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evangelio
Francisco de la Calle
en Javier Pikaza y Francisco de la Calle, Teología de
los evangelios de Jesús, Ed Sígueme. Salamanca
1980 359-477 ,
NOTA BIBLIOGRÁFICA
El evangelio de Juan o IV evangelio tiene una bibliografía ilimitada;
su carácter de evangelio espiritual, con que fue reconocido en la
antigüedad en oposición a los sinópticos, más materiales, más
aparentemente afincados en un Jesús hombre histórico de sus días,
ha dado origen a un sinnúmero de comentarios desde los primeros
tiempos del cristianismo. Nuestra intención al poner esta reducida
nota bibliográfica es la de orientar al lector erudito en las tendencias
exegéticas que nos han servido de cañamazo para trazar esta
teología del IV evangelio. Recogemos tan sólo aquellas obras que,
según nuestro parecer, señalan los hitos exegéticos de nuestro siglo.
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INTRODUCCIÓN
Las diferencias del IV evangelio o de Juan con respecto a los otros
tres sinópticos saltan rápidamente a la vista. A pesar de tratarse de
narraciones sobre Jesús de Nazaret, en pocas cosas está de acuerdo
con los sinópticos, si dejamos a un lado los relatos de la pasión.
No aludimos a la posibles relaciones con los sinópticos; en esta
cuestión, se han dado tantas opiniones como son posibles
matemáticamente: 1) Juan conocía los tres sinópticos; 2) conocía
Marcos y Lucas; 3) conocía Marcos o una fuente suya; 4) conocía
Lucas; 5) no conocía ninguno de los sinópticos, sino una tradición
común a ellos. En el reato, pretendernos referirnos al estilo y
expresión propios del IV evangelio.
El estilo, los temas, las acciones están vistas desde una perspectiva
particularísima. El Jesús de Juan realiza su ministerio casi siempre
en Jerusalén, mientras que los sinópticos hacen hincapié en el
ministerio galileo; actúa públicamente por dos o tres años, mientras
que, en los sinópticos toda la aparición de Jesús se reduce a un año;
Jesús no habla en parábolas o con frases lapidarias, sino que
desarrolla su doctrina en largo y misteriosos discursos...
Para explicar estas diferencias, se ha apelado desde siempre al
acento teológico o simbólico del evangelio. Juan habría usado un
lenguaje propio, que no era el de Jesús, sino transformado y
expresado con categorías simbólicas entresacadas del antiguo
testamento o de propia creación teológica. El evangelio de Juan era
un evangelio teológico. Esto se decía casi en oposición a los
sinópticos tenidos por históricos. Ha sido últimamente cuando se ha
descubierto el valor histórico de Juan.
Independientemente de su veracidad histórica, en los últimos tiempos
que llegan hasta nosotros, ha tenido lugar un intento científico de
buscar las fuentes primitivas que utilizó el autor del IV evangelio. El
paciente y erudito estudio se debe a R. Bultmann, el autor que había
encauzado ya desde la misma perspectiva el estudio del material pre-
sinóptico. Su aportación puede ser discutida, no tanto en las líneas
generales cuanto en sus conclusiones particulares; lo que no puede
hacerse es pasar por alto su laboriosa obra.
En el evangelio de Juan, distingue el autor tres tipos de material
narrativo o fuentes prejuánicas; la fuente de los signos, la de los
discursos y otra que contiene un material paralelo al de los sinópticos.
La segunda, la más importante, sería una fuente precristiana, nacida
en el ámbito del gnosticismo. La idea o intención del evangelista sería
la de cristianizar el gnosticismo o, dicho de otra manera, presentar en
moldes gnósticos el mensaje cristiano.
En el plano de la elaboración de estas fuentes, Bultmann distingue
tres etapas diferentes. En la primera, se llegó, mediante la
elaboración armónica del material preexistente, a un evangelio
completo, cuyo final aparece actualmente en 20, 30 s.; un libro que
narraría los signos del revelador Jesús. Su autor habría sido un
discípulo del Bautista. En un segundo momento, sin que conozcamos
sus causas, el orden primitivo del evangelio se perdió. El fundamento
para postular esta hipótesis está en la carencia actual de orden en la
narración evangélica. Una muestra puede apreciarse en el discutido
orden de los capítulos 6 y 7 que, en un orden estrictamente
cronológico y geográfico parece que deberían estar invertidos.
Y, en una tercera y última etapa, hubo un autor que intentó
reestructurar el descompuesto evangelio, añadiendo de su cosecha
retoques de importancia como el capítulo 21; este autor es
precisamente el que se autoidentifica con el discípulo amado.
Consecuente con esta hipótesis, Bultmann, en, su comentario a
Juan, trata de encontrar el orden del primitivo evangelio, agrupando
las narraciones en virtud de su material y origen.
Bultmann es el representante de más calidad dentro de la corriente
exegética neotestamentaria, conocida con el nombre alemán de
Formgeschichte o historia de las formas. Los autores de esta
tendencia, admitida universalmente en sus rasgos generales,
intentan explicar el origen concreto de cada una de las tradiciones
independientes que dieron origen a los actuales evangelios.
Bultmann es el autor que ha estudiado en profundidad tanto la
tradición sinóptica como en el evangelio de Juan. Sus dos obras en
esta dirección son Geschichte der synoptischen Tradition, Göttingen
1958 y Das Evangelium des Johannes, Göttingen 1968.
Este problema del orden del evangelio es de importancia para
nuestro trabajo. En última instancia, lo que interesa a un autor que
quiera exponer el pensamiento de otro es encontrarlo -si de un
escritor se trata- en una obra literaria, cuya estructura sirve de
armazón a la exposición. En el caso de un evangelio, viene a suceder
un poco, mutatis mutandis, como con algunos libros de nuestros días
que recogen material anterior a sus autores y lo ordenan y elaboran
de un modo personal, para exponer su propio pensamiento. Para un
teólogo del nuevo testamento, lo que cuenta como primario es el texto
mismo, si bien ha de tener en cuenta su procedencia. El último autor
evangélico, el que ha legado a nuestra fe cada una de las obras
literarias ya completas, es el exponente de la fe cristiana; aunque
haya usado fuentes anteriores, muy a tener en cuenta a la hora de
ahondar en su pensamiento, las ha releído, quizás reinterpretado, en
una nueva dimensión personal. Es la que buscamos en nuestra
exposición.