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J. F. Walvoord y R. B. Zuck - El Conocimiento Biblico, Un Comentario Expositivo - Deuteronomio A 2 Samuel
J. F. Walvoord y R. B. Zuck - El Conocimiento Biblico, Un Comentario Expositivo - Deuteronomio A 2 Samuel
EL CONOCIMIENTO
BÍBLICO
UN COMENTARIO EXPOSITIVO
ANTIGUO TESTAMENTO
TOMO 2
DEUTERONOMIO—2 SAMUEL
Editores en inglés
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Responsables de la edición en castellano:
Julián Lloret
Jack Matlick
Se dio término a la impresión de este libro el 15 de septiembre de 1999 en los talleres de Ediciones Las
Américas, A. C.
Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano
Prefacio
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de Deuteronomio
Comentario de Josué
Comentario de Jueces
Comentario de Rut
Comentario de 1 Samuel
Comentario de 2 Samuel
Apendice de mapas, graficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de
lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son
muchos, pero uno de los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido
del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras,
que nos hacen sabios para conocer “la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y
perseverar en la publicación de esta edición en castellano:
■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y
capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran
proyecto con entusiasmo.
■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los
primeros tomos.
■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en
especial a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
Introducción
La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de un largo e
histórico enlace fraternal entre el personal de varias instituciones: el Seminario Teológico de
Dallas, Tex., cuyo personal docente escribió el comentario original en inglés. Por otro lado, los
editores, traductores y personal técnico de esta publicación en castellano provienen de CAM
Internacional (antes llamada Misión Centroamericana) y de Ediciones Las Américas, A. C.,
Puebla, México. Es motivo de alabanza a Dios el espíritu de cooperación entusiasta entre estas
enidades para publicar esta obra.
Editores generales de la edición en inglés
John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Th.D., D.D., Litt.D. Canciller, Ministro Representante y
Profesor Emérito de Teología Sistemática del Seminario Teológico de Dallas.
Roy B. Zuck B.A., Th.M., Th.D. Profesor titular emérito de Exposición Bíblica, Editor de
Bibliotheca Sacra, Seminario Teológico de Dallas.
1. General
a.C. antes de Cristo
a.m. antes meridiano
aprox. aproximadamente
ar. arameo
A.T. Antiguo Testamento
ca. cerca de
cap., (s) capítulo (s)
cf. Confer (compare)
cm., (s) centímetro (s)
d.C. después de Cristo
ed. edición, editado
eds. editores
e.g. por ejemplo
et al y otros
etc. y otras (cosas)
fem. femenino
gr. griego
hebr. hebreo
íbid en el mismo lugar
i.e. esto es
imper. imperativo
imperf. imperfecto
ing. inglés
kg., (s) kilogramo (s)
km., (s) kilómetro (s)
lit. literalmente
m. murió, muerto
mar. margen, lectura marginal
masc. masculino
ms., mss. manuscrito, manuscritos
mt., (s) metro (s)
n., ns. nota, notas
neut. neutro
n.p. no se sabe quién lo publicó
N.T. Nuevo Testamento
núm., (s) número, números
pág.,(s) página, páginas
párr., (s) párrafo, párrafos
part. participio
pas. pasivo
perf. perfecto
pl. plural
p.m. pasado meridiano
pres. presente
pron., (s) pronombre (s)
s. siglo
sem. semítico
s.f. sin fecha
sing. singular
TM texto masorético
trad. traducción, traductor
V. véase
v., vv. versículo, versículos
vb., (s) verbo, (s)
vol., (s). volumen, volúmenes
vs. versus
2. Libros de La Biblia. Antiguo Testamento
Gn. Génesis
Éx. Éxodo
Lv. Levítico
Nm. Números
Dt. Deuteronomio
Jos. Josué
Jue. Jueces
Rt. Rut
1, 2 S. 1, 2 Samuel
1, 2 R. 1, 2 Reyes
1, 2 Cr. 1, 2 Crónicas
Esd. Esdras
Neh. Nehemías
Est. Ester
Job Job
Sal. Salmos
Pr. Proverbios
Ec. Eclesiastés
Cnt. Cantares
Is. Isaías
Jer. Jeremías
Lm. Lamentaciones
Ez. Ezequiel
Dn. Daniel
Os. Oseas
Jl. Joel
Am. Amós
Abd. Abdías
Jon. Jonás
Mi. Miqueas
Nah. Nahum
Hab. Habacuc
Sof. Sofonías
Hag. Hageo
Zac. Zacarías
Mal. Malaquías
Nuevo Testamento
Mt. Mateo
Mr. Marcos
Lc. Lucas
Jn. Juan
Hch. Hechos
Ro. Romanos
1, 2 Co. 1, 2 Corintios
Gá. Gálatas
Ef. Efesios
Fil. Filipenses
Col. Colosenses
1, 2 Ts. 1, 2 Tesalonicenses
1, 2 Ti. 1, 2 Timoteo
Tit. Tito
Flm. Filemón
He. Hebreos
Stg. Santiago
1, 2 P. 1, 2 Pedro
1, 2, 3 Jn. 1, 2, 3 Juan
Jud. Judas
Ap. Apocalipsis
3. Versiones de La Biblia
BD Biblia al Día
BC Bover Cantera
BLA Biblia de las Américas
BJ Biblia de Jerusalén
HA Hispanoamericana (N.T.)
LA Latinoamericana
LXX Septuaginta
NC Nácar Colunga
NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
RVA Reina Valera Actualizada
RVR09 Reina-Valera Revisión 1909
RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
RVR77 Reina-Valera Revisión 1977
RVR95 Reina-Valera Revisión 1995
TA Torres Amat
Taizé Versión Ecuménica
VM Versión Moderna
VP Versión Popular (Dios Habla Hoy)
Vul. Vulgata Latina
א ’
בּ b
ב ḇ
גּ g
ג g̱
דּ d
ד ḏ
ה h
ו w
ז z
ה ḥ
ט ṭ
י y
כ k
כ ḵ
ל l
מ m
נ n
ם s
ע ‘
פּ p
פ p̱
צ ṣ
ק q
ר r
שׂ ś
שׁ š
תּ t
ת ṯ
Dagesh forte se representa por la duplicatión de la letra.
Vocalización
בָּ ה bâh
בּוֹ bô
בּוּ bû
בֵּ י bê
בֶּ י bè
בִּ י bî
ָבּ bā
בּ bō
ֻבּ bū
ֵכּ bē
ִכּ bī
ַכּ ba
ָכּ bo
ֻכּ bu
ֶכּ be
ִכּ bi
ֲכּ bă
ֳכּ bŏ
ֱכּ bĕ
ְכּ be
כָּהּ bāh
כָּא bā’
כֵּה bēh
כֶּה beh
Griego
α, ᾳ a
β b
γ g
δ d
ε e
ζ z
η, ῃ ē
θ th
ι i
κ k
λ l
μ m
ν n
ξ x
ο o
π p
ρ r
σ, ς s
τ t
υ y
φ f
χ ̱j
ψ ps
ω, ῳ ō
̔ ρ rh
ʼ j
γγ ng
γκ nk
γξ nx
γχ nj̱
αἰ ai
αὐ au
εἰ ei
εὐ eu
ηὐ ēu
οἰ oi
οὐ ou
υἱ jui
DEUTERONOMIO
Jack S. Deere
Traducción: Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
Título. El título castellano de este libro surge de la trad. incorrecta que hace la LXX de
Deuteronomio 17:18, donde dice “una copia de esta ley”. La LXX trad. esas palabras como
deuteronomion (lit., “segunda ley”), que fueron vertidas Deuteronomium en la Vulgata, trad.
latina de la Biblia hecha por Jerónimo en el s. IV. El título hebr. de este libro es ’ēlleh
haddeḇārîm (“estas son las palabras”) conforme a la costumbre hebr. de llamar una obra con base
en su(s) palabra(s) inicial(es) (V. 1:1). Este título hebr. es una mejor descripción del libro,
porque no se trata de una “segunda ley”, sino del registro de los sermones de Moisés acerca de la
ley.
Autor y fecha. La autoría mosaica de Deuteronomio fue casi universalmente aceptada por judíos
y cristianos hasta el surgimiento de la crítica liberal del s. XIX. Los eruditos liberales nunca han
coincidido en quién consideran que escribió el libro, pero la mayoría concuerda en que no fue
Moisés. Casi todos ellos afirman que se escribió en el s. VII a.C. Una de las razones por las que
le adjudican esa fecha, es el hallazgo del libro de la ley en el templo durante el reinado de Josías
(2 R. 22). Muchos críticos suponen que el “libro de la ley” se refería a Deuteronomio y que había
sido escrito en el nombre de Moisés como un fraude piadoso, y posteriormente fue colocado en
el templo, para que cuando se “descubriera”, sirviera para llevar a cabo las reformas de Josías
que se efectuaron más adelante.
Otra razón de dar una fecha tardía es el mandato de Dios a Israel de que tuviera un santuario
central (Dt. 12:1–14). Esto se considera como una referencia ligeramente disfrazada a Jerusalén
y una polémica contra el culto de los “lugares altos”. Los críticos argumentan que ni Jerusalén ni
los lugares altos fueron prominentes en el período mosaico.
Una tercera razón por la que los críticos sostienen que Deuteronomio fue escrito en el s. VII,
es que parte del material del libro es obviamente posterior a Moisés (e.g., cap. 34, que registra la
muerte del caudillo).
Un cuarto argumento a favor de la fecha tardía y en contra de la autoría mosaica es que
Deuteronomio incluye varias predicciones acerca de la dispersión y la subsecuente restauración
de Israel (4:25–31; 28:20–68; 29:22–28; 30:1–10; 32:23–43).
Sin embargo, al hacer un examen detallado, ninguno de esos cuatro argumentos resulta ser
decisivo. Es imposible saber si “el libro de la ley” descubierto en el templo durante el reinado de
Josías, era el Pentateuco completo, el libro de Deuteronomio, o una porción de cualquiera de
ellos. Si era Deuteronomio, entonces no procede el argumento de que se trataba de un fraude
piadoso “sembrado” en el templo con objeto de efectuar una reforma. Los códigos legales del
antiguo Cercano Oriente con frecuencia eran ignorados o relegados a segundo término, por lo
que es perfectamente posible que esto ocurriera con una porción o con todo el Pentateuco. Esto
pudo ser así especialmente al considerar que los dos reyes que precedieron a Josías, Manasés y
Amón, ¡promovieron la idolatría en el templo! Además, los fraudes piadosos eran algo
virtualmente desconocido en el antiguo Cercano Oriente. Los paralelismos citados por los
críticos provienen del mucho más tardío período grecorromano.
Por lo que hace al mandato de Deuteronomio 12 de tener un santuario central, debe tomarse
en cuenta que en ninguna parte del libro se menciona a Jerusalén. Si Deuteronomio fue un
documento falsificado, hecho con el propósito de efectuar una reforma mediante la erradicación
de los lugares altos, para así favorecer la centralización del culto en Jerusalén, resulta entonces
impensable que dicha ciudad no fuere mencionada. Además es dudoso que una falsificación
conservara la porción de 27:1–8 si su mayor interés era la centralización del culto en Jerusalén,
debido a que esos vv. contienen un mandato de edificar un altar en el monte Ebal, ofrecer
sacrificios y escribir la ley en piedras en ese lugar.
Con respecto a las adiciones posmosaicas, es evidente que se añadieron ciertos comentarios
editoriales después de la muerte de Moisés (además del mencionado cap. 34, otros ejemplos son:
2:10–12, 20–23; 3:13b–14). Sin embargo, la presencia de esas añadiduras no prueba que Moisés
no escribió la mayor parte de Deuteronomio, ni tampoco violentan la inspiración plenaria de la
Biblia (V. el comentario de 2:10–12). El argumento que surge de la presencia de predicciones
acerca de la dispersión y restauración de la nación se origina en la tendencia a negar la existencia
de la profecía predictiva (que era proclamada cuando los eventos todavía estaban en el futuro) y
sobrenatural. De manera que se puede concluir que no hay razón sustancial para descartar que
Deuteronomio sea lo que afirma ser: las palabras de Moisés a la nación a finales del s. XV a.C.,
cuando Israel estaba por entrar a la tierra prometida.
Estructura. Deuteronomio sigue el patrón de los tratados de vasallaje típicos del segundo
milenio a.C. Cuando un rey hacía un pacto con una nación vasalla, ese tratado normalmente
contenía seis elementos: (a) preámbulo (b) prólogo histórico (la historia de los tratos del rey con
el vasallo), (c) mandato general (un llamado para manifestar sincera lealtad al rey), (d) mandatos
específicos (leyes detalladas por las que el vasallo pudiera dar expresión concreta de su lealtad al
rey), (e) testigos divinos (deidades invocadas para ser testigos del pacto), y (f) bendiciones y
maldiciones (por la obediencia o desobediencia al pacto). V. “El pacto mosaico comparado con
los acuerdos de vasallaje del antiguo Cercano Oriente”, en el Apéndice, pág. 280.
Deuteronomio se parece a esa estructura porque 1:1–4 constituye el preámbulo; 1:5–4:43 el
prólogo histórico; 4:44–11:32 el mandato en general; los caps. 12–26 contienen mandatos
específicos; y los caps. 27–28 bendiciones y maldiciones. (Por supuesto que Jehová, siendo el
único Dios verdadero, no llamó a otros dioses para atestiguar de ese pacto.) En este comentario
se le da especial atención a esas y otras semejanzas. Los paralelismos que hay con los tratados de
vasallaje del segundo milenio a.C. también son argumentos a favor de una fecha temprana para
el libro de Deuteronomio.
Propósito. Aunque Deuteronomio sigue la forma de los tratados de vasallaje, es más bien un
documento de naturaleza homilética. A través de él, Moisés predicó la ley a los israelitas para
grabar la palabra de Dios en sus corazones. Su meta era hacer que la gente renovara el pacto
hecho en Sinaí; i.e., hacer un nuevo y fresco compromiso con Dios. Sólo comprometiéndose sin
reservas al Señor, el pueblo podría esperar entrar a la tierra prometida, conquistar a sus
habitantes y luego vivir en paz y prosperidad.
El hecho de que el pueblo de Israel entraría pronto en la tierra prometida se indica por las
casi 200 referencias a la “tierra” que hay en Deuteronomio (cf. 1:7). Reiteradamente, Moisés
urgió a la gente a “tomar posesión” de la tierra (1:8), animándola a no sentir temor por los
enemigos (1:21). Israel tenía que darse cuenta que ésa era su “herencia” de parte de Dios (4:20),
porque él se la había dado mediante “juramento” (4:31), así como había prometido a sus
“padres” (1:35). Debían “recordar” (4:10) lo que Dios ya había hecho por ellos, “obedecerlo”
(4:30), “temerlo” (5:29), “amarlo” (6:5), y “seguirlo” (10:20). (Las palabras entre comillas
señalan las que aparecen frecuentemente en Deuteronomio, las referencias en paréntesis señalan
los pasajes en donde se hacen comentarios de esas palabras.)
BOSQUEJO
COMENTARIO
B. Fecha (1:2–4)
1:2. Las referencias relativas al tiempo de los vv. 2–3 cumplen dos funciones. Primero,
ubican la revelación divina de manera exacta en la historia. Segundo, el patético contraste de los
11 días (v. 2) con los 40 años (v. 3), sirve como un ominoso recordatorio de las consecuencias
que se producen cuando se desobedece a Dios. Los israelitas convirtieron un viaje de once días
desde Horeb (otro nombre dado al monte Sinaí; cf. Éx. 34:2, 27 con Dt. 5:2) a Cades-barnea, el
primer sitio de entrada a la tierra prometida desde el sur, en un período de cuarenta años de andar
errabundos por el desierto antes de poder llegar a un segundo lugar adecuado para entrar a la
tierra. Sólo había 240 kms. entre Horeb y Cades-barnea (V. “Posible Ruta del éxodo”, en el
Apéndice, pág. 281).
La advertencia dada fue indirecta: “no sean tardos para creer en Dios otra vez”.
Infortunadamente para Israel, nunca hizo caso completamente a esa advertencia. Como Esteban
lo señaló siglos después (Hch. 7:39, 51), los israelitas siempre han sido tardos para creer en Dios.
1:3. Después de los cuarenta años del peregrinaje de los isrelitas por el desierto, Moisés les
dio sus mensajes, palabras que había recibido de Jehová (Yahweh.) Moisés hizo esto con la
autoridad de su Dios. En el A.T., se aludía a Dios como “Jehová” cuando los escritores querían
hacer hincapié en la naturaleza personal de aquel que hace un pacto con la gente y exige que se
cumpla su voluntad moral (cf. el comentario de Éx. 3:13–14). Por lo tanto, Jehová es la
designación normal de Dios cuando se hace referencia a la forma en que trató a Israel.
Algún tiempo después del cierre del canon del A.T. (al final del s. V. a.C.), los judíos
desarrollaron una superstición acerca de pronunciar el nombre de Jehová y lo empezaron a
mencionar con una combinación aprox. de las vocales del nombre Adonai (“Señor o Amo”)
cuando hacían la lectura pública de las Escrituras. Pero esta es una pérdida trágica para los santos
de las épocas posteriores. Los cristianos ya no llaman Jehová a Dios cuando oran, porque la
revelación de la persona divina se llevó a cabo de manera completa en Jesucristo (He. 1:1–2).
Ahora los cristianos conocen a Dios más personalmente como Padre (Jn. 14:6; 20:17; Ro. 1:7;
8:15; 1 Co. 1:3), designación usada escasamente en el A.T. La autoridad que hay detrás del
primer discurso de Moisés (en Dt. 1:5–4:43) es Jehová, el Dios personal de Israel.
1:4. El trasfondo histórico del primer discurso de Moisés se completa con la nota acerca de la
derrota de los dos reyes Sehón y Og (cf. Nm. 21:21–35; Dt. 2:26–3:11).
a. La pascua (16:1–8)
16:1–2. Las instrucciones más detalladas acerca de la pascua aparecen en Éxodo 12:1–28,
43–49. La palabra “pascua” (pesaḥ) proviene del vb. pāsaḥ, que significa “pasar sobre”. Esa
fiesta conmemoraba la noche que el Señor “pasó sobre” las casas de los israelitas en que se había
untado sangre, preservando así las vidas de sus primogénitos, y dando muerte a los primogénitos
de los egipcios y de su ganado. Las vidas de los primogénitos israelitas fueron protegidas (de
gente y ganado) por la sangre sacrificial. Los israelitas debían observar la pascua como rito
conmemorativo para enseñar a sus hijos la milagrosa liberación divina de la esclavitud en Egipto
(Éx. 12:26–27).
La pascua se celebraba el 14 de Abib (marzo-abril). Originalmente, el sacrificio de la pascua
provenía del rebaño, fuere de oveja o de cabra de un año (Éx. 12:5). Las palabras de las vacas
significan que Moisés amplió la elección de la víctima a escoger. O quizá el sacrificio de las
vacas debía ofrecerse en la fiesta de los panes sin levadura que duraba siete días (Dt. 16:3),
inmediatamente después de la pascua. De cualquier forma, los corderos llegaron a ser los
animales que se sacrificaban tradicionalmente en la pascua. Los animales eran sacrificados “al
atardecer” (V. el comentario de Éx. 12:6).
Los gentiles quedaban excluidos de la pascua a menos que se hicieran prosélitos (Éx.
12:43–49). Cada año la pascua se celebraba un mes después para aquellos que no pudieran
hacerlo en el mes de Abib, por causa de inmundicia ceremonial o por estar de viaje (Nm.
9:6–12).
16:3–4. La pascua era inmediatamente seguida por la fiesta de los panes sin levadura que
duraba siete días, de modo que, en realidad, las dos constituían una sola (cf. Lc. 2:41; 22:7; Hch.
12:3–4; V. el comentario de Lc. 22:7–38; Jn. 19:14). Comer pan sin levadura conmemoraba la
premura con la que los israelitas tuvieron que salir de Egipto (Éx. 12:33–34). Esto les ayudaría a
recordar su rápida salida de Egipto. Comer el pan de aflicción también simbolizaba la
esclavitud de los israelitas en Egipto. Ninguna porción de la carne sacrificada en la tarde del
primer día (del cordero pascual) debía guardarse para la mañana siguiente. Debía quemarse
(Éx. 12:10), quizá aludiendo así a la naturaleza sagrada del sacrificio.
16:5–8. La primera pascua se había celebrado en los hogares de los individuos israelitas.
Pero después que se edificara el santuario central (el lugar que Dios escogiere para que habite
allí su nombre; cf. 12:5, 11; 14:23; 16:2, 11; 26:1, 15), la pascua se podría llevar a cabo
solamente allí. Esto pudo haber simbolizado el nacimiento de Israel como nación durante el
éxodo. Esa nación tenía el propósito de ser una familia teniendo a Dios como su cabeza. Si bien
“por la tarde” puede significar de 3 a 5 p.m. (V. el comentario de Éx. 12:6), puede entenderse
claramente que se realizaba al inicio de la puesta del sol.
Después de asar y comer el animal de la pascua, el pueblo debía regresar a sus tiendas, las
casas temporales de los que habían venido al santuario central para la celebración. En el N.T.,
Jesucristo se identifica como el cordero pascual que fue sacrificado en favor de los creyentes (1
Co. 5:7; también cf. Jn. 19:36 con Éx. 12:46b). Al aplicarse la sangre de Cristo a sí mismos, i.e.,
al confiar en Aquel que murió en su lugar por sus pecados, los cristianos son preservados de la
muerte eterna.
1. BENDICIONES (28:1–14)
a. Las bendiciones dependían de la obediencia (28:1–2)
28:1–2. La invitación de Dios a Israel para participar en el pacto fue por su gracia. Sin
embargo, la bendición bajo el pacto mosaico estaba condicionada a la obediencia del pueblo (cf.
el comentario acerca de “obedecer” en 6:3). Esto era así porque ese pacto fue hecho con un
pueblo que ya había sido redimido por la bondadosa liberación divina de Egipto. Así que el pacto
fue dado a Israel para que pudiera disfrutar de comunión con Dios y estuviera preparado para
recibir sus bendiciones. Una de ellas sería exaltarlo por sobre todas las demás naciones (cf.
26:19).
b. Bendiciones específicas (28:3–6)
28:3–6. Si Israel obedecía al Señor (vv. 1–2), entonces cada aspecto de su vida sería
bendecido. Serían favorecidos tanto el mercader de la ciudad como el agricultor en el campo.
Israel podía esperar que tanto las personas como sus animales fueran fecundos (v. 4). Siempre
habría provisiones en su casa para la comida cotidiana. Debido a que sería bendita su artesa de
amasar (v. 5) Israel jamás experimentaría una hambruna. En todo trabajo cotidiano (tu entrar y
tu salir) los israelitas disfrutarían las bendiciones divinas. La felicidad del ser humano proviene
de obedecer los mandamientos de Dios.
c. Promesas del Señor (28:7–14)
La sección anterior (vv. 3–6) era probablemente leída en voz alta durante las ceremonias de
renovación del pacto, donde se declaraban las bendiciones de la obediencia a éste. Esta sección
(vv. 7–14) quizá fue la disertación homilética de Moisés acerca de esas bendiciones.
28:7–14. Aquí se destacan tres áreas de bendición. La primera tiene que ver con las
naciones. Israel iba a tener un éxito militar sobrenatural (v. 7), y mucha prosperidad económica.
Esas cosas la colocarían por encima de las otras naciones (vv. 12b–13), pudiendo prestarles a
ellas, pero nunca pidiéndoles prestado. Israel siempre sería el líder de ellas (la cabeza) y nunca
las seguiría (la cola). Sin embargo, la desobediencia produciría el resultado contrario (zvv.
43–44).
La segunda área se refiere a los esfuerzos agrícolas. Israel experimentaría una abundante
prosperidad en su vida, en el campo y en el hogar (vv. 8, 11–12a; cf. v. 4). Los cananeos creían
que el dios de la fertilidad, Baal, enviaba la lluvia de los cielos, pero los hebreos debían saber
que el Señor daba la lluvia.
La tercera área era su reputación. Si el pueblo de Dios fuera obediente y santo (cf. 26:19),
los israelitas disfrutarían de tal intimidad con el Señor, que darían testimonio a todos los pueblos
de la tierra, quienes al ver esto temerían; i.e., se maravillarían de Israel (cf. 2:25; 11:25). El
pueblo escogido experimentaría bendiciones en todas estas áreas (éxito militar y económico,
agricultura, y reputación) si no se apartaba de ninguno de los mandamientos ni seguía a dioses
ajenos (28:14).
2. MALDICIONES (28:15–68)
a. Maldiciones específicas (28:15–19)
28:15–19. Así como la obediencia les traería bendiciones, de la misma manera la
desobediencia acarrearía maldiciones. (V. “Los castigos del pacto”, en el Apéndice, pág. 308.)
No podía haber término medio. Las cuatro maldiciones de los vv. 16–19 son exactamente lo
opuesto a las cuatro bendiciones citadas en los vv. 3–6 (aunque la segunda y tercera están en
orden inverso, y las palabras “el fruto de tus bestias” v. 4, no aparecen en el v. 18).
b. Juicios del Señor (28:20–68)
Esta sección es la disertación homilética de las maldiciones específicas de los vv. 16–19. (Cf.
vv. 7–14, que es la disertación homilética de Moisés de las bendiciones en los vv. 3–6.) Cada
juicio específico tenía esencialmente un objetivo: hacer que Israel dejara de ser desobediente.
(1) Horrible destrucción. 28:20. Moisés amenazó a Israel con una dolorosa destrucción si
dejaba al Señor. Asombro fue el término usado para describir el pánico que provocaría Dios,
igual al que sobrevino a los enemigos de Israel, volviéndolos indefensos en la batalla o
atormentándolos con dolorosos padecimientos (cf. 1 S. 5:9; 14:20). Apartarse de Dios es hacer
algo malo.
(2) Enfermedad. 28:21–22. Se desconoce la denominación exacta de las primeras tres
enfermedades: tisis … fiebre … inflamación. Las últimas dos enfermedades calamidad
repentina y añublo afectaban a las plantas. Las otras dos acepciones ardor y sequía (“tizón”,
BLA), aunque no eran enfermedades, afectaban a la gente y la vegetación y finalmente causaban
la muerte.
(3) Sequía. 28:23–24. La una vez fértil tierra de Israel se quedaría sin lluvia. El cielo sería
como de bronce, i.e., el calor del sol siempre caería a plomo, no habría nubes de lluvia. En lugar
de lluvia habría polvo, de modo que nada pudiera crecer (la tierra sería como hierro).
(4) Derrota en combate. 28:25–26. Israel experimentaría devastadoras derrotas en batalla. En
lugar de que los enemigos huyeran por siete caminos (cf. v. 7) presas del pánico, Israel huiría
por siete caminos. A causa de su derrota, nadie quedaría vivo para enterrar a sus muertos.
(5) Enfermedades físicas y mentales de Egipto. 28:27–29. Como el Señor había herido una
vez a Egipto con úlceras (Ex. 9:8–12) y había producido confusión (locura) en el ejército de
faraón (Éx. 14:23–28), así él afligiría a Israel con los mismos males (cf. “enfermedades” en Éx.
15:26; Dt. 7:15; 28:60; note también 28:35). Las aflicciones mentales y físicas serían tan
grandes, que los israelitas no tendrían la fuerza o claridad mental para llevar a cabo ninguna tarea
(no serás prosperado en tus caminos), tampoco podrían defenderse de sus opresores.
(6) Oprimidos y robados. 28:30–35. Las aflicciones mencionadas aquí serían producto de la
derrota militar. Las exenciones militares mencionadas en 20:5–7 serían canceladas, al quedar sin
la protección de Dios (28:30). El ganado y los niños se perderían para siempre (vv. 31–32). Los
ejércitos extranjeros cosecharían el beneficio del duro trabajo de los agricultores (v. 33). Esas
devastadoras pérdidas producirían locura (v. 34) y dolorosas úlceras (v. 35; cf. v. 27).
(7) Exilio. 28:36–37. Si Israel rehusaba servir al Dios viviente, sería arrojado a una tierra
extraña para servir a dioses muertos. En lugar de ser cabeza de las naciones (v. 13), sería la
nación más repulsiva sobre la tierra, motivo de refrán y burla por parte de sus captores.
(8) Ruina agrícola y económica (28:38–44). 28:38–42. No importaba qué tan duro trabajaran
los israelitas para hacer producir sus campos, porque su objetivo siempre sería frustrado. La
langosta y el gusano obedecerían al Señor soberano, incluso si Israel no hiciera lo mismo. De
modo que todos los sembradíos de granos de Israel, sus viñas y olivos serían destruidos.
Tampoco sus hijos les ayudarían a superar la maldición, porque ellos serían llevados en
cautiverio. Esta sección termina como comenzó, con una referencia a la langosta (vv. 38, 42).
28:43–44. Durante las plagas, el Señor hizo una distinción entre los egipcios e israelitas y
protegió a estos últimos de los desastres que afectaron a Egipto. Lo contrario llegaría a suceder
en ese juicio, porque el extranjero obtendría ganancia a costa de Israel, y llegaría a ser el líder
(cabeza; cf. v. 13).
(9) Razón de las maldiciones. 28:45–48. En ese punto de su sermón, Moisés parecía seguro
de que Israel definitivamente recibiría todas estas maldiciones. Ya no sería asunto de “si
obedeces”, sino más bien, por cuanto no atendiste a la voz de Jehová tu Dios (v. 45) y por
cuanto no serviste a Jehová tu Dios (v. 47). Por lo tanto, esas maldiciones serían seguras:
vendrán sobre ti (v. 45). Ellas tendrían una función pedagógica porque servirían como señal de
advertencia acerca de la milagrosa intervención de Dios mediante juicios, y como motivo de
asombro porque serían tan horribles y amplias, que llamarían la atención de los futuros israelitas.
Las maldiciones demostrarían también la justicia retributiva del Señor. Debido a que Israel
rehusó servirle a él con alegría en tiempos de abundancia, se encontraría sirviendo a un tirano
en tiempo de extrema pobreza. Israel estaría de nuevo en esclavitud, sujeto a sus enemigos como
un buey al yugo de hierro (cf. Jer. 28:14). Los yugos se hacían normalmente de madera; un
yugo de hierro sería más pesado y severo.
(10) Los horrores de las ciudades sitiadas (28:49–57). 28:49–52. Las dos peores maldiciones
fueron reservadas hasta la conclusión del discurso, para ser descritas específicamente: el sitio a
las ciudades (vv. 49–57) y el exilio (vv. 58–68). La nación extranjera que los asediara sería ágil
y poderosa (como águila; en Hab. 1:6, 8 los babilonios son comparados entre otras cosas, con un
ágil águila), brutal (fiera de rostro y no perdonará), destructiva (destruiría el fruto de la tierra
las viñas y olivos y mataría al ganado joven), y avasalladora (pondría sitio a todas las ciudades
en toda la tierra de Israel). No sería de sorprender que Israel quedaría en completa ruina (Dt.
28:51).
28:53–57. Los horrores del sitio a las ciudades llegarían a su clímax con la manifestación del
canibalismo (cf. Lv. 26:27–29; Jer. 19:9). Aun el padre tierno y delicado estaría tan hambriento
durante el sitio, que comería a sus propios hijos. Mientras que los enemigos comerían o
destruirían los sembradíos y ganado (Dt. 28:51), los israelitas devorarían a sus propios hijos, el
fruto de sus vientres (v. 4), los regalos que Dios les había dado. Esa maldición se cumplió lit.
cuando los sirios sitiaron Samaria (2 R. 6:24–29) y cuando los babilonios sitiaron Jerusalén
(Lam. 2:20; 4:10). Este es uno de los más grandes ejemplos de la profundidad de la perversión a
la que conduce la desobediencia a Dios.
(11) Destrucción de la nación mediante la enfermedad y exilio. 28:58–68. Al cumplir las
maldiciones sobre su pueblo desobediente, Dios dejaría sin efecto todas las bendiciones previas
que generosamente le había otorgado. Si bien Israel había escapado previamente de las
aterradoras plagas y males de Egipto (cf. 7:15; 28:27, 35; Éx. 15:26), ahora Dios las haría caer
sobre la nación (cf. Am. 4:10). También enviaría otra clase de enfermedad … que no estaba
escrita en el libro de esta ley (Dt. 28:61).
Aunque Dios había multiplicado a su pueblo como las estrellas del cielo (cf. Gn. 15:5;
22:17; 26:4), quedaría reducido a unos cuantos (Dt. 28:62). Y aunque Israel había habitado
seguro en la tierra, perdería su identidad al ser desarraigado y esparcido por todos los pueblos
(vv. 63–64). A Israel se le había concedido el privilegio de servir al Señor, pero después se le
obligaría a servir a los ídolos (v. 64). Por un tiempo vivió seguro, pero después viviría en
ansiedad, desesperación, en constante suspenso y temor por su vida (vv. 65–66). Para escapar de
su miseria, iba a desear que llegara pronto la noche y luego el día. Dios lo había librado de la
esclavitud en Egipto, pero el pueblo regresaría voluntariamente a esa miseria, y en tan humillante
condición, que no habría egipcio que los quisiera comprar como esclavos.
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JOSUÉ
Donald K. Campbell
Traducción: Alberto Peláez Irissón
INTRODUCCIÓN
Título del libro. En el texto hebr., el libro se titula Yehôšūa‘, nombre que también corresponde a
Josué, su figura central. El nombre y título del libro significan “Jehová salva” o “Jehová es
salvación”. Por lo tanto, describe adecuadamente la forma en que Dios usó a Josué, lo cual se
registra en este libro. El Altísimo salvó a su pueblo por medio de la conquista de Canaán y la
repartición de la tierra prometida.
Lugar en el canon. En el A.T. español, Josué aparece como el primero de los 12 libros
históricos (Jos. a Est.) conforme al orden de la LXX (trad. gr. del A.T), en la cual se agrupan de
la siguiente manera: Pentateuco (Gn. a Dt.), historia (Jos. a Est.), poesía (Job a Cnt.) y profecía
(Is. a Mal.). En el canon hebr. los libros son idénticos, pero se agrupan en distinta forma. Se
dividen en ley, profetas, y escritos. Por lo tanto, en este caso, el libro de Josué encabeza la
segunda división del A.T. llamada profetas. A su vez, los “profetas” están divididos en “profetas
anteriores” (Jos. a 2 R., sin incluir a Rut) y “profetas posteriores” (Is. a Mal. sin incluir Lm. y
Dn.). Los “escritos” incluyen (en ese orden) a Salmos, Job, Proverbios, Cantar de los Cantares,
Rut, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y 1 y 2 Crónicas. Algunos
eruditos han cuestionado la razón de que Josué esté colocado entre los “profetas”. Algunos han
sugerido que se debe a que ese líder desempeñaba el oficio de profeta. Otros dicen que los libros
históricos, o “profetas anteriores”, ilustran los mismos principios que predicaban los profetas.
Autor. La Biblia no identifica al autor de este libro. Muchos eruditos liberales lo consideran un
compendio de los documentos que supuestamente apoyan al Pentateuco, pero hay suficientes
pruebas en su unidad como para aducir que pudo ser compuesto por un solo autor (e.g., Gleason
L. Archer, A Survey of Old Testament Introduction, “Reseña Crítica de una Introducción al
Antiguo Testamento”. Chicago: Moody Press, 1964, págs. 252–253). En cualquier discusión
acerca de la autoría se debe tener en cuenta lo siguiente: (1) Un testigo ocular escribió muchas
partes del libro (cf. la referencia a “nosotros” en 5:1, BLA, nota mar. y v. 6) así como las vívidas
descripciones que hace del envío de los espías, del cruce del Jordán, de la captura de Jericó, de la
batalla de Hai, etc.). (2) Se requiere de una autoría temprana por la evidencia interna (Rahab
todavía vivía en el tiempo en que se escribió [6:25]; los jebuseos todavía vivían en Jerusalén
[15:63]; las ciudades cananeas se mencionan con sus nombres arcaicos, tales como Baala que es
Quiriat-jearim y Quiriat-arba, que es Hebrón [15:9, 13]; Tiro no había conquistado a Sidón, lo
cual ocurrió en el s. XII a.C. [13:4–6]; los filisteos no representaban una amenaza nacional para
Israel como llegaron a serlo después de su invasión, aprox. en 1200 a.C.). (3) Josué había escrito
algunas partes del libro (cf. 8:32; 24:26). (4) Es claro que otras partes del libro se escribieron
después de la muerte de Josué (cf. 24:29–30—el registro de su muerte; 15:13–14—la conquista
de Hebrón por Caleb [también registrada en Jue. 1:1, 10, 20]; Jos. 15:15–19—la conquista de
Debir por Otoniel [también registrada en Jue. 1:11–15]; Jos. 19:47—la conquista de Lesem por
los de la tribu de Dan [también registrada en Jue. 17–18]). A la luz de estos factores, muchos
estudiosos evangélicos atribuyen la escritura de la mayoría del libro a Josué, con algunas
pequeñas adiciones hechas por el sumo sacerdote Eleazar y su hijo Finees.
Fecha. Debido a que gran parte del libro fue escrito por un testigo ocular (V. la sección anterior
“Autor”), la fecha de su escritura está íntimamente relacionada con la de los acontecimientos.
Entre los estudiosos también hay considerable desacuerdo en cuanto a la fecha en que Josué
conquistó Canaán. Algunos la ubican en el s. XV a.C., mientras que otros la colocan en el s. XIII
a.C. (Para más información acerca de este tema, V. la Introducción del libro de Éx.) Primero
Reyes 6:1 y Jueces 11:26 son los vv. clave para dirimir este asunto. Según 1 Reyes 6:1, los
israelitas salieron de Egipto 480 años antes del cuarto año del reinado de Salomón, i.e., antes del
año 966 a.C. Al sumar estas cifras, la fecha del éxodo se ubica en el año 1446 a.C. La conquista
comenzó 40 años después (de andar vagando por el desierto), i.e., en el año 1406 a.C. La
evidencia de Jueces 11:26 confirma esto. Jefté mencionó que el tiempo transcurrido entre la
conquista y su época fue de 300 años (Jue. 11:26). Al sumarle 140 años para cubrir el período
desde Jefté hasta el cuarto año de Salomón, nos da un total de 480 años, lo que concuerda con 1
Reyes 6:1 (40 años de vagar por el desierto, más 300 años del período entre la conquista y Jefté
más 140 años desde Jefté hasta el cuarto año de Salomón, igual a 480 años). Ya que la conquista
duró siete años (cf. V. el comentario de Jos. 14:10), probablemente la tierra quedó ocupada para
1399 a.C. El libro, sin contar las adiciones menores, pudo haberse terminado enseguida de que
sucedió todo esto.
Propósito. El propósito del libro de Josué es hacer el recuento oficial de cómo se cumplió
históricamente la promesa dada por Dios a los patriarcas de entregar a Israel la tierra de Canaán
por medio de una guerra santa. Una “guerra santa” se refiere a un conflicto con matices
religiosos y no por motivaciones políticas, con objeto de defender o aumentar territorios. Esto se
puede ver tanto en la encomienda inicial (1:2–6) dada a Josué, como en el resumen final (21:43)
de ese período de historia.
La conquista de Canaán bajo el liderazgo de Josué se basó específicamente en el pacto
abrahámico. Dios, habiendo conocido a todas las naciones, hizo de Abraham el centro de sus
propósitos y determinó alcanzar al mundo perdido a través de su simiente. El Señor hizo un
contrato o pacto con Abraham, prometiendo darle una tierra incondicionalmente, así como una
descendencia y una bendición espiritual a él y a su progenie (Gn. 12:2–3). Poco tiempo después,
Dios dijo que daría la tierra a Israel para siempre (cf. Gn. 13:15). Entonces, el Señor definió los
límites geográficos de la tierra a su siervo Abraham (Gn. 15:18–21). Posteriormente, Dios
reafirmó que los que tenían derecho a la herencia de la tierra prometida eran Isaac y su
descendencia (Gn. 17:19–21). Así que el libro de Josué registra el cumplimiento de la promesa
hecha a los patriarcas y cómo Israel se fue apropiando de la tierra, prometida siglos antes por el
Dios fiel. El hecho de que la tierra fuera posteriormente arrebatada a la nación, de ninguna
manera refleja el carácter de Dios, sino la volubilidad del pueblo, que tomó por seguras las
bendiciones divinas y cayó en la tentación de adorar a los dioses de sus vecinos. Por lo tanto,
fueron objeto del castigo que Dios les había advertido (cf. Dt. 28:15–68). Sin embargo, Israel
debe poseer la tierra para siempre según la promesa. El cumplimiento de esto espera a que
regrese el Mesías para redimir a Israel. Según el profeta Isaías, el Mesías será un “segundo
Josué”; él “restaurará la tierra … y heredará asoladas heredades” (Is. 49:8).
Pablo enseñó que los sucesos del éxodo y la conquista son de gran importancia para los
cristianos, porque son tipos importantes (cf. 1 Co. 10:1–11). “Jesús” es la forma gr. del nombre
“Josué” (“Jehová salva” o “Jehová es salvación”). Así como Josué dirigió a Israel para que
venciera a sus enemigos y para que obtuviera la tierra prometida, e intercedió por la nación
después de que hubo pecado y fue derrotada, así lo hace Jesús. Él lleva a las personas a Dios, y
les da el reposo prometido (He. 4:8–9); intercede continuamente por los suyos (Ro. 8:34; He.
7:25); y los capacita para derrotar a sus enemigos (Ro. 8:37; He. 2:14–15).
BOSQUEJO
COMENTARIO
1. LA CONFEDERACIÓN (11:1–5)
11:1–3. Los triunfos aplastantes de Josué en el sur, provocaron alarma entre los reyes que
estaban en la región del norte. Jabín rey de Hazor, en una acción desesperada, organizó una
estrategia para detener el avance de la conquista de la tierra por el ejército de Israel. Sin duda
hubiera tenido más éxito de haberse unido a la coalición de Adonisedec (10:1–3), y hubiera
avanzado desde el norte hasta encontrarse con las fuerzas del sur para así despedazar a Israel en
Gabaón. Pero Dios detuvo a Jabín de realizar esa táctica, por lo que el rey reaccionó con rapidez,
pero demasiado tarde, ante la crisis y se llenó de pánico.
De inmediato, los mensajeros se dispersaron hacia el norte, sur, este y oeste llevando
mensajes con un llamado urgente para que se levantaran en armas. Esa situación fue similar a la
de Saúl, cuando convocó a Israel para seguirlo a Jabes de Galaad. En esa ocasión, mató un par de
bueyes y mandó los pedazos a cada uno de ellos con mensajeros que exclamaban: “Así se hará
con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel” (1 S. 11:7). Cineret (Jos.
11:2; cf. 13:27; 19:35; Nm. 34:11; Dt. 3:17; 1 R. 15:20) es el nombre antiguo que se daba al mar
de Galilea y también de un pueblo que se encuentra en la orilla del lago. Ese nombre significa
arpa, refiriéndose a la forma de arpa del lago. En el N.T., a veces se llama al mar de Galilea lago
Genesaret, trad. gr. de la palabra hebr. Cineret (e.g., Lc. 5:1).
11:4–5. Aunque no existía una gran amistad entre los reyes del norte, la amenaza de ser
exterminados los forzó a formar una alianza. Los ejércitos unidos se apostaron a pocas millas al
noroeste del mar de Galilea, en una planicie cerca de las aguas de Merom.
El ejército combinado era impresionante. No sólo incluía un número de soldados como la
arena que está a la orilla del mar, sino que además tenían muchos caballos y carros de
guerra. Josefo, historiador judío del primer siglo d.C., especulaba que esa confederación del
reyes del norte consistía de 300,000 soldados de infantería, 10,000 tropas de caballería y 20,000
carros de guerra.
Las posibilidades de ganar de los israelitas parecían casi nulas. ¿Cómo podía pensar Josué
que triunfaría en esa batalla?
2. EL CONFLICTO (11:6–15)
La multitud de cananeos estaba atrincherada cerca de las aguas de Merom (v. 5). Es probable
que su plan, después de organizar los destacamentos y explicar las estrategias, era bajar por el
valle del Jordán y atacar a Josué en Gilgal. Pero Josué no esperó a que la batalla viniera a él y
comenzó a marchar hacia Merom, haciendo un recorrido de cinco días desde su cuartel general.
Mientras avanzaban, tuvo mucho tiempo para pensar en el enorme ejército que los esperaba. Sin
duda, temblaba al imaginar la tremenda batalla que tendrían que librar.
11:6. Fue entonces que Dios le habló. La promesa que dio a Josué fue específica y clara: No
tengas temor de ellos (cf. 1:9; 8:1), porque mañana a esta hora yo entregaré a todos ellos
muertos delante de Israel. Eso era justo lo que Josué necesitaba y se aferró por completo a la
promesa de Dios, creyendo que él les daría la victoria sobre su poderoso enemigo.
Específicamente, Dios dijo a Josué: desjarretarás sus caballos (i.e., debía cortarles los tendones
de las patas) y sus carros quemarás a fuego (cf. el comentario de 11:9).
11:7–9. La batalla se llevó a cabo en dos etapas. Al día siguiente, Josué sorprendió a su
enemigo, atacándolo junto a las aguas de Merom. Después, lo persiguieron hacia el oeste, hasta
la costa (hasta Sidón la grande y … Misrefotmaim), y al oriente, hasta el llano de Mizpa.
Josué siguió las instrucciones de Dios (v. 6) al pie de la letra y mató a todos sus enemigos,
quemó sus carros y desjarretó sus caballos.
Pero, ¿por qué ordenó Dios el acto tan drástico de quemar los carros y desjarretar los
caballos? Porque los cananeos usaban a los caballos en sus cultos paganos (y más tarde también
lo hizo Judá; cf. 2 R. 23:11). También existía el peligro de que Israel depositara su confianza en
las nuevas armas de guerra y no en el Señor. El salmista David declaró: “Estos confían en carros,
y aquéllos en caballos, mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”
(Sal. 20:7).
11:10–14. En la segunda etapa de la batalla del norte de Canaán, Josué regresó, después de
haber perseguido al ejército enemigo, y capturó todas las ciudades de los reyes derrotados. Sin
embargo, Hazor se reservó para darle un trato especial, probablemente porque era la ciudad más
grande de la antigua Palestina (ocupaba una región de 80 hectáreas, Meguido tenía 5.6 y Jericó
sólo 3.3). Hazor dominaba varios ramales de un antiguo camino que iba desde Egipto hasta
Siria, llegando a Asiria y Babilonia. Debido a ello, tenía una posición estratégica. La ubicación
privilegiada de esa ciudad, que estaba en medio de las rutas comerciales, contribuía en gran
manera a su riqueza. De entre las ciudades del norte, sólo Hazor fue sitiada y quemada. Aunque
Josué pudo haber decidido no destruir a las otras ciudades con el fin de usarlas más adelante para
los israelitas, optó por hacer de Hazor un ejemplo. Era la capital de todos estos reinos
(ciudades-estado) y la que convocó a todos sus ejércitos. Si la gran Hazor no podía escapar de ser
destruida, los cananeos tendrían que reconocer que cualquier otra ciudad podía ser destruida por
decreto de Josué.
11:15. Así fue como se obtuvo el triunfo decisivo en el norte. La clave fue la obediencia a
Dios. Josué lo hizo, sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a Moisés.
14:12–14. Caleb concluyó su discurso dirigido a Josué con una petición increíble. A la edad
de 85 años, en vez de escoger un lugar tranquilo para pasar el resto de sus días cultivando
verduras y flores, pidió que se le diera la misma porción de tierra que había infundido temor a los
diez espías. Esa era la heredad que él deseaba para que la promesa de Dios hallara su
cumplimiento. A pesar de que las personas mayores son más afectas a hablar acerca de los
problemas pasados que de nuevos retos, Caleb estaba listo para pelear otra buena batalla. Estaba
ansioso de pelear contra los anaceos de Hebrón y hacer suya la ciudad. Caleb escogió una tarea
grande y peligrosa, lo cual no quiere decir que descansaba en sus logros y habilidades, sino que
más bien, confiaba en que Dios estaría con él. Caleb tuvo fe en cuanto a la presencia de Dios.
Con mirada expresiva y voz fuerte, concluyó: Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré,
como Jehová ha dicho. Y así lo hizo, como registra el relato de Josué (15:13–19). La respuesta
de Josué a la petición de Caleb se compone de dos partes: (a) bendijo a Caleb; i.e., pidiendo que
Dios lo capacitara, enriqueciera y diera éxito en su tarea y (b) Josué le dio … Hebrón en una
declaración que enfatiza que esa concesión de tierra era una transacción legal.
14:15. La historia termina dando una explicación acerca del nombre anterior de Hebrón,
Quiriat-arba. Arba fue un hombre grande entre los anaceos, una nación de gigantes, hecho
que hace resaltar más la heroica fe de Caleb. Las palabras finales: Y la tierra descansó de la
guerra (cf. 11:23 corresponde a la misma expresión que se incluyó cuando terminó la conquista)
muestra lo que la fe en el Señor pudo lograr respecto a la tierra que les faltaba por dominar.
D. Territorios para Josué, para los homicidas y para los levitas (19:49–21:45)
1. PROVISIÓN ESPECIAL PARA JOSUÉ (19:49–51)
19:49. El territorio de Caleb fue asignado primero (14:6–15), y por último, el de Josué. Sólo
después de que todas las tribus recibieron sus tierras, Josué solicitó la suya. Qué espíritu tan
altruista poseía, y cómo contrasta su conducta con la de muchos líderes políticos actuales, que
utilizan su influencia y posición para enriquecerse junto con sus familias.
19:50–51. La elección de tierra que hizo Josué ilustra aún más su humildad. Él solicitó que se
le diera Timnatsera, ciudad ubicada en la región montañosa, escabrosa y estéril de su tribu
(Efraín), cuando bien pudo haberse apropiado de una zona más productiva y fértil de Canaán.
Debido al profundo aprecio que tenía por su liderazgo, que evidentemente había sido dirigido por
Dios, el pueblo concedió a Josué su modesta petición, por lo que él reedificó la ciudad y habitó
en ella. En una de las descripciones finales que se hacen de ese líder fiel, Josué es recordado
como constructor (además de ser general y administrador). Es raro encontrar una combinación
similar de talentos entre los siervos de Dios.
Todas las tribus recibieron sus heredades … por suerte (V. el comentario de 14:1–5).
C. Apéndice (24:29–33)
24:29–31. Tres entierros—todos efectuados en la tribu de Efraín—cierran el libro de Josué.
Primero se registra que Josué … murió a la avanzada edad de ciento diez años … y fue
sepultado en su heredad (cf. 19:50). No puede haber mayor tributo que haber sido llamado
simplemente siervo de Jehová. Para él, nunca existió un rango mayor que ése.
24:32. También se registra el entierro de los huesos de José. Estando en su lecho de muerte,
había pedido que lo sepultaran en la tierra prometida (Gn. 50:25). Moisés supo de esa petición y
llevó consigo los huesos de José durante el éxodo (Éx. 13:19). Ahora, después de los largos años
de peregrinación y de conquista, los restos de José, que habían sido embalsamados en Egipto
(Gn. 50:26) más de 400 años antes, fueron depositados en Siquem (cf. Gn. 33:18–20).
24:33. El tercer entierro que se menciona es el del sumo sacerdote Eleazar hijo de Aarón,
que había sido su sucesor. Él tuvo el privilegio de estar con Josué en la distribución de la tierra
(Nm. 34:17; Jos. 14:1; 19:51) y encabezar el ministerio en el tabernáculo durante los años
cruciales de la conquista y el asentamiento en Canaán.
Es extraño que un libro como el de Josué termine con tres entierros. Sin embargo, esas tres
apacibles tumbas son testimonio de la fidelidad de Dios hacia Josué, hacia José y hacia Eleazar,
quienes alguna vez vivieron en tierra extraña. Cuando vivían fuera de la tierra prometida
recibieron la promesa de Dios de llevarlos a ellos y su pueblo a Canaán. Por fin, los tres
descansaban en paz en la tierra de promisión. Dios cumplió su palabra a Josué, José y Eleazar—y
a todo el pueblo de Israel. En la actualidad esto debería animar a los hijos de Dios a confiar en la
infalible fidelidad de Dios.
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JUECES
F. Duane Lindsey
Traducción: Elizabeth C. de Márquez
INTRODUCCIÓN
Título y lugar que ocupa en el canon. El título de “Jueces” puede trazarse hasta el hebr. šōp̱eṭîm
(“jueces”), a través de la frase en latín (Liber Judicum) y de la que aparece en la LXX en gr.
(Kritai, “Jueces”). El título es muy apropiado, porque el concepto de arbitraje legal que
conocemos en la actualidad también abarcaba la autoridad administrativa en general, así como la
liberación de los enemigos de Israel.
En nuestra Biblia, el libro de los Jueces se encuentra entre los que generalmente se clasifican
como “libros históricos”. Pero en la Biblia hebr., está incluido en la división de “los profetas” (va
precedido por “la ley” y seguido de “los escritos”), específicamente en los “profetas anteriores”,
que incluyen a Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
Autor y fecha. La evidencia interna del libro de los Jueces sugiere que fue escrito durante los
primeros días de la monarquía—después de la coronación de Saúl (1051 a.C.), pero antes de la
conquista de Jerusalén por David (1004 a.C). Los tres hechos siguientes apoyan esta afirmación:
(1) El lema estilístico de “en aquellos días no había rey en Israel”—y que se repite hacia el final
del libro (17:6; 18:1; 19:1; 21:25) mira hacia atrás, viéndolo desde el período en que ya había
reyes en Israel. (2) La declaración que se hace acerca de Jerusalén en el sentido de que el
“jebuseo habitó con los hijos de Benjamín en Jerusalén hasta hoy” (1:21), claramente indica que
el libro se escribió antes de que David conquistara la ciudad de Jerusalén (cf. 2 S. 5:6–7). (3) La
referencia a los cananeos de Gezer sugiere una fecha anterior al tiempo en que los egipcios
dieron dicha ciudad como regalo de bodas a la esposa egipcia de Salomón (cf. 1 R. 9:16).
Aunque no existe evidencia interna para identificar al autor de Jueces, el Talmud (Tratado
Baba Bathra 14b), adjudica a Samuel los libros de Jueces, Rut y Samuel. Aunque esto es difícil
de comprobar, identificar a ese profeta como autor de Jueces va de acuerdo con la evidencia
interna mencionada arriba y con el hecho aceptado de que Samuel fue escritor (1 S. 10:25). Por
tanto, Jueces parece haber sido escrito entre 1040 y 1020 a.C. Sin duda, el autor inspirado se
basó en fuentes anteriores, tanto escritas como orales, para conjuntar esta parte teológicamente
seleccionada de la historia de Israel que va desde la muerte de Josué, hasta el comienzo de la
monarquía.
Cronología del período de los jueces. Los eruditos concuerdan en que ese período histórico
empezó con la muerte de Josué y terminó con la coronación de Saúl y el comienzo de la
monarquía. Pero disienten en cuánto a qué tiempo transcurrió entre esos dos acontecimientos.
Puesto que la mayoría de los eruditos aceptan que la monarquía empezó con Saúl en 1051 a.C.,
el debate se concentra en la fecha en que Josué murió. El problema radica principalmente en la
fecha en que se efectuó el éxodo bajo el mando de Moisés. La mayoría de los eruditos
conservadores aceptan que fue en 1446 a.C., mientras que la mayoría de los eruditos liberales
piensan que fue en una fecha posterior (ca. 1280/1260 a.C.). El argumento conservador se basa
en el uso lit. de las cifras que se registran en 1 Reyes 6:1 y Jueces 11:26. (V. la Introducción del
libro de Éxodo donde se halla una discusión de la fecha del éxodo.) Los estudiosos que aceptan
la fecha más posterior, consecuentemente dicen que el período de los Jueces fue entre 1220 a
1050 a.C., mientras que los que aceptan la fecha más temprana del éxodo dicen que el período de
los Jueces empezó entre 1390–1350 a.C. y que terminó aprox. en 1050 a.C.
Es muy fuerte la evidencia que hay para fechar el inicio del período de los Jueces cerca de
1350 a.C. (cf. Eugene H. Merrill, Paul’s Use of ‘About 450 Years’ in Acts 13:20; “El Uso que
Pablo Hace de la Frase ‘Como por Cuatrocientos Cincuenta Años’ en Hechos 13:20”,
Bibliotheca Sacra 138. Julio-septiembre 1981:249–250). Los ancianos que sobrevivieron a Josué
(Jos. 24:31; Jue. 2:7), no debieron haber tenido más de veinte años en 1444 a.C., que fue cuando
los espías fueron a reconocer la tierra prometida (Nm. 13:2; 14:29), dos años después del éxodo.
Si vivieron hasta cerca de ciento diez años (que era la edad que Josué tenía cuando murió; Jos.
24:29), el mayor de ellos habría muerto alrededor de 1354 a.C. (Si nacieron en 1464 a.C. o más
tarde, y si no vivieron más de ciento diez años, entonces su muerte se fecharía en 1354 a.C.) La
idolatría que provocó la primera esclavitud (la efectuada por Cusan-risataim, Jue. 3:8) parece
haber comenzado después de que murieron esos ancianos (2:7).
El siguiente acontecimiento que aparece en Jueces y que puede fecharse, es la ocupación de
Galaad por los amonitas. Jefté dijo que eso ocurrió trescientos años (11:26) después de que los
israelitas ocuparon la región este del Jordán (ca. 1406 a.C.). Entonces, el año 1106 a.C. marcó,
ya sea el comienzo de Jefté como juez (lo cual es probable), o bien el comienzo de la invasión
amonita realizada dieciocho años antes (posiblemente). Las fechas del período de Sansón como
juez (ca. 1105–1085 a.C.) y el liderato de Elí (ca. 1144–1104 a.C.) y Samuel (ca. 1104–1020
a.C.) pueden ser reconstruidas con bastante exactitud (haciendo que se traslapen los años de
Sansón y Samuel) a partir de las fechas bastante conocidas del reinado de Saúl (Merrill, págs.
250–252).
La evidencia disponible es insuficiente para apoyar cualquiera de las propuestas
contradictorias relacionadas con las fechas exactas de casi todos los otros jueces. Compare e.g.,
las fechas establecidas por J. Barton Payne, Chronology of the Old Testament; “Cronología del
Antiguo Testamento”, Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible, “Enciclopedia Pictórica
Zondervan de la Biblia”. Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1975, 1:829–845; Merrill
F. Unger, Archaeology and the Old Testament, “El Antiguo Testamento y la Arqueología”.
Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1954, págs. 158–187; John C. Whitcomb, Jr., Chart
of the Old Testament Patriarchs and Judges, “Cuadro de los Patriarcas y Jueces del Antiguo
Testamento”, Study-graph, 3a. rev. ed. Chicago: Moody Press, 1968; y Leon J.Wood,
Distressing Days of the Judges, “Los Aciagos Días de los Jueces”, págs. 10–21, 303–304,
341–342, 409–411.
Aumentando el tiempo de regencia de cada juez a la opresión previa, se obtiene un total de
410 años (si la opresión filistea y la regencia de Sansón se cuentan por separado), que es un
período demasiado largo para acomodar el período entre Josué y Saúl. Por lo tanto, los eruditos
concuerdan en que los períodos de algunas opresiones y regencias se traslaparon. Esto es lo que
podría esperarse, porque muchos jueces (si no es que todos), probablemente gobernaron sobre
porciones geográficamente limitadas de Israel.
Escenario histórico y teológico. Históricamente, el libro de los Jueces es la continuación del de
Josué. Ambos libros están ligados estrechamente, porque incluyen la narración de la muerte de
Josué (Jue. 2:6–9; cf. Jos. 24:29–31). Los logros militares de Josué destruyeron la coalición
cananea que se había extendido por toda la tierra (Jos. 11:16–23), pero dejó grandes zonas
todavía pendientes de ser dominadas por las tribus en forma individual (Jos. 13:1; Jue. 1:2–36).
De tiempo en tiempo, esos reductos cananeos se insurreccionaron una y otra vez durante el
período de los Jueces (4:2). El libro no sólo mira hacia atrás, a las victorias de Josué, sino
también adelante, al establecimiento de la monarquía en Israel (cf. 17:6; 18:1; 19:1; 21:25; así
como cf. 8:23 con 1 S. 8:7; 12:12).
Teológicamente, el período de los Jueces es una transición entre la actividad de Jehová a
través de sus dos mediadores, Moisés y Josué, y de su gobierno usando a los reyes ungidos como
mediadores. Durante el período de los Jueces, Jehová levantó libertadores escogidos a quienes
ungió con su Espíritu para rescatar a su pueblo Israel de sus enemigos. Parece irónico que Jehová
entregara a su pueblo en manos de esos mismos enemigos para castigarlo por sus pecados (cf. el
comentario de Jue. 3:1–6).
La función de los jueces. La palabra hebr. šōp̱eṭ (“juez, libertador”) tiene una connotación más
amplia que la palabra castellana “juez”. Ese es el término general con que se designaba a un líder
que combinaba tanto la rama ejecutiva (incluyendo la militar) como el aspecto judicial del
gobierno. Entonces, los jueces de Israel principalmente fueron líderes militares y civiles que
ejercieron funciones judiciales estrictas, según lo requiriera el caso (cf. 4:5).
Propósito y tema. El propósito del libro de Jueces es demostrar el castigo que Dios impuso al
pueblo de Israel debido a la apostasía. En forma más particular, el libro registra la desobediencia
de Israel al gobierno que Jehová ejercía a través de sus líderes soberanamente elegidos y
capacitados con su Espíritu, y la consiguiente necesidad de imponer una monarquía hereditaria
centralizada, como el medio a través del cual el Señor continuaría ejerciendo el control sobre la
nación de Israel. La desobediencia a Jehová del pueblo, y su adoración de los dioses cananeos, le
impidió experimentar la bendición divina y lograr la completa conquista de sus enemigos (cf.
3:1–6). La influencia cananea en las áreas social y moral condujo a la apostasía de los israelitas y
a la anarquía, demostrando que en Israel era necesario que hubiera una monarquía hereditaria
centralizada. (V. “Los jueces de Israel”, en el Apéndice, pág. 288.)
BOSQUEJO
COMENTARIO
II. Registro documental: Casos que muestran los hechos de los Jueces (2:6–16:31)
A. Introducción de la historia de los jueces (2:6–3:6)
Esta sección sigue respondiendo a la pregunta: ¿Por qué dejaron los israelitas a algunos
gentiles en la tierra? Mientras que 1:1–2:5 forma la introducción histórica del libro, esta sección
es una introducción literaria de los hechos de los jueces, y narra los ciclos repetitivos de la
historia que formaron el patrón de la regencia de los jueces.
III. Epílogo: Condiciones que ilustran el período de los jueces (caps. 17–21)
Teológicamente, los caps. 17–21 constituyen un epílogo que ilustra la apostasía religiosa y
decadencia social que caracterizó al período de los jueces. Esas condiciones fueron vistas por el
autor (que posiblemente escribió al principio de la monarquía) como indicio de la anarquía que
prevalecía cuando “no había rey en Israel” (17:6; 18:1; 19:1; 21:25). Históricamente, los sucesos
registrados en estos caps. forman un apéndice del libro, aunque acontecieron al principio de la
historia anterior. En ellos se sugiere una fecha temprana, porque menciona a los nietos, tanto de
Moisés (18:30), como de Aarón (20:28) y por la referencia que se hace al arca diciendo que
estaba en Bet-el (20:27–28). Es posible que los acontecimientos de los caps. 17–18 se hayan
efectuado en los días de Otoniel, el primer juez de Israel.
Este epílogo está formado por dos secciones principales: (1) Los caps. 17–18 entretejen la
historia de la idolatría familiar de Micaía el efrateo que contrató al levita Jonatán, nieto de
Moisés (18:30) como su sacerdote personal, con la migración e idolatría tribal de los danitas. (2)
Los caps. 19–21 relatan la atrocidad cometida en Gabaa contra la concubina de otro levita y la
resultante guerra civil contra la recalcitrante tribu de Benjamín, que por poco provoca la
aniquilación total de esa tribu.
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RUT
John W. Reed
Traducción: Elizabeth C. de Márquez
INTRODUCCIÓN
Título y autor. El libro de Rut lleva el nombre de una moabita que se casó con un judío que
vivía en Moab. Después de la muerte de su marido, Rut emigró a Belén de Israel junto con
Noemí, su suegra viuda que era hebrea. Ahí, Dios providencialmente proveyó para sus
necesidades y la dirigió a casarse con Booz, un próspero agricultor hebreo. Rut se convirtió en la
bisabuela del rey David y se encuentra incluida en la genealogía de Jesucristo de Mateo 1:5.
Rut y Ester son los únicos dos libros de la Biblia que llevan nombre de mujer. Ester fue una
judía que se casó con un monarca gentil. Dios la usó en un tiempo crítico de la historia de Israel
para preservar a la nación de ser destruida. Por otro lado, Rut fue una mujer gentil que se casó
con un judío. Dios la utilizó para perpetuar la línea del Mesías, el Señor Jesucristo.
Anualmente, los judíos ortodoxos leen el libro de Rut durante la fiesta de Pentecostés, que
conmemora la entrega de la ley en el monte Sinaí, y que se celebra en el tiempo del comienzo de
la ofrenda llamada primicias de la cosecha (Éx. 23:16). El compromiso para el casamiento de
Rut se llevó a cabo durante la época festiva de la cosecha, en que se acostumbraba aventar la
parva de la cebada (Rt. 3:2; cf. 1:22).
Nadie sabe con certeza quién escribió el libro de Rut. La tradición judía lo ha atribuido a
Samuel. Si él fue su autor, el libro pudo haber sido escrito cerca de la época en que David fue
ungido como rey de Israel. Entonces, una de las razones por las cuales Samuel escribió el libro
de Rut tal vez fue para justificar el reclamo de David al trono (que le correspondía por ser nieto
de Rut y Booz).
La mayoría de eruditos conservadores ubican la fecha de escritura de Rut durante la
monarquía, ya fuera en tiempos de David o de Salomón. Puesto que Salomón no se menciona en
la genealogía que aparece al final del libro (4:18–21), se podría deducir que el libro se escribió
en tiempos de David. Por otro lado, en 4:7 se explica una antigua costumbre que había dejado de
practicarse—la entrega del zapato. Esto ha hecho que algunos piensen que más bien se escribió
durante el período salomónico, porque ya habría pasado más tiempo para que esa costumbre
cayera en desuso. Hals discute con mucho más detalle el asunto de la autoría (The Theology of
the Book of Ruth, “Teología del Libro de Rut”, págs. 65–75).
Características históricas y literarias. El libro de Rut brilla como una hermosa perla cuando se
compara con el profundamente oscuro escenario que en esa época prevalecía en Israel. La acción
que se desarrolla en el relato tuvo lugar durante el período de los Jueces (Rt. 1:1), que fueron los
días más oscuros de la historia de Israel. Las victorias de Josué habían sido seguidas por períodos
de declinación espiritual intercalados con breves períodos de avivamiento. A medida que la
época de los jueces llegaba a su fin, la apostasía se profundizó hasta que ese libro termina
narrando un estado generalizado de corrupción y de sangrientas luchas intestinas.
La época de los jueces se caracterizó por la débil fe y conducta irresponsable de los israelitas.
Hasta Gedeón, que tuvo una gran fe y enfrentó enormes peligros durante la destrucción de los
invasores madianitas, amalecitas y de las tribus del desierto oriental (Jue. 7:12, 17–21),
posteriormente dejó de buscar el consejo divino para que lo dirigiera en los asuntos cotidianos de
su regencia (Jue. 8:16–17, 21, 27). Ese líder tuvo muchas esposas y concubinas, que le dieron
setenta hijos (Jue. 8:29–32).
Después de la muerte de Gedeón, Abimelec, hijo de la concubina que tenía en Siquem, mató
a todos los otros hijos, excepto a uno, y se estableció como un rey impío y sanguinario (Jue. 9).
Puesto que Rut fue bisabuela de David (Rt. 4:17), quien comenzó su reinado en Hebrón en
1010 a.C., las experiencias del libro de Rut acontecieron en la segunda parte del s. XII a.C. Esto
significa que Rut pudo haber sido contemporánea de Gedeón (V. “Los Jueces de Israel” en el
Apéndice, pág. 288).
Las sensuales actividades del juez Sansón lo convirtieron en el arquetipo de un héroe que es
poderoso en fuerza física, pero débil de carácter en lo moral y espiritual.
Ante ese fondo de irresponsabilidad nacional y debilidad de carácter, Rut la moabita y Booz
el terrateniente hebreo, brillan como ejemplos de pureza, fe y de una vida responsable. El relato
de Rut proveyó un grato recordatorio de que aun en los tiempos más oscuros, Dios estaba
obrando en el corazón de un remanente fiel.
En el libro de los Jueces, a menudo se menciona el tema de la permisividad que existía en
Israel, lo cual se confirma en el último v. del libro: “En estos días no había rey en Israel; cada
uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 21:25). En contraste, el libro de Rut proporciona la
perspectiva de la gente que actuaba con responsabilidad en vez de hacerlo con indiferencia, y que
depositaba su fe en el control soberano y sobreveedor de Dios.
Asimismo, Rut destaca sorprendentemente contra el fondo de sus propios antecedentes
moabitas. Moisés describió la sombría historia del origen de la nación de Moab (Gn. 19:30–38).
Las dos hijas de Lot pensaron que no podrían tener algún futuro después de la destrucción de
Sodoma y Gomorra. Por eso, actuando con una irresponsabilidad impía, hicieron que su padre se
emborrachara lo suficiente como para tener relaciones sexuales con ellas en la cueva donde
vivían. Los hijos de esas relaciones incestuosas fueron Moab y Ben-ammi. Esos hijos vinieron a
ser los fundadores de las tribus de los moabitas y los amonitas respectivamente, pueblos que con
frecuencia guerreaban contra Israel.
Rut la moabita rompió con las tradiciones tanto de su pueblo idólatra, como de su antepasada
irresponsable, la hija mayor de Lot. Rut se hizo creyente en el Dios de los hebreos; y buscó la
realización de su maternidad a través de las santas estipulaciones de la ley mosaica. Además,
comprobó que era digna de ser incluida en la lista de las mujeres más destacadas de Israel.
La práctica matrimonial del levirato (el requerimiento de que un hombre se casara con la
viuda de su hermano muerto, Dt. 25:5–6) y la actividad del pariente-redentor, proveen un marco
adicional para el relato. Rut 4:9–17 describe los aspectos específicos de esa práctica cuando
Booz asumió la responsabilidad de pariente-redentor y se casó con la viuda moabita. En esa
narración se encuentra un fuerte énfasis en la gracia, porque Booz no estaba dentro del círculo
inmediato que lo obligara a cumplir con la ley del levirato. En otras palabras, no era hermano de
Mahlón, el esposo muerto de Rut. Su aceptación gustosa de esa responsabilidad mostró la
auténtica y alta calidad de su carácter, así como su amor por Rut.
Esa acción voluntaria de Booz lo coloca en contraste con su antepasado Judá, uno de los doce
hijos de Jacob. Judá no actuó con la misma responsabilidad en el caso de su nuera Tamar. Él
tuvo tres hijos de su esposa cananea, el mayor de los cuales se casó con Tamar, también cananea.
Ese hijo, llamado Er, era malvado, por lo que Jehová le quitó la vida (Gn. 38:7). Entonces, Judá
casó a Onán, su segundo hijo, con Tamar, para que cumpliera con la obligación del levirato y le
levantara un hijo a su hermano muerto.
Aunque disfrutaba de las relaciones sexuales con Tamar, “sabiendo Onán que la
descendencia no había de ser suya” (Gn. 38:9), porque los hijos que le nacieran de Tamar no
perpetuarían su nombre, sino el de su hermano Er, “vertía en tierra” su esperma. A Dios no le
agradó que se negara a cumplir con la ley del levirato, por lo que también a él le quitó la vida
(Gn. 38:10).
Después de la muerte de Onán, Judá no entregó a Tamar a su tercer hijo, Sela. Tal parecía
que la línea familiar desaparecería. Pero después de que Judá enviudó, Tamar se disfrazó como
una prostituta y lo sedujo. De esa relación, ella concibió y tuvo gemelos, Fares y Zara. A pesar
de las acciones de Tamar, Judá declaró que ella había sido más justa que él, porque él se había
rehusado a cumplir con su responsabilidad de darle a su hijo Sela (Gn. 38:11–30).
Cuando los ancianos que estaban a la puerta de Belén testificaron de la transacción de
levirato entre Booz y Rut, bendijeron su unión haciendo referencia a Fares, que Tamar había
concebido de Judá (Rt. 4:9–12). Rut fue diferente de Tamar en que ella obtuvo honorablemente
el cumplimiento de la ley del levirato, conforme a la ley mosaica, mientras que Tamar utilizó un
disfraz y la seducción. Sin el nacimiento de Fares (a Tamar) y de Obed (a Rut y Booz), se habría
roto la línea entre Judá y David.
La gracia de Dios se manifestó al incluir a varios no israelitas en la genealogía de David.
Puesto que esa era la línea a través de la cual vendría Cristo, fue un anticipo de la inclusión de
los gentiles en la obra del descendiente de David, el Señor Jesucristo. En la genealogía de Cristo
de Mateo 1 se mencionan cuatro mujeres no israelitas—Tamar (Mt. 1:3), Rahab (Mt. 1:5), Rut
(Mt. 1:5) y la mujer de Urías, Betsabé (Mt. 1:6). Tamar era cananea, y se convirtió en la madre
de los hijos de Judá, Fares y Zara. Rahab fue una prostituta cananea de Jericó que vino a ser
antepasada de Booz (cf. el comentario de Rut 4:21). Y Rut fue la moabita que llegó a ser la
madre de Obed. Puesto que Betsabé, la madre de Salomón por medio de David, había sido
esposa de Urías heteo, es probable que también haya sido hetea.
El libro de Rut está bellamente escrito siguiendo un diseño simétrico. Es una “epopeya
romántica” que empezó en circunstancias muy trágicas y terminó con un cumplimiento gozoso.
Es un libro de búsquedas. Rut deseaba tener un hogar, suficiente provisión, un esposo, y en
última instancia, un hijo. Aunque era viuda y no tenía hijos, Dios le dio un marido y un hijo.
Noemí perdió a su marido y a sus dos hijos en Moab. Cuando se encontraba sumida en su
depresión, no pudo reconocer el valor de Rut, su nuera moabita. Pero el libro termina diciendo
que la amargura de Noemí se convirtió en gozo. Sus vecinas le decían que su nuera Rut era más
valiosa que siete hijos. Noemí arrulló en sus brazos a Obed, su nieto, pero sus vecinos decían de
Obed: “le ha nacido un hijo a Noemí” (4:17) porque la obligación del levirato había sido
voluntariamente asumida por el devoto Booz.
Actualmente, hay cuentos jocosos acerca de las suegras que están incluidos en todos los
repertorios de los comediantes. Es posible que esto mismo haya sucedido en los insensibles días
en que vivió Noemí. Pero el amor y cuidado de Rut por su anciana suegra son un modelo para
todas las generaciones. El hecho de que Booz estuviera dispuesto a proveer tanto para Noemí
como para Rut, indica que su espíritu estaba sintonizado con el de Rut en ese aspecto. Esta es la
más bella historia de una suegra y su nuera, y debería repetirse muchas veces.
Énfasis teológico. El autor de Rut hizo hincapié en varias verdades teológicas. En primer lugar,
a través del libro se usan profusamente varios nombres de Dios. “Jehová” (Yahweh) se usa
diecisiete veces en hebr. “Dios” (’ĕlōhîm) tres veces (1:16 [dos veces]; 2:12) y “Todopoderoso”
(šadday) dos veces (1:20–21). Jehová es el nombre que habla de la naturaleza esencial de Dios
como una fuerza activa y presente en la vida del pueblo del pacto.
En dos ocasiones, el autor habló directamente de la gracia de Dios soberana y supereminente
obrando en favor de los principales personajes del libro de Rut: (1) Noemí “oyó en el campo de
Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan” (1:6). (2) Rut había sido estéril
varios años en Moab antes de que su esposo Mahlón muriera. Posteriormente, como esposa de
Booz, “Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo” (4:13).
En ocho ocasiones, los personajes del libro hablan de la actividad de Dios (1:13, 20–21
[cuatro veces]; 2:20; 4:12, 14). Y con frecuencia se elevan peticiones al Señor para que conteste
la oración en favor de ellos (1:8–9; 2:12; 4:11–12). Cinco veces, se pide la bendición del Señor a
favor de los fieles (2:4 [dos veces], 19–20; 3:10). Rut y Booz se consagraron a cumplir con sus
responsabilidades a la luz de la fidelidad de Dios (1:17; 3:13). Booz felicitó a Rut por buscar
refugio bajo las alas protectoras del Dios de Israel (2:12).
Es evidente que Dios siempre actúa con responsabilidad y cumple con su plan. La cuestión
era si la gente que se menciona en el libro de Rut respondería de manera similar. Puede ser que
Elimelec actuara irresponsablemente por dejar Belén y trasladarse a Moab (1:2). Pero Noemí
actuó responsablemente al volver (1:7). Orfa regresó a su hogar y a sus dioses moabitas. En
contraste, Rut decidió seguir al Dios de Noemí y hacerse cargo de ella (1:14–17). Aunque el
pariente más cercano se rehusó a redimirla, el fiel Booz actuó responsablemente al redimir a Rut
(3:12; 4:1–10). En el libro, en veinte ocasiones se usan diversas formas de las palabras hebr. que
se trad. como “redimir”, “redentor”, “redención” y “pariente-redentor”, lo cual hace que
“redención” sea una de las palabras clave del libro.
Otra palabra clave es ḥeseḏ, que habla de la fidelidad que surge del amor y bondad hacia
aquellos de quienes la persona es responsable. Noemí pidió al Señor que mostrara su ḥeseḏ a sus
nueras (1:8). Noemí también habló de la ḥeseḏ de Dios hacia ella (“la viva”) debido a lo que
Booz había hecho por Rut (2:20). Booz admiró la ḥeseḏ de Rut porque ella le pidió que se casara
con ella en lugar de buscar a uno más joven. Según Booz, esa bondad había sido aun más grande
que la que anteriormente había mostrado a Noemí (3:10). Booz realizó un acto de ḥeseḏ cuando
fue más allá de los límites de lo que se requería de él al casarse con Rut.
Mensaje. El tema del libro pudo haber sido la afirmación de los derechos que tenía el rey David
al trono de Israel. El despliegue de la providencia divina de permitir que esto sucediera puede
desafiar a los cristianos a confiar en que Dios también está actuando en sus vidas.
La verdad del libro para todas las edades puede establecerse como sigue: El Señor es fiel y
cumple su obra de cuidar de su pueblo en forma amante, supervisora y providencial. Asimismo,
el pueblo de Dios debe trabajar en la obra del Señor mientras realiza sus actividades cotidianas.
Puesto que el pueblo de Dios es receptor de su gracia, al igual que Rut y Booz, debe responder
en obediencia fiel a él y en obras de misericordia hacia otras personas.
Durante un período de tremenda irresponsabilidad en la historia de Israel, el libro de Rut fue
un llamado a vivir en forma responsable. Es obvio que este mensaje también se necesita en la
actualidad.
Booz es un ejemplo de uno mayor que él que procedió de su familia, el Señor Jesucristo.
Booz actuó en gracia para redimir a Rut; Cristo actuó en gracia dándose a sí mismo como
Redentor para proveer de salvación a toda la humanidad.
BOSQUEJO
I. Introducción (1:1–5)
A. Un peregrinaje trágico (1:1–2)
B. Un vacío deprimente (1:3–5)
II. Buscando un hogar por fe (1:6–22)
A. Una decisión de amor (1:6–18)
B. Un regreso agridulce (1:19–22)
III. Buscando provisiones en forma responsable (cap. 2)
A. Un acontecimiento dirigido por Dios (2:1–3)
B. Una gracia bien merecida (2:4–17)
C. Una expresión de gozo (2:18–23)
IV. Buscando un amor redentor (cap. 3)
A. Un plan para la redención (3:1–5)
B. Un reclamo de redención (3:6–9)
C. Una promesa de redención (3:10–15)
D. Un anticipo de la redención (3:16–18)
V. Recepción del premio amoroso de la redención (4:1–13)
A. Negativa para redimir (4:1–8)
B. Una redención realizada (4:9–12)
C. Una redención premiada (4:13)
VI. Conclusión (4:14–21)
A. Cumplimiento gozoso (4:14–17)
B. Genealogía sorpresiva (4:18–22)
COMENTARIO
I. Introducción (1:1–5)
El relato comienza con la indispensable mención de la época, nombres, lugares y
acontecimientos. El ambiente se nota sombrío y sobrecogedor. Una hambruna forzó a una
familia de Belén a migrar a una tierra extraña. La situación se convirtió en una oportunidad para
que Dios demostrara su gracia. El desenvolvimiento de la historia revela la forma en que
providencialmente, el Señor obró para llenar sus necesidades.
Atkinson, David. The Message of Ruth: The Wings of Refuge, “El Mensaje de Rut: Las Alas
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1 SAMUEL
Eugene H. Merrill
Traducción: Elizabeth M. de Carpinteyro
INTRODUCCIÓN
Nombres. El nombre de los libros de 1 y 2 Samuel provienen del profeta Samuel, que es el
primer personaje importante que se menciona en este libro. Los mss. más antiguos en hebr. no
dividen los dos tomos. Sencillamente titulan la colección “Samuel”. La LXX fue la primera
versión que dividió el material en dos partes. Esa división se sigue utilizando hasta el día de hoy
en todas las trad. y versiones, incluyendo las Biblias impresas en hebr.
Autor. La autoría de 1 y 2 Samuel es anónima, aunque difícilmente se puede dudar de que
Samuel haya escrito o suplido la información de 1 Samuel 1:1–25:1. Ese pasaje describe su vida
y ministerio hasta su muerte. Sin embargo, es imposible decir algo con certeza acerca del autor
del resto de esos dos libros.
Fecha. La fecha de composición de los libros no puede determinarse con precisión. No hay
evidencia alguna de que el(los) autor(es) haya(n) sabido algo acerca de la caída de Samaria que
sucedió en 722 a.C., y aun así vivió(eron) sin duda alguna, en la era postsalomónica, después de
la división del reino entre Israel y Judá (931 a.C.). Esto se infiere por la referencia a Siclag,
ciudad filistea que, según el autor, “vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy” (1 S. 27:6) y por
las alusiones a Israel y Judá (11:8; 17:52; 18:16; 2 S. 5:5; 11:11; 12:8; 19:42–43; 24:1, 9).
Ubicación histórica. Los eventos que se describen en 1 y 2 Samuel giran alrededor de la vida de
tres personajes importantes—Samuel, Saúl y David. Primero Samuel comienza con la narrativa
del nacimiento de Samuel, que ocurrió hacia finales del s. XII, alrededor del año 1120 a.C.
Primero Reyes inicia con la historia de la sucesión monárquica. Estando en su lecho de muerte,
David hizo los arreglos necesarios para que su hijo Salomón heredara el trono. Ese
acontecimiento debe fecharse en el 971 a.C. Por lo tanto, el período histórico de los libros abarca
alrededor de 150 años.
Los 300 o más años de la historia de Israel bajo el gobierno de los Jueces estuvieron
marcados por la anarquía y la declinación política, moral y espiritual. La situación llegó a tal
extremo, que incluso los hijos de Elí, el sumo sacerdote que oficiaba al final del s. XII, habían
apostatado totalmente de la fe y habían utilizado el ministerio sacerdotal para satisfacer sus
tendencias licenciosas y obtener ganancias ilícitas. En el preciso momento en que parecía que la
nación había llegado a la peor podredumbre, Dios intervino. En respuesta a las oraciones
piadosas de Ana, le concedió el nacimiento de Samuel. El fuerte liderazgo de Samuel como juez,
profeta y sacerdote proveyó para el pueblo un respiro temporal de las amenazas internas y
externas. Sin embargo, cuando envejeció y se requirió de un sucesor, infortunadamente sus
propios hijos no fueron dignos de tomar su lugar. Ese hecho, aunado a las invasiones de los
amonitas por el oriente del río Jordán, orillaron a Israel a demandarle que les diera un rey “como
tienen todas las naciones” (1 S. 8:5, 20). A pesar de que él se molestó por esa petición, la cual
implicaba el rechazo de Jehová como Rey, Samuel seleccionó a Saúl para que fuera el monarca.
Esa elección fue determinada y aprobada por Jehová mismo. Así fue como se estableció la
monarquía en Israel. Las circunstancias y el tiempo de su institución no eran los apropiados, pero
la idea de que se instituyera la realeza era parte del plan de Dios, tal como él lo había revelado
anteriormente, en el tiempo de los patriarcas (Gn. 17:6, 16; 35:11; Dt. 17:14–20). Al final, al
seleccionar y ungir a David, el segundo rey de Israel, Samuel pudo ver el inicio de la dinastía
real que el Señor había prometido como parte de su plan mesiánico y redentor (Gn. 49:10; Nm.
24:17). Los libros de Samuel, entonces, abarcan ese período crítico de la historia de Israel: de la
época de los jueces a la monarquía, de fracciones tribales débiles, a un gobierno central
poderoso.
Propósito. Los libros de Samuel proveen un relato de la historia de Israel desde finales del s. XII
hasta principios del X a.C. Pero, tal como sucede con toda la historia bíblica, estos libros deben
mantenerse en una perspectiva teológica y no considerarlos un simple relato de eventos,
divorciados de los propósitos y plan de Dios. Dado que se puede sostener que el tema más
importante de la teología bíblica se relaciona con el establecimiento de la soberanía de Dios
sobre todas las cosas, se puede decir que el propósito específico de 1 y 2 Samuel es mostrar
cómo esa soberanía fue delegada a la nación de Israel a través de la línea divinamente elegida de
reyes davídicos. David y su dinastía demuestran lo que significa gobernar bajo la autoridad de
Dios. Además, fue a través de la casa real de David que se encarnó nuestro Señor Jesucristo, su
descendiente más sobresaliente. Cristo gobernó perfectamente en su propia vida y proveyó con
su muerte y resurrección, la base sobre la cual los que creen en él pueden reinar con, y a través
de él (2 S. 7:12–16; Sal. 89:36–37; Is. 9:7).
BOSQUEJO
COMENTARIO
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2 SAMUEL
Eugene H. Merrill
Traducción: Elizabeth M. de Carpinteyro
INTRODUCCIÓN
V. la Introducción de 1 Samuel.
BOSQUEJO
2. Libna 2. Libna
3. Jatir 3. Jatir
4. Estemoa 4. Estemoa
5. Holón* 5. Hilén*
6. Debir 6. Debir
7. Aín 7. Asán*
8. Juta (Juta)
9. Bet-semes 8. Bet-semes
Nombres Nación
6. Quemos Moab
8. Dagón Filistea
9. Reshef Siria
CALENDARIO DE ISRAEL
Calendario Calendario Judío Año agrícola Días especiales
Gregoriano
mayo-junio Tercer mes: Siván Los primeros higos se 4. Siván 6: (50 días
maduran después de los primeros
Se preparan los viñedos frutos): Pentecostés
(Lv. 23:15–22)
PESOS
LONGITUD
codo 45 cms.
palmo 23 cms.
PARA LÍQUIDOS
2 Samuel 23 1 Crónicas 11
“Los tres”
3. Sama hijo de Age, ararita (23:11) (No se menciona en 1 Cr. 11, pero se
implica en 11:15–19)
Los “treinta”
23. Los hijos de Jasén (23:32 BLA) (Estas Los hijos de Hasem (11:34) (Estas palabras
palabras podrían trad. Bene-Jasen, el podrían trad. Bene-hasem, el nombre propio
nombre propio de un soldado) de un soldado) Jonatán hijo de Sage ararita
(11:34)
25. Sama
26. Ahíam hijo de Sarar, ararita (23:33) Ahíam hijo de Sacar hararita (11:34) Elifal
hijo de Ur (11:35)
27. Elifelet hijo de Ahasbai (23:34) Hefer mequeratita (11:36) Ahías pelonita
(11:36)
31. Igal hijo de Natán (23:36) (No se menciona en 1 Cr. 11) Joel hermano
de Natán
Eliel (11:47)
Obed (11:47)