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Batalla de Ayacucho: la consolidación de la independencia de la Sudamérica española

9 de Diciembre de 1824 Batalla de Ayacucho

La Batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las
guerras de independencia hispanoamericanas (1809-1826) y significó el final definitivo del dominio
colonial español en América del sur. La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua o Ayacucho,[17]
Perú, el 9 de diciembre de 1824. La victoria de los independentistas supuso la desaparición del
contingente militar realista más importante que seguía en pie, sellando la independencia del Perú con
una capitulación militar que puso fin al Virreynato del Perú. No obstante, recién en 1836 España
renunció a la soberanía de sus posesiones continentales americanas. El tratado de paz, amistad y
reconocimiento con el Perú fue firmado el 14 de agosto de 1879 en París.  

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ANTECEDENTES
En el año 1820 España entró en una debacle política por la sujeción del rey Fernando VII, y la
restauración de la Constitución Liberal, apoyada por el general Rafael de Riego, quien sublevó la
expedición de 20.000 soldados destinados al Río de la Plata para auxiliar a los realistas de América.
Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se
aprestaron para ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de
Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución
hispanoamericana tomasen caminos opuestos.

Mientras en México los monárquicos afianzados tras destruir a los insurgentes, concluyen su
separación de la España Liberal mediante el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el pacto
trigarante. En el Perú, por el contrario, el virrey Pezuela estaba desacreditado por la derrota de la
expedición de Mariano Osorio en Chile y debilitado por la expedición a Lima de José de San Martín.
El virrey absolutista fue derrocado finalmente por el general José de la Serna el 29 de enero de 1821
en el golpe militar de Aznapuquio, quien proclamó entonces su adhesión a la Constitución liberal
española.
Los independentistas comenzaron en Cerro de Pasco una prometedora campaña para derrotar al
Ejército Real del Perú mandado por el virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida
subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en la Batalla de Ica,
comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra. Un año después en las campañas
de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado,
retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El año 1823 terminaba con la inesperada
destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en
otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La
Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la
campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras
batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823,
salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería.

Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por las acusaciones de traición contra los
presidentes peruanos José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó
diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo, y luego de ser
declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú[18] fue desterrado a Chile. En cambio Torre
Tagle buscaba firmar una paz sin batallas con el virrey La Serna, por lo cual fue a entrevistarse con
los realistas. Este acto fue considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las
fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras éste buscaba
capturarlo para fusilarlo.[19] José Bernardo de Tagle encontró refugio con los realistas en la asediada
fortaleza del Callao.
Fue así que al culminar el año de 1823, a pesar de sus contundentes triunfos realistas en los
anteriores hechos de armas y mientras el recién llegado Bolívar escribía solicitando refuerzos de
Colombia, y preparaba activamente la que sería la campaña final contra el Ejército Real del Perú, la
situación empezaba a tornarse crítica para los sostenedores de la causa del rey:
"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más
melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos
recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus
subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que
miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella
situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo
Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."

Gnrl. Andrés Garcia Camba.[20]

Los sucesos de 1824

Tregua en Buenos Aires y motín en el Callao

Artículo principal: Sublevación del Callao

El historiador Rufino Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta con los
españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho":[21] el 4 de julio de 1823, Buenos Aires
concluyó una tregua con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz (1823)) que le
obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto
la misma.[22] Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y
subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad.
Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier
Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para
contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta:
Advierto a V.E. que no debe disponer ninguna expedición en dirección alguna sobre las provincias de
abajo sin expresa orden mía pues además de que en Salta están reunidos para tratar de negociar, el
General Las Heras por parte del Gobierno de Buenos Aires y el Brigadier Espartero por la de este
superior Gobierno (...)[23]

Rivadavia creía que el proyecto establecería la paz y paralizó el esfuerzo de las autoridades de Salta
sobre el Alto Perú, negando auxilios y retirando los puestos avanzados,[24] dañando la causa del
Perú.
Al respecto, el historiador y militar de origen irlandés Daniel Florencio O'Leary opinó que con esa
tregua "Buenos Aires se ha retirado implícitamente de la contienda",[25] y que "el Gobierno de
Buenos Aires pacta con los españoles, con perjuicio de la causa americana".[26]

El 1 de enero de 1824 Bolívar cayó gravemente enfermo en Pativilca. En esas fechas llegó a Lima
Félix Álzaga, ministro plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata para solicitar al
Perú su adhesión a la tregua y que fue rechazada por el Congreso Peruano. Pero asimismo desde el
4 de febrero de 1824 se sublevó el acuartelamiento del Callao compuesto por el total de la infantería
argentina de la Expedición Libertadora, junto con algunos chilenos, peruanos y colombianos: cerca
de dos mil hombres que además se pasaron a los realistas [10], enarbolando el pabellón español y
entregando las fortalezas del Callao. El regimiento de granaderos a caballo de los Andes también se
amotinó en Lurín el 14 de febrero, dos escuadrones se dirigieron al Callao para unirse a sublevados,
pero al saber que se habían pasado a los realistas, un centenar de ellos con los jefes del regimiento
se dirigieron a Lima para unirse a Bolívar. El cuerpo fue luego reorganizado por el general Mariano
Necochea Ante tales sucesos,[27] el ministro de Colombia, Joaquín Mosquera “temiendo la ruina de
nuestro ejército” preguntó:«¿Y qué piensa Ud. hacer ahora?», a lo que Bolívar, con tono decidido, le
respondió:
¡Triunfar!
Simón Bolívar, Pativilca, 1824.

El Sitio de El Callao prolongó la guerra hasta 1826, además inmediatamente desembocó en la


ocupación de Lima por Canterac, y se afirma que en mayo de 1824 con una acción militar contra
Bolívar "habrían dado el último golpe a la independencia de esta parte de América".[28]

Rebelión de Olañeta

Artículo principal: Rebelión de Olañeta

Sorpresivamente, al comenzar el año 1824, todo el ejército realista del Alto Perú se sublevó junto al
caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el Virrey del Perú, tras saberse que en
España había caído el gobierno Constitucional. Efectivamente, el monarca Fernando VII de España y
sus partidarios absolutistas, recuperaban el gobierno apoyados por 132.000 soldados franceses del
ejército de la Santa Alianza, que ocupará España hasta 1830. Rafael del Riego moría ahorcado el 7
de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento liberal fueron ajusticiados, marginados o
exiliados de España. El 1 de octubre de 1823 el monarca decretaba la abolición de todo lo aprobado
durante los tres años de gobierno constitucional, lo que anulaba el nombramiento de La Serna como
Virrey del Perú. El alcance de la purga sobre los constitucionales de Virreinato del Perú parecía
infalible.
Olañeta ordena el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato
peruano.[29] La Serna cambió sus planes de bajar a la costa para batir a Bolívar, y mandó a
Jerónimo Valdés con una fuerza de 5.000 veteranos a cruzar el río Desaguadero, lo que se llevó a
cabo el 22 de enero de 1824, para dirigirlo a Potosí contra su antiguo subordinado, "pues hay indicios
que lo dirige una meditada traición, uniéndose a los disidentes de Buenos aires". Las Memorias para
la historia de las armas españolas en el Perú del oficial peninsular Andrés García Camba (1846)
detallan el trastorno que los sucesos del Alto Perú produjeron en los cálculos defensivos del virrey.
Tras una prolongada campaña en las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita, y finalmente la Lava
el día 17 de agosto de 1824, ambas fuerzas realistas, del Virreinato del Perú (liberales) y de las
provincias del Alto Perú (absolutistas), se diezmaron mutuamente
.
Bolívar, en comunicación con Olañeta, aprovechó el desmontaje del aparato defensivo realista para
"movernos en todo el mes de mayo contra Jauja", y enfrentarse a José de Canterac aislado en Junín
el 6 de agosto de 1824. Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente
deserción de 2.700 realistas, que seguidamente engrosaban las filas independientes. Finalmente el 7
de octubre de 1824, con sus tropas a las puertas del Cuzco, Bolívar entregó al general Sucre el
mando del nuevo frente de batalla, que recorría el curso del río Apurímac, y se retiró a Lima para
tomar de la capital más empréstitos para sostener la guerra en el Perú, y recibir una división
colombiana de 4.000 hombres despachada por Páez que no llegaría sino después de Ayacucho.[30]

LA CAMPAÑA DE AYACUCHO

La desintegración del cuerpo de observación de Canterac obligó a La Serna a llevar desde Potosí a
Jerónimo Valdés, quien acudió a marchas forzadas con sus soldados. Reunidos los generales
realistas, y a pesar de las muestras de sincera adhesión del Cusco, el virrey descartó un asalto
directo por la falta de instrucción de sus milicias, aumentadas mediante reclutas masivas de
campesinos unas semanas antes. Por el contrario intentó cortar la retaguardia de Sucre a través de
maniobras de marchas y contramarchas, que se sucedieron desde el Cusco hasta el encuentro en
Ayacucho, a lo largo de la cordillera andina. De esta forma, los realistas buscaron un golpe de mano
que obtuvieron el 3 de diciembre en la batalla de Corpahuaico o Matará, donde a costa de tan solo
30 hombres ocasionaron al ejército libertador mas de 500 bajas y la perdida de buena parte del
parque y la artillería. Pero Sucre y su estado mayor lograron mantener la organización de la tropa e
impidieron al virrey explotar ese éxito local. Aún a costa de sensibles pérdidas en hombres y material
Sucre mantuvo al Ejército Unido en repliegue ordenado, y siempre situado en posiciones
aseguradas, de difícil acceso como el campo de Quinoa.

Otro libro de memorias, In the service of the Republic of Peru del general Guillermo Miller, ofrece la
visión de los independentistas. Además del talento de Bolívar y el de Sucre, el Ejército Unido se
nutrió de buena parte de la experiencia militar del siglo: el batallón Rifles del ejército de colombia, se
encontraba compuesto de tropas mercenarias europeas, que en su mayoría eran voluntarios
británicos. Esta unidad sufrió considerables bajas en Corpahuico. También se encontraban entre sus
filas veteranos de la Independencia española, norteamericana, y Guerras de Independencia
Hispanoamericana hasta casos como el mayor de origen alemán Carlos Sowersby, veterano de la
batalla de Borodino contra Napoleón Bonaparte en Rusia.

Los realistas habían consumido sus recursos en una guerra de movimientos sin haber logrado
obtener una victoria decisiva sobre el ejército libertador. Por la extrema dureza de las condiciones de
una campaña en la cordillera andina, ambos ejércitos quedaron con el número de sus tropas
seriamente reducidas por enfermedad y deserción, que afectó en el mismo grado a los
independientes, y que igualmente se focalizó en milicias carentes de instrucción militar o la recluta
formada de prisioneros enemigos. Los jefes realistas habíanse posicionado en las alturas del cerro
Condorcunca (en quechua: cuello de condor), una buena posición defensiva que no podían sostener
dado que en menos de cinco días se verían obligados a retirarse por la hambruna de la tropa, lo que
equivalía a la dispersión de su ejército y una segura derrota por la próxima llegada de refuerzos de
Colombia, motivo por el cual se vieron impulsados a tomar una decisión desesperada: la batalla de
Ayacucho daba comienzo.

Orden de batalla

Existe un debate en torno a las cifras de combatientes, pero hay que tener presente que unos y otros
comenzaron la campaña con un estado de fuerza de ejércitos (8.500 independientes vs. 9.310
realistas) que disminuyeron su número en las semanas siguientes hasta mismo el día de la batalla
(5.780 independientes vs. 6.906 leales) por las razones expuestas anteriormente.
Ejército Unido Libertador del Perú
Comandante: general Antonio José de Sucre
Jefe del Estado Mayor - general Agustín Gamarra
Caballería – general Guillermo Miller
Primera División - general José María Córdoba (2.300 hombres)
Segunda División - general José de La Mar (1.580 hombres)
Reserva - general Jacinto Lara (1.700 hombres)
Antes del inicio de la batalla, el general Sucre arengó a sus tropas:
"¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a
coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del
Perú!."
Antonio José de Sucre

Nuestra línea formaba un ángulo; la derecha, compuesta de los batallones Bogotá, Boltijeros,
Pichincha y Caracas, de la primera división de Colombia, al mando del señor general Córdova. La
izquierda de los batallones 1.° 2.° 3.° y legión peruana, con los húsares de Junín, bajo el ilustrísimo
señor general La Mar. Al centro, los granaderos y húsares de Colombia, con el señor general Miller; y
en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Bargas, de la primera división de Colombia, al mando
del señor general Lara.

Parte de la batalla de Ayacucho

Nótese que el mariscal Sucre omite mencionar en el parte a los Granaderos a Caballo del Río de la
Plata. El general Miller en su Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru da la
composición completa de las fuerzas al mando de Sucre:

División Cordova (on the right): Bogota, Caracas, Voltigeros, Pichincha.

Caballeria, Miller (al centro):Regimientos Hussares de Junin, Granaderos de Colombia, Hussares de


Colombia, Granaderos a Caballo de Buenos Ayres.
Division La Mar (flanco sinistro): Legion. N° 1, 2, N° 3.
Division Lara (en reserva): Vargas, Vencedores, Cazadores.[31]
La afirmación de Miller respecto de que los Húsares de Junín estaban en su división[32] contradice lo
que Sucre dice en el parte.
Ejército Real del Perú
Comandante: virrey José de La Serna
Comandante de Caballería – brigadier Valentín Ferraz
Jefe del Estado Mayor – teniente general José de Canterac
División de Vanguardia - general Jerónimo Valdés (2.006 hombres)
Primera División - general Juan Antonio Monet (2.000 hombres)
Segunda División - general Alejandro González Villalobos (1.700 hombres)
División de Reserva - general José Carratalá (1.200 hombres)

Los Españoles bajaron velozmente sus columnas, pasando á las quebradas de nuestra izquierda los
batallones Cantabria, Centro, Castro, 1° Imperial y dos escuadrones de húsares con una batería de
seis piezas, formando demasiadamente su ataque por esa parte. Sobre el centro formaban los
batallones Burgos, Infante, Victoria, Guias y 2° del primer Regimiento, apoyando la izquierda de éste
con los tres escuadrones de la Unión, el de San Carlos, los cuatro de los Granaderos de la Guardia y
las cinco piezas de artillería ya situadas; y en la altura de nuestra izquierda los batallones 1 y 2 de
Gerona, 2° Imperial, 1° del primer Regimiento, el de Fernandinos, y el escuadrón de Granaderos de
Alabarderos del Virrey.[33]

El número de soldados naturales de España que combatieron en Ayacucho ha sido acotado por los
mismos testimonios posteriores a la contienda. En el año 1824 los europeos combatiendo en todo el
virreinato ascendían a 1.500 según el brigadier García Camba, mientras que según el comisario regio
Diego Cónsul Jove Lacomme el número total de europeos era de 1.200, y de los que solo 39
hombres formaban en la división del Alto Perú.[34]

Para el 9 de diciembre, día en que se libro la batalla de Ayacucho, y de acuerdo a publicaciones


posteriores, los europeos en el ejército del virrey aproximadamente eran 500 hombres según García
Camba,[35] mientras que Bulnes cita 900 "desde el virrey al último corneta", apoyándose en el diario
del capitán Bernardo F. Escudero y Reguera, oficial del Estado Mayor de Valdés.[36] Pero el
testimonio del general Jerónimo Valdés le refuta corroborando la cifra de 500 hombres "de soldado a
jefe".[37]
Del número referido de prisioneros realistas capturados tras la batalla de Ayacucho, 1.512 eran
americanos, mientras que 751 eran españoles, con lo que se deduce que el número de combatientes
peninsulares al mando del virrey La Serna puede estar en torno a esa cifra.[38] [39]

DESARROLLO DE LAS ACCIONES

El dispositivo organizado por los planes de Canterac preveía que la división de vanguardia de Valdés
rodease en solitario la agrupación enemiga, cruzando el río Pampas para fijar en el terreno a las
unidades de la izquierda de Sucre, lo que se realizaba en la primera fase de la batalla. Mientras, el
resto del ejército realista descendía frontalmente desde el cerro Condorcunca, abandonando sus
posiciones defensivas y cargando contra el grueso del enemigo al que esperaba encontrar
desorganizado, quedarían en reserva los batallones Gerona y Fernando VII dispuestos en segunda
línea para ser enviados a donde fueran requeridos.

Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, que resultaba evidente en la medida
que los realistas se encontraban en una pendiente, imposibilitados de camuflar sus movimientos. El
coronel español Joaquín Rubín de Celis, que mandaba el Regimiento primero del Cuzco, y que debía
proteger el emplazamiento de la artillería, que aun se encontraba despiezada y cargada en sus
mulas, se adelantó impetuosamente al llano muy prematuramente, interpretando defectuosamente
órdenes directas del Virrey "se arrojó solo y del modo más temerario al ataque" donde su unidad fue
destrozada y él mismo muerto en el decisivo contraataque de la división de Córdova, que entonces
avanza en compactas formaciones de línea, y que con un fuego eficaz también empuja atrás a los
dispersos tiradores de la división de Villalobos, acabados de descender en formaciones de Guerrilla.
La división de Córdova, apoyada por la caballería de Miller, acometió directamente a la masa
desorganizada de tropas realistas que sin poder formar para la batalla descendían en hileras de las
montañas, fue en este ataque que el general José María Córdova pronunció su famosa frase
"División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores".

Viendo el descalabro que había sufrido su izquierda, el general Monet, sin esperar que su caballería
formara en el llano, cruzó el barranco y a la cabeza de su división se lanzó sobre la de Córdova
logrando formar en batalla a dos de sus batallones pero prontamente atacado por la división
independentista fue envuelto antes que el resto de sus tropas pudieran formar también en batalla.
Durante estas acciones Monet fue herido y tres de sus jefes muertos. Los dispersos de su línea
arrastraron en su retirada a las masas de milicianos. La caballería realista al mando de Ferraz cargó
sobre los escuadrones enemigos que acosaban la izquierda de Monet, pero que apoyados por el vivo
fuego de su infantería causaron una enorme cantidad de bajas en los jinetes de Ferraz cuyos
sobrevivientes fueron obligados a volver grupas y retirarse del campo de batalla.
En el otro extremo de la línea, la segunda división de José de La Mar apoyada por el batallón Vargas
de la tercera división de Jacinto Lara detuvieron juntas la acometida de los veteranos de la
vanguardia de Valdés que habíanse lanzado a tomar la solitaria casa ocupada por algunas
compañías independentistas, las cuales fueron arrolladas en principio y obligadas a retroceder, y
serían reforzadas por la carga de los Húsares de Junín bajo la dirección de Miller y luego por los
granaderos a caballo volvieron al ataque,[41] al que se sumaría luego la victoriosa división de
Córdova.
El Virrey La Serna y demás oficiales intentaron restablecer la batalla y reorganizar a los dispersos
que huían y el mismo general Canterac dirigió la división de reserva sobre la llanura. Sin embargo los
reclutados de los batallones Gerona no eran los mismos que habían vencido en las batallas de
Torata y Moquegua, pues durante la rebelión de Olañeta habían perdido a casi todos sus veteranos e
incluso a su antiguo comandante Cayetano Ameller. Esta tropa compuesta por soldados forzados a
combatir se dispersó antes de enfrentar al enemigo siguiéndole luego tras una débil resistencia el
disminuído batallón Fernando VII. A la una de la tarde el virrey había sido herido y hecho prisionero
junto a gran número de sus oficiales, y aunque la división de Valdés seguía combatiendo en la
derecha de su línea, la batalla estaba ganada para los independentistas. Las bajas confesadas por
Sucre fueron 370 muertos y 609 heridos mientras que las realistas fueron estimadas en 1.800
muertos y 700 heridos, lo que representa una elevada mortandad en combate.

Con los diezmados restos de su división Valdés logró retirarse a las alturas de su retaguardia donde
se unió a 200 jinetes que se habían agrupado en torno al general Canterac y a algunos pocos
dispersos de las derrotadas divisiones realistas cuyos desmoralizados soldados en fuga llegaron
incluso a disparar contra los oficiales que intentaban reagruparlos. Con el grueso del ejército real
destruido, el mismo virrey en poder de los patriotas, y su enemigo Pedro Antonio Olañeta ocupando
la retaguardia, los jefes realistas optaron por la capitulación tras la batalla.
La capitulación de Ayacucho

"Don José Canterac, teniente general de los reales ejércitos de S. M. C., encargado del mando
superior del Perú por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el excelentísimo señor
virrey don José de La Serna, habiendo oído a los señores generales y jefes que se reunieron
después que, el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus
armas en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el
campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas
fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído conveniente proponer y ajustar con el
señor general de división de la República de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe
del ejército unido libertador del Perú".

Es el tratado firmado por el jefe de estado mayor realista, Canterac, y el general Sucre al concluir la
batalla de Ayacucho, el mismo 9 de diciembre de 1824. Sus principales consecuencias fueron varias:
El ejército realista bajo el mando del virrey La Serna renunciaba a seguir la lucha.
La permanencia de los últimos soldados realistas en las fortalezas del Callao.
La República del Perú debió saldar la deuda económica y política a los países que contribuyeron
militarmente a su independencia.

Bolívar convocó desde Lima al Congreso de Panamá, el 7 de diciembre, para la unidad de los
nuevos países independientes. El proyecto fue ratificado únicamente por la Gran Colombia. Cuatro
años más tarde la Gran Colombia, a causa del deseo personal de muchos de sus generales y de la
ausencia de una visión unitaria, terminaría dividiéndose en las naciones que forman actualmente.

Teorías conspirativas sobre la batalla de Ayacucho

La capitulación ha sido llamada por el historiador español Juan Carlos Losada como "la traición de
Ayacucho" y en su obra Batallas decisivas de la Historia de España (Ed. Aguilar, 2004), afirma que el
resultado de la batalla estaba pactado de antemano. El historiador señala a Juan Antonio Monet
como el encargado del acuerdo: “los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto de
silencio y, por tanto, sólo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos” (Pág. 254).
Una capitulación sin batalla se habría juzgado indudablemente como traición. Los jefes españoles, de
ideas liberales, y acusados de pertenecer a la masonería al igual que otros líderes militares
independentistas, no siempre compartían las ideas del rey español Fernando VII, un monarca firme
sostenedor del absolutismo.
Por el contrario el comandante español Andrés García Camba refiere en sus memorias como, los
oficiales españoles apodados más tarde "ayacuchos", fueron injustamente acusados a su llegada a
España: "señores, con aquello se perdió masónicamente" se les dijo acusatoriamente, -"Aquello se
perdió, mi general, como se pierden las batallas", respondieron los veteranos de la batalla.

El Alto Perú tras la batalla de Ayacucho

Luego del triunfo de Ayacucho, y siguiendo precisas instrucciones de Bolívar, el general Sucre entró
en territorio del Alto Perú el 25 de febrero de 1825. Su papel se limitó a dar visos de legalidad a un
proceso que los mismos altoperuanos ya habían puesto en marcha, además de mantener el orden e
instalar inmediatamente la administración independentista. El general realista Pedro Antonio Olañeta
permaneció en Potosí, en donde en enero recibió al batallón "Unión" procedente de Puno al mando
del coronel José María Valdez, y luego convocó a un Consejo de Guerra que acordó continuar la
resistencia en nombre de Fernando VII. Olañeta distribuyó sus tropas entre la fortaleza de Cotagaita
con el batallón "Chichas" al mando del coronel Medinacelli, mientras Valdez con el "Unión" fue
enviado a Chuquisaca y el propio Olañeta marchó a Vitichi, con 60.000 pesos de oro de la Casa de la
Moneda de Potosí.

No obstante ello, en Cochabamba se sublevó, con el Primer Batallón "Fernando VII" el coronel José
Martínez; seguido en Vallegrande, por el Segundo Batallón "Fernando VII", deponiendo al brigadier
Francisco Aguilera el 12 de febrero. El coronel realista José Manuel Mercado ocupó entonces Santa
Cruz de la Sierra el 14 de febrero, mientras Chayanta quedó en manos del teniente coronel Pedro
Arraya, con los escuadrones "Santa Victoria" y "Dragones Americanos" y en Chuquisaca el batallón
"Dragones de la Frontera" del coronel Francisco López se pronunció por los independentistas el 22
de febrero, con lo cual la mayoría de las tropas realistas del Alto Perú renunciaban a continuar la
lucha frente al poderoso ejército de Sucre. El coronel Medinacelli con trescientos soldados se
sublevó también en contra de Olañeta y el 2 de abril de 1825 se enfrentaron en la batalla del
Tumusla que culminó con la muerte de Olañeta. Pocos días después, el 7 de abril, el general José
María Valdez se rindió en Chequelte ante el general patriota Urdininea, poniendo fin a la guerra en el
Alto Perú.

El nacimiento de Bolivia

Mediante un decreto la Asamblea determinó que el nuevo estado nacido en el Alto Perú llevaría el
nombre de «República Bolívar», en homenaje al Libertador, designado «Padre de la República». Se
le concede también el supremo poder ejecutivo en forma vitalicia, con los honores de Protector y
Presidente.[42] Bolívar agradeció estos honores, pero declinó la aceptación del cargo, designando al
mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

Declaración de la independencia de Bolivia

Artículo principal: Declaración de Independencia de Bolivia

Convocada nuevamente la Asamblea Deliberante en Chuquisaca por el mariscal Sucre, el 9 de julio


de 1825, y concluida se determinó la completa independencia del Alto Perú, bajo la forma
republicana. Finalmente, el presidente de la Asamblea José Mariano Serrano, junto a una comisión,
redactó el "Acta de la Independencia" que lleva fecha del 6 de agosto de 1825, en honor a la Batalla
de Junín ganada por Bolívar. La independencia fue declarada por 7 representantes de Charcas, 14
de Potosí, 12 por La Paz, 13 por Cochabamba y 2 por Santa Cruz. El acta de independencia,
redactada por el presidente del Congreso, Serrano, en su parte expositiva dice:
El mundo sabe que el Alto Perú ha sido en el continente de América, el ara donde vertió la primera
sangre de los libres y la tierra donde existe la tumba del último de los tiranos. Los departamentos del
Alto Perú, añade en su parte resolutiva, protestan a la faz de la tierra entera, que sus resolución
irrevocable es gobernarse por sí mismos.
Reconocimiento a los combatientes

En honor y reconocimiento a los combatientes independentistas de la batalla, se construyó en el


lugar de los hechos, un obelisco en conmemoración a la batalla. Este se encuentra actualmente
ubicado en el Distrito de Quinua, Provincia de Huamanga. A 37 Km. al noreste de la ciudad de
Ayacucho, a 3300 msnm.

Reconocimientos a Sucre

Bolívar, quien redactó y publicó en 1825 su resumen sucinto de la vida del general Sucre, único
trabajo en su género realizado por él, no escatimó elogios ante la hazaña culminante de su fiel
lugarteniente:
"La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La
disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina". Las generaciones venideras esperan la
victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los
americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza".
"Usted. está llamado a los más altos destinos, y yo preveo que Usted. es el rival de mi Gloria.
(Bolíivar, Carta a Sucre, Nazca, 26 de abril de 1825) ".

"El Congreso de Colombia hizo entonces a Sucre General en Jefe, y el Congreso del Perú le dio el
grado de Gran Mariscal de Ayacucho,".

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