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Índice
Staff
Sinopsis
La navidad Pasada
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Ésta navidad
Capítulo 5 3
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27 4
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Alison Cochrun
Cosmos Books
Staff
Traducción
Supernova

Corrección
Scarlett
5
Diseño
Seshat
Sinopsis
Hace un año, Ellie Oliver, recién trasladada a Portland, tenía el
trabajo de sus sueños en animación y un encuentro en Nochebuena
con una mujer en una librería que la llevó a enamorarse en el
transcurso de una sola noche. Pero tras una traición a la mañana
siguiente y la pérdida de su trabajo poco después, se encuentra a la
deriva, sola y desesperada por conseguir dinero.
Encuentra trabajo en una cafetería local y solo consigue pasar los
días, hasta que Andrew, el propietario de la tienda, le propone un
plan impactante y de embriaguez: un matrimonio de conveniencia
que le dará su reciente herencia y aliviará los problemas económicos
y el aislamiento de Ellie. Hacen un plan para pasar las vacaciones
juntos en la cabaña de la familia de él para mantener el engaño. Pero
cuando Andrew presenta su nueva prometida a su hermana, Ellie se
sorprende al descubrir que se trata de Jack, la misteriosa mujer de la
que se enamoró durante una mágica Nochebuena el año anterior.
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Ahora, Ellie debe elegir entre la seguridad de una relación falsa y el
riesgo de algo real.
La Navidad Pasada
Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 7: La chica del puente
(Nochebuena, 23:22)
Subido: 4 de febrero de 2022

Los días nevados son un tipo especial de magia.


Cuando era niña, los días nevados significaban estar libre del estrés
de la escuela y de la debilitante ansiedad social que sentía allí. En un
día nevado, podía salir a pasear y hacer amigos con la misma
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facilidad con la que metía una bola de nieve entre las manos
enguantadas.
En la universidad de Ohio State, los días nevados significaban
liberarme de mi riguroso horario de estudio, cuando mi mejor amiga,
Meredith, irrumpía en mi dormitorio a la una de la mañana para que
pudiéramos ir en trineo en South Oval en bandejas robadas del
comedor.
Y en Portland, un día nevado parecía significar estar libre de todo.
Mis botas se hunden en casi treinta centímetros de nieve cuando
paso por el puente Burnside. Los límites de la ciudad se habían
desdibujado en el transcurso del día, y ahora nada está contenido en
su lugar habitual. El césped, la acera y la calle se han convertido en
una sola cosa suave y fluida: un mundo que parece increíblemente
dulce. Más adelante, un par de esquís de fondo cruzan el puente
mientras su altavoz portátil suena Blanca Navidad y detrás de mí un
grupo de veinteañeros está teniendo una pelea de bolas de nieve en
medio del camino, y a mi lado, una mujer se desliza, gruñe y maldice:
«¡A la mierda con la nieve!» a un volumen bastante alto.
—¿Es la nieve a quien deberíamos culpar? —pregunto con calma—
. ¿O tus zapatos?
—La nieve —responde ella, golpeando sus botas deliberadamente
con cada paso—. Estas botas son magníficas.
Señalo las botas en cuestión.
—Sin embargo, parece que fueron seleccionadas más por estética
que por utilidad. Como tu abrigo.
Deja de pisotear la nieve y mira hacia arriba.
—Espera. ¿Qué le pasa a mi abrigo?
Lleva una de esas chaquetas marrones Carhartt tan populares entre
cierto grupo demográfico en Ohio y un grupo demográfico

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completamente diferente aquí en Portland. El de ella ni siquiera tiene
cremallera, por lo que su franela está expuesta debajo, metida dentro
de sus jeans claros.
Es estético, de acuerdo.
—Es un abrigo muy bonito —le aseguro—. Sin embargo, no es
exactamente práctico para la nieve, ¿verdad?
—En mi defensa, casi nunca nieva aquí.
—Sin embargo, cuando saliste de tu casa esta mañana, sabías que
había nieve en el pronóstico.
Ella gruñe y sacude los copos de nieve de su cabello expuesto como
un golden retriever bajo la lluvia. Su cabello negro está corto, afeitado
de un lado y largo del otro, por lo que cae sobre su frente en un
mechón húmedo. Todo el día, he luchado contra el impulso de
apartar ese cabello de sus ojos.
En un día nevado en Portland, podría encontrarme con una extraña
en una librería, pasar todo el día con ella y encontrarme en un puente
con vista al río Willamette a las 11:23 p.m. en Nochebuena. En un día
nevado, podrías ser el tipo de persona que sigue a una extraña a
cualquier lugar, incluso si se queja de la nieve.
La extraña en cuestión se mueve hacia el borde del puente, sus ojos
miran hacia el agua negra.
—Está bien, explícamelo, Ohio: ¿qué tiene de genial la nieve?
—Bueno, primero que nada, es hermosa. —Exhalo, y ella se gira
para lanzarme una mirada de reojo. Las pecas debajo de sus ojos casi
parecen copos de nieve en su piel morena clara. Solo han pasado
catorce horas desde que la conocí, pero ya memoricé el patrón en sus
mejillas, registré esas pecas para poder dibujarlas más tarde.
Envuelvo mi bufanda azul más apretada alrededor de mi cuello
para ocultar mi sonrojo.
—Y es… nieve real, como esta… grandes tormentas de nieve…
tienen el poder de detener el mundo por un minuto. La nieve congela
el tiempo, por lo que la presión constante de la vida se suspende
brevemente en un manto de nieve y, por un día, es como si pudieras
recuperar el aliento. 9
Se apoya contra la barandilla, sus brazos cuelgan perezosamente
sobre el borde.
—Sabes que puedes relajarte incluso cuando no nieva, ¿verdad?
—Cuando nieva —digo con más énfasis—, el mundo se transforma.
La nieve es mágica.
Hago un gesto a nuestro alrededor, hacia el cielo nocturno que
brilla de color púrpura claro, casi brillando para combinar con todo
el blanco. A los árboles que destellan una plata iridiscente. A los
copos de nieve que flotan en el aire, dando la ilusión de que viajan en
todas direcciones, desafiando la gravedad. Saco la lengua y logro
capturar una, y noto demasiado tarde que tiene su teléfono frente a
ella, y me está tomando una foto con la lengua afuera.
—¿Qué estás haciendo?
—Intentando documentar la supuesta magia de la nieve. Para fines
científicos.
—Y desde un ángulo tan lindo.
—Oh por favor. Eres adorable, y estoy segura… —Hace una pausa,
inclina la cabeza hacia un lado para estudiar la pantalla de su teléfono
y se estremece—. En realidad, tal vez querríamos tomar esa de
nuevo…
Empujo su brazo.
—No me someteré a más burlas.
Ella sostiene su teléfono frente a mi cara.
—Vamos, Ellie. Algo para recordarte antes de que termine la noche.
—No me voy a convertir en calabaza cuando el reloj marque la
medianoche.
—Sí. —Ella sonríe—. Pero tal vez sí. Además, querré tener una foto
tuya cuando seas una cineasta famosa. El Premio de la Academia a la
Mejor Película Animada es parte del plan de diez años.
—Plan de veinte años —corrijo—. No quiero ser poco realista.
—Ellie —dice ella, su tono sorprendentemente serio—. Tengo
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plena fe en que lograrás lo que te propongas. Ahora. —Levanta su
teléfono de nuevo—. Que parezca que no quieres asesinarme, por
favor.
Dejo caer mis brazos sin fuerzas a mis costados y me encojo de
hombros, como si dijera, ¿Así?
Ella niega con la cabeza.
—No, se tu misma. Esto no captura tu esencia.
—No estoy segura de que me conozcas lo suficiente como para
comentar sobre mi esencia.
Ella me mira a través de la pantalla de su teléfono.
—Sé que tu esencia no es un encogimiento de hombros incómodo.
—¿Está segura? Un encogimiento de hombros incómodo
definitivamente podría ser mi esencia.
Hace un sonido inquieto e impaciente con la lengua y, sin saber qué
más hacer, levanto los brazos en el aire, como un ángel de nieve de
pie, y doy vueltas sobre un pie en un arco lento y amplio en medio
del puente. Ojos cerrados, lengua afuera.
—¿Cómo fue eso? —pregunto, ligeramente mareada y luchando
por reorientarme.
Estudia su teléfono con una expresión ilegible, luego da un paso
más cerca de mí.
—Aquí. —Me muestra La foto está borrosa, algunos copos de nieve
nítidamente enfocados en primer plano y yo al fondo, un remolino de
color que contrasta: el marrón oscuro apagado de mi trenza y el
blanco pálido de mi piel contra el púrpura de mi chaqueta, el azul de
mi bufanda tejida a mano, el trocito de rojo que es sonrisa y lengua.
—Creo que es perfecto —dice ella.
—Mi turno. —Le arrebato el teléfono y lo enfoco hacia ella. Ahí está
ella, en modo retrato, casi un metro ochenta de altura, firme con los
pies en la nieve—. Muéstrame tu esencia. 11
Mete los puños en los bolsillos de su abrigo caqui, me lanza una
sonrisa de soslayo y se recuesta contra la barandilla que separa el
puente del río. Su esencia: perfectamente destilada en una sola pose,
como si supiera, tan inequívocamente, quién es ella.
Tomo la foto
Se acerca a mí.
—Una más —murmura antes de envolver un brazo alrededor de
mi cintura. Sé que realmente no puedo sentir su cuerpo entre todas
nuestras capas, pero imagino que puedo, imagino cómo sería tener su
piel contra la mía. Puedo oler el ponche de huevo, las rosquillas de
arce y tocino de Voodoo y el olor a pan recién horneado que
permanece en su ropa. Parece que debería oler a pinos y fogatas,
como las partes salvajes e indómitas del noroeste del Pacífico. Agua
de lluvia y suelo húmedo y musgo.
Pero en realidad, huele a pan. Como calor. Como algo que te
llenaría.
—A la cuenta de tres —comienza, y en la pantalla de su iPhone,
puedo ver nuestras caras mejilla con mejilla. Yo y la hermosa chica
con la chaqueta poco práctica y la sonrisa de media luna. Copos de
nieve en su cabello negro y luces de la ciudad brillando detrás de
nosotras.
Ambas sonreímos.
—Uno dos tres.
Su pulgar se desliza en la pantalla para abrir la foto, y miro a la
chica capturada en su teléfono.
—En un día nevado —le digo—, puedes ser una persona diferente.
Con su brazo todavía alrededor de mi cintura, me pregunta:
—¿Qué tipo de persona quieres ser?
No es un encogimiento de hombros incómodo. Quiero ser el tipo
de persona que acerca a una extraña en la nieve, así que lo hago.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella, tiro hasta que nuestros
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cuerpos están al ras, enredados, moviéndose ligeramente para
mantenerse calientes.
Y luego estamos bailando lento en la nieve. Ella está tarareando la
melodía de Blanca navidad en mi oído, y el resto del mundo se
desvanece mientras bailamos en un puente mientras los minutos
pasan hasta Navidad. Todo lo que existe es su aliento, su voz, sus
brazos y todos los lugares donde nuestros cuerpos se encuentran.
Estamos suspendidas en una bola de nieve perfecta construida para
dos.
En un día nevado en Portland, podrías enamorarte.
Capítulo 1
Martes, 13 de diciembre de 2022
Hay casi un par de centímetros de nieve en el suelo, por lo que,
naturalmente, toda la ciudad está al borde del colapso.
Como los autobuses se retrasan, me aprieto la bufanda roja tejida a
mano alrededor del cuello y camino furiosamente por la calle
Belmont. Los autos son Tetrisados de parachoques a parachoques
desde la sala de juegos hasta el dispensario porque nadie aquí sabe
cómo conducir en la nieve. Las escuelas han cerrado prematuramente
por el día, y los niños aparecen en todas las puertas y pasillos,
bailando alegremente, atrapando copos de nieve con la lengua. Más
adelante, observo a dos niños que intentan hacer bolas de nieve que

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tienen al menos un 90 por ciento de tierra.
Dejo que Portland, Oregón, esté tan encantado y tan horrorizado al
mismo tiempo por una cantidad tan modesta de nieve.
Y, francamente: a la mierda la nieve.
Según la mayoría de las definiciones meteorológicas, esto ni
siquiera constituye nieve. Es pequeño y húmedo, cae demasiado
rápido y se derrite a medias en el concreto tan pronto como aterriza.
Aún así, es suficiente para retrasar los autobuses y descarrilar por
completo mi día.
Meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta acolchada y saco mi
teléfono para ver la hora de nuevo.
Tres minutos. Me quedan tres minutos y diez cuadras, lo que
significa que llegaré tarde al trabajo. Y si llego tarde al trabajo,
definitivamente no conseguiré el ascenso ni el aumento de sueldo que
tanto necesito. Y probablemente me despidan. Otra vez. Y si me
despiden de nuevo, probablemente perderé mi apartamento.
Hace dos días, apareció un volante amarillo neón en la rendija de
la puerta de mi casa, informándome del aumento de la renta el
primero de enero. Mil cuatrocientos dólares al mes por treinta y siete
metros cuadrados de infierno subterráneo en el sureste de Portland.
Si pierdo mi apartamento, tendré que encontrar vivienda en una
ciudad con una crisis de vivienda horrible. Y si no puedo encontrar
un nuevo lugar para vivir…
La ansiedad se extrapola y catastrofiza todo el camino hasta la
conclusión natural: si llego tarde al trabajo otra vez, el montón de
basura de mi vida finalmente será puesto en el compactador y
aplastado en un cubo de basura humeante de una vez por todas.
¿Por qué la nieve de Portland siempre insiste en arruinar mi vida?
La imagen se cuela. La chica con fuego en los ojos y nieve en el pelo.
Bailando en un puente a medianoche. El sonido de su risa en mi oído
y su aliento en mi garganta y sus manos…
Pero no. No tiene sentido torturarme con el recuerdo de la Navidad
pasada. 14
Miro hacia abajo para comprobar la hora de nuevo justo cuando mi
teléfono vibra con una llamada entrante. La pantalla rota de mi
iPhone 8 parpadea con el nombre Linds junto con una foto de una
mujer sosteniendo una bebida alcohólica de dos galones afuera del
Bellagio.
Considero brevemente ignorar la llamada, pero la culpa católica,
solidificada en la infancia, gana.
—Hola, Linds.
—¿Me enviaste por Venmo el dinero? —mi madre comienza tan
pronto como se conecta la llamada. Está muy claro que no, no le envié
el dinero, o de lo contrario Lindsey Oliver no tendría ninguna razón
para llamarme.
—No todavía.
—Elena. Amor. Bebita. —Linds adopta su mejor voz de madre, la
que probablemente aprendió al ver las reposiciones de Nick at Nite
mientras estaba drogada durante la mayor parte de finales de los
noventa. Lindsey Oliver insiste en que todos, incluida su única hija,
la llaman Linds, mientras que ella me llama exclusivamente Elena a
pesar de que soy Ellie, que siempre he sido una Ellie, que Elena me
queda como un par de jeans demasiado ajustados.
»Realmente necesito ese dinero, cariño. Son solo doscientos
dólares. —Me imagino perfectamente la cara de mi madre haciendo
pucheros al otro lado de la línea. Su cabello castaño oscuro, que tiñe
de un rubio intenso; las ondas naturales que alisa cada mañana; la
piel pálida que ha erradicado a través de numerosas tarjetas
perforadas de salones de bronceado; los pómulos altos que resalta a
través del contorno.
Puedo imaginarme su rostro porque es mi rostro, excepto que
todavía tengo el cabello castaño rizado que Linds llama «crespo» y la
piel pálida que me hace lucir «lavada». Si mi madre no me está
pidiendo dinero, probablemente esté criticando mi apariencia.
—Lo prometo, esta será la última vez que te lo pida —insiste.
—Estoy segura de que lo será —resoplo mientras corro para
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alcanzar el final de la señal de «Caminar». No es la primera vez en mi
vida que lamento que mi único medio de ejercicio físico sea la fiesta
de baile ocasional en la cocina mientras espero que mi burrito
congelado se caliente en el microondas—. Estoy un poco corta de
efectivo en este momento con mis préstamos estudiantiles y mi
alquiler, pero espero obtener este ascenso a asistente del gerente y…
—No es mi culpa que insistieras en ir a la universidad para siempre
y te despidieran de Estudios Lycra —dice bruscamente.
—Estudios Laika —la corrijo por enésima vez. Mi madre puede
cambiar sus objetivos de carrera tan frecuentemente y sin pensar
como cambia de marido, pero nunca pierde la oportunidad de
recordarme mi mayor fracaso. Sin embargo, no dejo que vea cómo me
afectan estas palabras, no dejo que sepa sobre el núcleo caliente de
vergüenza que florece en mi estómago—. Y no fui a la universidad
para siempre —me las arreglo casualmente—. Obtuve una maestría
en bellas artes en animación.
—¿Y cuál es el punto de tener ese título elegante si no puedes
mantener económicamente a tus padres ancianos?
Linds tiene cuarenta y seis.
Realmente está empezando a montar su diatriba ahora.
—Durante dieciocho años —se lamenta—, ¡te vestí! ¡Te alimenté!
¡Mantuve un techo sobre tu cabeza!
Sus afirmaciones de satisfacer mis necesidades básicas son muy
exageradas. Cuando tenía doce años, le pedí a mi madre dinero para
nuevos materiales de arte. Linds no se lo tomó bien.
—¿Sabes cuánto cuesta criar a un niño? ¿Y quieres más?
—¡Añádelo a mi cuenta! —Había gritado en un ataque de
malhumor preadolescente.
Y Linds había respondido a gritos:
—¡Tal vez lo haga!
Y lo hizo. Lindsey había calculado el costo de mi existencia hasta el
último centavo, y espera un reembolso completo.
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Desafortunadamente, decirle que no a mi madre no es una habilidad
que haya desarrollado en los primeros veinticinco años de mi vida.
Exhalo toda una vida de decepción paterna en el aire húmedo y
nevado.
—De acuerdo. Veré qué puedo hacer para conseguirte el dinero.
Su voz se vuelve suave en la línea mientras arrulla:
—Gracias, Elena, querida.
Y esto es todo. Es mi momento. Necesito atacar mientras ella está
brevemente llena de orgullo y afecto maternal.
—Así que faltan menos de dos semanas para Navidad —divago—
. ¿Hay alguna posibilidad de que llegues a Portland para las
vacaciones de este año?
Hay una esperanza desesperada en mi voz, aunque ya sé la
respuesta. Ella no vino la Navidad pasada, y no vendrá esta Navidad,
y solo me estoy preparando para que me rompan el corazón.
¿Y es eso lo que realmente quiero? ¿Pasar la mañana de Navidad
limpiando del suelo a Linds con resaca entre sufrir sus
despotricaciones por todo, desde mi deslucida apariencia física hasta
mi aún más deslucida vida amorosa? La última vez que pasamos la
Navidad juntas en Cleveland, antes de que Linds siguiera al marido
número tres a Arizona, me arrastró a un club nocturno, trató de
tenderme una trampa con un hábil agente inmobiliario de cuarenta
años llamado Rick, y luego me abandonó de inmediato. Puede que se
haya ido a casa con el amigo de Rick. No la vi durante tres días
después de eso.
Yo tenía diecinueve años. Mi madre había proporcionado la
identificación falsa. Felices fiestas de mierda.
¿Es ese realmente mi deseo de Navidad?
La respuesta es, aparentemente, sí. No tengo a nadie más. Si la
última Navidad es un indicio, es mejor que no esté sola para las
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fiestas. Tiendo a tomar decisiones de vida equivocadas en nombre de
la soledad.
—¿Por qué dejaría Phoenix por un lugar húmedo y frío? —
pregunta Linds, recordándome que mis deseos de Navidad siempre
son irrelevantes.
—¿Porque estoy aquí?
Ella golpea sus labios en el teléfono.
—Elena Oliver, no hagas eso.
—¿No hacer qué?
—Eres tan dramática. Siempre has sido así. No te pongas tan
sensible y trates de hacerme sentir culpable por no querer pasar la
Navidad bajo la lluvia.
—Yo no estaba…
Una voz profunda gruñe en el fondo de la llamada, y Linds
murmura algo entre dientes en respuesta.
—Me tengo que ir.
—Siempre podría volar a Phoenix —ofrezco patéticamente. Muy
patéticamente. Solo una mujer de veinticinco años, rogando a su
madre que pase la Navidad con ella.
—Ahora no es un buen momento para eso. Solo transfiéreme el
dinero esta noche, ¿de acuerdo?
Eso es todo. Sin felices fiestas. Ni un te quiero. La llamada se
desconecta antes de que pueda decir adiós. La vergüenza anterior en
mi estómago es eclipsada por el doloroso agujero de soledad en mi
pecho. Voy a pasar la Navidad sola en mi sórdido estudio, comiendo
un pollo asado de cinco dólares sobre el fregadero de la cocina para
la cena.
La nostalgia me recorre, pero no hay un hogar por el que estar
enferma, nada esperándome aquí ni en ninguna parte.
No me permito pensar en el breve momento de la última Navidad 18
cuando pensé que había encontrado a alguien para aliviar el dolor,
una persona a quien llamar hogar.
Pero siempre estoy sola, siempre he estado sola, y solo porque sea
Navidad no significa que haya alguna razón para que eso cambie.
Puedes sentirte tan perdido y sin rumbo en Navidad como en
cualquier otra época del año.
Hago una pausa mientras espero una señal para caminar y, a mi
alrededor, la nieve ya se está convirtiendo en lluvia.
Lo que pasa con la nieve es que nunca dura, y siempre te quedas
con una versión un poco más sucia del mundo cuando comienza a
derretirse.
Miro la pantalla rota de mi teléfono. Ya llego cuatro minutos tarde
al trabajo.
La magia de la nieve, mi trasero.
Capítulo 2
—Llegas tarde.
Estas son las palabras que me saludan cuando llego resoplando a
Roastlandia a las 10:06 a.m. A través de los lentes oscurecidos por la
lluvia de nieve, veo mi reflejo en la ventana del frente de la cafetería.
Mi trenza morena está empapada, mi flequillo está pegado a mi frente
y mi piel pálida está enrojecida por la ansiedad y el esfuerzo. En
resumen, parezco alguien que está a punto de ser despedida.
Mi jefe, Greg, está de pie junto a la puerta principal esperando mi
llegada, su rostro de barba pelirroja se arruga y es condescendiente.
Todo lo que puedo hacer en este punto es arrastrarme.
—Lo sé. Lo siento mucho. Los autobuses se retrasaron a causa de
la nieve, tuve que caminar hasta aquí y…
Greg simplemente chasquea la lengua.
19
—No necesito escuchar excusas, Ellie. Solo registra tu entrada.
No discuto con el hombre que tiene mi destino en sus dedos
mugrientos, bigotes esculpidos con cera, pero lo dibujaré
vengativamente más tarde, exagerando su barba en el cuello y su tez
de leche descremada y esos ojitos pequeños y brillantes. Lleva su
camiseta raída que dice: «Así es como se ve una feminista» lo que
significa que es la única persona en Portland menor de cuarenta años
que está siendo irónica sin querer.
Como para subrayar la ironía, me mira de arriba abajo y se burla.
—Pareces un basset hound1 que se quedó atascado en una lavadora.
¿Qué van a pensar los clientes cuando te vean?

1
El basset hound es una raza de perro que forma parte del grupo de los sabuesos. Es de baja altura de
cruz, cuerpo largo, patas cortas y fuertes, largas orejas y un sentido del olfato extremadamente
desarrollado.
—Lo siento, Greg —digo de nuevo mientras lo sigo hasta la parte
de atrás—. No volverá a suceder.
Se ve escéptico en el mejor de los casos.
Quiero señalar que nunca antes había llegado tarde, ni una sola vez
en los nueve meses que he trabajado en Roastlandia. Que lavo los
platos mientras mis compañeros de trabajo toman sus descansos para
vapear, que he trabajado en numerosos almuerzos a instancias suyas
(sin pago) y nunca me he quejado. Pero no tiene sentido con Greg.
Cuando me despidieron de mi último trabajo y mi plan de diez
años se vino abajo, estaba desesperada por volver a juntar algunas de
las piezas. Así que conseguí un trabajo en una cafetería en una ciudad
llena de café increíble, y pensé que sería un gran lugar para trabajar
mientras me recuperaba.
Pero resulta que soy un fracaso sirviendo café, al igual que fui un
fracaso de animadora.
Roastlandia está en el ajetreo de la mañana, y rápidamente me uno
a mi compañera de trabajo Ari detrás del mostrador. Está en la caja
registradora, tarareando una canción de Navidad que suena débil a
20
través del altavoz. El mismo altavoz que ya amenacé con arrancar la
pared media docena de veces en esta temporada navideña si toca
Michael Bublé una vez más.
—Eres como la cínica chica de carrera que vive en la ciudad al
comienzo de una película de Hallmark que odia las fiestas y tiene el
corazón derretido por el fornido propietario de una granja de árboles
de Navidad de un pequeño pueblo —dijo Ari el otro día mientras yo
me quejé por lo bajo de la obsesión de Greg con las guirnaldas.
—Sí, excepto la parte de ser una «chica de carrera» —respondí,
señalando a nuestro alrededor.
Nada más digerir su pavo de Acción de Gracias, Greg engalanó
Roastlandia con luces parpadeantes y acebo y puso en marcha su lista
de reproducción navideña de Spotify, convencido de que los clientes
adoran la alegría tanto como los carísimos cafés con temática
navideña. Como si todo el mundo celebrara la Navidad. Como si no
fuera la época más desencadenante del año. Con su máquina de café
expreso de aspecto steampunk y sus sillas artesanales y las obras de
arte con gatos con sobrepeso hechas con botellas de refresco
recicladas que se venden en las paredes, el ambiente habitual de
Roastlandia es el de una cafetería hipster que se esfuerza demasiado por
parecer que no lo intenta.
El ambiente actual es todo eso, más la Navidad.
Y no, no soy particularmente aficionada a la Navidad. Por razones
muy transparentes relacionadas con el enorme agujero de la soledad
en mi pecho.
Empiezo a cocinar al vapor un sustituto de la leche para el flat white
de un cliente cuando las notas de apertura de Last Christmas de
Wham! flotan por casualidad, y honestamente, esta canción se siente
como un ataque personal.
La Navidad pasada, me mudé al otro lado del país para trabajar en
uno de los estudios de animación más aclamados del mundo.
Este año… 21
—¡Leche de almendras, Ellie! ¡Dije leche de almendras! No leche de
avena. ¿Estabas siquiera escuchando?
Me estremezco y casi tiro la jarra de leche de acero inoxidable al
suelo. Cuando miro hacia arriba, veo a Jeff Martes invadiendo mi
espacio personal. El hombre llamado así por su habitual visita del
terror de los martes tiene dos manos firmemente apoyadas contra la
parte posterior de la máquina de expreso, y se inclina hacia adelante
con una acumulación de saliva en la comisura izquierda de la boca.
Definitivamente lo dibujaré así para mi webcomic cuando llegue a
casa: actualmente apoplético sobre los sustitutos de la leche y siempre
luciendo como el crítico gastronómico de Ratatouille. Todo este día
será una buena historia para mi episodio más reciente.
—Lo siento, Jeff. —Le doy mi sonrisa más halagadora mientras
hago un cambio rápido en los envases de leche falsa—. Me pareció
oírte pedir leche de avena.
Él absolutamente 100 por ciento había pedido leche de avena.
—¿Por qué querría leche hecha de avena? ¡No puedes ordeñar una
avena! —me grita.
—¿Puedes ordeñar una almendra? —murmuro en voz baja, antes
de cubrir con un muy fuerte—. Lo siento mucho.
De alguna manera Last Christmas todavía está sonando. ¿O tal vez
la repitieron?
La Navidad pasada, mi vida tenía dirección y propósito.
Este año, lo más destacado de mi día es crear arte latte de mierda
para un septuagenario malhumorado. Jeff Martes ni siquiera esboza
una sonrisa ante el impresionante muñeco de nieve de espuma que
he diseñado en su flat white. Tomo una foto para que Greg la publique
en nuestro Instagram, pero Jeff simplemente sale por la puerta para
desafiar el aguanieve sin siquiera dar las gracias.
—Es un imbécil —dice Ari desde detrás de la caja registradora tan
pronto como Jeff se va. Por alguna razón, Ari puede salirse con la
suya diciendo cosas como esta sobre los clientes sin atraer la
indignación de Greg. Ari Ocampo es una mujer de treinta y un años
que usa un sombrero de fieltro en el interior, así que supongo que
22
puede salirse con la suya con casi cualquier cosa.
—Hoy es un gran día —trina Ari.
—¿Es el cumpleaños de Taylor Swift?
Ari no se ríe.
—El día que hablarás con Greg sobre el ascenso a asistente del
gerente.
Todo dentro de mí se desliza hacia abajo, como si la ansiedad
cambiara mi centro de gravedad a algún lugar alrededor de mis
rodillas. Ari me da una mirada casi tan condescendiente como la de
Greg. Sin embargo, con su espeso cabello negro, actualmente
puntuado con un corte socavado y teñido con mechones de color
púrpura, dibujaré a Ari como siempre lo hago en mis viñetas
webcomic: como una Rapunzel trans, de piel oscura y ruda.
»Lo has pospuesto todo lo que puedes, Ellie.
—No sé… Puedo aplazar las cosas por un tiempo
sorprendentemente largo si se trata de un rechazo potencial —le
informo.
—Han pasado dos semanas desde la entrevista, y Greg te debe una
respuesta. Mereces saber si te va a dar el trabajo.
Hago un vago sonido de acuerdo. Por supuesto, quiero saber si voy
a conseguir el ascenso. Tampoco quiero saberlo, porque si la
respuesta es no, si no obtengo este aumento y vuelvo a fallar, no tengo
ni idea de lo que voy a hacer con mi madre, mis préstamos
estudiantiles y mi alquiler en aumento. Las piezas rotas de mis sueños
podrían estar más allá de la reparación.
Ari debe oler la ansiedad que emana de mí porque retrocede.
—Bien. Hablarás con Greg cuando estés lista.
Durante las próximas horas, caemos en nuestro ritmo habitual. Yo,
en silencio detrás de la máquina de expreso, creando arte de espuma
como si fuera 2012. Ari, hablando felizmente con cada cliente. A Ari
le encanta trabajar como barista. Ella dice que le da la oportunidad de
nutrir su alma extrovertida mientras continúa con su vocación
23
secundaria como apicultora. Aparentemente, todo su patio trasero
son cajas de colmenas y hace remedios caseros con la miel que vende
en el mercado de los sábados.
—En otras noticias —dice cerca de nuestro cierre de las seis en
punto, su jovialidad ni siquiera un poco opacada por el largo día de
servir a los pretenciosos y con exceso de cafeína—, me reuniré con
algunos amigos en esos nuevos carritos de comida en Alberta
después de trabajar. ¿Te interesa?
Me erizo ante el dilema que me ha planteado. Ari quiere decir esta
invitación por cortesía, pero mi ansiedad social es de la variedad
paralizante.
Podría decir que sí, podría estar de acuerdo en pasar el rato con Ari
y sus amigos hipsters de Portland más tarde. Pero invariablemente
llegará más tarde, e invariablemente tendré un terrible dolor de
estómago ante la idea de dejar mi apartamento para ir a un lugar
nuevo. Me angustiaré pensando en cómo salirme de los planes hasta
que finalmente envíe un mensaje de texto con una excusa a medias
que Ari entenderá de inmediato.
Y luego me sentaré en mi sofá viendo Avatar: The Last Airbender por
décima vez y trabajando en mi webcomic, consumida por la culpa
tanto por mi engaño como por mi cobardía.
Independientemente de si le digo a Ari que sí o que no, voy a pasar
la noche del martes viendo Avatar, así que mejor me salto todas las
partes intermedias dolorosas que provocan ansiedad.
Además, esto es solo una invitación de lástima.
—Lo siento. No puedo. Tengo planes.
Ari me mira como si supiera que mis planes consisten en mojar
galletas graham rancias en un recipiente de glaseado de queso crema
antes de quedarme dormida con mi almohadilla térmica a las nueve.
—Mis amigos son agradables. Te gustarán.
Mi ansiedad social no tiene que ver con el miedo a que la gente sea
mala conmigo. Es un tipo de engaño mental mucho más matizado,
24
una convicción profundamente arraigada de que cada interacción
social es una prueba en la que estoy predeterminada a fallar.
—Tal vez la próxima vez —murmuro.
Ari ladea la cadera y me mira fijamente.
—¿Esto te está sirviendo?
Pongo los ojos en blanco.
—Lo entiendo, Ari. Sigues a Brené Brown en Instagram.
—No intentes distraerme con humor. Como tu mejor amiga, tengo
que preguntarte…
—¿Mi mejor amiga? Somos conocidas casuales en el lugar de
trabajo en el mejor de los casos…
Ari me ignora y sigue adelante.
—¿Todo esto de la ermitaña triste que tienes te está sirviendo? —
Ari hace un gesto circular en mi dirección, indicándome todo justo
cuando suena el timbre sobre la puerta para indicar un nuevo
cliente—. Como, ¿esto te hace feliz?
Me río incómodamente.
—¡Por supuesto que no soy feliz! Soy una chica de veinticinco años
con una enorme deuda de dos títulos que no estoy usando, que fue
despedida del trabajo de sus sueños y ahora trabaja para un imbécil
que sirve café a los snobs en este agujero de mierda.
—Agujero de mierda, ¿verdad? —pregunta una exuberante voz
masculina. Me alejo de Ari para descubrir que el cliente que acaba de
entrar a Roastlandia no es un cliente en absoluto. Es él.
Andrew Kim-Prescott. Propietario de Roastlandia. Y me escuchó
llamar a este lugar un agujero de mierda. Lo cual es solo mierda.
Si tengo mucha suerte, tal vez me escuchó llamar imbécil a mi jefe
también.
Una visita de Andrew Kim-Prescott suele ser un punto culminante 25
en mi triste vida de ermitaña, pero esto es solo el oropel inflamable
en el árbol de Navidad seco de Charlie Brown de mi época.
—Señor Kim-Prescott —digo, ajustando mis lentes en el puente de
mi nariz—. ¿Le gustaría su habitual?
Él asiente.
—Por favor. ¿Y Ellie? —Me muestra su sonrisa más ganadora—.
Puedes llamarme Andrew.
Si un abrigo Burberry fuera una persona, sería Andrew Kim-
Prescott. Esta noche, viste un traje azul marino a rayas debajo de una
gabardina de espiga, su cabello negro arreglado en su ondulación
característica sobre ojos marrón oscuro y un lujoso par de pómulos.
Comprueba el reloj Bulova de oro que lleva en la muñeca y me
desmayo.
Me gustan los hombres como me gustan mis objetivos de vida:
inalcanzables.
Ni siquiera es que sea rico (aunque lo es). Y ni siquiera es que sea
ridículamente guapo (aunque en realidad lo es). Espero con ansias las
visitas de Andrew porque durante el tiempo que me toma preparar
su matcha latte verde de dieciséis onzas con leche de anacardo, me
distraigo de los pensamientos de madres egoístas y jefes malos, de
ansiedad social y fracaso, de estar sola y perdida. Porque es imposible
mirar la cara de Andrew y experimentar pensamientos negativos.
—Hola, Andrew —le dice Ari casualmente al propietario de este
edificio, y del edificio contiguo, y del edificio contiguo, como un joven
propietario dickensiano sorprendentemente atractivo. (Así es como
suelo dibujarlo, de todos modos).
Técnicamente no es nuestro jefe, pero sin él y la empresa de
inversión inmobiliaria que posee su familia, Greg nunca habría
cumplido su sueño de vender café demasiado tostado y caro. Andrew
viene al menos una vez al mes para obtener actualizaciones sobre el
negocio y tomar su bebida caliente hipster.
—Arí. Me alegro de verte —ronronea Andrew. Incluso su voz es
costosa, como la cachemira, o pedir un aperitivo antes del plato
principal en lugar de pedir un aperitivo como plato principal.
26
Termina de pagar y da la vuelta al mostrador para pararse frente a
mí como lo hizo Jeff Martes.
—Entonces, Ellie. ¿Tienes algún plan para esta noche?
Esto se siente como una trampa, como si él y Ari me estuvieran
tendiendo una trampa para descubrir mis mentiras. No tengo planes.
Nunca tengo planes.
—Yo…
—¡Andrew! ¡Estás aquí! —Greg sale volando de la cocina, porque
tiene una habilidad sobrenatural para oler la presencia de Andrew.
Que, por cierto, huele a bergamota y mucho dinero—. Leí sobre el
fallecimiento de tu abuelo en The Oregonian —dice Greg con su
habitual tacto. Es decir, ninguno—. Nuestras condolencias.
Andrew evoca una sonrisa encantadora.
—Gracias.
El arrendador de Roastlandia es el heredero aparente de
Inversiones Prescott, una firma importante que posee una buena
parte de las propiedades inmobiliarias de Portland. Para ser una
ciudad que se enorgullece de ser claramente anticapitalista, Portland
ama a los Prescott. Tal vez porque son buenos para parecer
filantrópicos incluso cuando construyen los mismos edificios de
apartamentos genéricos en toda la ciudad, aburguesando todo, desde
el río Columbia hasta Sellwood.
Richard Prescott, el fundador de la firma y abuelo de Andrew,
murió de cáncer de páncreas la semana pasada. Estaba en la portada
de The Oregonian.
Dejo su matcha latte verde en el mostrador, y Andrew lo alcanza,
dándome un guiño juguetón.
—Greg, ¿querías que revisara el problema eléctrico en la cocina?
Greg asiente obsequiosamente y Andrew lo sigue a través de una
puerta batiente hasta la oficina trasera. Tan pronto como se han ido,
Ari me da una mirada de complicidad. Me giro.
27
—¿Qué?
—Como tu mejor amiga, creo que deberías salir con Andrew Kim-
Prescott —anuncia.
—¿Por qué sigues llamándote a ti misma mi mejor amiga?
—¿Tienes otros amigos en Portland?
—Eso es… —un buen punto.
Ari entrecierra los ojos como si lo contemplara más.
—Si, absolutamente. Decidido. Definitivamente deberías salir con
Andrew. Andrew te ayudaría a cambiar tu vida. Es encantador, tiene
buenas conexiones y es divertido, y tú eres… bueno, ya sabes. Lo
contrario de eso.
Me encuentro pensando de nuevo en la Navidad pasada, en el
puente y la nieve, en pensar que podría convertirme en una versión
diferente de mí misma, aunque solo sea por un día.
—Andrew Kim-Prescott no sale con gente como yo.
—Te guiñó un ojo.
—Probablemente tenía algo en el ojo. El polvo se sigue acumulando
en estas ramitas de acebo, y yo soy la única que las limpia.
—Vamos. Sabes que eres adorable. Eres alta. Tienes este cabello
espeso y seductor a tu favor, y enormes… —cruzo los brazos
conscientemente sobre mi amplio pecho—, ojos azules —termina Ari.
Dejo caer mis brazos—. Eres como si Zooey Deschanel dejara de
tomar su Lexapro.
Mantengo mis manos en una pose de oración debajo de mi barbilla.
—Mi reino por el escitalopram2 genérico.

28
—¿Ves? Toda esa vibra peculiar. A los hombres les encanta esa
mierda.
—No soy peculiar. Tengo un Trastorno de Ansiedad Generalizada
y créeme, no tiene nada de lindo. —A menos que encuentre lindo el
malestar gastrointestinal crónico, los vómitos ansiosos y cerrarse a la
primera señal de conflicto.
—Amiga, esto es Portland. Todos tenemos TAG. Consíguete un
terapeuta ya.
—Tengo un terapeuta —murmuro. Su nombre es Anna, la veo dos
veces al mes a través de un servicio en línea. Basado en el hecho de
que ella me diga que estoy «prosperando» en nuestra última sesión,
obviamente es horrible en su trabajo.
—Creo que deberías invitar a salir a Andrew —reitera Ari.
No hay nada peor que personas felizmente emparejadas que se
entrometen en la vida romántica de los solteros perpetuos. Aunque,

2
El escitalopram es un fármaco antidepresivo perteneciente al grupo de los inhibidores de la
recaptación de serotonina. Lexapro es la marca.
supongo que en el caso de Ari, está felizmente arruinada ya que ha
estado saliendo con una pareja de lesbianas casadas durante los
últimos dos años. Ambas vienen a Roastlandia de vez en cuando, y
las tres son enfermizamente lindas juntas.
—Ari. Me conoces desde hace nueve meses. ¿De verdad crees que
he invitado a salir a alguien? Además, Andrew no es realmente mi
tipo.
Puedo sentir los ojos de Ari en un lado de mi cara.
—¿Porque es asiático?
Doy vuelta. Ari es filipina y está a cinco segundos de garrotearme
con guirnaldas navideñas.
—¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no!
Se ve un poco menos asesina.
—¿Porque es un tipo? Pensé que te gustaban los chicos.
Me muevo ansiosamente sobre mis pies. Salí con Ari en mi primera
semana en Roastlandia, cuando nos sorprendimos viendo Hot Yoga
Janine en sus Fabletics. No fue un momento particularmente
29
profundo.
—¿Te gustan las mujeres? —Ari me había preguntado a
quemarropa.
A lo que yo dije con elocuencia:
—Uh, sí, generalmente me gusta todo —como si estuviera
comentando qué ingredientes de pizza prefiero.
Esto fue seguido por Ari golpeándome en el hombro y diciendo:
—Pensé que eras una de nosotras.
Y claro, me enamoré un poco de Ari en ese momento, pero no nos
sumergimos exactamente en los matices de mi sexualidad.
—Quiero decir, soy bi —tartamudeo ahora—, así que técnicamente,
sí, me gustan los tipos, pero también soy demisexual, lo que significa
que no experimento atracción sexual en absoluto sin un vínculo
emocional fuerte.
—Sé lo que es la demisexualidad —interrumpe Ari.
Bien. Por supuesto. Esto es Portland. No es como todas las veces
que traté de explicarme en una tercera cita en Ohio y me encontré con
miradas en blanco e incomprensibles.
—Está bien, bueno, para mí personalmente, puedo mirar a las
personas y encontrarlas físicamente atractivas de una manera
objetiva. Y puedo desarrollar enamoramientos. Pero a menos que
haya una confianza profunda allí, ese enamoramiento siempre se
sentirá distante y abstracto.
Ari, que luce con orgullo un pin de la bandera trans junto a un pin
del orgullo lésbico en su delantal de Roastlandia, me lanza una
mirada que dice que mi pregunta no requiere una disertación.
—Pero si formas ese vínculo emocional, ¿eres capaz de sentir
atracción sexual y romántica por los hombres? —pregunta
lentamente. 30
Asiento con la cabeza.
—En teoría. —En la práctica, no ha sucedido antes. Necesitar
intimidad emocional en las relaciones y al mismo tiempo tener un
trastorno de ansiedad que hace que la intimidad emocional sea casi
imposible es simplemente grosero por parte de mi cerebro.
—Bueno, si me gustaran los hombres —declara Ari—, me
encantaría Andrew, así que definitivamente deberías formar un
vínculo emocional con él.
—No es realmente tan simple. Y además, Andrew es casi
demasiado atractivo. El dinero, los trajes y el cabello… La vida de
Andrew es perfecta y estar cerca de él solo me recordaría lo
imperfecta que es mi vida.
Estoy contenta con mi enamoramiento distante y abstracto por
Andrew Kim-Prescott.
Ari se ajusta el sombrero de fieltro para que quede elegantemente
sobre un ojo.
—Nadie es perfecto, Ellie.
Antes de que pueda responder, la puerta batiente se abre de nuevo
y salen Greg y Andrew. Cuando Andrew le pide a Ari que transfiera
su café con leche a una taza para llevar, Greg se gira hacia mí.
—¿Ari mencionó antes que había algo que querías discutir
conmigo?
Andrew y su cabello son de repente lo más alejado de mi mente. Es
esta conversación o desalojo. Tomo una respiración profunda.
—Sí, eh… tuviste… um, tuviste la oportunidad de, eh… ¿Tomaste
una decisión? ¿Sobre el nuevo asistente de gerente?
Greg suspira.
—No estoy seguro de lo que quieres que haga aquí, Ellie. Necesito

31
un subgerente en el que pueda confiar, y hoy llegaste seis minutos
tarde.
—Lo siento —digo instintivamente—. Nunca volveré a llegar tarde.
Es solo que realmente necesito este ascenso. Me acabo de enterar de
que mi edificio aumentará mi renta el primero de enero, y con mis
préstamos estudiantiles, no puedo permitirme pagar mil
cuatrocientos al mes ganando quince dólares por hora… —No le digo
a dónde va realmente la mayor parte de mi dinero. Greg Radzinski
no merece saber sobre mi jodida dinámica familiar—. Y sé que quieres
que tenga flexibilidad de horario, así que no puedo conseguir un
segundo trabajo a menos que…
—No puedo nombrarte asistente de gerente porque sienta pena por
ti —interrumpe Greg—. Esto es un negocio.
La conversación va tan bien como podría haber predicho, de
verdad.
—Si tal vez pudiera obtener un adelanto de mi próximo cheque de
pago, entonces.
No creo que nadie haya dado adelantos de sueldo desde mil
novecientos ochenta y siete.
—Me van a desalojar —murmuro, al borde de las lágrimas ahora.
Me imagino dibujándome, parada frente a mi jefe, lloriqueando.
Retrato de una mujer triste sombreada en azul. Un panel en una
secuencia de mil paneles similares en el webcomic ligeramente ficticio
sobre mi vida. Título: La mierda perpetua.
Desearía poder conjurar una versión diferente de mí misma, una
versión de Ellie Oliver que no lloriquea y suplica que la gente la trate
con un mínimo de respeto.
—No llores. —El rostro de Greg se muestra momentáneamente
compasivo y se acerca para masajear mi brazo. Sinceramente, no
puedo recordar la última vez que alguien me tocó tan íntimamente.
Excepto que de repente puedo y recordar es mucho peor. Porque
recordar la forma en que me abrazó abre un agujero en mi corazón lo
suficientemente grande como para consumirme de adentro hacia
afuera.
La Navidad pasada, yo…
32
—Ellie —comienza Greg, su voz mezclada con compasión. Por un
segundo, pienso que tal vez mis inminentes lágrimas han ablandado
su corazón endurecido, que tal vez Greg evitará que me derrumbe
por completo—. Eres una chica ingeniosa —me dice, apretando mi
carne a través de mi cárdigan—. Estoy seguro de que encontrarás un
trabajo extra.
Y ahí está. Ese es el alcance del consejo de Greg. Luego se abre
camino a través de la puerta batiente hacia la cocina de nuevo, y yo
sigo parada allí, solo que ahora estoy llorando abiertamente. Me giro
y veo las caras de lástima de Ari Ocampo y Andrew Kim-Prescott. Y
rápidamente me lanzo hacia el baño.
La Navidad pasada, sentí que las piezas de mi vida finalmente
encajaban en su lugar.
Este año, las estoy viendo destrozarse.
Capítulo 3
Llorar en un baño no es nada nuevo para mí. He llorado en muchos
baños. Demonios, he llorado en este baño más de una vez. Es solo
que, por lo general, no dejo que nadie me vea llorar. Por lo general,
espero hasta que estoy cómodamente instalada en un cubículo,
encorvada en el asiento del inodoro, antes de dejar caer las lágrimas
de ansiedad.
Dejo caer la cabeza en mis manos.
Esto no es terrible, trato de razonar a través del pavor que todo lo
consume en mi estómago. Esto es exactamente lo que pensé que
sucedería. Todo esto es muy de Greg. Él no había estado dispuesto a
ajustar mi horario cuando me ofrecieron un segundo trabajo en la

33
cocina de un restaurante, y dado que solo podían ofrecer veinte horas
a la semana, no había podido aprovechar ese «trabajo extra» en
particular. No debería sorprenderme que me esté pasando por alto para esta
promoción mientras todavía espera que produzca lindo arte latte para el
Instagram de Roastlandia.
Tomo una respiración profunda y trato de pensar en esto
lógicamente en lugar de emocionalmente. Estoy segura de que hay
una manera de pagar el alquiler y los gastos de mi madre y mi deuda
exorbitante del préstamo estudiantil. Simplemente no lo he pensado
todavía.
Sin un automóvil, mis opciones son bastante limitadas en la
economía de concierto. Intenté pasear perros para Rover hace un
tiempo, pero lo dejé cuando el mastín tibetano de una mujer me
arrastró por el parque Laurelhurst. Greg amenazó con despedirme
cuando vio que la grava me quemaba la cara. Traté de limpiar casas
a través de Handy, pero renuncié cuando un anciano espeluznante
trató de obligarme a bañarlo. Entregué comestibles a través de
Instacart para personas a poca distancia de Fred Meyer, y cuando eso
se vino abajo, conseguí un trabajo en Fred Meyer descargando
camiones de paletas por la noche. Excepto que resultó que mi salud
mental no podía soportar la falta de sueño, y durante un episodio
particularmente duro de depresión, también me despidieron de ese
trabajo.
Tal vez debería admitir el fracaso total y regresar a Ohio, pero ya
no hay nadie en Ohio esperándome.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi trasero, y trato de sacarlo sin
dejarlo caer en el inodoro. Afortunadamente, no es mi madre
exigiendo más dinero. Es un mensaje de texto de Meredith, que solo
me envía dos cosas: videos de TikTok de animales y capturas de
pantalla de perfiles de citas en línea. Hoy me enfrento a esto último.
Miro hacia abajo a lo que solo puedo suponer que es una modelo
de traje de baño, ingeniosamente de pie en su tabla de remo junto a
su border collie. Se parece al personaje lesbiano de un programa de
CW.
Mi mejor amiga vive en Chicago, donde se mudó hace seis meses
para conseguir un trabajo en una organización de asistencia legal
mientras estudia para el examen de abogacía, pero paga más por
34
Tinder Passport para decir que es una mujer bisexual que vive en el
sudeste de Portland. Así es como ella se mantiene al tanto de mis
opciones de citas. Como catfishing, pero de forma altruista.
A pesar de la situación actual de sollozos en el baño,
inmediatamente le devuelvo el mensaje de texto a Meredith:
No soy lo suficientemente aficionada a la vida al aire libre como para salir
con las mujeres en Portland.
No menciono que un tercio de las mujeres en las aplicaciones de
citas aquí son mujeres casadas con una «noche libre» o parejas que
buscan a un bisexual para ser su tercero, ninguno de los cuales me
atrae particularmente.
En diez segundos, estoy mirando una foto de perfil diferente en mi
teléfono. Esta es de un hombre haciendo peso muerto frente al espejo
de un gimnasio.
Sabes que odio las exhibiciones públicas de ejercicio físico, respondo.
Además, puedo ver toda la forma y el tamaño de su pene a través de
sus pantalones cortos de gimnasia.
Respuesta inmediata de Meredith: pensé que esa era la base de su
apelación. No hay sorpresas. Odias las sorpresas.
Odio las citas, la corrijo.
—Aguanta, botón de oro —dice Meredith tan pronto como acepto
su FaceTime—. Las citas son un mal necesario para las personas que
quieren una relación.
—¿Quién dijo algo sobre querer una relación?
En mi pantalla rota, Meredith simplemente mira. Sus pálidas
mejillas están sonrojadas, su cola de caballo roja se balancea y se agita
sobre su libreta amarilla. El examen de abogacía es en dos meses, así
que ella está estudiando y regañándome al mismo tiempo. No debería
sorprenderme. Meredith O'Reilly podría estudiar para abogacía y al
mismo tiempo responder correctamente a todas las preguntas en
Jeopardy!, tejiéndome otra bufanda y subiendo fotos a Instagram de
su gato atigrado, Kagan. Eso es Meredith en pocas palabras: una
35
versión atractiva e inteligente de una dama gato. La extraño
terriblemente, pero tampoco puedo manejar un sermón de ella en este
momento.
—Estoy teniendo un día muy malo, Mere.
—Eso parece. ¿Estás llorando en un inodoro otra vez?
—Llorar en los inodoros no es algo que haga.
—¿Sabes qué te animaría?
—¿Tarta?
—Dejar tu apartamento —dice Meredith sin rodeos.
—Nunca he oído hablar de ese tipo de pastel. ¿Lo venden en Fred
Meyer?
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita?
—Suenas como mi mamá cada vez que se acuerda de prestar
atención a mi vida.
—Linds es un súcubo antifeminista con tu nariz —responde
Meredith—. Soy tu leal y amorosa mejor amiga de siete años que
piensa que podría ser hora de que te pongas tu sostén bueno y trates
de salir con algunas personas nuevas.
—Tú tampoco sales nunca —digo con mucha madurez desde el
asiento del inodoro.
—Sí, pero la diferencia es que no tengo citas por elección, porque
estoy priorizando diferentes facetas de mi vida en este momento. Tú,
por otro lado, no tienes citas por desamores pasados y miedo al
fracaso.
—¿Tú y Ari coordinaron estas intervenciones? ¿Estás en
connivencia con Greg y la nieve a medias y el sistema de transporte
público TriMet para hacer que este día sea lo más humillante posible?
Meredith gruñe sin compasión.
—¿Todavía se trata de esa mujer del año pasado? 36
Mantengo la calma.
—¿Qué mujer?
—Sabes de qué mujer estoy hablando —dice bruscamente, porque
nunca he mantenido la calma en toda mi vida—. La mujer que
conociste en Powell's en Nochebuena y de la que te enamoraste
perdidamente, solo para que tu corazón se rompiera en un millón de
pedazos.
No me permito pensar en ojos ardientes y pecas.
—Yo no la amaba. Apenas la conocía. Pasamos un día juntas. Y eso
es todo lo que estaba destinado a ser. Un día perfecto. ¿Qué tan
patético sería si todavía estuviera colgada de una mujer al azar de
hace un año?
Meredith ve a través de mí, todo el camino hasta el centro de mi
patético corazón.
—Chica, ibas a llevar un U-Haul3.
—En primer lugar, como heterosexual, no creo que tengas
permitido decir eso —desvío ágilmente—, y segundo, claro, caí
fuerte, pero nunca íbamos a durar más allá de ese día. Ni siquiera he
pensado en ella desde entonces.
No mucho.
—¿Escribiste o no una serie webcomic completa basada en tu
relación con ella? —me pregunta la abogada Meredith.
—Eso fue… catarsis. Eso fue convertir el dolor en arte.
—¡Ajá! ¿Entonces admites que ella te causó dolor?
—Muy brevemente —concedo. Esa es la desventaja de necesitar
conexión emocional para sentir atracción sexual: no hay intimidad
física sin el riesgo de que me rompan el corazón—. Pero luego vertí
mi dolor en el webcomic ficticio de Snow Day y rápidamente lo olvidé
por completo.
—Estás tan llena de mierda. No has salido con nadie en el último
año. Apenas has salido de tu apartamento. En algún momento, tienes
37
que enfrentar el hecho de que todo el asunto te arruinó más de lo que
estás dispuesta a admitir.
La Navidad pasada, le di a alguien mi corazón.
Y al día siguiente, ella lo regaló.
Estaría feliz de no volver a escuchar esa canción nunca más.
—Lo que me jodió fue mudarme al otro lado del país por un trabajo
y ser despedida tres meses después.
Meredith suspira, como si nuestra amistad fuera la parte
emocionalmente más agotadora de su día.

3
U-Haul (una marca de camiones y remolques "muévelos tú mismo" de alquiler) se hizo muy conocida
en la cultura lésbica. Lesbiana U-Haul o síndrome de U-Haul es un estereotipo de las relaciones lésbicas
que se refiere a la idea de que las lesbianas tienden a mudarse juntas después de un corto período de
tiempo.
—Hazte un favor, Ellie. Ve a un bar o desliza el dedo hacia la
derecha en algún himbo4 de Tinder. Conoce a alguien nuevo. Entabla
una conversación. Necesitas intimidad emocional y no la vas a
encontrar en tu sofá cama.
—No sé… realmente siento que mi mano izquierda y yo hemos
alcanzado un nuevo nivel de conexión. —En esa nota, cuelgo a
Meredith y salgo del baño. Y paso directamente al pecho de Andrew
Kim-Prescott.
—Venía a ver cómo estabas —explica, mirando hacia abajo desde
unos ocho centímetros por encima de mí. Luego agrega—: Y no
escuché esa última parte de la llamada telefónica a través de la puerta.
Es casi poético que este día termine con Andrew Kim-Prescott
escuchándome hablar sobre mis hábitos de masturbación.
—¿Todo está bien? —Andrew pregunta lentamente, todavía
mirándome con preocupación retorcida en sus cejas tintadas. Tiene
unas pestañas de infarto, y en este momento también les está dando
un buen uso. Todo el cuadro es de una preocupación latente.
Por lo general, me gustaría, pero no necesito que un hombre que
38
usa un cinturón de Gucci se apiade de mis problemas financieros.
—Estoy bien. Gracias.
Son las seis en punto, lo que significa que mi turno ha terminado y
finalmente puedo ir a llorar en la privacidad de mi propio agujero de
mierda. Sin embargo, antes de que pueda escapar, Ari da la vuelta al
mostrador.
—Ellie, siento mucho lo de Greg. No sabía que tu situación
financiera era tan mala. Puedes mudarte completamente conmigo si
te desalojan. Tenemos un dormitorio extra en mi casa. Bueno, un
armario extra, de verdad, ¡pero definitivamente podrías meter una
cama doble ahí!

4
Himbo, un acrónimo de las palabras él y bimbo, es un término de argot para un hombre atractivo
pero vacío.
—Gracias, Ari —digo—. Agradezco el intento de ayudar, pero si te
parece bien, solo voy a marca la salida, irme a casa y llorar en
cualquier postre quemado en el congelador que pueda encontrar.
Ari levanta una sola ceja.
—Pensé que habías dicho que tenías planes para esta noche.
—Sí —digo—. Planes para llorar.
Voy a la parte de atrás para tomar mi abrigo, y cuando regreso,
Andrew todavía está allí, estudiándome como si fuera una nueva
exhibición fascinante en el Zoológico de Oregón. Una persona pobre
en su hábitat natural.
—Está lloviendo —dice Andrew, señalando lo obvio. La nieve a
medias hace tiempo que se convirtió en lluvia completa—. ¿Quieres
que te lleve a casa?
—Vaya. —Subo la cremallera de mi abrigo y le echo una mirada a
Ari. Tres conjeturas sobre quién le dijo a Andrew que no tengo auto—
. Eso no es necesario. Solo vivo a unas veinte cuadras de aquí y puedo
tomar el autobús. 39
—¡A ella le encantaría un paseo! —Ari arrasa, usando el poder de
su positivismo para empujarme hacia Andrew. Luego, literalmente,
me da un codazo. Sin embargo, soy más fuerte que ella y estoy
firmemente arraigada en mi lugar—. De hecho, ¿sabes lo que creo que
Ellie realmente necesita después de hoy? Una bebida.
Andrew sonríe y arde.
—Me encantaría invitarte a una bebida.
Suspiro. No me encantaría eso. Solo quiero acurrucarme en la cama
y llorar por un tiempo indeterminado. Quiero quitarme los
pantalones duros y el sostén, y quiero comerme todas las cosas.
Quiero dibujar hoy en viñetas hasta que todo parezca más cómico que
trágico, subir la versión ficticia de mi vida a Drawn2 para que la
realidad se sienta menos dolorosamente real.
Pero pienso en el codo de Ari en mi espalda baja y su voz
preguntando «¿Esto te está sirviendo?» Pienso en demostrarle a
Meredith que no sigo obsesionada con una chica que una vez me hizo
girar en círculos en la nieve en Nochebuena. Pienso en planes de vida
destruidos y piezas rotas y en estar paralizada por mi incapacidad
para volver a armarlo todo.
Cuando Ari me vuelve a dar un codazo, dejo que mis pies se
muevan hacia Andrew.
—En realidad, una bebida suena genial.
Andrew me da una mirada que no puedo analizar antes de que
rompa en una sonrisa.
—Perfecto. Bebidas entonces.
¿Ves, Meredith? Pienso mientras Andrew me muestra esa
encantadora sonrisa. Ya la supere totalmente.

40
Capítulo 4
Andrew conduce un Tesla, lo que parece innecesario.
Cuando llegamos a su auto, me abre la puerta del lado del pasajero,
lo que también parece innecesario, pero algo agradable.
Una vez que estoy acurrucada en el asiento de cuero, lo absurdo de
la situación comienza a caer en la cuenta de mí. Acordé una cita (¿es
esta una cita?) con el propietario de Roastlandia, la celebridad local
de —Treinta menores de treinta— de Portland, un hombre que es un
completo extraño para mí fuera de su pedido de café. Maneja el Tesla
lejos de la acera, y parece que no puedo averiguar qué hacer con mis
manos, o dónde poner mi bolso, o qué diablos se supone que debo
decir.
Afortunadamente, Andrew rompe el silencio primero.
—Lamento lo de la promoción. Eso apesta.
41
Eso apesta no es la expresión de condolencia que espero de un
abrigo Burberry.
—Gracias. Todo irá bien. Probablemente. De alguna manera.
—Sabes, yo tampoco he tenido el mejor día…
Mi bolso de hombro todavía está en mi regazo, y le doy un fuerte
abrazo.
—Sí. Siento mucho lo de tu abuelo. —Tan pronto como pronuncio
las palabras, se sienten vacías y genéricas, un tópico inútil.
—No, está bien —dice Andrew encogiéndose de hombros—. En
realidad era un bastardo total.
Vaya. Eh. Lo miro de reojo a través de la consola central. El abrigo
de Burberry empieza a parecerse mucho a una gorra y un par de
zapatillas adidas con calcetines.
—Por ejemplo, tiene asientos de piso para los Blazers —comienza
Andrew—, pero ¿alguna vez dejó que alguien usara sus boletos
cuando estaba en Europa? Nunca. Los asientos simplemente estarían
allí vacíos. Y me prohibió ir a la casa de vacaciones en Francia por un
incidente relacionado con la absenta, aunque lo que le pasó a la
cabeza en esa escultura de la fuente ni siquiera fue culpa mía. Y nada
de lo que hacía podría estar a la altura de sus expectativas imposibles.
Trato de recalibrar para esta nueva versión colega de Andrew que
se ha materializado en el asiento a mi lado.
—Sé un par de cosas sobre los miembros bastardos de la familia —
digo.
Supongo que si tu principal método de comunicación son los arcos
seductores de las cejas, esto pasa como vulnerabilidad emocional,
porque la cara de Andrew se suaviza cuando se acerca y pone una
mano en mi rodilla junto a mi mochila.
—Gracias.
Observo su mano, colgando sobre mi rodilla sin ser invitada. No
estoy segura de si se trata de una situación como la del anciano en la
42
bañera o simplemente es cómo las personas alosexuales expresan su
gratitud, pero cruzo las piernas para que su mano tenga que
apartarse. Por la ventana, veo el puente Burnside en la distancia
mientras cruzamos el Willamette.
—Así que. ¿Adónde vamos, exactamente?
Resulta que nuestro destino es un bar ridículamente exclusivo en
Pearl District repleto de profesionales que trabajan, iluminación
ambiental azul y decoraciones navideñas kitsch. Mi mula de Moscú5
cuesta quince dólares, pero Andrew saca su AmEx negro como un
caballero en el reluciente Tom Ford. Mientras él encanta al
malhumorado cantinero de Portland, tomo una foto discreta y se la
envío a Ari y Meredith.
Pie de foto: Mis planes para la noche.

5
El Moscow mule (en español: «mula de Moscú») es un cóctel hecho con vodka, cerveza de jengibre y
jugo de lima, adornado con una rodaja de lima.
Sus respuestas van desde románticamente esperanzadas (Ari)
hasta levemente pervertidas (Meredith). Andrew agarra nuestras
bebidas y se abre paso entre la multitud de personas alrededor del
bar. Toma con confianza una mesa estrecha en un rincón de una
pareja que se prepara para irse, y no puedo imaginarme moviéndome
así por el mundo. Está tan jodidamente seguro de dónde pertenece.
Ojalá pudiera ser así, pero me abruma la novedad de todo. La
novedad de este bar, donde desconozco el protocolo para encontrar
mesa. La novedad de este hombre, que me pone la mano en la rodilla
y no deja de sonreírme. La novedad de dejar mi departamento para
ir a otro lugar que no sea el trabajo por primera vez en semanas.
Nuevos sonidos, nuevos olores, nuevas reglas sociales. Incluso antes
de que lleguemos a la mesa, tomo tres sorbos gigantes de mi mula de
Moscú para calmar mis nervios.
—¿Es esta una cita? —espeto antes de que termine de quitarse la
chaqueta.
Levanta una ceja negra hacia mí y sonríe.
—¿Eso es… relevante para que disfrutes de tu mula?
43
—Um, sí. Realmente. Tiendo a hacerlo mejor si tengo parámetros
claros para la situación social.
Se desliza elegantemente en la cabina frente a mí y estudia mi sudor
nervioso sobre el borde de su old fashioned.
—¿Quieres que esto sea una cita?
—¿Honestamente? —exhalo—. Casi siempre quiero estar en casa
bajo una manta pesada, no en un bar con un hombre atractivo que me
mira como si fuera a hacer una anécdota divertida cuando le cuente
esta historia a sus compañeros de gimnasio.
La sonrisa de Andrew se ensancha.
—Está bien. ¿Qué pasa si quiero que esto sea una cita?
—Me inclinaría a acusarte de mentir. He visto a las personas con
las que sales en Instagram. Yo no soy como ellas.
Toma un sorbo de su bebida para felicitarse a sí mismo.
—¿Has estado acechando mi Instagram?
Tomo un sorbo evasivo de cerveza de jengibre y vodka y no admito
nada.
—Oliver —comienza—, ese es tu apellido, ¿verdad? ¿Puedo
llamarte Oliver?
—No —respondo.
—Oliver —continúa—, desde que empezaste en Roastlandia, me he
estado preguntando por qué elegiste trabajar en un… ¿cómo lo
llamaste? ¿Un agujero de mierda? ¿Para un imbécil? Cuando
obviamente lo odias.
Entonces él escuchó eso. Maldita sea. Me trago mi mula.
—Eso fue una… una broma. No creo que tu propiedad de inversión
sea una mierda.
—¿Pero crees que Greg es un imbécil?
Doy otro trago.
44
—Está bien. —Andrew se encoge de hombros—. Tienes permitido
odiar tu trabajo. Mucha gente lo hace.
—No es que crea que hay algo malo en trabajar como barista —me
apresuro a explicar—. Es solo que… Me mudé a Portland hace un año
para trabajar en Laika Studios como animadora de personajes. Ese es
el estudio de animación que hizo Coraline y The Box Trolls y…
—Sí. Sé lo que es Laika Studios. Phil Knight, el fundador, es un
amigo de la familia.
Media mula adentro, y no puedo reprimir un enorme giro de ojos.
—Claro que lo es. Y Phil Knight en realidad no fundo Laika, ¿sabes?
—¿Qué sucedió? ¿En Laika, quiero decir?
No estoy lista para abrirme a este hombre sobre nada de eso.
—Eso, eh… no funcionó.
Con eso, sorbo el final de mi primer trago y un mesero aparece
instantáneamente en el borde de la cabina con una segunda ronda.
Nunca había visto tal servicio al cliente en Portland, pero por lo que
sé, el papá de Andrew también es dueño de este bar.
—¿Tú que tal? —pregunto mientras Andrew toma su segundo
trago—. ¿Soñabas con trabajar en inversiones inmobiliarias cuando
eras niño?
—A ver, yo quería ser, en este orden… bombero —cuenta con los
dedos los trabajos de sus sueños—, diseñador de moda, Cristiano
Ronaldo, integrante de una boy band coreana, modelo…
—Tan práctico. ¿Dónde empezó a ir todo mal?
Él da otro encogimiento de hombros.
—Stanford siempre fue el plan. La escuela de negocios era el plan.
Inversiones Prescott era el plan. —Con eso, Andrew se lanza a varias
historias complicadas y prolijas sobre las propiedades locales que ha
adquirido en los últimos cinco años. Como todavía no tengo claro si
se trata de una cita real o de una broma elaborada, realizo una
actuación de primera cita, escuchando y asintiendo con la cabeza en
45
los momentos apropiados mientras tomo un segundo trago. De
repente, la tercera ronda está llegando a la mesa, y todavía no hemos
pedido comida para acompañar con todo este trago. Aparentemente,
Andrew puede sustentarse solo con historias sobre ingresos de
inversiones y whisky de primera.
—Soy muy privilegiado de poder trabajar para la empresa de mi
familia —dice finalmente—, incluso si eso ha significado, ya sabes,
trabajar con mi familia. —Andrew cambia su peso en la cabina—.
¿Quieres… quieres escuchar la verdadera razón por la que quería
tomar unas copas contigo esta noche, Oliver?
—¿No es porque soy una conversadora muy ingeniosa?
Andrew se pasa una mano por la cara, luciendo serio. Me siento
derecha.
—Está bien perdón. ¿Qué sucede?
—Recibí noticias realmente malas y necesitaba una distracción. El
albacea del testamento de mi abuelo llamó esta mañana —explica
Andrew—. Verás, existe este fideicomiso: dos millones de dólares
reservados para que sean míos a su muerte, pero descubrí que mi
abuelo agregó una estipulación a mi fondo fiduciario antes de morir.
—Él mira sombríamente a su bebida—. Solo puedo heredar una vez
que esté casado.
—¿Qué clase de mierda patriarcal, romántica y de la época de la
Regencia es esa? —exploto. Porque claramente estoy borracha.
Sobria, sería más difícil sentir lástima por un hombre al que se le han
negado dos millones de dólares en riqueza generacional cuando te
mantienes con Top Ramen y burritos congelados de El Monterey.
Andrew suspira y toma un trago solemne.
—Probablemente no debería haberte dicho eso. No se lo he dicho a
nadie desde que el albacea me llamó para avisarme. La cuestión es
que el lado de la familia de mi padre está obsesionado con el legado.
Mi abuelo creía que yo era su única oportunidad de continuar con el
apellido Prescott con hijos biológicos, y ahora me está chantajeando
para que me case desde más allá de la tumba. Como un gigante «que
46
te jodas» por todas las formas en que nunca estuve a la altura de sus
expectativas imposibles.
Siento la más mínima pizca de lástima por Andrew ahora.
—¿Está eso incluso… permitido?
—Es su dinero. Puede agregar las condiciones y estipulaciones que
quiera.
—Es una lástima que seas horrible. —Llevo mi pajita a los posos en
el fondo de mi vaso—. Y rico. No sé cómo vas a encontrar a alguien
que se case contigo.
—¡El problema es que no quiero casarme! ¡Solo tengo veintinueve
años! —Se traga su tercera bebida, ahora vacía, ¿o es la cuarta?—. Y
definitivamente no quiero engañar a una persona desprevenida para
que se case conmigo y pueda heredar dos millones de dólares.
—¿Engañar? Amigo, solo pregunta cortésmente. Conduces un
Tesla y tienes el cabello y la mandíbula de un joven Matthew
McConaughey. Cualquier mujer en este bar felizmente te casaría por
conveniencia.
—No estoy seguro de que eso sea cierto…
Borracha continúo:
—No necesitas seguir casado. Solo necesitas a alguien que se case
contigo hasta que la herencia llegue a tu cuenta bancaria, ¿verdad?
¿Entonces puedes divorciarte? No es que tu abuelo muerto vaya a
recuperar el dinero si tu matrimonio se desmorona.
Andrew se sienta más derecho en la cabina, y me preocupa
brevemente haberlo ofendido. Pero sus ojos se agrandan debajo de
sus pestañas.
—Espera, ¿quieres decir algo así como un matrimonio con tarjeta
verde?
No se ofendió, entonces.
—Exactamente. Feliz de ayudar. —Ojalá resolver mis propios
47
problemas fuera tan fácil.
Se pellizca el puente de la nariz por un segundo, y el gesto atraviesa
la niebla de la mula de Moscú como un dardo en mi memoria. La veo
parada en la nieve, pellizcándose el puente de la nariz casi
exactamente así.
—¿De verdad crees que podría encontrar a alguien que hiciera eso
por mí? ¿Fingir casarse conmigo?
—Por supuesto. Sucede en las comedias románticas todo el tiempo.
Pone ambas manos sobre la mesa y se inclina aún más cerca, todas
las cejas y esa maldita sonrisa.
—¿Lo harías?
Me río-eructo en su cara.
—Creo que puedes apuntar más alto en tus aspiraciones de una
esposa falsa.
—Lo digo en serio. ¿Y si dividimos la herencia? Bueno, no dividir.
¿Podría darte… el diez por ciento?
Intento matemáticas borracha.
—¿Me pagarías veinte mil dólares por casarme contigo?
—Doscientos mil dólares —corrige.
—Cristo de mierda. —Apenas puedo imaginar esa cantidad de
dinero cuando estoy sobria, pero borracha; es como si los ojos de
Andrew se hubieran vuelto hacia las lecturas de las máquinas
tragamonedas con bolsas de dinero en ellas. Doscientos mil dólares.
Podría conseguir un apartamento en la superficie. Podría comprar un
coche. Podía permitirme comer verduras frescas.
Podría permitirme un terapeuta que realmente me escuche.
Aún así, no estoy lo suficientemente borracha para pensar que es
una buena idea.

48
—Lo siento, pero no. Yo no.
—Pero dijiste que cualquiera se casaría felizmente conmigo.
—Cualquiera menos yo.
—¿Está segura? Esto realmente parece un ganar-ganar. Puedo
ayudarte con tus problemas financieros. Puedes ayudarme con mi
herencia. —Sus ojos están iluminados y llenos de esperanza, y cada
célula de mi cuerpo que agrada a la gente me grita que acepte este
ridículo plan. Pero apenas puedo manejar una cita sin ponerme
completamente cara de mierda para adormecer mi ansiedad. No
puedo imaginar cómo sobreviviría… lo que sea que esté sugiriendo.
Incluso si esa es una cantidad de dinero que cambia la vida.
—Andrew, simplemente… no puedo.
Él se ríe.
—Oliver, ¿alguna vez has hecho algo espontáneo en toda tu vida?
Es la mula de Moscú la que le responde antes de que mi ser sobrio
pueda detenerla.
—Una vez me enamoré de una mujer en el transcurso de un solo
día nevado.
Esa revelación lo deja sin palabras, con la boca abierta en estado de
shock como la de un idiota muy atractivo.
En realidad, la boca de Andrew siempre está abierta como un
centímetro. No puedo decir si es porque piensa que se ve sexy de esa
manera, o si solo es un respirador bucal.
De cualquier manera, lo encuentro un poco sexy.
—Bueno, no amor —retrocedí—, solo fue muy intenso.
—Hablar de otra persona en una primera cita. —Lanza un silbido
bajo—. Movimiento audaz.
—¿Decidimos oficialmente que esta es una cita? Estaba recibiendo
más vibraciones de descargar-equipaje-emocional-uno-al-otro.
Andrew se recuesta en la cabina.
—Estoy bien con esas vibraciones. Cuéntame más sobre tu chica de
la nieve. 49
Chica de la nieve. Así la llamé cuando vertí mi angustia y mi dolor
en los paneles. No había planeado dibujar una serie web de diez
episodios sobre ese día, no quería inmortalizar esas veinticuatro
horas, pero después de todo lo que pasó, necesitaba alguna forma de
sobrellevarlo. Así que recurrí al arte, como siempre lo había hecho.
Cambié nombres y detalles de identificación, me conté la historia a
mí misma para tratar de averiguar dónde salió todo mal. Luego
publiqué ese arte de forma anónima en Drawn2 porque ¿no es el
propósito del arte hacer que tú y los demás se sientan menos solos?
—¿Recuerdas la última Nochebuena? —le digo a Andrew—.
¿Cuándo tuvimos esa extraña tormenta de nieve?
—Estuve en la cabaña de mis padres por Navidad, pero sí.
—La conocí esa mañana. En Powell's. En cierto modo…
terminamos pasando todo el día juntas. —Una combinación de
alcohol y los constantes recordatorios de ella durante todo el día
hacen que sea imposible para mí dejar de hablar una vez que he
comenzado—. Estaba molesta esa mañana porque se suponía que mi
mamá vendría a Portland y vería mi nuevo lugar para Navidad, pero
luego canceló sus planes en el último minuto. No conocía a nadie en
la ciudad, así que estuve completamente sola durante las vacaciones,
y allí estaba ella, como si el universo me la hubiera entregado cuando
más la necesitaba. Y maldita sea, ella era realmente hermosa. Tenía
este pelo —digo. O tal vez lo arruino—. Y esta boca y estos grandes
ojos marrones y estas… ¡estas manos!
—Estás pintando una imagen muy clara aquí.
—Tenía esta presencia, esta forma de ocupar el espacio. Siempre
hablaba a todo volumen, y pisaba fuerte con estas botas gigantes, y
simplemente… no le importaba una mierda lo que la gente pensara
de ella. Ese siempre ha sido mi problema. Doy demasiadas mierdas.
Los ojos de Andrew revolotean hacia la mesa. No estoy segura de
cuándo saqué el lápiz de mi bolso o cuándo comencé a dibujar
distraídamente en una servilleta, pero una forma comienza a tomar
forma bajo mis dedos. La forma de una mujer. Alta, de hombros
anchos, caderas estrechas, muslos fuertes. No tiene rostro, tiene
50
silueta, pero su cabello está ahí, cayendo en ojos invisibles.
—Entonces… ¿qué pasó con ella?
Cierro los ojos y desearía poder olvidarlo todo. La forma en que me
guió de regreso al remolque Caravana donde vivía. El olor de su piel
y el sabor de su cuerpo. Solo habían pasado dieciséis horas, pero
nunca me había sentido más unida emocionalmente a otra persona.
Nunca me había sentido tan segura. Lo suficientemente segura como
para querer. Suficientemente segura para sentir deseo.
Me convencí a mí misma de que todo significaba algo. Pero no fue
así.
—Fue solo cosa de un día. Dos personas, encontrándose por
casualidad, cruzando caminos. A la mañana siguiente, supe que no
había significado nada para ella.
Él asiente lentamente, y me cuesta recordar cómo llegué aquí, cómo
en el transcurso de dos horas y cuatro tragos, de alguna manera
descargué mi historia romántica en un tipo inversor sexy sentado allí
con la boca entreabierta.
—Ahora lo entiendo —dice Andrew Kim-Prescott a sabiendas—.
No fingirás casarte conmigo porque eres una romántica
empedernida.
Bufo.
—Hay muchas razones por las que no me casaré contigo.
Una bandeja de tragos se materializa sobre la mesa. No recuerdo a
Andrew ordenando tragos, pero toma uno y lo levanta en mi
dirección.
—Por vivir espontáneamente.
Miro la servilleta, la evidencia brutal de que mis dedos saben lo que
el resto de mí se niega a admitir. Que estoy pegada a un recuerdo, a
un momento, a una persona. Que había estado tan terriblemente
equivocada acerca de lo que teníamos. 51
—Por el olvido —murmuro mientras devuelvo el whisky, pero no
hay suficiente alcohol en el mundo para hacerme olvidarla.

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 1: El encuentro incómodo
(Nochebuena, 10:18)
Subido: 26 de diciembre de 2021
Nota del creador: ¡Hola a todos! ¡Estoy emocionada de que muchos
de ustedes hayan encontrado su camino hacia este primer episodio
de mi nuevo webcomic! Solo un recordatorio amistoso de que esto no
es un romance. Los lectores que esperan un final feliz deben proceder
con cautela. Para más personajes originales, fan art y encargos,
sígueme en Instagram @Oliverartssometimes.
Hay casi tres centímetros de nieve en el suelo y estoy llorando en
una librería.
Las lágrimas y la nieve en su mayoría no están relacionadas.
Llorar en un día nevado se siente particularmente injusto. Los días
nevados son para la libertad, la magia y la alegría, no para limpiarte
los mocos en la manga públicamente mientras lloras en el Salón
Dorado de Powell's City of Books.
Se supone que esto ayudará, pienso mientras miro los estantes del
piso al techo en la sección de novelas gráficas. ¿Por qué esto no está
ayudando?
Solo he estado en Portland durante un mes, pero ya he venido a
esta librería del tamaño de una cuadra de la ciudad una docena de
veces, busqué consuelo en las habitaciones codificadas por colores
que albergan aproximadamente un millón de libros. Después de mi
reunión de incorporación en Laika, donde uno de los hermanos de
animación calificó el cortometraje de mi tesis de la escuela de
52
posgrado, que me valió elogios y aplausos de todos mis profesores,
como trillado e inmaduro, fui directamente a Salón Rosa y me senté
entre los libros para niños, con sus bellas ilustraciones. Después de
mi primera semana laboral de setenta horas, me retiré al Salón Azul,
agarré un montón de novelas románticas y me senté en el suelo a leer
durante todo un domingo hasta que me olvidé por completo del
mundo real. Y después de que mi supervisor directo ridiculizó mi
trabajo públicamente y me dijo que —no quería arrepentirse de haber
contratado a una chica— lloré en el baño, sí. Pero luego tomé el MAX
a Powell's, fui al café con mi diario de viñetas, pedí un café helado
grande y elaboré un nuevo plan sobre cómo trabajaría más duro, sería
mejor y probaría que todos estaban equivocados.
Y, por supuesto, cuando mi mamá me llamó en la mañana de
Nochebuena para decirme que no vendría de visita, vine aquí, a las
novelas gráficas del Salón Dorado. Sin embargo, ni siquiera las
novelas gráficas están ayudando.
Todavía estoy llorando en un pasillo vacío a las nueve de la
mañana.
—Supongo que eres mi único amigo ahora —le digo al taburete a
mi lado—. No me abandonarás en Navidad como mi madre,
¿verdad?
Por cierto, el taburete de sesenta centímetros de alto no responde a
mi patética pregunta. Un individuo bien adaptado no estaría
hablando con objetos inanimados en público, pero yo soy medio
adaptada en el mejor de los casos, así que continúo.
—Si Linds fuera tu mamá —le digo al taburete—, tú también
estarías llorando en una librería.
Vuelvo a los estantes, en busca de Fun Home. Porque nada dice —
revolcarse en sus sentimientos de disfunción familiar— como las
memorias gráficas de Alison Bechdel. Veo el lomo verde brillante y lo
alcanzo, y… alguien más lo alcanza al mismo tiempo.
No había nadie en el pasillo y, de repente, una persona. Mi brazo
roza el brazo de otra persona, mi mano roza la mano de otra persona.
Una mano con dedos largos, nudillos oscuros, uñas cuadradas. Es el
53
tipo de mano áspera que al instante me muero por dibujar.
Me congelo. El dueño de la otra mano se congela. Dos manos
suspendidas frente al lomo de Fun Home. Mis ojos siguen la mano
hasta su muñeca sorprendentemente delicada, hasta los pequeños
tatuajes debajo de una manga caqui, y luego hasta el rostro del
extraño.
La cara que está demasiado cerca. Veo un intenso par de ojos
marrones detrás de las modernas monturas de Warby Parker,
pómulos prominentes, algunas pecas en la piel de color marrón claro,
una boca llena con una pequeña cicatriz blanca como un apóstrofo en
el labio superior. Y luego estoy dando un gran paso hacia atrás para
poner un espacio socialmente aceptable entre nosotros, pero el puto
taburete me atrapa en el talón y empiezo a caerme. El extraño se
mueve rápidamente y agarra la muñeca de mi abrigo para
mantenerme erguida.
Estoy brevemente agradecida por la ayuda, hasta que recuerdo el
llanto y hablar con un taburete y la probabilidad estadística de que
haya presenciado ambas cosas. Entonces, mi ansiedad se siente como
un nudo de luces navideñas enredadas dentro de mi pecho.
Me alejo.
—Eh… lo siento.
Parece, por el momento, completamente imperturbable por mi
comportamiento socialmente incómodo. Alcanza la copia de Fun
Home, luego lentamente se vuelve hacia mí.
—¿Estás bien? —pregunta en una voz sorprendentemente alta para
una pregunta tan delicada. Su voz resuena como un tambor en el
pasillo vacío, pero también es áspera y baja, como papel de lija sobre
madera sin tratar.
—Completamente bien —grazno.
Me arquea una ceja negra.
—¿Estás segura? Porque estás llorando en una librería en
Nochebuena.
54
—Yo… yo no estaba llorando.
Arquean una segunda ceja, creando una mirada de sorpresa en lo
que empiezo a notar es una cara bastante atractiva.
—Sabes que puedo verte, ¿verdad? Todavía hay lágrimas en tus
ojos. —Hace un gesto a mi amigo—. Y le dijiste a este taburete que
estás llorando.
—¿Qué taburete? —pregunto en un ridículo intento de
autopreservación. Incluso muevo mi cuerpo, como si bloquear el
taburete fuera a borrar mi humillación de su memoria.
—Ese taburete. —Señala a mi alrededor.
—Con el que acabas de tropezar.
—No estaba hablando con un taburete. —La ansiedad está
causando cantidades sin precedentes de idiotez verbal, y espero que
esta persona se aleje lentamente de mí. En cambio, se muerden la
comisura de la boca y fija una sonrisa en su lugar.
—Eh. Supongo que debo haber oído mal —dice encogiéndose de
hombros—. Alguien en el pasillo de al lado debe haber estado
hablando con un taburete sobre su madre de mierda.
Asiento con la cabeza.
—Escuché que es una situación común en esta librería en
particular.
Ante eso, se echa a reír. Se está riendo de mí, y no es una risa
particularmente halagadora. Contiene una combinación de bocinazos
y resoplidos, y es tan fuerte que estoy bastante segura de que se puede
escuchar hasta el cuarto piso. Pero el sonido de esta risa atroz es
suficiente para aflojar un poco la ansiedad enredada en mi pecho, lo
suficiente para que pueda hacer un balance completo de esta otra
persona.
Parece Keanu Reeves de los noventa mezclados con Leonardo
DiCaprio de los noventa, pero con un sutil toque de curvas debajo de
la ropa. Su cabello es negro, rapado por un lado y largo por el otro,
55
por lo que le cae sobre la frente. Lleva botas de trabajo pesadas, jeans
holgados y una franela debajo de una chaqueta caqui, ninguno de los
cuales es atuendo apropiado para la nieve en el pronóstico. Tiene
hombros anchos, muslos atléticos y una indiferencia fácil de manejar
que nunca pude canalizar sin importar cuánto lo intentara. Hay algo
sólido. Conectado a tierra. Fijado. También es grande: con un metro
setenta y cinco, no tengo que mirar hacia arriba para encontrarme con
los ojos de las personas a menudo, y ahora me desoriento.
—¿Trabajas aquí? —pregunto, porque tiene el aspecto de alguien
que podría levantar una caja de libros de veinte kilos y, al mismo
tiempo, regañarte por pronunciar mal a Sartre, una especie de
fantasía de bibliotecarie sexy.
—No —dice, mostrándome la portada de Fun Home bajo el brazo—
. Tuve el típico impulso navideño de leer una novela gráfica
deprimente sobre una lesbiana.
—¿Tú… eh…? —trago—. Quiero decir, ¿acabas de venir por este
pasillo porque me viste llorar?
Sonríe entonces, un cuarto de luna curvando solo un borde de su
boca.
—¿Pensé que dijiste que no estabas llorando?
El calor sube por mis mejillas porque las personas bonitas con pecas
me vuelven tan estúpida.
Me pregunto, vagamente, si esta persona protestaría por ser
llamada bonita.
Es una persona jodidamente hermosa. Mis dedos están
desesperados por encontrar el lápiz en mi bolso para poder dibujar la
línea recta de su nariz y la inclinación de su mandíbula antes de que
olvide cómo se ve.
—Te prometo que no vine aquí para molestarte —dice, apoyando
su largo torso de lado contra el estante de libros—. Llevo años
diciéndole a mi amigo que iba a leer Fun Home y pensé que finalmente
podría leerlo durante mi tiempo libre en las vacaciones. Sin embargo, 56
parece que robé la última copia.
—Oh, está bien —murmuro—. Puedes tenerlo.
—Eso no parece justo. —Vuelve a morder la comisura de la boca.
No tengo idea de qué es divertido, pero estoy segura de que soy yo.
Y posiblemente la forma en que estoy sudando nerviosamente—.
Llegaste aquí primero.
—Está bien. Ya lo he leído Como, diez veces, en realidad. Es
asombroso. Y triste. Y asombroso.
Mira la portada, las hojas verdes abstractas, la ilustración de una
familia infeliz atrapada dentro de un marco, las palabras Una familia
tragicómica garabateadas debajo del título. Lentamente sacude la
cabeza y se aparta el cabello.
—No soy una gran lectora, pero escuché que este libro tiene
ilustraciones.
—Oh, sí. Es una novela gráfica.
Pasa las páginas brillantes.
—Vaya. Eh. Mira eso.
—¿No lees… como… en absoluto?
Niega con la cabeza y su cabello se balancea un poco sobre su
frente.
—Realmente no. Hay demasiado… involucrado.
Hasta aquí mi fantasía del bibliotecarie. Es ahora cuando me doy
cuenta de que, además de apoyarse en el estante detrás, tiene una
pierna enganchada frente a la otra y mueve el pie derecho, como si
estuvieran al ritmo de una canción inaudita.
—Hay audiolibros —sugiero—. Puedes escucharlos mientras
haces… lo que sea que hagas.
—Horneo —responden—. Por mi trabajo. Trabajo en la cocina de
una panadería. Horneo galletas, tartas, pasteles, eso es lo que hago.
—Oh. —Intento imaginarme a esta persona alta, ruidosa e inquieta
57
colocando intrincados detalles de glaseado en una magdalena,
diseñando formas en fondant. Me imagino esos dedos largos
amasando la masa—. Puedes hacer eso mientras escuchas
audiolibros.
Ladea la cabeza hacia un lado.
—Estás muy preocupada por mi alfabetización.
—Bien. —Empiezo a agitar los brazos a los costados con
nerviosismo—. Es solo que… los libros son geniales. Y según los
últimos cinco minutos de conversación, también pareces… genial. Ya
sabes, preocupándote por las mujeres que lloran en las librerías. Ese
es el rasgo de una gran persona. Y me encanta unir dos grandes cosas
siempre que sea posible. Así que…
Agito mis brazos más por si acaso. Una sonrisa se libera de sus
dientes, su boca se tuerce en una media luna, tirando de la cicatriz
blanca a través de su labio en forma de anzuelo. Siento que el anzuelo
se engancha en mi estómago como si nos estuviera acercando.
No me gusta ese sentimiento.
—¡Debería irme! —grito abruptamente, dando un paso alrededor
para hacer mi escape. Su mano vuelve a subir y alcanza mi manga.
—Espera. ¿Qué pasa con el libro? —Me muestra Fun Home de
nuevo.
—Dije que puedes tenerlo.
Dos dedos están enganchados en mi manga y me mira
intensamente. En esta iluminación, sus ojos oscuros son casi
incendiarios, como si pudieran atravesarme. Todavía está mirando, y
me retuerzo bajo su mirada. Quiero mirar hacia otro lado.
Inesperadamente quiero preguntarle qué ve cuando me mira.
—Estaba pensando que un acuerdo de custodia compartida podría
ser apropiado. Ya sabes. —Su sonrisa se ensancha—. Un tipo de trato
cada dos fines de semana. Podrías tener el libro para Navidad, luego
nos reuniríamos para un intercambio y yo podría tenerlo para Año 58
Nuevo.
—No estoy segura de que sea saludable que el libro sea
transportado de un lado a otro de esa manera.
—Hmmm… —murmuran. Incluso su murmullo no tiene un
volumen interior—. Probablemente tengas razón. Tal vez deberíamos
permanecer juntas. Por el bien del libro.
—Si vamos a ser padres compartidos —digo lenta y
cautelosamente, todavía preocupada de que vaya a huir—, al menos
debería saber tu nombre.
Me sueltan la manga y alcanza mi mano.
—Soy Jack.
—¿Jack? —repito mientras su fría mano se desliza en la mía. Algo
se retuerce en la parte inferior de mi estómago, y no estoy segura si
es la forma en que los callos de Jack se deslizaron contra mi palma, o
si son mis nervios por arruinar todo esto. Esto es Portland, no Ohio,
y probablemente lo haré mal pero—, soy Ellie —murmuro
torpemente—, y mi pronombre es ella. ¿Cuál… um… cuál es tu
pronombre?
Toda la cara de Jack se rompe en una sonrisa genuina.
—Ella —confirma, y creo que tal vez no lo arruiné, después de
todo—. Ellie —repite mi nombre, diciéndolo como si significara
algo—. ¿Vamos?
No me atrevo.
—¿Vamos a… dónde?
Jack se endereza, firme como un roble, y da un paso confiado por
el pasillo.
—Pensé que podría comenzar comprando un café para mi copadre.
Me giro hacia la ventana detrás de nosotras, hacia la nieve que se

59
acumula en las aceras, tiñendo las sucias calles de Portland de un
blanco inmaculado. Y pienso en la libertad, la alegría y la magia.
—Yo… no debería tomar café —me escucho decir—. Tengo mucho
trabajo que hacer este fin de semana y…
—¿Celebras Navidad?
—Sí, pero…
—Entonces, no puedes trabajar en Nochebuena. —Cuando vuelvo
a mirarla, tiene los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho y una
sonrisa juguetona ilumina su rostro—. No puedo permitirlo.
—¿Celebras Navidad?
Ella asiente.
—Entonces, ¿no tienes un lugar mejor para estar en Nochebuena?
La mujer llamada Jack niega con la cabeza.
—Absolutamente no. Además, es Navidad. —Se encoge de
hombros de nuevo y me distrae el tirón de la tela sobre la extensión
de sus anchos hombros—. Y parece que te vendría bien una amiga.
Miro la nieve una vez más. Tal vez, en un día nevado, podrías
hacerte amigo de extraños al azar en las librerías.
—Ya sabes —dice Jack—, una amiga que no sea un taburete.

60
Ésta Navidad

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Capítulo 5
Miércoles, 14 de diciembre de 2022
Cuando me despierto, todo da vueltas. Trato de descifrar si es
porque tengo resaca o si todavía estoy muy, muy borracha.
Las mantas son pesadas y calientes contra mi piel, y saco las piernas
para ponerme de pie, pero parece que no puedo encontrar el borde
del sofá cama. Sábanas sedosas se deslizan por mis miembros
desnudos.
Pero no tengo sábanas de seda y nunca duermo desnuda. La cama
también se siente más suave que mi sofá cama, y mi cabeza está
enterrada en almohadas de plumas que definitivamente no son mías,
al lado de…
La cabeza de otra persona.
—¡Maldita mierda! —Hago un gesto de lado, lejos del otro humano
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desnudo en la cama a mi lado.
Andrew Kim-Prescott hace un sonido medio dormido de
confusión.
—¡Ay dios mío! ¡Ay dios mío!
Busco a tientas mis anteojos y evalúo frenéticamente la situación
mientras él se toma su dulce tiempo para rodar sobre su espalda y
estirarse. No estoy completamente desnuda, de hecho. Todavía tengo
mi ropa interior y una camisola, pero eso es de alguna manera más
humillante. Mi ropa interior es nude y de talle alto, y la compré en un
paquete de ocho de Target hace dos años. Hay un pequeño agujero
en la cintura elástica sobre el hueso de la cadera derecha.
Sin embargo, mi ropa interior barata debería ser la menor de mis
preocupaciones, porque parece haber un anillo en mi dedo. Un
maldito anillo enorme en un dedo muy específico.
—¡Mierda!
—¿Qué ocurre? —Andrew pregunta con un bostezo perezoso.
—¡Qué ocurre! ¡Creo que nos casamos! —Empujo el anillo en su
cara a través del California king.
—Puede que no recuerde mucho de lo que sucedió después de que
dejamos ese club —comienza con calma—, pero definitivamente no
creo que nos hayamos casado.
No tengo ningún recuerdo de un club, así que tiene una ventaja
sobre mí.
—¡Nos fugamos borrachos!
—No puedes fugarte borracho en el estado de Oregón.
—¡Y tuvimos sexo! —Mi ansiedad ha vencido por completo a mi
resaca, así que estoy funcionando con humo de pánico puro,
impermeable a cualquier intento de lógica del participante masculino

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en este enredo.
—No tuvimos sexo.
Comienzo a caminar a los pies de la cama porque parece que
moverme podría ayudar a la sensación de deslizamiento en mi
estómago.
No es así.
—¡No puedo creer que me emborraché y volví a casa contigo! ¡Ni
siquiera me atraes sexualmente!
Andrew ladea la cabeza hacia mí.
—Espera, ¿no te atraigo? —Suena confundido por la anomalía
estadística.
—Mierda. Mierda.
—Cálmate, Oliver. —Sale de la cama y veo que lleva un par de
calzoncillos rojos ajustados que probablemente cuesten más que todo
mi guardarropa. De lo contrario, todo son muslos fornidos y hombros
anchos y el tipo de configuración muscular en forma de V que no
sabía que realmente existía en la naturaleza. Y maldita sea, él es
realmente atractivo.
»No tuvimos sexo —dice razonablemente—. A pesar de lo
tentadora que eres con esos calzoncillos de anciana —busco a tientas
para cubrirme con mis jeans—, estabas completamente borracha, y
absolutamente no intenté tener sexo contigo. Puede que no recuerde
mucho, pero lo sé a ciencia cierta. Y para ser honesto, creo que estaba
demasiado borracho para… ya sabes. —Señala demostrativamente el
bulto de su entrepierna—. Llevarlo a cabo. No hay forma de que
tuviéramos sexo.
Considero esto en medio de las náuseas y la migraña que brotan
detrás de mis ojos.
—Entonces, ¿por qué vine a tu apartamento? ¿Por qué llevo un
anillo?
Andrew se pellizca el puente de la nariz.
—Yo… no lo sé. —Agarra sus pantalones del suelo para sacar su
teléfono del bolsillo y una servilleta doblada viene con él—. Ah.
Bueno. Esto podría aclarar algunas cosas.
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Me entrega la servilleta. Por un lado está mi dibujo de Jack. En el
otro, garabateadas en la parte superior están las palabras
CONTRATO DE MATRIMONIO DE ANDREW Y ELLIE de mi puño
y letra.
—Mierda.
A continuación se enumeran cuatro acuerdos:
1. Elena Jane Oliver acepta casarse con Andrew Richard Kim-
Prescott en cuanto se pueda obtener una licencia de matrimonio;
2. Hasta que se pueda obtener la licencia, Elena Jane Oliver
desempeñará el papel de prometida de Andrew Richard Kim-
Prescott, incluyendo, pero sin limitarse a ello, la asistencia a la
Navidad en la cabaña de sus padres;
3. Al casarse, Andrew Richard Kim-Prescott se compromete a
entregar a Elena Jane Oliver el 10 por ciento de su posterior herencia;
4. Elena Jane Oliver y Andrew Richard Kim-Prescott
permanecerán casados durante doce (12) meses antes de disolver su
unión, momento en el que Andrew Richard Kim-Prescott cubrirá los
gastos del divorcio.
Debajo de eso, hay pequeñas equis junto a las líneas en las que
firmamos nuestros nombres completos. Porque aparentemente
nuestros yo borrachos eran muy formales. Estoy segura en un 90 por
ciento de que un contrato en una servilleta estando borracha no es un
documento legalmente vinculante, pero el 10 por ciento restante está
causando estragos en mi ansiedad. Se me revuelve el estómago y creo
que podría estar enferma aquí mismo en el dormitorio
monocromático de Andrew.
—Esto no está bien.
—Esto es peor. —Andrew está mirando su teléfono—. Creo que me
las arreglé para reconstruir una línea de tiempo parcial de nuestra
noche.
Su teléfono contiene la horrible prueba fotográfica: una selfie de
nosotros dos tomándonos tragos en el bar exclusivo; bailando en un
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círculo de asistentes al club semidesnudos; comprando un anillo en
lo que parece ser City Target; yo, posando con el anillo mientras
Andrew me besa en la mejilla. Estoy tan borracha que ni siquiera me
veo como yo. Esa ni siquiera es mi cara.
Además, este anillo es de circonitas claramente cúbicas.
—Oliver —dice Andrew, sonando preocupado por primera vez en
toda la mañana—, publiqué todo esto en Instagram. Tengo cientos de
comentarios. Gracias a Dios mis padres están esparciendo las cenizas
de mi abuelo en Burdeos y mi hermana no tiene redes sociales, pero
mierda. ¡Tengo miles de seguidores!
—Um, ¿bien por ti?
—Quiero decir, miles de personas han visto estas fotos y les han
gustado y comentado sobre ellas. —Andrew se une a mí para
pasearse por la alfombra—. Está bien, está bien —dice,
despeinándose el cabello con una mano—. Opinión controversial: tal
vez esto sea realmente una gran cosa.
—No lo es.
—No, escucha. —Hace una búsqueda rápida en su teléfono—. Para
obtener una licencia de matrimonio en el condado de Multnomah,
solo tiene que presentar una solicitud en el juzgado y esperar tres días
antes de casarse. Podemos ir este jueves en mi hora de almuerzo y
luego casarnos la semana después de Navidad.
Mi cabeza da vueltas, y la dejo caer en mis manos.
—En serio, podríamos hacer lo que dice la servilleta. Podríamos
pretender estar felizmente casados por un tiempo, separarnos
después de unos meses y tener los papeles del divorcio
completamente firmados para la próxima Navidad.
—No puedo estar casada contigo durante los próximos doce meses,
Andrew.
—¿Por qué no? —Me mira de arriba abajo—. No parece que tengas
mucho que hacer. 66
Agarro el resto de mi ropa y empiezo a meter los brazos
frenéticamente en las mangas de la chaqueta de punto.
—Tengo algunas cosas en marcha. ¡Y somos extraños! ¿Cómo
diablos fingiríamos estar comprometidos? ¡No sé nada sobre ti!
—¡Nos conoceríamos! —insiste mientras agarro mis zapatos y
tropiezo en mi camino hacia el pasillo. Él sigue—. Y vendrías a
Navidad a la cabaña de mis padres, y no sé… No lo he pensado del
todo y tengo un poco de resaca.
—¿Qué hay de tus padres? ¿Estarán bien con que te cases solo para
reclamar tu herencia?
—¡Mis padres no conocen el apéndice del testamento de mi abuelo!
Solo lo agregó hace unas semanas, y el albacea me avisó porque
fuimos juntos a Stanford. ¡Es por eso que este es un plan tan brillante!
Me burlo.
—Piénsalo, Oliver. Nadie sabría la verdad excepto nosotros. Les
diríamos a todos que estamos enamorados, y luego…
La ansiedad en mi estómago se convierte en ácido que me sube por
la garganta. Necesito salir de aquí antes de que también se convierta
en una nueva ola de lágrimas calientes. Niego con la cabeza.
—Adiós, Andrew.

No es hasta que estoy fuera del edificio de apartamentos de


Andrew que me doy cuenta de que no tengo idea de dónde estoy o
cómo llegar a casa. Termino pagando veinte dólares por un viaje
compartido, y el hecho de que no vomite en el piso de este Ford Fiesta
es todo un logro de vida.
Cuando llego a casa y he purgado respetablemente los errores de
anoche en el inodoro, son poco antes de las ocho. Mi turno en
Roastlandia comienza a las diez, así que de alguna manera en las
próximas dos horas tendré que descubrir cómo volver a ser una
persona y no una esponja exprimida de tragos de whisky, vómito y
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vergüenza. Dios, Greg va a ser cruel cuando me vea.
En el suelo de baldosas junto al inodoro, mi teléfono empieza a
vibrar, gimo
—¡Ponme en FaceTime, pequeña descarada!
—Meredith, ¿qué ocurre? Estoy enferma y necesito ducharme antes
del trabajo.
—¿Qué ocurre? ¿Qué ocurre? —La escucho golpear un lápiz—.
Aparentemente, mi mejor amiga se comprometió anoche, y tuve que
enterarme por Instagram. Eso es lo que está mal.
—Vaya. Mierda.
Sigo adelante y me acuesto un poco en el piso del baño.
—No es real. Estaba completamente borracha.
—Sin mierda. Eso apenas se parecía a tu cara.
—¿Cómo viste las fotos? Pensé que estaban publicados en su
Instagram.
—Él te etiquetó y luego las compartiste en tu historia.
—¿Ya he dicho mierda?
—No puedo creer que te dije que encontraras un himbo y realmente
lo hiciste. Y en un movimiento clásico de superrendimiento de Ellie,
dio un paso más y te comprometiste. Deberíamos hablar sobre tus
tendencias perfeccionistas en algún momento, pero honestamente
estoy orgullosa de ti.
—El compromiso no es real —murmuro. Todo vuelve a girar
cuando le cuento a Meredith sobre los dos millones de dólares y el
contrato en la servilleta y la Navidad en la cabaña de sus padres.
—Déjame aclarar esto —dice Meredith con su voz de abogada—.
Un hombre quiere pagarte doscientos mil dólares por estar
comprometida con él durante dos semanas, casarte y luego
divorciarte unos meses después, ¿y tú vas a decir que no? ¿Qué
demonios te pasa? 68
—Como mi abogada no oficial, no creo que debas aconsejarme que
cometa fraude.
—Como tu mejor amiga oficial, te aconsejo que no seas tonta.
Necesitas desesperadamente este dinero, especialmente porque te
niegas a decirle a Linds dónde puede meter su deuda de tarjeta de
crédito.
Hago un sonido que recuerda extrañamente a un mapache
moribundo.
—Además, esto te sacará de tu apartamento para variar. ¿No sería
agradable no pasar la Navidad comiendo un pollo asado sola en el
fregadero de la cocina?
—Ese… no era mi plan.
—Sí, lo era.
Gimo de nuevo.
—Te amo, Ellie, pero este último año ha sido duro. Tuviste algunos
contratiempos y simplemente te congelaste. Estás congelada, como
un burrito apto para microondas antes del microondas. Necesitas un
pequeño shock en tu sistema. ¿Y doscientos mil dólares? No puedes
alejarte de esa cantidad de dinero.
—Puedo admitir que me he… estancada un poco. —También
puedo admitir que esto es un eufemismo total—. Pero, ¿ese impacto
en mi sistema realmente necesita ser un compromiso falso con un
apuesto millonario?
—¿Honestamente? Tal vez sí. Nada más ha logrado sacarte de esta
hibernación. Serás como Sandy B, y él será tu Colin Firth. Pretenderás
estar enamorada y luego te enamorarás de verdad.
—¿Qué película es esa?
—No sé… Pasa en todas ellas
—Pero no quiero tener una cita real con Andrew. ¿No estoy
buscando una relación en este momento? —Ni siquiera puedo evitar
insertar un signo de interrogación al final de esa oración
patéticamente declarativa.
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—Bien. Entonces no lo hagas por una oportunidad de romance con
Andrew. Hazlo por el dinero. —Cuando Meredith hace declaraciones
declarativas, nunca hay un signo de interrogación fuera de lugar. Casi
puedes sentir el universo doblegándose a su voluntad.
Doscientos mil dólares. Crecí en un mundo de contenedores de
ofertas de Goodwill y viviendo de cheque en cheque, y nunca me
permití imaginar la vida que ese tipo de dinero podría comprar.
—Yo… necesito ducharme.
—Clásica maniobra de evasión de Ellie.
—Sí, pero Ellie tiene vómito en el pelo, así que deberías permitirlo.
—Está bien, pero ¿qué vas a hacer con estas fotos de compromiso?
Ahora están en el mundo.
Como siempre, Meredith tiene razón. Las fotos están ahí afuera, y
cuando entro a Roastlandia (cinco minutos antes), Ari me grita
felicitaciones.
—¡Santa mierda! ¡Seguiste mi consejo y te comprometiste con
Andrew! Un poco exagerado, ¡pero me encanta!
Suena de nuevo Last Christmas, la versión de Taylor Swift esta vez,
y Ari lleva una diadema de plumas y calcomanías de estrellas debajo
de los ojos, como un filtro humano de Snapchat. Me interroga sobre
mi supuesto compromiso, y como se siente mal contarle sobre la
herencia de Andrew, mi silencio parece confirmar lo que ella ya cree.
Greg aparece desde atrás para darme un sermón sobre —conducta
profesional en espacios virtuales— mientras por encima, Taylor se
lamenta, once bitten, twice shy6.
Después de mi turno de ocho horas, regreso a mi diminuto estudio
subterráneo, como siempre.
Caliento un burrito congelado para la cena, como siempre.
Me siento en mi sofá cama, tomo mi iPad y abro el programa Clip
Studio, como siempre.
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Congelada como un burrito de microondas.
Agarrando mi bolígrafo Apple, empiezo a dibujar bocetos de
viñetas del día anterior para el episodio más reciente de La mierda
perpetua.
El arte es lo único en lo que siempre he sido buena, hasta que
supongo que dejé de ser buena en eso. Esto, crear webcomics,
comenzó como una forma de procesar lo que sucedió con Jack.
Siempre había hecho mis propios proyectos de pasión junto con mis
clases de animación, dibujando fanart de mis barcos favoritos y
publicándolos en mi Instagram de arte anónimo. Construí un
pequeño pero leal grupo de seguidores que aparecían en los
comentarios cada vez que publicaba el arte original de los personajes.
Había jugado con la idea de un webcomic o una novela gráfica, pero

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Una vez lastimado, soy doblemente tímido.
me consumía demasiado tiempo cuando estaba en la escuela y
concentrarme en él por completo era demasiado arriesgado.
Una maestría en animación me daría la oportunidad de hacer arte
con un salario fijo. Los webcomics no lo harían.
Pero luego sucedió Jack. Ella irrumpió en mi vida con botas de
trabajo de suela gruesa y una chaqueta Carhartt y sacudió todos mis
planes e ideas cuidadosamente elaborados sobre cómo debería ser mi
vida, y luego me dejó sola para resolverlo todo a su paso.
Así que dibujé nuestra historia, o algo que se pareciera vagamente
a ella. En lugar de publicarlo en Instagram, subí el cómic a Drawn2,
la comunidad en línea para cómics publicados en la web. En una
semana, el primer episodio tenía veinte mil lecturas. Mi pequeña base
de fans se convirtió en una masa hambrienta de lectores que querían
saber qué pasaría entre las dos chicas en el centro de Snow Day.
Y luego los fanáticos descubrieron lo que sucedió y se sintieron
decepcionados.
Y luego perdí mi trabajo. 71
Y luego comencé una nueva serie basada libremente en mi vida en
Portland, y la llamé La mierda perpetua. Algunos lectores me siguieron
a esa historia. La mayoría no lo hizo. Realmente no me importa de
cualquier manera. No publico mis webcomics por los me gusta, los
seguidores o los elogios. Lo publico porque incluso si no soy lo
suficientemente buena para hacer arte profesionalmente, no sé muy
bien cómo dejar de procesar el mundo de esta manera. Drawn2 es el
único lugar donde mi arte no tiene que ser perfecto, porque nadie
sabe que es mío. Es el único lugar donde se permite que mi trabajo
sea un borrador en lugar de un producto terminado.
Así que empiezo a esbozar las últimas veinticuatro horas en una
forma ficticia: la promoción, la cita quizás, el arreglo con Andrew, el
anillo de Target. Lo ficciono, pero apenas tengo que dramatizarlo,
todo es absolutamente absurdo. Para cuando lo he destilado en una
narración breve y sucinta que se puede consumir en una serie de
imágenes, son casi las cuatro de la mañana. Por lo general, duermo
en un episodio durante una noche antes de publicarlo, por lo que
puedo volver a verlo con ojos nuevos al día siguiente. Pero estoy más
allá de mi capacidad para preocuparme por algunas imperfecciones
técnicas, y me preparo para publicarlo en La mierda perpetua.
Excepto… estudio los paneles frente a mí. No encajan del todo con
los otros episodios de La mierda perpetua: anécdotas sobre la vez que
alguien llevó un pollo al MAX y me abrió un agujero en mis calzas
favoritas; la vez que un cliente en Roastlandia insistió en que llamara
a nuestros cosechadores en Etiopía para verificar que los granos
nunca se almacenaron en plástico; la vez que vi a Fred Armisen afuera
de ¿Por Qué No? (Ese no apesta, aunque la fila para los tacos tomó
una hora).
Esto, los paneles sobre Andrew, se siente diferente. Se siente como
algo nuevo.
No he querido crear algo nuevo en mucho tiempo.
Tomo una decisión rápida. En lugar de subir el nuevo episodio a
La mierda perpetua, creo una nueva serie y la título El arreglo.
—Episodio uno: Cuando un hombre te pide que te cases con él de
forma falsa.
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Lo publico antes de que pueda pensarlo dos veces. Entonces tomo
otra decisión quizás imprudente a las 4 a.m. Abro Instagram y, por
un minuto, miro la cuadrícula perfectamente seleccionada de
Andrew, una mezcla de selfies de caminata, selfies de gimnasio y
selfies de espejo sin camisa.
Doscientos mil dólares. Podría crear una vida completamente
nueva.
Tomo una respiración profunda. Luego hago clic en el botón de
mensaje en su perfil y empiezo a escribir.
Capítulo 6
Sábado, 17 de diciembre de 2022
—Pensé que solo vivían mapaches en este edificio —dice Andrew
en mi puerta el sábado por la tarde. Luego, mirando a mi alrededor
en las cavernas de mi apartamento—: Oh. Veo que aquí solo viven
mapaches.
—No todos podemos ser herederos de las empresas Fortune 500. Y,
ya sabes, hay una grave crisis de vivienda asequible en Portland.
—Pero el olor.
—Solo vámonos. —Trato de ocultar su vista de mi lamentable
morada, pero me rodea.
—Probablemente debería saber dónde vive mi prometida.
Me estremezco ante esa palabra, aunque es precisa. Prometida. 73
Hace tres días acepté ser la prometida de Andrew a cambio de
doscientos mil dólares. Andrew tenía solo dos condiciones. Primero,
que nadie puede saber que la relación es falsa. Y segundo, que tengo
que pasar la Navidad con su familia en su cabaña en Mount Hood.
Por supuesto, Greg me había programado para trabajar durante las
vacaciones.
Entonces, el jueves, fui a Roastlandia, tiré mi delantal sobre el
mostrador y renuncié. Ari lloró mientras me abrazaba para
despedirse.
Ayer, Andrew y yo pasamos cinco horas en fila en el juzgado para
solicitar una licencia de matrimonio, y tuve un ataque de pánico en
un pasillo poco iluminado pensando en pasar una semana entera en
una cabaña con extraños. Anoche, a más de cincuenta mil personas
les había gustado el primer episodio de mi nuevo webcomic. Me
sentiría muy mal por explotar vagamente la historia de la vida de
Andrew si no fuera por el hecho de que él dice:
—No eres una asesina en serie, ¿verdad? —mientras gira
lentamente alrededor de mi estudio. Se fija en la vista del sofá cama
(que se dobla como mi cama), el escritorio (que también se dobla
como la mesa de mi cocina), la barra de la ducha en la esquina de la
habitación donde cuelgo mi ropa—. Porque estoy recibiendo distintas
vibraciones de asesino en serie.
—Soy pobre, imbécil —digo mientras me coloco la bolsa de hombro
y alcanzo mi bolsa de lona. —No criminalicen a los pobres.
Se ve positivamente horrorizado.
—¡No lo hago! Pero Oliver, esto es horrible. Posiblemente lo peor
que he visto. Y una vez pasé dos semanas en un barco de fiesta
navegando por el Pacífico Sur con veinte chicos de mi fraternidad, y
la plomería dejó de funcionar el tercer día.
—Gracias por esa comparación.
Andrew se ve realmente afectado.
—¿Este es el apartamento que nunca dejas? Esto no puede ser
bueno para tu salud mental. 74
—No lo es. —Por mucho que tema la próxima semana, no quiero
pasar ni un minuto más con Andrew en mi apartamento—. ¿Podemos
irnos?
—Espera, ¿eso es lo que llevas puesto? —pregunta, con una ceja
remilgada arqueada a modo de juicio.
Miro mis botas de invierno, mis vaqueros Old Navy, mi camiseta
de She-Ra y el cárdigan gris que me puse encima.
—Sí. Esto es lo que estoy usando, y si este arreglo va a funcionar,
no puedes controlar mi guardarropa, y definitivamente no puedes
vestirme para que luzca más respetable para tu familia. No soy Julia
Roberts en Pretty Woman.
Andrew lucha contra una sonrisa mientras se acerca para tomar mi
bolsa.
—Lo agregaremos a la servilleta. Nada de transformaciones como
en Pretty Woman.
Agrégalo a la servilleta fue su respuesta cada vez que le envié un
mensaje de texto con una nueva estipulación de nuestro acuerdo en
los últimos días. Bueno, y una vez me respondió, no conozco escribanos
que trabajen a la una de la mañana, pero prometo que mi abogado redactará
algo.
No iba a casarme con un hombre, no iba a pasar la Navidad en la
cabaña de sus padres, sin la garantía de que recibiría mis doscientos
mil dólares cuando todo esto terminara.
—¿Deberíamos trabajar en nuestras tarjetas didácticas?
Tan pronto como estamos situados en el Tesla, me agacho para
sacar una pila de tarjetas de memoria flash multicolores sujetas con
clips de carpeta de mi bolso de hombro. Para contrarrestar mi
ansiedad por pasar más de una semana con su familia, creé tarjetas
didácticas para ayudarnos a conocernos mejor. Tarda
aproximadamente una hora y media en llegar a la cabaña de sus
padres, y eso es un silencio demasiado prolongado entre nosotros
75
para mi gusto. Saco la primera tarjeta, verde para Andrew. En el
frente dice las palabras «Mis padres». Respondo como se me pide.
—Katherine Kim y Alan Prescott —recito—. Tu padre proviene de
una larga línea de WASP7 ricos y creció aquí en Portland. La familia
de tu mamá es de Corea, pero ella nació en Los Ángeles. Se
conocieron en la Escuela de Negocios de Harvard a principios de los
años ochenta.
Andrew me sacude con una pregunta de seguimiento improvisada:
—¿Carreras?
—Alan es el director ejecutivo actual de Inversiones Prescott,
reemplazó a tu abuelo hace dos años cuando recibió el diagnóstico de
cáncer de páncreas. Katherine solía trabajar como profesora en la
Universidad Estatal de Portland, pero se tomó un descanso cuando
7
WASP es la abreviatura de "White Anglo-Saxon Protestant” Blanco, anglosajón y protestante. WASP
se utiliza para referirse a las personas de la sociedad estadounidense cuyos antepasados proceden del
norte de Europa, especialmente de Inglaterra, y que se consideran con mucho poder e influencia.
tú y tu hermana nacieron y finalmente renunció para convertirse en
madre a tiempo completo. Ahora es miembro de las juntas directivas
de cuatro organizaciones sin fines de lucro diferentes. —Enumero
esas organizaciones sin fines de lucro en orden alfabético.
—Impresionante. Eres buena en esto. —Andrew me da un
asentimiento de aprobación—. Tu turno.
No me molesto en buscar una nueva tarjeta.
—La misma pregunta para ti. Mis padres.
Aprieta el volante con concentración.
—Um. Oh. Jed y… ¿Lauren?
—Lindsey —corrijo. Andrew no es bueno en esto—. ¿Y qué es
digno de mención acerca de mis padres?
Esto, al menos, puede recordarlo.
—Tus padres eran estudiantes de segundo año en Ohio State
cuando quedaron embarazados de ti. Como buenos católicos de Ohio
llenos de culpa, tus palabras, se casaron, abandonaron la escuela y
consiguieron trabajos en el Dairy Queen local para cuidar de ti.
76
—¿Y cuántos años tenía yo cuando ese plan de vida genial fracasó
y se divorciaron?
—¿Tres? ¿Dieciséis?
—Definitivamente en algún punto intermedio.
Andrew echa la cabeza hacia atrás contra su asiento.
—Esto es duro.
—Fuiste a Stanford. Creo que puedes recordar que tenía nueve
años cuando mis padres se divorciaron.
—Sí, bueno, quiero decir… Tuve ayuda en Stanford —se queja
Andrew tímidamente.
—Estoy segura de que no faltaron chicas lindas que estaban
dispuestas a hacer tu tarea mientras juzgabas concursos de camisetas
mojadas.
—Disculpa. Nunca cosificaría a las mujeres de esa manera. —Él
sonríe—. Estaba compitiendo en concursos de boxeadores mojados.
Vuelvo a mis padres, decidida a hacer que Andrew memorice estos
detalles. Él es el que insiste en que su familia tiene que creer que
somos una pareja real.
—Después del divorcio, Jed y Linds pasaron por grandes fases de
fiesta para, como me dijo mi madre en mi décimo cumpleaños,
«recuperar la juventud que les robé». Así justificó el barril que
compró para la fiesta.
—¿Cómo terminaste tan mojigata? —pregunta, y no sé cómo
explicárselo. Qué importante era para mí sentirme en control, todo el
tiempo, en medio de los tornados gemelos de mis padres.
Pienso en Linds en sus Daisy Dukes, entregándome las llaves del
auto a los trece años y diciéndome que conduzca a casa después de
mi exhibición de arte porque ella había consumido Merlot por valor
de un sostén de vino. Jed me regaló un rollo de monedas de
veinticinco centavos por mi undécimo cumpleaños, dos meses tarde,
y luego desapareció durante otros seis meses sin ni siquiera una
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llamada telefónica. La verdad es que el mundo está lleno de personas
egoístas que se convierten en padres egoístas. Es difícil explicarle a
alguien que creció con estabilidad, seguridad y amor garantizado lo
que es odiar a tus padres y desear desesperadamente su amor al
mismo tiempo. Todavía, a los veinticinco años, dejarse atrapar por
pequeñas fantasías en las que aparecen un día, sobrios y arrepentidos,
y finalmente reconocer todas las veces que tuviste que meterte en la
cama.
Todo lo que siempre he querido es asegurarme de no convertirme
en ellos. Una cagada. Un fracaso. Un desastre.
Pero supongo que la genética está ganando.
Andrew Kim-Prescott nunca pudo entender nada de esto, así que
simplemente saqué otra carta de la pila. Este está etiquetado como
Otros huéspedes de la cabaña.
—Está bien, tus dos abuelas estarán allí —respondo.
—Bueno, técnicamente, dos de mis tres abuelas estarán allí —
salta—. Halmoni, la mamá de mi mamá, murió cuando yo era niño,
así que esta es la mamá de mi papá y la madrastra. Llamamos a la
primera esposa del abuelo Meemaw y a su segunda esposa Lovey,
porque su nombre es Laverne.
—Como adulto, adulto, ¿llamas a tu abuela Meemaw? —pregunto
incrédula. Andrew solo se encoge de hombros—. ¿Y las dos esposas
de tu difunto abuelo son geniales pasando las vacaciones juntas?
—Oh, sí, Meemaw y Lovey son mejores amigas.
—Está bien, entonces tu Meemaw y tu abuelo se divorciaron antes
de que nacieras, ¿verdad? Ha estado casada tres veces desde
entonces, pero actualmente está soltera. Y la describes como…
—Alcohólica —él proporciona—. Sé que parece incorrecto decir eso
sobre una persona de ochenta y dos años, pero es exacto. Obtuve mi
amor por la sangría y decisiones románticas cuestionables de ella. Ella
es una artista y te va a amar.
Trato de suprimir la calidez empalagosa que surge ante la idea de
que la abuela de alguien me ame.
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—Y Lovey es…
—También es probable que esté borracha. Y posiblemente drogada
porque se aficionó mucho a los comestibles después de su cirugía de
cadera.
Miro hacia abajo a la tarjeta flash de nuevo.
—Y luego está tu hermana y su mejor amigue de la infancia, que
siempre pasa las vacaciones con tu familia.
El estado de ánimo en el auto cambia inmediatamente cuando
Andrew se mueve incómodo en su asiento. Se aclara la garganta.
—Sí, el amigue de mi hermana, Dylan. —Observo que su
mandíbula se tensa mientras su mirada de acero se mantiene
enfocada en el camino—. El padre de Dylan solía trabajar para
Inversiones Prescott, que es como nos conocimos. En la universidad,
Dylan se declaró no binario y las cosas se pusieron desagradables con
sus padres, así que ahora pasa las vacaciones con nosotros todos los
años.
—¿Y Dylan vive en Gresham y trabaja como docente en un jardín
de infantes? —digo, recordando su tarjeta flash.
Andrew asiente.
—¿Y tu hermana?
—Jacqueline.
Su voz suena tensa cuando dice su nombre, y le disparo una
mirada. Andrew es todo mandíbula fuerte y nariz romana, cejas
elegantes y un chaquetón de espiga de cuatrocientos dólares. Chico
de fraternidad convertido en inversor inmobiliario. Pero cuando
habla de Dylan y su hermana, la ternura se cuela. ¿Ternura y…
protección?
Y el secreto, como si me estuviera manteniendo a distancia de
conocerlos completamente. Su hermana, especialmente, ha sido un
misterio. Apenas la mencionó en nuestras sesiones de tarjetas
didácticas y, por lo general, encuentra alguna forma de cambiar de 79
tema cuando la menciono.
—¿Tú y tu hermana… no son cercanos? —abro.
—Estamos extremadamente cerca —dice, pero sus manos todavía
están apretando fuertemente el volante—. Tenemos solo dieciocho
meses de diferencia, así que hicimos todo juntos mientras crecíamos.
Es solo que… ella tiene una relación conflictiva con mis padres,
especialmente con mi papá. Y nunca debe enterarse de que estamos
fingiendo esto por mi herencia. Es solo que… —gira los hombros y su
tono se vuelve defensivo—. Mi hermana puede ser terca en su
búsqueda de la independencia. Se negó a tomar la ruta de Inversiones
Prescott y abandonó la universidad. Mis padres dejaron de ayudarla
financieramente después de eso, y básicamente tuvo que convertirse
en una adulta en toda regla mientras yo todavía estaba en Stanford
festejando con mi asignación mensual. Yo… ella… ella nunca podrá
enterarse de la adenda, ¿de acuerdo?
Hay algo que no está diciendo y, desafortunadamente para los dos,
Andrew no es bueno para ocultar cosas. Aún así, no insisto, porque
soy su prometida falsa, no su verdadera amiga.
—Sin embargo, te gustará —agrega Andrew—. Mi hermana,
quiero decir. Todos la aman.
Me muerdo la lengua. Jacqueline es el nombre de alguien que tiene
una membresía de club de campo y un Pomerania. No preveo que
seamos unidas.
Tomo una respiración larga y profunda a través de mis fosas
nasales. Doscientos mil dólares. Estoy haciendo esto por doscientos
mil dólares.
Nuestras tarjetas flash se olvidan a medida que el automóvil sube
y las condiciones de la carretera se vuelven más traicioneras. Al
principio, la nieve se rocía al costado de la carretera, luego se acumula
en el costado y luego cubre las carreteras. Nos detenemos para que
Andrew pueda poner cadenas en el Tesla, una elección de vehículo
realmente ridícula para terrenos nevados, y yo golpeo el tablero con
los nudillos blancos el resto del camino en la autopista 26.
80
Finalmente, Andrew gira el Tesla hacia un camino rural empinado
y las cadenas rechinan contra la nieve fresca. Con calma maniobra el
auto a dieciséis kilómetros por hora, pasando árboles de hoja perenne
plateados y el denso bosque en la distancia. Doblamos una esquina
final, coronamos una colina y los árboles se adelgazan para revelar
una casa.
—¡Andrew! —grito.
—¿Qué?
—¡Andrew!
—¡Oliver!
—¡Andrew! ¿Pensé que dijiste que tus padres tenían una cabaña?
—La tienen. —Hace un gesto delante de nosotros—. Está justo ahí.
—¡Esto no es una cabaña! ¡Es un puto chalet de esquí!
Parece confundido.
—No se puede esquiar aquí. Manejamos hasta Timberline para
hacer eso.
—Estás perdiendo el punto. Esa… —Golpeo mi dedo contra el
parabrisas—. Esa es una mansión suiza, no una cabaña.
—Es una cabaña de troncos.
Aparentemente está hecho de troncos, o al menos, pretende que
parezca que está hecho de troncos, pero la monstruosidad de cuatro
pisos extendida sobre la colina nevada frente a nosotros parece un
hotel. Cuando el anochecer cae sobre la montaña, cien luces del
porche bañan la casa gigante con un brillo dorado. La planta baja es
un enorme garaje para cinco autos y hay columnas de piedra.
—Estoy confundido en cuanto a por qué estás tan obsesionado con
la semántica de la palabra cabaña.
—¡Porque hay balcones! —Los cuento—. Seis. Visibles. ¡Balcones!
Andrew lleva el Tesla al camino de entrada pero no apaga el motor.
—Bueno, si hubiera sabido sobre tu fobia al balcón…
81
Me deslizo en mi asiento, con la esperanza de que me absorba, me
haga parte de su cuero para que nunca tenga que salir de este coche.
Si bien sabía que los Kim-Prescott eran ricos, enfrentarse a una casa
de vacaciones multimillonaria es otra cosa completamente diferente.
Podría encajar todos los lugares en los que he vivido combinados
dentro de esta supuesta cabaña, y no hay forma de que pueda entrar
allí con mis jeans Old Navy y una chaqueta de punto con un agujero
en la axila y presentarme como la prometida de Andrew. Debería
haber dejado que el bastardo me transformara como en Pretty Woman.
Y más concretamente, nunca debí haber dejado la seguridad de mi
apartamento. No sabré cómo hablar con esta gente. Son ricos y
normales, y sabrán de inmediato que mi infancia estuvo marcada por
la disfunción, no por decorar galletas navideñas.
Andrew nota que la ansiedad de todo mi cuerpo se derrite en el
asiento del pasajero.
—¿Qué es esto? ¿Qué está pasando?
—No puedo entrar allí.
—Bueno, no vamos a pasar toda la semana afuera.
—En serio. —Estoy agarrando la manija de la puerta—. No puedo
hacer esto, Andrew.
—Hey. —Me da palmaditas en la coronilla en un intento de
consolarme—. No te preocupes. Todos serán muy amables contigo.
Incluso mi papá. Al menos en tu cara.
El sudor se acumula debajo de la gruesa capa de mi cárdigan.
Entonces, naturalmente, agito mis manos debajo de mis axilas como
pequeños abanicos. Porque lo mejor que se puede hacer con las
manchas en las axilas es llamar innecesariamente la atención sobre
ellas frente al hombre guapo que quiere casarse falsamente contigo.
—Esto… esto fue un error. No podemos casarnos. No puedo pasar
una semana con tu familia.
—Sí, tú puedes. —Él apaga el motor. Su voz es cortante e
impaciente, casi como si dos millones de dólares estuvieran en
82
juego—. Porque no tienes otra opción. Ya estamos aquí.
Capítulo 7
—¡Tú debes ser Ellie!
Alguien grita estas palabras en el momento en que Andrew abre la
puerta principal. Apenas tengo tiempo para considerar cómo
dibujaría la entrada (techos altos, paneles de roble, ventanas grandes
que recubren la parte trasera de la casa) antes de que un par de brazos
suaves me acerquen y me rodeen en un abrazo sorprendentemente
fuerte. La ansiedad que sentí en el auto momentos antes comienza a
filtrarse fuera de mí y a los brazos de esta mujer que huele a vino tinto
y galletas de jengibre. Dios, ¿cuándo fue la última vez que alguien me
abrazó?
—Dulzura, ¡es tan bueno conocerte! —La mujer se arrulla en mi

83
cabello—. ¡Y qué cosita tan bonita! Déjame echarte un buen vistazo.
La mujer me agarra de los hombros y me sostiene a la distancia de
un brazo, y finalmente puedo verla bien también. Es una anciana
blanca que literalmente solo puede describirse como borracha. Hay
un mechón de cabello gris que rodea su cabeza como un halo caótico,
lápiz labial naranja no del todo coloreado en las líneas de su boca, una
parte superior fruncida y cortada lo suficientemente bajo como para
revelar un par de senos espectaculares (aunque algo arrugados).
Al describir su Meemaw, Andrew se olvidó de mencionar que ella
es increíblemente sureña, mide un metro ochenta y es el antídoto
humano para un ataque de ansiedad.
—Bendiciones. —Ella me da otro abrazo, y nunca quiero dejarla
ir—. ¿No eres una muñeca?
Entonces Meemaw planta un beso húmedo en mi mejilla, y aunque
puedo sentir la huella de su lápiz labial naranja, realmente no me
importa.
—Bienvenida a la familia, cariño. —Ella se come la letra al final, por
lo que es un dulce musical que sale de su lengua.
—Encantado de conocerla, señora Prescott.
Ella golpea mi brazo.
—Nada de esa formalidad. Puedes llamarme Meemaw, y esta de
aquí es Lovey.
Ella le hace un gesto a la mujer blanca de aspecto igualmente
borracha a su derecha, que está chupando lo que parece ser un
vaporizador. Es probable que este drogada, de hecho. A cada
octogenaria lo suyo, supongo.
Laverne Prescott lleva un chaleco Patagonia sobre una camisa
abotonada que absorbe la humedad, un par de pantalones de yoga
estampados y Crocs con calcetines. Apenas me llega a los hombros,
pero su abrazo es tan suave y reconfortante como envuelve sus brazos
alrededor de mi cintura.
—Um, lamenté mucho escuchar sobre tu reciente pérdida —le digo
estúpida e inútilmente a una mujer que acaba de perder a su esposo,
con quien estuvo casada por casi treinta años.
Pero la única respuesta de Lovey es: 84
—¡Eres tan alta! ¡Bah! ¡Eso es lo último que necesito! Otra nieta que
se alzará sobre mí.
Mi corazón se acelera en la base de mi garganta. Nieta.
Y realmente, ¿toda la familia de Richard Prescott la despreciaba?
—Oh bien. Supongo que tendré que acostumbrarme. Estoy
condenada a una familia de gigantes. ¿Puedo darte algo para beber?
—Lovey ofrece con su cabeza todavía presionada contra mi
hombro—. Bárbara hizo sangría.
—¡Absolutamente necesitas sangría! —Meemaw anuncia, y de
alguna manera conjura un vaso de sangría para empujarlo en mi
mano—. ¡Ahora! Andrew nos dice que eres un artista. Hace poco
comencé a trabajar con vidrio soplado y encontré a este instructor en
el lago Oswego. Tiene un trasero como un melocotón y manos como
Miguel Ángel. ¿Alguna vez has trabajado con vidrio? ¿O hombres
italianos?
Niego con la cabeza.
—Bárbara, deja que la chica recupere el aliento —la regaña Lovey
mientras le da otra calada a su vaporizador.
Meemaw la ignora.
—Ellie. Es un nombre bonito. ¿Diminutivo de Elizabeth?
—Elena.
Meemaw me estudia por un momento, una ceja arqueada.
—Ah. Bueno, no puedo creer que este finalmente se esté asentando.
—Señala con el pulgar a Andrew, que está casualmente de pie junto
a la puerta principal con una expresión de suave diversión—. Nunca
pensé que dejaría de andar por ahí.
—Hola, Meemaw. —Andrew sonríe—. Siempre es un placer ser
acosado por ti. Y amado. —Andrew acepta dos besos de Meemaw
antes de agacharse para abrazar a Lovey. Esta presiona una mano de

85
papel en la mejilla de Andrew, y el gesto es tan tierno que tengo que
apartar la mirada.
La casa huele a piñas y especias de invierno, y John Lennon está
canturreando «Así que esto es Navidad» a través de un sistema de
altavoces, y tiene razón. Esta es la Navidad, como siempre la he visto
en las películas pero nunca la he experimentado de primera mano.
Abuelas que te saludan con cálidos abrazos. Acebo en la barandilla y
muérdago en todos los portales, una colección de casitas de porcelana
iluminadas a lo largo de una mesa buffet. Más tarde, dibujaré este
lugar como una puta pintura de Norman Rockwell. Me siento
extrañamente nostálgica por algo que nunca he tenido.
—Vamos, ahora. —Meemaw pasa su brazo por el mío—. Katherine
se muere por conocerte.
Meemaw me arrastra a través de la casa, más allá de la sala de estar
gigante donde las medias ya están colgadas a lo largo de la repisa de
la chimenea. Alguien ha agregado uno rojo liso al final de la
alineación, con el nombre Ellie escrito con pegamento brillante. Mi
corazón está en mi garganta cuando doblamos la esquina y vemos a
una mujer con un vestido verde oscuro arreglando un centro de mesa
floral en una mesa de comedor formal. Detrás de mí, Andrew se
aclara la garganta.
—¿Mamá?
Katherine Kim mira hacia arriba. Es una hermosa mujer coreana
americana impecablemente confeccionada de poco más de sesenta
años, y lamento mis jeans Old Navy una vez más. Pero Katherine solo
tiene ojos para su hijo, no para mi apariencia demacrada, y su rostro
esboza una sonrisa.
—¡Andrew! —Ella se lanza sobre él—. ¡Ay, Feliz Navidad! ¡Estoy
tan feliz de que estés aquí! ¡Es tan bueno tener a la familia junta!
Ella le planta besos en ambas mejillas y Andrew se relaja en el
abrazo de su madre.
—Mamá —dice cuando se separan—, quiero presentarte a Ellie, mi
prometida. Ellie, esta es mi madre, Katherine.
Katherine me está estrangulando antes de que me dé cuenta de lo
que está pasando. 86
—¡Hola, señora Kim! —toso mientras me aplasta contra su pecho
huesudo—. ¡Tienes una casa preciosa!
Me suelta y agita sus delgados brazos alrededor.
—No, no, es un desastre absoluto. ¡Por favor, ni lo mires! Vine ayer
para tratar de arreglar las cosas, ¡pero siempre hay mucho que hacer
durante las vacaciones! ¡Pero Dios mío, querida, mírate! —Ella toca
distraídamente la punta de mi trenza—. ¡Es tan agradable conocerte
finalmente!
¿Finalmente? Hace tres días que saben de mi existencia, como
mucho. Trato de pensar en una respuesta apropiada, pero una madre
amorosa está tocando mi trenza, y me siento abrumada en esta casa
gigante, rodeada por esta gente ruidosa, consumida por la inequívoca
Navidad familiar de todo. No esperaba esto. Con todo el temor y el
pánico que precedieron a este viaje, no se me ocurrió que pasaría la
Navidad con una familia.
Antes de que pueda responder, Katherine Kim se echa a llorar.
—¡Mamá! —Andrew se acerca a ella con preocupación—. ¿Qué
ocurre? ¿Qué es?
Katherine vuelve a agitar los brazos.
—Lo siento. Lo siento mucho, pero no puedo creer que hayas
tenido novia durante tres meses y no la hayamos conocido. Y ahora
estás comprometido, y ella es una extraña para nosotros, y siento que
he fallado como tu madre, como si no hubiera…
Katherine se atraganta con un sollozo de culpabilidad materna y
Andrew la abraza.
—No, lo siento —dice mientras la sostiene contra su pecho—. Con
papá fuera de la oficina lidiando con el fallecimiento del abuelo, he
estado trabajando demasiado. Pero Ellie y yo estamos aquí ahora,
Umma.
Con eso, Andrew se acerca para unir nuestras manos. La mía
definitivamente está sudorosa por toda la emoción, pero a Andrew
no parece importarle. Esta persona, este Andrew, no es un abrigo de 87
Burberry ni una gorra. Es un suéter muy usado, reconfortante y
familiar. Un hermano banquero de inversiones que realmente ama a
su familia.
Y tal vez, pienso, llena de sangría y borracha de afecto familiar de
segunda mano, podría amarlo. Especialmente si amar a Andrew
significa tener el amor de su familia. Tal vez Meredith tenía razón, y
tal vez los sentimientos falsos se vuelvan reales. Tal vez Andrew es
alguien con quien podría construir una conexión emocional.
—¡Tendremos más de una semana de tiempo en familia! —Andrew
le dice a su madre, y mi corazón se convierte en masilla en mi pecho—
. Ni siquiera traje mi computadora del trabajo.
Katherine parpadea hacia su hijo.
—¿No lo hiciste?
—Bueno, no, quiero decir que lo traje. Pero te prometo que no lo
usaré a menos que sea una emergencia.
—No hay trabajo —repite Katherine, quitándose recatadamente la
evidencia de sus lágrimas.
—Hablando de… —Andrew mira detrás de su madre hacia la
cocina grande y moderna—. ¿Dónde está papá?
Katherine baja la mirada y comienza a alisar una arruga invisible
en su vestido.
—Tu padre no pudo venir hoy. Surgió algo en el trabajo.
—¿En el trabajo? —Andrew repite.
—Sí, dijo que tiene ese gran trato de tierra en proceso con la
propiedad South Waterfront, y se perdió mucho tiempo con el viaje a
Francia por el abuelo, por lo que necesitaba trabajar durante el fin de
semana. Pero dijo que estará aquí el lunes por la mañana.
—Bien. El trato de la tierra —dice Andrew, y sus palabras son
entrecortadas, su expresión amorosa ahora es severa e implacable,
con el mismo sentido de secreto que tenía en el auto sobre su
hermana.
En el fondo, Burl Ives comienza a cantar:
88
Que tengas una feliz Navidad.
Es la mejor época del año.
—¿Quién necesita más sangría? —Meemaw suelta, y vuelve a
llenar mi vaso antes de que pueda protestar.
Andrew sigue mirando alrededor de la casa.
—¿Y qué hay de… —tose—. ¿Viene, eh… Dylan viene este año?
Katherine ha vuelto a esponjar las flores en el centro de mesa.
—Sí, por supuesto. Están conduciendo con tu hermana, que debería
estar aquí en cualquier momento. De hecho, debería haber estado
aquí hace una hora, pero ya sabes cómo es ella. Insiste en remolcar
esa maldita cosa montaña arriba. —Katherine se vuelve hacia mí con
una expresión de disculpa—. Mi hija vive como una nómada.
—Jacqueline vive en una Caravana —explica Meemaw para mi
beneficio mientras sorbe su propio vaso grande de sangría—. Lo
estaciona en el patio trasero de una amiga la mayor parte del año,
pero lo trae consigo cuando viene a la cabaña porque a alguien no le
gusta que el perro duerma en la casa.
—Le dije que el perro puede dormir en el garaje. —Katherine se
eriza y Meemaw regresa con otra réplica sobre los millennials y sus
perros.
—¡Si Jacqueline tuviera un hijo, no le pedirías que durmiera en el
garaje!
Continúan de un lado a otro, pero mi cerebro ha perdido la
capacidad de seguir esta conversación. Está atascado en una palabra.
—¿Una caravana? —pregunto cuando finalmente encuentro mi
voz.
—En realidad es muy agradable —me tranquiliza Andrew—. Algo
así como una casa pequeña, pero sobre ruedas.
La veo en la penumbra de la memoria, de pie junto al remolque 89
brillante en la nieve.
—¿Tu hermana llamada Jacqueline vive en una Caravana?
Es… es una coincidencia. Tiene que ser. No hay otra explicación.
Excepto…
—Sí…
—¿Una Caravana?
Andrew niega con la cabeza.
—¿Es esto una cosa de la cabaña otra vez?
—¿Está teniendo un derrame cerebral? —Meemaw se pregunta.
—Tuve un derrame cerebral —agrega Lovey—. No es así.
Se siente como un derrame cerebral. Esta sensación de
entumecimiento que se desliza por mis brazos, esta opresión en mi
pecho, este hormigueo alrededor de mi cráneo cuando la
comprensión compite con la razón. Tiene una hermana llamada
Jacqueline que vive en una Caravana
—Ella está aquí —anuncia Katherine, aunque apenas puedo
escuchar algo por encima de la sangre que ruge en mis oídos. Un
segundo después, un perro ganadero australiano irrumpe en la
habitación, las uñas deslizándose por el piso de madera dura
mientras se dirige directamente a mi entrepierna.
—¡Paul Hollywood, no! —Andrew regaña—. Abajo.
El perro me mira con la lengua fuera de la boca, penetrantes ojos
azules en medio de mechones de pelo gris. Se para sobre sus patas
traseras para llegar a mi cara, su lengua lamiendo mi garganta en su
lugar.
Y mierda. No es una coincidencia.
Conozco a este perro, al igual que conozco a la mujer que entra a la
casa por la puerta trasera con la misma energía perruna. Lleva botas
de trabajo con suela de goma, vaqueros holgados, una franela roja y
marrón y ese abrigo. Ese mismo abrigo caqui poco práctico para el
invierno. El que olía a pan recién horneado.
90
No tengo que especular sobre cómo la dibujaría. La dibujé cientos
de veces en el último año, y ahora está aquí. No en un boceto de
servilleta, sino en 3D y carne. En la cabaña de la familia Kim-Prescott.
Mi cerebro tropieza y cae sobre el cómo y el por qué y por el amor
de Dios de todo.
—¡Jack! —Meemaw llora cuando su nieta salta y le da un beso en
la mejilla—. Tan feliz de que pudieras venir este año, cariño.
Es Jack.
Jacqueline.
Jacqueline Kim-Prescott, aparentemente.
Acepté casarme con el hermano de mi aventura de una noche de la
Navidad pasada.
Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 8: La Caravana
(Día de Navidad, 1:12 a.m.)
Subido: 11 de febrero de 2022
—¿Una Caravana?
Jack me sonríe por encima del hombro.
—Guarda silencio.
Me toma de la mano y nos abrimos paso por un camino de piedra,
a través de una puerta hacia el patio trasero de la casa de su amiga,
donde ella lo estaciona. El tráiler brilla en la oscuridad, plateado en el
resplandor de la nieve, iluminado con las luces navideñas que colgó
en la parte superior.
91
—No, es perfecto. ¿Una repostera que vive en una Caravana? Creo
que he visto ese episodio de The L Word.
—Sabes, creo que me gustabas más cuando estabas demasiado
nerviosa para molestarme.
—¿Te gustaba más cuando tenía una ansiedad social paralizante?
Ella sube y baja sus manos en el aire.
—Quiero decir…
Me subo al único escalón de metal que conduce a la puerta para
poder ser más alta que ella, solo por un minuto, lo suficientemente
alta como para empujar ambas manos a través de su cabello,
apretando las puntas, besando una boca que sabe a ponche de huevo
especiado. Mi cuerpo vibra cuando pienso en dos manos que
alcanzaron el mismo libro esta mañana: cómo no sentí nada de esto
entonces, con qué fuerza lo siento todo ahora.
—¿Es esta la verdadera razón por la que entraste en el pasillo de las
novelas gráficas? —pregunto mientras inclino mi cabeza fuera del
beso.
—¿Porque quería atraerte de vuelta a mi Caravana y besarte en la
nieve? —pregunta, sonando ofendida—. ¡Absolutamente no! ¡Estaba
cumpliendo con mi deber cívico al ayudar a una mujer triste que
lloraba en una librería!
Entrecierro un ojo hacia ella, pero simplemente envuelve sus
brazos alrededor de mi cintura para acercarme.
—¿Besarte en la nieve? Ventaja menor de ser una buena
samaritana. Ahora. ¿Adentro?
Me separo de ella el tiempo suficiente para que abra la puerta. Una
bola de pelusa de veinticinco kilos carga contra Jack en cuanto ella
entra.
—Sí, mi pequeño bebé. —Se agacha para frotar vigorosamente las
orejas del perro—. Lo sé. Te dejé todo el día como una mala madre.
¿Quién es un buen chico por no hacer caca en la Caravana? 92
Ella deja la puerta abierta y el perro corre hacia el patio trasero,
desatando una tremenda cantidad de orina antes de tirarse en la nieve
y rodar de un lado a otro, convirtiendo al perro en el equivalente a un
ángel de nieve.
—Entonces, ese es Paul Hollywood.
—Es menos digno de lo que parece en Bake Off.
—Dicen que nunca debes conocer a tus héroes.
Ella comienza a quitarse las capas, y por mucho que quiera mirarla,
el deseo de inspeccionar su casa tiene prioridad sobre mi lujuria
inesperada. Hago un círculo lento en el lugar, observando los detalles
de su desordenada y estrecha vivienda. Se siente como un estudio en
contradicción: vive con ruedas debajo de ella, siempre inquieta,
siempre lista para estar en movimiento, sin embargo, este remolque
es un hogar. Ha anidado aquí, ha acumulado una vida. Hay una cama
sin hacer en un extremo del remolque, una pila de lo que parece ropa
limpia sin doblar en la esquina. Estantes en el techo con juguetes para
perros y cajas de golosinas, proyectos de macramé a medio terminar,
tarros de cristal con anillos de cerveza fría incrustados en el fondo.
En el otro extremo del tráiler hay una pequeña cocina con libros de
cocina apilados en cada estante, ingredientes a granel en frascos de
vidrio, una batidora y una balanza para alimentos, un pequeño rastro
de harina derramada. Hay estampados en las paredes, suculentas
detrás del fregadero, olor a perro y sudor corporal, a té de menta y
pan recién horneado, siempre pan.
Es a la vez fijo y transitorio, inquieto y conectado a tierra, un control
sutil en medio del caos desenfrenado. En resumen, es Jack.
—No puedo creer que vivas en una Caravana. Es tan… —
Romántico, no lo digo.
Paul Hollywood vuelve a entrar rebotando y Jack cierra la puerta.
El perro da tres vueltas y se deja caer en una cama mullida en el suelo
llena de animales de peluche medio masticados.
—¿Cómo están tus pies? —Jack me pregunta. 93
Gimo.
—Todavía congelados y doloridos. Y creo que hay una buena
posibilidad de que varios de mis dedos se hayan desprendido y en
este momento estén traqueteando dentro de mis botas. —Habíamos
caminado casi cinco kilómetros para llegar aquí, cruzando el puente
Burnside, donde me tomó en sus brazos y susurró las palabras
«Blanca Navidad» y luego atravesamos los vecindarios del sureste de
Portland—. ¿Cómo están los tuyos?
Se encoge de hombros.
—No estoy preocupada por mis pies.
—¿Ah, de verdad? ¿Señorita «A la mierda con la nieve»?
—Siéntate —me ordena, señalando la cama detrás de mí.
Me siento. En la cama. En su cama.
Espero que suenen las alarmas en mi cerebro. La señal que
normalmente me dice que es demasiado, demasiado rápido. El
sistema de alerta que me dice que huya cuando la gente se acerca
demasiado antes de que esté lista. Esta no soy yo. No sigo a una mujer
a casa después de un solo día juntas, pero por alguna razón, en el
transcurso de unas pocas horas, siento que conozco a esta mujer mejor
que nunca.
Se agacha delante de mí, arrodillándose de modo que su rostro está
al nivel de mi torso. Su sonrisa de cuarto de luna y su cicatriz blanca
y sus dulces pecas tan cerca. Mi pulso late contra cada centímetro de
mi piel mientras ella se inclina hacia adelante, su cabello cayendo
sobre sus ojos. Comienza a desatar los cordones de mis botas.
—¿Quieres saber por qué vivo en una Caravana? —pregunta en
voz baja. Bueno, en voz baja para ella, que sigue siendo una especie
de grito.
Y quiero saber cada maldita cosa sobre ella, y tiene que darse
cuenta de eso ahora. Hemos pasado el día intercambiando datos
sobre nosotras, recolectándolos como conchas marinas en la costa de
Oregón. Mis bolsillos están llenos de piezas de Jack, y quiero pasar el
94
resto de esta tormenta de nieve rogando por el resto de su historia,
reuniendo todo hasta que pueda dibujarla con precisión en una
página de cuaderno de bocetos, descifrar todas las líneas de ella.
—Mis padres tenían una regla para mí y mi hermano. Mientras
estuviéramos en la escuela, continuarían apoyándonos
financieramente —explica, sus dedos todavía trabajando en mis
cordones. No hablo. Apenas puedo respirar. Me quita las botas para
revelar los calcetines de lana empapados debajo—. Pero dejé la
universidad a los diecinueve años, así que mis padres me cortaron el
efectivo. Pasé unos meses navegando en el sofá con amigos hasta que
conseguí el trabajo en Patty's Cakes. Patty me cuidó de una manera
que mis padres no pudieron en ese momento de mi vida. Me enseñó
a valerme por mis propios medios, sin el dinero de mi familia, y me
hizo sentir que podía ser feliz, incluso si no seguía el plan prescrito
para mi vida. El hermano de Patty iba a vender esta Caravana, pero
ella lo convenció de que me dejara pagarlo en cuotas mensuales para
poder tener mi propio lugar. Es lo primero que compré por mi cuenta,
con el dinero que gané. Lo primero que ha sido realmente mío.
Con cuidado, con ternura, me quita los calcetines uno a la vez, sus
cálidos dedos rozan la piel fría de mis tobillos. Me estremezco.
—Entonces, sí —dice ella con otro encogimiento de hombros—.
Vivo en una Caravana, porque me recuerda cada día lo que más
valoro. Ahora, ¿podrías mirar esto? —pregunta Jack con su voz
demasiado alta y grave mientras se inclina sobre mis pies descalzos—
. Todos tus dedos de los pies todavía están unidos.
Toma mi pie derecho húmedo y sudoroso entre sus manos y lo
frota, tratando de calentar mi piel. Luego presiona mi pie contra la
suave franela de su camisa claramente amada, presionando mi pie
contra su corazón. Es lo más asqueroso que alguien ha hecho por mí.
Es lo más romántico que alguien ha hecho por mí.
—¿Cómo se siente? —pregunta, amasando mi piel como sus dedos
amasan la masa.
Trago. 95
—Mejor.
Capítulo 8
Sábado, 17 de diciembre de 2022
No puedo creer que ella esté aquí.
O tal vez no puedo creer que estoy aquí.
No puedo creer que de todas las personas que viven en el área
metropolitana de Portland, Jack y Andrew estén emparentados.
No solo emparentados. Son hermanos.
La mujer que conocí la Nochebuena pasada está parada a tres
metros de distancia frente a una mesa de comedor ornamentada en
un maldito chalet de esquí. Durante casi un año, ha vivido
exclusivamente en mis recuerdos y en mis paneles de webcomic, pero
ahora está aquí. A un metro de distancia. Y tengo el pintalabios
naranja de su abuela en la mejilla. 96
—¡Meemaw! ¡Lovey! —Atrae a sus abuelas en un abrazo conjunto
y entusiasta—. ¡Feliz navidad! —dice con esa voz. Esa voz. Baja y
áspera, como la sensación de sus dedos callosos en la nuca. Fuerte,
como si nunca tuviera miedo de ocupar espacio—. ¡Traje pasteles de
arroz! —Ella sostiene una lata de galletas, y ambas abuelas pierden
absolutamente la cabeza.
Todavía no me ha visto, vibrando de nervios y sudando
copiosamente junto a su hermano, nuestras manos aún entrelazadas.
Hace cinco minutos estaba rodeada por el abrazo amoroso de tres
mujeres mayores, contemplando placenteramente la posibilidad de
enamorarme de un hombre que me dejara ser parte de sus tradiciones
familiares. Y luego, Jack.
La voz exterior de Jack. El fuerte pisotón de Jack. Jack una vez más
irrumpió en mi vida sin previo aviso. No lleva gafas y sus ojos brillan
tanto en su rostro que siento que me calienta debajo de la ropa.
Paul Hollywood ladra tres veces, y cuando me vuelvo para mirarlo,
salta sobre sus patas traseras, presionando sus patas delanteras contra
mis muslos y empujándome contra la mesa. Suelto la mano de
Andrew y tropiezo directamente con el centro de mesa floral de
Katherine.
—Jacqueline, cariño. Por favor, controla a tu perro.
—Hola mamá. —Jack planta un beso en la mejilla de su madre.
Luego—: Paul Hollywood, siéntate.
El perro rápidamente deja caer su trasero sobre mis pies. Jack
levanta la vista y observo cómo sus ojos castaños oscuros recorren mi
rostro. Se estrechan, apenas, su boca haciendo tictac en la esquina.
—¿Qué…?
Andrew se interpone entre nosotras.
—Jacqueline, esta es mi prometida. Y esta es mi hermana.

97
El fuego sigue crepitando y Bing Crosby sigue cantando y la lengua
de Paul Hollywood se sigue meneando, pero siento que el mundo
entero se detiene en mis huesos. Jack me está mirando, y yo la estoy
mirando a ella, y estoy esperando que diga algo, cualquier cosa, para
delatarnos.
La confusión parpadea en su hermoso rostro. Daría cualquier cosa
porque ella fuera menos hermosa de lo que recuerdo.
—Hola —dice Jack, extendiendo una mano hacia mí—. Lo siento,
creo que me perdí tu nombre.
El mundo comienza a girar de nuevo, ladeándose, golpeándome de
costado con su fuerza centrípeta. ¿Ella no me recuerda?
¿Y si ella no me recuerda?
¿Qué pasaría si, para Jack, yo fuera una de las muchas mujeres sin
nombre y sin rostro que trajo de vuelta a su Caravana? ¿Si para ella,
lo que pasó entre nosotras fuera ordinario y completamente anodino,
y se olvidó de eso instantáneamente, mientras yo lo he estado
llevando en mi corazón por un año?
Eso sería… incluso más humillante que lo que sucedió a la mañana
siguiente.
—Es… es Ellie —balbuceo, y espero que el reconocimiento se refleje
en sus facciones.
—Ellie —repite, como si el nombre no significara nada para ella.
Entonces su piel envuelve la mía en un apretón de manos. Su mano
está fría y callosa, y no miro hacia abajo para ver su forma familiar.
Me digo a mí misma que no siento nada, de pie en esta cabaña,
estrechando la mano de esta mujer que no me recuerda.
—Y este es… Dylan —dice Andrew, y rápidamente suelto la mano
de Jack. Andrew está señalando a alguien que debe haber entrado con
Jack, pero yo estaba demasiado distraída para darme cuenta. Lleva
botas con punta de acero y lo que parece ser una camiseta antifascista
casera con una ilustración de Alexander Hamilton decapitado.
Observo el resto: calibres gigantes, la barba más leve a lo largo de una
fina mandíbula, al menos tres perforaciones faciales y un tatuaje en el
cuello de un cuchillo contra la piel morena.
—¡Oh hola! —le digo a Dylan Montez, su mejor amigue de la
98
infancia.
Dylan me mira con escepticismo.
—¿Estás bien? —pregunta con voz rasposa, y me pregunto qué es
peor: la forma en que me sonrojo o la forma en que sudo.
Presiono el dorso de mi mano en mi frente.
—Bajo nivel de azúcar en la sangre, creo.
Bajo nivel de azúcar en la sangre y ver el fantasma de las aventuras
de una noche.
—No te preocupes. La cena está casi lista —anuncia Katherine,
entrando corriendo en la cocina con Lovey pisándole los talones.
Meemaw la sigue rápidamente, murmurando algo sobre otro lote de
sangría en el refrigerador.
—Encantada de conocerte. —Extiendo mi mano de nuevo, esta vez
hacia Dylan—. Soy Ellie.
Dylan mira mi mano como si fuera algo grotesco que no tocarían ni
con el equipo de protección personal completo. Luego, lentamente,
sus ojos recorren mi cuerpo. Parecen totalmente poco impresionados
por lo que ven. Aún así, se niegan a tomar mi mano, por lo que cuelga
como un pez muerto entre nosotros.
—Dylan. —Jack suelta una bocanada de aire de advertencia—. Baja
un poco la hostilidad abierta.
—¿Qué? —Dylan levanta dos manos a modo de disculpa sin
parecer ni remotamente arrepentido—. Vamos. Andrew traes a casa
a una mujer de la que nunca hemos oído hablar y se supone que
debemos actuar como si eso fuera normal.
Andrew se pellizca el puente de la nariz.
—Sabía que ibas a ser así —murmura en voz baja.
—¿Sabías que iba a ser raro que trajeras a casa una prometida de la
nada? Guau. Muy astuto, Andrew.
—¡Cuándo se supone que los habría presentado a ustedes dos! —
Andrew levanta la voz—. ¡Ni siquiera nos hemos visto en seis meses! 99
Dylan aprieta los puños a los costados.
—¿Y de quién es la culpa?
Jack levanta ambas manos como si estuviera lista para sujetarlos
físicamente si se trata de eso.
—Vamos. ¿Qué está pasando con ustedes dos?
—¡Nada! —gritan al unísono. Bastante convincente.
En la incomodidad del momento, Jack se gira para mirarme, para
mirarme directamente por primera vez desde que nos dimos la mano.
—Me… me gusta tu camiseta —dice en voz alta, redirigiendo la
tensa conversación por pura fuerza de voluntad.
Tengo que mirar hacia abajo para recordar qué camisa estoy
usando. Jack me está mirando por primera vez en un año, y bien
podría estar desnuda en este comedor.
Vaya. Bien. Mi camisa She-Ra.
—Sí. Gracias.
Ella todavía está mirándome.
—Es un buen espectáculo —dice, y sostiene mi mirada. Mi cerebro
procede a saltar a conclusiones extravagantes. ¿Recuerda que fui yo
quien le dijo que viera She-Ra? ¿Lo vio por mi culpa? Y si lo hizo,
¿qué diablos significa eso?
—Ellie es animadora —dice Andrew.
—Um, sí. Sí.
—Bueno, supongo que es una… aspirante a animadora —corrige
Andrew—. ¿O una ex y futura animadora? No sé, cariño, ¿cómo lo
describirías?
No tengo ganas de describirlo en absoluto, no delante de Jack, que
me mira con una intensidad que no entiendo. No delante de Dylan,

100
que me mira con un odio que entiendo aún menos. Mi batería social
se está agotando, pero recurro a Dylan porque parece ser el menor de
los dos males en este momento.
—Entonces, ¿eres… docente en un jardín de infantes?
—Suenas sorprendida —Dylan monótonamente—. Acogedor
como la mierda.
—Sí, esa es la impresión que me dio el tatuaje del cuchillo.
Dylan me mira como si estuviera contemplando el destripamiento.
—A veces, cuando tienes dieciocho años y estás molesto con el
mundo —dice secamente—, lo único que tiene sentido es hacerte un
tatuaje de un cuchillo en el cuello.
Asiento con la cabeza.
—Lo entiendo totalmente. Después de declararme bisexual ante mi
mamá, obtuve un globo asimétrico.
Su expresión establece claramente que estas dos opciones de vida
no son comparables.
Jack entra con otro cambio de conversación torpe.
—Entonces, ¿cómo se conocieron ustedes dos?
Y claro, ¿por qué no le cuento a la mujer con la que me junté hace
un año la historia inventada de cómo conocí a su hermano, mi
prometido falso? Todo esto es muy normal. Muy maldito Norman
Rockwell.
—Por el trabajo —es todo lo que logro decir.
Andrew, recordando nuestras tarjetas didácticas, completa el resto.
—Ellie trabaja como barista en una de mis propiedades. Hace tres
meses, llegué al final de su turno y estaba lloviendo, así que me ofrecí
a llevarla a casa. Terminamos tomando bebidas, y el resto es historia.
Dylan resopla.
—Suena como el perfecto encuentro lindo.
No pienso en dos manos alcanzando el mismo libro.
Y luego no puedo pensar en nada, porque Andrew de repente está
alcanzando mi barbilla. No estoy segura de por qué el comentario
101
claramente sarcástico de Dylan ha provocado este momento de
intimidad, pero antes de que pueda resolverlo, inclina mi cara hacia
la suya y me besa. En medio del comedor. Frente a Jack. Mientras toca
Michael jodido Bublé, Andrew me besa en la boca.
Los besos en la boca no se negociaron en el contrato de la servilleta.
La sorpresa hace que mi boca se abra en estado de shock, y Andrew
parece interpretar esto como una invitación para que su lengua ocupe
ese espacio, y ahora nos estamos besando con la lengua.
Me doy cuenta de que una parte de mí quiere que sea un buen beso.
Me está besando un hombre hermoso, que es divertido, encantador y
dulce con su madre, y desearía que eso fuera suficiente para hacerme
sentir algo por él.
Desafortunadamente, este es un beso terrible y no siento nada,
aunque no estoy segura si el problema es con las habilidades de
Andrew, mi leve horror o el hecho de que sabe a sangría.
Aún más desafortunado es mi conocimiento de que Jack es una
besadora excepcional. Que una vez me besó así en la nieve, y en
realidad significó algo.
Al menos, había significado algo para mí.
Andrew finalmente se separa de mi cara, después de haber
probado con unos pocos golpes agresivos de su lengua que estamos
locamente enamorados, supongo. Espero unos segundos antes de
limpiar su saliva con el dorso de mi mano. Dylan no parece
apaciguado. Jack parece, bueno…
En realidad, no puedo soportar la idea de mirar a Jack, así que digo:
—¡Voy al baño! —y ni siquiera espero a que Andrew señale en la
dirección correcta antes de despegar a paso ligero.
Y no puedo… no puedo hacer esto.
No puedo quedarme aquí en esta cabaña, fingiendo ser la
prometida de Andrew, cuando resulta que es el hermano de Jack.
Esta cabaña es tan cómicamente grande que me doy la vuelta, y
como en realidad no necesito un baño, salgo disparada por una
102
puerta trasera hacia uno de los muchos balcones. Este es un gran patio
techado con mesa y parrilla cubierta. Hace mucho frío, pero el aire
fresco se siente bien porque me quema los pulmones. Debajo de la
cubierta, al otro lado de un jacuzzi gigante, está la Caravana, todavía
enganchada a la camioneta de Jack y estacionada en la nieve.
Me había parecido tan romántico esa noche, la idea de vivir en una
Caravana. Jack era aventurera e impredecible, independiente e
intrépida, por lo que, por supuesto, vivía con ruedas debajo de ella.
Sentí que estar con Jack significaba que podía terminar en cualquier
parte.
Pero a la mañana siguiente, cuando salí del tráiler llorando, la
Caravana se sintió más como una metáfora de su impermanencia.
Nunca estuvimos destinadas a durar. Y fui ingenua por pensar lo
contrario.
Me agarro a la barandilla del porche y trato de respirar a través de
las olas de ansiedad que me atraviesan.
—¡Maldición, Dylan! —Escucho la voz de Andrew antes de ver la
fuente. A unos cuantos metros de distancia, en un balcón diferente
del comedor, veo a Andrew saliendo, seguido rápidamente por
Dylan, luego Jack, luego Paul Hollywood pisándole los talones. Las
luces de mi balcón están apagadas y, en la oscuridad, parecen
inconscientes de mi presencia.
—¡Solo te pregunté dónde la conociste! —Dylan está gritando—.
¿Hiciste un casting para chicas blancas genéricas que se congraciarían
con tus padres?
—¡Ella es mi prometida! —Andrew grita en la noche—. ¡Estamos
enamorados!
Me estremezco. No estoy segura de que «estemos enamorados», es
algo que declaras con tanta naturalidad si en realidad es cierto, pero
Andrew se ve confiado y terco bajo el resplandor de las luces del
porche. Frente a él, Dylan se ve positivamente salvaje.
—¿Está embarazada?
103
Jack rompe su silencio con una carcajada.
—¡Por supuesto que no está embarazada! Espera, mierda, Andrew,
¿está embarazada?
—¡No!
—¿Es esto una cosa como en Walk to Remember? ¿Tiene una
enfermedad terminal?
—¡No, Ellie no se está muriendo!
—¿Necesita una visa? ¿Es canadiense?
—¡No!
—¿Eres secretamente canadiense, Andrew?
—¡Nadie es canadiense!
—¡Entonces simplemente no lo entiendo! —Dylan lanza sus brazos
hacia arriba—. ¿Qué demonios? ¿Años de huir del compromiso y
luego, de repente, estás comprometido después de tres meses?
—¡Cuando sabes, sabes! —Andrew argumenta—. ¡Y con Ellie,
simplemente lo sé!
La noche se vuelve tranquila excepto por el sonido de los latidos de
mi propio corazón golpeando mis oídos.
—¿Qué tiene de especial ella? —Dylan finalmente pregunta.
Dylan tiene razón. Jack exhala y, oculta por la oscuridad, observo
las volutas de su aliento flotar alrededor de su rostro.
—Quiero decir, ¿por qué ella?
La incredulidad en su voz se siente como un cuchillo entre mis
costillas. Jadeo, como una criatura herida que muere en la naturaleza,
y luego cierro la mandíbula con fuerza y espero que ninguno de ellos
me haya escuchado.
Por supuesto, no soy tan afortunada.
Paul Hollywood se lanza sobre una silla de patio y comienza a
104
ladrar frenéticamente en mi dirección. Me agacho detrás de una
parrilla cubierta, contengo la respiración y espero hasta que cesen los
ladridos.
Luego espero aún más, hasta que el silencio se prolonga durante
varios minutos, y estoy segura de que todos han vuelto a entrar para
cenar. Me pregunto qué pasaría si nunca volviera a entrar, si bajara
por este balcón y desapareciera en la noche. ¿Andrew vendría detrás
de mí? ¿O simplemente buscaría a alguien más para que lo ayudara a
obtener su herencia?
No importa, porque no tengo forma de volver a la ciudad. Estamos
en una montaña, y por lo que sé, no hay otra casa en kilómetros. Estoy
total y absolutamente atascada. Salgo con cuidado de detrás de la
parrilla y me preparo para enfrentar a la familia.
—Hola —dice una voz fuerte y ronca en la noche.
Jack todavía está afuera, Paul Hollywood se sienta obedientemente
a sus pies. Ella se ha movido al final del balcón, y yo estoy al final del
mío, así que ahora estamos a solo cinco metros de distancia,
separadas por un espacio de aire y nieve.
—¿Estás bien? —pregunta, tal como lo hizo ese día en Powell's.
—Oh, bien —digo, quitando el polvo de la nieve de la parte de atrás
de mis jeans—. Yo, um… ¿no pude encontrar el baño?
—Por cierto, no está afuera —dice con una sonrisa de media luna
que apenas puedo distinguir en la oscuridad—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
—Bueno —intento—, estaba buscando el baño, como sabes, y luego
terminé afuera, y luego escuché a Dylan preguntar si era una
canadiense embarazada moribunda, y pensé que sería mejor fingir
que no pude oírlo, así que me escondí detrás de esta rejilla y…
—No, Ellie —dice Jack—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿En la cabaña
de mi familia? ¿Con mi hermano?
Tomo un fuerte respiro. 105
—Él es mi… prometido.
—Elle —dice, y esa sola sílaba me atraviesa como metralla. Ese
nombre. Mi nombre. El nombre que ella me llamó ese día entero. El
nombre que me llamó cuando estábamos enredadas en los brazos de
la otra—. No te he visto ni he oído hablar de ti en un año, ¿y luego te
presentas en Navidad comprometida con mi hermano?
Me alejo de ella y miro la Caravana ubicada en el campo de nieve.
—Pensé que no me habías reconocido.
—¿Qué?
—Ahí. Actuaste como si no me conocieras. Pensé que tal vez lo
olvidaste.
—¿Pensaste… que te olvidé…? —Miro hacia atrás a través de los
balcones separados. Ella también mira a lo lejos, su perfil resaltado en
dorado por las luces—. No te olvidé —dice—. Simplemente… entré
en pánico. Estabas en mi comedor y yo no sabía qué hacer.
Ella admite esto tan fácilmente, siempre entregando la verdad
como si no tuviera nada en el mundo que esconder. Excepto que sí lo
tiene. O lo tenía entonces. Solo que lo descubrí demasiado tarde.
—Yo también entré en pánico —confieso, sabiendo que ella no
puede ver el calor de mi rostro.
—Entonces, ¿no lo sabías? —pregunta—. ¿No sabías que estabas
comprometida con mi hermano mayor?
—¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! —farfullo—. Tú y yo no nos
llamábamos exactamente por el apellido. Y Andrew te llama
Jacqueline, y no hay fotos tuyas en su Instagram —definitivamente
me habría dado cuenta—, y dijo que tu familia pasa todas las
Navidades aquí, cuando sé que aquí no es donde pasaste la última
Navidad.
Todo esto es verdad. Sobre el papel, no había nada que conectara a
Andrew y Jack antes de que ella apareciera aquí. Por supuesto, ahora
que me enfrento a la verdad, las señales son más obvias. La
106
inclinación informal compartida. El ceño fruncido compartido. La
boca carnosa compartida, la asombrosa estructura ósea compartida,
los hermosos ojos marrones compartidos y el suave cabello negro.
Ambos están construidos como nadadores olímpicos. Ambos tienen
la misma tendencia a mostrar una sonrisa encantadora y cambiar
completamente mi vida.
Ella apoya sus brazos contra la barandilla entre nosotras y se
inclina hacia adelante.
—¿Cuáles son las probabilidades, eh? De todas las personas en
Portland… —Ella se ríe con su carcajada demasiado grande, como si
fuera la cosa más divertida que puede imaginar. Me agarro a la
barandilla de mi balcón también, así que nuestros cuerpos son
imágenes especulares la una de la otra. Pero claramente no me estoy
riendo.
»Es… es bueno verte de nuevo, Elle. —Jack exhala con la misma
honestidad fácil—. No pensé que alguna vez lo haría, pero… —Ella
estira la mano para apartar el mechón de cabello que cae sobre sus
ojos—. Te ves bien. ¿Estás bien?
—Yo… —No, casi digo. No, no estoy bien. Soy un burrito
congelado. Mi plan de diez años se derrumbó, y yo me derrumbé
junto con él. Estoy tan sola y desesperada que accedí a casarme por
dinero—. Sí. Si estoy bien.
—Bueno. —Jack sonríe completamente y yo miro hacia otro lado
otra vez—. ¿Qué vamos a hacer? —pregunta, y por un momento, se
siente como si estuviéramos en el mismo equipo otra vez. Casi me
acerco a ella antes de recordar que hay una caída de cinco metros en
la nieve entre nosotras.
—No lo sé —digo.
Ella empuja hacia atrás desde la barandilla.
—No creo que debamos decirle a Andrew la verdad. Sobre
nosotras. 107
No estoy segura de lo que esperaba que dijera, pero no es esto.
—Esto… solo lo lastimará, creo —anuncia Jack casualmente—. Así
que deberíamos mantener lo que pasó el año pasado entre nosotras,
¿de acuerdo?
—Oh, está bien —tartamudeo en acuerdo.
Se aparta el pelo de la cara de nuevo.
—Fue solo un día, ¿verdad? —dice ella, su sonrisa de cuarto de
luna pálida en la oscuridad—. No es como si significara algo.
—Correcto —digo—. Por supuesto. No significó nada.
Jack asiente una vez, luego gira sobre el talón de su bota de trabajo
y vuelve al interior de la casa, Paul Hollywood la sigue de cerca. La
puerta se cierra entre nosotras con un chasquido.
Miro el balcón vacío frente a mí mucho después de que ella se haya
ido. Ya sabía que lo que pasó entre nosotras hace un año no significó
nada para ella. Entonces, ¿por qué siento que mi corazón se está
rompiendo de nuevo?

108
Capítulo 9
—Bueno, eso salió sin problemas —digo bruscamente cuando
Andrew y yo finalmente estamos solos en nuestra habitación
compartida por la noche, nuestros estómagos llenos de costillas cortas
de Katherine y sangría de Meemaw, nuestras sonrisas falsas
distorsionando nuestros músculos faciales.
Andrew se recuesta contra la puerta cerrada y suspira.
—Podría haber ido mejor, supongo. —Me sonríe, como si creyera
que su sonrisa resolverá todos nuestros problemas.
—¿Podría haber ido mejor? ¡Les estamos mintiendo a tus dulces
abuelas, y Dylan es como el Sherlock Holmes de las citas falsas!
—Pero mañana es un nuevo día —dice alegremente—. La buena
noticia es que mis abuelas y mi mamá se lo creyeron. Todos están tan
desesperados porque me establezca y los llene de nietos, vieron lo que
109
querían ver: a mí, perdidamente enamorado. En cuanto a Dylan,
tendremos que ser más convincentes.
—¿Cómo propones que hagamos eso, exactamente?
Andrew arruga la nariz. Esta es claramente su cara de que está
pensando muy duro.
—¿Podría besarte más? —él sugiere.
—Por favor, no lo hagas.
—Si insistes. —Cruza la habitación y se deja caer en la cama tamaño
queen.
—Solo hay una cama —le señalo—. ¿No vas a ofrecerte
valientemente a dormir en el suelo?
Andrew se levanta, alcanza su maleta con ruedas y saca una bolsa
de artículos de tocador de cuero negro de la bolsa delantera.
—No, no lo haré.
—En las comedias románticas, el caballero siempre se ofrece a
dormir en el suelo en estas situaciones.
—No soy un caballero, y esto no es una comedia romántica.
Además, somos dos adultos maduros que hemos compartido cama
antes. —Se quita el suéter y lo arroja dentro de un armario gigante en
la esquina de la habitación antes de sentarse en un pequeño tocador
y comenzar a realizar una rutina nocturna de varios pasos para el
cuidado de la piel.
Por un momento, me quedo allí, observándolo con torpeza ponerse
crema debajo de los ojos, pensando en los abrazos de la abuela y las
cenas caseras, y Jack en un balcón diciendo: «¿Por qué ella?»
—Andrew —grazno eventualmente—. No podemos hacer esto.
Me mira por encima del hombro en el espejo.
—¿No podemos… compartir una habitación? Creo que nos podría
delatar si dormimos en camas separadas.
—No podemos mentirle a tu familia.
110
Y no puedo mentirte sobre Jack. O mentirle a Jack sobre ti.
—¡Por supuesto que podemos! Lo haremos mejor, lo prometo.
—No es una cuestión de nuestra capacidad para mentir. ¡Se trata
de la moralidad de mentir!
—Estabas bien con comprometer tu moral por doscientos mil
dólares hace unas horas.
—Eso fue antes de conocer a tu familia y darme cuenta de lo
encantadores que son todos. —Y antes de que me enterara de que me
acosté con tu hermana—. Y antes de que Dylan expresara su total
incredulidad, que solo podrías casarte con una chica como yo a menos
que estuviera en una situación terminal.
Andrew hace una mueca.
—Espera… ¿escuchaste eso?
No me molesto en tratar de explicar la mecánica de mi balcón
escuchando a escondidas.
—Sí. Lo hice.
Presiona un rodillo de jade sobre su frente.
—Creo que debería haber asumido que podría ser perspicaz con
todo esto.
—¿Por qué asumes eso? ¿Qué está pasando entre tú y Dylan?
—¡Nada! —Andrew gira en su silla para mirarme, el rodillo de jade
se retuerce entre sus dedos como un bastón—. Bueno, quiero decir,
en cierto modo, en cierto modo… ¿solíamos salir? —Andrew también
es culpable de los signos de interrogación fuera de lugar porque es
obvio que no hay nada de eso.
—¿Todos saben acerca de esto? ¿Jack lo sabe?
—¿Es complicado?
—Bueno, eso es un no. ¿Por qué no me dijiste que tú y Dylan solían
salir antes de que yo llegara? 111
—Realmente no pensé que fuera información relevante —se queja
Andrew—. No está aquí como mi ex. Está aquí como le mejor amigue
de mi hermana.
—Bueno, le mejor amigue de tu hermana me odia, ¡y ahora
empiezo a ver por qué! ¡Lo que lo hace relevante, Andrew!
Andrew se desploma en su silla.
—Dylan no siente celos, si eso es lo que estás insinuando.
Para ser alguien tan exitoso, Andrew también puede ser tan
inconsciente.
—Lo está absolutamente.
Andrew intenta pellizcar su frente, pero actualmente está
resbaladiza con aceite de rosas.
—Lo nuestro fue hace un millón de años —me tranquiliza—. Dylan
y yo nos juntamos algunos veranos en la universidad. Nunca íbamos
a durar. Queremos cosas diferentes.
—Así que, casualmente saliste con le mejor amigue de tu hermana,
¿que es como de tu familia?
—Era mayormente informal. —Andrew se muerde el labio inferior
antes de finalmente confesar—: Y tal vez recaímos la Navidad pasada
cuando Jack no vino a la cabaña y estábamos solos.
Levanto los brazos.
—Esta es la verdadera razón por la que me trajiste, ¿no? ¡Estoy aquí
como tu tapadera!
Andrew golpea el rodillo de jade sobre el tocador.
—Tú no eres mi tapadera. Todos saben que mi sexualidad es como
una prueba de Rorschach.

112
—¿Y eso que significa?
—Lo que ves cuando me miras dice mucho más de ti que de mí.
No tengo el tiempo o la energía para analizar esa metáfora.
—¡Lo que sea, me trajiste aquí para ser tu escudo sexual!
—No. —Andrew se sienta rígido en su silla—. Estás aquí para
ayudarme a obtener mi herencia.
—En ese caso, ¿está bien si le aclaramos a Dylan sobre el
compromiso falso? —Hago una finta hacia la puerta—. Quiero decir,
dado que solo estoy aquí para ayudarte a conseguir el dinero, no veo
ninguna razón para mentirle a Dylan.
Andrew salta de su silla y me agarra por ambos brazos antes de
que pueda salir de la habitación.
—¡Bien! —cede—. También podrías estar aquí para ayudar a
bloquear mi pene de ciertas acciones potencialmente perjudiciales.
—¡Andrew!
—¡Lo siento! —Me masajea los hombros en un débil intento de
disculpa—. Pero necesito que Dylan piense que estoy en una relación
para que no… recaigamos.
Aquí pensé que me había topado con un triángulo amoroso
extrañamente incestuoso, pero en realidad es una especie de
trapezoide amoroso disfuncional.
—Lamento no haberte dicho toda la verdad, pero no te atraje aquí
con falsos pretextos. Esto realmente se trata solo de la herencia.
Necesito ese dinero.
—¿Por qué?
Andrew deja caer sus manos de mis hombros.
—Yo… yo no puedo… no importa por qué. Solo lo necesito.
Siento la necesidad de masajearme la frente para combatir el
inminente dolor de cabeza por tensión.

113
—No lo entiendo. Si tienes una extraña relación intermitente con
Dylan, ¿por qué no le pediste que fingiera el compromiso contigo?
—¡Porque sería demasiado confuso! Mira, sé cómo se ve Dylan
cuando le conoces por primera vez, pero en realidad es solo un
malvavisco gigante, ya sabes, uno de esos malvaviscos que se
quemaron mientras hacían s'mores, por lo que el exterior está todo
crujiente, pero el interior es pura baba. —Andrew hace gestos con las
manos para ayudarse en esta nueva metáfora—. Dylan es ese
malvavisco. Por lo general, es serio fiel, y un compromiso falso
podría… no sé… darles una idea equivocada.
—¿Porque no quieres una relación real?
Andrew se mete las manos en el pelo.
—Ya escuchaste a Meemaw. Soy un pícaro. Soy una cara bonita con
un fondo fiduciario y me divierto en una fiesta. No soy lo que Dylan
quiere o necesita.
Soy muy consciente de que Andrew no respondió a mi pregunta
sobre lo que quiere, pero después de todo lo que sucedió en las
últimas seis horas, estoy demasiado agotada emocionalmente para
presionarlo.
—Mis padres… no tienen el mejor matrimonio —ofrece Andrew
con el mismo nivel de confianza que su hermana siempre me
mostró—. He visto a mi papá lastimar a mi mamá toda mi vida. No
quiero lastimar a Dylan así, ¿de acuerdo?
Y ahí está. El legado de unos padres de mierda, el espectro
inminente de una genética moralmente cuestionable. Conozco ese
miedo en mis huesos, y no esperaba verlo tan claramente grabado en
el hermoso rostro de Andrew.
—No te pareces en nada a tu padre —le digo.
Andrew resopla.
—Tú no sabes eso. Ni siquiera lo has conocido.
—Estás aquí —le señalo—. No estás en la oficina. Estás aquí por tu
mamá, por tus abuelas. Apareciste tú y tu padre no.
Él sonríe maliciosamente.
—Sabía que me deseabas, Oliver —bromea, y lo divertido es que,
114
hace unas horas, realmente lo deseaba. O, al menos, quería desearlo.
Andrew mira la única cama, y su sonrisa se vuelve francamente
lasciva.
—¿Vamos a hacer esto o qué?
Alcanzo su mano y entrelazo nuestros dedos en su lugar.
—No tienes que ser ese tipo conmigo, ¿sabes?
Hace otra mueca arrugada y confusa.
—¿Qué tipo?
—El tipo que solo es divertido en las fiestas. —Lo tiro sobre la cama
para que estemos sentados uno al lado del otro. Andrew está en
silencio por un momento mientras juega con nuestras manos unidas.
—Ya sabes —dice Andrew con voz espesa—. Eres una especie de
gran prometida falsa hasta ahora.
Le doy un apretón a su mano.
—Eres mediocre, si te soy sincera —digo, y Andrew sonríe de
nuevo—. Pero mañana es un nuevo día.
Desafortunadamente para Andrew, no planeo estar aquí mañana.

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 2: El juego de la honestidad
(Nochebuena, 11:07)
Subido: 31 de diciembre de 2021
Creo que estoy a punto de tener un infarto en la cafetería de
Powell's.
Eso es, presiono mi mano contra mi pecho, sí. Esto es
definitivamente un ataque al corazón.
115
Soy demasiado consciente de que mi corazón late con fuerza contra
mis costillas, y se siente como si hubiera algo alojado en mi pecho,
una sensación demasiado abrumada y llena de gente. Cada vez que
intento respirar, hay un dolor agudo y punzante. Me agarro la caja
torácica y trato de inhalar lentamente, pero no, me duele demasiado.
Probablemente sea eso. Probablemente me estoy muriendo.
Excepto. Bueno. Es estadísticamente improbable que vaya a morir
de un ataque al corazón mientras hago cola para tomar un café a las
once de la mañana.
Me recuerdo a mí misma que debo repasar mi diálogo interno
preestablecido. No estás teniendo un ataque al corazón porque, en primer
lugar, tienes veinticuatro años, Ellie, y a pesar de tu amor por las cenas en
el microondas y tu odio por el ejercicio físico, es poco probable que estés
teniendo un ataque cardíaco sin precedentes.
En segundo lugar, porque he pasado por esto antes, confundiendo
un ataque de pánico con otra cosa, yendo a la sala de emergencias en
medio de la noche para que me hagan electrocardiogramas que
indiquen dolorosamente que los problemas de salud no están en mi
pecho.
Tomo mi primera respiración completa.
De hecho, estoy teniendo un ataque de pánico menor. Un breve
destello de intensa ansiedad. Del tipo que puedes experimentar
cuando aceptas seguir a un extraño a una segunda ubicación. Incluso
si esa segunda ubicación es solo la cafetería dentro de Powell's.
Tomo unas cuantas respiraciones más para calmarme y limpiarme.
La mujer llamada Jack pide nuestros cafés y luego nos guía hacia una
mesa vacía junto a una pared de ventanas. La mayoría de las mesas
están vacías, en realidad. Afuera, hay al menos ocho centímetros de
nieve ahora, con autos paralizados que bordean Burnside y todavía
caen grandes copos. Jack se quita la chaqueta caqui y mi corazón se
encoge por alguna razón. Una mujer hermosa con largos dedos
envueltos en un praliné de moca se sienta frente a mí, y mi sistema
cardiovascular se vuelve loco tratando de averiguar si se trata de
116
algún tipo de cita.
—No te preocupes. Esto no es una cita —dice, recostándose en su
silla como si acabara de leer mi mente.
—Vaya. —Me siento aliviada. ¿Estoy aliviada? ¿Por qué no estoy
más aliviada?—. Correcto. Eh, por supuesto que no. No pensé…
—Esto —continúa, interrumpiendo mis divagaciones—, es una
reunión entre padres para discutir la educación futura de nuestro
libro.
La copia de Fun Home que compró está en la mesa entre nosotras, y
coloca su mano sobre ella con gravedad.
»Y debido a que esto no es una cita —dice Jack—, no se aplican las
reglas de citas normales.
Eso es de alguna manera peor. Al menos entiendo las reglas de las
citas y sé lo que se espera de mí socialmente. Esto es algo sin reglas.
Debajo de la mesa, Jack empuja su pie, y lo siento traquetear a través
de mis huesos.
—¿Reglas de citas normales? —finalmente pregunto.
Jack tararea.
—Sí. En una primera cita normal, no se te permite descargar tus
traumas de la infancia, pero como esto no es una cita en absoluto, creo
que deberías decirme por qué estabas llorando en una librería en
Nochebuena.
Me muevo en mi asiento.
—Yo no estaba…
—No lo hagas —interrumpe, levantando un dedo severo—. No
mientas y digas que no estabas llorando. Es un mal ejemplo para
nuestro hijo. —Ella acaricia el libro—. Nueva regla. Ambas tenemos
que responder a todas las preguntas que la otra persona hace con
honestidad.
—Yo… yo no estoy de acuerdo con esos términos.
Jack le sube las gafas por el puente de la nariz con dos dedos, y hay
117
algo tan inesperadamente tonto en el gesto que casi no sé qué hacer
conmigo misma.
—Puedo ir primero —ofrece—. Pregúntame lo que sea.
Un millón de preguntas se agolpan en mi mente, como la edición
platónica y angustiosa de «36 Preguntas para enamorarse»
comenzando por la más obvia. ¿Por qué yo? ¿Por qué quisiste invitarme
café en Nochebuena?
¿Por qué eres tan amable conmigo? ¿Es porque sientes lástima por mí?
¿Por qué no puedes quedarte quieta?
¿Por qué sigues mirándome así?
¿Y qué, exactamente, ves cuando me miras?
—¿Por qué estás sola en Navidad?
Jack toma un sorbo de su moka.
—Yo… yo… necesitaba un descanso de mi familia este año.
Reflejo su cautela tomando un sorbo de mi café negro.
—Eso no suena del todo cercano o dentro de los parámetros del
juego de la honestidad.
Ella alborota su cabello y me mira.
—Sí, bien. Mi familia. —Toma otro sorbo y se mueve
nerviosamente en su silla—. De acuerdo. ¿Honestidad? Puedo ser
honesta. —Ella toma una respiración profunda—. Soy la cagada de la
familia. —Jack hace un gesto de barrido con la mano, como si se
estuviera revelando como un objeto durante Showcase Showdown en
The Price Is Right—. Siempre fui horrible en la escuela, lo cual fue duro
para mis padres, pero aún más duro para mis maestros racistas,
quienes miraron mi apellido en la lista, se dieron cuenta de que soy
coreana por parte de mi madre y esperaban que yo fuera un poco tipo
de genio. O por lo menos, una estudiante callada y obediente, no una
holgazana ruidosa y franca con TDAH8 y pisada fuerte.
—Tienes una pisada sorprendentemente fuerte —observo. 118
Continúa empujando su pie, y lucho contra el repentino y
explicable impulso de alcanzar debajo de la mesa y poner una mano
en su rodilla. Envuelvo mis dedos alrededor de mi taza caliente en su
lugar.
—Entonces, odiaba la escuela, incluso después de recibir el
diagnóstico de TDAH y los medicamentos adecuados. Los escritorios
eran demasiado pequeños, y había demasiado tiempo para sentarse,
¿y se supone que debes aprender cosas leyendo un libro? Ese es un
sistema terrible. Pero mis padres querían que fuera a la universidad,
así que me las arreglé con las calificaciones que necesitaba para
ingresar a la Universidad de Oregón, duré casi un año y abandoné.
Ahora tengo veintiséis años, trabajo por el salario mínimo y
decepciono profundamente a mis padres con cada una de mis
elecciones de vida. Y simplemente no tenía ganas de enfrentarme a
sus miradas de desaprobación esta Navidad.

8
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Finalmente respira, y busco a tientas alguna forma de honrar la
vulnerabilidad que me ha ofrecido.
—Al menos a tus padres les importas lo suficiente como para estar
decepcionados —intento. Soy consciente de que decir eso es
completamente incorrecto.
—¿Es por eso que estabas llorando? ¿Porque a tus padres no les
importas?
Inhalo lentamente a través de mis fosas nasales. Ella me entregó
tanto de sí misma, y no estoy segura de saber cómo hacer lo mismo.
—Es… algo así.
Mueve la barbilla para quitarse el pelo de los ojos y sé que esto no
es suficiente. Meto la mano en mi bolso y saco un lápiz, como una
manta de seguridad.
—Honestidad. Me acabo de mudar a Portland hace un mes porque
conseguí un trabajo en Laika Studios, y ha sido realmente desafiante,
mucho más desafiante de lo que pensé que sería. Siempre he tenido
un talento natural como artista. Quiero decir, he trabajado duro en 119
eso, no me malinterpretes, pero no creo que haya tenido que trabajar
tan duro como algunos de mis compañeros. Me ha resultado bastante
fácil. Pero en Laika, tengo que trabajar duro y ha sido agotador.
»Le compré un boleto de avión a mi mamá para que pudiéramos
pasar la Navidad juntas, porque con todo en el trabajo, realmente no
quería estar sola en las fiestas. Esta mañana me llamó para decirme
que no subió al avión. Dijo que se debía a la previsión de nieve, pero
acababa de conocer a un chico nuevo llamado Ted, así que…
Trazo la punta de mi lápiz a lo largo de mi servilleta, delineando
una forma vaga.
»Mi mamá tiene la costumbre de anteponer sus relaciones con los
hombres a mí, así que estoy segura de que Ted está en línea para
convertirse en el esposo número cuatro. Otro matrimonio fallido para
agregar a su creciente colección.
—¿Realmente crees eso? —ella pregunta abruptamente—. ¿Que
una relación es un fracaso si no dura para siempre?
Mi mano se detiene sobre la servilleta.
—Bueno, quiero decir, ¿no es para siempre el objetivo del
matrimonio?
La mandíbula de Jack se aprieta por un minuto, y estudio su perfil
mientras se gira para mirar la nieve. Es obvio que he dicho algo mal,
pero no estoy segura de qué es.
—Creo que el matrimonio es simplemente prometer amar a alguien
todo el tiempo que puedas y lo mejor que puedas. Creo que las
relaciones pueden ser exactamente lo que se supone que deben ser —
dice, con los ojos aún en la nieve—, incluso si solo duran un año, cinco
años o incluso solo un día. Las partes buenas del tiempo que pasaste
con una persona no desaparecen simplemente porque la relación
termina.
—¿No es eso exactamente lo que sucede? —Pienso en mi madre
enamorándose y desenamorándose una docena de veces a lo largo de
mi infancia, en todos los días desconsolados cuando estaba en la cama
120
llorando. Pienso en mi única relación seria, en la licenciatura, con una
chica llamada Rachel Greenblatt. Incluso si hubo algunos buenos
momentos con Rachel, ahora están eclipsados por el conocimiento de
que arruiné las cosas entre nosotras, que dejé que las cosas se
desmoronaran, que fracasé.
—¿Entonces esa es la única razón por la que te gusta el arte?
¿Porque eres buena en eso? —Jack me sobresalta con otro giro
abrupto en la conversación.
—¿Qué? ¡No! Amo el arte porque… —La ansiedad controla y
elimina de mi cerebro todo lo que me gusta del arte, así que estoy
sentada al otro lado de la mesa, dando vueltas. Me enamoré del arte
porque… porque era algo por lo que mis maestros me elogiaban.
Porque nada de lo que hice en casa me llamó la atención de mis
padres, pero dibujar, ser buena en algo, me hizo notar en la escuela.
Así que seguí haciéndolo, seguí mejorando, seguí llamando la
atención.
—De acuerdo. —Jack se endereza en su silla, incapaz de esperar mi
respuesta. Su sonrisa es repentinamente traviesa—. Juego de la
honestidad: ¿Cuál es tu álbum favorito de Taylor Swift y por qué lo
es Evermore?
No estoy preparada para manejar su latigazo dialógico, y balbuceo:
—¿Qué te hace pensar que amo Evermore?
Ella agita una mano en mi dirección.
—Estoy recibiendo vibraciones definidas Evermore.
—Bien, por un lado, es el mejor álbum de Navidad jamás escrito…
—No es ni remotamente un álbum de Navidad.
—Estoy de acuerdo en estar en desacuerdo. —Tomo otro sorbo de
mi café.
—No es que lo hayas preguntado, pero mi álbum favorito es Lover.
Golpeo mi taza.
—Lover no puede ser tu álbum favorito. Eso es ofensivo a su obra
en general.
121
—Son solo bops sin parar, y estoy aquí por eso.
La miro al otro lado de la mesa.
—Realmente no te ves como una Swiftie…
—¿Cómo se ve una Swiftie?
—No sé… Te ves… genial. —Sus cejas se disparan en su rostro—.
Y, ya sabes, más… macha9.
Se inclina hacia adelante sobre la mesa hasta que nuestros rostros
están juntos e intenta bajar la voz.

9
Originalmente en inglés Butch. Una butch, también conocido como macha en español, es una identidad
lesbiana/sáfica que muestra la masculinidad femenina o tradicional "masculinidad", en contraposición
a una femme. Pretende romper con lo que se considera correcto en una mujer y empoderar las
características masculinizadas de vestimenta, comportamiento y socialización como una forma más de
construirse dentro del mundo de la disidencia sexual y de género.
—Macha no es una mala palabra. —Todavía está casi a un volumen
de grito—. No tienes que susurrarlo.
—Simplemente no me pareces alguien que disfruta de la música
pop.
Ella no se aleja de mí, así que puedo oler el jarabe de praliné en su
aliento cuando abre la boca. Y debajo de eso, saliendo de algún lugar
de su piel, pan recién horneado.
—Dime: ¿Qué tipo de música se le permite disfrutar a alguien como
yo?
Me estremezco, cerrando los ojos con fuerza.
—Lo siento mucho. Por supuesto, puedes escuchar cualquier tipo
de música… No quise decir…
—Juego de la honestidad: ¿Alguna vez has conocido a una persona
queer antes?

122
—Por supuesto que sí —espeto a la defensiva—. Quiero decir, soy
queer, en realidad. —Resisto el impulso de encogerme de nuevo—.
Soy bisexual. Es solo que… ya sabes, Portland es un poco diferente y
todavía me estoy acostumbrando.
Ella me estudia desde el otro lado de la mesa.
—Déjame adivinar: Iowa.
—Ohio.
—Ah, sí. —Ella asiente sabiamente—. Todos en Portland son
originarios de Ohio.
—Es por eso que me mudé aquí —intento explicar—. Volé aquí
para visitar la ciudad antes de aceptar el trabajo en Laika, y me sentí
como… como en casa. Siempre he sentido que no encajo del todo,
pero a los cinco minutos aquí, supe que estaba bien. Como si pudiera
ser yo misma en cualquier lugar, sería aquí.
—¿Y lo eres? —pregunta.
—¿Soy qué?
—Tú misma.
Levanto la vista de mi dibujo en la servilleta y encuentro a Jack
mirándome de nuevo.
—Para que conste, solo escucho música pop —dice Jack—. Y Taylor
Swift es la mejor letrista que jamás haya existido. Estoy bastante
segura de que Bob Dylan escuchó Folklore e inmediatamente arrojó
su Premio Nobel de literatura al fuego. ¿Estás dibujando mi mano?
Miro la servilleta que tengo delante, donde he esbozado dedos
largos, nudillos sombreados, uñas cuadradas y un callo grueso en el
dedo índice. Intento tapar el dibujo con el codo.
—No, solo estaba…
—¡Juego de la honestidad!
Muevo mi codo fuera del camino.
—Sí, supongo que estoy dibujando tu mano. En mi defensa, tienes

123
manos muy interesantes. Como, desde la perspectiva de un artista.
—Me dibujaste la mano —repite, sonando asombrada en lugar de
asustada que ya es algo.
—Lo siento. Es malo —digo, arrugando la servilleta.
—¡Espera! No. —Jack se acerca y pone su mano sobre la mía para
detenerme. Luego toma la servilleta y la alisa cuidadosamente con
sus dedos callosos—. Mierda. Eres muy buena.
—Básicamente tengo este plan de diez años —explico, porque
necesito algo de distracción de la forma seria en que está estudiando
mi dibujo en la servilleta—. Estuve entre los mejores de mi clase en la
licenciatura y obtuve esta prestigiosa beca para la escuela de
posgrado, así es como obtuve el trabajo en Laika. Mi trabajo ahora es
trabajar como animadora de personajes, y probablemente lo haré
durante algunos años antes de llegar a ser animadora principal, de
modo que, con suerte, algún día pueda escribir mis propias películas
animadas.
—Eh —Jack levanta la vista de la servilleta para fruncirme el
ceño—. Pensé que había un intenso olor a triunfadora proveniente de
ese lado de la mesa.
—¿A qué huele eso?
Se inclina de nuevo hacia adelante, aún más cerca de mí, y respira
profundamente por la nariz.
—Café rancio y perfeccionismo sin resolver.
—No soy una perfeccionista —argumento—. Simplemente me
gustan los planes. —Estoy agitando mis manos de nuevo, y Jack se
estira sobre la mesa y toma una en el aire como si estuviera
capturando un pájaro nervioso.
—Simplemente no entiendo cómo haces para dibujar la mano de
alguien —reflexiona, trazando el borde de mi pulgar, la luna creciente
de mi uña. Estoy luchando de nuevo, tratando de seguir sus giros
bruscos a la izquierda—. Hay tantas complejidades en la mano
humana.
Abro la boca para explicar, pero mi pecho se siente demasiado lleno 124
de nuevo. Tengo cuatro costillas extra, tres corazones y una plenitud
trepando por mi garganta mientras Jack continúa trazando un camino
por la pendiente de mi pulgar, hacia adentro a través de la carne
suave de mi palma. Si así es como toca la mano de una mujer, no
puedo imaginar cómo besa.
Excepto que, absolutamente puedo imaginarlo, sabría a bombones
y chocolate y se sentiría así, delicado y sin prisas, y el pensamiento
enrosca los dedos de mis pies dentro de mis botas como papel
mientras se quema.
Esto no me pasa. No me imagino besando a completos extraños, y
si lo hago, no hay riesgo de por medio.
Aparto mi mano de ella.
—Lo siento. —Coloca sus manos con las palmas hacia abajo sobre
la mesa—. Debería haber preguntado antes de tocarte.
—No, no es… um… vi muchos videos de YouTube —digo—, para
aprender a dibujar manos. En el Instituto. Así es como aprendí a
hacerlo por mi misma.
Jack sonríe completamente, no un cuarto de luna o una media luna,
sino algo desprotegido, contagioso y un poco tonto.
—Vamos. —Se aparta de la mesa y agarra su abrigo—. La nieve se
está poniendo infernal, por lo que probablemente deberíamos
dirigirnos a nuestra próxima ubicación.
—¿Cuál es nuestra próxima ubicación?
Ella se encoge de hombros en su chaqueta Carhartt.
—Ni idea. No tengo un «plan». —Miro hacia arriba para
encontrarla sonriéndome por un momento antes de que su expresión
decaiga—. Pero mira —dice ella, levantando ese mismo dedo
severo—, no soy la macha de tus sueños de duendecillo maníaco…
—¿Mi qué?
—Pero si quisieras, digamos, pasar unas cuantas horas con una
amable extraña que tiene manos atractivas —me hace un gesto
125
agresivo con las manos—, podríamos… no sé… ver a dónde nos lleva
el día.
Por la ventana, se han acumulado casi diez centímetros de nieve en
la acera de Burnside. En un día nevado, se puede prescindir de los
planes.
Capítulo 10
Domingo, 18 de diciembre de 2022
—¿Esto es una broma? ¿Estás bromeando no?
—¿Por qué demonios bromearía sobre algo como esto?
—Um. ¿Porque eres graciosa? —Meredith adivina—.
Especialmente cuando intentas no serlo.
—Está bien, uno, eso es duro…
—¿Sabes lo que es realmente duro? El hecho de que nunca veas los
TikToks que te envío…
—Y dos… —Levanto mi voz tan fuerte como me atrevo sobre el
silencio de la cabaña. Todos los demás todavía están durmiendo, pero
he estado despierta durante horas, escondida en el cuarto de lavado
en la planta baja, trabajando en los paneles para el episodio dos de El 126
arreglo, título provisional actual: La venganza del día de la nieve. Tan
pronto como bajé, le envié a Meredith un frenético mensaje de texto
en mayúsculas «Llámame» con veinte signos de exclamación a las
cuatro de la mañana, de mi zona, y luego esperé ansiosamente a que
me devolviera la llamada.
—No deberías tomarte a la ligera mis luchas —la regaño ahora,
aunque estoy agradecida de ver su rostro.
—¿Entonces no me estás jodiendo? ¿Andrew es el hermano de
Jack? ¿Jack está ahí? ¿Contigo? ¿Jack?
—No, no estoy «jodiendote». Ella está aquí.
—Bien. —Meredith se encoge de hombros en la pantalla—.
Definitivamente tienes un tipo.
—Te odio.
—Quiero decir, estadísticamente, no te enamoras de los hombres
muy a menudo, por lo que tendría sentido que estuvieras enamorada
de Andrew porque parece una chica con la que ya te acostaste.
—Mucho. Te odio tanto, tanto.
Meredith niega con la cabeza.
—¿Y ella te dijo que no le contaras a Andrew la historia?
—Sí, lo hizo. Porque ella es claramente una mentirosa de basura.
—Una persona sexy mentirosa de basura.
—Ese detalle es irrelevante para este argumento.
—Se siente material.
Me dejo caer de nuevo en la percha de la lavadora.
—¡No puedo quedarme aquí! Andrew tiene algo raro con le mejor
amigue de su hermana, y yo me acosté con su hermana, y es una
situación trapezoidal de amor que terminará desastrosamente para
todos los involucrados. Entonces, voy a encontrar un camino de
regreso a Portland.
127
—¿Qué quieres decir? No puedes irte. ¡El dinero!
—¡No puedo quedarme, Mere! ¡Es su hermana!
—¡Renunciaste a tu trabajo! ¡No puedes simplemente volver a
Portland! ¿Dónde vivirás?
—¡Donde sea, tiene que ser mejor que quedarse aquí!
Meredith deja sus fichas de agravios y me presta toda su atención.
—Faltan ocho días para Navidad, Ellie. ¿Me estás diciendo que no
puedes sufrir ocho días en esa casa por doscientos mil dólares? Eso es
veinticinco mil dólares por día.
—Lo sé pero…
—Sobreviviste con tu familia de mierda durante dieciocho años y
no recibiste ni un centavo por ello —señala Meredith—. Piensa en
cómo creciste. Piensa en lo que podría significar dinero como ese.
El problema es que sé exactamente lo que significaría. Dinero como
este… no resolvería todos mis problemas, pero diablos si no
resolvería muchos de ellos.
Nuestro FaceTime cae en un silencio incómodo, y por un momento
creo que está congelada, su cabello rojo rizado enmarcando su rostro
somnoliento, un lápiz metido en su medio moño. Luego habla:
—¿Cómo fue? ¿Verla de nuevo?
Trago.
—Dijo que no significaba nada, Mere.
—Pero ya sabías que no era así —me dice suavemente—, y pensé
que habías dicho que la habías superado.
—La he superado totalmente.
Totalmente no la he superado. Pero quiero hacerlo, tanto, ¿y no es
más o menos lo mismo?
—Si ya superaste a Jack, no veo cuál es el problema con este
acuerdo —dice ella—. ¿A quién le importa si te acostaste con la
hermana de tu prometido falso?
128
A pesar de la absoluta ridiculez de esa oración, tiene razón.
—Supongo que en realidad no importa…
Meredith hace una pausa.
—¿Realmente la superaste, entonces?
—Mmm —digo. Es el comienzo del eslogan de la sopa Campbell o
la sílaba menos convincente en el idioma inglés.
—De acuerdo. Está decidido. —Meredith entrega este veredicto
con firmeza—. Te quedarás con Andrew en la cabaña durante ocho
días más y pretenderás ser su prometida. Por el dinero. Y por el
material creativo, sinceramente. No puedo esperar para leer el
próximo episodio de este nuevo webcomic. ¿Viste los números en el
primer episodio? La gente realmente ama el tropo de las citas falsas.
¿O es más un matrimonio de conveniencia?
La ignoro.
—Está bien —digo, fortalecida en mis convicciones. Maldita sea
Jack. Esto es alrededor de doscientos mil dólares. No puedo permitir
que un enamoramiento tonto arruine mi oportunidad de ganar
doscientos mil dólares.
Puedo superarla. Pero solo para estar segura, también puedo
evitarla por completo en esta casa gigante durante los próximos ocho
días.

El plan de «evitar a Jack» dura cinco minutos, cuatro de los cuales


paso subiendo el segundo episodio de El arreglo aunque es más un
borrador descuidado que un producto terminado, ya que lo hice en
cinco horas encorvada sobre una lavadora. Trato de no pensar en las
personas al otro lado de la pantalla, pero Meredith tiene razón:
decenas de miles de personas leyeron el primer episodio.
Deslizo mi iPad de nuevo en su funda y salgo del cuarto de lavado
en busca del desayuno. Son casi las nueve ahora, y puedo escuchar a
129
alguien golpeando fuerte en la cocina. Cuando subo las escaleras, veo
que es ella.
Jack lleva puesto un delantal sobre una camiseta que dice Stop
Asian Hate con AirPods saliendo de sus orejas. Está tamizando harina,
por lo que su cabeza está inclinada hacia abajo, un mechón de cabello
cae sobre su rostro. No me ha notado todavía. Está preocupada por
medir su harina en una pequeña balanza de cocina, mientras se
balancea al ritmo de una canción que no escucho.
Debería aprovecharme de su ignorancia y salir de la cocina antes
de que me vea. No quiero escuchar el sonido de su voz ronca por la
mañana o ver las suaves bolsas moradas debajo de sus ojos. No quiero
pensar en cómo se veía cuando se despertó a mi lado, cuando breve
y tontamente pensé que siempre despertaría a mi lado.
Doscientos mil dólares. Estás haciendo esto por doscientos mil dólares.
Antes de que pueda escapar de la cocina, la cabeza de Jack se
levanta de golpe anticipando agregar la harina al tazón para mezclar,
y cuando me ve parada allí, sus ojos marrones oscuros se abren como
platos. Saca un AirPod y escucho tres segundos de Pocketful of
Sunshine sonando a un volumen dañino antes de que se corte.
—Buenos días —dice ella. Con esa jodida voz áspera.
—Hola, eh. Oye —digo, con una maldita voz nerviosa—. Buenos
días.
Sus ojos se quedan en mí por otro momento antes de que los deje
caer al tazón.
—Lo siento si te desperté —comenta—. Sé que puedo ser ruidosa.
Sonrío. Llamar ruidosa a Jack es como llamarla decente: irrumpe
en todas las habitaciones, ocupa todo el espacio, exige toda la
atención.
—No me despertaste —digo.
La cocina se queda en silencio, con la concentración de Jack
consumida por su horneado, y mi concentración consumida por ver
130
a Jack hornear. Me detengo durante diez segundos en una mirada fija
en sus manos y trato de encontrar algún tipo de distracción verbal.
Tengo tantas preguntas sobre lo que pasó entre nosotras hace un año.
Preguntas sobre la honestidad y la deshonestidad, sobre la confianza,
sobre Claire. Acerca de cómo volver a verme puede ser tan
jodidamente fácil para ella.
Pero no puedo preguntarle nada de eso. Así que le pregunto:
—¿Siempre llevas tu Caravana a la montaña para Navidad?
—A Paul Hollywood no se le permite dormir dentro de la casa
porque mi mamá no confía en que no se suba a ningún mueble en la
noche. —Jack hace un gesto hacia el suelo, y miro alrededor de la
encimera de la isla para ver al perro hecho un ovillo a sus pies—. Y
me gusta poder escapar a mi propio espacio al final del día. Por
mucho que me encanta pasar la Navidad con mis abuelas y mi mamá,
es mejor para mi salud mental si tengo un lugar que sea
completamente mío.
Ofrece esta información libremente, como si hubiéramos retomado
nuestra relación exactamente donde la dejamos en la mañana de
Navidad hace un año, a la mitad de una ronda del juego de la
honestidad. Como si no hubiera límites entre nosotras, sin
sentimientos heridos que proteger. Entrega la vulnerabilidad como si
fuera la cosa más fácil del mundo, y tal vez lo sea si eres Jack Kim-
Prescott. Si no te fuiste el año pasado con los sentimientos heridos.
Mi corazón se aprieta en mi pecho, casi como si se estuviera
envolviendo en plástico para un mal manejo en el futuro.
—¿Qué estás haciendo?
—Waffles. —Rompe un huevo contra la encimera de granito y
desliza las claras y la yema en la masa con una mano. Se ve
increíblemente genial—. Siempre hago waffles la primera mañana en
la cabaña. Está en el horario.
—¿El horario? 131
Jack usa una cuchara de madera para señalar un horario
plastificado en el mostrador. Es una hoja de cálculo de Excel con los
próximos ocho días divididos en actividades estructuradas, cosas
como galletas de Navidad: seis horas y encontrar el árbol de Navidad
perfecto: tres horas.
Villancicos: dos horas.
Viaje de esquí en familia: doce horas.
Mi lado orientado a los detalles gime al ver tal gloria
organizacional. Pero el lado emocional y sentimental está un poco
desconcertado de que la organización se aplique al tiempo de unión
familiar.
—Guau —es lo que finalmente digo.
—Sí. —Jack asiente, batiendo—. Esa es mi madre para ti.
—Vaya —repito. Sin embargo, también hay algo dulce en el horario
plastificado. Katherine se preocupa tanto por pasar tiempo con su
familia que ha dedicado dos horas solo para una primera caminata
familiar en la nieve. Linds no puede dedicar diez minutos a una
llamada telefónica a menos que necesite dinero.
Lo siento de nuevo, esa sensación de añoranza mezclada con una
nostalgia por las navidades familiares que nunca he conocido.
—Katherine no juega cuando se trata de actividades familiares
obligatorias —explica Jack—. Aunque todos vivimos cerca, solo
pasamos tiempo de calidad juntos como familia unas pocas veces al
año, y la Navidad es la favorita de mi mamá.
—¿Qué hay de tu papá? —Vuelvo al horario—. ¿Suele tener que
trabajar durante las vacaciones?
Jack encorva su espalda y se inclina para mezclar la masa. Esto
implica una flexión del antebrazo bastante obscena.
Ya la superé. Nunca significó nada. Ella es una persona mentirosa
de basura. 132
Oigo la voz de Meredith. Una mentirosa de basura con antebrazos
excepcionales.
—Sí —responde Jack finalmente—. Mi padre trabaja. Y le dirá a mi
mamá que vendrá mañana todas las noches cuando ella llame, y cada
mañana, le romperá el corazón a mi mamá una vez más al no
presentarse. Probablemente estará aquí el día de Navidad, pero eso
es todo. Es lo mismo todos los años.
Vuelvo a mirar el horario plastificado. Noche de cine de vacaciones
en familia: cuatro horas.
—Eso es triste.
Jack deja de batir por un momento y me mira. Un calor inmediato
se filtra en mis huesos por el calor de su mirada. No es justo. Rompió
mi confianza. Ya no debería tener el poder de hacerme sonrojar.
—Es triste —coincide—. Pero estoy segura de que Andrew te ha
contado todo sobre nuestra familia disfuncional.
Andrew claramente no me dijo una mierda.
—Sé lo que es tener un padre que no puede molestarse en
presentarse para las vacaciones —digo, volviendo a colocar el horario
en el mostrador—. O alguna vez.
La cara y los ojos de Jack se suavizan. A la luz matutina de la cocina,
sus ojos brillan en una docena de tonos marrones, cada uno cálido y
reconfortante. Como galletas de melaza. Como el café de tueste
medio. Como el lomo de cuero gastado de un viejo y amado libro.
No, Ellie. Ya la superaste.
Y nunca significó nada para ella.
Y doscientos mil dólares.
Los ojos de Jack viajan hasta el iPad que tengo debajo del brazo.
—Entonces… ¿trabajas como barista ahora?
Asiento con la cabeza y espero contra la razón que ella no haga
ninguna pregunta de seguimiento.
Pero por supuesto, ella lo hace.
133
—¿Eso significa que dejaste Laika?
Sostengo mi computadora contra la parte delantera de mi cuerpo
como un escudo. Jack me conocía como la Ellie con sueños y metas,
la Ellie que había trabajado por algo toda su vida y luego lo logró. La
Ellie que había creído que la mayoría de las cosas funcionaban, la
mayor parte del tiempo.
De pie frente a ella ahora como esta Ellie, la Ellie que perdió todo,
la Ellie que fracasó, la Ellie que dejó de creer en la mayoría de las
cosas, no estoy segura de qué me arrepiento más: mi ingenuidad
pasada o mi cinismo actual.
—Sí —digo—. Dejé Laika.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió? —Jack pregunta sin rodeos. Ella
siempre es contundente, siempre directa, nunca envuelve mis frágiles
sentimientos en plástico de burbujas. Amo eso de ella, y odio eso de
ella, y en este momento, solo quiero evadir su cuestionamiento.
—No funcionó.
—¿Qué quieres decir con que no funcionó? —presiona—. Te
mudaste al otro lado del país por ese trabajo. Todo era parte de tu
plan de diez años. Tú…
—Simplemente no funcionó. Fracasé, y no hay nada más que decir
al respecto.
—Juego de la honestidad —dice Jack reflexivamente, con ligereza.
Solo después de que las palabras flotan incómodamente en la cocina
entre nosotras, Jack parece darse cuenta de que tal vez no debería
haberlas dicho. Aprieta la mandíbula.
Hay una quemadura detrás de mis ojos, en mi pecho. Una parte de
mí quiere volver a la dinámica de hace un año, ser la chica que le
confió a Jack todos los compartimentos secretos de su corazón.
Cuando me despidieron de Laika, ella fue la primera persona a la que
quise contárselo, porque sabía que si alguien podía hacerme sentir
mejor por el desmoronamiento de toda mi vida, sería ella.
Pero no es tan simple. 134
—No hay nada más que decir —repito.
Jack me mira por encima de la carnicería de sus preparativos para
el desayuno.
—Has cambiado —finalmente decide, bajando la mirada hacia la
waflera.
—No lo he hecho.
Vuelve a levantar la cabeza y me sobresalta la tristeza en sus ojos,
la inclinación hacia abajo de su boca.
—Ellie, yo…
—¡Buenos días! —Andrew canta detrás de mí. Jack se queda helada
cuando su hermano entra en la cocina con un pijama navideño de
franela a juego claramente elegido por su madre. Lo que sea que Jack
estaba a punto de decir se pierde con esta intrusión—. ¿Cómo están
mis dos chicas favoritas?
—Somos mujeres adultas —gruñe Jack.
—Lo siento. ¿Cómo están mis dos mujeres favoritas?
Jack niega con la cabeza.
—No importa. Todavía es asqueroso.
Andrew se balancea hasta el mostrador a mi lado.
—Bien. ¿Cómo está mi mujer favorita?
—Um —grazno.
Eso es todo. Eso es todo lo que digo. Todas las demás sílabas
mueren en el fondo de mi garganta, justo como lo que Jack estaba a
punto de decir. ¿Qué estaba a punto de decir Jack?
Andrew inclina la cabeza en una actuación impecable de un
prometido cariñoso y me besa en la mejilla.
—Buenos días, Oliver.
Hay una pregunta en el rostro de Jack y, como nunca se censura a
sí misma, dice: 135
—Oliver es un nombre de mascota extraño.
¿Qué estaba a punto de decir Jack?
—Es su apellido —explica Andrew.
Jack se estremece ante esta noticia antes de volver rápidamente a
batir.
—¿Waffles casi listos?
Jack mira a su hermano.
—Pensé que solo consumías batidos de proteína de suero para el
desayuno en estos días.
Andrew levanta la parte inferior de su camiseta para mostrar sus
abdominales marcados a su hermana.
—Creo que puedo permitirme un solo waffle. —Extiende su otro
brazo sobre el mostrador para deslizar su dedo en la crema batida.
Ella desliza hacia atrás con el batidor.
—¡Eso es asqueroso! No sé dónde has estado metiendo los dedos.
—Ay. Vamos, JayJay —canturrea—. Sabes que me amas.
Jack frunce el ceño mientras Andrew lame dramáticamente la
crema de su dedo.
»Dilo, Jacqueline.
—Te amo —Jack murmura a regañadientes en voz baja.
Andrew se pavonea alrededor del mostrador, tapándose la oreja.
—Lo siento. No te escuché.
Jack levanta la voz.
—Te amo —y agrega, enojada—, ¡BooBoo!
Andrew sonríe y envuelve a su hermana en un abrazo de costado.
—Lo sé.
—Oh Dios, ¿quién murió? —Dylan refunfuña mientras se pavonea
hacia la cocina con pantuflas de conejitos en los pies. Tiene costras de
136
baba en la barbilla, agujeros caídos para sus indicadores y un brillo
de asesinato en sus ojos. Me imagino que esta es su típica estética
matutina.
—Uh, nuestro abuelo murió —responde Jack.
Sin reconocer mi existencia, Dylan se desliza en un taburete a mi
lado.
—Sí, hace una semana. ¿Por qué te abraza ahora?
Andrew libera a su hermana.
—A veces, cuando dos hermanos se quieren mucho —empieza a
explicar con voz condescendiente.
—No intentes hacer bromas, Andrew —bromea Dylan—. Debes
ceñirte a tus puntos fuertes.
—¿Cuáles son?
—Levantar cosas pesadas y tener calor.
—Ah. —Andrew se estremece brevemente antes de cubrirlo con
una sonrisa encantadora—. Olvidaste que también tengo bastante
talento para hacer jodidas toneladas de dinero para personas que ya
tienen jodidas toneladas de dinero.
—Nunca podría olvidar eso, cerdo capitalista.
—Chicos, chicos —sisea Jack, pasándole a Dylan una taza gigante
de café de una prensa francesa. Está tan lleno de crema no láctea que
es casi amarillo—. Nada de discusiones ideológicas antes del
desayuno.
Dylan acepta la taza con gratitud y toma un sorbo con ojos llorosos.
Andrew los observa por un segundo antes de agarrar una bolsa de
polvo de matcha del armario. Cuando la camisa de Andrew se sube
por la espalda mientras él se estira, Dylan lo nota claramente. Ambos
son ridículamente obvios, y este trapezoide de amor definitivamente
arruinará nuestras vidas.
—¿Dónde están las abuelas? —Dylan pregunta después de unos
sorbos de café.
137
—Durmiendo para recuperarse de la resaca —dice Jack, sirviendo
otra taza de café, solo esta vez, y pasándomela sin pensar. Sostengo
la taza caliente cerca de mi pecho.
—¿Y Katherine?
Jack le lanza una mirada a su hermano antes de que ella responda.
—Papá llamó anoche para decir que no vendrá hasta el martes, así
que si tuviera que adivinar, probablemente esté llorando en su
Peloton.
—Suena como una Navidad de la familia Kim-Prescott para mí —
dice Dylan.
—Alexa. —Jack se vuelve hacia el altavoz circular en la isla—.
Reproducción aleatoria de la lista de reproducción de Jack.
See You Again de Miley Cyrus llena la cocina, y Jack levanta el puño
cuando ella comienza a cantar la letra.
Dylan sacude la cabeza con profunda decepción.
—¿Cómo puedo ser amigue de alguien que tiene un gusto musical
tan deplorable? —se pregunta.
Jack junta sus manos en fingida disculpa.
—Lamento mucho no escuchar death metal alemán como todos los
chicos geniales.
—El hecho de que acabas de decir «chicos geniales» es un
recordatorio conmovedor de cuán profundamente no eres genial.
—¿Cómo se hicieron amigos ustedes dos? —pregunto, cambiando
mi mirada de Jack a Dylan. En la superficie, no parecen ser los mejores
candidatos para ser mejores amigos. Jack es abierta, cálida y amable.
Dylan es… un malvavisco quemado, aparentemente.

138
Dylan señala acusadoramente a Jack mientras saca lo que parece
ser una compota de fresa casera de la nevera.
—Me dio un puñetazo en la cara.
—Interesante historia del origen de la amistad —observo—. ¿Por
qué le diste un puñetazo en la cara, exactamente?
—Porque estaba siendo un imbécil —responde Jack con total
naturalidad.
Dylan golpea su taza.
—Está bien, primero que nada, yo tenía siete…
—Los niños de siete años pueden ser idiotas —interrumpe Jack.
—Y segundo, estaba pasando por cosas difíciles en ese momento…
Andrew pone los ojos en blanco y se gira hacia mí.
—Todos nos conocimos porque nuestros papás trabajaron juntos.
Y debido a que el lago Oswego es abrumadoramente blanco, los
pocos niños de color tuvieron que permanecer juntos en el área de
juegos de Lake Grove.
—Así fue como nos conocimos —aclara Dylan—. Pero Jack y yo
solo nos hicimos amigos porque ella me golpeó en la cara durante el
recreo.
Jack parece disculparse levemente por recurrir a la violencia.
—Estaban acosando a algunos alumnos de primer grado. ¿Qué se
suponía que debía hacer?
—Oh, definitivamente me lo merecía. Jack me dio un puñetazo en
la cara, y luego ella me llevó inmediatamente a la enfermería para que
me pusieran hielo y se sentó a mi lado en el catre hasta que paró el
sangrado, y supe en ese momento que me encantaría su trasero
caótico-bueno por el resto de mis días. Además. —Dylan se aclara la
garganta—. A veces necesito un buen puñetazo en la cara. Puedo ser
un poco… conflictivo.
Tomo otro sorbo de café.
—No me había dado cuenta.
—Y dominante —dice Andrew—. También puedes ser dominante.
—Y antagónico —agrega Jack, pelando un waffle de la plancha—.
139
Y simplemente malo.
—Está bien, eso es suficiente de ustedes dos, gracias. —Dylan
frunce el ceño, pero le falta el mordisco de anoche. Se gira hacia mí en
su taburete, nuestras rodillas crean los puntos en un ángulo obtuso—
. Jack me dio un puñetazo metafórico en la cara anoche y dejó en claro
que yo, eh… te debo una disculpa. Por lo que escuchaste afuera.
Dylan se rasca el cuello, justo sobre la tinta del tatuaje de su
cuchillo, y empuja las siguientes palabras como si causaran una gran
angustia física y mental.
—Así que lo siento. —Dylan inmediatamente corta su mirada hacia
Jack—. ¿Es esa una disculpa suficiente para ti?
—Lo socavaste un poco al final, pero…
—Puntos extra por la ejecución de la humildad —dice Andrew—.
Sé que es difícil para ti lograrlo.
Dylan frunce el ceño.
—Bienvenida a la familia, Ellie. Apesta aquí.
Tomo un sorbo de mi delicioso café negro.
—Realmente no parece tan malo aquí.
—Oh vamos. —Andrew se estira a través del mostrador para
empujar el hombro de Dylan—. Tú nos amas.
Dylan se atraganta con un sorbo de su café. Andrew da varios
pasos hacia atrás de Dylan, la mano que estaba en el hombro de Dylan
ahora alborota su propio cabello. Alexa comienza a reproducir
Complicated de Avril.
Muy sutil, Alexa.
Y cuando dejo de mirar a Andrew y Dylan, atrapo a Jack
mirándome desde el otro lado de la encimera; rápidamente dejo caer
mi mirada hacia el horario plastificado en el mostrador.
Interacciones incómodas entre Jack y Ellie: 192 horas.
140
Capítulo 11
Primera caminata familiar en la nieve: dos horas de juego de jerséis
navideños.
—¡De acuerdo! —Katherine aplaude con entusiasmo mientras
terminamos el almuerzo—. Es el año de Jacqueline para elegir los
suéteres navideños. —Katherine le lanza a su hija una mirada
cansada—. Y con suerte, esta vez, ella tomó ese deber en serio.
—Dulzura —dice Jack en una imitación perfecta de Meemaw—, me
lo tomo todo en serio.
Jack se toma muy pocas cosas en serio, como lo demuestran las
bolsas reutilizables de New Seasons que produce, que contienen
algunos de los suéteres navideños más extravagantes que he visto en
mi vida. El suyo dice Don We Now Our Gay Apparel el de Andrew es
sexualmente sugerente y festivo, el de Katherine es tres tallas más
grande y el de Lovey tiene una imagen de un árbol de Navidad y las
141
palabras Get Lit en la parte superior. Dylan presenta una torre de
regalos dispuestos para que parezcan un dedo medio levantado o un
pene erecto. De todos modos, Dylan asiente con la barbilla con
aprobación a su mejor amiga.
—Esto es una droga.
Termino con el suéter navideño extra, y es una atrocidad absoluta
con oropel colgando de la cintura, un extraño flequillo estilo RBG
alrededor del escote y dos docenas de regalos de plástico
sobresaliendo de mis senos. Jack esconde su risa detrás de una tos
oportuna.
—Eso te queda muy bien, Ellie —logra decir.
Miro.
—¿Es esto una especie de ritual de novatadas de Kim-Prescott?
Jack arquea una ceja y se encoge de hombros.
—Piensa en ello más como un rito de iniciación.
—De verdad, Jacqueline. —Katherine se ve un poco horrorizada
por su suéter de tienda con las palabras «En un mundo de Grinches,
sé un Griswold» en un guión descabellado en el medio—. ¿Es esto lo
que nos pondrás en la tarjeta de Navidad del próximo año?
—Absolutamente —dice Jack con un asentimiento solemne. Acerca
de esto, ella es perfectamente seria—. Creo que la Navidad de 2023
necesitará algo de ligereza.
—¡Creo que estos son perfectos! —Meemaw hace un pequeño giro.
Su suéter tiene luces intermitentes y toca Jingle Bells en un bucle.
Aparentemente, la primera caminata en la nieve no se trata de
caminar en absoluto; se trata de la foto familiar que se toman juntos
en el bosque para usarla en la tarjeta navideña del próximo año. Esto
queda claro cuando Katherine le da a Andrew el trípode para que lo
lleve y comienza a jugar con el cabello de Jack. Las abuelas sostienen
termos de acero inoxidable, y cuando Katherine las mira de reojo,
Lovey dice:
—Son ponches calientes. ¿Quieres uno?
142
—Son las doce y media.
—Somos muy viejas, querida —explica Meemaw—. Necesitamos
algo para mantenernos calientes. No querrás que atrapemos nuestras
muertes ahí fuera.
Katherine ignora a las abuelas.
—¡Primera tradición navideña del año! —Ella sonríe mientras nos
abrigamos con nuestros ridículos suéteres y salimos. Me pregunto si
Alan Prescott alguna vez usa su atroz suéter navideño, o si Katherine
tiene que retocarlo en estas fotos anuales.
La cabaña de Kim-Prescott está en una amplia propiedad en la cima
de una colina empinada y, por lo que sé, el suyo es el único lugar en
kilómetros. Todos caminamos penosamente a través de la nieve
pasando la Caravana de Jack, hacia el bosquecillo de árboles que corre
junto a un arroyo medio congelado. Y por una fracción de segundo,
me olvido de Jack, y me olvido de Andrew y Dylan. Me olvido de mi
plan de diez años arruinado y del dinero que podría salvarme. Me
olvido de todo menos de esto. Nieve. La hermosa magia de la nieve.
El bosque está silenciado por la gruesa capa de polvo fresco, el
silencio y la quietud perforados solo por el sonido de nuestras botas
crujiendo al unísono. Todo es plateado y puro, y mi cinismo se apaga
con un gemido. Siempre me ha encantado esto. La majestuosa capa
blanca de nieve que hace que el mundo sea nuevo, que hace que el
mundo se sienta lento y sin prisas, como si pudieras acurrucarte y ser
por un momento.
—¿Qué suele hacer tu familia en Navidad? —Lovey pregunta,
devolviéndome a la realidad.
Mi mano enguantada está entrelazada con la de Andrew, porque
aparentemente tomarse de la mano es su solución para vender
nuestra relación.
—Realmente no lo sé. ¿Mis padres no están físicamente… por aquí?
Lovey frunce el ceño en una pregunta que es demasiado educada
para hacer. Jack está fuera del alcance del oído por el momento,
143
avanzando pesadamente a través de la nieve con Dylan y Paul
Hollywood.
—No están muertos —aclaro—. Ellos son solo… no soy cercana a
mis padres, y no tengo otra familia —trato de explicar—. Quiero
decir, tengo otra familia, pero la mayoría de ellos repudiaron a mis
padres por quedar embarazados de mí fuera del matrimonio, y luego
mis padres guardaron rencor y no me dejaron ver crecer a mis otros
parientes. Lo que hubiera estado bien, pero mis propios padres
tampoco querían verme mucho, así que estaba mayormente sola
cuando era niña.
Dejo de decir tonterías cuando Lovey estira la mano para presionar
una mano enguantada en mi mejilla. Creo que podría estar tan
iluminada como recomienda su suéter, pero el gesto es reconfortante
de todos modos. Meemaw, chapoteando ponche caliente, declara:
—Que se jodan, cariño.
Me sobresalto.
—¿Perdón?
—A la mierda con tus padres —dice Meemaw con aún más fuerza,
lanzándome una mirada que no puedo analizar por completo—. Lo
siento si eso suena duro, pero cualquier padre que ignore a su hijo en
navidad no merece el título. —Meemaw toma un sorbo de su termo—
. Algunos de nosotros nacemos en familias que nos merecen y
algunos de nosotros tenemos que pasarnos la vida buscándolos.
Encontraste a Andrew, y eso significa que ahora eres parte de esta
familia.
Andrew aprieta mi mano, y por un momento en la nieve, me
permito olvidar que esto no es real.
—¡Muy bien, todos! —Katherine anuncia cuando llegamos al lugar
perfecto para la foto familiar: un claro con buena luz y un árbol
talado, con ramas cubiertas de nieve enmarcadas perfectamente en el
fondo—. ¡Abrigos fuera! ¡Lugares! ¡Lugares! ¡Todos conocen el
ejercicio! Dylan, no me deslumbrarás, así que ayúdame…
Andrew instala el trípode y Katherine pone su iPhone en
144
temporizador automático. Trato de moverme hacia el borde de la
foto, hacia el lado más alejado de Andrew, donde será fácil que me
vean en el futuro.
—Ellie, cariño —arrulla Katherine desde detrás de la cámara—.
Ponte en el medio allí. Sí, eso es correcto. Entre Andrew y Jack. Eso es
perfecto.
Me acomodo para que Andrew esté a mi derecha, su mano todavía
asegurada en la mía, mientras que Jack está a mi izquierda, con un
alegre suéter navideño, sonriendo a su madre detrás de la cámara.
—¡Sonríe, Ellie! —Katherine toca los bordes de su sonrisa
practicada, y cuando sonrío, sale fácilmente, sin esfuerzo.
Después, no puedo dejar de pensar en cómo será imposible
eliminarme con Photoshop de la tarjeta de Navidad del próximo año,
cómo siempre estaré allí, en medio de los Kim-Prescott.
No debería sorprenderme que Meemaw lance la primera bola de
nieve.
Comienza de manera bastante inocua. En el viaje de regreso a la
cabaña, Meemaw hace una pausa por un momento con el pretexto de
arreglarse los cordones de los zapatos, y antes de que alguien
realmente vea lo que sucede, una bola de nieve densa choca contra un
lado de la cara de Katherine.
La mano enguantada de Katherine limpia la nieve de su mejilla.
—De verdad, Bárbara —dice remilgadamente, antes de agacharse,
recoger nieve y arrojársela a su suegra. Entonces Katherine, la
elegante y decorosa Katherine Kim, se ríe.
Es imposible saber quién lanza la tercera, cuarta o quinta bola de
nieve, porque muy pronto estoy esquivando misiles congelados de
todos lados.
Trato de esconderme detrás de Andrew, con la esperanza de que 145
me proteja de su familia maníaca, pero en vez de eso, arroja un
puñado de nieve en la parte posterior de mi chaqueta hinchada, y es
Dylan quien toma mi mano y me jala hacia los árboles para que
podamos ocultarnos de la embestida. Estoy medio convencida de que
Dylan está a punto de usar toda esta pelea de bolas de nieve como
una tapadera para empalarme en un carámbano, pero luego
Katherine y Lovey se lanzan hacia los árboles junto a nosotros, y
entiendo: las líneas de batalla se han trazado.
—Esos monstruos son despiadados —gruñe Dylan—. Y no
podemos vencerlos a menos que también estemos dispuestos a pelear
sucio. —Se vuelven hacia mí con una expresión grave—. Ellie, ¿cómo
está tu puntería?
—Oh…
—Supongo que eso significa que mal —interrumpe Dylan—. Está
bien. Prepararás nuestra reserva de munición con Lovey mientras
Katherine y yo dirigimos el asalto.
Una Lovey borracha saluda a Dylan e inmediatamente comienza a
construir bolas de nieve para nuestro arsenal. Lanzo una mirada a
través de los árboles hacia donde Andrew, Jack y Meemaw se han
acurrucado juntos detrás de un tocón gigante. El termo de ponche
caliente hace tiempo que se ha olvidado mientras Meemaw parece
trazar un plan de ataque en la nieve con un palo. Tanto Jack como
Andrew tienen los brazos cruzados sobre el pecho, con expresiones
gemelas de consternación en sus rostros.
Me echo a reír. No puedo evitarlo. Son seis adultos involucrados en
una pelea de bolas de nieve como si fuera una cuestión de vida o
muerte. Sin embargo, es fácil imaginar cómo podría haber
comenzado esta tradición si crecieras en una familia como esta. Una
Jack de siete años lanzando bolas de nieve a su hermano como si
lanzara puñetazos. Las abuelas incitándolos, Katherine
complaciéndolos. Aferrándose a la tradición a lo largo de los años
como se aferran unos a otros.
A pesar de todas las estrategias de Dylan, cuando llega el momento
de comenzar a lanzar bolas de nieve nuevamente, es un caos total.
Katherine y Dylan lanzan algunas a través de los árboles, y algunos
146
incluso dan en el blanco, pero luego Meemaw agarra una bola de
nieve en cada mano y carga directamente contra nosotros. A partir de
ahí, los equipos se disuelven y cada Kim-Prescott se queda solo.
Me escondo detrás de los árboles unos segundos más antes de
agarrar una de mis bolas de nieve prefabricadas e intentar lanzársela
a Andrew. No lo consigo y golpeo la parte de atrás de una chaqueta
caqui en su lugar. Jack gira para encontrar la fuente del asalto. Su
rostro transmite un breve destello de sorpresa antes de que desate un
grito de batalla épico, recoja un puñado de nieve y se dirija hacia mí.
Con bastante madurez, chillo y salgo corriendo, más adentro de la
espesura de árboles, conteniendo la burbuja de risa que se forma en
mi garganta. Siento el primer golpe contra mi espalda, seguido
rápidamente por otro terrón de nieve golpeando mi muslo. Me
detengo en seco para recoger otra bola de nieve para mi propio
arsenal, tropezando un poco por el impulso de mi carrera, y no me
doy cuenta de que Jack está justo detrás de mí. Ella choca conmigo, y
como ya estoy desequilibrada, caigo rodando hacia la nieve, mi
tobillo se tuerce cuando mis piernas se doblan debajo de mí.
Jack se acerca para tratar de sostenerme, pero solo logro derribarla
conmigo, hasta que somos un montón de miembros esparcidos por la
nieve.
Jack está esparcida sobre mí, su peso me inmoviliza. Incluso a
través del dolor en mi tobillo y la humedad que se filtra a través de
mi ropa, me estoy riendo. Es una risa profunda, de esas que te toma
por sorpresa y no te suelta. Por encima de mí, Jack parece afligida por
un segundo, y luego ella también se ríe, tal vez por el sonido de mi
risa. Pero la risa de Jack es ridícula, una mezcla entre el graznido de
un ganso y el chirrido de los neumáticos sobre el asfalto mojado, y el
sonido solo me hace reír más fuerte, hasta que las lágrimas me caen
por la cara. Hasta que no puedo recordar la última vez que reí así.
Entonces, de repente, la realidad del momento se asienta sobre mí.
Jack está acostada encima de mí. Nos tocamos en tantos lugares:
rodillas, muslos, brazos, estómagos y pechos.
Jadeo, y los ojos de Jack se abren como platos.
147
—Mierda, lo siento. —Ella se aparta de mí—. Lo siento.
—No —me las arreglo para superar el dolor y la vergüenza—. Es
mi pie. Creo que me torcí.
Yo me incorporo y ella se sienta, así que estamos una al lado de la
otra en la nieve.
—Los peligros de la guerra total —reflexiona Jack—. ¿Crees que
podrás regresar a la cabaña?
Miro hacia arriba. Estamos lejos del camino ahora, donde el resto
de la familia está involucrada en su guerra de bolas de nieve, y no
puedo ver la cabaña a través de los árboles.
—Tal vez —digo. Ahora que Jack ya no está encima de mí, el dolor
en mi tobillo está consumiendo toda mi atención—. ¿Tal vez no?
—¿Puedo? —pregunta, señalando a mi pie. Asiento con la cabeza,
y luego lentamente está desatando los cordones de mi bota. La veo
esa noche en la Caravana, inclinada frente a mí, haciendo lo mismo.
Me estremezco cuando ella tira del zapato de mi tobillo dolorido.
Inmediatamente toma mi pie en sus manos, acunándolo con cuidado.
Para alguien que nunca ha oído hablar de una voz interior, Jack tiene
una sorprendente capacidad para la ternura.
—¿Puedo quitarte el calcetín? —pregunta. Puede que me lo esté
imaginando, pero su voz suena más ronca, raspa placenteramente las
partes expuestas de mi piel. Sé que está pidiendo ser educada, que
está estableciendo límites claros entre nosotras, pero hay algo en la
forma en que espera el permiso para tocarme que hace que mis
sentimientos equivocados vuelvan a la acción.
Ya la superaste, grita la voz en mi cabeza. Tienes que superarla.
Pero la lujuria es más fuerte que el grito cuando digo:
—Claro —y Jack baja mi calcetín grueso para revelar mi tobillo
pálido. Su pulgar acaricia lentamente la parte posterior de mi talón. 148
—No me di cuenta de que los reposteros necesitaban un
entrenamiento de primeros auxilios tan intenso —me atraganto. Tal
vez si convierto esto en una broma, puedo empezar a reír de nuevo
en lugar de sentir que partes de mí se están despertando por primera
vez en un año.
—Fui consejera de campamento todos los veranos en la escuela
secundaria —dice, todavía acariciando mi pie con sus dedos
callosos—. Y te voy a decir lo que les dije a muchos niños de diez años
que lloraban durante los juegos de capturar la bandera: te acabas de
torcer el tobillo. Probablemente te sentirás bien en unos veinte
minutos más o menos.
Espero a que me suelte, pero todavía tiene mi pie en sus manos.
Hay algo tan sorprendentemente íntimo al respecto. Sus dedos
ásperos, mi pie frío, piel y piel y piel. Hay algo en la vulnerabilidad
de sus manos sobre mi cuerpo y la nieve que nos rodea que me
transporta a ese día, al juego de la honestidad y la franqueza.
—Me despidieron de Laika —espeto en el silencio del bosque. Tan
pronto como lo digo, siento como si me hubieran quitado un gran
peso del pecho, el agujero dentro de mí se llena un poco. Sigo
adelante—. No pude hacerlo, y me despidieron después de tres
meses. Como un fracaso total.
Jack no levanta la vista de mi pie, del lugar donde sus dedos
todavía están masajeando distraídamente mi piel.
—Sé lo que significaba ese trabajo para ti, y lo siento. Pero la gente
es despedida, Elle —dice encogiéndose de hombros—. El fracaso
sucede. Eso no te convierte en un fracaso.
Niego con la cabeza.
—No entiendes.
—De acuerdo. —Suena tan casual, tan despreocupada—. Entonces
hazme entender. Cuéntame lo que sucedió.
Cierro los ojos y veo a mi supervisor llevándome a su oficina; tenía
una espesa barba que oscurecía su expresión y vestía un jersey de la
Patagonia que olía a pachulí y a café quemado. Mi estómago se sentía 149
como un trapo de cocina escurrido porque mi malestar
gastrointestinal siempre sabe que las malas noticias están llegando
antes que mi cerebro.
He evitado pensar en ese día durante el año pasado, traté de
bloquearlo e ignorarlo.
—Fue… fue realmente un desafío —le digo con los ojos aún
cerrados, sus dedos aún en mi piel—. Siempre había sido la mejor de
mi clase, y realmente nunca… tuve problemas. Así no.
Inhalo lentamente por la nariz y el frío me pica en los senos
paranasales. A lo lejos, se oye una carcajada, seguida de un grito de
fingida angustia. Cierro mis ojos.
—Estaba trabajando todo el tiempo, dedicando horas extra para
tratar de ponerme al día. Mi ansiedad era terrible: no podía dormir,
apenas podía comer y sabía que estaba decepcionando a las personas
que me habían contratado. Luego, tres meses después… hubo un
problema de presupuesto.
Por eso mi supervisor me llevó a su oficina. «Me temo que nuestras
ganancias trimestrales no alcanzaron nuestras proyecciones, por lo
que solo podemos mantener a dos de los tres nuevos animadores que
contratamos a fines del año pasado».
La vergüenza se acumuló en mi piel, subiendo y bajando por mis
extremidades en olas calientes. La vergüenza como el terror, como un
sonido que escuchas en la noche, medio dormido, cuando te
despiertas en un pánico confuso.
«Lo siento, pero vamos a tener que dejarte ir».
Mi supervisor siguió hablando después de eso, pero no pude
escuchar el resto. Hubo un ruido sordo profundo y palpitante en mis
oídos, y todo lo que pude hacer fue mirar las ramas desnudas de los
árboles fuera de la ventana, sin parpadear. Porque si parpadeara,
lloraría. Estaba sentada en una silla, escuchando lo que siempre
sospeché en el fondo.
Yo era como mis padres. No era suficiente. Un fracaso. Un error.
150
—Entonces, no te despidieron en absoluto —dice Jack después de
que le he contado todo—. Te cesaron.
Cierro los ojos con fuerza.
—Habían contratado a tres nuevos animadores, todos recién
graduados, y yo era la que no podía seguir el ritmo. Fui la que
eligieron dejar ir.
Jack no dice nada, no discute conmigo sobre mi interpretación de
los hechos. Cuando abro los ojos, ella está sentada en la nieve a mi
lado, mirándome de la forma en que Jack mira, como si pudiera ver a
través de todo, a todos los agujeros que todavía mantengo ocultos en
el interior.
—Tenía todo este plan de diez años, esta meta por la que había
estado trabajando toda mi vida, y se derrumbó en un instante.
Había fallado, y la peor parte era que todos lo sabrían. Esos
profesores que me elogiaron, y los compañeros que quedaron
impresionados cuando obtuve un puesto tan codiciado en Laika justo
después de la escuela de posgrado. Mis padres, que nunca creyeron
en mis sueños ni notaron mi talento. Consejeros que me dijeron que
nunca sería capaz de mantenerme como artista. Meredith. Todo el
mundo.
Tomo otra respiración profunda y, por primera vez en meses, no
siento el dolor agudo en mis costillas al inhalar. Se siente como si
alguien hubiera desenredado un poco el nudo doloroso en mi pecho.
—Lo siento —dice Jack. Mi pie está en su regazo. Sus dedos están
sobre mi piel. En algún lugar a través de estos bosques, su familia se
tira nieve unos a otros—. ¿Pero te gustó trabajar en Laika?
—Por supuesto que me gusto —respondo automáticamente.
—Solo… no parecías muy feliz allí, el año pasado. —Jack
distraídamente aprieta mi pie—. Parecía que querías ser feliz allí,
porque encajaba con esta idea que tenías de tu vida, este plan de diez
años, pero ¿realmente te trajo alegría?
151
Paso mi lengua a lo largo de mi labio inferior, considerando. ¿Se
supone que el trabajo de tus sueños te trae alegría?
Jack deja caer mi pie para que se hunda en la nieve fría.
—Lo siento —dice ella, bajando la mirada también—. Lo siento, eso
fue presuntuoso. No debería haberte obligado a hablar sobre todo
eso.
Alcanzo mi calcetín desechado.
—No me obligaste.
Jack se levanta torpemente, sus botas resbalan antes de que pueda
enderezarse.
—Sí, pero yo solo… —Se quita el gorro Carhartt, se alborota el
cabello y luego se lo vuelve a poner en la cabeza—. Solo creo que,
probablemente, no deberíamos… ¿Tu pie está bien?
Me duele un poco cuando lo meto de nuevo en mi bota, pero
asiento.
Jack también asiente. Enfáticamente, su cabeza subiendo y bajando.
—Bien. Genial. Bien.
Alguien viene estrellándose por el bosque, y ambas sacudimos la
cabeza para ver a Andrew acercándose con dos bolas de nieve.
—¡Suéltala, demonio! —Y le lanza la nieve a su hermana.
—Literalmente no la tocaré —dice Jack—. Y estábamos en el mismo
equipo.
—Oliver, mi favorita. —Se deja caer frente a mí—. ¿Estás bien?
—Sí, solo… me torcí el tobillo.
Sin otra palabra, Andrew me toma en sus brazos y me arrastra. Y
tengo que admitirlo: Dylan no se equivocó. Andrew es muy bueno
para ser sexy y levantar cosas pesadas.
Me digo a mí misma que no debo mirar a su hermana en la nieve.
Pero lo hago.
152

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 3: La otra mujer
(Nochebuena, 13:32)
Subido: 7 de enero de 2022
—Creo que es hora de presentarte a la mujer más importante de mi
vida —dice Jack. Sale a la calle lateral nevada, sus botas de trabajo se
hunden hasta los tobillos—. Elle, esta es Gillian.
Ella coloca su mano sobre el capó de una antigua camioneta.
—Gillian —le dice al camión—, esta es Elle. —Ella se inclina cerca
y susurra en el escenario—. Pero no te preocupes. Sigues siendo mi
chica número uno.
Pongo mis manos en mis caderas.
—¿Siempre le hablas a tu camión?
—No me golpees con ese tono crítico. Conversas con un taburete al
azar. Al menos Gillian y yo tenemos una relación establecida.
—Sé que no quieres ser estereotipada, pero —muevo mi mano en
un círculo frente al camión rojo—, esta antigua camioneta roja es muy
cliché. ¿Espera Gillian? ¿Cómo Gillian Anderson?
—¿Hay otra Gillian?
—¿Porque es de color marrón rojizo?
—Y porque aunque algunos podrían argumentar que estaba en su
mejor momento en los noventa, creo que sigue mejorando con la

153
edad.
Jack abre la puerta del pasajero y las bisagras sueltan un sonido
impío.
—Vamos.
—¿A dónde vamos ahora?
Después de Powell's, Jack me arrastró a través de la nieve hasta
Voodoo para probar una dona de arce y tocino, insistiendo en que
incluso si está un poco exagerada, sigue siendo un peregrinaje crucial
para cada nuevo residente de Portland. Mientras caminábamos,
jugábamos el juego de la honestidad. Me contó más sobre sus padres
y sus expectativas para su vida, que nunca encajan del todo con quién
es ella como persona; sobre visitar a parientes lejanos en Seúl cuando
era niña y sentir que ella tampoco encajaba allí; sobre sus tartas
favoritas para hornear (marionberry y merengue de limón) y sus
tartas favoritas para comer (chocolate pecan y key lime).
Y le conté más sobre mis padres y su total falta de expectativas, y
cómo eso nunca encajaba del todo con lo que soy como persona; sobre
mis planes de vida trazados; sobre la soledad de mudarme a una
nueva ciudad, a pesar de que he estado sola la mayor parte de mi
vida.
Habló de su perro y del gallinero que estaba construyendo en el
patio trasero de su amiga.
Hablé sobre Meredith y cómo no creía que el tocino perteneciera a
las donas.
De alguna manera, pasaron dos horas y cinco centímetros más de
nieve se acumularon a nuestro alrededor. Salíamos como amigas, solo
como amigas. Pero a veces, me volvía y veía los ojos ardientes de Jack
en mí de una manera que no se parecía en nada a la amistad.
Ahora, Jack está al lado de su camión.
—Estamos yendo a casa.
Mi corazón salta a mi garganta.

154
—No puedo ir a casa contigo —le digo con menos frialdad de la
que pretendía—. Yo… yo no voy a casa con la gente por primera vez,
um…
Jack sonríe.
—Te voy a llevar a tu casa —dice, gesticulando hacia mí con las
palmas hacia arriba—. Y luego me iré a mi casa. Porque claramente
se perfila como una tormenta de nieve mucho más grande de lo
pronosticado, y nos vamos a quedar cubiertas de nieve si no llegamos
a casa pronto.
—Vaya. —Miro hacia abajo a mis pies sumergidos en la nieve—.
Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Por no querer…
—¿Ir a casa con una extraña que conociste hace tres horas en una
ciudad en la que solo has vivido durante un mes?
Asiento con la cabeza.
—Eso me parece de sentido común —dice—. Y, sinceramente, en
circunstancias normales, tampoco recomendaría que subieras a un
automóvil con un extraño, pero desafortunadamente, los autobuses
probablemente ya se hayan cerrado, así que no creo que tengas otra
opción. Por suerte para ti, sé que no soy una asesina.
Estos son argumentos razonables en general, y finalmente me subo
al asiento del pasajero de su camioneta. Trota alrededor de la cabina
y se sube al asiento del conductor. Antes de hacer nada, conecta su
teléfono a un cable auxiliar conectado a un viejo encendedor de
cigarrillos. El motor no suena mejor que las puertas oxidadas, y gira
un par de veces sin detenerse cuando gira las llaves.
—Agárrate. —Se saca la lengua por un lado de la boca mientras se
inclina hacia el volante y vuelve a intentarlo. Cuando el camión
finalmente cobra vida, su lista de reproducción hace clic y suena a
todo volumen I Do Not Hook Up de Kelly Clarkson.
—¿Programaste eso? —pregunto, señalando a los altavoces.
—Ojalá.
—Olvidé que esta canción existía, honestamente. Este álbum
155
definió el quinto grado para mí. ¿Qué? —Miro a Jack al otro lado de
la cabina de su camioneta y la atrapo mirándome de nuevo.
Mirándome como…
—Esto es bonito —dice, estirando la mano para tocar con un solo
dedo el borde de mi bufanda tejida a mano. Eso es todo. Un dedo. Ni
siquiera está tocándome. Está tocando mi bufanda. Sin embargo, de
alguna manera, ese dedo es suficiente para darme la vuelta.
—Oh, es, um. Meredith lo hizo —digo.
Jack se vuelve hacia adelante, empujando sus gafas por la nariz de
nuevo.
—Hace juego con tus ojos —dice mientras pone la palanca de
cambios en reversa y quita el pie del freno. Y… no pasa nada. Los
neumáticos giran debajo de nosotras, el motor gime, pero Gillian no
se mueve.
—Oh-oh.
—¿Qué quieres decir con oh-oh?
—Solo voy a… —Ella salta del camión como para diagnosticar la
fuente del problema, aunque el problema es bastante claro. Es la
nieve. Hay autos estacionados a nuestro alrededor, abandonados y
cubiertos de nieve, y más adelante hay una línea de tráfico enredada
en Ninth Street, autos colapsando y saliendo.
Salto de la camioneta también y sigo a Jack hasta la parte de atrás.
—Creo que está atascada —observa Jack—. Tendremos que
desenterrarla. Maldita nieve.
Mi ansiedad se siente como una maraña de luces de Navidad otra
vez, como un nudo horrible e inextricable alojado en mi pecho,
extendiéndose hasta mi garganta y hasta mi estómago.
—¿No van a arar los caminos pronto? —pregunto mientras Jack se
agacha detrás de los neumáticos traseros.
—Eso es tan lindo, Ohio, pero no.
—Está bien, Portland, ¿por qué no?
156
Ella comienza a palear la nieve con seriedad con sus manos.
—Aquí no tenemos la infraestructura para la nieve porque no la
tenemos muy a menudo. La mayoría de los inviernos, solo obtenemos
unos cinco centímetros más o menos, pero cada pocos años, hay una
tormenta masiva como esta en la que todas las tiendas de comestibles
venden col rizada y nadie puede ir a ninguna parte. En cuanto a los
quitanieves, esperarán hasta que deje de nevar, así que quizás
mañana al mediodía las carreteras principales estén despejadas.
Sabes, esto probablemente iría más rápido con dos personas.
Pero no va a ninguna parte, incluso después de treinta minutos de
que ambas intentáramos desenterrar el auto. Finalmente, Jack se
desploma contra su camioneta.
—Gillian no se moverá hoy. Creo que podríamos estar
correctamente atascadas.
Suena increíblemente tranquila, como si no acabara de anunciar
que estamos atrapadas afuera en una tormenta de nieve sin forma de
llegar a casa. Trato de tomar una respiración profunda, pero se siente
como si todo el oxígeno hubiera sido extraído de mis pulmones.
Estamos atascadas. Estoy atrapada, con una extraña, en una ciudad
que no conozco, aislada de la comodidad y la seguridad de mi nuevo
apartamento.
Estoy atascada en la nieve, atascada, atascada, atascada.
—Oye. —La voz de Jack atraviesa mi espiral mental—. ¿Estás bien?
—¡No! —Jadeo, agarrándome los lados de las costillas, luchando
por respirar a través de este nuevo probablemente no-ataque al
corazón—. ¡Estamos atrapadas en la nieve! ¿Qué vamos a hacer?
Espero que Jack se ría de mi reacción exagerada, como solían
hacerlo mis padres. Espero a que cambie al modo de resolución de
problemas, como siempre hace Meredith. Espero que me diga algo
horriblemente inútil, como que está bien o que va a estar bien, aunque
nada se siente bien y no está bien y estoy teniendo un ataque de
pánico en la nieve.
157
Pero Jack no dice nada en absoluto, no durante mucho tiempo. Ella
simplemente desengancha el portón trasero para que caiga en un
banco, gesticulando hasta que llego y me siento a su lado, mis piernas
colgando sobre el borde. Nos sentamos en silencio, su muslo
presionado contra el mío, su hombro justo ahí, recordándome que no
estoy sola con mis pensamientos acelerados.
Mis manos están retorcidas en mi regazo, y con la misma
delicadeza de antes, Jack extiende su mano izquierda para desenredar
el nudo ansioso de los dedos. Luego desliza su mano cálida y callosa
a través de la mía, sujetándola sin apretarla.
—¿Estás bien? —pregunta, y cuando asiento con la cabeza, aprieta
su agarre—. ¿Qué es lo peor que te está diciendo tu ansiedad en este
momento?
—Nada —me las arreglo—. Está bien. Estoy bien.
—Elle —dice ella. Ella comenzó a hacer eso, comenzó a llamarme
Elle en nuestro camino hacia Voodoo. Una sílaba, una sola letra. Me
concentro en eso—. No me hagas decir «juego de la honestidad»
cuando claramente estás teniendo un ataque de pánico.
—Bien —me atraganto—. Mi ansiedad me dice que no tenemos un
plan y que nos vamos a quedar atrapadas afuera en la nieve para
siempre. Que nunca llegaremos a casa. Que sufriremos hipotermia y
se nos caerán los dedos de los pies y moriremos.
—Sí. —Jack exhala—. Todo eso sería menos que ideal.
Estudio su perfil, las líneas afiladas de su bonito rostro contra el
telón de fondo de tanta nieve.
—¿No me vas a decir que estoy siendo irracional?
Se vuelve hacia mí, tan cerca que nuestras narices casi se rozan.
—¿Es algo que te ayuda cuando tienes un ataque de pánico? ¿Que
te digan que eres irracional?
—Dios no.
—Entonces, ¿por qué te diría eso? —Sin soltar mi mano, Jack saca
158
su teléfono del bolsillo de su abrigo—. Mi mamá tiene un trastorno
de ansiedad generalizada y si alguna vez le dijera que estaba siendo
irracional mientras tenía un ataque de pánico, estoy bastante segura
de que me sacaría los ojos. Y me lo merecería.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto mientras la veo clavar su
pulgar contra la pantalla de su teléfono torpemente con una mano.
—Se me ocurre un plan. Bueno. Vivo en Stark, cerca del parque
Mount Tabor, que está… a una hora y veinte minutos a pie de aquí.
Totalmente manejable. ¿Dónde vives?
—Fuera de Belmont, cerca de la Treinta y Cuatro.
—Aún más cerca. Perfecto. Podemos dejar a Gillian aquí, y volveré
por ella cuando se aclare la nieve. ¿Suena como un buen plan?
Por primera vez en cinco minutos, puedo recuperar el aliento.
—Sí. Sí, supongo… eso funciona.
Salta del portón trasero y, como producto natural de nuestra nueva
distancia, nuestras manos se deshacen. La ausencia de su cercanía se
siente conspicua en el lado derecho de mi cuerpo, en todos los lugares
que el aire frío ahora puede alcanzar ahora que ella no está
presionada allí.
Ella sacude los copos de nieve de su cabello antes de volverse hacia
mí.
—¿Crees que puedes confiar en mí para llevarte a casa, Elle? —
pregunta con esa sonrisa de cuarto de luna suavizando los ángulos
de su rostro.
Y dos conclusiones sorprendentes me golpearon al mismo tiempo.
Primero: que yo, inexplicablemente, confío en esta mujer a la que
solo conozco desde hacía unas pocas horas.
Y segundo: que realmente, realmente quiero tomar su mano de
nuevo.

159
Capítulo 12
Lunes, 19 de diciembre de 2022
Jack me está evitando.
Al principio, pensé que solo estaba siendo sensible, leyendo cosas
en nuestra relación que no estaban realmente allí, como lo había
hecho el año pasado.
Cuando todos regresamos a la cabaña después de la pelea de bolas
de nieve, todos se separaron para hacer lo suyo. Las abuelas fueron a
calentarse en el jacuzzi, Katherine desapareció en la cocina para
preparar el lomo de res para el bibimbap que estaba preparando para
la cena, y Andrew se fue a algo llamado «la sala de ejercicios» porque
aparentemente mantener su cuerpo sexy requiere varias horas de
pesas y cardio todos los días. Dylan y yo decidimos holgazanear en
la sala de estar, yo trabajando en el próximo episodio del cómic, elle
trabajando en la planificación de lecciones para después de las
160
vacaciones de invierno. Y Jack, se quedó incómoda durante unos
minutos antes de gruñir alguna excusa incomprensible de por qué
necesitaba huir a la Caravana.
Y pensé, claro. ¿Quién no necesita tiempo a solas para recargar
energías?
Pero se volvió más raro.
Para la noche de cine, Meemaw hizo palomitas de maíz y mulas de
arándanos, y en una muestra inquebrantable de nuestra pareja,
Andrew y yo nos acurrucamos debajo de una colcha en el sofá
seccional. Jack se sentó en una silla mullida en el extremo más alejado
de la habitación, pero ella seguía moviéndose inquieta. Solo llegó a la
escena del narval en Elf antes de saltar de su asiento y anunciar que
iba a correr.
A las ocho de la noche.
En la nieve.
Cuando nos despertamos esta mañana, Katherine proclamó que, a
pesar de lo que decía el horario, no recibiríamos el árbol de Navidad
hoy, ya que quería esperar hasta que Alan llegara mañana. En
cambio, Jack hizo panqueques para el desayuno… y luego no los
comió, alegando que todavía estaba llena de la cena de la noche
anterior.
Cuando Jack le preguntó a Dylan si querían llevar a Paul
Hollywood a dar un paseo, y Andrew y yo decidimos ir también, Jack
decidió abruptamente que ella «se iba a quedar fuera.
Y cada vez que entré en una habitación durante el último día, Jack
salió rápidamente. Durante las últimas veinticuatro horas seguidas,
Jack se ha negado a mirarme, a hablarme y apenas ha salido de la
Caravana.
Debería estar aliviada. No estoy aquí por Jack; estoy aquí para
convencer a todos de que estoy enamorada de Andrew por
doscientos mil dólares.
¿Por qué no estoy más aliviada?
161
Desafortunadamente para Jack, la agenda de la tarde son las
galletas navideñas: seis horas, y como residente experta en repostería,
no puede excusarse de no hacerlo.
Personalmente, cinco minutos después del proceso, y ya estoy
confundida por la mecánica.
—¿Por lo general, hay tanta hierba involucrada en el proceso de
elaboración de las galletas?
Dylan levanta la vista desde donde sus hábiles dedos están
enrollando un porro impresionantemente grande.
—¿Sueles hornear galletas navideñas sobria? —pregunta y se
horroriza por la idea.
Miro alrededor de la cocina, a los ingredientes que Jack colocó
cuidadosamente en los mostradores, a la familia con sus delantales
rojos a juego que dicen «Equipo de galletas de Navidad» con sus
nombres cosidos a mano en la parte superior. Judy Garland está
cantando Have Yourself a Merry Little Christmas.
—Nunca he hecho nada de esto antes —admito.
Toda la familia gira la cabeza hacia mí en estado de shock.
—¿Nunca has hecho galletas navideñas antes? —Meemaw
pregunta.
Katherine, que no se inmuta por la hierba en el mostrador junto a
las chispas de chocolate, aplaude.
—¡Bueno, no es esto emocionante!
—Entonces definitivamente vas a querer estar drogada —dice
Dylan. Se llevan el papel enrollado a la boca y lamen el borde. Cuando
Dylan desliza el porro entre sus labios, Andrew se inclina hacia
adelante para encenderlo sin preguntar. Ahueca una mano cerca de
la boca de Dylan hasta que lo prende, y observo cómo Dylan mira a
Andrew a través de sus pestañas, inhalando profundamente.
Andrew retrocede. Dylan le frota la nuca antes de pasarle el porro
a Andrew.
162
El resto de la familia parece no darse cuenta de esta escena cargada
de sexualidad. Katherine se distrae agarrándome un delantal. Ha
escrito mi nombre con Sharpie en un trozo de cinta adhesiva sobre lo
que imagino es el nombre de Alan. Antes de darme cuenta, estoy
usando un delantal y el porro ha recorrido toda la cocina hacia mí. Lo
miro entre mis dedos por un momento antes de decidir llevármelo a
la boca. No recuerdo la última vez que alguien me ofreció un porro
de verdad. ¿En la universidad, tal vez?
Mi inhalación es superficial, dejando solo un poco de humo en mis
pulmones antes de exhalar. Aun así, ha pasado tanto tiempo que
inmediatamente siento un torrente de sangre en la cabeza, seguido de
una lenta descompresión en mis extremidades, como si fuera un
mueble de Ikea y alguien hubiera quitado todos mis tornillos con una
llave inglesa y los hubiera aflojado solo un poco. El porro se ha abierto
camino en la cocina para todos menos para Jack. Me giro para mirarla.
Por primera vez en veinticuatro horas, me mira mientras estiro el
porro en su dirección. Ella levanta ambas manos.
—No, gracias. Alguien en esta cocina necesita tener su ingenio
sobre ellos. ¡Está bien, familia! —Jack declara a todo volumen—.
Empecemos. Este año, estamos haciendo galletas recortadas, dulce de
mantequilla de maní y dasik.
Involuntariamente debo hacer una mueca de confusión porque
Jack agrega:
—Dasik es una galleta prensada coreana. Solíamos hacerlas para el
Año Nuevo Lunar cuando éramos niños, pero ahora generalmente las
hacemos en Navidad. Este año, estamos haciendo la mitad con
semillas de sésamo y la otra mitad con té verde.
Asiento como si entendiera algo sobre hornear. De repente me
cautiva la forma en que Jack se hace cargo de la cocina, asignando
diferentes tareas a cada miembro de la familia, enviando a Katherine
a la estufa para calentar las sartenes para el dasik y a Meemaw a la
batidora de pie para trabajar en el glaseado casero para las galletas
recortadas. La visión de Jack con su delantal rojo, los hilos atados
163
alrededor de su cintura. Lleva puestas sus gafas, que solo la hacen
más atractiva, como una arquitecta lesbiana sexy. Las mangas de su
franela están arremangadas hasta los codos, revelando los remolinos
negros de tinta de tatuaje en sus brazos, esos gloriosos tendones que
se flexionan cuando prepara el desayuno por la mañana, esos dedos
que se mueven… Mierda.
Una pizca de hierba y mi cerebro ya está hiperfijando.
—Jack es una cocinera increíble —me dice Meemaw, cuando me
sorprende mirando a su nieta.
—Mmm —digo en respuesta, tratando de concentrarme en la masa
que Andrew y yo vamos a estirar, y no en la forma en que Jack se ve
mezclando la mantequilla de maní con el azúcar y la mantequilla
derretida.
—Ella trabaja en una tienda en Division, pero va a abrir su propia
panadería —continúa Meemaw con orgullo.
Toda mi atención está de vuelta en Jack, mirando sus mejillas
pecosas volverse un leve toque de rosa debajo de sus ojos.
—Espera, ¿lo harás?
Jack se encoge de hombros y se aparta el pelo de la cara.
—Sí, yo haré. Voy a abrir mi propia panadería pronto, eso es.
Miro el montículo de masa en el papel de pergamino frente a mí.
Los recuerdos intentan apoderarse de mí, pero los empujo hacia atrás,
sin querer pensar en ese día o ese lugar, en el edificio que me mostró
cuando me contó su sueño. Cuando Andrew me pasa el porro por
segunda vez, lo acepto.
—Y Jacqueline está abriendo la panadería sola, sin ninguna ayuda
financiera —señala Katherine mientras asa meticulosamente las
semillas de sésamo.
—Mamá —dice Jack, en un tono que sugiere que el comentario de
Katherine es algo más que una observación casual—. Está
perfectamente bien. Saqué un préstamo comercial y tengo el dinero…
—Pero tienes que devolver el préstamo, y si la panadería no genera
164
ganancias… Simplemente no entiendo por qué estás dispuesta a
correr este riesgo financiero cuando la empresa de tu padre podría
invertir…
—No quiero que sea un negocio de Inversiones Prescott —salta
Jack—. Quiero que sea mi negocio.
A mi lado, el cuerpo de Andrew está tenso, fuertemente enrollado.
—Entonces tus abuelas podrían ayudar —continúa Katherine.
Meemaw asiente mientras coloca la batidora de pie en su lugar.
—Dije que estaría feliz de darte algo de dinero inicial, solo para que
te mantengas en pie hasta que la panadería comience a ganar dinero.
Por un momento, la cocina está en silencio excepto por el sonido de
KitchenAid girando el glaseado.
—Gracias, Meemaw —dice Jack finalmente con la mandíbula
apretada—. Pero puedo hacer esto por mi cuenta. Puedo abrir mi
propia panadería sin la ayuda de la familia.
—Sí, pero ¿por qué lo harías? —El pequeño arrebato de Katherine
se encuentra con una mirada de Jack.
—Tal vez no quiero depender del nombre de Prescott para lograr
mi sueño —dice mordazmente.
Lovey se acerca para poner una mano de papel en el codo de Jack.
—Tu madre solo está preocupada por ti. Ella no quiere verte
fracasar.
Jack cierra los ojos con fuerza. La recuerdo sentada en la cafetería
de Powell's, diciéndome, «yo soy la cagada de la familia».
—Bueno, todos pueden relajarse —dice Jack con amargura—.
Cuando falle, tendré el fideicomiso del abuelo para apoyarme, ¿de
acuerdo?
Me estremezco cuando el puño de Andrew choca con la bola de
masa frente a él. Aparta la mano y hay una pequeña huella de sus
165
nudillos.
—¡Andrew! —Lovey regaña en voz baja—. ¿Qué pasa contigo?
—Lo siento —se queja, evitando la mirada de su abuela—. Lo
siento, solo necesito un poco de aire.
Se mueve alrededor de la encimera, y soy vagamente consciente de
que, como su prometida, probablemente debería seguirlo, pero antes
de que mis extremidades sueltas puedan moverse, Dylan está
abandonando el dulce.
—Iré a ver qué pasa con él.
Hay una gran tensión en el aire una vez que Andrew y Dylan se
van. Michael Bublé está cantando Holly Jolly Christmas pero no parece
haber nada divertido en el proceso de horneado de galletas. Katherine
presiona sus dedos bien cuidados en sus sienes.
—Me duele la cabeza. —Ella hace una mueca para venderlo—.
Yo… yo necesito ir a acostarme.
La batidora de pie sigue girando y Jack se acerca para apagarla.
—Gracias, Jacqueline, cariño. —Meemaw sonríe—. Sabes,
realmente no soy buena en todo este negocio de la repostería
doméstica…
—Vamos. —Jack se encoge de hombros—. Está bien. Tú también,
Lovey.
Y así, la cocina cavernosa está vacía excepto por mí y Jack y un
montón de ingredientes para galletas.
Jack alcanza el cogollo del porro que Dylan dejó en el
portacucharas de cerámica junto a la estufa.
—Esto sucede todos los años —dice mientras se lo lleva a los labios.
—¿Tu familia te llama un fracaso y trata de que tomes dinero cada

166
vez que horneas galletas navideñas? —pregunto con escepticismo.
La sonrisa de cuarto de luna se dibuja en su rostro, y Jack se
recuesta contra la encimera detrás de ella. Se vería tan relajada, tan
indiferente, si no fuera por la forma en que mueve el pie enfundado
en un calcetín, uno cruzado sobre el otro.
—No. Me dejan en la cocina todos los años y me dejan hacer todo
el horneado. A mi familia le gusta la idea de hacer galletas navideñas
juntos, pero siempre se olvidan de que es un trabajo real y se terminan
achicando en la primera hora.
Jack se sube las gafas por la nariz con esos dos dedos y mi corazón
se siente como azúcar en polvo dentro de mi pecho. Vuelvo a mi masa
y finalmente tomo un rodillo.
—No tienes que hacer eso —dice Jack rápidamente—. Ve a buscar
a Andrew. O ve a unirte a las abuelas en el jacuzzi. Puedo hacer todas
las galletas.
—No me importa ayudar. —Presiono el rodillo contra la masa, pero
en lugar de aplanarse, la masa simplemente se pega a mi rodillo.
—Aquí —dice una voz en voz baja en mi oído, y allí está Jack,
parada justo detrás de mí, extendiéndose a mi alrededor para tomar
el rodillo—. Usemos harina para que no se pegue.
Toma un puñado de harina de un recipiente de vidrio en el
mostrador y lo rocía sobre mi rodillo y el papel pergamino. Está tan
cerca de mí que puedo oler ese aroma imposible de pan recién
horneado que parece vivir en su ropa. Puedo sentir el calor de su
cuerpo y la tensión en sus músculos por la discusión anterior con su
familia.
—Aplica presión uniformemente —ordena Jack, y no estoy segura
de por qué esas palabras hacen que los dedos de mis pies se doblen
contra el frío suelo de baldosas—. Y no dejes que el rodillo golpee el
mostrador. Simplemente rueda hasta el borde y detente.
Todavía está de pie a mi espalda, su presencia como una sombra
palpable detrás de mí. Una sombra cálida y reconfortante, en la que
quiero apoyarme. Agarro las asas del rodillo y sigo las órdenes. La
masa comienza a extenderse ante mí en una capa delgada y
agradable. 167
—Perfecto. —Jack exhala en mi cuello—. Justo así.
Absolutamente no pienso en ella diciendo esas palabras «perfecto,
justo así» en un contexto muy diferente, su voz ronca y sus dulces
gemidos de placer. Pero entonces, sin querer, me arqueo hacia atrás y
siento la solidez de su cuerpo contra el mío. Por un segundo, es tela
áspera, músculos y calor.
Y luego Jack está al otro lado de la cocina, lo más lejos posible de
mí, revolviendo el dulce de azúcar de nuevo.
—Sigue adelante —dice ella, con los ojos fijos en la cacerola. Sigo
adelante, extendiendo la masa hasta que cubre la encimera, con la
esperanza de que no haya notado la parte en la que traté de frotarme
contra ella como un gato en celo.
—Así que… —Observo cómo la masa se extiende ante mí—. Vas a
abrir una panadería.
La única respuesta de Jack es el sonido de su cuchara para revolver
golpeando accidentalmente el borde de la olla. Trago. No debería
haber preguntado. No es mi lugar. Tal vez una vez, cuando éramos
algo más la una para la otra, pero ahora…
—Sí, lo haré —dice Jack—. Quiero decir, abriré una panadería, si
puedo arreglar todo antes de la apertura prevista en dos meses. He
firmado el contrato de arrendamiento y he obtenido el préstamo que
necesito, pero las renovaciones han sido una pesadilla. No ha sido
fácil hacerlo sola.
—¿Has estado haciendo todo por ti misma?
Jack asiente.
—Hay tanta mierda empresarial aburrida involucrada en iniciar un
negocio. Lo cual es bastante desafortunado, porque me aburro muy
fácilmente. Además, mis finanzas están un poco jodidas desde que
reduje las horas en Patty's para dedicar más tiempo a hacer despegar
el nuevo lugar.
—¿Pero no aceptarás la ayuda de ninguno de los millonarios de tu
familia porque…?
168
—¡Porque! —Jack dice, sacudiendo la cuchara—. Tomar dinero de
la familia es complicado.
Me vuelvo para mirarla de pie junto a la estufa, tan sólida, tan
conectada a tierra.
—¿Es porque si aceptas la ayuda de otras personas, entonces no
serías la Jack fuerte, independiente y autosuficiente?
—Porque si tomo el dinero de mi familia —corrige a la defensiva—
, significa que estoy comprando sus ideas sobre el éxito y el fracaso.
—Y si tomas su dinero, y tu negocio sigue sin funcionar…
—Entonces le probaré a mi papá que soy más holgazana de lo que
él cree que soy —termina Jack, mezclando la mantequilla de maní
ahora de una manera bastante violenta. Luego está raspando el
glaseado de los lados del tazón de la batidora y luego está asando
semillas de sésamo en una sartén. De algún modo, está en todas
partes al mismo tiempo, una imagen borrosa en toda la cocina, su
cerebro en piloto automático. Está enfocada con láser en cada tarea,
ninguna parte de ella inquieta o fastidiada.
Jack hornea como yo dibujo, con todo de sí misma. Es algo
milagroso de ver. Toda esa energía inquieta canalizada hacia un
hermoso propósito.
—Voy a decirte lo que me dirías si nuestras posiciones estuvieran
invertidas —digo, observándola volar a través de cada paso en el
proceso de cocción como si estuviera escrito en sus huesos—. Tu
panadería no puede fallar.
—Créeme, puede. Es un mercado muy saturado.
—No puede fallar —digo con más fuerza, intentando usar las
propias palabras de Jack contra ella—, porque incluso si nunca genera
ganancias, e incluso si cierra dentro del primer año, lo intentaste.
Tomaste un maldito riesgo. Las personas que toman riesgos audaces
para perseguir sus sueños nunca fracasan.
—Mierda. —Jack parece horrorizada—. ¿Siempre sueno como un
cartel motivacional cursi colgado en la oficina de un consejero de
169
orientación de la escuela secundaria fuera de contacto?
—Literal siempre.
Jack me muestra su sonrisa completa, tonta y contagiosa, y siento
que eso está escrito en mis huesos. Su sonrisa está estampada en cada
terminación nerviosa de mi cuerpo. Doscientos mil dólares. Canto las
palabras en mi cabeza. Estoy aquí por doscientos mil dólares.
Estoy aquí por la oportunidad de reconstruir mi vida. No estoy
aquí para mirar los antebrazos de Jack mientras mezcla chispas de
chocolate semidulce con leche hirviendo. Y definitivamente no estoy
aquí para reavivar algo que solo me quemó la primera vez.
La masa se extiende con éxito frente a mí y abro el Tupperware de
moldes para galletas con forma de reno, árboles de Navidad y
muñecos de nieve. Hay un recorte de copo de nieve en la parte
inferior, y presiono los bordes afilados en la masa. Cuando me alejo,
un copo de nieve de galleta perfecto se aleja con él.
—Mira eso —dice Jack. Está otra vez a mis espaldas, con su calor y
su solidez y su olor a pan. Me pasa una bandeja para hornear y
extiendo mi único copo de nieve de masa.
No estoy pensando en Jack con copos de nieve en el pelo.

170
Capítulo 13
Martes, 20 de diciembre de 2022
A lo largo de la mayor parte de mi niñez, respondí a la disfunción
y negligencia de mis padres retrayéndome, volviéndome callada y
pequeña. Mis padres bebían demasiado y se gritaban en la cocina
hasta que al menos uno de ellos rompía un vaso, y yo me escondía en
mi habitación durante horas, desapareciendo dentro de mis dibujos y
el mundo ficticio de mi arte, construyendo un hogar mejor dentro de
un espacio imaginario donde gente como yo triunfaba, donde éramos
celebrados, donde éramos amados.
Mi papá se ausentaba durante semanas y yo estaba en el cuadro de
honor.
Mi mamá fue despedida de otro trabajo y yo me inscribí en otra
clase de Colocación Avanzada. 171
No siempre había comida en el refrigerador o un adulto en casa,
pero nunca me porté mal en clase, nunca me metí en problemas y
formé vínculos poco saludables con todas mis maestras de inglés.
Cuando me di cuenta de que mi arte me brindaba el tipo de atención
positiva que nunca recibí en casa, construí toda mi identidad en torno
a ser Ellie la chica del arte.
En su mayor parte, yo era la hija perfecta para los padres más
imperfectos del mundo, pero durante un breve período de tiempo en
séptimo grado, todo lo que quería hacer era gritarle a mi mamá. Le
grité sobre sus fiestas constantes. Le grité sobre las facturas no
pagadas. Le grité sobre los hombres extraños que trajo a nuestra casa.
Y Linds, siendo Linds, siempre gritaba de vuelta. Yo pisoteaba y
daba portazos, pero Linds decía la cosa más cruel en el tono más
cortante. Linds me hacía la ley del hielo durante días y días en nuestra
propia casa, negándose a hablarme mientras comía cereales para el
desayuno para la cena o lavaba mi propia ropa. A veces, ella
simplemente no regresaba a casa por algunas noches, y me dejaba
preguntándome si alguna vez volvería a casa.
La fase de pelear con mi mamá duró poco una vez que me di cuenta
de que no había ninguna garantía de que Linds no se largaría como
lo había hecho Jed. Lo que varios terapeutas han considerado un
estilo de apego inseguro significa que ahora evito discutir con mi
madre a toda costa. También significa que después de la discusión
sobre las galletas navideñas, estoy ansiosa de que las cosas entre los
Kim-Prescott se pongan tensas.
En cambio, no… no lo hacen.
Andrew y Dylan vuelven adentro para ayudarme a decorar las
galletas recortadas con glaseado y chispas, y el dolor de cabeza de
Katherine desaparece a tiempo para presionar las galletas dasik
usando los moldes para hornear que pertenecían a su halmoni. En
cuanto dan las cinco, Meemaw saca una jarra de sangría de la nevera
y pone a todo volumen música navideña de Kacey Musgraves. La
cocina es una zona de desastre, así que tiramos las costillas o el lomo
de res sobrantes sobre tazones de arroz y comemos en el mostrador
mientras terminamos de decorar. En general, comemos galletas en la
172
cena porque todos estamos un poco drogados. El argumento anterior
sobre el dinero se olvida por completo.
Supongo que tal vez así es como funciona en las familias que se
aman incondicionalmente: puedes luchar sin miedo a perderlos y ser
honesto sin consecuencias ni repercusiones.

Alan promete que estará allí el martes por la mañana para elegir un
árbol de Navidad.
Él no está y nosotros tampoco.
En cambio, pasamos la mayor parte del día trabajando en un
rompecabezas gigante de Navidad. Entramos en habitaciones
separadas para envolver regalos para poner debajo del árbol
hipotético. Voy con Andrew y observo la carnicería de sus intentos
de envolver los regalos (la cantidad de cinta que usa debería ser un
crimen real) hasta que finalmente cede y me deja hacer todo el
envoltorio. Lovey prepara lasaña vegana para la cena, y todos
comemos juntos, fingiendo no notar la silla visiblemente vacía en la
cabecera de la mesa. Todo el mundo parece un poco malhumorado a
medida que avanzamos en el evento de la noche.
Villancicos: dos horas.
A las siete en punto, Katherine conduce a toda la familia de la
cocina a la sala de estar. No hay villancicos reales involucrados en los
villancicos navideños de Katherine, ya que estamos aislados en una
cabaña en las montañas sin ningún lugar donde cantar villancicos.
Hay un piano vertical escondido en la esquina de la sala de estar, y
todos nos reunimos en un semicírculo a su alrededor. Meemaw sirve
la sangría y Dylan sale corriendo a buscar su guitarra.
—¿Quién irá primero este año? —Katherine pregunta alegremente.
Meemaw se da la vuelta para mirarnos a Andrew y a mí sentados
uno al lado del otro en una otomana.
—¿Por qué los tortolitos no nos cantan un pequeño dueto? —Ella
173
menea las cejas hacia nosotros.
Mi voz para cantar es horrible, pero si Meemaw necesita escuchar
a Andrew y a mí cantar a dúo para creer en nuestra relación, me
acercaré al piano.
—Oh —dice Andrew, tensándose—. Un dueto. Quiero decir, Dylan
y yo normalmente…
—El dúo de Dylan y Andrew es una tradición —dice Katherine, y
su declaración es definitiva en esto y en todas las cosas. La solicitud
de Meemaw se olvida cuando Andrew se levanta de la otomana y
desliza su cuerpo sobre el banco del piano. Se sienta detrás de las
teclas como si hubiera nacido allí. Dylan frota la nuca con la mano
que no agarra la guitarra.
—Eh, ¿estás seguro…? —Me lanzan una mirada—. Quiero decir, es
una tradición, pero… no te importa si…
Agito una mano y tomo un trago de mi sangría. Si mi prometido
falso quiere darle una serenata a su ex secreto frente a los miembros
de su familia, ¿quién soy yo para protestar?
Dylan acerca una silla al lado de Andrew en el banco del piano.
Ambos se ven rígidos e incómodos con la nueva proximidad, pero
luego Andrew comienza a tocar las notas iniciales de una canción y
toda la incomodidad entre ellos se disuelve.
La canción en cuestión es Baby, It's Cold Outside y aunque tengo
varios problemas con esta elección, olvido la mayoría cuando Dylan
comienza a rasguear la guitarra. Entonces la voz de Andrew se eleva
por encima de los instrumentos y me enamoro de esta estúpida
canción. No puedo evitarlo. La voz de Andrew es rica en melaza,
convirtiendo la primera línea de la canción en algo delicioso y dulce.
Cuando Dylan responde con un «pero bebé, hace frío afuera»
combina perfectamente con la voz de Andrew. Sus voces circulan y
se cruzan en perfecta armonía.
En el sofá, Meemaw filma con su teléfono, Lovey agita un
encendedor y Katherine sonríe con orgullo. Mi mirada encuentra a
Jack al otro lado de la sala de estar, apoyada contra la repisa de la
174
chimenea en lugar de sentarse con el resto de nosotros. Ella sonríe
torcidamente mientras observa a su hermano y su mejor amigue
cantar este dúo practicado.
Cuando las voces de Andrew y Dylan se entrecruzan para el último
«oh, pero hace frío afuera» Jack se mete dos dedos en la boca y silba.
Andrew se da la vuelta en el banco del piano, sonriendo casi con
timidez. Dylan deja la guitarra a un lado y se frota la nuca de nuevo,
deliberadamente sin mirar a Andrew. Andrew está mirando
deliberadamente a Dylan.
Por alguna razón, Meemaw me está mirando deliberadamente.
—Jack, hazte cargo —dice Andrew mientras sube—. Voy a
prepararnos unos auténticos cócteles navideños.
Aparentemente, ambos hermanos tomaron doce años de lecciones
de piano, por lo que Jack dobla su gran cuerpo detrás del piano
mientras Andrew vuelve a la cocina. Meemaw canta a continuación e
interpreta una interpretación lasciva y desafinada de Santa Baby luego
una Lovey borracha interpreta Grandma Got Run Over by a Reindeer
haciéndome reír tanto que la sangría sale disparada de mi nariz.
Andrew finalmente trae una bandeja de bebidas a tiempo para que
Katherine se pare al lado del piano mientras Jack toca I'll Be Home for
Christmas de la partitura frente a ella.
El cóctel de Andrew es una variación del ponche de huevo con
whisky, y tan pronto como el sabor llega a mi lengua, estoy de vuelta
allí, sentada en un bar oscuro con Jack en Nochebuena, bebiendo
ponche de huevo especiado mientras nuestras rodillas se rozan. Estoy
en el escalón de metal de la Caravana, saboreando el ponche de huevo
en la boca de Jack.
—Si tan solo en mis sueños… —canta Katherine, y cuando la
canción llega a su bonito final, se vuelve hacia mí—. De acuerdo. ¡Es
el turno de Ellie!
De repente, no hay suficiente alcohol en el mundo para que mis
piernas se despeguen de los muebles.
—Vaya. No. No creo que yo…
175
—Vamos, cariño. No juzgamos. Esto es solo por diversión.
Le creo a Meemaw, pero la decencia general de los Kim-Prescott no
parece justificación suficiente para humillarme. Andrew claramente
no está de acuerdo y me levanta del sofá.
—Vamos, Oliver. Eres familia ahora. Tienes que cantar.
—Sí, vamos —está de acuerdo Dylan—. Tienes que hacerlo. —Y no
confío ni por un minuto en que Dylan no vaya a juzgarme.
Andrew me coloca al lado del piano. Jack todavía está en el banco,
sus largos dedos de nudillos cuadrados descansan sobre las teclas
blancas. Me mira, moviendo la barbilla para quitarse el pelo de los
ojos.
—¿Qué quieres cantar?
—Nada. —Dejo mi ponche de huevo en un posavasos encima del
piano.
—Yo… yo no sé muchas canciones navideñas.
Jack deja caer su cabeza y miro el mechón de cabello que se
derrama hacia delante de nuevo. Mi cerebro de whisky y ponche de
huevo tiene muchas ganas de despejar ese cabello a un lado.
—¿Que tal esta? —Los largos dedos de Jack bailan los primeros
compases de Holly Jolly Christmas. Hemos escuchado esta canción
media docena de veces en los últimos dos días.
—Todo el mundo conoce esta canción. —Jack me da su sonrisa de
cuarto de luna, y mis entrañas son como un vaso líquido de ponche
de huevo. Escucho el momento en el que se supone que debo
comenzar a cantar, pero las palabras quedan atrapadas en mi
garganta, alojadas detrás de los recuerdos de esa sonrisa y esos dedos.
Jack repite la canción hasta el principio para darme la señal de
comenzar de nuevo, pero estoy congelada. Paralizada por la idea de
avergonzarme.
Ella repite la canción de nuevo.
—Estamos bien —susurra Jack, en realidad susurra, de modo que 176
incluso Katherine, que está cerca, no puede escuchar—. Sin prisa.
Canta cuando estés lista.
Pienso en Jack sentada en el portón trasero de Gillian. Vamos a estar
bien.
Y luego, cuando no vuelvo a cantar, Jack canta el comienzo de la
canción ella misma. Y el canto de Jack es ensordecedor y abominable.
Ese tambor profundo de una voz que siempre suena medio musical
para mí de alguna manera no se traduce en una canción real. Es
chillona y fuera de tono y no está alineada con la melodía que está
tocando en el piano.
Sin embargo, aquí está, cantando de todos modos. Entonces,
cuando llega a la línea, me uno a ella con «bésala una vez por mí».
Nuestras voces se mezclan de forma similar a como lo hicieron las de
Andrew y Dylan, excepto que donde las de ellos eran melaza, las
nuestras son quebradizas como cacahuetes. Dentro de un triturador
de basura.
Mientras intentamos armonizar, ambas sonreímos a través de las
palabras, medio riéndonos de nosotras mismas por lo horrible que
sonamos. Jack me mira, y lo hace como lo hizo ese día. Como si fuera
una persona que ocupa espacio en este mundo.
Nunca significó nada.
Inventaste todo en tu cabeza.
Doscientos mil dólares.
Pero ella está cantando esta canción para mí, y estoy pegajosa
dentro de mi piel. Me siento más borracha de lo que estoy, tan
borracha que podría hacer algo estúpido.
Podría alejarme flotando.
Podría tocar su cabello.
Podría besarla, una vez, por mí. Solo una vez, para recordar cómo
se sentía.
La canción termina y tengo que alejarme del calor de la mirada de
Jack. Presiono mis dedos en los huecos de mis mejillas y siento el
rubor irradiando de mi piel.
177
—¡Casas de pan de jengibre! —Meemaw grita sobre los estridentes
aplausos de la familia—. ¡Deberíamos hacer casas de pan de jengibre!
—Bárbara. —Katherine chasquea la lengua—. Son las nueve de la
noche.
Pero todos están borrachos y/o drogados, por lo que la demanda
de Meemaw de que organicemos el concurso de la casa de pan de
jengibre en este momento se trata con un sorprendente grado de
seriedad.
—Jack. ¿Tienes los suministros? —Dylan pregunta con la misma
intensidad que en la pelea de bolas de nieve. Excepto que ahora están
acostados boca arriba sobre una alfombra, balanceando su vaso de
ponche de huevo mientras tararean Santa Claus Is Coming to Town.
—Sí, están en la Caravana —dice—, pero se está haciendo tarde y
creo que tal vez deberíamos relajarnos, no aumentar nuestra ingesta
de azúcar.
—No seas aguafiestas, Jacqueline —dice Meemaw—. ¡Ve a buscar
los suministros! ¡Despejaré el rompecabezas de la mesa del comedor!
Jack parece molesta y divertida por las payasadas de su familia,
pero levanta las manos y dice:
—¡Bien! Dylan, ayúdame a cargar.
—Dylan no puede caminar tanto —responde Dylan desde la
alfombra.
—No importa. —Jack da marcha atrás—. Andrew, ven a ayudar…
—No voy a salir —dice bruscamente Andrew—. Hace frío. Haz que
Ellie lo haga.
—¿Vas a hacer que tu prometida salga al frío porque no quieres?

178
—pregunto, esperando que Andrew se dé cuenta de la mala óptica de
la situación y cambie de opinión.
Él no lo hace, y cinco minutos más tarde, me estoy subiendo el
cierre de mi chaqueta acolchada y metiendo los pies dentro de mis
botas mientras Jack y Paul Hollywood me esperan en la puerta
trasera. Salimos a un patio oscuro y bajamos por las escaleras hasta la
nieve. No es una caminata larga desde la cabaña hasta la Caravana,
pero en el silencio entre nosotras, se siente tan larga como nuestra
caminata desde Powell's hasta el sudeste de Portland. Hace unos
minutos estábamos cantando juntas, y ahora todo parece demasiado
serio.
Llegamos a la Caravana y ella pone un pie en el escalón de metal.
Hay una pequeña pausa antes de que abra la puerta, y la sigo dentro
de la Caravana sin darme cuenta completamente de cómo será volver
a entrar en este lugar. Es como atravesar un agujero de gusano hacia
el pasado. Hacia nuestro pasado.
Están los armarios de la cocina contra los que me empujó. Están los
libros de cocina que derribé cuando me subió a esos mostradores. Ahí
está la cama donde Jack se acurrucó a mi alrededor. El olor a té de
menta y pan de masa fermentada. Yo, llorando con las botas bajo el
brazo, huyendo de la Caravana lo más rápido que pude.
Jack me sorprende mirando su cama sin hacer.
—Es… no ha cambiado mucho desde la última vez que estuviste
aquí.
—No —digo en voz baja—. No lo ha hecho.
Jack hace varios comienzos en falso, como si hubiera algo que ella
quiere decir y no puede, pero cuando finalmente dice una palabra, es:
—¡Alexa! —al diminuto Echo en su mostrador—. Mezcla la lista de
reproducción de Jack.
Big Girls Don't Cry de Fergie corta el incómodo silencio entre
nosotras.
—Sabes que la gente ha seguido haciendo música desde hace

179
mucho tiempo, ¿verdad? —le pregunto
Jack sonríe y parte de la tensión se alivia.
—Suministros para la casa de pan de jengibre —dice y sostiene una
bolsa de debajo de la mesa de la cocina—. Hazme un favor y toma
mis mangas pasteleras extra. Están en el cajón de abajo.
Giro hacia los estrechos cajones empotrados en la pared entre la
mesa de la cocina y la puerta del baño.
—Espera, no, cajón equivocado —ladra Jack mientras abro el cajón
inferior, tal como ella dijo. No hay mangas pasteleras. Es un cajón
lleno de ropa de invierno, gorros, bufandas y guantes, y justo encima
hay una bufanda azul cerúleo tejida a mano que reconozco de
inmediato. Mi corazón borracho se hunde en mi pecho.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué tienes esto?
—Tú… lo dejaste aquí —comienza Jack, pero ya estoy sacando la
bufanda del cajón. Es más pesada de lo que debería ser, y algo se cae
de los pliegues de la bufanda que Meredith tejió para mí. Es una copia
de Fun Home, y aterriza en el suelo con un golpe siniestro.
Jack Kim-Prescott guarda la copia de Fun Home que compró en
Nochebuena envuelta en mi bufanda.
—¿Por qué tienes esto? —pregunto de nuevo, porque no sé qué más
se supone que debo decir.
Jack no dice nada y yo recojo el libro del suelo. Sostengo Fun Home
entre mis manos. El lomo aún está nítido y parece no leído, pero hay
un pequeño marcador que sobresale del medio. Abro la página y allí,
en un lugar, está el dibujo que hice de la mano de Jack en la cafetería
de Powell.
—Elle…
—¿Por qué tienes un cajón con mis cosas?
—Bueno, técnicamente, solo la bufanda es tuya —dice
casualmente—, porque compré el libro y me diste el dibujo.
—Semántica. —Sacudo el libro en su dirección, tratando de
entender—. ¿Por qué guardaste estas cosas?
—¿Por qué no los guardaría? —pregunta Jack.
Porque no significó nada. Porque lo que tuvimos ese día no
180
significado nada para ella, así que ¿por qué tiene un cajón de
recuerdos de la misma manera que yo tengo una carpeta de archivos
de arte? Miro hacia arriba, y Jack ha vuelto a dejar el bolso. Está
apoyada en la mesa con el mismo aire indiferente de nuestro primer
encuentro en Powell's, pero ahora, la indiferencia se siente más
ensayada que genuina. Parece alguien que se esfuerza mucho por
parecer que no le importa.
—¿No podemos hacer esto? —pregunta Jack, sacudiendo su
barbilla para quitarse el pelo de la cara. Necesita una horquilla. O
alguien que siempre esté a su lado, apartándole el pelo de los ojos.
—¿No hacer qué?
Jack se encoge de hombros. ¿Su indiferencia siempre ha sido tan
mal interpretada, y simplemente no he sido capaz de ver más allá de
su frialdad cuidadosamente elaborada?
—Es vergonzoso, Elle —escupe Jack.
—No lo entiendo. ¿Vergonzoso cómo?
Jack se endereza.
—Mira, te desapareciste mientras yo estaba en la ducha, ¿de
acuerdo? Y está bien. Como sea. Pensé que nuestro día juntas
significaba algo más, pero no fue así, y da igual.
Niego con la cabeza. No. No, eso no es lo que pasó…
—Fue una aventura de una noche, y eso es relajante —dice, pero
ahora no hay nada relajante en ella, en la forma en que está expresando
sus palabras en una carrera frenética. Como si significó algo entonces
y significa algo ahora y ella está tratando de protegerse a sí misma.
Pero eso no está bien. Porque fui yo quien pensó que significaba
algo. Yo fui la que tenía el corazón roto. No Jack.
—Y ahora estás comprometida con mi hermano, de todas las

181
personas —divaga Jack—, y no tiene sentido volver a contar el pasado
o lo que sucedió o por qué te fuiste. Así que sí. Es vergonzoso que me
quedé con tu estúpida bufanda.
La estúpida bufanda en cuestión está sobre mi brazo derecho, y
dejo Fun Home para poder tomar la bufanda con ambas manos. Había
tenido tanta prisa por irme esa mañana, llorando y agarrando mis
cosas de la Caravana, que olvidé la bufanda. Me la quité antes de que
durmiéramos juntas, la dejé en el mostrador de la cocina junto a la
harina. Ahora la bufanda huele a ella.
—No fue así como sucedió —digo finalmente. No puedo mirar a
Jack mientras mis dedos se enredan más profundamente en el hilo—
. Eso… eso no es lo que pasó esa mañana. Yo… yo no desaparecí. Me
fui porque…
—¿Pero por qué? —Jack pregunta cuando me desvanezco. Da un
paso adelante, y en la estrechez de la Caravana, un paso la acerca
tanto a mí que puedo oler el ponche de whisky, el pasado chocando
contra el presente, y es demasiado—. ¿Por qué te fuiste esa mañana?
¿Qué hice mal?
La voz de Jack se quiebra ante la pregunta, y no hay escudo de
indiferencia para mantenerla a salvo. Tampoco hay nada que me
mantenga a salvo. A Jack le importa, pero eso no es lo que pasó entre
nosotras. Esa no es la historia que me he estado contando durante el
último año. Esa no es la versión de los hechos que inmortalicé en mi
webcomic.
—No importa —dice Jack de repente, poniendo espacio entre
nosotras otra vez—. No deberíamos… estás comprometida con mi
hermano, y yo no puedo…
Jack agarra la bolsa de suministros para la casa de pan de jengibre,
y antes de que pueda abrir la boca para hablar, ella está de regreso
afuera en la nieve. Me quedo atrás en la Caravana, en esta cápsula del
tiempo perfectamente conservada de uno de los peores días de mi
vida, tratando de juntar todas las piezas.
Hay una bufanda en mis manos y un cajón con mis cosas y a Jack
le importa, y nada de eso se alinea con la versión de los hechos de esa
mañana. He revivido esa mañana cien veces. Recuerdo cada detalle:
cómo Jack y yo nos desmoronamos tan pronto como nos juntamos. Y
por una vez, el fracaso no tuvo nada que ver conmigo.
182

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 10: La esposa
(Día de Navidad, 10:02 a.m.)
Subido: 25 de febrero de 2022
—Juego de la honestidad: ¿cuánto tiempo has estado mirándome
dormir?
Extiende los brazos por encima de la cabeza en un enorme bostezo
matutino.
—No mucho —digo.
—Mentirosa. —Su voz es especialmente áspera a primera hora de
la mañana, espesa por el sueño y ronca por otras cosas, y se ve…
maldición.
Jack lo primero que hace por la mañana es joder.
Su cabello negro está enmarañado en la parte de atrás, con el frente
pegado hacia arriba en una ola grasienta sobre su frente, y está
descaradamente desnuda. Cuando se despierta, no hace ningún
esfuerzo por esconder su cuerpo debajo de las mantas. Puedo ver sus
brazos tatuados, su vello oscuro en las axilas, su estómago suave y
sus muslos fuertes, sus piernas musculosas estiradas al lado de Paul
Hollywood, quien se subió a la cama en algún momento de la noche.
Entierro mi sonrisa en mi almohada.
—No mucho es subjetivo.
—Acosadora. Traje a casa una acosadora espeluznante. —Ella me
golpea con una almohada extra—. ¿Dormiste algo?
Niego con la cabeza. Sentí que si cerraba los ojos, me despertaría y
183
descubriría que la nieve se había derretido, que la magia entre
nosotras también se había disuelto.
—No duermo demasiado —digo.
Se pone de costado para quedar frente a mí en la cama.
—¿Cómo te sientes?
Y sé lo que realmente me está preguntando. ¿Te arrepientes de
esto? ¿Retirarías esto? Solo me había sentido así con otra persona, y
me tomó meses sentirme segura y cómoda con mi novia de la
universidad. Fuimos amigas durante casi dos años antes de que nos
besáramos, pero aquí estoy, desnuda con esta persona que conozco
desde hace un día. Y nunca me he sentido más segura de nada que lo
que estoy de lo que sea esto.
—Me siento realmente bien —le digo.
Es su turno de ocultar su sonrisa contra la almohada. Debajo de las
sábanas, desliza sus manos hacia mí, sus dedos se ciernen un
centímetro por encima de mi estómago desnudo, como un fantasma
sobre mi piel en una especie de susurro tentador. Se siente casi mejor
que cuando me tocó allí anoche, cuando me tocó en todas partes,
reclamando cada rincón desconocido de mí como propio.
—¿Tienes hambre? —ella pregunta.
—Muero de hambre.
Se inclina y muerde suavemente mi hombro antes de suavizar la
marca con un beso.
—Me ducharé y luego te haré bollos y gravy10.
—Eso no es exactamente lo que tenía en mente…
—Bueno, todavía no has probado mis bollos caseros.
—Me gustaría mucho probar tus bollos.
Jack se ríe, aturdida y gutural, gritando:
—¡Pervertida! —Aún más fuerte. Me acerco a ella. Viene de buena
184
gana, se pone encima de mí, se acomoda entre mis piernas, me besa
la garganta, el lóbulo de la oreja, la boca. Besos dulces y sin prisas,
como si no tuviéramos nada más que tiempo, como si la nieve afuera
nunca se derritiera, y viviríamos en esta pequeña burbuja para
siempre.
—De acuerdo. De acuerdo. —Ella exhala contra mi clavícula unos
minutos más tarde—. Realmente necesito ducharme.
Envuelvo mis piernas alrededor de su torso para anclarla a mí. No
tengo intención de dejarla ir nunca, ni siquiera por bollos caseros.
—Me temo que si te levantas, no volverás —confieso en su hombro.
Eso es lo que pasa con nuestro juego de la honestidad: hacía que
decir la verdad fuera más fácil, incluso cuando ella no lo exigía.

10
Gravy es una salsa de la gastronomía del Reino Unido, elaborada con extractos procedentes de los
jugos de cocción de carnes y verduras. Recientemente se ha empezado a vender este tipo de salsas en
forma de cubos concentrados, en polvo y en lata.
—Bueno, es mi Caravana, y el baño está adjunto, así que…
—Me temo que si te levantas —le aclaro abrazándola fuerte—, esto
se acabe.
Echa la cabeza hacia atrás lo suficiente para que su boca pueda
encontrar mi sien.
—No soy una calabaza, Elle —susurra—. Y realmente me gustaría
hacerte el desayuno.
—No eres una calabaza —repito, obligándome a creerlo.
—Pero tengo que ducharme primero —insiste—. Mi cabello es un
desastre.
—Me encanta tu cabello desastre —digo, pasando una mano por la
grasa.
Apoyada sobre sus codos por encima de mí, Jack toma una
respiración profunda, su contacto visual quema todo mi cuerpo.
—A mí también me encanta tu pelo —responde ella, tocando lo que
queda de mi trenza del día anterior. 185
La suelto y se baja de la cama. Se pavonea, realmente se pavonea,
hacia el pequeño baño, todavía desnuda sin disculpas, y la observo
hasta que la puerta se cierra entre nosotras. La ducha se enciende,
seguida poco después por el sonido de su teléfono con una canción
de Jordin Sparks que olvidé que existía. Por supuesto que Jack no
puede ducharse sin música. Sonrío para mis adentros y me siento en
su cama, presionando mi palma abierta contra la sensación de exceso
en mi pecho.
Alguien golpea la puerta de la Caravana y Paul Hollywood se
despierta sobresaltado, ladrando salvajemente ante la intrusión. Me
levanto de la cama, buscando mi ropa interior.
—¡Jack! —Intento gritar por encima del sonido de la ducha—.
¡Alguien está aquí!
No parece oírme por encima del agua, la música y los ladridos, y
rápidamente deslizo mis brazos en las mangas de su franela y me la
abrocho. Parece un vestido. Como un vestido muy corto, pero
aceptable para abrir la puerta a las nueve de la mañana en Navidad.
Me golpeo el dedo del pie con el borde de un armario cuando tropiezo
hacia la puerta, Paul Hollywood ladra como un maníaco a mis pies.
Cuando abro la puerta, estoy cegada temporalmente por la nieve
iridiscente y por la luz de la mañana que se refleja en todas las
superficies. Levanto una mano para protegerme los ojos y los
entrecierro, y es entonces cuando noto a la mujer parada debajo de
mí. Es bajita, con el pelo magenta cortado a los hombros, medio
cubierta por un gorro negro, el resto cubierto por un abrigo
Patagonia.
—Hola. —La saludo torpemente mientras Paul Hollywood salta
afuera y corre en círculos alrededor de los pies de la mujer.
Mira mis piernas desnudas y luego me mira a la cara.
—Hola —responde ella—. ¿Quién eres tú?
Tiro del dobladillo de la camisa de Jack.
—Um. ¿Ellie? Soy… amiga de Jack. ¿Quién eres tú? 186
—Soy Claire —dice la mujer con el cabello magenta—. Soy la
esposa de Jack.
La sensación de aglomeración, es demasiado en mi pecho,
retrocede, se ahueca, hasta que estoy de pie allí con un agujero negro
de absoluta nada donde solía estar mi caja torácica.
—Lo siento. —Parpadeo a esta mujer—. ¿Quién?
Claire sonríe y ladea la cadera.
—¿Ella no te habló de mí?
Trato de respirar, pero no hay nada más que un espacio muerto
donde deberían estar mis pulmones.
—No te preocupes. —Claire se ríe. Estoy parada allí medio
desnuda con la camisa de una extraña, y Claire se está riendo de mí—
. No estoy molesta ni nada. Tenemos un acuerdo. De hecho, le dije a
Jack que saliera y tuviera una aventura de una noche. Simplemente
no pensé que ella realmente lo haría.
Una aventura de una noche.
Una aventura de una noche.
Una noche.
Claire me mira de arriba abajo otra vez.
—Y definitivamente no pensé que fueras su tipo, pero más poder
para ella, supongo. Lo siento, me estoy entrometiendo. —La mujer…
Claire… la mujer de Jack… da un paso atrás—. Le dije que no vendría
esta mañana, pero estaba al final de la calle en su cafetería favorita, y
le compré un praliné de moca… —Claire sacude la taza de café en su
mano—. Sabes qué, en realidad, no le digas que estuve aquí. No
quiero interrumpir su mañana especial. Este puede ser nuestro
pequeño secreto, ¿verdad, Ellie?
Da media vuelta en la nieve, ignorando a Paul Hollywood que le
pisa los talones.
—Volveré más tarde esta tarde para desearle una Feliz Navidad. Te
187
habrás ido para entonces, ¿verdad?
Me voy antes de que Jack salga de la ducha.
Capítulo 14
Miércoles, 21 de diciembre de 2022
Una noche.
Fue solo una noche. Eso fue lo que dijo Claire mientras estaba de
pie en la nieve fuera de la Caravana. Como una tonta ingenua,
abandoné toda razón, lógica y planes. Me deje enamorar de una mujer
que apenas conocía sobre la base de la magia de la nieve. Y a la
mañana siguiente, su esposa apareció para recordarme que no hay
magia. Que enamorarse de una mujer en un solo día es irracional,
porque no puedes conocer a una persona después de solo
veinticuatro horas con ella.
No sabía que Jack estaba casada, o que yo era solo una experiencia
que su esposa quería que ella tuviera. Nada de eso había significado
nada para Jack. 188
Me sentí tan estúpida mientras desabrochaba los botones de su
franela, mientras buscaba mis calzas en medio del caos de nuestra
ropa esparcida por el suelo. Paul Hollywood ladró y saltó sobre mí, y
lloré mientras me ponía los calcetines de lana todavía húmedos.
Escuché el sonido de la ducha cerrarse y entré en pánico, no quería
que me viera con lágrimas corriendo por mi rostro. Así que me puse
las botas bajo el brazo y huí a la nieve, y dejé atrás mi bufanda.
Pero Jack se quedó con mi bufanda.
¿Qué diablos se supone que debo hacer con eso?
No puedo dormir. Es la una de la mañana y doy vueltas debajo de
las sábanas caras junto a un Andrew que ronca, pensando en la
bufanda, el dibujo y la copia de Fun Home. Pensando en la indiferencia
fingida de Jack y la forma en que sonó cuando preguntó: «¿Qué hice
mal?» Tan lamentable, tan dolida.
Me fui mientras ella estaba en la ducha porque no quería
humillarme comiendo bollos y gravy fingiendo que no sabía que ella
quería que me fuera para poder volver a su vida. Volvamos a Claire.
Y ahora estoy cuestionando todo lo que pensé que había llegado a
aceptar.
Es demasiado tarde para llamar a Meredith, así que trato de
procesarlo a través de mi arte. Bajo a escondidas al cuarto de lavado
y dibujo solo con la luz de mi iPad. No lo destilo en unos pocos
paneles digeribles. No lo ficcionalizo ni lo disfrazo. Las imágenes son
descuidadas y ásperas, solo trabajo de línea y fondos anodinos,
recapitulando lo que sucedió en la Caravana anoche, retrocediendo a
la Caravana el año pasado, moviéndome entre el pasado y el presente
sin una indicación del paso del tiempo. No estoy dibujando para que
otro lo entienda; estoy dibujando solo para mí.
Cuando termino, no publico esto en Drawn2. No es parte de La
mierda perpetua o El arreglo, aunque hay miles de seguidores
esperando esta historia. Espero que verlo todo presentado ante mí me
brinde algún tipo de claridad, pero cuando miro las piezas, de alguna
manera tiene aún menos sentido.
189
Encontrar el árbol de Navidad perfecto: tres horas.
Para el miércoles por la mañana, Alan todavía no ha llegado a la
cabaña, y mientras toman un desayuno con tostadas francesas,
Katherine, de un humor poco común, espeta:
—A la mierda. Vamos a conseguir el árbol sin el bastardo.
Como todas las tradiciones navideñas de Kim-Prescott, esta me
confunde de inmediato. Según mi estimación, hay aproximadamente
cinco mil árboles en la propiedad de la familia, y fácilmente
podríamos tomar un hacha (¿sierra?), ir al patio trasero y cortar
cualquiera de los árboles a la distancia de la cabaña.
En cambio, después de las tostadas francesas, Katherine nos hace
subir a todos a dos autos para conducir a algún lugar donde crezcan
abetos nobles, porque aparentemente esas son las únicas especies
aceptables de árboles de Navidad. Jack vuelve a evitarme, así que ella
y Dylan viajan en su camioneta, y yo termino entre las abuelas en el
asiento trasero del Lincoln Navigator de Katherine. Si bien sé que
debo involucrarme con las abuelas, mi ansiedad social supera el
decoro social. Me pongo los auriculares de todos modos y pongo Tis
the Damn Season en repetición para poder desconectar mi cerebro por
un momento.
Usando las matemáticas de Taylor, se necesitan diecisiete escuchas
para recorrer unos dieciséis kilómetros por los traicioneros caminos
de montaña, hasta un área con un pequeño estacionamiento donde
otras familias se amontonan en minivans en su búsqueda para
asesinar un árbol que invariablemente dejará agujas de pino y savia
todo sobre sus hogares. O tal vez solo estoy en un extraño estado de
ánimo antinavideño hoy.
Mi mente está en otra parte mientras caminamos por el bosque en
busca del árbol perfecto. Me desconecto mientras las abuelas cantan
canciones navideñas y Katherine critica las proporciones de las ramas
durante más de una hora. Cuando encuentra un abeto noble de tres
190
metros que cumple con sus especificaciones, Andrew lo corta (con
una sierra) y él y Jack lo sacan del bosque. Dylan sacude una lona en
la parte trasera de la camioneta de Jack y los hermanos ayudan a
sujetarla con una cuerda, la punta del árbol se derrama sobre la cabina
y el tocón cuelga sobre la puerta trasera.
—¿Por qué no regresas en el camión conmigo?
Estoy distraída, así que me toma un tiempo darme cuenta de que
Jack me ha dirigido esta pregunta. Que ella está haciendo contacto
visual intencional conmigo por primera vez desde el «Incidente de la
Bufanda».
—Espera. ¿Yo?
Jack asiente.
—Sí. Vuelve conmigo. —Esto ahora tiene la esencia de un
comando, no una solicitud. Después de anoche, la idea de estar
atrapada en un camión con Jack durante diecisiete Tis the Damn
Seasons me llena de pavor y, presa del pánico, me vuelvo hacia
Andrew.
—Eso suena como una gran idea —dice mi prometido traidor—.
Ustedes dos pueden vincularse.
—No soy un bonder —le digo—. Yo no me vinculo.
—Te has vinculado a mí. —Andrew sonríe—. Además, pronto
serán hermanas. También podrían tener un tiempo de calidad de
chicas.
Jack se ve vagamente enferma ante esta declaración, y no estoy
segura si es la frase tiempo de chicas o la idea de que nos convirtamos
en hermanas lo que lo hace. Antes de que pueda discutir con Jack o
Andrew, el resto de la familia se amontona en el Lincoln, dejándome
atrás con ella.
Su camión es tan grande como lo recuerdo. Cuando Jack abre la
puerta del lado del pasajero para mí y las bisagras crujen como la lista
de reproducción de otro tiempo, suspiro, resignada, y me subo a la
cabina. 191
—¡Paul Hollywood, abajo! —Jack gruñe. El perro salta de
inmediato a mi regazo, me lame la cara y mueve la cola con
agresividad. Lo acaricio mientras Jack corre hacia el lado del
conductor. El camión se siente demasiado pequeño tan pronto como
ella está dentro. Hombros y brazos y muslos. Una repostera de un
metro ochenta en el cuerpo de un nadador competitivo.
Ella está demasiado cerca.
—Escucha —dice Jack con la voz severa que usa a veces, la que no
hace absolutamente nada a mi presión arterial—. He estado pensando
en esto desde anoche. Somos dos mujeres queer, y vamos a usar este
viaje de regreso a la cabaña para hacer lo que hacen las mujeres queer.
Presión arterial: en aumento.
—Y, eh… ¿qué es eso?
—Vamos a hablar de nuestros sentimientos.
Bueno. Eso es peor de lo que predije.
—¿Tenemos que hacerlo?
Jack asiente secamente.
—Sí. Parece que hemos tenido algún tipo de falta de comunicación
sobre lo que pasó el año pasado. La falta de comunicación son para
los heterosexuales —dice con indignación farisaica—. Vamos a hablar
de esto.
Jack enciende el auto. Antes de salir del estacionamiento, comienza
a jugar con el auxiliar para reproducir en su lista a Annie Lenox.
—Walking on Broken Glass.
Me muevo torpemente en mi asiento mientras el perro se acurruca
en mi regazo.
—¿Pensé que no querías hablar de lo que pasó porque ahora estoy
con Andrew? —No estoy por encima de usar a Andrew como escudo

192
para protegerme de esta conversación inminente.
Jack me lanza una mirada mientras nos lleva de vuelta a la carretera
principal.
—Cambié de opinión. No hay exactamente una guía sobre lo que
se supone que debes hacer cuando tu hermano se compromete con tu
ex—observo que ella dice ex, no una ex aventura de una noche—,
pero creo que debemos aclarar las cosas entre nosotras para que
podamos seguir adelante y empezar a actuar como… —un trago que
le hace temblar la garganta—, cuñadas.
Jack no lleva sus anteojos, pero dos dedos se elevan hasta el puente
de su nariz para empujarlos hacia arriba por costumbre.
—Cuéntame qué pasó la Navidad pasada.
Pienso en la magia de la nieve y en llorar con las botas bajo el brazo.
—Estabas casada —digo.
El camión se queda en silencio salvo por Annie Lennox. Cuando
me arriesgo a mirar el perfil de Jack, su mandíbula está apretada y
sus manos están estrangulando el volante. Hasta que ella finalmente
dice:
—¿Qué?
—Claire. —Es un nombre tan bonito. ¿Por qué su esposa tenía que
tener un nombre tan bonito?—. Mientras estabas en la ducha, Claire
pasó por la Caravana. ¿Nunca te lo dijo?
Jack no deja de agarrar el volante, pero ella niega con la cabeza.
—Bueno, Claire vino —continúo, y estoy impresionada por lo
medidas que son mis palabras, por lo bien que estoy fingiendo
indiferencia en este momento. Supongo que me enseñó bien—. Me
dijo que ustedes dos tenían algún tipo de acuerdo, y dio a entender
que quería que salieras y tuvieras una aventura de una noche.
Entonces, me fui porque… —Porque me sentí tan tonta por amarte
demasiado rápido.
»Porque no quería ser esa aventura de una noche incómoda y
pegajosa que se queda más tiempo de lo esperado. Era Navidad y
supuse que querrías pasarla con tu esposa. 193
Jack sigue en silencio al otro lado de la cabina mientras Annie llora
a través de los altavoces. Un impulso nervioso me dice que llene el
espacio.
—La familia no ha mencionado a Claire en absoluto, así que no
estoy segura de si todavía están juntas, si pasan las vacaciones
separadas o si están saliendo con otras personas… Quiero decir, tu
matrimonio no es asunto mío, pero…
El camión choca contra un trozo de hielo y, por un segundo, mi
estómago desafía las leyes de la gravedad mientras colamos como un
pez. Jack rápidamente recupera el control del auto.
—No —dice ella—. Claire y yo no seguimos juntas.
El camión se queda en silencio, y espero a que Jack se abra como
siempre lo ha hecho conmigo.
—Claire y yo nos conocimos después de que abandoné la
universidad, cuando me mudé a Portland por primera vez —
comienza Jack—. Mi familia acababa de hacerme a un lado y estaba
desesperada por sentir que pertenecía a algún lugar, con alguien. Nos
casamos a los veintidós. Claire y yo…
Jack pasa sus pulgares a lo largo de la costura del volante, sus ojos
firmemente fijos en el camino frente a ella. Me doy cuenta de la
protuberancia de su muñeca, tan sorprendentemente delicada en
comparación con el resto de ella.
—No nos conocíamos lo suficientemente bien como para fusionar
nuestras vidas para siempre. Dos años después de nuestro
matrimonio, Claire se dio cuenta de que es poliamorosa. Y en ese
momento, tenía sentido para mí probar el poliamor —continúa Jack.
Acaricio la oreja de Paul Hollywood para calmarme. Parece que
seguimos dando tumbos.
—La monogamia se sentía como este vestigio patriarcal que se
suponía que debía odiar, y la mayoría de nuestros amigos eran poli.
No tenía ningún interés en ver a otras personas, pero Claire comenzó
a salir fuera de nuestro matrimonio y, durante un tiempo, funcionó.
Claire estaba más feliz, lo que significaba que yo estaba más feliz. 194
Jack hace una pausa, y miro los tendones de su garganta mientras
mueve su mandíbula, el salto de músculo debajo de su piel. Todavía
no me mira. Es casi como si ella se estuviera contando esta historia a
sí misma, de la misma manera que yo me conté la nuestra en una serie
de viñetas desordenadas de historietas.
—Desafortunadamente —Jack exhala irónicamente—, resulta que
me gustan los vestigios patriarcales obsoletos, y me costó mucho que
Claire saliera con otras personas. Y luego me sentí como una mierda
por tener dificultades con eso, porque sentí que debería haber
evolucionado lo suficiente como para no estar celosa. No quería
querer ser monógama. Pero no sé… Supongo que me gusta la idea de
que esa persona sea tu testigo a lo largo de la vida. Tal vez eso sea…
regresivo.
—Eso no suena regresivo —digo sin pensar, mis dedos acariciando
la suave piel de las orejas de Paul Hollywood—. Eso suena bien.
De perfil, veo el más pequeño tirón de una sonrisa en la comisura
de su boca.
—Claire no te mintió esa mañana —dice Jack, suspirando—. Ella
me había estado presionando para tener una aventura de una noche,
porque pensó que me sentiría mejor acerca de sus citas fuera del
matrimonio si empezaba a ver a otras personas también. Pero no es
por eso que me acosté contigo. El día que nos conocimos…
El motor emite un gemido espantoso cuando golpeamos otro trozo
de hielo. Gillian se tambalea, la caja del camión balanceándose detrás
de nosotras. Jack sostiene el volante con firmeza con su mano
izquierda, completamente tranquila a pesar del semirremolque en el
carril a nuestro lado mientras nos balanceamos de un lado a otro.
Reduce la marcha con la mano derecha y el coche se endereza. Tan
confiada y segura.
—Ese día que te conocí en Powell's —repite—, mi matrimonio ya
había terminado. Claire había querido pasar las vacaciones con su
nueva novia y yo me había quedado sola en Portland porque no
quería explicarle a mi familia por qué mi esposa no venía a la cabaña
conmigo. No quería que pensaran que había fallado en mi
195
matrimonio como había fallado en todo lo demás.
Estoy temblando en el asiento del pasajero, mis dientes castañetean
contra mi mandíbula mientras trato de procesar lo que está diciendo,
lo que significa en el contexto de la historia que me he estado
contando durante el último año.
—¿Por qué no me dijiste que estabas casada? Pasamos un día
entero juntas jugando el juego de la honestidad y nunca mencionaste
a Claire.
Jack suelta una mano del volante y se echa el pelo hacia atrás.
—Porque no quería que me juzgaras por divorciarme a los
veintiséis. Y porque realmente me gustabas. —La voz de Jack se
quiebra de nuevo, y yo también me quejo. La bufanda y el dibujo y
Fun Home. La forma en que me sonrió en la nieve y la forma en que
sostuvo mi pie contra su pecho y la forma en que trató de
tranquilizarme. No soy una calabaza.
¿Por qué no había confiado en ella? ¿Por qué asumí tan rápido que
había malinterpretado cada toque, cada palabra de afirmación, cada
momento que pasamos juntas en la nieve?
—Mira, sé que esto no cambia nada entre nosotras. —Ahora se
agarra un mechón de cabello y me digo a mí misma que no debo
mirarla de perfil, que no mire la forma en que el creciente crepúsculo
afuera del camión la pinta de un púrpura pálido—. Estás con
Andrew, pero sentí que necesitábamos aclarar las cosas. Quiero decir,
estoy muy feliz de que tú y Andrew se encontraran, por raro que sea.
Te mereces… te mereces lo mejor. Oh, mierda. Estás temblando.
No puedo evitar que mi cuerpo tiemble. Envuelvo mis brazos
alrededor de Paul Hollywood para calentarme, pero es inútil, porque
no es el frío lo que me hace temblar así. Es todo lo demás.
Es que realmente le gusto a Jack. Es Jack la que se quedó con mi
bufanda. Jack aquí, en este auto, oliendo a pan y contándome sobre
su divorcio. Se detiene a un lado de la carretera y alcanza mi mano.
—Aquí, esta es la única salida de calor que funciona. Vamos a
calentarte.
196
Sus dedos rodean mi muñeca mientras tira de mi mano más cerca
de la ventilación del medio, y la sensación de su piel contra la mía
enciende mis terminaciones nerviosas, inunda mi interior vacío con
un abrumador enjambre de sentimientos. Jack me toca, y el dolor en
mi pecho se llena de calidez. Con totalidad.
Jack mira hacia el lugar donde su piel toca la mía. Luego mira hacia
arriba, y ahí están las pecas. Ahí está la cicatriz blanca. En la
penumbra de la camioneta, está ese estúpido mechón de cabello que
quiero quitarle de la cara. Está tan cerca que solo tendría que
moverme unos centímetros para presionar mis labios contra los
suyos.
Y quiero. Odio querer besarla de nuevo, pero lo hago. Quiero
cometer los mismos errores que cometí hace un año aquí mismo,
ahora mismo, con esta hermosa mujer que me quería mucho.
Pienso en nuestro primer beso en la nieve, nuestro primer casi beso
bajo un calentador como este.
Podría besarla. Me costaría doscientos mil dólares, pero podría
besarla.
Paul Hollywood se sobresalta en mi regazo, y el momento se
rompe. Jack rápidamente suelta mi mano, dejándome calentarme
junto al único respiradero del calentador que funciona.
—Lo siento —dice Jack, pero ella no admite por qué se está
disculpando—. Yo solo… Realmente espero que, a pesar de todo,
podamos encontrar la manera de ser amigas, Elle.
Aprieto mis ojos cerrados.
—Sí —susurro de vuelta—. Amigas.

Un webcómic
197
De: Oliverartssometimes
Episodio 4: El baño
(Nochebuena, 16:13)
Subido: 14 de enero de 2022
—El trineo no era parte del plan.
Miro a Jack desde el otro lado del baño de un solo cubículo de
Burgerville, pero todo lo que hace es mostrarme esa sonrisa ridícula.
—Está bien, pero admítelo: te divertiste.
Teníamos un plan. Íbamos a cruzar directamente el puente
Burnside para poder llegar a casa antes de que la nieve empeorara.
Pero luego escuchamos el sonido de niños riendo, y Jack solo tuvo
que seguirlo, solo tuvo que rastrear la fuente de ese júbilo
desenfrenado.
Pienso en los adolescentes que felizmente nos dejan prestados sus
toboganes verde lima; en estar sentada en la cima de la colina en el
patio de la escuela primaria con el estómago en la garganta; en volar
cuesta abajo con Jack gritando a todo pulmón a mi lado hasta que
ambas volcamos hacia un lado y caímos en la nieve en una maraña de
miembros semi lastimados. En la forma en que tomó mi mano
mientras caminábamos por los toboganes de regreso a la colina para
ir de nuevo.
Pongo los ojos en blanco.
—Fue un poco entretenido, supongo.
—Creo que lo que quieres decir es, gracias, Jack, por mostrarme
que desviarme de mis planes rígidos puede llevarme a una alegría
inesperada.
—No nos dejemos llevar. —Me agacho y trato de colocar mi cabello
empapado debajo del secador de manos eléctrico. El trineo fue
divertido, con el efecto secundario de estar bastante mojado. Aunque
estoy bastante segura de que enfermarse por el frío es mentira,
obligué a Jack a ir al baño de comida rápida más cercano para que
198
pudiéramos secarnos de todos modos.
—Juego de la honestidad —dice Jack mientras empuja toallas de
papel dentro de sus botas mojadas—. ¿Por qué estás tan obsesionada
con tener siempre un plan para todo?
Aprieto mi gruesa trenza y se forma un pequeño charco de agua en
el piso del baño.
—Si tengo un plan —explico simplemente—, entonces no puedo
fallar.
Jack tuerce.
—Suena como una falacia lógica para mí. Nunca planeé nada en mi
vida, y fallo todo el tiempo.
—No conozco a muchos holgazanes que digan cosas como falacias
lógicas.
—No dije que no fuera inteligente. Dije que el sistema educativo
está mal diseñado. Es una distinción importante. —Comienza a
desabrochar los botones de su franela uno a la vez, moviéndose de
arriba hacia abajo. El calor del secador de aire lame la nuca. Dejo caer
la mirada.
—Mis padres han sido desastres humanos toda mi vida —le digo
mientras miro el charco de agua en el piso—. Así que trabajé duro en
la escuela. Encontré algo en lo que soy realmente buena. Tomé todas
las clases de AP y obtuve calificaciones perfectas. Saqué préstamos
para la licenciatura y obtuve la beca que necesitaba para la escuela de
posgrado, y elegí una carrera sensata y estable que incorpora mi amor
por el arte, porque no quiero ser como ellos cuando sea grande.
Levanto mi mirada del suelo, y de repente hay mucho de ella. Mis
ojos no saben qué hacer con todo esto. Clavículas visibles debajo de
la corredera de su camiseta blanca con cuello en V. La silueta de un
sostén deportivo, el modesto abultamiento de sus pechos, pezones
duros por el frío a través de dos capas de tela. La parte inferior de mi
estómago se contrae de forma inesperada pero no desagradable.
—Yo… yo um, estás, como, desnuda —balbuceé torpemente. Por
199
los pezones.
—Realmente no lo estoy —dice Jack, mirando hacia abajo a su
camiseta—. Sabes, no conozco a muchos jóvenes de veinticuatro años
que estén literalmente paralizados por el miedo al fracaso.
—No estoy paralizada por nada —le digo. Excepto los pezones,
aparentemente. Jack se quita la camiseta blanca. Desde la delicada
muñeca hasta el ancho omóplato, está cubierta de tatuajes, tal vez
cientos de ellos, tinta en escala de grises contra la piel de color marrón
claro. Registro el Monte Hood, una raya, una línea de árboles de hoja
perenne, una brújula, una escena desértica con cactus en flor.
Jack es arte vivo. La historia de toda una vida estampada en su piel.
Tengo un repentino e irracional impulso de plasmar mi arte en el
cuerpo de Jack; quiero reclamar un pequeño trozo de su piel para un
dibujo.
Conoces a esta mujer desde hace seis horas, me recuerdo. Detente.
—Yo nunca podría hacer eso —mascullo, bajando la cabeza de
nuevo—. Hacerme un tatuaje, quiero decir.
—Podrías —dice, dando un paso más cerca de mí, con una mano
sosteniendo su camiseta más cerca del secador de aire—. Podríamos
si quisieras. Quiero decir, estoy segura de que la mayoría de los
lugares han cerrado por la nieve, pero conozco a algunas personas
y…
—Jack. —Ella gira la cabeza para mirarme—. Hoy no me voy a
hacer un tatuaje.
Está tan cerca que puedo oler la humedad en ella, el sudor y el frío,
pero debajo de todo eso, incluso ahora, está el aroma del pan recién
horneado. Jack huele a algo que quiero comer.
—¿Ni siquiera aquí? —Presiona dos dedos fríos sobre la piel
expuesta al sur de mi clavícula—. ¿Ni siquiera donde nadie lo vería?
Tu pequeña chaqueta de punto lo ocultaría.
Mi estómago se contrae de nuevo por esos dos dedos, por su 200
cercanía y el olor de su piel. Al pensar en ella eligiendo arte que
viviría en mi cuerpo para siempre.
—¿Cuál es la historia detrás de tus tatuajes?
Jack da un paso atrás y examina sus propios brazos.
—¿Qué, todos ellos?
—Tus favoritos.
Señala su antebrazo, donde hay tres ondas paralelas.
—Este fue en realidad el primero que me hice. Tenía diecisiete años,
pero un amigo mío tenía un hermano que lo hizo por mí. Estaba en el
equipo de natación en la escuela secundaria. Era prácticamente la
única razón por la que fui a la escuela, para poder competir. Ah, y
este… —Se gira para señalar el tatuaje de Mount Hood en su bíceps—
. Este fue mi primer tatuaje legal. He vivido en el noroeste del Pacífico
toda mi vida y, literalmente, no hay nada mejor que un día soleado
en Portland, cuando la montaña está afuera. Y éste…
Se gira de nuevo, dándome una vista despejada de su cuello largo
y delgado, del músculo tenso entre su mandíbula y su hombro.
—Me hice este cuando tenía veintiún años, justo después de salir.
—Está señalando un marco de fotos con dos mujeres besándose
dentro.
—Espera. ¿No saliste del closet hasta los veintiún años?
Jack se encorva hacia el secador de aire.
—No.
—Vaya. Supongo que asumí que, dado que creciste aquí en
Portland, debe haber sido más fácil para ti…
—Creo que puede ser difícil salir del closet sin importar dónde
vivas —dice encogiéndose de hombros—. Y técnicamente, crecí en el

201
lago Oswego, que es como el condado de Orange de Portland.
Observo la historia en su piel, la historia que quiero leer y
memorizar.
—¿Fue difícil debido a tus estrictos padres?
—No. A mis padres no les importa que sea gay. Tengo un abuelo
que era un imbécil al respecto, pero generalmente es un imbécil en
todo, así que realmente no me importa su opinión. Resolver las cosas
es difícil, ¿sabes? —Se encoge de hombros, los tatuajes bailan sobre
su piel—. Mira, practiqué muchos deportes, me corté todo el cabello
e insistí en ser Jack desde muy joven, así que sabía que la gente
especulaba sobre mi sexualidad a mis espaldas. En el segundo año de
la escuela secundaria, obligué a mi mejor amiga a ver The L Word
conmigo porque pensé que ese sería el momento en que todo
encajaría.
De alguna manera se acerca aún más a mí, por lo que es el calor de
su cuerpo lo que siento incluso más que el calor del secador de aire.
—Pero nadie en ese programa realmente se parecía a mí, y
básicamente todos los personajes pensaban y hablaban sobre sexo, así
que después de algunos episodios estaba convencida de que no podía
ser lesbiana, porque no estaba pensando en sexo en absoluto en la
escuela secundaria. Todo en lo que pensaba era en nadar y fumar
hierba y descubrir cómo fumar más hierba sin dañar mis tiempos de
nado. Sabía que no me gustaban los chicos, pero tampoco estaba
segura de si me gustaban las chicas. Ni siquiera tuve mi primer amor
hasta los veinte años. ¿Es eso…? —Finalmente baja la voz para
adaptarse a su proximidad, el casi susurro de las palabras
parpadeando contra mi garganta—. ¿Es eso demasiado honesto?
—¡No! —digo, en voz demasiado alta, con demasiado entusiasmo,
siendo demasiado y completamente incapaz de contenerme. ¿Era
posible tener un agujero dentro de ti, cortado en forma de galleta con
la forma de una persona que aún no conocías? Porque así me sentí
cuando hablé con Jack. No éramos nada parecidas y todo era parecido
y…—. ¡No, en absoluto! Nunca puedes ser demasiado honesta
conmigo.
Los ojos ardientes de Jack brillan bajo la luz fluorescente del baño.
202
—Supongo que esa es la regla del juego… —Levanta su mano
derecha, como si fuera a alcanzar la punta de mi trenza, pero la deja
caer antes de que nos toquemos.
Y yo, como una idiota atrevida, hago lo que he querido todo el día.
Empujo el húmedo mechón de cabello de su frente. Su piel está
húmeda bajo mis dedos, pero se inclina hacia el tacto. Me golpea, de
repente, que ninguna de las últimas seis horas se ha sentido como
amistad. Jack está justo aquí, lo suficientemente cerca como para
saborearla, y Jack no es un taburete. Ella no es solo una persona que
está siendo amable conmigo porque estoy teniendo una mala
Nochebuena.
—¿Estás… quiero decir, has considerado alguna vez…?
—¿Si soy aromántica o asexual? —completa por mí, su sonrisa se
ensancha. Su cuerpo se arquea y nuestras caderas se alinean debajo
del secador de aire, paralelas pero sin tocarse—. Lo he considerado.
Sin embargo, creo que solo tuve un desarrollo tardío.
Está cerca, tan cerca, que apenas tendría que moverme para besarla.
Apenas tendría que moverse si quisiera besarme. Sus dedos suben
para envolver un mechón suelto de cabello que se escapa de mi
trenza.
—Soy Demi —le digo. Luego, estúpidamente, aclaro—: Sexual. No
demiromántica. O una semichica. O un semidiós. Como Hércules.
Ella no se aleja de mí, pero sí suelta mi cabello.
—No pensé que te presentaras ante mí como el héroe mitológico
Hércules.
—Lo siento, no siempre sé lo que otras personas saben sobre el
espectro asexual. No experimento atracción sexual como la mayoría
de la gente, pero quería decírtelo porque… —Porque parece que estás a
punto de besarme, y quiero que lo hagas, tanto que duele. Y estoy aterrorizada
de lo que eso significa, tan pronto. Solo han pasado seis horas.
»Porque aunque realmente quiero besarte en este momento —me 203
obligo a admitir—, tampoco quiero besarte. No todavía.
Jack muestra su sonrisa de cuarto de luna.
—Yo tampoco quiero besarte en este baño de Burgerville.
Retrocedo ante ella, dando tres pasos gigantes hacia atrás hasta que
choco contra la pared opuesta.
—Mierda. Eso fue presuntuoso. Pasamos el día juntas como amigas
y…
—Elle. —Esa sílaba, esa letra, sale de su lengua como una
invocación—. Detente. —Su voz es un gruñido—. No estoy
interesada en ser solo tu amiga.
Trago.
—Tú… eh, ¿no lo estás?
Jack niega con la cabeza y avanza como una pantera, cerrando la
distancia que puse entre nosotras.
—Y realmente quiero besarte. Simplemente no encuentro los baños
públicos particularmente sexys.
—Vaya. —No hay nada más que la tela de su sostén deportivo entre
el resto de su piel y yo, y por alguna razón, eso es lo único en lo que
puedo pensar—. Pero tampoco me importa esperar para besarte hasta
que estés lista —dice encogiéndose de hombros—. En realidad…
Se vuelve a poner la camiseta y, por un segundo, su expresión se
desvanece. Cuando emerge de nuevo, me está sonriendo.
—Creo que voy a disfrutar esperando.

204
Capítulo 15
Amigas.
Estoy atrapada en una cabaña con Jack Kim-Prescott por cinco días
más, y ella quiere que seamos amigas.
Tan pronto como regresamos a casa, huyo al baño más cercano para
llorar en el asiento del inodoro por eso.
Es, al menos, un lindo baño para llorar. De los que tienen un espejo
dorado y jabones caros y jarrones llenos de piedras decorativas. Me
siento en el asiento del inodoro cerrado con la cabeza entre las manos,
dejando que las lágrimas caigan entre mis dedos mientras trato de
recuperar el aliento.
Ni siquiera estoy segura de por qué estoy llorando. Esto no cambia
nada.
¿Cambia algo?
205
Claro, Jack realmente me quería. Guardaba las cosas que le
recordaban a mí en un cajón. Excepto que ahora cree que estoy
comprometida con su hermano. Con Andrew, tengo garantizados
doscientos mil dólares. Con Jack, no hay… ninguna garantía en
absoluto.
Trato de llamar a Meredith, pero ella no responde, así que por un
minuto miro la pantalla de mi teléfono, sin saber con quién se supone
que debo hablar en este momento. ¿Mi terrible madre? ¿Mi terrible
terapeuta?
Hay un golpe en la puerta del baño, seguido rápidamente por:
—Dulzura, déjame entrar.
Dudo un momento antes de acercarme para abrir la puerta del
baño. Meemaw interviene, habiéndose puesto un vestido de
terciopelo rojo hasta el suelo que la hace parecer una cantante de
salón haciendo un especial de Navidad. Lleva dos tazas de algo que
me irrita los senos paranasales.
—¿Estás enferma? ¿O estás evitando la cena porque sabes que es
mi noche para cocinar, lo que significa taquitos congelados y Bagel
Bites?
Bufo y dejo caer un poco de moco.
—En realidad, los Bagel Bites son gourmet según mis estándares.
—Cariño. —Meemaw se detiene junto al fregadero cuando ve mis
lágrimas—. ¿Cuál es el problema?
Desenrollo una bola de papel higiénico para frotarme debajo de los
ojos.
—Nada. No es nada. Lo siento.
—¿Lo sientes? —Se sienta en el borde de la bañera y me pasa una
taza—. No aceptaré ninguna disculpa en este baño, y especialmente

206
no toleraré ninguna disculpa por tener emociones.
Vuelvo a resoplar. Pasé la mayor parte de mi infancia
disculpándome con mi madre por esa misma razón.
—Lamento estar aquí llorando cuando debería estar afuera
decorando el árbol de Navidad con todos los demás —aclaro—. Está
en el horario.
Meemaw golpea su taza contra la mía.
—Cariño, siempre podemos programar un tiempo para un buen
llanto. Toma un sorbo de vino caliente. Te hará sentir mejor.
Miro sospechosamente la taza de líquido rojo oscuro.
Se acerca para acariciar mi muslo.
—Cuéntale a tu meemaw tus problemas.
Tomo un sorbo cauteloso del vino. Sabe a quitaesmalte caliente y a
Navidad.
—No hay nada que decir. Solo estoy molesta por algo tonto.
Meemaw gira su bebida y hace un chasquido de conocimiento con
la lengua.
—Algo tonto como… ¿el hecho de que tuviste sexo con mi nieta la
Navidad pasada?
Me atraganto con un sorbo de vino caliente y luego hago un
escupitajo caricaturesco. Una fina neblina se derrama de mi boca y
cae sobre la parte delantera de mis jeans como lágrimas de sangre.
—¿Qué? ¡No! —Lucho por cómo abordar esta declaración
inesperada y me detengo en la ignorancia a mitad de sílaba—: Yo…
no sé de qué estás hablando.
—Dulzura. —Meemaw cruza las piernas a la altura de los tobillos
y me mira fijamente—. Puede que parezca una fulana sureña, pero
tengo el suficiente sentido común para saber que algo no está del todo
bien con toda esta situación entre tú y mi nieto. —Ella golpea una uña
lacada contra su sien para indicar su inteligencia—. Es decir, el
bastardo de mi ex marido añadió una estipulación al fideicomiso de
Andrew diciendo que tiene que casarse para heredar, ¿y luego
Andrew se presenta en Navidad con una prometida sorpresa?
207
Trago el ácido que sube por mi garganta.
—Tú… ¿tú sabes sobre eso?
—Eso es lo que te estoy diciendo. Lo sé todo. Sin embargo, sé sobre
esto principalmente porque Lovey me lo contó.
—¿Lovey también lo sabe? ¿Sobre el testamento?
Mi mente da vueltas en torno a esta revelación, tratando de
averiguar si debo disculparme o rogarle que no lo cuente o romper a
llorar de nuevo. Doscientos mil dólares, desaparecidos en un instante.
Y lo que es peor, si Meemaw les dice a todos la verdad, tendré que
volver a mi estudio, volver a mi antigua vida, donde no hay abuelas
borrachas, ni madres que toquen tu cabello, ni horarios plastificados
de tiempo de unión familiar. Ni Jack.
—Espera. Si sabes que Andrew y yo estamos fingiendo nuestra
relación, ¿por qué has sido tan amable conmigo? ¿Por qué me has
hecho sentir como parte de la familia?
—¿Por qué no lo haría? —Meemaw pregunta, como si fuera así de
simple—. La mayoría de las personas que Andrew trajo a casa a lo
largo de los años solo han estado interesadas en su dinero o en su
trasero. Al menos él sabe que eso es lo que estás haciendo en este caso.
—Ella me mira por encima de su taza—. Estás recibiendo dinero
como parte de este acuerdo, ¿sí? O… su trasero, si eso es lo tuyo.
—Dinero —respondo—. Diez por ciento del fondo fiduciario.
—Bueno. —Ella me ofrece una sonrisa complacida.
—¿No crees que soy horrible por casarme con alguien por dinero?
—Diablos no. Respeto a una empresaria. Y sabía que una chica
dulce que no tiene adónde ir en Navidad debe tener sus razones para
aceptar este plan chiflado que inventó mi nieto.
—Lo hago —susurro—. Y lo juro, no tengo intención de lastimar a
tu familia. 208
—Lo sé. —Se toca la sien de nuevo—. Puedo decirlo. Por eso no le
he dicho nada al resto de la familia sobre la herencia y porqué no lo
haré. Oh, Lovey conoce la estipulación, pero no ha puesto el resto
junto. Bendito sea su corazón, pero está borracha como una cometa la
mayor parte del tiempo en estos días. Esa cirugía de cadera realmente
la sacó de quicio. Este es tu secreto y el de Andrew, y tú decides si
quieres revelarlo y cuándo.
Tomo otro sorbo de vino caliente y trato de averiguar qué hice para
merecer la confianza de Meemaw. Y también…
—Lo siento, pero lo que dijiste antes, sobre mí y… ¿Jack…?
—Ah. —Me guiña un ojo desde el borde de la bañera—. Esa sí que
es una historia graciosa. La Navidad pasada, mi nieta me llamó para
contarme todo sobre una chica llamada Ellie que le rompió el corazón
después de quedar atrapadas juntas en la nieve. Y esta Navidad, una
chica llamada Ellie aparece en nuestra cabaña actuando todo tipo de
cosas raras con mi Jack. No hizo falta ser un genio para ponerlo todo
junto. ¿Quieres decirme por qué abandonaste a mi nieta la Navidad
pasada?
No realmente.
—¿Jack sabe que lo has deducido? ¿Que soy la Ellie del año pasado?
Meemaw niega con la cabeza.
—Entonces, ¿por qué me lo dices ahora?
—¿Por qué lloras en el baño? —Meemaw responde bruscamente.
Miro mi bebida de nuevo. Podría mentirle a Meemaw, pero ella es
la única persona en la cabaña que lo sabe todo, la única persona que
podría entender por qué mi cuerpo se siente como si estuviera siendo
desgarrado en una docena de direcciones diferentes.
—Porque no supe la verdad sobre Claire hasta hace una hora —
digo, y le cuento sobre la conversación con Jack.
—Ah. Ya veo. Entonces, mi pequeña tórtola. —Meemaw golpea mi
pierna cuando termino—. Parece que estás en un buen lío. Por un
lado, tienes a mi nieto y el dinero. Y por otro lado, tienes a mi nieta.
209
¿Qué vas a elegir?
Miro mis dedos envueltos alrededor de una taza de vino caliente
mientras me siento en el asiento del inodoro, las lágrimas apenas se
secan en mi rostro.
—No creo que haya que hacer una elección, Meemaw.
Solo porque resulta que nuestra relación significó algo para Jack
hace un año, eso no cambia el hecho de que la lastimé en ese entonces
y ella me lastimó. No cambia el hecho de que Jack cree que estoy
enamorada de su hermano, o que acepté ayudar a Andrew a obtener
su herencia y no puedo echarme atrás ahora.
Y nada podría cambiar el hecho de que doscientos mil dólares es
una cantidad de dinero que me podría cambiar la vida.
No tengo elección en absoluto.
Dada su riqueza, espero que la ceremonia de decoración del árbol
de Kim-Prescott sea un ejercicio tanto de decadencia como de
moderación. Espero adornos de colores coordinados y luces
impecablemente dispuestas. Espero algo de revista perfecto y algo
emocionalmente vacío.
No espero encontrar a Dylan y Andrew ensartando al azar luces
centelleantes de arcoíris alrededor de la base del árbol de tres metros.
Tomo un plato de Bagel Bites y Lovey presiona reproducir Glittery de
Kacey Musgraves y Troye Sivan. Katherine se sienta en una otomana
gigante en el medio de la habitación, y Jack coloca bolsas de adornos
navideños a sus pies.
—Oliver —grita Andrew cuando me ve—, ven a sostenerme estas
luces.
Los Kim-Prescott aman sus tradiciones navideñas. Este involucra a
Katherine sacando un adorno de las bolsas perfectamente
organizadas (cada adorno personalizado y único y definitivamente
210
no codificado por colores) y alguien en la habitación comparte un
recuerdo asociado con el adorno. Una anécdota, una broma interna,
un sentimiento.
Katherine saca el primero. Es Mickey Mouse con un sombrero de
copa azul plateado que sostiene un «50» dorado.
—Disneylandia en el 2005 —dice Andrew inmediatamente—.
JayJay, ¿recuerdas cómo vomitaste en Space Mountain?
—Y todavía lo monté seis veces más. —Jack asiente solemnemente.
Los hermanos chocan los cinco por esta victoria de la angustia
gastrointestinal.
Un reno de palitos de helado.
—Uno de mis alumnos hizo eso para mí durante mi enseñanza
como estudiante, y fue la primera vez que sentí que estaba en la
carrera correcta —dice Dylan con dulce nostalgia. También lleva una
camiseta que dice: «Feliz corrupción capitalista impulsada por el
consumidor de una fiesta de fertilidad pagana». Porque no hay nada
que a Dylan Montez le guste más que las yuxtaposiciones irónicas.
Un orbe brillante del arco iris.
—¿Recuerdas el Pride ese año cuando, borrachos, tratamos de
pasar de contrabando a Fifty Licks en ese espectáculo de drag, y el
helado se derritió en toda la riñonera de Dylan?
Una copa de martini gigante.
—Richard nunca me dejó colgar eso en el árbol cuando estábamos
casados, que Dios tenga en su gloria su alma.
—No puedo creer que hayan puesto mi cara en un orbe gigante.
—Recuerdan, Dolly Parton necesita ir al frente y al centro.
—¿Quién escondió mi adorno de kombucha?
Me siento en el sofá con Paul Hollywood acurrucado a mi lado,
bebiendo copas de vino caliente que mágicamente se vuelven a llenar
cada vez que Meemaw se levanta. No soy parte de la reminiscencia,
pero tampoco estoy completamente separada de ella, viendo a la
211
familia perderse en sus recuerdos compartidos de amor.
Me siento… bueno, un poco borracha por el vino caliente,
sinceramente. Y me esfuerzo mucho por no pensar en la conversación
con Jack en el camión o la conversación con Meemaw en el baño.
—Está bien —declara Katherine, mirando el árbol de Navidad con
una mirada empañada—. Está listo.
Es, francamente, el árbol de Navidad más feo que he visto en mi
vida. Hay adornos que no combinan colgados en grupos descuidados
y luces de arcoíris retorcidas y oropel vomitado en las ramas.
Es perfecto.
Comienza una canción navideña de Ariana Grande y Meemaw
toma la mano de Lovey y la lleva al centro de la habitación para bailar.
Andrew hace lo mismo con Jack, tirando a su hermana a sus brazos y
obligándola a hacer un facsímil del Charleston. Ella se encoge, pero
también está sonriendo, esa media luna que transforma su rostro en
ángulos picados y picardía. Jack le sonríe a su hermano como si
amarlo fuera lo más fácil que jamás había hecho.
Andrew gira lejos de su hermana y encuentra a Dylan de mal
humor en el sofá. Observo el momento de la deliberación. Extiende la
mano para levantarle y Dylan finge protestar por un minuto antes de
sucumbir a los innegables encantos de Andrew, balanceándose
felizmente. Y Jack… Jack se vuelve hacia mí y extiende una mano.
Amigas.
Tomo su mano. Ella no me tira cerca, como lo hizo esa noche en el
puente Burnside. En cambio, me mantiene a una distancia segura,
solo su mano izquierda toca mi derecha, nuestros cuerpos están lo
suficientemente separados para dejar espacio para el Espíritu Santo,
así como para los fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura.
Santa Tell Me se desvanece y una nueva canción de Ariana suena
en el sistema de altavoces.
Es Last Christmas. 212
Jack deja de tambalearse y me mira a los ojos. No estoy segura de
lo que espero encontrar allí en su rostro desprotegido, pero cuando
comienza el falsete entrecortado de Ariana, la sonrisa de Jack se
amplía hasta que sus ojos se arrugan en las esquinas. Y luego se echa
a reír, y yo también me río, porque todo es tan ridículo. La Navidad
pasada y esta Navidad y el absurdo absoluto de toda nuestra
situación.
Las dos nos reímos de la broma privada de esta canción, hasta que
Dylan espeta:
—¿Qué es tan divertido? —lo que solo hace que Jack se ría más
fuerte, tocando la bocina y graznando. Es una risa terrible. Estoy
obsesionada con eso.
Se acerca, todavía riéndose, así que puedo sentir su cálido aliento
en mi garganta, oler la canela y el clavo de olor de su vino caliente.
Una ola de calor viaja desde la coronilla de mi cabeza hasta mi
estómago. El cuerpo y el aliento de Jack. Por un momento, todo se
desvanece. La música y las risas de las abuelas y el resto de la familia
se disuelven, y siento que Jack y yo estamos de vuelta en nuestra bola
de nieve construida para dos.
Pero no lo estamos. Estamos aquí, en la cabaña de su familia. Mi
prometido está a tres metros de distancia.
Suelto la mano de Jack.
—Creo que el vino caliente se me ha subido directamente a la
cabeza. —Sin los dedos de Jack para sujetarme, soy inestable en mis
intentos de permanecer vertical—. Tal vez sea hora de que me vaya a
la cama.
Soy perfectamente consciente del hecho de que son las siete y
media, pero no estoy segura de poder soportar un minuto más con
otras personas. Tropiezo en dirección a las escaleras, y Jack da un
paso conmigo. Parece preocupada de que me vaya a caer.
Me preocupa que también me pueda caer. Voy a caer directamente
sobre ella y nunca dejarla ir. Me agarro al arco que conduce a las
escaleras. 213
Jack se acerca. Puedo sentir el calor de su cuerpo de nuevo, el calor
del fuego que irradia de su piel.
—Muérdago —dice Meemaw desde el otro lado de la habitación.
—No, es Only Thing I Ever Get for Christmas —la corrige Andrew,
señalando la pantalla de la lista de reproducción, donde cambian a
una colección de canciones de Justin Bieber.
—No. Muérdago. —Meemaw señala algún lugar al norte de mi
cabeza, y miro hacia arriba para ver un bushel de hojas verdes
envueltas en una cinta roja clavada en el arco. No sabía que la gente
colgaba muérdago en sus casas hasta que vi la cabaña de los Kim-
Prescott.
—Eso es lindo —digo. Luego me giro hacia las escaleras de nuevo.
—¡Disculpen! —chasquea Meemaw, viniendo hacia nosotras y
trayendo al resto de la familia con ella—. Tú y Jack están bajo el
muérdago. Sabes las reglas.
Miro a Meemaw, pero ella solo sonríe con picardía y toma otro
sorbo de su bebida.
—No voy a besar a la prometida de mi hermano —dice Jack antes
de que pueda formular un argumento para salvarnos de la cruel
tortura de Meemaw.
—Honestamente, no me importa. —Andrew sonríe y apoya la
barbilla tímidamente sobre su puño cerrado—. Es el muérdago,
después de todo.
—Esto parece inapropiado…
—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! —Meemaw comienza el canto borracho y
pronto todos los demás se unen, incluso Katherine. Mi cuerpo está
sintonizado con la forma en que el cuerpo de Jack se tensa y cambia.
Ella está menos firme sobre sus pies ahora, balanceándose alejándose
de mí, poniendo espacio entre nosotras.
—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!
—¡De acuerdo, bien! ¡Monstruos! —Jack finalmente grita, y lo
interpreta muy bien. Realmente creo que este beso bajo el muérdago 214
no significará nada para ella.
Necesito que no signifique nada para mí también.
—Un beso rápido —le dice Jack a su familia, y luego ella me mira
de frente—. ¿Está bien? —ella susurra solo para nosotras.
No, no está bien. Nada de esta situación está bien.
—Sí —digo.
Justo así, Jack cierra los ojos e inclina su rostro hacia el mío. La
encuentro a mitad de camino, y no es más que un roce. Labios
agrietados y un toque de naranjas. Su boca es sorprendentemente
suave, aunque el beso en sí se siente fuerte e inamovible.
Jack comienza a alejarse, para poner fin a esta broma de un beso de
muérdago, pero un instinto en mí se aferra, cayendo hacia adelante
mientras ella retrocede, mis labios aún presionados contra los suyos.
Y luego su mano está en mi cintura, para mantenerme erguida. Solo
una mano, a través de las capas de mi cárdigan y mi camiseta, pero
es suficiente. Lo suficiente como para descargar sentimientos en mis
huesos insensibles, para iluminar mis extremidades como los hilos de
luces de Navidad en el árbol, para enviar calor pulsante entre mis
piernas, al lugar donde vive mi otro dolor solitario.
La mano de Jack está en mi cintura y su boca está en mi boca, y ella
inclina la barbilla lo suficiente para que sienta el arrastre de sus labios.
Quiero abrir mi boca para ella. Quiero abrir todo para ella, ser esa
versión abierta de mí misma en la que me convertí con ella en la nieve
el año pasado.
Y entonces recuerdo a nuestra audiencia. La dejo ir, matando la
sinfonía de anhelo dentro de mi pecho. Hay un destello de sorpresa
de ojos muy abiertos en mi visión antes de que Jack baje la mirada.
Detrás de nosotros, la familia está gritando y silbando con tanto
entusiasmo como lo hacían durante los villancicos navideños, de
alguna manera ajena a la persistente tensión entre nosotras.
Presiona dos dedos en su labio inferior, luego deja caer su mano
cuando me sorprende mirando su boca. Quiero besarla allí de nuevo.
215
Y otra vez. Y una y otra vez.
Menos mal que nadie me pide que elija entre Jack Kim-Prescott y
doscientos mil dólares. Porque en este momento de vino caliente y
besos de muérdago, creo que sé cuál elegiría.

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 5: El sueño
(Nochebuena, 15:54)
Subido: 21 de enero de 2022
—¿Así que estás planeando asesinarme?
Jack estira su hermoso cuello para lanzarme una mirada.
—Sí. Siempre paso un día entero coqueteando a fuego lento con mis
víctimas antes de extraer sus órganos.
—Espera. ¿Has estado coqueteando conmigo todo el día?
Sin pasar la mano por la mía, Jack estira la mano para pellizcarse el
puente de la nariz.
—Sí, Elle. Lo he hecho. Y cuando vaya a casa esta noche,
reflexionaré seriamente sobre mi total falta de habilidades
románticas. Ahora, ven conmigo.
Me da un apretón en la mano y tira de mí hacia adelante. Habíamos
estado haciendo eso desde que salimos del baño de Burgerville:
tomarnos de la mano. Caminar por la nieve con los dedos
entrelazados como el punto de cruz de mi bufanda. Nos hemos vuelto
a desviar, vagando en dirección opuesta al puente que nos llevará de
vuelta a casa.
Y ahora estamos paradas en la esquina de una calle desierta frente
a un edificio abandonado. 216
—Está oscureciendo —digo—. Tendría sentido que quisieras
esperar hasta el anochecer para atraerme de vuelta a tu guarida de
asesinatos.
—Esto no es una guarida de asesinos —dice, señalando con una
mano hacia el almacén en forma de caja con ventanas tapiadas y
grafitis en cada centímetro cuadrado. Tiene absolutamente las marcas
de una guarida de asesinatos—. Cierra tus ojos.
—¿Entonces puedes apuñalarme? No me parece.
—Por favor, Elle. Vamos. Te dije que quería mostrarte algo.
—¿Cómo me mostrarás si mis ojos están cerrados? —Me quejo,
pero ya los estoy cerrando, ya estoy haciendo exactamente lo que ella
dijo.
—Ahora. Imagínalo —dice Jack—. Hay ventanas reales y el exterior
ha sido pintado de blanco. Tal vez con un mural en el lado este. Las
ventanas dejan entrar la luz del sol de la mañana desde el este, ¡no
abras los ojos! Los pisos son de madera decapada, las paredes están
pintadas de color lavanda y hay mesas largas, estilo comunal. La
cocina está expuesta detrás del mostrador, y hay una vitrina gigante
con pastelitos, tartas, bollos y pasteles, ¡los mejores pasteles que jamás
hayas probado!
Abro un ojo y capto la mirada de asombro descarado en el rostro
de Jack mientras evoca esta gloriosa imagen.
—Es una panadería —digo.
Jack asiente.
—Sí.
—Es… —Miro el edificio en ruinas y luego la miro a ella—. ¿Es tu
panadería? ¿Quieres abrir una panadería?
Jack suelta mi mano para que pueda meter ambos puños en los
bolsillos de su abrigo.
—Quiero decir, tal vez. Algún día. Es solo una idea con la que he
estado jugando casualmente de vez en cuando, como —se encoge de
217
hombros con perfecta indiferencia—, toda mi vida.
Mi emoción saca lo mejor de mí, y le doy un puñetazo en el brazo.
—¡Esto es increíble! ¡Tienes que hacerlo!
Jack retrocede un poco. Una sonrisa de cuarto de luna se desliza en
su rostro, pero trata de borrarla como con el Etch-a-Sketch.
—Cálmate. Estás olvidando que el seguimiento no es exactamente
mi punto fuerte. No tengo la concentración necesaria para programar
las presintonías de radio en mi camioneta y llevo diez años
escuchando la misma lista de reproducción de Spotify. No estoy
segura de cómo resolvería los préstamos comerciales y los permisos
y todos los meticulosos y aburridos detalles asociados con la gestión
de un negocio.
—Podrías conseguir ayuda.
Ella frunce el ceño, como si «ayuda» fuera una palabra repugnante,
pero hace un minuto, su rostro se iluminó como el de un niño en la
mañana de Navidad.
—¿Por qué hornear?
Jack levanta los hombros hasta las orejas a la defensiva.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, ¿por qué hornear? ¿Cómo llegaste a ello?
Parece insegura de responder esta pregunta en una esquina de una
calle abandonada mientras el atardecer comienza a asentarse a
nuestro alrededor.
—Vaya. Bueno, solía ayudar a mi mamá a cocinar todo el tiempo
cuando era niña. Fue algo que comenzamos a hacer juntas alrededor
del tercer grado, cuando comencé a apestar en la escuela. Mi mamá
pensó que me ayudaría a desarrollar habilidades de concentración o
algo así, tener que seguir recetas y medir todo. No me importaba
mucho aprender a cocinar miyeok guk, pero había un lugar que
descubrimos cuando pasábamos los veranos en Francia… 218
Pongo los ojos en blanco y ella sonríe con autodesprecio y agrega:
—Sí, pasamos el verano en Francia. Mis padres tienen una casa en
Saint-Macaire, este pequeño pueblo cerca de Burdeos, donde nació
una de mis abuelas. La mayoría de los veranos, mi papá se quedaba
adentro y trabajaba todo el tiempo, y mi mamá nos llevaba a mi
hermano y a mí a explorar los pueblos cercanos. Pero todas las
mañanas, mis padres le daban a mi hermano un puñado de euros y
bajábamos por la calle a esta pastelería.
Jack sonríe levemente ante el recuerdo, su cicatriz blanca se
convierte en un anzuelo de nuevo. Doy un paso más cerca de ella en
la acera.
—La mujer que dirigía la pastelería era una masca11, una mujer con
aspecto de Tronchatoro que nos gritaba por nuestra mala
pronunciación en francés, pero también hacía los productos

11
Jefe, persona que manda o domina en una situación dada (especialmente si es hombre).
horneados más delicados que jamás hayas visto. Tartas de frutas,
croissants de chocolate y macarons, y fue la primera vez que vi a
alguien que se parecía a mí creando cosas tan hermosas y delicadas.
Me hizo sentir que podía preocuparme por hacer las cosas bonitas y
seguir siendo yo, y después de eso me obsesioné con la repostería. ¿Y
qué estás haciendo?
Me había acercado aún más a ella, atraída por sus palabras
vulnerables y por esa cicatriz que me hace sentir como si una cuerda
estuviera atada alrededor de mis entrañas, atada de nuevo a ella. Es
tan hermosa, y no solo por su cabello, sus pecas y sus ojos, no solo
por sus largas extremidades, sus fuertes muslos y su hermoso cuello,
sino por la forma desordenada de su corazón, que late salvajemente
por macarons y tarta.
Y solo tengo que jodidamente besarla.
Inclino mi rostro hacia el de ella, y Jack entiende. Su mano sube
para ahuecar mi barbilla, dedos fríos contra el rubor ardiente de mi
piel. Necesito algo a lo que aferrarme. Encuentro la estrechez de la
cintura de Jack debajo de su chaqueta caqui. Entonces cierro los ojos. 219
La boca de Jack es más suave de lo que esperaba. Dulce. El sabor
persistente de su moka praliné y donut de tocino de arce. Pero sus
manos son tan fuertes como imaginé, anclándome hasta que me
siento elemental. Mis pies están profundamente arraigados debajo de
mí, sólidos e inmóviles, pero cuando su lengua presiona suavemente
contra el sello de mis labios, me siento completamente capaz de volar
con el viento invernal como los copos que flotan a nuestro alrededor.
La punta de su lengua presiona contra mis labios hasta que me abro
para ella, como me he abierto para ella todo el día.
Mi piel está hecha de fuego y mis huesos están hechos de agua al
sentir su boca, su aliento y su cuerpo debajo de mis manos, debajo de
su ropa, arqueada con deseo. Este ciclón ruidoso y descarado de
mujer se calla y se queda quieta en mis brazos, besándome como si
importara demasiado.
Nos separamos para respirar, y nuestras gafas se atascan entre sí
hasta que las separamos con cuidado. Entonces nos echamos a reír.
—No me hiciste esperar mucho —dice Jack, su voz de alguna
manera áspera y tierna. Quiero abrir Clip Studio y encontrar el color
adecuado para capturar la sensación de la voz de Jack. Cerúleo como
mi bufanda, tal vez. Umber como sus ojos.
Niego con la cabeza, maravillándome de los copos de nieve en su
cabello.
—No, no lo hice. ¿Cómo se llama?
Jack me mira.
—¿Besar…?
—Tu panadería.
—Vaya. —Sus manos fuertes todavía están en mi cuerpo—. Oh.
Estoy pensando en llamarla… ¿Butch Oven? —Entrecierra un ojo y se
muerde el labio inferior—. ¿Es ese un nombre estúpido?
—Por supuesto que no.
—Se supone que es un juego de palabras. Como Dutch oven.
—Lo entiendo, Jack.
220
Presiona su frente contra la mía. Nos estamos tocando en tantos
lugares. Tocar nunca se ha sentido tan fácil para mí.
—Pero butch y Dutch son una rima imperfecta. Parece que deberían
encajar, pero en realidad no suenan igual, así que me preocupa que
la gente no lo entienda.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura hasta que mis dedos
se enganchan en la espalda. Sus nervios no tienen nada que ver con
el nombre.
—Podrías hacerlo, lo sabes. Podrías convertir este lugar en algo
realmente especial.
Ella se pliega más cerca, hasta que somos dos piezas perfectamente
alineadas, encajadas juntas en la nieve.
—No soy como tú, Elle. No hago planes a diez años. No tengo un
diario de viñetas lleno de objetivos de vida que estoy marcando uno
por uno. ¿Cómo podría abrir una panadería yo sola?
Alcanzo su mano de nuevo, uniendo nuestros dedos.
—Tal vez no tengas que hacerlo tú sola.

221
Capítulo 16
Jueves, 22 de diciembre de 2022
—¿Por qué tuve que enterarme del compromiso de mi hija por
Instagram?
Me despierto con el olor persistente de canela y clavo en mi cabello,
el zumbido de mi teléfono en la mesita de noche y la voz chirriante
de mi madre en mi oído.
—Hola, Linds —me quejo, medio dormida y completamente
molesta.
—No me saludes —espeta Linds—. Has estado evitando mis
llamadas. ¿Alguna vez me ibas a decir que te ibas a casar?
—¿Mmm no?
Mi madre se burla y yo me siento en la cama, apoyándome contra 222
la cabecera de madera tallada preparándome para su inminente
rabieta. La habitación está bañada por la luz de media mañana, y
Andrew no está en la cama a mi lado, sus sábanas ya están frías al
tacto. Linda no me da tiempo para preguntarme dónde está.
—¿Hablas en serio, Elena? —ella grazna—. ¿No ibas a decirme que
tienes un prometido? Sé que no siempre he sido la mejor madre —
comienza a quejarse Linds—, pero la idea de que mi única hija se
comprometiera sin decírmelo, que tendría que averiguarlo por medio
de fotografías en Internet, me hace sentir completamente inútil, Elena
Jane.
—Estaba bromeando, mamá —suelto una mentira—. Por supuesto
que iba a decírtelo. ¿No te llegó por correo el… eh… —me estremezco
por mi propia cobardía, pero continúo disparando de todos modos—
, el anuncio oficial de compromiso?
—No, pero me he estado quedando con un amigo en Tempe —dice
ella, su ánimo parece haber mejorado mucho—. ¡Entonces,
cuéntamelo todo! ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo hizo la pregunta?
No quiero hacer esto con ella, especialmente no a las nueve de la
mañana, después de una noche de vino caliente y elecciones medio
cuestionables. Aparto el teléfono de mi cara para ver la hora.
Voy por un cambio de tema.
—¿Cómo está Ted?
—¿Ted quién?
—Ted… ¿tu esposo…? —El hombre con el que te casaste solo un
mes después de conocerlo. De tal madre tal hija.
—Oh, ese idiota. Jodidamente se ha ido, es como es. Y buen viaje.
Está bien. No importa —insiste. Parece que importa mucho, pero no
voy a discutir con mi madre sobre su vida amorosa. Lindsey Oliver
es un recordatorio ejemplar de que todas las relaciones están
condenadas al fracaso. Probablemente dentro de un año calendario—
. Estoy renunciando a los hombres por un tiempo. De verdad esta vez, 223
Elena. Ya terminé con todos ellos. Tal vez le dé una oportunidad a las
mujeres, como lo hiciste tú.
—Yo no le di una oportunidad a las mujeres, mamá. Soy bisexual.
—Ya no, aparentemente. ¡Ahora te vas a casar!
Compruebo la hora en mi teléfono de nuevo. ¿Qué fue eso, tres
minutos enteros antes de que Linds dijera algo bifóbico?
—Así no es como funciona la bisexualidad. Siempre seré bisexual,
incluso si me caso con un hombre. ¡Incluso si solo salgo con hombres!
Linds no está interesada en una lección sobre bi cancelación.
—¡Háblame de tu prometido! Se ve elegante en estas fotos de
Instagram. Sabes, ahora que Ted y yo hemos terminado, me vendría
bien un poco de dinero para conseguir mi propio lugar y…
Por supuesto. No me llamó para felicitarme por mi compromiso.
Me llamó porque vio los mocasines Gucci de mi prometido en una
foto y pensó que podría sacarme más de unos cientos de dólares.
—Mira, mamá, tengo que ir…
—No te atrevas a colgarme. ¿Cuándo es la boda?
—No hay realmente una boda. Solo seremos Andrew y yo en el
juzgado.
—Y yo, porque soy tu madre.
Solo biológicamente.
—Tendrías que volar a Portland, y sé que odias viajar a cualquier
lugar húmedo.
—Voy a sufrir el cabello encrespado solo para ver a mi bebé
caminar por el pasillo.
Aprieto los dientes y trato de no pensar en la Navidad pasada,
cuando me dejó sola durante las vacaciones. Para esto, sin embargo,
se subirá a un avión. 224
—Envíame los detalles de la boda —exige mi madre. Todo lo que
ella hace es demandar.
—Está bien —estoy de acuerdo, porque eso es todo lo que hago,
también—. Adiós, Linds.
—¡Espera! Sobre el dinero que me enviaste…
Le transferí doscientos dólares la semana pasada. Mi cuenta
corriente se ha reducido actualmente a $ 13.23.
—¿Qué pasa con el dinero?
—Bueno, mira, la batería se agotó en el Corolla, y como no tengo
un auto en marcha, no he podido ir a trabajar, así que voy a necesitar
otros quinientos para arreglarlo.
—No tengo quinientos dólares en este momento.
Una pausa.
—Pero ese nuevo novio tuyo parece que tiene dinero…
—No puedo pedirle dinero a Andrew.
Ella solloza, induciendo las lágrimas falsas que sirvieron como la
banda sonora poco sincera de mi infancia.
—¿Vas a dejar que me despidan? ¡No tengo coche, Elena!
Siento esa punzada de culpa, esa obligación con el único familiar
que tengo. Desearía tener una madre como Katherine, tan
desesperada por pasar tiempo conmigo que lo planifica en una hoja
de cálculo de Excel. Desearía tener un hermano que me llamara
apodos estúpidos. Ojalá tuviera una abuela que me llamara dulzura
y solo se preocupara por mi felicidad. Pero no.
Tengo un padre con el que no he hablado en tres años, y tengo a
Linds. Y claro, Linds solo llama cuando quiere algo, pero al menos a
veces llama.
—Estoy trabajando… un nuevo trabajo, más o menos —le digo—.
Tendré algo de dinero pronto, y entonces pagaré la batería nueva.
Las lágrimas fingidas cesan.
225
—Bueno. Me alegra oírlo. Envíalo cuando puedas. Te amo.
Linds cuelga y tiro mi iPhone sobre la almohada vacía de Andrew.
El «te amo» es una respuesta automática; sé que no está enraizado en
ningún verdadero afecto maternal, pero aun así, me aferro a él.
Quiero que signifique algo.
Sin embargo, todo lo que significa es que no puedo hacer nada para
poner en peligro este dinero.
Doscientos mil dólares. La deuda de mi madre. Mi deuda. Mi
futuro.
No hay tiempo para la canela, el clavo o el muérdago.
Pero luego estoy pensando en el beso de anoche y oh, todavía
siento ese beso en cada centímetro de mi cuerpo. Todavía puedo
sentir la presión fantasmal de su boca suave, el dulce deslizamiento
de sus dedos. Porque eso es lo que pasa con Jack: su toque es siempre
tan sorprendentemente delicado como su muñeca, tan gentil como
sus palabras cuando estoy en pánico, tan vacilante como sus sueños.
Jack es caballos salvajes y tormentas y conducir con el brazo por la
ventana en un día cálido. Pero también tiene momentos de
tranquilidad: es tu primera taza de café por la mañana; es como mirar
esa tormenta a través de una ventana, envuelta en tu manta favorita.
Me olvidé de su habilidad para hacerme sentir a la vez imprudente
y segura; la forma en que su tacto es como un pararrayos y un trozo
de pan caliente.
Arqueo la espalda contra la cabecera y dejo que mis dedos se
deslicen por mi estómago suave en el lugar donde mi camiseta se ha
enganchado sobre mi piel desnuda. Y luego los dejo caer más abajo,
a lo largo del dobladillo de los pantalones de mi pijama. Más allá del
dobladillo. Tengo cuidado, no estoy segura de dónde está Andrew o
cuándo va a volver, mientras mis dedos recorren el frente de algodón
de mi ropa interior. Pienso en Jack la primera vez que la vi: dedos y
nudillos largos y esa muñeca increíblemente frágil. Imagino sus
dedos patinando sobre mi cuerpo, y mi cuerpo se retuerce con fuerza
ante la idea.
226
Jack la primera vez que sonrió, un destello de dientes blancos fijó
esa sonrisa de cuarto de luna en su lugar. Presiono la palma de mi
mano con más fuerza sobre mi montículo, liberando un gemido más
silencioso mientras la sensación se arremolina en la parte inferior de
mi vientre. Jack en el baño de Burgerville, la primera vez que vi su
piel, los tendones de su cuello y el arte en sus brazos, diciéndome que
disfrutaría esperando. Me froto una y otra vez, y susurro su nombre
en el dormitorio, solo para sentir ese fuerte sonido de k en la parte
posterior de mi garganta mientras me acerco más.
Jack en la nieve, Jack en la Caravana, Jack en mis brazos. Jack…
¿Jack reproduciendo Toxic de Britney Spears a las nueve de la
mañana?
Mi mano se detiene dentro de mi pijama mientras las notas iniciales
del clásico de Britney golpean contra la ventana del segundo piso
desde algún lugar afuera. Solo un miembro del clan Kim-Prescott
haría sonar esta canción en particular a esta hora particular del día.
Suelto un suspiro de frustración sexual, salgo de la cama y me
acerco a la ventana, descorriendo las cortinas para revelar el patio
trasero de la casa, el campo de nieve y la Caravana brillando en medio
de él. La puerta principal de la Caravana está abierta de par en par, y
Jack está parada afuera, lanzando bolas de nieve contra el costado del
remolque al ritmo caótico de Toxic. Paul Hollywood arrojado
alrededor de sus pies, casi perfectamente sincronizados con la
canción.
Salgo al balcón del dormitorio y grito su nombre, pero ella no me
escucha o elige no darse la vuelta. Durante un minuto, me quedo en
el frío observando la energía frenética de su cuerpo mientras levanta
el brazo y arroja cada montón de nieve con intensidad y fuerza.
Entonces estoy metiendo mis pies dentro de mis botas, sin
molestarme con los cordones mientras corro escaleras abajo y salgo.
—¡Jack! —Vuelvo a gritar mientras camino penosamente a través
de la nieve más cerca de ella y del altavoz portátil que toca Britney a
un volumen que induce a la avalancha. El frío atraviesa las frágiles
227
capas de mi pijama mientras llamo su nombre de nuevo—. ¡Jack!
No me escucha hasta que la alcanzo, e incluso entonces, su rostro
está rojo brillante por el frío y por el esfuerzo de golpear los montones
de nieve contra su casa.
—¿Qué ocurre? —pregunto mientras la canción se desliza hacia su
puente techno.
Jack se agacha para agarrar otro puñado de nieve.
—Nada.
—Estás gritando a Britney y tirando bolas de nieve a tu casa, así
que no te creo —grito por encima de la música. Luego doy unos pasos
más hacia el parlante portátil que se encuentra en el escalón frontal
de la Caravana y lo apago. Paul Hollywood ladra un par de veces
indignado por la ausencia de Britney.
El silencio se instala en la mañana. Silencio, y el sonido de la
respiración pesada de Jack y las patas de Paul Hollywood crujiendo
en la nieve.
—Mi papá llegó tarde anoche —dice finalmente Jack a modo de
explicación.
—Vaya. —De repente, el lanzamiento de bolas de nieve de Britney
enojada tiene mucho sentido.
—¿Y adivina cuánto tiempo le tomó comenzar a desmenuzar cada
pequeña cosa sobre mí? —Ella enrolla su brazo y lanza otra bola de
nieve. Debe tener hielo porque golpea el costado del remolque con un
golpe brutal.
—Jack…
—Sé que no debería importarme lo que él piense de mí, y me digo
a mí misma que no, pero él es mi maldito papá, y sería bueno si, no
sé… —Se pone en cuclillas para recoger más nieve, y tal vez para
esconder su rostro de mi vista mientras se seca unas cuantas
lágrimas—. Sé que mi mamá me presiona mucho, pero es solo porque
quiere que tenga la mejor vida posible. Mi papá ni siquiera puede
228
fingir que le agrado. Pero no soy Andrew, así que ¿por qué se
molestaría?
—Jack —lo intento de nuevo.
—Y lo sé, lo sé… —Ella lanza otro terrón contra el remolque—.
Andrew tiene su propia cruz que llevar. Sé que ser el chico dorado
dignificado no lo ha liberado de las expectativas tiránicas de nuestro
padre, pero al menos no ha sido objeto de burla de mi padre toda su
vida.
—Jack…
—¡Dios, tienes razón! —Ella levanta un brazo mientras otra lágrima
se cuela a través de sus defensas—. Significa mucho para mi mamá, y
debería estar feliz de que esté aquí, pero…
—¡Jack! ¡Deja de interrumpir! ¡No sabes lo que voy a decir!
Jack permite que la próxima bola de nieve caiga de sus dedos a sus
pies.
—De acuerdo. ¿Qué vas a decir?
Por primera vez desde que comenzó esta interacción, está frente a
mí, con el cuerpo girado en mi dirección.
—Lo siento —digo, hipnotizada por la vista de esas pecas en el frío
de la mañana. La besé anoche. Y por un minuto, bajo el muérdago,
creo que me devolvió el beso—. Acerca de tu papá. Lo siento por tu
papá. No mereces que te traten de esa manera.
Una bocanada de aliento blanco escapa de sus labios.
—¿Estás segura? Porque tengo veintisiete años de datos para
respaldar que así es exactamente como merece ser tratada la jodida
hija de los prodigiosos Prescott. —Ella comienza a buscar más nieve.
—Bueno, la Caravana no merece ser tratada de esta manera, ¡así
que al menos deja de agredirla! ¡Te encanta este tráiler!
—¿Qué? —Jack suelta una carcajada sin humor cuando ella se
balancea hacia mí—. ¿Crees que me encanta vivir en una Caravana?
229
—¿No es así?
—¡No! ¡Odio esta maldita cosa! —Ella lanza otra bola de nieve—.
¡Mido uno ochenta de altura! ¡Es como ser una trucha en una lata de
sardinas!
Soy dolorosamente consciente del hecho de que estamos hablando
de su tráiler y no del hecho de que nos besamos anoche. Lo cual está
bien. Estoy bien con esto. También podemos seguir adelante y
pretender que eso nunca sucedió.
—Definitivamente me has hecho creer que amas tu Caravana.
—¿Sabes lo que me encantaría? —Jack dice con amargura—. Una
casa en los suburbios con un gran patio para Paul Hollywood. Una
cocina enorme con espacio de encimera real. Espacio y raíces y sin
ruedas.
—Entonces, ¿por qué vives en una Caravana?
Jack lanza sus brazos salvajemente en el aire.
—¡Porque soy terca, Elle! Porque este costoso trozo de metal se ha
convertido en un símbolo de mi libertad del apellido Prescott —patea
su pierna como si quisiera patear el tráiler, pero está a unos buenos
cinco metros de distancia—, y porque me niego a admitir que quiero
la vida normal que mis padres elegirían para mí. Porque tengo
veintisiete años y sigo basando todas las decisiones de mi vida en
complacer y/o enfadar a mis padres.
—Ah. —Me agacho y froto las orejas de Paul Hollywood, porque
eso me impide decir o hacer alguna estupidez después de toda esta
apasionada declaración. Como intentar besarla de nuevo.
Sus mejillas son aún más rosadas ahora, sus orejas de color rojo
brillante debajo del borde de su gorro. Jack puede ver la Caravana
como un símbolo de su independencia, pero también es una jaula
brillante. Es una caja de sardinas que la mantiene a salvo y separada
del resto de su familia, tal vez incluso del resto del mundo. Toda su
vida, su padre la ha hecho sentir como un desastre; todos la han hecho
sentir que no es suficiente o demasiado, pero nada de eso puede
afectarla dentro de su brillante hogar sobre ruedas. Nada puede
230
hacerle daño si siempre está en movimiento.
Sin embargo, lo que más ansía es plantarse a sí misma. Y por un día
del año pasado, sentí que me dejó ver detrás de la máscara de
indiferencia, el exterior de aluminio frío.
Absolutamente nada bueno puede salir de imaginar esa vida de
raíces y rutinas con ella.
—Mira, tu papá suena como un verdadero trabajo —digo,
reenfocando—, pero no dejes que eso minimice lo que has logrado,
Jack. ¡Estás a punto de abrir una maldita panadería!
—Sola —Jack se pone nerviosa como si fuera a lanzarse a otra
diatriba, pero en lugar de eso se derrumba, literalmente, sus rodillas
se doblan debajo de ella mientras cae sobre la nieve. Sus piernas
sobresalen frente a ella en un ángulo incómodo, haciéndola parecer
mucho más joven que veintisiete años—. No lo habría hecho sin ti. —
Ella suelta una exhalación resignada y envía otra bocanada de aire.
Me dejo caer de nuevo en la nieve a su lado, mis pantalones de
pijama inmediatamente empapados.
—¿Qué?
Jack patea un surco profundo en la nieve con la punta de su bota.
—Butch Over. Yo… yo no hubiera decidido hacerlo si no hubieras
creído en mí ese día. Pensé que era despecho, en realidad. —Jack
sonríe un poco, pero todo mi cuerpo está cubierto de hielo, incapaz
de moverme, aunque todo lo que quiero hacer es acercarme a esta
mujer que está a un brazo de distancia—. Me dolió mucho cuando te
fuiste mientras estaba en la ducha, y por alguna razón, lo convertí en,
abriré mi panadería yo sola, y eso le demostrará.
—Dios, eres terca —le digo. Incluso cuando el hielo se extiende a
mi corazón, mi cerebro todavía lucha por adaptarse a esta nueva
versión de nuestra historia compartida. La versión en la que mi
fantasma. La versión donde guardó mi bufanda.
Jack asiente y mira a nuestros pies. Nuestras piernas están estiradas
en la nieve, cuatro líneas paralelas que deliberadamente no se tocan. 231
—Pero realmente, ese momento frente al almacén, esa fue la
primera vez que sentí que alguien realmente creía que podía hacerlo.
Quiero decir, Dylan me apoya, pero también conocen toda mi historia
de comienzos en falso y sueños abandonados. Pero tú solo… creíste.
Entonces, al estar aquí ahora mismo, diciéndome que ignore las
críticas de mi padre, es un círculo completo para mí.
Jack inclina su pie izquierdo para que golpeé mi derecho.
—Supongo que soy yo diciendo gracias, o lo que sea.
—O lo que sea —digo, golpeándola en la espalda. Dejamos
nuestros pies así, inclinados uno hacia el otro, tocándose. Bota con
bota, pierna con pierna—. Sin embargo, lamento que haya
comenzado por despecho. Lo… lo siento por haberte engañado.
Debería habértelo dicho anoche.
—Lamento que mi esposa apareciera en la mañana de Navidad.
Observo el lugar donde nuestros cuerpos se superponen a través
de la goma de nuestros zapatos, y así, estoy lista para tirar doscientos
mil dólares, lista para decirle a mi mamá que se vaya a la mierda, lista
para hacer lo que sea necesario para estar un poco más cerca a ella.
—¿Crees que si… —comienza Jack.
—¿Por qué diablos estabas cantando a Britney a todo volumen a las
nueve de la mañana?
Ambas nos giramos para ver a Dylan pisoteando la nieve. Jack
dobla sus piernas hacia adentro para que esté sentada con las piernas
cruzadas en la nieve cuando Dylan nos alcanza. No nos estamos
tocando en absoluto. Lleva el chaquetón de espiga de Andrew sobre
un pijama de fútbol y frunce el ceño mientras miran a Jack y luego a
mí y luego de nuevo.
—¿Y por qué diablos están ustedes dos sentadas en la nieve?
Miro a Jack e imagino que puedo sacar el resto de su oración de su
boca. ¿Crees que si… qué?
¿Creo que si Claire nunca hubiera aparecido, las cosas habrían sido 232
diferentes?
¿Creo que si no hubiera sido un fantasma, si le hubiera dado a Jack la
oportunidad de explicar, podríamos haber encontrado una manera de
extender la magia más allá de un solo día nevado?
¿Creo que si no estuviera comprometida con su hermano, entonces tal
vez…?
Pero no puedo hacer que Jack termine su pensamiento anterior y,
en cambio, le sonríe a su mejor amigue y dice:
—Alan Prescott es la razón por la que estamos sentadas en la nieve.
—Por supuesto que lo es —dice Dylan, y luego se deja caer en la
nieve a nuestro lado.
Capítulo 17
Alan Prescott es un verdadero trabajo.
Dentro de los primeros diez minutos de conocerme, insulta mis
jeans, mi trabajo y a mis padres, y aunque lo último podría merecerlo,
todavía parece un movimiento idiota.
Critica las tortillas objetivamente deliciosas que Jack hace para el
desayuno y luego se lanza a una conferencia ofensiva y capaz sobre
cómo Jack podría haber tenido más éxito en la vida si simplemente se
hubiera esforzado y no hubiera usado su TDAH como excusa. Oscila
entre regañar a Andrew (por la forma en que se viste, por la forma en
que come, por la forma en que se sienta en una silla) y querer hablar
de negocios con él. Sin embargo, el verdadero truco viene cuando

233
insulta el horario plastificado de Katherine y se niega a participar en
los juegos familiares. Esto lleva a posponer la noche de juegos
familiares para que Katherine y Alan puedan subir las escaleras y
gritarse el uno al otro.
En ese momento, Meemaw le entrega a Andrew su tarjeta de
crédito y nos dice que salgamos de la casa por un tiempo, como un
hermano mayor que envía a los niños a comprar helado mientras
mamá y papá pelean.
Lo que sea. Me encanta el helado y odio pelear, así que felizmente
acepto la sugerencia de Meemaw.
—¿Sabes qué? —Dylan dice treinta minutos después desde el
asiento trasero del Tesla de Andrew—. Realmente odio a tu padre.
Por una vez, la ira de Dylan se siente dirigida a la fuente correcta.
No vamos a comprar helado. Andrew nos lleva a un bar,
acertadamente llamado Mountain Bar, un antro a lo largo de la
carretera, junto a una estación de servicio llamada Gas y un pequeño
mercado llamado Market. Al igual que la cabaña Kim-Prescott, el bar
está diseñado para parecerse a un albergue antiguo, pero a diferencia
de la cabaña Kim-Prescott, el Mountain Bar tiene éxito en este
esfuerzo. Está hecho de troncos entrelazados, con techos con vigas de
madera que parecen húmedos por el tiempo, pisos de madera
desgastados, ventanas de un solo panel y una amplia colección de
letreros de neón originales de Budweiser y Coors Light. La multitud
es una mezcla de lugareños canosos, instructores de esquí de
temporada y grupos de turistas que se quedan en la montaña durante
las vacaciones.
Andrew parece un turista pero se mueve como un lugareño, nos
pide dos jarras de cerveza Rainier y nos lleva a una cabina oscura en
la parte de atrás. Andrew y yo nos deslizamos hacia un lado de la
cabina; Dylan y Jack se deslizan en el otro. Debajo de la mesa, la
rodilla de Jack roza la mía, y necesito un trago si voy a…
No, decido mientras un mesero barbudo coloca las jarras y los
vasos de plástico empañados sobre la mesa. Aquí estamos, los cuatro
integrantes del trapezoide del amor, aislados juntos en un
establecimiento repleto de alcohol. Probablemente sea mejor si trato
de acercarme a Jack sobria por una vez. Hace unas horas me tocó el
pie con su zapato y yo estaba dispuesta a dar doscientos mil dólares
234
por ella.
Sobria es mi mejor apuesta.
Me pido una cerveza de jengibre y luego me siento en un silencio
incómodo mientras los demás se beben rápidamente su primer vaso
de cerveza barata. No estoy segura si es porque Dylan está
enamorado de Andrew, quien está comprometido conmigo, o si es
porque estoy secretamente enamorada de la hermana de mi
prometido falso, o si es porque besé a la hermana de mi prometido
anoche debajo del muérdago, pero todo se siente extremadamente
incómodo en nuestro stand mientras los demás intentan charlas sin
sentido. Nadie parece interesado en dirigirse al elefante trapezoidal
en el bar.
Finalmente, Jack dice algo lo suficientemente interesante como
para distraernos de nuestro sufrimiento.
—Dyl, ¿por qué no trabajamos en tu perfil de citas?
Y luego todo se vuelve exponencialmente más incómodo.
—Oh, uh, no —balbucea Dylan, rascándose la nuca y
deliberadamente sin mirar a Andrew—. Realmente no quiero pensar
en citas en línea en este momento.
—Vamos. —Jack extiende una mano para exigir el teléfono de
Dylan—. No hay tiempo como el presente.
Andrew, que ha consumido su segundo vaso de cerveza en los
últimos noventa segundos, eructa.
—Pensé que estabas saliendo con alguien. Allie o Amy o…
—Alice —se queja Dylan—. Y nos separamos.
—No era lo suficientemente buena para ti —dice Jack con fiereza,
una mano en el hombro de Dylan—. Y fue idiota al terminar las cosas.
—Alice no era idiota. Simplemente no estaba interesada en el
compromiso. Ya sabes… —Dylan toma un trago de su cerveza y le

235
lanza a Andrew una mirada por encima del borde de la taza—, mi
tipo.
Jack, de alguna manera completamente ajena a la dinámica
Andrew-Dylan, continúa:
—Tu tipo son los monógamos en serie que llevarán tus remolachas
en el mercado de agricultores, y sé de buena fuente que conoces a esas
personas en Bisagra.
Contemplo brevemente la posibilidad de que Jack esté en Bisagra,
encontrando mujeres atractivas para llevar sus remolachas, y alcanzo
frenéticamente mi bebida ante la idea. Excepto que es ginger ale, y
tomar un trago no tiene el mismo efecto.
Dylan mira a Jack.
—Odio las aplicaciones de citas.
—Desafortunadamente, así es como conoces a la gente en estos
días. No vas a tener una linda reunión en Cathedral Park.
O en los libros de Powell. Tomo otro trago de ginger ale.
—Ser bisexual en las aplicaciones de citas ya es bastante difícil, pero
¿añadir a eso ser abiertamente no blanco, no binario y monógamo?
¿En Portland? ¿Sabes lo blanca y polivinílica que es la escena de citas
queer de Portland?
—Yo también odiaba ser bisexual en las aplicaciones. —Intento
compadecerme.
Debajo de la mesa, Jack presiona su rodilla contra la mía, mezclilla
contra mezclilla. No estoy segura de si esto es accidental o a
propósito, pero froto mi rodilla contra la de ella sin querer. La
sobriedad es un escudo débil, aparentemente, cuando las rodillas de
Jack están involucradas.
—Perfil en Hinge12 —ordena Jack—. Ahora.
Dylan deja caer su cabeza sobre la mesa pegajosa en la miseria, pero
empuja su teléfono hacia Jack de todos modos.
—Hecho sobre mí que sorprende a la gente… —dice Jack, leyendo
el aviso del perfil de Hinge.
—Que a pesar del tatuaje en el cuello, todavía tengo que dormir 236
con una luz de noche —completa Andrew. Dylan mantiene la cabeza
pegada a la mesa, pero levanta el dedo medio en respuesta.
—Me llevo mejor con las personas que…
—¿Me golpean en la cara cuando me lo merezco? —sugiero.
—¿Quién puede decir que mi caparazón crujiente es solo un acto?
—responde Andrew sin esfuerzo. En ese momento, Dylan levanta la
cabeza de la mesa solo un poco.
—Estoy buscando…
—La monogamia, el matrimonio, la hipoteca, toda esa basura
vergonzosa —dice Dylan con un movimiento perezoso de la mano.

12
Hinge es una aplicación de citas que afirma ser la única aplicación de citas que enfatiza las
conexiones a largo plazo entre los usuarios.
—Todas esas cosas pasadas de moda —digo. Jack levanta la vista
del teléfono y sus ojos se clavan en los míos. Debajo de la mesa, mi
rodilla todavía está presionada contra la de ella.
—Estoy buscando a alguien que me ame incluso cuando estoy
siendo completamente insufrible —se queja Andrew en su ahora
tercera taza de Rainier. Dylan se sienta a medio camino y mira a
Andrew en la escasa iluminación de este bar. Y aunque no puedo ver
mi propia cara, imagino que me veo así. Miro a Jack como Dylan mira
a Andrew.
Y no creo que pueda hacer esto nunca más.

—Tenemos que decirles.


—¿Decirles qué? —Andrew pregunta mientras se inclina sobre la
barra para pedir otra jarra, una Breakside IPA esta vez, para Jack.
—¡Contarles todo! —siseo. Por encima de mi hombro, veo a Dylan
y Jack en nuestro reservado de la esquina con aspecto tenso e 237
incómodo.
Ya no puedo hacer esto. No quiero ser un escudo sexual. Quiero
decirle a Dylan la verdad. No importa el hecho de que yo también
quiero decirle la verdad a Jack. Quiero saber qué venía al final de su
frase.
—¿Crees que si…?
—¿Por qué quieres decírselo a Dylan?
—¡Porque estás enamorado de elle! —digo en un volumen que no
se corresponde con el secreto de esta conversación. Andrew casi deja
caer una jarra entera de IPA demasiado cara. Modulo mi susurro—.
Estás enamorado de elle, y elle está enamorado de ti, y todo esto
comienza a sentirse ridículo.
—No estoy enamorado de Dylan —dice con calma.
—Andrew. —Pongo una mano en su brazo—. Aun lo estás.
—Dylan quiere que alguien lleve sus remolachas en un mercado de
granjeros, y aunque soy excelente para levantar cosas y lucir sexy, no
sé nada sobre estar en una relación a largo plazo. —Andrew parece
avergonzado y me doy cuenta de lo cansada que estoy. Estoy cansada
de mentir y fingir y no hablar de las cosas. Durante un año, fingí que
no me dolía cuando pensaba que nuestro día juntas no significaba
nada para Jack. Durante un año, me dije a mí misma que sería patético
aferrarme a cualquier sentimiento por ella.
Pero me dolió, y todavía tengo sentimientos por ella, y no puedo
permitir que Andrew repita mis mismos errores idiotas.
—¿Quieres una, sin embargo? ¿Una relación a largo plazo?
Abre su boca perpetuamente abierta un poco más en estado de
shock, luego la cierra de golpe.
—No importa lo que yo quiera. No voy a tener esta conversación
contigo en un antro. Nos vamos a casar. Firmaste un contrato en la
servilleta.
Una cantinera con un aro en el labio y alas de ángel tatuadas en su
escote expuesto levanta ambas cejas hacia nosotros. Andrew baja la
238
voz.
—Nada de esto es sobre el amor, Ellie. Es un arreglo comercial. Esto
es por el dinero. Necesito ese dinero.
—¿Por qué? —solicito—. ¿Por qué necesitas tanto este dinero?
¡Conduces un Tesla! ¡Usas a Tom Ford! Por favor, explícame por qué
esta herencia vale la pena ignorar tus propios deseos y engañar a toda
tu familia.
Andrew me agarra por el codo y tira de mi cuerpo aún más abajo
en la barra, más lejos del alcance del oído.
—Estoy haciendo esto por mi familia.
—Eso no tiene ningún sentido. Tu familia es asquerosamente rica.
Deja la jarra en la esquina de la barra, se sirve un vaso y bebe un
largo trago.
—Estoy haciendo esto por Jack —confiesa finalmente, con el
hombro hundido de alivio.
Observo la V de tensión que se forma entre las elegantes cejas de
Andrew.
—¿Por… Jack?
—El dinero. Jack, ella… —Toma otro trago y niega con la cabeza—
. Debería haberte contado todo desde el principio, pero honestamente
estoy tan avergonzado de mi familia. El dinero… mi hermana… el
fideicomiso…
Andrew titubea por un segundo antes de encontrar su punto de
apoyo verbal.
—¿Sabes cómo mi hermana está abriendo una panadería? Bueno,
tomó este gran préstamo comercial para hacerlo, principalmente
porque creía que tenía este colchón al que recurrir.
—El fideicomiso que te dejó tu abuelo —digo, recordando la
conversación cuando hicimos las galletas navideñas.
Andrew asiente lentamente.
239
—Sí. Se suponía que ambos heredaríamos un millón de dólares
cuando él muriera…
—Pero tu fideicomiso es de dos millones —lo corrijo, incluso
cuando la verdad se vuelve tan jodidamente clara. Por supuesto—.
Tu abuelo excluyó a Jack del testamento y te dejó todo el dinero a ti.
—El hijo de puta —escupe Andrew—. Él solía despotricar sobre
cómo Jack malgastaría su dinero, solía tratar de manipularla para que
volviera a la universidad, pero eso nunca funcionó con Jack. Pero una
vez que se dio cuenta de que ella estaba contenta trabajando en una
panadería, la eliminó por completo del testamento. No creo que se lo
haya dicho a nadie, ni siquiera a Lovey. Solo me enteré cuando el
albacea me llamó para informarme sobre la nueva estipulación antes
de enviar el testamento al tribunal de sucesiones.
Capto a Andrew mirando en dirección a su hermana. Es difícil
distinguirla desde tan lejos en el bar oscuro y brumoso. Solo se ve la
longitud de su cuello y el contorno de sus hombros. Mueve la barbilla
y siento un fuerte tirón en el pecho. Su abuelo la eliminó de su
testamento porque no cumplió con sus expectativas para el apellido.
—La corte tarda unos cuatro meses en resolver un testamento, por
lo que nadie más en mi familia sabrá sobre el fideicomiso hasta
entonces —explica Andrew, en voz baja y urgente—. Y mi hermana
nunca tendrá que saber la verdad si puedo heredar los dos millones
de inmediato y darle a Jack su mitad.
Por primera vez desde que Andrew, borracho, puso las dos manos
sobre una mesa y me preguntó si me casaría con él, todo este absurdo
plan tiene sentido.
—Quieres proteger a tu hermana de saber lo que hizo tu abuelo.
—Sí. —Exhala, sus ojos muy abiertos y vidriosos y tan jodidamente
llenos de amor. Andrew está dispuesto a casarse con una absoluta
extraña, no por él, sino por su hermana. Está renunciando a lo que
puede o no tener con Dylan por su hermana.
Y me doy cuenta. Cómo nada de esto es sobre mí y los doscientos
mil dólares. Si le digo a Jack la verdad, si actúo de acuerdo con estos
240
sentimientos, aunque sea por un segundo, le costaré un millón de
dólares.
Me vuelvo hacia la cantinera del anillo labial.
—Sí, en realidad voy a necesitar una mula de Moscú.
Capítulo 18
Nuevo objetivo para la noche: no volver a besar a Jack.
Estoy aplastando este objetivo. Después de mi primera mula de
Moscú, cuando Dylan insiste en que juguemos una ronda de billar,
no trato de besar a Jack cuando me muestra cómo sostener mi taco
como si estuviéramos en una canción de Carrie Underwood. Cuando
Dylan se emborracha tanto que empiezan a despotricar en español
sobre Phoebe Bridgers y los prejuicios del pasivo y los jeans ajustados
(por lo que puedo inferir basándome en mis habilidades de español
AP), no miro el trasero de Jack mientras ella se inclina sobre la mesa
para alinear su tiro. Ni siquiera por un segundo.
Cuando Andrew cambia a chupitos baratos de whisky Fireball (al

241
parecer, su favorito) y mira fijamente al camarero para que ponga una
lista de reproducción navideña, no pongo mis manos en las caderas
de Jack durante la línea de conga que se forma para Rockin alrededor
del árbol de Navidad. No me apoyo en su espalda ni presiono mi
mejilla contra la tela áspera de su chaqueta Carhartt. Cuando Andrew
y Dylan se emborrachan lo suficiente como para entretener a todo el
bar con una interpretación de All I Want for Christmas sin una máquina
de karaoke, no veo a Jack balancearse con la música, no la veo lamer
la espuma de cerveza de sus labios. Después de cada sorbo, no la miro
mover la barbilla para quitarse el pelo de la cara.
Y cuando Jack sube a la barra por otro trago, me digo a mí misma
que no la siga. Y entonces lo hago totalmente.
—¡Parece que te estás divirtiendo! —grito sobre la música
navideña. Andrew y Dylan ahora han apartado suficientes mesas
para hacer una pista de baile. El propietario del bar parece no
inmutarse por este desarrollo, ya que tanto los turistas como los
lugareños caen bajo el hechizo hipnótico del encanto de Andrew,
reuniéndose en medio del bar para bailar con alegría navideña.
—Lo estoy. —Jack me sonríe, su cabello sudado y pegado a su
frente. Se apoya contra la barra con ambos codos y no la beso. Estoy
tan impresionada por mi propio autocontrol—. Necesitaba esto. Esta
noche —dice Jack—. Necesitaba alejarme de esa casa, sobre todo de
él —se interrumpe a mitad de un pensamiento, y observo su rostro,
sabiendo que su mente se ha ido a algún lugar que no puedo seguir.
La cantinera de aros en los labios se acerca.
—¿Qué puedo traerte?
Jack vuelve a concentrarse y pide otra IPA. En contra de mi buen
juicio, ordeno otra mula. Jack me mira, algo distraída en su expresión.
—¿Alguna vez vamos a hablar de eso? —pregunta, y yo estoy
luchando por conectar los puntos en medio de los saltos que parece
estar dando su cerebro borracho.
—¿Hablar acerca de qué?
—El beso —Jack medio insulta, sus ojos borrosos. Definitivamente
está demasiado borracha para esta conversación. Y estoy demasiado
sobria para eso—. ¿Nunca vamos a hablar sobre el hecho de que me 242
besaste?
—Bueno, creo que nos besamos —argumento—. Y solo lo hicimos
por el muérdago y los miembros de tu familia borrachos.
Jack chasquea la lengua contra el paladar. No miro su lengua o
boca.
—Traté de apartarme —me corrige Jack, moviendo la barbilla para
quitarse el pelo de la cara, pero el pelo está pegado allí con el sudor,
así que no pasa nada—. Te aferraste a mí. Seguiste besándome.
Mi corazón se calcifica dentro de mi pecho en humillación. Ella se
alejó. Trago saliva.
—Lo siento —le digo, porque no estoy segura de qué más puedo
decir en esta situación. No puedo admitir que me aferré porque me
arrepiento de dejarla ir tan fácilmente la última vez.
—¿Por qué te casas con él? —Jack prácticamente grita cuando la
cantinera deposita nuestras bebidas frente a nosotras.
Aparentemente, hemos llegado al punto de la noche en que nos
estamos dirigiendo a todos los elefantes trapezoidales.
Tomo un sorbo de mi mula.
—Jack…
—No lo entiendo. —Ella niega con la cabeza, su expresión casi
enfadada—. Quiero entenderlo. Quiero ser de apoyo, pero ¿qué es lo
que ustedes dos tienen en común?
Retrocedo ante la mujer borracha que ocupa demasiado espacio
frente a mí.
—¿Qué, porque Andrew es exitoso, guapo y rico, y yo soy un
desastre?
Las manos de Jack resbalan en su bebida sudorosa.

243
—Sabes que eso no es lo que quise decir. Por supuesto que te
elegiría a ti, Elle. Eres… mierda, eres tan… —Ella niega con la
cabeza—. Eres tan bella. Eres incluso más hermosa que mi hermano.
Lo cual es, me doy cuenta ahora, algo raro de decir. —Jack hace una
pausa y, una vez más, no la beso, maldición, de alguna manera.
Una vez más trata de agarrar su bebida y falla, y parece que no
puedo apartar la mirada de todo el desorden descuidado de ella en
este momento.
—Pero, ¿por qué lo eliges a él? —Jack me pregunta, sus ojos como
fuego líquido, abrasándome con la intensidad de su mirada. Y
entonces ella me hace la pregunta. La peor pregunta posible que
podría hacerme aquí en este bar—. ¿Lo amas?
Y sé que tengo que mentir. No tengo otra elección. Un millón de
dólares y un contrato en servilleta, y sé que tengo que decirlo. Tengo
que decirle a esta mujer de corazón inquieto y pelo pegado a la cara
que estoy enamorada de su hermano.
Abro la boca para decirlo. Solo dilo, Ellie.
Jack me mira confundida y acusadora y con una pizca de
esperanza, creo, justo ahí en la comisura de su boca. Es la esperanza
lo que me atrapa.
—Yo… —lo intento.
Y luego giro sobre el tacón de mis botas y salgo corriendo en
dirección al baño más cercano.

Mi intento de huir de la escena se ve obstaculizado por varios


factores.
Uno, que los pisos pegajosos me ralentizan.
Dos, que las piernas de Jack son más largas que las mías.
Y tres, que es un baño de varias cabinas con una puerta batiente
que no pienso cerrar con llave. Jack entra pisando fuerte en el baño

244
detrás de mí como si pisara fuerte en todas partes y me mira donde
me he apoyado contra el lavabo.
—¿Lo amas? —me pregunta de nuevo, la puerta se cierra detrás de
ella.
—¿Por qué te importa? —Es una defensa endeble, pero es la única
defensa que tengo en este momento, la única forma en que puedo
protegerme de decirle la verdad.
—¿Por qué me importa si en realidad estás enamorada de mi
hermano, el hombre con el que se supone que te vas a casar? —Cruza
los brazos sobre su pecho.
Me cruzo de brazos también, reflejando su postura cerrada.
—Honestamente, nuestra relación no es asunto tuyo.
Jack se ríe de mí y mueve su barbilla, y no estoy segura de si voy a
besarle la cara o darle un puñetazo. Es tan terca, farisaica y sudorosa.
—Solo responde la pregunta, Elle. ¿Amas a Andrew o no?
Y estoy cansada. Estoy tan, tan cansada.
—Juego de la honestidad —exige Jack.
—¡No, está bien! —le grito—. ¡No, no lo amo!
El baño se queda en silencio y sin aire tan pronto como estas
palabras salen de mi boca. Jack está de pie allí con los brazos cruzados
y los pies plantados. Estoy absolutamente cayendo a pedazos con mi
espalda contra el fregadero. En la distancia, podemos escuchar el
golpe del bajo de la fiesta de baile improvisada de Andrew. Apenas
puedo distinguir las palabras de Last Christmas. Esa maldita canción.
La verdad cuelga allí entre nosotras, y desearía poder recuperarla.
—No lo amo —digo de nuevo, en cambio, solidificando la verdad
hasta que se convierte en algo tangible entre nosotras en este baño.
Jack está inmóvil frente a mí, rígida, furiosa e inmóvil, todo lo que
quiero hacer es besarla.
Espero que me grite por casarme con alguien a quien no amo.
Espero a que salga del baño. Espero a que haga algo.
—Elle —dice Jack con una voz tan cercana a un susurro que casi no
la escucho mientras George Michael intenta contener las lágrimas. Y 245
luego toda la tensión abandona el cuerpo de Jack, como si alguien le
hubiera cortado los hilos, como si pudiera colapsar en el piso del baño
como se derrumbó en la nieve antes. Quiero ir hacia ella, sostenerla,
abrazarla. Quiero besarla tanto, es como sed literal, una grieta seca en
la parte posterior de mi garganta.
Antes de que pueda romper mi voto por la noche, Jack se endereza.
Da tres zancadas resueltas por el baño hasta que llega frente a mí al
lavabo. Creo que ella podría sacudirme.
Creo que podría besarla.
Pero no lo hago, porque Jack agarra los lados de mi cara, y luego es
ella la que me está besando.
Capítulo 19
Esto no es técnicamente una violación del objetivo de la noche.
Después de todo, Jack es quien me está besando, y sabe a fuego,
lúpulo y esperanza. Jack me está besando, un beso como un signo de
interrogación. Su boca vacila contra la mía, y sé que debería alejarme.
Esa es la regla, ese es el trato que he hecho conmigo misma. Nada de
besar a Jack. Por su bien.
Excepto que estoy tan cansada. Excepto que estoy tan sola. Excepto
que aquí está esta mujer que me hace sentir tan llena. El contorno del
cortador de galletas en mi pecho.
Respondo a la pregunta en sus labios con un sí, por favor y más. Le
devuelvo el beso porque todo en mi vida es una mierda excepto esto.
Me levanto, y enredo mis manos en su cabello, y la beso como si
supiera que me va a doler más tarde. La beso como si no me
246
importara. Me siento como si estuviera de vuelta en la nieve hace un
año, saboreándola por primera vez, aprendiendo la presión de su
boca y la seguridad de sus manos y la solidez de su cuerpo. Ha
pasado un año desde que hicimos esto correctamente, pero se siente
como si estuviéramos recordando una vieja coreografía. Es la
memoria muscular, la forma en que mis brazos rodean su cintura, la
forma en que sus dedos se entrelazan en su cabello, la forma en que
nuestras barbillas se inclinan, la forma en que nos arqueamos la una
contra la otra.
Deja caer una mano suavemente en mi cintura, dos dedos a un lado
de mi garganta y todavía me besa con cuidado. Abro mi boca lo
suficiente para presionar mi lengua contra esa cicatriz blanca, y Jack
hace un sonido suave en la parte posterior de su garganta, porque ella
es secretamente tan suave. Ambas lo somos.
Mis manos buscan su suavidad, la grasa afelpada de sus caderas
bajo la franela. De repente, no quiero cuidado. Quiero besar a Jack
mientras pueda. Antes de que la pierda de nuevo.
La acerco más a mí, hasta que mi espalda se hunde en el fregadero,
hasta que ella sujeta mi cuerpo en su lugar. Hago que abra la boca y
paso la punta de la lengua por el paladar como a ella le gusta. Se
queda sin huesos en mis brazos, una mano enroscándose alrededor
de mi trenza hasta que tira, exponiendo un lado de mi garganta. Me
besa allí, con los dientes. Con su lengua. No hay nada de cuidadoso
al respecto.
Jack me besa en un nudo que solo ella puede desenredar. Dobla su
cuerpo contra el mío, y el tiempo se dobla por la mitad, hasta que la
Navidad pasada se siente como si fuera ayer, como si estuviéramos
recogiendo las cosas exactamente donde las dejamos. No nos vamos
a besar en el asqueroso baño de un antro. Estamos afuera del Butch
Oven, besándonos en la nieve. Estamos en un bar vacío, besándonos
en la oscuridad con ponche de huevo especiado. Estamos en su
Caravana, besándonos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Ella me quita la rebeca en algún momento. Le quito la franela.
247
Jack me levanta y me deja en el borde del fregadero, y luego da un
paso atrás. Ella me mira. Se interpone entre mis piernas abiertas y
mira y mira y mira.
—Tan bonita —dice, en su característico susurro que todavía es lo
suficientemente alto como para escuchar por encima de la música. Y
sé que este cumplido viene de la intersección de demasiadas IPA y
mala iluminación del baño, pero no me importa.
Levanto la mano, empujo ese mechón de cabello sudoroso de sus
ojos y la miro fijamente. En la hermosa inclinación de su mandíbula,
en la torcedura de su boca hinchada, en el sutil destello de esperanza
en sus ojos. Es la esperanza lo que me mata cada vez.
¿Cómo me las arreglé para estropear todo esto el año pasado?
¿Cómo me aseguro de no estropearlo de nuevo?
Me quito la camiseta. Podría decirse que es una excelente manera
de arruinar esto, pero los ojos de Jack se oscurecen aún más. Se acerca
más a mí, sus manos recorren el camino desde mi estómago suave
hasta la parte delantera de mi sostén nude, y luego me vuelve a besar.
Besos profundos y salvajes. Besos que montan la ola de su cuerpo
mientras se frota contra mí, la costura de mis jeans contra su cadera,
su boca en mi boca, mi hombro, mi clavícula, la parte superior de mis
senos.
—Eres tan bonita —susurra estas palabras contra mi piel, las mete
en todos mis lugares suaves y frágiles—. Gracias a Dios que no te vas
a casar con él, Elle —gime—. No puedes casarte con él. Yo… yo no sé
qué haré si te casas con él.
Me congelo en el borde del fregadero.
Por un momento, la boca de Jack se queda quieta contra mi piel.
Entonces se aleja.
Me mira de nuevo. Estoy sin camisa, cachonda, besada hasta casi
morir. Absolutamente en pánico.
—Tú… —Jack lame sus labios hinchados—. Todavía vas a casarte
248
con él, ¿no?
—Jack…
Eso es todo lo que logro decir antes de que la esperanza se
desvanezca de ella. Parpadea, y luego da otro paso atrás de mí,
alcanzando su franela en el suelo pegajoso.
—Lo siento —dice Jack, sin mirarme—. Mierda. Lo siento.
—Jack, puedo explicarlo.
—Esto fue un error. —Jack agarra mi camiseta y me la ofrece. La
sostengo y la coloco en la parte delantera de mi cuerpo como si
pudiera protegerme de este momento—. Podemos fingir que esto
nunca sucedió, ¿de acuerdo?
Su voz es dura como el pedernal, su rostro se aparta de mí.
Físicamente, todavía está aquí en este baño, pero emocionalmente, ya
se ha escondido en su Caravana nuevamente, ya se ha retirado detrás
de su escudo de aluminio.
—No, Jack, escucha…
Pero no hay nada que pueda decir, y Jack no se queda a escucharlo
de todos modos. Sale del baño. Me siento en el borde del fregadero,
escuchando el sonido de sus pasos alejándose en la distancia,
mezclándose con otra canción navideña.
Se siente terrible ser la que se queda atrás.

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 6: La palabra L
(Nochebuena, 18:57)
Subido: 28 de enero de 2022
249
—Juego de la honestidad: Siento que te conozco desde siempre.
—Está bien, así no es como funciona el juego de la honestidad. Se
supone que debes decir juego de la honestidad y luego hacer una
pregunta para la que quieras una respuesta honesta.
—El juego ha existido durante, como, diez horas. Y como su
creadora, creo que puedo torcer las reglas a mi voluntad.
—Entonces, ¿por qué incluso tener reglas?
—Claro. Entonces pregúntame si siento que te conozco desde
siempre.
Suspiro.
—Juego de la honestidad: ¿Sientes que me conoces desde siempre?
Jack esboza una sonrisa de media luna que me hace sentir
absolutamente mareada.
—Lo hago. ¡Oh, nachos!
El dueño del bar deja caer una fuente montañosa de nachos sobre
la mesa y nos da un gruñido.
—¿Qué clase de idiotas se quedan fuera todo el día en medio de
una tormenta de nieve sin precedentes?
—Somos unas idiotas —responde Jack amablemente mientras saca
un nacho del medio de la pila, un jalapeño cae sobre su franela
mientras intenta empujar el nacho en su boca.
—Bueno, los nachos los paga la casa. No quiero sus muertes en mi
conciencia.
Estamos sentadas en un rincón oscuro de un bar oscuro, las
rodillas, las pantorrillas y los codos se tocan. El bar está casi vacío,
excepto por algunos clientes habituales que viven en los
apartamentos al otro lado de la calle y un grupo de personas sin hogar
que el cantinero invitó por el frío. La mayoría de los lugares han
cerrado, pero encontramos un bar donde el propietario vive arriba y
no tiene motivos para no permanecer abierto para cualquiera que
necesite el calor. O cualquier idiota que necesitaba cenar.
250
Y somos idiotas.
Todavía no hemos cruzado el puente que nos llevará al sureste de
Portland, el puente que nos llevará a casa. No lo hemos discutido,
pero el puente se siente como este abismo entre las personas que
somos hoy y las personas que seremos mañana, o en unos días
cuando la nieve se derrita, cuando esta extraña, mágica y desafiante
burbuja explote.
Afirmamos que el hambre fue la razón por la que nos desviamos
esta vez, pero sé que, al menos para mí, fue en parte miedo. Miedo a
lo que viene después. Miedo a cómo acaba esto.
Mi miedo debería ser llegar a casa, pero el dueño está haciendo otro
lote de ponche de huevo especiado, y Jack me está besando entre
bocado y bocado de nachos en nuestro puesto de la esquina, y parece
que no me importa. Rodillas y pantorrillas y codos y manos. Besos
picantes y dulces.
—Juego de la honestidad: cuéntame sobre cada persona que hayas
amado —susurra Jack en mi cabello.
Me permito estirar la mano y tocar la cicatriz blanca en su labio
superior.
—Amo a mi mejor amiga, Meredith.
—Y actúas como si yo fuera un cliché raro.
—No, quiero decir, la amo platónicamente. Nunca antes había
amado a nadie románticamente. —Los dedos de Jack todavía están
en mi cabello—. Pensé que amaba a mi novia de la universidad, pero
creo que simplemente amaba lo que me enseñó sobre mi sexualidad
y sobre mí. ¿Eso es raro? ¿Que nunca he estado enamorada del amor?
Jack se encoge de hombros.
—Todos los tipos de amor son amor-amor.
Entonces beso su cicatriz.
»Todos experimentamos la atracción de manera diferente —
continúa, presionando su boca contra la suave piel detrás de mi
oreja—. Algunos de nosotros nos enamoramos y nos desenamoramos
251
fácilmente. Algunos de nosotros no experimentamos el amor
romántico en absoluto. Algunos de nosotros tenemos que luchar para
permitirnos ser lo suficientemente vulnerables como para
enamorarnos. —Besa mi garganta—. Algunos de nosotros tenemos
que luchar para que otras personas nos amen.
Besa mi hombro, una pequeña parte de mi piel que había estado
cubierta por mi bufanda azul todo el día.
—Algunos de nosotros necesitamos intimidad emocional para
experimentar atracción sexual. —Ella me acaricia hasta que me río
por la sensación de su nariz contra mi piel—. Todo amor y todas las
formas de amar son amor, Elle.
Es solo una sílaba. Una palabra. Elle.
Sin embargo, de alguna manera siento como si las placas tectónicas
se estuvieran moviendo dentro de mí, como si mis órganos internos
estuvieran subduciéndose, sacando a la superficie sentimientos
latentes.
Porque esto. Jack en un bar oscuro. Un jalapeño en su camisa y
ponche de huevo especiado en su lengua. Ver y ser vista. Esto se
siente como amor-amor.
Esto se siente como algo enorme y confuso, algo demasiado torpe
para que yo pueda descifrarlo en mi cerebro y en mi pecho, y solo han
pasado nueve horas.
Hay reglas. Planes a seguir. Horarios y estructuras. Se supone que
no debes enamorarte de una persona en un solo día, pero tal vez
puedas, cuando nieva.
Tal vez en un día nevado, puedas ignorar la voz persistente en la
parte posterior de tu cabeza que dice que esto no durará porque nada
dura, porque las personas en tu vida no se quedan. Tal vez puedas
confiar. Al menos, tal vez puedas confiar en ella.
—Juego de la honestidad —digo, y mi voz tiembla un poco—.
Siento que te conozco desde siempre, también. 252
Capítulo 20
Viernes, 23 de diciembre de 2022
—No me di cuenta de que estabas en ese tipo de comedia
romántica. —Meredith deja escapar un silbido bajo desde la pantalla
de mi teléfono.
—No útil.
—Mira, ahora has besado a la hermana de tu prometido dos veces,
así que no estoy segura de lo que crees que te va a ayudar. No hay
ninguna charla de ánimo de Judy Greer de última hora en tu camino.
Me agacho en la lavadora, mirando a Meredith en la luz azul del
escondite del cuarto de lavado a las 3 a.m.
—Está bien, el primer beso no fue mi culpa. Hubo muérdago y
abuelas borrachas involucradas. Y el segundo beso, sí, bien, asumo
toda la responsabilidad por ese.
253
—Supongo que estás en una de esas comedias románticas
moralmente ambiguas. Como La boda de mi mejor amigo o Cuatro
bodas y un funeral.
—¿Quién soy yo? —pregunto, bastante segura de que no quiero
escuchar la respuesta—. ¿Julia Roberts o Andie MacDowell?
—Eres Dermot Mulroney —responde Meredith—. Eres el imbécil
que se casa con Cameron Diaz pero sigue coqueteando abiertamente
con Julia Roberts. Porque Jack cree que te vas a casar con su hermano
de verdad y que ella acaba de besar a la prometida de su hermano.
—Pero no quiero ser Dermot Mulroney —me quejo.
—Mierda dura. —Aparentemente, la capacidad de empatía de
Meredith no se activa hasta después de tomar su café—. Si no quieres
ser Dermot Mulroney, entonces debes confesarle todo a Jack.
—¡No puedo! ¡Por el dinero!
Meredith ya sabe todo esto. Tan pronto como el trapezoide del
amor llegó a casa del Mountain Bar (Meemaw y Lovey tuvieron que
venir a recogernos, y sí, ese fue el viaje en auto más incómodo de mi
vida), fingí irme a la cama y luego me fugué con mi dispositivo
electrónico para dibujar hasta una hora menos cruel para llamar a
Meredith. Los paneles estaban descuidados, con una narrativa
desenfocada y demasiada autoindulgencia, pero de todos modos no
tenía intención de publicarlos. No había publicado más episodios de
El arreglo en Drawn2, no desde que todo comenzó a sentirse
demasiado personal y privado. Pero eso no ha impedido que la
cantidad de vistas y me gusta crezca en los primeros episodios, que
mis suscripciones se cuadrupliquen y que mi bandeja de entrada se
desborde con mensajes no leídos. Incluso los números de los viejos
episodios de Snow Day han aumentado, los nuevos lectores acuden
en masa, y me siento un poco inquieta, sabiendo que esa historia es
una versión apenas velada de mi historia con Jack. Al menos, la
versión de nuestra historia que conocía en ese entonces.
Dado que para Meredith eran las 5 a.m., decidí que era una hora
aceptable para llamar a un amigo en circunstancias como estas, y lo
hice. Y luego le conté todo.
254
—Mira, te aconsejé que participaras en toda esta estafa del
matrimonio al principio, pero eso fue cuando pensé que había una
posibilidad de que te enamoraras de Andrew, antes de que
supiéramos que Jack es su hermana. Ahora todo es demasiado
complicado. Como tu abogada no oficial, tengo que sugerirte que
cortes tus jodidas pérdidas.
—No es tan simple. Le hice una promesa a Andrew, y este no es mi
secreto para contar. Y ya no se trata de mí. Se trata de Jack.
Meredith se frota las costras de sueño de los ojos, completamente
imperturbable.
—¿Le estás mintiendo a Jack por Jack?
—No entiendes porque nunca has tenido que lidiar con el fracaso—
Meredith se burla; la ignoro cortésmente—, pero Jack se está
arriesgando mucho al abrir esta panadería. ¿Y qué estás sugiriendo
que haga, exactamente? ¿Confesarle mi amor a Jack?
—Sí —dice Meredith, con cara seria—. Eso es exactamente lo que
te estoy diciendo que hagas.
—¡No puedo! ¡Es ridículo! No puedes estar enamorado de alguien
a quien conoces desde hace un total de… —Cuento con los dedos,
porque son las tres de la mañana y mi cerebro ahora no es más que
unas pocas células cerebrales pulverizadas—. ¿Siete días? ¡No puedes
estar enamorado de alguien a quien conoces por lo que equivale a una
sola semana!
—¿Dice quién? —Meredith, que ha pasado los últimos siete años
estudiando leyes, que ama las reglas, las pautas y los planes
meticulosos casi tanto como yo, claramente ha perdido la cabeza.
—Todos lo dicen. ¿Sabes quién se enamora tan rápido?
Adolescentes. Como Romeo y Julieta. Y mira cómo terminó eso.
—No sé, follaron en algún momento, así que no fue del todo malo.
—¡No quiero terminar bebiendo veneno sobre el cuerpo no muerto 255
de Jack, Meredith!
—Es interesante que te interpretes como Romeo en este escenario
—observa con calma—. ¿Estás en espiral ahora mismo? Suenas como
si estuvieras en espiral.
—¡Por supuesto que estoy en espiral! ¡Estoy enamorada de una
mujer que conozco desde hace solo siete días!
Porque lo estoy.
No debería ser.
No es lógico.
Me enamoré de ella en el transcurso de un solo día, y nunca la dejé
de amar por completo, y aquí estoy, besándola en los baños y
jodiendo su vida entera.
—¿Qué me pasa, Mere?
Meredith respira lenta y profundamente, probablemente
contemplando la miríada de formas de responder a esa pregunta. Eres
un fracaso y eres una mala persona, ambos vienen a la mente.
Eres un burrito congelado.
O, tienes un trastorno de ansiedad generalizada no tratada y
probablemente debería estar tomando medicamentos.
O, dejaste que tu mamá te pisoteara.
Lo que Meredith dice en realidad es:
—¿Qué pasa si no te pasa nada en absoluto?
—Parece falso, pero explícalo.
Meredith sobresale su mandíbula.
—Mira. El último año ha sido una auténtica mierda. Te despidieron
del trabajo de tus sueños, tu mamá ha sido particularmente
sanguijuela y te has estancado. Entonces, cuando esta oportunidad
cayó en tu regazo, pensé, esta es una oportunidad para que ganes algo
de dinero, y tal vez Andrew finalmente pueda ayudarte a olvidarte
de la chica que te rompió el corazón la Navidad pasada. Pero, ¿qué
256
sucedió en su lugar?
Meredith hace una pausa significativa.
—¿Quieres que responda, o…?
—Resulta que la chica que te rompió el corazón la Navidad pasada
es su maldita hermana. —Meredith golpea un puño en su palma
cerrada—. ¿Cuáles son las probabilidades? Quiero decir, no sé,
Ellie… se siente como el destino.
—Tú no crees en el destino.
—No creo que debamos renunciar a nuestra intervención porque
pensamos que las cosas están destinadas a ser —aclara—. Pero sí creo
que algunas personas pertenecen a nuestras vidas. ¿Recuerdas cómo
nos conocimos?
—Eh. Frustré el crimen de chica a chica. —Meredith y yo éramos
vecinas en los dormitorios en nuestro primer año. Ambas teníamos
compañeros de cuarto llamadas Ashley que pensaban que eran
demasiado geniales para nosotras, pero no pasamos el rato esos
primeros meses. Las dos estábamos demasiado ocupadas estudiando
y trabajando treinta horas a la semana para molestarnos en hacer
amigos. Meredith había estado saliendo con esta herramienta
absoluta de un estudiante de ingeniería mecánica llamado Spencer
Yang de la escuela secundaria, y justo antes de las vacaciones de
invierno, había regresado a su dormitorio después de una reunión de
la Sociedad de Derecho Comercial para encontrar a su novio y su
Ashley en una posición sexual bastante impactante según nuestros
estándares de dieciocho años.
La atrapé en el baño en medio de la furia del caos de Aries, a punto
de infligir un crimen equivocado de chica a chica al verter lejía en la
botella de champú de Ashley.
En su lugar, inspiradas por Gilmore Girls, decidimos poner huevos
rellenos al amado Miata de Spencer, pero en realidad nunca logramos
pasar de la cocina de nuestro dormitorio. Pasamos horas bebiendo
Hard Lemonades de Mike y riéndonos salvajemente mientras
intentábamos, y fallamos miserablemente, hacer huevos rellenos, y
257
Meredith olvidó su enojo en algún lugar alrededor de la
decimocuarta vez consecutiva que escuchó I Knew You Were Trouble.
Y eso fue todo.
La vi en su punto más bajo, en el más desordenado y, de alguna
manera, se convirtió en la única persona a la que podía mostrarle mi
desordenado yo.
—Eres mi alma gemela platónica —dice Meredith. Miro a mi mejor
amiga en la pantalla del teléfono. Despierta a las cinco para hablarme
a través de una espiral de ansiedad, su salvaje cabello rojo sujeto con
un solo lápiz. Ella es la pintura al óleo audaz para mi timidez de
acuarela, el fuego para mi agua, el Aries para mi Piscis.
—Tú también eres mi alma gemela platónica —digo.
—Tal vez Jack es tu alma gemela romántica…
Me burlo, pero estoy pensando en el cortador de galletas del
tamaño de Jack dentro de mí. Sobre las personas que han visto mi yo
más desordenado y me han amado de todos modos.
—El hecho de que esta mujer volviera a tu vida después de un
año… No lo sé. Se siente como magia para mí.
—Tú no crees en la magia, Mere.
—No. —Meredith suspira—. Pero tú sí. O, al menos, alguna versión
de ti solía hacerlo.
Miro los paneles dibujados en Clip Studio en mi iPad. Nada de esto
se siente como magia.

Viaje de esquí en familia: diez horas.


Está claramente escrito en el horario, en una fuente serif de tamaño

258
doce, tinta negra, cuidadosamente plastificado. La víspera de
Navidad es el día en que los Kim-Prescott se amontonan en dos autos
para conducir por las peligrosas carreteras cubiertas de nieve para
pasar un día entero en el área de esquí de Timberline Lodge.
Realmente no hay nada que prefiera hacer menos que este viaje
familiar de esquí.
Esta creencia central se verifica cuando entro a la cocina a las seis
de la mañana después de no haber dormido y descubro que toda la
familia no solo está despierta sino también llena de energía. Meemaw
tiene su tabla de snowboard sobre su hombro, Lovey está haciendo
estiramientos cuádruples, y Dylan y Andrew están estudiando
detenidamente un mapa de las pistas de Timberline como si todo
entre ellos fuera perfectamente normal. Los idiotas ni siquiera
parecen tener resaca. Jack está vestida con su ropa de esquí,
preparando sándwiches para el desayuno que envuelve en papel
pergamino. Se niega a mirarme cuando entro en la habitación.
Una vergüenza palpable sube y baja por mis extremidades. La besé.
Dejé que me besara. Y cuando me preguntó si todavía me iba a casar
con su hermano, no dije nada.
Estoy demasiado cansada para pasar un día en Timberline tratando
de evitar a Jack y mi culpa. Además, no tengo la menor idea de cómo
esquiar. Estoy a punto de decirles a todos que estoy demasiado
enferma para ir cuando Jack mira desde detrás de la estufa.
—¿Dónde está papá? ¿Le voy a hacer un sándwich?
Katherine, que está empacando su propio equipo en la isla de la
cocina, hace una pausa.
—Tu padre no se unirá a nosotros hoy —dice con pasable
indiferencia. Me pregunto si ahí es donde Jack lo aprendió—. Estará
aquí cuando lleguemos a casa. Dijo que nos va a hacer pastel de carne
para la cena.
La casa se queda en silencio. Y mierda, no puedo abandonar el día
de hoy, no cuando Alan está decepcionando a Katherine una vez más.
Estas tradiciones significan todo el mundo para ella.
La culpa de mamá, por supuesto, es la razón por la que termino con
un traje de nieve prestado, aplastada entre las abuelas en el asiento
trasero del Lincoln Navigator, comiendo mi sándwich de desayuno.
Timberline Lodge es un verdadero chalet de esquí: un hermoso
259
albergue de montaña en medio de picos nevados, lo suficientemente
bonito como para hacerte olvidar que se usó en las tomas exteriores
de El Resplandor. Por un momento, la vista del amplio paisaje blanco
me hace olvidar toda mi propia mierda también.
Mi propia mierda vuelve a mí diez veces cuando salimos del coche.
—Andrew y yo vamos a emparejarnos, ya que ambos hacemos
snowboard —anuncia Dylan mientras todos nos paramos en un
semicírculo en el estacionamiento. Andrew parece ligeramente
perplejo por esta declaración y por la repentina autoridad de Dylan
sobre el día de esquí familiar—. Vamos a tomar la Milla Mágica y
comenzar en la carrera de Coffel. Y Katherine, tú y las abuelas
probablemente estén planeando quedarse en casa de Molly, ¿verdad?
No tengo idea de qué significan estas palabras, pero Katherine mira
a las abuelas y luego asiente.
—Genial. Ellie dijo que nunca antes había esquiado —continúa
Dylan—, así que alguien tendrá que quedarse atrás y ayudarla a
conseguir su equipo y aprender a usarlo. ¿Jack?
Jack está parada a unos metros de distancia, detrás de la puerta
trasera de Gillian. Sus esquís están verticales y ella se apoya en ellos.
—No estoy segura de que sea una buena idea —intenta Jack
vagamente.
—¿Por qué no? —pregunta Dylan—. Vas a esquiar y, de todos
modos, por lo general te quedas en los senderos para principiantes e
intermedios.
Jack frunce el ceño, pero no hace otra defensa.
—¡Está bien, todos! —Katherine grita y Meemaw me abandona
para reunirse con la familia—. Nos encontraremos en el Blue Ox Bar
al mediodía para almorzar. El pronóstico dice que va a empezar a
nevar esta tarde. No debería comenzar hasta esta tarde, pero
saldremos a las cuatro a más tardar para evitar malas condiciones en
la carretera. 260
Andrew y Dylan agarran sus tablas de snowboard y se dirigen
hacia uno de los remontes. Katherine y las abuelas caminan en
dirección opuesta. Y Jack y yo nos quedamos solas con nuestro
incómodo silencio y nuestras miradas evasivas, y…
—¿Me vas a empujar de la montaña?
Jack finalmente me mira. Hay bolsas moradas debajo de sus ojos, y
su boca es una línea delgada y pálida en su rostro.
—Lo estoy considerando.
—Supongo que me lo merezco. Jack, mira, ¿podemos…?
—Estaba muy borracha anoche —dice rápidamente. No vuelve a
mirarme—. Ambas lo estábamos.
No lo estaba, pero esto no parece digno de mención.
—Cometimos un gran error, pero no parece que vuelva a suceder.
—Um, cierto. Por supuesto.
Jack se aparta de mí, así que estoy mirando su rostro solemne de
perfil.
—En el futuro, probablemente sea mejor si nosotras… —Ajusta su
gorro—. Si no pasamos mucho tiempo juntas. Como, en cualquier
momento juntas.
Inhalo profundamente por la nariz y me digo que es el frío, no las
lágrimas, lo que me pica en los ojos.
—Ajá.
—Pero por ahora, solo tenemos que terminar hoy. Así que vamos a
buscar tus esquís.
Jack gira en la nieve y no tengo más remedio que seguirla silenciosa
y miserablemente por el camino que lleva al refugio. En la tienda de
alquiler, un hombre convencionalmente atractivo con un bronceado
inexplicable para mediados de diciembre del noroeste del Pacífico
mide mi pie (enorme), luego la longitud de mi pierna (larga), y luego
me ata un par de botas y unos flacos palos de la muerte.
—No puedo hacer esto —le digo al Hombre Bronceado con voz 261
temblorosa.
—Claro que puedes —responde Jack, sonando aburrida.
—Realmente no puedo hacer esto —repito cuando el Hombre
Bronceado me pide que me pare sobre mis esquís para probar el
ajuste.
—Tengo fe total en ti —dice Jack monótonamente, como un
entrenador de vida apático. Ni Jack ni el Hombre Bronceado respetan
mis protestas, y pronto, Jack entrega la tarjeta de crédito de Katherine
y yo estoy afuera en la nieve con mis esquís. Jack me dice que me
mueva para que no bloqueemos el camino principal.
Si por «mover» quiere decir tambalearse y agitar mis brazos como
un personaje de dibujos animados que se desliza sobre una cáscara
de plátano, entonces logro satisfacer sus demandas
maravillosamente. Antes de que me estrelle contra la nieve, el brazo
libre de Jack se estira para estabilizarme. No me doy cuenta de lo
cerca que está hasta que su brazo está asegurado alrededor de mi
cintura, fuerte y cálido.
—Esto es peligroso —le digo. Por «esto» me refiero a esquiar.
Obviamente esquiar.
Jack inmediatamente suelta su agarre alrededor de mi cintura.
—Esquiar es perfectamente seguro.
—No es absolutamente seguro —respondo, sacudiendo los postes
de metal con los extremos puntiagudos—. Creo que quieres que me
empale a mí misma.
Jack se encoge de hombros.
—Si te empalas a ti misma, resolverá algunos de mis problemas,
pero también creará varios nuevos y, en última instancia, no creo que
valga la pena.
—La gente muere esquiando todo el tiempo —insisto—. ¡Natasha

262
Richardson murió mientras esquiaba! ¿Por qué querría alguien
participar en la actividad que le robó al mundo a Natasha
Richardson?
Tengo un poco de ansiedad en espiral, y probablemente no tenga
nada que ver con esquiar o con Natasha Richardson, y probablemente
más que ver con hace veinte minutos, cuando Jack dijo que
deberíamos dejar de pasar tiempo juntas. O hace doce horas, cuando
me besó hasta casi morir.
Con impaciencia mete los puños en los bolsillos de su abrigo.
—Te prometo que no morirás mientras esquías hoy.
—No puedes prometer eso.
—Bueno, no creo que vayas a abordar carreras avanzadas en tu
primera excursión de esquí, así que sí, puedo. Además, tienes este
casco superbonito. —Golpea mi casco negro gigante tres veces.
—¿Qué pasa si me caigo?
—Lo harás. Probablemente muchas veces. Y, honestamente,
probablemente disfrutaré viéndolo. —El más mínimo indicio de una
sonrisa se curva en la comisura de la boca de Jack. Creo que me voy
a caer ahora mismo.
—Todos se caen por primera vez —dice ella—. Diablos, me caeré
al menos una vez hoy, y he estado esquiando toda mi vida.
—¿Por qué alguien querría hacer algo en lo que está garantizado
que fallará?
—Dije caer, no fallar. Es literalmente imposible fallar en el esquí.
—A menos que mueras —digo.
—A menos que no lo intentes.
—Guau. Siempre un póster motivacional que vive y respira.
Su sonrisa se ensancha, solo por un segundo, antes de recordar que
está furiosa conmigo y aplacarla. Luego, suspira, claramente
angustiada por verme agarrando estos bastones de esquí.
—Voy a tener que ayudarte de verdad, ¿no?
Hago otra cosa de molino de viento, cáscara de plátano, doble eje
en mis esquís.
263
—Te odio en este momento —dice, pero luego está a mi lado,
mostrándome qué hacer, con una mano en la parte baja de mi
espalda—. Como esto. Y luego empujarás así.
Todo se siente peligroso de nuevo.
—¿Se espera que mueva mis piernas y brazos al mismo tiempo?
Jack se ríe con su risa terrible, adorable e involuntaria.
—Sí, es una experiencia de cuerpo completo.
Ajusto mis gafas sobre mis anteojos.
—De acuerdo. ¿Ahora qué? ¿Vamos al telesilla?
—No. Tienes que gatear antes de poder caminar.
No espero que lo diga tan literal, pero, de hecho, paso una cantidad
considerable de tiempo arrastrándome con mis esquís en el
transcurso de las próximas dos horas. Jack nos lleva a un claro con
una pequeña colina donde los niños están aprendiendo a moverse en
sus esquís por primera vez. Los niños y yo.
Jack es, exasperantemente, una maestra increíble, incluso si me
odia en este momento. Incluso si después de hoy, tenemos que dejar
de pasar tiempo juntas. Se toma treinta minutos completos solo para
ayudarme a mover mis esquís y los bastones al mismo tiempo, luego
otra hora enseñándome cómo detenerme, cómo girar, cómo caer con
gracia cuando caer es la única opción. Cuando estamos listas para
esquiar de verdad, todavía no nos dirigimos a un telesilla, sino a un
sendero tranquilo con un declive constante llamado West Leg Road.
Ocioso o no, todavía me encuentro levemente horrorizada mientras
estamos paradas en el borde de una pequeña pendiente descendente.
Claro, hay preadolescentes aquí, despegando con entusiasmo en sus
tablas de snowboard. Los padres están ayudando a sus niños
pequeños. ¿Y luego estoy yo, veinticinco años y aterrorizada, porque
se supone que debo confiar en la gravedad?
Podría volar. Podría caer. Y no tengo idea de cómo protegerme de
fallar, de que mi corazón se salpique por todas partes. O mi cuerpo se
estrelle contra el tronco de un árbol. Al lado del comienzo del sendero
264
hay un letrero que dice: «Tenga siempre el control».
—No puedo hacer esto.
—Solo hay un camino hacia abajo —dice ella. Seguramente eso no
es cierto. Debe haber una salida secreta de la montaña, una escotilla
de escape para los cobardes. Puedo simplemente tomar mis esquís y
volver al auto—. Y, sinceramente, esto es más… transversal que
descendente. Tenemos esto —insiste Jack.
Tenemos. Por al menos un día más, somos nosotras.
—Y estaré a tu lado todo el tiempo, lo quiera o no.
Tomo una respiración profunda. Vuela o cae.
—¿Deberíamos ir a la cuenta de tres? Uno dos…
Empujo mis bastones a las dos y dejo que el impulso me empuje
hacia adelante mientras mis esquís se inclinan hacia la modesta
pendiente. Y estoy volando, aunque a una velocidad bastante
pausada. Apenas tengo que mover las piernas, la montaña me mueve,
y el viento y el frío me llevan mientras me deslizo por encima de todo.
Más allá de los árboles, más allá de los niños, más allá de Jack, incluso.
El mundo de alguna manera se vuelve borroso y se vuelve más
nítidamente enfocado al mismo tiempo, y esto es nuevo.
Esto es todo. Me encorvo más, usando mis bastones para moverme
más rápido, para dejar que mi cuerpo exista de esta nueva manera.
Protesta un poco, desacostumbrado al movimiento real, pero incluso
cuando me duelen los músculos, mi cuerpo también canta. He estado
congelada durante tanto tiempo y siento que estoy saliendo de mis
gélidos confinamientos para redescubrir que el mundo no es tan
terrible como lo recordaba.
Giro la cabeza hacia la izquierda y veo a Jack allí, donde dijo que
estaría, justo a mi lado. Mirándome a mí también. Y me pregunto
cuánto tiempo más tengo que mirarla.
Es mientras la miro que no veo un pequeño montículo de nieve
densamente compactada. Lo golpeo justo, y mi esquí derecho vuela
hacia arriba y mi esquí izquierdo vuela hacia los lados, y si no me
265
equivoco, creo que hago los splits en el aire antes de caer firmemente
sobre mi trasero y rodar varias veces antes de detenerme en medio
del sendero.
—¡Mierda, mierda, mierda! —Oigo gritar a Jack cuando se detiene
de forma controlada a mi lado. Se pone de rodillas y se quita las
gafas—. ¿Estás bien? ¡Elle, di algo!
Exploto de la risa.
—Mierda. —Jack cambia su peso para que ya no se incline sobre mí
como si estuviera a punto de administrar RCP—. Pensé que te
rompiste la médula espinal o algo así.
—¿Pensé que dijiste que ibas a disfrutar viéndome caer?
—Oh, vete a la mierda. —Pero está sonriendo. Y estoy sonriendo.
Acabo de esquiar por primera vez—. ¿Puedes levantarte?
Asiento con la cabeza, pero mi culo dolorido no está de acuerdo.
Jack se acerca para agarrar mi mano. En una maniobra sin esfuerzo,
me levanta del suelo. No es nada sexy. La risa no se me queda
atrapada en la garganta ni en esta demostración de fuerza.
—¿Quieres seguir? —pregunta.
Absolutamente lo hago. Si este es el último día que puedo pasar
con Jack, quiero pasarlo volando montaña abajo junto a ella.

266
Capítulo 21
Comienza a nevar un poco antes del mediodía, y es casi la hora del
descanso para almorzar cuando finalmente llegamos a la intersección
de West Leg Road con el telesilla Stormin' Norman que nos llevará más
arriba en la montaña. Jack insiste en que hay vistas espectaculares y
una carrera para principiantes que podemos tomar todo el camino de
regreso al albergue. Excepto que no hay forma de que regresemos al
albergue a la hora del almuerzo. Jack envía un mensaje de texto en el
chat del grupo familiar para avisarles que empiecen a comer sin
nosotras. Timberline, afortunadamente, tiene un buen servicio.
—Eso no puede ser seguro —digo cuando veo el banco en el que
vamos a subir la montaña.

267
—Te aseguro que lo es.
A pesar de que el telesilla es lo suficientemente grande para tres,
nos sentamos juntas, los hombros y los muslos se tocan a través de
nuestras enormes capas. El mundo parece imposiblemente grande
desde aquí arriba, una cresta escarpada cubierta de nieve frente a
nosotras, interminables tramos de blanco a nuestro alrededor.
Árboles nevados y expansión y esta innegable sensación de magia.
De algo tan fuera de lo común, el tipo de mundo hermoso y mágico
que solía querer crear con mi arte, cuando era una niña solitaria que
escapaba de mi vida a través de los dibujos en un cuaderno de
bocetos.
Pienso en Meredith, recordándome que alguna vez creí en la magia.
Pienso en la mujer acurrucada contra mi costado.
—Jack —digo, y ella se gira para mirarme. Estamos a centímetros
de distancia, lo suficientemente cerca como para poder contar los
pálidos copos de nieve que caen sobre sus pecas oscuras. Estamos lo
suficientemente cerca como para sentir el sabor del sándwich de
desayuno en su aliento, lo suficientemente cerca como para pensar en
nuestro beso en el baño, el recuerdo tan fresco que lamo mis labios,
con la esperanza de saborearla allí.
—¿Qué? —pregunta, justo cuando el telesilla se detiene
bruscamente y somos lanzadas hacia adelante. No estamos
demasiado lejos de la cima ahora, pero nos hemos detenido por
completo.
—Alguien debe haberse caído al subir —dice Jack
distraídamente—. Pasa todo el tiempo.
Me giro para mirarla. Estamos atascadas. En un telesilla. Hay miles
de cosas no dichas flotando entre nosotras, y ahora tenemos un
momento tranquilo e ininterrumpido para decirlas antes de que Jack
comience a ignorarme por completo.
—Jack —lo intento de nuevo.
—Es Andrew —interrumpe Jack.
—Sé que te sientes culpable por…
—No. —Ella señala a un hombre con pantalones de nieve de color
amarillo brillante parado a unos diez metros de distancia, donde
268
termina el telesilla en la parte superior. Obviamente es Andrew, esos
son pantalones muy distintos, y se ve increíblemente atractivo incluso
desde una gran distancia.
Se suponía que debía estar almorzando con la familia, pero por
supuesto que está aquí. Incluso ahora, durante nuestro momento
épico atrapadas en un telesilla, el espectro de Andrew nos persigue.
Andrew es la razón por la que estoy con los Kim-Prescott en primer
lugar. Andrew es la razón por la que Jack podrá lograr su sueño. Él
es la razón por la que podré salvar mi vida de la ruina usando
doscientos mil dólares.
No hay magia de nieve. Simplemente la magia de Andrew.
Jack y yo observamos mientras, más adelante, una figura más baja
vestida de negro de pies a cabeza (Dylan, claramente) se desliza cerca
de Andrew en una tabla de snowboard. Se paran uno al lado del otro
por un momento, dudando antes de comenzar su carrera por el
sendero paralelo al telesilla. Andrew se inclina más cerca de Dylan.
La nieve comienza a levantarse, distorsionando todo en una película
blanca apagada, por lo que al principio es difícil ver qué están
haciendo Andrew y Dylan. Es, irónicamente, un poco como tratar de
ver una forma en una prueba de Rorschach, y Jack y yo nos damos
cuenta claramente en el mismo momento exacto de lo que está
sucediendo, porque ella aspira una bocanada de aire al mismo tiempo
que yo bufo.
Dylan y Andrew se están besando en la nieve. Andrew está
inclinado, ahuecando la cara de Dylan, y Dylan se arquea hacia él,
enroscándose alrededor de su cuerpo como un gato.
Mi primer pensamiento es: bien por ellos.
Pero mi segundo pensamiento es: mierda.
—¿Por favor dime que acabo de alucinar a mi hermano besando a
mi mejor amigue?
El alcance de mi contribución es un inútil:
—Mmmm. 269
—Elle —Jack jadea mi nombre, luego agarra mi pierna—. ¿Estás…?
Mierda. Eso acaba de pasar. ¿Estás bien?
Jack tropieza y balbucea porque, hasta donde ella sabe, acabo de
presenciar a mi prometido besando a otra persona. Me doy la vuelta,
pero Andrew y Dylan se han ido, mezclándose con los borrones de
personas que ahora navegan más allá de nosotros abajo.
—Elle —dice Jack de nuevo—. Estoy un poco asustada en este
momento, pero no pareces muy sorprendida por este giro de los
acontecimientos. ¿Sabías… sabías que Dylan y Andrew estaban
saliendo?
Niego con la cabeza.
—No, pero yo… yo sabía que solían, um… salir.
Los dedos de Jack se clavan más en mi pierna a través de las capas
de mi traje de nieve.
—¿Ellos qué? ¿Mi hermano? ¿Y Dylan?
—Eh…
—Sé que dijiste que tu relación con Andrew no es de mi
incumbencia, pero ¿qué diablos? —Jack exige en voz alta en un
telesilla atascado en la cima de una montaña.
Dile la verdad grita una voz en mi cabeza. Es la voz de Meredith. Es
mi voz. Dile. Solo cuéntale todo.
Pero luego el telesilla se sacude hacia adelante, y ambas caemos de
lado mientras terminamos nuestro corto viaje hacia la cima. Y le diría
la verdad en la parte superior, pero se ha colocado un letrero en la
terminal de Stormin 'Norman. La nieve está cayendo antes y más
rápido de lo esperado, y la visibilidad ha disminuido hasta el punto
de que están cerrando la mayoría de los telesillas antes de tiempo. Un
esquiador experimentado nos dice que se espera que las carreteras
empeoren rápidamente y nos advierte que regresemos al
estacionamiento.
—Debería llamar a mi mamá —dice Jack, todos los pensamientos
sobre Andrew a un lado por un momento.
270
—He estado tratando de llamarte —la voz de Katherine chilla lo
suficientemente fuerte como para que yo escuche cuando la llamada
se conecta. Jack escucha lo que ella dice a continuación, asiente y una
arruga aparece entre sus cejas.
—Está bien, sí… por supuesto. Volveremos lo más rápido que
podamos. No, vimos a Andrew y Dylan… ¿hablaste con ellos? Bien.
Si regresan al estacionamiento antes que nosotras, siéntete libre de
irte sin nosotras. No, mamá, está bien. No nos esperes. Tenemos el
camión… No te preocupes. Puedo conducir en la nieve… Sí lo haré…
Yo también te amo.
Cuando Jack cuelga el teléfono, mi rostro está tan contraído como
el de ella.
—¿Katherine se está volviendo loca?
—Sutilmente, sí. —Jack me mira y sé que está pensando en mi
prometido besando a otra persona, pero pregunta—: ¿Te estás
volviendo loca?
— Sutilmente, sí.
—Entonces vamos.
Resulta que no hay un camino rápido de regreso al
estacionamiento, pero tomamos el sendero de regreso al albergue y
empujamos hacia adelante con nuestros bastones tan ferozmente
como podemos. Todavía tengo la misma sensación de volar, pero está
empañada por el hecho de que apenas puedo ver medio metro
delante de mí en la densa nieve. Observo la espalda de la chaqueta
verde de Jack y sigo sus movimientos con la mayor precisión posible.
No estoy segura de cuánto tiempo nos lleva volver al albergue
(pierdo la noción del tiempo cuando apago mi cerebro y entro en
piloto automático presa del pánico), pero cuando llegamos, es obvio
que la mayoría de la gente ya se ha marchado. El Lincoln se ha ido, lo
que con suerte significa que el resto de los Kim-Prescott lograron salir
antes de que el clima empeorara. Jack envía un mensaje de texto
271
rápido mientras todavía estamos dentro del alcance del servicio
celular de Timberline para que la familia sepa que estamos a salvo y
que nos dirigimos a casa.
Todo se siente frenético y terrible mientras corro para devolver mi
equipo, luego me reúno con Jack en el camión. Hay una pequeña
acumulación de nieve detrás de las llantas traseras de Gillian, pero
afortunadamente, Jack una vez aprendió esta lección de la manera
más difícil, y ahora lleva suministros de emergencia para el invierno
en la parte trasera del camión. Saca una pala y despeja suficiente
camino para que podamos salir del estacionamiento.
Justo en el tiempo que tarda en desenterrarnos, la nieve ha
comenzado a caer con más fuerza y rapidez. El camino de regreso a
la autopista está resbaladizo, pero Timberline estaba ocupado, y
suficientes autos han conducido por el camino para que podamos
regresar a la autopista de manera segura.
La carretera en sí es una historia completamente diferente; los autos
avanzan pesadamente a veinticinco kilometros por hora, y los
limpiaparabrisas de Gillian no están a la altura de la tarea de limpiar
la nieve lo suficientemente rápido como para que Jack realmente los
vea. Baja la ventanilla del lado del conductor y asoma la cabeza cada
pocos segundos para asegurarse de que no vamos a salirnos del
camino. Está haciendo maravillas con mi ansiedad.
—Estaremos bien —se esfuerza por tranquilizarme cada pocos
segundos—. Estamos completamente bien.
Y ella tiene razón. Estamos bien, hasta que llegamos al desvío de la
cabaña, y Gillian inmediatamente queda atrapada en un banco de
nieve. Los neumáticos giran hasta que la parte trasera del camión se
inclina y Jack pisa los frenos.
—Estaremos bien —dice rápidamente—. Solo espera. Puedo
sacarnos. Quédate aquí.
Ella salta fuera del auto, y mientras espero a que regrese, trato de
calentarme las manos en el único respiradero del calentador que
funciona. Cuando vuelve a subir diez minutos después, su rostro está
272
sonrojado y claramente infeliz.
—¿Funcionó?
—Uh —dice ella, medio asintiendo, medio frunciendo el ceño,
dejándome completamente incrédula de que alguna vez nos
moveremos de nuevo. Se quita los guantes y agarra el volante. Hace
pasar el vehículo de primera a segunda, y Gillian se balancea en la
nieve, ganando terreno y resbalando hacia atrás. El camino hasta la
cabaña es empinado y, a pesar del agotador esfuerzo que hace Jack
para ganar terreno, terminamos donde empezamos. La mano derecha
de Jack masajea la palanca de cambios de vuelta a primera, los
tendones tensándose contra su piel. Tengo que darles crédito a los
hermanos Kim-Prescott. Ambos tienen el talento antinatural de
convertir la conducción en algo levemente obsceno.
Se aclara la garganta, flexionando los músculos de la mandíbula.
(También obsceno.)
—No quiero alarmarte, pero…
—Nos vamos a morir.
—Probablemente no.
—¿Probablemente?
—Es poco probable que así sea cómo vamos. Pero no creo que
podamos conducir el resto del camino a casa.
—Quiero decir, estamos atrapadas en la nieve y la visibilidad es
diez mil negativa, así que lo supuse. ¿A qué distancia estamos de la
cabaña?
—Um. ¿Tal vez cinco kilómetros más o menos?
—¡Cinco kilómetros! ¡Así es absolutamente cómo vamos! —Ya está
oscureciendo, y con las condiciones de ventisca, terminaremos
perdidas en el bosque.
Pero (mi ansiedad me grita) tampoco podemos quedarnos en el camión,
no con su débil calor, mientras dure hasta que nos quedemos sin gasolina.
—¡Dios, sabía que esto iba a pasar!
273
Jack me lanza una mirada que de alguna manera logra ser
condescendiente a pesar de nuestras muertes inminentes.
—¿Sabías que nos íbamos a quedar atrapadas en la nieve de camino
a casa después de esquiar?
—Te conozco y no tengo un buen historial en lo que respecta a la
nieve.
De perfil, veo el tirón de media luna en la comisura de su boca.
—Bien. Esto es lo que vamos a hacer. Nuestros amigos los Singh
tienen una cabaña como a media milla más adelante —dice, tomando
el control de la situación como lo hizo la última vez que nos
quedamos atrapadas en la nieve. Ella lidera, asumiendo que yo la
seguiré—. Creo que podemos lograrlo allí. Con suerte, estarán en
casa, ya que suelen venir durante las vacaciones. No creo que mi
padre pueda conducir colina abajo en estas condiciones, así que
tendremos que quedarnos con los Singh hasta que todo se aclare y
podamos volver por Gillian por la mañana. ¿Suena como un plan?
—Sí —digo, castañeteando los dientes. Porque la seguiría a
cualquier parte.

274
Capítulo 22
—Así es como se supone que debe verse una cabaña.
El edificio se vuelve visible a través de la fuerte nieve y los colores
apagados del crepúsculo que se avecina. Según Jack, los Singh son
una pareja mayor, ambos anestesiólogos de OHSU, que suelen pasar
sus vacaciones leyendo novelas de misterio juntos mientras ven caer
la nieve en una acogedora cabaña. Como sus únicos vecinos, los Kim-
Prescott los han invitado a la cabaña para la cena de Nochebuena casi
todos los años, por lo que aparentemente se conocen de la manera en
que siempre lo hacen las personas con casas de vacaciones próximas.
La cabaña de los Singh es una pequeña casa cuadrada de madera
acurrucada en la nieve. Hay una chimenea de piedra, un porche

275
envolvente delgado y oscuridad absoluta. No está encendida una sola
ventana. Es obvio que no hay nadie en casa.
El pensamiento envía lágrimas punzantes a mis ojos. Cada parte de
mi cuerpo me duele por esquiar y caer y caminar media milla en la
nieve. La humedad se ha infiltrado en mis calcetines y el frío se ha
alojado en lo más profundo de mis huesos. Todo lo que quiero es
sentarme, quitarme esta ropa y envolverme en un millón de mantas
calientes. Pero nuestro refugio esperado está claramente vacío, y si no
podemos quedarnos aquí a pasar la noche, definitivamente voy a
tener un colapso total frente a Jack.
Ella avanza con dificultad y llama a la puerta principal. Sin
respuesta. Estoy temblando unos pasos detrás de ella por la noche
helada y mis intentos de no llorar.
—No están en casa.
Jack camina por el porche y mira a través de las ventanas oscuras.
—Jack —chillo, castañeteando los dientes—. No están aquí. ¿Qué
vamos a hacer?
Jack mira por otra ventana en vano. Luego, sin previo aviso, quita
rápidamente la rejilla de dicha ventana.
—¿Qué…? —Empiezo, pero queda claro lo que está haciendo tan
pronto como comienza a empujar la ventana desde afuera.
—Estas viejas cabañas por lo general no tienen ventanas con
cerradura —me dice mientras la desliza hacia arriba lo suficiente para
que su cuerpo largo y delgado quepa.
—¿Estamos allanando y entrando?
—¿Tienes una mejor idea?
No.
—Quiero decir, no ser arrestadas parece preferible.
—Nadie nos va a arrestar. No hay nadie alrededor. —Ella agarra la
parte superior de la ventana y desliza una pierna dentro—. Además,
los Singh son buenos amigos. Ellos entenderán.
No puedo discutir con ese tipo de lógica y, francamente, no quiero
hacerlo. Jack desliza su cuerpo a través de la ventana oscura. Esto es
seguido por un fuerte sonido de golpes desde el interior de la casa,
276
que es seguido por las maldiciones descaradas de Jack. Una sonrisa
involuntaria se abre camino en mi rostro, pero la domo hasta la
sumisión antes de que Jack abra la puerta principal. Ha encendido
todas las luces, por lo que la cabina ahora brilla como un faro. Está
bañada en oro dramático, como un maldito dios griego.
—¿Vienes adentro? —pregunta ella con una arrogante gesto de
cadera—. ¿O planeas dormir en la nieve?
Brevemente hago un balance de lo que está pasando: Jack y yo
estamos solas; Jack y yo hemos encontrado una cabaña vacía en
medio del bosque; Jack y yo vamos a pasar la noche aquí juntas.
Tanto por no pasar más tiempo juntas.
Aun así, el alivio me inunda cuando entro en la cabina. El alivio es
de corta duración.
—¡Tetas de mierda! ¡Hace un maldito frío aquí!
—Sí, claramente no han estado aquí por un tiempo y no dejaron la
calefacción encendida —dice Jack, acercándose a un termostato—.
Además, ¿tetas de mierda?
—Estaba traumatizada emocionalmente por el hecho de que de
alguna manera hace más frío adentro que afuera, y no puedo ser
responsable de lo que salió de mi boca en ese momento.
Jack sonríe mientras ajusta el termostato. La cabina está llena del
silbido y el gemido de un calentador que se enciende, y ambas
miramos alrededor de la habitación hasta que nuestros ojos se posan
simultáneamente en el radiador más pequeño y más antiguo del
mundo. No estaremos calientes en el corto plazo.
Antes de decir algo más para humillarme, decido hacer un balance
silencioso de nuestra situación actual. El lugar es tan pequeño que
puedo tomar todo a la vez. Es una cabaña de una sola habitación,
perfectamente conservada de los años setenta. Los paneles de madera
y la alfombra de pelo largo dominan la estética general. Hay una
pequeña cocina con electrodomésticos obsoletos, armarios de madera
lisos por años de manipulación y una mesita desvencijada debajo de
una ventana. La sala de estar es una cápsula del tiempo anacrónica,
277
con un tocadiscos construido dentro de una conejera gigante. Veo una
alfombra de retazos, una estantería llena de novelas de Dean Koontz
y un sofá de dos plazas recién salido de la sala de estar de una abuela.
El único punto brillante es una gran estufa de leña.
Contra la pared del fondo hay una cama. Solo una. Con una fina
colcha tirada por encima.
Aparentemente, los Singh se divierten en una especie de juego
pervertido de Little House on the Prairie que nos jodió completamente.
—Tal vez podamos ducharnos para calentarnos mientras
esperamos que el radiador se caliente —sugiere Jack con un leve
indicio de pánico en su voz.
Marcha rápidamente hacia el fregadero de la cocina y lo enciende.
Hay un golpe seco desde el interior de la pared, pero este acto no
produce agua.
—Excepto que cerraron el agua —se queja Jack—. Supongo que no
planeaban venir a la cabaña este invierno.
No digo nada en respuesta a esta horrible comprensión. Estoy
ocupada temblando de frío mientras miro la única cama.
—De acuerdo. —Jack gira, todavía firmemente en modo de
resolución de problemas—. Los llamaré y veré cómo volver a abrir el
agua.
Saca su teléfono de las profundidades de sus pantalones de nieve,
y su rostro se cae tan pronto como mira la pantalla.
—No hay servicio, pero estoy segura de que hay Wi-Fi.
No hay Wi-Fi, pero hay un viejo teléfono de disco medio oculto por
una pila de revistas de National Geographic de los noventa.
Llamamos a Katherine, que pasa sus buenos cinco minutos llorando
por nuestras muertes inminentes antes de que Jack le asegure que
estamos bien y a salvo y le pida el número de teléfono de los Singh.
Los Singh, por supuesto, no contestan.
—Katherine tiene razón digo.
278
—La muerte parece ser la única conclusión natural de esta noche.
Los hombros de Jack se desinflan y deja caer la cabeza entre sus
manos. Está claro que se quedó sin formas de tratar de darle la vuelta
a esto. Hace mucho frío, nos morimos de hambre, tenemos muy poca
calefacción y nada de agua y (lo que de alguna manera es la menor
de nuestras preocupaciones) solo una jodida cama. Incluso lo
imperturbable puede aletearse en circunstancias como esta.
Jack se está desmoronando, pero por alguna razón, siento una
repentina oleada de calma. Tomo un respiro tranquilizador. Esto no
es lo peor que me ha pasado. Ni siquiera es lo peor que me ha pasado
esta semana. Podemos resolver esto.
—Hay una chimenea —digo sabiamente—, y eso significa que debe
haber leña.
Así es como nos encontramos, cinco minutos después, de pie a unos
metros del porche trasero. Yo sosteniendo la linterna en mi teléfono,
Jack sosteniendo un hacha, una cuña de madera apoyada frente a
nosotras. Hay una pila de madera contra el costado de la casa,
cubierta con una lona. Son todas piezas grandes y descomunales,
ninguna de las cosas pequeñas que estamos seguras en un 80 por
ciento que se necesitan para prender la chimenea, aunque ninguna de
nosotras lo sabe con certeza.
—¿Cómo es que nunca has cortado madera antes? —le pregunto
mientras agarra el hacha con una falta de confianza inusual.
—¿Por qué iba a cortar leña antes? —prácticamente grita. Su pánico
aún no se ha desvanecido, a pesar de mi ingenioso plan de prender la
chimenea—. ¡Tuve una educación muy privilegiada!
—Pero te pones mucha franela.
—¡Todos usan franela! ¡Es Portland!
—Y la chaqueta Carhartt.
—¿Cuál es tu problema con mi chaqueta? 279
—Y te he oído hablar de construir un gallinero.
—Con una sierra de mesa. —Ella blande el hacha en mi dirección—
. ¿Y por qué soy yo la que tiene que cortar la leña?
—Porque eres la lesbiana macha.
Me mira.
—Eso es todo lo que soy para ti, ¿no? Un estereotipo de lesbiana
macha.
—No, eres muy compleja y multifacética, pero los músculos de tus
brazos son objetivamente más grandes que los míos, así que tendrás
que hacer lo estereotipado aquí.
—De acuerdo. Está bien —murmura, animándose a sí misma. Deja
el hacha por un minuto y se quita la voluminosa chaqueta de esquí
para tener un mejor rango de movimiento. Esto revela la franela
estereotipada que tiene debajo—. Oh, vete a la mierda —dice antes de
que pueda comentar. Luego levanta el hacha sobre su cabeza.
—¡Espera! —llamo —¡Tus manos! Creo que deberías distanciarlas,
como en un bate de béisbol. Lo he visto antes.
Jack vuelve a colocar sus manos en el mango del hacha y luego
levanta los brazos de nuevo. Doy un paso atrás y observo el fuerte
arco del hacha cuando choca con el trozo de madera.
Y Oh Dios mío.
Mi mano libre agarra mi garganta. Todo el asunto lumbersexual de
repente tiene mucho sentido porque Dios mío. Ver a Jack cortar ese
trozo de madera por la mitad es la cosa más excitante que mi cerebro
demisexual haya presenciado. A pesar de que sus músculos no son
visibles a través de su franela, de alguna manera puedo sentir la
forma en que se ondulan, los tendones de su cuello se tensan, sus
manos se flexionan contra el mango del hacha. Algún instinto
primario en mí dice: Podría construirte un refugio.
Presiono mis piernas juntas y me aclaro la garganta. 280
—Eso fue bueno.
Gira los hombros y ahogo un gemido. Esta noche definitivamente
terminará con mi muerte.
Aparta de una patada los dos trozos de madera recién cortados y
agarra otro de la pila. Me digo a mí misma que no mire, pero por
supuesto que lo hago. Se mueve con tal propósito y determinación
mientras alinea la madera y levanta el hacha. No estoy segura de si la
quiero o si quiero ser ella, y creo que podría ser un poco de ambos
mientras corta otro tronco.
El hacha cae al suelo cuando las dos mitades se dividen, y Jack se
agarra el hombro y se estremece.
—¿Estás bien? ¿Qué ocurre?
—Nada. —Aprieta los dientes—. Tengo una vieja lesión en el
hombro por amasar que a veces se inflama.
No puedo soportar esa sentencia.
—¿Por amasar?
—Mierda.
—Lo siento, pero tienes algún tipo de tendinitis del panadero.
—Eres absolutamente el peor ser humano —dice furiosa—. ¿Por
qué siempre estoy contigo cuando está nevando?
No estoy segura de cuán genuino es ese odio (supongo que al
menos el 50 por ciento, dadas nuestras circunstancias actuales), pero
le sonrío de todos modos.
—Aquí. —Le entrego el teléfono celular y recojo el hacha. Hay una
escasa cantidad de luz del porche que nos llega, e inmediatamente
apunta el teléfono hacia donde el hacha está sujeta sin apretar en mi
mano. Jack pone otro trozo de madera en la tabla de cortar y me
atraganto con el mango.

281
El hacha es más pesada de lo que esperaba, y se siente difícil de
manejar en mis manos. Estoy mucho más impresionada por la forma
en que Jack dominó esto en un solo intento. Levanto el hacha sobre
mi cabeza como lo hizo ella, o intento hacerlo, pero el peso es
demasiado para mí y pierdo el equilibrio. La mano firme de Jack
aparece en mi cintura, asegurándome en el lugar.
—Amplía tu postura —ordena, pero lo dice suavemente, con
cuidado, como lo hacía cuando me estaba enseñando a esquiar. Su
mano todavía está descansando justo encima del hueso de mi cadera.
Muevo un pie hacia adelante y redistribuyo el peso de mi cuerpo
mientras me inclino sobre el tajo—. Ahora levanta el hacha de nuevo.
Su mano todavía está en mi cintura, como si hubiera olvidado la
parte en la que la besé en un baño y planeaba casarme con su
hermano. Está tan cerca que puedo oler el olor fuerte de su sudor y
debajo de eso, siempre, siempre, el calor del pan recién horneado en
su piel.
—Deberías girar —le digo—. No quiero lastimarte.
—No lo harás —dice Jack, su voz segura y tranquila, como si
estuviéramos intercambiando quién se convierte en el desastre
neurótico y quién se convierte en la fuerza estabilizadora.
—Podría. Nunca he balanceado un hacha antes. Probablemente lo
joda.
—No lo harás —dice de nuevo. Su mano está ahí, conectándome a
tierra, y cuando levanto el hacha, casi se siente como si lo
estuviéramos levantando juntas. Cierro los ojos, aterrorizada de que
nos vaya a matar a las dos.
—Abre los ojos, Elle —susurra Jack. Su voz es cálida en mi mejilla.
Abro los ojos y ella mantiene una mano fuerte en mi cintura mientras
dejo que el impulso del hacha me lleve. Choca con la madera y la
parte, pero no por la mitad. Mi puntería no fue muy buena, y atrapa
el costado, astillando una pequeña pieza. Aún así, es tremendamente
satisfactorio saber que hice eso. Me duele el hombro derecho, pero es
del tipo bueno. El esfuerzo de un músculo que no he usado en mucho
tiempo.
—Esto será una leña perfecta —dice, como si hubiera cortado la
282
madera torcida a propósito. Patea a un lado el trozo pequeño y deja
el resto en el bloque, y hace todo esto sin soltarme nunca.
—¿Lista para intentarlo de nuevo?

Un webcómic
De: Oliverartssometimes
Episodio 9: La Caravana
(Día de Navidad, 1:12 a.m.)
Subido: 18 de febrero de 2022
Sus manos nunca dejan mi cuerpo de alguna manera. No cuando
nos lleva a las dos de vuelta a los armarios de la cocina de la
Caravana, y estos traquetean discordantemente a mi espalda. No
cuando me sube a la encimera, mis calzas levantan ese pequeño rastro
de harina. No cuando su boca me hace un desastre, mientras sonríe
torcidamente en besos descuidados. No cuando mis manos la hacen
un desastre.
Paso mis dedos por su cabello, por la parte de atrás de su camisa,
por las costuras de sus jeans, buscando piel y dulzura y tal vez la
fuente de ese olor a pan recién horneado.
Pero sus manos nunca dejan mi cintura, sosteniéndome en el lugar.
Sosteniéndome aquí con ella.
Desenredo mi bufanda anudada y la dejo caer sobre el mostrador
de la cocina a mi lado, porque no quiero nada más que los labios de
esta mujer en mi cuello, su boca en el lóbulo de mi oreja, su lengua en
cada centímetro de mi piel. Jack entiende el código secreto para
quitarme la bufanda azul y ella inclina la cabeza para besar la
articulación de mi mandíbula, la curva de mi oreja. Aliento caliente y
toques cuidadosos y sus manos, sin dejar mi cuerpo ni una sola vez.
Nunca me sentí de esta manera antes. Procurada. Querida. Sus
besos son una combinación mágica de ternura y ferocidad,
283
haciéndome sentir deliciosamente descuidada y, de alguna manera,
increíblemente segura.
Como si pudiera empujarme por un precipicio, pero me sostendría
la mano todo el tiempo. Como si pudiera confiar en ella, pase lo que
pase. Es seguro sentirse así, mi cerebro le dice a mi cuerpo. Así se
siente mi cuerpo.
—No tenemos que hacer esto —dice mientras traza la punta de su
nariz a lo largo de mi garganta, provocando una cascada de
escalofríos a través de mi cuerpo.
—Lo sé —digo, temblando, vibrando.
—No tenemos que hacer nada con lo que no te sientas cómoda.
—Eso es… um, agradable —me las arreglo cuando sus besos se
vuelven húmedos, mientras su boca encuentra nuevos lugares para
aterrizar: mi clavícula, donde quería hacer un tatuaje; la parte
superior de mi caja torácica; el peekaboo de mis pechos en mi
camiseta oversize.
—En serio —insiste Jack. Manos que nunca dejan mi cintura. Un
ancla. Un chaleco salvavidas—. La espera es caliente.
—Ajá.
—Y… —Sus dedos se aprietan en la carne suave de mi cintura, y
por alguna razón, no me siento cohibida por eso de la forma en que
me siento con otras personas, haciendo que se aferren a una parte de
mi cuerpo. Todavía aprendiendo a amar. Confía, dice mi cerebro.
Confía, mi cuerpo hace eco. Déjalo ir.
—Y… —Jack vuelve a intentarlo, boca, lengua y dientes—. Quiero
que lo quieras como yo lo quiero, y si aún no estás allí, o si necesitas
más tiempo, o si solo quieres…
—Jack. —Mira hacia arriba, y presiono mi frente contra su frente,
mi nariz contra su nariz—. Lo quiero.
Ella traga.
—Pero… solo ha sido un día.
284
Mis dedos encuentran los lados de su hermoso cuello.
—Pensé que habíamos decidido que ha sido para siempre.
Finalmente deja caer sus manos de mi cintura. Jack gira su cuerpo,
y observo la flexión de los músculos en su estómago, en su cuello,
mientras se inclina sobre el mostrador y pasa un dedo por el panel
táctil de una computadora portátil. Ella marca su lista de
reproducción de Spotify y presiona play y cómicamente rompe la
magia de este momento con:
—¿Call me Maybe? ¿En serio? Esta canción no es nada sexy.
Jack gira hacia mí, con una sonrisa curvándose en la comisura de
su boca hinchada por los besos.
—¿Quién dice que estoy tratando de ser sexy?
Y entonces sus manos están de vuelta sobre mí.
Capítulo 23
Resulta que prender la chimenea es el mayor obstáculo.
Se necesitan más intentos de los que esperaba para que nuestros
troncos recién cortados se prendan dentro de la chimenea,
especialmente porque estamos bastante seguras de que existen
diferentes métodos para organizar los troncos, pero no tenemos la
menor idea de cuáles son. Maldecimos a nuestras madres y sus
respectivas razones para mantenernos fuera de las Girl Scouts.
Mi mamá: falta de dinero, falta de interés, falta de sobriedad.
Su madre: una agenda apretada de clases de piano, prácticas de
natación, recitales de ballet.
¿Recitales de ballet? jadeo.
Jack me da una mirada desconcertada, medio oculta mientras ella
se inclina para avivar el fuego.
285
—Era jodidamente increíble en el ballet.
Después de treinta minutos de soplar llamas miserables y rezar
para que los leños más grandes se quemen, finalmente lo hacen, y
ambas nos sentamos en la alfombra, cerca de nuestro fuego ganado
con tanto esfuerzo, cuatro manos extendidas mientras tratamos de
descongelarnos.
Y luego, cuando logramos nuestro objetivo común de prender la
chimenea, parece que recordamos simultáneamente todo lo demás: el
beso en el baño, y yo casándome con su hermano, y Andrew besando
a Dylan, y ella odiándome, tal vez de verdad.
Son las seis de la tarde, y estamos atrapadas juntas en esta pequeña
cabaña destartalada durante al menos las próximas doce horas, y,
Dios mío, ¿qué diablos debería decir?
Afortunadamente, Jack comienza a decir las cosas primero.
—Deberíamos, eh. —Jack parece nerviosa. Ella nunca parece
nerviosa—. Deberíamos quitarnos la ropa mojada.
Quiero encontrar una manera de convertir esa declaración en una
broma, pero mi boca se ha secado por completo como mi ropa no.
Jack se baja de la alfombra y se dirige a la cómoda antigua junto a
la única cama. Resulta que los Singh fueron a Cornell y disfrutaron
anunciando el hecho en sus camisetas, sudaderas y pantalones de
chándal. También resulta que ambos son significativamente más
pequeños que nosotras, pero no tenemos otras opciones. Nuestra
ropa nunca se secará sobre nuestros cuerpos, y mis dientes han estado
castañeteando durante tanto tiempo que me duele la mandíbula.
Jack me entrega una pila de ropa, y luego ambas nos quedamos allí,
mirándonos la una a la otra con incertidumbre. Sin estar de acuerdo,
lentamente damos la espalda como vaqueros en un duelo. Lo cual es
ridículo. Nos hemos visto desnudas antes.
Aunque tal vez vernos desnudas ahora podría complicar las cosas.
Puedo escuchar el movimiento de la franela mojada, y la imagino
quitándose la camisa para revelar los bocetos en tinta de los tatuajes
286
en sus brazos.
Pero no tengo derecho a imaginar eso, así que me detengo
rápidamente y me cambio. Es un proceso lento quitarme la chaqueta,
el traje para la nieve y los calzoncillos largos, hasta el sostén y la ropa
interior. Me quito el sostén pero dejo la ropa interior puesta. Los
pantalones de chándal de la Sra. Singh me cortan a la mitad de las
pantorrillas y la sudadera tiene una vibra distintiva de blusa corta,
pero hay un par de calcetines de lana para mantener mis pies
calientes, y ya me siento mil veces mejor.
Jack espera hasta que digo «Lista» antes de darse la vuelta. Se ve
igual de graciosa, al menos, con sus sudaderas grises recortadas y su
sudadera que muestra el estómago. Los ojos de Jack se deslizan por
mi cuerpo y se fijan notablemente alrededor de mi escote, que se
muestra en esta ropa demasiado ajustada.
No estoy bendecida con el tipo de figura que me permite ir
casualmente sin sostén, como aprendí al ver a mi tetona madre
enloquecer con su camiseta de los Cleveland Browns en todas mis
fiestas de pijamas en la escuela secundaria.
—Lo siento, pero mi sostén estaba mojado —me quejo.
—Sí, por supuesto. —La voz de Jack es ronca y se aclara la
garganta—. Genial.
Genial. Nada de este giro de los acontecimientos es genial. Hemos
vuelto a pararnos torpemente una frente a la otra. Estoy tratando de
no mirar ese trozo de estómago que se revela sobre la cinturilla baja
de sus pantalones de chándal grises prestados.
Estoy haciendo un trabajo increíblemente malo tratando de no
mirar esa parte del estómago.
—¿Tienes hambre? —pregunta Jack, tirando de mis ojos hacia su
boca. En verdad, eso no es mucho mejor. No puedo dejar de pensar
en todos los lugares en los que esa boca ha estado en mi cuerpo.
Son solo otros tres metros desde el «dormitorio» hasta la «cocina» 287
y el refrigerador está previsiblemente vacío. Los armarios son una
historia diferente, están llenos de productos secos, y bajamos
cualquier comida que encontramos para hacer un inventario de
nuestras opciones. Sin agua corriente, nos las arreglamos con una lata
de sopa de pollo con fideos, un paquete de galletas saladas y algunos
Fig Newtons semi-rancias para el postre.
—Esperaría paladares más refinados de los graduados de Cornell.
—Creo que simplemente tienen diferentes prioridades —dice Jack
mientras saca una botella marrón de un armario alto—. ¿Sabes lo que
es esto?
—¿Alcohol? —me aventuro
—Alcohol caro. —La botella está cubierta por una fina capa de
polvo, que ella frota contra el estómago de su sudadera—. Este es un
whisky escocés Macallan de veinticinco años. Trescientos dólares la
botella.
Asiento con la cabeza distraídamente mientras saco una cacerola
de un armario inferior y la pongo en la estufa para nuestra sopa.
—Probablemente deberíamos beber un poco.
—Absolutamente no deberíamos —la corrijo, pero ya está abriendo
la tapa cuando levanto las tapas de la lata de sopa.
—¿Por qué no?
—Bueno, primero que nada, porque no es nuestro. Ya irrumpimos
en su casa y estamos comiendo su comida. No necesitamos robar
también su whisky caro como un Ricitos de oro para adultos
—Lo substituiré. —Jack busca dos vasos limpios—. ¿Qué más
vamos a hacer por la noche si no bebemos esto?
—¿Sentarme en un terrible silencio mientras contemplas la mierda
cósmica que nos puso en esta posición?
—Exactamente. —Asiente—. En cambio, vamos a beber un poco de

288
whisky y hacer lo de las mujeres homosexuales.
Me concentro en remover la sopa, y no en pensar en cómo desearía
que el asunto de las mujeres homosexuales significara otra cosa.
—¿De qué, eh, tenemos que hablar?
—Elle. —Jack empuja un vaso con tres dedos de whisky en mis
manos—. Vamos.
—Bien. Sé que tenemos mucho de qué hablar, pero ¿podemos
comer primero?
Jack apoya su cuerpo contra el mostrador detrás de ella y se inclina,
maldita sea.
—Sí, podemos comer primero.
Llevamos nuestra comida gourmet de sopa que de alguna manera
es demasiado salada y demasiado blanda, y galletas saladas que
contienen la misma paleta de sabores inexplicables, al fuego,
comiendo en el piso cerca del calor.
—¿Puedo preguntarte algo? —Jack comienza, tragando la sopa con
un trago de whisky.
También tomo un sorbo de whisky. Sabe a quitaesmalte asado y se
me sube directamente a la cabeza. ¿Por qué alguien bebe alcohol
fuerte solo?
—Aún no he terminado de comer —argumento, usando los restos
de mi sopa como protección contra una conversación que no quiero
tener.
Jack pregunta de todos modos, maldita sea la sopa persistente.
—¿Crees que mi mamá alguna vez dejará a mi papá?
—Vaya. —No es lo que esperaba, y tomo otro trago de mi whisky
a pesar de que lo detesto—. No conozco su matrimonio lo
suficientemente bien como para decirlo. Las relaciones son complejas.
Jack se recuesta sobre sus codos, sus largas piernas se estiran frente
a ella, los pies suben y bajan a un ritmo inaudito. Observo los tatuajes
visibles desde donde se subió la sudadera hasta los codos. Y la gente
siempre está haciendo un escándalo por los antebrazos masculinos, 289
que, por supuesto, son agradables, pero ¿estas personas nunca han
visto los antebrazos tatuados de una lesbiana macha? La línea
elegante y esbelta del húmero, la pronunciada prominencia del hueso
de la muñeca, el hundimiento vulnerable de la parte interna del codo,
el contraste de fuerza y suavidad. Los músculos magros de Jack y sus
delicadas muñecas.
—Me preocupa que se quede en una relación que no la hace feliz
porque es segura —dice Jack, mirándome directamente. Porque no
estamos hablando de Katherine en absoluto. Tres dedos de whisky
nunca van a ser suficientes para la conversación que se avecina, y
alcanzo la botella y nos doy un chorrito más a cada una.
»No parecías sorprendida —comenta Jack—, de ver a tu prometido
besando a otra persona.
—Bueno —digo estúpidamente— había besado a otra persona la
noche anterior, así que…
—Entonces, ¿no estás enamorada de Andrew, y no parece
importarte que besara a otra persona…? —La mirada de Jack quema
un lado de mi cara—. ¿Por qué te vas a casar, exactamente?
De repente hace demasiado calor junto al fuego, así que me levanto
y llevo mi whisky al tocadiscos que está en la esquina de la habitación.
Metiendo mis piernas debajo de mí, observo la extensa colección de
vinilos de los Singh, porque cualquier cosa es mejor que admitir la
verdad a Jack en este momento.
Honestamente, nunca había visto tanto Creedence Clearwater
Revival en un solo lugar.
Tomo otro sorbo más grande de mi whisky. Está empezando a
saber mejor. Nuez, hierba y caro. O tal vez solo estoy más borracha.
Hay un crujido cuando Jack se pone de pie y cruza la habitación
para sentarse con las piernas cruzadas en el suelo a mi lado. Se inclina
para presionar con la punta de un dedo las finas fundas de los
álbumes. Está sentada terriblemente cerca. Sus antebrazos están justo
ahí. Y Dios, ella huele tan bien.
—Dios, hueles tan bien.
290
Aparentemente, seis dedos de whisky son suficientes para borrar
mis inhibiciones.
Jack se pone rígida a mi lado.
—¿A qué huelo?
—Pan recién horneado.
Jack se burla.
—Definitivamente no huelo a pan. No he horneado pan en días.
Probablemente huelo a olor corporal y al detergente orgánico para
ropa de los Singh.
Niego con la cabeza.
—No. No, siempre hueles a pan. Se infunde en tu piel de alguna
manera.
Jack se ríe cuando sus dedos dejan de revolotear sobre los bordes
de los discos. Ha encontrado lo que quiere. Saca a Dolly Parton del
estante y el disco se desliza fuera de su estuche y se coloca en el
reproductor con facilidad, sus dedos de nudillos cuadrados ajustan la
aguja hasta que Here You Come Again llena la cabina. Jack se apoya en
sus codos, porque por supuesto que lo hace.
—Un poco obvio, ¿no? —Señalo el tocadiscos.
Jack toma un trago de su whisky.
—No tengo idea de lo que quieres decir.
—Lo siento —digo finalmente— por besarte en el baño anoche. Por
ponerte en una posición terrible con tu hermano, a quien sé que amas.
Yo… mierda. Soy una persona malditamente egoísta y terrible.
Da vueltas inquietamente a su vaso unas cuantas veces,
observando cómo el líquido marrón crea un remolino.
—La parte más confusa de todo esto es que sé que no eres una
persona terrible. Incluso cuando me engañaste el año pasado, no
pensé que fueras una persona terrible. Te conozco. 291
Me muerdo miserablemente la uña del pulgar. Jack suspira.
—Entonces, ¿por qué te casas con un hombre al que no amas?
Dile la verdad.
—Porque…
—¿Pero por qué?
—¡Porque! —Dile la verdad, dile la verdad, dile la verdad—. ¡Porque mi
vida era un jodido desastre antes de conocer a Andrew! —Lo
confieso, porque al menos es una verdad—. Porque había tocado
fondo, y todo era una mierda absoluta y completa. Me despidieron
de Laika y me quedé atrapada trabajando para un jefe que me
acosaba. No tenía amigos, nunca salía de mi apartamento, no iba a
ninguna parte con mi plan de diez años. ¡Me iban a desalojar! Mi
mamá solo llama cuando necesita dinero y yo iba a pasar la Navidad
sola.
—¿Y por eso te casas con mi hermano? —Jack repite—. ¿Porque te
sientes sola?
—No. —¿Sí?
Tal vez pensé que lo que necesitaba era el dinero, pero lo que
realmente quería era una familia en Navidad. Una mamá que
planeará el tiempo de convivencia y una abuela que me amara de
todos modos y amigos. Tal vez solo por una Navidad, quería todas
las cosas que nunca había tenido.
En el tocadiscos, Dolly se queda en silencio, girando en estática.
—Escuchemos algo menos melancólico —declara Jack, sentándose
para que pueda hojear los discos de nuevo. Cuando vuelve a colocar
la aguja, la cabina se llena con un piano siniestro y algo con cuerdas.
Me toma un segundo colocarlo. Luego—: ¿Celine Dion? ¿En serio?
Jack asiente solemnemente.
—Amo esta canción.
—¿Te encanta It's All Coming Back to Me Now?
—Suenas sorprendida, como si no supieras ya sobre mi gusto por
292
la música. —Se pone de pie y sus calcetines de lana se deslizan por el
suelo de madera. Antes de que tenga tiempo de procesar
completamente lo que está pasando, Jack comienza a bailar,
balanceándose. Es embriagador verla, pero también estoy
simplemente intoxicada, así que me levanto y me uno a la fiesta de
baile de una sola persona, balanceándome y zigzagueando a su lado.
Muy seria, con los ojos cerrados y ambas manos apretadas en puños
contra su pecho, Jack canta la primera línea en una perfecta imitación
de la soprano entrecortada de Celine, solo que suena horrible.
La risa estalla en mí con una fuerza inesperada, como un desahogo,
y agarro mi estómago parcialmente expuesto. Toda la tensión del
momento abandona mi cuerpo mientras me río salvajemente de su
actuación. Jack no cede, no deja de poner su corazón y alma en ello, y
se sabe cada maldita línea de esta canción melodramática. Incluso
canta los coros.
—Terminé de llorar en el instante en que te fuiste, ¡canta conmigo! ¡No
actúes como si no supieras la letra!
La canción se acumula hasta el estribillo, y ella tiene razón. Yo sé la
letra. No he pensado en esta canción en años, pero, de hecho, todo
está volviendo a mí ahora.
Y maldición, es una buena canción.
Bailo, bailo y bailo borracha, y la canción sube y baja y sube de
nuevo, hasta que Jack y yo gritamos la letra. Me olvido de Andrew,
del dinero, de los sueños fallidos. Giro sobre la punta de mis
calcetines, y cuando me doy la vuelta para enfrentarla, veo que sus
ojos están sobre mí, ardiendo como llamas abiertas. Me está mirando
bailar, e incluso cuando la atrapo, no aparta la mirada. Ella sigue
mirando y yo sigo bailando.
Tal vez disfruto la sensación de sus ojos en mí. Es casi como si me
estuviera tocando, y mi piel pica y arde en cada lugar donde sus ojos
se posan. Mi garganta, mi estómago, mis muñecas, mis tobillos.
Tal vez nunca debería volver a beber alcohol. 293
Pero bebí alcohol, así que cuando la canción cae de nuevo, bajando
hasta el puente final, hago algo incurablemente estúpido. La toco así:
dos manos en los huesos de la cadera en una imitación de una postura
de baile de la escuela secundaria. La sostengo así: tirando de ella hacia
mí, hasta que ella pone ambas manos sobre mis hombros, y nos
balanceamos y balanceamos.
Es un juego. Estamos bailando en broma, como en la secundaria.
Exageramos nuestros movimientos, pronunciamos las palabras y me
recuerdo a mí misma que es solo un juego. Pero ella huele picante y
dulce, y muevo mis manos para ahuecar sus costados suaves,
reduciendo parte del espacio entre nosotras. La tiro más cerca, tan
cerca como ella me lo permite. Me deja descansar la mejilla contra su
hombro, así que lo hago, sintiendo la tela suave de una sudadera de
Cornell y el borde duro de sus músculos y huesos debajo. Pero
obviamente es solo un juego.
Jack susurra las últimas líneas de la canción y siento la forma en
que golpean mi sien como una brisa ligera. La canción lentamente se
convierte en silencio, pero no dejamos de balancearnos en los brazos
de la otra, y no es un juego, pero tampoco sé qué sucede ahora. Una
cena patética y un excedente de whisky se arremolinan en mi
estómago, y Jack me deja tocarla y abrazarla, y no sé qué debo hacer
a continuación.
Sé lo que quiero hacer a continuación. Quiero alcanzar y enrollar
mis dedos a través de su cabello. Quiero ponerme de puntillas y
agarrar su boca con mis dientes. Quiero otro sabor. Quiero devorarla.
Tengo un agujero enorme, doloroso y solitario dentro de mi pecho y
un recuerdo de la forma en que ella una vez lo llenó, la forma en que
Jack alisó los bordes ásperos que otros habían cortado dentro de mí a
lo largo de los años.
No quiero ser amiga de Jack-Kim Prescott, y definitivamente no
quiero ser su cuñada. Lo que quiero, todo lo que quiero, es ser suya.
Excepto que ella ya se está alejando. La canción ha terminado, y
ahora Jack niega con la cabeza y se ríe alegremente como para
enfatizar que siempre fue un juego, que nunca dejó de ser un juego.
294
Yo hago lo mismo, soltando mi agarre en sus caderas y riendo, para
que ella nunca sepa que por un minuto, bailando con ella en esta
cabaña robada, pensé que todo era real.
Jack toma sus extremidades sueltas y las vuelve a acomodar en una
postura rígida. Se ocupa de la colección de discos. Mi cuerpo zumba
con ansiedad y casi un beso, y creo que las dos vamos a fingir que ese
momento entre nosotras nunca sucedió, dejarlo flotar en una neblina
de whisky y Celine Dion. Pero luego Jack pone un vinilo en el
tocadiscos, y Holly Jolly Christmas llena la habitación.
Se vuelve hacia mí.
—Nada puede pasar entre nosotras esta noche —dice sobre el
sonido de Burl Ives—. Todavía estás con mi hermano, y no puedo
traicionarlo así, incluso si te engañó con Dylan.
—Lo sé. Lo entiendo —digo, aunque no lo entiendo. Estamos
paradas a medio metro de distancia, lo suficientemente cerca como
para tocarnos en una docena de lugares diferentes, pero sin tocarnos
en ninguna parte.
—¿Por qué me besaste en el baño anoche? —pregunto.
—Elle, no…
—Juego de la honestidad.
Jack mira fijamente sus dedos, agarrando con impotencia la funda
del disco como si pudiera protegerla. Exhala.
—Te besé en el baño porque quería hacerlo. Porque literalmente
siempre quiero besarte. Porque verte con mi hermano no hizo nada
para cambiar esos sentimientos, sin importar cuánto esperaba que lo
hiciera.
Intento respirar hondo, pero tengo demasiadas costillas,
demasiados sentimientos. Jack me mira desde medio metro de
distancia. No, ella mira fijamente mi boca. Involuntariamente deslizo
mi labio inferior con mi lengua. 295
—Elle. —Jack dice mi nombre con tanta delicadeza que apenas
puedo soportarlo—. ¿Por qué me besaste en el baño?
Me muerdo el labio inferior.
—Juego de la honestidad —dice Jack.
—Porque quería. —Respiro las palabras—. Porque no te he
superado. Porque me di cuenta de que nunca te había superado en el
momento en que te vi en la cabaña, porque eres todo lo que pienso,
porque estar con Andrew nunca podría cambiar eso, porque…
Jack es un borrón de movimiento, sus manos en mi rostro, su
cuerpo contra el mío, y esta vez, no importa si ella me besa o si yo la
beso, porque nos estamos besando.
Capítulo 24
Hay algo imposiblemente mágico en saber que Jack me está
besando porque ella quiere.
Dedos en mi cabello, su boca en la mía y ah, el sabor de sus labios
a whisky, la dulzura de ella, la solidez y fuerza de su cuerpo
sosteniendo el mío.
Esto es incluso mejor que anoche. Me besa lentamente, buscando,
como si estuviera reconstruyendo algo entre nosotras con cada suave
movimiento de sus labios. Sus pulgares acarician mis pómulos y me
derrito en ella. Seguiré derritiéndome en ella mientras me lo permita,
saboreando cada beso como si fuera el mejor trozo de pastel del
mundo.
Dejo que dos dedos acaricien su antebrazo desnudo hasta que se
estremece bajo mi toque, gime en mi boca y se abre para mí. Mi lengua
se desliza a lo largo de su labio inferior, y la indomable y sólida Jack
296
Kim-Prescott maúlla en mis brazos.
Mi cerebro se siente como Pop Rocks, y estoy cayendo
desesperadamente de cabeza en este beso, sin retener nada,
mostrándole que quiero, que anhelo. Que la quiero y la anhelo.
Cuando Jack sacude su cabeza hacia atrás para romper el beso,
caigo sobre mis talones.
—Elle —dice, y su voz es cruda—. No podemos… No puedo
hacerle esto a Andrew. Quiero… —arrastra una mano por mi brazo
como si no pudiera evitarlo—, mierda, quiero hacerlo. Pero, ¿qué
clase de monstruo se enrolla con la prometida de su hermano?
Miro la expresión torturada en su rostro. Pienso en los doscientos
mil dólares. Pienso en sus manos todavía ahuecando mi cara. Pienso
en el sueño de Jack y en mis sueños. Y a la mierda, Andrew puede
encontrar a alguien más con quien fingir casarse.
—No me voy a casar con él —le digo.
Observo cómo se produce el cambio más pequeño en el rostro de
Jack, su boca, que pide levantarse en la esquina.
—¿No lo harás? —pregunta, esperanzada. Es la maldita esperanza.
Niego con la cabeza.
—No puedo casarme con él cuando me siento así por ti.
Y entonces Jack suelta su fabulosa sonrisa. Sus manos caen a mi
cintura, y me empuja con urgencia hasta que mi espalda está contra
la pared de la cabaña, inmovilizándome en el lugar. No me besa de
inmediato. No, durante un largo minuto, Jack simplemente me mira,
y yo también la miro a ella. Ojos marrones y pecas y la diminuta
cicatriz blanca. Está flotando frente a mí, lo suficientemente cerca
como para que pueda ver todas sus imperfecciones. El pequeño
patrón de cicatrices de acné en la barbilla, las líneas de expresión entre
las cejas y los poros a lo largo del puente de la nariz. Es tan
dolorosamente hermosa.
Jack desliza una rodilla entre mis piernas y me besa de nuevo, y 297
estos son los mejores doscientos mil dólares que he gastado.
Nos estamos besando con todo nuestro cuerpo ahora, Jack me
presiona con más fuerza contra la pared, nuestros cuerpos se alinean
como piezas de un rompecabezas que solo tienen sentido encajadas.
El pequeño oleaje de sus pechos debajo de los míos. Sus anchos
hombros y estrechas caderas; mis anchas caderas y estrechos
hombros. Huesos de la cadera y huesos pélvicos, armonía y fricción.
Profundizo el beso, y Jack me encuentra donde estoy, su boca
encuentra el punto de pulso en la base de mi garganta y succiona.
Deslizo mi mano debajo de su sudadera, y su estómago está caliente.
Exploro los centímetros de ella, extiendo mi mano sobre su espalda y
la abrazo lo más cerca que puedo, la abrazo hasta que tengo todo su
cuerpo entre mis piernas.
Nuestro beso se vuelve descuidado. Lengua y dientes y su pulgar
en mi labio inferior, la otra mano agarrando la parte delantera de mi
sudadera mientras ella se frota contra mi muslo, y yo me muevo
contra su cadera, y ambas llevamos demasiada ropa.
Cuando coloco mis manos en la curva que marcan su trasero, jadea
en mi boca.
—Jack —jadeo—. ¿Puedo quitarte la ropa, por favor?
Ella da un paso atrás de mí. Abro los ojos y los fijo. Su boca está
rosada e hinchada, sus ojos prácticamente negros.
—Elle —dice ella, vacilante.
—Lo siento —me disculpo rápidamente—. No tenemos que…
Estoy bien con solo besarnos. Si quieres esperar hasta que Andrew y
yo hayamos terminado oficialmente las cosas, o…
Aprieta la mandíbula, pensando.
—Oh, a la mierda —dice, y cuando me besa de nuevo, me sonríe.
Yo también sonrío. Calor y manos, y cuando se mueve contra mí, la

298
parte inferior de mi estómago se aprieta, tirando de toda la energía
dentro de mí hasta mi núcleo hasta que me siento mareada por
necesitar más de su toque, más de su piel. Nos empujo a través de la
sala de estar hasta que llegamos al sofá, y Jack vuelve a caer sobre él,
yo medio encima de ella.
Me deja quitarle la sudadera y hay algo tan vulnerable en la acción
de desvestir a otra persona. No lleva sostén, por lo que es un tirón de
tela, luego la piel marrón clara de Jack a la luz parpadeante del fuego
de la sala de estar. Sus pequeños pechos, la cresta de sus pezones
endurecidos, que hacen que mi lengua se sienta espesa dentro de mi
boca. Tenues estrías en la piel suave sobre sus caderas, la piel
arrugada alrededor de su ombligo, los tatuajes.
Los tatuajes. Las imágenes que cuentan su historia a la manera de
los paneles de webcomic, instantáneas de un tiempo y un lugar. De
un momento en la vida de esta persona. Necesito mi boca en todo eso,
y por primera vez en toda la semana, no hay nada que me detenga.
Quiero besar, así que la beso. Me siento a horcajadas sobre ella y
beso las duras curvas de su caja torácica, beso el tatuaje de Mount
Hood, beso la piel deliciosamente suave de su estómago.
—Eres tan perfecta —le digo mientras me deslizo del sofá y me tiro
al suelo para poder tirar de los pantalones de chándal por sus caderas
para revelar calzoncillos boxer unisex con una cintura de arcoíris y
esos malditos muslos.
Las piernas de Jack son una obra de arte erótico. Larga y musculosa,
sus espinillas están cubiertas de suave vello castaño, con tres pecas
sobre su rodilla izquierda. Sus gruesos muslos se tensan cuando se
arquea del sofá para ayudarme a sacar los pantalones, y pienso en
esos muslos debajo de mí, a mi alrededor, retorciéndose bajo mis
manos mientras devoraba la última Navidad.
Me subo a su regazo de nuevo, su duro montículo presionado entre
mis piernas.
—Eres tan malditamente perfecta.
Acaricio sus pechos con mis pulgares. Trazo su carne, toco y
retrocedo, jugueteo con mis dedos a lo largo de la parte inferior de
299
sus pequeños senos. Jack se arquea hacia atrás, gime cuando la
enrollo y la desenrollo, hasta que suplica con una sola palabra:
—Elle.
Esto es lo que sé sobre Jack: le gusta estar a cargo, le gusta liderar;
le gusta ser la que da, la que cuida y nutre, la que te hace sentir segura
y protegida y tan malditamente preciosa que tu corazón casi estalla.
Pero una vez, en su Caravana, me dejó cuidarla y aprendí que a veces
también le gusta ceder ese control. Le gusta sentirse impotente, le
gusta que se burlen de ella, le gusta rogar por lo que quiere y que
todavía se lo nieguen, hasta que la tensión, la promesa y la
satisfacción retrasada la hacen retorcerse.
Y me encanta ser la persona que la hace sentir así. Me encanta tener
el control.
Así que muevo mis labios más cerca de su pezón como si fuera a
tomarla en mi boca, pero solo soplo aire frío sobre su piel antes de
subir para besar su garganta. Jack jadea y hace todo tipo de sonidos
desesperados mientras beso su garganta, su hombro, su clavícula.
Beso la cresta de su seno derecho hasta que suplica de nuevo con solo
las sílabas de mi nombre, y luego tomo su pezón entre mis dientes y
tiro, solo por un segundo, haciendo que Jack se afloje con alivio antes
de retroceder con anhelo.
Es tan malditamente caliente, recibir este poder, que se me permita
volverla toda débil de rodillas y deseosa. Estoy mojada e impaciente
con mi propio juego, así que me pongo de rodillas para obtener un
mejor ángulo y ahueco mi mano entre sus piernas. Suavemente,
presiono mi palma contra ella, mi dedo medio desaparece entre sus
piernas.
—¿Puedo?
Jack gruñe:
—Más te vale. —Y creo que momentáneamente me desmayo.
Cuando recupero la conciencia, me llevo dos dedos a la boca y chupo
hasta que están resbaladizos con mi saliva. Jack me mira, su lengua
rosa saliendo de su boca para lamer la cicatriz blanca.
300
Mi mano se sumerge más allá de la cintura de su ropa interior, mis
dedos resbaladizos la encuentran húmeda, caliente y esperando. Me
llena de algo potente saber que es para mí, es todo para mí, estos
sentimientos salvajes. Ha pasado tanto tiempo desde que estuve tan
cerca de otra persona, y ella es la única persona con la que quiero estar
cerca. Me niego a pensar en qué es esto, qué significa esto, qué
haremos mañana.
Dibujo un dedo a su alrededor, arriba y abajo a lo largo de ella,
hasta que aprieta los dientes y no los afloja.
—Maldita seas —gruñe Jack—. Por favor. No voy a rogar.
Pero ella lo hace. Ruega hasta que me entierro a través de su vello
áspero y froto mis dos dedos sobre su clítoris hinchado. Me encuentro
con un sí y un gracias y un oh, Dios mío. Me trago una letanía de
maldiciones con un beso sin gracia. Un sí y por favor y sí, así. Porque,
por supuesto, recuerdo cómo le gusta que la toquen.
Recuerdo cada maldita cosa de esa noche.
—Sí, Elle, santa mierda. —Se agarra a mi cadera para mantener el
equilibrio, se arquea ante la presión de mis dedos y se folla contra mi
mano. Es caliente, desordenado y rápido, pero puedo ver su rostro
todo el tiempo. Puedo ver cómo se desvanece la indiferencia fingida.
No hay Caravana brillante para esconderse. Solo somos ella y yo,
imperfecciones perfectas en este sofá andrajoso.
Su labio inferior clavado debajo de dos dientes blancos; el aleteo de
sus espesas pestañas cuando cierra los ojos y echa la cabeza hacia
atrás; la forma en que su cabello cae sobre su frente y la forma en que
el calor sube por su garganta y la forma en que su boca se abre con
repentinos gemidos guturales. Ella es tan linda.
—Tan malditamente bonita.
Y tan malditamente fuerte. Me encanta cada sonido que hace
cuando agarra mi cadera con más fuerza y sale de mis dos dedos y
deja un rastro de besos a lo largo de la línea del cabello.
Mientras ella jadea, tose y maldice un poco más, miro las pecas y la
cicatriz blanca, todas las partes de ella que memoricé la última vez.
301
Presiona su frente contra mi hombro y envuelve sus brazos alrededor
de mi cintura; envuelvo mis brazos alrededor de la parte posterior de
su cuello, arrastrando una uña a través de los cabellos cortos allí. Nos
sentamos así durante varios minutos, ella tratando de recuperar el
aliento, yo tratando de recordar cada maldito detalle sobre este
momento también.
Capítulo 25
—Bien. —Jack se ríe en mi hombro—. Eso fue inesperado.
Suspiro.
—No, no lo fue.
Me mira y entrecierra un ojo tímidamente.
—No. Supongo que no lo fue. Básicamente quería que hicieras eso
cada minuto de cada día desde que Paul Hollywood te golpeó en el
centro de mesa de mi madre.
―Juego de la honestidad ―digo, envolviendo mis brazos más
fuerte alrededor de ella, manteniéndola en su lugar contra mí—. He
querido hacer esto cada minuto de cada día desde la Navidad pasada.
Puedo sentir a Jack conteniendo la respiración.
—Eso es… —tose—, así no es como funciona el juego de la
302
honestidad.
Ambas nos reímos, su pecho desnudo vibrando contra mí hasta que
finalmente, completamente, recupera el aliento. Me mira. No nos
besamos, no hablamos, y de alguna manera esto se siente más íntimo
que antes. Levanto un dedo para trazar la media luna de su cicatriz.
—¿Cómo te hiciste esta?
Jack se estremece levemente cuando mi uña toca su labio.
—No es una historia interesante. Me caí en la esquina de una mesa
de café cuando tenía cuatro años y me partí el labio.
—Todo sobre ti es interesante —le digo en voz baja. Paso mi dedo
desde esa cicatriz blanca hasta sus pecas oscuras. Le salpican las
mejillas como puntos en un mapa, como si pudiera trazar un nuevo
destino si los conectara correctamente, como si hubiera un nuevo plan
de diez años por descubrir en la distancia entre nuestros dos puntos.
Dejo que mi dedo deambule a través de su patrón de remolinos, e
imagino todas las cosas que podría dibujar de sus pecas. Por unos
minutos, ella me deja. Jack me deja crear arte con la punta de mi dedo
y los planos de su rostro.
Me golpea ferozmente. La amo. Nunca dejé de amarla. No soy
mejor que ese idiota de Romeo. Sé que no es lógico, pero me enamoré
de una mujer en veinticuatro horas, porque en esas veinticuatro horas
ella hizo lo imposible: me hizo sentir segura y protegida; me hizo
sentir confiable y como si pudiera confiar. Con un juego de la
honestidad y vulnerabilidad emocional, consiguió que me abriera de
una forma en la que no me había abierto antes. Me dejó ser
desordenada. Me dejó ser de verdad. ¿Cómo podría no amar a
alguien así?
La amo, y tengo que encontrar una manera de conservarla. Quiero
encontrar una manera de tenerla más allá de Navidad. Quiero
conocer a Jack en todas las estaciones.
En primavera, cuando la montaña se despeja, cuando usa una
camisa de manga corta con botones abierta sobre una camiseta blanca,
los tatuajes en sus antebrazos desnudos destellantes mientras pasea a
303
Paul Hollywood por Mt. Tabor Park, mientras toma un cerveza en un
patio al aire libre en Alberta.
Quiero a Jack en verano, con gafas de sol gigantes y una sonrisa
despreocupada, sujetando unas tenazas junto a una barbacoa, asando
malvaviscos sobre una hoguera. Jack con paletas heladas derretidas
goteando entre sus dedos, Jack tumbada en la hierba suave.
Quiero descubrir en quién se convierte Jack en otoño, cuando los
días se vuelven más cortos, fríos y grises. ¿Cómo se prepara la salvaje
e inquieta Jack para el invierno y convertirse en la versión que conocí
en Powell's? ¿Qué hace ella con esos últimos jadeos de sol? Quiero
resolver ese misterio y cada misterio que es Jack Kim-Prescott, a
través de todos los días de todos los meses.
—¿Qué estás pensando ahora? —pregunta en voz baja en mi
hombro.
Paso un dedo por su columna hasta que se estremece.
—Estoy pensando en cómo te ves en pantalones cortos en el verano.
Ella me mira de nuevo, y es tan imprudentemente abierta.
—Por favor —suplica Jack, su voz suave y dulce, incluso mientras
sus dientes muerden el lóbulo de mi oreja—, por favor, déjame
follarte.
Quiero decir que sí. Aunque la intimidad de recibir placer siempre
es más complicada que la intimidad de darlo, con Jack, siempre,
siempre quiero decir que sí. Las manos de Jack recorren la curva de
mi trasero a través de mis pantalones de chándal y yo asiento.
—¿Puedo follarte en la cama? —pregunta claramente. Como si
estuviera en condiciones de rechazar tal solicitud. En cambio, la beso,
profunda y desesperadamente, hasta que ambas olvidamos
momentáneamente nuestra misión. Cuando lo recordamos, tenemos
los ojos nublados y la boca hinchada, nuestras manos unidas mientras
nos levantamos del sofá. No estoy segura de cuál de nosotras lleva la
delantera y cuál sigue, pero terminamos en el borde de la cama, y es
claramente Jack quien me baja. Es Jack quien cae de rodillas frente a
mí.
304
Es Jack quien me desviste, quitándome la ropa prestada para
revelar el cuerpo con el que mi madre nunca ha estado satisfecha. Un
poco demasiado alta, un poco demasiado gordita, un poco demasiado
pálida.
—Eres tan jodidamente perfecta —susurra Jack. Se esfuerza tanto
por susurrarlo.
Cierro los ojos y trato de convencerme de que esto durará.
Pasa un solo dedo por el interior de mi muslo hasta que me muerdo
el labio inferior. Su boca llega donde está su dedo en el interior de mi
muslo, dejando un rastro de besos y la presión ocasional de su lengua
en mi carne. Inhalo fuertemente. Se empuja un poco hacia arriba para
poder dejar un beso en el pliegue de mi cadera antes de levantar mi
pierna izquierda sobre su hombro y exhalar un aliento caliente sobre
mi cuerpo palpitante.
—Elle —dice ella, su voz casi severa. A la mierda su voz severa—.
¿Me dirás lo que quieres? ¿Qué te hace sentir bien?
—Todo. Cualquier cosa. —Me muevo en la cama—. Solo tócame,
por favor.
Presiona la yema de su pulgar contra mi clítoris, suave al principio,
masajeándome en suaves círculos hasta que me veo obligada a hacer
lo que ella quiere, obligada a decirle lo que quiero.
—Más rápido —exijo. Jack presiona más fuerte y más rápido,
cambiando los patrones tan rápido que la habitación comienza a dar
vueltas. Respondo con mi propia letanía de maldiciones, mi propio sí
y por favor y gracias.
Y luego su lengua reemplaza su pulgar. Es una lamida, la punta de
su lengua a lo largo de la fisura de mi cuerpo, y estoy lista para
quitarme la piel y volar por encima de la cama.
—Ellie —dice tímidamente—. Por favor, dime lo que quieres.
Su voz áspera me raspa el cuerpo y envía un hormigueo por mi
columna que me encrespa los dedos de los pies. 305
—Quiero que vuelvas a hacer eso.
Jack se estira y presiona una mano firmemente en la parte inferior
de mi estómago, sujetándome a la cama con la fuerza de la parte
superior de su cuerpo, y me retuerzo a mi pesar mientras espero. Jack
baja la cabeza y planta un casto beso en mi clítoris. Es recatado, casi
como un caballero en un romance de la Regencia besando la mano
enguantada de una duquesa, y me vuelve completamente loca. Es un
juego para ella. Todo es un juego para Jack.
—Te voy a asesinar si no…
La dura superficie plana de su lengua presiona contra mí, y
cualquier amenaza es subsumida por otras objeciones y protestas
menos articuladas. Como «espera, ¿cómo se siente eso tan bien?» Y
«oh Dios, ¿estás tratando de matarme?»
Jack me lame hasta que estoy agarrando la colcha entre ambos
puños, hasta que estoy convulsionando en la cama de un extraño,
hasta que me abro con la fuerza del océano contra una costa rocosa, o
algún otro cliché mejor para un orgasmo. No puedo pensar en este
momento, porque estoy ocupada teniendo un orgasmo.
Incluso cuando mi cabeza se derrite en la cama, mis huesos se
disuelven en una sustancia pegajosa caliente, otra parte de mí se tensa
ante la continua atención de Jack. Mi mano izquierda agarra el
edredón mientras mi mano derecha agarra su cabello. Ambos son
salvavidas que me mantienen a flote a través de la avalancha de una
docena de magníficas réplicas.
Estoy… sintiendo demasiado, y estos sentimientos son
imprudentes y peligrosos y tan jodidamente maravillosos.
Ha pasado tanto tiempo desde que me permití sentir algo,
aterrorizada por la ausencia de sentimiento que me quedaría
después, aterrorizada por dejar que el agujero dentro de mi pecho se
hiciera más grande, pero mientras Jack me destroza absolutamente
con su lengua, yo no floto sobre la escena preguntándome cómo la
dibujaré más tarde. Yo solo la sentí. Anclada y conectada a tierra por
la lengua, los dedos y ella. Es trascendente. 306
Jack responde a los sonidos como si estuviéramos conectadas por
un hilo de seda, cuanto más siento yo, más siente ella.
—Elle —gime mientras me lame lentamente, provocando estos
sentimientos persistentes, mi nombre en su boca es un sacramento—
. Elle.
Digo su nombre de vuelta. Se siente como chocolate negro
derritiéndose en mi lengua, como galletas recortadas con glaseado
casero, como waffles con crema batida. Jack. Jack. Jack. Jack.
—Ven aquí, por favor —le suplico, y Jack obedece, trepando a la
cama, trepando encima de mí, hasta que nuestros cuerpos desnudos
se doblan como sábanas almidonadas. Aquí es donde más la quiero.
Besa mi boca, y sabe como yo, y sabe como ella, y le devuelvo el beso
como si hubiera olvidado cómo protegerme del dolor.
Ambas manos en su cabello, presionándola fuertemente contra mí.
Envuelvo ambas piernas alrededor de su cintura y la sujeto a mi
cuerpo. Sus pezones como guijarros patinan sobre mi piel, y exploto
en piel de gallina y anhelo renovado. Se frota contra mí, nuestros
cuerpos se mueven en un hermoso ritmo de placer mientras se cierne
sobre mí, observando mi rostro.
—Estoy tan contenta de haberte encontrado de nuevo —dice Jack.
Prácticamente lo grita.

Me despierto debajo de un edredón que me pica con el brazo de


Jack alrededor de mi hombro y la pierna de Jack sobre mis piernas.
Me toma un minuto recordar dónde estamos y cómo terminamos así,
pero por un momento, me deleito con su cuerpo, su calor, los latidos
de su corazón contra mi espalda.
Luego: esquí, nieve, Gillian, la cabaña de los Singh, seis dedos de
whisky, Celine Dion, sexo. Todo vuelve a mí, y un sudor frío brota de
mi piel desnuda. Me siento atrapada por el cuerpo de Jack, incapaz
de mover mis extremidades. Los latidos de mi corazón se
descomponen con los de ella.
307
Esto no es un ataque al corazón, canto rápidamente para mis adentros
mientras salgo de debajo de ella. No estoy teniendo un ataque
cardíaco sin precedentes.
—¿Qué es un…? —Jack encadena algunas sílabas incomprensibles
mientras me deslizo fuera de la cama. Me mira parpadeando con
sueño en sus ojos, y por un segundo me pierdo en esos ojos, en su
intensidad ardiente, incluso medio dormida. Lo intenta de nuevo—.
¿Qué estás haciendo? ¿Estás bien?
No estoy bien, pero no estoy segura de por qué no estoy bien. Me
siento agitada y en pánico, como si tuviera una picazón dentro de mis
órganos internos que nunca podré rascar. ¿Y por qué, por qué? Acabo
de tener el mejor sexo de mi (ciertamente bastante asexuada) vida.
Tengo que besar a Jack sin culpa. Tengo que despertarme en sus
brazos. El sonido de su voz de papel de lija contra mi piel. «Estoy tan
contenta de haberte encontrado de nuevo».
¿Cómo pudo esa hermosa noche hacer que estos feos sentimientos
se retorcieran dentro de mí?
—Deberíamos… deberíamos volver a la casa —digo. Ahora soy yo
la que prácticamente está gritando.
—Probablemente deberíamos revisar la situación de la nieve
primero —dice Jack razonablemente desde la cama, donde todavía
está completamente desnuda, donde ni remotamente está tratando de
ocultar lo malditamente desnuda que está.
Mientras tanto, estoy peleando con mi ropa, buscando mi sostén y
mi ropa interior.
—Yo solo… siento que es Nochebuena, y probablemente
deberíamos…
—Elle. —Su voz es abrupta, severa—. Son las siete de la mañana.
Ni siquiera hay luz afuera todavía. ¿Qué está pasando?
Tropiezo y caigo de regreso a mis calzoncillos largos.
—No pasa nada. —Mi voz es un grito profano de pánico, y Jack
tendría que ser imbécil para creerme—. Estoy segura de que la familia
308
está preocupada por nosotras. Tenemos que volver a…
Jack no es idiota.
—¿A Andrew? —pregunta.
La miro en la cama. Está sentada, la colcha alrededor de su cintura
y sus pechos expuestos al aire frío de la mañana. Nuestro fuego se
apagó en algún momento de la noche.
—Elle, no hagas esto.
—No estoy haciendo nada —balbuceo.
—¿Estás…? —Jack pasa una mano por su cabello grasiento por la
mañana—. ¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotras?
—No —digo. Y no lo hago. ¿O sí? ¿Por qué me escuece todo?—.
Solo necesito un minuto para, ya sabes… pensar. Reagruparme.
—Elle. —Sigue diciendo mi nombre como si fuera un hilo que me
ata a ella—. No hagas esto. No te asustes.
—No me estoy volviendo loca.
Estoy absolutamente enloqueciendo. Hace un año, fui a casa con
esta mujer y terminé con el corazón roto. Hace diez días, firmé un
contrato en una servilleta porque pensé que el dinero era lo único que
podía arreglar mi vida rota. Hay un agujero en mi pecho y una familia
a tres kilómetros de distancia que nunca me van a perdonar cuando
descubran la verdad. Andrew es una garantía y Jack no lo es y yo…
En la cama, Jack aprieta la mandíbula.
—¿Vas a volver con él?
—¿Quién?
—¿Qué quieres decir con quién? —escupe— Andrew. ¿Te vas a
casar con él?

309
—No puedo casarme con Andrew. —Incluso si él es una garantía,
sé que no puedo.
Jack se baja de la cama.
—Entonces, ¿qué es esto? ¿Por qué te alejas de mí?
—Esto… —Muevo una mano de un lado a otro entre su cuerpo
desnudo y el mío medio cubierto—. Nosotras… nosotras… nos
vamos a desmoronar.
—¿De qué estás hablando?
—Ya nos desmoronamos una vez, y nos desmoronaremos de
nuevo, y yo no puedo. No puedo pasar por eso una segunda vez. —
Hay lágrimas que me ciegan al verla, lo que sinceramente ayuda. Si
no puedo verla, es un poco más fácil decirle esto. Ser sincera.
Toma mi rostro entre esas manos grandes, con los nudillos
magullados de amasar el pan.
—¿Por qué crees que nos vamos a desmoronar?
Pongo mis manos sobre las de ella contra mis mejillas.
—Porque…
—Porque crees que vas a fallar —responde por mí. Se acerca a mí,
me acerca a su pecho, por lo que su cuerpo está apretando el mío con
fuerza, sin dejar lugar para el ataque de pánico—. Pero nunca has
fallado.
—Lo hice. Me despidieron de Laika porque no podía aguantar y…
—Elle. —Jack me suelta, me sostiene cuidadosamente con el brazo
extendido—. Voy a decir algo que sé que no quieres escuchar pero es
la verdad absoluta: no fallaste en ser animadora. Renunciaste.
—No lo hice…
Jack levanta ambas manos, el trasero desnudo y me pide que espere
con un solo gesto.
—¿Qué te gusta del arte? Y la respuesta no puede ser que seas
buena en eso.

310
—No soy buena en eso, claramente —digo, pero la expresión de
Jack es tan seria que me pongo rígida. Me recorre un sordo trasfondo
de ansiedad, pero le respondo—. De acuerdo. Bueno, me enamoré del
arte porque… porque solía ser una forma de evasión. Mis padres
peleaban y yo me escondía en mi habitación, creando estos mundos
coloridos donde todo era mejor que mi vida real. Y luego solía
compartir mi arte con otros niños de mi clase, y también les traía
alegría, y era como… esta es la forma en que puedo hacer algo bueno,
aunque todo lo que tocan mis padres es basura absoluta.
Jack asiente, como si estuviéramos acercándonos a la comprensión
hacia la que me está arrastrando torpemente.
—¿Y cuándo te enamoraste del arte?
Pienso en la licenciatura en Ohio State, cuando estaba escondida en
mi dormitorio, aprendiendo Photoshop e InDesign para tareas que
odiaba, creando fanart a las cuatro de la mañana porque era el único
momento en que tenía para hacer algo para mí; en la escuela de
posgrado, asegurándome de nunca desviarme de mi plan de diez
años, nunca perder el tiempo con garabatos tontos o historias en mi
cabeza; en Laika, luchando de verdad por primera vez y sin saber
quién era yo si no era la mejor, si no era la Artista Ellie. Nada podría
ser nunca un borrador.
—Simplemente… se convirtió en toda mi identidad —le digo a
Jack—. Sentí que tenía que ser perfecta en eso todo el tiempo, porque
así era yo, y luego no era perfecta en eso, y mi arte y mi identidad
estaban tan enredados entre sí que simplemente… —renuncié…
No lo digo. No le doy a Jack desnuda esa satisfacción. Ella tiene
razón, sin embargo. Me despidieron de Laika y dejé de intentarlo.
Pero se equivoca al decir que eso no me convierte en un fracaso total.
Jack desnuda se sienta en el borde de la cama, y el marco de la cama
gime.
—¿Alguna vez te conté la historia de por qué dejé la universidad?
—Estoy como teniendo un ataque de pánico, un corte, una crisis
existencial aquí…
—Está relacionado. Lo prometo.
—Bien. —Cruzo los brazos sobre el pecho, todavía a la mitad del
311
proceso de ponerme una camisa—. Cuéntame la historia, entonces.
—Sabes que la escuela no era lo mío, pero para mis padres era muy
importante que fuera a la universidad, así que me matriculé en la
Universidad de Oregón de todos modos y me declaré como
estudiante de negocios. Y la cuestión es que soy bastante buena para
dejarme llevar por la corriente —explica—, para encajar. Cualquiera
que me viera en mi primer año hubiera pensado que estaba pasando
el mejor momento de mi vida, pero me sentía abyectamente
miserable. Odiaba la universidad. Había esta inquietud dentro de mí
todo el tiempo, este vacío. Me despertaba en medio de la noche con
tanta energía que tenía que salir a correr quince kilómetros. O me
subía a mi auto y conducía hasta la costa o en medio del bosque,
desaparecía en un pequeño pueblo donde nadie sabía mi nombre. Me
emborrachaba hasta quedar inconsciente en las fiestas de fraternidad
o consumía hongos con extraños. Intenté todo para llenar ese vacío
en mí, pero nada de eso realmente ayudó.
Jack frota sus manos arriba y abajo de sus muslos, como si estuviera
tratando de entrar en calor, y esa mierda. Probablemente se esté
congelando. Me acerco a la cama y coloco la colcha sobre sus hombros
desnudos. Me mira con tanta ternura que siento que estoy usando mi
escozor interior por fuera.
—La única vez que el vacío realmente desapareció fue cuando
estaba horneando galletas para todos en mi piso en la horrible cocina
del dormitorio —continúa narrando—. Eso fue lo único que me trajo
alegría real. Y finalmente lo descubrí: el vacío era la ausencia de mí
misma. Me estaba vaciando para convertirme en la persona que mi
padre quería que fuera y seguía buscando todas las cosas
equivocadas para volver a llenarme. No podía seguir viviendo así, así
que lo dejé.
Ella traga, ese tendón tenso se clava en un lado de su cuello.
—Tuve la misma sensación cuando estaba con Claire, al final.
Volvió el vacío, porque estaba desviando poco a poco quién soy
realmente para satisfacer la idea de alguien más de quién debería ser.
También trago. Escuchar a Jack hablar sobre el vacío… se parece
312
mucho a mi dolor, como ese hoyo que existe justo al sur de mis
costillas, el hoyo que pensé que era soledad. Pero, ¿y si el dolor no es
la ausencia de otras personas? ¿Qué pasa si lo que falta dentro de mí
soy… yo? Es un pensamiento aterrador, porque significa que este
agujero dentro de mi pecho no se puede llenar con doscientos mil
dólares o una mujer con pecas y una sonrisa de cuarto de luna.
—El día que nos conocimos en Powell's, la inquietud era la peor
que jamás había existido —dice Jack—. Sabía que se suponía que la
nieve empeoraría, pero la idea de estar atrapada en la Caravana todo
el día me enfermaba. Así que fui a Powell's por un capricho y terminé
encontrándote llorando en ese pasillo —la voz de Jack está cargada
de recuerdos, afecto y añoranza—. Y tú eras tan…
A mi corazón le salen alas y se lanza a mi garganta.
—… desordenada —dice, y mi corazón se desploma de nuevo—.
Eras un desastre tan ansioso y solitario, y tenías mocos en toda la cara.
—Esto dio un giro.
—¡No! —Jack sonríe, una cosa completa y feroz—. Eras hermosa,
Elle, incluso con todos esos mocos. Pensé que eras maravillosa porque
eras solo tú y, por un día, me hiciste sentir que podía ser solo yo. Y
eso sería suficiente. Y ese sentimiento, es algo por lo que estoy
dispuesta a luchar.
—¿Qué tiene que ver todo esto con que deje el arte?
—No sé. —Jack se aparta el pelo de la cara—. El arco temático se
confundió un poco allí en el medio, pero el punto es —se estira y toma
mi mano— en mis buenos y saludables momentos, sé que no soy una
fracasada. Soy alguien que pasó demasiado tiempo tratando de ser
algo que no quería ser. Y tú tampoco eres una fracasada, Elle. No vas
a joder esto.
Nuestros dedos están unidos en el regazo de Jack, y ella no tiene
idea de lo mucho que ya lo he jodido. Me acosté con ella y ni siquiera
sabe que el compromiso es falso.
—Y tal vez, cuando entres en pánico, puedas contarme sobre eso,
en lugar de empujarlo todo hacia abajo y alejarte.
313
La miro de reojo.
—No estoy familiarizada con ese concepto.
Siento la sonrisa de Jack cuando se inclina cerca de mi mejilla.
—Por ejemplo, cuando tu mente comience a pensar en el fracaso,
en lugar de ponerte los calzoncillos largos al revés, podrías respirar
hondo y tratar de decirme algo como —ella adopta una voz aguda
imitándome— «Guau, Jack, me siento muy vulnerable
emocionalmente en este momento, y tengo miedo de volver a correr
este riesgo contigo».
—Eso no es en absoluto una imitación precisa de mí.
—Y luego diré: «Gracias por hablar sobre eso, Elle, porque
honestamente también estoy asustada. Quiero decir, todavía estás
comprometida con mi hermano, y tenemos muchas cosas que
resolver y solucionar. Tal vez tomemos todo esto un día a la vez».
—Guau. ¿Es esto de lo que siempre hablas sobre la comunicación
entre mujeres homosexuales?
—Escuché rumores de que es posible que la gente simplemente…
hable sobre las cosas. —Está sentada allí completamente desnuda en
todos los sentidos de la palabra, con una manta sobre los hombros, su
rostro desprovisto de apatía. Le importa tanto, su expresión cruda y
fácil de leer. Amor y miedo y dolor y esperanza.
Es la esperanza lo que me atrapa, cada vez. Ella se sienta allí sin
una puntada de ropa, así es todo tan simple. Como si todo lo que
tengo que hacer es dejar que ella me ame.
—Jack —digo, apretando mi agarre en su mano—. Me siento
emocionalmente vulnerable en este momento y tengo miedo de correr
este riesgo contigo.
—Yo también. —Jack besa mi frente, mi barbilla, cada uno de mis
pómulos, en el patrón de la señal de la cruz que recuerdo de mi
infancia—. Tal vez tomemos todo esto un día a la vez.
Nos empuja hacia la cama, sosteniéndome con fuerza contra su
pecho, hasta que estoy convencida de que todo esto no se va a
314
desmoronar a mi alrededor.
—¿Qué vamos a hacer? —le pregunto
—¿Quieres decir ahora mismo? —pregunta en mi cabello—. ¿O te
refieres a largo plazo, como contarles a Andrew y a mis padres sobre
nosotras?
—Comencemos con hoy.
—Mmm. —Presiona la punta de su nariz contra la piel detrás de mi
oreja, hasta que siento un hormigueo en todos los lugares que toca
nuestra piel. Que son todos los lugares—. Necesitamos desayunar.
Besa ese suave trozo de piel.
—Tenemos que averiguar la situación de la nieve.
Muerde esa piel.
—Tenemos que averiguar cómo llegar a casa. Pero…
Su boca se desliza hacia arriba hasta que sus labios están de nuevo
en el lóbulo de mi oreja.
—Pero no hay prisa —le digo.

315
Capítulo 26
—¿Me hiciste bollos y gravy?
—Esta es una mala imitación de mis bollos y gravy —gruñe con el
ceño fruncido—. Hago mis bollos desde cero usando una receta que
me tomó ocho años perfeccionar, y nunca…
—Me hiciste bollos y gravy —repito.
Ella extiende un plato hacia adelante con un humph.
—Sí. Por supuesto, los bollos son de mezcla de masa para
panqueques y nieve derretida, y la salsa de champiñones es de un
paquete McCormick que sospecho que caducó hace varios años.
Dejo el plato y la atraigo hacia mis brazos y la beso profundamente.
Los bollos y la salsa saben a cartón y agua sucia, pero siguen siendo
lo mejor que he comido. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí para 316
siempre, en esta pequeña cabaña, viviendo nuestra propia versión de
Little House on the Prairie, pero es Nochebuena. Katherine nos está
esperando.
Andrew y Dylan nos están esperando.
La verdad nos espera.
Tenemos casi treinta centímetros de nieve de la noche anterior, así
que desenterrar a Gillian no es una opción. En cambio, encontramos
las raquetas de nieve de los Singh en el porche trasero junto a la leña.
Lentamente y de mala gana, regresamos la cabaña a como la
encontramos. Cambiamos nuestra ropa de Cornell por los trajes de
esquí con los que vinimos aquí anoche. Jack deja una nota detallada,
junto con el nombre de su cuenta de Venmo, para que los Singh
puedan solicitar dinero por todo lo que robamos. Traeremos las
raquetas de nieve cuando vengamos a desenterrar a Gillian.
Llamamos a Katherine para avisarle que estamos en camino, y
luego nos miramos a través de la alfombra en la sala de estar donde
bailamos con Celine Dion. Trato de recordar la forma en que me
sostuvo aquí, así lo tendré más tarde, sin importar cómo vaya la
siguiente parte.
Damos un paso afuera. Ninguna de nosotras habla durante el
primer kilómetro mientras caminamos penosamente a través de la
nieve en la mañana silenciosa, mis pies se sienten incómodos con las
raquetas de nieve por primera vez. Se siente como salir de algún tipo
de sueño, y tengo el mismo miedo que tuve el año pasado. ¿Qué
sucede cuando la nieve se derrite? ¿Qué pasa cuando volvemos a
Portland?
Pero entonces Jack está a mi lado, alcanzando mi mano, leyendo mi
mente.
—Va a ser difícil —dice—. Lo que venga después, con mi familia.
No va a ser fácil. Pero estoy adentro. Estoy completamente adentro.
Ella está justo aquí, y su expresión está completamente
desprotegida otra vez, y quiero contarle todo. Sobre Andrew y el
317
dinero y el fideicomiso, sobre la razón por la que seguí el plan, y todas
las razones por las que seguí adelante con el plan. Pero todavía hay
una última razón, encadenada a mi tobillo y sujetándome a mi
deshonestidad. Y esa razón es Jack.
Jack, que se está arriesgando mucho al abrir su propia panadería.
Jack, que no tendrá nada a lo que recurrir si se desmorona.
No, Andrew y yo pensaremos en otra cosa. Encontraremos alguna
forma de que él consiga el dinero, y una vez que Jack lo tenga, una
vez que sepa que Butch Oven no va a fracasar o desmoronarse sobre
ella, entonces lo confesaré todo.
—Estoy dentro —finalmente le respondo.
Jack se inclina hacia delante y me besa, como si estuviéramos
sellando una promesa.
Siento el timbre de mi teléfono en el bolsillo de mi abrigo y dejo
caer su mano para sacarlo.
—No estoy segura de cómo tengo recepción en este momento…
¿Estamos de vuelta en el rango de Wi-Fi de la casa?
Froto la nieve de la pantalla rota para mirar la notificación de
Gmail. Es de un nombre que no reconozco —Samantha Clark—, pero
no es el nombre que me detiene en seco en la nieve. Es la línea de
asunto.
«Interés de Drawn2 Webcomics».
—¿Está todo bien? —pregunta Jack.
—Creo que sí. —Busco a tientas para abrir el correo electrónico.
Estimada señorita Oliver, comienza el correo electrónico y mi cerebro
da vueltas. ¿Cómo por qué? Escaneo el resto del correo electrónico
rápidamente, buscando el remate, esperando que suceda algo
terrible, pero nunca pasa. Leo el correo electrónico por segunda vez
mientras Jack me pregunta una y otra vez si estoy bien.
Estimada señorita Oliver,
Siento haber enviado un correo electrónico en Nochebuena, pero no quería
esperar y perder la oportunidad de comunicarme contigo. Soy editora en 318
Timber Press, un sello de Simon and Schuster, y me comunico porque, como
muchas personas la semana pasada, encontré su nueva serie webcomic El
arreglo en Drawn2. Inmediatamente me atrajo (juego de palabras) la
dinámica entre los personajes, Lucy, Joe, Sam y Ricky, y sirvió como el
antídoto perfecto para pasar la temporada navideña con mi familia. Mientras
esperaba ansiosamente más episodios, también volví y descubrí la primera
serie, Snow Day. Es una obra de arte cautivadora, pero es la comprensión de
la narración y la voz lo que realmente me hizo seguir leyendo.
Me tomó un tiempo encontrar tu dirección de correo electrónico y espero
que me perdones por ser tan agresiva. Como editora, siempre estoy buscando
trabajar con nuevos autores y artistas, y estoy especialmente interesada en
la posibilidad de ver tu trabajo como un proyecto más largo. Creo que el
mercado está maduro para una comedia romántica para adultos en forma de
novela gráfica. No estoy segura de que La mierda perpetua tenga el tono que
estamos buscando, pero El arreglo y Snow Day podrían ser un romance
increíble (siempre que podamos darles a los personajes el final feliz que se
merecen). Me encantaría programar un horario para conversar más contigo.
¿Ya tienes un agente? Si es así, me encantaría conectarme con ellos en el
futuro. Si actualmente no tienes un agente, me encantaría ayudarte a
encontrar a alguien que encaje bien. Estoy emocionada de saber de ti (y de
ver qué sucede entre Lucy y Joe).
Sinceramente,
Samantha Clark
—¡Santa mierda! —Pongo una mano sobre mi boca y miro mi
teléfono, leyendo el correo electrónico por tercera vez.
—Me estás asustando un poco —dice Jack, dándome un apretón en
el hombro—. ¿Qué está pasando?
—¡Es… es un correo electrónico de un editor! ¡Encontró mi serie
web en Drawn2 y le encanta!
—¿Tu qué?
—Yo… yo… —No estoy pensando con claridad, no estoy pensando

319
en absoluto—. Empecé a crear webcomics después de que me
despidieran de Laika, y esta editora leyó El arreglo y ella… ella quiere
publicarlo. Me preguntó si tengo un agente. ¡No tengo ni idea de lo
que hace un agente! ¡Dios mío, debería buscarlo en Google!
Ni siquiera sé lo que estoy diciendo, sé lo que estoy pensando. Este
lío, este webcomic absolutamente desordenado que hice solo para
mí… esta cosa que realmente me trajo alegría.
—¡Ella ama mi trabajo! ¡Mi trabajo!
—¡Por supuesto que sí! —Jack me tira en un abrazo, me levanta del
suelo y me hace girar hasta que estoy toda cálida y difusa de nuevo—
. ¡Eres increíble, Elle! ¡Esto es increíble! ¡Ay dios mío! ¡Como Alison
Bechdel!
—¡Lo sé! —Miro hacia abajo a mi teléfono de nuevo, mordiéndome
el labio inferior mientras una duda persistente se filtra—. Bueno, tal
vez. Quiero decir, estoy segura de que no es una garantía o lo que sea.
Ella solo está expresando interés.
—¡Aun así! ¡El interés es enorme!
La idea de responder al correo electrónico convierte la esperanza
que burbujea dentro de mi pecho en algo que bordea el pánico. Jack
le da un empujón juguetón a mi brazo.
—Vamos a celebrar esto —dice—. Antes de que entremos en pánico
por lo que esto significa y lo que viene después, ¡vamos a existir en
este momento y celebrarlo!
Me siento mareada, vertiginosa y esperanzada.
—¡Sí! ¡Sí, hay que celebrarlo!
—Pero primero… —Jack señala hacia adelante, hacia donde la
cabaña es visible a través de un afloramiento de árboles.
Pero primero, tenemos que lidiar con los Kim-Prescott.

—¡Están a salvo! —Katherine abre los brazos y prontamente se echa

320
a llorar en el momento en que cruzamos la puerta principal.
—Sí, mamá, estamos a salvo. —Jack permite que la abracen y la
besen excesivamente en la cara, luego yo hago lo mismo, amando en
secreto los besos de Katherine. Paul Hollywood se arroja sobre Jack a
continuación, saltando arriba y abajo y lamiendo cada centímetro de
su piel expuesta.
—¡Feliz Nochebuena! —Brotes amorosos—. ¡Pensamos que
ustedes dos podrían estar muertas!
—No estoy muerta —aclara Jack.
—No pensé que ustedes dos estuvieran muertas —dice Meemaw,
empujándome con el codo y guiñándome un ojo. Alan acecha en la
parte trasera del pequeño semicírculo que se está formando,
ofreciendo un comentario continúo sobre las deficiencias de la
camioneta de Jack, sus habilidades de conducción y el estado
decrépito de la cabina de los Singh.
—¡Oliver! —Alguien grita al otro lado de la casa, y luego Andrew
me aborda violentamente mientras me toma en sus brazos. Lo que
asumo es una actuación, ya que mi cariñoso prometido se siente
sorprendentemente genuino mientras me abraza con fuerza—.
Estábamos tan asustados cuando no regresaste.
Dylan también está allí, usando su suéter navideño de pene/dedo
medio.
—¿Estás bien? —le pregunta a Jack. Y luego Andrew está
abrazando a Jack, y Dylan me está abrazando, y me doy cuenta de
que la preocupación de ambos es genuina.
—Estamos bien. —Luego, más tranquilo a Andrew—: ¿Puedo
hablar contigo en privado por un momento?
Le lanzo a Jack una mirada que intenta transmitir No te preocupes,
estoy completamente dentro. Luego arrastro a Andrew escaleras arriba.
Incluso antes de que cierre la puerta de nuestra habitación, él suelta:
—¡Tuve sexo con Dylan! —Él es su yo que arruga la cara, se pellizca
la nariz y tiene la boca entreabierta.
—Sí —digo—. Lo supuse.
—¿Tú… te lo imaginaste?
321
—Jack y yo los vimos a los dos. En Timberline. Te vimos besarle.
Alcanza mis dos manos, como si fuéramos una novia y un novio
parados en el altar, a punto de decir nuestros votos.
—Mierda. Lo siento mucho. Lo he arruinado todo, ¿no?
—Bueno, um, yo también, en realidad… —Tomo una respiración
larga y tranquilizadora y me preparo para la verdad—. Me acosté con
tu hermana.
El crujido se profundiza.
—Bueno, claro, estabas atrapada por la nieve en la cabaña de los
Singh. Asumí que dormiste en algún momento.
—¡No, idiota caliente! ¿Por qué te diría que tuvimos una fiesta de
pijamas? No. Estoy enamorada de Jack y anoche dormimos juntas.
Andrew suelta mis manos.
—No estás enamorada de mi hermana.
—Sin embargo, lo estoy.
Ni siquiera conoces a mi hermana.
—Excepto que sí. —Otra respiración tranquilizadora. Me imagino
que soy como Jack, tan firme como un roble, confiada y segura—.
¿Recuerdas en nuestra rara no primera cita, cuando te hablé de la
mujer de la Navidad pasada? ¿La que conocí en Powell's y con la que
pasé todo el día?
—¿La del dibujo de la servilleta? —Asiente lentamente y le doy un
minuto para que entienda. Él comprende—. Espera, ¿estás diciendo
que era Jacqueline? ¿Qué Jacqueline era tu chica de la nieve? —
Andrew da un gran paso atrás de mí—. ¿Has estado acosando a mi
hermana?
—¡Andrew, no! ¡No tenía idea de que tú y Jack estaban
relacionados!
—¿Quieres decirme que toda esta semana, tú y mi hermana se
conocían y no han dicho nada? ¿Mi hermana me ha estado ocultando 322
un secreto?
—También le has estado ocultando un gran secreto, amigo.
Me mira fijamente, con la boca completamente abierta.
—¿Y tú… tuviste sexo… con mi hermana?
—Y tuviste sexo con le mejor amigue de tu hermana. Es todo un
trapezoide de amor desordenado.
—¿Cómo diablos sucedió esto?
Cruzo la habitación para sentarme a su lado en la cama. Esta noticia
parece estar llegando como un pequeño shock a su pequeño sistema,
y pongo una mano reconfortante en su hombro.
—Bueno, creo que ambos entramos en esta relación falsa porque
estábamos tratando de huir de los sentimientos reales que teníamos
por otras personas. Y esas personas casualmente estaban con nosotros
en esta cabaña. Así fue como sucedió.
Andrew gime.
—Sin embargo, los sentimientos reales apestan.
—Lo sé.
—¿Tú… y mi hermana? —Él me mira de reojo—. ¿Es por eso que
querías aclarar todo lo de la otra noche?
Asiento con la cabeza.
—¿Lo aclaraste? ¿Con Dylan, quiero decir?
La mirada tímida en su rostro dice que no lo hizo.
—Quería. Quería contarle todo. Tan pronto como estuvimos solos
en la montaña, Dylan me preguntó por qué me casaba contigo, y le
dije que tenía dudas, y luego simplemente… me beso.
Es bueno saber que Dylan no tiene ningún respeto por Ellie y su
relación falsa.
—¡Tenía muchas ganas de contarle todo! —Andrew, abatido, deja
caer su cabeza sobre mi hombro—. Pero hay este sentimiento en mi
pecho, este… miedo, supongo. Que voy a estropearlo o
323
decepcionarlo. Que si le digo toda la verdad, entonces no me queda
nada detrás de lo cual esconderme y solo tendré que… dejar que me
ame. —Andrew deja que el peso de esa decisión se asiente en mi
piel—. Ni siquiera pude decirle a Dylan que lo amo.
Me doy cuenta de que había usado la palabra con A con respecto a
Jack con Meredith y nuevamente ahora con Andrew, pero ni
remotamente me había atrevido a cruzar ese puente con Jack. Tal vez
porque tengo miedo de que ella no lo diga de vuelta.
O tal vez porque tengo miedo de que lo haga.
—Espera. ¿No le dijiste a Jacqueline la verdad? ¿Sobre que nuestro
compromiso es falso?
—No. No pensé que era mi secreto para contarlo.
Andrew se aparta de mí y se levanta de la cama.
—Espera, ¿me estás diciendo que Jack no sabe que nuestra relación
es falsa? ¿Te acostaste con ella, pero ella no tiene idea sobre el fondo
fiduciario?
Niego con la cabeza.
—No, me dijiste que no podía…
—Está bien, por un lado, me duele mucho que mi hermana se
acostara con alguien que creía que era mi prometida, pero por otro
lado, mucho más grande e importante. —Los ojos marrones de
Andrew se abren como platos en su hermoso rostro—. Mi hermana…
es una cabrona terca y santurrona. Deberías haberle dicho la verdad.
El miedo se desliza por mis entrañas como gotas de sudor,
acumulándose en mis entrañas.
—Pero el dinero. Butch Over. Tú dijiste…
—¿Amas a mi hermana? —Andrew demanda.

324
—¿S-sí, yo… yo creo que sí…?
Andrew toma mi mano.
—Entonces tenemos que aclararlo ahora mismo.
Aparentemente es pertinente que corramos, no caminemos, a
través de los pasillos y escaleras abajo, Andrew arrastrándome de
regreso a la familia, pero incluso corriendo, llegamos demasiado
tarde.
Tan pronto como entramos en la sala de estar, aún tomados de la
mano, todos nos miran. Hay un silencio que cubre la habitación, una
sensación progresiva de maldad. Asimilo el cuadro de la familia y
trato de comprenderlo. Jack está sentada en el sofá con su
computadora portátil abierta, las abuelas la flanquean a ambos lados
como estatuas de piedra. Meemaw se ve culpable mientras toma un
sorbo de su sangría. Lovey se ve furiosa mientras mira a su nieto.
Dylan está sentado en el brazo del sofá, mordiéndose la piel alrededor
de la uña del pulgar. Katherine está a unos metros de distancia,
paseándose por la alfombra, y Alan está detrás del sofá, mirando la
pantalla de la computadora por encima del hombro de Jack.
Alan nos ve, ve nuestras manos unidas y frunce el ceño.
—Todos, Ellie y yo tenemos algo que decir —comienza Andrew.
—¿Qué está pasando? —pregunto antes de que Andrew pueda
decir algo más. Porque está claro que algo sucede.
Jack me mira, y su rostro es diferente de lo que jamás había visto.
Encerrada, escondida, completamente desprovista del amor y el
cariño que me mostró en las últimas veinticuatro horas. Quiero
entender qué pasó, qué cambió, pero creo que en el fondo ya lo sé
incluso antes de que ella lo diga.
—Le conté a la familia las noticias sobre tu novela gráfica —dice,
con una voz que no se parece en nada a papel de lija, nada a tambor.
Es hueca, monótona y absolutamente devastadora—. Ya sabes —
escupe—, la de la chica que finge un compromiso por dinero y le
miente a toda una familia en Navidad.

325
Capítulo 27
Puedo sentir que mi garganta comienza a cerrarse, pero me obligo
a pronunciar las palabras de todos modos.
—Yo… yo puedo explicarlo —digo. Todos en la habitación me
miran fijamente, pero solo puedo ver a Jack y la terquedad de su
mandíbula y la frialdad de su expresión en blanco—. Por favor,
déjame explicarte.
Sin embargo, no es Jack quien me responde. Es Alan.
—¿Me vas a explicar cómo entraste en mi casa con la intención de
robar parte del dinero de mi padre?
—No estaba tratando de robar nada. Andrew accedió a…
—¿De eso se trata tu webcómic? —Jack pregunta cortante—. ¿Se
trata de cómo engañaste a nuestra familia? ¿Cómo me engañaste? 326
—No, es… es… ficción.
Jack cierra la computadora portátil.
—Parece bastante fiel a la vida por lo que he visto.
—Quiero decir, sí-sí… sí… —tartamudeo—. Está basado en mi
vida, pero no vine aquí para engañar a nadie. ¡No quería engañar a
nadie! Solo… necesitaba el dinero y no esperaba enamorarme de
todos ustedes.
Los brazos de Katherine están cruzados sobre su pecho, su
expresión como un puño cerrado.
—Te mostré hospitalidad. Te traté como a una hija. Y esto…
—Mamá —Andrew lo intenta, pero soy yo quien tiene que hacer
entender a Katherine.
—Lo sé, Katherine. ¡Lo sé! Y lo siento mucho. No entiendes lo que
significó para mí. Cada momento del tiempo de unión familiar. Todo
lo que siempre he querido es una mamá como tú.
Katherine aparta la mirada de mí y, por su silencio, queda claro que
nunca voy a tener una madre como ella.
Me vuelvo hacia Lovey, pero Lovey simplemente niega con la
cabeza y se levanta lentamente del sofá.
—Creo que necesito un porro.
Finalmente giro hacia Meemaw, que está agarrando su sangría y
dándome una mirada de lástima.
—Escuchen, todos, no reaccionemos de forma exagerada ante un
pequeño engaño ligero —intenta Meemaw—. Si alguien tiene la culpa
de todo este atolladero, es el imbécil de mi exmarido. Sin ofender,
Lovey.
—No hay cuidado. ¿Dónde está mi encendedor?
—Richard es quien hizo que Andrew no pueda heredar sin casarse
—continúa Meemaw—. Prácticamente obligó al pobre muchacho a
327
esta situación.
Alan se vuelve hacia su madre.
—¿Por lo que es verdad? ¿Qué decía en su pequeña caricatura
tonta? ¿Y lo sabías, madre? ¿Sobre esta estipulación?
Meemaw toma un sorbo de su sangría matutina.
—¿Es todo cierto, entonces? ¿Las cosas sobre… sobre los personajes
de Sam y Ricky…? —Alan trunca su mirada entre Andrew y Dylan,
y hay un trasfondo en esta pregunta que me hace aferrarme más a
Andrew.
—Sí —dice Andrew, en la sombra de un susurro—. Todo es verdad.
Alan estalla.
—¿Te has estado acostando con Dylan? ¿Bajo este techo?
—¿Qué es lo que le molesta, exactamente, Sr. Prescott? —Dylan se
levanta del brazo del sofá—. ¿El hecho de que tu hijo de casi treinta
años tenga sexo, o el hecho de que él tenga sexo conmigo?
Alan avanza sobre Dylan.
—¿Cómo te atreves a hablarme así en mi propia casa? ¿Después de
todo lo que esta familia ha hecho por ti?
—¿Tu casa? —Andrew grita de vuelta—. ¡Nunca estás aquí! Nunca,
nunca te presentas ante esta familia, y todos sabemos la verdadera
razón…
—¿Podemos no gritar, por favor? —Katherine interrumpe con
dureza. Ella presiona dos dedos en su sien izquierda—. Todo esto me
está dando migraña.
Alan sigue gritando.
—La verdadera razón es que estoy ocupado manteniendo a esta
familia como se supone que debe hacerlo un hombre, lo cual sabrás si
alguna vez…
Andrew suelta una carcajada.
328
—Ahórrame tu esencialismo de género. Nunca estás cerca porque
engañas a mamá.
—Andrew —dicen tres personas a la vez, sus voces se mezclan en
el vórtice de ansiedad que es mi cerebro. No puedo pensar en Andrew
y Alan, no puedo pensar en lo que esta noticia significa para
Katherine. Todo en lo que puedo pensar es en Jack, todavía sentada
en el sofá, sosteniendo la computadora portátil como si fuera otro
escudo brillante que podría protegerla.
—¿Qué? Todos lo sabemos —escupe Andrew—. Él tiene un
apartamento frente al mar para su novia de veintitrés años, así que
dime, papá: ¿cómo, exactamente, es eso lo que mantiene a esta
familia?
—No voy a quedarme aquí y ser insultado de esta manera —
declara Alan, y luego sale corriendo de la habitación. Katherine gime,
solo una vez, antes de enderezarse como la aterradora fuerza de
mujer que es.
—Mira, nada de esto es culpa de Dylan. ¡O de Ellie! —Andrew dice,
lo suficientemente bajo como para apaciguar la aparente migraña de
su madre.
—Ellie trabaja en una de mis propiedades de inversión. Le pedí que
hiciera esto. Prácticamente le rogué, y sabía que ella estaría de
acuerdo porque necesitaba desesperadamente el dinero. Todo esto
fue para poder reclamar la herencia, así que si necesitas enojarte,
enójate conmigo.
—Andrew —dice Lovey en voz baja y sorprendida, agarrándose la
garganta—. ¿Por qué? ¿Por qué harías pasar a nuestra familia por
esto?
—¿Si porque? —exige Katherine—. ¿No te proporcionamos
suficiente?
—¡El dinero no era para mí! —Andrew finalmente suelta mi mano
para poder pellizcar el puente de su nariz por un segundo. Luego
suelta un suspiro y la verdad final—. Descubrí que el abuelo excluyó
329
a Jack del testamento. El fideicomiso que se suponía iba a ser para los
dos, lo cambió para que yo sea el único beneficiario, y agregó una
estipulación que dice que tengo que casarme para reclamar el dinero.
¡Hice todo esto por Jack!
Toda la familia se vuelve para mirar a la mujer sentada en el sofá
en su silenciosa furia. Ya la estaba mirando, memorizando las líneas
de dolor, decepción y rabia en su rostro, así que sé que no puedo
esperar que la declaración de Andrew cambie nada.
—¿Por mí? —Jack repite, como si ella no hubiera entendido la cruel
ironía de esa afirmación—. ¿Mentiste por mí?
—¡Sí! —Andrew dice, pero puedo decir que él sabe que ya está
perdiendo la autoridad moral. Ambos lo estamos, y mis brazos se
sienten entumecidos y mi pecho se siente pesado y sé, lo sé, que esto
es lo que se siente al fallar—. Cuando decidiste abrir Butch Oven,
pensaste que tenías el fideicomiso al que recurrir, y no quería que te
arruinaras tratando de perseguir tu sueño.
Jack se levanta del sofá lenta y ominosamente.
—No pensé que tenía el fideicomiso al que recurrir —dice ella.
Andrew parpadea.
—¿Qué quieres decir? Lo pensaste. Ambos lo hicimos.
—No —dice Jack con firmeza, rechinando los dientes—. No lo hice.
¿Crees que no sé que el abuelo me eliminó de su testamento después
de que abandoné la universidad? ¿Ese hijo de puta? Andrew, sabía
que no había dinero esperándome. Siempre lo supe. Actué como si
tuviera una red de seguridad porque era la única forma de que todos
ustedes confiaran en mí. Saqué el préstamo comercial para la
panadería porque creo en mí misma. Y todo lo que escucho ahora es
que no creíste en mí.
—¡Creo en ti! —Andrew grita, corriendo hacia su hermana—.
¡JayJay, creo completamente en ti! ¡Pero iniciar un negocio siempre es
un riesgo! ¡Lo sé! Trabajo en inversiones! ¡No quería que fracasaras! 330
Él se acerca a ella, y ella le aparta los brazos.
—Ustedes dos realmente no lo entienden, ¿verdad? —Ella también
me apunta con un dedo—. No te necesitaba para tratar de salvarme,
Andrew. Solo necesitaba que me apoyaras. Y asumiste que fracasaría,
como lo hizo papá.
—Yo no… —comienza Andrew, pero el resto de su defensa muere
en la parte posterior de su garganta. Porque él lo creía, y yo lo creía.
Los dos lo arruinamos todo.
—¿Fue todo una mentira? —Lovey pregunta con un chillido triste
de voz. Ella me está mirando.
—No —digo, llorando más fuerte ahora, llorando en medio de la
sala de estar frente a toda la familia—. No, solo que nuestro
compromiso fue una mentira. Todo lo demás, quién soy y cuánto me
enamoré de todos ustedes, eso es toda la verdad. ¡Me encantó ser
parte de esta familia!
—¿Cuánto? —Jack le pregunta a la habitación en silencio. Ella me
está mirando fijamente, quemándome directamente.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, aunque lo sé.
—No llegué a esa parte del webcomic, pero quiero saber cuánto
valió todo esto para ti. ¿Cuánto?
Dejo caer la cabeza.
—Doscientos mil dólares.
Jack gira en sus botas, las mismas que ha estado usando desde ayer,
y sale disparada de la habitación.
—¡Espera! ¡Jack! —grito tras ella, siguiéndola fuera de la casa, por
la puerta trasera, hacia la nieve—. ¡Jack! ¡Por favor!
Se detiene en seco a unos metros del porche y me mira con ojos de
fuego, ojos que quieren reducirme a cenizas.
—Estabas fingiendo ser su prometida —dice, como si eso fuera
todo. Como si ese fuera el final para nosotras.
—¡No lo sabía! —jadeo—. No tenía forma de saber que eras su
331
hermana cuando acepté seguir el plan de Andrew, y luego estuve
aquí, y…
—¿Y qué? ¿Qué? ¿Cuál es tu excusa para no decirme la maldita
verdad en el momento en que me viste?
—Pensé que estaba haciendo lo correcto.
—¿Cómo? ¿Cómo pudiste pensar eso?
No sé. Honestamente, no lo sé.
—Lo siento. Lo siento mucho. Nunca dejaré de arrepentirme.
—¿Tienes idea de lo culpable que me sentí toda la semana? —Está
llorando. Jack está llorando en la nieve por mi culpa—. El hecho de
que te deseaba, a pesar de que estabas con mi hermano —arremete
contra mí—. El hecho de que no podía dejar de coquetear contigo, no
podía dejar de encontrar excusas para tocarte. El hecho de que estaba
tan desesperada por besarte bajo el muérdago. Estaba tan enojada
conmigo misma por traicionar a mi hermano de esa manera, y resulta
que todo este tiempo, tu relación con él fue falsa. ¡Me dejaste creer
que era una persona terrible!
—¡Lo siento tanto! —Caigo de rodillas frente a ella porque no sé
qué más hacer—. ¡Iba a decirte la verdad!
—¿Cuando? Cuando te dije la verdad sobre Claire, tomaste la
decisión de seguir mintiéndome. Y cuando te pregunté directamente
sobre tu relación con Andrew en el bar, tomaste la decisión de seguir
mintiéndome. ¡Y cuando vimos a Andrew y Dylan juntos, tomaste la
decisión de seguir mintiéndome! —Se inclina hacia delante, así que
se me echa encima como un ciclón de ira y dolor—. Y cuando tuvimos
sexo, tú también tomaste la decisión. ¿Y por qué? ¿Por el dinero?
—¡Tienes que entender! ¡No es solo dinero para mí! —Ahora estoy
frenética, gritándole, temblando, deseando poder alcanzarla—. Estoy
arruinada, Jack. Estoy completamente arruinada y mantengo
financieramente a mi madre, y mi alquiler estaba subiendo y…
—Tonterías —interrumpe Jack—. Esa excusa es una puta mierda.
No me ocultaste la verdad por el dinero.
332
—¡Yo… yo lo hice!
—No lo hiciste —dice Jack. Las lágrimas se han detenido, y observo
cómo se quita las escotillas de la cara, se guarda el dolor y se convierte
en piedra—. Me mentiste porque siempre tenías un pie fuera de la
puerta, esperando que las cosas se derrumbaran. ¿Alguna vez te has
detenido a preguntarte por qué eras tan jodidamente miserable antes
de esta semana, Ellie?
Ellie, no Elle.
—¡Es porque te haces miserable! ¡Eres una profecía autocumplida!
¡La mierda perpetua, como aparentemente la llamas, es perpetua solo
porque esperas que lo sea! —Ella me señala con un dedo de nuevo—
. ¡Solo fracasas porque asumes que ya lo has hecho! Y me rompiste el
corazón por eso una vez, y ahora me lo estás rompiendo otra vez.
Podría perdonarte por todo lo demás… —Señala a su alrededor, hacia
el aire frío y la nieve blanca y la distancia entre la Caravana y la casa—
. Probablemente podría perdonarte por mentir, pero no puedo
perdonarte por asumir que fracasaríamos.
Se me escapa un sollozo, pero sé que no tengo derecho a ello. Solo
una de nosotras saldrá lastimada en este momento, y no soy yo.
—Sabes, lo jodidamente irónico que es —dice Jack con su voz de
papel de lija demasiado alta—, que necesitas confianza para tener
intimidad física en una relación, pero violaste mi confianza de todas
las formas imaginables.
Se calza las botas en la nieve y se dirige hacia la Caravana.
Sé que esta vez, Jack Kim-Prescott no se aferrará a un cajón con mis
cosas.

333
Capítulo 28
Domingo, 25 de diciembre de 2022
No debería sorprenderme volver a encontrarme aquí, en este
apartamento. ¿Realmente había creído que había escapado de este
infierno subterráneo? ¿Que merecía ser liberada del olor a basura
vieja que entraba por el aire desde el basurero fuera de la única
ventana? Este lugar, con la alfombra sucia y la mancha de agua en el
techo en la forma distintiva de la cara de Ted Cruz, esto es lo que
merezco. Aquí es donde pertenezco.
—Tu capacidad de autocompasión es verdaderamente notable —
responde Meredith. No soy del todo consciente del hecho de que
estoy pronunciando este monólogo en voz alta hasta que Mere asoma

334
la cabeza por la nevera y me mira—. Y absolutamente deberías
haberte ido. Este lugar es la encarnación física de la depresión.
Lleva guantes de goma amarillos mientras limpia mi refrigerador.
Mi cerebro aún no ha registrado completamente que ella está aquí,
conmigo, en Portland. Que hablaba en serio cuando la llamé llorando
en la nieve fuera de la Caravana en el momento en que Jack se alejó
de mí, y me dijo que estaba comprando un boleto de avión para el
mismo día con su tarjeta de crédito. Meemaw, la única Kim-Prescott
dispuesta a reconocer mi presencia después de todo, me llevó de
regreso a la ciudad y encontré a Meredith en los escalones de mi
entrada esta mañana como el mejor regalo de Navidad posible.
Sin embargo, una mirada a mi apartamento y Meredith parecía
menos interesada en consolar mi corazón roto y más interesada en
blanquear lo que, según ella, es una violación de OSHA13.
—No estoy segura de que estés al tanto de esto —anuncia Meredith
mientras sale de la cocina y se deja caer encima de mis piernas, ya que

13
La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional es una agencia del Departamento de Trabajo
de los Estados Unidos.
no hay otro lugar para sentarse mientras yo estoy abatida en todo el
sofá cama—, pero tu apartamento vino equipado con este artilugio
mágico en el que puedes entrar oliendo a depresión y a sushi de
gasolinera y salir oliendo tan fresca como las margaritas.
—No puedo ducharme —me las arreglo, pero incluso esas dos
palabras se sienten como cuchillos clavados en el borde de mi
garganta—. Muy triste.
Meredith retira el borde del edredón para tener una vista
ininterrumpida de mi cara.
—Al menos podrías cambiarte esta ropa.
Por alguna razón, la idea de quitarme la ropa de ayer se siente como
si finalmente admitiera que todo terminó. Esta es la ropa que usé para
esquiar con Jack, esta es la ropa que me quité en la cabaña de los
Singh, la ropa que me volví a poner después de comer bollos y gravy
juntas. Una nueva ola de lágrimas amenaza con abrumarme ante la
idea de lavarlas. En mi mente, huelen como ella.
—Ellie, vamos. —Ella intenta levantarme—. Puedes llorar tan
fácilmente en la ducha como en este sofá cama. Más fácilmente, en
335
realidad, ya que el agua lo lavará todo.
—Mere, yo… yo no puedo. —Me ahogo con las palabras, me ahogo
con los cuchillos en mi garganta, me ahogo con cada segundo que ha
pasado en las últimas veinticuatro horas—. Lo jodí todo.
—Sí. —Meredith extrae la sílaba—. De alguna manera lo hiciste.
—¡Dios, Meredith! —Me siento en mi nido de Kleenex usados y la
sangre se me sube a la cabeza—. ¡No tienes permitido estar de
acuerdo conmigo! ¡Tú eres quien dijo que sería fácil fingir una
relación por dinero!
—Lo hice —ella está de acuerdo—. Pero creo que también te dije
que dejaras de tener citas falsas con Andrew una vez que las cosas se
complicaron con Jack.
Tiro el edredón sobre mi cabeza.
—¡Nunca hubiera seguido el plan de Andrew si no fuera por ti!
—Es bueno ver que estás aprendiendo de tus errores y siendo
dueña de tus elecciones como un adulto.
Tiene razón, por supuesto. Siempre la tiene. Pero la angustia es tan
grande dentro de mí, tan debilitante, que anhelo otro lugar para echar
la culpa.
—No puedo creer que haya fracasado tan épicamente —admito.
—Espera. —Meredith deja caer todo su cuerpo sobre el mío—.
¿Qué tiene que ver el fracaso con esto?
Cierro los ojos con fuerza y trato de no imaginarme a Jack
gritándome en la nieve. «Eres una profecía autocumplida».
—Fracasé en ser la prometida falsa de Andrew —le digo desde el
interior de mis sábanas—. Fracasé en conseguir el dinero. Fracasé con
Jack. He perdido a Katherine y a las abuelas…
—Estoy luchando por ver cómo algo de eso es un fracaso. Se fue a
la mierda, claro, pero no es un fracaso.
—No lo ves —le espeto—. ¡Nunca has fracasado en nada en la vida!
Meredith vuelve a rasgar la manta.
336
—¿De dónde diablos sacaste esa idea? ¡Todos fracasan!
—¡Tú no! ¡Mírate! Es Navidad, acabas de cruzar el país en un vuelo
de última hora y tus apuntes de estudio siguen por toda mi casa. —
Hago un gesto salvajemente hacia las pilas de blocs de notas legales
amarillos y libros de texto que ya ha descargado.
—¡Sí, estoy estudiando! —me grita—. ¡Porque reprobé el examen
de abogacía!
Toso burlonamente.
—No reprobaste abogacía. La prueba es en febrero. Aún no la has
tomado.
—La tomé en julio —corrige Meredith—. La tomé sin decírtelo y
fracasé.
Observo el rostro sonrojado de mi mejor amiga.
—¿Tú… tú qué? Espera. ¿Por qué?
Meredith respira lenta y deliberadamente, junta sus rizos rojos en
una pila en la parte superior de su cabeza y los mantiene en su lugar
usando el coletero en su muñeca. Su rostro se ve vulnerable, expuesto.
—Meredith, ¿por qué tomarías el examen sin decírmelo?
—¿Honestamente? —suspira—. Porque tienes algunas ideas
realmente tóxicas sobre el fracaso, y me preocupaba cómo podrías
reaccionar si fallaba la primera vez, lo cual era probable, ya que
muchas personas fallan en abogacía. Y lo hice.
—Yo… tú… —Tropiezo con mi intento de respuesta. Que mi mejor
amiga, esta persona a la que amo con todo mi corazón, con quien
hablo todos los días, experimentó este gran evento de vida y sintió
que no podía contármelo…
—Y realmente no importa si fallo el examen una o dos veces,
mientras siga adelante. Una vez que sea abogada, no me importará
cómo hice realidad ese sueño, pero Ellie, tuviste este sueño por el que
trabajaste tan duro y experimentaste un contratiempo y simplemente
renunciaste.
337
¿Por qué todos siempre hacen todo esto sobre Laika?
—No renuncié. Me despidieron —argumento, tratando de no
pensar en esa conversación con Jack en la cabaña de los Singh. Tenía
un plan de diez años elaborado neuróticamente del que me negaba a
desviarme. Y cuando las cosas se pusieron difíciles, no pude hacer
frente a cambiar el plan. Entonces, simplemente me di por vencida en
su lugar. Me despidieron de Laika y me alejé del arte por completo.
Tal vez porque la mayoría de las cosas se habían ido de mi vida, y tal
vez porque quería ser yo quien se fuera primero.
Me golpea, el peso de este secreto que Meredith me ocultó.
—Mierda —murmuro, las lágrimas se acumulan en la parte
posterior de mis ojos—. He sido una mala amiga para ti.
—No has sido una mala amiga —me tranquiliza Meredith con su
voz que no es de abogada, la suave que usa cuando estoy siendo
especialmente patética—. Todos tenemos temporadas de necesitar y
temporadas de dar.
—Pero he estado en mi temporada de necesitar tanto tiempo que
sentiste que no podías venir a mí con algo realmente grande e
importante. He fracasado terriblemente en ser tu mejor amiga.
—¡Jesús! —Meredith estalla, regresando a la ira y la frustración—.
¿Estás escuchando en absoluto? ¡No puedes fracasar en la amistad! Y
el fracaso, el fracaso real, es parte de la vida. ¿Recuerdas cuando
obtuve esa D+ en el período de otoño de pre-cálculo del primer año?
—Meredith pregunta lentamente—. ¿Y el profesor me dijo que solo
me dio la D+ porque sentía pena por mí y no quería darme una F?
Sinceramente, no recuerdo eso en absoluto. No puedo imaginar a
la chica audaz y segura de sí misma vertiendo lejía en una botella de
champú sobre su novio infiel obteniendo alguna vez una D+. Y no
puedo imaginar que nadie sienta lástima por ella.
—Y no importa una mierda —continúa Meredith—, porque nunca
he necesitado usar cálculo.
Todavía estoy llorando. Meredith todavía está envuelta en mi
338
cuerpo como una manta pesada.
—Y lo entiendo, Ellie —dice Meredith, gentil y persuasiva de
nuevo—. Tienes padres que son un montón de mierda. Linds y Jed
apestan, y pensaste que ser perfecta y nunca fallar era la única manera
de evitar convertirte en ellos. Pero tu trauma es algo que te sucedió;
no es quien eres. Es hora hacer terapia de conversación para que
puedas superarlo y que deje de controlar toda tu vida.
Bufo una carcajada y sale un poco de moco. Meredith toma un
pañuelo y limpia mis mocos, y si eso no es amor, no estoy segura de
qué es.
—Jed y Linds no te aman —dice Meredith sin rodeos, cortándome
las rodillas emocionales—. Pero eso no significa que tengas que ser
perfecta para merecer amor.
El caso es que yo soñaba con alguien que siempre me elegiría por
encima de todo. Había romance en ese sueño, seguro. Quería a
alguien que viera todos mis defectos y aun así se inclinara y me dijera
que soy hermosa. Quería a alguien que tomara mi mano en público y
sostuviera el resto de mí en privado, un cuerpo cálido en mi cama,
una presencia constante en mi vida.
Quería a alguien que viera todo mi desorden —todos los
sentimientos y el perfeccionismo y el deseo de control y la forma de
mi corazón y el dolor de mis sueños, mi hambre salvaje e imperfecta
y el miedo que me impide sentirme plena— y no se asustara ni se
apagara. Alguien que me besaría de todos modos.
Entonces sí. Fue un delirio romántico. Pero debajo del deseo de ser
apreciada estaba el siempre presente repiqueteo de mi deseo de ser
elegida. Quería a alguien que me eligiera para ser su familia. Creía
que en algún lugar por ahí estaba la persona que querría pasar todas
las vacaciones conmigo. La persona que me elegiría como su pareja
para cada dúo, la persona que siempre se preocuparía por lo que tenía
que decir, que me sacaría del sofá y me llevaría al mundo. La persona
lo suficientemente paciente como para generar confianza y conexión
conmigo primero; la persona que notaría cuando me duele y aún así
nunca calcularía el costo de amarme. A pesar de todo mi cinismo,
339
tenía que creer que esa persona existía.
Y la Navidad pasada pensé que la magia de la nieve me la había
entregado. Y cuando vi a Claire parada frente a la Caravana, lo tomé
como una prueba de que mi creencia era infantil e ingenua. Mis
propios padres no me habían amado lo suficiente como para
quedarse. ¿Por qué pensé que alguien más lo haría?
—¿Estás segura de que no puedo culpar a mis padres por hacerme
creer que soy desagradable?
—Eso es lo contrario de lo que estoy diciendo —Mera
inexpresiva—. Tienes personas en tu vida que ya te aman. Gente que
gastó mil dólares en un boleto de avión en Nochebuena, por cierto —
espeta. Porque Meredith, Meredith me ama lo suficiente como para
quedarse, incluso cuando lo jodo todo por completo.
»Dejar que la gente vea tus imperfecciones no es un fracaso —dice
Meredith—. Es la vulnerabilidad.
Vuelvo a resoplar.
—Brutal.
Meredith estalla en carcajadas. Es una risa gloriosa, como un
ladrido, como el sonido de un bulldog francés que lucha por respirar,
y me hace reír a mí también, aunque todo es una completa mierda.
Perdí a Jack, y perdí el dinero, y todo lo que tengo ahora es este
terrible apartamento.
De hecho, seré desalojada de este apartamento en una semana.
—Ellie. —Mere se acerca y me toca la mejilla—. Tienes que dejar de
permitir que tu miedo al fracaso te impida dejar entrar a la gente.
—Eso no es lo que…
Estoy dispuesta a discutir con ella, a decirle que no es mi miedo al
fracaso lo que me hizo perder a Jack dos veces. Excepto…
Excepto que tal vez lo fue. Jack dijo que no le dije la verdad sobre

340
el dinero porque estaba convencida de que íbamos a fracasar, y tal
vez ella tenía razón. Hace exactamente un año, hui de la Caravana de
Jack antes de que tuviera la oportunidad de explicarme a Claire.
Pero no necesitaba una explicación. Claire confirmó lo que ya
sospechaba: que Jack y yo no estábamos destinadas a durar. Me
convencí de que nunca podríamos tener nada más que un día perfecto
juntas porque estaba aterrorizada de lo que podría pasar entre
nosotras cuando las cosas dejaran de ser perfectas. No podía imaginar
un mundo en el que Jack pudiera elegirme después de que la nieve se
derritiera.
Claire apareció y me dio una razón para irme antes de que Jack
pudiera dejarme. Y mi supervisor me despidió de Laika después de
que ya me sentía como un fracaso. Y no le dije a Jack la verdad sobre
el dinero porque asumí que Butch Oven fracasaría antes de que se
abriera. No le dije la verdad sobre el compromiso porque supuse que
fracasaríamos. Como una jodida profecía autocumplida.
—He estado tan jodidamente asustada —digo en voz alta.
—Sí —dice Meredith con un breve movimiento de cabeza. Me está
rompiendo un poco las costillas, pero me ayuda a sentir que el mundo
no se está desmoronando por completo.
—Dejo que el miedo gobierne toda mi vida. —Tomo una
respiración profunda y trato de contenerla en mis pulmones, trato de
presionarla en el doloroso agujero dentro de mí. El agujero que no
puede ser llenado por otra persona; solo puede ser llenado por mí—.
No quiero dejar que el miedo me controle nunca más.
—Buena conclusión.
Empujo a Meredith. Pienso en Jack gritándome en la nieve. Pienso
en Jack en la Caravana, negándose a soltar mi cintura.
—Pero yo… yo no sé cómo hacer eso. No sé cómo seguir adelante.
Meredith me mira.
—Podrías empezar por ducharte.

341
Capítulo 29
Lunes, 26 de diciembre de 2022
—Aquí hay un dormitorio por ochocientos al mes más los servicios
públicos de algo llamado Killingsworth, pero dice que los signos de
agua no son bienvenidos. —Meredith entrecierra los ojos para ver el
anuncio de Craigslist en la pantalla de su computadora portátil y
luego lo tira rápidamente sobre el sofá cama entre nosotras,
indignada—. Esa es una práctica de alquiler poco ética, y estos
imbéciles que buscan la armonía tienen suerte de que no me sienta
particularmente litigiosa en este momento.
—Mere —le digo, mirando el bloc de notas amarillo donde ha
creado una lista muy corta de condiciones de vivienda adecuadas. Es

342
una lista de dos lugares. Dos—. Necesito pedirle a Greg que me
acepte de regreso en Roastlandia.
—No lo harás, y no lo harás, y no volveremos a tener esta discusión.
Muevo mi mano hacia la pantalla del portátil.
—Incluso si le alquilan a un Piscis, no puedo pagar ochocientos al
mes más los servicios públicos. No puedo pagar la cena. Seamos
realistas: sin el dinero de Andrew, necesito conseguir un trabajo y
volver a Roastlandia es lo más fácil.
Meredith sacude la cabeza con tanta saña que el lápiz sale volando
de su moño y los rizos rojos se derraman por todas partes.
—Estamos tratando de avanzar. Roastlandia es un paso gigante
hacia atrás.
—Estoy avanzando. Me he duchado. Me he puesto un sostén de
verdad. —Hago un gesto hacia mi cabello húmedo y mis pechos
completamente sostenidos a su vez—. Está avanzando.
Meredith me permitió un solo día para deprimirme y llorar y
holgazanear en mi propia inmundicia por haber perdido a Jack.
Luego, esta mañana, se puso en modo de resolución de problemas
por completo, pateándome las espinillas hasta que acepté lavarme y
buscar nuevos arreglos de vivienda antes de que me desalojen de este
apartamento de pesadilla. Y se siente bien: concentrarme en el camino
a seguir en lugar de detenerme en todas las cosas que hice mal. En
lugar de preguntarme si los Kim-Prescott todavía están en la cabaña,
si Andrew y Dylan están juntos, si Jack está bien, si he hecho que ella
se retraiga más profundamente en su caparazón de aluminio…
—Mira, ¿sería más fácil caer en tus viejos patrones y regresar a
Roastlandia? —Meredith pregunta con su voz de abogada—. Sí, por
supuesto. Pero, ¿sería más saludable? ¿Especialmente cuando hay un
correo electrónico de una editora esperando que le respondas…?
Comienzo a acurrucarme en posición fetal en mi extremo del sofá
cama, luego me detengo. No fetal
—Yo… eso es… no es relevante. Necesito dinero ahora.
—Pero vas a responder el correo electrónico, ¿verdad?
—Yo… no sé, Mere —le digo con sinceridad, porque parte de
seguir adelante es ser honesta, siempre. Incluso cuando es difícil—.
343
Ella quiere publicar el cómic que literal reveló el acuerdo entre
Andrew y yo a toda su familia, y no sé cómo podría terminar de
escribir El arreglo, y mucho menos compartirlo con el mundo. Y… —
Incluso cuando es difícil—. Drawn2 era el único lugar donde podía
hacer arte solo para mí. Era el único lugar donde no tenía que ser
perfecto, donde podía ser simplemente un desordenado trabajo en
progreso. ¿Qué pasa si convertir esos cómics en una novela gráfica es
más de lo que puedo manejar emocionalmente? ¿Qué pasa si se
vuelve como la animación, y lo hago por las razones equivocadas?
¿Qué pasa si vuelvo a ser un monstruo perfeccionista? ¿Qué pasa si…
qué pasa si empiezo a odiarlo?
Meredith chasquea la lengua.
—Me parece que te estás preparando para el fracaso antes de que
vuelva a suceder.
No tengo tiempo para sentarme con eso antes de que mi teléfono
comience a vibrar en la mesa de café frente a mí. Mi corazón se
dispara en mi pecho con esperanza, porque tal vez, tal vez, es ella.
No es.
—Hola mamá.
—¿Qué es eso de que tu compromiso fue cancelado? —pregunta mi
madre sin saludo ni pretensión, solo un chillido de pterodáctilo
desaprobatorio en mi oído.
—¿Cómo te enteraste de eso?
—¡Está en su Instagram! ¿Una foto de él con otra persona y una
leyenda sobre cómo ustedes dos terminaron las cosas en «términos
amistosos»? —Le lanzo una mirada a Meredith a través del sofá cama,
pero Linds está gritando tan fuerte que Meredith ya está abriendo el
Instagram de Andrew en su computadora portátil. Justo allí, en la
parte superior de su cuadrícula impecablemente seleccionada, hay
una foto de él y Dylan sentados uno al lado del otro debajo del
desordenado árbol de Navidad que decoraron juntos. Siento una
breve burbuja de alegría en mi pecho al verlos juntos. Al menos
344
alguien consiguió su final feliz.
Linds suena muy irritada y ligeramente borracha cuando vuelvo
mi atención a ella.
—¿Te dejó por otra persona?
—Sí —suspiro, incapaz y sin ganas de explicar más allá de eso.
—¿Qué hiciste? —exige Linds—. ¿Cómo arruinaste esto?
—Yo… yo no lo hice —digo—. Estaba enamorado de otra persona.
—¡Tráelo de vuelta! —mi madre me grita al oído—. ¡Tienes que
recuperarlo! ¡Era perfecto! ¡Era rico! ¡Tienes que arreglar las cosas con
él!
—No hay nada que arreglar.
—¡Dile que estás embarazada! Eso me ha funcionado antes.
Las náuseas se apoderan de mi estómago.
—No voy a hacer eso, mamá. —Al otro lado del sofá cama,
Meredith hace la pantomima de un movimiento de estrangulamiento.
—Entonces ruega. ¡Pídele que regresen! Haz lo que sea necesario.
Nunca encontraras a alguien mejor que un hombre como Andrew.
Me pellizco el puente de la nariz, cierro los ojos y trato de fingir que
mi propia madre no me acaba de decir esas palabras.
—Soy tu hija —chillo en el teléfono—. ¿No deberías pensar que
merezco algo mejor que un hombre que no me ama?
—No seas ingenua, Elena.
—Y ayer fue Navidad. —Linds emite un audible jadeo de
confusión—. Era Navidad —aclaro—, y no me llamaste.
—Yo… —Ella se aclara la garganta—. No quería molestarte, cariño.
Pensé que estabas con la familia de Andrew.
—Era Navidad. No me hubiera molestado recibir una llamada

345
telefónica de mi mamá.
—Estoy segura de que tu padre tampoco llamó —espeta ella.
—No. —Suspiro de nuevo—. Él no lo hizo. Pero ese no es realmente
el punto.
—Podrías haberme llamado también, ¿sabes? Esto funciona en
ambos sentidos.
—Podría haberlo hecho —concedo. Meredith parece lista para
saltar, lista para arrancarme el teléfono de las manos si me atrevo a
disculparme. Pero no voy a disculparme con mi mamá—. Pero yo soy
la hija y tú eres la madre, y hubiera sido bueno que llamaras.
—Estoy llamando ahora, ¿no?
—Lo estás —digo con calma—. Pero si llamas por dinero, debo
decirte que ya no te enviaré dinero.
Meredith salta del sofá cama y lanza un puño triunfante al aire.
—Cariño…
Adelante, reflexiono. No hacia atrás.
—Ya no estoy interesada en esta dinámica de relación actual —
digo, pensando en Katherine y su horario plastificado. Pensando en
Meredith y el boleto de avión de mil dólares que la trajo aquí.
Pensando en Andrew, que renunció a todo por su hermana, incluso
si fue un error—. Si decides que estás interesada en tener una relación
real de madre e hija, me encantaría trabajar juntas en eso. Pero si solo
me vas a llamar cuando necesites dinero, dejaré de responder.
El baile de la victoria de Meredith en medio de mi sala de estar
adquiere una interesante cualidad giratoria, y siento…
La llamada se desconecta. La pantalla de mi teléfono se oscurece.
Lo miro fijamente por un segundo, pensando que debe ser un error.
Se cortó la llamada. Ella va a volver a llamar. Mi madre va a llamar
de vuelta. Se disculpará, escuchará, lo intentará.
Meredith detiene su empuje pélvico.
—Espera, ¿qué pasó?
—Ella colgó —le digo, mirando con desgana mi teléfono.
La llamada no se cortó. Establezco nuevos límites y mi madre no 346
está interesada en seguirlos.
—Mierda. —Meredith se desinfla—. Esa patética maldita excusa de
donante de óvulos. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Siento…
¿Cómo me siento? Acabo de perder a mi madre. En una
conversación telefónica de cinco minutos, perdí al único familiar que
tengo, quemé ese puente, así que ahora es solo una marca de
quemadura en mi corazón. Espero que los sentimientos de dolor me
superen como lo hicieron en la nieve cuando perdí a Jack y al resto de
los Kim-Prescott.
—Me siento… aliviada —digo finalmente. Honestidad, incluso
cuando es difícil—. Mi mamá apesta, ¿no?
—Tu madre apesta más de todas las personas que apesta que no
son criminales de guerra o senadores republicanos.
Salto del sofá cama. Siento un zumbido en mis extremidades, pero
no es pánico, ni ansiedad. Es otra cosa. Algo mejor.
—Me siento bien.
—Mierda, sí. —Meredith golpea el aire de nuevo—. ¡Le dijiste a
Linds dónde puede metérselo!
—¡Sí! —digo. Adelante, no atrás—. ¡Sí!
—¡Esto requiere una fiesta de baile de celebración! —Meredith grita
mientras toma su teléfono y abre su aplicación Spotify. De alguna
manera, de todas las canciones que posiblemente podrían aparecer en
la lista de reproducción de Estudiar para abogacía de Meredith (Bach
y los Beatles y mucho de Billy Joel), la siguiente es la versión de Celine
Dion de It's All Coming Back to Me. Y enseguida me echo a llorar.
—Mierda. Mierda. Ellie, ¿por qué lloras?
—No estoy llorando —discuto mientras trato de apartar las
lágrimas, pero vienen tan rápido que solo estoy empujando la
humedad, hasta que parece que estoy en un comercial de lavado de
cara. 347
—Puedo ver tu cara. Estás sollozando. —Suena el timbre de mi
apartamento, distrayendo temporalmente a Meredith de mi fiesta de
llanto mientras tropieza los tres metros hasta la puerta. Cuando la
abra, espero ver a mi arrendador recordándome el próximo aumento
en el alquiler. En cambio, Ari Ocampo está de pie en mi pórtico con
una parka de arcoíris y un par de botas blancas de piel sintética hasta
los muslos, sosteniendo una manga pastelera de Roastlandia.
—¡Ellie! —dice, pavoneándose entra sin invitación—. Vi la
publicación de Andrew en Instagram y vine enseguida. Te traje unos
muffins de salvado sin gluten.
—Tiene el corazón roto, no está estreñida —dice Meredith.
Ari la mira.
—¿Y quién eres tú?
Meredith parece legítimamente ofendida.
—Meredith. La mejor amiga de Ellie. ¿Quién eres tú?
—Soy la otra mejor amiga de Ellie —responde Ari—. Puede que no
me reclame como tal, pero estaría equivocada.
Ellie todavía está de pie en medio de la habitación con lágrimas
corriendo por su rostro.
—¿Puede alguien apagar esta canción? —Me las arreglo a través de
una burbuja de moco en mi garganta. Un día de estos dejaré de llorar
feo frente a las únicas personas que pueden tolerarme, pero ese día
no es hoy.
Meredith apaga la canción y Ari me entrega la bolsa de muffins.
—¿Él te engañó? Ese apuesto hijo de puta que usa Gucci.
—No estoy desconsolada por Andrew. —Mi labio tiembla—. Estoy
desconsolada por lo de Jack.
Ari le lanza a Meredith una mirada inquisitiva.
—La relación de Andrew y Ellie era falsa, solo se iban a casar para
que él pudiera acceder a su herencia, y Ellie está enamorada de su
hermana —explica Meredith, de la manera más sucinta y sin
348
emociones posible.
Para su crédito, Ari ni siquiera se inmuta ante este giro de la trama.
—Oh, Ellie, lo siento mucho. —Ella mira a su alrededor—. Greg me
dio la dirección y tengo algunas preguntas.
—Sí, lo sé —lloriqueo—. Vivo en una choza horrible.
—¿Pensé que te iban a desalojar de este apartamento?
—Sí. Simplemente no he encontrado un nuevo lugar para vivir
todavía.
—¡Eso es perfecto! —Ari se deja caer en el sofá cama, sintiéndose
como en casa entre mi almohadilla térmica y mi frazada pesada.
—¿Cómo es eso perfecto? —Meredith abogada pregunta con una
mirada.
—Ellie va a venir a vivir conmigo —responde Ari.
—¿Voy? —Me limpio los mocos con el brazo—. ¿No vives con otras
cuatro personas?
Ella asiente.
—Sí, pero es una casa grande.
—¿Con un… armario extra? —pregunto, recordando su oferta
original. La oferta estaba demasiado llena de autocompasión para
considerar seriamente el contrato de la noche de la servilleta.
—Definitivamente es del tamaño de un armario, pero tiene una
pequeña ventana. Y no te cobraríamos mucho de alquiler, ya que no
es un dormitorio. Pero no te preocupes, hay un montón de espacio
común en la planta baja, y una de las compañeras de casa, Ruby, es
psíquica y hace lecturas de tarot gratuitas a cambio de limpiar el baño.
Y creo que te encantará Winslow: es trans como yo y un artista como
tú, así que espero que no te importe que tenga lienzos en la sala de
estar todo el tiempo. Pinta principalmente hombres desnudos como
parte de su serie « Reclamar a los hombres homosexuales…» ¿Te
relajas con la desnudez en tus espacios de vida?
—Realmente no estoy tranquila para nada —le digo, y Ari asiente
349
astutamente como si entendiera.
Hace dos semanas, la sola idea de mudarme con Ari y otras cuatro
personas hubiera requerido una hibernación de tres horas bajo mi
manta pesada. Pero ahora, pienso en la presencia tranquilizadora de
Lovey y el olor de su hierba cara; la energía efervescente de Meemaw;
las neurosis de Katherine y la amistad de Andrew. Tal vez no sería
tan terrible estar rodeado de un grupo de hipsters ruidosos y caóticos
de Portland.
—Claro —digo, levantando mis brazos en señal de resignación—.
Alquilaré tu armario.
Los ojos ahumados de Ari se agrandan.
—Espera, ¿en serio? ¿Vas a…?
Meredith ladea las caderas.
—Espera. ¿Vas a…?
—Adelante —digo—. No atrás.

350
Capítulo 30
Viernes, 30 de diciembre de 2022
—Está bien, entonces cuando dijiste armario adyacente, querías
decir…
—Es un poco estrecho —admite Ari. Dado que Ari, Meredith y yo
apenas cabemos en mi nueva habitación, esta admisión se siente
como un eufemismo—. Pero si Ikea puede crear un apartamento
completo en menos de treinta metros cuadrados, seguramente
podemos hacer que esto funcione para dormir.
Meredith deja mi única caja de cosas.
—Eso es todo. Ese es todo el espacio del piso, ocupado por una sola
caja. Menos mal que eres pobre y tienes muy poco.
—Cualquier cosa es mejor que la cámara de depresión en la que
vivías antes —dice Ari. Y nadie discute con ella allí.
351
Entonces, me mudo a mi nuevo armario.
Ari vive en una gran casa cuadrada en un lote de esquina con un
gran porche delantero, una bandera del orgullo sobre la puerta y un
cartel que dice «Bienvenido a Brideshead» (porque uno de los
compañeros de casa, Bobbie, es profesor de inglés en Lewis and Clark).
Hay un patio trasero con camas de jardín elevadas y un pozo de fuego
y todas las abejas de Ari, y dentro de la casa hay un hogar. Un espacio
acogedor y habitado, con paredes de libros y pinturas de desnudos
de Winslow y los suministros para el negocio de la miel de Ari y un
vivero de plantas, todo atendido por alguien llamado Gardenia, que
tiene al menos la mitad de la planta.
Todos los compañeros de casa son queer, la mayoría son artistas, y
ya me han limpiado un estante en la nevera.
Meredith me ayuda a pintar mi armario de verde menta, me ayuda
a convertir mi colchón doble en el piso en un espacio de descanso
elegante, luego me sienta en dicho colchón, abre mi correo electrónico
y me obliga a escribir una respuesta a la editora que se comunicó por
mis webcomics.
Cada palabra parece imposible de escribir, por lo que Meredith
decide torturarme interpretando a Rebecca Black en repetición,
negándose a apagarlo hasta que termine de redactar el correo
electrónico. Y milagrosamente, en algún lugar alrededor de la sexta
repetición de «Viernes» empiezo a recordar la forma en que solía
sentir crear arte sola en mi habitación cuando era niña. Recuerdo la
alegría que solía sentir antes de dejar que los elogios de otras personas
definieran el valor de lo que producía. Recuerdo la forma en que Jack
se veía horneando galletas navideñas, como si las recetas estuvieran
escritas en sus huesos, como si hornear fuera una extensión de su
corazón, como si no pudiera dejar de hacer lo que más ama.
Pienso en el agujero dentro de mí y en lo que va a llenarlo, y la
respuesta se vuelve un poco más fácil una vez que sé lo que tengo que
decir.
352
En la víspera de Año Nuevo, Meredith vuela de regreso a Chicago.
Nos paramos en la zona de salidas fuera de PDX durante mucho
tiempo, con los brazos apretados una alrededor de la otra. Meredith,
que es cómicamente bajita, encaja muy bien debajo de mi barbilla.
—Iré a visitarte —le prometo—. Después de que tomes la prueba,
volaré a verte y estaremos de fiesta durante tres días seguidos.
—Por «fiesta», te refieres a comer Sour Punch Bites, beber sidra
fuerte y volver a ver Gilmore Girls, ¿verdad?
—Obviamente.
—¿Ya has tenido noticias de la editora?
—Lo prometo, en el momento en que sepa algo, serás la primera
persona a la que se lo diga.
Meredith entrecierra un ojo hacia mí.
—¿Antes de que le digas a Ari?
—Antes de decírselo a Ari, lo juro.
Satisfecha de saber que ella es mi verdadera mejor amiga, Meredith
ajusta su bolso de mano sobre su hombro izquierdo.
—¿Qué vas a hacer con Jack?
Gimo Jack. Había pasado siete minutos enteros sin pensar en ella
(un récord personal), pero ahora estoy pensando en ella otra vez fuera
de PDX. Estoy pensando en cómo cuando envié ese correo electrónico
a la editora, ella fue la primera persona a la que quise contárselo.
Íbamos a celebrar juntas.
—No sé qué hacer con Jack. ¿Nada? No hay nada que pueda hacer,
¿verdad?
Meredith levanta la mano para darme una palmadita no tan suave
en la cara.
—Avísame cuando lo averigües.
Estoy bastante segura de que no hay nada que averiguar. Arruiné
353
las cosas con Jack sin posibilidad de reparación. Una Navidad, la
eclipsé. La siguiente Navidad, me comprometí falsamente con su
hermano, le mentí al respecto y me acosté con ella de todos modos.
No es el tipo de cosas de las que vuelves.
Ni siquiera tengo ningún medio para ponerme en contacto con
Jack. Nunca intercambiamos números, y ella no está en las redes
sociales. Y si me acercara, ¿qué diría?
¿Lo siento?
Ella no quería escuchar eso en Nochebuena, y no puedo imaginar
que quiera escucharlo ahora. No, cualquier intento de llegar a este
punto sería egoísta, al servicio de mis propias necesidades, aliviando
mi propia culpa.
Así que no trato de acercarme. Consigo un trabajo en una tienda de
suministros de arte, a tiempo parcial por ahora mientras termino la
nueva serie de webcomic en la que estoy trabajando. Hago una cena
estilo familiar con los compañeros de casa de Brideshead. Voy a
almorzar con Ari y sus increíbles amigos los fines de semana. Voy a
las exposiciones de arte de Winslow. Calculo mi seguro de salud
estatal para poder encontrar un terapeuta que no sea horrible, pero
solo porque Ari y Gardenia se sientan en mis piernas y tocan temas
profundos de las Pussycat Dolls hasta que finalmente completo la
solicitud. Aparentemente, este es un método efectivo para
descongelarme.
Entonces hago una cita de admisión con un terapeuta que no
apesta. No hace falta Nicole Scherzinger. Todos los compañeros de
casa de Brideshead están en terapia, y todos se refieren a sus
terapeutas por su nombre de pila y hablan de ellos en conversaciones
informales. Es raro, pero en el buen sentido.
Cuando recibo una respuesta de la editora, Meredith es la primera
persona a la que se lo digo. Pero luego le digo a Ari, le digo a
Winslow, Bobbie, Ruby y Gardenia, y me invitan a tomar cócteles del
tamaño de mi cara en el Bye and Bye para celebrar el comienzo de algo
nuevo.
Pasa un mes, los días grises se vuelven más grises, y cada noche,
354
mientras me duermo, trato de no pensar en la mujer que podría hacer
que un mundo gris se sienta vibrante.
Pienso en ella todas las noches mientras me duermo.

—Tienes una visita —anuncia Ari un viernes por la noche,


asomando la cabeza por la puerta abierta de mi armario. Tengo mi
iPad en mi regazo y estoy trabajando en una comisión de fanart para
dos personajes en un libro queer que no he leído. También comencé a
hacer encargos nuevamente, como un trabajo adicional hasta que
reciba mi primer cheque para la nueva novela gráfica. Incluso si son
solo cincuenta dólares por un solo personaje y setenta y cinco por dos,
se siente bien crear este tipo de alegría nuevamente.
—¿Qué tipo de visitante? —pregunto sin levantar la vista de mi
boceto lineal.
—Una copia falsa de la persona que desearías que fuera.
—Gracias por eso —gruñe una voz masculina, y me levanto de
golpe para ver la cabeza de Andrew Kim-Prescott flotando sobre la
de Ari en la puerta—. Eh, hola, Oliver.
Empujo el iPad fuera de mi regazo.
—Hola. Andrew. —No tengo nada mejor que decir, así que digo
«Hola» nuevamente.
—¿Puedo traerte algo? —Ari ofrece—. Creo que Winslow tiene
algo de polvo de matcha.
Andrew niega con la cabeza y Ari nos deja hablar. Andrew intenta
dar un paso hacia mi habitación, pero sus mocasines golpean
inmediatamente el borde de mi colchón. Señalo el pequeño cubículo
que Ari me ayudó a montar en la pared.
—Los zapatos van allí.

355
Se quita los zapatos, los mete en el cubículo y luego se arrodilla
para poder meterse torpemente en mi cama.
—Guau. Esto es genial. —Andrew hace un gesto hacia las luces de
arcoíris que colgué alrededor del techo, las cortinas que enmarcan la
única ventana, las impresiones de mi propio arte en las paredes de mi
pequeño dormitorio con armario—. Has hecho mucho con, um…
muy poco.
—¿Cómo supiste dónde vivo? —pregunto mientras hago espacio
para su gran cuerpo. Se mueve hasta que está con las piernas cruzadas
frente a mí en un traje de Armani.
—Greg —responde Andrew—. Le diste esta dirección para enviar
tu cheque de pago final.
—¿Y te regaló mi dirección? Idiota.
—Yo también fui… tal vez… un poco idiota. —Andrew se pellizca
el puente de la nariz y ese gesto me llena de un potente cóctel de
afecto y angustia—. Ha pasado un mes. Debería haberme acercado.
Te arrastré a una situación ridícula, nos metí a los dos en una
situación que estaba muy por encima de nuestras cabezas, y cuando
estalló, yo simplemente… te dejé. Sentí tanta vergüenza y culpa por
la forma en que mi familia te culpó, y tenía miedo de que si volvía a
contactarte, estarías furiosa conmigo, y lo siento mucho, Ellie.
No sabía que necesitaba una disculpa de Andrew hasta que entró
en mi armario ofreciéndome una. No es porque haya estado
albergando ira hacia él. Más que nada, estoy herida. Andrew y yo
éramos prácticamente extraños cuando acordamos convertirnos en
cónyuges, pero en el transcurso de nuestro corto tiempo juntos, pensé
que nos convertiríamos en algo más cercano a los amigos, y no tengo
muchos de esos. Luego, cuando todo se derrumbó y Andrew me
eclipsó, envió un mensaje bastante claro: nuestra relación siempre fue
una transacción comercial, y sin el dinero, ya no le servía.
—No estoy furiosa —le digo finalmente, y veo cómo se le
desenrollan los hombros desde arriba, junto a las orejas—. Solo un
poco herida. Si estoy siendo honesta. —Honesta, incluso cuando es
difícil—. Te extrañé.
Andrew arquea una sedosa ceja negra y me lanza una mirada
seductora.
356
—Oh, me extrañaste, ¿verdad?
Le pateo, fuerte, en las espinillas.
—¿Qué sucedió? ¿Con tu familia? ¿Después de que me fui? ¿Tu
hermana… te ha perdonado?
Andrew me da una sonrisa torcida, como si supiera lo preocupada
que estoy por escuchar la respuesta.
—Por supuesto que me perdonó. Somos familia. Jack estuvo
furiosa durante, como, dos días, y luego lo hablamos y todo está bien.
El resto de la familia también está bien.
Dice todo esto tan fácilmente, sin los bordes borrosos del trauma o
el dolor. Ojalá así fueran las cosas con Linds.
—No he hablado con mi propia madre en un mes —le digo—. Traté
de crear límites más saludables para nuestra relación y mi mamá no
estaba interesada.
Andrew extiende la mano y agarra mi pie calcetín, lo sacude.
—Que se joda —dice en una perfecta imitación de Meemaw—. Ella
no te merece ni a ti ni a tus límites saludables, y tampoco mi papá. En
realidad, no se tomó las cosas muy bien. Mi papá, él… él me despidió.
Estudio la expresión neutral de Andrew, esperando el final de esta
broma.
—¿Espera? ¿Tu papá te despidió? ¿De Inversiones Prescott?
—Sí, entonces, eh… mi mamá lo dejó —comienza Andrew,
haciendo una mueca—. Supongo que ella en realidad no sabía sobre
el apartamento de su novia de veintitrés años, y mi padre me culpó
por decírselo, así que estoy fuera.
—Guau. Que se jodan de verdad. Lo siento mucho.
De alguna manera se las arregla para inclinarse casualmente
mientras está sentado con las piernas cruzadas en una cama.
357
—No, está bien. Fui a Stanford. Tengo esta cara… —Hace un gesto
hacia la cara en cuestión con el movimiento de su muñeca. Como era
de esperar, sigue siendo una cara magnífica—. Recibí como diez
ofertas de trabajo en una semana y acabo de aceptar un nuevo puesto
en un fondo de cobertura aquí en Portland.
—¿Un fondo de cobertura? ¿Significa esto que tú y Dylan no están
juntos? Porque no hay forma de que te deje trabajar para un fondo de
cobertura.
Andrew baja la cabeza y, por primera vez desde que lo conozco,
observo que sus mejillas se sonrojan.
—¿Qué puedo decir? El nuestro es un amor desafortunado.
Lo pateo de nuevo.
—¡Andrew!
—Ay.
—¿Siguen juntos? —Me doy cuenta de que he subido el volumen
de mi voz más allá del nivel apropiado para un armario, pero se siente
justificado—. ¿Están realmente juntos-juntos?
Él asiente, y el rubor se profundiza.
—No lo sé —dice tímidamente—. Supongo que estamos, como,
tratando de hacer esto de verdad, o lo que sea. Yo… yo no tengo
mucha experiencia con, ya sabes…
—¿Sentimientos reales?
Andrew levanta las manos hasta la mitad de su pecho y luego las
deja caer de nuevo.
—No tengo mucha experiencia saliendo con alguien que me
importa, así que estoy petrificado el noventa por ciento del tiempo —
confiesa—. Pero también es bueno. Es muy bueno. Y después de que
finalmente le dije que sí quiero una relación comprometida con elle…
ya sabes, monogamia, matrimonio, hipoteca…
—Toda esa basura vergonzosa.
—Fue como si se hubiera levantado este peso gigante. —Andrew
358
suspira—. Debería haber hecho eso desde el principio, pero Dylan y
yo no podemos cambiar el pasado. Aquí estamos.
Andrew se encoge de hombros de nuevo, y hay una dulzura
inesperada en ello. Pienso en el abrigo Burberry, la gorra, todas las
versiones de Andrew Kim-Prescott que traté de precisar. Pero
Andrew es solo esto: solo una persona desordenada con sentimientos
que no siempre comprende, solo una persona que principalmente
trata de hacer lo mejor que puede.
Puedo sentirlo estudiándome desde el otro lado de la cama
mientras me quito migas de mis pantalones de chándal.
—Te extraña, ¿sabes?
—Dylan no me extraña, a menos que sea porque necesitan un
objetivo humano para sus miradas ceñudas.
—Ceñudo es el lenguaje de amor de Dylan —aclara Andrew—. Te
extrañan, pero me refiero a todos. Las abuelas me preguntan por ti
todo el tiempo. Lovey quiere saber cuándo vas a terminar El Arreglo,
aunque sigo diciéndole que ya sabe cómo termina. Y Meemaw me
dijo la verdad: que sabía que nuestra relación era falsa todo el tiempo,
que sabía sobre Jack y tú. Creo que se culpa un poco a sí misma por
no intervenir. Además, quiere que le devuelvas su traje de nieve.
Ella no puede tenerlo, no lo digo en voz alta. Todavía huele un poco
a Jack.
—Y mi mamá te menciona mucho. Al principio, fue en un contexto
no tan positivo. Como «¿Cómo pudimos dejarnos engañar por esa
charlatana? ¿Y quién cría a su hija para infiltrarse en una familia en
Navidad?» Pero una vez que su ira inicial se disipó, creo que mamá
comenzó a darse cuenta de que no eras tanto una charlatana como
una persona pobre desesperada, y que el punto era que tus padres en
realidad no te criaron. Ahora lo que más le preocupa es que no estés
comiendo bien y se pregunta si sería aceptable dejar recipientes
Tupperware llenos de comida.
Quiero sonreír, imaginándome a Katherine depositando
359
sigilosamente bolsas de compras reutilizables fuera de Brideshead,
pero en cambio estoy conteniendo la respiración, esperando saber si
«todos» la incluyen.
Si Jack alguna vez habla de extrañarme.
Pero Andrew no dice su nombre, y me veo obligada a exhalar mi
decepción. Jack no me extraña. ¿Por qué extrañaría a alguien que no
hizo más que lastimarla y violar su confianza?
Andrew parece ajeno a mi propio dolor mientras mete la mano en
el bolsillo interior de su chaqueta y saca un sobre.
—Yo también te he extrañado. Sé que se suponía que serías mi
esposa, pero comencé a pensar en ti como una hermana y… —
Andrew se estremece—. Espera, ¿eso sonó espeluznante?
—Es la situación lo que se volvió espeluznante, honestamente. Eso
no depende de ti.
Empuja el sobre torpemente hacia mí.
—De todos modos, ya que eres mi casi esposa, una especie de
hermana, me he sentido muy culpable de que hayas pasado por todo
esto y todavía no obtuviste el dinero, así que yo…
—No me importa el dinero —interrumpo—. Quiero decir, por
supuesto que me importa, porque esa cantidad de dinero es la
diferencia entre los burritos congelados de Grocery Outlet y las
verduras frescas de Whole Foods, pero el dinero era solo una tirita. Un
paracaídas dorado que pensé que arreglaría mi vida sin tener que, ya
sabes… arreglar mi vida.
—Bueno, parece que has estado arreglando tu vida, así que… toma
esto.
Lo hago. El sobre es más pesado de lo que esperaba.
—¿Qué es esto?
—No son doscientos mil dólares, así que ajusta tus expectativas. —
Agita las manos—. Solo ábrelo.
Dentro del sobre hay varias hojas de papel caro dobladas
360
cuidadosamente en tres partes. Se abren en abanico, y allí, en la parte
superior, en letras de imprenta oficiales, están escritas las palabras
«Contrato de no matrimonio de Andrew y Ellie». A continuación hay
un párrafo de jerga legal, seguido de estipulaciones enumeradas, las
palabras se difuminan y se mezclan.
—En serio, Andrew, ¿qué es esto?
Se inclina hacia adelante para poder señalar las palabras en la
página.
—Es un contrato que dice que cada vez que me case, si es en dos
años, cinco o cincuenta, tienes derecho al diez por ciento de mi
herencia.
Las páginas se deslizan entre mis dedos.
—¡Andrew! ¡No, no tienes que hacer eso!
—Bueno, no seas demasiado efusiva con tu gratitud. De hecho,
tengo que casarme en algún momento, lo cual es estadísticamente
improbable.
Miro a Andrew, el rubor en su garganta y la sonrisa en su rostro.
Creo que la probabilidad estadística está cambiando.
—¿Estás preparado para darme el diez por ciento de tu herencia sin
importar cuándo te cases…?
—Y además, ni siquiera tienes que ser la persona que se case
conmigo. De nada.
Miro las páginas color crema, este enorme gesto simbólico que me
ha dado.
—¿Cómo se sentirá tu futuro cónyuge si le regalas doscientos mil
dólares a una mujer al azar?
Andrew se encoge de hombros.

361
—Dylan cree firmemente que tienes derecho a ese dinero por lo que
tuviste que soportar.
Levanto una ceja sugerente, y el sonrojo de Andrew se profundiza
cuando se da cuenta de lo que ha dicho.
—No es que crea que Dylan va a ser ese cónyuge. Ya sabes. Un
ejemplo. Una muestra de pareja potencial y su actitud hacia regalar
nuestro dinero.
—¿Un tamaño de muestra de uno?
—Por favor cállate. —Andrew me arrebata los papeles de la mano
y torpemente los vuelve a meter en el sobre—. El punto es que quiero
que tengas este dinero, y entiendo que podrías dudar en tomarlo, y
quiero asegurarte que…
—Oh no, lo tomaré.
Andrew frunce el ceño.
—Sí, no voy a pelear contigo por esto. Vivo en un armario. —Mira
a su alrededor, recordando dónde estamos—. Si alguien con riqueza
generacional me quiere ofrecer un montón de dinero, no lo voy a
rechazar. Simplemente no voy a esperar a que ese dinero comience a
construir la vida que quiero.
—Muy bien. —Andrew me da un breve asentimiento—. ¿Entonces
eso significa que estás volviendo a tu arte? ¿La familia mencionó que
había un editor que tal vez quería publicarte?
—Sí. Sí, eso está algo así como… ¿sucediendo? ¿Quizás? Primero
tuve que firmar con un agente, lo cual hice. Y el editor quería que
adaptara los webcomics originales, pero no se sentía del todo bien,
escribir sobre… ella. Así que estoy tomando las partes que
funcionaron y estoy escribiendo algo nuevo. Algo un poco más…
mágico. Es posible que el editor no lo quiera cuando esté terminado,
pero… —Me encojo de hombros, y me refiero a ese encogimiento de
hombros. Tal vez esto no funcione. Realmente no tengo un plan para
lo que sucederá a continuación.
Andrew me lanza su sonrisa más encantadora y sincera.
—Espero que me dejes leerlo cuando hayas terminado. Me vendría
bien un poco de magia. Hablando de… —Alcanza su bolsillo otra
vez—. Tengo una cosa más para ti.
362
—¿Es un coche? Porque realmente me vendría bien un coche.
Saca una hoja de papel, esta doblada al azar en cuartos. Cuando lo
despliego, veo que es un volante.
BUTCH OVER PRE-APERTURA.
—Andrew…
El papel es brillante, con un fondo morado, las palabras en letra
blanca y con bucles. En el medio de la página hay un horno holandés
de dibujos animados con los colores del arcoíris.
—Andrew… —empiezo de nuevo.
—Sí —dice, como si entendiera que esta hoja de papel brillante vale
más que las páginas dobladas dentro de ese sobre—. Ella realmente
lo está haciendo.
Lágrimas ridículas y sentimentales me pican en la parte posterior
de los ojos.
—Siempre supe que ella podía.
—No lo sabía—admite Andrew en voz baja—. Debería haberlo
sabido, pero no lo supe. Sabes, una noche, hace unas semanas, nos
emborrachamos y ella me contó todo lo que pasó entre ustedes dos.
Me dijo que nunca habría creído que podría hacerlo si no hubieras
creído en ella primero. Nunca pensé que mi hermana podría
mantenerse enfocada en una meta como esta el tiempo suficiente para
lograrla, y sé que eso me convierte en un imbécil.
Dejo el folleto sobre la colcha frente a mí, demasiado abrumada
para mirar la linda fuente y el horno holandés aún más lindo.
—Jack siempre fue capaz de esto. Se pasó toda la vida diciéndose
que era una holgazana y una jodida, y que solo necesitaba…
—¿Alguien que realmente pudiera verla? —Andrew completa,
mirándome deliberadamente—. Ellie, ¿qué pasó entre ustedes dos?
Me muevo hacia atrás contra las almohadas. 363
—Acabas de decir que Jack te contó todo.
—Quiero escucharlo de ti —dice—. Porque, según lo que sé, me
cuesta entender por qué no están juntas en este momento.
—Probablemente porque estaba comprometida falsamente con su
hermano y le mentí al respecto —bromeo.
Andrew no está bromeando. Su tono es completamente serio
cuando me pregunta:
—¿Por qué se separaron Jack y tú?
Cambio de nuevo.
—Porque… porque asumí que siempre estábamos destinadas a
desmoronarnos. Se suponía que Jack y yo nunca nos conoceríamos.
Éramos dos chicas solitarias en busca del mismo libro que se
encontraron en Nochebuena.
Y es difícil no creer que parte de eso estaba predestinado, que no
fue un caos aleatorio lo que nos unió y nos atrapó en la ciudad
durante todo el día. Es difícil no sentir que Jack fue creada
especialmente para mí y yo para ella. Algún ser divino que la
construyó con ángulos duros y tendones duros me construyó con
materiales más suaves, curvas y carne con hoyuelos. Jack es la
estabilidad de mi dominio, y yo soy el control de su caos, pero soy yo
quien nos jodió.
—Me convencí de que alguien como ella nunca podría amar a
alguien como yo, así que me autosaboteé de la manera más épica
posible al asumir que no estábamos destinadas a durar. Y lo hice dos
veces.
Andrew se ve serio por un momento.
—¿La tercera es la vencida? —trata.
Niego con la cabeza.
—La gente no da terceras oportunidades. Y está bien, Jack
claramente no quiere hablar conmigo y está bien. Estoy tratando de
cambiar mis patrones. Estoy tratando de ser mejor al aceptar que el
364
fracaso es parte de la vida, y eso significa aceptar que arruiné las cosas
con tu hermana y seguir adelante.
—Sin embargo, ¿realmente lo estás intentando? Quiero decir, claro,
con tu arte y tu vida, A+ por el esfuerzo, pero —coloca ambas manos
planas sobre sus rodillas, la misma forma en que colocó esas manos
planas sobre una mesa antes de pedirme que me case con él—, no ¿De
verdad lo intentaste con Jack? Mira, como hemos establecido, no soy
tu prometido, y no soy tu hermano, y si quieres decirme que me vaya
a la mierda, puedes…
—Vete a la mierda —digo. Lo digo en serio a medias.
—Pero —continúa Andrew—, me parece que todavía estás
asumiendo que vas a fallar antes de siquiera haberlo intentado. Dijiste
que Jack no quiere hablar contigo, pero ¿te has acercado a ella?
¿Incluso lo intentaste?
Miro el volante púrpura arrugado sobre mi edredón.
—La gente a veces tiene terceras oportunidades —dice Andrew—.
Dylan y yo lo hicimos.
En la parte inferior del folleto, debajo de los detalles sobre cuándo
y dónde, hay una pequeña posdata. «Ven exactamente como eres.
Todos son bienvenidos».
—Deberías ir —dice.
—¿Ir a dónde?
—A la preapertura. Es el día de San Valentín.
—No puedo mostrarme en su preapertura. Ella no me quiere allí.
—Tú no sabes eso.
—¿Sabes que ella me quiere allí?
—No. Ese es el punto. Tienes que arriesgarte y descubrirlo.
Mi dedo traza el papel brillante sobre las palabras Butch Oven. Una
rima imperfecta.
—No quiero presentarme en su gran evento y arruinarlo —le digo
a Andrew—. Eso suena como un plan ridículamente idiota.
365
Se estira a través de la cama para agarrar mi pie de nuevo.
—A veces —dice—, los planes ridículamente idiotas funcionan en
su mayoría para bien.
Capítulo 31
Martes, 14 de febrero de 2023
El aire huele a posibilidad de nieve.
Salgo del auto y entro en la fría noche, envolviendo mi bufanda
azul más cerca de mi cara. No ha nevado en Portland en todo el
invierno, pero ahora la promesa persiste en la agudeza de cada
respiración profunda que tomo. Y estoy tomando muchas
respiraciones profundas.
—¿Es esta una idea ridículamente idiota?
Ari termina de pagar a través de Parking Kitty en su teléfono, luego
pasa su brazo derecho por el mío libre.
—Oh, definitivamente es una idea ridículamente idiota. Por eso me
encanta. 366
Me da un tirón, como si supiera que mi resistencia interna está a
unos dos segundos de volverse externa, que estoy a punto de plantar
mis pies en esta acera y nunca moverme. Que estoy lista para
congelarme.
Ari no me deja congelarme.
—¿Cómo te sientes?
—Como si se me fuera a salir el estómago por el trasero.
—Dios, es tan sexy cuando hablas de tus problemas
gastrointestinales basados en la ansiedad —dice Ari, y me río cuando
ella se acurruca más cerca de mí mientras caminamos, presionando
su coronilla contra mi hombro. Huele a café, a aceites esenciales y a
amor incondicional.
—¿Pero esto es jodido? ¿Que estoy irrumpiendo en su preapertura?
—No estás irrumpiendo —argumenta Ari—, porque toda su
familia te invitó.
—Sí, pero ¿y si fue una invitación por lástima?
—Ahora. ¿De qué hemos hablado? —Ari dice en su voz más
condescendiente.
Pongo los ojos en blanco y repito las palabras de Ari.
—No debo asumir que la gente me invita a eventos sociales por
lástima, ya que eso no es algo que suceda muy a menudo.
—Exactamente. No aparecerás para arruinar su día especial. Todo
lo que vas a hacer es entrar, felicitarla y darle el regalo.
El regalo en cuestión está debajo de mi otro brazo.
—Este es un gesto totalmente normal entre amigos.
Amigos. La palabra deja un fuerte sabor metálico en mi boca, se
sienta como un nudo en mi pecho. Amigos.
Hace tres meses, tenía una amiga, singular. Meredith.
Y, por supuesto, todavía la tengo, enviándome TikToks que nunca
367
veo y capturas de pantalla de perfiles de citas para personas con las
que no tengo interés en salir. Tenemos nuestras videollamadas
constantes y mi próximo viaje a Chicago. No sé qué haría sin ella, pero
ahora también tengo mucho más que a Meredith.
Tengo a Ari y su condescendencia ocasional y su lealtad
inquebrantable y su admirable confianza en que ella es, de alguna
manera, mi mejor amiga y siempre lo ha sido. Tengo los compañeros
de casa de Brideshead. Tengo a Andrew, que volvió a entrar en mi
vida y luego se negó amablemente a volver a salir. Y trajo a los otros
con él.
Como Dylan, que apareció en Brideshead para llevarme a almorzar
dos días después de la visita sorpresa de Andrew. «¿Un fondo de
cobertura?» pregunté. A lo que Dylan se burló: «Lo sé, ya no puedo
llevarlo a ninguna parte en esta ciudad.»
Como Meemaw y Lovey, que me llamaron de la nada una noche y
me invitaron a beber y pintar. Aparentemente, sucede dos veces al
mes en su bar de vinos favorito en Lake Oswego, y después de que
hicimos increíbles réplicas borrachas de Starry Night, hicimos planes
para regresar.
Como Katherine, que dejó una bolsa de comida un domingo por la
tarde y luego se invitó a entrar por una botella de vino que pronto se
convirtió en tres. Resulta que está un poco sola después de la
separación con Alan. Acepté ir el próximo fin de semana para
ayudarla a pintar las paredes de su nuevo condominio.
Solía pensar que dejar entrar a más personas significaría tener más
personas que finalmente podrían decepcionarme. Lastimarme. Salir
de mi vida. Pero tener más gente significa que hay más brazos listos
para agarrarme cuando me caiga. Y me caigo mucho.
Y también se siente bien ser los brazos de otra persona. Se siente
bien tanto necesitar como ser necesitado, tener temporadas de
necesitar y temporadas de dar, pero cuando pienso en Jack. Sobre ser
amiga de Jack. El pensamiento se calcifica dentro de mis pulmones. 368
No la he visto, incluso desde que comencé a ver a su familia. Dylan,
Katherine y Meemaw me aseguran que ella está bien, que sigue
adelante, que la amistad entre nosotras es posible. Y si quiero
mantener al resto de los Kim-Prescott en mi vida, la amistad parece
ser el camino correcto a seguir.
—¿Estás lista? —Ari pregunta mientras cruzamos la calle hacia el
edificio. Hay una pequeña pancarta en el frente que anuncia la
preapertura con las mismas palabras impresas en púrpura—: Todos
son bienvenidos.
Espero que eso me incluya.
El edificio es casi irreconocible desde el lugar que me mostró hace
un año. Ventanas nuevas, pintura nueva y un letrero nuevo en el
frente. Hay un toldo y una bandera del orgullo, y me siento un poco
desatada cuando pienso en todo lo que sucedió entre la Navidad
pasada y este momento para que Jack pudiera lograr su sueño.
Pero me recuerdo a mí misma que estoy atada. Al brazo de Ari.
—Lista.
Entramos en el almacén reconvertido y me siento abrumada por el
tamaño de la multitud, el volumen de la habitación, los olores
azucarados y el calor creciente. Hay un pequeño escenario donde un
trío está tocando música acústica, y encima está el sonido de docenas
de voces diferentes, chirriantes y desafinadas.
Ari me atrae con más fuerza, respiro hondo y trato de calmar mi
ansiedad concentrándome en cómo dibujaría este lugar, este hermoso
lugar que pertenece a Jack. Lo primero que noto son las paredes color
lavanda, luminosas, animadas y malditamente alegres. Las luces
industriales inundan la habitación con un brillo cálido y hay una
ventana gigante orientada hacia el este debe llenar el espacio con luz
natural todas las mañanas. En el lado opuesto de la sala desde el
escenario está el mostrador gigante, la cocina expuesta, la vitrina de
vidrio llena de un millón de colores diferentes de pasteles, tartas,
galletas y cupcakes. En el medio hay una mezcolanza de mesas.
Algunos clientes están sentados, usando tenedores para sumergirse
en deliciosos postres, pero la mayoría de la gente está de pie, dando
369
vueltas, probando la comida mientras se lleva por la habitación en
bandejas.
Veo a las abuelas, repartiendo macarons en bandejas para servir.
Katherine lleva puesto un delantal y vuelve a llenar las tazas de café.
Dylan y Andrew están rodeados de veinteañeros que parecen
modernos, y puedo ver a Andrew hablando animadamente del lugar:
está en modo de inversión total, pero está aquí haciendo un buen uso
de ese encanto. Y está sosteniendo la mano de Dylan mientras lo hace.
Y luego está Jack. La localizo inmediatamente, tan pronto como
entramos. Viste su uniforme habitual de jeans holgados y botas
negras, pero encima, se ha vestido con una camisa de lino con botones
doblados en el codo, un delantal morado con el logo de Butch Oven
estampado en el frente. Se parece más a sí misma, en este lugar que
hizo realidad por pura fuerza de voluntad, ocupando espacio,
exigiendo toda la atención. Antebrazos y muslos. Sus ojos marrones
oscuros y su sonrisa de media luna y su andar extremadamente
pesado. No está intranquila, no está inquieta. Parece en paz. Es
demasiado ruidosa y es absolutamente todo, charlando con la gente
que vino aquí para celebrar esto, para celebrarla a ella. Cumplió su
sueño.
La fuerza de los sentimientos me golpea como un tren. No quiero
ser su amiga. Quiero besar esa cicatriz blanca. Quiero ser la persona
que está al lado de Jack. Quiero ser la persona que celebra con ella
después de que todos los demás se van a casa, una botella de vino
solo para nosotras dos, brindando por ella, susurrando: «Lo lograste,
sabía que podías». Quiero ser los brazos de Jack y todo lo demás, estar
allí durante todas las estaciones, y las últimas siete semanas no han
hecho nada para opacar la intensa certeza de estos sentimientos. La
deseo tanto que me inmoviliza junto a la puerta. Es el dolor, en mi
corazón, en mi estómago, entre mis piernas, pero no es un dolor de
soledad. Es el dolor de querer algo tan desesperadamente que te
arrojarías por un tramo de escaleras si no puedes tenerlo. Es el dolor
de querer arriesgarlo todo por la más mínima posibilidad de algo.
Es un buen tipo de dolor.
370
—Chica, borra esa mirada cachonda de tu cara —sisea Ari—.
Estamos en público.
Mis ojos están en Jack, observándola mientras gira su cabeza. Lleva
sus anteojos y su cabello está recién cortado, afeitado de lado y
aseado, como el día que la conocí. Se vuelve de nuevo y finalmente
nos ve a Ari y a mí junto a la puerta.
Su expresión cambia, pero no estoy segura de a qué está
cambiando; estoy demasiado ansiosa por leer los matices de su boca
y sus ojos.
—Mierda. Me ha visto. ¿Qué hago?
—Um, ¿ir a hablar con ella?
—¿Qué? No. Me dan náuseas.
—Continúa parada en la entrada como un bicho raro, entonces.
Tienes razón, ese es un plan mejor.
—Puaj. Bien. Iré a hablar con ella.
Pero antes de que pueda motivar a mis piernas para que se muevan
de nuevo, Jack cruza la habitación para hablar conmigo primero.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta con su voz demasiado alta
y fácil de escuchar. No parece enfadada de verme, pero tampoco
parece muy feliz. Aproximadamente la mitad de la sala se vuelve
hacia nosotras.
Ari desliza su brazo fuera del mío y desaparece entre la multitud
sin decir una palabra.
Necesito decir una palabra, así que voy con «¡Felicidades!» y como
que le grito a Jack mientras lanzo un brazo innecesariamente al aire.
—Lo hiciste. Sabía que podías.
No es la forma en que quiero decirle esas palabras, pero Jack me da
una pequeña sonrisa en forma de media luna, y es suficiente para
convertir mi dolor en un calor suave y palpitante en todo mi cuerpo.
—No está mal, ¿verdad? —Jack mira alrededor de la habitación, el
hermoso espacio que ha construido con sus propias manos y su
371
voluntad de no fracasar.
—Es increíble —digo.
Los ojos de Jack parpadean arriba y abajo de mi cuerpo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta de nuevo, y hay un
pequeño cuarto de luna tirando de sus labios. Esa sonrisa de cuarto
de luna casi me parece esperanza, pero es demasiado pronto para
dejarse llevar por la esperanza de Jack.
—Tu familia me invitó. Insistió en que viniera, en realidad.
—¿Tú no… querías venir?
Honestidad, incluso cuando es difícil.
—Por supuesto que quería venir —admito—. Quería ver tu sueño
hecho realidad. Quería apoyarte. Quería… verte. Simplemente no
quería arruinar tu evento.
Ella inclina su cabeza, medias lunas hacia mí.
—¿Estás planeando arruinarlo?
—¡No! Pero tengo un patrón de arruinar las cosas sin querer
contigo, así que…
—Tienes un patrón de pensar que vas a arruinar las cosas —corrige
Jack—, y luego, cuando están arruinadas, lo tomas como prueba de
que tú fuiste la que lo arruino.
—Si lo se. Ya me dijiste que soy una profecía autocumplida, y estoy
trabajando en ello. Tratando de ser menos… profética.
—¿Te dije eso? —Jack se recuesta contra la mesa detrás de ella, y
mierda. No se debe permitir que esta mujer se incline en mi presencia.
Todo se ha puesto sudoroso.
Me quito la bufanda azul de la garganta.
—Bueno, ¿me lo gritaste? ¿En la nieve? Ya sabes, después de que

372
descubriste que te traicioné horriblemente.
—Ah. —Jack se estremece—. Tal vez bloqueé algo de eso, debido a
lo horrible que fue.
—Muy justo. Desafortunadamente, cuando la mujer que amas te
dice que eres la razón por la que tu vida es miserable, tiendes a
recordarlo para siempre de una manera muy autocastigadora.
La sonrisa de Jack se desintegra en su rostro.
—¿Qué acabas de decir?
—¡No es que no lo mereciera! —Retrocedo—. ¡Lo merezco! Siento
mucho la forma en que te lastimé. ¡Tenías toda la razón al decirme
todo eso! Tenías razón en muchas cosas, en realidad, y realmente he
estado tratando de hacer algunos cambios basados en tus
comentarios muy honestos. Era algo así como una tarjeta de
comentarios, pero para una relación romántica, y yo… um… tomé
esos comentarios como recomendaciones.
Maldición. Gracias a Dios que finalmente dejo de hablar, pero estoy
bastante segura de que ahora toda la panadería me está mirando.
—No. —Jack niega con la cabeza—. Dijiste que cuando la mujer que
amas… ¿Es verdad? ¿Me amas?
—¿He dicho que? —Dios, ¿por qué usé una bufanda en el interior?
Tanta sudoración—. No creo que dije eso.
—Lo hiciste —responde Jack—. Básicamente, todos lo escucharon.
—Se vuelve hacia una persona al azar por encima de su hombro
derecho—. Lo siento, pero ¿acabas de escuchar a esta mujer con la
trenza y los anteojos decir que me ama?
El extraño asiente y Jack se vuelve hacia mí.
—¿Ves?
—Bueno. —Mierda. Mi cerebro es 90 por ciento ruido blanco y 10
por ciento lo que sea que esté tocando el trío en el escenario en este
momento. Y ese 10 por ciento finalmente reconoce la canción: es una
versión instrumental de Call Me Maybe de Carly Rae Jepsen.
Y si eso no es una señal, entonces no sé qué es.
—Sí, en realidad, así es —le digo a Jack. Y a toda la panadería—. Te
amo. Estoy, como, perdidamente enamorada de ti. Y se suponía que
373
vendría aquí esta noche y te ofrecería este regalo de amistad, pero no
quiero ser tu amiga.
Jack no puede evitar que la sonrisa se curve en la comisura de su
boca.
—¿No?
—Esto nunca se trató de amistad. —No quiero ser amiga de Jack.
Tengo amigos. Lo que quiero es un testigo. Quiero a alguien que me
vea, alguien que experimente cada fracaso a mi lado, alguien que me
elija. Y quiero que esa persona sea Jack.
Así que voy a seguir adelante y avergonzarme en una habitación
llena de cincuenta extraños.
—Me enamoré de ti después de pasar un día contigo, que es mucho,
lo sé. Definitivamente no es algo que se supone que debes admitir,
porque es una bomba de amor y es como Romeo, pero es verdad. Me
enamoré de ti ese día y tenía tanto miedo de que me rechazaras que
me convencí de que no significaba nada. Pero lo hizo. Significó tanto
para mí.
Jack muerde el borde de su sonrisa y está a punto de rechazarme.
El trío está tocando el coro de Call Me Maybe y Jack está a punto de
decirme que ya no significo nada para ella. Tengo miedo, pero estoy
tratando mucho de ser honesta. Así que le digo:
—Me siento muy vulnerable emocionalmente en este momento y
tengo miedo de correr este riesgo contigo, Jack. Pero también sé que
eres un riesgo que vale la pena correr, y si hay alguna parte de ti que
piensa que podrías perdonarme…
Me callo. A mi alrededor, la habitación se ha quedado en silencio.
El sonido de los tenedores y el estruendo de las conversaciones felices
se han silenciado. La banda ha dejado de tocar a Carly. Incluso las
paredes color lavanda contienen la respiración mientras Jack me mira
sin una pizca de esperanza en sus ojos.
—Ellie —dice lo más bajo que puede—, lo siento, pero no creo que
pueda volver a correr ese riesgo contigo.
374
Algunas personas en la habitación hacen sonidos de simpatía. Una
persona se ríe.
—Lo entiendo y agradezco tu consideración —digo con toda la
dignidad que puedo reunir mientras intento tragarme las lágrimas
inminentes—. Estoy extremadamente orgullosa de todo lo que has
logrado aquí, y espero que disfrutes el resto de tu noche.
Me giro para irme antes de que Ari y Dylan y todos los Kim-
Prescott y una habitación llena de extraños me vean llorar, pero luego
recuerdo el regalo todavía bajo mi brazo y me doy la vuelta.
—Lo siento, esto es para ti. Es un… un regalo de amistad. No tienes
que tomarlo si te hace sentir incómoda.
Jack toma el regalo de mis manos sin mirarme y yo me vuelvo hacia
la puerta.
Excepto, mierda, por alguna razón estoy dando la vuelta de nuevo.
—Sé que tienes miedo de dejar que otras personas te vean y te
ayuden, que tienes miedo de decepcionar a la gente si los dejas entrar.
Pero nunca me decepcionaste, Jack.
Me aclaro la garganta y, maldita sea, mi voz se quiebra. Porque
estoy llorando bastante fuerte. Me armo de valor.
—Me encanta que seas inquieta e insatisfecha, que seas alérgica al
aburrimiento y que de alguna manera anheles una vida aburrida en
los suburbios, y creo que a otras personas también les encantará eso
de ti. Si dejas que lo vean. Tienes tanto amor para dar, y sé que quieres
que alguien lo vea.
Jack frunce el ceño y yo interrumpo:
—¡Y esa no soy yo! ¡No soy tu persona, y eso está bien! —Esta
situación de los mocos se está saliendo un poco de control en este
momento. Estoy a unos dos segundos de tener que limpiarme la nariz
con la manga, así que mejor termino con esto—. Pero espero que
algún día dejes caer tu brillante escudo para que alguien pueda ver
tu personalidad desordenada y honesta.
Y antes de que los mocos se vuelvan visibles en mi cara, doy la
375
vuelta por última vez y huyo de Butch Oven.
Capítulo 32
Hay casi tres centímetros de nieve en el suelo cuando salgo de la
panadería.
Aunque estoy llorando y moqueando, también tengo que reírme de
la fina capa de nieve fresca en la acera. He superado tanto, he crecido
y cambiado tanto, pero aquí estoy, con el corazón roto en la nieve por
Jack Kim-Prescott una vez más. Estoy sola ahora, así que también
podría frotar todos mis mocos en mi manga.
Fracasé. En una demostración pública y apasionada de amor,
fracasé de manera épica. Le hice un gran gesto a la mujer que amo a
la vista de toda su familia y amigos, y me estrellé y me quemé. Y…
Tomo una respiración profunda. Y está bien.
No está bien en este momento, obviamente. En este momento,
necesito quitarme los pantalones y meterme en mi cama. Necesito
376
comer todas las cosas y superar este dolor. Necesito mi almohadilla
térmica y mi manta con peso y un llanto muy largo.
Pero creo que estará bien, algún día. Probablemente.
Ojalá.
Saco mi teléfono para enviarle a Ari un mensaje de texto rápido
haciéndole saber que necesito un poco de espacio y que estoy
caminando a casa. Pronto querré llamar a Meredith para que pueda
pasar al modo de resolución de problemas. Pronto querré que Ari me
envuelva en sus suaves brazos y me diga que soy bonita. Por ahora,
sin embargo, solo quiero estar sola.
No es una caminata larga entre aquí y el puente Burnside, y camino
por calles tranquilas y oscuras mientras la nieve se arremolina a mi
alrededor, pequeños copos, iluminados por las farolas. Y maldita sea,
es un poco mágico, la forma en que flota en todas direcciones, la
forma en que pinta el suelo de un blanco inmaculado, la forma en que
inmediatamente transforma el mundo en algo nuevo, justo ante tus
ojos.
Los días nevados significan libertad, y una parte de mí se siente
increíblemente libre. Finalmente le dije a Jack cómo me siento: juego
de la honestidad total. Y ella no siente lo mismo, pero al menos…
Al menos lo intenté.
Deslizo mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Tal vez esta nieve
traerá su propia magia. Tal vez me traerá algo nuevo.
Hace dos Navidades, la nieve me trajo a Jack, y aunque no
funcionó, tuvimos un día perfecto juntas.
Esta última Navidad, la nieve me trajo a Andrew y los Kim-
Prescott.
Tal vez esta nieve me traiga una nueva persona, una persona
desordenada, honesta, demasiado ruidosa, alguien que pueda
amarme de vuelta. Alguien más que meta los puños en los bolsillos
de su chaqueta Carhartt, alguien más que sacuda la barbilla para
quitarse el pelo de la cara, alguien más cuyas sonrisas aparezca en 377
incrementos como las fases de la luna.
Sé que solo hay una Jack. Pero tal vez alguien más me haga sentir
como ella. Con el tiempo. Si puedo ser esa versión abierta de mí
misma que era con ella.
Salgo a la acera al borde del puente Burnside.
El año pasado, con Jack, caminamos por la mitad del puente. No
había coches, ni límites, ni restricciones en absoluto. Todo estaba
borroso e indistinto. Ahora, me mantengo en el camino mientras los
autos pasan lentamente, los limpiaparabrisas apartan la nieve que se
acumula. Sin embargo, incluso ahora, también hay algo mágico en
este puente.
Tal vez el alguien nuevo que me traerá esta nieve sea yo misma.
Detrás de mí, un auto toca la bocina y, maldición, no, sigo siendo
la Ellie Oliver que detesta que los extraños le toquen la bocina. Cruzo
los brazos sobre mi pecho y espero que pasen rápido.
No pasan. Tocan la bocina varias veces más. El auto se detiene a mi
lado y reduce la velocidad para igualar mi ritmo, y solo entonces me
doy cuenta de que hay una gran diferencia entre cruzar el puente
Burnside en medio de la noche durante una tormenta de nieve con
Jack y cruzar el puente Burnside en un martes al azar a las ocho en
punto sola. Evito mirar directamente al vehículo, un camión, creo,
que ha decidido arrastrarse a mi lado, tocando la bocina.
Saco mi teléfono, lista para utilizar la función de llamada de
emergencia justo cuando el conductor del camión baja la ventana del
lado del pasajero y grita:
—¡Oye! —Y te juro que reconozco esa voz.
—¡Elle! ¡Oye, Elle, detente!
El camión se detiene a mi lado con las luces intermitentes de
emergencia encendidas.
—¡Santa mierda! ¡Caminas rápido! —grita, y luego salta del auto,
la conductora es Jack.
Jack, en el puente Burnside. Jack, en la nieve. Su silueta se ve 378
reflejada en el duro resplandor de los faros de Gillian, así que todo lo
que puedo distinguir es la anchura de sus hombros y la longitud de
sus piernas, todo su cuerpo salpicado de copos de nieve.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Qué estoy haciendo? —grita. Jack siempre piensa que tiene que
gritar cuando está afuera, como si de alguna manera el aire fresco
hiciera imposible escuchar su volumen naturalmente alto—. ¡Tú eres
la que está caminando sola en la nieve!
—Yo… necesitaba algo de espacio —digo—. Pensar.
Da un paso adelante y cambia de una silueta a una persona a todo
color, y aunque la vi hace veinte minutos, y aunque literalmente me
rompió el corazón, verla me hace sentir invencible y devastada todo
a la vez.
—Eso fue bastante humillante allá atrás —me grita Jack, a pesar de
que estamos a tres metros de distancia.
Mierda.
—Lo siento mucho, Jack. Lo último que quería hacer era
avergonzarte en tu evento.
—Oh no, yo no estaba avergonzada. —Un movimiento de barbilla
para quitarse el pelo de los ojos—. Es una pre-apertura. Todo el
mundo allí era un amigo. Quiero decir, eso fue humillante para ti.
Una mierda aún más grande.
—Bien. —Me encojo de hombros torpemente—. Vale la pena la
humillación, supongo.
Jack toma aire y se levanta más alto.
—¿Es… es por eso que me seguiste todo el camino hasta el puente
Burnside, Jack? ¿Para decirme que debería estar avergonzada?
—No, yo… —Mete los puños en los bolsillos de su chaqueta
Carhartt, maldita sea—. Abrí tu regalo después de que dieras tu

379
pequeño y humillante discurso. Es…
—Sé que es un poco raro —inserto, sintiéndome más humillada por
el segundo—, hacerte un dibujo de cómo se veía Butch Oven antes,
pero pensé que era un buen recordatorio de lo que hiciste. Ya sabes,
lo duro que trabajaste para convertirlo en lo que es. Dónde empezaste
y dónde estás ahora. Lo enmarqué para que puedas colgarlo en las
paredes de Butch Oven. O no. Lo que sea.
—Absolutamente lo colgaré en la pared. ¿Dibujaste… dibujaste el
edificio del recuerdo de cuando te lo mostré la Navidad pasada?
Asiento con la cabeza.
—Tengo muy buena memoria para los detalles artísticos. —
Honestidad, incluso cuando es difícil—. Y recuerdo básicamente todo
sobre ese día.
Hay una pequeña astilla de esperanza en la comisura de la boca de
Jack. Siempre es la maldita esperanza lo que me atrapa. Me hace
sentir como una extraña pila de baba, unida por una chaqueta morada
acolchada.
—¿Andrew dice que estás trabajando en algo nuevo?
Asiento con inquietud, consciente de que todavía estamos paradas
en el costado de un puente, en la nieve que se acumula, mientras los
autos pasan arrastrándose.
»¿Estoy incluida?
Abro la boca para decirle que…
—Juego de la honestidad —exige Jack antes de que tenga la
oportunidad de responder.
Pongo los ojos en blanco.
—Estaba a punto de decir que sí, Jack. Estás incluida. —Es la
esperanza lo que me hace sentir tan imprudente y salvaje como ella
lo fue nuestro primer día juntas.
—No creo que pueda dejar de dibujarte aunque lo intente. Tú…
eres la mejor parte de cada personaje que creo.
Ella exhala. Su aliento es blanco como la nieve.
—Vendí la Caravana —espeta. Luego mira hacia abajo a sus pies.
380
O mis pies. O tal vez nos está mirando los pies a ambas, con los dedos
apuntando hacia el otro en la nieve—. Y gané un montón de dinero
con la venta, porque resulta que las Caravana son ridículamente
caras, lo cual no sabía, porque también resulta que el hermano de
Patty me lo vendió con un gran descuento por lástima.
—¿No es exactamente la encarnación de la independencia
financiera que pensabas?
Ella niega con la cabeza.
—No, pero pude usar el dinero que gané vendiéndolo para tener
una buena red de seguridad hasta que Butch Oven comience a ganar
dinero. Y ahora vivo en el dormitorio de invitados del nuevo
apartamento de mi madre. Ella me está… —Jack inhala un suspiro
agitado—. Ella me está ayudando a ponerme de pie, al menos por un
rato.
—Jack, eso es. Guau. —Vender el brillante símbolo de su libertad,
dejar que su madre la ayude…—. Eso es simplemente increíble.
—Sí. —Ella levanta la vista de nuestros pies, y su rostro es medio
intento de apatía, medio esperanza sin adulterar—. Llevas la bufanda
azul esta noche.
Mis dedos rozan el amado hilo alrededor de mi garganta.
—Lo hago.
—Y estamos —mira a nuestro alrededor, a la nieve y el agua oscura
debajo—, en el puente Burnside otra vez.
—Aquí estamos.
Muele la punta de su bota en la nieve.
—Y te humillaste por mí esta noche.
No tiene sentido fingir ahora, no cuando probablemente pueda ver
los mocos en mi cara.
—Me humillaría mil veces por ti, Jack.
Ahí está, su sonrisa de media luna, justo ahí, en este puente, solo
381
nosotras dos.
—Tal vez una vez más. Ya que te comprometiste falsamente con mi
hermano…
—Una vez más —digo, y espero, espero, espero—. Jack. Estoy
enamorada de ti. Me tomó menos de quince horas enamorarme de
cada maldita cosa sobre ti. En particular, tu cabello y la forma
estúpida en que mueves la barbilla para quitártelo de la cara.
—¿De la forma estúpida en que…?
—Y tus muslos, que son gruesos y magníficos, y la forma en que te
mantienes firme como un roble o tienes que apoyarte en todas las
superficies disponibles, no hay término medio.
—¿Un roble? ¿Se supone que estos son cumplidos?
—Sí. Eres un roble sexy. Y eres valiente y franca, y me encanta tu
modo de andar pesado y el hecho de que siempre gritas, aunque en
realidad eres demasiado ruidosa para llevarte a cualquier museo o
restaurante formal, y eres la holgazana más inteligente que he
conocido, probablemente porque no eres una holgazana en absoluto,
solo eres una aprendiz kinestésica que ha sido bombardeada con
mensajes realmente negativos sobre la forma en que funciona tu
cerebro.
—¿Estás enamorada de mi estilo de aprendizaje ahora?
—No lo estás entendiendo —digo con impaciencia, claramente—.
Estoy enamorada de cada cosa sobre ti, Jack Kim-Prescott.
Saca una mano de su bolsillo y alcanza la mía. Mientras entrelaza
nuestros dedos, me desmorono. Jack no se mueve. Ella simplemente
se queda allí con una sonrisa burlona de media luna. Quiero agarrarla
por sus hombros indiferentes. Quiero clavar mis uñas en su piel y
besar su clavícula, memorizando la musculatura que le permite estar
tan relajada mientras todo mi cuerpo se revuelve.
—Continúa. Seguramente hay más en el discurso humillante.
—Te amo. —Me encojo de hombros—. Y no tengo un plan para lo
que sucederá a continuación. Vivo en un armario y trabajo en una
382
tienda de artículos de arte y, con suerte, algún día también podré
contar historias con mi arte. Pero tal vez no. Tal vez tendré que pensar
en un sueño diferente en su lugar. Yo… yo sé que te lastimé. Sé que
traicioné tu confianza. Pero si me das una tercera oportunidad, nunca
volveré a hacerlo.
—¿Nunca te comprometerás con mi hermano a cambio de dinero y
me mentirás sobre eso otra vez?
Niego con la cabeza.
—Ese es un error que solo se comete una vez, lo prometo.
Jack sacude la cabeza también, quitando algunos copos de nieve.
Hay casi diez centímetros en el suelo ahora. La acera y nuestros jeans
están cubiertos de blanco. Quiero dibujar a Jack así. Quiero pasar el
resto de mi vida dibujando a Jack, en la nieve y en todas partes.
Pienso, tal vez no me rompa el corazón en un puente en este
momento. Realmente no estoy segura.
—Así que creo que lo de Claire me arruinó más de lo que pensaba
—dice, hinchando las mejillas—. Simplemente, en términos de
hacerme sentir como un desastre en las relaciones, también. Y
definitivamente no he reconciliado todos los problemas que tengo
con mi familia que no cree en mí. Y el divorcio de mis padres me está
arruinando más de lo que esperaba, considerando que lo he estado
apoyando activamente desde que tenía diez años. Y luego está todo
esto de que mi abuelo me excluyó de su testamento. Es solo…
—Tienes muchas cosas en la cabeza, seguro. —No importa, me
están rompiendo el corazón. De la manera gentil, donde me va a decir
que está demasiado «ocupada» para salir conmigo. Todo el mundo
sabe que es algo que dices cuando no te gusta mucho una persona,
pero no tienes una buena razón para ello.
—Te estoy contando todo esto para que lo sepas. —Jack lame sus
labios, y pienso miserablemente en cómo nunca volveré a lamer esos
labios—. No soy perfecta. 383
Bufo.
—Jack, no estaba operando bajo la suposición de que eres perfecta.
Ella se acerca a mí. Su cuerpo se balancea, luego se vuelve a plantar.
—Es solo que… estoy jodidamente asustada de dejar que me
vuelvas a amar. Tengo miedo de que me vuelvas a hacer daño. Y lo
que es peor, tengo miedo de volver a perderme en una relación.
—Vuelvas… —repito. Tengo ocho corazones, treinta costillas y no
tengo idea de lo que está pasando.
—Claro. —Jack mueve los hombros incómodamente dentro de su
chaqueta caqui—. Por supuesto que yo también te amo.
—¿Eh? ¡Jack! —Disfruto con el sonido de su nombre en mi lengua,
la vista de su sonrisa torcida—. Esa es una terrible declaración de
amor.
—¿Debería compararte con un árbol e insultar el volumen de tu
voz?
—Punto justo. —Tomo nuestras manos unidas y las llevo a mi boca,
besando sus fríos nudillos en la nieve—. Y Jack, no quiero que te
pierdas en esta relación. No quiero que extraigas ninguna parte de lo
que eres.
Sucede rápidamente. Un segundo, hay una ráfaga de nieve entre
nosotras, luego no hay nada. El pulgar de Jack en mi mandíbula, la
mano de Jack en mi cintura, la fría boca de Jack en la mía. Ella sabe a
macarons y hogar. Como pan caliente, como comida casera. Peleas de
bolas de nieve y villancicos y hacer galletas. Besar a Jack me hace
sentir que mi hogar es el lugar que construiremos juntas, y le
devuelvo el beso frenéticamente.
Me abro por completo a Jack, con la lengua y los dientes, con los
dedos raspando el pelo corto de su cuello, mi cuerpo arqueado.
Quiero a Jack, ahora y siempre, y no tiene sentido ocultarlo. La forma
en que Jack me devuelve el beso es todo lo que siempre he querido
con la única persona con la que siempre lo he querido. 384
Este no es un último beso o un beso de despedida. Este es un primer
beso. Nuestro primer beso como las mejores versiones de nosotras
mismas. Cuando nos separamos, nuestras gafas se empañan y ambas
estamos cubiertas de nieve.
—Yo también quiero ayudarte a brillar, Elle —dice, bruscamente y
en voz alta. Como Jack.
—¿Eso es un sí, entonces? —jadeo. Estoy sin aliento, pero
demasiado enamorada para avergonzarme—. ¿Me dejarás amarte de
vuelta?
Las manos de Jack todavía están en mi cintura. Creo que ella nunca
me dejará ir.
—No tenemos idea de cómo estar juntas en una relación.
—No sé cómo estar en una relación con nadie —aclaro—. Podemos
resolverlo juntas.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella. Sé que no hay garantía de
que esto dure. Podríamos desmoronarnos en un año o cinco años.
Podríamos desmoronarnos mañana. Podría darle todo a Jack y volver
a perderla de todos modos. Tomo el rostro de Jack entre mis manos y
la beso una vez más, en la pequeña cicatriz blanca que le cruza el labio
superior.
Si son doce horas, o doce años, o el resto de nuestras hermosas
vidas, voy a saborear cada maldito segundo. Comenzando con este
segundo afuera en la nieve, bajo el resplandor de los faros de Gillian.
Atraigo a Jack a mis brazos en el puente de Burnside,
balanceándome de un lado a otro, bailando lentamente con ella en
una bola de nieve lo suficientemente grande para nosotras.

385
Alison Cochrun
Alison Cochrun es una profesora de
inglés de secundaria que vive en las
afueras de Portland, Oregón.
Cuando no está leyendo y
escribiendo historias de amor queer,
puedes encontrarla torturando
adolescentes con Shakespeare,
elaborando itinerarios de viaje
perfectos, viendo reality shows de
citas y buscando los mejores nachos
de happy hour.
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