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El Origen de las Estrellas

Hace mucho tiempo, en un mundo donde la oscuridad reinaba, existía una diosa
llamada Selene. Selene era la guardiana de la noche y tenía la tarea de encender las
estrellas en el cielo. Cada noche, ella tomaba pequeñas chispas de fuego y las
lanzaba al firmamento, creando constelaciones brillantes.

Sin embargo, Selene estaba sola. Anhelaba compañía y ansiaba compartir su tarea
con alguien más. Un día, mientras caminaba por los campos de lirios, encontró a un
joven pastor llamado Endymion. Endymion era apuesto y gentil, y Selene se
enamoró de él al instante.

Endymion también quedó cautivado por la belleza de Selene. Pasaban las noches
juntos, mirando las estrellas y compartiendo historias. Selene le confió su secreto:
las estrellas eran pequeños fragmentos de su corazón, y ella las lanzaba al cielo
para iluminar la oscuridad.

Endymion prometió ayudarla. Juntos, recolectaron más chispas de fuego y las


arrojaron al cielo. Las estrellas se multiplicaron, formando constelaciones como
Orión, Casiopea y Andrómeda. Selene y Endymion se convirtieron en los
guardianes de las estrellas, y su amor brilló más que cualquier constelación.

Pero había un precio. Selene y Endymion no podían estar juntos en la Tierra. Solo
se encontraban en los sueños de Endymion, donde vagaban por el cielo estrellado.
Selene lo visitaba cada noche, y juntos tejían hilos de luz entre las estrellas.

Los aldeanos comenzaron a notar el resplandor en el cielo. Decían que Selene y


Endymion eran los amantes inmortales que creaban las estrellas. Los poetas
escribieron sobre su historia, y la gente miraba al cielo con asombro y gratitud.

Con el tiempo, Selene y Endymion se convirtieron en leyenda. Su amor trascendió


el tiempo y el espacio, y sus corazones ardieron como las estrellas que habían
creado. Así, cada noche, cuando miramos al cielo, recordamos su historia y
agradecemos por la luz que nos guía en la oscuridad.

Fin

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