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BATALLA DE AYACUCHO

CONTEXTO
La batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento comprendido dentro de las campañas
terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas en América del Sur (1809-1826) y
significó la consolidación de la independencia de la República del Perú.

La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua en Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 182414 y


la victoria de los patriotas supuso la desaparición del contingente militar realista más importante
que seguía en pie, y selló la independencia del Perú con una capitulación militar que puso fin a la
resistencia de las tropas del virrey del Perú.

Este suceso suele ser referido como el fin de las guerras de independencia en América del Sur,15
1617 no obstante que las guarniciones españolas del Real Felipe del Callao y de Chiloé resistieron
hasta 1826 y España no renunció formalmente a la soberanía de sus posesiones continentales
americanas hasta una década más tarde, en 1836. El tratado de paz, amistad y reconocimiento con
el Perú fue firmado el 14 de agosto de 1879 en París.

Antecedentes
Las corrientes libertadoras de América de 1820-1823

En el año 1820 España entró en una crisis política por el alzamiento militar del ejército español
liderado por el general Rafael del Riego contra el rey Fernando VII con el objetivo de restaurar la
Constitución española y el gobierno liberal. El levantamiento y rebelión de Rafael Riego en
Andalucía del año 1820, desintegró y dispersó las tropas expedicionarias reunidas para la Grande
Expedición, con ello desapareció la amenaza de invasión española del Río de la Plata y Venezuela,
y en consecuencia en dichas regiones se desmorona la resistencia realista. Esto posibilitó la
convergencia de las corrientes libertadoras de América del Sur hacía el Perú.

La rebelión evitó el embarque de la expedición de 20,000 soldados y diez potentes buques de


guerra para auxiliar a los realistas de América. Esta sublevación desbarató la escuadra naval
española y acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces
no se aprestaron para ningún lugar de América. El alzamiento militar español motivó que los dos
grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el
avance de la revolución hispanoamericana tomasen el camino de la independencia. En América del
Norte, el virreinato de México, con una insurgencia casi derrotada que es atraída al nuevo
movimiento trigarante, se constituye en una monarquía independiente mediante el Plan de Iguala
y el pacto de las tres garantías. Y tras derrotar al virrey Apodaca, los trigarantes no consiguen
acordar la separación pacífica con la España Liberal, mediante los Tratados de Córdoba que son
rechazados, y se suceden los Intentos españoles de reconquista de México hasta su desistimiento
en 1829.

En América del Sur, la sublevación de Rafael del Riego había hecho desaparecer la amenaza de
invasión de Venezuela y del Río de la Plata, y esto permitió el avance de las Corrientes
Libertadoras de América hacia el Perú. El virrey Joaquín de la Pezuela había quedado
desacreditado por la derrota de la expedición de Mariano Osorio en Chile, el aislamiento marítimo,
y la invasión de la Expedición Libertadora del Perú de José de San Martín, que consigue cercar
Lima en la campaña de Cerro de Pasco y provoca la deserción del Numancia. Esta sucesión de
derrotas determina el aislamiento del virreinato peruano y que Pezuela sea derrocado por el
general español José de la Serna el 29 de enero de 1821 en el golpe militar de Aznapuquio. La
Serna abandonó Lima con un ejército en plena desintegración para refugiarse en la sierra peruana
sin ser apenas molestado.

Pero el Ejército Real del Perú, bajo una sólida subordinación militar, se reorganiza sin ninguna
ayuda exterior y consigue destruir sucesivos ejércitos independientes. Los primeros son las tropas
al mando de los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra que caen emboscados en la batalla
de Ica. Un año después, con José de San Martín retirado tras la Entrevista de Guayaquil, la
Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado es aniquilada en las campañas de Torata y
Moquegua. El año 1823 terminó con la destrucción de otro ejército patriota comandado por
Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre los Puertos Intermedios,
que comenzó con la batalla de Zepita en Puno, y la ocupación de la ciudad de La Paz el 8 de
agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna, en esta campaña apodada
del "Talón", persiguió las tropas de Santa Cruz que acaban desbandadas, y recuperó Arequipa tras
batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823.

Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por la toma del gobierno por los caudillos
grancolombianos, bajo conspiraciones y acusaciones de traición contra los presidentes peruanos
José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó diputados del Congreso del
Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo, y luego de ser declarado reo de alta traición por
el Congreso del Perú18 fue desterrado a Chile. En cambio Torre Tagle buscaba firmar una paz sin
batallas con el virrey La Serna, por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue
considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las fuerzas a su mando
apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras este buscaba capturarlo para
fusilarlo.19 José Bernardo de Tagle encontró refugio con los realistas en la asediada fortaleza del
Callao.

Sin embargo, la caótica situación española ininterrumpida, el Trienio Liberal, la Guerra Realista
(entre absolutistas y liberales) y la ocupación del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis,
que permanecería hasta 1828 ocupando España para sostener al rey Fernando VII, imposibilitarían
el envío de ningún refuerzo militar o de alguna conciliación diplomática. Fue así como, al culminar
el año 1823, a pesar de los contundentes triunfos de los realistas peruanos en los anteriores
hechos de armas, el panorama aparecía sombrío para los defensores de la integridad de la
monarquía. El recién llegado Bolívar escribía diligente solicitando refuerzos de la Gran Colombia, y
preparaba activamente la que sería la campaña definitiva contra el Ejército Real del Perú. La
situación crítica empezaba a tornarse insalvable para los sostenedores de la causa del rey:

"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más
melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y
exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la
fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la
lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas
en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el
mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del
destino. .." General. Andrés García Camba.

BATALLA DE AYACUCHO
Los sucesos del año 1824
Tregua en Buenos Aires y motín en el Callao

Sublevación del Callao


El historiador Rufino Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta con
los españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho":21 El 4 de julio de 1823, Buenos Aires
concluyó una tregua con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le
obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener
efecto la misma.22 Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y
subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad.
Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier
Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para
contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta:

Advierto a V.E. que no debe disponer ninguna expedición en dirección alguna sobre las provincias
de abajo sin expresa orden mía pues además de que en Salta están reunidos para tratar de
negociar, el General Las Heras por parte del Gobierno de Buenos Aires y el Brigadier Espartero por
la de este superior Gobierno (...)23

Rivadavia creía que el proyecto establecería la paz y paralizó el esfuerzo de las autoridades de
Salta sobre el Alto Perú, negó auxilios y retiró los puestos avanzados,24 dañando la causa del Perú.

Al respecto, el historiador y militar de origen irlandés Daniel Florencio O'Leary opinó que con esa
tregua "Buenos Aires se ha retirado implícitamente de la contienda",25 y que "el Gobierno de
Buenos Aires pacta con los españoles, con perjuicio de la causa americana".26

El 1 de enero de 1824 Bolívar cayó gravemente enfermo en Pativilca. En esas fechas llegó a Lima
Félix de Álzaga, ministro plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata para solicitar
al Perú su adhesión a la tregua y que fue rechazada por el Congreso Peruano. Pero asimismo
desde el 4 de febrero de 1824 se sublevó el acuartelamiento del Callao compuesto por el total de
la infantería argentina de la Expedición Libertadora, junto con algunos chilenos, peruanos y
colombianos: cerca de 2000 hombres, que además se pasaron a los realistas,27 enarbolando el
pabellón español y entregaron las fortalezas del Callao. El regimiento de granaderos a caballo de
los Andes también se amotinó en Lurín el 14 de febrero, dos escuadrones se dirigieron al Callao
para unirse a sublevados, pero al saber que se habían pasado a los realistas, un centenar de ellos
con los jefes del regimiento se dirigieron a Lima para unirse a Bolívar. El cuerpo fue luego
reorganizado por el general Mariano Necochea por orden de Simón Bolívar..
Ante tales sucesos,28 el ministro de Colombia, Joaquín Mosquera, «temiendo la ruina de nuestro
ejército» preguntó:«¿Y qué piensa Ud. hacer ahora?», a lo que Bolívar, con tono decidido, le
respondió:

¡Triunfar!

Simón Bolívar, Pativilca, 1824.

El Sitio de El Callao prolongó la guerra hasta 1826, además inmediatamente desembocó en la


ocupación de Lima por Canterac, y se afirma que en mayo de 1824 con una acción militar contra
Bolívar "habrían dado el último golpe a la independencia de esta parte de América".29

Retirada de Bolívar y la rebelión de Olañeta

Rebelión de Olañeta

Una semana después del motín del Callao, Bolívar ordenó abandonar Lima, y desde Huaraz, se
pone en marcha una retirada general del ejército de Colombia en dirección hacia el norte
peruano,30 enviando órdenes a sus tropas para reagruparse en Huamachuco (en la sierra) y
Trujillo (en la costa). Ordenó que el repliegue general se hiciera devastando el territorio peruano,
talando los campos, secuestrando el ganado, y bajo una política general de Tierra quemada,
destruyendo cualquier recurso de los pueblos peruanos para que no pudiera servir de sustento al
Ejército Real del Perú. Lo que Tomás de Heres había venido a llamar “guerra a la colombiana”. A
los departamentos libres del Perú, además de la contribución sangre, se les exigió el dinero hasta
pagar el sueldo íntegro del ejército colombiano.31 Respecto a la marina peruana, Bolívar desde
Trujillo daba órdenes al jefe de la escuadra republicana Martín Guise, de echar a pique los buques
patriotas del Callao que no pudieran abandonarlo, entre ellos se perdió la fragata Venganza o
Guayas, y además ordenó cambiar por colombianos a los capitanes de los buques peruanos
Limeña y Macedonia que se encontraban en el puerto de Guayaquil.32

Bolívar sabía que la división de Canterac se hallaba asentada en Jauja, aparcada a la espera de la
llegada de la división de Jerónimo Valdés. Y que reunidas iniciarían la ofensiva en la sierra, lo que
obligaría a Bolívar a prolongar la retirada, y esto produciría la desaparición del ejército de
Colombia en el Perú, y haría peligrar el sur de Colombia hasta la región de Pasto, favorable todavía
a la monarquía española en campaña de Pasto.33 Bolívar se puso en contacto con sus generales
en Quito y con su vicepresidente en Colombia, advirtiéndoles de la irremediable pérdida del Perú.
Se puso en ejecución el plan de retirada,34 con Bolívar en Trujillo y con el ejército colombiano en
retirada general hacía el norte, cuando felizmente Bolívar recibió la noticia de la Rebelión de
Olañeta.

El mapa estratégico había cambiado decisivamente a favor de Bolívar. Sorpresivamente, al


comenzar el año 1824, todo el ejército realista del Alto Perú se sublevó junto al caudillo
absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el Virrey del Perú, tras saberse que en España
había caído el gobierno Constitucional. Efectivamente, el monarca Fernando VII de España y sus
partidarios absolutistas, recuperaban el gobierno apoyados por 132 000 soldados franceses del
ejército de la Santa Alianza, que ocuparán España hasta el año 1828. Rafael del Riego moría
ahorcado el 7 de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento liberal fueron ajusticiados,
marginados o exiliados de España. El 1 de octubre de 1823 el monarca decretaba la abolición de
todo lo aprobado durante los tres años de gobierno constitucional, lo que suspendía
provisionalmente el nombramiento de La Serna como Virrey del Perú. El alcance de la purga
absolutista de España sobre los constitucionales de Virreinato del Perú parecía infalible.

José de la Serna, último virrey del Perú (1821-1824).

Olañeta pone en rebelión el Alto Perú, expulsa a los jefes españoles leales al virrey y deja a las
fuerzas leales del virreinato peruano sin el apoyo del ejército realista altoperuano.35 El virrey La
Serna cambió sus planes de bajar a la costa para batir a Bolívar, y por el contrario, mandó a
Gerónimo Valdés tomar la dirección opuesta, al sur, con una fuerza de 5000 veteranos para cruzar
el río Desaguadero y dirigirlo a Potosí, contra su antiguo subordinado Olañeta, lo que se llevó a
cabo el 22 de enero de 1824. Las Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú del
oficial peninsular Andrés García Camba (1846) detallan el trastorno que los sucesos del Alto Perú
produjeron en los cálculos defensivos del virrey. Valdés tras una prolongada campaña militar
altoperuana, donde se suceden las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita, y finalmente la Lava el
día 17 de agosto de 1824, da noticia de esta Guerra doméstica en el que ambas fuerzas realistas,
del Virreinato del Perú (liberales) y de las provincias del Alto Perú (absolutistas), se diezmaron
mutuamente, perdiendo jefes y tropas veteranas que serían irreemplazables.

Bolívar mientras tanto aumentaba y reforzaba su ejército con nuevos regimientos llegados de la
Gran Colombia. En marzo de 1824 desembarcaron en Trujillo tropas frescas al mando del general
de brigada José María Córdova, cuya acción habría de decidir la batalla de Ayacucho, y por lo que
sería ascendido a general de división en el mismo campo de batalla; se trataba de más refuerzos
proveniente de Guayaquil, con él llegan dos nuevos batallones veteranos de Colombia, y a estas
tropas flamantes las manda inmediatamente a reforzar al ejército del general Sucre en la sierra.36
Y así, en permanente comunicación con Olañeta, con el que se carteaba Bolívar, aprovechó el
desmontaje del aparato defensivo realista para "movernos en todo el mes de mayo contra Jauja",
y destruir por separado a la división de José de Canterac, aislado en Junín el 6 de agosto de 1824.
Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente deserción y pase de 2700
soldados realistas, que seguidamente engrosaban las filas independientes. Finalmente el 7 de
octubre de 1824, con sus tropas a las puertas del Cuzco, Bolívar entregó al general Sucre el mando
del nuevo frente de batalla, que recorría el curso del río Apurímac, mientras se retiró a Lima,
según refiere el mismo Bolívar, para tomar de la capital más empréstitos para sostener la guerra
en el Perú, y recibir una nueva división colombiana de 4000 hombres despachada por Francisco de
Paula Santander que no llegaría sino después de Ayacucho.37

La Campaña de Ayacucho
Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho (Museo Nacional de Arqueología, Antropología e
Historia del Perú).
La destrucción en Junín del ejército de Canterac obligó al virrey La Serna a llamar desde Potosí a
Jerónimo Valdés, quien acudió a marchas forzadas con sus soldados. Reunidos los generales
realistas, y a pesar de las muestras de sincera adhesión del Cusco, el virrey descartó un asalto
directo por la falta de instrucción de sus milicias, aumentadas mediante reclutas masivas de
campesinos unas semanas antes. Por el contrario sus tropas cruzaron el río Apurimac e intentaron
cortar la retaguardia de Sucre a través de maniobras de marchas y contramarchas, que se
sucedieron desde el Cusco hasta el encuentro en Ayacucho, a lo largo de la cordillera andina. De
esta forma, los realistas buscaron un golpe de mano que obtuvieron el 3 de diciembre en la batalla
de Corpahuaico o Matará, donde a costa de tan solo 30 hombres ocasionaron al ejército libertador
más de 500 bajas y la pérdida de buena parte del parque y la artillería. Pero Sucre y su estado
mayor lograron mantener la cohesión de la tropa e impidieron al virrey explotar ese éxito local.
Aún a costa de sensibles pérdidas en hombres y material Sucre mantuvo al Ejército Unido en
repliegue ordenado, y siempre situado en posiciones aseguradas, de difícil acceso, como el campo
de Quinua.

Otro libro de memorias, In the service of the Republic of Peru del general Guillermo Miller, ofrece
la visión de los independentistas. Además del talento de Bolívar y el de Sucre, el Ejército Unido se
nutrió de buena parte de la experiencia militar del siglo: el batallón Rifles del ejército de Colombia,
se encontraba compuesto de tropas mercenarias europeas, que en su mayoría eran voluntarios
británicos. Esta unidad sufrió considerables bajas en Corpahuaico. También se encontraban entre
sus filas veteranos de la Independencia española, norteamericana, y Guerras de Independencia
Hispanoamericana hasta casos como el mayor de origen alemán Carlos Sowersby, veterano de la
batalla de Borodino contra Napoleón Bonaparte en Rusia.

Los realistas habían consumido sus recursos en una guerra de movimientos sin haber logrado
cortar las líneas del ejército libertador. Por la extrema dureza de las condiciones de una campaña
en la cordillera andina, ambos ejércitos quedaron con el número de sus tropas seriamente
reducidas por enfermedad y deserción, que afectó en el mismo grado a los independientes, y que
igualmente se focalizó en milicias carentes de instrucción militar o la recluta formada de
prisioneros enemigos. Los jefes realistas se habían posicionado en las alturas del cerro
Condorcunca (en quechua: cuello de cóndor), una buena posición defensiva pero que no podían
sostener dado que en menos de cinco días se verían obligados a retirarse por la hambruna de la
tropa, lo que equivalía a la dispersión de su ejército, mientras los republicanos esperaban la
llegada de más divisiones colombianas; motivo por el cual los realistas se vieron impulsados a
tomar una decisión desesperada: la batalla de Ayacucho daba comienzo.

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