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TEMA 7- EL SIGLO XVII

Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos


internos.
El ocaso del Imperio español en Europa.
Evolución económica y social.

La cultura del Siglo de Oro.

INTRODUCCIÓN: LOS LÍMITES DEL IMPERIO

En el siglo XVII la monarquía hispánica era un estado complejo, formado por un


conjunto de territorios que poseían instituciones, leyes y lenguas diferentes, regidos por
una misma Corona que imponía unas normas generales de gobierno.
La monarquía hispánica comenzó la centuria como una potencia internacional
con numerosas y estratégicas posesiones en Europa -Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán,
los Países Bajos, etc.- y extensos territorios en su vasto imperio colonial. Sin embargo, si
el siglo XVI había representado su momento de máxima hegemonía, a lo largo de
esta centuria, y sobre todo tras la guerra de los Treinta Años, España quedó relegada
a un segundo plano en el escenario internacional. La Monarquía hispánica pasó del
esplendor de un inmenso imperio territorial, a una situación de decadencia que
escandalizó a los propios españoles de la época.
A la crisis política se añadió una profunda
depresión económica y un notable descenso
demográfico, que no apareció de manera brusca
ni se manifestó por igual en todos los territorios de
la Monarquía. Desde 1680 aproximadamente se
manifestaron ciertos síntomas de recuperación,
que anunciarían una fase expansiva.
Sólo en el plano cultural se mantuvo e incluso
se superó el alto nivel alcanzado en la centuria
anterior, lo que ha justificado su denominación de
Siglo de Oro, aplicada a la producción literaria y
“Las Meninas o La Familia de Felipe IV”, por
Diego de Velázquez. Óleo sobre lienzo. artística de la mayor parte de los siglos XVI y XVII.
1656. 318 cm x 276 cm. Museo del Prado.
Madrid.

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1.- LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. GOBIERNO DE VALIDOS Y
CONFLICTOS INTERNOS.

La novedad de los denominados Austrias menores, Felipe III, Felipe IV y Carlos II,
fue que los monarcas delegaron las cuestiones de gobierno en manos de un hombre
de confianza, el privado o valido, con el que el rey solía mantener una estrecha
relación de amistad. Aunque carecía de cargo oficial, en la práctica actuaba como
un auténtico primer ministro.
La privanza o el valimiento se convirtió en un rasgo permanente de la
monarquía a lo largo del siglo XVII, aunque no fue exclusiva de España. Los validos
más destacados fueron el Duque de Lerma (Francisco Gómez de Sandoval y Rojas),
con Felipe III, y el Conde-Duque de Olivares (Gaspar de Guzmán), con Felipe IV. De
carácter y trayectoria muy diferentes; si el Duque de Lerma estuvo más preocupado
en aumentar su fortuna familiar, el Conde-Duque de Olivares, gran estadista, mostró
gran interés por la solución de los males de la Monarquía. En cualquier caso, la
práctica del valimiento contribuyó al desprestigio y la decadencia de la monarquía
hispánica en el siglo XVII, en el que los Austrias menores ofrecieron una imagen de
debilidad y desinterés por los asuntos de Estado que contrastaba con el protagonismo
y la dedicación de sus predecesores, los Austrias mayores (Carlos I y Felipe II).

a) Felipe III (1598-1621)

El reinado de Felipe III se caracterizó por la ruptura con la


tendencia belicista del siglo anterior y el fortalecimiento
y recuperación política de la alta nobleza.
La animadversión con que ha sido tratado por los
historiadores se debe a un elemento de tipo moral: la
corrupción administrativa. Su valido, el duque de Lerma,
político mediocre y de una
“Felipe III a caballo”, óleo sobre lienzo, 300 ambición desmesurada, retiró
x 212 cm. Diego de Velázquez. Museo del
Prado. Madrid. de todos los cargos relevantes
a los anteriores titulares para colocar a parientes y amigos
(nepotismo). En 1600 trasladó la corte a Valladolid, con el objetivo
de acercar la Corte a la villa de Lerma y apartar al rey de posibles
influencias. En esta ciudad, manifestó todas sus corruptelas políticas
Fachada de la Iglesia de San
y urbanísticas, ejemplificadas en la Iglesia de San Pablo. Pablo. Valladolid.

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■ En política interior el hecho más destacado fue la expulsión definitiva de los
moriscos, decretada primero en Valencia en 1609 y al año siguiente en Aragón y
Castilla. Las razones de tal medida pudieron ser el rechazo de la población cristiana a
los moriscos y el temor a que éstos propiciaran una invasión de sus correligionarios, los
turcos, que representaban una amenaza real en el Mediterráneo.
Se calcula que 300.000 personas (4% de la población
española de la época) fueron obligadas a abandonar
sus residencias y embarcaron a la fuerza hacia el norte
de África y el Mediterráneo.
Esta sangría supuso, en los territorios de Aragón y
Valencia, una importante pérdida cuantitativa y
cualitativa de una población de artesanos y campesinos
dedicados a una agricultura de regadío intensiva.
Aunque estas zonas fueron repobladas por cristianos
viejos de Castilla y Murcia, nunca llegaron a alcanzar el
grado de desarrollo anterior “Retrato ecuestre del duque de
Lerma”, por Pedro Pablo Rubens,
Esta medida, de fácil acogida entre la población,
1603. Museo del Prado. Madrid.
culminaba en el plano étnico y religioso la política de
intolerancia religiosa iniciada por los Reyes Católicos.

b) Felipe IV (1621-1665)
En 1621 murió Felipe III y le sucedió su hijo Felipe IV,
durante cuyo reinado se produjo la gran crisis del
poderío español. El nuevo favorito ,Gaspar de Guzmán y
Pimentel, Conde Duque de Olivares (1587-1645) , hombre
inteligente, trabajador y enérgico intentó llevar a cabo
una serie de reformas exteriores e interiores que le
enfrentaron a la nobleza, al clero y a los territorios de la

“Retrato de Felipe IV”, por Diego periferia.


Velázquez. National Gallery. Londres.
Su actuación en política interior se apoyó en el principio
de la reformación, que perseguía llevar a cabo las reformas necesarias para fortalecer
la monarquía española y evitar su decadencia, estableciendo medidas de
centralización y uniformidad.

• Para ello Olivares propuso en un documento secreto denominado Gran Memorial


(1624) la unificación institucional , legislativa y fiscal de los territorios de la Monarquía,

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siguiendo el modelo de Castilla para el ejercicio del poder absoluto del monarca.1
Felipe IV debía convertirse en rey de “España” si quería afianzar su poder. Para
lograr esta unión, Olivares propuso tres vías posibles: fomentar los matrimonios entre
naturales de distintos reinos, negociar en cada territorio la modificación de sus leyes
con la presencia disuasoria del ejército y fomentar una rebelión popular, que
justificaría una intervención militar para sofocarla.
Sin embargo, este ambicioso proyecto político no se intentó siquiera, ya que era
demasiado arriesgado en un contexto de guerra y amenaza exterior.

• La reanudación de la política exterior ofensiva


en Europa exigía la aportación de
importantes sumas de dinero a una Hacienda
en crisis económica, por lo que Olivares se
propuso una reforma militar y financiera.

- La primera plasmación del Gran


Memorial fue la creación de la Unión
de Armas (1626), un ejército
permanente integrado por 140.000
hombres reclutados de todos los
reinos de la Monarquía proporcional a
su población y riqueza. El proyecto
fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón, pero de
haberse llevado a cabo se habrían conseguido tres objetivos esenciales: la
creación de un poderoso ejército, la distribución del coste de la guerra
entre todos los territorios de la monarquía y el establecimiento de lazos de
solidaridad entre todos los súbditos.

- El otro proyecto fue la creación de un Banco Estatal. Olivares pretendió


liberar a la Corona de su dependencia de la banca extranjera, fundando
una red nacional de erarios que actuarían como bancos, pagando un
interés a quienes depositaran su dinero en ellos y concediendo préstamos a
la Corona, que obtendría así la ayuda de sus súbditos. Pero para constituir
esta red se necesitaba una capital fundacional que debían aportar todos
los súbditos cuya fortuna superase los 2.000 ducados, algo a lo que las
Cortes se opusieron radicalmente. De este modo fracasó uno de los
proyectos más innovadores de la monarquía de los Austrias.

1En el párrafo clave del documento Olivares le decía al rey que «el negocio más importante de su Monarquía» era
«reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia, que si Vuestra
Majestad lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo».

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• Olivares trató de poner en marcha, a través de la Junta Grande de Reformación, un
ambicioso plan de reformas administrativas y económicas, entre las que
destacaron las siguientes propuestas: reducción de oficios y empleos cortesanos,
protección de actividades artesanales y del comercio, medidas para aumentar la
población a través de exenciones fiscales, o implantación de un nuevo impuesto
sobre la sal, entre otras.
Todas las medidas institucionales, fiscales y políticas propuestas por Olivares se
encontraron con una fuerte y heterogénea oposición en la sociedad española.

- Los territorios ( Portugal, Aragón, Valencia y Cataluña) rechazaban las


pretensiones unitarias y centralistas de Olivares.

- Los miembros de la alta nobleza se quejaban del escaso protagonismo que les
concedía el autoritarismo del valido.

- Los grupos populares estaban denunciaban su agotamiento económico y la


presión social que recibían.

Los conflictos y protestas fueron constantes y se desencadenaron rebeliones en todas


partes: Vizcaya (1632), Cataluña (1640-1652), Portugal (1640-1668) y Andalucía (1641).

Destacan, por su importancia, los movimientos de carácter nacionalista y


anticastellano, sobre todo en Cataluña y Portugal, que finalizaron con la
independencia de estos territorios. Las dos tuvieron en común su carácter
independentista, pero sus causas, desarrollo y desenlaces fueron diferentes

- Cataluña (1640-1652). Los abusos cometidos en el territorio por los soldados


que luchaban en la guerra franco - hispana generaron un movimiento de

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repulsa de campesinos y grupos populares urbanos. Esta rebelión se extendió
a la ciudad de Barcelona donde el día de la festividad del Corpus Christi
(Corpus de Sang), fue asesinado el virrey. En el fondo se trataba de una
revuelta anticentralista, que empujó a los catalanes a entregarse a manos del
rey francés, Luis XIII, al que nombraron conde de Barcelona. Sin embargo, la
crisis económica y la opresión francesa, provocaron el agotamiento de los
catalanes, que se rindieron en 1652 a las tropas de don Juan José de Austria,
hijo bastardo de Felipe IV, con la condición de que respetaran sus antiguos
fueros.
- Portugal (1640-1668). Las medidas políticas llevadas a cabo por la Monarquía
Hispánica como el proyecto de Unión de Armas, el aumento de la presión
fiscal y la falta de actuación ante los ataques de ingleses y holandeses en las
colonias, generaron un movimiento anticastellano e independentista por
parte de la nobleza, clero y burguesía portuguesa. Las Cortes portuguesas
aprovecharon la crisis catalana para nombrar rey al duque de Braganza con
el nombre de Juan IV y los adversarios de España, Francia e Inglaterra, se
apresuraron a darles apoyo. Así, después de ochenta años de rey común,
Portugal se separó definitivamente del resto de los reinos peninsulares. Sin
embargo, el reconocimiento oficial de la independencia portuguesa no se
produjo hasta 1668, con la firma del Tratado de Lisboa.

Todas estos movimientos, de uno u otro signo, demuestran hasta qué grado de
descomposición estaba conduciendo el enfoque de la política de Olivares. Su
impopularidad fue en aumento y en 1643 Felipe IV lo apartó de la política. Murió dos
años más tarde, desencantado por el fracaso de sus proyectos.
Con la caída de Olivares sus planes de reforma fueron derrotados, pero no destruidos,
y resurgieron en las décadas siguientes. Sin embargo, no fue hasta la llegada de los
Borbones, a partir de 1700, cuando los ministros se atrevieron a realizar reformas tan
radicales como las planteadas por el Conde Duque.

c) Carlos II (1665-1700)
Cuando Felipe IV murió dejó como único heredero a Carlos II,
un débil niño de cuatro años de edad. En su testamento
dispuso que su viuda, Mariana de Austria, gobernara con la
ayuda de un consejo de regencia formado por tres magnates
castellanos y tres aragoneses. La reina prescindió pronto de
este consejo y depositó su confianza en el jesuita austriaco

“Retrato de Carlos II”, por Luca


Giordano. Óleo sobre lienzo, 66 x 56 cm.
Museo Nacional del Prado. Madrid. 6
Nithard, su confesor, que actuó como verdadero valido. A la minoría de edad del rey
siguió la comprobación de su escasa capacidad intelectual. La Corte, entonces, se
convirtió en un hervidero de intrigas y luchas de poder entre facciones nobiliarias
rivales y los validos como Fernando de Valenzuela y Juan José de Austria, se fueron
sucediendo en el poder.
Este clima de inestabilidad política paralizó la acción de los gobiernos e
imposibilitó la realización de reformas eficaces, por lo que el reinado de Carlos II llevó
a España y a la dinastía de los Austrias a su declive definitivo. A esta inestabilidad se
unió la falta de sucesión a la corona, que perfiló la lucha entre dos candidatos: El
archiduque Carlos de Austria, de la línea austriaca de la casa de Habsburgo y Felipe
de Anjou, de la casa de Borbón, nieto del rey francés Luis XIV, a quien el propio Carlos
nombró heredero con la intención de asegurar el apoyo de Francia a la monarquía
española.
Sin embargo, el temor de algunas naciones europeas, como Inglaterra y Austria,
a la formación de un bloque hispano-francés, provocó que a la muerte de Carlos II
se desencadenara la guerra de Sucesión Española, el primer conflicto europeo del
siglo XVIII.

2.- EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA.


En el siglo XVII se instauró un nuevo orden internacional en Europa, en el que el
viejo equilibrio vertical donde Papado e Imperio habían sido las piezas
fundamentales, fue sustituido por un nuevo equilibrio horizontal entre estados como
Francia, Holanda e Inglaterra. Para la Monarquía hispánica significaba el comienzo
de la decadencia y la pérdida de la hegemonía española en Europa.
La actuación política de cada uno de los monarcas fue muy distinta.

● Felipe III abandonó la política belicista del siglo anterior, favorecido por dos
circunstancias:
- La muerte de Isabel I de Inglaterra, que posibilitó la firma de la paz con este país al
año siguiente (1604).
- La ruina financiera de la Corona, que, ante la incapacidad de costear los gastos
militares, obligó a firmar con Holanda la tregua de los doce años (1609-1621).
El cese de las guerras posibilitó la recuperación de la economía española y la Hacienda Real,
pero fue una oportunidad desaprovechada para una paz permanente por la prodigalidad
del rey y la corrupción de su valido. Además, curiosamente, este paréntesis bélico no fue bien
entendido por un pueblo al que las grandes campañas militares de épocas anteriores había
generado un sentimiento de identidad propia, orgullo y arrogancia colectivos.

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● Felipe IV dio un giro político respecto a la actuación de su padre. Se apoyó
en el principio de la reputación, es decir, la recuperación de la política de prestigio
de Felipe II y la consolidación de territorios en Europa. Su consecuencia inmediata fue
reanudación de la guerra con Holanda por medio de la participación en la Guerra de
los Treinta años (1618-1648),

La Guerra de los Treinta Años comenzó en 1618 a raíz de un conflicto entre


protestantes y católicos, limitado en principio solo al Imperio Germánico: los príncipes
protestantes alemanes se habían rebelado ante las aspiraciones políticas y religiosas
del emperador Fernando II, católico intransigente de la dinastía de los Habsburgo, a la
que también pertenecían los monarcas hispanos. Este conflicto local acabó siendo
europeo y las cuestiones religiosas se convirtieron en un mero pretexto, ya que lo que
realmente estaba en juego era el mantenimiento o la modificación del orden
internacional, hasta entonces basado en la hegemonía en Europa de la Casa de
Habsburgo a través de sus dos ramas emparentadas: la hispana y la austriaca.

Cada nación en litigio se alineó en uno de los dos grandes bandos en lucha:

- Los Habsburgo, austriacos y españoles, que pretendían mantener su


hegemonía en Europa. Defendían una Europa unida con una misma fe y bajo
las figuras del emperador y del Papa,

- Las potencias rivales, lideradas por Francia, que a pesar de ser una monarquía
católica no tuvo escrúpulos en aliarse con protestantes alemanes y holandeses.
Propugnaban una Europa dividida en unos estados soberanos independientes
entre sí.

España entró en guerra en 1621, cuando finalizó la Tregua de los Doce Años. Los PPBB
del norte, apoyados por Francia, Dinamarca y Suecia encontraron la oportunidad de
enfrentarse a la monarquía hispánica, apoyada por el Imperio. A pesar victorias
iniciales como Breda ( 1625), la contienda demostró el agotamiento económico y
militar de la Corona española, agudizado por las crisis internas de 1640. El principio del
fin fue la derrota de los tercios viejos de Castilla en Rocroi, en 1643. Cinco años
después, en 1648 se ponía fin a la guerra con la Paz de Westfalia, que reconocía la
independencia de las Provincias Unidas del Norte.

Westfalia significó el final de la hegemonía española en la zona , la afirmación de


Francia como potencia hegemónica y el surgimiento de una nueva potencia en el
Báltico: Suecia.

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España continuó la guerra en solitario contra Francia hasta la Paz de los
Pirineos en 1659, en la que se cedió Rosellón, Cerdaña y Artois a Francia. Además, por
este tratado se estableció el enlace del rey de Francia, Luis XIV, con la hija de Felipe
IV, María Teresa, cláusula que a finales del siglo fue el argumento para que un francés
ciñera la Corona hispana: Felipe de Anjou.

Carlos II continuó orientando sus esfuerzos hacia la todopoderosa Francia, con la que
se mantuvieron tres guerras que acabaron con la firma de otras tantas paces. La Paz
de Aquisgrán (1668) supuso la cesión de Lille a Francia; la Paz de Nimega (1678) la
cesión del Franco Condado y la Paz de Ryswick (1697), la división de la Isla de la
Española en dos zonas: española y francesa, y la recuperación de algunas plazas
fuertes en Flandes y Cataluña, por el deseo de Luis XIV de atraerse el favor del rey
hacia su nieto Felipe de Anjou.

3.- EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL.


La crisis política que vivió la Monarquía Hispánica durante el siglo XVII estuvo
determinada por circunstancias no sólo de tipo político, sino también económico y
fiscal. El esfuerzo bélico de la Guerra de los 30 años hizo necesarias medidas
impopulares, que agravaron aún más la situación.

Los factores específicos de la crisis española fueron fundamentalmente dos,


que se reforzaron entre sí: el descenso demográfico y el agotamiento económico
debido a las continuas guerras.

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a. Crisis demográfica.
Durante esta centuria se produjo un descenso notable de la población, que pasó
de 8 millones en 1600 a 7 millones en 1700. Las causas fueron:
1.- Grandes epidemias (1597-1602, 1647-1652 y 1676-85), agudizadas por la
desnutrición y las malas condiciones higiénicas.
2.- Las dificultades económicas, que incidieron en el descenso demográfico a
causa de la emigración, escasez de matrimonios y el aumento del número de
clérigos, atraídos a la vida religiosa como medio de subsistencia.
3.- La expulsión de los moriscos en 1609.
4.- Las guerras constantes, que provocaron un aumento de mortalidad entre los
jóvenes

b. Crisis económica.
Los factores de la crisis económica fueron:
1.- El endeudamiento de la Corona. En el terreno fiscal el esfuerzo bélico para el
mantenimiento del imperio dejó a la Hacienda Real en una situación de
endeudamiento. El Estado se declaró seis veces en bancarrota. Sorprendió en
concreto la de 1611 por tratarse de un periodo de cese de guerras, lo que hizo
pensar en las corruptelas del Duque de Lerma. Para hacer frente a esta
caótica situación Olivares trató de emprender reformas profundas como el
proyecto de red de erarios y la Unión de Armas .
Ante el fracaso de éstas buscó nuevas fuentes de ingresos. En primer lugar, y
ante la disminución de la cantidad de plata de las minas americanas, llevó a
cabo alteraciones monetarias, como la acuñación de monedas de vellón, la
reducción de su contenido metálico o el aumento de su valor legal. Todo ello
produjo una inflación galopante que desorganizó la economía del país.
A ello se unió el aumento de los impuestos tradicionales como la alcabala y los
millones, la creación de nuevos impuestos como el papel sellado o nuevos
estancos, como la sal, la venta de cargos públicos y títulos nobiliarios, o la
conversión de tierras de realengo en nuevos señoríos para su venta, etc.

2.- La caída de la producción agraria debida a la disminución de mano de


obra campesina ( expulsión de los moriscos) y al deterioro de los sistemas de
cultivo . Pese a la introducción de nuevos cultivos como el maíz o la patata, no
pudieron evitarse los despoblamientos y los abandonos de tierras cultivadas, lo
que perjudicó tanto a medianos propietarios como a la nobleza.

3.- La disminución de la ganadería ovina, en especial la trashumante. Pese al


mantenimiento de los privilegios de la Mesta, se redujo el número de cabezas

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de ganado y se produjo el desplazamiento de la lana castellana de los
mercados europeos.

4.- La crisis de la artesanía textil castellana. A la falta de competencia con los


productos extranjeros y la ausencia de mejoras técnicas se unió el descenso de
la demanda y de la mano de obra, lo que repercutió en un aumento de los
salarios. Centros como Toledo o Segovia disminuyeron su producción o en
algunos casos se dedicaron a la elaboración de paños de menor calidad para
el consumo popular, incapaces de competir con los textiles de lujo fabricados
en el extranjero. La actividad metalúrgica, las ferrerías, ligada a la demanda del
Estado, disminuyó su producción a partir de mediados de siglo por el descenso
de los conflictos.

5.- La actividad mercantil se resintió por la falta de demanda, el descenso de


mano de obra, la subida de impuestos, o el acaparamiento del comercio con
América por parte de extranjeros, bien a través del contrabando o por agentes
españoles que burlaban el impedimento legal. Respecto al comercio interior
ciudades con ferias de la importancia de Medina del Campo o Burgos
experimentaran un retroceso.
A pesar de todo ello, hacia 1680 puede considerarse finalizada la crisis demográfica y
económica, debido a un leve aumento de la natalidad y una lenta, pero constante,
recuperación de la producción y el comercio. La devaluación de la moneda de
vellón en 1680 fue una medida política de trascendencia económica que, aunque
produjo un caos inicial, por la reducción de su valor en un 75%, frenó la galopante
inflación y estabilizó el sistema monetario.

c. Las repercusiones de la crisis.

Desde el punto de vista económico se produjo un desplazamiento del dinamismo


económico desde el centro hacia la periferia.
En el ámbito social esta crisis generalizada afectó a todas las capas sociales, que
reaccionaron de formas distintas en un afán de compensar o de superar las
dificultades de la época.

• La nobleza experimentó un incremento debido a la creación de numerosos


títulos nobiliarios nuevos y a otras concesiones menores como hidalguías, o
hábitos de órdenes militares. Además, revitalizaron su presencia en el gobierno
del país y en los altos cargos de la administración e incrementaron los derechos
sobre sus propiedades, apropiándose de comunales en detrimento de las
condiciones de vida de los campesinos.

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• El clero, por el contrario, gozó de un progreso material, moral e intelectual
gracias al Concilio de Trento. Así se produjo la intensificación de la presencia del
clero en la vida cotidiana de una sociedad imbuida de una profunda
religiosidad, a través del clero regular, las órdenes mendicantes y de los jesuitas
(éstos se ocuparon de la educación de los grupos sociales dirigentes).

• Por su parte, la escasa burguesía tuvo como máxima aspiración abandonar


sus negocios e invertir sus beneficios en tierras, señoríos, títulos nobiliarios y rentas
fijas, como los juros. Esta actitud calificada como “traición de la burguesía”, se
ha vinculado con la mentalidad nobiliaria, antiburguesa y rentista imperante en
la sociedad española.

• El campesinado, en especial el de Castilla, fue el sector social más afectado


por la crisis económica y la voracidad fiscal de la Corona. La disminución de las
oportunidades se manifestó por último en la extensión de la pobreza que afectó
a entre un 20 y un 50 % de la población, según los lugares, y de la conflictividad
social. Las ciudades, convertidas en refugio de campesinos arruinados,
albergaron a pícaros y mendigos, imagen perfectamente plasmada en la
literatura y arte de nuestro Siglo de Oro.

4.- LA CULTURA DEL SIGLO DE ORO.


Durante el siglo XVII se produjo la crisis de las universidades y del desarrollo
científico debido fundamentalmente al papel de la Inquisición y al control por parte
de las órdenes religiosas de los estudios y del personal académico.
No obstante esta centuria, como toda época de crisis, alumbró un excepcional
panorama cultural. Destacó una línea crítica con el momento histórico encarnada
por novatores y arbitristas. Los primeros eran intelectuales y científicos abiertos a
nuevas teorías y avances técnicos que desarrollaron su trabajo en los campos de la
medicina, la minería, la náutica y la botánica. Los arbitristas eran intelectuales críticos
con su realidad que a través de análisis lúcidos de la realidad española propusieron
soluciones inteligentes.
En el ámbito cultural propiamente dicho, asistimos a un apogeo de las artes y
de las letras: el Siglo de Oro, la particular adaptación del Barroco a la realidad
española. El Barroco es, de todas las manifestaciones culturales de la historia, una de
las más complejas e interesantes, reflejo de unos condicionantes políticos, económicos
y sociales , y sobre todo una búsqueda consciente y arriesgada de nuevas formas de
expresión. El Barroco español fue un arte propagandístico al servicio de la monarquía y
la Iglesia, dirigido a las masas y con un lenguaje aparatoso y de fácil comprensión.

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Desde el punto de vista iconológico diríamos que representa una concepción
eminentemente teatral: en este sentido es el arte del artificio y de las apariencias, de
la ostentación y la grandilocuencia, de la recreación del escenario natural y de la
búsqueda del dramatismo y el dolor. Podríamos decir que
todos estos rasgos reflejan la propia realidad del
momento, no en vano fue Calderón de la Barca,
coetáneo del Barroco, quien definió el mundo como un
teatro. Citando otra de sus obras, “La Vida es Sueño,
realmente la vida era sueño en la España de Felipe IV,
mejor dicho en el Madrid de Felipe IV. El rey responsable
de la decadencia fue un gran monarca en la protección
del arte y la cultura. Y en esta ciudad escribieron poesía
Góngora y Quevedo, Cervantes escribió la obra cumbre
de la literatura española “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote

“Retrato de Miguel de Cervantes”, atribuido de la Mancha”, mientras que Lope de Vega, el Fénix de los
a Juan de Jáuregui (c. 1600). Real Academia
de la Historia. Madrid.
Ingenios, desarrollaba la llamada comedia nacional.
■ En arquitectura destacaron Juan Gómez de Mora (Plaza
Mayor de Madrid), Churriguera (Plaza Mayor de Salamanca) y Fernando Casas
(Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela.). En las iglesias y
palacios se abusó a conciencia de la ornamentación, dorados, escayolas o mármoles
de colores.

Vista de la Plaza Mayor de Madrid. Finalizada por Juan


Gómez de Mora en 1619. (Ilustración tomada en el año
1865).

Fachada del Obradoiro. Catedral de Santiago de


Compostela. (A Coruña)

■ En escultura el realismo de las imágenes tenía como objetivo provocar la devoción


popular, por ello los artistas recurrieron a recursos como la utilización de madera
policromada,- cuyo realismo visual supera al mármol- y el empleo de ojos y lágrimas
de cristal, dientes de marfil, incluso pelucas y trajes sobrepuestos. Todo para provocar

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sentimiento en el espectador. En Castilla se desarrolló una escuela que acentuó los
rasgos expresivos y dramáticos de las imágenes para despertar la compasión.
Gregorio Fernández fue el escultor más importante, desarrollando tipos iconográficos
como el Cristo Yacente o la Piedad. La escuela andaluza está representada por
Martínez Montañés y Alonso Cano.

“Cristo yacente” (1627), de Gregorio Fernández, conservado en el Museo Nacional de Escultura, Valladolid.

§ En pintura predominó la corriente naturalista con una temática mayoritariamente


religiosa.
La escuela más importante fue la sevillana con Alonso Cano, Zurbarán, Murillo y Diego
Velázquez. Él fue el gran pintor barroco por excelencia: “La rendición de Breda”, “Las
hilanderas” o “Las Meninas” han alcanzado la categoría de obras universales.

“La rendición de Breda o Las lanzas”. Diego de Velázquez, 1634. Óleo sobre lienzo, 307 cm
× 367 cm. Museo del Prado, Madrid.

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