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dudas…
Llucià Pou Sabaté, sacerdote
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Carta a un cónyuge con dudas
trabajo sabe que le espera alguien, y que puede tener hijos con
la seguridad de que habrá este clima donde puedan sentirse
amados con lo normal que han tenido los hijos a lo largo de la
historia, donde ha funcionado la cosa. (Es decir no entendemos
aquí por "familia" esos experimentos que son complejos de
demostrar que puedan equipararse con familia). La familia no
es una institución «inventada» para los débiles y desvalidos
(niños, enfermos, ancianos…); sino que, al contrario, cuanto
más perfección alcanza un ser humano, cuanto más maduro es
el padre o la madre, más precisa de su familia, justamente
para crecer como persona, dándose y siendo aceptado:
amando… con la guardia baja, sin necesidad de «demostrar»
nada para ser querido. Las películas de Bergman o Woody
Allen, Kieslowski, etc.; las novelas de la misma premio Nobel
de 2007 Doris Lessing, etc., nos lo confirman: los inteligentes y
los ignorantes, los sabios y los incultos, los ricos y pobres...
todos necesitan familia, las hipótesis contrarias van quedando
desmentidas.
Se decía que sobre el gigante de la tradición el hombre
puede ver mucho más lejos. Esto se lleva a la práctica en
tecnologías como medicina, ingeniería nuclear, pero por
desgracia se piensa que no es necesario en el tema de
educación y familia, y los ignorantes que legislan son
instrumentos de los demonios que quieren primitivizar al
hombre, que sea otra vez un mono con armas sofisticadas, lo
cual es penoso pues se hará más daño que antes, que
tonteaba con piedras y lanzas. Hay que tener en cuenta esta
rica tradición que llamamos cultura, en el modo de legislar, en
la política, en el trabajo… Solo si se tiene en cuenta la
grandeza impresionante del ser humano podrán establecerse
las condiciones para que se desarrolle adecuadamente… y sea
feliz.
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Carta a un cónyuge con dudas
“¿Qué es el
amor auténtico?
¿Se da sólo una
vez en la vida?”
Son preguntas que
puede plantearse
quien lo idealiza y
piensa que en su
vida pasa todo lo
contrario, que una
convivencia
basada en el amor
es casi imposible pues la rotura parece ya irreparable. “Se ha
roto... se nos acabó el amor”, dicen: y es cierto, aquel viejo
amor perdido quizá no es recuperable..., pero sí puede nacer
otro. No será ya el amor adolescente e idealizado, pero será sin
embargo más pleno y maduro, hecho a base de cosas
reforzantes, positivas, que quizá no parten de la emoción, pero
expresan algo más profundo. En nuestra cultura no cabe la
idea de “esclavizarse” a un “para siempre”, de modo
obligatorio. De hecho, a las primeras de cambio se separan las
parejas. Y no es que sean personas malas: pero realmente,
muchas personas hoy día no se sienten maduras, están
incapacitadas para asumir una relación matrimonial a nivel
personal; de hecho van al matrimonio pensando que es otra
cosa.
En la dinámica de encuentro amoroso hay componentes
químicos, y en este sentido se puede pasar “la química”, pero
amar es una decisión personal que compromete totalmente,
más allá de los sentimientos. En un cuento de Pearl S. Buck
(“Hasta mañana”) le pregunta una mujer blanca con dudas
matrimoniales a una china casada con un marido que era “una
peste”: -“¿pero tú le amas?” Y ella: “-¿Amarlo?... lo que sí he
sabido siempre es cuál era mi deber, y sin dudarlo, lo he
cumplido. Cuando lo hago, soy feliz. Si no, me siento como
enferma, y mi corazón no me deja descansar. Si mi esposo no
ha sido conmigo un hombre ideal, al menos yo sí he sido para
él lo mejor que me ha sido posible”. Esto hay quienes no lo
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SOBRE
LA
REALIZACIÓN
PERSONAL Y LA
FELICIDAD se
nos habla
mucho,
tampoco sé si
es útil aquí
poner esta
reflexión
general que
hice hace años:
¿Qué factores
determinan la
felicidad del ser humano? El cerebro humano incluye por
defecto la capacidad de sentir felicidad, que eso es
imprescindible para la adaptación y la supervivencia: “En cada
momento los mecanismos que regulan el estado de ánimo van
recogiendo si disponemos o no de lo necesario para vivir”
(Xaro Sánchez), y en esta inter-actuación psico-emotivo-
somática en “la corteza cerebral es lo que imprime nuestro
grado de bienestar subjetivo”, con algunos “picos” de
infelicidad o gozo y en general un “grado moderado”, de rutina
diaria. Junto a esto, se dispone “de una gran capacidad de
adaptación a las contrariedades vitales” (resiliencia). La
felicidad no está en las cosas, sino en nuestra actitud ante
ellas (aceptarlas, para reconducirlas), “procesos íntimos o
endógenos”, el hombre sólo puede experimentar la auténtica
felicidad en la propia interioridad (Boecio). Como el burro
detrás de la zanahoria, nos lanzamos a metas que siempre
plantean un más allá, como el mito de Aquiles siguiendo la
tortuga (que cuando llega donde estaba, ésta se ha ido más
adelante y es el cuento de nunca acabar). No hay vida peor
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