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INDICE
c) Menores
De modo que el concepto de trabajo forzado contiene dos elementos: que exista la
amenaza de una pena y que el trabajo se realice de manera involuntaria.
Convenio sobre el Trabajo Forzoso, 1930, (núm. 29), OIT (ratificado por
Argentina en 1950)
Convenio sobre la Abolición del Trabajo Forzoso, 1957, (núm. 105) OIT
(ratificado por Argentina en 1960).
“Una alianza global contra el trabajo forzoso”. Informe global con arreglo al
seguimiento de la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos
fundamentales en el trabajo. Conferencia Internacional del Trabajo, 93ª
reunión, 2005, Ginebra.
El trabajo forzoso está también contemplado como una de las peores formas
de trabajo infantil por el Convenio sobre las peores formas de Trabajo Infantil,
1999, (núm. 182), OIT, artículo 3.a.
Para su aplicación designa como niño a toda persona menor de dieciocho años
y también incluye como peores formas de trabajo infantil a:
a) todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y el
tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u
obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en
conflictos armados;
b) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de
pornografía o actuaciones pornográficas;
c) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas,
en particular la producción y el tráfico de estupefacientes, tal como se definen en los tratados
internacionales pertinentes, y
d) el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es probable
que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños
Salvo los casos de empresas familiares en los que la edad permitida es a partir
de los catorce años (siempre y cuando, entre otros requisitos, no se trate de un
trabajo insalubre, se respete la jornada escolar del menor y la empresa familiar
no fuere contratista o proveedora de otra empresa- artículo 8 que incorpora el
artículo 189 bis a la ley 20.744)
En la práctica, una de las formas en las que proliferan los casos de trata de
personas con fines de explotación laboral, es en talleres clandestinos
generalmente destinados al rubro textil.
El artículo 2.a del Reglamento del Estatuto del Trabajo a Domicilio Decreto
118/55 define el trabajo a domicilio como aquel “ que se realiza en la vivienda del
obrero, o en el local elegido por él, o en la vivienda o local de un tallerista, para un patrono intermediario o
tallerista
Esta ley fue creada en el año 1941, con el propósito de controlar que la
actividad laboral que era desempeñada por los trabajadores dentro de su
propio domicilio o; en el domicilio o local de un tallerista pero en beneficio de
un empresario, se ajustara a las normativas laborales. Dado que, al
confundirse el lugar del “taller” con el domicilio “particular” del empleado, se
constituía una situación propicia para el fraude laboral y la posibilidad de eludir
los derechos del trabajador. .
a) la expresión "trabajo a domicilio" significa el trabajo que una persona, designada como trabajador a
domicilio, realiza:
i) en su domicilio o en otros locales que escoja, distintos de los locales de trabajo del empleador;
iii) con el fin de elaborar un producto o prestar un servicio conforme a las especificaciones del empleador,
independientemente de quién proporcione el equipo, los materiales u otros elementos utilizados para ello, a
menos que esa persona tenga el grado de autonomía y de independencia económica necesario para ser
considerada como trabajador independiente en virtud de la legislación nacional o de decisiones judiciales;
b) una persona que tenga la condición de asalariado no se considerará trabajador a domicilio a los efectos del
presente Convenio por el mero hecho de realizar ocasionalmente su trabajo como asalariado en su domicilio
en vez de realizarlo en su lugar de trabajo habitual;
c) la palabra "empleador" significa una persona física o jurídica que, de modo directo o por conducto de un
intermediario, esté o no prevista esta figura en la legislación nacional, da trabajo a domicilio por cuenta de su
empresa.
“Los intermediarios y talleristas son considerados como obreros a domicilio con relación a las dadores del
trabajo y como patronos sujetos a las obligaciones que les impone esta ley y las reglamentaciones que se
dicten a quienes encarguen la ejecución del trabajo” (artículo 4)
“El empresario, intermediario o tallerista que por violencia, intimidación, dádiva o promesa, realice actos que
importen abonar salarios menores que los que se establezcan de acuerdo a los procedimientos que estatuye
la presente ley, tendrá prisión de seis meses a dos años”. (artículo 35)
“ El empresario, intermediario o tallerista, que con el fin de eludir el pago de los salarios o abonar menor
retribución de la establecida, destruya en todo o en parte o adultere cualquiera de
los registros o documentos establecidos en esta ley, como integrantes del sistema de contralor del trabajo a
domicilio, será penado con prisión de seis meses a dos años. (artículo 36)
Jurisprudencia
Así, el principio de solidaridad del art. 4to. de la ley, pretende que los
empresarios no se escabullan de su responsabilidad en cuanto al cumplimiento de
las normas laborales de las personas que trabajan fuera de los recintos físicos de
la empresa. Por su parte y para que el Estado a través del Ministerio de Trabajo
pueda realizar correctamente el poder de policía laboral, es que se crearon los
correspondientes registros.
Finalmente, y para los graves casos que impliquen el abuso de parte de los
empresarios en el aprovechamiento de la indefensión de los trabajadores es que
se tipificó la figura penal prevista en el art. 35.
En ese contexto cabe señalar que ni el Sr. Ki, ha incumplido la normativa del
trabajo a domicilio, lo cual ha sido claramente reconocido por los imputados al
prestar declaración indagatoria y confirmado por los testigos al referir todos ellos
que ninguno se encontraba en blanco, como así tampoco habilitado el inmueble
por las autoridades pertinentes para funcionar como taller, agregado a ello los
magros salarios reconocidos por las partes”
Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional nro.5 de Capital Federal,
Secretaría nro.10, causa nro. 4654/07, 8 de abril de 2008.
“La defensa planteó que la tercerización por parte de la firma de alguna tarea dijo
que no podía ser considerada como violación a la ley de trabajo a domicilio, pues
se trata de tareas que no se encomiendan a un trabajador específico para ser
efectuadas en su domicilio sino que son labores brindadas por un proveedor de
servicios, por ejemplo costura. Sobre ello expresó que tal circunstancia puede ser
corroborada a través de las facturas incorporadas en autos en las que se aprecia
la cantidad de prendas entregadas, lo que determina que nos encontremos ante
situaciones regidas por dicha normativa y mucho menos la configuración del tipo
penal que la ley establece(…).
Así las cosas corresponde remitir estas actuaciones a la Excma. Cámara del
Crimen a fin de que por su intermedio se efectúe el sorteo del Juzgado Nacional
en lo Correccional que deberá abocarse a la prosecución de esta pesquisa”.
Doctrina
“La actividad del taller de costura se encuentra regulada por una ley de 1941, la
Ley de Trabajo a Domicilio (12.713), que fuera resistida por los trabajadores
debido a que legitimaba una forma de producción precapitalista, de imposible
control por parte de la autoridad de aplicación y por los sindicatos, ya que el “taller”
se confundía con el “domicilio” particular, tornándose confuso a la vez que
inexpugnable. Por otra parte, la ley devenía en términos históricos demodé,
antigua, antieconómica porque desde 1903 el “fordismo” ya había impuesto al
mundo la línea de producción en fábrica. Evidentemente, el proyecto económico
local era por entonces agrícola ganadero y de las industrias ni hablar.
Lamentablemente, hoy no han cambiado sustancialmente las cosas, al punto tal
que esta norma sigue siendo el marco legal de la actividad textil en nuestro país.
Por aquel entonces la ley estaba destinada a regular –con intención de evitar- la
explotación del trabajo femenino, el que hacían “a destajo” las mujeres en su
propio domicilio, a quienes se entregaban piezas de tela que debían coser en
plazo perentorio, recibiendo una suma insignificante por pieza y en condiciones
laborales de extrema pobreza, jornadas extenuantes, sin luz, calefacción,
descanso semanal, licencia anual, asistencia médica, ni seguridad social alguna.
Solas, divididas, expuestas al abuso de aquel que le proveía un magro sustento.
Mientras el desarrollo capitalista se hacía esperar al igual que el ingreso de las
mujeres a las fábricas, los domicilios seguían transformándose en pequeños
talleres. Si bien eran para 1941 escasos y con cada vez menos incidencia
macroeconómica, la ley 12.713 llegó a incorporarlos denominándolos “domicilio
del tallerista”.
El “tallerista” era -y sigue siendo- un patrón para los costureros y un empleado
para el empresario contratista o dador de trabajo (art.4). Lo mismo sucede con el
“intermediario”, generalmente un tallerista con excedentes que distribuye entre
otros talleristas. Ambos trabajan para el empresario y reciben de él las piezas de
tela para costura y/o añadido de accesorios.
La ley obliga al tallerista a llevar un libro en el que debe consignar el nombre de
los trabajadores, cantidad y calidad de trabajo encargado, tarifas, salarios, marcas
o rótulos del empresario y –en su caso- el motivo de suspensión o disminución de
trabajo respecto de cada obrero. Esto último en razón de ser un instrumento de
abuso patronal, una herramienta extorsiva para obtener del obrero la reducción de
su salario.
Por su parte, el obrero debe llevar una libreta en donde conste lo mismo,
suministrada por la autoridad de aplicación.
El empresario y –en su caso- también el intermediario, deben reclamar del
tallerista la acreditación del cumplimiento de tales obligaciones, no pudiendo –en
su defecto- contratar con él bajo pena de incurrir en la misma
responsabilidad patronal (art.4).
Para identificar al empresario, co-responsable de las obligaciones como
empleador, “todo artículo que se entrega para ser elaborado a domicilio llevará un
rótulo con una marca individualizada, coincidente con la registrada en el libro
patronal y en la libreta del obrero. Este rótulo no podrá ser separado del artículo
elaborado mientras no llegue a poder del consumidor” (art.8).
Es decir, la marca fijada en la prenda identifica al empresario y no solo es
importante para orientar al consumidor en sus preferencias sino para que el
trabajador conozca a su principal empleador, el dador de trabajo: el titular de
la marca.”