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Sinopsis ........................................... 4 Veinticuatro ................................. 161
Uno ................................................ 5 Veinticinco .................................. 169
Dos ............................................... 11 Veintiséis ..................................... 176
Tres............................................... 16 Veintisiete .................................... 181
Cuatro ........................................... 22 Veintiocho ................................... 189
Cinco ............................................ 28 Veintinueve ................................. 197
Seis ............................................... 33 Treinta ......................................... 205
Siete .............................................. 41 Treinta y uno ............................... 211
Ocho ............................................. 46 Treinta y dos ................................ 217
Nueve ........................................... 57 Treinta y tres ................................ 226
Diez .............................................. 64 Treinta y cuatro ........................... 232
Once ............................................. 71 Treinta y cinco ............................. 237
Doce ............................................. 77 Treinta y seis................................ 244
Trece ............................................. 85 Treinta y siete .............................. 254
Catorce ......................................... 95 Treinta y ocho.............................. 259
Quince ........................................ 101 Treinta y nueve ............................ 266
Dieciséis ...................................... 107 Cuarenta ...................................... 273
Diecisiete .................................... 112 Cuarenta y uno ............................ 282
Dieciocho.................................... 119 Cuarenta y dos ............................. 288
Diecinueve .................................. 126 Cuarenta y tres ............................. 293
Veinte ......................................... 135 Epílogo ........................................ 296
Veintiuno .................................... 142 Capítulo Extra ............................. 299
Veintidós ..................................... 149 Sobre la Autora ............................ 309
Veintitrés ..................................... 156
Mi vecino es un Grinch.

Como dirijo el Emporio de la Navidad y a veces me pluriempleo como duende,


eso es un problema para mí.

Pero no me sorprende. Cuando le llevé galletas para darle la bienvenida al


vecindario este verano, me dio un portazo en la cara.

Hasta que trae a su niña a visitar a Santa Claus uno de los días que estoy
trabajando como duende, y me doy cuenta de que hay partes clave de su historia que
me estoy perdiendo...

1. La niña es su hermana mucho menor, no su hija.

2. Él es su tutor desde que sus padres murieron en un trágico accidente.

Ahora todo guapo y sus miradas melancólicas tienen mucho más sentido. Como
uno de los duendes de Santa Claus, mi misión es hacer que esta Navidad sea lo más
especial posible para ellos. Lo que de alguna manera incluye entrar en su propiedad
para colgar las luces de Navidad y trenzar el cabello de la niña con regularidad.

A pesar de sus miradas fulminantes y su malhumor, descubro el suave interior


de la bestia. ¿El corazón de este Grinch crecerá tres tallas también? Y si lo hace,
¿tendrá espacio para mí?
Sarah
Estúpidas mallas ralladas como caramelo de la estúpida Nora están subiéndose
en mi culo, y todo lo que puedo hacer es apretar mis dientes y sonreír como si todo
fuera feliz y brillante aquí en el Polo Norte. O al menos el pasaje del Polo Norte en
Arcadian Falls.

Ni siquiera se supone que sea un duende hoy. Es el trabajo de Nora. Pero soy
una tonta, y cuando vino y me rogó que la cubriera así ella podría decorar para la
navidad junto con su novio y la familia de este y dijo:

—¡Es nuestro aniversario de cuatro meses, Sarah! ¡Por favor, por favor, por favor, por
favor, por favor!

Suspiré y acepté.

Ya teníamos una cobertura adicional planificada para el Emporio de la Navidad,


la tienda de mis padres y que yo manejaba, así que no era tan difícil agarrar el disfraz
de sus manos, llamar a uno de nuestros otros trabajadores de temporada, y
cambiarme en la parte de atrás.

Esperó hasta justo antes de su turno, así que no hubo tiempo de correr a casa
para conseguir mi propio disfraz que realmente me quedaba bien. Nora tiene el tipo
de cuerpo delgado y con forma de sauce, mientras que yo soy bajita y con curvas. Así
que las mallas son demasiado pequeñas y el vestido me aprieta en el pecho, además
de caer por debajo de las rodillas en lugar de justo por encima como el mío.

Es el fin de semana después del día de Acción de Gracias en Arcadian Falls, lo


que significa que es la semana de apertura para el Festival de Navidad anual. El
festival comienza de lleno con un desfile la noche del viernes, encabezado por mis
padres vestidos como Santa y la Sra. Claus, seguidos por fuegos pirotécnicos y el
encendido de las luces por el centro y el área del Festival de Navidad. Termina en
Nochebuena con Santa haciendo su salida dramática el último día sobre su trineo y
preparado para hacer la entrega de regalos esa noche.
La fila para ver a Santa es tan larga la tarde del sábado como lo era el viernes
después de que el desfile terminó. Bing Crosby canta villancicos clásicos por los
altavoces colocados estratégicamente en el espacio del evento adyacente al Emporio
de la Navidad. Hay puestos de vendedores por todas partes, que ofrecen una gran
variedad de alimentos, adornos, regalos, decoraciones... casi todo lo que se pueda
desear. Mi favorito es el puesto de cerámica. El año pasado me compré una taza
impresionante para mi primera Navidad en mi propia casa. Todavía no he tenido
tiempo de ver lo que ofrecen este año, pero sin duda está en mi lista.

—Maaaammmmiiii. —El gimoteo corta a través del zumbido de la


conversación, y me giro para ver a un pequeño niño rubio, el cuello de su camisa de
vestir asomándose por encima del cuello su suéter azul, jalando la mano de su mamá
y dejándose caer como si quisiera acostarse en el suelo—. ¿Cuáááánto tiempoooo
mássss para verrr a Saaaantaaaa?

La respuesta de su mamá se perdió entre el ruido, pero no puedo evitar sonreír


ante sus payasadas familiares. Tampoco es que pueda culpar al niño. Parece tener
unos tres o cuatro años, todo arreglado y peinado para verse perfecto en su foto, y
basado en donde están en la fila, probablemente han estado ahí por cerca de media
hora. Eso es pesado incluso para un adulto. Mucho peor para un niño pequeño.

Muevo mis manos para atrapar su atención, inclinándome hacia abajo así estoy
a su nivel. Señalando a las personas en frente de ellos, los cuento.

—Solamente hay cinco personas más enfrente de ti. ¡Casi llegas!

El pequeño niño me ve y me saluda emocionado. Sonriendo, lo saludo de vuelta


antes de regresar mi atención a los padres del niño que acaba de ser fotografiado en
el regazo de Santa, dirigiéndolos a donde mi hermano menor Dylan maneja la
computadora.

—Pueden ver sus fotografías por allá. Elfie también estará feliz de decirles sobre
sus paquetes de fotos.

Ignoro el ceño fruncido que me lanza Dylan. Odia los nombres de duendes que
mamá eligió para todos nosotros. Especialmente porque los duendes no familiares
no obtienen nombres tontos. Yo soy Sassy, Dylan es Elfie, y Nora es Sugarplum.
Pero le agrega otra capa de diversión para los niños y las familias que vienen, y esa
es una de mis partes favoritas sobre trabajar aquí. Incluso, a pesar de que yo,
técnicamente dejé mis deberes de duende hace un par de años, normalmente disfruto
viniendo de vez en cuando.
Solo prefiero cuando no tengo que estar sacándome las medias de mi culo todo
el tiempo, y no estoy preocupada por mostrar mis tetas a los padres quienes no
pueden mantener sus ojos fuera de mi escote reventando.

Mis padres han estado encabezando el Festival de Navidad desde que mi


hermano mayor tenía seis años, yo dos, antes de que mis dos hermanos menores
hubieran nacido. Creo que mi mamá se acababa de enterar que estaba embarazada
de Dylan cuando se vistieron como Santa y Sra. Claus por primera vez.

Habían inaugurado el Emporio de la Navidad ese verano, y fue un éxito tal que
presentaron la idea de un festival de Navidad al ayuntamiento ese otoño, diciendo
que sería un gran atractivo para el turismo fuera de temporada, aumentaría los
ingresos, ofrecería más oportunidades de empleo, generaría más dólares de
impuestos y todo eso que entusiasma a los políticos locales.

Y ahora aquí estamos veinte años después. Papá ya no necesita usar una barba
falsa, aunque se la tiñe de blanco porque es más entrecana en su estado natural. Se
afeita la barba una vez que termina con su temporada anual de Santa Claus cada
invierno, luego comienza a dejarla crecer nuevamente cada otoño.

He cumplido mi tiempo como uno de los duendes desde que tenía quince años.
Y después de seis inviernos, estaba lista para retirar mi disfraz de duende para
siempre, porque asumí el control de la tienda este año. Mamá y papá me ascendieron
a gerente el pasado febrero, trabajaron a tiempo completo conmigo durante el verano
y luego redujeron sus horas a tiempo parcial, interviniendo cuando lo necesito. Dicen
que quieren tener más tiempo para explorar y divertirse ahora que Nora, la más
joven, está en el último año de la preparatoria y ninguno de nosotros ha tenido bebés
todavía. Como solo tienen cincuenta y tantos años, quieren empezar a viajar cuando
son lo suficientemente jóvenes para moverse con facilidad y divertirse.

Pero creo que harán el Festival de Navidad hasta que estén muertos, o al menos
demasiado seniles para estar con niños. Nadie quiere sentarse en el regazo de Santa
cuando olvida tu nombre en cuanto se lo dices, y mucho menos lo que quieres para
Navidad.

A pesar de mi frustración con mi atuendo, sigue siendo divertido ver a los niños
emocionarse cuanto más se acercan al frente de la fila. Papá tiene un don con los
niños y rara vez se toma una foto con un niño que grita.

—Aquí —le digo a la niña pequeña que actualmente está sentada en el regazo de
mi padre.
Agito un reno de peluche sobre mi cabeza desde detrás de la cámara. Salgo un
par de veces, jugando al escondite con la pequeña niña de piel oscura con un vestido
rojo a cuadros y un lazo a juego en su cabello negro y rizado, y presiono el botón en
mi mano cuando finalmente soy recompensada con una sonrisa.

—Eres mejor en eso que Nora —murmura Dylan mientras se acerca


sigilosamente a mi lado.

Manteniendo la sonrisa pegada a mi rostro, tomo algunas fotos más para que los
padres tengan opciones, pero sé que la primera será la ganadora.

—¿No se supone que debes estar mirando la fila cuando no le estás mostrando a
la gente sus fotos? —le murmuro a mi hermano con los dientes apretados.

—Estarán bien por dos segundos más. Papá, quiero decir, Santa, todavía tiene
que terminar con esta.

—Oye, Elfie Tinselbottom. Vuelve a tu puesto —le digo con severidad.

Hace una mueca.

—Cállate. No me llames así.

—¡Shoo! —siseo, y finalmente lo hace para que pueda decirles a los padres dónde
pueden ver las fotos de su dulce hija y pedir su paquete de fotos.

Mientras los padres me agradecen por encima de la cabeza de su inquieta niña,


me distrae una voz familiar y retumbante.

Al darme la vuelta, veo a mi vecino escoltando a una joven niña que lleva unas
mallas verdes y una camiseta roja con el cabello oscuro recogido en una coleta baja
para ver a Santa. Mi muy atractivo vecino, el Sr. Alto, Oscuro y Gruñón, compró la
casa de al lado en agosto. Cuando me presenté con un plato lleno de galletas para
darle la bienvenida al vecindario, me encontré firmemente rechazada mientras la
niña que ahora se subía al regazo de mi padre me miraba desde detrás de él. Cuando
me incliné hacia un lado y le sonreí, él se interpuso en el camino, bloqueando mi
vista.

Es interesante que ahora estén aquí. No hubiera imaginado que alguien tan...
grosero y gruñón se molestaría en llevar a su hija a ver a Santa. Ni siquiera hay
decoraciones de las que hablar en su casa. No hay luces en las canaletas. Ni siquiera
una corona en la puerta de entrada. Lo había catalogado como un Scrooge en el
mejor de los casos, un Grinch en el peor.
Entrecerrando los ojos, estudio su perfil, tratando de ignorar la involuntaria
oleada de atracción hacia su nariz recta, pómulos altos y labios perfectos. Y no me
hagas empezar con la forma en que levanta la mano y se la pasa por el cabello oscuro,
más corto a los lados y un poco largo en la parte superior, por lo que con frecuencia
le cae a la cara.

¿Es así? ¿Está aquí para intentar robarle la Navidad a todos los demás niños? ¿Se
subirá al podio y anunciará que Santa no es real?

Regreso a mi lugar detrás de la cámara para poder tomar las fotos tan pronto
como termine de decirle a Santa lo que quiere para Navidad.

Su conversación parece más seria de lo normal, y me encuentro inclinándome


más cerca, ajustando mi sombrero para que mi oreja esté descubierta y pueda
escuchar mejor.

—¿Estás segura de que no quieres juguetes? —pregunta mi papá.

Habla en voz baja, pero su voz profunda se transmite incluso cuando no quiere.

Ella asiente solemnemente.

—Sí, estoy segura. Solo quiero una cosa.

Con las cejas fruncidas, papá la estudia.

—Los juguetes son mi especialidad. Si eso no es lo que quieres, no estoy seguro


de tener el poder para ayudarte. Pero haré lo mejor que pueda.

Ella asiente y se lame los labios como si tal vez estuviese nerviosa.

—Entiendo. Pero… —Echa una mirada por encima del hombro—, mi hermano
allá atrás dijo que todas las criaturas de cuento de hadas se conocen entre sí, así que
pensé que tal vez podrías enviarle un mensaje a un ángel. ¿Para entregar a mis padres
en el cielo?

Mi corazón se aprieta en mi pecho y tal vez deja de latir por completo cuando
miro a mi vecino. Su fuerte mandíbula cubierta por una barba oscura se aprieta
mientras mira a su hermana, sus manos metidas en los bolsillos de sus jeans, sus
anchos hombros encorvados debajo de su chaqueta adornada con Equipo de Fútbol
de la Preparatoria Arcadian Falls, el abrigo rosa de la niña atrapado debajo de uno
de sus brazos.
Su hermano.

No su papá.

Y sus padres… ¿están en el cielo?

Oh, mi Dios. Oh, no. Oh, esta pobre dulce niña.

Rápidamente devolví mi atención a ella, no puedo entender cuál es el mensaje


que quiere que Santa le pase a un ángel para que se lo entregue a sus padres. Pero sea
lo que sea, lo averiguaré. Y voy a usar todos mis poderes de duende, incluso si son
solo fingidos, para hacer algo que haga especial la Navidad de esta niña.
Shane
Me encuentro con los ojos del Sr. Daniels por encima de la cabeza de mi
hermana, y cada músculo de mi cuerpo se contrae. No estoy seguro de lo que está
diciendo exactamente, pero puedo decir por su reacción que no es lo que espera que
pida una niña de seis años. Y no solo sorprendente en la forma en que podría ser
sorprendente que una niña pequeña pidiera una moto de cross o no sé... un libro de
texto de cálculo avanzado en lugar de las peticiones más tradicionales de las niñas
pequeñas. Ojalá quisiera una moto de cross. O un libro de texto de cálculo.
Cualquiera de esas cosas sería infinitamente más fácil de conseguir de lo que solo
puedo asumir está pidiendo.

Ella está pidiendo algo que tiene que ver con mamá y papá.

El Sr. Daniels ya conoce la historia, estoy seguro. Arcadian Falls es una ciudad
pequeña. Todo el mundo conoce los asuntos de todo el mundo por aquí. Y nadie está
más conectado con el pulso de la ciudad que el hombre que ha estado interpretando
a Santa todos los años desde que yo era un niño.

Y si no supuse que él estaba al tanto del extraño accidente que se cobró la vida
de mis padres, la mirada que me dio cuando Sophie se acercó por primera vez lo
cimentó. Es una mirada con la que me he familiarizado demasiado durante los
últimos seis meses desde que recibí la peor llamada de mi vida.

La llamada de un policía estatal interrumpiendo una cita en Spokane con una


mujer a la que había estado viendo casualmente durante algunas semanas. Salimos a
tomar una copa con la expectativa de que terminaríamos en mi casa. En cambio, dejé
el bar tan pronto como escuché la noticia, mi estómago se revolvió, mi teléfono
pegado a mi oído mientras llamaba a mi hermana menor Mallory, agradecido de que
mi cita no quisiera que la llevara a casa primero. Mallory recibió la primera llamada
porque estaba en casa al estar de vacaciones durante el verano de la universidad y
estaba cuidando a Sophie mientras nuestros padres salían para su cita nocturna
habitual.
Tan pronto como colgué el teléfono con Mallory, odiando tener que terminar la
llamada ante sus gritos suaves e hipo que sabía que estaba tratando de callar por el
bien de Sophie, llamé a mi hermano, hice una maleta y conduje las tres horas hasta
Arcadian Falls esa noche. Bryan también vino de inmediato, y los tres le dijimos a
Sophie juntos.

Una de las peores noches de mi vida. Muchas de ellas por esas fechas fueron
horribles. Hace que sea difícil clasificar cuál fue realmente el peor.

Dios, todo lo que sucedió antes de esa noche, parece haber pasado hace una vida.
De muchas maneras lo es. Otra vida, una en la que podría salir por capricho y tener
sexo casual sin que a nadie realmente le importara. Despreocupado. Relajado. Era el
comienzo del verano y no tenía nada más que tiempo libre después de terminar mi
primer año como el maestro de educación física más nuevo y el entrenador asistente
de fútbol en la Preparatoria Eastwood.

Esa noche cambió todo. En el exterior, puede parecer que las cosas están mejor,
al menos profesionalmente. Nuevo trabajo en una escuela diferente, y en solo mi
segundo año de enseñanza ahora soy el entrenador en jefe de fútbol.

Solo menos un par de padres y el nuevo encargo de criar a mi afligida hermana


de seis años.

Ella era lo que mis padres llamaban una bendición sorpresa. Yo tenía veinte años
y estaba a la mitad de la carrera en la Universidad de Marycliff cuando ella apareció.
Siempre la he amado, por supuesto. Pero la vi crecer por FaceTime, en fotos y visitas
poco frecuentes a casa. Nos divertimos, dando vueltas como lo hacía mi papá con
Brad, Mallory y conmigo cuando éramos pequeños, pero ahora le toma demasiada
energía.

Tomaba. Tomaba demasiada energía.

Seis meses después y todavía a veces me sorprendo haciendo eso, pensando en


él en tiempo presente.

Una nueva ola de dolor me golpea, congelando mi diafragma y haciendo


momentáneamente difícil respirar mientras las lágrimas no deseadas arden en mis
ojos.

Entonces Sophie salta de la plataforma donde se sienta Santa y siento ojos sobre
mí. Santa. La bonita duende detrás de la cámara. Ella también debe haber escuchado
lo que sea que Sophie pidió.
La compasión en sus ojos tiene un peso propio. Incluso algunos de los otros
padres que todavía están en la fila tienen esa expresión en sus rostros. Nuestra
tragedia familiar ha sido la comidilla de la ciudad durante meses.

Esos pobres niños Elliott, que perdieron a sus padres demasiado pronto. La más
pequeña apenas era más que un bebé, y el pobre Shane cargando con más
responsabilidades de las que pidió.

Si bien es cierto, odio la atención. La lástima. Las palabras y los sentimientos


bien intencionados que no hacen nada para calmar el profundo pozo de dolor en mi
pecho o hacen que sea más fácil soportar el de Sophie. Las lágrimas. Su dolor de
estómago sin otra causa que el trauma de perder a sus padres. Las rabietas. Querido
Dios, las rabietas.

Ella siempre había sido tan divertida y tranquila, o eso creía yo. Sí, quiero decir,
mamá y papá me hablaban de sus rabietas cuando era pequeña, pero no había
escuchado mucho sobre ellas en un tiempo.

Pero ahora…

Su terapeuta dice que es normal considerando todo lo que ha sucedido. Perder a


sus padres. El hermano mayor que es casi un extraño para ella y que la cuida de
manera incompetente. La terapeuta no dijo la parte de ‘incompetente’, pero no tenía
que hacerlo. Todos sabemos que es verdad. Y aunque la terapia de Sophie también
incluye citas para su terapeuta y para mí y ella me anima a tomar otro curso para
padres que ofrece el centro, a veces todo parece demasiado. Apenas logro mantener
mi cabeza fuera del agua, ya que estoy entre mi propio dolor, el de Sophie, llevarla a
la escuela y volver de ella todos los días, organizar la guardería, además de mi propio
horario de enseñanza y entrenamiento. ¿Cómo se supone que voy a incluir un curso
para padres además de eso? Ya me salté los cursos de educación continua que se
suponía que debía haber tomado durante el verano y me retiré del campamento
deportivo que ayudé a organizar cuando tuve que mudarme de regreso a casa para
cuidar a mi hermana.

La bonita duende nos sonríe mientras nos giramos para irnos.

—¡No olvides tu bastón de caramelo! —chirría, sonando demasiado alegre para


como me siento ahora. Girando la cabeza, miro hacia otro lado, incapaz de soportar
la lástima, la alegría, todo eso.

Mis padres deberían traer a Sophie a ver a Santa, no yo. O si soy yo, es porque
mamá y papá están ocupados en el trabajo o algo así. No porque hayan fallecido. Y
Sophie debería estar pidiendo esa muñeca American Girl que sé que quiere. O un
pony. O alguna cosa normal de una niña de seis años. Demonios, incluso una moto
de cross.

Sophie le devuelve la sonrisa a la duende.

—¡Gracias!

Toma el bastón de caramelo en una mano antes de tomar mi mano con la otra,
saltando a mi lado. Sea lo que sea lo que realmente pidió, parece contenta con los
resultados.

—¿Le dijiste a Santa que fuiste buena este año? —pregunto.

Su nariz se arruga e inclina la cabeza hacia un lado.

—Siento que debería obtener un pase este año, con convertirme en huérfana y
todo eso.

No puedo evitar soltar una carcajada ante su respuesta.

—Buen punto. Sin embargo, ¿le dijiste eso a Santa?

Se encoge de hombros, quitando su mano de la mía para desenvolver su bastón


de caramelo y empujar el extremo recto en su boca.

—No salió en la plática —dice alrededor del caramelo.

Al detenerme, señalo la fila con la cabeza.

—¿Deberíamos ir a preguntarle?

Después de examinar la fila que serpentea a través de la configuración del Polo


Norte del Festival de Navidad, vuelve a fruncir la nariz antes de negar con la cabeza.

—Estoy segura de que está bien.

Riendo, le ofrezco su abrigo para que se lo ponga antes de salir al coche. Está en
el lado cálido para fines de noviembre, pero no es lo suficientemente cálido como
para ir sin un abrigo.

Ella mete los brazos en las mangas uno a la vez, sujetando el bastón de caramelo
entre los dientes mientras se concentra en cerrar la cremallera ella misma. Una parte
de mí quiere saltar y hacerlo por ella, porque durante un tiempo lo hice todo el
tiempo. Se negó siquiera a intentarlo por un tiempo, a pesar de que la vi cerrar su
propio abrigo muchas veces el invierno pasado.

La regresión de habilidades es otro efecto secundario normal por todo lo que


hemos pasado, o eso me dice su terapeuta. Pero también es importante que le dé la
oportunidad de recuperar esas habilidades. Entonces, aunque quiero lanzarme y
hacer todo, mantengo mis manos firmemente en mis bolsillos y miro mientras ella
lucha un poco antes de alinear con éxito la cremallera y subirla, una sonrisa
triunfante en su rostro, sus labios rojos y apretados alrededor del bastón de caramelo.

Le ofrezco mi mano chocando los cinco y ella salta para golpearla tan fuerte
como puede.

—¡Whoo!

Hago una producción de sacudir el dolor de mi mano, pero no es un gran acto.


Esta niña puede dar una paliza.

Alborotando su cabello, la acerco a mí.

—¿Qué más deberíamos ver mientras estamos aquí en el festival? Viste a Santa,
conseguiste un bastón de caramelo, ¿deberíamos elegir adornos para este año?

Aguanto la respiración mientras espero su respuesta. Mamá siempre nos


regalaba, a todos, adornos cada Navidad. ¿Sophie querrá mantener la tradición
conmigo? ¿O será demasiado doloroso?

Ese es el truco de navegar cada nueva festividad. ¿Qué nivel de familiaridad es


reconfortante? ¿Y qué es demasiado doloroso para continuar, al menos por ahora?
Ella y mamá siempre hacían copos de nieve, y el día que lo hicieron en la escuela,
ella llegó a casa llorando, rompió el suyo en pedazos y lo tiró a la basura. Así que
definitivamente eso está descartado.

Ella deja escapar un suave suspiro, pero asiente.

—Sí. Consigamos adornos. También podemos conseguir unos para Brad y Mal.

—Buena idea. Eso les gustará.


Shane
El Festival de Navidad Arcadian Falls siempre es un buen momento, pero
arrastrar a una niña de seis años a través de todo agrega una capa de agotamiento
que no esperaba. O tal vez ese sea el dolor. O ambos. Probablemente ambos.

Esa es básicamente la historia de mi vida ahora: ¿estoy cansado del dolor, la


paternidad o ambos?

Entonces, a pesar de que hemos estado haciendo esto con demasiada frecuencia
y cada vez que juro que haré un mejor trabajo al encontrar comidas fáciles para los
dos, pasamos por un autoservicio de camino a casa. McDonald’s, el favorito de
Sophie, porque tienen los mejores juguetes. Y aunque prefiero comer en casi
cualquier otro lugar, no puedo discutir con ella, porque verla mirar los diferentes
puestos, examinar cada adorno en busca de los perfectos, los que mamá habría
elegido, lo que comenzó como una divertida actividad de vinculación se ha visto
teñida por la omnipresente nube del dolor que nos sigue a todas partes.

Solo quería darle a mi hermana pequeña una divertida experiencia navideña,


pero nada con nosotros es tan fácil.

No puedo decidir si las próximas vacaciones serán buenas o malas para nosotros.
Probablemente un poco de ambos. La estructura ha sido útil desde que comenzó la
escuela, pero navegar por las diversas actividades navideñas donde hacen adornos
‘para sus padres’ ha sido un campo minado, donde Sophie llega a casa y se enfurece
por todo o llora toda la noche. Al menos cuando solo estamos nosotros dos, no tendré
que preocuparme por los desencadenantes externos y puedo intentar controlar los de
la casa hasta cierto punto. Y seremos solo nosotros dos. Desde que me mudé con
Sophie de la casa de mamá y papá a un vecindario al otro lado de la ciudad, mis otros
hermanos se niegan a volver a casa en Navidad. Ambos dijeron después de nuestro
desastre de Acción de Gracias que no querían manchar la Navidad de esa manera.
Brad se queda en Seattle con su novio. Mallory ha decidido irse a casa con el
chico con el que empezó a salir este semestre. No estoy seguro de si se ha vuelto serio
porque a ella realmente le guste o por el dolor.

Si bien podría ser el tutor legal de Sophie y su terapeuta me está ayudando a


convertirme en su adulto confiable y seguro para estar allí para ella, para Brad y
Mallory, solo soy su molesto hermano mayor. Ambos son adultos, legalmente
hablando, y tienen su parte de la herencia, más la parte de la venta de la casa, todo
guardado, esperando cumplir los veinticinco años. El hecho de que necesiten mi
permiso para usar esos fondos antes de esa fecha, y solo para gastos aprobados
relacionados con la educación o uso comercial, como se describe en el testamento de
nuestros padres, no significa que me vean como cualquier tipo de figura o autoridad
paterna.

No puedo hacer que vuelvan a casa si no quieren. Supongo que mamá y papá
tampoco podrían en este momento. Pero se siente como si lo estuvieran haciendo
para castigarme más que nada.

Sophie se quedó callada todo el camino a casa, agarrando la bolsa con nuestros
adornos en la mano. Finalmente terminamos en el Emporio de la Navidad de los
Daniels, los patrocinadores del Festival de Navidad de la ciudad, que es propiedad
del Sr. y la Sra. Daniels, quienes interpretan a Santa y a la Sra. Claus todos los años.
Lo que significa que la bonita duende, es probablemente, una de sus hijas. Jugué al
fútbol con Ty, el hijo mayor de Daniels, pero nunca presté mucha atención a sus
hermanos menores. De todos modos, no éramos particularmente cercanos.

El Emporio de la Navidad de los Daniels tiene el mayor surtido de todas las cosas
navideñas en un radio de ciento cincuenta kilómetros, al menos. Y mientras que los
vendedores más pequeños que frecuentan los festivales tienen cosas interesantes, el
Emporio de la Navidad obtiene adornos y decoraciones de artistas locales y de todo
el mundo.

Sophie pasó más tiempo allí, estudiando detenidamente cada exhibición de


adornos antes de seleccionar cuidadosamente un adorno para cada uno de nosotros.
No podía decidir si estaba feliz de que ella quisiera continuar con la tradición o me
preocupaba que ella pareciera pensar que ahora es su trabajo llevarla a cabo.

Pero cuando traté de ayudar, ella me ahuyentó, solo permitiendo mi intervención


en el adorno destinado a mí.

Cuando llegamos a casa, ella se levanta de su asiento y entra mientras yo la sigo


cargando nuestras bolsas de comida. Ella saca con cuidado los adornos uno por uno
y desenvuelve el papel de seda antes de colgarlos en el árbol que colocamos en la
esquina el día después del Día de Acción de Gracias.

Esa es una tradición que hemos mantenido. Y ahora tenemos otra. Incluso si no
es en la misma casa.

En esos primeros días después de la muerte de mamá y papá, Sophie lloraba


todas las mañanas tan pronto como bajaba las escaleras y me veía sentado solo en la
mesa. Mallory y Brad estaban en casa en ese momento, pero dormían hasta más
tarde. Al principio, lo atribuí a niveles normales de dolor. Demonios, yo también
quería llorar la mayoría de las mañanas cuando me levantaba. Pero finalmente
Sophie confesó que bajar todas las mañanas era lo más difícil, porque esperaba ver a
mamá y papá esperándola, y cada vez que no lo hacían, la realidad la golpeaba de
nuevo.

Así que decidí vender la casa a pesar de las objeciones de Brad y Mallory.
Mallory estaba especialmente enojada conmigo, diciendo que quería los recuerdos
de crecer más que el dinero de la venta. Pero ella no era la que tenía que levantarse
todas las mañanas y consolar a una niña que se despertaba esperando que sus padres
estuvieran esperando en la mesa de la cocina. Y Mallory estaba en la universidad.
Vivía en otro lugar nueve meses al año. Pronto se iría por su cuenta, construyendo
su propia vida.

Yo, por otro lado, sabía que tenía que resolver la situación de mi vida
rápidamente como el guardián recién nombrado de nuestra hermana menor. En lugar
de usar mis deseos como la base de mi toma de decisiones como solía hacer, todo
cambió y ahora hacer lo que es mejor para Sophie gana cada vez.

Lo mejor para Sophie era vender la casa de nuestros papás, encontrar un trabajo
en Arcadian Falls y establecerse aquí. Una casa nueva es una cosa, pero no pensé
que a Sophie le gustaría mudarse a una ciudad diferente a tres horas de distancia, una
escuela diferente y lejos de todos sus amigos.

—Shane, ven a colgar tu adorno —grita desde el árbol mientras pongo nuestra
comida en nuestros lugares en la mesa.

—Está bien, está bien —me burlo quejándome, haciéndola reír.

Ella tiene en su mano al Santa sosteniendo un balón de fútbol americano que


eligió para mí, y yo lo tomo, tomándome mi tiempo para mirar el árbol, buscando el
mejor lugar para ponerlo. Como Sophie colgó la mayoría de los adornos, están
agrupados en el medio, así que opto por ponerlo en la parte superior, cerca de la
estrella que ha estado en nuestro árbol todos los años desde que tengo memoria.
Mamá dijo que ella y papá la obtuvieron la primera Navidad después de casarse.

—¿Brad y Mallory van a venir a visitarnos? —pregunta Sophie en voz baja


después de que colgué mi adorno.

—No estoy seguro —le digo, aunque estoy bastante seguro de que la respuesta
es no—. Les preguntaré de nuevo después de la cena, ¿de acuerdo?

Eso es suficiente para apaciguarla, y corre hacia la mesa, toma el juguete


envuelto en plástico de su Cajita Feliz y me lo da.

—¡Abre mi juguete, por favor!

Por lo general trato de hacerla esperar hasta que hayamos comido, pero esta
noche no lo tengo en mí. Le quito el paquete, lo abro y tiro la representación de
plástico del último personaje de Pixar sobre la mesa, luego reclamo mi asiento para
comer mi hamburguesa.

Felizmente juega con el juguete entre bocados de nuggets de pollo y papas fritas
bañadas en salsa barbacoa. Ella todavía está jugando con su juguete, después de
haber recuperado algunos otros juguetes de la creciente colección en el otro extremo
de la mesa y representando escenas de su libro favorito, mientras yo recojo nuestra
basura. Un golpe en la puerta interrumpe nuestra tranquila velada.

Con el ceño fruncido, tiro los envoltorios arrugados a la basura y me dirijo a la


puerta, solo puedo ver una vaga forma verde a través de las ventanas de vidrio
esmerilado al lado de la puerta principal.

Cuando abro la puerta, estoy cara a cara con la linda duende del Polo Norte. No
es una duende real, obviamente, o el verdadero Polo Norte. La del Festival de
Navidad de hoy.

Ella me da una sonrisa brillante y un gesto con el dedo, sus mejillas y nariz
sonrojadas por el frío.

—Hola —susurra—. Soy Sarah, de la casa de al lado. —Se pasa el pulgar por
encima del hombro y señala la casa de la derecha—. Los vi hoy en el Polo Norte, y
solo quería darle algo a tu hermana.

Tiro de la puerta para que esté casi cerrada, sintiendo que ya estoy cerrándome.
No necesito más lástima. El desfile interminable de cazuelas ofrecidas justo después
del funeral fue suficiente. No necesito que un vecino se disfrace de duende y le dé
regalos adicionales a Sophie solo porque es una niña huérfana triste y ahora solo
tiene un hermano para cuidarla.

—Estamos bien.

Los ojos de Sarah vuelan a los míos desde donde estaba tratando de ver más allá
de mí, luego se entrecierran mientras toma mi postura defensiva y mi tono brusco.

—Mira, estoy segura...

—Dije que estamos bien —repito, agregando un tono más duro a mi voz.

—¿Quién es, Shane? —pregunta Sophie detrás de mí.

Y antes de que me dé cuenta, está abriendo la puerta, y cualquier esperanza que


pudiera haber tenido de mantener a esta vecina entrometida fuera de mi vida
simplemente se evaporó. Al menos por esta noche.

Con una última mirada hacia mí, Sarah se concentra en Sophie.

—¡Hola! —chirría, toda brillante y soleada como lo era hoy—. ¡Mi nombre es
Sassy Tinselbottom, y soy uno de los duendes de Santa!

Miro a Sophie y veo que sus ojos crecen grandes y redondos.

La señorita Tinselbottom, resoplo, se inclina para estar al nivel de Sophie.

—Me enteré de lo que le pediste a Santa hoy, y Santa me pidió que viniera a
darte una entrega especial y un mensaje.

Mi cautela aumenta un poco. ¿Escuchó lo que pidió Sophie? Todavía no me he


enterado. ¿Qué tipo de solicitud especial?

Pero otra mirada a Sophie no revela nada, solo más asombro con los ojos abiertos
mientras acepta el pequeño paquete de la duende de al lado.

La descarada Sarah Tinselbottom, la duende, me mira una vez más, luego se


inclina cerca de Sophie y dice algo lo suficientemente bajo como para que no pueda
escucharla. Pero sea lo que sea, hace que los ojos de Sophie se llenen de lágrimas, y
luego se lanza hacia Sarah, envuelve sus brazos alrededor de su cuello y la aprieta.

Por su parte, Sarah cae de rodillas en mi escalón delantero frío y húmedo y


envuelve sus brazos alrededor de mi hermana pequeña, devolviéndole el abrazo sin
decir una palabra más.
Cuando Sophie se aleja, vuelve a entrar.

—¡Santa ya pasó por mí, Shane! ¡Este es el mejor día de todos!

No sé qué está pasando aquí, pero estoy a punto de averiguarlo.


Sarah
La adorable niña cuyo día aparentemente acabo de mejorar, corretea de regreso
a su casa, y la vigilo hasta que mi vista se ve interrumpida por su infeliz hermano
mayor que se interpone en el camino.

Poniéndome de pie, retrocedo un par de pasos. Ocupa el espacio que acabo de


dejar, tirando de la puerta casi cerrada detrás de él. Cruzando los brazos sobre el
pecho, me mira con la nariz alzada, la luz del porche destellando un poco de rojo
mezclado con el marrón oscuro en su casi barba. Es como si no se hubiera afeitado
en un par de días, pero no lo suficiente como para tener una barba completa. ¿La está
dejando crecer? ¿Es por eso que no se ha afeitado? ¿O se le acabó la crema de afeitar?

Me doy cuenta periféricamente de que todavía me está mirando mientras yo me


obsesiono con las opciones de crecimiento de su barba. Aclarándome la garganta,
me encuentro con sus ojos oscuros y le ofrezco una sonrisa.

—Sé que es un poco inusual que un duende haga una visita a domicilio, pero
pensé que dadas las circunstancias...

—¿Qué pidió ella?

La pregunta es una demanda baja y brusca.

Entrecierro los ojos.

—¿Ella no te lo dijo?

—¿Te estaría preguntando si lo hubiera hecho? Dime lo que pidió. Y luego dime
lo que le dijiste. Soy su guardián. Tengo derecho a saberlo.

Imitando su postura, cruzo los brazos sobre mi pecho e inclino la cabeza hacia
atrás para mirarlo desde arriba.

—¿Por qué no le preguntas tú mismo?


Eso provoca un gruñido que casi me hace reír, pero me las arreglo para
contenerlo.

—¿Eso te funciona normalmente? —pregunto a la ligera.

Sus cejas se juntan.

—¿De qué estás hablando?

Muevo una mano hacia arriba y hacia abajo en su dirección.

—Esto. La mirada fulminante. El gruñido. ¿Eso da resultados?

Apunto con el dedo a la puerta antes de cruzar los brazos de nuevo. Este disfraz
de duende no es muy cálido y no esperaba estar afuera por tanto tiempo. Voy a
empezar a temblar pronto, lo que socavaría el punto que estoy tratando de dejar en
claro en este momento. No es que tenga claro cuál es mi punto, exactamente.
Excepto que este tipo no es tan intimidante como obviamente intenta serlo.

—Sí —gruñe finalmente—. Lo hace. Trabajo con chicos de preparatoria. Los


gruñidos y las miradas son sus principales modos de comunicación.

Libero mi risa ante eso.

—Ah, ya veo. Tiene sentido.

Suspirando, miro la puerta casi cerrada detrás de él, debatiendo si debería o no


compartir lo que pidió Sophie.

Mi vecino gruñón se pasa la mano por la cara, el rastrojo de la barba incipiente


en la palma de su mano es audible en la noche quieta.

—Mira. No es que exista el privilegio de Santa-cliente. Sé que ella no pidió algo


normal. Supongo que tiene que ver con nuestros padres. ¿Puedes darme una pista
para que no haga o diga algo tonto y la moleste más?

Mordiéndome el labio, percibo el destello de vulnerabilidad en su rostro que


rápidamente regresa a su ceño fruncido habitual. Un profundo pozo de simpatía se
abre dentro de mí. Este tipo solo necesita un poco de ayuda. Sería una mala intención
no proporcionarlo. Especialmente con todo lo que ha pasado. Pero cuando abro la
boca para responder, levanta la mano.

—Pero deja de mirarme así.


Eso me tiene parpadeando.

—¿Mirarte cómo?

Dibuja un círculo cerca de mi cara con su dedo.

—Así. Como si te compadecieras de mí. No quiero ni necesito tu compasión.


Estamos bien.

—No te compadezco.

Resopla.

—No lo hago —insisto.

Su mirada fría, descarta mi afirmación con un movimiento de sus dedos.

—Bien. Te compadezco. ¿Contento? Creo que es triste que tus padres murieran
en un extraño accidente y ahora esa niña tiene que crecer sin padres. ¿Quién no se
sentiría mal por eso? No soy una psicópata.

—Correcto. Porque ahora solo tiene a su hermano tratando de criarla. Pobre


niña.

No puedo evitar poner los ojos en blanco.

—Oh, Dios mío. ¿Hablas en serio ahora mismo? ¿Crees que te estoy juzgando?
No, no sé, preguntándome cómo me sentiría si estuviera en tu lugar. No tengo una
hermana tan joven, pero si mis padres murieran repentinamente y mi hermano mayor
tuviera la tutela de nuestra hermana menor, solo puedo imaginar lo devastador que
sería para todos nosotros. —Cerrando los ojos, respiro y obligo a mi volumen
ascendente a un nivel más razonable—. Mira. La escuché pedirle a Santa que le
pasara un mensaje a un ángel para que se lo entregara a sus padres. Ella dijo que le
dijiste que todas las criaturas mágicas se conocen entre sí, por lo que pensó que Santa
probablemente tiene conexiones angelicales. Mi papá no le prometió nada, pero yo
solo quería hacer algo, cualquier cosa, que pudiera hacer que una niña triste que vive
su primera Navidad sin sus padres se sienta mejor.

Levanto las manos dramáticamente y continúo en un susurro feroz, consciente


de que la puerta está entreabierta y los oídos pequeños pueden ser curiosos y
escuchar.
—Le traje una Barbie, porque yo amaba las Barbies a esa edad y también mi
hermana, y le dije que ya habíamos tenido noticias de sus padres en el cielo. Que la
están cuidando, que la aman y la extrañan y que quieren que sea feliz y se divierta lo
más posible esta Navidad sabiendo que están con ella en espíritu. ¿Te parece bien?

Parpadea, ya sea por mi vehemencia o por lo que dije, no estoy segura.


Finalmente, deja caer la barbilla en un breve asentimiento.

—Gracias —gruñe.

Y luego desaparece dentro.

Me quedo de pie parpadeando ante la puerta cerrada durante un largo momento


después de que el pestillo encaja firmemente en su lugar, aturdida por lo repentino
de cómo terminó.

¿Me odia ahora? ¿Más que antes?

Aunque no estoy segura de si realmente me odiaba antes. Pero no fue muy amable
cuando me presenté con un plato de galletas para darle la bienvenida al vecindario
en agosto.

Pensando en retrospectiva, me doy cuenta de que no pasó tanto tiempo después


de la muerte de sus padres. No hice la conexión antes de que él es el mayor de los
Elliott. Ni siquiera lo reconocí realmente, excepto en esa forma vaga de los pueblos
más pequeños donde reconoces muchas caras incluso si realmente no las conoces,
porque te encuentras en la estación de servicio o en la tienda de comestibles o en el
supermercado. En el Festival de Navidad anual.

Sin embargo, ahora que sé quién es, me doy cuenta de que lo reconozco de hace
años, cuando él y mi hermano Tyson jugaban al fútbol juntos. Es el nuevo entrenador
de fútbol, el Sr. Elliott. Nora, mi hermana menor, mencionó que había un nuevo
entrenador y profesor de educación física, porque está saliendo con un jugador de
fútbol. Pero ninguna de esas piezas encajó en su lugar, que mi nuevo vecino es el Sr.
Elliott, el nuevo entrenador que se mudó de regreso a Arcadian Falls porque perdió
a sus padres repentinamente.

Tal vez si él hubiera decidido ser un vecino educado hace meses, lo habría sabido
todo antes. Pero noooo. El Sr. Gruñón no quiere compasión. Lo que al parecer se
extiende a los productos horneados para darle la bienvenida al vecindario. Y actos
de bondad destinados a su hermana.

Bueno, demasiado malditamente mal.


Porque la reacción de esa niña valió cada segundo de enfrentar su irritación.

Los escalofríos se apoderan de mí, y envuelvo mis brazos con más fuerza
alrededor de mí mientras me apresuro por su camino hacia la acera. Normalmente,
atravesaría el césped, pero llovió la mayor parte del día, y mis botas de duende, las
botas de duende de Nora, en realidad, al menos nuestros pies son del mismo tamaño,
no son buenas para caminar por la hierba pantanosa.

Es hora de llegar a casa y tomar un baño caliente. Horas con ropa demasiado
pequeña coronada por un enfrentamiento (manchas brillantes en la acera muestran
que la temperatura está bajando por debajo del punto de congelación ahora) significa
que debo relajarme un poco.

A la mañana siguiente me despierto con el mundo cubierto de blanco. Se ve


hermoso y mágico, pero significa palear antes de irme al trabajo. Con suerte, Nora
no necesita una parada de última hora en el Polo Norte hoy porque después del truco
de ayer, tendré que ponerme al día en el Emporio de la Navidad. Primero tengo que
comprobar los artículos más populares: los mini árboles que sostienen nuestros
adornos más vendidos cerca del frente de la tienda, la pared de coronas y la
exhibición de las medias, porque todo sale volando de los estantes en esta época del
año. Por lo general, repongo las existencias a lo largo del día y hago una revisión
final antes de irme, para determinar si tendremos suficientes existencias para el
próximo mes o si tendré que pedir más. Pero como era un duende, no llegué a nada
de eso ayer, además tengo un nuevo envío de piezas de la villa navideña que llegará
hoy.

Lo que significa que necesito moverme, porque las entregas suelen llegar antes
de que la tienda abra a las diez. Y si tengo que palear primero...

Me como un pan tostado mientras me pongo las botas y el abrigo y pongo la


cafetera en marcha. Poniéndome el gorro y los guantes, aprieto el abridor de la puerta
del garaje y agarro mi pala. Solo unos diez centímetros, pero está húmedo y pesado,
y la temperatura ya está subiendo. Se supone que el máximo es de cero grados hoy,
lo que derretirá lo suficiente como para convertirlo en un desastre helado para cuando
el sol se ponga alrededor de las cuatro de esta tarde.

Me acomodo en el ritmo de palear para limpiar mi camino de entrada y el trozo


de acera de la que soy responsable a cada lado. Uno de mis vecinos ya ha despejado
su camino, pero el otro lado...
A Shane no le importó o no tuvo tiempo antes de irse esta mañana. Eso, o la
nieve no era lo suficientemente profunda como para molestarse en ese punto, porque
ni siquiera puedo ver las huellas de sus neumáticos. ¿Qué tan temprano se va a la
escuela? Estoy malcriada porque la tienda no abre sino hasta las diez. Normalmente
me presento alrededor de las nueve y media para tener todo listo para el día, aunque
me gusta llegar más temprano cuando tengo que ocuparme de una entrega.

Pero de mis hermanos jugando al fútbol, creo recordarlos haciendo


levantamiento de pesas durante la hora cero, el tiempo de clase especial espantoso
antes del primer período. Entonces el entrenador tendría que estar allí incluso antes...

Verificando la hora, decido ir a por ella y continuar por la acera hasta llegar al
camino de entrada de Shane.

Quizás fue un idiota gruñón anoche. Pero puedo ver que es protector con su
hermana, tal vez un poco susceptible de ser responsable repentina e inesperadamente
de criar a una niña, y sin duda de lidiar con su propio dolor. Solo han pasado unos
seis meses y son las festividades.

Entonces no quería mis galletas. Y estaba irritado conmigo por intentar hacer
algo por su hermana. Nadie puede estar enojado porque alguien más palea su camino
de entrada por ellos.

¿O sí?
Shane
Mientras conduzco por la ordenada hilera de casas con sus entradas paleadas,
me trago mi gemido. La mía está destinada a ser un gran lío fangoso. Cuando Sophie
y yo nos fuimos esta mañana, apenas había nevado un par de centímetros. Pero
cuando la dejé en su programa de cuidado escolar y me dirigí a la preparatoria para
la clase de pesas matutina, estaba empezando a caer más.

Se requiere que todos los jugadores de fútbol asistan a pesas conmigo cada
semestre para poder permanecer en el equipo. Ha sido así desde que mi papá estaba
en la escuela aquí. Y por mucho que me encantaría cambiarlo para no tener que estar
despierto antes del amanecer todo el año, no hay posibilidad de que eso suceda. A
menos que quiera eliminar el requisito. Porque si las pesas son durante el día escolar
regular, podría interferir con una clase requerida para graduarse.

Cuando miré por la ventana antes del primer período, caían copos grandes y
gordos, que se acumulaban rápidamente, y supe que volvería a una casa hecha un
desastre. Mirar hacia afuera nuevamente a la hora del almuerzo lo confirmó. Para
entonces ya se había calentado y la nieve tenía parches claros reveladores donde se
había derretido hasta convertirse en lodo. Demasiado pesado para el quitanieves.
Todo lo que podía hacer era esperar que la temperatura se mantuviera por encima
del punto de congelación hasta después de llegar a casa.

Afortunadamente lo ha hecho.

Cuando llegamos a nuestra casa, reduzco la velocidad y me quedo mirando.

Mi camino de entrada y la acera a ambos lados están desnudos. Claro. Seco en


algunos lugares, incluso.

¿Qué brujería es esta?

Después de entrar al garaje, no cierro la puerta. Sophie sale del asiento trasero
de mi camioneta y entra mientras yo examino mi camino de entrada, con las manos
en las caderas, preguntándome quién es el responsable de esto.
Me enfrento a la casa de mi linda vecina duende, la aprensión me aprieta las
entrañas. ¿Podría ser…? Pero, ¿por qué iba a hacer eso?

Echo un vistazo a la casa de Hal y Georgia al otro lado. Podrían ser ellos. Son
una pareja de jubilados, por lo que estarían en casa durante el día. Y Hal me prestó
su bordeadora después de mudarme este verano. Parece el tipo de persona que podría
haber decidido ser amable y despejar mi camino.

Metiendo la cabeza en el interior, encuentro a Sophie sentada en el sofá con sus


auriculares puestos y comiendo pretzels de una bolsa que no debe haber terminado
en el almuerzo.

—Oye, bicho. Voy a la puerta de al lado. Vuelvo enseguida.

Sostiene un pretzel en reconocimiento, sus ojos nunca abandonan la pantalla.


Entrecerrando los ojos, contemplo la cantidad de tiempo en pantalla que le dejo
tener. ¿Mis padres le permitieron tener tanto? ¿Más? ¿Menos? ¿Estoy jodiéndolo al
dejarla ver YouTube?

Con un suspiro, me dirijo hacia afuera. Todavía no tengo control sobre el debate
sobre el tiempo de pantalla, y no voy a resolverlo ahora. Pero al menos puedo
agradecer a Hal por despejar mi camino de entrada.

Subiendo el cuello de mi chaqueta contra la fuerte brisa, me paro en su porche


con mis manos metidas en mis bolsillos, mis hombros encorvados. Con el sol
poniéndose, hace más frío y las nubes se han despejado desde esta mañana, así que
se supone que esta noche bajará a menos siete grados. Las calles estarán muy mal
mañana, y es bueno que no tenga que preocuparme por tener un desorden descuidado
en mi camino de entrada antes de que se congele.

Georgia abre la puerta, con una sonrisa en su rostro mientras se sube los anteojos
por la nariz y se envuelve con su cárdigan color canela.

—¡Brr! —Da un escalofrío exagerado—. Se está poniendo frío. Están


prediciendo más nieve mañana. ¿Qué puedo hacer por ti, Shane?

—Vi el pronóstico sobre la nieve. Dicen que se supone que debe permanecer bajo
cero durante un tiempo. Solo quería agradecerle a Hal por limpiar mi entrada.

Tal vez sea presuntuoso decidir que es él, pero cuanto más lo pienso, ¿quién más
podría ser? Es lo único que tiene sentido.

Pero el rostro de Georgia transmite sorpresa.


—Oh, ese no fue Hal —dice, confirmando mis peores temores—. Esa fue Sarah
a tu otro lado. La vimos aquí limpiando tu casa esta mañana antes de que Hal
despejara la nuestra. Que encantadora.

Gruño, reconociendo la mirada intrigante en los ojos de Georgia. Quiere jugar a


la casamentera. Desafortunadamente para ella, no estoy en posición de ser
emparejado.

—Ya veo —digo, tratando de sonar tranquilo y... no estoy seguro. Algo más que
irritado. Porque, ¿por qué diablos Sarah Sassy Tinselbottom limpiaría la entrada de
mi casa? ¿Especialmente después de la forma en que la despedí anoche y
prácticamente le cerré la puerta en la cara?

Fui brusco y grosero, fuera de mi profundidad después de su fiera respuesta. Pero


incluso si estaba a la defensiva acerca de sus motivaciones, la realidad es que se
compadece de mí. Nos compadece. La pobre niña huérfana que se quedó con un
hermano mayor que no sabe una mierda sobre estudiantes de primer grado.

¿Y por qué iba a hacerlo yo? El último alumno de primer grado con el que traté
fue Mallory, y eso fue hace casi quince años. Yo apenas había terminado la escuela
primaria, y aunque cuidé a mis hermanos menores cuando mis padres salían por la
noche o en eventos de trabajo, consistía principalmente en comer pizza y ver
películas de Disney hasta que llegaban a casa.

Ahora tengo que lidiar con las conferencias de padres y maestros, las citas con el
médico, las preocupaciones sobre el tiempo frente a la pantalla y el acoso cibernético,
y si está comiendo suficientes verduras además de las rabietas y las citas de duelo y
terapia.

Me siento completamente perdido, y las personas a las que esperaba poder acudir
en busca de consejo cuando me encontrara criando a mi propio hijo están muertas y
se han ido.

Vecinos bien intencionados y sus guisos y paleadas de nieve y Barbies y mensajes


falsos del más allá son agradables y todo eso, pero en realidad no ayudan con las
grandes preocupaciones que me mantienen despierto por la noche.

—Gracias por la información, Georgia —le digo, asintiendo con la cabeza—. Te


dejaré salir del frío. Que tengas una buena noche.

—Ella llega a casa alrededor de las siete, por lo general, en esta época del año —
me grita Georgia mientras me dirijo hacia su pasillo.
Levanto una mano para reconocer la declaración.

Estará en casa alrededor de las siete. Si voy allí, ¿volverá vestida de duende y sus
tetas amenazarán con estallar fuera de su blusa? ¿Con una cola de caballo terminada
en rizos hechos para envolver tus dedos?

Me niego a mí mismo con la cabeza. Georgia podría querer emparejarnos, y en


otro momento y lugar ese pensamiento podría haberme interesado. Pero no tengo el
tiempo ni la energía para dedicarme ni siquiera a las relaciones más casuales. Ya no.

No voy a agradecerle a Sarah esa noche. Debido a que no me siento muy


agradecido. Si soy honesto conmigo mismo, no estaba tan agradecido cuando
esperaba que Hal lo hubiera hecho. Pero ir allí para dar las gracias es más educado
que ir allí para decir: “Puedo limpiar mi propio camino de entrada. Déjame en paz”.
Tener a un jubilado haciendo ese tipo de tareas para mí es solo marginalmente mejor
que tener una chica haciéndolo.

Sí, puedo reconocer que suena ridículamente sexista. No, no importa. Es el


principio de la cosa.

Soy joven. Soy fuerte. Hago ejercicio con regularidad y soy entrenador de fútbol.
Puedo manejar palear un poco de nieve fangosa mucho mejor que un duendecillo
que ilumina la luna como un duende navideño.

Pero tengo la oportunidad de corresponderle a la tarde siguiente. Nos


despertamos con una mañana despejada, pero cuando recojo a Sophie de la escuela
y nos llevo a casa, están cayendo grandes copos que se acumulan rápidamente en
todas las superficies.

Espero, dándole la oportunidad de profundizar lo suficiente para que valga la


pena sacar el quitanieves, y una vez que Sophie y yo terminamos con la cena y su
cabello trenzado según su pedido, la dejo caer frente a una película y salgo.

Todavía está nevando, aunque no tan fuerte y rápido como hace unas horas, y
se han acumulado varios centímetros en ese tiempo. Empiezo por mi camino de
entrada primero, por supuesto. Poniéndome mis audífonos cancelando el ruido,
enciendo mi lista de reproducción, una mezcla de Twenty one Pilots, Panic! At the Disco,
y Florence and the Machine, enciendo el quitanieves y hago la primera pasada limpia
por el camino de entrada.
De ida y vuelta, de ida y vuelta, y luego me muevo hacia las aceras, haciendo el
lado que va hacia Hal y Georgia primero antes de girar hacia la casa de Sarah.

Haciendo una pausa, miro la hora. Acercándose a las siete. Si me apresuro,


podré terminar antes de que ella llegue a casa. Enganchando la barrena de nuevo,
avanzo lentamente, despejando su acera primero antes de pasar a la entrada de su
casa. Afortunadamente, hace suficiente frío como para que la nieve sea liviana y
esponjosa, lo que facilita el trabajo del quitanieves.

Justo cuando estoy terminando el último tramo del camino de entrada, la puerta
del garaje comienza a abrirse. Al detenerme y girar, veo un Subaru verde que se abre
camino hacia el camino de entrada, su conductora perpleja me mira con los ojos
entrecerrados a la luz de las luces de la ciudad reflejadas entre las nubes y la nieve.

Espero a que ella se detenga en su garaje, luego me dirijo a mi casa sin esperar a
que salga. Cuando mi propio garaje se cierra, escucho un débil:

—¡Oye!

Pero felizmente lo ignoro mientras me quito las botas y la ropa abrigadora


mojada.

Pero obviamente soy un idiota, porque lo que no tomé en cuenta es la


probabilidad de que ella se acercara a la puerta de mi casa. O que mi hermana
pequeña se quitara los auriculares y atendiera.
Sarah
¿Eso es…?

Lo es.

El Sr. Gruñón está quitando nieve en mi camino de entrada.

¿Nunca cesarán las maravillas? ¡Es un milagro navideño! Mi vecino menos


amable ha hecho algo bueno. Y para mí, nada menos. Después de la forma en que
desapareció la otra noche cuando yo, como mi alter ego de duende navideño, le
entregué el mensaje de Santa a su hermana pequeña, pensé que me odiaba.

Entonces, ¿por qué despejaría mi camino de entrada?

¿A menos que de alguna manera se enterara de que yo despejé el suyo y decidiera


devolver el favor?

Tan pronto como estaciono mi coche, salgo por la puerta, con la intención de
agradecerle al menos el gesto e intentar averiguar qué precipitó un acontecimiento
tan bendecido.

Pero debe ser Flash de incógnito, porque cuando salgo a la entrada de mi casa, él
desaparece en su garaje. Y aunque las aceras están despejadas, gracias a él, sigo con
cuidado mientras me apresuro a cruzar en caso de que haya un trozo de hielo. No
hay necesidad de caer sobre mi trasero, después de todo.

El inconfundible zumbido del motor de una puerta de garaje se pone en marcha


y su puerta comienza a descender lentamente.

—¡Oye! —lo llamo, esperando que presione el botón para revertir su progreso.

Pero no. Por supuesto que no lo hace.


Entrecerrando los ojos, examino su casa por un minuto. Todavía sin
decoraciones al aire libre. Sin luces. Sin coronas. Sin moños. Ni siquiera uno de esos
proyectores que supongo que elegiría alguien como él por su mínimo esfuerzo.

Pero llevó a su hermana a ver a Santa. Y vislumbré un árbol a través de la puerta


de entrada. Entonces sé que celebran la Navidad.

Llena de una cantidad ridícula de determinación para una situación tan


insignificante, ¿y si no quiere mi agradecimiento? ¿No debería simplemente dejarlo
pasar, cenar y relajarme? Marcho por su camino de entrada, levanto el puño y llamo
bruscamente a la puerta principal.

Cruzando los brazos, me acomodo para esperar un poco. Probablemente tenga


que volver a llamar antes de que responda. Parece del tipo que haría algo así, aunque
obviamente sé que está en casa.

Para mi sorpresa, cuando la puerta se abre, revela a su hermana pequeña con su


cabello en la peor aproximación de una trenza que he visto en mi vida.

Pero sé que es mejor no comentar algo así. Tal vez ella insistió en hacerlo ella
misma y está en las primeras etapas de aprender a como.

Le doy mi mejor sonrisa.

—¡Hola! Soy Sarah, la vecina de al lado. Me preguntaba si tu hermano está aquí.

Ella frunce el ceño y mira más allá de mí.

—Se supone que está quitando nieve. ¿No lo viste?

—Bueno, lo hice un poco, pero entró antes de que pudiera hablar con él. De
hecho, él también despejó mi camino de entrada, así que quería darle las gracias.

Ella se ilumina.

—Eso es muy cortés de tu parte. Probablemente todavía se esté quitando sus


cosas para la nieve. ¿Quieres entrar?

Estoy segura de que su hermano preferiría que yo dijera que no, pero lástima por
él. Tal vez la próxima vez se quede quieto el tiempo suficiente para que pueda hablar
con él afuera, donde ambos podamos reclamar el frío como una razón para no hablar
por mucho tiempo.

—Me encantaría.
Su mano en el pomo, abre la puerta de par en par, retrocediendo para que yo
pueda entrar.

—¡Botas, por favor! —chirría mientras cierra la puerta detrás de mí.

Abro la boca, lista para protestar porque esperaré en la entrada. Pero, ¿por qué
debería hacer eso? Con un encogimiento de hombros mental, me agacho, abro la
cremallera de mis botas y me las saco con los dedos de los pies, con cuidado de evitar
la humedad que ya he dejado.

Enderezándome, contemplo su casa. Es un diseño diferente al mío con un plano


de planta abierto en el piso principal, la entrada conduce directamente a la sala de
estar. Una escalera a la derecha conduce a un segundo piso. La mía es una casa de
estilo rancho, con la cocina a la derecha y los dormitorios más allá de la sala de la
izquierda.

—¡Oh! ¡Amo tus calcetines! —dice Sophie, atrayendo mi atención hacia ella.

Levantando un pie, muestro mis calcetines de Rodolfo el Reno con una sonrisa.

—¡Gracias! Tengo toda una colección de calcetines navideños. Los uso todo el
tiempo en esta época del año.

—¡Eso es tan divertido! —Sus cejas se arrugan juntas de nuevo mientras me mira
a la cara—. Oye. Pareces familiar.

—Bueno, yo vivo en la casa de al lado, así que probablemente me hayas visto.

Ella niega con la cabeza.

—No ¡yo sé! ¡Eres la duende! ¡La que pasó la otra noche! Espera. Entonces,
¿cómo es que no vives en el Polo Norte?

Oh, no. Pensando rápido, me agacho y doblo un dedo para llamarla más cerca.
Ella viene directamente hacia mí.

—¿Puedes guardar un secreto? —susurro.

Ella asiente con los ojos marrones muy abiertos.

—Estoy en una asignación especial en Arcadian Falls, porque a esta ciudad le


encanta la Navidad todo el año. Santa me hace vivir aquí para que pueda consultar
sobre todas las cosas navideñas que suceden.
—Guauuuu. —Sophie jadea—. Eso es tan genial.

Asiento.

—Es super genial. Y es por eso que tengo que ser yo quien transmita su mensaje
especial.

Lanzando sus brazos alrededor de mi cuello de nuevo, me da otro fuerte abrazo.


Esta vez no dudo en devolverle el abrazo.

—Estoy tan contenta de que estés aquí —susurra.

—Yo también —le respondo en un susurro.

Una garganta masculina se aclara cerca y le doy a Sophie un último apretón antes
de que nos separemos.

Saltando hacia su hermano, agarra su mano y susurra-grita:

—¡Shane! ¡Shane! ¿Adivina qué? ¡Hay un verdadero duende navideño viviendo


al lado! ¿No es eso lo mejor? ¡Ella está en una misión especial de Santa!

Se tapa la boca con una mano y me mira con ojos grandes y redondos.

—¡Espera! ¡Se suponía que eso era un secreto!

Le doy una sonrisa tranquilizadora.

—Está bien. Probablemente sea más fácil si él también lo sabe.

Dejando caer su mano, me devuelve la sonrisa, luego se concentra en su hermano


de nuevo.

—¡Shane! ¡Es una duende de verdad! ¡Pídale que se quede a cenar!

Ante la mirada de animal acorralado en los ojos de Shane, levanto mi mano en


protesta.

—Está bien. No tengo que quedarme a cenar. Solo quería agradecerte por
despejar mi camino de entrada.

Un músculo en su mandíbula se aprieta. Debe haberse afeitado entre la última


vez que lo vi y hoy, porque su mandíbula es casi suave, solo una pizca de barba
incipiente en las líneas limpias de su rostro. No puedo decidir si me gusta más así o
con casi barba.

—De nada —dice al fin, y no puedo evitar entrecerrar los ojos ante la forma en
que esas palabras parecen pasar por sus labios con tanta dificultad.

Inclinando mi cabeza hacia un lado, lo examino, con curiosidad por saber cuál
es su problema.

—¿Qué provocó este episodio de bondad vecinal? ¿Entraste en el espíritu


navideño?

—Algo así —gruñe.

Me cruzo de brazos.

—Alguien te lo dijo.

—¿Me dijo qué?

Ni siquiera es bueno fingiendo no saber de qué estoy hablando.

Me río. No puedo evitarlo.

—Trabajar con estudiantes de preparatoria se te ha pegado, ya veo. Lástima que


no seas mejor que ellos fingiendo ignorancia.

Suspirando, se pasa una mano por la mandíbula.

—Le pregunté a Georgia si Hal había despejado mi camino de entrada, y ella


dijo que tú lo habías hecho. —Deja caer la mano de su rostro, ese músculo se hincha
de nuevo mientras cuadra los hombros—. No necesito lástima ni caridad. Como ya
te dije. Así que ahora estamos a la par. No hay necesidad de seguir haciendo —agrega
con la mano entre nosotros—, esto.

—¿Oh? ¿Y qué es… —Imito el gesto con un movimiento de mi propia mano—,


esto?

—Shane —sisea Sophie desde su lado—. ¡Sé bueno! Ella es una duende.
¡Terminarás en la lista de traviesos de Santa!

Él la mira, pareciendo verla por primera vez.

—¿Qué diablos le pasó a tu cabello?


Su boca se contrae en lo que solo puede describirse como un puchero.

—Te dije que no lo hiciste bien.

Él suspira.

Sophie se vuelve hacia mí, su mirada evaluativa.

—¿Puedes trenzar el cabello?

Mis cejas saltan por mi frente, y lanzo una mirada a Shane, quien no parece
complacido de que Sophie me pregunte sobre mis habilidades para trenzar.

—Um, sí. Yo puedo.

Sophie deja escapar un exagerado suspiro de alivio que me hace girar los labios
entre los dientes para reprimir la risa de sus payasadas.

—Oh, gracias a Dios —dice, soltando la mano de su hermano para reclamar la


mía.

Miro a su hermano de nuevo mientras ella me arrastra hasta el sofá, toma un


cepillo rosa para el cabello de la mesa de café y lo empuja en mi dirección.

—Aquí. Siéntate. Trenza, por favor.

Cuando no acepto inmediatamente el cepillo y me siento, empuja sus manos


hacia mi cintura y me empuja hacia el sofá. Podría resistir si realmente quisiera, pero
me siento pesadamente, tomo el cepillo y lo dejo en mi regazo.

Me está dando calor con mi abrigo rojo hinchado, así que abro la cremallera y
me lo quito, dejándome con mi suéter navideño con tema de renos y jeans.

—Me encanta tu suéter. —Sophie me sonríe—. ¿Quieres que me siente en el


suelo frente a ti o en el sofá?

—Oh, um. —Supongo que esta noche trenzaré el cabello—. En el sofá, creo. —
Me muevo y me siento de lado, y Sophie se deja caer y me da la espalda. Suavemente
agarro el soporte de la cola de caballo, queriendo asegurarme de no tirar de su
cabello. Sin embargo, no debería haberme preocupado. Solo se envuelve dos veces,
por lo que prácticamente se cae con un pequeño tirón—. Vaya, está bien.

—¿Ves? —dice Sophie imperiosamente—. Te dije. ¡Shane no puede trenzar el


cabello en absoluto!
Una vez más tengo que morderme los labios para no reírme. Pero cuando miro
a Shane, el impulso se evapora por completo. Está de pie con los brazos cruzados, su
expresión como una nube de tormenta mientras nos mira, su mandíbula apretándose
rítmicamente.

—Estoy segura de que hizo lo mejor que pudo —le digo a Sophie a la ligera
mientras me pongo a deshacer la trenza que se cae y a cepillar su cabello—. El
trenzado es complicado. Y trenzar el cabello es aún más complicado.

—Extraño a mi mamá —dice Sophie en voz baja—. Solía trenzarme el cabello.


De todas las formas. Shane no sabe cómo.

Shane se aparta de la pared donde está parado y desaparece por un pasillo.

Tragando saliva, no estoy segura de cuál es la mejor manera de manejar esto.


Todo en este escenario me rompe el corazón. Pero cualquier expresión de simpatía
o lástima definitivamente será mal interpretada por el hermano mayor de Sophie. Y
no creo que eso sea lo que está buscando de todos modos. No quiere que nadie sienta
lástima por ella. Quiere que alguien le trence el cabello.

—Mi mamá también solía trenzarme el cabello cuando era pequeña —le digo.

—¿De verdad?

Su voz suena un poco más brillante, como si el hecho de que tengamos algo en
común la emociona.

—De verdad —confirmo—. Y tengo una hermana que es cinco años menor que
yo. Entonces, cuando ella tenía más o menos tu edad, yo también le trenzaba el
cabello. No tan sofisticado como mi madre en ese momento. Pero estilos simples. —
Todavía estoy cepillando el cabello de Sophie, más por algo que hacer mientras
hablamos y porque parece calmarla que porque quedan enredos—. ¿Cómo querías
que te trenzaran el cabello esta noche?

—Quería dos trenzas francesas. Así. —Se pasa las manos por la nuca, indicando
dónde quiere que vayan las trenzas—. Pero Shane dijo que era demasiado difícil y
que solo podía hacer una. Pero ni siquiera podía hacer eso.

Tarareo, luego divido su cabello en dos partes iguales, envolviendo una liga para
el cabello alrededor de la mitad para mantenerlo fuera del camino mientras trabajo
en el otro lado.

—Puedo hacerte dos trenzas francesas. ¿Como suena eso?


Su voz se tambalea cuando responde.

—Eso es exactamente lo que quería.

Esnifa con fuerza.

Le doy un masaje y una palmadita en la espalda, luego comienzo la trenza


francesa en el lado derecho de su cabeza.

—Tienes un cabello tan bonito —le digo mientras trabajo.

Se limpia la nariz con el brazo.

—Gracias.

—Es tan brillante y sedoso. Es más difícil de trenzar cuando es tan suave. ¡Se
desliza por todos lados! Y si no estás acostumbrado a trenzar el cabello, no sabes
cómo compensarlo.

—Entonces estás diciendo que no debería ser tan dura con Shane —dice por mí.

—Mmhmm.

—Pero vio algunos videos de YouTube —protesta—. ¿No debería eso ayudarlo?

—Esos pueden ser útiles —concedo—. Pero generalmente asumen un nivel


básico de familiaridad. Apuesto a que Shane nunca antes había trenzado el cabello.
No es como si él se trenzara su cabello, ¿verdad?

Ella se ríe.

—Eso sería divertido.

Sonriendo, ya que logré hacerla sonreír, termino por el lado derecho y lo


envuelvo con la liga extra para el cabello que está en la mesa de café, luego comienzo
por el otro lado.

—Te diré que. Siempre que necesites que te trencen el cabello, avísame y te
ayudaré. Dejaré mi número antes de irme, ¿de acuerdo?

Ella junta sus manos al lado de su cara.

—¡Oh gracias! ¡Eso sería maravilloso!


Shane
Reprimo un gemido ante la amable y servicial oferta de mi vecina de trenzar el
cabello de Sophie cuando quiera.

Debería estar agradecido. Lo sé y sé que soy una mierda ingrata. Pero solo estoy.
Tan. Cansado. De todos los vecinos y amigos bien intencionados y ancianas
entrometidas en la farmacia preguntando por Sophie y por mí y cómo estamos y si
estoy manejando todo bien y solo les haga saber si necesito más guisos. Como si no
nos hubiéramos estado ahogando en esas cosas en todo el verano.

Por un lado, fue realmente agradable por un tiempo no tener que pensar
demasiado en qué darle de comer a nadie. Abrir el refrigerador, elegir tu guiso
favorito y listo. Pero un hombre solo puede comer tantas lasañas congeladas y
pasteles de pollo y arroz antes de no querer volver a ver uno. Supongo que en el lado
positivo (muy oscuro), dado que ambos padres murieron al mismo tiempo, no tendré
que preocuparme por lidiar con esto nuevamente.

Aunque se podría argumentar que obtuvimos guisos adicionales porque ambos


murieron a la vez, lo que me convirtió en el jefe de familia por defecto, para gran
consternación de mis otros hermanos. Al menos mamá y papá habían actualizado su
testamento después del nacimiento de Sophie, nombrándome albacea y su tutor. De
lo contrario, estaría en Wisconsin viviendo con el tío Will y la tía Cathy, el hermano
mayor de mi padre y su esposa. Lo que habría sido un desastre épico a menos que y
hasta que pudiéramos encontrar una forma de evitar esa disposición.

También me habían nombrado tutor de mis otros hermanos, ya que ninguno de


ellos había cumplido los dieciocho cuando se redactó el testamento, y una vez que
cumplí los veinticinco, me hice cargo de los fideicomisos de todos hasta que ellos
también cumplieran los veinticinco. A los veintitrés y veinte años, respectivamente,
Brad y Mallory solo tienen que lidiar con que yo esté a cargo de sus fideicomisos
durante unos años.
Los fideicomisos mantienen la suma total de todos los ahorros y activos de mamá
y papá divididos entre nosotros cuatro. Como propietario de la oficina principal de
bienes raíces de la ciudad, a papá le fue bastante bien. Mamá era maestra de quinto
grado y, aunque su sueldo no era enorme, su cuenta de jubilación era sólida después
de años de contribuciones. Los socios menores de papá compraron la participación
de papá en la empresa después de su muerte, y eso también se dividió en cuatro partes
y se agregó a nuestros fideicomisos. Si bien definitivamente no es suficiente para
vivir, los fideicomisos nos brindan a todos un buen ahorro.

Como tengo veintiséis años y soy el tutor de Sophie, ahora tengo acceso
completo al mío. No que lo esté usando. Me sumergí en él para ayudar con el pago
inicial de esta casa porque no quería esperar a que se vendiera la casa de mamá y
papá. Sophie necesitaba salir de allí. Necesitaba sacarla de allí.

Mudarnos aquí fue un gran alivio. La primera mañana estaba triste, pero no
lloraba como todas las mañanas antes de eso. Claro, ella obviamente todavía llora.
A menudo. Como esta noche con lo de trenzar el cabello.

Ella había llorado y se había enfurecido conmigo y mi incapacidad para trenzar


su cabello como ella quería. Me ha estado pidiendo que le trence el cabello durante
semanas antes de la escuela, y todos los días la desanimo, diciendo que no hay
suficiente tiempo. Me las arreglé para hacer un buen trabajo con una cola de caballo,
o incluso con dos colas de caballo, ¿coletas? Como se llamen. Literalmente, nunca
tuve que prestar atención a cómo se llaman los peinados de las niñas. Y ahora estoy
inundado con un millón de estilos diferentes de trenzas, y no puedo hacerlas bien.
Mi algoritmo de YouTube está completamente reprimido, recomendándome una
extraña variedad de contenido deportivo, planes de entrenamiento y ahora tutoriales
sobre el cabello y maquillaje. Ayer mismo recibí una recomendación de rutina de
cuidado de la piel anti-envejecimiento para mujeres mayores de treinta años.
Supongo que querer aprender a trenzar el cabello de mi hermana abrió todo un
mundo de videos de trucos de belleza.

Así que le prometí que podríamos empezar a practicar. Esta noche fue mi tercer
intento, y todavía parece que mapaches rabiosos intentaron peinarla.

Suspirando, dejé que mi cabeza golpeara contra la pared al lado del refrigerador.

Siento que todo el mundo está parado mirando y esperando que admita que soy
el peor guardián posible. Que quizás Sophie debería mudarse con el tío Will y la tía
Cathy a Wisconsin. Mis tíos ciertamente lo han insinuado. Más de una vez.

Cuando vinieron al funeral de mamá y papá y se sentaron en la lectura del


testamento, se sorprendieron visiblemente al enterarse de que yo era el tutor de
Sophie. Yo ya lo sabía, por supuesto. Me reuní con su abogado el día después del
accidente y comencé a hacer arreglos para mudarme aquí de inmediato, notificando
a mi apartamento y averiguando cómo empacar y mover mis cosas en el menor
tiempo posible.

Tan pronto como terminó la lectura, Will y Cathy se me acercaron, todos


sonrisas viscosas y rezumando simpatía.

—Has estado haciendo un gran trabajo con Sophie desde que tus padres... pasaron —dijo
la tía Cathy.

Pasaron. Jodidamente pasaron. Como si les hubieran ofrecido un plato en una


cena familiar y hubieran pasado. Ellos murieron, joder.

Will me agarró por el hombro y me dio una pequeña sacudida, como lo hace un
chico que se esfuerza demasiado por ser un ‘hombre’.

—Sabemos que amas a tu hermana —dijo—. Eso es obvio. Pero estoy seguro de que un
joven soltero como tú preferiría ser libre de... sembrar tu avena salvaje.

Asco.

¿Quién dice cosas así de todos modos?

Cortésmente les dije que se alejaran. No con esas palabras. Pero dejé en claro
que estaría aceptando mi papel de guardián de Sophie.

Porque jodidamente no, no quiero ‘sembrar mi avena salvaje’. Asegurarme de


que mi hermana pequeña no sea enviada a Wisconsin con sus traseros santurrones
es mucho más importante que follar con chicas que no recordaré el año que viene.

Qué. Mierda. En. Realidad.

¿Como si fuera una especie de cabrón que vive para la fiesta? Nunca he sido ese
tipo.

Claro, me gusta salir con amigos y divertirme. ¿Quién no? Pero también tengo
un título, un trabajo y un plan de jubilación. Si todavía estuviera en la universidad,
quizás podría entender su punto. ¿Pero ahora?

Bueno, ahora me pregunto si tal vez tenían razón. Si tal vez estoy jodiendo todo.
Ni siquiera puedo imaginarme cómo trenzar su maldito cabello por el amor de
Dios. Y digo joder con demasiada frecuencia, como aprendí de la llamada telefónica
con su maestra la semana pasada cuando Sophie se metió en problemas nuevamente
por maldecir en la escuela.

Jooooder.

¿Ves? Ahí voy de nuevo.

Pero todavía no veo cómo trasladar a Sophie a un pueblo extraño en un estado


extraño sería mejor para ella que quedarse aquí donde todos la conocen y la quieren.

—Umm, oye —dice una voz tranquila detrás de mí.

Alejando mi cabeza de la pared, me vuelvo para encontrar a Sarah de pie en mi


cocina con un suéter de reno y calcetines de reno a juego, con las manos en los
bolsillos traseros de sus jeans.

Se muerde el labio inferior regordete y me mira con incertidumbre. Levanta una


mano y pasa el pulgar por encima del hombro.

—Terminé de trenzar el cabello de Sophie. Se ve muy lindo, si lo digo yo misma.


Le dije que dejaría mi número para que me pueda llamar en caso de otra emergencia
de trenzado.

Dejo escapar un sonido que está a medio camino entre un suspiro y un gruñido.

Sus ojos se abren como lo hacen las chicas cuando están cansadas de tus
tonterías, y levanta ambas manos.

—Está bieeen. Bien. Supongo que esperaré a que ella toque a mi puerta la
próxima vez que ocurra una emergencia con su cabello. ¿Y para que conste? —Señala
con un dedo hacia mí—. No se trata de compasión o de sentir lástima por ti o… —
Agita su mano—, cualquier estupidez que estés pensando. Se trata de una niña que
quiere que le trencen el cabello. Puedo trenzar el cabello. Soy buena en eso. Tú no lo
eres. Tal vez lo superes por su bien, ¿no?

Y con eso gira sobre sus talones, claramente con la intención de irse.

—Espera. Por favor.

Me las arreglo para decir antes de que pueda dar más de un paso.
Ella gira, dándome su perfil, cruzando los brazos y ladeando una cadera, su
lenguaje corporal es una solicitud no verbal obvia para que valga la pena.

Esta vez mi suspiro es solo un suspiro, sin gruñidos en la mezcla.

—Lo siento. Gracias. Por favor, deja tu número.

Me muevo al otro lado del refrigerador y saco un bolígrafo y un bloc de notas


adhesivas del cajón de la basura, dejándolos en la barra del desayuno junto a ella.

Me mira un momento más, luego toma el bolígrafo y escribe en la libreta.

—Para que conste, esto es solo por su bien. No el tuyo. ¿Entendido?

Asiento, de alguna manera sintiéndome mejor porque ella quiere que tenga claro
ese hecho. No quiero su compasión. Pero si quiere ayudar a Sophie, tiene razón.
Claramente no puedo hacer esto por ella, al menos no todavía, y aquí hay una mujer
agradable que se ofrece a ayudar. Debería aceptar la oferta. Cuando esté lo
suficientemente desesperado, de todos modos.

—Buenas noches —dice secamente, y regresa a la sala de estar donde la escucho


intercambiar un adiós mucho más amistoso con Sophie.

Espero en la cocina, escuchando el chasquido de su abrigo, el cierre de la


cremallera y el sonido de ella poniéndose las botas. Cuando finalmente emerjo, es
solo después de que escuché que la puerta se abre y se cierra y no queda nada más
que una ráfaga de aire frío a su paso.

—Me gusta —declara Sophie, con las manos en las caderas—. Tienes que ser
amable con ella —me advierte—. De lo contrario, no volverá a trenzarme el cabello,
y Dios sabe que estás jodidamente desesperado.

Con eso, toma su tableta y audífonos y se va a su habitación, dejándome


enfrascado en mi desesperanza.
Sarah
Mi amiga Olivia entra en el Emporio de la Navidad justo antes de cerrar, cargada
de bolsas de compra. Dejándolas caer sobre la encimera, se apoya sobre los codos.

—Encontrarte aquí es siempre una idea terrible en esta época del año. Compro
demasiadas cosas.

Moviendo sus bolsas a un lado, empujo sus brazos y le indico que se mueva hacia
un lado. Todavía quedan algunos rezagados en la tienda, y no necesito que ella
bloquee el camino para que salgan. No podemos irnos hasta que ellos lo hagan.

—Pero terminas todas tus compras navideñas. Así que ahí está.

Suspira dramáticamente.

—Eso más que suficiente para las compras navideñas de otras familias.

Riendo, niego con la cabeza.

—No tienes que recorrer todo el festival cada semana, ¿sabes? Podrías entrar por
las otras puertas.

Hago un gesto hacia la puerta lateral para no pasar por el Festival de Navidad.

Otro suspiro de Olivia.

—¡Pero entonces me perdería toda la diversión!

La joven pareja que llegó justo antes de Olivia regresa al festival, pero la pareja
mayor, el Sr. y la Sra. Hodgeson, que viene al menos una vez al año, se acerca al
mostrador con una selección de adornos y una corona. Felicito sus elecciones,
charlando cortésmente sobre lo que planean hacer con todo: la corona es para su hija
que acaba de comprar su primera casa y los adornos son para una fiesta de
intercambio de adornos que hacen todos los años con sus amigos.
Una de las cosas divertidas de administrar el Emporio es escuchar todas estas
historias de las tradiciones de la gente, nuevas y antiguas. Esta es mi primera
temporada navideña administrando la tienda, después de trabajar en ella durante
todo el año desde que estaba en secundaria. Todos hemos trabajado a tiempo parcial
para mamá y papá desde que éramos adolescentes, aunque a Nora le resulta más
fácil, ya que es la bebé. No es que alguna vez lo admitiera. Pero entre yo cubriéndola
en el Polo Norte y ellos sin obligarla a trabajar en la tienda durante su descanso...

Cuando tenía su edad, básicamente trabajaba a tiempo completo cuando la


escuela no estaba en sesión.

Pero supongo que si soy yo quien se hará cargo de la tienda de mamá y papá
cuando finalmente se jubilen por completo después de que Nora vaya a la
universidad, ella no necesita aprender los entresijos del negocio como yo. Yo soy la
que quería esto.

Tyson, mi hermano mayor, siempre tuvo otros planes, sueños más grandes que
quedarse en el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Se sintió sofocado aquí.

Yo no. Me encantan las vistas y los rostros familiares, las personas que me
conocen de toda la vida, a quienes les importa si me resfrío y me traen sopa, galletas
y buenos deseos para sentirme mejor. Aunque mamá es hija única y nuestros abuelos
viven en el norte de California y la familia de papá vive en Michigan, crecer en
Arcadian Falls es como tener una familia extendida. Hemos sido parte de la
estructura de esta comunidad desde siempre. O al menos toda mi vida. ¿Por qué
querría ir a otro lado? No conocería a nadie.

Afortunadamente, Olivia siente lo mismo. Un poco. Se fue a la universidad, pero


volvió a vivir con sus padres la primavera pasada después de graduarse.

Sigo al Sr. y la Sra. Hodgeson hasta la puerta, cierro detrás de ellos, luego cierro
el otro par de puertas antes de volverme hacia Olivia y soltar un suspiro de fin de
jornada laboral.

—No sé cómo lo haces —dice.

—¿Qué?

Mis cejas se arrugan en genuina confusión.

Ella hace señas hacia la puerta por donde acaban de salir los Hodgeson.
—Esto. Escuchar sus historias. Llevando un registro meticuloso de a quién le
gusta qué y cuántos adornos de pepinillos1 nuevos necesitas comprar para el próximo
mes y todas las minucias de administrar este lugar.

Sacudiendo la cabeza, me río mientras me dirijo a la habitación trasera para


agarrar mi abrigo y mi bolso, arreglando algunos adornos fuera de lugar mientras nos
dirigimos hacia la puerta. Hice la mayor parte de la limpieza en silencio durante la
última media hora para poder irme tan pronto como cerramos para cenar con Olivia.

Nos hemos reunido para cenar al menos una vez a la semana desde que regresó
a la ciudad, y es lo más destacado de mi semana.

—No puedo ver que sea muy diferente de lo que haces —digo mientras cierro la
cremallera de mi chaqueta y abro la puerta lateral, sosteniéndola para que Olivia
salga, una vez más cargada con sus bolsas de compras—. ¿No tienes que escuchar las
historias de las personas en el consultorio del dentista?

—Ugh. Sí. Y es lo peor.

—Me gusta escuchar cómo la gente planea usar sus compras.

Olivia transfiere todas sus bolsas a una mano y se echa el cabello oscuro por
encima del hombro.

—Creo que puedo ver cómo eso sería más agradable que escuchar sobre los
dolores de muelas de las personas y mirar imágenes de dientes podridos. Y supongo
que los niños que pasan por tu lugar de trabajo generalmente están felices de estar
allí, mientras que yo tengo gritos aterrorizados y niños gruñones cuyos padres los
obligaron a venir antes de la escuela. —Ella me señala, su uña larga y cuidada de un
rojo brillante bajo las brillantes luces del festival—. Y tus horas son mucho mejores.
Sí, sales más tarde, pero no tienes que estar en el trabajo antes de las siete de la
mañana.

Envuelvo un brazo alrededor de mi amiga y la acerco a mí.

—Awww, Olivia. Alto ahí. Al menos conseguiste un trabajo y ahora puedes


pagar tu propio lugar. Incluso si no es el trabajo de tus sueños.

Olivia obtuvo su título en historia del arte, pero a pesar de que se entrevistó en
varios museos, incluido uno donde hizo una pasantía, no pudo conseguir un trabajo.

1
Según la tradición, se coloca un pepinillo ornamental en el árbol de Navidad como uno de los
adornos navideños. En la mañana de Navidad, la primera persona que encuentre el pepinillo en el
árbol recibirá un regalo extra de Santa Claus o se dirá que tendrá un año de buena fortuna.
Así que ahora trabaja como gerente de oficina y recepcionista en el consultorio dental
de su padre. Sí, nepotismo.

Ella se queja de que trabajar para sus padres significa que básicamente todavía
están pagando el alquiler. Y lo entiendo. Realmente lo hago. Pero siento que es una
actitud incorrecta. Sí, mis padres me ayudaron a reunir el pago inicial de mi casa. Y
desde que obtuve mi título en administración de empresas a través de un programa
en línea, costó menos y no tuve que pagar la vivienda en el campus y todos los gastos
que conlleva irme a la universidad, no tengo una montaña de deuda por préstamos
estudiantiles. Mis padres pagaron mis clases, después de todo. Cogí un salario
reducido para ayudar con los costos, y fui el servicio de transporte de mis hermanos
menores hasta que tuvieron la edad suficiente para conducir ellos mismos.

Pero sabía que quería hacerme cargo de la tienda toda mi vida, prácticamente.
Me encantaba venir a trabajar con mis padres cuando era pequeña y ayudar a montar
las exhibiciones. Mi mamá me dejó opinar sobre cómo organizar la tienda cuando
yo estaba en preparatoria, incluidos los adornos que diseñé y creé en la escuela, y
ahora soy yo quien toma todas las decisiones. Me encanta.

Las luces de mis faros parpadean en el otro extremo del estacionamiento


mientras desbloqueo el auto. Olivia guarda sus bolsas en el suelo del asiento trasero
antes de subirse al asiento del pasajero. El consultorio del dentista está a solo una
cuadra de distancia. Ella camina para encontrarme aquí, y la dejo en su auto cuando
terminamos. Al menos en esta época del año. Porque se toma su tiempo entre el
cierre de la oficina y el cierre de la tienda para pasear por el Festival de Navidad y
comprar algo. Cada. Semana.

El resto del tiempo, nos reunimos en el mejor restaurante de la ciudad:


Lumberjacks.

Cuando llegamos, nuestra cabina favorita en la esquina trasera está vacía, y nos
dirigimos directamente hacia esta para que nadie pueda sentarse ahí antes que
nosotras.

Regina, nuestra camarera habitual, se pasea con una sonrisa en su rostro, sus
ojos se arrugan detrás de sus lentes de ojo de gato.

—Bueno, hola, señoritas. Qué gusto verlas de nuevo. ¿Quieren sus pedidos
habituales o se sienten aventureras esta noche?

Le devuelvo la sonrisa y me quito el abrigo, apilándolo a mi lado en la cabina.

—Lo de siempre para mí, gracias.


Tienen la mejor salsa francesa en kilómetros a la redonda, llena de costillas en
rodajas finas y cubiertas con queso en una baguette perfectamente tostada untada con
mantequilla, servida con un lado de papas fritas gigantes.

—También lo de siempre para mí —dice Olivia.

Regina refunfuña hacia nosotras mientras garabatea nuestros pedidos en su


libreta y se la lleva a la cocina. Olivia siempre recibe una ensalada César con pollo a
la parrilla y el aderezo a un lado, y Regina cree que ella necesita vivir un poco. O al
menos derrochar y pedir algo alto en calorías de vez en cuando.

Pero Olivia casi siempre está a dieta. También su mamá, para el caso. Las
apariencias siempre han sido muy importantes para la familia Banks. Sonrisas
blancas, dientes rectos y cuerpos que encajan en el perfil de una revista de bonitos y
saludables. Y Olivia no es más que bonita, con su largo y lacio cabello castaño, sus
llamativos ojos azules rodeados de espesas pestañas oscuras que siempre han atraído
tanta atención, pómulos altos y una nariz delgada y recta. Más alta que yo, casi
parece que podría ser modelo en una de esas revistas brillantes, aunque si le dijeras
eso, te diría algo como, ‘uf, tal vez si perdiera otros diez kilos’.

Si me preguntas, creo que se vería enferma si perdiera tanto peso.


Afortunadamente, por mucho que se ciña a su ensalada César de pollo mientras
salimos a cenar, es para poder derrochar en un helado, una tradición que
comenzamos en la secundaria. Ella venía a mi casa y comíamos tanto helado como
queríamos. Mi mamá y mi papá simplemente se rieron y nos dijeron que no nos
enfermáramos, pero por lo demás no parecía importarles.

No puedo imaginar lo que habrían pensado el Sr. y la Sra. Banks si lo hubieran


sabido.

—Muy bien —dice Olivia, colocando sus manos sobre la otra e inclinándose
hacia adelante—. Cuéntame lo que sucedió desde la semana pasada.

—Oh, conocí a mi vecino.

Su boca se abre.

—¿El que rechazó tus galletas?

Asiento.

—Sí. ¿Te acuerdas de Shane Elliott? Ese es él, todo adulto.


Olivia arruga la cara y niega con la cabeza.

—Realmente no. Recuerdo a Brad Elliott, porque pensé que era taaan lindo. —
Ella agita sus ojos para ir con su aproximación tonta de la voz de una adolescente—
. Y él era solo un grado mayor que nosotras. Sigo pensando que es lindo, pero me
siento mejor sabiendo que no estaba interesado en mí porque es gay y no porque
piense que soy horrible.

—Como si cualquiera pudiera pensar que eres horrible.

Encogiéndose de hombros, inspecciona su manicura, sin responder a ese


comentario.

—Volviendo a Shane Elliott. ¿Cómo lo conociste finalmente? ¿Aceptó un lote de


galletas navideñas?

Con un bufido, niego con la cabeza.

—No, difícilmente. No creo que ese hombre acepte nada de mí que haya hecho
por bondad. Está decidido a no querer lástima ni ningún tipo de ayuda.

Con los ojos muy abiertos, Olivia dice:

—Ohhhh. Es uno de esos.

—¿Uno de qué?

Ella niega con la cabeza.

—Sabes. Esos tipos que piensan que son todos duros y varoniles y que aceptar la
ayuda de cualquiera es un signo de debilidad. —Ella voltea una mano—. No pierdas
tu tiempo. Él no vale la pena. Confía en mí esta vez.

—Bien, bien. El caso es que también conocí a su hermana pequeña. Y él ahora


es su tutor.

Regina vuelve con agua para las dos.

—¿Estás hablando de los Elliott? Una pena lo que les pasó. ¿Cómo le va a Shane
con la pequeña Sophie?

—Parece que les está yendo bien —le digo, esperando que no busque más
información. Sabiendo cuánto odia Shane la curiosidad de todos por ellos, no quiero
desviarme ni arriesgarme a compartir demasiado.
No es que tenga mucho que compartir de todos modos. Pero aún. Pude
vislumbrar su vida juntos la otra noche, y de alguna manera me siento... protectora
con ellos.

Pero Regina parece satisfecha con esa respuesta.

—Muy bien. Mi sobrina enseña con él y dijo que las cosas empezaron mal. Me
alegro de que encuentren el equilibrio. Su comida estará lista en unos minutos.

Apoyando su barbilla en su puño, Olivia parpadea, sus labios rojos se curvan en


una leve sonrisa.

—¿Y cómo sabes cómo le está yendo al vecino hosco que rechazó tus galletas de
bienvenida al vecindario con su hermana pequeña?

—Bien, entonces la trajo a ver a Santa hace unos días.

Olivia asiente.

—De nuevo, ¿qué edad tiene ella? Realmente no conocía tan bien a los Elliott.
Usaron al dentista en Ingleworth, para que papá no tenga los chismes sobre ellos. Y
aparentemente Shane continuó con eso, o tal vez simplemente no va al dentista.

Arruga delicadamente la nariz con disgusto ante esa perspectiva.

—Averiguaré dónde consigue satisfacer sus necesidades dentales la próxima vez


que hable con él —ofrezco, riendo.

Ella agita una mano con desdén.

—No, no. No por mí. No me importa mucho.

—Realmente no iba a hacerlo de todos modos.

—Así que la trajo a ver a Santa.

—Correcto. Parece que está en preescolar o en primer grado. Y este fue el día en
que Nora me rogó que la sustituyera en el último minuto.

—Oh, sí. Estabas tan enojada por eso.

Olivia se ríe, recordando la diatriba de mensajes de texto que le envié


quejándome de mi hermana y de cómo me había visto obligada a usar su disfraz
demasiado pequeño ese día.
—Sí. Aun lo estoy. Ella me debe mucho por ese truco.

Le cuento la petición poco ortodoxa de Sophie y cómo me encargué de entregarle


un mensaje en respuesta.

Los ojos de Olivia se empañan y se pone una mano sobre el pecho. Pero ambas
hacemos una pausa cuando Regina trae nuestra comida, ninguna de las dos quiere
responder más preguntas sobre Shane y su hermana en este momento.

Le conté sobre el enfrentamiento de limpieza de la nieve y me metí en su casa


para trenzar el cabello de Sophie y dejar mi número.

Las cejas de Olivia se elevan y sus labios se abren.

—¿Le diste tu número?

Tomando mi agua, asiento con la cabeza.

—Sí. ¿De qué otra manera me llamarían para ayudar a trenzar su cabello si lo
necesitaran?

Apoyando su barbilla en su mano de nuevo, Olivia me mira con esa sonrisa de


esfinge.

—¿Estás segura de que esa es la única razón por la que le diste tu número?

Me atraganto con mis papas fritas.

—Por favor, Olivia. ¿Crees que estoy tratando de que me invite a salir…
forzándome a entrar en su casa y ayudando con el cabello de su hermana en contra
de sus preferencias?

Riendo, niego con la cabeza y logro masticar y tragar el siguiente bocado sin
incidentes.

Encogiéndose de hombros, moja el tenedor en el aderezo y le da un mordisco a


lechuga y pollo.

—Dijiste que era lindo cuando se mudó. Hacerte indispensable para él es una
buena manera de llamar su atención.

—Por favor. —Pongo los ojos en blanco—. No es así. Él no es así. No creo que
nadie pueda hacerse indispensable para él. Nunca he conocido a nadie tan reacio a
aceptar ayuda de ningún tipo. Incluso cuando, literalmente, no pueden hacer aquello
con lo que están luchando.

—Correcto. Así que volvamos a mi primer punto. Déjalo en paz. No merece tu


tiempo.

Vuelvo a poner mis ojos en blanco.

—No estoy perdiendo el tiempo con él. Estoy preocupada por Sophie. Ella es la
razón por la que fui allí.

—¿De verdad, Sarah? ¿La niña es la razón por la que limpiaste su camino de
entrada? ¿Ella es la razón por la que decidiste ir a agradecerle en persona en lugar de
simplemente aceptar que él claramente no estaba interesado en hablar contigo por la
forma en que se apresuró a ir a casa y cerró la puerta antes de que tuvieras la
oportunidad de salir y dar las gracias?

Me muevo incómoda en mi asiento, agarrando una rebanada de carne que cuelga


de mi sándwich.

—Bien. También quiero ayudarlo. Pero quiero ayudarlo. No follarlo.

—Ajá —responde Olivia, duda clara en su tono.

—Y ahora eres un gurú de las relaciones porque...

Se le ruborizan las mejillas y deja el tenedor.

—Porque de hecho he tenido una relación recientemente. Y ya he salido con una


buena cantidad de rechazos.

—Oh, sí, eres muy sabia. Me inclino ante tu mayor sabiduría y experiencia.
¿Cómo son tus recientes aventuras de citas, oh, una experimentada?

Ella niega con la cabeza, sonriendo burlonamente ante mi sarcasmo y


apuntándome con su tenedor.

—Sé que estás siendo estirada, pero voy a responder a tu pregunta de todos
modos, porque necesito hablar con alguien sobre esto.

Toma un gran bocado de su ensalada, dejándome colgando en suspenso.


Deliberadamente, estoy segura.

Después de masticar y tragar, se inclina hacia adelante.


—Así que me emparejé con este chico la otra noche, y comenzamos a charlar, y
las cosas han tenido un comienzo razonablemente bueno, nada demasiado
emocionante, pero tampoco tan aburrido que quiero irme a dormir en ese momento.

—Te entiendo, está bien.

Olivia ha estado haciendo las citas en línea desde que se mudó. Ella y su novio
de los últimos años se separaron cuando tomaron direcciones opuestas después de la
graduación. Ella ha estado tratando de volver al caballo proverbial, pero no ha tenido
buena suerte.

—Correcto. Entonces me pregunta cómo me siento por los hombres sumisos.

Mis cejas trepan por mi frente.

—Guau. No es muy tímido, ¿verdad?

—Nop.

—¿Así que qué le dijiste?

Ella se encoge de hombros y vuelve a concentrarse en su ensalada.

—Dije que no era algo que realmente hubiera considerado antes.

—Como, ¿de qué tan sumiso estamos hablando?

Mira a su alrededor y baja la voz.

—Como un sumiso bastante pervertido. Salí a buscar ideas por Internet. Quería
que le diera reglas.

Puedo sentir que mis ojos se hacen más grandes y redondos.

—¿Reglas? ¿Qué tipo de reglas?

—Como reglas sexuales sobre cuándo puede venirse y cosas así. Él mencionó los
dispositivos de castidad.

—¿Dispositivos de castidad? —chillo.

—¡Shhh! —Vuelve a mirar a su alrededor—. Mantén tu voz baja. En realidad,


fue bastante caliente.
—¿Vas a conocerlo?

Ella suspira.

—Tristemente no. La primera noche fue genial una vez que superamos las cosas
aburridas iniciales. Realmente caliente y divertido. Y me pidió que le diera tareas,
así que encontré este sitio erótico gratuito y le pedí que escogiera una historia que le
gustara, y se quejó de mí como si estuviera haciendo una gran pregunta irrazonable.
Y yo estaba ¿cómo? Pensé que querías que te dijera qué hacer. ¿Soy yo diciéndote
que hagas algo y ya estás diciendo que no? —Ella niega con la cabeza—. Luego
empezó a hablar de cómo su ex decía que era abusivo, y de lo ridículo que era eso, y
esa fue la gota que colmó el vaso para mí. Si un chico te dice que su ex piensa que es
abusivo, hay un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que lo sea, y es tan
tonto que lo admita en tu cara. Gran bandera roja. Así que le dije que tuviera una
buena vida y lo bloqueé.

—Guau.

—Lo sé, ¿verdad? —Ella niega con la cabeza—. Entonces, ¿cuándo me dejarás
configurar un perfil para ti?

Sándwich en mano, me atraganto con mi propia saliva.

—¿Qué? Estas bromeando. Después de esa historia, ¿crees que voy a estar de
acuerdo en dejarte configurar un perfil de citas en línea para mí? ¿Por qué demonios
haría eso? He escuchado lo suficiente de tus historias como para tener miedo de por
vida.

Olivia suspira y niega con la cabeza.

—Porque, ¿de qué otra manera vas a conocer a alguien?

—¿Quién dice que quiero hacerlo? —Niego con la cabeza—. Estoy feliz con mi
vida. Tengo a mi familia y a ti como compañía y la tienda me mantiene muy ocupada
el resto del tiempo.

Olivia me lanza una mirada de incredulidad. Pero es verdad. He salido, incluso


si no he tenido relaciones muy serias. Pero aquí en Arcadian Falls, no hay
exactamente muchas opciones. Y según la experiencia de Olivia, ampliar las
opciones a las ciudades circundantes tampoco arroja resultados positivos.
Shane
—Solo pídele a Sarah que venga y lo haga —se queja Sophie por enésima vez
mientras varios mechones de cabello se deslizan entre mis dedos.

Suspirando de frustración, trato de recuperar el cabello caído, pero termino


perdiendo más en el proceso. La trenza que ya está un poco torcida en progreso ahora
parece un completo desastre.

—No voy a llamar a Sarah —digo con los dientes apretados.

Alcanzando el cepillo, solté el resto de su cabello. Y por alguna razón


desconocida, estos mechones no se desenredan inmediatamente como estaban
tratando de hacer mientras yo intentaba trenzarlos activamente. Reprimo mi gruñido
de frustración, no queriendo dejarle ver a Sophie lo enojado que estoy en realidad.

Veo a estas mujeres en YouTube y simplemente... lo hacen. Pan comido. Incluso


los videos supuestamente para principiantes dirigidos a papás que nunca antes han
peinado, hacen que parezca algo que un niño podría hacer. De hecho, algunos de los
tutoriales los realizan niñas reales. No tan jóvenes como Sophie, seguro, pero mucho
más jóvenes que yo.

No me había sentido tan inepto desde… bueno, desde la última vez que Sophie
hizo una rabieta y terminó sollozando en mis brazos.

Pero antes de los últimos seis meses, confiaba en mi capacidad para manejar casi
cualquier cosa. Con suficiente tiempo y recursos, podría dominar cualquier cosa que
me proponga.

Y ahora…

Me estoy ahogando. No puedo hacer nada bien. E incluso mi hermana lo sabe.


Por eso me ha estado rogando que llame a Sarah desde que empezamos.
—¡Ay! —grita, aunque no hay forma de que le haya tirado del cabello. Ha sido
cepillado hasta la muerte desde que nos sentamos a hacer esto hace más de media
hora. Pero se agarra la cabeza y se vuelve para mirarme con el ceño fruncido—. Ya
no quiero hacer esto.

—Pensé que querías tu cabello trenzado.

—¡Lo hago! ¡Quiero que Sarah lo trence! No sabes lo que estás haciendo y estoy
cansada de que practiques conmigo. Llama a Sarah.

Con eso, se pone de pie y sube las escaleras pisando fuerte, con los brazos
cruzados, el cabello oscuro rebotando detrás de ella.

Con otro suspiro, me recuesto en el sofá y dejo que mi cabeza caiga hacia atrás,
cubriéndome la cara con las manos. ¿Por qué es esto tan imposible de dominar?

Han pasado dos días desde que Sarah trenzó el cabello de Sophie. Y en ese
tiempo, Sophie me ha pedido que la llame para que venga a trenzar su cabello al
menos seis mil veces al día. Cada vez que la he desanimado, digo que estoy seguro
de que Sarah está en el trabajo o está ocupada o algo y me ofrezco a intentarlo de
nuevo. Y cada vez ha terminado así, aunque ella pisoteando hasta su habitación es
nuevo. Por lo general, es solo en un escenario diferente, donde toma su iPad y
comienza a ver videos de YouTube.

Aceptando la derrota, me dirijo a la cocina para preparar la cena. Cuando llamo


a Sophie para que baje a comer pasta y pollo un rato más tarde, ella baja pesadamente
las escaleras, todavía haciendo pucheros. Ella se sienta en su silla, mirándome por
encima de su plato de comida.

—Llama a Sarah —exige, sin hacer ningún movimiento para cenar.

Gruñendo, recojo mi tenedor.

—Estoy seguro de que está ocupada.

—Siempre dices eso.

Hace un puchero.

—Porque es verdad. Tiene trabajo y familia, y estoy seguro de que tiene amigos.
No está sentada solamente esperando que la llamemos para que pueda trenzar tu
cabello.
—Pero ella dijo que deberías llamarla la próxima vez.

La nivelo con una mirada.

—Sophie, tienes que entender que a veces los adultos dicen cosas solo para ser
amables. No significa que quiera venir y trenzarte el cabello todos los días.

Su puchero se vuelve más pronunciado y deja escapar un pequeño ‘¡hmph!’


mientras su barbilla se hunde más.

—Ella no es una adulta. ¡Ella es una duende!

Tengo que reprimir mi sonrisa ante eso, cubriéndola con un trago de mi vaso de
agua. Había olvidado que Sarah le dijo que era una duende en una misión
supersecreta para ayudar con el Festival de Navidad.

—Y como es una duende —continúa Sophie triunfalmente—, no puede


simplemente mentir. ¡Eso la pondría en la lista de traviesos! Y los duendes no pueden
estar en la lista de traviesos.

Abro la boca, buscando alguna forma de contradecirla. ¿Pueden los duendes


estar en la lista de traviesos? Nunca lo había pensado antes.

—¿Estás segura de eso? —pregunto antes de meterme otro bocado en la boca.


Sophie todavía no ha tocado su cena.

—¡Sí! ¡Estoy segura!

Mientras mastico, estudio a mi hermana pequeña. Ella no va a dejar pasar esto.


Y no creo que tenga la energía para otra ronda de intentos de trenzado. Incluso mis
trenzas simples, sencillas y corrientes salen como si las hubiera dormido con ellas
durante tres días tan pronto como termino.

Suspirando, dejé mi tenedor en la mesa.

—Si prometo enviarle un mensaje de texto a Sarah después de la cena, ¿comerás


al menos?

Sophie toma su tenedor y se mete un bocado de pasta en la boca, asintiendo


vigorosamente.

—¡Sí! —dice alrededor de un bocado de conchas y salsa Alfredo de un frasco.


Mientras cenamos, charla sobre su día y me pregunto si Sarah realmente estará
disponible. Quiero decir, seguramente tiene mejores cosas que hacer que venir y
trenzar el cabello de Sophie. ¿Y si ella no responde? ¿Sophie aceptará eso? ¿O ella,
no sé, insistirá en que llamemos a su puerta?

Dios, espero que no.

Una parte de mí espera que no responda, pero mientras escribo el mensaje


después de que Sophie termina su comida como prometí, siento una extraña
sensación en mi estómago. Pero no es el pavor que siento cuando me preocupa que
alguien venga y juzgue mi capacidad para cuidar de Sophie. No, es más como…
nervios. Pero eso es ridículo. ¿Por qué estaría nervioso por enviarle un mensaje de
texto a mi vecina entrometida para que venga a trenzar el cabello de mi hermana?

Quiero decir, sí, es atractiva, luciendo cada parte de duende con sus grandes ojos
marrones, su linda naricita y su mentón afilado. Y la forma en que su disfraz de
duende le quedaba tan bien, la V hundida mostrando el valle de su escote...
Honestamente estoy sorprendido de que sea el uniforme de duende para una
exhibición infantil de Santa Claus. En realidad, parece más en línea con una
situación de duende sexy con temática adulta.

He visto muchas mujeres atractivas en mi vida. Trabajo con varias, de hecho.


Las veo a diario y no tengo ningún problema con los nervios o la anticipación o… lo
que sea que sea esta extraña mezcla que estoy sintiendo.

Pero supongo que no le envío un mensaje de texto a ninguna de ellas para que
trence el cabello de mi hermana por mí. De hecho, no les envío mensajes de texto
por ningún motivo. Aunque estoy seguro de que algunas de ellas estarían encantadas
de darme sus números si yo quisiera.

Dándome una sacudida mental, presiono enviar en el mensaje preguntando si


Sarah está disponible para trenzar el cabello de Sophie, luego miro a mi hermana.

—Bien. Ya pregunté. Pero eso no significa que ella esté disponible esta noche,
así que no te hagas ilusiones. Ella podría decir que no.

—No lo hará —me asegura Sophie con la confianza que solo una niña de seis
años puede reunir.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

Pone los ojos en blanco digno de una adolescente.


—Te lo dije, Shane. Ella es una duende. Ella no puede mentir. Si ella dice que
vendrá a trenzarme el cabello si se lo pedimos, entonces vendrá.

—Muy bien, sabelotodo. Llevemos los platos al fregadero y limpiemos después


de la cena para que no crea que somos un par de vagos.

Ella salta de su silla y apila su plato de pasta encima de su plato y lo lleva con
cuidado al mostrador mientras yo la sigo llevando mis platos y nuestros vasos.
Mientras enjuago todo y lo meto en el lavavajillas, ella grita:

—¡Voy a buscar el dibujo que le hice!

Y sube las escaleras.

Casi vale la pena arriesgarse a invitar más a esta mujer a nuestras vidas si
convierte a Sophie de la niñita hosca y haciendo pucheros que era antes de la cena
en esta versión ansiosa y alegre de sí misma. Sin embargo, no quiero convertir esto
en un hábito. Nos las arreglamos bien por nuestra cuenta. Contamos con la ayuda de
profesionales según sea necesario, y el resto depende de nosotros para resolverlo.
Claro, es duro. Pero eso va con el territorio, ¿verdad?

Pero tengo la clara impresión de que cuanto más a menudo invitemos a Sarah,
más apegada se sentirá Sophie y...

Y no puedo precisar exactamente por qué eso parece malo, pero lo es.

¿Por qué esta mujer querría quedarse y ayudarnos todo el tiempo, después de
todo? Seguro, ahora siente lástima por nosotros. Ella lo admitió. Es la primera
Navidad de Sophie sin sus padres, y Sarah escuchó la desgarradora petición de
Sophie a Santa. ¿A quién no le conmovería eso?

¿Pero cuánto puede durar eso? Claro, las mujeres mayores en el trabajo y en la
ciudad preguntan por nosotros y sobre cómo está Sophie. Pero los guisos se
detuvieron una semana después del funeral. Lo cual, no me quejo, porque si no
vuelvo a ver otro de esos guisos, puedo morir feliz. Pero dado que esa es la forma en
que la gente de aquí muestra su preocupación e inquietud y termina tan pronto como
la crisis inmediata pasa, no voy a depositar mis esperanzas en que alguien se quede
después de la crisis de la primera Navidad. Tal vez ni siquiera tanto tiempo, ya que
todavía faltan tres semanas para Navidad.

La capacidad de las personas para preocuparse por los problemas de otras


personas es finita. Y nada lo ha demostrado más que la muerte de mis padres. Quiero
decir, no he tenido noticias de ninguno de mis amigos en Spokane desde que volví
por lo último de mis cosas en julio. Tampoco me he comunicado exactamente, pero
aun así. Sería bueno si alguien pensara revisar como estoy al menos una vez cada
seis meses más o menos.

Perdido en mis pensamientos, casi pierdo la respuesta de Sarah.

Sarah: Dame cinco minutos.

Parpadeo ante las palabras, las leo de nuevo. Y otra vez.

¿Ella realmente vendrá?

Aclarándome la garganta, cierro el lavavajillas, me seco las manos con la toalla


de cocina y me dirijo al pie de las escaleras.

—¡Sarah viene en cinco minutos!

Un fuerte chillido proviene del dormitorio de Sophie, y segundos después se


lanza por las escaleras.

—¡Vaya, vaya, cuidado!

Pero mi advertencia se ve atenuada por la risa, especialmente cuando ella salta a


mis brazos desde el penúltimo paso.

—¡Te lo dije! ¡Te lo dije! —canta.

Todavía riendo, la puse de pie.

—Lo hiciste. Tenías razón. Y parece que se está cumpliendo tu deseo. Sarah
vendrá a trenzarte el cabello de nuevo. —Apoyando mis manos en mis muslos, me
inclino por la cintura para que mi cara esté a su nivel—. Sin embargo, no te
acostumbres demasiado. El hecho de que esté disponible esta noche no significa que
quiera venir y trenzarte el cabello todas las noches, y mucho menos todas las
mañanas antes de la escuela.

Ella solo se ríe en respuesta, como si le hubiera contado un chiste gracioso. Antes
de que pueda llevar mi punto a casa, hay un golpe en la puerta. Sophie se aleja de mí
y abre la puerta gritando:

—¡Sarah! ¡Sarah!

Mientras la mujer en cuestión entra por la puerta.


Sarah le sonríe a Sophie, inclinándose para abrazarla antes incluso de quitarse el
abrigo.

—¡Hola! Me preguntaba si me ibas a pedir que te trenzara el cabello de nuevo.

—¡Por supuesto! —le dice Sophie de inmediato—. Le he estado pidiendo a Shane


que te llame como durante un año, pero él seguía diciendo que estaba seguro de que
estabas demasiado ocupada.

—¿Es eso así?

Con una ceja perfectamente arqueada, se endereza y me mira a los ojos.

Y ahí es cuando me doy cuenta de que estoy en un gran problema.


Sarah
No podía creerlo cuando recibí el mensaje de texto de Shane preguntando si
estaba disponible para trenzar el cabello de Sophie. Basada en su reacción la otra
noche, no esperaba saber nada de él. Aunque supongo que la persistencia de Sophie
tuvo algo que ver con eso. Si alguien pudiera resistirse a ella, Shane obtendría mi
voto.

De pie en la entrada y quitándome el abrigo, mis suposiciones se confirman


cuando Sophie anuncia que ha estado acosando a Shane durante días para que yo
vuelva. Dejo de despojarme de mi ropa abrigadora para encontrarme con sus ojos, la
diversión picando sobre mi piel.

—¿Es eso así?

Si no me equivoco, sus mejillas se sonrojan un poco antes de darse la vuelta con


un gruñido característico.

Ignorándolo, lo mejor que puedo de todos modos, ya que cada vez que estoy
cerca de él, siento que soy muy consciente de su presencia y de todo lo que está
haciendo, vuelvo a concentrarme en Sophie.

—Si bien tu hermano tiene razón en que no estoy disponible las veinticuatro
horas del día, no estoy tan ocupada como él parece pensar. Siempre puedes preguntar
si estoy disponible. Y si no lo estoy, podemos programar algo para el momento en
que lo esté, ¿de acuerdo?

Sophie salta y aplaude su emoción.

—¡Hurra! —Toma mi mano y comienza a tirar de mí hacia el sofá—. ¡Vamos!


¡Vamos!

Riendo, retrocedo.
—Espera. Déjame quitarme las botas. Crucé nuestros patios. No quieres que deje
un rastro de la nieve por toda tu casa, especialmente porque solo estás en calcetines.
¿Quién quiere calcetines mojados?

Sophie se ríe y niega con la cabeza.

—Yo no.

—Yo tampoco —digo solemnemente mientras abro la cremallera de mis botas y


me las quito.

Cuando me enderezo, me quito el abrigo y miro a mi alrededor en busca de un


lugar donde guardarlo. La última vez fue una visita tan improvisada que lo mantuve
conmigo, pero siento que podría terminar quedándome un tiempo esta vez y
realmente no quiero tenerlo en el sofá conmigo.

Para mi sorpresa, Shane cruzó la habitación y me lo quitó, sus cálidos dedos


rozaron los míos y enviaron un pulso eléctrico por mi brazo. Mis labios se abren en
un jadeo involuntario, y sus ojos se centran en mi boca.

Aclarándose la garganta, aparta los ojos.

—Déjame guardarte esto —murmura.

Abre un armario de abrigos y cuelga mi abrigo junto al suyo y el de Sophie, y


algo en el gesto me calienta.

Es ridículo encontrar eso entrañable. Soy consciente de esto. Sé que realmente


no me quiere aquí y solo está siendo educado. O tal vez simplemente no quiere
escuchar los inevitables sonidos de los abrigos hinchados que se interponen en el
camino.

Sophie agarra mi mano de nuevo y me lleva al sofá, y agradezco la distracción


de reflexionar sobre el significado de un gesto cortés de mi vecino, que de otro modo
sería poco acogedor.

—¡Ten!

Sophie empuja su cepillo para el cabello y varias ligas para el cabello hacia mí
mientras me siento, luego se deja caer en el cojín a mi lado, de espaldas a mí.

Sonriendo, coloqué las ligas para el cabello en mi muslo para alcanzarlas


fácilmente, luego me puse a cepillarle el cabello.
—¿Y cómo vamos a trenzar tu cabello hoy?

—Una trenza francesa, por favor.

—¿No somos educados esta noche? —murmuro.

Cuando su cabello es una cortina de seda que cuelga de su espalda, libre de


enredos y nudos, empiezo a trenzar. Mientras trabajo, me doy cuenta de que Shane
está detrás del sofá, justo en el borde de mi visión periférica. Cuando hago una pausa
y lo miro, me doy cuenta de que me está mirando. Y no de una manera sexy, sino
como si estuviera tratando de memorizar lo que estoy haciendo y como lo estoy
haciendo.

Otro leve rubor se apodera de sus mejillas cuando se da cuenta de que lo he


atrapado. Aclarándose la garganta, se frota la mano sobre la barba incipiente.

—Solo he visto videos. Es diferente en la vida real.

—¿Quieres que te enseñe cómo hacerlo? Puedo empezar de nuevo.

—¡No! —protesta Sophie de inmediato—. No empieces de nuevo. ¡No quiero


que Shane lo haga!

Con una suave sonrisa, Shane niega con la cabeza.

—Quizás la próxima vez.

La próxima vez, ¿eh? ¿Eso significa que ya está planeando que yo esté aquí con
regularidad? O tal vez solo quiere que vaya una o dos veces más para poder aprender
directamente de mí en lugar de los videos de YouTube y luego mi trabajo aquí estará
terminado.

Sin embargo, ¿por qué eso me entristece?

Es ridículo. Apenas los conozco. Y, sin embargo, la idea de que Shane me deje
fuera de nuevo, no es que esté exactamente abierto, no es bienvenida.

Le doy una pequeña sonrisa.

—Seguro. La próxima vez.

Pero cuando vuelvo a trenzar el cabello de Sophie, me aseguro de ralentizar mis


movimientos para que pueda ver cómo agrego una nueva sección a medida que
avanzo por su cuero cabelludo y cómo manejo las resbaladizas secciones de cabello
con mis dedos.

Mientras estoy terminando la trenza y asegurándola con una banda elástica,


Shane se acerca, inspeccionando mi obra.

—Haces que parezca tan fácil —murmura—. Al igual que los videos. Es como
magia.

Riendo, aliso la trenza por la espalda de Sophie y le doy una palmadita.

—Todo listo.

Ella salta de inmediato y sale corriendo.

—Va a ir a verla en el espejo —me dice Shane—. Gracias por hacer eso por ella.
Significa mucho.

—Claro —le digo a la ligera, apoyando mi brazo en el respaldo del sofá para
poder mirarlo—. No es problema. Aunque hablo en serio. Puedes enviarme un
mensaje de texto cuando quieras. Soy perfectamente capaz de decir que no si estoy
ocupada. No es necesario que decidas de antemano mi disponibilidad.

Deja escapar una risa triste.

—Estoy seguro. Es solo...

Pero todo lo que iba a decir se pierde en el chillido de Sophie.

—¡Gracias, gracias, gracias! —grita, mientras sale corriendo de donde


desapareció y lanzándose hacia mí—. Es perfecta. —Bajándose de mí, corre hacia su
hermano—. ¡Shane! ¡Shane! ¡Toma una foto! ¡Quiero verla mejor!

Un lado de su boca se levanta en una media sonrisa mientras saca su teléfono,


tomando una foto de Sophie desde atrás con una variedad de poses tontas: sus brazos
cruzados y una cadera ladeada, su cadera todavía ladeada, pero con las manos en sus
caderas, una mano en su cadera y la otra en su cabeza. Shane amablemente toma al
menos una de cada pose, variando el ángulo cada vez también, terminando con un
primer plano de la trenza.

—Ahí tienes, Sophie. Todo listo.

—¡Déjame ver! ¡Déjame ver! —exige.


Toca su teléfono unas cuantas veces y se lo da, dejándola pasar por todas las
fotos ella misma. Cuando termina, se lo devuelve y corre hacia mí para abrazarme
más.

—¡Me encanta! ¡Gracias!

Después de que me suelta, vuelve a enfrentarse a su hermano.

—Bien. Enciende las palomitas de maíz. Hora de nuestra película. Sarah, puedes
sentarte ahí. —Coge un cojín y lo mueve a la otra esquina del sofá—. Shane, este es
tu lugar esta noche. ¡Y me sentaré en el medio!

—Oh, eh...

¿Noche de película? Miro a Shane, no estoy segura de si realmente soy


bienvenida para esto o no.

Los ojos de Shane se deslizan de mí a su hermana y viceversa.

—Sophie, no estoy seguro de que Sarah tenga tiempo para una noche de película.
Solo le pedimos que viniera a trenzarte el cabello.

Con el labio inferior asomándose y los brazos cruzados, Sophie pisa fuerte con
un pie. Shane ladea la cabeza.

—¿De qué hemos hablado, Sophie? Si vas a tener una rabieta, es posible que
tengamos que cancelar la noche de película por completo. Hagamos tu respiración
de chocolate caliente, ¿de acuerdo?

Sus ojos se entrecierran y parece que está a punto de decir que no, pero luego
deja caer los brazos y en el suspiro más exagerado del mundo dice:

—Bien.

Observo, fascinada, como ambos hacen círculos con sus manos y las sostienen
frente a sus caras como si estuvieran sosteniendo algo.

—Huele el chocolate caliente —dice Sophie antes de inhalar profundamente—.


¡Entonces sopla el chocolate caliente para enfriarlo! —Y ella exhala un gran suspiro
en sus manos. Repiten esto un par de veces y oh... me estoy derritiendo en un charco
de baba al ver a este hombre grande y brusco haciendo ejercicios de respiración
profunda en los que finge soplar chocolate caliente con su hermanita de seis años.
Hay algo inexplicablemente atractivo en un chico que cuida a un niño pequeño.
Puntos de bonificación si dicho chico ya es caliente por su cuenta. ¿Y descubrir este
centro pegajoso dentro de su exterior crujiente?

Después de algunas inhalaciones más grandes y exhalaciones fuertes, Sophie


deja caer sus manos y se vuelve hacia mí.

—¿Sarah? ¿Podrías pasar una noche de película con nosotros? Tomaremos


palomitas de maíz y helado y —Sus ojos se posaron en Shane, y evito mirar en su
dirección para ver qué pasa entre ellos—, y sería muy divertido si estuvieras aquí.

Esta vez sí miro a Shane, quien me está mirando, pero su expresión no revela
nada. ¿Está de acuerdo con que yo diga que sí? ¿O debería decir que no?

Cuando le arqueo una ceja en cuestión, mira a Sophie.

—Estoy seguro de que Sarah ya tiene planes.

Sophie se desinfla de inmediato, el puchero vuelve a su rostro.

—Yo... no, en realidad —digo vacilante, sin estar segura de si está bien que lo
contradiga así. Pero otra mirada a él no aclara mucho. Simplemente se encoge de
hombros, lo que interpreto en el sentido de que está bien para él si acepto la invitación
de Sophie—. Me encantaría tener una noche de película contigo —le digo a Sophie,
y ella se anima de inmediato, saltando y corriendo hacia la cocina.

—¡Vamos, Shane! ¡Hagamos palomitas de maíz!

Shane la mira, pero vacila, se inclina y dice en voz baja:

—Lo siento por esto. No sabía que te iba a invitar a quedarte. Te diría que no
tienes que hacerlo, pero si te vas ahora, causaría la madre de todas las rabietas, así
que no voy a hacer eso.

—Realmente está bien —le digo con una sonrisa tranquilizadora—.


Probablemente me sentaría en casa y vería la televisión en mi casa. De esta manera
obtengo palomitas de maíz y helado gratis para acompañarlo.

También había planeado diseñar algunos adornos más, porque aunque es


demasiado tarde en la temporada para ponerlos ahora, esta época del año siempre
despierta mi creatividad. Y me dará nuevas existencias para que la tienda atraiga a
la gente durante los meses más lentos. La gente está sorprendentemente dispuesta a
comprar decoración navideña durante todo el año, aunque definitivamente se
ralentiza después de que termina la Navidad. Sin embargo, tener cosas nuevas y
emocionantes al menos una vez al trimestre ayuda mucho.

Pero eso puede esperar hasta más tarde. O mañana. Ver a estos dos interactuar
es mucho más divertido que ver retransmisiones en casa sola. Y según mis padres y
Olivia, paso demasiado tiempo pensando en la tienda y necesito tener una vida
social. No estoy segura de que piensen que aceptar una invitación de una niña de seis
años para ver una película para niños después de trenzar su cabello realmente cuente,
pero no me voy a preocupar por eso ahora.

Shane me mira detenidamente mientras se dirige a la cocina para hacer palomitas


de maíz.

Además, no solo estoy viendo una película con una niña de seis años. También
paso tiempo con su, mucho mayor y muy atractivo hermano. Eso tiene que contar
para algo.
Shane
A veces desearía que Mal, mi otra hermana, todavía viviera en casa. O que
estuviera dispuesta a volver a casa para las vacaciones de Navidad, al menos. Ella
sabría cómo trenzar el cabello de Sophie. Y si ella estuviera aquí, no estaría en la
posición incómoda de obligar a mi joven y muy bonita vecina a pasar la noche viendo
películas de Disney con nosotros.

Pero cuando Sophie comenzó con su rutina de hacer pucheros y pisotear, supe
que ninguna cantidad de inhalación de chocolate caliente evitaría una rabieta si
Sarah decía que no. Ahora estoy dividido entre el alivio de su voluntad de quedarse
y la incomodidad de tener una mujer en mi casa que me atrae.

Eso normalmente no sería un problema. Excepto que ella está aquí por invitación
de mi hermanita, no mía. Y teniendo en cuenta cómo me he comportado con ella
desde nuestro primer encuentro, probablemente piense que soy un completo imbécil.

Sin embargo, es más fácil. Ser el imbécil. Entonces no tengo que preocuparme
por la complicación de tratar de tener una cita mientras soy esencialmente el padre
soltero de una niña en duelo. No sé nada sobre la crianza de los hijos, bueno, supongo
que lo sé ahora, después de meses de terapia y clases para padres y de leer libros
interminables sobre la crianza de los hijos. Pero la mayoría de esas cosas están
orientadas a niños normales con situaciones de crianza normales. Padres biológicos
reales. Y las cosas orientadas hacia los padres adoptivos y de crianza temporal
ayudan a algunos, pero tampoco son lo mismo porque no soy simplemente un padre
adoptivo aprobado por el estado al azar. Soy su hermano.

De ninguna manera estoy preparado para llevar a una mujer a esta situación,
incluso si esa mujer sabe cómo trenzar el cabello. Decidí esperar al menos un año en
agosto cuando Heather, mi ex de la preparatoria, trató de convencerme de que nos
diera otra oportunidad. Ella todavía es bonita, y solo rompimos porque me iba a la
universidad, no por nada malo que haya pasado entre nosotros, pero nada podría
haberme interesado menos en ese momento.
Por supuesto, eso fue hace unos meses. Si bien el dolor todavía tiene sus
momentos agudos que se clavan como garras que se sienten que nunca se soltarán,
relajan su agarre la mayor parte del tiempo, dejando solo un dolor sordo que es
posible ignorar cuando necesito concentrarme en otras cosas. Como enseñar,
entrenar y ayudar a Sophie. Al principio, me pareció imposible ayudarla a manejar
su propio dolor cuando yo apenas podía controlar el mío, pero estamos saliendo
adelante.

Simplemente no sé qué podría suponer la incorporación de otra persona al


delicado equilibrio que hemos logrado. Cuando algo tan simple como trenzar su
cabello puede llevarla a un colapso de varios días.

Sin embargo, Sarah no parece tener motivos ocultos para venir. Si bien de vez
en cuando capto sus miradas de reconocimiento, sería un hipócrita si se lo
reprochara. No ha dicho ni hecho nada que me haga pensar que tiene la intención de
perseguirme. Y tener a alguien más dispuesto a ayudar con Sophie es... agradable.

Si ella está dispuesta a trenzar el cabello, tal vez estaría dispuesta a cuidar niños
de vez en cuando, cuando necesite un descanso...

Podría aceptar la oferta de CJ de tomar una cerveza en algún momento. Y dada


la forma en que Sophie parece tan enamorada de Sarah, probablemente le encantaría
tener la oportunidad de pasar más tiempo con ella. Ella es una duende de verdad,
después de todo.

Tengo que contener mi bufido ante eso. Eso fue un pensamiento rápido por parte
de Sarah. Lo último que necesito ahora es que alguien le diga sobre Santa este año.

Sophie saca la palomera de maíz para microondas mientras yo saco los granos y
la taza medidora. Lleva su taburete al mostrador para poder colocar los granos en el
tazón. Ayudar a hacer cosas se ha convertido en su nueva actividad favorita.

Lo pongo en el microondas sobre la cocina, luego levanto a Sophie para que


pueda presionar los botones. Dejándola en el suelo, le toco la nariz.

—Tendremos que hacer galletas de Navidad juntos pronto. Una vez que salgas
de vacaciones de la escuela, elegiremos un día, ¿de acuerdo?

Ella rebota.

—¡Sí! ¿Sarah también puede hacer galletas con nosotros?


—Oh, bueno... —La miro, pero ella no me dice nada, solo me devuelve la
mirada, con las cejas aún arqueadas—. Tendremos que ver. —Inclinándome cerca,
en voz alta susurro—: Ella es una duende, ¿recuerdas? A medida que nos acerquemos
a la Navidad, probablemente estará más ocupada.

Sophie asiente con los ojos redondos.

—Oh sí. Buen punto.

Una vez que las palomitas de maíz terminan de estallar, derrito la mantequilla
para verterla sobre estas mientras Sophie saca el helado de chocolate del congelador
inferior.

—¿Quieres helado con tus palomitas de maíz, Sarah? —pregunto, mi mano se


posa sobre los tazones en el gabinete.

Sus cejas se juntan.

—¿Al mismo tiempo?

—¡Sí! —Sophie salta arriba y abajo—. Pones las palomitas de maíz en tu helado.
Está rico.

Las cejas de Sarah vuelven a saltar. Su rostro es tan expresivo que podría verlo
todo el día.

—Umm... no creo que lo haya intentado antes.

Tomando una decisión ejecutiva, saco tres tazones y los coloco sobre la
encimera.

—Nuestra mamá siempre lo hacía. Papá pensó que era tonta, pero ella insistió
en que estaba delicioso. Todos los niños comenzamos a hacerlo cuando estábamos
en la secundaria. —Mi voz se quiebra y me aclaro la garganta mientras un recuerdo
se reproduce en mi cabeza de papá dándole a mamá un momento difícil por poner
sus palomitas de maíz en su helado y cómo corrompió a todos los niños—. Aquí
Sophie comenzó la más joven de todos.

Aclararme la garganta no ayudó mucho, porque la última frase sale aún más
ronca, pero finjo que todo está bien.

Sin embargo, Sophie no deja que me salga con la mía, su mano descansa sobre
mi brazo y llama mi atención. Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, y dejo la
bola de helado para abrazarla de vuelta, parpadeando para alejar la humedad de mis
ojos. No quiero llorar delante de Sarah. O Sophie, de verdad, pero al menos Sophie
lo ha visto antes y lo entiende.

Afortunadamente, Sarah no reconoce mi breve momento emocional y


simplemente dice:

—Eh. Supongo que puedo probarlo. A veces me gusta mezclar dulce y salado,
como pretzels cubiertos de chocolate o mojar papas fritas en tu batido. También
tomaré helado con mis palomitas de maíz.

Cuando la miro, me da una gran sonrisa. Y aunque sus ojos son suaves y cálidos,
no detecto lástima allí. Lo que es un alivio. Lo último que quiere un hombre cuando
una chica bonita lo mira es lástima.

No es que deba importar, porque no voy a actuar sobre la base de mi atracción


por ella.

Nop.

Solo necesito recordar eso.

Pasando un tazón a Sophie, agarro los otros dos para llevarlos a la sala de estar.
Sarah se levanta de su asiento y toma uno, dejándome una mano libre para agarrar
el tazón de palomitas de maíz.

—Mesa de café —le digo a Sophie, señalando el suelo.

Con un gran suspiro, deja su tazón y se hunde en el suelo, poniéndome los ojos
en blanco como una de las chicas de mi clase de educación física.

—Lo sé, Shane. Hacemos esto todo el tiempo.

—Ustedes tienen muchas noches de película, ¿eh? —dice Sarah mientras coloca
sus pies junto a ella en el sofá.

Vuelve a usar calcetines navideños, estos con renos… espera, ¿esos renos están
follando?

Cuando la miro, agacha la cabeza, oculta una sonrisa e intenta meter los pies
debajo de ella aún más.

—Me gustan los calcetines festivos —dice con la boca llena de helado, como si
eso fuera una explicación suficiente para los calcetines con renos follando. Son solo
contornos, el estilo como el que ves en los suéteres, pero aun así. Su actividad es muy
clara.

Sacudiendo la cabeza y reprimiendo una sonrisa ante sus calcetines semi


pornográficos, alcanzo el tazón de palomitas de maíz.

—Espera. Te faltan las palomitas de maíz.

—¡Las palomitas de maíz lo hacen mejor! —interviene Sophie, apareciendo y


metiendo la mano en el tazón.

—Oye. Más despacio, Soph. Deja que Sarah consiga sus propias palomitas de
maíz. Ese puñado puede ser para ti.

Sorprendida, Sophie retira lentamente su mano, ahuecando su otra mano


alrededor de ella para no derramar nada y lo deja caer todo en su tazón.

—¿Así que solo tomo un puñado y lo tiro? —pregunta Sarah, mirándome con
cautela.

Levanto un hombro.

—No tienes que empezar con tanto. Puedes comer algunas para probarlo. Pero
sí, eso es más o menos lo que hacemos.

Sarah parece optar por el término medio, obteniendo más de dos o tres
palomitas, pero mucho menos de lo que Sophie y yo obtenemos.

Sophie mira fijamente a Sarah mientras toma un poco de helado con un trozo de
palomitas de maíz en la parte superior, observando atentamente para ver su reacción.

Tratando de ser menos obvio acerca de mi deseo de verla, esparzo palomitas de


maíz en mi helado, monitoreando a Sarah por el rabillo del ojo mientras abre esos
suaves labios y pasa la cuchara entre ellos.

Dios, tal vez necesito descubrir sobre tener citas, al menos casualmente, más
temprano que tarde. Porque no hay ninguna razón por la que deba ser erótico, pero
por alguna razón no puedo pensar en nada más que en Sarah abriendo los labios para
permitir que mi pene entre en su boca.

Cuando deja escapar un suave gemido de satisfacción, me sacudo, mi polla se


alarga y se endurece en mis pantalones.
Cristo. Lo último que necesito es una erección mientras veo Frozen con mi
hermanita.

—Oh, Dios mío, eso es realmente bueno —dice Sarah.

—¿Ves? ¿Ves? —grita Sophie, saltando sobre los dedos de los pies—. ¡Te dije!

Aplaudiendo, Sophie se da la vuelta y se sienta en el suelo, escarbando en su


helado.

Cuando miro a Sarah de nuevo, noto que ha cambiado para sentarse con las
piernas cruzadas, sus calcetines cuidadosamente metidos debajo de sus piernas.

Ella me sorprende notándola y se inclina para susurrar:

—No sabía que estaría sin zapatos en la casa de otra persona cuando me los puse
esta mañana.

—¿Qué es eso? —pregunta Sophie.

—¿Mmm? —responde Sarah, enderezándose y comiendo de nuevo su helado.

Sophie entrecierra los ojos y mira de un lado a otro entre nosotros.

—¿Qué quieres ver esta noche? —pregunto, tomando el control remoto y


apuntando a la televisión, navego hasta las opciones de películas animadas en Disney
Plus.

—Hmmmm.

Sophie toma el control remoto para poder revisar las opciones disponibles y me
sorprende eligiendo a Moana en lugar de una de las películas de Frozen o Enredados,
que hemos estado viendo durante las últimas semanas.

—Oh, me gusta esta —dice Sarah, sorprendiéndome.

Ella me mira.

—¿Qué? ¿Crees que solo veo películas navideñas o algo así? También me gusta
Disney.

Sonriendo, miro a la pantalla, dándome cuenta de que me siento más feliz y más
ligero en este momento de lo que me he sentido en… mucho tiempo.
Sarah
Esta noche no está resultando nada como esperaba cuando recibí el mensaje de
texto pidiéndome que trenzara el cabello de Sophie. Esperaba venir, trenzarle el pelo
y marcharme. Y ahora estoy sentada en el sofá con un tazón de helado espolvoreado
con palomitas de maíz mientras Shane presiona reproducir en Moana.

Debo admitir que nunca antes hubiera pensado en poner palomitas de maíz en
mi helado. Y cuando a Shane se le quebró la voz hablando de su madre… ¿cómo
podría negarme al menos a intentarlo? Sophie también estaba muy emocionada, y es
casi imposible decirle que no a esa niña.

Y Shane inclinándose, diciéndome que no podría irme ahora incluso si


quisiera… bueno, sé que es por Sophie, pero no puedo evitar esperar que sea al menos
en parte porque él también quiere que me quede. Le gustan mis calcetines, después
de todo. Lo cual, en lo que a mí respecta, es un requisito previo para cualquier posible
pareja romántica. Si no puedes reírte de mis calcetines de reno porno, ¿tienes sentido
del humor?

Tenemos que pausar la película después de que Sophie termine su helado para
que pueda limpiarse las manos y la cara, y luego se une a nosotros en el sofá. Shane
agarra un par de mantas, me pasa una y mira fijamente mis pies. Sonriendo, coloco
la acogedora manta gris sobre mis piernas y pies, asegurándome de que mis calcetines
estén bien escondidos de Sophie.

Shane arropa a Sophie con la manta y ella se acurruca a su lado. Pero al final de
la película, ella está acostada con la cabeza en mi regazo y sus pies metidos debajo
del muslo de su hermano, su manta deslizándose y arrastrándose por el suelo.

A medida que avanzan los créditos finales, se acerca y palmea la rodilla de


Sophie.
—Es hora de prepararse para la cama, Sophie bug2.

—¡Pero no estoy cansada! —protesta, sentándose y bostezando ampliamente.

—Si tú lo dices —dice amablemente—. Todavía tienes que ir a cepillarte los


dientes.

Ella hace un puchero, pero él solo le devuelve una mirada suave. Después de un
momento, se pone de pie, y se dirige al piso de arriba con un desganado:

—Bien.

De pie también, doblo la manta y la dejo en el asiento que acabo de dejar.

—Probablemente debería irme.

—¡No! —grita Sophie, corriendo hacia lo alto de las escaleras—. ¡No te vayas
todavía, Sarah! Quédate y léeme un cuento. Por favor, por favor, por favor, por favor.

Ella junta sus manos debajo de su barbilla, dándome su mejor impresión de niña
triste. Lo que obviamente no es demasiado difícil para ella, ya que en realidad es una
niña triste.

Y aunque no tengo ningún problema en quedarme para leerle un cuento antes


de dormir, no estoy segura de que su hermano esté dispuesto a que mi compañía dure
tanto tiempo. Lo miro para saber su opinión.

Con las manos en los bolsillos, se encoge de hombros.

—Depende de ti —murmura.

—¿Te hará la vida difícil si digo que no?

Otro encogimiento de hombros.

—Probablemente. Pero eso no es exactamente nuevo ni diferente. Ella está... —


Se calla, mira en su dirección antes de volver a mirarme—. Ha sido una transición
difícil. Según su terapeuta, las rabietas y todo es realmente normal considerando todo
lo que ha pasado. Me asegura que con el tiempo volverán a disminuir. Solo tengo

2
Bug puede traducirse literalmente como insecto o bicho. Pero se usa también de forma cariñosa para
referirse a alguien.
que mantener la calma, no dejar que se salga con la suya mientras tanto, y esperar a
que pase.

—Eso suena difícil.

Su mirada se ha vuelto notablemente más fría mientras hablamos de Sophie, y


se cruza de brazos, su postura es mucho más defensiva de lo que la había visto en
toda la noche.

—Mira. Estamos bien. O lo estaremos. No es tu trabajo hacer feliz a Sophie o


hacer mi vida más fácil, ¿de acuerdo? Si quieres quedarte porque leer cuentos antes
de dormir suena como un momento divertido, entonces sé mi invitada. Pero no lo
hagas por un sentido equivocado de responsabilidad o lástima o lo que sea. Lo mismo
con trenzar su cabello. Eventualmente lo resolveré. O no lo haré. De cualquier
manera, sobreviviremos.

Parpadeo hacia él, dando un paso atrás inconsciente bajo la fuerza de su diatriba,
incluso si es entregada en un susurro.

—Poooooor favooooor —dice Sophie en las escaleras—. Nunca antes había


tenido un duende que me leyera un cuento antes de dormir.

—Está bien —le digo, manteniendo mi mirada en ella e ignorando a su


hermano—. Un cuento, ¿de acuerdo?

Se pone de pie y aplaude.

—Primero cepíllate los dientes, Sophie. Luego pijamas. Entonces Sarah te leerá
una historia y se apagarán las luces.

Por mucho que parezca pensar que está fallando o que espera que otros lo
juzguen, Shane tiene una buena voz de padre. Y si Sophie está luchando en otras
áreas, al menos en este momento, se escabulle, presumiblemente para hacer
exactamente lo que dijo su hermano.

Se mueve para recoger el tazón de palomitas de maíz y los platos de helado que
aún están en la mesa de café, y cuando voy a ayudarlo, solo gruñe y me quita el tazón
de las manos, dejándome de pie en la sala sintiéndome fuera de lugar.

Porque estoy fuera de lugar aquí. No pertenezco a sus vidas, incluso si Sophie
parece querer que me quede.
¿Es solo que extraña tener a una mujer adulta cerca? Debe haber pasado mucho
tiempo con su mamá. Shane reemplaza al padre desaparecido, pero como ninguno
de ellos ha mencionado a una novia y no he visto a ninguna mujer entrando o
saliendo de su casa, supongo que es soltero.

Aunque tal vez no debería asumirlo.

Por supuesto, si pregunto, ¿parece que estoy interesada? Quiero decir, lo estoy
un poco, a pesar de que sigue actuando como si tenerme cerca no fuera bienvenido.
Es solo que no siempre actúa así. Después de todo, me dijo que podía quedarme. Y
ha sido un buen anfitrión desde que llegué esta noche, incluso si de repente se ha
vuelto hosco.

Tal vez sea como con Sophie: se está comportando así más por la pérdida que
ha sufrido. Tal vez él se esté comportando mal por las mismas razones, simplemente
se ve diferente en un hombre adulto que en un niño.

Con la mente aclarada, lo sigo a la cocina y me coloco al otro lado de la barra de


desayuno, observando su perfil mientras termina de enjuagar los platos y ponerlos en
el lavavajillas. Ni siquiera me mira, aunque la ligera inclinación de sus hombros y la
tensión de su mandíbula me hacen saber que es consciente de mi presencia.

Espero hasta que cierra el agua.

—No tienes que ser así, ¿sabes?

Eso hace que finalmente me mire, aunque no dura mucho, ya que se ocupa de
poner la pastilla del lavaplatos en el pequeño lugar de la puerta.

—Y eso sería, ¿cómo?

Le hago un gesto con las manos.

—Así. Todo frío y hosco después de pensar que tal vez has sido demasiado
amable conmigo o te has abierto demasiado o algo así. —Hago una pausa para ver
si tiene alguna respuesta, pero si la tiene, se lo guarda para sí mismo—. Creo que
estás haciendo un buen trabajo, ¿sabes? Si mi opinión te importa en algo.

Se congela, su mano en los controles del lavavajillas. Pero aun así, no dice nada.

—Solo puedo imaginar lo difíciles que han sido las cosas para ti —digo en voz
baja. Cuando se da la vuelta, levanto una mano para evitar su objeción a mi
simpatía—. No es una línea y no es lástima. Es solo la verdad. ¿Me sentiría devastada
si perdiera a mis padres y luego, de repente, me encontrara responsable de criar a un
niño? ¿Una niña que también perdió a sus dos padres? —Extiendo mis manos frente
a mí, con las palmas hacia arriba—. No estoy tratando de interferir o hacerte sentir
juzgado o compadecido ni nada por el estilo. Pero si trenzar el cabello y leer un
cuento antes de dormir te facilita las cosas, estoy feliz de hacerlo. Está bien aceptar
ayuda, ¿sabes?

Termina de poner el lavaplatos, luego se apoya contra la encimera frente a mí,


con los brazos cruzados sobre el pecho mientras me estudia. Y no puedo dejar de
notar la forma en que esa postura tira del suave algodón azul apretado sobre sus
hombros y bíceps, y la forma en que sus pectorales... se mantienen firmes.

Eso es lo último que debería notar en este momento. Pero ha pasado mucho
tiempo desde que estuve a solas con un hombre atractivo. Demasiado tiempo, según
Olivia. Y ahora mismo, estoy pensando que ella podría tener razón.

Tal vez debería dejar que me creara un perfil en una aplicación de citas. Tal vez
entonces no estaría teniendo pensamientos lujuriosos sobre mi vecino totalmente
indisponible.

Justo cuando abre la boca para decir algo, Sophie entra saltando con un camisón
de unicornio.

—¡Mis dientes están cepillados y llevo pijamas! —anuncia.

—Muéstrame tus dientes —ordena Shane, y ella enseña los dientes en su


dirección. Agachándose, hace un alarde de inspeccionarlos—. Bien. Buen trabajo.
Ve y elige tu historia. Sarah y yo te seguiremos.

Sophie se aleja y Shane me observa por otro momento antes de inclinar la cabeza
en dirección a las escaleras.

—Mejor ve. No tardará en elegir una historia y no es la niña más paciente.

Sigo a Sophie por las escaleras, sin saber si Shane se unirá a nosotras. En la parte
superior de las escaleras, me dirijo a la puerta abierta con luz derramándose y
encuentro a Sophie sentada en la cama en un nido de almohadas y peluches
iluminados por una lámpara en su mesita de noche. Hay una cómoda frente a su
cama y una casa de muñecas en la otra esquina con un estante lleno de juguetes entre
ellos. Más juguetes y ropa se derraman por el suelo.

Un gruñido de disgusto detrás de mí me hace girar para ver a Shane en la puerta.


—Soph. Hemos hablado de esto. La ropa va en la cesta. Y debes recoger tus
juguetes al final del día.

Sophie le da una sonrisa maliciosa.

—Podría hacerlo ahora si quieres.

Suspirando, niega con la cabeza y se cruza de brazos.

—Buen intento, señorita Stally McStallerson. Es hora de contar historias. Puedes


recoger tu habitación por la mañana si quieres tu iPad mañana. —Cuando ella
comienza a hacer pucheros, él simplemente inclina la cabeza hacia un lado—. No.
Nada de eso. Si quieres que Sarah lea tu cuento, no tenemos tiempo para hacer
pucheros sobre el mañana.

—Bien —resopla, volviéndose hacia mí. Luego sonríe, y si no lo hubiera


presenciado, nunca adivinaría que solo estaba haciendo un puchero hace un
segundo—. ¡Aquí!

Me pone en las manos un libro de bolsillo que es más grueso de lo que esperaba.

—¿Quieres que lea todo esto?

Ella asiente con entusiasmo, y cuando miro a Shane, él mira la portada y asiente.

—Es más como una novela gráfica, pero para niños más pequeños. Ya verás.

Al abrir el libro, leí la página del título:

—Narval, Unicornio del Mar de Ben Clanton.

Shane tiene razón. Las páginas son gruesas y no hay muchas palabras en cada
página. Si bien es más largo que el libro de imágenes que esperaba leer, terminamos
el libro en un período de tiempo razonable. Es una linda historia sobre un narval que
se convierte en el mejor amigo de una medusa. Y les encantan los waffles.

—¡De nuevo! —exige Sophie tan pronto como cierro el libro.

Le doy una mirada indulgente pero niego con la cabeza.

—Esta noche no, cariño. Tu hermano fue muy claro en que solo obtienes una
historia.

—Pero es solo una historia —intenta.


Riendo, todavía niego con la cabeza.

—Quizás en otro momento, ¿de acuerdo?

Un suspiro profundo.

—Está bien.

Ella se acerca y me da un abrazo antes de que me levante de su cama. Luego


salgo al pasillo mientras Shane dice buenas noches y la arropa. Todavía estoy
merodeando por ahí, sin saber qué hacer conmigo misma, cuando él sale de su
habitación y casi cierra la puerta.

Él asiente con la cabeza hacia las escaleras, y yo lo guío hacia abajo, yendo
directamente hacia la entrada.

—Gracias por dejarme quedarme en su noche de película —le digo mientras me


pongo las botas.

Resoplando, se cruza de brazos y apoya un hombro contra la pared, mirándome.

—Debo darte las gracias. Salvaste el día. Entre trenzar su cabello como ella
quería, lo que hará que mañana sea un millón de veces más fácil cepillarse, así que
doble gracias por eso, y luego quedarte tanto tiempo, estás en camino de convertirte
en su nueva mejor amiga.

Después de cerrarme las botas, me levanto y le doy una sonrisa.

—Bueno, fue un placer. Descubrí una nueva forma de comer dos de mis comidas
favoritas y tuve una velada mucho menos aburrida de lo que hubiera sido de otra
manera.

Nos miramos el uno al otro por un largo momento, sus ojos en mis labios, y
luego parece salir bruscamente de su trance, enderezándose de la pared y alcanzando
el armario. Toca la perilla antes de finalmente abrirla. Y cuando me entrega mi
abrigo, se acerca y no lo suelta de inmediato cuando lo alcanzo, así que estamos
atrapados en este momento con los dos sosteniéndolo.

Sus ojos se enfocan en mis labios de nuevo, y... ¿me va a besar?

Pero luego su mano se abre mecánicamente y da un paso atrás, metiendo las


manos en los bolsillos, mirando hacia abajo y aclarándose la garganta.
—Bueno, gracias de todos modos. Aprecio tu ayuda. Y lo que dijiste —Levanta
los ojos hacia los míos y señala con la cabeza hacia la cocina—, antes. Ayuda.

Le doy una sonrisa, me pongo el abrigo y saco mi cabello.

—Seguro. En serio. Estoy feliz de poder ayudar. No dudes en volver a enviarme


un mensaje de texto si necesitas algo. Trenzado de cabello, compañía de noche de
película...

—¿Niñera?

Me encojo de hombros.

—Seguro. Puedo manejar eso, siempre y cuando no esté trabajando. Tienes mi


número.

Me da una pequeña sonrisa.

—Lo hago.

En un impulso, me acerco, pongo una mano en su brazo, luego presiono los


dedos de mis pies para besarlo en la mejilla. Su barba incipiente se siente áspera
debajo de mis labios, y me aparto rápidamente, le doy otra sonrisa, saludo y me voy
lo más rápido que puedo.
Shane
Es el día siguiente, estoy de vuelta en la escuela y todavía no puedo quitarme de
la cabeza el hecho de que Sarah me besó en la mejilla.

¿Qué significa?

¿Significa algo?

¿Quiero que signifique algo?

CJ, el otro maestro de educación física, me da un ligero puñetazo en el hombro


en nuestra oficina mientras nos detenemos para almorzar.

—Oye, hombre. ¿Qué pasa? Pareces distraído hoy. ¿Todo bien?

Asintiendo, muerdo mi sándwich.

—Sí. Bien. Está bien.

Arquea una ceja.

—Oh, no. ¿Qué sucedió? ¿Sophie te está dando problemas?

CJ es mayor que yo, está casado y tiene tres hijos. Está íntimamente
familiarizado con las rabietas de los niños y me ha dado consejos de vez en cuando.
Ignoro una buena parte, porque mucho de lo que hace no es mi estilo o no concuerda
con lo que me ha dicho su terapeuta, pero es un buen tipo y lo más parecido a un
amigo que tengo aquí en este momento.

Niego con la cabeza.

—No. De todos modos, no más de lo habitual.


—Eso es bueno. Pensé que, con las vacaciones, las cosas podrían ser un poco
más complicadas. Me alegra saber que está manejando bien las cosas.

—Oh, bueno... —Me apago mientras mastico, debatiendo cuánto compartir—.


Acción de Gracias fue una mierda. Nuestros otros hermanos se quejaron de todo,
todo el tiempo. Pero no creo que a Sophie le importara demasiado, ya que Acción de
Gracias es un poco aburrido para los niños pequeños de todos modos. Estaba feliz
de ver a Brad y Mal, al menos. Y Navidad... —Suspiro—. Probablemente será peor
para ella ya que Brad y Mal se niegan a volver a casa porque, según ellos, Acción de
Gracias fue tan terrible. Todavía estoy tratando de que vengan durante al menos unos
días, pero Mal tiene novio y está planeando irse a casa con él. Y Brad y su novio
planean quedarse en Seattle para su primera Navidad viviendo juntos.

CJ asiente.

—Tiene que ser difícil para ellos también. Después de todo, es su primera
temporada sin tus padres.

—Lo sé —digo con un suspiro—. Es difícil mostrarles mucha simpatía cuando


todo se resuelve cuidando a Sophie. La llevé a ver a Santa.

Se ilumina, sonriendo mientras toma un trago de agua.

—¿Sí? Eso siempre fue divertido. Mis hijos son demasiado mayores para eso
ahora. El más joven dejó de creer en Santa hace un par de años. —Sacude la cabeza
comiendo un bocado de pasta y sobras de pollo—. Todavía hacemos todo el asunto
de las galletas y la leche porque es divertido, pero no es lo mismo que cuando los
niños creían activamente, ¿sabes?

Asiento con la cabeza como si tuviera alguna idea de cómo es eso. Quiero decir,
supongo que sí. Recuerdo cómo fue cuando Mallory dejó de creer. Pero eso fue hace
mucho tiempo.

—Ella le pidió a Santa que le pasara un mensaje a nuestros padres.

CJ deja de masticar y me mira fijamente. Luego se reanuda más lentamente antes


de tragar.

—¿Oh?

Le cuento todo lo que ha pasado con Sarah desde entonces, y termino con su
beso en la mejilla.
Con los ojos azules centelleantes, se sienta más derecho.

—Eso es fantástico.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo?

Da una palmada en el escritorio.

—Suena justo como lo que necesitas.

Niego con la cabeza en negación automática.

—No. No. No necesito una relación. Soy un desastre. Todavía estoy lidiando
con perder a mis padres y estoy cuidando a una niña de seis años. Necesito una
niñera, no una novia.

Termina su almuerzo, con una sonrisa engreída en su rostro.

—Cállate, hombre.

Riendo, sacude la cabeza y levanta una mano.

—No dije nada.

—No tienes que hacerlo. Estás sentado ahí pensando en lo equivocado que estoy.
Que tener una mujer cerca ayudándome nos haría bien a Sophie y a mí.

—Tú lo dijiste, no yo.

Suspirando, tiro la basura y me pongo de pie.

—¿Y qué pasa cuando Sophie se encariñe y no funcione?

La mirada que me lanza es puro desafío.

—¿Qué pasa si lo hace?

Paso el resto del día de mal humor. Al menos mis alumnos están acostumbrados
a que esté de mal humor. Ese ha sido básicamente mi único modo durante todo el
año escolar. De alguna manera, todo lo que he pasado no me convierte en un chico
alegre, a pesar de que antes era bastante tranquilo.
Antes.

Ahora todo es antes y después.

Sophie está callada cuando la recojo, aparentemente capaz de sentir que no


quiero hablar. O escuchar a alguien hablar. Aunque normalmente no me importa su
parloteo sobre su día. Intento involucrarla a pesar de mi mal humor, pero ella
también debe estar teniendo un día de mierda porque no obtengo nada de ella.

—¿Cómo estuvo tu día?

—Bien.

—¿Aprendiste algo?

—No lo sé.

—¿Cómo estuvo Escuela Extra?

—Bien.

En ese momento me rindo. Ella obviamente tampoco quiere hablar.

Cuando llegamos a nuestra calle, descubro una escalera en el costado de mi casa.


Una escalera con una persona extraña en la parte superior. ¿Y parecen estar…
colgando luces de Navidad?

Ahora hay luces de Navidad a lo largo de la cuneta en el frente de mi casa y una


corona gigante apoyada contra la puerta de mi casa.

—Ve adentro —le digo a Sophie mientras estaciono en el garaje—. Voy a ver
quién está decorando nuestra casa.

—Está bien —dice en voz baja, y sé que eso significa que algo anda mal, porque
Sophie casi nunca hace lo que le dijeron la primera vez. Tomando un respiro, lo
aguanto por un segundo, considerándolo—. ¿Pasó algo en la escuela? —le pregunto
después de que abre la puerta, pero antes de salir.

Hace una pausa y su labio inferior tiembla.

Oh, no.

—¿Fue algo navideño en la escuela lo que te hizo pensar en mamá?


Ella asiente, grandes lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—Oh, Soph —murmuro, inclinándome para darle un abrazo—. Entra.


Averiguaré qué está pasando aquí, y luego averiguaremos cómo hacer que te sientas
mejor, ¿de acuerdo?

Con otro asentimiento contra mi pecho, se aparta y esnifa, limpiando su cara con
sus manos antes de saltar y entrar.

La miro por un segundo antes de suspirar y salir de mi camioneta. Odio que esto
sea tan difícil para ella, y realmente no puedo hacer nada para hacerlo más fácil.

Poniendo eso en el fondo de mi mente, entrecierro los ojos y salgo por la puerta
del garaje aún abierta, dando tumbos hacia el costado de mi casa.

—¡Oye! —grito y, a medida que me acerco, veo que el hombre de la escalera se


parece más a un adolescente.

—¡Oh! ¡Hola, Shane! —dice una voz familiar. Y allí, al pie de la escalera,
sosteniéndola firme para su cómplice, está Sarah. Debería haberlo adivinado. Con el
pie apoyado en el peldaño inferior y una mano todavía sujetando la escalera, se
vuelve y me da una amplia sonrisa—. Sé que estás ocupado, y sé que decoras el
interior para Navidad, así que recluté a mi hermanito para que me ayudara a decorar
el exterior para ti. No es nada lujoso. Solo algunas luces adicionales que teníamos
por ahí y una corona de sobrante del año pasado.

Mi boca se abre y quiero decir algo, pero no tengo ni idea de qué debería ser.

Ella simplemente... decidió... decorar mi casa. Sin preguntarme primero.

—¿Por qué? —Finalmente me las arreglo para decir.

Ella agita una mano.

—Todo el vecindario está decorado. Y ya entregaron mapas de lugares para


visitar para ver las luces navideñas. Nuestra calle está en ella. Tu casa es la única que
está vacía.

Suspirando, coloco mis manos en mis caderas y miro hacia el cielo. Las nubes
oscurecen cualquier vista del cielo casi oscuro, bajo y violeta, y parece que pronto
traerán nieve.

—Así que decidiste que deberías decorar mi casa.


Es una declaración, pero ella la responde de todos modos.

—Sí. Como dije, sé que debes estar ocupado con todo. Solo quería ayudar.

Cruzando los brazos, agacho la cabeza y la miro.

—Sarah. Si hubiera querido poner luces, lo habría hecho en las vacaciones de


Acción de Gracias. No estoy demasiado ocupado para decorar.

Su boca forma una O de sorpresa, y el tipo en lo alto de la escalera maldice.

—¿Estás bromeando, Sarah? No solo tienes que involucrarte en los asuntos de


todos, sino que ahora me has arrastrado y ni siquiera tienes el permiso del tipo. Hijo
de puta.

Sacando su atención de mí, Sarah levanta la vista, su expresión se transforma de


sorpresa a irritación en un santiamén.

—Cállate, Dylan. Le diré a mamá que estás maldiciendo a mis vecinos si no te


callas.

—¡No estoy maldiciendo a tus vecinos! —grita en protesta.

Ella solo sonríe mientras se concentra en mí y niega con la cabeza.

—Lo siento —comienza, sin sonar en absoluto disculpándose—, asumí que,


dado que tienes un árbol y una variedad de decoraciones interiores, simplemente te
faltaba una decoración exterior para unirte a las festividades.

—Maldita sea, Sarah —viene de la escalera de nuevo—. Si tengo que acabar con
esta mierda...

Ella golpea el peldaño de una escalera.

—Te dije que te callaras. Y no te preocupes, no lo vamos a quitar.

—¿No lo harán? —les pregunto de la misma manera que les pregunto a mis
alumnos si están realmente seguros de que quieren hacer cualquier cosa tonta que
crean que quieren hacer.

Pero ella no se inmuta por la clara advertencia en mi tono. Ella entrecierra los
ojos y se cruza de brazos.
—No. No lo haremos. Dylan casi ha terminado. Puedes terminar si lo prefieres.
De cualquier manera, participas en la exhibición de luces del vecindario.

Algo sobre su desafío, la inclinación de su barbilla mientras está parada al pie de


una escalera donde su hermano todavía se queja de ser arrastrado a esto, tiene mi
adrenalina bombeando y mi sangre corriendo hacia el sur. Pero ignoro el gordito
alargado de mis pantalones de chándal.

—Oh, lo haré, ¿verdad?

Ella asiente con decisión.

—Sí. Te guste o no. Ahora eres parte de este vecindario, incluso si rechazaste
mis galletas cuando te mudaste. Tenemos una reputación que mantener.

De alguna manera, rechazar sus galletas suena como un sucio doble sentido,
aunque sé que ella literalmente quiere decir galletas. Pero no recuerdo haberlas
rechazado.

—¿Cuándo fue eso?

Lanza las manos al aire y las deja caer a los costados.

—¡Este verano! —Casi puedo imaginarla pisando fuerte como lo hace Sophie
cuando se enoja—. Inmediatamente después de que te mudaras. Hice un lote de
galletas y las traje para darte la bienvenida al vecindario. Me echaste un vistazo a mí
y al plato cubierto en mis manos, dijiste: ‘Gracias, pero no gracias’, ¡y me cerraste la
puerta en la cara!

Lucho contra una risa ante su profunda impresión de mí, frotando mi mano
sobre mi boca para cubrir mi sonrisa.

—Eso debe haber sido cuando todavía estábamos comiendo las sobras de las mil
cazuelas que recibimos de todos después del funeral. Si me hubiera dado cuenta de
que tenías galletas, las habría aceptado. Simplemente no podía soportar más lasaña
o arroz horneado o lo que sea. Un hombre solo puede soportar hasta cierto punto.

—Sarah. Voy a bajar —dice su hermano mientras comienza a bajar,


distrayéndola de lo que sea que haya dicho.

Mentalmente, retrocedo por el verano, tratando de recordarla apareciendo en mi


puerta. Siento como si hubiera recordado a una chica bonita que se acercó y me
ofreció comida, incluso si era comida a la que me negué. Pero gran parte de este
verano es solo un borrón, y salgo vacío.

—Me disculpo por rechazar tus galletas —le digo, logrando mantener una cara
seria.

Ella asiente una vez, con firmeza.

—Disculpa aceptada.

Mueve la escalera y le hace un gesto a su hermano para que vuelva a subir.

—Vamos, Sarah. Escuchaste al chico. Él no quiere que hagamos esto.

—Pssh. ¿Y lo vas a escuchar? —Ella lo agarra del brazo y lo empuja hacia la


escalera—. Arriba. Ya casi terminas. Tú mismo lo dijiste.

—Deja de empujarme —dice entre dientes—. Ya no soy un niño pequeño. No


puedes simplemente obligarme a hacer una mierda porque quieres que lo haga.

—¿De verdad? —Ella lo empuja con un dedo enguantado—. Porque estoy


bastante segura de que has puesto todas las luces de esta casa porque yo te hice
hacerlo. Solo termina y puedes irte.

—¡No! —protesta, encorvando los hombros y levantando las manos en una


postura protectora—. ¡No quiere que lo haga! ¡No puedes obligarme! ¡Y le diré a
mamá que me hiciste entrar ilegalmente en la propiedad de tu vecino y destrozar su
casa!

Mi risa interrumpe sus discusiones, distrayendo a Sarah lo suficiente como para


que su hermano me esquive detrás de mí y luego trote hacia el frente.

Mirándolo, suspira, luego me mira de arriba abajo.

—Supongo que terminaré, entonces.

Ajusta la escalera, asegurándose de que esté firme, y comienza a subir.


Sacudiendo la cabeza, detengo la parte baja de la escalera, plenamente consciente de
que al hacer esto parece que estoy dando mi aprobación a estas travesuras.

—Sabes que esto no ha terminado, ¿verdad? —la llamo.

—No sé a qué te refieres —dice dulcemente mientras asegura las luces a la


canaleta con clips de plástico—. Solo estoy ayudando a un vecino.
—No necesito ayuda —refunfuño, sin proyectar tanto, dudando si quiero que
ella me escuche.

—La cosa es —dice pensativa—, realmente necesitas ayuda. No estoy segura de


por qué eres tan reacio a admitirlo. Todo el mundo necesita ayuda a veces. No hay
vergüenza en eso. No significa que seas malo o falles si necesitas ayuda de vez en
cuando. Y te guste o no, estoy decidida a hacer que esta Navidad sea lo más especial
posible para Sophie. Entonces, si eso significa que te compro algunas luces y una
corona gigante para que tu casa sea más festiva, eso es lo que haré.

Mi frente se arruga.

—Pensé que habías dicho que eran sobras.

Ella me mira con una sonrisa y niega con la cabeza.

—Mentí. —El duh no se dice pero está muy implícito—. ¿De verdad crees que
tenemos una corona tan buena y tantas luces LED tiradas y nadie las quería? ¿En
esta ciudad? Vamos hombre.

No le toma mucho tiempo terminar con el último trozo de la hebra. Después de


bajar, mira su obra, con las manos en las caderas, y me doy cuenta de que se quitó
los guantes mientras estaba allí, porque ahora tiene los dedos desnudos.

Sacudiendo la cabeza, da unos pasos hacia un lado.

—No es mucho, pero es mejor que nada que tenías. —Volviendo su atención
hacia mí, se saca los guantes de los bolsillos—. Elegí deliberadamente ir con calma
porque se suponía que tenía que hacer esto antes de que llegaras a casa. ¿Llegas
temprano a casa o mi hermano es demasiado lento para su propio bien?

Miro alrededor.

—¿A dónde fue, de todos modos?

Ella se encoge de hombros, indiferente.

—O empezó a caminar y llamó a alguien para que lo recogiera, o está esperando


en mi casa y comiendo todos mis bocadillos mientras está en ello. Mi dinero está en
esto último, pero supongo que lo averiguaré.

Con un alegre movimiento de su mano enguantada, da un paso a mi alrededor,


alcanzando la escalera.
—Espera un segundo.

Hace una pausa, con las manos en la escalera.

—¿Querías llevarla a casa por mí?

—¿Qué? No.

—Bien. Entonces me iré. Hay una percha con la corona. Es uno de esos que se
engancha en la parte superior de la puerta. Muy fácil. Estoy segura de que puedes
manejarlo sin mi ayuda. ¡Dile hola a Sophie de mi parte!

—Sarah —digo con mi mejor voz de maestro—. No puedes simplemente decidir


decorar mi casa.

Frunciendo el ceño, parece considerar mis palabras, luego levanta un hombro en


un encogimiento de hombros y toma la escalera.

—Aparentemente puedo. ¡Buenas noches!

Y antes de que pueda reunir una respuesta, camina hacia su casa. Solo la miro,
su abrigo subiéndose hacia atrás lo suficiente como para revelar los globos redondos
de su pequeño culo apretado mientras se aleja cargando una escalera al hombro como
si lo hiciera todos los días. Demonios, tal vez decora regularmente las casas de otras
personas mientras están en el trabajo. ¿Qué sé yo?

Sacudiendo la cabeza, decido que necesito cenar antes de volver a ocuparme de


Sarah.
Sarah
Encuentro a Dylan con la cabeza en mi refrigerador, tal como esperaba.

—¿Necesitas que te lleven a algún lado?

Se endereza y cierra la puerta más fuerte de lo necesario antes de cruzarse de


brazos y mirarme.

—No me dijiste que no tenías permiso para estar allí.

—Te dije que era una sorpresa.

—Sí. Lo que normalmente significa que tienes suficiente relación para que estén
de acuerdo con ese tipo de sorpresa. Ese tipo no parecía estar bien.

Encogiéndome de hombros, me quito el gorro de la cabeza.

—Es complicado. Cree que no puede aceptar ayuda. Estoy tratando de


demostrarle que está equivocado.

—No es tu trabajo arreglar a la gente, Sarah.

Poniendo los ojos en blanco, agarro las llaves del coche de su gancho junto a la
puerta del garaje.

—No es de tu incumbencia. ¿Necesitas que te lleve o no?

—Sí. Casa. Y parece que él tampoco es asunto tuyo.

Ignoro ese comentario a favor de regresar al garaje. Tiene razón, pero no le doy
la satisfacción de admitirlo. Nunca me dejaría olvidarlo.

Y no estoy tratando de arreglar a Shane. Solo estoy tratando de... difundir un


poco de alegría navideña. Quiero decir, básicamente soy la hija de Santa. Me disfracé
de duende el tiempo suficiente para haber adoptado la mentalidad. Y dirijo el
Emporio de la Navidad. Prácticamente sangro la alegría navideña. No puedo
evitarlo.

Por eso ayudé a Edna Parker a colocar sus luces navideñas hace un par de
semanas. Y los Warby la semana pasada. Cuando las personas mayores entran y
hablan con nostalgia sobre cómo no pueden moverse como solían hacerlo, siempre
termino dándoles mi número y diciéndoles que llamen cuando estén listos para que
yo maneje las partes que no pueden seguir haciendo.

Dylan me sigue hasta el coche un minuto después, con una nueva bolsa de
totopos en la mano. Ya lo ha abierto y está masticando un bocado. Cuando se sube
al asiento del pasajero, lo miro y dejo escapar un suspiro de disgusto.

—¿En serio? Acabo de comprarlos.

Él devuelve mi mirada con una de las suyas.

—Me lo debes.

Poniendo los ojos en blanco antes de encender el auto y salir de mi camino de


entrada solo digo:

—Bien.

No bajo en casa de mamá y papá, sabiendo que me convencerán de quedarme


una o dos horas. Tengo los pies fríos de sostener la escalera para Dylan y discutir con
Shane, y solo quiero llegar a casa, ponerme ropa cómoda y cenar en mi sofá mientras
estoy envuelta en una manta tibia. Quizás también una copa de vino. Y una película.
Eso suena genial.

Pero esos planes se frustran, o al menos se posponen, cuando regreso a casa y


encuentro a Shane en la puerta de mi casa.

Sabía que era mejor no pensar que había terminado de discutir conmigo sobre
las luces de Navidad, pero ¿en serio? Son solo algunas luces blancas. Ni siquiera tuvo
que ponerlas. ¿Quién se enoja porque alguien más hizo que su casa se viera bien y no
les costó dinero ni esfuerzo?

Si está tan mal por eso, también los quitaré después de Año Nuevo.
De hecho, no puedo ver su expresión desde mi puerta cuando entro en mi garaje,
pero juraría que me está mirando. Dejo la puerta del garaje abierta y asomo la cabeza
después de salir del coche.

—¿Quieres venir por acá o esperar a que yo entre?

—Esperaré.

Por supuesto que lo hará. Poniendo los ojos en blanco, me acerco a la puerta,
aparentemente para quitarme la nieve que queda de las botas, pero en realidad es
porque me hace sentir mejor. Estoy tan harta de los chicos en este momento. Él. Mi
hermano. Todos ellos.

Una vez dentro, me tomo mi dulce tiempo para quitarme las botas y el abrigo
antes de dirigirme a la puerta principal y dejarlo entrar. Lo único que me impide
demorarme más es darme cuenta de que él no tiene a Sophie con él, y yo no quiero
retenerlo más de lo necesario. Además, cuanto antes me deshaga de él, antes puedo
cambiarme, prepararme un gran plato de pasta y calentarme.

Abriendo la puerta, me apoyo en ella y levanto una ceja.

—¿Puedo ayudarte? —Antes de que pueda responder, levanto una mano—.


¡Espera! Perdón. Ya conozco la respuesta a esa. No quieres ayuda. Porque aceptar
ayuda es demasiado parecido a... ¿la gente se compadece de ti o algo así? Eso es todo,
¿verdad?

Deja escapar un suspiro exasperado.

—¿Puedo entrar?

Retrocediendo, extiendo mi brazo, invitándolo en silencio a entrar. Como buen


invitado, se queda en la entrada ya que no se quita las botas, pero entra lo
suficientemente lejos para que pueda cerrar la puerta.

—¿Dónde está Sophie? —pregunto con los brazos cruzados.

—Viendo videos de YouTube con instrucciones para enviar mensajes de texto o


llamar si me necesita. Pero no tengo la intención de quedarme mucho tiempo.

—Eso es bueno. Tengo planes.

Parpadea ante eso, sus labios se abren con sorpresa. Y realmente no debería
gustarme la forma en que su barba incipiente enmarca esos labios, haciéndolos
destacar como más besables de lo que parecerían de otra manera. No debería estar
pensando en besarlo en absoluto. En realidad, no le agrado. Me tolera porque le
agrado a su hermana.

Suspirando, dejo caer mis brazos.

—Mira, te pido disculpas, ¿de acuerdo? Debería haberte preguntado antes de


poner las luces en tu casa.

—Sí. Deberías haberlo hecho.

—Solo quería hacer algo bueno por ustedes. Y como no querías galletas durante
el verano, pensé que la comida se había acabado y ustedes ya habían comprado un
montón de adornos, así que eso estaba descartado, y esto parecía algo obvio. ¿A
quién no le gusta tener luces navideñas en su casa?

No puedo evitar hacer la pregunta como si fuera la cosa más ridícula que he
escuchado. Porque lo es. Literalmente, nunca he conocido a una persona que celebre
la Navidad a la que no le gusten las luces navideñas en su casa. Ahora, pueden decidir
que no pueden o no quieren esforzarse para hacerlo, pero eso no significa que no les
agradarían si no tuvieran que hacer esa parte.

Ahora suspira.

—¿Por qué?

Parpadeo.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué te importa? ¿Por qué quieres hacer tanto cosas agradables para
nosotros?

—Yo… uh…

Esa es una muy buena pregunta, en realidad. ¿Por qué me importa tanto?

Perdida, me encojo de hombros impotente.

—Yo solo quiero que seas feliz.

Me mira a los ojos intensamente, como si estuviera tratando de descubrir la


verdad de esa afirmación. Y por alguna razón eso me hace sentir la necesidad de
balbucear más explicaciones.
—Quiero decir, quiero que todos sean felices. Es Navidad. La época más
maravillosa del año. Y estas triste. Y Sophie está triste. Y si puedo hacer algunas
cosas que te hagan sentir un poco mejor, ¿por qué no debería hacerlo? ¿Por qué no
iba a hacerlo? Me gusta hacer feliz a la gente.

Parpadea como si mis palabras saliendo a raudales hubieran interrumpido un


trance de algún tipo.

—Quieres que sea feliz.

Asiento una vez.

—Sí.

Y luego me besa.

Me pilla completamente desprevenida, porque eso es literalmente lo último que


esperaba en el mundo. Me muevo bruscamente debajo de él, levantando las manos.
Y se aparta, su mirada está en conflicto, como si le preocupara haber cruzado una
línea.

Pero si me va a besar, quiero tener la oportunidad de devolverle el beso, maldita


sea.

Agarrando sus hombros, acerco su boca a la mía. Sus labios son suaves y tersos
y tan besables como se veían hace un segundo. Este beso es más suave que el primer
ataque. Más matizado. Sus labios acarician los míos, primero mi labio superior,
luego mi labio inferior.

Y me derrito contra él. No hay otra palabra para describir mi reacción.

Tan abruptamente como me besó, se aleja. Tengo que estirar la mano para
sujetarme a la pared a mi lado para mantener el equilibrio.

Me mira fijamente por un minuto, congelado.

—Lo siento —espeta—. Quiero decir gracias. Quiero decir... tengo que irme.
Sophie…

Gesticula vagamente en dirección a su casa, abre la puerta y desaparece,


dejándome apoyada contra la pared desmayándome como una heroína de las viejas
novelas románticas históricas que solía leer cuando era adolescente.

¿Eso de verdad acaba de pasar?


¿Y besarme realmente lo asustó tanto que tuvo que huir?
Shane
¿Qué. Mierda. Estoy. Haciendo?

Camino a través de la nieve entre nuestras casas, trepando por la pequeña berma
creada por mi quitanieves en el borde de mi camino de entrada, pisoteando el camino
hacia la puerta principal.

Acabo de besar a mi vecina.

¿Por qué hice eso?

Quiero decir... sí, está bien, tarde en la noche cuando me siento solo y deseando
poder descubrir cómo ser el guardián de Sophie y un humano independiente, he
pensado en Sarah. Sobre cómo se sentiría tocarla, besarla.

Pero se suponía que esos pensamientos debían permanecer firmemente


encerrados, solo saliendo a la luz mucho después de que Sophie estuviera en la cama
cuando yo estaba en mi habitación. Solo. Muy, muy solo.

Se suponía que no debía actuar sobre ninguno de esos pensamientos.

Y cuando me empujó contra ella, como si quisiera besarme tanto...

No quería nada más que empujarla contra la pared y hacer mi sucio camino con
ella.

Solo el hecho de darme cuenta de que Sophie está sola en la casa de al lado me
sacó del borde de intentar precisamente eso. Se sentía tan bien contra mí, dócil y
dispuesta. Tan diferente de la mujer desafiante que se había llevado una escalera
hacía una hora o de la mujer defensiva que abrió la puerta.

Ella solo quiere hacerme feliz, dijo.

Y pensé que besarla me haría feliz. Así que simplemente... lo hice.


Nunca he sido impulsivo. Ni siquiera de adolescente. Nunca solo... besé a
alguien así. Siempre ha sido después de una cita. Siempre.

No he tenido una cita con Sarah. No puedo. No tengo el tiempo ni la energía


para dedicarme a salir con alguien.

No debería haberla besado. No puedo permitir que vuelva a suceder.

Al día siguiente, vuelvo a llamar a la puerta de Hal y Georgia. Georgia responde,


afortunadamente. Ella es a quien estoy buscando esta vez.

—Bueno, ¿hola, Shane? ¿Qué puedo hacer por ti?

Le doy una sonrisa.

—Hola, Georgia. Me preguntaba si te importaría vigilar a Sophie un poco.


Necesito hacer algunas compras navideñas, y es más fácil si ella no me acompaña.

—¡Oh, seguro! ¿Cómo puedes comprarle algo si ella está ahí viendo todo lo que
eliges? ¿Quieres traerla aquí? ¿O quieres que vaya a tu casa?

—Lo que sea más fácil para ti. Puede entretenerse con videos en su iPad, por lo
que no debería ser un problema.

Georgia le resta importancia a mi preocupación.

—Es una niña dulce. Ella no sería ningún problema de todos modos. ¿Por qué
no me das unos quince minutos, y luego la traes? Ella me puede ayudar a empezar a
trabajar en mis galletas de Navidad.

—Suena bien. Muchas gracias, Georgia.

Veinticinco minutos más tarde, después de dejar a Sophie con Georgia, estoy en
mi camioneta camino al Emporio de la Navidad.

Ya que voy a una tienda, racionalizo que no le mentí exactamente a Georgia


sobre la razón por la que necesitaba que ella cuidara a Sophie. Y mientras estoy fuera,
probablemente miraré a mi alrededor y veré si hay algo que necesite para Sophie que
aún no haya pedido en línea.
Pero mi objetivo principal es hablar con Sarah. Y después de lo que pasó anoche,
siento que es más seguro si hablamos donde podría haber testigos. Porque
aparentemente no puedo esperar poder controlarme si no los hay.

Sin embargo, necesito dejarle claras mis intenciones a Sarah. No quiero la


edificación de las expectativas en su cabeza, y después de la noche anterior, tendría
una buena razón para hacerlo. Pero la realidad es que no puede haber nada entre
nosotros. No podemos tener una repetición de la noche anterior.

Cuando llego a la tienda, me decepciona, pero no me sorprende encontrarla llena


de clientes. Acecho a lo largo de la pared del fondo, actuando como si estuviera
observando las selecciones, mientras mantengo un ojo en la fila en el mostrador. Pero
cada vez que parece que está a punto de tomarse un descanso, alguien más se acerca
con una pregunta o está lista para verificar.

La gente preguntando es la peor, porque ella se toma todo el tiempo del mundo
para discutir todos los detalles de lo que necesitan y recomienda una variedad de
opciones, ayudándoles a elegir lo que más les gusta, luego mostrándolo
cuidadosamente y envolviéndolo todo en papel de seda.

Quiero decir, claro, con ese tipo de servicio al cliente puedo ver por qué la tienda
tiene suficientes negocios para permanecer abierta todo el año y atraer clientes
habituales.

Después de diez o quince minutos de acecho sin ningún tipo de apertura para
llamar su atención, me muevo más cerca de la parte delantera de la tienda. Me doy
cuenta cuando me nota, sus ojos se abren una fracción y sus fosas nasales también
mientras me mira antes de regresar sin problemas al cliente delante de ella.

Cuando termina con ellos, la veo levantar un dedo hacia la siguiente mujer en la
fila.

—¿Puedes disculparme por un momento? Vuelvo enseguida.

Ella sale de detrás del mostrador y se acerca a mí, con una sonrisa de servicio al
cliente fija en su lugar.

—Hola, Shane. Me sorprende verte aquí. ¿No fueron suficientes las decoraciones
que recibiste ayer?

Aclarando mi garganta, trato de decidir si “decoraciones” es una especie de


palabra de código, o si está tratando de mantener una fachada profesional en la tienda
llena de clientes. Los clientes que es probable que chismeen si son testigos de algo
entre nosotros. Lo cual es bueno... un poco.

Significa que no estoy en peligro de besarla aquí, porque no se supone que vuelva
a besarla. Pero también hace que sea imposible, en realidad, tener una conversación.

—Las decoraciones de ayer fueron abundantes. —Ya sea que sea código o no,
es cierto—. Yo solo, ah... —Miro a mi alrededor en la tienda, notando algunas
miradas curiosas en nuestra dirección, aunque la mayoría de la gente parece estar
ocupándose de sus propios asuntos. Aun así. Más vale prevenir que lamentar—.
Pensé que deberíamos hablar sobre... las... actividades posteriores a la decoración.

Sarah aprieta los labios, reprimiendo una sonrisa que no tiene nada que ver con
el servicio al cliente.

—Bien —dice ella, su voz vibrando con una risa contenida. Ella mira a su
alrededor—. Um, déjame pasar por esta última ronda de clientes, y luego traeré a mi
hermana para que me dé un respiro, ¿de acuerdo?

Ante mi asentimiento, vuelve a la caja registradora. Otros diez minutos más


tarde, una chica vestida de duende, con su largo cabello oscuro recogido en una cola
de caballo, entra por las puertas. Después de que Sarah termina con el cliente al que
está ayudando, le sonríe a la duende, extiende la mano debajo del mostrador y luego
se acerca a mí con una sonrisa amistosa.

Es gracioso, las variaciones en su sonrisa. Recibí tres diferentes desde que entré
a la tienda hoy. Y la he visto sonreír genuinamente divertida y dar su sonrisa
indulgente cuando estaba en mi casa. Y su sonrisa comprensiva el día que trajo el
mensaje de Santa y el regalo para Sophie.

¿Cuántas más tiene? Me pregunto ociosamente mientras la sigo a la parte principal


del Festival de Navidad.

Nos abrimos paso entre los puestos y alrededor de grupos de personas que se
detienen para admirar las diversas exhibiciones, tomar fotografías en las cabinas de
fotos, admirar las obras de arte y la decoración. Pero no nos estamos tomando
nuestro tiempo y deambulando como la mayoría de la gente. No, Sarah tiene una
misión que me lleva a un lugar específico.

Eventualmente, ella se asoma través de una puerta marcada ‘Solo empleados’,


mirando a su alrededor antes de darme una seña. Una vez que la puerta se cierra
detrás de nosotros, ella deja escapar un suspiro y se vuelve hacia mí.
—No vamos a ser molestados aquí. Normalmente me tomo mis descansos en la
trastienda de la tienda, pero si te llevaba allí conmigo, Nora le estaría diciendo a
todos tan pronto como se fuera. Y entonces tendría que responder un millón de
preguntas acerca de ti, y ella no estaría prestándole atención a los clientes en favor
de escuchar y... —Se detiene y toma un respiro, y me da que sonrisa otra vez—. Esto
solo parecía la mejor opción.

Ella abre el camino a una mesa plegable y sillas en un rincón y se sienta, haciendo
un gesto hacia mí para me siente en la otra. Apoyando su codo sobre la mesa, apoya
la barbilla en su mano y me mira.

—¿De qué querías hablar?

Aclarándome la garganta, lentamente me siento en la silla que me indicó. No es


exactamente así como imaginé que tendría lugar nuestra conversación. Se suponía
que debía llevarse a cabo a trompicones entre clientes que iban y venían en los
momentos oportunos para no caer en la tentación de volver a sentir esos labios en los
míos.

Y ahora estamos solos y aparentemente en algún lugar no nos interrumpirán.

De alguna manera, esto no parece una gran idea.

Me aclaro la garganta de nuevo y coloco las manos sobre la mesa.

—Sobre lo de anoche…

Examina mi rostro, su sonrisa se desvanece gradualmente a medida que el


silencio permanece entre nosotros hasta que desaparece por completo, y se sienta en
su silla, su mano también cae sobre la mesa.

—¿Qué pasa con eso? —pregunta con frialdad.

—No puede volver a suceder.

Una vez más, deja que el silencio cuelgue durante un tiempo incómodo antes de
decir:

—Ya veo. ¿Y qué parte no puede volver a suceder exactamente? Porque no tengo
planes de volver a decorar tu casa por sorpresa, si es a eso a lo que te refieres.

Resoplé. No puedo evitarlo. Ella es divertida y linda y todas las cosas por las que
normalmente iría. Pero…
—No tengo espacio en mi vida para una relación en este momento. Siento
haberte besado así. No debería haberlo hecho, y...

Se endereza en su silla, sus fosas nasales se ensanchan mientras lo hace, sus


labios se aprietan con disgusto y me hace perder el equilibrio.

De alguna manera estoy haciendo esto mal.

—Mira, aprecio toda su ayuda con Sophie y las luces de ayer, aunque sé que
actué como si no las quisiera. Pero tienes razón, se ven muy bien, y la corona es
increíble y Sophie pensó que era lo más grande. Ella tuvo un mal día y eso la animó.
Es decir, un duende vino y decoró su casa para Navidad. ¿A qué niño no le gustaría
eso? —Estoy divagando. Aclarando mi garganta otra vez, volví a encarrilarme—.
Pero entre Sophie, el trabajo, el entrenamiento, las sesiones de terapia y ayudarla con
toda su tarea, yo solo…

Sarah hace un gesto con la mano, interrumpiéndome, y aunque estoy agradecido


por una razón para callarme, también me preocupa que esto no sea necesariamente
por bondad.

—Está bien, Shane —dice, poniéndose de pie—. Lo entiendo. No digas más. Si


viniste hasta aquí para decirme eso —Ella suelta una risa un poco desquiciada—,
bueno, gracias, supongo. Pero esto es completamente innecesario, te lo aseguro. —
Da un paso más cerca de mí, se inclina sobre la mesa, dándome una sonrisa enojada
con los labios apretados, otra variación para agregar a mi lista—. Solo me gustaría
recordarte que tú me besaste. Así que tal vez deberías ir a casa y darle este discurso a
tu espejo, ¿de acuerdo?

Y con eso, se va.

Pasando una mano por mi cara, me quedo en la mesa por un momento, tratando
de ordenar mis pensamientos. No sé muy bien cómo esperaba que reaccionara,
bueno, no, eso no es cierto. Quería que sonriera y me dijera que lo entendía y que
estaba bien y que todavía podíamos ser amigos.

Y aunque ella sonreía, no era el tipo de sonrisa que esperaba. Esa era una mujer
cabreada frenando su veneno.

Con un suspiro, me levanto de la mesa y me dirijo a la puerta, sin estar de humor


para hacer ninguna cantidad de compras navideñas ahora. Y aunque sé que no
debería entablar una relación en este momento, porque no estoy en ningún tipo de
estado mental o emocional para manejar eso, tengo la vaga sensación de que soy un
gran idiota.
Sarah
Me las arreglo para cerrar la tienda sin gritar mi rabia ni decir una palabra,
manteniendo mi sonrisa en su lugar como si mis labios hubieran sido alterados
quirúrgicamente a esa configuración.

¿Cómo se atreve a venir aquí, a mi tienda, a… qué? ¿Romper conmigo? ¿Dejarme


así de fácil? ¿Qué fue ese pequeño discurso?

Él me besó. De la nada. No lo invité a hacer eso. No habíamos hecho nada que


naturalmente hubiera llevado a tal evento.

No, vino marchando hacia mi casa, y luego decidió que los besos tenían que
ocurrir.

¿Y luego tiene el descaro absoluto de venir a verme mientras trabajo y decirme


que lamenta haberme besado? ¿Que está jodidamente arrepentido?

Aún no, no lo está.

Ugh.

Ni siquiera sé qué haría para que se arrepintiera de verdad: ¿cubrir su casa con
luces navideñas y aumentar su factura de electricidad?

Ja.

Cuando llego a casa, evito deliberadamente mirar hacia su casa. Como si eso le
demostrara algo de alguna manera. Pero realmente no tiene nada que ver con él o
mostrárselo. Solo necesito fingir que él no existe tan cerca de mí en este momento.

Una vez dentro, llamo a Olivia.

—Tengo una actualización sobre la situación de los vecinos.


—Oooh. No puedo esperar. Pero espera. Iré. ¿Es una actualización de vinos o
una actualización de helados?

—Ugh. Ambos.

—Oh, no. Dame cinco minutos.

Diez minutos más tarde, Olivia entra por la puerta de mi casa seguida de una
ráfaga de aire frío con una bolsa de comestibles reutilizable colocada sobre su
hombro. Se limpia los pies un par de veces en el tapete de entrada, luego se quita los
botines antes de entrar por completo.

—Muy bien —dice, dejando la bolsa de la compra en mi barra de desayuno—.


¿Qué pasa?

Saco copas de vino, tazones y una cuchara para hacer bolas de helado mientras
ella saca el vino rosado y dos tipos de helado: rocky road y butterfinger crunch. Ver
el helado me hace pensar en la otra noche con Shane y Sophie y la mitad de mí quiere
hacer palomitas de maíz para acompañarlo, pero no lo hago, porque pensar en ello
es bastante difícil. No necesito revivir ese recuerdo ahora mismo.

Le cuento a Olivia todo lo que ha pasado en los últimos días mientras ella sirve
el vino y yo saco el helado. Se sienta en uno de los taburetes de la barra, escucha
absorta y hace los comentarios apropiados. Cuando le hablo de la noche de película
y de cómo los dos todavía comen el bocadillo favorito de su madre para ver películas,
ella dice ‘awww’. Y cuando le hablo del beso, se sienta con la espalda recta, los ojos
grandes y redondos y alrededor de un bocado de helado grita:

—¡Dios mío!

—¿Correcto? Lo sé.

Y luego la pongo al corriente de la visita de esta noche, y está tan indignada


como yo.

—¿Se disculpó? Oh, diablos, no. Voy a darle a ese chico una parte de mi mente.

Agarra el mostrador como si estuviera a punto de levantarse y marchar hacia allí.

Riendo, la detengo con una mano en su brazo.

—Si bien aprecio el apoyo, no creo que sea la mejor opción.

—¿Y por qué diablos no?


—Por un lado, él es el guardián de su hermana pequeña, así que no puedes
asesinarlo. Ella ha pasado por lo suficiente.

Olivia bufa.

—No iba a matarlo. Solo tal vez... hacerle pensar dos veces antes de pedir perdón
a una mujer que realmente disfrutó de su beso. Quiero decir, sí, claro, si besas a
alguien y ella responde empujándote lejos o golpeándote en la cara, absolutamente
debes pedir disculpas en ese mismo momento, huir, y nunca volver a hacer contacto
visual con ella otra vez. Pero teniendo en cuenta que lo acercaste cuando él se apartó,
obviamente estabas bordo con todo el asunto besos. Así que ¿buscarte al día
siguiente? No, simplemente no. Él tiene que saber que no es aceptable.

Le doy una palmada en la mano.

—De nuevo. Lo aprecio. Pero prefiero fingir que no es mi vecino de al lado en


este momento, ¿sabes?

—Bien. —Suspira—. Te entiendo. —Alcanzando la botella de vino, vuelve a


llenar mi copa—. Sin embargo, puedo ver por qué necesitabas a ambos. ¿Cómo es
que has nunca has tenido drama de hombres desde que te conozco, y ahora los tienes
todos en menos de una semana?

Me encojo de hombros.

—Solo suerte, supongo.

Ella sonríe y niega con la cabeza.

—¿Entonces qué vas a hacer?

—¿Hacer? ¿Sobre qué exactamente?

—¿Sobre tu vecino caliente?

Sacudiendo la cabeza, apuro mi copa de vino, pero levanto una mano cuando
vuelve a tomar la botella para volver a llenarla.

—Nada. ¿Qué hay para hacer? Dejó clara su posición. Se arrepiente de haberme
besado. Él no ‘tiene tiempo para una relación’. —Hago citas al aire en la última parte
y pongo los ojos en blanco—. Y aparentemente yo trenzando el cabello de su
hermana y poniendo decoraciones gratis afuera de su casa significa que de alguna
manera estoy tratando de atraparlo en una relación, supongo. —Pongo los ojos en
blanco y miro un trozo de rocky road—. Así que al diablo con él. Volveré a cómo
eran las cosas antes de escuchar la visita de su hermana a Santa. Ya hice lo que quería
con eso. Ahora puedo ignorarlo con seguridad.

Olivia me mira fijamente por un segundo, luego mira su tazón y niega con la
cabeza lentamente. Su cuchara raspando el fondo del tazón es una afirmación aguda
sobre su falta de comentarios.

—¿Qué? —exijo.

—Nada —dice inocentemente alrededor de la cuchara en su boca.

Es mi turno de negar con la cabeza.

—Por favor. Te conozco demasiado bien para caer en esa tontería. Solo
escúpelo.

Por un segundo, actúa como si no quisiera decir nada, pero la conozco lo


suficientemente bien como para esperarla.

—No veo cómo va a ser posible.

—¿Qué quieres decir?

Levanta un hombro, raspa de nuevo el helado derretido de su tazón y lo lame


con la cuchara.

—Quiero decir, has estado allí, has ayudado con su hermana, has decorado su
maldita casa, Sarah. No creo que puedas mantenerte alejada. Especialmente si te
vuelve a llamar.

—Ah, pero ahí está la cosa. —Levanto un dedo y le apunto a ella—. No me


volverá a llamar. No después de su mierda de ‘Lo siento por besarte’.

Olivia parece dudarlo, pero ella no estaba allí, que no vio el rostro o el aspecto
que tenía alrededor de la habitación de atrás como si realmente no quisiera estar solo
conmigo, por lo que se acercó a mí en la tienda, o la forma en que tropezó a través
de su explicación-barra-disculpa.

Ese era el rostro y el comportamiento de un hombre que quiere dejarme sola para
siempre.

—Si tú lo dices —dice, aparentemente afable.


Sin embargo, no importa si ella no me cree. Porque conozco la verdad.
Sarah
Maldita sea. Olivia tenía razón. Y solo tomó dos días.

Shane: Lamento hacer esto, pero Sophie ha estado rogando que le trencen el cabello de
nuevo, y yo no tengo esperanzas. Si estás demasiado ocupada o no puedes hacerlo por algún
motivo, lo entiendo completamente, pero le prometí que te enviaría un mensaje de texto y te
preguntaría. Así que este soy yo enviando mensajes de texto y preguntando.

Por supuesto que lo siente. El hijo de puta lamenta todo.

Indignada, dejo mi teléfono y lo ignoro. Estoy haciendo la cena. Tengo hambre.


Claro, solo estoy esperando que el microondas caliente una comida congelada
porque estoy demasiado cansada después de un largo día de clientes sin parar, como
para cocinar.

Y esa es la otra cosa. Estoy jodidamente cansada.

Si bien podría reunir la energía para trenzar el cabello de Sophie por su bien, no
sé si tengo ganas de lidiar con su hermano.

Me quedo mirando el microondas, escuchándolo girar y viendo la cuenta


regresiva de los segundos.

¿Hay alguna manera de ayudar a Sophie sin interactuar realmente con su


hermano?

Quiero decir, podría decirle que la envíe aquí. Eso podría funcionar.

Levantando mi teléfono, escribo el mensaje y presiono enviar antes de que pueda


dudar sobre el impulso.

Yo: Estoy a punto de cenar, pero puedo trenzar su cabello cuando termine. Entonces te
enviaré un mensaje de texto y puedes enviarla aquí.
Su hermano podría ser un idiota, pero ese no es motivo por el cual Sophie debe
sufrir. Por supuesto, no sé si aceptará mi solución, a pesar de que, literalmente, no
tiene ninguna razón para no hacerlo. Él no quiere verme, y en base a su mensaje, está
claro que no está cómodo pidiendo mi ayuda. Pero sé lo persuasiva que puede ser
Sophie.

Aunque no debería apresurarme por él, hago un trabajo rápido con mi comida,
tirando la basura tan pronto como termino y lavo mi tenedor y lo vuelvo a poner en
el cajón. La otra ventaja de las noches que como cenas del microondas es que hace
que lavar lo utilizado sea muy fácil.

Suspirando, miro alrededor de mi casa, asegurándome de que no hay nada sobre


lo que no quiera que un niño haga preguntas. Pero mi sala de estar es bastante
aburrida ya que mis hermanos vienen con regularidad. Cojo una manta, la doblo y
la coloco sobre el respaldo del sofá, recojo los calcetines que me quité anoche y olvidé
poner en mi canasta y los llevo a mi habitación, luego enderezo la pila de libros y
suministros de manualidades que guardo en mi mesa de café.

Saco mi teléfono y le digo a Shane que puede enviar a Sophie. Unos minutos
más tarde, suena el timbre de la puerta y sonrío pensando en lo emocionados que
siempre estábamos mis hermanos y yo cuando éramos niños cuando tocamos el
timbre. Apuesto a que Sophie también estaba emocionada por eso.

Cuando abro la puerta, espero verla esperándome con su abrigo rosa. Pero su
hermano está ahí parado junto a ella.

—Oh, eh, hola —tartamudeo—. Pensé que solo la ibas a enviar.

Gruñe, mirando más allá de mí hacia el interior de mi casa como si no la hubiera


visto antes, a pesar de que literalmente estuvo dentro hace tres días.

—No me sentí bien enviándola sola.

—Te dije que estaba bien, Shane —dice Sophie, abriéndose paso entre nosotros
para poder entrar.

Para mi consternación, Shane la sigue.

Miro detrás de mí para ver a Sophie explorando mi sala de estar, quitándose el


abrigo y hurgando en mi ordenada pila de contenedores que contienen mis
suministros para hacer adornos. Volviendo mi atención a Shane, bajo la voz.
—Pensé que no querías tener nada que ver conmigo —siseé—. Por eso dije que
la enviaras aquí. Así tú y yo no teníamos que interactuar más de lo necesario.

Suspirando como si estuviera cansado y sobrecargado, ya sea por mí o por la


vida en general, no estoy segura, se pasa una mano por la mandíbula.

—No voy a enviarla afuera sola en la oscuridad —susurra—. Y la última vez


dijiste que me enseñarías cómo trenzar su cabello. ¿Cómo se supone que vas a hacer
eso si no estoy aquí?

Parpadeo hacia él, pensando en el pasado. Supongo que dije eso. Pero después
del beso y las secuelas, no pensé que aceptaría la oferta.

—Correcto. —Me aclaro la garganta y vuelvo a mirar a Sophie. Se quitó el abrigo


y se acomodó en mi sofá—. Seguro. Entra.

Dejando que Shane se quite el abrigo y las botas, recojo las de Sophie, dejo sus
botas junto a la puerta principal y cuelgo su abrigo en el pomo de la puerta del
armario. Cuando me doy la vuelta, Shane está justo detrás de mí, deteniéndome en
seco. Levanta su abrigo, se lo quito y lo cuelgo encima del de Sophie.

Mi armario delantero tiene mis adornos y suministros derramados. En realidad,


solo hay espacio para mis abrigos, no para los invitados. Mis hermanos siempre
colocan sus abrigos sobre los taburetes de la barra y las sillas del comedor cuando
están aquí.

Nerviosa y de mal humor por la inesperada aparición de Shane, me obligo a


respirar profundamente y acercarme a Sophie con una sonrisa.

—¿Te parece bien si le muestro a tu hermano algo simple que creo que puede
manejar?

Sophie le da a su hermano una mirada dudosa y, según su historial, no puedo


decir que la culpe. Pero finalmente asiente.

—Solo si prometes que si lo estropea, lo arreglarás.

—Lo prometo.

Acomodándome en el sofá, le doy unas palmaditas en el lugar junto a mí y recojo


el cepillo de la mesa de café.
—Está bien, vamos a empezar con una cola de caballo, y luego trenzar eso. —
Miro en la dirección de Shane, y él se acerca para pararse junto al sofá—. ¿Sabes
cómo hacer una cola de caballo? —pregunto mientras cepillo el cabello de Sophie.

Él asiente y se aclara la garganta, una señal que empiezo a sospechar significa


que está nervioso.

—¿Quieres hacer los honores entonces? —pregunto, sosteniendo el cepillo en su


dirección.

—Seguro.

No parece muy confiado, pero toma el lugar que dejo vacante.

—Quieres ponerlo en lo alto de su cabeza —le digo—. De esa manera estará


arriba y fuera de su camino.

Él asiente, pasando el cepillo por su cabello unas cuantas veces más antes de
recogerlo de nuevo. Sus manos son grandes y romas, con palmas cuadradas y dedos
cortos y cuadrados. Se ve torpe y fuera de su elemento mientras alisa todo el cabello
de Sophie en una cola de caballo, pero se las arregla para ponerlo todo en su lugar.
Le paso una liga para el pelo y la envuelve dos veces.

No queriendo que todo su arduo trabajo se desperdicie, entro y lo envuelvo de


nuevo.

—Tienes que asegurarte de que esté bien y apretado, o simplemente se caerá.

—Ella siempre se queja de que la estoy lastimando cuando hago eso.

Inclino mi cabeza hacia un lado, considerando eso.

—¿Es eso cierto, Soph?

Ella asiente.

—Tira demasiado fuerte y, a veces, me tira del cabello.

—Mmm. Bueno, la única forma en que mejorará es si puede practicar, lo sabes,


¿verdad?

Ella asiente con otro movimiento de cabeza, este un poco más hosco.

—Sí. Supongo.
—Trata de sujetar la liga mientras la pones en su cabello —le digo a Shane—, y
mantenla bajo tensión para que no se le enrede el cabello accidentalmente.

—Entiendo.

—Bien, y ahora queremos separar su cabello en tres secciones iguales. —Me


acerco a él, dolorosamente consciente de lo cerca que está mi torso de tocar su
hombro, pero no veo la manera de evitarlo. Conteniendo la respiración, le separo el
cabello y le demuestro lentamente cómo lo sostengo mientras trenzo las primeras
pasadas antes de soltarlo—. Está bien, ahora inténtalo.

Lamiendo sus labios, Shane me lanza una mirada, su mirada recorre mi rostro,
mi cuerpo y regresa. Luego asiente, volviendo su atención al cabello de su hermana.

Con cuidado, separa el cabello y comienza a trenzarlo. Tengo que morderme el


labio para evitar ofrecer una diatriba de consejos y aliento innecesarios. Sus manos
todavía se ven torpes e incómodas, sin la facilidad competente que estoy
acostumbrada a ver, pero a pesar de eso, en realidad está manejando una trenza
decente.

A medida que avanza, parece ganar confianza y se mueve un poco más rápido
cuando llega al final.

—¡Bien! —le digo cuando llega al punto en que cada vez más cabellos salen de
la trenza—. Detente ahí, y lo remataremos con otra liga. Y si quieres disfrazarlo,
puedes colocar un lazo en la parte superior o inferior o en ambos.

Con el ceño fruncido por la concentración, Shane envuelve la banda para el


cabello alrededor de la parte inferior de la trenza cuatro veces.

—¡Ahí tienes! —lo animo—. Así. ¡Perfecto!

—¿De verdad? —chilla Sophie, girando la cabeza y arrancando la trenza de la


mano de su hermano—. ¿Él lo hizo? ¿Realmente hizo un buen trabajo?

Asiento.

—Él lo hizo. Se ve bien.

—¡Déjame ver! —exige ella, poniéndose de pie.

—El baño está al final del pasillo a la derecha —le digo, y ella sale corriendo.

Shane se levanta del sofá.


—Gracias —me dice en voz baja, su mirada recorriendo mi cuerpo de nuevo.

Me tiro del dobladillo de mi camiseta de gran tamaño que suelo usar cuando
estoy holgazaneando en la casa, asegurándome de que cubra mi trasero, porque estas
mallas están desgastadas y nunca han sido completamente opacas, por eso han ha
sido relegadas a la ropa para estar en casa. Cuando solo esperaba a Sophie, no pensé
que importara demasiado. Si hubiera sabido que Shane vendría también, podría
haberme cambiado.

—Claro —respondo, manteniendo mi voz ligera y despreocupada—. Realmente


no es gran cosa. Estoy feliz de ayudar.

Tomando una respiración profunda, su pecho se hincha, presionando contra la


tela de su polo del Equipo de Fútbol de la Preparatoria Arcadian Falls y atrayendo
mis ojos. Es grande y ancho, y cuando estoy cerca de él de esta manera, me hace
sentir pequeña y como si quisiera enterrarme en él y tener sus brazos alrededor de mí
para darme calor y protección.

Pero de ninguna manera va a suceder eso. Al menos ahora no. No después de


que me besó y se disculpó por eso.

—¡Voy al baño! —grita Sophie, seguido por el inconfundible clic de la puerta del
baño al cerrarse.

—Sobre la otra noche... —comienza.

Y frunzo el ceño. Inmediatamente y completamente sin querer.

Suspira, esta vez sonando frustrado.

—Me han informado que soy un idiota por disculparme.

Eso me hace parpadear.

—¿Por quién?

Agita una mano.

—Eso no es importante. Así que ahora estoy pidiendo disculpas por disculparme.
Realmente pareces genial, Sarah…

Levanto una mano para detenerlo.


—Por favor deja de hacerlo. Realmente no quiero más disculpas o discursos de
‘no eres tú, soy yo’. Te arrepientes de besarme. No quieres que vuelva a suceder. Lo
entiendo. No digas más.

Sus ojos se entrecierran y su mandíbula se flexiona como si estuviera rechinando


los dientes. Luego, toma mi mejilla con la mano y acerca su boca a la mía. De nuevo.
Shane
Una vez más, no puedo controlarme con esta mujer. Ella tenía razón en que
debería haber enviado a Sophie y quedarme en casa. Pero entonces no habría
trenzado su cabello con éxito. De alguna manera, tenerlo en una cola de caballo
primero hizo que fuera mucho más fácil de manejar. Nunca lo hubiera adivinado. Y
ninguno de los videos que vi lo sugirió.

Solo Sarah.

Esta vez ella me devuelve el beso de inmediato, su mano yendo a mi muñeca


como para sostenerme en mi lugar, sus labios separándose ante los míos. Deslizo la
punta de mi lengua a lo largo de su labio inferior, deseando solo el más breve sabor,
captando un toque de dulzura.

Y tan abruptamente como la besé, ella me aleja, su palma golpea en el centro del
pecho y me empuja hacia atrás antes de que siquiera registre lo que está sucediendo.

Parpadeo hacia ella, aturdido.

—Lo siento —digo automáticamente.

Ella levanta un dedo, sus ojos se entrecierran.

—No lo hagas. No te atrevas a disculparte ahora mismo. O si te vas a disculpar,


di que lamentas haberme dado señales contradictorias. Definitivamente eso vale la
pena una disculpa.

Pasando una mano por mi cara, suspiro profundamente. ¿Qué diablos estaba
pensando?

No lo estaba. Ese es el problema.

—Lo siento, Sarah. Por buscarte en el trabajo y molestarte. Para las señales
contradictorias. Por no escuchar a tu mejor juicio.
El sonido de la cadena del inodoro significa que solo tenemos unos preciosos
segundos antes de que Sophie vuelva aquí. Y es por eso que no puedo imaginar que
algo le esté pasando a nadie en este momento. ¿Cómo se supone que voy a hacer
malabares con las expectativas de una mujer y la crianza de mi hermana?

Hago un gesto de impotencia y Sarah niega con la cabeza.

—Déjalo ir, Shane. Está bien. De verdad.

No está bien Lo sé. Pero la puerta del baño se abre, y Sophie vuelve a salir
corriendo, ajena a la tensión que se acumula entre Sarah y yo.

—¡Lo hiciste, Shane! ¡Lo hiciste! —grita, lanzándose hacia mí tan pronto como
se acerca lo suficiente.

La atrapo y la levanto.

—¿Lo hice bien?

Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y me da un apretón.

—¡Lo hiciste genial! ¡Me encanta! —Ella se retuerce y la dejo—. ¡Toma una foto!

Con mi teléfono tomo algunas fotos de la trenza, mi corazón se hincha de orgullo


por el hecho de que finalmente logré una trenza respetable. Y nunca podría haberlo
hecho si Sarah, la duende, no hubiera entrado en mi vida de lleno.

—Gracias —le digo, poniendo tanta sinceridad en mis palabras como puedo—.
Realmente aprecio toda tu ayuda. Sé que no siempre lo he recibido con agrado, pero
me alegro de que no aceptes un no por respuesta.

Ella agita una mano, rechazando mi agradecimiento.

—No es nada. En realidad.

—Sí es algo —insisto—. Tenías razón en que aceptar ayuda no es un signo de


debilidad. No creo que me hubiera dado cuenta de esto por mi cuenta.

—¿Puedo tener mi iPad ahora? —pregunta Sophie en voz alta.

Riendo, la acerco más.


—Probablemente deberíamos ir a casa y dejar tranquila a Sarah. Y luego, sí,
puedes tener tu iPad por un tiempo antes de acostarte. Ve a ponerte las botas y el
abrigo, ¿de acuerdo?

Con ella tan cerca, tengo que tener cuidado con lo que digo, pero bajo la voz y
me acerco a Sarah.

—Me gustaría continuar nuestra conversación más tarde.

Su mirada fría, sus ojos se mueven rápidamente hacia Sophie y luego hacia mí.

—No estoy segura de qué más puedo decir. Lo has dejado muy claro.

—¿Lo he hecho? —pregunto, arqueando una ceja.

Ella mira mis labios y sus hombros parecen caer. No mucho, pero le estoy
prestando mucha atención y me doy cuenta.

—Quizás no —admite—. Pero no estoy interesada en alguien que no puede


tomar una decisión.

—¡Hecho! —Sophie corre y tira de mi mano—. ¡Vamos, Shane!

—Muy bien, Sophie bug. Dame un segundo para ponerme las botas. Dile adiós
a Sarah.

Sophie envuelve sus brazos alrededor de la cintura de Sarah mientras me dirijo


hacia la puerta.

—¡Adiós, Sarah!

Las observo mientras recojo mi abrigo de donde Sophie lo dejó en el suelo y me


pongo las botas. Sarah le sonríe a mi hermana, luego se pone en cuclillas para darle
un abrazo real, la sonrisa en su rostro es genuina, como si este abrazo fuera la mejor
parte de su día.

Tengo que admitir que Sophie da buenos abrazos. Y teniendo en cuenta que
ciertamente empeoré su noche con mi beso no planeado y mis disculpas torpes, que
de alguna manera todavía parecen ser lo peor que podría haber hecho, y no estoy
muy seguro de por qué o qué debería decir en su lugar, con suerte un abrazo de una
niña linda lo compensa un poco.

Desafortunadamente, el aire frío de la noche no hace nada para aclarar mi mente,


y todo en lo que puedo pensar es en la forma en que sus labios se sintieron contra los
míos, la forma en que jadeó cuando la probé, la forma en que se aferró a mí como si
yo fuera lo único que la mantiene con los pies en la tierra.

Absolutamente no debería, pero quiero más. Más de eso. Más de ella. Y sin
Sophie en la habitación de al lado esperando para volver a entrar.

Y ese es el problema. No es que no haya querido tener una cita, aunque para ser
honesto, no he querido salir con nadie específicamente desde que me mudé aquí, es
que no veo cómo hacerlo realidad.

Si consigo una niñera para Sophie, no puedo traer una cita a mi casa. Lo que
significa que tengo que conseguir una niñera para Sophie para poder ir a la casa de
otra persona. Y en mi experiencia, a las mujeres no les gusta tener que ser anfitrionas
todo el tiempo, necesariamente. También está el problema de mi disponibilidad.
¿Cuándo tendría tiempo para estas mágicas citas? Por mucho que me guste Sarah, y
me gusta, tampoco quiero necesariamente salir con ella. No quiero tener que pasar
por el doloroso proceso de la cena o las bebidas. Besarla ha despertado mis impulsos
más básicos, y prefiero saltarme todo eso e ir directamente a la parte desnuda sin
hacer todo el asunto de las tres citas para llegar allí.

¿Eso me convierte en un idiota? ¿O un cabrón?

Pero si solo quiero hacer eso con una mujer, y no una serie de aventuras de una
noche, entonces no soy un cabrón, ¿verdad? Lo son tipos que dejan que una mujer
piense que están interesados en una relación cuando todo lo que quieren es follar,
¿no es así?

No tengo ninguna intención de hacer eso. No tengo el tiempo ni la energía para


ese tipo de drama.

Pero tampoco tengo el tiempo ni la energía para una relación real.

Mis pensamientos giran en torno a esto ‘Sarah-sexo-¿cómo?’ En un bucle sin fin


mientras me cambio a una camiseta y pantalones de chándal mientras Sophie mira
YouTube durante media hora antes de acostarse.

Y a pesar de que me dijo que la dejara en paz, prácticamente, me encuentro


sacando mi teléfono y enviando un mensaje de texto a Sarah mientras Sophie se
cepilla los dientes y se cambia para ir a la cama.

Yo: Lamento las señales contradictorias.


Me guardo el teléfono en el bolsillo, decidido a no revisarlo constantemente
mientras termino de llevar a Sophie a la cama. Leímos algunos capítulos del libro
Diario de un zombi de Minecraft que realmente le gusta en este momento, luego le doy
las buenas noches, le beso la frente y salgo de la habitación, dejando la puerta
ligeramente abierta en caso de que necesite algo y para que sepa que no está sola.

Nos ha llevado meses llegar a este punto. Inmediatamente después de que mamá
y papá murieran, ella solo dormía en su habitación e insistía en que Mallory y yo
durmiéramos allí con ella. Brad también cuando llegó a casa.

Después de un par de semanas, conseguí que durmiera en su habitación, pero


solo si yo dormía en el suelo. Una vez que nos mudamos aquí, durmió en mi
habitación por un tiempo, pero con la ayuda de su terapeuta, la llevamos a su propia
habitación, donde yo me sentaba con ella hasta que se dormía. Justo antes de Acción
de Gracias, llegamos a este punto, donde puedo leerle y decirle buenas noches y
marcharme y ella se irá a dormir sola.

Generalmente.

—Shane —llama mientras bajo las escaleras.

—¿Qué pasa, bug? —pregunto suavemente.

—Tengo sed.

Suspiro. No es una sorpresa. Ésa es la razón habitual por la que se levanta de la


cama en una noche como esta.

—Bien. Te traeré un poco de agua. Ve a acostarte, ¿de acuerdo?

Corro por las escaleras y lleno una de las botellas deportivas de agua que están
designadas como suyas, subiendo las escaleras de dos en dos en mi camino de
regreso.

—Aquí tienes —le digo, resistiendo el impulso de meter la mano en mi bolsillo


para revisar mi teléfono. ¿Qué pasa si Sarah me respondió y no lo sentí alerta?

Se sienta y me mira mientras bebe el agua y me la devuelve cuando termina. La


dejo en su mesita de noche y me inclino para besar su frente.

—Bien. Buenas noches, Soph. Duerme bien.

—Buenas noches, Shane.


Tiro de la puerta casi cerrada, luego busco en mi bolsillo mientras camino
lentamente hacia las escaleras. Se me corta el aliento cuando veo que Sarah me ha
respondido un mensaje de texto.

Sarah: Te dije que está bien. Olvidémoslo y sigamos adelante.

Sin embargo, ese es el problema. No quiero olvidarme de eso y seguir adelante.

—¿Shane?

Me vuelvo, todavía en lo alto de las escaleras, y reprimo un suspiro.

—¿Qué pasa, Sophie?

Normalmente puedo predecir estas noches. Ocurren cuando algo desencadena


un recuerdo, pero por lo general hay una indicación antes de acostarse de que ella
está recordando a mamá y papá o sobre enterarse del accidente o el funeral o algo
así.

Sin embargo, hoy ha sido bueno, así que no estoy seguro de qué provocó esto.

—¿Puedes sentarte conmigo? ¿Por favor?

Apago mi teléfono y lo guardo en mi bolsillo. Averiguar qué quiero con Sarah


tendrá que esperar. Bueno, para ser precisos, habrá que esperar para descubrir cómo
hacer que suceda lo que quiero con Sarah. Porque esto, aquí mismo, es lo que se
interpone en el camino para hacerlo más fácil.

—Claro, Soph. Me sentaré contigo un rato.

Cierro la distancia entre nosotros, inclinándome para dejar un beso en la parte


superior de su cabeza y la conduzco de regreso a su habitación. Una vez que vuelve
a estar debajo de las mantas, me aseguro de que tenga todas sus cosas favoritas juntas
y las vuelvo a meter, luego me siento en el suelo junto a su cama. Cuando tiene las
cosas tapadas apiladas a su alrededor de esa manera, no hay mucho espacio extra
para que yo quepa en su cama de tamaño matrimonial.

Se pone de costado frente a mí, con las manos metidas debajo de la mejilla.

—Te quiero, Shane.

—También te quiero, Sophie bug.

Extendiendo la mano, le doy unas palmaditas en la pierna.


Ella está callada por unos minutos, y me pregunto si será así y ahora se quedará
dormida. Pero luego, en voz muy baja, dice:

—Extraño a mamá.

—Sí —le respondo en un susurro—. Lo sé. Yo también.

—Desearía que mamá todavía pudiera trenzarme el cabello.

—Ella era mucho mejor en eso que yo, ¿eh?

Eso le saca una sonrisa, incluso mientras se seca una lágrima de la mejilla. Mi
corazón se aprieta. Tengo tantas ganas de hacer que todo sea mejor para ella, pero
no hay nada que pueda hacer. Y cuando le pregunté a su terapeuta qué hacer con
esto, todo lo que dijo fue simplemente estuviera aquí, dejarla llorar si lo necesitaba o
hablar sobre lo que sea que necesite dejar salir.

—Sí —dice ella, con la voz ronca—. Ella lo era. Sin embargo, lo hiciste bien esta
noche.

Le doy una suave sonrisa.

—Gracias.

—Sarah también es muy buena en eso.

—Sí. Creo que ha tenido más práctica que yo.

Ella me da una mirada de bueno, duh, y dejo escapar una risa tranquila.

—Me alegro de que viva al lado —dice—. Me alegro de habernos mudado aquí.

No estoy seguro de cómo responder a eso, exactamente. Pero finalmente me


decido por:

—Yo también.
Sarah
Tan pronto como Shane y Sophie se van, hablo por teléfono con Olivia,
informándola.

—¡¿Él hizo qué?! —Ella prácticamente grita.

—Sí. Entonces. ¿Sabes algo sobre quién podría haberle dicho que cazarme en el
trabajo y disculparse conmigo fue una mala idea? —pregunto con aspereza.

Porque aunque sé que ella estaba indignada por mí la otra noche, no quería que
actuara de acuerdo con esos sentimientos.

—Culpable de los cargos —dice sin una pizca de remordimiento—. Me encontré


con él en la tienda de comestibles antes y no podía dejar pasar la oportunidad.
Alguien necesitaba decírselo. Sabía que tú no ibas a hacerlo. Así que eso me dejó a
mí.

—Olivia —le digo, vertiendo toda mi irritación con ella en su nombre.

—Sarah —imita—. Mira, no le dije que te buscara y que volviera a disculparse.


Solo estaba tratando de darle un consejo para ayudarlo con futuras relaciones. Con
alguien que no seas tú. Porque necesitas bloquearlo y dejarlo en paz. Está emitiendo
demasiadas señales contradictorias, y si no lo haces, no solo te estarás preparando
para un mundo de dolor, sino que estarás haciendo un flaco favor a las mujeres en
todas partes.

—Oh, Dios mío, Olivia —balbuceo—. ¿Demasiado dramática?

—No —protesta—. Estoy hablando en serio. Si se le permite salirse con la suya,


pensará que es un comportamiento aceptable, y no lo es en absoluto. El primer beso
estuvo bien. Agradable, según tú. Luego fue y lo arruinó disculpándose por besarte.
Una cosa es decir que no puede tener una relación, y ser sincero al respecto es
encomiable, pero ¿disculparse por hacer algo que ambos claramente querían? Eso es
pura mierda.
»¡Y luego! —Hace una pausa para respirar profundamente y yo me hundo en el
sofá, sabiendo que ella se está poniendo en marcha—. ¡Luego! ¡Lo vuelve a hacer!
¿Qué pasa con este chico? No puede andar disculpándose por besarte y decirte que
no puede volver a suceder, ¡y luego besarte de nuevo en la próxima oportunidad! ¡No
es así como funcionan las cosas!

Hay un golpe sordo en su extremo, estoy segura de que fue causado por golpear
su palma en la superficie plana más cercana.

No puedo evitar reírme de lo enojada que está por mí.

—No es gracioso, Sarah. Solo hazte un favor y bloquéalo.

—No voy a bloquearlo. Le estoy ayudando a aprender a trenzar el cabello de su


hermana.

—¿Y por qué es ese tu trabajo?

Suspirando, niego con la cabeza, sonriendo al recordar lo orgulloso que estaba


de sí mismo cuando terminó.

—Porque nadie más está llenando ese vacío. Realmente no me importa, Olivia.
Soy una niña grande. Puedo cuidar de mí misma.

—Dices eso, pero cada vez, vienes derramando tus tripas conmigo, toda enojada
y molesta.

—¿Estás diciendo que ya no quieres que te cuente estas cosas?

—¡No! —Su protesta es inmediata—. Esta es la primera vez que tienes algo
interesante que contar en mucho tiempo. Pero ya sabes cómo eres...

Entrecerrando los ojos, mantengo mi tono plano.

—No. Por favor explícame. ¿Como soy?

Ella suspira.

—Vamos, Sarah. Sabes que siempre te interesan más los chicos que no están
disponibles. —Cuando no respondo, decide que necesita hacer una lista—. Estaba
Curtis Bauer en octavo grado, de quien estuviste enamorada durante un año
completo a pesar de que no solo no tenía idea de que existías, sino que también tenía
una novia todo ese tiempo. Luego estaba Ruben Jones en la preparatoria, de quien
estuviste enamorada hasta que éramos estudiantes de tercer año incluso cuando
tuviste un par de otros novios. Y la única razón por la que lo dejaste fue porque se
graduó. Luego estaba Samuel Hagen, el último año, que era dos años más joven, no
tan lindo, ¡y estuvo contigo para usar tu auto!

—Bien. Admito que Sam fue un error.

—Gracias. Y desde entonces, has salido con algunos chicos, pero no estabas
realmente interesada en ninguno de ellos. En su mayor parte te has envuelto en el
trabajo. Lo cual está bien si eso es lo que te hace feliz, pero ahora te involucras con
otro chico que no está disponible. Te ha dicho en tu cara que no lo está. Simplemente
no quiero que salgas lastimada.

Suspirando, me acomodo en el sofá, apoyando mi cabeza en el brazo.

—Aprecio tu preocupación. Pero no planeo involucrarme con él, así que creo
que tu preocupación está fuera de lugar.

—Oh, no. Dices eso, pero sigues dejándolo besarte.

—Para ser justos, lo aparté de mí esta noche.

—Correcto. ¿Y le devolviste el beso antes de eso?

No respondo durante un largo momento. Luego:

—Me apego a la quinta.

Olivia suelta una risa irónica.

—Dejo mi caso, su señoría.

—Prometo que no dejaré que me lastime, ¿de acuerdo?

Ella tararea pensativa.

—Supongo que eso tendrá que ser suficiente.

Shane parece haber decidido dejarme en paz esta vez, porque no lo veo ni tengo
noticias de él durante un par de días.

Lo cual está bien. Demasiado bien.


No lo extraño. O me pregunto qué está haciendo. O si ha intentado volver a
trenzar el cabello de Sophie. O si se ha vuelto más aventurero y ha probado una
trenza normal ahora que sabe cómo manejar el cabello un poco mejor. O cómo está
Sophie. Y si está feliz porque se acercan las vacaciones escolares y está emocionada
por recibir un montón de regalos. O si tiene más problemas de comportamiento
debido al estrés de pasar su primera Navidad sin sus padres.

No. No pienso en esas cosas varias veces durante el día. O levanto la mirada
cada vez que se abra la puerta de la tienda para ver si es Shane nuevamente. Luego,
escondiendo mi decepción detrás de una sonrisa para el nuevo cliente.

Para nada.

Ugh. Bien. Quizás Olivia tiene razón en estar preocupada de que salga lastimada
si me involucro más con él.

Puede que ya sea demasiado tarde, hasta cierto punto. No es que tenga el
corazón roto ni nada. Pero la idea de no verlo a él y a Sophie regularmente me causa
un dolor sordo justo debajo de mi esternón. Me he acostumbrado a tenerlos cerca tan
rápida y fácilmente. Y realmente quiero más de esos besos. ¿Qué pasaría si no nos
interrumpieran?

Pero, ¿cuándo y cómo sucedería eso? No quiere salir con nadie. No va a


encontrar una niñera solo para que podamos besarnos... o hacer más que besarnos.

La parte inferior de mi cuerpo se aprieta ante la idea de hacer algo más que
besarnos. Como señaló Olivia, ha pasado mucho tiempo desde que salí con alguien,
y no me interesan las aventuras de una noche. Y nadie por aquí ha captado mi interés
tampoco.

Hasta Shane.

Lo cual es completamente inconveniente, ya que no está disponible.

Y Olivia tiene razón, por mucho que odio admitirlo. Me atraen más los chicos
que no están disponibles. Pensé que había superado esta tendencia, como lo
demuestra el puñado de relaciones de corta duración que tuve después de la
preparatoria y el hecho de que no he desarrollado ningún enamoramiento duradero
por hombres no disponibles. Pero han pasado un par de años desde el último chico
con el que salí, y tal vez ninguno de ellos duró porque estaban con personas que en
realidad estaban emocionalmente disponibles.
O tal vez no duraron porque simplemente no eran las relaciones adecuadas. Y
tal vez me atrae Shane porque es alto y ancho y el rastrojo de su barba cuando se
frota la cara envía escalofríos de alegría por mi columna y la forma en que se siente
en mi piel es aún mejor y sus labios carnosos saben cómo besar mejor que nadie a
quien haya tenido el placer de besar antes.

Pero como le dije a Olivia, no tengo ninguna intención de involucrarme con él.
Incluso si quisiera, dejó en claro que él no lo hace.

Mi cuerpo no parece haber recibido el mensaje de que ya no vamos a besar a


Shane, así que no tiene sentido emocionarse con él, porque cuando finalmente me
envía un mensaje de texto pidiéndome ayuda con el cabello de Sophie de nuevo, mi
corazón comienza a acelerarse y mis bragas de inmediato se mojan.

Esta vez no me molesto en intentar que él la envíe aquí. Es más fácil para mí ir
con ellos, y luego puedo irme si terminamos solos. Sí, ese parece el plan más seguro.

Sophie abre la puerta, su cabello suelto y rebotando mientras salta de emoción.

—¡Sarah! ¡Sarah! ¡Me alegro mucho de que estés aquí! ¡No te he visto en años!

Se lanza hacia mí y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura.

Riendo, le doy unas palmaditas en los hombros.

—Yo también estoy feliz de verte. ¿Qué tal la escuela?

Ella se echa hacia atrás y arruga la nariz.

—Está bien. Janie Stevens tuvo su cumpleaños hoy, así que trajo pastelitos. Sin
embargo, no podré hacer eso. Mi cumpleaños es en verano, así que ya no estaremos
en la escuela.

—Aww, eso es un fastidio. Tal vez yo pueda traerte pastelitos.

Sus ojos se iluminan de inmediato y le lanzo una mirada culpable a Shane.


Probablemente no debería estar prometiendo pastelitos de cumpleaños cuando no sé
exactamente cuándo es su cumpleaños y quién sabe si todavía estaremos hablando
para entonces.

Él simplemente se encoge de hombros en respuesta y dice:

—Lo resolveremos.
—Muy bien, ¿qué tipo de trenza queremos esta noche? —pregunto, con la
esperanza de sacarnos del tema de los pastelitos de cumpleaños o los cumpleaños en
general. Si su cumpleaños es en verano, ¿fue antes o después de la muerte de sus
padres?

—¡Una corona! ¡Una corona! —grita Sophie, saltando lejos de mí y corriendo


hacia el sofá.

Miro a Shane con las cejas arqueadas.

—¿Una corona?

Hace un gesto alrededor de su cabeza.

—¿Conoces las que dan la vuelta y se parecen un poco a una corona? ¿Puedes
hacer eso?

Mordiéndome el labio, me encojo de hombros.

—Puedo dar lo mejor de mí.

Sophie se desinfla, las lágrimas inmediatamente llenan sus ojos.

—¿No puedes hacerla?

Me quito el abrigo y las botas, me acerco al sofá y me siento, alcanzando sus


manos.

—En realidad, nunca he hecho una antes. Así que voy a querer ver un video solo
para ver si lo que creo que debería hacerse es cómo alguien que sabe cómo es
correcto, ¿de acuerdo?

—¡Noooo! —se lamenta Sophie—. ¡No un video!

—¿Estás muy decepcionada de que no sepa cómo hacerlo ya? —pregunta Shane
detrás de mí, su voz tan baja y suave que también está funcionando en mí.

—Sí —grita Sophie, esnifando y secándose la cara con la manga—. Dijiste que
ella podía hacerlo.

—Dije que podíamos preguntarle. Y ella parecía saber todas las demás, así que
pensé que ella también podría saberlo. Pero no es culpa suya que tuviéramos
expectativas poco realistas. Sin embargo, está dispuesta a intentarlo. Y
probablemente tendrá más suerte con un video que yo, porque ya sabe muy bien
cómo trenzar el cabello. ¿Crees que podemos ser un poco pacientes y dejar que lo
intente?

Sophie parece contener la respiración mientras considera la pregunta, mirando


entre Shane y yo. Finalmente deja escapar un suspiro.

—Supongo —dice, sonando como si acabara de aceptar cambiar su helado por


brócoli. Se deja caer en el sofá junto a mí, con los brazos cruzados.

Mordiéndome el labio para no reírme, saco mi teléfono y busco un tutorial de lo


que ella quiere. Shane le da a Sophie su iPad para distraerla mientras veo un par de
diferentes videos, obteniendo una buena idea de la mejor manera de hacerlo
funcionar.

—Está bien, Sophie —le digo por fin, acariciando su pierna para llamar su
atención.

Se quita los auriculares, con expresión esperanzada.

—¿Puedes hacerlo?

—Creo que sí. Pero si lo estropeo, ¿me dejarás intentarlo de nuevo? Dado que es
mi primera vez, puede que me lleve un par de intentos.

—Está bien —dice, sonando dudosa.

Pero después de sus experiencias con su hermano viendo videos y fallando por
completo, realmente no puedo culparla.

Tengo razón en que se necesitan un par de intentos. Comenzarlo va bien, pero


es complicado ya que hago la transición por la parte inferior, y tenemos que
deshacerlo y comenzar de nuevo. Sophie deja escapar un suspiro, pero por lo demás
no deja ver que le preocupa estar decepcionada.

Cuando finalmente termino, no es tan perfecto como el del video, pero no está
mal para un primer intento si lo digo yo misma.

—¡Allí! ¡Todo listo! —proclamo, asegurando el final.

Sophie se vuelve hacia mí con los ojos muy abiertos.

—¿De verdad? ¿Lo hiciste?

Sonriendo, asiento con la cabeza.


—Lo hice. ¿Quieres que te tome una foto?

—¡Sí! ¡Sí!

Ella rebota y aplaude, luego gira la cabeza para que pueda tomar una foto desde
atrás.

—Muy bien, mira a tu hermano, déjame tomar una del lado también.

Ella hace lo que le pido, su sonrisa de perfil es adorable mientras tomo la foto.

—¡Déjeme ver! ¡Déjeme ver! —exige tan pronto como terminé—. Por favor —
agrega después de una mirada mordaz de su hermano.

Sonriendo, abro la aplicación de fotos y le entrego mi teléfono.

Ella grita de alegría, luego se lanza hacia mí para abrazarme.

—¡Lo hiciste, Sarah! ¡Lo hiciste! ¡Sabía que podías!

Comparto una mirada con Shane por encima del hombro y ambos nos reímos.
Entonces Sophie se aleja y sube corriendo las escaleras, supongo que irá a admirar
su reflejo en el espejo.

Tan pronto como se ha ido, me pongo de pie y camino lentamente hacia la


puerta.

—Gracias —dice Shane, su mirada cálida pero sus manos firmemente en sus
bolsillos.

—Mi placer. Feliz de ayudar.

Me mira ponerme la chaqueta y ponerme las botas, frunciendo el ceño.

—¿Te vas tan pronto?

Le doy una sonrisa triste y asiento con la cabeza.

—Creo que es mejor si lo hago, ¿no?

—Sarah, mira, yo...

Pero lo que sea que iba a decir es interrumpido por Sophie entrando en la
habitación.
—¡Me encanta! ¡Me encanta! ¡Me encanta! —Se detiene en seco cuando me ve
con mi abrigo y mis botas, su expresión es un espejo de la de su hermano—. ¿Te estas
yendo? ¿Ya?

Su labio inferior sobresale.

—Estoy seguro de que Sarah tiene cosas que necesita hacer —dice Shane
amablemente—. Démosle las gracias y déjala ir, ¿de acuerdo? Estoy seguro de que
puede volver y hacerlo de nuevo en otro momento.

—Por supuesto —le digo, inclinándome y abriendo los brazos para un abrazo.

—¡Gracias, Sarah! —chirría, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.

—Es un placer —le digo—. En cualquier momento.

Después de un último apretón, la suelto. Shane me sostiene los ojos durante


mucho tiempo antes de que finalmente salga por la puerta.

Sí... Olivia tiene razón. Probablemente debería bloquearlo y ahorrarme la


angustia.

Pero ya sé que no lo haré.


Shane
Me toma hasta después de que Sophie esté en la cama para reunir el valor para
enviar un mensaje de texto a Sarah. Es una tontería que esté nervioso, pero existe la
posibilidad de que ella diga que no. Después de todo, ella me alejó la última vez que
la besé, incluso si me devolvió el beso al principio.

Yo: ¿Puedo llevarte a tomar un café alguna vez?

Ni siquiera pretendo no estar esperando ansiosamente su respuesta esta vez. ¿A


quién engañaría de todos modos? Sophie está en la cama. Estoy solo en la sala de
estar. Ni siquiera puedo concentrarme en un programa de televisión porque estoy
muy atento por Sarah.

Tenerla aquí nuevamente lo confirmó, no quiero alejarme de ella. No quiero


dejarla sola. Intentarlo no tiene sentido. Incluso si todavía quisiera, Sophie no me
dejaría, para empezar.

Por otro lado, cuando Sarah está aquí, nada se siente tan sombrío como de otra
manera. Cuando Sophie la convenció de que se quedara a ver películas, fue la velada
más agradable que tuve desde antes de la muerte de mis padres. Claro, las noches de
película solamente Sophie y yo están bien, pero Sarah parece iluminar el lugar.

Sophie también lo siente. Puedo decirlo. Ella está más feliz cuando Sarah está
aquí, y no solo porque su cabello está siendo trenzando.

He logrado recrear mi éxito un par de veces desde el tutorial en la casa de Sarah,


y aunque Sophie está feliz de que ya no estoy completamente desesperado, no está
tan emocionada como cuando Sarah la peina.

Tal vez sea complicado y no a lo que estoy acostumbrado, pero quiero perseguir
algo con Sarah. O al menos intentarlo. Incluso si todavía no estoy muy seguro de
cómo.
Quiero sentir su cuerpo derretirse contra el mío cuando la beso. Quiero envolver
uno de esos rizos al final de su cola de caballo alrededor de mi dedo y sentir su sedosa
suavidad. Quiero ver esa expresión sonrojada y llena de deseo en su rostro como la
primera vez que la besé. Y quiero saber cómo se ve a medida que se intensifica.

Solo pensar en eso hace que mi polla se endurezca en mis pantalones de chándal,
y como estoy solo, me meto la mano en el interior y me acaricio hasta alcanzar la
máxima dureza.

Mi teléfono vibra en mi otra mano y levanto la pantalla para leer su respuesta,


los nervios zumban sobre mi piel como electricidad.

Sarah: ¿Por qué?

No es exactamente la respuesta que esperaba, pero no un no automático. Eso


parece esperanzador al menos.

Yo: Quiero tener la oportunidad de hablar contigo sin que nos interrumpan.

Sarah: Podrías llamarme ahora...

Yo: Prefiero hablar cara a cara.

Los puntos danzantes aparecen y desaparecen unas cuantas veces, y la decepción


hace que mi pene se ablande.

Entonces recibo otra alerta.

Sarah: Podría ir ahora si quieres, ya que supongo que Sophie ya está dormida.

Una oleada de adrenalina hace que mi corazón se acelere, y me enderezo los


pantalones en mi camino hacia las escaleras de dos en dos para asegurarme de que
Sophie está, de hecho, dormida, antes de contestar.

Yo: Eso funciona. Ella está fuera de combate.

Sarah: Estaré allí en 5.

Espero junto a la puerta como un centinela para que no tenga que llamar, y la
abro tan pronto como veo su sombra oscureciendo las ventanas laterales.

Ella me da una sonrisa tentativa cuando entra.


—Oye —dice en voz baja—. ¿De qué querías hablar?

—Quítate el abrigo y las botas. Pasa. ¿Quieres algo de beber? ¿Agua? ¿Vino?
¿Chocolate caliente?

Su sonrisa se vuelve más cálida mientras se quita la ropa abrigadora, y noto que
se ha cambiado de ropa desde que estuvo aquí antes, vestida con mallas que parecen
ridículamente suaves y una sudadera de gran tamaño. Su cabello está amontonado
en la parte superior de su cabeza en un moño desordenado, y su rostro está libre de
maquillaje.

—Un chocolate caliente suena bien, en realidad —dice, poniéndose como en


casa y colgando su abrigo en el armario del pasillo.

—Excelente. Entra en la cocina. Ya sale.

Lleno el hervidor eléctrico y lo enciendo antes de sacar la mezcla de chocolate


caliente de la despensa. También sostengo una botella de Bailey’s y la miro
interrogante.

—Claro —dice, acomodándose en uno de los taburetes sin respaldo en la barra


del desayuno—. Aunque no demasiado.

Me ocupo de sacar las tazas y recoger la mezcla mientras el agua se calienta,


dividido entre la anticipación vertiginosa y los nervios. No esperaba que se ofreciera
a venir esta noche. Pensé que planearíamos reunirnos en un día diferente, y tendría
tiempo para averiguar exactamente qué quería decirle. En cambio, supongo que
simplemente voy a improvisar.

Después de cubrir nuestros chocolates calientes con un sólido vertido de Bailey’s,


le paso una taza y me uno a ella en la barra del desayuno.

Se da vuelta en su taburete, soplando su chocolate caliente antes de tomar un


sorbo, sus ojos nunca dejan los míos.

—¿De qué querías hablar?

Tomo un sorbo de mi propio chocolate caliente, buscando tiempo. Con ella aquí
a mi lado, mirándome tan intensamente, no estoy seguro de lo que quiero decir. O
como quiero decirlo. Todo lo que traté de pensar mientras esperaba que ella llegara
y preparara el chocolate caliente se desvaneció por completo de mi cerebro.

—Bueno, um...
Dejo mi taza y la coloco de modo que el asa quede así.

Cuando miro a Sarah, ella me mira con las cejas arqueadas.

—Pareces nervioso.

Dejé escapar una risa ronca.

—Supongo que lo estoy.

—¿Sobre?

Aclarando mi garganta, niego con la cabeza, manteniendo mi mirada fija en la


humeante taza de chocolate caliente.

—Esto. No he... hecho nada como esto antes.

—¿Tomar chocolate caliente a altas horas de la noche con una mujer?

Con una suave risa, la miro a los ojos y niego con la cabeza.

—Eso no es lo que quiero decir.

Deja escapar un tarareo pensativo y toma un sorbo de su bebida, y mis ojos se


ven atraídos por la forma en que sus labios se fruncen alrededor del borde de su taza,
uno de los recuerdos de nuestro viaje familiar al Monte Rushmore cuando estaba en
la secundaria, la forma en que lame las gotas de líquido de sus labios después de
tomar un sorbo. Y quiero probar esos labios de nuevo.

Su expresión se vuelve seria y deja la taza en la mesa.

—Estás mirando mi boca otra vez.

Levanto mis ojos a los de ella.

—Sí.

—Lo hiciste las dos últimas veces que me besaste. ¿Eso significa que estás
pensando en besarme?

No estoy seguro de si ella siempre es así de directa o si simplemente se ha cansado


de mis idioteces, pero algo al respecto es muy excitante.

—Sí.
Ella tararea, toma su taza y toma un sorbo, mirándome todo el tiempo.

—¿Está bien? —pregunto.

Ella arquea una ceja en respuesta y gira su taza en la barra del desayuno un par
de veces.

—Eso depende.

—¿Sobre?

Sus ojos se encuentran con los míos, determinación y algo más brillando en sus
profundidades, y se cruza de brazos.

—Si planeas disculparte conmigo de nuevo inmediatamente después.

Muestro una sonrisa ante eso y niego con la cabeza.

—No.

—¿No? —tararea, su mirada se vuelve abstracta mientras contempla eso—. ¿Qué


pasó con estar demasiado ocupado para una relación? —Ella inclina la cabeza hacia
un lado—. Aunque lo que quieres decir específicamente con ‘relación’ nunca se
definió realmente. Porque has logrado encontrar tiempo para besarme dos veces en
un período de tiempo relativamente corto. Y mira —Abre los brazos, señalando mi
casa—, hemos conseguido encontrarnos un tiempo ininterrumpido para nosotros.
Fácilmente podríamos estar besándonos en este momento.

Ella obviamente no ha terminado, y la miro, divertido, mientras bebo mi bebida.

Dando golpecitos con el dedo en los labios fruncidos, entrecierra los ojos.

—¿Y qué te hace pensar que quiero una relación de todos modos?

Eso me detiene en seco, mi pulso acelerado, la sangre corriendo hacia el sur.

—¿No quieres una relación?

Ella levanta un hombro.

—No eres el único que está ocupado. —Apoyando el codo en la encimera, marca
puntos con los dedos—. Dirijo el Emporio de la Navidad, lo que me mantiene muy
ocupada durante todo el año. Es Navidad, lo que significa que estoy aún más
ocupada en esta época del año y, aunque técnicamente tengo días libres, la realidad es
que estoy en la tienda al menos parte del tiempo los siete días de la semana. Tengo
amigos y familia y obligaciones e intereses propios fuera de eso también. Si estuviera
en el mercado por una relación, definitivamente no iniciaría una ahora.

—Bien.

Es todo lo que puedo pensar en decir. Tal vez mi idea no sea tan difícil de vender
como temía.

—Entonces... —Coloca sus antebrazos en el mostrador y se apoya en ellos—.


Quieres besarme, pero ninguno de los dos tiene tiempo para una relación. Me pediste
una conversación cara a cara sobre... algo. —Ella voltea una mano y hace un elegante
gesto para abarcar ‘algo’—. ¿Qué tenías en mente?

Aclarando mi garganta, coloco mi antebrazo en el mostrador y me inclino en su


dirección.

—Realmente disfruté de nuestros besos. Y en realidad no lo lamento por ellos.


Nunca lo hice.

Sus ojos se enfocan en mis labios.

—Bien. Yo tampoco.

—Dado que parecemos estar en la misma página de que besar es divertido, pero
ambos estamos demasiado ocupados para una relación real, estaba pensando que
podríamos divertirnos juntos cuando podamos y no preocuparnos demasiado por el
resto.

Ella deja escapar otro tarareo pensativo y yo contengo la respiración, esperando


su respuesta.

Pero está tardando demasiado para mi gusto. Poniendo un pie en el suelo, me


acerco, cubriendo sus labios con los míos.

Ella me devuelve el beso de inmediato, una mano serpenteando detrás de mi


cuello y sosteniéndome en mi lugar. Nos volvemos hacia el otro al mismo tiempo, y
dejo mi taburete, rodeándola con mis brazos y profundizando el beso. Sabe a
chocolate con el toque del Bailey’s. Obtenerlo de su boca es diez veces más
embriagador que beberlo directamente de la botella.
Después de un momento, la mano en mi pecho ejerce una presión suave,
empujándome hacia atrás. Miro sus ojos vidriosos, empañados por la lujuria,
parpadeando para aclarar mi mente.

—¿Qué es?

—¿Es solo un beso? —pregunta, la mano en mi pecho jugando con la tela de mi


camiseta—. ¿O quieres hacer... otras cosas?

La miro a los ojos, tratando de averiguar si hay una respuesta correcta aquí.

—Sería feliz con lo que sea que te parezca.

Ella deja escapar una risita.

—Buena respuesta.

Luego, su mano detrás de mi cuello lleva mi boca a la de ella. Beso cada uno de
sus labios por turno, mordisqueando el de abajo antes de calmarlo con mi lengua.

—¿Podemos movernos al sofá? —murmuro contra sus labios.

Ella asiente, colgándose de mí mientras se baja del taburete de la barra.

Con mis manos en sus caderas, la guío hacia atrás hasta el sofá, besando sus
labios con cada paso.

Separándome de ella, me siento y extiendo una mano. Cuando la toma, la guío


a mi regazo, disfrutando de su peso mientras se posa sobre mis muslos. Tiene una
sonrisa tímida en su rostro, el labio inferior atrapado entre los dientes.

—¿Está bien? —pregunto, alisando un mechón de cabello detrás de su oreja.

Ella asiente.

—Bien.

Con una mano en su espalda, la acerco para darle otro beso. No tenía claro hasta
dónde estaba dispuesta a llegar. Pero si todo lo que obtengo son más besos esta noche,
estaré feliz con eso.
Sarah
Estoy besando a Shane Elliott.

Estoy sentada en su regazo en su sofá con sus manos en mi cabello y su pene


presionando entre mis piernas.

No me queda del todo claro cómo pasamos de ‘Perdón por besarte’ hace unos
días a esto, pero definitivamente no me quejo.

Estos besos son incluso mejores que los dos besos improvisados anteriores. Y
parece no haber un final a la vista.

Sus manos se mueven a mis caderas, y me sostiene en su lugar mientras se aprieta


contra mí, y ambos dejamos escapar gemidos de frustración y satisfacción a partes
iguales.

Se siente bien, pero no es lo suficientemente cerca.

Enmarca mi rostro con sus manos, terminando nuestro beso y reteniéndome lo


suficiente para que podamos enfocarnos el uno en el otro. Una suave sonrisa curva
sus suaves e hinchados labios.

—Me cuesta controlarme cuando estás cerca, Sarah.

Solté una carcajada.

—Me he dado cuenta.

Su sonrisa se ensancha más, sus ojos marrones brillando con diversión.

—Mi punto es, si solo nos besamos esta noche, probablemente deberíamos
detenernos, porque de lo contrario podría comenzar a intentar quitarte la ropa.

Mordiéndome el labio, lo miro, considerando esa posibilidad.


Sus ojos se ensanchan.

—¿Eso está en esa mesa? —pregunta, su voz ronca.

Alejándome de sus manos, miro su mesa de comedor.

—Quiero decir, supongo que la mesa es una opción, pero siento que el sofá es
más cómodo.

Lanza una risa de sorpresa, la sonrisa de vuelta en su rostro, y con su mano


ahuecando mi cráneo, trae mi boca a la suya para otro breve beso.

—Por eso me gustas, Sarah.

—Soy una buena besadora.

No creo necesariamente eso, pero parece la respuesta adecuada. Además, nunca


he tenido ninguna queja, y Shane seguro que parece disfrutar besándome, así que no
creo que esté fuera de lugar.

Eso provoca otra risa rápida.

—Quise decir que me haces reír. Me haces sentir bien. Me gusta eso. Me gustas.

Sus palabras me calientan desde dentro.

—Bien, gracias. Tú también me gustas.

Otra risa suave, y sus ojos vagan por mi rostro.

—Realmente no puedo imaginar por qué. Especialmente al principio, no fui muy


amable contigo.

Me encojo de hombros.

—Para ser justos, realmente no me agradaste al principio. Pero luego te vi con


Sophie, y eres tan bueno con ella, y eso es injustamente sexy. Además, descubrí que
el mal humor es una fachada. Una vez que pasas esa capa exterior crujiente, eres solo
un centro de turrón suave.

Se ríe de nuevo, y me gusta que puedo hacerlo reír, hacerlo sentir mejor, incluso
si es probable que sea solo en momentos robados como este.
Acariciando sus hombros, me deslizo de su regazo, y la mirada que me da está
tan llena de dolor que casi vuelvo a subir. Pero...

—Es tarde —susurro—. Probablemente debería irme a casa. Te levantas


temprano, ¿no?

Arquea el cuello para mirar el reloj de la cocina, luego se deja caer en el sofá con
un suspiro.

—Sí. Probablemente tengas razón. —Su mano se desliza hacia arriba y hacia
abajo por mi muslo—. Aunque realmente no quiero que te vayas.

Realmente está diciendo todas las cosas correctas esta noche. Lo cual es un buen
cambio de que él se meta constantemente el pie en la boca.

Suspiro.

—Yo tampoco quiero irme. Pero dijiste solo besarnos esta noche.

Levanta una ceja.

—Nunca indicaste que otra cosa era una opción.

Sonriendo, me inclino y lo beso.

—La próxima vez. No tendremos que hacer todo eso… —Me paro y agito una
mano en la cocina—, cantar y bailar para averiguar quién quiere qué. Avísame
cuando quieras volver a verme.

Toma mi mano antes de que pueda moverme hacia la puerta principal.

—Mañana. Te avisaré cuando Sophie esté dormida. ¿Está bien?

Sonriendo, le doy un apretón a su mano.

—Suena perfecto.

Una vez que estoy afuera en el frío, tengo que poner una mano sobre mi propia
boca para evitar chillar.

No puedo creer que eso acaba de suceder. Y aparentemente tengo una cita para
tener sexo con Shane mañana.
No estoy segura de cómo es mi vida en este momento, pero voy a disfrutar esto
mientras dure. No me hago ilusiones de que esto se convierta en el amor de mi vida
ni nada, pero tener algo más que orgasmos autoinducidos será un buen cambio de
ritmo. Ha pasado mucho tiempo.

Y algo me dice que Shane sabrá exactamente cómo hacer que eso suceda.

Pero por ahora... creo que uno de esos orgasmos autoinducidos es justo lo que
necesito. Porque me excitó con esos besos y me apretó contra él de esa manera.

Una vez dentro y fuera de mi ropa de invierno, me dirijo directamente a mi


habitación, me quito la ropa y saco mi juguete favorito de mi mesa de noche antes
de meterme en la cama.

Con el recuerdo de los labios de Shane en los míos, sus manos en mi cuerpo, me
provoco, tirando de un pezón con mi mano libre mientras trabajo el juguete sobre mi
clítoris en un entorno que me pone en marcha, pero no es lo suficientemente alto
como para llevarme al límite.

Quedándome allí, revivo cada momento de esta noche, desde la forma en que
me besó en su barra de desayuno, hasta la forma en que me guio hasta el sofá, hasta
la forma en que me sentó en su regazo.

A partir de ahí, la fantasía se hace cargo. Él desnudándome y acostándome sobre


la mesa de la cocina, diciéndome que se va a dar un festín conmigo. Montarlo en el
sofá. Se inclinó sobre el brazo del gran sillón del rincón. Apoyado en el taburete de
la barra y colgado de la barra de desayuno.

Dulce niño Jesús, si sus fantasías son tan buenas como las mías, podemos
divertirnos durante mucho tiempo.

Al presionar el botón de mi juguete, le doy vuelta, y con mi pezón atrapado entre


mis dedos, mi cuerpo se inclina fuera de la cama mientras me acerco. Me quedo
quieta allí por un largo momento, esperando alcanzar la cima y colapsar de nuevo en
la cama, respirando con dificultad mientras mi núcleo se aprieta rítmicamente.

No puedo esperar hasta mañana por la noche.

Shane: Ella está dormida.

Yo: Estaré ahí en 5.


Esta vez, cuando Shane me recibe en la puerta, no hay incomodidad. Toma mi
abrigo y lo cuelga mientras yo me quito las botas, y una vez hecho esto, sus brazos
me rodean y me besa. Profundamente.

Y mierda, me alegro de haberme cepillado los dientes antes de venir. Y sabe a


que él también se cepilló los suyos. Eso me hace sonreír, lo que arruina el beso, pero
considerando lo que me espera, no me importa en absoluto.

Él se echa hacia atrás, con una sonrisa a juego en su rostro.

—Hola —dice en voz baja.

—Hola —hago eco a su palabra.

—Me alegra que estes aquí.

—Yo también.

Dando un paso atrás, agarra mi mano y me tira hacia el sofá. Lo sigo, sonriendo
como una idiota, porque esto realmente está sucediendo.

Aunque obviamente lo hablamos y estuvimos de acuerdo, una pequeña parte de


mí esperaba que cambiara de opinión. Me ha dado tantas señales contradictorias
desde ese primer beso que pensé que podría echarse atrás en el último minuto.

Pero no lo ha hecho y claramente no tiene intención de hacerlo, sus pantalones


de tela suave no hacen nada para disfrazar la erección que ya está luciendo.

—¿Estás de acuerdo con hacer esto aquí? —pregunta, deteniéndose frente al


sofá—. Mi habitación está justo al lado de la de Sophie, y no quiero arriesgarme a
despertarla.

—Esto está bien. —Me subo al sofá de rodillas—. Sin embargo, nos
aseguraremos de que estemos tranquilos. Definitivamente no queremos despertar a
Sophie.

Shane se hunde en el sofá a mi lado, su mano ahuecando mi rostro mientras me


besa de nuevo.

—Dios, tus labios siempre saben tan bien —susurra entre besos.

Sus manos comienzan a vagar, deslizándose hasta el dobladillo de la camiseta


sin mangas con adornos de encaje que usaba debajo de mi abrigo de invierno. La
quita, rompiendo el beso para poder pasarla por encima de mi cabeza.
Su respiración lo deja apresurado mientras mira mis pechos ahuecados en mi
sujetador más bonito. No tengo muchos conjuntos de sujetador y bragas a juego, así
que me aseguré de que mi sujetador de encaje rosa favorito y mis bragas a juego
estuvieran limpios para esta noche. Nadie más que yo ha visto mi ropa interior en
mucho tiempo y quería hacer el esfuerzo.

Traza el borde de encaje de la copa de mi sujetador con un dedo, luego lo


engancha debajo de la tira de mi sujetador y lo baja por mi brazo, lo que facilita sacar
la copa del camino y exponer mi pecho a su mirada. Mi pezón se pone firme y él lo
roza suavemente con el pulgar, sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos para
comprobarlo antes de sumergir la cabeza y llevárselo a la boca.

Ahueco su cabeza con mis manos y me arqueo en su boca.

Cuando se mueve para tirar de la correa hacia abajo en el otro lado, alcanzo
detrás de mí y desabrocho los ganchos. Sus ojos se enfocaron en mi pecho, me quitó
el sostén, dejándolo caer en algún lugar a un lado. Tomando mis tetas en sus grandes
manos, las sostiene, deleitándose con ellas con sus ojos.

—Dios, eres hermosa —dice sin aliento.

El calor me invade con un rubor inusual. Sé que soy razonablemente atractiva,


pero no estoy acostumbrada a los cumplidos, especialmente no sobre mi cuerpo. Mi
barriga está un poco redonda por disfrutar helados y pastelitos la mayoría de las
veces. Y aunque sé que tengo un gran pecho, ha sido tanto una fuente de frustración
como de placer. Así que tener a Shane mirándome las tetas con un deleite tan
descarado me llena de un orgullo emocionado.

Inclinando la cabeza, tira de mi pezón entre sus labios y lo chupa, su lengua hace
algo muy agradable en la punta y me hace jadear. Levanta la cabeza con una sonrisa
de satisfacción y luego hace lo mismo con el otro lado.

Con una mano en mi esternón, me da un suave empujón.

—Recuéstate —ordena con voz ronca.

Hago lo que me pide, y se desliza hasta el suelo, empuja la mesa de café a un


lado y se arrodilla a mi lado antes de enganchar las manos en la cintura de mis mallas
y tirar.

Levantando mis caderas, lo ayudo a quitarme la ropa, plenamente consciente del


hecho de que ahora estoy totalmente desnuda mientras él todavía está vestido.
Cuando su mano aterriza en mi muslo, acaricia mi piel con algo así como
reverencia, sus ojos exploran cada centímetro de mi cuerpo, su rostro se ilumina con
lujuria. Y nunca me he sentido más deseada que en este momento.
Shane
Sarah está en mi sala de estar, extendida desnuda en mi sofá, y creo que podría
estar en el cielo.

Algo sobre esto, estar con ella, ya se siente diferente a cualquier otra experiencia
que haya tenido antes. Si soy honesto, ha sido así desde el primer beso. Tal vez sea
solo que el dolor me ha cambiado tanto, o tal vez sea la temporada, pero esto se siente
como un gran regalo, y planeo disfrutarlo todo el tiempo que pueda.

Cuando mis ojos llegan a su rostro, me da una pequeña sonrisa.

—Quítate la camiseta —murmura.

Con una sonrisa, cumplo, disfrutando la forma en que sus ojos recorren mi
pecho. Acercándome más, beso sus labios, acariciando con una mano su vientre y
bajando por su muslo hasta su rodilla. Cuando vuelvo al interior, acerco su pierna a
mí, abriéndola para mí al placer.

Intenta seguirme cuando me aparto del beso. Solo le sonrío y le susurro:

—Recuéstate.

Antes de que tenga la oportunidad de responder, agarro uno de sus pezones, lo


chupo como lo hice hace un segundo y hago que me dé otro de esos gratificantes
jadeos.

Acaricio hacia arriba y hacia abajo el interior de su muslo hasta que ella está
presionando sus piernas más separadas, su muslo presionando contra mi costado,
justo como la quiero.

Acariciándola con las yemas de mis dedos, trazo una línea hasta su vientre.
Luego coloco mi palma y la deslizo hacia abajo para ahuecarla. Ella levanta sus
caderas, presionando mi palma mientras continúo trabajando en sus pezones.
La abro, frotando mis dedos hacia arriba y hacia abajo, disfrutando la forma en
que ella cobra vida debajo de mí. Cuando hundo un dedo dentro de ella, sus caderas
se levantan de nuevo y deja escapar un grito ahogado. Levantando la cabeza, la
encuentro con los ojos cerrados, el labio inferior entre los dientes de nuevo y la cabeza
presionada contra el brazo del sofá.

—Joder, sí —le susurro—. Eso es caliente.

Sus ojos se abren, se fijan en los míos, su cuerpo se ondula para mí mientras
aprieto mi palma contra su clítoris, mi dedo buscando su punto G. Se sobresalta
cuando lo encuentro, sus manos agarran el cojín del sofá debajo de ella.

—Sí, nena. Déjame hacerte sentir bien.

—Oh, joder. Lo haces.

La forma en que ella cobra vida bajo mi toque, la forma en que me responde,
hace que me duela la polla y no puedo esperar más para obtener un poco de alivio.
Con mi mano libre, empujo mis pantalones por mis caderas y libero mi pene, ya
goteando líquido preseminal. Lo recojo y lo esparzo, levantándome lentamente
mientras trabajo en Sarah.

Se apoya en un codo, sus ojos pegados a mi mano trabajando mi polla. Su lengua


rosada se desliza y recorre su labio inferior.

—¿Quieres esto? —pregunto, presionándome a través del círculo de mis dedos.

Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos y asiente.

—Dímelo. Dime que quieres.

Se lame los labios de nuevo, sus ojos se abren de par en par, su garganta se agita
mientras traga.

—Yo, eh, quiero tocarte —susurra.

—Yo también quiero eso.

Se vuelve de costado, atrapando mi mano entre sus muslos, y mi única queja es


que es imposible hacer mucho más que tocarla profundamente. Pero luego sus
delgados dedos se deslizan alrededor de mi pene, su pulgar pasa por encima de la
cabeza y rodea la hendidura.
Mientras bombea lentamente hacia arriba y hacia abajo, me presiono contra su
mano, manteniendo la presión dentro de ella, aunque no puedo decir si está haciendo
mucho por ella. Se levanta con un codo, me trabaja con la otra mano, y joder, esto
me está matando.

—Arriba —ordeno con voz ronca.

Su mano se congela sobre mí y sus ojos vuelan hacia los míos, muy abiertos por
la sorpresa.

—Levántate un segundo.

Esta vez me las arreglo para que suene más como una petición que como un
sargento de instrucción ladrando órdenes.

Soltándome, la desgana clara en su rostro y en la forma en que lentamente


desenvuelve sus dedos, se pone de pie.

Una vez que mi mano está libre del cálido refugio de sus muslos, me pongo de
pie también, saco el condón de mi bolsillo y lo arrojo sobre la mesa de café detrás de
mí para que esté a mano, luego me quito la ropa rápidamente.

Tirando de ella hacia mí, la beso con fuerza.

—Quiero un sesenta y nueve. ¿Te parece bien?

Cuando asiente con la cabeza, me sitúo en el sofá y luego la alcanzo. Con


cautela, coloca sus rodillas a ambos lados de mí, y estoy muy agradecido en este
momento de haber elegido un sofá profundo cuando fui a comprar muebles durante
el verano, porque aunque está un poco apretado, no corre peligro de resbalar por el
borde así.

Pasando mis manos por la parte exterior de sus muslos, espero a que se acomode,
su cabello me hace cosquillas en las piernas, antes de envolver mis brazos alrededor
de ella y llevarla a mi boca.

El primer sabor de ella estalla en mi lengua, agrio, picante y todo mujer.

Ella gime mientras la lamo por todas partes, apuntando mi lengua y clavándola
dentro de ella un par de veces antes de llegar a su clítoris.

Y luego su boca está en mi pene, cálida y húmeda, una ligera succión mientras
su lengua hace círculos. Gruño en su coño y ella aparta la boca. Luego me da largos
lamidos desde la base hasta la punta mientras hago un círculo en su clítoris con mi
lengua. Sus labios rodean mi polla de nuevo, y se sumerge, chupándome y
bañándome con su lengua.

Joder, esto se siente bien.

Me concentro en su clítoris, tratando de no concentrarme demasiado en las


sensaciones que está provocando o en lo bien que se siente cuando su lengua
puntiaguda baila a lo largo de la cresta de la cabeza de mi pene. Porque si lo hago,
explotaré enseguida, y primero quiero que ella se corra y luego follarla sin sentido.

Ella gime alrededor de mí, y eso no me ayuda a ignorar lo que sucede debajo del
cinturón. Especialmente cuando comienza a balancearse como si quisiera hacerme
venirme de prisa. Mis caderas se flexionan, mi pene busca más sensaciones.

Y vuelvo a gemir en su coño, lo que provoca un eco en ella. No voy a poder


manejarlo si iniciamos algún tipo de bucle como este, así que hago todo lo posible
para concentrarme por completo en su placer, chupando su clítoris entre mis labios
y rodeándolo con mi lengua.

Deja escapar otro gemido, esta vez levantando la cabeza, aunque mantiene su
mano moviéndome lentamente. Pero sus caderas se están moviendo, y deslizo mi
brazo alrededor de sus caderas, animándola a moverse tanto como quiera, a montar
mi cara y mi lengua y buscar su placer.

Ella está dejando escapar suaves gritos de placer mientras continúa, sus muslos
se tensan a ambos lados de mi cabeza, y no puedo esperar a sentir su pulso contra mi
lengua. Ella permanece en equilibrio en el precipicio, y cuando parece estar
desacelerando, por frustración o para buscar una nueva sensación, no porque haya
caído al borde, me agarro a su clítoris nuevamente.

Eso parece ser lo que necesita, porque deja escapar un grito agudo que amortigua
contra mi muslo, la parte inferior de su cuerpo se estremece, su coño pulsa
rítmicamente bajo mis labios.

Satisfecho, la lamo suavemente, disfrutando de la forma en que sus músculos


reaccionan con cada paso de mi lengua hasta que se aplana sobre mi cuerpo, alejando
su coño de mi boca.

—No más —gime—. Dulce Jesús, no te detienes, ¿verdad?

Sonriendo, muevo sus piernas para poder sentarme.


—¿De verdad quieres que lo haga?

Se pone de costado en el extremo del sofá, el cabello revuelto, la cabeza apoyada


en el brazo y una sonrisa felina en los labios.

—Mmm. Me vendría bien un pequeño descanso.

Arqueo una ceja.

—¿Un descanso?

Ella levanta los dedos apretados.

—Solo uno pequeño.

—Bien.

—Sin embargo, no te preocupes —me tranquiliza—. Definitivamente quiero


asegurarme de que termines.

Arrastrándome sobre ella, me sostengo.

—¿Estás bien si te beso a pesar de que acabo de estar debajo de ti?

Inclina la barbilla en un asentimiento y capturo sus labios. Ella se extiende


debajo de mí, sus manos ahuecan mi rostro mientras me devuelve el beso. Mi pene
roza su muslo, recordándome que todavía está insatisfecho.

—¿Cuánto tiempo de descanso estamos hablando? —murmuro contra sus labios.

Ella se ríe, su aliento cálido en mi cara.

—Estoy bien.

Retrocediendo, la miro a la cara.

—¿Sí?

Asiente e intenta alcanzar la mesa de café, pero ahora está demasiado lejos.

—Lo tengo —le digo, poniéndome de pie y recuperando el condón. Lo abro y lo


enrollo, viéndola mirarme. Luego me acomodo sobre ella, amando la forma en que
automáticamente me deja espacio entre sus muslos.
Manteniéndome firme con una mano, empujo mi camino dentro de ella,
presionando hasta llenarla. Engancha sus piernas alrededor de mis caderas y levanta
las suyas para encontrarse con las mías.

Dios, se siente tan bien.

Me muevo lentamente, no queriendo terminar esto demasiado pronto.


Afortunadamente, he tenido suficiente tiempo para no estar más cerca del borde,
pero no me tomará mucho tiempo volver allí. Y si puedo, quiero que vuelva a venirse.

Inclinando mi cabeza, capturo sus labios de nuevo mientras me muevo dentro


de ella. Pero puedo decir que ella no está sacando tanto provecho de esto como lo
hizo antes con mis dedos o mi boca.

Sentándome sobre mis rodillas, engancho mis manos debajo de sus rodillas y las
empujo hacia su pecho. Ella deja escapar un gruñido suave en mi siguiente estocada.
Cambio el ángulo un poco más, y sí… ese es el lugar.

Se muerde el labio, sus ojos vidriosos mientras me mira sosteniendo sus rodillas
y presionando dentro de ella. Sus ojos se cierran cuando golpeo ese punto de nuevo.

—Ahí vamos —murmuro—. Eso es lo que lo hace por ti, ¿no?

Ella asiente con los labios entreabiertos.

Aumento mi velocidad, observando sus reacciones, sintiendo la forma en que


comienza a revolotear a mi alrededor. Pero incluso yendo lento y pausado, no estoy
seguro de poder mantener esto el tiempo suficiente para empujarla al límite de nuevo
sin ayudarla. Separando sus rodillas lo suficiente para que mi mano quepa entre sus
muslos, lamo mi pulgar y lo deslizo sobre su clítoris.

El efecto es eléctrico. Sus abdominales saltan mientras dibujo lentos círculos


alrededor de su clítoris.

—Eso es —le digo en voz baja—. Déjame tenerlo. Déjame sentirte venir.

Me muevo más rápido, mi pulgar coincide con mis caderas, y ella jadea, sus
manos van a sus muslos para mantenerse en su lugar para mí y para ella también.
Porque este ángulo es exactamente lo que necesita.

Su coño se aprieta y revolotea a mi alrededor con cada presión de mis caderas, y


una vez más, permanece equilibrada en el borde, y espero poder aguantar el tiempo
suficiente para hacerla correrse.
Pero necesito que llegue pronto, porque mis bolas están tensas, el calor recorre
mi columna y un hormigueo en la base. Me voy a venir, lo haré con fuerza, y sucederá
pronto, lo quiera o no.

Y luego ella está ahí. Con su mano se tapa la boca para ahogar su grito mientras
se sacude contra mí, su coño tiene espasmos sobre mi polla, provocando mi orgasmo.
Pierdo todo sentido del ritmo, mis caderas se mueven contra ella mientras me vacío
en el condón.

Cuando termino, me dejo caer contra sus rodillas. Las separa como si mi peso
fuera demasiado para soportarlo, y probablemente sea así, a quién estamos
engañando. Me siento sobre mis talones, sosteniendo de la base del condón para
poder sacarlo, y ella deja caer sus piernas mientras lo hago, su brazo pasa por su cara.

—Oh, Dios mío —susurra.

Me río entre dientes, agarrando un montón de pañuelos para envolver el condón.


Una vez que lo soluciono, le dejo un beso en la frente.

—¿Estás bien?

Ella se descubre la cara y me mira, riendo.

—Sí. Estoy bien.

—Bien.
Sarah
Veo a Shane alejarse, condón y un montón de pañuelos en mano, aturdida por
mi doble orgasmo. No quiero moverme. No estoy segura de poder hacerlo si lo
intentara.

Quiero decir, eventualmente tendré que hacerlo. Pero por ahora, disfrutaré de la
agradable pesadez de mi cuerpo, sintiéndome cálida y saciada de una manera que no
recuerdo haber sentido nunca. Claro, he tenido orgasmos con parejas antes. Pero no
así. Y nunca dos en una sola sesión.

Así que voy a disfrutar este momento, porque sé que muy pronto tendré que
vestirme y aventurarme al frío para ir a casa.

Shane regresa, con una suave sonrisa en su rostro. Aprovecho la oportunidad


para comerme su pecho con los ojos, pectorales bien desarrollados cubiertos de suave
vello oscuro, una línea que recorre su vientre plano hasta su ombligo, donde el vello
vuelve a crecer más grueso, conduciendo hasta su entrepierna y su pene mágico que
me hizo venir por segunda vez.

Cuando me vine con su boca, me alegré bastante con eso. Eso o con los dedos es
la forma habitual en que compañeros en el pasado me han hecho venir. El sexo real
del pene en la vagina siempre se ha sentido bien, pero nunca antes pensé que podría
venirme con eso. Y aunque frotó mi clítoris para enviarme al límite, estoy bastante
segura de que no era del todo necesario. Quiero decir, tal vez fue por él, ya que se
vino inmediatamente después que yo. Pero si hubiera podido aguantar lo suficiente,
estoy bastante segura de que su pene podría haberme llevado allí solo, especialmente
después de que ajustó nuestra posición, porque ‘san-ta mierda’. Eso se sintió
increíble.

Se para frente a mí por un momento, y cuando levanto mis ojos hacia los suyos,
esa suave sonrisa se ha convertido en una sonrisa arrogante.

—¿Disfrutando?
Me estiro como un gato perezoso.

—Lo estoy, en realidad. Ha sido una velada muy agradable.

Enganchando una mano debajo de mis piernas, las levanta y se sienta, las coloca
sobre su regazo antes de estirarse y meterse entre el respaldo del sofá y yo.

Me muevo para hacerle el mayor espacio posible, levantándome y dejándolo


deslizar su brazo por debajo de mi cuello.

—¿Te gusta abrazar después?

Se encoge de hombros.

—¿A ti no?

—Seguro. Simplemente no estaba segura de que eso estuviera necesariamente en


el menú.

—¿Por qué no?

Tarareo, distraída por lo cerca que está su rostro del mío, el calor de su torso
presionado contra mí. Es agradable, me gusta, simplemente no estaba planeando
esto.

—Bueno, ambos dijimos que no queríamos una relación. Abrazarnos me parece


una relación.

—Sin embargo, nosotros podemos poner las reglas, ¿no?

Pasa una mano por mi brazo y aprieta mis dedos.

—Supongo.

Toma mi mano y la besa.

—Debería irme a la cama pronto. Tengo que levantarme temprano en la


mañana.

Me río.

—¿Esa es tu forma de echarme?

Vuelve a besarme los dedos, pero no responde.


—Veo como es. Me acurruco rápidamente y luego tengo que irme, ¿eh?

—No estoy tratando de molestarte.

Sacudiendo la cabeza, me empujo a sentarme y luego me pongo de pie.

—No estoy enojada. Solo te estoy molestando. No me importa irme de


inmediato.

Miro a mi alrededor y localizo mis diversas prendas de vestir. Están apiladas en


su mayoría juntas, lo cual es conveniente. Primero desenredo mi sostén,
enganchándolo en la parte delantera y luego girándolo para terminar de ponérmelo.

Shane me ve vestirme desde su lugar en el sofá, descansando desnudo, con la


cabeza apoyada en su mano. Y realmente podría acostumbrarme a esto: él
mirándome con clara admiración en su rostro, y logrando verlo desnudo con
regularidad.

Después de vestirme, me inclino y le doy un beso rápido en los labios.

—Avísame cuando quieras hacer esto de nuevo. No tengo que levantarme tan
temprano como tú, y tampoco tengo un niño del que preocuparme, así que te dejaré
establecer el horario.

—Puedo manejar eso —dice, sentándose y alcanzando sus pantalones. Se los


pone y me acompaña a la puerta, sacando mi abrigo del armario mientras me pongo
las botas.

Con mi abrigo puesto, le doy a la puerta una mirada siniestra.

—¿Qué ocurre? —pregunta Shane, diversión en su voz.

Eché una mirada de nostalgia al sofá.

—Estoy cálida y con sueño ahora mismo. Sé que una vez que salga, el viento me
despertará con una bofetada, y me tomará un tiempo recuperar esta sensación de
satisfacción una vez que esté de regreso en mi propia casa.

Dejando escapar una risita, se acerca a mí, envuelve sus brazos alrededor de mí
y me atrae para un abrazo.

Le devuelvo el abrazo, descansando mi cabeza en su hombro por un momento,


disfrutando de este último y breve momento de este sentimiento. Es muy posible que
se despierte mañana y decida que fue un terrible error. Así que, por ahora, lo
disfrutaré mientras dure.

Después de un rápido beso en la mejilla, me suelta.

—Buenas noches —digo, con la mano en el pomo de la puerta.

Con sus brazos cruzados sobre su pecho desnudo, me da la misma sonrisa suave
de antes.

—Buena noche.

No me despierto con un mensaje de texto de Shane diciéndome que anoche fue


un terrible error y que deberíamos fingir que nunca sucedió, así que al menos eso es
bueno.

Y de hecho, a la mitad del día, me sorprende al enviarme un mensaje de texto


con algo completamente diferente.

Shane: Disfruté mucho anoche. Me alegro de que hayas venido.

Con una sonrisa tonta en mi rostro, leí el mensaje al menos quince veces antes
de finalmente escribir una respuesta.

Yo: Yo también. Avísame cuando quieras volver a hacerlo.

Su respuesta es inmediata.

Shane: ¿Esta noche?

Parpadeo. No estoy segura de por qué, pero realmente no esperaba que sugiriera
volver a vernos tan pronto.

Yo: Puedo hacer eso. Avísame cuándo ir.

Supongo que me ducharé después del trabajo y volveré a afeitarme todas las
partes importantes. Si estamos repitiendo lo de anoche, quiero que todo sea agradable
y fluido. Y querré ponerme mi otro bonito conjunto de lencería.

Si esto va a suceder, es posible que deba invertir en algo más. No es que pasara
mucho tiempo admirando mi lencería anoche. Y tengo la sensación de que mi ropa
saldrá aún más rápido esta noche, así que tal vez no importe tanto. Pero me siento
bonita usándola, y aunque eso no me ha parecido una razón suficiente para derrochar
en ropa interior bonita antes, ahora mismo lo hace.

Quizás esto con Shane no va a durar para siempre ni será nada serio. ¿Pero si me
ayuda a tener más confianza y a sentirme mejor conmigo misma? ¿Además me da
orgasmos múltiples de forma regular? Sí, por favor. Me quedo con todo eso, muchas
gracias.

La tarde está tan ocupada que apenas tengo tiempo para respirar. Pero a pesar
de todo, una sonrisa genuina permanece en su lugar, y ni siquiera los clientes
exigentes y malhumorados pueden hacerla desaparecer.

A mi sexy y gruñón vecino le gusta pasar tiempo desnudo conmigo. Y eso es


suficiente para mantenerme feliz pase lo que pase.
Sarah
Mi mandíbula se abre tanto con un bostezo gigante cuando Olivia entra a la
tienda.

Mi aspecto cansado y agotado se realza aún más por su elegante cabello largo
que cae como una cascada sobre su abrigo de lana rojo favorito que se vuelve más
angosto en la cintura, acentuado por correas decorativas de cuero marrón del mismo
color que las botas altas que cubren la mitad inferior de su curva abrazada por
mezclilla. Sus padres no requieren ropa de oficina para que pueda salirse con la suya
con los jeans, pero ella los hace lucir más elegantes que la mayoría de mis atuendos
informales de negocios. Estoy segura de que tiene un suéter grueso debajo del abrigo
que la hace lucir hermosa y sin esfuerzo.

Ella se detiene en seco, mirándome.

—¿Qué ocurre? ¿El trabajo te estresa tanto que no puedes dormir? ¿O te


mantienes despierta hasta tarde en un frenesí de inspiración de diseño de adornos?

La respuesta es ninguna. He estado en casa de Shane todas las noches durante


los últimos cuatro días y no se vislumbra un final. Y aunque no tengo que levantarme
tan temprano como él, una vez que llego a casa, me relajo y revivo la noche un poco,
a veces hojeando nuestros mensajes de textos a lo largo del día y releyéndolos.

Comenzó a enviarme mensajes de texto después de esa primera noche. Solo


pequeñas actualizaciones sobre su día, preguntando por el mío, charla aleatoria por
mensaje de texto. Es gracioso que para alguien que dice que no quiere y que no tiene
tiempo para una relación, seguro que no parece tener problemas para actuar más
como un novio que como un ligue casual.

Pero disfruto hablando con él, así que no tengo ganas de decirle que se detenga.

También me cuenta las payasadas de Sophie, contándome historias divertidas


sobre las cosas que hace y dice y sus últimas obsesiones, además de enviarme fotos
de su progreso en el trenzado. Ahora domina una trenza normal. Y uno de estos días
le mostraré los puntos más finos del trenzado francés.

Será extraño estar allí mientras Sophie esté despierta, estar cerca de él, pero sin
tocarlo ni besarlo. Porque esta cosa entre nosotros es solo entre nosotros. Ni siquiera
le he dicho a Olivia.

Es por eso que su suposición predeterminada de por qué estoy cansada es el estrés
o el diseño de adornos.

Para ser justos, he usado parte de mi tiempo para relajarme de mis sesiones con
Shane diseñando y creando adornos.

Me encojo de hombros.

—Tú sabes cómo es. En esta época del año siempre fluye mi creatividad.

Se acerca al mostrador y deja su bolso de cuero marrón en el suelo, los pequeños


pies de latón en la parte inferior hacen un sonido de chasquido por la fuerza.

—Eso está muy bien, pero también tienes que cuidarte.

Oh, me están cuidando bien. Me doy la vuelta, ocupándome con algo detrás del
mostrador para ocultar mi sonrisa ante ese pensamiento.

—Estoy bien —digo en voz alta. Mirando hacia arriba, le doy una sonrisa—. Soy
una niña grande. Puedo hacerme cargo de mí misma. Además, la Navidad está a
solo un par de semanas. Puedo relajarme en enero.

Ella me da una mirada dudosa, pero lo deja pasar.

—¿Casi has terminado?

—Sip. Solo tengo que hacer un recorrido rápido para enderezar cualquier cosa
que se haya desacomodado desde mi última ronda. Dame unos minutos.

Olivia espera junto al mostrador, revisando su lápiz labial rojo perfecto en la


cámara de su teléfono mientras me espera, ya familiarizada con mis rutinas. Las
primeras veces que nos encontramos aquí para salir después, me siguió para ‘ayudar’,
pero fue más molesta que útil y tomó más tiempo, así que ahora me espera. Es mejor
para nuestra amistad y para la tienda.

Reorganizo algunos adornos, arreglo una fila de cajas y enderezo la pila de


folletos que anuncian las actividades del Festival de Navidad durante las próximas
dos semanas. Es ininterrumpido desde el fin de semana después del Día de Acción
de Gracias hasta Navidad, con la Villa de Navidad y el Polo Norte abiertos todos los
días, además de puestos de vendedores rotativos, actuaciones de coros escolares y
grupos de teatro, y diversas actividades familiares.

Hay un día de manualidades este fin de semana. Me pregunto si Shane planea


traer a Sophie. Si vienen, ¿pasarán y saludarán?

¿Esa sería una buena idea?

—¿Todo bien? —llama Olivia, y me doy cuenta de que estoy congelada mirando
los folletos, planeando actividades que Sophie podría disfrutar y tratando de pensar
en otra forma en que puedo hacer que esta Navidad sea más especial para ella.

Me pregunto si podría hacer que papá fuera a visitarla en Nochebuena... Mamá


también podría ir, y tal vez Nora y yo podríamos disfrazarnos de duendes. Después
de colgar las luces de Navidad en la casa de Shane, no creo que pueda obligar a Dylan
a ayudar. Además, odia absolutamente interpretar el papel de duende, y no creo que
lo haga gratis en su tiempo libre, incluso si el resto de la familia lo hace.

Nora, por otro lado, todavía me debe por cubrirla el día que vi a Shane y Sophie
en el Polo Norte.

—¿Sarah?

Enderezándome, puse el folleto en mi mano de nuevo en la pila.

—Lo siento —le digo a Olivia, volviendo al frente con una brillante sonrisa en
mi rostro—. Simplemente perdida en mis pensamientos.

Ella entrecierra los ojos y me estudia.

—¿Más ideas de adornos?

—Algo así.

—Eso es un no. ¿Qué estás pensando?

Agitando una mano, voy al cuarto de atrás para agarrar mi abrigo y mi bolso.

—No te preocupes por eso —llamo por encima del hombro.

Cuando salgo, Olivia me mira con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados.
—Estás pensando en tu vecino de nuevo, ¿no?

Poniendo los ojos en blanco, me pongo la chaqueta y subo la cremallera.

—Seguro. Estoy mirando el horario de una fiesta de Navidad y pensando en mi


vecino.

—¡Lo estás! —Ella golpea mi brazo mientras camina a mi lado y nos dirigimos
hacia la puerta—. Estás haciendo esa cosa que haces en la que suenas como si
estuvieras señalando lo ridículo que es alguien, pero en realidad estás diciendo la
verdad para que no te acusen de mentir. Te conozco demasiado bien para que eso
me siga afectando.

Riendo, le devuelvo la palmada.

—¿Entonces? ¿Y si lo estoy?

—Sa-rah. —Ella saca mi nombre como una queja—. Pensé que habíamos
hablado de esto.

Sabía que ella no lo aprobaría. Por eso no estaba planeando contarle nada sobre
lo que pasó entre Shane y yo. Ella ha decidido que, dado que ha soportado un
montón de citas de mierda, tiene mucha más experiencia que yo y, por lo tanto, está
calificada para darme consejos sobre relaciones.

Menos mal que Shane y yo no tenemos una relación real, supongo. Lo que
significa que no quiero ni necesito el consejo de nadie.

—¿Lo hicimos? —pregunto, dirigiéndome hacia mi auto en el estacionamiento—


. No puedo recordarlo.

Subo a mi coche antes de que pueda responder, pero, por supuesto, eso no es
suficiente para detenerla. Se sube al lado del pasajero y se sienta frente a mí en el
asiento, sin siquiera moverse para ponerse el cinturón de seguridad.

—Sí, lo haces. Decidimos que deberías mantenerte alejada de él. Creo que mis
palabras exactas para ti fueron: ‘Bloquéalo, Sarah. No necesitas su lío en tu vida’.

Riendo, niego con la cabeza, enciendo el auto y abrocho mi cinturón de


seguridad.

—No recuerdo que dijeras la última parte. Pero nunca accedí a bloquearlo. Y no
es... —Mantengo mis puños en el aire como si eso me ayudara a encontrar las
palabras que estoy buscando—. No es gran cosa —termino finalmente—. ¿Puedes
ponerte el cinturón de seguridad, por favor? Tengo hambre. Mi estómago comienza
a comerse solo. Vamos.

—Bien —gruñe, acomodándose en su asiento y tirando de su cinturón de


seguridad. Se traba, incitándola a tirar de nuevo. Y otra vez. Ruedo mis labios entre
mis dientes para tratar de reprimir mi risa, pero no funciona.

Ella deja escapar un “Aarrgghhh”, de disgusto, mirándome mientras suelta el


cinturón de seguridad.

—¿Teniendo problemas?

—Cállate.

Niego con la cabeza, temblando de risa silenciosa.

—No entiendo por qué tienes tantos problemas con el cinturón de seguridad de
mi coche.

Ella lanza sus manos al aire y luego vuelve a alcanzar el cinturón de seguridad.

—¡Me odia! ¡Está maldito! O tal vez estoy maldita. No lo sé, pero alguien o algo
está maldito, y ¡este estúpido —Jala— y jodido —Jala— cinturón de seguridad —
Jala— no —Jala— cooperará!

—Solo tienes que ser amable con eso. Suéltalo, luego tira lenta y suavemente.
Deja de jalar de él. Harás que te odie más.

—¡Ja! ¡Admites que me odia!

Ya no estoy tratando de reprimir mi risa, riéndome hasta que se me llenan los


ojos de lágrimas cuando Olivia deja que el cinturón de seguridad se retraiga y luego
lo baja lentamente, las luces del estacionamiento destellan en los brillantes copos de
nieve de su manicura. Debió haberlo hecho recientemente, porque no estuvieron allí
la otra noche.

Y como dije, ella puede abrocharse el cinturón sin problemas.

Se aparta el cabello de la cara, bufando y resoplando para transmitir su irritación.


Luego se cruza de brazos y me mira mientras salgo del estacionamiento, esperando
hasta que estemos en la calle antes de reanudar nuestra conversación como si todo el
interludio del cinturón de seguridad no hubiera sucedido.
—¿Cómo te involucras con tu vecino si no es gran cosa?

—Simplemente no lo es.

—Sarah. —Ahora mi nombre es una severa advertencia.

—Olivia —imito.

—Mira, sé que te estoy haciendo enojar en este momento, pero necesito que me
expliques cómo involucrarse con un chico que no puede decidir si te quiere o no es
una buena idea.

—Número uno —comienzo, mirándola por el rabillo del ojo—, en realidad no


te debo una explicación por nada. No eres mi mamá. Y soy adulta. No necesito el
permiso de nadie para involucrarme con mi vecino, excepto el mío.

Ante mi mirada afilada y una larga pausa esperando que ella reconozca la verdad
de eso, pone los ojos en blanco y deja escapar un profundo suspiro.

—Sí, bien, lo que sea. Pero soy tu amiga y me preocupo por ti, ¿y eso no cuenta
para algo? Si estuviera haciendo algo que pensabas que era una idea terrible, ¿no me
acosarías y exigirías una explicación de mi proceso de pensamiento al menos?

La parte tácita es ¿para que puedas decirme todas las razones por las que estoy
equivocada? Porque eso es cien por ciento lo que pretende hacer. Ambas lo sabemos.

Y aunque no le debo una explicación, no sé si estoy dispuesta a dañar nuestra


amistad negándome a hablar con ella en absoluto.

Espero hasta estacionarnos frente a nuestro lugar habitual para contestar eso.
Moviéndome en mi asiento para poder mirarla, respiro profundamente y obligo a mi
voz a mantener la calma.

—Mira. Olivia. Te amo. Eres mi mejor amiga y valoro nuestra amistad. Sé que
tienes buenas intenciones. Pero lo último que necesito ahora es que desarmes mi
toma de decisiones. Entonces, si quieres saber qué está pasando exactamente y por
qué lo estoy haciendo, tienes que prometerme que no vas a hacer eso.

—Pero Sar...

—Prométemelo, o no diré una palabra.


Ella me mira fijamente por un largo momento, las brillantes luces del
estacionamiento de Lumberjacks iluminan su ceño. E incluso su ceño se ve perfecto
como modelo.

—Bien —dice por fin, sin disimular en lo más mínimo su aceptación a


regañadientes de mis términos.

La miro por otro largo momento hasta que finalmente mueve su mano en un
movimiento de ¿Bien? ¡Adelante!

Con una suave risa, niego con la cabeza, mirando por el parabrisas para que sea
más fácil decírselo.

—Ya no está seguro de lo que quiere.

—¿Qué significa eso?

Una sonrisa tira de mis labios y la miro.

—Significa que decidió que me quiere después de todo.

Se le salen los ojos de la cabeza.

—¿Qué? ¿Cuándo decidió esto? ¿Y qué significa eso exactamente?

Riendo, niego de nuevo con la cabeza.

—Hace unos días. Me envió un mensaje de texto y me preguntó si podíamos


tomar un café y hablar. Como soy impaciente, sugerí ir entonces y podríamos hablar
esa noche.

Le cuento lo esencial de lo que se dijo esa noche, los besos, las folladas secas en
el sofá y los detalles menos específicos de lo que hemos estado haciendo las últimas
noches.

—Así que eres su amiga para follar —resume tan elocuentemente cuando
termino.

Muevo mis hombros.

—Creo que prefiero el término amigos con beneficios.

Ella pone los ojos en blanco.


—No puedo creer que te estés conformando con eso.

Eso inmediatamente me tiene cuadrando mi espalda.

—Número uno, voy a recordarte que prometiste no desarmar mi toma de


decisiones. Y número dos, ¿quién dice que quiero algo más? ¿Quién dice que no estoy
del todo satisfecha con este arreglo?

—¡Porque te conozco Sarah! ¡No eres el tipo de chica que te gusta follar!

—¿Oh? ¿Y qué tipo de chica soy? —exijo, voz acalorada.

—¡Eres un tipo de chica a largo plazo, tomarte de la mano, besos y paseos


románticos por la playa!

—¿Lo soy? ¿O lo eres tú? Porque desde donde estoy sentada, estoy bastante feliz
con lo que estoy pasando. ¡Esta es mi época más ocupada del año! ¿Cuándo tendría
tiempo para salir a restaurantes elegantes o dar largos paseos por la playa? ¡Y es
diciembre! ¡El lago está medio congelado y la playa está ventosa y fría! Eso no es
nada romántico.

Ella farfulla una carcajada.

—No quise decir que harías eso ahora mismo. Solo… —Agita las manos—, en
general.

Suspirando, la miro.

—Creo que has decidido que eso es lo que quieres, y como no he salido mucho,
crees que eso es lo que estoy esperando también. Sin embargo, estoy realmente feliz
con este arreglo.

—¿Y qué pasará el próximo mes, cuando tu agenda no sea tan agitada? Entonces,
¿seguirás siendo feliz?

Sí, resuena en mi cabeza. Pero en voz alta, solo digo:

—Supongo que lo averiguaremos en un mes, ¿no?


Shane
Yo: ¿Puedes mostrarme cómo hacer una trenza francesa en el cabello de Sophie esta noche?
Será noche de película de nuevo si estás disponible para quedarte. Y luego puedes... quedarte
hasta que ella se duerma.

Es lo suficientemente temprano en la tarde como para saber que Sarah está en el


trabajo y es posible que no pueda responderme de inmediato, pero sostengo mi
teléfono por un momento en el auto antes de entrar para recoger a Sophie de su
programa después de la escuela, en la remota posibilidad de que ella envíe un mensaje
de texto.

Para mi deleite, lo hace.

Sarah: Eso suena genial. ¿Cena también? ¿O debería comer primero?

Yo: Podemos alimentarte si no te importa algo simple como pasta y salsa de un frasco.

Sarah: Suena perfecto. Por lo general, estoy en casa a las 7 e iré inmediatamente después.

Yo: Nos vemos entonces.

La emoción familiar ante la perspectiva de ver a Sarah me atraviesa mientras


salgo de mi camioneta y me dirijo al gimnasio de la escuela primaria para recoger a
mi hermana. Ella estará emocionada de saber que Sarah vendrá esta noche.

Desde que comenzamos esto, no he estado seguro de si debería invitarla cuando


Sophie esté despierta de nuevo. Pero Sophie ha estado preguntando por ella durante
los últimos días, y decidí que sería más extraño no volver a invitarla, especialmente
porque ya prometió mostrarme más técnicas de trenzado, que invitarla. Tendremos
que mantener las manos quietas hasta que Sophie se duerma. Y los dos somos
adultos. Deberíamos poder comportarnos.
Como era de esperar, Sophie apenas puede contenerse cuando le digo que Sarah
vendrá a cenar y se quedará después para enseñarme cómo trenzar su cabello con
una trenza francesa y luego volver a tener una noche de película con nosotros.

—¡Hurra! —grita una y otra vez mientras corre por toda la casa.

Riendo, me paro en la sala de estar y la miro, sabiendo que es mejor y más fácil
para ella simplemente sacarlo todo ahora que tratar de que ella se controle.

Eventualmente se calma, se sienta a la mesa conmigo para tomar un tentempié


que nos sirva de ayuda, sobre todo porque vamos a cenar más tarde de lo normal ya
que Sarah se va a unir a nosotros.

—¿Puedo usar mi iPad? —pregunta después de tolerar unos minutos que le


pregunte más detalles sobre su día en la escuela.

—Seguro. Termina tu refrigerio y luego podrás pasar un rato con el iPad en el


sofá hasta que sea la hora de empezar la cena, ¿de acuerdo?

—¡Bien!

Ella se mete a la boca las últimas rebanadas de manzana y queso y luego salta a
la mesa auxiliar para desconectar su iPad y auriculares y sentarse en su lugar favorito
en el sofá. Minutos después, se ríe histéricamente de cualquier video que encontró
para ver. Miro por encima de su hombro y la veo viendo una vieja caricatura del
Correcaminos. Ella piensa que son divertidísimos.

Sonriendo, voy a cambiarme la ropa de la escuela, poniéndome los pantalones


de pijama y la camiseta que prefiero para pasar el rato por las noches. ¿Debería
ponerme algo mejor, ya que Sarah viene a cenar? ¿Eso hace que esta sea una cita?

Quizás si una niña de seis años no se uniera a nosotros. Y la razón aparente de


la invitación es el trenzado de cabello. Eventualmente vamos a pasar al tiempo a
solas. Tiene sentido que ella se quede después. Sophie probablemente insistiría en
ello. Lo hizo la última vez. Planificarlo hace la vida más fácil para todos, ¿verdad?

Correcto.

Como no es una cita y no tengo que impresionar a nadie, decido ir con los
pantalones de pijama. Sin embargo, me doy una ducha rápida, me aliso mi barba
incipiente con un poco de bálsamo para la barba y elijo una de mis camisas más
bonitas en lugar de las más raídas que mi madre probablemente me diría que arroje
a la pila de trapos si todavía estuviera por aquí.
Pero dejo firmemente ese pensamiento a un lado como lo hago con la mayoría
de los recordatorios de mis padres. Según el terapeuta, está bien hacer eso cuando
estoy ocupado, siempre que me tome el tiempo para sentir las olas de tristeza en
algún momento.

Técnicamente no estoy ocupado en este momento.

Sentado en mi cama, sostengo mi camiseta en mis manos y la miro,


preguntándome qué más tendría que decir mi mamá sobre cómo van las cosas.

Probablemente estaría horrorizada de que esté pensando en invitar a una mujer


a cenar, estando yo en pijama. Una sonrisa aparece en mi rostro mientras imagino
su reacción. No es que le diría sobre esto.

¿Le diría algo de Sarah?

Quizás.

Porque si mamá todavía estuviera aquí, yo no sería el tutor de Sophie y sería


libre de salir con Sarah como es debido. Y si ella viene conmigo usando pijama, sería
porque habíamos dejado atrás esos primeros días de citas y tratando de
impresionarnos antes de acomodarnos en algo más cómodo en el que pasemos
tiempo juntos pasando el rato en pijama, viendo películas y robándonos bocados
entre nosotros.

Sarah y yo nos hemos saltado las citas y el conocernos como parte de una
relación y hemos ido directamente a desnudarnos. No hay necesidad de
impresionarla con mi elección de ropa o mi habilidad para cocinar.

Algo sobre eso parece inexplicablemente triste en este momento.

No quiero ese tipo de relación con ella. Me gusta la facilidad de lo que tenemos.
Pero algo dentro de mí casi desea que pudiéramos ser… más. Que pudiera ofrecerle
más.

Suspirando, me siento con ese sentimiento por un momento, lo reconozco y dejo


que se disipe por sí solo. Luego me pongo la camiseta y me dirijo a la planta baja
para leer el último libro para padres que el terapeuta de Sophie recomendó hasta que
es hora de empezar la cena.

Sophie salta arriba y abajo cuando Sarah llama a la puerta.


—¡Yo abro! ¡Yo abro!

Salta del taburete donde estaba parada y agrega un poco de mantequilla a la pasta
recién cocida. Me hago cargo, cubriendo el trozo de mantequilla con un poco de
pasta caliente para que se derrita mientras saludamos a Sarah, luego salgo de la
cocina.

Sophie salta alrededor de Sarah mientras se quita las botas, con una gran sonrisa
en su rostro. Mirando hacia arriba, se encuentra con mis ojos, y su sonrisa cambia de
una de felicidad general a una solo para mí. Su mirada parpadea arriba y abajo de mi
cuerpo, mirándome con un brillo de apreciación en sus ojos.

—Déjame tomar tu abrigo —digo, mi voz de repente se vuelve ronca.

Cuando me aclaro la garganta, su sonrisa se vuelve conocedora.

—Gracias.

Sophie, ajena a todo lo que pasa entre nosotros, toma la mano de Sarah y la lleva
hacia la mesa del comedor.

—¡Estoy tan feliz de que estés aquí! ¡Para la cena! ¡Ayudé!

—¿Lo hiciste? ¡Guau! Eso es fantástico. Estoy tan emocionada de comer la


comida que ayudaste a preparar. Tengo hambre.

Saltando frente a ella, Sophie remolca a Sarah. Sarah me lanza una mirada por
encima del hombro, intercambiando una sonrisa conmigo.

Revuelvo la pasta un poco más.

—Espero que te guste la salsa Alfredo, Sarah —le digo mientras coloco las
conchas de pasta en tazones—. Porque ese es el favorito de Sophie bug.

Mirándola, la veo inclinarse cerca de Sophie y susurrar en voz alta:

—También es mi favorita.

—¿De verdad? —chilla Sophie—. ¡Eso es increíble!

—¿Puedo ayudar? —pregunta Sarah, sus manos plantadas en la mesa como si


estuviera a punto de levantarse.

Pero niego con la cabeza.


—Lo tengo.

—¡Ayudaré! ¡Ayudaré!

Sophie salta de su lugar y corre hacia mí.

Le entrego un plato.

—Llévale este a Sarah. Conseguiré el tuyo y el mío, ¿de acuerdo?

Sophie asiente con entusiasmo, sosteniendo el tazón con ambas manos,


navegando lenta y cuidadosamente por el camino de regreso a la mesa para que no
se derrame. Sonrío con orgullo mientras la miro. Por un tiempo no me ayudó en
nada, queriendo que yo hiciera todo por ella. El hecho de que se ofrezca
voluntariamente para ayudar a preparar la cena nuevamente y de llevarle el plato a
Sarah me hace feliz y orgulloso por muchas razones.

Cuando tomo asiento, llamo la atención de Sophie.

—Gracias por ayudarme a preparar la cena de esta noche. Hiciste un gran trabajo
vertiendo la pasta y revolviéndola. Y me encantó el cuidado que tenías al llevarle el
plato de Sarah.

—Sí —interviene Sarah—. Lo hiciste increíble. Me siento muy honrada de que


me hayas preparado la cena. Se ve delicioso.

Sophie sonríe ante nuestro elogio, y un pequeño nudo de tensión en mi pecho se


deshace. Las cosas han sido muy difíciles, y en momentos como este, creo que tal
vez estemos bien. No es que no tengamos nuestra parte de desafíos, estoy seguro.
Pero se recuperó de la dura regresión durante el verano, y se está volviendo más como
la niña de antes a la que estoy acostumbrado: feliz, amable, servicial y llena de vida.
Después de la muerte de nuestros padres, me pregunté si alguna vez volvería a ser
así.

Después de meses de terapia, ambos hemos recorrido un largo camino, dándome


herramientas para ayudarla a ella y a mí, y sus rabietas finalmente están
disminuyendo. Ella es una niña testaruda, así que probablemente todavía estaría
teniendo algo sin importar nada. Pero a pesar de que las vacaciones que se acercan
causan un pequeño repunte en ese tipo de comportamiento, la mayoría de las veces
salimos y nos acomodamos.

Quizás tener a Sarah cerca la ha ayudado a calmarla tanto como a mí. Seguro
que marcó la diferencia con su cabello, al menos.
Después de terminar su pasta, Sarah aparta su plato y cruza las manos sobre la
mesa.

—¿Entonces vamos a tener una lección de trenzado francés esta noche?

Sophie asiente con entusiasmo.

—¡Y luego tendré dos personas que puedan trenzarme el cabello!

Ella levanta dos dedos para enfatizar su punto.

Sarah me lanza una mirada y una sonrisa secreta.

—Seguro que lo harás. Eso es muy emocionante, ¿no?

—¡Estoy tan feliz! —chilla Sophie, apretando sus manos contra su pecho.

Sarah se pone de pie con una carcajada.

—¿Necesitamos limpiar primero? ¿O deberíamos empezar?

Antes de que pueda responder, Sophie se pone de pie y recoge su plato y su


cuchara.

—Shane siempre dice que tenemos que limpiar la mesa antes de hacer lo
siguiente. Así que primero tenemos que limpiar.

—Está bien —entona Sarah, haciendo todo lo posible por verse tan solemne
como Sophie, pero sus ojos brillan cuando mira en mi dirección.

De pie, me uno a ellas, llevo mis platos al fregadero y abro el agua. Enjuago mi
plato y lo pongo en el lavavajillas antes de agarrar el de Sophie. Todavía no es lo
suficientemente alta para enjuagar los suyos, así que me deja los platos en la
encimera. Una vez que terminan, me vuelvo hacia Sarah y tomo los suyos,
disfrutando de la ilícita emoción de rozar mis dedos con los suyos.

—Gracias —murmura.

—Mi placer.

Una vez que nos hacemos cargo de los platos, me detengo por un momento,
apoyándome contra la encimera con los brazos cruzados mientras observo a Sarah
con Sophie. Sophie está tan feliz cada vez que Sarah está aquí, saltando y gritando y
animada, compartiendo más historias sobre la escuela de las que suelo escuchar,
sacando sus juguetes favoritos actuales y mostrándolos, arrastrando a Sarah al árbol
para contar sus historias sobre los adornos.

Por su parte, a Sarah parece gustarle. Juega con los juguetes, se involucra con las
historias, señala diferentes adornos y hace preguntas, emociones jugando en su rostro
apropiadas a lo que sea que Sophie le esté diciendo: su nariz se arruga cuando sonríe,
su expresión solemne cuando asiente pensativamente, sus cejas levantadas y su boca
se abrió de par en par con exagerada sorpresa, como hacen los adultos con los niños.
Me hace feliz que se lleven tan bien, que Sarah se tome el tiempo y se esfuerce por
relacionarse con Sophie de esta manera.

Sé que ya excluí la posibilidad de una relación, pero una parte de mí se pregunta


si así sería. ¿Sería así de fácil? ¿Podría ser así de fácil? Porque siento que podría
acostumbrarme a esto. Tener a Sarah aquí, cenar con nosotros, ayudar con Sophie...

Sacudiendo la cabeza, me aparto de la encimera. Eso no es lo que estamos


haciendo. Incluso si está dispuesta a venir así de vez en cuando, eso no significa que
quiera aceptar mis responsabilidades. No podría pedirle que hiciera eso de todos
modos. Especialmente no tan pronto después de involucrarnos.

Se supone que las cosas entre nosotros no son serias. Se supone que son ligeras
y divertidas. Sobre rascarse un picor mutuo. Y nos hemos estado rascando mucho
ese picor.

Quizás eso es lo que es. Todo este sexo en tan poco tiempo, además de tenerla
aquí y ser tan genial con Sophie, confunde mi cabeza. Solo necesito asegurarme de
recordar nuestros límites.

Ella dijo que tampoco quiere una relación. Es por eso que se supone que esto
funciona en primer lugar.
Sarah
Sophie está parloteando, contándome todo sobre el día en que ella y Shane
fueron a comprar adornos hace un par de semanas en el Emporio de la Navidad.
Sabía que habían entrado porque reconocí los adornos de inmediato. Dos de ellos
son los que diseñé, pero no voy a mencionar eso. Al menos no ahora.

Le sonrío alentadoramente mientras me cuenta cómo miró en toda la tienda y


eligió estos, uno para ella y cada uno de sus hermanos: una tradición familiar.
Arrugando la frente, pienso en el último par de semanas, preguntándome cómo pude
haber no haber visto a estos dos. Pero probablemente fue el mismo día que visitaron
a Santa, que es básicamente el único día que no he trabajado en la tienda desde el día
de Acción de Gracias.

Señala cada adorno y me dice cuáles son de ella, tanto de este año como de años
pasados, cuáles son de Shane y cuáles son de Brad y Mallory.

¿Conoceré a los otros dos hermanos Elliott? Estaba consciente de Brad en la


secundaria, principalmente por el incurable enamoramiento de Olivia por él. Pero no
nos movíamos en los mismos círculos sociales, así que en realidad no lo conocía.
También dudo que me recuerde.

Mallory y yo nos cruzamos aún menos, aunque es posible que Dylan la


conociera, ya que tienen la misma edad.

Shane no ha hablado mucho de ellos, así que no estoy segura de cuándo vendrán
a visitarlos o por cuánto tiempo. Por supuesto, Shane y yo no hablamos mucho
cuando estamos juntos... no del tipo en el que compartimos detalles sobre nuestras
familias, de todos modos.

Soy consciente de sus ojos puestos en Sophie y en mí, pero lo ignoro. Vendrá
cuando esté listo. Y si puedo darle un respiro entreteniendo a Sophie, estaré feliz de
hacerlo.
Cuando escucho sus pasos cruzando el espacio entre la cocina y la sala de estar,
me dirijo a Sophie y le digo:

—¿Estás lista para hacerte la trenza?

—¡Sí!

Ella salta hacia arriba y hacia abajo, luego corre hacia el sofá, posándose en el
borde, lista para comenzar.

—Bien.

Me siento a su lado mientras Shane empuja un poco la mesa de café y despeja


un espacio para sentarse y poder ver lo que estoy haciendo.

Cuando se sienta, está lo suficientemente cerca como para que pueda sentir el
calor que irradia de él. El hombre es un horno. Si alguna vez pasáramos la noche
juntos, no necesitaría una manta. Me acurrucaría junto a él y estaría bastante
caliente.

Tengo que reprimir la risa ante la idea de usarlo como un fuego al aire libre en
una noche fría, volviéndome de vez en cuando para calentar la parte que está fría por
no estar expuesta a su calor y darle un respiro a la parte que está fría para que no se
caliente demasiado.

No es que eso suceda nunca de todos modos. Tenemos sexo en el sofá. Este sofá,
de hecho. Y el sonido de Shane moviendo la mesa de café se ha convertido en una
especie de señal erótica para mí, enviando un cálido cosquilleo entre mis muslos.

Tranquila chica, me digo a mí misma. Habrá mucho tiempo para eso más tarde.

Ahora mismo, es hora de concentrarse en Sophie.

—Está bien —comienzo, recogiendo el cepillo de pelo—. En realidad, esto no es


mucho más difícil que una trenza normal. Todavía estás trabajando solo con tres
secciones de cabello. Es solo que comienzas con secciones mucho más pequeñas y
luego las agregas a medida que avanzas para que recojas todo el cabello en tu camino
hacia abajo.

Miro a Shane, quien asiente con el ceño fruncido en concentración.

—Empezaré para que veas cómo se hace, luego la desharemos y empezaremos


de nuevo, ¿de acuerdo?
—Está bien —chirría Sophie.

Un contrapunto agudo al retumbar de Shane.

—Suena bien.

Solo puedo asumir que Shane preparó a Sophie para esta noche como una sesión
de enseñanza y no solo para que yo le trenzara el cabello. Normalmente no está tan
de acuerdo con que se rehagan las cosas.

Después de mostrarle cómo empezar, a un tercio del camino hacia abajo de la


cabeza de Sophie, le suelto el cabello, lo cepillo y luego cambio de lugar con Shane.

Es muy tentador demorarme mientras rozo su pecho mientras maniobramos el


uno alrededor del otro. Mirando hacia arriba, puedo ver la misma tentación reflejada
en el calor acumulado de su mirada.

Pero ambos nos comportamos de la mejor manera frente a Sophie, bueno, a sus
espaldas, en este caso. Sin embargo, sería demasiado fácil para ella darse la vuelta,
por lo que la pequeña cantidad de gratificación que obtendríamos al frotarnos el uno
con el otro solo resultaría en frustración y preguntas que estoy seguro de que Shane
no quiere responder.

Me coloco detrás de su hombro para poder ofrecer consejos cuando sea


necesario. Le toma algunos intentos hacerlo funcionar realmente bien, pero sus dedos
grandes y romos manejan hábilmente su cabello en su mayor parte. Es la adición de
una nueva parte del cabello donde se vuelve un poco torpe de nuevo. Obviamente ha
estado practicando.

Y eso derrite mi corazón.

Es tan dulce y tierno con su hermana, a veces gentil y severo según lo exige la
situación. Alabándola por su paciencia, por estar quieta mientras él trabaja, por
dejarlo intentarlo de nuevo cuando lo necesita. Nunca adivinarías que su
introducción a la crianza de los hijos fue el equivalente a ser arrojado al océano en
medio de una fuerte tormenta.

Realmente nunca pensé en la maternidad excepto como una posibilidad remota


y abstracta. Pero estar con Shane me hace pensar...

Cosas ridículas, de verdad. ¿Cómo sería él si yo estuviera embarazada y


estuviéramos casados?
Ja. ¿Ves? Realmente ridículo.

Lo último en lo que debería estar pensando es en cómo se vería Shane acunando


a un bebé, mi bebé, nuestro bebé, en sus brazos, cómo Sophie se divertiría con un
hermano / sobrina o sobrino menor. Porque, por supuesto, sería tía de cualquiera de
los hijos de Shane. Pero dado que ahora la está criando, su relación sería más como
la de hermanos.

Pero eso es completamente irrelevante. Porque Shane no quiere tener bebés


conmigo. Y tampoco quiero tener bebés con él. Quiero decir, no realmente. No ahora.

Y algún día no es una opción. Lo dejó claro desde la primera vez que me besó.
No busca nada serio. Lo que significa que el matrimonio y los bebés ni siquiera están
en la misma habitación, mucho menos en la mesa.

Tampoco lo están para mí. Es solo que verlo con Sophie...

Llega a la parte donde es solo una trenza normal y hace un trabajo rápido para
terminar su cabello. Le paso una liga para el pelo.

—¡Guau! ¡Eso se ve genial! —dejo salir.

Dándome una sonrisa torcida mientras envuelve la liga alrededor de su cabello


muchas veces para asegurarse de que esté seguro, dice:

—No suenes tan sorprendida.

Me rio, sacando de mi cabeza todos mis pensamientos sobre Shane como padre.

—No lo estoy. Bueno, un poco, en realidad. Por lo general, las primeras trenzas
francesas son más sueltas y desordenadas que eso.

—He estado practicando. —Suena a la defensiva.

—Puedo decirlo. —Pongo mi mano en su hombro, disfrutando del músculo


cálido y firme debajo del suave algodón de su camiseta y le doy un apretón—. Lo has
hecho bien. Ya ni siquiera necesitarás mi ayuda.

—¿Qué? —grita Sophie de angustia. Se pone de pie de un salto y se da vuelta, y


aparto mi mano de su hermano—. El hecho de que Shane pueda trenzar el cabello
ahora no significa que no necesitemos tu ayuda. —Su tono no admite discusión y su
rostro parece rebelde—. Dile, Shane. Aún necesitamos su ayuda. ¿Correcto? Hay
cosas que todavía no sabes hacer, ¿no? —Su tono firme se está rompiendo, al borde
de las lágrimas.

—Whoa, whoa —dice Shane en voz baja, abriendo los brazos hacia ella—. Ven
aquí. Está bien. —Ella cae en sus brazos y él la atrae hacia sí, dándole palmaditas en
la espalda con suavidad—. Por supuesto que todavía necesitamos su ayuda. Ella
tendrá que mostrarme cómo hacer eso de la corona todavía, ¿verdad? Y cuando no
necesite que me muestre cómo trenzar tu cabello, seguirá siendo nuestra amiga, ¿de
acuerdo? Ella todavía puede venir a veces. ¿Verdad, Sarah?

Me mira por encima del hombro, su mirada implorante.

Aclarando mi garganta, me acerco arrastrando los pies.

—Por supuesto. De todos modos, seguiré viviendo en la puerta de al lado. No te


librarás de mí tan fácilmente.

Sin embargo, me golpea. Por qué Shane dudó durante tanto tiempo en
involucrarse conmigo. Porque no se trata solo de nosotros y nuestros sentimientos
mutuos y nuestras vidas separadas con agendas ocupadas. También se trata del hecho
de que ya estoy involucrada en sus vidas de alguna manera; me he involucrado en
sus vidas, si soy honesta sobre la situación.

Me abrí paso a empujones, sin aceptar un no por respuesta. Y ahora Sophie está
unida, y todavía tan lastimada por perder a sus padres, que la idea de perder incluso
una relación tan nueva y superficial como la nuestra es insoportable para ella.

Tal vez Shane tenía razón al tratar de retroceder, incluso si tampoco se atrevía a
mantenerse alejado.

Quizás cortar nuestra relación tan pronto después de la pérdida de sus padres
también sea insoportable para Shane.

Aunque no quiero pensar en mi relación, tal como es, con Shane terminando tan
pronto después de que ha comenzado, me temo que cuando eso suceda, todos
seremos un desastre grande y feo.
Shane
—¿Finalmente se durmió? —me susurra Sarah cuando bajo las escaleras.

Frotando mis manos sobre mi rostro, asiento.

—Lo juro, ella estaba revisando para asegurarse que tú no te habías ido todavía
después de que prometiste que te quedarías hasta que estuviera completamente
dormida.

Ella ajusta su posición en el sofá, sentada con un brazo sobre el respaldo y su


cabeza inclinada sobre su mano, su cabello cayendo como una cortina alrededor de
ella.

—Probablemente lo estaba —dice ella con una sonrisa—. Ella parecía realmente
molesta por la posibilidad de ya no necesitan que yo venga a trenzarle su cabello.

—Oh, Dios —digo, dejándome caer sobre el sofá junto a ella—. Eso casi fue un
desastre. —Ella se gira para así estar frente a mí, y descanso una mano sobre su
pierna, justo sobre su rodilla—. Gracias por decir que seguirás estando disponible
inclusive si sé como trenzar su cabello. Ella no está lista para que desaparezcas
todavía.

Con una amable sonrisa en su rostro, su mirada vaga hacia abajo sobre mi pecho.

—De todas formas no desaparecería. Vivo justo al lado.

—Lo sé. Pero si dejas de venir regularmente, para ella será como si
desaparecieras.

—Bueno, ella puede venir a visitarme también si quiere. Incluso si…

Ella se calla, pero puedo llenar el espacio en blanco. Incluso si esto entre nosotros
termina. Incluso si terminamos.
¿Es realmente terminar incluso si no estamos saliendo?

No estoy seguro de como funciona eso.

Aun así, ella claramente piensa en el término de nuestro arreglo.

Ausentemente froto mi pecho. El pensamiento de nuestro arreglo terminando,


de no tenerla cerca y en mi espacio o al otro lado de nuestros mensajes de texto, no
tener este fácil acceso a sus sonrisas, su afecto, su cuerpo, provoca un dolor agudo
detrás de mi esternón.

Sin embargo, no tengo el deseo de examinar eso o que pudiera estarlo causando.
No con una hermosa mujer sentada en mi sofá, por la cual estado muriendo por
tenerla desnuda desde que apareció en mi casa hace horas. Y ahora mi hermana está
dormida. Finalmente, joder. Le tomó tres cuentos, todos de Sarah, por supuesto, y
múltiples viajes al baño o por agua, o pidiendo que vuelva a revisar si no hay
monstruos antes de que ella finalmente se tranquilizara y se durmiera.

Ha pasado un tiempo desde que le tomó tanto tiempo, y estoy seguro de que
Sarah está en lo correcto en que tiene que ver con la perspectiva de que esté menos
tiempo cerca.

Lo que Sophie no sabe, es que yo también quiero que Sarah esté aquí, sin
embargo, por razones completamente diferentes.

Pero hasta que ella se canse de mí o decida que quiere algo más de lo que soy
capaz de darle en este momento, estoy feliz de continuar encontrando excusas para
que venga de manera regular. Y tengo que admitir que, aparte de que Sophie haya
retrasado la hora de acostarse durante tanto tiempo, es práctico tenerla ya aquí.

Extiendo mi mano hacia ella, y con una sonrisa sensual, ella pone su mano sobre
la mía, permitiéndome tirar de ella así está a horcajadas sobre mi regazo.

—Me gustó tenerte aquí esta noche —le digo, acunando su rotro entre mis manos
y acercándola para un suave beso.

Ella sonríe contra mis labios y se aleja.

—A mí también me gustó estar aquí esta noche. Sophie es una linda niña.

—Sí, lo es. Sin embargo, no hablemos de Sophie en este momento.

Riendo suavemente, Sarah se inclina hacia abajo y me besa.


—Buen plan —susurra contra mis labios.

Beso su labio inferior, luego su labio superior, luego deslizo mi lengua entre ellos,
feliz de no hablar nada en este momento. Mi boca es mucho más feliz estando
ocupada de esta forma.

Ella de acomoda sobre mi regazo, el calor entre sus muslos alineándose donde
ya me encuentro duro y ansioso por ella.

Tal vez usar pantalones de pijama para recibir a una mujer es un paso en falso
en las citas, no es que en realidad estemos saliendo, pero tiene la ventaja de dejarme
sentir la forma en que ella se retuerce sobre mi pene. Y con ella en esas suaves mallas
de algodón que prefiere, sé que también puede sentir cada centímetro de mí.

No puedo esperar para hundirme dentro de ella, incluso si la ventaja es la mitad


de la diversión.

Con un toque en su cadera, termino el beso.

—Levántate. Vamos a quitarte la ropa.

Ella se pone de pie, arqueando una ceja.

—¿Solamente la mía?

Sonriendo, levanto mis caderas y me bajo los pantalones, liberándome.

Sus ojos se ponen vidriosos un poco mientras me ve acariciar mi polla, su lengua


saliendo y humedeciendo sus labios.

—¿Quieres probar?

Se le ruborizan las mejillas y abre la boca.

—¡Shane! —grita mi nombre una voz incongruente.

Ambos parpadeamos el uno al otro, procesando lo que está pasando.

—¡Mierda! —siseo, metiendo frenéticamente mi polla en mis pantalones.

—Sophie está despierta —susurra Sarah, dando voz a mi comprensión.

—¡Solo un segundo, Soph! —le grito.


Al menos no habíamos llegado más lejos, aunque ahora de repente me arrepiento
de mi elección de ropa. Porque no se puede disfrazar una erección como esta.

Ojalá pueda asomar mi mitad superior por la puerta y...

Maldita sea.

Sin decirle una palabra a Sarah, subo las escaleras, subiendo de dos en dos los
escalones. Asomo la cabeza por la puerta de mi hermana, forzando una sonrisa.

—¿Qué pasa, Sophie bug?

—Tengo miedo —dice con una vocecita.

—¿De qué tienes miedo?

Mantengo mi tono gentil, asegurándome de que mi frustración no se escuche.


Meses de práctica significan que no es tan difícil como solía ser.

—No sé —se lamenta, sonando al borde de las lágrimas—. Solo estoy asustada.
¿Puedes sentarte conmigo? ¿Por favor?

Es el ‘por favor’ lo que me rompe. Lo haría de todos modos. Tan pronto como
dijo que estaba asustada la primera vez, supe que cualquier esperanza que tenía de
pasar tiempo desnudo con Sarah había terminado. Debería haberlo sabido cuando
tuve que buscar monstruos. Solo pensé que era una táctica dilatoria, no que ella
estuviera realmente asustada esta noche.

Dejando escapar un suspiro, asiento.

—Por supuesto, Sophie bug. Dame unos minutos para terminar de despedirme
de Sarah.

Su rostro se ilumina.

—¿Sarah todavía está aquí? ¿Ella también puede sentarse conmigo?

—Esta noche no, bug. Necesita llegar a casa.

Realmente es que yo necesito que se vaya a casa, porque no hay forma de que no
me quede sentado aquí con una erección si ella está sentada a mi lado. Pero incluso
si ella estuviera dispuesta a quedarse, no hay forma de que me sienta cómodo
haciendo nada. En noches como esta, Sophie se despierta un montón.
Al menos mañana es sábado y ninguno de nosotros tenemos escuela. Esto
sucedió algunas veces al comienzo del año escolar y los días posteriores fueron
difíciles.

Mañana tendrá que ser muy discreto por aquí.

—Vuelvo enseguida, ¿de acuerdo? Dale un apretón a Sparkles si tienes miedo


antes de que regrese.

—Eso realmente no ayuda —protesta con una vocecita triste.

—Me daré prisa.

Sarah ya está en la puerta, abrigo en mano, cuando bajo las escaleras.

—Lamento mucho esto —comienzo, pero ella levanta una mano para
detenerme, negando con la cabeza.

—Sophie, obviamente, es lo primero. Pensaría menos en ti si ese no fuera el caso.


—Ella me da una sonrisa comprensiva, su mirada llena de afecto mientras se inclina
y me besa suavemente en los labios—. Ojalá los monstruos no regresen y puedas
dormir bien por la noche. Nos vemos la próxima vez.

—La próxima vez —repito, mirando mientras se pone el abrigo y los zapatos.

Cuando Sophie me llama, Sarah se apresura a salir por la puerta, saludando una
vez mientras la cierra detrás de ella. Cierro, luego subo las escaleras de nuevo.

Sophie está sentada en la cama, Sparkles, el unicornio apretado con fuerza en


sus brazos.

—¿Qué te tomó tanto tiempo?

Le planto un beso en la cabeza, notando que mi trenza se mantiene tan bien


como la de Sarah para dormir, solo unos pocos mechones de cabello escapan hasta
ahora.

—Lo siento, bug. Tuve que cerrar la puerta después de que Sarah se fue.

—Estaba asustada.

—Lo sé. —Sentado en el borde de su cama, la acerco para darle un abrazo y le


froto la espalda como a ella le gusta—. Pero estás a salvo. Estoy aquí. No dejaré que
te pase nada, ¿de acuerdo?
Ella asiente contra mi pecho, esnifando, y muy pronto se forma una mancha
húmeda en mi pecho. Me doy la vuelta y dejo que se apoye contra mi costado,
contento de haberla cambiado a una cama de tamaño matrimonial cuando nos
mudamos aquí. Pasé tanto tiempo sentado en su cama con ella que parecía inteligente
incluso si esperaba no tener que hacerlo para siempre. Tener espacio adicional para
sus montones de animales de peluche también es una buena ventaja.

La mayoría de las veces ya no tengo que hacer esto. Pero de vez en cuando, tiene
una noche como esta en la que tiene miedo de algo innombrable, y lo único que la
hace sentir segura es que yo me siente con ella hasta que se duerma.

Se calma bastante rápido, su respiración se vuelve más lenta y profunda minutos


después de que deja de llorar, y pronto miro hacia abajo para ver sus ojos cerrados y
sus labios entreabiertos mientras duerme contra mí.

Suavemente me libero, la acomodo en sus almohadas y me dirijo a mi propia


habitación. Dejo su puerta abierta cuando salgo. Dormiré también con la puerta
entreabierta para poder escucharla si se despierta de nuevo. Ambos conocemos este
ejercicio demasiado bien.

Suspirando, me siento en el borde de mi cama, frotándome la cara con las manos


mientras debato qué hacer a continuación.

¿Debería enviarle un mensaje de texto a Sarah? ¿Tomar mi computadora portátil


y ver una película en la cama para estar más cerca cuando Sophie se despierte de
nuevo? ¿Solo quedarme aquí y mirar al techo hasta que mi cerebro finalmente se
rinda y yo también me duerma?

Ninguno de esos suena atractivo. Mi pierna rebota con una energía nerviosa que
no tiene salida.

Quiero hablar con Sarah. Pero no quiero enviarle un mensaje de texto. La quiero
aquí, conmigo, esperándome con los brazos abiertos, envolviendo sus brazos
alrededor de mí y dejándome descansar mi cabeza en su fantástico pecho, pasando
sus manos por mi cabello y diciéndome que estoy haciendo un buen trabajo.

Más que nada, esa tranquilidad de ella, la forma en que me mira con admiración
cuando interactúo con Sophie, me llena de… algo. ¿Orgullo? ¿Garantía? ¿Confianza?

Todo lo anterior, supongo.

Me sentí completamente fuera de mi alcance desde el momento en que descubrí


que era el tutor legal oficial de Sophie.
Eugene Nesbitt, el abogado que redactó el testamento de mis padres, me había
llamado y me había invitado a su oficina la misma tarde en que fui a la morgue del
condado para dar la identificación positiva de los cuerpos de mis padres.

Después de mirar fijamente la televisión mientras Sophie veía una película de


Disney, fui a reunirme con Eugene. En ese momento todavía estaba mayormente en
estado de shock por todo, y aunque al ver los cadáveres de mis padres definitivamente
habían dejado en claro que realmente estaban muertos y que no había habido ningún
error terrible, esa reunión me devolvió a la realidad.

—Eres su albacea patrimonial —me dijo Eugene, su manera más formal que
comprensiva, pero no brusca—. Y, por supuesto, serás el tutor de la hija menor, Sophie
Katherine Elliott.

Parpadeé un par de veces mientras mi mente rebobinaba sus palabras y las


reproducía de nuevo.

—Disculpa, ¿qué?

Entonces me miró, sus ojos se suavizaron con simpatía mientras se quitaba los
lentes de montura negra y se pasaba la mano por su cabello entrecano.

—Lo lamento. Pensé que tus padres te habrían hablado de esto cuando actualizaron su
testamento hace unos años. Dado que ahora eres mayor de edad, ellos sintieron que era mejor
que Sophie estuviera con uno de sus hermanos en lugar de tus tíos en Wisconsin, quienes eran
los tutores anteriormente nombrados en el caso de la muerte de tus padres mientras alguno de
sus hijos era menor de dieciocho años.

Siguió hablando, explicando los detalles de los pagos del seguro de vida y varias
otras cosas relacionadas con el dinero y su patrimonio, pero nada de eso logró
atravesar el zumbido de mi cerebro.

Después de unos minutos, debe haber notado que no estaba asimilando nada,
porque se puso de pie, se alisó la corbata por el frente y se dio la vuelta para darme
una palmada en el hombro.

—Eres un joven inteligente. Estoy seguro de que lo resolverás todo. Avísame si necesitas
más ayuda con las cuestiones legales.

Asentí, incapaz de formar palabras a través de los labios entumecidos por


demasiadas cosas para procesar, estreché la mano que me ofrecía y me fui.
Y aquí estamos casi seis meses después. Sophie y yo. Estamos progresando, pero
es difícil. La mayoría de las veces solo me preocupo por pasar el día, poniendo un
pie delante del otro.

Pero en las últimas semanas, desde que apareció Sarah, ha habido más en la vida
que simplemente pasar.

Dejándome caer en mi cama, decido la última opción: mirar al techo hasta que
me quede dormido o que Sophie me necesite de nuevo.

No tengo el enfoque para prestar atención a una película o un libro en este


momento. Y aunque una parte de mí quiere acercarse a Sarah, no sé qué decir. Así
que hago lo que me resulta más natural y no digo nada en absoluto.
Sarah
Cuando llego a casa del trabajo al día siguiente, encuentro a Shane y Sophie en
su patio delantero haciendo un muñeco de nieve junto a la luz de su porche delantero,
ángeles de nieve grandes y pequeños cubriendo los espacios abiertos a su alrededor.

Sin embargo, las noches de invierno como estas son casi tan brillantes como el
día, con la forma en que las luces se reflejan en la nieve y las nubes y viceversa, lo
que le da un brillo púrpura a todo. Siempre pensé que era mágico. Lo único que
podría mejorarlo es si comenzara a nevar (copos grandes y esponjosos cayendo
suavemente hacia abajo) ahora mismo.

La cara de Sophie se ilumina cuando me ve entrar en mi camino de entrada, y


abandona a su hermano en el proceso de hacer la segunda bola de nieve a favor de
correr hacia mi jardín.

Dejo la puerta del garaje abierta cuando entro para poder saludarla. Ella está
parada en la entrada de mi garaje cuando salgo de mi auto.

—¡Sarah! ¡Sarah! ¡Estás en casa! ¡Ven a jugar con nosotros!

La risa estruendosa de Shane llena el garaje, haciéndome sentir un cosquilleo de


formas deliciosas, pero no del todo apropiadas, considerando a nuestra joven
audiencia.

Él viene detrás de ella, luciendo como un montañés invernal con sus pantalones
de esquí negros y botas y una parka gris oscuro con rayas reflectantes corriendo por
los brazos. Está de pie con las manos enguantadas en las caderas, su aliento soplando
en el aire frío de diciembre, sus mejillas y nariz rosadas por el frío, un gorro gris
oscuro cubriendo su cabello oscuro para completar el look.

Me dan ganas de tirar de él adentro por su chaqueta de plumas, quitarle su ropa


de invierno para ver qué lleva debajo y besarlo frente al fuego.

Sin embargo, eso no es posible en este momento por razones obvias.


—Démosle a Sarah un segundo para llegar a casa y averiguar qué está haciendo,
¿no? Puede que tenga hambre y necesite cenar antes de poder salir a la nieve. O puede
que no quiera jugar en la nieve en absoluto.

—¿Según quién? —pregunto burlonamente indignada.

—Por favor, por favor, sal a jugar —suplica Sophie—. ¡Puedes ayudar con
nuestro muñeco de nieve! ¡E hicimos ángeles de nieve! ¡Y bajé en trineo por la gran
pila de nieve! ¡Tú también podrías hacerlo! Puedo mostrarte. Será muy divertido, lo
prometo. Por favor.

Tiene sus manos enguantadas bajo su barbilla, y si quisiera negarme, es lo


suficientemente linda como para hacerme cambiar de opinión.

Estoy bastante cansada y había planeado relajarme en casa esta noche. Además,
he tenido punzadas de dolor en la parte inferior del abdomen todo el día, lo que
significa que mi período comenzará muy pronto, así que había planeado ver la
televisión con un paquete de arroz tibio en el estómago. Pero, ¿quién podría resistirse
a ser invitado a jugar así en la nieve?

—Dame unos diez minutos para tomar un refrigerio rápido y ponerme mi equipo
de nieve, ¿de acuerdo?

—¡Está bien! —Sophie se emociona y se vuelve hacia su hermano—. ¡Sarah va


a jugar con nosotros!

Con una sonrisa en su rostro que es solo para mí, Shane me mira a los ojos.

—Lo he oído. Vámonos para que ella pueda prepararse, ¿de acuerdo? Tal vez
podamos terminar este muñeco de nieve antes de que salga, y ella pueda ayudarnos
a construir otro.

—¿Podemos hacer toda una familia de muñecos de nieve? ¿Con una mamá y un
papá y un niño muñeco de nieve?

Shane se ríe de nuevo, esa risa indulgente que tan a menudo escucho de él
cuando está con Sophie, y aunque no tiene nada de sexual, sigue siendo muy sexy.

—Los veré pronto, ¿de acuerdo? —digo mientras me dirijo a mi puerta.

Lo juro, cada vez que veo a ese hombre, mi atracción por él crece. Lo cual no
suena como algo malo, pero al mismo tiempo, después de anoche cuando tuve que
irme tan pronto cuando quedó claro que Sophie no se iba a dormir con facilidad, está
muy claro lo que quiso decir cuando dijo que no tenía tiempo para una relación.

Sophie todavía necesita mucha ayuda y atención. Y Shane es el único que le


proporciona eso. Incorporar a otra persona a la mezcla es arriesgado de muchas
maneras.

Cuando lo escuché decir que no podía quedarme hasta que ella se volviera a
dormir, había perforado el globo de ilusiones que había estado cargando conmigo.
Después de cenar con ellos, enseñarle a Shane a trenzar el cabello de Sophie,
quedarme otra noche de película y comer su (y ahora mí) favorito postre para ver
películas de helado y palomitas de maíz, luego ayudar con la hora de dormir...
Bueno, comencé a verme a mí misma como una parte de su pequeña familia. Un
poco. Quizás.

No ahora, obviamente. ¿Pero tal vez algún día? ¿Quizás lo que tenemos podría
convertirse en algo más? ¿Cuándo las cosas están más arregladas para Shane y Sophie
y yo no esté tan abrumada por la ocupada temporada navideña?

Pero él tampoco había querido que me quedara para ayudar más. Y me di cuenta
de que la única razón por la que me había hecho quedarme durante la primera ronda
de todo era para que pudiéramos tener sexo después.

Lo que debería haberme dado cuenta antes. Después de todo, es la base completa
de nuestra relación. Solo somos amigos con beneficios. No soy su novia. Y Sophie
no sabe que somos algo más que vecinos y amigos.

Necesito recordar eso y permitir emocionarme estúpidamente. Voy a echarle la


culpa a las hormonas del síndrome premenstrual por ahora, porque A, eso es una
cosa, y B, es más fácil que admitirme la verdad: que por mucho que no quiera, ya me
estoy enamorando de Shane.

Yyyyyyy oficialmente comencé mi período. Jodidamente fantástico.

Después de ponerme un tampón, agarrar una barra de granola y abrigarme para


jugar en la nieve, me dirijo al patio de Shane y Sophie, donde de hecho han terminado
su primer muñeco de nieve y están comenzando la bola de nieve de base para el
próximo.

Están de espaldas a mí, así que recojo un puñado de nieve, empaco una bola de
nieve suelta y se la lanzo a Shane.
Aterriza con un ruido sordo en el centro de su espalda, estallando en una
satisfactoria lluvia de nieve.

Se gira, sorprendido, una sonrisa se apodera de su rostro cuando me ve parada


allí, sus ojos se calientan mientras escanean mi cuerpo.

El equipo de nieve no es ni remotamente sexy, pero cuando me mira de esa


manera, me siento sexy de todos modos.

—Así que es así, ¿verdad? —pregunta, con las cejas levantadas.

—No es como nada —digo rápidamente, levantando mis manos en señal de


rendición.

—Oh, no lo es, ¿verdad? —dice, volviéndose y recogiendo un puñado de nieve.

Empiezo a retroceder, pero antes de llegar lejos, él hace la bola de nieve y me la


suelta, golpeándome justo en el pecho. Un golpe directo en las tetas. Excepto por el
acolchado de mi abrigo, apenas lo siento.

Aun así, abro la boca con fingida indignación.

—¡No puedo creer que hayas hecho eso!

—Tú empezaste.

—Oh, Dios mío. ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco?

—¡Oigan! —interrumpe Sophie—. ¡Estamos construyendo muñecos de nieve!


No teniendo una pelea de bolas de nieve.

Shane le hace una media reverencia.

—La reina ha hablado. Le pido disculpas, mi señora. Sarah y yo dejaremos de


distraer a todos con nuestros juegos bruscos y volveremos a la construcción de
muñecos de nieve después de la distracción.

Solté una carcajada y Shane me lanzó una sonrisa antes de regresar a la bola de
nieve que él y Sophie habían estado haciendo.

—Empezaré con la próxima bola de nieve.

—¡Buen plan! —lo aprueba Sophie con entusiasmo y me levanta el pulgar.


Shane me lanza una mirada sospechosa por encima del hombro.

—Simplemente no intentes lanzármela.

Levanto mi mano derecha.

—Prometo no desobedecer las órdenes de su majestad y comenzar otra pelea de


bolas de nieve.

Con los ojos aún entrecerrados, Shane me ve hacer una pequeña bola de nieve
para empezar. Le sonrío mientras lo redondeo. Luego, lentamente, coloco otro
puñado de nieve. Y otro. Y otro.

Shane observa todo el tiempo, ignorando las llamadas de Sophie para que preste
atención a la bola de nieve que están haciendo, hasta que es lo suficientemente grande
como para que quede claro que no la voy a lanzar.

Dejándola caer en la nieve frente a mí, la enrollo para recoger más nieve más
rápido, palmeándola y redondeándola a medida que avanzo, mirando hacia atrás a
la bola de nieve que están haciendo Shane y Sophie para poder medir qué tan grande
hacer la mía.

Shane levanta mi bola de nieve y la apila encima de la de ellos, mientras Sophie


y yo comenzamos con la de la cabeza.

El muñeco de nieve infantil va más rápido porque es más pequeño. Luego


tenemos que entrar a buscar bufandas y gorros y cosas para decorar la familia de la
nieve. Espero en su entrada, sintiéndome casi demasiado caliente por dentro después
de estar afuera en el frío por un tiempo, mientras Shane y Sophie hurgan en un
contenedor de gorros, bufandas y guantes adicionales.

Se les ocurren combinaciones satisfactorias, y Shane y yo las llevamos a cabo y


ayudamos a Sophie a adornar adecuadamente a nuestra gente de nieve.

—Tampoco hemos cenado todavía —me dice Shane en voz baja.

Miro por encima del hombro hacia donde está parado detrás de mí.

—Oh, ¿sí? ¿Es una invitación?

—Si quieres que lo sea —dice—. Eres bienvenida a unirte a nosotros. Sé que a
Sophie le encantaría.

—¿Solo a Sophie?
La mirada que me lanza está llena de anhelo desnudo.

—No solo a Sophie.

Mordiéndome el labio, miro a la niña en cuestión, luego me doy la vuelta para


darle la espalda y me acerco a Shane para poder evitar que escuche algo.

—Correcto. Entonces, comencé mi período esta noche, solo para tu información.


No estoy segura de cómo te sientes acerca del sexo menstrual...

Sus mejillas van del rosa al rojo.

—Oh, uh, um... no sé —balbucea, y tengo que morderme el labio para no


reírme—. Yo nunca... uh, yo no...

Sintiendo un poco de pena por él, decido sacarlo de su miseria y darle una
palmada en el brazo.

—Está bien. No digo que tengamos que hacerlo, solo eso es todo lo que se ofrece
esta noche. Escuché que a algunos chicos no les importa. No estaba segura de qué
variedad eras. Ahora lo sé.

Toma aire.

—No es…

—Está bien, Shane —lo interrumpí—. En realidad.

Sus ojos buscan los míos, y todo lo que ve allí hace que sus hombros se relajen
mientras exhala un suspiro.

—Aún puedes unirte a nosotros para cenar si te apetece.

—Está bien —estoy de acuerdo antes de que pueda pensarlo mejor—. Eso suena
bien. Siempre estoy feliz de dejar que alguien más cocine para mí.

Él ríe.

—Será algo verdaderamente gourmet, como nuggets de pollo. Es lo


suficientemente tarde y tengo tanta hambre que no me interesa cocinar nada que lleve
más de diez minutos más o menos.

Me uno a él en la risa.
—Suena bien para mí.

Sophie nos mira.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada, bug. Solo cosas de adultos. ¿Estás lista para ir a comer?

—¡Sí! —grita con el entusiasmo desenfrenado que solo un niño de seis años
puede reunir—. ¿Sarah también puede cenar con nosotros?

—Eso es de lo que estábamos hablando —dice Shane amablemente, dejando


caer una mano sobre su hombro para un abrazo casual—. Y ella puede.

—¡Hurra!

Sophie aplaude con las manos enguantadas y comienza a correr por la nieve
hacia el garaje.

—Cuidado con el cemento —le grita Shane—. Estará resbaladizo con tus botas
cubiertas de nieve.

—¡Lo sé! —grita en respuesta, dando un paso con cuidado en el camino de


entrada, pisando fuerte un par de veces antes de saltar hacia el garaje. Una vez allí,
camina hacia la puerta trasera, se deja caer en el escalón de atrás y comienza a
quitarse las botas.

—Será mejor que la alcance —me murmura Shane—. Necesitará ayuda con sus
pantalones para la nieve.

Me quedo atrás, mirándolo ayudarla a quitarse su ropa de nieve mojada, luego


los sigo adentro cuando él me llama con una inclinación de cabeza. Al igual que mi
casa, su garaje entra en un pequeño lavadero.

Una vez dentro, Sophie desaparece por el pasillo en mallas, sudadera y


calcetines. Shane coloca sus pantalones para la nieve y su abrigo sobre el borde del
lavadero antes de agacharse para quitarse las botas.

Es una habitación lo suficientemente pequeña que me paro a un lado y espero


mi turno. Si ambos intentáramos desnudarnos aquí al mismo tiempo, chocaríamos y
nos golpearíamos.

Una vez que ha terminado, me sonríe y se dirige a la puerta.


—Empezaré la cena. Siéntete libre de apilar tus cosas encima de las nuestras.
¿Cuántos nuggets quieres?

—¿Cuántos vas a comer?

Hace una mueca en su rostro pensando.

—Probablemente ocho o diez.

—Comeré ocho —digo con una sonrisa.

Con un pulgar hacia arriba, él también desaparece por el pasillo.

Después de lo que pasó anoche, estoy un poco sorprendida de que me haya


invitado a cenar con ellos nuevamente. En todo caso, esperaba que pusiera más
distancia entre nosotros. En cambio, esto parece llevarnos hacia una mayor
intimidad.

Sin embargo, no puedo permitirme pensar de esa manera. Especialmente cuando


su primer instinto fue decirme que Sophie querría que cenara con ellos. Y aunque
tiene toda la razón y ambos lo sabemos, el hecho de que no admitirá que también me
quiere cerca sin que se lo pida no es exactamente motivo de celebración.
Shane
Sarah se reunirá con nosotros para cenar por segunda noche consecutiva.
Debería sentirse raro, pero ¿con ella? Simplemente no lo hace.

Ella encaja.

Sophie la ama y yo... disfruto mucho de su compañía.

Es divertida y es fácil estar cerca de ella, me hace reír, me hace… feliz. De formas
que no creí posibles para mí.

Mis relaciones con las mujeres han sido bastante superficiales durante toda mi
vida. Ya he dicho ‘te amo’ antes, pero nunca estuve cerca de proponer matrimonio
ni nada por el estilo.

Tampoco estoy cerca de ese momento con Sarah, pero...

Podía verlo sucediendo. Algún día. Si las cosas fueran diferentes, de todos
modos.

Pero hay que considerar a Sophie. Y aunque Sarah es genial con Sophie, no estoy
seguro de que crear otro cambio significativo en la vida de Sophie sea una buena idea
en este momento.

Lo cual está perfectamente bien para mí. Sip. Estupendo. Súper. Ajá.

—¡Oye! —dice Sarah detrás de mí mientras veo la cuenta regresiva de la freidora.

Dándome la vuelta, esbozo una sonrisa y le doy una mirada.

—Oye.
Sus mejillas y nariz todavía están rosadas por el frío, y se para frente a mí con
los brazos cruzados sobre la franela azul y blanca desabotonada que tiene sobre una
camiseta de cuello redondo y mallas.

—¿Puedo ayudar con algo?

Niego con la cabeza.

—Nah. Es una comida bastante fácil. ¿Tienes frío? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien —dice, pero sus labios se aplanan y su rostro se pone tenso.

—¿Estás segura de eso?

Arruga la nariz y niega con la cabeza.

—Solo... —Hace un gesto hacia su abdomen con una mano, luego coloca la
palma de la mano debajo del ombligo—. Cólicos.

—Oh, cierto.

Siempre he evitado todo lo posible las cosas relacionadas con el período. Me fui
a la universidad poco después de que Mallory comenzara a lidiar con eso, por lo que
tener hermanas no me ha obligado a exponerme, y estaba perfectamente de acuerdo
con eso.

Se inclina más cerca, su voz baja.

—Si corro a casa por un poco de ibuprofeno, ¿crees que Sophie se enojará?

Mira por encima del hombro, donde la parte superior de la cabeza de Sophie es
visible sobre el respaldo del sofá.

Dado que Sophie está firmemente distraída con su iPad en este momento, me
arriesgo a pasar mis manos arriba y abajo de los brazos de Sarah, y luego acercarla
para darle un abrazo rápido y un beso en la cabeza. Se ve un poco miserable en este
momento, y solo quiero consolarla.

—Tengo ibuprofeno. No tienes que ir a ningún lado si eso es todo lo que


necesitas.

—¿De verdad? Eso sería perfecto.


Después de una mirada rápida para asegurarme de que Sophie no nos está
prestando atención, levanto la barbilla de Sarah y le doy un beso en los labios antes
de soltarla para sacar el ibuprofeno del gabinete estrecho al lado del fregadero donde
guardo las medicinas y las vitaminas.

Me da una sonrisa de agradecimiento cuando le paso el frasco y le lleno un vaso


de agua del refrigerador. Mientras toma las pastillas, sacudo la canasta de la freidora
para asegurarme de que todos nuestros nuggets se cocinen de manera uniforme, luego
bajé los platos mientras esperamos a que terminen.

—¿Necesitas algo más? —le pregunto cuando vuelve a dejar el vaso y se apoya
contra el armario, con los brazos cruzados una vez más.

—Estoy bien. Lo prometo —me asegura.

—¡Shane! —grita Sophie, sentándose de rodillas para poder mirarme por encima
del respaldo del sofá—. ¡Tengo hambre!

En ese momento suena la freidora.

—Buen tiempo. ¡La comida está lista! Ven a la mesa.

—¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra! ¿Puedo seguir viendo mi iPad?

Niego con la cabeza mientras dejo nuggets de pollo en los platos.

—No esta noche. Tenemos una invitada.

—Bien —gruñe, y me alegro de estar de espaldas a ella porque hace que sea más
fácil ocultar mi sonrisa.

—Esa actitud va a ser mi muerte —le murmuro a Sarah.

Ella me da una sonrisa cómplice.

—Me imagino que solo empeorará antes de mejorar.

—Mallory, mi otra hermana, también era así. Sin embargo, creo que Sophie
podría haber recibido una doble ración. Probablemente sea lo mejor que Mallory
haya decidido pasar sus vacaciones con la familia de su novio. Porque por ridículo
que sea discutir con una niña de seis años, Mallory lo hacía a diario cuando estaba
en casa para el Día de Acción de Gracias.

—¿Estás hablando de mí? —exige Sophie desde su asiento.


La desventaja de hacerla apagar su iPad, supongo. Atrapado por mis propias
reglas.

Sarah sonríe hacia el mostrador mientras yo me giro y enderezo la cara.

—Sí. Estamos hablando de ti y Mallory y de lo parecidas que son.

—¡Oh! —Sophie se ilumina—. Mallory es bonita y me maquilla. ¿Te gusta el


maquillaje, Sarah?

Sarah se aclara la garganta y se vuelve, logrando poner una expresión neutra.

—¿Me gusta el maquillaje? Seguro. No como los maquilladores que publican sus
videos en línea mostrando sus increíbles transformaciones o algo así, aunque creo
que son realmente geniales. Pero puedo arreglármelas. ¿Por qué? ¿Te gusta el
maquillaje?

Sophie aplaude.

—Sí. Me encanta el maquillaje. Y también me encantan esos videos. ¿Me


maquillarías?

—Oh, eh...

Atrapada, con los ojos muy abiertos, me mira en busca de orientación.

Me encojo de hombros para indicarle que depende de ella.

—Mallory solo le pone un poco de rubor y un poco de brillo de labios. Una vez
creo que hizo algo de sombra de ojos. No es nada demasiado intenso, pero si no te
sientes cómoda haciéndolo, puedes decir que no.

—¿Por favor, Sarah? ¿Por favor, por favor, por favor?

—Bueno, no tengo ningún maquillaje conmigo esta noche —comienza, pero es


interrumpida por Sophie gritando de emoción.

—Whoa, ahí, Sophie bug —digo, levantando una mano, taponándome la oreja
con la otra—. Baja el volumen, por favor.

Sophie chilla un poco más silenciosamente, corriendo y agarrando la mano de


Sarah.

—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!


—Tendremos que hacerlo en otro momento. Porque ahora mismo, creo que es
hora de cenar.

Cada uno de nosotros lleva su plato a la mesa y, por el camino, saco salsa
barbacoa del refrigerador. Sophie charla durante la cena y le cuenta a Sarah las veces
que Mallory la ha maquillado a lo largo de los años, incluso entre el funeral y el
velorio.

Eso había causado una gran consternación entre los amigos y vecinos mayores,
y especialmente con nuestros tíos, quienes intentaron usar eso como evidencia de que
yo no estaba de ninguna manera preparado para manejar las necesidades de una niña
de seis años en duelo.

Pero en mi opinión, era solo una prueba de su incapacidad para satisfacer las
necesidades de Sophie. Había estado inconsolable cuando llegamos a la casa, y
Mallory se había ofrecido a llevarla arriba para tratar de calmarla antes de que la
gente comenzara a aparecer.

Le había dicho que podían quedarse ahí arriba todo el tiempo si era mejor así.
Sophie no necesitaba jugar a la pequeña anfitriona de todas las personas que
vendrían, por muy bien intencionadas que fueran. Si bien la muestra de apoyo de la
comunidad es agradable, por un lado, también es agotador tener que agradecer
constantemente a las personas por sus interminables letanías de condolencias y viajes
al pasado. Yo, como un adulto mayor, me sentí escasamente preparado para lidiar
con eso. Y estaba agradecido de tener a Brad y Mallory conmigo para ayudar con
Sophie y diluir la atención hasta cierto punto. ¿Pero esperar que Sophie se ocupe de
todo eso? No. Eso es demasiado. Así que pensé que Brad y yo podríamos manejarlo
si Sophie necesitaba saltarse esa parte.

Pero ella y Mallory habían bajado de la mano unos treinta minutos después del
velatorio. Ambas tenían los ojos todavía hinchados por el llanto, pero tenían el rostro
arreglado como si estuvieran saliendo para una noche de diversión.

Sophie había corrido hacia mí y se había arrojado a mis brazos, cortando las
condolencias de Bob y Marge Jones, los vecinos del otro lado de la cuadra que
siempre habían molestado a mis padres con su vigilancia de los dientes de león y las
decoraciones navideñas de los jardines de todos.

Habían jadeado cuando vieron su rostro. Pero yo solo sonreí y le devolví el


abrazo.

—Hola, Sophie bug —le dije—. ¿Te sientes mejor?


—¡Sí! —había gritado, y si no lo hubiera sabido mejor, nunca hubiera imaginado
que se había pasado la mayor parte del día llorando—. Mallory me maquilló. ¿No me
veo bonita?

—Estás preciosa.

Me encontré con los ojos de Mallory por encima de la cabeza de Sophie, y ella
se había encogido de hombros.

—Me estaba quitando el maquillaje para rehacerlo porque ya había llorado casi todo. Ella
también quería un poco. Es algo divertido que hacemos a veces. Hizo que ambas dejáramos de
llorar un poco. No vi el daño.

—Lo hiciste muy bien, Mal —la tranquilicé, dándole a Sophie otro apretón antes
de dejarla en el suelo.

Si bien es cierto que Mallory y Sophie tienen muchos rasgos de personalidad


similares, en general, Mallory es de gran ayuda para ella. Ayuda que Mallory haya
vivido con ella durante los primeros años de la vida de Sophie.

A diferencia de mí…

Cuando se fue para regresar a la escuela en agosto, sentí la pérdida de su


presencia más que cualquier otra desde la muerte de mis padres. Fue entonces cuando
realmente me derrumbé. No cuando recibí la llamada telefónica de la policía estatal.
No en el funeral. Ni siquiera antes de eso cuando tuve que ir a identificar los cuerpos.

Brad se fue cuando puse la casa en venta. Estaba enojado por esa decisión, a
pesar de que tenía un apartamento en Seattle con su novio y de todos modos no
viviría en la casa de mamá y papá. Mallory también estaba enojada, pero después de
que quedó claro que no podía cambiar de opinión, dejó de expresar su opinión. En
cambio, me dio el tratamiento silencioso durante las semanas restantes que se quedó
con Sophie y conmigo. Pero ella todavía ayudó con Sophie, llevándola a las citas,
ayudándola con la cena y con la rutina de la hora de dormir.

Una vez que llegó el momento de que ella regresara a la escuela, éramos solo
Sophie y yo, y me di cuenta de lo ridículo que era para mí ser su tutor.

¿Qué estaba pensando? Me pregunté a mí mismo todos los días durante semanas
después de eso. ¿Por qué pensé que podía hacer esto? Quizás debería haber dejado
que el tío Will y la tía Cathy se la llevaran.
Pero luego se acurrucaba conmigo por la noche cuando la ponía en la cama y
me decía que me amaba, y yo pensaba en lo difícil que sería si tuviera que mudarse
al otro lado del país. Al menos conmigo se quedó en la misma ciudad con los mismos
amigos en la misma escuela.

Comenzar la escuela unas semanas después de que Mal se fuera ayudó. Le dio a
nuestros días más estructura. Y más oportunidades de cuidado de niños.

La terapia también nos ayudó a los dos. Así que ahora que yo soy el tutor de
Sophie no parece la peor idea que mis padres hayan tenido.

Y con Sarah aquí... casi parecemos una familia.

Cerré esa línea de pensamiento, como lo hice antes cuando estaba preparando la
cena.

Una vez que terminamos de comer, Sarah empuja su plato y cruza las manos
frente a ella.

—Gracias por la cena —me dice—. Pero probablemente debería irme a casa y
dejar de estar encima de ustedes.

Sophie comienza a soltar carcajadas.

—¡No estás encima de nosotros! ¡¿Cómo estarías sobre nosotros?!

Sarah y yo intercambiamos sonrisas.

—Es un dicho —le digo a Sophie—. Ella solo quiere decir que se irá para que no
nos moleste más y dejarnos solos.

Volviéndose hacia Sarah, la expresión de Sophie pasa de la risa a la tristeza.

—¿Te quieres ir? No nos estás molestando. ¿Verdad, Shane? Dile que debería
quedarse.

Respiro profundamente, sin saber si Sarah quiere irse porque todavía no se siente
muy bien o porque cree que debería hacerlo.

Extendiendo mis manos frente a mí, la miro y le digo:

—No te vayas por nosotros. Como puedes ver, Sophie y yo disfrutamos cuando
te quedas. Pero sé que no te sientes tan bien esta noche, así que si quieres ir a casa y
descansar, lo entendemos, ¿verdad, Sophie?
—No quiero que Sarah se vaya —se lamenta Sophie—. Quiero que se quede
hasta que sea mi hora de dormir otra vez.

Abro la boca para reiterar que a Sarah se le permite irse si lo necesita, pero Sarah
habla antes que yo.

—Lo siento, Sophie. No me di cuenta de que estar aquí era tan importante para
ti. Puedo quedarme un poco más, ¿de acuerdo?

—¡Hasta mi hora de dormir! —insiste Sophie.

—Bien. Me quedaré a tu hora de dormir —le dice Sarah con una sonrisa amable.

Estoy dividido entre el agradecimiento de que Sarah se hizo cargo de una rabieta
seria, porque absolutamente lo habría sido, y la necesidad de no ceder para evitar que
Sophie tuviera una rabieta.

Pero en este caso, es Sarah quien cede, no yo, así que puedo dejarlo pasar esta
vez. Sin embargo, no podemos permitir que esto se convierta en un hábito. De lo
contrario, Sarah estará aquí todas las noches como parte de la rutina de la hora de
dormir.

¿Y qué tendría de malo eso? susurra una vocecita en el fondo de mi mente.

Nada. Nada en absoluto. Pero no puedo entretener ese pensamiento, no importa


cuánto lo desee.
Sarah
La hora de dormir es más fácil esta noche que anoche. Y un poco antes. No estoy
segura si es porque está agotada por jugar en la nieve o si su sueño interrumpido
continuó después de que me fui anoche.

Pero después de la hora del cuento, bajo las escaleras después de prometer que
me quedaría hasta que ella esté bien y realmente dormida, dejando a Shane para decir
las últimas buenas noches.

En mi camino por las escaleras, presiono una mano en la parte inferior de mi


vientre mientras el dolor me agarra como un puño. Respirando hasta que casi
desaparece, me dirijo al sofá, apoyándome en el brazo, con los pies estirados sobre
los cojines, haciendo todo lo posible por ponerme lo más cómoda posible.

No es que sea un sofá incómodo. Es bastante cómodo y lo suficientemente


profundo para las actividades a las que Shane y yo solemos llegar aquí, pero
definitivamente no esta noche. Simplemente no es mi sofá con mi cálida manta
peluda y mi paquete de arroz caliente y té de jengibre, que es mi trifecta de consuelo
habitual al final del día durante la semana del período.

Muerdo mi labio para reprimir otra risa ante su reacción a mi sugerencia de sexo
menstrual. No estoy muy emocionada por eso, pero he oído que el sexo puede ayudar
con los cólicos. Estaba dispuesta a afrontar el lío para intentarlo. En favor a la ciencia.

Pero con la negativa tartamudeante y nerviosa de Shane, definitivamente no voy


a presionar sobre eso. Sin embargo, tendrá que superar esa vergüenza con los
períodos, porque él será el responsable de los suministros para el período de Sophie
cuando llegue el momento.

Pobre niña.

Shane baja unos minutos más tarde, exhalando un profundo suspiro. Se detiene
frente a mí con las manos en las caderas mientras me observa tendida en su sofá.
—Puedes irte si quieres —me dice, con total naturalidad—. Se quedará dormida
en los próximos cinco minutos si aún no lo ha hecho.

—Oh. Bien.

Pongo mis pies debajo de mí, preparándome para levantarme. Quiero decir,
quiero ir a casa y ponerme cómoda. Pero también me gusta pasar tiempo con Shane.
Sé que no estaremos desnudos juntos esta noche, por razones obvias, pero pensé que
tal vez podríamos... No sé. Pasar el rato. Abrazarnos. Un beso o dos hubieran estado
bien.

—No es necesario —dice rápidamente—. Puedes quedarte si quieres. Yo solo...


has estado haciendo muecas de vez en cuando toda la noche. Supuse que estarías
más cómoda en tu casa.

Con mis pies en el suelo y mis manos preparadas para empujarme del sofá, miro
a Shane, con una sonrisa torcida en mi rostro.

—Si quieres que me quede, alguna vez, no solo esta noche, sería bueno que me
lo dijeras. Es bastante sencillo. Todo lo que tienes que hacer es decir: ‘Sarah, ¿podrías
quedarte un rato más, por favor? Disfruto pasar tiempo contigo sin las constantes
interrupciones de mi hermana’.

Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa y la diversión baila en sus ojos
marrones.

—Sarah, me encantaría que te quedaras todo el tiempo que quieras. Pero sé que
no te sientes tan bien, así que si quieres irte a casa, lo entiendo.

—¿Fue tan difícil?

Toma aire, su pecho se hincha y parece que la respuesta es sí.

Levanto las cejas.

—¿En serio?

Riendo, se pasa una mano por la mandíbula, haciendo ese delicioso sonido que
tanto amo.

—¿Estás bien? ¿Hay algo más que pueda ofrecerte? No creo que haya pasado el
tiempo suficiente para otra dosis de ibuprofeno.
—Normalmente uso una compresa térmica en los días malos. Por lo general, es
solo los primeros dos días que está así, y luego se calma.

Su rostro se ilumina.

—Puedo hacer eso por ti. ¿Quieres una manta o algo también?

—Eso sería encantador.

Me acomodo en mi lugar, conteniendo una sonrisa por la forma en que se


preocupa por mí. Va a un armario debajo de las escaleras y hurga, luego va a la cocina
y escucho el pitido de los botones del microondas seguido de su familiar zumbido.
Aparece detrás del sofá, con una colcha en sus brazos que despliega y extiende sobre
mí, agachándose para envolverme con ella y dándome un rápido beso en la nariz.

Es tan dulce y cariñoso que hace que mi corazón palpite más fuerte, un calor que
me llena y que no tiene nada que ver con la manta que ahora me cubre.

Vuelve a la cocina y detiene el microondas antes de que suene un pitido al final.


Cuando regresa, hace malabarismos con un paquete de arroz azul de mano en mano
antes de pasármelo.

—Cuidado —murmura—. Está caliente.

Sentado en el extremo opuesto del sofá, levanta la manta y se desliza debajo de


ella hasta que encuentra mis pies. Los levanta y los coloca en su regazo, levantando
la manta de nuevo por un segundo para ver mis calcetines, estos tienen pequeñas
ramitas de acebo por todas partes. Sonriendo, apoya sus propios pies sobre la mesa
de café y deja escapar un suspiro de satisfacción.

Su mano descansa sobre mi pierna sobre la manta y me acaricia hasta la rodilla


y vuelve a bajar.

—Esto es agradable.

Mis cejas suben por mi frente. Esto es agradable. Estoy de acuerdo. Me


sorprende escucharlo decir eso, dado lo difícil que es para él admitir que quiere que
me quede, incluso si no estamos teniendo relaciones sexuales.

—¿Y tú? —pregunta—. ¿Esto está un poco mejor?

Le doy una sonrisa.

—Mucho mejor. Gracias.


He visto el lado cariñoso de Shane, obviamente. He pasado tanto tiempo con él
y Sophie juntos como lo hemos pasado solos, creo. O al menos bastante cerca. Pero
nunca hacia mí de esta manera.

Es sorprendente.

No estoy acostumbrada a que me cuiden. Estoy acostumbrada a ser la que cuida


a los demás. O al menos cuidarme. Mamá y papá trabajaron mucho mientras
crecíamos, lo cual estoy segura que es parte de la razón por la que se jubilan ahora,
a pesar de que son mucho más jóvenes que la edad de jubilación habitual. Pero han
trabajado tan duro durante tantos años que merecen un descanso. Aunque sé que les
encantó construir el Emporio de la Navidad y organizar el Festival de Navidad. El
hecho de que todavía estén tan involucrados en el Festival de Navidad y sigan siendo
Santa y la Sra. Claus es evidencia suficiente de eso.

Pero con ellos trabajando todo el tiempo, una vez que tuve la edad suficiente, me
convertí en la niñera de mis hermanos menores. Seguro, Ty también cuidó de los
niños, pero siempre lo odió. Y con las prácticas de fútbol y su propio horario de
trabajo una vez que se unió al imperio navideño familiar, esa tarea recayó en mí.

Todavía soy medio responsable de Dylan y Nora, incluso ahora.

No creo que nadie haya calentado una bolsa de calor para mis calambres desde
que tenía catorce o quince años.

Que Shane lo haga por mí, y luego, cuando empieza a frotarme los pies… Dulce
niño Jesús. Podría acostumbrarme a esto muy fácilmente. Con demasiada facilidad.
Especialmente porque el cuidarme así me hace sentir cosas. Cosas que
definitivamente no debería sentir dados los términos de nuestra relación.

—¿Quieres ver una película o algo así? —pregunta.

—Claro, eso estaría bien. Tú escoges. Soy bastante fácil de complacer.

Especialmente porque no me importa la película en absoluto. Estoy cómoda,


cálida y me siento... cuidada. No amada. Porque eso no está sobre la mesa aquí. Pero
cuidada... podemos preocuparnos el uno por el otro. ¿Correcto? Estoy bastante
segura de que está permitido.

—¿Esto está bien? —pregunta Shane, una comedia romántica de Netflix resaltada
en la pantalla.

Le doy una sonrisa divertida.


—¿Te gustan las comedias románticas?

Se encoge de hombros, una pequeña sonrisa curva sus labios.

—No las odio. Y esto es lo que hacen las chicas en sus períodos, ¿verdad? ¿Comer
chocolate y ver películas como esta?

Riendo, lo empujo con el pie.

—¿Dónde está mi chocolate entonces?

Su sonrisa crece.

—Tengo un alijo de dulces que guardo para Sophie en la despensa. ¿Quieres un


poco? —Antes de que pueda responder, comienza la película y, dándome palmaditas
en la pierna, se aparta de debajo de mí—. Vuelvo enseguida.

Regresa un momento después y coloca un puñado de chocolates Reese en


miniatura de en la mesa de café. Luego se sienta en el extremo opuesto del sofá y
abre los brazos.

—Ven aquí y ponte cómoda conmigo.

Mordiéndome el labio para contener mi sonrisa, me muevo para apoyarme en


él, básicamente en la misma posición en la que estaba antes, pero al revés, donde mi
espalda está contra él con mis pies en el sofá.

Se inclina para que mi espalda esté más contra su pecho que contra su costado,
y su brazo me rodea.

Estamos acurrucados.

De todas las cosas que pensé que traería esta noche, no fue esta.

Claro, nos acurrucamos después del sexo. Pero eso es parte del disfrute desnudo
después del orgasmo, no su propia actividad. Es el lugar de descanso entre lo que
tenemos y nuestros respectivos retornos a nuestras propias vidas.

Esto es otra cosa. Nuestra ropa está puesta y es un evento discreto en sí mismo.
Nos abrazamos y vemos una película.

Como una pareja.

Y no sé qué debería pensar sobre esto.


Así que decido no pensar en nada y disfrutarlo mientras pueda.
Sarah
A la mañana siguiente, llegué a la casa de mis padres lo suficientemente
temprano para verlos antes de que comiencen el Festival de Navidad. Después del
comportamiento de Shane anoche, estoy más decidida que nunca a hacer que esta
Navidad sea especial para ellos de alguna manera. Y mi mejor plan es una visita
personal de Santa para Sophie.

Ella es la principal prioridad de Shane, por lo que cualquier cosa que la haga feliz
también debería hacerlo feliz a él. Una parte de mí quiere ponerse en contacto con
sus hermanos y convencerlos de que también vengan, pero me preocupa que eso sea
exagerar. O que le preguntaran a Shane por qué los llamo y trato de presionarlos para
que hagan algo que no quieren hacer. Y eso abriría una lata de gusanos, porque
definitivamente es algo que haría una novia, y definitivamente no soy su novia.

No importa cuánto actúe como un novio.

Dejó muy claro que no quería nada serio, y seguiré esa pauta hasta que
decidamos lo contrario.

O terminar.

Pero no quiero pensar en eso. Eso me hace sentir triste. Y es Navidad, que es la
época más ajetreada, pero también la más feliz del año.

Una de las cosas que me encanta de trabajar en el Emporio de la Navidad e


incluso de trabajar como duende durante todos esos años es la forma en que
ayudamos a mejorar la Navidad de las personas. Más feliz.

Después de todo, es la época más maravillosa del año.

Entré por la puerta principal.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Soy yo!


—¡En la cocina!

Sigo la voz de mamá a la cocina en la parte trasera de la casa y la encuentro


vestida con su vestido de Sra. Claus, una taza de café en la mano, con el cabello
recogido hacia atrás y lista para su gorro y peluca.

Ella me da una gran sonrisa y extiende su mano libre para abrazarme.

—Buenos días cariño. Espero que tu visita inesperada sea buena y no porque
haya sucedido algo terrible.

—Está bien —le aseguro mientras le doy un abrazo.

—Bueno, bueno. ¿Quieres café?

—Seguro. El café suena genial. —Saco una taza del armario sobre la cafetera y
la lleno hasta el final, dejando espacio para la leche y el azúcar—. ¿Papá está por
aquí? Tengo un favor que pedirles a ambos.

—Oh, ¿un favor? —regaña mamá—. Pensé que habías dicho que era algo bueno.

Riendo, bebo mi café y me siento en mi lugar habitual en la mesa de la cocina.


Aunque ya no vivo aquí, ha sido mi lugar desde que era una niña y los viejos hábitos
son difíciles de morir. Cuando llego a casa a cenar, sigue siendo mi lugar.

—Papá debería bajar en cualquier momento. Estaba acabando de ducharse


cuando bajé hace unos minutos. —Comprueba la hora en el reloj—. Sin embargo,
espero que esto no tome mucho tiempo. Tenemos que irnos pronto para que tenga
tiempo suficiente para poner su barriga en su lugar debajo de su disfraz una vez que
lleguemos al Polo Norte.

—No los retendré. Lo prometo.

—Bien. —Mamá me observa por encima del borde de su taza de café con la
alegría bailando en sus ojos azules acerados—. ¿Este favor no tendría nada que ver
con cierto vecino con el que escuché que has estado pasando el tiempo?

—¿Dónde habrías oído eso? —pregunto, tratando de ignorar el rubor que quema
mis mejillas.

Mamá deja escapar una fuerte carcajada.

—Oh, Sarah. Seguro que sabes que a tus vecinos les encanta chismorrear. —Ella
deja escapar otra risa—. Herb y Mary al otro lado de la calle mencionaron que te
vieron yendo y viniendo de la casa de Shane Elliott recientemente. E incluso si sus
vecinos no pudieran tener una segunda carrera trabajando para una agencia de
inteligencia, tú convenciste a tu hermano para que te ayudara a colgar luces
navideñas en la casa del hombre. Al parecer sin su permiso. ¿No creíste que Dylan
se quejaría por eso durante días?

Soltando una carcajada, tomo otro sorbo de café antes de encogerme de hombros
y asentir.

—Bien, bien. Me atrapaste. Es un favor para Shane y Sophie. Pero más para
Sophie.

Mamá me da una mirada de complicidad y un pensativo:

—Hmm. ¿Vas a intentar venderme la idea de que la linda niña es la razón por la
que pasas tanto tiempo allí y no su lindo hermano mayor?

Otro sonrojo molesto calienta mis mejillas. Realmente desearía poder controlar
eso.

—Ella fue la razón por la que fui allí la primera vez.

—Mmhmm —dice mamá, su tono lleno de duda burlona.

—¡Ella lo fue! —insisto, contando la historia de cómo escuché su pedido a Santa


el día que Shane la trajo.

El rostro de mamá se suaviza, su mano se extiende para acariciar la mía.

—Solo te estoy molestando. Supuse que tenías algo bajo la manga en lo que a
ellos les preocupaba cuando te escuché preguntarle a tu papá para obtener más
información ese día. ¿Qué terminaste llevándole?

Le cuento los eventos de esa noche, mi mensaje y el regalo para Sophie en


nombre de sus padres a través de Santa y de la recepción algo desagradable de Shane.

Con las cejas subiendo por su frente, mamá deja su taza sobre la mesa.

—¿Cómo te las has arreglado para convertir eso en lo que sea que tienes ahora?

—¿Quién dijo que ahora tenemos algo?

Ella me da una mirada que me dice que debería saber mejor que hacer esa
pregunta.
—¿De verdad vas a intentar decirme que no hay nada entre tú y Shane con la
cara seria? ¿Cuando ni siquiera puedes mencionar al chico sin sonrojarte?

—Difícilmente un chico —murmuro en mi café.

Mamá grita de risa y golpea la mesa con la mano.

—Hablado como alguien que se ha involucrado. —Ella se acerca y me aprieta la


mano de nuevo—. Invítalos a cenar una de estas semanas, ¿de acuerdo? Sin embargo,
quizás después de Navidad, cuando las cosas sean un poco menos locas para todos
nosotros.

—Oh, bueno, eh…

El que papá apareciera me salvó de responder.

Se inclina y le da a mamá un beso en la mejilla.

—¿De qué se trata toda esta hilaridad?

Con una mirada al reloj, mamá hace un gesto con la mano.

—Sarah y yo nos estábamos poniendo al día. Sin embargo, tiene un favor que
pedirnos. Algo que ver con su guapo vecino y su muy joven hermana.

Sonrojándome de nuevo cuando papá dice:

—Oh, en serio. —En el mismo tono de complicidad que usó mamá hace un
momento, me aclaro la garganta—. Sí. Me preguntaba si estarías dispuesto a hacer
una aparición especial en Nochebuena para Sophie. Ha tenido un año tan difícil, y
esta es su primera Navidad sin sus padres, y estoy bastante segura de que solo serán
ella y Shane. Ha mencionado que ha intentado que su hermano y su hermana vengan
durante al menos un par de días durante las festividades, pero no creo que quieran.
Idealmente, podría convencerlos de que vinieran también, pero no sé cómo hacer
que eso suceda. No conozco a ninguno de ellos, y sería extraño para mí hacer eso.

Mamá frunce el ceño y su mirada se vuelve abstracta como siempre lo hace


cuando está resolviendo un problema.

—Mmm. Dylan tiene la misma edad que Mallory. Él podría tener su número.

—Mamá, acabo de decir que no puedo hacer eso. Sería sobrepasarme.

Ella vuelve a enfocar su mirada en mí.


—¿Estás preocupada por sobrepasarte? ¿Ahora? ¿Cuando traspasaste su
propiedad para decorar el exterior de su casa y de alguna manera te metiste en su
vida hasta el punto de estar en su casa de forma regular después de escuchar a
escondidas un deseo privado de Navidad?

—No es como si hubiera confidencialidad niño-Santa o algo así —me burlo,


dolorosamente consciente de que estoy imitando lo que Shane me dijo esa primera
noche.

Papá parece pensativo y se acaricia la barba.

—Tal vez no. Pero existe un entendimiento de que lo que dicen es entre nosotros
dos. Solo te lo dije porque sé que no romperías esa confianza ni revelarías los secretos
de la Navidad y la forma en que Santa Claus trabaja a un niño que no está listo. —
Me fija con una mirada severa—. No lo hiciste, ¿verdad?

Suspirando, agito una mano.

—No. Ella todavía está convencida de que soy una duende con una asignación
especial de Santa. Básicamente soy un espía para ti, y soy la razón por la que nuestro
Festival de Navidad es tan especial.

Eso hace que mis padres se rían histéricamente. Cuando finalmente se detienen,
mamá apura lo último de su café y se pone de pie, llevando su taza al fregadero.

—Gracias por las risas, cariño. Entiendo por qué le dijiste lo que hiciste, pero
aun así es muy divertido, tienes que admitirlo.

Papá me sonríe y también se pone de pie.

—Podemos hacer una aparición en Nochebuena. Y creo que tu mamá va a ver


qué puede hacer con los otros hermanos Elliott. —Él pone su dedo a un lado de su
nariz en su clásico movimiento de Santa Claus—. Pero ese es otro secreto de Santa.
No tendrás que preocuparte por eso de una forma u otra.

Llegando a mi asiento, se inclina y besa la parte superior de mi cabeza, la colonia


de canela y clavo de olor que solo usa en esta época del año, su aroma característico
de Santa, envolviéndome.

—Si Santa tuviera un espía duende especial en una ciudad, definitivamente serías
tú —dice—. Y ahora es el momento de que nos vayamos. Hasta luego.
Agarrando sus abrigos, salen por la puerta mientras yo termino mi café. Dado
que Dylan y Nora no irán con ellos, supongo que es uno de los duendes que no son
de la familia que trabaja esta mañana.

Termino mi café, enjuago mi taza y la dejo en el fregadero. No puedo decir que


esté emocionada de que nuestros vecinos entrometidos hayan registrado nuestras
acciones y hayan pasado la información a mis padres. Aunque, como dijo mamá, se
habrían imaginado que algo estaba sucediendo solo por hacer que Dylan me ayudara
a colgar esas luces.

Aun así…

Se están haciendo una idea equivocada. Y si Shane se entera de que todos


piensan que estamos juntos, me preocupa que incluso lo poco que tenemos me
explote en la cara.
Shane
Después de cinco días de no tener relaciones sexuales con Sarah, mi
temperamento está más desgastado que de costumbre. O tal vez ha vuelto a ser
habitual, y el breve tiempo en el que lo recibía a diario me hizo menos irritable de lo
normal.

De cualquier manera, ya estoy empezando a reconsiderar mi posición a no tener


relaciones sexuales con menstruación, porque esto apesta. No necesariamente la
primera o las dos primeras noches de su período, solo porque obviamente se siente
miserable. Todo lo que quiero hacer por ella cuando está así es encontrar una manera
de mejorarlo.

Y según su reacción la otra noche cuando le conseguí la manta, la compresa


térmica y el puñado de chocolates, me acurruqué con ella y vi una película, hice bien
esa parte. Ella era tan linda acurrucada en mi pecho. Y estaba claramente exhausta.
No sé si por nuestras actividades extracurriculares además de su agenda ya llena o
porque era esa época del mes, pero ella comenzó a quedarse dormida cerca del final
de la película. La primera vez, me moví como una excusa para sacudirla un poco y
ayudarla a mantenerse despierta, pensando que querría ver el gran momento
emocional. Pero apenas había abierto los ojos cuando su cabeza se volvió pesada
contra mi pecho y su respiración se hizo más profunda.

Esperé hasta que los créditos terminaron de rodar y Netflix comenzó a mostrarme
una vista previa de alguna otra película aleatoria antes de hacer un esfuerzo
concertado para despertarla.

Odiaba cada segundo, porque lo que realmente quería hacer era llevarla a mi
cama, arroparla y acurrucarme con ella.

Pero eso es imposible. Ese no es nuestro trato. Así que, en cambio, la sacudí
suavemente para despertarla.

Ella parpadeó hacia mí, luego sus labios se curvaron en la sonrisa más linda.
—¿Me quedé dormida?

Asentí, lamentándome por la pérdida de su cálido peso en mi pecho cuando se


sentó y se estiró, bostezando ampliamente.

—Lo siento —murmuró con esa sonrisa soñolienta todavía en su lugar—. Será
mejor que me vaya a casa.

La acompañé a la puerta y le di un beso de buenas noches, mirando a través de


la ventana mientras caminaba penosamente por la nieve en nuestros patios, odiando
que al menos no pudiera acompañarla a su puerta.

Pero a pesar de que no me gustaba la forma en que la noche tenía que terminar,
la misma forma en que terminan todas nuestras noches juntos, obviamente la hice
sentir lo suficientemente cómoda como para quedarse dormida sobre mí.

Ese pensamiento me hace sonreír.

—¿Qué provocó esa sonrisa? —pregunta CJ mientras entra por la puerta de


nuestra oficina.

—Nada. Solo estoy pensando en algo gracioso que sucedió.

—Ajá. —CJ toma un trago de agua, mirándome con duda—. Esa no es la sonrisa
de un hombre que recuerda algo gracioso. Esa es la sonrisa de un hombre que piensa
en una mujer. ¿Quién es ella?

Poniendo los ojos en blanco, niego con la cabeza, frunciendo el ceño


conscientemente.

—Piensa lo que quieras, hombre. Ya te dije por qué estaba sonriendo.

Resopla.

—Puedo ver que el momento ha pasado. —Volviendo a cerrar la tapa de su


botella de agua, se sienta pesadamente en su silla con ruedas y se acerca a su
escritorio—. Entonces, ¿te veremos en la jornada de casa abierta este fin de semana?

—Oh, claro, eh...

Es la última semana de clases antes de las vacaciones, y entre acorralar a


adolescentes ansiosos, pasar tiempo con Sarah, tratar de convencer a mis hermanos
de fuera de la ciudad para que hagan acto de presencia por el bien de Sophie, y hacer
lo mejor que pude para hacer que todos los demás aspectos de su Navidad fueran lo
mejor posible, la invitación de CJ a su casa abierta anual se me olvidó por completo.

Da una palmada en su escritorio.

—Vamos hombre. Tienes que venir. Es tradición.

Riendo, pregunto:

—¿Para quién?

—¡Para nosotros! —Se hace un gesto a sí mismo—. Para mi familia. Tenemos


una jornada de casa abierta todos los años e invitamos a todos nuestros amigos. Me
dolerá si no haces acto de presencia.

—Está bien —concedo—. Lo último que quiero es herir tus sentimientos. —Y es


verdad. CJ es un buen tipo, y aunque actúa como si estuviera bromeando, lo conozco
lo suficientemente bien desde septiembre como para darme cuenta de que hay una
base de verdad allí. Heriría sus sentimientos si no aparecía—. Dijiste que los niños
también pueden venir, ¿verdad?

—Por supuesto, por supuesto. Los míos estarán allí. Es familiar. Tendremos
comida y juegos. Sophie puede jugar con mis hijos y con cualquier otro niño que esté
allí. Es un buen momento. Ahora también puedes convertirlo en una tradición para
ti.

—Todas las tradiciones tienen que empezar en alguna parte, supongo.

—Ese es el espíritu.

Puedo practicar mis habilidades de trenzado francés nuevamente en el cabello


de Sophie antes de ir a la casa abierta de CJ el sábado. Saco una foto y se la envío a
Sarah, quien me envía un mensaje de texto con un emoji de pulgar hacia arriba.

Sonriendo, ayudo a Sophie a ponerse la chaqueta sobre su vestido rojo a cuadros


que combinó con las mallas forradas de vellón en un rojo chocante con árboles de
Navidad y llamas por todas partes. Es un atuendo festivo, sin duda alguna. Y está
más que emocionada de poder ir a una fiesta de Navidad donde también habrá niños.

Cuando llegamos, CJ inmediatamente sale de la multitud, con los brazos


abiertos, su rostro con una sonrisa genuinamente acogedora.
—¡Lo hiciste! —grita, dándome una palmada en el hombro. Luego se vuelve
hacia Sophie—. Y tú debes ser Sophie. ¡He oído mucho sobre ti!

—¿De verdad? —chilla, saltando arriba y abajo.

—Sip. Shane me ha dicho lo mucho que amas las galletas de Navidad. —Ella
asiente con entusiasmo, y CJ se agacha a su nivel, haciéndole un gesto para que se
acerque. Ella se inclina para escucharlo por encima del ruido del gran grupo de
personas reunidas en la casa de CJ—. Hay toda una mesa llena de galletas allá. —
Señala a la derecha—. ¿Por qué no le dejas tu abrigo a Shane y vas a buscar una? Mi
esposa, su nombre es Maryanne, por cierto, está allí. Ella te ayudará y te dirá dónde
están jugando los otros niños, ¿de acuerdo?

—¡Bien! —Tan pronto como CJ dijo que me dejara su abrigo, Sophie comenzó
a desabrocharlo y a sacárselo de los hombros. Una vez que libera sus brazos, me lo
empuja con la cara radiante—. ¿Está bien, Shane? ¿Puedo ir a buscar una galleta?

—Por supuesto. Por eso estamos aquí, para comernos toda la comida de CJ.
Diviértete. Estaré aquí si me necesitas, ¿de acuerdo?

—¡Está bien! —grita por encima del hombro, ya yendo en busca de galletas antes
de que yo termine de hablar.

CJ se ríe.

—Ella es una niña linda. Ustedes parecen estar haciéndolo bien juntos.

—Sí —le digo, mirándola abrirse camino entre la gente hasta que se pierde de
vista—. Lo estamos haciendo bien. Ella estaba realmente emocionada por esto.
Gracias por invitarnos.

—Por supuesto, por supuesto. Déjame llevarme sus abrigos. Los pondré con los
demás. Siéntete como en casa. Shirley y Dennis también están aquí si quieres ir a
saludar.

Desaparece por un pasillo, dejándome con mis propios dispositivos. Me adentro


más en la gran sala, mirando a mi alrededor para ver si puedo encontrar dónde
desapareció Sophie. Ella está en una mesa, sus pies se balancean mientras se sienta
en la silla, y le da un mordisco a una enorme galleta glaseada con forma de árbol de
Navidad. Un niño que parece dos o tres años mayor se sienta a su lado. Y un par de
otros niños mayores se colocan alrededor de la mesa.
Además de las galletas que recubren las encimeras de la cocina, hay una gran
variedad que se derrama de la barra del desayuno sobre una mesa plegable: platos de
carne picada en rodajas, una especie de cazuela de papas (el único tipo de cazuela
que creo que puedo hacer ahora) relleno, ensaladas y ni siquiera puedo distinguir qué
más. CJ no bromeaba cuando dijo que harían todo por esto.

Al acercarme a la mesa, tomo un plato de papel, rojo, por supuesto, con una
servilleta verde impresa con árboles de Navidad dorado y artículos de plástico
plateados que parecen verdaderos cubiertos hasta que los levantas. Me abro paso por
un lado de la mesa, concentrándome por completo en la comida que estoy cargando
en mi plato. Hasta que alcanzo la cuchara en la cazuela de papas al mismo tiempo
que otra persona. Sigo la mano delgada y femenina hasta una manga de suéter
navideño estampado que reconozco. Una sonrisa ya se apodera de mi rostro cuando
levanto los ojos para encontrar a Sarah sonriéndome.

—¡Hola! —dice, genuina calidez en su voz—. No me di cuenta de que estarías


aquí. ¿Cómo conoces a Maryanne y CJ?

—Trabajo con CJ.

Se golpea la frente con la palma de la mano.

—Por supuesto. Siempre olvido que ambos son profesores de educación física.

Le hago un gesto para que se sirva ella misma y observo cómo sirve una generosa
porción en su plato antes de tomar mi turno.

—¿Olvidas que enseño educación física?

Con un pequeño encogimiento de hombros, se mueve alrededor de la mesa y yo


la sigo, teniendo cuidado de quedarme con ella para que podamos continuar nuestra
conversación. Estaba un poco preocupado por venir hoy. Me llevo bien con CJ, pero
desde que mis padres fallecieron, no me han gustado demasiado las grandes
multitudes reunidas en la casa de alguien. Por supuesto, esta reunión es para algo
divertido y feliz, no un funeral, pero aun así.

Para colmo, no he sido exactamente social con los otros maestros y el personal
de la escuela. Soy educado, por supuesto, pero he estado tan ocupado tratando de
mantener mi cabeza fuera del agua, que CJ es realmente la única persona en la
escuela con la que hablo más allá de una pequeña charla forzada.

Así que tener a Sarah aquí es un placer inesperado. Alguien más a quien conozco
y con quien puedo hablar.
Érase una vez, no habría necesitado encontrar personas específicas que ya
conozco para hablar en una fiesta. Aparecía, me mezclaba y hacía amigos. O, en este
caso, ya me habría hecho amigo de varios compañeros de trabajo, y no solo del que
me invitó.

En mi último trabajo, al menos conocía a muchos de mis colegas, no solo a los


otros entrenadores y profesores de educación física. Tenía amigos en el departamento
de matemáticas y en el departamento de inglés y en toda la escuela. La Navidad
pasada me invitaron a cuatro fiestas navideñas diferentes organizadas por diferentes
profesores.

¿Aquí? No he hecho casi ningún esfuerzo por conocer a nadie. Y las dos personas
que han logrado insertarse en mi vida, a saber, Sarah y CJ, lo han hecho por pura
fuerza de voluntad. CJ hizo todo lo posible para entablar conversación conmigo y
sacarme todos los días hasta que finalmente cedí y le di más que una pequeña charla
cortés. Ayudó que pareciera, y sea, un buen tipo de verdad. Y necesitaba
desesperadamente a alguien con quien hablar sobre todo lo que había pasado,
mientras que al mismo tiempo no quería cargar a todos con todo mi lío.

Sin embargo, CJ nunca ha actuado agobiado por mí y, de hecho, parece decidido


a convertirme en un verdadero amigo y no solo en un conocido del trabajo. Si bien
al principio me resistí, su decidida alegría y consistencia me han convencido más o
menos.

Y luego está Sarah. Supongo que puedo decir casi las mismas cosas sobre ella:
ha sido decididamente alegre y constante al aparecer y ayudarme, lo quisiera yo o
no.

Y ahora no puedo imaginarme volver a la aburrida y monótona vida sin amigos


aquí.

Platos cargados de comida, nos colocamos contra una pared, y Sarah me cuenta
cómo conoce a Maryanne, a través de su tienda, naturalmente.

Con su atención en el plato, se encoge de hombros con indiferencia.

—A Maryanne le gustan mis diseños de adornos. Ella ha estado encargando


adornos familiares personalizados durante los últimos años, y envió a varios de sus
amigos este año y el año pasado para obtener lo mismo.

Levanto una mano para interrumpirla.


—Vaya, vaya, vaya, retrocede. ¿Diseñas adornos personalizados? ¿Cómo no
supe esto?

Me mira, sus mejillas se sonrojan mientras toca la comida con el tenedor y se


encoge de hombros.

—No es gran cosa, de verdad. Solo algo que hago. Hago adornos para la tienda,
principalmente. Los pedidos personalizados son algo secundario.

Al estudiar su perfil, quiero presionar más, pero tampoco quiero avergonzarla.


¿Qué otros secretos esconde?

Pero retrocedo en ese pensamiento. No se supone que deba intentar descubrir


todos sus secretos, ¿verdad?

De alguna manera eso no hace nada que me impida quererlo de todos modos.

Cuando no digo nada, deja escapar un suspiro.

—De todos modos, cuando Maryanne me invitó, no pude decir exactamente que
no, ¿verdad? —Finalmente me mira, sus ojos bailan—. Y además, es una persona
muy agradable. Pensé que sería divertido. ¿Quién diría que me encontraría contigo?

Me empuja con el codo, haciéndome sonreír.

—Me alegro de que estés aquí —admito, mi voz sonando más ronca de lo
previsto.

Su rostro se relaja por la sorpresa por un segundo antes de que su sonrisa regrese
con toda su fuerza.

—Vaya, Shane Elliott. Si no lo supiera mejor, pensaría que te podría gustar.

Riendo, le doy la espalda al resto de la multitud y bajo la voz, aunque no creo


que nadie esté escuchando.

—¿Lo que hacemos la mayoría de las noches en mi casa después de que Sophie
está en la cama no es suficiente para convencerte de que me gustas?

Con una sonrisa descarada en su rostro, toma un bocado de camote y levanta un


hombro.

—Pensé que era solo sexo.


Sus cejas levantadas son mitad diversión, mitad desafío, y todo lo que puedo
hacer es gruñir.

Porque ella me tiene ahí. Y no estoy seguro de admitir, ante ninguno de los dos,
que mis sentimientos han ido más allá del sexo hace un tiempo, sea sabio.

En cambio, le doy una mirada lenta, una pequeña sonrisa curva mis labios.

—Ven esta noche y te mostraré exactamente cuánto me gustas.

La forma en que sus ojos se abren, sus pupilas dilatadas y el pequeño y sexy
estremecimiento que me da son gratificantes. Y devuelve nuestra relación al lugar
que le corresponde.

—Así que ella es el responsable de las sonrisas que he estado viendo últimamente
—casi grita CJ mientras me da una palmada en la espalda por detrás mientras me
dirijo a la cocina para tirar los platos vacíos de Sarah y mío.

Mirando a mi alrededor para asegurarme de que nadie está escuchando, me


encojo de hombros y niego con la cabeza.

—No estoy seguro de lo que quieres decir.

Se ríe, pero al menos baja la voz.

—¿Tú y Sarah? ¿Seguro que no sabes a qué me refiero? Porque ustedes se veían
bastante cómodos allí. Y no en la forma en que dos personas que se acaban de
conocer y se llevan bien. Ustedes tienen historia.

Continuando con la bolsa de basura que cuelga de uno de los gabinetes, meto
ahí nuestros platos.

—Quiero decir, la conozco. Ella es mi vecina.

Con una sonrisa engreída todavía en su lugar, se balancea sobre sus talones.

—Bueno, ¿no es eso tan conveniente?

Quiero decir, sí, realmente lo es. Pero no lo voy a admitir.

Sacudiendo la cabeza, se ríe, se me acerca y me da una palmada en el hombro


como siempre lo hace. Pero termina agarrándome del hombro y acercándose.
—Mira, yo no soy de los que juzgan o alimentan los rumores, así que no te
preocupes. ¿No quieres que nadie sepa nada? Mantendré la boca cerrada. Pero algo
ha cambiado para ti recientemente, y es un buen cambio.

Cuando finalmente lo miro a los ojos, la jocosidad se ha desvanecido de su


expresión, reemplazada por sinceridad.

—Te mereces ser feliz, hombre. La vida es más que trabajar y arreglárselas. Sé
que has pasado por mucho, y tal vez la felicidad no ha parecido una opción por un
tiempo, especialmente con lo concentrado que has estado en Sophie. Y no estoy
criticando. Necesitabas concentrarte en ella y trabajar para convertirte en su tutor.
Pero parece que ustedes lo están haciendo bien. Es bueno que te tomes un tiempo
para ti también, ¿sabes?

Agachando la cabeza, asiento.

—Sí. Lo sé. Lo estoy.

Vuelve a golpearme el hombro.

—Sin embargo, trátala bien. Conozco a su familia desde hace demasiado tiempo
como para ver cómo la engañan —dice con una nota clara de advertencia en su voz.
Luego se da vuelta y se aleja.
Sarah
Shane toma el asiento del medio en el sofá, lanzándome una sonrisa mientras
nos acomodamos para otra noche de película. Parece que me he abierto camino hasta
convertirme en parte de su tradición semanal, aunque como ahora son las vacaciones
de Navidad, lo están haciendo en una noche diferente.

Utiliza la excusa de que él es el de las palomitas de maíz para sentarse entre


Sophie y yo, pero sé que es porque quiere sentarse a mi lado.

Por lo general, Sophie se sienta en el medio, alternando entre abrazarlo y


apoyarse contra mí. Cuando comenzó a apoyarse contra mi costado, juro que mi
corazón se derritió por completo, reformándose con un lugar especial solo para ella.
Y cuanto más tiempo paso con Shane, más crecen mis sentimientos por él, hasta el
punto que cuando estoy aquí, es difícil evitar saludarlo con un beso cuando llego o
extender la mano para tocarlo de pasada o acurrucarme con él en el sofá cuando
Sophie está cerca.

Después de pasar la semana de mi período viendo películas y acurrucándonos


en el sofá después de que Sophie se fue a la cama, ha sido muy difícil no hacer esas
cosas cuando todavía está despierta.

Pongo mis pies debajo de la manta y encubiertamente los acomodo debajo del
muslo de Shane. Me mira y sonríe, bajando la mano para darle un rápido apretón a
mi tobillo.

Escondiendo mi sonrisa de respuesta en mi tazón de helado, me meto un gran


bocado en la boca a pesar de que aún no he agregado mis palomitas de maíz.

—¡Sarah! —reprende a Sophie—. ¡Olvidaste tus palomitas de maíz!

Niego con la cabeza, sonriéndole alrededor del helado en mi boca.

—Hm mmm. Primero solo quería un bocado de helado. Pero también voy a
comer palomitas de maíz, no te preocupes.
Me lanza una mirada escéptica con los ojos entrecerrados que se parece tanto a
su hermano que tengo que reprimir otra carcajada mientras alcanzo el tazón de
palomitas de maíz, agarro un puñado y lo espolvoreo sobre mi helado. Sosteniendo
mi tazón, digo:

—¿Ves? Palomitas de maíz.

—Bien —dice, satisfecha, luego vierte un gran puñado de palomitas de maíz en


su propio tazón.

Shane se ríe mientras hace lo mismo, luego coloca el tazón de palomitas de maíz
en la mesa de café y comienza la película. Esta noche veremos El Cuento de Navidad
de los Muppets, ya que solo faltan unos días para el gran día.

Sinceramente, no puedo esperar este año. Siempre amo la Navidad, pero siempre
me siento un poco triste cuando llega el día de Navidad, porque entonces todo
termina. No me malinterpretes, la capacidad de relajar mi horario en la tienda es un
alivio después del constante ir, ir, ir desde finales de octubre hasta ahora. Pero
después de que termina la Navidad, es un invierno lúgubre sin las luces parpadeantes
y las decoraciones de colores brillantes para hacerlo más llevadero.

Pero este año, con mi visita sorpresa de Santa y la Sra. Claus para Sophie en
Nochebuena, siento la misma emoción y anticipación que cuando era niña cuando
los regalos eran lo más importante para mí. No puedo esperar a ver cómo reaccionan
y cuánto se divierte Sophie.

Como Shane y yo no somos una pareja real, no le he conseguido un regalo real.


Entonces, hacer algo espectacular para Sophie también tendrá que reemplazarlo.

Una vez que la película termina y Sophie está bien acostada en su cama, Shane
baja las escaleras e inmediatamente se inclina sobre mí, besándome profundamente
mientras se sube encima de mí en el sofá.

Se pone de rodillas entre mis muslos, sus manos ahuecan mi rostro mientras me
besa, un gemido bajo retumba en su pecho cuando paso mis manos por debajo de su
camiseta y su torso desnudo.

Es tan deliciosamente delgado y musculoso, y la inmediatez de sus músculos


debajo de su piel cuando se levanta sobre mí es tan excitante. Me encanta tocarlo y
me encanta la forma en que me toca.

Su cálida mano se desliza debajo de mi suéter, tirando de mi camisón con un


gruñido de frustración porque lo mantiene alejado de mi piel.
Cuando empiezo a reír, termina el beso, mirándome con diversión en su rostro.

—¿Qué pasa con todas las capas?

Burlándome, lanzo una mano hacia la puerta principal.

—¿Has estado afuera? ¡Son como a menos diez grados! Por supuesto que estoy
usando capas.

—Bien —se queja—. Pero ahora estás aquí conmigo, y es hora de perder las
capas.

Pongo mi palma en el centro de su pecho y le doy un suave empujón. Se sienta


sobre sus talones, dándome espacio para sentarme. Me quito el suéter y la camisola,
pero antes de que pueda estirar la mano para desabrochar mi sostén, lo hace por mí,
sus ojos fijos en mis pechos cuando los revela a su mirada.

Sonriendo, saco mi pecho mientras él los alcanza, disfrutando la forma en que


su lengua envuelve mi pezón y se arquea para succionarlos en su boca uno a la vez.

Mis caderas se elevan, buscando fricción. Pasa la lengua por un pezón, lo suelta
y luego hace lo mismo con el otro.

Cuando suelta el segundo, me sonríe, claramente disfrutando de mis reacciones.


Extendiendo la mano, raspo con las uñas su pecho, no demasiado fuerte, solo lo
suficiente para no hacerle cosquillas a través de su camiseta, y agarro la cintura de
sus pantalones.

—¿Cuándo va a salir esto?

—Ahora.

De pie, se quita todo, saca un condón del bolsillo de sus pantalones antes de
inclinarse y tirar de la cintura de mis mallas.

Honestamente, no sé por qué me molesto con ropa interior bonita cuando vengo
aquí. Siempre terminan saliendo de un solo movimiento con los pantalones que tengo
puestos. Está mucho más interesado en llegar a mi piel que en bonitos envoltorios de
encaje. No es que me oponga. Y disfruto la forma en que mi bonita ropa interior de
encaje me hace sentir. Supongo que eso es lo que realmente importa. Pero fácilmente
podría renunciar a hacer ese esfuerzo si quisiera. Siento que Shane estaría totalmente
bien con unas bragas Hanes blancas básicas, porque de todos modos no se da cuenta
de mi ropa interior.
Una vez que ambos estamos desnudos, me siento y lo alcanzo. Viene hacia mí,
sentándose y ayudándome a subir a su regazo, y nos besamos hasta que ambos
estamos juntando nuestras caderas, mi humedad lo hace deslizarse a lo largo de mi
abertura, la cabeza de su polla golpeando mi clítoris. Luego me muevo un poco
demasiado, y cuando me deslizo hacia atrás, él se sumerge dentro de mí.

Ambos nos congelamos, sus manos agarrando mis caderas casi lo


suficientemente fuerte como para lastimarme, y me separo del beso, jadeando, con
los ojos muy abiertos.

Me aparta de él, moviéndome hacia un lado para poder inclinarse hacia adelante
y agarrar el condón. Abriendo el paquete, enrolla el condón antes de ayudarme a
volver a ponerme en posición.

—Eso estuvo cerca —susurra—. Pero estamos bien ahora. Ve a por ello.

Su mano se cierra en la parte de atrás de mi cuello y acerca mi boca a la suya, su


otra mano anima a mis caderas a moverse como antes.

Nos resbalamos y nos deslizamos juntos, y esta vez, a propósito, avanzo lo más
que puedo, con la esperanza de atraparlo nuevamente en el camino de regreso. Se
necesitan algunos intentos, pero cuando funciona, gemimos en la boca del otro.

Extiende la mano entre nosotros para hacer un pequeño ajuste, y luego me estoy
moliendo con él profundamente dentro de mí.

Sosteniéndome del respaldo del sofá, giro mis caderas, moviéndome hacia arriba
y hacia abajo y hacia adelante y hacia atrás, dando vueltas, buscando las cosas que
me hacen sentir mejor, y también hago que Shane jadee en mi boca.

Esa es una de mis cosas favoritas. Muy a menudo es él quien hace que me corra,
y luego persigue su orgasmo para seguirme. Pero así, soy yo quien lo hace jadear,
temblar y tambalearse al borde de su control.

Y sé que está cerca de perderlo cuando se lame el pulgar y lo desliza entre


nosotros, frotando mi clítoris de un lado a otro, como ha aprendido que me gusta
más.

—Joder, Sarah. Estoy tan cerca. Pero primero quiero verte terminar así. ¿Puedes
hacer eso por mí? ¿Puedes venirte conmigo en lo más profundo de ti así?
Mordiéndome el labio, asiento con la cabeza, incapaz de hablar. No estoy segura
de cómo es tan coherente si está tan cerca como dice que es, pero ahora no es el
momento de pensar en eso.

Concentrándome en su pulgar rasgueando mi clítoris y su pene golpeando mi


punto G, sigo moviéndome, mis ojos cerrados mientras persigo mi dicha.

Mi boca se abre en un jadeo mientras me acerco, mis muslos se tensan, mis


movimientos se vuelven espasmódicos mientras sigo esa sensación que es casi
demasiado intensa, pero si me detengo, sé que me perderé la euforia y decepcionaré
a Shane al mismo tiempo.

—Sí, eso es todo —murmura—. Déjame sentirte. Déjame verte. Abre tus ojos.
Quiero verte mientras caes por el borde.

Parpadeo y abro los ojos, incapaz de hacer nada más. Su otra mano agarra mi
trasero, ayudándome a seguir moviéndome mientras sus ojos oscuros miran
profundamente los míos. Su pulgar se mueve un poco más rápido y levanta las
caderas, empujándose más profundamente dentro de mí, y eso activa el cable de
disparo, una explosión de calor y placer que detona desde lo más profundo de mi
vientre y se extiende como fuego a mis extremidades.

Me vengo con un grito ahogado, mis ojos muy abiertos, todo mi cuerpo se
estremece.

Sus caderas siguen moviéndose, aunque más lento que antes, y me atrae para un
beso feroz que me lleva al otro lado.

Luego nos voltea, haciéndome rodar para que esté en el fondo y pueda
embestirme con abandono.

—Mierda, Sarah —susurra mientras dobla mis piernas hacia atrás contra mi
pecho, de modo que cada vez que empuja dentro de mí, causa réplicas que brillan a
través de mí—. Creo que es la cosa más caliente que he visto en mi vida.

No puedo reunir una respuesta inteligible. Y cuando se inclina para un beso,


agarro su rostro y llevo su boca a la mía, sosteniéndolo mientras él entra y sale de mí
aún más rápido antes de empujar con fuerza una última vez y apretarse contra mí.

Cuando termina, dejo que mi cabeza caiga hacia el sofá, mis brazos alrededor de
mi cabeza mientras yazco jadeando.

—Santa mierda.
Shane deja escapar una risa débil, estirando la mano entre nosotros para sostener
el condón mientras se retira. Pero en lugar de pararse y cuidar el condón como estoy
acostumbrada, él también se sienta pesadamente, su mano acariciando mi pierna.

—Sí. Eso lo resume todo.

Después de que ambos recuperamos la respiración y el control de los músculos,


él se levanta y se ocupa del condón, luego regresa y se acurruca detrás de mí.

Suspirando, envuelvo mis brazos sobre los suyos, disfrutando de la tranquila paz
del resplandor. Los orgasmos son increíbles, pero creo que esta podría ser mi parte
favorita de nuestras noches juntos. Bueno, quizás lo segundo favorito. Porque los
orgasmos son realmente geniales, después de todo. Especialmente con Shane.
Shane
Despertar es inesperadamente agradable. Hay un cuerpo cálido y suave en mis
brazos, e instintivamente me arqueo hacia ella, presionando mi madera matutina
contra la curva del trasero de Sarah.

Pero a medida que me sacudo del sueño persistente, me doy cuenta de que algo
en esto parece muy mal, aunque no estoy lo suficientemente despierto como para
señalarlo.

Todo queda claro cuando la voz de Sophie grita:

—¡Shaaa-aaane! ¿Dónde estás?

Me incorporo de golpe en el sofá, mi mano agarrando el hombro de Sarah tanto


para despertarla a empujones como para evitar que se caiga del sofá y aterrice sobre
su cara.

—¡Sarah! —siseo lo más silenciosamente posible—. Nos quedamos dormidos.


Es de mañana. Tiene que irte. ¡Ahora!

Se vuelve de espaldas, parpadeando boquiabierta hacia mí y frotándose un ojo.

—¿Eh?

—¡Shaane! —grita Sophie de nuevo.

Los ojos de Sarah se agrandan.

—¡Mierda! —susurra, levantándose del sofá, agachándose y buscando su ropa.

Mis pantalones de chándal grises me golpearon en la cara.

—Gracias —murmuro.
—¡Shane!

Esta vez es una demanda fuerte, y su voz es más cercana, lo que significa que
salió de mi habitación y se dirige a las escaleras.

Después de ponerme los pantalones, salto sobre Sarah y me dirijo a las escaleras,
seleccionando mentalmente y descartando una variedad de excusas para mantener a
Sophie arriba y darle tiempo a Sarah para irse.

—Buenos días, Soph —digo con la mayor naturalidad posible mientras llego a
lo alto de las escaleras—. Yo estaba abajo. No debí haberte oído levantarte. Lo siento
por eso. ¿Cómo has dormido?

Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me abraza con fuerza.

—No pude encontrarte. No estabas en tu habitación. Siempre estás en tu


habitación las mañanas cuando no tenemos escuela. Estaba asustada.

Girándonos para que esté de espaldas a las escaleras, la levanto y la abrazo con
fuerza, le doy unas palmaditas en la espalda y dejo que se envuelva a mi alrededor.

—Lo siento, bug. No quise asustarte.

—¿Que estabas haciendo? —pregunta en mi hombro—. ¿Por qué no te pusiste


una camiseta?

Mi mano se congela a media palmadita.

—Umm... solo estaba, eh, haciendo ejercicio.

Ella se echa hacia atrás y me da una mirada divertida.

—¿En tus pantalones de pijama?

—Sí. Fue, eh, una nueva rutina de yoga que encontré. Los pantalones de pijama
son buenos para eso.

Sarah aparece al pie de las escaleras completamente vestida, o en su mayor parte,


porque estoy bastante seguro de que lleva su sostén en la mano, dándome una mirada
con los ojos muy abiertos y diciendo: “Lo siento”, mientras abre el armario del pasillo
tan silenciosamente como es posible.

Acomodo a Sophie y le doy un saludo subrepticio antes de retroceder hacia el


pasillo, dirigiéndome a mi habitación para darle tiempo a Sarah para salir de aquí.
—Vamos a sentarnos en mi cama hasta que te sientas mejor, ¿de acuerdo?

—Bien.

—Siento haberte asustado —le susurro, mi propio pulso todavía acelerado por el
susto de Sophie casi encontrándonos a Sarah y a mí desnudos juntos en el sofá.

Querido Dios. Ni siquiera nos ha visto tocarnos. Ella no sabe que Sarah y yo
somos algo más que amigos. Lo último que quiero es tener que explicar por qué a los
adultos les gusta estar desnudos juntos.

Mierda. Sin embargo, algún día tendré que hacer eso, ¿no?

En todo el dolor y el ajetreo de sobrevivir los últimos seis meses, no se me ocurrió


hasta ahora que yo sería el responsable de enseñarle a Sophie sobre la pubertad y las
relaciones y mierda, ¿cómo voy a manejar eso?

Al menos Sophie se distrae con bastante facilidad en este momento, porque una
vez que estamos en mi habitación, lo último de su miedo se desvanece y comienza a
charlar sobre los últimos videos de su YouTuber favorito y a preguntarme sobre mi
entrenamiento de yoga inexistente y a decirme lo que quiere para el desayuno.

—Tengo hambre, Shane. Vamos a comer. ¡Quiero waffles tostados!

Dios, espero que Sarah ya se haya ido. Revisaría mi teléfono en busca de un


mensaje de texto, pero no tengo ni idea de dónde está en este momento. ¿Mi camiseta
y mi ropa interior siguen esparcidas por el suelo? ¿Sarah los escondió en algún lugar
para mí? ¿Habría tenido siquiera tiempo para intentar vestirse y salir por la puerta?

De pie, doy un gran estiramiento.

—Bien. Los waffles tostados suenan bien. ¿Qué quieres en ellos?

—¡Vamos, Shane!

Tan pronto como mis manos están de nuevo a mi lado, agarra una y comienza
a tirar de mí hacia la puerta, terminando con mi estancamiento.

—Responde la pregunta. —Me río mientras dejo que me arrastre fuera de mi


habitación—. ¿Quieres jarabe o mermelada o mantequilla de maní?

Se detiene justo antes del final del pasillo, volviéndose para mirarme, con la cara
arrugada en sus pensamientos mientras se golpea la barbilla con el dedo.
—Mmm. Buena pregunta. Creo... ¡mermelada!

—Uva o fresa —le pregunto antes de que pueda volver a girar hacia las escaleras.

—¿Por qué no los dos? —pregunta, encogiéndose de hombros con las manos en
alto.

Riendo, me acerco y la atraigo para darle un abrazo rápido.

—Bien. Uno de cada uno. Puedo hacer eso.

Y ese es el final de mi capacidad para detenerme. Conteniendo la respiración


mientras llego a la parte superior de las escaleras, examino la parte inferior. La puerta
del armario está cerrada y no hay señales de Sarah por ningún lado. Liberando el
aliento, bajo las escaleras, escaneando la sala de estar tan pronto como está a la vista.

No puedo ver mi ropa perdida desde aquí al menos. Sophie pasa a mi lado tan
pronto como llegamos a la planta baja, dirigiéndose directamente a la cocina.

—Déjame agarrar mi teléfono —le digo, desviándome más allá del otro lado del
sofá—. ¿Puedes sacar los waffles del congelador?

—¡Por supuesto que puedo!

Saca el taburete que tenemos al final del mostrador para ella y lo arrastra hasta
el refrigerador.

Mi teléfono está sobre la mesa de café y no estoy seguro de si lo dejé allí anoche
o si Sarah lo encontró y lo dejó allí. De cualquier manera, estoy agradecido de no
tener que buscarlo, porque no sé cómo lo explicaría.

Lo recojo y lo enciendo para ver si me he perdido algo importante.

Sarah: Metí tu otra ropa detrás de un cojín de sofá. ¡Perdón por la pijamada accidental!

Me quedo mirando el texto durante mucho tiempo, respiro hondo y contengo


mientras reflexiono sobre lo que debo hacer.

—¡Tengo los waffles! —grita Sophie, y luego escucho el estruendo de ellos


golpeando el suelo—. ¡UPS!

Suspirando, puse mi teléfono en reposo y lo coloqué en mi bolsillo. Tendré que


lidiar con Sarah y decidir qué hacer más tarde. Porque ahora mismo, Sophie necesita
mi atención.
Ella es donde debería haber estado enfocada mi atención todo el tiempo.

No tengo la oportunidad de responder al mensaje de Sarah hasta después de que


acosté a Sophie esa noche. Bueno, si soy honesto conmigo mismo, no he estado
seguro de cómo responder en todo el día. La culpa me ha estado carcomiendo. He
estado complaciendo mis deseos más básicos, usando a mi vecina que es demasiado
amable para mí y merece algo mejor que ser una salida conveniente para mi
excitación e ignorando las necesidades de Sophie en el proceso.

Sophie necesita estabilidad y atención, no un tutor que esté más preocupado por
cuidar su polla que por cuidar de ella.

Sentado en el sofá, suspiro y paso una mano por mi rostro mientras miro el
último mensaje de Sarah. He estado yendo y viniendo conmigo mismo todo el día.
Sé que necesito terminarlo. Es cuestión de cómo. Si la invito, pensará que es por
sexo, porque es por eso que la he invitado en cualquier otro momento a esta hora de
la noche. Y parece cruel hacer eso solo para decirle que no solo no tendremos sexo
esta noche, sino que no lo haremos nunca más.

Enviar mensajes de texto parece impersonal, pero ¿quizás sea la opción menos
mala? O tal vez solo soy un cobarde y no quiero ver el dolor en sus ojos mientras le
digo que se acabó.

Supongo que más de una cosa puede ser verdad al mismo tiempo.

Escribo un mensaje de texto. Mi pulgar se cierne sobre el botón de enviar durante


un minuto completo antes de que finalmente lo toque, apague mi teléfono y lo
coloque en la mesa de café. Pongo mis manos sobre mi cabeza y aspiro
profundamente, sintiéndome ridículamente triste.

Me gusta Sarah. Mucho. Pero no puedo ser lo que ella necesita, y no es justo
para ella que siga así, especialmente si piensa que somos más de lo que hemos sido
el uno para el otro.

Sophie me necesita demasiado para que yo separe mi atención. Ella ha pasado


por lo suficiente. No voy a ser responsable de hacerle pasar más solo para no sentirme
tan solo.
Sarah
Hoy comenzó con el peor pie posible, con mi sorpresa al despertarme en el sofá
de Shane, desnudos, con una niña de seis años a pocos minutos de caminar hacia
nosotros y encontrarnos.

Prácticamente caí de bruces en mi prisa por levantarme, vestirme y salir de allí.


Sophie no sabe de nosotros, y esa no era la forma en que ella podía averiguarlo con
certeza. ¿Sería lo peor del mundo si lo supiera? Probablemente no, al menos en mi
opinión. Pero yo no soy el que está a cargo de Sophie, así que no depende de mí
cuando Shane decida revelar nuestra relación. Y es tan nuevo y tan restringido para
después de su hora de dormir, que tampoco estoy lista para llevar las cosas al
siguiente nivel.

Solo tenemos que asegurarnos de que anoche no vuelva a suceder.


Probablemente debería poner una alarma en mi teléfono que signifique que tengo
que irme, lo que de todos modos suena como una buena idea, porque eso garantizará
que llegaré a casa a tiempo para dormir lo suficiente. Y Shane también llegará a la
cama a tiempo para dormir lo suficiente. Ha habido varias noches en las que hemos
disfrutado tanto de acostarnos juntos que me quedé más tarde de lo debido y ambos
estábamos arrastrándonos al día siguiente. Él más que yo, considerando lo temprano
que tiene que estar en el trabajo.

Tengo que admitir que estoy ansiosa por que eso sea un problema menor, ya que
ahora está de vacaciones de Navidad.

O al menos lo estaba hasta que recibí su mensaje.

Shane: Ya no podemos hacer esto. Esta mañana estuvo demasiado cerca de una llamada
de atención. Lo siento.

Parpadeo ante el mensaje de texto, releyéndolo un par de veces, mi boca se abre


mientras el significado se hunde lentamente en mi cerebro.

Se acabó. Así.
No puedo creer esto. Pasé mi día pensando en soluciones entre clientes, formas
de hacerlo funcionar y no repetir el error de anoche que se desangró en esta mañana.
Y él pasó el día averiguando cómo terminarlo.

¿Y esto es lo que se le ocurrió? ¿Un maldito mensaje de texto? Tres frases.


Diecisiete palabras, incluida su patética disculpa.

Lo siente. Lo siente. Bueno, eso hace que todo sea cursi, ¿no es así?

Frustrada, arrojo mi teléfono en el sofá a mi lado y dejo que mi cabeza caiga


hacia atrás contra los cojines.

Que desperdicio. Me duché después de llegar a casa, afeitándome todo para


asegurarme de que estuviera suave y listo para ser tocado. Incluso usé mi nuevo
exfoliante corporal que hace que mi piel sea más suave y agradable al tacto. Todo
por nada.

—¡Ese... ese... idiota! —exclamo a mi sala de estar vacía.

Quizás debería comprarme un gato o algo así. Porque al menos entonces podría
hablar con el gato, acariciarlo y acurrucarlo, ya que no tengo a nadie más.

Podría llamar a Olivia, supongo. Pero ella solo diría, te lo dije, y eso es lo último
que quiero escuchar en este momento.

Aunque ella me lo dijo. Ella me dijo que no me involucrara con un chico que no
podía decidir lo que quería. Que solo terminaría lastimada.

Y estoy herida. Debajo de la ira y la frustración, esa es la emoción subyacente.


Herida.

Duele ser dejada a un lado tan rápida y fácilmente. Un error y boom. Se acabó.

Pero al menos lo siente.

Caramba.

Y ahora sueno como Lucy de Charlie Brown. He visto la Navidad de Charlie Brown
demasiadas veces, supongo.

El problema es que ahora no sé qué hacer conmigo misma. Tengo todos estos
sentimientos recorriendo mi cuerpo y ningún lugar donde desatarlos. Normalmente
llamaría a Olivia para una noche de helado. Pero todavía no estoy lista para
enfrentarme a ella.

Pero el alcohol y el helado suenan como lo que necesito ahora. De pie, tomo mis
llaves, meto mis pies en mis botas y me pongo mi chaqueta.

No hay ninguna regla que diga que no puedo hacer eso por mi cuenta. Entonces
eso es lo que voy a hacer.

A la mañana siguiente me despierto sintiéndome mejor que la noche anterior.


Estoy desorientada y con un dolor de cabeza por beber demasiado. No es una resaca
en toda regla. Solo un funk persistente por la falta de hidratación. La resaca
emocional tampoco ayuda.

Hoy es más difícil mantener mi fachada alegre habitual en la tienda.

Nora llega un par de horas antes de cerrar, vestida de duende. Le levanto las
cejas mientras termino de ayudar a un cliente.

—¿Tomando un descanso?

—Sip.

Ella rodea el mostrador y se sube al taburete que tengo allí para sentarme entre
los clientes cuando tengo la oportunidad. Abre una barra de chocolate y comienza a
masticar, mirando mientras ayudo a otro cliente.

—Escuché que estamos ayudando a tu novio en Nochebuena. —Ella extrae la


palabra novio con una voz cantarina. Casi espero que empiece a cantar: ‘Shane y
Sarah sentados en un árbol B-E-S-Á-N-D-O-S-E’. Afortunadamente, no lo hace.
Aún.

Manteniendo mi sonrisa fija en su lugar, niego con la cabeza.

—Él no es mi novio. Solamente es mi vecino.

Y eso ni siquiera está bordeando el filo de la verdad de anoche. No es que alguna


vez fuera realmente mi novio. Realmente no. Aunque seguro que actuó como un
buen novio cuando yo estaba en mi período. Pero solo tengo ese lado de él a altas
horas de la noche de esa manera. Quiero decir, estaban los mensajes de texto, pero
todos podían interpretarse como amistosos. No hubo declaraciones de sentimientos
de ninguna de las partes. Porque eso no era parte del trato. Incluso si hubiera
comenzado a albergar sentimientos por él y hubiera esperado que tal vez pudiéramos
traducir nuestro comienzo de amigos con beneficios en algo más...

La respuesta es claramente no. Y ni siquiera tuve que avergonzarme a mí misma


al mencionarlo. Tuve que quedarme dormida accidentalmente en sus brazos.

Las lágrimas punzan en la parte posterior de mis ojos y me doy la vuelta,


parpadeando para eliminar la humedad antes de mirar a Nora de nuevo.

Ella me mira con incredulidad.

—Solo tu vecino. Seeeeguro. ¿Estamos haciendo cosas especiales de


Nochebuena para todos tus vecinos?

Pongo los ojos en blanco y tomo un pañuelo de papel.

—Por supuesto que no.

—Mmhmm —dice Nora con un bocado de chocolate y nougat—. Porque


ninguno de tus otros vecinos es tu novio.

Sacudiendo la cabeza, arrojo el pañuelo, perversamente agradecida de que esté


presionando esto, porque aunque estamos discutiendo sobre Shane, el hecho de que
estoy discutiendo con ella es una distracción suficiente para sacarme de mis
sentimientos.

—Ninguno de mis otros vecinos es el tutor de una niña huérfana de seis años que
tiene su primera Navidad sin sus padres.

Nora se detiene con la boca abierta.

—Oh —dice por fin, dejándose caer en el taburete—. Supongo que no hice esa
conexión.

Asintiendo con la cabeza, mantengo un ojo en los clientes que se mueven por la
tienda, asintiendo y sonriendo para dar la bienvenida a una pareja que acaba de
entrar.

—Solo estoy tratando de hacer que su Navidad sea un poco mejor de lo que
podría ser de otra manera. Serán unas fiestas difíciles para ella. —Me encojo de
hombros—. Me imagino, que si puedo ayudar a que sea memorable por algo más
que ser la primera Navidad sin sus padres, eso es algo bueno.
—Eso es muy amable de tu parte, Sarah.

Con una carcajada, me vuelvo hacia ella.

—Haces que suene tan sorprendente.

Se encoge de hombros, salta del taburete y tira el envoltorio de su chocolate.

—No, sé que eres considerada. Pero generalmente es para personas que conoces.

—Viven al lado. Los conozco.

Ahora lo hago, de todos modos.

Nora se cruza de brazos y me mira.

—No recuerdo haberte escuchado hablar de ellos antes de este mes.

Encogiéndome de hombros, me ocupo de arreglar las cosas en el mostrador.

—Bueno, no te hablo de todo.

—Eso no es verdad —murmura, y miro hacia atrás a tiempo para ver que pone
los ojos en blanco. Ella se acerca y envuelve su brazo alrededor de mis hombros,
apoyando su cabeza contra mí—. Bueno, sin importar si él es tu novio o simplemente
desearías que lo fuera, creo que es dulce que estemos haciendo esto. Hacer las cosas
mágicas para los niños pequeños es la mayor ventaja de este negocio. Ni siquiera me
importa renunciar a parte de mi Nochebuena ahora que conozco la historia de fondo.

Apoyo mi cabeza contra la de ella.

—Me lo debes por cubrirte y usar tu disfraz de todos modos.

Ella se aleja y golpea mi brazo.

—Por favor. Estiraste mi disfraz. ¡Tuve que lavarlo con agua caliente tres veces
para que me quedara bien!

Le doy un manotazo de vuelta.

—Esa no es mi culpa. Tú eres la que esperó hasta el último minuto para pedirme
que te cubriera. Si hubiera tenido una advertencia previa, ¡me habría puesto mi
propio disfraz! Tal como estaban las cosas, estaba a punto de salir disparada de tu
blusa. A varios de los papás les gustó demasiado ese atuendo.
Ella se ríe de eso.

—Tal vez debería comprar uno de este tamaño y usarlo para tu vecino. Apuesto
a que le gustará.

Mi sonrisa se desliza ante eso, y tengo que volver a colocarla en su lugar.

—Tal vez —estoy de acuerdo, esperando que Nora no se dé cuenta de mi


repentina rigidez. Hace veinticuatro horas, habría considerado esa sugerencia. No es
que Shane y yo nos hayamos entregado alguna vez a ningún tipo de escenario de
disfraces o juegos de rol. Se trata principalmente de desnudarse y ponerse manos a la
obra.

Pero en mis fantasías de que nos mudáramos a una relación real, eso podría
haber sido posible. Disfraz de duende sexy. Lencería sexy. Ideas de citas. Tenía
archivos mentales para diferentes opciones de cosas que quería probar algún día.

Y ahora ese día nunca llegará.

Lo que realmente apesta.

—Oye —dice Nora, llamando mi atención, con el ceño fruncido por la


preocupación—. ¿Estás bien?

Obligo una sonrisa.

—Síp. Estoy bien. —Agito una mano—. Solo cansada. Me quedé despierta hasta
muy tarde anoche.

Ella me da una mirada de complicidad.

—¿Más diseños de adornos?

—Síp. Me tienes. Ya sabes cómo me llega en esta época del año.

Riendo, lanza sus brazos alrededor de mí para abrazarme.

—Bien. Mi descanso se acabó. Será mejor que regrese.

Le devuelvo el abrazo, agradecida por el afecto fácil, incluso si ella no sabe por
qué lo necesito.

—Me alegro de verte, Nora. Nos vemos mañana en la cena.


Con un saludo, desaparece por la puerta. Y engancho la sonrisa a mi rostro
cuando un cliente se acerca con sus selecciones en la mano.

Será difícil seguir adelante con mi sorpresa navideña para él ahora,


especialmente con mi familia, asumiendo que hay más entre nosotros que solo
nuestras casas estando en estrecha proximidad y amistad. Pero no hay forma de que
cancele.

Incluso si él no quiere estar conmigo, Sophie se merece algo de magia. Y no la


voy a defraudar.
Shane
Esperaba sentirme aliviado después de tomar una decisión y terminar las cosas
con Sarah. En cambio, me siento... como una mierda.

Hago un valiente esfuerzo por encubrirlo, dedicando el día a pasar el mayor


tiempo posible con Sophie. Lo cual es genial, sobre todo, excepto por la tarde, cuando
me siento a su lado en el sofá, ella me mira con disgusto y se quita los auriculares de
una oreja.

—¿Qué?

Alzando las cejas, le doy una mirada a cambio.

—¿Así es como nos hablamos?

Suspira con el pesado suspiro de disgusto que solo un frustrado niño de seis años
puede reunir.

—No. Lo siento. —Excepto que no parece muy arrepentida. Sin embargo, lo


dejé pasar—. Has estado pegado a mi lado todo el día. ¿No tienes algo que hacer?

Se me escapa una risa de sorpresa.

—Pensé que sería divertido pasar tiempo contigo. Pero puedo dejarte en paz.

—Pasamos todo el tiempo juntos desde que terminó la escuela. ¿Eso no es


suficiente? ¿No quieres algo de tiempo para ti? Por lo general, me dices que tienes
cosas aburridas y para grandes que hacer. Ve a hacer eso.

Hace un movimiento de espanto con la mano.

Actitud en este. Sus años de adolescencia serán difíciles, ya lo puedo decir.

—Buen punto. Lamento molestarte.


—Está bien, Shane. Te amo de todas maneras. ¿Abrazo?

Aun riendo, me inclino y acepto su abrazo antes de levantarme y dirigirme al


dormitorio adicional que he preparado como una combinación de oficina y sala de
ejercicios. No es mucho. Solo un pequeño escritorio en una esquina con la
computadora y la impresora, un banco de pesas en la esquina opuesta, un juego de
mancuernas en un estante debajo de la ventana, y una estera de yoga enrollada y una
barra de dominadas en la entrada escondida en la otra esquina.

Miro a mi alrededor, sin saber qué hacer conmigo mismo. ¿Qué hice conmigo
mismo antes de dedicar mi tiempo a enviar mensajes de texto a Sarah?

Sentado en el escritorio, enciendo la computadora y reviso mi correo electrónico.


No porque lo necesite hacerlo, literalmente lo revisé en mi teléfono hace unos
minutos, sino porque realmente no tengo nada mejor que hacer.

Dedicaba gran parte de mi tiempo a tratar con Sophie y poner las cosas en una
base estable y equilibrada. Pasé horas viendo videos de YouTube sobre cómo trenzar
el cabello, crianza de los hijos, cómo lidiar con el dolor y ayudar a los niños con el
dolor...

Pero Sarah me enseñó a trenzar el cabello. Y aunque estoy seguro de que ambos
todavía tenemos mucho procesamiento por hacer y sé que no soy un experto en
crianza de los hijos de ninguna manera, no tengo la capacidad de lidiar con ninguna
de esas cosas en este momento. Y Sophie quiere que la deje en paz, al menos por la
tarde.

Supongo que no me di cuenta de cuánto tiempo y energía gastaba en pensar en


Sarah, enviarle mensajes de texto a Sarah y averiguar cuándo sería la próxima vez
que la vería. Y ahora que no tengo esa salida, me siento inquieto y de mal humor.

Aunque es molesto sentirse así, es solo una confirmación de que tomé la decisión
correcta. Porque es una prueba más de que estaba dividiendo mi atención que debería
haber estado en Sophie.

¿Correcto?

Excepto que Sophie ni siquiera quiere tanta atención, una voz que se parece mucho a
los susurros de mi hermano en el fondo de mi mente. Es un eco de una conversación
que tuvimos en Acción de Gracias cuando me dijo que estaba preocupado por mí y
lo aislado que me había vuelto. Que soy un chico sociable y necesito amigos como
mínimo.
Cállate, Brad, le digo a la voz. ¿Qué sabe él de todos modos?

Estoy seguro de que habría pensado que Sarah era buena para mí. Pero también
está enamorado de su novio, ya que acaba de decidir mudarse juntos durante el
verano. Después de la muerte de mamá y papá, dijo que la vida era demasiado corta
y que tal vez se apresuraba, pero que estaban enamorados. Ahora está en esa etapa
repugnante en la que piensa que todos necesitan encontrar una relación como la suya
para ser felices, que las personas solteras no pueden ser felices. O al menos que yo no
puedo ser feliz soltero.

Se parece a mamá de esa manera. Siempre me preguntaba con quién salía y si


era en serio y si llevaría a alguien a casa para conocerla a ella y a papá.

Supongo que Brad decidió que ese es su papel ahora.

Pero mamá y papá eran románticos desesperados, novios de secundaria que se


casaron y empezaron a tener bebés cuando eran jóvenes. Y todavía estaban
profundamente enamorados hasta el día de su muerte.

Supongo que es normal que al menos uno de nosotros quiera seguir sus pasos. Y
no me importaría tener eso también. Algún día. Cuando conozca a la persona
adecuada.

Es solo que nadie antes de ahora me ha hecho sentir mareado y enamorado.


Lujuria, seguro. He sentido mucho de eso.

Pero no ha habido nadie que haya consumido mis pensamientos y haya puesto
una sonrisa en mi rostro que no desaparezca con solo pensar en ellos.

Hasta Sarah.

Sin embargo, eso es diferente. Porque Sarah y yo no estábamos saliendo. Solo


éramos amigos con beneficios. Y por eso es malo que ella ocupara tanto de mis
pensamientos. Un amigo con beneficios no debería hacer eso. Y no tengo tiempo
para más que eso en este momento, no importa lo que mamá o Brad digan a eso.

Entonces, ¿por qué me siento tan mal?

Mis hermanos no me han devuelto las llamadas en toda la semana y es la puta


Nochebuena. Esos bastardos.
Sé que están enojados conmigo por vender la casa de mamá y papá, y sé que
ambos pensaron que el Día de Acción de Gracias fue deprimente y horrible con
nuestra comida preparada y todos alternando entre risas por los recuerdos felices y
llorando en nuestro pavo por extrañar a mamá y papá.

Lo peor fue cuando Sophie hizo un berrinche en medio de la cena por recoger el
trozo de brócoli que accidentalmente dejó caer al suelo. Estaba tan fuera de lugar, o
al menos así se sintió en ese momento, aunque su terapeuta dijo que era normal
considerando que el estrés de las fiestas trajo una nueva ola de dolor para todos
nosotros, y todos nos sentamos allí atónitos mientras gritaba como loca, negándose
a hacer algo tan simple y normal.

Tal vez sea lo mejor que Brad y Mallory estén siendo unos idiotas y nos eviten
en Navidad. Sophie y yo podemos pasar un buen rato sin ellos. Abriremos los regalos
y desayunaremos los panecillos de canela que compré ayer en la tienda. CJ y su
familia nos invitaron a la cena de Navidad, así que ella también tendrá tiempo para
jugar con otros niños, lo cual será bueno. Ella pidió una tarde de juego para jugar
con sus hijos después de que estuviéramos allí para la jornada de casa abierta, así que
esto funcionará bien para eso.

Suspirando, subo las escaleras y asomo la cabeza en la habitación de Sophie.

—Sophie bug, es hora de hacer galletas.

Ella aparece, arrancándose los auriculares.

—¡Sí! ¡Vamos a hacerlo!

—Solo vamos a hacer chispas de chocolate, ¿de acuerdo? Escuché que son las
favoritas de Santa.

—¿De verdad? —pregunta ella con los ojos muy abiertos.

Asiento solemnemente. Tampoco es mentira. Esas son mis galletas favoritas, y


dado que soy yo quien las comerá, también podría asegurarme de obtener las buenas,
¿verdad?

Además, las galletas con chispas de chocolate son más fáciles de hacer que las
galletas de azúcar glaseadas y con forma que mamá solía hacer siempre. Y no me di
cuenta de que la masa debía prepararse con anticipación y refrigerarse para eso. Dado
que es tarde en la víspera de Navidad, no tenemos tiempo para eso si queremos dejar
galletas para Santa esta noche.
Una vez que estamos abajo, Sophie corre a la cocina y saca su taburete, luego
recupera su delantal de su gancho dentro de la despensa. Ella se lo pone alrededor
del cuello, luego me presenta su espalda, sosteniendo los lazos detrás de ella.

—¿Puedes atarlo por mí, Shane?

—Por supuesto.

Me apresuro a atarle un lazo. Cada vez que ayuda a cocinar, tiene que usar su
delantal. Es uno que mamá le hizo, azul con florecitas blancas por todas partes y un
bolsillo en la parte delantera. Lo ha tenido durante más de un año y ha crecido mucho
en ese tiempo. No estoy seguro de qué haremos cuando ya no le quede...

Sin embargo, no voy a pensar en eso ahora. No hay razón para dejar que esa
sensación de melancolía ensombrezca algo que debería ser divertido. Existe una gran
posibilidad de que Sophie se sienta así sola, ya que siempre hacía esto con mamá, y
ni siquiera estamos haciendo el mismo tipo de galletas.

Pero quizás el cambio en el tipo de galleta sea bueno. De esa manera, estamos
creando una nueva tradición propia siguiendo el modelo de la anterior. Esa es una
de las cosas de las que habló su terapeuta, insistiendo en reconocer las viejas
tradiciones incluso si no las continuamos. Algunas las hacemos, como los adornos
que compramos a principios de este mes. Algunas se están transformando, como
hacer galletas con chispas de chocolate.

Lo que importa es que lo estamos haciendo juntos.

—¿Qué crees que está haciendo Sarah? —pregunta Sophie mientras me ayuda a
sacar los ingredientes y utensilios que puede alcanzar y llevar—. Es Nochebuena, así
que probablemente esté bastante ocupada, ¿verdad? ¿Ayudar a Santa y todo lo que
hay en el Polo Norte?

—Sí. —Me aclaro la garganta, haciendo todo lo posible por sonar normal y como
si el nombre de Sarah no enviara una punzada de anhelo y arrepentimiento a través
de mi pecho. Me concentro en la receta que está en la parte posterior de la bolsa de
chispas de chocolate, tanto para comprarme un segundo como para averiguar qué
debo hacer a continuación—. Estoy seguro de que esta noche está muy ocupada para
todos los duendes asegurándose de que todo salga sin problemas.

—Eso es lo que pensé —dice Sophie, mirándome medir el azúcar que le entrego
para verter en el tazón—. ¿Tendrá más tiempo después de que termine la Navidad?
—Umm, no estoy seguro. No sé mucho sobre la vida de los duendes —murmuro,
esperando que deje el tema mientras la veo haciendo todo lo posible para mezclar el
azúcar con la mantequilla con la cuchara de madera.

Después de un minuto, suspira y me entrega la cuchara.

—Sigues.

Continuamos de esta manera, yo midiendo, ella vertiendo y revolviendo por un


minuto, yo asumiendo el control cuando ella termina. Una vez que comencemos a
agregar harina, todo depende de mí porque es demasiado rígida para ella en ese
momento. Afortunadamente, todo eso va sin más preguntas sobre Sarah. Gracias a
Dios.

Le doy una cucharada en un tazón pequeño después de agregar las chispas de


chocolate, y felizmente come su masa de galletas mientras me ve tirar todo en un
sartén. Ya que ahora soy de hacerlo fácil, estamos haciendo la versión de barra de las
galletas. Eso les dará mucho tiempo para enfriarse antes de acostarse y significa un
trabajo menos tedioso de recoger y colocar las galletas en las bandejas para hornear.
Quizás el año que viene esté preparado para eso. O tal vez Santa Claus siempre
recibirá la barra de galleta en nuestra casa.

—Buen trabajo, Sophie bug.

Levanto mi mano para chocar los cinco que ella entrega con entusiasmo, dejando
un pinchazo atrás.

Le estrecho la mano.

—¡Whoo! Tienes un brazo fuerte en ti. ¿Estás segura de que no quieres jugar al
fútbol cuando seas más grande?

Riendo, ella huye. Luego vuelve corriendo.

—¡Mi delantal! ¡Me olvidé de quitármelo! —Ella se da la vuelta—. ¿Desátenlo


por favor?

Agarro su mano.

—Aquí. Déjame mostrarte cómo hacerlo tú misma. —Envuelvo sus dedos


alrededor de un extremo del lazo—. Solo dale un tirón.
Da un tirón, desata el delantal, luego se lo pasa por la cabeza y lo vuelve a colgar
en la despensa antes de salir corriendo.

Supongo que puedo lamer el tazón yo mismo. Raspando el borde del tazón con
la cuchara de madera que usé para mezclar, le doy un mordisco a la masa de galletas.

Y me interrumpe el sonido del timbre.

Con el ceño fruncido, me dirijo a la puerta principal. No esperamos a nadie esta


noche. ¿Quizás cantantes de villancicos? Esta es nuestra primera Navidad en este
barrio, así que no sé si la gente hace eso aquí o no. Dado que Sarah vive en esta calle,
no me sorprendería que organizara algo así todos los años.

Sophie está parada en lo alto de las escaleras cuando llego a la puerta principal.

—¿Quién es? —pregunta.

—No sé. Supongo que tendremos que abrir y averiguarlo.

No escucho cantar, por lo que parece poco probable que sean villancicos.
¿Quizás alguien entregando galletas de última hora?

Pero lo que encuentro cuando abro la puerta no es nada que hubiera adivinado.

—¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! —grita un hombre vestido como Santa, con una barba blanca real
que crece en su rostro. No cualquier hombre, es el Sr. Daniels, quien interpreta a
Santa en el Festival de Navidad. El papá de Sarah.

Lleva un saco abultado colgado del hombro de su traje de terciopelo rojo. Me


guiña un ojo y dice:

—¡Feliz Navidad! Estoy buscando una niña especial que necesita una Navidad
muy especial este año. ¿Está Sophie en casa?

Parpadeo a Santa, mi boca colgando abierta. Es Sophie quien rompe el hechizo


de mi sorpresa.

—¡Soy Sophie! —chilla, bajando las escaleras lo más rápido que puede y
saltando arriba y abajo frente a Santa—. ¡Hola! ¡Soy Sophie!

La sonrisa de Santa se ensancha aún más y se inclina para no estar por encima
de ella.

—Bueno, sí, lo eres. Y escuché que has sido una chica muy buena este año.
Su rostro se vuelve sombrío.

—A veces grito mucho.

Santa se agacha, dejando su bolso a su lado, su expresión coincide con la de


Sophie.

—Escuché que perdiste a algunas personas muy especiales este año.

Los ojos de Sophie se llenan de lágrimas y aprieto los puños a los lados, con
ganas de intervenir, pero no estoy seguro de si realmente debería hacerlo. Hice todo
lo posible para mantener al mínimo los recordatorios de mamá y papá hoy. Quiero
que ella se divierta mañana, que no esté triste todo el día.

Pero su terapeuta me ha dicho una y otra vez que la respuesta es dejar que Sophie
sienta sus sentimientos, validarlos y dejar que la atraviesen. Que debería hacer lo
mismo con los míos, porque reprimirlos e ignorarlos en realidad no los hace
desaparecer. Simplemente los hace crecer.

Así que no interrumpo y, en cambio, dejo que esto se desarrolle frente a mí.

Sophie asiente.

—Mi mamá y mi papá murieron en un accidente de su coche —dice.

Santa extiende una mano enguantada blanca y ella coloca su mano en la de él.

—Cuando mis padres murieron, estuve muy triste durante mucho tiempo. A
veces todavía me siento triste cuando pienso en ello, a pesar de que murieron hace
muchos años.

Con los ojos muy abiertos y absorta, Sophie dice sin aliento:

—¿Lo hicieron?

—Lo hicieron. Y el año en que murieron, a veces yo también gritaba mucho.


Mas de lo normal. Perdería los estribos con mucha más facilidad y, a veces, solo
quería gritar, gritar y gritar hasta que no podía gritar más porque estaba muy triste.
Pero querer gritar y, a veces, gritar porque estás triste no te pone en la lista de los
traviesos. La lista traviesa está reservada para las personas que hacen cosas malas
porque creen que es divertido. No las niñas pequeñas que están tristes por la muerte
de sus padres. ¿Tiene sentido?

Sophie asiente.
Santa le da un apretón en la mano y se pone de pie.

—Ahora. Tengo un saco de regalos para ustedes dos, y la Sra. Claus y un par de
mis duendes vinieron a ayudar. ¿Podemos entrar?

La última pregunta está dirigida a mí, y finalmente me aparto y le hago un gesto


para que entre, sintiéndome como una idiota por tardar tanto en hacerlo. Estaba tan
sorprendido de ver a Santa en carne y hueso en la puerta de mi casa que olvidé cómo
actuar por un minuto.

Santa encabeza el camino hacia la sala de estar, la Sra. Claus y los duendes lo
siguen. Y ahí es cuando mi cerebro finalmente conecta todos los puntos. Porque uno
de los duendes es Sarah.

Lleva un atuendo diferente al que recuerdo que usó cuando vino vestida de
duende la primera vez. No le queda tan escotado ni ajustado, y la falda es un poco
más corta. La otra duende es unos centímetros más alta, pero se parece a Sarah lo
suficiente como para asumir que son hermanas.

¿Qué le dijo a su familia para que hicieran esto?

No puedo decidir si estar agradecido o enojado. Todavía no quiero lástima, ni


siquiera de Sarah.

Especialmente no de Sarah.

Pero al mismo tiempo, Sophie está tan emocionada. Ella se adelanta al Santa y
la Sra. Claus y los duendes, contándoles todo sobre nuestro árbol de Navidad y
señalando los adornos y diciéndole a Santa que estamos haciendo galletas con
chispas de chocolate porque escuché que eran sus favoritas.

Santa me mira entonces, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Tu hermano es un hombre inteligente —dice—. Me encantan las galletas con


chispas de chocolate. —Se inclina cerca de Sophie y susurra—: Y la barra de galleta
son incluso mejores que las galletas con chispas de chocolate, si me preguntas.

Aplaudiendo, Sophie chilla y rebota, extasiada de haber hecho las galletas


favoritas de Santa.

Santa y la Sra. Claus se acomodan en el sofá y él coloca su saco entre los muslos
abiertos.
—Bien, ahora. Veamos qué tenemos aquí para usted, señorita Sophie.

Estoy un poco abrumado, porque es un gran saco y parece estar lleno de regalos.
¿Qué le consiguieron?

Lanzo una mirada a Sarah, preguntándome si me encontrará a los ojos.

Ella no lo hace al principio. Pero cuando continúo mirándola, finalmente mira


en mi dirección, su mirada fría, su barbilla levantada en desafío.

Cuando levanto las cejas en respuesta, ella se suaviza, su barbilla baja y su


expresión es más normal.

Hago un gesto con la cabeza hacia la cocina, queriendo hablar con ella y
averiguar qué está pasando. Pero ella niega con la cabeza.

Santa saca un regalo envuelto en papel rojo brillante con árboles de Navidad
verdes por todas partes y un gran lazo rojo en la parte superior. Sarah lo toma y se
agacha para entregárselo a Sophie.

Con los ojos muy abiertos, Sophie mira del regalo al rostro de Sarah.

—¡Sarah! —chilla, lanzándose sobre Sarah.

Sarah la atrapa, cerrando los ojos mientras le da a Sophie un gran abrazo.

—Te he extrañado —dice Sophie en voz baja, pero lo suficientemente alto como
para escucharlo.

—Yo también te he extrañado —dice Sarah—. Pero estoy aquí ahora, y estoy
muy emocionada de verte abrir tus regalos.

Sophie se aparta de Sarah, como si acabara de recordar que estaba recibiendo


regalos, toma el regalo de las manos de Sarah y lo abre.
Sarah
Puedo sentir los ojos de Shane clavados en mi espalda mientras veo a Sophie
abrir su primer regalo. Sin embargo, lo ignoro y mantengo toda mi atención en
Sophie. Ella es la razón por la que hacemos esto, después de todo. Al menos eso es
lo que les dije a mis padres. Aunque por la reacción de mi madre, estoy segura de
que ninguno de ellos me cree.

Aun así, estoy haciendo todo lo posible para venderlo así. Especialmente porque
eso es lo que pretendo decirle a Shane cuando finalmente tenga la oportunidad de
llevarme a un lado y decirme que no debería haber organizado esto.

Pero es una lástima para él. Porque la reacción de Sophie al ver a mi papá
aparecer en su puerta vale la pena lidiar con la ira de Shane. Esta niña se merece algo
especial después del año que tuvo.

Shane también lo hace. Pero no puedo obligarlo a aceptar eso. Una visita de
Santa no es suficiente para hacer su año, incluso si la Sra. Claus logró hacer que
suceda un milagro navideño.

Y aunque una parte de mí había esperado que tal vez yo pudiera ser el punto
brillante de su vida en este momento, él claramente no quiere eso.

Finalmente le dije a Olivia, y aunque ella en realidad no dijo en voz alta “Te lo
dije”, ambas sabíamos que estaba muy implícito. Aun así, vino a ver películas y
comió pasta y brownies conmigo cuando finalmente la llamé, y me dejó interrumpir
las películas un millón de veces para derramar todas mis frustraciones y tristeza por
la forma en que terminaron las cosas con Shane.

Después de esto, lo dejaré en paz. Porque, como dijo Olivia, debería haberle
creído cuando me dijo que no estaba en condiciones de tener una relación. Me dijo
la verdad. Debería haber escuchado.

Supongo que podemos considerar esto como una experiencia de aprendizaje. Las
relaciones de amigos con beneficios no funcionan para mí después de todo.
—Mientras abren sus regalos, tenemos otra sorpresa especial para los dos —dice
mamá con su voz de Sra. Claus.

Ella me asiente con la cabeza y yo regreso a la puerta principal y la abro. El


hermano y la hermana de Shane pasan, sonrisas en sus rostros. Brad, el hermano de
Shane, se parece mucho a él en la cara, pero es unos centímetros más bajo y, aunque
esbelto, no tan voluminoso. Mallory tiene la misma forma de cara que sus hermanos,
pero más refinada, su mandíbula un poco más suave y menos cuadrada. Su cabello
no es tan oscuro como el de sus hermanos, más de un castaño medio como el de
Sophie.

Otro hombre entra detrás de ellos, con un pañuelo enrollado alrededor de su


cuello sobre su chaqueta de cuero. Es aproximadamente del mismo tamaño que
Brad, con cabello rubio sucio y ojos color avellana cubiertos por lentes con montura
de alambre. Debe ser el novio de Brad.

Me da una sonrisa educada cuando pasa, y cierro la puerta detrás de ellos, viendo
cómo la conmoción desaparece del rostro de Shane cuando se da cuenta de que sus
hermanos están aquí.

Una sonrisa se apodera de él, da un paso adelante y le da un abrazo a su


hermano, luego a su hermana.

Con un chillido, Sophie se levanta de su lugar en el suelo, con un regalo


entreabierto en la mano. Se lanza sobre sus hermanos. Riendo, Shane la anima y los
tres hermanos adultos se unen en un abrazo grupal con Sophie en el centro.

—¡Shane dijo que no vendrían! ¡Pero están aquí! —grita Sophie, deleite claro en
su voz—. ¡Santa Claus los trajo a mí para Navidad!

Ella envuelve sus brazos alrededor de los cuellos de Brad y Mallory a su vez.

Cuando Brad da un paso atrás, su novio se adelanta y le rodea los hombros con
un brazo, inclinando la cabeza para murmurar algo que no puedo oír.

Shane lo saluda con una sonrisa y un apretón de manos, y Sophie le da otro


abrazo.

Riendo, el novio le devuelve el abrazo.

—Lamento llegar así. Espero que no te importe acogerme a mí también.


—¡Por supuesto! —La voz de Shane suena más gruesa de lo normal y esnifa—.
Por supuesto que eres bienvenido. —Mira a su alrededor, la incertidumbre arruga su
frente—. No estoy seguro de dónde, exactamente, pero averiguaremos algo.

Está en la punta de mi lengua ofrecer llevar a alguien a pasar la noche en mi casa,


pero pongo los labios entre los dientes, cortando las palabras antes de que puedan
escapar.

Por un lado, todos los hermanos pertenecen bajo un mismo techo. Por otro lado,
este es el final de mi participación en la vida de Shane. Ya no me voy a insertar donde
sé que no me quieren. Donde no soy bienvenida. Realmente nunca lo fui.
Simplemente me abrí paso a la fuerza, y aunque sí, obviamente nuestra atracción era
mutua, él siempre dudaba en ceder por completo. Debería haber mantenido mi
distancia hace mucho tiempo.

Me acerco más a Nora, quien me da una mirada comprensiva y me rodea con el


brazo en un abrazo lateral, apoyando su cabeza en mi hombro como lo ha hecho
desde que era pequeña.

—Esto fue bueno —dice en voz baja—. Obviamente hay más en esta historia que
un favor entre vecinos, niña triste en la mezcla o no. No sé qué pasó, pero puedo
decir que estás triste. Pero pase lo que pase, esto es bueno. Gracias por invitarme.

Riendo, le doy un golpe en el costado.

—¿Obligarte a participar para pagarme por cubrirte, quieres decir?

Ella levanta la cabeza y se encoge de hombros.

—Podría ser, podría no.

Shane llena la tetera y ofrece chocolate caliente para todos, y aunque quiero
rechazarlo, no puedo. No con todos los demás aceptando.

Sin embargo, lo ignoro cuidadosamente, manteniendo mi atención en Sophie,


quien está en el cielo siendo el centro de atención tanto para Santa y la Sra. Claus
como para sus hermanos y juega con los juguetes nuevos que trajimos.

Pero Shane me entrega mi taza personalmente, sus ojos oscuros sosteniendo los
míos.

Vuelvo a poner los labios entre los dientes para no soltar algo de lo que me
arrepienta de haber dicho más tarde. Algo como, ¿podemos volver a cómo eran las cosas?
Prometo no volver a dormirme en tu sofá. Te extraño. Me duele el corazón de no verte. Creo que
podría haberme enamorado de ti.

Ninguno de ellos ayudaría en absoluto a la situación, y probablemente solo lo


enviaría corriendo hacia las colinas. Lo cual supongo que no haría mucha diferencia,
ya que planeo no volver a verlo después de esto. Bueno, quiero decir, obviamente lo
veré, ya que vivimos al lado del otro. Pero logramos evitar interactuar entre nosotros
durante varios meses. Estoy segura de que podemos volver a hacerlo.

Abre la boca como si quisiera decir algo, la cierra y mira a su alrededor como si
quisiera asegurarse de que nadie nos esté prestando atención.

Pero, por supuesto, Nora, que todavía está de pie junto a mí, está bebiendo su
taza y prestándonos toda su atención. Cuando él la mira, ella solo levanta las cejas
como si lo invitara a continuar.

—Nora —murmuro—. Vete por favor.

Poniendo los ojos en blanco, suspira, pero se da vuelta y se aleja.

Shane espera que se una al grupo en la barra de desayuno, donde le da a Sophie


una gran sonrisa y se presenta por su nombre de duende, Sugarplum Tinselbottom.
Luego se vuelve hacia mí e inclina la cabeza.

—¿Esto lo hiciste tú?

Me encojo de hombros.

—Tuve ayuda.

Sacudiendo la cabeza, se ríe suavemente.

—Quiero decir, obviamente. Pero fue idea tuya. —Es una declaración, no una
pregunta—. Esto tiene todo escrito que fuiste tú, incluido hacer que Brad y Mal
regresen a casa.

Inclino la cabeza de un lado a otro.

—No puedo tomarme demasiado crédito por ellos. Le mencioné a mi mamá que
sabía que te gustaría que volvieran a casa y que quería intentar que sucediera, pero
no sabía cómo. Ella dijo que lo dejara en sus manos, y…

Hago un gesto hacia ellos para terminar mi declaración.


Su sonrisa se ensancha.

—Veo de dónde lo sacas. —Tomando aire, mira alrededor de la habitación antes


de encontrar mis ojos nuevamente—. Gracias —dice en voz baja, su voz llena de
sinceridad—. Yo no... —Se mete la mano libre en el bolsillo, mira hacia abajo y
vuelve a negar con la cabeza—. No estoy seguro de por qué crees que valgo tanto
esfuerzo, pero te lo agradezco.

Por un momento, nos miramos el uno al otro, y casi me pregunto si podría


besarme aquí frente a todos. Pero en lugar de eso, aprieta los labios en una sonrisa
de pesar, luego saca la mano del bolsillo y me da un apretón en el hombro antes de
dirigirse hacia el grupo en la barra del desayuno, dejándome sola.

Tan pronto como él está con su hermano y hermanas, de espaldas a mí, Sophie
se desliza de su asiento y se acerca a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura.

—¡Te he extrañado, Sarah!

Agachándome, le doy un mejor abrazo.

—Yo también te extrañé, Sophie.

Las lágrimas pinchan mis ojos, porque si evito a Shane después de esto, significa
que necesariamente también estoy evitando a Sophie. Y eso me pone igual de triste
de diferentes maneras y por diferentes razones. Sophie ha sido una chispa brillante
para mí. Un recordatorio de por qué me encanta hacer lo que hago, por qué
administrar la tienda y diseñar adornos es tan importante para mí, lograr iluminar la
vida de alguien en medio de la oscuridad. Es por eso que mis padres iniciaron el
Emporio de la Navidad en primer lugar, para traer alegría a la vida durante todo el
año. Y por qué han trabajado tan duro para que el Festival de Navidad sea un éxito.

Pero mi tiempo como participante prominente en la vida de Shane y Sophie está


casi a su fin. Y eso está bien. Al menos eso es lo que me seguiré diciendo hasta que
lo haga realidad.

Shane vuelve a mirarme a los ojos y asiente con la cabeza después de que libero
a Sophie y ella corre de regreso para reunirse con su familia. Obligo una sonrisa a
cambio, pero me quedo al margen, sin unirme al grupo principal. He hecho lo que
vine a hacer. No me voy a centrar en su historia más de lo que ya lo he hecho.

Es hora de que salga de esta etapa en particular.


Shane
—¡Shane! ¡Shane! ¡Santa vino de nuevo! —grita Sophie desde la puerta de mi
dormitorio—. ¡Despierta! ¡Es Navidad! ¡Hay regalos abajo!

Frotándome los ojos, alcanzo mi teléfono y miro la hora. Son poco más de las
seis y media de la mañana.

—Espera, Soph. Déjame usar el baño, ¿de acuerdo?

—¡Apresúrate! —ordena.

Ruedo hasta el borde de la cama y me siento, bostezando ampliamente.

—¿Ya despertaste a todos los demás?

—Solo a Mallory.

Riendo, me pongo de pie y me rasco el estómago. Estoy seguro de que salió bien.
Pero Mallory está durmiendo en el suelo de la habitación de Sophie, así que no es de
extrañar que esté despierta. Estoy seguro de que despertarán a Brad y Evan tan
pronto como bajemos.

—¡Voy a buscar a Brad y Evan! —grita Sophie mientras cierro la puerta de mi


baño.

O tal vez los despierten antes de que yo baje.

Hago que Sophie espere para abrir los regalos hasta que haya preparado café
para todos. Porque si bien ella puede estar llena de energía, el resto de nosotros no.
Mallory, Brad y Evan condujeron aquí ayer, juntos, porque Mallory estaba en el área
de Seattle con la familia de su novio, y aunque todos dijeron que no fue un mal viaje,
todavía es agotador, especialmente con las condiciones de conducción en invierno.
Además, nos quedamos despiertos hasta muy tarde anoche después de que Sophie se
fuera a la cama, hablando y compartiendo historias y recuerdos de las Navidades
cuando éramos niños. Así que ninguno de nosotros ha dormido más de unas cinco
horas.

—¿Puedo tomar un café también? —pregunta, parpadeando hacia mí con su


pijama de duende que recibió anoche de Santa.

Riendo, paso una mano por su cabello que le pidió a Sarah que trenzara antes de
irse. Después de que Sarah terminó y le dio a Sophie ese abrazo extra largo con los
ojos cerrados, me preocupé que pudiera empezar a llorar.

Un nudo se había formado en mi propia garganta mientras las miraba. Porque


sé que Sophie extraña ver a Sarah, y la evidencia de cuánto Sarah obviamente se
preocupa por Sophie hace que sea más difícil querer mantener mi distancia, aunque
todavía estoy convencido de que es mejor para todos si lo hago.

—No creo que te guste el café, Sophie bug —le digo, levantando su trenza—.
¿Qué tal chocolate caliente en su lugar?

—¡Bien! —Salta con sus pantuflas de duende que combinan con su pijama,
dando vueltas por la habitación, abrazando a Brad, luego a Evan, que todavía parece
sorprendido cada vez que le muestra afecto, y finalmente Mallory, que gime mientras
la levanta en su regazo en el taburete de la barra—. ¿Cuánto pesas, Soph? Te juro que
has crecido en el último mes.

Sophie se ríe y se retuerce en el regazo de Mallory.

Una vez que todos tenemos nuestras tazas, nos dirigimos a la sala de estar.

—Soph, deberías repartir los regalos ya que ahora eres un duende honorario —
sugiere Mallory.

Sophie se arregla y se dirige al árbol de Navidad, donde comienza a examinar


cuidadosamente cada regalo antes de repartirlo.

Mientras esperamos a que Sophie reparta todo, Brad se inclina hacia mí.

—Entonces, ¿qué está pasando contigo y la duende?

Alzando las cejas, lo miro por encima del borde de mi taza de café.

—Bueno, me convertí en su tutor este verano. Las cosas fueron un poco difíciles,
pero creo que lo estamos logrando.

Brad se burla y me golpea ligeramente en el muslo.


—No esa duende. Sé lo que está pasando contigo y con nuestra hermana. Podría
haber querido evitar volver a casa en Navidad porque me preocupaba que fuera un
desastre tanto como el Día de Acción de Gracias, pero seguimos hablando. No, me
refiero a la que ayer vino con Santa.

Sigo pretendiendo no saber de qué está hablando, porque esta es la última


conversación que quiero tener ahora mismo, cuando se supone que debemos estar
relajándonos, abriendo regalos y divirtiéndonos.

—¿Cuál?

—Deja la mierda, Shane. Sabes cual. ¿Crees que te voy a acusar de perseguir a
alguien ilegal? —se burla de nuevo.

Riendo, dejé mi taza en la mesa de café.

—Bien. Vive al lado. Somos amigos.

Él se da cuenta de mi vacilación y me mira antes de aprovechar la oportunidad


envuelta en regalo.

—Amigos, ¿eh? ¿Algo así como que Evan y yo somos amigos?

Evan se anima, inclinándose sobre Brad.

—Somos buenos amigos. —Luego vuelve la cara de Brad hacia la suya y le da


un largo beso en los labios—. Me alegro de que volviéramos por esto. Creo que lo
necesitabas.

Los ojos de Brad se suavizan.

—Yo también. Me alegro de que hayas venido conmigo esta vez. Que estés aquí
también ayuda. Además, no quería pasar nuestra primera Navidad viviendo juntos
en diferentes ciudades.

No puedo evitar sentir un poco de celos por su afecto fácil y su preocupación


genuina del uno por el otro. Especialmente porque yo podría tener eso. Si quisiera.
Si me lo permitiera. He visto esa expresión en el rostro de Sarah.

Evan vuelve su rostro hacia mí, apoyándose en el regazo de Brad.

—Ahora. Creo que tu hermano te hizo una pregunta. Y me muero por saber la
respuesta también. ¿Veremos a Señorita Duende esta tarde?
—No —respondo, mi voz ronca.

Brad y Evan intercambian una mirada.

—¿Y por qué no? —pregunta Brad.

Me aclaro la garganta.

—Ella pasará el día con su familia, estoy seguro. E iremos a casa de CJ y


Maryanne.

Como nuestro plan era que solo Sophie y yo nos uniéramos a ellos para la cena
de Navidad, le envié un mensaje de texto anoche y le hice saber sobre nuestras
adiciones de último minuto. Nos extendió la invitación con entusiasmo a todos,
afirmando que siempre hacían suficiente comida para alimentar a un pequeño
ejército de todos modos y que habría mucho para todos.

—Está bien —dice Evan lentamente—. Pero hay algo entre ustedes dos, ¿verdad?
Quiero decir, todos lo vimos tan claro como el día.

Mira a Brad en busca de confirmación, quien asiente.

—Oh, seguro —interviene Mallory desde su lugar en el sillón.

Sophie pone un regalo frente a ella.

—¿Qué?

—¿Te acuerdas de los duendes de ayer? —le pregunta Mallory.

Sophie asiente con entusiasmo.

—Una de ellas vive en la casa de al lado —prácticamente chilla, y yo contengo


un gemido—. Ella vino después de que vimos a Santa en el Polo Norte en el Festival
de Navidad y me trajo un mensaje de mamá y papá en el cielo. —Haciendo una
pausa, coloca sus manos en sus caderas—. Bueno, fue de ellos a través de un ángel
que le dijo a Santa quien le dijo a ella quien me lo dijo a mí. Le pedí que les enviara
un mensaje mío. ¡Y él hizo!

Todos mis hermanos miran en mi dirección y yo solo me encojo de hombros.


No fue idea mía que ella usara su visita a Santa de esa manera.

Bajando la voz a un susurro dramático, Sophie continúa:


—Su nombre real es Sassy Tinselbottom, pero se hace llamar Sarah en el mundo
humano normal. Ella es una duende especial con la misión de ayudar con el Festival
de Navidad y asegurarse de que nuestra ciudad tenga espíritu navideño todo el año.
¡Y ella es nuestra vecina! ¿Puedes creerlo?

—Eso es bastante sorprendente —dice Mallory, mirándome por el rabillo del


ojo—. ¿Ella te dijo todo esto?

Sophie asiente vigorosamente.

—¿Ha estado mucho por aquí?

—Oh, sí. Después de que se acercó y me trenzó el cabello, lo hizo un montón de


veces más. Y ha estado en las noches de película con nosotros y nos ha ayudado con
la hora de dormir, y le gustan las palomitas de maíz en su helado al igual que a
nosotros.

—Interesante —dice Mallory, sus ojos en mí.

Brad y Evan también me están mirando. Bueno, Brad lo está.

—¿Palomitas de maíz con helado? —murmura Evan, mirando a Brad.

—Te lo diré más tarde —murmura Brad.

Y luego Evan también vuelve su atención a mí.

—Sin embargo, no ha venido mucho esta semana —dice Sophie, su voz pierde
su entusiasmo y adquiere la tristeza que no había escuchado tanto en las últimas
semanas—. Creo que probablemente esté ocupada con la Navidad. —Ella me mira—
. Dado que Navidad es hoy, ¿crees que tendrá más tiempo para venir después de esto?

—Sí, Shane —interviene Brad, su voz toda falsa inocencia—. ¿Tendrá más
tiempo para venir y... jugar?

Me aclaro la garganta y miro a mi hermano fulminándolo con la mirada. No está


ayudando en absoluto.

—¡Eso espero! —dice Sophie, sin entender el significado de Brad o las sonrisas
que pasan entre mis hermanos.

Podría golpearlos a todos en la cabeza ahora mismo. Especialmente Brad.


Quizás no a Mallory. Pondría una serpiente de goma en su cama. Eso siempre la
hizo gritar cuando éramos niños.
—Ustedes no están ayudando —murmuro.

Centrándome en Sophie, me aclaro la garganta de nuevo.

—Ah, bueno, no estoy seguro de cuánto tiempo libre tendrá para venir aquí,
incluso después de Navidad. Creo que todos los duendes se van de vacaciones
después de Navidad.

Sophie se inclina de inmediato, su rostro se arruga de la manera que sé que


precede a las lágrimas. Lágrimas fuertes y duraderas.

—¡Pero! —prácticamente grito, no queriendo que se convierta en un desastre de


sollozos en la mañana de Navidad.

Miro a mis hermanos en busca de ayuda, pero todos me miran con el ceño
fruncido, incluso Evan. Gracias chicos. Muy útil. Ni siquiera estaríamos en esta
posición si no hubieran empujado el tema y luego hubieran involucrado a Sophie en
la conversación.

—Pero… —repito a un volumen más normal—. Pero tal vez después de que
regrese de las vacaciones. Como dijiste, los duendes trabajan muy duro,
especialmente antes de Navidad. Deberían tener un descanso, ¿verdad?

Sophie esnifa y se limpia la cara con la muñeca.

—Sí, supongo que sí.

—Y pudimos verla ayer con su disfraz de duende. Fue una agradable sorpresa,
¿no?

Ella me da una pequeña sonrisa, luego se abre camino a través del laberinto de
regalos y me alcanza.

—Sí, lo fue. Aunque necesito un abrazo.

—Por supuesto, Sophie bug. Sabes que siempre te daré abrazos cuando los
necesites.

La alzo, la elevo sobre la pila de regalos a mis pies y la coloco en mi regazo,


donde envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y aprieta con fuerza. Envuelvo mis
brazos alrededor de ella, con cuidado de no apretar demasiado fuerte, porque a ella
no le gusta eso.

Después de un momento, le froto la espalda.


—¿Crees que deberíamos abrir los regalos? —pregunto suavemente.

Su cabeza se levanta y me mira a los ojos, asintiendo felizmente.

—¡Sí! ¡Regalos!

—Bien. ¿Deberíamos turnarnos para abrir uno a la vez, o cada uno abrir todos
nuestros regalos uno a la vez, o todos abrir todos a la vez?

—¡Todos a la vez! —grita Sophie, ahora sonriendo.

De pie, la pongo de pie y la dirijo hacia su pila de regalos.

—¿Por qué no vas primero? Quiero ver lo que tienes. Y luego el resto de nosotros
abriremos nuestros regalos. Después de eso, tendremos rollos de canela.
Shane
CJ y Maryanne nos saludan a todos con sonrisas y brazos abiertos, derrochando
sobre la botella de vino que traje y agradeciéndonos por contribuir con las tartas. Solo
estábamos dispuestos a traer una, pero con las adiciones de último minuto, pensé que
un postre extra sería una buena idea. Había planeado llevar la tarta de manzana para
la que había comprado los ingredientes, y Mallory encontró una receta para un pastel
de crema de chocolate con los ingredientes que teníamos a mano. Sophie ayudó, por
supuesto, mientras Brad y Evan miraban desde la barra del desayuno,
interrumpiéndonos como los viejos de los Muppets.

De hecho, ha sido una muy buena Navidad, sorprendentemente. Hay momentos


sombríos, por supuesto. Todos extrañamos a nuestros padres y este primer año sin
ellos es duro. Pero se ilumina con la risa y el pasar tiempo juntos, y las historias que
compartimos tienden a ser sobre mantener viva su memoria en lugar de lamentarnos
por todo lo que hemos perdido como en Acción de Gracias.

La única sombra inesperada es no poder incluir a Sarah.

Podría enviarle un mensaje de texto, supongo. Y agradecerle por ayer, aunque


lo hice mientras ella todavía estaba en mi casa. Quiero desesperadamente acercarme
a ella. La extraño, y verla ayer hizo que ese hecho me resultara bastante doloroso.
Especialmente con la forma en que se mantenía separada, sonriendo cuando alguien
la miraba, pero separada, como si no perteneciera. Y ella pertenecía allí tanto como
cualquiera. Después de todo, fue idea suya.

¿Cuánto tiempo le llevó armar eso? Obviamente, la planificación entró en juego.


Lo admitió cuando dijo que fue su madre quien consiguió que Brad y Mallory
vinieran.

Y en lugar de resentir la ayuda de ellos, la ayuda de ella, todo lo que siento es


gratitud. Ojalá hubiera alguna forma de poder mostrarle eso. Pero me temo que
cualquier contacto sería más doloroso para los dos en este momento.
Así que mis opciones son ser un cabrón y hacernos daño a los dos, o ser un
cabrón y mantener la distancia.

Tomando mi copa de vino mientras veo a Sophie jugar con los niños de CJ en el
medio de la sala de estar, dejo escapar un suspiro.

CJ me mira a los ojos y levanta una ceja. Le doy una sonrisa forzada, y está claro
que no se lo traga cuando se aparta de su lugar contra el mostrador y se dirige hacia
mí.

Señala con la cabeza hacia el lavadero.

—Ven aquí. Quiero mostrarte algo.

Valientemente, lo sigo al garaje, asumiendo que debe haber conseguido algunas


herramientas nuevas o un juguete nuevo y genial que quiere lucir. Aunque las paredes
están cubiertas de paneles de yeso, hace frío aquí fuera de la calefacción central. Una
vez que la puerta se cierra detrás de mí, se vuelve hacia mí, con los brazos cruzados
y los ojos entrecerrados.

—¿Qué está pasando?

—¿De qué estás hablando? —pregunto, mirando a mi alrededor, observando la


ordenada fila de bicicletas que cuelgan de los ganchos a lo largo de la pared trasera,
los trineos apoyados contra la pared debajo de ellos, la camioneta negra y la Suburban
arena estacionadas una al lado de la otra en su enorme garaje. Hay una ordenada fila
de contenedores apilados en estantes de plástico de garaje a lo largo de una pared—.
¿No querías mostrarme algo?

CJ se ríe.

—Sí. El interior de mi garaje. Porque aquí fuera nadie va a escuchar nuestra


conversación. ¿Qué sucedió? ¿Metiste la pata con Sarah? Te dije que no hicieras eso.

Suspirando, me apoyo en su camioneta.

—No, no la arruiné. Me di cuenta de que me estaba distrayendo y necesitaba


concentrarme en Sophie.

—Tonterías.

Levanto las cejas.

—¿Perdón?
Él niega con la cabeza.

—Eso es una tontería. Esa niñita no quiere ni necesita toda tu atención las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. En este momento, por ejemplo,
estás aquí conmigo mientras ella juega felizmente con mis hijos. Y que seas feliz de
ninguna manera constituye un descuido de tu hermana pequeña. Así que estoy
diciendo que es una tontería esa excusa para terminar con algo bueno. Intentar otra
vez.

—CJ…

—Shane —interrumpe—, no sé de dónde sacaste la idea de que una figura


paterna que tenga una relación romántica sea perjudicial para un niño bajo su
cuidado. Si ese fuera el caso, todos los padres deberían divorciarse. Excepto que no,
eso sería terrible. Tener a alguien que te respalde es algo bueno. —Empuja mi
hombro para enfatizar—. Y me enteré de lo que ella organizó para tu familia. Ella es
la razón por la que tu hermano y tu hermana están aquí. Fuimos a comprar comida
extra tan pronto como nos enteramos, sabiendo que también tendríamos que
alimentarlos. Ahora, no me di cuenta de que Brad traería a alguien hasta que llamaste
ayer, pero como planeamos las sobras, una boca extra no es gran cosa.

Él mueve su mano a su lado.

—El caso es que Sarah organizó todo eso. Para ti. ¿Y ella sacó algo de eso?

—No —murmuro, mirando un lugar en la pared detrás de él, sin querer mirarlo
a los ojos.

—No —repite—. Ella no lo hizo. Ella solo lo hizo porque quería mejorar tu
Navidad. Y la mejor manera que pudo ver para hacer eso fue hacer feliz a Sophie —
mostrándome su pulgar, claramente preparado para contar cosas—, y unir a tu
familia. Porque si alguien conoce la importancia de la familia en Navidad, es la mujer
que creció siendo una duende y luego se hizo cargo de la tienda navideña de su
familia. —Me golpea el hombro—. Ahora saca la cabeza de tu culo y arregla esto.

Volviendo a concentrarme en él, parpadeo un par de veces mientras todo lo que


dice se asimila. Tomando aire, lo aguanto por un momento antes de soltarlo.

—Sabes, por un tiempo, olvidé lo que se siente al ser feliz.

CJ me mira solemnemente, cruzando los brazos y encorvando los hombros, la


primera señal de que le está afectando el frío en el garaje. Pero no dice nada,
dándome tiempo para procesar y hablar.
Miro la copa de vino que todavía tengo en la mano y niego con la cabeza.

—Este fue el peor verano de todos los tiempos. —Mi garganta está empezando
a obstruirse, y me aclaro, odiando las lágrimas que me llegan a los ojos y la forma en
que mis senos nasales ya se están llenando, maldita sea. Me aclaro la garganta de
nuevo, con más fuerza—. Me arrojaron en el fondo, hombre. Siempre pensé que
cuando fuera padre, tendría mis propios padres para pedir consejo. En cambio…

Levanto una mano y gesticulo débilmente hacia la casa, luego me limpio los ojos
con la palma de la mano.

—En cambio, tengo una niña de seis años en duelo que me necesita todo el
tiempo, citas de terapia interminables para los dos, sin calentamiento, sin crecimiento
gradual para lidiar con las rabietas o cómo mejorar las cosas. Demonios, apenas la
conocía como persona. Yo era el tío divertido que venía a pasear con ella en las visitas
y le llevaba regalos antes de esto. Y ahora soy básicamente su padre, hago las citas
con el médico y la llevo a la escuela, busco niñeras, le compro la ropa para la escuela
y me aseguro de que tenga botas de invierno que le queden bien y sean lo
suficientemente abrigadas y cómodas.

Mirando hacia arriba, me encuentro con los ojos de CJ y los encuentro


rebosantes de simpatía y vidriosos como si él también estuviera a punto de llorar.

—No lo hagas, hombre —le digo, señalándolo con un dedo—. No te pongas


todo lloroso. Apenas lo estoy aguantando aquí.

Frunce el ceño y niega con la cabeza.

—No sé de qué estás hablando.

Pero la brusquedad de su voz lo delata.

Solté una carcajada, apartando la mirada de nuevo.

—Dios, se supone que la Navidad es un día feliz. Se supone que no debemos


estar llorando con nuestras bebidas en el garaje.

CJ también se ríe.

Cuando nos calmamos, vuelvo a negar con la cabeza.

—Sin embargo, es difícil. No tenerlos aquí. Averiguar qué tradiciones mantener,


cuáles descartar y cuáles darle nuestro toque personal. Nada volverá a ser lo mismo.
—No —concuerda CJ—. No lo hará.

Respiro profundamente, mi pecho se expande.

—Y luego conocí a Sarah. —Una mirada a CJ revela una suave sonrisa en su


rostro. Niego con la cabeza—. Dios, ella era una cosita tan insistente, que se abrió
camino en nuestra vida. ¿Sabías que decoró el exterior de mi casa sin preguntar?

CJ suelta una carcajada y niega con la cabeza.

—No, no había oído hablar de eso.

Le cuento cómo llegué a casa una noche y la encontré sosteniendo la escalera


para que su hermano menor colgara luces a lo largo de la cuneta. Pero estoy
sonriendo mientras cuento la historia.

—Ella... —Haciendo una pausa, me aclaro la garganta—. Ella trenzó el cabello


de Sophie. Y si Sophie no estuviera ya convencida de que Sarah es una duende, creo
que podría haber decidido que era un ángel por la forma en que hablaba efusivamente
de ella. —CJ se ríe y yo también sonrío—. Y ella me enseñó a hacerlo para que no
tuviera que pedirle siempre que viniera a arreglar el cabello de Sophie. Ni siquiera
estaba tratando de hacerse indispensable, y sin embargo, de alguna manera, se las
arregló para volverse de todos modos.

—Así es como lo sabes, hombre —dice CJ en voz baja.

—¿Cómo sabes qué?

—Que ella es la indicada. —Extiende las manos—. Apuesto a que puedo señalar
cuándo finalmente la dejaste entrar, porque empezaste a cambiar. Fue lento al
principio, pero… —Él niega con la cabeza—. Eras diferente. Más ligero. Más feliz.
Incluso los chicos lo notaron y lo comentaron. Empezaste a tener una pequeña charla
con otros profesores además de mí. El personal de la oficina empezó a tener menos
miedo de ti. Todo en unas pocas semanas. Imagínate cómo podría ser la vida en unos
meses. O unos pocos años.

Me río, incapaz de evitarlo.

—Sin embargo, ¿qué hay de Sophie?

—¿Qué hay con ella?

Levanto una mano en medio encogimiento de hombros.


—Sí, Sarah es genial y nos hace felices. Pero, ¿y si las cosas no funcionan?
¿Entonces Sophie está muy apegada y pierde a alguien de nuevo?

CJ me mira fijamente por un segundo. Reconozco esa mirada. Es la mirada que


les da a los estudiantes cuando hacen una pregunta tonta como: “¿Tenemos que
vestirnos para la educación física hoy?”. Todos los días.

—¿No está sucediendo eso ya? —pregunta lentamente.

Cuando no respondo de inmediato, deja escapar el mismo suspiro que cuando


ha sido un largo día para confirmar que sí, que tienen que cambiarse por educación
física, como lo hacen todos los días.

—Ya dijiste que Sarah se ha convertido en parte de tu vida, pasando tiempo no


solo contigo, sino contigo y Sophie juntos. Entonces, ¿qué si le escondiste a Sophie
la parte romántica de tu relación? Todavía estás roto ahora. Ella ya no regresa.
Sophie todavía la va a extrañar, ¿no es así?

Mierda.

Él tiene razón. Tiene toda la razón.

Gira su mano, animándome en silencio a seguir ese pensamiento hasta su


conclusión lógica.

—Realmente no querías romper con ella, ¿verdad?

—No.

La palabra raspa su camino fuera de mi garganta, ronca y rota.

—Pero te asustaste, ¿no? Tienes miedo de perderla. Y no puedes soportar perder


a nadie más en este momento, así que la alejaste primero. ¿No es así?

Trago saliva y vuelvo a mirar fijamente a la pared. Él tiene razón. Una vez más,
tiene toda la razón.

—Soy un idiota —le susurro.

—Sí. Lo sé. Por eso estamos teniendo esta charla. ¿Qué vas a hacer al respecto?

Lo miro a los ojos.

—Me tengo que ir.


Él grita y toma la copa de vino que empujo en su dirección.

—¡Ve por ella!


Sarah
Es el día de Navidad y debería estar feliz. Mi hermano mayor, Ty, llegó
anteanoche, así que estamos todos aquí. Intercambiamos regalos esta mañana
después de un desayuno con tostadas francesas y la bebida caliente preferida de
todos: papá, Ty y yo vamos a tomar un café, mamá prefiere el té y Nora y Dylan
siempre quieren chocolate caliente.

Ayer fue genial. Sophie estaba encantada con la visita de Santa y todos sus
regalos extra, y tanto ella como Shane estaban obviamente sorprendidos y felices por
la aparición inesperada de sus otros hermanos. Mi plan funcionó. Hice lo que me
propuse hacer.

Y sin embargo… hoy no me está haciendo nada. Saber que hice mejor la
Navidad de Shane y Sophie no me hace feliz. Quiero decir, me alegro, obviamente.
Shane no estaba enojado, lo que en sí mismo fue una gran victoria. Y todos merecen
una buena Navidad juntos.

Entonces, ¿por qué no me hace sentir mejor saber que ayudé a lograrlo?

—Sarah, ven a ayudarme en la cocina —dice mamá, golpeándome con la cadera


mientras se aleja con un par de tazas en la mano.

No estoy de humor para discutir, tomo mi taza vacía y la sigo.

—¿Qué necesitas, mamá?

Se vuelve para mirarme desde su lugar frente al fregadero, tomando la taza de


mi mano y colocándola sobre la encimera. Observándome con los brazos cruzados,
me evalúa.

—Necesito descubrir por qué la hija que más ama la Navidad que cualquiera de
mis hijos está triste hoy. Normalmente estás tarareando villancicos todo el día,
brincando y ofreciéndote a ayudar, sonriendo como si hubieras recibido lo que más
deseabas cada vez que alguien abre un regalo... Y hoy, estás deprimida como si tu
perro acabara de morir. Y como sé que no tienes perro...

Riendo, miro hacia otro lado, envolviendo mis brazos alrededor de mi torso.

—No sé, mamá...

—Mmhmm. Buen intento. —Aunque su tono es mordaz, cuando miro, su


expresión es suave y comprensiva—. Lo extrañas, ¿no?

Parpadeo para alejar el repentino torrente de lágrimas y forcé una sonrisa.

—No debería. Es tonto. Apenas éramos nada.

—Y aun así…

Asintiendo, envuelvo la manga de mi camiseta alrededor de mi mano y me


limpio los ojos.

—Y aun así.

Mamá da un paso adelante y me envuelve en un abrazo, acariciando mi cabello.

—Me di cuenta de que era importante para ti por la forma en que nos pediste
que te ayudáramos. Siempre te ha gustado hacer cosas por los demás. Es una de las
cosas que más amo de ti. Pero normalmente las haces por tu cuenta. Como cuando
le entregaste el mensaje y se lo presentaste a Sophie después de que visitaron a Santa.
Es un pequeño gesto, en el gran esquema de las cosas. No requiere mucho esfuerzo
de tu parte necesariamente. Pero hizo una gran diferencia para esa niña. Le diste un
poco de consuelo en lo que debe ser un momento difícil para ella. Y por lo general,
ahí es donde termina.

—Pero no esta vez —le susurro en el hombro.

—Pero no esta vez —repite, frotando mi espalda—. Está bien estar triste, Sarah.
Está bien tener el corazón roto. Quizás lo que sea que pasó entre ustedes no duró
mucho. Eso no hace que tus sentimientos sean menos reales o válidos. Simplemente
no dejes que esto mantenga tu corazón bloqueado. Me alegré de verte dejando entrar
a alguien por una vez. No dejes que esta experiencia que no funcionó a largo plazo
te arruine para la siguiente que podría hacerlo, ¿de acuerdo?

Ella enmarca mi cara en sus manos cuando me aparto, dándome una sonrisa
amorosa.
—Tienes un gran corazón. Y creo que eso te protege de formas que otros no
necesariamente reconocen. Tener un gran corazón significa que puede lastimarse
fácilmente. Pero a veces vale la pena arriesgar el dolor para experimentar la alegría.

Asiento con la cabeza y sus palabras tienen mucho más sentido para mí ahora
que hace un mes. Lo que Shane y yo tuvimos pudo haber sido de corta duración,
pero estuvo lleno de alegría mientras duró. No puedo decir necesariamente que valió
la pena dado que aquí es donde terminé. Pero supongo que tampoco me sentiré así
para siempre.

—Muy bien, llevemos el jamón al horno para que esté listo a tiempo para la cena
—dice mamá, apartando las manos de mi cara y poniéndose manos a la obra.

Con una sonrisa, saco la asadera y la ayudo con la preparación de la cena de


Navidad.

Tres horas más tarde, después de ducharme y ponerme uno de mis suéteres
navideños favoritos, estamos todos reunidos alrededor de la mesa, listos para
atiborrarnos de jamón, puré de papas, camotes, brócoli bañado en salsa de queso, el
famoso aderezo de pan de maíz de mamá y ensalada de arándanos. Para el postre,
hay una selección de tartas, tanto compradas en la tienda como caseras.

Mi hermano mayor Ty envuelve su brazo alrededor de mi cuello, poniéndome


una llave de cabeza justo cuando me dirijo a mi asiento.

—¡Ty! —grito, escarbando en su espalda—. ¡Déjame ir!

—Pero, mono, ¿por qué haría eso?

—Ugh. Te odio.

Solo se ríe.

—Me amas y lo sabes.

Deslizo mis dedos debajo de su camisa, riendo cuando él se estremece. Estaba


moviendo cosas en el congelador y tengo los dedos fríos.

—¿No nos estamos volviendo un poco mayores para esto?

Tararea pensativo.
—No.

—Bien. Recuerda, tú lo empezaste.

Hundo mi mano debajo de la cintura de sus jeans, agarro su ropa interior y tiro.

—¡Oye! —grita—. ¡Detente!

—¡Dylan! ¿Me ayudas?

Dylan se ríe, pero no parece que vaya a venir a ayudarme a darle un calzoncillo
chino a nuestro hermano. Eso significa que estoy sola. Arrastrando mis dedos
helados por su costado, comienzo a clavar mi pulgar entre las costillas de Ty, lo que
tiene el desafortunado efecto secundario de hacer que su brazo se apriete más
alrededor de mi cuello.

—¡Ay! —grita.

—¡Déjame ir!

Clavo mi pulgar con más fuerza.

—¡Niños! —La voz de mamá resuena sobre nuestro alboroto—. Suficiente. Es


hora de comer. Ty, suelta a tu hermana.

Gruñendo, me suelta. Le doy un último pinchazo en las costillas por si acaso,


ignorando la mirada de censura de mi madre.

Suspira sonoramente.

—Lo juro. Realmente pensé, que ya que ambos ya tienen más de veinte años,
habrían superado esto.

—No es mi culpa —protesto mientras tomo asiento, y Ty reclama el que está a


mi lado—. Ty lo inició. Solo estaba tratando de llegar a la mesa para cenar.

Ugh. Me alegra que viva en Vancouver y ahora solo vuelva a casa una o dos
veces al año. Su novia muy seria no es fanática de Arcadian Falls, por lo que rara vez
se une a él, lo que significa que solo lo visita unos días a la vez.

Dado que todavía actúa como si tuviera doce años en lugar de veintiséis, no me
molesta demasiado la brevedad de sus visitas.
—Lo siento, mono —dice, todavía con el apodo que decidió ponerme cuando
estaba en la secundaria.

Solo miro en respuesta. En realidad, no lo lamenta, y ambos lo sabemos.

—¿Puedes no llamarme así?

Coloca una mano en su pecho, haciendo un buen trabajo luciendo herido bajo
su barba de montañés.

—Te llamo así por amor.

—Bueno, me encantaría que me llamaras Sarah.

—Ty. Sarah —advierte mamá por última vez.

Cuando ella no está mirando, le saco la lengua a Ty. Si vamos a ser jóvenes,
también podríamos inclinarnos, ¿verdad?

Él solo se ríe y alcanza el puré de papas. Sin embargo, me llama Sarah la próxima
vez que se dirige a mí, así que lo contaré como una victoria.

Aproximadamente a la mitad de la cena, después de que pasamos la fase


silenciosa en la que todos se concentran en comer y comenzamos a charlar entre
bocado y bocado, intercambiando cumplidos sobre la comida y compartiendo planes
para los próximos días, alguien toca la puerta.

Todos se detienen y se miran unos a otros, para ver si alguien podría saber quién
podría ser o por qué. Pero está claro que todos estamos igualmente desconcertados.

Papá se limpia la boca con una servilleta y echa la silla hacia atrás, pero mamá
le hace un gesto para que se vuelva.

—No, no. ¿Y si hay un niño ahí fuera? No deberían ver a Santa abriendo la
puerta.

Papá la mira fijamente.

—No estoy disfrazado. Solo soy un tipo con barba.

—Sí, una barba blanca. Que se parece al Santa Claus al que le dieron su lista de
Navidad la semana pasada.
Ty y yo intercambiamos miradas divertidas mientras papá deja escapar un
suspiro exasperado.

—Yo abro —dice Ty, dejando su servilleta y levantándose de su silla antes de


que alguien pueda decir algo más.

Papá gruñe, pero vuelve a sentarse en la silla y le da un mordisco a la ensalada


de arándanos, burlándose de mamá con el ceño fruncido.

—Oh, silencio —dice ella—. Tienes la oportunidad de seguir comiendo. Sé feliz.

Inclinándose, la acerca más y le da un beso.

—Estás bien. Siempre estoy feliz de estar sentado a tu lado y comer tu deliciosa
comida.

—Asqueroso, chicos —interviene Dylan desde su lugar al pie de la mesa—.


¿Podemos no hacer esto mientras comemos?

—¿Eh, Sarah? —dice Ty, sonando inseguro, asomando su cabeza hacia el


comedor—. Es para ti.

Con las cejas fruncidas, me aparto de la mesa.

—¿Quién es? ¿Olivia? ¿Está todo bien?

Ty niega con la cabeza.

—No es Olivia. Ven a verlo.

No puedo leer la situación basada en el comportamiento de Ty. No parece


preocupado, exactamente, o como si acabara de recibir una trágica noticia que
necesito escuchar por mí misma. Pero definitivamente sus pelos de punta parecen
erizados por alguna razón.

Se endereza cuando llego a la puerta de la sala de estar, con el pecho hinchado y


le doy una mirada burlona antes de que una voz familiar me llame la atención.

—Sarah —dice Shane desde el pequeño cuadrado de piso de vinilo dentro de la


puerta principal. Se aclara la garganta, su mirada fija en mí e ignora por completo a
mi hermano mayor—. ¿Puedo hablar contigo? ¿Por favor?

Cruzando los brazos, me muevo hacia la sala de estar, mirándolo. Tiene las
manos metidas en los bolsillos de su abrigo, la nieve derretida unida a sus botas. De
hecho, hoy está usando jeans, noto con sorpresa. Creo que puedo contar con una
mano la cantidad de veces que lo he visto en otra cosa que no sean pantalones de
chándal o pantalones de pijama. O sin pantalones.

Pero no voy a dejar que mi mente siga vagando por ese camino. Él lo terminó.

—¿Hay algo mal? —pregunto, devanándome la cabeza para pensar en algo que
lo haría venir aquí el día de Navidad para hablar conmigo—. ¿Sophie está bien?

Él asiente, sus labios se presionan en algo parecido a una sonrisa.

—Ella está bien. Estupendo. A ella le encantó la visita de Santa que organizaste
ayer y estaba absolutamente encantada cuando se despertó esta mañana y descubrió
que Santa tampoco se había saltado nuestra casa para su visita nocturna. —Se pasa
una mano por el cabello y luego lo frota por la cara, sus ojos se mueven detrás de mí
por un segundo, antes de volver a los míos—. Supongo que ella estaba preocupada
por eso anoche. Sin embargo, nunca me dijo nada al respecto.

—Me alegro de que se lo haya pasado bien —digo con cuidado.

Sus ojos se mueven rápidamente detrás de mí de nuevo, y me vuelvo para ver a


Ty todavía de pie allí, en toda su estatura, con los brazos cruzados sobre su pecho
hinchado, una mirada amenazadora en su rostro.

—¿Podemos hablar en privado? —pregunta Shane.

Hago un gesto de espantar a mi hermano.

—Nos disculpas, por favor.

Ty finalmente me mira.

—¿Segura?

Suspirando, le pongo los ojos en blanco.

—Sí. Está bien. ¿Cuál es tu asunto? Creo que nunca vi este tipo de rutina
protectora de hermano mayor cuando éramos niños. ¿Por qué ahora, de todos los
tiempos?

Gruñe.

—El hecho de que no lo viste no significa que no sucedió.


—Uh… está bien. Aun así. Estoy bien. Ve a terminar de comer. Estaré allí en un
minuto.

Le da a Shane una mirada más amenazadora, pero finalmente se da vuelta y se


va.

—Quítate las botas —le digo a Shane—. Todos mastican lo más silenciosamente
posible para escuchar nuestra conversación. Si quieres privacidad, tendremos que ir
a mi habitación.

Asintiendo, dobla y desata los cordones de sus botas, sacándolas con cuidado
para no pisar los puntos húmedos que dejó la nieve derretida que dejó en él. Cuando
está parado frente a mí, respira profunda y temblorosamente. y me da una sonrisa
preocupada.

—Lidera el camino.

Soy muy consciente de su presencia a mis espaldas mientras me dirijo al


dormitorio de mi infancia. Al menos no parece la habitación de una niña desde que
viví aquí hasta el año pasado cuando compré mi casa. Vivir en casa, obtener mi título
en línea y trabajar desde que tenía la edad suficiente para hacerlo significaba que
tenía un buen ahorro, y mis padres se aseguraron de ayudarnos a todos a acumular
un crédito increíble lo más rápido posible, estableciendo para que podamos hacer los
mejores movimientos financieros posibles desde el mejor punto de partida posible.

Shane está en silencio mientras me sigue a mi habitación, sus ojos rebotan


alrededor del espacio, mirando la cama de tamaño matrimonial cubierta con la
colcha que mi abuela me hizo hace unos años en profundos púrpuras y azules con
crema compensándolo. Las paredes están cubiertas de carteles enmarcados de
impresiones artísticas y el tocador tiene algunas fotos familiares enmarcadas. Mi
tocador está frente a mi cama, sosteniendo mi brocha y un poco de maquillaje que
traje para pasar la noche en casa de mis padres en Navidad. La mochila en la que
empaqué todo está en el suelo apoyada contra la pata. Regresaré a mi casa esta noche.

Después de girar en círculo para asimilar todo, Shane se concentra en mí, donde
estoy frente a la puerta cerrada, con las manos en los bolsillos. El anhelo desnudo en
su rostro es sorprendente e inquietante. Me aclaro la garganta y aparto la mirada, sin
saber qué hacer con eso.

Terminó las cosas entre nosotros. Se supone que no debe mirarme así. Ya no.
—Sarah. —Respira—. Soy un idiota. Te extraño mucho. No debería haber
terminado las cosas, especialmente no así. ¿Puedo —se aclara la garganta—, me
darás otra oportunidad? ¿Por favor?
Shane
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, Sarah se congela. Ni siquiera
creo que esté respirando.

Eso se confirma cuando toma una gran bocanada de aire, parpadeando hacia mí,
frunciendo el ceño, las comisuras de la boca hacia abajo.

Extiende una mano, con la palma hacia afuera, como si quisiera detenerme
aunque no me haya movido.

—Espera. Lo siento. ¿Qué?

Soltando un suspiro, me froto la cara, sin perderme la forma en que sus ojos
brillan ante el sonido de mis dedos rascándome la barba. Tengo que esconder una
sonrisa. A ella siempre le gustó cuando hacía eso, incluso yendo tan lejos como para
frotar sus dedos a través de ella cuando estábamos juntos en el sofá, nuestros cuerpos
enredados y saciados.

Quiero ir hacia ella, tomarla en mis brazos y besar su confusión. Sentir la forma
en que su cuerpo se ajusta al mío. Como si perteneciera allí.

Pero con su mano levantada así, no me atrevo. Dejando caer mi mano, la miro
a los ojos, odiando el dolor y la confusión allí. Odiando que sea mi culpa.

Odio no estar seguro de nada de lo que haga, cualquier cosa que diga, pueda
quitármelo. Podría haber jodido todo de forma permanente. Y ese pensamiento me
desanima.

—Lo siento mucho, Sarah. Entré en pánico. Eso no es una excusa, y entiendo
que manejé todo mal, lo que nos obligó a ocultar una relación que no ha sido más
que buena. Para mí, de todos modos. Y tal vez esto me convierte en una mierda
egoísta, quererte de vuelta cuando antes no te ofrecía nada que valiera la pena.
Quizás ahora tampoco veas una relación conmigo que valga la pena. Pero al menos
tenía que intentarlo. E incluso si de verdad no quieres tener nada más que ver
conmigo, al menos te debo una disculpa.

Su mano cae mientras me mira, todavía luciendo desconcertada.

Me arriesgo a dar un paso adelante y tomar su mano. Ella me deja tomarla.

—Lo siento mucho, Sarah. He manejado todo mal desde el principio. Besándote
y luego disculpándome y luego besándote de nuevo. Y luego obligándote a mantener
todo entre nosotros en secreto.

Ella sonríe.

—Estoy bastante segura de que podría habérselo dicho a alguien si hubiera


querido. Y no recuerdo necesariamente tener que mantenernos en secreto, excepto
de Sophie. Y estoy bastante segura de que es normal que los padres solteros no
quieran presentarle a alguien con quien están saliendo hasta que sea serio. Y ambos
estuvimos de acuerdo en que no éramos serios. —Suspirando, mira nuestras manos
unidas y niega con la cabeza lentamente—. No es el comienzo con el que tengo
problemas. Ya te disculpaste por el principio y pensé que eso era cosa del pasado.
Pero tal vez no lo sea. —Ella levanta sus ojos hacia los míos—. Porque aquí estamos
de nuevo. Parece que no puedes decidir si realmente me quieres o no.

—Dios, no. Eso nunca ha sido una pregunta. Definitivamente te quiero. Siempre
te he querido.

Cierro la boca ante las palabras que quieren escapar: te amo. Puede que sea un
idiota, pero sé que ahora no es el momento adecuado para lanzar esa bomba.

Me concentro en nuestras manos unidas, ajustándome para que mis dedos se


entrelacen con los de ella.

—Por favor, créame que ese nunca ha sido el problema. —Respiro hondo—. El
problema siempre ha sido si tengo suficiente para dar a una relación. Yo nunca... —
Apreté los labios, me aclaro la garganta y niego con la cabeza—. Nunca he tenido
una relación seria. Y ahora que soy el tutor de Sophie...

Niego de nuevo con la cabeza y respiro profundamente, mirando el rostro de


Sarah para encontrarla mirándome y escuchando con atención.

—Ahora que soy el tutor de Sophie, me preocupaba que involucrarme en una


relación me distraería y me convertiría en un peor tutor para ella. También me
preocupaba estar preparándola para más pérdidas si mi relación no funcionaba. Y
ella ya ha perdido tanto que no pude…

Mi garganta se cierra con las palabras, cortándolas.

Sarah hace un ruido de simpatía y levanta su mano libre hacia mi cara. Y


extrañamente, por una vez, o tal vez ha sido así por un tiempo con ella y no me he
dado cuenta, no me molesta la muestra de simpatía. O lo confunda con lástima. Que
ella se preocupe por mí no me hace sentir débil. Me hace sentir apoyado.

—Hice todo mal contigo. —Me las arreglo después de un momento, mi voz
ronca en mi garganta—. Pensé que una relación me haría peor, pero lo que realmente
hizo fue mejorarme. Estaba más feliz cuando estaba contigo que antes o después. Y
espero que tú también estés feliz conmigo. Siempre parecías estarlo cuando estabas
con nosotros, pero…

—Lo estaba —susurra—. Fueron la mejor parte de mi día, tú y Sophie. Me


encantó unirme a usted para cenar y escuchar sus historias y ayudarla a acostarse.
Ver mis adornos en tu árbol en un lugar de honor. Me hizo sentir importante y como
si perteneciera, a pesar de que me esforcé mucho en decirme a mí misma que no
debería apegarme demasiado. —Ella se encoge de hombros—. Sin embargo, no pude
evitarlo. Me encariñé mucho muy rápidamente. De los dos.

Parpadeo ante eso, la esperanza llena mi pecho, haciéndome sentir más ligero.
Pero mi cerebro se enreda con el comentario sobre sus adornos.

—¿Tus adornos? ¿Quieres decir que tú los creaste?

Con una pequeña sonrisa en sus labios, se encoge de hombros y asiente.

—Diseñé o hice aproximadamente la mitad de los adornos de la tienda. Es un


poco lo mío.

—Eres increíble —digo sin aliento—. Mencionaste que diseñaste adornos, pero
no me di cuenta de que teníamos alguno de ellos. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Baja la mirada y vuelve a levantar un hombro.

—Estaba tratando de mantener mi distancia. Tenías claro lo que querías, lo que


ofrecías. Estaba tratando de respetar eso.

Dejo escapar un suave gemido, luego la acerco y la rodeo con mis brazos.
—No quiero distancia. Realmente nunca lo hice. Simplemente no sabía cómo
ser padre y pareja. Pero si se parece en algo a lo que estábamos haciendo, creo que
podemos lograrlo. Si me das la oportunidad de intentarlo.

Lentamente, sus brazos se envuelven a mi alrededor y me devuelve el abrazo.


Ella asiente contra mí y suspiro de alivio.

Retrocediendo, la miro a la cara.

—¿Sí?

Mordiéndose el labio, asiente de nuevo.

—Sí.

Una gran sonrisa se apodera de mi rostro, agacho mi cabeza y reclamo sus labios.
Se empuja contra mí, devolviéndome el beso, abriéndose para mí, deslizando su
lengua contra la mía.

Un grito desde el otro lado de la puerta nos hace separarnos y el rostro de Sarah
se enrojece.

—Oh, Dios mío —murmura, cubriéndose las mejillas con las manos y
sacudiendo la cabeza—. ¡Váyanse! —le grita a la puerta—. ¡Se suponía que íbamos
a hablar en privado!

—Oh, por favor —dice una voz femenina desde el otro lado—. Tenías que saber
que no podíamos esperar tanto.

Saliendo de mis brazos, Sarah se gira y abre la puerta de un tirón para revelar a
su hermana parada allí con una sonrisa impenitente en su rostro.

—Mamá me envió a escuchar a escondidas. Enójate con ella.

Sarah está sujetando la puerta, con la boca abierta mientras ve a su hermana


alejarse.

—¡Mamá! —grita ella lo suficientemente fuerte como para que los vecinos
probablemente puedan escuchar—. ¡Se besaron y se reconciliaron! ¡Sarah tiene
novio!

Lo último lo dice con una voz cantarina que vuelve a sonrojar a Sarah.
Riendo, envuelvo un brazo alrededor de ella y la beso en la sien. Se gira y me da
un beso rápido en los labios.

—Lo siento por ellos. Ni siquiera sé qué decir al respecto.

Me encojo de hombros.

—Yo también tengo hermanos entrometidos. Quienes, estoy seguro, se mueren


por una actualización ya que los dejé a todos en casa de CJ y Maryanne para la cena
de Navidad.

La mano de Sarah vuela a su frente.

—Oh, Dios mío. ¡Cena de Navidad! ¿Qué vamos a hacer?

Riendo, la beso de nuevo.

—Normalmente me ofrecería quedarme con tu familia, ya que ya estamos aquí,


pero Sophie...

Se vuelve hacia mí, tirando de mi cara hacia abajo para otro beso.

—Por supuesto. Estás bien. Nos despediremos de mi familia. —Ella agita una
mano—. Los veo todo el tiempo de todos modos. Bueno, excepto a Ty, pero está
bien. —Una sonrisa se apodera de su rostro—. Iré contigo.

Le doy otro beso, porque puedo, y se siente bien poder hacerlo con tanta libertad.

—Suena perfecto.

Sus dedos se entrelazan con los míos, me lleva al comedor, donde todos están
sentados en sus asientos, comiendo tranquilamente como si no estuvieran
preocupados por nosotros. Sin embargo, las grandes sonrisas en los rostros de todos
los delatan.

—Shane y yo vamos a terminar la cena de Navidad en casa de CJ y Maryanne


con su familia. Los veré más tarde, chicos.

La madre de Sarah acalla el estruendo de la disidencia de su padre y su hermano


mayor con un movimiento de la servilleta mientras se pone de pie y da la vuelta a la
mesa. Le da a Sarah un abrazo y un beso en la mejilla antes de volverse para darme
el mismo trato.
—Feliz Navidad —me dice—. Es bueno verte otra vez. Dale los mejores deseos
a CJ y Maryanne de nuestra parte. Estoy segura de que nos volveremos a ver pronto.

Sonriendo, asiento con la cabeza.

—Lo espero.

Una vez que estamos en el auto con el calor ardiendo, miro a Sarah por el rabillo
del ojo. No puedo evitarlo. Dándome la vuelta, la alcanzo, ahueco su mejilla en mi
palma y la atraigo hacia mí para darle otro beso. Este es más largo, más profundo y
más buscado que la mayoría de los que compartimos en el interior. Si bien es posible
que tengamos una audiencia desde su ventana principal, al menos nadie nos va a
interrumpir de repente. Siento que las posibilidades de que se pongan botas y un
abrigo solo para interrumpir nuestro beso son escasas, al menos.

Sin embargo, Sarah no parece estar de acuerdo, porque se aparta y echa un


vistazo a la casa por la ventana.

—Deberíamos irnos —murmura—. Antes de que salgan a ver por qué no nos
hemos ido todavía.

Riendo, me enderezo en mi asiento y me alejo de la acera lentamente sobre la


capa de nieve que cubre las calles. Hay muy poco tráfico en la poca luz de la tarde
de Navidad, y no puedo evitar sonreír mientras giro en dirección a nuestro
vecindario.

—Antes de dirigirnos a lo de CJ y Maryanne, hagamos una parada rápida.


Sarah
La felicidad burbujea a través de mi torrente sanguíneo como burbujas en
champán, y no puedo borrar la sonrisa de mi rostro durante todo el camino a la casa
de Shane. Me sorprende un poco cuando entra en su garaje, apaga el coche y pulsa
el botón para cerrar la puerta.

Frunciendo el ceño, me vuelvo hacia él.

—¿Pensé que esto era una parada rápida? ¿Olvidaste algo?

Sacudiendo la cabeza, se acerca a mí, atrayéndome hacia otro de esos deliciosos


besos. Besos que nunca pensé que volvería a experimentar hace un rato.

—Vamos adentro —murmura contra mis labios—. Te mereces más que un


rapidito, pero no sé si podré esperar hasta que Sophie se duerma. Además, tengo una
casa llena. Sin embargo, necesito estar dentro de ti. Te he extrañado mucho.

El calor invade todo mi cuerpo, centrándose entre mis muslos. Y prácticamente


estoy trepando por la consola central de su camioneta para acercarme a él.

Se ríe contra mi boca.

—Vayamos adentro. Incluso podemos usar mi cama esta vez.

Separándonos, salimos de su camioneta, nos quitamos los abrigos y las botas de


camino a las escaleras, dejándolos esparcidos por todas partes. No tenemos mucho
tiempo, y los recogeremos de nuevo en breve para regresar a casa de CJ y Maryanne.

Un destello de inquietud me atraviesa ante la idea de aparecer allí, radiante y


sonriente, y cuál será la reacción de todos.

Pero eso se alejó rápidamente cuando Shane me levantó en sus brazos y me tiró
en su cama, trepó por encima de mí y me besó como un hombre hambriento al que
se le presenta un festín de cinco estrellas.
Le devuelvo el beso con la misma avidez. Si bien solo hemos estado separados
por menos de una semana, parece mucho más que eso. Y fueron cinco días pensando
que nunca volvería a tocarlo así o que nunca volvería a tocarme así. Cinco días de
tristeza y dolor y deseando lo que pensé que no podía tener.

Y ahora estoy aquí, con mis manos deslizándose debajo de la camiseta henley
oliva de manga larga de Shane, trazando el arco de su caja torácica, los contornos de
su pecho, la suavidad del vello de su pecho haciendo cosquillas en mis palmas.

Suspira en mi boca, su peso se posa contra mí cuanto más tiempo estamos así, y
cuando se echa hacia atrás, apoyándose en los codos, aparta el cabello de mi cara,
sus ojos rebosantes de calidez y afecto.

Su mirada vaga por mi rostro antes de volver a mis ojos, una suave sonrisa se
dibuja en sus labios.

—Siento que necesito confesar algo.

Mis cejas se levantan.

—¿Oh? ¿Qué es eso?

Su sonrisa se ensancha una fracción más.

—Sé que originalmente acordamos mantener las cosas ligeras y divertidas, y


aunque siempre me he divertido contigo, lo que siento por ti es cualquier cosa menos
que ligera.

Mis ojos se abren y se me corta el aliento.

—¿Qué estás diciendo?

Su rostro se vuelve solemne mientras examina mi rostro de nuevo.

—Estoy diciendo que me estoy enamorando de ti —susurra—. Sé que es rápido


y probablemente sea demasiado pronto para decirlo en voz alta. Pero no quería seguir
con esto, con nosotros, sin ser completamente honesto.

Mis labios se curvan en una sonrisa.

—Supongo que la honestidad es una cosa de la que nunca tendré que


preocuparme contigo.
Deja escapar una breve risa, agachando la cabeza para reclamar mis labios de
nuevo. Pero cuando empujo su pecho, él retrocede. Sacando mi mano de debajo de
su camiseta, ahueco su mejilla y le doy un suave beso en los labios.

—Yo también me estoy enamorando de ti —le susurro—. La verdad es que lo


he estado por un tiempo. Entonces, si es rápido y pronto, entonces estaré allí contigo.

Su aliento sale en ráfagas, abanicando mi rostro, y me da una sonrisa de alivio.

—Bien. Es bueno saber que no estoy solo. —Me besa rápido—. ¿Ahora puedo
quitarte la ropa?

Es mi turno de soltar una carcajada.

—Solo si puedo quitar la tuya.

Empuja hacia atrás para sentarse sobre sus talones, extendiendo los brazos a
modo de invitación.

Mordiéndome el labio, me siento y me arrodillo frente a él, tirando de la suave


tela de su camiseta hacia arriba y por encima de su cabeza, disfrutando de la
ondulación de sus músculos mientras baja los brazos después de liberarlos. Dejo la
camiseta a un lado y alcanzo su cinturón, liberando el cuero flexible. Me ayuda a
desengancharlo, porque mi ángulo es incómodo, y aprovecho la oportunidad para
frotar la dura cresta de su polla a través de sus jeans.

Gime, su mano libre ahuecando la parte de atrás de mi cabeza y sosteniéndome


firme para su beso. Le doy un apretón y froto de nuevo antes de abrir el botón y
encontrar la cremallera.

Dios, me encanta sacarle estas reacciones. El solo hecho de que lo toque lo hace
sacudirse contra mi mano a través de su ropa. Y cuando deslizo mis dedos dentro de
la cintura de su ropa interior, maldice contra mis labios, lo que me hace sonreír de
satisfacción.

—Mi turno —murmura, sus manos agarrando el dobladillo de mi suéter y


tirando hacia arriba.

Con una risa, lo suelto y lo ayudo a quitarme el suéter, mi risa crece cuando me
lanza una mirada de mal humor al descubrir la camisola que tengo debajo. Se pone
de pie y se deshace de mi suéter mientras se quita los pantalones y la ropa interior,
sus ojos nunca abandonan mi cuerpo mientras me quito la camisola y me estiro para
desabrochar mi sostén. Desliza las correas por mis brazos, tirando el sujetador a un
lado una vez que está libre.

—Recuéstate —me ordena, y hago lo que me pide.

Inclinándose sobre mí, toca mis pezones con la lengua mientras desabrocha mis
jeans y desliza su mano dentro, sus dedos masajean y provocan antes de deslizarse
hacia atrás para rodear mi abertura, recogiendo algo de mi humedad y pintándola
sobre mi clítoris.

Agarro sus brazos, amando la sensación de sus músculos firmes flexionados


debajo de su piel mientras se levanta. Pronto, no puedo soportarlo. Necesito más y
mis pantalones estorban.

Agachándome, empiezo a empujar, meneando para sacarlos, lo que por supuesto


desaloja la mano de Shane. Me sonríe y hace un trabajo rápido para desnudarme.
Enderezándose sobre sus rodillas en la cama a mi lado, se inclina y se acaricia, su
mirada recorre mi cuerpo.

—Dios, te he echado de menos.

—Yo también te he extrañado. Ahora, ven aquí.

Primero agarra y se coloca un condón, pero luego acepta la invitación de mis


brazos abiertos y se posiciona entre mis muslos.

Con su boca reclamando la mía, se mete dentro de mí de un solo golpe. Empieza


despacio, dándonos tiempo a ambos para disfrutar del placer que crece y nos
atraviesa. Luego se ajusta, moviendo mis piernas hacia atrás para que esté en el
ángulo perfecto para embestirme correctamente. Lamiendo su pulgar, lo deja caer en
el espacio entre mis muslos, perezosamente rodeando mi clítoris para igualar su ritmo
actual.

Ya me estoy retorciendo, tan excitada por la conversación, los besos, la


declaración de sentimientos. Nuestra conexión es incluso más intensa que antes,
ahora que ambos nos hemos descubierto. Pronto se mueve más rápido, su pulgar
prácticamente hace vibrar mi clítoris, y yo agarro las mantas, las almohadas,
cualquier cosa que pueda agarrar, porque siento que voy a volar.

Y luego cae un rayo, mi cuerpo convulsiona y mi coño palpita a su alrededor


mientras mi orgasmo golpea.
—Joder, sí —murmura, sin detenerse nunca mientras cabalgo sobre la ola de
felicidad. Se detiene un momento cuando me quedo flácida, dejando caer mis piernas
e inclinándome para besarme de nuevo, lento y dulce. Cuando se mueve dentro de
mí de nuevo, vuelve al ritmo lento con el que empezó, haciéndome gemir por la
sobrecarga de placer.

Pronto está aumentando su ritmo, persiguiendo su propio clímax, y me aseguro


de abrir los ojos para ver su rostro mientras su placer alcanza su punto máximo.
Maldita sea, este hombre es caliente. Y él es mío.

Feliz Navidad a mí.


Shane
—Todos sabrán lo que hemos estado haciendo —susurra Sarah desde el asiento
del pasajero de mi camioneta mientras me estaciono afuera de la casa de CJ y
Maryanne nuevamente.

No puedo evitar sonreír mientras la veo bajar la visera y peinarse en el espejo.

—Te ves hermosa —le digo—. Tu cabello es perfecto.

Ella me da una mirada que dice que aprecia el cumplido pero que no confía en
mi evaluación.

Riendo, me inclino y la beso.

—Ya que me he ido por más de dos horas y cuando me fui fue con la misión
declarada de tratar de arreglar las cosas contigo y ahora vas a regresar conmigo... sí,
hay una buena posibilidad de que los adultos descubran qué hemos estado haciendo.
—Estudio sus mejillas rosadas y sus ojos bajos por un segundo—. ¿Es eso suficiente
para que no quieras venir conmigo? Puedo llevarte a casa si quieres...

Ella agarra mi mano, sus ojos vuelan hacia los míos.

—¡No! No, no quiero eso. Quiero ir contigo. Solo necesito prepararme, eso es
todo.

Beso el dorso de su mano.

—No dejaré que nadie te acose, te lo prometo. Además, hay niños allí. Nadie
puede ser demasiado abierto en sus bromas si no quiere responder preguntas que no
está preparada para responder.

—Buen punto. —Ella me da una rápida sonrisa, toma aire y asiente—. Está bien.
Terminemos con esto.
—Ese es el espíritu.

Mientras caminamos por el camino de entrada, ella toma mi mano y me da una


sonrisa impresionante.

Estaba preparado para que esta fuera la peor Navidad de mi vida, y aunque
definitivamente desearía que mis padres todavía estuvieran aquí, de alguna manera
se perfila para ser bastante buena de todos modos. Entre CJ y Maryanne adoptando
a mis hermanos y a mí como una especie de familia extendida y ahora Sarah...
Realmente no podría pedir más.

Después de un golpe de cortesía en la puerta principal, dejé entrar a gritos


generales de bienvenida y sonrisas de complicidad de todos los mayores de dieciocho
años.

Sophie corre hacia mí y me abraza, luego lanza sus brazos alrededor de la cintura
de Sarah.

—¡Sarah! ¡Sarah! ¡Estás aquí! ¡Santa me trajo aún más regalos anoche! ¿Trajiste
más regalos hoy?

—Soph —le advierto, pero Sarah niega con la cabeza y se ríe, agachándose para
devolver el abrazo de Sophie.

—Hoy no. Sin embargo, parece que te fue bastante bien en el departamento de
regalos.

Sophie asiente con entusiasmo.

—¡Ven aquí! ¡Deja que te enseñe!

Y agarrando a Sarah de la mano, la arrastra a la sala de estar donde comienza a


mostrarle las Barbies y los caballos que trajo con ella del recorrido de esta mañana.
Estaba molesta porque no la dejé traer todos sus juguetes nuevos, pero le dije que
solo podía traer lo que pudiera caber en una bolsa, y que no cabían todos.

Sarah me mira a los ojos y me da otra gran sonrisa mientras se quita el abrigo y
las botas y se sienta en el suelo con Sarah. Maryanne entra y toma el equipo de
invierno de Sarah antes de ir a buscar el mío también.

CJ me trae una cerveza y choca su botella contra la mía.

—Parece que obtuviste tu milagro de Navidad, ¿eh?


Riendo, asiento con la cabeza.

—Parece que sí.


Sarah
—Listo.

Me siento y admiro mi última creación. Es un adorno de estilo familiar. Este será


para Shane, Sophie y para mí. Por supuesto, no somos una familia tradicional. Aún.
Pero miro el diamante que brilla en mi dedo anular. Para el próximo verano lo
seremos.

Estamos todos reunidos en el patio trasero de mis padres para una fiesta de
compromiso, y todos los que son importantes para los dos, están aquí.

—¿Recuérdame por qué estás trabajando en adornos navideños en junio, mono?


—pregunta Ty desde su lugar apoyado en la barandilla del porche trasero de mamá
y papá.

Antes de que pueda responder, Olivia se me adelanta.

—Uno pensaría que no creció en la misma familia por lo tonto que es. ¿El evento
de Navidad en julio?

Ella lo mira, sus manos abiertas, cada elemento de su expresión y lenguaje


corporal diciendo ‘duh’.

Ty pone los ojos en blanco.

—No estaba hablando contigo.

—Sin embargo, ella tiene razón —agregué, no queriendo que la disputa entre Ty
y Olivia se intensificara.

No estoy segura de cuál es su problema. Ella siempre se ha puesto de mi lado en


contra de mi hermano mayor. Eso es lo que hacen los mejores amigos, después de
todo. Pero últimamente, lo ha llevado al siguiente nivel. Saltar así, insultarlo, ser
extra… perra, a falta de una palabra mejor.
Sophie corre hacia mí, con los labios rojos de chupar una paleta.

—¿Puedo ver? ¿Puedo ver?

—Cuidado —le digo, entregándole el adorno para que lo inspeccione.

Ella ha estado presente mientras yo he trabajado en adornos lo suficiente durante


los últimos seis meses desde que Shane y yo nos convertimos en pareja oficial, ella
sabe cómo manejarlos sin hacer ningún daño. Incluso diseñó algunos adornos
propios, y le daré una sección de exhibición especial de la tienda para el evento de
Navidad en julio en un par de semanas.

La mano de Shane cae sobre mi hombro y se inclina para besarme con una
sonrisa.

—Pensé que ibas a tomar un descanso en el diseño de adornos en nuestra fiesta.

Encogiéndome de hombros, me pongo de pie y limpio mis suministros.

—Estaba tan cerca de terminar, solo quería hacerlo. Pero ya está listo. Me
detendré hasta mañana, lo prometo.

Me vuelvo para mirarlo y le rodeo los hombros con los brazos, levantando la
cara para otro beso.

Este beso se vuelve un poco más acalorado de lo normal considerando que


tenemos una audiencia, y cuando Ty se aclara la garganta sonoramente, nos
separamos, Shane me da una sonrisa impenitente.

Dejando su cerveza sobre la mesa, reclama mi silla y me lleva a su regazo.

—¿Qué está pasando con tu hermano y tu amiga? —susurra en mi oído.

Miro a Ty, quien pone los ojos en blanco hacia mí. Levantando un hombro en
un pequeño encogimiento de hombros, miro a Olivia, que todavía mira a Ty.

—Realmente no lo sé —murmuro lo más bajo que puedo.

—¿Se enredaron o algo así? —pregunta Shane—. Porque la forma en que están
actuando parece que algo pasó y él no llamó.

¿Lo hicieron?
Eso parece poco probable, ya que no he escuchado nada sobre Ty y su novia
rompiendo o incluso teniendo problemas.

Pero cuando miro entre ellos y rebobino todas sus interacciones en esta visita:
las discusiones, los comentarios, la forma en que Olivia parece en general enojada
por la existencia de Ty.

Shane tiene razón. Parece que algo debe haber sucedido entre ellos.

¿Pero cuando? ¿Cómo? ¿Y por qué Olivia no me dijo nada?


Sarah
—Dile a tu hermano que se vaya —le dice Olivia a Mallory en respuesta al golpe
en la puerta, su voz feroz—. ¡Todo el mundo sabe que es mala suerte ver a la novia
antes de la boda!

No me molesto en ocultar mi risa por la defensa de mi espacio por parte de mi


mejor amiga y dama de honor. Estamos todas en el camerino de la Casa Hudgins,
una gran casa histórica en las afueras de la ciudad que es un lugar magnífico para
bodas y eventos. Estoy en mi vestido de novia mientras Olivia da los toques finales a
mi maquillaje. Mallory y Nora, con sus vestidos de damas de honor, se sientan en el
sofá, Nora se queja de que no se le permite beber nada de champán y que, al menos,
se debe hacer una excepción por hoy.

Sophie con su vestido de niña de las flores ha estado entrando y saliendo, mi


mamá la vigila ya que Shane y yo estamos ocupados hoy.

Olivia me ve a los ojos con una mirada fulminante.

—Detente. ¿Quieres que tenga que empezar de nuevo?

Poniendo los labios entre los dientes para tratar de contener la risa, niego con la
cabeza.

—Eso no es mejor.

—Uh, ¿Olivia? —interrumpe Mallory—. No es mi hermano. Es el de Nora y


Sarah. Y está preguntando por ti.

Enderezándose de sus atenciones a mi cara, ella me está maquillando los ojos,


así que no estoy realmente segura de por qué mis labios presionados juntos hacen
tanta diferencia, frunce el ceño a Mallory.

—Dile que seguramente tiene mejores cosas que hacer que acosarme en este
momento. ¡Estoy ocupada!
—Te lo aseguro, no lo hago. —La voz de Ty se escucha a través de la puerta
entreabierta.

Riendo de nuevo, me doy la vuelta para verlo abrirla y asomar la cabeza.

—¿Por qué les está tomando tanto tiempo, señoritas? —Mira el reloj en su
muñeca—. Se suponía que íbamos a empezar hace cinco minutos.

Casi espero que Olivia pisotee, pero no lo hace. En cambio, toma una respiración
profunda y observa fríamente a mi hermano.

—¿Y crees —dice ella, su voz engañosamente tranquila—, que interrumpirnos


nos preparará antes? ¿Cómo funciona eso exactamente? ¿Te gustaría que tu hermana
caminara por el pasillo con el maquillaje a medio hacer? ¿Esperas que envíe a mi
mejor amiga luciendo menos que exquisita el día de su boda? —Su volumen aumenta
con cada pregunta, y no soy la única que se ríe. Nora está doblada en el sofá, sus
hombros se estremecen con una risa silenciosa y Mallory se esconde detrás de la
puerta que está entre abierta.

Ty levanta las manos en señal de rendición.

—Perdóname. Me acaban de enviar para obtener un tiempo estimado.

Olivia tararea como si no estuviera segura de creerle.

—Ella es la novia. Estará lista cuando esté lista. —Agita la varita de rímel en su
mano dramáticamente—. Una novia nunca llega temprano o tarde, siempre llega a
tiempo. Ahora, si quieres que sea más temprano que tarde, ¡déjanos en paz para que
podamos terminar!

Con los ojos centelleantes, Ty inclina la cabeza.

—Sí, señora.

—Su relación es tan extraña —dice Nora entre risas.

Olivia la ignora y vuelve su atención a mi maquillaje, con una pequeña sonrisa


en su rostro. Tengo que estar de acuerdo con Nora. Su relación es extraña. Pero,
¿quién soy yo para juzgar?

Finalmente termina con mi maquillaje, me paro mientras mi mamá y Sophie


entran.

Mamá me da una sonrisa y un abrazo.


—Te ves hermosa, cariño. ¿Casi lista? Toma, consigamos tu velo.

Es una simple pieza de gasa transparente unida a una peineta. Mamá se mueve
detrás de mí y desliza la peineta debajo del moño en la parte superior de mi cabeza
para que la tela caiga por mi espalda. Ella lo esponja y lo extiende, aclarándose la
garganta mientras lo hace.

—Listo —dice, su voz sospechosamente gruesa cuando me giro para mirarla de


nuevo. Parpadea para quitarse la humedad de los ojos y sonríe—. Perfecto.

Las lágrimas pinchan mis propios párpados en respuesta a su demostración de


emoción.

—No —declara Olivia en voz alta—. Nada de eso. Ya tenemos gente que nos
regaña por llegar tarde. No tenemos tiempo para arreglar el maquillaje arruinado por
el llanto. Detente ahora mismo.

Una risa acuosa estalla de mí.

—¿Qué pasó con la novia siempre llega a tiempo?

Mamá nos da una sonrisa indulgente.

—Sin embargo, tiene razón. Además, tu novio se está poniendo inquieto.

Aleteos de emoción llenan mi estómago. Eso es todo. Realmente está


sucediendo. Pasando una mano sobre el bordado que baja por el corpiño de mi
vestido de satén color crema, respiro hondo y asiento.

—Estoy lista.

—Les haré saber —dice mamá, saliendo por la puerta.

Sophie salta hacia mí, una sonrisa se extiende por su rostro.

—¡Sarah! ¡Estás preciosa! —Extiende la mano y la desliza con reverencia sobre


la tela de mi falda—. Me gusta tu vestido.

—Gracias. Tú también te ves hermosa.

Lleva un vestido de satén rojo rubí hasta la rodilla que combina con los vestidos
de las damas de honor, y sonríe ante mi cumplido.
Olivia sostiene una canasta blanca llena de pétalos de rosas rojas, el asa envuelta
con una cinta roja.

—Aquí tienes, Sophie. ¿Estás lista?

Sophie asiente enfáticamente y toma mi mano mientras Olivia reparte el resto de


los ramos.

—¿Lista? —pregunta Mallory. Ante mi asentimiento, le hace señas a Sophie—.


Tienes la oportunidad de liderar el desfile, Soph.

Sophie salta al lado de su hermana y sale por la puerta una vez que está lo
suficientemente abierta. Mallory sigue detrás, luego Nora y Olivia. Con una
respiración profunda, las sigo.

Mi papá está esperando en el pasillo, luciendo elegante con su esmoquin. Ya que


es mediados de julio, está bien afeitado. Sus ojos se iluminan cuando me ve.

—Oh, mi hermosa hija. Mírate.

Me tiende la mano y me da un pequeño giro, la corta cauda se agita sobre sus


zapatos mientras me doy la vuelta, riendo en voz baja.

Cuando completo el giro, pasa mi mano por su brazo y besa mi mejilla.

—Gracias, papá.

—Te quiero, Sarah.

—También te quiero, papá.

—¿Estás lista? —pregunta.

A mi asentimiento, me lleva a nuestro lugar detrás de Olivia. Mallory ya ha


comenzado su procesión por el pasillo. Nora va un segundo después, luego Olivia.

En lo que se siente como una eternidad y sin tiempo, la música cambia y el


ministro entona:

—Todos de pie.

Papá y yo salimos al pasillo y él se mueve y me impulsa hacia adelante. Porque


sin él allí para hacerlo, me habría quedado congelada en la parte trasera de la capilla,
contemplando la vista que tenía ante mí.
Shane luce impresionante con su esmoquin, el saco se pega a sus anchos hombros
y se estrecha hasta su cintura. Su cabello está limpio y ordenado a los lados con el
mechón rebelde que le gusta caer sobre su frente dándole un aire desenfadado. Hoy
está bien afeitado en honor a nuestra boda, los planos de su rostro son nítidos y
definidos.

Sin embargo, son sus ojos los que realmente me capturan. Llenos de tanto amor
y emoción que sé que él se siente de la misma manera que yo, no puedo esperar para
comenzar esta aventura juntos.

El último año y medio ha sido increíble. Y solo puedo imaginar que mejorará a
partir de aquí.

Shane
CJ se sienta en una mesa conmigo, pero solo tengo ojos para mi esposa.

Mi esposa.

La forma en que esas palabras se sienten en mi cabeza, en mi lengua, es


prácticamente orgásmica. Mi esposa. Sarah es mi esposa.

Por fin.

Ella se para en medio de un grupo de mujeres, hablando y riendo, luciendo


deslumbrante con su vestido sin tirantes color crema. Se ajusta a su torso como un
guante hasta que llega a su cintura, luego se hincha en una falda completa hasta el
suelo.

Cuando apareció en la puerta de la capilla, mi respiración se congeló en mi pecho


al verla. Tan hermosa. Y está eligiendo pasar el resto de su vida conmigo.

¿Cómo he tenido tanta suerte?

—¿Cuánto tiempo más vas a quedarte? —pregunta CJ desde su lugar junto a mí,
tomando un trago de su sidra dura.

Le dedico una mirada, pero vuelvo a mirar a Sarah.

—No estoy seguro. Ojalá no mucho más.


Se ríe, pero está lleno de comprensión y buen humor.

—Ve a buscarla —aconseja—. Apuesto a que ella está tan lista para irse como
tú.

Como si pudiera oírnos, justo en ese momento ella gira la cabeza y me mira a
los ojos, una sonrisa sensual jugando en sus labios.

La risa de CJ me sigue mientras empujo mi silla hacia atrás y me acerco a ella,


siguiendo su consejo.

Ya hemos superado todas las cosas obligatorias de la recepción: cortar el pastel,


primer baile, baile de padre e hija, etc. Quizás no hace tanto tiempo, y la gente sigue
comiendo en su mayoría en lugar de bailar, pero ¿a quién le importa?

Por muy divertida que sea esta fiesta, estoy listo para pasar un tiempo a solas con
mi esposa.

Su sonrisa se ensancha a medida que me acerco, se excusa de las mujeres con las
que ha estado hablando y se encuentra conmigo. Envolviendo un brazo alrededor de
su cintura, la acerco para darle un beso. Sus brazos se enrollan alrededor de mi cuello
mientras lo devuelve. Alguien silba cerca, pero lo ignoramos.

—¿Estás lista para salir de aquí? —murmuro junto a su oído.

Ella se echa hacia atrás, los ojos muy abiertos, luego lanza una mirada por
encima del hombro.

—¿No se supone que debemos quedarnos un poco más?

Levanto un hombro en un encogimiento de hombros.

—Se divertirán mucho sin nosotros. Y definitivamente nos divertiremos más sin
ellos.

Ella deja escapar una risa rápida mientras sus ojos recorren la fiesta nuevamente.
Ella lo está pensando. Y estoy bastante seguro de que ella estará de acuerdo conmigo.

Cuando agacho la cabeza y beso su cuello justo debajo de su oreja, ella se


estremece, sus dedos se aprietan sobre mis hombros.

—Sí —dice sin aliento—. Vamos.

Sonriendo triunfalmente, me enderezo y veo a su madre mirándonos.


Ella cruza el espacio que nos separa, con una pequeña sonrisa en su rostro.
Cuando se acerca lo suficiente, se inclina y dice:

—¿Debería hacer que traigan la limusina?

Sarah deja escapar una risa avergonzada, cubriéndose las mejillas con las manos,
pero yo solo asiento.

—Sí, por favor.

—Tenemos que despedirnos de Sophie, al menos —dice Sarah.

—Por supuesto.

Se necesitan otros diez o quince minutos antes de que salgamos a salvo de allí.
Después de despedirnos de las personas más importantes, es decir, nuestros
hermanos y los padres de Sarah, corrimos a través de una fila de personas que
soplaban burbujas sobre nosotros hasta la limusina blanca que nos esperaba.

—¿Le gustaría conducir un poco? —pregunta el conductor una vez que estamos
todos dentro.

—Llévanos directamente al hotel, por favor.

No quiero perder más tiempo. Un compromiso de un año fue suficiente. Estoy


listo para hacerle el amor a mi esposa.

Tan pronto como nos movemos, la alcanzo, la acerco y la beso. Sonríe contra
mi boca mientras envuelve sus brazos alrededor de mis hombros, pero rápidamente
cae en el beso, abriéndose para mí para que pueda girar mi lengua con la suya.

Lo único que me impide subirle la falda y tomarla aquí es el hecho de que en una
ciudad del tamaño de Arcadian Falls, no estamos lejos de la acogedora posada frente
al lago donde pasaremos nuestra noche de bodas.

Después de esto, nos dirigiremos a la costa para cinco días de felicidad


ininterrumpida. Será extraño no tener a Sophie con nosotros, pero ella y Mallory se
quedan con los padres de Sarah. Al principio, el plan era que Brad y Mallory se
quedaran con Sophie esta semana, pero cuando la madre de Sarah escuchó el plan,
se burló e insistió en que ambas chicas se quedaran con ella para que Brad no tuviera
que perder tanto trabajo.
Por su parte, Sophie está emocionada. Los padres de Sarah han asumido el papel
de pseudo abuelos en su vida, la adoran y ella absorbe la atención como la luz del
sol.

Afortunadamente pronto, la limusina se detiene frente a un edificio


ingeniosamente rústico de dos pisos con una fachada de cabaña de troncos. Sigo
besando a Sarah, soltándola solo cuando el conductor de la limusina abre nuestra
puerta.

Nuestro equipaje ha sido enviado con anticipación y Brad me dio la llave de


nuestra habitación antes de la boda, para que no tengamos que perder el tiempo
registrándonos.

Una vez en nuestra habitación, empujo a Sarah contra la puerta, subiéndole la


falda como he querido hacer desde que el ministro nos declaró oficialmente marido
y mujer. Sarah se ondula contra mí, gimiendo en mi boca cuando mi mano lucha a
través de las capas de tela y finalmente encuentra la piel desnuda de su muslo.

Deslizo mis dedos debajo de la tela elástica de su tanga, trazando su costura y


recogiendo su humedad, trazando delicados círculos alrededor de su clítoris.

Ella empuja sus caderas hacia mí, dejando escapar otro suave gemido y
rompiendo el beso.

—Cama. Ahora.

—Sí, señora.

No tiene que decírmelo dos veces. Cogiéndola en mis brazos como la novia que
es, la llevo a la cama y la coloco suavemente sobre el edredón blanco. Ella me mira
con amor en sus ojos, algunos mechones sueltos de cabello enmarcan su rostro.

—Dios, eres jodidamente hermosa —digo sin aliento.

Se apoya sobre los codos y me mira de arriba abajo, hundiendo los dientes en el
labio inferior.

—Y estás supersexy con un esmoquin. —Sus ojos se encuentran con los míos—
. Ahora quítatelo y hazme el amor.

Mientras comienzo a desabrocharme la camisa, Sarah se sienta y ataca mi


cinturón. No puedo evitar reírme de su entusiasmo mientras hace un breve trabajo
para deshacerlo, mis pantalones siguen rápidamente, sueltos alrededor de mis
caderas. Se sienta sobre sus rodillas mientras yo me rindo con los últimos botones y
me saco toda la camisa por la cabeza, tirándola a un lado.

Sus manos recorren mi torso hacia arriba y hacia abajo, luego se deslizan hacia
mi espalda y hacia abajo dentro de mis pantalones donde agarra mi trasero.

—Te amo —susurra, su rostro a solo unos centímetros del mío.

Agacho mi cabeza y la beso, rápido y fuerte.

—Yo también te amo. Suelta mi trasero para que pueda quitarme los pantalones
y empezar con tu vestido.

Me devuelve el beso una vez, me baja los pantalones y luego quita su falda del
camino para poder darme la espalda.

Rápidamente me quito el resto de mi ropa, luego vuelvo mi atención a la parte


de atrás del vestido de Sarah. Hay una cantidad elaborada de botones y cintas que se
entrecruzan en la parte posterior, y ni siquiera sé por dónde empezar.

Se vuelve y me mira por encima del hombro.

—Hay una cremallera al lado del panel trasero. Está oculto, pero si miras en la
parte superior, encontrarás el gancho. Deshaz eso, y la cremallera está justo debajo.

Deslizando mi dedo, encuentro de lo que está hablando, suspirando aliviado de


que no me tomará una hora desnudarla. Pronto se quedó en nada más que su tanga
de encaje blanco, estirándose en la cama y alcanzándome.

Me acomodo sobre ella por un momento, beso su boca y luego bajé por su frente
hasta llegar a esas bragas de encaje. Beso su coño a través de esta y ella se retuerce.

—Por favor, Shane. Sin bromas ahora mismo. Te necesito.

Después de quitarle las bragas, paso las manos por el interior de sus muslos,
dejando un rastro de besos a su paso. Manteniendo mis ojos en los de ella, la lamo
con la parte plana de mi lengua desde la apertura hasta el clítoris, dando a la parte
superior un pequeño remolino que descubrí que le gusta hace un tiempo.

Como siempre, deja escapar un pequeño grito ahogado, su cabeza cae hacia atrás
sobre las almohadas, sus caderas se levantan, buscando más.

Y le doy exactamente lo que necesita, sabiendo a estas alturas la mejor manera


de darle un orgasmo, emocionado con la sensación y su sabor en mi lengua, la forma
en que me responde. Ella siempre ha sido tan abierta, tan honesta con sus respuestas
hacia mí, nunca ha sido cautelosa, incluso cuando nuestra relación no estaba
destinada a durar.

Estoy tan contento de haber sacado mi cabeza de mi trasero y haber aceptado la


felicidad que me esperaba justo en frente de mí. Me alegro mucho de haber dejado
entrar a Sarah en mi vida. Me alegro mucho de que estemos aquí ahora.

Dándole unos segundos para que se recupere, me arrodillo entre sus muslos,
pene en mano, arrastrándolo a través de sus pliegues húmedos, esperando a que me
mire antes de hundirme lentamente dentro de ella.

—Sííí —sisea mientras lo hago, alcanzándome.

Me inclino sobre ella, besándola profundamente mientras le hago el amor con


mi polla con la misma reverencia que hice con mi boca hace un momento. Ella se
mueve conmigo, y pronto está haciendo los sonidos que me hacen saber que se está
acercando de nuevo.

Lamiendo mi pulgar, lo dejo caer entre nosotros, rodeando su clítoris. Me


empuja con fuerza y yo aumento la velocidad y la presión, dándole lo que necesita,
empapándome de sus gemidos y suaves gritos de placer.

—Eso es, nena. Ven por mí.

Y como si las palabras fueran el detonante de una trampa, ella se corre, su coño
aprieta mi eje, su orgasmo dispara el mío.

Agotado, ruedo hacia un lado, llevándola conmigo, agradecido de poder estar


conectado con ella sin preocuparme por tener que lidiar con un condón. Dejamos
escapar suspiros de satisfacción a juego, su cabeza apoyada en mi pecho.

—Te amo, esposa —le digo en voz baja.

Ella levanta la cabeza y me sonríe.

—Te amo, esposo.


Jerica MacMillan lleva leyendo novelas románticas desde que se tropezó con la
sección de libros de bolsillo de la biblioteca cuando iba a la escuela secundaria. Y
desde entonces ha sido una historia de amor constante.

A menudo se la puede encontrar bebiendo café en tazas con mucho estilo


mientras sueña con historias y trata de darles vida en la página.

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