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de época
Nuestro tiempo está marcado por profundas transformaciones, la Iglesia católica no es la
excepción. Un “cambio de época” se dio en la Iglesia con el Concilio Vaticano II, dando paso de
la cristiandad a la modernidad. Una renovación cuyo proceso se vio interrumpido por “el regreso”
de movimientos conservadores y nostálgicos de un pasado sin retorno, que encontraron abrigo en
los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Con el pontificado del papa Francisco, después de tres décadas de “involución eclesial”, se
retomó el proceso de renovación con la implementación de varias reformas pendientes del
Vaticano II.
El Sínodo de la Amazonia es expresión del espíritu de cambio en curso, que busca llevar a cabo,
inclusive jurídicamente, la sinodalidad como componente del ser y actuar de la Iglesia. En un
mundo pluralista y en el que la autonomía ha ganado carta de ciudadanía, la recuperación del
sensus fidelium es un imperativo para una Iglesia que quiere contribuir a una sociedad inclusiva
de los que viven en las periferias geográficas y existenciales, tratados como superfluos y
desechables.
El clamor por las reformas pendientes del Vaticano II se hizo patente en las Congregaciones de
los cardenales que antecedieron el conclave que eligió al actual papa reformador. Sellando este
compromiso en su primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium1: “percibo la necesidad de
avanzar en una saludable «descentralización»” (EG 16). Es necesario “pensar en una conversión
del papado”; “una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su
dinámica misionera” (EG 32).
Aunque tarde, el Concilio Vaticano II, superando la contra-reforma, llevó a cabo cambios
profundos en todos los campos de la Iglesia, dejando al papa la tarea de implementarlos,
particularmente en el ámbito de las estructuras. El papa Pablo VI vaya que lo intentó, aunque
luego se vio atrapado por el grupo conservador que había perdido en el Concilio y que luego
consiguió el control de la Curia. El Papa Juan Pablo II también quiso repensar el ejercicio del
primado, inclusive solicitando propuestas en la Encíclica Ut Unum sint, sin que desembocase en
alguna iniciativa concreta. El hecho es que la Curia romana, a pesar de la renovación del
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Vaticano II, continuo su proceso de creciente centralización, volviéndose cada vez más en
instancia de poder que de servicio y, en cierta medida, también en relación al Papa. En las últimas
décadas el centralismo de la Curia alcanzó su nivel más crítico. Escándalos ligados a luchas de
poder, corrupción financiera, y los encubrimientos de casos de pedofilia se volvieron
prácticamente explícitos en el pontificado de Benedicto XVI, factor nada ajeno en las
motivaciones de su renuncia.
El rescate de la sinodalidad eclesial del Concilio Vaticano II, que auto concibió a la Iglesia como
Pueblo de Dios regido por el sensus fidelium, y que colocó al papa en el seno del colegio
episcopal como un primus inter pares, puso en jaque el centralismo de la Curia romana. La
concepción de una iglesia para el segundo milenio, que partía de la existencia de una supuesta
Iglesia universal que procede y acontece en las Iglesias locales, de la cual el Papa es el
representante y garante, era finalmente superada. Para el Concilio no existe una iglesia anterior ni
externa a las iglesias locales. La iglesia local es “porción” (que contiene el todo) y no parte
(parcela) de la Iglesia católica. La Iglesia es una “iglesia de iglesias” (Tillard). La Iglesia una y
única se realiza en las iglesias locales (in quibus), en comunión con las demás iglesias (ex
quibus). Así se explica el deber de la solicitud del obispo de una iglesia local por las demás
iglesias, y se sitúa el ejercicio de su ministerio en el seno del Colegio Apostólico y el Ministerio
Petrino, el cual preside la comunión de las iglesias como un primus inter pares.
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Cf. Massimo Fagioli. Reforma da Cúria no Vaticano II e depois do Vaticano II. Concilium 353 (2013/5), 24-34.
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FRANCISCO, PP. Constitución Apostólica Episcopalis communio, Sobre el Sínodo de los obispos, en:
http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_constitutions/documents/papa-francesco_costituzione-
ap_20180915_episcopalis-communio.html, 23 de marzo 2020.
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convierta cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios”,
integrado también por “personas que no detentan el munus episcopal” (n. 6). Así lo dice, “se
mostrará también de manera más clara que, en la Iglesia de Cristo hay una profunda comunión
tanto entre los pastores y los fieles, siendo cada ministro ordenado un bautizado entre los
bautizados, constituido por Dios para apacentar su rebaño” (n. 10). No obstante, sigue pendiente
hacer del Sínodo un organismo más deliberativo que consultivo, así como el derecho de voto de
las mujeres.
De esa manera, las Conferencias Episcopales tendrán un peso mayor del que tienen en la
actualidad, incluyendo un papel magisterial. De hecho, el Papa Francisco ya les viene
atribuyendo de manera indirecta este papel al citarlas en su magisterio. Además, el proyecto
invita a un cambio profundo en el grado de importancia y en la jerarquía de los Dicasterios en el
seno de la Curia. Al contrario del perfil actual, en el que la Congregación de la Doctrina de la Fe
posee una prominencia visible en relación a los demás Dicasterios, las Congregaciones dirigidas
a la evangelización, la promoción y a la construcción de la paz, así como al servicio de protección
a los pobres, ocuparán el primer plano.
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Thomas J. Reese. Reformando a cúria romana. De uma corte do século XVII a um serviço moderno. Concilium 353
(2013/5), 105-108.
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necesidad del papa Francisco que el Sínodo sea menos de obispos y “se convierta cada vez más
en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios”, integrado también por
“personas que no detenten el munus episcopal” (n. 6). Así, “se mostrará también de manera más
clara que, en la Iglesia de Cristo, hay una profunda comunión tanto entre los pastores y los fieles,
siendo cada ministro ordenado un bautizado entre los bautizados, constituido por Dios para
apacentar su rebaño” (n. 10)
Este fue el tipo de asamblea que se vivió en el Sínodo de la Amazonia, aunque todavía queda
mucho que aprender, particularmente de parte de los miembros de la Curia romana
acostumbrados al modus operandi del pasado. Hubo mucha escucha en el proceso de preparación
del Sínodo5, así como durante su realización, en clima fraterno, respetuoso y acogedor. Sin
embargo, para algunos curiales fue difícil digerir este tipo de apertura. Parecía pedirles
demasiado colocarse al mismo nivel de un obispo de los bosque amazónicos, en otro tiempo
vistos “apenas como indios mitrados”, como dijo un obispo de Paraguay en la Conferencia de Río
de Janeiro en 1955 ante la vigilancia de la Curia romana. Y todavía más difícil era pedirles
escuchar al Espíritu en la voz de los pueblos que normalmente han sido vistos como mal
evangelizados, sincréticos, panteístas en la veneración a la pacha mama, que entren a la Basílica
de san Pedro y hagan ofrendas en el altar vestidos con su trajes y adornos. En una de las
Congregaciones Generales, el papa Francisco se dijo ofendido por comentarios de gente de casa,
ridiculizando la presencia, en una procesión de ofrendas, de indígenas portando sus adornos.
Preguntó: “¿qué diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el 'tricornio' que usan algunos
oficiales de nuestros dicasterios?”
Sin duda alguna que una de las marcas de este Sínodo fue la escucha atenta de los participantes,
con muchas intervenciones seguidas de calurosos aplausos, en especial de indígenas y mujeres
que fueron sus verdaderos protagonistas. Y en los cuatro minutos de silencio posteriores a cada
cuatro intervenciones, se procuró escuchar las interpelaciones del Espíritu. A pesar de ello, una
vez más un miembro de la Curia no dudó en señalar en su intervención que, la iglesia en la
Amazonia había llegado al Sínodo con decisiones tomadas, a pesar del Espíritu Santo. Ni siquiera
pasó por su cabeza peguntarse si su juicio estaba falto de apertura para acoger lo nuevo, que
muchas veces vine a contracorriente de la dirección que atribuimos a Dios, sin embargo eso
puede venir de un “yo” más propenso a poseer la verdad que dejarse poseer por ella.
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FRANCISCO, PP. Discurso del papa Francisco a los pueblos indígenas de la Panamazónica, Puerto Maldonado,
Perú, 19 de enero de 2017.
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Fuera de la Iglesia se manifestaron élites defensoras de una “economía que mata”, tachando de
romanticismo ecológico la preocupación de la Casa Común, impidiendo el desarrollo o
pudiéndose prestar también a iniciativas de internacionalización de la región amazónica. Y para
las élites católicas toda propuesta de apertura a nuevos caminos tiende a ser vista como ruptura
con la tradición y complicidad con el comunismo.
Para el Sínodo, la Amazonia es mucho más que una región o una bioma, es un sujeto social y
eclesial que en la actualidad clama a los cielos e interpela a toda a la humanidad. Pueblos
indígenas y naturaleza constituyen dos “paradigmas” que deben ser tomados en cuenta tanto en la
evangelización como en toda iniciativa privad y pública. La Amazonia en cuanto pueblos y
naturaleza presenta la cuestión del “otro”, sea este desde el punto de vista étnico como desde el
punto de vista ecológico. Desde el punto de vista étnico se encuentra el derecho a la identidad
cultural y religiosa tan poco considerada en la evangelización del pasado, así como en la vida
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económica, social y política de ayer y hoy. Desde el punto de vista ecológico, la crisis actual ha
hecho estallar la cuestión del planeta como sujeto de derechos, frente a una economía de rapiña,
irresponsable con las futuras generaciones. El “otro”, entendido como mero objeto o
prolongación de un “yo” que se siente superior y que domina la naturaleza, conduce a posturas
colonizadoras y depredadoras, tal como lo atestiguan las practicas eclesiales y sociales del pasado
y del presente. El “otro” visto como “diferente” se vuelve instancia de admiración, cuidado,
interrelación respetuosa, complementariedad e instancia étnica de responsabilidad.
De acuerdo al documento final del Sínodo6, en su capitulo primero, bajo una mirada de respeto y
aprecio por la alteridad, en la Amazonia “la vida está inserta, ligada e integrada al territorio, que
como espacio físico vital y nutricio, es posibilidad, sustento y límite de la vida”. Una región
“esencial para la distribución de las lluvias en las regiones de América del Sur y contribuye a los
grandes movimientos de aire alrededor del planeta” (n. 6). En esta región “el agua y la tierra de
esta región nutren y sustentan la naturaleza, la vida y las culturas de cientos de comunidades
indígenas, campesinos, afro-descendientes, mestizos, colonos, ribereños y habitantes de los
centros urbanos”. Enfatiza que en la región amazónica “el ciclo del agua es el eje conector.
Conecta ecosistemas, culturas y el desarrollo del territorio” (n. 7). Los rostros que caracterizan la
Amazonia son diversos. Es “una realidad pluriétnica y multicultural”, que históricamente ha sido
escenario de “encuentros y desencuentros” (n. 8), lo que no impidió que los pueblos indígenas
buscasen “la vida en abundancia” en un modelo de vida denominado “buen vivir”. “Se trata de
vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser
supremo… donde no hay excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida
plena para todos… que se realiza plenamente en las Bienaventuranzas” (n. 9).
Sin embargo, la misma Amazonia, según el documento final del sínodo, cuando mira con
responsabilidad y compasión, es también “una hermosura herida y deformada, un lugar de dolor y
violencia”, donde los “atentados contra la naturaleza tienen consecuencias contra la vida de los
pueblos”. La escucha pre sinodal constató “esa única crisis socio-ambiental” que detrás de ella se
encuentran “intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, con la complicidad de
algunos gobernantes y de algunas autoridades indígenas. Los más perjudicados “son los sectores
más vulnerables, los niños, jóvenes, mujeres y la hermana madre tierra” (n. 10). Datos científicos
advierten “de los riesgos de la deforestación, que hasta la fecha se acerca a casi el 17% del
bosque amazónico total, y que amenaza la supervivencia de todo el ecosistema, poniendo en
peligro la biodiversidad y cambiando el ciclo vital del agua para la supervivencia del bosque
tropical” (n. 11). Situación que ha generado migraciones como “la movilidad de grupos indígenas
en territorios de circulación tradicional, separados por fronteras nacionales e internacionales”;
“los pueblos indígenas, campesinos y ribereños expulsados de sus territorios, y cuyo destino final
suele ser las zonas más pobres y peor urbanizadas de las ciudades”; “los refugiados, obligados a
salir de sus países” (n. 12). Esta presente también “la feminización de la migración que hace que
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SÍNODO PAN-AMAZÓNICO. Documento final del Sínodo Pan-amazónico, en:
https://www.vidanuevadigital.com/wp-content/uploads/2019/10/Documento-final-Sinodo-Amazonia.pdf
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miles de mujeres sean vulnerables a la trata de personas, una de las peores formas de violencia
contra las mujeres y una de las violaciones más perversas de los derechos humanos” (n. 13).
Asumir la ecología como paradigma implica una conversión que integre el cuidado de la Casa
Común en la misión evangelizadora de la Iglesia, exigiendo una pastoral de la ecología que
anime y dinamice el compromiso cristiano con la salvación del planeta, cuna de la vida humana y
sus ecosistemas.
Asumir a los pueblos indígenas como paradigma implica defender la identidad cultural de los
pueblos nativos y, aprender de ellos y con ellos a vivir la bienaventuranzas de una relación
armónica de las criaturas con la creación y el Creador, en una feliz sobriedad, el “buen vivir”.
Consideraciones finales
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ALCANTARA, Liliane Cristine Schelemer; PAMPAIO, Carlos Alberto Cioce. Bem Viver como paradigma de
desenvolvimento: utopia ou alternativa possível?, en: Dessenvolvimento e Meio Ambiente, Vol. 40, Curitiba abril
2017, 231-251.
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que era pedir mucho para determinados grupos apegados a una tradición, concebida más como
preservación del pasado que proyección hacia el futuro, a partir de los desafíos presentes.
El hecho es que se optó por una redacción mas consensual del conjunto de la asamblea, tanto que
el documento con la aprobación unánime de los padres sinodales. Ningún párrafo fue rechazado.
Sin duda cuando volteamos al pasado de la Iglesia y las necesidades de la evangelización en la
región amazónica en el presente, fue una respuesta copiosa y generosa votar por la superación de
cualquier tipo de mentalidad colonizadora en la evangelización; para la defensa de la ecología
según la relación armónica de los indígenas con la naturaleza, las personas y Dios; o por la
creación de un rito amazónico y la ordenación de hombres casados.
Ni una sola puerta tocada por las iglesias y pueblos de la región amazónica fue cerrada, sea por el
Sínodo, se por el Documento Final. Ni siquiera la ordenación de mujeres al diaconado que cuenta
con la reapertura de la comisión de estudios, realizada por el papa Francisco.