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El Jardín de las Estrellas Perdidas:

En lo más alto de una colina mágica, donde la brisa nocturna susurraba secretos a las flores, se
encontraba el Jardín de las Estrellas Perdidas. Este jardín especial estaba custodiado por una
anciana llamada Estrella, cuyos ojos brillaban con la luz de las estrellas y cuyo corazón latía al
ritmo de los secretos cósmicos.

Estrella cuidaba con amor un rincón del jardín donde florecían las Estrellas Perdidas, pequeñas
flores que brillaban como destellos del universo. Cada estrella tenía su propio brillo único y,
según la leyenda, eran pedacitos de estrellas caídas del cielo, cada una llevando consigo un
deseo aún no cumplido.

Una noche, un niño llamado Oliver, con ojos llenos de curiosidad y sueños infinitos, descubrió
el camino hacia el Jardín de las Estrellas Perdidas. Atraído por la luminiscencia mágica, decidió
adentrarse en el jardín y conocer a Estrella. La anciana sonrió al ver la pureza en los ojos del
niño y decidió compartirle el secreto de las estrellas.

Estrella le explicó a Oliver que cada Estrella Perdida llevaba consigo un deseo esperando ser
concedido. Pero para que los deseos se hicieran realidad, alguien debía cuidar de las estrellas y
ayudarlas a encontrar su camino de regreso al cielo. Oliver, emocionado por la oportunidad de
hacer realidad los deseos de las estrellas, aceptó la misión con alegría.

Estrella le enseñó a Oliver a entender los deseos de las Estrellas Perdidas. Al acariciar sus
pétalos, Oliver podía ver destellos de imágenes que revelaban los anhelos secretos de cada
estrella. Algunas deseaban encontrar a su estrella gemela en el cielo, otras anhelaban
compartir su luz con el mundo, y algunas soñaban con explorar nuevos mundos en la vastedad
del cosmos.

Con paciencia y amor, Oliver comenzó a cumplir los deseos de las Estrellas Perdidas. Construyó
puentes de luz para conectar estrellas afines, compartió la luz de las estrellas con los corazones
necesitados y exploró rincones lejanos para llevar las estrellas a lugares nunca antes
iluminados. Cada deseo cumplido devolvía la sonrisa a las Estrellas Perdidas y hacía que su luz
brillara aún más intensamente.

La noticia de las maravillas que ocurrían en el Jardín de las Estrellas Perdidas se extendió, y
más personas se unieron a Oliver en la noble tarea de cumplir deseos estelares. Juntos,
crearon un vínculo entre el cielo y la tierra, conectando corazones con destellos de luz y
esperanza.
A medida que el jardín florecía con la luz de las Estrellas Perdidas, Oliver comprendió el
verdadero significado de la magia que habitaba en ese lugar especial. El Jardín de las Estrellas
Perdidas se convirtió en un recordatorio eterno de que, al cuidar los sueños y deseos de los
demás, creamos un universo de luz y alegría que perdura mucho más allá de las noches
estrelladas. La historia de Oliver y el Jardín de las Estrellas Perdidas se convirtió en un cuento
atemporal, recordándonos a todos la belleza de hacer realidad los sueños de aquellos que
creen en la magia.

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