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JUAN PABLO SALAZAR

FUENTE: EL BAUTISMO (mercaba.org)

LA EXPERIENCIA LITÚRGICA Y PASTORAL DE LA IGLESIA APOSTÓLICA

EL TÉRMINO "BAUTIZAR", "BAUTISMO".


Desde el punto de vista lexicográfico, el verbo griego báptó, baptízó, significa inmergir, sumergir:
se usa también hablando de una nave que se hunde o que se hace sumergir. En el helenismo rara
vez se usa con el significado de bañarse, lavarse; sugiere más bien la idea de hundirse en el agua.

El Nuevo Testamento usa báptó solamente en sentido propio: mojar (Lc 16,24; Jn 13,26), teñir (Ap
19,13); y baptízó solamente en sentido cultual (rara vez en referencia a las abluciones de los
judíos: Mc 7,14; Lc 11,38), es decir, en el sentido técnico de bautizar. Que el Nuevo Testamento
use el verbo baptízó sólo en este sentido cultual técnico bien determinado demuestra que en él el
bautismo comporta ya algo que era desconocido en los demás ritos y costumbres de la época. En
efecto, las religiones helenísticas conocían las abluciones; pero, como demuestran los estudios
actuales, si alguna vez aparece el verbo baptízein en el helenismo, dentro de un contexto religioso,
nunca llega a tener un sentido sacral técnico.

En el AT y en el judaísmo los siete baños de Naamán (2 Re 5,14) demuestran cuán importante era
ya entonces bañarse en el Jordán. Se trata de un gesto cuasisacramental que se convertiría en uno
de los tipos principales de la patrología patrística. Sin embargo, las abluciones de los judíos con
carácter de purificación sólo aparecerían más tarde, por ejemplo, en Jdt 12,7. (También el
bautismo de los prosélitos judíos entraba en esta intención purificadora.) Pero en el judaísmo tales
purificaciones son, por así decirlo, un rito legal más que una verdadera purificación. Sabemos
cómo la exégesis radical, sobre todo a finales del siglo pasado, ha tratado de demostrar que el
cristianismo se habría apropiado simplemente estos diversos ritos'.

EL BAUTISMO DE JUAN.
El bautismo de Juan en las riberas del Jordán atrajo sin duda la atención. Aun poseyendo algunas
semejanzas con las abluciones legales de los judíos y con el bautismo de los prosélitos, el de Juan
se distinguía fundamentalmente de estos ritos, ya que exigía un nuevo comportamiento moral: en
él se trataba de realizar una conversión en vista de la llegada del reino. Nos encontramos frente a
un rito de iniciación de una comunidad mesiánica, en línea con los anuncios de los profetas (cf Is
1,l'5ss; Ez 36,25; Jer 3,22; 4,14; Zac 13,1; Sal 51,9). Se trata, pues, de un rito con un alcance
verdaderamente nuevo. El bautismo de Juan es una expresión penitencial en orden a la conversión
del corazón (Mc 1,4; Lc 3,3; Mt 3,11); es un bautismo para la remisión de los pecados (Mc 1,4; Lc
3,3); pero es un bautismo que anuncia otro bautismo y que, independientemente de la cuestión
sobre la historicidad de las palabras de Juan recogidas por Mt 3,11: "El os bautizará con Espíritu
Santo y fuego" (cf Mc 1,8), aparece claramente diferenciado del bautismo cristiano. El judaísmo
del AT conoce ya la idea de una inmersión que daba la vida (Jl 3,lss; Is 32,15; 44,3; Ez 47,7ss); no
es, sin embargo, difícil descubrir en el bautismo de Juan un significado escatológico y colectivo,.

EL BAUTISMO RECIBIDO POR JESÚS.


El bautismo que recibió Jesús en el Jordán impresionó ciertamente a los evangelistas, pues los
cuatro hablan de él explicando más o menos el hecho (Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,32-
34)3. Pero aquí habría mucho que hablar sobre cómo se ha interpretado este bautismo. Los
mismos padres escribieron no poco sobre él, insistiendo en el hecho de que Jesús no necesitaba ni
conversión ni remisión de los pecados. Muchos de ellos, sin embargo, y esto no se ha subrayado lo
bastante, ven en tal bautismo la designación oficial de Jesús como mesías, profeta, rey y siervo;
siervo con toda la riqueza de significado expresada por Is 53: siervo, víctima, sacerdote. Y desde
este sentido, los padres interpretan el bautismo de Jesús en el Jordán como tipo de la
confirmación, al igual que interpretan, por otra parte, la intervención del Espíritu en la
encarnación como anuncio del bautismo. Al final de la narración, las palabras del Padre confieren
un profundo significado a este bautismo, que es una designación, una epifanía del Hijo, como
acertadamente lo interpreta la liturgia oriental. El Hijo, hyios monogénés, es también el doülos, el
siervo. Puede verse aquí una alusión clara a Is 42,1, de suerte que las palabras del padre
expresarían la elección del Padre: Yo te he escogido como siervo. La narración del bautismo y la
voz del Padre deberían, pues, interpretarse como un envío misionero a proclamar la salvación y a
ofrecer el sacrificio en el que se cumpliese la voluntad del Padre para la reconstrucción del mundo.
En tal sentido, la narración del bautismo de Jesús es para nosotros más significativa por referencia
a la confirmación que por referencia al bautismo [-> Iniciación cristiana, I, 2].

El bautismo de Juan implica un acto que afecta a un pueblo en su conjunto, y es evidente que
tanto Jesús como Juan se sitúan ante una misión para la salvación del mundo, cada cual dentro de
su propia línea. La frase de Jesús a Juan: "Conviene que se cumpla así toda justicia" (Mt 3,15) 5,
alude a la misión para la que desde entonces queda designado Jesús: el anuncio de la salvación y la
realización de la misma en su misterio pascual. Es evidente, por tanto, que cuanto acaece en el
Jordán es una designación oficial de Jesús para su misión profética, real y mesiánica y, al mismo
tiempo, para su misión sacerdotal de siervo, víctima y sacerdote. Por otra parte, Jesús recibe la
plenitud del Espíritu para desempeñar por entero su misión. Se comprende entonces por qué en el
bautismo de Jesús en el Jordán hayan visto frecuentemente los padres el sacramento de la
confirmación: al ser-de-hijo-adoptivo, que a nosotros se nos ha dado en el bautismo y que para el
Verbo corresponde a su ser-en-la-carne, se añade ahora un actuar-para-una-misión y para-el-
sacrificio de la alianza [->Iniciación cristiana, I, 2]. Es menester subrayar la definición que hace Juan
de Jesús al llamarle "el cordero de Dios" (Jn 1,29-34). Por otra parte, Jesús es el que ha venido para
traer la luz (cf Jn 1,9), y esta misión de iluminar confirma las palabras de Isaías, quien ve en el que
había de venir "la luz de las naciones" (42,6). Existe, pues, unidad entre el papel de anunciar y el
de ofrecer el sacrificio (Heb 10,7.10). Encontramos aquí más una teología de la confirmación que
una teología del bautismo, y los padres ven en el bautismo de Jesús en el Jordán más el don del
Espíritu y el sacramento de la confirmación que el del bautismo. Algunos autores contemporáneos
han entrevisto este dato tan importante para la teología de la confirmación, pero también para su
liturgia y para su colocación tradicional en el ámbito de la iniciación cristiana; es decir, la
confirmación debe situarse después del bautismo, del que es consummatio, perfectio, pero que al
mismo tiempo se ordena a la actualización del misterio de la alianza: la eucaristía.

JESÚS Y EL BAUTISMO.
El evangelista Juan insiste en el hecho de que los discípulos de Jesús bautizaban (Jn 3,22-23; 4,1-3).
Pero tanto Mateo como Marcos recuerdan cómo Jesús, después de su resurrección, confió a los
apóstoles la misión de evangelizar. Mateo es más preciso aún: los discípulos deben llevar la buena
nueva a todas las gentes (Mt 28,18-19) y no sólo a toda la creación (Mc 16,15). "El que crea y sea
bautizado se salvará" (Mc 16,16). Los apóstoles deben convertir a todos los hombres en discípulos,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt 28,18-19). El bautismo,
junto con la fe, da la salvación (Mc 16,16); hace ser discípulo y apóstol (Mt 28,19). Si la iglesia
primitiva bautiza, no es sino porque ha recibido para ello orden de Jesús. A veces ha dudado la
exégesis de que tal orden saliera de la boca de Jesús. Pero, aun cuando la iglesia hubiese
introducido tal frase, con ello no se vendría sino a demostrar que la iglesia misma tenía conciencia
de haber recibido la orden de bautizar y que lo había puesto en práctica desde el principio.

Los HECHOS DE LOS APÓSTOLES Y EL BAUTISMO.


Tanto en los Hechos como en el evangelio de Lucas (los dos libros están estrechamente ligados
entre sí), Jesús resucitado habla de un bautismo y lo distingue del de Juan. "Juan bautizó con agua;
pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días" (He 1,5; cf Lc 24,49). Es
menester señalar aquí la diferencia entre lo que acaece a los apóstoles y discípulos y lo que
acaecerá a la comunidad cristiana primitiva.

Es ciertamente el Espíritu Santo el que perdona los pecados (Jn 20,22). Apóstoles y discípulos han
recibido el bautismo de Juan para la remisión de los pecados; por otra parte, en pentecostés
recibieron el Espíritu (He 2,1-4), tal como Jesús se lo había dicho. La comunidad primitiva recibe la
remisión de los pecados inmediatamente con la inmersión en el agua. No obstante, hallamos en la
vida de Pablo señales de una evolución progresiva que va del bautismo de Juan al don del Espíritu.
Así, los discípulos de Éfeso (He 19,1-6) han recibido en un primer momento el bautismo de Juan,
un bautismo de penitencia que dispone para la fe en el que había de venir; pero a continuación les
confiere Pablo el bautismo en el nombre de Jesús. No se trata aquí ya solamente de conversión,
sino de una realización: estos discípulos están injertados en Jesús y nacen en él; Pablo les impone
después las manos, y entonces reciben el don del Espíritu, atestiguado con el don de lenguas.

Se da, pues, un bautismo en agua, que es participación en la salvación dada por Cristo e inserción
en él; es decir, un bautismo en el nombre de Jesús. Se ha pasado de un bautismo que anunciaba,
el de Juan, al bautismo que injerta en Cristo, quien perfecciona su obra enviando el Espíritu el día
de pentecostés'. El Espíritu de pentecostés que se le ha dado a la iglesia para dirigirla lleva al
desempeño de la misión de Jesús.

Los Hechos nos dan a conocer la catequesis bautismal, permitiéndonos, por tanto, comprender
cómo se concebía el bautismo. Prescindiendo del caso particular del eunuco de la reina Candace
(He 8,26-39), el bautismo supone una preparación. Los Hechos nos han transmitido el plan global
de la catequesis bautismal (He 10,37-43). Los discursos de Pablo ofrecen una muestra bastante
rica de ello (He 16,31-32; 17,22-31; 19,2-5). Algunos fragmentos de los Hechos pueden
considerarse como auténticos extractos catequéticos (He 2,14-19; 3,12-26; 8,31-38).

El rito del bautismo es simplicísimo; en ocasiones lo administra un diácono, como en el caso del
eunuco bautizado por Felipe: ambos descienden hasta el agua y el diácono lo bautiza. No existe
huella alguna de una hipotética fórmula usada por Felipe, quien, tal vez, administrara el bautismo
sin añadir al gesto ninguna palabra (He 8,36-38). Ni se sabe si hubo en tal caso una inmersión
completa.

Sabemos de otro rito, el de la imposición de las manos, que no se realizaba necesariamente


después del bautismo, como en el caso de los samaritanos (He 8,15), sino también antes, como en
el caso de Cornelio (He 10,44). Sería, pues, imprudente utilizar un método histórico-anecdótico en
el estudio de tal imposición de las manos; es, por el contrario, menester recurrir a todo el conjunto
de la historia de la salvación y desde él estudiar el influjo del Espíritu en la realización del plan de
reconstrucción del mundo mediante la alianza.
SAN PABLO Y EL BAUTISMO.

Bastaría leer la carta a los Hebreos, con la mirada puesta en el bautismo y en la imposición de las
manos, para concluir que difícilmente tal escrito puede atribuirse a san Pablo. La carta parece
querer distinguir claramente entre bautismo e imposición de las manos para la donación del
Espíritu, mientras en san Pablo encontramos el don del Espíritu tanto en el bautismo como en la
imposición de las manos. Al no tener que hacer ahora la teología del bautismo, no nos
detendremos en la doctrina bautismal de las cartas paulinas, en la medida en que no esté tal
doctrina ligada a una exposición litúrgica, que Pablo no obstante realiza, como puede
comprobarse algunas veces en los Hechos, donde aparece la descripción de una liturgia bautismal.
Nada semejante encontramos en las cartas de Pablo. Como tampoco es legítimo ver una alusión a
la liturgia bautismal en Rom 6,4, donde Pablo dice que hemos sido sepultados con Cristo en la
muerte y con él hemos resucitado. Tres son los elementos que en san Pablo caracterizan el
bautismo: el bautismo en Cristo Jesús; el bautismo en el Espíritu Santo; el bautismo como lo que
forma y construye el cuerpo de Cristo, en el que queda inserto el bautizado. Subrayaremos
algunos aspectos, más sin entrar en detalles.

El bautismo en Cristo Jesús es una fórmula que acompaña el acto bautismal, descrito no en sí
mismo, sino como participación real (y no sólo espiritual) en el descenso de Cristo a la muerte y al
sepulcro, y en su resurrección. El texto de Rom 6,4-10 tiene un sabor realista, importante para la
teología sacramental. El concepto teológico de semejanza (Rom 6,5: texto latino y griego),
traducido por san Ambrosio con el término figura y por Serapión con el mismísimo término
paulino de semejanza' significa no simplemente una adhesión espiritual o moral, sino la presencia
actualizada por el misterio pascual. Se expresa en dicha modalidad el fundamento de toda la
liturgia; san León Magno lo traduciría con el término sacramentum.

El bautismo en el Espíritu aparece de hecho como sinónimo de bautismo en Cristo Jesús, ya que en
Pablo las expresiones "Espíritu de Dios" y "Espíritu de Cristo" poseen el mismo significado ".
Mientras en la carta a los Hebreos y todavía más en los padres se afirma que en la confirmación se
otorga el Espíritu y que la confirmación se caracteriza por ser don del Espíritu (desde el momento
en que el Espíritu obra también en los demás sacramentos, pero sin que ello constituya el don del
Espíritu), en san Pablo no pueden distinguirse los dos aspectos: actividad del Espíritu y don del
Espíritu. En el bautismo se nos da el Espíritu; vivir en Cristo mediante el bautismo significa vivir en
el Espíritu (Rom 8,2). Esa es la razón por la que no se puede recurrir al término, grato a san Pablo,
de sphragís (sello) para distinguir el acto bautismal de la imposición de las manos. La sphragís, en
efecto, se aplica a todo el rito de la iniciación bautismal, que hace del bautizado un heredero de la
promesa y, con este signo distintivo, lo inserta a la vez en la comunidad cristiana, en el pueblo de
Dios (2 Cor 1,22; Ef 1,13; 4,30).

Este sello bautismal, que señala la intervención del Espíritu, es igualmente un signo de agregación
al cuerpo de Cristo. "Formar un solo cuerpo" significa, en sí, la realización de la alianza (1 Cor
12,13).

El uso que hace san Pablo de la tipología tiene su importancia para la catequesis y la teología del
sacramento del bautismo; pero de esto nos ocuparemos dentro de poco [t infra, 8].
EL BAUTISMO EN SAN JUAN.
No es que san Juan rehúse la tipología, como veremos después, sino que, prescindiendo para el
agua bautismal de los tipos corrientemente usados por los otros evangelistas y por san Pedro, para
Juan el agua debe entenderse paralelamente como inmersión en el Espíritu: el bautismo de agua,
según él, se refiere al bautismo del Espíritu y a la efusión del Espíritu. En Juan agua y Espíritu están
vinculados entre sí (Jn 7,37-39; 4,10-14; 5,7; 9,7; 19,34-35). Ya al presentar el bautismo de Jesús en
el Jordán coloca Juan su plena realidad en el hecho de que Jesús recibe allí su misión y queda lleno
del Espíritu y dará el Espíritu (Jn 1,32-34; 3,34). Según Juan, como punto de partida para el
bautismo cristiano, no es necesario recibir el bautismo impartido por Juan Bautista, sino el don del
Espíritu a la iglesia, don que es el fruto de la muerte y glorificación de Cristo (Jn 7,39; 16,7). Es la
inmersión en el Espíritu la que salva a quienes creen (Jn 7,39). Concretamente, el bautismo
cristiano encuentra su verdadero fundamento en el agua que brota del costado de Jesús: "Eso lo
dijo refiriéndose al Espíritu" (Jn 19,34; 7,38-39).

El encuentro de Jesús con Nicodemo (Jn 3,1-21) es el punto central que permite a Juan explicarse
sobre el bautismo. Los vv. 1-15 recogen el coloquio entre Jesús y Nicodemo: la condición
fundamental e indispensable es creer en la palabra del Hijo del hombre y en su virtualidad
renovadora. Nacer de lo alto es nacer del agua y del Espíritu; con otras palabras: el que quiera
nacer de lo alto tiene delante de sí un medio: nacer del agua y del Espíritu. Nacer de Dios exige la
fe, la cual supone la acción del Espíritu, como sucedió en el nacimiento de Jesús. Bautismo significa
—según una expresión grata a Juan— "nacer de". En ese momento nace "el hijo de Dios", un "ser
nacido de Dios", engendrado por él (1 Jn 3,1-2; Jn 1,12; 11,52; 5,2).

En el mismo pasaje (Jn 3,1-21), después del coloquio con Nicodemo, concretamente en los vv. 16-
21, encontramos las reflexiones de Jesús. Tales reflexiones pastorales son de esencial importancia.
Aun siendo un don, el bautismo no puede tener lugar sin la fe: el bautismo señala la entrada plena
en la fe, pero la supone; creer es la condición para que el bautismo pueda hacer entrar en Jesús.

Este tema de la renovación, de un nuevo estado, lo desarrolla el cuarto evangelio desde el


segundo capítulo con las bodas de Cana. Se insiste en él en el tercer capítulo con el episodio de
Nicodemo, y en el cuarto, con el de la samaritana

Así pues, para Juan el bautismo en el agua y en el Espíritu es creación de un hombre nuevo, de una
situación nueva en una comunidad nueva.

LA TIPOLOGÍA BAUTISMAL DE LA IGLESIA APOSTÓLICA Y LA CARTA DE PEDRO.


La tipología ocupa un puesto importante en el estudio de los sacramentos, importantísimo para el
estudio del bautismo. Ella, efectivamente, nos hace comprender cómo tal sacramento, instituido
por Cristo, se ha ido preparando a través de los siglos y cómo se ha constituido mediante una
forma antigua, pero que recibe un nuevo contenido. El rito bautismal, como veremos, utiliza bien
pronto para la bendición del agua una tipología adoptada en parte por el Nuevo Testamento y
desarrollada después por los padres.

No queremos aquí descender a detalles sobre la tipología bautismal del Nuevo Testamento. La
primera carta de Pedro, sin embargo, nos ofrece una ejemplificación bastante significativa del
método catequético utilizado ya ;por los apóstoles. Los tipos fundamentales son: el mar Rojo,
usado por Pablo (1 Cor 10,1-5); el diluvio, utilizado por Pedro (1 Pe 3,19-21); la roca del Horeb (Jn
7,38) y, por tanto, la alusión al Éxodo. Hay, naturalmente, también otras referencias al Antiguo
Testamento. La primera carta de Pedro, que no pocos exegetas ven como una catequesis
bautismal, parece presentarse Inserta en una liturgia (1 Pe 4,12-5,14); por otra parte, la carta está
dirigida a los iniciados, que necesitan ser animados y ayudados en sus primeros pasos en la vida
cristiana (1 Pe 1,3-4;11).

Pedro ve en el agua bautismal, que da la salvación, el antitipo del diluvio. No es Pedro el primero
en ver en el diluvio un símbolo de la salvación. Ya Isaías habla de un nuevo diluvio como
manifestación del juicio de Dios (28,17-19): será para nosotros como un aniquilamiento, pero en él
estará también la salvación (54,9). También el libro de los Salmos presenta el mismo tema. Agua,
arca, las ocho personas salvadas, son los elementos de que se sirve Pedro. Los cristianos inmersos
en el agua están salvados por la resurrección de Jesús y caminan hacia la salvación definitiva, hasta
el día del retorno de Cristo, el día octavo.

El mismo san Pablo utiliza, por lo demás, la tipología en su catequesis sobre el bautismo. En la
primera carta a los Corintios (10,1-5) recurre a la tipología del éxodo. Distingue él dos clases de
éxodo: el de Egipto y el del final de los tiempos (10,11). Entre los dos éxodos transcurre el tiempo
de la salvación. El segundo éxodo comienza con la resurrección de Cristo: se camina, pues, bajo la
nube de la gloria de Dios a través del mar. Esto significa: morir al hombre viejo, morir al pecado
(representado por Egipto), para recibir el bautismo, que es renacimiento, pasando de la muerte a
la vida, del mar a la nube divina.

El antitipo es, pues, la realidad de la salvación misma. En el fondo, el antitipo es Cristo,


acontecimiento-vértice de la realidad salvífica. Con relación a este acontecimiento-vértice, que es
Cristo, toda la historia del AT no hace sino de tipo.

Este dato es perceptible en el evangelio de Juan, para el cual Cristo es antitipo en cuanto es la
realidad de la salvación, paso desde el mundo al Padre, pascua (= paso). Desde el momento en que
contemplamos a los hijos dispersos congregados en el Hijo de Dios, tocamos ya con la mano la
realidad y la actualización en Cristo de todo cuanto ha preparado dicha reunificación. Cristo es la
realización de todas las figuras que precedieron y anunciaron tal reunificación (Jn 11,52). Juan
mismo en su evangelio ve en los gestos y en los signos de Jesús el anuncio, el tipo de los
sacramentos. Bien pronto la liturgia de la cuaresma tomó en sus lecturas evangélicas, para la
preparación de los catecúmenos, la tipología de Juan. Así, en el tercer domingo de cuaresma (ciclo
A) se lee el pasaje de la samaritana, donde el agua es tipo de aquella otra agua que da la gracia y
renueva (Jn 4,5-42). En el cuarto domingo se proclama el evangelio del ciego de nacimiento, tipo
de la iluminación del bautizado (Jn 9,1-41). En el quinto domingo se proclama el milagro de la
resurrección de Lázaro como tipo de la resurrección de Cristo y de nuestra resurrección, al estar
nosotros injertados en Cristo (Jn 11, 1-45).

LAS EXPERIENCIAS BAUTISMALES EN LOS PRIMEROS SIGLOS

Recogemos aquí solamente los testimonios que nos ofrecen elementos importantes para la liturgia
y la teología del bautismo.

1. LA "DIDAJÉ" - LAS ODAS DE SALOMÓN - HERMAS. Aun presentándonos un ritual determinado,


estos tres textos nos ofrecen algunas indicaciones ya notablemente precisas.
a) La Didajé comienza su parte litúrgica ocupándose del bautismo. El texto —bastante conocido—
prescribe bautizar con agua viva, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Sigue una
casuística referente al uso del agua, posterior sin duda: si falta agua viva, se recurrirá a otra agua;
a falta de agua fría, se bautizará con agua caliente. Si no hay agua abundante, se le derrama un
poco tres veces sobre la cabeza del candidato, diciendo en el nombre del Padre, y del Hijo, y fiel
Espíritu Santo Bautismo, pues, por inmersión o ya por infusión. En cuanto a la fórmula bautismal,
no sería prudente ver en las palabras mencionadas —como en Mt 28,19— la fórmula trinitaria,
que sólo se usará más tarde. Se comprende, por el contexto, que el bautismo es para la remisión
de los pecados y señala la entrada en una comunidad con el propósito de elegir una de las dos vías
señaladas en el texto: la vía del bien. Se echan, sin embargo, de menos otros elementos
doctrinales.

b) Las Odas de Salomón presentan un discurso con repetidas alusiones al rito bautismal. La
inmersión, por ejemplo, es un descenso a los infiernos, pero también una liberación El autor usa el
término sphragís; pero ¿se trata del bautismo?, ¿de una señal de la cruz?, ¿de una unción?"
Notemos cómo esta catequesis se funda en una determinada tipología, como la del mar Rojo, la
del templo o la de la circuncisión. Por su parte, la Carta de Bernabé nos ofrece unas preciosas
informaciones teológicas y tipológicas, aunque sin iluminarnos con exactitud sobre el bautismo.

c) Hermas, en el Pastor, nos informa sobre los ritos del bautismo. Presenta él la iglesia como una
torre construida sobre el agua: es una clara alusión al bautismo, que construye el cuerpo de Cristo.
Vemos a los hombres entrando en la torre después de haber recibido una vestidura y un signo. Se
alude a la corona, a la vestidura blanca, al sello. El bautismo provoca en el hombre la inhabitación
de Dios y lo compromete en una vida nueva de total fidelidad a Dios. No es fácil comprender qué
significa la corona: ¿es una corona real o más bien una imagen para significar la gloria recibida en
el bautismo? De igual manera, ¿es real la vestidura blanca o, por el contrario, ve en ella Hermas
simplemente un signo del don del Espíritu?

2. JUSTINO - TERTULIANO - HIPÓLITO DE ROMA. En estos tres autores hallamos descripciones muy
concretas del bautismo, en íntima relación con una teología a veces desarrollada. En Tertuliano
hasta se puede descubrir una disciplina con carácter estable.

a) En su Apología I, el mártir san Justino quiere ser prudente: en efecto, se dirige él al emperador
pagano Antonino Pío (a. 150), y no conviene exponerle detalladamente la descripción de un
sacramento. Sin embargo, da a entender lo que es el bautismo. Ante todo, se ha de creer en lo
enseñado y vivir conforme a tal enseñanza, aprender a orar y a pedir el perdón de los pecados.
Toda la comunidad ayuna juntamente con los candidatos a la iniciación. Son éstos conducidos
después al lugar del agua y bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, con
lo que quedan purificados mediante el agua; esta ablución se denomina iluminación. El bautismo
tiene unos efectos negativos: perdonar los pecados; pero produce igualmente un efecto positivo:
iluminar. Para Justino, la fe en Cristo y el bautismo comunican la luz al creyente, hasta el punto de
definir él el bautismo como photismós o iluminación. Pero el efecto positivo del bautismo no es
únicamente el personal: introduce además en la comunidad a fin de poder compartir el pan de la
eucaristía, En el Diálogo con el hebreo Trifón utiliza Justino una tipología familiar al interlocutor,
comparando al bautizado con Noé salvado de las aguas 29 y el bautismo con la circuncisión 30.

b) No obstante la típica agresividad del género apologético, Tertuliano aporta algunos datos
litúrgicos precisos en su Tratado del bautismo. Para nosotros es de particular interés la primera
parte de dicho tratado, ya que encontramos en él un comentario al rito bautismal. En dicho
comentario inaugura Tertuliano la metodología catequética patrística, consistente precisamente
en enseñar la doctrina partiendo del rito. El rito bautismal comporta la renuncia y la inmersión con
su triple interrogación trinitaria. Anteriormente había hablado Tertuliano del simbolismo del agua,
lo cual hace pensar en la existencia de una bendición del agua, de la que hablará Hipólito de Roma.
A cada pregunta responde el candidato creo, y es sumergido cada vez. Al salir del agua, el
bautizado recibe la unción con el óleo. El De baptismo no alude a la signatio, pero introduce la
imposición de la mano, a la que atribuye, como harán después los padres, el don del Espíritu,
relacionándolo con la bendición de Jacob. Distingue claramente Tertuliano entre la acción del
bautismo, consistente en preparar para la venida del Espíritu y en purificar, y el don mismo del
Espíritu. Mas, si los sacramentos son distintos, la totalidad tiene lugar en una misma celebración.

c) En su Tradición apostólica nos da a conocer Hipólito de Roma su concepción del rito bautismal"
Al canto del gallo se bendice el agua, aunque no sabemos con qué fórmula. En primer lugar se
bautiza a los niños. No es necesario subrayar la importancia de este texto para la historia de la
práctica del bautismo de los niños". Si estuvieren capacitados para ello, los mismos niños
responderán a las preguntas trinitarias; de lo contrario, lo harán los padres o algún otro miembro
de la familia. Después se bautiza a los hombres, y finalmente a las mujeres, las cuales se
presentarán con la cabeza descubierta y sueltos los cabellos, sin broches de oro'". Antes se
bendice el crisma, llamado óleo de acción de gracias, y un óleo de exorcismo (correspondientes a
nuestros sagrados crisma y óleo de los catecúmenos). El sacerdote hace que se pronuncie la
renuncia con la fórmula que llegará a ser clásica: Yo renuncio a ti, Satanás, y a todas tus pompas y
a todas tus obras. Se unge después al candidato con el óleo del exorcismo, diciendo: Aléjese de ti
todo espíritu maligno, y se le entrega, vestido, al obispo o al sacerdote, que está al lado del agua,
para que lo bautice. El candidato desciende hasta el agua con el diácono, que le pregunta acerca
de la fe trinitaria y le impone la mano. A cada respuesta creo se le introduce en el agua, y a
continuación le unge el sacerdote con el óleo de acción de gracias. Una vez revestidos, los
bautizados retornan a la iglesia, donde el obispo les impondrá las manos, les ungirá y les signará
en la frente. En la celebración eucarística que inmediatamente se va a celebrar, el obispo da
gracias sobre el pan y el vino, sobre una mezcla de leche y miel (símbolo de las promesas hechas
ya realidad) y sobre el agua (símbolo del bautismo). En el momento de la comunión, los
neobautizados y confirmados recibirán el pan, el agua, la leche con miel y el vino.

Tales son los ritos del bautismo que llegaron a practicarse en la liturgia latina. Ahora nos
ocuparemos de cada uno de los ritos, estudiándolos brevemente en su evolución hasta nuestros
días, es decir, hasta el nuevo Ordo Baptismi Parvulorum

LA CELEBRACION DEL BAUTISMO

Todos los ritos sacramentales que celebra la Iglesia están llenos de profunda enseñanza y la
persona que participa atentamente en ellos, descubre con facilidad el sentido y la gracia
significada y producida por el mismo rito sagrado. En el Bautismo, cada paso de la celebración nos
revela la riqueza del Sacramento y lo que realiza en el nuevo bautizado.

+ La Señal de la Cruz, al principio de la celebración, señala ya desde el comienzo, el sello de Cristo


sobre el que le va a pertenecer y la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su Cruz.
Todo lo que el cristiano hace, puede y debe hacerse en honor de la Santísima Trinidad, amparados
por la Cruz de nuestro Salvador.
+ Las Lecturas Bíblicas iluminan con la verdad revelada, a los candidatos y a la asamblea y suscitan
la respuesta de Fe, inseparable del Bautismo. En efecto, es por la Fe que entramos a la vida
Sacramental, a la vida de Gracia.

+ Exorcismo y Unción Prebautismal. El Bautismo significa la liberación del pecado y de su


instigador, el demonio y por eso incluye un exorcismo pidiendo a Dios que el catecúmeno sea
liberado del dominio de Satanás y pueda ser habitado por el Espíritu Santo.

Es ungido a continuación con el Óleo de los catecúmenos, consagrado por el Obispo el Jueves
Santo anterior. Como esta unción se hace en el pecho, es conveniente, si el bautizado es un bebé,
que tenga la ropa suficientemente floja.

+ Bendición del agua. La materia propia del Bautismo es el agua simple, signo de vida y
fecundidad. El sacerdote bendice y toca el agua invocando al Espíritu Santo para que descienda
sobre ella de modo que los bautizados "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn. 3, 5)

+ Profesión de Fe. El Bautismo no solo significa renunciar al pecado y a Satanás, sino que es opción
por la Fe Católica. Es por ello que, con diferentes fórmulas, el catecúmeno (o los padres y padrinos
en caso de un infante) son invitados a declarar su adhesión decidida a las verdades de nuestra Fe.
Decir "Renuncio a Satanás y creo en Cristo el Señor" es todo un compromiso que tal vez exija un
cambio en nuestras vidas. ¡No debemos decir palabras tan importantes frívolamente!

+ Rito del Bautismo. Llegado el momento, en la Iglesia de rito latino, el sacerdote derrama agua
bautismal en la cabeza del catecúmeno, pronunciando al unísono la fórmula sacramental: "N, yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

En las Iglesias de rito oriental, se acostumbra sumergir por tres veces al bebé en la pila bautismal.

+ La Unción con el Santo Crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del
Espíritu Santo. Ha llegado a ser un cristiano, es decir "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a
Cristo y por lo tanto, como El, constituido sacerdote, profeta y rey. ¡Esa es la excelsa dignidad del
cristiano!

+ La vestidura blanca que se impone al recién bautizado simboliza que "se ha revestido de Cristo"
(Gál. 3,27) Y que ha resucitado con El. Es figura de la Gracia Santificante, de la pureza del alma,
libre ahora de todo pecado.

+ La luz de Cristo. Del cirio Pascual, el bautizado o sus padres o padrinos, reciben la Luz del Mundo,
simbolizando que Cristo ha iluminado al nuevo cristiano. Al mismo tiempo simboliza que los
cristianos debemos ser la Luz del mundo, como Cristo nos dijo. Grave responsabilidad de padres y
padrinos es proteger y alimentar la Fe del bautizado de modo que su luz nunca se apague.

+ Padre Nuestro: Ahora el bautizado es ya cristiano, es hermano de Cristo en la Gracia e hijo del
Padre Eterno. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios.

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