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Regresa el ruido de botas a Pakistán


Periódico mensual noviembre de 2023 , por Laurent Gayer
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El libro negro de la judía verde Agosto de 2023


De los olmecas a los aztecas, pasando por los mayas, los
pueblos del actual México organizaron su dieta en torno a
plantas desconocidas para Occidente: judías, calabaza y maíz.
Pero los saberes y prácticas botánicos acumulados durante
milenios fueron destruidos por los conquistadores y
saqueados por negociantes venidos del norte.

por Alain Amariglio , agosto de 2023

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Para la reacción, El tiempo de los
todo pasado fue mercenarios
mejor

En este número

Érase una vez en Uarzazat


Pierre Daum

En Reino Unido y Francia, sermonear y


castigar a los barrios populares
Tristan de Bourbon-Parme

"Cynara scolymus" (alcachofas) y "Piperaceae" (plantas de


pimienta) pueden ayudar con la fiebre, la inflamación y África inventa su góspel
facilitar la digestión Jean-Christophe Servant

¿Quién se acuerda? El frijol fue un regalo que hizo el dios Quetzalcóatl, la El tiempo de los mercenarios
mítica serpiente emplumada, a los remotos antepasados de los mexicanos. Una Philippe Leymarie
historia que viste de exotismo nuestro garrofó, nuestros judiones de la Granja,
nuestras pochas y fabes asturianas, alubias de Tolosa y demás habichuelas. Los El algoritmo y el primate
apelativos regionales tienden a ocultar el hecho de que se trata de diferentes Víctor Gómez Pin

variedades de semillas de la misma liana tropical. Los lectores de Jack y las


Por qué se enfrentan las grandes
habichuelas mágicas bien lo saben, al igual que los hortelanos, a quienes potencias
divierte sobremanera la idea de plantas “inmóviles”. Phaseolus vulgaris la “judía , John J. Mearsheimer
común” ( 1 ) es voluble: su tallo, demasiado débil para trepar por sí mismo, tiene
,

que encontrar una guía alrededor de la cual enrollarse en hélice para subir Y el yoga salvará el mundo
hacia la luz, siempre en sentido contrario a las agujas del reloj. Quién sabe si Zineb Fahsi
los romanos hubieran visto en ello un mal presagio, pero el caso es que nunca
Cincuenta años de utopía
conocieron la judía, como tampoco ningún europeo antes de Colón. Por no
Anne Jourdain
hablar del maíz o de la calabaza, otras ofrendas de la serpiente emplumada,
siempre dispuesta a colaborar en la alimentación de los hombres. Quetzalcóatl FC Barcelona, los pequeños secretos de
pasó mucho tiempo en pos de algo que les sirviera. En su búsqueda, se fijó en un gran club
una hormiga roja que cargaba con un grano de maíz. Le siguió el paso hasta David Garcia
una montaña en la que desapareció colándose por una grieta, se transformó en
hormiga negra para ir tras ella y, allí, descubrió un inmenso tesoro de diversas Ucrania se cuela en las elecciones
estadounidenses
semillas. Recuperarlas no fue tarea fácil, pero Quetzalcóatl lo consiguió. Y por Serge Halimi
eso desde entonces los mexicanos comen frijoles.
Todo el sumario
Para ser exactos, cuando estos hechos ocurrieron –o eso dicen– no había
aztecas, ni mayas ni México. Tenemos la sospecha, eso sí, de que la Información por Email
benevolencia divina no eximió a los primeros agricultores de Centroamérica de Reciba por correo electrónico los sumarios de le
la larga tarea de domeñar la naturaleza y, sobre todo, las plantas. Y es que el Monde diplomatique en español y de los Atlas.
maíz no se entregó listo para usar: los antepasados de los mexicanos tuvieron
que domesticar los teosintes silvestres, gramíneas cuyas pequeñas y enfermizas
espigas se desin­tegraban al madurar. Hicieron falta milenios de selección para
producir las generosas mazorcas de maíz que hoy conocemos, y mucha
paciencia para transformar una enredadera de vainas fibrosas en judías, y luego
para comprender el valor excepcional del trío que estas dos plantas formaban
con la calabaza. Quetzalcóatl no andaba descaminado: el frijol es una
leguminosa, es decir, una planta capaz de fijar el nitrógeno, elemento esencial
en la síntesis de aminoácidos ( 2 ) La combinación es perfecta: el frijol enriquece
.

el suelo, los tallos de maíz sirven de tutores para la liana y las hojas de calabaza
cubren el suelo, preservando su humedad y protegiéndolo de la erosión.
Además de formar un pequeño ecosistema, las tres plantas proporcionan al ser
humano una dieta equilibrada. El frijol contiene los dos únicos aminoácidos
esenciales de los que carece el maíz. Esta trinidad excepcional forma la milpa,
palabra náhuatl que significa “lo que se siembra en los campos”, y se extendió
poco a poco por toda América. Permitió saciar el hambre de los primeros
agricultores de las calurosas tierras del sur.

Combinadas con las Piperáceas (véase más arriba), curan las


infecciones cutáneas

Hacia el año 1200 a. C., una tribu nómada de cazadores-recolectores de las


áridas tierras del norte cayó sobre estos agricultores y los convirtió en la base
abastecedora de su pirámide social. De esta asociación forzosa pronto surgió la
primera civilización de América Central, la de los olmecas. Y entonces, que no
antes, comienza la historia. Gran parte de ella se nos escapa. Diecisiete
monumentales cabezas olmecas de piedra han resistido el paso del tiempo. Sus
misteriosos rostros de bebé con rasgos asiáticos simbolizan una cultura poco
conocida. Pero los olmecas también construyeron las primeras pirámides,
grabaron las primeras estelas, rindieron culto a los primeros dioses, realizaron
los primeros sacrificios humanos y tal vez sentaron las bases de la escritura
maya antes de que su cultura desapareciera, unos siglos antes de nuestra era,
por razones que se desconocen. El foco de civilización de Centroamérica, en
cambio, ya no se extinguiría. Al menos hasta la llegada de los conquistadores.

Durante dos mil años, en cada llanura, en cada valle y meseta, las ciudades
surgieron, florecieron, se enfrentaron y se extinguieron. Alrededor del año 650,
en el caso de la ciudad-Estado de Teotihuacán o Monte Albán, centro de la
cultura zapoteca; alrededor del 900, para la red de ciudades mayas ( 3 ) Aquí.

quedaron obras interrumpidas o grafitis dibujados en los muros de los palacios.


Allá huellas de incendios, de revueltas o la masacre de una familia real. En
otros lugares, nada más que abandono. Civilización sofisticada, sociedad de
castas, gobernantes desconectados de la realidad, ciudades en exceso grandes,
rivalidades, pirámides demasiado altas, todo ello basado en el trabajo de
campesinos obligados a practicar una agricultura cada vez más intensiva en un
entorno frágil. La agricultura de roza y quema de la milpa implica un largo
ciclo de regeneración del suelo. Si se intensifica para alimentar ciudades de
decenas o cientos de miles de habitantes, el bosque desaparece, el suelo se
agota y, finalmente, el sistema colapsa. Hambrunas y revueltas fueron las muy
probables consecuencias. El golpe final tal vez lo asestaron unas olas de sequía.
Los habitantes de las ciudades regresaron a la naturaleza. Recuperaron una
organización de tamaño humano y pudieron nuevamente saciar el hambre con
maíz y frijol.

El final de los aztecas fue menos complejo que el de los mayas. Tiene nombre y
apellido. Hernán Cortés.

Los aztecas procedían de las llanuras desérticas del norte. Hacia 1345 se
asentaron en una isla lacustre del altiplano y allí establecieron su capital,
México-Tenochtitlan. Fundaron un imperio unificado, sometiendo a sus vecinos
por la fuerza y obligándolos a pagar tributos. Practicaban sacrificios humanos
con terrible celo, inspirados por el temor a que su sol se extinguiera como,
según su mitología, lo habían hecho los cuatro anteriores. Cuando se creó el
quinto, al principio permaneció inmóvil, y varios dioses tuvieron que ofrecer
sus corazones y su sangre para ponerlo en movimiento. Para que no se
detuviera, los sacrificios debían continuar.

Procedimientos bastantes arcaicos, queda claro.

La modernidad llegó en 1519 de la mano de Cortés, el conquistador español al


servicio de Carlos V. ¿Por qué maldición del destino lo confundieron los aztecas
con Quetzalcóatl, cuyo regreso esperaban? Se cuenta que el emperador
Moctezuma lo homenajeó con una taza de xocolatl chocolate sin azúcar en
,

infusión fría sazonado con especias y vainilla. Puestos a elegir, lo que más gustó
a Cortés fue la copa de oro. Los españoles se pararon a pensar, los aztecas
comprendieron por fin que no estaban tratando con dioses, y comenzó la
batalla. Bernal Díaz describió así el resultado: “Todo estaba lleno de cuerpos
muertos, y hedía tanto que no había hombre que lo pudiese sufrir” ( 4 ) .

Los aztecas, y antes los mayas, conservaron su pasado, sus conocimientos y sus
cantos en forma de escritos y dibujos mezclados, en códices plegados en
acordeón. El pintor y grabador Alberto Durero confesó la emoción que
despertaron en él estos manuscritos encuadernados, pintados y coloreados. En
su Relación de las cosas de Yucatán (1566), el obispo Diego de Landa no lo vio
así: “porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del
demonio, se los quemamos todos”.

Los códices también contenían adivinanzas. “¿Qué es como una piedra blanca,
que de ella van brotando plumas de quetzal?”

Respuesta: la cebolla.

Una vez arrasada la capital, destruidos los libros y exterminados sus habitantes,
los estudiosos pusieron manos a la obra para descubrir los secretos de las
civilizaciones desaparecidas.

Algunos indígenas contribuyeron a este esfuerzo. Por ejemplo, un médico


indígena que había ejercido ­antes de la llegada de los españoles escribió un
códice en forma de herbario en el que reseñó las plantas medicinales aztecas,
que dibujaba con un colorido y un talento igualmente deslumbrantes. Se lo
conoce por su nombre de bautismo, Martín de la Cruz. Se dice que realizó este
trabajo a petición del Colegio de Santa Cruz, fundado por el virrey de España
para educar a los hijos de la nobleza azteca, a los que pretendía utilizar para
evangelizar el país. Por desgracia, la mayoría de ellos murieron de viruela. El
códice fue escrito en náhuatl y transcrito al latín en 1552 por un tal Juan
Badiano, “de raza india”, según el manuscrito, probablemente un joven azteca
estudiante en el colegio. El original en náhuatl desapareció, pero el Libellus de
medicinalibus indorum herbis (‘Libro de hierbas medicinales de los indios’,
conocido como Códice La Cruz-Badiano) cruzó el océano y pasó de manos
reales a bibliotecas cardenalicias para acabar en los archivos vaticanos, donde
cayó en el olvido antes de resurgir en 1929. El mundo descubrió entonces un
testimonio vivo de medicina, ciencia y arte aztecas, con doscientas cincuenta
especies de plantas reseñadas, entre ellas ciento ochenta y cinco ilustradas,
agave, mimosa pudica cacao, vainilla, datura, ipomoea milenrama... Emociona
, ,

encontrarse con las finas hojas dentadas y las umbelas de la Achillea


millefolium en la lámina 24. Su nombre procede de Aquiles que, según Plinio, la
utilizó para sanar a un adversario herido. Los aztecas la llamaban
tlalquequetzal ‘pluma de tierra’, y el dibujo reproducido por el “autor de raza
,

india” evidencia lo adecuado de la metáfora. No todas las identificaciones son


tan fáciles, y no queda claro dónde están el maíz y los frijoles en el códice de
Santa Cruz. No importa. Los indios habían perdido sus ciudades, sus dioses y
sus libros, pero no los dones de Quetzalcóatl. Maíz y frijoles, que era
prácticamente todo lo que les quedaba.

Los conservaron, a pesar del genocidio indígena, desde Moctezuma hasta los
Estados Unidos Mexicanos, y ni las guerras ni las revoluciones distrajeron a los
campesinos de la milpa, guardiana de su autosuficiencia. Pero los sacerdotes de
la economía moderna han definido nuevas reglas. La autosuficiencia limita los
beneficios y amenaza el quinto sol. Y para evitar este desastre, ya no es
necesario arrancar corazones con una piedra tallada: basta con el libre
comercio.

En 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ( TLCAN ) abrió las
fronteras comerciales entre México, Estados Unidos y Canadá. El maíz
estadounidense entró a raudales y los precios se desplomaron. Las
explotaciones familiares mexicanas no pudieron resistir la competencia de las
gigantescas granjas estadounidenses, dopadas a base de fertilizantes, biocidas y
subvenciones. Millones de campesinos mexicanos en paro solo encontraron
trabajo en las maquiladoras, las empresas extranjeras exentas de aranceles, y no
vieron otra esperanza que emigrar. La producción agrícola se hundió.

Por primera vez en su historia, México tuvo que importar maíz (5 ).

Tras la caída de los precios vino la especulación, que los hizo subir de forma
espectacular. 2007 fue el año de la “crisis de la tortilla”: el hambre volvía al sur
del Río Grande y los beneficios se concentraban en el norte. Las pancartas de
las grandes manifestaciones rezaban: “Sin maíz no hay país”.
¿Quedaban, al menos, los frijoles?

En la década de 1990, Larry Proctor compró un saco de varios frijoles en un


mercado mexicano, regresó a Colorado y los separó por tipos, plantando solo
los amarillos. La operación, que repitió una sola vez, fue para la selección
artificial lo que la comida rápida es para la gastronomía. Después de estas dos
cosechas, registró una patente sobre los frijoles amarillos.

–¿Cómo que una patente?

–Un documento que dice que has inventado algo y que es tuyo.

–¿El gringo dice que él ha inventado los frijoles amarillos? ¡Pero si se cultivan
desde tiempos de los ­olmecas!

–¿Y tú cómo puedes demostrarlo? ¡El gringo sí tiene una patente!

“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, como reza
un dicho mexicano... Una vez más, el cielo se les había caído encima. No solo se
podía reclamar la “propiedad intelectual” del frijol, sino que esta no les
pertenecía. Conocían al menos treinta variedades de frijol amarillo, todas
pulcramente caracterizadas por sus botánicos, entre las diez mil variedades de
Phaseolus vulgaris conocidas. En su solicitud, el gringo había escrito
simplemente “frijol amarillo” y la oficina de patentes de Washington había
dicho “amén”. El estadounidense exigió una regalía del 22% por cada frijol
amarillo vendido en Estados Unidos, mandó detener las importaciones y
emprendió acciones legales. Las ventas mexicanas se desplomaron y el mundo
aprendió una nueva palabra: biopiratería ( 6 ) El frijol amarillo se convirtió en
.

un símbolo. La batalla tuvo que librarse en los tribunales.

Duró diez años, dio lugar a cinco sentencias judiciales y a cientos de miles de
dólares en honorarios de abogados, pero la patente fue anulada. Proctor no
recibiría más regalías. Pero la guerra continuó y sigue desatada. Las patentes
sobre lo vivo no paran de privatizar la naturaleza cada día. En cuanto a México,
se mantiene como uno de los principales importadores mundiales de maíz, a
riesgo de despertar a dioses y volcanes.

Mientras tanto, ¿qué hacer?

A esta pregunta respondió una vez un poeta azteca del siglo XV :

“Cantar, cantar y cantar, que el canto es salvación, / y rendir culto a la belleza”.

Puede que eso no sea suficiente.

Por eso algunos sueñan con el regreso de Emiliano Zapata. En México, los
fantasmas están más vivos que en ninguna otra parte. Otros recuerdan las
palabras del rey poeta Nezahualcóyotl, aquel azteca contemporáneo de Carlos
de Orléans: “Vivimos en tierra prestada aquí nosotros los hombres”.

Son los herederos de la milpa. Ellos ven en este policultivo un punto de


encuentro entre la ciencia y el conocimiento tradicional y una herramienta de
soberanía alimentaria que les permite mantener una estructura social basada en
el trabajo agrícola. En 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación ( FAO ) le dio rango de “Sistema Importante del
Patrimonio Agrícola Mundial” ( 7 ) Se estudia, se perfecciona, se enriquece con
.

plantas aromáticas o forrajeras para sostener la pequeña ganadería y


enriquecer su ecosistema, y se combina con la agrosilvicultura, lo cual supone
una vuelta a sus orígenes. No solo ofrece una alimentación equilibrada en
explotaciones a escala humana, sino que también es un emblema de la
agroecología. El agrónomo Marc Dufumier afirma que este conjunto de teorías
y prácticas podría alimentar a nueve mil millones de personas. “Es una
agricultura experta. Redescubre antiguas habilidades atesoradas por
generaciones de agricultores, vuelve a cultivar variedades desaparecidas y, al
mismo tiempo, se apoya en la investigación científica, que ha hecho muchos
descubrimientos sobre la biología del suelo y tiene otros muchos por hacer” ( 8 ) .

Las fuerzas implicadas parecen desiguales, pero quién sabe.


Puede que Quetzalcóatl no haya dicho su última palabra.
Y Zapata tampoco.

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(1) La mayor parte de las alubias que conocemos son cultígenos (variedades obtenidas
por selección) de la alubia común Phaseolus vulgaris .

( 2 ) Lo que ocurre es que unas bacterias que viven en simbiosis con las leguminosas,
en sus raíces, fijan el nitrógeno y, a cambio, se benefician de los hidratos de
carbono de la planta, producidos por la síntesis de la clorofila.

( 3 ) “El pueblo del maíz”.


( 4 ) Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España ,

Austral, Barcelona, 2017.

( ) 5 Véase Karen Lehman, “En México, las falsas promesas del Alena”, Le Monde
diplomatique en español , noviembre de 1996.

( 6 ) Véase el documental Les moissons du futur [‘Las cosechas del futuro’], (2012) de
Marie-Monique Robin.

( ) 7 Cf . www.fao.org/giahs/es/

( 8 ) Marc Dufumier, Cinquante idées reçues sur l’agriculture et l’alimentation , Allary,


París, 2014.

Alain Amariglio
Ingeniero, maestro de primaria y escritor. Último
libro publicado: Des plantes et des hommes ,
Éditions du Canoé, París, 2023, prefacio de Gilles
Clément.

Colonización Historia Ciencia Alimentación México

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