme aislada, desco-
nectada del mundo y con una cierta sensación de tranquilidad pero

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también de temor; tranquilidad porque nadie me puede llamar con


rollos que no me apetezca oír, y temor porque si necesito algo no
puedo llamar a nadie… demasiada soledad la mía, sólo que ahora
le involucro en ella a Akaitz y ello me inquieta un poco. ¿Estará
necesitando otra cosa para desarrollarse?
Tengo prisa por irme, si me dieran beca para París creo que
ni lo pensaría… También ando pensando en lo del indulto, es algo
sobre lo que me gustaría decidir allí, una vez palpada la situación,
pero que ya no descarto como lo hacía anteriormente.

15-9-84
…Claro que ella también me admira mucho y en algún momento
eso pudo ser alimento para mi vanidad, pero ahora veo que esa
admiración lleva consigo también un fuerte componente de envidia
y de rechazo, para esto ¡prefiero que no me admiren! Además es
una admiración que a quien la siente cree que le otorga el derecho
de exigir algo a cambio al objeto admirado. Yo no he pedido que se
me admire, así que no estoy en deuda con nadie, es más, no quiero
que se me admire, quiero que me quieran, porque sólo el cariño y
no la admiración (idealización) se traduce en acciones sinceras en
nuestro comportamiento con los demás.
Ahora yo también soy importante, mejor dicho, estoy
aprendiendo a serlo y ello me produce una satisfacción interior
difícil de explicar; es como si me hubiera quitado un peso de
encima, todavía no es claro, ya digo que estoy aprendiendo, pero
no quiero cejar en el empeño. Quiero construir conmigo misma,
quiero sentirme creciendo, verme avanzar… y sólo tener los
compromisos que de alguna forma contribuyan a ello o por lo
menos que no sean un obstáculo. Ahora mi único compromiso a
este nivel es mi hijo, es mi responsabilidad en gran manera, pero
también me hace crecer, me da, le dedico mucho, pero sé que no
siempre requerirá tanto y que lo hecho será condición de ello, y

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que ¡yo lo he querido así! ¡Él también es importante! ¡Los dos


somos importantes!

17-9-84
Cortázar en Rayuela dice en un momento que “…En esas gentes la
acción social se parecía demasiado a una coartada, como los hijos
suelen ser la coartada de las madres para no hacer nada que valga
la pena en esta vida…” (pág. 476). Lo he buscado porque se me ha
quedado grabado; al principio del nacimiento de Akaitz éste fue un
asunto que me preocupó, muchas veces me venía a la cabeza que
el hecho de haberlo tenido a él no podía impedir que yo siguiera
sintiendo la necesidad de darme a conocer, de expresarme, de
buscarme, de crearme y crear. Esto jugó un papel determinante
en la elección del tema de mi tesis: las guarderías. Pero según fui
avanzando en mi trabajo como que perdí la noción de cuál había
sido el principal motivo. Cuando vuelvo a esto sólo puedo con-
firmarme en que el problema es sobre todo ideológico y está tan
profundamente enraizado en nuestra mente de mujeres que pelear
contra ello no deja de ser eso, una lucha difícil.
Llego a sentirme muy bien viviendo esta especie de relación
simbiótica entre el niño y yo, aunque, como ahora, no deje de ver
que puede ser peligrosa.
Así pues la trampa es doble. Por un lado, socialmente se
considera que la función más excelsa de la mujer es ser madre y
que cuando lo es puede considerarse realizada, es decir, no hay una
exigencia social de buscar otro tipo de objetivos en la vida cuando se
ha sido madre. Por otro lado, una misma siente algo parecido y no
sólo porque eso es lo que una ha aprendido, hasta los sentimientos
se aprenden, sino porque establece una relación con los hijos que
puede satisfacer mucho de lo que el ser humano siente hoy que le
falta, esa insatisfacción que nos empuja a actuar y a buscar queda de
alguna forma paliada, y mientras no cambie la misma concepción

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de la maternidad, es necesario estar muy alerta para, sin conver-


tirme en un monstruo, seguir buscando, seguir haciendo, seguir
diciendo y ello también sin que sea en detrimento del niño, sin que
ello implique falta de atención y de cariño para él.
Esto no puede implicar una negación de lo que la experiencia
de la maternidad puede suponer, yo lo estoy viviendo intensamente
en muchos momentos y no quiero rehuirla porque puede ser muy
placentera. El placer de subir con el niño por primera vez en un
autobús, de decirle que eso es un autobús y besarle, de ver su carita
mirando a su alrededor con expectación, de sentarle en las piernas y
verle mover hasta tomar él también su asiento como el resto de los
pasajeros, muy serio y muy tieso, y entonces sonreírle. El placer de
verle comer con gusto también por primera vez en su vida.
¡Hay tantas cosas en un niño “por primera vez en su vida”
en los primeros meses, e incluso en los primeros años!

25-10-84
Akaitz se ha dormido en una posición encantadora, yo estaba
recostada en la cama, entre sentada y tumbada, apoyada en las al-
mohadas, se ha puesto encima de mí todo largo, su cabeza quedaba
justo debajo de mi pecho y sus pies cerca de mis rodillas, ha puesto
sus manos a los lados boca abajo y se ha quedado dormido, relajado
a niveles desconocidos para mí, creo yo. Yo oía su corazoncito y
tenía mis manos en su cabeza, una en la parte de arriba y otra en
la oreja-cuello, estoy segura que él también oía mis latidos y todo
lo que todavía puede que le suene o recuerde en alguna forma de
mi cuerpo. Estaba emocionada, casi me salen las lágrimas de lo
bien que me sentía, he recordado el primer día que oí su corazón,
cuando la doctora me puso un aparato en la panza que aumenta-
ba el sonido, era firme como el de ahora, y me sentí tan feliz, salí
como loca a Insurgentes, me acuerdo muy bien yendo al metro, a
la Glorieta, pensando en cómo quería a mi hijo o hija, entonces no

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sabía, queriéndole ya con locura. Hoy la realidad se me imponía


con más fuerza, está fuera de mí y me siento unida a él por lazos
indescriptibles, su carita me hace sonreír, cuando la miro y cuando
la recuerdo me parece fascinante, todo él, su cuerpo, sus manos, sus
gestos, es tan fresco, tan ligero… Hoy como aquel día tan dichoso,
he sentido una emoción maravillosa, y la he sentido y siento muchas
veces, pero hay momentos en que su intensidad es mayor, o en que
quiero escribirlo para que no se me olvide. Nuestro contacto es
todavía muy físico, de cuerpos, cuando le tomo en brazos, jugamos
por el suelo, se abraza al despertarse en la mañana, o me agarra de
las piernas, cuando estira sus bracitos para que le abrace al momento
de vestirle o porque le he regañado…, son nuestros cuerpos los que
se buscan. A medida que desarrolle el lenguaje, seguramente ya
pronto, esto irá disminuyendo, no sé, con el tiempo está claro que
disminuirá y quedará en simples retazos, un beso y poco más, sin
embargo recordaré esta época como muy bonita, bellísima, porque
nos comunicamos sin palabras y nos damos felicidad a montones.
¿Seguirá teniendo mucho tiempo los gestos que tiene ahora?, como
el de abrir sus manos a los lados y levantar los hombros, simulando
un “no pasa nada” o “no es grave”, como preguntando también.
¿Seguirá poniendo las caras que ahora pone?
Con esa sonrisa que tanto me gusta, que la tiene desde siem-
pre, yo la recuerdo de bien chiquitín al menos…
Estoy leyendo, además de a Cortázar, las memorias de Ale-
jandra Kollontai, y ésta dice que ha avanzado siempre a través de
obstáculos; es horrible, pero yo también lo siento así, es posible
que nunca se pueda avanzar sin obstáculos, pero la dificultad, el
tipo de obstáculo es lo que me preocupa, ya no quiero más, no
quiero obstáculos tan grandes, sobre todo porque son externos a
mí y al superarlos no siento gran satisfacción; si tengo que vivir y
avanzar a través de obstáculos, que sean internos, los que yo me
ponga o encuentre, que seguramente son más que suficientes para
mis frágiles fuerzas, pero no más luchas descomunales por alcanzar

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metas que no siempre nacen de las necesidades más profundas de


una misma o al menos se mezclan con otras poco constructivas, no
más luchas que no sean queridas en su totalidad, que algo muy mío
no esté demandando con urgencia, donde las dudas sean mínimas
y la razón tenga su buena parte.

9-12-84
En mi reloj las 3.30 de la madrugada, en el cielo por donde voy
las 10.30 de la mañana. Un avión nos lleva a Luxemburgo, y ahí
tomaremos el tren para París. Cinco años menos un mes que salí
de estas tierras, vuelvo para un mes como deseaba, con la carrera
terminada y un niño de dos años.
Estoy tranquila, contenta, hasta ahora he hecho un viaje mag-
nífico. Akaitz se porta como un campeón. Sólo se ha orinado una vez
en el pantalón y eso porque no le he podido llevar al baño cuando me
ha pedido pipí. Estábamos pasando el control migratorio en Nueva
York y justo cuando la policía revisaba nuestros papeles con cara de
muy pocos amigos, Akaitz ha hecho pipí en el suelo. Que bonita
respuesta, ¿no? Así lo he sentido y ni me he preocupado.
J. nos espera en París, ¡hace tanto que no estamos juntos en
este ambiente! ¿Cómo nos veremos?, seguro que distintos pero
bien.
Akaitz ha descubierto las puertas que se abren al pisar en un
lugar determinado del suelo, ha sido muy gracioso, en Nueva York,
y la gente le miraba cómo hacía que empujaba la puerta y se reía y
sorprendía al mismo tiempo al ver que se abría como si fuera por
magia. He visto a muchos que al fijarse en él dicen en inglés que es
muy bello, a mí también me lo han dicho unos cuantos, y es que
sonríe y se dirige a la gente con una tranquilidad impresionante,
¡ojalá siga así!
Yo estoy viviendo con él con una intensidad maravillosa, le
explico que vamos en avión, que vamos a ver al aita, que volvemos

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a donde yo vivía antes de que él naciera, que me hace ilusión, que


aunque encuentre todo extraño y distinto a otros días no se preocupe
porque no hay problema, que todo está bien así… y el niño va tan
feliz, hasta salta y corretea por donde puede. Ahora lleva seis horas
dormido. En las aduanas o mostradores sí es un problema porque se
me escapa, y si llevo las dos maletas es un lío, pero bueno, alguien
me ayuda y se para.
Es extraño esto de volar encima de un montón de nubes que
parecen bolitas de algodón, pero en grande. ¿Qué me espera? ¿Con-
seguiré venir a estudiar con una beca? Ése es mi objetivo y tengo que
poner en ello todo el empeño que me sea posible, dirigir distintos
esfuerzos en esa dirección y ¿por qué no? ¡Chance y lo logro!
¿Cómo voy a encontrar a mi familia? Espero transmitirles ca-
riño y un gran respeto, y que ellos me quieran y me respeten como la
mujer que soy ahora, la que conocieron, pero distinta, no soy la misma
que hace cinco años, ni mucho menos la de hace diez y mucho menos
la que quedó en sus mentes, igual que ellos ya no son lo que fueron ni
lo que yo recuerdo de ellos. Y esto se aplica no sólo a la familia, sino
a toda la gente que dejé entonces y no he vuelto a ver.
A ver cómo me muevo en esta “incertidumbre”, en este no
saber con “quién” estoy, ni con “quién” hablo. Sobre todo mucha
calma, a escuchar lo más posible, y a buscar ser respetada como
base de cualquier relación.
Ya veremos qué pasa porque ahora sólo quiero vivir la sen-
sación tan agradable que me envuelve al ver tierra europea, los
campos delineados, verdes. Pasamos por encima de alguna ciudad,
¿cuál será?

París, 10-12-84
Se acaba de ir J. y Akaitz con él, vuelven el día 20 ó 21, me siento
mal, cansada, separarme de Akaitz me duele un montón, sobre
todo porque no sé qué siente él y no se ve qué entiende al decirle

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que enseguida nos vamos a reunir; no quería que me fuera cuando


les he dejado en el tren.
De repente me parece que no voy a ser capaz de empezar
mi vida de nuevo, y venir a vivir a París es eso, que ya no tengo
fuerzas, que en Euskadi Norte fue muy duro, que en México fue
terrible y que en París no va a ser menos, que ya no puedo, no
puedo… pero no tengo que pensar en todo lo que me espera, poco
a poco, día a día, pasito a pasito se irán cumpliendo las cosas, y un
día me sentiré bastante adaptada sin haberme dado cuenta de cómo
ha sucedido. Me viene a la mente de nuevo aquella frase de Tina
Modoti: ¡Cuántas veces se puede empezar a vivir una vida!
Estoy en una casa cómoda, con un tipo muy majo, me voy a
ahorrar el hotel, no puedo quejarme. Mañana, más descansada, me
sentiré mejor, sin Akaitz, pero mejor; descansa niña, descansa…

13-12-84
Ayer empecé el recorrido de las universidades para conocer los
diplomas de doctorados, maestros de tesis, etc. Hoy a las cuatro
viene Glori, tendré que llevarla a un hotel, llevarla a casa supondría
un problema y bastante favor me está haciendo a mí el de la casa.
Hace años que no la veo.
Para venir a vivir a París tengo que lograr la beca y ser acep-
tada en una universidad, lo que trae consigo un montón de trámites
impresionantes, y por consecuencia un esfuerzo muy grande de mi
parte para cumplir con todos de manera correcta, llegando al objetivo
propuesto. Toda mi energía se tiene que encauzar en esa dirección,
lo que además significa un mejoramiento notable de mi francés;
demasiadas cosas para desperdigarme o perderme en elucubracio-
nes sentimentales o de otro tipo. Con los pies en el suelo, tengo que
pisar firme en una dirección y me va a costar, pero no me queda otra
posibilidad, cuando todo esto esté resuelto ya tendré tiempo de pa-
rarme en otras cosas, de tratar de resolver problemas que ahora deje

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pendientes. ¡Ojalá llegue pronto ese momento!, pero entre tanto una
sola cosa importa. Además está el problema del dinero.
Aparte de eso hay algo curioso que me está pasando: llevo
casi cuatro días en París y el primero y un poco el segundo me sentía
extraña a todo, totalmente despistada; sin embargo, hoy he sentido
que esto es más mío que México. La comida, los cafés, las caras, las
calles… están más cerca de mí, reconozco mejor la forma de vida
de la gente, la siento más parecida a la mía, más cercana… cinco
años en México no han pasado en balde, también es cierto, pero
es curioso que a pesar de la lengua México sea tan distinto a todos
los niveles: cultural, social, etc., que la distancia es mayor para mí.
Espero que esto me anime y me ayude a iniciar una nueva fase, otra
fase más en esta vida mía, compuesta de tantas vidas.

16-12-84
He pasado dos días y medio con Glori, está en plan majo y respetuo-
so, le he explicado cómo sentía que habían pasado mis problemas,
lo que quiero hacer en el futuro, mis dudas respecto de apuntarme
o no al indulto, mis ganas de hacerlo, mi no aceptación de la política
de Herri Batasuna, respecto a esto y a otras cosas. He podido estar
también con Angel y Miren. A esta chica no le conocía pero nos
hemos comunicado enseguida. Me he enrollado un montón con
ellos. Con ellos pierdo la noción del tiempo, hablamos un montón
de horas sin darnos cuenta.
No he estudiado nada estos días y eso me hace sentirme a
disgusto, pero he estado tan bien con ellos que me cuesta dejarles
y retirarme a estudiar.

20-12-84
Mañana vienen J. y A. Tengo unas ganas terribles de ver al niño,
temo que me haya echado mucho en falta y que estas separaciones
le hagan daño. Estoy deseando verle para palpar cómo se encuentra

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y poder paliar en lo posible lo que haya podido sentir de negativo,


si lo ha sentido, claro, que tampoco sería cosa extraña.
Yo me siento bien sin él, hablando tranquilamente, paseando,
leyendo, pero cuando me viene él a la cabeza me entra una inquietud
rara. Me acuerdo de un chaval que conocí, muy desequilibrado, al
que sus padres le habían dejado dos años con sus abuelos cuando
era pequeño y del que yo sentía que eso le había trastornado. Com-
paro las situaciones y veo que no es lo mismo, pero el rollo de las
separaciones del “aita” no sé cómo lo encaja.
Hoy quería venirme a estudiar a casa pero no puedo concen-
trarme, quiero pensar en mis cosas, en lo que me han contado estos
días, en Akaitz y J., en mí, quiero pensar y estar conmigo misma,
sentirme en este presente parisino, en el pasado, en el futuro, quiero
mirarme para adentro, existo, pero ¿qué hago aquí?, ¿qué soy?, ¿quién
soy?, ¿qué son Angel y Miren para mí?, ¿qué soy para ellos?
J. y Akaitz ocupan ahora un lugar clave en mi vida, pero me
siguen importando otras personas, no me cierro a otras vibraciones,
a las que no me incomodan, a las que sean agradables, mucha otra
gente también es importante, no sé en qué medida, porque aunque
sé que puedo prescindir de ella sin grandes problemas, preferiría
tenerla cerca: la familia, algunos amigos de México…

27-12-84
El sábado y domingo vinieron mis padres: agradable reencuentro
después de muchos años. Ya tengo mi boleto de vuelta para el día
4 de enero y el de Akaitz, claro. El 31 a la noche salgo para Biarritz
y el 3 a la noche de allí a París. El viaje es por Aeroflot y el boleto
es abierto a un año y lo más barato que hemos encontrado.
La verdad es que si quiero meterme a la universidad tendría
que venir para junio por los trámites, pero el curso no empieza
hasta octubre o noviembre. Por otra parte, me vendría bien estar
ese tiempo aquí, por el francés, buscar casa, escuela para el niño,

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aclimatarme, etc. En realidad no tengo tanta prisa, pero está el


problema del dinero.
Los trámites de solicitud e inscripciones son bastante com-
plicados, si tuviera un director de tesis se podría hacer por carta y
en ese caso podría venir en septiembre y terminar los trámites en
el período de octubre, pero eso depende de las investigaciones que
vayan a seguir, de estar con ellos, etc.

13-2-85
Soñé que andaba buscando un banco abierto por la tarde, creo que
era en Bilbao, pero no es seguro porque tengo idea de que también
había playa; me urge sacar un dinero y busco desesperadamente,
sabiendo casi con certeza que voy a encontrar, pero agarrándome
a la frase de alguien, creo que en una tienda, que me ha dicho que
sí hay uno abierto por la playa; entre tanto me encuentro a Shanti
B. y toda su familia, nos saludamos de beso, pero tampoco muy
cálidamente, yo estoy preocupada con lo del banco y Shanti me
dice que voy a encontrar todos cerrados porque aquello no es como
México, donde caben muchas excepciones a la regla, o no hay regla,
y todos los bancos cierran a la tarde, les dejo sin perder del todo la
esperanza y sigo buscando…
Pero ya me he cansado de estar mal, tengo ganas de estar bien
y pasar lo mejor posible el tiempo que me queda en este país, por lo
menos en calma. Akaitz lleva dos días buenos y eso me anima.

9-3-85
Creo que desde que vine de París no he soñado una sola vez en
un escenario mexicano, siempre sueño en Europa, o sin escenario
determinado, pero no aquí. Tengo la impresión de que mi mente
está peleando fuertemente por prepararme para el cambio, y en los
sueños trabaja y trabaja sin cesar. Es curioso que además tengo más

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sueño que en otras épocas, mucha necesidad de dormir y si duermo


poco me siento peor que de costumbre.
Rocío y Germán están en España, y también iban a ir a Do-
nostia y a París, me acuerdo mucho de ellos y espero con ilusión
su vuelta.

8-4-85
Debería vivir mis últimos días en México de otra manera, muchas
veces tuve ganas terribles de irme y ahora que esto es inminente,
no soy capaz de saborearlo; sabiendo que esto se acaba, podría vivir
saboreando todo lo bueno, tratando de sacar todo el jugo posible de
mi estancia en este país; y no, estoy absorbida por la preocupación
de qué voy a hacer al día siguiente hasta dentro de tres días, una
semana, todo, tengo la continua impresión de que no puedo con
el presente y por lo tanto menos posibilidades tengo de poder con
el futuro. Los trámites, la recogida de la casa, etc. me tienen de lo
más inquieta, y aunque es real que no es nada sencillo, que estoy
gastando un montón de dinero en trámites que son necesarios,
pero sin saber bien hasta qué punto, que son complicados por la
falta de información existente sobre los diversos pasos, que ya he
metido algunas veces la pata, no arreglo nada con ponerme nerviosa.
Seguramente esto interfiere negativamente en el asunto, pero no lo
puedo evitar, y la tensión se acumula, desgastándome en lugar de
empujándome, vaciándome en lugar de estimulándome a actuar.
Voy a veces como autómata de un lado a otro, y así se me olvida
preguntar cosas que debo, y todo se me complica más, pero es que
tengo verdaderas dificultades de andar completamente despierta.

24-5-85
Casi he vendido ya todo lo que tenía en la casa, para mañana he
vuelto a anunciar otra “venta de garaje” como lo hice el fin de sema-

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na pasado, y con ello espero deshacerme de todo. Es una situación


extraña la que estoy viviendo, no tengo nada, no tengo ni cama, ni
mesa, ni trabajo para estudiar, lo estoy dejando todo para partir,
y la sensación que experimento ante ello no es terrorífica, no, es la
de levantar las alas y volar, con la esperanza de poder hacer otro
nido en otro lado.
No es la primera vez que siento esto, sólo que no es lo mismo
sentirlo a los 20 que a los 30 años. Al exiliarme, durante años (dic.
1973-dic. 1975) no tuve nada y en varias ocasiones “perdí” incluso
la poca ropa que poseía.
En el 79, mientras resolví lo de venirme a México, también
viví así varios meses, tenía entonces 25 años, y decidí volar sola,
ahora sí, totalmente sola, sin saber nada de lo que encontraría en
mi aterrizaje, pero llena de ideas y planes para el futuro.
Ahora tengo 31 años y estoy en la casa de la misma familia
que me recibió al llegar a México y me ayudó en mis primeros
pasos. Ahora preparo de nuevo otra partida, con la satisfacción de
haber cubierto la mayoría de las metas propuestas, al menos las
fundamentales (he trabajado en algo interesante, ONU y universi-
dad, soy socióloga, y existe Akaitz), pero también con el temor de
lo desconocido y la incertidumbre de lo que habré de vivir, a todos
los niveles, en un futuro próximo.
Me gustaría poder seguir estudiando, pero no veo claro qué es
en concreto lo que me interesa más estudiar. Además he solicitado
una beca, pero no es nada seguro que me la concedan. Por otra parte
sé que el trabajo en París está muy difícil de encontrar, incluso para
los mismos franceses, conque ¿cómo será para los extranjeros? ¿Se
quedará Akaitz conmigo o no? ¿Duraré mucho tiempo en París o
decidiré irme a Donostia?
En México últimamente las dificultades me están mermando
o quemando, las enfermedades de Akaitz, el deterioro de la casa,
los preparativos, el trabajo en El Foro, la oposición de cierta gente
a mi viaje, etc., etc. Ahora en casa de I. y de R. estoy descansando,

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duermo muy bien, y hasta he tenido tiempo de tomar dos veces el


sol y de hacer gimnasia. Es muy agradable estar en esta casa porque
comparando con la de Tasqueña parece un palacio.
No me atrevo a dejar a Akaitz con las chicas y cuando lo
hago es porque no tengo otro remedio, estoy preocupada y vengo
a casa con cierta angustia.
Akaitz está inquieto por el cambio, a veces me dice que
quiere ir a “tu casa”, además conoce poco a las chicas y hay un
perro chiquito y saltarín y un gato en la casa que pueden dañarle.
El gato le ha arañado hoy en la cara muy cerca del ojo izquierdo, y
por lo tanto mi inquietud crece… esto me ata mucho… y todavía
tengo cosas que hacer: sacar el permiso de salida, hablar del tra-
bajo con el jefe, ver a Laty y Jorge, cambiar el dinero, redondear
lo del coche, confirmar el vuelo el día 4, ir a la ginecóloga y llevar
al niño a las vacunas, ver a Rocío y Germán, entregar las llaves de
la casa… Salimos el día 8 a las 11 de la mañana, llegamos el día 9 a
las 9 de la noche, ¡nos espera una nueva fase de nuestra vida!, ¡sea
bienvenida!

7-6-85
Sensaciones extrañas cuando paso por una calle y pienso en que no
la volveré a ver posiblemente nunca, cuando separo la ropa que voy
a llevarme de la que voy a dejar y pienso que la que se queda no la
volveré a ver nunca más… Sentimientos de culpabilidad cuando
pienso que Akaitz se va a ir sin mí a Ataun y me va a extrañar mu-
cho… Sensaciones cuando hago un recorrido que jamás volveré a
hacer y ha sido casi cotidiano los últimos años… Algo se desgarra,
algo se rompe… Y en medio de todo ello surge la figura de J., quiero
estar con quien deseo estar, hablar con quien lo puedo hacer tran-
quilamente, y luego, o antes, no tiene importancia, hasta hacer el
amor. Aparte de mis padres, él y alguna amiga, el resto de la gente
no me atrae, no siento grandes ganas de verles, barreras que nos

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separan, años de vidas totalmente distintas, mentes cerradas, miedo


a la libertad y por lo tanto a pensar y a elegir, rigideces absurdas
nos separan radicalmente… no sé si volveremos a vibrar juntos en
algo, pero con mucha gente lo veo difícil.
No es mucho lo que tengo y, sin embargo, es mucho porque
Akaitz no es cualquiera, el niño mayor y el pequeño son los que
llenan esos momentos de tristeza, por un tiempo vivido que se va y
no se puede recuperar. Los años de México pronto serán un pasado
a contar, de los que muchas cosas se borrarán, ¿cómo es posible
esto cuando han sido tan intensamente vividos? pero así es, se irán
difuminando en mi consciente como otros años pasados en otros
lugares, de los que puedo recordar montones de vivencias, sensa-
ciones, conversaciones, etc., pero un poco descalificador y desde
luego, nada que ver con el momento en que las vivía.
Mañana me voy de México, mañana me voy de México, dejo
México, los amigos, las gentes, las calles, los olores, el metro, los
colores, la pobreza más cruel… ¡me voy! ¿He asumido realmente
esto?, mañana me voy, en unas horas éste ya no será mi medio, voy
a cambiar de selva, de plantas, de suelo, de cielo, de agua, de clima,
de olores, de sabores, nuevos aires entrarán en mis pulmones y en
mi piel, nuevos sonidos en mis oídos… toda yo me transformaré
con ello, al igual que cuando vine aquí, ¿estoy preparada? Si al
menos hubiera podido irme derecha a San Sebastián… hubiese
sido más fácil, pero así, sola de nuevo, otra vez sin él, sin Akaitz,
sin nadie conocido, abriéndome paso entre… ¿cómo saber entre
qué? Es como para pedir ¡auxilio!, pero ¿a quién?, ya encontrarás,
ya encontrarás.

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Capítulo 8

VERÉ CAER LAS HOJAS EN OTOÑO


(París, 1985)

En París, Yoyes se instala sola –su hijo es llevado al Goierri para que
ella tenga mayor libertad de movimiento– en casa de un amigo. Es
esta persona, J. Asurmendi, quien da cuenta de los pasos de Yoyes
durante estos meses:

Su finalidad era clara; aproximarse geográficamente a Euskadi


para hacer más viable su vida de familia y trabajar su tesis en
sociología.
Las perspectivas académicas eran excelentes. Los contactos
que estableció con los distintos responsables de los departamentos de
sociología fueron todos positivos. El proyecto de tesis fue bien acogido.
Todo estaba en orden.
Quedaba, sin embargo, un obstáculo de importancia: la fi-
nanciación de los estudios. Todas sus esperanzas se centraban en una
beca del Gobierno Vasco. El dossier académico no podía ser mejor.
Las razones personales y las circunstancias no podían ser más aptas
para conseguir dicha beca. (J. Asurmendi)

Efectivamente, Yoyes presentó dos solicitudes de beca en otros


tantos departamentos del Gobierno Vasco para poder continuar sus
estudios en París. Ella lo deseaba. En París, además, se sentía a gusto.
Al contrario que en México, podía sentarse tranquilamente en una te-
rraza con un libro y pasear sola durante horas. Los contactos que tuvo
con gente francesa le resultaron satisfactorios y le atraían el ambiente
cultural y el savoir faire francés.

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Con vistas a la realización de la tesina, siguió un curso intensi-


vo de francés en el Instituto Católico, para poner al día y ampliar sus
conocimientos de esta lengua. Consiguió inscribirse en los cursos de
sociología de Pierre Fougeyrollas. Miró la posibilidad de alguna guar-
dería para su hijo y la de empleo para ella y su marido, comprobando
pronto que esto último se presentaba muy difícil, dada la situación de
paro existente en París.

Pero a principios de agosto, todo se vino abajo. En aquellas fechas


me encontraba lejos de París y de Euskadi por razones profesionales
y me escribió una carta anunciándome la respuesta negativa del Go-
bierno Vasco a su petición de beca. Comprendí inmediatamente, por
el tono de la carta, que la situación se había vuelto crítica. A partir de
ahí empezó a tomar cuerpo la idea de una posible vuelta a Euskadi.
(J. Asurmendi)

Tras largas y costosas reflexiones, Yoyes no ve otra alternativa


que el regreso a Euskadi Sur y comienza a prepararlo.
A mediados de agosto viaja a Biarritz y pide cita con Txomin
Iturbe, pues le ha llegado la noticia de que si Txomin no se presentó
a la cita de las Navidades anteriores, fue porque no se le había co-
municado su deseo de entrevistarse con él. Algún intermediario había
impedido que Yoyes y Txomin se vieran.
Así, el 18 de agosto es conducida por unos amigos de Txomin
a un bar de las afueras de Biarritz, donde se encuentra con su antiguo
compañero de militancia. Txomin le hace ver que le ha costado lo suyo
venir solo a la cita, pues la dirección quería que le acompañara algún
otro miembro; pero dada la amistad personal entre Yoyes y Txomin,
éste había preferido que la entrevista tuviera lugar a solas.
Hablan de la marcha de la organización, de la política exterior
de ETA y sus relaciones internacionales, pero también, naturalmente,
de asuntos personales.
Yoyes confía a Txomin la posibilidad que se plantea de volver a
Euskadi Sur, ante las dificultades para seguir residiendo en París. Txomin

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le recomienda quedarse allá y le ofrece ayuda económica propia para


ello: 3.000 francos al mes, para mantenerse allí hasta Navidades. Al
parecer Txomin veía posibilidades de negociar para esa fecha. Ella
rechazó la oferta económica, pues consideraba que implicaba algún
tipo de compromiso con la organización.
Txomin hace ver a Yoyes su rechazo a la reinserción y, sobre
todo, que no quería que ella se valiera de la mediación de Euskadiko
Ezkerra o del PNV, contrincantes políticos de Herri Batasuna. Yoyes
aclara que puede volver sin hacer uso de las vías habituales de reinser-
ción, por medio de un amigo que ocupa un alto cargo en el Ministerio
de Economía del Gobierno español. A la vez, ella pide a Txomin la
seguridad de que por volver a Euskadi Sur no se va a atentar contra
ella. Txomin contesta que no debe temer nada de su parte, pero que
él no controla toda la organización. Queda, de todas maneras, en
hablar con el resto de miembros de la dirección y se citan de nuevo
para el 25 de agosto.
El encuentro se plantea como comida entre amigos, a la que
asisten además de Yoyes y Txomin, Enrique Errasti, Antxon Ezeiza,
Koldo Gorostiaga y Fini Rubio. En el transcurso de la comida hubo una
discusión larga y acalorada sobre la situación política de Euskadi y el
tema de la reinserción. Después de más de dos horas en las que Yoyes
discutió contra el resto, ella y Txomin se retiraron a una habitación para
continuar la conversación a solas. Txomin hizo ver a Yoyes que no estaba
en desacuerdo con su análisis político y le pidió que se reintegrara a ETA
y que planteara todo desde dentro, asegurándole además que podía
contar con su apoyo. Yoyes se negó rotundamente a ello y le volvió a
pedir garantías de que no se atentaría contra ella si volvía a Euskadi Sur.
Txomin tomó el teléfono de ella en París para un tercer contacto que no
se llegó a realizar, aunque sí mantuvieron una conversación telefónica.
Antes, el 20 de agosto, Yoyes se había entrevistado con Peixoto,
a quien también planteó su posible vuelta. Respecto a la petición de
que no se atentara contra ella, Peixoto respondió que, al no encontrarse
en la dirección, no podía asegurar nada.

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Durante su estancia en Biarritz Yoyes tomó algunas precaucio-


nes, pues temía que a la vista de sus planteamientos, algún “intrépido”
pudiera secuestrarla o meterle algún susto. De hecho, un miembro de
la organización había dicho a una amiga suya que advirtiera a Yoyes
“de que se anduviera con cuidado”.
El 1 de septiembre, Yoyes vuelve a París con la decisión de
trasladarse a Euskadi Sur. Mantiene una entrevista con el amigo que
trabajaba en el Ministerio de Economía, y éste le promete entrar en
contacto con el Ministerio del Interior para estudiar su caso. Este amigo,
a quien ella había conocido en México en el verano de 1984, había
estado exiliado en París y había vuelto a España con la amnistía del
77. Ex militante de izquierdas, ofrecía a Yoyes todas las garantías
como intermediario.
Ella impone la condición de no reinsertarse, porque la reinser-
ción supone un indulto parcial de algunas acusaciones. Exige que se
le aplique la amnistía del 77, porque no podían existir pruebas de su
participación en acciones con posterioridad a esa fecha.
Pronto, el Ministerio del Interior le comunica que su vuelta va a
ser posible a primeros de octubre. El 8 de octubre, Yoyes redactó este
escrito que fue descubierto entre sus papeles tras su asesinato:

París, 8-10-85

A la opinión pública:
Yo, María Dolores González Catarain, declaro haber sido
amenazada por ETA al enterarse ésta de mi intención de regresar del
exilio para vivir en Euskadi Sur junto a mi familia.
Tengo la firme convicción de que mi seguridad personal no pe-
ligra por el lado de las fuerzas de seguridad españolas que mantienen
a este nivel una política de tolerancia bien conocida en los círculos
políticos.
Por lo tanto, afirmo que la responsabilidad de mi muerte co-
rresponde a ETA.

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Conozco las consecuencias de esta afirmación, pero aun sin


estar de acuerdo con la política del Gobierno español frente al problema
vasco, es inaceptable que una organización que se dice revolucionaria
utilice tácticas fascistas o stalinistas, como más guste, con los miembros
que en algún tiempo (lejano en mi caso) formaron parte de ella.
El silencio es cómplice.

El sentido de esta carta es claro: Yoyes teme que ETA realice


alguna acción contra ella, pero sin reivindicarla.
Dos días más tarde, el 10 de octubre, Yoyes viaja de París a
Biarritz, donde pasa la noche. Por razones de seguridad, los datos
concretos de su vuelta son desconocidos incluso para sus familiares y los
amigos de la casa en que pernocta, por temor a un intento desesperado
de ETA para intimidarla. Deja una nota a Txomin Iturbe, dándole noticia
definitiva de su regreso, y el 11 de octubre, a las 11.15 de la maña-
na, cruza la frontera con su hijo y su marido, en el coche de éste. Al
enseñar los pasaportes en el puesto fronterizo, un comisario encargado
expresamente por Madrid les franquea el paso automáticamente.
El diario de Yoyes comienza en este capitulo con el viaje a
París.

28-6-85
El viaje, todo nuevo, tristeza, búsqueda, extrañeza, desesperación,
amor, horror de nacer de nuevo, un encuentro. Jesús Mari, Mari-
sa,… Akaitz, Akaitz, ¿cómo estás?
Sueño: Estoy en México, en una fiesta de I. y R. para los
niños, mucha gente extraña, pero están ellos, en lugar del tipo de
los “tacos al pastor”. Hay dos filas fijas en la pared de helados de
colores distintos, se coge primero el barquillo y después se aprieta
una cosa de donde sale el helado al barquillo, tengo ganas de co-
mer helados pero también la sensación de que no puedo hacerlo
porque son para los niños. Hablo con la gente mientras muchos
niños juegan alrededor.

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La casa de Ordizia donde nací está llena de gatos, una masa


inmensa de pequeños gatos avanza en la cocina, miro asustada
desde una silla.
Paso la frontera con el pasaporte sin decir nada a nadie, con
mi maleta negra y el bolso al hombro, llego a una ciudad, ¿Donos-
tia?, busco la casa de J., cuando la encuentro, veo que hay que subir
unas escaleras aéreas que me dan miedo porque son muy altas. Su
departamento está en una casa que se encuentra encima de otra,
y sin entrar en ésta, se pasa a la de arriba por esa escalera, la subo
con mucho cuidado por las maletas y con miedo de caerme, además
siento vértigo. Cuando toco la puerta J. me abre y se asusta, dice
cómo he podido ir así, por mi cuenta y riesgo, que vaya lío, ¿qué
vamos a hacer ahora?, es la madrugada pero estaba levantado; hay
otro tipo en la casa sentado en un sillón de la sala que me mira
asombrado, alguien que no conozco, J. me enseña la casa, resulta
que habitables están: la sala, una habitación, una cocina y el baño (lo
que en realidad me ha dicho que existe), pero hay otras habitaciones
destartaladas, sobre las que hacemos planes de cómo se podrían
arreglar. Luego hay una señora, ya de edad, pero parece que está
ahí para hacer la limpieza, también me mira con extrañeza. Yo me
siento a gusto pero con la impresión de haber complicado más las
cosas de lo que estaban.

29-6-85
Sueño: Estoy con Santi en su casa, le pido una carta, que me haga
una carta en la que no tengo claro lo que quiero que ponga; habla
con su mujer y le explica que no tiene mucho sentido lo que le estoy
pidiendo (¿aval?). Entre tanto, estoy haciendo los preparativos de la
vuelta y creo que estoy sola, pero en un momento me doy cuenta de
que no soy la única y hay mucha gente en las mismas, haciéndolo
con toda tranquilidad, me pongo contenta y sigo, siento mi vuelta
inmediata.

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25-7-85
Sueño: Tengo cita con la dirección de ETA, voy con alguien que no
recuerdo. No sé, hay mujeres y son muchos, quieren, dando por
supuesto que tienen derecho a decidir sobre mi vida, que me integre
o me vuelva a México (hubo gente que se vino por su cuenta y que
volvió por algo que le dijeron); mi planteamiento es que no tienen
derecho alguno a decidir sobre mí, el que va conmigo me ayuda y X
también, éste desde un punto de vista así: ¿qué mal puede hacer?,
dejarle en paz, que no pasa nada. Las mujeres permanecen casi todo
el tiempo calladas, y trato de explicar que hay una confusión, que
yo no estoy ahí para ponerme a su consideración, que yo quería
plantear otra cosa, no me dejan hablar e insisten en seguir hablando
como si tuvieran ese poder. Así rápidamente se ponen a votar, y
con pesar por parte de X y no sé bien quién más en la votación, sale
que tengo que volver a México, me quieren alejar.
Algunos se levantan y se van, yo pienso en hacer lo mismo,
pero X sigue sentado enfrente de mí y me mira, me doy cuenta de
que así estoy en mejor situación de plantear lo que quería y de que
no es fácil conectar con esta gente, y aunque ya quedan pocos,
digo que en vista de que no me toman en cuenta ni para dejarme
hablar, yo voy a seguir haciendo mi vida y voy a regresar a Donos-
tia porque no tengo otra opción. Alguien me dice que no puedo
arriesgarme así porque tengo un hijo (para esto sí sale a relucir,
claro), le contesto que de quién debo tener miedo, porque no creo
que sea de la poli, “¿es que tú vas a ir a matarme?”. T., saltando en
su asiento, dice: “pues serás tú bajo tu responsabilidad personal,
no de la organización”.

26-7-85
Sueño: Al parecer por presiones de mi madre o de alguien decido
casarme de blanco, el aita está contento y yo pienso en los prepara-

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tivos, el vestido que no es nuevo, comprado hace tiempo, pero que


servirá, los pendientes de oro que me regaló Cristina, la mujer de
Paul ha dicho que vendrá a peinarme, veo otras chucherías pareci-
das a joyas que puedo limpiar para ponerme. Llego al restaurante
sin peinarme y saludo a la gente, está Charo con su madre y con
Agustín y gente típica del país; hay que ir a por los entremeses y
el postre y voy yo, con los entremeses me quieren hacer volver
en media hora y ya es muy tarde, les digo que no, que me den lo
que tengan. Vuelvo al restaurante y está todo levantado, la gente
se ha cansado de esperar y se han puesto a comer en los bares de
los alrededores, me dicen que además mi vestido se nota que está
usado y sin limpiar, con manchas… me siento ridícula haciendo
algo que no quería, con consecuencias bastante desastrosas porque
al final estoy sola haciendo todo, sin ayuda y totalmente humillada
por los demás.

9-8-85
Sueño: Es el último día de clases en la UAM. Tengo que poner un
examen que a última hora no he preparado y en dos días tengo que
entregar las calificaciones. Voy con el coche (VW) y no encuentro
estacionamiento, ando loca entre atascos, semáforos y demás, doy
vueltas inútilmente, me encuentro un tipo que dice que me guarda
el coche dos horas en su estacionamiento y me da un ticket. Entro a
la universidad, y mi lugar en el despacho está tan desorganizado que
me pongo a arreglarlo un poco entre dos maestros que reprueban
mi desorden y a veces se burlan, no puedo terminar de ordenar
para ir a la clase, pensando ya en improvisar un examen, tendría
que avisar al menos a la secretaria porque si me voy, no podré en-
contrar de nuevo a los alumnos, estoy nerviosísima pero se me pasa
el tiempo tratando de ordenar el despacho sin que llegue a ello. La
otra maestra, Stela, me pide que le ayude a llevar cosas de la UAM
a su casa, y yo también tengo mucho que llevarme, el otro maestro

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también se vendrá con nosotras, es que ya es hora de comer, les digo


que mejor voy primero por el coche para ir cargando. Han pasado
hace mucho las dos horas, me entretiene una señora que me da una
vuelta inmensa por un garaje lleno de aparatos rarísimos, y cuando
llegamos, un señor me dice que el coche no está. Le grito que me
lo han robado, que me lo devuelvan si no quiere que les haga algo,
me saca una pistola pequeña del bolsillo y se burla, yo pienso en
los que me esperan, en que tengo que avisar a los alumnos o en que
se habrán ido, en que he entregado el ticket y no tengo prueba de
haber entregado el coche, me despierto inquieta.
Hace dos días me desperté a las 2 de la mañana con un sueño,
llena de angustia y me puse a llorar. En mi casa de Ordizia una se-
ñora tenía el encargo de matar a una joven adolescente que no pone
ninguna resistencia, yo no quiero ver y no paro quieta en la sala de
comer, voy, vengo, pero sé cuándo le está matando, en un grifo como
ahogándole. Cuando termina, la señora, de unos 50 años, se me acer-
ca y está muy descompuesta, dice que es horrible, que me quede a
hablar con ella, cierro las ventanas explicándole que hay un cuartel
enfrente de casa y nos pueden ver. Al rato viene un tipo que quiere
ver si la joven ya está muerta, y avisa a su vez, que ellos también le
han matado (como si se tratara de la misma chica). Yo no acepto esas
muertes, estoy desesperada. ¿Cuál es el motivo de la muerte? No se
ve claro pero parece que es una especie de sacrificio religioso para
evitar “males mayores”. ¿Quién es la tantas veces muerta? No sé,
porque aunque soy observadora creo que también soy yo.

2-9-85
Acabo de venir de Biarritz, sola.
Escribir es una necesidad, es un desahogo, casi, casi, un
vómito, y pensar que también es arte, o puede llegar a serlo. La
relatividad de las frases, de la realidad, a veces aparente, otras
profunda. A mí me gustaría que mi escritura no fuera desahogo, o

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únicamente desahogo, no sé, pero hasta ahora no he logrado más, he


escrito a estos niveles y académicos, para vomitar, y está llegando un
momento en que esto me cansa, es como un lamento continuo, sin
salida alguna. Mi angustia y mi desesperación puesta en un papel
una y otra vez, hablada y vuelta a hablar, ya estoy harta, pero ¿qué
puedo hacer si cada vez mi crisis se hace más profunda y oscura?
Akaitz y J. rondan sin cesar en mi cabeza. La mierda que flota en
mi país también huele, quisiera salir corriendo, ¿pero a dónde?
¿Qué sentido tendría mi vida sin ellos?
Quizás se trate sólo de sumergirme en la mierda, caminar un
poco y salir porque es sólo una capa la que yo tengo delante, y hay
algo después distinto, aleccionador, aparte de J. y Akaitz, que ya es
mucho. Pero yo sólo veo la mierda por la que tengo que atravesar
si quiero llegar a ellos, y no puedo echar marcha atrás, soy incapaz
de vivir sin Akaitz, me siento demasiado culpable abandonándole,
como si realmente no fuera totalmente necesario que él esté allí y
yo aquí, como si no hubiera luchado lo suficiente.
Le tengo miedo al otoño, demasiados fantasmas…
¿Cómo una necesidad de vivir tipos de vidas, de vivirlo todo,
me lleva a estas disyuntivas, a estas crisis? No entiendo nada.
Quedarme en Euskadi Norte sufriendo las consecuencias
de las “creencias” de otros que dicen “creer” en lo mismo que
yo hace años, cuando yo estoy segura de que no eran las mismas
“creencias” las de antes y las de ahora, o las que yo tenía y las que
hoy tienen, ¿tiene sentido?
¿Tiene sentido cuando existe la posibilidad de que no sea
así? Quienes creen que así debe ser, lo argumentan en aras de una
pretendida fidelidad a las “creencias” que tuve. Ahora bien, si esas
“ideas” no son las mismas ¿no me traiciono también al aceptar
sufrir por ellas? Y esto es parte de mi evolución. Yo no estoy de
acuerdo con “ellos” (los de ETA), ¿tiene sentido actuar como si lo
estuviera? ¿Por miedo?
Si un día salgo de esta pesadilla no me lo voy a creer…

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15-9-85
He empezado a despertarme temprano, no lo quiero, pero en alguna
parte del sueño me despierto. Ahora estaba arreglando las cosas
en un coche del aita para irnos a algún sitio, y cuando ya está todo
listo para la salida y le ayudo a sacar el vehículo de la huerta, me
encuentro ante una moto grande de las que me dan miedo, el aita
sentado delante diciéndome que subiera y yo con las dos manos
ocupadas: un bolso en una y el pañuelo de la cabeza, que debía
habérmelo puesto con antelación, en la otra. He estado preparan-
do el viaje con ahínco y me he olvidado de mí hasta encontrarme
delante del aita como tonta, no sé qué hacer porque no quiero que
me esperen; me despierto.
Son las 6.30 de la mañana, está oscuro, llueve en París. Dentro
de unos días, una semana, entraremos en otoño, otoño de 1985, de
nuevo en Europa, veré caer las hojas, cambiar el colorido, la ves-
timenta de la gente, esto no existía en México. Me encanta y me
asusta un poco el otoño, estaba pensando que todas las desgracias
suceden en él, pero no, también me han sucedido en él muchas
cosas buenas, quizás más. Echando para atrás la maquinita, ¿qué
pasó en el otoño del 75? Andaba preparando la casa de Bayona,
iba a tener por fin, después de dos años sin nada, un lugar propio,
para mí, estaba encantada, arreglando, pintando…, además J.
merodeaba ya mucho a mi alrededor y yo empezaba a esperarle
con ilusión, ya no era como en el verano, en que me daba un poco
igual, éramos amigos, sí, porque yo le contaba mis angustias y
demás, pero en otoño empezó a ser algo más. El día que fuimos a
Donibane Garazi, en que realicé y acepté ese algo, me sacaba fotos
por todos los lados, el otoño estaba más bello que nunca, los na-
ranjas, beiges, marrones predominaban sobre el verde, demasiado
bonito todo para recordarlo ahora, diez años después, sola, en un
cuarto de París, sola en París, suspirando estar con él y con el hijo
que tuvimos años después.

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Hace diez años empezamos a querernos, desde entonces no


hemos dejado de hacerlo, todo el tiempo nos hemos dado priori-
dad en amores, para mí su presencia ha sido siempre querida, y su
ausencia mal vivida. Esta mañana lluviosa, recordando nuestros
primeros pasos juntos, llorando porque últimamente lloro dema-
siado.

16-9-85
Quizás la locura sea o empiece por una idea o, en este caso, una
pequeña melodía con texto que no se quita de la cabeza y está pre-
sente constantemente, si no en primer lugar, sí mientras se lee o se
escucha otra cosa, pero persistente, que continúa ahí como telón
de fondo repitiéndose sin cesar, hasta la saciedad durante el día y
parece que la noche, y cuando se le dice ¡vete de ahí!, ¡déjame en
paz!, no se va y entonces se empieza a pensar en otra cosa, se trata
de pensar en otra cosa y la susodicha melodía vuelve, y entonces
ya no se quiere pensar en nada y se le dice al pensamiento: ¡déjame
en paz!, ¡quiero estar tranquila!, ¡me aturdes!, ¡me atosigas!, ¡estás
insoportable!, y vuelve todo, la melodía y la obsesión de ¿qué puedo
hacer?, ¿como creíste en amigos que hoy te amenazan?, hoy son tus
enemigos, ¿cómo hemos podido seguir caminos tan diferentes?, ven
enemigos por todas partes, y se hacen enemigos por todas partes,
todos han claudicado menos ellos, piensan, se creen los puros,
pero ¡qué pureza tan demoníaca! No soy oponente, no estar a su
lado no significa estar en el otro lado del frente, sólo en sus mentes
maniqueas cabe tanta simpleza.
Y el dolor de cabeza… y Akaitz que toma un valor único,
desmesurado, el más perjudicado de esta situación… me arranca
el alma.
No tengo beca, no me la han querido dar, busco un trabajo
que no llega, tengo que arreglar los papeles, Mme. Taviani no quiere
recibirme. Los papeles son imprescindibles para el trabajo…

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26-9-85
No tengo que pedir indulto, actualmente no hay cargos contra mí,
puedo volver a Euskadi Sur por la amnistía del 77, sin firmar nada,
ni declarar nada en público, ni nada que se le parezca.
Rocío me ha escrito una carta maravillosa, tan cálida y serena
como es ella, toda ella puesta en la carta… ¡Cómo le quiero! Rocío
me sugiere que escriba una carta a quienes se oponen a mi vuelta
y si es necesario con copia a un líder importante, para que exista el
antecedente de mi posición ante ellos y mi decisión definitiva.
Me dice: “No pueden seguir determinando tu vida, Yoyes,
salvo que tú lo permitas, indefinidamente. Tal vez éste sea tu
momento para romper el pasado e imponerte ahora, como eres
actualmente, en el lugar de origen que te pertenece. Escucha tu
voz interna y ¡sé fuerte! porque este pedazo de vida es el único que
verdaderamente tenemos…”.

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Capítulo 9

CON MI PASADO A CUESTAS,


BUSCO AVANZAR
(Donostia, 1985-1986)

Lo primero que hace Yoyes al llegar a Donostia es ir al Paseo Nuevo


a ver el mar. Come y a la tarde se presenta en casa de sus padres,
en Goitine de Ordizia. Su llegada resulta sorpresiva, pues aunque
sabían que algún día no muy lejano iba a volver, no conocían la fe-
cha exacta. Al día siguiente celebran la comida de bienvenida. Yoyes
recorre los rincones de la casa, tan presentes a lo largo de sus años
de exilio y, a la vez, deformados: encuentra todo más pequeño de lo
que imaginaba.
El 15 de octubre realiza un rápido viaje a Madrid. Se presenta
en el Palacio de Justicia para dejar constancia de su presencia en el
país y recoger el documento en el que se señalaba que, al no tener
nada pendiente con la Justicia, podía residir legalmente en el Estado
español. Yoyes, que no había anunciado previamente su visita, tuvo
que esperar un par de horas para recoger el citado documento. Con
él pudo tramitar el carnet de identidad, que le fue expedido en la
comisaría del Gobierno Civil de San Sebastián.
La noticia de su vuelta no saltaría a los periódicos hasta el día
18 de octubre. Ella había pedido al Ministerio del Interior que no se
aireara; el Ministerio se comprometió a ello, aunque advirtió que no
podía garantizar el silencio por parte de los medios de comunicación.
Yoyes, teniendo en la mente todavía los esquemas de funcionamiento
del franquismo, creía que ese control del Ministerio del Interior sobre
los medios de comunicación era factible. Quizás no supo valorar

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tampoco en su justa medida el interés que el propio Ministerio podía


tener en filtrar la noticia. El caso es que Yoyes se encuentra abrumada
ante el eco que ha despertado en la prensa su regreso. Una mañana
en que, en Donostia, baja a la calle para hacer algunos recados, se
encuentra con su imagen en la portada de Cambio 16. Horrorizada,
vuelve corriendo a casa hasta que consigue reaccionar. Rehúye todo
contacto con los periodistas, que la persiguen durante estos primeros
días. Se siente manipulada por los “dos bandos”, que coinciden en
última instancia en presentarla como “arrepentida”. Ante la tergiversa-
ción a que se veía sometida, estuvo a punto de romper su silencio y su
compromiso de eludir cualquier declaración pública, y redactó un escrito
dirigido a los medios de comunicación, en el que explicaba con todo
detalle su trayectoria y las razones que la llevaron a decidir su vuelta,
a la vez que respondía a las acusaciones de traición que se le habían
lanzado por parte de círculos allegados a ETA. Al final dejó su carta,
que se transcribe a continuación, en borrador, y no la difundió.

Octubre de 1985

Estimado Sr. Director:


Le envío la siguiente carta esperando que sea tan amable de
publicarla en su periódico, por lo cual le quedaré muy agradecida.
En virtud de la confusión existente y de algunas expresiones
claramente amenazantes que se han producido después de mi regreso
a la Península Ibérica, creo necesario romper mi silencio y explicar los
motivos de los que ha estado rodeada mi vuelta.
En el verano de 1979, debido a importantes discrepancias de
orden táctico y político que surgieron entre mi persona y al parecer el
resto de la organización, tras la muerte de Argala, rompí con ETA.

Una vez producida la ruptura quise partir; después de un tiem-


po, se me ofreció la oportunidad de ir a México donde podría llevar
una vida normal y estudiar en forma, trabajando al mismo tiempo. La
necesidad de estudiar nunca había dejado de estar presente en mí,
pero se vio incrementada por la crisis vivida.

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Esta ruptura fue mantenida en secreto por ETA, lo que yo pensé


que sería momentáneo, pero me equivoqué. Yo informé de ella a las
personas más próximas, pero evité un protagonismo del que siempre
he huido.
Por fin, en enero de 1980, pude salir para México y en marzo
me encontraba ya, debido a la ayuda recibida de parte de algunos
miembros de la comunidad vasco-mexicana, trabajando en el Centro
de Información de la Organización de las Naciones Unidas, de la
capital mexicana, sin vinculación alguna con ETA.

En abril de ese mismo año me matriculé en Sociología en la


Universidad Autónoma Metropolitana y en pocos meses me encontré
realizando una nueva vida de trabajo y estudio en forma intensa.
Poco a poco, las divergencias que tenía con ETA se fueron
profundizando y, en parte a causa de ellas, en parte a causa de la
lejanía y, en parte, por una evolución personal particular por lo que
de distinto tenía que ofrecerme esa vida y un país tan complejo como
México, al que yo llegaba en una actitud abierta, se fue abriendo una
brecha cada vez más honda entre lo que era aquí el movimiento político
abertzale y mis preocupaciones y deseos personales.
Durante todos estos años, los periódicos siguieron escribiendo
regularmente sobre mí, imputándome hechos de tipo diverso que es falaz
decir que eran completamente falsos, pero lo grave de ello era que me
ponía en una situación difícil ante la policía mexicana y ante un sector
del Pueblo Vasco, que está acostumbrado a hacer de aquello que sale
en los periódicos símbolos de su lucha. Además, se daba la paradoja
de que, a medida que yo me alejaba de estos grupos, miembros de
ellos vivían de mí una imagen que no se correspondía ni de lejos con
la realidad, pero que unos y otros parecían interesados en alimentar.
Cuando en julio de 1984 me licencié en Sociología Urbana
con la presentación de una tesis sobre las guarderías públicas (en con-
sonancia con inquietudes feministas), me encontraba ya en un punto
con respecto a mi actividad política anterior y a la política en general
totalmente irreversible; nada o casi nada me unía ya a los planteamientos

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que se manifestaban en las actuaciones de Herri Batasuna y ETA, por


lo que no me encontraba en absoluto inclinada, y menos obligada, a
seguir sus consignas y proclamas.
En 1985, cuando hacía ya dos años que el gobierno socialista
español había comenzado a aplicar indultos particulares a refugiados
y presos que así lo solicitaban, y tras un período de reflexión en el que
se mezclaba una situación personal difícil, opté por indagar en qué
circunstancias se podría producir mi regreso. Para ello me ayudaron
amigos míos y J., todos ellos personas de confianza y lejanas a los
medios policiales. Tenía muy claro que no aceptaría condición alguna
de condena a lo que en su momento había sido mi vida política y que
tampoco haría declaraciones que tuvieran carácter político. Nadie puso
obstáculo alguno a ello y se aceptó, supongo yo, por la seguridad que
se tenía de que mi forma de vida actual estaba lejos de actividad política
alguna. La respuesta fue que podía volver cuando quisiera porque no
había acusaciones policiales ni jurídicas contra mí, posteriores a 1977
(año de amnistía), sin condiciones de ningún tipo.
Valorando lo anterior y al considerar que mi regreso podía ser
realizado de manera digna, al igual que el de otros miles de casos de
exiliados que vuelven a sus países en el mundo entero en parecidas
circunstancias, y que la cuestión del aprovechamiento político era algo
que únicamente dependía de la interpretación que pudiera darle cada
fuerza política, decidí poner fin a mi exilio.
Las distintas versiones que se han dado sobre mi vuelta carecen
de fundamento, pero en este momento, una vez explicado lo anterior,
me interesa responder a las que han sido particularmente agresivas y
calumniosas.
Para que se produzca una traición son necesarias dos condi-
ciones:
1.ª) la pertenencia a un grupo con el que se comparten
acuerdos, etc.; 2.ª) un abandono y traslado a un grupo enemigo del
anterior. En mi caso no se da ninguna de esas circunstancias por lo
que la acusación de traición es de una gratuidad impresionante. Yo

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no he traicionado a nadie. Ni pertenecía a ninguna colectividad or-


ganizada desde hacía muchos años, ni me he pasado al enemigo de
ETA con la que insisten en relacionarme hasta muy recientemente, unos
con la idea de realzar lo que consideran su “triunfo” y otros al parecer
llevados por la corriente.
Yo era libre de actuar como quisiera sin perjudicar más que a
aquellos que se han apropiado de una representatividad respecto de
mi persona que bien saben no les correspondía.
Quede claro pues que mucho antes de que se hubiera plan-
teado siquiera la posibilidad de los indultos, yo no compartía ya las
posiciones de Herri Batasuna y de ETA y no tenía relación alguna con
éstas. Y quede claro también que no he debido de pagar ningún precio
por mi vuelta como no sea la citada campaña de calumnias y otros
pretendidos “piropos”, nada agradables en mi caso, que espero que
se queden ahí, porque unos y otros tendrán cuestiones más interesantes
de las que tratar.

Para entonces la polémica había llegado al Bajo Goierri. En


Beasain habían aparecido pintadas contra Yoyes con la firma de KAS;
en medios de HB se hablaba de que no era positivo firmar este tipo
de pintadas. El asunto se discutió en la Permanente de HB de Ordizia,
y se tomó la decisión de no realizar ninguna pintada referente al tema.
A pesar de esto y de no haberse celebrado ninguna asamblea en el
seno da HB de Ordizia para tratar el caso, el pueblo apareció a los
pocos días atiborrado de pintadas sin firma en las que se leía Yoyes
txibata, “Yoyes traidora”. Estas mismas pintadas, además de Damuturik
ez30, aparecieron en otros pueblos del Goierri.
A los pocos días y en Ordizia, algunas de las pintadas fueron
transformadas; el término txibata aparecía tachado y rectificado con
Gezurrik ez.31 Más tarde, la mayoría de las pintadas aparecieron con
el nombre de Yoyes tachado.

30 Arrepentidos no.
31 Mentiras no.

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Yoyes está instalada ya en Donostia, con su marido y su hijo.


Poco a poco empieza a contactar con antiguos amigos. Su reserva le
impide mostrar a las claras los difíciles momentos que está viviendo,
pero cuenta que su situación era ya insostenible en el exilio.
Al principio, toma ciertas medidas de seguridad, muy ligeras, en
la calle. Aunque no lo diga expresamente, da a entender que prefiere
ser acompañada al volver a casa por las noches. Sabe que su casa
debe estar vigilada, pero procura hacer la vida cotidiana con la mayor
normalidad posible, pues éste constituye su objetivo inmediato y prio-
ritario. Acompaña a Akaitz al autobús del liceo, lo recoge a la vuelta,
va con él al parque cuando el tiempo lo permite, sale con amigos y
dedica sus ratos libres a la lectura y la escritura.
Los fines de semana los pasa con frecuencia en el Goierri,
reanudando los paseos por los montes de su adolescencia.
Poco a poco va reencontrándose con sus rincones más queridos,
aquellos que habían permanecido tan vivos en su recuerdo. Así, 1986
lo estrena en el Txindoki, aunque una tormenta de nieve y granizo no
le permite llegar a la cima.
En ocasiones prefería pasear sola por el pueblo; “sola por las
calles, la gente no me conoce, puedo saborearlo todo a mis anchas”,
decía. Con sus hermanas por la calle, le ocurría a veces lo que tanto
detestaba: miradas curiosas, saludos de gente que no conocía ni la
conocían, pero la identificaban por la compañía y el parecido…
Va reiniciando relaciones violentamente cortadas muchos años
atrás con primos, amigos, compañeros de correrías de infancia, de
aventuras e inquietudes de adolescente, preocupaciones de juventud…
que siempre permanecieron en su recuerdo, incluso en sus sueños, unos
con más fuerza y otros con menos. No tiene prisa por encontrarse con
todos, sino que prefiere asimilar, saborear la “nueva” relación; tampoco
tiende a saludos acalorados y efusivos, el primer contacto se podría
calificar quizás de frío; siente que deben volver a conocerse, intimar.
Prefiere no partir de los esquemas que se ha podido hacer ella de
las personas, y a la inversa, sino volver a encontrarse, si es posible,

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a pesar de las distintas experiencias vividas y la lejanía mantenida


durante tantos años.
Su prima Marian relata así el primer reencuentro:

Todavía recuerdo como algo muy cercano aquella conversación telefó-


nica, donde no se podía ocultar el nerviosismo en nuestras voces. Sin
embargo, el día de nuestro reencuentro no fue lo que nosotras habíamos
esperado. Eran demasiadas cosas juntas. Había pasado tanto tiempo…
Ya no éramos aquellas dos jovencitas que un día se separaron, nuestras
vidas habían cambiado del todo. Nuestros hijos, también de la misma
edad, estaban con nosotros… Teníamos tanto de qué hablar… pero
la conversación no fue sólo nuestra, la llevaron por otro camino, sin
tener en cuenta que el reencuentro era nuestro. Pero aquello fue lo de
menos, lo que en realidad importaba era que volvíamos a estar cerca
y (creíamos) que tendríamos mucho tiempo para volver a estar como
antes. Seguimos viéndonos cuantas veces pudimos, volvimos a visitar
los txokos que ella había añorado durante mucho tiempo; los niños nos
unían todavía más, ayudándonos a recordar aquellos tiempos en que
nosotras jugábamos como ellos. […]. (Marian)

La Nekane de México volvía a ser Yoyes. Poco a poco va dándo-


se cuenta y aceptando que ella no puede ser Nekane, sino Yoyes, para
todos aquellos seres queridos que la habían conocido como tal.
Ella valora sobremanera el reencuentro con la familia, no exen-
to de tensiones a veces. Han sido muchos años de separación, de
experiencias diferentes; lamenta no haber podido seguir de cerca a
aquellos que dejó siendo niños y procura recuperar el tiempo perdido.
Las celebraciones terminan siempre con buenas sesiones de canto, al
que son muy aficionados los González Katarain. Tangos, habaneras y
canciones latinoamericanas de factura más moderna, presentes en dis-
tintas épocas de la vida de Yoyes, constituyen el repertorio preferido.
Pero la relativa tranquilidad alcanzada va a interrumpirse de
nuevo. A finales de enero, Yoyes recibe una tarjeta indicándole que
llame al gobernador civil, Julen Elgorriaga. Éste la cita para hablar,

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pero al responder ella que no puede ir al Gobierno Civil, le informa por


teléfono del objeto de su llamada: según datos recogidos por medios
policiales, se estaba hablando de un atentado contra ella, por lo que
le ofrece protección y vigilancia. Yoyes desconfía, rechaza la oferta
de protección y teme que pueda tratarse de una excusa para cubrir
un posible atentado por parte de alguna organización parapolicial, o
una estratagema para ganarse su confianza.
Se pone en contacto de nuevo con la persona que realizó las ges-
tiones para su vuelta y obtiene la seguridad, por parte del Ministerio del
Interior, de que la primera posibilidad es impensable. Yoyes sigue tomando
ciertas precauciones, pero sin alardear; procura a toda costa seguir el
ritmo normal de vida y oculta sus temores incluso a gente cercana.
Su deseo es obtener la independencia económica y para ello
un empleo. Por medio de un anuncio en los periódicos se entera de la
convocatoria para ayudantes de la Biblioteca Municipal de San Sebas-
tián. Sobre la base de los conocimientos que acerca de archivos y do-
cumentación poseía desde México, hace acopio del material necesario
y prepara el temario a conciencia. Supera las pruebas específicas con
un buen margen, pero suspende el examen de euskera, que requería
un nivel elevado. No le pasan inadvertidas algunas irregularidades
que observa en el desarrollo de las pruebas, pero continúa buscando
empleo en los anuncios de la prensa. Meses más tarde, la obtención
del subsidio de desempleo –30.000 ptas. mensuales– le proporciona
cierta tranquilidad. Tan reacia siempre a resultar carga para nadie, le
alegra enormemente el disponer de algún dinero propio.
Las vacaciones de Semana Santa las pasa en Ezkarai, en la
Rioja, y en primavera realiza un par de visitas a Madrid y Segovia,
que, según confiesa a la vuelta, le despiertan la curiosidad por cono-
cer España, tan extraña para ella, excepto por los viajes que en su
adolescencia le llevaron a León y Andalucía.
Por otro lado, su curiosidad respecto a Euskadi está centrada
sobre todo en los aspectos culturales, y especialmente en todo lo re-
lacionado con la situación de la mujer. Así, las salidas por las tardes

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en San Sebastián tienen por objetivo preferente el cine, el teatro y las


conferencias. Vio La fuga de Segovia, dirigida por Imanol Uribe, una
de las primeras películas del cine vasco, y confesó que le había gusta-
do. Por medio de su asistencia a conferencias, pudo observar el nivel
de los debates feministas en Euskadi. Su impresión no fue demasiado
positiva y descartaba su integración, al menos inmediata, en alguno
de los grupos que funcionaban, pero el feminismo seguía siendo uno
de sus puntos de interés, quizás el más importante. Con motivo del Día
de la Mujer, asistió a la representación teatral de la obra Un millón de
mujeres, a cargo de un grupo perteneciente a la Asamblea de Mujeres
de Donostia. El mismo día acude también a la fiesta que la Movida
anti-OTAN había organizado en un frontón de San Sebastián. Se sor-
prende y mira divertida a los cientos de chavales vestidos de negro y
con los pelos en punta que bailan al son de un rock duro y chillón.
Observa con interés este ambiente desconocido para ella dentro del
mundo vasco, al que, por cierto, encuentra muy cerrado. “Haría falta
abrir las ventanas para airear un poco esto”, señala ante las muestras
de cerrazón que observa en el país, del que tiene la impresión de que
no ha evolucionado demasiado en ciertos aspectos.
De todas maneras, antes de emitir cualquier juicio advierte que
ella todavía está “aterrizando”; “han sido doce años fuera”, repite,
advertencia que hace extensiva a los comentarios sobre la situación
política de Euskadi. Éste no es un tema habitual en sus conversaciones,
no le gusta hablar de ello, pero ante su inevitabilidad, expresa sus opi-
niones. Lanzada ya por Herri Batasuna la campaña por la negociación,
manifiesta su temor de que sea demasiado tarde para ello. Pensaba
que la trayectoria que había seguido ETA en los últimos años, con los
tipos de atentados cometidos y su inoportunidad, había ahogado las
posibilidades de negociar.
Estas opiniones no llevaban sin embargo a Yoyes a dar por válida
ninguna otra alternativa política y, en conjunto, su impresión sobre la
situación política vasca era negativa. Además, no sentía ningún entu-
siasmo ante la perspectiva que le ofrecían los llamados movimientos

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sociales. Su situación en cuanto a lo político y lo social era similar a


la de muchos jóvenes que vivieron los setenta con grandes ilusiones
revolucionarias y centrados en el compromiso político.
Asimismo, duda sobre si debe seguir aprendiendo euskera o
no. El mundo euskaldun,32 replegado en sí mismo, no le ofrece ningún
atractivo; pero ante la evidencia de que para poder desarrollar un
trabajo profesional le va a resultar necesario el dominio del euskera, y
para poder comunicarse en esta lengua, sobre todo con su hijo, que lo
va utilizando cada vez más, se inscribe en una academia de Donostia
para realizar un cursillo intensivo. Acude a él todas las mañanas de julio,
divertida porque la gente con quien comparte las clases, mucho más
joven que ella, no la reconoce y así puede guardar su anonimato.
Un fin de semana acude a sanfermines, recordando otra ocasión,
años atrás, en que estuvo en la fiesta pamplonica. Pasa toda la noche
recorriendo el espacio de la fiesta y asiste incluso al encierro. Observa
todo con gran curiosidad y le gusta la espontaneidad de la gente, pero
no llega a integrarse en el ambiente, hasta el punto de que se negó a
ponerse el pañuelo rojo que llevaba en el bolso.
A ella le atraían más las fiestas en pequeños grupos. En prima-
vera había vivido una de éstas, que le dejó muy buen recuerdo, en
un caserío de Alkiza. Le gustaba la reunión de amigos basada en “la
conversa”; echaba de menos el que en Euskadi no hubiera hábito de
celebrar tertulias sobre temas interesantes, costumbre que ella había
conocido en México y Francia.
Las fiestas patronales de Ordizia, fiestas de Santa Ana, se celebran
del 24 al 27 de julio. Yoyes, tras tantos años de ausencia podía vivirlas
en su txoko, pero su alegría quedó empañada por una provocación de
la que fue objeto. Era la una de la tarde del día 26; había tenido lugar
la tamborrada matutina, que transcurre de madrugada y a la que los
participantes acuden disfrazados, muchos de ellos tras hacer gaupasa.33

32 Vascohablante.
33 Hacer gaupasa: pasar la noche de juerga.

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Estando Yoyes con su marido y su hijo comprando boletos en la tómbola


de la ikastola, dos jóvenes disfrazados de presos se les acercaron y
uno de ellos, hablando ostensiblemente alto para que ella pudiera oír,
empezó a decirle al otro: “Oye, yo no me arrepiento, y tú, ¿tú de qué
te arrepientes?”. “Pues yo me arrepiento de ser vasco.” Siguieron en el
mismo tono hasta que, en vista de que no se les respondía, se aburrieron.
Al llegar a casa, Yoyes comenta el incidente a su hermana M.ª. Asun;
por los datos que le da, ésta sabe de qué gente se trata y le dice que
no le dé ninguna importancia; aclara que es gente que sólo se apunta
a las juergas, que nunca se moja en nada, votantes de HB que se llenan
la boca de palabras, por lo que se les prefiere a favor que en contra,
pero que nunca han adquirido mayor grado de compromiso.
De todas maneras, este incidente dejó mal sabor de boca a
Yoyes. Sensible y digna a la vez, sufre también en las pocas ocasiones
en que observa ostentosas negaciones de saludo por parte de antiguos
conocidos, pues no puede aceptar su actitud prepotente y enjuiciadora.
Por eso, cuando recibía muestras de signo contrario, de conocidos que
la saludaban y se interesaban por ella sin prejuicios ni reticencias, no
dejaba de mostrar su alegría.
El mes de agosto está presidido por la intervención a que se ve
sometido su padre. Yoyes, a quien le pesaba cierta sensación de no
haber podido estar presente para ayudar a la familia en los momentos
difíciles, acompaña a su padre en las visitas a los médicos y la estancia
en el hospital. Esto depara a padre e hija la ocasión de sincerarse.
Luis González guardaba cierto resquemor acerca de si Yoyes se ha-
bía marchado de casa a causa de él. Se lo confiesa y ella lo niega
rotundamente: “Me marché de casa por mi compromiso en la lucha y
si volviera a nacer lo haría exactamente igual”.
Este verano, Yoyes no sale fuera de San Sebastián en vacaciones.
El tiempo libre se lo dedica a su hijo, con quien disfruta de las playas
y, como siempre, sigue leyendo y escribiendo.
Se sentía atraída por la escritura a nivel de arte. La vida tensa y
laboriosa en Euskadi Norte y en México no le había permitido dedicarse

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a ello, pero al instalarse en Donostia y contar con tiempo libre empezó


a hacer sus pinitos en literatura y dejó algunos borradores. Entre ellos, el
esquema y las primeras páginas de una novela que proyectaba escribir.
Ella la presenta así en una explicación previa al texto:

Puede ser el encuentro de dos mundos: el tradicional y el nuevo, en


las relaciones personales y amorosas; cada pareja representaría uno
de ellos, pero no en forma tajante, sólo de forma predominante. En
el fondo, los trastornos causados por los fuertes cambios habidos en
los últimos años en ese campo, deben impregnar la personalidad de
los cuatro personajes. La familia tradicional duda sin quererlo de su
forma de vida y la pareja más moderna hace lo propio, dejando un
pequeño margen de mayor aprobación a la opción tomada, sin que
ello les separe ni haga imposible su amistad, por reconocerse como
seres humanos con necesidades y deseos similares.

El texto es una buena muestra de por dónde iban los intereses y


preocupaciones de Yoyes en esta etapa da su vida. Le atrae la inda-
gación en las relaciones personales y la búsqueda de nuevas formas
de convivencia, sin hacer por ello abstracción da las imperantes.
El 6 de septiembre, cuatro días antes de que la mataran, escribe
un pequeño relato en el que desarrolla la historia de un niño que pierde
su “casita azul”, la guardería, tema muy presente siempre en su mente.
Yoyes consideraba que el proceso de la escritura era difícil. Decía
que exigía una fuerte dosis de introspección, además del conocimiento
de ciertas técnicas. No se sentía muy segura respecto a sus borradores
y sólo a personas muy allegadas daba cuenta de esta vertiente suya.
De haber seguido con vida, sin duda la hubiera desarrollado.
La última parte del diario de Yoyes se abre con su llegada a
Donostia.

28-10-85
Vine el día 11 de octubre a San Sebastián, ¡demasiado familiar!,
demasiado extraño. Una semana después reventó la noticia en los

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periódicos, en la radio, empezó el acoso. Intereses a los que el ser


humano como tal les importa un comino brotaron por doquier.
Me han quitado el nombre, “Yoyes” es una ficción, una
invención, no me identifico con ninguna de las que barajan desde
distintas posiciones políticas y mucho menos con las que han
venido barajando desde hace años, antes y sobre todo durante mi
estancia en México.
En mi pueblo he visto una pintada que dice “Yoyes chivata”
y otra “Yoyes traidora”, me imagino que habrá más… en Ataun
también. Me duele la cabeza. Soy feliz de estar con A. y con J.
Es como si todos se hubieran puesto de acuerdo para matar-
me. En la portada de Cambio 16 han puesto una foto “robot” mía y
un titular que dice “El retorno de la etarra”, el mismo mensaje que
el de ETA, “hasta ayer era de ETA y hoy…”. Estarán satisfechos en
los dos lados porque se dan mutuamente la razón y, sin embargo,
¡todo es mentira!, quisiera gritarlo, gritar…
Fui militante de ETA, dimití porque estaba cansada y en
desacuerdo con la nueva línea que se perfilaba, hace de esto más
de seis años, me fui, hice una vida alejada del mundo de la política,
trabajando, estudiando; cuando sentí que no me involucrarían de
nuevo en el pasado, tuve a Akaitz, un niño maravilloso que me
absorbió un montón. Han pasado demasiadas cosas, demasiado
tiempo para que yo recuerde o tenga presente lo anterior, algo que
ahora toma una dimensión descomunal.
Hay un fantasma con mi nombre que anda rondando por
ahí, un fantasma que se vino gestando desde hace años, desde que
empezaron a hablar de mí sin conocerme y que en los últimos seis
años ha continuado vivo, aunque yo he tratado o he creído que
moría, han contribuido para ello los periódicos que seguían atri-
buyéndome una militancia e inventando historias; y la gente que
crea mitos para bendecir o condenar, salvaguardando cualquier
pregunta o cuestionamiento sobre sus propias personas, poniendo
en el exterior el objeto (mito) de sus sentimientos, pasiones, etc.

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En este mito, la persona de carne y hueso que es un sustrato,


no existe más que como tal sustrato, no es humana.
No, no y no, ¡yo existo!, ¡yo siento como todo el mundo!, es
una injusticia monstruosa la que hacen conmigo, ¡tengo un hijo!,
quiero vivir, ¡lo tuve porque quería vivir!
Muchos son culpables de esta injusticia, ¡demasiados! Hay
otros que no, pero son impotentes ante ella. Hay también mucho
silencio cómplice. Mucho miedo en la gente ante todo, ante su
propia libertad… ¡cuánta mierda!

17-11-85
Traté siempre de que la imagen que desde diversas posiciones (te-
rrorista/héroe) se le confería a mi persona no me condicionara, no
condicionara ni dirigiera mi evolución, decisiones a tomar respecto
de mi vida, etc. Hoy la lucha es la misma, preservarme de la nueva
imagen que se me acuerda (integrada/traidora); estoy un poco más
cansada que antes, esta pelea me harta, pero tengo que cuidarme y
avanzar como yo, al margen de imágenes que otros hacen sobre mí,
sean del color que sean. No me consideré héroe, no puedo consi-
derarme antihéroe, tampoco fui terrorista sino militante política,
el hecho de no serlo no me convierte automáticamente en parte
potenciante del sistema.
Cuando estuve en México nadie lo dijo, seguir allí en las
circunstancias en que estaba no tenía sentido, cuando no quería
actuar en apoyo de una lucha que ha degenerado en algo terri-
ble, dictatorial y mítico, contrario a mis valores y “sentires” más
profundos y constantes en mi trayectoria. No apoyar a esto no
significa hacerlo al contrario, falso y asqueroso maniqueísmo en el
que están inmersos muchos habitantes, su origen judeo-cristiano
quizás lo explica, pero fastidia igual. ¿Cómo voy a apoyar a un HB
convertido en payaso de un militarismo de corte fascista? ¿Cómo
me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben hacer

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es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos? ¿Qué línea


política es ésta? Han tergiversado el contenido de la alternativa KAS
confundiendo los medios con los fines. No elaboramos los diversos
puntos de la alternativa para darles la interpretación que ahora les
da ETA-HB, interpretación militarista en vez de política.

20-11-85
Ayer ha nevado en Donostia durante todo el día, hoy, hasta mi
ventana, todo está blanco, todo ha amanecido blanco. Me ha
encantado, después de tantos años sin ver nevar, la cosa tiene su
gusto, me siento en un sillón, detrás de la ventana y veo nevar un
poco ensimismada.

3-12-85
Acabo de leer El libro de Manuel de Cortázar, no puedo decir que
me ha encantado, más bien me ha impactado. No sé si nuestros hijos
podrán entender algún día la fiebre que nos embriagó a muchos, en
una época, con más o menos dudas, es cierto, pero con la fiebre en
todos. El libro de Manuel parece estar hecho para ellos, para que algo
quede de nuestros sueños, de la forma en que se vivían incluso. En
Euskadi, a alguien que hubiera escrito como él, le hubiera devorado
la gente, y por eso no se hace nada y “lo real y vivido se deshace entre
los dedos como un buñuelo apolillado”. Nada se recoge porque en
este país sólo vale la comunidad, y destacar de ella si no es con riesgo
de morir, es lo más despreciado que existe, un crimen que hay que
pagar, y el precio son las críticas más bajas, el rechazo más ruin y
personalista. La forma como trata el sexo sigue siendo de lo más
curiosa, es bella y cruda al mismo tiempo, impactante y atrayente,
es una manifestación de vida, que ayuda a enfrentar la muerte, que
te pone en contacto con el “mundo”, con diversos “mundos” que tú
tienes y otros tienen según cultura, mentalidad, etc. Es la forma más

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bella de abordar y comulgar con alguien. Mientras siga reprimida,


censurada, escondida, no puede haber sociedad que cambie a bien
porque se está ahogando al ser humano.

5-12-85
“Un instrumento de guerra es, por su propia índole, antagónico, y
el mero querer quitarle ese carácter es automáticamente equiparado
con ponerse a favor del adversario.” (Sánchez Ferlosio)
El militarismo ha caído tan hondo en algunos sectores vascos
que convierten en instrumento bélico cualquier cosa para acusar,
estigmatizar o reivindicar como propios u opuestos los elementos
más simples de la vida individual y colectiva (personas, música,
lengua, arte…).
En Euskadi se está perdiendo en la mente de bastantes
personas el aspecto “universal” del ser humano en aras de un en-
salzamiento desmesurado del aspecto “particular”, “propio”, de
“identidad nacional” en sus palabras, que puede arrasar con todo lo
hecho hasta hace unos años de labor militante por una sociedad más
justa, progresista, abierta, creativa, donde todos sus componentes
tuvieran mayores posibilidades de desarrollo personal.
¿Qué saldrá de todo esto? Hay claramente un receso hacia
posturas reaccionarias, fanáticas, intolerantes, que dominan al resto
de visiones, polarizando la situación, y dejando gran cantidad de
gente fuera de juego.
Del “derecho a la diferencia” (desarrollo de la cultura vasca)
se ha pasado al “deber de uniformidad”, en pro de un supuesto
“movimiento de liberación nacional”. Se le ha despejado a este lema
del término “y social”, lo cual no es gratuito. De acuerdo con que no
se puede hablar de “socialismo” como se hacía en los años sesenta y
setenta, la crisis del marxismo tiene su razón de ser, pero algo muy
distinto es abandonar toda pretensión de cambio al interior de la
sociedad vasca, excepto en eso, en lo nacional.

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Este abandono está dando al traste con un montón de valores


que impregnaban el concepto de “nacionalismo” de un significado
progresista, abierto, universal, y ¿qué le queda?
Si esto estuviera sucediendo en una relación de fuerzas
favorables a ese “movimiento” se podría esperar un cambio en su
interior, pero en la actual situación es de temer que no ocurra así. La
disminución del poder de este sector no es ajena a la exacerbación
de que hablaba antes, y la pérdida de fuerza provoca en éste una
mayor exacerbación y pérdida de dirección, con lo que la esperanza
desaparece por obra y gracia de quienes proclaman esperar y desear
los “objetivos más altos y puros” para la sociedad vasca.
Yo me subí al carro en 1972-73 y bajé en 1979 previendo que
el aspecto social del movimiento, su visión progresista desapa-
recería, aumentando el militarismo basado exclusivamente en el
nacionalismo oscurantista y mítico.

10-12-85
Rehúyo el encuentro con mi pasado como si tuviera más de dolo-
roso que de alegre. Este encuentro implica también una aceptación
del presente, y ésta no existe, al menos en forma completa. Esta
sociedad me agobia, es una sociedad de tecnócratas y empresarios.
Es una sociedad cuya ideología dominante está conformada por
el mundo rural agrícola y por el mundo capitalista competitivo
y liberal propio de la revolución industrial ocurrida en el siglo
pasado. Una sociedad en la que el elemento cultural y humanista
o humanizante ha estado en manos del clero y lo sigue estando
porque sus actuales portadores no han escapado para nada a esa
influencia. El caserío, el nuevo rico y el clero, una trilogía que
da por resultado el nivel más pobre que pueda pensarse del de-
sarrollo intelectual, artístico, periodístico, crítico, creativo, etc.
en una sociedad europea industrializada con un nivel de vida
mayoritariamente alto.

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Salí de aquí corriendo, sí, creo que quería salir, si no me


hubiera ido a la fuerza, creo que también hubiera buscado otra
forma de irme.

31-1-86
He estado con una fuerte gripe y llevo una semana sin fumar, la se-
mana anterior fumé por las dos. Primero entré en una furia terrible
a cuenta de unas oposiciones para ayudantes de bibliotecas a las que
quiero presentarme, me urge ser independiente económicamente,
hacer caja con J. mientras viva con él y lograr que ambos seamos
igualmente responsables del trabajo de casa y de los cuidados que
requiere el niño. Después fue la crisis que revolvió toda mi vuelta
a raíz de unas supuestas amenazas detectadas por un bando en el
otro (Euskadi Norte), en fin, el laberinto de la vida política de este
país que me tiene harta.
Llevo, con algunos descansos cortos, doce años viviendo en
riesgo constante, antes por unos y ahora por otros, pero me está
costando tanto vivir que realmente sólo sueño con un tiempo en
el que pueda vivir sin la espada encima colgando. Era de prever
que aquí no iba a ser fácil lograr esto, hay demasiado loco, pero
me fui cerrando otras puertas y no había otras opciones. A veces
lo lamento, espero que con el tiempo pueda aprovechar las posi-
bilidades que me ofrezca este cambio, espero tener ese tiempo y
que cuando llegue no me caiga una teja en la cabeza. Pero dudo
y eso me mantiene en una tensión constante. Los justicieros,
únicos portadores de la verdad, según ellos, se alegrarían de leer
esto a partir de sus “seguridades”. ¡Qué mierda de gente! ¡Qué
mierda!
Mientras andaba en el “rollo” no era tan duro vivir con la
espada encima, pero al principio en México (como dos años o
más duró el riesgo fuerte) y ahora aquí… viviendo así, a causa de
cuestiones viejas de las que he olvidado tantas cosas, es bastante

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más peliagudo. Y seguramente esto también va para largo, no


hay interés en razonar ni en ser claros; quieren ver sospechas
en todos los lados porque las llevan dentro de sí mismos; su
propia inseguridad, suspicacia y desconfianza la transfieren a
todo y ocultan la verdad, sabiéndola, para no mover esquemas
que pudieran poner al descubierto su incoherencia, y por lo
mismo la tergiversan; y finalmente, mienten descaradamente
con la tranquilidad que les da el mesiánico argumento de que
ellos también exponen la vida y han visto morir a amigos que
¿por qué no habrían de ser considerados inocentes, si eran de
los pocos que “saben” cumplir con su deber? Su vida vale más
que la de quienes no se comprometen o no “hacen nada” aunque
tampoco sean enemigos, es preciso que haya muertos para que
haya guerra… que haya muchos presos… si yo sufro que sufran
los demás… es su tesis.
Amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con número
a perpetua cadena condenado
por amo sin rostro.
Piedra de sol (Libertad bajo palabra)
Octavio Paz

Estoy atado al tiempo


prendido prendado
estoy enamorado de este mundo.
Octavio Paz

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17-3-86
Me deja mal sabor de boca hablar de política en estas tierras. Tengo
que tratar de no volver a hacerlo en mucho tiempo.
Todo este tiempo he estado ocupada con las oposiciones
para bibliotecas pero todo ha sido bastante raro porque no se han
cumplido las bases. En lo sucesivo tengo que seguir con el trabajo
que empecé por mucho que me cueste.
Vivo sensaciones y momentos que me hacen pensar que estoy
empezando a realizar y asumir el cambio: la vuelta a mi origen. No
me identifico con la niña y la jovencita que vivieron en este lugar
hace muchos años, yo ya no soy ellas, soy otra pero ¡qué placentero
es estar cerca de ellas!, ¡volver a encontrarlas!, ¡hablar con ellas! Al-
gunos olores, sonidos, paisajes, comidas y sobre todo algunos días
especiales por su temperatura, grado de humedad, viento… etc. me
traen a la memoria, al corazón, a mí entera, recuerdos y vivencias,
sensaciones, ya conocidas, pero no vividas durante largo tiempo,
sensaciones que son fuertes y no puedo reconocer como nuevas
porque en muchos casos las viví ya antes, ¡maravilloso!

26-3-86
Hoy salimos de vacaciones para unos días a Ezcaray; aumenta mi
ilusión la idea de que es el lugar a donde iba mi madre de vacaciones
de jovencita, y al que han vuelto no hace muchos años mis padres
con las hermanas más jóvenes. Tengo ganas de pasear y leer tran-
quilamente y qué mejor que en un lugar por donde ha caminado
también gente tan querida. Al ver la plaza recordaré que Ana se
cayó una vez en bicicleta ahí mismo al pillar a una niña a la que no
le pasó nada. Me han dicho que me fije en el hotel “La Coja” que
es donde solían estar ellos. Hace mucho tiempo que no preparaba
las maletas tan a gusto, hoy ha sido muy agradable. Vamos A., M.
y su hijo de un año, Manuel.

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Quisiera que los niños rieran más fácilmente.


Quisiera que los hombres fueran menos “valientes”, más
temerosos en el cuidado de su vida y la de los demás.
Quisiera que las mujeres dejaran de pensar que no merecen
lo que tienen para aspirar a nuevos y más profundos logros.
Quisiera, quisiera que todo el mundo quisiera.
¡Buenas vacaciones! “Bonnes vacances”.

15-4-86
¡Simone de Beauvoir ha muerto! “por causas no específicas” dice
el periódico. ¿Se ha suicidado? Me duele como si de una madre se
tratara, y es que no hay duda de que ha sido mi “madre intelec-
tual”, mi madre y mi padre porque con esa madre no necesitaba
padre.
Leí El segundo sexo con 16-17 años, ¡qué emoción!, no podía
creer que alguien pudiera enseñarme tanto, confirmarme con tantos
argumentos y tanta claridad multitud de intuiciones propias que
no me atrevía siquiera a manipular por parecerme a mí misma
excesivamente extrañas al medio en que vivía. ¡Me daba la razón!
¡Me descubría mucho más todavía! ¡Estaba loca de contento! Luego
busqué y devoré siempre todas sus cosas con miedo a terminar. Ha
sido clave en todas mis crisis, me he apoyado siempre en ella para
darme fuerzas y lograr actuar con libertad cuando esto era parti-
cularmente difícil. La sencillez con la que ella hacía, lo tedioso y
triste de los personajes que no lograban hacerlo… Le leí en la crisis
del 79, en la del 85 y tantas otras veces… siempre fue estímulo y
leerle, sentirme reconfortada… afirmada…
El verano pasado en París, a pesar de creer que gran parte
de mi yo adolescente ha quedado muy atrás, muchas veces en la
calle, cuando pasaba por “Deux Magots”, y más por Montparnasse,
pensaba en cuánto me gustaría encontrármela y mirarle, como una
joven “fan” de un artista de moda cualquiera, ¡hasta ahí llegaba mi

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amor por ella! Ya nunca la veré, pero su influencia y mi reconoci-


miento y agradecimiento por ello sólo morirán conmigo.

23-4-86
He terminado la lectura que tenía a mano, he leído Ulises de Joyce,
Primavera con una esquina rota de M. Benedetti y La insoportable
levedad del ser de Milan Kundera, esta última ha sido la novela más
impactante y que he leído con más fervor. Vuelvo a los poemas de
Emily Dickinson, pero echo en falta el conocer y tener una conti-
nuación… porque no me atrevo a enfrentarme a la tarea… Al leer
La insoportable levedad del ser vi con horror que los protagonistas
principales de la novela son dos parejas, ¡lo mismo que en la mía!,
¡qué horror!, ¡qué desilusión!, mejor dicho ¿quién iba a creer si yo
lograra continuar y finalizar mi trabajo con éxito, que mi idea fue
anterior a esa lectura? No lo puedo dejar por eso, pero lo cierto es
que hace mucho que no trabajo y este hecho me desanima enor-
memente. Me costó pensar y decidir una estructura, aposté por
priorizar cuatro personajes, principalmente una mujer y un hombre
de distintas parejas y sus partenaires con algunos diálogos entre ellos
¡y encuentro en la novela best-seller de estos últimos meses algo
muy similar! A esto se le llama tener mala suerte. Cuando empiezo
a hacer mis pequeños pinitos en este campo, un golpe como éste…
y empezar otra cosa me resulta más difícil todavía, pero seguir con
esto tratando de desmarcarme continuamente de esa novela… La
verdad es que la he leído muy rápido y si no vuelvo a ella, no podría
influirme mucho. ¡Qué mal rollo!

14-5-86
Mi cumpleaños de este año no se parece en nada al del año pasado:
debajo de la almohada me he encontrado un hermoso regalo de J.
y de Akaitz. Y hay tranquilidad en mí.

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El fin de semana pasado hemos estado de excursión en


Madrid, con un sol radiante y mucho calor; hemos visto parte del
Museo del Prado, el Gernika… y sobre todo a los amigos que viven
allí, con los que hemos pasado dos veladas muy agradables. Nos han
prestado mucha atención, y a pesar de que para mí son amistades
recientes, no así para J., yo estoy muy a gusto con ellos; creo que se
ve fácilmente que hay una intensa corriente de comunicación entre
nosotros. Hablé bastante rato con Inés el sábado por la mañana
en que me acompañó al Registro Civil Central para sacar el acta
de nacimiento de Akaitz, y tocamos el punto, en mí conflictivo,
de la relación que involuntariamente hago entre N. y P., que me
lleva a veces a situaciones tensas o extrañas en su presencia, le dije
que había una especie de choque entre su “fuerza” y la mía que se
buscaban y se repelían, quizás sea mucho decir pero hay algo que
me cuesta mucho poner en palabras en este tipo.
El lunes cenamos con Juan, Alberto y Maite, también lo
pasamos bien. Vamos a ir juntos a Segovia a pasar unos días en
casa del primero.
Ahora la cuestión del euskera se presenta ante mí sin esca-
patoria posible: ¿me voy a poner a aprenderlo seriamente?, ¿sí o
no?, ¿merece la pena o no desgastar en ello el tiempo y la energía
necesarios? El problema principal es que he perdido todo interés
por el “mundo” al que el euskera me puede dar acceso, esto es lo
triste y lo que más me desanima a la hora de plantearme iniciar
una empresa tan dura. Claro que la lengua en sí puede tener un
atractivo, pero…
A los que todavía preguntan ¿de buena fe? por qué me vine,
sólo decirles que no tenía ya un soporte ideológico en el que apo-
yar el esfuerzo y el dolor de estar lejos de la gente más querida, la
falta de confianza en los que propugnan qué debe hacerse, y una
especie de fuerte necesidad de desmarcarme de ellos y quitarme de
encima “la etiqueta” de miembro dirigente que los mismos habían
hecho que perdurara. En resumen, para lo que faltaban razones

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era precisamente para quedarme. ¿Por qué permanecer exiliada


estando abierta la posibilidad de no hacerlo? En mis circunstancias
no tenía sentido.

9-6-86
Hoy hace un año que atravesé el Atlántico con la idea de instalarme
de nuevo en Europa, no sabía si en Francia o aquí, aunque deseaba
ardientemente que fuera aquí, y aquí fue, en una Donostia todavía
no reencontrada pero vivida porque está ante mis ojos.
De México sólo traía dos maletas, un bolso de mano (los li-
bros los había enviado por correo) y Akaitz en la otra mano; además
muchos estudios, experiencias, reflexiones y vivencias que hoy no
parecen estar ahí, pero que yo distingo a pesar de los pesares.
No soporto que el medio ambiente me coma, en México
y en Bayona, por ser extranjera, no se me asimilaba al resto de la
gente, se daba por supuesto que tenía una historia diferente, sin
embargo aquí… y no es por orgullo o prepotencia, es porque ello
supone quitar todo valor a los doce años vividos fuera y además
me pone en inferioridad de condiciones con la gente, ya que ellos
tienen una experiencia de la vida de aquí y yo no.
Hoy, con mi pasado a cuestas, y con mi pasado de apoyo
porque nada se repite pero una llega a encontrar alguna regularidad
que le da seguridad, busco avanzar. Quiero seguir y buscar como
otras veces, claro que a veces he encontrado, pero no por ello dejo de
buscar, en definitiva quizás esos encuentros confirmen que merece
la pena seguir buscando, lo que para mí debe ser seguir “viviendo”,
sin olvidar los descansos, seleccionando, sin prisas, pero seguir…

18-6-86
El cuarto de Jacob me dejó con un sabor de boca raro, consigue
transmitir muchos elementos de la vida de la gente que pocos

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libros logran realmente. Se ve que Virginia Woolf llegó esta vez


muy adentro y además consigue expresar lo que hay, en un libro,
en el tono de “quien no decía nada”, no parece estar descubriendo
algo al lector porque lo hace con demasiada naturalidad, dando por
hecho que todos sabemos algo de ello, y con tanta discreción que
ni siquiera insinúa que en general se suele tratar de olvidar, de no
reconocerlo ni ante uno mismo, que nadie habla de ello en nuestras
sociedades, ni escritores, ni gente común, por la dificultad que
hay de asumir la contradicción, algo que impregna nuestra vida,
sentimientos, etc. y que nos negamos a ver.
Es una obra demasiado lúcida, en la que va más allá que en
otras de sus novelas, de sugerir algo más, sin llegar totalmente a
decir, de insinuar a plantear situaciones reales de todos los días,
con gran belleza. ¿Sólo la belleza permanece?
Sin embargo, la novela parece carecer de una estructura
pensada previamente y si la hubo, se ha buscado romperla, como
si lo que importara sólo fuera lo que se quiere decir, el conteni-
do, y la forma estuviera totalmente al servicio del primero. Esto
desconcierta a veces un poco, pero da toda la impresión de que es
intencionado, como si pretendiera expresar el caos y lo irracional de
nuestro mundo en general. Pero lo peor del caso es que el desenlace
de la novela confirma plenamente esa idea y por eso nos deja pensa-
tivos, un poco absortos, como anonadados y bastante tristes. ¿Así
de absurda es la vida? Virginia Woolf es en esta novela mucho más
escéptica y pesimista que en otras, ni siquiera las pequeñas cosas de
la vida, como una reunión, una comida, una salida, un encuentro,
tienen aquí un encanto que en otras ocasiones les caracteriza…
pero, sobre todo, es la muerte del personaje principal la que nos
deja como abrumados, habíamos llegado a quererle, como ella, y
por eso es también doloroso el final.
El cuarto de Jacob no ha sido valorado suficientemente, al
igual que yo creo que tampoco lo ha sido su autora en una medida
justa. Tengo que leer su biografía, lo que siempre retraso, la de

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Quentin Beell, pero no entiendo cómo se oye hablar tan poco de


ella (quizás en otras épocas se haya hablado más) cuando a mí me
produce tanta admiración; y empiezo a pensar algo que quizás ella
también sospechó que si hubiera sido hombre le hubieran dado el
Premio Nobel.
Impresionante ese libro, páginas y más páginas de gran be-
lleza, no como en Joyce con quien a veces hay que aburrirse muchas
páginas hasta encontrar las buenas; aquí hay muchas más buenas
que aburridas, si hay alguna completa, así, y el conjunto, a pesar
del problema ese de la estructura, ¡impresionante!
Me siento débil, me he apuntado a un cursillo de euskera para
el mes de julio, ¿conseguiré juntar mis energías en esa dirección?,
no hay otra manera de aprender ese idioma, pero dudo mucho que
logre reunir mis fuerzas en esa única dirección y sin embargo es lo
que me he propuesto hacer a corto plazo (1 ó 2 años). Ojalá pueda
no dispersarme, interesarme totalmente en ello.
He empezado a cobrar el subsidio de desempleo, me han
pagado lo retrasado desde marzo, se me termina en septiembre
del año que viene. Esto me ha animado a meterme en clases de
euskera, voy a aprovechar ese tiempo en algo que, a poder ser,
tenga un resultado real, al menos si después del próximo mes me
quedan ganas de seguir. Me alivia mucho el cobrar todos los meses
mi sueldo, mi dinero.

22-8-86
Después del programa “Apostrophe”. Tienen razón los llamados
“nuevos filósofos” franceses, pero es dudoso que su discurso
favorezca a los oprimidos en los países del “socialismo real”, y es
casi seguro que en el mundo occidental su discurso favorece a los
opresores-poderosos.
Tienen razón, tienen razón, pero ¿no es mejor callar? Yo
callo.

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5-9-86
Tengo días tan malos a veces que me asombran a mí misma. Antes
de esta última menstruación he estado desesperada, esos días creo
que van muy ligados al ciclo menstrual, es curioso, pero más de una
vez los siento como algo que me vendría impuesto, sin control y
qué sola me siento frente a ello, como si nadie pudiera abarcarme.
Entonces pienso que sólo el escribir podría salvarme, que lo que
necesito es expresarme por algún medio, romper todos los silencios,
y no veo otro medio, aunque no creo que sea el único y ni siquiera
el mejor, que la palabra, digo que para mí sería el único, porque es
el que mejor o peor he aprendido en todos estos años.
Sin embargo, no me siento preparada para ello, he estudiado
mucho, he leído más, he hecho montones de ensayos que en el nivel
de la universidad eran considerados buenos, pero no es ése el género
que me atrae, no es la forma mejor de decir cosas, es una forma de
aprender, pero creo haber llegado a un tope, como si no pudiera
seguir por ahí, lo malo es que tampoco me siento preparada para
lanzarme a otra cosa y hacerlo bien.
Pisar esta tierra, pisar la tierra en que nací…, lo he soñado
tanto durante años y ahora estoy aquí, éste es mi pueblo, mi país…
y se ha armado tal revuelo, es como si un volcán o un terremoto
hubiera levantado y removido montones de capas que de alguna
forma, sin dejar nunca de tener pequeñas o medianas erupciones,
deslizamientos y demás, habían logrado cierto asentamiento, ahora
el volcán ha erupcionado pero no echa nada bello, simplemente se
revuelve, hierve sin lograr asentarse.
No puede ser… quiero pensar que todo esto me llevará a un
puerto tranquilo, más maduro, siempre que no me dé prisa, que no
corra mucho, porque en mi juventud quizás corrí demasiado.

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Capítulo 10

MIERCOLES, 10 de SEPTIEMBRE DE 1986

El martes, 9 de septiembre , Yoyes y Akaitz fueron en tren de San Sebastián


a Ordizia. Angelita había invitado a su nieto a ver las vacas y demás
de la gran feria que se iba a celebrar al día siguiente con motivo de
las Fiestas Vascas, aquellas fiestas de las que Yoyes había escrito un
día, allá por la adolescencia, que lo único que le fastidiaba era no
saber euskera para seguirlas mejor.
La feria semanal de Ordizia tiene en esa fecha su punto cul-
minante; los diferentes concursos –de queso, productos de la huerta,
ganado, etc.– atraen lo mejor de la provincia y alrededores. El aspecto
comercial se funde con la fiesta: bertsolaris, trikitixas34 y partidos de
pelota son compartidos igualmente por gente procedente del medio
rural y del urbano.
Hace años, en la década de los setenta, las Fiestas Vascas ofre-
cían una buena excusa para organizar charlas y actos de reivindicación
de la cultura vasca. Siguiendo con la tradición, hoy en día, y alrededor
de la fiesta, desarrollan también diversos actos culturales. Yoyes iba a
recuperar estas fiestas después de doce años de ausencia.
Al atardecer del martes, estuvo bordando el nombre de Akaitz
en la bata que acababan de recoger en la tienda de un tío. El niño,
feliz con su batita nueva para el liceo, pedía que le bordara también
los dos apellidos, Dorronsoro y González.
Más tarde, Yoyes y Glori fueron al Herri Antzokia, donde pro-
yectaban, dentro del programa de las fiestas, la película Ehun metro.

34 Trikitixa: pieza de música popular vasca interpretada al acordeón con acompaña-


miento de pandereta.

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Basada en la novela de Ramon Saizarbitoria, relata la persecución


y muerte de un militante de ETA por parte de la policía. A la salida
del cine, Yoyes comentó que se había sentido bastante angustiada.
El protagonista, en su huida, siente la presión de una llave que le trae
viejos recuerdos. Yoyes contó que, cuando vivía exiliada en Baiona,
tenía una llave con la que podía abrir casi todos los portales de la
Parte Vieja.
Por la noche Gema acostó a Akaitz y Yoyes comentó que era
la primera vez que el niño permitía eso: estando Yoyes, Akaitz tenía
que dormirse siempre con ella.
El 10 de septiembre amaneció un día espléndido; fresco por
la mañana, el calor fue ganando terreno con el paso de la horas; el
paisaje, que se destacaba en colores vivísimos sobre un cielo muy
azul, anunciaba ya la proximidad del otoño, esa estación que Yoyes
echaba tanto de menos en México, y a la que consideraba clave, ya
que había sido escenario de cambios y acontecimientos trascendentales
en su vida, positivos unos y muy negativos otros.
Por la mañana, Yoyes estuvo en la tienda con su padre, despa-
chando como lo hacía años atrás. Desde allí habló por teléfono con su
hermana Ana, de vacaciones en el Pirineo, que llamaba para recibir
las felicitaciones de la familia, pues ese día cumplía veintidós años.
Al mediodía, de vuelta a casa, dejó un momento a Luis porque
se había encontrado con unos amigos que no veía desde hacía años:
Koldo Iztueta, Joxe Goikoetxea… Quedaron en reunirse de nuevo en
plan de cena, pues había muchas cosas que contarse entre los antiguos
compañeros de militancia y andanzas. Más tarde, en las escaleras de
casa, se ve con su prima Arantxa Otaño, con quien había compartido
muchos días de la niñez y adolescencia, y quedan por fin en citarse
un día para hablar como lo hacían en los viejos tiempos, pues todavía
no habían tenido ocasión pera hacerlo. Evidentemente, era un día de
encuentros facilitados por la fiesta.
Comida normal en casa, porque padre y hermanos tienen que
volver a sus ocupaciones. Todavía temprano a la tarde, Yoyes salió

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con Akaitz para entretenerle un poco; el niño estaba inquieto y quería


volver cuanto antes a Donostia, para estrenar al día siguiente su batita
nueva en el liceo. Yoyes y Akaitz tenían que esperar a una amiga de
M.ª Asun, con la que hablan quedado para volver a San Sebastián en
coche. Madre e hijo iban a ir mientras al parque de Altamira, al de “la
montañita”, pero se quedaron a medio camino, viendo los tractores de la
feria, que estaban expuestos en una plaza todavía en construcción.
Angelita salió de casa para ir a la tienda, pero tomó el camino
largo, para así atravesar el pueblo y ver el ambiente. De pronto se en-
contró entre gente inquieta, que corría. Decían que una chica se había
suicidado. Dos enfermeras le tomaban el pulso. Reconoció los calcetines
de M.ª Asun: “¡Es mi hija!”. Levantó un poco la manta y vio a Yoyes.
Angelita no podía entender nada. ¿Por qué se habrá suicidado? Akaitz
se le abrazó llorando: “Amona, amona, bi gizonek hil dute”35. Eran las
cinco y media de la tarde de un miércoles, la misma hora y el mismo
día de la semana en que ella había dado a luz una nueva vida.
Alguien llevó a Angelita y Akaitz a casa. Éste, a pesar de la
hora, se durmió profundamente. Al despertarse, ya casi de noche, re-
chazó a Gema con dureza: “Nik amarekin nahi det”36. Por fin accedió
a bañarse con Glori. Más tranquilo, le contó, ayudándose de gestos:
“Bakeroak etorri dira pistolekin eta ama hil egin dute”37.
Para entonces la fiesta había enmudecido. Al día siguiente, Ordi-
zia quedaría paralizada por una huelga general, y horas antes de que
Yoyes volviera a la tierra, a la vista del Txindoki, ETA reivindicó su asesinato
mediante un comunicado en el que la acusaba de: “…colaboradora en
los planes represivos del Estado opresor español y traidora al proceso
de liberación que el pueblo trabajador vasco lleva a cabo”.
Esta acción iba a ser una de las más controvertidas en la historia
de ETA , como lo muestra el hecho de que, por primera vez, líderes de

35 Abuela abuela, la han matado dos hombres.


36 Quiero con mamá.
37 Han venido los vaqueros con pistolas y han matado a mamá.

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Herri Batasuna se hayan visto obligados a justificarla y defenderla una


y otra vez públicamente.
No es ajeno a ello el hecho de que el asesinato de Yoyes hubiera
creado un fuerte impacto en la opinión pública, provocando un eco
inusual en los medios de comunicación, como lo manifiestan las decenas
de artículos y cartas que, desde distintas posiciones, reivindicaban a
Yoyes y expresaban su solidaridad hacia ella.
Ahora, al pasar por la plaza, Akaitz todavía recuerda: “Hemen
hil zuten ama”38. Por lo demás no sabe muy bien si su madre se fue al
cielo volando como las brujas o en avión, ese avión que más de una
vez los había acercado y separado.

38 Aquí mataron a mamá.

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FRENTE A UN INTERROGANTE

El niño, de tiempo en tiempo,me pregunta, amatxo non dago?39


Los primeros días mi respuesta fue un tanto taciturna; pero al
final, intentando calmar su ansiedad latente, le he dicho lo que nos
enseñaron de niños a ti y a mí: zeruan.40
Ya sé que tú eras partidaria del puro realismo, que no te iban
los cuentos de hadas ante cuestiones tan trascendentales. Ya sé que tú
luchaste por traer el cielo a la tierra y que el retornar a la tranquilidad
de la naturaleza no te asustaba. Más de una vez, harta de tantas
guerras, cansada de tanto desasosiego absurdo me dijiste: ¡Qué bien
estaría ahora en el vientre de mi madre!
Nunca te olvidaste del útero materno, nunca abandonaste del
todo el útero familiar, soñaste y buscaste el útero social, olvidando todo
desengaño de los de ayer y de los de siempre.
Ahora te encuentras en las entrañas de la tierra, muy a pesar
tuyo, porque ilusión no te faltaba para seguir endulzando en tu regazo
al soplo de tu barro, al suspiro de tu vida, a tu Akaitz. Qué pena,
¿verdad? Qué desgarro para el fruto de tu deseo, qué ausencia de tu
viva presencia, qué locura para tan tierno caminante.
El cielo grande y bello, la eternidad inmensamente silenciosa,
una senda láctea en la noche húmeda, son las referencias que doy a
Akaitz sobre tu perpetua residencia.
Tu amiga de largas horas, Emily Dickinson, dice que “los nar-
cóticos no pueden inquietar el diente que nos roe el alma”. Tal vez
tenga razón. Pero ¿qué hacemos estos dos hijos tuyos sin un consuelo
invisible, sin una música que les venga del más allá? ¿Qué hacemos

39 ¿Dónde está mamá?


40 En el cielo.

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si no lanzamos una onda entre tú y nosotros capaz de encontrarnos en


un amanecer gris o en una primavera rota?
Los amigos que te vieron unos minutos o se te acercaron buscando
altura, nos recomiendan que vayamos silenciando tu eco, que cerremos
las ventanas de la memoria. No entienden por qué no acallamos esos
sonidos tuyos, esas vibraciones tuyas, ese alfabeto amoroso tuyo capaz
de embellecer toda crispación.
Ahora que tus mejores compañeras son las estrellas que te abra-
zaron en el cielo y las aves que te cortejaron al alejarte de nosotros.
Ahora que puedes vigilar desde lo alto nuestros sueños. Ahora que
nuestro corazoncito late pesadamente. Ahora no podemos reducir a
la nada esos ojos que eran fuego, esa mirada que era luz, ese rostro
que era vida. Por eso, cada vez que el niño me pregunte dónde está
su amatxo, le responderé: zeruan.

Juanjo

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A Dolores González Catarain


10 de septiembre de 1986

Nekane, hermana mía:


hoy sé que no contestarás
mis cartas
y tendré que buscarte
en la tibieza
de aquellas tardes
amarillas.
Reencontramos
nuestro amor de niñas
tendidas en la hierba
conversando
y en medio
de un azul violeta
me hablabas de la lluvia
que cubría tus nostalgias.
Te quiero conservar
como antes, hermana,
pero de pronto
tus alas destrozadas
me aniquilan;
rompieron tu cráneo
de luces y fuego
y las flores de sangre
como río
ahogarán por siempre
nuestras dichas.

Rocío Diazescobar

www.yoyes.eu

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