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EL CONOCIMIENTO
BÍBLICO
UN COMENTARIO EXPOSITIVO
ANTIGUO TESTAMENTO
TOMO 6
DANIEL–MALAQUÍAS
Editores en inglés
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Responsables de la edición en castellano:
Julián Lloret
Jack Matlick
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la Versión Reina
Valera Revisión 1960.
La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569).
Revisada por Cipriano de Valera (1602).
Otras revisiones: 1862, 1909 y 1960.
© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
ISBN de la versión inglesa 0-88207-813-5
ISBN 968-6529-73-X (obra completa Antiguo Testamento)
ISBN 968-6529-98-X (Tomo 6)
Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Prefacio
Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de Daniel
Comentario de Oseas
Comentario de Joel
Comentario de Amós
Comentario de Abdías
Comentario de Jonás
Comentario de Miqueas
Comentario de Nahum
Comentario de Habacuc
Comentario de Sofonías
Comentario de Hageo
Comentario de Zacarías
Comentario de Malaquías
Apéndice de mapas, gráficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de
lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son
muchos, pero uno de los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido
del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras,
que nos hacen sabios para conocer “la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y
perseverar en la publicación de esta edición en castellano:
▪ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y
capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
▪ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
▪ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran
proyecto con entusiasmo.
▪ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los
primeros tomos.
▪ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en
especial a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
Introducción
La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de un largo e
histórico enlace fraternal entre varias instituciones: el Seminario Teológico de Dallas, Texas,
cuyo personal docente escribió el comentario original en inglés. Por otro lado, los editores,
traductores y personal técnico de esta publicación en castellano provienen de CAM Internacional
(antes llamada Misión Centroamericana) y de Ediciones Las Américas, A.C. El espíritu de
cooperación entusiasta entre todos para publicar esta obra es motivo de alabanza a Dios.
Prefacio
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo, es una serie de estudios detallados de
las Sagradas Escrituras escritos y editados exclusivamente por catedráticos del Seminario
Teológico de Dallas. La serie ha sido preparada para el uso de pastores, laicos, maestros de
Biblia, y para quienes desean estudiar un comentario comprensible, breve y confiable de la
Biblia completa.
¿Por qué publicar otro comentario bíblico cuando ya existen tantos? Hay varios distintivos
que hacen de El Conocimiento Bíblico un libro con matices propios.
Primero, fue escrito por la facultad de un solo seminario, el Teológico de Dallas, Texas,
E.U.A. Este hecho asegura una interpretación consistente de las Escrituras en los aspectos
gramatical e histórico, así como en la perspectiva pretribulacionista y premilenarista. Sin
embargo, en las ocasiones en que existen diferencias de opinión entre los eruditos evangélicos,
los autores presentan varias interpretaciones del pasaje.
Segundo, esta serie de comentarios se basa en la muy popular versión Reina-Valera Revisión
1960 que todos conocemos. Así que es una herramienta útil y fácil de usar junto con su Biblia de
estudio personal.
Tercero, este Comentario tiene otros distintivos que no contienen otros: (a) Al comentar el
texto bíblico, los autores señalan cómo se desarrolla el propósito de cada libro y la manera en
que cada pasaje forma parte del contexto en que se encuentra. Esto ayuda al lector a ver la forma
en que el Espíritu Santo guió a los autores bíblicos a escoger su material y sus palabras. (b) Se
consideran y discuten con cuidado los pasajes problemáticos, costumbres bíblicas desconocidas,
y las así llamadas “contradicciones”. (c) Se incorpora a este Comentario la opinión de los
eruditos bíblicos modernos. (d) Se discuten muchas palabras hebreas, arameas, y griegas que son
importantes para la comprensión de algunos pasajes. Se ha hecho una transliteración de ellas
para los que no conocen los idiomas bíblicos. Pero, aun los que conocen bien esos idiomas,
hallarán muy útiles los comentarios. (e) Para facilitar el estudio y comprensión del texto se
incluyen diagramas, gráficas y listas que aparecen en el apéndice al final del tomo. (f) Se hacen
numerosas referencias cruzadas que ayudan al lector a encontrar pasajes relativos o paralelos que
amplían el tema que se trata.
El material de cada libro de la Biblia incluye una Introducción donde se estudia al autor, la
fecha, el propósito, el estilo, y sus características únicas; un Bosquejo, el Comentario, y una
Bibliografía. En la sección llamada Comentario, se da el resumen de pasajes enteros así como la
explicación detallada de cada versículo y, muchas veces, de cada frase. Todas las palabras de la
versión Reina-Valera Revisión 1960 que se citan textualmente aparecen en letra negrilla, así
como el número de los versículos con que comienza cada párrafo. En la sección de Bibliografía
se sugieren otros libros y comentarios para estudio personal que sin embargo, no han sido
aprobados en forma total por los autores y editores de este Comentario.
Los tomos que constituyen la serie de El Conocimiento Bíblico presentan exposiciones y
explicaciones basadas en una esmerada exégesis de las Escrituras, pero no es primordialmente un
comentario devocional ni una obra exegética con detalles de lexicografía, gramática y sintaxis, ni
hace un análisis de la crítica textual de los libros. Esperamos que este Comentario le ayude a
profundizar su comprensión de las Sagradas Escrituras a medida que los ojos de su
entendimiento son alumbrados por el ministerio del Espíritu Santo (Efesios 1:18).
Se ha diseñado este Comentario para enriquecer su comprensión y aprecio de las Escrituras,
la palabra de Dios inspirada e inerrante, para motivarle a no ser un “oidor”, sino “hacedor” de lo
que la Biblia enseña (Santiago 1:22), y para capacitarlo para que pueda “enseñar también a
otros” (2 Timoteo 2:2).
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Adaptado para la edición en español por Jack D. Matlick
Editores generales de la edición en inglés
John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Roy B. Zuck B.A., Th.M., Th.D. Profesor
Th.D., D.D., Litt.D. Canciller, Ministro Titular Emérito de Exposición Bíblica,
Representante y Profesor Emérito de Editor de Bibliotheca Sacra, Seminario
Teología Sistemática del Seminario Teológico de Dallas.
Teológico de Dallas.
Amós Habacuc
Donald R. Sunukjian, A.B., Th.M., Th.D., J. Ronald Blue, A.B., Th.M., Ph.D. Prof. de
Ph.D. Pastor, Iglesia Bíblica Westlake, Misiones Mundiales, Seminario Teológico
Austin, Tex. Exprof. Asociado de Ministerio de Dallas, Tex.
Pastoral, Seminario Teológico de Dallas,
Tex.
1. General
a.C. antes de Cristo
a.m. antes meridiano
aprox. aproximadamente
ar. arameo
A.T. Antiguo Testamento
ca. cerca de
cap., (s) capítulo (s)
cf. Confer (compare)
cm., (s) centímetro (s)
d.C. después de Cristo
ed. edición, editado
eds. editores
e.g. por ejemplo
et al y otros
etc. y otras (cosas)
fem. femenino
gr. griego
hebr. hebreo
ibid en el mismo lugar
i.e. esto es
imper. imperativo
imperf. imperfecto
ing. inglés
kg., (s) kilogramo (s)
km., (s) kilómetro (s)
lit. literalmente
m. murió, muerto
mar. margen, lectura marginal
masc. masculino
ms., mss. manuscrito, manuscritos
mt., (s) metro (s)
n., ns. nota, notas
neut. neutro
n.p. no se sabe quién lo publicó
N.T. Nuevo Testamento
núm., (s) número, números
pág.,(s) página, páginas
párr., (s) párrafo, párrafos
part. participio
pas. pasivo
perf. perfecto
pl. plural
p.m. pasado meridiano
pres. presente
pron., (s) pronombre (s)
s. siglo
sem. semítico
s.f. sin fecha
sing. singular
TM texto masorético
trad. traducción, traductor
V. véase
v., vv. versículo, versículos
vb., (s) verbo, (s)
vol., (s). volumen, volúmenes
vs. versus
2. Libros de La Biblia
Antiguo Testamento
Gn. Génesis
Éx. Éxodo
Lv. Levítico
Nm. Números
Dt. Deuteronomio
Jos. Josué
Jue. Jueces
Rt. Rut
1, 2 S. 1, 2 Samuel
1, 2 R. 1, 2 Reyes
1, 2 Cr. 1, 2 Crónicas
Esd. Esdras
Neh. Nehemías
Est. Ester
Job Job
Sal. Salmos
Pr. Proverbios
Ec. Eclesiastés
Cnt. Cantares
Is. Isaías
Jer. Jeremías
Lm. Lamentaciones
Ez. Ezequiel
Dn. Daniel
Os. Oseas
Jl. Joel
Am. Amós
Abd. Abdías
Jon. Jonás
Mi. Miqueas
Nah. Nahum
Hab. Habacuc
Sof. Sofonías
Hag. Hageo
Zac. Zacarías
Mal. Malaquías
Nuevo Testamento
Mt. Mateo
Mr. Marcos
Lc. Lucas
Jn. Juan
Hch. Hechos
Ro. Romanos
1, 2 Co. 1, 2 Corintios
Gá. Gálatas
Ef. Efesios
Fil. Filipenses
Col. Colosenses
1, 2 Ts. 1, 2 Tesalonicenses
1, 2 Ti. 1, 2 Timoteo
Tit. Tito
Flm. Filemón
He. Hebreos
Stg. Santiago
1, 2 P. 1, 2 Pedro
1, 2, 3 Jn. 1, 2, 3 Juan
Jud. Judas
Ap. Apocalipsis
3. Versiones de La Biblia
BD Biblia al Día
BC Bover Cantera
BLA Biblia de las Américas
BJ Biblia de Jerusalén
HA Hispanoamericana (N.T.)
LA Latinoamericana
LXX Septuaginta
NC Nácar Colunga
NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
NVI99 Nueva Versión Internacional, 1999
RVA Reina Valera Actualizada
RVR09 Reina-Valera Revisión 1909
RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
RVR77 Reina-Valera Revisión 1977
RVR95 Reina-Valera Revisión 1995
TA Torres Amat
Taizé Versión Ecuménica
VM Versión Moderna
VP Versión Popular (Dios Habla Hoy)
Vul. Vulgata Latina
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Hebreo
Consonantes
א ʾ
בּ b
ב ḇ
גּ g
ג g̱
דּ d
ד ḏ
ה h
ו w
ז z
ח ḥ
ט ṭ
י y
כּ k
כ ḵ
ל l
מ m
נ n
ם s
ע ʿ
פּ p
פ p̱
צ ṣ
ק q
ר r
שׂ ś
שׁ š
תּ t
ת ṯ
Dagesh forte se representa por la duplicación de la letra.
Vocalización
בָּ ה bâh
בּוֹ bô
בּוּ bû
בֵּ י bê
בֶּ י bè
בִּ י bî
ָבּ bā
בּ bō
ֻבּ bū
ֵבּ bē
ִבּ bī
ַבּ ba
ָבּ bo
ֻבּ bu
ֶבּ be
ִבּ bi
ֲבּ bă
ֳבּ bŏ
ֱבּ bĕ
ְבּ be
בָּ הּ bāh
בָּ א bā’
בֵּ ה bēh
בֶּ ה beh
Griego
α, ᾳ a
β b
γ g
δ d
ε e
ζ z
η, ῃ ē
θ th
ι i
κ k
λ l
μ m
ν n
ξ x
ο o
π p
ρ r
σ, ς s
τ t
υ y
φ f
χ ̱j
ψ ps
ω, ῳ ō
̔ρ rh
̔ j
γγ ng
γκ nk
γξ nx
γχ nj̱
αἰ ai
αὐ au
εἰ ei
εὐ eu
ηὐ ēu
οἰ oi
οὐ ou
υἱ jui
DANIEL
J. Dwight Pentecost
Traducción: Diana M. de Peláez
INTRODUCCIÓN
Aunque el libro de Daniel en nuestra Biblia aparece después del profeta Ezequiel (así como
en la LXX y en la Vulgata), la profecía de Daniel se encuentra ubicada en otro orden en las
Escrituras hebreas. La Biblia Hebraica está dividida en tres secciones. La primera es la ley, que
contiene los cinco libros de Moisés. La segunda la comprenden los profetas, que incluyen a
Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel (en hebr., 1 y 2 S. son un solo libro), 1 y 2 Reyes (también se
consideran un solo libro) Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los 12 profetas menores (que se consideran
como un solo libro). La tercera clasificación se denomina los Escritos. En esa porción se
incluyen 12 libros: Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones,
Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, 1 y 2 Crónicas (los dos últimos son un solo libro).
Como es evidente, el libro de Daniel no se incluye dentro de los profetas, i.e., la segunda división
principal. Tampoco en su profecía se hace referencia a Daniel como profeta. Dios no envió un
mensaje público a través de Daniel a la nación de Israel. Sin embargo, Jesús sí llamó profeta a
Daniel (Mt. 24:15). Ciertamente fue un mensajero de Dios que reveló las verdades que el Señor
le había entregado.
Autor. Este libro lleva un título sencillo, “Daniel”, no sólo porque él es uno de los protagonistas
principales, sino porque sigue la tradición (aunque no consistente) de llevar el nombre del autor
que lo escribió. Poco se sabe acerca de su trasfondo familiar. A partir del testimonio de sus
contemporáneos, sabemos que fue un hombre justo (Ez. 14:14, 20) y sabio (Ez. 28:3). En esos
pasajes se cita junto con Noé y Job, que fueron personajes históricos. Así que Daniel también fue
un personaje histórico, no ficticio.
El profeta nació de la familia real y era de ascendencia noble (Dn. 1:3, 6). Además, era de
apariencia atractiva y muy inteligente (1:4). Vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro, i.e.,
hasta 536 a.C. (10:1). Por tanto, debió haber sido muy joven cuando Nabucodonosor lo llevó
cautivo en 605 a.C. (En 1:4, se dice que Daniel era uno de los “muchachos” de Israel.) Si tenía
16 años cuando fue hecho prisionero, entonces tenía 85 en el tercer año de Ciro.
Género literario. La profecía de Daniel es el primer gran libro de la literatura apocalíptica de la
Biblia. La palabra gr. apokalypsis, de donde viene la palabra “apocalipsis”, significa
“revelación”, “correr el velo”, “dar a conocer”. Aunque toda la Escritura es revelación divina,
algunas porciones son únicas por la forma en que las revelaciones fueron entregadas y por el
medio en que fueron transmitidas.
La literatura apocalíptica de la Biblia tiene varias características: (1) En ella, una persona que
recibiría una verdad de Dios en visión, registraba lo que había visto. (2) La literatura apocalíptica
utiliza de manera extensa símbolos y señales. (3) Generalmente, ese tipo de literatura presenta
revelaciones acerca del programa de Dios para el futuro de su pueblo Israel. (4) Se utiliza con
mayor frecuencia la prosa que la poesía, que era lo normal en la mayoría de la literatura
profética.
Además de Daniel y Apocalipsis, encontramos literatura apocalíptica en Ezequiel 37–48 y en
Zacarías 1:7–7:8. Al interpretar visiones, símbolos y señales en la literatura apocalíptica, no se
debe utilizar el ingenio personal para descubrir la verdad. En la mayoría de los casos, la
interpretación de esos pasajes y de los símbolos empleados, se obtiene de un estudio cuidadoso
del contexto y comparando otros pasajes paralelos de la Biblia. Entonces, la literatura
apocalíptica demanda una cuidadosa comparación entre escritura y escritura para llegar a un
adecuado entendimiento de la revelación dada.
Idiomas. El libro de Daniel es poco común, pues está escrito en dos idiomas: los caps. 1:1–2:4a
y 8–12 están escritos en hebr., y la sección del 2:4b al 7:28 está en arameo, que era la lengua
franca en tiempos del profeta. El hebr. era el lenguaje de Israel, del pueblo con que Dios entró en
relación pactal, y el arameo era el lenguaje del mundo gentil.
Aunque el libro de Daniel es una sola obra literaria, pone énfasis en dos temas principales. El
primero tiene que ver con el programa de Dios para las naciones gentiles y está contenido en la
sección 2:4b–7:28. Parece muy adecuado que esa profecía concerniente a los gentiles esté en su
idioma. Por tanto, el profeta utilizó arameo en esa porción de su libro.
El segundo énfasis del libro recae en la nación de Israel y la influencia o efectos de la cultura
gentil sobre ella. Este tema se desarrolla en 1:1–2:4a y en los caps. 8–12. Por tanto, fue muy
apropiado que Daniel escribiera esas secciones en hebreo, el idioma de los judíos.
Unidad. Algunos estudiosos han cuestionado la unidad del libro de Daniel. Señalan que los caps.
1–6 registran incidentes históricos de la vida del profeta y que los caps. 7–12 registran las
visiones proféticas que le fueron reveladas. Esta observación, aunada al uso de los dos idiomas,
ha llevado a algunos a inferir que el libro tuvo más de un autor.
No obstante, tales observaciones no apoyan tal conclusión. Como se mencionó antes, Daniel
tuvo sus razones para utilizar dos idiomas. A menudo, la literatura antigua adoptaba distintas
formas literarias para remarcar un contraste. Por ejemplo, el libro de Job es en su mayoría
poético. Sin embargo el prólogo (caps. 1–2) y el epílogo (42:7–17) están en prosa. Por eso, no
hay nada en el estilo literario del libro de Daniel que exija que haya sido escrito por más de un
autor.
La unidad del libro de Daniel también se nota al observar la interdependencia que existe
entre estas dos secciones. La revelación del cap. 2 corre paralela a la revelación del cap.7.
Además, algunos términos y conceptos teológicos de la primera mitad son similares a aquellos
que aparecen en la segunda. “Sueño(s) y visiones” se mencionan en 1:17; 2:28; 7:1. Estar en
“cama” se menciona en 2:28; 4:10; 7:1. Se habla del “reino” eterno de Dios en cuatro ocasiones
en la primera parte (2:44; 4:3, 34; 6:26) y tres en la segunda sección (7:14, 18, 27). El “señorío”
eterno de Dios se exalta en 4:3, 34; 6:26; 7:14. Y se llama a Dios “Altísimo” o “Dios Altísimo”
nueve veces en la primera mitad (3:26; 4:2, 17, 24–25, 32, 34; 5:18, 21) y cuatro veces en la
segunda mitad (7:18, 22, 25, 27).
De la misma manera, el profeta Daniel juega un papel significativo que unifica las dos
secciones del libro. Además, el mensaje del libro es el mismo en sus dos partes. Dios es
soberano, reina sobre las naciones y las controla para que lleven a cabo su plan. De manera
soberana, él preserva a la nación de Israel y la conduce para llevarla al cumplimiento del pacto
que hizo con Abraham.
Fecha y autoría. Según el contenido del libro, Daniel fue escrito en el s. VI a.C. por Daniel, el
profeta que vivió mientras se desarrollaban esos eventos. En muchas ocasiones se refiere a
Daniel como al receptor de la revelación de Dios. Además tomó parte activa en muchos de los
eventos históricos registrados en su libro. Jesucristo atribuyó esta obra a Daniel (Mt. 24:15). La
familiaridad de Daniel con los individuos, eventos y costumbres que aparecen en el libro exige
fecharlo en el s. VI a.C.
Los detalles minuciosos que se incluyen en este libro difícilmente hubieran podido ser
preservados por medio de la tradición oral durante 400 años, como sugieren algunos que
adjudican una fecha tardía al libro. El hecho de que algunos fragmentos manuscritos del libro de
Daniel fueran encontrados en Qumrán, copias escritas quizá en el s. II a.C., no apoya la teoría de
que Daniel fue escrito en 165 a.C., como sugieren algunos críticos. Porque no habría habido
suficiente tiempo para que el libro llegara hasta la comunidad de los esenios de Qumrán para que
fuera copiado ahí. Además, el hecho de que el libro de Daniel fue aceptado por los judíos como
parte del canon de la Escritura, es otra evidencia de su autenticidad.
Los críticos rechazan una fecha temprana para el escrito de Daniel principalmente porque
niegan la profecía predictiva. En el libro se incluyen detalles acerca de la historia de Babilonia,
Medo-Persia, Grecia, y Roma. Los pormenores registrados en Daniel 11:5–35 se cumplieron del
s. IV al II a.C. Los escépticos insisten en que Daniel no pudo haber conocido con anticipación
esos detalles, sino que debieron haberse escrito después que los eventos sucedieron y que los
registró como profecía para dar credibilidad a su escrito. (Otros sostienen que alguien distinto a
Daniel escribió el libro en el s. II a.C. y que usó el mismo nombre.) Por supuesto que ese punto
de vista niega el poder de Dios para revelar lo que él ha predeterminado hacer.
Se han levantado gran cantidad de objeciones en torno a la fecha temprana del libro. Por
ejemplo, algunos argumentan que las palabras persas y griegas que aparecen en él indican que
debió escribirse mucho después del s. VI a.C. Sin embargo, la arqueología ha revelado que ya
existía el comercio entre Grecia y Babilonia antes de los días de Daniel. Esto explica la presencia
de las palabras griegas. Por otra parte, las palabras persas pertenecen a una forma literaria y
oficial del idioma persa que se utilizaba en todo el Cercano Oriente. (Cf. D.J. Wiseman et al,
Notes on Some Problems in the Book of Daniel, “Apuntes sobre algunos problemas del libro de
Daniel”, págs. 23–27, 35–50).
Otra objeción se basa en la literatura apocalíptica que tiene el libro. Esa clase de literatura
proliferó en Israel en una fecha posterior, en tiempos de los macabeos (libros que no forman
parte del canon bíblico). Por tanto, muchos eruditos infieren que Daniel debió escribirse en ese
período (168–134 a.C.). Sin embargo, como se anotó antes (V. “Forma Literaria”), la literatura
apocalíptica se encuentra también en el libro de Ezequiel, y éste, al igual que Daniel, fue un
profeta que vivió durante el s. VI. a.C.
Se han presentado otras objeciones contra la fecha temprana porque el libro contiene una
teología muy avanzada. Los críticos argumentan que las referencias frecuentes a los ángeles y
una a la resurrección de los muertos (12:2) es evidencia de una fecha posexílica del libro. Sin
embargo, no toman en cuenta el hecho de que los ángeles se mencionan con frecuencia a todo lo
largo de la historia de Israel y que la resurrección se menciona en pasajes tales como Salmos
16:10 e Isaías 26:19, que sin duda fueron escritos antes que Daniel.
Algunos han rechazado que Daniel fue escrito en el s. VI a.C. porque el libro está incluido en
los Escritos, la tercera división de la Biblia hebrea, en vez de estar en la segunda división, la de
los profetas. El último libro profético (Malaquías) fue escrito en el s. V a.C. Los que apoyan una
fecha tardía para Daniel, argumentan que si se hubiera escrito en el s. VI a.C. se habría incluido
en la segunda división (los Profetas) en vez de en la tercera (los Escritos). Sin embargo, como se
dijo anteriormente, los profetas fueron apartados por Dios como mensajeros y les dio un
ministerio especial para la nación de Israel. Ya que Daniel fue considerado por sus
contemporáneos más como líder gubernamental que como profeta, sus escritos fueron colocados
en la tercera división en vez de la segunda. Así que, el criterio que determinó dónde sería
colocado el libro dentro de la Biblia hebrea no fue la fecha en que se escribió, sino el puesto o
función que desempeñó el autor.
Otros críticos sostienen que debido a que Daniel no utiliza el nombre de Jehová Dios como
hicieron otros autores de su tiempo, el libro debió haber sido escrito despues. Sin embargo, esa
objeción no toma en cuenta que en el cap. 9 sí se menciona el nombre divino ocho veces (Dn.
9:2, 4, 8, 10, 13–14 [tres veces], 20). El nombre que un autor utilizaba para referirse a Dios en
cualquier porción lo determinaba su contenido, no la tradición popular.
Algunos han objetado que Daniel sea el autor de su libro por los supuestos errores históricos
que contiene. Por ejemplo, aseguran que Nabucodonosor no fue padre de Belsasar, como indica
Daniel 5:2, 11, 13, 18 (cf. v. 22). Argumentan que si Daniel fuera autor del libro, no hubiera
cometido tal error. Sin embargo, se ha demostrado que cualquier sucesor al trono real era
llamado “hijo” (5:22) aun si no existía una relación de sangre con un rey anterior. (V. “Reyes del
imperio neobabilónico” en el Apéndice, pág. 334).
Por último, se objeta que Daniel sea el autor del libro porque en 1:21 el escritor hace
referencia a la muerte de Daniel. Sin embargo, 1:21 no señala cuándo murió Daniel; solamente
dice que “continuó (en Babilonia) … hasta el año primero del rey Ciro”. El decreto de Ciro
liberó a los judíos de su exilio en Babilonia y así el cautiverio de 70 años llegó a su fin.
Simplemente, Daniel 1:21 señala que Daniel vivió durante todo el tiempo del exilio. El v. no
especifica el tiempo de su muerte. De hecho, vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro
(10:1).
Trasfondo histórico. Nínive, la capital de Asiria, cayó ante la invasión del ejército de Babilonia
y Media en 612 a.C. Bajo el liderazgo de Asur-uballiṭ, algunos asirios huyeron hacia el
occidente, a Harán, desde donde reclamaron su soberanía sobre todo Asiria. Pero Nabopolasar,
rey de Babilonia, se movilizó en 611 a.C. contra el ejército de Asiria que estaba en Harán. Al
siguiente año, 610 a.C., Babilonia se alió con Media, y atacó a los asirios de Harán. Asiria se
retiró de Harán hacia el occidente, cruzó el río Éufrates y cedió Harán a los babilonios.
En 609 a.C., los asirios pidieron ayuda a Egipto, y faraón Necao II condujo su ejército para
unirse a Asiria. Josías, rey de Judá, esperando obtener el favor de los babilonios, trató de evitar
que los egipcios se unieran con los asirios, así que se enfrentó con el ejército egipcio en
Meguido. Las tropas de Josías fueron derrotadas y él murió en batalla (2 R. 23:28–30; 2 Cr.
35:24).
Faraón Necao II procedió a reunirse con los asirios y juntos invadieron Babilonia en Harán,
pero no tuvieron éxito. Parece que Asiria salió del escenario mundial en ese entonces, pero el
conflicto continuó entre Egipto y Babilonia.
En 605 a.C., Nabucodonosor, al mando de los ejércitos de Babilonia, peleó contra Egipto en
la batalla de Carquemis y derrotó a los egipcios. Carquemis fue destruida por los babilonios en
mayo–junio de ese mismo año. Mientras perseguían a los egipcios derrotados, Nabucodonosor
extendió sus dominios territoriales hacia el sur hasta Siria y Palestina. Al enterarse de la muerte
de su padre Nabopolasar, Nabucodonosor regresó de Ribla a Babilonia en agosto de 605 para
reclamar la corona. Después volvió a Palestina y atacó a Jerusalén en septiembre de 605. Fue en
esa ocasión que Daniel y sus amigos fueron llevados cautivos a Babilonia. Quizá Nabucodonosor
los utilizó como rehenes como advertencia a la gente de Judá e impedir que se rebelara. O tal vez
esos jóvenes fueron llevados con objeto de prepararlos para ocupar puestos de liderazgo
administrativo en caso de que Nabucodonosor tuviera que regresar a sojuzgar a Judá. Después de
regresar a Babilonia, Nabucodonosor reinó durante 43 años (605–562 a.C.).
Nabucodonosor fue a Judá por segunda ocasión en 597 a.C. para sofocar la rebelión de
Joaquín. En esa incursión, Jerusalén quedó sometida a Babilonia y fueron llevados 10,000
cautivos, entre los cuales estaba el profeta Ezequiel (Ez. 1:1–3; 2 R. 24:8–20; 2 Cr. 36:6–10).
Nabucodonosor regresó a Judá por tercera ocasión en 588 a.C. Después de sitiar a Jerusalén
por largos días, sus ejércitos traspasaron los muros de la ciudad, la arrasaron, y quemaron el
templo en 586. La mayoría de judíos que no fueron asesinados en esa ocasión, fueron deportados
a Babilonia (2 R. 25:1–7; Jer. 34:1–7; 39:1–7; 52:2–11).
La restauración de los judíos a su tierra se hizo posible en 539 a.C., cuando Ciro derrotó a
Babilonia y estableció el imperio medo-persa. De acuerdo con su política de regresar a los
exiliados a sus tierras, Ciro promulgó un decreto en 538 que permitió regresar a Jerusalén a los
judíos que lo desearan (2 Cr. 36:22–23; Esd. 1:1–4). Aprox. 50,000 judíos fueron repatriados a
su tierra y comenzaron a reconstruir el templo. Esa fue la respuesta a la oración de Daniel (Dn.
9:4–19). El templo quedó terminado en 515 a.C. (Esd. 6:15). (V. “Los tres regresos del exilio”,
en el Apéndice, pág. 335). Desde la primera derrota de Jerusalén (605 a.C.) hasta que los judíos
regresaron a reconstruir los cimientos del templo (536), transcurrieron aprox. 70 años. Desde la
destrucción del templo (586) hasta que fue reconstruido (515), también transcurrieron aprox. 70
años. Así que se cumplió en forma literal la profecía de Jeremías acerca de que el exilio duraría
70 años (Jer. 25:11–12).
Propósitos. Los propósitos del libro se pueden deducir de su contenido:
1. La dedicación personal de Daniel a Dios (Dn. 1) serviría de ejemplo a los deportados para
que supieran cómo debían vivir en medio de una sociedad pagana. Daniel fue un ejemplo
sobresaliente de comunión con Dios, digno de imitar por los exiliados.
2. El libro enfatiza la autoridad soberana de Dios sobre las naciones gentiles. Él pone y quita
reyes e imperios para cumplir sus propósitos. Nabucodonosor aprendió esa gran verdad (4:35).
3. El libro de Daniel presenta la fidelidad de Dios hacia el pueblo de su pacto, protegiéndolo
y preservándolo a pesar de que estaba recibiendo el castigo divino por causa de su desobediencia.
Dios no olvidó al pueblo con el que hizo pacto, sino que lo trató con paciencia al fin de
restaurarlo a sus bendiciones.
4. El libro también fue escrito para bosquejar de manera gráfica el período profético
conocido como “el tiempo de los gentiles” (Lc. 21:24). El libro de Daniel marca el curso de la
historia de los gentiles en la época en que Israel estaba y está siendo disciplinado por medio de
los gentiles. La consumación del programa de Dios para los gentiles se realizará en el período de
la tribulación venidera. El libro muestra, de manera cuidadosa y detallada, el efecto que las
naciones gentiles tendrán sobre Israel mientras espera que los pactos de Dios se cumplan durante
el reinado del Mesías.
5. El libro de Daniel también revela la liberación y las bendiciones que Israel gozará en el
futuro milenio. Tal como Dios pactó con Abraham, sus descendientes ocuparán la tierra que él
les prometió. A pesar de que la nación debe ser disciplinada por su desobediencia, será llevada al
arrepentimiento, confesión y restauración. Dios siempre permanece fiel. Él preserva al pueblo
con quien ha hecho el pacto y le garantiza las bendiciones del reino terrenal pactado.
Importancia del libro. El libro de Daniel tiene gran importancia histórica. Es un puente entre
los libros históricos de Israel y el N.T. Contiene algunos de los eventos históricos de Israel
durante el cautiverio babilónico que duró 70 años que no se encuentran en ningún otro lugar de
las Escrituras (excepto por fragmentos de información que encontramos en Ez.). Daniel bosqueja
la historia del tiempo de los gentiles y describe los imperios pasados y futuros que ocuparán
Palestina y gobernarán sobre Israel hasta que regrese el Mesías.
Las profecías del libro acerca del programa divino para los gentiles, para la tierra de
Palestina, y para el pueblo de Israel, colocan el cimiento del programa escatológico de Dios.
Algunos temas que se presentan en el libro de Daniel con su énfasis en los gentiles, son paralelos
a los del libro de Zacarías y esos asuntos alcanzan su cumplimiento final en el libro de
Apocalipsis. Para entender de manera completa la culminación del programa de Dios revelado al
apóstol Juan en Apocalipsis, es necesario entender el comienzo del mismo, que fue revelado a
Daniel.
BOSQUEJO
I. Historia personal de Daniel (cap. 1)
A. Deportación de Daniel (1:1–7)
B. Devoción de Daniel a Dios (1:8–16)
1. La petición (1:8)
2. La petición concedida (1:9–14)
3. El resultado (1:15–16)
C. Nombramiento de Daniel (1:17–21)
II. Historia profética de los gentiles durante el tiempo de los mismos (caps. 2–7)
A. El sueño de Nabucodonosor (cap. 2)
1. El sueño del rey (2:1–16)
2. Revelación del sueño a Daniel (2:17–23)
3. Explicación del sueño a Nabucodonosor (2:24–45a)
4. Daniel es honrado (2:45b–49)
B. La imagen de Nabucodonosor (cap. 3)
1. Edificación de la imagen (3:1–7)
2. Acusación contra los judíos (3:8–12)
3. La fe de los acusados (3:13–18)
4. Liberación divina (3:19–30)
C. El segundo sueño de Nabucodonosor (cap. 4)
1. Proclamación del rey (4:1–3)
2. La visión del árbol (4:4–18)
3. Interpretación de la visión (4:19–27)
4. Cumplimiento de la visión (4:28–33)
5. Restauración del rey (4:34–37)
D. El banquete de Belsasar (cap. 5)
1. Diversión desenfrenada del rey (5:1–4)
2. Revelación al rey (5:5–12)
3. Petición del rey (5:13–16)
4. Respuesta de Daniel (5:17–28)
5. Cumplimiento de la revelación (5:29–31)
E. El edicto de Darío (cap. 6)
1. Prominencia de Daniel (6:1–3)
2. Complot de los líderes (6:4–9)
3. Oración de Daniel (6:10–11)
4. Sentencia de Daniel (6:12–18)
5. Preservación de Daniel (6:19–24)
6. Pronunciamiento del rey (6:25–28)
F. Visión de las cuatro bestias (cap. 7)
1. La visión (7:1–14)
2. La interpretación (7:15–28)
III. Historia profética de los judíos durante el tiempo de los gentiles (caps. 8–12)
A. La visión del carnero y del macho cabrío (cap. 8)
1. La visión (8:1–14)
2. La interpretación (8:15–27)
B. Visión de los setenta “sietes” (cap. 9)
1. Ocasión de la visión (9:1–2)
2. Oración de Daniel (9:3–19)
3. Respuesta del Señor (9:20–27)
C. La visión final (caps. 10–12)
1. Preparación del profeta (10:1–11:1)
2. Detalles de la historia de Israel durante el segundo y tercer imperios (11:2–35)
3. Historia profética del setentavo siete (11:36–12:3)
4. Conclusión (12:4–13)
COMENTARIO
I. Historia personal de Daniel (cap. 1)
A. Deportación de Daniel (1:1–7)
1:1–2a. Los dos primeros vv. del libro de Daniel declaran cuándo y cómo fue llevado a
Babilonia. Los acontecimientos comenzaron en el año tercero del reinado de Joacim rey de
Judá. Esto parece contradecir la afirmación hecha por Jeremías de que el primer año de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue el cuarto año del reinado de Joacim (Jer. 25:1). Cuando
menos, hay dos explicaciones para resolver esta aparente discrepancia. La primera es la
diferencia que hay entre los calendarios judío y babilónico. El de los judíos empezaba en el mes
de Tishri (septiembre–octubre) mientras que el de los babilonios iniciaba en la primavera, en el
mes de Nisán (marzo–abril). Si se usaba el sistema babilonio, el año en que Nabucodonosor sitió
Jerusalén fue el cuarto año del reinado de Joacim. Pero si se usa el sistema judío, correspondió al
tercer año de ese rey. Es probable que Daniel, por ser judío, adoptara el calendario judío que le
era más familiar.
Una segunda posibilidad se basa en el sistema babilónico de registrar las fechas del reinado
de sus monarcas. La porción del gobierno de un rey que precedía al inicio de un año nuevo en el
mes de Nisán, i.e., su año de ascensión al trono, se le llamaba el primer año aunque fuera de
corta duración. Si Jeremías siguió ese método de contar las fechas, tomó en cuenta el año de
ascensión al trono de Joacim (que sólo fue parte de un año) como si fuera su primer año. Y si
Daniel utilizó el método judío (el cual no tomaba en cuenta los primeros meses del reinado de un
monarca antes de que iniciara un año nuevo), entonces sólo contó los tres años completos que
Joacim había estado reinando. Ese año fue 605 a.C.
Daniel se refirió a Nabucodonosor (cuyo nombre significa “Nabu ha protegido mi heredad”)
como el rey de Babilonia. Pero en ese tiempo (605 a.C.) el rey de Babilonia era Nabopolasar y
Nabucodonosor todavía no había ascendido al trono. No obstante, mientras Nabucodonosor
estaba en campaña, escuchó que su padre había muerto y se apresuró a regresar a Babilonia para
ser entronizado (V. “Trasfondo histórico” en la Introducción). Debido a que Daniel escribió en
una fecha posterior, habló de ese rey sabiendo que ocuparía el trono.
El sitio de Jerusalén por Nabucodonosor se efectuó durante el reinado de Joacim, el
decimoséptimo rey de Judá e hijo mayor de Josías (cf. 2 Cr. 36:2 con 2 Cr. 36:5). El hermano
menor de Joacim, Joacaz, había sido puesto en el trono de Judá después que faraón Necao mató
al rey Josías en 609 a.C. (V. “Los últimos cinco reyes de Judá”, en el Apéndice, pág. 336). Pero
posteriormente, el mismo Necao destronó a Joacaz y puso en su lugar a Joacim (2 Cr. 36:3–4).
Jeremías había advertido a Joacim de la inminente invasión de Babilonia. Y el rey hizo caso
de las instrucciones del profeta en el sentido de que el pueblo de Dios debía someterse a los
caldeos sin oponer resistencia. Así que cuando Nabucodonosor sitió la ciudad, encontró poca o
ninguna resistencia y Joacim fue capturado y llevado a Babilonia. De esa manera, Judá pasó a
estar bajo la autoridad de Nabucodonosor.
Con esa incursión de Nabucodonosor empezó un importante período profético—el tiempo de
los gentiles (Lc. 21:24), que es el amplio período en que la tierra dada a Abraham y sus
descendientes en el pacto de Dios con ese patriarca será ocupada por los poderes gentiles. El
trono davídico quedará vacío, sin un heredero auténtico de la línea de ese rey. El tiempo de los
gentiles, que empezó con la invasión de Nabucodonosor a Jerusalén en 605 a.C., continuará hasta
que regrese el Mesías. En ese entonces, Cristo derrotará a las naciones, librará a la tierra de Israel
de los ocupantes gentiles, y hará que el pueblo escogido reciba las bendiciones pactadas, dando
inicio al reino milenial.
Dios había hecho un pacto con Israel en Moab (Dt. 28–30), justo antes de que entrara en la
tierra prometida (Dt. 29:1). En él, Dios estableció el principio por el cual él trataría con su
pueblo. La obediencia al Señor le traería bendición (Dt. 28:1–14) pero la desobediencia le
acarrearía el castigo (Dt. 28:15–68). En la segunda parte del pacto, Dios describió los castigos
que utilizaría para corregir al pueblo cuando sus caminos se apartaran de la ley revelada. Esos
castigos serían para hacer que ellos cumplieran sus exigencias, de tal modo que pudieran tener
derecho a sus bendiciones. El castigo más severo que él utilizaría para corregir a su pueblo, sería
la invasión de las naciones gentiles, las cuales lo subyugarían a su autoridad y lo expulsarían de
su tierra (Dt. 28:49–68).
A continuación, Moisés declaró que cuando Israel cayera bajo el castigo de Dios, la
disciplina no sería levantada hasta que el pueblo abandonara su pecado, se volviera en fe a Dios,
y obedeciera sus estipulaciones (Dt. 30:1–10). El reino del norte de Israel había sido llevado
cautivo por Asiria en 722 a.C., como consecuencia de la aplicación de los principios establecidos
en Deuteronomio 28. A raíz de la caída del reino del norte, de vez en cuando Judá, el reino del
sur, se volvía a Dios y escuchaba las amonestaciones de los profetas (aunque no en forma
consistente). El reino del sur sobrevivió por más de un siglo al reino del norte debido a su
arrepentimiento y obediencia propiciados por algunos reyes piadosos.
No obstante, esa condición no fue duradera. Judá también desechó el pacto de Dios,
incumplía el día de reposo, y el año sabático (Jer. 34:12–22), y siguió en su idolatría (Jer.
7:30–31). Por ello, y debido al pacto de Deuteronomio 28, el castigo debía caer sobre Judá. El
Señor escogió a Nabucodonosor como su instrumento para infligir su disciplina sobre su pueblo
desobediente (cf. 27:6; Hab. 1:6).
1:2b–3. Cuando Nabucodonosor regresó a Babilonia de su invasión a Judá, se llevó consigo
un gran botín para indicar que Judá quedaba sometido a Babilonia. En primer lugar, tomó parte
de los utensilios de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, los cuales puso en la casa de su
dios en Babilonia (cf. 2 Cr. 36:7). Su dios debe haber sido Bel, también llamado Marduk, que
era el dios principal de los babilonios (cf. el comentario de Dn. 4:8). (En hebr., la palabra que se
trad. como Babilonia es Sinar, un antiguo nombre de esa tierra; cf. Gn. 10:10; 11:2; 14:1; Is.
11:11; Zac. 5:11.) Ese acto significaba que las deidades babilónicas habían conquistado al Dios
de Judá.
En segundo lugar, Nabucodonosor se llevó a algunos de los hijos de Israel, del linaje real
de los príncipes judíos. Como se establece en la Introducción, esos príncipes probablemente se
consideraron rehenes, y se los llevaron para asegurar la continua sumisión de Judá a Babilonia. O
bien, pueden haber sido llevados a Babilonia con objeto de prepararlos para que ocuparan
puestos de liderazgo administrativo en caso de que Nabucodonosor tuviera que regresar a
subyugar a Judá. Aspenaz era el jefe de los oficiales (eunucos) de la corte. En todo el A.T. sólo
se menciona aquí por nombre, pero sí se cita como “jefe de los eunucos” en seis ocasiones (Dn.
1:7–11, 18). No es claro si la palabra “eunuco” (sārîs) tiene ese significado, o si simplemente se
refiere a un cortesano u oficial de la corte. Kitchen sugiere que en tiempos de Daniel, su
significado era “eunuco” (Kenneth A. Kitchen, Ancient Orient and Old Testament, “El Antiguo
Oriente y el A.T.” Downers Grove, III.: InterVarsity Press, 1966, págs. 165–166).
1:4–5. Esos cautivos eran muchachos en quienes no había tacha alguna, ni física ni mental,
y por lo tanto, constituirían una posesión valiosa para … el palacio del rey. Se hizo un intento
por asimilarlos a la cultura de la corte, ya que fueron obligados a aprender las letras y la lengua
de los caldeos, entre quienes habían ido a vivir. Asimismo, debían pasar por un riguroso
entrenamiento de tres años … al fin de los cuales debían presentarse delante del rey para entrar
a su servicio. Ese programa educativo probablemente incluía estudios de agronomía,
arquitectura, astrología, astronomía, leyes, matemáticas, y el difícil lenguaje acádico.
1:6–7. No se dice cuántos cautivos fueron tomados, pero sí se nombran a cuatro de ellos
porque posteriormente tuvieron un papel muy importante en el gobierno de Babilonia. Debido a
que los cuatro tenían nombres que honraban a Jehová el Dios de Israel, les fueron cambiados. El
significa Dios, e -iah (o -yah) es una abreviatura de Yahweh, lo cual sugiere que los padres de
aquellos jóvenes eran temerosos de Dios y que les pusieron nombres que hacían referencia al
Señor. Daniel, cuyo nombre significa “Dios ha juzgado” (o “Dios es mi Juez”), recibió el
nombre de Beltsasar (Bēlet-šar-uṣur en acádico), que significa “Señora, protege al rey”. Ocho
de las diez veces que se menciona Beltsasar en el A.T., se encuentra en la sección en arameo del
libro de Daniel (2:26; 4:8–9, 18–19 [3 veces]; 5:12). Las otras dos menciones están en 1:7 y
10:1.
Ananías (“Jehová ha sido misericordioso”) se convirtió en Sadrac, probablemente de la
forma verbal acádica šādurāku, que significa “soy temeroso (de un dios)”.
Misael (“¿Quién es como Dios?”) recibió el nombre de Mesac, que posiblemente provenía
del vb. acádico mēšāku, que significa “soy despreciable, vil, humillado (delante de mi dios)”.
Azarías (“Jehová ha ayudado”) fue nombrado Abed-nego, “siervo de Nebo” (Nego era una
variante hebr. del nombre babilonio del dios Nebo). Éste (cf. Is. 46:1), era hijo de Bel, y dios de
la escritura y la vegetación. También era conocido como Nabu (cf. el comentario de Dn. 1:1
relacionado con el nombre de Nabucodonosor).
De esa manera, el jefe de los eunucos (Aspenaz, v. 3) parecía decidido a borrar de la corte
babilónica cualquier testimonio que hubiera del Dios de Israel. Los nombres que dio a los cuatro
muchachos significaba que debían sujetarse a los dioses de Babilonia.
II. Historia profética de los gentiles durante el tiempo de los mismos (caps. 2–7)
A. El sueño de Nabucodonosor (cap. 2)
1. EL SUEÑO DEL REY (2:1–16)
a. El sueño (2:1–3)
2:1. Poco después que Nabucodonosor ascendiera al trono, se sintió preocupado por un sueño
que se presentaba de forma recurrente. Debido a que Daniel relató e interpretó solamente un
sueño (cf. vv. 24–26), el uso del plural aquí (sueños) parece indicar la repetición del mismo
sueño. Evidentemente, Nabucodonosor percibía que ese sueño era de gran importancia, pues se
perturbó (cf. v. 3) y consternó de tal manera, que no podía dormir.
2:2–3. El rey hizo llamar a los hombres sabios de todas las tierras que dominaba y que
aseguraban que podían conocer el futuro de una u otra manera (cf. el comentario de 1:17). Si el
método utilizado por uno de ellos fallaba y no daba el resultado deseado, entonces recurrían al
método de otro para que revelara el significado del sueño. Eran llamados en grupo para realizar
sus encantamientos y dar así al rey una interpretación que lo satisficiera. El rey desafió a los
sabios para que le revelaran el significado del sueño.
b. Desesperación de los sabios (2:4–11)
2:4. Parece que la tarea de interpretar un sueño (v. 3) no era una novedad, puesto que los
sabios no se sorprendieron. (Como se mencionó en la sección de “Idiomas” en la Introducción,
1:1–2:4a está escrito en hebr., pero cuando comienzan las palabras: Rey, para siempre vive, del
v. 4b el idioma que se usa hasta el 7:28 está en lengua aramea.) Los hombres sabios estaban
seguros que una vez que el rey les revelara su sueño, podrían mostrarle la interpretación. No
dudaban que con su sabiduría colectiva, serían capaces de dar al rey una explicación
satisfactoria.
2:5–6. Aunque el rey había pedido antes a los sabios que interpretaran algún sueño y había
quedado satisfecho con su respuesta, es evidente que nunca había pedido una explicación para un
sueño que consideraba tan importante. Así que decidió probarlos. Si eran capaces de predecir el
futuro por medio de la interpretación de sueños, también deberían ser capaces de reconstruir el
pasado y recordar el sueño. Así que se rehusó a relatarles el sueño, lo cual no significa que se le
hubiera olvidado. Si así fuera, los sabios, para salvarse de la muerte, fácilmente podrían haber
fabricado un sueño y su interpretación. El razonamiento del rey fue que si no podían reconstruir
el pasado, entonces sus predicciones con respecto al futuro no eran confiables.
El rey prometió favores y gran honra a esos sabios si mostraban e interpretaban el sueño.
Pero si demostraban ser falsos pronosticadores y no podían conocer el sueño, serían condenados
a muerte (serían hechos pedazos) y sus casas quemadas y convertidas en muladares.
2:7–9. Una vez más, los sabios (cf. v. 4) pidieron al rey que les diera a conocer su sueño, y
prometieron que le mostrarían la interpretación. El rey los acusó de que estaban tratando de
hacer tiempo, y nuevamente mencionó la sentencia (cf. v. 5) si no le daban a conocer su sueño.
Sentía que la única forma de confiar en la interpretación del futuro era si ellos descubrían qué
había soñado. De otra forma, pensaría que estaban conspirando entre ellos para darle una
respuesta mentirosa y perversa. También es posible que Nabucodonosor se estuviera
impacientando con los hombres sabios, que posiblemente eran mayores que él porque habían
trabajado para su padre. Otra razón por la que los probó de esa forma es que comenzaba a dudar
de sus supuestos conocimientos.
2:10–11. Para defenderse, los caldeos afirmaron que el rey estaba pidiendo un absurdo, y
que ningún soberano había pedido jamás cosa semejante a sus hombres. Argumentaron que el
futuro pertenece a los dioses, y no a los hombres. Es interesante que con esa declaración
admitieron que habían engañado al rey en sus interpretaciones anteriores. Esa fue una revelación
desconcertante, porque provino de aquellos que eran tan estimados en las cortes reales.
c. El decreto del rey (2:12–13)
2:12–13. Cuando los caldeos contestaron que no podían satisfacer las demandas del rey, éste
se llenó de ira y gran enojo (cf. 3:13, 19). Decretó que los sabios fueran llevados a la muerte.
El edicto no sólo incluyó a quienes estaban sirviendo en la corte real, sino a todos los que
afirmaban que podían predecir el futuro. Debido a que Daniel y … sus compañeros eran
considerados sabios, la sentencia también cayó sobre ellos.
d. La declaración de Daniel (2:14–16)
2:14–16. Daniel no sabía lo que había sucedido en la corte del rey. Quizá había rehusado
aceptar el llamado real (v. 2) para no tener contacto con los líderes paganos. Cuando llegaron
hasta él las noticias de que estaba condenado a muerte, pidió de manera sabia a Arioc, capitán
de la guardia del rey, que le explicara por qué. Entonces, Arioc hizo saber a Daniel lo que
había sucedido y la forma en que se descubrió el engaño de los sabios al rey.
Con osadía, Daniel se acercó al rey y pidió que detuviera la orden de las ejecuciones ya que
él mostraría la interpretación de su sueño. Esto requirió de gran valor, pues el rey ya había
acusado a los sabios de querer ganar tiempo (v. 8).
Es evidente que el rey tenía a Daniel en alta estima, porque se le permitió el acceso a la
presencia del soberano y pudo hacer su petición directamente. Aunque no esté registrado, es
posible que Daniel hubiese interpretado algunos sueños anteriores, no necesariamente los del rey.
Así que estaba seguro de poder interpretar ese sueño.
2. LA INTERPRETACIÓN (7:15–28)
a. Explicación de las cuatro bestias (7:15–17)
7:15–17. Al igual que Nabucodonosor antes que él (cf. 2:1; 4:4–5), Daniel se turbó por el
sueño (cf. 7:28). Aunque había demostrado tener la capacidad de interpretar sueños en ocasiones
anteriores (caps. 2; 4), no pudo interpretar este ni el siguiente (8:15). Así que se acercó a uno de
los que asistían, quien, al parecer, después se identificó como el ángel Gabriel (8:16; 9:21), para
que le mostrara la interpretación de la visión. La explicación fue que las cuatro grandes bestias
eran cuatro reyes. Como se mencionó antes, los cuatro reinos son Babilonia, representada por el
león; Medo-Persia, representada por el oso con un costado más alto que el otro; Grecia,
representada por el leopardo alado con cuatro cabezas; y Roma, representada por la bestia
cruzada. (V. los mapas de esos cuatro imperios en el Apéndice, págs. 337–340.)
b. Promesa a Israel (7:18)
7:18. Después de la destrucción de la cuarta bestia en la segunda venida del Señor, los santos
del Altísimo (cf. el comentario acerca del “Altísimo” en 3:26) poseerán el reino (cf. 7:22, 27).
Los “santos” se refiere a los judíos creyentes (cf. el comentario del v. 25), no a los creyentes de
la era de la iglesia. En ningún lugar del A.T. se menciona la existencia de la iglesia actual. La
nación de Israel sería puesta a un lado por castigo divino durante “el tiempo de los gentiles”, que
empezó con Nabucodonosor. A Daniel se le dijo que durante el “tiempo de los gentiles”, se
levantarían y gobernarían cuatro imperios sobre la tierra y sobre Israel. Sin embargo, el pacto de
Dios con David (2 S. 7:16; Sal. 89:1–4) sigue vigente y al final se cumplirá. Los “santos” (judíos
creyentes cuando Cristo regrese a la tierra) disfrutarán del reino, que es el cumplimiento de la
promesa de Dios a Israel.
c. Detalles del cuarto reino (7:19–28)
(1) La petición. 7:19–20. Parece que Daniel no tuvo ninguna dificultad para interpretar el
significado de las tres primeras bestias. Sin embargo, la cuarta bestia sí lo consternó, y le pidió
al ángel (posiblemente se trata de Gabriel; cf. 8:16, 9:21) que le mostrara la interpretación de la
bestia, de los diez cuernos y del cuerno pequeño que sobresalía de entre los diez. El significado
de los diez cuernos y especialmente del cuerno pequeño, es de gran importancia. Desde ese
punto y hasta el final de la profecía, Daniel se ocupó de la revelación relacionada con la persona
y obra que representa ese cuerno pequeño.
(2) El juicio de la bestia. 7:21–22. Ya se habían revelado a Daniel varios datos acerca del
cuerno pequeño (v. 8). (1) Salió después de los otros 10 cuernos (reyes; cf. v. 24) y llegó a ser
contemporáneo de ellos. (2) Creció de tal manera, que hizo que fueran arrancados 3 de los diez
(reyes). (3) Era inteligente (tenía ojos como de hombre). (4) Era arrogante y hablaba grandes
cosas (cf. v. 11).
A continuación (vv. 21–22), se presentan tres datos adicionales: (5) Perseguiría a los santos
del Altísimo (cf. v. 25; acerca del “Altísimo” V. el comentario de 3:26). Es obvio que ese cuerno
representa a una persona. En 7:24, se dice que se trata de un rey. Como en el v. 18, los santos se
refieren a la nación de Israel. Ese personaje perseguirá a Israel durante la tribulación. (6)
Derrotará (y los vencía) a la nación de Israel y la someterá a su autoridad (Ap. 12:13–17; 17:7).
(7) Será juzgado por Dios (cf. Ap. 19:19–20), e Israel ya no estará más bajo el gobierno del
cuerno pequeño, sino que podrá disfrutar de las bendiciones del pacto en el reino (cf. Dn. 7:18).
(3) El alcance del reino de la bestia. 7:23. Históricamente hablando, la influencia de la
cuarta bestia, aunque es más amplia que la de los tres reinos anteriores, es limitada. Sin
embargo, el alcance del gobernante del cuarto reino en la tierra será mundial. Se explicó a
Daniel que ese imperio devoraría a toda la tierra (cf. Ap. 13:7). Será una conquista cruel,
porque trillará y despedazará a aquellos que se le opongan. Esto anticipa la venida de un
gobierno mundial dirigido por un dictador absoluto.
(4) Los diez cuernos y el cuerno pequeño (7:24–25). 7:24. A continuación, el ángel interpretó
el significado de los diez cuernos y dijo que se trataba de diez reyes que estarán dentro de ese
reino. El cuarto imperio, a pesar de su gran poder (vv. 7, 23), se caracterizará por su debilidad
progresiva, deterioro y división (cf. el comentario de 2:41–43 acerca del hierro y barro de la
cuarta sección de la imagen de Nabucodonosor). Cuando las hordas del norte conquistaron al
imperio romano en el s. V d.C., no se unieron para formar otro imperio sino que surgieron
naciones individuales del antiguo imperio romano. Algunas de ellas así como otras que surgieron
a partir de ellas, todavía existen en la actualidad. Así que nuestra era es la etapa de los diez
cuernos de la cuarta bestia. (Sin embargo, otros premilenaristas sostienen que la etapa de los diez
cuernos es futura, que la era actual de la iglesia no se menciona en esta visión y que los diez
reyes coexistirán en un nuevo [o resurgido] imperio romano.)
Algún tiempo después que se levanten los diez cuernos—Daniel no recibió información
acerca de cuánto tiempo después—se levantará otro rey (el cuerno pequeño, 7:8, 20). En su
proceso de ascenso al poder, derribará … a tres de los primeros reyes (llamados tres cuernos
en el v. 8), i.e., someterá a tres de las diez naciones bajo su autoridad cuando inicie su carrera
hacia la obtención del poder absoluto.
7:25. Aparte de los datos que ya se han dado acerca de ese futuro rey (V. el comentario de
los vv. 21–22), ahora se revelan otros tres detalles: (1) Se opondrá a la autoridad de Dios.
(hablará palabras contra el Altísimo) (cf. Ap. 13:6). Acerca del “Altísimo”, V. el comentario
de Dn. 3:26. (2) Quebrantará … a los santos (i.e., Israel; cf. el comentario de Dn. 7:21). (3)
Iniciará una era totalmente diferente en la que abandonará la ley anterior e instituirá su propio
sistema. Tal como se menciona en 9:27a, aparentará ser amigo de Israel, pero llegará a ser su
perseguidor (y los santos serán entregados en su mano) y ubicará en Jerusalén la capital de su
imperio (11:45) durante tres años y medio (Ap. 12:6; 13:5). Tiempo, y tiempos, y medio tiempo
(cf. Dn. 12:7; Ap. 12:14) se refieren a los tres años y medio que durará la gran tribulación.
“Tiempo”, significa un año, “tiempos”, dos años, y “medio tiempo” seis meses. Esto equivale a
los 1260 días de Apocalipsis 12:6 y a los 42 meses de Apocalipsis 11:2; 13:5. (Cf. el comentario
acerca de “tiempo” en Dn. 4:16.)
(5) La promesa a Israel. 7:26–27. Cuando el Juez, Dios el Padre, convoque a la corte (cf. v.
10), i.e., cuando juzgue al cuerno pequeño, le quitarán su dominio para que sea destruido (cf.
v. 11; 2 Ts. 2:8; Ap. 19:20). Esto ocurrirá en la segunda venida de Cristo. Al principio del
milenio, el Hijo del hombre recibirá la autoridad para gobernar (cf. Dn. 7:14) sobre los santos
del Altísimo (cf. el comentario de 3:26); i.e., Israel (cf. 7:18, 22), la nación que ha estado unida a
Dios por medio del pacto abrahámico (Gn. 12:1–6; 13:14–17; 15:18–21). Ese reino no será
destruido o remplazado por ningún otro, sino que continuará durante el milenio y durará por
siempre (cf. Dn. 4:34; 6:26; 7:14). Además, todos los pueblos y los reyes le servirán y
obedecerán.
(6) La respuesta de Daniel. 7:28. Este panorama profético del tiempo de los gentiles le
pareció tan asombroso a Daniel, que lo conmovió profundamente. No compartió la visión con
nadie en ese momento. Sin embargo, cuando escribió las profecías que llevarían su nombre más
tarde, registró lo que le había sido revelado en visión.
Es muy evidente el paralelismo que existe entre las verdades reveladas a Daniel en esta
ocasión y las que fueron reveladas a Nabucodonosor al principio de su reinado (cap. 2). Ambas
abarcan el tiempo de los gentiles. Los dos sueños indican que Israel y su tierra serían gobernados
por cuatro imperios mundiales sucesivos. El primero fue Babilonia, representado por la cabeza
de oro y el león con alas. El segundo fue el medo-persa, representado por el pecho y brazos de
plata y por el oso que estaba más levantado de un costado que del otro. El tercero fue el imperio
griego, representado por el vientre y los muslos de bronce y el leopardo alado con cuatro
cabezas. El cuarto fue el imperio romano, representado por las piernas de hierro con pies de
hierro mezclado con barro y por la bestia cruzada. La fuerza férrea del cuarto imperio se explica
por las piernas de hierro (2:40) y los dientes de hierro de la bestia (7:7). El poder pasó de Asiria a
Babilonia en 609 a.C., de Babilonia a Persia en 539 a.C., de Persia a Grecia en 330 a.C., y de
Grecia a Roma en el s. I a.C.
Casi al final del tiempo de los gentiles, ejercerá autoridad mundial el llamado “cuerno
pequeño” y tratará de evitar que Cristo reine, persiguiendo al pueblo del pacto de Dios. Su corto
reinado de siete años (V. el comentario acerca de “un siete” en 9:27) terminará con la segunda
venida de Cristo. En ella, Cristo establecerá su reino milenial en la tierra y así se cumplirá el
pacto de Dios con Israel.
Los amilenaristas sostienen que el “cuerno pequeño” ya apareció en la historia (después de la
primera venida de Cristo), sin embargo esto es incorrecto porque: (a) ningún gobernante ha
llegado a poseer soberanía mundial (7:23), (b) ningún gobernante ha sometido a tres de 10 reyes
que estuvieran reinando simultáneamente (v. 24), (c) no ha existido un gobernante que haya
perseguido a Israel (v. 21) durante tres años y medio (v. 25), y (d) ningún gobernante ha sido
destruido para siempre (v. 26) con la venida de Cristo. El “cuerno pequeño” tampoco puede
representar al papado de la iglesia católica romana, pues: (a) el “cuerno pequeño” es un rey, no
un papa, (b) el poder papal no ha sido limitado a tres años y medio, (c) el papado no se ha
concentrado en perseguir a la nación de Israel, y (d) el papado no ha sido destruido con la venida
de Cristo a la tierra.
III. Historia profética de los judíos durante el tiempo de los gentiles (caps. 8–12)
A. La visión del carnero y del macho cabrío (cap. 8)
Los caps. 8–12 (y 1:1–2:4a) fueron escritos en hebreo, mientras que del 2:4b–7:28, están en
arameo. Para ver la importancia de esto, V. “Idiomas” en la Introducción.
1. LA VISIÓN (8:1–14)
a. Preparación (8:1–2)
8:1–2. La visión que Daniel registra en el cap. 8 ocurrió dos años después de la visión del
cap. 7 (cf. en el año tercero de Belsasar, 8:1, con su “primer año:, 7:1). En su visión, Daniel se
vio a sí mismo en el palacio de Susa, una de las ciudades reales de Persia, localizada a más de
320 kms. al oriente de Babilonia, junto al río Ulai (V. el mapa “El mundo de Jeremías y
Ezequiel” en el Apéndice, pág. 341). Un siglo después, el rey persa Jerjes, construyó un palacio
majestuoso ahí mismo, que fue donde se llevaron a cabo los eventos registrados en el libro de
Ester (cf. Est. 1:2). Nehemías fue el copero del rey Artajerjes en el palacio de Susa (Neh. 1:1).
b. Visión del carnero (8:3–4)
8:3–4. En la visión, Daniel vio a un carnero cerca del río que tenía dos cuernos largos algo
peculiares y que uno era más alto que el otro. Los cuernos no habían surgido de manera
simultánea; el más largo surgió después (creció después) que el corto. La diferencia entre los
dos cuernos del carnero evoca al oso cuyos costados no eran iguales (7:5). El carnero que había
estado junto al río comenzó a embestir al poniente, al norte y al sur. Su embate era irresistible y
no había quien escapase de su furia. Hacía conforme a su voluntad, dominó todo el territorio
que pisó y se engrandecía.
c. Visión del macho cabrío (8:5–14)
8:5–8. Daniel vio un macho cabrío con un solo cuerno notable que llegó repentinamente
del lado del poniente. Su velocidad era tal, que sus pies no tocaban la tierra. El macho cabrío
venía decidido a destruir al carnero de dos cuernos, y lo embistió con la furia de su fuerza,
quebrando sus dos cuernos.
El carnero no tenía fuerzas para defenderse y el macho cabrío lo derrotó. La grandeza que
había caracterizado al carnero, ahora pertenecía al macho cabrío. Antes, nadie pudo escapar del
poder del carnero (v. 4). Pero después no hubo quien escapara del macho cabrío (v. 7). Tan
pronto como el macho cabrío fue ascendido al poder (se engrandeció sobremanera), su gran
cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables.
En cierta forma, la descripción de este macho cabrío es paralela a la de la tercera bestia de
7:6, el leopardo con alas. Ambos se destacan por su rapidez y el leopardo tenía cuatro cabezas,
así como el macho cabrío tenía cuatro cuernos. Es probable que los cuernos del macho cabrío
representen a cuatro reyes (así como los cuernos de la cuarta bestia representaban cuatro reyes,
7:24).
8:9–12. De uno de los cuatro cuernos salió un cuerno pequeño. Tuvo un comienzo
insignificante, pero llegó a tener gran poder en el sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa,
i.e., la tierra de Israel. Llegó a ser el gran perseguidor del pueblo de Israel (ejército del cielo; cf.
“ejército” en v. 13) y sometió a esa nación (la pisoteó). Se erigió como el rey de Israel,
llamándose el príncipe de los ejércitos. Obligó a la nación a adorarlo, como se entiende porque
prohibió a Israel continuar con sus prácticas religiosas (quitó el continuo sacrificio) y profanó el
templo (el lugar de su santuario fue echado por tierra). La nación de Israel (los santos; cf. el
comentario de 7:18) accedió a los caprichos de ese individuo al ver su prevaricación (rebelde;
cf. en 8:13). Ese hombre prosperó, y despreció la verdad contenida en la palabra de Dios. Se
dice que la verdad también fue echada por tierra.
Esta parte de la visión anticipa el surgimiento de un gobernante en el imperio griego que
sometería al pueblo y a la tierra de Israel, profanaría el templo, interrumpiría su culto y exigiría
para él mismo la adoración y la autoridad que sólo pertenecen a Dios.
8:13–14. Para consuelo de Daniel, un ángel (un santo; cf. “santos” en 4:17) se dirigió hacia
el ángel intérprete (otro de los santos) y le preguntó. ¿Hasta cuándo durará la visión del
continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para
ser pisoteados? La respuesta fue, hasta dos mil trescientas tardes y mañanas. (Para entender
el significado de “2,300” tardes y mañanas, V. el comentario de 8:23–25.) Cuando se haya
cumplido ese tiempo, el santuario que había sido profanado, sería purificado y restaurado a su
posición original en la vida de la nación.
2. LA INTERPRETACIÓN (8:15–27)
a. Intervención de Gabriel (8:15–18)
8:15–18. Una vez más, Daniel, aunque había sido capaz de interpretar los sueños de
Nabucodonosor (caps. 2; 4), no pudo interpretar el suyo (cf. 7:16). Gabriel fue enviado para
interpretar la visión a Daniel. Es comprensible que Daniel estuviera aterrado (cf. 7:15) por la
aparición del mensajero glorioso, por lo que se postró sobre su rostro. Gabriel se refirió a Daniel
llamándolo hijo de hombre (cf. el comentario de Ez. 2:1; no debe ser confundido con Cristo, el
Hijo del Hombre), y le explicó que la visión era para el tiempo del fin (cf. Dn. 8:19), i.e., que
eran eventos, concernientes a la nación de Israel que ocurrirían en el futuro bajo el imperio
griego.
b. Interpretación de Gabriel (8:19–26)
8:19. Gabriel le declaró que la visión era de cosas que sucederían después del tiempo de
Daniel (lo que ha de venir al fin de la ira … para el tiempo del fin; cf. v. 17). Es importante
notar que ese tiempo futuro, dentro del tiempo de los gentiles, fue también llamado el tiempo de
la ira. Como se mencionó antes (cap. 2), los tiempos de los gentiles es el período que
transcurrirá desde el reinado de Nabucodonosor hasta la segunda venida de Cristo, durante el
cual Israel está padeciendo el castigo divino. Sus actos de desobediencia provocaron la ira
disciplinaria de Dios sobre la nación.
8:20–21. Primero, Gabriel interpretó el significado del carnero … que tenía dos cuernos
(cf. vv. 3–7). Esa bestia representa a Media y … Persia, el mismo imperio que se representa con
el oso, cuyos costados no son iguales (7:5). Aunque Persia surgió después que Media (en 559
a.C. en contraste con Media, que empezó varios siglos antes), los persas superaron a los medos.
Por eso, el segundo cuerno del carnero aparece más largo que el primero. Persia extendió su
imperio hacia el oriente, norte y sur con un numeroso ejército de más de 2 millones de soldados.
A continuación, el ángel explicó el significado del macho cabrío con el cuerno grande que
tenía entre sus ojos. El macho cabrío representa al rey (o reino) de Grecia, que en 7:6 se
representa por el leopardo alado. (V. “Comparación entre Daniel 2;7 y 8”, en el Apéndice, pág.
342). El cuerno representa al primer rey de Grecia, Alejandro (cf. 11:3). Aunque su padre Felipe
II de Macedonia había unificado a todas las ciudades-estado de Grecia, excepto Esparta,
Alejandro se considera el primer rey griego propiamente dicho.
Alejandro Magno (el cuerno que sobresale, 8:5) vino del occidente con un ejército pequeño
pero veloz. Se enfureció (v. 6) contra los persas por haber derrotado a los griegos en las batallas
de Maratón (490 a.C.) y Salamina (481), ciudades griegas que estaban cerca de Atenas. Él
conquistó Asia Menor, Siria, Egipto y Mesopotamia en pocos años, a partir de 334 a.C. Los
persas no pudieron defenderse contra sus avances (v. 7). (V. “Ruta de las conquistas de
Alejandro el Magno”, en el Apéndice, pág. 343.) En 323 a.C., a la edad de 32 años, Alejandro
murió en Babilonia de malaria y de complicaciones por su problema de alcoholismo. Cuando
estaba en la cima de su poderío, le fue quitada la vida (v. 8).
8:22. Ya que Alejandro no tuvo herederos, el reino se dividió algunos años después entre sus
cuatro generales, quienes representan a los cuatro cuernos (cf. v. 8; 11:4). Sin embargo, el reino
dividido de Grecia nunca tuvo la fuerza que había alcanzado bajo el liderazgo de Alejandro.
Tolomeo recibió Egipto y otras partes de Asia Menor. Casandro recibió el territorio de
Macedonia y Grecia. Lisímaco recibió Tracia y otras partes de Asia Menor (Bitinia occidental,
Frigia, Misia y Lidia). Seleuco recibió el resto del imperio alejandrino, que incluía Siria, Israel y
Mesopotamia.
8:23–25. Años más tarde, de entre los cuatro cuernos (reyes), se levantaría, dijo Gabriel, un
rey (entendido en enigmas; cf. engaño, v. 25), muy poderoso que arrasaría los campos y
destruiría a la gente para extender su reino. Los santos, la nación de Israel (cf. “santos” 7:18, 22,
27), serían el blanco preferido de su opresión. Al someter a Israel, muchos perderían la vida,
justo cuando pensaban que estaban a salvo. Su antagonismo contra Israel también sería contra
Dios, el Príncipe de los príncipes. No obstante, ese conquistador poderoso sería quebrantado
(destruido) por una fuerza sobrenatural. Su surgimiento no había sido por medios propios (8:24)
y su caída no sería por mano humana (murió demente en Persia en 163 a.C).
El rey a quien se hace referencia aquí se conoce como Antíoco IV Epífanes. Después de
asesinar a su hermano, que había heredado el trono de la dinastía de Seleuco, subió al poder en
175 a.C. En 170 a.C., Tolomeo VI de Egipto intentó recobrar algo del territorio que estaba
siendo gobernado por Antíoco. Así que éste invadió Egipto y derrotó a Tolomeo VI,
proclamándose rey de Egipto. De esa manera, su poder “creció mucho al sur” (v. 9). Cuando
regresó de su conquista, surgieron problemas en Jerusalén, así que decidió someterla (“la tierra
gloriosa”, v. 9; cf. 11:16, 41). Conquistó a los habitantes de Jerusalén, profanó el templo y
saqueó sus tesoros.
Terminada esa conquista, Antíoco regresó a Egipto en 168, pero fue obligado por Roma a
abandonar Egipto. Regresó a Israel decidido a convertirlo en un estado que sirviera de
amortiguador entre él y Egipto. Atacó y quemó Jerusalén, matando a multitudes (cf. 8:10).
Prohibió a los judíos que siguieran la ley mosaica, que guardaran el sábado, que celebraran sus
fiestas solemnes, que ofrecieran sus sacrificios acostumbrados y que circuncidaran a sus hijos
(cf. v. 11). Se colocaron altares para el culto a los ídolos en Jerusalén y el 16 de diciembre de
167 a.C., ordenó a los judíos so pena de muerte que ofrecieran sacrificios inmundos y que
comieran carne de cerdo. (Si bien es cierto que sus amigos lo llamaban Epífanes [“el ilustre”], no
es de sorprender que los judíos lo llamaran Epimanes [“el loco”]. (Para más información del
papel de Antíoco IV Epífanes, V. el comentario de 11:21–35).
La profanación del templo por iniciativa de Antíoco, duraría 2,300 tardes y mañanas (8:14).
Algunos toman las 2,300 tardes y mañanas como 2,300 días, i.e., un poco más de seis años. En
esa interpretación, los seis años transcurren desde la primera incursión de Antíoco a Jerusalén
(170 a.C.) hasta la reconstrucción y restauración del templo encabezada por Judas Macabeo a
finales del año 164 a.C. Sin embargo, es preferible una segunda interpretación. En lugar de que
cada tarde y cada mañana represente un día, pueden representar los sacrificios de la tarde y de la
mañana, los cuales fueron interrumpidos por órdenes de Antíoco cuando profanó el templo (cf.
“el sacrificio continuo”, vv. 11–21). Ya que se ofrecían dos sacrificios diariamente, entonces las
2,300 ofrendas serían equivalentes a 1,150 días o tres años (de 360 días cada uno) más 70 días.
Este es el tiempo que transcurrió desde que Antíoco profanó el templo (16 de diciembre del año
167 a.C.) hasta que fue reconstruido y restaurado por Judas Macabeo a finales del año 164 a.C. y
a principios del 163 a.C. cuando los sacrificios judíos fueron restaurados por completo y Judá
logró su independencia religiosa. Cualquiera que sea la interpretación que uno acepte, el número
2,300 es literal y el período de tiempo que corresponde a esta cifra, se cumplió literalmente.
Entre los expositores bíblicos no hay duda de que esta profecía describe a Antíoco. Lo que se
predijo se cumplió lit. en él. Sin embargo, la profecía se proyecta más allá de Antíoco para
describir a un personaje futuro (el anticristo) de quien el primero es sólo un precursor. De ese
personaje futuro se dice que “se levantará contra el Príncipe de los príncipes” (v. 25), que no
puede ser otro que Jesucristo. Por tanto, la profecía debe trascender a Antíoco y referirse a
alguien que realizará una obra similar a la de él.
De Antíoco se obtienen varios datos con respecto al prevaricador que está por venir: (1)
Obtendrá gran poder sojuzgando a otros (v. 24). (2) Ascenderá al poder prometiendo una
seguridad falsa (v. 25). (3) Será inteligente y persuasivo (v. 23). (4) Será controlado por otro (v.
24), i.e., Satanás. (5) Será adversario de Israel y someterá esa nación a su autoridad (vv. 24–25).
(6) Se levantará contra el Príncipe de príncipes, el Señor Jesucristo (v. 25). (7) Su gobierno
terminará por juicio divino (v. 25). En conclusión, existe una referencia doble en esta profecía
asombrosa. Revela la historia de Israel durante el período que vivió bajo el dominio de los
seléucidas y en particular de Antíoco. Pero también anticipa la experiencia futura de Israel bajo
el dominio del anticristo, de quien Antíoco es figura.
8:26. Daniel recibió órdenes de guardar la visión, en el sentido de que ya había concluido, no
en el sentido de mantenerla en secreto, pues necesitaba ser preservada para el futuro. La mantuvo
en su mente y después la escribió inspirado por el Espíritu Santo.
c. Respuesta de Daniel (8:27)
8:27. Daniel quedó completamente perplejo (quebrantado, y … enfermo) ante la
interpretación de esa visión de tal modo, que no pudo atender los negocios del rey por algunos
días.
4. CONCLUSIÓN (12:4–13)
a. El sello del libro (12:4)
12:4. Es comprensible que Daniel y sus lectores originales no entendieran todos los detalles
de las profecías que se dieron en este libro (cf. v. 8). No fue sino hasta que la historia continuó
desarrollándose que pudieron asimilar mejor sus revelaciones proféticas. Dios indicó que habría
un entendimiento más completo acerca de lo que él había escrito. En la actualidad, podemos ver
la historia en forma retrospectiva y entender la importancia de muchas de las cosas que Daniel
profetizó. Y, hasta el tiempo del fin (cf. v. 9, y V. “el fin” y “el fin de los días” en v. 13) las
palabras de este libro que han sido selladas (quedarán intactas) serán comprendidas por muchos
que buscarán la ciencia en ellas. Esto sucederá durante la tribulación (cf. 11:40, “el tiempo del
fin”). Aunque el pueblo de Daniel no comprendió totalmente las profecías contenidas en su libro,
sí lo consoló. Se le aseguró que al final, Dios libraría a Israel del yugo gentil y que cumpliría las
promesas de su pacto.
b. Preguntas en cuanto a la gran tribulación (12:5–13)
12:5–6. Esta sección (vv. 5–13) incluye dos peticiones (una hecha por un ángel y una por
Daniel) y dos respuestas angelicales. La primera petición está en los vv. 5–6, y la primera
respuesta en el v. 7. La segunda pregunta está en el v. 8 y la respuesta en los vv. 9–13. Al
parecer, dos ángeles habían ayudado al ángel mensajero, que probablemente era Gabriel (cf. el
comentario de 10:5). Uno de ellos estaba al este del río (el Tigris; cf. 10:4) y llamó a un ángel
que estaba parado cerca de Gabriel (el que estaba vestido de lino; cf. 10:5) y le preguntó:
¿Cuándo será el fin de estas maravillas? Es probable que “estas maravillas” se refiera a los
eventos registrados en 11:36–45, que hablan acerca de la ocupación final de Israel por el último
gobernante gentil.
12:7 Gabriel respondió al ángel que esos eventos se cumplirían en tiempo, tiempos, y la
mitad de un tiempo, i.e., en tres años y medio (cf. el comentario de 7:25). Aunque ese último
gobernador reinará por siete años, la primera mitad de ese período será de relativa paz en Israel.
Estará disfrutando de los beneficios del pacto que ese rey habrá hecho con ellos (9:27). Israel
será “una tierra indefensa” y estará “sin muros, y no tienen cerrojos ni puertas” (Ez. 38:11). Pero
el anticristo quebrantará su pacto (Dn. 9:27) aproximadamente a la mitad del setentavo “siete” de
años. Después, los reyes del sur y del norte invadirán Israel (11:40). Una vez que el rey gentil (el
anticristo) destruya esos dos ejércitos, ocupará Israel, dominará la tierra y establecerá su centro
de operaciones políticas y religiosas en Jerusalén (11:41, 45). Reinará en Jerusalén, como su rey
y dios y será el peor perseguidor que Israel haya conocido (Ap. 13:5–7). El poder de Israel
acabará por el poder cruel de ese rey y al final de la tribulación todas estas cosas (los eventos de
11:40–45) serán cumplidas.
12:8. A continuación, Daniel se dirigió a Gabriel llamándolo su Señor (término que se utiliza
para mostrar respeto como cf. 10:16–17, 19) y le preguntó: ¿cuál será el fin de estas cosas?
Quería saber el plan de Dios para Israel más allá del período de la tribulación. Daniel había
recibido poca información acerca de las bendiciones de Israel en el reino milenial que seguiría a
la segunda venida de Cristo, pero sí sabía que Dios establecería su reino eterno (2:44; 7:14, 22,
27) y que los santos lo poseerían (reinarían). Muchas de las profecías habían sido reveladas a
través de los profetas y muchas más lo serían a través de profetas que aún estaban por venir
(Hageo, Zacarías y Malaquías).
12:9–10. Tal y como el ángel había declarado (v. 4), las palabras quedarían cerradas y
selladas (se mantendrían intactas y estarían disponibles) hasta el tiempo del fin (la segunda
mitad de la semana setenta; cf. v. 7; también vea “fin” en los vv. 4, 13). Durante ese período,
muchos judíos se volverán hacia su Salvador (cf. v. 3) y como resultado serán limpios, y
emblanquecidos y purificados. Pero los impíos seguirán en sus caminos torcidos, siguiendo y
adorando al anticristo, el rey del mundo. Lo que Dios reveló a Daniel seguirá estando velado
para ellos (cf. 1 Cor. 2:14), pero los entendidos (i.e., los justos; cf. “entendido” y “los que
enseñan justicia” en Dn. 12:3) comprenderán todo.
12:11. El ángel dijo que serían contados mil doscientos noventa días desde que fue quitado
el continuo sacrificio (cf. 9:27, “hará cesar el continuo sacrificio”) y hasta la abominación
desoladora (cf. 9:27, “después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador”).
La segunda mitad de la semana setenta es “tiempo, tiempos y medio tiempo” (7:25; Ap. 12:14),
que equivale a tres años y medio. También se cuenta como 42 meses (Ap. 11:2) o 1,260 días
(Ap. 11:3). ¿Cómo podemos entonces explicar la diferencia de 30 días (1,290 días comparados
con 1,260)? Algunos sugieren que los 30 días se prolongarán después del final de la tribulación,
dando tiempo para que se ejecute el juicio sobre Israel y las naciones. Otra posibilidad es que los
1,290 empiecen 30 días antes de la mitad de la semana setenta de años cuando el líder mundial
traiga “la abominación desoladora” (Mt. 24:15). Puede ser que los 1,290 días empiecen con una
proclamación (acerca de la abominación) 30 días antes de que ella aparezca. Como se mencionó
antes, la abominación será una imagen hecha a la semejanza de ese gobernador (Ap. 13:14–15) y
simbolizará su sistema religioso.
12:12–13. Se promete bendición para aquel que espere, y llegue a los mil trescientos
treinta y cinco días. Aquí se añaden 45 días a los 1,290 días (v. 11). Cuarenta y cinco días
después de terminar la tribulación, se cumplirá la bendición tan ansiada por Israel. Esta puede ser
la señal para la bendición del milenio, o bien, puede ser cuando Cristo descienda a la tierra,
quien habrá aparecido en el cielo (Mt. 24:30) 45 días antes, y ponga sus pies sobre el monte de
los Olivos (cf. Hch. 1:11). Para los creyentes, la venida de Cristo es una bendición y una
esperanza gloriosa.
Daniel no vivió para ver el cumplimiento de muchas de sus profecías. El ángel dijo que él
reposaría, i.e., moriría (cf. v. 2), pero que resucitaría (te levantarás … al fin de los días), y
recibiría su merecida heredad en el milenio. Debido a que Daniel creyó en Dios, y vivió una
vida de fe y servicio a él, recibirá una recompensa gloriosa. Todos los que, como Daniel, confían
en el Señor, compartirán estas bendiciones de su reino milenial.
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OSEAS
Robert B. Chisholm, Jr.
Traducción: Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
Paternidad literaria. Según Oseas 1:1, el autor de esta profecía fue Oseas, hijo de Beeri. No
obstante, algunos comentaristas atribuyen parte del material de su libro a un editor posterior.
Según esos eruditos, la forma presente del libro es producto de un proceso evolutivo en que el
material original de Oseas fue revisado y aumentado (cf., e.g., William Rainey Harper, A Critical
and Exegetical Commentary on Amos and Hosea, “Comentario crítico y exegético de Amós y
Oseas”, págs. clix–clxii; Hans Walter Wolff, Hosea, “Oseas” págs. xxix–xxxii). En especial, se
han presentado las referencias a Judá y los paralelismos con el lenguaje y teología usados en
Deuteronomio como ejemplos de adiciones al texto. Sin embargo, no es necesario negar los
pasajes referentes a Judá que aparecen en Oseas porque aunque su principal objetivo fue el reino
del norte, su mensaje abarcó a todo el pueblo de Dios. Al igual que Oseas, otros profetas del s.
VIII a.C., hablaron a ambos reinos al desarrollar sus profecías (para una explicación detallada
acerca de los pasajes de Judá que aparecen en Oseas, V. R.K. Harrison, Introduction to the Old
Testament, “Introducción al A.T.”. Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1969, págs.
868–870). Los paralelismos de Oseas con Deuteronomio no pueden ser etiquetados como
adiciones tardías si es que Deuteronomio se fecha correctamente como anterior y no posterior a
Oseas.
Fecha. El ministerio de Oseas se extendió por varias décadas, comenzando cerca del final de los
reinados de Uzías de Judá (ca. 790–739 a.C.) y Jeroboam II de Israel (ca. 793–753 a.C.) y
concluyendo en los primeros años del reinado de Ezequías. El gobierno de éste último comenzó
alrededor de 715 a.C., después de un período de vicerregencia con su padre Acaz. Debido a que
Israel fue el destinatario original de Oseas, parece extraño que en 1:1 se mencionen cuatro reyes
de Judá y sólo uno de Israel. Se desconoce la razón por la que se omiten los seis reyes de Israel
que sucedieron a Jeroboam II. Quizá esto sugiere la legitimidad de la dinastía davídica (cf. 3:5)
en contraste con la inestabilidad y desintegración del linaje real en el norte (cf. 7:3–7).
Trasfondo histórico. Los eventos de los reinados de los monarcas mencionados en 1:1 se
registran en 2 Crónicas 26–32. Oseas comenzó su ministerio cerca del final de un período de
éxito militar y prosperidad tanto de Israel como de Judá (cf. 2 R. 14:25–28; 2 Cr. 26:2, 6–15).
Durante la primera mitad del s. VIII a.C. ya había declinado la influencia asiria en el occidente,
circunstancia que permitió que florecieran los reinos de Jeroboam II y Uzías. Sin embargo, la
situación cambió pronto. Como fue previsto por Oseas, los asirios, comandados por
Tiglat-pileser III (745–727 a.C.) reactivaron su política expansionista en el occidente. En
733–732 a.C. el reino del norte se convirtió en estado títere del imperio asirio (2 R. 15:29). Tras
planear una revuelta, Israel fue derrotado en 722 a.C. por los asirios y su población fue deportada
(2 R. 17:1–6; 18:10–12). Judá también fue incorporado como estado vasallo del imperio asirio en
tiempos de Oseas (cf. 2 R. 16:5–10).
Propósito y mensaje. El propósito primordial de la profecía de Oseas, como la de sus
contemporáneos del s. VIII, Amós, Isaías y Miqueas, tiene que entenderse tomando en cuenta el
trasfondo del mensaje y teología de Deuteronomio. Éste último registra el pacto concertado entre
Dios e Israel, que debía mantener su lealtad al Señor adorándolo sólo a él y obedeciendo sus
mandatos. La obediencia al pacto produciría bendición (cf. Dt. 28:1–14) pero la desobediencia
atraería el castigo y, a fin de cuentas, el exilio (cf. “Los castigos del pacto”, en el Apéndice, pág.
347). La función de Oseas como profeta era denunciar a la nación que había quebrantado el
pacto y anunciar la intención divina de aplicar las maldiciones pactales. Al mismo tiempo, Oseas
afirmó la promesa de Deuteronomio acerca de la restauración final de Israel (cf. Dt. 30:1–10).
Los temas principales del mensaje de Oseas pueden resumirse en tres palabras: pecado, juicio
y salvación. Al exponer el pecado de Israel, Oseas remarcó su idolatría (e.g. Os. 4:17; 8:4, 6;
10:5; 11:2; 13:2). Comparó la relación pactal entre Israel y el Señor con el matrimonio, y acusó
al pueblo (la “esposa” de Dios) de adulterio espiritual. Ellos se habían vuelto a Baal, el dios
cananeo de la tormenta y la fertilidad (cf. 2:8, 13; 11:2; 13:1), en su deseo de promover la
fertilidad agrícola y humana. Para ilustrar la infidelidad de Israel, Oseas se casó con una mujer
que al igual que la nación, sería infiel a su marido. Además, se mencionan muchos otros pecados
en el libro, entre los que se incluyen la injusticia social (12:7), crímenes violentos (4:2; 6:9;
12:1), hipocresía religiosa (6:6), rebelión política (7:3–7), alianzas extranjeras (7:11; 8:9),
arrogancia (13:6) e ingratitud espiritual (7:15).
Aunque la profecía de Oseas contiene exhortaciones al arrepentimiento, él no esperaba una
respuesta positiva de parte del pueblo. Por tanto, no podría escapar del castigo. Al derramar sus
maldiciones, el Señor haría que la nación experimentara infertilidad, invasión militar y
cautiverio. Oseas remarcó varias veces la justicia de Dios al indicar que el castigo divino se
ajustaba de manera perfecta a los crímenes cometidos.
Sin embargo, el Señor no abandonaría a Israel del todo. A pesar de su severidad, cada juicio
era disciplinario y tenía el propósito de que el pueblo se volviera a Dios. La reconciliación de
Oseas con su esposa descarriada ilustró la restauración final de Israel. La estructura del libro
refleja ese énfasis positivo. Se pueden descubrir cinco ciclos de castigo y salvación a través de la
profecía:
Juicio Salvación
1. 1:2–9 1:10–2:1
2. 2:2–13 2:14–3:5
3. 4:1–5:14 5:15–6:3
4. 6:4–11:7 11:8–11
5. 11:12–13:16 cap. 14
BOSQUEJO
I. Los tiempos de Oseas (1:1)
II. La experiencia de Oseas: Representación de los tratos de Dios con Israel (1:2–3:5)
A. Significado simbólico de la familia de Oseas (1:2–2:1)
1. El matrimonio de Oseas: Infidelidad de Israel (1:2–3a)
2. Los hijos de Oseas: El castigo de Israel (1:3b–9)
3. El simbolismo revertido (1:10–2:1)
B. Restauración por medio del castigo (2:2–23)
1. El Señor castiga a Israel (2:2–13)
2. El Señor restaura a Israel (2:14–23)
C. Restauración del matrimonio de Oseas (cap. 3)
1. Mandato divino (3:1)
2. Respuesta obediente de Oseas (3:2–3)
3. La ilustración explicada (3:4–5)
III. Mensaje de Oseas: Juicio de Dios y restauración de Israel (caps. 4–14)
A. Querella del Señor contra Israel (4:1–6:3)
1. Denuncia de la culpabilidad de Israel (cap. 4)
2. Anuncio del juicio contra Israel (5:1–14)
3. Oseas vislumbra la restauración de Israel (5:15–6:3)
B. Ampliación de la querella del Señor contra Israel (6:4–11:11)
1. Culpabilidad y castigo de Israel (6:4–8:14)
2. Reiteración de la culpabilidad y castigo de Israel (9:1–11:7)
3. El Señor renueva su misericordia (11:8–11)
C. Conclusión de la querella del Señor contra Israel (11:12–14:9)
1. Acusación final (11:12–13:16)
2. Exhortación final (cap. 14)
COMENTARIO
I. Los tiempos de Oseas (1:1)
1:1. En hebr., el nombre Oseas (“salvación”) es idéntico al del último rey de Israel (2 R.
17:1) y también fue el nombre original de Josué (Nm. 13:8, 16). Nada se sabe del trasfondo
familiar de Oseas, excepto que fue hijo de Beeri.
El ministerio de Oseas abarcó varias décadas de la segunda mitad del s. VIII a.C. Durante su
ministerio profético reinaron cuatro reyes de Judá (Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías). Si bien el
mensaje de Oseas se dirigió primordialmente al reino del norte, sólo se menciona a un rey de esa
dinastía (Jeroboam II). A Jeroboam II lo sucedieron seis reyes de Israel en el mismo lapso de
tiempo en que gobernaron los cuatro reyes de Judá mencionados. Quizá Oseas los omitió (como
se afirma en “Fecha” en la Introducción) para hacer hincapié en que la dinastía davídica de Judá
era la única legítima.
II. La experiencia de Oseas: Representación de los tratos de Dios con Israel (1:2–3:5)
El mensaje de los tres primeros caps. (y de todo el libro) oscila entre los temas del castigo y
la salvación. Las experiencias maritales de Oseas, incluyendo el pesar que le causó la infidelidad
de su esposa y la alegría de su reconciliación, proveen el marco para el mensaje del libro.
INTRODUCCIÓN
Fecha y paternidad literaria. Este libro se atribuye a Joel hijo de Petuel (1:1). A diferencia de
la mayoría de los libros proféticos, en el primer v. no se encuentra información acerca del tiempo
y extensión en que se dio su ministerio profético. Así que es necesario confiar en la evidencia
interna para determinar su fecha de redacción.
Los eruditos han propuesto varias fechas, que van desde el s. IX al II a.C. Aquí se analizarán
tres teorías.
1. Fecha preexílica temprana. Quienes atribuyen una fecha temprana (s. IX a.C.) a Joel se basan
en la posición que tiene en el canon hebr. (entre Os. y Am.) y en las referencias que hace a Tiro,
Sidón, Filistea, Egipto y Edom como enemigos de Israel (Jl. 3:4, 19). Hobart Freeman dice: “El
hecho de que mencione esas naciones provee una fuerte evidencia a favor de una fecha
preexílica, debido a que fueron los primeros enemigos de Judá y no Asiria, Babilonia y Persia
que fueron posteriores” (An Introduction to the Old Testament Prophets, “Introducción a los
profetas del A.T.”. Chicago: Moody Press, 1968, pág. 148; V. también Gleason L. Archer, Jr., A
Survey of Old Testament Introduction. “Reseña crítica de una introducción al A.T.”. Chicago:
Moody Press, 1974, pág. 305).
Pero estos argumentos tienen poco peso. La posición en el canon hebreo no ofrece pruebas
concluyentes, en especial cuando se advierte que la LXX lo ubica en otro lugar del canon. Aun
los profetas del A.T. del período babilónico proclamaron profecías contra las naciones
mencionadas (cf. Jer. 46–47; 49:7–22; Ez. 27–30; Sof. 2:4–7). Quienes apoyan una fecha
preexílica tardía (s. VI a.C.) argumentan que Joel 2 describe a los babilonios tan vívidamente que
no habría necesidad de identificarlos de manera explícita si los destinatarios eran sus
contemporáneos, porque ya estarían percatados de su ominosa presencia.
Algunos apoyan una fecha temprana para Joel usando como argumento el tipo de gobierno
que se advierte en su contenido (ancianos, 1:2; 2:16; y sacerdotes gobernantes, 1:9, 13; 2:17 por
motivo de que Joás asumió el reino a la corta edad de siete años) y a ciertos paralelismos
verbales con otros libros proféticos (Archer, A Survey of Old Testament Introduction, “Reseña
crítica de una introducción al A.T.”. págs. 304–305). La insuficiencia de estos argumentos es
evidente por razón de que también los usan quienes apoyan una fecha tardía.
Varios detalles del texto (cf. en especial 3:2, 6) parecen contradecir una fecha temprana
(durante el reinado de Joás) para la profecía (cf. S.R. Driver, The Books of Joel and Amos, “Los
libros de Joel y Amós”, págs. 14–15).
2. Fecha preexílica tardía. El punto de vista de que el libro proviene de una fecha preexílica
tardía tiene mucho a su favor. Si se fecha la profecía entre 597 a 587 a.C. (según Wilhelm
Rudolph, Joel–Amos–Obadiah–Jonah, “Joel, Amós, Abdías, Jonás”. Gütersloh: Gütersloher
Verlagshaus Gerd Mohn, 1971, págs. 24–28), Joel 3:2b (con su referencia a la dispersión del
pueblo de Dios y la repartición de la tierra) se refiere a la invasión babilónica de 597 a.C. cuando
fueron deportados 10,000 de los mejores hombres de Judá (cf. 2 R. 24:10–16). Esto también
explicaría las referencias de Joel al templo (Jl. 1:9, 13; 2:17), porque no fue destruido sino hasta
el año 586 a.C. (cf. 2 R. 25:9). Al mismo tiempo, esa forma de fechar significaría que Joel 1:15 y
2:1–l1 previeron la destrucción final de Jerusalén (que de hecho sobrevino en 586 a.C.; cf. 2 R.
25:1–21).
Considerando lo anterior, Joel armonizaría muy bien con otros pasajes que relacionan al “día
de Jehová” (o “el día de la ira de Jehová” o “el día de la ira de Dios”) con ese evento (cf. Lm.
1:12; 2:1, 21–22; Ez. 7:19; 13:5; Sof. 2:2–3). La descripción de Joel (Jl. 2:1–11) también
coincidiría con la que hace Jeremías de los babilonios (cf. Jer. 5:17). La referencia de Joel 3:6 al
comercio de esclavos entre griegos y fenicios armoniza bien con el período preexílico tardío.
Ezequiel también se refirió a ese intercambio económico (Ez. 27:13). Arvid S. Kapelrud muestra
que el comercio griego floreció en el s. VII y principios del VI a.C. (Joel Studies, “Estudios en
Joel”, págs. 154–158).
A pesar de lo convincente que parezca este punto de vista, provoca problemas con Joel
2:18–19. Este pasaje parece registrar la misericordia de Dios a la generación de Joel, implicando
que realmente se arrepintió (V. el comentario de esos vv.). De ser así, es difícil armonizar tal
secuencia de eventos con el registro histórico de los últimos días de Judá. Segundo Reyes
23:26–27 indica que ni siquiera el avivamiento de Josías logró que Dios condonara su castigo.
3. Fecha posexílica. En favor de esta teoría existen cuatro argumentos:
(1) Se argumenta que Joel 3:1–2, 17 se refiere a la destrucción de Jerusalén y el exilio
babilónico. En este caso, las referencias al templo de 1:9, 13; 2:17 se aplican al segundo templo,
erigido por los que retornaron del exilio en 515 a.C.
(2) Los “ancianos” (cf. 1:2; 2:16), en lugar del rey, aparecen como líderes de la comunidad.
Esto es más congruente con el período posexílico (cf. Esd. 10:14).
(3) Joel cita a otros profetas, incluyendo a Ezequiel (cf. Jl. 2:3 con Ez. 36:35; Jl. 2:10 con Ez.
32:7; Jl. 2:27–28 con Ez. 39:28–29).
(4) La referencia al comercio griego de esclavos (Jl. 3:6) refleja una práctica del período
posexílico.
Contra estos argumentos se puede decir lo siguiente:
(1) Joel 3:1–2, 17 puede referirse a la deportación de 597 a.C., no de 586 a.C. (Pero como se
destacó antes en “2. Fecha preexílica tardía”, este punto de vista tiene problemas.) Algunos
tratan de explicar el lenguaje de Joel 3:1–2, 17 a la luz de los eventos registrados en 2 Crónicas
21:16–17 (Archer, A Survey of Old Testament Introduction, “Reseña crítica de una introducción
al A.T.”, pág. 305). Sin embargo, el cautiverio de los hijos y esposas de la corte que se registra
ahí difícilmente coincide con el lenguaje usado en Joel 3:2.
(2) Aunque es curioso que se omita toda referencia a la monarquía, este punto tiene poca
fuerza porque se trata de un argumento de silencio. Los ancianos también tuvieron mucha
importancia en la sociedad de Judea antes del exilio (2 R. 23:1; Jer. 26:17; Lm. 5:12, 14; cf.
Kapelrud, Joel Studies, “Estudios en Joel”, págs. 187–189).
(3) En el caso de los paralelismos literarios con otros pasajes proféticos, siempre será difícil
decidir quién citó a quién.
(4) Como ya se dijo, Kapelrud ha demostrado que el comercio griego de esclavos floreció en
el s. VII a.C.
En conclusión, no se puede ser dogmático acerca de la fecha de la escritura de Joel, aunque el
lenguaje de Joel 3:2b parece favorecer una fecha posexílica. Ese v. sugiere que las naciones
serán juzgadas en el futuro por haber imitado la política de la antigua Babilonia, que dispersó a
los israelitas y dividió su tierra. Aunque no lo prueban, ese punto de vista es consistente con
otras evidencias como la referencia al comercio griego de esclavos, el tipo de gobierno de la
época, y los paralelismos literarios con otros profetas. Si se acepta una fecha posexílica, las
referencias al templo requieren una fecha posterior a 516 a.C. Sin embargo, esto no es definitivo.
Es comprensible, entonces, que los académicos conservadores difieran tanto en cuanto a la fecha
de Joel.
Principales problemas de interpretación
1. Naturaleza del ejército de 2:1–11. Algunos proponen que lo que se describe en 2:1–11 es la
plaga de langostas de Joel 1, o una plaga de insectos más grave. Varios factores apoyan esta
teoría:
(1) Existen paralelismos literarios entre los caps. 1 y 2 (cf. 2:2, 11 con 1:6; y 2:3 con 1:19).
(2) Algunos detalles de 2:1–11 sugieren que se refiere a langostas verdaderas—su gran
número (2:2, 5), la destrucción de la tierra (2:3), la capacidad de los invasores de brincar y trepar
(2:5, 7), y el oscurecimiento del cielo (2:10).
(3) Existe una evidente asociación literaria entre las expresiones de 2:11 (“su ejército”) y
2:25 (“mi gran ejército” que se equipara a las langostas).
(4) El “ejército” se compara con una milicia literal en 2:4–5, 7. Las frases “aspecto de
caballos”, “como gente de a caballo”, “como … carros”, “como pueblo fuerte dispuesto para la
batalla”, “como hombres de guerra” y “como valientes”, sugieren que no se describe a un
ejército real, porque se emplea a éste como objeto de la comparación (cf. Leslie C. Allen, The
Books of Joel, Obadiah, Jonah and Micah, “Los libros de Joel, Abdías, Jonás y Miqueas”, pág.
29; y Driver, The Books of Joel and Amos, “Los libros de Joel y Amós”, pág. 28).
Una interpretación más plausible es que aquí se describe a un ejército extranjero literal. El
relato está diseñado según el patrón temático del cap. 1; i.e., se describe al ejército según las
características de la plaga de langostas (cf. Hans W. Wolff, Joel and Amos, “Joel y Amós”, pág.
42). De esta manera se remarca la cercana relación y continuidad entre la plaga del cap. 1 y el
ejército del cap. 2. Ambos fueron instrumentos del juicio divino—uno pasado, otro futuro. ¡Las
langostas habían llegado, pero iban a llegar muchas más!
Se deben hacer varias observaciones en apoyo de esta interpretación:
(1) Desde el punto de vista de Joel, la plaga de langostas del cap. 1 fue algo que sucedió en el
pasado; la invasión de 2:1–11 estaba en el futuro (cf. 1:15). Por tanto, los dos relatos no pueden
referirse al mismo evento (Wolff, Joel and Amos, “Joel y Amós”, págs. 6–7, 42). En Joel 2:25, a
las langostas se les llama el “gran ejército” del Señor, y apunta al castigo del cap. 1. Sus efectos
se podían revertir, pero no evitar. Joel 2:11 se refiere a un castigo que aún era futuro, y por tanto,
se podía evitar (cf. 2:20). Así que 2:25 no se puede emplear para interpretar 2:11, a pesar del
multimencionado paralelismo literario. La asociación literaria no hace idénticos a los dos
ejércitos (de langostas y de personas); simplemente sugiere una estrecha relación entre ellos. Las
langostas fueron un “ejército” enviado por Dios (2:25); “el ejército del norte” (2:20) que sería
dirigido por él (2:11).
(2) Al ejército de 2:1–11 se le llama en 2:20 “al del norte”. Las langostas suelen atacar la
tierra de Palestina desde el sur o sudeste, no desde el norte (aunque no son improbables las
invasiones desde el norte o nordeste; cf. Allen, The Books of Joel, Obadiah, Jonah and Micah,
“Los libros de Joel, Abdías, Jonás y Miqueas”, pág. 88). La designación “al del norte” más
probablemente se refiere a un ejército extranjero literal, debido a que generalmente se dice que
los ejércitos históricos y escatológicos invaden Palestina desde el norte (incluyendo Asiria, Is.
14:25, 31; Babilonia, Jer. 6:1, 22; 15:12; Ez. 26:7; y Gog, Ez. 38:15).
(3) El uso de la imagen de las langostas para describir al ejército de Joel 2, tiene otros
paralelismos en el antiguo Cercano Oriente (cf. John A. Thompson, “JoeI’s Locusts in the Light
of Near Eastern Parallels”, Journal of Near Eastern Studies 14. “La plaga de langostas de Joel a
la luz de los paralelismos del antiguo Cercano Oriente”, 1955:52–55).
(4) Las maldiciones deuteronómicas relacionan muy de cerca a las langostas (Dt. 28:38–42)
con los ejércitos invasores (Dt. 28:25, 32–33, 36–37, 49–52). Esa asociación es natural porque
ambos devoraban los productos del campo (Dt. 28:33, 51; Is. 1:7; Jer. 5:17). Esto explica la
similitud entre Joel 1:19 y 2:3. Una inscripción asiria del tiempo de Sargón II (722–705 a.C.)
ilustra vívidamente los efectos de un ejército invasor sobre la tierra: “Yo (Sargón) destruí la
ciudad de Aniashtania … junto con otras 17 ciudades de sus alrededores, la arrasé, puse a fuego
sus grandes árboles, quemé sus cosechas y reservas, abrí sus graneros y dejé a mi ejército
devorar el grano incontable. Como feroces langostas dejé que mis bestias anduvieran por sus
valles y arrancaran la vegetación de la cual se sustentaba [la ciudad]; y devastaron sus planicies”
(D.D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia. 2 vols. “Crónicas antiguas de
Asiria y Babilonia”. Chicago: University of Chicago Press, 1926–1927, 2:85).
Las comparaciones con una milicia (en 2:4–5, 7) no significa necesariamente que se trata de
un ejército humano. Hay dos posibles explicaciones del porqué de esas similitudes. Una es que
un ejército, si se describe con la figura de langostas, puede equipararse con una milicia. En este
caso, el símil es una referencia indirecta a la realidad que hay detrás de esa figura. A este
respecto Freeman dice: “el profeta, teniendo como trasfondo la reciente invasión de langostas del
cap.1, usó esa calamidad para desarrollar su figura de lenguaje” (An Introduction to the Old
Testament Prophets. “Introducción a los profetas del A.T.”, pág. 152). E.W. Bullinger provee
otra explicación. Sugiere que “a veces, el símil es una figura gramatical que en realidad implica
la misma cosa” (V. Diccionario de figuras de dicción usadas en la Biblia, pág. 634, Editorial
CLIE, 1985). En tales casos, la preposición hebr. ke “como”, indica que el objeto específico que
se compara es en todo detalle igual al otro, queriendo decir con ello que el primero tiene la
misma esencia del otro. Por ejemplo, Isaías 1:7b declara que en Judá “vuestra tierra está …
asolada como asolamiento de extraños” (i.e., en verdad había sido asolada por extraños). De
igual manera, Isaías 1:8b destaca que Jerusalén estaba “como ciudad asolada” (i.e., estaba
probablemente bajo el sitio de Senaquerib). (Sin embargo, ke en Is. 1:8–9 tiene su significado
normal: “como enramada” y “como cabaña” v. 8; y “como Sodoma”, v. 9.) Otro ejemplo del uso
de esta preposición para significar “identidad”, está en Joel 1:15, que afirma que el “día de
Jehová … vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (i.e., de cierto incluirá la destrucción
provocada por Dios).
Para resumir lo anterior, el ejército de 2:1–11 probablemente es un invasor literal que vendría
del norte y que se describe con las características de las langostas para enfatizar que, al igual que
ellas, era un instrumento del Señor que representaba la culminación del castigo que se había
iniciado con la invasión de langostas.
2. “El día de Jehová” en Joel. Aunque la descripción del “día de Jehová” fue ciertamente
influenciada por las tradiciones relativas a la intervención del Señor en las primeras guerras de
Israel (cf. Gerhard von Rad, The Origin of the Concept of the Day of Yahweh, “Origen del
concepto del día de Jehová”. Journal of Semitic Studies 4. 1959: 97–108), la expresión en sí se
deriva de la idea dominante en el antiguo Cercano Oriente de que un poderoso rey-guerrero
dirigiría y ganaría en un solo día una campaña militar (cf. Douglas Stuart, The Sovereign’s Day
of Conquest, “Día de conquista del soberano”. Bulletin of the American Schools of Oriental
Research 220/221. Diciembre 1975, febrero 1976:159–164). En términos generales, “el día de
Jehová” es una expresión idiomática usada para enfatizar la naturaleza rápida y decisiva de la
victoria del Señor sobre sus enemigos en cualquier momento.
En el A.T., la expresión “el día de Jehová” puede referirse a un evento histórico particular o a
la batalla escatológica que pondrá fin a la era presente. En él se encuentran los siguientes
elementos:
(1) “El día de Jehová” a veces implica el juicio del pueblo de Dios, en el que se incluye al
reino del norte (que cayó a manos de Asiria; cf. Am. 5:18, 20) y Judá (ante Babilonia; cf. Lm.
1:12; 2:1, 21–22; Ez. 7:19; 13:5; Sof. 2:2–3). A veces ese castigo se presenta en el contexto de
un juicio más amplio y mundial sobre todas las naciones (cf. Is. 2:12; Sof. 1:18).
(2) “El día de Jehová” a menudo incluye el juicio contra las naciones extranjeras, incluyendo
a Babilonia (que cayó ante los medo-persas; cf. Is. 13:6, 9), Egipto (ante los babilonios; cf. Jer.
46:10; Ez. 30:3), Edom (cf. Is. 34:8–9), y la coalición escatológica del norte encabezada por Gog
(Ez. 39:8).
(3) “El día de Jehová” producirá la purificación y restauración de Israel (cf. Is. 61:2; Mal.
4:5), pero también un intenso sufrimiento (Zac. 14:1–3).
Por tanto, “el día de Jehová” abarcaba varios “días” o series de eventos pasados (cf. A.J.
Everson, The Days of Yahweh, “Los días de Jehová”. Journal of Biblical Literature 93.
1974:329–337), los cuales incluyen la destrucción del reino del norte, el exilio babilónico, la
conquista de Egipto por Babilonia y la caída de ésta última. Esos ejemplos de la intervención
divina en la historia prefiguran el período final de la historia en que Dios aniquilará a todos sus
enemigos en una escala más completa y restaurará a Israel (para el desarrollo detallado de la
relación entre la historia y la escatología V. Is. 13–27).
En Joel, los tres elementos antes mencionados aparecen en relación con “el día de Jehová”.
El juicio de Israel se anuncia en Joel 1:15 y 2:1–11, la liberación de Israel se predice en 2:28–32,
y el juicio universal sobre las naciones se presenta en el cap. 3. Parece que Joel avizoró en forma
telescópica los eventos del “día de Jehová”. Él relató la manera en que su generación escapó del
“día de Jehová” por escaso margen, pero también previó la liberación final de Israel de todos sus
enemigos al final de los tiempos.
Al discutir el tema del “día de Jehová” al final de los tiempos, Joel se concentró en un
aspecto principal de ese “día”, i.e., el evento particular en el cual el Señor intervendrá en la
historia para destruir a sus enemigos y liberar a su pueblo Israel.
Sin embargo, “el día de Jehová”, como lo muestran otros pasajes, incluirá otros eventos:
(1) Antes de que los enemigos de Israel sean destruidos, saquearán y devastarán a Israel (Zac.
14:1–2). Será un tiempo de gran angustia para la nación (Sof. 1:7–18; cf. Dn. 12:1). Jesús llamó
a ese período la “gran tribulación” (Mt. 24:21) de la nación.
(2) Después que el Señor destruya a sus enemigos (cuando regrese el Mesías) el día de
Jehová incluirá un tiempo de bendición para Israel (cf. Abd. 15 con Abd. 21), el cual es conocido
como “el milenio”.
(3) Después de éste, el día de Jehová incluirá la destrucción de los cielos y la tierra actuales y
la aparición de nuevos cielos y tierra (2 P. 3:10, 12–13).
Por tanto, según los pasajes bíblicos que tratan este tema aparte de Joel, “el día de Jehová”
será un prolongado período en que se incluirá tanto el castigo como la bendición. Será poco
después del rapto y abarcará el período de 7 años de la gran tribulación, el retorno del Mesías, el
milenio, y la creación de los nuevos cielos y tierra. Es obvio que este orden contradice al aserto
que hacen algunos de que el rapto ocurrirá después de la tribulación y luego empezará el día de
Jehová (V. el comentario de 1 Ts. 5:2; 2 Ts. 2:1–12 y el “Bosquejo de los sucesos de los últimos
tiempos predichos en la Biblia” en el Apéndice, pág. 349).
BOSQUEJO
I. Introducción (1:1)
II. La plaga de langostas (1:2–20)
A. Llamado inicial (1:2–4)
B. Llamado a lamentar (1:5–13)
1. Los ebrios debían lamentarse (1:5–7)
2. La tierra debía lamentarse (1:8–10)
3. Los campesinos debían lamentarse (1:11–12)
4. Los sacerdotes debían lamentarse (1:13)
C. Llamado al arrepentimiento (1:14)
D. Importancia de la plaga (1:15–20)
III. El día del Señor venidero (2:1–11)
A. La cercanía del ejército del Señor (2:1–2)
B. El poder destructor del ejército del Señor (2:3–5)
C. La implacable acometida del ejército del Señor (2:6–9)
D. La invencibilidad del ejército del Señor (2:10–11)
IV. Un nuevo llamado al arrepentimiento (2:12–17)
A. Llamado a un sincero cambio de corazón (2:12–14)
1. El llamado (2:12–13a)
2. La motivación (2:13b–14)
B. Llamado a la participación nacional (2:15–17)
V. Perdón y restauración (2:18–27)
A. La bondadosa respuesta del Señor (2:18)
B. Promesa divina de bendición agrícola (2:19–27)
VI. Promesa de un futuro glorioso (2:28–3:21)
A. Avivamiento espiritual y liberación (2:28–32)
B. Juicio de las naciones (3:1–16)
1. Anuncio del juicio (3:1–8)
2. Llamado a luchar: descripción del juicio (3:9–16)
C. Restauración final de Israel (3:17–21)
COMENTARIO
I. Introducción (1:1)
1:1. Como se dijo en la Introducción, el único dato en el libro acerca del Joel es que era hijo
de Petuel. El profeta indicó que su mensaje era palabra de Jehová, pero en 1:1 no ubica su
profecía en el período de ningún rey de Judá o Israel (cf. “Fecha y paternidad literaria” en la
Introducción).
2. LA MOTIVACIÓN (2:13B–14)
2:13b. El reconocimiento de la relación que la nación tenía con el Señor su Dios y su
bondadoso carácter debió haber producido el arrepentimiento del pueblo. La expresión Jehová
vuestro Dios era bien conocida de Israel (esta frase aparece 263 veces en Dt.) y daba fe de la
relación pactal entre Dios y la nación. Las palabras misericordioso … y clemente, tardo para
la ira y grande en misericordia (ḥeseḏ, “amor leal”) evoca Éxodo 34:6 (cf. Neh. 9:17; Sal.
103:8; 143:8; Jon. 4:2), donde la misma afirmación precede a la renovación del pacto después
del pecado de idolatría con el becerro de oro. Debido a que el carácter de Dios es misericordioso,
a menudo él se duele del castigo. De nuevo, se saca a colación el episodio del becerro de oro. En
esa ocasión, Moisés rogó al Señor que detuviera el ardor de su ira y no enviara el desastre a su
pueblo (Éx. 32:12) y el Señor respondió favorablemente a esa petición (Éx. 32:14).
2:14. Las palabras quién sabe hablan de la soberanía de Dios en ese asunto (cf. 2 S. 12:22;
Jon. 3:9). Aun si Israel se arrepentía, no podía estar seguro de la misericordia divina como si se
tratara de algo que estaba bajo su control, o que el Señor debía darles de manera automática. Lo
único que podía hacer era esperar a que él se arrepintiera, tuviera compasión (cf. Mal. 3:7),
impidiera el desastre (cf. Jl. 2:20) y restaurara sus cosechas (cf. v. 25). La bendición agrícola
marcaría la suspensión de la maldición que les había sobrevenido (con las langostas; cf. Dt.
28:38–42) y haría posible que de nuevo pudieran presentar ofrenda y libación para Jehová (cf.
Jl. 1:9, 13).
INTRODUCCIÓN
El profeta. Antes de que Amós empezara su ministerio, había sido “uno de los pastores de
Tecoa”, ciudad que se encontraba en la zona montañosa de Judá, aprox. 16 Kms. al sur de
Jerusalén. La palabra que se trad. como “pastores” en 1:1 no es la palabra hebr. rō‛eh que
comúnmente se usa para designarlos, sino la poco usada palabra nōqēḏ, que sugiere “criadores de
ovejas”. La única otra ocasión que se menciona esta última en el A.T. es en 2 Reyes 3:4, donde
se dice que Mesa, rey de Moab se ocupaba de criar ovejas en tal cantidad, que pudo proveer al
rey de Israel 100,000 corderos y la lana de 100,000 carneros. Es evidente que Amós administraba
o poseía grandes rebaños de ovejas y cabras, y además, supervisaba a otros pastores.
En Amós 7:14, el profeta abunda más en su biografía diciendo que no sólo era “pastor”, sino
que también era “boyero” y recogía “higos silvestres”. Aquí la palabra hebr. “boyero” es bôqēr.
Sólo se menciona aquí en el A.T. y se refiere a un “vaquero” o “ganadero”.
Aparte de supervisar sus operaciones de ganado, Amós también se ocupaba de producir
higos, probablemente como un negocio aparte. El árbol de higos o sicómoro silvestre era grande
y pesado; llegaba a tener una altura de 8 a 16 mts., y producía tres o cuatro veces por año una
fruta parecida al higo. El sicómoro no se daba en las alturas de Tecoa, sino en las tierras bajas
más cálidas como el valle del Jordán y los fértiles oasis que rodeaban al mar Muerto. Ambos
lugares estaban lo suficientemente cerca de Tecoa como para que Amós supervisara el cuidado
de los árboles (7:14) término técnico que describe el proceso de rasgar el fruto en formación
haciendo que elimine algo del jugo. Esto permitía que el resto de la fruta madurara con un sabor
más dulce y comestible.
Los tres términos usados para describirlo, indican que como criador, ganadero y agricultor,
Amós era un hombre muy respetado y de buena posición en su comunidad.
Su época. Amós vivió en tiempos de prosperidad material. Los extensos reinados de Uzías
(790–739 a.C.) en Judá y de Jeroboam II (793–753 a.C.) en Israel (1:1), habían traído
estabilidad, prosperidad y expansión a los dos reinos.
El reino del sur había sometido a los filisteos del occidente (V. el comentario de 1:6; 6:2), así
como a los amonitas al oriente y los estados árabes del sur. La influencia política de Uzías se
hacía sentir tan lejos como Egipto (cf. 2 Cr. 26:1–15).
El reino del norte, al cual se dirige el mensaje de Amós, estaba en la cima de su poder. Siria
no se había recuperado de la derrota sufrida en 802 a.C. a manos del ejército de Asiria
comandado por Adad-nirāri III (811–783 a.C.). Sin embargo, Asiria no había avanzado más
lejos. Una sucesión de gobernantes ineptos, aunada a los problemas que les causaban los urarteos
del norte, mantuvieron preocupados a los gobernantes asirios hasta la ascensión al trono de
Tiglat-pileser III en 745 a.C. Con las manos libres, Jeroboam II pudo extender sus fronteras hacia
el norte dentro de territorio sirio y reclamar las tierras de Israel que estaban al oriente del Jordán
(cf. 2 R. 14:23–29; Am. 6:13).
Debido al control de las rutas comerciales que esto proporcionó a Israel, la riqueza se
acumuló en sus ciudades. El comercio floreció (8:5), emergió una clase alta (4:1–3), y se
construyeron mansiones costosas (3:15; 5:11; 6:4, 11). Los ricos disfrutaban de una vida
regalada e indulgente (6:1–6), mientras que los pobres se convertían en el blanco de la
explotación legal y económica (2:6–7; 5:7, 10–13; 6:12; 8:4–6). Se hizo común la esclavitud a
cambio de las deudas (2:6; 8:6) y el nivel moral llegó a un grado muy bajo (2:7).
Mientras tanto, la religión también florecía. El pueblo abarrotaba los santuarios durante los
festivales anuales (4:4; 5:5; 8:3, 10), ofreciendo con entusiasmo sus holocaustos (4:5; 5:21–23).
Afirmaban con seguridad que su Dios estaba con ellos, y se consideraban a salvo del desastre
(5:14, 18–20; 6:1–3; 9:10).
La fecha. Amós proclamó el mensaje de Dios al pueblo del reino del norte probablemente por no
más de un año. Su ministerio se realizó dos años antes de un gran terremoto (1:1; cf. Zac. 14:5).
Josefo relaciona ese cataclismo con los acontecimientos de 2 Crónicas 26:16–20 (Antigüedades
de los Judíos 9. 10. 4). Las excavaciones arqueológicas en Hazor y Samaria han puesto al
descubierto evidencias de que un violento terremoto afectó a Israel alrededor de 760 a.C.
El mensaje. Amós, que era de Judá, fue llamado a profetizar en Israel. Es probable que esto
sucediera alrededor de 762 a.C. (V. el comentario de “La fecha”). El mensaje que Dios le dio fue
principalmente de juicio, aunque terminó con palabras de esperanza.
El Dios Todopoderoso, soberano gobernante del universo vendría como un guerrero a juzgar
a las naciones que se habían rebelado contra su autoridad. En especial, Israel sería castigado por
las violaciones contra el pacto hecho con el Señor.
Aunque la nación sería destruida, Dios preservaría a un remanente arrepentido de entre su
pueblo. Un día, ese remanente será restaurado para que tenga prominencia política y para que
reciba las bendiciones del pacto. En ese entonces, a través de él, Dios hará que las naciones crean
en su nombre.
BOSQUEJO
I. Prólogo (1:1–2)
A. El autor y la fecha (1:1)
B. El tema (1:2)
II. El rugido del juicio (1:3–2:16)
A. Juicio contra las naciones (1:3–2:5)
1. Juicio contra Damasco (1:3–5)
2. Juicio contra Gaza (1:6–8)
3. Juicio contra Tiro (1:9–10)
4. Juicio contra Edom (1:11–12)
5. Juicio contra Amón (1:13–15)
6. Juicio contra Moab (2:1–3)
7. Juicio contra Judá (2:4–5)
B. Juicio contra Israel (2:6–16)
1. El pacto violado (2:6–8)
2. La gracia desdeñada (2:9–12)
3. El juicio resultante (2:13–16)
III. Razones para el juicio (caps. 3–6)
A. El primer mensaje (cap. 3)
1. La relación singular (3:1–2)
2. El juicio inevitable (3:3–8)
3. La opresión sin paralelo (3:9–10)
4. La catástrofe inexorable (3:11–15)
B. El segundo mensaje (cap. 4)
1. Explotación comercial (4:1–3)
2. Hipocresía religiosa (4:4–5)
3. Negativa al arrepentimiento (4:6–13)
C. El tercer mensaje (5:1–17)
1. Descripción del juicio inevitable (5:1–3)
2. Llamamiento al arrepentimiento individual (5:4–6)
3. Acusación contra la injusticia legal (5:7)
4. Descripción de un Dios soberano (5:8–9)
5. Acusación contra la injusticia legal (5:10–13)
6. Llamamiento al arrepentimiento individual (5:14–15)
7. Descripción del juicio inevitable (5:16–17)
D. El cuarto mensaje (5:18–27)
1. Descripción del juicio inevitable (5:18–20)
2. Acusación contra la hipocresía religiosa (5:21–22)
3. Llamamiento al arrepentimiento individual (5:23–24)
4. Acusación de hipocresía religiosa (5:25–26)
5. Descripción del juicio inevitable (5:27)
E. El quinto mensaje (cap. 6)
1. La complacencia jactanciosa (6:1–3)
2. La lujosa autoindulgencia (6:4–7)
3. La devastación total (6:8–14)
IV. Resultados del juicio (7:1–9:10)
A. La plaga de langostas (7:1–3)
B. El fuego devorador (7:4–6)
C. La prueba de la plomada (7:7–17)
1. La visión (7:7–9)
2. El incidente (7:10–17)
D. El fruto culminante (cap. 8)
1. La visión (8:1–3)
2. Los resultados (8:4–14)
E. El Dios vengador (9:1–10)
1. La espada inexorable (9:1–4)
2. El soberano universal (9:5–6)
3. El zarandeo imparcial (9:7–10)
V. Restauración después del juicio (9:11–15)
A. Renovación política (9:11)
B. Propósito nacional (9:12)
C. Prosperidad, paz y permanencia (9:13–15)
COMENTARIO
I. Prólogo (1:1–2)
A. El autor y la fecha (1:1)
1:1. Estas son las palabras de Amós, que fue uno de los pastores de Tecoa, una aldea
directamente al sur de Jerusalén. Sus palabras o mensajes fueron resultado de lo que vio (i.e., “la
visión” NVI99; cf. el comentario de 7:12) acerca de Israel. Fueron proclamadas al reino del
norte dos años antes del terremoto, durante el próspero reinado de Uzías rey de Judá y … de
Jeroboam … rey de Israel. (Para más información acerca del profeta, la fecha y los reyes Uzías
y Jeroboam, V. la Introducción).
B. El tema (1:2)
1:2. El tema que trató Amós era que tanto Israel como las otras naciones estaban a punto de
ser violentamente castigadas por sus pecados. Describió a Jehová como un león rugiente que se
aprestaba para atacar (cf. 3:4, 8; Jer. 25:30; Os. 5:14; 11:10; 13:7). El temible rugido del león
paraliza de terror a su víctima, dejándola inerme ante su embate. Después, son inevitables los
golpes, el despedazamiento y la muerte.
El rugido del Señor tendría un efecto paralizador y atemorizante muy parecido al del león. A
medida que avanzara el estruendo desde Sion, i.e., Jerusalén (cf. Am. 6:1; V. el comentario de
Zac. 8:3) contra las naciones, haría que los campos se marchitaran y se secara la tierra. Hacia el
sur, los pastizales que visitaban los pastores y que se encontraban cerca de Belén, se secarían
cuando pasara por Judá el rugido aterrador de Dios en su paso hacia Gaza (Am. 1:6–8), Edom
(vv. 11–12), y Moab (2:1–3). Hacia el norte, las fértiles vertientes que estaban al sur y occidente
del monte Carmelo—las mejores tierras agrícolas de Israel (Is. 35:1–2; también V. Is. 33:9;
Nah. 1:4)—se marchitarían y morirían cuando pasara la ola de calor de la ira de Dios que
envolvería a Damasco (Am. 1:3–5), Tiro (vv. 9–10), y Amón (vv. 13–15). Por dondequiera que
pasara el rugido, la humedad se evaporaría, la tierra quedaría quemada y la sequía haría que se
resquebrajara. Al secarse los pastizales, los animales morirían y los pastores sufrirían pérdidas
económicas. Con sus cosechas arruinadas, los agricultores tendrían que enfrentar tiempos muy
difíciles.
El cuadro de la sequía sugiere cuál era la causa del iracundo rugido del Señor—las naciones
habían violado sus pactos con él. En las sociedades del antiguo Cercano Oriente era muy común
que se hicieran tratados o convenios entre un señor soberano y sus vasallos. A cambio de la
provisión y protección del soberano, los vasallos prometían ser leales y obedecerle. Los términos
del convenio se escribían, se aceptaban mutuamente y eran obligatorios para ambas partes. Si los
vasallos fallaban en cumplir con ellos, recibían las maldiciones y castigos que se incluían en el
tratado. Con frecuencia la maldición de la sequía aparece como castigo por desobedecer un
tratado (cf. Dt. 28:20–24 en el pacto mosaico; para estudiar otros tratados antiguos, V. James B.
Pritchard, ed., Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, “Textos del antiguo
Cercano Oriente relacionados con el A.T.”, 3a. ed. Princeton: Princeton University Press, 1969,
págs. 539, 660).
Aquellos que escucharan las palabras de Amós entenderían que el soberano Señor del
universo estaba a punto de castigarlos por las violaciones a su pacto. (Para contestar la pregunta
acerca de la relación pactal de las naciones vecinas con Dios, V. el comentario de Am. 1:3.) Las
tribus del norte de Israel en particular, entenderían esa acusación de rebelión contra el pacto
cuando escucharan que el rugido del Señor se estaba originando en Sion, que era el santuario
central contra el que se habían rebelado. (Para estudiar el significado de Sion, V. el comentario
de Lm. 1:4; Zac. 8:3.)
II. El rugido del juicio (1:3–2:16)
El rugido de Señor primeramente se dirigiría contra siete de las naciones que rodeaban a
Israel, y después contra Israel mismo. Es probable que se escuchara un murmullo de aprobación
entre los escuchas de Amós al oír la denuncia contra Siria (1:3–5) y Filistea (vv. 6–8), que
habían sido los inveterados y acerbos enemigos de Israel. Pero cuando se centró en Tiro (vv.
9–11), que algunas veces había sido su aliado (1 R. 5) y después en Edom (Am. 1:11–12), Amón
(vv. 13–15), y Moab (2:1–3), que eran parientes de sangre de Israel (cf. Gn. 19:36–38;
25:29–30), ese repaso circular debe haberles parecido como “un nudo de juicio que estaba a
punto de cerrarse alrededor de sus gargantas” (J.A. Motyer, The Day of the Lion, “El día del
león”, pág. 50). Cuando finalmente mencionó a Judá (2:4–5), que era el “hermano” de Israel, la
conclusión era inevitable: el castigo de Dios sería imparcial. Para encontrar la ubicación de esos
y otros lugares mencionados en Amós, V. “Israel y naciones circunvecinas durante la época de
los profetas”, en el Apéndice, pág. 353.
El pronunciamiento del castigo sigue un mismo patrón para cada nación: (a) una declaración
general de juicio irrevocable (b) lista de las violaciones específicas que causaron el juicio y (c)
descripción del castigo directo y completo de Dios.
2. EL INCIDENTE (7:10–17)
El incidente que se registra en los vv. 10–17 está íntimamente relacionado en dos formas con
la tercera visión de Amos (vv. 7–9). En primer lugar, revela la reacción histórica inmediata al
contenido de la visión. El hecho de que se mencionen determinadas palabras tanto en la visión
como en el incidente, pero en ningún otro lugar del libro después de 1:1 (como “Isaac” en 7:9,
16: “santuarios” y “santuario” en los vv. 9–11), indica que ese episodio fue una respuesta
inmediata a la revelación.
En segundo lugar, el incidente histórico está ligado con la visión, porque representa un
ejemplo concreto del uso de la “plomada”. En esta instancia, como prueba de los individuos. La
visión había revelado que las instituciones tanto religiosas como políticas de Israel, habían
fallado la prueba y tendrían que ser destruidas. Pero en el incidente con Amasías, el Señor
soberano decidió medir a dos hombres—un profeta y un sacerdote. Uno fue aceptado, pero no así
el otro. Uno escuchó y obedeció la voz del Señor, pero el otro se negó escuchar.
a. El desafío (7:10–13)
7:10–13. En cuanto Amós empezó a proclamar en público lo que había visto en la visión
acerca de los santuarios arruinados y desaparición de la dinastía, fue desafiado por el sacerdote
Amasías de Bet-el.
Bet-el fue uno de los dos santuarios oficiales establecidos por Jeroboam I cuando rompió con
Jerusalén y su reinado en 931 a.C. (1 R. 12:26–33). Para poder unir a las diez tribus bajo su
mandato, ese líder creó un nuevo santuario y un duplicado del sistema religioso judío. El
propósito del becerro, el altar, el sacerdocio y los festivales de Bet-el, era dar credibilidad y
estabilidad a Jeroboam I y su reino del norte.
En la época de Amós, Bet-el era el santuario del rey (lit. “casa”, que con frecuencia se usa
como sinónimo de “templo”; cf. 1 R. 6; 8:6–66; 2 Cr. 2:1) y capital religiosa del reino (Am.
7:13). Aparte de ser el lugar donde adoraba Jeroboam II, lo más importante es que era el símbolo
religioso que aseguraba el compromiso político del pueblo con el reino. Así como el templo de
Jerusalén mantenía la devoción al linaje de David, así la existencia de Bet-el pretendía contar con
la aprobación y apoyo divinos al monarca del reino del norte. Denunciar a Bet-el y su sistema
falso de adoración (cf. 3:14; 4:4–5; 5:5–6, 21–26; también V. 7:9; 9:1) equivalía a atacar los
cimientos del reino.
Es obvio que Amasías era el sumo sacerdote de Bet-el, encargado de la adoración y del
personal (cf. Jer. 20:1–2; 29:26). Al escuchar las amenazantes palabras de Amós contra el
santuario y su monarca, el sacerdote envió a decir a Jeroboam rey de Israel que Amós había
levantado una conspiración contra él en el centro mismo de la casa de Israel, el reino del norte.
Advirtió al monarca que la tierra no podía soportar todas sus palabras, i.e., el mensaje de
destrucción inexorable, porque la gente se desmoralizaría o tarde o temprano algún rebelde
disidente se vería compelido a cumplir esas profecías. En ocasiones anteriores, las palabras de
los profetas contra los reyes iban seguidas por rebeliones internas que conducían al cambio de
dinastías (1 R. 11:29–12:24; 16:1–13; 2 R. 8:7–15; 9).
Amasías se negó a reconocer que las profecías de Amós tenían su origen en la divinidad,
eligiendo en vez de ello, considerarlo como un agitador político. En su informe a Jeroboam,
introdujo la cita amenazadora (Amós 7:11) añadiendo las palabras: Porque así ha dicho Amós,
en lugar de decir “esto es lo que ha dicho Dios”. Al citar las palabras del profeta, con toda
intención el sacerdote omitió las palabras de Amós que indicaban que Dios era el que estaba
actuando cuando dijo: “Me levantaré con espada sobre la casa de Jeroboam” (v. 9). Amasías hizo
a un lado esas palabras y sólo dijo: Jeroboam morirá a espada. Informó de las palabras de
Amós para incitar al rey, torciendo la predicción relacionada con la caída de la dinastía (v. 9). La
convirtió en una amenaza personal contra Jeroboam (v. 11), subrayando el anuncio del
cautiverio nacional (v. 11; cf. 4:3; 5:5, 27; 6:7; cf. 7:17). Amasías consideraba que Amós era
una amenaza al statu quo, en vez de aceptar que era mensajero del Dios a Israel.
Habiendo enviado su carta al rey, Amasías confrontó a Amós con la orden terminante:
Vidente, vete, huye. Con la intención de afirmar su autoridad en todas las actividades que se
realizaban en Bet-el, el sacerdote le ordenó que regresara a tierra de Judá (cf. 1:1) y añadió:
come allá tu pan, y profetiza allá.
Un “vidente” (7:12) era otro nombre dado a los profetas (1 S. 9:9; 2 S. 24:11; Is. 29:10). Ese
título centraba la atención en la actividad que realizaban esos hombres, quienes contemplaban o
“veían” visiones (Is. 1:1; 2:1; Abd. 1; Mi. 1:1; Nah. 1:1; Am. 1:1) Los profetas recibían esas
visiones tanto en forma visual como espiritual. En reacción a las “visiones” de Amós (7:1, 4, 7),
Amasías utilizó el término en forma despectiva. Su mandato burlón de que se fuera a ganar el
pan en Judá sugiere que Amós era un adivino profesional que se ganaba la vida vendiendo sus
profecías (Mi. 3:5, 11; cf. las mujeres de Ez. 13:17–20, que profetizaron “de su propia
imaginación, por un puñado de cebada y mendrugos de pan”).
El énfasis de las palabras de Amasías está en la ubicación geográfica de la actividad de
Amós: “Vete … a tierra de Judá, y come allá tu pan, y profetiza allá”, pero no profetices más
en Bet-el. Con la autoridad que le daba ser el sacerdote del rey, pudo ordenar al profeta: ¡Vete de
Israel! No obstante, la respuesta de Amós fue que una persona con mayor autoridad le había
ordenado que profetizara en Israel.
b. La respuesta (7:14–17)
7:14–15. Respondió Amós diciendo que su ministerio no se había originado en él mismo, e
insistió que era resultado únicamente de la iniciativa divina. Él no había escogido su llamamiento
de profeta, ni se había entrenado para él como lo hubiera hecho un hijo de profeta (i.e., como
miembro de una escuela de profetas bajo la tutela de un “padre” cf. 2 R. 2:1–15; 4:1, 38; 5:22;
6:1–7; 9:1). Por el contrario, había vivido contento y lucrativamente ocupado en su oficio de
boyero y como recolector de higos silvestres. (Para información acerca de la ocupación de
Amós, V. “El Profeta” en la Introducción.) Pero un día, Jehová lo tomó—este mismo vb. se usa
cuando se habla del llamamiento divino de los levitas (Nm. 18:6) y de David (2 S. 7:8; Sal.
78:7)—de detrás del ganado, y el Señor (en hebr. se vuelve a repetir “Jehová”) le dio un
encargo diciendo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel. Algunas versiones hacen un contraste
entre las tres negaciones de Amós 7:14 donde dice: “no soy”, “ni soy”, “sino que soy” con su tres
veces repetida aseveración de que tenía la autoridad del Señor (vv. 15–16). Dios le había
ordenado no sólo lo que debía decir, sino dónde hacerlo. La autoridad no era de Amasías, sino
del Altísimo. Por tanto, no profetizaría en Judá, sino en Israel. Dios había hablado, y Amós
profetizaría como él lo dirigiera (cf. 3:8; Hch. 5:27–29).
7:16–17. El profeta continuó diciendo: Ahora, pues, ese mismo Dios tenía una palabra para
el sacerdote que se había atrevido a prohibirle hacer lo que el Altísimo le había mandado (cf.
2:11–12). Debido a que Amasías había rechazado la palabra del Omnipotente que el profeta
había pronunciado contra Israel, él y su familia sufrirían el mismo castigo que toda la nación.
Cuando se cumpliera la sentencia del exilio (cf. 5:5, 27; 6:7; 7:11; 9:4), él iría con los exiliados,
pues sería llevado cautivo lejos de su tierra. Su mujer sería forzada a vivir como una ramera
en medio de la misma ciudad en que había sido una mujer tan distinguida. Su nombre sería
borrado y sus hijos e hijas caerían a espada y su tierra sería repartida por suertes entre los
extranjeros (cf. 2 R. 17:24; Jer. 6:12), y él mismo moriría en tierra inmunda o pagana. Además,
sería destituido de su puesto, se le quitaría su santuario y se contaminaría con la comida inmunda
de una nación extraña (cf. Ez. 4:13; Os. 9:3–4).
Si el sacerdote Amasías hubiera reaccionado en forma distinta y se hubiera arrepentido ante
las palabras del profeta, hubiera sido librado del castigo (Am. 5:4–6, 14–15). Pero en vez de ello,
decidió aliarse con el monarca terrenal y seguir en la misma actitud nacional de orgullo y falsa
seguridad, imponiendo su autoridad sobre el mensajero divino. Así que calladamente, el Señor
retiró la plomada. No protegería más a Amasías.
INTRODUCCIÓN
Abdías es el libro más corto del A.T. pues sólo tiene 21 vv. Para muchos tiene poco interés, por
lo que es apenas conocido. Su mensaje principal es de destrucción y juicio, y no es citado en el
N.T. Aun así, este libro merece una lectura y estudio cuidadosos, porque contiene un poderoso
mensaje acerca de la justicia de Dios, la cual exigía que el Señor se vengara de Edom, el perenne
enemigo de Israel. El juicio contra esa nación se menciona en más libros del A.T. que el de
cualquier otro pueblo extranjero (cf. Is. 11:14; 34:5–17; 63:1–6; Jer. 9:25–26; 25:17–26;
49:7–22; Lm. 4:21–22; Ez. 25:12–14; 35; Jl. 3:19; Am. 1:11–12; 9:11–12; Abd.; Mal. 1:4).
En cierto sentido, Abdías es un perfil en miniatura del mensaje de todos los profetas que
escribieron. En su breve exposición, el profeta habló del juicio divino contra los gentiles
incrédulos que oprimían a Israel, así como de la gracia divina sobre el creyente Israel. Este doble
propósito se entreteje a través de todos los profetas mayores y menores.
Este pequeño libro habla del peligro que hay en el gran pecado de orgullo o arrogancia, el
complejo de superioridad que a menudo provoca aprovecharse de otros. Abdías ilustra
gráficamente a nivel nacional la verdad de Proverbios 16:18: “Antes del quebrantamiento es la
soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”.
Autor. En el A.T. se mencionan cuando menos 12 hombres que llevan el nombre de Abdías,
incluyendo a un oficial del ejército de David (cf. “Obadías”, forma alterna en 1 Cr. 12:9), un
siervo de Acab (1 R. 18:3), un levita de la época de Josías (2 Cr. 34:12), y un líder que regresó
del exilio con Esdras (“Obadías”, Esd. 8:9). Pero nada se sabe acerca del autor de este breve libro
profético, excepto que su nombre significa “adorador de Jehová”.
Fecha. Puesto que la Biblia no nos proporciona datos acerca de la vida o antecedentes del
hombre que escribió el libro de Abdías, la fecha en que se escribió ha sido muy debatida. Existen
tres sugerencias para ella: (a) durante el reino de Joram (848–841 a.C.) hijo de Josafat, (b) en el
reinado de Acaz (731–715 a.C.), y (c) en 585 a.C., poco después de la destrucción de Jerusalén
por los babilonios en 586.
Los eruditos conservadores están divididos a partes iguales entre el primero y tercer puntos
de vista; mientras que la mayoría de los liberales defienden la tercera posibilidad. Pocos creen en
la segunda alternativa debido a que 2 Crónicas 28:17 habla de que los edomitas atacaron
Jerusalén y se llevaron a muchos prisioneros. Otro argumento que se usa para sugerir que los
acontecimientos de Abdías (vv. 1–14) sucedieron durante el reinado de Acaz (el punto de vista b)
es que los edomitas tomaron Elat (que estaba en el extremo sur del territorio edomita) cuando
Rezín persiguió a los judíos en tiempos de Acaz (2 R. 16:6). No obstante, la toma de Elat por los
edomitas no corresponde a las declaraciones que se encuentran en el libro de Abdías.
Los argumentos a favor de la escritura tardía de Abdías (después de la caída de
Jerusalén—punto de vista c) son los siguientes:
1. La similitud de varios vv. de Abdías con Jeremías 49 sugiere que Abdías citó a ese profeta
mayor.
Abdías Jeremías
v. 1 49:14
v. 2 49:15
v. 5 49:9
v. 6 49:10
v. 8 49:7
v. 9 49:22b
v. 16 49:12
18
v. 11 3:3 v. 14 1:6
v. 15 1:15; v. 19 9:12
2:1;
3:3–4,
14
v. 17 2:32;
3:17
BOSQUEJO
I. Destrucción de Edom (vv. 1–9)
A. Llamamiento a las naciones para destruir a Edom (v. 1)
B. Profecía de la destrucción de Edom (vv. 2–9)
1. Humillación del orgullo de Edom (vv. 2–4)
2. Saqueo de la riqueza de Edom (vv. 5–7)
3. Asesinato de los moradores de Edom (vv. 8–9)
II. Crímenes de Edom (vv. 10–14)
A. Violaciones en sus actitudes (vv. 10–12)
B. Violaciones en sus acciones (vv. 13–14)
III. Castigo de Dios sobre los enemigos de Israel (vv. 15–16)
IV. Bendiciones de Dios sobre los moradores de Israel (vv. 17–21)
A. Liberación de Israel (vv. 17–18)
B. Delimitación de los territorios de Israel (vv. 19–20)
C. Establecimiento del reino del Señor (v. 21)
COMENTARIO
I. Destrucción de Edom (vv. 1–9)
A. Llamamiento a las naciones para destruir a Edom (v. 1)
V. 1. La palabra visión también se usa en Isaías 1:1, Miqueas 1:1 y Nahum 1:1 para
introducir esos libros proféticos. (cf. Dn. 1:17; 8:1; 9:24; Os. 12:10). Sugiere que el profeta “vio”
(mental y espiritualmente) y escuchó lo que Dios le comunicó. Nada se sabe de la vida,
antecedentes y ministerio de Abdías. Su nombre era muy común y significa “adorador de
Jehová”. Ese profeta recibió una comunicación directa de Jehová el Señor (’ădônāy). La palabra
“Señor” enfatiza su gobierno sobre todas las naciones y “Jehová” habla de su relación pactal con
Israel.
En cuanto a Edom … el pregón (o decreto) de Jehová fue proclamado a través de un
mensajero que fue enviado a las naciones para decirles que se unieran para humillar a Edom.
Entre las naciones que tendrían parte en la destrucción de los edomitas estaban los nabateos, los
judíos (al mando de Juan Hircano) y los romanos. Esto refuerza una verdad que se observa a
través de gran parte de la Biblia: En su soberanía, Dios utiliza a las naciones para llevar a cabo su
voluntad en la tierra.
INTRODUCCIÓN
Autor. Jonás significa “paloma” y fue un siervo de Dios originario de Gat-hefer (2 R. 14:25),
ciudad de la tribu de Zabulón (Jos. 19:10, 13). Jonás vivió cuando Jeroboam II era monarca del
reino del norte de Israel (2 R. 14:23–25). La predicción del profeta Jonás acerca de que las
fronteras de Israel (2 R. 14:25) se iban a engrandecer bajo el reinado del rey Jeroboam se
cumplió a cabalidad. El profeta era hebreo (Jon. 1:9), hijo de Amitai (1:1; Amitai significa “[mi]
único verdadero”) y fue el único profeta veterotestamentario que trató de huir de Dios.
Jonás es uno de cuatro profetas del A.T. a cuyo ministerio se refirió el Señor Jesucristo (cf.
Mt. 12:41; Lc. 11:32). Los otros son Elías (Mt. 17:11–12), Eliseo (Lc. 4:27) e Isaías (Mt. 15:7).
El ministerio de Jonás tiene cierto paralelismo con el de Elías (1 R. 17–19; 21; 2 R. 1–2) y el
de Eliseo (2 R. 2–9; 13), sus predecesores inmediatos que ministraron en Israel y que cumplieron
un llamado misionero a los gentiles de Fenicia y Siria.
Algunos sugieren que Jonás no es el autor del libro porque se refiere a sí mismo en tercera
persona del singular (cf. Jon. 1:3, 5, 9, 12; 2:1; 3:4; 4:1, 5, 8–9). Sin embargo, ese no es
argumento de suficiente peso. Moisés fue autor del Pentateuco y con frecuencia utilizó la tercera
persona para describir sus propias actuaciones. También Isaías y Daniel a veces escribieron
acerca de sí mismos de esa manera (e.g., Is. 37:21; 38:1; 39:3–5; Dn. 1:1–7:1). No obstante, dado
que todo el libro de Jonás está escrito en tercera persona, algunos eruditos creen que otro profeta
lo escribió poco tiempo después de que ocurrieran los acontecimientos que ahí se narran.
Fecha. 2 Reyes 14:25 relaciona a Jonás con el reinado de Jeroboam II, por lo que los hechos del
libro de Jonás sucedieron durante el gobierno de ese rey (793–753 a.C.) La profecía de Jonás
acerca de la expansión de las fronteras de Israel podría sugerir que pronunció esa profecía al
principio del reinado de Jeroboam; lo cual indica que Jonás fue contemporáneo de Oseas y Amós
(cf. Os. 1:1; Am. 1:1). La referencia en tiempo pasado que Jonás hace acerca de Nínive (Jon. 3:3)
ha llevado a algunos a pensar que él vivió después de la destrucción de la ciudad en 612 a.C. Sin
embargo, el tiempo del vb. hebr. podría ser una referencia a la existencia de la ciudad en días de
Jonás.
Trasfondo histórico. Jeroboam II, en cuya época profetizó Jonás, fue el rey más poderoso del
norte (cf. 2 R. 14:23–29). Anteriormente, los asirios habían obtenido la supremacía en el Cercano
Oriente y obligaron a Jehú a darles tributo (841–814 a.C.). (V. el comentario del libro de Nahum
para una descripción de la crueldad atroz de los asirios.) Sin embargo, después de exterminar a
los sirios, los asirios sufrieron un retraso temporal de sus ansias expansionistas por causa de
algunas disensiones internas. Fue durante ese tiempo en que el imperio asirio perdió las
esperanzas de extenderse, que Jeroboam rey de Israel pudo ampliar el territorio de su nación
alcanzando su mayor extensión desde el tiempo de David y Salomón, ya que recuperó la tierra
que perteneció a Asiria (al nordeste hacia Damasco y al norte hasta Hamat).
No obstante, la vida religiosa de Israel era tal, que Dios envió a Oseas y Amós para advertirle
del juicio que le esperaba. La terquedad de Israel fue la causa por la que iba a caer bajo el
instrumento de ira escogido por Dios, una nación gentil que vendría del oriente. Amós advirtió
que el Señor iba a enviar a Israel al exilio “más allá de Damasco” (Am. 5:27). Oseas señaló
específicamente que el destructor enemigo sería Asiria: “el asirio mismo será su rey, porque no
se quisieron convertir” (Os. 11:5). Así que después de su debilidad temporal, Asiria se iba a
levantar como un gigante que había estado dormido e iba a devorar a su presa, el reino del norte
de Israel. Esta profecía se cumplió en 722 a.C. cuando Sargón II llevó a la cautividad al reino del
norte (2 R. 17). Las profecías de Oseas y Amós podrían explicar la renuencia de Jonás de ir a
predicar a Nínive. Temía ser instrumento para ayudar al enemigo que más tarde destruiría a su
propia nación.
Nínive estaba ubicada en la ribera oriental del río Tigris, aprox. a 880 kms. de Samaria,
capital del reino del norte. Era una ciudad grande, e igual que Babilonia, estaba protegida por un
muro exterior y otro interior. Este era de unos 15 mts. de ancho y 30 de alto. Antes que Jonás
llegara a esa ciudad-fortaleza aparentemente inexpugnable, los habitantes habían padecido dos
plagas (en 765 y 759 a.C.) y un eclipse total de sol que se dio el 15 de junio de 763. Todo eso era
considerado señal de la ira divina y podría explicar la razón por la que los ninivitas respondieron
con tanta presteza al mensaje de Jonás, predicado alrededor de 759 a.C.
Mensaje. El registro del ministerio de Jonás y su misión a Nínive fue dirigido a Israel. El libro
no se escribió sólo para presentar una narrativa histórica; tenía como propósito adicional
transmitir un mensaje dirigido al reino del norte. Además, en un sentido, Jonás no es el personaje
principal del libro, sino Dios. El Señor tiene la primera (Jon. 1:1–2) y la última palabra (4:11). El
Altísimo ordenó dos veces al profeta a ir a Nínive (1:2; 3:2); provocó una tormenta violenta en el
mar (1:4); proveyó un gran pez para que rescatara a Jonás (1:17); ordenó al pez que lo vomitara
en tierra seca (2:10); amenazó a Nínive con un juicio y luego se arrepintió por compasión (3:10);
proveyó una calabacera para dar sombra a su profeta (4:6); ordenó a un gusano que destruyera la
planta (4:7), y envió un viento recio para molestar a Jonás (4:8).
Entonces, ¿cuál es el mensaje que Dios estaba tratando de enviar a Israel a través de su trato
con Jonás, los ninivitas y los fenómenos naturales? (i.e., el mar, la vida animal, la vida vegetal y
el viento.)
En primer lugar, un mensaje evidente para Israel era que el Señor se ocupa de los pueblos
gentiles. Israel debía proclamar el amor divino por las almas perdidas, pues era el pueblo elegido
con quien Dios había concertado su pacto. La bendición de su compasión debía proclamarse a
través de los judíos hacia todas las naciones (Is. 49:3). El libro de Jonás fue un recordatorio para
Israel de su función misionera.
En segundo lugar, el libro demuestra la soberanía de Dios al lograr sus propósitos. A pesar de
que Israel fue infiel en la obra misionera, el Señor fue fiel al hacer que su amor fuera
proclamado. Al alabar a Dios por haberlo salvado milagrosamente, Jonás confesó que “la
salvación es de Jehová” (Jon. 2:9). Israel había fallado en proclamar las misericordias de Jehová,
pero la obra divina se lleva a cabo a pesar de la debilidad e imperfección humanas.
En tercer lugar, la respuesta de los gentiles fue una fuerte reprimenda a la nación pecaminosa
de Dios; Israel (cf. John. H. Stek, The Message of the Book of Jonah, “El mensaje del libro de
Jonás,” Revista Teológica Calvino 4. 1969:42–43). La percepción espiritual de los marineros
(1:14–16) y su preocupación por el profeta judío se contrastan de manera rotunda con el
desinterés de Israel en las naciones gentiles. La dureza espiritual de Jonás ilustró y reprendió la
falta de misericordia de los hebreos. El arrepentimiento de Nínive fue un fuerte contraste con el
rechazo de Israel a las advertencias de los profetas Oseas y Amós, contemporáneos de Jonás.
En cuarto lugar, Jonás fue un símbolo para Israel de su desobediencia a Dios y su
indiferencia a la situación religiosa de otras naciones. Oseas, contemporáneo de Jonás, ilustró
gráficamente el amor eterno de Dios por su pueblo al amar a una prostituta (que representaba el
extravío religioso de Israel). De manera similar, Jonás era un símbolo de Israel por su
desobediencia y desamor. El castigo divino a Jonás muestra su ira sobre Israel. Pero a pesar de
todo, el trato cariñoso y los milagros del Señor a favor de su profeta también ilustran su tierno
amor por Israel y su tardanza para la ira. Jonás escribió el libro con un corazón arrepentido. Dios
deseaba que la nación entera también aprendiera y entendiera la lección que Jonás recibió y se
arrepintiera de su pecado como Jonás y Nínive.
Autenticidad e historicidad. Los críticos de la Biblia escépticos de lo sobrenatural, han negado
la autenticidad del libro de Jonás por varias razones. En primer lugar, se burlan del milagro del
gran pez que se tragó al profeta. Pero los eruditos han demostrado la validez de tal suceso (e.g.,
A.J. Wilson, Sign of the Prophet Jonah and Its Modern Confirmations, “La señal del profeta
Jonás y las confirmaciones modernas,” Revista Teológica Princeton 25. Octubre 1927, págs.
630–642; George F. Howe, Jonah and the Great Fish, “Jonás y el gran pez,” Investigación
bíblica mensual. Enero 1973, págs. 6–8). El “gran pez” era posiblemente un mamífero marino
llamado cachalote (Catodon Macrocephalus). Se sabe que esa clase de ballenas puede tragarse
objetos descomunalmente grandes, incluso un tiburón de 5 mts. (Frank T. Bullen, Cruise of the
Cachalot Round the World after Sperm Whales, “Crucero del cachalote. Viaje alrededor del
mundo detrás de los cachalotes”. Londres: Smith, 1898). Otros han escrito que los tiburones
ballena (Rhineodon Typicus) se han tragado hombres que después fueron encontrados vivos en
sus estómagos.
En segundo lugar, los eruditos han cuestionado el tamaño de Nínive (3:3) y el número de sus
pobladores (4:11). Es verdad que la circunferencia del muro interior de Nínive era menor a 13
kms., según los arqueólogos. Así que el diámetro de la ciudad era menor de 3 kms. y por lo tanto,
no tomaba tres días recorrerla a pie. (El camino de un día a campo traviesa era de 24 a 32 kms.).
Sin embargo, pueden ofrecerse dos respuestas a tal objeción: (1) Es probable que “la ciudad”
incluyera los pueblos aledaños que dependían de ella. En Génesis 10:11–12 se mencionan tres de
esas ciudades. (2) Es razonable que Jonás haya tardado tres días para recorrer la ciudad y sus
suburbios, puesto que se detenía a predicar durante el trayecto (Jon. 3:3–4). (Acerca de la
población de Nínive, V. el comentario de 4:11). Una ciudad de 3 kms. de diámetro era de gran
tamaño en el antiguo Cercano Oriente. Por tanto, no es de sorprender que se le llame una gran
ciudad (1:2; 3:2–4, 7; 4:11).
En tercer lugar, la referencia al rey de Asiria como “el rey de Nínive” (3:6), ha sido causa de
confusión para algunos, pero el hecho de sustituir una ciudad capital (e.g., Nínive) por el nombre
del país en particular (e.g., Asiria) es bastante común en el A.T. A Acab rey de Israel se le llama
“rey de Samaria” (1 R. 21:1). También a Ocozías rey de Israel se le llama “rey de Samaria” (2 R.
1:3) y a Ben-adad de Siria se le menciona como el “rey de Damasco” (2 Cr. 24:23).
En cuarto lugar, algunos rechazan el libro de Jonás por el súbito arrepentimiento de los
ninivitas. Sin embargo, esa objeción niega el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo. Si Jonás
llegó a la ciudad durante el reinado del rey asirio Asur-dan III (772–754 a.C.; V. “Los reyes de
los reinos asirios medio y nuevo”, en el Apéndice, pág. 354), el profeta encontró una ciudad
sicológicamente preparada para su mensaje, pues fue precedido por dos plagas y hambrunas (en
765 y 759) y un eclipse total de sol el 15 de junio del año 763. Era común que la gente de
aquellos días percibiera tales acontecimientos como indicadores de la ira divina.
En quinto lugar, algunos eruditos rechazan la autenticidad del libro por el súbito crecimiento
de la calabacera (Jon. 4:6). Sin embargo, es posible que aquella fuera una planta de ricino, bien
conocida por su rápido crecimiento, gran altura y grandes hojas (también V. el comentario de
4:6).
Algunos argumentos que apoyan la historicidad del libro son: (1) Se mencionan ciudades
conocidas, incluyendo Nínive (1:2; 3:2–4, 6–7; 4:11), Tarsis (1:3; 4:2) y Jope (1:3). (2) Jonás se
considera un personaje histórico, no ficticio. Se dice que fue profeta de Gat-hefer (2 R. 14:25)
que vivió en el reinado de un personaje histórico, Jeroboam II. (3) Jesús reconoció la historicidad
de Jonás (Mt. 12:41; Lc. 11:29–30, 32) y se refirió a él como profeta (Mt. 12:39), acreditando el
gran milagro de la experiencia de Jonás con el gran pez (Mt. 12:40). Jesús basó su llamamiento
al arrepentimiento en la validez del mensaje de Jonás (Mt. 12:41; Lc. 11:29–32). Si la historia de
Jonás no es literal (i.e., si es ficción, alegoría o parábola), esa forma literaria es extremadamente
inusual y muy diferente a todos los demás libros proféticos.
BOSQUEJO
I. Desobediencia de Jonás (caps. 1–2)
A. Comisión del profeta (1:1–2)
B. Desobediencia del profeta (1:3)
C. Consecuencias de la desobediencia del profeta (1:4–2:10)
1. El gran viento (1:4–16)
2. El gran pez (1:17–2:10)
II. Obediencia de Jonás (caps. 3–4)
A. Segunda comisión del profeta (3:1–2)
B. Obediencia del profeta (3:3–4)
C. Conversión de los ninivitas (3:5–10)
1. La acción del pueblo (3:5)
2. La acción del rey (3:6–9)
3. La acción de Dios (3:10)
D. Lamento del profeta (cap. 4)
1. Disgusto de Jonás (4:1–5)
2. La explicación del Señor (4:6–11)
COMENTARIO
I. Desobediencia de Jonás (caps. 1–2)
A. Comisión del profeta (1:1–2)
1:1–2. El Dios de Israel ordenó al profeta Jonás (V. comentario en “Autor” de la
Introducción; cf. 2 R. 14:25; Mt. 12:39), que fuera a la gran ciudad de Nínive a pregonar un
mensaje contra ella. (La palabra “gran” y “grandemente” aparecen con frecuencia en el libro:
“gran ciudad” Jon. 1:2; 3:2; 4:11; “gran viento” 1:4; “gran tempestad” v. 1:12; “gran temor” v.
16; “gran pez” v. 17; “se apesadumbró en extremo” 4:1; y “se alegró grandemente” 4:6.) El
mensaje que debía predicar se revela en 3:4. Jonás tenía la autoridad divina para proclamar ese
anuncio porque la palabra de Jehová vino a él. Tenía autoridad por su origen. La ciudad de
Nínive estaba ubicada en la parte oriental del río Tigris aprox. a 880 kms. al nordeste de Samaria
(V. el mapa “Imperio Asirio”, en el Apéndice, pág. 355). Esa distancia se recorría en más de un
mes si Jonás hubiera viajado de 24 a 32 kms. por día. La gran ciudad le seguía en tamaño a
Babilonia. (Para una descripción del tamaño de la ciudad, V. el comentario bajo “Autenticidad e
Historicidad” en la Introducción y el comentario de 4:11). Se encontraba en lo que hoy es Irak,
frente a la moderna ciudad de Mosul.
Nimrod construyó Nínive (Gn. 10:11). Después de la época de Jonás, llegó a ser la capital del
imperio asirio bajo el mando de Senaquerib (705–681 a.C.), el sucesor de Sargón II (722–705
a.C.) quien destruyó el reino del norte. La razón por la cual Dios envió a Jonás a predicar
“contra” Nínive (i.e., a proclamar su destrucción bajo el juicio de Dios) es que había subido su
maldad delante de él, i.e., la gente no se apartaba y persistía en sus pecados. El rey de Asiria
reconoció que la conducta de su pueblo era mala y que se caracterizaba por la “rapiña” (Jon.
3:8). Además, era una ciudad “confiada” en sí misma (Sof. 2:15), y sus moradores pensaban que
eran invencibles. El profeta Nahum describió algunos de sus crímenes (Nah. 3:1, 4, 16). Nínive
era bien conocida en el antiguo Cercano Oriente por las brutales atrocidades que cometía contra
sus cautivos de guerra. (Acerca de la barbarie de Nínive, V. la Introducción a Nahum). También
era popular por su idolatría, pues tenía templos dedicados a los dioses Nabú, Asur y Adad.
Además, adoraban a Ishtar, diosa del amor y de la guerra.
El profeta
INTRODUCCIÓN
Autor y fecha. Se sabe muy poco acerca del autor de este libro. Su nombre es Miqueas y es
abreviatura del nombre Micaías, que significa “¿Quién como Jehová?” En los días en que vivió
Jeremías, los ancianos hacían alusión a Miqueas y citaban 3:12 en defensa del mensaje de
Jeremías acerca del castigo que caería sobre la nación (Jer. 26:18).
Miqueas fue originario de Moreset (Mi. 1:1; cf. 1:14), ciudad de Judá ubicada aprox. a 40
kms. al sudoeste de Jerusalén, cerca de la ciudad filistea de Gat (V. “Israel y naciones
circunvecinas en el tiempo de los profetas”, en el Apéndice, pág. 353). Moreset se encontraba en
las faldas de las fértiles montañas de Judá y estaba cerca de Laquis, centro comercial
internacional muy prominente.
Al igual que su contemporáneo Isaías, Miqueas profetizó acerca de la destrucción del reino
del norte por intervención de los asirios y la derrota posterior del reino del sur a manos de los
babilonios. Miqueas profetizó en el s. VIII a.C. durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías
(Mi. 1:1; cf. “Reyes de Judá e Israel y los profetas preexílicos”, en el Apéndice, pág. 356).
Mensaje y estilo literario. El libro contiene tres mensajes (Mi. 1:2–2:13; caps. 3–5; caps. 6–7),
que comienzan con una exhortación a “oir o escuchar” lo que el Señor tenía que decir a la
nación. A pesar de que Miqueas mencionó la futura destrucción del reino del norte de Israel, sus
oyentes principales eran los habitantes del sur, los de Judá. Los tres mensajes del profeta
muestran que eran tan culpables como Israel. Ellos también iban a recibir la disciplina del Señor.
La norma divina por la cual se mide al pueblo en el libro de Miqueas (como en todos los
escritos proféticos) es el pacto mosaico que Dios concertó con su pueblo cuando lo redimió de la
esclavitud de Egipto. La gente debía vivir de acuerdo a las estipulaciones del pacto. Si lo hacía,
recibiría la bendición de Dios (Dt. 28:1–14). Si no, sería castigada y finalmente expulsada de la
tierra de la promesa (Dt. 28:15–68). Miqueas señaló cuánto había fallado el pueblo al no vivir
conforme a las leyes del pacto. Anunció que Dios era justo al disciplinarlo. De hecho, el castigo
que iba a recibir era una muestra de que lo amaba y que lo iba a restaurar.
El tema del castigo es muy prominente en cada uno de los tres mensajes de Miqueas, pero el
profeta también recalca la restauración. Menciona al “remanente” en sus tres secciones (Mi.
2:12; 4:7; 5:7–8; 7:18). Tenía confianza en que algún día el Señor iba a devolver al pueblo de
Israel a su lugar de prominencia bajo el dominio mundial del Mesías. Ese énfasis debe haber
animado en gran manera al remanente justo del tiempo de Miqueas.
Como muchas porciones de los libros proféticos, el de Miqueas está escrito en poesía y no en
prosa. Por tanto, algunos de los enunciados son paralelismos (V. el comentario acerca del
paralelismo en “Naturaleza de los Salmos” en la Introducción al libro de los Salmos, tomo IV de
este comentario). Esta profecía incluye varios juegos de palabras (V. el comentario de Mi.
1:10–15) y varias preguntas de sondeo. En el N.T. se menciona Miqueas en dos ocasiones (5:2 se
cita en Mt. 2:5–6 y Mi. 7:6 en Mt. 10:35–36). El profeta anunció el lugar de nacimiento del
Mesías, su linaje y origen (Mi. 5:4); habló acerca de su reinado (4:1–7) y se refirió a él como rey
de Israel (2:13) y como Señor (5:2).
BOSQUEJO
I. Primer mensaje: El castigo vendrá (caps. 1–2)
A. Introducción (1:1)
B. Predicción del castigo venidero (1:2–7)
C. Lamento por el pueblo (1:8–16)
1. Lamento de Miqueas (1:8–9)
2. Llamamiento de Miqueas para hacer luto (1:10–16)
D. Pecados de Judá (2:1–11)
1. Pecados del pueblo (2:1–5)
2. Pecados de los profetas falsos (2:6–11)
E. Predicción de la reunión futura (2:12–13)
II. Segundo mensaje: después del castigo sigue la bendición (caps. 3–5)
A. Castigo para los líderes de la nación (cap. 3)
1. Castigo de los gobernantes (3:1–4)
2. Castigo de los profetas falsos (3:5–8)
3. Castigo de los líderes ingenuos (3:9–12)
B. Bendición del reino para la nación (caps. 4–5)
1. Características del reino (4:1–8)
2. Sucesos que precederán al reino (4:9–5:1)
3. El gobernante del reino (5:2–15)
III. Tercer mensaje: acusación por el pecado y la promesa de bendición (caps. 6–7)
A. La acusación del Señor (6:1–5)
B. La respuesta de Miqueas a favor de la nación (6:6–8)
C. El castigo del Señor por causa del pecado (6:9–16)
1. Los pecados (6:9–12)
2. El castigo (6:13–16)
D. Oración de Miqueas al Señor (cap. 7)
1. Miqueas deploró el pecado de la nación (7:1–6)
2. Confianza de Miqueas en el Señor (7:7–13)
3. Miqueas pidió que Dios volviera a pastorear a su rebaño (7:14)
4. El Señor prometió mostrar cosas milagrosas a su pueblo (7:15–17)
5. Miqueas afirmó que Dios es singular (7:18–20)
COMENTARIO
I. Primer mensaje: El castigo vendrá (caps. 1–2)
En esta primera parte Miqueas predijo que Dios castigaría a Israel y Judá. También escribió
que en última instancia la nación recuperaría su prominencia y prosperidad. El profeta estaba
seguro de ello porque confiaba en las promesas divinas registradas en las Escrituras. Dios
prometió a Abraham muchos descendientes y que habitaría en la tierra de Palestina (Gn. 12:2;
15:18–21; 17:1–8, 16, 19–20). A través de Moisés prometió a su pueblo grandes bendiciones en
esa tierra (Dt. 30:1–10). Además, dijo a David que su descendencia y su trono permanecerían
para siempre (2 S. 7:11b–16). Los profetas mayores y menores también escribieron mensajes de
consuelo diciendo que el Señor iba a bendecir a la nación en cumplimiento de sus promesas.
Isaías, contemporáneo de Miqueas, también profetizó acerca de la restauración divina de la
nación (V. e.g., Is. 65–66).
El tema del castigo, que se reitera varias veces en los libros proféticos, tiene sus raíces en
Deuteronomio 27–28, donde Moisés advirtió al pueblo que estaba a punto de entrar a la tierra
prometida, acerca de los peligros que enfrentaría. La generación adulta que les precedía (excepto
Caleb y Josué) habían muerto en el desierto porque desecharon el mandato de Dios de poseer la
tierra. Así que Moisés dijo a la nueva generación que tenía dos alternativas: Guardar el pacto con
Dios y vivir en la tierra prósperamente (Dt. 28:1–14), o rechazarlo y sufrir la maldición por la
esterilidad y falta de productividad (de la gente, los animales y las cosechas) y finalmente, ser
expatriados de la tierra de la promesa. A partir de ese momento, la mayor parte de la historia y la
profecía del A.T. se enfoca en la desobediencia de Israel por no vivir de acuerdo con las
estipulaciones del pacto divino. Miqueas y Amós señalaron específicamente la decadencia social
de la nación por no guardar el pacto (V. e.g., Mi. 2:1, 8–9; 3:11; 6:11).
A. Introducción (1:1)
1:1. En este v. inicial se encuentran varias anotaciones introductorias. Miqueas declaró que
el mensaje de su libro era palabra de Jehová. Esta frase, común a muchos de los profetas, es
importante a la luz de la revelación o “palabra” del Señor dirigida a su pueblo. Dios quería que
Israel reaccionara conscientemente a su palabra y que tomara las decisiones correctas basado en
ella. Su sistema religioso contrastaba diametralmente con las religiones contemporáneas paganas
de la fertilidad en las cuales la experiencia sensual era la forma más elevada de la religión.
El profeta dijo ser originario de Moreset (llamada Moreset-gat en el v. 14; quizá la moderna
ciudad de Tel Judaiyideh). Se situaba aprox. a 40 kms. al sudoeste de Jerusalén. Sin embargo, se
ha debatido acerca de su ubicación exacta.
Miqueas profetizó durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías. Predijo para el reino del
norte y del sur, pero menciona solamente a esos tres reyes de Judá porque los del norte no
pertenecían a la genealogía de David. La fecha en que reinaron esos tres monarcas es indicio de
que el ministerio de Miqueas se realizó entre 750 y 686 a.C., aunque generalmente muchos
eruditos asumen que su ministerio terminó a principios del reinado de Ezequías (quizá antes de
700 a.C.).
El libro de Miqueas relata la visión (cf. Is. 1:1; Abd. 1; Nah. 1:1) que vio sobre Samaria, la
capital del reino del norte (Israel) y Jerusalén (capital del reino sureño, Judá). La palabra hebr.
que se trad. “visión” sugiere que Dios dio a Miqueas estos pasajes para que los “viera” mental y
espiritualmente. Es obvio que esas ciudades representan a las 12 tribus de la nación de Israel. El
profeta denunció la maldad crasa que se había generalizado por todo el país. Hacía mucho
tiempo que el reino del norte se había apartado del pacto concertado a través de Moisés. Y la
gente del reino del sur estaban actuando exactamente como sus hermanos y hermanas del norte,
pues no vivía de acuerdo con el pacto.
III. Tercer mensaje: acusación por el pecado y la promesa de bendición (caps. 6–7)
La tercera sección principal del libro resume lo que hasta aquí ha sucedido y añade un ruego
de parte del profeta de Dios a favor de su pueblo escogido. Estos caps. se centran en las
bendiciones que recibirá la nación por la bondad divina.
2. EL CASTIGO (6:13–16)
6:13–15. Los pecados citados en los vv. 10–12 (y posiblemente otros más) eran la razón por
la que el castigo divino ya había comenzado y los llevaba a la ruina (cf. v. 16; Dt. 28:20). La
comida no les satisfaría (la primera parte de Mi. 6:14 cita Lv. 26:26). Sus enemigos robarían los
bienes que almacenaran (cf. Lv. 26:16–17; Dt. 28:33), sembrarían mas no segarían (cf. Dt.
28:30). Puesto que serían llevados al cautiverio, no podrían disfrutar del fruto de su trabajo (Mi.
6:15; cf. Dt. 28:39–40). Como Dios había declarado (Dt. 28), esas maldiciones eran
consecuencia de la desobediencia de su pueblo.
6:16. En vez de seguir al Señor, la nación había guardado los mandamientos de Omri … y
toda obra de la casa de Acab (su dinastía). Omri y Acab se consideraban los peores reyes del
reino del norte porque durante sus reinados la apostasía estuvo en su apogeo, hasta el punto de
ofrecer adoración a Baal (1 R. 16:21–22:40). Durante el reinado de Acab fueron asesinados los
profetas verdaderos del Señor (1 R. 18:4). Judá también siguió ese camino pecaminoso (en los
consejos de ellos anduvisteis). Como resultado de su idolatría y violencia, Dios declaró que los
entregaría al asolamiento (cf. Mi. 6:13). Cuando fueran llevados al cautiverio, serían para burla
de las naciones (cf. Lm. 2:15–16).
INTRODUCCIÓN
El profeta Nahum. No se sabe nada del autor humano de esta breve profecía, excepto que la
escribió Nahum de Elcos (Nah. 1:1). Su nombre significa “consolación” o “aliento” lo cual es
apropiado para describir su ministerio a Judá. Su mensaje acerca de la destrucción de Nínive, que
era el enemigo más temido de muchas naciones de sus días, fue de gran ánimo para Judá. La
mención de “Elcos” sugiere que ese fue el lugar de origen de Nahum, pero se desconoce la
ubicación de esa ciudad. Jerónimo dice que se encontraba en Galilea; otros, que estaba cerca del
río Tigris al norte de la moderna ciudad de Mosul cerca de Nínive; algunos lo ubican al oriente
del río Jordán; otros han sugerido que se encontraba en Capernaum. No existe ninguna evidencia
concluyente, pero parece que lo mejor es situarla al sur de Judá. Esto podría ayudar a explicar la
preocupación de Nahum por ese pueblo (Nah. 1:12, 15) a quien dirige su mensaje.
La ciudad de Nínive. El objeto de la profecía es Nínive (Nah. 1:1). Una gran destrucción o una
carga (“un oráculo”) recaía sobre la capital de Asiria. Hay otros pasajes del A.T. que hablan de la
caída de esa nación (Is. 10:12–19; 14:24–25; 30:31–33; 31:8–9; Ez. 32:22–23; Sof. 2:13–15;
Zac. 10:11).
La primera vez que se menciona Nínive en la Biblia es en Génesis 10:11–12. Nimrod
construyó varias ciudades en el sur de Mesopotamia (Gn. 10:8–10) y luego “fue a Asiria a
construir Nínive, Rehobot Ir, Cala y Resén”. Hay varias inscripciones que refieren que Gudea
restauró el templo de la diosa Ishtar en Nínive, misma que según él se fundó alrededor del año
2300 a.C. El rey de babilonia Hammurabi (ca. 1792–1750 a.C.), también hizo referencia a
Nínive. El rey asirio Tiglat-pileser I (1115–1071) que decía ser el “rey del mundo”, amplió y
engrandeció la ciudad. Asurnasirpal II (883–859 a.C.) y Sargón II (722–705 a.C.) establecieron
sus palacios en Nínive. En los siglos IX, VIII y VII a.C. el imperio asirio se hizo muy poderoso y
en varias ocasiones atacó a las naciones que se ubicaban al oriente, norte y poniente, incluyendo
a Israel. (V. “Los reyes de los reinos asirios medio y nuevo”, en el Apéndice, pág. 354).
Salmanasar III (859–824 a.C.) convirtió la ciudad de Nínive en una base de operaciones
militares. Durante su reinado, Israel entró en contacto con Nínive. Ese rey relató que peleó contra
una coalición de reyes de Siria y otros incluyendo a “Acab el israelita” (en el año 853 a.C.). Más
tarde registró que recibía tributo de “Jehú, hijo de Omri”, el cual se encuentra representado en el
obelisco negro de Salmanasar. Sin embargo, ninguno de esos acontecimientos se mencionan en
la Biblia. El rey de Judá Azarías (790–739 a.C.) pagó tributo a Tiglat-pileser III (745–727 a.C.)
El rey de Israel Manahem (752–742) hizo lo mismo (2 R. 15:14–23). Jonás predicó a los
ninivitas durante el reinado de Asur-dan III (772–754; V. la Introducción de Jonás).
En el año 731 a.C., Acaz era el rey de Judá (732–715) y era vasallo de Tiglat-pileser III.
Asiria invadió Damasco durante la guerra siro-efraimita. Salmanasar V (727–722) sitió a
Samaria y la derrotó en el año 722 a.C., por lo que el reino del norte quedó destruido (2 R.
17:3–6; 18:9–10). Veintiún años después (en 701), Senaquerib (705–681) invadió Judá y
destruyó 46 ciudades y pueblos de los judíos. Después de rodear Jerusalén, 185,000 soldados de
Senaquerib murieron en una sola noche y éste regresó a Nínive (2 R. 18:17–18; 19:32–36; Is.
37:36). Esar-hadón (681–669) consideraba a Judá reino vasallo, pues una inscripción de un
edificio lee: “Convoqué a los reyes de los hititas [Siria] y a los que están del otro lado del mar,
Ba’lu, rey de Tiro, Manasés, rey de Judá …” (Daniel David Luckenbill, Ancient Records of
Assyria and Babylonia, “Crónicas antiguas de Asiria y Babilonia”, 2 vols. Chicago: University of
Chicago Press, 1926–1927, 2:265).
En el año 669 a.C. Asurbanipal sucedió a su padre Esar-hadón en el trono de Asiria. Tal vez
es el rey que liberó a Manasés, rey de Judá (2 Cr. 33:10–13). Asurbanipal derrotó a Tebas,
Egipto en el año 663 y llevó sus tesoros a Nínive, así como los de Babilonia y Susa. Además,
fundó una gran biblioteca.
La ciudad de Nínive cayó ante los babilonios, medos y escitas en agosto del año 612 a.C.
Nínive estaba situada en la ribera oriental del río Tigris (V. “Imperio Asirio”, en el Apéndice,
pág. 355). Senaquerib fortaleció el muro de la ciudad de cuya gloria expresó: “Intimida al
enemigo”. Acerca de la población de Nínive, V. “Autenticidad e historicidad” en la Introducción
de Jonás y el comentario de Jonás 4:11. Jonás se refirió a Nínive llamándola “una gran ciudad”
(Jon. 1:2; 3:2–4; 4:11).
Sus ruinas todavía existen en la actualidad. Esa ciudad fue fácilmente derrotada cuando se
desbordó el río Khosr, el cual corría a través de ella (V. Nah. 1:8; 2:6, 8).
Nínive fue la capital de uno de los imperios mundiales más crueles, viles, poderosos e
idólatras. Por ejemplo, Asurnasirpal II (883–859) alardeó con respecto a una de sus conquistas:
Irrumpí sobre las cimas de las montañas y las tomé. En medio de la montaña majestuosa los
masacré; con su sangre teñí la montaña de rojo … Decapité a sus soldados y con sus cabezas
levanté un pilar en su ciudad; quemé a sus hombres y mujeres jóvenes (Luckenbill, Ancient
Records of Assyria and Babylonia, Crónicas antiguas de Asiria y Babilonia”, 1:148). También
escribió acerca de un líder que capturó: “Lo desollé y aventé su piel hacia el muro de la ciudad
…” (ibid., 1:146). Asimismo escribió que mutilaba en vida a sus rehenes y que apilaba sus
cadáveres en montones.
Salmanasar II (859–824) se jactaba de su crueldad después de una campaña militar: “Levanté
una pirámide de cabezas frente a su ciudad. Quemé a sus hombres y mujeres jóvenes en la
hoguera (ibid., 1:213). Senaquerib (705–681) escribió acerca de sus enemigos diciendo: “Los
degollé como corderos. Corté sus preciosas vidas como se corta un hilo. Como las muchas aguas
de la tormenta, hice que el contenido de sus esófagos y sus entrañas cubrieran la anchura de la
tierra … Les corté las manos” (ibid., 2:127).
Asurbanipal (669–626) describió cómo trató a un líder que capturó con estas palabras:
“Perforé su barba con mi filosa daga. A través de su mandíbula … hice pasar una cuerda, le
coloqué una cadena de perro y lo hice habitar en … una perrera” (ibid., 2:319). Además, en su
incursión contra Egipto también se jactó de que sus oficiales colgaron los cadáveres de los
egipcios “en estacas y los desollaron para cubrir las paredes de la ciudad con sus pieles” (ibid.,
2:295).
Entonces no es de sorprender que Nahum haya llamado a Nínive “ciudad sanguinaria” (3:1),
¡una ciudad que sobresalía por su maldad! (3:19)
Asurbanipal era un narcisista: “Yo soy Asurbanipal, el gran rey, el poderoso rey del universo,
rey de Asiria … los grandes dioses … magnificaron mi nombre; hicieron que reinara con poder”
(ibid., 2:323–4). Esar-hadón fue aún más jactancioso. “Soy poderoso, todopoderoso, un héroe, un
gigante, soy colosal, soy digno de honra, soy magnífico y sin igual entre todos los reyes, soy el
elegido de Asur, Nabú y Marduk” (ibid., 2:226).
En Nínive y por todo el imperio asirio se practicaba una idolatría grotesca. El origen de la
religión de Asiria se encontraba en Babilonia, pero su dios nacional era Asur, y el sumo
sacerdote y representante era el rey.
Fecha del libro. Nahum 3:8 menciona la caída de Tebas (ante Asurbanipal). Puesto que esto
ocurrió en el año 663 a.C., el libro debió haberse escrito después de esa fecha. La caída de
Nínive predicha en Nahum ocurrió en 612 a.C. Por tanto, el libro se escribió entre los años 663 y
612 a.C. Walter A. Maier sugiere que Nahum pronunció su profecía poco después de la caída de
Tebas, entre 663 y 654 a.C. (The Book of Nahum, “El libro de Nahum, págs. 30, 34–37). Sus
argumentos son los siguientes:
1. La descripción de Nínive (1:12; 3:1, 4, 16) no concuerda con la decadencia de la nación
asiria bajo el dominio de los hijos de Asurbanipal, Asur-etil-ilāni (626–623 a.C.) y
Sin-shar-ishkun (623–612 a.C.).
2. Cuando Nahum profetizó, Judá estaba bajo el yugo asirio (1:13, 15; 2:1, 3). Esto
concuerda con el reinado de Manasés en Judá (697–642) más que con el de Josías (640–609).
3. La de los medos fue una nación independiente. Se hizo una potencia mundial alrededor del
año 645 a.C. En 626 comenzó a surgir en el 626 el imperio neobabilónico. Si Nahum hubiera
escrito antes de la caída de Nínive bajo esas naciones en el año 612, lo lógico sería que las
mencionara. Pero ya que no se refiere ni a los medos ni a los babilonios, es muy probable que
haya escrito su profecía antes del año 645 a.C.
4. Sin embargo, lo más importante es el hecho de que nueve años después de su destrucción,
Tebas fue restaurada (en 654). La pregunta retórica de Nahum en 3:8 habría tenido muy poco o
nada de impacto si se hubiera escrito después del año 654 a.C.
Unidad del texto. Algunos eruditos han sugerido que Nahum escribió la mayoría de 2:4–3:19 y
que después otro (s) escritor (es) insertó (aron) algunas frases y que alguien distinto escribió
1:1–2:3. También se ha cuestionado la autenticidad de 1:1 porque contiene un título doble:
“Profecía sobre Nínive. El libro de la visión de Nahum”. Pero esas dos frases son
complementarias; la primera indica el tema y la segunda el autor. Esta fórmula se asemeja a la de
Isaías 13:1; Amós 1:1; Miqueas 1:1 (en Is. 13:1 “revelada” y Am. 1:1 “profetizó” se refieren a
“ver una visión”). Otros eruditos afirman que Nahum 1:2–10 no se encuentra en el original, sino
que fue un acróstico en forma de salmo añadido años después de Nahum. Es debatible que estos
vv. formen un acróstico, pero si lo fuera, no indica necesariamente que el autor no fue Nahum.
Forma literaria del texto. En algunos comentarios se ha tratado de demostrar que el libro de
Nahum no es una profecía, sino la liturgia para el “festival anual de coronación” del Señor que se
celebraba en Jerusalén después de que Nínive fue destruida en el año 612 a.C. De acuerdo con
ese análisis, el libro consiste de fragmentos de diversos estilos literarios y rasgos distintivos,
preguntas y respuestas, así como de pasajes para solistas y coros antifonales—que en conjunto
forman una liturgia que conmemora la destrucción de Nínive. Pero esa teoría contradice el título
del libro que claramente describe que su contenido es una “profecía” y “visión”. El punto de
vista de que es una liturgia, destruye la naturaleza profética del libro.
Aunque el libro forma una unidad literaria escrita por un solo autor, sí hace uso de varias
formas literarias. Éstas incluyen una introducción que exalta los atributos de Dios (1:2–8), una
serie de oráculos dirigidos a Nínive y a Judá (1:9–15), la vívida descripción profética de la caída
de Nínive (cap. 2) y la denuncia de su culpabilidad (cap 3). Las tres partes se entretejen por
medio de una serie de preguntas retóricas (1:6; 3:7–8, 19). Usando metáforas y símiles, habla de
Nínive como de hojarasca seca (1:10); se le describe como un león (2:12) y como ramera y
hechicera (3:4). Se dice que los muros de la ciudad son como higueras maduras (3:12) y sus
guardias y oficiales como langostas (3:17). Nahum describe sucintamente la guerra que
culminará con la conquista de la ciudad (2:8–10; 3:2–3, 14).
Propósito del libro. La pista inicial en cuanto al propósito del libro se encuentra en el título
“profecía” (o “carga”; V. el comentario de 1:1 y los que preceden a Zac. 9:1). Nahum colocó una
“carga” sobre Nínive; es decir, escribió una profecía de advertencia. A pesar de que
principalmente se refiere a Nínive (Nah. 1:8, 11, 14; 2:1, 8; 3:7), también alude a Judá (1:12, 15;
2:2) para consolarla. El juicio venidero sobre Nínive (como consecuencia de sus terribles
atrocidades contra varias naciones incluyendo a Israel, el reino del norte, en el año 722 a.C.)
sería de gran consuelo para la afligida Judá (1:12), que había sentido la amenaza del imperio
asirio muy de cerca. De hecho, Asiria había capturado gran parte de los ejércitos de Judá y hasta
había sitiado a Jerusalén en el año 701 a.C. Durante gran parte del reinado de Manasés, Judá
había pagado tributo a Asiria. Así que el propósito del libro de Nahum es anunciar la caída de
Nínive asegurando de esa manera a Judá que Dios tiene el control de todas las cosas.
BOSQUEJO
I. Título (1:1)
II. Certidumbre del juicio de Dios contra Nínive (1:2–15)
A. La ira de Dios se derramaría sobre Nínive y su bondad sobre los suyos (1:2–8)
B. El complot de Nínive contra el Señor llegaría a su fin (1:9–11)
C. La aflicción de Judá terminaría cuando Nínive fuera destruida (1:12–15)
III. Descripción del castigo divino sobre Nínive (cap. 2)
A. El ataque (2:1–6)
B. La derrota y el saqueo (2:7–13)
IV. Razones para el juicio divino sobre Nínive (cap. 3)
A. La violencia y el engaño serían causa de su vergüenza (3:1–7)
B. El trato que dio a Tebas causaría su derrota (3:8–11)
C. Sería inútil tratar de defenderse (3:12–19)
COMENTARIO
I. Título (1:1)
1:1. El libro es una profecía sobre Nínive. Como tal, es una “carga” (maśśā’; V. el
comentario de Is. 13:1 y lo que precede a Zac. 9:1) y un mensaje de advertencia acerca de su
derrota. También es una visión (ḥăzôn), i.e., un mensaje que el profeta “vio” mental y
espiritualmente (cf. Is. 1:1; Abd. 1; Mi. 1:1; Zac. 1:8). Acerca de la descripción de Nahum de
Elcos, V. “El profeta Nahum” en la Introducción.
A. El ataque (2:1–6)
2:1. La acometida en su contra hizo que Nínive tratara de defenderse por sí sola. Nahum
utilizó un patrón alternativo para hablar a Nínive en 1:11, 14 y 2:1. También se dirigió a Judá en
1:12–13, 15. El avance de un destruidor anónimo (mēp̱îṣ, “dispersador”; cf. 2:8b; 3:18) contra
Nínive era tan seguro que Nahum habló de él en tiempo presente. El vb. “subir” bien podría ser
“avanzar” (‛ālâh) palabra que se utiliza para describir operaciones militares hostiles (e.g., Jue
1:1, “subirá”; 1 S. 7:7, “subieron”; 1 R. 20:22, “vendrá contra”; Is. 7:1, “subieron”; Is. 7:6,
“vamos contra”; Is. 21:2, “sube”). El invasor era Nabopolasar de Babilonia que junto con
Ciajares de Media conquistaron Nínive.
Luego sigue una serie de cuatro mandatos breves que reflejan la tentativa de los ninivitas por
ponerse a salvo y tratar de defender su gran ciudad. Nahum pone un toque de ironía y amargura
en sus palabras para ridiculizarlos sutilmente y exhorta a la ciudad a prepararse para el sitio que
le sobrevendría, guardando la fortaleza, vigilando el camino para detectar a los invasores,
ciñéndose los lomos (lit., abrazando “sus entrañas”, i.e., ejercer poder físico y mental) y
reforzando todo su poder (kōaḥ; V. el comentario de Nah. 1:3). El profeta sabía muy bien que
tales medidas de precaución no evitarían el sitio ni cambiarían sus consecuencias. Todos los
esfuerzos de Nínive por defenderse serían en vano, porque como Dios había dicho (1:15), la
ciudad sería destruida.
2:2. La descripción del ataque se ve interrumpida por una declaración acerca de Jacob e
Israel. Quizá estos son sinónimos y se refieren a la nación entera, aunque posiblemente “Jacob”
se refiere al reino del sur e Israel al del norte. La destrucción de Nínive haría posible que el
pueblo de Dios saliera de su humillante situación para recuperar su gloria pasada (gā’ôn,
“excelencia o majestad”). Esto no se cumplirá en su totalidad hasta que Israel esté en la tierra
donde se establecerá el reinado milenial del Mesías. Eso contrasta diametralmente con la
condición en que estaba por el saqueo y devastación que sufrió a manos de Asiria (el reino del
norte fue derrotado en el año 722 a.C.) que incluyó la completa destrucción de sus viñedos y
mugrones (sarmientos).
2:3–4. Nahum habló de las armas, la velocidad del “destruidor” (v. 1) y de sus soldados y
carruajes. Es posible que el pron. sus que aparece en la primera línea del v. 3 se refiera al
“invasor” anónimo y no al rey asirio tratando de defenderse. El escudo de guerra que usaban los
medos y babilonios era rojo, (“enrojecido” NVI99); quizá por la sangre que derramaban o por la
piel teñida de rojo que cubría la madera, o bien, porque estaban recubiertos de cobre. Los
vestidos de grana de los soldados (cf. NVI99 “rojo” en Ez. 23:14) les daban una apariencia
impresionante. (Jenofonte escribió que los persas del ejército de Ciro se vestían de escarlata,
Ciropedia 6. 4. 1.). El metal de sus carros brillaba bajo el sol como fuego y con ferocidad
blandían sus espadas por el aire durante su ataque.
Los carros de guerra del enemigo sitiador parecían precipitarse con toda su furia en un
salvaje desenfreno (cf. Jer. 46:9). Se movían con tal rapidez, que parecían relámpagos. Las
calles “podrían incluir las avenidas y carreteras suburbanas en los alrededores de Nínive que
conducían hasta la ciudad, pues el contexto describe un ataque que gradualmente lleva hasta el
pie de los muros de la ciudad” (Maier, The Book of Nahum: A Commentary, “El libro de Nahum:
Un comentario”, pág. 243). Las plazas eran los amplios lugares abiertos que había dentro de la
ciudad (cf. “calles” y “plazas” en Pr. 5:16; 7:12; Jer. 5:1; 9:21).
2:5–6. El personaje él al que se alude en el v. 5 se refiere con toda probabilidad al rey asirio,
porque fue quien convocó a sus valientes para que se reunieran en el muro de la ciudad y
levantaran una defensa. La naturaleza exacta de esa defensa no se conoce, pero de alguna
manera protegía al pueblo de las piedras, lanzas y flechas de sus atacantes.
Se han sugerido varias interpretaciones posibles de la frase las puertas de los ríos. Pueden
ser: (a) puentes fortificados, (b) las puertas de la ciudad cerca de la orilla del río Tigris, (c) las
compuertas de las represas de las cisternas de la ciudad (pero no hay evidencia arqueológica que
apoye esto), (d) los resquebrajamientos en la pared por el caudal torrencial del agua, y (e) las
compuertas que controlaban el flujo del río Khosr el cual atravesaba la ciudad.
El quinto punto de vista se apoya en el sentido más natural del lenguaje y en los restos
arqueológicos. “Para que no pasara por la ciudad Senaquerib … represó el … río Khosr, e hizo
una reserva. Thompson y Hutchinson reportan que el agua topaba en una extraordinaria doble
compuerta flanqueada por dos enormes muros que llegaban hasta muy cerca de la ciudad. En las
ruinas se encontraron restos de las compuertas o represas originales que regulaban el flujo del
agua que entraba a la ciudad” (Maier, The Book of Nahum: A Commentary, “El libro de Nahum:
Un comentario”, pág. 253). Así que quizá al principio del sitio los enemigos cerraron las
compuertas y cuando las represas se llenaron hasta el tope, las abrieron para que el palacio se
derrumbara. Además, las aguas pudieron haberse incrementado por las torrenciales lluvias, tal
como escribió Diódoro Sículo (V. el punto 5 en el cuadro “Cumplimientos de las profecías de
Nahum” en el Apéndice, pág. 358). “El palacio” puede ser una alusión al de Asurbanipal que se
encontraba al norte de la ciudad. La nación que había destruido los palacios de muchos de sus
enemigos, ahora sería víctima de la devastación del propio.
INTRODUCCIÓN
El planeta tierra puede parecer maravilloso si se observa desde un satélite, pero para quienes
vivimos en este mundo lleno de polvo, las cosas pueden verse bastante tristes. Con la creciente
ola de disturbios, avance del terrorismo, tragedias devastadoras, caos sin precedentes,
contaminación descontrolada, conflictos y tensiones sin paralelo, nuestro planeta se ha cubierto
de sombras amenazadoras y los que habitamos en él sufrimos las consecuencias. Cada día que
pasa, nuestro mundo se convierte en una esfera peligrosa, como si fuera una bomba de tiempo,
cuya corta mecha está lista para explotar.
No es de sorprender que la gente consciente de esas realidades se pregunte: “¿Por qué tanta
opresión? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué prosperan los impíos? ¿Por qué sufren los justos?
¿Por qué Dios no hace algo al respecto? ¿Por qué Dios no pone fin al caos? ¿Por qué, por qué,
por qué?”
Estas preguntas inquietantes no son nuevas. Siglos antes de que Cristo visitara nuestro
planeta, un antiguo profeta, al ver la violencia a su alrededor y la corrupción que imperaba en el
mundo, preguntó a Dios: ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?… ¿por qué
ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él? (Hab. 1:3,
13). El profeta no sólo preguntó el porqué de los males que aquejaban a la humanidad, sino que
también recibió respuesta a sus inquietudes. Las respuestas que le dio el Creador del universo, se
registran cuidadosamente en este breve libro.
Habacuc es un libro singular. A diferencia de otros profetas que proclamaron el mensaje de
Dios a su pueblo, Habacuc dialogó con Dios acerca de la humanidad. La mayoría de los profetas
del A.T. proclamaron el juicio divino, pero Habacuc rogó y pidió el juicio divino. En contraste
con las sentencias típicas, este pequeño libro registra un maravilloso intercambio de palabras
entre un profeta perplejo y su Creador.
No obstante, esta no es una simple entrevista casual con Dios. Habacuc dio un paso más allá.
El diálogo se desarrolla en el cap. 1. Las quejas del profeta hallaron respuesta cuando Dios le
ordenó: “Escribe la visión” en el cap. 2. La declaración de Dios incluyó una extensa endecha, o
lamento funerario, que se compone de cinco ayes contra los babilonios impíos. El cap. 3 es el
clímax del libro y contiene una hermosa doxología de alabanza. El siempre presente “¿por qué?”
encuentra la mejor respuesta en el eterno “quién”. Mientras que mirar alrededor produce terror,
mirar hacia arriba, produce confianza. Las quejas y temores del profeta se disiparon,
transformándose en seguridad y fe. Este es el corazón del mensaje de Habacuc: “mas el justo por
su fe vivirá” (2:4).
Autor. Se conoce muy poco acerca del profeta Habacuc. El libro sólo nos da su nombre y
profesión. Sobre el significado de su nombre han surgido muchas conjeturas. La mayoría de los
estudiosos coinciden en que “Habacuc” viene del vb. hebr. ḥāḇaq, “doblar las manos o abrazar”.
Pero, ¿es este vb. activo o pasivo? ¿Es él “quien abraza” o “el abrazado”? Lutero prefirió tomarlo
como activo y consideró a Habacuc como alguien que abrazó a su pueblo para consolarlo y
ayudarlo a seguir adelante. Jerónimo vio a Habacuc como quien abrazó el problema de la justicia
divina en un mundo impío. Otros prefieren tomar este vb. como pasivo y ven a Habacuc como
alguien que fue abrazado por Dios como hijo y mensajero. Más recientemente, se halló la palabra
ḫambaququ en la literatura acádica, en textos que provienen de Mesopotamia, e indica que era el
nombre de una planta. Así que algunos estudiosos sostienen que el nombre del profeta muestra
que Asiria y Babilonia ejercían gran influencia sobre los israelitas, o bien, que Habacuc había
nacido en un matrimonio mixto israelita-asirio.
Cualquiera que sea el significado de su nombre, Habacuc fue profeta. En el título de otros
libros proféticos aparecen varios datos que nos proporcionan información: el nombre del padre
(Is. 1:1), los nombres de los reyes contemporáneos (Os. 1:1), su pueblo natal (Am. 1:1). Pero
sólo tres veces se dice que el escritor es “profeta” en el título de su libro: Habacuc, Hageo y
Zacarías. Por tanto, Habacuc es el único vocero preexílico de Dios que fue llamado así.
Aunque Habacuc es llamado específicamente “profeta”, en su estilo literario su libro se
asemeja a los libros de los Salmos y los sapienciales. La conclusión del libro “Al jefe de los
cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas” (Hab. 3:19), sugiere que Habacuc pudo haber sido
músico dentro del oficio levítico. En el libro apócrifo Bel y el Dragón, se dice que Habacuc fue
hijo de Jesúa, de la tribu de Leví. Esa leyenda de fantasía narra que supuestamente el profeta
recibió la orden de un ángel para llevar comida a Daniel, que había sido arrojado por segunda
vez al foso de los leones. Cuando Habacuc se quejó diciendo que no sabía dónde se encontraba el
foso de los leones, el ángel lo llevó hasta su destino arrastrándolo por el cabello.
La tradición rabínica sugiere que Habacuc fue hijo de la mujer sunamita a quien Eliseo
resucitó y que se menciona en 2 Reyes 4. Al parecer, esta interpretación se basa únicamente en el
significado del nombre de Habacuc, “abrazar”, y en las palabras que Eliseo dijo a la sunamita:
“abrazarás un hijo” (2 R. 4:16).
Aparte de todas las conjeturas y especulaciones es suficiente y seguro decir que Habacuc fue
un profeta oficialmente ordenado que participaba en la liturgia cantada del templo. Recibió una
buena educación, tenía una gran sensibilidad y su estilo literario revela que aparte de ser profeta,
también fue un poeta innato. Por sobre todo, fue un siervo escogido de Dios, que escribió uno de
los libros más profundos del A.T.
Fecha. De manera general, se acepta que la referencia que hace a los babilonios (Hab. 1:6)
coloca este libro dentro del s. VII a.C. Sin embargo, la fecha más exacta de la profecía ha
provocado controversias. Las fechas propuestas caen en tres períodos de tiempo: el reinado de
Manasés (697–642), el de Josías (640–609), y el de Joacim (609–598).
Aquellos que colocan la profecía de Habacuc dentro del reinado de Manasés dicen que la
declaración de 1:5: “haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis”
indica un período de tiempo antes del surgimiento de Babilonia como potencia mundial.
Entonces, la profecía debió haber sido revelada antes de la batalla de Carquemis de 605 a.C., en
que Nabucodonosor derrotó a faraón Necao II de Egipto y por medio de esta victoria Babilonia
llegó a ser una nación muy poderosa, con posibilidad de gobernar al mundo. Es más probable
que fuera antes de 612 a.C., cuando Babilonia derrotó a Nínive. Sin embargo, si el cumplimiento
de la profecía de Habacuc (v. 5) fue cuando Jerusalén cayó en manos de los babilonios en 586
a.C., definitivamente el libro no pudo haber sido escrito al principio del reinado de Manasés. Se
menciona que la profecía sería cumplida “en vuestros días” (v. 5), pero es probable que aquellos
que escucharon la profecía al principio del gobierno de Manasés habían muerto antes que se
cumpliera.
También puede ser factible una fecha a fines del reinado de Manasés o durante el reinado de
Josías. Pero la queja de Habacuc (vv. 2–4) señala que fue durante un período de la historia de
Judá en que imperaba la violencia desenfrenada y no había ley. Las reformas que se llevaron a
cabo a finales del reinado de Manasés (2 Cr. 33:15–16) y las extensas reformas de Josías (2 Cr.
34) no coinciden con el terrible relato de Habacuc.
La incredulidad que menciona Habacuc 1:5 es la reacción del pueblo a la decisión divina de
escoger una nación tan impía para castigar a Israel. No se refiere a la sorpresa de ver que una
nación desconocida alcanzara tanto poder. El hecho de que los babilonios ya se reconocían por
su poderío es evidente por la descripción que hace Habacuc en los vv. 7–11. Así que la fecha
más probable para este libro es entre 606 y 604 a.C., cerca de la victoria de Babilonia en la
batalla de Carquemis (605).
Escenario. Habacuc escribió su libro durante un tiempo de crisis internacional y corrupción
nacional. Babilonia apenas había surgido como potencia mundial. Cuando los babilonios se
rebelaron contra Asiria, Judá gozó de un breve período de paz, que se refleja en las reformas
promovidas por Josías. Los asirios fueron obligados a canalizar todas sus energías para detener la
rebelión de Babilonia. Finalmente, los babilonios derrotaron al imperio asirio y rápidamente
procedieron a derrotar a los que alguna vez fueron los poderosos egipcios. Un nuevo imperio
mundial se estaba extendiendo a través del mundo. Pronto, los babilonios tomarían la nación de
Judá y llevarían a sus habitantes al cautiverio. Habacuc escribió su mensaje cuando Judá estaba
en el umbral de una destrucción inminente, en un tiempo de incertidumbre y temor.
La crisis internacional era grave. Pero era aún más preocupante la corrupción nacional. Se
respiraba un aire de intranquilidad en Judá. Josías había sido un buen rey; cuando murió, su hijo
Joacaz ascendió al trono. En sólo tres meses, el rey de Egipto invadió Judá, depuso a Joacaz, y
puso a su hermano Joacim en el trono. Joacim era impío, no tenía temor de Dios y era rebelde (2
R. 23:36–24:7; 2 Cr. 36:5–8). Poco después de que Joacim ascendió al trono, Habacuc escribió
su lamento al ver la decadencia, violencia, envidia, pleitos y justicia pervertida que lo rodeaban.
Con razón, Habacuc, al ver toda la corrupción de su tiempo preguntó: “¿Por qué Dios no
hace algo?” En la actualidad, los hombres y mujeres de Dios se siguen haciendo la misma
pregunta al ver que van en aumento las crisis internacionales en el mundo y la corrupción interna
de los países. Se levanta nación contra nación por todo el mundo y en el hogar prevalece el
pecado. Las potencias mundiales apuntan su creciente arsenal de armas nucleares unas a otras
mientras hablan de paz. Cada día es más evidente que la tercera guerra mundial se acerca.
El escenario ya está puesto para un holocausto a escala mundial, pero en los hogares, la gente
escucha tonadas alegres sin sospechar nada. Los valores morales de la nación se están
corrompiendo por la filosofía de playboy, que hace del placer personal la regla más importante
de la vida. El hedonismo se populariza cada vez más mientras los hogares se desmoronan. Los
índices de criminalidad se elevan mientras la iglesia se desploma. Prevalecen las drogas, el
divorcio y el libertinaje, mientras que la decencia va quedando en el olvido. La frivolidad recorre
las calles. La fe está siendo sepultada. El lema de la moneda norteamericana “en Dios
confiamos” se ha convertido en un simple refrán sin sentido, inscrito en monedas que se corroen.
En un mundo parecido de crisis y caos, Habacuc habló con claridad. Este breve libro es tan
actual como el periódico de la mañana.
El mensaje. En los oscuros días del reinado de Joacim, justo antes del cautiverio babilónico, el
profeta Habacuc escribió un mensaje singular que contenía esperanza y ánimo para el pueblo de
Dios. A pesar de que la duda y la confusión prevalecen cuando se da rienda suelta al pecado, un
encuentro con Dios puede convertir esas dudas en devoción y la confusión en seguridad.
El libro comienza con una interrogante a Dios, pero termina como una intercesión delante del
Altísimo. La preocupación se transforma en alabanza; el temor en fe y confianza; las aflicciones
se resuelven en esperanza, y la angustia se torna en adoración.
Lo que empieza con un signo de interrogación, termina con uno de exclamación. La
respuesta a la pregunta de Habacuc: “¿Por qué?” es “¡Quién!” Su confusión al preguntarse “¿Por
qué tantos problemas?” se disipó cuando comprendió quién controla todo: ¡Dios!
BOSQUEJO
I. Diálogo con Dios: Habacuc ve con anticipación la disciplina divina sobre Judá (cap. 1)
A. La angustia de Habacuc (1:1–4)
1. ¿Por qué es Dios indiferente a la súplica? (1:1–2)
2. ¿Por qué es Dios insensible al pecado y al sufrimiento? (1:3–4)
B. La revelación de Dios (1:5–11)
1. La intención de Dios al imponer la disciplina (1:5)
2. El instrumento de Dios para llevar a cabo la disciplina (1:6–11)
C. El dilema de Habacuc (1:12–17)
1. ¿Por qué utilizaría Dios a un pueblo impío? (1:12–13)
2. ¿Por qué respaldaba Dios a la gente injusta? (1:14–15)
3. ¿Por qué perdonaría Dios a la gente idólatra? (1:16–17)
II. Una endecha de parte de Dios: Habacuc proclamó que Dios destruiría Babilonia. (cap. 2)
A. La expectativa de Habacuc: “Velad” (2:1)
B. La orden de Dios: “Escribe” (2:2–5)
1. La revelación clara de Dios (2:2)
2. La revelación segura de Dios (2:3)
3. La revelación condenatoria de Dios (2:4–5)
C. La observación de Habacuc: “Ayes” (2:6–20)
1. El ay contra la intimidación (2:6–8)
2. El ay contra la intemperancia (2:9–11)
3. El ay contra la iniquidad (2:12–14)
4. El ay contra la deshonra (2:15–17)
5. El ay contra la idolatría (2:18–20)
III. Una doxología a Dios: Habacuc alaba a Dios por el diseño de su creación (cap. 3)
A. Oración de Habacuc pidiendo misericordia (3:1–2)
B. La presencia majestuosa de Dios (3:3–15)
1. Llegada de Dios (3:3a)
2. Manifestación de Dios (3:3b–7)
3. Las acciones de Dios (3:8–15)
C. La paz de Habacuc en su ministerio (3:16–19)
COMENTARIO
I. Diálogo con Dios: Habacuc ve con anticipación la disciplina divina sobre Judá (cap. 1)
El profeta estaba perplejo. La maldad y la violencia se habían generalizado ¿Acaso no habría
un límite para la creciente ola de pecado? Habacuc llevó su queja a Dios. “¿Por qué no haces
algo al respecto?” Dios contestó: “Lo estoy haciendo, Judá será castigada por Babilonia”. Ante
tal respuesta, el profeta quedó aún más asombrado. La angustia de Habacuc se profundizó y se
convirtió en un gran conflicto. Así que continuó su conversación con Dios preguntando: “¿Por
qué utilizas a esos malvados babilonios bárbaros como instrumento para juzgar a Judá?”
II. Una endecha de parte de Dios: Habacuc proclamó que Dios destruiría Babilonia (cap.
2)
El conflicto del profeta se profundizó. ¿Por qué tenía que usar Dios una nación pagana como
Babilonia como instrumento de juicio sobre su pueblo Judá? Habacuc había ventilado
atrevidamente sus quejas y estaba esperando una respuesta de Dios. Seguramente recibiría una
explicación lógica para entender todo el asunto.
III. Una doxología a Dios: Habacuc alaba a Dios por el diseño de su creación (cap. 3)
El angustiado profeta que se quejaba de la indiferencia del Señor al pecado de su nación,
quedó maravillado cuando Dios le reveló que ya había preparado a un instrumento para juzgar a
Judá, i.e., Babilonia. Habacuc estaba perplejo. Expresó a Dios el conflicto que esto le ocasionaba
y esperó una respuesta. Recibió la respuesta por medio de una endecha, o canto de lamento, la
cual registró por instrucciones de Dios. Al conocer el plan de Dios para destruir a Babilonia,
Habacuc se postró en adoración humilde y a continuación escribió una oración majestuosa y un
canto de alabanza.
El cap. 3 es la culminación y clímax del libro de Habacuc, contrario a lo que algunos dicen
en el sentido de que este cap. fue escrito en forma independiente mucho tiempo después. Otros
consideran que este documento fue escrito por otro autor, una persona que también se llamaba
Habacuc o que asumió el nombre de Habacuc.
A pesar de la controversia debida al cambio de estilo y del título diferente, el tercer cap.
encaja bien con la secuencia del libro. El nuevo estilo coincide con el nuevo tema que trata, así
como el cambio de diálogo del cap. 1 a la endecha del cap. 2 indica un nuevo énfasis. Además, el
título de 3:1 provee una clave muy clara del cambio, así como “guarda” y “fortaleza” marcan el
cambio en el cap. 2.
Cuando se encontró en Qumrán el comentario de Habacuc junto con los otros rollos del mar
Muerto, vieron que incluía sólo los caps. 1 y 2. Los que sostenían la teoría de que el cap. 3 no
formaba parte del libro, pensaron que tenían ganado el caso. Sin embargo, ese asunto no se
resolvió tan fácilmente. El comentarista antiguo bien pudo haber utilizado sólo las partes del
libro que servían a su propósito. Ese rollo no es evidencia de que el cap. 3 no existía. Es más
razonable ver la unidad temática de Habacuc. El cap. 3 no es una posdata, es el clímax que
irrumpe en alabanza. Es como el alcanzar la cima de una montaña después de un recorrido que
comenzó en un valle de desesperación.
INTRODUCCIÓN
Título. El nombre “Sofonías” también lo llevan otros tres hombres del A. T. y significa “Jehová
se esconde”, “Jehová se ha escondido” o “Jehová ha atesorado”. Este significado puede ser una
referencia a la protección de Dios para su pueblo durante las inminentes y terribles dificultades
que lo amenazaban en los días de Sofonías, o bien, a la protección de Dios para Sofonías en su
infancia, durante el reinado impío de Manasés (2 R. 21:16).
Autor. Aparte de la información que aparece en Sofonías 1:1, poco se sabe acerca de ese profeta.
Su ascendencia se traza cuatro generaciones atrás, lo que es un detalle único entre los profetas.
Esto sugiere que era un hombre prominente o que pertenecía a la nobleza. Era tataranieto de
Ezequías, rey de Judá, y es el único profeta conocido del A.T. con una posición social tan
elevada. Por tanto, era pariente lejano del rey Josías, durante cuyo reinado profetizó. Además, el
profeta pudo haber sido residente de Jerusalén, por sus palabras “de este lugar” (v. 4) y por su
amplio conocimiento de la ciudad (vv. 10–11).
Fecha. Según 1:1, el ministerio de Sofonías se desarrolló durante el reinado del rey Josías
(640–609 a.C.). Los estudiosos difieren acerca de si el profeta ministró antes o después de que
Hilcías recuperara la ley y del avivamiento religioso que esto produjo en 622 a.C. (2 R. 22–23; 2
Cr. 34). Es probable que la profecía de Sofonías fuera después del avivamiento que se dio en el
reinado de Josías por las siguientes razones: (1) La erradicación de lo que quedaba del culto a
Baal (Sof. 1:4) sugiere que estaba en proceso un avivamiento religioso. (2) Jeremías, que
profetizó mucho después del año 622 (así como previamente también), describió la condición
religiosa y moral de Judá en forma muy parecida a como lo hizo Sofonías (cf. Jer. 8:2; 19:13 con
Sof. 1:5; cf. Jer. 5:2, 7 con Sof. 1:5b; y cf. Jer. 8:8–9 con Sof. 3:4). (3) El hecho de que los hijos
del rey utilizaban vestidos extranjeros (1:8) sugiere que ya eran lo suficientemente grandes como
para tomar sus propias decisiones. (4) Las citas frecuentes que Sofonías hace a la ley, sugiere que
utilizó las fuentes que recuperó Hilcías (cf. v. 13 con Dt. 28:30, 39; cf. Sof. 1:15 con Dt. 4:11; cf.
Sof. 1:17 con Dt. 28:29; y cf. Sof. 2:2 con Dt. 28:15–62). (5) El mensaje de Sofonías tocante al
juicio inminente sería apropiado para aquellos que se negaron a participar en el avivamiento
religioso realizado por Josías. Así que esta profecía fue dada en algún momento después del
avivamiento de Josías de 622, pero antes de la destrucción de Nínive en 612, la cual todavía
era—según indicaciones de Sofonías (Sof. 2:13)—capital del imperio asirio.
Escenario. En la esfera política, Judá estaba sacando provecho del vacío de poder que existía
entre las superpotencias de esos días, a tal punto, que el rey Josías extendió su influencia por
medio de las armas hacia el norte hasta llegar a Neftalí. En aquel tiempo, Asiria—que había
llevado cautivas a las 10 tribus del norte en 722 a.C., bajo el liderazgo de Sargón II—se estaba
eclipsando de manera rápida. Cuando Sin-shar-ishkun (623–612 a.C.), hijo de Asurbanipal,
estaba reinando en Asiria, comenzó a emerger el imperio neobabilónico bajo el gobierno de
Nabopolasar en 626. También, los medos, bajo Ciajares II en 625, se independizaron de la
autoridad asiria. Así que Josías determinó remover las prácticas religiosas asirias de Judá. Como
resultado, Judá prosperó en el orden político. El colapso del imperio asirio se demoró debido a
que los egipcios, bajo el liderazgo de Psamtik I (664–609) formaron una alianza con ellos. Sin
embargo, una coalición entre los medos y los babilonios destruyó a Nínive la capital de Asiria en
612 a.C.
Antes del reinado de Josías, Manasés (695–642) y su hijo Amón (642–640) introdujeron
prácticas paganas en Judá. Manasés construyó altares a Baal y adoró al sol, la luna y las estrellas.
Construyó altares para esos cuerpos celestes y los colocó en los patios del templo (2 R. 21:4–5).
Hizo también un poste tallado de Asera (una imagen de la diosa Asera) y la colocó en el templo
(2 R. 21:7). El sacrificio de infantes y la astrología proliferaron (2 R. 21:6; 23:10–11). El rey
Amón, quien pudo haber recibido su nombre de una deidad egipcia, continuó con las políticas de
su padre, hasta que fue asesinado (2 R. 21:19–26; 2 Cr. 33:21–25). Josías sucedió a Amón en
640 a la edad de 8 años. En 632, a la edad de 16, Josías buscó al Dios de su antecesor David. En
628, Josías comenzó un movimiento de reforma y por medio de éste, fue erradicada gran parte de
la idolatría en Jerusalén y Judá. Alrededor de ese tiempo (627), Jeremías empezó su ministerio y
Judá luchó por su independencia de Asiria, con el probable resurgimiento de la idea de una
nación unida, como la que existió en los tiempos de David y Salomón. Después, en el año 18 del
reinado de Josías (622), el sumo sacerdote Hilcías descubrió una copia de la ley (2 R. 22:3–8).
Esto provocó que la renovación religiosa se acentuara. Inclusive, surgió un entusiasmo renovado
para celebrar la pascua (2 R. 23:1–25). Infortunadamente, el prometedor movimiento de reforma
fue superficial, pues no afectó de manera profunda la vida política-religiosa de la nación. Se
restableció la adoración a Jehová, pero la idolatría no fue eliminada por completo. Tanto
Sofonías como Jeremías profetizaron acerca del juicio inminente a un pueblo que estaba
prosperando en lo político, pero que seguía sin obedecer las reformas de Josías.
Tema. “El día del Señor” es una expresión que se utiliza con más frecuencia en este libro que en
ningún otro del A.T. Así, el tema de este libro es el juicio inminente de Dios sobre Judá por su
desobediencia. Un corolario del patrón del juicio que encontramos en Sofonías y en los otros
profetas, es la preservación del remanente fiel gracias a que Dios es misericordioso y guarda su
pacto. Aunque el juicio era inevitable, las promesas que Dios había hecho de proteger a su
pueblo y de cumplir su pacto, permanecían firmes porque son eternas. El tema de este libro se
resume en Sofonías 1:7a: “Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el día de Jehová está
cercano”.
BOSQUEJO
I. Introducción (1:1)
II. El día del juicio de Dios (1:2–3:8)
A. Juicio sobre toda la tierra (1:2–3)
B. Juicio sobre Judá y Jerusalén (1:4–2:3)
1. Los objetos del juicio (1:4–13)
a. Los idólatras (1:4–7)
b. Los príncipes (1:8)
c. Los opresores (1:9)
d. Los comerciantes (1:10–11)
e. Los indiferentes (1:12–13)
2. Descripción del juicio (1:14–18)
a. Su cercanía (1:14a)
b. Su horror (1:4b–18)
3. El impedimento del castigo (2:1–3)
a. Llamado a la nación: Arrepentíos (2:1–2)
b. Llamado a los humildes: Buscad a Dios (2:3)
C. Juicio sobre las naciones vecinas (2:4–15)
1. Sobre Filistea (2:4–7)
2. Sobre Moab y Amón (2:8–11)
3. Sobre Etiopía (2:12)
4. Sobre Asiria (2:13–15)
D. Juicio sobre Jerusalén (3:1–7)
1. Acusación del profeta (3:1–5)
2. El castigo de Dios (3:6–7)
E. Juicio sobre toda la tierra (3:8)
III. El día de la restauración de Jehová (3:9–20)
A. Restauración de las naciones (3:9–10)
B. Restauración de Israel (3:11–20)
1. Redención de la nación (3:11–13)
2. El gozo de la nación (3:14)
3. El soberano de la nación (3:15–17)
4. La recompensa de la nación (3:18–20)
COMENTARIO
I. Introducción (1:1)
1:1. Las palabras introductoras de Sofonías, palabra de Jehová que vino u otras similares,
también aparecen al principio de los libros de Oseas, Joel y Miqueas. Esta introducción, junto
con las palabras a Sofonías, indican al lector la fuente del mensaje y el mensajero. Aunque el
mensajero es humano, el mensaje proviene de Dios y tiene su autoridad.
La nota biográfica de Sofonías traza su linaje cuatro generaciones atrás. En la mayoría de los
casos, la ascendencia de los profetas sólo se traza hasta la generación de sus padres (e.g., Jonás,
hijo de Amitai [Jon. 1:1]; Joel, hijo de Petuel [Jl. 1:1]. Sin embargo, el linaje de Zacarías llega
hasta su abuelo (Zac. 1:1). La indicación cuidadosa que hizo Sofonías de su genealogía, en la que
aparece Ezequías, ha conducido a muchos eruditos a aceptar que Sofonías pertenecía a la
nobleza (pero no todos concuerdan con esa inferencia; cf. Laetsch, The Minor Prophets, “Los
profetas menores”, pág. 354).
INTRODUCCIÓN
Importancia. El libro de Hageo es el segundo libro más corto del A.T.; sólo Abdías es más
breve. El estilo literario de Hageo es simple y directo. Contiene un registro de cuatro mensajes
proclamados por quien al parecer, era un profeta posexílico insignificante, cuyo ministerio
evidentemente fue de corta duración.
Sin embargo, no debe subestimarse la importancia de su mensaje y su propósito de animar al
pueblo para la reconstrucción del templo. “La verdad es que pocos profetas como Hageo han
podido condensar en un escrito tan breve, tantas verdades básicas de la vida espiritual” (Frank E.
Gaebelein, Four Minor Prophets: Obadiah, Jonah, Habakkuk, and Haggai, “Cuatro Profetas
Menores: Abdías, Jonás, Habacuc y Hageo”. pág. 199). En el ministerio de Hageo resalta
grandemente su convicción en cuanto al origen divino de sus mensajes. En sus dos cortos caps.,
Hageo declaró más de 25 veces que tenía autoridad divina. No sólo introdujo sus sermones con
la expresión “así ha hablado Jehová”, sino que también los terminó con otra similar (“así ha
dicho Jehová”) y en el desarrollo de éstos, también incluyó frases parecidas. Él estaba muy
consciente de que era mensajero de Dios (1:13).
El profeta Hageo. La vida y ministerio de Hageo están envueltos en una relativa oscuridad. Fue
el primer profeta por medio del cual Dios habló a la comunidad posexílica de Judá. Sus cuatro
mensajes están fechados en el segundo año de Darío I (520 a.C.). Pronto se le unió el profeta
Zacarías, que continuó y completó la tarea de animar al pueblo a reconstruir el templo (cf. Esd.
5:1–2; 6:14). (V. la tabla que aparece en la Introducción del libro de Zac. para una comparación
de fechas mencionadas en los libros de Hag. y Zac.)
Hageo se refirió a sí mismo simplemente como “el profeta Hageo” (Hag. 1:1, etc.; cf. Esd.
5:1; 6:14). Nada se sabe acerca de su parentela o genealogía. Al parecer, su nombre significa
“festivo” o “celebración”, y se deriva de la palabra hebr. ḥāg̱ (“festival”). Por tanto, algunos
eruditos suponen que nació en un día de fiesta, pero no existe nada en el texto que apoye esa
idea. Algunos creen que su referencia al templo de Salomón en Hageo 2:3 muestra que fue uno
de los exiliados que vio la destrucción de ese edificio en 586 a.C. Si esto es así, entonces debió
ser un profeta de edad avanzada.
Es interesante que algunas versiones antiguas del A.T. atribuyan la autoría de ciertos salmos
a Hageo y/o a Zacarías: Salmo 137 y 145–148 en algunos manuscritos de la LXX (trad. gr. del
A. T.); Salmos 125–126; y 145–147 en la Vulgata Latina. Tal vez esa tradición errónea surgió de
la relación cercana que esos profetas tuvieron con el templo donde se cantaban esos salmos.
Trasfondo histórico. La destrucción del templo de Jerusalén por las tropas babilónicas en 586
a.C. marcó el fin de una era en la vida nacional y religiosa de los judíos. Como exiliados en
Babilonia, no tenían templo, ni podían ofrecer sus sacrificios, pero si podían dirigir sus oraciones
hacia Jerusalén (1 R. 8:48; Dn. 6:10). Gracias a las políticas generosas por parte de Ciro el
grande, rey de Persia, se permitió a casi 50,000 judíos regresar a Jerusalén bajo el liderazgo de
Zorobabel (Esd. 1:2–4; cf. Is. 44:28), acompañados de Josué, el sumo sacerdote y los profetas
Hageo y Zacarías. Los sacrificios levíticos fueron instituidos nuevamente y los ofrecían sobre un
altar reconstruido para el holocausto (Esd. 3:1–6). Al segundo año del regreso, colocaron los
cimientos del templo (Esd. 3:8–13; 5:16). Sin embargo, el acoso de los samaritanos y la presión
de los persas detuvo la reconstrucción del edificio. Después, se vieron afectados por la apatía
espiritual; y por aprox. 16 años—hasta el reinado del rey persa Darío Hystaspes (521–486
a.C.)—la obra de construcción estuvo parada. En el segundo año de Darío (520 a.C.), Dios
levantó al profeta Hageo para animar a los judíos a reconstruir el templo (Esd. 5:1–2; Hag. 1:1).
Su tarea era motivar a los líderes y al pueblo de Judá a que dejaran el letargo y siguieran
trabajando en el templo. El éxito inicial de Hageo (cf. 1:12–15) fue complementado por los
esfuerzos continuos de Zacarías hasta que la reconstrucción se terminó en el año 515 a.C. (Los
problemas críticos relacionados con el libro de Hag. son mínimos y Hobart E. Freeman los
analiza en An Introduction to the Old Testament Prophets, “Introducción a los profetas del A.T.”,
Chicago: Moody Press, 1968, págs. 330–332).
BOSQUEJO
I. Primer mensaje: Llamado a reconstruir el templo (cap. 1)
A. Introducción (1:1)
B. Acusación de procrastinar (1:2–6)
C. Exhortación a reconstruir el templo (1:7–8)
D. Explicación de la pobreza del pueblo (1:9–11)
E. Respuesta de los líderes y del pueblo al mensaje profético (1:12–15)
II. Segundo mensaje: Promesa profética de la gloria futura del templo (2:1–9)
A. Introducción (2:1–2)
B. Promesa de que la presencia de Dios los capacitaría y animaría en la reconstrucción del
templo (2:3–5)
C. Proclamación de la gloria futura del templo (2:6–9)
III. Tercer mensaje: Decisión sacerdotal para ilustrar las bendiciones de la obediencia (2:10–19)
A. Introducción (2:10)
B. Comparación ritual mostrando la corrupción que produce el pecado (2:11–14)
C. Promesa de bendición presente en contraste con el castigo anterior (2:15–19)
IV. Cuarto mensaje: Profecía mesiánica tocante a Zorobabel (2:20–23)
A. Introducción (2:20–21a)
B. Proclamación de la derrota futura de las naciones gentiles (2:21b–22)
C. Anuncio de la restauración del reino davídico (2:23)
COMENTARIO
Hageo, el mensajero de Dios (1:13), entregó cuatro mensajes fechados de parte del Señor que
animaron a los líderes y al pueblo de Judá a reconstruir el templo. (V. el comentario de los vv.
12–15 para el punto de vista de algunos estudiosos de que el libro contiene cinco mensajes.)
II. Segundo mensaje: Promesa profética de la gloria futura del templo (2:1–9)
A. Introducción (2:1–2)
2:1–2. Al igual que la introducción del primer mensaje (1:1), aquí se incluye la fecha, el
profeta y los receptores. Este mensaje se fechó a los veintiún días del mes de Tishri (17 de
octubre) del año 520 a.C.; i.e., casi un mes después de que el pueblo reanudara la reconstrucción
del templo (1:15). En ese período, el progreso de la reconstrucción fue muy lento, sin duda por la
laboriosa tarea de limpiar los escombros acumulados en 60 años y por la suspensión del trabajo
debido a los numerosos festivales del mes séptimo—los sábados semanales, la fiesta de las
trompetas del primer día, el día de la expiación el décimo día, la fiesta de los tabernáculos del 15
al 21 de Tishri, y el 22 que era día de descanso (Lv. 23). Este segundo mensaje del profeta
Hageo fue entregado el último día ordinario de la fiesta de los tabernáculos. Fue dirigido a
aquellos que habían comenzado la obra de reconstrucción: Zorobabel … Josué … y al resto del
pueblo (cf. Hag. 1:12).
III. Tercer mensaje: Decisión sacerdotal para ilustrar las bendiciones de la obediencia
(2:10–19)
A. Introducción (2:10)
2:10. La introducción al tercer mensaje especifica la fecha: a los veinticuatro días del
noveno mes de Kislev (18 de diciembre), del año 520 a.C., fecha en que una vez más, el profeta
Hageo recibió palabra de Jehová. El profeta Zacarías comenzó su ministerio (Zac. 1:1) durante
los dos meses que pasaron desde que Hageo entregó su segundo sermón (v. 1, “mes séptimo”; v.
10, noveno mes).
INTRODUCCIÓN
En una afirmación frecuentemente citada, George L. Robinson denomina al libro de Zacarías “el
más mesiánico, genuinamente apocalíptico y escatológico de todos los escritos del A.T.”
(International Standard Bible Encyclopedia, “Enciclopedia Bíblica Internacional”. Grand
Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1956, 5:3136). El énfasis mesiánico de Zacarías
explica por qué lo citan con frecuencia los autores del N.T. Nestle y Aland listan 41 citas o
alusiones del N.T. al libro de Zacarías (Eberhard Nestle y Kurt Aland, eds., en Novum
Testamentum Graece, “Nuevo Testamento en griego”. Nueva York: American Bible Society,
1950, págs. 670–671).
Zacarías el profeta. El profeta posexílico Zacarías fue un levita nacido en Babilonia (Neh. 12:1,
16). Fue hijo de Berequías y nieto del sacerdote Iddo (Zac. 1:1). Esdras y Nehemías lo llaman
“hijo de Iddo” (Esd. 5:1; 6:14; cf. Neh. 12:4, 16), quizá sugiriendo que su padre había muerto
joven y Zacarías quedó como sucesor de su abuelo (cf. Neh. 12:4, 16). Así que como Jeremías y
Ezequiel que vivieron antes de él, Zacarías fue profeta y sacerdote. El nombre Zacarías que
comparte con otros 30 personajes del A.T. significa “Jehová recuerda”.
Zacarías fue contemporáneo del profeta Hageo, el gobernador Zorobabel, y el sumo
sacerdote Josué (Esd. 5:1–2; Zac. 3:1; 4:6; 6:11). Regresó a Jerusalén desde Babilonia con casi
cincuenta mil exiliados judíos. Probablemente era bastante joven cuando inició su ministerio
profético (cf. 2:4), mientras que Hageo pudo haber sido bastante mayor.
Trasfondo histórico de Zacarías. La caída de Jerusalén ante el ejército de Nabucodonosor en
586 a.C. marcó el final del reino de Judá, de forma muy similar a la desaparición del reino del
norte de Israel ante Asiria en 722 a.C. La mayoría de los habitantes de Jerusalén fueron
deportados a Babilonia por un período de unos 70 años, como predijo Jeremías (Jer. 25:11;
29:10). Durante ese exilio, el profeta Daniel recibió la revelación de que los reinos gentiles
dominarían a Judá e Israel hasta que Dios estableciera su reino terrenal dirigido por el Mesías
(Dn. 2; 7). A ese período Cristo lo llamó “los tiempos de los gentiles” (Lc. 21:24).
Cuando el imperio babilónico cayó ante el imperio persa (539 a.C.), Ciro el grande decretó
que los judíos podían retornar a Jerusalén para reedificar el templo (Esd. 1:2–4; cf. Is. 44:28). Sin
embargo, sólo una minoría de aprox. 50,000 judíos (incluyendo a Hageo y Zacarías) regresó con
el gobernador Zorobabel y el sumo sacerdote Josué (Esd. 2). Los sacrificios levíticos fueron
restituidos de inmediato sobre un nuevo altar del holocausto (Esd. 3:1–6), y al segundo año se
puso el cimiento del templo (Esd. 3:8–13; 5:16). No obstante, la opresión externa y el desánimo
interno detuvieron la reconstrucción del templo por aprox. 16 años de apatía espiritual hasta que
inició el gobierno del soberano persa Darío Histaspes (522–486 a.C.). En el segundo año de ese
rey (520 a.C.) Dios levantó a Hageo para animar a los judíos a que reedificaran el santuario (Esd.
5:1–2; Hag. 1:1). Hageo predicó cuatro sermones en cuatro meses y luego desapareció del
escenario. Dos meses después de que Hageo entregó su primer mensaje, Zacarías inició su
ministerio profético (cf. Hag. 1:1; Zac. 1:1) animando al pueblo a renovarse espiritualmente,
motivándolo a reedificar el templo y dándole a conocer los planes de Dios para el futuro de
Israel. Con la motivación del profeta, la reconstrucción del templo se completó en 515 a.C. (Esd.
6:15). Los pasajes fechados de Zacarías corresponden al período de la reedificación del templo.
Los que no tienen fecha (Zacarías 9–14) probablemente se escribieron mucho después.
El siguiente resumen compara las fechas significativas de los ministerios de Hageo y
Zacarías (V. “Cronología del período posexílico”, en el Apéndice, pág. 345).
Fechas de los eventos claves de los ministerios de Hageo y Zacarías
Unidad del libro de Zacarías. La unidad del libro fue cuestionada primero por los que atribuían
los caps. 9–14 a un escritor preexílico como Jeremías (cf. Zac. 11:12–13; Mt. 27:9–10). Por su
parte, la tradición crítica textual de las Escrituras generalmente asigna una fecha de redacción de
esos capítulos muy posterior al tiempo de Zacarías (ca. s. III a.C.). Los argumentos que se
esgrimen para justificar una fecha tardía generalmente se centran en las diferencias de estilo y
supuestas discrepancias históricas. Tales argumentos han sido satisfactoriamente contestados por
los eruditos conservadores que también han demostrado que todo el libro fue escrito por el
profeta (e.g., Hobart E. Freeman, An Introduction to the Old Testament Prophets, Commentary
on Zechariah, “Introducción a los profetas del A.T.” Chicago: Moody Press, 1968, págs.
337–344; Merrill F. Unger, “Comentario de Zacarías”, págs. 12–14). Las diferencias en
contenido, estilo literario, y una probable fecha posterior de la vida de Zacarías, explican
adecuadamente las diferencias de estilo que se encuentran en los caps. 9–14. Si se acepta la
existencia de la profecía predictiva, la referencia a Grecia en 9:13 no requiere una fecha tardía.
Estilo y género literario. El estilo de Zacarías se caracteriza por el uso de epítomes y de
lenguaje figurado. Zacarías muestra mucha dependencia de los profetas que le antecedieron y
resume muchos de sus temas proféticos. Sin embargo, también exhibe originalidad en
pensamiento y expresión al ser guiado por el Espíritu Santo en el registro de la revelación divina
que recibió.
El libro profético de Zacarías incluye varios géneros literarios. Después de la exhortación
inicial (llamado al arrepentimiento, 1:2–6), Zacarías dio una serie de ocho visiones o sueños que
tuvo en una sola noche (1:7–6:8). Esas visiones están escritas en forma de literatura apocalíptica
(“revelatoria”)—con descripciones en rico lenguaje figurado para animar a los lectores por
medio de la perspectiva escatológica. Los caps. 9–14 se componen de dos oráculos (V. el
comentario de 9:1), que primordialmente consisten de promesas acerca de la salvación futura de
Israel.
BOSQUEJO
I. Ocho visiones simbólicas (caps. 1–6)
A. Introducción a las visiones (1:1–6)
1. Preludio del llamado a arrepentirse (1:1)
2. Detalles del llamado a arrepentirse (1:2–6)
B. Comunicación de las visiones (1:7–6:8)
1. Visión del jinete del caballo alazán entre los mirtos (1:7–17)
2. Visión de los cuatro cuernos y los cuatro carpinteros (1:18–21)
3. Visión del agrimensor con el cordel de medir (cap. 2)
4. Visión de la purificación y coronación de Josué (cap. 3)
5. Visión del candelero de oro y los dos olivos (cap. 4)
6. Visión del rollo volante (5:1–4)
7. Visión de la mujer en el efa (5:5–11)
8. Visión de los cuatro carros (6:1–8)
C. El acto simbólico que pone fin a las visiones (6:9–15)
1. La coronación simbólica (6:9–11)
2. El mensaje profético (6:12–13)
3. El memorial visible (6:14)
4. Significancia universal (6:15)
II. Cuatro mensajes explicativos (caps. 7–8)
A. Mensajes con motivo de la pregunta acerca del ayuno (7:1–3)
B. Mensajes dados como respuesta divina (7:4–8:23)
1. Mensaje de amonestación (7:4–7)
2. Mensaje de arrepentimiento (7:8–14)
3. Mensaje de restauración (8:1–17)
4. Mensaje de regocijo (8:18–23)
III. Dos oráculos revelatorios (caps. 9–14)
A. Rechazo del rey ungido (caps. 9–11)
1. Juicios intermedios sobre las naciones vecinas de Israel (9:1–8)
2. Bendiciones del Mesías (9:9–10:12)
3. Rechazo del buen pastor y sus consecuencias para Israel (cap. 11)
B. Entronización del rey rechazado (caps. 12–14)
1. Redención de Israel (caps. 12–13)
2. Retorno del rey (cap. 14)
COMENTARIO
I. Ocho visiones simbólicas (caps. 1–6)
A. Introducción a las visiones (1:1–6)
Este prefacio a todo el libro introduce de manera adecuada las ocho visiones apocalípticas de
Zacarías. En este elocuente llamado al arrepentimiento establece el requisito para recibir las
bendiciones espirituales prometidas a Israel en las ocho visiones que siguen. Dios no brindaría
reposo a quienes no se arrepintieran. Los pactos de Dios con Abraham (cf. Gn. 12:2–3; 15:5–21)
y David (cf. 2 S. 7:8–16) aseguraban el cumplimiento de sus promesas a Israel. Sin embargo, no
cancelaban la necesidad de que cada generación de israelitas fuera obediente a Dios para recibir
las bendiciones prometidas.
1. VISIÓN DEL JINETE DEL CABALLO ALAZÁN ENTRE LOS MIRTOS (1:7–17)
Esta visión establece el tema general que consiste en dar esperanza a los israelitas dispersos y
oprimidos. Las consoladoras promesas de bendición divina hacen olvidar el tema de la opresión
gentil (V. “Las ocho visiones nocturnas de Zacarías”, en el Apéndice, pág. 359).
1:7a. El tiempo en que el profeta recibió las visiones fue a los veinticuatro días del mes
undécimo (judío) del año segundo de Darío (15 de febrero de 519 a.C.). Sebat era el nombre
babilónico del mes undécimo, mismo que adoptaron los judíos después. Esa fecha fue cinco
meses después de que se reiniciara la edificación del templo (Hag. 1:14–15; 2:15), tres meses
después de la primera profecía de Zacarías (Zac. 1:1), y dos después de la última de Hageo (Hag.
2:20—que trata de la destrucción de las potencias mundiales antes del gobierno milenial del
Mesías; cf. Hag. 2:21–23).
1:7b–8a. La fuente de las visiones de Zacarías se identifica claramente al leer la expresión:
Vino palabra de Jehová (cf. v. 1), que es una especie de “fórmula profética” que indica una
revelación divina. Las visiones, con sus interpretaciones parciales, fueron recibidas en el espíritu,
tenían la calidad de revelaciones verbales y fueron complementadas por mensajes adicionales de
Dios. La expresión vi (“tuve una visión”, NVI99) denota el medio por el que la revelación divina
fue comunicada a Zacarías. Esa palabra no se refiere a un sueño, ni es una simple expresión
literaria. Zacarías estaba despierto y consciente, como lo revelan sus preguntas (e.g., v. 9) e
interrupciones (e.g., 3:5) durante la revelación.
1:8b. La visión incluye tres cosas: (a) una descripción de lo que vio Zacarías (v. 8), (b) una
explicación (vv. 9–11), y (c) una intercesión del ángel de Jehová (v. 12).
Toda la visión se centra en un varón que cabalgaba (“montado”, NVI99) sobre un caballo
alazán (rojo, BLA), lo cual sugiere que era el líder de todos los jinetes. Estaba montado en su
caballo como si estuviera esperando un reporte de su grupo de reconocimiento. En el v. 11 se le
identifica como “aquel ángel de Jehová”. Ese mensajero (cf. el comentario del v. 11) estaba entre
los mirtos (“arrayanes”, NVI99) que había en la hondura, posiblemente en el valle de Cedrón,
al oriente o sudeste de Jerusalén, donde eran abundantes esos árboles aromáticos y perennes.
Otros jinetes montaban los caballos que estaban detrás de él (porque tenían que entregar un
informe, v. 11), pero el hecho más importante es la descripción de los colores de los caballos:
alazanes (café rojizo), overos (“bayos”, NVI99 o cafés), y blancos. No se explica qué
importancia tenían los colores, y esto se dificulta más cuando se descubre que la palabra hebr.
trad. “overos” se encuentra sólo aquí en todo el A.T., por lo que es difícil saber su significado.
1:9–11. Cuando Zacarías inquirió acerca del significado de la visión (¿qué son estos? cf. v.
19; 4:4, 11; 6:4; también cf. 5:6) un ángel intérprete contestó. En la quinta y sexta visiones el
ángel preguntó a Zacarías si sabía su significado (4:2, 5, 13; 5:2), evidentemente para despertar
su curiosidad. Al ángel de la visión, se le designa como el … que hablaba conmigo (1:11,
13–14, 19; 2:3; 4:1, 4–5; 5:10; 6:4), y no es el ángel de Jehová (1:11–12; 3:1–6). El ángel
intérprete mostró a Zacarías el significado de la visión al permitir que hablaran los personajes. El
primero que habló fue el hombre que cabalgaba el caballo alazán, quien se refirió a los otros
jinetes como los que Jehová ha enviado a recorrer la tierra. La expresión “recorrer” parece
que se usa aquí con el sentido militar de patrullar o inspeccionar. Así como los soberanos persas
habían designado jinetes mensajeros para enviarlos por todo el imperio, así el ángel de Jehová
había enviado jinetes angelicales para reconocer la escena mundial. La patrulla dio su informe al
líder, llamado aquí “el ángel de Jehová”. El cap. 3 identifica a ese “ángel” (lit., “mensajero”)
como una manifestación de Cristo preencarnado ya que allí se le llama “Jehová”. A su vez, éste
se refiere a otra persona como a “Jehová” (3:2). Además, se le ve ejerciendo la prerrogativa
divina de perdonar pecados (3:4). (Cf. el comentario del “ángel de Jehová” en Gn. 16:7.) La
patrulla terminó su tarea de recorrer toda la tierra, y la encontró reposada y quieta, habitada en
paz, libre de guerras. Pero Israel no tenía reposo ni paz. Las noticias de este informe ¿eran
buenas o malas? Si la referencia es a la paz que existió durante el segundo año de Darío, era
resultado de la opresión y la injusticia del imperio persa, de modo que eran malas nuevas para los
israelitas que estaban bajo dominio gentil. Quizá la visión tiene una connotación más
escatológica que la vincula con la expectativa del reino mundial del Mesías, ya que la patrulla
recorrió toda la tierra y no sólo el vasto imperio persa. No obstante, “toda la tierra” puede ser
una figura de lenguaje (sinécdoque, la parte por el todo) por la que el imperio persa representa a
todo el mundo.
1:12. La intercesión del ángel de Jehová es inusitada, porque ese mensajero divino
normalmente cumple la función de representar a Dios ante el pueblo más que interceder por el
pueblo ante el Señor. El hecho de que el ángel de Jehová se dirija a Dios en su oración, apoya el
concepto de la distinción de las personas de la deidad, y apoya la doctrina implícita de la
Trinidad en el A.T. La expresión lastimera ¿hasta cuándo? expresa la profunda necesidad de
Israel de que Dios actuara en su favor. Los setenta años del cautiverio profetizado habían
terminado (cf. Jer. 25:12; 29:10), pero la ciudad aún no se había reedificado.
1:13. La visión anterior develó el misterio del control de Dios sobre el mundo. A
continuación se proclama un mensaje para dar consuelo a Israel. Ese mensaje de Jehová (que
puede o no ser el “ángel de Jehová” del v. 12) fue comunicado por medio del ángel intérprete a
Zacarías de manera que pudiera proclamarlo al pueblo. El mensaje comunica (a) el amor de Dios
hacia Israel (vv. 13–14), (b) la ira divina contra las naciones (v.15), y (c) las bendiciones para
Israel (vv. 16–17).
El contenido de las buenas palabras que prometían bienestar y las palabras consoladoras
que animaban a la nación se encuentra en los vv. 14–17.
1:14. El amor de Dios hacia su pueblo (Jerusalén y Sion) se expresa en las palabras celé con
gran celo. Esto habla del ardiente celo divino (cf. 8:2) por proteger su amor pactal a Israel. Ese
celo se expresó contra Judá durante 70 años (1:12), pero su cólera se manifestaría contra las
naciones, que es el tema de la segunda visión (vv. 18–21).
1:15. Se remarca por partida doble la ira de Dios contra las naciones (muy airado; “lleno de
ira”, NVI99; cf. v. 2) por la falsa y precaria seguridad que creían tener. Su ira severa contra las
naciones fue provocada por el castigo inmoderado, prolongado, e intenso que los gentiles dieron
a Israel cuando Dios estaba enojado un poco, i.e., cuando lo que él quería era un castigo más
leve sobre su pueblo. Las naciones agravaron el mal porque sobrepasaron los límites del castigo
que Dios quería infligir a Israel (cf. Is. 47:6).
1:16–17. Por tanto, debido al amor de Dios hacia Israel y su ira contra los gentiles, presentó
seis promesas de bendición para su pueblo: (a) la presencia de Dios en Jerusalén (me he vuelto
… con misericordia; cf. Ez. 43:5; 48:35) que marca un contraste con la salida de la gloria del
Dios del templo preexílico (Ez. 10:18–19; 11:22–23); (b) la reedificación del templo (será
edificada mi casa; cf. Ez. 40–48); (c) la reconstrucción de la ciudad (la plomada será tendida
sobre Jerusalén; cf. Jer. 31:38–40); (d) Israel será prosperado (nuevamente las ciudades …
rebosarán de las riquezas de las bendiciones divinas a tal grado que sus muros no podrán
contenerlas; cf. Is. 60:4–9); (e) los habitantes de Jerusalén (Sion) serán consolados con el
cumplimiento de las bondadosas promesas divinas (cf. Dt. 13:17; 30:3; Is. 14:1; 49:15); y (f)
escogerá a los suyos (cf. Zac. 2:12; 3:2), lo cual se refiere al hecho de que Dios enfocará
soberanamente su amor en ellos. Quizá también se refiere a la inauguración del nuevo pacto con
Israel (Jer. 31:31–40; cf. Ro. 11:26–27).
Desde la perspectiva del N.T. el cumplimiento total de esas bendiciones se relaciona con la
segunda venida de Cristo, el templo milenial, y las bendiciones del reino, como se vislumbra en
los pasajes paralelos de las Escrituras mencionados arriba. Aunque el templo posexílico se
terminó de edificar aprox. cuatro años después de esta profecía (Esd. 6:15) y una reconstrucción
parcial de la ciudad unos 80 años más tarde (Neh. 6:15), los mencionados pasajes de Ezequiel
indican que la gloria divina seguiría ausente del templo hasta el milenio. Sin embargo, los judíos
de tiempos de Zacarías pudieron pensar que esas bendiciones prometidas eran inminentes, y ello
probablemente los animó a reconstruir el templo.
Algunos aspectos destacados de esta primera visión se amplían en las siguientes dos, en las
que el desagrado de Dios hacia las naciones se visualiza en la segunda visión y en la tercera, la
prosperidad que Dios promete dar a Israel junto con la bendición de su presencia.
INTRODUCCIÓN
Trasfondo histórico. Malaquías ministró en el s. V a.C., ca. 100 años después de que en 538
a.C. Ciro publicara su decreto permitiendo a los judíos retornar del exilio. En respuesta a los
ministerios proféticos de Hageo y Zacarías, los repatriados reconstruyeron tanto el templo,
terminándolo en 515 a.C., como sus casas. Muy probablemente, en tiempos de Malaquías se
estaba reedificando o ya se había terminado el muro de Jerusalén (por la gente de Nehemías).
La vida no era fácil. Políticamente, los judíos estaban dominados por Persia (peḥâh,
“príncipe” o “gobernador”, Mal. 1:8, era un título persa, que también se usa en Esd. 5:3, 6, 14;
6:6–7, 13; Dn. 3:2–3, 27; 6:7). Las cosechas era pobres y estaban expuestas a plagas de langostas
(Mal. 3:11). La mayoría de judíos era indiferente o tenía resentimientos contra Dios. Tanto los
sacerdotes como la gente violaban las estipulaciones de la ley mosaica acerca de los sacrificios,
diezmos y ofrendas. La esperanza del pueblo en las promesas de Dios se había debilitado, como
se evidencia en: (a) matrimonios con paganos, (b) divorcios, y (c) ambivalencia moral
generalizada.
Fecha. La referencia de Malaquías al gobernador persa (Mal. 1:8) muestra que el libro se
escribió después de 538 a.C., aunque la mayoría de los eruditos bíblicos concuerdan en que fue
escrito entre 450–430 a.C., por las siguientes razones: (1) La amonestación de Malaquías a los
sacerdotes por sus malas prácticas en el templo muestran que éste ya se había reconstruido y se
había restablecido el sacerdocio. (2) La condiciones morales y espirituales que Malaquías
denunció eran similares a las que enfrentó Esdras, que retornó en 458, y Nehemías, que regresó
en 444. Esas condiciones incluían matrimonios con gentiles (2:10–11; cf. Esd. 9:1–2; Neh.
13:1–3, 23–28), falta de sostén para los levitas (Mal. 3:10; cf. Neh. 13:10), y opresión de los
pobres (Mal. 3:5; cf. Neh. 5:4–5). Tal vez Malaquías habló a la misma generación de Esdras y
Nehemías, o bien pudo ser que hablara a una generación posterior poco tiempo después del
trabajo de ellos.
Autor. Tradicionalmente, a Malaquías (mal’āḵî, lit., “mi mensajero”) se le ha considerado como
el último profeta del A.T., antes del ministerio de Juan el bautista, que predijo Malaquías (Mal.
3:1). Sin embargo, muchos han argumentado que mal’āḵî es un título anónimo, no un nombre
propio. Para ello dan cuatro razones: (1) Mal’āḵî no tiene la forma de nombre propio. No
obstante, en la Biblia, ningún otro libro es anónimo. Quizá mal’āḵî es un apócope de
mal’āḵiyyâh (cf. ’ăḇi [’ăḇî] en 2 R. 18:2, con Ābías [’ăḇiyyâh] en 2 Cr. 29:1 [nota mar. BLA], y
Uri [’ūrî] en 1 R. 4:19 con Urías [’ûriyyâh] en 1 Cr. 11:41). (2) En 1:1 el Targúm (trad. aramea
parafraseada del A.T.) no considera que “Malaquías” sea nombre propio. Sin embargo, añade
que ese mensajero era Esdras, teoría que tiene poco apoyo. (3) Debido a que mal’āḵî es una
designación anónima en Malaquías 3:1, entonces debe ser lo mismo en 1:1. Pero, es más
probable que el mensajero anónimo mal’āḵî de 3:1 sea un juego de palabras basado en el nombre
del profeta citado en 1:1.
(4) La teoría de otros eruditos es que Malaquías fue una de tres profecías anónimas (las otras
dos son Zac. 9–11 y 12–14) anexadas como apéndice al libro de los 12 profetas menores. La base
de esa teoría es que la palabra maśśā’ (“carga u oráculo”) introduce cada una de esas tres partes
de las Escrituras (Zac. 9:1; 11:1; Mal. 1:1). Sin embargo, la manera en que Malaquías introduce
su libro (lit., “Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías”) difiere de
la forma en que Zacarías introduce sus dos oráculos (V. Brevard Childs, Introduction to the Old
Testament as Scripture, “Introducción del A.T. como Escritura”, Filadelfia: Fortress Press, 1979,
págs. 489–492).
El contenido del libro de Malaquías claramente indica que fue escrito por un profeta. Pero
nada se sabe de su familia ni se menciona por nombre en ningún otro pasaje de la Biblia.
Estilo. El estilo de Malaquías difiere de otros profetas. En lugar de presentar discursos directos,
utilizó un estilo dialéctico o controversial. Así, presentó cada uno de sus seis mensajes (V.
puntos II–VII en el Bosquejo) dirigiendo una amonestación o mandato al pueblo. Entonces
Malaquías definió a la gente como disputando y cuestionando cinco de sus seis acusaciones
(todas excepto la tercera, punto IV del Bosquejo). Luego probó que cada una de sus acusaciones
era correcta. Ese estilo fue muy apropiado para confrontar a los apáticos israelitas.
Mensaje. El mensaje de Malaquías es similar al de otros profetas: las bendiciones del pacto
requieren obediencia a éste. En la medida en que cada generación obedecía los mandatos del
pacto mosaico, asimismo participaba de las bendiciones estipuladas en el pacto abrahámico
incondicional. La obediencia a la ley se premiaba con bendición en la tierra prometida. En
cambio, la desobediencia producía maldiciones y, a fin de cuentas, el exilio. En la antigua
dispensación ese pacto fue el que normó la relación de Israel con Dios
Malaquías aplicó el pacto mosaico a los problemas del Israel posexílico—negligencia,
oportunismo, y desobediencia descarada. En el fondo de esos problemas estaba la inadecuada
perspectiva que tenía el pueblo acerca de la fidelidad de Dios al pacto y su pérdida de esperanza
en cuanto a que se establecería el reino divino. Esto produjo una infidelidad generalizada y
afectó la adoración del pueblo en el templo y las relaciones maritales en los hogares. Malaquías
señaló los tratos de Dios con Israel en el pasado, presente, y futuro, con el fin de renovar la
perspectiva del pueblo, recuperar la esperanza, y motivarlo a ser fiel al pacto.
BOSQUEJO
I. Introducción: Encargo a Malaquías (1:1)
II. Primera denuncia: Respondan al amor de Dios (1:2–5)
A. Afirmación del amor de Dios por Israel (1:2a)
B. Israel cuestiona la acusación (1:2b)
C. Reivindicación del reclamo divino (1:2c–5)
1. Dios prefirió a Israel sobre Edom (1:2c–3a)
2. El juicio de Edom (1:3b–5)
III. Segunda denuncia: Honren a Dios (1:6–2:9)
A. Acusación: Habían deshonrando a Dios (1:6a)
B. Israel cuestiona la acusación (1:6b)
C. Dios prueba su denuncia: Sus sacrificios eran aborrecibles (1:7–14)
D. Advertencia a los sacerdotes (2:1–9)
1. La advertencia (2:1–4)
2. Normativa para los sacerdotes (2:5–9)
IV. Tercera denuncia: Sean fieles, pues son el pueblo del pacto (2:10–16)
A. Acusación por su infidelidad (2:10)
B. Primera evidencia: Matrimonios ilícitos (2:11–12)
1. El pecado (2:11)
2. Sus consecuencias (2:12)
C. Segunda evidencia: Los divorcios (2:13–16a)
1. Sus consecuencias (2:13)
2. El pecado (2:14–16a)
D. Exhortación a que fueran fieles (2:16b)
V. Cuarta denuncia: Pongan su esperanza en Dios (2:17–3:6)
A. Acusación contra su fastidioso hablar (2:17a)
B. Israel cuestiona la acusación (2:17b)
C. Prueba de la denuncia: No hay esperanza en la justicia de Dios (2:17c)
D. Advertencia divina (3:1–5)
1. La venida del precursor (3:1a)
2. La venida del Señor en juicio (3:1b–5)
E. La razón de la esperanza en Dios (3:6)
VI. Quinta denuncia: Obedezcan a Dios (3:7–12)
A. Acusación contra la desobediencia (3:7a)
B. Israel cuestiona la acusación (3:7b)
C. Se especifica la denuncia: Robo (3:8a)
D. Israel vuelve cuestionar la acusación (3:8b)
E. Prueba de la amonestación (3:8c–9)
1. El pecado: No dar los diezmos y ofrendas (3:8c)
2. La maldición (3:9)
F. Promesa de bendición (3:10–12)
VII. Sexta denuncia: Temed a Dios (3:13–4:3)
A. Acusación por blasfemar (3:13a)
B. Israel cuestiona la acusación (3:13b)
C. Prueba de la amonestación: Apoyaban la maldad (3:14–15)
D. Respuesta del remanente fiel (3:16)
E. Advertencia y promesa de Dios (3:17–4:3)
VIII. Conclusión: Estad preparados para la venida del Señor (4:4–6)
A. Preparación presente (4:4)
B. Preparación futura (4:5–6)
COMENTARIO
I. Introducción: Encargo a Malaquías (1:1)
1:1. La palabra maśśā’ (“carga”), con que inicia el libro, establece un tono severo. La
RVR60 trad. esta palabra como profecía. En los libros proféticos, maśśā’ introduce mensajes
amenazantes en 27 ocasiones (e.g., Is. 13:1; 14:28; 15:1; Nah. 1:1; Hab. 1:1; Zac. 9:1; 12:1, V. el
comentario acerca de maśśā’ en Zac. 9:1–8.) Por estar sola al principio de Malaquías, la palabra
maśśā’ da a todo el mensaje del profeta un sentido preocupante y ominoso.
Con frecuencia la frase la palabra de Jehová aparece en la introducción de un libro
profético para identificarlo como una revelación de Dios que tiene su autoridad. “Jehová”
(Yahweh) es, por supuesto, el nombre de Dios que evoca su relación con el pacto que hizo con
Israel en Sinaí. Puesto que la palabra se dirige contra Israel, la carga de este discurso tiene que
ver con problemas en la relación pactada entre Dios e Israel. Debido a que Jehová es el Dios fiel
que guarda el pacto, los problemas en la relación pactada sólo podrían deberse a la infidelidad de
Israel. El hecho de que esa carga del Señor vino por medio de Malaquías debió intensificar en
la mente de los lectores originales la sensación de que se avecinaba una amonestación. Los
sacerdotes debieron ser los mensajeros de Dios (cf. Mal. 2:7), pero ellos debían oir a uno cuyo
nombre significaba “mi mensajero”.
IV. Tercera denuncia: Sean fieles, pues son el pueblo del pacto (2:10–16)
A. Acusación por su infidelidad (2:10)
2:10. El estilo del tercer discurso difiere de los demás. En lugar de una acusación inicial
seguida de una pregunta proveniente de una fingida inocencia, éste comienza con tres preguntas
del profeta. Sin embargo, como hizo al principio de cada discurso, el tema principal se expresó
directamente. La referencia a un … padre es probablemente paralela a un mismo Dios, así que
son sinónimas (cf. 1:6), y no una alusión a Abraham, como algunos sugieren. Israel fue a Dios
como su primogénito (Éx. 4:22; Os. 11:1). El hecho de que Dios había creado a Israel para ser un
pueblo singular (cf. Am. 3:2), serviría de trasfondo para el problema que Malaquías trataría
enseguida (Mal. 2:10–16).
La expresión nos portamos deslealmente el uno contra el otro (cf. vv. 11, 14–16) trad. la
palabra bāg̱aḏ, “actuar deslealmente en relación con un acuerdo o pacto previo”. Esta palabra
frecuentemente se trad. “actuar traicioneramente”. El interés de este discurso es tratar el asunto
de la deslealtad del pueblo en sus tratos entre ellos. Esa situación era otra forma (además de la
acusación del discurso anterior) en que estaban profanando el pacto.
2. EL PECADO (2:14–16A)
2:14. De nuevo, Malaquías puso de relieve la insensibilidad espiritual de los israelitas.
Debido a que ellos increíblemente no se imaginaban cuál era el problema (mas diréis, ¿por
qué?), el profeta tuvo que decírselos. Porque Jehová actuó como testigo entre el esposo y su
mujer con quien había sido desleal (cf. vv. 10–11, 15–16), i.e., de quien se había divorciado.
Este “testimonio” podría tener un significado legal o general, dependiendo del pacto con que se
relacionara. Si se toma en sentido legal, entonces el Señor fue requerido como testigo y juez en
un acuerdo legal, como a veces se hacía en tiempos antiguos (cf. Gn. 31:50, 53). Si berîṯekā
significa la mujer de tu pacto, entonces el testimonio del Señor tendría un sentido legal. Él
había sido testigo del pacto matrimonial entre el hombre y su mujer.
Sin embargo, la palabra berîṯekā (lit., “tu pacto”) posiblemente podría referirse al pacto entre
Dios e Israel (cf. Mal. 2:10). En ese caso, el Señor era testigo en sentido general de que él conoce
todo lo que sucede. Entonces “la mujer de tu pacto” se estaría refiriendo al hecho de que ella
había sido escogida entre el pueblo del pacto. Aunque el contexto anterior parece apoyar esta
segunda interpretación, la afirmación siendo ella tu compañera (v. 14) parece enfatizar la
relación matrimonial (cf. Pr. 2:17). Más probablemente la palabra “pacto” (Mal. 2:14) se refiere
tanto al pacto nacional entre Dios e Israel como al pacto matrimonial.
2:15. Este es el v. de Malaquías más difícil de trad. La primera frase puede trad. “¿no uno los
hizo?” o “¿no hizo él (el Señor) uno?” La primera remarca la obra creativa y soberana del único
Dios (v. 10). La segunda tiene varias posibilidades. Puede referirse a una esposa, a un hijo de
Abraham (Isaac), una carne (la unión en matrimonio de un hombre y una mujer), o una nación
pactada.
La segunda afirmación del v. 15 es más compleja aún. Lit. reza: “aunque tenía el remanente
del Espíritu” (BLA nota mar). Otras versiones siguen la teoría de muchos comentaristas y ponen
“carne”, (BJ; “cuerpo”, NVI99) en lugar de “remanente”. Empero, la razón primordial de esta
opción es la suposición de que la primera frase alude a Génesis 2:24, que habla del hombre y la
mujer que llegan a ser una sola carne en el matrimonio. Este punto de vista es posible porque en
Malaquías 2:10–16 se discute el tema del matrimonio.
Una teoría más probable es que el profeta contrastaba la fidelidad de Dios hacia su pueblo (su
nación pactada) con la deslealtad de los israelitas. Este contraste ya se había mostrado en el v. 10
en relación con la discusión acerca del pecado de casarse con paganos (v. 11).
En esa teoría uno de la primera cláusula del v.15 se refiere a Israel como un pueblo. El
hincapié en la unidad del pueblo debió haber tenido especial significado en el período posexílico,
cuando ya había desaparecido la división entre Judá e Israel. (En el v. 11 “Judá” e “Israel” se
usan indistintamente.) Por lo tanto, la primera frase quizá se refiere a dos cosas: “¿No ha hecho
él un pueblo?” y “¿no ha hecho del pueblo uno?” La segunda oración podría rezar: “y los hizo su
remanente espiritual”. Ellos podían ser su remanente “espiritual” sólo por razón de que los
llenaría con su Espíritu. Aunque Judá e Israel estaban unidos en tiempos de Malaquías, el
derramamiento del Espíritu Santo sobre el remanente aún era futuro (Ez. 37), pero se describe
desde el punto de vista divino como si ya hubiese ocurrido. ¿Por qué se preocupaba Dios por la
unidad de su pueblo? (¿Y por qué uno?) Porque Dios buscaba una descendencia piadosa (lit.,
posteridad de Dios”, BJ). “Descendencia” se refiere al pueblo que corporativamente es heredero
de la promesa pactal (cf. Gn. 17:7) y es paralela a la frase “remanente espiritual”.
El mandato de Malaquías, guardaos, pues, en vuestro espíritu (que se repite en Mal. 2:16)
habla del mismo deseo de mantener la unidad pactal que procura el Espíritu Santo lo cual
significaría no romper el pacto matrimonial. Debido a que la nación era una, ningún esposo,
afirmó Malaquías, debía ser desleal (vv. 10–11, 14, 16) con la mujer de su juventud (cf. v. 14)
ni divorciarse de ella (cf. v. 16).
2:16a. Malaquías usó un lenguaje fuerte para remarcar el desagrado divino hacia el divorcio.
Dijo que Dios … aborrece el repudio. “Aborrecer” (de śānē’) significa detestar. (Esto difiere de
la palabra hebr. “odiar” que se usa en 1:3.) Para subrayar este punto, Malaquías dijo que esa
declaración venía de Jehová Dios de Israel. Esto evoca el hecho de que él es el soberano juez y
dador de la ley a Israel. Si Dios aborrece determinada conducta, no debe practicarse.
La expresión: cubre … su vestido, alude al matrimonio (cf. Rt. 3:9; Ez. 16:8). Cubrir de
iniquidad ese vestido significaba violar la relación matrimonial, que es lo que hace el divorcio.
El hecho de que esto lo dice el Señor se repite aquí para remarcarlo (dijo Jehová de los
ejércitos).
Este v. es el más explícito del A.T. en cuanto a lo que Dios piensa del divorcio. Aunque el
divorcio se permitía, las instrucciones dadas (Deut. 24:1–4) tenían el propósito de proteger a la
mujer si ocurría la separación. Jesús enseñó que esas concesiones de Moisés se dieron por la
dureza del corazón humano, pero enfatizó que Dios no aprueba el divorcio (Mt. 19:7–9). Sin
embargo, algunos eruditos bíblicos encuentran base para hacer excepciones a ese ideal (cf. el
comentario de Mt. 5:31–32; 19:1–12; Mr. 10:1–12; y 1 Co. 7:10–24.)
2. LA MALDICIÓN (3:9)
3:9. Debido a que el templo era la casa de Dios (v. 10), el error de no sostenerlo se
consideraba equivalente a robar a Dios. La naturaleza de esa maldición contra la nación se
observa en el v. 11: Hambruna por la invasión de plagas (langostas) que se comerían las vides y
uvas (cf. Dt. 28:38–40).
2.Nabopolasar (605–562)
(Nabū-kudurri-uṣur)
5.Labashi-mardu 7.Belsarar
k (Bēl-shar-uṣur)
(2 meses, 556) (553–539)
LOS TRES REGRESOS DEL EXILIO
LOS ÚLTIMOS CINCO REYES DE JUDÁ
1.Josías
Reinó 31 años
(640–609
a.C.)
Calendario judío (360 días por año*) Calendario gregoriano (365 días por año)
---------------- ----------------
------------
173,880 días
CRONOLOGÍA DEL PERÍODO POSEXÍLICO
Reyes persas Fechas de sus Sucesos bíblicos Referencias Fechas
reinados bíblicas
Ciro 559–530 a.C. Edicto de Ciro del Esdras 1:1–4 538 a.C.
regreso 1er
regreso de 49,897
Cambises 530–522
Smerdis 522
11:17 Tolomeo V
Epífanes
(204–181)
11:20 Seleuco IV
Filopátor
(187–176)
tributos de Jehú,
rey de Israel)
IMPERIO ASIRIO
REYES DE JUDÁ E ISRAEL Y LOS PROFETAS PREEXÍLICOS
JUDÁ ISRAEL
Joacaz 609 ¼
Joaquin 598–5 ¼
97
Sedequías 597–5 11
86
TABLA DE PESAS Y MEDIDAS EN LA BIBLIA
UNIDAD BÍBLICA EQUIVALENTE EN EL
SISTEMA MÉTRICO
PESOS
LONGITUD
codo 45 cms.
palmo 23 cms.
MEDIDAS DE CAPACIDAD
PARA ÁRIDOS
PARA LÍQUIDOS
bato (1 efa) 22 litros
Aunque la información de esta tabla no es matemáticamente exacta, nos proporciona las cantidades y
distancias aproximadas. Las cifras se han calculado con base en que el siclo pesa 11.5 gramos, el codo
mide aproximadamente 45 centímetros y un efa equivale a 22 litros.
Cumplimiento de las profecías de Nahum
Profecías de Nahum Cumplimiento histórico
marzo–abril Primer mes: Nisán Lluvias tardías Cosecha 1. Nisán 14: Pascua
(Nombre anterior: de la cebada Cosecha de (Éx. 12:1–11; Lv. 23:5)
Abib) lino 2. Nisán 15–21: Fiesta
de los panes sin
levadura (Lv. 23:6–8)
3. Nisán 21: Los
primeros frutos (Lv.
23:9–14)
mayo–junio Tercer mes: Siván Los primeros higos se 4. Siván 6: (50 días
maduran después de los primeros
Se preparan los viñedos frutos): Pentecostés
(Lv. 23:15–22)