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Agustín de Hipona

FE RAZON

La fe ilumina a la razón (Cree para Por otro lado, la fe se vale de la razón


comprender) ya que es preciso creer para (comprende para creer) ya que la
poder entender, puesto que la razón humana comprensión racional de la doctrina cristiana
es limitada y sólo la fe permite entender todas es la forma más elevada y auténtica de la fe.
las preguntas relativas a Dios, al mundo y al La verdadera fe del cristiano no debe
hombre. limitarse a la fe ciega del ignorante

Búsqueda de la verdad la fe, que es un dato Facultad principal del conocimiento d. El


de la revelación, don supraracional y conocimiento es una visión que se hace
sobrenatural, ilumina el entendimiento para posible por la acción iluminadora de Dios que
aceptar la verdad: (cree, para que entiendas), opera sobre la inteligencia. La búsqueda de
y muestra el camino para llegar a ella; el la verdad es obra de la razón, facultad natural
camino del amor. Agustín no está interesado del ser humano, que lo dispone para la fe
en una explicación intelectual para demostrar formulando el objeto en que ha de creer y
a Dios, sino en gozar de Él para llenar el discerniendo, bajo los criterios del
vacío de su alma. conocimiento, lo razonable para aceptarlo:
Virtud teologal del cristianismo que consiste (entiende, para que creas).Acierto, verdad o
en creer en la palabra de Dios y en la justicia en lo que una persona dice o hace.
doctrina de la Iglesia. "¡cuánta razón había en sus palabras!"
"las virtudes teologales son tres: fe,
esperanza y caridad" La fe es la seguridad o
confianza en una persona, cosa, deidad,
opinión, doctrinas o enseñanzas de una
religión, y, como tal, se manifiesta por
encima de la necesidad de poseer evidencias
que demuestren la verdad.
Seminario Diocesano De
La Inmaculada Concepción De María, A.R.

Licenciatura en filosofía
Materia:
Filosofía del conocimiento 1
Profesor:
Lic. Jorge García procopio
Trabajo:
Cuadro comparativo (fe y razón). Teoría del
ejemplarísimo de San Agustín
Seminarista:
Miguel Ángel Catalán Alonso

San Agustín de Hipona y su doctrina del ejemplarísimo


La doctrina del ejemplarísimo se complementa con la teoría, de
origen estoico, de las razones seminales. En el momento de la creación
Dios depositó en la materia una especie de semillas, las razones seminales,
que, dadas las circunstancias necesarias, germinarían, dando lugar a la
aparición de nuevos seres que se irían desarrollando con posterioridad al
momento de la creación.

El ser humano es un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma).


La realidad más importante es el alma, dentro de la más estricta tradición
platónica, concibiendo el cuerpo como un mero instrumento del alma. El
alma, lleva a cabo sus funciones mediante tres facultades: memoria, que
hace posible la reflexión; entendimiento, que permite la comprensión
(incluye la razón inferior y la razón superior) y voluntad, que permite el
amor.

El alma es una sustancia espiritual, simple, indivisible e inmortal. Los


argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: siendo
el alma de naturaleza simple no puede descomponerse. San Agustín negó
la teoría platónica de la preexistencia del alma y explica su origen mediante
la teoría del traducianismo, según la cual, el alma se transmite de padres a
hijos al ser generada por los padres, igual que éstos generan el cuerpo (de
este modo se podría explicar la transmisión del pecado original) La ética
agustiniana considera la conquista de la felicidad como fin último de la
conducta humana.

El fin último del ser humano consiste en la salvación, objetivo


inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza
humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado
en la otra vida. Al estar estrechamente unida al cuerpo el alma del hombre
se halla en una condición oscilante y ambigua entre la luz (Dios, el bien) y la
oscuridad (el mal, el pecado). Pero Agustín no responsabiliza a Dios del mal
que hay en el mundo.
La solución agustiniana al problema del mal se alejará del
maniqueísmo, para quien el mal era una cierta forma de ser que se oponía
al bien. San Agustín adopta la tesis neoplatónica que sostiene que el mal no
es ser sino defecto o ausencia de ser y de bien. Dios nos ha dado el libre
albedrío para poder elegir hacer el bien y esa es la razón de que se
castigue con justicia al que lo usa para pecar. Como consecuencia del
pecado original y por estar el hombre sujeto al dominio del cuerpo, es difícil
que elija dejar de pecar. Por ello, sólo la libertad, entendida como una
gracia divina que nos empuja a hacer exclusivamente el bien, puede
redimirlo de su condición y hacerlo merecedor y capaz de buenas obras. En
cuanto a la sociedad y la política, San Agustín expone sus reflexiones en La
ciudad de Dios, obra escrita para defender al cristianismo de la acusación
formulada por los paganos de que la religión cristiana era la principal
responsable de la decadencia y desaparición del Imperio Romano. En esa
obra San Agustín intenta explicar tales hechos partiendo de la concepción
de la historia como el resultado de la lucha de dos ciudades, la del Bien
(Ciudad de Dios) y la del Mal (Ciudad terrenal) La Ciudad Terrena, basada
en el predominio de los intereses mundanos, formada por aquellos hombres
que se aman exclusivamente a sí mismos y llegan hasta el desprecio de
Dios. La Ciudad de Dios, basada en el predominio de los intereses
espirituales, formada por aquellos hombres que aman a Dios por encima de
sí mismos. Está representada por la Iglesia visible (jerarquía eclesiástica) e
invisible (comunidad de fieles) y, por último, como culminación, por el
imperio cristiano. La lucha entre las dos ciudades continuará hasta el final
de los tiempos, en que la Ciudad de Dios triunfará sobre la terrenal,
apoyándose San Agustín en los textos sagrados del Apocalipsis. San
Agustín admitió la legitimidad del Estado para exigir al cristiano obediencia
a las leyes civiles (de acuerdo con la máxima evangélica de dar al César lo
que del César y a Dios lo que es de Dios) Sin embargo, su obra es el punto
de partida de una reivindicación que será fuente de constantes conflictos
históricos: la supremacía del poder espiritual sobre el temporal, es decir, la
superioridad del poder del Pontífice sobre el Emperador.

La doctrina del ejemplarísimo se complementa con la teoría, de origen

Estoico, de las razones seminales. En el momento de la creación Dios depositó en


la

Materia una especie de semillas, las razones seminales, que, dadas las

Circunstancias necesarias, germinarían, dando lugar a la aparición de nuevos


seres.

Que se irían desarrollando con posterioridad al momento de la creación.

El ser humano es un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma). La

Realidad más importante es el alma, dentro de la más estricta tradición platónica,

Concibiendo el cuerpo como un mero instrumento del alma.

El alma, lleva a cabo sus funciones mediante tres facultades: memoria, que

Hace posible la reflexión; entendimiento, que permite la comprensión (incluye la

Razón inferior y la razón superior) y voluntad, que permite el amor.

El alma es una sustancia espiritual, simple, indivisible e inmortal. Los

Argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: siendo el


alma de

Naturaleza simple no puede descomponerse.

San Agustín negó la teoría platónica de la preexistencia del alma y explica su

Origen mediante la teoría del traducianismo, según la cual, el alma se transmite de

Padres a hijos al ser generada por los padres, igual que éstos generan el cuerpo
(de

Este modo se podría explicar la transmisión del pecado original)


La ética agustiniana considera la conquista de la felicidad como fin último de

La conducta humana. El fin último del ser humano consiste en la salvación,


objetivo

Inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana,

Dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado en la otra vida.

Al estar estrechamente unida al cuerpo el alma del hombre se halla en una

Condición oscilante y ambigua entre la luz (Dios, el bien) y la oscuridad (el mal, el

Pecado). Pero Agustín no responsabiliza a Dios del mal que hay en el mundo. La

Solución agustiniana al problema del mal se alejará del maniqueísmo, para quien
el

Mal era una cierta forma de ser que se oponía al bien. San Agustín adopta
la tesis

Neoplatónica que sostiene que el mal no es ser sino defecto o ausencia de


ser y de

Bien.

Dios nos ha dado el libre albedrío para poder elegir hacer el bien y esa es la

Razón de que se castigue con justicia al que lo usa para pecar. Como
consecuencia del

Pecado original y por estar el hombre sujeto al dominio del cuerpo, es difícil
que elija

Dejar de pecar. Por ello, sólo la libertad, entendida como una gracia divina
que nos

Empuja a hacer exclusivamente el bien, puede redimirlo de su condición y


hacerlo

Merecedor y capaz de buenas obras.


En cuanto a la sociedad y la política, San Agustín expone sus reflexiones en

La ciudad de Dios, obra escrita para defender al cristianismo de la acusación

Formulada por los paganos de que la religión cristiana era la principal


responsable de La decadencia y desaparición del Imperio Romano. En esa obra
San Agustín intenta Explicar tales hechos partiendo de la concepción de la historia
como el resultado de la Lucha de dos ciudades, la del Bien (Ciudad de Dios) y la
del Mal (Ciudad Terrenal) La Ciudad Terrena, basada en el predominio de los
intereses mundanos, Formada por aquellos hombres que se aman exclusivamente
a sí mismos y llegan hasta el desprecio de Dios.

La Ciudad de Dios, basada en el predominio de los intereses espirituales,


formada por aquellos hombres que aman a Dios por encima de sí mismos. Está
representada por la Iglesia visible (jerarquía eclesiástica) e invisible (comunidad de
fieles) y, por último, como culminación, por el imperio cristiano.

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