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Ü1ÍC
Obras completas de eurros Enríquez.
Panlagua g Compañía
(Agencia de sangre)
El último papel
Hijos ilustres de Baílela
Artículos escogidos
MADRID
LIBRERÍA DE LOS SUCESORES DR HERNANDO
C a l l e d e l A r e n a l , n í u n . 11.
1911
ES PROPIEDAD
M A D R I D . — I m p . d e ] o s S u c . d e H e r n a n d o , Q u i n t a n a , ¡tt.
PANIAGUA Y COÜIPAÑ
(AGKNCIA DE S*NG!iHl
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L11 e r a n o
a>llacki:l, 1S7T.
PAÑI AGUA Y COMPAÑÍA
(AGENCIA DE SANGRE)
II
III
IV
VI
VII
Páter.
VIII
TOMO IV.
r,
S2 M. CURROS ENRÍQUEZ
IX
TOJO IV. 7
9S M. CURROS ENRÍQUEZ
XI
XII
XIII
xrv
XV
XVI
XVII
XVIII
FIN
EL ÚLTIMO PAPEL
PESONAJES
DON JULIÁN.
DON JACINTO.
A N I T A , hija de don Julián.
CARLOS, hijo de don Jacinto.
DON BRAULIO.
FRANCISCO y R O S A , criados.
ENRIQUE y C L A R A , hijos de don Braulio.
VECINOS.
UN NOTARIO.
CONVIDADOS.
ACTO ÚNIOO
ESCENA PRIMERA
Música.
Llegada es la hora
Que espera mi afán;
Conten, alma mía,
Conten tu ansiedad.
De amor infinito
La llama inmortal
Rompió tus cadenas,
Te dio libertad.
La vida sin sueños, ¡qué horrible agonía!
¡Qué noche sin astros vivir sin amor!
172 M. CURROS ENRÍQUEZ
Hablado.
ESCENA II
ANITA, ROSA y CARLOS, dentro.
ROSA. ¡Señorita!
ANITA. Ahí tienes la carta. No olvides mis ins-
trucciones. Cuando comprendas que
estamos ya lejos de aquí, se la entregas
á papá.
ROSA. Está bien, señorita; pero...
EL ULTIMO PAPEL 173
ESCENA III
ESCENA IV
ESCENA V
ESCENA VI
DON J U L I Á N , D O N J A C I N T O y CORO DE VECINOS Y VECINAS,
t o d o s c o n p e r i ó d i c o s e u las manos.
Música.
VECINO 3.°,
Yo un estrecho frac.
MUY FLACO.
ESCENA VII
que le dije.
JULIÁN. ¡Á ver! Ha de ser de la modista, ¡como
si lo viera! (Leyendo en voz baja.) «Que-
rido papá: Siento darte un disgusto,
pero era inevitable. Hace un año que
tengo relaciones con un joven á quien
conoces mucho, y comprendiendo que
EL ÚLTIMO PAPEL 185
ESCENA VIH
ESCENA IX
{(Pausa corta.)
JACINTO Í (Á un tiempo.) ¿Eh? (Desde aquí, la acción
Y JULIÁN (marchará con rapidez y agitación.)
JULIÁN. ¡Parece que te burlas!
JACINTO. ¡Para burlas estamos! De todo esto tie-
nes tú la culpa. ¡Cada día ahondas más
el abismo que nos separa!
JULIÁN. ¡Dale con el abismo! Estás empeñado
M. CURROS ENRÍQUEZ
Música.
JULIÁN. (Apareciendo.)
¡El collar dé perlas!
JACINTO. (ídem.)
¡Aquí está el reloj!
No ha habido en el rapto
Dañada intención.
JULIÁN. ¡ES cosa chocante,
Hablado.
TOMO IV. 13
194 M. CURROS ENRÍQUEZ
ESCENA X
DON BRAULIO, v i e j o a l e g r e , e n t r a n d o p o r el f o r o , p r o v i s t o
do maleta, paraguas y saco d e n o c h e .
ESCENA X I
FRANCISCO y ROSA
ROSA. El mismo.
FRANC. Me alegro: el mío se ha ido también,
encargándome que no te mirase á la
cara.
ROSA. No necesita encargártelo.
FRANC. ¿Por qué?
ROSA. Porque no es mi cara lo que más te
gusta.
EL ÚLTIMO P A P E L 195
Música.
Hablado.
FRANC. ¡En el mundo! Otra, otra.
ROSA. NO; hoy no estoy bien de voz. Además,
temo la que se va á armar. Como la se-
ñorita...
FRANC. ¡Bah! Ella es más feliz que tú á estas
horas.
ROSA. ¿Más feliz? Es verdad; ella se casará y...
FRANC. Y nosotros también.
ROSA. ¿De veras?
FRANC. L O que oyes. Don Carlos se interesa
por nosotros; me ha prometido apadri-
nar nuestra boda y llevarnos, si se casa,
á su servicio.
ROSA. Pero entretanto... ¡Vamos! Que no estoy
tranquila mientras no salgamos de este
enredo. ¡Me da una pena ver lo apura-
dos que andan los señores, pudiendo
EL ÚLTIMO PAPEL 197
ESCENA XII
DON BRAULIO y ROSA. FRANCISCO,, dentro.
ESCENA XLTI \¿
DON BRAULIO, ROSA, DON JULIÁN y DON JACINTO
JULIÁN. Pero...
BRAULIO. La verdad es que os exponéis á ir á pre-
sidio.
JACINTO. (Á Julián.) ¡Estamos perdidos! Lo me-
jor es que le hables con franqueza.
BRAULIO. Habéis cometido un abuso incalificable.
¡Habéis faltado...
JULIÁN. Puesto que lo sabe usted, confieso que...
tiene usted razón; pero óiganos usted;
no nos condene sin oírnos...
BRAULIO. ¡ Á todos los preceptos de la caza! ¿No
sabéis que estamos en tiempo de veda?
JULIÁN. (Á Jacinto.) ¡Ah! ¡No sabe nada; respi-
remos!
JACINTO. (Aparte.) ¡Y este bárbaro que iba á es-
petárselo todo!
BRAULIO. ¿Cuántas liebres matasteis?
JULIÁN. ¿Liebres? Ninguna; si no venimos de
caza; hemos desistido.
JACINTO. Hemos desistido, porque nos suceden
hoy cosas extraordinarias.
BRAULIO. ¿SÍ, eh? Como á mí; lo mismo que á
mí. ¡Ah! Cuando sepáis... Ante todo,
decidme cómo están Anita y Carlos. ¡No
los veo!
JULIÁN. ¡Un drama,señordonBraulio; un drama!
JACINTO. ¡Una tragedia, una tragedia!
BRAULIO. ¡Me ponéis en cuidado! ¿Qué pasa?
JULIÁN. (Metiendo mano albolsilllo y sacando un
papel, que entrega á don Braulio, y que
es una papeleta de empeño.) ¡Lea usted
esa carta!
204 M. CURROS ENRÍQUEZ
ESCENA ÚLTIMA
música.
ANITA Á JULIÁN
De ver su llanto
Da compasión,
Y perdonarle
Debe su error.
ENRIQUE Y ANITA
¡Á gozar
Y á vivir!
TODOS. v
¡Á gozar
Y á vivir!
Hablado.
Música.
TELÓN
HIJOS ILUSTRES DE GALICIA
FRANCISCO ANÓN
* *
En ella se lee :
Ergue esa altiva testa, Galicia, e non t'engrufies;
D'o teu porvir dourado a estrela vay rayar;
*
**
Como nota final, pugna por saltar de la pluma
un alegre recuerdo, aprendido de labios de Anón;
consignándolo ahora, será menos fácil olvidarlo,
y dará una idea de su gracejo epigramático :
BERNARDO BARREIRO
RODRÍGUEZ SEOANE
*
**
Del discurso académico del Sr. Rodríguez
Seoane, que, como hemos dicho, reproducen ó
extractan muchos periódicos de Galicia, y cuya
tesis es ésta: Paralelo entre la Terapéutica an-
tigua y la Terapéutica moderna, reproducimos
los siguientes párrafos, que corresponden á su
exordio, ya para dar una idea de las bellezas que
contiene, ya por su indisputable valor autobio-
gráfico, ya porque, atentamente leídos, se descu-
234 M. CURROS ENRÍQUEZ
MANUEL BECERRA
tina de Hapsburgo.
Fué éste, en nuestro concepto, un error, sólo
disculpable si en él incidió por un espontáneo
movimiento de su conciencia, ya que á su buen
juicio no cabía ocultarse las graves consecuen-
cias que desde el punto de vista de la ejempla-
ridad había de traer un cambio de política en el
hombre en quien todos, y especialmente la gente
joven, veíamos al patriarca de las ideas de p r o -
greso.
Mas quizá al Sr. Becerra no le fué dado enton-
ces hacerse superior al movimiento general de
reacción iniciado por todas las grandes figuras
de la Revolución de septiembre, como Martos,
Montero Ríos y Castelar, y creyó preferible, á
guardar las tablas de la ley, aceptar los hechos
consumados y dejarse llevar dócilmente por los
acontecimientos. Sea como quiera, nosotros no
240 M. CURROS ENRÍQUEZ
ALFREDO VICENTI
MODESTO F E R N Á N D E Z Y GONZÁLEZ
EUSEBIO DA GUARDA
ALFREDO BRAÑAS
TOMO IV. 13
274 M. CURROS ENRÍQUEZ
A U R E L I A N O J. P E R E I R A
E N T I E R R O S M U S U L M A N E S
(1) E s t o s m e n s a j e r o s s o n M o u n k i k y N y k c s , g e n i o s d e las t i n i e -
b l a s , n u n c i o s l o s m á s t e m i d o s en la t e o g o n i a oriental.
ARTÍCULOS ESCOGIDOS 289
I N U N D A C I O N E S
T o l e d o , 14 d e s e p t i e m b r e d o 1 8 9 1 .
Asuntos comerciales.
La lluvia.
El Amarguillo.
La n o c h e .
Datos alarmantes.
Inquietudes.
Subí y me senté á la mesa. Conmigo comían
los tres arrieros que, con esos presentimientos
propios de todos los viandantes, no cesaban de
augurar contratiempos. Para ellos era cosa segu-
ra que el río se desbordaba. Había que madru-
gar para atravesar el puente, «porque—decía uno
de ellos—hasta verme del otro lado no me cree-
ré seguro». Luego el viento había soplado de
Levante, y «viento de Levante y agua del Norte,
echa la muía al trote». Para mayor desgracia,
dos de las de su recua iban descalzas y había que
herrarlas antes de partir. El herrador no abría
hasta las siete, y á esa hora ¡sabe Dios si podría
pasarse el río!... Más adelante veremos cuánto
había de profético en estos presentimientos.
Media hora escasa duró la cena. Yo participa-
ba, sin saber por qué, de la intranquilidad de
mis compañeros de mesa. Lo que á ellos les in-
quietaba por efecto de la diaria observación, á
mí me inquietaba por instinto. Quizá contribuía
á ello el mismo horror de la noche, la pertinacia
hostil de aquella espantosa lluvia que nos sofo-
caba desde la mañana, excitándome con su ince-
sante monotonía y el estado eléctrico en que me
encontraba.
El sueño y el despertar.
Me acosté; leí en la cama los periódicos que
habían llevado de Toledo y apagué la luz. Pero
ARTÍCULOS ESCOGIDOS 297
El desplome.
Asombro.
Un sepulcro flotante.
El amanecer.
SEBASTIÁN ZURITA,
TOMO IV.
M. CURROS ENRÍQUEZ
LAS M U J E R E S D E L N A T U R A L I S M O ( l !
EL S Í M B O L O
*
**
La horrenda tragedia que conmemora la Igle-
sia halla hoy, pues, un eco en todos los cora-
zones.
Es el único día en que no se discute á Jesús,
porque también es el único día en que se revela
en todas sus proporciones á los ojos egoístas y
avaros de la carne.
El DiosJIombre para unos, el soñador para
otros, es para todos hoy un gran desvalido, un
gran calumniado; y el espectáculo de la injusti-
cia escalofría las almas y las dispone á la piedad
y á la misericordia.
Esa muerte afrentosa establece el verdadero
ARTÍCULOS ESCOGIDOS 313
EL LIBRO DE A M B L A R D
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«LA CÓPULA» 1 1 1
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