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GUERRA DE REINO

En la actualidad existen distintas creencias, en las iglesias evangélicas y protestantes, en


relación a la guerra espiritual. Algunas creen que existe una constante guerra contra las fuerzas de
las tinieblas; otras entienden que existe una batalla espiritual, pero prefieren mantener distancia
respecto del tema; y otras sencillamente no creen que exista una guerra espiritual. Si bien, no
encontraremos la frase “guerra espiritual” en la biblia, sí nos deja evidencias claras y explícitas de
que actualmente existe una batalla espiritual contra las fuerzas de satanás. No obstante, es
necesario ordenar el asunto, considerando que, si bien existe una batalla espiritual, también hay un
propósito por el cual Dios lo permite. Y para entender el propósito de la guerra espiritual,
necesitamos comprender el efecto que generó la muerte y resurrección de Cristo en el mundo
espiritual. En la carta a los efesios, podemos encontrar algunas bases que nos permitirían entender
esta verdad del Reino.

1. Región Espiritual.

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su
voluntad,” (Efesios 1:3-5).

Lo primero que necesitamos entender es que la bendición de Dios es espiritual y no material;


y como tal, es en “los lugares celestiales”, esto es, en un campo espiritual invisible a la percepción
humana. En esta esfera espiritual Dios Reina, es decir, él está sentado en lugares celestiales; Dios
gobierna desde la esfera espiritual y desde esa posición nos bendice. En este principio, fuimos
predestinados para ser adoptados como hijos, esto es, la bendición de Dios es un traspaso de
identidad por medio de una imagen paterna reflejada en Cristo y el Padre Celestial. “Porque a los
que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su
Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29). La predestinación
no es una decisión arbitraria de Dios para elegir personas; es más, la predestinación no gira en
función del hombre, o de los “escogidos”, sino que gira en función de la “imagen de su Hijo” con el
objetivo de que Cristo sea el Primogénito entre muchos hermanos. (en el siguiente punto
hablaremos otro aspecto de la predestinación). Por lo que hablar de predestinación y enfocarlo en
que Dios predestina para salvación a unos y a otros no, es limitar este principio a una cuestión
simplista del término, y no entender el principio espiritual que hay detrás.

La región espiritual es una dimensión que no se puede percibir voluntariamente. Cuando


Dios creó al hombre, le dio capacidades como la conexión espiritual; si bien esto no aparece textual
en la biblia, pero si podemos leer que existen algunas figuras espirituales de las cuales Adán y Eva
podían percibir. Hay algunos ríos que cruzaban el huerto del edén, como el Éufrates, por ejemplo,
que existe hasta hoy, pero otros que son mencionados que no hay registros de ello. Aunque existen
teorías, pero en definitiva no se sabe con exactitud donde se encuentra físicamente, y es que Edén
no es un lugar geográficamente ubicable. Dios expulsó al ser humano del Edén y lo resguardó con
querubines y una espada de fuego, para que nadie hallase el camino hacia el árbol de la vida; en
este punto podemos ver la separación de lo material y lo espiritual. Además, existen otras figuras
que aparecen que no son representativas, sino que son espirituales; como, por ejemplo, la voz de
Dios que se paseaba por el huerto, que es la presencia de Dios; el árbol de la vida que estaba en el
medio del huerto; en el principio aparece en el Edén, y posteriormente se menciona en el Paraíso
de Dios y en la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 2:7; 22:2 y 14). Otra figura que observamos es la
serpiente, que también es menciona en Apocalipsis como satanás, quien es la serpiente antigua; no
que fue una representación, sino que es aquella serpiente. Todo esto nos da a entender que en el
Edén existía una conexión entre lo material y lo espiritual; pero por medio de la iniquidad y el
pecado, se corrompió todo lo material, y se separó de lo espiritual.

2. El misterio de su voluntad

“(…) Que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a
conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que
están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido
predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad”
(Efesios 1:7-11)

Lo segundo que necesitamos entender es el misterio de su voluntad que se manifiesta en la


“dispensación del cumplimiento de los tiempos” ¿Cuál es la dispensación del cumplimiento de los
tiempos? Desde que Cristo resucitó de entre los muertos comienza la dispensación de la gracia, el
nuevo pacto que es en su sangre. Este nuevo pacto, da inicio a lo que Daniel describe como la Justicia
Perdurable (Daniel 9:24). Es decir, el cumplimiento de la visión y la profecía inicia con Cristo
resucitado. Al resucitar Cristo, se posiciona a la diestra del Padre y toma el libro con los siete sellos,
de los cuales nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra podía tomar, ni leer, ni mirar:
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera,
sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el
libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el
libro, ni aun mirarlo.” (Apocalipsis 5:1-3). Nadie puede traer la Justicia Perdurable, no hay nadie
Justo que pueda sellar la visión, y poner fin al pecado y expiar la iniquidad. Pero Cristo al vencer la
muerte en esa Cruz, se hizo digno y tomó el libro y ahora tiene toda la autoridad para traer la Justicia
perdurable, esto significa que en Cristo inicia la dispensación del cumplimiento de los tiempos, que
es la dispensación en la que estamos viviendo hasta hoy. Es en esta dispensación que Cristo Reunió
en sí mismo todas las cosas, así las que están en el cielo como en la tierra; esto quiere decir que la
separación que hubo por causa del pecado, en Cristo se une nuevamente, para que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla, de lo que está en el cielo y en la tierra y debajo de ella. Por esta razón,
Cristo tiene bajo sus pies a todo principado, gobierno, poder y Señorío.

En este misterio de su voluntad, también se encuentra el propósito por el cual fuimos


llamados. Como se habla en el punto anterior, la predestinación tiene un sentido por sobre el
concepto o el término de su significado gramatical, esconde un principio de identidad, pero también
de propósito: “(…) predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el
designio de su voluntad”. En este aspecto, la predestinación tampoco es una cuestión arbitraria de
Dios, sino que es según el designio de su voluntad. La palabra “designio” es la traducción al termino
griego Próstesis, que significa Presentar, como una propuesta. Esto significa que la predestinación
es la propuesta de Dios manifestando su voluntad para nuestras vidas; es decir, que nuevamente
vemos que Dios no actúa arbitrariamente en nosotros, sino que es en su designio. Lo maravilloso de
esto, es que Dios pensó una propuesta distinta para cada persona; el propósito de tu vida no es una
propuesta improvisada, sino que es una predestinación; Dios pensó en cada uno de nosotros antes
que fuésemos formados en el vientre. Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre
de mi madre. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo
más profundo de la tierra. (…) Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas
aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. (Salmos 139:13,15 y 16) la versión
NVI describe el versículo 16 de la siguiente manera: Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo
estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de
ellos. Así como existe la predestinación según el designio de Dios para cada uno de nosotros,
también existe la decisión, en la cual cada persona puede aceptar o rechazar la propuesta de Dios.

3. El sello del Espíritu.

“(…) En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra


salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las
arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
(Efesios 1:13,14)

Existe un propósito tan grande en la salvación que nos otorgó Jesucristo, que nos es difícil pensar
que la salvación es por gracia, porque nuestra naturaleza siempre nos lleva a pensar que debemos
merecer, y al ver el regalo tan preciado de la salvación, y que sea solamente por la obra de Cristo
Jesús, que no es en ninguna forma por obras de justicia nuestra, nos llevaría humanamente a pensar
que es demasiado maravilloso para ser real. Pero Cristo no nos dejó huérfanos; la huerfanidad trae
consigo carencias de imagen paterna: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,
sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:14,15,16) por
esta razón Dios no nos dejó huérfanos; él dijo que vendría otra vez a nosotros por medio de su
Espíritu: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14:18). Al hacernos hijos por medios de
Cristo, nos hace herederos también: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.” (Romanos 8:17). Hay una herencia celestial reservada para los que son hijos; y hay una
herencia que compartimos con Cristo –coherederos con Cristo- (Coheredero [Gr] sunkleronómos:
participantes en común). La venida del Espíritu Santo no solo nos transmite la imagen del Padre,
sino que también pone su sello sobre nosotros, y este sello es la garantía de aquella herencia que
recibiremos en la Gloria. Pero existe también, la herencia que el Padre le proporciona a Cristo: “Yo
publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por
herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.” (Salmos 2:7,8). Existe una
herencia que compartimos con Cristo, y esa es la posesión de los confines de la tierra. El Espíritu
Santo es quien capacita y prepara a los hijos para tomar la herencia de Cristo, aquella herencia que
compartimos con el Primogénito.

Podemos observar que tanto la salvación, como la paternidad de la adopción, como el propósito
en la herencia con Cristo; es por medio del Espíritu Santo. No podemos pretender ser hijos de Dios
sin el Espíritu Santo. Es por esta razón que la comunión con el Espíritu es de vital importancia para
todo creyente. Y más aún si hablamos de entrar en una batalla espiritual.

4. La Autoridad de Cristo a la Iglesia:

“(…) la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos
y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y
sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es
su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:20-23)

Cristo, al resucitar de entre los muertos, se sienta a la diestra del Padre, sobre toda autoridad,
esto significa que no hay autoridad por sobre Cristo, todo le fue dado al vencer la muerte. No solo
recibe esta autoridad, sino que hace a la iglesia partícipe de su victoria y lo representa como un
cuerpo en el cual él es la cabeza; cuerpo cuyo propósito es ser la plenitud de Cristo, quien lo llena
todo. Pero ¿qué es “llenarlo todo”? Hace referencia a completar la obra descrita por los profetas
cuando anunciaban que la tierra será llena del Conocimiento de la gloria de Jehová como las aguas
cubren el mar. La iglesia en su plenitud, es conducida a llenar la tierra con su Palabra (esta es la
siembra), en la autoridad de aquel que está sentado a la diestra del Padre; de esta forma la tierra es
preparada para el día de la cosecha (Leer Apocalipsis 14:14-16). “El que descendió, es el mismo que
también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar
a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” (Efesios 4:10,11,12).

En el ejercicio de llenar la tierra, Dios no da toda autoridad para derribar las fuerzas del mal que
se encuentran en plena oposición a la Iglesia. Cuando Jesús se sienta a la diestra del Padre, satanás
es expulsado del cielo; si bien satanás fue expulsado una vez, cuando quiso tomar el lugar de Dios,
él seguía teniendo acceso a la presencia de Dios, principalmente para acusar a los siervos de Dios
(Zacarías 3:1-3; Job 1y2). Pero una vez que Cristo venció a la muerte, satanás fue expulsado del cielo
y ya no puede acusar a los escogidos de Dios (Leer Apocalipsis 12:7-12), porque ahora está Cristo
intercediendo por nosotros: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2:1). Satanás, al
ser expulsado del cielo, descendió con gran ira, para perseguir a la iglesia, por lo cual, es necesario
que, como cuerpo de Cristo, entendamos que existe una persecución, la cual nosotros como hijos
de Dios debemos padecer: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer
guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen
el testimonio de Jesucristo.” (Apocalipsis 12:17). Satanás puede perseguir a la iglesia, matar
cristianos, etc. Pero no puede quebrar nuestro espíritu, no nos puede vencer en el mundo espiritual,
porque Cristo está sentado en lugares celestiales y tiene autoridad sobre todo gobierno, autoridad,
poder y señorío. Y a nosotros que somos su iglesia nos dio esta autoridad. “Y yo también te digo,
que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado
en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (Mateo 16:18,19). De
manera que podemos con toda autoridad, liberar a las personas y los territorios, que están bajo la
influencia demoníaca, llevándoles la Palabra del evangelio de salvación.
CONCLUSION:

La Guerra Espiritual es una realidad en nuestros tiempos, y es una herramienta que


podemos usar todas las veces que el Espíritu Santo nos lo indique. Y como Hijos del Padre Celestial,
adoptados por medio del Espíritu Santo, tenemos la misión de llevar la batalla en una Guerra de
Ofensiva, conquistando territorios, y sembrando la Palabra hasta lo último de la tierra: “Mira que te
he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y
para derribar, para edificar y para plantar.” (Jeremías 1:10). Lo importante al hacer guerra espiritual
no es solo derribar y destruir las obras de las tinieblas, sino que debe venir, necesariamente, para
edificar y plantar: edificar el cuerpo de Cristo (la Iglesia), y sembrar la Palabra hasta lo último de la
tierra. El Espíritu Santo es quien nos direcciona y nos revela todas las cosas que debemos saber en
el momento que nos enfrentamos a una guerra, así por donde debemos andar y por donde no. La
comunión con el Espíritu es lo más vital a la hora de enfrentarnos en una batalla espiritual, no
podemos entrar en una guerra si el Espíritu Santo no nos ha dicho que lo hagamos, pues Él es quien
nos guía en todo. Y todo esto es en el amor de Cristo, quien se dio a si mismo por nosotros, de la
misma manera debemos darnos a nosotros mismos por aquellos que necesitan libertad.

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