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Hace mucho tiempo, en un mundo donde la oscuridad reinaba, existía una diosa
llamada Selene. Selene era la guardiana de la noche y tenía la tarea de encender las
estrellas en el cielo. Cada noche, ella tomaba pequeñas chispas de fuego y las
lanzaba al firmamento, creando constelaciones brillantes.
Sin embargo, Selene estaba sola. Anhelaba compañía y ansiaba compartir su tarea
con alguien más. Un día, mientras caminaba por los campos de lirios, encontró a un
joven pastor llamado Endymion. Endymion era apuesto y gentil, y Selene se
enamoró de él al instante.
Endymion también quedó cautivado por la belleza de Selene. Pasaban las noches
juntos, mirando las estrellas y compartiendo historias. Selene le confió su secreto:
las estrellas eran pequeños fragmentos de su corazón, y ella las lanzaba al cielo
para iluminar la oscuridad.
Pero había un precio. Selene y Endymion no podían estar juntos en la Tierra. Solo
se encontraban en los sueños de Endymion, donde vagaban por el cielo estrellado.
Selene lo visitaba cada noche, y juntos tejían hilos de luz entre las estrellas.
Fin