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Título: El Jardín Encantado

En lo profundo del bosque, donde los rayos del sol apenas podían atravesar el denso dosel de árboles, se
encontraba un jardín mágico conocido solo por unos pocos. En ese jardín, florecían las flores más
hermosas y las plantas más exóticas, bañadas por la luz plateada de la luna.

Una noche, una niña llamada Sofia se aventuró en el bosque en busca de aventuras. Con paso ligero y
corazón valiente, se adentró en la oscuridad, fascinada por los misterios que aguardaban más allá.
Siguiendo el suave resplandor de las luciérnagas, llegó al borde del jardín encantado.

Maravillada por la belleza que se extendía ante ella, Sofia se adentró en el jardín, cautivada por el dulce
aroma de las flores y el suave murmullo del viento entre los árboles. Cada paso que daba revelaba
nuevas maravillas, y pronto se encontró rodeada por una explosión de colores y fragancias.

Mientras exploraba el jardín, Sofia se encontró con una anciana de aspecto sabio, que parecía estar
cuidando las flores con amor y ternura. La anciana le explicó que el jardín era un lugar mágico, donde las
plantas tenían poderes especiales y los sueños se convertían en realidad.

Intrigada por las palabras de la anciana, Sofia le pidió que le mostrara uno de los secretos del jardín. Con
una sonrisa amable, la anciana la llevó a un rincón apartado, donde crecía una flor extraña con pétalos
brillantes y centelleantes.

La anciana le explicó que esa flor era conocida como la Flor de los Deseos y que tenía el poder de
conceder un deseo a aquellos que la encontraran. Sin embargo, advirtió que los deseos debían ser puros
de corazón y que no podían ser egoístas ni malintencionados.

Sofia contempló la flor con asombro, pensando en qué desearía. Finalmente, cerró los ojos y formuló su
deseo más profundo: deseaba que su pueblo floreciera como el jardín encantado, lleno de belleza y
armonía.
Al abrir los ojos, Sofia vio que la flor había liberado una ráfaga de energía brillante, que se extendía por
todo el jardín. Las plantas parecían cobrar vida, llenando el aire con sus perfumes embriagadores, y las
flores se abrían con una belleza deslumbrante.

Con lágrimas de alegría en los ojos, Sofia se dio cuenta de que su deseo se había cumplido. El jardín
encantado había otorgado su bendición al pueblo, llenándolo de luz y esperanza.

Agradecida por la magia que había encontrado en el jardín encantado, Sofia regresó a casa con el
corazón rebosante de felicidad. Y aunque nadie más conocía el secreto del jardín, ella sabía que siempre
llevaría consigo la belleza y la magia que había encontrado entre sus flores.

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