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DC - Derecho Constitucional

EDUBP | CDR | Resumen

MAPA CONCEPTUAL

GLOSARIO

Acción: La Academia de la Lengua, tomando esta voz en su acepción jurídica, la define como
derecho que se tiene a pedir alguna cosa en juicio, y modo legal de ejercitar el mismo derecho,
pidiendo en justicia lo que es nuestro o se nos debe. Para Couture es el poder jurídico que
tiene todo sujeto de derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de la
jurisdicción, exponiendo sus pretensiones y formulando la petición que afirma como
correspondiente a su derecho.

Acto: Manifestación de voluntad o de fuerza. Actos bilaterales: Aquellos que, para que
produzcan efecto jurídico, requieren el consentimiento de dos o más personas; como en los
contratos.

Arbitrariedad: Acto, conducta, proceder contrario a lo justo, razonable o legal, inspirado sólo
por la voluntad, el capricho o un propósito maligno.

Autarquía: Poder para gobernarse a sí mismo. Estado de un país o territorio que procura
bastarse con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones de otros países. El
primero de esos sentidos es estrictamente político; el segundo es político-económico y se
llama también autarcía. En derecho político se entiende por autarquía la descentralización
administrativa. Representa en lo administrativo lo que la autonomía en lo político. La
autonomía afecta tanto la facultad de gobierno propio cuanto la de dictarse sus propias
normas, mientras que la autarquía sólo tiene la facultad del gobierno propio.

Ballotage: Terminología francesa equivalente en español a “segunda vuelta”. Procedimiento


electoral utilizado cuando uno de los candidatos no obtiene la mayoría de votos en su distrito,
por lo cual se hace necesario repetir la elección entre los mismos candidatos o entre los dos
que en la primera elección hubiesen obtenido mayor número de sufragios.

Causa: En materia de obligaciones y de contratos, se conoce como causa: para unos autores, el
fin mediato que se busca en el contrato o que produce la obligación; para otros, posiblemente
con mejor propiedad, el propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. En orden al Derecho Procesal, la palabra causa equivale a proceso, litigio o pleito.

Ciencia: Cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye un ramo


particular del saber humano. Así, las Ciencias Jurídicas.

Cláusula: Disposición normativa que integra el texto de una constitución, de una ley, tratado o
contrato. En sentido corriente, se suele utilizar el término cláusula como sinónimo de norma
individual dentro de una norma mayor o general, o también como sinónimo de artículo.

Cometidos: Atribución, potestad. Encargo o comisión. Representación.

Consenso: Conformidad, aprobación. Por oposición a disenso.

Distrito: Cada una de las demarcaciones en que se subdivide un territorio o una población
para distribuir y ordenar el ejercicio de los derechos civiles y políticos, o las funciones públicas,
o servicios administrativos.

Doctrina: Conjunto de tesis y opiniones de los tratadistas y estudiosos del Derecho, que
explican y fijan el sentido de las leyes o sugieren soluciones para cuestiones aún no legisladas.
Tiene importancia como fuente mediata del Derecho, ya que el prestigio y autoridad de los
destacados juristas influyen a menudo sobre la labor del legislador e incluso en la
interpretación judicial de los textos vigentes.

Facultad: Posibilidad de hacer u omitir algo; en especial, todo aquello que no está prohibido o
ancionado por la ley.

Fallo: Acción y efecto de fallar, de dictar sentencia, y ésta misma en asunto judicial.

Fuentes del Derecho: La expresión fuentes del derecho es ambigua, pues se la emplea para
designar fenómenos diferentes, a saber: 1) como razón de validez de las normas. En este
sentido la norma superior es fuente de validez de la inferior. 2) como forma de creación de la
norma. Así el acto legislativo es fuente de la ley. 3) como forma de manifestarse de las normas.
En este sentido la Constitución, la ley, los decretos, entre otras normas lo serían y 4) como
conjunto de pautas y valoraciones que determinan la voluntad del legislador y dan contenido a
las normas.

Fuero: El presente término acepta diferentes significados. Uno de ellos lo interpreta como el
conjunto de privilegios otorgados a ciertas personas en razón de su cargo o empleo. Asimismo,
se puede entender como sinónimo de jurisdicción o ámbito dentro del cual la autoridad puede
ejercer sus atribuciones.
Inmunidad: Expresión de gran importancia en Derecho Político, en relación a los estados de
organización democrática, porque se refiere a la prerrogativa que ampara a los miembros del
Poder Legislativo −diputados y senadores− en virtud de la cual no pueden ser detenidos ni
apresados mientras estén en ejercicio de su mandato; salvo en caso de haber sido
sorprendidos in fraganti en la comisión de un delito considerado grave; situación en la cual
tampoco puedan ser procesados ni juzgados, a menos que el cuerpo legislativo a que
pertenezcan conceda la correspondiente autorización.

Juez: En sentido amplio, llámase así a todo miembro integrante del Poder Judicial, encargado
de juzgar los asuntos sometidos a su jurisdicción. Tales magistrados están obligados al
cumplimiento de su función de acuerdo con la Constitución y las leyes, con las
responsabilidades que las mismas determinan.

Juicio: Para Caravantes se entiende la controversia que, con arreglo a las leyes, se produce
entre dos personas, ante un juez competente, que le pone término EDUBP | CONTADOR |
Derecho Constitucional - pag. 12 por medio de un fallo que aplica el derecho o impone una
sanción o pena. Llámese también litigio, pleito o proceso.

Jurisdicción: Etimológicamente, proviene del latín “jurisdictio”, que quiere decir “acción de
decir el Derecho”, no de establecerlo. Es pues la función específica de los jueces. También, la
extensión y límites del poder de juzgar, ya sea por razón de la materia, ya sea por razón del
territorio, si se tiene en cuenta que cada tribunal no puede ejercer su función juzgadora sino
dentro de un espacio determinado y del fuero que le está atribuido. En este último sentido, se
habla de jurisdicción administrativa, comercial, civil, correccional, criminal, laboral, etc.

Jurisdicción militar: Atribución ejercida por jueces, consejos o tribunales castrenses para el
conocimiento de las causas –casi exclusivamente penales− que se plantean en las fuerzas
armadas, por delitos militares o atribuidos al fuero de guerra.

Jurisprudencia: En términos más concretos y corrientes, se entiende por jurisprudencia la


interpretación que de la ley hacen los tribunales para aplicarla a los casos sometidos a su
jurisdicción. Así pues, la jurisprudencia está formada por el conjunto de sentencias dictadas por
los miembros del Poder Judicial sobre una materia determinada.

Legal: Lo ajustado a la ley, y por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.

Legalidad: Calidad de legal. Régimen político estatuido por la ley fundamental del Estado. En
este sentido se habla de gobierno legal con referencia al establecido de acuerdo con las
normas de la Constitución. Por ello, los gobiernos de facto son insanablemente ilegales, salvo
cuando proceden de una revolución triunfante para un cambio de régimen y hasta tanto se
sancione la nueva Constitución por el poder constituyente.

Legitimidad: Calidad de legítimo, de lo que es conforme a las leyes. Lo cierto, genuino y


verdadero en cualquier línea.

Norma: Regla de conducta. Precepto. Ley. Criterio o patrón.

Nulidad: Este término está referido a la ineficacia en un acto jurídico como consecuencia de
carecer de las condiciones necesarias para su validez, sean ellas de fondo o de forma. Algunos
autores sostienen que la nulidad es un vicio de que adolece un acto jurídico si se ha realizado
en violación u omisión de ciertas formas o requisitos indispensables para considerarlo como
válido; por lo cual la nulidad se considera ínsita en el mismo acto, sin necesidad de que haya
sido declarada o juzgada.

Obligatoriedad: La cualidad de necesidad de obrar o de abstenerse que deriva de una


obligación. De modo más imperativo cuando proviene de la ley.

Orden Público: Conjunto de condiciones fundamentales de vida social instituidas en una


comunidad jurídica, las cuales, por afectar centralmente a la organización de ésta, no pueden
ser alteradas por la voluntad de los individuos ni, en su caso, por aplicación de normas
extranjeras. Este concepto ofrece especial importancia con respecto a las cuestiones de índole
política y de derecho administrativo.

Pena: Castigo impuesto por autoridad legítima, especialmente de índole judicial, a quien ha
cometido un delito o falta.

Privilegio parlamentario: Esta expresión hace referencia, en el ámbito del derecho público, a
las inmunidades e inviolabilidades que constitucionalmente son concedidas a los miembros
integrantes del Poder Legislativo, mientras desempeñan su función; y que no les son
concedidas a título de prerrogativa personal, sino con el fin de que obtengan la necesaria
independencia para el ejercicio de su actividad parlamentaria.

Quórum: En una primera época, se usó sólo con referencia a organismos políticos o de
derecho público; pero en la actualidad se emplea en relación a cualquier organismo colegiado,
para indicar el número de miembros cuya asistencia es considerada necesaria para que pueda
deliberar válidamente y adoptar resoluciones.

Recurso: Denomínase así todo medio que concede la ley procesal para la impugnación de las
resoluciones judiciales, a efectos de subsanar los errores de fondo o los vicios de forma en que
se haya incurrido al dictarla. El acto de recurrir corresponde a la parte que en el juicio se sienta
lesionada por la medida judicial.

Refrendar: Acción de autorizar un despacho u otro documento por medio de la firma hábil
para ello. En esta acepción, ofrece especial importancia la función políticamente atribuida a los
Ministros del Poder Ejecutivo.

Reglamentación: Establecimiento de reglas o normas.

Relación Jurídica: Es todo vínculo de derecho entre dos o más personas, o entre una de ellas al
menos y una cosa corporal o incorporal, con trascendencia en el ordenamiento vigente.

Revolución: La Academia de la Lengua define esta palabra, en su segunda acepción, como


cambio violento en las instituciones políticas de una Nación. A su vez, Capitant, con evidente
exactitud, dice que es el movimiento popular de cierta amplitud que tiene por objeto derribar
por la fuerza a los gobernantes de un Estado y cambiar la organización política de éste sin
observar las formas legales preestablecidas.

Sentencia: Declaración del juicio y resolución del juez (Dicc. Acad.). Modo normal de extinción
de una relación procesal (Alsina). Acto procesal emanado de órganos jurisdiccionales que
deciden la causa o puntos sometidos a su conocimiento (Couture).

Sesión: Reunión. Intercambio de opiniones de un cuerpo o exposición que en ella se hace ante
todos sus miembros o parte de ellos, especialmente convocados. Cada una de las
deliberaciones de los cuerpos legislativos.
Validez: Cualidad de un acto o contrato jurídico para surtir los efectos legales propios, según
su naturaleza y la voluntad constitutiva.

Vigente: Referido a las leyes y demás disposiciones generales de los poderes y de las
autoridades en vigor y de observancia obligatoria.

Voluntad: Potencia o facultad del alma que lleva a obrar o a abstenerse. Libre albedrío.
Consentimiento. Energía psíquica capaz de mantener o imponer el propio criterio y la
resolución adoptada frente a la oposición y los obstáculos.

Programa
MÓDULO 1: CONSTITUCIONALISMO - DERECHOS HUMANOS Y DERECHO CONSTITUCIONAL

•El constitucionalismo clásico: origen. Antecedentes normativos. Postulados. Instituciones.


Crisis. El Estado de Derecho. Conceptos. El constitucionalismo social: origen. Postulados.
Realizaciones normativas.

• Los derechos humanos y los derechos constitucionales: conceptos. Los tratados sobre
Derechos Humanos. La Convención Americana de los Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica). Derechos constitucionales de primera, segunda y tercera generación.

• Derecho Constitucional: concepto. Objeto formal y material. Relaciones con otras ciencias: la
Ciencia Política y el Derecho Político; el Derecho Administrativo, el Derecho Internacional
Público, la Teoría y la Historia Constitucional.

Constitucionalismo.

El constitucionalismo, donde se asientan las bases, orígenes, antecedentes, fines, principios y


postulados del Estado de Derecho y de las libertades fundamentales de las que debe gozar el
hombre. ¿En qué consiste el constitucionalismo? se trata de un movimiento histórico–político
de carácter doctrinario que postula, entre sus fines y principios, que todo Estado debe ser un
Estado de Derecho. Es decir, un Estado que garantice la limitación del poder y el respeto por los
derechos individuales.

además de consagrar, por ley, la limitación del poder y el pleno ejercicio de los derechos
individuales como pilares o postulados fundamentales, el Estado debe asegurar la división y la
separación de poderes como otra garantía contra el abuso del poder. La forma representativa y
republicana de gobierno se presentará en oposición a cualquier tendencia de atomización del
poder. Por su parte, el constitucionalismo sostiene que estos fines y principios deben
plasmarse en una Constitución escrita que será, según lo postula, la norma jurídica de mayor
importancia dentro del Estado para el sistema jurídico.

Todo Estado tiene su Constitución. tener una constitución no significa que estemos ante un
estado constitucional, un estado de derecho, sino que es necesario que esa Constitución debe
ser entendida como ley de leyes, ley máxima, ley suprema; que cumpla una función
garantizadora de las libertades reconocidas a los ciudadanos y como límite al ejercicio de la
autoridad.

La doctrina expuesta por el constitucionalismo tiene antecedentes remotos en los siglos lX, Xll
y Xlll, con sus primeras manifestaciones mediante la sanción o creación de normas como los
antecedentes ingleses o la Carta Magna de 1215, ambas genuinas normas creadas por la
autoridad, por concesiones del rey u otras impuestas bajo presión popular sobre éste. Ninguna
de ellas ha sido elaborada por voluntad popular.

el antecedente más importante data de la segunda mitad del siglo XVlll, con el proceso
revolucionario francés (1789) y el norteamericano (1787). En especial aludiremos al francés,
por su influencia en la doctrina, fines y principios de occidente y por plasmarse en los textos
constitucionales de América, llegando a nuestro país con la sanción de la primera Constitución
en 1853.

Uno de aquellos antecedentes que merecen su detenimiento es la “Declaración de los


Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789, en cuya Artículo 16 sostiene: “Toda la
sociedad, en la cual la garantía de los derechos no está asegurada ni la separación de poderes
establecida, no tiene Constitución”. Basta con revisar el tenor de dicha disposición, su
contundencia, para verificar el verdadero alcance y finalidad que perseguía.

cuando hacemos referencia al Constitucionalismo, hablamos del “Clásico” y “Social” ¿a qué


hacemos referencia cuando hablamos de cada uno de ellos? Lo primero que debemos
establecer es que el Constitucionalismo es uno solo, la referencia de “clásico” y de “social” está
determinada por un sesgo temporal que se dio en su proceso de evolución, ya que su esencia
no cambia, pero sí se adapta a las nuevas realidades o demandas que van surgiendo,
cambiando, adaptando o ampliando su ámbito de protección en lo que se refiere al
reconocimiento de los derechos y garantías. Es decir, además de los ya reconocidos derechos
individuales (civiles y políticos, libertad, igualdad, propiedad, se suman los derechos sociales
(trabajadores, mujer, niñez, ancianidad, etc.) También se mantiene entre sus postulados la
división y separación de los poderes (poder legislativo, poder ejecutivo, poder judicial). Así
como en el clásico, asumía mayor protagonismo el poder legislativo, en el constitucionalismo
social lo asume el Poder Ejecutivo.

Estamos en presencia de un estado de Derecho, pero en el clásico, hablamos de un estado


liberal de Derecho y en el social estamos en presencia de una Estado Social de Derecho o de
Bienestar. La diferencia radica en que el Constitucionalismo Clásico, el rol o acción del estado es
“abstencionista”, mientras que en el Estado Social es intervencionista, entre otras notas
características.

Estado social de derecho ( Diego Valdes)

Este constitucionalismo, se trata de un movimiento doctrinario que, como se verá a través de


su evolución en el tiempo –nacimiento, desarrollo y crisis–, estuvo sujeto a procesos de avance
y retroceso. Los avances no sólo se limitaron a proteger los derechos individuales, sino que se
continuó buscando la protección, por ejemplo, de algunos derechos sociales como los del
trabajador, la familia, la mujer, la ancianidad, la niñez, reconociendo también, por ejemplo, la
función social a la propiedad. Llegó a su pleno reconocimiento en ese proceso, no sólo a nivel
legislativo, sino también constitucional.

Los Derechos Humanos

Todos aquellos que le corresponden al hombre o grupos de hombres por su solo carácter de tal
y que no son renunciables.

La doctrina distingue a los mismos en “Generaciones”. En efecto, hablamos de derechos


humanos de primera generación, segunda, tercera y hasta alguna doctrina nos habla de cuarta
generación. Lo cierto que las mismas obedecen a una mayor comprensión en la historia de los
derechos.

Los derechos de primera generación se suelen identificar como los derechos civiles y
políticos. Los de segunda generación, como los derechos económicos, sociales, y culturales,
etc. y de tercera generación, a los derechos personalísimos, a la cultura, e incidencia colectiva
como ambiente, ecología, usuarios, consumidores, derecho a la paz, etc.

Las tres generaciones de Derechos ( German Bidart Campos, J)

Si hablamos de Derechos humanos y su recepción en tratados, convenciones Cumbres,


Declaraciones, en nuestro texto constitucional también se dio una nueva jerarquía en su art 75
inc. 22 a toda una serie de tratados de naturaleza de Derechos Humanos (hoy con once
instrumentos allí reconocidos) como los son: Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre; Declaración Universal de Derechos Humanos; Convención Americana sobre
Derechos Humanos- Pacto de San José de Costa Rica; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales , Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; La Convención
para la Prevención y sanción del Delito de Genocidio; La Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer, entre otros.

Es de destacar que nuestro país, pos reforma de 1994, más allá de aquellos reconocidos en el
art 75 inc. 22 de la CN ha dado con jerarquía constitucional otros tres, como lo son: la
Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas (1997), aprobada ley
24.556 (1995), y por ley 24820 se le dio jerarquía. La Convención sobre la imprescriptibilidad
de los delitos de Guerra y de los delitos de lesa humanidad (2003), por ley 25.778 se dio
jerarquía y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo
facultativo (2008) por ley 26.378.

EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO(información complementaria)

1-Concepto

Sujeción de la actividad estatal a normas que garantizan 1.La separación de funciones de los
órganos del poder, 2.El ejercicio de la autoridad sobre las personas conforme a disposiciones
conocidas y no retroactivas, 3.El respeto de los derechos y libertades individuales, 4.La
reivindicación y tutela de los grupos sociales económicos débiles y 5.El desarrollo del
pluralismo como instrumento de la sociedad para expandir sus prerrogativas y controlar los
órganos del poder.

II. ANTECEDENTES

El estado social de derecho comporta la fusión de tres elementos:1. Estado,2. Derecho y 3.


Sociedad. El concepto jurídico-político que sirve como antecedente inmediato al estado social
de derecho es el de Estado de Derecho. Aunque podría hablarse de Estado de Derecho siempre
que la acción estatal se someta a normas jurídicas, el uso mas riguroso de la expresión se
desarrolla durante el liberalismo y encuentra, entre sus fuentes filosóficas, la obra de Kant. “El
hombre es libre solo cuando obedece a las leyes y no a las personas”.

DIEGO VALADES

El Estado de Derecho se rige por dos principios básicos: 1.el de proporcionalidad(relación


adecuada entre el daño y el beneficio que causan los actos estatales) y 2.el de exceso(que no
se afecten los intereses en una medida superior a la necesaria). La irrupción del
constitucionalismo social con las constituciones de Queretano (1917) y de Weimar (1919),
genero un nuevo enfoque del Estado de Derecho. Se constato que este ultimo, al estatuir una
igualdad formal ante la ley produce desigualdades económicas. Así, el Estado de Derecho
ocultaba profundas contradicciones. Hermann Heller percibió con claridad esa situación y
planteo la transición del Estado Liberal( de Derecho) al Estado Social de Derecho.

El Estado Social de Derecho helleriano consistía en la forma que permitiría alcanzar al


movimiento obrero y a la burguesía un equilibrio jurídicamente regulado. En otras palabras se
planteaba la vialidad de un orden justo de la autoridad sobre la economía, particularmente
mediante la limitación de la propiedad privada, la subordinación del régimen laboral al
derecho, la intervención coercitiva del Estado en el proceso productivo y la trasposición de la
actividad económica del ámbito del derecho privado al campo del interés publico.

Para Heller el Estado de Derecho es el resultado provisional de un proceso de racionalización


del poder, conforme al se reivindica(reclama) y fortalece a la burguesía. Progresivamente
empero(contradice) también el proletariado, organizado en sindicatos y aun en partidos, logra
establecer el “poder legislativo del pueblo”. Así, el económicamente débil procura, a través de
una nueva legislación, “trabar” al económicamente poderoso y obligarlo a conceder mayores
prestaciones.

III.CONTENIDO

Zippelius adopta la expresión “Estado social liberal” para caracterizar a la sociedad


industrializada de Occidente que se sitúa en las tendencias totalitarias y las liberales, de suerte
que se garanticen las posibilidades del desarrollo individual al tiempo que se limita el egoísmo
que perjudica la libertad del conjunto.

EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO

El Estado social debe intervenir siempre que la economía de mercado haga peligrar las
condiciones mismas del mercado libre o de causar daños significativos a la economía nacional
o al medio ambiente.

Herman Heller y Elías Diaz, consideran al Estado Social de Derecho como una etapa de
transición: el primero hacia el socialismo(de ahí la “provisionalidad” del Estado Social de
Derecho), y el segundo hacia el Estado Democrático de Derecho. El juicio de Zippelius es mas
reservado: alude al desarrollo histórico del Estado de bienestar y el liberalismo a través del cual
se evidencia el riesgo que enfrenta continuamente el Estado: reducir el umbral de la libertad,
“sofocando así una necesidad elemental”, o extender los efectos de la libertad, “con lo cual
abre la puerta a las posibilidades, gustosamente aprovechadas, de abusar de aquella”. Por eso,
concluye, la inestabilidad de las formas del Estado liberal se origina en que “la libertad induce,
una y otra vez, a abusar de ella”, y tal abuso induce nuevamente a restringirla.

Tres observaciones de Elías Diaz son de trascendencia y deben ser tomadas en consideración
cuando se trata del Estado Social de Derecho: una, que no todo lo que se denomina “imperio
de la ley” es necesariamente Estado de Derecho:,

La segunda, que el Estado Social de Derecho requiere de un “ejecutivo fuerte”, capaz de hacer
prevalecer el interés reivindicatorio de la sociedad y la aptitud intervencionista del Estado,
sobre la vocación complaciente del parlamentarismo.
La tercera, que existe un evidente parentesco entre el Estado Social de Derecho y el Estado de
bienestar. Este ultimo en efecto, suele caracterizarse por la prestación creciente de servicios
públicos de interés sociales como educación, vivienda, abasto, atención medica y asistencia
social; un sistema impositivo progresivo; la tutela de los derechos urbano, obrero y agrario, y la
redistribución de la riqueza.

La visión Weimariana (o europea) del Estado Social de Derecho, lo identifica estrictamente con
la clase obrera y con sus formas organizadas de lucha: el sindicato y el partido.

Diego Valdez

Una visión queretana (o latinoamericana) de la misma realidad, tiende a involucrar a los


sectores marginados de las ciudades y a los trabajadores agrícolas, la protección de cuyos
intereses apenas se produce con mediana efectividad por parte de organizaciones agrarias. De
esta suerte el capítulo económico del Estado Social de Derecho en Europa y en Latinoamérica
se integra por rubros diferentes: industrial y comercial en el primer caso, adicionado del
urbano y agrícola en el segundo. Como parte del Estado Social de Derecho es el concerniente al
pluralismo. Sin este elemento constitutivo, el Estado Social de Derecho pudiera ser formal o
parcial, de los derechos y libertades individuales a las formas de Estado totalitario. La
participación ciudadana es indispensable tanto para ampliar los derechos que corresponden al
cuerpo social, para ejercer un efectivo control vertical sobre los órganos del poder. Un Estado
Social de Derecho que prescinde del pluralismo tiende aceleradamente al paternalismo, y de
ahí a la adopción de formas dogmáticas de ejercicio de la autoridad. Por todo lo anterior, a los
principios básicos del Estado de Derecho que menciona Zippelius, deben agregarse dos más,
que complementan y que permiten encuadrar satisfactoriamente al Estado Social de Derecho:
1) principio de razonabilidad. Y 2) principio de equidad.

LAS TRES GENERACIONES DE DERECHO: BIDART CAMPOS, GERMAN J.(inf.complementaria2)

1.Conviene recordar que con la terminología de titulo de ha hecho usual identificar la época y
el contenido de tres grupos de derechos humanos: los civiles y políticos (o individuales), los
sociales, y el grupo de los mas nuevos (al ambiente sano, de usuario y consumidores, a la paz, a
la comunicación).etc.

2.El empleo de la palabra “generación” (de derechos) es que con cada generación se llega a
suponer que los derechos comprendidos en una , nacieron con ella y se extinguieron cuando
surgió la siguiente. En otras palabras, se rechaza toda divisoria que resulte capaz de desintegrar
la unidad indivisible de las tres generaciones.

3.El verbo “generar” significa engendrar, dar origen, hacer nacer. El sustantivo “generación”
tiene diversas funciones: generación implica reproducción de seres, y viene a ser sinónimo de
fecundación; asimismo, de filiación o de descendencia de padres e hijos; finalmente, apunta al
conjunto de todos los que viven en una misma época, o de cuantos comparten con edad
semejante algo en común.

4.Las tres generaciones de derechos, cada una se ha sumado acumulativamente a las otras; la
primera a las dos siguientes, y así sucesivamente. Se añade, y no se resta; se amplía, y no se
disminuye. Es algo similar a lo que se decía del derecho natural: el derecho natural crece por
adición, pero no disminuye por sustracción. En el plexo global de derechos nacidos y
subsistentes en las tres generaciones, el ingreso y la adición de un derecho o de varios es
irreversible.
5.En consecuencia, reiteramos que el reconocimiento constitucional de tres generaciones de
derechos (que ya parece advenir como una cuarta) ,captamos todo cuanto las necesidades y las
valoraciones sociales hacen apetecer y pretender a las gentes de cada época, comprobamos
que el tiempo histórico del constitucionalismo (en lo que Maritain llamaba el progreso hacia el
bien) nos ha proporcionado un acrecimiento del sistema de derechos.

6.En cada momento histórico hubo sociedades que quisieron superar lo que de su pasado
valoraron como escaso, o, pero aun, como negativo o pernicioso. No olvidemos que el
constitucionalismo moderno surgió como reacción contra el absolutismo monárquico, y que en
el diseño del nuevo Estado democrático plasmo lo que entonces resultaba viable y apetecible.
Así aparecen los derechos civiles y políticos.

7.Pero los seres humanos no somo inertes, sino que poseemos capacidad para progresar hacia
el bien, sin que ello implique arrojar por la borda lo que hasta entonces dábamos por bien
adquirido. La segunda generación de derechos quiso convenir-por-eso- al Estado gendarme en
un Estado al que Zippelius ha apodado Estado “de la procura existencial”. El bienestar general o
bien publico va reajustando contenidos, e incorporando nuevos bienes sociales y personales
para satisfacer la convivencia.

8.El empalme de una generación de derechos con la otra nos proporciona un rico pluralismo
democrático. Hay derechos nuevos y contenidos nuevos en derechos viejos. Por es claro,
resulta imprescindible que, el sistema axiológico de la Constitución permanezca abierto y
poroso a una cultura democrática que, en terminología política, jurídica, haga verdad aquello
de que “nada se pierde, todo se trasforma”. Y dura.

EL ESTADO DESERTOR (JORGE SCHVARZER)

EL apagón pone de manifiesto que el Estado no podía dejar de lado su función específica, que
es proteger los intereses de la sociedad.

El estado antiguo no tenía el mismo carácter que el actual, y la evolución en el largo plazo es
tan pronunciada que el Estado del futuro tampoco se parecerá al del presente. El Estado
responde a una necesidad social de organización y regulación de la vida en común. Hasta los
mas recalcitrantes(insistentes) enemigos del Estado reconocen que este debe cumplir ciertas
funciones básicas como garantizar la seguridad y la justicia. Las diferencias comienzan cuando
se avanza hacia los otros aspectos, la mas escuchada en la actualidad se refiere al presunto rol
excesivo del Estado en el ámbito económico. Las criticas a su presencia en la economía se
derivan de la creencia de la ortodoxia en la eficiencia absoluta del mercado. En efecto, si el
mercado pudiera resolver los problemas de asignación de recursos, aumento de la riqueza
social, mejora de la equidad, equilibrio del medio ambiente, etc.. no haría falta que el Estado
interviniera en la economía.

El mercado es una creación social (igual que el Estado), debe ser organizado y regulado para
operar de manera correcta si va a satisfacer las funciones que se esperan de el. Un mercado
eficiente, debe cumplir una serie de condiciones que es imposible encontrar en la practica
alguno que las cumpla en su totalidad. De allí que alguien debe organizar el funcionamiento del
mercado y asegurar que esas normas (como las de competencia, transparencia, etc.) se
cumplan. (Ese alguien, es el Estado). Se puede decir que es mejor que el Estado regule al
mercado que esperar el desastre.
Las antiguas empresas estatales de servicios públicos no eran controladas por nadie. Las
actuales empresas privadas tampoco. Aquellas daban perdidas porque no tenían patrón ni
objetivos. Estas dan beneficios porque tienen patrones con objetivos muy concretos que no
tienen nada que ver con las demandas sociales. El estado, mas que desprenderse de las
empresas, trato de desprenderse de los problemas que ellas le ocasionaban para descubrir
ahora, abrupta y dolorosamente, que no pudo hacerlo. Las recomendaciones de todos aquellos
que discutieron el tema durante años, explicando que el Estado no podía dejar de lado su
función específica, que consiste en proteger los intereses de la sociedad, quedaron bajo el
aparente éxito de la primera etapa privatizadora.

Hoy, la sociedad comienza a vislumbrar (tener indicios o señales) que esos costos pueden ser
mas altos que los beneficios aparentes. Esa divergencia no se puede evitar sin una regulación
adecuada. Y un organismo regulador solo puede ser parte del aparato estatal. Ese organismo
debe saber lo que ocurre en la practica (requiere un cuerpo de funcionarios selectos y
especializados), contar con cierta autonomía y deben ser fuertes (para negociar frente a los
intereses privados). La tarea de construcción de esos organismos, que constituyen el mercado
en el que operan las empresas de servicios, es una tarea enorme, compleja y prolongada, que
se relaciona con la forma y carácter del Estado en general. La Argentina privatizo antes de
iniciar esas acciones, y con un gobierno que no quería más, sino menos Estado. Ahora, la
realidad muestra que esa tarea es inexcusable y que hacerla no tiene nada que ver con la
polémica entre capitalismo y socialismo (pasa por el objetivos de esos organismos) sino que
atiende a una necesidad social.

UNA POLITICA SOCIAL (FEDERICO STORANI)

En la Argentina, las sucesivas crisis económicas y las políticas de ajuste han consolidado una
desigual estructura social. Alcanzar un nivel básico de consumo es cada vez más difícil debido a
los crecientes índices de desempleo y las abruptas caídas en salarios e ingresos.

La formulación de una política social implica una rediscusión del papel del Estado en relacional
proceso de redistribución son dos las funciones del Estado.

En primer lugar, garantizar que nadie se encuentre por debajo de un novel de satisfacción de
necesidades definidas como básicas. En segundo término, el Estado debe disminuir las
desigualdades sociales. Se trata de que el proceso de redistribución permita que se reduzcan
las desigualdades y que los recursos obtenidos de esta distribución sirvan para elevar
continuamente los niveles de vida de la sociedad.

No debemos confundir universalismo con estatismo. El acceso universal a la condición de


ciudadano no depende que el Estado posea el monopolio de la producción y distribución de los
bienes sociales.

La provisión centralizada por parte del Estado suele implicar una excesiva burocracia que
ocasiona rigideces y lentitud de respuestas, e ineficiencias.

La descentralización del sector publico es un camino para superar alguno de estos problemas,
pero no todo. Es necesario abrir camino para la responsabilidad y participación de la gente en
la identificación de problemas, diseño de soluciones y administración de programas.

Creemos importante que el Estado comparta responsabilidades con la sociedad civil. No puede
confiarse en un Estado que permitió y convenció a la sociedad que podía resolver todos sus
problemas: ese Estado omnipotente y centralista, magnifico instrumento en manos del
autoritarismo, pero desligitimante en los periodos democráticos.

Devolver responsabilidades a la sociedad civil no es otra cosa que consolidar la participación y


fortalecer el poder democrático para que ella defina y administre las respuestas a los
problemas que enfrenta. Pero dejar todo librado a la suerte de la sociedad civil induce el
problema de las desigualdades. En esta situación solo el Estado puede ser un factor de
reducción de desigualdades y aumento de racionalidad.

Estimular las energías sociales, corregir desigualdades, regular la calidad de los bienes y
servicios sociales, optimizar la utilización de recursos por parte de la sociedad y especialmente,
velar por la protección de los más débiles deberían ser puntos salientes de un replanteo del
papel del Estado.

Concebimos un sistema de política social donde las responsabilidades fundamentales sean


compartidas por gobierno y sociedad.

Con el primero haciendo de factor normalizador, supervisor, complementador y compensador.

El fortalecimiento de fuerzas políticas capaces de trascender ópticas sectoriales, es, sin dudas,
un requisito principal para una política social que produzca avances en términos de equidad y
racionalidad, pero un segundo requisito es la profundización de la participación de la gente
porque aumenta el proceso de democratización, que se expresa en mayores noveles de control
sobre lo que nos pertenece, la cosa pública. Tendríamos así una sociedad mas justa, libre y
democrática.

GLOSARIO

Ciencia: Cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye un ramo


particular del saber humano. Un ejemplo de ciencia lo son las Ciencias Jurídicas.

Legal: Lo ajustado a la ley y, por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.

Legalidad: Calidad de legal. Régimen político estatuido por la ley fundamental del Estado. En
este sentido, se habla de gobierno legal con referencia al establecido de acuerdo con las
normas de la Constitución. Por ello, los gobiernos de facto son insanablemente ilegales, salvo
cuando proceden de una revolución triunfante para un cambio de régimen y hasta tanto se
sancione la nueva Constitución por el poder constituyente.

Legitimidad: Calidad de legítimo, de lo que es conforme a las leyes. Lo cierto, genuino y


verdadero en cualquier línea.

Revolución: La Real Academia de la Lengua Española, define esta palabra, en su segunda


acepción, como cambio violento en las instituciones políticas de una Nación. A su vez, Capitant,
con evidente exactitud, dice que es el movimiento popular de cierta amplitud que tiene por
objeto derribar, por la fuerza, a los gobernantes de un Estado y cambiar la organización política
de éste sin observar las formas legales preestablecidas.
MODULO 2: PODER CONSTITUYENTE. PROCESO CONSTITUYENTE ARGENTINO.

En el presente módulo abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Teoría del poder constituyente: concepto. Clasificación. Titular. Límites a su ejercicio. Los
poderes constituidos.

• Proceso constituyente argentino: antecedentes. Pacto Federal de 1831 y Acuerdo de San


Nicolás. El Congreso Constituyente de 1853. Pacto de San José de Flores.

• El poder constituyente derivado: análisis del art. 30 de la Constitución Nacional. Reformas de


1860, 1866, 1898, 1949, 1957. Enmienda Constitucional de 1972. Reforma de 1994.

¿Qué ES EL PODER CONSTITUYENTE? Diremos que es la facultad o potestad que tiene el pueblo
de darse su ordenamiento jurídico político fundamental, a través del dictado o sanción de una
Constitución, como así también su posibilidad de reformarla.

Esta atribución de dictado de una constitución puede ser originaria o derivada, según la
doctrina autorizada. La primera se da con el dictado de la primera constitución en un Estado y,
la segunda, para la revisión o modificación de la dictada originariamente.

En el proceso constituyente argentino, la primera constitución formal en ejercicio del poder


constituyente originario tuvo lugar en 1.853, con la sanción de la Constitución Nacional que
nos rige. El derivado es aquel que se ejerció para modificarse la constitución originaria (por
ejemplo, en 1.860, 1.898, 1.949, 1.957, 1.994).

Dentro de este proceso de reformas producidas a la Constitución, vamos a detenernos


especialmente en las reformas de 1.949, 1.957 y 1.994, debido a la importancia institucional
que han tenido en la historia argentina, si no, también por las reformas introducidas.

En este punto nos detendremos para abordar el Art. 30 de la CN, es decir, aquel fija las pautas,
los pasos a seguir para poder reformar nuestra CN.

Nuestra Constitución Nacional, en su art. 30, establece el procedimiento a seguir para la


reforma de la Constitución, fijando dos etapas. La primera es llevada a cabo en el Congreso de
la Nación y el producto final a su labor termina con la Declaración de Necesidad de Reforma
mediante la sanción de la ley aprobada con la mayoría agravada. Veamos el contenido del
artículo: “La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La
necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes,
al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada al
efecto”.

Nuestra CN fija una mayoría agravada o calificada. En efecto, sostiene: “La necesidad de
reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de
sus miembros..”

En Doctrina se discute, sobre si esos 2/3 que fija la Constitución deben interpretarse sobre los
presentes o sobre el total de la Cámara.

La segunda etapa que tiene lugar tras sancionarse la ley que declara la necesidad de reformar
la Constitución y que habilita formalmente a la segunda parte se lleva a cabo por un órgano
especial llamado “Convención Constituyente”, que se encarga de realizar la revisión del texto
constitucional.
La última reforma de 1994, se han efectuado profundas modificaciones a nuestro texto
constitucional originario, como en la orgánica, de su articulado. Es así como se agregaron los
nuevos derechos y garantías, (en los art. 36 a 43 de la C.N.) y se efectuaron modificaciones en
la parte de los poderes del Estado (poder legislativo, ejecutivo, judicial). Así, por ejemplo, se
han incorporado:

• La Iniciativa y la Consulta Popular.

• La cláusula de Defensa del orden institucional y el sistema Democrático.

• Derecho a un medio ambiente Sano y equilibrado.

• Derechos de Usuarios y Consumidores.

• La acción de amparo, el Habeas Data, y el Habeas corpus.

• Se habilito la reelección presidencial.

• la reducción del mandato del presidente de seis a cuatro años.

•La elección directa del presidente por el pueblo de la nación.

• La incorporación del Ballotage o doble vuelta electoral.

• La incorporación del Jefe de Gabinete de Ministros, el Defensor del Pueblo, la Auditoría


General de la Nación a nuestro sistema constitucional.

• La recepción de los Decretos de Necesidad y Urgencia.

• El Consejo de la Magistratura y El Jurado de Enjuiciamiento.

• La reducción del mandato de los senadores Nacionales a seis años.

El constitucionalismo institucionalista vs. El constitucionalismo populista.(Risso Guido I)(info.


complementaria)

Ha surgido cierto debate sobre una posible reforma constitucional y curiosamente muchos
constitucionalistas se han manifestado en contra de cualquier intento por revisar y actualizar el
texto constitucional. ¿Por qué razón algunos constitucionalistas se convierten en los
protectores de la Constitución? Veamos. Los manuales de derechos constitucional nos enseñan
que una Constitución es una especie de pacto político en el cual se fijan acuerdos y consensos
básicos sobre cuestiones organizativas, institucionales y económicas. Ese contrato en la historia
argentina se celebro en el año 1.853.

La constitución podría definirse como la consagración normativa de los intereses políticos y


económicos, o bien podríamos sostener que en el texto constitucional finalmente se
materializaron intereses populares y valores comunes.

Thomas Jefferson sostenía la tesis según la cual la Constitución de un país democrático debe
reescribirse cada determinada cantidad de años para evitar que ninguna generación quede
rehén de la voluntad y las ideas de una generación del pasado. Lo cual se integra directamente
con el principio de la soberanía popular, como característica definitoria de la democracia. El
acuerdo constitucional originario no se parece a la sociedad argentina actual. Por tal razón es
que la Constitución puede y debe ser repensada generacionalmente.
¿Cuántas veces a sido reformada la Constitución argentina en más de un siglo y medio? Cinco
veces: tres veces en el siglo XIX en los años 1.860, 1.866 y 1.898 y dos veces en todo el siglo XX
en 1.957 y 1.994.

Entonces ¿Por qué muchos constitucionalistas se alarman ante una situación política de
reforma constitucional? Porque mas que constitucionalistas son institucionalistas- pese a la
semejanza de los términos- da lugar a dos posiciones teóricas muy diferentes.

El institucionalismo es una nota propia de la democracia liberal que ha endurecido


significativamente de representación política; en otras palabras, desde que la democracia se
piensa en términos institucionalistas se ha vuelto mas conservadora. Por ello la democracia
constitucional institucionalista va siempre detrás de los ánimos y necesidades populares, e
incluso puede desconfiar de ellos.

En cambio, las democracias que subordinan la institucionalidad a lo popular tienden a


desarrollar una legalidad constitucional mas flexible, pero siempre sujeta a los mandatos y
limites establecidos por los derechos fundamentales. Estas dos tendencias determinan que un
constitucionalista pueda ser institucionalista o popular.

Es decir, la democracia como gobierno del pueblo, el constitucionalismo conservador garantiza


el orden político estatuido mediante determinadas instituciones políticas que regulan – o en
algunos casos detienen – los cambios pretendidos popularmente. Es por eso allí existe la
posibilidad de que la sociedad misma ponga en riesgo el orden político vigente
constituyéndose como enemiga del sistema.

En efecto, el constitucionalismo conservador prioriza el orden y el sistema establecido por


sobre la democracia misma y los intereses populares. En cambio, el constitucionalismo
populista refuerza tanto la importancia de la voluntad popular como del derecho internacional
de los derechos humanos. Es decir, la voluntad general y el derecho institucional de los
derechos humanos se constituyen como los dos pilares fundamentales sobre los cuales se rige
todo gobierno que se asuma democrático.

Algunas consideraciones en torno a la reforma constitucional. (Dr. Carlos Juárez Centeno).


(info. Complementaria)

La reforma constitucional. Desde su promulgación, nuestra Carta Magna, fue reformada en seis
oportunidades: 1.860, 1.866, 1.898. 1.949, 1.957 y 1.972. De ellas, cuatro correspondieron a
periodos de gobiernos democráticos – 1.860, 1.866, 1.898 y 1.949 – mientras que las dos
restantes – 1.957 y 1.972 – fueron el resultado de la decisión política tomada por gobiernos de
facto.

Nuestra Constitución Nacional nos señala al respecto: “Art. 30.- La Constitución puede
reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser
declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros., pero
no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto.”

Para analizar este artículo los textos constitucionales, según la facilidad o dificultad que
consagran para su reforma, pueden clasificarse en a) Constituciones flexibles. Son las que
pueden mortificarse en cualquier momento por el Poder Legislativo - Congreso o Parlamento- a
través del procedimiento legislativo establecido para la elaboración de las leyes; b)
Constituciones rígidas. Sólo pueden mortificarse mediante un procedimiento especial que se
establece para tal fin.

El procedimiento especial consagrado en el art. 30, se divide en dos etapas: 1) comúnmente


denominada “preconstituyente ‘’, en la que el Congreso debe declarar la necesidad de la
reforma; 2) La Constituyente propiamente dicha, efectuada por una Convención especial -
órgano ad hoc - convocada al efecto. Respecto a la primera etapa del procedimiento
reformatorio, etapa que, adquiere relevancia en la realidad política argentina del presente, (1)
hay diferentes posturas en la doctrina relacionados con algunos aspectos surgidos de la
interpretación del art.30. Así, hay quienes opinan que la declaración de necesidad de reforma,
debe hacerla el Congreso mediante una ley. Existe otro sector que considera que sólo basta
una declaración del Congreso, ya que es un acto de naturaleza política, privativa del Poder
Legislativo, la que, por ende, no puede ser vetada por el Poder Ejecutivo. (2)

En la doctrina existen esas dos posturas (3) la práctica parlamentaria nos demuestra que, en la
totalidad de los casos, el procedimiento seguido fue el de declarar la necesidad de la reforma
mediante una ley. (4) Otro tópico que se discute en la doctrina, y con mayor interés, es el
referido a la modalidad en contar las dos terceras partes de los votos que exige el art. 30. Las
distintas posiciones demandan ese número sobre: a) el total de cada cámara, b) de los
miembros en actividad; c) del total de presentes en la sesión en que se resuelve la necesidad.

Los precedentes de nuestra práctica constitucional, se han decidido en tres oportunidades por
el criterio de los miembros presentes en cada Cámara (años 1860, 1866 y 1949) y en una
(1898), por el criterio de los dos tercios sobre la totalidad de los miembros que componían
cada una de las Cámaras. En las dos restantes oportunidades (1957 y 1972), como ya lo
expresamos, la necesidad de la reforma fue declarada por gobiernos de facto.

Existen fundamentos, que avalan a una y otra postura; nuestra tradición constitucional exige
solo los dos tercios de los miembros presentes en cada cámara es la que se adoptó en la
mayoría de los casos.

Creemos que la Constitución y por ende la necesidad de su declaración de reforma así como su
posterior reformulación, debe ser producto del intercambio de ideas y procederes en los que
participen los distintos sectores y actores de 1 a arena política: los partidos políticos.

Como lo señala Pedro J. Frías, el planteo de la reforma es oportuno si existe la posibilidad de un


consenso, ya que la Constitución es una propuesta, una oferta a la sociedad... si el consenso
manifiestamente no existe, la reforma no es oportuna”. (5).

En donde la reforma surgió de la concertación, diálogo y compromiso entre todos los sectores
de la sociedad. El caso más paradigmático quizás lo constituya el español de 1975. En efecto,
después de la dictadura franquista, el pueblo español percibió que la sociedad se había
transformado drásticamente y lograron un consenso en favor de la construcción de la
democracia, traducido en un texto constitucional progresista imbuido en los valores de la
tolerancia y la democracia.

JUAN CARLOS MAQUEDA (LA VOZ DEL INTERIOR - 11 DE MARZO DE 1999) (info.
Complementaria)

Hace 50 años se sancionaba la Constitucional Nacional de 1949 abolida


por los militares en 1956.

Un paso concreto hacia el constitucionalismo social.

La Constitución de 1949 fue la puerta de entrada del constitucionalismo social en la Argentina.

El camino abierto por la Constitución Mejicana de l917, la de Weímar de 1919, la Española de


1931, la Francesa de 1946, la Italiana de 1947 y p los Estados Unidos de Norteamérica del New
Deal impuesto por el presidente Franklin Delano Roosevelt, no había encontrado una recepción
favorable entre constitucionalistas y políticos argentinos. Los hombres del derecho
constitucional en nuestro país eran de una fuerte formación liberal doctrinarios y consideraban
los avances sociales en el campo del derecho como una materia “de menor cuantía”, trataban
de ignorarlos y cuanto menos les resultaba un tema incómodo de abordar.

El hecho político fundamental fue el acceso del presidente Juan Domingo Perón al gobierno,
fundador de un movimiento que tuvo su base doctrinaria en la justicia social. El ámbito del
derecho constitucional había sido refractario a todos los cambios sociales que se habían
producido en la República Argentina en los últimos tiempos.

La Convención Constituyente de 1949 receptó el constitucionalismo social, agrupando los


derechos de contenido social en dos capítulos del nuevo texto constitucional: los derechos del
trabajador y la función social de la propiedad. A su vez, se introdujeron reformas en la parte
dogmática, tendientes a evitar los abusos provenientes del sistema capitalista liberal del
modelo constitucional 1853/1860. La oposición no aceptaba la necesidad de actualizar y
modernizar la Carta Magna y creía que se trataba de una maniobra política con el único fin de
establecer la reelección presidencial.

Conquistas sociales

Entre las cláusulas constitucionales que consagraron las conquistas sociales, podemos
destacar: el artículo 35 que modificó el principio de razonabilidad Restablecido en el texto de
1853 señalando: ‘Los derechos y garantías reconocidos por esta Constitución no podrán ser
alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio, pero tampoco amparan a ningún
habitante de la Nación en perjuicio, detrimento o menoscabo de otro. Los abusos de esos
derechos que perjudiquen a la comunidad o que lleven a cualquier forma de explotación del
hombre por el hombre, configuran delitos que serán castigados por las leyes’.

El constitucionalismo social quedó expresado en los siguientes derechos, que se incorporaron


al texto constitucional’ ‘del trabajador’, entre los cuales se encuentran el derecho a trabajar, a
una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la salud, al bienestar,
seguridad social, protección de la familia, mejoramiento económico y defensa de sus intereses
profesionales; ‘los derechos de la familia”, entre ellos, a la protección del matrimonio, igualdad
jurídica de los cónyuges, patria potestad, unidad económica familiar, bien de familia, y atención
y asistencia de la madre y del niño; ‘los derechos de la ancianidad”, tales como, el derecho a la
asistencia, a la vivienda, a la alimentación, a la salud física y moral, derecho al esparcimiento y
al trabajo, a la tranquilidad económica y al respeto, “los derechos a la educación y a la cultura”,
entre los cuales se destacan la enseñanza primaria obligatoria y gratuita, orientación
profesional de los jóvenes, fomento del desarrollo de las ciencias y de las bellas artes,
conservación de las riquezas artísticas e históricas, del paisaje natural y del patrimonio cultural
de la Nación; los hoy conocidos como ‘derechos humanos de la segunda generación’.
También se legitimó el recurso de habeas corpus y se estableció el estado de prevención y
alarma como un mecanismo similar al estado de sitio.

Su filosofía económica fue sustentada en la función social de la propiedad y los límites de la


voluntad individual. La organización de la riqueza y su explotación debían tener como objetivo
el bienestar del pueblo dentro de un orden económico conforme los principios de la justicia
social. El Estado podía intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad en
salvaguarda de los intereses generales y se reservaba las actividades de importación y
exportación dejando a la iniciativa privada el resto de la actividad económica.

Si algo caracterizó a esta Constitución fue su famoso artículo 40, que establecía como
‘propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación a los minerales, caídas de agua,
yacimientos de petróleo, carbón, gas y demás fuentes naturales de energía; así mismo se
disponía que los servicios públicos, ‘pertenecen originariamente al Estado y bajo ningún
concepto pueden ser enajenados o concedidos en explotación, y los que estuvieran en poder
de los particulares debían ser comprados o expropiados”.

Al principio tributario tradicional de igualdad se le agregaban la equidad y la proporcionalidad


como Base de los impuestos y de las cargas publicas Se protegía a los pequeños y medianos
productores agrícolas; se les reconocían la totalidad de los derechos políticos a los extranjeros
después de cinco años de haber obtenido la nacionalidad y se les daba la posibilidad de
naturalizarse si hubieran residido dos años en el territorio de la Nación, y se les reconocía la
adquisición automática de la nacionalidad transcurridos cinco años continuados de residencia,
se promovía la reforma de toda la legislación para adaptarla a los avances de la Constitución y,
finalmente, se establecía el principio de defensa de la democracia y de la Constitución.

“La constitución de 1949 fue mas que un propósito reeleccionista. Fue el punto de partida de
reconocimientos de derechos fundamentales olvidados por el cuerpo jurídico Argentino.”

Capítulo político

En la parte orgánica de la Carta Magna también se introdujeron sustanciales reformas: se


consagró la posibilidad de reelegir al presidente y vice de la Nación en forma indefinida, y se
estableció su elección directa, eliminando el trámite previo de los colegios electorales; también
se incorporó la elección directa de los, senadores nacionales; se le confió a la Corte Suprema
de justicia la facultad de interpretar en casación el derecho, estableciendo que esta
interpretación seria obligatoria para los tribunales nacionales y provinciales, agilizando el
procedimiento de todas las causas judiciales, se eliminó el juicio político y se creó un jurado de
enjuiciamiento para los jueces inferiores de la Nación que hubieren incurrido en mal
desempeña en delito en el ejercicio de sus funciones.

Se disminuyó el mandato de los senadores de nueve a seis años; se estableció la facultad


investigas del Poder Legislativo a través del pedido de informes por escrito o de la comparencia
del presidente de la Nación o de alguno de sus ministros para informar verbalmente. Se
estableció la obligación de dictar códigos de derecho social y aeronáutico.

Dentro de las disposiciones transitorias se obligaba a los jueces de la Nación a contar con un
nuevo acuerdo del Senado para continuar en el cargo, se unificaban mandatos de los actuales
senadores y diputados de la Nación con los del presidente y vice, y se autorizar las legislaturas
provinciales a convertirse en convenciones para poder reformar las constituciones estaduales
adaptarlas a la Constitución Nacional.
Innovadora (la doctrina constitucional argentina)

Esta reforma constitucional de 1949, con sus innovaciones, fue una fuente de inspiración de las
reformas constitucionales posteriores llevadas a cabo en 1957, 1972 y 1994 donde se
reconocieron los derechos sociales, la elección directa gobernantes, la reelección presidencial,
la defensa de la Constitución, la teoría abuso del derecho, el limite a la voluntad individual la
protección del patrimonio histórico cultural y paisajístico, la propiedad de las riquezas
naturales, la equidad y la proporcionalidad fiscal, el respeto al derecho de las minorías y la
facultad de investigación del Poder Legislativo sobre el Poder Ejecutivo, e. las novedades y
sabias incorporaciones que hizo reforma al proceso constitucional argentino.

Producido el golpe de Estado del año 1955, la Constitución Nacional reformada en el año 1949
fue derogada por un bando militar denominado Proclama del Primero de Mayo del año 1956 y
por un simple decreto del 27 de abril del mismo año, emanado de un poder Ejecutivo de facto
en ejercicio de sus poderes revolucionarios, tomando como única base de sustentación ‘el
principio de la revolución triunfante’.

También esta reforma constitucional podrá ser exhibida por el general Perón como su gran
obra - De allí que la voz del pueblo, porque en ella se proyecta, al futuro todo lo que logró y
consolidará: una Argentina democrática, asentada en el trabajo, políticamente soberana,
socialmente justa y económicamente independiente.

(Raúl Faure) Reformas a la Constitución Nacional (info. Complementaria)

LA VOZ DEL INTERIOR - Jueves 11 de Marzo de 1999

Una Constitución a la medida de los intereses de Juan Perón.

La habilitación judicial para que el presidente Carlos Menem pueda participar como candidato,
a sucederse a sí mismo en las internas del Partido Justicialista, pone al país al borde de
dolorosos enfrentamientos.

Si, finalmente, se declarase la invalidez de la cláusula constitucional que impide un tercer


mandato, se habrá consumado un golpe de Estado. Toda la oposición, vastos sectores del
propio oficialismo y prestigiosas tribunas republicanas han condenado las maniobras
continuistas y el innoble plan de utilizar a la justicia como cómplice en el intento de mutilar el
texto de la Constitución.

En verdad, nadie puede asombrarse de que un sector del peronismo adopte actitudes
bochornosas. Históricamente, sea cuando dirime sus disputas internas, sea cuando trata de
controlar todos los poderes del Estado, el peronismo termina comportándose como una
criatura irracional, como un vendaval a cuyo paso quedan dañadas las instituciones
democráticas y las normas de convivencia social.

Historia de medio siglo

El justicialismo puso en ejecución el plan para convertir al general Juan Domingo Perón en un
gobernante a perpetuidad. Entonces, con el pretexto de modernizar algunos preceptos del
texto de 1853, logró eliminar el artículo 77, que fijaba en seis años la duración del mandato del
presidente y el vicepresidente de la Nación, quienes no podían ser reelegidos “sino con
intervalo de un período”.

Al sancionarse esa reforma, el 11 de marzo de 1949, quedó perfeccionado el sistema policial


que desde 1943 impedía las voces y la acción opositoras.

La ley penal había tipificado como delito la participación de obreros en huelgas declaradas
“ilegales” y la difusión de ideas contrarias a la “doctrina nacional” o sea, contrarias a la
“doctrina” peronista. El presidente era a la vez, jefe del partido, los jueces juraban sumisión “al
jefe del Estado y a su dignísima esposa” y el gobierno monopolizaba la mayoría de los medios
de difusión.

Cuatro de los cinco ministros de la Corte Suprema de Justicia integraron las listas de
convencionales peronistas. Estado y partido eran una sola y misma cosa. El adversario del
partido era, automáticamente, adversario del Estado y, como tal, quedaba incluso en delitos
“contra la seguridad nacional” y pasible de ser juzgado por tribunales militares.

En estas desiguales y penosas condiciones, el radicalismo concurrió a la convención para


denunciar los peligros que atontaría el país si se legislaba a favor de una persona determinada,
Moisés Lebensohn y nuestro ilustre comprovinciano Antonio Sobral, insistieron sin resultados
en la necesidad de lograr un previo acuerdo patriótico entre todos los sectores políticos para
dar legitimidad a la reforma.

Se dirigieron incluso personalmente al general Perón, a quien instaron para que reflexionara
sobre la inconveniencia de sancionar reformas con el apoyo de sólo la mitad del país y le
pidieron que actuara ‘con altura de miras, por encima del círculo de intereses que le rodean.

Fue en vano. Enceguecido por el ejercicio omnímodo del poder y por el rol mesiánico que se
autoasignó desde su nacimiento hasta hoy mismo advirtió el precipicio que tenía frente a sus
narices.

“Edificar en la arena”

Para disimular que el único objeto de la reforma era la reelección indefinida del general Perón,
se montó una escenografía tomando las habituales consignas antiyanquis a la qué eran tan
afectos. El convencional doctor Sampay, en Encendidas arengas de inspiración teológica,
abominaba del capitalismo (al que calificó de ‘intrínsecamente perverso’), propiciaba límites al
derecho de propiedad, teniendo en cuenta que debía cumplir una ‘función social’, declaraba la
nacionalización de las fuentes de energía y atribuía al Estado la explotación directa de los
servicios públicos esenciales. Todo ese programa quedó plasmado en los artículos 38, 39 y 40.

El general Perón dejaba hacer. Eran expresiones retóricas y, como tales, impracticables. Pero
eficaces a la hora de cosechar votos, porque no era entonces oportuno mantener ‘relaciones
carnales” con Estados Unidos, ni someterse e al cumplimiento de las órdenes FMI.

Legislar de esa manera, para Lebensohn, era como ‘edificar en la arena”. Así fue. La
‘Constitución de Perón’, como la designó el doctor Sampay (y a la que le atribuyó existencia
eterna), tuvo vida efímera. La insurrección cívico-militar de 1955 puso fin al primer peronismo,
y al año siguiente un módico bando declaró inválidas las reformas de 1949.

GLOSARIO

Legal: Lo ajustado a la ley y, por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.
Quórum: En una primera época, se usó sólo con referencia a organismos políticos o de derecho
público pero, en la actualidad, se emplea en relación con cualquier organismo colegiado, para
indicar el número de miembros cuya asistencia es considerada necesaria para que pueda
deliberar válidamente y adoptar resoluciones.

Validez: Cualidad de un acto o contrato jurídico para surtir los efectos legales propios, según
su naturaleza y la voluntad constitutiva.

Vigente: Referido a las leyes y demás disposiciones generales de los poderes y de las
autoridades en vigor y de observancia obligatoria.

MODULO 3: LA CONSTITUCION.

En el presente módulo, abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Constitución formal y material: concepto y ejemplos. Clasificación. Tipología. Normas


operativas (preceptivas y orgánicas) y programáticas.

• La Constitución Argentina: contenido y sistemática. Caracteres. Tipología.

• La ideología de la Constitución Nacional: concepto. Diferencias con las creencias


constitucionales.

• El Preámbulo: función y contenido.

Nuestra Constitución, sancionada en 1853 y vigente con sus distintas reformas, presenta las
siguientes características: es escrita, codificada, formal, rígida y democrática. Decimos que es
escrita, dado que es posible encontrarla en un texto escrito, único y, por lo tanto, codificada. Es
rígida, por cuanto exige para su reforma un procedimiento especial y un órgano especial para
llevarla a cabo.

Dentro de las distintas tipologías existentes en el derecho comparado y en la doctrina,


podemos identificar las siguientes:

1) la racional-normativa;

2) la histórica-tradicional

3) la sociológica.

Nuestra Constitución Nacional de 1853 responde a una tipología mixta, por cuanto recepta
parte de las dos primeras. Es racional-normativa crea una constitución con valor de norma
máxima dentro del Estado, y es capaz de ordenar la sociedad, con una visión o criterio de
futuridad, es decir, para todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino, como se
expresa el preámbulo. A su vez, es histórico-tradicional, por cuanto no crea una norma
fundamental producto de toda abstracción, sino todo lo contrario: en sus normas se respetan
nuestros valores, costumbres, ideales, creencias y principios ya afincados en nuestra sociedad e
historia institucional.

La Constitución de 1853, siguiendo el modelo norteamericano, contiene en su estructura una


parte dogmática: se trata de la Primera Parte, que comprende desde el Art. 1 hasta el 43,
Capítulo Primero. “Declaraciones, Derechos y Garantías”, donde consagra el régimen de los
derechos y garantías fundamentales del hombre. En la Segunda Parte, también llamada parte
orgánica, quedan comprendidos desde el Art. 44 al 129, y recepta lo atinente a las
“Autoridades de la Nación: Gobierno Federal y Gobiernos de provincias” y, dentro de estos
últimos, las autoridades de los tres poderes del Estado, es decir: Poder Legislativo, Poder
Ejecutivo y Poder Judicial.

A partir del Art. 122 al 128 se expresa todo lo relativo a los gobiernos de provincias, sus
autonomías, atribuciones y facultades.

Finalmente, resulta importante estudiar el Art. 129, referido a todo lo concerniente al nuevo
régimen jurídico–autónomo de la Ciudad de Buenos Aires.

Voces: FUENTES DEL DERECHO (pag. 54 del libro) info complementaria.

Título: Fuentes, ideología y fines que inspiraron a los Diputados Constituyentes de la Argentina.

Sumario: I. FUENTES DEL DERECHO. - II. FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL. - III.
DERECHO CONSTITUCIONAL FORMAL PRIMARIO. - IV. DERECHO CONSTITUCIONAL INFORMAL
PRIMARIO. (COSTUMBRE Y DERECHO REPENTINO). - V. IDEOLOGÍA - VALORES. - VI.
CONCLUSIÓN.

I)_FUENTES DEL DERECHO.

La expresión fuentes del derecho positivo suele usarse en distintos sentidos. Desde un primer
punto de vista, que podemos llamar filosófico, significa la esencia suprema de la que surge la
idea del derecho; en este orden de ideas, el Preámbulo de la Constitución Nacional invoca la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia.

Puede calificarse de histórico, fuentes del derecho alude a los antecedentes patrióticos o
extranjeros que han podido servir de base a un determinado orden jurídico: así se afirma que
las fuentes de nuestra Constitución han sido el proyecto de Constitución de Alberdi, la
Constitución de los Estados Unidos, la Constitución de Chile, etcétera.

Finalmente, la expresión fuentes del derecho se aplica a las normas o preceptos del derecho
positivo, del cual nacen derechos y obligaciones para las personas.

En referencia a la ideología de la Constitución, podríamos señalar que son aquellos valores


culturales, morales, jurídicos y políticos expresos de la Constitución, así como: el Bienestar
general (Preámbulo), Bien general del Estado (art. 75, inc. 2°), etcétera.

II)_ FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL.

El problema de las fuentes del derecho constitucional.

La expresión fuentes se emplea, en el Derecho Constitucional, en varios sentidos, por lo que su


sistematización se torna necesaria -aunque algo árida-.

En una primera aproximación podemos hablar de: a) Fuentes de Constancia: son los modos en
que pueden manifestarse las normas jurídicas: texto constitucional, ley constitucional, decreto
ley, costumbre, etcétera; b) Fuentes Materiales: también llamadas indirectas, consisten en los
factores económicos, religiosos, históricos, psico-sociales, etc., que son causa y explican el
contenido de una norma de derecho constitucional. Por ejemplo, el art. 75, inc. 1°, de la Carta
Magna Nacional, cuando declara que las tarifas aduaneras serán uniformes en toda la Nación,
es el resultado de los conflictos aduaneros que existieron durante el período 1853-1860, entre
la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Distintos tipos de normas
constitucionales.

Las normas del derecho constitucional se refieren a la organización fundamental del Estado, y a
los valores supremos que la sociedad política persigue. Pero las hay de distinta categoría: unas
tienen supremacía, en el sentido de que son superiores a las demás (por ejemplo, las reglas de
la constitución formal). A ellas las llamamos normas de derecho constitucional primario. A las
restantes (por ejemplo, la ley de ministerios), las denominamos normas de derecho
constitucional secundario.

Desde otra perspectiva, las normas de derecho constitucional son formales cuando resultan
pronunciadas por el Estado según el procedimiento constitucional y legal en vigor, e informales
si emergen del derecho consuetudinario y del derecho repentino. El conjunto de reglas de
derecho constitucional formal e informal integra un bloque de constitucionalidad.

Fuentes del derecho constitucional argentino.

Conforme al esquema desarrollado anteriormente, es posible distinguir en la Argentina las


siguientes partes del derecho constitucional local: A) el formal primario, integrado por la
Constitución de 1853-1860, con sus reformas de 1866, 1898, 1957 y 1994, y ciertos
instrumentos internacionales con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, Ley Suprema de la
Nación). B) El informal primario, constituido por las normas de derecho constitucional
consuetudinario y repentino adosadas o superpuestas a la Constitución formal. C) El formal
secundario, compuesto por reglas formales (leyes, decretos, resolución, etc), de naturaleza
constitucional, pero sin supremacía; y D) el informal secundario, que consiente en normas
consuetudinarias y de derecho sin supremacía (pero con sustento indirecto en el articulado
constitucional).

III)_DERECHO CONSTITUCIONAL FORMAL PRIMARIO. (Antecedentes de la Constitución)

Cabe distinguir entre fuentes normativas y fuentes doctrinarias, así como entre antecedentes
primarios (de incidencia directa y significativa) y secundarios (de importancia menor y
generalmente indirecta).

Fuentes Normativas Primarias: Entre ellas cabe citar:

1) El proyecto de Constitución de ALBERDI, insertado en la segunda edición de sus Bases y


puntos de partida para la organización política de la Confederación Argentina, publicado en
septiembre de 1852.En esa obra, ALBERDI, sugiere una constitución concisa, pragmática, real,
natural y posible, de transición, inspirada mayormente en la Constitución de Massachussets;
Ideológicamente liberal-conservador, propone un gobierno mixto, federativounitario, y su
esquema es, en términos generales, el adoptado por la actual Constitución.

2) La Constitución Argentina de 1826, que contiene más de cuarenta artículos del texto de
1853 (cuyas normativa, a su vez, ha sido influida por la Constitución de 1819).

3) La Constitución de los Estados Unidos de América, que incide en aproximadamente la mitad


del articulado de la Carta Magna Argentina. Algunas sentencias de la Corte Suprema han
destacado la filiación estadounidense de muchas partes de nuestra Constitución, pero en otros
se ha subrayado que la Ley Fundamental Nacional es una creación viva, impregnada de
realidad argentina. A favor de la verdad, el impacto estadounidense en la Constitución de
1853-1860 es innegable, pero también cabe destacar que nuestra Constitución (v.gr. en la parte
dogmática, los vinculados al techo ideológico cristiano tradicional y al segmento social
introducido por la reforma de 1957) tiene una filiación diferente.

4) La Constitución de Chile de 1833, criticada y a la vez elogiada por ALBERDI, que se refleja es
alrededor de veinticinco artículos del texto de 1853-1860.

5) El anteproyecto del convencional Gorostiaga, elaborado en el transcurso de las sesiones de


la Convención constituyente de Santa Fe, y que se refiere principalmente a la parte orgánica de
la Constitución.

6) La ley 24.309 [EDLA, 1994-A-116] (Núcleo de Coincidencias básicas) que incluye el Pacto de
Olivos, firmado por los entonces líderes de los dos partidos políticos mayoritarios del país.

Fuentes Normativas Secundarias:en menor medida recalan en la Constitución de 1953-1860


algunas reglas de la asamblea Constituyente de 1813; el proyecto de la comisión oficial y de la
Sociedad Patriótica de la misma asamblea; el proyecto constitucional para Buenos Aires, de
1833, el Reglamento Provisorio de Córdoba, el Pacto Federal de 1831 y el Acuerdo de San
Nicolás.

Entre las fuentes extranjeras de segundo orden, deben incluirse la Constitución Española de
Cádiz de 1912, las de Francia de 1793 y 1948, la Constitución Suiza de 1848, la de Uruguay de
1830, la de California, las colombianas de 1811 y 1821, la venezolana de 1811, la de Ecuador de
1845, las bolivianas de 1826 y la de México de 1824.

Fuentes Doctrinarias: Fuera de las célebres Bases de Alberdi, se ignora la relevancia que han
tenido otros libros y autores en el Congreso Constituyente de Santa Fe. En Alberdi inciden, por
ejemplo, estudios de Pellegrino Rossi y de Esteban Echeverría.

IV)_DERECHO CONSTITUCIONAL INFORMAL. (costumbre y derecho repentino)

La doctrina clásica requiere cuatro elementos para que se forme una regla de derecho
consuetudinario, sintéticamente podemos conceptualizarlos: repetición (multiplicidad de
comportamientos idénticos o similares), duración (permanencia), constancia (sin
interrupciones que la contradigan), y conciencia de su obligatoriedad.

El derecho repentino se caracteriza, precisamente, por no requerir tiempo para su formación.


Nace de la realidad; como la costumbre; pero aquí, el precedente pasa a ser conceptuado por
obligatorio.

Reglas de derecho consuetudinario.

En la Argentina existen numerosas normas de derecho consuetudinario constitucional, porque


la Constitución es en parte antigua, circunstancia que explica la necesidad de actualizarla y
complementarla. Ese derecho consuetudinario ha sido, según los casos, positivo o negativo, y
ha engendrado normas opuestas al texto expreso de la Constitución.

El derecho constitucional consuetudinario puede operar a favor o en contra de la Constitución,


según la complemente o la ataque; y ser legítimo o ilegítimo, según la justicia o injusticia de sus
prescripciones. El derecho repentino Ha originado también reglas de derecho constitucional.
Así, el decreto de 1868 que permitió al gabinete hacerse cargo del Poder Ejecutivo, ante la
muerte del vicepresidente en ejercicio, la ausencia del presidente Mitre (en Paraguay), y la falta
de una ley que regulase el problema - vacancia del Poder Ejecutivo y del Vicepresidente de la
Nación-.
Derecho constitucional formal secundario.

Leyes y normas complementarias de la Constitución. Entre las denominadas normas


constitucionales en el sentido de que, sin tener supremacía constitucional, complementan en
modo directo a la Constitución organizando los poderes del Estado o regulando puntos vitales
del derecho constitucional, pueden citarse a las leyes de ministerios; de organización del Poder
Judicial de la Nación; reglamentos internos de las cámaras de Diputados y de Senadores, leyes
reglamentarias del hábeas corpus y del amparo; ciudadanía y naturalización, etcétera.

Estas leyes complementarias de la Constitución se denominan a menudo normas de desarrollo


constitucional, y son frecuentes en la reforma de 1994, que delega el Poder Legislativo la
regulación del Consejo de la Magistratura (art. 114), el jurado de enjuiciamiento de
magistrados inferiores a la Corte Suprema (art. 115), el destino final del tratamiento por el
Congreso de los decretos de necesidad y urgencia (art. 99, inc. 3°), etcétera.

Derecho constitucional informal secundario.

Algunas veces, los operadores de la Constitución elaboran normas (sin supremacía


constitucional), complementarias u opuestas al derecho constitucional secundario.

En el caso argentino, puede mencionarse la creación, por parte de la jurisprudencia, del


recurso extraordinario por sentencia arbitraria y apelación per saltum, no previstas en el art. 14
de la ley 48, que estableció el recurso extraordinario federal.

V)_IDELOGIA – VALORES.

Los valores de la Constitución.

Una ley positiva, como lo es mayormente nuestra Constitución, es producto de la sumatoria de


los valores culturales, jurídicos, económicos y sociales de un pueblo determinado en un
período dado de su historia (criterio opuesto al kelseniano del derecho puro), los cuales se
sustentan en valores trascendentes -valores morales- que lo proyectan hacia el futuro -una ley
positiva a ultranza sólo serviría para un instante jurídico y luego quedaría derogada por la
misma realidad social-, en el caso, en nuestra Carta Suprema se han impreso los valores que la
Nación Argentina procura lograr a través de su organización.

Un principio filosófico elemental enseña que todo lo que obra lo hace en razón de que persigue
un fin, el cual se identifica con un bien. Está en la naturaleza humana la búsqueda de bienes,
los cuales -por su bondad- valen (tienen valor). De esa forma fin, bien y valor se identifican.

En ese orden de ideas ¿Cuáles son los fines-valores-bienes expresos de la Constitución, es


decir, los explícitamente enunciados en su texto por los diputados constituyentes? Un listado
que resumiese sus principales fines y principios mostraría la siguiente tabla:

Valor (fin-bien) perseguido Artículo de la Constitución Nacional Bien General del Estado Art. 75,
inc. 2 Bienestar general Preámbulo Defensa: Preámbulo Arts. 21 y 75, inc. 2. Democracia Arts.
36, 38 y 75, inc. 19. Dignidad de la persona Art. 42. Eficiencia Art. 42. Equidad Art. 75, incs. 2 y
19. Ética pública Art. 36. Honor Art. 29. Iglesia Católica Art. 2. Idoneidad Art. 16. Igualdad Arts.
15, 16, 37, 43 y 75, incs. 2, 19 y 23. Justicia Preámbulo, arts. 112 y 125. Justicia social Art. 75,
inc. 19. Libertad Preámbulo, arts. 14, 14 bis, 15, 20, 26 y 32. Moral pública Art. 19. Necesidad y
urgencia Arts. 4, 99, incs. 3 y 14. Orden: Orden institucional Arts. 19, 23, 36 y 99, inc. 12; arts.
21 y 36.Patria Art. 21. Paz Preámbulo, arts. 27 y 75, incs. 25 y 27. Progreso y prosperidad Arts.
75, incs. 18 y 19, 99, inc. 9, y 125. Salud Art. 42. Seguridad Arts. 18 y 42. Seguridad común Art.
75, incs. 2 y 16. Seguridad social Art. 14 bis. Soberanía popular Arts. 33 y 37. Unión nacional
Preámbulo Utilidad Arts. 4, 17 y 125. Verdad Art. 42. Vida Arts. 29 y 75, inc. 2.

A la inversa de las Constituciones con techo ideológico relativamente uniforme (p. ej., la de
Alemania, que se define como Estado democrático y social de derecho: art. 20; o la de Albania
de 1977, que se identifica como marxista, al proclamarse Estado de dictadura del proletariado,
en su art. 2°), la Constitución Argentina tiene una composición ideológica múltiple, tributaria,
al menos, de tres vertientes principales:

A) Techo ideológico liberal individualista: dictada al promediar el siglo XIX, la Constitución no


podía dejar de ser liberal en muchos de sus aspectos. Su liberalismo se advierte en el mismo
Preámbulo, que se propone asegurar los beneficios de la libertad no sólo para los argentinos,
sino para todo el que desea habitar el país. Se concreta en el enunciado una amplia gama de
derechos personales, como ocurre en el art. 14, en el art. 18; prosigue con el principio de
igualdad, entendido en sentido meramente formal, y concluye con el reconocimiento del
derecho de propiedad, declarada inviolable (art. 17). En el plano político, se propugna un
liberalismo desigualitario, cuasi aristocratizante, ya que para acceder a ciertas magistraturas es
necesario poseer una situación económica sólida (dos mil pesos fuertes de renta), y con escasa
participación popular, ya que sólo los diputados son electos directamente en comicios. El
pueblo no puede gobernar ni deliberar por sí mismo (art. 22). En lo económico, el esquema
liberal de la Constitución es perfectamente definido por ALBERDI, quien después de rechazar
las extravagancias y desvaríos del socialismo, se adhiere al pensamiento fisiócrata.De lo
primero que debe ocuparse la Constitución, añade, es de la riqueza, de la obtención de
capitales, del bienestar material. Al Estado no le toca corregir las desigualdades de la riqueza,
porque no le corresponde enmendar las diferentes cualidades con que Dios hizo a los hombres.

B) Techo Neotomista. En otros aspectos de la Constitución se vinculan al tradicionalismo


hispano de base teísta y aristotélico-tomista. El Preámbulo, por ejemplo, propone también
afianzar la justicia y promover el bienestar general. Además, Dios es mencionado en el
Preámbulo como Fuente de toda razón y justicia, y en el art. 19, donde también se alude a los
valores moral y orden público.

C) Techo ideológico social. La reforma de 1957 incorporó a la Constitución cuestiones del


constitucionalismo democrático-social. Inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia y en el
Constitucionalismo Social de las décadas del 20 al 40 del siglo XX, esa reforma impulsó en la
Carta Magna el salario mínimo, vital y móvil impulsó la participación de los trabajadores en la
dirección y ganancias de las empresas, limitó la jornada laboral, reconoció constitucionalmente
a los sindicatos, enunció el derecho de huelga, afirmó principios de seguridad, etcétera.

A su vez, la reforma constitucional de 1994 teóricamente no debía alterar el techo ideológico


preexistente, ya que el art. 7° de la ley 24.309 dispuso explícitamente que la Asamblea
Constituyente no podía introducir modificación alguna a las declaraciones, derechos y garantías
contenidos en el Capítulo Único de la Primera Parte de la Constitución Nacional. Sin embargo,
se produjeron contrabandos ideológicos cuando, so pretexto de tratar algún tema para el que
estaba habilitada la Convención, indirectamente se retocaban reglas de su primera parte. Así,
la reforma robusteció el techo ideológico propio del Estado social de derecho, al afirmar, por
ejemplo, los principios de justicia social (art. 75, inc. 19), de igualdad real de oportunidades
(arts. 37, 43 y 75, incs.19 y 23), propiciar políticas de generación de empleos y formación de los
trabajadores (art. 75, inc. 19), etcétera.

VI)_CONCLUSION.
Los Estados que han adoptado un sistema constitucional rígido -como es nuestro caso- deben
procurar que sus Cartas Supremas contengan la esencia nacional, y por ende que sus normas
no sean puramente disposiciones jurídicas positivistas. Lo primero permitirá que la
Constitución sea una Ley que se pueda adaptar a los cambios históricos con facilidad,
brindando las soluciones justas en todos los tiempos.

No hay dudas de que una buena Constitución debe contener los valores supremos de toda
sociedad, los cuales se identifican con el fin aristotélico tomista del Estado: el bien común, lo
cual debe trasuntar del texto constitucional. Está en los ciudadanos el cumplir, hacer cumplir y
actualizar constantemente los fines consagrados en la Constitución Nacional.

La Constitución Argentina no es una mera copia de la Carta Estadounidense, es un producto


equilibrado de la interacción de valores morales, culturales y jurídicos de la sociedad nacional,
a los cuales se adaptaron normativas locales y foráneas, pensando que ellas repercutirían de un
modo efectivo en la sociedad política, de modo que ésta camine hacia el bien común.

(Información complementaria). Capítulos III y IV de las Bases.

ALBERDI, Juan Bautista: Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina. Bs. As. Plus Ultra, 1993”.

III )_CONSTITUCIONES ENSAYADAS EN LA REPÙBLICA ARGENTINA.

La Constitución de la República Argentina, dada en 1826, conocida por los acontecimientos


ruidosos que originó su discusión y sanción, que por su mérito real, es un antecedente que de
buena fe debe ser abandonado por su falta de armonía con las necesidades modernas del
progreso argentino.

No olvidemos que la política y gobierno exteriores son la política y el gobierno de regeneración


y progreso de estos países...“Los dos altos fines de toda asociación política, decía la comisión
que redactó el proyecto de 1826, son la seguridad y la libertad”.

El progreso material, la población, la riqueza, los intereses económicos, que hoy son todo, eran
cosas secundarias para los legisladores constituyentes de 1826.

...el extranjero benemérito a la industria y al comercio, que había importado capitales,


máquinas, nuevos procederes industriales, no era ciudadano a pesar de esto, si no se había
ocupado en derramar sangre argentina o extranjera.

Hacía cesar los derechos de ciudadanía, por la admisión de empleos, distinciones o títulos de
otra nación. Es preciso conceder la ciudadanía, sin exigir el abandono absoluto de la originaria.

La Constitución unitaria de 1826... carecía igualmente de garantías de progreso. No


garantizaba una disposición especial y terminante la libertad de la industria y del trabajo...

No garantizaba la propiedad, pues en los casos de expropiación por causa de utilidad pública
(art.176) no establecía que la compensación fuese previa, y que la pública utilidad y la
necesidad de expropiación fuesen calificadas por ley especial.

No garantizaba el derecho y la libertad de locomoción y tránsito, de entrar y salir del país.

...la ruidosa Constitución desatendía las necesidades económicas de la República de cuya


satisfacción depende todo su porvenir.
Dos causas concurrían a eso: 1º, la limitación, la falta de originalidad, es decir, de estudio y de
observación, y 2º, el estado de cosas de entonces.

La constitución que no es original es mala, porque debiendo ser la expresión de una


combinación especial de hechos, de hombres y de cosas, debe ofrecer esencialmente la
originalidad que afecte esa combinación en el país que ha constituirse.

Por otra parte, el estado de cosas de 1826 era causa de que aquel Congreso colocase la
seguridad como el primero de los fines de la Constitución. El país estaba en guerra con el
Imperio del Brasil.

IV_CONSTITUCIÒN DE CHILE. DEFECTOS QUE HACEN PELIGROSA SU IMITACIÒN.

La Constitución de Chile, superior en relación a todas las de Sudamérica, sensatísima y


profunda en cuanto a la composición del poder ejecutivo, es incompetente y atrasada en
cuanto a los medios económicos de progreso y a las grandes necesidades materiales de la
América española. Redactada por D. Mariano Egaña.

Los dos Egañas, hombres fuertes en teología y en legislación, acreedores al respeto y


agradecimiento eterno de Chile por la parte que han tenido en su organización constitucional,
comprendían mal las necesidades económicas de la América del Sur: por eso sus trabajos
constitucionales no fueron concebidos de un modo adecuado para ensanchar la adquisición de
ciudadanía. Excluyeron todo culto que no fuese el católico, sin advertir que contrariaban
mortalmente la necesidad capital de Chile, que es la de su población por inmigraciones de los
hombres laboriosos y excelentes que ofrece la Europa protestante y disidente. Excluyeron de
los empleos administrativos y municipales y de la magistratura de los extranjeros, y privaron al
país de cooperadores eficacísimos en la gestión de su vida administrativa.

Capítulo XVIII de las Bases

“ALBERDI, Juan Bautista: Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina. Bs. As. Plus Ultra, 1993”.

XVIII_CONTINUACIÓN DEL MISMO ASUNTO FINES DE LA CONSTITUCIÓN ARGENTINA.

La religión debe ser hoy, como en el siglo XVI, el primer objeto de nuestras leyes
fundamentales. La libertad religiosa es tan necesaria al país como la misma religión católica.
Lejos de ser inconciliables, se necesitan y completan mutuamente. La libertad religiosa es el
medio de poblar este país. La libertad religiosa es el medio de educar poblaciones. Los fines
políticos eran los grandes fines de aquel tiempo; hoy deben preocuparnos especialmente los
fines económicos.

Como un millón escaso de habitantes por toda población en un territorio de doscientas mil
leguas, no tiene de nación la República Argentina sino el nombre y territorio. Según esto, la
población de la República Argentina, hoy desierta y solitaria, debe ser el grande y primordial fin
de su Constitución por largos años. Así, para poblar el país debe garantizar la libertad religiosa
y facilitar los matrimonios mixtos. Debe prodigar la ciudadanía y el domicilio al extranjero sin
imponérselos.

Debe la Constitución asimilar los derechos civiles del extranjero, de que tenemos vital
necesidad, a los derechos civiles del nacional, sin condiciones de una reciprocidad imposible,
ilusoria y absurda. Siendo el desarrollo y la explotación de los elementos de riqueza que
contiene la República Argentina el principal elemento de su agradecimiento y el aliciente más
enérgico de la inmigración extranjera de que necesita, su Constitución debe reconocer entre
sus grandes fines, la inciolabilidad del derecho del trabajo y de la industria.

Prometer y escribir estas garantías, no es consagrarlas. Se aspira a la realidad, no a la


esperanza. Las constituciones serias no deben constar de promesas sino de garantías de
ejecución. La libertad de comercio sin libertad de navegabilidad fluvial es un contrasentido. La
paz y el orden interior son otros de los grandes fines que debe tener en vista la sanción de la
Constitución argentina.

GLOSARIO.

Doctrina: Conjunto de tesis y opiniones de los tratadistas y estudiosos del Derecho, que
explican y fijan el sentido de las leyes o sugieren soluciones para cuestiones aún no legisladas.
Tiene importancia como fuente mediata del Derecho, ya que el prestigio y autoridad de los
destacados juristas influyen a menudo sobre la labor del legislador e incluso en la
interpretación judicial de los textos vigentes.

Norma: Regla de conducta. Precepto. Ley. Criterio o patrón.

MODULO 4: SUPREMACÍA Y CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD.

En el presente módulo abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Supremacía constitucional. Reseña doctrinaria: caso Marbury v. Madison. Recepción en la


C.N. La supremacía constitucional y el nuevo orden de prelación en el sistema jurídico
argentino. Régimen de los Tratados Internacionales.

• Control de constitucionalidad: sistemas. Sistema Judicial Argentino: requisitos de procedencia


y excepciones. Efectos.

SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD.

Uno de los pilares básicos del Derecho Constitucional: la “supremacía constitucional”. Su


recepción formal se dio con la sanción de la Constitución Federal de Estados Unidos de 1.787,
en cuyo Articulo VI consagra el principio de la supremacía constitucional.

Pero su pleno desarrollo también fue por vía judicial. En efecto, fue en el año 1803 cuando el
Juez Marshall de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el marco del célebre leading case
Marbury vs Madisson, en la fundamentación de su fallo enuncia el silogismo. En él, se sienta el
principio fundamental de que la Constitución es la norma máxima dentro del orden jurídico de
un Estado, y que cualquier norma o ley inferior dictada por el Congreso contraria a la
Constitución es inaplicable y, por ende, “inconstitucional”.

Hablar de supremacía constitucional implica comprender que la Constitución es la norma


máxima, superior dentro del ordenamiento jurídico de un Estado, y que las demás normas
creadas y actos dictados por los poderes constituidos (poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial)
deben ser compatibles y congruentes con la Constitución.

Es decir, supremacía constitucional, presupone un orden de prelación o jerarquía de las normas


jurídicas, en cuya cúspide ubicamos la Constitución Nacional (creada por el poder
constituyente) y, por debajo, las demás normas (inferiores) creadas por los poderes
constituidos.
En nuestro Estado, esta doctrina de la supremacía constitucional se encuentra consagrada en el
Art. 31 de la Constitución Nacional, donde establece claramente que la Constitución, las leyes
dictadas por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras, son la ley suprema de la
Nación.

Este Artículo 31 consagra la supremacía constitucional. La reforma constitucional de 1994 ha


introducido importantes modificaciones, con incidencias prácticas e interpretativas sobre el
tema, fundamentalmente con el nuevo texto del Art. 75 Inc. 22 y 24. Por ello, es importante
destacar que si nuestro estudio se limitara solo al Art. 31 de la C.N. sería parcial, incompleto y
erróneo, ya que con el Art. 75 Inc. 22 y 24 se ha modificado sustancialmente el orden de
prelación de las normas jurídicas en nuestro sistema constitucional.

En efecto, a partir de la reforma de 1994 y con el nuevo texto del Artículo e incisos citados, los
tratados internacionales han adquirido jerarquía jurídica superior a las leyes nacionales,
independientemente de la naturaleza del tratado.

En la reforma de 1994, fundamentalmente dando recepción, entre otras, a las distintas clases
de tratados: derechos humanos, integración, etc. En especial, no podemos desconocer la
importancia y jerarquía que el constituyente de 1994 le asignó a los tratados de Derechos
Humanos, elevando a los enunciados en el Inc. 22 del Art. 75 a jerarquía constitucional.

La Constitución Nacional, los Tratados o convenciones internacionales que el país suscribió


con otros países u organizaciones internacionales, las normas derivadas de esos acuerdos o
tratados o convenciones internacionales, las leyes emanadas del Congreso de la Nación, los
Decretos del presidente y demás disposiciones normativas, etc. Las Constituciones
provinciales, las leyes provinciales, los decretos del Gobernador, las Carta orgánicas
municipales, las Ordenanzas municipales, los Decretos del Intendente, etc.

Por ello, “la Constitución es la norma más importante dentro del sistema jurídico argentino,
la de mayor jerarquía”.

Como expresábamos otra de las normas existente y que integran el sistema jurídico argentino
son Los tratados Internacionales.

Estos tratados, son y surgen como una expresión de la voluntad del estado argentino de
acordar, asumir y comprometerse con otras Naciones, estados u organizaciones internacionales
sobre determinados materias que interesan al estado como parte de su política internacional.

Los tratados y convenciones internacionales, conforme nuestro marco constitucional, exigen la


participación y expresión de la voluntad del Poder Ejecutivo (Presidente) y del Poder Legislativo
(Congreso de la Nación).

Por ello, podemos distinguir las siguientes etapas dentro del proceso: 1) De Negociación y
firma por el Presidente de la Nación, 2) de Aprobación o rechazo por el Congreso de la Nación y
3) en caso de aprobación del Congreso, se inicia la etapa de ratificación en sede internacional
que se da generalmente con el depósito de instrumento en sede internacional.

La Constitución Argentina, en su art 27, ya abordaba la temática de los tratados. Pero, a partir
de la reforma de 1994 y con el nuevo texto del art. 75 incs. 22 y 24, los tratados internacionales
han adquirido jerarquía jurídica superior a las leyes nacionales, como ya dijimos
independientemente de la naturaleza del tratado.
A esta altura, no podemos tampoco desconocer el avance del derecho internacional y
comunitario en nuestro derecho y esta realidad se ha visto reflejada en la reforma de 1994,
fundamentalmente dando recepción, entre otros, a las distintas clases de tratados: derechos
humanos, integración, etc.

Existen distintas clases de tratados internacionales, pero corresponde exponer que dentro de
los Derechos Humanos, debemos distinguir en aquellos que tienen jerarquía constitucional
(enunciados en el inc. 22 del art 75 de la CN) y los que no la tienen. La diferencia esencial, no
radica en su contenido, sino el mecanismo constitucional a seguir para su aprobación y en la
jerarquía, posición o grado que ocupa dentro del sistema jurídico argentino.

Por otro lado existen los tratados de Integración, que también corresponde distinguir en
aquellos que Argentina celebre con estados de América Latina de aquellos celebre o pretenda
celebrar con otros Estados que no integren américa latina. La diferencia radica en el régimen
constitucional a seguir para su aprobación para su incorporación al sistema jurídico.

Por ello, hablar de supremacía nos lleva, inexorablemente, a hablar de control de


constitucionalidad. El control de constitucionalidad funciona cuando, ante el dictado o la
creación de normas de nivel inferior que son contrarias o violatorias a normas superiores,
entrando en conflicto con la Constitución. El control de constitucionalidad constituye en el
mecanismo encargado de restaurar el orden jurídico quebrantado, declarando, en
consecuencia, la inconstitucionalidad de la norma por ser directa o indirectamente contraria o
violatoria a la Constitución.

En el sistema argentino, el control de constitucionalidad está a cargo del Poder Judicial y es


difuso. Es decir que cualquier juez, (tanto en la justicia provincial como la justicia Federal) de
cualquier instancia del poder judicial, puede hacer control de constitucionalidad, incluso
llegando en última instancia, por vía de apelación extraordinaria, hasta la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.

En relación al control de constitucionalidad, en especial, a sus efectos, en nuestro sistema


argentino, es con efectos restringidos, es decir, entre partes. En otros términos, esa declaración
de inconstitucionalidad de la norma o acto solo alcanza a esas partes en el juicio (causa,
contienda, litigio, proceso judicial etc.). La norma no se deroga, sigue vigente, solo se desaplica
por ser inconstitucional. El juez no tiene potestad derogatoria, ya que caso contrario estaría
invadiendo competencias que le corresponden al Poder Legislativo.

(info.comp)Título: Los Tratados Internacionales en la Reforma Constitucional Argentina de


1994

Autor: Sagüés, Néstor P. Publicado en: LA LEY1994-E, 1036 - Derecho Constitucional - Doctrinas
Esenciales Tomo IV, 01/01/2008, 247

Sumario: SUMARIO: I. Introducción. -- II. Clases de tratados en el texto constitucional de 1994.


-- III. Tratados y concordatos comunes. -- IV. Convenciones, tratados y declaraciones
explícitamente citados por la Constitución, en materia de derechos humanos. -- V. Otros
tratados y convenciones sobre derechos humanos. -- VI. Tratados que transfieran competencias
nacionales a organismos supraestatales latinoamericanos. -- VII. Tratados con transferencia de
competencias a organismos no latinoamericanos. -- VIII. Convenios internacionales celebrados
por las provincias. -- IX. Conclusiones: ¿monismo o dualismo en la reforma de 1994?

I. Introducción:
El derecho constitucional extranjero, y en particular el latinoamericano, había abordado antes
de 1994 con cierto detenimiento el espinoso tema de la cotización jurídica de los instrumentos
internacionales. Las respuestas existentes, por lo demás, no eran uniformes, aunque de todos
modos podía constatarse --respecto a años atrás-- una tendencia en parte "promonista" y
revaluatoria de los tratados y convenciones, respecto al derecho interno.

La convención constituyente de Santa Fe Paraná tuvo así la oportunidad de contar con un


significativo acopio de criterios y dispositivos constitucionales. En materia de instrumentos
concernientes a derechos humanos, por ejemplo, el art. 46 de la Constitución de Guatemala
dijo que los tratados y convenciones ratificados "tienen prevalencia sobre el derecho interno",
regla que permite suponer que predominan incluso sobre las demás normas de la Constitución,
ya que ésta es --también-- "derecho interno". Una regla similar adoptó la constitución
colombiana de 1991 (art. 93).

Siempre en temas de derechos humanos, el art. 105 de la Constitución del Perú de 1979
puntualizó en el art. 105 que los preceptos contenidos en los tratados "tienen jerarquía
constitucional" (tal cláusula no se repitió en la Constitución de 1993). La de Nicaragua (art. 46)
optó por declarar que los habitantes gozan de los derechos enunciados en ciertos documentos
internacionales, como la Declaración universal y la americana, o el Pacto de San José de Costa
Rica (Adla, XLIV-B, 1250), alternativa esta que implica también dar rango constitucional a
dichos instrumentos (1).

Una variable bastante seguida en el constitucionalismo latinoamericano, más modesta que las
anteriores, pero de todos modos útil para liquidar una polémica prolongada, ha sido la de
reconocer a los tratados condición jurídica superior a la ley ordinaria (pero inferior a la
Constitución). Tal receta consta, v. gr., en el art. 144 de la Constitución de El Salvador, art. 18 de
la Constitución de Honduras o art. 7° de la Constitución costarricense (en ciertos supuestos, la
Constitución demanda mayorías especiales en el Poder Legislativo para aprobar determinados
tratados). De aceptarse esta modalidad, el tratado se ubica en un escalón intermedio entre la
Constitución y la ley ordinaria: tiene simultáneamente jerarquía "subconstitucional" y
"supralegal".

También el constitucionalismo latinoamericano hizo contribuciones interesantes en materia de


tratados concernientes a procesos de integración, los que a la postre suelen exigir autoridades
supranacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica) o el tribunal arbitral emergente del Mercosur (Tratado de Asunción y protocolo de
Brasilia). La admisión de tales procesos integrativos fue recepcionada, aunque de distinto
modo, v. gr. por las Constituciones de Colombia (art. 9°), Ecuador (art. 3°), Nicaragua (art. 9°),
Uruguay (art. 6°), etc. La de Costa Rica acepta explícitamente la transferencia de las
competencias locales al ordenamiento jurídico comunitario, pero con la aprobación de una
mayoría calificada en el seno de la Asamblea Legislativa (art. 121, inc. 4°).

Como dato a manejar, debe alertarse que si la elaboración de un tratado o convenio


internacional significa la reforma de la Constitución Nacional, no es raro que ésta demande que
su aprobación sea realizada según el trámite de enmienda constitucional (art. 17, Constitución
de Honduras; 103, peruana de 1979).

II. Clases de tratados en el texto constitucional de 1994


La convención constituyente de Santa Fe Paraná escogió, en verdad, una clasificación harto
compleja en materia de instrumentos internacionales. Un cuadro sinóptico de ellos detectaría
seis subtipos, a saber:

1. Los tratados y concordatos ordinarios del art. 75, inc. 22 in limine. Tienen jerarquía superior
a las leyes.

2. Las declaraciones, convenios y tratados referentes a derechos humanos explícitamente


mencionados en el Documento art. 75, inc. 22, párr. 2°. Bajo ciertas condiciones, tienen
jerarquía constitucional.

3. Los demás tratados y convenciones que se aprueben en el futuro, en materia de derechos


humanos, según ciertas mayorías calificadas en el Congreso. Tienen jerarquía constitucional:
art. 75, inc. 22, párr. 3°.

4. Tratados relativos a procesos de integración latinoamericana, bajo determinados supuestos y


mayorías. Cuentan con jerarquía superior a las leyes: art. 75, inc. 24, in limine, y párr. 2°.

5. Tratados concernientes a procesos integrativos con países de otras áreas, con un trámite de
elaboración distinto al anterior. También son superiores a las leyes: art. 75, inc. 24, párr. 2°.

6. Convenios internacionales que celebren las provincias, con conocimiento del Congreso
Nacional, a tenor del art. 124. Se encuentran bajo la constitución, las leyes y demás normas
federales. Cada uno de tales subtipos presenta flancos dudosos y origina problemas que
deberán ser necesariamente resueltos por la doctrina y la jurisprudencia.

III. Tratados y concordatos comunes

Una interpretación orgánica de la constitución obliga recordar que deberán respetar los
principios de derecho público establecidos por la constitución. Así lo dispone el art. 27 de ésta,
norma que continúa en vigencia y que no fue alterada por la convención constituyente, la que
por lo demás estaba inhabilitada para enmendarla (art. 7°, ley de convocatoria 24.309 --Adla,
LIV-A, 89--). El nuevo texto permite celebrar tales tratados con (aparte de los Estados y la Santa
Sede) "organizaciones internacionales". En la práctica, se aprueban por el procedimiento
legislativo. Como el flamante art. 75 inc. 22 declara que tienen jerarquía superior a una ley,
sólo podrían alterarse mediante el proceso de denuncia o reforma previsto por el tratado, y no
por la mera voluntad legislativa del Estado argentino. Pero podrían ser declarados
inconstitucionales, ya que carecen de jerarquía constitucional.

IV. Convenciones, tratados y declaraciones explícitamente citados por la Constitución, en


materia de derechos humanos

Son la Declaración americana de los derechos y deberes del hombre, la Declaración universal
de derechos humanos, la Convención americana sobre derechos humanos, el Pacto
internacional de los derechos económicos, sociales y culturales, el Pacto internacional de
derechos civiles y políticos y su protocolo facultativo, la Convención sobre la prevención y
sanción del delito de genocidio, la Convención internacional sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación racial, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer, la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, y la Convención sobre los derechos del niño, a tenor del citado art.
75, inc. 22 de la Constitución. La regla constitucional señala que tales instrumentos "tienen
jerarquía constitucional", lo que importa decir que "no forman" parte de la Constitución, pero
que "valen" como ella (2). Sin embargo, y en cuanto tal valor, la misma Constitución contiene
algunas salvedades:

a) Aquellos instrumentos poseen rango constitucional "en las condiciones de su vigencia",


conforme alerta el art. 75, inc. 22. Habrá pues que tener en cuenta las reservas y declaraciones
con que fueron aprobados o ratificados por Argentina, en cada caso particular.

b) Paralelamente, "no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y


deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos", agrega
el mentado art. 75, inc. 22.

Esto acarrearía consecuencias importantes. Por un lado, de haber conflicto entre algún
precepto de las susodichas convenciones, pactos, etc., con una regla de la primera parte de la
Constitución, prevalecería ésta, y no la norma internacional (el tratado, convenio, pacto, etc.,
podría por ello y en el punto concreto ser declarado inconstitucional). Además, los referidos
documentos internacionales tendrían que conformarse con los principios de derechos público
de la Constitución (art. 27 de ella). Pero si hubiese incompatibilidad entre un dispositivo de
aquellos instrumentos internacionales, y alguna cláusula de la segunda parte de la
constitución, triunfaría el primero.

Todo esto va a provocar una trabajosa tarea de ajuste entre el abundante material normativo
internacionalista a que se refiere el citado art. 75, inc. 22 de la Constitución, y las normas de la
última (el primer frente de batalla se presenta en el tema de derecho de réplica, que parte de
la doctrina juzga afín con la libertad de prensa del art. 14 de la Constitución, mientras que otra
piensa lo contrario) (3).

La reforma de 1994 introduce un criterio interpretativo en este punto, y es que, en lo posible,


los instrumentos internacionales ya aludidos deben entenderse como complementarios de los
derechos y garantías reconocidas por la Constitución. Se patrocina así una exégesis
"armonizante" entre uno y otro material, por lo que el operador constitucionalista deberá en lo
posible amalgamar ambos órdenes de derechos y fabricar respuestas jurídicas inspiradas en
pautas de compatibilización y no de oposición.

En tal quehacer, y como recuerda Germán J. Bidart Campos, una buena fórmula de ajuste es la
doctrina de la "opción preferencial por la fuente (incluso interna) que mejor favorezca a cada
derecho"(4). Aun así, no puede desconocerse que el exegeta puede enfrentarse con
contradicciones normativas y con incoherencias ideológicas acerca de la extensión y el
contenido de un derecho enunciado en la Constitución, y parecido derecho descripto en un
instrumento internacional; hipótesis que se agiganta apenas se advierta que los techos
ideológicos de la Constitución de 1853/60 son, en muchos casos y por razones de tiempo,
diferentes a los propios de los nuevos documentos internacionales (5).

Otro punto acuciante gira en torno a lo que podría llamarse "reforma indirecta" de la
Constitución, que se presenta cuando a través de alguno de estos instrumentos se enmienda a
la Constitución, habitualmente por adición (al añadírsele a la Constitución un nuevo derecho),
y eventualmente por sustracción (si un convenio entroniza un derecho que perjudica a uno ya
inserto en el texto de 1853/60). La hipótesis de "sustracción" está explícitamente condenada
por el nuevo art. 75, inc. 22 de la Constitución argentina; pero la de "adición" es real, y se
profundiza ante la posibilidad de incorporar nuevos derechos mediante documentos
internacionales, según se detallará en el parágrafo 5 de este trabajo, al que nos remitimos(6).
Cabe reconocer francamente que al darse categoría constitucional a estos textos
internacionales, la Constitución argentina pasa a ser de rígida a semirrígida, ya que el
Congreso, por mayoría especial, puede retocarla en lo concerniente a derechos humanos.

El párr. 2° del art. 75, inc. 22 de la Constitución finaliza advirtiendo que aquellos pactos,
declaraciones o convenciones únicamente podrán ser denunciados "en su caso" por el Poder
Ejecutivo, con la previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros
de cada cámara del Congreso. Pero también habrá que respetar el trámite de denuncia previsto
por cada uno de esos instrumentos, en cuanto plazos, forma y órganos, en base a la regla
internacionalista del pacta sunt servanda.

V. Otros tratados y convenciones sobre derechos humanos

Con relación a estos documentos, el párr. 3° del art. 75, inc. 22 del texto constitucional
ordenado en 1994 indica que después de ser aprobados por el Congreso, para tener jerarquía
constitucional requerirán el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada Cámara. Pueden inferirse de tal prescripción algunos resultados. Los tratados,
convenciones, declaraciones, etc., relativos a derechos humanos, ya aprobados o a aprobarse
en el futuro sin la mayoría calificada de los dos tercios de la totalidad de los integrantes de las
salas del Congreso, serán conceptuados como tratados comunes (superiores a la ley, pero sin
rango constitucional, según el art. 75, inc. 22, parte 1ª).

En segundo lugar, parece que las declaraciones, convenciones, etc., concernientes a derechos
humanos aprobados con la recordada mayoría calificada de los dos tercios, no están en
mejores condiciones que los documentos explicitados por la Constitución en el art. 75, inc. 22,
párr. 2° y que hemos mencionado en el parágrafo 3 de este trabajo. Es decir, que aunque
alcancen alcurnia constitucional, no podrán perjudicar ningún artículo de la primera parte de la
Constitución, y deberán entenderse como complementarios de ella. Además, rigen "en las
condiciones de su vigencia".

En efecto, no es dable suponer que las normas sobre derechos humanos previstas por el
párrafo final del art. 75, inc. 22, puedan gozar de un status superior a los convenios, pactos o
declaraciones --también sobre derechos humanos-- a los que el constituyente quiso privilegiar
citándolos con anterioridad, expresa y manifiestamente, en el mismo art. 75, inc. 22
(argumento interpretativo a fortiori) (7).

VI. Tratados que transfieran competencias nacionales a organismos supraestatales


latinoamericanos

Estos instrumentos son específicamente aludidos en el art. 75, inc. 24 de la Constitución, párr.
1° y comienzo del 2°. Se trata de documentos muy significativos, por los que se delegan
atribuciones y jurisdicción de la República a entes supranacionales. Merced a ese traspaso, el
órgano supranacional puede dictar normas o sentencias aplicables directamente a Argentina,
sin la concurrencia de la voluntad de ésta. Un caso evidente es el de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, que según el Pacto de San José de Costa Rica está habilitada para invalidar
decisiones de los organismos nacionales (art. 63 del Pacto). Por ello, por ejemplo, en sentido
preciso la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dejado de ser "Suprema"(8).

En tren de permitir, y al mismo tiempo fiscalizar tales transferencias, el nuevo inciso


constitucional establece condiciones de contenido y de forma. Entre las primeras figuran tres:
que los tratados respectivos de integración a) respeten condiciones de reciprocidad e igualdad;
b) respeten asimismo el sistema democrático; c) tutelen los derechos humanos. Como
requisito formal, impone que la aprobación de esos tratados --con Estados latinoamericanos--
sea hecha con el voto mayoritario absoluto de la totalidad de los componentes de cada sala del
Congreso.

Cuando se cumplimentan tales recaudos, el tratado tiene jerarquía superior a las leyes (art. 75,
inc. 24, párr. 1° "in fine"), por lo que aniquila cualquier ley (o norma inferior) que lo contradiga,
vigente al aprobarse dicho tratado, o dictada con posterioridad. En realidad, la nueva norma
constitucional debió decir que el tratado tenía jerarquía constitucional, ya que la transferencia
de competencias nacionales a un ente supraestatal conlleva, a menudo, una "reforma
indirecta" de la Constitución (v. gr., si se dan facultades legisferantes al órgano supranacional, o
atribuciones judiciales por las que puede dejar sin efecto fallos de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación).

En caso de no observar los requisitos constitucionales indicados precedentemente, el tratado


es constitucionalmente inválido, o en palabras más simples, resulta un tratado inconstitucional.
No cabe conjeturar que sea un tratado válido, aunque con jerarquía inferior a la ley: tratándose
de un asunto de tanta relevancia como es el aludido endoso de competencias estatales, cabe
concluir que los presupuestos señalados por la Constitución para su realización son requisitos
sine qua non para la juridicidad del documento en cuestión.

Ahora bien, en ese orden de ideas, es del caso distinguir infracciones totales o parciales a los
requisitos ya señalados. Por ejemplo, la omisión de las reglas sobre mayorías calificadas que
demanda el art. 75, inc. 24, obviamente inconstitucionaliza a todo el tratado del caso. Pero si
se infringe en uno de sus artículos el respeto a un derecho humano, o en otro se perjudica al
régimen democrático, tales vicios quitan validez solamente a las reglas concretas así dañadas, y
no, necesariamente, al resto del instrumento (9). La inconstitucionalidad, en ciertas hipótesis,
puede por ende ser exclusivamente parcial. Añade el art. 75, inc. 24 "in fine" de la Constitución
que la denuncia de estos tratados exige la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara. Sin perjuicio de ello, deberá cumplimentarse también las prescripciones que en
materia de denuncia contenga el tratado, según el citado principio del pacta sunt servanda.

VII. Tratados con transferencia de competencias a organismos no latinoamericanos

En este caso, el art. 75, inc. 24 ha sido más severo. No es raro, en efecto, que las
constitucionales latinoamericanas sean más flexibles en admitir procesos integrativos para la
zona regional (v. gr., Nicaragua, art. 9°; Uruguay, art. 6°). En el caso argentino, se delimitan dos
pasos formales. Por el primero, el Congreso declara la conveniencia de aprobar el tratado que
delega competencias o jurisdicción a un ente supraestatal no latinoamericano. Por el segundo,
al menos ciento veinte días más tarde, se aprueba tal transferencia, con la mayoría absoluta de
la totalidad de los miembros de cada cámara. El propósito de la norma ha sido provocar una
doble lectura (que en el fondo significa una doble evaluación y aprobación) del instrumento
internacional, y por ello, un tratamiento más mediato y prudente. Ello tiende a provocar una
reflexión más intensa sobre las virtudes y defectos de la mencionada delegación de
competencias, a fin de evitar arrebatos legislativos y corregir posturas iniciales que
posteriormente pueden visualizarse como inadecuadas (en el derecho constitucional nacional
argentino esa metodología de sanción de normas es inexistente; pero aflora ocasionalmente en
el derecho público provincial: v. por ejemplo los arts. 141 y 142, Constitución de Río Negro. En
el derecho comparado, v. igualmente el art. 195, Constitución de Costa Rica). De violarse tal
mecanismo, el tratado resultaría inconstitucional in totum. Respecto a la denuncia de tales
documentos, rigen los mismos preceptos que los aplicables a los tratados transferentes de
competencias a organizaciones supranacionales latinoamericanas (art. 75, inc. 24,
Constitución).

VIII. Convenios internacionales celebrados por las provincias

El art. 124 de la Constitución ha abierto una puerta para las relaciones internacionales de las
provincias, al declarar que éstas "podrán también celebrar convenios internacionales en tanto
no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades
delegadas al Gobierno federal o el crédito público de la Nación; con conocimiento del Congreso
Nacional". También indica el artículo que la ciudad de Buenos Aires "tendrá el régimen que se
establezca al efecto", cosa que dependerá tanto del "Estatuto organizativo" que ella se dicte,
como de la ley de garantías de los intereses del Estado nacional que sancione el Congreso
federal, a tenor del art. 129 de la Constitución. El nuevo art. 124 es la respuesta que dio el
constituyente ante la reiterada iniciativa de varias provincias para formalizar acuerdos con
naciones o provincias de otros países. En sus Bases, Alberdi condenó tal idea, como "absurda y
risible"(10) a pesar de lo cual, y bajo ciertas condiciones, algunas constituciones federales
como las de Alemania (art. 32, inc. 3), URSS (art. 80) o Suiza (art. 9°), la admitían. La doctrina
argentina compartía por lo común el pensamiento de Alberdi (11), aunque había excepciones
admisorias de la posibilidad que ahora refleja el art. 124 (12).

En concreto, esta norma permite a las provincias pactar convenios internacionales, bajo tres
requisitos de fondo: a) no vulnerar la política exterior de la Nación; b) no invadir competencias
federales; c) no comprometer el crédito público nacional, y uno de forma: que el convenio sea
hecho con noticia del Congreso de la Nación. La violación a estas reglas inconstitucionaliza al
convenio celebrado por la provincia del caso, aunque ese defecto no siempre invalidará a todo
el documento (por ejemplo, si sólo una de las cláusulas del acuerdo compromete al crédito
federal, las demás, respetuosas de los recaudos del art. 124, pueden conservar eficacia. En
cambio, si se ha omitido la notificación del convenio al Gobierno nacional, cae por supuesto in
integrum).

El art. 124 de la Constitución vuelve a replantear la discusión en torno al significado que tiene
el "conocimiento" que hay que dar del convenio al Poder Legislativo federal. El debate era
preexistente a la reforma de 1994, con motivo de la noticia similar que debía darse de los
tratados interprovinciales, según el viejo art. 107 (hoy 125). En el derecho comparado, con
relación a los tratados interprovinciales con una provincia o con una potencia extranjera,
existen dos posturas. La "doctrina del consentimiento" es recepcionada por la Constitución
estadounidense (art. 1°, sección 10), y ella demanda que el convenio sea sometido a la
aprobación del Congreso federal. La "doctrina del conocimiento", patrocinada por ejemplo por
la constitución austríaca (art. 15, apart. 2), se conforma con la notificación a las autoridades
federales.

En Argentina, el proyecto de Alberdi sometía a los tratados interprovinciales a la aprobación


del Congreso federal, pero a propuesta de Gorostiaga se reemplazó tal palabra por la de
conocimiento. ¿Y cuáles son los efectos concretos de ese "conocimiento"? La doctrina está
dividida. Para Pedro J. Frías el Congreso Nacional no es un simple buzón del tratado, ya que
puede debatirlo y cuestionarlo, "pero un pronunciamiento negativo no lo deja sin efecto, como
lo dejaría la desaprobación. Si el Gobierno federal cree debe corregir u objetar un tratado,
dispone de otros remedios judiciales, y aun de la intervención federal". Según Quiroga Lavié,
no cabe la intervención federal, sino el cuestionamiento federal, ante la judicatura, de la
validez del convenio provincial. Para Joaquín V. González, la Nación cuenta con todos los
poderes necesarios para invalidar dicho tratado, y Adolfo Korn Villafañe concluye que los
convenios interprovinciales se realizan siempre ad referendum del Congreso federal (13).

Por nuestra parte, hemos pensado que si el constituyente de 1853, bien o mal, sustituyó la voz
"aprobación" por "conocimiento", es evidente que no requiere del Congreso de la Nación un
acto de decisión aprobatoria del tratado, sino una simple notificación por parte de la provincia
involucrada, al Poder Legislativo federal. Con posterioridad, la Nación podrá discutir
judicialmente las cláusulas del tratado firmado por la provincia, o negarse a cumplirlo si dicho
documento la compromete, y hasta disponer la intervención federal, de darse alguno de los
supuestos del art. 6° de la Constitución Nacional (14). Similar razonamiento cabe, parece, con
relación a los convenios provinciales-internacionales que habilita ahora el art. 124, adherido
como está a la doctrina del "conocimiento", según informa su texto. Por lo demás, los
convenios provincial-internacionales no deben, en su contenido, exceder las competencias
provinciales (razón por la que solamente pueden operar en los temas propios de las provincias,
o en los que poseen facultades concurrentes con la Nación), y además, tienen que respetar el
derecho federal (constitucional e infraconstitucional) existente, previo y posterior al convenio
provincial-internacional. El nuevo art. 124, en síntesis, no es una válvula de aumento de los
poderes provinciales con relación a la Nación. Si por un convenio internacional una provincia
asumiere papeles federales, o atacase poderes federales, las normas del caso pecarían de
inconstitucionalidad.

IX. Conclusiones: ¿monismo o dualismo en la reforma de 1994?

La regulación que hace de los tratados el texto constitucional de 1994 está orientada a tutelar
los derechos humanos, afianzar los procesos de integración y posibilitar un mayor margen de
acción de las provincias en el orden internacional.

Tales propósitos son positivos, aunque la instrumentación definitiva que hizo del tema la
convención constituyente resultó complicada y, en ciertos aspectos, poco clara. Establecer seis
subtipos de tratados y dejar para el debate puntos tan complejos como la armonización entre
los "viejos derechos" de la primera parte de la Constitución de 1853/60, y los "nuevos
derechos" emergentes de los tratados citados por el art. 75, inc. 22, así como los efectos del
"conocimiento" federal de los tratados provinciales celebrados según el art. 124, no parece una
buena receta constitucional.

Por lo demás, cabe preguntarse sobre la filiación conceptual de la reforma. ¿Ha sido ella
tributaria de "dualismo" imperante hasta no hace mucho en la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, o se embarca en cambio en la posición "monista" enunciada
últimamente por la Corte en "Ekmekdjian c. Sofovich", pero restringida después en "Fibraca"?
(15).

Como se sabe, en "Ekmekdjian c. Sofovich", la Corte, siguiendo la Convención de Viena sobre el


derecho de los tratados, señaló que ésta "impone a los órganos del Estado argentino asignar
primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier norma interna contraria", y no
exceptuó de tal primacía a la propia Constitución (16). En "Fibraca c. Comisión Técnica Mixta de
Salto Grande", aclaró que ese forzado cumplimiento de los tratados por parte de las
autoridades argentinas, lo era una vez respetados (por el tratado) los principios de derecho
público de la Constitución. Con ello, concluye Cueto Rúa, el tratado es inválido si contraría a la
Constitución Nacional(17).
La Reforma de 1994, a su turno, parece afiliarse a una postura monista al "constitucionalizar"
una serie de convenciones o acuerdos internacionales, declarar que los tratados son superiores
a las leyes y habilitar procesos de transferencias de competencias locales a entes
supraestatales (art. 75, incs. 22 y 24), pero de hecho está diciendo que ello ocurre por la propia
voluntad del constituyente nacional, y del modo en que éste lo planifica (esto es, bajo una serie
de limitaciones y presupuestos, de fondo y de forma, que ya hemos descripto).

En resumen, difícilmente podría decirse ahora, con la nitidez y la audacia de "Ekmekdjian c.


Sofovich", que no pueden alegarse reglas de derecho interno para evadir la ejecución de un
compromiso internacional. De esta perspectiva, pues, la reforma de 1994 importa un cierto
freno a los avances monistas registrados en la Corte Suprema, aunque ésta, desde luego, como
intérprete final de la Constitución, bien podrá encauzar las nuevas reglas constitucionales con
un ritmo más acorde con las normas de la Convención de Viena sobre los tratados, que la
Argentina ha prometido respetar (ley 19.865 --Adla, XXXII-D, 6412--), y que sólo en supuestos
muy específicos permiten a un Estado omitir la observancia de un instrumento
internacional(18).

Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).

(1)Cfr. QUIROGA LAVIE, Humberto, "Derecho constitucional latinoamericano" (México 1991),


UNAM,

ps. 71 a 75.

(2)En contra, COLAUTTI, Carlos, "Los tratados internacionales y la reforma de la Constitución",


en ED

del 6/10/94, para quienes tales tratados forman parte de la Constitución formal.

(3)V. por ejemplo BIDART CAMPOS, Germán J., "El derecho de réplica está vigente, y goza de
buena

salud constitucional", en ED del 16/9/94.

(4)BIDART CAMPOS, Germán J., ob. cit. en nota 3.

(5)Sobre los techos ideológicos en la Constitución argentina, v. SAGÜES, Néstor Pedro,


"Elementos de

Derecho Constitucional" t. 1, p. 207 y sigtes., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1993.

(6)En el sentido que mediante los instrumentos internacionales pudiera concretarse una
reforma fuera de los

márgenes del art. 30 de la Constitución Nacional, v. COLAUTTI, Carlos, ob. cit. en nota 2.

(7)Sobre el argumento "a fortiori" o "a potiori", v. GOLDSCHMIDT, Werner, "Introducción


filosófica al

derecho", p. 260, 4ª ed., Ed. Depalma, Buenos Aires, 1973.

(8)V. sobre estos problemas SAGÜES, Néstor Pedro, "Jurisdicción internacional y jurisdicción
nacional. A

propósito del pacto de San José de Costa Rica", en LA LEY, 1986-B-1015.


(9)Así lo aconseja el principio constitucional de funcionalidad, que demanda una interpretación
útil y eficaz

de la Constitución, tratando de rescatar en lo posible la validez de las reglas jurídicas que sean
axiológicamente

positivas. V. SAGÜES, Néstor Pedro, "Elementos de derecho constitucional", t. 1, p. 32.

(10)ALBERDI, Juan B., "Bases y puntos de partida para la organización política de la República

Argentina", en ALBERDI, Juan B., "Organización política y económica de la República Argentina"


p. 95 y 102,

Besanzón, 1856.

(11)BIDEGAIN, Carlos M., "Cuadernos del curso de Derecho Constitucional", t. III, ps. 86 y 95,
Ed.

Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1980; con las opiniones de Joaquín V. González, Jorge R. Vanossi
y Juan A.

González Calderón.

(12)Cfr. QUIROGA LAVIE, Humberto, "Derecho Constitucional", p. 654, Ed. Cooperadora de


derecho y

ciencias sociales, Buenos Aires, 1978.

(13)FRIAS, Pedro J., "Introducción al derecho público provincial", p. 103/4, Ed. Depalma,
Buenos Aires,

1980.

(14)QUIROGA LAVIE, Humberto, "Derecho Constitucional", p. 655.

(15)Nos remitimos a nuestros "Elementos de Derecho Constitucional", t. 1, p. 220 y siguientes.

(16)LA LEY, 1992-C, 543.

(17)Cfr. JA, 1993-IV-471, con nota de CUETO RUA, Julio C., "Un paso adelante en el desarrollo
de la

justicia arbitral en la Argentina".

(18)En concreto, la Convención de Viena impide invocar las normas de derecho interno para
justificar el

incumplimiento de un tratado (art. 27), salvo que se hubiere violado de modo manifiesto una
normas de

importancia fundamental de ese derecho interno, concerniente a la competencia para celebrar


tratados (art. 46).

Glosario

Acción: La Academia de la Lengua, tomando esta voz en su acepción jurídica, la define como
derecho que se tiene a pedir alguna cosa en juicio y modo legal de ejercitar el mismo derecho,
pidiendo en justicia lo que es nuestro o se nos debe. Para Couture, es el poder jurídico que
tiene todo sujeto de derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de la
jurisdicción, exponiendo sus pretensiones y formulando la petición que afirma como
correspondiente a su derecho.

Causa: En materia de obligaciones y de contratos, se conoce como causa: para unos autores, el
fin mediato que se busca en el contrato o que produce la obligación; para otros, posiblemente
con mejor propiedad, el propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. En orden al Derecho Procesal, la palabra causa equivale a proceso, litigio o pleito.

Fallo: Acción y efecto de fallar, de dictar sentencia, y ésta misma en asunto judicial.

Juez: En sentido amplio, llámase así a todo miembro integrante del Poder Judicial, encargado
de juzgar los asuntos sometidos a su jurisdicción. Tales magistrados están obligados al
cumplimiento de su función de acuerdo con la Constitución y las leyes, con las
responsabilidades que las mismas determinan.

Juicio: Para Caravantes se entiende la controversia que, con arreglo a las leyes, se produce
entre dos personas, ante un juez competente, que le pone término por medio de un fallo que
aplica el derecho o impone una sanción o pena. Llámese también litigio, pleito o proceso.

Recurso: Denomínase así todo medio que concede la ley procesal para la impugnación de las
resoluciones judiciales, a efectos de subsanar los errores de fondo o los vicios de forma en que
se haya incurrido al dictarla. El acto de recurrir corresponde a la parte que en el juicio se sienta
lesionada por la medida judicial.

Sentencia: Declaración del juicio y resolución del juez (Dicc. Acad.). Modo normal de extinción
de una relación procesal (Alsina). Acto procesal emanado de órganos jurisdiccionales que
deciden la causa o puntos sometidos a su conocimiento (Couture).

MODULO 5: EL ESTADO FEDERAL ARGENTINO.

En el presente módulo abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• El Estado Argentino: concepto. Elementos. Forma de Estado Federal: diferencias con otras
formas de Estado. Evolución del federalismo argentino.

• Derecho Federal Argentino: concepto. Distribución de competencias entre el Estado Federal y


los Estados Provinciales: facultades inherentes a las Provincias; al Gobierno Federal;
concurrentes y prohibidas a ambos niveles de gobierno. Distribución en materia económica
financiera: la coparticipación federal.

• La autonomía provincial: requisitos para su procedencia. Contenido y alcance.

• La Ciudad de Buenos Aires: su régimen constitucional.

• La intervención federal: sentido institucional. Causales de procedencia. Órgano. Facultad de


los interventores federales. Efectos.

El Federalismo y las Autonomías Provinciales

Se trata de aquel que marca el origen del federalismo, la lucha por las autonomías provinciales
y la relación de éstas con el gobierno federal, la distribución de competencias entre la Nación y
las provincias, la intervención federal como garantía de las autonomías provinciales y el nuevo
status jurídico de la Ciudad de Buenos Aires a partir de la reforma de 1994.

Sabemos que la lucha hacia la sanción de la Constitución de 1853 vino precedida por los
distintos intentos frustrados de constituciones, entre ellas la del año 1819 y la de 1826, que
representaban un corte centralista y unitario en contraposición a los ideales sustentados por
las provincias, que propugnaban entre otros ideales la “plena autonomía de las provincias”.

Fue en 1853 cuando la voluntad de las provincias se plasmó en el Congreso Constituyente de


Santa Fe. Entre otros, los Artículos 1, 5, 121, 122, 123 de la Constitución Nacional, consagraban
el modelo de Estado Federal y el reconocimiento pleno de la autonomía provincial.

De las normas citadas, se desprende claramente el modelo federal, reconociendo dos esferas
de Gobierno, Nación -Gobierno Federal- y Provincias – Gobierno Provincial-, cada una de ellas
con ámbitos de competencias claramente delimitadas en el texto constitucional. De allí que
abordaremos los poderes o competencias delegados al Gobierno Federal por parte de las
provincias al momento de sancionarse la Constitución Nacional; poderes conservados por las
provincias; poderes de ejercicio concurrentes por ambos niveles de gobierno y poderes
prohibidos.

La regla básica del Federalismo y de Distribución de Competencias emerge del art 121 de la CN
en concordancia con otras disposiciones.

Esta autonomía provincial plena –institucional, política, económica, administrativa y


financiera– llega a su máxima expresión con el ejercicio del poder constituyente provincial, es
decir, con el dictado de su constitución provincial, siempre por cierto, respetando la
Constitución Nacional.

Es importante destacar que la Nación siempre debe velar por garantir ese régimen autonómico
reconocido.

Por su parte, el Art. 5 de la Constitución Nacional establece cuáles son los requisitos que las
provincias deben cumplir para que se mantenga esa garantía: los derechos y garantías
consagrados en la Constitución Nacional, el sistema representativo y republicano, la
administración de justicia, la educación primaria y el régimen: bajo estas condiciones el
gobierno federal es garante de esas autonomías.

Es importante destacar que la finalidad de la intervención es asegurar y mantener la


autonomía provincial, pese a que a veces en la práctica se distorsiona su ejercicio.

La declaración de la intervención está a cargo del Congreso, conforme lo establece el Art. 75


Inc. 30 de la CN y, sólo en caso de receso de ese órgano, la puede declarar el Poder Ejecutivo
Nacional (Art 99 inc. 20 de la CN), llamando de inmediato al Congreso para que ratifique o
rechace la declaración efectuada.

La intervención puede ser total o parcial, según la naturaleza del conflicto provincial, es decir,
puede alcanzar a todos o a algunos de los poderes del Estado provincial. Pese a estar
desvirtuada en la práctica, reitero, es siempre por un plazo corto, razonable, suficiente como
para reordenar y restaurar la autonomía en la provincia y luego el retiro del gobierno federal,
para que nuevamente asuman las autoridades provinciales.

LECTURA:
En cuanto a la Ciudad de Bs. As., a partir de la reforma de 1994, ha adquirido un nuevo status
jurídico, ya que se la reconoce como autónoma, con facultad de dictar su propio estatuto
organizativo, elegir de manera directa su Jefe de Gobierno, senadores nacionales y diputados
nacionales. En la práctica, sería como una verdadera provincia, siendo que formalmente no lo
es.

Glosario

Autarquía: Poder para gobernarse a sí mismo. Estado de un país o territorio que procura
bastarse con sus propios recursos evitando, en lo posible, las importaciones de otros países. El
primero de esos sentidos es estrictamente político; el segundo es político-económico y se
llama también autarcía. En derecho político se entiende por autarquía la descentralización
administrativa. Representa en lo administrativo lo que la autonomía en lo político. La
autonomía afecta tanto la facultad de gobierno propio cuanto la de dictarse sus propias
normas, mientras que la autarquía sólo tiene la facultad del gobierno propio.

Facultad: Posibilidad de hacer u omitir algo; en especial, todo aquello que no está prohibido o
sancionado por la ley.

MODULO 6: LA FORMA DE GOBIERNO EN LA CONSTITUCION.

En el presente módulo abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Formas de gobierno: concepto. Clasificación. La forma de gobierno argentino.

• El régimen representativo argentino: concepto y regulación constitucional.

• Formas de democracia semi-representativas receptadas en la C.N.: iniciativa

y consulta popular.

• Partidos políticos: concepto. Funciones. Recepción constitucional.

• El sufragio: concepto y características.

• Régimen republicano: caracteres y recepción constitucional. Responsabilidad de los


funcionarios públicos: el juicio político y el jurado de enjuiciamiento.

En este módulo estudiaremos los principios fundamentales de las formas de gobierno


representativa, republicana y democrática Argentino, abordaremos los institutos de
democracia semidirecta, receptados en la Constitución Nacional a partir de la reforma de 1994
y los procedimientos constitucionales previstos, vinculados con la responsabilidad de los
funcionarios públicos, como lo es el Juicio Político.

El sistema representativo, reconocido e instaurado en nuestra Constitución, el pueblo no


gobierna ni delibera, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas en la
Constitución.

El pueblo no es órgano de gobierno sino de elección de los representantes, pero que


exterioriza su voluntad a través del sufragio. En la práctica y conforme a la legislación vigente
en nuestro país (Art. 38 Constitución Nacional y ley de partidos políticos), el medio o
modalidad para acceder o ser candidato a representante es sólo a través de los partidos
políticos. Así lo consagra el Art. 38 de la C.N. cuando sostiene que sólo a ellos les compete.

Por otro lado, reconoce a los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema
democrático.

La participación esporádica del ciudadano a través del voto para la elección de autoridades, ha
llevado a que en la reforma constitucional de 1994 se incorporen nuevas modalidades de
participación, tales como la iniciativa popular y la consulta popular, que fueron consagradas
en los Art. 39 y 40 de la Constitución Nacional.

¿Qué es la Iniciativa popular? Es la potestad, facultad, derecho que tiene el cuerpo electoral
de presentar un proyecto de ley ante el Congreso. Es decir, que los ciudadanos puedan
presentar un proyecto de ley por ante la Cámara de Diputados de la Nación. Asumiendo un rol
que solo tienen atribuidos sus representantes (Es importante recordar que lo tiene atribución
para presentar proyectos de ley: un Senador de la Nación, Diputado de la Nación y Presidente
de la Nación).

INICIATIVA POPULAR

 ART. 39 DE LA CONSTITUCION
 LEY NACIONAL 24.747

Una vez cumplimentados los requisitos exigidos, La Iniciativa Popular será presentada ante la
Cámara de Diputados de la Nación (ya que ésta actúa por disposición constitucional como
cámara de origen). Es decir, elaborado el proyecto de ley, recolectada las firmas, el proyecto
ingresará a la Cámara de Diputados.

Posterior a la reforma Constitucional de 1994, el Congreso de la Nación dicto la reglamentación


correspondiente a este art 39 de la CN, sancionando la ley 24.747 regulando los aspectos y
vacíos para darle plena operatividad a la misma.

La CN exige en su art. 39 que ley reglamentaria (hoy ya ley 24747) no podrá exigir más del tres
por ciento del padrón electoral nacional, dentro del cual deberá contemplar una adecuada
distribución territorial para suscribir la iniciativa.

La ley 24.747 aprobada por el Congreso de la Nación fija un porcentaje de 1,5 de firmas del
padrón electoral. Si el proyecto fuere de orden regional, es el mismo porcentaje (1,5%) pero el
correspondiente a esa región.

El Plazo de tratamiento para la iniciativa es de 12 meses. Es decir, ponerlo en consideración.


Este plazo tiene una finalidad clara y se asienta en que ese proyecto al menos sea considerado
y no quede dormido u olvidado. Este plazo no es aplicable para otros proyectos de ley, es una
excepción que fija la Constitución solo como expresión de respeto de la voluntad del pueblo.

Si bien la iniciativa popular importa la presentación de proyectos de ley, la misma norma


constitucional se encarga de denegar o vedar su procedencia sobre ciertas materias. Es decir
no procede la Iniciativa en:

MATERIAS PROHIBIDAS DE INICIATIVA: art. 39 de la CN.

 PENAL
 TRIBUTARIA
 PRESUPUESTARIA
 ELECTORAL
 TRATADOS INTERNACIONALES

¿Qué es la Consulta Popular? diremos que se da: “cuando el Estado pone en consideración del
cuerpo electoral un proyecto de ley o un tema de interés general para que éste se expida sobre
el mismo, por el “SI” o por el “NO, por medio del sufragio”.

CONSULTA POPULAR

 Art.40 de la CN
 Ley Nacional 25.432

Del art. 40 y de la ley 25.432 podemos identificar dos clases de Consulta:

Consulta Popular Vinculante.

Consulta Popular No Vinculante.

De acuerdo al tipo de consulta será su convocatoria, es decir, cual de los poderes del Estado
tiene facultad o atribución para llamar a consulta.

 En la Consulta Popular Vinculante solo puede convocar → El Congreso

de la Nación a iniciativa de la Cámara de Diputados.

 En la Consulta Popular NO Vinculante la puede convocar → El Congreso

de la Nación y el Presidente de la Nación.

También plantea diferencias en cuanto a los efectos de esa convocatoria a Consulta, en la


Consulta Popular Vinculante el Resultado debe ser aceptado por el convocante (se exige que al
menos haber sufragado el 35% del padrón electoral Nacional). Cuando un proyecto de ley
sometido a consulta popular vinculante obtenga la mayoría de votos válidos afirmativos, se
convertirá automáticamente en ley.

(Énfasis) En la Consulta Popular NO Vinculante, cuando un proyecto de ley sometido obtenga


el voto afirmativo de la mayoría absoluta de votos válidos emitidos, deberá ser tratado por el
Congreso de la Nación, quedando automáticamente incorporado al plan de labor
parlamentaria de la Cámara de Diputados de la sesión siguiente a la fecha de proclamación
del resultado del comicio por la autoridad electoral. las preguntas a contestar por el cuerpo
electoral, deben ser claras y cuyas respuestas no admitirán más alternativa que la del sí o el no.

Dentro de los caracteres del Régimen republicano podemos enunciar, entre otros: 1) la
división de poderes, 2) la elección popular de los gobernantes, 3) la periodicidad de los
mandatos, 4) la igualdad ante la ley, 5) la publicidad de los actos de gobierno, 6) el imperio de
la ley; 7) la responsabilidad de los funcionarios públicos.

Estos caracteres del régimen republicano son fundamentales en la estructura de un estado de


derecho, pero nos vamos a detener en uno de ellos: la responsabilidad del funcionario
público.

En nuestra práctica constitucional vemos a diario discutir sobre este tema. Pero debemos
distinguir que existen varias clases de responsabilidad: civil, administrativa, penal y política.
INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR (INFO.COMPLEMENTARIA)

Ley 24.747

Reglaméntase el artículo 39 de la Constitución Nacional. Presentación de proyectos de ley


ante la Cámara de Diputados de la Nación. Requisitos.

Sancionada: Noviembre 27 de 1996.

Promulgada de Hecho: Diciembre 19 de 1996.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso. etc. sancionan


con fuerza de Ley:

ARTICULO 1°-Reglaméntase el artículo 39 de la Constitución Nacional.


ARTICULO 2°-Los ciudadanos podrán ejercer el derecho de iniciativa popular para presentar
proyectos de ley ante la Cámara de Diputados de la Nación.

ARTICULO 3 º-No podrán ser objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma
constitucional, tratados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal.

ARTICULO 4°-La iniciativa popular requerirá la firma de un número de ciudadanos no inferior al


uno y medio por ciento (1,5 %) del padrón electoral utilizado para la última elección de
diputados nacionales y deberá representar por lo menos a seis (6) distritos electorales.

Cuando la materia de la iniciativa sea de alcance regional el requisito del porcentual se


cumplirá considerando únicamente el padrón electoral del total de las provincias que
componen dicha región, sin tener en cuenta la cantidad de distritos que prevé el primer
párrafo.

ARTICULO 5°-Requisitos de la iniciativa popular.

La iniciativa popular deberá deducirse por escrito y contendrá:

a) La petición redactada en forma de ley en términos claros:

b) Una exposición de motivos fundada:

c) Nombre y domicilio del o los promotores de la iniciativa, los que podrán participar de las
reuniones de Comisión con voz de acuerdo a la reglamentación que fijen las mismas:

d) Descripción de los gastos y origen de los recursos que se ocasionaren durante el período
previo a presentar el proyecto de iniciativa popular ante la Cámara de Diputados:

e) Los pliegos con las firmas de los peticionantes, con la aclaración del nombre, apellido,
número y tipo de documento y domicilio que figure en el padrón electoral.

ARTICULO 6°-Toda planilla de recolección para promover una iniciativa debe contener un
resumen impreso del proyecto de ley a ser presentado, y la mención del o los promotores
responsables de la iniciativa.

El resumen contendrá la información esencial del proyecto, cuyo contenido verificará el


Defensor del Pueblo en un plazo no superior a diez (10) días previo a la circulación y
recolección de firmas.

ARTICULO 7°-Previo a la iniciación en la Cámara de Diputados, la justicia nacional electoral


verificará por muestreo la autenticidad de las firmas en un plazo no mayor de veinte (20) días,
prorrogable por resolución fundada del Tribunal. El tamaño de la muestra no podrá ser inferior
al medio por ciento (0,5%) de las firmas presentadas. En caso de impugnación de firma,
acreditada la falsedad se desestimará la misma del cómputo de firmas para el proyecto de
iniciativa popular, sin perjuicio de las demás acciones penales a que hubiere lugar, la planilla de
adhesiones es documento público. En caso de verificarse que el cinco por ciento (5 %) o más de
las firmas presentadas sean falsas se desestimará el proyecto de iniciativa popular.

Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo anterior, podrán certificar la autenticidad de las


firmas todos los autorizados por la ley electoral.

ARTICULO 8°-La iniciativa popular deberá ser presentada ante la Mesa de Entradas de la H.
Cámara de Diputados, la Presidencia la remitirá a la Comisión de Asuntos Constitucionales, la
que en el plazo de veinte (20) días hábiles deberá dictaminar sobre la admisibilidad formal de
la iniciativa, debiendo intimar a los promotores a corregir o subsanar defectos formales.

ARTICULO 9°-El rechazo del proyecto de iniciativa popular no admitirá recurso alguno.

La justicia nacional electoral tendrá a su cargo el contralor de la presente ley. Los promotores
tendrán responsabilidad personal. Se aplicarán las sanciones previstas por el artículo 42 de la
ley 23.298.

ARTICULO 10.-Admitido el proyecto de ley, la Presidencia de la Cámara de Diputados de la


Nación ordenará la inclusión en el orden del día como asunto entrado, siguiendo en adelante el
trámite previsto para la formación y sanción de las leyes.

Recibida la iniciativa y cumplidos los requisitos del artículo 3º, el presidente de la Honorable
Cámara de Diputados de la Nación, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas lo girará para su
tratamiento a la Comisión de Labor Parlamentaria, o la que cumpla sus funciones, la que
deberá producir dictamen a más tardar para la segunda reunión de dicho cuerpo.

En el orden del día correspondiente de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, deberá


ser incluida la iniciativa, con tratamiento preferente.

La Cámara podrá girar la iniciativa a sus comisiones respectivas, las que tendrán cada una
quince (15) días corridos para dictaminar, si lo hicieran en comun se sumarán los plazos.

Vencido el término anterior, con o sin despacho, el cuerpo procederá al tratamiento de la


iniciativa, pudiendo a tal efecto declararse en comisión manteniendo la preferencia.

ARTICULO 11.-Admitido el proyecto de ley por iniciativa popular ante la Cámara de Diputados
de la Nación, el Congreso deberá darle expreso tratamiento dentro del término de doce ( 12)
meses.

ARTICULO 12.-Queda prohibido aceptar o recibir para el financiamiento de todo proyecto de


ley por iniciativa popular, en forma directa o indirecta:

a) Contribuciones privadas anónimas, con excepción de lo producido por colectas populares


con una contribución máxima autorizada de cincuenta pesos ($ 50) por persona.

b) Aportes provenientes de entidades autárquicas o descentralizadas, nacionales o


provinciales, sociedades anónimas con participación estatal o de empresas concesionarias de
servicios u obras públicas de la Nación, provincias, municipios, o entidades autárquicas o
descentralizadas o de empresas que exploten juegos de azar.

c) Aportes de gobiernos extranjeros d) Aportes de entidades extranjeras con fines de lucro;

e) Contribuciones superiores a treinta mil pesos ($ 30.000):

f) Contribuciones o donaciones de asociaciones sindicales, patronales o profesionales.

ARTICULO 13.-Comuníquese al Poder Ejecutivo.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A LOS


VEINTISIETE DIAS DEL MES DE NOVIEMBRE DEL AÑO MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y SEIS.

CONSULTA POPULAR
Ley 25.432

Consulta Popular Vinculante y No Vinculante. Disposiciones comunes.

Sancionada: Mayo 23 de 2001.

Promulgada de Hecho: Junio 21 de 2001.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso,etc. sancionan


con fuerza de Ley:

TITULO I

CONSULTA POPULAR VINCULANTE

ARTICULO 1º — El Congreso de la Nación, a iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá so


meter a consulta popular vinculante todo proyecto de ley con excepción de aquellos cuyo
procedimiento de sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional
mediante la determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada
para su aprobación.

ARTICULO 2º — La ley de convocatoria a consulta popular vinculante deberá tratarse en una


sesión especial y ser aprobada con el voto de la mayoría absoluta de miembros presentes en
cada una de las Cámaras.

ARTICULO 3º — En todo proyecto sometido a consulta popular vinculante, el voto de la


ciudadanía será obligatorio.

ARTICULO 4º — Toda consulta popular vinculante será válida y eficaz cuando haya emitido su
voto no menos del 35% de los ciudadanos inscriptos en el padrón electoral nacional.

ARTICULO 5º — Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular vinculante obtenga la


mayoría de votos válidos afirmativos, se convertirá automáticamente en ley, la que deberá ser
publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina dentro de los diez días hábiles
posteriores a la proclamación del resultado del comicio por la autoridad electoral.

Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular vinculante obtenga un resultado


negativo, no podrá ser reiterado sino después de haber transcurrido un lapso de dos años
desde la realización de la consulta. Tampoco podrá repetirse la consulta durante el mismo
lapso.

TITULO II

CONSULTA POPULAR NO VINCULANTE

ARTICULO 6º — Puede ser sometido a consulta popular no vinculante, todo asunto de interés
general para la Nación, con excepción de aquellos proyectos de ley cuyo procedimiento de
sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional, mediante la
determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada para su
aprobación. En este tipo de consulta el voto de la ciudadanía no será obligatorio.

ARTICULO 7º — La convocatoria realizada por el Poder Ejecutivo Nacional deberá efectuarse


mediante decreto decidido en acuerdo general de ministros y refrendado por todos ellos. La
consulta popular no vinculante convocada a instancia de cualquiera de las Cámaras del
Congreso deberá ser aprobada por el voto de la mayoría absoluta de miembros presentes en
cada una de ellas.

ARTICULO 8º — Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular no vinculante,


obtenga el voto afirmativo de la mayoría absoluta de votos válidos emitidos, deberá ser tratado
por el Congreso de la Nación, quedando automáticamente incorporado al plan de labor
parlamentaria de la Cámara de Diputados de la sesión siguiente a la fecha de proclamación del
resultado del comicio por la autoridad electoral.

TITULO III

DISPOSICIONES COMUNES

ARTICULO 9º — La ley o el decreto de convocatoria a una consulta popular —según


corresponda— deberá contener el texto íntegro del proyecto de ley o decisión política objeto
de consulta y señalar claramente la o las preguntas a contestar por el cuerpo electoral, cuyas
respuestas no admitirán más alternativa que la del sí o el no.

ARTICULO 10. — La ley o el decreto de convocatoria a consulta popular deberán ser publicados
en el Boletín Oficial de la República Argentina, en el diario de mayor circulación de cada una de
las provincias y en los dos diarios de mayor circulación del país. Dictada la convocatoria, todos
los puntos sometidos a consulta popular deberán difundirse en forma clara y objetiva, por
medios gráficos, radiales y televisivos.

ARTICULO 11. — Los partidos políticos reconocidos, estarán facultados para realizar campañas
de propaganda exponiendo su posición con relación al asunto de la consulta, a través de
espacios gratuitos en los medios de comunicación masiva, y conforme a las normas que
regulan la concesión de estos espacios en ocasión de las elecciones nacionales.

ARTICULO 12. — La consulta popular deberá realizarse dentro de un plazo no inferior a 60 días
y no superior a 120 días corridos desde la fecha de publicación de la ley o el decreto de
convocatoria en el Boletín Oficial de la República Argentina.

ARTICULO 13. — Para determinar el resultado de toda consulta popular no serán computados
los votos en blanco.

ARTICULO 14. — El día fijado para la realización de una consulta popular, no podrá coincidir
con otro acto eleccionario.

ARTICULO 15. — Serán de aplicación a las consultas convocadas conforme a los


procedimientos previstos, las disposiciones del Código Nacional Electoral (Ley 19.945 y sus
modificatorias), en cuanto no se opongan a la presente Ley. La Justicia Electoral Nacional será
competente en todo lo relativo al comicio.

ARTICULO 16. — Las erogaciones derivadas de la ejecución de la presente ley, deberán ser
afectada al crédito previsto anualmente en el presupuesto nacional a partir del ejercicio
correspondiente al año 2001.

ARTICULO 17. — Comuníquese al Poder Ejecutivo nacional.


DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, EL 23 DE
MAYO DE 2001.

— REGISTRADA BAJO EL Nº 25.432 —

RAFAEL PASCUAL — EDUARDO MENEM — Guillermo Aramburu — Juan C. Oyarzún.

EL FINANCIAMIENTO DE LAS CAMPAÑAS (INFO.COMPLEMENTARIA)

Martes 11 de mayo de 1999 (EDITORIAL)

El financiamiento de la actividad política es uno de los temas más espinosos de la vida


democrática, durante las campañas electorales. En estas ocasiones, la magnitud de lo gastado
por los candidatos, no tiene un registro oficial, se hace evidente por el volumen publicitario y
vuelve ineludible la pregunta sobre la racionalidad y la legitimidad de este tipo de erogaciones.

Según una investigación de este diario, se estima que para las elecciones largo de este año y
que culminarán con las presidenciales del 24 de octubre insumirá más de 200 millones de
pesos de gasto proselitista.

Este volumen de erogaciones estaría relacionado con la excesiva duración de la campaña en


todo el país -que se inició en diciembre pasado en Córdoba- y el aumento de los costos en
servicios de marketing político, encuestas de imagen y publicidad televisiva.

La cifra resulta más llamativa aún si se la compara con la misma suma que destinó Bill Clinton
para su reelección presidencial en 1986, o con los 150 millones insumidos por la elección
presidencial en México en 1997, o con los 100 millones demandados en Brasil para la última
elección presidencial.

Como en un círculo vicioso, pareciera que más crece el afán de los políticos por recurrir a la
publicidad para imponerse en las contiendas electorales, potenciándose los gastos hasta
límites insospechados.

La cuestión es que tales gastos requieren financiamiento, y es por eso que la sociedad se
pregunta sobre la procedencia de los recursos. Por una parte, el aporte público está
determinado en la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos y se fundamenta en el
objetivo de asegurar la democracia al limitar la dependencia de los partidos de fuentes de
financiamiento privadas y de equilibrar los recursos disponibles por la oposición -por regla, más
escasos- con los que cuenta el partido gobernante, que maneja el aparato estatal.

Otra de las fuentes más cuestionadas de financiamiento es, precisamente, la utilización de


fondos previstos para tareas de Estado para sostener prácticas clientelares y la compra de
voluntades políticas.

Una tercera fuente de financiamiento es la privada, que trae el riesgo de que sólo puedan
obtener recursos importantes los candidatos cuyas propuestas se ajusten a los requerimientos
de sus poderosos aportantes o, peor aún, que los consigan a cambio de favorecerlos
particularmente una vez en el poder.

Pero son más aún relevantes en un contexto de severas restricciones económicas para la
mayoría de la gente, cuando la sensatez indica que los políticos ganarían en credibilidad si se
ajustaran a las limitaciones que padecen los ciudadanos a los que aspiran a representar.
Sin embargo, el síntoma descorazonante es que siguen faltando los instrumentos legales para
acortar el tiempo y los fondos destinados a las campañas políticas, limitar cierto tipo de
aportes privados y garantizar una total transparencia sobre el manejo de los fondos, muy
especialmente los públicos.

CARLOS S. NINO

UN PAIS AL MARGEN DE LA LEY (EMECE)

Es posible que en un sistema parlamentario o semiparlamentario no sólo hubiera garantizado


mayor estabilidad del sistema democrático al permitir una mayor fluidez en la formación de los
gobiernos y mayores acuerdos interpartidarios, sino que posiblemente hubiera atenuado el
error cognitivo de que habla el autor, gracias al proceso de deliberación colegiada que este
sistema impone como paso previo a la toma de decisiones, o debido a la incidencia de partidos
que podían representar a los intereses afectados (y que en un sistema no presidencialista no
quedan absorbidos por la necesaria polarización entre las grandes fuerzas).

Al menos este factor institucional debe ser agregado al de la fragmentación de las elites
económicas para explicar la autonomía del Estado. En realidad, el peso específico de este
último factor es discutible, como lo prueba la tesis de Sabato y Schwarzer (13) que explica la
inestabilidad política argentina y la subsiguiente involución económica sobre la base del
fenómeno exactamente opuesto, o sea la falta de competitividad y la cohesión de las elites
económico - sociales sobre la base de la ubicuidad de los mismos grupos capitalistas en
diversas áreas productivas.

Desde el punto de vista institucional, también es posible señalar como otro ejemplo,
relacionado con la institucionalización de la participación que Waisman menciona, de un
posible factor contribuyente de la inestabilidad política, y, por consiguiente, de la reversión del
desarrollo económico (dada la inseguridad que esa inestabilidad representa parar políticas de
inversión y producción) la introducción a partir de 1912, aplicándose por primera vez en las
elecciones de 1916, del voto obligatorio (además de universal y secreto). Creo que la
obligatoriedad del voto está claramente justificada desde el punto de vista moral. (14) dado
que ella permite superar el problema de acción colectiva, de la índole que estudiaremos en el
capítulo 3, que lleva a mucha gente a no votar si no se asegura que otros similarmente situados
social e ideológicamente lo harán, con lo que se afecta la tendencia a la imparcialidad que hace
valiosa a la democracia. (15)

Sin embargo, es posible sostener que la introducción del voto compulsivo, que llevó a que
entre una elección y otra la concurrencia electoral prácticamente se triplicase, recalentó
enormemente el sistema político con demandas sociales que a su vez acentuó las políticas de
corporativismo inflacionario y la intervención permanentemente cambiante del Estado en la
economía y sobre todo hizo que las fuerzas políticas que representaban los intereses
económicos más importantes perdieran toda esperanza de ganar una elección limpia (las que a
partir de 1912 sólo fueran ganadas por el radicalismo y el peronismo) y buscaran otras
avenidas de acceso al poder, corno el fraude electoral, las proscripciones o llanamente los
golpes de Estado.

Fred Riggs sostiene, (16) en efecto, que el sistema presidencialista requiere para su estabilidad
que el electorado no se polarice y que eso se logra en Estados Unidos, entre otros mecanismos,
con un gran ausentismo electoral, que permite que el electorado activo se vuelque a
posiciones de centro. Su tesis general es que los países latinoamericanos han rechazado una
serie de rasgos antidemocráticos del sistema norteamericano -como lo es la voluntariedad del
voto o la representación por distritos- que son, sin embargo, funcionales para la estabilidad de
un sistema presidencialista de gobierno. Esto implicaría que, dado un sistema presidencialista
de gobierno, hay cierta tensión entre su estabilidad y su legitimidad democrática.

La incidencia de este factor se relaciona obviamente con la tesis de Di Tella de la inexistencia de


un partido de masas de derecha, la que parece deberse más al activismo electoral de los
sectores populares que, como alega Waisman, a una presunta representatividad de esos
sectores por parte del radicalismo (la que parece estar desmentida por el golpe de 1930, por
los fraudes a los que recurrieron esos sectores en la década infame, por los golpes a Frondizi y
a Illia, por la actitud de las elites económicas frente a Alfonsín, etcétera).

13 Ver Jorge Sabato y Jorge Schwarzer, “Funcionamiento de la economía y el poder político en


la Argentina: Trabas para la democracia”, en ¿Cómo renacen las democracias?, A. Rouquié
(compilación), Buenos Aires, 1985.

14 Ver mi trabajo “El voto obligatorio en Segundo dictamen del Consejo para la Consolidación
de la Democracia”, Buenos Aires, 1987.

15 Ver mi libro Ética y derechos humanos, Buenos Aires, 1989, cap. 8.

16 Ver “La supervivencia del presidencialismo en Estados Unidos: Prácticas para-


constitucionales”, en Presidencialismo vs. parlamentarismo, Consejo para la Consolidación de
la Democracia, Buenos Aires, 1988.

HUMBERTO QUIROGA LAVIÉ

CONSTITUCIÓN ARGENTINA COMENTADA AÑO 1997

Los derechos políticos y el sufragio:

Que sea universal el sufragio implica que tienen derecho al voto todos los ciudadanos, sin
distinción ni discriminación alguna. Solamente no pueden hacerlo los incapaces de hecho
(dementes, sordomudos que no sepan darse a entender por escrito y detenidos o asilados
mientras dure su situación) y los incapaces de derecho (los eclesiásticos regulares, los
conscriptos y los agentes de las fuerzas de seguridad, así corno también los alumnos de
institutos de reclutamiento - ley 19945 -). Se constitucionaliza lo que ya estaba aceptado a nivel
legal, sobre todo después del reconocimiento del voto femenino por ley 13010, a instancias del
protagonismo político de Eva Perón. La universalidad del voto reconocida en la Constitución
implica que también a los extranjeros, en la medida en que así lo establezca la ley, se les puede
reconocer el derecho al sufragio: de hecho ello ya ocurre a nivel municipal en muchos lugares
del país.

El derecho electoral lo pierde el ciudadano solamente cuando a él se le hubiese retirado o


suspendido el ejercicio de la ciudadanía, por encontrarse en alguna de las causases que al
respecto prevea la ley. Como la ley de ciudadanía no prevé como causal de pérdida de ésta la
residencia permanente fuera del país, no resulta inconstitucional la ley 24007, en tanto ella los
autoriza a emitir su voto en el extranjero. La Constitución no exige que para ser titular de los
derechos electorales se deba habitar el territorio argentino. Esta es una cuestión de política
demográfica y electoral que maneja di.5crecionalmente el Congreso. Los que residen fuera del
país pueden tener patrimonio en él, administrado por representantes; tienen, en
consecuencia, derecho a elegir representantes para que dicten leyes vinculadas a intereses
propios. Pero si el Congreso quiere castigar la ausencia, podrá hacerlo, aun ante el riesgo de
que ellos retiren sus capitales del país.

Que sea igual el voto implica que cada ciudadano tendrá igualdad de derechos con respecto a
los demás. Pero el voto podrá ser único o reforzado, según sea el sistema electoral que se
aplique: en el sistema mixto alemán, cada ciudadano tiene dos votos, uno lo aplica a la
elección por circunscripciones y el otro a la proporcional.

Que sea secreto, a diferencia del voto cantado, garantiza la reserva de cada ciudadano para
votar por quien deseare en el cuarto oscuro, sin el temor de sufrir presiones ni represalias
ulteriores.

La obligatoriedad del voto, una tradición en la Argentina desde 1912 (ley Yrigoyen - Sáenz
Peña), implica garantizar la representatividad de los gobernantes. En Estados Unidos o en
Colombia, donde el voto no es obligatorio, no concurre al sufragio mucho más del cincuenta
por ciento de los empadronados, dejando la responsabilidad de la formación del gobierno a las
franjas participativas de la sociedad. La voz de los anómicos políticos no está representada en
el gobierno. Como bien dice Horacio Rosatti, el voto obligatorio saca la actividad electoral de la
lógica del mercado (participo si quiero, y si no, no lo hago), para ubicarla en el marco de la ética
de la solidaridad: a todos nos concierne el gobierno de la sociedad (Rosatti, en la obra colectiva
La reforma de la Constitución, pág. 54).

Un arte difícil: dejar el poder

La Nación – 20 de marzo de 1999

La genuina vocación republicana de un gobernante se pone a prueba, más que en ninguna otra
hora, en el momento en que las leyes fundamentales de la Nación le indican que debe alejarse
del poder y regresar al llano. Diríase que la buena o mala disposición para abandonar el
gobierno es el test que permite conocer a fondo el vuelo espiritual de un hombre público.

La historia argentina está llena de ejemplos moralmente edificantes en ese sentido. Hombres
que ocuparon el centro de la escena nacional y ejercieron en su época un liderazgo
extraordinario, corno Urquiza, Mitre, Roca o Hipólito Yrigoyen, por citar ejemplos de la más
variada extracción política, se alejaron del gobierno con loable tranquilidad de ánimo al
concluir sus respectivos mandatos presidenciales, sin intentar torcer las reglas de juego de la
República, a pesar de la enorme influencia que ejercían en la vida pública y del altísimo respeto
que inspiraban a sus conciudadanos. Dos de ellos - Roca e Yrigoyen - volvieron al poder más
tarde, cuando habían transcurrido los plazos fijados por la Constitución para el acceso a la
presidencia por segunda vez. Yrigoyen fue depuesto en 1930 por un golpe militar, que inició en
el país la penosa tradición de los gobiernos de facto. Roca, en cambio, completó su segunda
presidencia, en 1904, sin grandes tropiezos. Pero ninguno intentó burlar la Constitución para
hacerse reelegir.

América latina está llena, también, de casos que se situaron en el extremo opuesto: de Porfirio
Díaz a Stroessner, de Somoza a Fidel Castro, fueron legión, desafortunadamente, los
gobernantes que apelaron a cualquier medio para perpetuarse en el gobierno, revelando un
repudiable apego sensual al poder y un absoluto desprecio por los principios que definen a un
Estado republicano. En la Argentina, el caso arquetípico fue el de Juan Domingo Perón, que
inspiró una reforma de la Constitución que lo habilitaba para hacerse reelegir indefinidamente.
Es que el poder se convierte en hábito y, a veces, en adicción. No sólo al hombre que conduce
los destinos de una nación le cuesta resignarse a dejar los halagos del mando; también a sus
seguidores inmediatos les suele resultar intolerable la idea de renunciar a los despachos
oficiales y al ejercicio de la autoridad discrecional que otorgan, a menudo, los cargos públicos.

En el caso del presidente Carlos Menem corresponde lamentar especialmente que se preste a
tantas maquinaciones y a tantos artilugios para mantener abierta la ilusión de una eventual
permanencia en el mando que la Constitución claramente le prohíbe. Porque Menem produjo,
sobré todo en su primera gestión presidencial, importantes cambios en la estructura
económico - social del país. Fue el presidente de un gobierno que estabilizó la moneda,
erradicó el cáncer de la inflación, abrió la economía argentina al mundo y privatizó las
obsoletas y a menudo corruptas empresas del Estado.

No se comprende su empecinamiento (y el empecinamiento de sus seguidores) en promover


una reelección absolutamente in- viable desde el punto de vista jurídico, ni se explica que haya
embarcado al país en una discusión desgastante e inútil, que amenaza con llevar a la República
a un caos institucional. En esto último han tenido también responsabilidad importante, por
cierto, los líderes de la oposición, con sus absurdas convocatorias a consultas populares que
son también violatorias de la Constitución y de los principios republicanos básicos. La
comunidad política - empezando por el propio Presidente- no parece entender la importancia
que tiene para un país el traspaso armonioso del mando entre un jefe de Estado y su sucesor.
Recordemos que ni siquiera el presidente Raúl Alfonsín pudo concluir su período constitucional
con normalidad, pues debió dejar el gobierno antes de lo previsto.

La madurez de una democracia se apoya en la alternancia pacífica en el poder de las distintas


fuerzas y en la transferencia no traumática del gobierno. Esos rasgos son los que marcan la
diferencia entre un país serio y una “republiqueta” farandulera e imprevisible de las que tanto
abundaron en la América hispana. Reiteremos lo dicho en el primer párrafo: nada pone tan a la
vista la sensibilidad republicana de un gobernante como su predisposición a dejar el sillón
presidencial cuando las leyes lo determinan. El presidente Menem está todavía a tiempo de
producir un gesto que lo acerque, por lo menos, a la gallardía moral de quienes se negaron a
quebrar las reglas de juego de la República para perpetuarse en el poder.

CLARIN – DOMINGO 21 DE MARZO DE 1999 – OPINIÓN

Instituciones bajo amenaza

La puja en el oficialismo por las candidaturas a la presidencia y, en alguna manera, las


respuestas de la oposición a las pretensiones reeleccionistas han provocado una entendible
confusión entre la población, perjudicado la credibilidad de los políticos y generado una grave
tensión institucional.

El proyecto de buscar una nueva reelección del actual presidente revela, en primer lugar, una
pretensión de continuidad incompatible con el principio de renovación de autoridades que es
una de las bases del sistema republicano.
La perpetuación en los cargos es considerada, con toda justicia, como un peligro para la
transparencia de los actos de gobierno y como la generación de oportunidades para actitudes
incompatibles con el correcto funcionamiento de la democracia.

Por otra parte, la pretensión reeleccionistas contradice abiertamente lo establecido en la


Constitución, cuyo artículo 90 sostiene que los presidentes “Podrán ser reelegidos o sucederse
recíprocamente por un solo período Consecutivo”.

La cláusula transitoria novena especifica, además, que el mandato que transcurría en el


momento de reformarse la Constitución debe considerar- se como el primero, de donde se
infiere que el actual período presidencial es el segundo y final.

Por eso los argumentos reeleccionistas como el que se refiere a una hipotética proscripción
carecen de base jurídica.

Del mismo modo, cuando el Presidente afirma que se autoexcluye de la puja electoral no
realiza ninguna con- cesión especial sino que, en todo caso, se atiene a lo que le fija la ley.

No obstante la claridad de la Constitución, juristas y políticos allegados al Presidente realizaron


interpretaciones notoriamente caprichosas con el propósito de promover una nueva
reelección. También se realizaron presentaciones en los tribunales cuyo objetivo era abrir vías
para una eventual habilitación judicial de la reelección. Todo hace presumir, además, que se
intentó influir sobre la Corte Suprema para que justificara jurídicamente una nueva
presentación de Menem como candidato. Todas estas maniobras muestran un débil
acatamiento de las normas fundamentales que ordenan el sistema jurídico y político y la
pretensión de adecuarlas a los intereses personales.

Se trata de un propósito grave porque, aun admitiendo que los sistemas jurídicos deben
adaptarse a los cambios y las necesidades de las sociedades, es evidente que las leyes, y
especialmente la Constitución, no pueden manipularse según las aspiraciones coyunturales de
personas o grupos. Especialmente en un país que viene de una larga tradición de inestabilidad
institucional.

En un primer momento la ofensiva reeleccionistas era liderada por personas de entorno


presidencial, pero luego comenzó, a intervenir en forma más directa al propio Presidente.

En este curso, en numerosas oportunidades, el primer mandatario negó pretensiones


reeleccionistas y manifestó su acata miento a la normativa constitucional, pero en otras se
desdijo y expresó en forma di recta o indirecta su aspiración a ocupar si puesto por un nuevo
período.

Es así que, en julio, el Presidente ley, una declaración formal en la que manifestó, de manera
inequívoca, que no aspiraba a otro mandato e instruyó a sus simpatizantes para que cesaran en
sus presentaciones a la justicia.

El gesto produjo alivio y reconocimiento entre los políticos. Y el doctor Menem recibió, entre
otros elogios, el del presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, las encuestas indicaban
que la sociedad no creía en esas declaraciones. Por eso, cuando a partir del triunfo del
justicialismo cordobés renació la estrategia reeleccionista, se demostró que los escépticos
habían sido más sabios.
Los cambios de opinión, las manifestaciones ambiguas y las contradicciones hicieron evidente
que, en muchas ocasiones existe una larga distancia entre los dichos oficiales y las intenciones
evidentes.

Las marchas y las aparentes contramarchas fueron creando un clima de confusión que es, sin
duda, funcional a la intención de preparar una violación de las no más legales y de las reglas
institucionales.

La confusión, la sospecha y la incertidumbre han provocado consecuencias ad versas para las


instituciones y la sociedad.

Una de ellas es que se ha profundizado entre la población una tendencia ya evidente hacia el
desprestigio de los dirigentes políticos y los funcionarios públicos, lo que contribuye a la
pérdida de credibilidad del sistema político en su conjunto.

Por otra parte, en la medida que las maniobras hacia el borde de la legalidad son practicadas
por ciudadanos prominentes del Gobierno, se afectan la previsibilidad institucional y la
seguridad jurídica.

Ese contexto político terminó llevando la oposición a un dilema de hierro: asistí pasivamente a
un avasallamiento de las instituciones sin herramientas para oponerse, ya que la Corte podría
actuar como un eslabón de la estrategia reeleccionista o tomar la iniciativa y valerse de la
consulta popular para cerrarle el camino al reeleccionismo, si bien la consulta no es un
instrumento previsto para enfrentar una crisis como la actual.

Si el Presidente y sus operadores más cercanos no producen un cambio drástico en sus


acciones es posible que la crisis termine zanjándose mediante consultas populares, o a través
de amenazas de realizarlas, y no con los mecanismos contemplados por las leyes. ,

Este episodio, como sus costos institucionales y sociales, muestra la vulnerabilidad del sistema
político en un punto crucial como es el traspaso del gobierno que, de, de el retorno de la
democracia, ha tenido lugar sólo una vez y en forma turbulenta.

GLOSARIO:

Consenso: Conformidad, aprobación. Por oposición a disenso.

Legitimidad: Calidad de legítimo, de lo que es conforme a las leyes. Lo cierto, genuino y


verdadero en cualquier línea.

MODULO 7: DECLARACIONES, DERECHOS, GARANTIAS CONSTITUCIONALES Y SUS


LIMITACIONES.

En el presente módulo, abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Derechos, declaraciones y garantías en la Constitución Nacional.

• Los derechos individuales: concepto. La libertad y la igualdad según la Constitución Nacional


y la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El derecho de propiedad: régimen constitucional.
Derecho de los extranjeros.

• Los derechos sociales.


• Los nuevos derechos.

• El régimen de los derechos en el Pacto de San José de Costa Rica.

• Las garantías individuales e institucionales. El hábeas corpus. La acción de amparo. El hábeas


data.

• Limitaciones permanentes: poder de policía. Noción, fundamento y límites.

• Limitaciones excepcionales: la emergencia en el derecho público. El estado de sitio: causas y


efectos.

1_ Declaraciones, derechos y garantías

Derechos Humanos entendemos a todos aquellos que le corresponden al hombre o grupos


de hombres por su solo carácter de tal, y que no son renunciables.

La doctrina distingue a los mismos en “Generaciones”. Hablamos de derechos humanos de


primera generación, segunda, tercera y hasta alguna doctrina nos habla de cuarta generación.

Los de primera generación se suelen identificar como los derechos civiles y políticos. Los de
segunda generación, como los derechos económicos, sociales, y culturales, etc. y de tercera
generación, a los derechos personalísimos, a la cultura, e incidencia colectiva como ambiente,
ecología, usuarios, consumidores, a la paz, etc.

(ENFASIS) Estos derechos Humanos hoy tienen su recepción en tratados, convenciones


Cumbres, Declaraciones, en el texto constitucional art 75 inc. 22 a toda una serie de tratados
de naturaleza de Derechos Humanos (hoy con once instrumentos allí reconocidos) como los
son: Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; Declaración Universal de
Derechos Humanos; Convención Americana sobre Derechos Humanos- Pacto de San José de
Costa Rica; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Civiles y
Políticos y su Protocolo Facultativo; La Convención para la Prevención y sanción del Delito de
Genocidio; La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación
contra la Mujer, entre otros.

Es de destacar que nuestro país, pos reforma de 1994, más allá de aquellos reconocidos en el
art 75 inc. 22 de la CN ha dado con jerarquía constitucional otros tres, como lo son: la
Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas (1997) aprobada ley
24.556 (1995) y por ley 24820 se le dio jerarquía. La Convención sobre la imprescriptibilidad
de los delitos de Guerra y de los delitos de lesa humanidad. (2003) por ley 25.778 se dio
jerarquía y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo
facultativo (2008) por ley 26.378.

¿qué es un derecho? una facultad o prerrogativa que el Estado reconoce al individuo.


Podríamos agregar, que los derechos son aquello que le corresponde a todo hombre como tal
y son, por lo tanto, reconocidos en la Constitución Nacional.

Derechos clásicos, consagrados en la primera parte de nuestra Constitución, como son el


derecho de libertad, igualdad, culto, expresión, educación, pensamiento, propiedad, trabajo,
industria lícita, libre tránsito, propiedad, sociales, etc.

A su vez, no deberíamos pasar por alto la trascendencia de la reforma de 1994 donde se han
incorporado, de manera directa, algunos derechos bajo el título “Nuevos derechos y
garantías”. Así podemos enunciar Derechos de Usuarios, Consumidores, Medioambiente sano
y equilibrado, etc.

Garantías constitucionales son aquellas seguridades y herramientas que el Estado reconoce a


los individuos para gozar plenamente de esos derechos y libertades fundamentales cuando
éstos han sido restringidos, alterados, menoscabados o desconocidos por la autoridad o demás
particulares.

Es posible realizar una diferenciación entre las garantías y, de esta forma, identificar, por una
parte, aquellas garantías elementales consagradas en el Art. 18 de la Constitución Nacional y,
por la otra, las nuevas garantías incorporadas en el Art. 43 de la misma. En este punto es
importante destacar el rango constitucional que se le ha dado a la acción de amparo, al hábeas
corpus y al hábeas data.

En el Art. 43 de la Constitución Nacional se consagran garantías que constituyen verdaderas


acciones judiciales para defender los derechos constitucionales: las leyes o los tratados
internacionales.

¿Qué protege cada una de estas garantías?

- El hábeas corpus protege la libertad física o ambulatoria.

- El hábeas data protege los datos, la información, el derecho a la intimidad de la persona ante
información errónea, falsa, equívoca, discriminatoria o desactualizada existente en bancos o
registros de datos públicos o privados destinados a dar informes.

- El amparo protege todos los demás derechos que no protegen el hábeas corpus y el hábeas
data.

Debemos tener en cuenta las siguiente clasificación, que distingue a las garantías consagradas
en el Art. 18 de la Constitución Nacional de la siguiente manera:

a) Garantías fundamentales del proceso

b) Garantías para el cumplimiento de la condena

Entre las garantías consagradas en el Art. 18 podríamos mencionar: derecho al juez natural; a la
tutela judicial efectiva; derecho de defensa en juicio; de no autoincriminación; de inviolabilidad
del domicilio y los papeles privados; protección del reo esperando la condena y, en su caso,
cumpliéndola; eliminación de la pena de muerte, entre otras.

Con la reforma de 1994, además del rango constitucional de cada una de ellas se han
consagrado, entre otros aspectos fundamentales, la posibilidad de control de
constitucionalidad por parte del juez en el amparo (1er. párrafo in fine del art. 43 CN), la
procedencia del “amparo colectivo”, es decir aquel destinado a la protección de derechos de
incidencia colectiva, y la procedencia del hábeas corpus aun durante el estado de sitio (4to.
párrafo del Art. 43). Es importante que usted emprenda el estudio de estos temas teniendo en
cuenta la norma constitucional (por ejemplo el Art. 43) así como también sus normas
reglamentarias: amparo: ley 16986; hábeas data: ley 25326; y hábeas corpus: ley 23.098.

(derechos y garantías contenido fundamental como contador).

2. Limitaciones a los derechos y garantías


Los derechos y garantías reconocidos en la Constitución Nacional. Conforme a lo establecido en
el Art. 14 de la Constitución, esos derechos reconocidos no son absolutos, en cuanto todas las
personas gozarán de tales derechos conforme las leyes que reglamenten su ejercicio.

Trabajaremos entonces sobre aquellas limitaciones a los derechos y garantías, cuyo


fundamento se encuentra en el Art. 14 de la Constitución Nacional. Además, existen dos tipos
de limitaciones a los derechos y garantías:

a) Permanentes

b) Excepcionales

Entre las limitaciones de tipo permanente, encontramos el poder de policía, y entre las
segundas identificamos el instituto del estado de sitio.

El poder de policía es una limitación permanente de los derechos de los individuos, que se
exterioriza como la facultad del Estado de imponer limitaciones en aras de asegurar y
resguardar la convivencia armónica, la seguridad, la salubridad, la moralidad, el orden
público y el bienestar general de los habitantes.

Estas limitaciones deben respetar dos principios fundamentales: a) legalidad, b) razonabilidad.


Es una potestad reglamentaria del Estado. Es legislativa. El Estado no puede, so pretexto de
reglamentar, violentar ese axioma fundamental establecido en el Art. 28 de la CN y por ende
desconocer el fin o esencia del derecho creado por la constitución o ley.

En cuanto a las limitaciones transitorias o excepcionales, encontramos en nuestra constitución


el estado de sitio, que se encuentra consagrado en los Art. 23, 75 Inc. 29 y 99 Inc. 16 de la C.N.

Las causales de procedencia del Estado de Sitio son las siguientes:

a) conmoción interior,

b) ataque exterior.

¿Quién declara el Estado de Sitio?

Si es por la Causal de Conmoción interior el órgano encargado de declararlo es el Congreso de


la Nación, y, en caso de receso de este órgano, el Poder Ejecutivo, debiendo llamar a sesión
extraordinaria para que ratifique o no esa decisión.

Si es por la causal de ataque exterior, será el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado de la
Nación el encargado de la declaración de la medida.

Entre los aspectos y efectos más relevantes que provoca este instituto, se encuentra la
suspensión de los derechos y garantías, sin perjuicio del derecho reconocido en la última parte
del Art. 23, como así también sobre la procedencia del hábeas corpus aun durante la vigencia
del estado de sitio (Art. 43 cuarto párrafo de la C.N.).

Grondona La libertad (Stuart Mill)

Es de esperar que han pasado ya los tiempos en que era necesario defender la “libertad de
prensa” como una de las seguridades indispensables contra un Gobierno corrompido y tiránico.
Suponemos que no es necesario ya argumentar contra que se permita a un legislativo o un
ejecutivo, cuyo interés no sea el mismo del pueblo, prescribirle opiniones y determinar qué
doctrinas y que argumentos está autorizado a oír.

Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera
de opinión contraria, la humanidad seria tan injusta impidiendo que hablase como ella misma
lo seria si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad. Si fuera la opinión una
posesión personal que sólo tuviera valor para su dueño; si el impedir su disfrute fuera
simplemente un perjuicio particular, habría alguna diferencia entre que el perjuicio se infligiera
a pocas o a muchas personas.

En primer lugar la opinión que se intenta suprimir por la autoridad puede ser verdadera.
Aquellos que desean suprimirla niegan, naturalmente, su verdad; pero no son infalibles. No
tienen autoridad para decidir la cuestión para todo el género humano, privando de los medios
de juzgar respecto de ella a todos los demás. Negarse a oír una opinión, porque se está seguro
de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda
negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad. Su condena puede basarse
sobre este común argumento, que por ser común no es el peor.

Si nunca actuáramos según nuestras opiniones porque esas opiniones pudieran ser
equivocadas, dejaríamos abandonados todos nuestros intereses e incumplidos nuestros
deberes. Una objeción aplicable a toda la conducta puede no ser una objeción válida cuando se
aplica a una conducta particular. Es el deber del Gobierno y de los individuos formar las
opiniones más verdaderas que puedan; formarlas escrupulosamente y nunca imponerlas a los
demás, a menos que estén completamente seguros de que son ciertas. Pero cuando estén
seguros (pueden decir los que así razonen) no es obrar en conciencia, sino cobardía, el no
hacerlo conforme a sus convicciones y dejar que se propaguen sin restricción doctrinas que se
consideran peligrosas para el bienestar de la humanidad, en ésta o en la otra vida, fundándose
en que otros hombres en tiempos menos cultos han perseguido opiniones que ahora tenemos
por verdaderas.

Existe la más grande diferencia entre presumir que una opinión es verdadera, porque
oportunamente no ha sido refutada, y suponer que es verdadera a fin de no permitir su
refutación. La libertad completa de contradecir y desaprobar una opinión es la condición
misma que nos justifica cuando la suponemos verdadera a los fines de la acción; y por ningún
otro procedimiento puede el hombre llegar a tener la seguridad racional de estar en lo cierto.

El hombre es capaz de rectificar sus equivocaciones por medio de la discusión y la experiencia.


No sólo por la experiencia, es necesaria la discusión para mostrar cómo debe ser interpretada
la experiencia Las opiniones y las costumbres falsas ceden gradualmente ante los hechos y los
argumentos; pero para que los hechos y los argumentos produzcan algún efecto sobre los
espíritus es necesario que se expongan.

Es extraño que los hombres admitan la validez de los argumentos en pro de la libertad de
discusión y les repugne llevarlos a sus últimas consecuencias, sin advertir que las razones, si no
son buenas para un caso extremo, no lo son para ninguno. Extraña cosa es que no piensen que
asumen infalibilidad cuando reconocen que pueda haber libertad de discusión sobre todos los
asuntos que puedan ser dudosos, pero piensan que respecto de algunos principios o doctrinas
particulares debe prohibirse la discusión porque son ciertos, es decir, porque ellos tienen la
certidumbre de que son ciertos. Tener por cierta una proposición mientras haya alguien, que
negaría su certidumbre si se le permitiera, pero que no se le permite, es afirmar que nosotros
mismos y aquellos que piensan como nosotros somos los jueces de la certidumbre y jueces sin
oír a la parte contraria.

La verdad de una opinión es parte de su utilidad. Cuando pretendemos saber si es o no


deseable que una proposición 8 la creída, ¿cómo es posible excluir la consideración de sí es o
no verdadera?

Y de hecho, cuando la ley o el sentir público permiten que se discuta la verdad de una opinión,
son tan intolerantes como cuando niegan su utilidad. Lo más que consienten es una atenuación
de su absoluta necesidad y del delito de rechazarla.

Pero debe permitírseme observar que no es el sentirse seguro de una doctrina (sea ella cual
fuere) lo que llamo yo una presunción de infalibilidad. Esta consiste en tratar de decidir la
cuestión para los demás, sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria. Y yo
denuncio y repruebo esta pretensión igualmente cuando se refiere a mis más solemnes
convicciones.

Si a consecuencia de este juicio privado, aunque esté apoyado por el juicio público de su país o
de sus contemporáneos, prohíbe que esa opinión sea oída en su defensa, afirma, quien haga,
su propia infalibilidad.

Libertad e Igualdad Constitucional (Norberto Bobbio)

Libertad

1. Libertad negativa

A pesar de lo dicho en infinitas ocasiones acerca de la variedad y la multiplicidad de los


significa- dos de «libertad», y por tanto acerca de la dificultad o sin más del carácter vano de
tina definición de ella, los significados relevantes en el lenguaje político, que aquí se toma en
especial consideración (pero no sólo en el lenguaje político, como veremos dentro de un
momento), son sobre todo dos, por lo que la determinación del concepto o de los conceptos
de libertad, aun siendo muy difícil, no es vana.

Los dos significados relevantes se refieren a las dos formas de libertad que suelen llamarse,
cada vez con más frecuencia, «negativa» y «positiva». Por libertad negativa se entiende, en el
lenguaje político, la situación en la cual un sujeto tiene la posibilidad de obrar o de no obrar, sin
ser obligado a ello o sin que se lo impidan otros sujetos. Con la siguiente advertencia: el hecho
de que en el lenguaje político la libertad sea una relación entre dos sujetos humanos no
excluye que el concepto amplio de libertad comprenda también una relación en la cual uno de
los dos sujetos o los dos no sean sujetos humanos. Es perfectamente lícito decir que el hombre
ha conquistado la propia libertad emancipándose no sólo de las restricciones derivadas de la
sujeción de¡ hombre por el hombre, sino también de la sumisión a las fuerzas naturales, así
como puede decirse que un río (ente natural) es libre de seguir el propio curso cuando no se lo
impide una presa o un dique (que son obra del hombre).

La libertad negativa suele llamarse también «libertad como ausencia de impedimentos o


«libertad como ausencia de constricción»: si por «impedir» se entiende no permitir a los otros
hacer algo, y si por «constreñir» se entiende obligar a los otros a hacer algo, ambas dicciones
son parciales, desde el momento en que la situación denominada «libertad negativa»
comprende tanto la ausencia de impedimento, es decir, la posibilidad de hacer, cuanto la
ausencia de constricción, es decir, la posibilidad de no hacer. Se considera que goza de
situación de libertad tanto aquel que puede expresar las propias opiniones sin incurrir en los
rigores de la censura, como el que queda exento del servicio militar (por ejemplo, allí donde la
objeción de conciencia está legalmente reconocida): el primero puede obrar porque no hay
ninguna norma que prohíba la acción que él considera deseable, el segundo puede no obrar
porque no hay ninguna norma que imponga la acción que él considera no deseable. Ya que los
límites a nuestras acciones en sociedad quedan definidos generalmente por normas (sean
consuetudinarias o legislativas, sean sociales, jurídicas o morales), se puede también decir,
como ha hecho una larga Y autorizada tradición, que la libertad en este sentido, es decir, la
libertad que un uso cada vez más difundido y frecuente llama «libertad negativa», consiste en
hacer (o no hacer) todo lo que las leyes, entendidas en sentido lato, y no sólo en sentido
técnico - jurídico, permiten, o bien no prohíben (y que, en cuanto tales, permiten no hacer).
Cuando Hobbes recogió el principio libertas silentium legis, mostró tener muy clara en su
mente esta idea de libertad, que ilustró en estos términos: «[...] Pero, dado que las leyes nunca
han limitado ni pueden limitar todos los movimientos y acciones de los ciudadanos en vista de
su variedad, quedan necesariamente innumerables cosas que las leyes no ordenan ni prohíben,
y cada uno puede hacer u omitir, según su criterio. Con respecto de ellas se dice que cada una
goza de su libertad, debiéndose entender, en este caso, que la libertad es aquella parte del
derecho natural que las leyes civiles permiten y dejan a discreción de los ciudadanos» (De cive,
XIII, 15). De manera parecida se pronuncia Locke: «[ ... ] la libertad de los hombres bajo el
gobierno consiste [...] en una libertad que me permite seguir mi propia voluntad en todo
aquello en lo que la norma no prescribe, así corno no estar sometido a la voluntad inconstante,
incierta, desconocida y arbitraria de otro hombre» (Segundo tratado sobre el gobierno, IV, 22).
La formulación clásica de esta acepción de libertad la realizó Montesquieu: «La libertad es el
derecho de hacer aquello que las leyes permiten» (De I’esprit des lois, XII, 2).

Que en la mayor parte de las definiciones tradicionales de la libertad negativa, la libertad


quede definida más en relación a la ausencia de impedimento que no a la ausencia de
constricción, se explica con la consideración de que las libertades históricamente más
relevantes, en el período en que el problema de la libertad negativa deviene políticamente
crucial, y en general todas las libertades civiles, representan el resultado de una lucha contra
impedimentos precedentes más que contra constricciones precedentes. De ahí también el uso
arraigado de llamar a esta forma de libertad «libertad como no impedimentos» antes que
«libertad como no constricción», mientras que la forma más comprensiva sería «libertad como
no impedimento y como no constricción».

2. Libertad positiva

Por «libertad positiva» se entiende en el lenguaje político la situación en la que un sujeto tiene
la posibilidad de orientar su voluntad hacia un objetivo, de tomar decisiones, sin verse
determinado por la voluntad de otros. Esta forma de libertad se llama también
«autodeterminación» o de manera más apropiada, «autonomía».

GLOSARIO

Fuero: El presente término acepta diferentes significados. Uno de ellos lo interpreta como el
conjunto de privilegios otorgados a ciertas personas en razón de su cargo o empleo. Asimismo,
se puede entender como sinónimo de jurisdicción o ámbito dentro del cual la autoridad puede
ejercer sus atribuciones.

Jurisdicción: Etimológicamente, proviene del latín “jurisdictio”, que quiere decir “acción de
decir el Derecho”, no de establecerlo. Es pues la función específica de los jueces. También, la
extensión y límites del poder de juzgar, ya sea por razón de la materia, ya sea por razón del
territorio, si se tiene en cuenta que cada tribunal no puede ejercer su función juzgadora sino
dentro de un espacio determinado y del fuero que le está atribuido. En este último sentido, se
habla de jurisdicción administrativa, comercial, civil, correccional, criminal, laboral, etc.

Jurisdicción militar: Atribución ejercida por jueces, consejos o tribunales castrenses para el
conocimiento de las causas –casi exclusivamente penales que se plantean en las fuerzas
armadas, por delitos militares o atribuidos al fuero de guerra.

Jurisprudencia: En términos más concretos y corrientes, se entiende por jurisprudencia la


interpretación que de la ley hacen los tribunales para aplicarla a los casos sometidos a su
jurisdicción. Así pues, la jurisprudencia está formada por el conjunto de sentencias dictadas por
los miembros del Poder Judicial sobre una materia determinada.

Pena: Castigo impuesto por autoridad legítima, especialmente de índole judicial, a quien ha
cometido un delito o falta.

MODULO 8: LA ORGANIZACIÓN DE PODER EN LA CONSTITUCION NACIONAL.

En el presente módulo abordaremos el desarrollo de los siguientes temas:

• Poder Legislativo: el rol del Congreso en el estado de derecho. Composición. Atribuciones.


Derecho Parlamentario: privilegios parlamentarios. Sesiones. Asamblea legislativa. La
Auditoría General de la Nación. El Defensor del Pueblo.

• Poder Ejecutivo: presidencialismo y liderazgo. Requisitos. Elección. Duración del mandato,


reelección y acefalía. Elección de Presidente y Vice. Atribuciones. Decretos de necesidad y
urgencia. El Jefe de Gabinete y demás Ministros: funciones y responsabilidad constitucional.

• Poder Judicial: la función jurisdiccional y su dimensión política. Funciones. Organización a


nivel federal. Magistrados: requisitos, designación y remoción. Garantías de independencia. El
Consejo de la Magistratura: integración, funciones y atribuciones. Competencias de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación. El Ministerio Público: recepción constitucional.

Constitución Nacional; o también denominado de los poderes del estado. El derecho


constitucional del Poder; en efecto, abordaremos el Poder Legislativo, Ejecutivo, y Judicial.

Dentro de los principios del régimen republicano, consideramos que uno de los más
importantes es aquel que alude a la división de los poderes. Nuestros constituyentes de 1853,
al momento de abordar y elaborar el texto definitivo del futuro ordenamiento jurídico político
del Estado argentino, siguieron el modelo norteamericano, instaurando como pilar básico del
Estado de derecho la división y equilibrio de los poderes. En efecto, se continúa el clásico
modelo de Montesquieu, es decir, se consideran tres poderes, donde cada uno conserva
funciones que le son propias y exclusivas y se crean sistemas de controles recíprocos entre los
tres poderes.
Este modelo se plasmó en la segunda parte de la Constitución Nacional: Poder Legislativo,
Ejecutivo y Judicial.

Poder Legislativo: el Poder Legislativo es el órgano natural de producción de leyes por


excelencia. Nuestra constitución receptó un modelo de Congreso o Poder Legislativo
bicameral. Esto quiere decir que se encuentra compuesto por dos cámaras: una de diputados y
otra de senadores. La primera representa al pueblo de la Nación y la segunda, al pueblo de las
provincias.

la reforma de 1994 ha introducido reformas significativas en el Poder Legislativo. Algunas de


ellas han sido de tipo parlamentaria, relativas al trámite de los proyectos de ley, y otras han
impactado en la composición de las cámaras, en su duración, etc.

En la actualidad, la cámara de diputados de la Nación está compuesta por 257 miembros, con
una duración de sus cargos de cuatro años, con renovación de sus bancas cada dos años, con
elección directa por sistema electoral proporcional, con posibilidad de reelección.

Actualmente la Cámara de Senadores tiene una composición de 72 miembros. A partir del


año 1994, los senadores de la Nación son elegidos en forma directa por el pueblo de las
provincias. Se eligen tres senadores por provincia y tres por la ciudad de Buenos Aires. Duran
seis años en sus cargos y pueden ser reelectos.

Existen cuatro clases de sesiones legislativas: 1) Preparatorias; 2) Ordinarias; 3) Prórroga y 4)


Extraordinarias.

1) Las preparatorias son las primeras sesiones en el tiempo legislativo donde, entre otras
actividades, se eligen autoridades, se dicta el reglamento interno y se incorporan los nuevos
legisladores.

2) En las segundas, que van desde el 01/03 al 30/11, pueden tratarse diversos temas
legislativos.

3) En la tercera se suele dar continuidad, por ejemplo, al tratamiento de un tema


parlamentario que quedó pendiente debido a la finalización de la fecha de sesiones ordinarias.

4) En las sesiones extraordinarias solo se puede tratar el tema objeto de convocatoria y son
llamadas por el Poder Ejecutivo.

Poder Ejecutivo:

El Poder Ejecutivo es uno de los poderes que tiene mayor trascendencia desde el punto de
vista institucional, ya que en él reside el ejercicio por excelencia del poder político, teniendo en
cuenta el modelo presidencialista adoptado por la Argentina y mayoritariamente por América
Latina.

En el Art. 87 de la CN, consagraron que el Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por
un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina. Esto es reafirmado en otras
normas que consagran el carácter fuerte de la figura presidencial en vistas a la toma de
decisiones de Estado, pese a la existencia de la figura del Vicepresidente de la Nación. De esta
forma, por ejemplo, se reconocen las jefaturas del mismo: Estado, supremo de la Nación,
gobierno, de las fuerzas armadas de la Nación.
La reforma de 1994 ha incorporado importantes modificaciones en el capítulo del Presidente.
De esta forma, por ejemplo, su elección directa por parte del pueblo de la Nación, la
incorporación del ballotage o doble vuelta electoral, se ha habilitado la reelección
presidencial por una sola vez; reducción del mandato de seis a cuatro años; eliminación del
requisito de confesionalidad para ser presidente. A su vez, se ha receptado
constitucionalmente la posibilidad del dictado de los decretos de necesidad y urgencia y la
creación del Jefe de Gabinete, quien actúa como jefe de la administración.

Poder Judicial:

Por último, dentro del principio de división y separación de poderes, el Poder Judicial cumple
una función trascendente. Se trata del órgano del Estado encargado de administrar justicia y
tiene un valor excelso dentro del estado de derecho. Es el órgano encargado de interpretar y
aplicar el derecho en los casos llevados a su decisión, y de respetar y hacer respetar la
Constitución y las leyes de la Nación. En definitiva, se trata del último intérprete de la
Constitución y su máximo guardián. No es una atribución, sino un deberatribución de
asegurar la supremacía de la Constitución.

El Poder Judicial de la Nación se encuentra receptado en la Sección Tercera de la Constitución


Nacional. A partir del Art. 100, Capítulo Primero, contempla su naturaleza y duración, y en su
Capítulo Segundo habla de las atribuciones del Poder Judicial.

No podemos desconocer que, en los últimos años, el Poder Judicial ha adquirido una
trascendencia notoria desde el punto de vista institucional y social. Los actos de gobierno y las
normas disfrazadas de reglamentarias dictadas por Poder Ejecutivo invaden cada vez más la
órbita del Poder Legislativo. Esto se suma al estado de emergencia permanente en el que se
encuentra sumergido el país, lo que lleva a que la toma de decisiones políticas revestidas de
legalidad terminen judicializadas, dado que en la mayoría de los casos estas normas y actos del
Estado, restringen, violan, colisionan y desconocen derechos y libertades fundamentales
reconocidas en las leyes y la Constitución Nacional.

Al referirnos a su composición, diremos que el Poder Judicial, se encuentra compuesto por


una Corte Suprema de Justicia de la Nación y por los demás tribunales federales de la Nación,
creados por el Congreso.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene en la actualidad una composición fijada por
ley de cinco (5) miembros.

Es el máximo tribunal de la Nación y el último intérprete dentro de la estructura del Poder


Judicial. Ante él solo se llega judicialmente en carácter excepcional de manera limitada, en
los casos en que la Constitución o la ley expresamente lo autorizan.

Garantías: Los miembros de la corte suprema, al igual que los de los tribunales inferiores de la
Nación, gozan de las garantías de inamovilidad en los cargos e intangibilidad de sus sueldos,
garantías éstas que tienden a resguardar la tan ansiada independencia del Poder Judicial.

La reforma de 1994 ha producido importantes reformas en este poder del Estado. El objetivo
de los convencionales constituyentes ha sido el de afianzar la independencia del Poder Judicial.
Por ello se modificó el proceso de nombramiento y remoción de los jueces inferiores a la Corte.
A su vez, se ha creado el Consejo de la Magistratura como órgano encargado, (entre otras
funciones no menos importantes) de la selección de postulantes para cubrir cargos de jueces
de la Nación, pero la decisión final de elección sigue en manos del Presidente con acuerdo del
Senado, y para su remoción se abandonó el juicio político y se creó el jurado de
enjuiciamiento. Para los jueces de la Corte Suprema se mantiene el viejo sistema político de
nombramiento y remoción. Todas estas modificaciones tuvieron el espíritu de realzar la
institución del Poder Judicial, afianzar su independencia y, fundamentalmente, poner límites al
avasallamiento del poder político sobre el poder judicial.

Este consejo de la Magistratura cuya integración y composición en nuestra CN solo determina


pautas y referencias en cuanto a sus miembros, pero deja en manos del Poder Legislativo para
que por ley fije su número y su puesta en marcha.

(INFO. COMPLEMENTARIA) Título: A 20 años de la Reforma de 1994: una fórmula


constitucional sibilina

Autor: Sagüés, Néstor P.

Sumario: 1. El texto constitucional.— 2. Las tres integraciones del Consejo de la Magistratura.—


3. Sinopsis.— 4. Criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.— 5. Evaluación. Crítica a
la tesis de los dos sectores.

1. El texto constitucional

La reforma constitucional de 1994 introdujo un personaje relevante en el estatuto del


poder argentino: el "Consejo de la Magistratura", descripto en el art. 114 de la Ley
Suprema. Tendía a ser uno de los pivotes clave, a criterio de los contribuyentes (el "órgano
central", se dijo), para enfrentar la triple crisis, institucional, política y técnica, por la que
atravesaba el Poder Judicial federal de entonces. (1) Su trascendencia era tal, que incluso
algunos lo vimos como un órgano extra poder, aunque a la postre terminó, por voluntad
legislativa, en la órbita del Judicial.

En verdad, el flamante Consejo era, en comparación a otros vigentes en el derecho


comparado, un "súper Consejo". Operaría como filtro para designar y ascender a futuros
jueces, mediante concursos públicos y elaboración de ternas vinculantes para el Poder
Ejecutivo (art. 114, incs. 1º y 2º. Solamente los jueces de la Corte Suprema no pasaban tal
prueba, ya que su nombramiento quedaba en el exclusivo coto político de caza del
Presidente y del Senado). Pero además, e interpretado literalmente, el Consejo se
convertía en el órgano de gobierno de la Judicatura federal, ya que administraría los
recursos y ejecutaría el presupuesto de ella (art. 114 inc. 2º), al par que ejercería facultades
disciplinarias "sobre magistrados" (art. 114, inc. 3º: la letra constitucional, llamativamente,
sin hacer excepciones, no eximía de ese contralor a nadie, ni siquiera a los jueces de la
Corte), decidía la apertura del procedimiento de remoción de jueces, con facultad para
ordenar incluso su suspensión (art. 114, inc. 4º), y por si todo lo dicho fuera poco, también
asumía constitucionalmente roles materialmente legisferantes: dictar los reglamentos
relacionados con la organización judicial, necesarios —enseña la poco cumplida letra de la
Constitución— para asegurar la independencia de los magistrados y la eficaz prestación de
los servicios de justicia (art. 114, inc. 5º).
Era evidente que al engendrar ese mega consejo, la Constitución no pudo menos que
determinar claramente cómo se integraba. Por cierto, en estos asuntos, la experiencia
aconseja, además de contemplar el qué, prefijar con cuidado el quién. Es impensable
gestar un órgano constitucional autónomo realmente decisivo, para después dejar nada
menos que su integración en un ente subconstitucional y político partidista, y de vez en
cuando, en nuestra experiencia concreta, satélite del Ejecutivo, como es el Congreso. Pero
aquí falló la convención constituyente de 1994, como lo hizo en otros terrenos, ya que no
disciplinó puntualmente la composición del Consejo.

El art. 114, en efecto, diseñó una fórmula que por su multivocidad, ambigüedad e
imprecisión haría palidecer de envidia al propio Nicolás Maquiavelo, aquí ampliamente
superado por el ingenio (¿o malicia?) del constituyente. Dice al respecto aquella cláusula,
en lo pertinente: El Consejo será integrado periódicamente de modo que se procure el
equilibrio entre la representación de los órganos políticos resultantes de la elección
popular, de los jueces de todas las instancias y de los abogados de la matrícula federal. Será
integrado, asimismo, por otras personas del ámbito académico y científico, en el número y
la forma que indique la ley.

Apenas se relea la norma, aparecen los interrogantes que después desatarán ríos de tinta,
acciones judiciales, debates parlamentarios, críticas en la opinión pública y avatares
políticos sin fin. ¿Qué quiere decir, en efecto, "procurar"? ¿es una suerte de invitación para
el legislador, o una directiva compulsiva, o qué otra cosa?; ¿qué quiere significar
"equilibrio? ¿implica una cuotificación igualitaria entre los distintos estamentos aludidos, o
algo aproximado, o es una idea plástica, flexible, gaseosa, inexorablemente maleable, a
determinar a gusto y paladar del Congreso que dicte la ley reglamentaria?; ¿Las personas
del "ámbito académico y científico" (fuera del tema de qué académicos no son científicos:
¿los de bellas artes, quizá?) están o no comprendidas en la regla del intangible "equilibrio",
ya que figuran constitucionalmente en una prescripción cuasi póstuma, en un "asimismo",
que crea una categoría aparentemente aparte y marginal?

2. Las tres integraciones del Consejo de la Magistratura.

Desde luego, la letra ambigua de la Constitución fomentó una serie de controversias que
desembocaron en tres soluciones legislativas distintas en torno al "equilibrio" que debían
guardar los estamentos componentes del Consejo. Por ello, es factible hablar de tres ciclos,
períodos o tramos en la conformación de dicho organismo.

2.1. Tramo número 1

La primera composición es fruto de la ley 24.937 y su "ley correctiva" 24.939, todo según el
texto ordenado por decreto 816/99, que contempló un Consejo de veinte vocales, así
diseñado: a) el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, que a su vez lo presidía; b)
cuatro jueces del Poder Judicial de la Nación, elegidos mediante el sistema D'Hont, con
garantía de representación igualitaria de jueces de Cámara y de Primera Instancia, y la
participación de magistrados con competencia federal del interior del país; c) ocho
legisladores, cuatro por cada Sala del Congreso, a razón, en cada una de ellas, de dos por la
primera mayoría, uno por la primera minoría y otro por la segunda; d) cuatro abogados de
la matrícula federal, elegidos por sus pares mediante el sistema D'Hont, con garantía de
presencia de abogados del interior de la República; e) un representante del Poder
Ejecutivo; f) dos representantes del ámbito académico y científico, uno profesor titular de
cátedra universitaria de las facultades de derecho nacionales, elegido por sus pares, y el
otro persona de reconocida trayectoria y prestigio, nombrado por el Consejo
Interuniversitario Nacional con el voto de los dos tercios de sus integrantes.

2.2. Tramo número 2

La segunda conformación, por ley 26.080, (hoy vigente) determinó un Consejo de trece
miembros, del siguiente modo: a) tres jueces del Poder Judicial de la Nación elegidos por
sus pares mediante el sistema D'Hont, debiéndose garantizar la representación igualitaria
de jueces de primera y segunda instancia y la presencia de magistrados con competencia
federal en el interior de la República; b) seis legisladores, tres por cada Cámara del
Congreso, a razón de dos por la primera mayoría y el tercero a la primera minoría; c) dos
abogados de la matrícula federal, designados por voto directo de los letrados inscriptos en
la misma; d) un representante del Poder Ejecutivo; e) un representante del ámbito
académico y científico, electo por el Consejo Interuniversitario Nacional.

2.3. Tramo número 3

La tercera integración fue diseñada por la ley 26.855, que previó un Consejo con
diecinueve miembros, así formado: a) tres jueces del Poder Judicial de la Nación, elegidos
por el pueblo por medio de sufragio universal. Dos derivan de la lista que resulte ganadora,
y uno a la que logre el segundo puesto; b) tres representantes de los abogados de la
matrícula federal, también electos por el pueblo; c) seis representantes de los ámbitos
académicos y científico, también electos por el pueblo, es decir, por el cuerpo electoral; d)
seis legisladores, correspondiendo tres de ellos a cada Cámara del Congreso, de los cuales
dos corresponden a la mayoría y uno a la primera minoría. Se nombran por el presidente
de cada Cámara, a propuesta de los partidos políticos respectivos; d) un representante del
Poder Ejecutivo.

Como se reseñará de inmediato (ver infra, parágrafo 4), esta fórmula de integración fue
reputada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el caso "Rizzo",
oportunidad en la que el Tribunal dispuso que se continuaran aplicando, en lo pertinente,
las reglas de la ley 26.080 (resolución III de la sentencia).

3. Sinopsis
a) Como advertencia general, puede constatarse, primero, que los tres Consejos de la
Magistratura tuvieron un número diferente de miembros (veinte, trece y diecinueve,
respectivamente).
b) La segunda observación es que en todos los casos, los representantes de "los órganos
políticos resultantes de la representación popular", siempre superaron a los
representantes de cada uno de los otros estamentos (jueces, abogados, académicos y
científicos): nueve (ocho parlamentarios, más el agente del Poder Ejecutivo), sobre un
total de veinte, en el esquema de las leyes 24.937 y 24.939; siete sobre un total de
trece (seis legisladores y el representante del Poder Ejecutivo), en la ley 26.080, e igual
cantidad en la ley 26.855 (siete, aunque sobre un total de diecinueve).
c) El número de los jueces se replegó de cinco (cuatro, más el Presidente de la Corte)
sobre un total de veinte vocales, en la primera etapa, a tres (sobre un total de trece) en
la segunda, y a tres sobre un total de diecinueve, en la tercera, que muestra el caso
más llamativo de reducción porcentual de presencia judicial en el Consejo.
d) El número de abogados también experimentó achicamientos porcentuales: de cuatro
sobre un total de veinte, en el primer ciclo, pasa a dos en un Consejo de trece
miembros en la ley 26.080, y a tres sobre un total de diecinueve vocales en el tercer
período.
e) Otro dato es que el cupo de representantes del sector académico y científico fue el que
experimentó más fluctuaciones: dos en las leyes 24.937 y 24.939, solamente uno en la
ley 26.080, pero trepa a seis en la ley 26.855.

4. Criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación

Este Tribunal se ha expedido sobre todo en dos oportunidades en cuanto la composición del
Consejo de la Magistratura y en particular, en torno a la idea de "equilibrio" que debe presidir
su conformación.

a) Caso "Rizzo v. Poder Ejecutivo Nacional"

En ese divulgado fallo, la Corte se pronuncia sobre la constitucionalidad del régimen instaurado
en el tercer ciclo del Consejo, esto es, por la ley 26.855. La sentencia es del 18 de junio de
2013. (2)

El lector tendrá que recordar que esta ley se enmarca en un paquete de normas auspiciadas
por el Poder Ejecutivo, en torno a una proyectada (así se dijo) "democratización", y por ende,
"legitimación", de la judicatura. Estas leyes (26.853, 26.854, 26.855, 26856, 26.861) aluden a
temas diversos, como el dictado de medidas cautelares contra el Estado, la programación de
tribunales intermedios (léase Cámaras Federales de Casación) situadas entre las Cámaras
Federales o Nacionales y la Corte Suprema de Justicia, la publicidad de ciertas sentencias, la
selección del personal del Poder Judicial federal y, en el caso que nos ocupa, la planificación del
Consejo de la Magistratura.

En cuanto a esto último, la ley 26.855 acentúa notoriamente, y de modo decisivo, el


protagonismo de la clase política en el Consejo. Por un lado, aunque mantiene el mismo
número de representantes del Poder Legislativo y Ejecutivo fijados por la ley 26.080 (siete,
como señalamos), se implementa por otro la elección popular de jueces, abogados y
académicos y científicos, pero a través de partidos políticos, que debían incluirlos en sus listas,
sistema que, de hecho, implicaba una domesticación de esos vocales del Consejo por los
partidos, debido al previo visto bueno que tenían que tener de ellos, para postularse a sus
cargos. En otras palabras, los futuros miembros del Consejo eran, primero, seleccionados por
los partidos. El régimen conducía así, antes que a una genuina "democratización" del Consejo,
a su concreta partidización.

El fallo "Rizzo" tuvo que superar, inicialmente, dos obstáculos muy vinculados entre sí: uno, el
tema del control judicial de las decisiones adoptadas por el Poder Legislativo; Otro, la barrera
de las "cuestiones políticas no justiciables" (political questions), en el sentido de que ciertas
materias, de índole "política", estarían reservadas exclusivamente a la presidencia de la Nación
y al Congreso, clásicamente reputados, en la jerga común, "poderes políticos". El tema viene a
cuento por ciertas tendencias político partidistas que en los últimos años procuran reducir el
escrutinio judicial de la constitucionalidad de las leyes adoptadas por el Poder Legislativo,
como presunto vocero de la voluntad popular, presentando por ende a la judicial review como
un atentado a la democracia; y por otro, alguna corriente académica local (minoritaria, por
cierto, pero no por eso menos vocinglera), que importando y copiando en bloque ideas y
debates foráneos, generalmente de medios universitarios norteamericanos, todavía intenta
aquí (con mucho atraso, sin duda), discutir y elucubrar conjeturas y divagaciones en torno a si
los jueces pueden o no ser los intérpretes finales y supremos de la Constitución.

En ese escenario, el voto mayoritario de "Rizzo" se encuentra obligado a recordar el abecé del
sistema constitucional argentino: que hay tres poderes o departamentos clave en el Estado,
que la actuación de cada uno de ellos tiene como límite los bordes que fija la Constitución, que
desde 1888 la Corte Suprema ha aclarado que los jueces deben aplicar primero a la
Constitución, cosa que impone el examen de constitucionalidad de las leyes, que es uno de los
fines principales y supremos del Poder Judicial, y que tiende a equilibrar el poder, para
limitarlo; y finalmente, que so pretexto de defender la voluntad popular, no puede
propugnarse el desconocimiento del orden jurídico. Entre otros puntos dignos de subrayar, la
Corte condena la tesis de la "omnipotencia legislativa", y la que podríamos llamar de la
"impunidad legislativa", o de exención de control judicial de constitucionalidad, bien
destacado, asimismo, que la declaración de inconstitucionalidad es un acto de suma gravedad
que debe ser el último recurso al que cabe ir, cuando no queda otra alternativa al respecto
(considerandos 6º a 12).

Hay otro punto del fallo "Rizzo" que interesa particularmente al derecho procesal
constitucional, y que versa sobre el rol subsidiario o directo del amparo, disputa que ha
ocupado mucho a nuestra doctrina y jurisprudencia. Respondiendo a la intención del
Constituyente, la Corte destaca una vez más que "el amparo es un proceso excepcional,
utilizable en las delicadas y extremas situaciones en las que por carencia de otras vías legales
aptas peligra la salvaguardia de derechos fundamentales" (considerando 3º), circunstancias
que se detectan en el caso bajo examen. El Tribunal afirma así el papel supletorio de la acción
de amparo, solamente viable ante la ineficacia, en el caso concreto, de otros conductos
procesales (y al respecto, la Corte no distingue entre vías judiciales o administrativas) para
atender el acto lesivo que motiva el amparo. (3)

Vamos ahora al fondo del asunto, que se ocupa de la composición del Consejo de la
Magistratura. La mayor parte de los acuses de inconstitucionalidad de la Corte versan sobre el
modo de elección de los vocales del Consejo, ya que, explica, la ley los hace derivar, directa o
indirectamente, del sistema político-partidario, al disponer la elección popular de los
representantes de los jueces, abogados y académicos y científicos. Ello, por un lado,
compromete la independencia y la imparcialidad de los jueces, al someterlos a los vaivenes
electorales y partidistas de postulación, puesto que debían ser nominados por partidos, e
impide su elección por los respectivos estamentos, como fue el propósito del Constituyente
reformista de 1994. La ley, en resumen, los hace representantes del electorado y no de los
referidos estamentos (judicial, abogadil, académico). Por añadidura, la ley 26.855 restringe a
los partidos que pueden postular candidatos para conformar el Consejo de la Magistratura,
impidiendo así un proceso transparente e imparcial.

Aparte de lo dicho, la Corte Suprema (en el voto mayoritario), se detiene en el concepto


"equilibrio" que en cuanto la conformación del Consejo, impone la Constitución. Desde el
punto de vista lingüístico, sostiene que equilibro no equivale a igualdad, y describe a ese
equilibro como "contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas", "sin que exista
predominio de uno sobre otros". Es decir, define la Corte, que cabe entender el plan
constitucional "de modo tal que no tuvieran primacía los representantes provenientes del
sistema de naturaleza exclusivamente político-partidario respecto de los representantes del
Poder Judicial, del ámbito profesional y del académico". Todo ello porque la reforma de 1994
tuvo por meta fortalecer la independencia judicial, y reducir la gravitación político-partidaria en
la designación de los jueces, previendo una integración equilibrada entre el sector político y
por el otro, el estamento técnico, a fin de evitar acciones hegemónicas del primero de ellos, o
viceversa (considerando 28).

Una mención particular que hace el Tribunal es respecto a los representantes del ámbito
académico y científico, Allí, destaca que el texto constitucional no les ha asignado "un rol
central", ya que "no está(n) en el centro de la escena", apareciendo mencionados "a título de
complemento", en la segunda parte del párrafo respectivo del art. 114 de la Constitución
Nacional. La ley, en concreto, "sobredimensiona la representación" de éstos, al disponer que
sean seis, o sea, el doble de los asignados a jueces, abogados, diputados y senadores, al mismo
tiempo que distorsiona su elección, al hacerla recaer en el pueblo y no en los integrantes de
ese sector, por lo que el régimen así establecido peca de inconstitucionalidad.

Como consecuencia de lo dicho, la Corte reimplantó el régimen de composición del Consejo


diseñado por la ley 26.080.

b) Caso "Monner Sans, Ricardo c/ EN - Secretaría General Presidencia y otros, s/ amparo ley
16.986".

En esta demorada sentencia (estuvo varios años sin expedirse, no obstante tratarse de un
amparo), la Corte Suprema se pronuncia sobre la constitucionalidad del régimen establecido
por la ley 26.080, descripto supra como "tramo número 2", y lo hace entendiéndolo como
constitucional.

El fallo trata asimismo una cuestión preliminar, muy significativa para el derecho procesal
constitucional, como es la legitimación de dos actores para promover el amparo.

Uno de los litigantes, en efecto, se presenta invocando calidad de ciudadano, abogado y


usuario del servicio de justicia. Sobre el punto, la Corte reitera una buena doctrina: en el orden
federal no hay, en principio, acciones populares que únicamente postulen declaraciones
abstractas de inconstitucionalidad: el título de ciudadano no es suficiente "para accionar en el
interés general en que se cumplan la Constitución y las leyes" (considerando 3º, del voto
mayoritario). La tesis es correcta, apuntamos, porque cierta doctrina admisoria de estas
acciones populares parte del supuesto de que la tutela de la vigencia de la Constitución y las
leyes sería un "derecho de incidencia colectiva" (en las palabras del art. 43 de la Constitución
nacional), ejercitable por cualquier persona. Sin embargo, quedó claro en la convención
constituyente de 1994 que tales acciones populares no emergían directamente de la
Constitución. (4) Resulta obligado, entonces, que el promotor del amparo demuestre que la
norma que impugna le causa un perjuicio puntual; y en los amparos colectivos, que se den los
supuestos y la legitimación previstos por el segundo párrafo del art. 43 de la Constitución
Nacional.

Otro litigante fue el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, al que sí la Corte
reconoce legitimación procesal. En parte, lo hace porque dicho colegio puede impugnar la
validez constitucional de una norma cuando la reclamación se promueve en defensa de un
derecho propio, cosa que ocurre cuando una ley (en la especie, la 26.080), desconocería la
representación que la Constitución Nacional asegura en el Consejo de la Magistratura a los
abogados, que deben matricularse obligatoriamente en el referido Colegio cuando quieran
litigar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y es natural, añadimos, que un Colegio de
Abogados como el porteño deba defender los intereses de dichos letrados, en lo que hace a su
presencia en el Consejo de la Magistratura de la Nación.
Yendo ahora al fondo del asunto, o sea a la cuotificación de los estamentos previstos por el art.
114 de la Constitución Nacional, y su reglamentación por la ley 26.080, la Corte Suprema
vuelve a aplicar la doctrina sentada en "Rizzo", en el sentido (i) de entender que el "equilibrio"
que demanda tal cláusula constitucional, no significa "igualdad" en las cuotas de
representatividad de jueces, abogados, sujetos provenientes de la clase política y del ámbito
académico y científico, (ii) sino que implica "no predominio", de uno de estos grupos sobre los
otros, o sea, de "no hegemonía", vale decir, que ningún sector cuente con una cantidad de
representantes que le permita controlar por sí mismo a todo el Consejo (considerando quinto).
Ello implica, a la postre, distinguir en el Consejo dos estamentos: el del sector político, y el
técnico, impulsando el mentado art. 114, mediante el "equilibrio", una tesis de "no primacía"
de los representantes provenientes del sistema exclusivamente político-partidario, por un lado,
respecto de los representantes del Poder Judicial, del ámbito profesional y del académico", por
el otro (considerado 5º).

En conclusión, el voto mayoritario de la Corte sostiene que la declaración de


inconstitucionalidad del sistema propiciado por la ley 26.080 exigiría una demostración de
"evidente" o "manifiesta" oposición entre el mismo y el art. 114 de la Constitución, una
"discordancia substancial", que no queda acreditada en el expediente, motivo por el cual se
opta por desestimar el planteo de impugnación contra aquella solución normativa.

5. Evaluación. Crítica a la tesis de los dos sectores.

Un reexamen del problema debe partir del triste panorama que exhibe, en cuanto la
integración del Consejo, el art. 114 de la Constitución Nacional. Se trata de una norma a medio
hacer, que deja en manos del legislador ordinario un punto que jamás debió confiársele, en un
país tan imprevisible como la Argentina: la repartición de las cuotas de poder dentro del nuevo
organismo. De hecho, implicó una suerte de transferencia del poder constituyente a un poder
constituido. (5)

Es cierto que esa imprevisión no fue producto de la negligencia, sino de la imposibilidad de


lograr, en ese punto, un concierto político entre las fuerzas que controlaban la convención
constituyente de 1994. La imprevisión normativa es el resultado de un tira y afloja entre
quienes aceptaban lealmente al Consejo, y quienes lo admitían a regañadientes, como un
precio más que había que abonar para lograr la meta esencial de la reforma, como era la
reelección presidencial. La "solución" constitucional conformó a medias a tirios y troyanos:
habría Consejo, pero su composición (esto es, la llave de su correcto funcionamiento) quedaba
arrojada al porvenir. Entonces, en su momento debido, los partidos, al compás de los
resultados electorales, podrían utilizar los alambiques y la alquimia pertinente para inventar
fórmulas que domesticarían o bloquearían la acción el Consejo.

Es verdad que el constituyente tomó una precaución: disponer que la ley regulatoria del
Consejo de la Magistratura fuese adoptada mediante una "ley especial sancionada por la
mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara" (art. 114, Constitución
Nacional), pero ese cuidado pudo poco ante partidos con muy fuerte caudal electoral, casi
hegemónicos o predominantes, muy convincentes además para lograr el apoyo de otros pares
menores, próximos o satelitarios del mayoritario.

Con estas prevenciones, cabe observar primero que el número de consejeros instrumentado
por la ley 26.080, como por las otras dos normas que regularon al instituto, no es de por sí
inconstitucional. El número, en efecto, queda confiado a la discrecionalidad legislativa, pero
con un tope: la regla de la razonabilidad, que rige no solamente para la reglamentación de los
derechos personales (art. 28, Constitución Nacional), sino también para la determinación
congresional de, v.gr., las reglas y excepciones que establece el Poder Legislativo para graduar
la competencia por apelación de la Corte Suprema, según el art. 117 de la Constitución (tesis
de "Itzcovich") (6), o cualquier otra reglamentación que haga el mismo Congreso de sus
competencias o de los otros poderes. Con esto quiere significarse que una ley que dispusiese
un número de miembros del Consejo de la Magistratura excesivamente reducido para cumplir
sus múltiples funciones, o desmesuradamente amplio, podría trabar su operatividad y
devendría inconstitucional, por irrazonabilidad.

Ello aclarado, cabe considerar la que podríamos llamar "doctrina de los dos sectores",
elaborada por los votos mayoritarios de la Corte Suprema, tanto en "Rizzo" como
especialmente en "Monner Sans", donde se detiene particularmente en el asunto. (7) Sostiene,
como vimos, que en el Consejo hay dos grupos: uno, el "político", formado por los
representantes de los órganos resultantes de la elección popular, y por otro, el "técnico",
integrado por jueces, abogados y académicos y científicos. Para la Corte Suprema, si el número
de los consejeros del primer grupo no supera a todos los del segundo, hay un "equilibrio"
constitucionalmente aceptable, ya que no engendra ni "hegemonía" ni "predominio" a favor de
tales agentes de la clase política.

La tesis de la Corte Suprema no se compadece, sin embargo, con el texto del art. 114 de la
Constitución. El artículo constitucional, en efecto, no habla de dos, sino de cuatro grupos: (i) los
representantes de los órganos políticos populares, (ii) los jueces, (iii) los abogados, y (iv),
"asimismo", los académicos y científicos. Y tiene que haber "equilibrio" entre todos ellos, no
solamente entre los políticos (en una banda) y el resto (en la otra). Con la creada doctrina de
los "dos sectores", y no de los cuatro, la Corte altera el sentido del mensaje constitucional, ya
que magnifica la presencia de la clase política y al mismo tiempo minimiza la de jueces,
abogados y académicos.

En el seno de la asamblea constituyente de Santa Fe, conviene recordarlo, el miembro


coinformante del despacho mayoritario, Enrique Paixao, sobre el que el cuerpo se basó para
aprobar la nueva norma, explicó con nitidez que el artículo en debate procuraba el "pluralismo
en la integración del órgano", en el que los poderes democráticos retenían una importante
injerencia en el proceso de designación de jueces, pero en el que, simultáneamente, de los
propios jueces y por participación de estamentos vinculados con la actividad forense u otras
personas, al sistema judicial estaba gobernado con pluralismo aunque sin transferir a quienes
no tienen la representación popular la totalidad de los poderes distintos de los que le son
específicamente propios el sistema judicial, que son los de dictar sentencias, esto es, resolver
casos contenciosos. (8) Respecto de los poderes políticos, añadió que ellos intervenían
mediante el Poder Ejecutivo, al seleccionar un candidato de la terna de postulantes a jueces
realizada por el Consejo, y el Senado, al dar su acuerdo.

Por lo demás: si bien, en sentido estricto, "equilibrio" no significa inexorablemente "igualdad"


(en esto la Corte Suprema, sin dudas, acierta), también debe recordarse que de todos modos el
equilibrio sí guarda significativos paralelismos con esa idea de igualdad, y por supuesto con las
de armonía, proporción, contrapeso, ponderación y mesura, por ejemplo. (9) Una integración
notoriamente desigualitaria, es por ende una composición desequilibrada. En tal sentido, y por
más esfuerzo argumentativo que se haga, decididamente no hay equilibrio si, como pasa en la
ley 26.080, el grupo político tiene siete consejeros, mientras que cada uno de los otros tres
estamentos (jueces, abogados y académicos) cuenta con tres, dos y uno, respectivamente (ver
parágrafo 2).
En paralelo, debe observarse que el art. 114 de la Constitución determina que el Consejo será
integrado, "asimismo, por otras personas del ámbito académico y científico", empleando así
decididamente el plural, cuando la ley 26.080 prescribe que por este segmento habrá un solo
representante. Hay aquí otro insalvable conflicto constitucional. (10)

Finalmente, cabe hacer mención al voto complementario de la jueza María del Carmen Argibay,
en "Monner Sans", cuando subraya que en la temática en juego, y en aras de disminuir el
predominio que pudiera tener según la ley 26.080 el estamento "político", éste está diseñado
por esta norma en una representación "fragmentada" (considerando 8º), por ejemplo entre
mayorías y minorías de las salas del Congreso. Ello atenuaría, expone, los riesgos de la
hegemonía de dicho grupo, máxime cuando ciertas decisiones del Consejo requieren mayorías
calificadas.

La observación, como no podía ser menos en atención a su distinguida autora, es sagaz. Sin
embargo, debe repetirse que más allá de fragmentación o no fragmentación, el art. 114 de la
Constitución procuró impedir que fuera el sector político un sector prevaleciente o privilegiado,
ya sea que actuare fragmentado o coaligado, y por eso exigió "equilibrio" entre él y cada uno
de los otros grupos representados. Además, de hecho, los representantes de los jueces
también pueden estar fragmentados, dado que eventualmente provienen de distintas listas de
candidatos, siguiéndose en el tema el sistema proporcional D'Hont, según el art. 2.1º de la ley
26.080.

Volvemos a reiterar aquí las críticas que formulamos en su momento a la ley 26.080, en el
punto que nos ocupa: esta norma no satisface el requisito de equilibrio que demanda el art.
114 de la Constitución dado que existe un notorio predominio de los miembros provenientes
—directa o indirectamente— de los partidos políticos (siete vocales sobre trece), todo ello en
un Consejo "de" la Magistratura encargado del gobierno del Poder Judicial y programado por el
constituyente, paradójicamente, para afianzar la independencia y la legitimidad de ese poder.
(11)

En síntesis, "Monner Sans" no es un fallo feliz de nuestra Corte Suprema.

(*) El presente trabajo se integra en el programa de investigaciones de la Facultad de Derecho y


Ciencias Sociales del Rosario, de la Universidad Católica Argentina.

(1) Centro de Estudios Constitucionales y Políticos, Ministerio de Justicia de la Nación, Obra de


la Convención Nacional Constituyente 1994, Buenos Aires 1997, t. V pág. 4888, palabras del
miembro coinformante del despacho mayoritario en el recinto convencional, Enrique Paixao.

(2) Jurisprudencia Argentina, 10/7/2013, págs. 3 y sigts.

(3) Nos remitimos sobre el tema a SAGÜÉS, Néstor Pedro, Derecho Procesal Constitucional.
Acción de Amparo, 5ª. ed., 2ª reimpresión, Buenos Aires, 2013, Astrea, t. 3, págs. 173 a 176.
Algunas veces la Corte Suprema ha recortado el principio del amparo supletorio. Ver al
respecto TORICELLI, Maximiliano, "La procedencia del amparo", en Jurisprudencia Argentina
2010-III-358.

(4) Ver también SAGÜÉS, Néstor Pedro, Acción de amparo, ob. cit. en nota 3, págs. 353 a 355.

(5) Interesa releer, al respecto, el relato crítico que sobre el tema hace el voto minoritario del
juez Zaffaroni en "Rizzo", ob. cit. en nota 2.

homson Reuters Información Legal (6) Corte Suprema, Fallos 328:566.


(7) En "Rizzo", considerando 18, la Corte Suprema habla primero de tres "estamentos": órganos
políticos resultantes de la elección popular (Poder Legislativo y Poder Ejecutivo), jueces de
todas las instancias y abogados de la matrícula federal. Pero después, en el considerando 28,
detecta dos grupos en el Consejo de la Magistratura: los representantes de los órganos
políticos provenientes de elección popular ("sector político"), y los representantes de los
jueces, abogados y académicos ("estamento técnico"). Coincidiendo con esta última rotulación,
en el considerando 5º de "Monner Sans", la mayoría adhiere al voto de la jueza Argibay, en el
sentido de que hay dos grupos en el Consejo, un sector político (conformado con
representantes provenientes del sistema de naturaleza exclusivamente político-partidario) y
otro estamento técnico, compuesto por los representantes del Poder Judicial, del ámbito
profesional y del académico.

(8) Centro de Estudios Constitucionales y Políticos, Ministerio de Justicia de la Nación, Obra de


la Convención Nacional Constituyente 1994, ob. y pág. cit. en nota 1.

(9) SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos, Diccionario español de sinónimos y antónimos, 8ª. ed.,
novena reimpresión, Madrid, 1980, Aguilar.

INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR

Ley 24.747

Reglaméntase el artículo 39 de la Constitución Nacional. Presentación de proyectos de ley


ante la Cámara de Diputados de la Nación. Requisitos.

Sancionada: Noviembre 27 de 1996.

Promulgada de Hecho: Diciembre 19 de 1996.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso. etc. sancionan


con fuerza de Ley:

ARTICULO 1°-Reglaméntase el artículo 39 de la Constitución Nacional.

ARTICULO 2°-Los ciudadanos podrán ejercer el derecho de iniciativa popular para presentar
proyectos de ley ante la Cámara de Diputados de la Nación.

ARTICULO 3 º-No podrán ser objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma
constitucional, tratados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal.

ARTICULO 4°-La iniciativa popular requerirá la firma de un número de ciudadanos no inferior al


uno y medio por ciento (1,5 %) del padrón electoral utilizado para la última elección de
diputados nacionales y deberá representar por lo menos a seis (6) distritos electorales. Cuando
la materia de la iniciativa sea de alcance regional el requisito del porcentual se cumplirá
considerando únicamente el padrón electoral del total de las provincias que componen dicha
región, sin tener en cuenta la cantidad de distritos que prevé el primer párrafo.

ARTICULO 5°-Requisitos de la iniciativa popular.

La iniciativa popular deberá deducirse por escrito y contendrá:

a) La petición redactada en forma de ley en términos claros:


b) Una exposición de motivos fundada:

c) Nombre y domicilio del o los promotores de la iniciativa, los que podrán participar de las
reuniones de Comisión con voz de acuerdo a la reglamentación que fijen las mismas:

d) Descripción de los gastos y origen de los recursos que se ocasionaren durante el período
previo a presentar el proyecto de iniciativa popular ante la Cámara de Diputados:

e) Los pliegos con las firmas de los peticionantes, con la aclaración del nombre, apellido,
número y tipo de documento y domicilio que figure en el padrón electoral.

ARTICULO 6°-Toda planilla de recolección para promover una iniciativa debe contener un
resumen impreso del proyecto de ley a ser presentado, y la mención del o los promotores
responsables de la iniciativa.

El resumen contendrá la información esencial del proyecto, cuyo contenido verificara el


Defensor del Pueblo en un plazo no superior a diez (10) días previo a la circulación y
recolección de firmas.

ARTICULO 7°-Previo a la iniciación en la Cámara de Diputados, la justicia nacional electoral


verificará por muestreo la autenticidad de las firmas en un plazo no mayor de veinte (20) días,
prorrogable por resolución fundada del Tribunal. El tamaño de la muestra no podrá ser inferior
al medio por ciento (0,5%) de las firmas presentadas. En caso de impugnación de firma,
acreditada la falsedad se desestimará la misma del cómputo de firmas para el proyecto de
iniciativa popular, sin perjuicio de las demás acciones penales a que hubiere lugar, la planilla de
adhesiones es documento público. En caso de verificarse que el cinco por ciento (5 %) o más de
las firmas presentadas sean falsas se desestimará el proyecto de iniciativa popular.

Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo anterior, podrán certificar la autenticidad de las


firmas todos los autorizados por la ley electoral.

ARTICULO 8°-La iniciativa popular deberá ser presentada ante la Mesa de Entradas de la H.
Cámara de Diputados, la Presidencia la remitirá a la Comisión de Asuntos Constitucionales, la
que en el plazo de veinte (20) días hábiles deberá dictaminar sobre la admisibilidad formal de
la iniciativa, debiendo intimar a los promotores a corregir o subsanar defectos formales.

ARTICULO 9°-El rechazo del proyecto de iniciativa popular no admitirá recurso alguno.

La justicia nacional electoral tendrá a su cargo el contralor de la presente ley. Los promotores
tendrán responsabilidad personal. Se aplicarán las sanciones previstas por el artículo 42 de la
ley 23.298.

ARTICULO 10.-Admitido el proyecto de ley, la Presidencia de la Cámara de Diputados de la


Nación ordenará la inclusión en el orden del día como asunto entrado, siguiendo en adelante el
trámite previsto para la formación y sanción de las leyes.

Recibida la iniciativa y cumplidos los requisitos del artículo 3º, el presidente de la Honorable
Cámara de Diputados de la Nación, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas lo girará para su
tratamiento a la Comisión de Labor Parlamentaria, o la que cumpla sus funciones, la que
deberá producir dictamen a más tardar para la segunda reunión de dicho cuerpo.

En el orden del día correspondiente de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, deberá


ser incluida la iniciativa, con tratamiento preferente.
La Cámara podrá girar la iniciativa a sus comisiones respectivas, las que tendrán cada una
quince (15) días corridos para dictaminar, si lo hicieran en común se sumarán los plazos.

Vencido el término anterior, con o sin despacho, el cuerpo procederá al tratamiento de la


iniciativa, pudiendo a tal efecto declararse en comisión manteniendo la preferencia.

ARTICULO 11.-Admitido el proyecto de ley por iniciativa popular ante la Cámara de Diputados
de la Nación, el Congreso deberá darle expreso tratamiento dentro del término de doce ( 12)
meses.

ARTICULO 12.-Queda prohibido aceptar o recibir para el financiamiento de todo proyecto de


ley por iniciativa popular, en forma directa o indirecta:

a) Contribuciones privadas anónimas, con excepción de lo producido por colectas populares


con una contribución máxima autorizada de cincuenta pesos ($ 50) por persona.

b) Aportes provenientes de entidades autárquicas o descentralizadas, nacionales o


provinciales, sociedades anónimas con participación estatal o de empresas concesionarias de
servicios u obras públicas de la Nación, provincias, municipios, o entidades autárquicas o
descentralizadas o de empresas que exploten juegos de azar.

c) Aportes de gobiernos extranjeros

d) Aportes de entidades extranjeras con fines de lucro;

e) Contribuciones superiores a treinta mil pesos ($ 30.000):

f) Contribuciones o donaciones de asociaciones sindicales, patronales o profesionales.

ARTICULO 13.-Comuníquese al Poder Ejecutivo.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A LOS


VEINTISIETE DIAS DEL MES DE NOVIEMBRE DEL AÑO MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y SEIS.

CONSULTA POPULAR

Ley 25.432

Consulta Popular Vinculante y No Vinculante. Disposiciones comunes.

Sancionada: Mayo 23 de 2001.

Promulgada de Hecho: Junio 21 de 2001.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso,etc. sancionan


con fuerza de Ley:

TITULO I

CONSULTA POPULAR VINCULANTE

ARTICULO 1º — El Congreso de la Nación, a iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá so


meter a consulta popular vinculante todo proyecto de ley con excepción de aquellos cuyo
procedimiento de sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional
mediante la determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada
para su aprobación.
ARTICULO 2º — La ley de convocatoria a consulta popular vinculante deberá tratarse en una
sesión especial y ser aprobada con el voto de la mayoría absoluta de miembros presentes en
cada una de las Cámaras.

ARTICULO 3º — En todo proyecto sometido a consulta popular vinculante, el voto de la


ciudadanía será obligatorio.

ARTICULO 4º — Toda consulta popular vinculante será válida y eficaz cuando haya emitido su
voto no menos del 35% de los ciudadanos inscriptos en el padrón electoral nacional.

ARTICULO 5º — Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular vinculante obtenga la


mayoría de votos válidos afirmativos, se convertirá automáticamente en ley, la que deberá ser
publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina dentro de los diez días hábiles
posteriores a la proclamación del resultado del comicio por la autoridad electoral.

Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular vinculante obtenga un resultado


negativo, no podrá ser reiterado sino después de haber transcurrido un lapso de dos años
desde la realización de la consulta. Tampoco podrá repetirse la consulta durante el mismo
lapso.

TITULO II

CONSULTA POPULAR NO VINCULANTE

ARTICULO 6º — Puede ser sometido a consulta popular no vinculante, todo asunto de interés
general para la Nación, con excepción de aquellos proyectos de ley cuyo procedimiento de
sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional, mediante la
determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada para su
aprobación. En este tipo de consulta el voto de la ciudadanía no será obligatorio.

ARTICULO 7º — La convocatoria realizada por el Poder Ejecutivo Nacional deberá efectuarse


mediante decreto decidido en acuerdo general de ministros y refrendado por todos ellos.

La consulta popular no vinculante convocada a instancia de cualquiera de las Cámaras del


Congreso deberá ser aprobada por el voto de la mayoría absoluta de miembros presentes en
cada una de ellas.

ARTICULO 8º — Cuando un proyecto de ley sometido a consulta popular no vinculante,


obtenga el voto afirmativo de la mayoría absoluta de votos válidos emitidos, deberá ser tratado
por el Congreso de la Nación, quedando automáticamente incorporado al plan de labor
parlamentaria de la Cámara de Diputados de la sesión siguiente a la fecha de proclamación del
resultado del comicio por la autoridad electoral.

TITULO III

DISPOSICIONES COMUNES

ARTICULO 9º — La ley o el decreto de convocatoria a una consulta popular —según


corresponda— deberá contener el texto íntegro del proyecto de ley o decisión política objeto
de consulta y señalar claramente la o las preguntas a contestar por el cuerpo electoral, cuyas
respuestas no admitirán más alternativa que la del sí o el no.
ARTICULO 10. — La ley o el decreto de convocatoria a consulta popular deberán ser publicados
en el Boletín Oficial de la República Argentina, en el diario de mayor circulación de cada una de
las provincias y en los dos diarios de mayor circulación del país.

Dictada la convocatoria, todos los puntos sometidos a consulta popular deberán difundirse en
forma clara y objetiva, por medios gráficos, radiales y televisivos.

ARTICULO 11. — Los partidos políticos reconocidos, estarán facultados para realizar campañas
de propaganda exponiendo su posición con relación al asunto de la consulta, a través de
espacios gratuitos en los medios de comunicación masiva, y conforme a las normas que
regulan la concesión de estos espacios en ocasión de las elecciones nacionales.

ARTICULO 12. — La consulta popular deberá realizarse dentro de un plazo no inferior a 60 días
y no superior a 120 días corridos desde la fecha de publicación de la ley o el decreto de
convocatoria en el Boletín Oficial de la República Argentina.

ARTICULO 13. — Para determinar el resultado de toda consulta popular no serán computados
los votos en blanco.

ARTICULO 14. — El día fijado para la realización de una consulta popular, no podrá coincidir
con otro acto eleccionario.

ARTICULO 15. — Serán de aplicación a las consultas convocadas conforme a los


procedimientos previstos, las disposiciones del Código Nacional Electoral (Ley 19.945 y sus
modificatorias), en cuanto no se opongan a la presente Ley.

La Justicia Electoral Nacional será competente en todo lo relativo al comicio.

ARTICULO 16. — Las erogaciones derivadas de la ejecución de la presente ley, deberán ser
afectada al crédito previsto anualmente en el presupuesto nacional a partir del ejercicio
correspondiente al año 2001.

ARTICULO 17. — Comuníquese al Poder Ejecutivo nacional.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, EL 23 DE


MAYO DE 2001. — REGISTRADA BAJO EL Nº 25.432 —

LEY DE FUEROS

Ley 25.320

Apruébase un nuevo Régimen de Inmunidades para legisladores, funcionarios y magistrados.

Sancionada: Septiembre 8 de 2000.

Promulgada: Septiembre 12 de 2000.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso, etc. sancionan


con fuerza de Ley:

ARTICULO 1º — Cuando, por parte de juez nacional, provincial o de la Ciudad Autónoma de


Buenos Aires, se abra una causa penal en la que se impute la comisión de un delito a un
legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero, remoción o juicio político, el tribunal
competente seguirá adelante con el procedimiento judicial hasta su total conclusión. El
llamado a indagatoria no se considera medida restrictiva de la libertad pero en el caso de que
el legislador, funcionario o magistrado no concurriera a prestarla el tribunal deberá solicitar su
desafuero, remoción o juicio político. En el caso de dictarse alguna medida que vulnera la
inmunidad de arresto, la misma no se hará efectiva hasta tanto el legislador, funcionario o
magistrado sujeto a desafuero, remoción o juicio político no sea separado de su cargo. Sin
perjuicio de ello el proceso podrá seguir adelante hasta su total conclusión. El tribunal
solicitará al órgano que corresponda el desafuero, remoción o juicio político, según sea el caso,
acompañando al pedido las copias de las actuaciones labradas expresando las razones que
justifiquen la medida. No será obstáculo para que el legislador, funcionario o magistrado a
quien se le imputare la comisión de un delito por el que se está instruyendo causa tenga
derecho, aun cuando no hubiere sido indagado, a presentarse al tribunal, aclarando los hechos
e indicando las pruebas que, a su juicio, puedan serle útiles. No se podrá ordenar el
allanamiento del domicilio particular o de las oficinas de los legisladores ni la intercepción de
su correspondencia o comunicaciones telefónicas sin la autorización de la respectiva Cámara.

ARTICULO 2°— La solicitud de desafuero deberá ser girada de manera inmediata a la Comisión
de Asuntos Constitucionales de la Cámara correspondiente, la que deberá emitir dictamen, en
un plazo de 60 días. La Cámara deberá tratar la causa, dentro de los 180 días de ingresada, aun
cuando no exista dictamen de comisión.

ARTICULO 3°— Si un legislador hubiera sido detenido en virtud de lo dispuesto por el artículo
69 de la Constitución Nacional, el tribunal pondrá inmediatamente en conocimiento del hecho
al cuerpo legislativo correspondiente, quien decidirá por los dos tercios de los votos, en sesión
que deberá realizarse dentro de los 10 días, si procede el desafuero. En este caso se actuará
conforme al artículo 70 de la Constitución Nacional. Para el caso de denegar la Cámara el
desafuero, el juez dispondrá la inmediata libertad del legislador.

ARTICULO 4°— Si fuera denegado el desafuero, la suspensión o remoción solicitadas, el


tribunal declarará por auto que no puede proceder a la detención o mantenerla, continuando
la causa según su estado.

En cualquier caso regirá la suspensión del curso de la prescripción prevista en el artículo 67 del
Código Penal.

ARTICULO 5°— En el caso del artículo 68 de la Constitución Nacional, se procederá al rechazo


in limine de cualquier pedido de desafuero.

ARTICULO 6°— Deróganse los artículos 189, 190 y 191 del Código Procesal Penal de la Nación
(Ley 23.984).

ARTICULO 7°— Comuníquese al Poder Ejecutivo.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES A LOS OCHO
DIAS DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO DOS MIL ---REGISTRADA BAJO EL Nº 25.320---

LEY Nº 23.992

CONGRESO DE LA NACION

MODIFICACION DE LA LEY Nº 13.640.

Sancionada: Setiembre 18 de 1991.


Promulgada de hecho: Octubre 17 de 1991

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso, etc. sancionan


con fuerza de Ley:

ARTICULO 1º - En la Ley 13.640, modificada por la Ley 23.821:

a) En el artículo 1º, donde dice "artículo 72 de la Constitución Nacional", debe entenderse


"artículo 71 de la Constitución Nacional";

b) En el artículo 3º, donde dice "artículo 73 de la Constitución Nacional", debe entenderse


"artículo 72 de la Constitución Nacional".

ARTICULO 2º - Comuníquese al Poder Ejecutivo. - ALBERTO R. PIERRI. -EDUARDO MENEM. -


Esther H. Pereyra Arandia de Pérez Pardo. - Hugo R.Flombaum.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOSAIRES, A LOS


DIECIOCHO DIAS DEL MES DE SETIEMBRE DEL AÑO MILNOVECIENTOS NOVENTA Y UNO.

DEFENSORIA DEL PUEBLO

Ley Nº 24.284

Créase en el ámbito del Poder Legislativo de la Nación la citada institución. Nombramiento.


Cese y condiciones. Incompatibilidades. Cese. Sustitución. Prerrogativas. Adjuntos.
Competencia. Iniciación y contenido de la investigación. Tramitación de la queja. Obligación
de colaboración. Régimen de responsabilidad. Resoluciones. Alcances. Comunicaciones.
Informes. Recursos humanos y materiales.

Sancionada: diciembre 1º de 1993. Promulgada: diciembre 2 de 1993.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso, etc., sancionan


con fuerza de Ley:

TITULO I

Creación. Nombramiento. Cese y condiciones

CAPITULO I: Carácter y elección.

ARTICULO 1º- Creación. Se crea en el ámbito del Poder Legislativo de la Nación la Defensoría
del Pueblo, la cual ejerce las funciones que establece la presente ley, sin recibir instrucciones
de ninguna autoridad.

El objetivo fundamental de esta institución es el de proteger los derechos e intereses de los


individuos y la comunidad frente a los actos, hechos y omisiones de la administración pública
nacional, que se mencionan en el artículo 14.

ARTICULO 2º - Titular. Forma de elección. Es titular de ese organismo un funcionario


denominado defensor del pueblo quien es elegido por el Congreso de la Nación de acuerdo
con el siguiente procedimiento:
a) Ambas Cámaras del Congreso deben elegir una comisión bicameral permanente, integrada
por siete (7) senadores y siete (7) diputados cuya composición debe mantener la proporción de
la representación del cuerpo;

b) En un plazo no mayor de treinta (30) días a contar desde la promulgación de la presente ley,
la comisión bicameral reunida bajo la Presidencia del presidente del Senado, debe proponer a
las Cámaras de uno a tres candidatos para ocupar el cargo de defensor del pueblo.

Las decisiones de la comisión bicameral se adoptan por mayoría simple;

c) Dentro de los treinta (30) días siguientes al pronunciamiento de la comisión bicameral,


ambas Cámaras eligen por el voto de dos tercios de sus miembros presentes a uno de los
candidatos propuestos;

d) Si en la primera votación ningún candidato obtiene la mayoría requerida en el inciso anterior


debe repetirse la votación hasta alcanzarse;

e) Si los candidatos propuestos para la primera votación son tres y se diera el supuesto del
inciso d) las nuevas votaciones se deben hacer sobre los dos candidatos más votados en ella.

ARTICULO 3º - Duración. La duración del mandato del defensor del pueblo es de cinco años,
pudiendo ser reelegido por una sola vez según el procedimiento establecido en el artículo
anterior.

ARTICULO 4º - Calidades para ser elegido. Puede ser elegido defensor del pueblo toda persona
que reúna las siguientes calidades:

a) Ser argentino nativo o por opción;

b) Tener 30 años de edad como mínimo.

ARTICULO 5º - Nombramiento. Forma. El nombramiento del defensor del pueblo se


instrumenta en resolución conjunta suscrita por los presidentes de las Cámaras de Senadores y
de Diputados, la que debe publicarse en el Boletín Oficial y en el Diario de Sesiones de ambas
Cámaras.

El defensor del pueblo toma posesión de su cargo ante las autoridades de ambas Cámaras
prestando juramento de desempeñar debidamente el cargo.

ARTICULO 6º - Remuneración. El defensor del pueblo percibe la remuneración que establezca


el Honorable Congreso de la Nación. Goza de la exención prevista en el artículo 20, inciso q) de
la ley nacional de impuesto a las ganancias y sus modificaciones.

CAPITULO II

Incompatibilidades. Cese. Sustitución. Prerrogativas

ARTICULO 7º - Incompatibilidades. El cargo de defensor del pueblo es incompatible con el


desempeño de cualquier otra actividad pública o comercial, docente o profesional, estándole
vedada asimismo la actividad política partidaria.

La incompatibilidad para acceder a cargos electivos subsiste durante los dos años posteriores al
cese de las funciones.
Son de aplicación al defensor del pueblo, en lo pertinente, las normas en materia de recusación
y excusación previstas en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.

ARTICULO 8º - Actividad. La actividad de la defensoría del pueblo no se interrumpe en el


período de receso del Congreso.

ARTICULO 9º - Incompatibilidad. Cese. Dentro de los diez (10) días siguientes a su


nombramiento y antes de tomar posesión del cargo, el defensor del pueblo debe cesar en toda
situación de incompatibilidad que pudiere afectarlo presumiéndose, en caso contrario, que no
acepta el nombramiento.

ARTICULO 10 - Cese. Causales. El defensor del pueblo cesa en sus funciones por alguna de las
siguientes causas:

a) Por renuncia;

b) Por vencimiento del plazo de su mandato;

c) Por incapacidad sobreviniente;

d) Por haber sido condenado mediante sentencia firme por delito doloso;

e) Por notoria negligencia en el cumplimiento de los deberes del cargo o por haber incurrido en
la situación de incompatibilidad prevista por esta ley.

ARTICULO 11. - Cese. Formas. En los supuestos previstos por los incisos a) y d) del artículo 10 el
cese será dispuesto por los presidentes de ambas Cámaras.

En los supuestos previstos por los incisos c) y e) del mismo artículo el cese se decide por el voto
de los dos tercios de miembros presentes de ambas Cámaras, previo debate y audiencia del
interesado. En el caso del inciso c) la incapacidad sobreviniente deberá acreditarse de modo
fehaciente.

En caso de muerte del defensor del pueblo se debe proceder a su reemplazo provisorio según
las normas establecidas en el artículo 13, promoviéndose en el más breve plazo la designación
del titular en la forma prevista en el artículo 2º.

ARTICULO 12. - Inmunidades. El defensor del pueblo no puede ser arrestado desde el día de su
designación hasta el de su cese o suspensión, excepto en el caso de ser sorprendido in fraganti
en la ejecución de un delito doloso de lo que se debe dar cuenta a los presidentes de ambas
Cámaras con la información sumaria del hecho.

Cuando se dicte auto de procesamiento por la justicia competente contra el defensor del
pueblo por delito doloso, puede ser suspendido en sus funciones por ambas Cámaras hasta
que se dicte sobreseimiento definitivo a su favor.

CAPITULO III

De los adjuntos

ARTICULO 13. - Adjuntos. A propuesta del defensor del pueblo la comisión bicameral prevista
en el artículo 2º, inciso a) debe designar dos adjuntos que auxiliarán a aquél en su tarea,
pudiendo reemplazarlo provisoriamente en los supuestos de cese, muerte, suspensión o
imposibilidad temporal, en el orden que la Comisión determine al designarlos.
Para ser designado adjunto del defensor del pueblo son requisitos, además de los previstos en
el artículo 4º de la presente ley:

a) Ser abogado con ocho años en el ejercicio de la profesión como mínimo o tener una
antigüedad computable, como mínimo, en cargos del Poder Judicial, Poder Legislativo, de la
Administración pública o de la docencia universitaria;

b) Tener acreditada reconocida versación en derecho público.

A los adjuntos les es de aplicación, en lo pertinente, lo dispuesto en los artículos 3º, 5º, 7º, 10,
11 y 12 de la presente ley.

Perciben la remuneración que al efecto establezca el Congreso de la Nación.

TITULO II

Del procedimiento

CAPITULO I

Competencia. Iniciación y contenido de la investigación

ARTICULO 14. - Actuación. Forma y alcance. El defensor del pueblo puede iniciar y proseguir de
oficio o a petición del interesado cualquier investigación conducente al esclarecimiento de los
actos, hechos u omisiones de la administración pública nacional y sus agentes, que impliquen
el ejercicio ilegítimo, defectuoso, irregular, abusivo, arbitrario, discriminatorio, negligente,
gravemente inconveniente o inoportuno de sus funciones, incluyendo aquéllos capaces de
afectar los intereses difusos o colectivos.

Los legisladores, tanto Provinciales como Nacionales, podrán receptar quejas de los
interesados de las cuales darán traslado en forma inmediata al defensor del pueblo.

ARTICULO 15. - Comportamientos sistemáticos y generales. El defensor del pueblo, sin


perjuicio de las facultades previstas por el artículo 14 de la presente ley, debe prestar especial
atención a aquellos comportamientos que denoten una falla sistemática y general de la
administración pública, procurando prever los mecanismos que permitan eliminar o disminuir
dicho carácter.

ARTICULO 16. - Competencia. Dentro del concepto de administración pública nacional, a los
efectos de la presente ley, quedan comprendidas la administración centralizada y
descentralizada; entidades autárquicas; empresas del Estado; sociedades del Estado;
sociedades de economía mixta; sociedades con participación estatal mayoritaria; y todo otro
organismo del Estado nacional cualquiera fuere su naturaleza jurídica, denominación, ley
especial que pudiera regirlo, o lugar del país donde preste sus servicios.

Quedan exceptuados del ámbito de competencia de la Defensoría del Pueblo, el Poder Judicial,
el Poder Legislativo, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y los organismos de
defensa y seguridad.

ARTICULO 17. - Otros ámbitos de competencias. Quedan comprendidas dentro de la


competencia de la defensoría del pueblo, las personas jurídicas públicas no estatales que
ejerzan prerrogativas públicas y las privadas prestadoras de servicios públicos. En este caso, y
sin perjuicio de las restantes facultades otorgadas por esta ley, el defensor del pueblo puede
instar de las autoridades administrativas competentes el ejercicio de las facultades otorgadas
por ley.

ARTICULO 18. - Legitimación. Puede dirigirse al defensor del pueblo toda persona física o
jurídica que se considere afectada por los actos, hechos u omisiones previstos en el artículo 14.
No constituye impedimento para ello la nacionalidad, residencia, internación en centro
penitenciario o de reclusión y, en general, cualquier relación de dependencia con el Estado.

CAPITULO II

Tramitación de la queja

ARTICULO 19. - Queja. Forma. Toda queja se debe presentar en forma escrita y firmada por el
interesado, con indicación de su nombre, apellido y domicilio en el plazo máximo de un año
calendario, contado a partir del momento en que ocurriere el acto, hecho u omisión motivo de
la misma.

No se requiere al interesado el cumplimiento de otra formalidad para presentar la queja.

Todas las actuaciones ante el defensor del pueblo son gratuitas para el interesado, quien no
está obligado a actuar con patrocinio letrado.

ARTICULO 20. - Derivación. Facultad. Si la queja se formula contra personas, actos, hechos y
omisiones que no están bajo la competencia del defensor del pueblo, o si se formula fuera del
término previsto por el artículo 19, el defensor del pueblo está facultado para derivar la queja a
la autoridad competente informando de tal circunstancia al interesado.

ARTICULO 21. - Rechazo. Causales. El defensor del pueblo no debe dar curso a las quejas en los
siguientes casos:

a) Cuando advierta mala fe, carencia de fundamentos, inexistencia de pretensión o


fundamento fútil o trivial;

b) Cuando, respecto de la cuestión planteada, se encuentre pendiente resolución


administrativa o judicial.

Puede rechazar también aquellas quejas cuya tramitación irrogue perjuicio al legítimo derecho
de tercera persona.

Si iniciada la actuación se interpusiere por persona interesada recurso administrativo o acción


judicial, el defensor del pueblo debe suspender su intervención.

Ninguno de los supuestos previstos por el presente artículo impide la investigación sobre los
problemas generales planteados en las quejas presentadas. En todos los casos se comunicará al
interesado la resolución adoptada.

ARTICULO 22. - Irrecurribilidad. Interrupción. Las decisiones sobre la admisibilidad de las


quejas presentadas son irrecurribles.

La queja no interrumpe los plazos para interponer los recursos administrativos o acciones
judiciales previstos por el ordenamiento jurídico.

ARTICULO 23. - Procedimiento. Admitida la queja, el defensor del pueblo debe promover la
investigación sumaria, en la forma que establezca la reglamentación, para el esclarecimiento de
los supuestos de aquélla. En todos los casos debe dar cuenta de su contenido al organismo o
entidad pertinente, a fin de que por intermedio de autoridad responsable y en el plazo máximo
de quince días se remita informe escrito.

Tal plazo puede ser ampliado hasta un máximo de 60 días cuando concurran circunstancias que
lo aconsejen a juicio del defensor del pueblo.

Respondida la requisitoria, si las razones alegadas por el informante fueren justificadas a


criterio del defensor del pueblo, éste dará por concluida la actuación comunicando al
interesado la circunstancia.

CAPITULO III

Obligación de colaboración. Régimen de responsabilidad

ARTICULO 24. - Obligación de colaboración. Todos los organismos públicos, personas físicas o
jurídicas públicas o privadas, están obligadas a prestar colaboración, con carácter preferente a
la Defensoría del Pueblo en sus investigaciones e inspecciones.

A esos efectos el defensor del pueblo o sus adjuntos están facultados para:

a) Solicitar expedientes, informes, documentos, antecedentes y todo otro elemento que, a su


juicio, estime útil a los efectos de la fiscalización, dentro del término que se fije. No se puede
oponer disposición alguna que establezca el secreto de lo requerido. La negativa sólo es
justificada cuando ella se fundamenta en la salvaguarda de un interés atinente a la seguridad
nacional.

b) Realizar inspecciones, verificaciones y, en general, toda otra medida probatoria conducente


al esclarecimiento de la investigación.

ARTICULO 25. - Obstaculización. Entorpecimiento. Todo aquel que impida la efectivización de


una denuncia ante el defensor del pueblo u obstaculice las investigaciones a su cargo,
mediante la negativa al envío de los informes requeridos o impida el acceso a expedientes o
documentación necesaria para el curso de la investigación, incurre en el delito de
desobediencia que prevé el artículo 240 del Código Penal. El defensor del pueblo debe dar
traslado de los antecedentes respectivos al ministerio fiscal para el ejercicio de las acciones
pertinentes.

La persistencia en una actitud entorpecedora de la labor de investigación de la Defensoría del


Pueblo, por parte de cualquier organismo o autoridad administrativa, puede ser objeto de un
informe especial cuando justificadas razones así lo requieran, además de destacarla en la
sección correspondiente del Informe anual previsto en el artículo 31 de la presente ley.

El defensor del pueblo puede requerir la intervención de la Justicia para obtener la remisión de
la documentación que le hubiere sido negada por cualquier institución pública o privada.

ARTICULO 26.- Hechos delictivos. Cuando el defensor del pueblo, en razón del ejercicio de las
funciones propias de su cargo, tenga conocimiento de hechos presumiblemente delictivos de
acción pública, los debe comunicar de inmediato al Procurador General de la Nación. Este
deberá informar, en cualquier caso y de manera periódica al defensor del pueblo, o cuando
éste lo solicite, el estado en que se hallan las actuaciones promovidas por su intermedio.

TITULO III

De las resoluciones
CAPITULO UNICO

Alcance de las resoluciones. Comunicaciones. Informes.

ARTICULO 27. - Límites de su competencia. El defensor del pueblo no es competente para


modificar, sustituir o dejar sin efecto las decisiones administrativas. Sin perjuicio de ello, puede
proponer la modificación de los criterios utilizados para su producción.

Si como consecuencia de sus investigaciones llega al convencimiento de que el cumplimiento


riguroso de una norma puede provocar situaciones injustas o perjudiciales para los
administrados, puede proponer al Poder Legislativo o a la administración pública la
modificación de la misma.

ARTICULO 28. - Advertencia y recomendaciones. Procedimiento. El defensor del pueblo puede


formular con motivo de sus investigaciones, advertencias, recomendaciones, recordatorios de
sus deberes legales y funcionales, y propuestas para la adopción de nuevas medidas. En todos
los casos, los responsables estarán obligados a responder por escrito en el término máximo de
un mes.

Si formuladas las recomendaciones, dentro de un plazo razonable no se produce una medida


adecuada en tal sentido por la autoridad administrativa afectada, o ésta no informe al defensor
del pueblo de las razones que estime para no adoptarlas, éste puede poner en conocimiento
del ministro del área, o de la máxima autoridad de la entidad involucrada, los antecedentes del
asunto y las recomendaciones propuestas.

Si tampoco así obtiene una justificación adecuada, debe incluir tal asunto en su informe anual
o especial, con mención de los nombres de las autoridades o funcionarios que hayan adoptado
tal actitud.

ARTICULO 29. - Comunicación de la investigación. El defensor del pueblo debe comunicar al


interesado el resultado de sus investigaciones y gestiones así como la respuesta que hubiese
dado al organismo o funcionario implicados, salvo en el caso que ésta por su naturaleza sea
considerada como de carácter reservado o declarada secreta.

Asimismo, debe poner en conocimiento de la Auditoría General de la Nación, en los casos que
corresponda, los resultados de sus investigaciones en los organismos sometidos a su control.

ARTICULO 30. - Relaciones con el Congreso. La comisión bicameral prevista en el inciso a) del
artículo 2º, de la presente ley, es la encargada de relacionarse con el defensor del pueblo e
informar a las Cámaras en cuantas ocasiones sea necesario.

ARTICULO 31. - Informes. El defensor del pueblo da cuenta anualmente a las Cámaras de la
labor realizada en un informe que les presenta antes del 31 de mayo de cada año.

Cuando la gravedad o urgencia de los hechos lo aconsejan puede presentar un informe


especial.

Copia de los informes mencionados debe ser enviada para su conocimiento al Poder Ejecutivo.

ARTICULO 32. - Contenido del informe. El defensor del pueblo en su informe anual da cuenta
del número y tipo de quejas presentadas; de aquellas que hubiesen sido rechazadas y sus
causas, así como de las que fueron objeto de investigación y el resultado de las mismas.
En el informe no deben constar datos personales que permitan la pública identificación de los
interesados en el procedimiento investigador, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 26.

El informe debe contener un anexo, cuyos destinatarios serán las Cámaras, en el que se debe
hacer constar la rendición de cuentas del presupuesto de la institución en el período que
corresponda.

En el informe anual, el defensor del pueblo puede proponer al Congreso de la Nación las
modificaciones a la presente ley que resulten de su aplicación para el mejor cumplimiento de
sus funciones.

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