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En primer lugar, cierra los ojos para favorecer la

interiorización del ejercicio.

Céntrate en tu respiración y nota como el aire entra y


sale de tu cuerpo llenando tus pulmones. Es una
respiración natural, con la que te sientes cómodo.

A continuación:

1. Intenta tomar conciencia de tu cuerpo como un todo, desde la cabeza hasta


los dedos de los pies. Siente su peso en la superficie sobre la que estas e
intenta ser consciente de todo lo que te llega: el peso, la temperatura, la
textura, como te sientes. Recuerda que este es un espacio para dirigir la
consciencia a las sensaciones físicas de tu cuerpo tal y como están. No
buscamos cambiarlas, queremos ser conscientes de las sensaciones que
percibes, solo obsérvalas con curiosidad y amabilidad.
2. Ahora focaliza tu atención a cada una de las partes del cuerpo, permitiendo
que descanse en cada parte durante unos momentos. Puedes empezar con
la cabeza e ir recorriendo lentamente el cuerpo hacia abajo hasta los dedos
de los pies, o viceversa. Conforme tomas conciencia de cada parte de tu
cuerpo, trata de entrar en un contacto directo con tu experiencia corporal,
observalo con toda tu atención y curiosidad, como si fuera la primera vez
que contactaras con tu frente o tu dedo meñique. Al mismo tiempo, intenta
aceptar las sensaciones tienes, algunas partes estarán relajadas y cómodas,
otras en tensión o generarán incomodidad o malestar, otras que no notarás.
La práctica consiste en aceptar cualquier sensación sin aferrarte ni
rechazarlas.
3. Cuando termines, centra tu atención de nuevo en todo tu cuerpo a nivel
general, siendo consciente de todas las sensaciones, pensamientos y
emociones. Respira hondo y nota como esa respiración afecta a todo tu
cuerpo, haciendo que se expanda y se contraiga. Siente el cuerpo como un
todo.
4. Para terminar, felicítate por haber hecho esta práctica.

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