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MAPA CONCEPTUAL
GLOSARIO
Acción: La Academia de la Lengua, tomando esta voz en su acepción jurídica, la define como
derecho que se tiene a pedir alguna cosa en juicio, y modo legal de ejercitar el mismo derecho,
pidiendo en justicia lo que es nuestro o se nos debe. Para Couture es el poder jurídico que
tiene todo sujeto de derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de la
jurisdicción, exponiendo sus pretensiones y formulando la petición que afirma como
correspondiente a su derecho.
Acto: Manifestación de voluntad o de fuerza. Actos bilaterales: Aquellos que, para que
produzcan efecto jurídico, requieren el consentimiento de dos o más personas; como en los
contratos.
Arbitrariedad: Acto, conducta, proceder contrario a lo justo, razonable o legal, inspirado sólo
por la voluntad, el capricho o un propósito maligno.
Autarquía: Poder para gobernarse a sí mismo. Estado de un país o territorio que procura
bastarse con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones de otros países. El
primero de esos sentidos es estrictamente político; el segundo es político-económico y se
llama también autarcía. En derecho político se entiende por autarquía la descentralización
administrativa. Representa en lo administrativo lo que la autonomía en lo político. La
autonomía afecta tanto la facultad de gobierno propio cuanto la de dictarse sus propias
normas, mientras que la autarquía sólo tiene la facultad del gobierno propio.
Causa: En materia de obligaciones y de contratos, se conoce como causa: para unos autores, el
fin mediato que se busca en el contrato o que produce la obligación; para otros, posiblemente
con mejor propiedad, el propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. En orden al Derecho Procesal, la palabra causa equivale a proceso, litigio o pleito.
Cláusula: Disposición normativa que integra el texto de una constitución, de una ley, tratado o
contrato. En sentido corriente, se suele utilizar el término cláusula como sinónimo de norma
individual dentro de una norma mayor o general, o también como sinónimo de artículo.
Distrito: Cada una de las demarcaciones en que se subdivide un territorio o una población
para distribuir y ordenar el ejercicio de los derechos civiles y políticos, o las funciones públicas,
o servicios administrativos.
Doctrina: Conjunto de tesis y opiniones de los tratadistas y estudiosos del Derecho, que
explican y fijan el sentido de las leyes o sugieren soluciones para cuestiones aún no legisladas.
Tiene importancia como fuente mediata del Derecho, ya que el prestigio y autoridad de los
destacados juristas influyen a menudo sobre la labor del legislador e incluso en la
interpretación judicial de los textos vigentes.
Facultad: Posibilidad de hacer u omitir algo; en especial, todo aquello que no está prohibido o
ancionado por la ley.
Fallo: Acción y efecto de fallar, de dictar sentencia, y ésta misma en asunto judicial.
Fuentes del Derecho: La expresión fuentes del derecho es ambigua, pues se la emplea para
designar fenómenos diferentes, a saber: 1) como razón de validez de las normas. En este
sentido la norma superior es fuente de validez de la inferior. 2) como forma de creación de la
norma. Así el acto legislativo es fuente de la ley. 3) como forma de manifestarse de las normas.
En este sentido la Constitución, la ley, los decretos, entre otras normas lo serían y 4) como
conjunto de pautas y valoraciones que determinan la voluntad del legislador y dan contenido a
las normas.
Fuero: El presente término acepta diferentes significados. Uno de ellos lo interpreta como el
conjunto de privilegios otorgados a ciertas personas en razón de su cargo o empleo. Asimismo,
se puede entender como sinónimo de jurisdicción o ámbito dentro del cual la autoridad puede
ejercer sus atribuciones.
Inmunidad: Expresión de gran importancia en Derecho Político, en relación a los estados de
organización democrática, porque se refiere a la prerrogativa que ampara a los miembros del
Poder Legislativo −diputados y senadores− en virtud de la cual no pueden ser detenidos ni
apresados mientras estén en ejercicio de su mandato; salvo en caso de haber sido
sorprendidos in fraganti en la comisión de un delito considerado grave; situación en la cual
tampoco puedan ser procesados ni juzgados, a menos que el cuerpo legislativo a que
pertenezcan conceda la correspondiente autorización.
Juez: En sentido amplio, llámase así a todo miembro integrante del Poder Judicial, encargado
de juzgar los asuntos sometidos a su jurisdicción. Tales magistrados están obligados al
cumplimiento de su función de acuerdo con la Constitución y las leyes, con las
responsabilidades que las mismas determinan.
Juicio: Para Caravantes se entiende la controversia que, con arreglo a las leyes, se produce
entre dos personas, ante un juez competente, que le pone término EDUBP | CONTADOR |
Derecho Constitucional - pag. 12 por medio de un fallo que aplica el derecho o impone una
sanción o pena. Llámese también litigio, pleito o proceso.
Jurisdicción: Etimológicamente, proviene del latín “jurisdictio”, que quiere decir “acción de
decir el Derecho”, no de establecerlo. Es pues la función específica de los jueces. También, la
extensión y límites del poder de juzgar, ya sea por razón de la materia, ya sea por razón del
territorio, si se tiene en cuenta que cada tribunal no puede ejercer su función juzgadora sino
dentro de un espacio determinado y del fuero que le está atribuido. En este último sentido, se
habla de jurisdicción administrativa, comercial, civil, correccional, criminal, laboral, etc.
Jurisdicción militar: Atribución ejercida por jueces, consejos o tribunales castrenses para el
conocimiento de las causas –casi exclusivamente penales− que se plantean en las fuerzas
armadas, por delitos militares o atribuidos al fuero de guerra.
Legal: Lo ajustado a la ley, y por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.
Legalidad: Calidad de legal. Régimen político estatuido por la ley fundamental del Estado. En
este sentido se habla de gobierno legal con referencia al establecido de acuerdo con las
normas de la Constitución. Por ello, los gobiernos de facto son insanablemente ilegales, salvo
cuando proceden de una revolución triunfante para un cambio de régimen y hasta tanto se
sancione la nueva Constitución por el poder constituyente.
Nulidad: Este término está referido a la ineficacia en un acto jurídico como consecuencia de
carecer de las condiciones necesarias para su validez, sean ellas de fondo o de forma. Algunos
autores sostienen que la nulidad es un vicio de que adolece un acto jurídico si se ha realizado
en violación u omisión de ciertas formas o requisitos indispensables para considerarlo como
válido; por lo cual la nulidad se considera ínsita en el mismo acto, sin necesidad de que haya
sido declarada o juzgada.
Pena: Castigo impuesto por autoridad legítima, especialmente de índole judicial, a quien ha
cometido un delito o falta.
Privilegio parlamentario: Esta expresión hace referencia, en el ámbito del derecho público, a
las inmunidades e inviolabilidades que constitucionalmente son concedidas a los miembros
integrantes del Poder Legislativo, mientras desempeñan su función; y que no les son
concedidas a título de prerrogativa personal, sino con el fin de que obtengan la necesaria
independencia para el ejercicio de su actividad parlamentaria.
Quórum: En una primera época, se usó sólo con referencia a organismos políticos o de
derecho público; pero en la actualidad se emplea en relación a cualquier organismo colegiado,
para indicar el número de miembros cuya asistencia es considerada necesaria para que pueda
deliberar válidamente y adoptar resoluciones.
Recurso: Denomínase así todo medio que concede la ley procesal para la impugnación de las
resoluciones judiciales, a efectos de subsanar los errores de fondo o los vicios de forma en que
se haya incurrido al dictarla. El acto de recurrir corresponde a la parte que en el juicio se sienta
lesionada por la medida judicial.
Refrendar: Acción de autorizar un despacho u otro documento por medio de la firma hábil
para ello. En esta acepción, ofrece especial importancia la función políticamente atribuida a los
Ministros del Poder Ejecutivo.
Relación Jurídica: Es todo vínculo de derecho entre dos o más personas, o entre una de ellas al
menos y una cosa corporal o incorporal, con trascendencia en el ordenamiento vigente.
Sentencia: Declaración del juicio y resolución del juez (Dicc. Acad.). Modo normal de extinción
de una relación procesal (Alsina). Acto procesal emanado de órganos jurisdiccionales que
deciden la causa o puntos sometidos a su conocimiento (Couture).
Sesión: Reunión. Intercambio de opiniones de un cuerpo o exposición que en ella se hace ante
todos sus miembros o parte de ellos, especialmente convocados. Cada una de las
deliberaciones de los cuerpos legislativos.
Validez: Cualidad de un acto o contrato jurídico para surtir los efectos legales propios, según
su naturaleza y la voluntad constitutiva.
Vigente: Referido a las leyes y demás disposiciones generales de los poderes y de las
autoridades en vigor y de observancia obligatoria.
Voluntad: Potencia o facultad del alma que lleva a obrar o a abstenerse. Libre albedrío.
Consentimiento. Energía psíquica capaz de mantener o imponer el propio criterio y la
resolución adoptada frente a la oposición y los obstáculos.
Programa
MÓDULO 1: CONSTITUCIONALISMO - DERECHOS HUMANOS Y DERECHO CONSTITUCIONAL
• Los derechos humanos y los derechos constitucionales: conceptos. Los tratados sobre
Derechos Humanos. La Convención Americana de los Derechos Humanos (Pacto de San José de
Costa Rica). Derechos constitucionales de primera, segunda y tercera generación.
• Derecho Constitucional: concepto. Objeto formal y material. Relaciones con otras ciencias: la
Ciencia Política y el Derecho Político; el Derecho Administrativo, el Derecho Internacional
Público, la Teoría y la Historia Constitucional.
Constitucionalismo.
además de consagrar, por ley, la limitación del poder y el pleno ejercicio de los derechos
individuales como pilares o postulados fundamentales, el Estado debe asegurar la división y la
separación de poderes como otra garantía contra el abuso del poder. La forma representativa y
republicana de gobierno se presentará en oposición a cualquier tendencia de atomización del
poder. Por su parte, el constitucionalismo sostiene que estos fines y principios deben
plasmarse en una Constitución escrita que será, según lo postula, la norma jurídica de mayor
importancia dentro del Estado para el sistema jurídico.
Todo Estado tiene su Constitución. tener una constitución no significa que estemos ante un
estado constitucional, un estado de derecho, sino que es necesario que esa Constitución debe
ser entendida como ley de leyes, ley máxima, ley suprema; que cumpla una función
garantizadora de las libertades reconocidas a los ciudadanos y como límite al ejercicio de la
autoridad.
La doctrina expuesta por el constitucionalismo tiene antecedentes remotos en los siglos lX, Xll
y Xlll, con sus primeras manifestaciones mediante la sanción o creación de normas como los
antecedentes ingleses o la Carta Magna de 1215, ambas genuinas normas creadas por la
autoridad, por concesiones del rey u otras impuestas bajo presión popular sobre éste. Ninguna
de ellas ha sido elaborada por voluntad popular.
el antecedente más importante data de la segunda mitad del siglo XVlll, con el proceso
revolucionario francés (1789) y el norteamericano (1787). En especial aludiremos al francés,
por su influencia en la doctrina, fines y principios de occidente y por plasmarse en los textos
constitucionales de América, llegando a nuestro país con la sanción de la primera Constitución
en 1853.
Todos aquellos que le corresponden al hombre o grupos de hombres por su solo carácter de tal
y que no son renunciables.
Los derechos de primera generación se suelen identificar como los derechos civiles y
políticos. Los de segunda generación, como los derechos económicos, sociales, y culturales,
etc. y de tercera generación, a los derechos personalísimos, a la cultura, e incidencia colectiva
como ambiente, ecología, usuarios, consumidores, derecho a la paz, etc.
Es de destacar que nuestro país, pos reforma de 1994, más allá de aquellos reconocidos en el
art 75 inc. 22 de la CN ha dado con jerarquía constitucional otros tres, como lo son: la
Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas (1997), aprobada ley
24.556 (1995), y por ley 24820 se le dio jerarquía. La Convención sobre la imprescriptibilidad
de los delitos de Guerra y de los delitos de lesa humanidad (2003), por ley 25.778 se dio
jerarquía y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo
facultativo (2008) por ley 26.378.
1-Concepto
Sujeción de la actividad estatal a normas que garantizan 1.La separación de funciones de los
órganos del poder, 2.El ejercicio de la autoridad sobre las personas conforme a disposiciones
conocidas y no retroactivas, 3.El respeto de los derechos y libertades individuales, 4.La
reivindicación y tutela de los grupos sociales económicos débiles y 5.El desarrollo del
pluralismo como instrumento de la sociedad para expandir sus prerrogativas y controlar los
órganos del poder.
II. ANTECEDENTES
DIEGO VALADES
III.CONTENIDO
El Estado social debe intervenir siempre que la economía de mercado haga peligrar las
condiciones mismas del mercado libre o de causar daños significativos a la economía nacional
o al medio ambiente.
Herman Heller y Elías Diaz, consideran al Estado Social de Derecho como una etapa de
transición: el primero hacia el socialismo(de ahí la “provisionalidad” del Estado Social de
Derecho), y el segundo hacia el Estado Democrático de Derecho. El juicio de Zippelius es mas
reservado: alude al desarrollo histórico del Estado de bienestar y el liberalismo a través del cual
se evidencia el riesgo que enfrenta continuamente el Estado: reducir el umbral de la libertad,
“sofocando así una necesidad elemental”, o extender los efectos de la libertad, “con lo cual
abre la puerta a las posibilidades, gustosamente aprovechadas, de abusar de aquella”. Por eso,
concluye, la inestabilidad de las formas del Estado liberal se origina en que “la libertad induce,
una y otra vez, a abusar de ella”, y tal abuso induce nuevamente a restringirla.
Tres observaciones de Elías Diaz son de trascendencia y deben ser tomadas en consideración
cuando se trata del Estado Social de Derecho: una, que no todo lo que se denomina “imperio
de la ley” es necesariamente Estado de Derecho:,
La segunda, que el Estado Social de Derecho requiere de un “ejecutivo fuerte”, capaz de hacer
prevalecer el interés reivindicatorio de la sociedad y la aptitud intervencionista del Estado,
sobre la vocación complaciente del parlamentarismo.
La tercera, que existe un evidente parentesco entre el Estado Social de Derecho y el Estado de
bienestar. Este ultimo en efecto, suele caracterizarse por la prestación creciente de servicios
públicos de interés sociales como educación, vivienda, abasto, atención medica y asistencia
social; un sistema impositivo progresivo; la tutela de los derechos urbano, obrero y agrario, y la
redistribución de la riqueza.
La visión Weimariana (o europea) del Estado Social de Derecho, lo identifica estrictamente con
la clase obrera y con sus formas organizadas de lucha: el sindicato y el partido.
Diego Valdez
1.Conviene recordar que con la terminología de titulo de ha hecho usual identificar la época y
el contenido de tres grupos de derechos humanos: los civiles y políticos (o individuales), los
sociales, y el grupo de los mas nuevos (al ambiente sano, de usuario y consumidores, a la paz, a
la comunicación).etc.
2.El empleo de la palabra “generación” (de derechos) es que con cada generación se llega a
suponer que los derechos comprendidos en una , nacieron con ella y se extinguieron cuando
surgió la siguiente. En otras palabras, se rechaza toda divisoria que resulte capaz de desintegrar
la unidad indivisible de las tres generaciones.
3.El verbo “generar” significa engendrar, dar origen, hacer nacer. El sustantivo “generación”
tiene diversas funciones: generación implica reproducción de seres, y viene a ser sinónimo de
fecundación; asimismo, de filiación o de descendencia de padres e hijos; finalmente, apunta al
conjunto de todos los que viven en una misma época, o de cuantos comparten con edad
semejante algo en común.
4.Las tres generaciones de derechos, cada una se ha sumado acumulativamente a las otras; la
primera a las dos siguientes, y así sucesivamente. Se añade, y no se resta; se amplía, y no se
disminuye. Es algo similar a lo que se decía del derecho natural: el derecho natural crece por
adición, pero no disminuye por sustracción. En el plexo global de derechos nacidos y
subsistentes en las tres generaciones, el ingreso y la adición de un derecho o de varios es
irreversible.
5.En consecuencia, reiteramos que el reconocimiento constitucional de tres generaciones de
derechos (que ya parece advenir como una cuarta) ,captamos todo cuanto las necesidades y las
valoraciones sociales hacen apetecer y pretender a las gentes de cada época, comprobamos
que el tiempo histórico del constitucionalismo (en lo que Maritain llamaba el progreso hacia el
bien) nos ha proporcionado un acrecimiento del sistema de derechos.
6.En cada momento histórico hubo sociedades que quisieron superar lo que de su pasado
valoraron como escaso, o, pero aun, como negativo o pernicioso. No olvidemos que el
constitucionalismo moderno surgió como reacción contra el absolutismo monárquico, y que en
el diseño del nuevo Estado democrático plasmo lo que entonces resultaba viable y apetecible.
Así aparecen los derechos civiles y políticos.
7.Pero los seres humanos no somo inertes, sino que poseemos capacidad para progresar hacia
el bien, sin que ello implique arrojar por la borda lo que hasta entonces dábamos por bien
adquirido. La segunda generación de derechos quiso convenir-por-eso- al Estado gendarme en
un Estado al que Zippelius ha apodado Estado “de la procura existencial”. El bienestar general o
bien publico va reajustando contenidos, e incorporando nuevos bienes sociales y personales
para satisfacer la convivencia.
8.El empalme de una generación de derechos con la otra nos proporciona un rico pluralismo
democrático. Hay derechos nuevos y contenidos nuevos en derechos viejos. Por es claro,
resulta imprescindible que, el sistema axiológico de la Constitución permanezca abierto y
poroso a una cultura democrática que, en terminología política, jurídica, haga verdad aquello
de que “nada se pierde, todo se trasforma”. Y dura.
EL apagón pone de manifiesto que el Estado no podía dejar de lado su función específica, que
es proteger los intereses de la sociedad.
El estado antiguo no tenía el mismo carácter que el actual, y la evolución en el largo plazo es
tan pronunciada que el Estado del futuro tampoco se parecerá al del presente. El Estado
responde a una necesidad social de organización y regulación de la vida en común. Hasta los
mas recalcitrantes(insistentes) enemigos del Estado reconocen que este debe cumplir ciertas
funciones básicas como garantizar la seguridad y la justicia. Las diferencias comienzan cuando
se avanza hacia los otros aspectos, la mas escuchada en la actualidad se refiere al presunto rol
excesivo del Estado en el ámbito económico. Las criticas a su presencia en la economía se
derivan de la creencia de la ortodoxia en la eficiencia absoluta del mercado. En efecto, si el
mercado pudiera resolver los problemas de asignación de recursos, aumento de la riqueza
social, mejora de la equidad, equilibrio del medio ambiente, etc.. no haría falta que el Estado
interviniera en la economía.
El mercado es una creación social (igual que el Estado), debe ser organizado y regulado para
operar de manera correcta si va a satisfacer las funciones que se esperan de el. Un mercado
eficiente, debe cumplir una serie de condiciones que es imposible encontrar en la practica
alguno que las cumpla en su totalidad. De allí que alguien debe organizar el funcionamiento del
mercado y asegurar que esas normas (como las de competencia, transparencia, etc.) se
cumplan. (Ese alguien, es el Estado). Se puede decir que es mejor que el Estado regule al
mercado que esperar el desastre.
Las antiguas empresas estatales de servicios públicos no eran controladas por nadie. Las
actuales empresas privadas tampoco. Aquellas daban perdidas porque no tenían patrón ni
objetivos. Estas dan beneficios porque tienen patrones con objetivos muy concretos que no
tienen nada que ver con las demandas sociales. El estado, mas que desprenderse de las
empresas, trato de desprenderse de los problemas que ellas le ocasionaban para descubrir
ahora, abrupta y dolorosamente, que no pudo hacerlo. Las recomendaciones de todos aquellos
que discutieron el tema durante años, explicando que el Estado no podía dejar de lado su
función específica, que consiste en proteger los intereses de la sociedad, quedaron bajo el
aparente éxito de la primera etapa privatizadora.
Hoy, la sociedad comienza a vislumbrar (tener indicios o señales) que esos costos pueden ser
mas altos que los beneficios aparentes. Esa divergencia no se puede evitar sin una regulación
adecuada. Y un organismo regulador solo puede ser parte del aparato estatal. Ese organismo
debe saber lo que ocurre en la practica (requiere un cuerpo de funcionarios selectos y
especializados), contar con cierta autonomía y deben ser fuertes (para negociar frente a los
intereses privados). La tarea de construcción de esos organismos, que constituyen el mercado
en el que operan las empresas de servicios, es una tarea enorme, compleja y prolongada, que
se relaciona con la forma y carácter del Estado en general. La Argentina privatizo antes de
iniciar esas acciones, y con un gobierno que no quería más, sino menos Estado. Ahora, la
realidad muestra que esa tarea es inexcusable y que hacerla no tiene nada que ver con la
polémica entre capitalismo y socialismo (pasa por el objetivos de esos organismos) sino que
atiende a una necesidad social.
En la Argentina, las sucesivas crisis económicas y las políticas de ajuste han consolidado una
desigual estructura social. Alcanzar un nivel básico de consumo es cada vez más difícil debido a
los crecientes índices de desempleo y las abruptas caídas en salarios e ingresos.
La formulación de una política social implica una rediscusión del papel del Estado en relacional
proceso de redistribución son dos las funciones del Estado.
En primer lugar, garantizar que nadie se encuentre por debajo de un novel de satisfacción de
necesidades definidas como básicas. En segundo término, el Estado debe disminuir las
desigualdades sociales. Se trata de que el proceso de redistribución permita que se reduzcan
las desigualdades y que los recursos obtenidos de esta distribución sirvan para elevar
continuamente los niveles de vida de la sociedad.
La provisión centralizada por parte del Estado suele implicar una excesiva burocracia que
ocasiona rigideces y lentitud de respuestas, e ineficiencias.
La descentralización del sector publico es un camino para superar alguno de estos problemas,
pero no todo. Es necesario abrir camino para la responsabilidad y participación de la gente en
la identificación de problemas, diseño de soluciones y administración de programas.
Creemos importante que el Estado comparta responsabilidades con la sociedad civil. No puede
confiarse en un Estado que permitió y convenció a la sociedad que podía resolver todos sus
problemas: ese Estado omnipotente y centralista, magnifico instrumento en manos del
autoritarismo, pero desligitimante en los periodos democráticos.
Estimular las energías sociales, corregir desigualdades, regular la calidad de los bienes y
servicios sociales, optimizar la utilización de recursos por parte de la sociedad y especialmente,
velar por la protección de los más débiles deberían ser puntos salientes de un replanteo del
papel del Estado.
El fortalecimiento de fuerzas políticas capaces de trascender ópticas sectoriales, es, sin dudas,
un requisito principal para una política social que produzca avances en términos de equidad y
racionalidad, pero un segundo requisito es la profundización de la participación de la gente
porque aumenta el proceso de democratización, que se expresa en mayores noveles de control
sobre lo que nos pertenece, la cosa pública. Tendríamos así una sociedad mas justa, libre y
democrática.
GLOSARIO
Legal: Lo ajustado a la ley y, por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.
Legalidad: Calidad de legal. Régimen político estatuido por la ley fundamental del Estado. En
este sentido, se habla de gobierno legal con referencia al establecido de acuerdo con las
normas de la Constitución. Por ello, los gobiernos de facto son insanablemente ilegales, salvo
cuando proceden de una revolución triunfante para un cambio de régimen y hasta tanto se
sancione la nueva Constitución por el poder constituyente.
• Teoría del poder constituyente: concepto. Clasificación. Titular. Límites a su ejercicio. Los
poderes constituidos.
¿Qué ES EL PODER CONSTITUYENTE? Diremos que es la facultad o potestad que tiene el pueblo
de darse su ordenamiento jurídico político fundamental, a través del dictado o sanción de una
Constitución, como así también su posibilidad de reformarla.
Esta atribución de dictado de una constitución puede ser originaria o derivada, según la
doctrina autorizada. La primera se da con el dictado de la primera constitución en un Estado y,
la segunda, para la revisión o modificación de la dictada originariamente.
En este punto nos detendremos para abordar el Art. 30 de la CN, es decir, aquel fija las pautas,
los pasos a seguir para poder reformar nuestra CN.
Nuestra CN fija una mayoría agravada o calificada. En efecto, sostiene: “La necesidad de
reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de
sus miembros..”
En Doctrina se discute, sobre si esos 2/3 que fija la Constitución deben interpretarse sobre los
presentes o sobre el total de la Cámara.
La segunda etapa que tiene lugar tras sancionarse la ley que declara la necesidad de reformar
la Constitución y que habilita formalmente a la segunda parte se lleva a cabo por un órgano
especial llamado “Convención Constituyente”, que se encarga de realizar la revisión del texto
constitucional.
La última reforma de 1994, se han efectuado profundas modificaciones a nuestro texto
constitucional originario, como en la orgánica, de su articulado. Es así como se agregaron los
nuevos derechos y garantías, (en los art. 36 a 43 de la C.N.) y se efectuaron modificaciones en
la parte de los poderes del Estado (poder legislativo, ejecutivo, judicial). Así, por ejemplo, se
han incorporado:
Ha surgido cierto debate sobre una posible reforma constitucional y curiosamente muchos
constitucionalistas se han manifestado en contra de cualquier intento por revisar y actualizar el
texto constitucional. ¿Por qué razón algunos constitucionalistas se convierten en los
protectores de la Constitución? Veamos. Los manuales de derechos constitucional nos enseñan
que una Constitución es una especie de pacto político en el cual se fijan acuerdos y consensos
básicos sobre cuestiones organizativas, institucionales y económicas. Ese contrato en la historia
argentina se celebro en el año 1.853.
Thomas Jefferson sostenía la tesis según la cual la Constitución de un país democrático debe
reescribirse cada determinada cantidad de años para evitar que ninguna generación quede
rehén de la voluntad y las ideas de una generación del pasado. Lo cual se integra directamente
con el principio de la soberanía popular, como característica definitoria de la democracia. El
acuerdo constitucional originario no se parece a la sociedad argentina actual. Por tal razón es
que la Constitución puede y debe ser repensada generacionalmente.
¿Cuántas veces a sido reformada la Constitución argentina en más de un siglo y medio? Cinco
veces: tres veces en el siglo XIX en los años 1.860, 1.866 y 1.898 y dos veces en todo el siglo XX
en 1.957 y 1.994.
Entonces ¿Por qué muchos constitucionalistas se alarman ante una situación política de
reforma constitucional? Porque mas que constitucionalistas son institucionalistas- pese a la
semejanza de los términos- da lugar a dos posiciones teóricas muy diferentes.
La reforma constitucional. Desde su promulgación, nuestra Carta Magna, fue reformada en seis
oportunidades: 1.860, 1.866, 1.898. 1.949, 1.957 y 1.972. De ellas, cuatro correspondieron a
periodos de gobiernos democráticos – 1.860, 1.866, 1.898 y 1.949 – mientras que las dos
restantes – 1.957 y 1.972 – fueron el resultado de la decisión política tomada por gobiernos de
facto.
Nuestra Constitución Nacional nos señala al respecto: “Art. 30.- La Constitución puede
reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser
declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros., pero
no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto.”
Para analizar este artículo los textos constitucionales, según la facilidad o dificultad que
consagran para su reforma, pueden clasificarse en a) Constituciones flexibles. Son las que
pueden mortificarse en cualquier momento por el Poder Legislativo - Congreso o Parlamento- a
través del procedimiento legislativo establecido para la elaboración de las leyes; b)
Constituciones rígidas. Sólo pueden mortificarse mediante un procedimiento especial que se
establece para tal fin.
En la doctrina existen esas dos posturas (3) la práctica parlamentaria nos demuestra que, en la
totalidad de los casos, el procedimiento seguido fue el de declarar la necesidad de la reforma
mediante una ley. (4) Otro tópico que se discute en la doctrina, y con mayor interés, es el
referido a la modalidad en contar las dos terceras partes de los votos que exige el art. 30. Las
distintas posiciones demandan ese número sobre: a) el total de cada cámara, b) de los
miembros en actividad; c) del total de presentes en la sesión en que se resuelve la necesidad.
Los precedentes de nuestra práctica constitucional, se han decidido en tres oportunidades por
el criterio de los miembros presentes en cada Cámara (años 1860, 1866 y 1949) y en una
(1898), por el criterio de los dos tercios sobre la totalidad de los miembros que componían
cada una de las Cámaras. En las dos restantes oportunidades (1957 y 1972), como ya lo
expresamos, la necesidad de la reforma fue declarada por gobiernos de facto.
Existen fundamentos, que avalan a una y otra postura; nuestra tradición constitucional exige
solo los dos tercios de los miembros presentes en cada cámara es la que se adoptó en la
mayoría de los casos.
Creemos que la Constitución y por ende la necesidad de su declaración de reforma así como su
posterior reformulación, debe ser producto del intercambio de ideas y procederes en los que
participen los distintos sectores y actores de 1 a arena política: los partidos políticos.
En donde la reforma surgió de la concertación, diálogo y compromiso entre todos los sectores
de la sociedad. El caso más paradigmático quizás lo constituya el español de 1975. En efecto,
después de la dictadura franquista, el pueblo español percibió que la sociedad se había
transformado drásticamente y lograron un consenso en favor de la construcción de la
democracia, traducido en un texto constitucional progresista imbuido en los valores de la
tolerancia y la democracia.
JUAN CARLOS MAQUEDA (LA VOZ DEL INTERIOR - 11 DE MARZO DE 1999) (info.
Complementaria)
El hecho político fundamental fue el acceso del presidente Juan Domingo Perón al gobierno,
fundador de un movimiento que tuvo su base doctrinaria en la justicia social. El ámbito del
derecho constitucional había sido refractario a todos los cambios sociales que se habían
producido en la República Argentina en los últimos tiempos.
Conquistas sociales
Entre las cláusulas constitucionales que consagraron las conquistas sociales, podemos
destacar: el artículo 35 que modificó el principio de razonabilidad Restablecido en el texto de
1853 señalando: ‘Los derechos y garantías reconocidos por esta Constitución no podrán ser
alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio, pero tampoco amparan a ningún
habitante de la Nación en perjuicio, detrimento o menoscabo de otro. Los abusos de esos
derechos que perjudiquen a la comunidad o que lleven a cualquier forma de explotación del
hombre por el hombre, configuran delitos que serán castigados por las leyes’.
Si algo caracterizó a esta Constitución fue su famoso artículo 40, que establecía como
‘propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación a los minerales, caídas de agua,
yacimientos de petróleo, carbón, gas y demás fuentes naturales de energía; así mismo se
disponía que los servicios públicos, ‘pertenecen originariamente al Estado y bajo ningún
concepto pueden ser enajenados o concedidos en explotación, y los que estuvieran en poder
de los particulares debían ser comprados o expropiados”.
“La constitución de 1949 fue mas que un propósito reeleccionista. Fue el punto de partida de
reconocimientos de derechos fundamentales olvidados por el cuerpo jurídico Argentino.”
Capítulo político
Dentro de las disposiciones transitorias se obligaba a los jueces de la Nación a contar con un
nuevo acuerdo del Senado para continuar en el cargo, se unificaban mandatos de los actuales
senadores y diputados de la Nación con los del presidente y vice, y se autorizar las legislaturas
provinciales a convertirse en convenciones para poder reformar las constituciones estaduales
adaptarlas a la Constitución Nacional.
Innovadora (la doctrina constitucional argentina)
Esta reforma constitucional de 1949, con sus innovaciones, fue una fuente de inspiración de las
reformas constitucionales posteriores llevadas a cabo en 1957, 1972 y 1994 donde se
reconocieron los derechos sociales, la elección directa gobernantes, la reelección presidencial,
la defensa de la Constitución, la teoría abuso del derecho, el limite a la voluntad individual la
protección del patrimonio histórico cultural y paisajístico, la propiedad de las riquezas
naturales, la equidad y la proporcionalidad fiscal, el respeto al derecho de las minorías y la
facultad de investigación del Poder Legislativo sobre el Poder Ejecutivo, e. las novedades y
sabias incorporaciones que hizo reforma al proceso constitucional argentino.
Producido el golpe de Estado del año 1955, la Constitución Nacional reformada en el año 1949
fue derogada por un bando militar denominado Proclama del Primero de Mayo del año 1956 y
por un simple decreto del 27 de abril del mismo año, emanado de un poder Ejecutivo de facto
en ejercicio de sus poderes revolucionarios, tomando como única base de sustentación ‘el
principio de la revolución triunfante’.
También esta reforma constitucional podrá ser exhibida por el general Perón como su gran
obra - De allí que la voz del pueblo, porque en ella se proyecta, al futuro todo lo que logró y
consolidará: una Argentina democrática, asentada en el trabajo, políticamente soberana,
socialmente justa y económicamente independiente.
La habilitación judicial para que el presidente Carlos Menem pueda participar como candidato,
a sucederse a sí mismo en las internas del Partido Justicialista, pone al país al borde de
dolorosos enfrentamientos.
En verdad, nadie puede asombrarse de que un sector del peronismo adopte actitudes
bochornosas. Históricamente, sea cuando dirime sus disputas internas, sea cuando trata de
controlar todos los poderes del Estado, el peronismo termina comportándose como una
criatura irracional, como un vendaval a cuyo paso quedan dañadas las instituciones
democráticas y las normas de convivencia social.
El justicialismo puso en ejecución el plan para convertir al general Juan Domingo Perón en un
gobernante a perpetuidad. Entonces, con el pretexto de modernizar algunos preceptos del
texto de 1853, logró eliminar el artículo 77, que fijaba en seis años la duración del mandato del
presidente y el vicepresidente de la Nación, quienes no podían ser reelegidos “sino con
intervalo de un período”.
La ley penal había tipificado como delito la participación de obreros en huelgas declaradas
“ilegales” y la difusión de ideas contrarias a la “doctrina nacional” o sea, contrarias a la
“doctrina” peronista. El presidente era a la vez, jefe del partido, los jueces juraban sumisión “al
jefe del Estado y a su dignísima esposa” y el gobierno monopolizaba la mayoría de los medios
de difusión.
Cuatro de los cinco ministros de la Corte Suprema de Justicia integraron las listas de
convencionales peronistas. Estado y partido eran una sola y misma cosa. El adversario del
partido era, automáticamente, adversario del Estado y, como tal, quedaba incluso en delitos
“contra la seguridad nacional” y pasible de ser juzgado por tribunales militares.
Se dirigieron incluso personalmente al general Perón, a quien instaron para que reflexionara
sobre la inconveniencia de sancionar reformas con el apoyo de sólo la mitad del país y le
pidieron que actuara ‘con altura de miras, por encima del círculo de intereses que le rodean.
Fue en vano. Enceguecido por el ejercicio omnímodo del poder y por el rol mesiánico que se
autoasignó desde su nacimiento hasta hoy mismo advirtió el precipicio que tenía frente a sus
narices.
“Edificar en la arena”
Para disimular que el único objeto de la reforma era la reelección indefinida del general Perón,
se montó una escenografía tomando las habituales consignas antiyanquis a la qué eran tan
afectos. El convencional doctor Sampay, en Encendidas arengas de inspiración teológica,
abominaba del capitalismo (al que calificó de ‘intrínsecamente perverso’), propiciaba límites al
derecho de propiedad, teniendo en cuenta que debía cumplir una ‘función social’, declaraba la
nacionalización de las fuentes de energía y atribuía al Estado la explotación directa de los
servicios públicos esenciales. Todo ese programa quedó plasmado en los artículos 38, 39 y 40.
El general Perón dejaba hacer. Eran expresiones retóricas y, como tales, impracticables. Pero
eficaces a la hora de cosechar votos, porque no era entonces oportuno mantener ‘relaciones
carnales” con Estados Unidos, ni someterse e al cumplimiento de las órdenes FMI.
Legislar de esa manera, para Lebensohn, era como ‘edificar en la arena”. Así fue. La
‘Constitución de Perón’, como la designó el doctor Sampay (y a la que le atribuyó existencia
eterna), tuvo vida efímera. La insurrección cívico-militar de 1955 puso fin al primer peronismo,
y al año siguiente un módico bando declaró inválidas las reformas de 1949.
GLOSARIO
Legal: Lo ajustado a la ley y, por ello, lo lícito, lo permitido o lo exigible en el derecho positivo.
Quórum: En una primera época, se usó sólo con referencia a organismos políticos o de derecho
público pero, en la actualidad, se emplea en relación con cualquier organismo colegiado, para
indicar el número de miembros cuya asistencia es considerada necesaria para que pueda
deliberar válidamente y adoptar resoluciones.
Validez: Cualidad de un acto o contrato jurídico para surtir los efectos legales propios, según
su naturaleza y la voluntad constitutiva.
Vigente: Referido a las leyes y demás disposiciones generales de los poderes y de las
autoridades en vigor y de observancia obligatoria.
MODULO 3: LA CONSTITUCION.
Nuestra Constitución, sancionada en 1853 y vigente con sus distintas reformas, presenta las
siguientes características: es escrita, codificada, formal, rígida y democrática. Decimos que es
escrita, dado que es posible encontrarla en un texto escrito, único y, por lo tanto, codificada. Es
rígida, por cuanto exige para su reforma un procedimiento especial y un órgano especial para
llevarla a cabo.
1) la racional-normativa;
2) la histórica-tradicional
3) la sociológica.
Nuestra Constitución Nacional de 1853 responde a una tipología mixta, por cuanto recepta
parte de las dos primeras. Es racional-normativa crea una constitución con valor de norma
máxima dentro del Estado, y es capaz de ordenar la sociedad, con una visión o criterio de
futuridad, es decir, para todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino, como se
expresa el preámbulo. A su vez, es histórico-tradicional, por cuanto no crea una norma
fundamental producto de toda abstracción, sino todo lo contrario: en sus normas se respetan
nuestros valores, costumbres, ideales, creencias y principios ya afincados en nuestra sociedad e
historia institucional.
A partir del Art. 122 al 128 se expresa todo lo relativo a los gobiernos de provincias, sus
autonomías, atribuciones y facultades.
Finalmente, resulta importante estudiar el Art. 129, referido a todo lo concerniente al nuevo
régimen jurídico–autónomo de la Ciudad de Buenos Aires.
Título: Fuentes, ideología y fines que inspiraron a los Diputados Constituyentes de la Argentina.
Sumario: I. FUENTES DEL DERECHO. - II. FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL. - III.
DERECHO CONSTITUCIONAL FORMAL PRIMARIO. - IV. DERECHO CONSTITUCIONAL INFORMAL
PRIMARIO. (COSTUMBRE Y DERECHO REPENTINO). - V. IDEOLOGÍA - VALORES. - VI.
CONCLUSIÓN.
La expresión fuentes del derecho positivo suele usarse en distintos sentidos. Desde un primer
punto de vista, que podemos llamar filosófico, significa la esencia suprema de la que surge la
idea del derecho; en este orden de ideas, el Preámbulo de la Constitución Nacional invoca la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia.
Puede calificarse de histórico, fuentes del derecho alude a los antecedentes patrióticos o
extranjeros que han podido servir de base a un determinado orden jurídico: así se afirma que
las fuentes de nuestra Constitución han sido el proyecto de Constitución de Alberdi, la
Constitución de los Estados Unidos, la Constitución de Chile, etcétera.
Finalmente, la expresión fuentes del derecho se aplica a las normas o preceptos del derecho
positivo, del cual nacen derechos y obligaciones para las personas.
En una primera aproximación podemos hablar de: a) Fuentes de Constancia: son los modos en
que pueden manifestarse las normas jurídicas: texto constitucional, ley constitucional, decreto
ley, costumbre, etcétera; b) Fuentes Materiales: también llamadas indirectas, consisten en los
factores económicos, religiosos, históricos, psico-sociales, etc., que son causa y explican el
contenido de una norma de derecho constitucional. Por ejemplo, el art. 75, inc. 1°, de la Carta
Magna Nacional, cuando declara que las tarifas aduaneras serán uniformes en toda la Nación,
es el resultado de los conflictos aduaneros que existieron durante el período 1853-1860, entre
la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. Distintos tipos de normas
constitucionales.
Las normas del derecho constitucional se refieren a la organización fundamental del Estado, y a
los valores supremos que la sociedad política persigue. Pero las hay de distinta categoría: unas
tienen supremacía, en el sentido de que son superiores a las demás (por ejemplo, las reglas de
la constitución formal). A ellas las llamamos normas de derecho constitucional primario. A las
restantes (por ejemplo, la ley de ministerios), las denominamos normas de derecho
constitucional secundario.
Desde otra perspectiva, las normas de derecho constitucional son formales cuando resultan
pronunciadas por el Estado según el procedimiento constitucional y legal en vigor, e informales
si emergen del derecho consuetudinario y del derecho repentino. El conjunto de reglas de
derecho constitucional formal e informal integra un bloque de constitucionalidad.
Cabe distinguir entre fuentes normativas y fuentes doctrinarias, así como entre antecedentes
primarios (de incidencia directa y significativa) y secundarios (de importancia menor y
generalmente indirecta).
2) La Constitución Argentina de 1826, que contiene más de cuarenta artículos del texto de
1853 (cuyas normativa, a su vez, ha sido influida por la Constitución de 1819).
4) La Constitución de Chile de 1833, criticada y a la vez elogiada por ALBERDI, que se refleja es
alrededor de veinticinco artículos del texto de 1853-1860.
6) La ley 24.309 [EDLA, 1994-A-116] (Núcleo de Coincidencias básicas) que incluye el Pacto de
Olivos, firmado por los entonces líderes de los dos partidos políticos mayoritarios del país.
Entre las fuentes extranjeras de segundo orden, deben incluirse la Constitución Española de
Cádiz de 1912, las de Francia de 1793 y 1948, la Constitución Suiza de 1848, la de Uruguay de
1830, la de California, las colombianas de 1811 y 1821, la venezolana de 1811, la de Ecuador de
1845, las bolivianas de 1826 y la de México de 1824.
Fuentes Doctrinarias: Fuera de las célebres Bases de Alberdi, se ignora la relevancia que han
tenido otros libros y autores en el Congreso Constituyente de Santa Fe. En Alberdi inciden, por
ejemplo, estudios de Pellegrino Rossi y de Esteban Echeverría.
La doctrina clásica requiere cuatro elementos para que se forme una regla de derecho
consuetudinario, sintéticamente podemos conceptualizarlos: repetición (multiplicidad de
comportamientos idénticos o similares), duración (permanencia), constancia (sin
interrupciones que la contradigan), y conciencia de su obligatoriedad.
V)_IDELOGIA – VALORES.
Un principio filosófico elemental enseña que todo lo que obra lo hace en razón de que persigue
un fin, el cual se identifica con un bien. Está en la naturaleza humana la búsqueda de bienes,
los cuales -por su bondad- valen (tienen valor). De esa forma fin, bien y valor se identifican.
Valor (fin-bien) perseguido Artículo de la Constitución Nacional Bien General del Estado Art. 75,
inc. 2 Bienestar general Preámbulo Defensa: Preámbulo Arts. 21 y 75, inc. 2. Democracia Arts.
36, 38 y 75, inc. 19. Dignidad de la persona Art. 42. Eficiencia Art. 42. Equidad Art. 75, incs. 2 y
19. Ética pública Art. 36. Honor Art. 29. Iglesia Católica Art. 2. Idoneidad Art. 16. Igualdad Arts.
15, 16, 37, 43 y 75, incs. 2, 19 y 23. Justicia Preámbulo, arts. 112 y 125. Justicia social Art. 75,
inc. 19. Libertad Preámbulo, arts. 14, 14 bis, 15, 20, 26 y 32. Moral pública Art. 19. Necesidad y
urgencia Arts. 4, 99, incs. 3 y 14. Orden: Orden institucional Arts. 19, 23, 36 y 99, inc. 12; arts.
21 y 36.Patria Art. 21. Paz Preámbulo, arts. 27 y 75, incs. 25 y 27. Progreso y prosperidad Arts.
75, incs. 18 y 19, 99, inc. 9, y 125. Salud Art. 42. Seguridad Arts. 18 y 42. Seguridad común Art.
75, incs. 2 y 16. Seguridad social Art. 14 bis. Soberanía popular Arts. 33 y 37. Unión nacional
Preámbulo Utilidad Arts. 4, 17 y 125. Verdad Art. 42. Vida Arts. 29 y 75, inc. 2.
A la inversa de las Constituciones con techo ideológico relativamente uniforme (p. ej., la de
Alemania, que se define como Estado democrático y social de derecho: art. 20; o la de Albania
de 1977, que se identifica como marxista, al proclamarse Estado de dictadura del proletariado,
en su art. 2°), la Constitución Argentina tiene una composición ideológica múltiple, tributaria,
al menos, de tres vertientes principales:
VI)_CONCLUSION.
Los Estados que han adoptado un sistema constitucional rígido -como es nuestro caso- deben
procurar que sus Cartas Supremas contengan la esencia nacional, y por ende que sus normas
no sean puramente disposiciones jurídicas positivistas. Lo primero permitirá que la
Constitución sea una Ley que se pueda adaptar a los cambios históricos con facilidad,
brindando las soluciones justas en todos los tiempos.
No hay dudas de que una buena Constitución debe contener los valores supremos de toda
sociedad, los cuales se identifican con el fin aristotélico tomista del Estado: el bien común, lo
cual debe trasuntar del texto constitucional. Está en los ciudadanos el cumplir, hacer cumplir y
actualizar constantemente los fines consagrados en la Constitución Nacional.
ALBERDI, Juan Bautista: Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina. Bs. As. Plus Ultra, 1993”.
El progreso material, la población, la riqueza, los intereses económicos, que hoy son todo, eran
cosas secundarias para los legisladores constituyentes de 1826.
Hacía cesar los derechos de ciudadanía, por la admisión de empleos, distinciones o títulos de
otra nación. Es preciso conceder la ciudadanía, sin exigir el abandono absoluto de la originaria.
No garantizaba la propiedad, pues en los casos de expropiación por causa de utilidad pública
(art.176) no establecía que la compensación fuese previa, y que la pública utilidad y la
necesidad de expropiación fuesen calificadas por ley especial.
Por otra parte, el estado de cosas de 1826 era causa de que aquel Congreso colocase la
seguridad como el primero de los fines de la Constitución. El país estaba en guerra con el
Imperio del Brasil.
“ALBERDI, Juan Bautista: Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina. Bs. As. Plus Ultra, 1993”.
La religión debe ser hoy, como en el siglo XVI, el primer objeto de nuestras leyes
fundamentales. La libertad religiosa es tan necesaria al país como la misma religión católica.
Lejos de ser inconciliables, se necesitan y completan mutuamente. La libertad religiosa es el
medio de poblar este país. La libertad religiosa es el medio de educar poblaciones. Los fines
políticos eran los grandes fines de aquel tiempo; hoy deben preocuparnos especialmente los
fines económicos.
Como un millón escaso de habitantes por toda población en un territorio de doscientas mil
leguas, no tiene de nación la República Argentina sino el nombre y territorio. Según esto, la
población de la República Argentina, hoy desierta y solitaria, debe ser el grande y primordial fin
de su Constitución por largos años. Así, para poblar el país debe garantizar la libertad religiosa
y facilitar los matrimonios mixtos. Debe prodigar la ciudadanía y el domicilio al extranjero sin
imponérselos.
Debe la Constitución asimilar los derechos civiles del extranjero, de que tenemos vital
necesidad, a los derechos civiles del nacional, sin condiciones de una reciprocidad imposible,
ilusoria y absurda. Siendo el desarrollo y la explotación de los elementos de riqueza que
contiene la República Argentina el principal elemento de su agradecimiento y el aliciente más
enérgico de la inmigración extranjera de que necesita, su Constitución debe reconocer entre
sus grandes fines, la inciolabilidad del derecho del trabajo y de la industria.
GLOSARIO.
Doctrina: Conjunto de tesis y opiniones de los tratadistas y estudiosos del Derecho, que
explican y fijan el sentido de las leyes o sugieren soluciones para cuestiones aún no legisladas.
Tiene importancia como fuente mediata del Derecho, ya que el prestigio y autoridad de los
destacados juristas influyen a menudo sobre la labor del legislador e incluso en la
interpretación judicial de los textos vigentes.
Pero su pleno desarrollo también fue por vía judicial. En efecto, fue en el año 1803 cuando el
Juez Marshall de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el marco del célebre leading case
Marbury vs Madisson, en la fundamentación de su fallo enuncia el silogismo. En él, se sienta el
principio fundamental de que la Constitución es la norma máxima dentro del orden jurídico de
un Estado, y que cualquier norma o ley inferior dictada por el Congreso contraria a la
Constitución es inaplicable y, por ende, “inconstitucional”.
En efecto, a partir de la reforma de 1994 y con el nuevo texto del Artículo e incisos citados, los
tratados internacionales han adquirido jerarquía jurídica superior a las leyes nacionales,
independientemente de la naturaleza del tratado.
En la reforma de 1994, fundamentalmente dando recepción, entre otras, a las distintas clases
de tratados: derechos humanos, integración, etc. En especial, no podemos desconocer la
importancia y jerarquía que el constituyente de 1994 le asignó a los tratados de Derechos
Humanos, elevando a los enunciados en el Inc. 22 del Art. 75 a jerarquía constitucional.
Por ello, “la Constitución es la norma más importante dentro del sistema jurídico argentino,
la de mayor jerarquía”.
Como expresábamos otra de las normas existente y que integran el sistema jurídico argentino
son Los tratados Internacionales.
Estos tratados, son y surgen como una expresión de la voluntad del estado argentino de
acordar, asumir y comprometerse con otras Naciones, estados u organizaciones internacionales
sobre determinados materias que interesan al estado como parte de su política internacional.
Por ello, podemos distinguir las siguientes etapas dentro del proceso: 1) De Negociación y
firma por el Presidente de la Nación, 2) de Aprobación o rechazo por el Congreso de la Nación y
3) en caso de aprobación del Congreso, se inicia la etapa de ratificación en sede internacional
que se da generalmente con el depósito de instrumento en sede internacional.
La Constitución Argentina, en su art 27, ya abordaba la temática de los tratados. Pero, a partir
de la reforma de 1994 y con el nuevo texto del art. 75 incs. 22 y 24, los tratados internacionales
han adquirido jerarquía jurídica superior a las leyes nacionales, como ya dijimos
independientemente de la naturaleza del tratado.
A esta altura, no podemos tampoco desconocer el avance del derecho internacional y
comunitario en nuestro derecho y esta realidad se ha visto reflejada en la reforma de 1994,
fundamentalmente dando recepción, entre otros, a las distintas clases de tratados: derechos
humanos, integración, etc.
Existen distintas clases de tratados internacionales, pero corresponde exponer que dentro de
los Derechos Humanos, debemos distinguir en aquellos que tienen jerarquía constitucional
(enunciados en el inc. 22 del art 75 de la CN) y los que no la tienen. La diferencia esencial, no
radica en su contenido, sino el mecanismo constitucional a seguir para su aprobación y en la
jerarquía, posición o grado que ocupa dentro del sistema jurídico argentino.
Por otro lado existen los tratados de Integración, que también corresponde distinguir en
aquellos que Argentina celebre con estados de América Latina de aquellos celebre o pretenda
celebrar con otros Estados que no integren américa latina. La diferencia radica en el régimen
constitucional a seguir para su aprobación para su incorporación al sistema jurídico.
Autor: Sagüés, Néstor P. Publicado en: LA LEY1994-E, 1036 - Derecho Constitucional - Doctrinas
Esenciales Tomo IV, 01/01/2008, 247
I. Introducción:
El derecho constitucional extranjero, y en particular el latinoamericano, había abordado antes
de 1994 con cierto detenimiento el espinoso tema de la cotización jurídica de los instrumentos
internacionales. Las respuestas existentes, por lo demás, no eran uniformes, aunque de todos
modos podía constatarse --respecto a años atrás-- una tendencia en parte "promonista" y
revaluatoria de los tratados y convenciones, respecto al derecho interno.
Siempre en temas de derechos humanos, el art. 105 de la Constitución del Perú de 1979
puntualizó en el art. 105 que los preceptos contenidos en los tratados "tienen jerarquía
constitucional" (tal cláusula no se repitió en la Constitución de 1993). La de Nicaragua (art. 46)
optó por declarar que los habitantes gozan de los derechos enunciados en ciertos documentos
internacionales, como la Declaración universal y la americana, o el Pacto de San José de Costa
Rica (Adla, XLIV-B, 1250), alternativa esta que implica también dar rango constitucional a
dichos instrumentos (1).
Una variable bastante seguida en el constitucionalismo latinoamericano, más modesta que las
anteriores, pero de todos modos útil para liquidar una polémica prolongada, ha sido la de
reconocer a los tratados condición jurídica superior a la ley ordinaria (pero inferior a la
Constitución). Tal receta consta, v. gr., en el art. 144 de la Constitución de El Salvador, art. 18 de
la Constitución de Honduras o art. 7° de la Constitución costarricense (en ciertos supuestos, la
Constitución demanda mayorías especiales en el Poder Legislativo para aprobar determinados
tratados). De aceptarse esta modalidad, el tratado se ubica en un escalón intermedio entre la
Constitución y la ley ordinaria: tiene simultáneamente jerarquía "subconstitucional" y
"supralegal".
1. Los tratados y concordatos ordinarios del art. 75, inc. 22 in limine. Tienen jerarquía superior
a las leyes.
5. Tratados concernientes a procesos integrativos con países de otras áreas, con un trámite de
elaboración distinto al anterior. También son superiores a las leyes: art. 75, inc. 24, párr. 2°.
6. Convenios internacionales que celebren las provincias, con conocimiento del Congreso
Nacional, a tenor del art. 124. Se encuentran bajo la constitución, las leyes y demás normas
federales. Cada uno de tales subtipos presenta flancos dudosos y origina problemas que
deberán ser necesariamente resueltos por la doctrina y la jurisprudencia.
Una interpretación orgánica de la constitución obliga recordar que deberán respetar los
principios de derecho público establecidos por la constitución. Así lo dispone el art. 27 de ésta,
norma que continúa en vigencia y que no fue alterada por la convención constituyente, la que
por lo demás estaba inhabilitada para enmendarla (art. 7°, ley de convocatoria 24.309 --Adla,
LIV-A, 89--). El nuevo texto permite celebrar tales tratados con (aparte de los Estados y la Santa
Sede) "organizaciones internacionales". En la práctica, se aprueban por el procedimiento
legislativo. Como el flamante art. 75 inc. 22 declara que tienen jerarquía superior a una ley,
sólo podrían alterarse mediante el proceso de denuncia o reforma previsto por el tratado, y no
por la mera voluntad legislativa del Estado argentino. Pero podrían ser declarados
inconstitucionales, ya que carecen de jerarquía constitucional.
Son la Declaración americana de los derechos y deberes del hombre, la Declaración universal
de derechos humanos, la Convención americana sobre derechos humanos, el Pacto
internacional de los derechos económicos, sociales y culturales, el Pacto internacional de
derechos civiles y políticos y su protocolo facultativo, la Convención sobre la prevención y
sanción del delito de genocidio, la Convención internacional sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación racial, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer, la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, y la Convención sobre los derechos del niño, a tenor del citado art.
75, inc. 22 de la Constitución. La regla constitucional señala que tales instrumentos "tienen
jerarquía constitucional", lo que importa decir que "no forman" parte de la Constitución, pero
que "valen" como ella (2). Sin embargo, y en cuanto tal valor, la misma Constitución contiene
algunas salvedades:
Esto acarrearía consecuencias importantes. Por un lado, de haber conflicto entre algún
precepto de las susodichas convenciones, pactos, etc., con una regla de la primera parte de la
Constitución, prevalecería ésta, y no la norma internacional (el tratado, convenio, pacto, etc.,
podría por ello y en el punto concreto ser declarado inconstitucional). Además, los referidos
documentos internacionales tendrían que conformarse con los principios de derechos público
de la Constitución (art. 27 de ella). Pero si hubiese incompatibilidad entre un dispositivo de
aquellos instrumentos internacionales, y alguna cláusula de la segunda parte de la
constitución, triunfaría el primero.
Todo esto va a provocar una trabajosa tarea de ajuste entre el abundante material normativo
internacionalista a que se refiere el citado art. 75, inc. 22 de la Constitución, y las normas de la
última (el primer frente de batalla se presenta en el tema de derecho de réplica, que parte de
la doctrina juzga afín con la libertad de prensa del art. 14 de la Constitución, mientras que otra
piensa lo contrario) (3).
En tal quehacer, y como recuerda Germán J. Bidart Campos, una buena fórmula de ajuste es la
doctrina de la "opción preferencial por la fuente (incluso interna) que mejor favorezca a cada
derecho"(4). Aun así, no puede desconocerse que el exegeta puede enfrentarse con
contradicciones normativas y con incoherencias ideológicas acerca de la extensión y el
contenido de un derecho enunciado en la Constitución, y parecido derecho descripto en un
instrumento internacional; hipótesis que se agiganta apenas se advierta que los techos
ideológicos de la Constitución de 1853/60 son, en muchos casos y por razones de tiempo,
diferentes a los propios de los nuevos documentos internacionales (5).
Otro punto acuciante gira en torno a lo que podría llamarse "reforma indirecta" de la
Constitución, que se presenta cuando a través de alguno de estos instrumentos se enmienda a
la Constitución, habitualmente por adición (al añadírsele a la Constitución un nuevo derecho),
y eventualmente por sustracción (si un convenio entroniza un derecho que perjudica a uno ya
inserto en el texto de 1853/60). La hipótesis de "sustracción" está explícitamente condenada
por el nuevo art. 75, inc. 22 de la Constitución argentina; pero la de "adición" es real, y se
profundiza ante la posibilidad de incorporar nuevos derechos mediante documentos
internacionales, según se detallará en el parágrafo 5 de este trabajo, al que nos remitimos(6).
Cabe reconocer francamente que al darse categoría constitucional a estos textos
internacionales, la Constitución argentina pasa a ser de rígida a semirrígida, ya que el
Congreso, por mayoría especial, puede retocarla en lo concerniente a derechos humanos.
El párr. 2° del art. 75, inc. 22 de la Constitución finaliza advirtiendo que aquellos pactos,
declaraciones o convenciones únicamente podrán ser denunciados "en su caso" por el Poder
Ejecutivo, con la previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros
de cada cámara del Congreso. Pero también habrá que respetar el trámite de denuncia previsto
por cada uno de esos instrumentos, en cuanto plazos, forma y órganos, en base a la regla
internacionalista del pacta sunt servanda.
Con relación a estos documentos, el párr. 3° del art. 75, inc. 22 del texto constitucional
ordenado en 1994 indica que después de ser aprobados por el Congreso, para tener jerarquía
constitucional requerirán el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada Cámara. Pueden inferirse de tal prescripción algunos resultados. Los tratados,
convenciones, declaraciones, etc., relativos a derechos humanos, ya aprobados o a aprobarse
en el futuro sin la mayoría calificada de los dos tercios de la totalidad de los integrantes de las
salas del Congreso, serán conceptuados como tratados comunes (superiores a la ley, pero sin
rango constitucional, según el art. 75, inc. 22, parte 1ª).
En segundo lugar, parece que las declaraciones, convenciones, etc., concernientes a derechos
humanos aprobados con la recordada mayoría calificada de los dos tercios, no están en
mejores condiciones que los documentos explicitados por la Constitución en el art. 75, inc. 22,
párr. 2° y que hemos mencionado en el parágrafo 3 de este trabajo. Es decir, que aunque
alcancen alcurnia constitucional, no podrán perjudicar ningún artículo de la primera parte de la
Constitución, y deberán entenderse como complementarios de ella. Además, rigen "en las
condiciones de su vigencia".
En efecto, no es dable suponer que las normas sobre derechos humanos previstas por el
párrafo final del art. 75, inc. 22, puedan gozar de un status superior a los convenios, pactos o
declaraciones --también sobre derechos humanos-- a los que el constituyente quiso privilegiar
citándolos con anterioridad, expresa y manifiestamente, en el mismo art. 75, inc. 22
(argumento interpretativo a fortiori) (7).
Estos instrumentos son específicamente aludidos en el art. 75, inc. 24 de la Constitución, párr.
1° y comienzo del 2°. Se trata de documentos muy significativos, por los que se delegan
atribuciones y jurisdicción de la República a entes supranacionales. Merced a ese traspaso, el
órgano supranacional puede dictar normas o sentencias aplicables directamente a Argentina,
sin la concurrencia de la voluntad de ésta. Un caso evidente es el de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, que según el Pacto de San José de Costa Rica está habilitada para invalidar
decisiones de los organismos nacionales (art. 63 del Pacto). Por ello, por ejemplo, en sentido
preciso la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dejado de ser "Suprema"(8).
Cuando se cumplimentan tales recaudos, el tratado tiene jerarquía superior a las leyes (art. 75,
inc. 24, párr. 1° "in fine"), por lo que aniquila cualquier ley (o norma inferior) que lo contradiga,
vigente al aprobarse dicho tratado, o dictada con posterioridad. En realidad, la nueva norma
constitucional debió decir que el tratado tenía jerarquía constitucional, ya que la transferencia
de competencias nacionales a un ente supraestatal conlleva, a menudo, una "reforma
indirecta" de la Constitución (v. gr., si se dan facultades legisferantes al órgano supranacional, o
atribuciones judiciales por las que puede dejar sin efecto fallos de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación).
Ahora bien, en ese orden de ideas, es del caso distinguir infracciones totales o parciales a los
requisitos ya señalados. Por ejemplo, la omisión de las reglas sobre mayorías calificadas que
demanda el art. 75, inc. 24, obviamente inconstitucionaliza a todo el tratado del caso. Pero si
se infringe en uno de sus artículos el respeto a un derecho humano, o en otro se perjudica al
régimen democrático, tales vicios quitan validez solamente a las reglas concretas así dañadas, y
no, necesariamente, al resto del instrumento (9). La inconstitucionalidad, en ciertas hipótesis,
puede por ende ser exclusivamente parcial. Añade el art. 75, inc. 24 "in fine" de la Constitución
que la denuncia de estos tratados exige la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara. Sin perjuicio de ello, deberá cumplimentarse también las prescripciones que en
materia de denuncia contenga el tratado, según el citado principio del pacta sunt servanda.
En este caso, el art. 75, inc. 24 ha sido más severo. No es raro, en efecto, que las
constitucionales latinoamericanas sean más flexibles en admitir procesos integrativos para la
zona regional (v. gr., Nicaragua, art. 9°; Uruguay, art. 6°). En el caso argentino, se delimitan dos
pasos formales. Por el primero, el Congreso declara la conveniencia de aprobar el tratado que
delega competencias o jurisdicción a un ente supraestatal no latinoamericano. Por el segundo,
al menos ciento veinte días más tarde, se aprueba tal transferencia, con la mayoría absoluta de
la totalidad de los miembros de cada cámara. El propósito de la norma ha sido provocar una
doble lectura (que en el fondo significa una doble evaluación y aprobación) del instrumento
internacional, y por ello, un tratamiento más mediato y prudente. Ello tiende a provocar una
reflexión más intensa sobre las virtudes y defectos de la mencionada delegación de
competencias, a fin de evitar arrebatos legislativos y corregir posturas iniciales que
posteriormente pueden visualizarse como inadecuadas (en el derecho constitucional nacional
argentino esa metodología de sanción de normas es inexistente; pero aflora ocasionalmente en
el derecho público provincial: v. por ejemplo los arts. 141 y 142, Constitución de Río Negro. En
el derecho comparado, v. igualmente el art. 195, Constitución de Costa Rica). De violarse tal
mecanismo, el tratado resultaría inconstitucional in totum. Respecto a la denuncia de tales
documentos, rigen los mismos preceptos que los aplicables a los tratados transferentes de
competencias a organizaciones supranacionales latinoamericanas (art. 75, inc. 24,
Constitución).
El art. 124 de la Constitución ha abierto una puerta para las relaciones internacionales de las
provincias, al declarar que éstas "podrán también celebrar convenios internacionales en tanto
no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades
delegadas al Gobierno federal o el crédito público de la Nación; con conocimiento del Congreso
Nacional". También indica el artículo que la ciudad de Buenos Aires "tendrá el régimen que se
establezca al efecto", cosa que dependerá tanto del "Estatuto organizativo" que ella se dicte,
como de la ley de garantías de los intereses del Estado nacional que sancione el Congreso
federal, a tenor del art. 129 de la Constitución. El nuevo art. 124 es la respuesta que dio el
constituyente ante la reiterada iniciativa de varias provincias para formalizar acuerdos con
naciones o provincias de otros países. En sus Bases, Alberdi condenó tal idea, como "absurda y
risible"(10) a pesar de lo cual, y bajo ciertas condiciones, algunas constituciones federales
como las de Alemania (art. 32, inc. 3), URSS (art. 80) o Suiza (art. 9°), la admitían. La doctrina
argentina compartía por lo común el pensamiento de Alberdi (11), aunque había excepciones
admisorias de la posibilidad que ahora refleja el art. 124 (12).
En concreto, esta norma permite a las provincias pactar convenios internacionales, bajo tres
requisitos de fondo: a) no vulnerar la política exterior de la Nación; b) no invadir competencias
federales; c) no comprometer el crédito público nacional, y uno de forma: que el convenio sea
hecho con noticia del Congreso de la Nación. La violación a estas reglas inconstitucionaliza al
convenio celebrado por la provincia del caso, aunque ese defecto no siempre invalidará a todo
el documento (por ejemplo, si sólo una de las cláusulas del acuerdo compromete al crédito
federal, las demás, respetuosas de los recaudos del art. 124, pueden conservar eficacia. En
cambio, si se ha omitido la notificación del convenio al Gobierno nacional, cae por supuesto in
integrum).
El art. 124 de la Constitución vuelve a replantear la discusión en torno al significado que tiene
el "conocimiento" que hay que dar del convenio al Poder Legislativo federal. El debate era
preexistente a la reforma de 1994, con motivo de la noticia similar que debía darse de los
tratados interprovinciales, según el viejo art. 107 (hoy 125). En el derecho comparado, con
relación a los tratados interprovinciales con una provincia o con una potencia extranjera,
existen dos posturas. La "doctrina del consentimiento" es recepcionada por la Constitución
estadounidense (art. 1°, sección 10), y ella demanda que el convenio sea sometido a la
aprobación del Congreso federal. La "doctrina del conocimiento", patrocinada por ejemplo por
la constitución austríaca (art. 15, apart. 2), se conforma con la notificación a las autoridades
federales.
Por nuestra parte, hemos pensado que si el constituyente de 1853, bien o mal, sustituyó la voz
"aprobación" por "conocimiento", es evidente que no requiere del Congreso de la Nación un
acto de decisión aprobatoria del tratado, sino una simple notificación por parte de la provincia
involucrada, al Poder Legislativo federal. Con posterioridad, la Nación podrá discutir
judicialmente las cláusulas del tratado firmado por la provincia, o negarse a cumplirlo si dicho
documento la compromete, y hasta disponer la intervención federal, de darse alguno de los
supuestos del art. 6° de la Constitución Nacional (14). Similar razonamiento cabe, parece, con
relación a los convenios provinciales-internacionales que habilita ahora el art. 124, adherido
como está a la doctrina del "conocimiento", según informa su texto. Por lo demás, los
convenios provincial-internacionales no deben, en su contenido, exceder las competencias
provinciales (razón por la que solamente pueden operar en los temas propios de las provincias,
o en los que poseen facultades concurrentes con la Nación), y además, tienen que respetar el
derecho federal (constitucional e infraconstitucional) existente, previo y posterior al convenio
provincial-internacional. El nuevo art. 124, en síntesis, no es una válvula de aumento de los
poderes provinciales con relación a la Nación. Si por un convenio internacional una provincia
asumiere papeles federales, o atacase poderes federales, las normas del caso pecarían de
inconstitucionalidad.
La regulación que hace de los tratados el texto constitucional de 1994 está orientada a tutelar
los derechos humanos, afianzar los procesos de integración y posibilitar un mayor margen de
acción de las provincias en el orden internacional.
Tales propósitos son positivos, aunque la instrumentación definitiva que hizo del tema la
convención constituyente resultó complicada y, en ciertos aspectos, poco clara. Establecer seis
subtipos de tratados y dejar para el debate puntos tan complejos como la armonización entre
los "viejos derechos" de la primera parte de la Constitución de 1853/60, y los "nuevos
derechos" emergentes de los tratados citados por el art. 75, inc. 22, así como los efectos del
"conocimiento" federal de los tratados provinciales celebrados según el art. 124, no parece una
buena receta constitucional.
Por lo demás, cabe preguntarse sobre la filiación conceptual de la reforma. ¿Ha sido ella
tributaria de "dualismo" imperante hasta no hace mucho en la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, o se embarca en cambio en la posición "monista" enunciada
últimamente por la Corte en "Ekmekdjian c. Sofovich", pero restringida después en "Fibraca"?
(15).
ps. 71 a 75.
del 6/10/94, para quienes tales tratados forman parte de la Constitución formal.
(3)V. por ejemplo BIDART CAMPOS, Germán J., "El derecho de réplica está vigente, y goza de
buena
(6)En el sentido que mediante los instrumentos internacionales pudiera concretarse una
reforma fuera de los
márgenes del art. 30 de la Constitución Nacional, v. COLAUTTI, Carlos, ob. cit. en nota 2.
(8)V. sobre estos problemas SAGÜES, Néstor Pedro, "Jurisdicción internacional y jurisdicción
nacional. A
de la Constitución, tratando de rescatar en lo posible la validez de las reglas jurídicas que sean
axiológicamente
(10)ALBERDI, Juan B., "Bases y puntos de partida para la organización política de la República
Besanzón, 1856.
(11)BIDEGAIN, Carlos M., "Cuadernos del curso de Derecho Constitucional", t. III, ps. 86 y 95,
Ed.
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1980; con las opiniones de Joaquín V. González, Jorge R. Vanossi
y Juan A.
González Calderón.
(13)FRIAS, Pedro J., "Introducción al derecho público provincial", p. 103/4, Ed. Depalma,
Buenos Aires,
1980.
(17)Cfr. JA, 1993-IV-471, con nota de CUETO RUA, Julio C., "Un paso adelante en el desarrollo
de la
(18)En concreto, la Convención de Viena impide invocar las normas de derecho interno para
justificar el
incumplimiento de un tratado (art. 27), salvo que se hubiere violado de modo manifiesto una
normas de
Glosario
Acción: La Academia de la Lengua, tomando esta voz en su acepción jurídica, la define como
derecho que se tiene a pedir alguna cosa en juicio y modo legal de ejercitar el mismo derecho,
pidiendo en justicia lo que es nuestro o se nos debe. Para Couture, es el poder jurídico que
tiene todo sujeto de derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de la
jurisdicción, exponiendo sus pretensiones y formulando la petición que afirma como
correspondiente a su derecho.
Causa: En materia de obligaciones y de contratos, se conoce como causa: para unos autores, el
fin mediato que se busca en el contrato o que produce la obligación; para otros, posiblemente
con mejor propiedad, el propósito o razón que motivó a cada una de las partes a celebrar el
contrato. En orden al Derecho Procesal, la palabra causa equivale a proceso, litigio o pleito.
Fallo: Acción y efecto de fallar, de dictar sentencia, y ésta misma en asunto judicial.
Juez: En sentido amplio, llámase así a todo miembro integrante del Poder Judicial, encargado
de juzgar los asuntos sometidos a su jurisdicción. Tales magistrados están obligados al
cumplimiento de su función de acuerdo con la Constitución y las leyes, con las
responsabilidades que las mismas determinan.
Juicio: Para Caravantes se entiende la controversia que, con arreglo a las leyes, se produce
entre dos personas, ante un juez competente, que le pone término por medio de un fallo que
aplica el derecho o impone una sanción o pena. Llámese también litigio, pleito o proceso.
Recurso: Denomínase así todo medio que concede la ley procesal para la impugnación de las
resoluciones judiciales, a efectos de subsanar los errores de fondo o los vicios de forma en que
se haya incurrido al dictarla. El acto de recurrir corresponde a la parte que en el juicio se sienta
lesionada por la medida judicial.
Sentencia: Declaración del juicio y resolución del juez (Dicc. Acad.). Modo normal de extinción
de una relación procesal (Alsina). Acto procesal emanado de órganos jurisdiccionales que
deciden la causa o puntos sometidos a su conocimiento (Couture).
• El Estado Argentino: concepto. Elementos. Forma de Estado Federal: diferencias con otras
formas de Estado. Evolución del federalismo argentino.
Se trata de aquel que marca el origen del federalismo, la lucha por las autonomías provinciales
y la relación de éstas con el gobierno federal, la distribución de competencias entre la Nación y
las provincias, la intervención federal como garantía de las autonomías provinciales y el nuevo
status jurídico de la Ciudad de Buenos Aires a partir de la reforma de 1994.
Sabemos que la lucha hacia la sanción de la Constitución de 1853 vino precedida por los
distintos intentos frustrados de constituciones, entre ellas la del año 1819 y la de 1826, que
representaban un corte centralista y unitario en contraposición a los ideales sustentados por
las provincias, que propugnaban entre otros ideales la “plena autonomía de las provincias”.
De las normas citadas, se desprende claramente el modelo federal, reconociendo dos esferas
de Gobierno, Nación -Gobierno Federal- y Provincias – Gobierno Provincial-, cada una de ellas
con ámbitos de competencias claramente delimitadas en el texto constitucional. De allí que
abordaremos los poderes o competencias delegados al Gobierno Federal por parte de las
provincias al momento de sancionarse la Constitución Nacional; poderes conservados por las
provincias; poderes de ejercicio concurrentes por ambos niveles de gobierno y poderes
prohibidos.
La regla básica del Federalismo y de Distribución de Competencias emerge del art 121 de la CN
en concordancia con otras disposiciones.
Es importante destacar que la Nación siempre debe velar por garantir ese régimen autonómico
reconocido.
Por su parte, el Art. 5 de la Constitución Nacional establece cuáles son los requisitos que las
provincias deben cumplir para que se mantenga esa garantía: los derechos y garantías
consagrados en la Constitución Nacional, el sistema representativo y republicano, la
administración de justicia, la educación primaria y el régimen: bajo estas condiciones el
gobierno federal es garante de esas autonomías.
La intervención puede ser total o parcial, según la naturaleza del conflicto provincial, es decir,
puede alcanzar a todos o a algunos de los poderes del Estado provincial. Pese a estar
desvirtuada en la práctica, reitero, es siempre por un plazo corto, razonable, suficiente como
para reordenar y restaurar la autonomía en la provincia y luego el retiro del gobierno federal,
para que nuevamente asuman las autoridades provinciales.
LECTURA:
En cuanto a la Ciudad de Bs. As., a partir de la reforma de 1994, ha adquirido un nuevo status
jurídico, ya que se la reconoce como autónoma, con facultad de dictar su propio estatuto
organizativo, elegir de manera directa su Jefe de Gobierno, senadores nacionales y diputados
nacionales. En la práctica, sería como una verdadera provincia, siendo que formalmente no lo
es.
Glosario
Autarquía: Poder para gobernarse a sí mismo. Estado de un país o territorio que procura
bastarse con sus propios recursos evitando, en lo posible, las importaciones de otros países. El
primero de esos sentidos es estrictamente político; el segundo es político-económico y se
llama también autarcía. En derecho político se entiende por autarquía la descentralización
administrativa. Representa en lo administrativo lo que la autonomía en lo político. La
autonomía afecta tanto la facultad de gobierno propio cuanto la de dictarse sus propias
normas, mientras que la autarquía sólo tiene la facultad del gobierno propio.
Facultad: Posibilidad de hacer u omitir algo; en especial, todo aquello que no está prohibido o
sancionado por la ley.
y consulta popular.
Por otro lado, reconoce a los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema
democrático.
La participación esporádica del ciudadano a través del voto para la elección de autoridades, ha
llevado a que en la reforma constitucional de 1994 se incorporen nuevas modalidades de
participación, tales como la iniciativa popular y la consulta popular, que fueron consagradas
en los Art. 39 y 40 de la Constitución Nacional.
¿Qué es la Iniciativa popular? Es la potestad, facultad, derecho que tiene el cuerpo electoral
de presentar un proyecto de ley ante el Congreso. Es decir, que los ciudadanos puedan
presentar un proyecto de ley por ante la Cámara de Diputados de la Nación. Asumiendo un rol
que solo tienen atribuidos sus representantes (Es importante recordar que lo tiene atribución
para presentar proyectos de ley: un Senador de la Nación, Diputado de la Nación y Presidente
de la Nación).
INICIATIVA POPULAR
ART. 39 DE LA CONSTITUCION
LEY NACIONAL 24.747
Una vez cumplimentados los requisitos exigidos, La Iniciativa Popular será presentada ante la
Cámara de Diputados de la Nación (ya que ésta actúa por disposición constitucional como
cámara de origen). Es decir, elaborado el proyecto de ley, recolectada las firmas, el proyecto
ingresará a la Cámara de Diputados.
La CN exige en su art. 39 que ley reglamentaria (hoy ya ley 24747) no podrá exigir más del tres
por ciento del padrón electoral nacional, dentro del cual deberá contemplar una adecuada
distribución territorial para suscribir la iniciativa.
La ley 24.747 aprobada por el Congreso de la Nación fija un porcentaje de 1,5 de firmas del
padrón electoral. Si el proyecto fuere de orden regional, es el mismo porcentaje (1,5%) pero el
correspondiente a esa región.
PENAL
TRIBUTARIA
PRESUPUESTARIA
ELECTORAL
TRATADOS INTERNACIONALES
¿Qué es la Consulta Popular? diremos que se da: “cuando el Estado pone en consideración del
cuerpo electoral un proyecto de ley o un tema de interés general para que éste se expida sobre
el mismo, por el “SI” o por el “NO, por medio del sufragio”.
CONSULTA POPULAR
Art.40 de la CN
Ley Nacional 25.432
De acuerdo al tipo de consulta será su convocatoria, es decir, cual de los poderes del Estado
tiene facultad o atribución para llamar a consulta.
Dentro de los caracteres del Régimen republicano podemos enunciar, entre otros: 1) la
división de poderes, 2) la elección popular de los gobernantes, 3) la periodicidad de los
mandatos, 4) la igualdad ante la ley, 5) la publicidad de los actos de gobierno, 6) el imperio de
la ley; 7) la responsabilidad de los funcionarios públicos.
En nuestra práctica constitucional vemos a diario discutir sobre este tema. Pero debemos
distinguir que existen varias clases de responsabilidad: civil, administrativa, penal y política.
INICIATIVA LEGISLATIVA POPULAR (INFO.COMPLEMENTARIA)
Ley 24.747
ARTICULO 3 º-No podrán ser objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma
constitucional, tratados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal.
c) Nombre y domicilio del o los promotores de la iniciativa, los que podrán participar de las
reuniones de Comisión con voz de acuerdo a la reglamentación que fijen las mismas:
d) Descripción de los gastos y origen de los recursos que se ocasionaren durante el período
previo a presentar el proyecto de iniciativa popular ante la Cámara de Diputados:
e) Los pliegos con las firmas de los peticionantes, con la aclaración del nombre, apellido,
número y tipo de documento y domicilio que figure en el padrón electoral.
ARTICULO 6°-Toda planilla de recolección para promover una iniciativa debe contener un
resumen impreso del proyecto de ley a ser presentado, y la mención del o los promotores
responsables de la iniciativa.
ARTICULO 8°-La iniciativa popular deberá ser presentada ante la Mesa de Entradas de la H.
Cámara de Diputados, la Presidencia la remitirá a la Comisión de Asuntos Constitucionales, la
que en el plazo de veinte (20) días hábiles deberá dictaminar sobre la admisibilidad formal de
la iniciativa, debiendo intimar a los promotores a corregir o subsanar defectos formales.
ARTICULO 9°-El rechazo del proyecto de iniciativa popular no admitirá recurso alguno.
La justicia nacional electoral tendrá a su cargo el contralor de la presente ley. Los promotores
tendrán responsabilidad personal. Se aplicarán las sanciones previstas por el artículo 42 de la
ley 23.298.
Recibida la iniciativa y cumplidos los requisitos del artículo 3º, el presidente de la Honorable
Cámara de Diputados de la Nación, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas lo girará para su
tratamiento a la Comisión de Labor Parlamentaria, o la que cumpla sus funciones, la que
deberá producir dictamen a más tardar para la segunda reunión de dicho cuerpo.
La Cámara podrá girar la iniciativa a sus comisiones respectivas, las que tendrán cada una
quince (15) días corridos para dictaminar, si lo hicieran en comun se sumarán los plazos.
ARTICULO 11.-Admitido el proyecto de ley por iniciativa popular ante la Cámara de Diputados
de la Nación, el Congreso deberá darle expreso tratamiento dentro del término de doce ( 12)
meses.
CONSULTA POPULAR
Ley 25.432
TITULO I
ARTICULO 4º — Toda consulta popular vinculante será válida y eficaz cuando haya emitido su
voto no menos del 35% de los ciudadanos inscriptos en el padrón electoral nacional.
TITULO II
ARTICULO 6º — Puede ser sometido a consulta popular no vinculante, todo asunto de interés
general para la Nación, con excepción de aquellos proyectos de ley cuyo procedimiento de
sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional, mediante la
determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada para su
aprobación. En este tipo de consulta el voto de la ciudadanía no será obligatorio.
TITULO III
DISPOSICIONES COMUNES
ARTICULO 10. — La ley o el decreto de convocatoria a consulta popular deberán ser publicados
en el Boletín Oficial de la República Argentina, en el diario de mayor circulación de cada una de
las provincias y en los dos diarios de mayor circulación del país. Dictada la convocatoria, todos
los puntos sometidos a consulta popular deberán difundirse en forma clara y objetiva, por
medios gráficos, radiales y televisivos.
ARTICULO 11. — Los partidos políticos reconocidos, estarán facultados para realizar campañas
de propaganda exponiendo su posición con relación al asunto de la consulta, a través de
espacios gratuitos en los medios de comunicación masiva, y conforme a las normas que
regulan la concesión de estos espacios en ocasión de las elecciones nacionales.
ARTICULO 12. — La consulta popular deberá realizarse dentro de un plazo no inferior a 60 días
y no superior a 120 días corridos desde la fecha de publicación de la ley o el decreto de
convocatoria en el Boletín Oficial de la República Argentina.
ARTICULO 13. — Para determinar el resultado de toda consulta popular no serán computados
los votos en blanco.
ARTICULO 14. — El día fijado para la realización de una consulta popular, no podrá coincidir
con otro acto eleccionario.
ARTICULO 16. — Las erogaciones derivadas de la ejecución de la presente ley, deberán ser
afectada al crédito previsto anualmente en el presupuesto nacional a partir del ejercicio
correspondiente al año 2001.
Según una investigación de este diario, se estima que para las elecciones largo de este año y
que culminarán con las presidenciales del 24 de octubre insumirá más de 200 millones de
pesos de gasto proselitista.
La cifra resulta más llamativa aún si se la compara con la misma suma que destinó Bill Clinton
para su reelección presidencial en 1986, o con los 150 millones insumidos por la elección
presidencial en México en 1997, o con los 100 millones demandados en Brasil para la última
elección presidencial.
Como en un círculo vicioso, pareciera que más crece el afán de los políticos por recurrir a la
publicidad para imponerse en las contiendas electorales, potenciándose los gastos hasta
límites insospechados.
La cuestión es que tales gastos requieren financiamiento, y es por eso que la sociedad se
pregunta sobre la procedencia de los recursos. Por una parte, el aporte público está
determinado en la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos y se fundamenta en el
objetivo de asegurar la democracia al limitar la dependencia de los partidos de fuentes de
financiamiento privadas y de equilibrar los recursos disponibles por la oposición -por regla, más
escasos- con los que cuenta el partido gobernante, que maneja el aparato estatal.
Una tercera fuente de financiamiento es la privada, que trae el riesgo de que sólo puedan
obtener recursos importantes los candidatos cuyas propuestas se ajusten a los requerimientos
de sus poderosos aportantes o, peor aún, que los consigan a cambio de favorecerlos
particularmente una vez en el poder.
Pero son más aún relevantes en un contexto de severas restricciones económicas para la
mayoría de la gente, cuando la sensatez indica que los políticos ganarían en credibilidad si se
ajustaran a las limitaciones que padecen los ciudadanos a los que aspiran a representar.
Sin embargo, el síntoma descorazonante es que siguen faltando los instrumentos legales para
acortar el tiempo y los fondos destinados a las campañas políticas, limitar cierto tipo de
aportes privados y garantizar una total transparencia sobre el manejo de los fondos, muy
especialmente los públicos.
CARLOS S. NINO
Al menos este factor institucional debe ser agregado al de la fragmentación de las elites
económicas para explicar la autonomía del Estado. En realidad, el peso específico de este
último factor es discutible, como lo prueba la tesis de Sabato y Schwarzer (13) que explica la
inestabilidad política argentina y la subsiguiente involución económica sobre la base del
fenómeno exactamente opuesto, o sea la falta de competitividad y la cohesión de las elites
económico - sociales sobre la base de la ubicuidad de los mismos grupos capitalistas en
diversas áreas productivas.
Desde el punto de vista institucional, también es posible señalar como otro ejemplo,
relacionado con la institucionalización de la participación que Waisman menciona, de un
posible factor contribuyente de la inestabilidad política, y, por consiguiente, de la reversión del
desarrollo económico (dada la inseguridad que esa inestabilidad representa parar políticas de
inversión y producción) la introducción a partir de 1912, aplicándose por primera vez en las
elecciones de 1916, del voto obligatorio (además de universal y secreto). Creo que la
obligatoriedad del voto está claramente justificada desde el punto de vista moral. (14) dado
que ella permite superar el problema de acción colectiva, de la índole que estudiaremos en el
capítulo 3, que lleva a mucha gente a no votar si no se asegura que otros similarmente situados
social e ideológicamente lo harán, con lo que se afecta la tendencia a la imparcialidad que hace
valiosa a la democracia. (15)
Sin embargo, es posible sostener que la introducción del voto compulsivo, que llevó a que
entre una elección y otra la concurrencia electoral prácticamente se triplicase, recalentó
enormemente el sistema político con demandas sociales que a su vez acentuó las políticas de
corporativismo inflacionario y la intervención permanentemente cambiante del Estado en la
economía y sobre todo hizo que las fuerzas políticas que representaban los intereses
económicos más importantes perdieran toda esperanza de ganar una elección limpia (las que a
partir de 1912 sólo fueran ganadas por el radicalismo y el peronismo) y buscaran otras
avenidas de acceso al poder, corno el fraude electoral, las proscripciones o llanamente los
golpes de Estado.
Fred Riggs sostiene, (16) en efecto, que el sistema presidencialista requiere para su estabilidad
que el electorado no se polarice y que eso se logra en Estados Unidos, entre otros mecanismos,
con un gran ausentismo electoral, que permite que el electorado activo se vuelque a
posiciones de centro. Su tesis general es que los países latinoamericanos han rechazado una
serie de rasgos antidemocráticos del sistema norteamericano -como lo es la voluntariedad del
voto o la representación por distritos- que son, sin embargo, funcionales para la estabilidad de
un sistema presidencialista de gobierno. Esto implicaría que, dado un sistema presidencialista
de gobierno, hay cierta tensión entre su estabilidad y su legitimidad democrática.
14 Ver mi trabajo “El voto obligatorio en Segundo dictamen del Consejo para la Consolidación
de la Democracia”, Buenos Aires, 1987.
Que sea universal el sufragio implica que tienen derecho al voto todos los ciudadanos, sin
distinción ni discriminación alguna. Solamente no pueden hacerlo los incapaces de hecho
(dementes, sordomudos que no sepan darse a entender por escrito y detenidos o asilados
mientras dure su situación) y los incapaces de derecho (los eclesiásticos regulares, los
conscriptos y los agentes de las fuerzas de seguridad, así corno también los alumnos de
institutos de reclutamiento - ley 19945 -). Se constitucionaliza lo que ya estaba aceptado a nivel
legal, sobre todo después del reconocimiento del voto femenino por ley 13010, a instancias del
protagonismo político de Eva Perón. La universalidad del voto reconocida en la Constitución
implica que también a los extranjeros, en la medida en que así lo establezca la ley, se les puede
reconocer el derecho al sufragio: de hecho ello ya ocurre a nivel municipal en muchos lugares
del país.
Que sea igual el voto implica que cada ciudadano tendrá igualdad de derechos con respecto a
los demás. Pero el voto podrá ser único o reforzado, según sea el sistema electoral que se
aplique: en el sistema mixto alemán, cada ciudadano tiene dos votos, uno lo aplica a la
elección por circunscripciones y el otro a la proporcional.
Que sea secreto, a diferencia del voto cantado, garantiza la reserva de cada ciudadano para
votar por quien deseare en el cuarto oscuro, sin el temor de sufrir presiones ni represalias
ulteriores.
La obligatoriedad del voto, una tradición en la Argentina desde 1912 (ley Yrigoyen - Sáenz
Peña), implica garantizar la representatividad de los gobernantes. En Estados Unidos o en
Colombia, donde el voto no es obligatorio, no concurre al sufragio mucho más del cincuenta
por ciento de los empadronados, dejando la responsabilidad de la formación del gobierno a las
franjas participativas de la sociedad. La voz de los anómicos políticos no está representada en
el gobierno. Como bien dice Horacio Rosatti, el voto obligatorio saca la actividad electoral de la
lógica del mercado (participo si quiero, y si no, no lo hago), para ubicarla en el marco de la ética
de la solidaridad: a todos nos concierne el gobierno de la sociedad (Rosatti, en la obra colectiva
La reforma de la Constitución, pág. 54).
La genuina vocación republicana de un gobernante se pone a prueba, más que en ninguna otra
hora, en el momento en que las leyes fundamentales de la Nación le indican que debe alejarse
del poder y regresar al llano. Diríase que la buena o mala disposición para abandonar el
gobierno es el test que permite conocer a fondo el vuelo espiritual de un hombre público.
La historia argentina está llena de ejemplos moralmente edificantes en ese sentido. Hombres
que ocuparon el centro de la escena nacional y ejercieron en su época un liderazgo
extraordinario, corno Urquiza, Mitre, Roca o Hipólito Yrigoyen, por citar ejemplos de la más
variada extracción política, se alejaron del gobierno con loable tranquilidad de ánimo al
concluir sus respectivos mandatos presidenciales, sin intentar torcer las reglas de juego de la
República, a pesar de la enorme influencia que ejercían en la vida pública y del altísimo respeto
que inspiraban a sus conciudadanos. Dos de ellos - Roca e Yrigoyen - volvieron al poder más
tarde, cuando habían transcurrido los plazos fijados por la Constitución para el acceso a la
presidencia por segunda vez. Yrigoyen fue depuesto en 1930 por un golpe militar, que inició en
el país la penosa tradición de los gobiernos de facto. Roca, en cambio, completó su segunda
presidencia, en 1904, sin grandes tropiezos. Pero ninguno intentó burlar la Constitución para
hacerse reelegir.
América latina está llena, también, de casos que se situaron en el extremo opuesto: de Porfirio
Díaz a Stroessner, de Somoza a Fidel Castro, fueron legión, desafortunadamente, los
gobernantes que apelaron a cualquier medio para perpetuarse en el gobierno, revelando un
repudiable apego sensual al poder y un absoluto desprecio por los principios que definen a un
Estado republicano. En la Argentina, el caso arquetípico fue el de Juan Domingo Perón, que
inspiró una reforma de la Constitución que lo habilitaba para hacerse reelegir indefinidamente.
Es que el poder se convierte en hábito y, a veces, en adicción. No sólo al hombre que conduce
los destinos de una nación le cuesta resignarse a dejar los halagos del mando; también a sus
seguidores inmediatos les suele resultar intolerable la idea de renunciar a los despachos
oficiales y al ejercicio de la autoridad discrecional que otorgan, a menudo, los cargos públicos.
En el caso del presidente Carlos Menem corresponde lamentar especialmente que se preste a
tantas maquinaciones y a tantos artilugios para mantener abierta la ilusión de una eventual
permanencia en el mando que la Constitución claramente le prohíbe. Porque Menem produjo,
sobré todo en su primera gestión presidencial, importantes cambios en la estructura
económico - social del país. Fue el presidente de un gobierno que estabilizó la moneda,
erradicó el cáncer de la inflación, abrió la economía argentina al mundo y privatizó las
obsoletas y a menudo corruptas empresas del Estado.
El proyecto de buscar una nueva reelección del actual presidente revela, en primer lugar, una
pretensión de continuidad incompatible con el principio de renovación de autoridades que es
una de las bases del sistema republicano.
La perpetuación en los cargos es considerada, con toda justicia, como un peligro para la
transparencia de los actos de gobierno y como la generación de oportunidades para actitudes
incompatibles con el correcto funcionamiento de la democracia.
Por eso los argumentos reeleccionistas como el que se refiere a una hipotética proscripción
carecen de base jurídica.
Del mismo modo, cuando el Presidente afirma que se autoexcluye de la puja electoral no
realiza ninguna con- cesión especial sino que, en todo caso, se atiene a lo que le fija la ley.
Se trata de un propósito grave porque, aun admitiendo que los sistemas jurídicos deben
adaptarse a los cambios y las necesidades de las sociedades, es evidente que las leyes, y
especialmente la Constitución, no pueden manipularse según las aspiraciones coyunturales de
personas o grupos. Especialmente en un país que viene de una larga tradición de inestabilidad
institucional.
Es así que, en julio, el Presidente ley, una declaración formal en la que manifestó, de manera
inequívoca, que no aspiraba a otro mandato e instruyó a sus simpatizantes para que cesaran en
sus presentaciones a la justicia.
El gesto produjo alivio y reconocimiento entre los políticos. Y el doctor Menem recibió, entre
otros elogios, el del presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, las encuestas indicaban
que la sociedad no creía en esas declaraciones. Por eso, cuando a partir del triunfo del
justicialismo cordobés renació la estrategia reeleccionista, se demostró que los escépticos
habían sido más sabios.
Los cambios de opinión, las manifestaciones ambiguas y las contradicciones hicieron evidente
que, en muchas ocasiones existe una larga distancia entre los dichos oficiales y las intenciones
evidentes.
Las marchas y las aparentes contramarchas fueron creando un clima de confusión que es, sin
duda, funcional a la intención de preparar una violación de las no más legales y de las reglas
institucionales.
Una de ellas es que se ha profundizado entre la población una tendencia ya evidente hacia el
desprestigio de los dirigentes políticos y los funcionarios públicos, lo que contribuye a la
pérdida de credibilidad del sistema político en su conjunto.
Por otra parte, en la medida que las maniobras hacia el borde de la legalidad son practicadas
por ciudadanos prominentes del Gobierno, se afectan la previsibilidad institucional y la
seguridad jurídica.
Ese contexto político terminó llevando la oposición a un dilema de hierro: asistí pasivamente a
un avasallamiento de las instituciones sin herramientas para oponerse, ya que la Corte podría
actuar como un eslabón de la estrategia reeleccionista o tomar la iniciativa y valerse de la
consulta popular para cerrarle el camino al reeleccionismo, si bien la consulta no es un
instrumento previsto para enfrentar una crisis como la actual.
Este episodio, como sus costos institucionales y sociales, muestra la vulnerabilidad del sistema
político en un punto crucial como es el traspaso del gobierno que, de, de el retorno de la
democracia, ha tenido lugar sólo una vez y en forma turbulenta.
GLOSARIO:
Los de primera generación se suelen identificar como los derechos civiles y políticos. Los de
segunda generación, como los derechos económicos, sociales, y culturales, etc. y de tercera
generación, a los derechos personalísimos, a la cultura, e incidencia colectiva como ambiente,
ecología, usuarios, consumidores, a la paz, etc.
Es de destacar que nuestro país, pos reforma de 1994, más allá de aquellos reconocidos en el
art 75 inc. 22 de la CN ha dado con jerarquía constitucional otros tres, como lo son: la
Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas (1997) aprobada ley
24.556 (1995) y por ley 24820 se le dio jerarquía. La Convención sobre la imprescriptibilidad
de los delitos de Guerra y de los delitos de lesa humanidad. (2003) por ley 25.778 se dio
jerarquía y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo
facultativo (2008) por ley 26.378.
A su vez, no deberíamos pasar por alto la trascendencia de la reforma de 1994 donde se han
incorporado, de manera directa, algunos derechos bajo el título “Nuevos derechos y
garantías”. Así podemos enunciar Derechos de Usuarios, Consumidores, Medioambiente sano
y equilibrado, etc.
Es posible realizar una diferenciación entre las garantías y, de esta forma, identificar, por una
parte, aquellas garantías elementales consagradas en el Art. 18 de la Constitución Nacional y,
por la otra, las nuevas garantías incorporadas en el Art. 43 de la misma. En este punto es
importante destacar el rango constitucional que se le ha dado a la acción de amparo, al hábeas
corpus y al hábeas data.
- El hábeas data protege los datos, la información, el derecho a la intimidad de la persona ante
información errónea, falsa, equívoca, discriminatoria o desactualizada existente en bancos o
registros de datos públicos o privados destinados a dar informes.
- El amparo protege todos los demás derechos que no protegen el hábeas corpus y el hábeas
data.
Debemos tener en cuenta las siguiente clasificación, que distingue a las garantías consagradas
en el Art. 18 de la Constitución Nacional de la siguiente manera:
Entre las garantías consagradas en el Art. 18 podríamos mencionar: derecho al juez natural; a la
tutela judicial efectiva; derecho de defensa en juicio; de no autoincriminación; de inviolabilidad
del domicilio y los papeles privados; protección del reo esperando la condena y, en su caso,
cumpliéndola; eliminación de la pena de muerte, entre otras.
Con la reforma de 1994, además del rango constitucional de cada una de ellas se han
consagrado, entre otros aspectos fundamentales, la posibilidad de control de
constitucionalidad por parte del juez en el amparo (1er. párrafo in fine del art. 43 CN), la
procedencia del “amparo colectivo”, es decir aquel destinado a la protección de derechos de
incidencia colectiva, y la procedencia del hábeas corpus aun durante el estado de sitio (4to.
párrafo del Art. 43). Es importante que usted emprenda el estudio de estos temas teniendo en
cuenta la norma constitucional (por ejemplo el Art. 43) así como también sus normas
reglamentarias: amparo: ley 16986; hábeas data: ley 25326; y hábeas corpus: ley 23.098.
a) Permanentes
b) Excepcionales
Entre las limitaciones de tipo permanente, encontramos el poder de policía, y entre las
segundas identificamos el instituto del estado de sitio.
El poder de policía es una limitación permanente de los derechos de los individuos, que se
exterioriza como la facultad del Estado de imponer limitaciones en aras de asegurar y
resguardar la convivencia armónica, la seguridad, la salubridad, la moralidad, el orden
público y el bienestar general de los habitantes.
a) conmoción interior,
b) ataque exterior.
Si es por la causal de ataque exterior, será el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado de la
Nación el encargado de la declaración de la medida.
Entre los aspectos y efectos más relevantes que provoca este instituto, se encuentra la
suspensión de los derechos y garantías, sin perjuicio del derecho reconocido en la última parte
del Art. 23, como así también sobre la procedencia del hábeas corpus aun durante la vigencia
del estado de sitio (Art. 43 cuarto párrafo de la C.N.).
Es de esperar que han pasado ya los tiempos en que era necesario defender la “libertad de
prensa” como una de las seguridades indispensables contra un Gobierno corrompido y tiránico.
Suponemos que no es necesario ya argumentar contra que se permita a un legislativo o un
ejecutivo, cuyo interés no sea el mismo del pueblo, prescribirle opiniones y determinar qué
doctrinas y que argumentos está autorizado a oír.
Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera
de opinión contraria, la humanidad seria tan injusta impidiendo que hablase como ella misma
lo seria si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad. Si fuera la opinión una
posesión personal que sólo tuviera valor para su dueño; si el impedir su disfrute fuera
simplemente un perjuicio particular, habría alguna diferencia entre que el perjuicio se infligiera
a pocas o a muchas personas.
En primer lugar la opinión que se intenta suprimir por la autoridad puede ser verdadera.
Aquellos que desean suprimirla niegan, naturalmente, su verdad; pero no son infalibles. No
tienen autoridad para decidir la cuestión para todo el género humano, privando de los medios
de juzgar respecto de ella a todos los demás. Negarse a oír una opinión, porque se está seguro
de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda
negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad. Su condena puede basarse
sobre este común argumento, que por ser común no es el peor.
Si nunca actuáramos según nuestras opiniones porque esas opiniones pudieran ser
equivocadas, dejaríamos abandonados todos nuestros intereses e incumplidos nuestros
deberes. Una objeción aplicable a toda la conducta puede no ser una objeción válida cuando se
aplica a una conducta particular. Es el deber del Gobierno y de los individuos formar las
opiniones más verdaderas que puedan; formarlas escrupulosamente y nunca imponerlas a los
demás, a menos que estén completamente seguros de que son ciertas. Pero cuando estén
seguros (pueden decir los que así razonen) no es obrar en conciencia, sino cobardía, el no
hacerlo conforme a sus convicciones y dejar que se propaguen sin restricción doctrinas que se
consideran peligrosas para el bienestar de la humanidad, en ésta o en la otra vida, fundándose
en que otros hombres en tiempos menos cultos han perseguido opiniones que ahora tenemos
por verdaderas.
Existe la más grande diferencia entre presumir que una opinión es verdadera, porque
oportunamente no ha sido refutada, y suponer que es verdadera a fin de no permitir su
refutación. La libertad completa de contradecir y desaprobar una opinión es la condición
misma que nos justifica cuando la suponemos verdadera a los fines de la acción; y por ningún
otro procedimiento puede el hombre llegar a tener la seguridad racional de estar en lo cierto.
Es extraño que los hombres admitan la validez de los argumentos en pro de la libertad de
discusión y les repugne llevarlos a sus últimas consecuencias, sin advertir que las razones, si no
son buenas para un caso extremo, no lo son para ninguno. Extraña cosa es que no piensen que
asumen infalibilidad cuando reconocen que pueda haber libertad de discusión sobre todos los
asuntos que puedan ser dudosos, pero piensan que respecto de algunos principios o doctrinas
particulares debe prohibirse la discusión porque son ciertos, es decir, porque ellos tienen la
certidumbre de que son ciertos. Tener por cierta una proposición mientras haya alguien, que
negaría su certidumbre si se le permitiera, pero que no se le permite, es afirmar que nosotros
mismos y aquellos que piensan como nosotros somos los jueces de la certidumbre y jueces sin
oír a la parte contraria.
Y de hecho, cuando la ley o el sentir público permiten que se discuta la verdad de una opinión,
son tan intolerantes como cuando niegan su utilidad. Lo más que consienten es una atenuación
de su absoluta necesidad y del delito de rechazarla.
Pero debe permitírseme observar que no es el sentirse seguro de una doctrina (sea ella cual
fuere) lo que llamo yo una presunción de infalibilidad. Esta consiste en tratar de decidir la
cuestión para los demás, sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria. Y yo
denuncio y repruebo esta pretensión igualmente cuando se refiere a mis más solemnes
convicciones.
Si a consecuencia de este juicio privado, aunque esté apoyado por el juicio público de su país o
de sus contemporáneos, prohíbe que esa opinión sea oída en su defensa, afirma, quien haga,
su propia infalibilidad.
Libertad
1. Libertad negativa
Los dos significados relevantes se refieren a las dos formas de libertad que suelen llamarse,
cada vez con más frecuencia, «negativa» y «positiva». Por libertad negativa se entiende, en el
lenguaje político, la situación en la cual un sujeto tiene la posibilidad de obrar o de no obrar, sin
ser obligado a ello o sin que se lo impidan otros sujetos. Con la siguiente advertencia: el hecho
de que en el lenguaje político la libertad sea una relación entre dos sujetos humanos no
excluye que el concepto amplio de libertad comprenda también una relación en la cual uno de
los dos sujetos o los dos no sean sujetos humanos. Es perfectamente lícito decir que el hombre
ha conquistado la propia libertad emancipándose no sólo de las restricciones derivadas de la
sujeción de¡ hombre por el hombre, sino también de la sumisión a las fuerzas naturales, así
como puede decirse que un río (ente natural) es libre de seguir el propio curso cuando no se lo
impide una presa o un dique (que son obra del hombre).
2. Libertad positiva
Por «libertad positiva» se entiende en el lenguaje político la situación en la que un sujeto tiene
la posibilidad de orientar su voluntad hacia un objetivo, de tomar decisiones, sin verse
determinado por la voluntad de otros. Esta forma de libertad se llama también
«autodeterminación» o de manera más apropiada, «autonomía».
GLOSARIO
Fuero: El presente término acepta diferentes significados. Uno de ellos lo interpreta como el
conjunto de privilegios otorgados a ciertas personas en razón de su cargo o empleo. Asimismo,
se puede entender como sinónimo de jurisdicción o ámbito dentro del cual la autoridad puede
ejercer sus atribuciones.
Jurisdicción: Etimológicamente, proviene del latín “jurisdictio”, que quiere decir “acción de
decir el Derecho”, no de establecerlo. Es pues la función específica de los jueces. También, la
extensión y límites del poder de juzgar, ya sea por razón de la materia, ya sea por razón del
territorio, si se tiene en cuenta que cada tribunal no puede ejercer su función juzgadora sino
dentro de un espacio determinado y del fuero que le está atribuido. En este último sentido, se
habla de jurisdicción administrativa, comercial, civil, correccional, criminal, laboral, etc.
Jurisdicción militar: Atribución ejercida por jueces, consejos o tribunales castrenses para el
conocimiento de las causas –casi exclusivamente penales que se plantean en las fuerzas
armadas, por delitos militares o atribuidos al fuero de guerra.
Pena: Castigo impuesto por autoridad legítima, especialmente de índole judicial, a quien ha
cometido un delito o falta.
Dentro de los principios del régimen republicano, consideramos que uno de los más
importantes es aquel que alude a la división de los poderes. Nuestros constituyentes de 1853,
al momento de abordar y elaborar el texto definitivo del futuro ordenamiento jurídico político
del Estado argentino, siguieron el modelo norteamericano, instaurando como pilar básico del
Estado de derecho la división y equilibrio de los poderes. En efecto, se continúa el clásico
modelo de Montesquieu, es decir, se consideran tres poderes, donde cada uno conserva
funciones que le son propias y exclusivas y se crean sistemas de controles recíprocos entre los
tres poderes.
Este modelo se plasmó en la segunda parte de la Constitución Nacional: Poder Legislativo,
Ejecutivo y Judicial.
En la actualidad, la cámara de diputados de la Nación está compuesta por 257 miembros, con
una duración de sus cargos de cuatro años, con renovación de sus bancas cada dos años, con
elección directa por sistema electoral proporcional, con posibilidad de reelección.
1) Las preparatorias son las primeras sesiones en el tiempo legislativo donde, entre otras
actividades, se eligen autoridades, se dicta el reglamento interno y se incorporan los nuevos
legisladores.
2) En las segundas, que van desde el 01/03 al 30/11, pueden tratarse diversos temas
legislativos.
4) En las sesiones extraordinarias solo se puede tratar el tema objeto de convocatoria y son
llamadas por el Poder Ejecutivo.
Poder Ejecutivo:
El Poder Ejecutivo es uno de los poderes que tiene mayor trascendencia desde el punto de
vista institucional, ya que en él reside el ejercicio por excelencia del poder político, teniendo en
cuenta el modelo presidencialista adoptado por la Argentina y mayoritariamente por América
Latina.
En el Art. 87 de la CN, consagraron que el Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por
un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina. Esto es reafirmado en otras
normas que consagran el carácter fuerte de la figura presidencial en vistas a la toma de
decisiones de Estado, pese a la existencia de la figura del Vicepresidente de la Nación. De esta
forma, por ejemplo, se reconocen las jefaturas del mismo: Estado, supremo de la Nación,
gobierno, de las fuerzas armadas de la Nación.
La reforma de 1994 ha incorporado importantes modificaciones en el capítulo del Presidente.
De esta forma, por ejemplo, su elección directa por parte del pueblo de la Nación, la
incorporación del ballotage o doble vuelta electoral, se ha habilitado la reelección
presidencial por una sola vez; reducción del mandato de seis a cuatro años; eliminación del
requisito de confesionalidad para ser presidente. A su vez, se ha receptado
constitucionalmente la posibilidad del dictado de los decretos de necesidad y urgencia y la
creación del Jefe de Gabinete, quien actúa como jefe de la administración.
Poder Judicial:
Por último, dentro del principio de división y separación de poderes, el Poder Judicial cumple
una función trascendente. Se trata del órgano del Estado encargado de administrar justicia y
tiene un valor excelso dentro del estado de derecho. Es el órgano encargado de interpretar y
aplicar el derecho en los casos llevados a su decisión, y de respetar y hacer respetar la
Constitución y las leyes de la Nación. En definitiva, se trata del último intérprete de la
Constitución y su máximo guardián. No es una atribución, sino un deberatribución de
asegurar la supremacía de la Constitución.
No podemos desconocer que, en los últimos años, el Poder Judicial ha adquirido una
trascendencia notoria desde el punto de vista institucional y social. Los actos de gobierno y las
normas disfrazadas de reglamentarias dictadas por Poder Ejecutivo invaden cada vez más la
órbita del Poder Legislativo. Esto se suma al estado de emergencia permanente en el que se
encuentra sumergido el país, lo que lleva a que la toma de decisiones políticas revestidas de
legalidad terminen judicializadas, dado que en la mayoría de los casos estas normas y actos del
Estado, restringen, violan, colisionan y desconocen derechos y libertades fundamentales
reconocidas en las leyes y la Constitución Nacional.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene en la actualidad una composición fijada por
ley de cinco (5) miembros.
Garantías: Los miembros de la corte suprema, al igual que los de los tribunales inferiores de la
Nación, gozan de las garantías de inamovilidad en los cargos e intangibilidad de sus sueldos,
garantías éstas que tienden a resguardar la tan ansiada independencia del Poder Judicial.
La reforma de 1994 ha producido importantes reformas en este poder del Estado. El objetivo
de los convencionales constituyentes ha sido el de afianzar la independencia del Poder Judicial.
Por ello se modificó el proceso de nombramiento y remoción de los jueces inferiores a la Corte.
A su vez, se ha creado el Consejo de la Magistratura como órgano encargado, (entre otras
funciones no menos importantes) de la selección de postulantes para cubrir cargos de jueces
de la Nación, pero la decisión final de elección sigue en manos del Presidente con acuerdo del
Senado, y para su remoción se abandonó el juicio político y se creó el jurado de
enjuiciamiento. Para los jueces de la Corte Suprema se mantiene el viejo sistema político de
nombramiento y remoción. Todas estas modificaciones tuvieron el espíritu de realzar la
institución del Poder Judicial, afianzar su independencia y, fundamentalmente, poner límites al
avasallamiento del poder político sobre el poder judicial.
1. El texto constitucional
El art. 114, en efecto, diseñó una fórmula que por su multivocidad, ambigüedad e
imprecisión haría palidecer de envidia al propio Nicolás Maquiavelo, aquí ampliamente
superado por el ingenio (¿o malicia?) del constituyente. Dice al respecto aquella cláusula,
en lo pertinente: El Consejo será integrado periódicamente de modo que se procure el
equilibrio entre la representación de los órganos políticos resultantes de la elección
popular, de los jueces de todas las instancias y de los abogados de la matrícula federal. Será
integrado, asimismo, por otras personas del ámbito académico y científico, en el número y
la forma que indique la ley.
Apenas se relea la norma, aparecen los interrogantes que después desatarán ríos de tinta,
acciones judiciales, debates parlamentarios, críticas en la opinión pública y avatares
políticos sin fin. ¿Qué quiere decir, en efecto, "procurar"? ¿es una suerte de invitación para
el legislador, o una directiva compulsiva, o qué otra cosa?; ¿qué quiere significar
"equilibrio? ¿implica una cuotificación igualitaria entre los distintos estamentos aludidos, o
algo aproximado, o es una idea plástica, flexible, gaseosa, inexorablemente maleable, a
determinar a gusto y paladar del Congreso que dicte la ley reglamentaria?; ¿Las personas
del "ámbito académico y científico" (fuera del tema de qué académicos no son científicos:
¿los de bellas artes, quizá?) están o no comprendidas en la regla del intangible "equilibrio",
ya que figuran constitucionalmente en una prescripción cuasi póstuma, en un "asimismo",
que crea una categoría aparentemente aparte y marginal?
Desde luego, la letra ambigua de la Constitución fomentó una serie de controversias que
desembocaron en tres soluciones legislativas distintas en torno al "equilibrio" que debían
guardar los estamentos componentes del Consejo. Por ello, es factible hablar de tres ciclos,
períodos o tramos en la conformación de dicho organismo.
La primera composición es fruto de la ley 24.937 y su "ley correctiva" 24.939, todo según el
texto ordenado por decreto 816/99, que contempló un Consejo de veinte vocales, así
diseñado: a) el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, que a su vez lo presidía; b)
cuatro jueces del Poder Judicial de la Nación, elegidos mediante el sistema D'Hont, con
garantía de representación igualitaria de jueces de Cámara y de Primera Instancia, y la
participación de magistrados con competencia federal del interior del país; c) ocho
legisladores, cuatro por cada Sala del Congreso, a razón, en cada una de ellas, de dos por la
primera mayoría, uno por la primera minoría y otro por la segunda; d) cuatro abogados de
la matrícula federal, elegidos por sus pares mediante el sistema D'Hont, con garantía de
presencia de abogados del interior de la República; e) un representante del Poder
Ejecutivo; f) dos representantes del ámbito académico y científico, uno profesor titular de
cátedra universitaria de las facultades de derecho nacionales, elegido por sus pares, y el
otro persona de reconocida trayectoria y prestigio, nombrado por el Consejo
Interuniversitario Nacional con el voto de los dos tercios de sus integrantes.
La segunda conformación, por ley 26.080, (hoy vigente) determinó un Consejo de trece
miembros, del siguiente modo: a) tres jueces del Poder Judicial de la Nación elegidos por
sus pares mediante el sistema D'Hont, debiéndose garantizar la representación igualitaria
de jueces de primera y segunda instancia y la presencia de magistrados con competencia
federal en el interior de la República; b) seis legisladores, tres por cada Cámara del
Congreso, a razón de dos por la primera mayoría y el tercero a la primera minoría; c) dos
abogados de la matrícula federal, designados por voto directo de los letrados inscriptos en
la misma; d) un representante del Poder Ejecutivo; e) un representante del ámbito
académico y científico, electo por el Consejo Interuniversitario Nacional.
La tercera integración fue diseñada por la ley 26.855, que previó un Consejo con
diecinueve miembros, así formado: a) tres jueces del Poder Judicial de la Nación, elegidos
por el pueblo por medio de sufragio universal. Dos derivan de la lista que resulte ganadora,
y uno a la que logre el segundo puesto; b) tres representantes de los abogados de la
matrícula federal, también electos por el pueblo; c) seis representantes de los ámbitos
académicos y científico, también electos por el pueblo, es decir, por el cuerpo electoral; d)
seis legisladores, correspondiendo tres de ellos a cada Cámara del Congreso, de los cuales
dos corresponden a la mayoría y uno a la primera minoría. Se nombran por el presidente
de cada Cámara, a propuesta de los partidos políticos respectivos; d) un representante del
Poder Ejecutivo.
Como se reseñará de inmediato (ver infra, parágrafo 4), esta fórmula de integración fue
reputada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el caso "Rizzo",
oportunidad en la que el Tribunal dispuso que se continuaran aplicando, en lo pertinente,
las reglas de la ley 26.080 (resolución III de la sentencia).
3. Sinopsis
a) Como advertencia general, puede constatarse, primero, que los tres Consejos de la
Magistratura tuvieron un número diferente de miembros (veinte, trece y diecinueve,
respectivamente).
b) La segunda observación es que en todos los casos, los representantes de "los órganos
políticos resultantes de la representación popular", siempre superaron a los
representantes de cada uno de los otros estamentos (jueces, abogados, académicos y
científicos): nueve (ocho parlamentarios, más el agente del Poder Ejecutivo), sobre un
total de veinte, en el esquema de las leyes 24.937 y 24.939; siete sobre un total de
trece (seis legisladores y el representante del Poder Ejecutivo), en la ley 26.080, e igual
cantidad en la ley 26.855 (siete, aunque sobre un total de diecinueve).
c) El número de los jueces se replegó de cinco (cuatro, más el Presidente de la Corte)
sobre un total de veinte vocales, en la primera etapa, a tres (sobre un total de trece) en
la segunda, y a tres sobre un total de diecinueve, en la tercera, que muestra el caso
más llamativo de reducción porcentual de presencia judicial en el Consejo.
d) El número de abogados también experimentó achicamientos porcentuales: de cuatro
sobre un total de veinte, en el primer ciclo, pasa a dos en un Consejo de trece
miembros en la ley 26.080, y a tres sobre un total de diecinueve vocales en el tercer
período.
e) Otro dato es que el cupo de representantes del sector académico y científico fue el que
experimentó más fluctuaciones: dos en las leyes 24.937 y 24.939, solamente uno en la
ley 26.080, pero trepa a seis en la ley 26.855.
Este Tribunal se ha expedido sobre todo en dos oportunidades en cuanto la composición del
Consejo de la Magistratura y en particular, en torno a la idea de "equilibrio" que debe presidir
su conformación.
En ese divulgado fallo, la Corte se pronuncia sobre la constitucionalidad del régimen instaurado
en el tercer ciclo del Consejo, esto es, por la ley 26.855. La sentencia es del 18 de junio de
2013. (2)
El lector tendrá que recordar que esta ley se enmarca en un paquete de normas auspiciadas
por el Poder Ejecutivo, en torno a una proyectada (así se dijo) "democratización", y por ende,
"legitimación", de la judicatura. Estas leyes (26.853, 26.854, 26.855, 26856, 26.861) aluden a
temas diversos, como el dictado de medidas cautelares contra el Estado, la programación de
tribunales intermedios (léase Cámaras Federales de Casación) situadas entre las Cámaras
Federales o Nacionales y la Corte Suprema de Justicia, la publicidad de ciertas sentencias, la
selección del personal del Poder Judicial federal y, en el caso que nos ocupa, la planificación del
Consejo de la Magistratura.
El fallo "Rizzo" tuvo que superar, inicialmente, dos obstáculos muy vinculados entre sí: uno, el
tema del control judicial de las decisiones adoptadas por el Poder Legislativo; Otro, la barrera
de las "cuestiones políticas no justiciables" (political questions), en el sentido de que ciertas
materias, de índole "política", estarían reservadas exclusivamente a la presidencia de la Nación
y al Congreso, clásicamente reputados, en la jerga común, "poderes políticos". El tema viene a
cuento por ciertas tendencias político partidistas que en los últimos años procuran reducir el
escrutinio judicial de la constitucionalidad de las leyes adoptadas por el Poder Legislativo,
como presunto vocero de la voluntad popular, presentando por ende a la judicial review como
un atentado a la democracia; y por otro, alguna corriente académica local (minoritaria, por
cierto, pero no por eso menos vocinglera), que importando y copiando en bloque ideas y
debates foráneos, generalmente de medios universitarios norteamericanos, todavía intenta
aquí (con mucho atraso, sin duda), discutir y elucubrar conjeturas y divagaciones en torno a si
los jueces pueden o no ser los intérpretes finales y supremos de la Constitución.
En ese escenario, el voto mayoritario de "Rizzo" se encuentra obligado a recordar el abecé del
sistema constitucional argentino: que hay tres poderes o departamentos clave en el Estado,
que la actuación de cada uno de ellos tiene como límite los bordes que fija la Constitución, que
desde 1888 la Corte Suprema ha aclarado que los jueces deben aplicar primero a la
Constitución, cosa que impone el examen de constitucionalidad de las leyes, que es uno de los
fines principales y supremos del Poder Judicial, y que tiende a equilibrar el poder, para
limitarlo; y finalmente, que so pretexto de defender la voluntad popular, no puede
propugnarse el desconocimiento del orden jurídico. Entre otros puntos dignos de subrayar, la
Corte condena la tesis de la "omnipotencia legislativa", y la que podríamos llamar de la
"impunidad legislativa", o de exención de control judicial de constitucionalidad, bien
destacado, asimismo, que la declaración de inconstitucionalidad es un acto de suma gravedad
que debe ser el último recurso al que cabe ir, cuando no queda otra alternativa al respecto
(considerandos 6º a 12).
Hay otro punto del fallo "Rizzo" que interesa particularmente al derecho procesal
constitucional, y que versa sobre el rol subsidiario o directo del amparo, disputa que ha
ocupado mucho a nuestra doctrina y jurisprudencia. Respondiendo a la intención del
Constituyente, la Corte destaca una vez más que "el amparo es un proceso excepcional,
utilizable en las delicadas y extremas situaciones en las que por carencia de otras vías legales
aptas peligra la salvaguardia de derechos fundamentales" (considerando 3º), circunstancias
que se detectan en el caso bajo examen. El Tribunal afirma así el papel supletorio de la acción
de amparo, solamente viable ante la ineficacia, en el caso concreto, de otros conductos
procesales (y al respecto, la Corte no distingue entre vías judiciales o administrativas) para
atender el acto lesivo que motiva el amparo. (3)
Vamos ahora al fondo del asunto, que se ocupa de la composición del Consejo de la
Magistratura. La mayor parte de los acuses de inconstitucionalidad de la Corte versan sobre el
modo de elección de los vocales del Consejo, ya que, explica, la ley los hace derivar, directa o
indirectamente, del sistema político-partidario, al disponer la elección popular de los
representantes de los jueces, abogados y académicos y científicos. Ello, por un lado,
compromete la independencia y la imparcialidad de los jueces, al someterlos a los vaivenes
electorales y partidistas de postulación, puesto que debían ser nominados por partidos, e
impide su elección por los respectivos estamentos, como fue el propósito del Constituyente
reformista de 1994. La ley, en resumen, los hace representantes del electorado y no de los
referidos estamentos (judicial, abogadil, académico). Por añadidura, la ley 26.855 restringe a
los partidos que pueden postular candidatos para conformar el Consejo de la Magistratura,
impidiendo así un proceso transparente e imparcial.
Una mención particular que hace el Tribunal es respecto a los representantes del ámbito
académico y científico, Allí, destaca que el texto constitucional no les ha asignado "un rol
central", ya que "no está(n) en el centro de la escena", apareciendo mencionados "a título de
complemento", en la segunda parte del párrafo respectivo del art. 114 de la Constitución
Nacional. La ley, en concreto, "sobredimensiona la representación" de éstos, al disponer que
sean seis, o sea, el doble de los asignados a jueces, abogados, diputados y senadores, al mismo
tiempo que distorsiona su elección, al hacerla recaer en el pueblo y no en los integrantes de
ese sector, por lo que el régimen así establecido peca de inconstitucionalidad.
b) Caso "Monner Sans, Ricardo c/ EN - Secretaría General Presidencia y otros, s/ amparo ley
16.986".
En esta demorada sentencia (estuvo varios años sin expedirse, no obstante tratarse de un
amparo), la Corte Suprema se pronuncia sobre la constitucionalidad del régimen establecido
por la ley 26.080, descripto supra como "tramo número 2", y lo hace entendiéndolo como
constitucional.
El fallo trata asimismo una cuestión preliminar, muy significativa para el derecho procesal
constitucional, como es la legitimación de dos actores para promover el amparo.
Otro litigante fue el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, al que sí la Corte
reconoce legitimación procesal. En parte, lo hace porque dicho colegio puede impugnar la
validez constitucional de una norma cuando la reclamación se promueve en defensa de un
derecho propio, cosa que ocurre cuando una ley (en la especie, la 26.080), desconocería la
representación que la Constitución Nacional asegura en el Consejo de la Magistratura a los
abogados, que deben matricularse obligatoriamente en el referido Colegio cuando quieran
litigar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y es natural, añadimos, que un Colegio de
Abogados como el porteño deba defender los intereses de dichos letrados, en lo que hace a su
presencia en el Consejo de la Magistratura de la Nación.
Yendo ahora al fondo del asunto, o sea a la cuotificación de los estamentos previstos por el art.
114 de la Constitución Nacional, y su reglamentación por la ley 26.080, la Corte Suprema
vuelve a aplicar la doctrina sentada en "Rizzo", en el sentido (i) de entender que el "equilibrio"
que demanda tal cláusula constitucional, no significa "igualdad" en las cuotas de
representatividad de jueces, abogados, sujetos provenientes de la clase política y del ámbito
académico y científico, (ii) sino que implica "no predominio", de uno de estos grupos sobre los
otros, o sea, de "no hegemonía", vale decir, que ningún sector cuente con una cantidad de
representantes que le permita controlar por sí mismo a todo el Consejo (considerando quinto).
Ello implica, a la postre, distinguir en el Consejo dos estamentos: el del sector político, y el
técnico, impulsando el mentado art. 114, mediante el "equilibrio", una tesis de "no primacía"
de los representantes provenientes del sistema exclusivamente político-partidario, por un lado,
respecto de los representantes del Poder Judicial, del ámbito profesional y del académico", por
el otro (considerado 5º).
Un reexamen del problema debe partir del triste panorama que exhibe, en cuanto la
integración del Consejo, el art. 114 de la Constitución Nacional. Se trata de una norma a medio
hacer, que deja en manos del legislador ordinario un punto que jamás debió confiársele, en un
país tan imprevisible como la Argentina: la repartición de las cuotas de poder dentro del nuevo
organismo. De hecho, implicó una suerte de transferencia del poder constituyente a un poder
constituido. (5)
Es verdad que el constituyente tomó una precaución: disponer que la ley regulatoria del
Consejo de la Magistratura fuese adoptada mediante una "ley especial sancionada por la
mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara" (art. 114, Constitución
Nacional), pero ese cuidado pudo poco ante partidos con muy fuerte caudal electoral, casi
hegemónicos o predominantes, muy convincentes además para lograr el apoyo de otros pares
menores, próximos o satelitarios del mayoritario.
Con estas prevenciones, cabe observar primero que el número de consejeros instrumentado
por la ley 26.080, como por las otras dos normas que regularon al instituto, no es de por sí
inconstitucional. El número, en efecto, queda confiado a la discrecionalidad legislativa, pero
con un tope: la regla de la razonabilidad, que rige no solamente para la reglamentación de los
derechos personales (art. 28, Constitución Nacional), sino también para la determinación
congresional de, v.gr., las reglas y excepciones que establece el Poder Legislativo para graduar
la competencia por apelación de la Corte Suprema, según el art. 117 de la Constitución (tesis
de "Itzcovich") (6), o cualquier otra reglamentación que haga el mismo Congreso de sus
competencias o de los otros poderes. Con esto quiere significarse que una ley que dispusiese
un número de miembros del Consejo de la Magistratura excesivamente reducido para cumplir
sus múltiples funciones, o desmesuradamente amplio, podría trabar su operatividad y
devendría inconstitucional, por irrazonabilidad.
Ello aclarado, cabe considerar la que podríamos llamar "doctrina de los dos sectores",
elaborada por los votos mayoritarios de la Corte Suprema, tanto en "Rizzo" como
especialmente en "Monner Sans", donde se detiene particularmente en el asunto. (7) Sostiene,
como vimos, que en el Consejo hay dos grupos: uno, el "político", formado por los
representantes de los órganos resultantes de la elección popular, y por otro, el "técnico",
integrado por jueces, abogados y académicos y científicos. Para la Corte Suprema, si el número
de los consejeros del primer grupo no supera a todos los del segundo, hay un "equilibrio"
constitucionalmente aceptable, ya que no engendra ni "hegemonía" ni "predominio" a favor de
tales agentes de la clase política.
La tesis de la Corte Suprema no se compadece, sin embargo, con el texto del art. 114 de la
Constitución. El artículo constitucional, en efecto, no habla de dos, sino de cuatro grupos: (i) los
representantes de los órganos políticos populares, (ii) los jueces, (iii) los abogados, y (iv),
"asimismo", los académicos y científicos. Y tiene que haber "equilibrio" entre todos ellos, no
solamente entre los políticos (en una banda) y el resto (en la otra). Con la creada doctrina de
los "dos sectores", y no de los cuatro, la Corte altera el sentido del mensaje constitucional, ya
que magnifica la presencia de la clase política y al mismo tiempo minimiza la de jueces,
abogados y académicos.
Finalmente, cabe hacer mención al voto complementario de la jueza María del Carmen Argibay,
en "Monner Sans", cuando subraya que en la temática en juego, y en aras de disminuir el
predominio que pudiera tener según la ley 26.080 el estamento "político", éste está diseñado
por esta norma en una representación "fragmentada" (considerando 8º), por ejemplo entre
mayorías y minorías de las salas del Congreso. Ello atenuaría, expone, los riesgos de la
hegemonía de dicho grupo, máxime cuando ciertas decisiones del Consejo requieren mayorías
calificadas.
La observación, como no podía ser menos en atención a su distinguida autora, es sagaz. Sin
embargo, debe repetirse que más allá de fragmentación o no fragmentación, el art. 114 de la
Constitución procuró impedir que fuera el sector político un sector prevaleciente o privilegiado,
ya sea que actuare fragmentado o coaligado, y por eso exigió "equilibrio" entre él y cada uno
de los otros grupos representados. Además, de hecho, los representantes de los jueces
también pueden estar fragmentados, dado que eventualmente provienen de distintas listas de
candidatos, siguiéndose en el tema el sistema proporcional D'Hont, según el art. 2.1º de la ley
26.080.
Volvemos a reiterar aquí las críticas que formulamos en su momento a la ley 26.080, en el
punto que nos ocupa: esta norma no satisface el requisito de equilibrio que demanda el art.
114 de la Constitución dado que existe un notorio predominio de los miembros provenientes
—directa o indirectamente— de los partidos políticos (siete vocales sobre trece), todo ello en
un Consejo "de" la Magistratura encargado del gobierno del Poder Judicial y programado por el
constituyente, paradójicamente, para afianzar la independencia y la legitimidad de ese poder.
(11)
(3) Nos remitimos sobre el tema a SAGÜÉS, Néstor Pedro, Derecho Procesal Constitucional.
Acción de Amparo, 5ª. ed., 2ª reimpresión, Buenos Aires, 2013, Astrea, t. 3, págs. 173 a 176.
Algunas veces la Corte Suprema ha recortado el principio del amparo supletorio. Ver al
respecto TORICELLI, Maximiliano, "La procedencia del amparo", en Jurisprudencia Argentina
2010-III-358.
(4) Ver también SAGÜÉS, Néstor Pedro, Acción de amparo, ob. cit. en nota 3, págs. 353 a 355.
(5) Interesa releer, al respecto, el relato crítico que sobre el tema hace el voto minoritario del
juez Zaffaroni en "Rizzo", ob. cit. en nota 2.
(9) SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos, Diccionario español de sinónimos y antónimos, 8ª. ed.,
novena reimpresión, Madrid, 1980, Aguilar.
Ley 24.747
ARTICULO 2°-Los ciudadanos podrán ejercer el derecho de iniciativa popular para presentar
proyectos de ley ante la Cámara de Diputados de la Nación.
ARTICULO 3 º-No podrán ser objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma
constitucional, tratados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal.
c) Nombre y domicilio del o los promotores de la iniciativa, los que podrán participar de las
reuniones de Comisión con voz de acuerdo a la reglamentación que fijen las mismas:
d) Descripción de los gastos y origen de los recursos que se ocasionaren durante el período
previo a presentar el proyecto de iniciativa popular ante la Cámara de Diputados:
e) Los pliegos con las firmas de los peticionantes, con la aclaración del nombre, apellido,
número y tipo de documento y domicilio que figure en el padrón electoral.
ARTICULO 6°-Toda planilla de recolección para promover una iniciativa debe contener un
resumen impreso del proyecto de ley a ser presentado, y la mención del o los promotores
responsables de la iniciativa.
ARTICULO 8°-La iniciativa popular deberá ser presentada ante la Mesa de Entradas de la H.
Cámara de Diputados, la Presidencia la remitirá a la Comisión de Asuntos Constitucionales, la
que en el plazo de veinte (20) días hábiles deberá dictaminar sobre la admisibilidad formal de
la iniciativa, debiendo intimar a los promotores a corregir o subsanar defectos formales.
ARTICULO 9°-El rechazo del proyecto de iniciativa popular no admitirá recurso alguno.
La justicia nacional electoral tendrá a su cargo el contralor de la presente ley. Los promotores
tendrán responsabilidad personal. Se aplicarán las sanciones previstas por el artículo 42 de la
ley 23.298.
Recibida la iniciativa y cumplidos los requisitos del artículo 3º, el presidente de la Honorable
Cámara de Diputados de la Nación, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas lo girará para su
tratamiento a la Comisión de Labor Parlamentaria, o la que cumpla sus funciones, la que
deberá producir dictamen a más tardar para la segunda reunión de dicho cuerpo.
ARTICULO 11.-Admitido el proyecto de ley por iniciativa popular ante la Cámara de Diputados
de la Nación, el Congreso deberá darle expreso tratamiento dentro del término de doce ( 12)
meses.
CONSULTA POPULAR
Ley 25.432
TITULO I
ARTICULO 4º — Toda consulta popular vinculante será válida y eficaz cuando haya emitido su
voto no menos del 35% de los ciudadanos inscriptos en el padrón electoral nacional.
TITULO II
ARTICULO 6º — Puede ser sometido a consulta popular no vinculante, todo asunto de interés
general para la Nación, con excepción de aquellos proyectos de ley cuyo procedimiento de
sanción se encuentre especialmente reglado por la Constitución Nacional, mediante la
determinación de la cámara de origen o por la exigencia de una mayoría calificada para su
aprobación. En este tipo de consulta el voto de la ciudadanía no será obligatorio.
TITULO III
DISPOSICIONES COMUNES
Dictada la convocatoria, todos los puntos sometidos a consulta popular deberán difundirse en
forma clara y objetiva, por medios gráficos, radiales y televisivos.
ARTICULO 11. — Los partidos políticos reconocidos, estarán facultados para realizar campañas
de propaganda exponiendo su posición con relación al asunto de la consulta, a través de
espacios gratuitos en los medios de comunicación masiva, y conforme a las normas que
regulan la concesión de estos espacios en ocasión de las elecciones nacionales.
ARTICULO 12. — La consulta popular deberá realizarse dentro de un plazo no inferior a 60 días
y no superior a 120 días corridos desde la fecha de publicación de la ley o el decreto de
convocatoria en el Boletín Oficial de la República Argentina.
ARTICULO 13. — Para determinar el resultado de toda consulta popular no serán computados
los votos en blanco.
ARTICULO 14. — El día fijado para la realización de una consulta popular, no podrá coincidir
con otro acto eleccionario.
ARTICULO 16. — Las erogaciones derivadas de la ejecución de la presente ley, deberán ser
afectada al crédito previsto anualmente en el presupuesto nacional a partir del ejercicio
correspondiente al año 2001.
LEY DE FUEROS
Ley 25.320
ARTICULO 2°— La solicitud de desafuero deberá ser girada de manera inmediata a la Comisión
de Asuntos Constitucionales de la Cámara correspondiente, la que deberá emitir dictamen, en
un plazo de 60 días. La Cámara deberá tratar la causa, dentro de los 180 días de ingresada, aun
cuando no exista dictamen de comisión.
ARTICULO 3°— Si un legislador hubiera sido detenido en virtud de lo dispuesto por el artículo
69 de la Constitución Nacional, el tribunal pondrá inmediatamente en conocimiento del hecho
al cuerpo legislativo correspondiente, quien decidirá por los dos tercios de los votos, en sesión
que deberá realizarse dentro de los 10 días, si procede el desafuero. En este caso se actuará
conforme al artículo 70 de la Constitución Nacional. Para el caso de denegar la Cámara el
desafuero, el juez dispondrá la inmediata libertad del legislador.
En cualquier caso regirá la suspensión del curso de la prescripción prevista en el artículo 67 del
Código Penal.
ARTICULO 6°— Deróganse los artículos 189, 190 y 191 del Código Procesal Penal de la Nación
(Ley 23.984).
DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES A LOS OCHO
DIAS DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO DOS MIL ---REGISTRADA BAJO EL Nº 25.320---
LEY Nº 23.992
CONGRESO DE LA NACION
Ley Nº 24.284
TITULO I
ARTICULO 1º- Creación. Se crea en el ámbito del Poder Legislativo de la Nación la Defensoría
del Pueblo, la cual ejerce las funciones que establece la presente ley, sin recibir instrucciones
de ninguna autoridad.
b) En un plazo no mayor de treinta (30) días a contar desde la promulgación de la presente ley,
la comisión bicameral reunida bajo la Presidencia del presidente del Senado, debe proponer a
las Cámaras de uno a tres candidatos para ocupar el cargo de defensor del pueblo.
e) Si los candidatos propuestos para la primera votación son tres y se diera el supuesto del
inciso d) las nuevas votaciones se deben hacer sobre los dos candidatos más votados en ella.
ARTICULO 3º - Duración. La duración del mandato del defensor del pueblo es de cinco años,
pudiendo ser reelegido por una sola vez según el procedimiento establecido en el artículo
anterior.
ARTICULO 4º - Calidades para ser elegido. Puede ser elegido defensor del pueblo toda persona
que reúna las siguientes calidades:
El defensor del pueblo toma posesión de su cargo ante las autoridades de ambas Cámaras
prestando juramento de desempeñar debidamente el cargo.
CAPITULO II
La incompatibilidad para acceder a cargos electivos subsiste durante los dos años posteriores al
cese de las funciones.
Son de aplicación al defensor del pueblo, en lo pertinente, las normas en materia de recusación
y excusación previstas en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
ARTICULO 10 - Cese. Causales. El defensor del pueblo cesa en sus funciones por alguna de las
siguientes causas:
a) Por renuncia;
d) Por haber sido condenado mediante sentencia firme por delito doloso;
e) Por notoria negligencia en el cumplimiento de los deberes del cargo o por haber incurrido en
la situación de incompatibilidad prevista por esta ley.
ARTICULO 11. - Cese. Formas. En los supuestos previstos por los incisos a) y d) del artículo 10 el
cese será dispuesto por los presidentes de ambas Cámaras.
En los supuestos previstos por los incisos c) y e) del mismo artículo el cese se decide por el voto
de los dos tercios de miembros presentes de ambas Cámaras, previo debate y audiencia del
interesado. En el caso del inciso c) la incapacidad sobreviniente deberá acreditarse de modo
fehaciente.
En caso de muerte del defensor del pueblo se debe proceder a su reemplazo provisorio según
las normas establecidas en el artículo 13, promoviéndose en el más breve plazo la designación
del titular en la forma prevista en el artículo 2º.
ARTICULO 12. - Inmunidades. El defensor del pueblo no puede ser arrestado desde el día de su
designación hasta el de su cese o suspensión, excepto en el caso de ser sorprendido in fraganti
en la ejecución de un delito doloso de lo que se debe dar cuenta a los presidentes de ambas
Cámaras con la información sumaria del hecho.
Cuando se dicte auto de procesamiento por la justicia competente contra el defensor del
pueblo por delito doloso, puede ser suspendido en sus funciones por ambas Cámaras hasta
que se dicte sobreseimiento definitivo a su favor.
CAPITULO III
De los adjuntos
ARTICULO 13. - Adjuntos. A propuesta del defensor del pueblo la comisión bicameral prevista
en el artículo 2º, inciso a) debe designar dos adjuntos que auxiliarán a aquél en su tarea,
pudiendo reemplazarlo provisoriamente en los supuestos de cese, muerte, suspensión o
imposibilidad temporal, en el orden que la Comisión determine al designarlos.
Para ser designado adjunto del defensor del pueblo son requisitos, además de los previstos en
el artículo 4º de la presente ley:
a) Ser abogado con ocho años en el ejercicio de la profesión como mínimo o tener una
antigüedad computable, como mínimo, en cargos del Poder Judicial, Poder Legislativo, de la
Administración pública o de la docencia universitaria;
A los adjuntos les es de aplicación, en lo pertinente, lo dispuesto en los artículos 3º, 5º, 7º, 10,
11 y 12 de la presente ley.
TITULO II
Del procedimiento
CAPITULO I
ARTICULO 14. - Actuación. Forma y alcance. El defensor del pueblo puede iniciar y proseguir de
oficio o a petición del interesado cualquier investigación conducente al esclarecimiento de los
actos, hechos u omisiones de la administración pública nacional y sus agentes, que impliquen
el ejercicio ilegítimo, defectuoso, irregular, abusivo, arbitrario, discriminatorio, negligente,
gravemente inconveniente o inoportuno de sus funciones, incluyendo aquéllos capaces de
afectar los intereses difusos o colectivos.
Los legisladores, tanto Provinciales como Nacionales, podrán receptar quejas de los
interesados de las cuales darán traslado en forma inmediata al defensor del pueblo.
ARTICULO 16. - Competencia. Dentro del concepto de administración pública nacional, a los
efectos de la presente ley, quedan comprendidas la administración centralizada y
descentralizada; entidades autárquicas; empresas del Estado; sociedades del Estado;
sociedades de economía mixta; sociedades con participación estatal mayoritaria; y todo otro
organismo del Estado nacional cualquiera fuere su naturaleza jurídica, denominación, ley
especial que pudiera regirlo, o lugar del país donde preste sus servicios.
Quedan exceptuados del ámbito de competencia de la Defensoría del Pueblo, el Poder Judicial,
el Poder Legislativo, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y los organismos de
defensa y seguridad.
ARTICULO 18. - Legitimación. Puede dirigirse al defensor del pueblo toda persona física o
jurídica que se considere afectada por los actos, hechos u omisiones previstos en el artículo 14.
No constituye impedimento para ello la nacionalidad, residencia, internación en centro
penitenciario o de reclusión y, en general, cualquier relación de dependencia con el Estado.
CAPITULO II
Tramitación de la queja
ARTICULO 19. - Queja. Forma. Toda queja se debe presentar en forma escrita y firmada por el
interesado, con indicación de su nombre, apellido y domicilio en el plazo máximo de un año
calendario, contado a partir del momento en que ocurriere el acto, hecho u omisión motivo de
la misma.
Todas las actuaciones ante el defensor del pueblo son gratuitas para el interesado, quien no
está obligado a actuar con patrocinio letrado.
ARTICULO 20. - Derivación. Facultad. Si la queja se formula contra personas, actos, hechos y
omisiones que no están bajo la competencia del defensor del pueblo, o si se formula fuera del
término previsto por el artículo 19, el defensor del pueblo está facultado para derivar la queja a
la autoridad competente informando de tal circunstancia al interesado.
ARTICULO 21. - Rechazo. Causales. El defensor del pueblo no debe dar curso a las quejas en los
siguientes casos:
Puede rechazar también aquellas quejas cuya tramitación irrogue perjuicio al legítimo derecho
de tercera persona.
Ninguno de los supuestos previstos por el presente artículo impide la investigación sobre los
problemas generales planteados en las quejas presentadas. En todos los casos se comunicará al
interesado la resolución adoptada.
La queja no interrumpe los plazos para interponer los recursos administrativos o acciones
judiciales previstos por el ordenamiento jurídico.
ARTICULO 23. - Procedimiento. Admitida la queja, el defensor del pueblo debe promover la
investigación sumaria, en la forma que establezca la reglamentación, para el esclarecimiento de
los supuestos de aquélla. En todos los casos debe dar cuenta de su contenido al organismo o
entidad pertinente, a fin de que por intermedio de autoridad responsable y en el plazo máximo
de quince días se remita informe escrito.
Tal plazo puede ser ampliado hasta un máximo de 60 días cuando concurran circunstancias que
lo aconsejen a juicio del defensor del pueblo.
CAPITULO III
ARTICULO 24. - Obligación de colaboración. Todos los organismos públicos, personas físicas o
jurídicas públicas o privadas, están obligadas a prestar colaboración, con carácter preferente a
la Defensoría del Pueblo en sus investigaciones e inspecciones.
A esos efectos el defensor del pueblo o sus adjuntos están facultados para:
El defensor del pueblo puede requerir la intervención de la Justicia para obtener la remisión de
la documentación que le hubiere sido negada por cualquier institución pública o privada.
ARTICULO 26.- Hechos delictivos. Cuando el defensor del pueblo, en razón del ejercicio de las
funciones propias de su cargo, tenga conocimiento de hechos presumiblemente delictivos de
acción pública, los debe comunicar de inmediato al Procurador General de la Nación. Este
deberá informar, en cualquier caso y de manera periódica al defensor del pueblo, o cuando
éste lo solicite, el estado en que se hallan las actuaciones promovidas por su intermedio.
TITULO III
De las resoluciones
CAPITULO UNICO
Si tampoco así obtiene una justificación adecuada, debe incluir tal asunto en su informe anual
o especial, con mención de los nombres de las autoridades o funcionarios que hayan adoptado
tal actitud.
Asimismo, debe poner en conocimiento de la Auditoría General de la Nación, en los casos que
corresponda, los resultados de sus investigaciones en los organismos sometidos a su control.
ARTICULO 30. - Relaciones con el Congreso. La comisión bicameral prevista en el inciso a) del
artículo 2º, de la presente ley, es la encargada de relacionarse con el defensor del pueblo e
informar a las Cámaras en cuantas ocasiones sea necesario.
ARTICULO 31. - Informes. El defensor del pueblo da cuenta anualmente a las Cámaras de la
labor realizada en un informe que les presenta antes del 31 de mayo de cada año.
Copia de los informes mencionados debe ser enviada para su conocimiento al Poder Ejecutivo.
ARTICULO 32. - Contenido del informe. El defensor del pueblo en su informe anual da cuenta
del número y tipo de quejas presentadas; de aquellas que hubiesen sido rechazadas y sus
causas, así como de las que fueron objeto de investigación y el resultado de las mismas.
En el informe no deben constar datos personales que permitan la pública identificación de los
interesados en el procedimiento investigador, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 26.
El informe debe contener un anexo, cuyos destinatarios serán las Cámaras, en el que se debe
hacer constar la rendición de cuentas del presupuesto de la institución en el período que
corresponda.
En el informe anual, el defensor del pueblo puede proponer al Congreso de la Nación las
modificaciones a la presente ley que resulten de su aplicación para el mejor cumplimiento de
sus funciones.