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ALFREDO LÓPEZ AUSTIN

LA EDUCACIÓN DE LOS ANTIGUOS NAHUAS 1

l~PHii i MI
La Biblioteca Pedagógica de la Secretaría de Educación
Pública apoya la superaci6n de los maestros para 1
mejor cumplimiento de su re~onsabilidad d educar.
Con este propósito ofrece un ~asto panorama de c6mo
ha sido concebida la educación en diferentes época y
latitudes, de los debates de hoy y de ,sus pe,rspcctiva .
ALFREDO LóPEZ AUSTIN

LA EDUCACIÓN
DE LOS ANTIGUOS NAHUAS 1

EDICIONES
BLCABALLITO
[]
Df-""°'"""l
de PuhllcaelonN

Secretarla de Educación Pública


Primeracdición: 1985

D.R. © 198S, Con,cjo Nacional de Fomento Educativo


Thiers No. 251, lOo . piso
México, D.F.

Producdón: Secretaría de Educación Pública


Subsecretaria de Cultura
Dirección General de Publicaciones

Coordi"ació"
general: Manuel Pérez Rocha

Coordmadores: Raquel Glazman Nowalsky


Femando Jiménez Micr y Terán
Engncia Loyo Bravo
Susana Quintanilla Osorio

IMPRESO Y HECHO EN MEXICO

ISBN 968-6011-7+9
El maestro tiene por tarea esencial desarrollare/
respeto y el amor a la verdad, la reflexión persona/,
los hábitos de libre examen al mismo tiempo que el
espíritu de tolerancia; el sentimiento del derecho de
la persona humana y de la dignidad, la conciencia
de la responsabilidad individual al mismo tiempo que
el sentimiento de la justicia y de la solidaridad so-
ciales, y la adhesión al régimen democrático y a la
República.

GREGORlO TORRES QUINTERO

Grcgorio Torres Quintero, profc90r nonnalista, naci6en


Colima en 1866 y murió en M~xico, D.F., en 1934.
INDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Sobre la historia de la educación . . . . . . . . . . . . . . . 9
El México antiguo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Los mexicas y sus contemporáneos. . . . . . . . . . . . . 19
Nobles y plebeyos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Los templos-escuelas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
La educación familiar y los huehuetlatolli. . . . . . . . 28
Los textos de esta antología . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

Crianza y discursos didácticos a los hijos . . . . . . . . . . . 35

Los jóvenes dedicados a los templos . . . . . . . . . . . . . . 57

Las láminas del Códice Mendocino . . . . . . . . . . . . . . . 93

Glosario de arcaísmos y términos desusados ... . . . . . 155


INTRODUCCION

Sobre la historia de la educación

Las instituciones educativas sufren transformaciones


profundas en el curso de la evolución de las sociedades.
Esto es muy explicable si tomamos en cuenta que están
vinculados a ellas dos aspectos de primer orden de la. vida
social. Por, una
, parte son, si no los únicos, sí los más
desarrollados centros de transmisión del conocimiento de
las técnicas de producción. Las técnicas pueden ser apren-
didas en el hogar, en el taller, en el campo, en la fábrica,
en el ejercicio profesional; pero la escuela, en sus distintos
!l,ivele's, r porc·o a su conocimi~nto más depurado,
sittematiz_ado y complejo, las funda científicamente, y
c.stimula y potencia su desarrollo.
Como segundo aspecto, las instituciones educativas s
también los centros más desarrollados para la transmisión
de los · principios de la reproducción de la sociedad. Esto
debe _entenderse en sus aspectos más positivos y mis ne-
.· gativ,os: Est~ instituciones inculcan, desde edades muy
re~eptivas,)a tradición, la historia, la moral, el derecho, las
. <;.0ncBpciones y valores artísticos, las creencias, el sentido
del deber, la lealtad patriótica, los significados del mundo
simbólico, las bases de la jerarquía social, las supersticio-

9
o preJu el odio, el fanatismo, el amor, la solid •
cidad, el sentido de la coop ación ...
Sin juzgar por ahora lo positivo y lo negativo, debe
aceptarse que esta transmisión es esencial para las socieda-
des. En buena parte , de ella dependen los múltiples cami-
nos que pueden seguir: el desarrollo hacja la desaparición
de las fuerzas opresivas o el incremento de éstas; el uso de
la ciencia y la razón o la vida en el oscurantismo; la forma-
ción de ciudadanos conscientes o la de súbditos dóciles ...
En la escuela está el germen del futuro mediato y del
inme diato.
En este sentido, la escuela es pasado y futuro de la
sociedad . Se finca en la tradición para ser el promotor más
temprano del mañana proyectado. El estudio histórico de
los sistemas educativos resulta ser, por este motivo, uno
de los enfoques más interesantes en la explicación de los
procesos sociales. Al>arca no sólo el largo trayecto reco-
rrido, sino las esperanzas sistematizadas de algunos sectores
de la sociedad. Nunca son estas esperanzas, y esto hay que
tenerlo presente, las de la sociedad completa; y nunca
integran un proyecto sin contradicciones, porque en él se
reflejan los conflictos de la vida misma. Pero sN.dlruie
las contradicciones del i io ideoló · · ·
iales.
La investigación histórica de los sistemas educativos
proporciona, además, una enseñanza siempre valiosa de la
medida en que los hombres podernos transformar nuestra
sociedad; y esto implica, como seres sociales que somos,
transformarnos. Cada generación es modelada por la pre-
cedente, y en a conciencia de este poder, las técnicas para
el cambio se modifican con el fin de alcanzar una mayor
eficacia. ea,r ode RI i la dimensión de los logros
o perspectiva histórica es el instrumento más.
.adecu.ado.
La narrativa histórica puede competir con la novela en
la captación del ánimo de los lectores. La descripción y la

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explicación de los acontec1m1entos reales puede arrobar,
interesar, intrigar o emocionar tanto como las obras ins-
piradas por la imaginación artística. Pero la historia es
también, y lo es fundamentalmente, una ciencia. A través
del conocimiento riguroso de los procesos sociales pode-
mos entender nuestra vida, nuestro presente, inmerso
también en el movimiento histórico. La ciencia de la
historia no puede reducirse al estudio de un pasado más
o menos remoto . Nuestro momento forma, ya, parte del
devenir histórico. Pierre V ilar, uno de los historiadores
contemporáneos más eminentes, puntualiza que el objeto
de la ciencia histórica s la dinámica de las sociedades
humanas. El hombre no puede ser entendido sino en su
naturaleza social; y para entender cabalmente esta natura-
leza tiene que apreciársela en su dimensión temporal, en
su transformación constante.
¿Cómo estudiar, entonces, nuestro momento actual?
¿Cómo comprender nuestra potencialidad para transfor-
marnos, para modificar nuestro futuro? ¿Cómo valorar
la eficacia de nuestras instituciones educativas? ¿Cómo
analizar los proyectos para el mañana que las animan y les
, dan razón de ser? La vía más adecuada es la de la perspec-
tiva histórica, la que nos ubica en el mundo como segmen-
to de una larga línea temporal. Una imagen plana, fija, de
nuestra propia existencia, es pobr ; un estudio sin profun-
didad histórica renuncia no sólo a la rica experiencia del
pasado, sino a la comprensión del presente.
La investigación histórica, además, no puede cortar
un sector de la realidad para entenderlo abstraído de su
contexto. Por esta razón, es preciso ver las instituciones
educativas como productos de una transformación social
que las ha creado y como centros de modificación de esa
realidad. No se mueven en el mundo imaginario de lo ideal,
sino en éste, tremendamente complejo, interrelacionado en
todas sus partes, nuestro mundo concreto.
Lo anterior demuestra la necesidad de estudiar la histo-

11
ria de México, y en ella la historia de las instituciones
educativas mexicanas, en una dimensión histórica de
algunas décadas, de un siglo, de siglo y medio tal vez; pero
a medida que nos alejamos en el tiempo, los argumentos
expuestos pierden fuerza. No es tan claro entender - si no
es por la apasionante belleza de la historia antigua- la
necesidad del estudio de las sociedades mesoamericanas, y
menos aún, milenios atrás, la vida de los cazadores-recolec-
tores que pisaron por primera vez lo que ahora constituye
el territorio nacional. Somos descendientes y herederos de
esos hombres, y lo somos de iberos, celtas, griegos, feni-
cios, cartagineses, godos, árabes y otros pueblos que dieron
origen al hispano. Nuestras tradiciones y costumbres se han
formado por su cémfluencia y por la de muchas otras ver-
tientes de todo el mundo, no corno un mero mosaico de
partículas diversas - como ingenuamente pudiera creerse- ,
sino formando -'.Qmplejos ~ sttu.cturados qu ¡1odelll-QS
a · cxicano . Pero, ¿no están ya
muchas de las formas de vida de estos pueblos demasiado
distantes de las nuestras? Tan distantes que muy poco las
conocernos. Pero la presencia de un pasado remoto se hace
patente cuando viajamos por los caminos de la narrativa
histórica.
Los antiguos mesoamericanos concebían el paso del
tiempo de manera distinta a la nuestra. Para ellos ni el
presente era una mera línea en vertiginoso paso, ni el pasa-
do desaparecía ante el avance del presente. Creían que el
presente era una lucha de las distintas fuerzas de los dioses,
en la que los restos de la contienda, fuerzas vencedoras y
vencidas, iban quedando sobre la superficie de la tierra,
desvaneciéndose lentamente bajo las realidades más vigo-
rosas que las sucedían. El futuro no estaba a la vista; el
pasado lo tenían frente a sus ojos. No eran sus huellas, sino
su permanencia, polvo ya casi invisible de algunos de sus
componentes, residuos elementales de otros. Justa manera
de concebir el pasado; aun el pasado remoto.

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Y en última instancia, ¿es inútil ·e1 estudio de la tradi-
ción ajena o demasiado remota? No, porque nuestra propia
realidad puede verse más clara en la comparación. Esto lo
sabe quien aprende otro idioma, quien viaja a distantes
regiones o quien se ve precisado a practicar costumbres
desconocidas: comprende entonces su idioma, aprecia a
su pueblo y analiza sus costumbres más profundamente,
ahora con el recurso de referencias externas.
Inténtelo el maestro lector. No hay en este libro una
aproximación histórica moderna a la educación mesoame-
ricana. Es simplemente una antología. Son troz~s de las
obras de historiadores que en el siglo XVI vieron con muy
particulares formas de concebir el mundo aspectos siempre
interesantes de· la educación de los antiguos nahuas. Sin
embargo, creo que la visión de las instituciones educativas
actuales que tenga el maestro lector en algo habrá cambia-
do cuando concluya la lectura de estos textos. Si es así, y
si además ha sido captado por la belleza de estas viejas
narraciones, considere esta antología como una invitación
más a la incursión por los caminos de la historia de la edu-
cación en México y en el mundo.

El México antiguo

Lineas arriba, me referí a nuestros antepasados americanos


como los primeros cazadores-recolectores en el territorio,
o como los mesoamericanos. Es una simplificación excesiva.
Debemos recordar además que en el vasto territorio norte
de nuestro país vivieron pueblos que no alcanzaron la com·
plejidad social de los mesoamericanos. Fueron los que
lucharon en las regiones áridas contra un ambiente que no
permitió el desarrollo técnico y la concentración demo-
gráfica de los agricultores del sur. Han sido. denominados,
por sus formas de vida, aridamericanos y oasisamerica·

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nos. Los primeros adquiri ron precisos conoc1m1entos
sobre la flora y la fauna silvestres en su difícil medio geo-
gráfico para poder sobrevivir dedicados a la recolección y
a la caza. Los segundos, ubicados en el noroeste de nuestro
país y en el suroeste de los Estados Unidos, practicaron
una difícil agricultura de zonas secas.
Es relativamente poco lo qúe en México se estudia a los
aridamericanos y a los oasisamericanos. Las tecnicas elabo-
radas con que; s enfrentaron a los hostiles ambientes, sus
tradiciones, creencias, movimi~ntos demográficos, interre-
lacion s, resistencia a los europeos y a los mestizos, y la
persist ncia de formas de vida, han sido opacados por el
esplendor de los mesoamericanos. Hay viejos prejuicios que
valoran el interés histórico por la magnificencia cultural.
Esto, unido al c_entralismo de nuestro país y a la tendencia
de ligar pasado indígena con atractivo turístico, hace que
se piense en una historia antigua de México limitada a lo
mesoamericano, y aun con mayor estrechez de miras, a
lo mexica.
t:{a..pu.dieron vivjr ari mericano aa.sisalll.Cricanos sin
cdw.ci6.n. A toda sociedad ·h umana le es indispensable.
Transmitían por generaciones el conocimiento de los ciclos
calendáricos, vitales tanto para los cazadores-recolectores
como para los agricultores del desierto; el conocimiento
de las propiedades de cada especie vegetal, en las diversas
partes de las plantas, para la producción de alimentos, me-
dicamentos, instrumentos, materiales de construcción,
armas y vestidos; el conocimiento de los animales.comesti-
bles, tóxicos o fieros, de sus costumbres y sus ciclos vitales;
el conocimiento de los minerales, del clima, de la aparición
de las aguas y, en el caso de los agricultores, de la cons-
trucción de canales. Transmitían también el conocimiento
de las épocas de reunión de los diversos grupos humanos
dispersos para el intercambio de mujeres y formación de
jóvenes matrimonios; de las reglas de cortesía ante parien-
tes, aliados y enemigos; de la construcción de resguardos y

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habitaciones... La lista sería interminable. Y del saber
puntual dependía muchas veces la supervivencia del grupo.
Pero, al igual que en otros aspectos sociales, no alcanzaron
el desarrollo de los mesoamericanos, y la educación no
llegó a institucionalizarse en las formas logradas por los
agricultores del sur.
Mesoamérica tuvo una historia muy diferente. Los an-
tiguos cazadores-recolectores, al limpiar y proteger las
plantas que les eran más útiles, al transportar sus partes
generativas - seleccionadas por su mayor utilidad- a
diversos ambientes, al quemar las hierbas que las rodea-
ban para cazar pequeños animales, y al dejar caer acci-
dentalmente las semillas en las corrientes de agua que las
llevarían a germinar a lugares distantes, empezaron por
propiciar la aparición de variedades más útiles, domestican-
do así las especies, y acabaron por aprender los principios
del cultivo.
Son muchas las discusiones en torno a la aparición de la
agricultura, pero se estima que se dio en nuestro territorio
hacia el año 5000 antes de nuestra era. Entre domesticados
y cultivados, los cazadores-recolectores se habían ido vincu-
lando al mezquite, al nopal, al maguey, al aguacate, a la
calabaza, al girasol - en el norte- , al chile, al guaje, al huauh-
tli, al frijol y al zapote. La planta que marcó el cambio de
la historia y el nacimiento de Mesoamérica fue el maíz.
No debe creerse que el nacimiento de la agricultura pro-
vocó un violento cambio en la vida de los cazadores-reco-
lectores. El tránsito de la vida nómada a la vida sedentaria,
la propia de los agricultores, es una de las transformaciones
más importantes en la historia humana. Pero el proceso fue
lento: no de siglos, sino de milenios, en los que paulatina-
mente los cazadores-recolectores fueron cambiando su
dieta y sus costumbres, como si lo hicieran de mala gana y
prefirieran la vida riesgosa, pero más variada, de la recolec-
ción y de la caza, a la más segura, pero monótona, de los
agricultores.

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Una vez lograda la sedentarización, el ritmo de la histo-
ria fue más rápido. Las aldeas de agricultores crecieron con
el desarrollo de las técnicas agrícolas. Después, la comple-
jidad social produjo la concentración de los aldeanos en
torno a centros ceremoniales, sencillos éstos en un princi-
pio, planeados y bellos con el paso del tiempo, a los que
acudían los fieles no sólo a rendir culto a sus dioses, sino a
realizar intercambios de bienes, a contribuir con su esfuer-
zo en los trabajos colectivos y a recibir instrucciones de las
autoridades.
La división social fue incrementándose tanto por la di-
visión del trabajo dentro de las aldeas como por lo que
parece haber sido el surgimiento de un linaje de dirigentes.
E) intercambio de productos se incrementó entre ald as
distantes, y con él el desarrollo y la transmisión de técnicas,
la circulación de bienes suntuarios y la especialización
en la producción de las aldeas. No tardaron en aparecer el
control del intercambio de bienes, acompañado del pre-
dominio de unas aldeas sobre otras, y el surgimiento de
conflictos políticos que desembocaban en la guerra.
A este periodo, que empieza con la aparición ele las
aldeas, se llama Preclásico, y en términos muy generales
algunos arqueólogos establecen sus límites entre 2 300
antes de nuestra era y 100 de nuestra era.
En su última etapa se produjo un notable desarroHo cul-
tural, del que son testimonios los primeros monumentos
con inscripciones calendáricas, numéricas y de escritura.
En el siguiente periodo, al que han llamado Clásico,
aumenta una vez más el ritmo histórico. Las concentracio-
nes humanas transformaron algunos de los centros ceremo-
niales en ciudades. La especialización del trabajo -también
regional ahora- se desarrolla; con ella el comercio, contro-
lado por los centros más poderosos, establece redes por
toda Mesoamérica. Los dirigentes dejaron de ser simples
jefes de un linaje, para formar aparatos burocráticos que
controlaban poblaciones numerosas. Las diferencias socia-

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les, ahora marcadamente económicas, se profundizaron
considerablemente, abriendo una brecha entre dominantes
y dominados. La majestuosidad de los templos, la riqueza
de las residencias de sacerdotes y nobles, los caminos
-impresionantes los de la zona maya-, las plazas, las
monumentales esculturas, dan a conocer el trabajo orga-
nizado de grandes grupos humanos, posiblemente agricul-
tores en su mayor parte, que entregaban su trabajo como
obligación tributaria. Monte Albán, en el corazón de
Mesoamérica, puede darnos una idea de este tipo de rela-
ciones: erigida la ciudad en la cumbre de un cerro, a 500
metros de elevación sobre el nivel medio del valle, carecía
de agua durante la estación de secas. Los tributarios del
valle tenían que subir a cuestas el agua necesaria para una
creciente población de nobles.
Imaginemos las concentraciones de trabajadores que
eran necesarias en la majestuosa ciudad de Teotihuacan.
Ahora vemos desnudos sus muros, expuesta la piedra.
Cuando viva, los edificios estaban estucados y pintados
con fuertes colores, pavimentados sus pisos, drenada toda
ella por redes de desagüe. Era frecuente que se levantara el
nivel de los patios, que se montaran nuevas escalinatas
sobre las antiguas, que se aumentara el tamaño de los edi-
ficios. Eran unos enterrados para servir de cimientos a
los más nuevos; se repintaban los muros constantemente, y
muchas esculturas de piedra quedaban olvidadas casi por
siempre - hasta ahora, que afloran por la acción de los
arqueólogos- entre los escombros que formaban el núcleo
de otras construcciones.
¿Cómo someter a las grandes masas de población a los
designios de los dominantes? La coerción, en sus más bru-
tales formas, como la fuerza de los ejércitos, hasta las más
institucionalizadas, como el ejercicio del derecho, hizo su
parte. Pero, sin duda, fue más importante la sujeción a
través de la ideología. Y para ella, debe reconocerse, las
instituciones educativas debieron de ser el más recio de

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los pilares. La arqueología no nos proporciona datos
precisos sobre la escuela en esta época. Para conoce~ las
instituciones educativas es necesario llegar a tiempos más
próximos a nosotros, de los que existen noticias registra-
das en documentos escritos. Estos tiempos serán la p,a rte
final del Postclásico.
El esplendor del Clásico terminó en forma que no ha
podido ser plenamente explicada. No desa~areció la po-
blación agrícola; pero hubo fuertes reacomodos. Cayeron
las grandes capitales, en las que cesó la erecci6n de monu-
mentos. Desaparecen las muestras de control político, de
lujo religioso y administrativo, de conocimiento elevado
de los calendarios, escritura y arquitectura ... Y no fue
todo en un solo momento, sino que se fue produciendo
un derrumbe en cadena que se inició en Teotihuacan a
principios del siglo VIII, para llegar a su fin en el mundo
maya a principios del X.
El último de los periodos mesoamericanos recibe el
nombre de Postclásico. La profunda transformación que
provocó la caída de los grandes centros del Clásico se
manifestó de diversas maneras. Débil la frontera, las olea-
das de hombres del norte se hicieron más frecuentes, y
penetraron en territorio mesoamericano para después
convertirse paulatinamente en agricultores. La presión de
estos hombres ocasionó migraciones hacia el sur, muchas
veces violentas. Los rnigrantes invadirían territorios ajenos,
establecerían su pod r sobre los antiguos moradores o los
expulsarían, dando así lugar a otros movimi ntos. Así,
los toltecas ocupan el territorio donde fundarían su capital
a principios del siglo X; a mediados del mismo siglo los
itzaes invaden Chichén ltzá; en 'el XII, nuevos grupos taras-
cos, cazadores, llegan a tierras de nahuas y tarascos seden-
tarios en la región lacustre de Michoacán, y pen tran los
chichimecas de Xólotl al Valle de México; en distintas
épocas, la zona del Golfo de México se ve atacada por
totonacos, nahuas y chichimecas que descienden de las

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montañas; en el Xlll, los mixtecos bajan también de sus
pequeños valles fríos sobre la fértil y, benigna tierra zapo-
teca; en Guatemala, en el xv, quichés y cakchiqueles
luchan contra mames y pocomarnes, reduciéndolos a su
dominio.
Es una época difícil, en la que el militarismo se hace
presente en la arquitectura defensiva y en el predominio
de los dioses astrales y guerreros. Los bárbaros habían
introducido un arma propia de cazadores que hizo estragos
en los sedentarios: el arco y la flecha. Los movimientos
políticos también fueron violentos, y los pue blos hegemó-
nicos surgían estruendosamente para caer en la misma
forma. Pero la tecnología dio dos grandes pasos: primero,
la metalurgia del oro y de la plata, procedente de tierras
colombianas y llegada a nuestro territorio por el corredor
centroamericano; después, la metalurgia del cobre, que ya
no se aplicó sólo a los usos suntuarios, sino a los instru-
mentos agrícolas y a las armas. Apenas se empezaba a
extender sil uso cuando el desarrollo mesoamericano fue
violentamente interrumpido por el arribo de los europeos.
En este mundo violento participaron los nahuas, hom -
bres procedentes del norte que habían empezado a penetrar
en Mesoamérica desde antes de la caída del Clásico, tal
vez hacia el siglo VI. Se extendieron poco a poco en Mesoa-
mérica, ocupando territorios de un mar a otro, y siguieron
hasta tierras centroamericanas. Un grupo de hombres de
habla náhuatl hizo su tardía aparición en el Valle de Méxi-
co. De ellos hablaremos enseguida.

Los mexicas y sus contemporáneos

En la primera mitad del siglo XVI los habitantes de la


cuenca lacustre sobre la que hoy se extiende la ciudad de
México vieron nacer dos pequeñas poblaciones, fundadas

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por hombres que durante decenios habían merodeado por
los alrededores de los lagos. Su presencia era inquietante.
Se vivían momentos de tensión política. El equilibrio entre
las ciudades poderosas se había debilitado, y estos hombres
apenas establecidos, pobres, belicosos por su misma con-
dición de extraños, podían ser captados por alguno de los
contendientes en la lucha contra sus vecinos. Y así fue.
Los dos establecimientos fueron isleños, muy próximos
- casi inmediatos- uno del otro, en la parte occidental del
lago de Tetzcoco. Era un punto limítrofe de los dominios
de los pueblos rivales. Al occidente, muy próxima, estaba
Azcapotzalco, la capital del Tepanecapan, t rricorio éste
poblado por gentes de habla otomiana y náhuatl, empa-
rentadas con los matlatzincas del rico Valle de Toluca. Al
sur, sobre la península de Santa Catarina, que separaba el
lago de Tetzcoco de los de Xochimilco y Chalco, estaba
una capital de habla náhuatl, Culhuacan, considerada la
heredera de la vieja Tollan. Al oriente estaba Tctzcoco,
capital del Acolhuacan, nahua, chichimeca y otomí. Alre-
dedor de ellas, decenas de ciudades se agrupaban en
inestables alianzas, haciendo difícil e insegura la vida de sus
agricultores.
¿Quiénes eran los nuevos actores en este teatro político?
A principios del siglo XII, dice su tradición, habían abando-
nado Aztlan, cansados de servir a sus señores, los aztecas.
Se ignora la ubicación de Aztlan, de la que sólo se sabe que
era una población isleña, posiblemente situada e11 el lago
de Yuriria o en el territorio del actual estado de N ayarit.
Cuenta la leyenda que poco tiempo después de la partida
se apareció al pueblo migrante su dios tutelar, y que orde-
nó a sus hijos que dejaran el nombre de aztecas, que ya no
les pertenecía al haber abandonado Aztlan. Ahora retoma-
rían su nombre propio, que era el de él, Mexi. Fueron, así,
en adelante, mcxitin o mexicas, protegidos del dios solar
y guerrero, Mexi o Huiriiio.p,w;h¡li. Las dos fundaciones
isleñas se llamaron Mexico, "lugar de Mexi", y para distin-

20
guirlas fue la del sur Mexico-Ten ~~~~e
Mexico-Tlatelolco.
Se desataron, por fin, las hostilidades generalizadas, y
los mexicas participaron en la contienda, primero como
aliados, después como protagonistas. Los avatares de la
guerra favorecieron considerablemente a los tenochcas. Ya
para la primera mitad del siglo XIV el equilibrio de fuerzas
se había reconformadd; eran nuevamente tres las podero-
sas: la antigua Tetzcoco, mantenida en su posición; Tlaco-
pan, sustituyendo a Azcapotzalco; Mexico-Tenochtitlan,
que se decía heredera de Culhuacan. Las tres capitales
sostuvieron, mal que bien, una alianza que les permitió,
primero, someter a los pueblos de la cuenca, y lanza.rse
después en campañas de conquista que convirtieron en sus
tributarios a pueblos de.un extenso territorio.
¿Por qué la referencia particular a los mexicas, y no a
los otros pueblos de la cuenca, de más antigua tradición?
¿Por qué a un pueblo de la cuenca, y no a los que ocu-
paban los ricos valles tras las montañas, como Cholula,
Tlaxcala, Huexotzinco? ¿Eran tan diferentes las institucio-
nes educativas mexicas de las de otros pueblos de h1bla
náhuatl? No, evidentemente. Los mexicas no fueron sino
uno de tantos pueblos mesoamericanos que vivieron una
historia común, en la que las técnicas, las formas de orga-
nización social y política, las tradiciones, las creencias y
las instituciones, surgieron y fueron desarrollándose para-
lelamente y en contacto. Si me he referido a los me:xicas
en particular ha sido con el propósito de acentuar su
pertenencia a una constelación de pueblos de los que
fueron ellos muy tardíos representantes. Su particularidad
radica en que fueron privilegiados, debido a su importancia
política en el momento de la Conquista, por las fuentes
históricas que ahora conocemos. Los textos escritos en
letra latina -ya en español, ya en alguna lengua indígena-
nos hablan mucho más de los mexicas que de sus contem-
poráneos, y a través de aquéllos tendremos que entender la

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vida de éstos. Hay que añadir ciertas reservas. Podemos,
por ejemplo, aceptar que los templos-escuelas eran institu-
ciones comunes en los siglos próximos a la Conquista; pero
es dudoso que la importancia de la educación militar y el
énfasis de lo bélico en la jerarquía social fuese el mismo en
pueblos sin posibilidad de expansión que en aquellos que,
como MexicerTenochtitlan o Tetzcoco, basaban su gran-
deza en la fuerza de las armas. No debió de haber sido
demasiado acentuada la injerencia estatal en las escuelas de
los primeros, mientras que en. los hegemónicos había que
convencer a todo el pueblo que los fines de conquista eran
comunes, que los beneficios serían generalizados y que
todos debían responder con el mismo ardor ante el destino
impuesto por los dioses.

Nobles y plebeyos

Hay un hecho que parece pertenecer más a la leyenda que


a la historia. Dicen algunas fuentes que hacia el año de
1428, cuando estaba por desatarse la guerra contra Azca-
potzako, los plebeyos rnexicas se negaron a Juchar contra
los tepanecas, considerando de antemano que la lucha
estaba perdida. Los nobles, que veían que era el momento
propicio para lograr para Tenochtitlan la hegemonía de
la cuenca lacustre, se comprometieron a derrotar a los
tepanecas. Los plebeyos pactaron con los nobles, dicién-
doles que comerían sus carnes en caso de la derrota; p ro
que si alcanzaban el triunfo, se someterían, con sus des-
cendientes, obligándose a trabajar al servicio de la nobleza.
La guerra, como lo acabamos de ver, dio el triunfo a los
rnexicas y a los tetzcocanos, y a partir de ese momento
las obligaciones de los plebeyos aumentaron.
Creo que tras esta leyenda se encuentra una inconfor-
midad de los plebeyos ante las crecientes demandas de la

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nobleza. Antes de la guerra de Azcapotzalco, Mexico-
Tenoch ti tlan era una población pobre, que vivía a la som-
bra de Azcapotzalco. Después de la guerra, ocupó uno de
los sitiales de la Triple Alianza, y es lógico pensar que los
nobles pretendieran vivir con los lujos de sus vecinos más
poder~sos. Para esto necesitaban del trabajo de los plebe-
yos, que deberían tribu.tar con servicios personales e11 las
obras erigidas por el estado, obras de las que, en resumidas
cuentas, disfrutaría la nobleza. Bajo la optimista visión de
los nobles, el rápido cambio era de la pobreza al poder
de México-Tenochtitlan; pero bajo la perspectiva de los
plebeyos, el cambio era el de la separación mayor entre
dirigentes y dirigidos, un aumento considerable de obli-
gaciones, y un riesgo constante de la vida, puesto que a
partir de ese momento Mexico-Tenochtitlan se lanzaba
a la expansión militar. '
Había que convencer a los plebeyos que la vía elegida
por los nobles era la conveniente. .. conveniente para
todos. Primero, tendría que.hablarse de la gloria tenochca:
eran el pueblo elegido por los dioses, y a través de las
armas alimentarían al Sol. El orgullo de los mexicas ten-
dría que inflamarse para convencer a cada pescador, a cada
recolector lacustre, a cada chinampero, que pertenecía a
un pueblo sin igual en valentía, en destreza, en capacidad
militar. El beneficio económico de las campañas militares
- incomparable el del noble frente al del plebeyo- se hacía
residir en buena parte en el botín de guerra; así el guerrero
despojaría a otros pobres agricultores de sus pertenencias.
Y quedaba tal vez la leyenda del pacto del tlatoani Itzcóatl
como justificación de las más duras obligaciones tributa-
rias, puesto que los nobles habían ganado la guerra contra
Azcapotzalco.
Los lebe os o ieron aumenta s
car as tributarias, que cumplieron con la entrega de bienes,
con servicios a uncionarios, con trabajos comunales en las
obras públicas, y con su vida y sangre, pues formaban la

23
tropa de un ejército que estaba frecuentemente en cam-
paña.
Los u.ohk.s Q pipiltin, n cambio, disfrutaban de la
ituación privilegiada $!n materia ecol)óroica, de direcci'
so · y de prestigio. Hay que reconocer que no era una
nobleza ociosa, porque una d sus justificaciones era que
componían el aparato de gobi rno. En ef cto, eran ellos
los jefes militares, los sacerdotes de alto rango, los funci_0;
narios públicos y los miembros de la burocracia. superior.
A cambio de esto podían 6stentar su condición con atavíos
y peinados que daban a conocer su jerarquía y sus méritos,
practicaban la poliginia y ocupaban los lugares de honor
en fiestas y ceremonias. o tributaba , como tenían que
hacerlo los macebualtin, sino que gozaban del tributo,
considerado el pago de sus esfuerzos de dirección.
Si el plebeyo preguntaba cuáles eran los motivos de esta
diferencia, podía contestársele que, además del supuesto
pacto, existía una función especializada que los nobles
habían adquirido, por herencia, del mítico sacerdote
Quetzalcóatl de Tula, del que eran descendientes a través
de su enlace con la nobleza culhua; que su vida era más
virtuosa y pesada que la de los macebualtin, pues ya desde
entonces se afirmaba que era más duro el trabajo de gobier-
11 que el de la tierra, y que habían recibido una e_ducac ·' n
cefin_a.da., en escuelas especiales en las que no sólo los cono-
cimientos adquiridos eran selectos, sino en las que la vida
del estudiante era de constante sacrificio, en oposición a la
más laxa de las escuelas de los plebeyos.
Estas justificaciones, sin embargo, perdían fuerza cuan-
do algún 'lJ:JllC.ehualü se distinguía por su esfuerzo militar o
cuando un piili no cumplía con las leyes de la nobleza. La
solución era fácil: el macebualli era ncum.brado, y en
algunos casos su hijos nacían nobles; tlJJilli era degrada ,
y su descendencia engrosaba las filas de los .macehualtin. La
permeabilidad ofrecía una ventaja más al estado: m·uchos
plebeyos s~ · arrojaban, hasta la muerte, en el campo de

24
batalla, con la ilusión de ascender por sus méritos en la
escala social.
A partir del triunfo de los mexicas sobre Azcapotzalco,
la organización social y la estructura política tuvieron que
transformarse para enfrentarse a la nueva vida de expan-
sión militar y de hegemonía. Motecuhzoma Ilhuicamina, el
t/atoani sucesor de ltzcóatl, fue un reformador que empe-
zó por hacer reconocer al pueblo que los gobernantes
tenían calidad semidivina. Transformaba el estado e incidía
en la conciencia de sus súbditos para crear la mentalidad
necesaria para la nueva vida bélica de Tenochtitlan. En sus
reformas ordenó que existiesen escuelas en todos los
barrios, suficientes para la totalidad de la población esco-
lar tenochca. Cuando las fuentes escritas en español en el
siglo XVI nos hablan de })arrio, hemos de entender que se
refieren al término náhuatl ca/pu/Ji. No era estrictamente
un espacio demarcado donde vivía una parte de la pobla-
ción de la ci4dad. Era mucho más que eso: designaba al
grupo social emparentado, unido por vecindad, profesión,
templo y dios protector común, que tenía dirigentes para
asuntos internos y que pagaba en conjunto sus tributos en
trabajos comunales y en la participación en la guerra. Era
un po estrechamente unido, en el que ~e veía muy mal
gue sus miembros contrajesen matrimonios con gente d~
ptro calpulli.
Las scue1as de los barrios, los telpochcalli, eran un ele-
mento más de cohesión. La injerencia del estado en ellas
las convertía, por las reformas de Motecuhzoma Ilhuicami-
na, en emisoras de los valores militares y religiosos estata-
les, como se verá enseguida.

Los templos-escuelas

Las fuentes, abundosas unas, lacónicas otras, nos hacen

25
saber que la institución del templo-escuela era común no
sólo entre los pueblos nahuas del Postclásico Tardío, sino
en toda Mesoarnérica. Es ésta la institución identificada
como escuela por los españoles. No estaban tan distantes
de la verdad en cuanto el templo-escuela era el lugar por ·
excelencia donde niños y jóvenes eran inducidos a adquirir
el conocimiento que les permitía desempeñar en su presen-
te y en un futuro adulto los papeles sociales que les atri-
buían los grupos dirigentes. Sin embargo, los españoles
acentuaron esta faceta del templo-escuela, y de ella mis lo
institucional, la retórica asociada al ceremonial, el rigor
de la vida de los internos y su formación moral que, por
ejemplo, el contenido de la educación. Esto es normal si
tomamos en cuenta los intereses de los conquistadores:
la antigua vida indígena era para ellos, paradójicamente,
ejemplo positivo y negativo. Ante unos naturales desespe-
ranzados, abatidos, abúlicos bajo la dominación, ante unos
españoles conompidos como dominantes, el antiguo rigor
nativo era exaltado, idealizado tal vez . Pero taro bién la
religión pagana, presentada en sus más oscuros y cruentos
aspectos, servía para enaltecer los nuevos tiempos, la
acción española, el triunfo de los cristianos. Alrededor de
esta dualidad ejemplar se escribió la historia, y poca fue
la atención que autores españoles y mestizos pusieron a
otros aspectos de los templos-escuelas.
El templo-c:sc;uela era, ante todo, 'd!!...illt.aJ~ ~- .1(.i cio.
LLU.u.L.J.W:w.L!.U:..~~~ ~~Mil-a-1.:,¡¡¡¡:~¡:..,c.n_una etapa..de
n n-templo. Si los
padres no dedicaban al niño recién nacido, éste carecería
de protección divina y no viviría más. En cuanto el niño
tenía aptitudes suficientes, era llevado de nuevo al templo,
ahora a cumplir los votos que sus padres habían hecho en
su nombre. Allí trabajaría arduamente para el dios tutelar,
formando parte de una casa colectiva de varones o de
doncellas en la que no sólo se organizaba el servicio ecle-
siástico, se proporcionaban conocimientos y se. mgde]aha

26
la moral de jóvenes y niños; el templo-escuel~ era también
una casa de producción. El trabajo. de los varones, por
ejemplo, era organizado en las casas de enseñanza para que
acudieran a las siembras colectivas, a la construcción de
canales, a la fábrica de edificios. Así, en los templos se
distribuía y organizaba una fuerza laboral que de ningún
modo debió de haber sido despreciable . Y ya que el templo
~ a una institución desligada del estado, sino parte de
~. allí también se preparaba a los muchachos para la guerra:
cuando el ma.ncebillo tenía vigor suficiente, se le enviaba a
combate como cargador de vituallas. Si el bisoño se anima-
ba con el fragor de la lucha, alentado por las enseñanzas de
sus maestros, intentaría sus primeras intervenciones guerre-
ras. Los méritos en combate serían tomados en cuenta, de
inmediato, en la escuela, donde el cambio de jerarquía era
eJ premio a los valerosos.
Poco sabemos de la enseñanza escolar de las técnicas de
producción. La Conquista transformó profundamente la
tecnología. Esta es una de las causas de que, con pocas
excepciones, no hayan quedado registradas descripciones
detalladas de las técnicas indígenas. Los historiadores
fueron más proclives a exaltar la habilidad de los indios
para adquirir los nuevos conocimientos, o a referirse muy
adjetivamente a los méritos de las viejas artesanías suntua-
rias ya declinantes, que a describir las técnicas productivas
Y las formas de transmisión de sus complejidades y secre-
tos. Sin embargo, es de ere r que, existiendo especialidad
profesional en cada caJpulli, lo t mplo cuc;las,,u.bicados
a rio en.idos p.o s habitantes unieron us
esfuerzos a I s adre~ familia par.a enseña
los 'óvene o ecretos de las ofirios. La ·nformación es
lamentablemente escasa.
Hay datos mucho más abundantes acerca de la forma en
que los méritos escolares y militares (ligados éstos también
al templo- scuela) eran la base del ascenso en la escala de
una soci dad muy jerarquizada. La organización burocráti-

27
co-militar estaba dividida en múltiples compartimentos, ca-
da uno con deberes y derechos propios, uso de productos
suntuarios y elementos ornamentales de las casas, posibi-
lidad de poligamia para los privilegiados y manutención
palaciega a los valientes. El comportamiento del joven en
la escuela y en el campo de batalla influía en su ubicación
en la esca1a social, sin desconocer que era su origen, noble
o plebeyo, el fundamento de su posición, de Slls derechos,
funciones y obligaciones. El templo-escuela se convertía
así en uno de los ejes de la conformación de los cuadros
dirigentes. Se decía ·al joven que salía del templo-escuela
para casarse, abandonando la carrera de ascensos sociales,
que iba "al rincón", a perderse en la vida común.
Las fuentes enfatizan la existencia del te/ och el
cal "- remplou:esp.e~ mcn ti dedicados a.lo 1Qgs 0

e a i oca ue ' . No fueron los únicos, aunque


sí los más comunes. Si bien no existía una rígida división
entre J!kheyos destinados al primero y 1 al segqndo,
la distribución de la población en ambas escuela.s puede ser
considerada una de las bases de la distribución de funcio-
nes sociales, que privilegiaba. a los nobles. Al parecer, pocos
eran los plebeyos que ingresaban al calmécac, porque las
fuentes, aun hablando de la permisión, son insistentes en
que la normalidad de la distribución era por origen. No
sólo la prohibición tajante es forma de limitar el acceso
del pueblo a las instituciones que se reservan a.l grupo di-
rigente.

La educación familiar y Jos huehuetlatolli

La pertenencia a un cal[!_u!li, y_ con ella a un oficio familiar,


{ hacía de la enseñanza de los padres una de las formas más
importantes de transmisión del conocimiento de las técni-
cas de producción. Así nos lo muestran gráficamente las

28
Los padres heredaban a lo i' ·' , y la convi-
vencia en un barrio en el que todos los habitantes ejerci-
taban las mismas técnicas, debió de haber producido un
ambiente muy favorable y propicio para los jóvenes
aprendices. U cal.pulli no e_ra sólo una organización de
barrio, sjno una iJ1stituci6n social de hondas caíccs y
de múlti les li as, en la que sus componentes creían
escendcr de un antepasado común, muchas veces identi-
ficado con el dios patrono, Se creía que este ancestro era
el inventor de la profesión de sus hijos, y que de él habían
heredado las técnicas que emplcat>an.
En las láminas del Códice Mendocino encontramos un
énfasis -desmedido tal vez- en los castigos. Este cnfasis
es paralelo a la importancia de los discursos admonitorios
conocidos generalmente bajo el nombre de buebuetlatolli.
Son éstos los discursos tradicionalmente aceptados, "los
discursos antiguos", según su nombre; ilación de fórmulas
estereotipadas, de ceremoniosos consejos, de metáforas,
puede creerse que de lágrimas y sollozos. Su uso estaba
restringido, pues sólo se pronunciaban en las situaciones y
acontecimientos solemnes: el nacimiento, la llegada del
niño a la edad de la razón, el ingreso al templo-escuela o la
salida de él, el matrimonio, el conocimiento de la preñez,
el parto o la defunción. También los había cortesanos, y
en ellos se amonestaba a los not>les y al pueblo, robuste-
ciendo la aceptación de una moral rígida y del sacrificio en
aras del bienestar común.
Existen junto a estos elegantes discursos los adagios y
las metáforas, de los que hay va.rías colecciones. Son im-
portantes, como los buehuetiato/li. porque permits;p
bus r en ellos los valores mora]es de los anti1P,1os nahWJ.S,
sus e ' · "ó_n su sentido del
humo e efecto fin di e os com le·os
roduc-

29
ción del elaciones sociale,. Está pendiente su estudio
histórico.

Los textos de esta antología

He escogido para esta antología textos de las fuentes pri-


marias. Es mucho lo que de ellas puede aprovecharse - y
no se ha aprovechado- par3: hacer una historia de la
educación del México antiguo. Urgen estos estudios, que
vean el sistema educativo como producto de una sociedad
concreta, que puedan explicar · sus características por el
proceso histórico, y que ,evalúen la acción de la educación
sobre la sociedad en la que ésta se desarrolló. 1 Las fuentes
primarias, con todas sus limitaciones, sus repeticiones, sus
contradicciones, son venero rico si se les somete a estudios
profundos, si se les maneja con técnicas adecuadas.
De las fuentes he suprimido aquellas que dan una rela-
ción repetitiva. Hay tradiciones historiográficas en las que
la misma información se va transmitiendo casi a la letra. El
registro adquiría visos de propiedad colectiva, en ocasiones
propiedad de una orden religiosa, y pasaba sin modifica-
ción - muy frecuentemente sin señalar procedencia- de
un libro a otro. Hoy, más drásticos defensores del derecho
de autor, llamaríamos plagio a esta práctica. Así, hay una
línea que parte de Motolinía y que pasa a Las Casas, Zuri-
ta, Mendieta y Torquernada. He elegido de esta línea a
Mendieta, el gran expositor del pensamiento franciscano.
D11rán, el Códice Ramírez y Acosta también coinciden en
sus datos. En este caso elijo a Durán que, junto a Sahagún,

1 Ya se trabaja, y creo que acertadamente. Josefina García Quintana


continúa los análisis de los hu~b"4tlatoJli; Xavier Noguez estudia la educaci6n
formal, mientras que Pablo Escalantc trabaja el tema de la educación informal
de los antiguos nahuas.

30
se encuentra en la cúspide de los historiadores que nos
describen la vida de los antiguos mexicanos.
Pomar y Rojas nos dan noticias, respectivamente, de la
educación en Tetzcoco y en Cholula. Es la relación de
Pomar una de las más pulidas, ricas y confiables. Nieto
de Nezahualpilli por línea materna, contó con fuentes
excepcionales. Rojas, autor de una brevísima relación, es,
sin embargo, valioso, al proporcionarnos informes sobre el
gobierno dual de Cholula, ante el que iban señores de
distantes tierras a recibir la confirmación de su cargo.
El Códice Mendoza es fuente pictográfica excepcional
en la descripción de la vida cotidiana. En sus láminas se
ven reproducidas las distintas edades de los menores, y las
funciones que se les atribuían. La extensión de la tercera
parte del documento - que es la que aquí nos interesa- se
reduce a quince láminas; pero en ellas enc<Jntramos infor-
mes que no proporciona ninguna otra fuentt .
Sahagún es el autor del que más material seleccioné.
Explico el motivo. Son ángulos muy distintos de la obra
.del franciscano. La parte que corresponde a los templos-
escuelas es una traducción directa de los informes en
náhuatl que proporcionaron los indígenas a fray Bernar-
dino. Los he tomado de otra antología más amplia, bilin-
güe, de la que soy autor, y que está por aparecer en las
fechas en que esto escribo.2 La segunda es la versión en
español que hace el propio Sahagún de los discursos de los
comerciantes. La tercera es un trabajo de análisis realizado
por Josefina García Quintana de uno de los huebuetiato/Ji
recogido en náhuatl por el franciscano. Aquí el material
de Sahagún es el objeto de un minucioso estudio de esta
historiadora, que ofrece una lista de las metáforas y su
significado. La cuarta parte es una brevísima muestra de

2 Educación mexica. Antología de documentos sabaguntinos, selección,


paleografía, traducción, introducción, notas y glosario de Alfredo López
Austin, Méx ico, UNAM, Instituto de Investigaciones Alltropológicas, 1985 .

31
los adagios, adivinanzas y metáforas, traducidas también
del náhuatl al español. La última son los conceptos mismos
de fray Bernardino acerca de la antigua educación y de la
obra educativa de los franciscanos . Son los juicios perso-
nales de un gran educador que contempla cuarenta años
del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. La obra de
Sahagún es riquísima. Todavía es mucho lo que de ella
puede aprovecharse para el conocimiento de la educación
de los antiguos nahuas.
Hay otros autores en cuyas obras aparecen noticias va-
liosas, pero tan escuetas, que debo excluirlos. Menciono en
esta introducción, para que no pasen del todo inadvertidos,
que Cortés se refiere a los sacerdotes que desde los siete
aij.os hasta que se casan nunca dejan sus negros atavíos ni
se cortan el pelo;3 que Díaz del Castillo habla de las mon-
jas de Tlatelolco que estaban en el templo de las dos diosas
protectoras del matrimonio ;4 que el Conquistador Anóni-
mo dice que los templos-escuelas tenían rentas señaladas
para sostenerse; 5 que López de Gómara consigna la conti-
nuidad en los hijos del oficio de los padres, 6 o que Muñoz
Camargo describe las particularidades de la cortesía retóri-
ca que aprendían los hijos de los señores en Tlaxcala. 1

3 Hcrnán Cor~s. C11rt11s dt! rttlación d, 111 conq11ist11 dt! Méjico, Buenos
Aires, Espu,.-Calpe Argentina, 1945, (Colecci6n Austral, 547) , Carta segunda,
p. 87-88.
4 Berna) Dfaz del Ca tillo, Historia 1Jtrdadt!r11 d, la conq11ist11 dt! 111 N114'1J11
Bspafl11, edici6n, Indices y prólogo de Cannelo Saénz de Santa María, México,
Editorial Patria, 1983, p. 264.
5 El Conquistador Anónimo, Rt!l11ció11 de 11lgun11s cos11s ª"
la NUt!Wl E'spa·
lf11 y dt! la gmn ciudad dt Ttmtfstitan México . Escrita por un comp11iltfro de
Hernán Cortés, prólogo y notas de León Díaz Cárdenas, Méxi o, Editorial
Arnl!rica, 1941, p. 33-34.
6 Francisco López de G6mara, Historia gentfra/ dt! /111 Tndi11s. "Hispania
Vitrix", cuya segunda p11rte cornispondtf a la Conquist11 dt! México, modemi-
ución del texto antiguo por Pilar Guibc:aJdc, notas prologales de Emilia M.
Aguilera, 2 v., Barcelona, Editorial Iberia, 19S4, v.11, p . 393 .
7 Diego Muñoz Carnargo, Déscripción de la ci11dlld y prOfJincia dt! Tiaxcala
de las Indias y del Mar Océano p11ra el buen gobierno y tfnnoblecimiento dellas,

32
Antes de cada uno de los textos doy una breve expli-
cación, encabezada por el título Acerca del texto. Son
apenas unas Hneas que proporcionarán al lector anteceden-
tes de los fragmentos. Transcribí los textos con ortografía
moderna, pero sin modificar del todo las palabras para
conservar el sabor del español antiguo. Esto hace necesario
un glosario, destinado principalmente a los arcaísmos . Allí
se encontrará el sentido de voces que, si no fuesen expli-
cadas, pasarían inadvertidas: rosa, por ejemplo, era en el
siglo XVI un término genérico para las flores, y así aparece
en el texto de Durán. Otro glosario explica las palabras en
náhuatl que aparecen en los diversos fragm entos. He tenid o
que modernizar la ortografía, y en alguno que otro caso,
rehacer la palabra; pero en las notas aparece la forma en
que estaba escrita en la fuente en los casos en que pudiera
existir duda.

ALFREDO LOPEZ AUSTIN


Investigador del lnstitu to de Investigaciones Antropológicas
de la. Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, D.F. , febrero de 1985

edición facsímil del Manuscrito de Glasgow con un estudio preliminar de René


Acuña, M6xico, UNAM, 1981 , folio 146.

33
CRIANZA Y DISCURSOS DIDACTICOS A LOS HIJOS

Fray Gerónimo de Mendieta

Acerca del texto

Los conceptos acerca de la crianza de los antiguos nah as y los


discursos admonitorios que aquí se reprod1,¡cen corresponden a
una temprana tradición franciscana. Fray Gerónimo de Men-
dieta, franciscano también, los incluye en un extenso libro de-
dicado a la obra que sus hermanos de orden habían realizado
en la ueva España para la conversión de los indígenas a la
religión cristiana, la Historia eclesiástica indiana .
Los discursos, si bien sufren transformación al ser traduci-
dos al español, conservan gran parte de su sabor indígena . A su
origen , y no a los cambios introducidos por los traductores, se
debe la mención constante al Dios Supremo, que es el de la
reLigión de los nahuas, aclaración pertinente a quien pudiera
suponer que es producto de la intromisión cristiana. No pasa
lo mismo, como podrá ver , con la inclusión de la figura del
Demonio, del que no había equivalente en el panteón mesoa-
mericano . De cualquier manera, los textos muestran un gran
parentesco con los que se conservaron en lengua náhuacl, al
punto de que pueden ser considerados fuen tes aceptables para
el conocimiento de las antiguas tradiciones .
Mendieta llegó a la Nueva Españá a los 29 años , con un
grupo de más de 30 franciscanos enviados a evangelizar. Dos
años más tarde, en 1556, y hasta 1562, residiría en el convento
de Toluca, cuya región menciona al principio de los textos
aquí reproducidos. En su primer periodo de vida en la Nueva
España - 16 años- fray Gerónimo pudo convertirse en un

35
excelente conocedor de la lengua nihuatl, y trató muy de cer-
ca a Motolinía y Sahagún, sus hermanos de orden. En 1S70,
aquejado por la enfermedad y la depresión, tuvo que salir
rumbo a Europa, y se aloj6 en sus nativas tierras vascongadas,
hasta que recibió el mandato del general de su orden, fray
Crist6bal de Cheffontaines, de escribir en la Nueva España la
historia de los franciscanos en la conversión de los indígenas.
Volvió, pues, en 1S73; trabajó con ardor; concluyó su Historia
eclesiástica indiana en 1597 , y falleció ya anciano en el Con-
,,ento de San Francisco de México. en 1604.
Los fragmentos que se reproducen en esta antología corres-
ponden a los capítulos XX a XXIV de su Libro 11, dedica.do a
"los ritos y costum brcs de los indios de la Nueva España en su
infidelidad". En este libro reconoce como fuentes principales
Los escritos de fray Andrés de Olmos y de fray Toribio de Mo-
toJinía . La edición que utilizo es la de México, de la Editorial
Salvador Oiávez Hayhoc, de 1945.

De cómo estos indios general y naturalmente criaban a sus


hijos en la niñez, siguiendo las doctrinas de los filósofos,
sin haber leído StlS libros
1
El Filósofo, en el séptimo libro de los Políticos, en el
capítulo diecisiete, pone algunos documentos que deben
tomar los que tienen a su cargo la crianza de los niños, así
para lo que conviene a la buena disposici6n y sanidad de
los cuerpos, como a las buenas costumbres de las ánimas.
El primero documento es, que a los niños recién nacidos y
pequeñitos los pongan al frío, porque la natural za de los
niños, por el gran calor con que nacen, es apta y dispuesta
para sufrir frío, con el cual se le comienzan a apretu las
carnes y se hacen recios de complexión, y más aparejados y
fuertes para sufrir trabajos. Este documento ningunas gen-
tes lo guardaron mejor que los indios, sin haber oído ni
leído al Filósofo; porque es uso general entre ellos bañar
las madres desde que nacen a sus niños chiquitos que traen

l Alistótelea.

36
a cuestas, en los arroyos o ríos o fuentes, luego en amane-
ciendo. Y esto no sólo en verano, s~no mucho mejor en
invierno, y en tierras frigidísimas. Una de las más frías de
la Nueva España es la. provincia o valle deToluca, y en ella
me acaecía cada domingo que salía del convento luego en
amaneciendo para ir a decir misa a algún pueblo de la visi-
ta, hallar las indias, que entonces madrugaban para venir a
misa, por los arroyos, que estaban hechos un hielo, lavando
sus criaturas, que yo, yendo helado de frío, me espantaba
cómo no se mor(an.'El segundo documento que el Filósofo
one, es que en aquella primera edad, hasta los cinco o seis
- os, los deben acostumbrar en algunos movimientos o
abajuelos livianos, cuanto para evitar la pereza y ociosi-
dad sean bastantes. Esto guardan también los indios al pie
de la letra: que como los grandes, así hombres como muje-
res, usan cargarse (las mujeres poniendo lo que llevan por
carga dentro de un lienzo como sabanilla, y anudada
por los cabos la echan al cuello, y los hombres con una
faja de palma o de juncia, tejida de hasta cuatro dedos en
ancho, se asientan en la frente con sus cabos de recio
cordel, que llaman mecapal, para atar con elJos la caja o
carga que han de llevar, se cargan de tres y cuatro arrobas
sobre las espaldas), así a sus hijuelos chiquitos les hacen
unos mecapalejos también chiquitos, con sus cordelillos,
que parecen juguetes, en que les atan alguna carguilla livia-
na conforme a sus corpezuelos, no para que sirva de algún
provecho, porque es f\ada lo que llevan> sino para que se
hagan a la costumbre de echar sobre sf aquel yugo cuando
sean grandes. Y cuando son de; ocho o diez años se cargan
tan buena carguilla, que a un ~spañol de veinte se le haría
de mal llevarla mucho trecho. Y las madres, por el consi-
guiente, enseñan a sus hijuelas dende que saben andar, a
traer un liachuelo de alguna cosa liviana envuelta en un
paño, y la ligadura o nudos echados al cuello, que es la
usanza feminil. El tercero documento es, que en su niñez 1
y puericia tuviesen gran cuenta los que los criaban, que no j

37
l
viesen por sus ojos actos ni pinturas torpes, ni oyesen
pláticas_~¡ palabras feas, porque lo que se ve, _o ve y habla
en La nmez, adelante se toma en costumbre de lo usar: Y
de aquí proceden todos Los filósofos a enseñar que a los
mozuelos, dende su tierna edad, sus padres y ayos les
ejercitan en honestos ejercicios y trabajos. Y cómo esto
lo uno y lo otro los indio lo cumplían para con sus hijos,
parece bien claro en las pláticas y amonestaciones y tra-
bajos en que lo ejercitaban a ellos y a ellas dende su niñez,
como se verá en este capítulo y en los siguientes, y prime-
ramente en estas pláticas, que fueron traducidas de lengua
mexicana en nuestro castellano.

Plática o exhortación que hacía un padre a su hijo


Hijo mío, criado y nacido en el mundo por Dios, en cuyo
nacimiento nosotros tus padres y parientes pusimos los
ojos. Has nacido y vivido y salido como el pollito del
cascarón, y creciendo como él, ce ensayas al vuelo y
ejercicio temporal. No sabemos el tiempo que Dios querrá
que gocemos de tan preciosa joya. Vive, hijo, con tiento,
y encomiéndate al dios que te crió, que ce ayud , pues es
tu padre que te ama más que yo. Sospira a él de día y de
noche, y en él pon tu pensamiento. SírveLe con amor, y
hac rte ha mercedes, y librarte ha de peligros. A la imagen
de Dios y a sus cosas ten mucha reverencia, y ora delan-
te de él devota.mente, y aparéjate en sus fiestas. Reverencia
y saluda a los mayores, no olvidando a los menores. No
seas corno mudo, ni dejes de consolar a los pobres y afligi-
dos con dulces y buenas palabras. A todos honra, y más
a tus padres, a los cuales debes obediencia, ervicio y
reverencia, y el hijo qu esto no hace no será.. bien logrado.
Ama y honra a todo , y vivirás en paz y alegría. No sigas a
los Locos desatinados que ni acatan a padre ni reverencian
a madre, mas como animales dejan el camino derecho, y
como tales, sin razón, ni oyen doctrina, ni se dan nada

38
por corrección. El tal que a los dioses ofende, mala muerte
morirá desesperado o despeñado, o las bestias lo matarán
y comerán. Mira, h ijo, que no hagas· burla de los viejos o
enfermos o faltos de miembros, ni del que está en pecado
o erró en algo. No afrentes a los tales ni les quieras mal;
antes te humillas delante los dioses, y terne no te suceda
lo tal, porque no te quejes y digas: "Así me acaeció como
mi padre me lo dijo", o "Si no hubiera escarnecido, no
cayera en el mismo mal". A nadie seas penoso, ni des a
alguno ponzoña o cosa no comestible, porque enojarás
a lo dioses en su criatura, y tuya será la confusión y daño,
y en lo tal morirás. Y si honrares a todos, en lo mismo
fenecerás. Serás, h ijo, bien criado, y no te entremetas
donde no fueres llamado, porque no des pena, y no seas
tenido por mal mirado. No hieras a otro, ni des mal ejem-
plo, ni hables demasiado, ni cortes a otros la plática,
porque no los turbes, y si no hablan drecharnente, para
corregir los mayores, mira bien lo que tú hablas. Si no
fuere de tu oficio, o no tuvieres cargo de hablar, calla, y
si lo tuvieres, habla, pero cuerdamente, y no como bobo
que presume, y será estimado lo que dijeres. ¡Oh hijo! no
cures de burlerías y mentiras, porque causan confusión.
No seas parlero, ni te detengas en el mercado ni en el
baño, porque no te engañe el Demonio. 2 No seas muy
polidillo, ni te cures del espejo, porque no seas tenido
por disoluto. Guarda la vista por donde fueres; no vayas
haciendo gestos, ni trabes a otro de la mano. Mira bien
por dónde vas, y así no te encontrarás con otro, ni te
pondrás delante de él. Si te fuere mandado tener cargo, por
ventura te quieren probar; por eso, excúsate lo mejor que
pudieres, y serás tenido por cúerdo; y no lo aceptes luego,
aunque sientas tú exceder a otros; mas espera, porque no

2 Esta mención al Demonio muestra ya la presencia. de concxpciones


coloniales. No hay en el panteón mesoamericano un dios del mal equivalente
a éste.

39
as desechado y avergonzado. No salgas ni entres delante
los mayores; antes sentados o en pie, donde quiera que
estén, siempre les das la ventaja, y les harás reverencia. No
hables primero que ellos, ni atravieses por delante, porque
no seas de otros notado por malcriado. No comas ni bebas
primero, antes sirve a los otros, porque. así alcanzarás la
gracia de los dioses y de los mayores. Si te fuere dado algo,
aunque sea de poco valor, no lo menosprecies, ni te enojes,
ni dejes la amistad que tienes, porque los dioses y los
hombres te querrán bien. No tomes ni llegues a mujer
ajena, ni por otra vía seas vicioso, porque pecarás contra
los dioses, y a ti harás mucho daño. A6n eres muy tierno
para casarte, como un pollito, y brotas como la espiga
que va echando de sí. Sufre y espera, porque ya crece
la mujer que te conviene: ponlo en la voluntad de Dios,
porque no sabes cuándo te morirás. Si tú casar te quisieres,
danos primero parte de ello, y no te atrevas a hacerlo sin
nosotros. Mira, hijo, no seas ladrón, ni jugador, porque
caerás en gran deshonra, y afrentamos has, d biéndonos
dar honra. Trabaja de tus manos y come de lo que traba-
jares, y vivirás con descanso. Con mucho trabajo, hijo,
hemos de vivir: yo con sudores y trabajos te he criado, y
así he buscado Jo que habías de comer, y por ti he servido
a otros. Nunca te he desamparado, he hecho lo que debía,
no he hurtado, ni he sido perezoso, ni hecho vileza, por
donde tú fueses afrentado. No murmures, ni digas mal de
alguno: ca1la, hijo, lo que oyeres; y si siendo bueno lo
hubieres de contar, no añadas ni pongas algo de ru cabeu.
Si aJlte ti ha pasado alguna cosa pesada, y te lo pregunta-
ren, calla, porque no te abrirán para saberlo. No mientas,
ni te des a parlerías. Si tu dicho fuese falso, muy gran mal
cometerás. No revueJvas a nadie, ni siembres discordias
entre los que tienen amistad y paz, y viven y comen juntos,
y se visitan. Si alguno te enviare con mensaje, y e] otro te
riñere, o murmurare, o dijere mal del que te envía, no
vuelvas con ]a respuesta enojado, ni lo des a sentir. Pregun-

40
tado por el que te envió, "¿Cómo te fue allá?", responde
con sosiego y buenas palabras, callando el mal que oístes,
porque no los revuelvas y se maten o riñan, de lo que
después te pesará y dirás entre ti: "¡Oh, si no lo dijera,
y no sucediera este mal!" Y si así lo hicieres, serás de
muchos amado y vivirás seguro y consolado. No tengas
que ver con mujer alguna, sino con la tuya propia. Vive
limpiamente, porque no se vive esta vida dos veces, y con
trabajo se pasa, y todo se acaba y fenece . No ofendas a
alguno, ni le quites ni tomes su honra y galardón y mere-
cimiento, porque de los dioses es dar a cada uno según
a e11os les place. Toma, hijo, lo que te dieren, y da las
gracias; y si mucho te dieren, no te ensalces ni ensober-
bezcas, antes te abajas, y será mayor tu merecimiento. Y
si con eJlo así te humillares, no tendrá que decir alguno,
pues tuyo es. Empero, si usurpases lo ajeno, serías afren-
tado, y harías pecado contra los dioses. Cuando alguno te
hablare, hijo, no menees los pies ni las manos, porque es
señal de poco seso; ni estés mordiendo la manta o vestido
que tuvieres, ni estés escupiendo, ni mirando a una parte
y a otra, ni levantándote a menudo si asentado estuvieres,
porque te mostrarás ser malcriado, y como un borracho
que no tiene tiento. Si no quisieres, hijo, tomar el con-
sejo que tu padre te da, ni oír tu vida y tu muerte, tu bien
y tu mal, tu caída y tu levantamiento, tu ventura será
mala, y habrás mala suerte, y al cabo conocerás q e tú
tien s la culpa. Mira no presumas mucho aunque tengas
muchos bienes, ni menosprecies a los que no tuvieren
tanto, porque no enojes a Dios que te los dio, y a ti no te
dañes. Cuando comieres no mires como enojado, ni desde-
ñes la comida, y darás de ella al que viniere. Si comieres
con otros no los mires a la cara, sino abaja tu cabeza y
deja a los otros. No comas arrebatadamente, que es con-
dición de lobos y adives, y demás de esto te hará mal lo
que comieres. Si vivieres, hijo, con otro, ten cuidado de
todo lo que te encomendare, y serás diligente y buen

41
servicial, y aquel con quien estuvieres te querrá bi n, y no
te faltará lo necesario . Siendo, hijo, el que debe , contigo
y por tu ejemplo vituperarán y castigarán a los otros que
fueren negligentes y maJmirados y desobedient s a sus
padres. Ya no más, hijo, con esto cumplo la obligación
de padre. Con estos avisos te ciño y fortifico, y te hago
misericordia. Mira, hijo, que no los olvides, n i de ti los
deseches.

Respuesta del hijo


Padre mío, mucho bien y merced habéis h cho a mí,
vuestro hijo. ¿Por ventura tomaré algo de lo que de vues-
tras entrañas para mi bien ha salido? Es así lo que decís,
que con esto cumplís conmigo, y que no tendr ' excusa si
en algún tiempo hiciere lo contrario de lo qu me habéis
aconsejado. No será, cierto, a vos imputado, padre mío,
ni será vuestra la deshonra, pues me avisáis, sino mía.
Pero ya veis que aún soy muchacho, y como un niño que
juega con la tierra y con las tejuelas, y aún no sé limpiarme
la¡ narices. ¿Dónde, padre mío, me habéis de dejar o
enviar? Vuestra carne y sangre soy, por lo cual confío que
otros consejos me daréis. ¿Por ventura desampararm e heis?
Cuando yo no los tomare como me los habéi dicho,
tendréis razón de dejarme corno si no fuese vue tro hijo.
Ahora, padre mío, con estas palabras poquitas qu apenas
sé decir, respondo a lo que me habéis propuesto. Yo os
doy las gracias, y estéis en buena hora, y reposad .

De otra exhortación que hacía un indio labrador


a su hijo ya casado
Hijo mío, estés en buen hora. Trabajo tienes en ste pue-
blo el tiempo que vivieres, esperando cada día enfermedad
o castigo de mano de los dioses. No tomas sueño con
quietud por servir a aquel por quien vivimos. Contigo

42 ....
tienes a punto tus sandalias, bordón y azada, con lo demás
que pertenece a tu oficio, pues eres labrador, para ir a tu
trabajo y labranza en que los dioses te pusieron, y tu dicha
y ventura fue tal; y que sirvas a otro en pisar barro y hacer
adobes. En ello ayudas a todo el pueblo y al señor; y con
estas obras tendrás lo necesario para ti, y tu mujer y tus
hijos. Toma lo que pertenece a tu oficio. Trabaja, siembra
y coge. y come de lo que trabajares. Mira no desmayes ni
tengas pereza, porque si eres perezoso y negligente, ¿cómo
vivirás y podrás caber con otro? ¿Qué será de tu mujer y
de tus hijos? El buen servicio, hijo, recrea y sana el cuerpo,
y alegra el corazón. Haz , hijo, a tu mujer tener cuidado de
lo que pertenece a su oficio y de lo que debe hacer dentro
de su casa, y avisa a tus hijos de lo que les conviene. Darles
heis arnbos buenos consejos como padres porque vivan
bien, y no desagraden a los dioses, ni hagan algún mal con
que os afrenten. No os espante, hijos, el trabajo que tenéis
con los que vivís, pues que de allí habéis de haber lo que
han de comer y vestir los que criais. Otra vez te digo, hijo,
ten buen cuidado de tu mujer y casa, y trabaja de tener
con que convidar y consolar a tus parientes y a los que
vin ieren a tu casa, porque los puedas recibir con algo de tu
pobreza, y conozcan la gracia, y agradezcan el trabajo, y
correspondan con lo semejante y te consuelen. Arna y haz
piedad, y no seas soberbio ni des a otro pena; mas serás
bien criado y afable con todos, y recatado delante aquellos
con quien vivieres y conversares, y serás amado y tenido en
mucho. No hieras n i hagas mal a alguno, y haciendo Lo que
debes, no te ensalces por ello, porque pecarás contra los
dioses, y hacerte han mal. Si no anduvieres, hijo, a dere-
chas, ¿ qué resta sino que los dioses te quiten lo que te
dieron y te humillen y aborrezcan? Serás, pues, obediente
a tus mayores y a los que te guían donde trabajas, que
tampoco tienen mucho descanso ni placer; y si no Lo hicie-
·res así, antes te levantares contra ellos, o murmurares, y les
dieres pena o mala respuesta, cierto es que se les doblará

43
d trabajo con tu descomedimiento y mala crianza; y sien-
do penoso, con ninguno podrás vivir, mas serás desechado
y harás gran daño a tu mujer y hijos, y no hallarás casa ni
adonde te quieran acoger, antes caerás en mucha mala-
ventura. No tendrás hacienda por tu culpa, sino laceria y
pobreza por tu desobediencia. Cuando algo te mandaren,
oye de voluntad y responde con crianza si lo puedes hacer
o no, y no mientas, sino di lo cierto; y no digas que sí no
pudiéndolo hacer, porque lo encomendarán a otro. Hacien-
do lo que te digo, serás querido de todos. No seas vaga-
bundo ni mal granjero; asienta y arraiga; siembra y coge,
y haz casa donde dejes asentados tu mujer y hijos cuando
murieres. De esta manera irás al otro mundo contento y
no angustiado por lo que han de comer; mas sabrás la raíz
o asiento que les dejas en qµe vivan. No más, hijo, sino
que estés en buen hora.

Reagradecimiento del hijo a su padre


Padre mío, yo os agradezco mucho la merced que me
habéis hecho con tan amorosa plática y amonestación. Yo
sería malo si no tomase tan buenos consejos. ¿Quien soy
yo, sino un pobrecillo que vivo en pobre casa y sirvo a
otro? Soy pobre labrador que sirvo de pisar barro y hacer
adobes, y sembrar y coger con los trabajos de mi oficio.
No merecí yo tal amonestación. Gran bien me han hecho
los dioses en se acordar de mí. ¿Dónde hubiera o oyera
yo tan buenos consejos sino de mi padre? No tienen con
ellos comparación las piedras preciosas; mas como tales de
vuestro corazón, padre mío, como de caja me las habéis
abierto y manifestado: limadas y concertadas, y por orden
ensartadas, han sido vuestras palabras. ¡Oh! si yo merecie-
se tomarlas bien, que no son de olvidar ni dejar vuestros
tan saludables consejos y avisos. Yo he sido muy alegre y
consolado con ellos: yo, padre mío, os lo agradezco. Re-
posad y descansad, padre mío.

44
De otra exhortación que una madre hizo a S14 bija
Hija mía de mis entrañas nacida, yo ~e parí y te he criado
y puesto por crianza en concierto, como linda cuenta
ensartada; y como piedra fina o perla, te ha pulido y
adornado tu padre. ,Si no eres la Que debes, ¿cómo vim¡s
con otr35i o quién te querrá por m1tjcr? Cierto, con mucho
trabajo y dificultad se vive en este mundo, hija, y las
fuerzas se consumen; y gran diligencia es .menester para
alcanzar lo necesario, y los bienes que los <lioses nos
envían. Pues, amada hija, asa ni dcvnidada,
l. ·· · · e.asa. Sirve y da
aguamanos a tu marido, y ten cuidado de hacer bien el
an. Las cosas de casa ponlas como conviene, apartadas
cada cual en su lugar, y no como quiera mal puestas, y
o dejes caer algo de las manos en presencia de otros. Por
conde, hija, fueres, ve con mesura y honestidad, no apre-
surada, ni riéndote, ni mirando de lado como a medio
ojo, ni rnires a los que viven de frente ni a otro alguno en
la cara, sino irás tu camino derecho, mayormente en pre-
ncia de otr~. De esta manera cobrarás estimación y
buena fama, y no te darán pena ni tú la darás a otro; y así,
de ambas partes, concurrirá buena crianza y acatamiento.
Y para esto, hija, serás tú bien criada y bien hablada. Res-
ponde cortésmente siendo preguntada, y no seas como
muda o como boba. Tendrás buen cuidado de la hilaza y
de la tela y de la labor, y serás querida y amada, y mere-
cerás tener lo necesario para comer y vestir, y así podrás
tener segura la vida, y en todo vivirás consolada. Y por
estos beneficios no te olvides de dar erarias a los dioses.
Guárdate de darte al sueño o _a cama o pereza. No sigas la
sombra, el frescor, ni el descanso que acarrean las malas
costumbres y enseñan regalo, ocio y vicio, y con tal ejem-
plo no se vive bien con alguno; porque las que así se
crían nunca serán bien queridas ni amadas. Antes, hija
mía, piensa y obra bien en todo tiempo y lugar: sentada
que estés o levantada, queda o andando, haz lo que debes,

45
así para servir a los dioses como para ayudar a los tuyos. Si
fueres llamada no aguardes a la segunda o tercera vez, sino
acude presto a lo que mandan tus padres, pórque no les
des pena, y te hayan de castigar por tu inob diencia. Oye
bien lo que te fuere encomendado, y no lo olvides; mas
hazlo bien hecho. ~I-M,~.1lid~.u..1j,1.U st · on o-
a • si no lo puedes hacer, con humil__..__..,., .............,.,., No
digas que harás lo que no puedes, ni a nadie burles, ni
mientas, ni engañes, porque te miran los dioses. Si tú no
fueres llamada, sino otra, y no fuere presto al mandado, ve
tú con diligencia, y oye y haz lo que la otra había de hacer,
y así serás amada y en más que otra tenida. Si alguno te
diere buen consejo y aviso, t6malo, porque si no lo tomas
se escandalizará de ti el que te avisa, o la que te aconseja
lo bueno, y no te tendrá en nada. Mostrarte has bien criada
y humilde con cualquiera, y a ninguno darás p na. Vive
quietamente y ama a todos honestamente y a buen fin.
H.az :¡_ todos bien y no aborrezcas ni m nospr cies a.nad.i.e.,
ni seas de lo que tuvieres avarienta. No eches cosa alguna a
mala parte, ni obras ni palabras, ni menos tengas envidia de
lo que de los bienes de los dioses da el uno al otro. No des
fatiga ni enojo a alguno, porque a ti te lo darás. No te des a
cosas malas, ni a la fornicación. No te muerdas las manos
como malmirada. No sigas n, cocazáo porque re baúc;
iciosa te engañarás ensuciarás 1S.,.afrenta-
rás. J\o te envu lvas en maldade como se revuelve y ntur-
bia el agua. Mira, hija, que no tom s por compañeras a las
mentirosas, ladronas, malas mujeres, callejeras, canton ras,
ni perezosas, porque no te dañen ni perviertan. Ma ntien-
de sólo en lo que conviene a tu casa y a la d tus padres,
y no salgas de ella fácilmente hi andes por el mercado o
plaza, ni en los baños, ni a donde otras se lavan, ni por los
caminos, que todo esto es malo y perdición para la mozas;
porque el vicio saca de seso y desatina, más que desatinan
y desvarían a los hombres las yerbas ponzoñosas, comidas
o bebidas. El vicio, hija mía, es malo de dejar. Si encontra-

46
res en el camino con alguno y se te riere, no le rías tú;
mas pasa callando, no haciendo caso de lo que te dijere,
ni pienses ni tengas en algo sus deshonestas palabras. Si
te siguiere diciendo algo, no le vuelvas la cara ni respondas,
porque no le muevas más el corazón al malvado; y si no
curas de él, dejarte ha, y irás segura ru camino. No entres,
hija, sin propósito, en casa de otro, porque no te levanten
algún testimonio; pero si entrares en casa de tus parientes,
tenles acatamiento y hazles reverencia, y luego toma el
huso y la tela, o lo que allí vieres que conviene hacer, y
no estés mano sobre mano. Cuando te casares y tus padres
te dieren muido, no le seas desacatada ; mas en mandán-
dote hacer algo, 6yelo y obedec , y hazlo con alegría. No
le enojes ni le ·vuelvas el rostro, y si en algo te es penoso,
no te acuerdes en riña de ello; mas después le dirás en paz
y mansamente en qué te da pena. No lo tengas en poco,
mas antes hónralo mucho, puesto que viva de tu hacienda.
Ponlo en tu regazo y falda con amor; no le seas fiera como
águila o tigre, ni hagas ma1 lo que te mandare, porque harás
pecado contra los dioses, y castigarte ha con razón tu ma-
rido. No le afrentes, hija, delante otros, porque a ti afren-
tarás en ello y te echarás en vergüenza. Si alguno viniere a
ver a tu marido, agradeciéndoselo, le haz algún servicio. Si
tu marido fuere simple o bobo, avísale cómo ha de vivir, y
ten buen cuidado entonces del mantenim iento y de lo
necesario a toda tu casa. Tendrás cuidado de las tierras
que tuviéredes y de proveer a los que te las labraren.
Guarda la hacienda y cubre la vasija en que algo estuviere.
No te descuides ni andes perdida de acá para aJlá, porque
así ni tendrás casa ni hacienda. Si tuvieres bienes tem-
porales, no los disipes; mas ayuda bien a tu marido a los
acrecentar, y tendréis lo necesario, y viviréis alegres y
consolados, y habrá qué dejar a vuestros hijos . Si hicieres,
hija, lo que te tengo dicho, serás tenida en mucho y amada
de todos, y más de tu marido. Y con esto me descargo,
hija, de la obligación que como madre te tengo. Ya soy

47
vieja, yo te he criado; no seré culpada en algún ti mpo de
no te haber avisado; y si tomares en tu entraña esto que
te he dicho y los avisos que te he dado, vivirá alegre y
consolada; mas si no los recibieres ni pusi res por obra,
será tuya la culpa, y padecerás tu desventura, y adelante
verás lo que te sucederá por no tomar los con ejos de tu
madre, y por echar atrás lo que te conviene para bien vivir.
No más, hija mía, esfuércente los dioses.

(5¡; Agradecimiento de la hija a su madre


Madre mía, mucho bien y merced habéis hecho a mí,
vuestra hija. ¿D6nde me habéis de dejar, pues de vuestras
entrañas soy nacida? Harto mal sería para mí si no sintiese
y mirase que sois mi madre y yo vuestra hija, por quien
ahora tornáis más trabajo del que tomastes en me criar
niña al fuego, teniéndome en los brazos fatigada de sueño.
Si me quitárades la t ta, o me ahogárades con el brazo
durmiendo, ¿qué fuera de m{? Pero con el temor de que
esto teníades, no tomábades sueño quieto, mas vclábades
estando sobre aviso. No así de presto os venía la leche a
los pechos para me la dar por los trabajos que teníades, y
por estar embarazada conmigo no podíades acudir al
servicio de vuestra casa. Con vuestros sudores me criastes
y mantuvistes, y aun no me olvidáis ahora dándom aviso.
¿Con qué os lo pagaré yo, madre mía, o cómo o lo rviré,
o con qué os daré algún descanso? Porque aún soy mucha-
cha y juego con la tierra y hago otras niñerías, y no me sé
limpiar las narices. ¡Oh! tuvi se Dios por bien que mere-
ciese yo tomar algo de tan buenos consejos, porque siendo
yo la que vos deseáis, hayáis vos parte de los bienes que
Dios me hiciere. Yo os lo agradezco mucho. Consolaos,
madre mía.

48
De la disciplina y honestidad con que se criaban
los hijos de los señores y principales indios
En habiendo hijos, los señores naturales de esta Nueva
España, como tenían muchas mujeres, por la mayor parte
los criaban sus propias madres. Y no criando la madre a
su hijo , buscaba ama de buena leche, y dábasela al niño
cuatro años, y a algunos más tiempo. En destetándolos
· · os, lueg -
l!!li!S...ülCLUl'"-.wJ:.se:n. llcvados ......_.....~ ~ ~ l ! L ~~-~
supiesen m ie.n .tod_o gllC...tPcaba
.-...~U,J.1.,.1.1.11.-U..._.~.....u·,oses. Y en esto eran los primeros los
hijos de los señores. Y el que no andaba muy listo y dili-
gente en el servicio y sacrificios, según le era enseñado,
castigábanlo con gran rigor. Dábanles poco de comer, y
mucho trabajo y ocupación de día y de noche, y estaban
en el templo hasta que se casaban, o eran llevados a las
guerras, si eran mancebos de buenas fuerzas. Con las hijas
>: doncellas. mayormente de principales y señores, había
mucha guarda de viejas parientas o amas criadas en casa,
por la parte de dentro, y de fuera viejos ancianos que de
día las guardaban, y de noche con lumbres velaban el
palacio. e ' · ocupadas susJ.abar
ue por maravilla salían, sino a!guna vez mplo cuando
~ ec1 as ROr sus ma.dr.cs, y entonces con mucha y
grave compañía. tan hone tu qu no-alzaban 165.-ojos
el sue o y · scuidaban, luego 1 s hacían ñal que
r gieseo la vis.ta. 1 e e a, y
también en casa comiendo en la mesa, y esto tenían cuasi
por ley, que la doocella antes de casada mrnca hablase ep
la mes,¡.. Las casas de los señores todos eran grandes, aun-
que no usaban altos; mas porque la humedad no les causase
enfermedad, alzaban los aposentos hasta un estado poco
más o menos, y así quedaban corno entresuelos. En estas
casas había huertas y vergeles; y aunque las mujeres esta-
ban por sí en piezas apartadas, no salían las doncellas de
sus aposentos a la huerta o vergeles sin ir acompañadas con

49
sus guardas. i alguna se descuidaba en salir ol
,baole los pies con s púas muy cru l...,>.._¿u¡...ta a le
.5al) e notándola de andariega, en es ecial si era a de
·ez o do os o ar ' a. Y también andando en
compañía no habían de alzar los ojos, como está dicho,
ni volver a mirar atrás, y las que en esto excedían, con
muy ásperas ortigas las hostigaban la cara cruelmente, o
las pellizcaban las amas hasta las dejar llenas de carde-
nales. Enscñábanlas cómo habían de hablar y h-Onrai:-a
las ancianas y mayores, y si topándolas por casa no las
saludaban y se les humillaban, quejábanse a sus madres o
amas, y eran castigadas. En cualquiera cosa que s mos-
traban perezosas o malcriadas, el castigo era pasarles por
las orejas unas púas como alfileres gordos, porque advir-
tiesen a toda virtud. Siendo las niñas de cinco años, las
comenzaban a enseñar a hilar, tejer y labrar, y no las de-
jaban andar ociosas, y a la que se levantaba de labor fuera
de tiempo, atábanle los pies, porque asen tase y estuviese
queda. Si alguna doncella decía: ': Arahal -s '
antan?" 3 o cosa semejante, la castigaban reciamente, y
reñian y encarcelaban a las amas porque no las tenían
bien criadas y enseñadas a callar, ponderando que la
doncella que tal palabra decía mostraba ser d liviano
corazón y tener mal mortificados los sentidos. Paree que
querían que fuesen sordas, ciegas y mudas, como a la
verdad les conviene mucho a las mujeres mozas, y más
a las doncellas. Hadanlas velar, trabajar y madrugar, por-
que con la ociosidad, que es madre de los vicios, no e
hiciesen torpes. Porque anduviesen limpias aban co
rnuch 'dad.d°" o tte eceS- al día, y a la qu no
lo hacía llarnábanla sucia y perezosa.tcuando alguna era
acusada de cosa grave, si de ello estaba inocente, para
cobrar su fama hacía juramento en esta manera: "¿Por

3 Quiere decir: "tDbnde se oye la fiesta, para ir de inmediato?"

50
ventura no me ve nuestro señor Dios?" y nombraba el
nombre del mayor demonio a quien ellos atribuían más
divinidad, y poniendo el dedo en tierra besábalo. Con
este juramento quedaban de ella satisfechos, porqu
ninguno osaba jurar tal juramento sino diciendo verdad,
porque creían que si lo juraban con mentira, los castigaría
su dios con grave enfermedad o con otra adversidad.
Cu - a su5-.hijo ijas,Jlevábaosi:~
orno ~ p,wcesib.n guiándolos una honrada matrona. Si
ellos eran los que querían ver a su padre, ahora fuesen
todos en general, o algunos en particular, siempre le pedían
primero licencia, y sabían que holgaba de ello. Llegados
ante el señor, mandábalos asentar en el suelo, y la guía lo
saludaba en nombre de todos sus hijos, y le hablaba. Ellos
estaban con mucho silencio y recogimiento, en especial las
muchachas, como si fueran personas de mucha edad y seso.
La que los guiaba ofrecía al padre los presentes que sus
hijos llevaban, así como rosas o frutas que sus madres les
daban para llevar al padre. Las hijas llevaban lo que habían
labrado o tejido para el padre, como mantas de labores o
otros donec illos. El padre hablábalas a todas avisándolas
y rogándolas que fuesen buenas, y que guardasen las amo-
nestaciones y doctrina de sus madres y de las viejas sus
maestras, y les tuviesen mucha obediencia y reverencia,
y dábales gracia por los presentes que le habían traído, y
por el cuidado y trabajo que habían tenido en labrarle
mantas. Ninguna de ellas respondía a esto ni hablaba, mas
de hacer sus inclinaciones cuando llegaban y cuando se
partían, con mucha reverencia y cordura, sin hacer meneo
de reírse ni de otra liviandad . Y con la plática que el padre
les hacía, volvían muy contentas y alegres. Cuando eran
niños de teta tenían las amas mucha vigilancia en no
allegar a sí las criaturas por no las oprimir y matar dur-
miendo, como suele acaecer cuando hay descuido, o las
tenían en sus cunas, y en esto se desvelaban mucho las ma-
dres y las amas. Si acaso sucedía alguna travesura, que era

51
por maravilla, de querer algún mancebo entrar en el lugar a
los varones vedado, donde estaban las hijas de los señores,
aunque no fuese más de verle hablar con alguna, no paga~
ban ambos con menos que la vida, como acaeció a úna hija
de Nezahualpiltzintli, rey de Tetzcoco, que aunque su
padre la quería mucho, y era hija de señora principal, y
hubo muchos ruegos, no bastó todo, sino que la mandó
ahogar, no más de porque un mozo principal, saltando las
paredes, se puso a hablar con ella y ella con él, y él se
escapó y se puso en salvo, que de otra manera pagara.

Prosigue la materia de. cómo los indios


doctrinaban a sus hijos,
y de los consejos que les daban cuando se casaban
La gente común y plebeya tampoco se descuidaba de criar
a sus hijos con disciplina; antes luego como comenzaban a
tener juicio y entendimiento, fos amonestaban dándoles
sanos consejos, y retrayéndolos de vicios y pecados, y
persuadiéndolos a que fuesen humildes y ob dientes y bien
criados con todos, imponiéndolos en que sirviesen a los
que tenían por dioses. Llevábanlos consigo a los templos, y
ocupábanlos en trabajos, enseñándoles oficios, según que
en ellos veían habilidad y inclinación, y lo más común er
darle ofi ·o bajo__s que su padri usaba. Si los veían
traviesos o malcriados, castigábanlos rigurosamente, a las
veces riñéndolos de palabras, otras hosti ándol p.at-el
cue o con ortigas e lugar de azot ""v.cces dábao1,~
n vergas }e' .si ..no se...cnmendaban, colgfüaqlos-y dá.ba.Ac.
co · mo a.narices. Lo mismo hada la madre a
la hija cuando lo merecía. Si se ausentaban los hijos de las
casas de sus padres, los mismos padres los buscaban una
y muchas veces, y algunos de cansados d.tjábanlos .por
i,pcoqcgjh)~~. no curando de ellos. Muchos de éstos venían
a parar, como dicen, en la horca, o los hadan esclavos.
Aunque ahora son tan viciosos los indios en el mentir,

52
entonces los _padres amonestaban mucho a sus hijos que
dijesen v e r d a ~ n ; _ y si eran viciosos en ello 1
e. · e ouadcs...un-p<>Go...el labio, y a esta
<;.a.usa nsahan much.o.-ha.blai-verdad. Preguntados ahora
algunos de ellos qué haya sido la causa de tan gran mudan-
za en esta su costumbre antigua, responden dos cosas: la
una que es tan grande el temor que cobraron a los españo-
les, así seglares como eclesiásticos, por ser tan diferentes
de su bajeza y pusilanimidad, que no osan responderles a
lo que les mandan o preguntan sino lo que les parece que
les dará mís gusto, ora sea posible, ora imposible. Y por
esta misma causa niegan siempre el mal recado que han
hecho, y se excusan, y otras veces dicen disparates. Tam-
bién dan por segunda razón que, como la entrada de los
españoles y las guerras dieron tan gran vaivén a coda la
tierra, y los señores naturales se acobardaron y perdieron
el brío que solían antes tener para gobernar, con esto se
fue también perdiendo el rigor de la justicia y castigo, y
el orden y conciertos que antes tenían, y así no se casti-
gan entre ellos ya los mentirosos ni perjuros, ni a.un los
adúlteros. Por lo cual se atreven las mujeres más a ser
malas que en otro tiempo solían; aunque de los españoles
también han deprendido ellos hartos vicios que en su
infidelidad no tenían. Siendo muchachos los hijos de los
principales, se criaban, como queda dicho, en los templos
en servicio de los ídolos. Los otros se criaban como en
capitanías, porque en cada barrio había un capitán de
ellos, llamado telpuchtlato, que quiere decir "guarda" o
"capitán de los mancebos". Este tenía cargo de los reco-
ger y de trabajar con ellos en traer leña para los braseros
y fuegos que ardían delante los ídolos y en las salas del
templo, que no era poca leña la que cada noche se gastaba.
Servían también en las obras de la república, y en hacer y
reparar- los templos, y en otras obras que pertenecían al
servicio exterior de los dioses, y ayudaban a hacer las
casas de los señores principales. También tenían por sí su

53
comunidad, sus casas y tierras y heredarle qu labraban,
sembraban y cogían para su comer y vestir, y allí tenían
también a tiempo sus ayunos y sacrificios d angre que
hacían de sus personas, y hadan sus ofr nda a los ídolos.
No los dejaban andar ociosos, ni com dan vicio que se les
pasase sin castigo, viniendo a noticia de su mayor, el cual
les tenía sus capítulos, y amonestaba, y corregía, y casti-
gaba. Algunos de estos mancebos, los de má fuerzas,
salían a las guerras, y los otros iban también a ver y de-
prender cómo se ejercitaba la milicia. ran estos mancebos
tan mandados y tan prestos en lo que l s encomendaban,
que sin ninguna excu a hadan todas las cosas corriendo;
ora fuese de noche, ora de día, ora por mont , ora por
va1l s) ora con agua, ora con sol, no hallaban impedimento
alguno~Llegados a la edad de casarse, que era a los veinte
años poco más o menos, pedían licencia para bu car mujer;
y sin licencia por maravilla alguno se casaba, y al que lo
hacía, demás de darle su penitencia, lo t nían por ingrato,
malcriado y como apóstata. Si pasando la edad e descui-
daban, y veían que no se queda~ casar, tresquilábanlos, y
despedíanlos de la compañía de los mancebos: en especial
en Tlaxcalla guardaban esto, porque una de la c remonias
del matrimonio era tresquilarse y dejar la cab 11 ra y loza-
nía de los mancebos, y de allí adelante criar otro modo de
cabellos. Cuando se despedían de la casa donde habían
criado, para ir a casarse, su capitán les hacía un largo ra-
zonamiento, amonestándolos a qu fu sen muy olí itos
servidores de los dioses, y que no olvidasen lo que en
aquella casa y congregación habían deprendido. Y que
pues tomaban mujer y casa, fuesen hombres para man-
tener y proveer su familia; y que para el tiempo de las
guerras fuesen esforzados y valientes hombres. Que tuvie-
sen acatamiento y obediencia a sus padres, y honrasen y
saludasen a los viejos. Otras cosas semejantes 1 s aconse-
jaban con palabras persuasivas y elocuentes. Tampoco
dejaban los indios a sus hijas al tiempo que las casaban

54
sin consejo y doctrina, mas antes les hacían muy largas
amonestaciones, en especial a las hi ·as de los señores y
principales. Antes guc salie~o de ca~ sus padres le
· cómo habían de amar, apla r_y ervir a...sus
==,._- ...._.,.se""'r,__·e::;,::a,..~adas y amadas dullo_s. Parti-
ularmente la madre era la que hacía largos razonamien-
tos a su hija, encargándole principalmente tres cosas: la
primera, el servicio de los dioses en ofrendas y en sacri-
ficios de sus personas, para agradarles, porque todas sus
cosas les prosperasen y les sucediesen bien; la segunda,
su buena guarda y honestidad, diciéndole la obligación
que tenían de corresponder a. la honra de su linaje, y dar
~ ejemplo de su persona a las que eran de menos suerte; la
tercera, el servicio de su marido y amor y reverencia que
( le había de tener. Estos razonamientos le hacía en pre-
sencia de unas matronas que por parte del marido habían
venido a llevarla y acompaña.ria,. A éstas se la entregaba,
diciéndole que con aquéllas como con matronas tan hon-
radas se aconsejase y consolase, tomando su doctrina.

55
LOS JOVENES DEDICADOS A LOS TEMPLOS

Fray Diego Durán

Acerca del texto

En la obra de fray Diego Durán puede notarse la diferencia


entre dos tipos distintos de dedicación a los templos. Por una
parte , la de jóvenes -varones y doncella.s- dedicados a Huit-
zilopochtli, procedentes de barrios puticularcs de la ciudad ,
en número limitado y por el tiempo preciso de un año; por
otra, la de los jóvenes que acudían por 11n tiempo más prolon-
gado a servir a los dioses Tezcatlipoca y Quetzalcóad, a los
que fue más fácil que los españoles identificaran con educan-
dos. Pero la distinción entre jóvenes sacerdotes de Huitzilo-
pochtli y educandos no debió de haber existido en las con-
cepciones indígenas; todas estas casas eran lugares donde los
jóvenes, al cumplir sus funciones sacerdotales, adquirían
los conocimientos y la disciplina necesarios para desempeñar
específicas funciones en la edad adulta.
Son las obras de Duráo y Sahagún las más valiosas fuen ces
documentales para el estudio de los antiguos nahua5. Fray
Diego, nacido en Sevilla en 1S37, llegó muy niño - a los seis
o siete años- a Tetzcoco, donde entre juegos infantiles apren-
dió la lengua náhuatl, y donde conoció a hombres que veinti-
tantos años atrás habían vh·ido en la antigua tradición . En
15S6, en Santo Domingo de Méx ico, tomó el hábito dominico,
y cinco años más tarde fue destinado a Oaxaca. Entre 1570 y
1581 produjo su obra monumental, en la que registró la
historia y tradiciones no de la Tetzcoco en la que vivió de
niño, sino de la ciudad de Mexico-Tcnochtitlan . Esta obra,

57
titulada en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid,
Historia de las Indias y relación de su ido/atrr'a y religión
antigua, con su calendario, se encuentra dividida en tres
partes: a) una historia de los mexicas, desde el cuestionamien-
to del origen de los habitantes de estas Indias, y Ja salida de las
siete tribus de Chicom6ztoc, hasta la muerte de Cuauhtémoc;
b) una descripci6n de ritos, fiestas y ceremonias religiosas, y
c) la parte destinada al calendario antiguo. Poco años después
de concluida esta ol>ra, en 1588, murió fray Diego en la ciu-
dad de México.
La obra de Durán se distingue por la preocupación del do-
minico por recoger información fidedigna. y completa. En las
referencias a sus fuentes menciona su investigación directa,
ya preguntando personalmente a algún anciano indígena, ya
consultando un viejo códice pictográfico, Una de sus preocu-
paciones centrales, el primero de todo los problemas plantea.-
do , el del origen de los indios, vuelve a aparecer con frecuen-
cia a lo largo de su obra. El dominico estaba convencido de
que los indios descendían de los judíos, y lleg6 a atribuir -tal
vez sin mucha fidelidad a su informe- la práctica de la circun-
cisi6n a los gobernantes mexicas, como aparece en uno de los
fragmentos transcritos.
El texto de la obra remite a ilustraciones que ahora reciben
en conjunto el nombre de Atlas de Durán, colección de 49
láminas, con 118 dibujos, que se encuentra en la Biblioteca
Nacional de Madrid. Algunos de estos dibujos, en los que se
puede observar una fuerte influencia europea, son reprodu-
cidos en esta antología.
Los textos que aquí se ofrecen fueron tomados de la
edición de México, Editora Nacional, 1951, que conserva el
dtulo puesto a la obra en la de 1867-1880: Historia de Jas
Indias de Nueva Espafla y Islas de Tierra Firme. Proceden de
la historia y de la relación de ritos, fiestas y ceremonias, que
en dicha edici6n tienen los números capitulares XXVI, LXXX,
LXXXIII, LXXXIV y XCIV.

Reformas de MotecuJnoma Ilhuicamina.


Establecimiento de las escuelas
Aunque la corte real de Mexico estaba en policía, orden y
concierto, y se vivía con gran crianza y t~mor, y con gran

58
cuidado de que no hubiese males ni desorden, quiso y fue
la voluntad del rey que hubiese ordenanzas y leyes y pre·
máticas particulares por donde los demás reyes se rigiesen
y gobernasen, dejando ordenado lo que en adelante se
había de guardar, las condiciones y maneras de vivir, que
cada uno en su estado había de guardar y cumplir, orde-
nando su república c~anto mejor fue posible, conforme a
sus antiguas costumbres. Y para mejor ordenar esto tuvo su
consejo [Motecuhzoma Ilhuicamina] con los grandes de
su corte, o por mejor decir, hizo cortes y junta general
de todos los grandes de su reino y de todas las provincias
comarcanas, con los cuales se ordenó la honra, el respeto,
el temor, la reverencia que se había de tener a los reyes, y
l.uego a los grandes señores, que fue ordenar los adorasen
por dioses y los tuviesen por tales .. .
Ordenaron que hubiese en todos los barrios escuelas y
recogimientos de mancebos donde se ejercitasen en religión
y ,buena crianz~, en penitencia y aspereza, y en buenas cos-
fjllmbr:es, . y en ejercicios de guerra y en trabajos corpol'ales,
en ayunos y en disciplinas, -y en sacrificarse, en velar de
noche, y .que hubiese maestros y hombres ancianos que los
r~prendiesen y corrigiesen y castigasen y mandasen y ocu-
pasen en cosas de ordinarios ejercicios, y que no los deja-
sen estar ociosos, ni perder tiempo, y que todos estos
1)10Zos guardasen castidad, con grandísimo rigor, so pena
de la vida.

.
Los dos monasterios del Recinto del Templo Mayor
Había, como atrás dejo dicho, en este templo, dentro de
la cerca de él, dos monasterios, el uno de .mancebos- reco-
gidos ' de dieciocho a veinte años, a los cuales llamabarr
eligiosos. Traían en las cabezas hechas unas coronas como
frailes, el cabello· un poco' más crecido, que les daba a
Jne.dia orej a al colodrillo cuanto cuatro dedos de ancho.
Uejaban crecer el cabello, que descendía a las espaldas, q~e

59
--~-era de tta.nzado os tra z d cu~-
ao... Hubo en la relación de éstos alguna variedad, que los
uaos dicen que en Mexico no traían coronas', sino todos
otilados a navaja, y que las coronas en la sola provincia
de Chalco las usaban los religiosos de este templo, y en
a de Huexotzinco, la pintura de los cua.les es la que verán
en esta otra hoja. [Fig-ura 1]
Estas figuras son las de los mancebos refogidos que
servían en el Templo de Huitzilopochtli, los cuales vivían
en castidad, pobreza y obediencia y hadan el oficio de
levitas, administrando a los sacerdotes y dignidades del
templo el incensario, la lumbre, las vestimentas. Barrían
los lugares sagrados; traían leña para que siempre ardiese
en el brasero divino, que era como lámpara que ardía
contino.
_Había ott mochachos que eran corno monacillos que
servían en este templo, que servían de cosas manuales,
como eran enramar, componer los templos de rosas y
juncia, de dar aguamanos a los sacerdotes, de administrar
navajuelas para sacrificarse, de ir con los que iban a pedir
limosna, para traer la ofrenda. Todos éstos tenían sus ca-
pitanes y prepósitos que tenían cargo de ellos, os cual
llamaban tel ochtlato 1Je u ·e · " de
Ul.QUl.$"• Todos éstos vivían con tanta honestidad y mira-
mieato, que cuando saHan en público donde había mujeres
salía.n las cabezas muy bajas y los ojos en el suelo, sin
osar alzarlos a mirarlas, Traían por vestido unas mantillas
de red.
Llamaban a estos mancebos recogidoselocuatecomame,
que en nuestra lengua ci,clarado este nombre es casi dispa-
rate, porque para denotar la cabeza rapa.da toma el tecó-
matJ, que es "liso", 1 y para decir que aquella cabeza tenía
corona, tomaban el élotl, y componían "cabeza lisa como

1 filo exactamente, sino ",emicsf~rico", "como taza", o ,ea en forma de


tccomate.

6.0
..· ,- -:----~-=-=----
.._,::,:-.- -:-:-=

. . · ~,
-~l. ..,'
-- ".
.1
- ·'-,.

~~
'. ~·-1
--:J

FIGURA 1
Los sacerdotes rapados.
Atlas de Durán, trat. 2, lám. 2, c.

61
jícara, con cerco redondo como mazorca", y esto quiere
decir elocuatecomame. A esto acude ahora la superstición
de poner a los niños coronas en las cabezas; y no lo tengan
a poco más el permitirlo, porque no es más de permitir
idolatrar a las madres y a los padres que se las ponen, y
adviertan los que tienen cargo entre indios en no los per-
mitir, que aunque por no entender bien los indios lo
ignoren, sea esto aviso para los estorbar, siendo como es
a especie de idolatría.
Estos recogidos tenían licencia de salir por la ciudad de
cuatro en cuatro y de seis en seis, muy mortificados, a
pedir limosna por los barrios, y tenían licencia, cuando
no se 1a daban, de llegarse a las sementeras y coger las
mazorcas que habían menester sin que el dueño osa.se
hablarles ni evitárselo, ni había de decir "bien hecho" ni
"mal hecho es". Tenían esta licencia porque vivían en
pobreza, sin tener renta ni de donde poder comer, sino
de lo que pedían de limosna o cogían de las milpas para la
sustentación de aquel día. También vivían en castidad y

tpenitencia.
No podía haber más de cincuenta de estos penitentes, el
jercicio de los cuales era atizar la lumbre del templo, que
iempre ardía, y traer leña que había de arder; enramar y
derezar el templo; levantarse a media noche a tañ r unos
caracoles con que despertaban a la gente; de velar al ídolo
por sus cuartos de noche, porque la lumbre no se apagase;
administrar el incensario con que los sacerdotes incensaban
al ídolo a media noche, y a la mañana, y a medio día, y a
la oración. Llamaban a esta ceremonia de incensar tlena-
mactli. ~ Estos estaban muy sujetos a los mayores, y muy
obedientes. No salían un punto de sus mandami ntos.
Estos, a la hora que acababan de incensar, a la hora dicha
de la noche, se iban a un lugar particular y se sacrificaban

2 Tlnramactli es el nombre de lo que se ~uemaba en honor de los dioses.


El texto dice tlenimactly . El nombre del acto
ritual es tlenamactiliztli.

62
los molledos de los brazos, y la sangre que se sacaban
poníansela por las sienes, hasta lo bajo de la oreja. Y
hecho el sacrificio, se iban luego a lavar a una laguna .. .
Estos mozos no se embijaban ni ponían ningún betún, ni
en cabeza ni en el cuerpo. Su vestido era una manta de
nequén muy áspera y blanca. Durábales esta penitencia y
ejercicio un año, cumplido el cual año venían con mucho
recogimiento y con mucha mortificación en ayunos y
penitencia extraña.
La segunda casa y apartamiento que dije estaba a
la otra parte del patio frontero de esta otra, donde había
otro r ogimient de m jas _recogidas;, tooas-donc lla$..de
ª doce y a tre · ti.ale.-llamaoau "las roouc:
de la penitencia". Eran otras tantas como los varones, sin
haber m ás ni menos. Estas vivían en castidad y recogimien-
to, como doncellas diputadas al servicio de Dios, las c,uales
no tenían otro ejercicio si.no era barr y r ~ l templo,
y hacer cada maña.na...de ..c.omer para eW.dolo,...~..a-los minis-
tros_ del templo, de aquello que de l,lmosna...ecogían. La
comida que al ídolo hacían era unas tortil,w_pequeñas,
hechas a ~ anera de manos y de pies, y otr.as etorcidas
como m'e lcochas Llamaban a este género de comida· 1!Ja -
paltlaxk alli, xq_paltlflxcal/i, cocoJtia"-Calli, 'ill.l~ .._.ier de-
cir " p aD con manos", y "con pies" y " retorcidL Co s
pan hacían nos guisados d e chile y ponían ~ al (.dolo
d elanteL y esto era ~ da día. Entraban estas chachas
tresquilonas, desde qu e e ntraban dejaban ere er el cabe-
Uo,Jas cuale verás a la vuelta de esta hoja. [Figura 2]
La presente figura demuestra la manera que tenían las
mozas recogidas que servían en el templo de Huitzilo-
pochtli, las cuales vivían con el mismo encerramiento y
clausura que viven ahora las monjas, hasta cierto tiempo,
con toda honestidad y limpieza. Y éstas barrían y regaban
los lugares sagrados, y hacían de comer a los dioses y jun-
tamente a los sacerdotes, y a las dignidades de los templos,
las cuales en ciertas festividades se emplumaban las piernas

63
- -~-----.==----··=
M • --
-- .-

-
......__ ..___.

_,...

FIGURA2
Muchachas que entraban al templo.
Atlas de Durán, trat. 2, lárn . 4, d.

64
y brazos y se ponían color en los carrillos. Levantábanse de
noche, a media noche, a las alabanzas de los ídolos que
de concino se hacían, y hacían los mismos ejercicios que los
varones hacían. Tenían amas que eran como abadesas y
prioras que las ocupaban en hacer mantas de labores, de
muchas diferencias, para el ornato de los dioses y de los
templos, y pa[ra] otras muchas cosas particulares del
servicio y ministerio de los dioses.
El traje que a la contina traían era todo de blanco, sin
labor ni color ninguna. Eran cadañeras como los varones.
Cumplido el año de su servicio y penitencia, salían de allí
para poderse casar, así ellos como ellas, y en saliendo
aquéllas, luego entraban otras que hacían voto, ellas o sus
padres, de servir un año al templo en aquella penitencia.
A media noche, a la otra que los varones se sacrificaban
los molledos, a esa misma hora se sacrificaban ellas Iac;
puntas de las ore ·as, de hacia la parte de arriba, y la sausre
ue se saca an la....pot- los cauil-,-,..,'-'...._~,...r
donde se onen r las mujeres. Estas ~en.í.a.n
en su"' cecogiroicoro u.ca alberca donde i;e laHabao después
ll,.ijue11a ni:1g¡e.
El recogimiento de éstas era grande. Vivían con gran
honestidad, y era tanto el rigor con que se miraba por
ellos, que si tomaban algnoa o alguno en algúo delito, por
leve que fuese, como fuese contra la honestidad, luego J.,o.s
mataban sin ninguna remisión, acumulándoles haber ofen-
. dido al dios y gran señor suyo, sobre lo cual fundaban un
agüero, y era que, como había mozos y mozas, y conocían
su poca constancia y mucha flaqueza, y viviesen con aquel
cuidado y recelo, en viendo entrar o salir algún ratón en
el oratorio del ídolo, o algún murciélago, o si hallaban
acaso roída alguna manta del templo, o agujero que hu-
biese hecho ratón en la pieza, luego decían que algún
pecado se había cometido, y que alguna injuria se había
hecho a su dios, pues el ratón, o murciélago, o otra cual-
quier sabandija se había atrevido a ofender al ídolo, y

65
andaban muy sobre aviso para saber quién era la causa de
tan gran desacato y [ir ]reverencia. HaUado el delincuente,
por muy aventajado que en dignidad fuese, luego le mata-
ban, y vengabap. con aquello la injuria que a su dios se
había hecho. LJ!man a la injuria tetlazolmicti/iztli.
t z.os zas habían de s r q eis barrios que
ara este efec estaban nornbtados, y no podían ser de
otros barrios, sino de aquéllos.
Estos mozos y mozas servían un año en este templo,
que era de una fiesta a otra, el cual año cumplido de su
penitencia y recogimiento salían de allí. Los señores y
mandoncillos de barrios que dije tenían ya apercibidos
las que aquel año habían de entrar a comenzar su servicio
del ídolo y ejercicio con el recogimiento y penitencia que
las pasadas, y entregábanlas a los sacerdotes y viejos del
dormitorio, que así los llamaban, para que les impusiesen--
en las ceremonias, así a los mozos como a las mozas, las
cuales servían otro año. Y esto era infalible, sin jamás
faltar de aquellos calpules mozos y mozas diputados para
sólo el servicio de este solo ídolo, Jo cual concuerda con
Jo que Dios tenía mandado en el Deuteronomio, que los
sacerdotes ministros del templo fuesen del tribu de Leví y
de la estirpe de Aarón, a los ·cuales dio Dios por herencia
que comiesen de las oblaciones y sacrificios ofrecidos
a Dios, mandándoles que no fuesen participantes en la
posesión de sus hermanos, sino que tuviesen a sólo Dios
por h rencia, y ~que sólo él fuese su patrimonio. Así lo
guardaban los sacerdotes y ministros de los templos en
esta tierra, que como dejo dicho, .vivían en pobreza y no
comían sino de limosnas y de las c:>frendas y oblaciones
que a los templos acudían, y de la:s limosnas que les daban,
sin tener rentas ni tierras ni patrimonios, teniendo a los
dioses que tenían y aquel oficio por herencia y patrimo-
nio. Y así, nunca les faltaba de comer, · y todo lo' que
habían menester, muy cumplidamente, con tanta abund3:11-
cia que Jo que les sobraba daban a los necesitados y pobres.

66
/

..f>dM..,__~...,as de1 recogimiento de 'este templo, dos días ,


antes dua.. fiesta este ídolo de ~Ue vamos tratando,
molían mucha cantidad de la semilla de bledos que ellos ·
llaman buauht!i, juruaroente con maíz tostado. Después de ,
molido, a,masábanlo con !!liel negra e los magueyc:s. Des-
pués de amasado li.aclan un ídolo de aquella masa, tal y
tan rande como era el de palo que atrás dejo dicho,
P.Oniendole or ·os algunas cuentas verdes, o azules,
b¡ - y ·entes gr.anos de maíz, haciéndol sus
pi s y , entado en cuclillas. . el cual despu' de
p rfec ·onado v nían todos los señores, y traían un vestido
· · o, conforme al traje dicho del ídolo, y vestían
aquella masa en figura de ídolo, poniéndole aquel pico d
pájaro, todo de oro muy bruñido y relumbrante, con aque-
lla corona de plumas en la cabeza, y su delantal de plumas,
su rodela y báculo, y sus brazaletes y ajorcas de los pies,
sus sandalias muy ricas, y su braguero muy galano d,e
labores y · plumería, y después · de muy bien vestido y
aderezado; sentábanlo en un .escaño azul, a manera a e
andas, de las cuales salían cuatro asideros. Aderezado el
íd de masa, y puesto en este escaño 4o andas, venida la
mañana de la fiesta, una hor'a antes qu arnaneciese,--Sal.í.aJ:l
todas estas dqnceUas vestida ~, d . blanc~ con camisas y
n as nuevas, Ílr las cuales poi: aquel día las llamabac..las
.h,snnanas de Huitzilopochtli, convien a saber, ipihuan
Huitzilopochtl fr Estas venían todas 'c oronada con gu.icnal-
~ n las cabezas, .de maíz tost~do y revent do, que ellos
llaman momóchitl. De rste maíz traían unas guirnaldas
gruesas, y a· los .' cuellos _gruesas sart,as de lo mismo, que
les venían por debajo del brazo .izquierdo. Así aderezadas,
puesta su color c'oloradas en los carrillosy los brazos desde
los codos hasta las muñecas de las manos,- emplumadas de
plumas de papagayos ·coloradas, tomabap aquellas andas
en los hombros y sacábanlas al patio.
Acá afuera estaban los ro aocebQ~ todos vesti.cl~ n
J!JJ 3S mauras de ce.d galaoos bcaguerolii .cie

67
nmcha pluma labrad~ coronados de aquellas guirnaldas
de maíz, con sartas de lo mismo al cuello, los cuales, en
saliendo que salían las mozas con el ídolo en los hombros,
llegaban ellos con mucha reverencia y tomábanlas ellos
en los suyos, y veníanse con ellos al pie de las gradas del
templo, y humillándose, todo el pueblo tomando tierra
del suelo y poníanla en la boca, la cual ceremonia era muy
ordinaria entre éstos, en los principales días de sus dioses.
Hecha esta ceremonia, salía todo el pueblo en procesión,
con toda la priesa p_osible, y iban al Cerro de Chapultépec,
y allí hacían estación y sacrificio, y de allí con la misma
priesa venían por Atlacuihuayan, y allí hacían segunda
estación. De Atlacuihuayan venían a Coyohuacan, y allí,
sin hacer pausa, se volvían a Mexico, el cual camino se
hada en tres o cuatro horas. Llamaban a esta procesión
ipaina Huitzilopochtli, que quiere decir "el veloz y apresu-
rado camino de Huitzilopochtli". Dijéronme algunos que
esta procesión no era el mismo día, sino en su octava,
porque la tenían de veinte días; pero que sea el mismo
día, que sea en su octava a este ídolo y a honra suya se
hacía ...
Acabados de llegar al .pie de las gradas del templo,
ponían allí las andas, y tomaban luego unas sogas gruesas,
y atábanlas a los asideros de las andas, y con mucho tien-
to y reverencia, unos estirandó de ¡irriba, otros ayudando
de abajo, subían las andas con el ídolo a la cumbre del
templo, con mucho sonido de bocinas y flautillas, y
clamor de caracoles y atam bores. Subíanlo de esta manera
a causa de que las gradas del templo eran muy empinadas y
angostas, y la escalera larga, y no podían subir con ellas en
los hombros sin caer, y así tomaban aquel medio para
subirle. Al tiempo que le subían, estaba todo el pueblo
en el patio, con mucha reverencia y temor. Acabado de
subirle a lo alto, y metido en una casita de rosas que tenían
hecha a manera de ramada, venían luego los mancebos y
derramaban muchas rosas de diversos colores y maneras,

68
y henchían todo aquel lugar de elÍas, hasta acá fuera, y
todas las gradas.
Después de lo dicho, salían todas aquellas doncellas
dichas con el aderezo referido, y sacaban de allá de su
recogimiento unos trozos de masa del tzoalli, que es la
misma de que el ídolo era hecho, hechos a manera de
huesos muy grandes, y entregábanlos a los mancebos. Y
ellos subíanlos arriba, y poníanlos a los pies del ídolo
y por todo aquel lugar, hasta que no cabían más, porque
según relación eran cuatrocientos· huesos de masa. A esta
masa en figura de huesos llamaban "los Jiuesos de Huitzi-
lopoch tli", y "la carne", y es de notar que había aquí dos
ceremonias, que no es de poner en silencio, y es que las
mozas recogidas sacaban aquellos huesos que ellas tenían
hecho, y entregábanlos a los mancebos recogidos, porque
no les era permitido en ninguna manera ni tiempo entrar
en el recogimiento de las mujeres, y ellos los recibían de
las manos de ellas y los subían y ponían ante el ídolo,
porque en ninguna manera se permitía entrar mujer ante
el ídolo, ni administrar cosa ninguna ante él, ni aun subir
a las gradas arriba, y así lo guardaban como si quebrantarlo
fuera sacrilegio o crimen lesa majestad, y a la verdad en su
ley lo era. Puestos allí los huesos, salían todos los ancianos
del templo, sacerdotes y levitas, y todos los demás minis-
tros y sacrificadores, según sus antigüedades, porque las
había muy por su concierto y orden, con sus hombres y
dictados .. . SaHan unos tras otros con sus mantas de red de
diferentes colores y labores, conforme a la dignidad y
oficio de cada uno, y con guirnaldas en las cabezas y a los
cuellos. Tras éstos salían todos los dioses y diosas, o sus
personajes vestidos a la misma forma de ellos, y ponién-
dose en orden alrededor de aquella masa, en trozos, hacían
cierta ceremonia de canto y baile sobre ellos, con lo cual
quedaban benditos y consagrados por carne y huesos de
aquel ídolo llamado Huitzilopochtli, y luego se apercibían
los sacrificadores que tenían por nombre chachalmécah,

69
los cuales eran dictados de mucha honra ...

Telpocbcarli
Este templo [de Tezcatlipoca] en Mexico estaba edificado
en el mismo lugar que está edificada la Casa Arzobispal,
donde, si bien ha notado el que en ellas ha entrado, verá
ser toda edificada sobre terrapleno sin tener aposentos
bajos, sino todo macizo el primer suelo.
Allí estaba este ídolo en su. templo, no menos galano y
torreado y almenado que el de Huitzilopochtli, edificado
con tanta curiosidad de efigies y tallas y revocados que
aplacía cualquiera vista. Tenía dentro de su patio y cerca
muchos aposentos, unas de las dignidades de aquel templo,
que había particulares, pues eran como iglesias catedrales,
especialmente los templos de los dioses más preminentes,
porque otros había que no eran sino como parroquias. . .
Había también aposentos de mancebos recogidos que
servían ya en el culto y ceremonLas a los viejos prebenda-
dos, guardando su recogimiento y pobreza y obediencia, y
ejercitándose ya en la misma: penitencia que los ancianos.
Había también aposentos de mozas recogidas y religio-
sas, de las cuales tratamos en el capítulo pasado, y de su
traje y ejercicio, y de lo que servían al ídolo en su fiesta, y
el modo con que se aderezaban para ella, como lo verás
pintado en la presente hoja. [Figura J]
Antes que pasemos a tratar de los demás ídolos en par-
ticular, quiero tratar de los sacerdotes de este templo, y de
sus ceremonias y traje, su manera, su forma y hábito, y
de todos los demás servidores de él, donde por haber cosas
que notar quise hacer particular capítulo de su relación,
con la mucha y áspera penitencia que hadan, el rigor con
que se trataban, y el tesón con que perseveraban en aque-
llos pesados y sangrientos ejercicios. ·
_ Los sacerdotes y dignidades de este templo no eran
gente diputada para el servicio de él como lo eran los que

70
.,,.---
• -..·--:----: - -- .. ·-
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.

- - -------

FIGURA 3
Atavíos de los jóvenes.
Atlas de Durán, ttat. 2, lám. 5, b.

71
servían a Huitzilopochtli, que habían de ser de ciertos
barrios particulares. En este templo no eran de esa manera,
sino una gente ofrecida desde su niñez al templo ... [Los}
ponían los padres en los templos en el tiempo de su
infidelidad, ofreciéndolos a los dioses para que fuesen
guardados y amparados de ellos. Y esto hacían cuando los
veían enfermos, o e~ algún peligro, por ser la gente que
más ama a sus hijos que h ay nación en el mundo. Así los
ofrecían a los dioses, para que allí se criasen y deprendie-
sen a servir en el templo, y buenas costumbres, y junta-
mente las ceremonias y culto de los dioses.
f De estos niños había casa particular como escuela o
pupilaje, donde había gran número de muchachos, los
cuales tenían ayos y maestros que les enseñaban y indus-
triaban en buenos y loables ejercicios y costumbres, a ser
bien criados, a tener reverencia a los mayores, a servir, a
obedecer, dándoles documentos cómo habían de servir
a los señores para caber entre ellos y saberles ser agrada-
bles. Allí los enseñaban a cantar, a danzar y a otra:s mil
sutilezas. También los industriaban ejercicios de guerra, a
tirar una flech:i a. puntería, a tirar una fisga o varas tostadas
con amientos, a mandar bien una rodela y espada, 3 hacién-
dolos dormir mal y comer peor, para que desde niños
supiesen de trabajos y no se criasen con regalo.
En esta casa había muchos de todo género de personas,
así hijos de principales como de gente baja, y aunque todos
estaban de una puerta adentro, los hijos de los reyes y de
los grandes siempre estaban más respetados y mirados,
trayéndoles las comidas de sus casas en particular, especial-
mente a los hijos de Motecuhzoma y de otros valerosos
principales y señores que tenían allí sus hijos encomenda-
dos a los viejos que mirasen por ellos. Predicábanks y
arnonestábanles el vivir castamente, y cl ayunar, el comer

3 Espada de madera con fil05 de obsidisna. d ..._,_;i,..,i_

73
y beber templadamente y con reposo y mesura, y no
apresuradam~nte, probándolos con . algunos trabajos y
pesados ejercicios para conocer en ellos lo que aprovecha-
ban en la virtud.
A esta casa llamaban telpocbcalli, que qujere decir
"casa de mancebos" o "de muchachos", donde después de
ya criados y enseñados en los ejercicios ruchos considera-
ban en ellos la inclinación que tenían, y a lo que más se
aplicaban y inclinaban. Si le veían con ánimos y brío de ir
a la guerra, en teniendo edad, luego, en ofreciéndose
coyuntura, en achaque de que llevase la comida y basú-
men to a los soldados, lo enviaban para que allá viese lo que
pasaba, y el trabajo que se padecía, para que perdiese el
miedo. Y muchas veces les echaban unas cargas pesadas
para que, mostrando ánimo en aquello, con más facilidad
los admitiesen a la compañía de los soldados. Y así aconte-
cía muchas veces ir con carga al campo y volver por capi-
tán y con insignias de valeroso, y otros quererse señalar
tanto que quedaban presos o muertos en el campo, porque
muchas veces antes se dejaban hacer pedazos que dejarse
prender. Y por la mayor parte los que a esto se inclinaban
eran los hijos de valerosos hombres, de señores y caballe-
ros, gente principal, lo cual es general en todas las naciones
del mundo los tales bien nacidos ir a señalarse sus personas
en defensa de su ley, y por su rey, y por la patria, y para
ilustrar sus personas y linajes.
Otros se aplicaban y inclinaban a religión y recogimien-
to, a los cuales, en conociéndoles la inclinación y gesto,
luego los apartaban y traían a los aposentos del mismo
templo y dormitorios, poniéndoles las insignias de eclesiás-
ticos. .. Así a estos naturales los sacaban de estos colegios
y escuelas donde deprendían las ceremonias y culto de
los ídolos, y los pasaban a otras casas y aposentos de más
autoridad, a la cual casa llamaban tlamacazca/li .. .

74
Tlam acaz calli
lC e
e~ir
~~.a-~~~~~--111~~:=:~~,l\e~~~l.!!.~~...!ª
=-=:.:.:..=:.:,:,ao-u.u.1,1~S
cuatro vo a
piltzintli, que es como nosotros decunos ''.puericia"; el
segundo era tlamacazqui. que quiere decir tanto 'como
•~ventu.d"; el tercero era J/apa/iuhg_¡Ji, que quiere decir
'l'..ª la edad m rfPrta", Y. huehu . .
. ' ' ,,

onse al no se hace nada.


Traían, pues, estos manee os a esta casa de más autori-
dad, en la cual casa y aposentos hallaba otros maestros y
prelados que lo guardaban y imponían y enseñaban en lo
que les faltaba de deprender, los cuales desde el día que
entraban en este segundo lugar, .!9.primero que bacían cc:i
de· ar el e co naza o ; lo segundo c¡nlli·
i2-rse de Ries a cabeza can u D hen'rn nesw ,
que de la mucha tizne que en ellos se ponían mojada, ve-
nían a criar unas plantas en ellos, y a ponérseles como unas
trenzas, que no parecían sino crines de caballo, encrisneja-
das, los cuales con el largo tiempo ,les venían a. dar a Jas
corvas, y era tanto el peso que tra1an en la cabeza, que
hadan grandísima penitencia con él. Este cabello Ro.lo
~ercenaban ni corra bao b cían o basta, g,µe ~a
muy yi~ os las jubilaban y..pon.íao en cargas de u:gimieuÍ;p
oo · · ~--~,·~~ "~blica,..que.ellas 11am aba.IJ,

4 E~ realidad, tlamacazqui ~ignifica literal~ente "el ofrendador", y era el


nombre que se daba a los estud1anl'Cs del calmt1cac, como sa.cerdotes que eran,
5 En este párrafo hay una contradiccibn Y un error: "joven" era telpuchtli·
"hombre ya casadero" era t/apalibui ; "hombre maduro" era oquicbtli. '
:ccúh~ tl, 6 que es como nosotros decimos lo~ grandes,
a orte e j.csta.d. Traían éstos las cabelleras tranza-
das, otros con unas tranzaderas de 1lgodón blanco, tanto
nomás de cuanto toman seis dedos. A estas cabelleras así
tiznadas y entranzadas llamaban papll ... El ordinario tizne
era de humo de tea, la cual tez y humo fue muy tenido y
reverenciado antiguamente, y era ¡>articular ofrenda de
los dioses. Con esta tizne estaban sie111pre embijados de los
pies a la cabeza, que no parecían sino negros muy ateza-
dos. Y este embijado con solo tizne de acote era el coti-
diano, porque cuando habían de ir a sacrificar, especial-
mente a encender inciensos a las espesuras y cumbres de
los montes altos, y a las cuevas oscuras y temerosas donde
tenían sus ídolos, y hacían sus particulares ceremonias
para perder todo temor y cobrar gran ánimo, se embijaban
con otro betún diferente, al cual llamaban teotlacualli, que
quiere decir "comida de dios". Y esta "comida de dios"
era conforme al dios que la comía, la. cual era toda hecha
de sabandijas ponzoñosas, conviene a saber, de arañas,
alacranes, cientopiés, salamanquesas, vtboras, etcétera,
las cuales recogían los muchachos de estos colegios y las
tenían recogidas muchas en cantidad para cuando los
sacerdotes las pedían, como los pajes de palacio se proveen
de mondadientes para la mesa de los señores. Así estos
muchachos, el tiempo que les vagaba, andaban a caza de
estas sabandijas mortíferas, y si acaso yendo a otra cual-
quiera cosa topaba alguna, así ponía el cuidado en cazarla,
como si fuera en ello la vida, de donde ha venido a no
temer estos indios a tratar estas sabandijas con la mano,
como si no fueran peligrosas y asquerosas.
Para hacer esta "comida de dios" con que se embijaban
en los tiempos dichos, tornaban los sacerdotes y ministros
de los templos, y en particular de este que vamos tratando,

6 El documento dice túicÍlyotl . Es probable que se■ tecúbyotl ; aunque lo


mis cercano sería tlazúyotl, que significa "exceleacia", "gran valía".

76
todas aquellas sabandijas dichas, y quemábanla¡ en el
brasero del dios que estaba en el templo, y des¡>ués de
quemadas echaban aquella ceniza en unos morteros, y
juntamente mucho picietl, que es una yerba que los indios
usan para amortiguar las carnes y no sentir el traba.jo, que
es a la misma manera que beleño de España, el cual rewel-
to con cal pierde la fuerza que tiene de matar, aunque no
la de almadiar y desvanecer y ser nocivo al estómago. De
esta yerba echaban en aquellos morteros, y algunos alacra-
nes y arañas vivas, y cientopiés, y allí lo majaban y bacían
un ungüento endemoniado, hediondo y mortífero. Des-
pués de majado echábanle una semilla molida que llama-
ban ololiubqui, que se ponen los indios y la beben para
sólo ver visiones, el cual tiene efecto de emborra.cnar, y
gusanos negros peludos, que solo el pelo tiene ponzoña
y lastima a los que toca. Todo esto amasaban junto con
tizne, y echábanlo en unas olletas y jícaras, y poníanla
delante de este dios como comida divina, los cuales embi-
jados con ella era imposible dejar de volverse brujos o
demonios, y ver y hablar al Demonio, pues debía de ser
este ungüento hecho para el efecto, como aquel con que
se untan las brujas . ..
Embijados estos sacerdotes con esta masa, perdían todo
temor. Mataban los hombres en los sacrificios con gran-
dísima osadía; iban de noche y solos, así embijados, a los
monteSi a las cuevas escuras, a las quebradas sombrías y
temerosas, todos sin temor de que nada les empeciese ni
osase hacerles mal, llevando como por amparo la comida
divina con que iban untados, menospreciando las fieras,
teniendo por muy averiguado que los leones, tigres y otras
fieras alimañas nocivas que en los montes se crían huirían
de ellos por virtud de aquel betún de dios, y por mejor
decir, del Diablo, y aunque no huyesen del betún, hui-
rían de ver un retrato del demonio en que iban transf or·
mados...
Después de dicho lo que hemos tratado de estos minis-

77
tros, es menester declarar del culto y servicio que hadan
al ídolo cada día, y de su áspera penitencia, donde será
necesario ver su modo y pintura para que entendamos,
vista su figura, con más facilidad lo que de ellos escribire-
mos, los cuales eran a la manera que aquí ves. [Figura 4]
Vista su figura, es de saber que el ejercicio de éstos era
incensar al ídolo cuatro veces entre día y noche con
aquel incensario que en la mano vimos que tenía, y era a
las horas que diré: la primera en amaneciendo, y la otra
a medio día, y la otra a la oración, y la cuarta a media
noche, a la misma hora que nosotros nos levantamos
a decir maitines. A esta misma hora se levantaban todas
las dignidades y prebendas de aquel templo, y en lugar de
campanas tomaban los que llamamos tlamacazque unos
caracoles grandes, y otros unas flau tillas, y tañían gran
rato un sonido triste y endemoniado. Después de haber
tañido, salía el semanero de aquella semana, vestido con
una ropa larga hasta las corvas, como almática, y con su
brasero o incensario en la mano, lleno de brasa del fogón
de dios, y en la otra mano una bolsa llena de incienso.
Echaba de aquel incienso en el incensario, y entraba al
ídolo, y incensaba a la misma manera que ahora inciensan
los sacerdotes el divino altar, alzando la mano hacia arriba
y tomándola abajo. Dejaba luego el incensario, al cual
llamaban tlémaitl, y tomaba luego una manta, y sacudía
el altar y las mantas que estaban por ornato de la pieza.
Estando ya la pieza bien llena de humo de aquel incienso,
salíase a su recogimiento. Lo mismo hadan, en amane-
ciendo, con el mismo sonido de caracoles, y a medio día,
y a la oración, todos los días, sin faltar un día tan solo.
Acabada la ceremonia que a media noche se hada, luego
se iban a un lugar de una ancha pieza, donde había muchos
asentaderas de palo y de juncia, y allí se sentaban y toma-
ban cada uno su puya de maguey, y punzábanse las panto-
rrillas, junto a la espinilla, y exprimían la sangre, y untá-
banse las sienes con ella. Después de untadas las sienes, la

78
FIGURA 4
Penitencias de los sacerdotes.
Atlas de Durán, trat. 2, lám. 6, c.
demás sangre tmtaban con ella todas las puyas con que se
punzaban y sacrificaban, y poníanlas entre las almenas
de la cerca del patio, hincadas en unas pelotas de paja
grandes que allí había de ordinario para aquel efecto, muy
enramadas, y dejábanlas allí para que, hallándolas, viesen
todos la penitencia y martirio que en sí mismos hacían
como hombres que hadan penitencia por el pueblo. De
estas puyas había en aposentos gran número de ellas en
este templo, a causa de que las iban quitando cada día, y
guardando, y poniendo otras de nuevo, porque no había
de servir ninguna puya dos veces. De estas puyas quemaron
los padres de San Francisco gran número de ellas en su
llegada, y los españoles halláronlas tan guardadas y con
tanta veneraci6n, que era cosa de maravilla, teniéndolas en
memoria de la mucha sangre que derramaban.
En acabando el sacrificio salían todos a aquella misma
hora del templo. lbanse a una lagunilla que tenían hacia la
Veracruz, que tenía por nombre Ezapan, que quiere decir
"agua sangrienta", 7 y allí se lavaban de aquella sangre que
se habían puesto en las sienes, y lavándose como hombres
inmundos de las culpas que aquel día habían cometido.
Después de lavados volvíanse al templo, y luego se torna-
ban a embijar con aquella tizne. Luego los mayorales man-
daban a los setVidores del templo que barriesen el patio, las
gradas, que lo enramasen todo, que fuesen por leña, por-
que era ceremonia que ninguna leña se quemase, sino sólo
aquella que ellos traían, y no la podían traer otros por ser
para el brasero divino que ellos llamaban, en el cual brasero
etemalmente no había de faltar lumbre, ni se había de
apagar jamás, con el mismo cuidado que ahora ponemos
de que la lámpara esté siempre encendida ante el santísimo
sacramento.
Estos y no otros habían de enramar y aderezar los tem -

7 El texto dice Acapan; pero esta palabra significa "en el agua de las
cañas''.

81
plos, el cual oficio ha quedado hasta el día de hoy a los
mancebos, los cuales enraman las iglesias y las aderezan de
ramos, rosas y juncias, para lo cual tienen sus capitanes
y mandoncillos, que ellos llaman telpochtlatoque, y
permítese, viendo que en ello no se halla superstiéión, 'sino
antigua costumbre.
También hacían estos sacerdotes otras grandes peniten-
cias, como era ayun·ar diez y cinco días, siete días arreo,
antes de algunas fiestas principales, a manera de cuatro
témporas: guardaban conti11encia, y muchos de ellos, por
no venir a caer en alguna flaqueza, se hendían por medio
los miembros viriles, y se nacían mil cosas para volverse
impotentes, por no ofender a sus dioses. No bebía:n vino;ll
dormían muy poco, porque los más de sus ejercicios eran
de noche , como era atizar la lumbre, ir a los cerros a
ofrecer ~acrificios, por los que se les encomendaban, y
era tan ordinario el ocurrir a ellos, que fuesen a ofrecer
sacrificios por ellos a los montes, llevando ofrendas de
incienso y comida, y vino, y hollín, y cájetillos y escudi-
llejas, y cestillos, como lo es ahora el traer la limosna para
que les digan una misa, o como lo era en la ley vieja 9 ofre-
cer becerros, corderos, cabrones, etcétera, a los sacerdotes
por los pecados. En fin, ellos se martirizaban bravísi-
mamente, · y con sus grandes penitencias estaban hechos
mártires del Demonio, a trueque de que los tuviesen en
opinión ele santos y de ayunadores y penitencieros, y el
que más penitencia podía hacer, más hacía, para ser tenido
en más opinión, y así los llamaban tlamaceubque y mo-
zaubque, que quiere decir "penitentes" y "abstinentes",
de lo cual recibían gran contento y vanagloria.
También tenían oficio de ir a enterrar los muertos, y
hacerlos obsequias, y a unosenterraban en sus sementeras,

8 Esto es, pulque.


9 En el Viejo Testamento.

82
y a otros en los patios de sus mismas casa5, a otros llevaban
a los sacrificadores de los montes, a otros quemaban y les
enterraban las cen4as en los cúes, y a ninguno' enterraban
que no lo vistiesen tod.a cuanta ropa de mantas y bragueros
tenía, y joyas, piedras, en fin, todo, que rio dejaban cosa, y
si le quemaban, en la olla en donde ec~aban las cenizas,
allí echaban las joyas y piedras, por ricas que fuesen. A
éstos cantaban cantares funerales como responsos, y los
lamentaban, y hadan grandes ceremonias. En estos mor-
tuorios comían y 'bebían, y si era persona de calidad,
daban man tas a todos los que habían acudido al entierro ...
Estos sacerdotes ca.saban a todos los c¡ue lo pedían, con
particulares ceremonias, y tantas, que fuera menester ha-
cer particular capítulo de ellas...
También tenían estos sacerdotes otra ceremonia que
hacían a los niños que eran recién nacidos, que era sacri-
ficarles las orejas y el miembro genital, a manera de circun-
cisión, especialmente a los hijos de los señores y reyes, a
los cuales, en naciendo, si era varón lo lavaban los mismos
sacerdotes; y lavado, poníanle en la mano derecha una
espada pequeña, y en la otra una rodelilla chiquita. Esta
ceremonia hacían al niño cuatro días arreo. Ofrecían los
padres por él grandes oblaciones, y si era. hija, después de
lavada cuatro veces, poníanle en la mano un aderezo pe-
queño de hilar y tejer, con los dechados de labores. A
otros niños ponían a los cuellos carcajes de flechas y arcos
en las manos. A los demás niños de la gente vulgar les
ponían las insignias de lo que por el signo en que nacían
conocían. Si su signo le inclinaba a pintor, poníanle un
pincel en la mano; si a carpintero, dábanle una azuela, y
así de los demás, etcétera.

El Templo de Quetzalcócztl
En este templo había sus aposentos, co:no en los demás,
donde había ayuntamiento de muchos <JUe servían a este

83
ídolo y deprendían las ceremonias de su culto para después
conseguir y suceder a los sacerdotes ~e él, donde había un
sacerdote a la contina, que residía allí, y tenía a cargo de
imponer y enseñar a aquellos muchachos, y de hacer todas
las ceremonias al ídolo. Y era como semanero, porque dado
que había tres o cuatro curas o dignidades de aquel tem-
plo, servía una semana uno y otra semana otro, sin salir de
allí en toda la semana, el oficio del cual era que todos los
días de esta vida tañía a la hora que se pone el Sol un gran
atambor que había en solo aquel templo, haciendo señal
con él, como ahora usamos tañer a la avemaría, el cual
atambor era tan grande que su sonido ronco se oía por
toda la ciudad, el cual oído se ponía la ciudad en tanto
silencio que parecía que no había hombre en ella, desba-
ratándose los mercados, recogiéndose la gente, quedando
todo en tanta quietud y sosiego que era extraña cosa, sien-
do aquella señal de recoger, como ahora se usa tañer a la
queda en las ciudades para que los hombres se recojan. Y
así, en oyendo los indios el sonido del atam bor, decían :
"Recojámonos, pues ha tocado Yécatl", que era segundo
nombre del ídolo. Al alba, cuando ya amanecía, tor-
naba aquel sacerdote a tocar su atambor a la misma hora
que ahora se toca al alba, con el cual sonido daba señal que
amanecía, y así los caminantes y forasteros se aprestaban
con aquella señal para sus viajes, estando hasta entonces
corno impedidos, sin poder salir de la ciudad. También se
aprestaban los labradores, mercaderes y tratantes con
aquella señal, los unos para ir a sus mercados, y los otros a
sus labranzas. También se, lcya,ntaban las rnuJeces a barrer
· a.fundado en altp1na

Cuicacal/i
En todas las ciudades había junto a ]os templos una casas

84
grandes donde residían maestros gue enseñaban a bail;i.r
y a canta_r, y a las cuales casas llamaban cuicaca/li, que
uiere decir "casa ", donde no había otro ejerci-
c10 smo enseñar a cantar y bailar y a tañer a mozos y
mozas, y era tan cierto el acudir ellos y ellas a estas escue-
las, y guardábanlo tan estrechamente, que tenían el hacer
falla como cosa de crimen de lesa majestad, pues había
penas señaladas para los que no acudían. Y demás de
haber pena en algunas partes, había dios de los bailes, a
quien temían ofender si hacían falla ...
Tornando a nuestro propósito de los que se venían a
enseñar a bailar, que eran mozos y mozas, muchas de
a catorce, de a doce años, poco más o menos, es de saber
que para juntarse no se venían ellos como acá nuestros
españoles, que se van y se vienen cuando se les antoja a
Las escuelas de danzar; empero, había para estos naturales
un orden muy de notar, y era que para recoger y traer
estos mozos a enseñarse, había hombres ancianos diputa-
dos y electos para solo aquel oficio en todos los barrios, a
los· cuales llamaban teaanque, que quiere decir "hombres
que andan a traer mozos". 1º
Para recoger las oza a ias v1c;¡a.s..s~ or
todos los barrios a a cuales Jamaban 11

ue uiere decir" ardas de mujeres" Q " amas".


Despues oe recogidos los mozos de cadabarrio, echá-
banlos los viejos por delante, y venían con ellos a la casa
de canto. Lo mismo hacían aquellas amas viejas, que cada
una venía con sus mozas por delante. Estos viejos y viejas
tenían grandísima cuenta de volver Los mozos a los colegios
y recogimientos donde seIVían y deprendían crianza o a
casa de sus padres, y ellas a Jas mozas muy guardadas y
miradas, teniendo gran cuenta en que entre ellos no hubie-

.!,O Teatmque significa "los gue juntan a la gen~•.


11 Reconstruyo la palabra. El texto dice cihl411tebizq1U1,
se ninguna deshonestidad ni burla, ni señal de ella, porque
si en alguno o en alguna la sentían, los castigaban áspe-
ramente.
En la ciudad de Mexico, y de Tetzcoco, y de Tlacopan,
de quien es nuestro particular intento tratar, que son los
reinos donde había toda la curiosidad y pulideza del
mundo, había casas de danza muy bien edificadas y
galanas, con muchos aposentos grandes y espaciosos,
alrededor de un hermoso patio grande para el ordinario
baile. El lugar donde estaba esta casa en Mexico era donde
agora son los portales de los mercaderes, junto a la cerca
grande de los templos, donde todos estaban metidos, que
como creo dejo dicho, diez o doce templos principales
que había en Mexico, hermosísimos y grandes, todos
estaban dentro de un gran cerco almenado, que no parecía
sino cerca de ciudad, donde a una esquina de esta cerca
estaba esta casa de canto y danza.
El orden que había para acudir a ella era que una hora
antes que el Sol se pusiese, salían los viejos por un cabo y
las viejas por otro, y recogían los mozos y mozas, como he
dicho, y venían con ellos a aquella casa, y aposentando a
los mancebos por en salas por sí, y a ellas en otras aparta-
das, después de todos ya juntos salían los maestros de las
escuelas de danzar y cantar, y ponían sus instrumentos
para tañer en medio de aquel patio, y salían los mozos, y
tomaban a todas aquellas mozas de las manos, llegando
ellos a las de sus barrios y conocidas con el orden que en
la pintura considerarnos, tomando a los maestros que
tenían en medio, empezaban su baile y canto, donde el
que no acertaba a hacer los contrapasos a son y compás los
enseñaban con mucho cuidado, los cuales bailaban hasta
buen rato de la noche, donde después de haber cantado y
bailado con mucho contento y regocijo se apartaban ellos
a sus lugares, y ellas ¡¡. los suyos, y tornando las amas las
llevaban a sus casas, haciendo lo mismo los viejos con
sus mancebos, dejándolos en sus casas y entregando a ellas

86
a sus padres y madres, como dicho es, sin lesión ni mal
ejemplo ninguno.
Empero, queriéndome satisfacer si por ventura andando
así trabados de las manos y en aquella ocasión, si había
entre ellos algunos males o conciertos de mal, a esto
responden que es verdad que había conciertos entre ellos,
y era que en aficionándose alguno o alguna de aquellas
mozas, ahora fuera de las de su barrio, ahora de otro,
trayéndola así de la mano en aquel areito, allí le prometía
que, llega<lo el tiempo de poderse casar, que se casaría con
ella, y digo llegando el tiempo de casarse, porque tenían
tiempo se.ñalado en que los mancebos se podían casar, y
les mandaban se casasen los q11e tenían cargo de los casa-
mientos, que eran unos viejos casamenteros que no tenían
otro oficio sino casar y pedir las mozas a sus padres para
los mozos que se querían casar. Y hoy en día los hay, a los
cuales llamaban y llaman tecibuat/anque, que quiere decir
"pedidores de mujeres", que ha.blando a nuestro modo son
propiamente terceros o procuradores de casamientos. Estos
tenían cargo de que, en llegando el mozo a veinte o a vein-
te y un arios, luego se casase, si no era que queriendo ser
religioso o prometiese castidad, como había algunos que
la prometían y guardaban, aunque pocos. Así éstos, el
concierto que hacían allí era de casarse a su tiempo. Y así
todas las veces que venían a aquel lugar miraba por ella, y
procuraba traerla siempre de la mano, y no a otra, tenien-
do ella el mismo respeto, y así se pasaban y sufrían hasta
su tiempo, que era hasta tener edad o hasta haber hecho
algún hecho señalado, porque antes ya hemos dicho la
rigurosa pena que les daban a los que cometían alguna
deshonestidad. ,.
Y así andaban las cabezas bajas todos los mozos y todos
los que servían en los templos, que no osaban alzar la
cabeza a mirar las mujeres, especialmente los sacerdotes
que ya no tenían esperanza de casarse, teniendo pena de
muerte el que se descuidaba. Y así lo notamos atrás en el

87
capítulo que tratamos de los mozos y mozas que servían
en los templos de Huitzilopochtli y en el de Tezcatlipoca
del cuidado grande que se tenía de que los mancebos se
criasen honestísimos y temerosos, muy bien criados y muy
ejercitados en todos los ejercicios de virtud, para lo cual
tenían casas diferentes, unas de muchachos de a ocho
y a nueve años, y otras de mancebos, ya de diez y ocho y
veinte años, a donde los unos y los otros tenían ayos,
maestros y ¡>relados que les enseñaban y ejercitaban en
todo género de artes militares, eclesiásticas y mecánicas,
y de astrología, por el conocimiento de las estrellas, de
todo lo cual tenían grandes y hermosos libros de pinturas
y caracteres de todas estas artes, por donde los enseñaban.
Tenían también los libros de su ley y de doctrina, a su
modo, por donde los enseñaban, de donde hasta que doc-
tos y hábiles no los dejasen salir, sino ya hombres. Cono-
ciéndoles ya la inclinación, los casaban y encaminaban en
lo que habían de hacer, a los cuales, cuando de allí salían,
encargaban permaneciesen en lo que allí habían depren-
dido casta y religiosamente, contentándose con la mujer
que le había cabido en suerte para que los dioses le hicie-
sen bien y merced.
Mas empero, porque esta era una gente flaca y muy
poco constante y mal inclinada, y que cualquiera cosa de
bien siempre es forzado y por temor a lo hacer y cumplir,
había algunos que, guiados por su mala inclinación, acaba-
dos los bailes, dejando durmiendo a los demás, salía con
mucha cautela e íbase a casa de la que se había aficionado,
y como el cuidado de los maestros y ayos que tenían era
grande, y él se descuidaba de no acudir antes que le echa-
sen de menos, en siendo sentido le espiaban, y sabiendo
de dónde venía, habiéndole convencido de su ruindad,
luego le daban la pena señalada, que era que a palos y a
pedradas y a rempujones le echaban de la casa y ayunta-
miento de los buenos, diciéndole que inficionaba las casas
y moradas de los dioses con su mal vivir, y medio muertos

88
los echaban a la puerta de su padre y madre, y repren
díanlos de hombres descuidados y flojos en criar y castiga
a sus hijos, y que debían ser gente de mal vivir, pues su
hijos salían tan malos, lo cual tenían por gran afrenta
tanto y más que la muerte. De esta manera los ecliabat
del consorcio de los demás como a hombres apóstatas e
incorregibles, lo cual hacían por la primera, pero no le
aguardaban segunda, llamándoles hombre sacrílego )
descomulgado, algunos de los cuales maltrataban tantc
que venían a morir del mal tratamiento, porque quedabar
molidos a palos y coces y pedradas, sin ninguna piedad,}
los que vivían les era p_erpetua afrenta, como a los que
entre nosotros dan cien azotes o le echan un sambenito.
llamándoles violadores y quebrantadores de los estatuto:
y ordenanzas de . los dioses y de los _colegios, y aunqu(
los padres les pesaba del mal tratamiento de sus hijos, por
ser gente que los aman entrañablemente, no por eso osabail
hablar palabra, sino conceder que aquel castigo era juste
y bueno.
Preciábanse mucho los mozos de saber bien bailar y can·
tar, y de ser guías de los demás en los bailes. Preciábanse
de llevar los pies a son, y de acudir a su tiempo c<Jn el
cuerpo a los meneos que ellos usan, y con la voz a su
tiempo, porque el baile de éstos no solamente se rige por
el son, empero también por los altos y bajos que el canto
hace, cantando y bailando juntamente, para los cuales
cantares había entre ellos poetas que los componían, dan-
do a cada canto y baile diferente sonada, como nosotros lo
usamos con nuestros cantos, dando al soneto y a la octava
rima y al terceto sus diferentes sonadas para cantarlos, y
así de los demás.
Así, tenían éstos diferencias en sus cantos y bailes, pues
cantaban unos muy reposados y graves, los cuales bailaban
y cantaban los señores, y en las solemnidades grandes y de
mucha autoridad cantándolos con mucha mesura y sosiego.
Otros había de menos gravedad y más agudos, que eran

89
bailes y cantos de placer, que ellos llamaban bailes de
mancebos, en los cuales cantaban-algunos cantares de amo-
res y de requiebros, corno hoy en dí a se cantan cuando
se regocijan. También había otro baile tan agudillo y
deshonesto, que casi tira al baile de esta zara.banda que
nuestros natura.les usan con tantos meneos y visajes y
deshonestas monerías, que fácilmente se verá ser baile de
mujeres deshonestas y de hombres livianos. Llamábanle
cuecuechcuícatl, 12 que quiere decir "baile q11isquilloso"
o "de comezón". En algunos pueblos le he visto bailar, lo
cual permiten los religiosos por recrearse. Ello no es muy
acertado, por ser tan deshonesto. En el cual se introducen
indios vestidos como mujeres.
Otras muchas maneras de bailes y de regocijos tenían
estos indios para las solemnidades de sus dioses, compo-
niendo a cada ídolo sus diferentes cantares, según sus
excelencias y grandezas, y así muchos días antes que las
fiestas viniesen había grandes ensayos de cantos y halles
para aquel día, y así con los cantos nuevos sacaban dife-
rentes trajes, y atavíos de mantas, y plumas y cabelleras y
máscaras, rigiéndose por los cantos que componían y por
lo que en ellos trataban, conformándolos con la solemni-
dad y fiesta, vistiéndose unas veces como águilas, otras
como tigres y leones, otras como soldados, otras como
huaxtecas, otras corno ca.zadores, otras veces como salvajes
y como monos, perros y ottos mil disfraces.
El baile de que ellos más gustaban era el que con adere-
zos de rosas se liacía, con las cuales se coronaban y cerca-
ban, para el cual baile en el momoztli principal del templo
de su gran dios Huitzilopochtli hacían una casa de rosas, y
hacían unos árboles a mano, muy llenos de flores olorosas,
a donde hacían sentar a 11 diosa Xochiquetzalli. Mientras
bailaban descendían unos muchachos vestidos todos como

12 El texto dice cwecuecber1ycatl,

90
pájaros, y otros como mariposas, muy bien aderezados de
plumas muy ricas, verdes y azules y coloradas y amarillas,
y subíanse por estos árboles, y andaban de rama en rama,
chupando del rocío de aquellas rosas. Luego salían los
dioses vestido cada uno con sus aderezos, como en los alta-
res. Estaban vistiendo indios a la misma ,;nanera, y con sus
cerbatanas en las manos ·andaban a tirar a los pajaritos
fingidos que andaban por los árboles, de donde salía la
diosa de las rosas, que era Xochiquetzalli, a recibirlos, y
los tomaba de las manos y los hacía sentar junto a sí,
haciéndoles mucha honra y acatamiento como a tales
dioses merecían. Allí les daba rosas y humazos, y hada
venir sus representantes, y badales dar solaz. Este era el
más solemne baile que esta nación tenía, y as{ ahora pocas
veces veo bailar otro si no es por maravilla.
Otro baile había de viejos, que. con máscaras de viejos
corcovados se bailaba, que no es poco gracioso y donoso, y
de mucha risa. A su modo había un vaile y canto de
truhanes, en el cual introducían un bobo que fingía enten-
der al revés lo que su amo le mandaba, trastocándole las
las palabras. Juntaban con este baile un traer un palo
rollizo con los pies, con tanta destreza que ponía admira-
ción las pruebas y vueltas que con él hacían, de lo cual
resultó que algunas personas entendieron traerlo por arte
del Demonio, y si bien lo consideramos no es sino que el
juego de manos que en España se usa. Le podemos acá
llamar juego de pies, porque yo soy testigo de vista, que
siendo yo mllchacho conocí en el barrio de San Pablo
escuela de este juego, donde había un indio diestrísimo en
aquel arte, donde se enseñaban muchos indiezuelos de
diversas provincias a traer aquel palo con los pies, y así
sé afirmar que aquel baile y gentileza era más gentileza de
pies que no arte del Demonio. Y los indios, en algunas
partes, después que lo entendieron haberse algunos escan-
dalizado, lo han dejado caer y no lo osan jugar, con otros
muchos bailes que tenían, graciosos y delicados, con que

91
se regocijaban y festejaban a sus dioses.
También usaban bailar alrededor ,de un volador alto,
vistiéndose como pájaros, y otras veces como monas;
volaban de l'o alto de él, dejándose venir por unas cuerdas
que en la punta de este palo están arrolladas, desliándose
poco a poco por un bastidor que tiene arriba, quedándo-
se algunos sentados en el bastidor, y otros en la punta
sentados en un mortero grande de palo que anda a la
redonda, donde están las cuatro sogas asidas al bastidor,
el cual anda a la redonda mientras los cuatro vienen
abajando, haciendo allí sentados pruebas de mucha osadía
y sutileza, sin de~anecérseles la cabeza, y muchas veces
tocando una trompeta.
Otras veces hacían éstos unos bailes, en los cuales se
embijaban de negro, otras veces de blanco, otras veces
de verde, emplumándose la cabeza y los pies, llevando
entre medias algunas mujeres, fingiéndose ellos y ellas
borrachos, llevando en las manos cantarillos y tazas, como
que iban bebiendo, todo fingido para dar placer y solaz
a las ciudades, regocijándolas con mil géneros de juegos
que los de los recogimientos inventaban, de danzas, y
farsas, y entremeses y cantares, de mucho contento.
Todo lo que hemos contado ha sido decir de los mozos,
cómo deprendían mil géneros de bailes y regocijos.

92
LAS LAMINAS DEL CODICE MENDOCINO

Acerca del texto

En las quince láminas aquí reproducidas con sus explicaciones


escritas en español, se abarca la vida del individuo mcxica, en
la época anterior a la Conquista, desde su nacimiento hasta la
prolongada edad en que las leyes, tolerantes con los ancianos,
les permitían embriagarse. Es ésta la tercera parte de un docu-
me
vírr
oroducido e el nmer
.
e la
organ1z os.
Esta es la causa de que el documento reciba el nombre de
Códice Mendocino o Códice Mendoza.
1 &Mies sst4 divi4i4o cu ws
de -~~~:.:,;;..;:~;;,;;;.:,:;;~.::;~~~._'!'.~~ ·~ ----,
de lo que
1ón
sería la metrópoli -incluido el milagro del liguila que se posa
en el nopal- y llega hasta la época de Motecuhzoma Xocq-
. sc::pmctaeartc,.cs gemela _d ¡ ¡ 'do como

tn ~tarios aparece en os _m ~cncs, e n?m re ~ntado picto-

93
primeros años de la vida del niño, ya la escolar, que abarca las
salidas a combate y los ascensos jerárquicos por méritos mili-
tares, ya los castigos a las transgresiones de quienes no aprove-
charon los avisos didácticos, ya la enseñanza que los padres
daban a sus hijos para prolongar familiarmente las ocupacio-
nes.
Las pictografías fueron encomendadas a uno o varios artis-
tas indígenas. La primera parte pudo haber tenido un antece-
clen te documental, antiguo, pues sigue las formas tradicionales
indígenas. La segunda, lo hemos visto, tuvo antecedente en
documentos tributarios. La tercera tiene que ser considerada
como producto de un encargo colonial, ya que no es lógico
suponer que los indígenas tuviesen consignadas en pictografías
sus costumbres cotidianas. Era necesario ilustrar a los españo-
les peninsulares sobre la antigua vida indígena, y se pidió un
resumen gráfico de las actividades normales del individuo.
Diez días antes de la salida de la flota a España, según nos
dice el mismo documento, las láminas ya terminadas fueron
encomendadas para su comentario a un español conocedor del
náhuatl y de las tradiciones mexicas. Este, apresuradamente,
interpretó las figuras y añadió dos tipos de textos : uno, la
explicación sobre las láminas mismas, indicando qué significa-
ba cada figura; otra, 1,ma explicación al frente, más extensa,
que da cuenta de toda la lámina. El breve lapso del que dispuso
el comentarista español le sirvió de pretexto para excusarse por
haber introducido algunos términos inapropiados.
Aquí se reproduce íntegra la tercera parte, que corresponde
del folio 56v al 71v, y las láminas 58 a 72. La parte manuscrita
referente a cada lámina se ha dividido en dos partes, la explica-
ción, que es el escrito frontero, amplio, general, y el texto, que
son las pdabras escritas jµnto a cada figura de la lámina.
El documento original está escrito y pintado en 71 hojas
de papel europeo, de 32. 7 por 22.9 cms., y se encuentra en
Inglaterra., en la Biblioteca Bodleiana de Oxford. La primera.
edición fue hecha en Londres, en 1830-1831, por lord Edward
King Kingsborough. El texto y las ilustraciones para esta edi-
ción han sido tomados de la de José Ignacio Echegaray, con
prefacio de Ernesto de la Torre Villar, de México, San Angel
Ediciones, 1979.

94
Explicación de Ja lámina 58
Relación del modo y costumbre que los naturales mexica-
nos tenían, en naciéndoles algún muchacho o muchacha; el
uso y ceremonias de ponerles nombres a las criaturas y
después dedicarlas y ofrecerlas a sus teillplos, o al arte
militar, según que por las figuras adelante, en la otra hoja
contenidas 1 se significa y van sumariamente aclaradas,
además de que, en esta plana, de todas las dichas figuras se
hace mención según que se sigue:
En pariendo la mujer, echal;>an la criatura en su cuna,
según que está figurada, y al cabo de cuatro días que era
nacida la criatura, la partera tomaba la crittur.a en brazos
desnuda y sacábala en el patio de la casa de la parida, y en
el patio tenían puesto juncia o enea, que llaman tule, y
encima un lebrillo pequeño con agua, en donde la dicha
partera bañaba la dicha criatura, y despt1és de bañada,
tres muchachos gue tan sentados junto a la dicha junda
loo.Y.l..lWluU:~ "'ªfa tostado envuelto con frijoles cocidos, que
lamaban .eJ .manja~n, 2 el cual manjar o pasta ponían
a los muchachos en un lebri11ejo para que lo comiesen, y
después del dicho baño o lavatorio, la dicha. partera avisa-
ba a los muchachos [que] a voces nombr2Sen, poniéndo-
le nombre nuevo a la criatura que así habían bañado, y .tl
nornbre.q p.anían era..cu.al ·ia partera l:.c~ u~...,''-""--
Y al principio de cuando [a] la criatura sicaban a bañar,
si era varón le sacaban con su insignia puesta en la mano
de la criatura, y la insignia era el instrumento con que su
padre de la criatura se ejercitaba, así como del arte militar
u oficios, así de platero como de entallador, u otro cual-
quier oficio. Y después de haber hecho lo dicho, la parte'ra
metía la criatura a su madre. Y si la criatura era femenil, la

1 Cada una de las explicaciones es frontera, en el cl><lice, 1. 11. lárnina co-


rrespondiente.
Z El documento dice ixicue, Debe decir ixicuen o ixic-huen, esto es, "si
ofrenda de ombligo".

95
insignia con la que sacaban a bañar era la rueca con su huso
y su cestilla y un manojo de escobas, que eran las cosas
con que se había de ejercitar, teniendo edad para ello. Y el
ombligo de la criatura varón, con una rodela y flechas,
insignia con que le habían sacado a bañar, lo ofrecían a la
parte y lugar donde se ofrecía guerra con sus enemigos, en
donde lo enterraban debajo de tierra, y lo mismo de la
muchacha: su ombligo le enterraban debajo del metate,
·edra de moler tortillas.
Después de lo dicho, al cabo de veinte días, los padres
de la criatura iban con la criatura al templo o mezquita 3
que llamaban calmécac y, en presencia de sus alfaquís,
presentaban la criatura con su ofrenda de mantas y máx-
t/atl y alguna comida. Y después de criada la criatura por
sus padres, teniendo edad entregaban la criatura al alfaquí
mayor de la dicha mezquita para que ahí fuese enseñada
para que después fuese alfaquí.
Y si la criatura sus padres determinaban de que, tenien-
do edad, fuese y sirviese en el arte militar, desde luego
ofrecían la criatura al maestro, haciendo promesa en ello.
El cual maestro de muchachos mozos llamaban teáchcauh
o .telpuchtlato. El cual ofrecimiento hacían con su presente
de comida y otras por celebración, y en siendo la criatu-
ra de edad, la entregaban al dicho maestro.

Texto de la lámina 58
Mujer parida. / Estas cuatro rosetas significan cuatro días en que [a]
la criatura recién nacida la partera la sacaba a bañar. / Cuna con cria-
tura./ La partera. / Las insignias. / Los tres muchachos que ponían
nombre a la criatura recién nacida. / La juncia con su lebrillo de agua. /
La. escoba, rueca, huso y cestilla. / El padre de la criatura./ El alfaquí
mayor. / La criatura en su cuna, que ofrecían sus padres en la mez-
quita. / La madre de la criatura./ El maestro de muchachos y mozos.

3 Al final del texto explica el autor sus motivos de haber aplicado, errbnea-
mentc, términos islúnicos -mezquita, alfaquí- a los dibujos de este códice .

96
6

.""j~~-
r,
...

...

FlGURA S
Códice Mendocino, lámina 58.

97
Explicación de la lámina 59
Declaración de la plana siguiente después de ésta, de las
figuras en ella contenidas, en que se platica el tiempo y
modo en que los naturales daban consejo a sus hijos de
cómo habían de vivir, según que sucesivamente están
figurados, que son cuatro partidas, y así. en esta plana por
su orden va,n declaradas las cuatro partidas, que son las
que se siguen :
Primera partida. En que se figura que los padres corre-
gían en dar buen consejo a sus hijos, cuando eran de edad
de tres años. Y la ración que les daban en cada comida
era media tortilla.
Segunda partida. En que están figurados los padres que
asimismo doctrinaban a sus hijos, cuando eran de edad
de cuatro años, y los empezaban a ejercitar en mandarles
servir en cosas pocas y livianas. La ración que en cada una
comida les daban era una tortilla.
Tercera partida. En la cual están figurados los padres
que a sus hijos de edad de cinco años los ocupaban y
ejercitaban a servicios personales, como cargarles leña,
cargas de poco peso, y llevar envoltorios de poco peso al
tiangues, lugar de mercado, y a las muchachas de esta edad
las imponían en enseñarles cómo habían de tomar el huso
y rueca para hilar. Ración, una tortilla.
Cuarta partida. En la cual están figurados los padres que
a sus hijos de edad de seis años los ejercitaban y ocupaban
en servicios personales de que en algo aprovechasen a sus
padres, así como en los tiangues, lugares de mercado, para
que cogiesen del suelo los granos de maíz que por él estu·
viesen derramados, y frijoles y otras miserias y cosas que
los tratantes dejaban derramadas; esto a los muchachos. Y
a las muchachas las imponían en hilar y a otras cosas de
servicios de provecho, para que en lo de adelante, median·
te los dichos servicios y ocupaciones, ocupasen el tiempo
en no estar ociosos, por les evitar vicios malos que la ocio-
sidad suele acarrear . Ración que a los muchachos daban

99
en cada comida, era una tortilla.

Texto de la lámina 59
Primera partid,. Tres años de edad. / Padre del muchacho. / lliucha-
cho. / Media tortilla. / Madre de la muchacha. / Media tortilla. /
Muchacha de edad de tres años.
Segunda partida. Padre del muchacho. / Muchacho de celad de
cuatro años. / Una tortilla. / Madre de la muchacha. / Una tortilla. /
Muchacha de edad de cuatro años.
Tercera partida. Padre de los muchachos. / Dos muchacllos de
edad de cinco años. / Una tortilla. / Madre de la muchacha, / Una
tortilla. / Muchacha de cinco años.
Cuarta partida. Padre de los dos mu chachos. / Dos muchachos <le
seis años. / Una tortilla y media, / Madre de la muchacha. / Una
tortilla y media. / Muchacha de seis años.

100
~

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. ....
~ ¡~]•.>,#-,lc.led

~
.-

101
Explicación de la lámina 60
Declaración de la plana siguiente, de las figuras en ella
contenidas, en que se platica el tiempo y modo en que los
naturales de México doctrinaban y corregían a sus hijos
para evitarles toda ociosidad y que siempre anduviesen
aplicados y se ejercitasen en cosas de provecho, según que
sucesivamente están figurados, que son cuatro partidas. Y
así en esta plana por su orden van declaradas las cuatro
partidas, que son las siguientes:
Primera partida. En que se declara que los padres a sus
hijos de edad de siete años, a los varones los aplicaban en
darles sus redes con que pescaban, y las madres ejercitaban
a sus hijas en hilar y en darles buenos consejos para. que
siempre se aplicasen y ocupasen el tiempo en algo, para
excusar toda ociosidad. La ración que les daban a sus hijos
en cada una comida era un[a] tortjlla y media.
Segunda partida. En que se declara que los padres a sus
hijos de edad de ocho años los castigaban poniéndoles por
delante temores y aterrares de púas de maguey, para que,
siendo negligentes y desobedientes a sus padres, serían
castigados con las dichas púas, y así los muchachos de
temor lloraban, según que en las figuras de esta partida
están figuradas y significadas. La ración de comida que les
daban por tasa era una tortilla y media.
Tercera partida. En que se declara que los padres a sus
hijos de edad de nueve años, siendo incorregibles y rebel-
des a sus padres, castigaban a sus hijos con las dichas púas
de maguey, atando al muchacho de pies y manos, desnudo
en carnes, y le hincaban las dichas púas por las espaldas y
cuerpo, y a las muchachas les punzaban las manos con las
púas, según que en la tercera partida están figuradas. La
ración de comida que les daban era una tortilla y media.
Cuarta partida. En la que se declara que los padres a sus
hijos de edad de diez años asimismo los castigaban siéndo-
les rebeldes, dándoles de palos y haciéndoles otras amena-
zas, según que en la cuarta partida están figurados. La tasa

103
y ración de la comida que les daban era una tortilla y
media.

Texto de la Jámina 60
Primera partida. Estas siete pintas de azul significan siete años. /
Padre de los muchachos en esta acera contenidos. / Una tortilla y
media. / Muchacho de siete años, que su padre le está enseñando
cómo ha de pescar con la red que tiene en sus manos. / Madre de los
muchachos en esta acera contenidos. / Una tortilla y media. / Mucha-
cha de siete años, que su madre le está enseñando a hilar.
Segunda partida. Estas ocho pintas significan ocho años. / Padre
de los muchachos en esta acera contenidos. / Una tortilla y media. /
Muchacho de ocho años, que su pacJrc le está amenazando que no
sea bellaco, porque le castigará en hincarle por el cuerpo púas de
maguey. / Púas de maguey. / Madre de los muchachos en esta acera
contenidos. / Muchacha de ocho años, que su madre la amenaza con
púas de maguey para que no sea bellaca. / Púas de maguey . / Una
tortilla y media.
Tercera partida. Estas nueve pinw significan nueve años. / Una.
tortilla y media. / Padre de los muchachos en esta acera contenidos.
/ Muchacho de nueve años, por ser incorregible, su padre le hinca.
espinas de maguey por el cuerpo. / Madre de los muchachos en esta
acera contenidos. / Una tortilla y media. / Muchacha de nueve años
que, por su negligencia y ociosidad, la castiga su madre en punzarle
la mano con púa de maguey.
Cuarta partida. Esw diez pintas ,ignifican diez años. / Una torti-
lla y media. / Padre de los muchachos en esta acera contenidos. / Mu-
chacho de diez año$, que su padre le está castigando con un palo./
Madre de los muchachos en esta acera contenidos./ Una tortilla y
media. / Muchacha de diez años, que su madre la está castigando,
dándole de palos.

104
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FIGURA 7
Códice Mendocino, lámina 60.

105
Explicación de la lámina 61
Declaración de la partida primera de la plana siguiente de
lo figurado: el muchacho o muchacha de once años que no
recibían corrección de palabra, sus padres los castigaban
dándoles humo a las narices con ají, que era un tormento
grave y aun cruel, para que hostigasen y no anduviesen vi-
ciosos y vagamundos, sino que se aplicasen en ocupar el
tiempo en cosas provechosas. A los muchachos de tal edad
dábanles el pan, que son tortillas, por tasa solamente una
tortilla y media a cada comida, para que no se enseña n
a ser tragon e o glotones.
Declaración de lo figurado en la partida segunda: el
muchacho o muchacha de edad de doce años que no re-
cibía de sus padres corrección ni consejo, al muchacho
tomaba su padre y le ataba de pies y manos y, desnudo en
carnes, lo tendía en el suelo, en parte húmeda y mojada,
donde todo un día lo tenía así , para qu e con la tal pena
castigase y temiese, y a la muchacha de la dicha edad, su
madre la hacía servir en que de noche, antes que fuese de
día, la ocupaba en barrer la casa y la calle y que siempre
se ocupase en servicios personales. Asimismo sus padres les
daban a comer, por tasa, una tortilla y media en cada una
comida.
Declaración de lo figurado en la tercera partida de Ja
plana siguiente : el muchacho o muchacha de edad de trece
años, sus padres los aplicaban en traer Jeña del monte, y
con canoa traer carrizos y otras hierbas para servicio de
casa, y a Jas muchachas qu e moliesen e hiciesen tortillas
y otros guisados para sus padres. Dábanles de comer, por
tasa, a los muchachos dos tortillas, a cada uno, en cada
una comida.
Declaración de lo figurado en la cuarta partida de la
plana siguiente: el muchacho o muchacha de edad de
catorce años, sus padres les ocupaban y aplicaban de que
el muchacho fuese con canoa a pescaren las lagunas, y a la
muchacha les imponían a que tejiese cualquier tela de

107
ropa. Dábanles de comer, por tasa, dos tortillas.

Texto de la lámina 61
Estas once pintas de azul significan once años. / Una tortilla y media.
/ Padre de los muchachos de esta acera. / Muchacho de once años,
que su padre le está castigando, dándole humo a narices con ají
seco. / Sahumerio o humazo de ají. / Madre de los muchachos de
esta acera. / Muchacha de once años, que su madre la está castigan•
do, queriéndole dar humo a narices con ají. / Una tortilla y media. /
Sahumerio de ají.
Doce años. / Una tortilla y media. / Padre de los muchachos de
esta acera. / Muchacho de doce años, sobre tierra húmeda y mojada;
tendido en ella todo un día, atado de pies y manos. / Esta pin tura
significa la noche . / Madre de los muchachos de esta llcera. / Una tor-
tilla y media. / Muchacha de doce años, que de noche anda barriendo.
Padre de los muchachos de esta acera. / Trece años. / Dos torti-
Uas. / Mucha.cho de trece años que va cargado con enea. / Muchacho
de trece años que lleva, en canoa, enea. / Canoa con sus haces de
cañas o tulc. / Madre de los muchachos de esta acera. / Muchacha
de trece años que está moliendo tortillas y guisando de comer. / Dos
tortillas. / Escudilla. / Comalli. / Tortillas. / Olb guisada.
Catorce años. / Dos tortillas. / Padre de los muchachos de esta
acera. / Muchacho de catorce años que anda a pescar con su canoa. /
Dos tortillas. / [Muchacha] de catorce años que está tejiendo. / Tela
que está tejiendo.

108
PIGU~A 8 lámina 61.
Co'd'IC eMendocrno,
109
Explicación de la lámina 62
Declaración de lo figurado en la plana siguiente, en la pri-
mera partida: lo figurado significa que el padre, teniendo
hijos de edad que fuesen mozos, los llevaba a las dos casas
figuradas, o a casa del maestro que enseñaba y doctrinaba
a los mozos, o a la mezquita,4 según que el mozo se in-
clinaba, y entregábalo al alfaquí mayor o al maestro de
muchachos para que fuese enseñado, los cuales mancebos
habían de ser de edad de quince años.
Declaración de lo figurado en la plana siguiente, en la
partida segunda: lo figurado significa el modo y ley que
tenían y guardaban en sus casamientos que legítimamente
hacían. La celebraci6n era que la desposada la llevaba a
cuestas, a prima noche, una amanteca, que es médica, 5
e iban con ellas cuatro mujeres con sus hachas de pino
resinado encendidas con que las iban alumbrando, y, lle-
gada a casa del desposado, los padres del desposado la
salían al patio de la casa a recibir y la metían en una sala,
o casa, donde el desposado la estaba aguardando, y en
una estera con sus asientos, junto a un fogón de fuego,
sentaban a los desposados y los prendaban y ataban el uno
al otro con sus ropas, y hacían sahumerio de copal a sus
dioses, y luego dos viejos y dos viejas que se hallaban
presentes como testigos daban de comer a los desposados,
y después comían los viejos, y acabada la comida los
viejos y viejas hacían un parlamento cada uno por sí a
los desposados, dándoles buenos consejos de cómo se
habían de tratar y vivir, y la carga y estado que tomaban
cómo la habían de conservar para que viviesen con des-
canso.

4 Templo, tl! ocaJli. V~ase la nota anterior.


S Los amantecas eran tanto médicos como fabricantes de objetos suntua•
rios de pluma, entre ellos los mosaicos.

111
Texto de la lámina 62
Partida primera. Mozo de quince años que su padre lo entrega al
alfaqu / mayor para que lo reciba por alfaquí. / Tlamaca zqui , que
es alfaquí mayor. / Mezquita. que llamaban calmécac. / Pa.dre de
estos dos mozos. / Mozo de quince años que su padre lo entrega al
maestro para que lo doctrine y enseñe. / Teácbcaub, maestro. / Casa
donde criaban y enseñaban a los mozos, cuicacalli. / Quince años.
Partida segunda. Viejos. / Viejas. / Fogón. / Sahumerio de copal.
/ Mujer. / Varón. / Estera. /Comida. / Comida. / Cántaro de pulque .
/ La tlza.. / Hachas de pino. / Hachas de pino. / Amanteca que lleva
t cuestas a la desposada. / Estas van alumbrando a la desposada a
prima noche, que la van a dejar a casa del desposado.

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FIGURA 9
Códice Mendocino, lámina 62.

113
Explicación de la lámina 63
Declaración de lo figurado en la -plana siguiente de la pri-
mera partida, y porque en las figuras en cada una de ellas
están aclaradas de los alfaquís novicios, en lo que ]os
ocupaban sus mayores, no será necesario referirlo aquí,
más de que como entraban a ser alfaquís ]es ocupaban
luego en servicios personales para sus mezquitas, porque
en lo de adelante estuviesen amaestrados cuando fuesen
alfaquís mayores, para que a ]os nuevos, por la misma
orden que ellos habían servido, ]os ocupasen.
Declaración de lo figurado en la partida segunda de la
plana siguiente, en la cual partida asimismo, en cada una de
las figuras, está declarado en lo que servían y ocupaban
a los mancebos para que en Jo de adelante estuviesen
amaestrados, teniendo edad y cargo, de mandar a otros
jóvenes corno ellos, porque no anduviesen hechos vaga-
mundos en ociosidades, sino que siempre se aplicasen en
cosas de virtud.
Declaración de lo figurado en la partida tercera de-la
plana siguiente, en la cual partida asimismo, en cada una de
las figuras, está aclarado la corrección y castigo que los
alfaquís mayores a sus súbditos hacían, porque en el oficio
eran descuidados y negligentes, y por algunos accesos que
hacían, hacíanles el castigo según que las figuras hacen
demostración.
Declaración de lo figurado en la partida cuarta de la
plana siguiente, en la cual partida, en cada una de las figu -
ras, está declarado de cómo los valientes hombres de guerra
ejercitaban en el arte militar a los mancebos que tenían
edad para ello, según que sus padres les habían encomen-
dado y según las inclinaciones de los mancebos, así sus
padres los ponían con las personas que estaban amaestra-
das en las cosas y artes que sus inclinaciones demandaban.

115
Texto de la lámina 63
[Primera partida! Tlamacazq~i, alfaquí novicio, que tiene cargo de
barrer. / Alfaquí novicio, que viene del monte, cargado de ramas
para enramar la mezquita. / Alfaquí novicio, que va cargado con
púas de maguey para la mezquita, para con ellas ofrecer sacrificio,
de sacar sangre, al Demonio. / Alfaquí novicio que va cargado de
cañas verdes para la mezquita, para hacer setos y enramarla.
[Segunda partida]. Manceb~ que va cargado con un tronco gran-
de de leña, para tener lumbre encendida en la mezquita. / Mozos que
van cargados con troncos de leña, para tener mucha lumbre en la
mezquita. / Mancebo que va. cargando con ramas, para enramar
la mezquita.
[Tercera partida]. Alfaquí mayor. Este alfaquí mayor está casti-
gando al alfaquí novicio porque es negligente en su oficio. / Alfaquí
novicio. / Alfaquí mayor. / Alfaquí novicio. / Alfaquí mayor. Está.n
castigando al alfaqu{ novicio, punzándole con púas de maguey por
todo el cuerpo, por ser re bel~ e incorregible y negligente en lo que
le mandan. / Esta casita significa que si el alfaquí novicio iba a su
casa a dormir tres días, le hacían el castigo de suso figurado y
declarado.
[Cuarta partida]. Tequihua. que es valiente en guerras. / Mance-
bo. / Padre del mancebo, que ()frece a su hijo al valiente para que lo
ejercite en el arte militar y lo lleve a la guerra. / Mancebo, pupilo
del valiente, que va con él a la guerra, llevándole a cuestas su fardaje
y sus armas del manee bo. / Tequibua, valiente que va a la guerra con
sus annas.

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FIGURA 10
Códice Mendocino, lámina 63.

117
Explicación de la lámina 64
Declaración de lo figurado en la partida primera de la plana
siguiente, en la cual partida, en cada una de las figuras, está
declarado el ejercicio y ocupación que los alfaquís mayores
tenían [por] las noches. Unos se ocupaban en ir a la sierra
a hacer sacrificio a sus dioses; otros se ocupaban en músi-
cas; otros eran relojeros por las estrellas del cielo, y otros
en otras cosas de sus mezquitas.
Declaración de lo figurado en la partida segunda de la
plana siguiente, en la cual partida, en cada una de las figu-
ras, está declarado lo que significan acerca del castigo que
hacían a los mancebos, según que Jo representan las figu-
ras, lo cual ejecutaban según las leyes y fueros de los
señores de México.
Declaración de lo figurado en la partida tercera de la
plana siguiente, en la cual partida, en cada una de las
figuras, está declarado lo que significan y así no será
necesario referirlo aquí.
Declaración de lo figurado en la partida cuarta de la
plana siguiente, en la cual partida, en cada una de ]as fi-
guras, está aclarado lo que significan : el castigo que hacían
los mandones telpucbtlatos a los mancebos que andaban
hechos vagamundos y viciosos, según sus leyes y lo demás
en ]a partida figurado y declarado.

Texto de la Jámina 64
[Primera partida]. Alfaquí novicio./ Alfaquí mayor que va de noche
con su lumbre encendida a una sierra a hacer penitencia, y lleva en
la mano una bolsa de copalli y sahumerio para hacer sacrificio al
Demonio, y lleva a cuestas beleño6 en vaso para el mismo sacrificio,
y lleva sus ramas para enramar el lugar del sacrificio, y lleva tras sí
un alfaquí novicio que le lleva otras cosas para el sacrificio. / Esta
pintura con ojos significa la noche. / Alfaquí mayor, que está tocan-

6 No e, belcfio, sino tabaco.

119
do el teponaztli, que es instrumento de música y en ella se ejercita de
noche. / Esta pintura con ojos significa la noche. / Alfaquí mayor,
que está de noche mirando las estrellas en el cielo pára ver la ho-
ra que es, que tiene por oficio y cargo.
LSegunda partida]. Mancebo que va a la guerra cargando con
bastimento e instrumento de armas. / Telpucbtlato . I Mujer. /
Mancebo . / Telpucbtlato . Significan los dos telpucbtiatos, que son
mandones de regir a los mancebos, que cuando algún mancebo se
arnmcebaba con alguna mujer, castigaban al mancebo dándole de
leñazos con tizones ardiendo y los apartaban del amancebamiento,
según se ver por las figuras en esta acera contenidas.
[Tercera partida]. Alfaquí mayor, que tiene a cargo de barrer las
mezquitas o mandarlas barrer. / Alfaquí mayor. / Mujer. / Alfaquí
novicio. / Alfaquí mayor. La declaración de estas figuras de los
alfaquís es que si el alfaquí novicio se hacía negligente y tenía
acceso con alguna mujer, o se amancebaba, los alfaquís mayores
le castigaban metiéndole púas de pino, hechas estacas, por todo el
CUe!PO.
(Cuarta partida]. Telp,cbtlato, maQd6n . / Mancebo. / Teácb -
caub, mandón . Declárese por estas figúras de que, si el mancebo
andaba hecho vagamundo, los dos mandones le castigaban en tras-
quila.de y chamuscarle la cabeza con fuego. / Mancebo, que con su
canoa anda ocupado en traer céspedes para el reparo de la mezquita.
/ Mezquita.

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FIGURA 11
Códice Mendocino, lámina 64.

121
Explicación de la lámina 65
Declaración de la partida primera de la plana siguiente, en
la cual partida, en cada una de las figuras, está declarado
en lo que se ocupaban los alfaquís, y así no se hace más
réplica de lo en ella declarado.
Declaración de la partida segunda, en la cual partida, en
cada una de las figuras, está declarado lo figurado según
sus divisas e insignias, las cuales insignias, según se señala-
ban los hombres en las guerras, de grado en grado iban
subiendo en más autoridad y por el número de cautivos
gue en las guerras cautivaban, según que sucesivamente
[en) lo figurado, con sus insignias de armas y trajes, se
demuestra las ventajas y grados en que subían los valientes
en las guerras. Primer grado.
Declaración de la partida tercera, del segundo grado en
que subían los valientes mexicanos según que por las divi-
sas de armas e insignias está figurado, de que, por los
señores de México, les hacían de merced, y la color de
la ropa de su vestir que les daban por haber cautivado el
número de cautivos según que en las figuras se significa,
con sus títulos y aclaraciones.
Declaración de la partida cuarta, del tercer grado en que
subían los valientes mexicanos, según que por las divisas
de annas está figurado, de que los señores de México les
hacían de merced por los méritos y número de cautivos
que en las guerras habían cautivado, y así, de grado en
grado, iban subiendo siempre con ventaja de lo de atrás
en mayor título y estado de honra.

Texto de la lámina 65
[Primera partida]. Alfaquí novicio y mancebo que , con su canoa,
anda ocupado en acarrear piedra para el reparo de la mezquita. /
Mezquita nombrada Ayaubcalli. / Alfaquí novicio, que va con el
alfaquí mayor a la guerra, llevándole su fardaje. / Alfaquí mayor,
que va a la guerra para esforzar y animar a los guerreros y a hacer

123
otras ceremonias en la guerra.
[Segunda partida] . Mand6n que sigue al tecuhtJi, como su algua-
cil. / Tecuhtli, como condestable y justicia de los señores de México.
El sobredicho tecuhtli significa, en estas figuras, en que anda ocupa-
do en reparar las calles y puentes que van a parar a la mezquita. /
Mezquita nombrada Cihuateocalli. f Camino o calle, con su puente
de madera. / Mancebo, que si en la guerra cautivaba a alguno, hacían-
le merced de una manta con la divisa de esta cuadra, con sus flores
en señal de valentía. / Cautivo.
[Tercera partida] . Este valiente, por haber cautivado a dos enemi-
gos, se le hizo merced de la divisa de armas que tiene puestas, con
más la manta cuadrada, de color naranjada, con su cenefa colorada,
por señal de su valentía. 1 Cautivo. / Este valiente, con la merced de
la divisa que tiene y de esta manta rica, labrada, es por señal de que
en la guerra ha cautivado a tres enemigos. / Cautivo. / Este valiente,
con la. divisa de armas q~e tiene puestas y esta manta cuadrada de
dos listas de negro y naranjado , con su cenefa, es señal de haber
cautivado a cuatro enemigos en la guerra./ Cautivo .
[Cuarta pa.rtida]. Este valiente, con la divisa de annas que tiene
y por renombre, otonti, 1 de su valentía y de haber cautivado en las
guerras cinco o seis enemigos. El cual valiente es el de suso conteni-
do, que tuvo principio de cautivar un enemigo en la guerra, y así
sucesivamente, de grado m grado, ha venido a subir a este grado. /
Cautivo. I Este valiente, nombrado cuáchic, con la divisa de armas
que tiene puestas, demuestra haber cautivado en la guerra de Huexo-
tzinco, además de que en otras guerras ha cautivado a otros muchos
de sus enemigos. / Cautivo. / Este valiente, nombrado tJacatécatl,
con la divisa de ropa que tiene puesta y su trenzado y divisa de
plumas ricas, demuestra nabcr en las guerras hecho todas las valen-
tías de atrás figuradas y tener más título de valiente y persona
señalada que los de atrás figurados.

7 Debe ser otómitl, en singular. Otontin u otonti es plural.

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FIGURA 12
Códice Mendocirzo, lámina 65 .

125
Explicación de la lámina 66
Declaración de la partida primera de la plana siguiente, en
la cual partida, en cada una de las figuras, está declarado lo
que significan, porque también los a.lfaquís mayores se
ejercitaban en el arte militar, y según que probaban en las
guerras y hazañas que hacían y cautivos que cautivaban,
así los señores de México les daban dictados honrosos y
blasones y divisas de sus valentías, como en las armas que
tienen puestas, en lo figurado, hacen demostración.
Declaración de la partida segunda, en la cual partida en
cada una de las figuras, en sus espacios, está declarado lo
que significan, que son los mismos alfa.quís de suso conte-
nidos en la partida primera, antes de ésta, los cuales por
los hechos hazañosos que en las guerras de sus enemigos
ejercitaron y los prisioneros que cu1tivaron, por donde
merecieron título de honor más subido y mercedes a ellos
hechas por los señores de México, y de las armas y blasones
que vestían por señal del título y grado en que habían
subido por sus méritos.
Declaración de la partida tercera, de lo en ella figurado,
en la cual partida en cada una de las figuras están intitula-
dos los renombres que habían conseguido y alcanzado en
el ejercicio del arte militar, en las guerras, por lo cual
habían subido en más alto grado, haciéndoles los señores
de México capitanes y generales de la gente guerrera, y
los de la una banda servían de ejecutores en lo que los
señores de México mandaban y determinaban, así en las
cosas tocantes a su república como en los demás pueblos
de sus vasallos, los cuales luego, sin remisión alguna, eje-
cutaban lo que se les era mandado.

Texto de la lámina 66
[Primera partida). Alfaquí, que en la guerra. cautivó a un enemigo. /
El mismo alfaquí de atrás, por haber cautivado a dos enemigos en la
guerra se le hizo merced de la divisa de arITias que tiene puestas. /

127
Cautivo. / El mismo alfaquí de atras, por haber cautivado en la gue-
rra a tres enemigos, por su valentía se le hizo merced de la divisa de
armas que tiene puestas. / Cautivo.
[Segunda partida]. El mismo alfaquí de los de arriba contenidos,
por haber en la guerra cautivado a cuatro enemigos, por señal de su
valentía se le hizo merced de la divisa de armas que tiene puestas. /
Cautivo. / El mismo alfaquí de atrás contenido, por haber cautivado
en la guerra a cinco de sus enemigos, por señal de su valentía se le
hizo merced de la divisa de armas que tiene puestas. / Cautivo. / El
mismo alfaquí de atrás contenido, por haber cautivado en la guerra
seis de sus enemigos y por señal de su esfuerzo y valentía se le hizo
merced, por el señor de · México, de la divisa de armas que tiene
puestas. / Cautivo.
(Tercera partida]. Cuauhnochtli, ejecutor. / TlillancaJqui, ejecu-
tor. / Atempanécatl, ejecutor. / Ezbuabuácat/, ejecutor. Estos cuatro
de esta acera servían de mandones y ejecutores de lo que los seño-
res de México mandaban y determinaban. / Tlacocbcálcat/. / Tezca-
coácatl. / Ticocyabuácatl. / Tocuiltécatl. Estos cuatro de esta acera
son hombres valientes en las guerras y capitanes de los ejércitos
mexicanos, y personas que ejercían cargos de generales de los ejérci-
tos mexicanos.

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FIGURA 13
Códice Mendocino, lámina 66. -
129
Explicación de la /Jmina 67
Declaración de lo figurado en la partida primera. de la plana
siguiente. Significa el cacique que es señor de un pueblo,
que por haberse rebelado contra el señorío de México, los
ejecutores de atrás contenidos le tienen echado al cacique
una soga en la garganta, con la cual, pot" su rebelión, fue
condenado por el señor de México a que muera por ello y
que su mujer e hijos sean cautivados y traídos presos a la
corte de México, y en cumplimiento de la condenación los
ejecutores están ejecutando las penas en que fueron conde-
nados, según que las figuras se significan.
Declaración de lo figurado en la partida segunda. El caci-
que que está sentado e intitulado, significa que, por se
haber rebelado contra el señorío de México, fue condena-
do por el señor de México a que sea destruido y asolado
juntamente con los vasallos de su pueblo, y así los ejecuto·
res, por mandato del señor de México, le están notificando
la dicha condenación, en señal de lo cual le señalan con las
insignias que los ejecutores le ponen sobre su cabeza y la
rodela que le presentan para que no pretenda ignorancia de
su destrucción y asolamiento. Las figuras que están alan-
ceando y con heridas mortales significan que eran merca-
deres tratantes mexicanos que aportaron a las tierras y
pueblos del cacique, y sus vasallos del cacique, sin licencia
de su señor, los han salteado en el camino, matándolos y
robando lo que llevaba[n] de mercancía, por donde se ha
movido ocasió11 del dicho asolamiento y destrucción de
todo el pueblo.
Declaración de lo figurado en la partida tercera. Los cua-
tro ejecutores y embajadores del señor de México significan
que, habiendo ,emplazado al cacique contenido en la partida
segunda, antes de ésta, según es dicho, al tiempo que los
dichos ejecutores se volvían a México, les salieron al cami-
no ciertos vasallos del dicho cacique a maltratar, tirándo-
les flechas en se ñal de guerra y rompimiento, de lo que ade-
lante había de suceder y para más ocasión de enem istad.

131
Texto de la /ámi11a 67
(Primera partida]. Huitznáhuatl, mandón y ejecutor, como alguacil./
Ejecutor. /Cacique./ Ejecutor. / Mujer del cacique, cautivada, con
prisiones en la garganta. / Hijo del cacique, cautivado, con prisiones.
[Segunda partida]. Vasallo del caciqu(. / Carga de mercadurías. /
Mercader. / Mercader. / Vasallo del caciq11e. / Ejecutor. /Ejecutor./
Cacique.
[Tercera partida]. Ejecutor y embajador del señor de México. /
Ejecutor y embajador del señor de México. / Vasallo del cacique.
/ Vasallo del cacique. / Ejecutor y embajador del señor de México./
Ejecutor y embajador del señor de México. / Flechan a los embaja-
dores del señor de México para más ocasión de rompimiento de
guerra.

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FIGURA 14
Códice Mendocino, lámina 67.

13 3
Explicación de la lámina 68
Relación y declaración de lo figurado en la partida primera
de la plana siguiente. Los tequibua 8 significan adalides
enviados por el señor de México al pueblo del ca.cique, para
que de noche lo anden y paseen ocultamente, sin que por
sus enemigos sean sentidos, para tener aviso y advertencia
los guerreros por dónde han de entrar con la batalla y
hacer su hecho bueno, sin mucha resistencia de sus enemi-
gos. Y así, los tequihua 9 andan y rodean todo el pueblo y
caseríos y mezquita y tiangues, a tiempo que los del pue-
blo están dormidos y sosegados, para ver la parte por
donde con menos trabajo y resistencia se les podrá dar
combate.
Declaración ·de lo figurado en la partida segunda. El
mexicano figurado, que está sentado y a sus espaldas una
rodela y flechas, significa que estando los me:xicanos mo-
vidos a destruir por vía de guerra a cierto pueblo que se
había rebelado contra el Señorío de México, los tres
figurados vasallos del cacique, que asimismo están asen-
tados enfrente del mexicano, significan que estando todo
el pueblo del cacique atemorizados de la guerra y des-
trucción que los mexicanos les querían hacer, vienen a
México a tratar paces, sometiéndose por vasallos de Méxi-
co y protestando de les tributar y reconocer el señorío,
mediante lo cual los reciben en amistad y por vasallos,
reponiendo lo determinado en su perjuicio.
Los cuatro valientes figurados e intitulados con sus
lanzas en las manos y puestos y adornados a punto de
guerra, las divisas y armas que tienen puestas, significan
capitanes de los ejércitos mexicanos.

8 Debe decir t11quib11111ql"1, en plural.


9 Itkm.

135
Texto de la lámina 68
[Primen partida]. Tequihua. / Tequihua. / Tiangues, lugar de merca-
do. / Tequibua, / Casa. / Mezquita. / Tequihua. / Tequihua. I Casa.
Esta partida es el pueblo del cacique de atrás contenido, que fue
emplazado de guerra por ser rebelde al Señorío de M~:xico. Las
figuras de los tequihua IO significa ser enviados por el Señorío de
México a este pueblo, para que lo paseen de noche, ocultamente,
para que sin mucho trabajo los destruyan a1 tiempo de la batalla y
estén los guerreros pláticos del pueblo y su espacio. / Casa. / Casa. /
Tetuihua.
LSegunda partida]. Esto[s] tres son vasallos del cacique, / Mexi-
cano. / Rodela y flechas. / Valiente- tlacatécatl. I Valiente tlacocb-
cálcatl. I Valiente huitznáhuatl, I Valiente ticocyahuácat/.

10 Debe decir tequihuaque, en plural.

136
FIGURA 15
Códice Mendocino, lámina 68.

137
Explicación de Ja lámina 69
Declaración de lo figurado en la partida primera de la plana
siguiente. _Significa que el que está sentado y a sus espaldas
una mujer hilando, es su mujer, nuevamente casado, 11 y
por haber tomado estado de casado, habiendo sido man-
dón · con los de~ás que están figurados ante él, que son
cinco, nombrados telpucb tli, 12 que son asimismo mando-
nes; háceles el casado un razonamiento sobre que se desiste
del cargo y oficio de ser mandón por raz6n de su casamien-
to, y que quiere descansar del servicio pasado y, para más
los complacer y que le admitan su rogativa, háceles ban-
quete en darles bien d comer y beber, demás del presente
que les hace de un manojo de perfumes 13 y una hachuela
de cobre y dos mantas, según que por lo figurado de estas
cosas están intituladas. Y así, con esta solemnidad, el casa-
do queda libre y vaco del dicho oficio.
Declaración de lo figurado en la partida segunda. 1 que
está sentado e intitulado significa el Señor de México, en
que habiendo dado buena cuenta algunos de los mandones
telpucht/i, 1 ◄ en la partida antes de ésta figurados, y habien-
do tomado estado de casados, de mandones que habían
sido el dicho Señor los mejoraba en más título y grado en
que los hacía tequihua, 15 que significan las tres figuras
intituladas de tequihua con sus lanzones y ventallas, dán-
doles facultad de ser sus embajadores y adalides en las
guerras, que tenían por oficio honroso.
Declaración de lo figurado en la partida tercera. Signifi-
can los alcaldes y justicias puestas por mano del Señor de

11 Esto es, rcci~n casado.


12 Debe decir te/pupucbtin, en plural, a.unque el nivel corresponde a los
teacbcaf,uan.
13 No perfumes, sino tabaco en cañas para fumar.
14 Debe decir te/pupucf,tin, en plllral.
15 Debe decir tequihu11que, en plural .

139
México para que oigan de negocios, así civiles como crimi-
nales, y así las figuras de hombres y mujeres, que los ti nen
de cara, piden justicia, que son los pleitean tes. Y las cuatro
figuras intituladas de tecuhtli que están a las espaldas de
los alcaldes, son principales mancebos que asisten con los
alcaldes en sus audiencias, para instruirse en las cosas de la
judicatura y para después suceder en los oficios de alcaldes.
De estos alcaldes había apelación para ante la Sala del
Consejo de Moteczuma, según adelante está figurado.

Texto de la lámina 69
[Primera partida]. Telpucbt/i. / Telpucbtli. / Telpucbtli. / Telpucb-
tli. I Telpucbtli, que quiere decir mancebo mandón./ Dos mantas. /
Un manojo de perfumes. 16 / Una hachuela de cobre. / Tamales, que
es pan. / Una gallina guisada. / Jícara con cacao para beber. / Tei-
pucbt/i casado. / Muier del telpucbtli casado.
[Segunda partidaJ . Señor de ,\.téxico. / Tequibua. / Tequibua. /
Tequihua.
LTercera partida]. Tecubt/i. / Tecubt/i. / Tecuhtli. / Tecubt/i. /
Tecuhtli mixcoat/ailótlac. Justicia, como alcalde. / Ezbuabuácatl,
alcalde./ Acatliyacapanaécatl, alcalde./ Tequixquinanbuácat/, alcalde.
/ Estas seis figuras, las tres de varones y tres de mujeres, son plei-
teantes que piden justicia a los alcaldes.

16 No perfumes, sino tabaco.

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• FIGURA 16
Códice Mendocino, lámina 69.

141
Explicación de la lámina 70
Declaración de lo figurado en la plana siguient~. La traza
de las salas del Consejo del Señor de México y sus casas
reales y patios y gradas por donde entraban, y el trono y
asiento de Moteczuma. En los espacios de cada cosa están
intitulados y aclarados lo que significa1;1, y así en esta
declaración no se refiere lo aclarado, más de que en la
una sala del Consejo los que en grado de apelación de sus
alcaldes ante ellos parecían por vía de agravio, los desa-
graviaban habiendo causas justas, y no las habiendo con-
firmaban lo determinado y sentenciado por los alcaldes. Y
si era negocio de calidad de la sala del Consejo, había
apelación por vía de agravio ante Moteczuma, en donde
había conclusión de la causa. La sala que está intitulada
del Consejo de Guerra, en ella se trataban y proveían los
capitanes y ejércitos de guerra, según que por el Motec-
zurna estaban proveídas, y en todas cosas había orden y
cuenta y razón, para que el Señorío fuese bien gobernado.
Y antes del Moteczuma, por sus- antecesores no había
tanta orden en las cosas de república como el Moteczuma
después que sucedió en el Señorío, por ser de buen natural
y sabio, de su albedrío compuso orden y manera de buen
regimiento y las mandó guardar y cumplir so graves penas,
y así el que excedía, sin remisión alguna se ejecutaba la
pena que por él estaba puesta en el caso que delinquían.
Las cuales penas fueron rigurosas, y como en la ejecución
no había remisión alguna, andaban sus vasallos siempre
alerta, ]a barba sobre el hombro, por donde con temor se
aplicaban todos sus vasaJlos en cosas provechosas y de
ningún perjuicio, por la poca libertad que tenían.

Texto de la lámina 70
Trono y estrado de Motcczuma, donde se sentaba a cortes y a juz-
gar. / Moteczuma. / Casa donde aposentaban a los señores de Tenayu-
ca y Chicnauhtla y Culhuacan, que eran sus amigos y confederados

143
de Moteczuma. / Casa donde aposentaban a los grandes señores de
Tezcoco y Tacuba, que eran sus amigos de Moteczuma. / Patio de las
casas reales de Moteczuma. / Patio de las casas reales de Moteczuma.
/ Sala del Consejo de Guerra. /. Estas rayas que van subiendo van a
dar al patio de las casas reales de Moteczurna, que son estas figura-
das. / Estos cuatro son como oidores del Consejo de Motcczuma,
hombres sabios. / Sala del Consejo de MoteCZ\lma. / Pleitcantes que,
en grado de aplicación de los alcaldes, se presentan y parecen ante
los oidores del Consejo de Moteczuma.

144
FIGURA 17
Códice Mendocino, lámina 70.

145
Explicación de la lámina 71
Declaración de lo figurado en la plana siguiente. El padre e
hijo que están sentados de cara el uno al otro significa dar
el padre al hijo buenos consejos para que no ande hecho
vicioso, poniéndole por ejemplo que los que se llegan a
toda virtud vienen después a valer con los señores y caci-
ques, en que les dan cargos honrosos y los ocupan por sus
mensajeros, y que los músicos y cantores los admiten en
sus fiestas y bodas por la privanza que tienen.
Lo figurado en la casa donde se junta a tratar y proveer
para las obras públicas. El mayordomo que en ella está
sentado significa que ante él están dos mancebos llorando
por se les haber ofrecido de que los ocupe en servicios
personales que representan las coas y huacales, y el mayor-
domo les está dando buenos consejos, diciéndoles que se
aparten de la ociosidad y andar hechos vagamundos que
ocasionan y es causa de venir a ser ladrones o jugadores
de pelota o jugadores de patol, a manera de dados. De los
cuales juegos se recrecen y hurtan para satisfacer y cumplir
con los tales vicios que no acarrean otra cosa sino malos
fines, y así en ~o figurado con sus títulos significan lo
declarado.
Los oficios de carpintero y lapidario y pintor y platero
y guarnecedor de plumas, segun que están figurados e
intitulados, significan que los tales maestros enseñaban
los oficios a sus hijos, luego, desde muchachos, para que
siendo hombres se aplicasen por sus oficios y ocupasen el
tiempo en cosas de virtud, dándoles consejos que de la
ociosidad nacían y se engendraban malos vicios, así de los
de malas lenguas, chismosos, y seguían las borracheras y
otros malos vicios, y poniéndoles otros muchos aterreres
que mediante ellos se sometían en todo aplicarse.

Texto de la lámina 71
Mensajero. / Padre que aconseja a su hijo que se aplique a toda

147
virtud y no ande hecho vagamundo. / Padre. / Hijo. / Cantor y músi-
co que tiene convidados, y les da música. / Casa donde se junta a
las obras públicas, Texancalco . I Mayordomo, petJacá/catl. I Coa,
guacal. / Coa, guacal. / Mancebo. / Mancebo. / Vagamundo . / Ju-
gador de pelota. / Ladrón. / Jugador de pato!, que es a manera de
dados. / Carpintero. / Hijo del carpintero. / Lapidario. / Hijo del
lapidario. / Pintor. / Hijo del pintor. / Placero. / Hijo del platero. /
Vicioso de malas lenguas y chismoso. / Maestro de guarnecer con
plumas. / Hijo del maestro. / Borracho. / Borracha. / Que del vicio
de la borrachera redunda el venir a ser ladrones.

148
FIGURA 18
Códice Mendocino , lámina 71.
149
Explicación de la lámina 72
Declaración de lo figurado en la partida primera de la plana
siguiente, en la cual lo en ella figurado e intitulados con
sus aclaraciones significan los castigos que a los tales delin-
cuentes sometían, según las leyes y fueros de los señores de
México, lo cual se ejecutaba sin ningun~ remisión, según
que por lo figurado parece.
Declaración de lo figurado en la partida segunda, en la
cual se muestra de cómo se vedaba, según las leyes y fueros
de los señores de México, c¡ue no se emborrachasen, si no
fuesen de edad de setenta años, así el varón como la mujer,
los cuales tenían licencia y libertad de lo usar, y que los
tales viejos tuviesen hijos y nietos según que las figuras lo
demuestran, y el que excedía de lo tal, moría por ello, se-
gún que en la partida primera, antes de ésta, está figurado .

Texto de la lámina 72
[Primera partida]. Estas dos figuras significan que los mancebos que
se embeodaban con vino, 17 morla.n por ello según sus leyes y fueros .
/ Mancebo que se embeodaba. / Mujer moza., si se embeodaba con
vino, la. mataban según las leyes y fueros de los señores de México. /
Ladrón , rnatábanle a pedradas según la ley de los señores de Mhico.
/ Estas dos figuras acostadas y Cllbiertas con ropa, demuestran que el
que tenía acceso carnal con m\ljer casada, los mataban a pedradas
scg{m las leyes de los señores de México.
[Segunda partida]. Viejo de setenta años. Tenía licencia, así en
público como en secreto, de poder beber vino y embeodarse, por
ser de tanta edad y tener hijos y nietos, por la cual edad no se les
vedaba el beber y la beodez. / Vieja, mujer del viejo de suso figura-
do, que por el consiguiente tenía privilegio y libertad de se cmbeoda.r
como su marido, y porque tenía hijos y nietos. A todos los de seme-
jante edad no se les vedaba. la borrachera.

17 No vino, sino pulque.

151
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FIGURA 19
Códice Mendocino, lám ina 72.
153
GLOSARIO DE ARCAISMOS
Y TERMINOS DESUSADOS

abajarse. Humillarse, abatirse .


abastanza. Abundancia.
acera. Fila, hilera, ringlera.
afeitar. Adornar, componer, hermosear, pintar el rostro,
raer el cabello, la barba o el bigote.
agora. Ahora.
ají. Chile .
alfaquí. Doctor o sabio de la ley entre los musulmanes.
almadiar. Marearse.
almática. Dalmática, túnica con mangas anchas y cortas.
amiento . Correa con que se ataban por medio las lanzas o
flechas para arrojarlas. Este nombre se dio incorrecta-
mente al átlatl o lanzadardos mesoamericano.
aplacer. Agradar, contentar, complacer.
areito. Canto y danza de los indígenas de América.
arreo. Sucesivamente, sin interrupción. / Atavío, adorno.
arroba. Medida de peso que equivale aproximadamente a
11.5 kilogramos.
atambor. Tambor.
aterror. Terror.
avisar. Advertir, aconsejar.
azanefa. Cenefa, lista sobrepuesta o tejida en los bordes de
las piezas de tela.

155
baque. Golpe que da el cu erpo o c ualquiera cosa pesada
cuando cae .
beleño. Planta de la familia de las solanáceas, narcótica.
be20te. Adorno que traspasaba eJ labio inferior.
cacique. Gobernante. En voz caribe , incorrecta e indistin-
tamente usada para referirse al tlatoani, al tecuhtli, etc.
calpul. Del náhuatl calpulli. Grupo social vinculado por pa-
rentesco, vecindad, profesión, religión, etc. / Barrio en
que moraba este grupo. / Templo de este grupo, ya en el
barrio, ya en el recinto ceremonial central.
cantonera. Prostituta que anda de esquina en esquina atra-
yendo a los hombres.
certinidad. Certeza.
coa. Instrumento agrícola. Es a modo de una pala recta d e
un lado, curva por el otro, y terminada en punta, con un
astil largo.
colodrillo. Parte posterior de la cabeza.
congruamente. Congruentemente .
consiliario. Persona elegida para asistir con su consejo al
superior, o tomar parte con él en ciertas decisiones.
cónsono. Que tiene relación de conformidad.
contino. Continuo.
conversación. Concurrencia o compañía.
copia. Muchedumbre o abundancia de una cosa.
cu. Templo indígena. Es voz maya adoptada por los espa-
ñoles para designar los templos indígenas.
curar. Tener cuidado, cuidar.
dende. Desde.
deprender. Aprender.
derrocar. Derribar.
diputado. Encargado, nombrado pa.ra ocupar un cargo.
dislate. Disparate.
embijar. Pintar, teñir.
empecer. Dañar, ofender, causar perjuicio. / Impedir,
obstar.
encrisnejado. Cabello hecho trenzas.

156
entranzar. Trenzar.
escaño. Banco con respaldo.
escuro. Oscuro.
estado. Medida longitudinal tomada de la estatura regular
del hombre.
excusar. Evitar, impedir, precaver que una cosa perjudicial
se ejecute o suceda.
flaco . Flojo, sin fuerzas, sin vigor para resistir. / De espíritu
falto de vigor y r sistencia.
hacha. Antorcha.
horas. Devocionario en el que está el oficio de la Virgen, y
este oficio.
imponer. Instruir, enseñar, enterar.
industriar. Instruir, adiestrar, amaestrar.
inficionar. Infectar, causar infección.
labrada. Aplícase a las telas que tienen alguna labor, en
contraposición con las lisas.
lac~ria. Miseria, pobreza, escasez grande, desnudez andra-
JOSa.
lapa. Peña solapada y cóncava en forma de cueva.
legua. Medida itineraria equivalente a 5,572 m elros.
levita. Eclesiástico de grado inferior al sacerdote.
libra. Medida de peso. La castellana equivale a 460 gramos.
macehuaJ. Del náhuatl macehualli. Hombre del pueblo,
plebeyo.
maitines. Primera de las horas canónicas que se rezaba
antes del amanecer.
margajita. Pirita, sulfato de hierro.
mezquita. Templo del islam.
molledo. Parte carnosa y redonda de un miembro, espe-
cialmente la de los brazos, muslos y pantorrillas.
monacillo. Monaguillo.
motilado. Cortado o rapado del pelo.
nazareo. Nazareno. Entre los hebreos, el hombre consa-
grado particularmente al culto, que no bebía licor em-
briagan te y no se cortaba la barba ni el cabeJlo.

157
nequén. Henequén.
oración. Punto del día cuando va a anochecer.
pato/. Del náhuatl patolli. Juego de casillas, sobre tablero.
plático. Práctico, experimentado.
policía. Buen orden de un poblado. / Cortesía, urbanidad.
poiidillo. Pulidillo, presumidillo.
prebenda. Oficio, empleo o ministetio lucrativo y poco
trabajoso.
premática. Pragmática, ley.
religión. Orden religiosa.
remanecer. Aparecer de nuevo.
república. Cuerpo y orden político de una ciudad. / Con-
junto de sus habitantes. / Causa pública o de utilidad
común.
rosa. Nombre genérico de las flores.
sacabuche. Instrumento músico de metal, a modo de
trompeta, c¡ue se alarga y acorta recogiéndose en sí
mismo, para que haga diferencia de voces que pide
la música.
sambenito. Capotillo o escapulario que se ponía a los
penitentes reconciliados por el tribunal de la Inquisi-
ción.
sospirar. Suspirar.
suso. Arriba.
temeroso. Que causa temor.
témpora. Tiempo de ayuno en el comienzo de cada una de
las cuatro estaciones del año.
tiangues. Del náhuatl tianquiztli. Mercado.
tomín. Moneda colonial.
topil. Del náhua.tl topile . Alguacil de los ayuntamientos y
juzgados inferiores.
tranzado. Trenzado .
tresquilar. Trasquilar.
tresquilón. De cabellos rapados.
vaco. Exento, libre, desocupado, desligado de un cargo.
vagamundo. Vagabundo.

158
vagar. Meditar. / Tener tiempo libre.
venta/lo. Abanico.
verga. Rama delgada, sin hojas.

159
,Se termin6 de imprimir en el
mes de mayo de 1985, en loa
talleres de Lit<>gr•fica Cultural,
Isabel La Cat61ica 922,
C.P. 03410, M~xico, D .F.
100,000 ejemplares.

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