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En este número
¿Quién se acuerda? El frijol fue un regalo que hizo el dios Quetzalcóatl, la El tiempo de los mercenarios
mítica serpiente emplumada, a los remotos antepasados de los mexicanos. Una Philippe Leymarie
historia que viste de exotismo nuestro garrofó, nuestros judiones de la Granja,
nuestras pochas y fabes asturianas, alubias de Tolosa y demás habichuelas. Los El algoritmo y el primate
apelativos regionales tienden a ocultar el hecho de que se trata de diferentes Víctor Gómez Pin
que encontrar una guía alrededor de la cual enrollarse en hélice para subir Y el yoga salvará el mundo
hacia la luz, siempre en sentido contrario a las agujas del reloj. Quién sabe si Zineb Fahsi
los romanos hubieran visto en ello un mal presagio, pero el caso es que nunca
Cincuenta años de utopía
conocieron la judía, como tampoco ningún europeo antes de Colón. Por no
Anne Jourdain
hablar del maíz o de la calabaza, otras ofrendas de la serpiente emplumada,
siempre dispuesta a colaborar en la alimentación de los hombres. Quetzalcóatl FC Barcelona, los pequeños secretos de
pasó mucho tiempo en pos de algo que les sirviera. En su búsqueda, se fijó en un gran club
una hormiga roja que cargaba con un grano de maíz. Le siguió el paso hasta David Garcia
una montaña en la que desapareció colándose por una grieta, se transformó en
hormiga negra para ir tras ella y, allí, descubrió un inmenso tesoro de diversas Ucrania se cuela en las elecciones
estadounidenses
semillas. Recuperarlas no fue tarea fácil, pero Quetzalcóatl lo consiguió. Y por Serge Halimi
eso desde entonces los mexicanos comen frijoles.
Todo el sumario
Para ser exactos, cuando estos hechos ocurrieron –o eso dicen– no había
aztecas, ni mayas ni México. Tenemos la sospecha, eso sí, de que la Información por Email
benevolencia divina no eximió a los primeros agricultores de Centroamérica de Reciba por correo electrónico los sumarios de le
la larga tarea de domeñar la naturaleza y, sobre todo, las plantas. Y es que el Monde diplomatique en español y de los Atlas.
maíz no se entregó listo para usar: los antepasados de los mexicanos tuvieron
que domesticar los teosintes silvestres, gramíneas cuyas pequeñas y enfermizas
espigas se desintegraban al madurar. Hicieron falta milenios de selección para
producir las generosas mazorcas de maíz que hoy conocemos, y mucha
paciencia para transformar una enredadera de vainas fibrosas en judías, y luego
para comprender el valor excepcional del trío que estas dos plantas formaban
con la calabaza. Quetzalcóatl no andaba descaminado: el frijol es una
leguminosa, es decir, una planta capaz de fijar el nitrógeno, elemento esencial
en la síntesis de aminoácidos ( 2 ) La combinación es perfecta: el frijol enriquece
.
el suelo, los tallos de maíz sirven de tutores para la liana y las hojas de calabaza
cubren el suelo, preservando su humedad y protegiéndolo de la erosión.
Además de formar un pequeño ecosistema, las tres plantas proporcionan al ser
humano una dieta equilibrada. El frijol contiene los dos únicos aminoácidos
esenciales de los que carece el maíz. Esta trinidad excepcional forma la milpa,
palabra náhuatl que significa “lo que se siembra en los campos”, y se extendió
poco a poco por toda América. Permitió saciar el hambre de los primeros
agricultores de las calurosas tierras del sur.
Durante dos mil años, en cada llanura, en cada valle y meseta, las ciudades
surgieron, florecieron, se enfrentaron y se extinguieron. Alrededor del año 650,
en el caso de la ciudad-Estado de Teotihuacán o Monte Albán, centro de la
cultura zapoteca; alrededor del 900, para la red de ciudades mayas ( 3 ) Aquí.
El final de los aztecas fue menos complejo que el de los mayas. Tiene nombre y
apellido. Hernán Cortés.
Los aztecas procedían de las llanuras desérticas del norte. Hacia 1345 se
asentaron en una isla lacustre del altiplano y allí establecieron su capital,
México-Tenochtitlan. Fundaron un imperio unificado, sometiendo a sus vecinos
por la fuerza y obligándolos a pagar tributos. Practicaban sacrificios humanos
con terrible celo, inspirados por el temor a que su sol se extinguiera como,
según su mitología, lo habían hecho los cuatro anteriores. Cuando se creó el
quinto, al principio permaneció inmóvil, y varios dioses tuvieron que ofrecer
sus corazones y su sangre para ponerlo en movimiento. Para que no se
detuviera, los sacrificios debían continuar.
infusión fría sazonado con especias y vainilla. Puestos a elegir, lo que más gustó
a Cortés fue la copa de oro. Los españoles se pararon a pensar, los aztecas
comprendieron por fin que no estaban tratando con dioses, y comenzó la
batalla. Bernal Díaz describió así el resultado: “Todo estaba lleno de cuerpos
muertos, y hedía tanto que no había hombre que lo pudiese sufrir” ( 4 ) .
Los aztecas, y antes los mayas, conservaron su pasado, sus conocimientos y sus
cantos en forma de escritos y dibujos mezclados, en códices plegados en
acordeón. El pintor y grabador Alberto Durero confesó la emoción que
despertaron en él estos manuscritos encuadernados, pintados y coloreados. En
su Relación de las cosas de Yucatán (1566), el obispo Diego de Landa no lo vio
así: “porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del
demonio, se los quemamos todos”.
Los códices también contenían adivinanzas. “¿Qué es como una piedra blanca,
que de ella van brotando plumas de quetzal?”
Respuesta: la cebolla.
Una vez arrasada la capital, destruidos los libros y exterminados sus habitantes,
los estudiosos pusieron manos a la obra para descubrir los secretos de las
civilizaciones desaparecidas.
Los conservaron, a pesar del genocidio indígena, desde Moctezuma hasta los
Estados Unidos Mexicanos, y ni las guerras ni las revoluciones distrajeron a los
campesinos de la milpa, guardiana de su autosuficiencia. Pero los sacerdotes de
la economía moderna han definido nuevas reglas. La autosuficiencia limita los
beneficios y amenaza el quinto sol. Y para evitar este desastre, ya no es
necesario arrancar corazones con una piedra tallada: basta con el libre
comercio.
En 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ( TLCAN ) abrió las
fronteras comerciales entre México, Estados Unidos y Canadá. El maíz
estadounidense entró a raudales y los precios se desplomaron. Las
explotaciones familiares mexicanas no pudieron resistir la competencia de las
gigantescas granjas estadounidenses, dopadas a base de fertilizantes, biocidas y
subvenciones. Millones de campesinos mexicanos en paro solo encontraron
trabajo en las maquiladoras, las empresas extranjeras exentas de aranceles, y no
vieron otra esperanza que emigrar. La producción agrícola se hundió.
Tras la caída de los precios vino la especulación, que los hizo subir de forma
espectacular. 2007 fue el año de la “crisis de la tortilla”: el hambre volvía al sur
del Río Grande y los beneficios se concentraban en el norte. Las pancartas de
las grandes manifestaciones rezaban: “Sin maíz no hay país”.
¿Quedaban, al menos, los frijoles?
–Un documento que dice que has inventado algo y que es tuyo.
–¿El gringo dice que él ha inventado los frijoles amarillos? ¡Pero si se cultivan
desde tiempos de los olmecas!
“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, como reza
un dicho mexicano... Una vez más, el cielo se les había caído encima. No solo se
podía reclamar la “propiedad intelectual” del frijol, sino que esta no les
pertenecía. Conocían al menos treinta variedades de frijol amarillo, todas
pulcramente caracterizadas por sus botánicos, entre las diez mil variedades de
Phaseolus vulgaris conocidas. En su solicitud, el gringo había escrito
simplemente “frijol amarillo” y la oficina de patentes de Washington había
dicho “amén”. El estadounidense exigió una regalía del 22% por cada frijol
amarillo vendido en Estados Unidos, mandó detener las importaciones y
emprendió acciones legales. Las ventas mexicanas se desplomaron y el mundo
aprendió una nueva palabra: biopiratería ( 6 ) El frijol amarillo se convirtió en
.
Duró diez años, dio lugar a cinco sentencias judiciales y a cientos de miles de
dólares en honorarios de abogados, pero la patente fue anulada. Proctor no
recibiría más regalías. Pero la guerra continuó y sigue desatada. Las patentes
sobre lo vivo no paran de privatizar la naturaleza cada día. En cuanto a México,
se mantiene como uno de los principales importadores mundiales de maíz, a
riesgo de despertar a dioses y volcanes.
Por eso algunos sueñan con el regreso de Emiliano Zapata. En México, los
fantasmas están más vivos que en ninguna otra parte. Otros recuerdan las
palabras del rey poeta Nezahualcóyotl, aquel azteca contemporáneo de Carlos
de Orléans: “Vivimos en tierra prestada aquí nosotros los hombres”.
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(1) La mayor parte de las alubias que conocemos son cultígenos (variedades obtenidas
por selección) de la alubia común Phaseolus vulgaris .
( 2 ) Lo que ocurre es que unas bacterias que viven en simbiosis con las leguminosas,
en sus raíces, fijan el nitrógeno y, a cambio, se benefician de los hidratos de
carbono de la planta, producidos por la síntesis de la clorofila.
( ) 5 Véase Karen Lehman, “En México, las falsas promesas del Alena”, Le Monde
diplomatique en español , noviembre de 1996.
( 6 ) Véase el documental Les moissons du futur [‘Las cosechas del futuro’], (2012) de
Marie-Monique Robin.
( ) 7 Cf . www.fao.org/giahs/es/
Alain Amariglio
Ingeniero, maestro de primaria y escritor. Último
libro publicado: Des plantes et des hommes ,
Éditions du Canoé, París, 2023, prefacio de Gilles
Clément.