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El concepto de libertad es muy valorado entre los seres humanos. Nos gusta
hablar de nuestro derecho a ser libres y a actuar como queremos. Sin embargo,
solo con Jesús podemos tener la verdadera libertad, esa que brota desde lo más
profundo de nuestro ser. Juan 8:36 dice: Así que, si el Hijo los libera, serán
ustedes verdaderamente libres.
3. De la muerte eterna
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)
¡En Cristo tenemos el regalo de la vida eterna! No lo merecemos ni lo podemos
ganar con nuestros esfuerzos, pero él nos lo concede desde el mismo
momento en que recibimos a Jesús como Señor. La muerte ya no tiene poder
sobre nosotros porque Cristo la venció con su resurrección. Nuestro cuerpo
físico es mortal, pero nuestra alma vivirá con Cristo por la eternidad.
Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió
tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
(Juan 5:24)
4. Del miedo
Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores. (Salmo 34:4)
Dios anhela liberarnos de nuestros miedos y temores, no quiere que vivamos
encadenados por ellos. Él ha puesto un potencial en cada uno de nosotros y
quiere que lo usemos para su gloria. Al igual que el salmista David, nosotros
podemos experimentar la libertad de Dios al buscar su rostro y su presencia,
pasando tiempo con él y dejando que nos llene con su Espíritu Santo.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de
dominio propio. (2 Timoteo 1:7)
El miedo y el temor no vienen de Dios. El poder, el amor y el dominio propio, sí.
Cuando llegan grandes retos a nuestra vida necesitamos recordar que nuestro
Padre es todopoderoso. ¡Él nos da la fuerza y el poder para rechazar el temor!
Contamos con su ayuda en todo momento y sabemos que en su nombre
tendremos la victoria.
5. De la ira de Dios
Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por
medio de él, seremos salvados del castigo de Dios! (Romanos 5:9)
Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por
medio de él, seremos salvados del castigo de Dios! (Romanos 5:9)
La Biblia habla del día de la ira de Dios (Sofonías 1:14-18; Isaías 22:5). En ese día
Dios juzgará el pecado, la desobediencia y toda rebelión contra él. Sin embargo, él
mismo proporcionó la solución para que nos libremos de su ira. ¡Jesús! A través
de él recibimos el perdón de nuestros pecados y el favor de Dios.
...pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo, sino a recibir la salvación por medio
de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:9)
¡Ese es el destino que Dios desea para cada ser humano! Jesús ya sufrió nuestro
castigo en la cruz, y gracias a él gozamos de salvación y perdón. Cuando llegue el
día de la ira de Dios, los que hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador no
sufriremos el castigo venidero (1 Tesalonicenses 1:10). Al mirarnos, Dios
reconocerá la obra de Cristo en nosotros, verá a Jesús y su justicia, no nuestras
faltas y pecados. ¡Bendita libertad!
6. De intentar ganar nuestra salvación
De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia.
(Romanos 10:4)
El fin o la finalidad de la ley de Dios es guiarnos a Jesús. Por más que nosotros lo
intentemos, no lograremos cumplir jamás con toda la ley. En algún momento
fallaremos en algo, sea de palabra, intención o hecho. Pero la obra de Jesús en la
cruz es perfecta y cuando aceptamos que su sacrificio tiene poder para limpiarnos
de toda maldad, salimos de la opresión que representa el intentar cumplir con toda
la ley.
Solo a través de Cristo recibimos la justicia de Dios y la salvación eterna. Lo único
que tenemos que hacer es creer en Jesús de todo corazón y confesar con nuestra
boca que él es el Señor. La ley no logra justificarnos, pero todo el que cree que
Jesús es Dios es justificado y recibe su perdón (Hechos 13:38-39).
...que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que
Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree
para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:9-
10)