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Nacido en Turín en 1901, su breve vida fue de una intensa fe cristiana, manifestada en una
múltiple actividad apostólica. Derramó el bálsamo de la caridad y de su sonrisa juvenil sobre toda
clase de sufrimientos. Siendo estudiante universitario, en el 1922 profesó en la Orden seglar de
Santo Domingo, con el nombre de fray Jerónimo Savonarola, por afecto e imitación del gran
predicador que promovió en la sociedad el reino de Cristo y su paz. Muerto en 1925, su cuerpo
se venera en la catedral de Turín. Fue beatificado en 1990.
En esta ocasión, estamos llamados a mirar la vida de este joven santo, quien supo vivir con
pasión y alegría su fe en medio de los desafíos y dificultades de su tiempo. El beato Pier Giorgio
fue un ejemplo de amor hacia los más necesitados, de entrega generosa a los demás y de fidelidad
a los valores del Evangelio. El beato Pier Giorgio nos enseña que la santidad no es un privilegio
reservado a unos pocos, sino una llamada que todos podemos y debemos responder. En esta
Eucaristía, unámonos en oración para pedir al Señor que nos conceda la gracia de seguir el
ejemplo del beato Pier Giorgio, viviendo nuestra fe con alegría y entusiasmo, sirviendo a los más
necesitados, amando a nuestro prójimo y buscando siempre la voluntad de Dios en todas las
circunstancias de nuestra vida.
LECTURAS:
Primera lectura
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está
Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque
habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida
nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza,
la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre
los desobedientes.
Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio,
deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! No
sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como
imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre
judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo
es la síntesis de todo y está en todos.
Y, por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de
Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Y
sed agradecidos.
La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda
sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos
y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor
Jesús, ofreciendo la Acción de gracias a Dios Padre por medio de él.