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Introducción
Todos somos el campo de batalla de una guerra civil interior, desgarrados entre el
deseo del bien y el deseo del mal; la persona humana odia y ama sus pecados al
mismo tiempo. Según tanto el pensamiento griego como el judío de tiempos de Pablo
esta desarmonía se extiende hasta los lugares celestiales. Una batalla cósmica se está
librando entre los poderes del mal y los del bien, entre Dios y los demonios. Lo peor
de todo es que hay desarmonía entre la humanidad y Dios. La persona humana, que
fue creada para la comunión con Dios, está alienada de Él.
Así que, en este mundo apartado de Cristo no hay nada más que desunión. Esa
desunión no es el propósito de Dios, pero puede llegar a ser unidad solamente cuando
todas las cosas estén unidas en Cristo. El pensamiento central de Efesios es la
consciencia de la desunión del universo, y la convicción de que sólo puede llegarse a
la unidad cuando todo se una en Cristo.
Puede ser que durante el forzoso retiro ocasionado por su encarcelamiento Pablo haya
podido contemplar de manera más plena el significado de la verdad que le era tan
familiar y formular con mayores detalles sus consecuencias en la vida cristiana.
Efesios 1:3-14 contiene una “alabanza”, en la cual Pablo bendice a Dios porque nos
ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual. (Leer)
En el original griego estos doce versículos constituyen una sola oración compleja.
A medida que Pablo dicta, las palabras fluyen de su boca en una cascada continua. No
hace pausas para respirar ni pone puntos aparte en sus frases. El párrafo entero es una
canción de alabanza, una doxología, o más aun, una “eulogía” porque ésa es la
palabra que Pablo utiliza. Comienza bendiciendo a Dios por bendecirnos a nosotros
con toda bendición concebible. Más particularmente, pareciera hacer una referencia
deliberada a la Trinidad.
Primero, Dios el Padre es la fuente o el origen de toda bendición que disfrutamos.
Su iniciativa se advierte claramente porque él mismo es el sujeto de casi todos los
verbos principales de estos versículos. Es él quien “nos ha bendecido” (v.3), quien
“nos escogió” (v.4), y nos ha “predestinado para ser adoptados hijos suyos” (v.5),
quien “nos otorgó gratuitamente” su gracia (v.6, Versión Nácar-Colunga, literalmente
“nos gratificó con su gracia”), por lo tanto hizo “sobreabundar” su gracia sobre
nosotros (v.8), y también nos dio a conocer su voluntad y propósito “de reunir todas
las cosas en Cristo” (w.9-10). Más aun, él “hace todas las cosas según el designio de
su voluntad” (v. 11).
Pasando de los verbos a los sustantivos, Pablo se refiere en rápida sucesión, al amor
y la gracia de Dios, su voluntad, su propósito y su plan. Por lo tanto, todo el párrafo
está lleno de Dios el Padre, quien ha puesto su amor y derramado su gracia sobre
nosotros, y ahora está llevando a cabo su plan eterno.
En segundo lugar, la esfera dentro de la cual las bendiciones divinas son otorgadas
y recibidas es el Señor Jesucristo. En los primeros catorce versículos de la carta a los
Efesios, Jesucristo se menciona tanto por nombre como por título (“Cristo”,
“Jesucristo”, “Cristo Jesús”, “el Señor Jesucristo”, “el Amado”); por pronombre y
adjetivo posesivo (“él”, “su”) no menos de quince veces; y la frase “en
Cristo” o “en él” aparece once veces. Ya en el primer versículo el apóstol ha descrito
a los cristianos como “santos” y “fieles” que están “en Cristo Jesús”. Ahora, en el
resto del párrafo, Pablo describe las consecuencias de esta expresión que denota un
nuevo principio de solidaridad humana.
Antes estábamos “en Adán”, y pertenecíamos a la antigua humanidad caída; ahora
estamos “en Cristo” y pertenecemos a la nueva humanidad redimida. Es “en Cristo”
que Dios nos ha bendecido y nos ha elegido en la eternidad (w.3,4). Es “en el
Amado” que nos ha otorgado su gracia, para que “en él” tengamos redención o
perdón (w.6-7). Es “en él” que los primeros cristianos judíos llegaron a ser pueblo de
Dios (w.11-12) y “en él” también los creyentes gentiles fueron sellados como
pertenecientes a Dios (w.13-14). Es también “en Cristo” que Dios ha delineado su
plan para unir todas las cosas “en él” o bajo su mando (w.9-10). En un tiempo
nosotros, gentiles, estuvimos “separados de Cristo” y por lo tanto sin esperanza y
sin Dios (2:12), pero ahora “en Cristo” hemos sido colmados de bendiciones.
En tercer lugar está el Espíritu Santo. Aunque en este párrafo se lo menciona por
nombre sólo en el versículo 13, su actividad se da por sentada en todo el pasaje y su
variada obra se describe en capítulos posteriores. Lo que Pablo enfatiza aquí es que
la bendición que Dios nos da en Cristo es espiritual. Probablemente intenta un
contraste con los días del Antiguo Testamento cuando las bendiciones prometidas
por Dios eran mayormente materiales. Quizás el ejemplo más llamativo se
encuentre en Deuteronomio 28:1-14, donde las bendiciones prometidas a un Israel
obediente eran muchos hijos, una buena cosecha, abundancia de ganado y liderazgo
entre las naciones. También es verdad que Jesús prometió a sus seguidores algunas
bendiciones materiales, porque les prohibió que se preocuparan por la comida, la
bebida, y el vestido, y les aseguró que su Padre celestial supliría sus necesidades si
ponían primero su preocupación por el reino de Dios y su justicia. Sin embargo, las
bendiciones distintivas del nuevo pacto son espirituales y no materiales; por ejemplo,
la ley de Dios escrita en nuestros corazones por el Espíritu Santo, un conocimiento
personal de Dios y el perdón de nuestros pecados.
A fin de no dejar lugar a dudas, Pablo añade a este adjetivo “espiritual” la cláusula
en los lugares celestiales, o mejor aún, “en los cielos”, ya que no sugiere ninguna
ubicación geográfica (en tois epouraniois, VNC). Esta es la primera ocasión en que
utiliza esta admirable expresión, que aparece cinco veces en Efesios y ninguna vez
en las otras cartas. ¿Qué significa? La palabra “cielo” se usa en las Escrituras de
diferentes maneras.
Los autores antiguos distinguían entre “el cielo de la naturaleza”, “el cielo de la
gracia” (vida eterna ya recibida y gozada por el pueblo de Dios en la tierra) y “el
cielo de gloria” (el estado final de los redimidos). Pero “los cielos” debe
entenderse de manera diferente de todos estos. No es el cielo visible, ni gracia, ni
gloria, ni ninguna morada espacial literal, sino el invisible mundo de la realidad
espiritual. Los cinco usos de la expresión de Efesios indican que “los cielos” son la
esfera en la cual los “los principados y potestades” continúan operando (3:10; 6:12),
en la cual Cristo reina supremo y su pueblo reina con él (1:20; 2:6), y en la cual, por
lo tanto, Dios nos bendice con toda bendición espiritual en Cristo (1:3).
Habiendo establecido este principio general, Pablo va hacia lo particular. ¿Qué
son estas bendiciones con las que Dios nos ha bendecido en Cristo? Están
desarrolladas en el resto del pasaje. Se relacionan con el pasado (antes de la
fundación del mundo, v.4), el presente (lo que tenemos en Cristo ahora, v.7) y el
futuro (los que esperamos en Cristo, v.12). La bendición pasada es “elección”; la
presente, “adopción” como hijos de Dios; y la futura, “unificación” cuando todas las
cosas estarán unidas bajo Cristo.
¿Qué son entonces “todas las cosas . . . en los cielos y en la tierra” que estarán un
día reunidas bajo la autoridad de Cristo?
Por cierto que incluyen a los creyentes vivos y a los muertos, a la Iglesia en la tierra y
a la Iglesia en el cielo. No hay duda de que los ángeles también estarán incluidos (cf.
3:10, 15).
Pero “todas las cosas” (ta panta) normalmente significa el universo, que
Cristo ha creado y sostiene.27 Así que Pablo parece estar refiriéndose a la renovación
cósmica, aquella regeneración del universo, aquella liberación de la creación que
gime, que ya había mencionado en Romanos.28 El plan de Dios es que “todas las
cosas” que fueron creadas por medio de Cristo y para Cristo, y que se mantienen
unidas en Cristo,29 estarán finalmente unidas bajo su reinado, sujetas a su autoridad.
Porque el Nuevo Testamento lo declara el “heredero de todo”.30Así que la VRV
habla en el v.l0 “de reunir todas las cosas en Cristo” y J.B. Lightfoot escribe acerca
de “la completa armonía del universo, que ya no contendrá elementos extraños o
discordantes, sino que sus partes encontrarán su centro y unión en Cristo”.31
Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún
más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el
amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios,
tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los
hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán
con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y
miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de
alabanza. “Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre
el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al
que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!” Apocalipsis 5:13 (VM).
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está
purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo
lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo
más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en
su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.
Conclusión
Pablo había comenzado bendiciendo a Dios y termina alabándolo. Lo que se halla
entre estas dos acciones encierra la verdad asombrosa de que pertenecemos a Dios
por su amor, que figuramos en su propósito eterno por su gracia y que tenemos la
seguridad de una herencia gloriosa. Así termina un pasaje que incluye en su
pensamiento una estructura trinitaria, o sea la participación de las personas de la
Trinidad en la obra de la redención. Hay una cooperación mutua en la reconciliación
de los hombres de parte de las tres personas de la Trinidad: La determinación de parte
del Padre de reconciliar a los hombres consigo (vv 3–6), la redención lograda por
medio de lo que hizo el Hijo (vv. 7–12) y la aplicación de esta obra a nosotros por el
Espíritu (vv. 13–14).