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Carta a un cónyuge con dudas

Carta a un cónyuge con

dudas…
Llucià Pou Sabaté, sacerdote

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Carta a un cónyuge con dudas

Me decías que la cosa estaba un poco aburrida, faltaba


pasión. No lo entendí todavía, lo siento, los únicos conceptos
que tengo al respecto son los primeros artículos que siguen.
Voy a seguir la forma de un borrador de libro: es algo difícil de
explicar porque es algo personal, en las películas Dreyer-I.
Bergman-W.Allen (no católicos, las pelis que os dejé, pero hay
una de un católico: Rossellini, al menos de cultura católica,
este si intenta cerrar la pregunta, los demás dejan el tema
abierto por incapaces de responder) intentan explicarlo. Por
ejemplo –cito a críticos- Dreyer nos presenta a Gertrud
(interpretada por Nina Pens Rode) la esposa de un político, con
una carrera de cantante abandonada a sus espaldas. Una
mujer, por tanto, sensible y con inclinaciones artísticas.
Frustrada por la frialdad de su matrimonio y azuzada por los
impulsos pasionales de su amante, un conocido pianista,
Gertrud se enfrenta resignada a su separación. En ese
momento aparece un poeta, antiguo novio de Gertrud, que le
trae recuerdos del pasado y le propone retomar su antigua
relación. Entre esos tres hombres de su vida oscila Gertrud,
pero acaba con el convencimiento de que ninguno puede
amarla como ella está dispuesta a hacerlo, de un modo
absoluto y sin concesiones, ya que los tres anteponen al amor
otras necesidades. El film acontece en un ambiente burgués,
donde predominan las relaciones frías y el rigor institucional.
No hay espacio para la calidez de los sentimientos, o así nos lo
presenta Dreyer, mediante una puesta en escena que impone
un severo distanciamiento entre los personajes, y entre éstos y
el espectador. La emotiva Gertrud destaca de forma casi
obscena en este ambiente. Sus ansias de amor y verdad (para
ella ambas cosas son equivalentes) representan un grito
rebelde de mujer en un mundo regido por la frialdad de lo
masculino. (Claramente, el estereotipo cambia, pues en todo
hombre hay elementos femeninos y en toda mujer masculinos,
son intercambiables los protagonistas de las películas, como
los personajes que más abajo cito…). Ahora va el posible título:

“¿ALGÚN PROBLEMA QUE RESOLVER EN NUESTRO


MATRIMONIO?” O “MATRIMONIO EN TIEMPO DE CRISIS” O
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“¿DE VERDAD EL MATRIMONIO ES PARA SIEMPRE?” “¿NOS


SEPARAMOS? ¿Y LOS NIÑOS? ¿SALDRÁ BIEN?”: para que una
cosa funcione, una empresa o actividad, tiene que poder
hacerse, querer hacerse, y saber hacerse. Vamos a ver qué
pasa con el matrimonio. Damos por supuesto qué es, y
suponemos que estamos en crisis… Estas páginas tienen 1)
una introducción-trama, donde se ve si hay algo que se
ha de resolver, y 3 partes, que una vez considerado que
algo se ha de resolver se pasa a ver 2) si se puede
resolver 3) si se quiere resolver 4) si se sabe resolver

Lo primero que hay que decir es que el tema es


importante, pues una huida hacia delante sin penar
puede ser fuente de depresiones, desgracias y hasta
suicidios mañana, y es una pena porque excepto la
muerte todo tiene arreglo… nuestra libertad se dispara
con la química de la euforia del cambio pero luego
vemos que no basta un cambio “de familia”, que la
persona necesita un reconocimiento social, del entorno
familiar, el cariño de los hijos, la trayectoria personal…
y que las emociones fuertes son importantes, pero la
química del cerebro cambia a los pocos meses… en fin,
vamos a explorar este tema… abiertos a la verdad, sin
miedo, a partir de unas pocas notas que tengo escritas
(CAMBIA LO QUE QUIERAS Y AÑADE Y SOBRE TODO
SUPRIME TEXTO… POR FAVOR, QUE ES LO QUE MÁS
CUESTA Y AGRADEZCO). Tengo que añadir algo de
sexualidad, y 3 ideas: alianza que no se rompe / dejar
volver / el amor necesita un duelo, valor positivo de la
crisis…
1) INTRODUCCIÓN: Introducción: La familia puede
ser, ha de ser, una comunidad de vida y amor. Tiene su
génesis en esta relación que llamamos matrimonio. ¿Es cierta
esa entrega única, total y exclusiva de "te quiero a ti, sólo a ti
y para siempre"? ¿Por qué la familia? Para no liarnos con
tópicos, llamaremos aquí familia a esa unión estable entre
hombre y mujer donde hay seguridad de que uno puede
sentirse "en casa", y cuando vuelve del
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trabajo sabe que le espera alguien, y que puede tener hijos con
la seguridad de que habrá este clima donde puedan sentirse
amados con lo normal que han tenido los hijos a lo largo de la
historia, donde ha funcionado la cosa. (Es decir no entendemos
aquí por "familia" esos experimentos que son complejos de
demostrar que puedan equipararse con familia). La familia no
es una institución «inventada» para los débiles y desvalidos
(niños, enfermos, ancianos…); sino que, al contrario, cuanto
más perfección alcanza un ser humano, cuanto más maduro es
el padre o la madre, más precisa de su familia, justamente
para crecer como persona, dándose y siendo aceptado:
amando… con la guardia baja, sin necesidad de «demostrar»
nada para ser querido. Las películas de Bergman o Woody
Allen, Kieslowski, etc.; las novelas de la misma premio Nobel
de 2007 Doris Lessing, etc., nos lo confirman: los inteligentes y
los ignorantes, los sabios y los incultos, los ricos y pobres...
todos necesitan familia, las hipótesis contrarias van quedando
desmentidas.
Se decía que sobre el gigante de la tradición el hombre
puede ver mucho más lejos. Esto se lleva a la práctica en
tecnologías como medicina, ingeniería nuclear, pero por
desgracia se piensa que no es necesario en el tema de
educación y familia, y los ignorantes que legislan son
instrumentos de los demonios que quieren primitivizar al
hombre, que sea otra vez un mono con armas sofisticadas, lo
cual es penoso pues se hará más daño que antes, que
tonteaba con piedras y lanzas. Hay que tener en cuenta esta
rica tradición que llamamos cultura, en el modo de legislar, en
la política, en el trabajo… Solo si se tiene en cuenta la
grandeza impresionante del ser humano podrán establecerse
las condiciones para que se desarrolle adecuadamente… y sea
feliz.

Amor, flor delicada. En la película “Secretos de un


matrimonio” de I. Bergman, aparece una mujer –típica ama de
casa- quiere divorciarse, pues su matrimonio es sin amor;
después de muchos años en los que “todo ha ido bien”, quiere
separarse y se lo cuenta a la abogado: “mi marido es una
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buena persona, no le reprocho nada, ha sido un padre


excelente y nunca nos hemos peleado. Tenemos un piso
excelente y una casa que nos dejó su madre al morir, a los dos
nos gusta mucho la música… es ideal… pero no hay amor…
nunca lo ha habido… prefiero la soledad a seguir viviendo así,
no puedo soportarlo… le dije hace 15 años que no quería
seguir viviendo con él, fue muy comprensivo y se limitó a
pedirme que esperase a que los niños fuesen mayores… me ha
preguntado mil veces qué es lo que va mal en nuestro
matrimonio,
para que yo
quiera pedir el
divorcio, y yo le
he dicho
siempre que no
nos
engañemos,
que cuando no
hay amor es
imposible
seguir viviendo
juntos. Me
preguntó en
qué creo que
consiste ese amor, y yo le he contestado mil veces que es
imposible describir algo que no existe…” La pobre dice que
tampoco ha querido nunca a sus hijos, que procuraba cumplir:
“soy alguien que tiene todo lo que se puede desear, que piensa
en una cosa vaga y remota que llama amor. Claro que en la
vida hay también otras cosas: amistad, lealtad, bienestar,
seguridad, pero...” Ella cree tener aún “posibilidades de
encontrar el amor… ahora todo está encerrado, embotellado…
lo malo es que la vida que he vivido me ha ido ahogando cada
vez más, pero aún estoy a tiempo, tengo que hacer algo:
primero el divorcio… pues los dos nos obstaculizamos de un
modo letal… es espantoso”. Y la cosa más fuerte es lo que dice
a continuación: “Me está pasando una cosa muy extraña. Mis
sentidos, quiero decir el tacto, la vista, el oído… me están
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empezando a fallar. Sé que esto de delante es una mesa,


puedo verla… puedo tocarla, pero la sensación es débil y vaga,
rebajada. Lo mismo lo demás: la música, los aromas, las caras
de la gente, las voces, todo se está volviendo pobre, gris y
desvaído, como mi vida”. Es dura una vida vacía. Esa mujer ya
entrada en años ve que su vida ha sido irse apagando, no sabe
lo que es el amor: y por eso pierde hasta la sensibilidad. Lo
contrario ocurre cuando uno ama: todo se ve luminoso, se está
despierto a la vida, se vive de modo auténtico, no hay
obstáculos ni dificultades que no se superen, ya que ”fuerte
como la muerte es el amor” (Cantar de los cantares).
Cuentan de un esposo que fue a visitar a un sabio
consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba
separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le
dijo una palabra: -“Ámala”. Luego se calló.- “Pero es que ya no
siento nada por ella”, contestó el marido. –“Ámala”, repitió el
sabio. El esposo aburrido estaba ya desconcertado, cuando
después de un oportuno silencio, agregó el sabio: "Amar es una
decisión, voluntad de amar, compromiso… no un sentimiento;
amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo y el fruto de
esa acción es el amor. El amor es un ejercicio de jardinería:
arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, sé
paciente, riega y cuida. Debes de estar preparado porque
habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso
abandones tu jardín. Ama a tu pareja, es decir, acéptala,
valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y
compréndela". Eso es todo... ámala.
Este relato de autor desconocido nos habla de que el
Maestro de la vida es el amor. No el sentimiento sino la
voluntad de querer, de darse, pues el amor es don de sí. El
amor –esa voluntad y constancia, esa fidelidad como
respuesta- es lo que convierte nuestra vida en algo vivo, que
no acabe como una planta mustia, por falta de regarlo. El amor
es algo misterioso pero vale la pena cultivarlo pues es la
esencia de la vida, y a veces miramos hacia fuera, queremos
cambiar las situaciones pensando que teniendo lo que
deseamos seremos felices, y sería conformismo no aceptar
nunca cambios, pero tampoco podemos engañarnos en poner
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la solución de todo en un ir cambiando. A veces tenemos


miedo a enfrentarnos al amor, y lo perdemos pues el amor
auténtico es la ausencia total de miedo. Cuando rompemos
una relación, cuando nos refugiamos en cosas que no están en
nuestro camino, escapando de la realidad, ¿de que tenemos
miedo? Precisamente de amar. La felicidad no está en tener lo
que querríamos, sino en querer lo que tenemos, no
proyectarnos hacia una situación idílica en la que todo está a
nuestros gustos, pues nuestros gustos se agostarían y nos
aburriríamos como a veces nos pasa con lo de cada día,
cuando falta el amor. Hay un resello amoroso, divino, en todo;
y cuando no lo veo voy quizás borracho de sensaciones que me
impiden ver el trazado de la carretera, dominado por el miedo
buscando una salida fácil que luego resulta tortuosa e infeliz.
En una sociedad de cambios fáciles, es necesario entonces la
sobriedad en esas formas de escape, no tener miedo al amor
auténtico, cultivar con paciencia esa flor preciosa del amor.
¿Amar para siempre? En el amor hay un componente
romántico, desatado, furioso y ciego, fuera de la realidad, más
bien se trata de un sentimiento y por tanto subjetivo, algo que
hay que educar para que no tenga carácter posesivo y
neurótico. Cuando esta fase no madura en un amor más
profundo, conduce a una actitud melancólica, de tristeza
íntima por el ensueño irrealizable, aquel amor imposible (el
que se canta en la época del Romanticismo). Hay también un
amor sin compromiso, pasional, que se plantea en términos de
todo o nada (el que describe Larra, o Clarín en “La Regenta”),
que rompe las convenciones sociales en nombre de la libertad
de amar (si no acaba trágicamente, le sucede el desengaño, la
desilución, la ironía o el cinismo).

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“¿Qué es el
amor auténtico?
¿Se da sólo una
vez en la vida?”
Son preguntas que
puede plantearse
quien lo idealiza y
piensa que en su
vida pasa todo lo
contrario, que una
convivencia
basada en el amor
es casi imposible pues la rotura parece ya irreparable. “Se ha
roto... se nos acabó el amor”, dicen: y es cierto, aquel viejo
amor perdido quizá no es recuperable..., pero sí puede nacer
otro. No será ya el amor adolescente e idealizado, pero será sin
embargo más pleno y maduro, hecho a base de cosas
reforzantes, positivas, que quizá no parten de la emoción, pero
expresan algo más profundo. En nuestra cultura no cabe la
idea de “esclavizarse” a un “para siempre”, de modo
obligatorio. De hecho, a las primeras de cambio se separan las
parejas. Y no es que sean personas malas: pero realmente,
muchas personas hoy día no se sienten maduras, están
incapacitadas para asumir una relación matrimonial a nivel
personal; de hecho van al matrimonio pensando que es otra
cosa.
En la dinámica de encuentro amoroso hay componentes
químicos, y en este sentido se puede pasar “la química”, pero
amar es una decisión personal que compromete totalmente,
más allá de los sentimientos. En un cuento de Pearl S. Buck
(“Hasta mañana”) le pregunta una mujer blanca con dudas
matrimoniales a una china casada con un marido que era “una
peste”: -“¿pero tú le amas?” Y ella: “-¿Amarlo?... lo que sí he
sabido siempre es cuál era mi deber, y sin dudarlo, lo he
cumplido. Cuando lo hago, soy feliz. Si no, me siento como
enferma, y mi corazón no me deja descansar. Si mi esposo no
ha sido conmigo un hombre ideal, al menos yo sí he sido para
él lo mejor que me ha sido posible”. Esto hay quienes no lo
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entienden. Que no lo pueden entender. La imagen de libertad


que hay en el ambiente no incluye “lo correcto”, “el deber”, en
el sentido profundo de “justicia”. Y exaltamos tanto los
sentimientos que todo debería someterse a ellos, hasta la
misma justicia. Es un tema complejo porque no podemos
juzgar las intenciones de los demás, pero es un hecho que la
cultura actual adolece de una falta de cohesión, los
componentes “químicos” y fisiológicos pesan mucho, a veces
en perjuicio de los espirituales de justicia, confianza y lealtad,
porque nadie lo ha "enseñado" de verdad (es decir, con la
vida). Las facultades del alma quedan adormecidas, y lo de
querer para siempre está fuera de su horizonte de referencias
y de comprensión.
Pero nos podríamos preguntar: ¿se puede dar amor, si
no se siente? Ante esto, podemos responder que cualquier
persona es “amable” -digna de ser amada-, amar siempre
merece la pena, y el esfuerzo en reconstruir la familia es algo
con mucho sentido. Cierto que la vida es un camino con
muchas etapas, con riesgos y peligros, hay nervios que hacen
perder los estribos, dificultades externas (como la falta de
dinero), o internas (cansancio de los compañeros del viaje, o
aparecen como más atractivas otras personas que se
encuentran en el camino)…
Sin embargo, hay testimonios de esta verdad profunda,
como me contaba un amigo: “Una persona no debería casarse
sólo porque siente amor, sino también porque quiere amar
para siempre. Esto es una verdad como un templo y algo que
para mí siempre ha sido fundamental en mi relación de
pareja”. Simultáneamente a lo dicho más arriba, lo que de
verdad llena es comprometerse, todos necesitamos un lugar
donde volver “a casa”, especialmente los hijos. Y necesitamos
hacer lo correcto, lo justo, y justicia no lo hemos de entender
como un deber por deber, sino que “lo justo” es dar al otro lo
que se le debe, amor.

Amar es siempre lo mejor. Una convivencia basada


en el amor es sumamente difícil, cuando la rotura parece ya
irreparable; aquel viejo amor perdido quizá no es
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recuperable..., pero sí puede nacer otro, si bien no el amor


adolescente e idealizado, será sin embargo más pleno y
maduro, hecho de una serie de conductas reforzantes,
positivas, concretas, que no parten de la emoción, sino de algo
más profundo, que no es tanto una obligación –que hoy no se
valora- sino un acto de justicia en el sentido pleno de la
palabra. Una persona no se casa porque ama, sino porque
quiere amar. Aunque haya componentes químicos en esa
dinámica de encuentro amoroso, y en este sentido se puede
pasar “la química”, amar es una decisión personal. En un
cuento de Pearl S. Buck (“Hasta mañana”) le pregunta una
mujer blanca con dudas matrimoniales a una china casada con
un marido que era “una peste”: -“¿pero tú le amas?” Y ella: “-
¿Amarlo?... lo que sí he sabido siempre es cuál era mi deber, y
sin dudarlo, lo he cumplido. Cuando lo hago, soy feliz. Si no,
me siento como enferma, y mi corazón no me deja descansar.
Si mi esposo no ha sido conmigo un hombre ideal, al menos yo
sí he sido para él lo mejor que me ha sido posible”.
Justicia no es deber por deber, sino pensar que el otro es
“amable”, es decir digno de ser amado, que merece la pena y
que el esfuerzo que ambos ponen en reconstruir la familia es
algo por lo que merece la pena la vida, que da sentido al día.
La vida es un camino con muchas etapas, con riesgos y
peligros, nervios que hacen perder los estribos… dificultades
externas (como la falta de dinero), o internas (cansancio de los
compañeros del viaje, o aparecen como más atractivas otras
personas con las que se encuentra uno en el camino)…
aguantar la decisión de permanecer con la persona elegida,
tener paciencia ante una crisis familiar que parece insoportable
y de la que se quiere huir enseguida, de cualquier forma...
cuesta, y el amor duele. Pero ¿y el compromiso adquirido? En
estos momentos, es bueno recordar que la familia no es que
siempre dé la felicidad, pero es donde las cosas ocurren de
verdad, sobre todo las importantes, como son los hijos y su
felicidad. Y ahí está el sentido de la palabra amor. Lo otro… ¡es
tan variable! Es como el caledoscopio, muchos colores que se
multiplican, pero con poca consistencia pues se hace con
espejuelos. Una deficiente educación en el amor causa
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estragos: resentimientos y descorazonamiento: por muchos


éxitos la vida está llena si hay amor, pero hay dolor, y a veces
viene la tentación de no amar.
La fidelidad es dinámica, y sabe también de problemas y
de cómo superarlos, es una pena ver que se anuncian como
expertos en relaciones conyugales –o consejeros de sus
colegas y amigos en estas cuestiones- gente que ha fracasado
en su matrimonio. Si uno quiere vivir sin dolor –como
anestesiado, buscando una plácida existencia-, que no ame,
pero sin amor no hay vida, sólo tristeza. Y habrá que volver a
empezar, sembrar, construir, aprender a amar pues eso es algo
que dura siempre.
Mirar al otro es conocerle de nuevo, con el deseo de
reconstruir ese amor, aquello que se perdió quizá pero que
dentro del corazón quedó algo, para siempre, y a eso se llama
familia, que es algo más que sentimientos, y es de justicia es
amarse aunque suponga mucho esfuerzo… sólo ante Jesús se
entiende eso de que el matrimonio es participar de la cruz
donde Jesús da la vida por su esposa la Iglesia, allí se entiende
lo que es amor esponsal… Los sufí tienen una historia: "Llamé
a la puerta. / Y me preguntaron: quién es. / Contesté: soy yo. /
La puerta no se abrió. / Llamé a la puerta. / Y me preguntaron:
quién es. / Contesté: soy yo. / Y la puerta no se abrió. / Llamé a
la puerta. / Y me preguntaron: quién es. / Y contesté: soy tú. / Y
la puerta se abrió". Con el matrimonio los dos se hacen una
sola carne. ¿Cómo es posible, si tienen dos individualidades
distintas? Sólo estando uno en el otro puede ser posible, y
estar en el otro es “ser el otro”, ser uno para el otro, estar
enamorado para
siempre, con o
sin sentimiento,
aunque se
padezca a
veces, pero el
amor es darse,

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entregarse, dar algo que ya no pertenece a uno, decir sí cada


día, siempre.
(hay que ahondar en un tema difícil hoy, que es el del
cambio, la rapidez en que todo cambia… plantea el cambio en
la familia…)

La familia, ¿algo superado? En una sociedad


individualista, la plaga de la soledad va extendiéndose. Se ve
más gente sola: mayores, niños, y la peor soledad, la
acompañada, la existencia con alguien que no se soporta, pues
como dijo Goethe: "la familia es tabla de salvación o sima de
perdición". El ambiente en el que nos encontramos, sus formas
culturales, provocan en nosotros esas preguntas: “¿La familia
es tan esencial para la persona?”, y ante tanto fracaso familiar:
“¿Cómo conseguir que no sea el matrimonio algo insoportable
a la larga?”
Es verdad que hay dolor en muchos hogares, pero
también es cierto que “los
dolores abren una puerta a
la profunda verdad sobre
nosotros mismos” (P.
Viladrich), y decía
Chesterton que en el
matrimonio puede haber
tragedia, pero si el
matrimonio se sostiene, la
tragedia tiene sentido, no es
absurda, no es para nada
vana o baladí, sino que da
muchos frutos. La vida en
familia no es una cosa
perfecta como si los esposos
fueran dos relojes suizos,
unas “máquinas perfectas”,
sino que como en los ciclos
vitales hay primaveras pero
también otoños e inviernos…
y la aceptación de las
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imperfecciones del otro es un paso hacia un amor maduro, se


llega a aquel: “somos un desastre pero estamos juntos, en
nuestra casa, y esto nos hace felices, podemos escribir una
historia juntos”. Es como una pasión que lleva a no rendirse
ante las dificultades, priorizar la protección de la familia. Y ésta
es la mejor terapia para que los cónyuges y los hijos sean
felices, no se encuentren solos. La separación es para casos
dramáticos, pero es siempre el último recurso, ante el daño
físico o moral grave, cuando la convivencia ya es imposible. Sin
embargo, excepto esos casos, aunque mantener la familia
suponga sacrificios para los esposos, es cuestión de amar a los
demás, y sobre todo a los hijos: anteponerlos a lo que
llamamos la "realización personal" egolátrica, saber que la
solidez de la familia es para los hijos -y los esposos- la mejor
prevención del síndrome de soledad.

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Puede sonar a hipócrita, poco natural, esta búsqueda de


reparar algo que se ha roto al parecer para siempre, o el
intentar superar el engaño causado por el otro cónyuge, o

aquella situación llamada “sin salida” a la que se ha llegado. Es


más, se siente “injusta” una situación de convivencia falsa…
pero dentro del teatro del mundo hay que hacer un poco de
teatro, sabiendo que si separamos justicia de amor, queda la
gran desgracia: injusticia con desamor, pues como decía Albert
Camus, "sólo es tristeza -soledad- no ser amado y no amar. Lo
que ocurre es que hoy nuestro mundo agoniza a consecuencia
de esta desgracia: la larga reivindicación de la justicia ha
desterrado el amor que, sin embargo, fue el que le dio
nacimiento".
Y la prueba de que la “autenticidad” de tirarlo todo por
la borda no funciona es ésta: estamos en un mundo lleno de
hipocresía, donde los gobiernos están mandados por intereses
económicos (que son la causa de las guerras de Oriente, etc.),
donde las verdaderas motivaciones de muchas actuaciones no
se dicen, donde no hay comunicación real sino marketing y ver
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cómo agradar. Y la misma fatuidad nos parece encontrarla en


tantas estructuras y discursos con nombres de filantropía
teórica… mientras vemos que el mundo está lleno de violencia,
formas ocultas de agresividad. ¿Y cuál es la causa de esa
patología, de esas formas de violencia y resentimiento?
Apuntaré tres, sin excluir que haya otras: 1) el individualismo
que rompe la dignidad de la persona, su relación con Dios y los
demás, 2) una forma de egoísmo venenoso que relativiza todo,
no cree en la verdad, se hunde en una existencia “cosificada”,
es decir abierta sólo a llenarse de sensaciones vanas en una
sociedad tecnológica; 3) una educación afectiva insuficiente,
falta el hogar, es una sociedad sin amor. Una ley básica para
esta educación del corazón es que la base de toda sociedad es
que la persona tenga lo que llamamos “familia”. Y si falla,
aparece frecuentemente la soledad existencial.

Si de ahí ha salido la idea de que vale la pena intentar


resucitar un amor algo dañado, pasamos a la segunda parte, o
primera cuestion…

2: A) LA PRIMERA CONDICIÓN PARA HACER ALGO ES


PODER HACERLO. PARA PODER
RESUCITAR UN MATRIMONIO, ¿QUÉ
HACER?, por ejemplo sobre el
impacto de divorcio, etc. archivo
adjunto "infidelidad en el
matrimonio"
Infidelidad en el matrimonio.
“Qué duro es olvidar una infidelidad”,
he oído decir a distintas personas,
llorando porque hacía uno, dos, más
años que le pedía a Dios que le
hiciera olvidar esta terrible
experiencia de sentir “la traición”.
Sensación de tristeza, desconcierto
porque sucedió con la persona menos esperada, y desde
entonces ya nada es igual: “ya no siento lo mismo que antes”.
Hay melancolía, pues “la herida” tarda en cerrar, y el dolor
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Carta a un cónyuge con dudas

puede hacerse insoportable hasta poder decir: “a veces mi


cabeza va a estallar”... entonces, se piensa en la separación
para huir de esa situación.
Todo esto lo trata la película “Infiel” (Trolösa) tiene por
directora Liv Ullmann, y por guionista Ingmar Bergman, los que
en otro tiempo fueron director y musa, además de compañera
sentimental. Ahora es ella quien dirige un drama por el que
los dos han pasado, ella directora y él ahora guionista. No se
juega ahí con ser “modernos” y decir que hay que ser
“auténticos” en una relación y “encontrarse a sí mismo”: se va
al fondo de la cuestión, hasta llegar a las víctimas del crimen:
la revolución sexual es ya historia. En el cine comercial, como
dice “Bloggermania.com” en la crítica de este film, se ve
“una visión trivial de la infidelidad, que poco tiene que ver con
la vida real”. Ahí se notan los cineastas de categoría, al
abordar con expresión artística el adulterio y sus
consecuencias sin ningún barniz acaramelado.
“Infiel” comienza con el relato de un escritor (Erlend
Josephson, que representa a Bergman) solitario, en su casa
junto al mar, que recuerda una
mujer (Lena Endre). Ella aparece
y responde a sus preguntas, que
se van convirtiendo en el relato
de su vida... un matrimonio que
se resquebraja, por culpa del
amigo íntimo del marido. La
infidelidad será la causa de la
infelicidad de todos,
especialmente de la hija...
(recordemos que Liv y Ingmar
tuvieron una hija). Según la
propia Ullmann es un "drama
psicológico durísimo y muy oscuro... su historia es mi historia,
y también la de Bergman... es la historia de todos nosotros, de
todos ustedes, porque creo que la película habla de asuntos
universales".
Efectivamente, la realidad del adulterio y sus terribles
consecuencias son una plaga hoy día, y se plantean cosas
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Carta a un cónyuge con dudas

tremendas como el resentimiento: "Creo en el perdón, porque


toda mi vida he pensado que si no somos capaces de perdonar
al otro, por ejemplo a la pareja infiel, la vida no avanza, todo se
estanca, será imposible ser feliz de nuevo", sigue diciendo
Ullmann.
Se plantean problemas interesantes. Uno de ellos es la
irresponsabilidad, que destroza unas vidas por dejarse llevar
por la sensualidad, por buscar una “historia más excitante” que
la vida ordinaria. La irresponsabilidad viene muchas veces por
una excesiva seguridad, y no cuidar las ocasiones previsibles,
como dice Cervantes: "que es de vidrio la mujer pero no debes
probar si se puede o no quebrar que todo podría ser", y lo
mismo se puede decir del hombre pues en esto también hay
bastante igualdad.
Ante un bien tan sagrado como es el matrimonio, la
infidelidad aparece con falsas razones: “no causa ningún mal si
hay ignorancia, si el engaño no se llega a saber”... Parece que
no pasa nada, pero entonces ya “ha pasado mucho”. A eso se
llama banalidad, que es una de las caras del mal. Poco a poco,
imperceptiblemente se va desmoronando todo, el egoísmo va
minando el amor hasta convertirlo en odio y venganza, una
pasión que ciega y lleva a la crueldad, destroza todo, como
dice el comienzo del film: “No hay ningún fracaso, ni la
enfermedad, ni la ruina profesional o económica, que tenga un
eco tan cruel y profundo en el subconsciente, como un
divorcio. Penetra hasta el núcleo de la angustia, resucitándola.
La herida provocada es más profunda que toda una vida”
(Botho Strauss). Podría matizarse esta afirmación, pero nos
lleva a tomar conciencia de que la ruptura nunca puede ser
considerada como un bien en sí misma, ni como la primera
opción ante los problemas conyugales. En aquellos casos en
que, tras mucho sopesar y recibir consejo autorizado, se vea
como el mal menor, siempre será algo que cause mucho
sufrimiento.
Ullmann ve que en un mundo de engaño y falta de
verdad, “la deslealtad es un modo de vida que cada vez
adoptan más personas. Los principios
morales simplemente desaparecen.
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Carta a un cónyuge con dudas

Hombres y mujeres deciden jugar a un juego de adultos:


amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de
juzgar qué es bueno y qué es malo. Pero súbitamente todo se
desmorona. Viene la tragedia. Todos son infieles entre sí... la
víctima resulta ser la niña, la personita que ha sido utilizada en
el juego de los adultos, sentada en medio de un carrusel
emocional, sin entender cuál es su verdadero papel en la
historia”. Esta lucidez choca con los comentarios engañosos
que oímos: “no voy a dejar de ser feliz por culpa de los
niños...” Sigue Liv con su análisis: "En este nuevo milenio que
estrenamos, la deslealtad es un modo de vida que cada vez
adoptan más personas”... al final, la muerte. Esta es la parte
más negativa de Bergman y de sus películas: en el film
aparece un “determinismo”, aporta un análisis psicológico de
gran calidad, los problemas del hombre, pero no la dirección en
la que se encuentran las soluciones, por eso tiene un punto de
amargado en su lucidez cerrada a la trascendencia.
En realidad, la vida no es así: no somos “inamovibles”,
siempre hay la posibilidad de recomenzar, hay voluntad de
poder querer: esto es la libertad. La felicidad pasa por aceptar
las personas como son, eso es querer. ¿Y qué pasa cuando el
cónyuge es infiel? Hay motivos para separarse de él, si se
quiere: pero es la última solución. Hay derecho a la ruptura,
pero quien tiene fe –y todos podemos pedirla- ve en la
desgracia una Cruz, un camino de encuentro con Jesús, de ser
feliz. Muchas separaciones son precipitadas, se dice "me he
liberado" -tanto ellas como ellos-, y luego es peor porque la
liberación no viene de huir de las dificultades, la auténtica
libertad viene de asumir compromisos y en definitiva de la
fidelidad. La felicidad está en darse en un compromiso de
amor. Quizá sea el momento de descubrir qué es el verdadero
amor, que exige de cada cónyuge que asuma y responda
realmente a su vocación. Quizá sea el momento de profundizar
en las raíces de la herida que la vida conyugal ha sufrido, para
pedir a Dios que sane y alimente cada vez más el vínculo
indisoluble que Él unió sacramentalmente.

18
Carta a un cónyuge con dudas

La paz florece de las lágrimas. La espiral de violencia


no conduce a nada bueno, y es una pena ver cómo los
matrimonios se pelean y entre los cónyuges van conduciendo
la herida hacia algo cada vez más profundo, y los traumas de
los hijos hacia algo cada vez más irreversibles… si ponemos
buena voluntad en la vida, después de la noche viene el día, y
de las oscuridades la luz, y de la incomprensión la paz, aunque
hay que querer abrir los ojos a la verdad. Y aplicar el eco de
la vida. Hace poco leí la historia de un niño y su padre, que
estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se
cae, se lastima y grita: “-¡aaahh!” Para su sorpresa oye una
voz repitiendo en algún lugar de la montaña: “-¡aaahh!”. Con
curiosidad el niño grita: “- ¿Quién está ahí?” Recibe como
respuesta: “- ¿Quién está ahí?” Ya enfadado, el niño grita: “-
Cobarde”. Y recibe de respuesta: “- Cobarde”. El niño mira a su
padre y le pregunta: “- ¿Que sucede?” El padre, sonríe y le
dice: “- Hijo mío, presta atención”. Entonces el padre grita a la
montaña: “- Te admiro”. Y la voz responde: “- Te admiro”. De
nuevo, el hombre grita: “- Eres un campeón”. Y la voz le
responde: “- Eres un campeón”. El niño estaba asombrado,
pero no entendía. Luego, el padre le explica: “- La gente lo
llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que
dices o haces”.
Por eso, dicen que nuestra vida es reflejo de nuestro
actuar. “Pon amor donde no hay amor y sacarás amor”, decía
san Juan de la Cruz. Si quiero más amor en el mundo, he de
sembrarlo a mi alrededor. Si deseo la felicidad, la he de dar
pues la felicidad no la adquiero con los goces sino
sacrificándome por los demás, dándome por amor; por eso es
algo que viene “de rebote”: cuando la busco en sí misma no la
encuentro, pero cuando busco la de los demás (haciendo el
bien) la encuentro como el eco, “de rebote”, recojo lo que
siembro, viviendo aquello de que “hay más alegría en dar que
en recibir”. Estaré alegre cuando busco la alegría de los que
me rodean. Si quiero una sonrisa en mi alma, he de sonreír a
quienes tengo a mi lado, cada día. La vida me devolverá lo que
he dado, como el eco.

19
Carta a un cónyuge con dudas

Esto se aplica a todo en la vida: a la belleza, la verdad y


la bondad. Por mucho que vayamos por el mundo buscando la
belleza, no la encontraremos nunca si no la llevamos con
nosotros. Sólo cuando llevamos la belleza, la vemos también
en todo y en todos. Y entonces descubrimos el esplendor de la
verdad. Ser auténticos, coherentes, porque sabemos lo que
vale la pena. Sólo cuando llevamos la verdad, la vemos en los
demás.
Entonces vemos que la verdad se construye haciendo el
bien. A través del amor sembramos de bien el mundo;
entonces vemos el bien en los demás, y sólo entonces nos
hacemos buenos; si, al hacer el bien nos hacemos buenos; y
también al mejorar nos hacemos capaces de conocer mejor lo
que está bien, es como si el paladar hacia las cosas buenas
mejorara con la virtud, tuviéramos más discernimiento. Sólo
entonces estamos contentos de vivir.
A veces nos ponemos gafas de sol para evitar la luz en
verano; y al entrar en un túnel nos parece todo oscuro, como si
las luces no alumbraran; entonces nos damos cuenta de que lo
vemos todo negro porque llevamos puestas las gafas negras.
Si algún día lo vemos todo negro (los demás nos molestan,
están insoportables, etc.), es que tenemos la mirada turbia, la
niebla está dentro de nosotros a menudo y por eso
proyectamos aquella visión hacia fuera. La vida es como el
eco; no exijas a la vida lo que tú no estés dispuesto a dar, es el
jugo de la historia que hemos recogido al principio.
En ocasiones nos encontramos desencantados, pues no
han tenido con nosotros las atenciones que esperábamos, y
esa falta de cariño nos hace sentirnos solos, desconsolados,
desconcertados y a veces con la sensación de quien sin saber
nadar se encuentra con que no hace pie, y viene el
desconcierto. Es hora de encontrar el sentido de la cruz, y de
hacer un acto de generosidad, de actuar de tal modo que
procuremos que a nuestro alrededor nadie pruebe esto tan
amargo que hemos padecido en esa ocasión; con la
experiencia de aquella experiencia procuraremos que dar a los
demás eso que no hemos encontrado... Una técnica de éxito
muy sencilla, pero muy poderosa, es sonreír aunque cueste. No
20
Carta a un cónyuge con dudas

hay cosa tan pequeña que dé resultados tan grandes, para


cambiar el mundo: mira a las personas con amabilidad, con
una sonrisa sincera.

La felicidad no está en cambiar. Dice una historia:


“Durante años fui un neurótico (aquí cada uno puede poner sus
defectos: impuntual, desordenado, caótico…). Era un ser
angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en
decirme que cambiara. No dejaban de recordarme lo neurótico
que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con
ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por
mucho que lo intentara. Lo peor era que en mi familia tampoco
dejaban de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también
insistían en la necesidad de que yo cambiara. También con
ellos estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido. De
manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día
me dijo un amigo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En
realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te
quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte». Aquellas
palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No
cambies. No cambies... Te quiero...». Entonces me tranquilicé.
Y me sentí vivo. Y, ¡oh, maravilla!, cambié. Ahora sé que en
realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me
quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar”.
En la Biblia leemos cuando el pueblo de Israel va por el
desierto y llegan las “serpientes venenosas”, símbolos de
espanto: animal sinuoso y deslizante, difícil de atrapar, que
ataca siempre por sorpresa y cuya mordedura es venenosa,
potencia maléfica, casi mágica. En este mundo, podemos ser
felices y tocar el paraíso con los dedos cuando nos elevamos
de puntillas y alargamos las manos con la esperanza, y para
ello hay que esquivar el hechizo de esas serpientes del amor
desordenado a las cosas que hace envidiar y odiar las
personas, cuando el amor es sólo para las personas. Y, como
consecuencia, la falta de amor a uno mismo, querer ser de otra
manera, ansiar salir de cómo somos. El paraíso tiene en el
centro el árbol de la vida, al que no podemos llegar por la
técnica y el poder: la sabiduría de la vida auténtica se consigue
21
Carta a un cónyuge con dudas

de otro modo, por el amor, como cuenta también otra historia


sobre “el secreto para ser feliz”.
Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio de
quien se decía guardaba en un cofre encantado un gran
secreto que lo hacía el hombre más feliz del mundo. Muchos
reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta
intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en
vano. Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la
envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años. Un día llegó
ante el sabio un niño y le dijo: “Señor, al igual que tú, también
quiero ser inmensamente feliz. ¿Por qué no me enseñas que
debo hacer para conseguirlo?” El sabio, al ver la sencillez y la
pureza del niño, le dijo: “A ti te enseñaré el secreto para ser
feliz. Ven conmigo y presta mucha atención: En realidad son
dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son
mi mente y mi corazón y, el gran secreto no es otro que una
serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida: El
primero es saber ver a Dios en todas las cosas, amarlo y darle
gracias por todo lo que tienes y lo que te pasa. El segundo, es
que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y
al acostarte debes afirmar: Yo soy importante, yo valgo, soy
capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no
hay obstáculo que no pueda vencer. El tercer paso es que
debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si
piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si
piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que
eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay
obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en
tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas: se llama
motivación. El cuarto, es que no debes envidiar a nadie por lo
que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las
tuyas. El quinto, es que no debes albergar en tu corazón rencor
hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las
leyes de Dios hagan justicia, y tú... Perdona y olvida. El sexto
es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen,
recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana
te quitarán algo de más valor. El séptimo, es que no debes
maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho
22
Carta a un cónyuge con dudas

a que se nos respete y se nos quiera. Y por ultimo, levántate


siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y
descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en
lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los
demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las
personas y descubre en ellas sus cualidades.

3. B. VAMOS A VER LA SEGUNDA PARTE: QUERER HACER


ESTE PROYECTO… Uno quiere CAMBIAR, ¿CUÁNDO HAY QUE
HACERLO, SEGÚN LO ANTERIOR? Yo pienso que en este campo,
para un hombre y una mujer, en perspectivas distintas, está el
mirar a los hijos si los hay la principal motivación. Como
sacerdote, pienso que desde el concilio de Elvira se prohibió al
clérigo tener hijos para dedicarse a su familia que es la Iglesia,
porque le hijo es constitutivo, para la tradición histórica, más
que la misma mujer… ata mucho. La mujer también se ha
adaptado por el bien de los hijos, no hay más que ver la
paciencia de las reinas borbones en España ante la frivolidad –
poca voluntad, etc.- de los maridos. Recuerdo de pequeño que
le pregunté a mi madre por unos vecinos que teníamos en
Tortellá, ellos venían en verano y vivían en Barcelona… el
hombre, que venía con dos mujeres: “¿y la otra quién es?” y
me dijo: “es la amiga del señor”, y me sorprendió ver la
aceptación de la esposa, la conformidad en callar y aceptar
aquella situación por el bien de todos… es un estilo que han
seguido muchas, de forma menos explícita, “la que sabe y
calla”, o “la que no quiere saber”, aunque no faltan muchas
que por saber se ha roto todo… La Iglesia propone perdonar si
hay arrepentimiento, pero ¿y si no hay voluntad? Recuerdo que
al estudiar los documentos del gobernatorato de Portobelo del
siglo XVIII (Virreinato de Nueva Granada) uno de los problemas
eran los clérigos amancebados, y por parte de la Corona –con
el Consejo de Indias- se dejaba caer en el olvido la cuestión:
“ya se sabe que en aquellas tierras y con aquellos calores…”
esta tolerancia sigue hoy en Perú, cuando el pueblo distingue
claramente entre Padre –sacerdote correcto- y cura –
amancebado-. Con esta analogía, se puede ver la vieja
problemática de la prostitución y del adulterio, contraria a la
23
Carta a un cónyuge con dudas

santidad del matrimonio, que hay que corregir. Y la cosa más


difícil de ayudar del enamoramiento –que trataré en otro
documento- de personas que no corresponden en justicia, que
tiene problemas de enganchamiento que deforman el modo de
pensar, para ello es necesario paciencia… pues curiosamente
cambia todo en poco tiempo no pocas veces… basta ver las
películas o las de Jude (ver youtube, con la protagonista de
Titanic), o las novelas de la rosa escarlata, ana karenina, etc.

El tema es complejo… pues la pasión que más absolutiza


y hace a la gente imprudente –sin capacidad para pensar con
la razón- es el enamoramiento… Las reglas del amor.
Gabriela Carrillo oyó en una reunión de amigos que “así como
todo en esta vida se pasa, el amor también”, y comentaba: “el
solo hecho de pensar que el fuego del amor, como muchos lo
conocemos, se pasa… da escalofríos”. El proceso del amor
tiene una enorme necesidad de estar juntos, los dos se sienten
en las nubes, todo es perfecto. Ahora ya son novios, son todo
lo que soñaron el uno para el otro, no hay otra persona mejor.
Carmen Posadas contaba de una mujer desconsolada: “lo estoy
pasando muy mal... al menos ha sido honesto conmigo; ya
sabes, en el amor todo vale, también me podría haber pasado
a mi”; el marido había pedido el divorcio para casarse con otra
de la que se había enamorado. Hoy no hay tanta condena
social, y las leyes son permisivas, además “el enamoramiento
es una fuerza muy grande, qué duda cabe, uno se queda un
poco lelo, ensimismado y por tanto anula su perspectiva sobre
las cosas, pero eso no es excusa para anular también el
respeto por la persona que tenemos al lado. No, no todo vale.
No vale, por ejemplo, robarle el marido a tu hermana, ni
abandonar a tus hijos ‘por amor’… porque ‘¡oh, cielos!, me he
enamorado… no ignoro que la pasión es un sentimiento difícil
de controlar, pero todas estas situaciones que he apuntado no
ocurrirían, no ‘crecerían’, digamos, si uno no tuviera el egoísmo
de pensar que todo se justificar por amor. Porque la frase de
marras no es más que eso, una justificación muy cómoda y
aceptada por la sociedad para el egoísmo propio” El “los
siento, me enamoré, el amor es ciego, si ella/él me dice ven lo
24
Carta a un cónyuge con dudas

dejo todo, adiós, ‘ciao’, que te vaya bonito…’ suena muy


romántico y muy de bolero, pero la vida no es un bolero…
habría que poner en práctica a menudo aquello que decía Kant
de que se debe actuar de modo que desees que la regla según
la cual actúas pueda convertirse en ley para todos. O, en otras
palabras, no hagas a los demás lo que no te gustaría que te
hicieran”.
En esencia todas las emociones son impulsos para
actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida. La raíz
de la palabra emoción es motere, el verbo latino “mover”
además del prefijo “e” que implica “alejarse” lo que sugiere
que en toda emoción hay implícita una tendencia a actuar.
Cada emoción nos hace reaccionar de diferente manera
biológicamente. Por eso cada vez que vemos a la persona que
queremos o deseamos se desatan reacciones que no
controlamos.
Leo: En el caso de la felicidad hay un aumento de la
actividad del centro nervioso que inhibe sentimientos
negativos y favorece la energía disponible. Fisiológicamente se
produce una tranquilidad que ofrece un descanso general
además de buena disposición y entusiasmo. Con el amor, los
sentimientos de ternura y satisfacción sexual dan lugar a un
despertar parasimpático, lo opuesto a lucha o huir, generando
un estado de calma y satisfacción facilitando la cooperación.
Con esto podemos ver que el amor tiene un impacto en
nuestro cuerpo, físicamente suceden cosas en las que no
tenemos control. Como estas reacciones son biológicas
entonces por ende son variables no permanentes, así
comprobamos lo que se dice, que el amor se acaba. Claro pero
el amor físico, imaginémonos que viviéramos en ese éxtasis
todo el tiempo, no sería natural. Pero qué pasa con el amor a la
persona, ese que no se puede describir con palabras.
Aparte (sigo yo) el cuerpo no aguantaría dormir poco y
funcionar con la adrenalina tan alta… pero “mola” la sensación
de felicidad, y las pupilas tan dilatadas, y ver los colores tan
claros, y todo tan hermoso, ¡el mundo es bello!
Termina el enamoramiento, comienza el amor.
(sigo leyendo) Como se ha de suponer en nuestro ejemplo,
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Carta a un cónyuge con dudas

Diego y Andrea llevan ya meses de noviazgo y lo que antes a


Andrea le parecía gracioso de Diego ahora es insoportable y
Diego cada vez quiere estar más tiempo con sus amigos
porque Andrea siempre lo está “presionando” o corrigiendo. Un
día se ven y dicen, “¿qué pasa con nosotros?”, “estoy
aburriéndome”, “ya no tengo necesidad de llamarle”. Cada uno
siente que ya no está esa chispa que había antes. Sin embargo
no se acabó el amor, de hecho apenas comienza. Lo que
sucede es que terminó el enamoramiento. Todo
enamoramiento es transitorio, es una fase para pasar al amor
real o verdadero, esto puede suceder durante el noviazgo o
incluso después en el matrimonio. No se extingue sino que se
transforma, sin embargo si cuando éste termina, la pareja no
logra empatar ninguna de las expectativas de ambos debido a
la diferencia tan marcada de lo que es real con lo imaginario, la
relación llegaría a su fin. Esto es lo que sucede
desgraciadamente en muchos matrimonios que sufren de
divorcios porque “cuando éramos novios ella o él no era así.”
El duelo es parte natural en las relaciones. (sigo
leyendo) Lo primero que sucede en la pareja cuando termina
el enamoramiento es una crisis y desilusión que permite la
evolución y la manifestación de todo un potencial de
maduración para cada uno de los integrantes y la pareja en su
conjunto. Todas las parejas que no renuncien a la
confrontación con la realidad, que mantengan un contacto con
ella y una comunicación sincera, pasarán por este proceso
tarde o temprano. Esto llega cuando se
presenta la exigencia de realizar una relación
concreta y de fundar un proyecto de vida en
común. La fase que sigue ofrece a la pareja
una nueva forma de llevar la relación más
dinámicamente. Este empujón a la realidad
obliga a la pareja prestar más atención a
otros objetos, no sólo a sí mismos. Se trata
de un proceso de crisis que permite el volver
a tomar un afecto al mundo externo
partiendo de la supuesta inadecuación de la

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Carta a un cónyuge con dudas

otra persona que parece no responder a todas las expectativas


o deseos que se tienen.
Lo que sigue ahora es hacer un funeral de lo idealizado,
en este caso el novio o novia, y simultáneamente enterrar esta
imagen completamente. En este momento se rompe con toda
la realidad psíquica vivida con la persona. Este sacrificio de lo
imaginario es tan doloroso en cuanto a cuántas proyecciones
se hayan hecho de la persona. Para poder reconocer ahora las
imperfecciones y comenzar el duelo se requiere de mucha
energía. Se trata de descubrir sentimientos que ahora son
ambivalentes y muchas veces presentados como odio, sin
embargo con la suficiente recompensa grata al final como para
no rechazarlo.
Reconocer a la pareja como persona total significa
reconocerlo como individuo que tiene una vida propia y
relaciones con otras personas, pudiendo experimentar con esto
una cierta depresión y angustia. Esta fase es crítica para la
maduración de la relación, no es nada cómoda y lleva a la
tentación de emprender la fuga a través de diversas
estrategias.
Cuando se elabora el duelo de manera favorable el
proceso avanza gradualmente permitiendo a la pareja
reencontrar su propia capacidad de juicio y crítica para
aproximar entonces en una nueva etapa a la persona con la
realidad. Todo esto mejora considerablemente la comunicación
de la pareja y el funcionamiento de la relación.
El sentido real del amor. Así culmina entonces la
etapa de duelo y comienza el amor verdadero. Es el amor que
acepta a la persona tal y como es, con todos sus defectos y
con todas sus virtudes. Que está para perfeccionar a la otra
persona y sacar de ella lo mejor de sí misma.

Esta idea de sacrificio tiene otros aspectos… es


parte importante de la vida, de construir, edificar…

El padre se refleja a la larga en los hijos, en verse en su


imagen… (ese punto también quiero desarrollarlo más)… sobre
la pérdida de libertad a favor de los hijos aquí va un artículo:
27
Carta a un cónyuge con dudas

Calor de hogar. La persona necesita vivir en familia, tener un


hogar, un nido al que volver cuando sale a la calle, donde haya
calor y protección… Cuenta una historia de una pareja de
cigüeñas que hizo un nido en lo alto de un campanario, les
gustaba ir lejos a cazar ratones y culebras, sapos y pasear y
volar sin parar. Tuvieron polluelos, y organizaron las cosas con
trapos y hojas para que estuvieran a gusto, pero cuando
volvían los notaban fríos, faltaba calor. Al final, tuvieron que
optar por hacer un sacrificio: se arrancaron algunas plumas de
las alas, y con eso hicieron un lugar acogedor en el que los
polluelos estaban a gusto. Ya no podían ir tan lejos en sus
vuelos, se sentían menos libres y condicionados porque con
menos plumas no aguantaban tanto tiempo fuera. Pero sentían
gratificación al volver y encontrarse en el nido sus polluelos
contentos, habían creado calor de hogar. Así la familia
condiciona muchas libertades que antes podían permitirse,
pero el amor que nace es lo mejor, dar la vida, aunque haya
una limitación de las actividades nada es mejor que esta
esclavitud del amor, es la máxima realización personal. Calor
de hogar, hecho a costa de tiempo y de renuncias, de recortar
otras cosas que eran más urgentes, pero menos importantes.
Lo primero es ese amor, que si no se encuentra donde se
debería encontrar se busca, inevitablemente, en otro sitio. Y
ahí empiezan los problemas: si un hijo no encuentra en su
casa, lo que debería encontrar, lo buscarás en otro sitio, será
gregario de un grupo en el que encontrará su identidad para
salir del aislamiento. El calor de hogar, como todo calor,
necesita algo que lo alimente, y ese algo es personal, regalar
tiempo y afecto, y no comodidades. El calor de hogar se
consigue cuando los padres se dan cuenta de que más que en
dar cosas es darse a sí mismo, y que participen los hijos con
encargos y responsabilidades aunque sólo sea bajando la
basura por las noches (decía José Manuel Tarrio).
Calor de hogar, que hay que mantener con arte, para
estar “a gusto”. Con todas las letras. “A gusto” se escribe con
la A de alegría, G de generosidad, U de utilidad, S de
satisfacción, T de tolerancia y O de orden. Así se mide la
“temperatura” y el calor no se nos escapa por las rendijas de
28
Carta a un cónyuge con dudas

gritos y discusiones. En primer lugar, de este clima de entrega


a los demás, surge el gozo, la alegría que salpica a los demás,
que se expresa en la mirada, puerta del mundo interior. Es un
jardín donde crece la planta de la generosidad, cuando el
marido llega cansado no se refugia en el telediario sino que va
a recibir las novedades de la mujer y cada uno de los hijos.
Donde todos colaboran y se sienten útiles, y por esto
satisfechos. Y hay tolerancia, porque se sabe que hay cosas
importantes y otras que no lo son, y se saben distinguir unas
de otras, y ceder en aquello que es opinable e intrascendente y
allí nadie pretende tener siempre la última palabra en
cualquier asunto. Y orden, también material aunque sin que
sea una manía para ocultar el desorden interior. Esta es la
vocación de nido, que no es hotel donde descansar, pero
tampoco cárcel donde desarrollar un sentimiento posesivo y
chantajes emotivos: es el lugar donde se está lo justo para
nacer, para crecer, y para aprender a volar: para perderle
miedo a la altura, y lanzarse finalmente al cielo. De ahí que la
madre tenga vocación de nido. La mujer anida a los hijos, al
marido, y a todos a cuantos ella prohíja con su amor, que no es
ablandarlos con mimos y comodidades. El nido es esa rara
forma de ternura que cría fortaleza, de suavidad que produce
reciedumbre, de protección que incita al valor: ¡al valor de
volar! Y saber que siempre se puede volver…

Hace falta un punto de locura, de imaginación, y de


eso va el primer artículo, poco ortodoxo… El arte de amar.
Hoy que tanto se habla tanto “de encontrarse a un mismo” y
de autoestima, quizás se olvida que uno se “encuentra”
cuando se da, al amar, al sentirnos amados; y que esto es un
arte que es muy necesario aprender: “No existe la realización
personal si no somos capaces de sentirnos amados y de sentir
que amamos alguien de forma intensa, comprometida y
desinteresada” (Jorge Bucay). Pero es un arte especial, una
perfección que más que “hacer” cosas consiste en dejarse
llevar por la fuerza interior –que es un don, regalo de Dios,
gracia, y al mismo tiempo tarea para cultivar-, que nos da
libertad para hacer el bien cada vez con más facilidad. No es
29
Carta a un cónyuge con dudas

que no se noten los impulsos del egoísmo, sino que éste no


esclaviza, porque tiene tanto la luz para discernir lo bueno de
lo malo, como la fuerza para hacer el bien.
Se cuenta que en el mundo de los sentimientos, “un día,
mientras jugaban al escondite, la Locura buscaba el Amor, que
se había ocultado entre un montón de hojas, y la Traición le
acercó un tridente de pinchas afiladas y la instó porque
pinchara el follaje para descubrirlo. La Locura lo hizo, sin
mesurar el mal que provocaría su acción. Dice la leyenda que,
a partir de aquel momento, el Amor quedó ciego, y que la
Locura, llena de culpa, decidió guiar sus pasos...” El amor tiene
muchas formas (los amigos, entre padres y hijos...) pero aquí
se habla de enamorarse, ese estado que impide ver los
defectos del otro y su realidad, sustituyéndola por el que se
lleva en el corazón, que se proyecta en el otro, como decía
Remei Margarit: “alguien se enamora y pierde el contacto con
la vida real y cotidiana, los colores son más brillantes, el aire es
más puro… se disparan las euforias y uno se siente capaz de
muchas cosas antes impensables. De pronto se abre un caudal
de energía disponible que uno no sabía que tenía y la endorfina
interna reina en su cuerpo por un tiempo”, es un
descubrimiento de nuevas posibilidades, “como si la vida se
hubiera desatascado de pronto y encontrara una nueva puerta
que condujera al exterior… de pronto y por la magia de un
encuentro, se abren perspectivas”... La vida se centra en ver la
sonrisa del otro, y junto a esta dependencia hay una sensación
de libertad que se creía perdida y que en el fondo del alma se
añoraba, y se instala en el alma un estado de euforia que lleva
a dar pasos antes temidos y que ahora se afrontan, se ha
descubierto una fuerza interior. “La nueva perspectiva
descubierta cambia la comprensión de un mismo y de los
otros, así como de la vida entera”. Es la imagen del amor
ciego, como decía Benedicto XVI: “que no nace del
pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se
impone al ser humano”.

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Carta a un cónyuge con dudas

La historia es completada diciendo que “tras tanto andar


juntos, el Amor y la Locura acabaron convirtiéndose en pareja y
disfrutaron inmensamente. Pocas cosas son eternas, y llegó un
momento en qué el Amor, cansado de tanto delirio, descontrol
e incertidumbre, dejó su amada y decidió casarse con la Razón.
El Amor acertó con la decisión porque, guiado por la Razón,
desaparecieron los peligros, y las inseguridades se
desvanecieron” (Vivi García). Ese algo dramático e irresistible
que narran las tragedias griegas no es amor, pues éste es

necesario que también sea inteligente. Pero dice nuestra


historia que al pasar del tiempo el Amor se aburría como una
ostra; consultó a su amiga Fantasía que le aconsejó no dejar la
Razón pero mantener la amistad con la Locura, que le da a la
vida un punto de aventura, de libertad. Para que no quede
esclavizado, hace falta que el amor no esté atado sólo a la
razón, que también tenga libertad. Hoy se habla mucho de
“hacer cambios” en la vida, pero la euforia dura poco… no solo
hay que mirar hacia fuera, sino sobre todo hacia dentro. Para
descubrir la capacidad de Amor Inteligente y Libre al mismo
31
Carta a un cónyuge con dudas

tiempo, y así encontrar la armonía: razón con poesía, de hecho


la inteligencia es amorosa y libre. De ahí la constancia por
cultivar lo mejor de la vida, pero también la imaginación para
no caer en el aburrimiento, la creatividad para despertar cada
día con cosas nuevas.

La tentación de no amar. “Fue un amor tan profundo


que en un segundo me acaparó. No sabía que existiera un
sentimiento así... lo vi y todo mi mundo anterior se derrumbó...
Supe entonces que él formaba parte de mi destino”. Así habla
Corinne, en una entrevista. Y cuando le preguntan: “- ¿Cuándo
pasó el amor?” Responde: “me fui porque me estaba volviendo
loca, nuestros mundos no eran conciliables…”
Ante tantos casos de rupturas, ante la moda actual de la
“monogamia sucesiva”, la gente se pregunta: ¿el verdadero
amor reclama exclusividad? Se entiende que los que se aman
no necesiten de “alguien” de afuera para dar plenitud a su
corazón, y a esto se llama fidelidad, que protege el amor, e
implica un esforzarse “para siempre”. No dejar dormir el
corazón, demostrarse el cariño que es regar el jardín del amor
cada día, también en el campo del pensamiento y en el deseo.
En esa lucha, puede haber dificultades, pero en el fondo
de la conciencia surge el imperativo de aguantar la decisión de
permanecer con la persona elegida, tener paciencia ante una
crisis familiar que parece insoportable y de la que se quiere
huir enseguida, de cualquier forma... Esto cuesta, entonces el
amor duele y se desea “escapar” de aquello. Pero al mismo
tiempo viene al pensamiento: ¿y el compromiso adquirido? En
estos momentos, es bueno recordar que la familia no es que
siempre dé la felicidad, pero es donde las cosas ocurren de
verdad, sobre todo las importantes, como son los hijos y su
felicidad. Y ahí está el sentido de la palabra amor. Lo otro… ¡es
tan variable! Es como el caledoscopio, muchos colores que se
multiplican, pero con poca consistencia pues se hace con
espejuelos, trocitos hechos de un corazón roto por el
resentimiento. Hay sentimientos epidérmicos, con promesas de
amor eterno bajo la luna, idealistas... pero “si la luna hablara,
cuántas verdades nos diría a cerca de tantas mentiras”.
32
Carta a un cónyuge con dudas

Contaba Mn. Agustí Sala de un joven que amaba mucho a su


novia y llegó a decirle: “te quiero tanto que te llevaría el sol a
tu casa”. No hay que decir que ella estaba feliz, oyendo lo que
decía, pero el joven no había acabado, pues continuó: “-¡si
llueve, no me esperes!”
Pero aún en el descorazonamiento, se añora la unidad
perdida, se ansía recomponer aquello, pues la vida no está
hecha de éxitos sino de amor. Cuando llega el dolor, no es fácil
superar la tentación de no amar, separarse del problema
concreto y mirar más allá de la obsesión del momento, pues se
absolutizan algunos aspectos (defectos del otro, faltas de
consideración…) y cuesta tomar distancia, tener visión de
conjunto: pero la fidelidad es dinámica, y sabe también de
problemas y de cómo superarlos. Y habrá que volver a
empezar, sembrar, construir, aprender a amar pues eso es algo
que dura siempre.
El amor crea una realidad: dos se hacen uno, y esto
exige un compromiso. Y un nido, para ir creciendo. Lo demás,
implica miedo al compromiso y por tanto no entregar la
libertad. Cuando viene el huracán, los problemas, hay que
volver a mirar al otro por primera vez, que es conocerle de
nuevo, con el deseo de volver a empezar, reconstruir con
aquella luz que queda en el recuerdo –revolver en el corazón- y
volver a entrar ahí, como dice una historia sufi: "Llamé a la
puerta. / Y me preguntaron: ¿quién es?. / Contesté: soy yo. / La
puerta no se abrió. / (Y así otras veces) / Llamé a la puerta. / Y
me preguntaron: “¿quién es? / Y contesté: “yo soy tú”. / Y la
puerta se abrió". Sólo cuando estás dentro del otro, cuando
eres el otro, hay “una sola carne”: ya no son dos, pues estando
uno es “el otro”, para el otro... “Sólo quien está dispuesto a
perderse en el amado, a hacerse uno con lo que se ama, está
listo para iniciar el combate del amor” (Rogelio Villegas).

Tener sentimientos positivos. Cuenta una historia


oriental que un discípulo y el maestro pasean por el bosque.
Entonces, el discípulo le dice al maestro:

33
Carta a un cónyuge con dudas

-He pasado gran parte del día pensando en cosas que no


debía pensar, deseando cosas que no debía desear, haciendo
planes que no debía hacer...
El maestro le señala al discípulo una planta y le pregunta
si sabe qué era.
-Belladona –dijo el discípulo-. Puede ser mortal para
quien coma sus hojas.
-Pero no puede matar a quien simplemente las
contemple –apostilla el maestro. – Así todas las emociones y
sensaciones y sentimientos son incapaces de causar ningún
mal si no nos dejamos seducir por ellos.

Los sentimientos negativos no deben vencernos, sino


advertirnos de que tenemos aún mucho trabajo para expurgar
las malas hierbas de nuestro interior, cultivar las buenas obras.
Muchas cosas que nos hacen sufrir se deben a una visión
negativa del mundo, una enfermiza visión deformada de la
realidad, que nos hace pensar que somos malos, o que los
demás son malos, o que el mundo es malo. Se trata del viejo
“dualismo” de dar al mal una categoría que no tiene, como si
fuera un semi-dios que nos persigue.
Es verdad que en el mundo hay maldad, pero ésta no es
más que la ausencia de bien, el mal en sí no tiene consistencia,
es el negativo de la bondad, su ausencia. Así la soberbia,
avaricia, lujuria, gula, ira, envidia y pereza no son más que
expresiones del egoísmo, de la ausencia del amor.
El mal genera sentimientos negativos, y el amor
positivos. El mal produce un desorden interior, y el bien una
armonía que da paz y felicidad. La cultura grecorromana ponía
el ideal del sabio en la ausencia de sentimientos (apatheia).
Esta “apatía” no es más que una caricatura del ideal de la
persona, pues los sentimientos son parte importante de
nuestro ser: no son malas las pasiones como no es malo el
cuerpo, sino que todo ha de ser encauzado en un dinamismo
del amor. Nuestro ideal no es un “nirvana” de ausencia de
sentir, sino un amoroso sentir, que también pasa por el dolor.
El ideal budista está basado, sí, en la benevolencia y
misericordia universal, pero rechaza todo apasionamiento.
34
Carta a un cónyuge con dudas

Precisamente por eso no es verdaderamente humano: la


serenidad auténtica viene de ese amor apasionado, que no es
un sentimiento, sino la forma más alta de afectividad del
corazón. Es ese corazón que es núcleo íntimo del hombre,
donde éste toma sus decisiones. La categoría de una persona,
su realización personal, su plenitud, depende de tener buen
corazón, que se manifiesta en la solidaridad, la fraternidad, etc.
En cambio, las frustraciones, resentimientos y todo tipo de
amarguras son causados por la ausencia de este amor de
corazón, orientado hacia Dios y los demás.
Las pasiones incontroladas desencadenan pulsiones
instintivas y dependencias (alcohol, sexo, drogas). Hay que
educar toda pasión para que –integrándola en la interioridad–
nos ayuden a tener un corazón bueno, a base de acciones
buenas que se convierten en virtudes. Así, las tendencias hacia
el bien, la verdad y la belleza van dominando todo lo que
hacemos, va creciendo en nosotros un anhelo de sublimidad,
de cosas grandes, y el deseo básico de amar y ser amado se va
purificando de adherencias egoístas que hacen daño. La
nostalgia de no tenerlo aún todo se va transformando en
plenitud de tenerlo todo en la esperanza. La pena causada por
la limitación de la realidad (limitaciones físicas o psicológicas,
mal de la naturaleza y maldad humana) se vuelve entrega,
servicio, y la certeza de que todo mal no sería permitido por
Dios si no fuera porque de ello puede sacar –por caminos a
nosotros desconocidos todavía– un bien más alto: surge de ahí
una confianza muy grande en la vida, que ponemos no en
nuestras fuerzas o en el destino, sino en algo mucho más alto,
que es el amor de Dios y la confianza en que nos salvará.

Sobre todo esto de los sentimientos, he leido algo de


Schelling, te puedo mandar notas, sobre el espíritu de
contradicción. Hemos seguido esquemas de racionalidad y
intelectualismo como si esta fuera la única realidad, cuando el
hombre se deja llevar mucho por la intuición, la forma de
conocimiento más alta es la intuición amorosa, y muchas veces
decimos una cosa y hacemos otra, con este espíritu de
contradicción, no nos sujetamos a las normas, pues o bien “el
35
Carta a un cónyuge con dudas

corazón tiene sus razones que la razón desconoce” (Pascal) o


bien el conocimiento, como está siempre también condicionado
por las emociones, no es frío y cerebral, y el que no hace lo
que piensa acaba pensando lo que hace. Sobre esto tengo algo
escrito, porque genera teorías y resentimientos, el
racionalismo o el afán de demostrar las formas de conducta
que uno quiere adoptar, en lugar de ir por el perdón y el
perdón de sí mismo que es el más difícil, y aceptar la
vulnerabilidad como forma de la condición humana… (la
película “los miserables” es genial en este sentido). Total, que
el puritanismo, moral victoriana y todas las formas de
angelismo y voluntarismo y fideísmo por un lado, y por otro
racionalismo kantiano, son derivaciones de una visión
maniquea, que viene de antiguo, de un dualismo (quizá
oriental) de alma-cuerpo que no es platónico, al contrario, es
abandonar a Platón y su visión abierta… para mí se petrificó
con la visión estoica que es muy egoista… hay que volver al
hecho de que yo me realizo cuando me doy, pero también
necesito que me den amor. (En fin, esto tengo que
desarrollarlo más con lo de amor-locura, razón-pasión, lógica-
contradicción, etc.)

Cómo recomponer la afectividad. Me decía una joven


que había tenido un desengaño amoroso, y por culpa de esa
relación sentimental rota ella también se sentía rota, como “un
trozo de carne”, un trapo, y llevaba semanas melancólica, sin
salir de casa, además no paraba de pensar en el antiguo novio.
¿Que hacer, con ese “mal de amor”?
La recomposición de la afectividad rota tiene
componentes espirituales, fisiológicos y psicológicos, etc. Hay
unas claves para estimular la felicidad y la esperanza, como la
meditación-reflexión y la confianza en Dios; fomentar las
endorfinas que son tan buenas y que se recargan cuando
realizamos algunas actividades que nos agradan, con ellas
nuestra actitud y estado de ánimo mejoran. Algunas de estas
cosas son:
-la risa, pues se ha comprobado la influencia que tiene
la risa sobre la química del cerebro y del sistema inmunitario
36
Carta a un cónyuge con dudas

(dicen que el solo hecho de reproducir el gesto de la sonrisa ya


hace segregar endorfinas, por un mecanismo similar al que nos
hace segregar saliva con sólo oler o pensar en una buena
comida).
-disfrutar de la naturaleza, cuyo contacto nos llena
de energía y buen humor (ir a la playa, al campo, y empaparse
de sensaciones).
-admirar la belleza de las cosas, mirar siempre el
lado bueno, positivo de todas las cosas porque ello influye en
el mejoramiento de nuestro estado de ánimo y de salud.
-darle sentido a la vida: la rutina destruye lentamente
nuestras reservas de endorfinas, por tanto, hay que evitar la
monotonía con curiosidad, intereses, haciendo lo que más
llena.
-re-cordar situaciones buenas: “re-cordar” es volver
a llevar al corazón, volver a vivir momentos del pasado, con
lo que al re-vivirlos gozamos en ellos, y además crea un efecto
químico similar a los momentos del pasado que revivimos,
fomentando esas endorfinas. Sin embargo, no hay que olvidar
que lo mejor siempre está por llegar; no hay que ensimismarse
en el pasado que sería cerrar la puerta a lo bueno que está por
venir.
-como siempre, la amabilidad es la mejor terapia: al
darnos a los demás nos metemos en sus problemas, y
olvidamos los nuestros. Así, las palabras afectuosas, las
sonrisas, el buen humor, una actitud receptiva y comprensiva
hacia los demás originan una emisión constante de estas
“hormonas” de la felicidad.
-la buena respiración, con actividad física si puede ser al
aire libre ayuda también a esta química del cerebro y, en
consecuencia el estado de ánimo: es bueno aumentar el ritmo
y la frecuencia de alguna actividad física, un mínimo de tres
veces a la semana (caminar, bicicleta o nadar). Esto en cuanto
a la “gimnasia de la alegría”, que Santo Tomás de Aquino decía
que ayudan mucho el suspirar, reírse, pasear, tomar baños de
agua caliente... y por supuesto rezar, pues los medios
sobrenaturales son siempre los más importantes, el abandono
en Dios nos hace ver en aquellas cosas que Dios permite un
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Carta a un cónyuge con dudas

camino para la felicidad, que aparecerá, como el caso de la


chica que comentamos al comienzo, en un nuevo encuentro,
mucho mejor que aquel que le sirvió de experiencia para
profundizar, a través del dolor, en el sentido auténtico del
amor.

El error de precipitarse. Genghis Khan, rey mongol,


cuando descansaba de sus guerras, salió a cabalgar por los
bosques con halcones para cazar, y al ser un día caluroso,
tenía sed cuando vio agua goteando de una roca. Tomó un
tazón de barro para llenarlo y ya se disponía a beber cuando
oyó un silbido y sintió que le arrebataban el tazón de las
manos. El agua se derramó. Era su halcón preferido, que ahora
estaba arriba, en la roca de donde bajaba agua. Intentó volver
a llenar el tazón y se repitió la escena. El rey desenvainó la
espada mientras ponía el tazón en el hilillo de agua: “Amigo
halcón, esta es la última vez”. Cuando el halcón bajó y le
arrebató el tazón de la mano, con una rápida estocada hirió al
ave, que cayó sangrando a sus pies. “¡Ahora tienes lo que te
mereces!”, dijo. Y al ver que su tazón al caer se había roto,
decidió trepar por la roca de donde goteaba el agua, para
beber directamente allí. Había un charco con mucho agua, pero
¿qué había en el charco? Una enorme serpiente muerta, de la
especie más venenosa. El rey se detuvo. Olvidó la sed. Pensó
sólo en el pobre halcón: “¡me salvó la vida! ¿Y cómo le pagué?
¡Era mi mejor amigo y lo he herido!”. Bajó la cuesta, tomó
suavemente al pájaro y lo llevó a palacio para cuidarlo,
diciéndose: “Hoy he aprendido una lección, y es que nunca se
debe actuar impulsado por la furia”.
Al final de la escapada (1959) es un film de Jean-Luc
Godard, una de las obras más emblemáticas de la Nouvelle
Vague y del propio Godard; J. M. Caparrós señala: “cuenta la
historia de un marginado de la sociedad moderna, amante del
cine negro ame ricano, que encarna la constante principal de
este autor: la liberación como meta, en una existencia sin
orden, reglas ni sentido aparente. El protagonista es un joven
parisino a la deriva, Michel (Jean-Paul Belmondo), que sería trai
cionado por su amante, Patricia (Jean Seberg), para
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Carta a un cónyuge con dudas

demostrarse a sí misma que no le amaba”, llama a la policía


quizá también por cumplir las leyes, por hacer lo que creía
justo, o por dejarse influir por las palabras del policía...
Soberbia la escena cuando ella, ya tarde, ve que en realidad sí
que lo amaba.
En medio de un "egocéntrico conformismo" que lleva a
los protagonistas a la deriva, como muchos desmotivados de
hoy, y de ahí su actualidad, se bebe –es la provoca ción del
film- un atroz pesimismo, náusea ante la vida y las relaciones
humanas, la traición, la insensatez de cualquier alternativa, la
inutilidad de todo esfuerzo, un repudio del mundo en forma de
náusea y de sesperación, comenta Román Gubern. Como le
dice Michel a Patricia en el film, entre la pena y la nada, elige
la nada. Entonces como ahora, se ve la “soledad de unos seres
temerosos de comuni carse sus verda deros sen timientos,
logrando reproducir cierto ritmo jadeante y an gustioso, propio
de nuestro tiempo, con una fidelidad que la elevó a la
categoría de testimo nio” (José Luis Guarner).
Pienso que en la era moderna la percepción de la
realidad ha sido elevada a la categoría de verdad, y es falso: la
verdad no puede ser abarcada por una percepción única, tiene
muchos matices y nunca se “pillan” por entero, está abierta a
sucesivas aproximaciones y nuestro conocimiento se tiñe de
emociones, influido por lo último que nos pasa y vemos según
el color de cada momento. Pero esto no significa que no haya
verdad, sino que no la alcanzamos nunca por entero. De ahí el
pecado de impaciencia, de dejarse llevar por una percepción
momentánea y romper una amistad, discutir hasta la violencia,
empecinamientos diversos que se deben a una percepción
parcial que queda fosilizada como una foto y que se quiere
hacer pasar por la realidad del otro. Los fundamentalismos van
por ahí, y también se aplica a las enemistades con las
personas. Como ocurre en el caso contrario: como la
conciencia tiene “fallos”, uno se somete a otra persona o a
reglas religiosas o sociales –formas de puritanismo, sustitución
de la conciencia personal por una colectiva. Cuando hay
armonía en el acto de abrirse al amor incondicionado de Dios y
buscar también un “norte” en el amor a los demás, es cuando
39
Carta a un cónyuge con dudas

se puede vivir en paz, fruto de la lucha en ese amor que busca


la verdad y esa verdad que es fruto del amor.

La paciencia, ciencia de la paz. Hay momentos en la


vida en que parece que a uno se le acaba la paciencia, ya no
es capaz de seguir aguantando, y explota. Y con la gota que
colma el vaso se acaban las fuerzas para seguir con un
matrimonio, o cualquier otro compromiso, o los padres que
pierden ya la confianza en sus hijos, y se proclaman
expresiones como “esto es irreparable”, “se ha roto algo para
siempre”, “ya nada será como antes”. Y viene la soledad,
sensación de abandono, incertidumbre, desaliento: ante
situaciones del mundo de la política, de la sociedad, del mundo
laboral…, uno puede sentir derrumbarse algo por lo que ha
luchado mucho tiempo, y se rompe todo en añicos en un
momento. Es la fragilidad humana, la impaciencia que quiere
seguir los criterios del mundo -muy distintos a las
bienaventuranzas que promulga Jesús-: la eficiencia y el placer
pasajero aún a costa de la mentira, el anhelo desmedido de
éxito... Confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en
la adversidad, cuesta, pero vale la pena... La paciencia es un
árbol de raíz muy amarga pero de frutos muy dulces (Fénelon).
Así, la paciencia es el fruto maduro de la fortaleza, la paz-
ciencia, ciencia de la paz. Como para los militares donde los
demás vean dificultades sabremos intuir oportunidades,
incluso crecernos ante ellas.
Ante los defectos de una persona, no hay que perder la
calma diciendo “¡ya está bien, no puedo más!” pues ¿qué
vamos a hacer con esta persona, matarla? No, hay que
quererla tal como es, superando aquel defecto como un escollo
y sabiendo que cada persona tiene cualidades ocultas, que sólo
con el tiempo aparecen. Cuentan de una osa que dio a luz un
pequeño cachorro horriblemente feo. “¡Ganas me vienen de
estrangularlo!”, dijo la osa a la corneja: -“¡Guárdate de
hacerlo!” -contestó ésta. “Yo he visto a otras osas pasar por lo
mismo: ve y lame dulcemente a tu hijo y le verás hermoso y te
honrará”. Así lo hizo la osa y se esmeró cuidándolo; y el
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Carta a un cónyuge con dudas

cachorro, poco a poco, fue volviéndose hermoso, por eso le


agradeció el consejo a la corneja: “-Si no hubieses moderado
mi impaciencia hubiera rechazado al hijo que ahora constituye
el placer de mi vida”. A veces parece que alguien no da para
más, “no está el horno para bollos”, y la paciencia da
sensibilidad para ver más allá del presente, y afrontar las
contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior,
logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias,
es la “ciencia de la paz”, que genera armonía a su alrededor.
Me contaron en el Alcázar de Segovia que a una aya se
le cayó el infante real que cuidaba, un niño pequeño, por el
balcón, a muchos metros por encima de los jardines. Ella,
desesperada, se tiró por el precipicio y se mató. El infante
había quedado colgado de unos salientes, y lo rescataron. La
aya se había “precipitado” en los dos sentidos de la palabra
(impaciente y tirarse al precipicio). En el cerebro el
pensamiento no es nunca objetivo sino ligado a las emociones,
siempre influenciado por sentimientos y pasiones. A veces nos
fijamos en algo sin visión de conjunto, absolutizamos un
aspecto. Se me ocurre un ejemplo: cuando nos vienen con una
historia algún profesional de la mentira, y nos creemos aquello
al sentir la empatía con los problemas que nos cuentan, pero
en cuanto han acabado y quizá hemos dado dinero a ese
“necesitado”, y se va, aparece la distancia ante el problema,
de modo menos emotivo, más cerebral, y nos parece que hay
algo que no cuadra… tenemos la sensación de haber sido
engañados. Esperar, tener distancia ante los problemas, ayuda
a pensar mejor.
"El mundo es redimido por la paciencia de Dios y
destruido por la impaciencia de los hombres", decía Benedicto
XVI en la homilía del comienzo de Pontificado: ante un pueblo
rebelde, "los discípulos, hubieran deseado inmediatamente
mandar caer fuego del cielo para consumirlos. Jesús los detiene
y reprende. La impaciencia de los hombres no suele
comprender la paciencia de Dios”.

libertad y destino, sobre la huida hacia delante, y mejor


hacerlo antes virtual para analizar las consecuencias: Libertad
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Carta a un cónyuge con dudas

y destino. Irvin D. Yalom en “El día que Nietzsche lloró” habla


de una crisis de Breuer, médico que se reconoce vacío en su
vida, siente que se le va la vida y quiere sentirse por fin él
mismo, en "libertad". Decide cortar con todo lo que constituía
su vida familiar y profesional de relativo éxito: se despide de su
mujer Mathilde, a quien se le desgarra el corazón y le dice que
si pasa aquella puerta y los deja a ella y a sus hijos, que si no
respeta el matrimonio nunca más volverá a aceptarle: “¿Qué
es una elección, si te niegas a respetarla?”, y él ofrece sólo
como defensa: “yo tendría que haber sido ‘yo’ antes de que
hubiera un ‘nosotros’. Hice una elección antes de estar
formado para poder tomar decisiones y elegir”. Ella insiste:
“esto es un engaño, una trampa que te tiendes a ti mismo, una
manera de librarte de toda responsabilidad por tus propias
elecciones. En nuestra boda, cuando dijimos sí… dijimos no a
otras opciones… ¿no comprendes que no puedes contraer un
compromiso conmigo y luego, de pronto, decir: ‘no, me
retracto; después de todo, no estoy seguro’? eso es inmoral.
Perverso… Quieres tener la posibilidad de elegir y, al mismo
tiempo, mantener todas las elecciones posibles. Me pediste te
entregara mi libertad, la poca que tenía, por lo menos mi
libertad para elegir marido, pero tú quieres tener tu libertad a
tu disposición”. Ella le dice que sin respeto a la palabra dada
todo es mentira, ya que al año siguiente puede renegar de las
decisiones que tome ahora, por el mismo motivo. Él está ciego
y se va, le dice que después de tantos años llevando una
existencia vacía, quiere beber un sorbo de vida: “cogeré una
pequeña fracción de mi vida para mí… sólo tengo una vida…
¡esta es mi oportunidad de construir un nuevo ser sobre las
cenizas de mi vieja vida!” Después de la despedida traumática,
deja Viena y sus amigos quienes quedan apenados por su
decisión, deja su trabajo y pacientes… Lo primero que hace es
volver a visitar a una antigua secretaria con la que estaba muy
unido, Eva, pero ante su sorpresa se había ya casado. Luego
visita a Bertha, que también había dicho que él sería su único
hombre; va a la clínica y la ve hablando con el médico que le
relevó en el tratamiento, y asiste como espectador a la
dependencia afectiva que ella tiene con su médico, con la
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Carta a un cónyuge con dudas

misma familiaridad e intimidad que Breuer pensaba que sólo


tenía con él. Desengañado de las personas que había
mitificado, viaja ahora rumbo a Italia, hundido… pensando en
Eva… “había confiado por completo en ella. Siempre había
tenido la certeza de que Eva estaría a su lado cuando él la
necesitara”… suenan huecas las teorías de Nietzsche: “para
fortalecerse, primero debe hundirse en la nada absoluta y
aprender a enfrentarse a su soledad total… aprenda a ser
malvado”. Ve que la libertad absoluta es de por sí una utopía,
puesto que siempre nos encontraremos encadenados a algo,
sean los demás, seamos nosotros mismos, nuestras metas,
nuestros sentimientos. Pasea por el norte de Italia y tampoco
esto le llena, ve mucha gente joven y alegre y él se siente
como un viejo, cuando en realidad sólo está en la década de
los 40. Todo esto le hace comprender, finalmente, que no es
esa clase de vida la que desea. “Debemos vivir como si
fuéramos libres. Aunque no podemos escapar al destino,
debemos darnos de cabeza contra él: debemos poner en juego
nuestra voluntad. Amar nuestro destino”… pero ya es
demasiado tarde...
Desesperado, Breuer despierta envuelto en sudor frío:
había sufrido una experiencia hipnótica: antes de dejar todo en
la vida real quiso hipnotizarse, para analizar las consecuencias.
Va a ver a su mujer, Mathilde, y le dice: “he estado ausente
mucho tiempo. Y que ahora he vuelto… he decidido casarme
contigo…” Ella le dice que le ve raro, tan jovial, que además ya
se casaron hacía muchos años, pero él insiste: “decido hacerlo
hoy, Mathilde. Y todos los días.” La aprecia ahora porque ha
tenido la experiencia de lo que sería perderla. Antes se sentía
atado, pero con la separación virtual se ha asustado, ahora
ama su destino… El pensamiento no es nunca objetivo, está
influido por las emociones, la memoria también queda
transformada por los sentimientos mitificando unas cosas y
volviendo otras tétricas, por eso hay que aguantar las
tormentas sin precipitarse, pues luego vuelve el sol, tener
paciencia porque a veces no se piensa ni se ven las cosas bien,
como el palo dentro del agua se ve torcido y es mejor hallar el
camino para experimentar una decisión irreversible sin hacerla
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Carta a un cónyuge con dudas

irreversible, ya que al sacar el palo del agua se ve recto y se


acepta la vida que se eligió, como nuestro personaje: “sí, he
elegido mi vida. Y he elegido bien’… durante estos dos últimos
años me ha dado mucho miedo envejecer… me defendía, pero
a ciegas. Atacaba a mi mujer, en lugar de atacar al verdadero
enemigo y, por último, desesperado, busqué refugio en brazos
de alguien que no podía ayudarme… el secreto para vivir bien
consiste, en primer lugar, en desear lo que es necesario y,
después, en amar lo que se desea…” pero “qué diferencia, qué
diferencia maravillosa, poder elegirlo".

-Perdonar y olvidar: Con frecuencia oímos decir:


“Perdono, pero no olvido”. Quien esto dice, en realidad no
perdona, porque guarda rencor. De ahí que se diga que no se
perdona de verdad cuando, en el fondo, no se está dispuesto a
olvidar. Perdonar, ¿es olvidar? ¿Producen ambos el mismo
efecto? Se trata de una cuestión de gran importancia, pues el
perdón es esencial para una vida feliz y equilibrada: “El que es
incapaz de perdonar es incapaz de amar” (Martin Luther King).
Me parece que hay que distinguir “olvidar”, cuando quiere
decir “resentimiento”, y “olvidar” como “desaparecer de la
memoria”. Me referiré al primer sentido: hay que olvidar; “no
escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas
abiertas… perdona todas las viejas heridas y cicatriza con
resinas de amor” (Zenaida Bacardí de Argamasilla). Es no
querer mal, no hay otro camino. “Perdón es una palabra que no
es nada, pero que lleva dentro semillas de milagros” (Alejandro
Casona), semillas sembradas en nuestros corazones por el
mismo Jesús, que se alimentan incluso de las ofensas, sí: cada
ofensa recibida es una oportunidad de mejorar nuestra
capacidad de perdonar, porque, en lugar de generar
resentimientos, es abono para esa cosa divina llamada perdón.
El paraíso está detrás de la puerta, se dice, pero muchos han
perdido la llave, una llave que se llama misericordia… Todos
estamos necesitados de amor, de atención, así como de poder
dar nuestro amor a los demás. Por eso siempre hay que pedir
perdón: por las ocasiones perdidas, por la plenitud no vivida de
cada relación, por las palabras no pronunciadas. Cuenta una
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Carta a un cónyuge con dudas

leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un


determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una
bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada,
escribió en la arena: –Hoy, mi mejor amigo me ha pegado una
bofetada en la cara. Siguieron adelante y divisaron un oasis.
Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que
llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto,
comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida
para salvarlo. Al recuperarse, tomó un cuchillo y escribió en
una piedra: –Hoy, mi mejor amigo me ha salvado la vida.
Intrigado, el amigo le preguntó: – ¿Por qué después de haberte
hecho daño, escribiste en la arena y ahora escribes en una
piedra? Sonriendo, el otro le respondió: – Cuando un gran
amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el
viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo
grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del
corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo.
El error de muchos es pensar que el perdón debe surgir de sus
corazones, que es algo que debemos sentir, que debe
“nacernos”, en cierto modo. Pero “el perdón es una decisión,
no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos
más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que
perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te
ofendió" (Madre Teresa de Calcuta). El perdón es lo mejor, no
sólo individualmente sino también para cada una de nuestras
sociedades y para el mundo en general: “La espiral de la
violencia sólo la frena el milagro del perdón” (Juan Pablo II). En
cierto modo, todos somos co-responsables de las acciones y
omisiones de cada uno, y es la gotita de cada día la que crea la
revolución del amor: “Lo mejor que puedes dar a tu enemigo
es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un hijo, un buen
ejemplo; a tu padre, deferencia; a tu madre, una conducta de
la cual se enorgullezca; a ti mismo, respeto; a todos los
hombres, caridad” (John Balfour). Cuando alguien es
perdonado se convierte en una persona distinta, aunque tarde
en reaccionar: “Nada envalentona tanto al pecador como el
perdón” (William Shakespeare). El motivo es que se siente
querido, y valorado en mucho, porque las personas siempre
45
Carta a un cónyuge con dudas

están por encima de sus errores (Jutta Burggraf). Y al crecer la


conciencia de su valía se porta en consecuencia, se porta
mejor. Por otra parte, crece también el que perdona, pues
“nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos
a perdonar” (San Juan Crisóstomo).

Perdonar y no olvidar. ¿Hay que olvidar las ofensas


que nos hacen, o no? Sí, en el sentido de no guardar rencor,
primero porque es perjudicial para uno mismo, y segundo
porque el perdón es transformar la ofensa en compasión. Sin
embargo, no podemos olvidar haciendo desaparecer de la
memoria aquello. Además, no olvidar es creativo... y la
memoria constituye nuestra identidad… y cada recuerdo es un
escalón más hacia la madurez. Perdonar es superar la ofensa y
poder recordar sin rencor. El perdón no requiere olvido.
Además, no se puede controlar la memoria con la inteligencia,
es una facultad espiritual distinta que obra
independientemente de nuestra voluntad y de la inteligencia.
La prueba es que, de hecho, a veces uno quisiera recordar algo
y no puede; y otras veces desearía olvidar ciertas cosas y no lo
logra. Se trata, como hemos dicho, de recordar un suceso sin
faltar al amor: al recordar lo que nos dolió, recordemos al
mismo tiempo cómo Jesús reacciona ante las ofensas, y
oremos con él como en la cruz.
Además, hay que procurar establecer puentes mientras
hay vida –que no la tendremos siempre: lo trágico es que, en el
trance final antes de la muerte, haya enemistades pendientes.
Es mejor que aquí y ahora hagamos las paces, pues no
sabemos si luego habrá una ocasión de perdonar… En
cualquier caso, hay que amar ahora que hay tiempo, la muerte
nos podría quitar esa oportunidad. Recordar la ofensa puede
convertirse en crecimiento interior para el ofendido: es
humildad que cura la soberbia, caridad que elimina toda
envidia... y se deja de sentir dolor. Si perdono vivo feliz y, si
recuerdo, el recuerdo no me duele, no me afecta porque pude
perdonar y los recuerdos vienen a mi memoria sin dolor, sin
perturbación, sin sufrir el desgaste interior propio de quien
guarda un doloroso rencor. “Perdonar no sólo tiene como
46
Carta a un cónyuge con dudas

beneficio el crecimiento interior, sino que también trae consigo


una gran paz en quien lo practica. Perdonar es un ejercicio de
las virtudes, porque para perdonar se necesita de caridad,
humildad, paciencia, prudencia, fortaleza, amor… Perdonar es
la manifestación de un corazón puro como consecuencia de
una vida virtuosa. El perdón es una decisión, no un
sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la
ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando
tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió” (Madre
Teresa de Calcuta). Cuando perdonamos, reconocemos el valor
intrínseco de la otra persona (elperdoncatolico.com). Al
perdonar te liberas a ti mismo y, si después de perdonar a una
persona quieres seguir tratándola, pues adelante! Si, por el
contrario, prefieres que sea un trato más alejado, ¡pues
también! La gracia está en no estar amargado, ni desear el mal
a esa persona. Se trata de amarla… (Dr. Bernie Siegel).
Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de
espíritu. Cuando se hace bien, es como la amnesia. Lo que
ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente
desaparece. Si entierras algo en el patio trasero, lo único que
consigues es que no se vea. Las cosas que olvidamos quedan
enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se
manifiestan en nuestros sentimientos y actividades. Aparecen
en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando
parte de nuestras vidas.
El perdón conlleva dar amor. Es una manera de decir:
«Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme
y voy a seguir queriéndote de todos modos». Me dijo un amigo,
cuando le pedí perdón por una cosa de hacía mucho tiempo,
por una injusticia en la que veía que yo también fallé: “¿te das
cuenta de que acabas de cambiar la historia?” Me hizo pensar,
es como un volver a escribir aquello de una forma mejor.
Recuerda que el perdón no sólo tiene que darse en la relación
con los demás sino también en la relación con uno mismo.
Además, “a perdonar sólo se aprende en la vida cuando a
nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho”
(Jacinto Benavente). Menos mal que “Dios me perdonará, es su
oficio” (Heinrich Heine).
47
Carta a un cónyuge con dudas

Después de amar te amaré… Es el título de un libro


(Javier Vidal-Quadras) ¿Qué significa? Ante
un mundo de falta de amor, el Autor,
abogado, casado y con siete hijos,
muestra un poco lo que lleva dentro,
descubre algunos “secretos y voces”
suyos, animado con este pensamiento:
“allá donde tú te descubras, se
descubrirán tus lectores. No tengas
miedo” (p. 18). Quiere desenmascarar los
fantasmas que difuminan el amor:
“estabas enamorado, sí, pero... ¿de ella...
o de la emoción?, ¿de la persona o del
sentimiento? ¿No es verdad que, a veces,
te sentías enamorado de estar
enamorado?” (p. 19). Es una falta de madurez estancarse en la
etapa de pensar que lo importante es “sentirme” enamorado:
es un egoísmo que llevaría a que si ésta persona no me llena
ya, “habrá que reemplazarla” (p. 19). A través de 27 capítulos
cortos hay una línea argumental: meterse en la piel del lector
para despertar en medio de tantos engaños que adormecen al
único amor por el que merece la pena vivir. ¿Cuál es ese amor
auténtico?: amar para siempre, y pase lo que pase: “casarse
para siempre (¿hay otra forma de casarse? es un exceso de
libertad. Por eso hay gente que no se atreve... porque no es
libre hasta el extremo de poseerse a sí mismo y a su futuro de
modo absoluto, y le da miedo comprometerse a algo que no
abarca su libertad” (p. 23).
La entrega es la otra cara de la libertad: “¿Casarse sólo
por amor? Uno no se casa sólo porque ama, sino porque
quiere amar” (p. 23), es decir, uno no puede fundar un
matrimonio con el pensamiento de que el amor es algo que se
puede acabar, sino “con la firme voluntad... puede decidir
amar siempre y pase lo que pase: muchos lo han hecho a lo
largo de la historia. La razón de casarse no es amar, sino
querer amar. Amar es una premisa necesaria (o muy
conveniente), pero no suficiente. No me caso porque amo, sino
para amar... por eso, amar es importante, pero más lo es
48
Carta a un cónyuge con dudas

querer amar. Quien no ha pensado en eso, más vale que no se


case, porque, aunque lo piense, no está contrayendo
matrimonio... y casarse para no casarse es un contrasentido.
Así pues: no me caso porque amo, sino porque amaré” (p. 24).
Esta entrega no puede tener límites, para que sea real:
“Ella es para siempre. Y él también. Y ellos, cuando nazcan,
también serán para siempre. Así son las personas: para
siempre. No caducan. Un día morirán, es cierto..., aunque yo
creo que seguirán viviendo, y una mejor vida... las personas
son... para toda la vida” (p. 25). Y el amor no depende de las
circunstancias, ni siquiera de la correspondencia: “no amo para
que me ames: amo porque mi naturaleza es amar, y para que
tú también puedas amar, para que mi amor te complete como
persona, te desborde y puedas darlo a otros...” (p. 27).
Algunas circunstancias pueden ser muy duras, amar
puede llegar a ser difícil, pero eso no es motivo de decir: “la
amaré mientras ella...” porque entonces “ya no la amamos a
ella, nos amamos a nosotros. Ya no buscamos su felicidad, que
es nuestro compromiso en el amor, buscamos la nuestra” (p.
27). Empeñarse en la propia felicidad es billete seguro a la
frustración, “vejez” del alma, aburrimiento... la vida es para
amar, y como de rebote nos encontramos felices. Entonces, la
cabeza y el corazón se llenan de amor pues uno se llena de
aquello a lo que tiende. Y no habrá escapes, grietas: “el
agrietado va regalando trozos de intimidad al primero que se
acerca... y se va vaciando... y se puede caer en la tentación de
ir a llenarse otra vez a esas fuentes nuevas y no a las de
siempre” (p. 58). Otro efecto del egoismo es el victimismo: “su
vida es... una suma de dolores” (p. 61), todo es motivo de
queja que siembra amargura, y provoca rechazo a su
alrededor. En cambio, cuando hay amor, hay buen humor, una
chispa que inventa siempre formas de contagiarse a los
demás.
El amor tiene también sus jerarquías, saber priorizar: “lo
más importante, lo absolutamente imprescindible que tienen
que hacer los padres para educar a sus hijos es quererse fiel,
leal y progresivamente más entre ellos dos” (p. 75), receta con
Melendo. Los conflictos no se resuelven echando la culpa al
49
Carta a un cónyuge con dudas

otro: “empezó él/ella”. Sirve la receta de S. Juan de la Cruz:


“donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”, y la de S.
Agustín: “procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan
en los demás y no veréis sus defectos, porque no los tendréis
vosotros” (p. 79). Cuando después de cada tropiezo hay una
reconciliación, “uno parece renacer de sus propias cenizas y la
relación se refuerza tras el perdón recíproco” (p. 82). En
cambio, “cuando estoy convencido de que mi mujer llega tarde
para fastidiarme” (p. 96) y tantas valoraciones falsas “cuando
todo lo pongo en relación conmigo, la paranoia está a la vuelta
de la esquina” (p. 96); es el “ego, ego, ego, ego... / y va
balando el borrego”, el “yo” que desquicia, y amar hace feliz,
como dice Kierkegaard: “la puerta de la felicidad se abre hacia
fuera, hacia los otros” (p. 97).
¿Qué hacer cuando el abundante trabajo fuera de casa
llena nuestra agenda? Poner en ella lo más importante, la
familia. El binomio de “más trabajo, más dinero” si no se regula
no acaba nunca, esclaviza, y ya sabemos sus “efectos
colaterales” nefastos... pues “sin libertad no se puede amar”
(p. 110). “El que resta tiempo a su cónyuge (a su familia) por
razón del dinero es un mercenario. Y si se lo roba por el
prestigio, es un pelele. Y si lo hace por temor, un cobarde” (p.
111). Por eso, los hijos no son “estorbo”, y añade el autor:
“unos amontonan cosas; nosotros preferimos formar personas.
Cuestión de gustos... (aunque) no es cuestión de gustos, sino
de amor...” (p. 119)
¿Y cuando densos nubarrones ciegan toda luz, y se ve el
matrimonio como un túnel sin salida, cuando amar “duele”?:
“Sabes que el único camino es el perdón: el perdón o el vacío.
Ascender o despeñarse. La ascensión será dura, muy dura;
presientes un terreno áspero, luchando siempre contra tus
tendencias, pero la disyuntiva es el abismo” (p. 123); además,
entonces no se es objetivo: se distorsiona todo cuando uno
está amargado, y hay que pensar en mis errores, que tampoco
son pocos... y de ese abismo nace otra vez el perdón: “¡Es
posible el perdón! ¡Siempre es posible el perdón!” (p. 124).
En fin, “si uno cuenta con Dios, el compromiso
matrimonial es más fácil... se convierte con Él en vocación, es
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Carta a un cónyuge con dudas

decir, llamada y encuentro, camino de santidad” (p. 127) y


este amor no tiene fin: “no hasta la muerte..., después de la
muerte y hasta siempre... ¡Parece tan poco una vida para
amar”!” (p. 132).

Vamos a ver la antropología de lo dicho aquí, como de


respaso de pinceladas de lo que sabemos del AMOR Y
MATRIMONIO ¿La familia es importante? En la película "la curva
de la felicidad" se habla de esa "lista de cosas importantes":
sentimientos, amor, amistad, los hijos… en el clima de la
familia hay ese generar la vida, se da una humanización de las
personas... aparecen vínculos que nos definen, que quedan
para siempre: paternidad, maternidad, filiación y fraternidad…
no son los únicos, pero sí los que nos definen, luego la libertad
de nuestro día a día determina otros también importantes
como los amigos, el trabajo… pero estos se pueden cambiar,
son libres: aquellos no, una vez están hechos, quedan para
siempre.

La familia puede ser, ha de ser, una comunidad de vida y


amor. Tiene su génesis en esta relación que llamamos
matrimonio. ¿Es cierta esa entrega única, total y exclusiva de
"te quiero a ti, sólo a ti y para siempre"? ¿Por qué la familia?
Para no liarnos con tópicos, llamaremos aquí familia a esa
unión estable entre hombre y mujer donde hay seguridad de
que uno puede sentirse "en casa", y cuando vuelve del trabajo
sabe que le espera alguien, y que puede tener hijos con la
seguridad de que habrá este clima donde puedan sentirse
amados con lo normal que han tenido los hijos a lo largo de la
historia, donde ha funcionado la cosa. (Es decir no entendemos
aquí por "familia" esos experimentos que son complejos de
demostrar que puedan equipararse con familia). Para
cuestiones más generales sobre el concepto de familia basta
ver las obras por ejemplo de Tomás Melendo que están muy
bien, o del Instituto de la Familia de las Universidades de
Navarra o Internacional de Cataluña.
Vamos a intentar responder a dos cuestiones sencillas,
quizá las más básicas: a) ¿el matrimonio es sólo para cuando
51
Carta a un cónyuge con dudas

hay amor, o un compromiso para siempre? Y b) ¿de qué tipo de


amor hablamos?
a) "No es bueno que el hombre esté solo…" hay una
tendencia a vivir el hombre y la mujer en complementariedad,
pero el desorden y la falta de armonía producidas por el
egoísmo dificultan el equilibrio, y de hecho vemos la debilidad
de esa relación esponsal… hay rupturas, dudas, incluso miedo
al compromiso. Hay agresividad y posesión, engaños y
amenazas, violencia y cansancio, aburrimiento y soledad
acompañada… intolerancia y radicalismos, machistas y utra-
feministas por citar sólo los extremos, tolerancia y sumisión,
pero también hay sacrificio y renuncias altruistas hasta grados
extremos, felicidad y paz, y en la familia aprendemos las
primeras nociones sobre lo que es la vida y la verdad, el amor
y la libertad, el bien y qué es sentirse amados, y "por
consiguiente, qué quiere decir en concreto ser persona" (Juan
Pablo II, Centessimos annus, 39).
La fenomenología nos enseña lo que la filosofía de
siempre: que la libertad implica un proyecto que se construye
sobre un compromiso. Es decir que el matrimonio no se hace
por amor sino por el compromiso de amarse, lo que constituye
el matrimonio no es el sentimiento. El amor origina el
matrimonio, pero llega un momento que lo que engendra el
amor es un compromiso, una situación nueva a la que
llamamos familia: una verdad que lleva a vivir-para-ellos, para
los miembros de la familia. Este compromiso, sobre el que se
origina esta familia, es de amarse para siempre.
No es un amor romántico. No valen aquí ideologías de
género. También el relativismo es con sus verdades a medias y
renuncia a la verdad otro escollo cultural del mundo de hoy.
Las dificultades no faltan, como la idea de libertad para no
escoger que hay, o de escoger sin tener palabra, es decir con
vuelta atrás...
b) ¿Amar para siempre? Ya lo hemos tocado. Nos
conviene ir al fondo de la cuestión: "¿por qué tengo que
comprometerme para siempre, si mañana veré más
oportunidades, podré decidir mejor, según las circunstancias
que cambian?, ¿por qué atarme hoy, si mañana podré decidir
52
Carta a un cónyuge con dudas

mejor?" Esta pregunta está hecha sobre la base de un


individualismo, de un relativismo cultural que mina cualquier
compromiso, pero esto no significa que no tengamos que
responder a la pregunta.
De una parte, la libertad lleva al compromiso, y la
estabilidad y seguridad que ha de tener la familia, lleva a este
tipo de compromiso: exclusividad, y para siempre. Siguiendo el
ejemplo de antes, igual que no hay ex-padre y ex-hijo no hay
ex-esposo o ex-esposa. Son relaciones que marcan, definen
una vida, la determinan. Y para esto está la libertad, para
poder decidir, lo otro no es libertad auténtica sino
superficialidad. Crea una cosa nueva, la familia, irrevocable. Lo
que se da no se quita, ya no son dos sino una sola carne,
aquello no tiene vuelta atrás, y es necesaria la estabilidad pues
si no hay un amor para siempre es que no es amor, no habría
la seguridad de poder sentirse en casa, sin estar
continuamente evaluándose si vale la pena o no seguir, sin
pensar "quizá si no hago esto bien, o se acaba el amor, o le
fallo en algo, me deje", pues la vida no se puede construir con
una inseguridad permanente, ni se pueden tener hijos y
educarlos con una armonía vital cuando falta la consistencia de
la familia, o al menos es todo más complicado.
Además, la naturaleza de la persona lo reclama. El amor
ya no es un sentimiento (estar enamorado) sino un proyecto
vinculante que se rompe con la muerte (en el cielo, sigue lo
bueno que hay en la tierra, es decir el amor). Pero que esto
esté al alcance de la razón no quiere decir que lo vean todos,
se trata de mostrar mejor que nos realizamos al darnos, al
darnos del todo. El problema es negar la validez del
matrimonio o ponerlo en duda cada vez que haya crisis. Por
esto hay un vínculo que ata, una justicia que se expresa en
cierta participación del otro, que ya es de uno y viceversa,
como se dice en la conversación al referirse al esposo ("mi
hombre") o la esposa ("mi mujer"). El egoísmo parece que es lo
mejor pero mata, hoy está de moda dignificarlo: "hazlo no por
amor a nadie, sino porque te amas". La filosofía dominante nos
dice que para poder amar a los demás, para ser feliz, hemos de
amarnos primero a nosotros mismos por encima de todo. Es
53
Carta a un cónyuge con dudas

una verdad a medias, y por tanto la gran mentira. Con ello se


absolutiza un aspecto que no es el fundamental. La historia de
un samurai que va al cielo nos puede ayudar a entender todo
esto.
Cuando el samurai llega a la eternidad al morir, el ángel
le lleva hacia el cielo pero él pide visitar el infierno para ver
cómo es. Así, llegan a una sala inmensa con una mesa muy
bien ataviada con todo tipo de comidas, y alrededor de la mesa
una multitud de gente. En la mesa, había manjares deliciosos,
con todo tipo de verduras y hortalizas, carnes y
pescados, pasteles y helados… pero tenían unos
palillos de dos metros para comer, y no podían ni
tomar la comida del plato y mucho menos
llevársela a la boca… estaban así amargados, se
peleaban unos contra otros de un modo salvaje,
atormentados también por el hambre. Ante
aquella triste visión, el samurai pidió ir al cielo. Al
llegar, vio que había una rica y abundante
comida en una mesa similar a la otra, pero aquí
la gente estaba feliz, alrededor de la mesa, riendo y en
agradable conversación, se respiraba aire de gozo y daba paz
estar en aquel ambiente feliz. El samurai observó que también
aquí tenían unos palillos de dos metros de largo, pero cada uno
procuraba tomar alimentos del plato de la persona que tenían
delante, y ponérselo en la boca, sirviéndose unos a otros iban
bien alimentados, y disfrutaban de todo y de todos.
Con el tiempo he observado la profundidad de la
historia, pues no tenemos un "aparato" para ser felices por
nosotros mismos (nuestros "palillos" son demasiado largos) y
tantas formas equivocadas de búsqueda de la felicidad nos
dejan insatisfechos (placer, dominio, etc.), podemos decir que
el bienestar físico o de los bienes de riqueza no es la capa más
profunda de felicidad, sino que por encima de ello está lo
afectivo-espiritual, que es donde hemos de buscar la felicidad
profunda: allí la inteligencia y el amor con su libertad nos
muestra que tenemos unos medios para realizarnos, que es
hacer felices a los demás, con la capacidad de hacer el bien.
Mediante los actos buenos, nos hacemos buenos, y como "de
54
Carta a un cónyuge con dudas

rebote" somos felices, dando amor lo recibimos, según aquello


de que "hay más alegría en dar que en recibir" que san Juan de
la Cruz explica así: "pon amor donde no hay amor y sacarás
amor" (para ilustrar esto sirve el apartado de más arriba
"¿Amar para siempre?", y quizá otro que tengo en la red
"María, la mujer genuina").
¿Cómo instalar el programa "Amor"? Es un
comentario que tomo de la Internet (Rate This).
CLIENTE: ¿Estoy llamando al departamento de Atención
a Clientes?
SOPORTE TÉCNICO: Así es. Buenos días. ¿En qué puedo
ayudarle?
CLIENTE: Estuve revisando mi equipo y encontré un
sistema que se llama AMOR; pero no funciona. ¿Me puedes
ayudar con eso?
SOPORTE TÉCNICO: Seguro que si pero yo no puedo
instalárselo; tendrá; que instalarlo usted mismo, yo lo dirijo por
teléfono, ¿le parece?
CLIENTE: Sí, puedo intentarlo. No sé mucho de estas
cosas, pero creo que estoy listo para instalarlo ahora. ¿Por
dónde empiezo?
SOPORTE TÉCNICO:El primer paso es abrir tu CORAZÓN.
¿Ya lo localizaste?
CLIENTE: Si ya. Pero hay varios
programas ejecutándose en este
momento. ¿No hay problema para
instalar mientras siguen
ejecutándose?
SOPORTE TÉCNICO: ¿Cuáles
son esos programas?
CLIENTE: Déjame ver…
Tengo… DOLORPASADO.EXE,
BAJAESTIMA.EXE y
RESENTIMIENTO.COM ejecutándose en este momento.
SOPORTE TÉCNICO: No hay problema. AMOR borrará;
automáticamente
DOLORPASADO.EXE de tu sistema operativo actual. Puede que
se quede grabado en tu memoria permanente, pero ya no
55
Carta a un cónyuge con dudas

afectará otros programas. AMOR eventualmente reemplazará


BAJAESTIMA.EXE con un módulo propietario del sistema
llamado ALTAESTIMA.EXE. Sin embargo, tienes que apagar
completamente el programa RESENTIMIENTO.COM.
CLIENTE: No se cómo apagarlos. ¿Me puedes decir
cómo?
SOPORTE TÉCNICO: Con gusto. Ve al menú INICIO e
invoca PERDON.EXE. Ejecútalo tantas veces como sea
necesario hasta que CORAJE.EXE y RESENTIMIENTO.COM hayan
sido borrados completamente.
CLIENTE:…..ok… listo. AMOR ha empezado a instalarse
automáticamente. ¿Es esto normal?
SOPORTE TÉCNICO: Si. En breve recibirás un mensaje
que dice que AMOR estará activo mientras CORAZÓN esté
vigente.
CLIENTE: Oh, oh… Ya me apareció
un mensaje de error. ¿Qué hago?
SOPORTE TÉCNICO: ¿Qué dice el
mensaje de error?
CLIENTE: Dice “ERROR 412 –
PROGRAMA NO ACTIVO EN
COMPONENTES INTERNOS”. ¿Qué
significa eso?
SOPORTE TÉCNICO: Es una de esas cosas técnicas
complicadas de la programación, pero en términos no técnicos
significa que tienes que”AMAR” tu propio equipo antes de
poder “AMAR” a otros. ¿Puedes localizar el directorio llamado
“AUTOACEPTACIÓN”?
CLIENTE: Si, aquí lo tengo.
SOPORTE TÉCNICO: Debes eliminar AUTOCRITICA.EXE de
todos los directorios, y después borrar todos los archivos
temporales y la papelera de reciclaje, para asegurar que se
borre completamente y nunca se active.
CLIENTE: Entendido ¡Hey! Mi CORAZÓN se está llenando
con unos archivos muy bonitos. SONRISA.MPG se está
desplegando en mi monitor e indica que PAZ.EXE y
FELICIDAD.COM se estan replicando.

56
Carta a un cónyuge con dudas

SOPORTE TÉCNICO: Eso indica que AMOR está instalado


y ejecutándose. Ya lo puedes manejar de aquí. Una cosa más
antes de irme… AMOR es un software sin costo. Asegúrate de
dárselo, junto con sus diferentes módulos, a todos los que
conozcas y te encuentres.
NUNCA TE LAMENTES POR DAR AMOR. SI NO TE
CORRESPONDEN, NO TE PREOCUPES, NO CONOCEN O NO SE
ANIMAN A AMAR. ES DECIR, NO SABEN AMAR…".

Decía Rilke, sobre la fidelidad matrimonial: "ésta es la


paradoja del amor entre el hombre y la mujer: dos infinitos se
encuentran en dos límites. Dos infinitamente necesitados de
ser amados se encuentran con dos frágiles y limitadas
capacidades de amar. Y sólo en el horizonte de un Amor más
grande no se devoran en la pretensión, ni se resignan, sino que
caminan juntos hacia una Plenitud de la cual el otro es digno".
Pasemos al siguiente punto.

4. C. VAMOS A LA ÚLTIMA PARTE: SABER HACERLO… a


veces hay como una incapacidad casi física de escuchar al
otro… cuesta el diálogo, interiorizar lo que dice el otro…

Si el amor por tanto es lo que da origen al compromiso,


de hecho el matrimonio está fundado en el compromiso de
amor, el pacto del que nace la familia. Lógicamente, tiene un
aspecto social: en la película Jude se ve cómo fracasa el frenesí
del amor de una pareja y son desgraciados ellos y los hijos. En
Ana Karénina, La Rosa Escarlata, etc. aparecen las mismas
ideas: necesitamos vivir en familia, y la sociedad está
compuesta por familias, pero hay un reconocimiento social…
sin duda se exageró hasta el paroxismo y dar asco, como
queda reflejado en La edad de la inocencia. Ahora veremos
sobre todo que el amor es un fuego que hay que alimentar, o
también como un jardín que hay que cultivar, y para ello
prevenir plagas, y arrancar las malas hierbas.

57
Carta a un cónyuge con dudas

La primera idea: cultivar el amor esponsal. Lo primero en


la familia es el amor de los esposos; pero veíamos que era
inseparable del amor a los hijos, DE HECHO las crisis se
superan por ellos, mirando los hijos viene la razón más fuerte
para seguir adelante con el matrimonio: sacrificarse por ellos.
Pero si bien el corazón va por ahí, la idea de que uno ya no se
pertenece al casarse, "lo que se da no se quita", es también
fuerte. Es una obligación de justicia: no es el casarse estar uno
frente al otro, sino también y sobre todo estar uno al lado del
otro mirando juntos un proyecto común.
El hombre necesita sentir que tiene un hogar, sentirse
seguro, sentirse querido sin condiciones ni miedos a que "quizá
no haya nadie en el nido a partir de hoy"... también los hijos se
hacen personas con pleno equilibrio, de manera más natural,
cuando viven ese ambiente.
La unidad e indisolubilidad, propiedades esenciales, van
de la mano de ese amor que hay que alimentar con pequeños
detalles cada día.

Los pequeños detalles que alimentan el amor.


Contaban de un niño que fue de visita a casa de sus tíos, y se
divertía ver a su prima –ya mayor- esperar la llegada de su
novio; estaba contenta, y se preparaba: se peinaba, perfumaba
y pintaba los labios, se ponía guapa y corría de un lado a otro
de la casa, arreglaba todo para que su "amor" no pudiera echar
en falta ningún detalle en el entorno. Entonces llegaba el novio
oliendo a mucha loción y al mirarse... parecía que flotaban en
el aire, parecían dos tortoritos, embobados mientras se hablan
y ella le ofrece tomar algo sabroso que le preparó durante la
tarde. Además, el siempre elogia todo lo que ella prepara para
cenar. Luego hablan de “tonterías” horas, sin soltarse sus
manos, hasta que tienen que despedirse con disgusto porque
les ha sabido a poco todo este tiempo de estar juntos.
El niño al volver a casa pregunta a su madre quién es su
novio, y ella dice muy sonriente que su novio es “papá”. - "No,
mamá, en serio..." pero ella insiste; y el niño piensa: “¿Cómo
va a ser mi papá su novio?; él nunca llega con un ramo de
flores, ni chocolates; sí que le trae un regalo en su santo o
58
Carta a un cónyuge con dudas

cumpleaños, pero no me imagino el novio de mi prima


regalándole una máquina de café o dinero para que se compre
algo. Además mamá no pone cara de Blanca Nieves cuando
papá llega del trabajo, ni él sonríe como príncipe azul cuando
la mira. Mamá no corre a arreglarse el peinado, ni a pintarse
los labios cuando suena el timbre de la puerta y apenas se da
la vuelta al verlo para decir "hola" porque está ocupada en sus
cosas. El saludo de papá, en vez de "hola mi vida" es "Hola
¡que día!"; y ella en lugar de "¿qué te apetece cenar?" le dice
"-¿Qué, ¿quieres cenar?". Yo espero a ver si le dice: “-Que
guapa estás hoy", pero no, le pregunta "¿has visto el mando de
la tele?". Los novios se dicen cosas románticas como "¡cuánto
te amo!", pero en vez de esto oigo "¿fuiste al banco?" Mi prima
y su novio no dejan de mirarse, pero aquí cuando pasa mamá,
papá se estira para seguir mirando la tele sin perder detalle. Sí
que a veces papá le da un abrazo sorpresa a mamá, pero ella
se va corriendo enseguida porque tiene muchas cosas que
hacer. Veo que se dan la mano cuando en Misa dicen "daos
fraternalmente la paz". M. Valverde acababa estas reflexiones
con el pensamiento que tenía el niño: “Pienso que dicen que
son novios para que no me entere de que cortaron cuando se
casaron. La verdad es que mi mamá no tiene novio y mi papá
no tiene novia. Qué aburrido... ¡Sólo son esposos!”
Ser novio es tener un amor siempre nuevo, como decía
san Josemaría Escrivá, un amor nuevo cada día alimentado con
detalles continuados. Hay quien dice “se me ha acabado el
amor”... el amor no se acaba, es el motivo de la vida, la
esencia del existir, pero hay que alimentar esa planta cada día,
si no se seca. Cultivar el amor cada día, con una fidelidad
vivida en donación permanente, superar toda dificultad a veces
mirando al cielo que nos da su gracia para seguir aguantando,
a veces mirando a los hijos para saborear la alegría de que
vale la pena continuar, de que el amor como el vino mejora con
los años... Así nunca se escapará el amor ni se irá con otra
amistad a quien se dice “tú si que me entiendes...” No habrá
soledad ni buscar la “solución” al “problema” porque no se le
verá a él o a ella como “problema” (aunque en el momento de
crisis la memoria piense “en realidad nunca le he querido, era
59
Carta a un cónyuge con dudas

todo falso...”); no se mirarán otras alternativas pues después


de la tormenta se verá que esas otras posibilidades son
ilusorias, fuente de inquietudes, frágiles en comparación con la
realidad de una familia real, unos hijos y un hogar donde a
pesar de todo hay amor. En el mundo habrá siempre
equivocaciones, fracasos, engaños, etc. (como las causas de
nulidad, en las que se declara que en realidad no existió nunca
la esencia del matrimonio), pero pienso que hoy hay en el
ambiente el error de que ante cualquier problema la solución
es echar a perder el matrimonio, deshacerlo.
En una película, “El violinista en el tejado”, se plantea el
tema: ¿el amor es algo objetivo o es sólo un sentimiento? Los
protagonistas forman un matrimonio bien avenido, con seis
hijas que sucesivamente van enamorándose y contrayendo
matrimonio. En una de las escenas, el padre, al observar el
apasionado enamoramiento de una de las hijas (y pensando
que el no siente eso hacia su esposa), se dirige a su mujer
Golde, algo confundido y mantienen el siguiente diálogo: “¿Me
amas?” –“¿Te amo?” (contesta ella en tono de sorpresa) “-Si,
¿me amas?” –“Durante veinticinco años he lavado tu ropa,
guisado tus comidas, limpiado tu casa, te he dado hijos, he
ordeñado la vaca. Después de veinticinco años ¿por qué me
hablas del amor? Soy tu mujer”, responde ella intrigada. “-Todo
eso ya lo se, pero ¿me amas?”, insiste él. –“-Durante
veinticinco años he vivido contigo, luchando contigo, pasando
hambre contigo. Durante veinticinco años mi cama ha sido la
tuya. Si eso no es el amor, entonces ¿qué es?” dice ella al
borde del desconcierto, ya rayando la duda de no saber quién
es ni dónde está. –“Entonces ¿me amas?” – “Supongo que sí”,
concluye ella. Y él: “-Y yo supongo que también te amo. Esto
no cambia nada, pero incluso así, después de veinticinco años,
es bonito saberlo”. En otros muchas películas es ella la que
suele preguntar, para escuchar lo mismo del marido y al final
decir: “entonces, ¿por qué no me lo dices más a menudo... lo
necesito”. El amor está hecho de esas cosas pequeñas...
No es de extrañar que haya crisis, como en el cultivo hay
plagas y problemas, y para esto puede servirnos esta historia
de Cuando el Odio quiso matar el Amor. Escuché una vez
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Carta a un cónyuge con dudas

este relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día


terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos
sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una
reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del
mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos
llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el
propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he
reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas
matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues
era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a
alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién
sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a
todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo. Muchos sonrieron
malévolamente pues más de uno quería destruirlo.
El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo
iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto;
provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el
informe del Mal Carácter –que efectivamente provocaba riñas y
discusiones- quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté
todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la
superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la
Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de
que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del
Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo
ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima
quien efectivamente cayó herida y la adoró en sus ídolos, que
son una tentación
constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor
verdadero. Muchos ídolos se levantan muy bien construidos y
refinados que se presentan bajo capa de “progreso” o que
proporcionan más material bienestar, más placer, más
comodidad...: su Dios es el vientre, y su gloria la propia
vergüenza, pues ponen en corazón en las cosas terrenas (dice
San Pablo en Filipenses), y es aplicable a la idolatría moderna,
a la que se ven tentados tantos, olvidando el tesoro auténtico,
la riqueza del amor. Pero, después de luchar por salir adelante,
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Carta a un cónyuge con dudas

el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó


de nuevo.
Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los
Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de
artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con
dudas y sospechas infundadas hasta desear hacer aquello que
el otro tenía celos. Pero el Amor confundido lloró y pensó que
no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre
ellos, y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus
más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, la
Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que
fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía
desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.
Cuando venían las Desgracias parecía sucumbir, pues los
golpes imprevistos no permiten muchas veces que uno
aproveche de ellos, a causa del abatimiento y turbación que
levantan en el alma (Claudio de Colombiere); mas con un
poquito de paciencia, se ve como Dios dispone a recibir gracias
muy grandes precisamente por aquel medio. Sin tales
percances tal vez no habría sido el amor del todo malo, pero
tampoco del todo bueno.
El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les
dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha
soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo
logramos”.
De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien
poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero
gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto
era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor”, dijo
con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que
pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo:
"Ve y hazlo".
Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio
volvió a llamar a todos los malos sentimientos para
comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor
había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos.
Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí os
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Carta a un cónyuge con dudas

entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir


más ya se iba. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo
eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo
el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?" El sentimiento
levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La
Rutina."
La rutina es ausencia de amor, monotonía, y “la
monotonía es falta de energía” (dice la cantante Laura Pausini),
significa que está ya muerto el amor. El amor es un fuego al
que hay que echar cada día cosas nuevas: "Los pequeños actos
de cortesía endulzan la vida, los grandes la ennoblecen"
(Karina Valenzuela). En la batalla del amor frente al odio, hay
que cuidar las cosas pequeñas que son –en frase de la
Escritura- las que si faltan dejan paso a las pequeñas raposas
que destrozan el campo de ese amor. La dejadez, el abandono
de los detalles, produce el desmoronarse de todo el amor:
“Será que la rutina ha sido más fuerte” (canta el grupo “Ella
baila sola”). En los pequeños detalles es donde se libra la
batalla del odio contra el amor: el amor alienta, el odio abate;
algunos de los campos en los que se libra esta batalla son: el
amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el
amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio
enardece; el amor canta, el odio espanta; el amor tranquiliza,
el odio altera; el amor guarda silencio, el odio vocifera; el amor
edifica, el odio destruye; el amor siembra, el odio arranca; el
amor espera, el odio desespera; el amor consuela, el odio
exaspera; el amor suaviza, el odio irrita; el amor aclara, el odio
confunde; el amor perdona, el odio intriga; el amor vivifica, el
odio mata; el amor es dulce; el odio es amargo; el amor es
pacífico; el odio es explosivo; el amor es veraz, el odio es
mentiroso; el amor es luminoso, el odio es tenebroso; el amor
es humilde, el odio es altanero; el amor es sumiso, el odio es
jactancioso; el amor es manso, el odio es belicoso; el amor es
espiritual, el odio es carnal. El amor es sublime, el odio es triste
(Mauricio Fornos).

Nos conviene tener en cuenta el ambiente de hoy,


ayudar a la gente en lo que más necesita, cultivar el amor, y
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Carta a un cónyuge con dudas

aconsejar para el matrimonio con la preparación adecuada,


concretamente -y siguiendo a T. Melendo- se puede decir que
conviene que el amor, para que sea bueno el compromiso, ha
de tener cuatro elementos en la pareja:
a) que haya química, que se gusten, etc.
b) que haya gustos comunes, puedan hablar de temas,
lecturas, aficiones, etc.
c) que haya respeto al "yo" del otro, sin dependencias
excesivas ni posesiones que anulan al otro y le "chupan"
personalidad
d) que haya amistad en el sentido de querer por encima
de todo el bien del otro.

Es también muy importante saber que los clásicos


"fines" del matrimonio es un modo muy bueno de proteger las
propiedades o bienes esenciales. Son la ayuda mutua y la
procreación, es decir proteger el bien común que se crea con el
compromiso, en la nueva situación de familia.
Para proteger ese bien, lo mejor es no cuestionar las
cosas cuando hay problemas, ése es el verdadero problema.
Aunque hay límites a la situación injusta, y de ahí la posible
separación. También hay casos de nulidad, que se puede
declarar pero ´todo esto sólo si la situacíón es insostenible,
cuando se llega al peor de los casos en que la convivencia sea
imposible (por peligro de daño grave moral o físico). El respeto
ha de cultivarse para que no sean las riñas más que cosas
pequeñas, y no se vaya a buscar fuera de casa lo que ha de
permanecer dentro.

Pero es difícil dialogar cuando hay como una dificultad


casi física para escuchar… El caballero de la armadura
oxidada. “Vivía un caballero que pensaba que era muy bueno,
generoso y amoroso... luchaba contra todos sus enemigos, que
eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y
rescataba damiselas en apuros... tenía la mala costumbre de
rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser
rescatadas... Y ante la mera mención de una cruzada, el
caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su
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Carta a un cónyuge con dudas

caballo y cabalgaba en cualquier dirección”. La cita es de


Robert Fisher, “El caballero de la armadura oxidada”
(Barcelona 1997). Lo malo del caballero en cuestión es que
enamorado de su armadura acabó por no quitársela nunca. Es
una metáfora de quien se va cerrando en su mundo, por no
enfrentarse a la realidad. Vive metido en su coraza, sin ver las
preocupaciones de los demás, incluso cuando está “el
caballero enlatado” con la familia o los amigos no para de dar
“la lata”: suele recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta es
la mujer del caballero de la novela, era su mujer, y un día ella
le dijo que no la quería, que estaba amargada; él le dijo que sí
que la amaba y que por eso la había rescatado, pero ella
contestó: “no me amas, lo que tú amabas era la idea de
rescatarme. No me amabas realmente entonces ni me amas
realmente ahora”. Él, por supuesto, no entendía nada, pues él
“sabía” lo que ella necesitaba, y con esto debía bastarle a ella.
No basta con que queramos ayudar a los demás, hacerles
servicios. Pasa que hay quien piensa que en el fondo no
necesita de los demás, y esta “misión” que siente de ayudar a
los otros quizá es un modo de sentirse útil, pero no hay ahí
realmente amor a los demás, sino egoísmo. El caballero estaba
atrapado en su visera metálica que le impidió ver a los demás;
y por la cortedad de su visión iba pisando con su armadura de
hierro los pies de los demás; no sentía el dolor de los demás.
La vida es como probar una fruta amarga al comienzo
pero después apetecible, la vida es buena cuando se acepta,
cuando no se huye bajo armaduras ni corazas. A veces nos
pasamos la vida huyendo ante las dificultades, pensamos que
todo es una conquista y en realidad es un don; pero para
descubrir la vida como un don hay que sentirse aceptado.
El “caballero” encerrado en la armadura que somos
todos, estaba en realidad usando a los demás, los necesitaba
para mostrarse bueno y rescatarlos, pero como no se amaba
no podía amar a los demás. Es necesario verse en el espejo de
la verdad, y descubrirse amable, y hecho para el amor, para
ver ese potencial hermoso, inocente y perfecto que hay dentro
de cada uno. Estamos acostumbrados en un mundo algo
hipócrita a esconder los sentimientos y no decir lo que nos
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Carta a un cónyuge con dudas

pasa... pasamos la vida intentando agradar a la gente, y


montamos cruzadas y matamos dragones por fuera cuando los
que hemos de batallar son los de dentro. En lugar de intentar
demostrar que somos buenos y generosos “rescatando
damiselas”, el caballero descubre que la ambición mata
cuando nos hace pretender ser mejores que los demás, no
hemos de demostrar nada sino ser felices siendo simplemente
como somos. Un caballero ambicioso quiere como casa el
mejor castillo, y cambiar de caballo cada dos años y
progresar... y así no vive. En realidad la felicidad está en ganar
en riqueza interior: ser más generoso, compasivo, inteligente y
altruista, eso es ser rico y ambicioso de verdad. La ambición
mala es tener más y la buena es tener un corazón puro. Decía
san Josemaría Escrivá que “más que en ‘dar’, la caridad está en
‘comprender’”, conocer al otro en sus afanes y sentimientos,
ponerse en sus circunstancias, ver las cosas con serenidad...
querer y dejarse querer. No se requiere competir con nadie, no
hay que hacer daño a nadie; simplemente darse a los demás,
como el manzano, que cuantas más manzanas coge la gente
más crece el árbol y más hermoso se vuelve: así el hombre
desarrolla su potencial para beneficio de todos, así progresan
los que tienen ambiciones del corazón.

Es importante que haya diálogo, Aprender a


conversar. Conversar es un arte. Voy a parafrasear a san
Alberto Hurtado que decía: lo más difícil está, no en hablar,
sino en callar. El que se interesa en sí, quiere oír su voz. En la
conversación, se busca frecuentemente un desahogo, aun bajo
el pretexto de una consulta. Un político, en un momento
dificilísimo de su gobierno, rogó a un amigo se tomara la
molestia de hacer un viaje, pues deseaba consultarlo. En la
entrevista sólo habló el político durante varias horas: le expuso
su problema, los pros y contras de su actitud, las resistencias
que encontraba. El amigo escuchaba y al fin, el político sin
haberle pedido su opinión ni una sola vez, le agradece su visita
que le ha sido tan inmensamente provechosa. ¿Lo consultó?
No. Más que consejos lo que necesitaba era un desahogo.

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Carta a un cónyuge con dudas

Una señora va a ver al médico, le expone su


enfermedad, le dice lo que necesita, el remedio que va a
tomar. El médico escucha y por toda respuesta le dice: "Muy
bien, colega". ¿Para qué lo necesitaba a él? ¡Para que la oyera!
Cuántas veces vamos al director espiritual, o al consejero, no
tanto para oír como para hablar. El que sabe escuchar tiene un
gran camino asegurado y a la larga es el que domina. A veces,
uno se maravilla de encontrar amistades en las cuales la
influencia real pertenece a aquel que aparentemente tiene
menos brillo, pero sí más paciencia para escuchar.
Desde pequeños deben aprender los niños a no
interrumpir, a escuchar con respeto no sólo exterior, sino
interior, procurando comprender y asimilar. Interrumpir
equivale a decir: su opinión no me interesa, ya ha hablado
usted demasiado, escúcheme a mí que tengo algo más
interesante que decir. Interrumpir denota una intoxicación por
egoísmo. El que habla sólo de sí, piensa sólo en sí. Y el que
piensa sólo en sí es horriblemente mal educado por más
instruido que sea.
No se trata de convencer “al contrario”, sino de
intercambiar con modestia las opiniones. Naturalmente, con
tacto, con delicadeza se puede decir: “Quizás me equivoque,
pero: ¿No piensas que podríamos enfocar este problema desde
este punto de vista?”... Lo ideal es decirlo de tal forma que le
parezca a él que se le ha ocurrido aquello que le íbamos a
sugerir, así lo hará mucho más propio que si lo intentamos
inculcar desde fuera. Ayudar a pensar (la mayéutica de
Sócrates). A quien no lo pide no le gusta ser enseñado, y la
amistad se resiente con la agresividad en discusiones.
Pero es importante ser sinceros siempre; jamás aceptar
lo que no puede ser aceptado: expresarlo con modestia, con
respeto a otros puntos de vista; aun en las verdades de la fe
cabe el ser respetuosos y humildes al exponerlas. ¡Cómo aleja
a los que no creen, el ver tratado su pensamiento como algo
horroroso, lleno de mentiras, de absurdos! Porque la caridad y
la humildad forman parte de la verdad, y sin aquellas ésta
desaparece. El consejo de Evangelio es iluminador: “hacer la
verdad en el amor”.
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Carta a un cónyuge con dudas

HAY QUE INSISTIR EN ESTO: ES MUUUY IMPORTANTE LA


COMUNICACIÓN… Y también en el diálogo es importante el
silencio: “Hacer” silencio. Iba andando un niño con su padre,
y éste le pregunta: -“Además del cantar de los pájaros,
escuchas alguna cosa más?” El niño respondió: -“Estoy
escuchando el ruido de una carreta”. –“Eso es -dijo el padre- Es
una carreta vacía”. Preguntó el niño: -“¿Cómo sabes que es
una carreta vacía, sí aún no la vemos?” Respondió el padre:
-“Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, porque
hace ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que
hace”. Cuando veamos a una persona hablando demasiado,
interrumpiendo la conversación de los demás de modo
inoportuno o violento, presumiendo de lo que tiene,
sintiéndose prepotente y superior a los otros, recordemos
aquello de... "cuanto más vacía la carreta…”
Tagore en sus escuelas de la India dejaba a los niños
desperdigados en el campo, en libertad, un cuarto de hora al
día para la contemplación en silencio. "El silencio no es sólo
ausencia de ruido, sino también una necesidad positiva del
espíritu, una real conquista de sí... El silencio al ser un medio
de perfección, implica para su logro mucho sacrificio y
heroicidad. Hacer silencio, es saber callar, saber escuchar.
Podríamos decir, el escuchar-callar es por naturaleza, pero el
saber hacerlo implica perfección”. Es necesaria una educación
en el silencio, que pasa por esa unidad de razón e inteligencia,
conocer discursivo e intuitivo, de palabra unida al reposo
callado, donde los argumentos van de la mano a la
contemplación. Esto es especialmente importante hoy, pues
como decía uno sin el silencio, no se puede admirar y sin
admiración no se puede contemplar y sin contemplación no
hay saber, muere la ciencia porque cesa el pensamiento.
Esa pedagogía del silencio, da el encuentro consigo
mismo, pues “nadie puede saber quién es si no se lo dice el
silencio” (Romano Guardini). Lo esencial, invisible a los ojos, es
también inaccesible a nuestro oído. Es necesario sopesarse en
ese espejo de la verdad que es el silencio, para ser uno mismo
y luego poder dar de lo que se es, si uno se tiene a sí mismo
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Carta a un cónyuge con dudas

puede darse en comunión y dejar poso, pues –como dice un


proverbio budista- “cuando ‘el que tiene la luz’ permanece en
silencio y piensa lo justo, su pensamiento se escucha a mil
millas de distancia”. Hay algo misterioso en el que sabe
“callar” y profundizar en su ser, entonces “es”
verdaderamente: ese silencio es creativo, y lleva luego a una
acción eficaz.
“Nadie habla con mayor autoridad que quien está
habituado a callar” (Kempis). Nos rompemos cuando no
sabemos guardar ese silencio interior, cuando nos
desparramamos en un activismo destructor echamos a perder
nuestra mejor obra, nuestro testimonio, cuando no lo dejamos
dormir en el silencio: “la fuerza de la palabra está en
proporción directa con el silencio en que ha sido engendrada…
estamos amasados con gotas del silencio divino, el silencio de
la comunión intratrinitaria y estas gotas del silencio eterno dan
a nuestro barro una textura muy especial” (A. López Baeza).
Ese encontrarse en el silencio callado puede convivir con el
ruido exterior y con comunicar la palabra, pues no se destruye
entonces la esencia, sigue conservándose el fuego, silencio
creador que habla, callado lugar donde el alma revive cómo el
Verbo se hace palabra… Palabra que habla siempre en el
eterno silencio, y en el silencio tiene que ser escuchada por el
alma. Benedicto XVI decía estos días en la fiesta del Corpus:
"En la vida de hoy, a menudo ruidosa y dispersiva, es más que
nunca importante recobrar la capacidad de silencio interior y
de recogimiento: la adoración eucarística permite hacerlo no
sólo en torno al 'yo', sino más bien en compañía de ese 'Tú'
lleno de amor, que es Jesucristo, 'el Dios cercano a nosotros'".
Ese silencio es diálogo entonces, nos abre al cosmos y nos une
al destino de todo lo creado. Silencio de adoración, en el que
se ve que todo es gracia. Hablar es un fluir del interior, en una
unión coherente -como la de Jesús- de verdad y amor: ya no se
vive de éxito, de imagen social… cuando el silencio me ha
dicho que Dios me ama, ninguna palabra contraria me puede
quitar la paz.

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Carta a un cónyuge con dudas

No sé si es útil traer aquí la idea de que para poder estar


uno por el otro, no ningunearlo, es bueno no estar disipados,
estar centrados: La vida es como el tiro con arco. El blanco
era difícil. Un águila oscura con solo una pluma blanca en la
punta del ala volaba alto, muy alto en curvas caprichosas, y
desde el suelo con una sola flecha había que arrancarle la
plumita blanca sin herir al ave.
Llegó el primer arquero al centro reglamentario, y el
Maestro le preguntó: “-¿qué ves?" Contestó: "-Veo el público, y
mi familia y amigos...; veo el prado y las plantas y los árboles
que me rodean; veo las nubes en el cielo, y el águila que entre
ellas vuela”. “-Ves demasiado”, dijo el Maestro, y lo despidió.
Llegó el segundo. "-¿Qué ves?” “-Veo sólo el punto
blanco de la pluma que he de alcanzar con mi flecha". "-Ves
demasiado poco”, dijo el Maestro, y lo despidió.
Llegó el tercero. "-¿Qué ves?” “-Más que ver, siento.
Siento a mi alrededor el público que con sus voces y sus gestos
señalan el vuelo del águila; siento en mi piel la fuerza y la
dirección del viento que me indica sin yo distraerme, hacia
dónde va a empujar mi flecha; siento el arco y la flecha como
prolongación de mi brazo y mano, y la pluma blanca en el cielo
que se deja acariciar desde aquí por mi mirada”. "-Tú estás
preparado", dijo el Maestro, "puedes tirar".
Hubo un momento de susurros y miradas, de brisas y
caricias, del sonido vibrante del arco seguro y la trayectoria
certera de la flecha veloz. Un momento en que el todo se unió
con el todo, y árboles y nubes y rostros y miradas se unieron
en la punta de la flecha y en el copo blanco de la pluma que
descendió satisfecha de satisfacer a todos. Cuando todo es
uno, todo vive”.
Me gustó la historia, firmada por la hermana Teresita
Santamaría, pues pensé que más que hacer cosas hay que
vivirlas, sentir ese momento mágico que está escondido en
cada cosa. A veces estamos replegados sobre nosotros
mismos, no somos capaces de ese sentir la vida. El egoísmo
nos impide darnos cuenta de lo que hay a nuestro alrededor,
nos anula, priva de ser uno mismo quien actúa. Tendemos a
dejarnos llevar por la rutina, el aburrimiento, y en esta
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Carta a un cónyuge con dudas

situación caben las dos posibilidades: caer en la rutina que


esclaviza –ver poco- o como el primer arquero ver demasiado,
divagar, es fácil que la imaginación se desate y busque un
refugio en la fantasía que, alejando de la realidad, acaba
adormeciendo la voluntad. Es la ‘mística ojalatera’, hecha de
ensueños vanos y de falsos idealismos: ¡ojalá no me hubiera
casado, ojalá no tuviera esa profesión, ojalá tuviera más salud,
o menos años, o más tiempo!” En esos casos, uno tiende a
escapar de aquella situación a la que no quiere enfrentarse.
Como la protagonista de la novela “Donde el corazón te lleve”
de S. Tamaro, que dice a la abuela que se va a América, pues
“así al menos no pierdo el tiempo y aprendo idiomas”. Pero le
contesta la abuela que la vida no es una carrera sino un tiro
con arco, lo importante en la vida no es hacer muchas cosas y
no perder nunca el tiempo sino estar centrado, y el que no está
centrado está descentrado, inquieto hasta que encuentra su
centro.
Hay que evitar esos dos peligros: ver tan poco que uno
acaba esclavo del deber, trabajo, afán de dinero... y está
aburrido; y como consecuencia la cabeza va hacia otra parte,
escapa entre ensueños que alejan de la realidad. Hemos de
vivir la vida, estar centrados en lo que toca en cada instante, y
“sentir” el momento presente como la única cosa existente, sin
pensar en lo que pasó ni en lo que vendrá. Dios está como
escondido en cada quehacer, y ese "algo divino" que está en
todas las cosas está siempre ahí, esperando que sepamos
encontrarlo, vivir cada instante con “vibración de eternidad”,
como recordaba estos días Mons. Javier Echevarría con unos
versos del poeta Joan Maragall, que comprendía muy bien ese
“algo divino” encerrado en cada instante: “Esfuérzate en tu
quehacer / como si de cada detalle que pienses, / de cada
palabra que digas, / de cada pieza que pongas, / de cada golpe
de martillo que des, / dependiese la salvación de la
humanidad / porque en efecto depende, créelo”.
Hemos de procurar no absolutizar un aspecto, ni
disiparnos…

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Carta a un cónyuge con dudas

Ahora un tema difícil… se nos va la vida. A VECES


TENEMOS MIEDO DE PERDER LA VIDA… Las edades de la
vida. Muchos jóvenes suspiran por llegar a tener la edad de tal
o cual actor/actriz o modelo, o se lamentan de haber pasado de
esas edades. En Grecia tenían una palabra para indicar ese
paso del tiempo, el “cronómetro”, Cronos era aquel dios que se
comía sus hijos... el paso del tiempo inexorable que se nos
come, como la cantante Luz que habla de “el veneno sobre mí
piel” que supongo se refiere a las arrugas que va dejando en el
rostro. Pero esas marcas que deja el tiempo por fuera no es el
único sentido del tiempo, junto a estos momentos “rutinarios”
del día a día, del caer de la arena de un lado a otro del reloj,
hay también momentos “mágicos”, un sentido del tiempo
interior, expresado en otra palabra que usaban también los
griegos: el Kairós, tiempo oportuno. Indica que la vida no se
mide por años, semanas o días, sino por aquellos momentos
que te hacen perder el aliento, que te hacen ver que vives con
intensidad. Recuerdo lo que contaba Jorge Bucay, de un
buscador que llegó hasta un pueblo, y allá vio unas lápidas y
fue leyendo: -“fulano de tal”: "siete años, tres meses y un
día”.... y a todas igual, y dice: “¡aquí ha habido una epidemia!”,
cuando vino el guarda del cementerio y lo encontró
desconsolado; le preguntó al guarda: "Qué ha pasado,
¡explícamelo!" -"No es lo que te piensas –le responde-, aquí la
gente vive muy feliz. Y tenemos una costumbre: cuanto
nuestros chicos tienen edad de discernir les damos una libreta
para que en ella vayan apuntando cuánto duran todos los
momentos que de verdad son felices: te has enamorado...
¿cuánto de tiempo ha sido?; has hecho esto..., ¿de verdad que
has sido tú mismo?... ¿cuánto tiempo ha durado?... van
apuntando estos momentos; y al final de la vida, cuando muere
una persona, tomamos su libreta, hacemos una raya y
sumamos, porque esta es la vida auténticamente vivida". Se
trata de aprender a disfrutar estos “momentos mágicos”
especiales de la vida.
El sentido de la vida y del tiempo es algo misterioso...
Romano Guardini hablaba sobre las edades de la vida: decía
que la persona se iba enriqueciendo, lógicamente, no tanto en
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Carta a un cónyuge con dudas

fuerzas físicas (pues a partir de ciertas edades hay que


acostumbrarse a tener alguna molestia, dicen que si un día uno
se levanta sin ningún tipo de molestia, es que ya no está uno
en este mundo sino que se ha ido al otro), pero si con la
experiencia y con los recuerdos de la vida, que es parte
importante de la felicidad, como decía Miquel Martí i Pol: “para
ser feliz, primero debe creer que puede serlo. Después, debe
vivir de una forma consecuente con esta convicción… mis
momentos felices han sido aquellos en que no me he
planteado de una manera seria vivir felizmente. Me he dado
cuenta después de haberlos vivido. Es una felicidad en el
recuerdo”. Sí, la memoria constituye nuestra identidad, ahí
sigue vivo todo, llevamos siempre dentro el niño que fuimos, la
ingenuidad y la sorpresa de la admiración. También la juventud
está siempre con nosotros, pero no la “física”, que es un error
de la cultura actual estar demasiado preocupados por la edad
la juventud es una etapa que no pasa, es un estado del espíritu
que se puede perfeccionar día a día y no dejar de tener
aquellas características propias, que son: voluntad de victoria,
calidad de la imaginación, intensidad emotiva, capacidad de
admiración, gusto por el riesgo -controlado- y por la aventura,
primacía del amor sobre la comodidad, no tener miedo de la
dificultad por controlar cosas de la vida... La persona se va
perfeccionando con esas “edades de la vida” que se van
integrando en nuestra existencia, se va creciendo
interiormente.

La felicidad, ¿un imposible? Cuentan de un pescador


que vivía feliz en un pueblecito costero, y un día al volver
temprano de su jornada marinera le dijo un amigo empresario
que si volvía más tarde y trabajaba más horas que las
necesarias para vivir al día podría, con el beneficio de las
ganancias, poder comprar otro barco y ganar más, y así ir
montando una factoría para que un día, después de trabajar
mucho muchos años, dedicarse a poder vivir pacíficamente en
un pueblecito costero, pescar cuando quisiera y poder estar
con la familia y los hijos y salir al bar y pasear con los amigos
al anochecer, y charlar y disfrutar de una noche estrellada...
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Carta a un cónyuge con dudas

–“¿Para qué tanto esfuerzo y tantos años malviviendo, si es lo


que hago ya aquí?” La contesta del pescador no dejaba opción
de réplica.
El otro día hablábamos un grupo de amigos sobre las
expectativas de felicidad que tenemos en la vida, y de las
posibilidades que ofrece la educación para enseñar a aprender
a ser felices. Quizá la primera cosa que tendríamos que saber
enseñar es que no nacemos felices o desgraciados, sino que
aprendemos a ser una cosa u otra, dependiendo de nuestras
elecciones personales y no de las circunstancias externas.
Decía uno de los contertulios que estamos todos
enganchados como en la película “Matrix” a una esclavitud.
Hemos de estar todo el santo día produciendo: subir, tener
éxito, un nivel de vida adecuado, para alimentar la vaca
sagrada del Estado del bienestar, que nos dice que nos
matemos trabajando (como una Multinacional, nos paga viajes
y un buen coche y una buena casa para después chuparnos
todo lo que puede y devolvernos la cáscara de nosotros
mismos cuando ya no les hacemos falta); y entonces seremos
felices... mientras, quizá hemos perdido la salud a causa del
estrés o se ha separado la familia por falta de dedicación. Y
alimentados con estos proyectos temporales que se toman
como metas absolutas -perdido del horizonte la trascendencia
y el amor para siempre, que da sentido a la vida-, nos dejamos
deslumbrar por eslóganes publicitarios: aspiramos comprar un
coche que –como anuncia la modelo de turno- si lo tienes
“flipas” de gozo, y así entre productos y “momentos Nescafé”,
“sonrisa Profident”, y “cuerpos Danone” vamos poniendo en
ellos el objetivo de nuestros amores... Y uno se deja llevar por
las cosas que ofrece el mercado de consumo, pues si no se
produce se ha de consumir, y así seguimos enganchados al
sistema, con un frenesí por consumir productos o
entretenimientos que nos ofrece el marketing de las empresas
y seguimos alimentando la vaca sagrada. Si viene una
depresión como consecuencia de la frustración continua de no
encontrar lo que buscamos, de sentirnos engañados por la
publicidad, podemos siempre aliviarnos con las vías de escape
que se nos ofrecen (sexo, alcohol y drogas) o las pastillas
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Carta a un cónyuge con dudas

descritas por A. Huxley en “Un mundo feliz” (allá se llamaban


“soma”, nosotros tenemos el Prozac o cualquier otro generador
de serotonina).
Muchas penalidades, por no decir todas, nos vienen por
buscar de manera equivocada la alegría, y mucha gente
necesita recuperar “el gusto de la felicidad”. Es verdad que no
será nunca completa en esta vida, aunque hay razones más
que suficientes de alegría para estar contentos, y la clave es
saberla descubrir en cada momento y en cada circunstancia.
No hay recetas. Pero sirven algunas cosas, como por ejemplo
valorar las fuerzas positivas de nuestra alma, lo bueno que hay
en todo: con agradecimiento por las cosas que tenemos, como
levantarnos cada día gozando de ver tantas maravillas, poder
aprender de tanta gente que nos rodea... Como también somos
felices cuando no nos cerramos en nuestros errores sino que
los asumimos, para transformar el fracaso en victoria
aprendiendo, convirtiéndolo en experiencia. El secreto es no
cerrarnos sino abrirnos a los demás sin desconfianzas,
comprendiendo a cada uno tal como es y buscando no lo que
separa sino lo que une. En definitiva, hay que tener un ideal,
alguien a quien amar y que centre nuestra existencia y hacia
donde dirigir nuestras mejores energías, y dar cada día un
paso.
Decía san J. Escrivá que quizá no hay nada más trágico
en la vida de los hombres que los engaños sufridos por la
corrupción o falsificación de la esperanza; y que lo que importa
para ser feliz no es una vida cómoda sino tener un corazón
enamorado. El amor es preocuparse por buscar el bien del
amado y esto es lo que hace feliz: lo que cuenta no es tanto lo
que hacemos, sino el amor con el que lo hacemos. La vida se
convierte así en una canción que tiene una letra y una música.
La letra puede volverse cansina y monótona si no fuera por la
música que es el amor que ponemos en todo, y así de algo que
sería rutina se hace una canción entusiasmante, nuestra vida
entera es una canción de amor.

Me doy cuenta que no hablo aquí de sexo… es


importante, como dice la viñeta adjunta… es parte de este
75
Carta a un cónyuge con dudas

diálogo que dura todo el día, pero que tiene impliciones,


tabúes, y faltas de relación… habría que ampliar el tema, o
tocarlo…

SOBRE
LA
REALIZACIÓN
PERSONAL Y LA
FELICIDAD se
nos habla
mucho,
tampoco sé si
es útil aquí
poner esta
reflexión
general que
hice hace años:
¿Qué factores
determinan la
felicidad del ser humano? El cerebro humano incluye por
defecto la capacidad de sentir felicidad, que eso es
imprescindible para la adaptación y la supervivencia: “En cada
momento los mecanismos que regulan el estado de ánimo van
recogiendo si disponemos o no de lo necesario para vivir”
(Xaro Sánchez), y en esta inter-actuación psico-emotivo-
somática en “la corteza cerebral es lo que imprime nuestro
grado de bienestar subjetivo”, con algunos “picos” de
infelicidad o gozo y en general un “grado moderado”, de rutina
diaria. Junto a esto, se dispone “de una gran capacidad de
adaptación a las contrariedades vitales” (resiliencia). La
felicidad no está en las cosas, sino en nuestra actitud ante
ellas (aceptarlas, para reconducirlas), “procesos íntimos o
endógenos”, el hombre sólo puede experimentar la auténtica
felicidad en la propia interioridad (Boecio). Como el burro
detrás de la zanahoria, nos lanzamos a metas que siempre
plantean un más allá, como el mito de Aquiles siguiendo la
tortuga (que cuando llega donde estaba, ésta se ha ido más
adelante y es el cuento de nunca acabar). No hay vida peor
76
Carta a un cónyuge con dudas

que una vida sin esperanza, o una esperanza sin fundamento.


Hoy día se ve que las cosas externas como bienes materiales,
dinero, cierto estatus no son determinantes, la ambición
concreta que nos hemos propuesto alcanzar no causa la
felicidad, pero también se confunde la consecuencia con la
causa, cuando se dice que lo crucial es tener ganas de luchar
por alguna cosa, cuando en realidad, es cuando uno está feliz,
cuando emprende proyectos con ganas, y no al revés. Pienso
que hay como tres “mónadas” que determinan el equilibrio-
armonía que llamamos felicidad, que va mucho más allá de la
estabilidad emocional, y otros aspectos de la misma: 1) salud
corporal-física; 2) mi entorno, la historia y 3) salud interior-
psíquica-espiritual. Cada uno de ellos tiene a su vez 3 puntos, y
nos detendremos en el último apartado, porque al componer lo
más esencialmente humano, constituye el secreto de cómo ser
feliz siempre: 1) salud “física”, determinada, además de cosas
más específicas extraordinarias, por ciertas rutinas cotidianas:
a) dormir, b) armonía con las funciones instintivas físicas
(supervivencia personal y de la especie): comer, integrar la
sexualidad dentro del proyecto personal, c) ejercicio físico
aeróbico-vascular. 2) salud “ambiental”, como decía Ortega y
Gasset, yo soy yo y mis circunstancias: ésas son también mi
historia: a) familia donde nacemos, que nos viene dada, b)
ambiente en el que vivimos y escogemos-amigos, clase social,
etc.; c) ambiente social, la historia de nuestro tiempo (estamos
condicionados por factores higiénicos y otros de tipo médicos,
cultura, deporte, ideas dominantes, tecnologías,
globalización…). En todos estos aspectos, mirando subidos al
gigante de la tradición, vemos más y más lejos… 3) salud
“interior”: esta armonía interior comprende: a) la personalidad
genética: introvertida o extrovertida, primaria o secundaria,
racional o sanguínea, flemática o apasionada…; b) una
psicología sana en el modo de afrontar la vida: visión positiva,
adaptabilidad a los cambios, prever algún remanente para
llegar a final de mes… que llamamos también carácter,
educado a través de las virtudes, al hacer cosas buenas nos
hacemos buenos, nos vamos configurando en primer lugar con
lo que hacemos, luego con lo que decimos, y en tercer lugar
77
Carta a un cónyuge con dudas

con lo que pensamos; y c) una espiritualidad llena de


trascendencia, las potencias espirituales (inteligencia, amor y
libertad) que es lo más importante y puede suplir la ausencia
de los otros aspectos. Este sentido espiritual de la persona
tiene 3 aspectos: conocer la verdad (la búsqueda de la
verdadera sabiduría, es, según Boecio, la verdadera medicina
del alma); amar y sentirse amado (lo esencial de la persona); y
tener esperanza incluso más allá de la muerte, es decir
motivos para luchar en los proyectos, que es el máximo
ejercicio de la libertad: el compromiso (para un cristiano,
quedan ahí reflejadas la fe, la caridad y la esperanza). Con ello
tenemos la armonía de las tres funciones espirituales –
trascendentales- de la persona, que son inteligencia, amor y
libertad. Interactúan en una realización personal en la
comunión, pues la persona no se realiza sola sino como don a
los demás, y es importante saber relacionarse, la empatía y
formas de carácter sociable: buscando la felicidad de los
demás encontramos la propia.

El secreto de la felicidad, según Juan Pablo II:


“todos buscan la plena felicidad personal en el contexto de una
verdadera comunión de amor… es ésta la aspiración común de
todos, ésta la esperanza que, después de los fracasos, resurge
siempre en el corazón humano, de las cenizas de toda
desilusión. Nuestro corazón busca la felicidad y quiere
experimentarla en un contexto de amor verdadero. Pues bien,
el cristiano sabe que la satisfacción auténtica de esta
aspiración sólo se puede encontrar en Dios, a cuya imagen el
hombre fue creado”.

Oración para vivir mejor. En la vida hay cosas que se


ven (placer, dinero, gloria), y otras que no (amor, amistad,
religión), a veces parece que no tienen valor las cosas que no
se ven, que no sirven para nada, porque no son útiles a un
nivel práctico, pero luego vemos que la cosa es al revés: que
cuando faltan estas cosas que no “sirven” para nada, la vida
no sirve para nada: falla la autoestima, uno se queda sin
familia o la que tiene queda destrozada, o se sufre una soledad
78
Carta a un cónyuge con dudas

quedándose sin amistades... En esa búsqueda de la sabiduría,


del valor de las cosas que no se ven, Jesús es camino al
conocimiento, verdad interior que ilumina, vida plena: al
mirarme en él me veo a mí mismo, y en la verdad de Dios
conozco la mía. Ese camino de la humanidad de Jesús me hace
ver mi humanidad, no el yo superficial (lo visible, aparente)
sino un conocimiento amoroso, a nivel profundo de corazón,
que afecta al sentido de la vida. A esos encuentros de mirar y
sentirse mirado por Jesús le llamamos oración: ella ilumina la
conciencia del yo. Así, veo todo con la luz de la fe, con los ojos
divinos: aquella enfermedad o un traslado, etc. como algo que
Dios me da para unirme a Él. No caigo en los espejismos del
falso yo (que se afirma en los afanes de poder, riqueza,
prestigio...) sino en el amor que me hace libre, disponible para
el servicio desinteresado, como dice el místico Juan de la Cruz:
"ya no guardo ganado, ni tengo ya otro oficio, que ya sólo en
amar es mi ejercicio". Esta sabiduría me hace entender que
sólo si amo, soy "yo". Sólo cuando amo, vivo. Y no puedo estar
envidioso de otros o amargado, pues no puedo dejar de
amarme a mí mismo, si Él me ama siempre: haga yo lo que
haga, y así voy sabiendo que soy yo cuando respondo a su
amor con mi amor, recordaba A. López Baeza: no se hace
oración, se "vive" la oración, si no, no conecto, como si no
hubiera receptividad. El que ora mirando a Jesús sabe que lo
único que tiene que hacer es dejarse amar... no se desprecia a
sí mismo, aunque se vea afectado por sus muchos pecados...
limitaciones personales... su amor es siempre lo más fuerte
que hay en mí... me hace no temer ni siquiera mis propias
contradicciones. La oración es un proceso, en el que yo nunca
sé las claves últimas. Sólo se ilumina el paso presente, sé a
dónde voy, y ella me da la paz que ensancha mi corazón, fruto
de ese fiarse, pero no sé por adelantado lo que va a pasar, no
sé del futuro y sus mieles y hieles que me aguardan, noches y
desiertos... pero oigo como Jesús me dice: “no temas, basta
que te sientas llamado a entrar por el camino”, basta estar
guiado por ese deseo de Dios, y ahí en el interior, el espíritu de
Jesús trabaja para que aprendamos a vivir de su Amor. En su
corazón me enseña que ninguna cosa ni persona me ha de
79
Carta a un cónyuge con dudas

dejar subyugar... En Cristo, desde su corazón, amaré a los


demás. Si la oración está movida por el amor, la vida también
estará movida de amor, y no habrá aburrimiento, ningún gesto
será inútil ni vacío, sino expresión de ese amor. Tampoco
habrá pesimismo ni visión negativa, esa continua obsesión por
ver fallos o inventarse preocupaciones, pues si Dios me quiere
con mis defectos, estos ya no me impiden que me encuentre a
gusto conmigo mismo. La oración es el núcleo de mi
existencia, el misterio de mi vida amasada, ya en el tiempo,
con la vida divina: "tras de un amoroso lance... volé tan alto
tan alto, que le di a la caza alcance". Eso da una libertad que
se traduce en la entrega, en una “esclavitud” de amor. El
deseo de Dios es el motor de la oración, hambre que ha puesto
Él en el alma, que ya no se llena atiborrándose de cosas de la
tierra, que saben a vinos aguados de amores versátiles; el
alma se abre a mucho más y proclama: “Señor, no soporto ese
vacío, lléname este abismo abierto en mi corazón, ese vértigo
que me da asomarme a la eternidad”. Y rezar es así abrir los
ojos a la vida, a la belleza de toda la maravilla de lo creado,
"extrañarse, asombrarse es comenzar a comprender" (Ortega y
Gasset), alzarnos de puntitas para con los brazos abiertos tocar
el cielo, y contemplar a Dios en lo que nos rodea.

Llamados a la paz. Vivimos en un mundo de


exigencias y prisas, entre miedos y estrés, con falta de
interioridad y tiempo para disfrutar ese momento presente, y
contemplar con paz el don del “aquí y ahora”. A veces nos
quedamos como apenados por una ocasión perdida, tenemos
la tentación de mirar atrás con la pena de no haberlo sabido
hacer mejor. Acabo de leer Llamados a la vida, de Jacques
Philippe, donde habla de que el mayor don que tenemos es
precisamente la vida. La llamada a vivir es justamente la
primera que recibimos de Dios, si bien esta llamada es
continua. Podríamos decir que nuestra vida no tiene un único
plan que, perdido, hace que nada valga la pena, sino que
siempre hay un "plan B": la vida no es un tren que se puede
perder, siempre pasa un tren a los 5 minutos, aunque a veces
siga un plan de viaje distinto, pero sirve igualmente. Es una
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Carta a un cónyuge con dudas

pena ver cómo alguno se siente engañado, con un sentimiento


de impotencia, como si hubiera tenido que dar cierta “talla”
para una competición, y ya no hubiera nada que hacer. Pues la
idea es equivocada por partida doble: ni la santidad depende
de marcar un record con nuestros esfuerzos, ni la falta de
éxito nos convierte en derrotados, lo que nos llevaría al
desánimo y a la tristeza, que son fuente de todos los vicios:
"sin llamada, el hombre quedaría encerrado en su pecado... Por
orgullo, el hombre se niega a recibir la vida y la felicidad de
manos del Padre en medio de una dependencia confiada y
amorosa. Pretende ser su propia fuente de vida y, a veces, su
propia satisfacción. Como consecuencia surgen numerosas
sospechas, temores e inquietudes, así como una exacerbación
de la concupiscencia. Al no esperar ya de Dios la felicidad a la
que aspira, y queriendo obtenerla por sí mismo, el hombre
pecador tiende a apropiarse ávidamente de todo un conjunto
de bienes que considera capaces de colmarle: la riqueza, el
placer, el reconocimiento, etc."
Lo dijo bien claro Jesús: “¡No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores!” Esta frase manifiesta la infinita
misericordia de Dios, que llama al hombre no en virtud de sus
méritos, sino por pura bondad, y que no desea que se quede
prisionero de su pasado; siempre quiere proponerle un futuro,
cualesquiera que sean sus equivocaciones. Pero “este texto
tiene también por objeto hacer comprender que el medio más
eficaz para salir del pecado y de la miseria, no es el de
culpabilizarnos o afligirnos: es el de abrirnos a las llamadas que
Dios no deja de dirigirnos hoy, cualquiera que sea nuestra
situación... Sin esas llamadas, el hombre permanecería
encerrado en los límites de su psiquismo, de sus
imaginaciones, de sus impulsos y de sus fantasmas... entre la
representación psíquica que hacemos de la realidad, y lo que
esta realidad es en su verdad y en su belleza profunda, puede
haber una importante distorsión. No es lo real lo que nos
aprisiona, son nuestras representaciones. Así mismo, la
interpretación y el peso de nuestras emociones no siempre
están en proporción con la realidad de las cosas. Unas
realidades de importancia capital pueden dejarnos
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Carta a un cónyuge con dudas

emocionalmente indiferentes, mientras que cosas de escasa


importancia tienen en ocasiones una desmesurada resonancia
afectiva en nosotros”, y así la imagen que tenemos de la
felicidad, “la representación psíquica de lo que creemos capaz
de hacernos felices, no suele tener más que una lejana relación
con la felicidad efectiva, y realmente no puede colmarnos.” Las
cosas que pensamos ahora “tienen una parte de verdad, y eso
hay que tomarlo en cuenta, pero son limitadas y a veces
engañosas. Han de convertirse permanentemente para abrirse
a la riqueza de lo real que Dios nos propone, que es más vasto
y más fecundo que cualquier elaboración psíquica”. Tendemos
a sugestionarnos por la última cosa que nos ha influenciado
pero que no es la más importante, necesitamos un tiempo para
situarla en el contexto de lo real, y “esta apertura a la
auténtica realidad no se produce sin dolores ni renuncias, sin
luchas ni agonías. Es trabajo que se ha de reemprender
siempre, jamás acaba aquí abajo, y permite acceder a una vida
cada vez más rica y abundante". Es trabajo, además, que nos
abre a una perspectiva esperanzada: lo mejor siempre está por
llegar.

El círculo del odio y el círculo del amor. Cuentan


que un importante señor gritó al director de su empresa,
porque estaba enfadado en ese momento.
El director llegó a su casa y gritó a su esposa,
acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había
un abundante almuerzo en la mesa.
Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.
La empleada dio una patada al perro porque la hizo
tropezar.
El perro salió corriendo y mordió a una señora que
pasaba por la acera, porque le cerraba el paso. Esa señora fue
al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y
gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.
El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre,
porque la comida no era de su agrado.
Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón,
acarició sus cabellos diciéndole: - "Hijo querido, prometo que
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Carta a un cónyuge con dudas

mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás


cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar
las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas,
para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor".
Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con
sus pensamientos...
En ese momento, se interrumpió el círculo del odio,
porque chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.
Si tú eres de los que ingresaron en un círculo del odio,
acuérdate que puedes romperlo con tolerancia, dulzura,
perdón y amor. No caigamos en el círculo del odio pensando
que es imposible encontrar amor: la manera más rápida de
recibir amor es darlo, hay más alegría en dar que en recibir.
El amor lo perdemos cuando lo queremos para nosotros,
es como el fuego que cuando lo extendemos nos acaricia con
su calor; el amor tiene alas y no hay que encadenarlo. El amor
es el don más preciado que Dios nos ha regalado, y que nos da
la oportunidad de regalar. Además, cuanto más se da más nos
queda porque se agranda nuestro corazón al amar, ahí está el
secreto del amor.
De nada tiene necesidad este mundo como del amor.
Leía hace poco algo que nos viene muy bien para permanecer
en el círculo del amor, y no caer en el del odio: el amor alienta,
el odio abate; el amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el
odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor
enternece, el odio enardece; el amor canta, el odio espanta; el
amor tranquiliza, el odio altera; el amor guarda silencio, el odio
vocifera; el amor edifica, el odio destruye; el amor siembra, el
odio arranca; el amor espera, el odio desespera; el amor
consuela, el odio exaspera; el amor suaviza, el odio irrita; el
amor aclara, el odio confunde; el amor perdona, el odio intriga;
el amor vivifica, el odio mata; el amor es dulce; el odio es
amargo; el amor es pacífico; el odio es explosivo; el amor es
veraz, el odio es mentiroso; el amor es luminoso, el odio es
tenebroso; el amor es humilde, el odio es altanero; el amor es
sumiso, el odio es jactancioso; el amor es manso, el odio es
belicoso; el amor es espiritual, el odio es carnal. El amor es
sublime, el odio es triste. El amor todo lo puede... No hay
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Carta a un cónyuge con dudas

dificultad por muy grande que sea, que el amor no lo supere.


No hay enfermedad por muy grave que sea, que el amor no la
sane. No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no
la abra. No hay distancias por extremas que sean, que el amor
no las acorte tendiendo puentes sobre ellas. No hay muro por
muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe. No hay pecado
por muy grave que sea, que el amor no lo redima. No importa
cuan serio sea un problema, cuan desesperada una situación,
cuan grande un error, el amor tiene poder para superar todo
esto. Quien es capaz de experimentar realmente el amor,
puede ser la persona más feliz y más poderosa del mundo.
Amar... Siempre... En cada acto, en cada pensamiento, en cada
día que amanece, en cada noche que llega, hacer de la vida
siempre una canción de amor... San Josemaría Escrivá, un
hombre que sabía amar, decía con sencillez que no tenía que
aprender a perdonar, porque el Señor le había enseñado a
querer. El mensaje que Dios proclamó con su vida es esto,
hacerlo todo por amor.

Perdón por subir el tono con lo divino, pero es que si no


lo humano se queda pobre. Una chica en la película Mujeres
enamoradas, después de un acto sexual por primera vez, dice
llorando: “¿sólo era eso?” Hay mucha gente que va al
matrimonio y dice lo mismo… un cura respondía: “el
matrimonio es una gran cruz… y eso si aciertas…” claro, si no
aciertas es insoportable. Dice en una viñeta de humor Susana
Moreu en su libro, donde se ve una mujer decirle a otra en un
café que la mira con perplejidad: “tienes dos opciones en la
vida: permanecer soltera y sentirte desgraciada o casarte y
desear estar muerta…” NO PODEMOS QUEDARNOS EN LAS
CUATRO PAREDES DE ESTA VIDA… pues todo amor tiene cara y
cruz… mucha mujer que se divorcia se queda con los hijos, no
quiere “probar más”… ¿quizá porque el amor perfecto está
abierto a algo más alto, y no existe aquí abajo, sólo podemos
idealizarlo? Es lo que dicen los sufís árabes y de ahí pasó a la
literatura medieval europea: aléjate, amor, porque quiero
quererte en mi amor… venían el amor más alto como algo
inmanente, como una idea, la idea de estar enamorado, la idea
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Carta a un cónyuge con dudas

de amar, no en el otro sino en uno… Amor y esperanza. Cuál


es la necesidad más radical del ser humano? El deseo más
básico y elemental para ser feliz? Sentirse amado, para
siempre. Es decir, vivir una vida en plenitud enfocada hacia la
vida eterna, e ir con las personas que se aman. Hay momentos
importantes en la vida que descubrimos eso, vemos que sí, que
“eso es 'vida' de verdad, la felicidad, que es lo que queremos
para siempre”. De eso trata Benedicto XVI en las dos
Encíclicas, la que escribió sobre el amor y ahora sobre la
esperanza.
El corazón de Dios se vuelca en nosotros como hijos
suyos, más allá de la realidad concreta de nuestras obras
buenas o malas. El otra día un niño, enfadado con su padre, le
decía: “¡ya no te quiero!” y el padre le contestaba: “pues yo sí,
te seguiré queriendo siempre”. Así hace Dios... Cuantas
angustias se han causado, por no explicar bien como es Dios,
mostrandolo como "justiciero"... toda justicia divina hay que
entenderla desde esta misericordia.
Dicen de un niño que era un desastre, la maestra en
lugar de reñirlo se le acercó, él esperaba ya una bofetada, pero
ella le dio un beso, y le ayudó. Al cabo de los años, el chico, ya
bien situado a la vida, le escribió a la maestra que no había
tenido experiencia de los padres, vivía con unos tios, y “el beso
de aquel día fue el primero que recuerda de su vida”, que a
partir de aquel momento cambió. Eso el que hace el amor, nos
lleva a la salvación, en una sociedad inmersa dentro del
remolino de mejorar el bienestar temporal: nos ayuda a verlo
todo -el hombre y la creación entera- desde la felicidad última,
no solo lo que somos sino sobre todo lo que estamos llamados
a ser. Ante la pregunta: ¿Por qué nada del mundo constituye
por nosotros un fin que nos satisfaga?, la esperanza nos lleva
siempre más allá de las actuales conquistas, es una sed de
infinitud que no puede ser satisfecha dentro del horizonte de
este mundo, y el corazón del hombre se acoge a un deseo que
nos dirige más allá, hacia el final de los tiempo. “Solo cuando
el futuro es cierto como realidad positiva se hace llevadero
también el presente... la puerta oscura del tiempo, del futuro,
se ha abierto de par en par. Quien tiene esperanza vive de otro
85
Carta a un cónyuge con dudas

manera; se le ha dado una vida nueva”, nos dice el Papa; como


descubrió la africana Bakhita en su conversión: “yo soy
definitivamente amada, pase lo que pase; este gran Amor me
espera. Por eso mi vida es bella... ya no se sentia esclava, sino
hija libre de Dios”.
Y eso cambia la sociedad desde dentro, “los cristianos
reconocen que la sociedad actual no es su ideal; ellos
pertenecen a una sociedad nueva, hacia la que son en camino
y que es anticipada en su peregrinación”. Como en los tiempo
de los romanos, hoy “el mito ha perdido su credibilidad” y se
va hacia una “religión política”, esclerotizada y reducida a
ceremonial: “el racionalismo filosófico había relegado a los
dioses al ámbito del irreal”, cuando el esoterismo toma cuerpo
la órbita que da Jesús nos libera de las leyes de la materia y de
la evolución, para vivir a la órbita del Amor, ya no somos
esclavos del universo: somos libres. Jesús es el filósofo en el
sentido pleno de la palabra: “el que enseña el arte esencial: el
arte de ser hombre de manera recta, el arte de vivir y morir...
que sabe indicar verdaderamente el camino de la vida... Él
vence la muerte; el Evangelio lleva a la verdad que los filósofos
ambulantes buscaban en vano...” Jesús “nos dice quien es en
verdad el hombre y qué hacer para ser verdaderamente
hombre. Él nos indica el camino y este camino es la verdad. Él
mismo es las dos cosas, y por eso también la vida que todos
anhelamos. Él indica también el camino más allá de la
muerte... ‘el Señor es mi pastor, nada me falta...' incluso en el
camino de la última soledad, en el que nadie me puede
acompañar, va conmigo guiandome para atravesarlo: Él mismo
ha recorrido este camino...”
Se relativiza entonces toda posesión, ya que se
comienza ahora a poseer en le esperanza la vida prometida. Es
lo que piden los padres en el bautizo de su hijo: la fe, donde
está la clave de la vida eterna. La Virgen María es la estrella de
Adviento, que nos guía por este camino seguro, nuestra
esperanza de la posesión de la Vida plena.

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