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Entre las principales modificatorias también destaca que, mientras que en el régimen
económico de 1979 el BCR tenía permitido efectuar créditos “para cubrir
desequilibrios transitorios en la posición de las reservas internacionales del país”, en
la actual Constitución el BCR tiene la prohibición expresa de financiar al sector
público. La Constitución de 1993 fortaleció la autonomía del BCR.
Estos cambios tuvieron un efecto importante sobre la estabilidad de la moneda, más
aún en un período en el que el Perú salía de un proceso hiperinflacionario. La
reducción de emisión de billetes, sumada al levantamiento de los controles de
precios y la adopción del esquema de metas de inflación en el 2003, ha contribuido a
una significativa reducción de la inflación: entre 1983 y 1993, la inflación promedio
anual fue de 358%, mientras que entre 1993 y el 2019, la inflación promedio ha sido
de 4,5% anual. Dicho de otra forma, tan solo en 1990 los precios promedio de la
economía se incrementaron más de cinco veces de lo que lo hicieron en los 27 años
que han transcurrido desde 1993.
—Una mejora relativa—
El cambio constitucional permitió, en buena cuenta, sentar las bases para el
crecimiento económico de los últimos años. El PBI per cápita del Perú se ha
multiplicado 2,6 veces desde 1992, luego de haber caído 30% tan solo entre 1987 y
1992. De hecho, el país pasó de ser el último en Sudamérica en crecimiento
promedio del PBI entre 1975 y 1992, a ser el primero entre 1993 y el 2018.
La discusión pendiente pasa por mejorar la calidad de los servicios públicos. En su
artículo 7, la Constitución reconoce los derechos a la protección a la salud y en el
artículo 11 se garantiza el acceso a prestaciones de salud y a pensiones.
Respecto de educación, la actual Constitución estipula que “es deber del Estado
asegurar que nadie se vea impedido de recibir educación adecuada por razón de su
situación económica”.
Sin embargo, su sola garantía en la Carta Magna no es suficiente para que estos
derechos y otros se cumplan a cabalidad en la práctica. Ello requiere la mejora en la
eficiencia del sector público en la provisión de bienes y servicios, así como la
implementación de reformas estructurales que impulsen la productividad del país.
Muchas de estas no pasan por modificaciones constitucionales.
Las que sí deban seguir una enmienda constitucional pueden realizarse dentro de los
propios mecanismos internos de modificación que la Constitución contempla. Iniciar
un proceso de reforma total pondría en riesgo los pilares de la política económica
que tanto tiempo ha costado en construir.