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EL MINISTERIO DEL PAPA EN LOS CONCILIOS VATICANO I Y II


Equipo de Comunicación Institucional
«La Encarnación» 2020
INTRODUCCIÓN
Al Ministerio del Papa en la vida y en la misión de la Iglesia católica, se lo
comprende, como es sabido, en cuanto Obispo de Roma; es decir, como sucesor del
apóstol San Pedro. Se trata, sin duda, de un servicio con especial significado, relevancia
y alcance para toda la vida eclesial. Es, precisamente por eso, uno de los más grandes
desafíos para la reflexión y la comunión con los hermanos de otras Iglesias y
Comunidades de fe. Es importante, por lo tanto, conocer, aunque sólo sea someramente,
lo que enseña el Magisterio conciliar al respecto.
Presentamos, entonces, la misión del sucesor del apóstol Pedro en la Iglesia según
la enseñanza de los dos últimos Concilios, el Vaticano I (1869-1870) y el Vaticano II
(1962-1965). Puestos en relación de continuidad y de necesario y maduro progreso
doctrinal, ambos son verdaderamente clave para la comprensión católica del oficio del
Papa. Dividimos el texto en dos partes. Primero, exponemos la dicho por el Vaticano I;
después, presentamos lo propio del Vaticano II. Hacemos, al final, una breve conclusión
relacionándolos.

I. EN EL CONCILIO VATICANO I
La misión del Papa en la Iglesia es bien conocida, valorada y respetada, desde los
mismísimos inicios. Es cierto, sin embargo, que este Concilio de finales del Siglo XIX,
se avocó al tema, directa y casi exclusivamente.
Situación de Contexto: En el Concilio de Trento, las cuestiones eclesiológicas
relativas a la superioridad del Papa sobre el Concilio, y el derecho divino del Ministerio
episcopal, fueron ocasión de serias discusiones y dificultades. No llegó, por lo tanto, a
ninguna definición sobre la potestad pontificia.
Tres siglos más tarde, motivado por la situación histórica y por la reflexión teológica
del momento, el Vaticano I se refirió explícitamente al tema. Definió las prerrogativas
del Papa en cuanto sucesor del apóstol Pedro. La consolidación del Galicanismo, después
de la Revolución Francesa (1789) y la consecuente autonomía de la Iglesia francesa
respecto de Roma, más la idea de soberanía indivisible aplicada al Papa por parte de
Gregorio XVI (1831-1846), contribuyeron a la maduración de lo que luego fue definido
en el Concilio.
Conviene tener presente la aparición de la obra El triunfo de la Santa Sede (1799) del
camaldulense Cappellari. Ahí, se aplica a la Iglesia la concepción moderna de Estado
totalitario. El movimiento ultramontano, en efecto, sostenido en esa idea, comenzó su
lucha de defensa del papado. Se llegó, de esa manera, a la pretensión de independencia
del primado y de la misma Iglesia respecto del poder estatal. Es el contexto cultural y
eclesiástico que justificó la publicación del Syllabus (1864)1.
En nombre de la soberanía papal, que era concepción y práctica típicas, se excluía,
por supuesto, cualquier modo de colaboración en el ejercicio del pontificado. No existía,
prácticamente, la idea ni de co-responsabilidad ni de ejercicio del oficio inserto en la
dinámica de comunión eclesial y ministerial. El movimiento de protesta iniciado por
Martín Lutero (1483-1546) mucho tiempo antes, no hay que olvidar, trasladó
directamente el deseo de liberación histórica y la revolución del individualismo cultural,
al ámbito religioso y eclesial. Los protestantes, recepcionando el malestar general frente
a la situación eclesiástica del momento, pusieron especial empeño para fundamentar e

1
Texto que enumera y condena los errores de la época, cf. DH 2901-2980.
2

iniciar una Iglesia pura, evangélica, e invisible. Se llegó a la consideración de que la fe


cristiana había de ser una decisión puramente personal de la conciencia que no sufre
ninguna intervención humana. Surgió, entonces, la Iglesia Cristiana Protestante que “en
nombre de la sinceridad religiosa, rehusará toda dirección autoritaria; la Biblia es opuesta
al magisterio, y se proclama el sacerdocio universal frente al privilegio clerical”2.
El papa Pío IX (1857-1878), Sumo pontífice en circunstancias eclesiásticas, culturales
y sociopolíticas, que evidencian claramente la conciencia y la praxis reaccionarias
herederas de épocas remotas y recientemente pasadas, convocó el Concilio Vaticano I.
No es errado, en este sentido, coincidir con quien consideró que el Concilio “significa en
cierto modo el compendio de la evolución del segundo milenio”3.
Primado de Jurisdicción: El tema fue definido en la Constitución dogmática Pastor
Aeternus (18 julio 1870). En el prólogo afirma la finalidad del primado del Papa diciendo
que “el pastor eterno [...] decretó edificar la santa Iglesia en la que […] todos los fieles
estuvieran unidos por el vínculo de una sola fe y caridad [...] según la antigua y constante
fe de la Iglesia universal”4.
En el Capítulo Primero, fundamentado en Mc 16,16-19 y en Jn 21,15-17, afirma la
institución del primado apostólico como príncipe de todos los apóstoles y cabeza visible
de toda la Iglesia militante. El Papa recibió, así dice, directa e inmediatamente del mismo
Jesucristo un primado de verdadera y propia jurisdicción5.
En el Capítulo Segundo, presenta la perpetuidad del primado de Pedro en el Papa,
según iure divino6. En el Capítulo Tercero, enseña sobre el primado de jurisdicción con
“potestad inmediata, ordinaria, verdaderamente episcopal, plena y suprema”7. Esta
potestad, dice, está lejos (tantum autem abest) de generar algún daño en el ejercicio
ministerial de los obispos en sus respectivas diócesis8.
Primado: La última vez que el Concilio menciona la palabra primado -la menciona
doce veces9- lo hace en referencia a la Sede de Roma, con las palabras del II Concilio de
Lyón (1274). La “Iglesia romana, dice, tiene el sumo y pleno primado (primatum) y
principado sobre toda la Iglesia Católica”10.
De Jurisdicción: El Concilio acentúa el primado de jurisdicción atribuido a Pedro,
continuado por el Romano pontífice11, como primacía en el apacentar, regir y gobernar.
“Parece afirmar que el primado de jurisdicción se extiende también a la disciplina y al
gobierno, y no sólo a lo referente a la fe y a las costumbres”12. Presenta al Papa como el
“juez supremo” que tiene también la “potestad suprema de magisterio”13.
Esa capacidad de jurisdicción aplicada al Papa, indica su poder de gobierno, en cuanto
dirige la Iglesia como sociedad visible e histórica. Termina, de este modo, siendo un
concepto sustancialmente civilista y societario14. Es la consecuencia directa de “concebir
la jurisdicción separada del Orden; concepción que tuvo influencia decisiva en la

2
LANG, A., Teología Fundamental, I, Madrid 1967, 14.
3
KASPER, W., Lo permanente y lo mutable en el primado, en: Concilium 108, 1975, 165-178.
4
Cf. DH 3050-3052.3059.
5
Cf. DH 3053, 3055.
6
Cf. DH 3058.
7
Cf. DH 3060.
8
Cf. DH 3061.
9
Cf. DH 3052. 3053. 3054. 3055. 3057. 3058. 3059. 3063. 3064. 3067.
10
Cf. DH 861, 3067.
11
Cf. DH 3060, 3064.
12
PIE-NINOT, S., Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristiana, Salamanca 2007, 459.
13
Cf. DH 3063. 3065.
14
Cf. PIÉ-NINOT, S., op. cit., 460.
3

formulación del Vaticano I”15. El primado de jurisdicción, así, se configura como la


capacidad de autoridad y de poder necesarios para el ejercicio de la función primacial de
“apacentar, regir y gobernar”16.
Potestad plena y suprema: El Concilio definió la potestad plena y suprema como
aquella que “no puede ser limitada por ningún poder humano, sólo por el derecho natural
y divino”17. Es consecuencia del concepto de primado de jurisdicción: potestad plena y
suprema en toda la Iglesia (plenitudo potestatis18). El poder del Papa es, por lo tanto,
soberanía externa respecto de los Estados, y soberanía interna respecto de toda la Iglesia.
Potestad inmediata y ordinaria: La potestad inmediata y ordinaria significa que el
poder papal puede ser ejercido sin necesario intermediario. Es potestad propia; es decir,
no delegada, en toda la Iglesia. Es potestad ordinaria; es decir, ni delegada ni
extraordinaria. Es propia de su cargo. Esa potestad, agrega el propio Concilio, no va en
detrimento de la potestad de jurisdicción episcopal, ya que el Ministerio de los Obispos
es de origen divino y no papal. Los Obispos, entonces, son verdaderos pastores (veri
pastores) en las Iglesias19.
Potestad verdaderamente Episcopal: Verdaderamente episcopal, significa que el
Papa comparte la misma potestad pastoral y episcopal que la de los Obispos. La potestad,
es decir, de administrar los sacramentos, de legislar y de predicar. Se entiende que el
soberano pontífice, en sentido estricto, no es Obispo sino en su Diócesis de Roma; pero,
en sentido amplio, en cuanto primado de la Iglesia, “el soberano pontífice se llama el
Obispo de Iglesia Católica”20. El Concilio, sin embargo, no precisó la relación entre el
Ministerio de los Obispos y el primado papal, siendo que ambos son verdaderamente
episcopales.
Magisterio Solemne Infalible: La Pastor Aeternus en su Capítulo IV, definió la
infalibilidad papal. Lo hizo uniendo, en el prólogo, el primado de jurisdicción al primado
de infalibilidad, fundamentándolo en Concilios precedentes21. El dogma definido consiste
en que cuando el sucesor de Pedro habla ex cathedra, es decir, en cuanto pastor y doctor
con la asistencia divina que le fue prometida a Pedro, en cuestiones de fe y costumbres
(de fide et moribus), goza de la infalibilidad que Jesucristo mismo previó para su Iglesia.
Sus enseñanzas, por lo tanto, de acuerdo a esas condiciones, son irreformables por sí
mismas, independiente de todo consentimiento (ex sese, non autem ex consensus
Ecclesiae)22.
La infalibilidad, de ese modo, “afecta a las relaciones entre el Romano pontífice
y la Iglesia entera”23. Debe ser hecha, eso sí, con clara finalidad de “custodiar santamente
la promesa, y fielmente exponer la Revelación transmitida por los apóstoles, esto es, el
depósito de la fe”24. Se trata, entonces, de una enseñanza magisterial solemne, explícita y
clara, en virtud de la autoridad apostólica en favor de toda la Iglesia (Ecclesia
universalis). La definición del Papa es, por lo tanto, “absolutamente verdadera no por
haber sido pronunciada por este hombre, sino porque el Espíritu de Cristo es garante de
su exactitud. Ni el mismo soberano pontífice podría retractarla […], no es el acto de una

15
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 460.
16
Cf. DH 3059, 3068.
17
Cf. PIÉ-NINOT, S., op. cit., 462.
18
Con esta expresión y en este mismo sentido, comprendieron el primado los Concilios II de Lyón (1274)
y de Florencia (1439).
19
Cf. DH 3061.
20
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 467.
21
Cf. IV Constantinopla, DH 3066; II Lyón, DH 3067; Florencia, DH 3068.
22
Cf. DH 3074.
23
SESBOÜE, B., [dir.], Historia de los dogmas, Salamanca 1997, IV, 254.
24
SESBOÜE, B., [dir.], op. cit., 263.
4

persona privada sino del maestro supremo de la Iglesia universal, en quien reside, por
título especial, el carisma de infalibilidad que es el de la misma Iglesia”25.
Podemos entonces concluir esta parte, diciendo que son, fundamentalmente dos
las definiciones doctrinales del Vaticano I respecto del oficio pontificio: definición del
primado, y definición de la infalibilidad.

II. EN EL CONCILIO VATICANO II


El Vaticano II, tras las huellas de los Concilios inmediatamente anteriores 26,
asumiendo e interpretando la Revelación y la Tradición genuina de la Iglesia, continúo
con el progreso en la comprensión del dogma referido al Ministerio petrino.
Situación de Contexto: La época que va desde el Vaticano I al Vaticano II estuvo
marcada, entre otras cosas, “por el desarrollo de la política de los concordatos como
nuevas formas de relación de la Iglesia con el Estado después del fin del poder temporal,
el magisterio social de León XIII (1878-1903), y la reforma de la Curia romana”27. En el
ámbito teológico se habían publicado varios manuales28 presentando una “interpretación
expansiva”29 de la autoridad del Papa. Así como también nuevos enfoques en la
comprensión de los textos bíblicos, iniciado por el protestante O. Cullmann, y seguido
por otros de confesión católica30.
Continuidad doctrinal: La temática había sido tratada ya en el Vaticano I. Los
Padres conciliares ahora debatieron acerca de la constitución jerárquica de la Iglesia,
particularmente del Episcopado. Es el Capítulo III de la Constitución dogmática Lumen
Gentium. La Constitución retoma la doctrina del primado del Papa y su magisterio
infalible (n.18). Lo dicho, por lo tanto, está en íntima relación con lo definido por el
Concilio anterior.
Lumen Gentium, III: El tema central del Capítulo es el Episcopado, inserto en el
marco de la Eclesiología global presentada por el Concilio. Enseña la sacramentalidad
del Episcopado31, como base de la Colegialidad en la común episcopalidad de los obispos
incluido el de Roma. Levanta, de ese modo, la reserva del calificativo vicario de Cristo
como exclusividad del Papa, para aplicarla también a cada uno de los otros Obispos32. A
la jurisdicción se refiere en referencia a la potestad de todos los obispos33. Cuando la
vincula al Papa, por eso, nunca une el primado a la adjetivación de jurisdicción, que fue
la manera como lo hizo el Vaticano I.
Es más que modificación de terminología. Comportan, más bien, cambios en el
propio contenido. Sin negar, de hecho, la potestad primada del Papa, se la presenta ahora
de una manera nueva. Aparece explícitamente relacionada con el Colegio episcopal. No
habla, por ejemplo, de subordinación jerárquica, como hizo el Concilio anterior34, sino de
comunión jerárquica o apostólica. Indica así una “interrelación entre sujetos
sacramentalmente iguales -obispos- que ejercen un Ministerio diversificado: local
primacial o sólo local”35. La LG, en efecto, cuando se refiere a la relación entre el

25
PHILIPS, G., La Iglesia y su misterio en el Vaticano II. Historia, texto y comentario de la Lumen Gentium,
I, Barcelona 1968, 410.
26
Haec Sacrosancta synodus, Concilii Vaticani primi vestigia premens, cun eo docet et declarat, LG 18b.
27
Cf. PIÉ-NINOT, S., op. cit., 477.
28
L. Billot (1900), M. de Luca (1901), entre otros.
29
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 478.
30
P. Benoit, S. Cipriani, R. Schnackenburg, entre otros.
31
Cf. LG III, 21.
32
Cf. LG III, 27.
33
Cf. LG 23,45; CD 5; SC 130.
34
Cf. DH 3060.
35
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 481.
5

episcopado y el primado, pone mayor énfasis en la expresión cum el Papa que en la


expresión sub el Papa36.
No niega, por supuesto, lo definido por Pastor Aeternus respecto del primado
petrino. En el LG 23, de hecho, lo llama principio y fundamento perpetuo y visible de
unidad, y LG 27 se refiere al Papa como sujeto de “potestad suprema y universal”. Es
cierto, sin embargo, que la Constitución no adjetiva la potestad petrina con la expresión
inmediata y ordinaria como lo había hecho la Pastor Aeternus. La expresión ahora viene
aplicada a la potestad de todos y cada uno de los Obispos37 en sus respectivas Iglesias
locales. Regulada siempre, evidentemente, en última instancia por la autoridad central del
Papa en vistas al bien común de toda la Iglesia.
El papado como Ministerio episcopal: LG 22, se refiere al Papa como el Romano
episcopo, y LG 23 como Romanus pontifex. El Ministerio primado es, por lo tanto,
ejercido por el Papa en cuanto que es Obispo de Roma. La capacidad de jurisdicción del
Papa sobre la Iglesia universal es, entonces, verdaderamente pastoral y episcopal. “Es
respecto de la Iglesia Universal, lo que la jurisdicción del Obispo es respecto de la Iglesia
Particular, es decir plena, inmediata y ordinaria o propia”38. Así, “se reencuentra la
función primacial del Ministerio petrino desde su condición más radical: ejercer el
Ministerio pastoral de Obispo de Roma”39.
Precisamente, “cuando Pedro viene a Roma para fijar en dicha ciudad no sólo su
residencia, sino su Sede, su cátedra […] el pontificado romano particular quedará como
absorbido en el pontificado universal […] de manera que es el mismo pontífice quien será
en adelante, por un único pontificado, pontífice romano y pontífice universal” 40. Se
distingue claramente entre residencia y sede del apóstol primado. Una cosa es, por lo
tanto, la residencia; y, otra cosa, la Sede. La residencia puede quedar fijada en otra parte
[…] pero, el Papa, de derecho, quedaría siendo Obispo de Roma, aun cuando fuera
destruida la ciudad41.
El obispo de Roma, por ser sucesor de Pedro, no por otras circunstancias, es
reconocido como jefe supremo de la Iglesia. El Papa, de este modo, es Obispo miembro
del Colegio episcopal, con el Ministerio pastoral primado en cuanto episcopo que ocupa
la Sede primacial de Roma. “De esta forma, la dimensión de universalidad y catolicidad
que tiene el Papa depende de la Iglesia local que preside”42.
El papado como Ministerio de comunión: LG 18 enseña que el Ministerio
jerárquico existe en orden al bien del cuerpo eclesial. Ya la Pastor Aeternus afirmaba la
dimensión de servicio a la unidad del Ministerio petrino43. No se presenta, en efecto, el
Ministerio del sucesor de Pedro como de sola inspección, dirección o vigilancia. Es una
tarea a favor de la communio Ecclesiarum44. Él, siendo el principio y el fundamento
perpetuo y visible de la unidad, hace posible la catolicidad plena en la comunión eclesial
de la Iglesia entera. El Papa se constituye así en el punto de referencia vinculante para
toda la Iglesia.
Este empeño de comunión que le es propio a todos los apóstoles y sus sucesores,
y que particularmente corresponde a Pedro y a su sucesor, “se desprende ya claramente

36
LG III, utiliza cinco veces la expresión con el Papa, mientras que sólo una vez la expresión bajo el Papa.
37
Cf. LG 27.
38
JOURNET, CH., Teología de la Iglesia, Pamplona 19652, 176.
39
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 514.
40
JOURNET, CH., op. cit., 177.
41
Cf. JOURNET, CH., op. cit., 177.
42
PIÉ-NINOT, S., op. cit., 520.
43
Cf. DH 3057. 3060.
44
Cf. LG 23.
6

de la apelación clásica de los Doce, (constituidos) como Colegio, es decir, grupo


permanente a favor comunión y la misión hasta el fin de los tiempos”45.
El pontificado como Ministerio de colegialidad: El Ministerio petrino unido con
el episcopado tiene potestad plena y suprema sobre toda la Iglesia como comunión de
Iglesias. Por eso, si bien el Colegio apostólico necesita la aprobación del Papa para su
ejercicio y, aunque el Papa puede actuar separadamente (seorsim), no significa hacerlo
aisladamente (separatim) de su Colegio. Su poder no es absoluto, sino personal en
comunión colegial.
El Padre Yves Congar (1904-1995), en relación a esto, escribió que “la sucesión
apostólica en los poderes del Ministerio no es de Pedro solo, sino del Colegio como tal
[…]; la autoridad del Papa es una autoridad en el Colegio”46. Todo acto primacial forma
parte intrínseca del Colegio episcopal al estar al servicio de la comunión de todas las
Iglesias, que es el fundamento de las relaciones y del servicio de los Obispos en el
Colegio. Se desprende la importancia de las instancias colegiales en las que el Papa actúa
unido con. Philips, en su comentario a LG dice que “el Concilio apoyándose en Jn 21, 15-
17, se refiere a Pedro como escogido entre ellos (los Doce) para ser colocado a su cabeza
[…]; (así) podemos ya distinguir un esbozo de organización y misión […] (de modo que)
los obispos forman un Colegio, en el cual el Papa está incluido como cabeza […]. Pedro
no está fuera del grupo: también él es un apóstol”47.
El papado como Ministerio primacial: El Vaticano II no ha negado, por
supuesto, el primatus del sucesor de Pedro, pero no entendiéndolo aisladamente sino
como presidencia en/de la comunión48. Omitiendo el calificativo de jurisdicción, el
Concilio, asume el valor de la potestad sacramental como causa de la jurisdicción que es
la condición de su ejercicio49. La potestad de jurisdicción aparece así, no como una
potestad diversa, sino como la posibilidad para ejercer la potestad sacramental recibida
en el sacramento del Orden. La dimensión sacramental es la dimensión constitutiva y
primaria en el ejercicio del Ministerio primado de la jurisdicción. Ésta, entonces,
constituye la dimensión segunda.
El Papa, por su potestad primacial, al decir de la LG, tiene la capacidad de regular
en última instancia (ultimatim regatur) a los pastores y a los fieles, pudiendo poner límites
en vistas al bien común (utilitas) de la caridad. “Es la cabeza de este Colegio y, sin la
cabeza el Colegio no tiene ninguna autoridad […] toda decisión válida debe contar con
su consentimiento”50. Esto, en cuanto que “la sucesión de Pedro no es la misma que la de
los demás apóstoles […] (porque) él recibió personalmente el privilegio de las llaves y de
la función pastoral universal”51. En la Iglesia entera su poder es pleno, supremo y
universal (plenam, supreman et universalem potestatem). Y así, en razón de su Ministerio
primacial, puede ejercer su poder en cualquier momento (omni tempore ad placitum)52.
De modo entonces que, si bien el sucesor de Pedro es también miembro del
Colegio episcopal y responsable de confirmar y guiar en la comunión, en razón de su
Ministerio primacial la autoridad suprema no se concede al cuerpo de los obispos
(Colegio) simplemente (simpliciter), sino al cuerpo de los obispos en unión con el Papa.

45
Cf. PHILIPS, G., op. cit., 290-291.
46
CONGAR, Y., «La Iglesia es apostólica», en: Mysterium Salutis, IV/I, Madrid 1972, 600.
47
PHILIPS, G., 289. 353. 354.
48
Cf. LG 15.22.
49
Cf. LG 22.
50
Cf. PHILIPS, G., 364.
51
CONGAR, Y., op. cit., 601.
52
LG 22, de hecho, dice que “Romanus enim pontifex habet in Ecclesiam, vi muneris sui, vicarii scilicet
Christi et totius Ecclesiae pastoris, plenam, supreman et universalem potestatem, quam semper libere
exercere valet”.
7

El Concilio Vaticano II, concluyendo, trae un notable progreso en la comprensión


de la doctrina respecto a la perspectiva global del Vaticano I. La causa fue el verdadero
descentramiento que se propuso Iglesia, colocando el Ministerio petrino no solo en
referencia a JesuCristo sino también a dentro del Pueblo de Dios que es Iglesia, y que
cuenta con un servicio apostólico de unidad y comunión.

CONCLUSIÓN
Para concluir, podemos decir que el Capítulo III de la Constitución conciliar LG
recoge y completa, precisa y aclara, la enseñanza que presentó la Pastor Aeternus del
Vaticano I. Varias veces, de hecho, el Vaticano II cita al Vaticano I al pie de página como
fuente de su contenido53.
Cuando el Vaticano I acentúo el rol del Papa como principio de unidad, no quiso
anular la jurisdicción inmediata y ordinaria de cada Obispo en su Iglesia. El Vaticano II,
continuando el desarrollo de ello, avanzó en el tema sin detenerse en la problemática de
las potestades. Establece un vínculo entre la sacramentalidad y misión de la Iglesia y el
episcopado. Sin negar, de ese modo, la autoridad universal, plena, ordinaria e inmediata
del Romano pontífice como sucesor de Pedro, inserta el Ministerio petrino en el marco
amplio de la Iglesia al interno de la comunión del Colegio apostólico. Presenta de ese
modo, un nexo inmediato derivado de equivalencia, entre la relación Pedro-Apóstoles y
Papa-Obispos, cerrando toda posibilidad de apostar por un régimen de gobierno ni
democrático ni monárquico en la Iglesia.
El primado es presidencia en el ágape de todas las Iglesias, en comunión ordenada,
dentro de la sacramentalidad del episcopado54 que es, en realidad, fuente y base de la
Colegialidad. Se relaciona profundamente, de ese modo, la común episcopalidad de los
Obispos y del Papa. Se puede, por eso, volver a calificar a todos los Obispos como
vicarios de Cristo. Es decisiva, del mismo modo, la enseñanza conciliar respecto de la
jurisdicción. La presenta como condición segunda de la capacidad pastoral del Papa. Es
decir, como condición para ejercer el Ministerio de la unidad de la fe y de la comunión
en la caridad, que fue recibido con el Orden episcopal para ser ejercido en y desde la
Iglesia de Roma que preside a todas las Iglesias en la caridad55.
El Concilio Vaticano II, por lo tanto, presenta una reorientación decisiva respecto
al ejercicio del Ministerio petrino. En un marco de renovación eclesial, de acuerdo al
contexto histórico, cultural y pastoral, inserta el servicio pastoral del Papa dentro en la
communio Ecclesiarum en el marco de la Iglesia Pueblo de Dios. Se trata, tanto de un
punto de llegada como un desafío para continuar la reflexión teológica sobre el tema.
Desafío que Juan Pablo II asumió personalmente y lo extendió a la preocupación de todos
en la Iglesia, especialmente de teólogos y pastores56. Francisco, constatando que se ha
avanzado poco en eso, expresó que le corresponde “como Obispo de Roma, estar abierto
a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al
sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de las Evangelización”57.

53
Cf. LG 8b, LG 22b, LG 23a, LG 25c, entre otras.
54
Cf. LG 21.
55
Cf. LG 13.
56
Cf. JUAN PABLO II, Ut Unum Sint, 95.
57
FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 32.

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