Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cuando me encargaron este comentario, pensé negarme porque soy de aquella generación
que, de jóvenes, presumían de alergia al derecho canónico. Pero los años también suavizan
cosas y enseñan algo. Y además, me animó saber que el texto jurídico estaba precedido por
una reflexión teológica, que será quizá lo más importante de mi comentario.
Manos al texto, pues. Para ayudar al lector lo que sean puros comentarios míos (no
resúmenes o exposiciones del texto), irán siempre en letra más menuda o en notas al pie.
ECLESIOLOGÍA PREVIA
Ecclesia ad extra
-Esa misión no es solo tarea de los clérigos sino de todo cristiano por el bautismo, y se
concreta en ser “luz del mundo” (n. 2).
- Y eso lo será la Iglesia (como dijo Vaticano II) siendo una señal eficaz de “comunión
nueva”: una comunión de caminantes (syn-odalidad) en la que cada uno tiene algo que
aprender del otro (n. 4).
Para subsistir la Iglesia tiene una especie de osamenta, o estructura que fue el grupo de los
12 con Pedro a la cabeza, y que hoy se continúa en el episcopado con el sucesor de Pedro.
De ahí el carácter no solo local sino universal del ministerio episcopal. Por eso, el
Documento quiere dar expresión también a la dimensión colegial del ministerio episcopal,
más descuidada hasta hoy.
Y solo después de dicho esto, es en esa eclesiología donde hay que situar a la Curia
romana.
1.3.- Curia
La Curia romana está también en relación con ese colegio episcopal. No se sitúa entre
el papa y los obispos sino que se pone al servicio de ambos (n. 8). Está pues “al servicio
del papa y de los obispos”, respetando la responsabilidad señalada que les corresponde
como sucesores de los Apóstoles (pp. 138-39)1. La reforma de la curia no es un fin en sí
misma sino un medio para la evangelización, el ecumenismo y el diálogo constructivo entre
todos (n 12), desde la espiritualidad del buen samaritano que parece tan querida a Francisco
(n. 11).
Pero lo dicho vale también de algún modo para todo cristiano que, por el bautismo, -y si ha
encontrado el Amor de Dios en Cristo-, participa de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Por tanto, la reforma de la Curia debe prever la implicación de los laicos incluso en
funciones de gobierno y responsabilidad (n. 10): cualquier fiel puede presidir un dicasterio
o un organismo (II, 5).
El célebre refrán castellano “hecha la ley hecha la trampa” puede tener una interpretación
menos sarcástica que diga: “hecha la ley hecha la interpretación”. Por algo existe en todos
los países la llamada jurisprudencia, para ayudar a aplicar las leyes. Pues, en definitiva, lo
importante no son solo las leyes sino cómo se cumplan: ahí estará la verdadera reforma.
Quizá por eso, una de las novedades de esta Constitución es que, entre los principios
teológicos comentados, y los diversos cánones o normas, existe un capítulo intermedio que
intenta marcar los criterios con que han de ser leídos. Son los siguientes
1.- Servicio a la misión del papa. Pero un servicio no exclusivo y que está dirigido no
meramente a la autoridad sino a la misión.
2.- Corresponsabilidad en la comunión. Lo cual parece que debe implicar una clara
descentralización.
3.- Servicio también a la misión de los obispos. Mediante: consejo, apoyo, protección de
vulnerables, servicio a la paz, justicia y familia.
Este tercer principio completa al primero; y el segundo da su fundamento: la Iglesia es una
comunión corresponsable. Hasta ahora daba la impresión de que la curia no tenía autoridad
sobre el papa, pero sí sobre los obispos. El lenguaje de servicio evita también eso: la Curia
no tiene autoridad sobre los obispos como no la tiene sobre el papa. La reforma parece
buscar que la curia romana, en lugar de ser un muro entre papa y obispos, sea un
verdadero lazo.
5.- Carácter vicario. Es decir: no actúa en nombre propio como hasta ahora, sino en nombre
del papa. Por eso (porque cualquier fiel, aunque no sea obispo, puede presidir un dicasterio
u organismo de la Curia) queda claro que esta no actúa en nombre propio.
Si no hace falta ser obispo para presidir un dicasterio, se evita que el carácter episcopal de
sus miembros dé a la Curia la misma dignidad que un obispo diocesano, para poder tratarlo
autoritariamente. Además, ese carácter episcopal de personas que trabajan en oficinas
quebranta el canon VI del concilio de Calcedonia de que no haya obispo sin diócesis.
El recurso a nombrarlos obispos de una diócesis inexistente resulta hoy una hipocresía
demasiado clara. Parece ser que Benedito XVI ya intentó arreglar esto, pero la Curia se le
opuso. El acierto de Francisco habrá sido que esa decisión no la ha tomado el papa solo por
su cuenta, sino el consejo de cardenales que trabajó esta reforma. La Curia, pues, ya no
podrá pretender que su propia palabra funcione como palabra del papa (2).
6.- Espiritualidad: una relación con Cristo que lleve a gastarse por los planes de Dios (no
por los propios) y un servicio a la Iglesia-misterio más que a la iglesia institución.
Vale la pena recordar aquí las duras palabras de Francisco, en uno de sus primeros
discursos a la Curia, alertando sobre el peligro de lo que él llamó “un alzhéimer espiritual”.
7.- Integridad personal y profesionalidad.- De entre todas las cualidades exigidas destaco
aquí la de “capacidad para discernir los signos de los tiempos”. Ello pide también atención
cuidadosa a la selección y formación del personal.
11.- Reducción de dicasterios.- Uniendo aquellos cuya finalidad era muy similar y
haciendo así más eficaz el trabajo.
12.- Termina esta parte con una cita de Pablo VI: “que la caridad pueda encender todos los
principios, doctrinas y propósitos para poder realizar aquella renovación que fue el fin del
Vaticano II”.
3.- ARTICULADO
250 cánones (algunos con varios párrafos) son demasiados para el profano comentarista y
para el profano lector. Elegiré, pues, los que me parecen más importantes o novedosos,
evitando sutilezas canónicas (como tareas y competencias, reuniones –en las que se insiste
muchas veces-, nombramientos, relación entre organismos, competencias…), y evitando
también repeticiones de lo ya expuesto. Pero el lector debe saber que todo lo que sigue es
una panorámica muy a vuelapluma.
Artículo 6.- Que los miembros de la curia que son clérigos tengan también cura de almas.
Y los que pertenecen a algún instituto o sociedad colaboren también en otras realidades
eclesiales.
Art. 11.- Seguir (ad intra) los criterios de la doctrina social de la Iglesia.
Art. 21: cada institución de la Curia “estudia los problemas más graves del tiempo
presente para promover la acción pastoral de la iglesia de manera más adecuada
coordinada y eficaz…” (En lugar de responder desde criterios fijos).
Art. 29: cuando una institución prepara un documento, ha de ser visto y mejorado por
todas las otras instituciones de la Curia antes de ser presentado al papa.
Art. 30: Una institución curial “no puede dictar decretos generales con fuerza de ley”, ni
puede derogar las prescripciones del derecho universal; ni hacer nada en asuntos
importantes o extraordinarios sin la aprobación del papa (A 31).
Importantes son también los AA 36 y 37: “la curia romana al servicio de las iglesias
particulares”, donde nunca se habla de ordenar o mandar, sino de “colaborar…, tener en
cuenta el parecer de las conferencias episcopales, responder con celeridad, consultar a los
nuncios y comunicar las decisiones tomadas antes de publicarlas”.
Además, el que estas personas (que prestan ese servicio imprescindible de la burocracia)
tengan también cura de almas, será un gran beneficio no solo para ellos sino para la iglesia
universal. (Recuerdo cómo hace años me explicaba algo de esto el P. Simón Decloux, uno
de los Asistentes Generales de Pedro Arrupe que, mientras estuvo en ese cargo, no dejó de
visitar las barriadas más míseras de Roma).
Finalmente, el artículo 29 me deja la pregunta de si, con las posibilidades digitales de hoy,
sería posible que algunas instituciones de la Curia tuvieran su sede fuera de Roma, en
diversos lugares del planeta. Quizá sería una ayuda para ese interés (bien presente en este
documento) por “hacer visible la catolicidad de la iglesia”.
3.2.- Dicasterios
- Para el servicio de la caridad. Este puede ser uno de los rasgos más llamativos de la
reforma: la antigua “limosnería apostólica” convertida en dicasterio. Y además para que
trabaje “a partir de la opción por los pobres, vulnerables y excluidos” (art. 79), concretando
“la solicitud y cercanía del romano pontífice hacia quienes viven en situaciones de
indigencia, marginación o pobreza” (art. 80)(3).
- Para culto y sacramentos, que comienza con una alusión expresa a “promover la
renovación emprendida por el Vaticano II” (art. 88), y que deja las traducciones a cada
lengua en manos de las conferencias episcopales y no en manos de la Curia que solo se
limita a confirmarlas (4).
- Para causas de los santos, para obispos, para el clero, para institutos de vida
consagrada. Estos cuanto dicasterios quedan prácticamente igual, pero: en el de los obispos
se dice que los nombramientos se harán “tomando en consideración las propuestas de las
iglesias particulares, de las Conferencias Episcopales y de las Representaciones Pontificias,
previa consulta a los miembros de la Presidencia de la Conferencia episcopal y del
Metropolitano” (art. 105) (5).
-Para asuntos del clero: queda en manos de las Conferencias Episcopales la elaboración
de los planes de formación, pero para que “los alumnos sean adecuadamente educados con
una sólida formación humana, espiritual, intelectual y pastoral” (art. 114, y creo que vale la
pena notar la intención de los cuatro adjetivos). Además se añade un nuevo dicasterio:
- Para laicos, familia y vida. Para que los laicos “compartan, tanto en la pastoral como el
gobierno de la iglesia, sus experiencias creyentes y sus propias habilidades seculares” (art.
129) y con una especial preocupación “por los jóvenes” (130), por la identidad y misión de
la mujer (131), por los “modelos para la transmisión de la fe en las familias” (136), por las
crisis matrimoniales y las personas involucradas en fracasos matrimoniales (a. 137,2) y por
el tema del aborto (138).
- Para diálogo interreligioso, en este artículo se indica que el trato con las demás
religiones sea “con actitud de escucha, estima y respeto”; y que se dirija “a promover la
libertad, la justicia social, la protección y salvaguarda de la creación” (art. 148).
Una relación, por tanto, que sea mucho más de “diapraxis” que mero diálogo teórico (que,
en mi opinión, solo podrá ser algo fecundo tras el mutuo conocimiento y estima que
generan los compromisos y luchas conjuntas.
- Para cultura y educación (dicasterio muy reciente, que unifica muchas entidades
distintas y que ha tenido ya a un laico, Paolo Ruffini, como director
- Para el servicio humano integral (que integra antiguos consejos pontificios: Justicia y
paz, pastoral de emigrantes y de la salud, cor unum) para promover la dignidad de la
persona humana, los derechos humanos y la integridad de la creación… (art. 163)
cooperando además con todas las religiones y organizaciones civiles dispuestas a eso (art.
164) (6). Y que, finalmente “promueve y defiende modelos de economía equitativos y
estilos de vida sobrios, sobre todo promoviendo iniciativas contra la explotación económica
y social de los países pobres” (art. 168)
3.3.- Organismos
Penitenciaría apostólica, tribunal de la rota, consejo y secretaría de asuntos económicos,
administración del patrimonio, auditoría general, materias reservadas, inversiones (7 en
total).
3.4.-Oficinas
3.5.-Abogados
Al leer esta última parte un poco más despacio, haciendo decir a las palabras más de lo que
suenan para nosotros los profanos en cánones, creo que la impresión que deja
“Praedicate evangelium” es francamente buena. Habrá que añadir, parodiando a
Calderón, aquello de que “las leyes, leyes son”. Lo cual significa que lo importante ahora
será su cumplimiento, para el cual y en ejercicio de una colegialidad plena, todo el
episcopado con el sucesor de Pedro a la cabeza, deberá sentirse responsable de la guarda
óptima de toda esta ley. Para bien de la Iglesia pero también para ejemplo de este mundo
desanimado y en el que la Iglesia siente en sus hombros aquel mandato tan aparentemente
sencillo de Jesús: “vosotros sois la luz del mundo”.
4. Así ha sucedido ya que, en el misal italiano, el texto de la consagración del cáliz dice
expresamente “por todos” y no “por muchos”. También hubiera sido bueno plantear una
reforma de la invocación constante “Dios todopoderoso” y sustituirla por la de “Dios todo
misericordioso”, más cristiana. Y otra reformulación de las colectas más antiguas que
parecen pedir la ayuda de Dios solo para la otra vida y no para esta. Eso pudo ser
comprensible en épocas de vida muy breve y que habían olvidado la historia pero, en sí
mismo, resulta heterodoxo. Y esperemos que, en el futuro, pierda todo sentido aquel viejo
chiste que evoca también, irónicamente, el cardenal Maradiaga: “¿Cuál es la diferencia
entre un terrorista y un liturgista? Pues que con el terrorista, al menos puedes dialogar”.
5. Parece que ha quedado una redacción muy vaga, por lo que toca a la elección de los
obispos por las propias iglesias locales, aunque se abren algunas rendijas para ello.
6. A diferencia con la mentalidad del papa Wojtila que quería a la Iglesia directora más
que colaboradora.