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La flor del hogar...

Pienso que hay tres cosas de relevancia en la vida espiritual de una persona:
amor (incluyendo la religión y amistad), trabajo (fuente de creatividad y ejercicio de
libertad), y cultura. Enrique Rojas dice que el amor debe ser el primer argumento de la
vida, casi todo lo bueno y lo malo de la existencia humana se vertebra en torno a los
aciertos y a los errores en el amor comprometido y por tanto mejor no equivocarse en
“gestionar” la relación conyugal. Por ejemplo, no ir con falsas expectativas (con sus
ideas previas, esperanzas, ilusiones) que cada uno lleva con su “educación sentimental,
los referentes familiares, las circunstancias personales… ideas y creencias que se han
ido hospedando en nosotros”. Quizá por eso hay un gran aumento del número de
rupturas de parejas y divorcios en nuestro país. Errores comunes son:

1. Si el amor es algo divino, no todo aquello a lo que se llama amor, como decía
Lope de Vega: «Beber veneno por licor / olvidar el provecho, amar el daño / creer que
un cielo en un infierno cabe /dar la vida y el alma a un desengaño: / esto es amor. Quien
lo probó lo sabe». Y Juan de la Encina: «No te tardes, que me muero, carcelero. /
Sácame de esta cadena / que recibo muy gran pena / pues tu tardar me condena /
carcelero». Son monedas falsas de ese amor que es decir: «tú estarás siempre conmigo e
intentaré darte lo mejor que tengo. Lucharé por ello, me esforzaré», y como el amor es
divino y humano, se alimenta –como el fuego- de alimentarlo diariamente.

2. Absolutizar una persona, idealizar al otro, es otro error. Muchos se enamoran


del amor que se imaginan y luego ven que él/ella no son así en el día a día, y se rompe
el encanto al pasar de las apariencias a la verdad de cada uno: cuesta –es madurez,
equilibrio psicológico y emotivo- seguir admirando al otro y mantener un buen nivel de
comunicación, querer al cónyuge con sus defectos y no querer la idea que había de él:
“El verdadero amor consiste en luchar por sacar lo mejor de la otra persona (y, por
supuesto, lo mejor de uno mismo)”.

3. Enamorarse es el motor de arranque del amor, el empujón que pone en


marcha toda la maquinaria psicológica de los sentimientos, luego viene dominarse a sí
mismo e ir entendiendo la geografía sentimental en su diversidad...

4. La vida conyugal es un arte que necesita ser aprendido: establecer consensos


sobre lo básico, esforzarse en la convivencia con comprensión y generosidad constantes,
cultivar los diversos lenguajes, son engranajes de esta que es la empresa más importante
de la vida en la que compensa poner los mejores esfuerzos en entenderse con otra
persona. “La madurez conyugal es serenidad y benevolencia. Pero esa madurez necesita
tanto de la pasión como de la paciencia” que da luz más allá de la percepción del
momento, casi siempre falsa; y sobre todo necesita la medicina del perdón, y cuando ha
habido discusiones hay que “rebobinar” para arreglar los malentendidos y transformar la
crítica negativa en asertiva, para no caer en cansancios, frustraciones, desencantos…
desesperación y descorazonaminto.
5. Reconocer las crisis y aceptarlas es importante para mantener el barco a flote
cuando vienen distintas tormentas, algunas más fisiológicas, alternativas psicológicas,
circunstancias familiares y económicas… “No hay felicidad sin amor y no hay amor sin
renuncias. El amor entre dos personas es alquimia y complicidad y estar pendiente del
otro. Para estar bien con alguien hace falta primero estar bien con uno mismo. La
cultura sentimental es necesaria para alzarnos sobre la mediocridad del entorno. Por ahí
nos acercamos a la vida lograda. Suma y compendio de la vida auténtica. Si no puedo
cambiar el pasado, sí puedo dirigir el futuro”.

Había una joven muy rica, que tenía todo: un marido maravilloso, hijos
perfectos, un empleo donde le pagaban muy bien, una familia unida. Lo extraño es que
ella no conseguía conciliar todo eso, el trabajo y los quehaceres le ocupaban todo su
tiempo y su vida estaba mal en algunas áreas. Si el trabajo consumía mucho tiempo,
abandonaba a sus hijos, si surgía algún problema, ella dejaba de lado a su marido... Y
así, las personas que ella amaba eran siempre dejadas para después… Hasta que un día,
su padre, un hombre muy sabio, le dio un regalo: una flor muy cara y rarísima. Y le
dijo: “¡Hija, esta flor te ayudara mucho mas de lo que tu te imaginas! Únicamente
necesitas regarla y podarla de vez en cuando, ocasionalmente conversar un poco con
ella, y ella te dará a cambio ese perfume maravilloso y las más lindas flores.” La joven
la recibió emocionada, pues la flor era de una belleza sin igual. Mas el tiempo fue
pasando, los problemas surgían, el trabajo consumía todo su tiempo, y su vida, que
continuaba confusa, no le permitía cuidar de la flor. Ella llegaba a casa, miraba la flor y
aun estaba ahí, no mostraba ningún signo de debilidad o muerte, siempre, linda,
perfumada. Entonces ella pasaba sin prestarle más atención. Hasta que un día, sin mas,
la flor murió. Ella llego a casa y se llevo un susto! Estaba completamente muerta, sus
raíces estaban resecas, sus flores caídas y sus hojas amarillas. La joven se hecho a llorar
y le contó a su padre lo que había acontecido. Su padre entonces respondió: “Imaginé
que eso ocurriría, y no puedo darte otra flor, porque no existe otra igual a ella, era única,
así como tus hijos, tu marido y toda tu familia. Todos son bendiciones que el Señor te
dio, pero debes aprender a regarlos, podarlos y dar atención a ellos, pues así como la
flor, los sentimientos también mueren. Tú te acostumbraste a ver la flor viva, siempre
florida, siempre perfumada, y te olvidaste de cuidarla. ¡Cuida a las personas que tu
amas!” Son bendiciones que Dios nos ha dado. Proteger esas flores, cuidaras, y hacerle
saber a alguien que es como una flor rara única y especial en tu vida.

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