Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Recibimos gracia cuando se nos concede un favor de forma gratuita y sin merecerlo.
Cuando hablamos de la gracia de Dios nos referimos a todas las bendiciones que él nos
concede porque le place, especialmente la salvación y el perdón de nuestros pecados.
Ro. 5:8. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo
murió
por nosotros.
La gracia ha hecho posible la manifestación más maravillosa del amor de Dios para con
nosotros. Él estuvo dispuesto a enviar a su Hijo Jesús a morir en la cruz para que todos
tengamos la oportunidad de recibir salvación y vida eterna. Ninguno de nosotros lo
merecía, pero Dios, en su infinito amor, decidió concedernos ese gran regalo.
Veamos algunos versículos que nos ayudarán a entender un poco mejor este maravilloso
concepto de la gracia de Dios.
Es por la gracia de Dios que somos salvos. No hay nada que podamos hacer para ganar la
salvación de nuestras almas. Dios es el único con poder para perdonarnos, el único que
puede quitar el pecado de nuestras vidas. Esto lo hizo enviando al Cordero perfecto, Jesús,
a morir en la cruz por nuestros pecados. Al aceptarlo de corazón como nuestro Rey y
Señor, recibimos el regalo de la vida eterna.
Dios es un Dios cercano y podemos acudir a él en todo momento. A él le encanta que nos
acerquemos en confianza como un niño se acerca a su padre amoroso. No debemos tener
temor porque aun cuando Dios conoce todos nuestros fallos y nuestros pecados, él nos
recibe con misericordia y gracia. Cuando vamos a él en humildad, Dios nos perdona, nos
restaura y nos da fuerzas para seguir adelante.
El pecado entró al mundo a través de Adán y su transgresión y con este vino la muerte
física. Sin embargo, Dios no nos dejó abandonados a nuestra suerte. Él tomó la iniciativa,
envió a Jesús y a través de él nos concedió gracia abundante que está al alcance de todos.
Dios anhela que dejemos el pecado y nos volvamos a él. Es por medio de Jesús que
recibimos la vida eterna, el perdón de nuestros pecados y es a través de él que somos
reconciliados con Dios.
Por nosotros mismos no merecemos ni podemos hacer nada para ser justificados ante
Dios. Todos hemos pecado, ninguno de nosotros está sin culpa y deberíamos pagar por
todo lo el mal que hemos hecho. Pero Dios, en su gracia, decidió guiarse por su gran amor
para con cada uno de nosotros y nos justificó de forma gratuita a través de la muerte de
Jesús en la cruz.
Ahora todos podemos recibir su perdón, no tenemos que ser esclavos del pecado, pues
Dios ya nos redimió a través de Jesús. Solo necesitamos poner nuestra fe en Jesús y
decidir caminar con él para vivir dentro de sus propósitos.