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En comparación con el resto del mundo, es mucho más probable que los europeos
tengan un nombre relacionado con el trabajo de un antepasado. Por ejemplo, el
apellido más popular en Luxemburgo, Schmit , deriva del alemán medio alto "smit",
que significa "herrero". Müller es el apellido más común en Alemania y Suiza y
quiere decir molinero. Los apellidos europeos también pintan una imagen de la
topografía diversa del continente, ya que muchos describen el paisaje donde vivía
una persona.
En el caso de España, García es el más común, y se cree que procede del vasco
hartz(ea), un vocablo antiguo que significa oso.
Los sufijos patronímicos son a menudo una buena manera de saber de qué parte
de Europa es alguien. El "-ov" eslavo, como en Ivanov (hijo de Ivan), es común en
Rusia, Bielorrusia y Bulgaria. El sufijo “-sen”, como en Hansen en Noruega y
Jensen en Dinamarca, todavía se encuentra comúnmente entre los descendientes
de familias escandinavas que emigraron a América en el siglo XIX.
Por su parte, en América del Norte y el Sur, así como Oceanía, se nota la
descendencia de muchos de sus estados, con apellidos extraídos de sus antiguas
metrópolis que se han extendido hasta nuestros días.